El marco de la interacción social dentro del cine El Nacional en la

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El marco de la interacción social dentro del cine El Nacional
en la cd. de México
Andrés Alvarez Elizalde
Mis deseos son órdenes para mí
Oscar Wilde
Ohualquiz, (viene del Mictlán). Es el monstruo que te recibe cuando entras al cine El Nacional de la cd. de
México. Tiene un tamaño de al menos dos metros de altura, cuatro patas, dos alas, dos cuernos, y tres calaveras
que simulan sus ojos. Un gran alebrije de color azul marino, amarillo y rosa. Es el primer encuentro luego de
caminar sobre un pasillo que tiene pintadas las paredes de color crema y salpicadas de gotas de distintos
colores, como si fueran lanzadas al azar.
La entrada es para mayores de dieciocho años, es necesario pagar y pasar por la revisión de boletos. Enseguida
te dan alcohol para que lo frotes en tus manos. Aún no has entrado a las salas y sin embargo, ya has sido
observado.
Empujas una la puerta y el marco de la interacción es el siguiente:
Un hombre está cerca que otro. Se miran y tocan sus partes íntimas. La interacción social es recíproca en
términos simbólicos y gestuales. Entendemos por ella, citando al sociólogo Erving Goffman: “la influencia
recíproca de un individuo sobre las acciones del otro cuando se encuentran ambos en presencia física
inmediata”. Se enfrentan cara-a-cara, pero también se enfrentan normas morales y éticas. Comienzan a
transgredirlas de manera lenta y pausada. Poco a poco se acercan. La luz es tenue y apenas se pueden ver sus
movimientos y sus cuerpos. Uno de ellos es un hombre mayor, sus canas y su rostro apenas visible lo delatan.
El otro, el que está cerca, es más joven. Otro hombre se acerca: ahora son tres quienes participan en el
intercambio de miradas. Cada uno atento a los movimientos del otro, para desplazarse, estar más cerca, retirarse
o definir el objeto de apropiación.
La interacción se construye: los primeros dos hombres se sientan en los sillones de la sala; uno al lado del otro.
Se comunican y no hay ningún intercambio de palabras. El tercer hombre, el que llegó, se retira. Mientras que
los dos primeros siguen en silencio, manifestando su deseo. Se tocan: ahora uno comienza a acariciar a otro.
Desabrochan su pantalón y el más joven comienza a hacerle una felación. Otros hombres que pasan por el
pasillo, cerca de los asientos, se detienen para observar.
En el fondo, sobre la pantalla, se transmite una película porno: cuerpos desnudos que se muestran desde el nivel
sexual. Hombres y mujeres que representan una escena pornográfica con sexo explícito: ahí donde el cuerpo es
un “exceso de intercambios, un exceso de acoplamientos, un exceso de goce” como escribe Michela Marzano
en su libro La pornografía y el agotamiento del deseo. Las imágenes de la película muestran una orgía. No es
pornografía gay ni de otro tipo. Pero quienes están en el cine son sólo hombres.
Dentro del cine, el volumen de las películas es alto: se escuchan jadeos, gritos de placer, eyaculación o de
orgasmos. La acción no sólo se queda en el nivel visual de la pantalla, sino que se desarrolla y construye en las
bancas del mismo cine. El olor también se reconoce de inmediato: es un cine que lleva varias décadas de
existencia, sus asientos son viejos, y el aseo es poco. Hay quienes escupen y muchos más quienes eyaculan
dentro del mismo. Las dimensiones del edificio son grandes: al menos en la parte baja tiene centenas de asientos
y podemos observar en una sola tarde entre la semana, más de 300 hombres que están interactuando. En el
fondo, están las puertas de los sanitarios: en ellos, hay posters de hombres. El encuentro ahí es rápido. Hay
quienes se quedan en los mingitorios para ver quién entra o sale de los sanitarios. También se realizan prácticas
sexuales.
Algunos hombres solo recorren los pasillos en busca de encuentros, y es que, como dice Ashley Montagu,
después de la mirada, viene el “acercamiento”. Una vez que hay cierto reconocimiento, comienzan a acercarse.
Así, pasan de pasillo en pasillo: girando alrededor de los asientos y observando y comunicando códigos de
comportamiento, como el sentarse en el penúltimo asiento, para que otro hombre más tome lugar a un costado.
Ese es un código de interacción: el hecho de mandar una señal de intervención y la posibilidad de abordar. Otro
código es cuando se sientan, e inmediatamente, ponen su mochila en el siguiente asiento o no bajan el asiento
para no dejar sentar a alguien. Ahí se interpreta que el asistente al cine, no quiere ningún tipo de interacción:
sólo mirar lo que se transmite en la pantalla. En los asientos se pueden ver prácticas sexuales como
masturbación, felación o enculación. De vez en cuando un empleado del cine, pasa con una lámpara,
alumbrando a quienes están teniendo sexo en los asientos: les dice que no pueden hacer ello. La pareja se
detiene y cada uno toma su postura. El empleado continúa por los pasillos, a separar más de 50 encuentros
sexuales…
Antes de entrar a la segunda sala, subiendo las escaleras, podemos mirar espacios destinados para contactar a
personas: teléfonos, correos, o mensajes. Hay anuncios para conocer a más gente durante el día, “como en la
Alameda”, es decir, dentro del cine hay un espacio abierto destinado para fumar, que tiene horarios definidos en
la semana para platicar con más hombres. Algunas frases que podemos leer en las paredes del cine son de este
tipo:
“El sexo y la búsqueda del placer son parte de mi vida”
“Sexo mi placer, principio de tu muerte”
Para la segunda sala que se ubica en el primer piso, se entra por las escaleras de los costados: hay asientos
aproximadamente para doscientas personas. En ella, también se reproduce pornografía de hombres y mujeres
tendiendo sexo, y mientras eso pasa, una banda de rock frente a la pantalla, ameniza el espectáculo. Aquí, por la
posición de las bancas en forma vertical, difícilmente hay rotación de hombres alrededor de los asientos que
quieran ver quién está sentado o quién pueda dejarse tocar. Se cuentan fácilmente entre 70 y 100 personas en la
sala. Las prácticas sexuales son las mismas que en la planta baja. Tiene otra particularidad el espacio: hay una
esquina dentro de la sala que está oscura, y a la que sólo llegan las luces de la película transmitida. En ese
espacio, es donde se observa mayor participación como intercambio sexual: en una esquina de tres por seis
metros, hay aproximadamente 30 hombres: algunos que se abrazan, unos más que se tocan y otro más, se
penetran. Un espacio de intercambio táctil con todo el anonimato posible pues no se ven caras, más que
cuerpos. La proyección en la pantalla, comienza a ser de pornografía gay después de las 6 de la tarde.
En estos cines hay “un cruzamiento de movilidades. Está de alguna manera animado por el conjunto de
movimientos que ahí se despliegan” citando a Michel De Certeau. Ahí se encuentran: así como tienen una
relación, así cambian de posiciones, de pareja y de práctica sexual. Algunos entrevistados dicen que sólo asisten
de vez en cuando, una vez al año, al mes, y mientras que para otros, es semanal o de cada fin de semana para
tener sexo en el cine. La gran mayoría son jóvenes solteros, y un buen porcentaje son hombres divorciados y
otro menos, que están casados. Gran parte son trabajadores que van al cine después de jornadas laborales, así
como estudiantes de clase media y clase baja. La hora en que hay una mayor asistencia es entre las 16:00 y
19:30 horas.
Los encuentros en el cine ponen en cuestión las enfermedades de transmisión sexual (ETS), que pueden portar,
pues muchos de ellos, realizan prácticas sexuales con completos desconocidos y sin el uso de preservativos.
Así, podemos revisar las investigaciones de Michael Pollak sobre la homosexualidad, al decir que los
homosexuales siguen teniendo relaciones sexuales sin protección, aun sabiendo de los peligros que existen de
contraer sida. La cuestión aquí no es sólo de prevención y de salud, sino de identidad: el grupo que, aun
sabiendo el riesgo, siguen teniendo este tipo de prácticas. Nos habla, de una identidad grupal, al reconocer a
otros hombres y aceptar las mismas prácticas sexuales.
La relación es ambigua: se forman grupos y se deshacen. Así es el marco de la interacción. Por momentos
podemos reconocer dentro del cine elementos como actores y auditorio, es decir, a quienes ven el encuentro
sexual, pero según las circunstancias, pueden cambiar de papeles, y de posiciones. Podemos observar una pareja
que define su espacio íntimo, sin permitir la entrada de alguien más, o en su caso, si lo deciden, llegan a formar
un espacio de mayor interacción al permitir la entrada de otros hombres, así sean dos o cinco. Tocan, y permiten
ser tocados. Cada movimiento de los participantes es decisivo para ver el marco de la interacción: por ejemplo,
mientras que unos observan a una pareja, éstos se acomodan para no ser vistos, o mientras unos se acercan, y
permiten el acceso con la pareja, comienzan los posicionamientos. Es un “proceso constante de reajuste en el
que cada llegada y cada salida produzca alteraciones en toda la reunión” como dice Goffman. Solo por
mencionar una interacción, contando que en todo el cine, en los dos pisos y en los dos sanitarios hay encuentros
de este tipo durante 10 horas de servicio al día.
Así, el espacio es delimitado por las dimensiones del cine, pero también es localizado y definido como espacio
de interacciones por el grupo: está mapeado y diseñado por el intercambio corporal que en ellos se teje. En las
mañanas, la presencia es mínima y la interacción está más focalizada hacia quienes están dentro del cine, es
decir, se dirigen a los pocos que hay para dialogar y comenzar el juego, mientras avanzan el día, se va llenando
de hombres y la movilidad de posiciones se hace más constante, ante la diversidad que hay para tocar y conocer.
El grupo se observa a sí mismo. Howard Becker tiene un estudio muy interesante sobre la sociología de la
desviación y muestra cómo ciertos grupos utilizan tácticas y estrategias para transgredir normas y conductas en
la sociedad. Podemos decir, que uno de esos grupos son los hombres que van a estos espacios oscuros donde
pueden cometer actos incorrectos, que se estigmatizan o reprimen socialmente, pero que validan ellos mismos,
pues se encuentran con hombres que tienen el mismo deseo constitutivo, si pensamos en Michela Marzano.
Estos cines en la ciudad de México, son espacios que en un inicio mostraron la producción del cine nacional
mexicano, pero en las últimas décadas entraron en desventaja por la competencia de grandes espacios
comerciales, por lo que ahora se dedican a la reproducción de películas porno. Y enfrentan otro gran desafío: la
pornografía con la piratería y el internet. Hay muchas salas de cine en México, pero en muy pocos se reproduce
cine porno, pues no es rentable, por dar algunos datos, según la Cámara Nacional de la Industria
Cinematográfica y del Videograma CANACINE, en México hay 2400 salas de cines y en 20 de ellas, nos dice
Iván Cadín en un breve video-reportaje, sobre el Cinema Río de la ciudad, se pasan películas porno. Otro
espacio es: Cine la Ciudadela cerca del metro Balderas, donde hay sexoservicio de mujeres en los rincones de
las salas. Algunos cines ya no sobreviven como El Teresa, que ahora es un centro comercial. Otros más, ofrecen
en sus pasillos venta de accesorios como si fueran una sex-shop o performance eróticos con poesía.
Como dije en un principio, antes de entrar a la sala de cine, antes de saber qué hay dentro, has sido observado.
Varios hombres se posicionan en el primer piso, donde hay una sala para tomar bebidas y sentarse. Algunos
sillones están justo arriba de la taquilla. Desde ahí, algunos se sientan y observan quién llega, qué hombre ha
pagado por ver sexo, por tener un encuentro sexual.
Nuestra investigación solo se limita al cine El NACIONAL, que es el cine porno más grande de México, y
quizá de América Latina. El análisis utiliza las categorías de espacio-tiempo y cuerpo, que serán desarrolladas
para explicar el marco de la interacción. Y relacionará en términos generales, las prácticas sexuales, la relación
social y el uso del cuerpo. Entre los objetivos están, que la investigación se describa así misma haciendo un
diálogo con conceptos propios de otras disciplinas como lo es la antropología, la filosofía, la psicología y la
historia, y así, dar cuenta de lo que está pasando en un espacio muy concurrido en la ciudad y del que hay poca
investigación sociológica.
Para ello, el proyecto se está nutriendo no solo con información, sino investigaciones parecidas de otros países,
como lo es, la del investigador brasileño Alexandre Fleming Câmara Vale, quien conocí en la Universidad de
Estrasburgo en la presentación del documental “Le vol de la beauté” sobre Transvestis brasileños en París y
quien además, realizó un reportaje sobre un cine en Brasil con las mismas características que el de México:
encuentros y prácticas sexuales de hombres. El reportaje es resultado también de una investigación impresa que
estamos analizando, no para hacer un estudio comparativo, sino para tener una referencia de un grupo y
minoritario en el mundo.
Por un lado, se siguen realizando lecturas de obras sociológicas como de Michel Maffesoli, Erving Goffman y
George Simmel solo por mencionar algunos. Del mismo modo, tomé el curso “La diferenciación social y la
confianza” con Patrick Watier quien maneja con gran facilidad y es conocedor de la obra de Simmel y de
autores que serán clave en la construcción teórica de la investigación. Y por su puesto a mi tutor, el sociólogo
David Le Breton, con quien tomé los cursos “La sociología del riesgo” y “Antropología del cuerpo”, temas
cruciales en mi investigación, siendo él quien me recomienda autores, y me asesora en el proyecto junto con
Marta Lamas en México.
Finalmente, agradezco a Conacyt por la oportunidad de realizar una estancia de investigación en Estrasburgo,
agradezco a La Casa universitaria Franco-Mexicana (CUFM), agradezco a la Oficina del Parlamento Europeo, e
igualmente menciono a mi querida Casa de estudios en México, la UNAM. No me queda más que decir gracias.
Bibliografía.
Becker, Howard, Los extraños. Sociología de la desviación, Buenos Aires, Tiempos contemporáneos, 1971, pp. 13-77.
De Certeau, Michel, La invención de lo cotidiano 1. Artes de hacer, México, Uni. Iberoamericana, 2000, pp. 103-142.
Goffman, Erving, “Los territorios del yo”, en Relaciones en público. Macroestudios del orden público, España, Alianza Editorial,
1979, p. 46-77.
----------------------, La presentación de la persona en la vida cotidiana, Argentina, Amorrortu, 2006, pp. 272.
Marzano, Michela, La pornografía y el agotamiento del deseo, México, Manantial, 2006, pp. 53-74.
Pollak, Michael, Les homosexuels et le sida, France, Métailié, 1988, pp. 213.
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