Un viaje hacia la novela - Universidad de Buenos Aires

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Un viaje hacia la novela:
los Naufragios de Cabeza de Vaca y los
Infortunios de Alonso Ramírez
Jaroslava Marešová
Universidad Carolina de Praga
A
pesar de que su sentido e interpretación sigue discutiéndose, parece
innegable que los Naufragios de Cabeza de Vaca y los Infortunios
de Alonso Ramírez de Sigüenza y Góngora son dos obras cruciales para el
nacimiento de la novela hispanoamericana. Voy a referirme a la controversia
que existe acerca de la posibilidad de leer estas obras en clave novelística y a
su específica retórica entre el relato de viajes, la relación y la novela. Tendré
especialmente en cuenta el trasfondo de la picaresca, por las semejanzas
existentes, tal y como la crítica ha puesto en relevancia. Pero creo que no
puede decirse que los Naufragios ni los Infortunios responden enteramente
a un código u otro; son obras híbridas que es preciso entender en su propia
especificidad.
Las dos obras tienen en común diversas características: se trata de relaciones más o menos oficiales, es decir, creadas con una finalidad práctica,
pero que mezclan en ese discurso oficial elementos ficcionales. Ambas tratan viajes desaventurados que las relacionan con el género histórico, es
decir, se encuentran a medio camino entre lo histórico y lo ficcional. De
qué modo puede leerse ese discurso proto-novelístico es lo que aquí me
gustaría considerar.
Los Naufragios de Álvar Núñez Cabeza de Vaca y los Infortunios de
Alonso Ramírez de Carlos de Sigüenza y Góngora son obras a las que la
crítica ha dedicado una especial atención. Entre ellas discurre más de un
siglo: los Naufragios (publicados en 1542) son producto de una primera época
de viajes de exploración y descubrimiento, cuando los españoles acababan
de instalarse en las tierras del Nuevo Mundo y se lanzaban a explorar los
límites del mundo recién descubierto; los Infortunios (publicados en 1690)
aparecieron en la época del Virreinato bien consolidado cuando ya, como dice
Saúl Sibirsky, los criollos, y entre ellos el propio Góngora, empiezan a sentir
orgullo nacional frente a los europeos (1965, 204-05). O, en otras palabras,
cuando el tiempo del asombro del europeo frente al Nuevo Mundo ya había
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HISPANISMOS DEL MUNDO: DIÁLOGOS Y DEBATES EN (Y DESDE) EL SUR
pasado y era el americano el que miraba el mundo desde una perspectiva
nueva (Arrom, 1991, 183-84).
Como se sabe, las relaciones de Cabeza de Vaca (algunas escritas en
solitario y otras con algunos de sus compañeros) no pasaron desapercibidas
en su época. La historia del náufrago y peregrino, el “andarín de América” en
palabras de Fernando Aínsa (1986, 170), y su relación dejaron eco en otras
obras del periodo colonial, por ejemplo en la Historia general y natural de
las Indias de Gonzalo Fernández de Oviedo o en la Florida del Inca del Inca
Garcilaso de la Vega. Sabemos que Carlos de Sigüenza y Góngora conocía
la famosa obra de Cabeza de Vaca (Leonard, 1963, 65). Sin embargo, no
tenemos evidencia documental de que efectivamente la hubiera leído antes
de escribir los Infortunios. Lo que sabemos con seguridad es que conoció
y leyó otra obra de semejante moldura, La Peregrinación de Bartolomé
Lorenzo de José de Acosta (Arrom, 1991, 182). Por eso, esta obra del padre
jesuita podría servir de enlace interesante entre la poética de los Naufragios
y la de los Infortunios, ya que guarda numerosos parecidos tanto con la de
Cabeza de Vaca como con la de Sigüenza. El material que examinamos
entonces consta de una relación autobiográfica, los Naufragios, una biografía
mandada como carta por padre Acosta al prepósito general de la Compañía
de Jesús en Roma, la Peregrinación, y una biografía compuesta por el polígrafo mexicano a petición del virrey de Nueva España, el conde de Galve,
los Infortunios. Esta constelación está contemplando los primeros pasos de
la novela en Hispanoamérica.
Como es bien sabido, en las consideraciones de la crítica acerca de
estas obras podríamos distinguir dos corrientes: la que las entiende como
documentos históricos y la que las considera creaciones literarias ficticias.
Fabio López Lázaro, por ejemplo, hace en su estudio un fascinante análisis
del contexto histórico en que se escribieron y publicaron los Infortunios, y
pone esta obra en la compleja tesitura de la política imperial y anti-pirata
del tiempo de Carlos II subrayando el rasgo documental del texto (López
Lázaro, 2011). Otros críticos, como los ya citados José Juan Arrom o Fernando Aínsa, insisten en su naturaleza literaria, ficticia. Luis Alberto Sánchez
concluye que precisamente con este tipo de literatura “andariega, a veces
picaresca, siempre de camino” y los relatos de viajes se inicia la novela
hispanoamericana (1976, 571).
Sin embargo, creo que estos dos tipos de lectura, la documental y la
literaria, no se excluyen. Como decía al principio, es posible descubrir en
ellas los dos aspectos ya que constituyen una confluencia de varios géneros
y tradiciones o, como apunta David H. Bost, son obras para las cuales prácticamente no existe ninguna analogía moderna (1996, 184). Los géneros con
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los que se han venido relacionando son, en especial, la picaresca, la novela
de viajes y aventuras, el relato de viajes y la relación.
David Lagmanovich sostiene que los Infortunios presentan un constante
vínculo con la picaresca, para lo cual se basa en tres elementos que enlazan
esta obra con ese género novelesco: las constantes salidas y andanzas, el
tema del hambre y una discreta presencia del humor (1988, 411-16). Alonso
Ramírez abandonando su patria se entrega al inseguro destino de ganarse la
vida sirviendo y cambia de amos y oficios hasta decidir embarcarse para las
Filipinas. El hambre y la necesidad de sobrevivir y mejorar su destino son
un motivo que se repite una y otra vez:
[...] me volví a México; y, queriendo entrar en aquesta ciudad con algunos
reales, intenté trabajar en la Puebla para conseguirlos, pero no hallé acogida
en maestro alguno y, temiéndome de lo que experimenté de hambre cuando
allí estuve, aceleré mi viaje (Sigüenza y Góngora, 1988, 78).
Las andanzas y salidas, la servidumbre y en particular el hambre son
también motivos clave en buena parte de los Naufragios de Cabeza de Vaca.
En su situación de conquistador fracasado convertido en esclavo, siervo
y luego mercader que constantemente pasa hambre y sufre malos tratos
también podemos ver un paralelismo con la picaresca aunque, como se
sabe, el Lazarillo es posterior a la primera edición de la obra de Cabeza
de Vaca. Los Infortunios, como la novela picaresca, hablan de la familia,
procedencia y juventud del protagonista. En cambio, la obra de Cabeza de
Vaca está alejada de esa poética ya que se trata de una relación oficial, es
decir, de un informe que empieza con los datos oficiales de la expedición de
Pánfilo de Narváez. Además, si la motivación del discurso de la picaresca
“no es presentar un viaje, sino un desarrollo psicológico en su contexto
social” (Sánchez, 2013, 125), la motivación de nuestras obras es más bien
presentar un viaje excepcional, que en el caso de Cabeza de Vaca incluye
la experiencia de largos años entre los indígenas y, en el caso de Alonso
Ramírez, la circunnavegación involuntaria del mundo, junto con el deseo
de dar a conocer los servicios prestados a una autoridad.
Además de esto, es preciso tener en cuenta las conclusiones de Raquel
Chang-Rodríguez (1982, 107): Alonso Ramírez, aunque condenado por su
pobreza y falta de linaje a ser nadie y empeñado en ascender socialmente,
nunca se deja corromper, nunca cae en el abismo del crimen. Al contrario,
en la obra salta a la vista su fuerza moral, su fe y su preocupación por el
destino de sus compañeros maltratados por los piratas ingleses. Cuando los
piratas les ponen en libertad, no deja de asegurarnos de su devoción católica:
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HISPANISMOS DEL MUNDO: DIÁLOGOS Y DEBATES EN (Y DESDE) EL SUR
Creo que hubiera sido imposible mi libertad si continuamente no hubiera
ocupado mi memoria y afectos en María Santísima de Guadalupe de México,
de quien siempre protesto viviré esclavo por lo que le debo (Sigüenza y
Góngora, 1988, 101).
En relación con esto, hay que tener en cuenta el tan a menudo comentado
rasgo auto mitificador de los Naufragios.1 Cabeza de Vaca autor se recrea en
su relación y como protagonista se auto atribuye fantásticas curas de indios
enfermos y hasta la resurrección de un hombre muerto, aunque tiene mucho
cuidado de poner siempre esta información en boca de los indígenas: “A
la noche se volvieron a sus casas, y dijeron que aquel que estaba muerto y
yo había curado en presencia de ellos, se había levantado bueno [...], y que
todos cuantos había curado quedaban sanos y muy alegres” (Núñez Cabeza
de Vaca, 2007, 157-58). Si el pícaro “pasa de la inocencia más simple a la
cicatería y el cinismo que le ha enseñado la vida” (Sánchez, 2013, 123),
nuestros protagonistas no sólo no sufren esta evolución interior, sino que
los trabajos pasados y el largo viaje desafortunado tienen en ellos el efecto
contrario. Cabeza de Vaca se autocalifica como el hombre por el que Dios
haría grandes milagros, como nos indica en el último capítulo del libro cuando
se refiere a la famosa profecía de la mora de Hornachos;2 Alonso Ramírez
es presentado como perseguido por mil desventuras, pero nunca deja de ser
hombre honrado y buen católico. También el peregrino de José de Acosta,
Bartolomé Lorenzo, que sale huyendo de España para escapar del castigo
por un crimen que no había cometido, se convierte durante su largo viaje
en una especie de hombre solitario, humilde y filantrópico cuya humildad
y simplicidad lo hacen inmune hasta ante los temidos negros cimarrones:
Lorenzo se llegó a ellos sin miedo, no sabiendo que aquéllos eran los cimarrones [...]. Y diciendo ellos qué llevaba sacó de la capilla de su capa bizcocho y
convidó con él al más viejo [...]. Y los negros, vista su simplicidad, se rieron
[...]. De modo que los que a otros suelen saltear y quitar la vida, a Lorenzo,
por su buena fe, se la dieron [...] (Acosta, 1982, 45).
En tanto, Arrom (1982, 9-26) propone una lectura alegórica de esta biografía novelada interpretando la peregrinación de Bartolomé Lorenzo y su
1
Este tema ha sido estudiado minuciosamente, para más información se pueden cosultar trabajos
de Juan Francisco Maura (1988) y Lucía Invernizzi Santa Cruz (1987).
2
El narrador cierra su relato con esta profecía: “Esta [mujer] le dijo [a Pánfilo de Narváez], cuando
entraba por la tierra, que no entrase, porque ella creía que él ni ninguno de los que con él iban no
saldrían de la tierra; y que si alguno saliese, que haría Dios por él grandes milagros [...]” (Núñez
Cabeza de Vaca, 2007, 219).
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entrada en la Compañía de Jesús al final de su viaje como el camino que
cada cristiano debe hacer para su salvación.
Si volvemos ahora a nuestras tres obras podríamos aclarar qué papel juega
su carácter oficial en el “laborioso proceso de ficcionalización” que afecta
a todas las obras que en esta primera época pretenden narrar la experiencia
americana (Pastor, 1983, 82). No tendría sentido que Cabeza de Vaca se
presentara como hombre indigno de la recompensa por sus trabajos cuando
escribe para solicitarla. También la relación de Alonso Ramírez está escrita
como una petición que sirve para señalar las malas condiciones en las que se
encontraba no sólo el protagonista sino también el autor, ya que éste aparece
en el célebre antepenúltimo párrafo de la obra para comparar su situación de
hombre con muchos títulos aunque mal pago con la situación de pobreza y
desamparo de su propio protagonista, Alonso. Y finalmente también, según
el estudio de Raúl Neira (1997, 12), la biografía de Bartolomé Lorenzo le
sirve al padre Acosta para poder destacar en la carta dedicatoria su buen
cumplimiento como provincial de la Orden en Lima.
Si el carácter oficial y la funcionalidad práctica de estas obras no deja
por ejemplo que el elemento picaresco, en el caso de los Infortunios, se
desarrolle por completo, sí lleva la ficcionalización por otro camino: crea
un protagonista moralmente fuerte, lo mitifica, o en el caso de los Naufragios, posibilita la auto mitificación o el aprovechamiento de la historia en
un sentido alegórico.
El relato de viajes que tan a menudo se menciona, sobre todo en relación
con los Naufragios, es otro de los modelos genéricos que indudablemente
dejaron huella en las obras que comentamos. En su trabajo sobre el relato
de viajes, Sofía Carrizo Rueda destaca las siguientes características: 1) el
relato de viajes es de carácter esencialmente dual, lo literario y lo documental
siempre estará entrelazado en él; 2) el núcleo del discurso está formado por
descripciones y todo el discurso intenta reproducir ante el lector el “fragmento
del mundo” que el viajero conoció (Carrizo Rueda, 2008, p. 25-28). Marcela
Pezzuto utilizó estas premisas en un análisis de la relación de Cabeza de
Vaca con la conclusión de que a este tipo de discurso responden sobre todo
los capítulos centrales de los Naufragios (a partir del capítulo 16) en los que
las descripciones ganan tanta importancia que es el espacio mismo el que se
convierte en protagonista (2008, 49). En los Infortunios también es interesante señalar la aparición de pasajes descriptivos: durante las andanzas de
Alonso por América las descripciones por parte del narrador se refieren a la
naturaleza y también a las ciudades; después, al embarcarse para las Filipinas
y ser capturado por los piratas, las descripciones se refieren en especial a la
navegación, a la posición del barco, a los tipos de viento, etcétera. Aunque
quizá no haya tantos pasajes descriptivos largos en los Infortunios como
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en los Naufragios, está claro que éstos emparentan a la obra de Sigüenza y
Góngora con el género del relato de viajes que tiene que contener pasajes
descriptivos para poder construir el específico fragmento del mundo. Según
el estudio de Alberto Sacido Romero, justamente en estos pasajes de los
Infortunios podemos con seguridad distinguir la voz del autor culto que
en tanto que cosmógrafo añadía al relato de base oral de Alonso Ramírez
informaciones geográficas y descriptivas (1992, 136). También en la relación
del jesuita Acosta se encuentran muchos pasajes descriptivos, aunque aquí
tienen más que ver con el sentido alegórico de la obra.
Si aceptamos que las descripciones en los Naufragios y los Infortunios
sirven para enseñarle al lector el fragmento del mundo que los viajeros
visitaron, no debemos olvidar una apreciación básica: por muy documental
que fuera la intención de los autores, las descripciones no dejan de ser una
construcción retórica, discursiva, inventada por esos mismos autores (Piña,
1988, 29-39). Como se ha venido comentando, los Naufragios fueron una
de las primeras obras que aportó imágenes de naturaleza cruel y hostil a la
tradición literaria de la época (Pastor, 1983). El Nuevo Mundo de Cabeza de
Vaca “donde siempre hay grandes tormentas y tempestades” (Núñez Cabeza
de Vaca, 2007, 94) es en este sentido parecido a la imagen de América que
ofrecen también los dos otras obras que comento. El peregrino Bartolomé
Lorenzo se encuentra constantemente con obstáculos naturales en forma de
valles profundos, montes y animales monstruosos:
A la salida del valle había una alta sierra, y subiendo a ella Lorenzo [...] fue
entrando en una montaña muy cerrada y estrecha que, al cabo de un trecho,
vino a perder el cielo de vista, y la tierra también, porque la grandeza de los
árboles y espesura de las matas poco ni mucho le dejaban descubrir campo
ni suelo (Acosta, 1982, 40).
También las descripciones de la naturaleza americana que ofrecen los
Infortunios hablan en este sentido:
Lo que se experimenta en la fragosidad de la Sierra [...] no es otra cosa sino
repetidos sustos de derrumbarse por lo acantilado de las veredas, profundidad horrorosa de las barrancas, aguas continuas, atolladeros penosos, a que
se añaden en los pequeños calidísimos valles [...] muchos mosquitos y, en
cualquier parte, sabandijas abominables (Sigüenza y Góngora, 1988, 78).
Como ya he comentado, estas descripciones, con su afán de reconstruir
ante el lector los lugares vistos y su funcionalidad documental, emparentan los Naufragios y los Infortunios con el relato de viajes. Sin embargo,
también es evidente su funcionalidad ficcionalizadora, al fin y al cabo son
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construcciones retóricas inventadas por los autores y no dejan de servir al
propósito general de las obras: en los Naufragios subrayan la heroicidad
del protagonista que se movió por lugares tan hostiles, y en los Infortunios
encarecen los sufrimientos de su protagonista. El caso de la Peregrinación
del padre Acosta es un poco diferente: según Arrom, Acosta “intensifica las
penalidades que sufre Lorenzo” y “torna el paisaje pavoroso” para reforzar
el sentido alegórico de la obra (1982, 15). Los obstáculos naturales representan las pruebas que el cristiano tiene que pasar en esta vida para poder
llegar a la salvación del alma.
Sin embargo, las descripciones de la naturaleza americana que propone
Cabeza de Vaca tienen también otro componente. La tierra donde se encuentra el náufrago español no es sólo hostil, sino, como dice él, “trabajosa de
andar y maravillosa de ver” (Núñez Cabeza de Vaca, 2007, 94). La palabra
“maravilloso” en la relación de Cabeza de Vaca no es excepcional y el
narrador expresa con ella su asombro ante un nuevo mundo, ante una nueva
realidad desconocida que es al mismo tiempo espantosa y maravillosa. Si
comparamos esta calificación del espacio americano con lo que expresa
Sigüenza y Góngora en su obra saltará a la vista un contraste interesante.
Como ya ha advertido José Juan Arrom (1991, 183), Sigüenza y Góngora
no sólo describe la naturaleza americana, sino también sus ciudades, y es
en esas descripciones donde ya se puede escuchar el orgullo del criollo por
su espacio natal: “Lástima es grande el que no corran por el mundo grabadas a punta de diamante en láminas de oro las grandezas magníficas de tan
soberbia ciudad [México]” (Sigüenza y Góngora, 1988, 76-77). Cabeza de
Vaca era un europeo confrontado con el Nuevo Mundo que expresaba su
sorpresa y asombro ante una nueva realidad. Sigüenza y Góngora, igual que
su protagonista, es un americano orgulloso de su tierra natal y sus grandes
ciudades, es un americano que desde ese centro sale al mundo y lo mira. En
ese sentido es también interesante notar que en los Infortunios se dedica más
espacio a la naturaleza y ciudades americanas que a los parajes asiáticos por
donde Alonso Ramírez pasó.
Quizás en ese sentido se podría hablar del viaje de un género de un
continente a otro y de su acercamiento a la novela. La relación, como la que
escribió Cabeza de Vaca, fue un género híbrido, mixto, con afán y retórica
documental, pero al mismo tiempo plagado de elementos ficticios. Las relaciones eran la forma que tenían los españoles para comunicar información
valiosa durante la época de la conquista y exploración. Con el tiempo, ese
género se asentó con los colonos en las tierras americanas, convirtiéndose en
vehículo de ideas nuevas. Aunque es seguro que en las obras de Cabeza de
Vaca, José de Acosta y Carlos de Sigüenza y Góngora tuvo mucha influencia
la herencia literaria europea, como la picaresca y la novela de viajes y aven-
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HISPANISMOS DEL MUNDO: DIÁLOGOS Y DEBATES EN (Y DESDE) EL SUR
turas, creo que no se puede negar que las relaciones, cartas y crónicas sobre
expediciones y viajes que se empezaron a escribir con el descubrimiento
del Nuevo Mundo formaron una tradición nueva de textos que se citaban e
influían entre sí. En ese sentido es importante tener en cuenta estas obras,
libros atípicos, libros “que son su propio género” (Lagmanovich, 1988, 414),
porque constituyen el espacio específico en el que comenzó el nacimiento
de la novela hispanoamericana.
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Resumen:
Las obras de Álvar Núñez Cabeza de Vaca y Carlos de Sigüenza y Góngora tienen muchos
rasgos comunes: tratan dos viajes desaventurados, son relaciones oficiales, pero con rasgos
literarios. Por una parte se vinculan con el género de los relatos de viajes, que es de carácter
más documental, pero por otra se emparentan con la novela, sobre todo con la picaresca con la
que tienen en común muchos temas. Estas obras, a pesar de ser de carácter ciertamente híbrido,
tienen una fuerte tendencia hacia lo ficticio, por lo cual las consideramos como bases para el
nacimiento de la novela hispanoamericana.
Palabras clave:
Relatos de viajes, José de Acosta, origen de la novela.
Abstract:
Álvar Núñez Cabeza de Vaca’s and Carlos de Sigüenza y Góngora’s writings are similar in many
ways: Both recount two unfortunate voyages, both were written as official reports, and both of
them have literary elements. They are related not only to the tradition of travel writing, but also to
the novel, particularly to the picaresque novel, having many topics in common with it. Although
these two writings have undoubtedly a hybrid character, they show a strong tendency to fiction
which leads us to consider them as a possible basis for the rise of the Spanish American novel.
Keywords:
Travel writing, José de Acosta, the rise of the novel.
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