La unidad latinoamericana en el pensamiento de Bolívar

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Cuadernos Americanos, núm. 126 (2008), pp. 75-96.
La unidad latinoamericana
en el pensamiento de Bolívar
Por Reinaldo ROJAS*
Introducción
E
N ESTA ERA DE TRASNACIONALIZACIÓN FINANCIERA,
integración de
mercados y globalización del comercio mundial, proceso que algunos presentan como sinónimo de universalización,1 la conformación
de grandes bloques geopolíticos junto a la urgencia de construir mecanismos de gobernabilidad mundial, más allá del imperialismo y sus conflictos de hegemonía,2 está a la orden del día.
En medio de esta geopolítica del caos a que ha llegado la humanidad después de la caída del muro de Berlín y el fin de la Guerra Fría en
1989, al contrario de lo que se pensaba, “La Terre est désormais pour
une nouvelle ère de conquête, comme au XVe siècle”.3 En este carril de
la mundialización económica capitalista los proyectos de integración
de mercados, muchos de los cuales conspiran contra la soberanía nacional, forman parte de la agenda de globalización que impulsan los
gobiernos neoliberales de los Estados más desarrollados del planeta
en defensa de los intereses de las grandes corporaciones multinacionales que se han transformado en los nuevos maîtres du monde. El tema
de la integración, sea ésta política, económica o cultural, tiene, pues,
una gran actualidad. El problema es, ¿de cuál integración se trata y con
qué fines se propone?
*
Profesor de ciencias sociales en el Instituto Pedagógico de Barquisimeto de la
Universidad Pedagógica Experimental Libertador, Venezuela; e-mail: <reinaldoeneal@
gmail.com>.
1
Cf. Reinaldo Rojas, “Historia universal y globalización: ¿caras de una misma
moneda”, en id., Temas de historia social de la educación y la pedagogía, Valencia,
Venezuela, Universidad de Carabobo, 2001, pp. 161-189.
2
La contradicción imperialismo-imperio vs gobierno mundial ha tomado cuerpo en
el debate político más actualizado a raíz de conflictos como los de Kosovo, Afganistán e
Iraq. El tema es tratado, por ejemplo, en el dossier de la revista española Vanguardia
(Barcelona), núm. 3 (octubre-diciembre del 2002). El debate es planteado, entre otros,
por autores como Michael Hardt y Antonio Negri en la obra Empire, Harvard University
Press, 2000. Hay versión en castellano, Imperio, Barcelona, Paidós, 2002.
3
Ignacio Ramonet, Géopolitique du chaos, París, Galilée, 1997, p. 11.
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Reinaldo Rojas
1. Los proyectos de integración en el continente americano
EN nuestro continente el tema de la integración aparece en fecha temprana. Prácticamente acompaña la fundación de nuestras repúblicas
independientes, proceso que se desarrolla entre fines del siglo XVIII y
segunda década del siglo XIX, tanto en las trece colonias anglosajonas
del norte de América como en la extensa área correspondiente al imperio español, localizada en el norte, centro y sur del continente. En el
primero de los casos, tenemos la proclama del presidente de Estados
Unidos, James Monroe, de 1823, la que señala al continente americano como territorio no sujeto a “futura colonización por ninguna de
las potencias europeas”,4 lo cual se tradujo con el tiempo en el principio geopolítico estadounidense de “América para los americanos”, origen del panamericanismo.5 En el segundo caso, encontramos el proyecto de anfictionía hispanoamericana presentado por el Libertador
Simón Bolívar al Congreso de Panamá de 1826, donde la América
meridional se visualiza como un factor de equilibrio geopolítico universal. Es decir, del lado de Estados Unidos el despliegue de una política
imperial que se materializa en el siglo XX con la creación en 1947 del
Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) y en 1948 de
la Organización de Estados Americanos (OEA),6 organismos a los que
se le han agregado en el 2000 el Plan Colombia7 y la puesta en funcionamiento del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) a partir
4
“La Doctrina Monroe”, en Hans-Horachim Leu y Freddy Vivas, comps., Las
relaciones interamericanas: una antología de documentos, Caracas, Universidad Central
de Venezuela, 1975 (Serie Documentos, núm. 2), p. 23.
5
La Primera Conferencia Panamericana se celebró en Washington en 1889. Sobre el
desarrollo de este congreso y su proyección histórica el patriota cubano José Martí dejó
un importante testimonio en carta que desde Nueva York dirige al diario argentino La
Nación y en cuyo texto, con voz premonitoria, señala: “Jamás hubo en América, de la
independencia acá, asunto que requiera más sensatez, ni obligue a más vigilancia, ni pida
examen más claro y minucioso, que el convite que los Estados Unidos potentes, repletos
de productos invendibles, y determinados a extender su dominio en América, hacen a las
naciones americanas de menor poder, ligadas por el comercio libre y justo con los pueblos
europeos, para ajustar una liga contra Europa y cerrar tratos con el resto del mundo”, en
José Martí, Antología mínima, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales/Instituto Cubano del Libro, 1972, tomo I, pp. 271-272. Para Martí, la celebración de este congreso fue
una clarinada de los propósitos expansionistas de Estados Unidos sobre nuestra América
Latina, arropada en una “unidad panamericana” frente a la cual el prócer cubano llamó a
declarar una segunda independencia.
6
Sobre el sistema panamericano y la creación de la OEA véase, Miguel A. D’Estefano,
Esquemas del derecho internacional público, La Habana, Pueblo y Educación, 1977,
tomo I, pp. 589ss.
7
“Plan Colombia. Plan for peace, prosperity and the strengthening of the state”,
Desde Abajo (Bogotá), suplemento especial (noviembre de 1999).
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de enero del 2005.8 Y del lado hoy latinoamericano y caribeño, un
proyecto inconcluso de integración de naciones antes colonias españolas, unidas fundamentalmente para consolidar su independencia y
para aportar un factor de paz y de equilibrio en el concierto de las
naciones del mundo, tal como lo señalara el propio Libertador en la
convocatoria que hiciera desde Lima a los gobiernos de Colombia,
México, Río de la Plata, Chile y Guatemala, el 7 de diciembre de 1824,
dos días antes de la Batalla de Ayacucho. No obstante, tales proyectos
de integración9 no han superado la dimensión económica —con la singular excepción del Convenio Andrés Bello en los campos de la ciencia, la cultura y la educación.
En ese contexto de crisis imperial y génesis del nacionalismo moderno
se forma el pensamiento integracionista bolivariano y se transforma en acción política de gobierno entre 1822 y 1826, materializándose en acuerdos
bilaterales, aunque no logra consolidarse en una institución de unidad hispanoamericana debido a las condiciones históricas de división interna que
dominaban entonces en nuestros países. La falta de unidad dejó el campo
libre al proyecto imperial de Estados Unidos, cuya primera fase de expansión territorial contra España se ejerce por medio de la llamada
“conquista del Oeste”, primeramente, y luego contra México, quien
sufre la ocupación de su territorio entre 1836 y 1848 que terminó con la
pérdida de más de 2 millones de km².10 Pero la fase expansionista continúa a lo largo del siglo XIX11 y el punto culminante será la intervención
en la guerra de independencia de Cuba y Puerto Rico contra España
entre 1895 y 1899 que permite a Estados Unidos anexionarse Puerto Rico
—hasta la fecha como “Estado Libre Asociado”— y Cuba, la cual será
controlada como república mediatizada, entre 1899 y 1959.12
8
Véase Comité Colombiano de Lucha contra el ALCA, Alternativas y acciones en la
lucha contra el ALCA, Bogotá, Memorias de Seminario, 2003.
9
Los organismos de integración latinoamericana son los siguientes: Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC) creada en 1960; Pacto Subregional Andino,
1969; Mercado Común Centroamericano, 1960; Asociación de Libre Comercio del Caribe, 1968; y el más reciente, Mercado Común Suramericano (Mercosur), 1991.
10
Con el Tratado de Guadalupe-Hidalgo de 1848 México cede a Estados Unidos los
territorios de Nuevo México, Arizona, California, Utha, Nevada y parte de Colorado, ya
que Texas había sido anexado por vía de hecho en 1845, causa de la guerra entre México
y Estados Unidos que culmina con el tratado arriba citado.
11
Este proceso de expansión territorial es reconstruido en su conjunto por el historiador cubano Ramiro Guerra en su clásica obra La expansión territorial de los Estados
Unidos a expensas de España y los países hispanoamericanos, La Habana, Editorial
Nacional de Cuba, 1964.
12
Cf. Philip S. Foner, La guerra hispano/cubano/norteamericana y el nacimiento
del imperialismo norteamericano: 1895-1898, Madrid, Akal, 1975, 2 tomos.
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Una política de integración, de unificación, puede en consecuencia
responder a diferentes intereses, tal como puede apreciarse al revisar
las relaciones interamericanas en los siglos XIX y XX. Ahora bien, es
evidente que el carácter imperialista que con el tiempo ha asumido la
geopolítica estadounidense en el continente es radicalmente distinta al
tema que sobre la unidad latinoamericana aporta el pensamiento y la
acción política de Simón Bolívar. Revisemos aunque sea brevemente el
contexto histórico en el que se constituye este pensamiento y los fundamentos doctrinarios que lo caracterizan.
2. América y el imperio español
en la primera década del siglo XX
LA idea de una unidad hispanoamericana que encontramos presente
en dirigentes de nuestra emancipación como Simón Bolívar responde,
a nuestro juicio, a la intención de dar una especie de solución de continuidad a la unidad política y cultural impuesta por España a nuestros
países a lo largo de tres siglos de dominación colonial en el continente.
Y es que cuando España inicia la conquista de América, la diversidad
cultural y el aislamiento en que vivían las grandes civilizaciones aborígenes era un hecho evidente que se refleja en el posterior proceso de
colonización.13 Sobre ese mosaico de pueblos y culturas, la España
de los reyes católicos primero, luego la España de los Austria y finalmente la España de los Borbones construyen un imperio y organizan
una estructura político-administrativa centralizada cuyo eje de referencia es el monarca. Tal vez por razones nacionalistas y anticolonialistas
no nos percatamos de ese hecho extraordinario que nos permite hablar, en el caso de los países que fueron colonias de España, de aquellos factores comunes como la lengua, la religión y la tradición administrativa que sirvieron de fundamento histórico en su momento a los ideales
de una integración hispanoamericana, que actualmente, por intereses
comunes de independencia y desarrollo frente a los grandes centros de
poder capitalista mundial, se extiende al conjunto geopolítico latinoamericano y caribeño.
En el caso hispanoamericano es importante destacar cómo la reconquista borbónica de América llevada a cabo a lo largo del siglo
XVIII generó cohesión administrativa en favor de los intereses imperiales españoles, pero impulsó, a su vez, los ánimos regionalistas en los
criollos que posibilitaron el surgimiento de los sentimientos de naciona13
Una visión de conjunto de la América aborigen precolonial podemos encontrarla
en la obra de Pere Bosch Gimpera, La América pre-hispánica, Barcelona, Ariel, 1975.
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lidad presentes a la hora de la independencia del siglo XIX. Tales sentimientos nacionalistas conspirarán con el ideal integracionista hispanoamericano, también presente en aquellos años creadores como expresión de una conciencia americana, que será colombiana en Miranda
que la inventa, e hispanoamericana en Bolívar que hará todo lo posible
por hacerla realidad política en Panamá en 1826. Esta contradicción
es la que nos presenta el historiador inglés John Lynch a propósito de
la política reformista de los Borbones en América en el siglo XVIII y sus
efectos.
Al mismo tiempo que los americanos empezaban a negar la nacionalidad
española se sentían conscientes de las diferencias entre sí mismos, porque
incluso en su estado prenacional las distintas colonias rivalizaban entre sí
por sus recursos y sus pretensiones. América era un continente demasiado
vasto como para atraer la lealtad individual. Sus hombres eran primeramente
mexicanos, venezolanos, peruanos, chilenos, y era en su verdadero país, no
en América, donde encontraban su patria.14
Efectivamente, fueron las estructuras administrativas españolas las que
propiciaron la formación de las nacionalidades hispanoamericanas. El
imperio era una unidad frágil que no soportó la crisis que se avecinaba
con la llegada del siglo XIX. Veamos el desarrollo de los acontecimientos.
En 1808, cuando las tropas francesas ocupan la península y
Carlos IV abdica al trono en favor de José Bonaparte, el imperio español en América ocupaba territorios en Sudamérica, Centroamérica,
islas del Caribe y Norteamérica, vasto espacio geográfico y político
organizado desde el centro imperial español, con cuatro virreinatos, a
saber: México, Perú, Nueva Granada y Río de la Plata, cuatro capitanías generales como eran las de Cuba, Guatemala, Venezuela y Chile,
y dos audiencias que actuaban como jurisdicción político-territorial en
los casos de Quito y Charcas. De esta división político-administrativa
surgirán las naciones del siglo XIX pero en un proceso de conformación estatal que se ha visto más como una “balcanización” o desintegración de la unidad imperial española antecedente, que como la restitución de un orden político ya organizado anteriormente.
Desde esta perspectiva política y cultural es que se piensa la unidad hispanoamericana en el contexto de nuestra lucha por la independencia en las primeras décadas del siglo XIX. Francisco de Miranda,
protolíder tanto de la independencia como de la unidad hispanoameri14
John Lynch, Las revoluciones hispanoamericanas: 1808-1826, Barcelona, Ariel,
1976, p. 35.
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Reinaldo Rojas
cana con su proyecto de Unión Colombiana en el siglo XVIII,15 Bolívar
y San Martín, los libertadores de Sudamérica, así como José Cecilio
del Valle, Mariano Moreno, Bernardo Monteagudo y Juan Bautista
Alberdi, entre los dirigentes independentistas más representativos, expresan este camino de unidad que no llegó a cumplirse alcanzada la
independencia política de España.16 Son el testimonio de un proyecto
inconcluso y de una aspiración cuyo más grande esfuerzo fue sin lugar
a dudas el impulsado por Bolívar con el Congreso de Panamá en 1826.
Abordemos inicialmente esta problemática desde una perspectiva universal.
3. La independencia de la América española
como problema universal: del proyecto colombino
de Miranda al Congreso Anfictiónico de Panamá
POR todo lo anteriormente señalado, es evidente que el tema de unidad hispanoamericana presente en el pensamiento de Bolívar no puede ser abordado como un simple agregado en su ideario político, sino
como un principio rector para la acción emancipadora cuyos antecedentes debemos buscar, entre otros, en el proyecto colombino de Francisco de Miranda.
Efectivamente, la vida de Miranda es el quehacer de un hombre
que ha tomado la independencia de la América española como una
razón vital. El hecho de haber desaparecido de la escena política hispanoamericana y venezolana cuando la lucha emancipadora apenas
comenzaba es quizás parte de la razón que explica por qué su personalidad, casi legendaria, su afán libertario y su obra, sean tan poco
conocidos hasta nuestros días.
Miranda nació en Caracas el 28 de marzo de 1750, es decir, en
pleno apogeo de la rebelión iniciada en 1749 por Juan Francisco de
León, “teniente cabo de guerra y juez de comisos en el pueblo de Panaquire”,17 valles del Tuy, contra la Compañía Guipuzcoana. La tras15
Para Alfonso Rumazo González, Miranda no debe considerarse como un simple
precursor de la emancipación hispanoamericana sino como su protolíder, como el primer
dirigente de la misma, el cual no sólo fue capaz de descifrar y comprender el momento
histórico de su tiempo sino que del hallazgo pasó a la acción y cuya ejecución dedicará
treinta años de su vida, hasta su muerte en 1816. Véase biografía de Miranda en Alfonso
Rumazo González, 8 grandes biografías, Cumaná, Gobernación del Estado Sucre, 2001,
tomo II.
16
Cf. Hispanoamericanismo del siglo XIX, Caracas, Gobierno de Venezuela, 1976.
17
Eduardo Arcila Farías, Economía colonial de Venezuela, Caracas, Italgráfica, 1973,
tomo I, p. 288.
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cendencia política de este movimiento, como etapa forjadora de una
conciencia nacional que ya empezaba a manifestarse,18 y los acontecimientos políticos y sociales en que se ve envuelto su padre, de origen
canario, en 1766, vienen a ser una especie de contexto en el que se
desarrollará su infancia y adolescencia.
La designación de su padre, don Sebastián Francisco de Miranda,
como capitán de la Sexta Compañía de Fusileros, nombramiento que
lo convertía en oficial de Reales Milicias, desencadenó todo un conflicto social y político al oponerse la aristocracia criolla a que un modesto
comerciante de “impío oficio” —como decían— llegara a ocupar un
cargo militar reservado sólo a ellos. Tal oposición obligó a Miranda a
renunciar aunque manteniendo por orden real el bastón de mando y su
uniforme de capitán.19 Cuarenta y seis años después, en 1811, Francisco de Miranda vivirá de nuevo y en carne propia el exclusivismo
mantuano, cuando éstos tratan de alejarlo de la dirección militar de la
Primera República.20
Producto de este conflicto, Miranda deja el país a los veintiún años
de edad para regresar a los sesenta, cuando se da inicio al proceso
emancipador con los acontecimientos del 19 de abril de 1810. Su larga carrera militar da cuenta de su servicio en el Ejército Real español,
para luego desarrollar actividades profesionales en Estados Unidos,
Francia y Rusia, llegando a obtener el rango de Generalísimo del ejército francés en plena revolución, por lo que su nombre queda grabado
en el Arco del Triunfo de París. Sin embargo, su propósito, señalado en
diversos escritos y manifiestos, era aprovechar los conflictos que protagonizaban las potencias emergentes de Europa, Francia, Inglaterra e
inclusive Estados Unidos, contra España, para beneficio de la independencia del Nuevo Mundo. Como bien señala uno de sus biógrafos:
18
Como bien señala el historiador venezolano Eduardo Arcila Farías, el movimiento
tomó carácter de insurrección contra las autoridades españolas, puesto que “no se trataba
ya de una lucha dirigida contra la Compañía, sino la resistencia a las órdenes de los
poderes públicos centrales” (p. 296). Pero es Augusto Mijares quien señala la importancia de este conflicto en la formación de la conciencia de nacionalidad venezolana en los
siguientes términos: “Más que su interés, en sentido estricto, fue, sin duda, una verdadera susceptibilidad nacionalista la causa inicial de la oposición de nuestra oligarquía a los
abusos de la Compañía Guipuzcoana; además la supieron enlazar enérgicamente a
los intereses del pueblo y sobre todo a los de la Patria naciente y de allí que el movimiento
adquiriese un verdadero carácter nacional y culminase en el resultado que desde el principio se señaló”, Augusto Mijares, La interpretación pesimista de la sociología hispanoamericana, Madrid, Afrodisio Aguado, 1952, p. 110.
19
Cf. Rumazo González, 8 grandes biografías [n. 15], p. 17.
20
Así se denomina en la historiografía venezolana el periodo que va de la declaración
de Independencia, el 5 de julio de 1811, a la Capitulación de San Mateo, el 24 de julio de
1812.
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“Miranda despliega su tesis favorita de que si la independencia de Hispanoamérica puede realizarse con el apoyo de las ideas francesas,
necesita también la cooperación de Inglaterra y de los Estados Unidos”.21
Él mismo confiesa en 1792 que “en el año de 1784, en la ciudad de
Nueva York, se formó el proyecto actual de la Independencia y Libertad de todo el continente Hispano-Americano, con la cooperación de
Inglaterra”22 ya que veía que América podía ofrecerle a los ingleses un
vasto comercio “recíprocamente ventajoso” en la medida en que esta
potencia ayudara a la América española “a sacudir la opresión infame
en que la España la tiene constituida”.23
Es así como en 1806 con apoyo inglés Miranda realiza sus dos
expediciones a Venezuela que, lamentablemente para él, fracasan. Sin
embargo, su labor organizadora fue muy efectiva, especialmente en
Londres, donde por medio de la masonería logró crear una extensa
red de conspiración contra España, de Chile a Venezuela, la cual sería
de gran importancia a la hora de la lucha. Asimismo, su visión continental y universalista de la independencia de la América española, tal como
se refleja en su proyecto de Colombia como gran república confederada hispanoamericana que surgiría de la derrota del imperio español, es
antecedente fundamental para el tema de la unidad que sigue a la independencia, especialmente en el pensamiento y acción de su coterráneo
y discípulo, el Libertador Simón Bolívar.
Incorporado al proceso político que sigue a los sucesos del 19 de
abril, el papel de Miranda será fundamental en la organización del primer partido político moderno en el país, la Sociedad Patriótica, instrumento del sector radical de los blancos criollos que impulsó al Congreso reunido en Caracas, en marzo de 1811, con delegados de todas la
provincias que conformaban la Capitanía General de Venezuela, a declarar la independencia el 5 de julio de 1811. Sin embargo, esta república fue efímera y, con su caída en 1812, Miranda es capturado por
los españoles y enviado a la prisión de La Carraca, en Cádiz, donde
muere el 14 de julio de 1816 a la edad de 66 años.
21
Mariano Picón Salas, Miranda, Caracas, Monte Ávila, 1972, p. 38.
Francisco de Miranda, Diario de viajes/Escritos políticos, Madrid, Editora Nacional, 1977, p. 343.
23
Ibid., p. 336.
22
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4. El pensamiento integracionista de Simón Bolívar:
lectura actualizada de la Carta de Jamaica de 1815
SI algún documento es de fundamental importancia para el estudio del
pensamiento político del Libertador, ése es sin lugar a dudas la llamada
Carta de Jamaica, porque en ella podemos encontrar las ideas directrices del proyecto político bolivariano de emancipación.24 Se trata de un
extenso documento escrito por Bolívar en 1815, tras la derrota de la
llamada Segunda República en el terrible año de 1814,25 situación que
obligó a Bolívar a tomar el camino del exilio para dirigirse primero a la
Nueva Granada y luego —tras una serie de conflictos con el coronel
Manuel Castillo, jefe de las fuerzas patriotas acantonadas en
Cartagena— hacia Jamaica, a cuya capital, Kingston, arriba en marzo
de 1815. Al igual que Miranda en su momento, Bolívar piensa que
Inglaterra es el mejor aliado del movimiento emancipador por lo que va
a Jamaica, próspera colonia inglesa, en busca de apoyo material suficiente para liberar a su patria.
Producto de esas gestiones es la llamada Carta de Jamaica, dirigida a Henry Cullen, rico mercader inglés vecino del puerto jamaiquino
de Falmouth, a quien Bolívar le expone sus más importantes ideas acerca
del futuro del movimiento emancipador hispanoamericano. Hay en esta
densa carta tanto un detallado análisis de las condiciones demográficas, económicas, políticas y culturales en las que se encontraban las
diferentes provincias y territorios de la América española en la primera
década del siglo XIX, como interesantes previsiones acerca de los tipos
de gobierno que le podrían corresponder a cada país hispanoamericano luego de alcanzada la independencia.
En el aspecto internacional Bolívar adelanta una serie de conceptos que luego serán principios de su política de integración hispanoamericana en dos grandes dimensiones: en primer lugar, la promoción
de la unión estratégica entre Nueva Granada y Venezuela para crear
una sola república, idea que ya está planteada en el “Manifiesto de
Cartagena” de 1812, en el cual Bolívar analiza las causas de la caída
de la Primera República. En este documento señala la importancia que
la independencia de Venezuela tiene para la Nueva Granada, mostran-
24
Al respecto puede consultarse nuestro estudio “Bolívar y la Carta de Jamaica”,
en Reinaldo Rojas, Historiografía y política sobre el tema bolivariano, Barquisimeto,
Buria, 1999, pp. 29ss.
25
Sobre la Segunda República y su derrota militar véase Juan Uslar Pietri, La
rebelión de 1814, Madrid, Edime, 1963.
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Reinaldo Rojas
do con ello una visión más continental de la lucha contra España. Es así
como expone:
poseyendo España el territorio de Venezuela podrá con facilidad sacarle
hombres y municiones de boca y guerra, para que bajo la dirección de jefes
experimentados contra los grandes maestros de la guerra, los franceses,
penetren desde las provincias de Barinas y Maracaibo hasta los últimos
confines de la América meridional.26
Pero en Jamaica Bolívar se atreve a imaginar la futura Colombia, cuando escribe:
La Nueva Granada se unirá a Venezuela, sin llegar a convenir en formar una
república central, cuya capital sea Maracaibo, o una nueva ciudad que, con
el nombre de Las Casas, en honor de este héroe de la filantropía, se funde
entre los confines de ambos países, en el soberbio puerto de Bahía-honda.
Esta posición, aunque desconocida, es ventajosa por todos respectos
[…] Esta nación se llamaría Colombia como un tributo de justicia y gratitud
al creador de nuestro hemisferio.27
En un primer momento se trata de una extensión del teatro de la guerra
más allá de las divisiones político administrativas impuestas por España. Pero más adelante será un concepto geopolítico, fundamental en la
conformación jurídica del proyecto de unidad hispanoamericana que
se debatirá en Panamá. En segundo lugar, aparece en Jamaica la idea
de convocar un congreso de unidad en Panamá. Éstas son sus palabras:
Es una idea grandiosa pretender formar de todo el Nuevo Mundo una sola
Nación con un solo vínculo que ligue sus partes entre sí y con el todo. Ya
que tiene un origen, una lengua, unas costumbres y una religión, debería,
por consiguiente, tener un solo gobierno que confederase los diferentes
Estados que hayan de formarse; mas no es posible, porque climas remotos,
situaciones diversas, intereses opuestos, caracteres desemejantes, dividen
a la América.28
Sin embargo, expone con gran esperanza y optimismo, su ideal
anfictiónico con estas sentidas palabras:
¡Qué bello sería que el Istmo de Panamá fuese para nosotros lo que el de
Corinto para los griegos! Ojalá que algún día tengamos la fortuna de instalar
26
Simón Bolívar, Obras completas, La Habana, Editorial Lex, s.f., vol. III, p. 546.
Ibid., vol. I, p. 171.
28
Ibid., p. 172.
27
La unidad latinoamericana en el pensamiento de Bolívar
85
allí un augusto Congreso de Representantes de las Repúblicas, Reinos e
Imperios, a tratar y discutir sobre los altos intereses de la paz y de la guerra,
con las naciones de las otras tres partes del mundo.29
Ratificando más adelante este ideal, en carta a Juan Martín de
Pueyrredón, supremo director de las Provincias del Río de la Plata, el
12 de junio de 1818, Bolívar le expresa: “Una sola debe ser la patria
de todos los americanos, ya que en todo hemos tenido una perfecta
unidad”.30 Pues bien, el triunfo de las armas republicanas en Boyacá y
la celebración del Congreso de Angostura, ambos entre agosto y diciembre de 1819, respectivamente, le permitirán al Libertador materializar esta idea de la unidad a partir de la creación de la República de
Colombia, la cual lo lleva a desarrollar una audaz política internacional
en procura de la creación de las bases legales de esta Confederación
de Repúblicas Hispanoamericanas que sueña el Libertador como medida preventiva ante cualquier intento de España u otra potencia extranjera de someter nuevamente estos territorios a la dominación colonial. En ese sentido, es necesario considerar la fundación de la República
de Gran Colombia como un eslabón estratégico en la construcción de
la unión política hispanoamericana. Pero, ¿cómo surge Colombia?
5. La República de Colombia como eje de integración política
del arco andino-caribeño-sudamericano
COMO hemos señalado anteriormente, el proyecto de integración político-territorial entre la Nueva Granada y Venezuela ya había sido planteado por Bolívar en 1815. Esta idea se hará realidad en 1819, luego
de liberado el sur de Venezuela, situación que permite a Bolívar convocar en Santo Tomás de Angostura, a orillas del río Orinoco, capital de
la Guayana venezolana, un congreso constituyente, el cual aprobará no
sólo una nueva constitución venezolana sino el decreto de creación de
la República de Colombia el 17 de diciembre de 1819.31
Esta joven república, cuya constitución es aprobada en la Villa del
Rosario de Cúcuta en 1821, desplegará una importante labor diplo29
Ibid., pp. 172-173.
Ibid., p. 294.
31
Prematura llamó el historiador venezolano José Gil Fortoul a esta ley ya que “gran
parte del territorio estaba aún en poder del enemigo”. Y a continuación precisa: “Todo lo
hecho en Angostura se ratificó en Bogotá por una asamblea celebrada el 27 de febrero, 1820.
En cuanto al Ecuador, la ley fundamental se retardó hasta que la ciudad de Guayaquil se puso
bajo la protección de Colombia, en 1821, y la de Quito en 1822”, en José Gil Fortoul,
Historia Constitucional de Venezuela, Caracas, Las Novedades, 1942, tomo I, p. 400.
30
86
Reinaldo Rojas
mática que tendrá como norte la firma de una serie de acuerdos bilaterales que vistos en perspectiva serán de fundamental importancia en la
convocatoria que el propio Libertador hará a los gobiernos de Hispanoamérica para la celebración de un Congreso Anfictiónico en Panamá. Estos acuerdos son los siguientes:
a) “Tratado de Unión, Liga y Confederación Perpetua entre Colombia
y el Perú”, firmado por Joaquín Mosquera, por Colombia, y Bernardo
Monteagudo, por Perú, en Lima el 6 de julio de 1822.
b) “Tratado entre Colombia y el Perú, adicional al precedente”, firmado por los mismos representantes en la misma fecha y lugar.
c) “Tratado de Unión, Liga y Confederación entre Colombia y Chile”,
firmado por Joaquín Mosquera, por Colombia, y Joaquín Echeverría y
José Antonio Rodríguez por el lado chileno, en Santiago de Chile el 21
de octubre de 1822.
d) “Tratado de Amistad, Unión, Liga y Confederación entre Colombia
y Méjico”, firmado por Miguel Santamaría, por Colombia, y Lucas
Alamán, por México, el 3 de octubre de 1822 en Ciudad de México.
e) “Tratado de Amistad y Alianza entre Colombia y Buenos Aires”,
firmado por Joaquín Mosquera, por Colombia, y Bernardino Rivadavia,
por Buenos Aires, el 8 de mayo de 1823 en la ciudad de Buenos Aires.32
Como bien ha señalado Arístides Silva Otero en su estudio sobre
el Congreso de Panamá, siete pueden ser los aportes jurídicos
bolivarianos al derecho internacional que se forjan alrededor de la convocatoria y organización, llevado a cabo por el propio Bolívar, del
Congreso Anfictiónico y que se despliegan inicialmente en los tratados
que firma la República de Colombia con el resto de naciones hispanoamericanas, como antesala a la reunión en el istmo. Éstos serían: 1) el
principio de solidaridad defensiva, leitmotiv del Congreso de 1826;
2) la igualdad jurídica de los Estados, principio constitutivo de la confederación; 3) la garantía de la integridad territorial; 4) el principio del
utis possidetis juris como fundamento de la organización territorial
republicana; 5) la codificación del derecho internacional americano;
6) el arbitraje general obligatorio; 7) el procedimiento de la conciliación en las relaciones internacionales.33
Pues bien, los tratados que Colombia firma con Perú y Chile en
1822, y un año más tarde con México y Buenos Aires se basan en esos
principios. En el primer Tratado de Unión, Liga y Confederación Perpetua entre Colombia y Perú, que es como un modelo, el objeto pri32
Véase Arístides Silva Otero, El Congreso de Panamá, Caracas, Universidad
Central de Venezuela,1969, pp. 35ss.
33
Ibid., p. 28.
La unidad latinoamericana en el pensamiento de Bolívar
87
mario que se persigue es sostener la independencia, en primer lugar
“de la nación española y de cualquier otra dominación extranjera”, por
lo cual se establece “un pacto perpetuo de alianza íntima y amistad
firme y constante para su defensa común, para la seguridad de su independencia y libertad, para su bien recíproco y general y para su tranquilidad interior”, punto este último que será suprimido para su ratificación por considerarse que abría espacio a la intervención en los asuntos
internos de cada país.
Avanzando en los campos de la integración política se establece la
correspondencia de ciudadanía entre ambos países y en lo económico,
la suspensión del pago de los “derechos de importación, exportación,
anclaje y tonelada que los establecidos o que se establecieren para los
nacionales en los puertos de cada Estado”. Se señala el establecimiento de un convenio específico para la demarcación de límites y se afirma
que las diferencias que pudieran surgir se arreglarán “por los medios
conciliatorios y de paz, propios de dos naciones hermanas y confederadas”.
Asimismo, se señala el principio de intervención para “lograr el
restablecimiento del orden y del imperio de sus leyes” en casos en que
se interrumpiera la tranquilidad interior de “gobiernos legítimamente
constituidos por el voto de los pueblos, libre, quieta y pacíficamente expresado en virtud de sus leyes”, asunto polémico por demás en la
medida en que puede entrar en contradicción con el principio de la soberanía nacional sobre el cual descansa la legitimidad de cada Estado.34 También se contempla la extradición para aquella “persona culpable o acusada de traición, sedición u otro grave delito” que huyendo
pasara al otro Estado, por lo cual “será entregada y remitida a disposición del gobierno que tiene conocimiento del delito y en cuya jurisdicción deba ser juzgada”.35
A este primer documento se le agrega un tratado adicional que
contempla la convocatoria al Congreso en Panamá. Dice el artículo 2o:
34
Arístides Silva Otero señala que este principio de intervención, presente en el
pensamiento bolivariano, es coherente con la idea de equilibrio interno e internacional que
debía existir en América en oposición al sistema europeo de equilibrio de poderes sustentado en intereses dinásticos. Sin embargo, esta visión supone la igualdad entre las naciones y la exclusión de la actuación imperialista de las potencias. Sabemos que en América
la conducta anexionista e imperial de Estados Unidos va a trastocar este principio,
poniéndolo a su servicio como nueva potencia imperial continental. De allí el sentido
premonitorio de la frase que el propio Bolívar suscribe en carta a Patricio Campbell,
encargado de negocios de SMB, de fecha 5 de agosto de 1829, donde le señala: “y los
Estados Unidos que parecen destinados por la Providencia para plagar la América de
miserias a nombre de la libertad”, Bolívar, Obras completas [n. 26], vol. III, p. 279.
35
Ibid., pp. 35-37.
88
Reinaldo Rojas
“Ambas partes se obligan a interponer sus buenos oficios con los gobiernos de los demás Estados de la América española, para entrar en
este pacto de Unión, Liga y Confederación perpetua”.36 Allí se adelantan algunos de los fines que deberá cumplir tan magna asamblea, como
son: “cimentar de un modo el más sólido y establecer las relaciones
íntimas que deben existir entre todos y cada uno de ellos, y que le sirva
de consejo en los grandes conflictos, de punto de contacto en los peligros comunes, de fiel intérprete de sus tratados públicos cuando ocurran dificultades y de juez árbitro y conciliador en sus disputas y diferencias”. Se señala el Istmo de Panamá como el lugar “más adecuado
para aquella augusta reunión” y el compromiso de ambas partes de
crear “una fuerza de cuatro mil hombres armados y equipados a fin
de concurrir a los objetos indicados en los artículos anteriores”.37
Estos mismos aspectos serán llevados al tratado con Chile y México, ya que el tratado con Buenos Aires es más escueto y se queda en
propósitos esencialmente bilaterales. Con estos adelantos de por medio, el 7 de diciembre de 1824 —dos días antes de la Batalla de
Ayacucho— el Libertador Simón Bolívar, como encargado del mando
supremo de Perú, le envía a los gobiernos de Colombia, México, Río
de la Plata, Chile y Guatemala la convocatoria formal para la cita en
Panamá, cumpliendo con ello la aspiración compartida con Miranda
de reunir en un solo cuerpo político a las antiguas colonias españolas
en América. Revisemos brevemente el desarrollo de aquella histórica
jornada.
6. El proyecto de anfictionía hispanoamericana
y el equilibrio del universo
LA convocatoria girada por Bolívar en 1824 le plantea a sus destinatarios que “es tiempo ya de que los intereses y las realizaciones que unen
entre sí a las repúblicas americanas, antes colonias españolas, tengan
una base fundamental que eternice, si es posible, la duración de estos
gobiernos”. Señala el antecedente de los tratados arriba señalados, el
compromiso de convocar una asamblea de plenipotenciarios de cada
Estado signatario de aquellos acuerdos y recuerda las excelentes condiciones del Istmo de Panamá para celebrar dicha reunión, “colocado
como está en el centro del globo, viendo por una parte el Asia, y por el
otro el África y Europa”.38 Las expectativas que cifraba Bolívar en esta
36
En Silva Otero, El Congreso de Panamá [n. 32], p. 37.
Ibid., p. 38.
38
Bolívar, Obras completas [n. 26], vol. III, p. 739.
37
La unidad latinoamericana en el pensamiento de Bolívar
89
importante asamblea eran de gran trascendencia, no sólo para la América española, sino para el continente en su conjunto y para el mundo
en general. Éstas son las palabras con las cuales cierra su invitación:
El día que nuestros plenipotenciarios hagan el canje de sus poderes, se
fijará en la historia diplomática de América una época inmortal. Cuando
después de cien siglos la posteridad busque el origen de nuestro derecho
público, y recuerden los pactos que consolidaron su destino, registrarán
con respeto los protocolos del Istmo. En él, encontrarán el plan de las
primeras alianzas, que trazará la marcha de nuestras relaciones con el universo. ¿Qué será entonces el istmo de Corinto comparado con el de Panamá?39
La magna asamblea se instaló el 22 de junio de 1826 en la Sala Capitular del antiguo Convento de San Francisco, en Panamá. Estuvieron
presentes: los venezolanos Pedro Gual y el general de brigada Pedro
Briceño Méndez, por la República de Colombia; Antonio Larrazábal y
Pedro Molina por Centroamérica; Manuel Lorenzo Vidaurre y Manuel
Pérez de Tudela por Perú; y el general de brigada José Mariano
Michelena por la República de los Estados Unidos Mexicanos. Por
Gran Bretaña, como observador, asistió Edward Dawkins, quien se
dedicó a establecer consultas bilaterales con los plenipotenciarios, sin
participar directamente en las sesiones del congreso.
Autoinvitándose, el rey de Holanda envió al coronel Van Veer. Los
delegados del gobierno de Estados Unidos, invitados por el general
Santander sin el consentimiento del Libertador, no pudieron asistir.
México, a través de su presidente Guadalupe Victoria, también había
invitado al gobierno norteamericano para que estuviera representado
en dicho congreso. Esta conducta de Bolívar obedecía fundamentalmente al interés de reunir sólo a las repúblicas hispanoamericanas, que
eran las que a su juicio tenían antecedentes, intereses y aspiraciones
comunes. Pero no podía escapar al juicio de Bolívar la conducta de
Estados Unidos para con el proceso emancipador hispanoamericano,
caracterizada por una política de aislamiento, de neutralidad y en algunos casos hasta de hostilidad, como en el Sitio de Angostura en 1818
y el incidente de la Isla Amelia, en la Florida, entre los patriotas venezolanos y las tropas estadounidenses, en 1817.40
Pero, además, el mismo gobierno británico tenía sus dudas respecto a asistir al congreso y apoyar esa unión, tal como le confiesa el
39
Ibid., p. 740.
Cf. Francisco Pividal, Bolívar: pensamiento precursor del antiimperialismo,
La Habana, Casa de las Américas, 1977, pp. 57ss; Freddy Calderas, Bolívar frente a
Estados Unidos, Maracaibo, Producciones Artesanales Alborada, 1983, pp. 51ss.
40
90
Reinaldo Rojas
propio George Canning, encargado de negocios de la Gran Bretaña a
lord Liverpool en carta del 6 de junio de 1825, al evaluar la asistencia
o no de Inglaterra al Congreso de Panamá. En ella se pregunta: “¿Debemos nosotros mandar algún ministro allá, invitados o no invitados, o
no debemos darnos por enterados? Ambos casos son embarazos: pero
yo me inclino a creer que el último —aunque sea más fácil— es el más
peligroso curso de conducta. Sin embargo, si enviamos, ¿a qué propósito específico?”.41 Igual conducta puede apreciarse en el caso relacionado con la disputa entre Brasil y Buenos Aires por la Banda Oriental
del Uruguay, en cuyo conflicto los ingleses participaban como mediadores, tal como le expone Canning, a lord Ponsonby, encargado de la
mediación, cuando en carta del 18 de marzo de 1826, le señala lo
siguiente: “Nada puede ser de mayor importancia para el Brasil que
lograr que sus disputas con Buenos Aires estén en vías de solución
antes de que se recurra al Congreso General de Estados de Panamá
para que se aboque a ellas. En una asamblea de tal composición, hay
poca duda de que la decisión sería desfavorable para el Imperio del
Brasil”.42
Para una potencia como Inglaterra era preferible moverse en el
continente según sus intereses, sin sometimiento alguno a instancias
colectivas, al contrario de lo que pensaba y aspiraba el Libertador. En
ese momento todavía Inglaterra se presentaba como una aliada natural
para las recién formadas repúblicas hispanoamericanas, como un soporte económico fundamental para afianzar una posición independiente en el escenario mundial frente a España y a la Santa Alianza, factores
que luchaban por la restitución monárquica en Europa. Sin embargo, la
asistencia de Dawkins en Panamá sirvió para que el gobierno británico
hiciera conocer su posición en temas de gran importancia para el momento como su oposición a cualquier proyecto que pusiera a Estados
Unidos a la cabeza de la confederación, servir de mediador entre la
confederación y España en relación con el caso de Cuba, y, lo más
importante, neutralizar la influencia estadounidense y afianzar su peso
como potencia orientadora de los destinos del subcontinente. Como
comenta Kaufmann al analizar aquellos resultados de la diplomacia
británica en Panamá:
El destino de América Latina, como un peso independiente en la balanza
mundial del poder, parecía igualmente asegurado. Bajo la guía de Canning el
41
En William W. Kaufmann, La política británica y la independencia de la América
Latina, Caracas, Universidad Central de Venezuela, 1963, p. 216.
42
En Pividal, Bolívar: pensamiento precursor del antiimperialismo [n. 40], p. 173.
La unidad latinoamericana en el pensamiento de Bolívar
91
prestigio británico en ese distante continente se había elevado a una eminencia inigualada por ninguna otra potencia. En un momento de confiada
complacencia, él pudo regañar a lord Ponsonby por suponer que Gran Bretaña aconsejaría el mantenimiento de la constitución brasileña. Inglaterra,
explicó, tenía una predisposición hacia las instituciones monárquicas; pero
ella no se inmiscuiría en los asuntos internos de América Latina más de lo
que lo haría en los de Rusia.43
Por otra parte, no asistieron los delegados de Buenos Aires, Chile y
Brasil. Buenos Aires decidió no asistir, Chile nombró dos plenipotenciarios pero ante la protesta de Estados Unidos decidió no enviarlos, y
Brasil también nombró sus delegados y luego se abstuvo de mandarlos.44
Los resultados formales del congreso se recogen en el documento
final de la reunión, el “Tratado de unión, liga y confederación perpetua
entre las repúblicas de Colombia, Centroamérica, Perú y los Estados
Unidos Mejicanos”. He aquí sus principales acuerdos.
En primer lugar, el gran objetivo de crear una gran Confederación
de Repúblicas Hispanoamericanas se recoge en los dos primeros artículos del tratado. El segundo dice taxativamente: “El objeto de este
pacto perpetuo será sostener en común, defensiva y ofensivamente si
fuese necesario, la soberanía e independencia de todas y cada una de
las potencias confederadas”, por lo que las partes “se obligan y comprometen a defenderse mutuamente” a través de la formación de un
contingente de fuerzas marítimas y tropas terrestres que puedan intervenir en defensa de aquellas repúblicas confederadas que hayan sido
invadidas o amenazadas por una potencia extranjera.45
A objeto de desarrollar una sola política exterior con respecto a
España, el artículo 10 establece “que ninguna de ellas podrá hacer la
paz con los enemigos comunes de su independencia sin incluir en ella a
todos los demás aliados específicos” y que no tenga por base “el reconocimiento pleno y absoluto de su independencia”.46 El artículo 13
prevé la necesidad de crear una asamblea general permanente que
tenga por fines: 1) negociar futuros tratados entre las partes; 2) contribuir a mantener la paz y la amistad; 3) procurar la conciliación y mediación frente a posibles conflictos; 4) ajustar aquellos tratados que sean
necesarios de establecer durante las guerras que puedan desatarse entre
43
Kaufmann, La política británica y la independencia de la América Latina [n. 41], p. 221.
Ibid., p. 215.
45
Véase Silva Otero, El Congreso de Panamá [n. 32], p. 45.
46
Ibid., p. 46.
44
92
Reinaldo Rojas
las partes contratantes y alguna potencia extranjera, en cuanto a subsidios y contingentes armados.
Todo lo relacionado a la “integridad de sus territorios respectivos”,
el derecho a compartir la ciudadanía, la “completa abolición y extirpación del tráfico de esclavos de África”, la garantía de que el principio
de soberanía que corresponde a cada Estado no será interrumpido por
la confederación y la afirmación de que todo cambio de “forma de
gobierno” significará la exclusión de la confederación y el no reconocimiento del nuevo gobierno, completan el contenido de este trascendental tratado cuya ejecución no se hará realmente efectiva.
Sin embargo, si revisamos los planteamientos que sobre este congreso había puesto a circular el propio Bolívar, nos percatamos de que
la visión bolivariana era mucho más ambiciosa, lo cual se evidencia en
las instrucciones dadas por el Libertador a los delegados peruanos y
redactadas por el general colombiano Tomás de Heras, encargado en
ese momento de las relaciones exteriores de Perú, en donde, además
de procurar la renovación de los pactos de unión, liga y confederación
perpetuas contra España o cualquier otra potencia extranjera que pusiera en peligro la integridad territorial o independencia de cualquiera
de las repúblicas hispanoamericanas, como fue aprobado, se planteaba la publicación de un manifiesto a la comunidad internacional
—semejante al de Monroe en 1823— donde se debía exponer la clara oposición de nuestros países a cualquier futura colonización en el
continente. Asimismo, el Libertador buscaba introducir el tema de la
liberación de Cuba y Puerto Rico, todavía en manos españolas.
Para llevar a cabo este último objetivo, el congreso debía debatir
sobre las operaciones militares a realizarse, los recursos necesarios y si
la independencia iba a ser absoluta o se anexarían estas islas a otra
república hispanoamericana. Los delegados peruanos también debían
promover un acuerdo común dirigido a regular las relaciones
interamericanas tanto en tiempos de paz como de guerra, así como
todo lo relacionado con la neutralidad.
En cuanto a la firma de un tratado de alianza ofensiva y defensiva,
los delegados debían plantear que éste fuera lo más estrecho posible,
con asignación de contingentes para un gran ejército federal constituido por sesenta mil hombres. Y un punto no menos importante, como lo
es la demarcación de los límites territoriales de los nuevos Estados
sobre la base del principio del uti possidetis juris, según el cual los
territorios correspondientes a cada república debían ser los que pertenecieron en su totalidad a las antiguas demarcaciones administrativas
coloniales, en nuestro caso por ejemplo, a los territorios que confor-
La unidad latinoamericana en el pensamiento de Bolívar
93
maron antes de 1810 la jurisdicción político-territorial de la Capitanía
General de Venezuela, creada por Real Cédula el 8 de septiembre de
1777.47
La delegación colombiana, también influida por los propósitos del
Libertador, sumaba a los planteamientos anteriores la abolición del tráfico de esclavos desde África, declarando esta actividad como piratería internacional, punto que fue incluido en el tratado.
Sin embargo, a pesar de este esfuerzo y de la firma del Tratado de
Unión, Liga y Confederación, el Congreso en sí no tuvo la trascendencia inmediata a que aspiraba Bolívar. Por una parte, los gobernantes
estadounidenses habían hecho todo lo posible por sabotear la asamblea. Desde 1822 el Departamento de Estado norteamericano dirigido
por Henry Clay había movilizado toda su influencia a través de sus
cónsules en Chile, Buenos Aires y hasta en Lima y Bogotá con el fin de
demostrar su inconformidad con el proyecto unitario del Libertador, a
quien Richard C. Anderson, ministro de Estados Unidos en Bogotá,
llamaba sutilmente en 1823 “estadista teórico de propósitos flotantes e
indigestos”.48
No estaban de acuerdo los norteamericanos con un organismo
hispanoamericano que pudiera hacerles contrapeso en el continente.
Ya invitados, propugnaban una serie de reservas para con los postulados bolivarianos. Por ejemplo, estaban en contra de un organismo
supranacional cuyas decisiones debían ser acatadas de igual a igual y
obligatorias para todos los signatarios. No estaban de acuerdo con la
insistencia bolivariana de impulsar en lo inmediato la libertad de Cuba y
Puerto Rico, incorporándolas a la confederación hispanoamericana.
No eran tampoco partidarios de discutir la cuestión de la eliminación
del tráfico de esclavos. En este caso, el contenido del informe que
Herman Allen, agente de Estados Unidos ante el gobierno de Chile,
envía a su cancillería en Washington con fecha 20 de marzo de 1826
—tres meses antes del congreso— es revelador de su posición frente
al proyecto anfictiónico bolivariano:
He sido informado de que las autoridades del Perú le dirigieron recientemente a este gobierno una nota en la que lo invitan a nombrar un ministro para
el célebre Congreso de Panamá y en la que le declaran que Inglaterra ha sido
o sería invitada a asistir […] No conozco ninguna orden de conducta que
47
El texto de estas instrucciones puede consultarse en “El Congreso de Panamá:
documentación inédita”, en Archivo Diplomático Peruano, Lima, Ministerio de Relaciones Exteriores, 1942, vol. 4; cf. Silva Otero, El Congreso de Panamá [n. 32], pp. 16-17.
48
En Pividal, Bolívar: pensamiento precursor del antiimperialismo [n. 40], p. 170.
94
Reinaldo Rojas
Chile intente adoptar con respecto a este asunto. Creo que, como Buenos
Aires, ha rehusado enviar miembros a ese cuerpo, no pudiendo ver ninguna
buena razón que cualquiera de ellos tenga de apartarse de ese criterio, tanto
más que de concurrir se sujetarían a los mismos términos que Bolívar imponga a México, Guatemala, Colombia y el Perú. Uniformemente he sostenido
que semejante asamblea sería prematura y no produciría ningún bien: que
las armas de España no pondrían por más tiempo en peligro la independencia de los nuevos Estados; que no existe peligro de intervención en sus
asuntos de ninguna potencia extranjera y que bajo tales circunstancias podrían dirigir mejor sus energías a mejorar sus cuestiones internas antes que
a gastar parte de las mismas en alientos inútiles y quizá perjudiciales.49
Los comentarios sobran, a no ser que sea necesario destacar que no
sólo se trata de un desacuerdo político sino que hay, además, desprecio hacia una iniciativa que no partía del propio gobierno estadounidense. Pero veamos el informe que William Tudor, cónsul de Estados
Unidos ante el gobierno de Perú, envía desde Lima a su cancillería el
15 de junio de 1826, siete días antes de la instalación del congreso:
De los resultados de la primera sesión del Congreso de Panamá necesito
decir poco […] Algunas medidas del Congreso han producido gran enojo y
desilusión aquí, habiendo existido la intención de trasladar sus sesiones a
esta ciudad. La traslación a México demuestra el celo sentido por esa república y por Guatemala por los planes de Bolívar: Chile y Buenos Aires enviarán ahora sus delegados al mismo y todos esos Estados se unirán para
oponerse a la influencia del dictador. Por lo tanto, su ambición puede frustrar la utilidad del Congreso del cual es autor, y cuya idea aumentó justamente su reputación; sus medidas habrían sido más provechosas si no
hubieran favorecido su ambición personal.50
Por otro lado, los intereses regionales, las expectativas de pequeña
nación que impulsaban importantes sectores de la clase dominante en
cada una de las repúblicas hispanoamericanas también llevaron al fracaso el intento de integración. Así, a las “instrucciones” unitarias e
hispanoamericanistas dadas por Bolívar a la delegación peruana, se
interpusieron otras instrucciones, localistas y cerradas firmadas después por Hipólito Unanue y José María Pando, donde se ponía obstáculo a la tesis bolivariana del uti possidetis juris y se disminuía la
efectividad y compromiso de los tratados de confederación.51 La no
49
Ibid., p. 172. Las cursivas son nuestras.
Ibid., pp. 173-174.
51
Cf. Silva Otero, El Congreso de Panamá [n. 32], p. 18.
50
La unidad latinoamericana en el pensamiento de Bolívar
95
asistencia de los delegados argentinos tuvo que ver con la oposición
abierta de Bernardino de Rivadavia, jefe del Poder Ejecutivo de Buenos Aires, quien según Bartolomé Mitre “desechó in limine la idea de
un congreso en cierto modo soberano, árbitro en las cuestiones internacionales, como una imitación inútil y peligrosa del consejo anfictiónico
de la antigua Grecia”.52
Sin embargo, a pesar de estos acontecimientos, el ideal bolivariano
se ha mantenido fresco y vigente hasta nuestros días. El aporte jurídico
dado por Bolívar al derecho internacional americano es de gran trascendencia: en primer término, su principio de solidaridad hispanoamericana defensiva —hoy latinoamericana y caribeña— y que muchos
recordaron ante el fracaso del Tratado Interamericano de Asistencia
Recíproca de factura panamericana, ante los sucesos militares en las
Islas Malvinas entre Argentina y Gran Bretaña.
Otro aporte es la igualdad jurídica de los Estados, posteriormente
recogida como base de la Asamblea de la Organización de las Naciones Unidas, pero dándole a la Asamblea General el carácter de órgano
democrático donde cada uno de los Estados miembros está representado en pie de igualdad jurídica absoluta con todos los demás. La
garantía de la integridad territorial, para lo cual propugnaba el principio
del uti possidetis juris, cuya aplicación sincera y efectiva por parte de
nuestras repúblicas hubiera economizado muchos conflictos armados
a nuestras naciones por cuestiones de litigios fronterizos y territoriales,
es otro aporte bolivariano. También la creación de una reglamentación
legal para la vida y relación de nuestras repúblicas, codificación de
derecho internacional cuyos fundamentos se encuentran claramente expuestos en los Protocolos de Panamá, y en el arbitraje como recurso
general y obligatorio ante cualquier conflicto entre las naciones hispanoamericanas y la conciliación como principio de relación internacional.
El Libertador que siempre soñó con una América unida, “equilibrio
del universo”, hizo todo el esfuerzo posible para llevar a la realidad su
ideal integracionista. Y es en Panamá donde se encuentran las bases
del ideal todavía vigente y cada día más urgente de la unidad latinoamericana y caribeña. Cuando ya se han cumplido los ciento ochenta
años de realización de aquella magna asamblea, Bolívar nos señala el
camino de la confederación como una vía clara y efectiva para defender y profundizar nuestra independencia y avanzar unidos hacia el ver52
Citado por Jesús María Yepes, Del Congreso de Panamá a la Conferencia de
Caracas 1826-1954, Caracas, Cromotip, 1955, p. 45.
96
Reinaldo Rojas
dadero progreso social, en especial, cuando la política exterior de Estados Unidos hacia América Latina y el Caribe puso en la agenda del
2005 la creación del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA),
como parte del llamado “consenso de Washington” firmado en Miami
en 1994, tomando con ello el panamericanismo de nuevo la delantera.
Por ello, en estas condiciones geopolíticas de dimensión continental, hoy más que nunca la Unidad Latinoamericana y del Caribe, desde
la perspectiva de Bolívar, sigue siendo programa de lucha para nuestros pueblos en este siglo XXI que parece estar signado por la consolidación de grandes bloques económicos regionales en el contexto de
una mayor globalización capitalista y la formación de nuevos centros
de poder económico y político a escala planetaria.53
53
Cf. “Potencias emergentes”, Vanguardia (Barcelona), núm. 12 (julio-septiembre
del 2004).
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