AÑO L V . NúM. XLYI. MADRID \¿< DE DICIEMBRE DE 1911. S. A. R. I.A INFANTA HOSA EUI.AIJA. Fot n (1(! I'raiuen. 3 4 2 — N.o XLVI LA SUMARIO. TiCXTO.—Crónica nenera], por D, Carlos Luís de CiiPrca.—liosas hlanc.TS, por f.tih de C/iai'li'.''-—Kseiiltiir.'i moderna en fil líliúi: Monumenlo de Houmaik de Colonia, por D. Kntiquc Seirano i'alif;ali.—Las -tiiirileros, por D, K. llerüíliidc! Htírmi'niei.—Las líislcias ile Ahd-iOlKádLT, por D. Viítinte Diai de Tejada, —Arlifitio-jero^lilico, por ííovüjarqne.— Informationci, pí»r '".—Sueilos. — Anuncios. GíLUlAniiS—Rc-UulDS d e S . A. U. la infanta D Ü ¡Ü: la lia. de los cncar;ados de las negociaciones franco-c?p;iñol;is sol'rt; Marruecos y de os nuevos Cardenales.— Alemania: I^sialiia ile Federico Guillermo lil de Prusia en Colonia. —Alcaznrqiiivir (MarMie;o&): Varias lo•toj-raüas.—lil teniente coronel D. Manuel KernAndcz, al llegar á ^Madrid, el 11 del corriente. —ilellas Artes: TÍI-IHÍIIM ¡ic iiniiada, < iialiro de Umbtiacht. /^i hija ptiidi^n, cuadro de Carlos Váiqíiei.— MSlaga; Alumnas y alumnos .]ue lomaron partean unalioslaCelebiada en la Academia de D« clara ación, en lionnr ile sus socios protocloros.—.Madiid: Primeras partes y señoras _v sciioiilas que compniieTon el coro or» una función benéfica en el teatro Ceri-anlfs. f Crónica gcneraU Qj./l'.WDrí en la Crónica anterior nuestro deber informativo nos obligaba á tratar de la publicación del libro Alt fil de la vie, Lablamos anfe todo de lo inverosímiles que nos habían parecido las primeras noticias, porque creíamo.? que, aun en el caso de un posible err.T por parte de su autora, bastaría una indicación del jefe de la Real familia para poner término á una actitud de la que pudiera nacer el escándalo, para todos lamentable. Parecía entonces desmentida nuestra creencia y defraudada nuestra esperanza, y con gran amargura tuvimos que consignarlo así; pero no tardaron en llegar noticias é impresiones más satisfactorias para nuestro deseo, afirmando una rectificación saludable en la torcida marcha de tan desagradable asunto. Contrastando con los comentarios anteriores sobre desavenencias y rebeldías, apareció en las columnas de la Pren.sa una carta de la infanta U..-i Eulalia, dirigida al Rey, con testimonios de cariño y anhelos de perdón, al par que protestas de acendrado patriotismo, y todo ello contribuyó eficaz y rápidamente á devolver á S. A. las simpatías de los españoles. Claro es que todos hubiéramos preferido que la serenidad para escuchar y atender los consejos de la prudencia, hubiera evitado este incidente, del que los aficionados al escándalo se apresuraron á sacar partido; pero ya que esto no fué posible en la vehemencia del primer momento, que tomó por imposición intolerable lo que no era sino salvadora advertencia, felicitémonos de que aquella que se nos presentaba como terrible tormenta se haya disipado como nubécula ligera. La celebridad tiene sus amarguras, y la misma extraordinaria resonancia que ha alcanzado la publicación del libro, ha proporcionado á su egregia autora ratos muy amargos, arrancándola doloridas quejas. Una invasión de los agentes de la curiosidad franqueaba implacable los límites de la consideración y del respeto, para lanzar en seguida á los vientos de la publicidad noticias mal comprendidas, impresiones eiageradas, fantasías absurdas, que obligaron á la víctima á cerrar las puertas de su domicilio, allanado por la indiscreta curiosidad. Comprendemos el sufrimiento de la augusta señora al sentirse envuelta en atmósfera tan distinta de aquella en que hasta entonces la había conservado su alta jerarquía, y lo lamentamos muy sinceramente. En estos crisoles del dolor depuran su fortaleza las grandes almas, y de estos penosos desencantos adquieren los claros entendimientos la experiencia saludable que nos ayuda á ir devanando serenamente el hilo de la vida. Nosotros, que, dentro de los límites infranqueables del respeto, no otorgaríamos nuestro modesto aplauso á ningún linaje de rebeldías, nos complacemos vivamente al felicitar á la infanta D,.i Eulalia por la nobilísima actitud en que se coloca en su carta á S. M. Y al hacerlo así, deseamos que la carta, cuyo texto ha aparecido en la Prensa, llegue cuanto antes, si ya no hubiera llegado, á su alto destino, para poder elevar también al Rey el homenaje de nuestra felicitación: porque de cuantas resoluciones le obligara á adoptar en este asunto su suprema jerarquía, ninguna habrá más grata para su corazón generoso como la de perdonar. —Los persas continúan en una situación difícil, mi querido amigo, basta el punto de haberse dirigido á los Parlamentos europeos pidiendo justicia, porque ya se sabe, cuando un país exclama: «/.Qué dirán las Potencias exíranieras?", y tiene la candidez de recurrir á su lejano amparo, mal anda el negocio. —Conste que también se han dirigido á nuestro Parlamento. —Ya lo creo, y su presidente, el Conde de Romanones, les ha contestado muy atento que por ahora no les puede decir nada porque las Cortes están cerradas. —Hasta en eso tienen desgracia los pobres persas; vienen á nuestras Cortes y les contestan que no están los señoritos. ILUSTRACIÓN ESPAÑOLA V AMERICANA —Pero por lo visto son pariidarics de nuestro refrán: -A Dios rogando y coa el mazo dandO", y lo llevan á la práctica, pues se aperciben á la resistencia. —Ese temperamento belicoso, que es el más natural siempre que se trata de la independencia de un pueblo amenazada, parece que se impone todavía más en las provincias que en la capital, donde aoreinaba unidad de criterio en tan vital asunto. Á diario se reciben en Teherán despachos de Yezd, Ispahan, Chira/, Rirman, Arabistán y otras regiones, mostrando el deseo de sus habitantes, de resistir á Rusia con las armas, y el mensaje de los de Tebriz, dice á los medjis teiminantemente: «Si Teherán no quiere batirse, nosotros nos batiremos.» El espíritu de las provincias ha influido positivamente en Teherán, pues se ha formado un nuevo partido que pretende organizar la resistencia, y con el apoyo de los clubs constitucionales, ha acabado por imponerse al Gobierno. ^ P a r a colmo de desdichas, ahora nos dicen que los turcos, como si no tuvieran bastante que hacer con la Tripolitania, enviarán dos cuerpos de ejército á invadir la Persia, en el caso de que Rusia pretenda establecerse allí. —Pelizmente, parece que se aclara un poco e! horizonte. \'ea usted lo que ha declarado lord Morley, en la Cámara de los Comunes de f^ondres, en nombre del Gobierno. Rusia, según él, aseguró en absoluto á Inglaterra que no eran sus propósitos ocupar definitivamente Persia, y la Gran iírctaña le contestó que nunca y bajo ningún pretexto podrá reconocer la restauración del ex Shah, y que velará, con suma diligencia, porque no sufra menoscabo el espíritu y la letra del acuerdo anglo-ruso. —¿Se ha fijado usted en la palabrita definitivaatente? Parece que en estas explicaciones queda á salvo la ocupación de Persia provisionatmeule, y á mí me escaman muchísimo las cosas provisionales é interinas. Sobre que en esto de una ocupación extranjera, no por ser temporal resulta menos deprimente; ya recordará usled !a afirmac:<jn de aquel forero á un aficionado medroso: «El toro, decía, es un animal mu noble que nunca va con segunda intención,» "Lo creo, le contestaba el otro; le basta con la primera.» —I 'ios mejora sus lioras, amigo mío, y ya empiezan á venir noticias de mejor aspecto. Rusia, si bien insiste en reclamar la cesantía del yanqui Shustcr, aplaza el envío de tropas á Teherán y ni siquiera llegará hasta Kasvin el grueso efectivo de las tropas rusas. Ante esta actitud, se abrigan esperanzas de que Persia se presta por su parto á un arreglo. Por lo pronto, el Gobierno persa ha accedido á la demanda rusa de anular el nombramiento del subdito inglés Lecoffre como funcionario de Hacienda. ^ D e s e e m o s que este conflicto tenga mejor arreglo que lo de Caparrota. —Lo que me parece que tiene peor arreglo es lo de China. Las medidas de última hora tomadas por los imperiales acusan escasísima confianza en poder reprimir el movimiento insurreccional, y apelan á los convenios con los rebelde.s. En la gaceta oficial de Pekín se inserta el telegrama que el Gobierno ha dirigido á todos los virreyes y gobernadores de las provincias, manifestándoles que el Cónsul inglés en IlanIveu ha conseguido un armisticio de tres días, y aun se confía en que la tregua pueda prolongarse hasta dos semanas, y que en este tiempo se efectuarán las negociaciones, y se afirma que el Regente abdicará, paia facilitar de este modo la inteligencia con los revolucionarios. Lo peor es que estas corrientes de transigencia puede que resulten estériles, pues, según declaraciones del Comité central revolucionario de los chinos en París, solamente sobre la base de la república se prestarán a u n arreglo, y este sí que resultaría para el Imperio un arreglo como el de Caparrota, que se arregló y le ahorcaron. ^ D e todas suertes, la Comisión encargada de gestionar la paz sigue su camino. En ella van las representaciones de diez y ocho provincias chinas y mandchúes, y los Ministros de Instrucción y de Obras públicas. Dícese que si China se pronuncia por la república, el Dictador aconsejará al Emperador i[ue renuncie el trono, lo cual vendrá á ser una repetición del arranque de nuestro D. Junípero: «Puesto que D.;i Leonor no me quiere, renuncio generosamente á su mano." Por los periódicos recién llegados de China se ve las quejas que los revolucionarios manifiestan contra tos alemanes, á quienes suponen partidarios y favorecedores de ¡os imperiales. Alegan en prueba de esta opinión, que en Ilan-Keu, lejos de observar la neutralidad debida, apoyaron eficazmente á los tártaros mandchúes: que un coronel alemán dirigió á los imperiales y hasta apuntó personalmente las piezas; que los colonos alemanes aprovisionaron de arroz á las tropas mandchúes, y que les felicitaron ostensiblemente cuando se apoderaron de la estación fluvial. A consecuencia de esta actitud, se indica el temor que reina en los 15 DICIEMERE 1911 puertos abiertos al comercio europeo, de que puede aquélla provocar una explosión de odio en el pueblo, que es hostil de suyo á los extranjeros. Las salpicadura.^ de la guerra italo-turca han alcanzado á Túnez. La discusión sobre las noticias de aquellos combates, de tal modo exacerba lo.s ánimos de los obreros tripolitanas é italianos que trabajan juntos, f]ue la situación llegó á ser verdaderamente peligrosa para los europeos. El ingeniero 1 'ussac, jefe del tercer distrito de '.^bras públicas, fué secuestrado durante veinticuatro hora.^, y dio cuenta al Gobierno, que acordó, en su vista, acudir con energía al remedio de tan critica situación. El jefe de Policía, con seis agentes y doscientos zuavos, llegó á media noche á Rzar-Mezuar, donde acampaban los tripolilanos, que no opusieron resistencia al verse cercados, y se procedió á su identificación y registro, conduciéndolos luego a un tren especial. Al día siguiente, por la tarde, fueron llevados á la cárcel civil doscientos setenta y cinco. Todos lo.s tripolitanos serán transportados á la frontera de su país. —Con la llegada á esta corle de! embajador francés M. Geo fiay ha quedado aliierto el periodo de las conferencias sobre Marruecos. Un deber moral ^^ discreción nos vedaría dar á la publicidad lo que hubiéramos logrado saber de las conversaciones reservadísimas de los diplomáticos que en ellas intervienen, y este deber e.s además facilísimo de cumphrj porque no hemos logrado sal)er nada. — La diplomacia viene á decirnos esta vez lo q'"' dijo el refranero: «¿Me guardarás un secreto, amigf'' Mejor lo guardarás si no te lo digo." —De este asunto sólo podemos reflejar las opiniones que se exteriorizan en el extranjero, y á este propósito viene lo que telegrafían de Londres al i'^' ^nro, de París, respecto de las negociaciones francoespañolas. Dicen que el Gobierno francés dio á conocer á Inglaterra el proyecto que hal'ía de servir de base para tratar con España, y que este no prosperó por haberlo considerado el Cabinete irgiés incorupa" tibie con el espíritu de lo convenido en 1904; y la misma suerte ó, si se quiere, la misma desgracia, tuvO un segundo proyecto, por considerarlo también inaceptable. —A la tercera va la vencida. —Así ha sido, en efecto, pues el tercero que se dio, inspirado en el espíritu de los citados convenios, es el que le ha parecitlo bien á la Gran Uretaña. Por supuesto, que el Fijara, al hacerse eco de estas nuevas, consigna claramente que Inglaterra QO ha intervenido en el asunto sino á instancias del Gobierno francés, por el gusto de conocer su opinión; y que al dársela Inglaterra, sin reservas de ninguna especie, no.ha ostentado el carácter de mediadora. -—¿Y de las novedades do España? —Como no siempre se ha de hablar de los políticos cabildeos, ni de los crímenes pasados ni de los presentes, y tenemos una actualidad artística y literaria, ¿de qué cosa mejor hemos de hablar que del monumento al genial poeta Gustavo Adolfo Pécqucr? La iniciativa de los aplaudidos autores los hermanos Alvarez Quintero para que se erigiera un monumento en Sevilla al inspirado cantor de las Rimas, acaba de tener cumplida realidad. El monumento del notable escultor Coullaut Valera álzase ya en el parque de María Luisa, instalado en torno de un áibol corpulento. La ceremonia de la entrega, huyendo de la ína etiqueta de los actos oficiales, se ha hecho en una función teatral, aprovechando la circunstancia de hallarse e<i Sevilla la compañía Guerrero-Mendoza. f,os autores de La rima eterna, que consagraron esta obra á la propaganda y aumento de los fondos que ai homensje de Üécquer se dedicara, han escrito para esta solemnidad un epílogo titulado Rt eusuejio de la ensoñadora, loa ingeniosa en la que desfilan ante el busto del poeta los personajes, mientras la ensoñadora va recitando las rimas que respectivamente personifican. María (.¡uerrero, encargada del papel oe la protagonista, puso en su interpretación todo su talento y su cariño, y en la reciíafión de las rimas becqnerianas fué aplaudida con verdadero entusiasmo por "' público que llenaba el teatro de Cervantes. El misfflO éxito obtuvo el discurso de los iniciadores del monumento, leído por l'ernando Mendoza, como él sabe. Como, digan lo que quieran algunos modernistas, conlinuamos creyendo que Pécquer era un poeta a primera magnitud, nos llena de satisfacción que este homenaje duradero perpetúe su gloriosa memoria, J felicitamos á los aplaudidos autoies sevillanos V^.^ iniciativa y la perseverancia con que han logrado éxit tan brillante para su noble empresa. CARLOS LUIS DE CUENCA. 15 nicií:Mm;E I911 LA ILUSTRACIÓN ROSAS BLANCAS. ^ ARA buscar u:\ ilocumcnto ¡niercsantc que ^e puD puardaHo no parecía, revolvíamos Luciaco y yo los cajones de su burean, cuando U"v> sacar una caji[a de madera de sándalo, tallada con la pacionlc labor de los chinos, y besarla respetuosamente como una reliquia. -^¿Homanticismo? le pregunté soniiendo; y el me contestú: -^Más bien, culto. -^r-íespetemos los rnistenos—añadí, dándofT-elas de discreto, y rl entooccs la abrió y me mostró su contenido, diciZ-ndome: • - N o hay misleiio ninf^uno: son tres rosas secas. "-^Huono—le dijCj pues si (e parece indúscrefo ^i^e yo fe pregunte sobre ello, cicira la caja y hablemos de otra cosa, y si, por el conirarioj ííre.s ti'i el que deseas contarme tus recuerdo.^^, echa por esa boca que to escucliaró con el ruayar gusto. ~^Xo hay ¡nconvcnienle. ^ S e r í a una vulgaridad prefruntarío sí esas llores las ha lucido una <» varias ciujeres, —L'na misma. -^Mayor vulgaridad sería indagar si esa nnijcr te insp ró amor. —Llamémo-slc cariño; es palabra que scprcsla ^ e n o s á torpes interpretaciones. —lintemlánionos. ¿Se trata de tu madre? Nn •^aya yo á meter la patita —Ño se tra'a de mi madre. —¡Ah! Entonces, es otra co?a. Veo que tienen fechas. —Sí: mira la primera. —¿Mil ochocientos cincuenta y cuatro? Tero ¿qué es esto? ¿Has tenido una aventura amorosa ¿ los cinco años de edad? — l'-sto te pn bará que estuve acertado al decitle que son e_^to.s recuerdos de cariño y no de aror. ^ l ' c r o , de todas surrtes, me parece que el recuerdo es demasiado infantil. —-Como que es el primero de mi vida de que conservo memoria. Había yo pa.«ado el día en I^JIJCÍO, donde vivían tres hermanas de mi madre al servicio de la reina Isabel. Era yo el IJenjaraín de \\ familia, y no exageraría si te dijera que (ntonces tenía cuatro madres, pues con maternal ternura me querían y me raimaban todas las hermanas. Al anochecer, mi tía Mercedes salió conmigo por la l'uerta del Príncipe para ¡ievarníe á m i casa, y al atravesar la plaza de Oriente viraos que la gente corría, se oían grandes gritos á lo lejos, y mi tía, palideciendo Como una muerta y apretándome con fueri:a la mano de que me llevaba cogido, dijo apuradísima: —¡Volvámonos, hijo m¡o, que \\d.y jarana/ Yo había oído esta palabra algunas veces, pero todavía no rae daba cuenta de que en aquella época era sinónima de revolución. Cuando nos dirigíamos apresuradamente á la puerta •íe l'alacio por donde acabábamos de salir, ésta se cerró de pronto. Me parece que estoy oyendo el ruido "Je aquellas grandes puertas blancas al cerrarse. —Vamonos por los arcos—dijo mi tía; y nos encaminamos corriendo á los que dan acceso a l a plaza de la Armería, por la calle de líailén. \L\ arco no tenía rejas como ahora, pero tropas de Caballería, pie á tierra, defendían la entrada. Recuerdo que mí tía Mercedes dijo á los soldados: "Soy de la casa», y nos dejaron pasar. ^'o olvidaré nunca aquellas caras tristes y lloro.sas •^ue tenían mis tías y todas b s señoras que andaban por las galerías de damas cuando llegamos. Hs el recuerdo más antiguo de mi vida, como te be dicho, pero sus detalles todos quedaron fijos en mi memoria con huella indeleble. Al ver llorar y al acordarme de "^is padres, que n e estarían esperando en casa, lloré yo también mucho. Unos criados me cogieron y rae Ijevaron á la ventanona. Así llamábamos á una del ultimo piso de Talacio, situada junto á la rinconada que hace la fachada de la plaza de Oriente, á la cual ventana se sube por una escalera de piedra. Allí asol a d o , agarrado á sus fuertes barrotes de hierro, permanecí largo ralo oyendo vivas y mueras y lejanos disparos, hasta que, cogiéndome en brazos uno de aquellos raocetones, me llevó al cuarto de mis tías, diciendo; ESPAÑOLA T AMERTCANA n.o XLVf — 3-lí —Porque esta tarde—me contestó—entra en el convento de Góngora tu tía Mercedes. —Pero ¿tía Mercedes se mete monja?—pregunté yo, asombrado de que mi tía dejara Palacio por un convento. —\'erás qué fiesta tan solemne: los Reyes son los padrinos, y los representamos la Guarda mayor de Palacio y yo, como gentilhombre. El recuerdo de aquel monjío sí que lo tengo presente. Me parece estarlo viendo. I 'n piquete con bandera y música estaba formado á las puertas del templo. Llegó una carroza de Palacio, que al detenerse los caballos se columpiaba sobre las ballestas; desdoblaron los lacayos el largo estribo, abrieron la portezuela y apareció mi padre, que dio la mano, para descender del carruaje, á la Guarda mayor, y la música tocó la Marcha Real. ¡No puedes imaginarte lo que á raí me encantó entonces que á mi padre le tocaran la Marcha Real! Mi tía Mercedes iba vestida con un traje blanco, como una novia, y su cara, generalmente seria, ostentaba una serenidad risueña que conservó durante toda la ceremonia, mientras todas sus hermanas y sus am-gas Ih raban. Las lágrimas son tan sugestivas, que yo, que me tenía por un hombre y procuraba mantenerme sereno y hasta estirado dentro de mi uniforme, acabé por llorar (arabién. Al ver á mi lía Mercedes vestida con el hábito blanco de la Merced, al través de la reja con pinchos del coro, se me opriraió el corazón y se apenó mí alma; pero cuando, terminaba la ceremonia, nos despedimos de la novicia sus parientes en el umbral de la puerta de clausura, y sentí su abrazo, lloré á lá^irima viva. I le aquella ocasión procede la segunda ropa blanca, do que rai madre fué también depositaría toda su vida. — La fecha de la tercera está bien distante de las anteriores: l''l):i. — Desde que los destinos de mi carrera militar me obligaron á largas ausencias de Madrid, se pasaba muchísimo tiempo sin ver á mi tía S. .V. lí. \.\ IXl'ANM'A l)i).\.\ l-:i"I.ALIA Mercedes, y hasta cuando me establecí en la K\ SI- c.\niM:Ti-; DI-: T ! Í , \ D A I O , itN PAIÍÍS. corte definitivamente, la incompatibilidad entre las horas de visita del convento y las de mis Fotografía obtenida el 4 del corrierle por i larürKiio obligadas ocupaciones, hacía también difíciles las entrevistas, y no por falta de deseo por mi cllo;^se las pondremos á la \'irgen en acción de gra- parte. Sobre el afecto que la tuve siempre y la gratitud cias de habernos salvado. por el cariño que siempre me demostró, había una cirY volviéndose á sus hermanas y amigas, las decía: cunstancia especialísima para que yo deseara hablar —Cuando me vi sola con esta criatura en medio de con ella en el locutorio: e! eco de su voz, la manera las turba^i, creí que me daba un accidente ¡'Jué rato de hablar y de reír eran tan idénticos á Jos de mi matan Irorriblc hasta que me vi en Palacio con cl niño dre, que cerrando los ojos era imposible dístioguir sano y salvo! Cuál de ellas hablaba. Mi madre había ya muerto, y la ¡Pobre tía Mercedes; ahora me doy cuenta de la tre- impresión de oír á mí tía Mercedes era para mí de una menda angustia que debió pasar por mí en aquellos tristeza tan dulce, que me encantaba. instantes! Recuerdo un detalle de la última tarde que fui á viA la mañana siguiente, acompañado por dos cria- sitarla; al toque de campana de las cinco se levantaba, dos, volví á mi casa, que estaba muy cerca, en la calle dando por terminada la visita, y despidiéndose, corría de Fomento, y llevé á mi madre las rosas. Puedes fi- la cortina tras la doble reja del locutorio y cerraba sus gurarte la escena de mi llegada, después de una noche puertas. Entonces nosotros nos retirábamos; pero aquede angustia, á los brazos do mi madre. Esta rosa es el lla tarde, después de correr la cortina y cuando me diemblema del primer recuerdo de mí vida. rigía á la salida, me pareció (]ue no había cerrado las —Veamos la segunda: I.'^óS. puertas y volví la cabeza; en efecto, sus manos tenían —Como ves, tenía yo mis catorce años fuertes; pero las hojas á medio cerrar, y por la abertura se veía la hacia vida infantil en el Colegio de Escolapios de San silueta de su figura, que me seguía contemplando. Salí Antón. Una mañana me dijo el 1". Pascual: todo lo lentamente que pude, repitiendo mi adiós, y —A ver si te lavas y te arreglas bien, que hoy vas ya fuera del locutorio, dije á mi mujer, que me acomá tener salida. pañaba: —¡Tener salida! ¿Tú no has estado interno en un —-Tía Mercedes teme quizá no volverme á ver. colegio, sin poder ir á tu casa más que el primer doAsí sucedií'). No muchos días después, vino á casa mingo de mes? una tarde el mandadero de la Comunidad, á avisarme —No. de que sor María de las Mercedes estaba muy orave, —Pues no puedes comprender la emoción que pro- pero muy malita duce una sa/ida extraordinaria, ni yo acertaré á exEstá uno ya tan acostumbrado á \^.% preparaciones plicártela con palabras. Toda salida era un oasis en el para las malas noticias, que le interrumpí diciendo: desierto de nuestra vida triste, porque por mucho —¿Ha fallecido, verdad? ¿Cuándo? tiempo que en ella se pase, no deja de deprimir el —Esta mañana—dijo el hombre sencillamente, cománimo de un muchacho la severa reglamentación del prendiendo á su vez lo inútil de aquellos sabidos trabajo, del descanso, del recreo, del sueño, del ape- preámbulos.—La misa de cuerpo presente es mañana tito, de la sed, hasta del silencio. La salida es la sus- á las diez. pensión del rigor, el descanso del peso de la autori—Recordaba yo, al llegar al convento, la animación dad, la libertad de todo reglamento y el encanto dt-l de aquella larde del monjío. Ni tropa, ni música, ni hogar, tan de larde en tarde gustado, y el halago do carroza, ni aquella concurrencia de invitados que llela ternura maternal, tan distinta de la necesaria riginaba el templo. Únicamente alguna devota que oía dez de nuestros directores. Toda salida ordinaria es misa, y los íre? hombres de la familia que sabíamos una dicha, la extraordinaria una mayor ventura por lo el [allecimiento de mi tía, estábamos en la iglesia. inesperada, y la particular el colmo de la complacenAsistimos á la misa de réquiem, y escuchábamos los cia, porque ¡sales tú solo mientras todos los demás se —Señoritas, me traigo al niño porque han silbado quedan en el colegio eocerrados! Yo quisiera que tú. tristes cantos de las monjas en el coro bajo del comuldos balas junto a la ventana. comprendieses todo lo que yo goce al anuncio del pa- gatorio, tratando en vano desde nuestro sitio de ver el interior, donde sin duda estaba expuesto el cadáver. -^ mi madre le encantaban las flores, y mi tía, cuando dre l'ascual de que iba á salir dentro de unas horas. Terminó la misa, se retiró el clero tras cl último resme llevaba á casa, me había dado un ramo de rosas ^ S í , lo comprendo, hombre; no te esfuerces. ponso, y en la duda de si sería ó no permitido acero'^ncas de la mesa de la señora, para que se las diera —Pues, hijo, á cosa de las diez llegó mi padre á bus- carse á la reja, opté por no preguntarlo y asomarme '•^ mi madre, y, á pesar del susto y de lo accidentado de nuestra vuelta á Palacio, yo no había soltado el carme. Ya estaba yo de uniforme, y al verie, salí á su resueltamente. encuentro saltando. Me faltó tiempo para preguntarle: ramo y lo conservaba apretujado en mí mano. Por la ventanilla cuadrada del comulgatorio, despro—¿Cómo es esto que salgo hoy? —Trae, trae^—rae dijo mí lía Mercedes al reparar en vista de pinchos, se veía claramente el interior. Entre 344 — N.o XLVI LA TLUSTRACIÓN ESTA XOT.A Y Al\rETíTCAXA "Mi l.'i DlCreMDRE 1911 ••] ESTATUA DE FEDElifCO Gl.MLLl'RMO III DIC l'IilSIA LN COLOXIA (ALEMANIA) los cirios contemplé el féretro de la monja muerta. También había en su jostro una serenidad risueña como en el día que entn'f en el claustro, y me produjn honda impresión el contraste (leí cadáver de aquella anciana, culiierto, por el cariño de sus hermanas en religión, de flores como una aiña. De aquéllas procede la tercera rosa blanca.— Cerró Luciano la caja, la volvió á besar y la guardó. Á mí rae interesó el relato por lo sincero y lo sentido, y como en punto á memoria me atrevo á competir con el mismo Luciano, he trasladado la conversación puntualmente, y seguro estoy de que Luciano, al leerla, no tendría el más mínimo inconveniente en firmarla, como sí él mismo la hubiera escrito. á cerebro, que, por medio de tradiciones y de libros, continúan al través de las edades. Cómo fué germinando aquella semilla, tan délíil en su origen, en ideales bien determinados, propósitos firmes y adopción de medios eficaces para realizarlos, es fenómeno que no se puede analizar en todas su-; lases. La fecundó indudablemente esa fuerza conservadora de las virtude-; de lai razas que tienen personalidad y que debe propulsar siempre á perseguir su engrandecimiento á las que alguna vez .se estiman en <iec:idencia. l>e.sde la transición de los siglos X^' al X\"I, en que se inició la empresa, hasta los comienzos del X\'II[, hay muchas sombras que obscurecen la sucesión de los hechos; pero al llegar las proximidades de la centuria decimoctava se obierva ya claro cómo se esfuerzan de consuno en preparar lo que es hoy el Imperio germano coa su nuevo ropaje y su constitución, muy diferente de la antigua, los sabios, los literatas, los hombres de armas y los príncipes más iluslresj educando á la nii'iGz en la nueva vida nacional, al mismo tiempo que se iba moviendo la opinión del mundo para que recibiera la gran reforma política de Alemania con la viva simpatía con que al fin la recibió. l''.ste período do inmediato precedente histórico á los triunfos de 1S7U, es el reflejado con notable acierto en el monumento de Colonia. LUIS DK ClíARLES. [SCILIlSft iflífii EN [L R i . MONUMENTO DEL IIEUMARK, DE COLONIA. €, ,1. segundo monumento dedicado á conmemorar la liberación del Rhin se eleva en el fleumínk, de Colonia. Le corona la estatua ecuestre del rey de Prusia l-"edcrico Guillermo 111, que presenta en su mano derecha el cetro de las dos águilas negras, destacándose sobre el pedestal las efigies de los principales personajes civiles y militares que realizaron la magna empresa de llevar á su pais á la altura á que hoy se halla. Corresponde c.^fa obra á un avanzado período de preparación muy di.stínto del que se declara en la primera, citada en nuestro arüculo anterior. Ll esfuerzo de Iluttcn y de Sickingen no se perdió del todo, porque no se anula jamás por completo un pensamiento humano, auaque no podamo.s distinguir con nuestra vista limitada esas iiisteriosas comunicaciones de ccrcboj LA REINA LUISA DE PRUSIA. icsni.TiH.A. M<Mir:ií\A i:\ FI, unís. I.)!" lotofir.ilias. Figura principal, figuras de segunda línea y relieves, todo forma un conjunto muy armi'iníco que revela una idea directora bien concebida y oon acierto madurada. Hn Federico Guillermo llt resplandece en primer término una virtud sobre los defectos mayores ó menores, de que sus adversarios más apasionados le acusan: la tenacidad, la eterna confianza en sus destinos en medio de las mayores contrariedades; y en esa excelsa cualidad le alentaba la dulcísima figura de ."^u esposa la reina f^uísa, tan encantadora de rostro, tan femenina para las ternuras como varonil y entera en sus propósitos de sor una do esas soberanas que encuentran grato el silencioso y eterno sacrificio por la Patria en la 15 DlCiEMHKE 19U LA ILUSTRACIÓN ESPAÑOLA Y AMERICANA N.D XLVl — 3-1; PUERTA DE O T R A D A A LA CALLE DEL COMERCIO. — LA AIEZQUITA DE LAS PALMERAS, — OASIS E ^ EL^CAMINO DE LARACIIE A ALCAZAROUIVIR. — HEBREA RICA EN SU CASA. — MEZQUITA DE LA SECTA DE LOS AISSANAS. — FABRICANTES DE ALliARDAS. Do fotografías. A i . C A Z A IL n U I V 1 lí ( M A l i l i U 1-, L. U b ) . LA 346 — N.o XL\ I ILUSTRACIÓN MR. LIÍUN GKUFI-KAV. ESPAÑOLA Y A:\rKRICANA ir> nicii^MHKE 1911 SR. 1). M.ANUiX GARCÍA I'RIl-.TO, K i l B A J A!.)011 DIC K H A X X I A . Fihl,.i lif Muñoz lie l'.aonn. K X C A R C A I P O S ni-: I,AS NIHUK/IACIONICS F R A \ ( : O - I : S P A X O L A S SOUHI: -MlMiTlíO n i . h ^ l A l i n . Fut-J (lo Cli. C l i u s i c ^ i i l ' l u v i e r í í . MAHRUI'COS. forma en que le expone aquel íimpálico personaje que ha pintado en nuestros tiempos Bcnavcnte, en su Escuela de las Princesas. I'alta esta imagen para completar en el moaumenlo de Hcumark las representaciones de las almas que se ilucoinaron para propulsar á la acción, y decidieron á la larga del completo éxito de la misma; Falta allí la hermosa figura de mujer, que se ve, en cambio, reproducida en el bien pintado retrato hecho por G. Richter, y guardado hoy en el Museo Wallraí-Richartz. Sin aquella ¡atervención á tiempo de su energía, sin el pleno conocimiento de sus deberes de reina, sin su patriotismo de corazón y ardiente amor á su pueblo, no se hubieni llegado nunca, ó, por lo menos, no se hubiera llegado tan pronto, al período de inmediata preparación. Las demás personalidades que se unen en el pensamiento á la labor nacional que encarnó en Federico Guillermo, se han asociado, por bien modeladas estatuas, á la del Rey, que tuvo asimismo otra singular virtud: la de saber elegir los hombres que le rodearon, y con los q u e comulgaba en aspiraciones. Por eso, en el monumento del Hcumark, de Colonia, no se consagra sólo la memoria de un príncipe que supo servir con acierto á su patria; se recuerda, sí, una generación entera que llevaba el arte, la ciencia, la organización militar y los medios educadores practicados en las escuelas, á formar un alma social grande que tarde ó temprano había de determinar el crecimiento de un organismo pequeño en un cuerpo lleno de bríos, fuerte, vigoroso. EL TENIENTL: C O R O N E L D E C A Ü A L L E R Í A D . MA-M"EL K E R S Á X D E Z ilLVESrKE, A L L L E G A R A MADRID. EL 11 DEL COKIílENTE. Fol.íi lie Alionan- Já DlClEMlUíl- 1 9 1 1 . LA ILUSTIiACIÓN ESPAÑOLA Y AMERICANA ti.o xLví — 34'; señalarse en la obra: desde un reposo, más expresivo que luajestuoso, hasta la acción de combatir con sus mayores violencias. Por una de sus imágenes se relaciona también esta creación de un modo indirecto con algo español. Alejandro de Iluraboldt, el gran cosmógrafo, tan concienzudo en sus observaciones y tan literato en su modo de pintar sus cuadros de la naturaleza, recorrió los Andes con Ja decidida protección de nuestro Gobierno, y de su puño y letra son las etiquetas de la colección de rocas que él envió y se guarda en el Museo de Historia Natural. Su hermano Guillermo intervino de un modo más directo en los destinos de su patria. 1-ué ministro muy inteligente, muy bien intencionado, bastante ideólogo para su tiempo y poco conocedor, á pesar de haber vivido siempre en ella, de la atmósfera que por entonce; se respiraba en las cortes alemanas. Estaba demasiado vivo el recuerdo de los horrores cometidos en I'rancia en nombre del amor á la humanidad, para que los propósitos de trabajar por el bien de los pueblos no despertaran la idea de los odios jacobinos con (|ue los malvados de corazón manchaban los ideales más puros. Su gestión fracasó por el pronto, y sólo dejó .sembrado para que sus nobles aspiraciones se realiziiran en el porvenir. i'-\i WiJ. V líMO, ÜH. CARDENAL DUX ANTUNIu VlCíí. Ií!;L'5er, modelando con mano de maestro la estatua del Rey, y I.)rake, con sus compañeros^ haciendo de Un modo inspirado las de los hombres notables de ^U tiempo, que le acompañaron en su magna empresa, se han unido para dar á este monumento, esencial•^ente escultórico, el valor de una completa representación ¡)lást¡ca de las iGÍlueacias morales que engendraron el espíritu de l'rusia en aquel período. Sus personalidades ilustres la salvaron por el pronto de la ruma con que Napoleón 1 la amenazaba, preparando Juego de un modo eficaz sus futuras g;raadezas y la fuerza sólida de que hoy dispone. Compusieron entre to^03, no un cesarisnao vüllei"'ano á medias despótico y á °^cdias jacobino, á la usanza ^'••ince.'ia, sí en pueblo lleno 'le fe en sus enerpi'as vitales J e n sus destinos, que se multiplica y se extiende; y esta ^f^ra es en todas partes y en ludos los tiempos de las que perduran y triunfan arrollan'JO los mayores obstáculos. La personalidad de Uluker se pone á gran distancia de las dos anteriores: en ól predomina la acción al pensamiento, y su patriotismo es un patriotismo de batalla. No pensaba ni podía pensar en que su país se engrandeciera para ser un órgano importante en la obra humana: quería, si, hacerle ÍLierte para que dominara á los demás países. Llevaba Indudablemente bien dibujada en su mente la imagen de la forma depresiva con que se había tratado á su patria querida, y lucbaba por que llegara el feliz momento de poder devolver la ofensa. Trató as! coa tiránico desprecio á sus adversarios vencidos, y éstos, heridos y llenos de pasión, le han negado todo género de cualidades. Los escritores galos afirman que no tenía talentos militares aquel caudillo de quien sus hechos cuentan que venció varias veces al Bonaparfe, tenido por invencible, y determinó la total ruina de su autocracia con la oportuna llegada á Waterlóo. Aun más que el amor de los alemanes le ha engrandecido en la m.entc de los hombros imparciales la cólera ciega de sus enemigos. Los serenos y dulces rostros de los dos primeros y las líneas duras que se ven en el del último, muestran bien al exterior los reflejos de sus almas y son aciertos de los artistas que los han modelado, mostrándose , Líesde el punto de vista ar"stico tiene también este moni'nienlo singular importan'^'^ A pesar del gran número de figuras y relieves que le •^ifiquecen, es realmente en *^1 fondo sobriamente herb o s o , porque oo hay en el "n solo detalle que sea simP'erncnte decorativo: todos ^^s e l e m e n t o s son parles •^fíencialcs del organismo rü •^''e encarna el pensamiento •"l^Jc le ha engendrado. Sobre 1^1 pedestal de la estatua soJíerana se destacan diez y seis ''.tíura.s, cuatro de hombres Civiles y las restantes de generales: estudiosos y reflexi^'fís algunos lie los militares, "enos otfos de impetuosidad p:ira (d combate; y el mérito Pf'ocipaldc los artistas es el ^''ber dado á sus esculturas '^•''n personalidad, r a s g o s ^l'^e permitirían d i s t i n g u i r ^fias de otras sin rótulo alguJ?> con sólo leer antes sus '^lografias. |-os dos hermanos I!um^^'dt, Guillermo e! filólogo J -<^lejandro c¡ naturalista, [Contrastan notablemente en ^ s lÍQeas de sus rostros y ^ctitudes, con Biuker, pasánose entre aquéllas v esta es^"'tura, por todos 1¿5 grados Qiovimienío que pueden ÜXCMO. V KMÜ. Slí. CARDENAL DON l'NKIQUE ALMAJÍAZJ. tan maestros de mano como buenos psicólogos, que concebían de un modo admirable en su fantasía las fisonomías de los personajes que habían de trasladar al bronce ó al mármol. Los relieves, reproducción de diferentes escenas, que hay en tres de los frentes de este monumento, erigido en 1S78, tienen realmente en el fondo el valor más alto de un resumen escrito por el cincel de lo que dio vida y fuerza en aquel periodo á la raza germánica. Se lee en uno la labor intelectual bajo sus diversos aspectos, engendrando el pensamiento director; llenan el otro los aspectos variados del trabajo material q u e determinaron el crecimiento d e la riqueza; está en el tercero la escuela, educando á los jóvenes para pasar desde ella al Ejército y enaltecer con sus esfuerzos personales y su arrojo el amor á la patria. Con mayor justicia que los aciertos de mano de los autores, que son muchos, hay que elogiar en esta obra lo grandioso y completo de la concepción. E n e s t e monumento s e leen, artísticamente expuestos. Jos precedentes históricos de Jos triunfos conseguidos en lfí70, triunfos que se conmemoran en el tercer grupo de monumentos: el nacional, que se eleva majestuoso sobre las vertientes del Kiederwaid, á t r e s c i e n t o s metros sobre el Rbin, y las numerosas estatuas del emperador Guillermo, en Colonia, Coblenza, Wiesbaden y otras ciudades de aquella y otras comarcas. E. SERRANO FATIGATI. LOS TITIRITEROS. EXCMiJ. Y K.\H). Sii. CAIíOtCVAL DO}} ¡' iSK :\IAlíÍA COS. LÜS \UEVOS CAKDENALE.S A SIJ SALIU-A DE PALACIO, DESPUÉS DE LA CEREiMíJMA DE IMPOSICIÓN DE LA lilRIiETA, CKLEliRADA KL 11 DEL CORRIENTE. Fotografías de Alfonso. 1 5 ü S hallábamos todos los agüistas sentados en los sillones de paja, delante de la acristalada galería del balneario. Habíamos cumplido nuestra diaria prescripción facultativa, y, rompiendo la monotonía de las tardes estivales, que se sucedían sin altera- J... BELLAS TKRMIXO Di: ARTES. .JORNADA, CUAUliO Ui; UMlilíU.HT, liHADAÜU l'OU lIl.^MAM.AXLlLU. BELLAS ARTES. «LA HIJA P R Ó D I G A " , r U A D R O DE CARLOS \\7.Q\'V-Z. 350 — fl.o XLVr LA ILUSTRACIÓN ESPA.\0[,A ción sensible, nos d¡spu.s¡iiio.s á presenciar los trabajos ríe unos pobre-i titiriteros que acababan de llegar del inmediato pueblo, iaipelidos por la esperanza de resarcirse de la avaricia aldeana cofl Ja prodigalidad señoril de los bm'-spedes ile las termas. Delante de nosotros se extendía amplio paseo, en donde los carruüjcs dejaban á los agüistas á las puertas dol balneario, y, más lejos, un hermoso plantío de copudos árboles que formaban vastísima bóveda de füllajCj á cuya sombra leíamos los periódicos, conversábamos y tomábamos el café ó el té en las primeras horas de la tarde, cuando el sol devoraba con su lumbre los lugares desnudos Je vegetación. Los titiriteros babían tendido uoa delgada tela de lleníio burdo sobre el paseo, y alzado unos maderos unidos en .-¿u extremo superior por un alambre, en que debía practicar sus ejercicios el equilibrista de la cuadrilla. ijcis eran los que la formaban. Por su aspecto, todos ellos parecían pertenecer á la misma familia. Los rostros eran morenos y flacos, ¡os cabellos negros y crespos, los ojos de enferaiizo biiilo, lus brazos delgados acusando las cuerdas de los nervios, los buitos deprimidos, las piernas desfiguradas por los desarrollos musculares. líí primer número del programa constituíalo una marcha vulgar tocada por un tambor, un clarinete y un cornelía. Aquello sonaba de una manera tan lúgubr^-*, que producía honda tristeza. Y, sin embargo, la muchedumbre de mujeres y chiquillos, que había acudido del pueblo y bordeaba la linde del pa.seo, sentada en el suelo, aplaudía alegro y satisfecha las notas recias, agrias y anárquicas de la banda. Cuando cesó aquel ruido infernal se adelantaron los seis titiriteros, asidos de las raano.s, y saludaron gravemente al cmcurso. Luego se dispersaron dando saltos. El más viejo, e! padre, con la cara tiznaiia, un sombiero micúsculo que le cubiía sólo la coronilla, una casaca de flotanics faidone?, y las piernas embutidas en unas mallas color de carne, hacía oficios de dowii tonto. V desempeñaba su papel á las mil maravillas, l^^ndiez minutos dijo más de veinte tonterías, que hubieran producido iodignaciiln si la piedad no hubiese iluminado en la mejor parte de! auditorio. Los chistes eran tan desgraciados, que solicitaban la limosna del perdón. Nosotros se la otorgamos compasivos. La gente del pueblo, en cambio, los reia estrepitosamente. — iQuc gracia tiene ese tio!—exclamaban los aldeanos batiendo las manos con entusiasmo. El medico del establecimiento me miró. Hn sus ojos descubrí algunas lágrimas. Yo estaba también conmovido. Los cuentos cómicos del viejo c/mun poseían el secreto de hacernos llorar, más que por su carencia de gracia, por el contraste que ofrecía la fa'sa jocundidad del titiritero y la miseria fisiológica do toda la familia, envuelta en descoloridos disfraces de gimnastas, con sus mallas anchas, donde bailaban las piernas, y sus camisetas parduscas, donde bailaban los bustos. El viejo recibía bofetadas y puntapiés, fingienijo llantos infantiles que pretendían ser cómicos, y rodaba por el suelo como un aro, cogiéndose el cuello con los tobillos. La mujer, una hembra alta, delgada, con un vientre de hidrópica, que hacía rasaltar más el vestido de cupletista que lo ceñía, ascendió por los peldaños de una escalera de mano, y, asiendo un largo varal, se deslizó sobre el alambre dos ó tres veces, se arrodilló en el centro, cogió penosamente un pañuelo caído á sus pies y, cuando hubo coocluido ese trabajo, saltó al suelo liaciendo grotescas cabriolas y llevándose las manos á la boca para corresponder á los aplausos de la muchedumbre. Y AMERICANA 15 DICIEMUIÍE 1911 AMTA ArwMU/. M.\K¡A GUEKRl'iUÜ. KLRKAKDO DÍ..\Z IlE Mf:\D(>/A Y EMILIO TNUILUEK. MALA! l.\.—ALUMNOS Y AT.UMN'AS IJUK TOMAR-.)N l'AKTl': J-X L'XA l-li:STA CLILEIUÍADA ICN I.A .VCADH.Ml.V DE I I1;Í:LA.\1ACU''N, EN HONOR DE SUS SOCIOS l'li( iTi:cTORES MAKÍA GU1-:RU!::RO, I'EKXA.M-iO DÍAZ IHv .ME.NDÜXA V r:MlLlU TI lijILLlliití. i-^ulQ-Talias tic In Agenciíi Fotoyt.'inca ir. DICIEMBRE 1911 LA TT.FRTIíACIÓTÍ ESPAÑOLA Y AMERICANA N.ií XLVI — 351 Lucido los locú el lurno á los tres muchachos. Saltaban los unos por encima de los oíros, se desarllculaban, se suspendían dos de los brazos del tercero y t'jeculaban con Mj^ílidad lodas suertes de juegos de Tuerza y de.strt'iía, para concluir .'•ubíéndosc el primero Subie los hi mliiuá del viejo do'cii^ y los otros dos sobre su compañero. Ifespiiés el anciano recorría toda la longitud del tiíipo que servía de tapiz, abrumado por la pesada car^ja, lívido, el pecho estallante por !a dislen.'^iún de la caja torácica, las pierras pcrláiicas y la re.spiraciún faligofa. I-as rayas negras y rojas, que ¡nipiiniian muecas cxcénliicas ile caitcatíira al rostro, lo tli'ic -ajpoi.ían en esl)anlu:^o j^ettu de dolor supremo y provocaban en los espectadores capaces de intcrpielarlo, anyustias cíe muerte. Cuando los ¡iimnastas descendieron, pareció que tndos nosotros nos habíamos librado de una toilura insurrible. Y llef;ó el último número. !•".» la pis(a apareció una fiiña desmt-ilraiia v rubia, vestidla con am|ili.i íalda flotante (le bailarina, que dejaba al descubierto sus I'iernecilas flacas y sin relieves carcusüs. Su rosiro, triste, del color de la cera, diseñó una sonrisa que parecía una mueca arrancada por el sufrimiento. Kn aquel instante, los ti es desacordados instruraen- MKl.tl.T.A.—U13 MAROn-.SES JHí P i l R T . \ C O Y DE VALUICrA\AS YM LL [CAMPAMl-NTU DKL ZAÍÜ. (iliTM'O Dt: jHI-KS Y Ol-K/bvI-KS DEC AIMJUJCKIA, UHTKNIDO liL DÍA DE S A \ T A HÁRI.iAKA, tos, briosamente combatidos por los dos viejos y uno de los muchachos, dejaron escapar las notas de las "sevillana-s", como quejidos la.stimeros. Y la chiquilla comenzó á bailar. Con la cabeza erguida, los brazos arqueados y el talle ondulante, movíase rápida, ^altando con gracia y marcando cadenciosamente los giros de Ja danza andaluza, al compás de las caslañut-das. La Jacote del pueblo jaleaba á la bailadora con gritos excitantes y aplausos ruidosos. Ella seguía bailando, ágil y ílexible; pero en su carita pálida, f-n su rcspiiaciün anhelosa, en sus ojos muy abiertos, había protestas de la debilidad contra aquel abuso de la luerza. 1 'e pronto la niña Vdcitó y estuvo á punto de caer •^le espaldas. Cuantos presenciábamos la tiesta sentíamos la opresión del malestar que produce toda violencia. Las angustias de aquella criatura se transmitían al concurso por medio de esa onda invisible que liga los cuerpo; y las almas en ¡os momentos solemnes. La muchacha recobró casi instantii^eamente el equilibiio, se llevó las manos á los ojos, oprimióse ^espuós el pecho para romper en una tosecilla cortada por la fatiga, y, como obedeciendo al imperioso í^fquerimienlo de las agrias notas del tambor, el clarinete y el cornetín, reanudó la interrumpida danza. La tarde declinaba, y, por encima de los árboles, una faja sangiicnla abierta en el cielo marcaba el rumbo del sol fugitivo, mientras abajo el plantio espe.'^aba la sombra. La luz lejana, filtrada por las nubes transparentes, venía á herir, á la manera de un rellector de teatro, á ia bailarina, encuadrándola en un nimbo cárdeno. Y los instrumentos continuaban atrojielladamente, esparciendo en el aire sus ruidos, y la niña proseguía agiiándoso con jadeos do bestia acosada. Varios de los que contemplábamos aquel tormento que nos atormentaba, nos levantamos gritando: — ¡Basta, basta! l'ero la voz ruda é imperativa íie los instrumentos músicos se oponía á nuestro mandato, sugestionando á la bailarina, que saltaba, movía los brazos, retorcía su cuerpo, balanceaba la cabeza y sonreía, sonreía siempre con una sonrisa triste de resignada amargura. Entretanto, el otro muchacho recoriía las filas de espectaiiores recogiendo en una bandeja las monedas que querían darle. Lie pronto la chiquilla se detuvo, perdiendo el ritmo que le marcaba la música; trató luego de hallar el compás, y no censiguió más que marcar dos ó tres pases con torpes movimiinlo.'^: se llcvtJ de nuevo las manos á los ojos y al pecho, extendió los brazos cual Fütogtafias Je Wclkins sí buscara apoyo en el vacío y se desplomó como una masa sobre el burdo tapiz. Un grito de espanto surgió de todas partes. La música continuó con más brío batiendo el ambiente trágico, como si pretendiera hostigar á la criatura para que prosiguiese la danza. Ella intentó levantarse apoyándose en los codos, pero e! esfuerzo agotó sus pobres energías, y de nuevo cayó en la tela de lienzo, donde quedó inmóvil. KI médico del establecimiento, rompiendo la muralla humana que rodeaba á la chiquilla, se apresuró á reconocerla. Después me asió por el brazo diciendo: —¡Está muerta! Yo la miré por última vez, y á la confusa luz del crepúsculo distinguí en el rostro pálido de la niña su eterna sonrisa. Pero ya no era la sonrisa triste del dolor, sino una sonrisa dulce, plácida, de liberación. R. HERNÁNDEZ BERMÚÜEZ. LA ILUSTRACIÓN 3 5 3 — N.o XLVI Srta. i'^speiiinra Araníu ESPAÑOLA Y AMERICANA Señora de Crc^^po. üilit. Ti'icsa 'lellací ¡II'. MADRID.—l'RLMERAS Si;ñ(ítíi lie F<;iniíaili:z Alcíilih". i>i(.i, Gina N'i'iiie/ Alui'.so IÍTLITIÑÍI Juan Cassena.!"!.' (Caiiioj. Sila. Margot Calleja, IK niClEMBRE 1911 (Nídílaj. Sita. Camila CaUtíia. Sila. Xenay Marchesei. PARTIOS Y SICÑDRAS Y S E Ñ O R I T A S I J U E C O M P O N Í A N liL C O R O l^N L A K E P l i E S l i N T A C I Ó N Srta. Isaura Arana. DI- L A ÚVVMA «1 J ' A t i L I A C X ' l - , V E R I F I C A D A E N E L T E A T R O C E R V A N T E S C O X E X F I N LiENÉI'TCO. I'^otograüas de Muñoz ile Üaeaa. 15 niCTiíMüRE 1911 LA ILUSTRACIÓN ESPAÑOLA Y AMERICANA N.o XLVl — 353 j^'t'%a!íFACMAHA n I X AYUNTAMIENTO. — L A CÁRCEL DE CULLERA. — S A L A DONDE SE HA CELEHRADO EL CONSEJO DE GUERRA. — L U G A R POR DONDE SE ARROJÓ AL RÍO EL A L G U A C I L . — GKUPO FOR^rADÜ POR EL JUEZ INSTRUCTOR Y LOS DEFENSORES DE, LOS PROCESADOS. — EL BATALLÓN DE LAS NAVAS EN UNA CALLE DE CULLERA. r.i. ("•O\'SÍ:JO n D r, T ' T R Í Í A K\ SKET-V. Fotografías ¿e Alfonso. 3 5 4 — N . " XLVI LA TLTJSTRACIÓTC ESPAÑOLA Y AMERICA?ÍA 15 PTrrEMHHE IQll LAS TRISTEZAS DE ABD-EL-KÁDER. ¡Aquí está Sid¡-e!-Mesdul, el contador de cueotos! Aquí está la alegría de los zocos, el encanto de los aduares, el tesoro de los fóndaks. Aquí está Sidi-elMesdul, quien, con la cabeza ceñida por la madeja do pelo de camello y envuelto en su amplio jaique, desgarrado por las zarzas de los caminos, ba recorrido el imperio del Príncipe de los creyentes, llevando cruzado sobre su pecho el menudo ¿•«Í''W¿;'/¿, como los antiguos trovadores llevaban el parlero laúd, plelórico de lays y de gestas. Aquí está, que viene de más allá de los campos y de los montes y de los arenales del desierto; de los Eértiles países del Sus, donde los hombres pastorean sus ganados y comen dátiles y beben leche y se visten de lana fosca. Aquí está Sidt-el-Mesdul, fornido, alto, ágil, bronceado Cuando él recita sus trovas y sus consejas, sus fábulas y sus historias, se transfigura como los videntes al profetizar á sus pueblos los escondidos designios de Dios Cuando él empuña su g^ucmbi-ik y comienza á pulsarlo, la multitud que lo sigue y lo rodea se agazapa en torno suyo, como las mudas muchedumbres en presencia del oráculo redivivo, descifrador de los misterios del arcano Su arrogante figura se destaca enérgica sobre el fondo incendiado del crepúsculo, y á su alrededor, entrapajados y humildcSj los hombres oran, escuchan, se estremecen y se encantan Aquí está Sidi-el-Mesdul, erguido en lo alto del empinado zoco, rauda insaciable devoradora de generaciones, que en los viejos tiempos acogió en sus entrañas los cuerpos de los buenos creyentes, en cuyo seno, aplastado por los camellos del mercado, esperan aún el clangor de la trompeta de Israfil, para entrar en e! Paraíso de Al-lab, el Único, el Todopoderoso, el Señor de la Vida, el Dueño de las Herencias ¡iiendito sea Su nombre! ¡Atención, hermanos, que Sidi-el-Mesdul levanta hasta los hombros las flotantes mangas de su caftán y de su camisa, descubriendo sus éneos (1) brazos, recubiertos de una piel más fina y más suave que las sedas de Rabaí y que los cueros de Tafilete! ¡Atención, hermanos, que ya empuña el viejo,f«<">«brik, formado con la conchado una tortuga, la vejiga de un camello y el vano de una caña; y ya templa las torcidas cuerdas de tripa de cabra, arañándolas con la púa de una fibra de palmito! ¡Atención, atención, atención á Sidi-el-Mesdul, el contador de cuentos, la alegría de los zocos, el encanto de los aduares, el tesoro de los fóndalís! //iim., biribin! Es el guémhrik que suena, y sus vibraciones parecen ecos lejanos de dulces voces humanas, rumores de canciones, bisbíseos de confidencias, murmullos de seducción, chasquidos de besos, cadencias de coplas de amor ¡Bim, hirihiu! ¡Es el £uémbrik que suena! Sidi-el-Mesdul lo tañe con sus ágiles dedos de uñas de rosa; y sus miradas, después de recorrer el ancho zoco, se quedan clavadas en lo iníinito, hacia aquella parte por donde el Sol se presenta cada mañana, cargado con las luces que Dios envía á los hombres Hacia aquella parte en que el mar se duerme besado por el cielo, arrullado por la noche, que enciende sus almenaras para velar el sueño del amado ¡Atención! —¡Efl el nombre de Al-lah! Sidi-el-Mesdul comienza: —¡En el nombre de Al-lah, el Único, fuera del Cual no hay Dios, y de Mahoma, Profeta, Pensamiento de Dios! Allá abajo, abajo, abajo, donde las arenas inquietas se convierten en nubes, donde el cíelo es azul como los ojos dcFatma, donde las tierras son de oro como los cabellos de Aixa, y las noches son negras como las cejas de Meriam:—dos arcos sosteni'ios sin apoyos.—Allá abajo, abajo, más allá de los montes de bosque, y de los montes de rocas, y de los montes do nieve: más allá de los valles de verdura perenne, de los valles de cardos y de piedras, y de los valles de arenas abrasadas; más allá de los ríos de ciaras aguas que apagan la sed, de los ríos rojizos de sangre, que templan el acero de las gumías y los hierros de las lanzas; más allá de los ríos de cieno y de lamas, que crían la langosta, como el ciclo cría estrellas, el desierto arenas, y las nubes gotas de agua Allá y más allá, había una vez un Rey poderoso y creyente, siervo de Dios, que tenía muchas riquezas, y muchas mujeres, y muchos ganados, y muchos esclavos, y ¡oh misericordia del más Grande! ¡muchos hijos! Y estos Príncipes eran, como leones, valientes y fieros; como espigas, altos y hermosos: como hierros, fuertes y duros. Y entre estos hijos había uno, el último, logrado con una esclava de Wazán, blanca, como la leche; amorosa, como la tórtola; dulce, como la miel. Y este Príncipe, bendecido por Al-lah—¡bendito líl (1) Cobrizos. LA íiLTIMA SICSION DEL CONSHJO DE GIJKHliA E \ SUECA. Fol.a d<í Alfonso. sea!—era tímido y prudente, callado, humilde y bueno. Y su nombre, _Abd-el-Káder: ¡el esclavo del Todopoderoso! ¡Sea Él bendecidtt! Sabio de la Gran Sabiduría era este infante, y de.=de niño recitaba el K'orán sin un tropiezo, lo explicaba sin una duda, y lo entendía sin un yerro. Practicaba el ayuno, oraba, daba limosna caUada á los pobres, y durante el Santo mes de Ramadán ofrecía á Iiios el aliento de abstención de su boca, más agratlable á Al-lah que los aromas del incienso, del benjuí y de la mirra. Y el muy Alto había puesto Su mano sobre la cabeza del Príncipe; ¡y sobre el Su bendición! ¡Y Su,bendición sobre vosotros! —¡¡Amen,ámefi, áme/i, y sobre ti la Salutación!! .... —¡Eím, birihín! ¡Oíd, creyentes! —¡Abd-el-Káder estaba siempre triste! Todos sus hermanos eran hábiles tiradores, y con las balas de sus espingardas de plata y coral escribían, á mil pasos, sus nombres, sobre las murallas de! palacio de su padre. Y Abd-el-Káder no sabía disparar un arma. ¡Y estaba siempre triste! Todos sus hermanos eran consumados cantores, y las esclavas y las mujeres del harem se asomaban á los terrados del alcázar, en las noches de luna, para oír sus dulces canciones de amor. Y Abd-el-Káder sentía que su voz de plata se quebraba en su garganta, produciendo sollozos en vez de cadencias. ¡Y estaba siempre triste! Todos sus hermanos componían alegres trovas que recitaban á sus amigos, los hijos de los magnates de la Corte, tendidos sobre los tapices del baño, ó sobro las esterillas del café. Y Abd-cí-Káder ignoraba el alto arte de !a poesía; y de las cañas de su tintero sólo brotaban hondas aleyas del Koran. ¡Y estaba siempie triste! Por el contrario, sus hermanos eran felices y estaban siempre alegres, y convencidos de su superioridad, encastillábanse en su orgullo y despreciaban al inútil Príncipe y se burlaban de él Porque ellos valían raás que el humilde y más que todos los hombres que no eran tiradores, ni cantantes, ni poetas. Justo era que á todos los tratasen con el píe, puesto que ellos valían más que todos. Tna ncche de Ramadán, cuando Abd-el-Káder, despertado para comer, hacía sus abluciones y rozaba sus preces, tuvo una visión. Una Huri toda de luz, se cuajó con el vaho de la vasija donde una esclava hervía el agua para el té. Y esia Hurí se acercó á Abdel-Káder, y le dijo: —¡En el nombre de Dios!—Y le tocó en 'a frente. — ¡En el nombre I líos!—Y le tocó en los ojos. —¡En el nombre de Dios!—Y le tocó en la boca, y en la garganta, y en el pecho, y en las manos. Y desapareció. Y al celebrarse la Pa'cua GranJe del mulud, á los pocos día.s, Abd-el-Kádcr salió con todos sus hermanos á correr la pólvora y á tirar al blanco. Uno de los hermanos del Príncipe derribó de un balazo una manzana colocada sobre la cabeza de un esclavo. Otro hermano rompió de un tiro la pipa del Kif, que otro siervo tenía en la boca. Otro, partió un hilo del cual pendía una naranja Abd-el-Káder lomó su espingarda de pro y de ágatas y disparó. Y vino el viento, v cogiendo las balas, llevilselas con sus dedos, y escribió con ellas el nombre de Al-lah —¡alabado sea El! —sobre los muros del huerto lejano. Y el pueblo se alborotó de entusiasmo, vitoreó á Abd-el-Káder y lo llevó en triunfo hasta el palacio do su padre. ¡Y Abd-el-Káder, el humilde, estaba triste! Fué por la tarde al baño, reuniéndose con sus hermanos y con los amigos de sus hermanos, que preparaban y disponían una espléndida zahora (I) para la noche, y allí improvisó las raás sentidas trovas que jamás se habían escuchado. Y hasta los esclavos, por oírlas, dejaron apagar los fuegos de los hornos; y el agua de las calderas dejó de hervir para no iníerrumpír con sus murmullos las dulces estrofas del poeta. Y Abd-el-Káder fué llevado en triunfo á su palacio y proclamado el más alto vate del Imperio. ¡Pero él) humilde, eslaba siempre triste! Salió por la noche á los jardines del Alcázar, y á la luz de la luna, que se detuvo para escucharle, canto las más tiernas canciones de amor, que jamás de pecho humano habían brotado, y los terrados, las azoteas y las celosías, se llenaron lie mujeres hermosas, que lo aclamaron con sus albórbolas y lelilíes (2) de alborotado júbilo. ¡Y Abd-el-Káder, humilde, estaba siempre triste! Entonces vinieron á el sus hermanos, y haciéndole el buz (.'!) de reverencia, le dijeron: —Perdónanos, ¡oh Abd-cl-Kádor, el grande y el famo.'ío! Perdónanos nuestras burlas y nuestros desprecios, pues no sospechábamos que con tan fingidas artes encubrieses tan altos méritos. Perdónanos y se tú ahora quien se burle y nos desprecie. Deja tu humildad, que no le cuadra ser humilde á quien vale más que todos nosotros. No debe el pavo real ocultar los topacios y los zafiros de su cola, sino darlos al Sol, para que con sus luces brillen. Aparta do ti a todos los hombres, que no son dignos de encincbar tu caballo, ni de sostenerte el estribo, como los negros de nuestro padre. Alégrate y muéstrate orgulloso y altivo, pues eres hijo do Rey y eres Rey de los hijos. ¡Y Abd-cl-Kádcr, el humilde, estaba siempre triste! (1) Comilona, (:Í] Ticilns (le ji'il'ilo. \¿) Heso Je res[>flo. 15 DICIEMBRE 1911 LA ^ ¡ C a i g a sobre 61 !a ¿alutaciún y sobre todos vosotros! —¡¡Aníen, amen, amen, y sobre ti ia Salutación!! —//fivi, hiribúi! OÍd, hermanos: _ Un día, acompañado con su tristeza, estaba cl príncipe Abd-el-Káilcr leyendo el Koran, tendido sobre una alcatifa, á la orilla de un estanque de su palacio. Oyendo el rumor de las aguas que dcsilc la ancha taza de jaspe de im surtidor, caían en el lago Y oyó que las perlas de la fuente decían entre gorjeos:— ICsle es Abd-el-Káder, cl Clrantle, el 1 >ominador de las Halas; el que con ellas escribe, á mil [)asof:, cl nombre de Al-lah^ sobre los muros de su jardín. ¡Y está siempre triste! Y los peces de coral y de plata, decían quebrando los cristales de las aguas: —¡i-iste es Abd-el-Káder, cl Cantor, que tiene en la garganta una flauta más didce que las de nuestros hermanos los sapos de las praderas, y para oiría se despiertan las gentes y se duermen los arroyos v los vientos. ¡Y está siempre triste! Y los nenúfares de las orillas dijeron: — ¡ l^ste es Abd-el-Káder, cl Alto, en cuyas manos ha puesto el cielo un plectro de oro! ¡Hs el Señor de la Poesía! ¡Y está siempre triste! —¿Por qué estás siempre triste?, ¡oh, ^\,bd-el-Káder! —le dijo una vo/ sobrehumana <¡ue brotú de un desmayado sauce. Y el humilde alzó los ojos y vio, columpiándose en una rama del árbol de la pena, y humliendo en cl agua sus piececitos de rosa y de nieve, á la Hurí que se le había aparecido una noche de Ramadán, mientras oraba. — ¡Triste estoy!—contestó el Príncipe.—;0h, bíenbecliora Hurí! Y triste estaré de por yida, porque sé que mis triunfos no son míos, hijos de mis méritos, sino don precario de la misericordia de Al-lali. |Hendito V.\ sea! ¡Porque sé que, en el campo, no soy yo, sino l'l, quien clava en cl blanco las balas de mi espingarda; porque se que, en cl baño, no soy yo, sino Id, quien mueve mis labios y mi mente; porque seque, en las noches de luna, no es mi voz, sino la de l\I, la que se oye! ¡Triste estoy, porque yo sé que nada sé, que nada soy, que nada valgo ; mis hermanos, en cambio, son lo que son, saben lo que saben y valen lo que valen! —¡Alégrate, oh Abd-el-Káder!—le contestó lalfur!, —que tú eres el más sabio de todos ellos, pues buscándote á ti, ¡has encontrado á Dios! La misma concesión que á ti, hizo V\, que lodo lo Puede, á tus hermanos, y aun á toiios los hombres. Ellos, necios y orgullosos, no lo entienden; tú, sabio y humilde, lo has comprendido. ¡Oh, Abd-cl-Káder! ¡Tú has hallado el Principio de la Sabiduría! ijY se acabaron para siempre las tristezas de Abdel-Káder!! VICEXTE DÍEZ DE TEJADA. LA EFICACIA ILUSTRACIÓN ESPAÑOLA T AMERICANA C R E M A . DE I.A MECSA XLVr — 3 5 5 Sapí^ipeofos extraordinarios laquUilnteuUdad ptrtulinraleitltBliBbicva j darla U b l u n r t n i n f nicaradi dti muñi. J . ^ U ' S S S Q R r li Rúa i.-J. RoiiiieiU. PARnt, Lfl ILÜSTBBCIOII ESPflÑOLe Y BpiEBlCfllie EOA SIIIZII ¡Franca de Aduana, á domiciliol para 1912. Pidan muestras do nuestras novedades en nogrO' blanca ó color: "* 5 D u q u e s a . V e l o , Sa*ín I l e g i b l e . 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LaM m u j e r e s de nncstrn pnis tienen cl ciitia nn'iua'mer.le linJo, puio tüinbién muy sensilile al ftio iiili-iiso y al sol domasiado at(liiiriU^. l'aia pn.'Vcnir el ale::aiii¡eiilo, \^%gfieias, t-ul'icitndcces y iii;iculas de lojfz, empléese di.-iníiiilunle en el tocndor l:i Crhiie Sitiinti, el Pi^h-ode iiriv::y \:\Jiihñit Simún; no se rouFunda con olra^i Cremas. • / . Slmórtt París» durante su emigración, de 1841 á 1843, y (]ue con grande aprecio conserva, heredado de la augusta señora, el Excmo. Sr. Marques de loca, quien nos ha perruitido reproducirlos en AGUAS DE CESTONA OBSEaUlO Á LOS SUSCRIPTORES Únicas para ti hígado y estreñimiento. L,V TUSTRACION ESPAÑOLA Y AAIERICANA P p e c i o i 1,25 p t s . e n f a r m a c i a s y dPogue"'<as. Dcpi}íiito: Plaza dol Ángel, 16, Madrid. Para que éstos puedan apreciar el primor de las preciosas acuarelas debidas á los celebrados pintores I^VJO TENGAN I \JO por fuerte y crónica que sea, tomen las PASTILLAS DEL DOCTOR ANDREÜ Remedio prodigioso y rápido. 5 0 años de éxito. D. Luis López, Garioz. Yaguaní y Rivera, hemos hecho la reproducción, á pesar de su coste, en VEINTE FOTOTIPIAS SOBERANA de la P a s t a d e l o s P r e l a d o s está r e c o n o c i d a p o r t'jdas las p e r s o n a s q u e la iisau; blanquL-a, s a l i n a y suaviza las m a n o s , l e s p r e s t a finura y l a s p r e s e r v a d e a l e z a m i c n l o s . Se ent:uentia este p r o d u c t o en la P e r f u m e r í a E r ó t i c a , 3 5 . r u é du ' J u a l i e Septembre, I'aiís. Si q u i e r e t e n e r l a r g a s p e s t a ñ a s , bien a c e n t u a d o el arco de las cejas y e.\pres¡vos los ojos, h a y que e m p l e a r la Sí-ve Sourcilü-re, q u e se e n c u e n d a en la P e r f u m e r i a N i n o n , J 1 , rué d u O u a t r e - S e p t e i i i b r e , Taris. D e p o s i t a r i o s : en M a d r i d , e n las p e r f u m e r í a s de L r q u i o l a , M a y o r , 1; del M o l i n o , C a r m e n , 2; J í o n i e r o , C a r r e r a de S a n J e r ó n i m o , 3; H i j o s de J . J. i''ortts, P u e r t a del S o l , 2; G a l y Conijiañía, A r e n a l , 2, y C a r r e r a d e S a n J e r ó n i m o , '~\ y en U a r c e l o n a , en las de J u l i a C o m a s , Cali, 30; P a n í i s . J a i m e 1, 16: I''errer, T r i u c e s a , í; M a s s i p , F e r n a n d o , 55; F o r t e z a , K s c u d i llers, :;4, l.". y I^ledó, r a m b l a de ( " a p u c h i n o s , 17. N.f que distribuiremos ea números sucesivos, á partir de uno de los primeros de 1012, y que podrán reunirse bajo la cubierta especial que á un tiempo distribuiremos. ^ L (BrHITCRO CONDESA DI; CERNAY. CASA FUNDADA HOTELSST-JAMESYDEALBANY PAnlS-211 BUE SAINT-HONORÉ, y 202, RUÉ DE RÍVOLI-PARlS El más céitrico; 300 habitaoionos. Dcpartamcnlos con ciiartos do baño Gabinetes de ioUelie. modüiiios. con agua caliente y fna, U. U, AsceoBores. Calefacción higiénica por agua caliente á tod^s [p-ados. HABITACIONES desde í frs. diarios: idem con cama de matrimonio desde 8 frs.; idom con dos camas, 9 írs. Luz eléctrica y servicio comprendido. Desaj-UDO, 1,50 frs. Almuerio, 4 frs. Comida, 6 frs. PenSíOn completa, desde l2frs. dia. A. t E I K ' I I K , Direcior-propittario. Dirección lelegiática: l l u t o l - S t - J a i n e s - P a r l a - €roNso %^ TALLEff CABALLOS COJOS GRABADOS ^^TIPOGRÁFICOS ^ -^^ARTÍSTICQS. 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El precio medio de costo de! kilómetro de línea forrea es: cuatrocientos cuarenta y seis mil quinientos treinta y cinco francos para Francia; trescientos sesenta mil ochocientos seis para Alemania, y doscientos cuarenta mil ochocientos noventa francos para ¡os Estados Unidos de la América del Norte. EN HL'SCA Dr; UNA EXPEDICIÓN POLATÍ.—Á las órdenes del capitán Mikkelsen marchó de Dinamarca el año próximo pasado, con dirección al extremo Norte de (íroelandia, una expedición destinada á socorrer á otra expedición, tambiún danesa, mandada por el capitán Mylius F.richsen, El buque en el cual iba ésta naufragó en la costa oriental de Groelandia. Según noticias recibidas en Copenhague, Mikkelsen había encontrado y dado sepultura al cadáver de IJrolund, uno de los compañeros dn Rrichseu, y se encaminaba hacia el Cabo York (bahía de liaffin). Una tercera expedición, de la cual es jefe el notable explorador Kniid líasmussen, salió en socorro del capil^'O Mikkelsen; pero, caitas llegadas á Copenhague el 8 de Octubre último, procedentes del Nordeste de Groelandia, anuncian que los esfuerzos realizados han sido infructuosos, y que una serie de ¡empeslades de nieve ha obligado á la tercera expedición á retroceder sin conseguir llegar al Canal de Peary; los esquimales no han proporcionado a Kasmussen noticia alguna acerca de Mikkelsen y de sus compañeros. Se supone que estos exploradores lograron el año último abrirse paso por el Canal de Peary y llega'' hasta la Tierra de Grant—en la cual abundan los toros almizcleños, las liebres blancas y las aves,—donde habrán podido pasar un verano lanto más cómodo, cuanto que los refugios construidos en Fort-Conger por Greely y por Peary aun estarán en condiriones de ser habitados. Kti es'^ caso, las tempestades de nieve, que han impedido el avance de la expedición Kasmussen, habrán obligado á Mikkelsen á pasar otro verano t n la Tierra de Grant. Si esta hipótesis es exacta, será imposible recibir noticias de los desaparecidos hasta que llegue la primavera de 1912. Do aquí á entonces Dinamarca se propone enviar una nueva expedición de socorro. POR NOVEJARQUE. REFRÁN.) VÍCTIMAS DEL ALPISISMO.—Durante la primavera y el verano del año actual han perecido en los Alpes, víitiruas de la afición al • ascensionismo», ciento diez y oriio pei'sonas. El total de muertos en los diez últimos años se eleva á mil cnatrn personas. En I*>10, el número de accidentes mortales llegó á ciento veintiocho, y el primer lugar en esta fúnebre estadística corresponde al año 1911, en el cual sucumbieron ciento cuarenta y cuatro alpinistas. I 'or Orden de importancia numérica figuran á la cabeza de este resumen los alemanes, los austríaco.!:, los suizos y l"S franceses. Los ingleses siMo han tenido que lamentar dos muertos en T ' l l y cuatro en ¡910. Conviene advertir que los ingleses acostumbran prudentenienle á no emprender ascensiones peligrosas sin el concurso de guías, mientras que los alemanes prescinden de! auxilio de guías y de personal práctico. El orden en que se leen los precedentes fragnientos jeroglíficos es el siguiente: Se empieza desde el fragmento de la parte superior, y vayase si|:íii¡endo las líneas de "la estrella (rayándola) hasta COMPLETAlíLA, y si se sigue el verdadero camino se verá cómo se puede leer un REFRÁN. (La soluciúu en el pr¿:iima núnioro.) Iníopmaciotics. SOCIEDAD ASTRONÓMICA DE ESPAÑA.—La Sociedad Astronómica de España ha celebrado, en el salón de acloí del Ateneo ííarcelonés, una sesión exlraordinaria en honor del D I . D . Santiago Earberena, director del Observatutio de San Salvador 7 Redor de aquella l.niversidad , comisionado por su Gobierno para informarse de la organización sismológica en los Observatorios de Europa, al objuio de instituir en la República del Salvador un servicio sismoliSfTíco completo. En dicha sesión el presidente de la Sociedad, Sr. Comas Sola, expuso la teoría de Green sobre la deformación tetraédrica de la tierra, j puso de manifiesto cómo en virtud de los principios de la mínima acción y de la fuerza de inercia se explica la dislocación ó línea de rotura que presenta nuestro planeta en el hemisferio boreal, próximamente paralela al Ecuador, y que pasa por el mar de las Antillas y por la República del Salvador. Apoyándose en esta conclusión y considerando que la América Central se encuentia, no sólo en el trayecto de esta zona quebrada, sino en la ¡utersección de la misma con la gigantesca falla circumpacifica, SG comprende el grado elevadísimo de sismicidad y volcanismo que caracteriza al Salvador, á Guatemala, etc., y la conveniencia de estudiar los fenómenos enológenos en aqiiellos países. El Dr. liarherena puso de relieve magistralnienle el valor extremo que encierra el estudio de la geodinámica en el Salvador y los proyectos que abriga su Gobierno á este propósito, que pronto serán una realidad. Las interesantes palabras del sabio Director del Observatoiio de San Salvador fueron saludadas con muchos aplausos. LOS FERROCARRILES DEL MUNDO. — AI terminar el año 1909 había en todo el mundo un inilhht seis mil sciecieniQS cuarenta y ocJio Itlómeiros de lineas férreas, distribuidos en la forma siguiente: Europa, trescientos veintinueve m¡] seiscientos noventa y un kilómetros; Anu'rica, quinientos trece rail ochocientos veinticuatro; Asia, nóvenla y nueve mil cuatrocientos treinta y seis; África, heinfay tres mil cuatrocientos oche^nta y ui30, y Australia, treinta mil trescientos diez y seis kilómetros. El costo de construcción de estas líneas se calcula, en números redondos, del siguiente modo: Alemania, veintiún mil millones; Francia, diez y ocho mil; Bélgica, dos mil quinientos; Gran Bretaña, treinta y dos mil; Rusia, JÍFZ y siete mil; Italia, seis rail; Suiza, mil seiscientos, y España, mil doscientos millones. El total del cosió en toda Europa asciende á ciento diez y seis mil millones, l-'uera de Eurupa se conocen los siguientes precios de costo: Estados L'nidos de la América del Norte, nóvenla y dos mil millones; Canadá, siete mil; República .-Vrgenlina, tres mil ochocientos; [odia inglesa, síele mil; Japón, mil ciento, y Australia y Nueva Zelanda, cuatro mil quinientos millones. El total del costo para todos los demás países, fuera de Europa, asciende á ciento diez y nueve mil millones. Así, pues, lo invertido hasta fines de 1909 para el establecimiento de líneas férreas en el mundo, suma la jiequeñez de doscientos treinlay cinco mil millones de ¡'raucos. ID cual representa un término medio de doscientos Ireinta y cinco mil francos por kilómetro, con un mEiximuní de ocliocientos sesenta y siete mil francos por kilómetro para k LOS PRODUCTORES ESPAÑOLES. — Del Boletín que publica el Centro de Información Comercial, establecido en el Ministerio de Estado, entresacamos las notas siguienlcs: Ttirquia.—La guerra entre Turqufa é Italia y el boycoitage i.\\\^ el pueblo otomano tiene declarado á las mercancías italianas, han de soi causa de que, por largo tiempo, el comercio de importación italiano en este Imperio quede en suspenso. Los exportadores españoles, que tan escasa participación tienen en este meicado, debieran aprovechar estas circunstancias 1-' intentar la conquista, en esta oportunidad, da un bLien puesto, lanto más fácil de obtener, cuanto que la mayor parte de los géneros que constituyen el (.•omercio italiano en Turquía se producen en España, y qiiizá en mejores condiciones económicas. He aquí una lista de los principales: Aceite de oliva refinado, pastas para sopa y sémolas, conservas alimenticias en general, anchoas y sardinas en salmuera, naranjas (principalmente mandarinas), vino verniofíf, quesos, chocolate, cerillas fosfóricas, bramante, tapones de corcho, instrumentos músicos (guitarras, mandolinas, acordeones, pianos», paraguas, sombreros de fieltro y de paja, guantes de piel y de algodón, corbatas, encajes de algodón y de lino, tejidos de algodón de todas clases ( principalnienie géneros de punto), tejidos de yute y otros para tapicería, muebles (principalmente sillasl, papel para empapelar liabitaciones, cristalería, perfumería, específicos fariuaci-uticüS (vinos de quina ferruginosos), peines de asía y asta para peines, suela, pelíetilas cinematográficas, tarjetas postales ilustradas, juguetes, caretas de cartón y de tela. Sólo por el puerto de Constantinopla la iraportaclóa italiana puede calcularse anualmente en más de veinte millones de francos. lüs conveniente que los Industriales que intenten negocios en este Imperio se dirijan siempre previamente pidíenf'^ informes á los Consulados de la nación: así evitarán dos escollos en que suelen tropezar nuestros exportadores; "¡1 envío de mercancías que no tienen aceptación en el mercado por falta de preparación adecuada, y los engaños de iiego" ciantes inmorales é insolventes. •** Comprimidos alimenticios ORTEGA APITONNÉSGARROUST > Afcatá^ ta ~ Madrid - Itcsorvudos todoa los derLvhoít tic iiropiodiid artiatica y litunuio. Las virtudes y méritos de los productos enalti'celas el público con sus preferencias: tal Á BASE DE CARNE DIQERIDA DE VACA. PREIPARADQ REPARADOR Y ASIMILABLE. Miiy lilíl para persooas suias ó enfcnnas, que necesitan tomar alimentos fádlmcnto ocurre con el Licor del Polo, preferido sobre digestibles y nutritivos con frecuencia ó á ilcsliora (eicursiones, viajes, sports, etc.) todos los dentífricos similares, nacionales y Cada comprlmlt/o «nútrala á 10 gramam da cama da vaca. extranjeros. V ello está evidenciado con el soberbio historial de medio siglo, que garanCAJA COM 4a COMPRIMWOS, 3,SO PESETAS. V LabAntorio Fábrica, Pnento de Vallcaij.-Farinarm, tallo M LeúD. 13.1II.IDBID. tí/a las virtudes microbicidas y antisépticas del gran dentífrico nacional. IHiLLi 91 m a ti U Cntrtii IilíriidiDll J( El|l»( I n li liftiÍEÍM Eliittiil Jt Enidli tt Itll. MADRID. — Estiiljleiiuiiiíulo li]Militotn-iiílco nSui-iisurcH ilu UiVinloneyraP, iuiprcHort-H do hi Rciil C;ii«i. (Propiciiad de í.x li-tisTOAcrÚN ESPAÑOLA Y AMEBICAIÍA,)