EL ESTUDIO SACÓ A JHON DE LA CALLE

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EL ESTUDIO SACÓ A JHON DE LA CALLE
Viernes, 29 de Septiembre de 2006
Página Internet
Zona Urbana
Las divisiones me dieron muy duro. Llevaba más de veinte años sin tocar un cuaderno y
cuando empecé a ver los números comprobé que lo había olvidado todo.
Los recuerdos del estudio se confundían con los últimos 15 años de mi vida. Días y
noches de calle. Horas de rebusque. Consumo de droga y alcohol.
Así empezó a perderse mi vida en los noventa. Los problemas familiares me sacaron de
la casa. Me fui a vivir solo y comencé a pagar piezas.
Al principio trabajaba en cualquier cosa y podía pagar la habitación. Pero un tiempo
después, la calle me desbordó.
Me fui a vivir al centro y me volví más irresponsable. Me tocó dormir en la calle. Sentir
de cerca ese olor seco que tiene el pavimento en la noche. Sentir la agonía que da el estómago
vacío en la madrugada. Oír como rechinan las tripas después de un día sin comer.
La droga y la desesperación me hicieron robar dos veces. Fue una gran equivocación.
Después decidí ganarme el pan de cada día con el reciclaje.
Pero las cosas no mejoraron. Mi vida se iba por un caño sin retorno. No sé cómo, pero
me di cuenta de que toqué fondo.
En ese momento pensé en entregarme del todo a la calle. Al fin y al cabo no tenía que
pagar pieza ni trabajarle a nadie. Estaba muy degradado.
Pero no fui capaz. Me vi en la obligación de hacer algo por mi vida. Me di cuenta de
que tenía mucho para darme y para darle a la sociedad.
Ingresé en el programa de Centro Día, que tiene la Alcaldía, y comencé a salir del pozo.
Hace cinco meses empecé a estudiar. Y ayer la alegría casi me hace llorar.
Me dio felicidad ver en el Centro de Atención Palermo a muchos de los que
compartieron la calle conmigo. Muchos compañeros estaban ahí. Uno por uno, todos
recibieron el diploma.
Unos se graduaron, como yo, de nivelación de primaria. Otros recibieron el cartón por
aprender artesanías, proyectos productivos, ebanistería, metalistería y mercadeo y ventas.
Después de la ceremonia, que fue corta, nos fuimos para el patio. Ahí la celebración fue
con torta y coca cola. Nos graduamos 184.
Debajo de un árbol estaba Héctor Muñoz. Contaba que llevaba 20 años guerriando la
calle.
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Se capacitó en mercadeo y ventas y ahora dice que sabe cómo atender a los clientes y
ofrecer mejor los cigarrillos de su chaza.
Cerca de Héctor estaba Liliana García. Ella le metía los últimos mordiscos a la torta
negra.
Fue de la calle como veinte años. Llegó por culpa del trago. Se alcoholizó y después se
dio duro en la cabeza con las drogas.
Ayer se le veía muy contenta. Su diploma la certificaba de cumplir las 300 horas de
clase.
Ella también se encontró con muchos amigos de la calle. Reconoció los rostros que a
veces se ven distorsionados, pero que ayer lucían bien claros.
Decía que antes veía a sus conocidos con el costal al hombro y hoy ya llevan maletín.
Ahora Liliana se va a unir con su hija, de 20 años, para montar una microempresa de
artesanías. Sus ganas de echar para adelante la tienen con la idea en la cabeza de validar el
bachillerato y empezar a estudiar enfermería en el Sena. De verdad que se le ve bien.
En otro lado estaba un doctor de la Alcaldía. Era Giovanny Celis, el subsecretario de
Bienestar Social del Municipio.
Decía que durante este año la Alcaldía lleva invertidos 600 millones de pesos en las
capacitaciones de nosotros.
El Subsecretario también comentaba que el curso que hicimos nosotros es un proceso
continuo y que la Universidad de Antioquia, además de instruir, entiende que resocializarnos
a los que vivimos en las calles es un esfuerzo sostenido.
Lo último que le oí decir fue que la Alcaldía quiere abrirnos puertas distintas a los
andenes, al frío de la noche, la exclusión y el maltrato.
Yo, como Liliana, pienso seguir la validación del Bachillerato. También me metí en
unas clases con Actuar. Son de corte y cepillado. Las tomé porque no había de barbería, pero
no me iba a perder la oportunidad y apenas salga el curso que yo quiero me voy a inscribir.
Después de hacer una pequeña fila, me tocó también celebrar con la torta. Brindé como
los otros con la gaseosa.
Me acerqué a un compañero que no conocía. Dijo que se llamaba Albert de Jesús
Londoño. Se tocaba el estómago. Él contó que después de 15 años en la calle se metió en el
programa para progresar. Recibe las clases en la Fundación Conocer y los fines de semana se
va para donde su hermano en San Cristóbal. Allá se reúne con su familia.
El Municipio le va a ayudar a que lo operen de una colostomía, no sé que es, pero tiene
el intestino afuera de la barriga.
Media hora después, la torta se acabó y todos salimos del lugar.
Me fui contento y no dejé de recordar el momento en que Luz Teresita Gómez, la
directora de proyectos de la Fundación Conocer, me entregó mi diploma. En el cartón decía
con letras negras bien grandes: Jhon Jairo Hernández.
Ese soy yo, tengo 43 años, y voy para adelante.
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Ayuda al lector
Sus productos saldrán a la venta
Entre los 184 usuarios que se graduaron ayer hubo 25 que presentaron un examen de
validación en primaria. Otros 25 cumplieron 300 horas de capacitación certificada.
De mercadeo y ventas se graduaron 40 personas en dos niveles de capacitación. Los
demás se graduaron en metalistería, ebanistería, proyectos productivos y mercadeo y ventas.
Los que realizaron capacitaciones en artesanías tendrán la oportunidad de que el
producto que elaboren salga a la venta. La Fundación Conocer fue contratada por la
Universidad de Antioquia para dar las clases.
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