ALFONSO VALLEJO TEATRO 1973-1989 Francisco Gutiérrez Carbajo (Coord.) ALFONSO VALLEJO TEATRO 1973-1989 Alfonso Vallejo. Teatro 1973-1989 Primera edición: abril de 2015 © De la obra: Alfonso Vallejo © Coord: Francisco Gutiérrez Carbajo © Edición Punto Didot www.puntodidot.com Sector Oficios Nº 7 28760, Tres Cantos (Madrid) e-mail: [email protected] ISBN-13: 978-84-16031-93-1 Depósito legal: M-7650-2015 Printed in Spain by publidisa No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o cualquier medio, sea este electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, sin el permiso previo o por escrito del editor. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra INTRODUCCIÓN Francisco Gutiérrez Carbajo Catedrático de Literatura Española y Académico Correspondiente por Madrid de la Reial Acadèmia de Bones Lletres. Las décadas en la que Alfonso Vallejo escribe y publica su teatro1 son las más trascendentales en la historia reciente. Los años comprendidos entre 1973 y 2015 han conocido tantas transformaciones en las diversas esferas de la vida y se han desarrollado con una rapidez, un dinamismo y un ritmo tan trepidantes, que han marcado y definido una nueva época sin parangón con ninguna otra de las etapas precedentes. Se ha roto la política de bloques pero se han agrandado las diferencias entre los países del tercer mundo y las naciones más desarrolladas. Se han modificado -no sin tensiones ni conflictos- las estructuras sociales, políticas e informativas. Coincidiendo con la publicación 1 Alfonso Vallejo, con su reconocida maestría y generosidad, ha seleccionado algunos trabajos de los más prestigiosos investigadores del teatro actual que se incluyen en estos volúmenes, los ha ordenado y los ha presentado, siguiendo la cronología de su dramaturgia. Una vez más ha tenido la deferencia de encargarme las introducciones y ponerme en las portadas como coordinador del ingente trabajo que ha hecho él. En la página Web de Alfonso Vallejo se proporciona una información completa de toda la producción y de los estudios sobre el autor. 9 de la última obra de Vallejo, partidos políticos radicales empiezan a gobernar en la democracia más antigua de Europa. Las informaciones proporcionadas por el periodismo de nuestros días, y en general por los diversos medios de comunicación, a la vez que han enriquecido considerablemente nuestro acervo cultural nos han llevado a una desterritorialización del espacio, y más que fijarnos y situarnos en un tiempo concreto nos han instalado en un momento atemporal. La vertiginosidad y la instantaneidad con las que ahora trabajan los medios de comunicación no facilitan en muchos casos la inscripción temporal de las distintas representaciones; y la sobrecarga de datos que constantemente se nos suministra no favorece la necesaria selección que ha de realizarse para situar las cosas y situarnos a nosotros mismos en un espacio y en un tiempo concretos. En estos últimos cincuenta años se ha hecho más perceptible la sensación de que las vidas de las mujeres y de los hombres son cada vez más cambiantes y azarosas, y, como respuesta a esta acuciante inseguridad, se ha insistido en la búsqueda y en la reafirmación de la propia identidad. Búsqueda que, en la etapa posmetafísica, como observa Habermas (1988), responde a las exigencias de cotas cada vez mayores de individualización, autorrealización y autodeterminación. Pero, frente a tales pretensiones, se han reforzado las políticas transnacionales y la globalización. Se han globalizado las medidas económicas, las estructuras políticas, los instrumentos culturales y los medios de comunicación pero también la guerra, la pobreza y el miedo. De todos estos fenómenos constituye un magnífico ejemplo el teatro de Vallejo. Alfonso Vallejo, calificado en alguna ocasión como un autor no realista, es el más realista de todos porque ha sabido representar como nadie esos acontecimientos, indagar en los diversos pliegues y capas de la realidad, y todo ello no de una modo pasivo y acrítico sino activo, crítico existencial y vital. Vallejo es a la vez respetuoso y 10 exigente con todos, empezando por el mismo y eso no por un imperativo ético o religioso sino por una necesidad física y biológica. Se necesitan un temple, una naturaleza y una consciencia extraordinarias para sobreponerse a sí mismo cada día -es decir, para ponerse diariamente por encima de sí mismo- y para sobreponerse a las circunstancias, esto es, sin dejar de tener los pies bien asentados en el suelo y bien desgastados los zapatos de recorrer los más diversos escenarios -desde el hospital hasta la calle, pasando por ateneos, bibliotecas, cines, teatros, tertulias…,- saber sobreponerse a los demás con el único instrumento de su oficio y de su arte. Sin cabildeos, sin integrarse en círculos de poder, sin participar en tribunas políticas y mediáticas, Alfonso Vallejo ha mantenido siempre y mantiene una actitud vertical, que le lleva a no inclinarse nunca ante nada ni ante nadie. En los años en los que desarrolla su actividad Vallejo, muere el dictador Francisco Franco, Juan Carlos I es proclamado Rey; se inicia la transición, en 1978 se promulga la Constitución Española y en 1979 se celebran elecciones generales; se aprueban los Estatutos de Autonomía de Cataluña y del País Vasco, más tarde los del resto de las Autonomías, y en el año 2014 le sucede a su padre en la Jefatura del Estado, Felipe de Borbón, con el nombre de Felipe VI. Se suceden los gobiernos de la democracia, presididos por Adolfo Suárez, Felipe González, José María Aznar, José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy. Al comienzo de esta etapa de la historia de España, y cuando ya parecía encauzado el proceso democrático se produjo el intento golpista del 23 de febrero de 1981, y junto a las fuerzas montaraces de la derecha, el terrorismo de ETA, y de otros grupos radicales, se convierte en un instrumento permanente de desestabilización. Nuestro país va incorporándose al contexto internacional, y el Congreso de los Diputados y el Senado aprueban en 1982 el ingreso de España en 11 la OTAN; la bandera española es izada en el Cuartel General de la organización en Bruselas y los ministros españoles de Defensa y Asuntos Exteriores participan por primera vez en una reunión del Consejo Atlántico. En 1985 se firma el Tratado de Adhesión a la Comunidad Económica Europea- después Unión Europea- ; el 14 de diciembre de 1988 tiene lugar una huelga general contra la política económica del Gobierno, y en 1989 España ejerce durante seis meses la presidencia de la CEE. Cae el “muro de Berlín” y asistimos al fin de la guerra fría. Pero los efectos de la dictadura se dejan sentir bastante tiempo y se modifica no sin traumas ni sobresaltos el tejido industrial aunque continúan los tremendos desequilibrios económicos. En el contexto internacional desaparece la estructura de la antigua Unión Soviética y se constituyen diversas repúblicas independientes. Las repúblicas de la antigua Federación Socialista de Yugoslavia se separan pero los problemas no resueltos causan una serie de cruentos conflictos bélicos, que afectan principalmente a Croacia, Bosnia y Kosovo. En 1991 tiene lugar la guerra del golfo entre Irak y Estados Unidos, ayudado por fuerzas europeas, y en septiembre del 2001 se producen los atentados de las Torres Gemelas de Nueva York, que causan la muerte de 2973 personas y heridas a más de 6000, y que constituyen el fondo de la obra Panic de Alfonso Vallejo. En el 2003 el Presidente de Estados Unidos, apoyado, entre otros, por los dirigentes de Inglaterra y España, ocupa militarmente Irak con el pretexto de que poesía armas de destrucción masiva. En marzo de 2004 tienen lugar los atentados en los de los trenes de cercanías de Madrid con el resultado de ciento noventa muertos y casi dos mil heridos, y en julio del 2005 el del metro de Londres en el que perdieron la vida cincuenta y seis personas y más de setecientas resultaron heridas. Con la misma inmediatez y puntualidad con las que los medios transmitieron en directo la guerra de Irak y los atentados de las torres gemelas, no nos privaron de los espectáculos obscenos del fusilamiento 12 del presidente de Rumania, Nicolae Ceausescu, y de su mujer, Elena; del ahorcamiento del Presidente de Irak, Sadam Husein, y de la captura y muerte en plena calle del Presidente de Libia, Muammar Khadafi. A las “ejecuciones” de rehenes vestidos de naranja perpetradas por cobardes encapuchados, en unas macabras ceremonias inimaginables en el teatro más trágico, han venido a sumarse las de los atentados contra el semanario Charlie Hebdo y el ataque al supermercado judío de Paris, con las consiguientes víctimas. Como contraste y distanciamiento -por utilizar el término teatral de Brecht- hemos asistido, a la presidencia de Mandela en Sudáfrica, el primer mandatario de color en ese país, después de haber permanecido 27 años en prisión, a la presidencia de otro hombre de color en Estados Unidos, Barack Hussein Obama, al florecimiento de las primaveras árabes, con distintos resultados, al casi desmoronamiento de la primera democracia occidental en Grecia y al triunfo en las elecciones parlamentarias de la Coalición de la Izquierda Radical (Syriza), cuando se redactan estas páginas. Esta época, en la que el hombre ha perfeccionado las tecnologías más avanzadas y ha desarrollado las condiciones nunca conocidas de bienestar y de confort, ha desplegado a su vez los instrumentos más sofisticados para su propia aniquilación. En estos años Vallejo desarrolla una labor casi titánica que se concreta en el teatro nada menos que en 36 obras, además de su rica producción poética y de su creación pictórica. Con esta extensa y magistral producción es difícil encontrar un autor que tenga una diversidad-unicidad-especificidad-personalidad tan diferenciada como él. Un dramaturgo con universos tan complejos, con temas tan variados y heterogéneos, con técnicas constructivas tan diversas, con registros formales que recorren todos los niveles lingüísticos y expresivos. La rica, profunda y variada trayectoria de Alfonso Vallejo nos ha demostrado que el teatro es el mejor modelo experimental que tenemos 13 sobre el hombre en todas sus dimensiones: biológicas, culturales, antropológicas, filosóficas y artísticas. El hombre de ahora y el de todos los tiempos; el hombre cargado con toda la responsabilidad de la historia, y, por tanto, “tocado” por las múltiples batallas que ha librado; el hombre mediatizado por viejas escalas de valores, y, por ello, necesitado de una nueva valorización. La persistencia, la tenacidad casi suicida constituye una de las características fundamentales del arte de Vallejo y su constante investigación e indagación lo llevaron a París para ver las construcciones espacio-dinámicas de Malina, como lo condujeron a otros lugares de Europa a desarrollar su trabajo de médico y a conocer las mejores representaciones del arte y del teatro para después incorporarlas a sus obras. Como escribe César Oliva, Vallejo “se adentra en diversas formas de arte, confundiendo adrede sus recursos, de manera que llega a pintar con letras, hace poesía con manchas de color y dibuja intrigas dramáticas” (Oliva, 2002: 289). Alfonso Vallejo puede sentirse muy satisfecho de haber subido a una de las cumbres más altas, luminosas y fértiles del arte español en un territorio en el que dominan la bajeza, el artificio, la esterilidad y el yermo. La extensa y riquísima obra artística de Alfonso Vallejo se nos muestra como un vasto theatrum mundi, un escenario en el que se representan diversos mundos, un espacio por el que deambulan numerosos personajes que, a su vez, se multiplican en otros personajes, unos ámbitos en los que, con los más intensos y trepidantes ritmos, se escuchan variadas músicas, un concierto en suma, que reproduce lo que los grandes maestros, como Skahespeare, Calderón y ValleInclán, desde otros tiempos, lugares y perspectivas, nos ofrecieron de manera igualmente sabia y fascinante. En la inmensa cartografía vallejiana, su teatro es esencialmente abierto y polifónico, desmintiendo en la práctica el argumento de Mijail 14 Bajtín sobre el carácter monologal del arte dramático. Es verdad, como han señalado David Hayman, Huerta Calvo y he argumentado yo mismo -hablando precisamente del teatro de Vallejo-, que Mijail Bajtín, aunque reniegue de cualquier monologismo autoritario, admite elementos carnavalescos en el teatro cómico. Efectivamente, cuando presta atención al drama satírico -el género teatral carnavalesco por antonomasia en la Antigüedad - subraya ya su carácter no monotonal y lo incluye junto a otras formas jocosas, como el diálogo socrático, la diatriba y la sátira menipea en el marco propio del carnaval. El teatro de Alfonso Vallejo, como enseguida detallaré, ha merecido la máxima atención de los más prestigiosos investigadores de Europa y América. Altísima fue la atención que le prestó siempre a su teatro el gran maestro William Layton. He argumentado en otra ocasión que Alfonso Vallejo es uno de los astros más potentes y brillantes del universo teatral contemporáneo (Gutiérrez Carbajo (2011: 87-102). Esa potencia y esplendor creativos son quizás los elementos que deslumbren a los que se acercan a su obra, clasificándola de forma muy diversa. Cada una de sus piezas es diferente de las otras, como cada uno de sus cuadros o de sus poemarios -en los que destaca con igual maestría- es distinto de los otros. Es un fenómeno extraordinario y único que un creador haya podido cultivar durante más de 50 años el teatro, la poesía y la pintura con la destreza, el talento y la gracia que lo ha hecho Vallejo. En el intento de clasificación, Ragué-Arias (1996:193-194) lo califica de “autor isla” y Fernández Santos comenta que ha desarrollado su teatro a través de rampas y accesos entre nosotros mal explorados: “Esto convierte a estos escritos, en medio del monte bajo de nuestra literatura teatral viva en un árbol de tronco raro y solitario, desde el que se explora en el interior de formas escénicas que parecen en España inéditas, no porque carezcan de antecedentes, sino porque éstos son otros que los habituales aquí, y porque tales antecedentes 15 se diluyen tan finamente en las enérgicas maneras del dramaturgo, que éste borra las huellas que deja a sus espaldas y las convierte en herederas de sí mismas” (Fernández Santos, 1985: 8). César Oliva (1989: 450) destaca su carácter de independiente y lo considera un superador del realismo mientras que Enrique Llovet (1980: 12) subraya “su aislamiento de la tensión diaria de las camarillas, rigurosamente contrapesado con una firme atención a cualquier indicación crítica”. A su vez, José Monleón (1978: 11) no duda en proclamar que “nuestro Alfonso Vallejo no se ha visto beneficiado por ninguna coyuntura”. Considerado por la crítica como “escritor de vanguardia” a raíz del estreno de El cero transparente, Enrique Centeno (1996: 233) y Emilio Coco (2000:231) acentúan su condición de “autor independiente”. El propio Vallejo se ha definido a sí mismo como “un escritor solitario e independiente”, no vinculado “a ningún grupo artístico o literario” (Santa Cruz, 1984: 26). Úrsula Aszyk (1995: 200) sitúa su teatro “al borde de la postvanguardia y la postmodernidad”, condición que suscribe John P. Gabriele (2007), y en un sentido análogo, Felipe B. Pedraza Jiménez y Milagros Rodríguez Cáceres (1997) lo incluyen, junto con Eduardo Quiles, “entre los autores apegados a la estética vanguardista”. Ángel Berenguer y Manuel Pérez (1998) lo adscriben a la “subtendencia rupturista”, junto con Francisco Nieva y Ángel García Pintado. Manuel Gómez García (1996: 236) lo sitúa en la “generación de la transición” y para Vilches de Frutos (1999: 7-8), “los textos de Alfonso Vallejo rezuman contemporaneidad. Sus temas pueden presentarse como paradigmas de las preocupaciones del ser humano en la actualidad”. Wilfried Floeck se refiere a la singularidad del teatro de Vallejo y a su distanciamiento de la actividad teatral madrileña dominante por su condición de médico en ejercicio (De Toro-Floeck, 1995: 37). Berta Muñoz Cáliz ha estudiado la recepción del primer teatro de Alfonso Vallejo y reproduce algunas de las excelentes críticas y 16 valiosísimas entrevistas del autor. Comenta, así, las palabras de Carmen García Moya en Diario 16 (18-X-1979) sobre la acogida tan positiva por la crítica londinense de The Guardian, Time-Out o Richmond and Twickenham Times, donde se lo califica como “escritor interesante y lleno de talento”. Se hace eco también del juicio de Eduardo Haro Tecglen -quien se refería de forma conjunta a este autor y a otros como Fernando Arrabal y Agustín Gómez Arcos- y culpaba a la sociedad española, una sociedad “negada, cerrada… suicida”, de que no subiesen sus obras a las tablas. Berta Muñoz comenta también la alta apreciación que el teatro de nuestro autor merece a J. Baumont, César Antonio Molina, Miguel Medina Vicario, etc., y la valoración de su obra por los censores (Muñoz Cáliz, 2005). Dentro del panorama del teatro español del último tercio del siglo XX, Alfonso Vallejo, junto con Sanchis Sinisterra, Alonso de Santos, Fermín Cabal, Romero Esteo, Domingo Miras, López Mozo, Ignacio Amestoy, Sebastián Junyent, y otros dramaturgos, viene siendo incluido en el denominado “nuevo teatro”, cuyos autores más representativos se dan a conocer durante el período de la transición española, aunque la mayoría había escrito ya en tiempos de la dictadura (Oliva 1989). En relación con buena parte de los dramaturgos citados se ha hablado de “la generación más premiada y menos representada” (Miralles, 1977). Ignacio Amestoy (1993: 17) percibe en algunas obras de Vallejo “el perfume del underground, pero ya con unas peculiaridades que van a conformar una punta de postmodernidad”. En el contexto de la generación “underground”, analizada por Wellwarth (1978), Amestoy advierte que, si no supiéramos que Vallejo es español, podríamos perfectamente encuadrar su dramaturgia “en los meridianos de la geografía teatral de los O´Neill, Williams, Miller o Albee”. Los comienzos de la trayectoria dramática de Alfonso Vallejo se inscriben en una peculiar situación de la escena española, estudiada con gran pormenor desde hace ya unos años (Vilches de Frutos-García 17 Lorenzo, 1983; Centeno, 1999) y en un universo de recepción abordado por significativos estudiosos (Álvaro, 1976, 77, 78... Muñoz Cáliz, 2005). Como “rupturista, desafiante y complejo” lo califica Mar Rebollo (2004: 7), mientras que para Enrique Herreras (2008: 25-26) es un “escritor de gran creatividad. Instintivo hasta la médula, su obra nace de corazonadas, pero siempre al lado de un intelecto hecho y derecho”. Al teatro de Vallejo se han referido también atinadamente otros autores cuyos trabajos se incluyen en estos volúmenes, como López Antuñano, Natalia Szejko, Magda Ruggeri, Ester Abreu Vieira de Oliveira, etc. Estas investigaciones recogen la rica, extensa y variada trayectoria de Alfonso Vallejo, que se inicia en el año 1973 y llega -por ahorahasta su última obra publicada, Nagashaki-Macbeth (2014) Fly-By, escrita en 1973, y titulada Vuelomagia, en su versión española, tuvo que ser traducida para ser presentada al público en Londres (1976), en el Orange Tree Theatre, mediante una serie de lecturas dramatizadas con actores de la talla de Brian Cox. Desde entonces pasó a titularse Fly-by. El propio autor nos confirma que asistió a su estreno en Londres y que le sorprendió la profesionalidad de los actores y el finísimo sentido del humor del público. Otro de los autores seleccionados por el Orange Tree Theatre fue Vraclav Havel. Según documenta Berta Muñoz, el estreno de Vuelomagia y El cero transparente en el Orange Tree y la buena acogida de la crítica londinense cogen por sorpresa al público y a la crítica de nuestro país, tal como reflejan varios diarios del momento (Muñoz Cáliz, 2005) La situación inicial de Fly-By guarda ciertas similitudes con la de Bartleby el escribiente de Herman Melville, para introducirnos en seguida en una aventura fascinante. Al final de la acción dramática, como sucede siempre en las obras de Vallejo, aparece un rayo de luz, un punto de fe, no de fe religiosa o filosófica sino biológica y vital. 18 El desguace, escrito en 1974, mereció el Premio Lope de Vega en 1977 y fue estrenada en Manzanares en 1980. Es una de las obras inspirada por la política internacional del siglo XX, y en concreto, por la del imperialismo norteamericano. En El desguace aparecen referencias a personajes como Kissinger, y a las circunstancias que desencadenaron la caída del presidente Nixon, como la guerra de Vietnam y el impeachment. También se mencionan publicaciones que desempeñaron un papel decisivo en la suerte del presidente, como el Washington Post. Pero, como no se trata de la obra de inspiración histórica con intención laudatoria, sino de una comedia con un claro propósito crítico, las hipérboles y las glorificaciones ceden el puesto a los recursos paródicos y caricaturescos. El resultado ha sido una espléndida farsa grotesca con buenas dosis de sátira menipea (Gutiérrez Carbajo, 2004: 78). En el mismo año que El desguace se escribió Psss…, y, como anoté en la introducción, las dos obras apuntan a esa necesidad de construir un hombre nuevo, que, en definitiva, es la proclamación de la irrenunciable fe en la vida. En Psss..., aunque se nos esté hablando casi constantemente de guerras y de revoluciones, lo que está formulándose es una apuesta por la paz y por la vida. Se trata también de una alegoría sobre el poder, en la línea de los clásicos griegos, y también en la de Shakespeare y de Calderón. Entre los antecedentes de Ácido sulfúrico, escrita en 1975, accésit del Lope de Vega, y estrenada en el Teatro Martín de Madrid en 1981, puede citarse, según el propio autor, una película de vaqueros, que vio en el Cine Europa de Madrid. El protagonista de esta cinta, Zuckerman -el hombre de azúcar, en alemán- se convirtió en uno de los personajes de su comedia. En el macrotexto está también implícito un hecho real, el de un individuo que, con un rifle, realizó una matanza en los Estados Unidos de América. La guerra es otro de los telones de fondo sobre los que se iría proyectando el texto teatral. En la entrevista que se transcribe más adelante Vallejo observa que esta 19 pieza tiene algo que ver con el teatro épico, de realidad no identificada sino narrada, externa, con una potencia de fábula o misterio antiguo. Y añade que no puede reducirse el arte o la vida a planes físicos de lógica simplista. Todo es sencillamente misterio, enigma, que rechaza cualquier explicación racional primaria. A propósito de Latidos, escrita también en 1975 -un año que marca un terminus a quo en nuestra historia- realiza Enrique Llovet unas afirmaciones que pueden hacerse extensivas a todo su teatro: “Lo que sucede, es que la “realidad” que interesa a Vallejo no es una antología de materialidades sino la capa singular en que la tal realidad es incidida y llega a contener irrealidades turbadoras. La capacidad de ensueño,-la apetencia de sorpresas, la tensión del hombre insatisfecho arrancan, probablemente, de esa intuición sobre tanta y tanta posibilidad cercana pero desaprovechada. Teatro, pues, de escritor de gran creatividad. / Por otra parte el gobierno interior de una obra, por libremente que haya sido decidido, requiere algo más que ser un escritor. La suma de indicaciones, palabras, señales, inteligencias, caracteres y pasiones, su orden y concierto, exigen un equilibrio, una técnica, un sistema de conocimientos del que dependen nada menos que hacer bien o hacer mal aquello que se decidió hacer. Esta necesidad de una síntesis coherente es tan válida para el orbe patético de Sófocles como para el universo encandilante de Shaw, los abismos de O’Neill, los dolores de Shakespeare, las burlas de Moliere, las noblezas de Calderón o las violencias de Dürrenmatt” (Llovet, 1980: 13). A tumba abierta, escrita en 1976, consiguió el Premio Tirso de Molina en el año 1978 y fue estrenada en el Teatro del Círculo de Bellas Artes de Madrid, dirigida por Carlos Creus. Como ya comenté hace tres lustros, el título tiene un doble sentido: por un lado significa luchar contra el poder sin arma alguna, con la propia vida. Por otro, la palabra tumba es el símbolo de la guerra, de una guerra donde no hay sepultureros que entierren a los muertos. La muerte aparece 20 unida a la guerra y presentada como un proceso desintegrador: “Sabemos que es el fin. Esto se hunde. Se derrumba”, se dice en una ocasión. Y si el suicidio -como en otras obras- se erige en la última defensa del individuo, también aparece la capacidad de rebeldía y la esperanza, representada esta vez en Lázaro y su mujer. A tumba abierta, con toda su complejidad y profundidad, con toda la condena del nazismo y la denuncia del belicismo, tuvo su origen, según confesión del propio autor, en una anécdota taurina. La tragedia, la osadía y la valentía del mundo de los toros, en el que los personajes se tienen que “tirar” a “a tumba abierta”, son ingredientes de clara naturaleza dramática y hasta trágica (Gutiérrez Carbajo, 2001: 41). En Monólogo para seis voces sin sonido (1976), el autor no cuestiona directamente los motivos del desdoblamiento de su personaje; “sólo nos lo muestra roto, desgarrado, incluso corporalmente, despedazado, una de las constantes visuales del teatro de Alfonso Vallejo”, como viene reconociendo la crítica (Bilbatúa, 1979: 11) La mente de Karl se nos manifiesta diseccionada; cada parte puede ser ocupada por un personaje. Esta realidad es la propia de una mente esquizofrénica. Es también un aspecto de la “realidad oscilante”, de la que habla Américo Castro a propósito del Quijote. Al autor le interesa especialmente el funcionamiento del cerebro, y analiza no sólo sus aspectos fisiológicos sino también todo lo psíquico y mental que lo completa y lo constituye. Lo que confiere inicialmente fuerza dramática a la obra es la historia de una venganza; de una venganza que propina un reo al juez que lo ha condenado a muerte por error. Cuando le realizan la autopsia al condenado Sam Hartwig, encuentran en su estómago una carta dirigida al juez Karl Jowialski, en la que además de acusarlo de negligencia, de haber basado su fallo en pruebas falsas, inexistentes e inventadas, se recrea imaginándolo apesadumbrado, mientras él ya estará en algún punto vacío del espacio, en alguna extraña órbita, camino de alguna futura 21 constelación. Pero lo peor de todo es que no sólo ha acabado con un hombre sino con todo un sistema astronómico. El ejecutado llevaba trabajando desde hacía muchos años en un modelo que explicaba la formación de las galaxias, una teoría que iba a interpretar el destino del hombre en el espacio, que iba a ser capaz de dar respuestas a infinitas preguntas sin solución (Gutiérrez Carbajo, 2001: 44-45). Como la mayoría, por no decir la totalidad de las obras de Vallejo, Eclipse, escrita en 1977 es una muestra del mejor teatro, de un teatro de personajes. El autor no obvia nunca los demás parámetros en los que se desarrolla el arte escénico, como el espacio y el tiempo, pero él ha afirmado reiteradamente que su teatro es un teatro de personajes. Un teatro pensado siempre para el actor, que es quien, en definitiva ha de sustentarlo en escena. Eclipse “presenta dos partes claramente diferenciadas: el antes y el después del eclipse que coincide con los dos actos de la representación: en el “antes”, Sarah se presenta muy afectada a la consulta del doctor Moss. Quiere que este le proporcione un remedio para evitar la muerte de su marido, Nick, que, según ella, tendrá lugar al producirse el eclipse. Su madre también murió durante un eclipse de sol, cuando ella era niña, y ya nunca ha podido recuperarse de aquella impresión. Además le declara al doctor que se ha enamorado, loca, perdidamente, “en progresión geométrica”. El médico la explora con detenimiento y le explica que los eclipses de sol no son más que fenómenos astronómicos, puras coincidencias del espacio, sin ningún significado oculto, mágico o premonitorio” (Gutiérrez Carbajo, 2001: 64). La acción de la segunda parte se inicia varios días después del eclipse. Moss y Nana se refieren a algunas de sus consecuencias, como los cambios de personalidad. Acude de nuevo a la consulta Nick, “demacrado, caquéctico, febril”, que asegura padecer una leucemia aguda, y se hace este tipo de interrogaciones: “¿Por qué se ocultan en la oscuridad tantos seres incontrolados?... ¿por qué la pérdida de luz provoca estas catástrofes?”. Eclipse, al igual que 22 Infratonos, está motivada por la experiencia clínica, la experiencia del diagnóstico y del tratamiento de una enfermedad grave, la leucemia. Esta experiencia clínica de sombra y oscuridad puede convertirse escénicamente en una experiencia salvadora, en una mostración de luz y de vida. A esta situación, como en Infratonos, se le añaden los conocimientos de filosofía y de mitología que tiene el escritor y el aprovechamiento dramático de las danzas macabras medievales (Gutiérrez Carbajo, 2004: 73-84). En el subtexto de Eclipse, como ya apuntó Layton, late el mito de Alcestes, la historia del que da la vida para salvar a otro. El mismo año que Eclipse se escribe El cero transparente (1977), una de las obras más conocidas, estudiadas y representadas de Vallejo. Fue Premio Fastenrath de la Real Adcademia Española 1980, ha sido traducida a varios idiomas, y, atendiendo al fructífero recurso del trasvase entre las distintas manifestaciones artísticas, fue adaptada al formato de opera con el nombre de Kiu por Luis de Pablo, que ya había adaptado textos de otros grandes autores, como Juan Gil-Albert, Fernando Pessoa, Vicente Aleixandre, Mercè Rodoreda y Jorge Guillén. En el prólogo de esta obra, José Monleón denunció una realidad, que apenas ha sido corregida: “La situación de Vallejo sería inverosímil si no fuera sintomática. Haber recibido el más importante premio teatral español -el Lope de Vega-, haber sido publicado y estrenado en el extranjero, contar con la estima y el respeto de una serie de gentes cualificadas de nuestro teatro y no haber visto sobre los escenarios del país una sola de sus obras -Cycle, aquella lejana representación, tuvo un carácter esporádico y exigió la traducción al francés- constituye una contradicción que sólo una realidad cultural como la nuestra puede cobijar, e incluso cómodamente” (Monleón, 1978: 9). Y respecto a la obra, escribe, entre otras, estas luminosas palabras: “El hombre, dolorosamente, cruza por la crueldad, la soledad, los formulismos, la muerte, pero, lejos de someterse a la “naturalidad” 23 del ciclo, deja que, desde lo más obscuro de sí mismo, se abra paso otra personalidad agazapada, cuya implacable lucidez se opone a ese “orden del mundo”. Quizá sea, en definitiva, lo que tan apasionadamente explicó Camus cuando se refería a la rebelión metafísica y al rechazo del suicidio como respuesta coherente con nuestra miseria existencial” (Monleón, 1978: 12). De nuevo, el personaje es el núcleo, el centro y el eje de la acción dramática. Como en otras obras de Alfonso Vallejo, en El cero transparente se asiste a una instalación del mito en la vida cotidiana, lo que lleva a constatar la dificultad de su existencia en nuestros días o a descubrir el especial tratamiento al que ha de ser sometido. La estructura mítica del viaje, inspiradora de El cero transparente, ha sido descrita, entre otros por Joseph Campbell, que en su estudio El héroe de las mil caras ha señalado sus fases de separación-iniciación- retorno. Pero en el viaje que emprenden los personajes de esta obra sólo conocen la fase de separación y desintegración. La primera etapa la inician ya una vez que han “cruzado el umbral”, lo que significa el primer paso hacia lo desconocido. La línea del tren atravesará “heladas gigantescas”, desiertos, parajes inhóspitos, ambientes absolutamente extraños para un personaje como Simón, que entiende el lenguaje de los pájaros. Otro personaje, Foster, que es médico, y ha visto morir a cientos de enfermos, que ha vivido instalado en el sufrimiento humano durante muchos años, ha desarrollado un sentido especial para detectar el peligro y percibe en el aire una melodía, un ruido particular, vecino de la muerte. Los personajes están instalados en el reino de la noche. En el viaje que emprenden los héroes épicos, después de esta bajada a los infiernos, y de superar una serie de pruebas, traspasan el umbral del regreso y se reintegran al mundo de la luz (Gutiérrez Carbajo, 2001: 55). Como anoto en La pragmática teatral…, la obra El cero transparente, representada en el Orange Tree de Londres en 1979, en el Círculo de Bellas Artes de Madrid en 1980, y merecedora del Premio Fastenrath 24 de la Real Academia Española en 1981, surgió de varios acontecimientos: de un viaje a París realizado en el tren Puerta del Sol; de la contemplación de una modelo en una revista francesa, que le sirve como motivo para la creación del personaje Carol; del mundo mitológico, y en concreto del personaje de Melampo, que es el que comprendía el canto de los pájaros; del controvertido asunto de la eutanasia, que suscitaba y sigue suscitando encendidas polémicas; del mundo de la neurología, algunos de cuyos representantes más ilustres aparecen en la obra con sus propios nombres: Holmes, Foster, Babinski, etc. El nombre Kiu, con el que se designa el hipotético paraíso al que los locos creen ser conducidos, se lo sugirió al dramaturgo la lectura de un tratado de medicina sobre la esclerosis lateral amiotrófica, una enfermedad rara, que había sido estudiada en las islas Kii del Japón. Al autor le gustó la sonoridad casi onomatopéyica del término y por un efecto de disimilación lo convirtió en Kiu (Gutiérrez Carbajo, 2004: 73-84). Esta misma maestría en el desarrollo de la intriga dramática y en la caracterización de los personajes se despliega en La espalda del círculo y en el resto de sus obras. La espalda del círculo (1978) participa de los rasgos del drama político y del género policíaco. Toda la acción transcurre en la cubierta de un barco, pero este escenario tiene poco que ver con los yates cosmopolitas donde se desarrollan algunos dramas benaventinos o con los marcos neocostumbristas de otros dramaturgos. En la cubierta del barco fluvial “Río de la Caoba”, que realiza un crucero por uno de los impresionantes ríos de América Central, se asiste en La espalda del círculo a la persecución de Klausner -un criminal de guerra- por parte de Helga y Coburn, dos agentes del servicio secreto, dos violentos e implacables cazadores de cabezas. Una alteración profunda de la personalidad -como es la que puede conducir a alguien a convertirse en criminal de guerra- y una lucha implacable para propinar al culpable la pena merecida no 25 puede sino conducir a la tragedia. Y así sucede en efecto (Gutiérrez Carbajo, 2001: 89-90). Un impresionante tratamiento de “los universales del sentimiento”, por utilizar la bella expresión de Antonio Machado, se encuentra también en Infratonos. Esta obra, escrita en 1978, y publicada en 1979, fue estrenada el 1 de julio de 1986 en el Teatro Topo de San Sebastián, dirigida por Miguel Galindo, y en el Teatro Campoamor de Oviedo el 5 de diciembre de 1988, con dirección de Javier “El Moreno”, y ha sido representada con posterioridad en otros lugares. En Infratonos la muerte es una realidad viva, actuante, que convive desde el primer momento con el hombre: “Empezar a vivir es empezar a morir”, como diría Quevedo. Al igual que en la tragedia griega, los personajes presienten su destino, y, en una cuenta atrás, van viviendo su muerte día a día y no luchan por cambiar su trágico final. La muerte -se ha señalado con reiteración- constituye uno de los temas fundamentales de la dramaturgia objeto de este análisis, pero, junto a la presencia de la muerte -y con mucha mayor fuerza- se declara casi solemnemente el entusiasmo y la fascinación ante el misterio de la vida. Alfonso Vallejo ha hablado infinidad de veces de los misteriosos acontecimientos que dieron lugar al milagro de la vida. En algún caso ha recurrido a la comparación clásica de la vida con el teatro, asegurando que la primera parece pertenecer a una estructura de carácter esencialmente dramático, plagada de incidentes inesperados, de desenlaces trágicos o cómicos, donde lo imprevisto, el misterio y la sorpresa forman parte sustancial de la trama y el desenlace. Hubo un momento en el que se produjo una reacción bioquímica que conduciría al desarrollo de la vida. “No existe -aclara Vallejo- materia orgánica viva, sino sistemas orgánicos vivos. Reacciones bioquímicas que excepcionalmente pueden conducir a la aparición de la vida. Y de las innumerables reacciones 26 bioquímicas posibles entre los elementos, sólo alguna, excepcionalmente, puede dar origen a sistemas que se repliquen, persistan y reproduzcan. En algún momento, casi como un milagro estadístico, la vida, que podría no haberse producido, se inició. Nosotros somos el resultado final de toda esa cadena de reacciones. Somos bioquímica viva sobre suelas. Polvo orgánico consciente, capaz de analizar e interpretar el mundo, capaz de conocer, querer y sentir. Somos sistemas bioquímicos altamente diferenciados en consciencía, inteligencia, emoción y voluntad. Todas esas funciones provienen de una víscera eléctrica, plagada de circuitos, programas, memoria, neurotransmisores, flujos informáticos, áreas de asociación donde se integra toda la información y que nos hacen reconocernos como seres vivos, capaces de razón” (Vallejo, 2000: 27). Ese misterio que es la vida, que se produjo “casi como un milagro estadístico”, se aborda desde el punto de vista clínico en Cangrejos de pared (1979), estrenada en el Teatro Calderón de Valladolid el 25 de junio de 1987, dirigida por Tomás Martín. Tom, uno de los personajes sufre una Corea de Huntington, una enfermedad hereditaria, autosómica, dominante, algunos de cuyos primeros síntomas se caracterizan por la presentación de movimientos involuntarios, rápidos, desordenados, amplios y desprovistos de ritmo. En esta enfermedad, como se ha apuntado, influye la herencia con carácter determinante, se acompaña de demenciación y es mortal. De este caso clínico extrajo la historia de las dos familias que aparecen en la obra. La investigadora polaca Natalia Szejko, que comparte la especialidad médica con Alfonso Vallejo, analiza desde esa perspectiva el caso clínico representado en esta obra en su trabajo “La destrucción del personaje dramático convencional en el teatro de Alfonso Vallejo: el yo fragmentado y distorsionado en Cangrejos de pared”. Atiende a las tesis de Robert Abirached sobre la crisis del personaje en el teatro moderno, a las de la postmodernidad de Bauman, y, en el universo 27 de las relaciones interartísticas, que he destacado en varios trabajos, relaciona la obra con la película Oxígeno de Iván Vyrypayev, en la que se produce una acumulación caótica de diferentes estilos, imágenes y sonidos (Szejko, 2014: 363-370). El nombre de la familia Hellman, en la que sobresale la rubia Olivia Hellman, dotada de elegancia y distinción y con un aire ausente y marfileño, está tomado -según me informa el propio autor- de la dramaturga Lillian Hellman (1905-1984), de la que sería pareja el novelista Dashiell Hammet (1894-1961). El propio nombre nos sugiere que va a provocar algo trágico, ya que Hell significa ‘infierno’ en inglés. Por otra parte, el cambio de parejas al que se asiste en Cangrejos de pared está influido por la obra ¿Quién teme a Virginia Woolf? (Who’s afraid of Virginia Woolf, 1962), del dramaturgo estadounidense Edward Albee (Gutiérrez Carbajo, 2001: 67, y 2004: 73-88). A la “destrucción” y “deconstrucción” del personaje teatral presté atención ya hace muchos años, observando que a pesar de que es un elemento capital no resulta fácil determinar su naturaleza y su función ya que en la noción de personaje se incluyen diferentes categorías (Gutiérrez Carbajo, 2001: 141-148). Este elemento dramático fue ya una de las cuestiones más debatidas por los autores clásicos. En la Poética de Aristóteles, la acción es el criterio que permite distinguir la naturaleza del personaje. Este argumento, aunque no siempre haya sido considerado el criterio hegemónico, está presente -junto a la noción de carácter- en Cicerón y en la poética clasicista (García Berrio, 1988: 185). Otros tratadistas consideran la categoría del personaje como una proyección de la personalidad del escritor o ponen todo su cuidado en subrayar los problemas de la psicología de los individuos representados por los personajes. Se inscriben en esta corriente las tesis psicologistas y psicocríticas, derivadas en buena parte de los postulados de Freud, Jung y Adler, y algunas escuelas anglosajonas centradas especialmente en la psicología diferencial. 28 A los enfoques psicológicos apelan también determinadas construcciones semióticas, para las cuales el proceso de constitución semántica del personaje está unido al concepto de identificación, aunque la identidad psico-sociológica se defina como un proceso de comunicación (Fischer-Lichte, 1999: 136). En este sentido, ya G.H. Mead describe la identidad como resultado de un proceso comunicativo, en el cual el individuo toma conciencia de sí mismo, no de forma directa, sino indirecta, a través de los miembros del grupo social al que pertenece. Otros atienden al concepto de identidad (Fischer-Lichte, 1999: 139-140), que encierra una importancia capital para la concepción del personaje en la obra de Alfonso Vallejo, en las que son numerosas las referencias a la existencia humana en los contextos científicos y filosóficos. En relación con la naturaleza del hombre y con el problema de la personalidad, viene repitiéndose de forma recurrente que Ducrot y Todorov (1974: 260) atacan los concepciones que privilegian la perspectiva psicológica, pero a lo que realmente se oponen estos autores es a la reducción del personaje a la simplificación de su personalidad, de la misma forma que otros investigadores atacan frontalmente el determinismo psicológico. En determinadas etapas de la historia literaria, como la realista y naturalista, el teatro se consideró como teatro de personajes, porque solía organizar su trama en torno al mismo. Sin embargo, como explica la profesora Bobes (1987: 193), desde principios del siglo XX y “desde varios frentes se ha producido un verdadero “asalto a la personalidad” y al personaje, y la euforia decimonónica respecto a la posibilidad de crear grandes personajes con vida propia, con perfiles ontológicos, morales y funcionales claros, parece que va decayendo, y una buena parte de la crítica anuncia la desaparición del personaje y otra buena hasta niega su existencia”. Para Anne Ubersfedl (1989:87), que sigue a Rastier (1974), la deconstrucción del personaje clásico fue ya labor de Propp, que puso 29 el acento sobre la acción en detrimento del agente. Rastier lleva a cabo una sistemática deconstrucción del concepto de personaje como estructura mimética, es decir, como ser de ficción creado por copia directa o analógica de la realidad. Sin llegar al radicalismo de Rastier, otros investigadores como Garroni, Rossi Landi y la misma profesora Ubersfeld postulan la desacralización del personaje. Sus argumentos se basan en que este concepto nos llega con una gran carga mixtificadora por haberse apoyado en nociones que hoy estima “superadas” como sustancia, alma y sujeto trascendente (Bobes, 1987:201). No hay olvidar, en ningún caso, que el teatro es representación y en este proceso, como ha sostenido Vallejo, y hemos comentado con reiteración, el teatro adquiere vida en escena, gracias a los actores que encarnan a los personajes. María del Carmen Bobes y García Barrientos (1997: 253) recogen los testimonios de genios del teatro que se manifiestan en este sentido. Meyerhold (1971: 150) afirma tajantemente que “el teatro es representación”, y para Antonin Artaud (1969: 65) “un teatro que subordine al texto la puesta en escena y la realización, es decir, todo lo que hay de específicamente teatral, es un teatro de locos, de invertidos, de gramáticos, de tenderos, de antipoetas y positivistas, es decir, occidental”. Ideas semejantes sostienen Strasberg, Gordon Craig y Adolphe Appia, y en nuestro país ya muy tempranamente advertía Ortega y Gasset que “aun eso que en verdad tiene de literatura no puede contemplarse aislado de lo que la obra teatral tiene de espectáculo” (Ortega y Gasset, 1958). Estas consideraciones, a propósito de Cangrejos de pared son aplicables a todas las obras de Vallejo, entre ellas a Hölderlin (1981) en la que los personajes -en un universo en el que la ficción y la realidad se entrecruzan constantemente- ponen al descubierto sus sueños, obsesiones y delirios. El núcleo estructurador de la obra está tomado de la propia trayectoria vital de Hölderlin. La fascinante historia de amor entre la 30 esposa de un banquero de Gontard, Suzette -que el autor fijará para siempre bajo el nombre de Diótima- y Hölderlin, la reproducen, en el drama de Alfonso Vallejo, Jasha y Carla Borskenstein, aunque en esta obra se cruzan varias relaciones. El personaje del drama vallejiano, Carla, no sólo es estudiosa del romántico alemán sino que además es descendiente de Suzette Borkenstein, de la misma forma que Hasha lo es del propio Hölderlin (Gutiérrez Carbajo, 2001: 92). En el diálogo semiótico que establece una obra se encuentra a veces la presencia de otra obra o de una manifestación plástica. La personalidad del poeta romántico Friedrich Hölderlin (1770-1843) se presta mucho a este fenómeno de intertextualidades y transducciones, y así sucede en efecto con los que podrían llamarse los prolegómenos extra-escénicos del drama de Vallejo. El autor ha confesado que le sirvió de inspiración la fotografía de la torre de Tübingen en la que permaneció Friedrich Hölderlin desde 1806 a 1843, en una locura atravesada por la poesía, con un viejo piano desafinado, que bien podría ser el símbolo de su estado espiritual. Ello le llevó a Vallejo a leer la obra de Hölderlin y a conocer su trayectoria, que le pareció dramática, y a la lectura de la obra de Nietzsche. De todo ello se nutriría el drama Hölderlin (Gutiérrez Carbajo, 2004: 79). La investigadora Natalia Szejko, en un trabajo que se recoge en este volumen, aplica al análisis de Hölderlin algunos de los presupuestos de la hermenéutica de Heidegger. Desde la perspectiva de la hermenéutica de Heidegger, Schleiermacher, Gadamer y de otros autores, cuyas bases ya sentó Aristóteles en el libro traducido al latín como De interpretatione, puede enjuiciarse la obra Orquídeas y panteras (1982), estrenada el día 25 de mayo de 1984 en el Teatro Español de Madrid. Schleiermacher, que propicia el nacimiento de la hermenéutica moderna, quiso que esta ciencia se 31 convirtiera en “el arte de evitar el malentendido”, que pare él tiene dos vertientes: la gramatical o lingüística y la psicológica. Aplicados estos presupuestos a la obra de Vallejo, no basta con la interpretación literal, sino que tenemos que intentar “adivinar” el pensamiento del autor para lograr una explicación correcta del texto. Con un enfoque pragmático, y consultando al autor, he podido deducir que la pieza Orquídeas y panteras dramáticamente constituye un desafío, semejante al de Sol ulcerado. Cuando en sus talleres el dramaturgo va construyendo Orquídeas y panteras, está planteándose el reto de elaborar un melodrama, una tragedia melodramática atravesada por un realismo de tipo psicológico. La inspiración, como en otras obras, se la proporcionó una imagen plástica. En este caso se trataba de la ilustración en una revista italiana de un edificio en construcción, que le impedía a un vecino ver el mar. El vecino entabla un recurso y gana el pleito para que sea volado el edificio. Ello le dio la ocasión de reproducir dramáticamente un espacio en el que situar a Berto Leone y a sus hijas Tina y Julia. En el subtexto de Orquídeas y panteras late la historia del drama de Shakespeare El rey Lear y sus hijas. En la obra de Vallejo puede rastrearse también la influencia italiana representada por la mafia (Gutiérrez Carbajo, 2004: 79). Gadamer, que retoma los presupuestos ontológicos de Heidegger, anota que la interpretación y la comprensión deben dirigirse a la “cosa misma”, ya que quien lee un texto o ve un espectáculo realiza continuamente reconstrucciones del sentido total, aunque reconoce que no podemos comprender si antes no poseemos una serie de juicios previos -prejuicios en su sentido literal- que nos permitan interpretar. Al enfrentarse a la interpretación de Hölderlin y de Orquídeas y panteras diferirá notablemente la interpretación del que conozca la trayectoria del romántico alemán y la obra de Shakespeare El rey Lear de la explicación del que se acerca a ellas sin estos conocimientos previos. 32 Atendiendo al distinto horizonte de expectativas y a su particular enciclopedia cada lector-espectador realizará una interpretación diferente aunque no sea opuesta. En esta misma línea puede situarse lo que Gadamer denomina “anticipación de la comprensión”, es decir, el conocimiento previo que nosotros proyectamos en los propios textos para interpretar su sentido. Umberto Eco en Lector in fabula y posteriormente en Los límites de la interpretación sostiene que la lectura, la producción, y la interpretación están ligados al proceso de cooperación: “El texto no puede ser otra cosa que la estrategia que constituye el universo de sus interpretaciones -sino legítimas, sí legitimables”. En Opera aperta (1962) Umberto Eco defiende el papel activo del intérprete en la lectura de textos dotados de valor estético. En escritos posteriores se ha extendido sobre la idea peirceana de una semiosis ilimitada. En su aportación al Congreso Internacional sobre Peirce de la Universidad de Harvard (septiembre de 1989) intentó demostrar que la noción de semiosis ilimitada no conduce a la conclusión de que la interpretación carezca de criterios. Afirmar que la interpretación (en tanto característica básica de la semiosis) es potencialmente ilimitada no significa que la interpretación no tiene objeto, y que fluya sólo por sí misma (Eco, 1992). Quizá por este motivo, se plantea Gadamer el problema de las interpretaciones incorrectas, problema que, según él, solo puede salvarse recurriendo a la autoridad o a la tradición. Más que la autoridad como un proceso que reconoce la razón del otro, me interesa subrayar lo de la tradición: “Los seres humanos somos interpretados por nuestra tradición. Los presupuestos con que enfocamos el mundo y el presente vienen heredados del pasado, pero los presupuestos con que contamos no son elementos pasivos o agotados….” (Bernárdez, 2000: 61). 33 En el proceso de interpretación yo subrayaría la herencia, pero no solo la herencia histórica, sino la herencia genética, atendiendo a una de las acepciones que le asigna el Diccionario de la RAE: “Conjunto de caracteres que los seres vivos reciben de sus progenitores”. En la obra de Vallejo la genética es fundamental, y lo es porque así lo ha comprobado en su experiencia clínica de más de cuarenta años. Si en lugar de tener como referente la hermenéutica de Gadamer o de Habermas, se aplica a Hölderlin, a Orquídeas y panteras y a otros textos de Vallejo la hermenéutica de Paul Ricoeur, habría que centrarse en esa filosofía que está motivada por una intención ontológica y preguntarse por el “yo” que subyace en esas obras. Paul Ricoeur invierte el axioma de Descartes y en lugar del cogito ergo sum propone sum ergo cogito. Para Ricoeur la identidad es inseparable del lenguaje Pero ¿cómo puede interpretarse la identidad del yo problemático de Hölderlin o la de los personajes de Orquídeas y panteras? En nuestra labor interpretativa, como se desprende de los textos de nuestra autoría recogidos en estos volúmenes, más que formular aseveraciones categóricas proponemos siempre hipótesis conjeturales o abductivas. Así he procedido en mi análisis de Sol ulcerado, Gaviotas subterráneas y del resto de las piezas. Sol ulcerado (1983), atendiendo a la autoridad de la tradición postulada por Gadamer, puede considerarse un buen ejemplo de la instauración del mito clásico en un escenario contemporáneo y cotidiano. El elemento edípico constituye el substrato de la obra, expresado de forma muy plástica en las palabras de Choco, después de consumar la relación con su madrastra: “Tú ya eres mía. Puedes hacer lo que quieras, intentar lo que quieras... Será inútil. Ya no tienes más que un corazón. El que siempre has tenido. Uno solo y para mí. Me amas. Lo he visto. Lo he notado en mi cuerpo, en cómo me abrazabas, en cómo me besabas. Ahora no tengo duda ninguna. He sido expulsado del Paraíso y ahora he vuelto a entrar en él. He vuelto a ti. Tú eres 34 mía y yo soy tuyo. Nadie volverá a interponerse entre nosotros... Ya somos dos anulando sus distancias, formando uno, porque somos el mismo de forma diferente»” (Vallejo, 1986: 78). Que el amor tiene un componente de destrucción es algo que viene repitiéndose desde la poesía petrarquesca, la literatura mística, la lírica romántica, hasta llegar a uno de los libros más hermosos de la literatura contemporánea, como La destrucción o el amor, de Vicente Aleixandre. En la entrevista realizada por Rosana Torres en El País, al director y al autor, el día anterior al estreno de Sol ulcerado (Teatro Alfil de Madrid el 9 de noviembre de 1993), Alfonso Vallejo le confesaba que el teatro es más que un género literario: “Además hay que ser hombre de teatro, manejar cuestiones intuitivas, conocer al hombre de escena, y no olvidar principios actorales, ritmo, intensidad teatral, técnica dramática”. Por su parte, el director Jesús Cracio subrayaba su tesis sobre el papel de los actores: “Por el movimiento al conocimiento”. Y en cuanto a la dureza del texto no pretende en ningún momento mitigarla el director: “Al contrario, este es un espectáculo duro, y la puesta en escena remarca esa dureza, apunta hacia eso; queremos lograr una función agobiante, que acongoje, que deje al público petrificado en la butaca, que emocione y remueva tantas pasiones como las que van a estar sobre el escenario”2. Alfredo Amestoy, comentado la puesta en escena de Gaviotas subterráneas y de Sol ulcerado, escribe unas palabras muy esclarecedoras, que se recogen en este volumen. Un hecho real motivó la creación de Gaviotas subterráneas (1983), que se estrenó en la Sala Olimpia de Madrid en 1987, y ha sido representada en Nuremberg en 1989 y en otros muchos lugares. Se trata de un nuevo caso tomado de la crónica policíaca: el de un individuo 2 Entrevistas de Rosana Torres, El País, 8 de noviembre de 1993. 35 que simula el accidente del coche que ha caído por un acantilado en Alicante e intenta cobrar el seguro de vida a través de la mujer. El dramaturgo trasladó el asunto al universo escénico, y con el telón de fondo de la crónica negra, construyó una obra sobre la amistad que une a dos hombres desde la etapa de la infancia (Gutiérrez Carbajo, 2004: 80). La verdad, el conocimiento, la realidad y el teatro dentro del teatro son los ejes estructuradores de Monkeys (1984). Pero, como en otras obras, las cuestiones ontológicas y gnoseológicas aparecen envueltas en una atmósfera festiva, casi carnavalesca, cuando no hay guiños a autores clásicos como Quevedo. El teatro de Alfonso Vallejo que, a pesar de su absoluta modernidad e incluso postmodernidad, asume en muchos casos los presupuestos del teatro clásico, en la línea de la tradición señalada por Gadamer, suele limitar en escena el número personajes. Ignacio de Luzán, citando a los primeros teóricos del teatro, hacía ya especial hincapié en este aspecto. Entre los preceptos de Horacio figuraba el que no representasen juntas en el tablado más de cuatro personas: ne quarta loqui persona laboret. Y Luzán añade: “Porque en pasando de tres que hablen es confusión y embarazo para la representación” (Luzán [1737-1789] (1974: 393). Vallejo parece atenerse a estas normas. En Monkeys nos encontramos en una escena totalmente vacía a Lukas, un hombre alto, impasible y tremendo, a Tano, un tipo atlético, a Grinta, que el autor califica como “una fiera” o “una daga”, y a Kala, a quien considera “una gran mujer, bella, fina, atractiva y natural”. Ellos son los encargados de plantear esos problemas gnoseológicos y ontológicos señalados, y ellos son los responsables de que su discurso reproduzca o no su propia vida. La vida es precisamente la primera cuestión que se plantea nada más iniciarse el diálogo, y se hace desde la perspectiva y desde los parámetros habituales en el autor. Se aborda el problema de la vida como algo misterioso, ante lo que se experimenta perplejidad y asombro, deslumbramiento y admiración (Gutiérrez Carbajo, 2001: 70). 36 En un contexto gnoseológico atravesado por una higiénica práctica lúdica, frente a la “Teoría del Desconocimiento” que defiende Tano, Lukas opone una “Metafísica de la Ignorancia”. Con una entonación semejante, el Alberto Caeiro de Pessoa sentencia: “Bastante metafísica hay en no pensar en nada” (Pessoa, 1985: 33). Desde esa misma perspectiva de lo paródico, se apela a los criterios de autoridad que recomienda algún nombre ilustre de la hermenéutica, y se recurre en este caso a Kant, Husserl, Copérnico, Einstein, e incluso a Lucifer. Las relaciones interpersonales, que urden la trama de esta y de otras obras de Vallejo, se representan magníficamente en Week-end (1985), que, según el propio autor, constituye el intento de redefinición escénica de una relación de pareja. Se trata del matrimonio que se devora, que se divide, que se mata por la simple cotidianidad. Vallejo parte de la hipótesis de unos Romeo y Julieta de nuestros días sometidos y ahogados por las leyes de la mera convivencia. Si en Historia de una escalera, Buero Vallejo presenta la trágica repetición de las mismas frustradas aspiraciones de una generación en la siguiente, en Week-End la pareja, ya frustrada, intenta revivir sus primeras ilusiones. En una atmósfera asfixiante Nox y Luria se debaten entre el tedio y la incomprensión. Como en Las afinidades electivas de Goethe, la presencia de otra pareja en escena podría introducir una brizna de aire fresco y modificar la situación. Pero el discurso de Nila y Karny se asemeja notablemente al que ha mantenido la otra pareja. Karny comenta que, entre dos personas, que llevan tanto tiempo conociéndose y desconociéndose, no haría falta ni hablar para entenderse. Lo importante sería callarse. Nila aboga por encontrar una solución. Ella necesita saber dónde se halla, qué hace y para qué lo hace. Desea, en suma, salir de la confusión; necesita aire y vida. Karny insiste en que somos confusión; lúcida confusión pero laberinto al fin y al cabo. 37 Al autor le interesa dejar planteados en la escena los problemas de la identidad y de la alteridad, de la confusión y de la incomunicación y que el lector-espectador los interprete según su propia enciclopedia, en el sentido señalado por Umberto Eco. Los personajes, en un alarde de contorsionismo van formando con su cuerpo un laberinto semejante al de su propia mente, y se retuercen de forma desgarrada, intentando liberarse de sí, pero formando nudos humanos cada vez más complejos y densos. Parece que van a desaparecer, atrapados en sus propias identidades y en sus propios cuerpos (Gutiérrez Carbajo, 2001: 87-89). La vida y sus erratas, como diría Caballero Bonald, vuelve a representarse en Espacio interior (1986), que, como otras obras de Vallejo, se desarrolla en un doble escenario: en la parte izquierda está ubicado el compartimento de un vagón de metro de características ultramodernas; la parte derecha está ocupada por la sección del vestíbulo de cualquier casa dividida en dos secciones, una con muebles convencionales y otra con un mobiliario extraño. Ambos espacios son simbólicos. Alfonso Vallejo, que incorpora en otras ocasiones los hallazgos de la fenomenología de Husserl, subraya en Espacio interior determinados aspectos del ensayo de ontología fenomenológica de Jean Paul Sartre, titulado precisamente El ser y la nada. Como en Husserl y en Sartre, la conciencia en la obra de Alfonso Vallejo, es siempre conciencia de algo. El personaje en este teatro se muestra en todo momento vigilante, vigilante del exterior y sobre todo atento a los vaivenes de su propia conciencia. El personaje vive y actúa teniendo en cada instante conciencia de su propia vida. Es lo que Sartre llama el «ser para sí» en oposición a la materia o a los animales que constituyen el «ser en sí». El ser que se resiste a tomar conciencia de sí mismo y especialmente de su libertad se sumerge en lo que Sartre denomina «mala fe». 38 En las palabras del personaje del Enmascarado resuenan los ecos de la nada. Como diría el mismo Sartre, todo sucede como si el ser estuviera rodeado por una suerte de «abrazadera de nada». Esa nada viene representada en el filósofo francés por las diversas posibilidades que tiene el hombre de elegir, es decir, por su libertad. En Vallejo, la nada y el vacío, a pesar de adscribirse, de alguna forma, al esquema diseñado por Sartre, están representados fundamentalmente por la amenaza del no~ser, por la posibilidad de que se quiebre ese difícil hilo del que penden nuestras vidas. De la oquedad y del vacío puede librarnos la presencia del otro. Siguiendo con el pensamiento de Sartre, el «ser para sí» no es más que una etapa; es preciso llegar al ser «para otro». De esta forma se salvarían las posturas solipsistas, que en algunos momentos llevaron a mentes tan altas como las de Descartes o Spinoza, a sostener que no hay más conocimiento que el que se tiene de sí, por sí y para sí. El Enmascarado anima a Pal a librarse de ese solipsismo, porque hace perder consistencia, dimensión y conciencia (Gutiérrez Carbajo, 2001: 80-82). Clásico como Esquilo, Sófocles, Eurípides y Aristófanes, medieval como el Arcipreste, renacentista como Rabelais, áureo como Shakespeare, Lope y Calderón, ilustrado como Diderot, D’Alembert, Voltaire, Rousseau y Montesquieu, renovador de teatro contemporáneo como Valle-Inclán, Strindberg, Ionesco, Beckett, Genet y Pinter -comparaciones todas caprichosas, ya que el arte diferenciado y único de Vallejo no admite tales símiles- él ha sido y es un clásico y será siempre un adelantado. Alfonso Vallejo, un auténtico autor de raza, parte siempre de la mejor tradición y sabe presentar y representar con maestría, ritmo y gracia el mundo de ayer, de hoy y de siempre. Y además, su sabio instinto anticipatorio nos está anunciando ya el mañana. Con este sentido anticipatorio, Vallejo ha marcado en la dramaturgia una línea siempre ascendente, indagando sim parar, investigando, oliendo esencias 39 siempre nuevas, abriendo constantemente frentes, marchando con ruido pero con furia, ofreciendo a todos su arte y su trabajo, que es, en definitiva, la mejor respuesta que puede darse a las preguntas que se hace a sí mismo y a las interrogaciones que nos formulamos los demás. Si en estos tiempos tan complejos como sorprendentes se ha postulado un tipo de práctica escénica cuyos resultado y proyecto de construcción no estén ni sospechados, ni contenidos, ni anunciados en el texto dramático, la escritura de Alfonso Vallejo tiene previsto todo aunque nunca se convierte en un dogmático, en un pedagogo ni en un normativista. Todo lo contrario, la propia solidez del teatro del teatro Alfonso Vallejo, en lugar de imponer normas, introduce deliberadamente dudas e interrogaciones porque en ellas se basa en buena parte el conflicto de la acción dramática. Los espacios se multiplican y se atraviesan, los conflictos se suman y se cruzan mediante líneas de representación secantes y tangentes, y el decurso de la acción abandona a veces la temporalidad lineal e isócrona a favor de una temporalidad que podría denominarse paradójica. El papel sobresaliente que le concede a los personajes, el perfeccionamiento de diversos procedimientos para indicar las relaciones temporales (relaciones de simultaneidad o sucesión, inserción de anacronías anticipadoras o retrospectivas...) origina una mayor flexibilidad en la organización de la representación escénica y una mayor potenciación de todas las virtualidades expresivas del discurso dramático Con la redefinición y representación de todos estos conceptos, Alfonso Vallejo convierte su teatro en una indagación en los asuntos más importantes de la existencia, en una iluminación, en un rayo de fe en la vida. La dramaturgia vallejiana constituye una invitación a ser más sabios, más sanos y mejores ciudadanos. Una invitación semejante a la que formuló don Pedro Calderón de la Barca: “De esta vida disfrutemos el rato que la tenemos”. 40 REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS ÁLVARO, F. (1976). El espectador y la crítica. Año XVIII (El Teatro en España en 1975). 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OBRAS DE TEATRO DE ALFONSO VALLEJO POR AÑO DE ESCRITURA Selección 1973.- Fly-by 1974.- El Desguace 1974.- Psss… 1975.- Ácido sulfúrico 1975.- Latidos 1976.- A tumba abierta 1976.- Monólogo para seis voces sin sonido 1977.- Eclipse 1977.- El cero transparente 1978.- Infratonos 1978.- La espalda del círculo 1979.- Cangrejos de pared 1981.- Hölderlin 1982.- Orquídeas y panteras 1983.- Gaviotas subterráneas 1983.- Sol ulcerado 1084.- Monkeys 1985.- Week-end 51 1986.- Espacio interior 1989.- Tuatú 1995.- Crujidos 1996.- Kora 1998.- Jindama 1999.- Ébola-Nerón 2001.- Panic 2003.- Hiroshima-Sevilla 6A 2004.- Katacumbia 2005.- Culpable¿ 2006.- Una nueva mujer 2007.- El escuchador de hielo 2010.- Ka-OS 2013.- Tiempo de indignación 2013.- Duetto 2014.- Nagashaki-Macbeth 52 ALFONSO VALLEJO Teatro 1973-1989 Volumen I 1973.- Fly-by .......................................................................................... 59 1974.- El Desguace ................................................................................ 97 1974.- Psss… ........................................................................................ 111 1975.- Ácido sulfúrico ........................................................................ 117 1975.- Latidos ....................................................................................... 143 1976.- A tumba abierta ....................................................................... 155 1976.- Monólogo para seis voces sin sonido ................................... 159 1977.- El cero transparente ................................................................ 179 1977.- Eclipse ....................................................................................... 205 1978.- La espalda del círculo ............................................................. 211 1978.- Infratonos ................................................................................. 217 1979.- Cangrejos de pared ................................................................. 223 1981.- Hölderlin .................................................................................. 239 1982.- Orquídeas y panteras .............................................................. 257 1983.- Sol ulcerado .............................................................................. 265 1983.- Gaviotas subterráneas ............................................................ 273 1084.- Monkeys ................................................................................... 285 1985.- Week-end .................................................................................. 297 1986.- Espacio interior ........................................................................ 303 53 PUBLICACIONES DE TEATRO DE ALFONSO VALLEJO VALLEJO, ALFONSO - (1977). 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Tiempo de indignación (2013)Edición y prólogo: Francisco Gutiérrez Carbajo. Madrid: Editorial Didot. Ediciones Bohodón - (2014). Nagashaki-Macbeth. Edición y prólogo: Francisco Gutiérrez Carbajo.Madrid: Editorial Didot. Ediciones Bohodón. 57 Fly-by Año de escritura (1973) PERSONAJES: RECAREDO BALTASAR MIRINDA DOCTOR PATIENT PELÁEZ ANTOLÍNEZ ESCENOGRAFÍA: Escena vacía. Marco de una ventana colgando en el vacío. El efecto se puede solucionar con luz. PUBLICACIÓN: (1986)Madrid: Ed. La Avispa, Colección Teatro. nº 21. En www.obrascompletasalfonsovallejo.com y otros enlaces posibles en www.alfonsovallejo.com ver Volumen III 59 .-Francisco Gutiérrez Carbajo: “Fly-By”, que anteriormente se había titulado “Vuelomagia”, en su versión española, tuvo que ser traducida para ser presentada al público, en Londres (1976), en el Orange Tree Theatre, mediante una serie de lecturas dramatizadas con actores de la talla de Brian Cox. Desde entonces pasó a titularse “Fly-by”. Tuvo éxito, al parecer, como lo atestiguan las críticas correspondientes, las entrevistas que te hicieron. Me gustaría saber si estuviste en el estreno, qué impresión te produjo la respuesta de la gente, qué pensaron los ingleses de esta extraña obra con una simbología tan peculiar. .- Alfonso Vallejo: Fui a Londres. Sí. Y me sorprendió la calidad de los actores. Según me explicaron allí, se trataba de profesionales vinculados al Orange Tree Theatre, que participaban en estos intentos de buscar nuevos caminos al teatro, de presentar materiales nuevos, con rasgos atípicos o vanguardistas. Me sorprendió al principio en las entrevistas que insistieran tanto en saber si era un exiliado político o había estado en prisión. En seguida comprendí que el tema de la obra, un hombre que intenta volar sin alas, lanzándose al vacío, y al que disparan desde el suelo cuando lo consigue, intentaban ponerlo en relación con el fallecimiento de Franco en 1975. Otro de los autores seleccionados fue Vraclav Havel, en ésta o en otra oportunidad. También me sorprendió el finísimo sentido del humor del público, captando todos los matices, incluso los más latinos y surrealistas, tipo Gila o Tip y Coll. Incluso Jardiel. Humor que yo no había adquirido mediante lecturas, sino sencillamente viviendo en Spain, donde la gracia es casi mandataria 60 por no decir obligación para cualquier ser que se precie de su normalidad mental. .- Francisco Gutiérrez Carbajo: Creo que la obra se repuso posteriormente. .- Alfonso Vallejo: Así fue. La dirigió Isobil Nisbet, en 1978, también como un ciclo completo de lecturas dramatizadas, durante varias semanas, a las que también asistí. Y posteriormente en 1979, se estrenó en “double bill” como dicen allí, en montaje convencional, con una escenografía minimalista pero muy eficaz, junto al “Cero transparente” (“Zero line”) dirigidas ambas por Julia Pascal. Quedó muy bien. Sam Walters, el director del teatro, un tipo extraordinario, capaz de desplazarse como pez en el agua por todo tipo de terreno dramático, invitó a cenar a un grupo de actores y directores a los que había interesado el montaje de los dos textos. Algunos conocían otras obras mías porque les habían llegado a través del Orange Tree. Les interesaba fundamentalmente la imaginación, lo imprevisto, lo mágico. Gente que aparece a través de una pared, personajes que inician su andadura desde una torre eléctrica, entre cortocircuitos y estallidos, en medio de una guerra. Uno de ellos me pidió “A tumba abierta” para intentar montarla. “Por la perfección. Por ahí es por donde hay que empezar.” Recuerdo sus palabras. Yo le dije que yo me contentaba con la buena voluntad. Me parece que no le caí muy bien. James Saunders, uno de los autores que trabajaba con el grupo, un personaje misterioso, con algo de sabio hindú, me comentó que “Fly-by”, el fenómeno de volar, la levitación era algo que todos conocíamos muy bien. Y no era tan sorprendente. 61 Que la obra era una alegoría con mucha carga dramática y gran sentido del humor. Lo cierto es que le habían puesto un toque a lo Harold Pinter que por entonces, y ya desde hacía años, estaba muy de moda. Autor al que yo había empezado a admirar al principio de los sesenta. En 1963 pude asistir en Paris a uno de los éxitos del momento. “L´amant” y “La Collection” interpretados a lo parisino, con otro aroma y mejor sabor. Había asistido ese mismo años en Straford upon Avon al Ricardo III, por la Royal Shakespeare Company. ¡Qué maravilla¡ Qué recuerdos tan profundos y deliciosos. ¡Cuánto se puede aprender de lo que está bien hecho¡ Y a veces con eso basta. Francisco Gutiérrez Carbajo: En mi artículo “La pragmática teatral en Alfonso Vallejo” en Anales de Literatura Española, 17 (2004),pp.73-88 comentaba en la página 76 sobre “Fly-by”: “Determinada por las circunstancias coercitivas de la Dictadura, el autor se propuso, mediante una metáfora, realizar un canto a la libertad. La obra, como ha explicado Víctor García. Catena, sufrió los trámites de la censura, que realizó algunos cortes pero que, afortunadamente, no supo ver su sentido político, lo que hubiese supuesto una mutilación mayor o incluso su prohibición. En la pragmática de la obra destacan experiencias vividas por el autor, entre ellas la impresión proporcionada por las dos primeras autopsias que vio en Medicina Legal en el año 1965. La autopsia de un individuo, que llegó a casa «con unas copas de más» y se prendió fuego, y la de un portero que se subió al séptimo piso de un edificio y se precipitó al vacío. Un cadáver quemado y otro politraumatizado constituyen, por tanto, elementos implícitos del texto teatral, unido al ambiente burocrático de los Ministerios. El individuo quemado 62 está también en la génesis de una obra no conocida de Vallejo, titulada El Bernardo, para cuya construcción el autor visitó la patria de Bernardo del Carpio. Fly-By es una de las piezas más conseguidas de Vallejo; hasta el punto que ha intentado una reelaboración de la misma y no la ha rematado.” En el libro que publiqué sobre tu obra en el 2001 «Teatro contemporáneo: Alfonso Vallejo» Universidad Nacional de Educación a Distancia. Madrid, 2001, escribí que según tú: «lo que nos define no es sólo lo que tenemos, sino, sobre todo, aquello que nos diferencia y que nos falta. Muchas de estas carencias constituyen los materiales básicos de sus obras. Es difícil encontrar mejores cimientos para construir la fábula de la vida.» Y también realicé, en la página 35, una descripción de la obra en los siguientes términos: Sí en algunas comedias de Alfonso Vallejo se alude a la metáfora del vuelo, como forma de evadirse de la realidad o como una vocación insoslayable de libertad, en Fly-By esta metáfora constituye el núcleo central del argumento. Pero aquí el tropo pierde su carácter abstracto y se materializa: los hombres vuelan en realidad, aunque ese vuelo acarree consecuencias desastrosas. Baltasar, uno de los protagonistas, lleva más de veinte años trabajando en el mismo despacho del ministerio de Trabajo con Recaredo y jamás le ha dirigido la palabra y ello, a pesar de las súplicas de su compañero: «La vida pasa... los años suceden a los años... caen las dictaduras, ruedan las cabezas de los dictadores por el suelo, se va acabando la energía, y usted y yo seguímos aquí... así, día tras día en el más completo de los silencios... como si Nada» (Vallejo, 1986: 9). La situación inicial guarda ciertas similitudes con la de Bartleby el es- cribiente de Hermán Melville. Cuando Baltasar se decide a hablar, argumenta que ha estado calculando la altura y el ángulo precisos para poder volar. Y de la forma más natural, 63 pone su plan en práctica. Ya en el hospital, intenta convencer a Recadero, a Mirinda, al doctor y al ministro de Trabajo, de que ha experimentado un impulso hacia arriba y de que conseguirá volar. «¿Sabe lo que dicen los de la oposición? —le replica el ministro— ¡ Que tiramos por la ventana a los empleados disidentes!». Pero Baltasar no sólo no cede en su empeño sino que contagiará su tesón a Recaredo, al director del manicomio donde es ingresado y al mismísimo ministro. No pueden resistir ese impulso, a pesar de «haberse colgado limones en las orejas para no oír y de haber negado la máxima evidencia con la máxima negación» como dice el doctor. En una acción dramática, que refleja la delicuescencia de la realidad fenoménica frente a la percepción alucinatoria, los personajes pretenden la realización de la utopía. La necesidad de encontrar una salida a una existencia absurda convierte de nuevo a la locura en la metáfora esencial. Esta metáfora sigue plasmándose de forma carnavalesca al comienzo de la segunda parte cuando el ministro Antolínez llega al hospital. El propio doctor ha de reconocer ante el representante de la Administración que él mismo ha sido objeto de un ataque de locura y que por eso ha arrojado pacientes por la ventana. Sin embargo, sus funcionarios están bien, todavía se encuentran escayolados, y no podrán saltar al vacío ni intentar escaparse. Al ministro le parece que todos se han vuelto locos, que todos sufren delirios de esquizofrenia. Si Erasmo de Rotterdam ([1511], 1995) considera la locura como la fuerza dominante en el gran teatro del mundo, como «el resorte oculto de la vida», la osadía de Alfonso Vallejo —una de las constantes de su dramaturgia— consiste en poner al descubierto esta fuerza latente que rige las conductas. El conflicto —otro de los elementos rectores de la comedia vallejiana y del teatro en general— se manifiesta en Fly-By cuando se hace patente lo latente. Erasmo escribe en Elogio de la locura que «no hay truco ni afeite en ella, ni disimula en la frente lo que siente su corazón». Alfonso Vallejo suscribe estas palabras, y en su obra, como en la de Erasmo, tras el elogio de lo que se presenta como un comportamiento patológico, hay un afán de conocimiento y un deseo de encontrar y manifestar siempre la verdad. Baltasar, y 64 los que lo han acompañado en sus comportamientos socialmente extravagantes, han dado salida a sus instintos reprimidos y han realizado la aventura del vuelo. La osadía de estos funcionarios y del propio ministro de Trabajo suscitan los celos y el posible cruce de competencias del ministro de Aviación, que no duda en acudir al lugar de los hechos. Peláez, el ministro de Aviación, le confiesa a Baltasar que han estado analizando sus fórmulas matemáticas, y aunque se muestra de acuerdo con sus teorías, está interesado en saber qué hace falta para poder volar. Baltasar contesta escuetamente: «Tirarse». Y luego, a instancias del ministro, explica que el hombre vio en el aire la única forma de sobrevivir. Es el miedo lo que hace mover los brazos con rapidez suficiente para elevarse... Se llega a un punto en que se nota un impulso hacia arriba (Vallejo, 1986: 36-37). Relata los diversos intentos por volar y la sensación de plenitud cuando por primera vez logró elevarse. Se siente algo mágico que te sujeta por debajo... y tú estás arriba... por encima de todos los mortales..., suspendido..., etéreo... intangible..., casi inmortal. Peláez, el ministro del Aire, está dispuesto a llevar a cabo la experiencia, a penetrar en el ministerio planeando entre aplausos, y no cree que las piedras que tiene en la vesícula sean un impedimento para ello. Peláez se arroja por la ventana y perfora con su cabeza el capó de un coche. Su vuelo frustrado le lleva a acusar de asesinos y terroristas a los inductores. Escayolados en dos camas contiguas del hospital, los ministros Peláez y Antolinez declaran a la prensa que todo ha sido fruto de una mente enferma, de un soñador delirante, de un psicópata grave de alta peligrosidad social. Para sofocar los focos de rebelión surgidos en distintos puntos del país, dispuestos a volar, esclavos de un ansia metafísica incontrolable, ya disponen de una respuesta: «... ¿Se puede concebir un hombre totalmente libre? ¡No; esa es la respuesta! Eso es libertinaje y no libertad (... ) Ese hombre anárquico, incontrolado, sometido al único destino de su albedrío, supone un peligro para nuestra convivencia» (Vallejo, 1986: 42). El periodista insiste en que la gente cree estar en presencia de una revolución decisiva en la historia del pensamiento humano, y que hay quien asegura que Baltasar es un 65 profeta, un mesías, mitad hombre y mitad pájaro, enviado a la tierra para redimirnos de nuestra esclavitud. Unas secuencias más adelante la acción se traslada al hospital donde Mirinda, la mujer de Baltasar, acuna un enorme huevo de avestruz y le dirige una serie de palabras, en un principio sin significado aparente, pero más tarde con un sentido que denota verdadero amor maternal. La conversación de la madre con el doctor discurre por los terrenos de la parodia. Mirinda recibe la visita de Peláez, Antolinez, Baltasar y Recaredo, estos dos últimos con pijamas de locos. Baltasar pregunta por el otro gemelo, y le aclaran que está en la incubadora. Baltasar acaricia al hijo en la cuna, y le silba con ternura. El resto de los personajes silba también y pronuncia palabras onomatopéyicas. Fuera se oye la marcha militar que acompaña a un desfile. Los ministros desde las ventanas arengan al público y están dispuestos a demostrar que «el hombre es más que un mamífero absurdo (... ) que es el dueño del espacio..., que hay en sus aspiraciones eternas e insondables ansias de infinito » (Vallejo, 1986: 46). Los momentos magníficos y grandiosos nunca está desprovistos de tintes trágicos. A pesar de ellos, está vez el final apunta a la utopía de la creencia en que el hombre o el pensamiento acabe «elevándose alto, muy alto, camino de algún punto desconocido, ingrávido, etéreo, libre». ¿Qué te parecen estos comentarios hoy en día, catorce años después? Alfonso Vallejo: Los suscribo. Con dos líneas incluso. Y aunque personalmente no le tengo miedo a la muerte natural, «como Dios manda», porque como ya te he comentado anteriormente, para mí, la muerte no existe, y no es más que falta de vida. Todo es siempre pura transformación. La realidad casi no existe. Lo que existen son procesos que siguen a procesos, instantes que siguen a instantes, sistemas 66 cambiando a sistemas. Quien pueda explicar por qué es así, en el universo entero, que levante la mano y le den 8.563 Premios Nóbel. Yo, que no soy más en un mono con gafas y poco dinero, lo siento, no lo entiendo. Pero sí entiendo que todo este encadenamiento de procesos inexplicables que forman la vida y la conciencia, en algún momento tiene que acabar. Tiene que tener una fecha de caducidad para dar origen a otros interminables procesos, ya sin ti. «Yo no le temo a la muerte/ porque morir es natural.» como decía la letra flamenca. Catorce años después de esta digresión te diré que no estoy más cerca del fin (que también) sino que estoy más convencido de lo que digo porque tengo más experiencia. Y la experiencia es un tesoro, algo que no se puede comprar. Y efectivamente no nos damos cuenta que nuestro cerebro viene de la primera célula viva que se formó en la Tierra hace muchos millones de años. Directamente. En línea directa. Y que hemos heredado materia viva de una serie interminable de animales acuáticos, terrestres, sapiens, menos sapiens, ridens, habilis, eticus y stupidus. Y en consecuencia en los cien mil millones de neuronas y el billón de sinapsis que tenemos en el cerebro… existe un “follón”… pero un “follón” de tal categoría, que es mucho mejor no escarbar mucho por lo que pueda aparecer. Menos mal que nos enseñan a leer, a escribir y en España, a conducir por la derecha, a pagar los impuestos y a temer a la Guardia Civil de carretera. Porque si no esto podría ser… un espectáculo. Hablamos del mundo racional habitualmente, de las dietas hipocalóricas y del nuevo bronceador. Pero lo que llevamos dentro… lo que llevamos dentro… es para tenerse miedo. Yo hablo siempre de la realidad, de lo que veo. Pero también de lo que falta, del no-ser, del hueco tremendo que llevamos 67 dentro y nadie puede llenar. Conflictos humanos desde luego. Pero llevados al borde de sí mismos, a la línea de fuego desde donde pueden echar a volar. Esto, como bien claro queda, no es más que una declaración de buenas intenciones. Lo que ha salido después… vaya usted a saber… Francisco Gutiérrez Carbajo: En el mismo libro cuando trato el «Itinerario por los temas de la dramaturgia de Alfonso Vallejo» (p.33) escribo refiriéndome a «Fly-By» (p.36) «En una acción dramática, que refleja la delicuescencia de la realidad fenoménica frente a la percepción alucinatoria, los personajes pretenden la realización de la utopía. La necesidad de encontrar una salida a una existencia absurda convierte de nuevo a la locura en la metáfora esencial.» Me gustaría que comentases algo sobre este extraño fenómeno: un autor que concluye su primera obra en 1961, “Cycle”, escrita en francés, y estrenada en 1963 en el Instituto Francés de Madrid, dirigida por el autor, con actores franceses, tiene que esperar a ser estrenado quince años después en Londres, en uno de los teatro más vanguardistas y reputados de la ciudad. ¿Cómo ocurre algo así? ¿Por qué? ¿Cuáles han sido los mecanismos que han conducido a esta extraña paradoja? Alfonso Vallejo: Permíteme que antes de contestarte que te refiera en la página 177, un fragmento de la tesis sobre mi teatro que realizó José Leonardo Ontiveros G. y que te dará una idea de cómo me sitúa Ángel Berenguer, que analiza el teatro español 68 de la transición en su libro: EL TEATRO DE ALFONSO VALLEJO DURANTE LA TRANSICIÓN POLÍTICA ESPAÑOLA (1975-1982): REFORMA Y VANGUARDIA. “Vallejo resulta un caso único dentro del teatro español; sabemos que ha sido médico en ejercicio desde hace treinta años y que ha combinado su profesión con la de autor teatral. Escribe sin obedecer a fórmulas, tampoco sigue modas teatrales; no escribe para un grupo determinado, ni para ninguna élite. Su lenguaje escénico es bastante disímil de las prácticas escénicas que se realizaban en la España de la transición y de la postransición democrática. Para conocer la tendencia teatral en que se desenvuelve el autor nos guiaremos por el estudio que han hecho Ángel Berenguer y Manuel Pérez, sobre las tendencias del teatro español durante la transición política. Ellos acotan que: En efecto las tendencias (Restauradora, Innovadora y Renovadora) y subtendencias del teatro de la transición política transponen, a través de las creaciones de los dramaturgos encuadrados en ellas, diferentes visiones del mundo que se corresponden con algunos de los sectores de mentalidad establecidos en la sociedad española del período, traduciendo con especial énfasis el elevado peso específico de las realidades políticas y sociales en un momento de singular relevancia en la transformación de la convivencia política (1998:38). En ese estudio, Vallejo es ubicado dentro de una subtendencia llamada rupturista, la cual está dentro de una tendencia general llamada tendencia renovadora. Dentro de esta tendencia están ubicados autores como Fernando Arrabal, Luis Riaza, Luis Matilla, José Rubial, Rafael Alberti, Salvador Espíritu, Els Joglars, La Cuadra, Francisco Nieva, Ángel García 69 Pintado, entre otros. Todos estos autores propugnan un teatro completamente ajeno a las propuestas escénicas del momento, no obedecen a modas teatrales y se concentran en mostrar en escena, obras desprovistas de cualquier lógica. Son obras irreales, surrealistas y superrealistas. Aquí la historia ya no es importante y lo que se pretende, más allá de conseguir que la sociedad se auto-confirme como tal, es que dicha sociedad se sienta insegura de sí misma. Este teatro busca poner en estado de shock a la sociedad, para que despierte y salga de su estado de confort. Esta tendencia huye de las fórmulas del teatro psicológico y busca, a través de la muerte de la palabra y de la utilización de un lenguaje experimental y ceremonial, la provocación y la confrontación. Sobre esta tendencia Berenguer afirma que: En ella se incluyen, pues, las creaciones de un corto número de autores y grupos que manifiestan a través de sus obras una actitud de radical alejamiento con respecto a las esferas temáticas y estéticas presentes en el resto de la creación teatral, produciendo una obra no interesada en transponer alguna de las visiones del mundo vigentes en el conjunto social en cuyo seno tienen lugar los cambios políticos del período. Dicha actitud va a ser materializada a través de lenguajes escénicos situados al margen de los cauces de comunicación teatral aceptados por la lógica, el realismo o la práctica común, y dotado de una evidente audacia expresiva y de un atestiguado carácter experimental (Ibid.: 134-135). Alfonso Vallejo es perfectamente clasificable dentro de esta tendencia, su estilo parece apuntar directamente hacia esa línea rupturista. Su lenguaje escénico es violento y escatológico, nos muestra un mundo apocalíptico y al hombre desintegrado. 70 En sus obras El Cero Transparente, Ácido Sulfúrico y El Desguace utiliza «un lenguaje verbal descoyuntado, que sirve bien a la impresión de violencia destructiva que transmite sus obras» (Ibid.: 139). En efecto, el tema de la violencia es una de las constantes dramáticas de Vallejo; en su obra está siempre presente todo tipo de actos violentos: violencia verbal, violencia gestual, violencia psicológica, etcétera. Este tema es recurrente en esta tendencia teatral y está presente en otros autores como Nieva y Arrabal. Siguiendo esta idea de clasificar a nuestro autor es importante señalar que sobre la dramaturgia de Vallejo existe un estudio pormenorizado y extenso realizado por Gutiérrez Carbajo (2001), quien afirma sobre este aspecto que: Se viene insistiendo en que el teatro de nuestro autor es un teatro antirrealista o idealista. Yo pienso por el contrario, que nos encontramos con el teatro más realista de la escena española. Un realismo donde tiene cabida la realidad aparencial pero también la metarrealidad y la subrealidad (2001:18). Vallejo, en efecto, mezcla en sus obras varios planos de la realidad. Ellos se confunden y generan una atmósfera caótica. Sus personajes transitan por estadios que van desde lo racional hasta lo irracional, desde la locura a la lucidez, hasta pasar por momentos líricos, de ensoñación y de esperanza. En relación a la temática de sus obras podemos afirmar que es siempre constante: la lucha del hombre por la libertad; sin embargo, no podemos decir lo mismo del género de las mismas, Vallejo cambia el tono de una obra a otra de manera radical. Tampoco podríamos decir que existe una primera o segunda etapa dentro de su dramaturgia, ni que 71 tenga un método preestablecido de escritura. En relación a esta idea, Vallejo afirma que: No existen diferentes períodos en mi dramaturgia. Cada obra sigue su propio camino. Yo no escribo con arreglo a fórmulas o tendencias. Siento que hay algo que expresar teatralmente. El inicio de cada obra es prácticamente imprevisible. Una sorpresa. Una noticia en un periódico, un hecho histórico que me llama la atención, una mirada en el autobús, un incidente cotidiano o social que me impacta. La regla es que no que no hay regla. Los términos heterogéneo, policromático, multidisciplinario, poliédrico me convienen. Tampoco existe una continuidad en el género o en el tono de las obras. Puedo pasar de una obra compleja, tremenda y dura a una situación de humor por ejemplo en la siguiente (A. Vallejo, comunicación personal, 22 de febrero 2005). Así es como consta en la página 180 de dicha publicación. Y más adelante, en la página 182, afirma Leonardo Ontiveros: “Vallejo reacciona frente a un entorno que lo agrede, frente a una sociedad que conculcaba los derechos ciudadanos como lo fue la dictadura franquista. Vallejo nos enumera y describe los distintos motivos que le hacen empuñar su fusil de ideas contra la intolerancia y la ortodoxia. Sobre este tema él mismo nos afirma que: Me impresiona la facilidad con que se manipula nuestras creencias, nuestros hábitos, nuestras raíces. Me sorprende la facilidad con que hablan los decidores, los sabihondos, los que conocen la verdad y te la explican. Me irrita la facilidad con que se determina lo que tú debes hacer, lo que te puede 72 convertir en un ser asocial, lo que debes comer, leer, pensar. Cualquier persona con un espíritu crítico desarrollado, y un sentido de la independencia suficiente, puede ver cómo mucho de lo que se habla y dice depende de una cultura del terror, de la domesticación en masa, del aniquilamiento del individuo. El libre pensador, el franco tirador, el hombre auténtico que busca la verdad en su propia raíz, con frecuencia, no es destruido, simplemente ignorado. Dejado morir por no pertenecer al grupo correspondiente que dirige la situación en ese momento. Todo se ha convertido en producto, en mercado, en consumo. (A. Vallejo, comunicación personal, 22 de febrero, 2005). (p 183) Y a continuación pasa a declarar (p.183) que: “…a pesar del poder que ejerce el sistema para destruir y convertir al hombre en un ser unidimensional, todavía podemos seguir confiando en las infinitas capacidades que él tiene para ser libre. Vallejo descubre que el teatro es un medio experimental muy eficaz para saber cómo y qué es el hombre. Utiliza este medio expresivo para conocer al ser humano ya que, al igual que el teatro, somos cambio, evolución, acción, desarrollo y transformación. Tiene sus coordenadas y objetivos bien claros, sabe muy bien cuál es su dirección escénica y conoce claramente lo que busca al estructurar sus obras del modo que lo hace. Su teatro está muy lejos de ser un teatro del absurdo o nihilista, sin objetivos y sin propósitos, etiqueta que algunos críticos le han querido endilgar. A este respecto Vallejo acota que: 73 Mi teatro es voluntad de progreso, lucha contra el oscurantismo, la ignorancia y la superstición. Y por lo tanto, todo mi teatro, mi poesía y mi pintura van en la misma dirección: descubrir el sistema para reconocernos, incluso en los lados más oscuros de nuestros cerebros, y transformarnos en algo nuevo, diferente, algo mejor. La idea de libertad, de justicia y solidaridad, se hallan en la raíz de todo lo que intento expresar. Pero además (…) otras muchas cosas de carácter emocional, que no tienen cabida en la teoría cognoscitiva, y que pertenecen al dominio de lo oculto, lo irracional, animal y secreto (Ibidem). En su teatro asistimos al choque de fuerzas ocultas que quieren destruir al hombre. Vallejo las pone al descubierto. Disecciona al hombre para que aflore todo su material psíquico. Desea reformar, o más allá de reformar, lo que quiere es que el hombre sea de nuevo ubicado en el centro del mundo. La sociedad moderna en que vivimos ha convertido al hombre en un ser unidimensional. Al hombre se le ha encerrado en un laberinto sin salida. Vallejo desea que la sociedad y el hombre avancen hacia un mundo nuevo, quizás utópico, pero distinto. Para Vallejo, en la raza humana existe una necesidad biológica de libertad que le hace desafiar la fuerza de la gravedad, como es el caso del personaje Baltasar en Fly -By. En el hombre existe una gran capacidad de tolerancia frente a la adversidad, sin embargo, esta tolerancia tiene cierto límite. (p.183) Y contestando a tu pregunta inicial, debo decir lo que pienso: Lo que ocurre en un escenario no tiene que ver con nada. Con nada de nada excepto con el teatro, con la representación. 74 Los actores que allí se suben no tienen que ver con nada. Son seres diferentes. Entes teatrales que no representa a nada ni a nadie. Entes únicos, sin rastro de realidad, pero siempre de carne y hueso. Un misterio. No hay nada más que decir. Y todo este asunto depende muchísimo del actor. Un mismo personaje escrito puede pasar de ser detestable a ser una maravilla. Una grandísima parte depende del actor. Insisto en lo que ya he dicho muchas veces: escribo teatro para actores. Para que ellos puedan dar vida sobre una escena a seres humanos más verdaderos que en la vida real. ¿Cómo se consigue esto? Ahí está la cuestión de la cuestión. Como dijo “Guadiana” un día: «Esto es un don que nos ha dado Dios a los gitanos». Todo, casi sin excepción, es un problema de don. Todo se puede aprender, pero si no existe una predisposición innata, natural, los resultados pueden llegar. Pero casi nunca a un nivel excepcional. Francisco Gutiérrez Carbajo: Sigamos en esa línea. La creación de personajes ¿es un don personal con el que se nace o se puede aprender? Alfonso Vallejo: Las combinaciones pueden ser múltiples. Por una sencilla razón: teatro es todo aquello a lo que uno quiere llamar teatro. Sin limitación. Como ya se ha dicho: todo puede ser teatro pero no cualquier cosa. Pero cualquier cosa a la que se llame teatro tiene que interesar. Todo esto también se tiene que ver panorámicamente. Una misma función puede no gustar un día en un lugar preciso. Y a los pocos días, con mínimos 75 cambios y otro ritmo e intensidad, puede cambiar totalmente y «agarrar». El concepto de «impredecibilidad» tiene mucho que ver con el teatro, que es algo que nadie sabemos bien qué es, y que además resultar ser muy sensible. Depende de muchísimos factores. El país, la época, el gusto del momento, la ciudad, la localización del teatro, los acontecimientos recientes, el tipo de dirección actoral, el clima dentro del grupo, la publicidad, etc. Hay personajes que eran creíbles y dejan de serlo. Personajes bien diseñados pero muertos. Y nadie sabe por qué. Estereotipos. Caricaturas. Prototipos ya conocidos y usados. Seres huecos, sin vida propia. Sin contar con la imbricación con los otros personajes. A veces no existe correspondencia. Y a veces demasiada. Estamos ante un terreno cambiante, inestable, que evoluciona rápidamente como la misma sociología. En meses, a veces en días. Un simple acontecimiento político, un accidente de amplia repercusión pública, una catástrofe o una situación de crisis, altera la recepción de un espectáculo. Por qué un personaje «funciona» y otro no, sigue siendo un misterio. Pero no hay duda que el personaje «militante», con rasgos originales y propios, inmerso en un conflicto creíble, reconocible y concreto, tiene mucho a su favor. Francisco Gutiérrez Carbajo: ¿Crees entonces que una de las claves de una buena obra radica en la construcción de unos personajes con «personalidad»? Alfonso Vallejo: Sin duda ninguna. El problema estriba en eso que tú llamas «personalidad», que podría traducirse por «interés». Personajes 76 interesantes. Y eso sí que es un don. Y para mí un misterio. Por qué un personaje con dos o tres intervenciones en una obra queda perfectamente definido y además te «agarra », lo ves «creíble», interesante, «verdad» y estás deseando que vuelva a intervenir, eso no tiene explicación. Por qué otro personaje, igual un protagonista, a pesar de largos parlamentos e importantes toma de decisiones a lo largo de la obra, resulta «falso», antipático y «cargante», eso sí tiene explicación: no está bien escrito. Francisco Gutiérrez Carbajo: ¿Ha cambiado la definición psicológica de los personajes con el paso del tiempo? Alfonso Vallejo: Sin duda ninguna. Cada época ha «reconocido» mejor a ciertos modelos caracterológicos y los ha dado como válidos. No hay que olvidar que la definición de un personaje viene marcada por el conflicto en el que se encuentra inmerso. Y el interés por los conflictos ha ido cambiando según el desarrollo social del país, su latitud, su historia, sus costumbres y creencias. Un corte sustancial se ha producido después de la segunda guerra mundial. Y el teatro de Beckett es el mejor exponente de ello. Han surgido personajes muy interesantes pero con una definición psicológica «incierta», hechos de dudas y cierto malestar, sin posiciones concretas, deslizándose en un mundo de alusiones y silencios. Se ha producido una fragmentación social. Ha cambiado la definición de las clases, de los grupos, de los roles de género, de las señas de identidad. La función de los medios de comunicación ha sido decisiva en toda esta evolución hacia una nueva forma de relación entre las sociedades. Y en consecuencia los conflictos 77 y los personajes que participan en ellos, se han diversificado. Yo no creo que hayamos llegado «al punto final de la evolución ideológica de la humanidad y a la universalización de la democracia occidental como forma última del gobierno humano». Y pienso que vivimos un tiempo de relativa incertidumbre. Pero otras alternativas son posibles. Y como ha ocurrido siempre en la Historia, se dará con ellas. Giddens define en su libro de Sociología la Postmodernidad como: «Tendencia que propugna que la sociedad ya no se rige por la historia o por el progreso. La sociedad posmoderna es muy plural y diversa, y carece de «grandes narrativas» que guíen su desarrollo». Me parece evidente que el pluralismo y la diversidad son dos de las características claves que permiten entender la evolución teatral de ciertos personajes y conflictos. Aunque conviene no olvidar que las personas siguen siendo orgánicamente lo que siempre han sido. Por lo cual la situación actual no dejará de ser una «época» que generará otras alternativas de estilo y concepción artística. Francisco Gutiérrez Carbajo: Has mencionado la palabra conflicto. ¿Crees que es algo esencial en el teatro? Alfonso Vallejo: Total y absolutamente. Sin «cuestión» no hay respuesta. Sin enfrentamiento no puede haber resolución. Y sin resolución no existe punto final. Se puede ver como se quiera, pero hay algo absolutamente evidente. La gente tiene que llegar a una hora. Pero en algún momento tienen que irse. Todos juntos. No uno a uno a lo largo de la función, como cuando la obra es un fracaso. Tiene que haber un final. Por tanto, en cualquier 78 tipo de teatro tiene que existir un término. Y sin oposición de fuerzas, sin coexistencia de contradicciones no puede haber teatro. Porque se convierte en un sermón, en otra cosa distinta. Por lo cual lo primero que tiene que saber un autor es: ¿En que consiste el combate o el desacuerdo? ¿Dónde se va a celebrar la «pelea»? Y sobre todo ¿cómo? ¿Con qué estilo? ¿A cuántos asaltos? ¿Quién va a ganar? ¿O van a perder todos? O en otras palabras, conviene tener en mente dos grandes preguntas: ¿Qué? y ¿Cómo? Sin «ring» no puede haber teatro. Por lo menos a lo que yo llamo teatro. Aunque el ring puede desde luego ser un lugar sin fronteras, imaginario, invisible, construido con matices, insinuaciones y pequeños temblores del espíritu, claro que sí. Francisco Gutiérrez Carbajo: ¿Qué tipo de conflictos te interesan? Alfonso Vallejo: Todos sin excepción. Y el conflicto de la ausencia de conflictos, también. La destrucción del individuo por exceso de bienestar, también. La obesidad, la hipertensión, la diabetes y la idiocia espiritual, también. Francisco Gutiérrez Carbajo: ¿Qué ha sucedido entre 1961 en que escribes tu primera obra en francés “Cycle” y 1975, prácticamente quince años después? ¿Qué has intentado? ¿Qué has hecho para estrenar? Alfonso Vallejo En 1973 tuve la oportunidad de dejar “Fly-by” a una gran persona, Álvaro Custodio, un hombre muy entendido y experto, 79 que trabajaba por entonces como lector en una agencia cinematográfica que se encontraba en la Gran Vía, pasado Callao a la derecha. Me dijo que la obra era buena. Que valía. Pero que no encontraría respuesta. Que lo tenía que intentar fuera. Salí del despacho y me fui andando a la Cervecería Alemana, en la plaza de Santa Ana, a buscar un traductor. Di con Mary Jo Oxtoby. Me facilitaron direcciones de teatros en Londres interesados en el teatro de vanguardia. Y empezó mi lucha por buscar un sitio fuera. Desde entonces, todo lo que escribía, tenía su versión inglesa, con frecuencia alemana, a veces francesa e incluso italiana. Romper. Salir. Intentarlo fuera. Nada sencillo. Algo muy difícil. Pero cuando llegó el estreno de Fly-By y el Cero transparente, ya estaban circulando en Londres, versiones de Fly-by, el Desguace, Psss… , Ácido sulfúrico, Infratonos, etc. Tuve mi “momentito” como dicen los flamencos. Y un “momentito” de calidad, bastante bueno. Me hicieron miembro miembro de la Writer´s Guild Association of Great Britain. Etc. Francisco Gutiérrez Carbajo: ¿Cuál ha sido la intervención de la Censura durante el tiempo de la Dictadura respecto a tu obra? Alfonso Vallejo: Me voy a remitir al excelente estudio respecto a mi teatro respecto a su valoración por la censura escrito por Berta Muñoz Cáliz en su tesis doctoral. BERTA MUÑOZ CÁLIZ Universidad de Alcalá Facultad de Filosofía y Letras Departamento de Filología 80 EL TEATRO CRÍTICO ESPAÑOL DURANTE EL FRANQUISMO, VISTO POR SUS CENSORES Director: ÁNGEL BERENGUER FUNDACIÓN UNIVERSITARIA ESPAÑOLA Alcalá, 93 MADRID, 2005 CAPÍTULO TERCERO LOS ESTRICTOS LÍMITES DE LA “APERTURA” II. LOS AUTORES ANTE LA CENSURA (PÁGINA 261-265) 8. ALFONSO VALLEJO A pesar de que Alfonso Vallejo comienza a escribir en los años sesenta (escribe trece textos entre 1960 y 1973)1, y de que seis de sus obras fueron presentadas a censura entre 1964 y 1977, ninguna de ellas subió al escenario en la España de Franco, si exceptuamos las esporádicas representaciones de Cycle (obra escrita en francés y estrenada en el Instituto Francés en 1966), La sal de la tierra (estrenada en el Teatro Beatriz, en función única, en 1965) y, aún mientras existía la censura, Ácido sulfúrico (en la RESAD, en fecha tan tardía como junio de 19772). Aunque la única obra presentada a censura en el período que ahora nos ocupa (La sal de la tierra) fue autorizada en 1964, hasta diez años después no vuelve a presentarse ante la Junta ninguno de sus textos. En esos años, sus obras no sólo no alcanzan el estreno comercial, sino que ni siquiera se difunden en los circuitos del teatro independiente, ni se dan a conocer en las revistas especializadas como Primer Acto o Yorick 81 ni en las colecciones teatrales del momento. No será hasta la Transición cuando sus textos comiencen a ser premiados y cuando se produzca su primer estreno significativo, El cero transparente (1980), que supone para muchos el descubrimiento de este autor. Por tanto, y a pesar de que ya en la Transición también se le prohíbe algún texto, la censura no va a ser el principal problema que impida la difusión de su obra. Debido a este desconocimiento de su obra, el estreno de Vuelomagia y El cero transparente en el Orange Tree en 1979 y la buena acogida de la crítica londinense cogen por sorpresa al público y a la crítica de nuestro país, tal como reflejan varios diarios del momento; así, Carmen García Moya escribe en Diario 16: “Mientras la crítica teatral londinense de The Guardian, Time-Out o Richmond and Twickenham Times califica a Alfonso Vallejo de ‘escritor interesante y lleno de talento’, en España es un completo desconocido”3, y en ABC, Ángel Laborda encabezaba su columna con el título “Alfonso Vallejo: un autor español sólo para extranjeros”4. Críticos y periodistas comienzan entonces a preguntarse por las causas que han dado lugar a esta extraña situación del autor en el teatro español, encontrando tres motivos fundamentales: el carácter experimental de su teatro, los condicionamientos económicos de la escena española y el hecho de ser un autor novel. En un comentario recogido en Informaciones, el autor destacaba la primera de ellas, y definía el suyo como un teatro “con el que la escena española no está actualmente en condiciones de jugarse los millones que puede costar una representación”5; así mismo, en una entrevista publicada en Ya, con motivo del estreno neoyorkino de Eclipse, insistía en este aspecto: “Creo que el hecho de no haber podido estrenar en España se debe, por una parte, a condicionamientos de tipo económico; por otra, al desafío que mi obra supone, quizá, para la escena española”6. 82 A pesar de las dificultades, Vallejo no adopta una actitud de automarginación; por el contrario, confiesa haber hecho todo lo posible por estrenar, sin resultado alguno: Yo no es que hubiera estado escribiendo y guardando mis obras en un cajón, todo lo contrario. He estado dando vueltas por aquí, y en vista de que no había posibilidades, me hice una estrategia: si dentro de quince años —me dije—, cuando crea que estoy maduro y que lo que ofrezco no es un producto adolescente, siguen sin hacerme caso aquí, yo voy a estrenar, y aunque cuando esto suceda sea un fracaso, seguiré escribiendo, porque creo que en la vida se hacen las cosas simplemente porque a uno le da la gana7. El autor tampoco se siente marginado con respecto a otros dramaturgos de su generación. En la citada entrevista de Diario 16, Vallejo señalaba que su situación no era en absoluto anómala dentro del panorama teatral español, un panorama adverso a toda una generación de autores que no habían tenido oportunidad de probar sus textos en los escenarios: El hecho de que yo no haya estrenado en España no ha sido por causa personal. Es que en los últimos años ha estrenado muy poca gente. Es un mal endémico. Mi caso no ha sido de victimación personal, política o de aislamiento. Creo que ha sido por un fenómeno más complejo, por el que toda una generación que está escribiendo ha tenido un difícil acceso a los escenarios8. En su opinión, el que la situación fuera adversa a los intereses de los dramaturgos españoles se debía, más que a la censura, a los condicionantes de la empresa teatral. Definía la vida teatral española como “un buen ejemplo de agonía teatral, a la vez que de paradojas”, y destacaba el hecho de que las escasas piezas que se estrenaban al margen del teatro comercial eran de autores extranjeros9. En efecto, a 83 juzgar por sus declaraciones en distintos medios, y al igual que ocurre con otros autores que comienzan a escribir en los últimos años del franquismo, Vallejo no considera que la censura juegue un papel importante en su trayectoria personal. Este autor señala que si esta influyó en su proceso de creación lo hizo, al igual que en el resto de autores del período, “por el estado de empobrecimiento general del teatro”10. Insistiendo en la indagación de las causas por las que el teatro de Vallejo no subía al escenario, Eduardo Haro Tecglen —quien se refería de forma conjunta a este autor y a otros como Fernando Arrabal y Agustín Gómez Arcos— señalaba que tales causas iban mucho más allá de la estructura empresarial: el problema se remontaba siglos atrás y englobaba al conjunto de la sociedad española, una sociedad a la que calificaba de “negada, cerrada. Como suicida”: El problema que plantea Vallejo —los vallejos— es difícil. La estructura teatral española no les absorbe. Pero esa estructura teatral no es más que una parte ínfima de una sociedad cerrada. Cerrada muchas veces en contra suya —de sus intereses— porque no sabe ser de otra manera: las ideas fijas, la cerrazón, el desprecio y el miedo por lo otro les viene desde la escuela y por una tradición oral: cuando ha sido preciso, por el juego de castigos y recompensas11. En la entrevista antes citada, J. Baumont sugería que estas dificultades se debían a que este “era considerado político”, aunque el autor no encontraba que lo fuera realmente: “Algunas de mis obras fueron censuradas, pero no me considero ninguna víctima. Mi teatro ha sido político, pero no de denuncia política”12. Desaparecida la censura, Vallejo señalaba que las condiciones para estrenar eran algo más favorables, aunque no habían cambiado de forma sustancial: 84 “Antes existía una censura política que todos hemos sufrido. Ahora existe la censura del desconcierto”13. Ciertas características de su teatro harían pensar en una cierta autocensura a la hora de escribir. Así, César Antonio Molina señala que, a pesar de que los textos de Vallejo contenían “una fuerte carga crítica y evidentes connotaciones socio-políticas”, había en ellos una falta de concreción, nunca se referían a situaciones históricas determinadas. Sin embargo, la explicación del autor sobre este aspecto no apunta precisamente a la censura; en su caso, responde a un deseo de no querer hacer un teatro didáctico ni panfletario: Verá usted, a mí nunca me han gustado los sermones [...]. Para mí el teatro es un juego fresco, bello, un esfuerzo placentero. [...] Por descontado que también la crítica social, la guerrilla y todo lo que usted quiera es posible en el teatro. Pero también muchas otras cosas... todo. [...] También se puede convertir en una tribuna de acusación pública. Y los actores pueden hacer de fiscales. ¿Por qué no? Pero a mí eso no me ha interesado como fenómeno teatral porque las acusaciones públicas son más efectivas por otros cauces. De la misma forma la militancia política se convierte en mucho más teatral y política cuando no hace referencia directa ni a la militancia ni a la política, sino cuando se hace referencia al hombre..., al hombre político, desde luego, pero al hombre que es también otras cosas14. Así mismo, Miguel Medina Vicario había observado que sus textos se localizaban en “espacios no concretos” y los nombres de los personajes eran extranjeros o inventados, tal vez buscando “un tono universal”, idea que el autor corroboraba y explicaba de la siguiente forma: No hacerlo así sería negarse a la evidencia histórica y actual de que ya no existen más barreras entre los hombres 85 que las políticas y las económicas. El desarrollo de la cultura y la ciencia ha permitido que así sea. Gilson dice que ha comenzado la “historia planetaria”. Nos encontramos todos embarcados en un mismo barco redondo flotando en el universo. Los problemas esenciales que nos atañen son los mismos. […] Está claro que una situación concreta puede ser objeto de un estupendo teatro, pero siempre que sea identificable por personas ajenas a la misma y sentida como propia15. En su caso, por tanto, esta falta de concreción no es una forma de posibilismo. No obstante, el autor admite una cierta preocupación por la censura en el momento de escribir, aunque limitada a ciertas expresiones: “Intenté esquivar directamente las frases malsonantes. Pero conservando el sentido de lo que quería decir”16. 8.1. Valoración de su obra por los censores Acerca de este autor no se ha conservado ningún expediente completo, por lo que resulta imposible transcribir ningún juicio de los censores, e igualmente, desconocemos las condiciones en que se autorizaron algunas de ellas. El único referente para estudiar la censura de sus obras son los libretos, en los que aparecen tachadas numerosas expresiones e incluso párrafos y páginas enteras, y el dictamen final (sin detalle de cortes, visado, etc.) que aparece en el fichero del AGA. En muchos casos las tachaduras corresponden a expresiones de tipo escatológico, aunque también hay expresiones de tipo político y religioso, además de palabras malsonantes. 8.2. Obras sometidas a censura Según consta en el Archivo, se presentaron a censura seis obras de este autor, de las cuales dos fueron prohibidas (El 86 Rodriguello y ¡Psss...!), y cuatro autorizadas (La sal de la tierra, Vuelomagia, El desguace y Ácido sulfúrico), aunque desconocemos las condiciones, por los motivos ya indicados. No consta que se presentaran a censura los textos Cicle, Latidos, A tumba abierta, Monólogo para seis voces sin sonido, El cero transparente, Eclipse, Infratonos ni La espalda del círculo. La sal de la tierra, única obra que se presenta en estos años, fue autorizada en enero de 1964. Su expediente no se encuentra localizable, aunque, por su numeración, el texto debió presentarse a censura en los últimos días de 1963. Se estrenó en representación única en el Teatro Beatriz de Madrid, en 1965. (PÁGINA 490-492) 10. ALFONSO VALLEJO 10.1. Obras sometidas a censura A partir de la Transición se cierra el período de ostracismo que habían supuesto los años anteriores para este autor y comienzan a sucederse premios y estrenos en su carrera: en 1977 El desguace recibe el Lope de Vega, un año después de que Ácido sulfúrico alcanzara un accésit en el mismo; en 1978 A tumba abierta es galardonado con el Tirso de Molina; en 1981, El cero transparente recibe el Fastenrath de la Real Academia Española. También en este período consigue estrenar en Madrid con cierta regularidad: en 1980 estrena El cero transparente, dirigida por William Layton; en 1981, Ácido sulfúrico, dirigida por Antonio Corencia; en 1983, la ópera Kiu, con música de Luis de Pablo, basada en El cero transparente; en 1984, Orquídeas y panteras, dirigida por W. Layton; en 87 1987, A tumba abierta, en el Círculo de Bellas Artes, y en ese mismo año estrena Gaviotas subterráneas en la Sala Olimpia de Madrid. Desde 1973, Vallejo había decidido traducir su obra al inglés y dar a conocer su trabajo fuera de España, dada la imposibilidad de hacerlo en su país; su primer estreno internacional fue el de Fly-By (1977). Posteriormente, títulos como Scalp and Dreams (‘Eclipse’), The legal machine o El cero transparente fueron estrenados en Nueva York, Caracas y Londres. Al año siguiente del estreno londinense de El cero transparente, la obra se estrenaba en España17. En estos años Alfonso Vallejo escribe las piezas Latidos, Ácido sufúrico (1975), A tumba abierta, Monólogo para seis voces sin sonido (1976) y El cero transparente (1977), aunque de ellas sólo consta que pasara por censura Ácido sulfúrico, además de El Rodriguello, ¡Psss...! y El desguace, escritas en el 74. El Rodriguello fue prohibida en junio de 1975, dictamen que pesaría sobre ella hasta febrero del año siguiente. A juzgar por la fecha y por el hecho de que se presentaran tres textos suyos simultáneamente (¡Psss…!, El desguace y el que nos ocupa), es muy posible que se presentara para el Festival de Sitges (en el que era bastante frecuente someter a censura varios textos de cada autor, en previsión de posibles prohibiciones). La obra fue autorizada en febrero de 1976, sin que se especifiquen las condiciones, ya que su expediente se encuentra incompleto. Únicamente se conserva el libreto, que tiene fragmentos subrayados en muchas de sus páginas. La mayoría son alusiones de tipo sexual, aunque también las hay de tipo escatológico, palabras consideradas malsonantes, además de alusiones de tipo religioso, e incluso alguna de tipo político18. 88 El 1 de julio de 1975, tan solo cuatro días después que la anterior, fue prohibida ¡Psss…! Únicamente se conserva el ejemplar de censura, que tiene fragmentos tachados en tres de sus páginas, en este caso de tipo político y religioso19. El expediente de El desguace no se encuentra en el Archivo. Por su numeración, debió ser presentada al mismo tiempo que las dos anteriores, y según se indica en la ficha del autor, fue autorizada el 1 de julio de 1975, el mismo día en que se prohibió la anterior. En este caso, ni siquiera se ha conservado el libreto censurado. Dos años después, se presentaba Ácido sulfúrico, que se autorizó en junio de 1977, en un plazo presumiblemente breve, según se deduce de su número de expediente. En este caso, se conserva el libreto, en el que no se han realizado tachaduras ni correcciones. Su estreno absoluto tuvo lugar en la RESAD, dirigido por William Layton, y no se estrenó en régimen comercial hasta 1981, en que fue puesta en escena por Antonio Corencia en el teatro Martín de Madrid. Lola Santa-Cruz, “Alfonso Vallejo, teatro para hambrientos”, El Público, 9 (jun. 1984), págs. 26-27. A. Sánchez Aguilar, “El cero transparente, de Alfonso Vallejo”, en Aznar Soler (ed.), 1996, págs. 89-94. Diario 16, 18-X-1979, pág. 24. ABC, 20-X-1979. Este crítico destacaba la buena acogida que había tenido allí la obra de este autor: “Hay críticas de admiración: ‘Una velada fascinante y diferente’, ‘Un teatro vigoroso, divertido y atractivo’, ‘Se sale del teatro con la impresión de que se ha chocado de cabeza contra un verdadero escritor’, escribe en The Guardian Michael Billington” C. M., “Alfonso Vallejo estrena por vez primera en Nueva York”, Informaciones, 6-VII-1979. 89 J. M. B., “Alfonso Vallejo estrena en Nueva York Eclipse”, Ya, 6-VII-1979, pág. 46. Diario 16, 18-X-1979, pág. 24. Ibíd. Entrevista de José F. Baumont, El País, 6-X-1979, pág. 25. Carta personal del autor, en respuesta a un cuestionario sobre la censura. E. Haro Tecglen, “La resistencia de la sociedad”, Hoja del Lunes, 15-X-1979, pág. 41. Entrevista de J. F. Baumont, El País, 6-X-1979, pág. 25. M. Medina Vicario, “Con Alfonso Vallejo, el drama poliédrico”, Primer Acto, 205 (sep.-oct. 1984), pág. 78. C. A. Molina, “Alfonso Vallejo aguarda la temporada nacional”, Informaciones, 23-VIII-1979, supl. M. Medina Vicario, art. cit., pág. 79. Carta personal del autor, en respuesta a un cuestionario. LA ESCRITURA TEATRAL DE ALFONSO VALLEJO Teatro: revista de estudios teatrales, ISSN 1132-2233, Nº 13-14, 1998-2001 , págs. 29-70 P.65 a p.68 4. Entrevista con Alfonso Vallejo FRANCISCO GUTIÉRREZ CARBAJO.- ¿Cuál es tu definición del hecho teatral? ALFONSO VALLEJO - El hecho teatral siempre es único. Siempre irrepetible. Siempre se desarrolla en márgenes bien concretos de un tiempo que quizás no existe, y resulta ser 90 sólo instante, duración de un proceso percibido por la conciencia. Por lo tanto, fugaz. Irrepetible. Este carácter «instantáneo» le confiere su carácter de realidad autóctona, no registrada ni impresa. De hecho propio y personal. Por lo tanto privado, íntimo. Pero todo esto en grupo. En un grupo seleccionado. Además, a través de una convocatoria. Algo que unos cuantos llevan a cabo ante otros, a una hora fija, en un lugar determinado. Y todo esto para algo «distinto», no cotidiano, no convencional; algo que no tiene nada que ver posiblemente con nada más que con aquello que sucede allí mismo, en ese momento, para aquellos que han acudido. Y que es al mismo tiempo -o puede serlo- rito, celebración, sacrificio, espectáculo o divertimento. Sí, algo único. Irrepetible y distinto. Una fiesta y una pesadilla que requiere materiales muy bien elaborados, muy «teatrales». Que funcionen. Por eso el teatro puede considerarse un género literario, pero representa sin duda algo mucho más complejo: la coincidencia de un grupo de creadores -entre los cuales incluyo al público- dispuestos entre todos y cada uno de ellos a llevar a cabo ese extraño procedimiento de conmover, divertir, iluminar y sorprender. Es decir, riesgo, aventura, emoción. Y todo eso, para actores. Escribir para que los actores disfruten y hagan disfrutar al público. Teatro para actores. Esa es la clave. Teatro teatral que no tenga nada más que ver con nada más que con...«teatro». Algo muy difícil que sólo un hombre de teatro puede concebir. FRANCISCO GUTIÉRREZ CARBAJO.- ¿En qué medida tu especialidad en Neurología ha determinado el comportamiento de los personajes de tu teatro? 91 ALFONSO VALLEJO - Mi gran pasión, desde muy joven, ha sido siempre la filosofía. El significado, la cuestión, el sentido de las cosas. En definitiva, el hombre, la vida. Cuando terminé el bachillerato en el Liceo Francés, tuve que elegir una carrera. Me incliné por la Medicina para conocer mejor al protagonista por dentro. Y en concreto, su mente, su cerebro. Por eso Neurología. También sin duda -y en un alto porcentaje por dedicarme a poder ayudar, dentro de mis posibilidades a la gente que enferma. Pero Neurología en concreto para comprender algo que pasa en esa extraña máquina neuronal que nos constituye como seres racionales e irracionales, instintivos y fantasiosos. Fue un acierto total. Llegar a conocer algo de la corteza cerebral, las vías nerviosas, los sistemas bioquímicos que controlan nuestro comportamiento y pasiones, el lenguaje, la memoria, ha constituido una experiencia apasionante. Porque somos un enigma vivo. La mente constituye algo de una complejidad tal que sólo cabe expresarlo con una palabra: asombro. Asombro total, sin límites. O mejor, asombro infinito. El infinito existe. Claro que sí. En el asombro. Toda esta formación profesional, llevar más de treinta años trabajando en un hospital, ha tenido que influir en mi forma de escribir teatro. Qué duda cabe. La realidad extrema, o mejor dicho, siempre extrema de un hospital, forma, deforma, percute, magnetiza, escuece, duele, hipnotiza. Se sacan muchas conclusiones. Diariamente. Pero todas se pueden resumir en una: la vida es lo único que de verdad tenemos. La vida es lo esencial. Todo. Y en consecuencia hay que pelear porque la vida «sea». Es decir, hay que pelear por la justicia, la verdad. Por todo lo que hace que la vida pueda «ser». Es decir, por el progreso. 92 Por el hombre. Supongo que algo semejante es lo que intentan hacer todos y cada uno de nosotros. Todo esto, transportado al terreno de la literatura, da origen a unos escritos un tanto «duros», quizás de situaciones límite, de seres acorralados por la adversidad que intentan sobrevivir agarrándose al humor, la esperanza, la astucia, la rebeldía y la agresividad. Sí. Pero detrás de todo ello: el hombre vivo, peleando, negándose a claudicar, rebelándose. SIEMPRE HACIA ADELANTE. Literatura nada «clínica» en el fondo, sino literatura aprendida en la calle, en mi propia experiencia, rozándome con seres «asombrosos» dentro de su anormal normalidad a veces un poco enferma de tan real. FRANCISCO GUTIÉRREZ CARBAJO.- Se ha afirmado del teatro español -exceptuando a Calderón, Valle Inclán, Lorca y pocos más- que no tiene una gran vocación de universalidad. El tuyo sí la tiene. ¿Qué precio has tenido que pagar por ello? ALFONSO VALLEJO -Aprender a hablar con las paredes. Y por si alguien quiere saber el resultado: «Las paredes no oyen». Y no le quiero enmendar la plana a Juan Ruiz de Alarcón. Pero haría falta decir: no oyen todo lo que uno quisiera. Porque entre la gente del teatro me he encontrado con personas extraordinarias, de gran preparación y generosidad. Sin embargo, no estaba en su mano convertir una obra difícil en un éxito. A veces tampoco montarla. Porque el teatro, en gran parte, sigue siendo un negocio que se rige por las reglas del mercado. Por eso mismo intenté fuera lo que aquí parecía imposible o por lo menos muy improbable -con honrosísimas excepciones.- Una de las grandes experiencias que me ha tocado vivir 93 ha sido la de ver al público fuera de España, en otra lengua, reaccionar a lo que yo había escrito como si estuviera dirigido a ellos. Somos uno. Todos distintos. Pero uno. El corazón de un alemán o de un inglés tiene el mismo sonido, cuando se le ausculta, que el de un español. Indistinguible. El mismo tono, la misma intensidad. Y las tablas de valores bioquímicos son universales. Para todos lo mismo -con mínimas variaciones-. FRANCISCO GUTIÉRREZ CARBAJO.- ¿Qué importancia le concedes al mito en tu dramaturgia? ALFONSO VALLEJO- Mucha. No hay que olvidar que esta aparente tecnificación de la vida y la sociedad, la racionalización de todos los procesos humanos en la familia y en el trabajo, no ha conseguido ocultar otros territorios internos de carácter inconsciente que se encuentran en la personalidad. Son éstos, con frecuencia, adquisiciones del pasado, grandes mitos que pesan sobre nuestras conciencias y culturas. Constituyen puntos de referencia permanentes que se repiten a lo largo de la historia, grandes abstracciones simbólicas por donde discurren fantasías, anhelos y terrores colectivos. Su tratamiento literario resulta siempre comprometido y delicado, pero enormemente rico. FRANCISCO GUTIÉRREZ CARBAJO.- Aunque el extrañamiento es un fenómeno tan antiguo como la literatura, a partir del Romanticismo se insiste en temas como el exilio, la carencia de patria..., y en nuestros días no es raro oír a algún autor teatral hablar de estos temas. ¿Qué es el exilio para un escritor? ¿Te consideras un exiliado? 94 ALFONSO VALLEJO- No me considero un exiliado. En ningún sitio te esperan con los brazos abiertos. Todo este asunto resulta muy duro y trabajoso en cualquier parte. Yo lo he intentado aquí y fuera de aquí. No me he quedado con la dificultad a la española. He jugado también con otras dificultades. No me he dejado sepultar. Ni me dejaré. Porque he hecho todo lo que he podido con arreglo a mis fuerzas y ganas. Y lo seguiré haciendo. No he escrito mejor porque no he sabido. De eso estoy seguro. Lo he hecho desde adentro. Con gusto. Poniendo lo mejor de mis circuitos interiores. Lo mejor de mí. FRANCISCO GUTIÉRREZ CARBAJO.- En tu teatro se han señalado influencias de Strindberg, Beckett, O’Neil..., y si, como dice Julia Kristeva, todo texto es un diálogo con otros textos, ¿cómo ha sido tu diálogo con esos y otros autores? ALFONSO VALLEJO- Me interesa el teatro, la poesía, la pintura, la medicina, la filosofía... y sobretodo la vida. No he encontrado nunca nada que no me interesara. Me interesa todo. Todo y con pasión. Pero he tenido que elegir. Y lo que más me gusta es lo complejo, lo difícil, las profundidades, lo que se mueve rápido por exceso de rapidez o lentitud. Es decir, lo que intriga, lo bueno y lo grande, lo que realmente da mucha sombra porque da mucha luz, lo que avanza y adelanta el alma hacia el «más allá» y hacia «más mejor»… Todo eso se encuentra en los libros, en Shakespeare, Strindberg y muchos otros autores. Pero mi gran maestro ha sido siempre la experiencia. Lo real. La vida. Saber y amar. Dos grandes instructores. 95 El desguace Año de escritura (1974) Premio Lope de Vega 1976 PERSONAJES: BELOROFONTE CECILIA GERTRUDIS ENFERMO1.º COJO 1.º COJO 2.º ENFERMO2.º CARTERO, FONTANERO, LECHERO, OTROS ENFERMOS, VOCES, UN CABALLO DE CIRCO. ESCENOGRAFÍA: Amplio despacho marrón y amarillo. Cuadros, porcelanas, alfombras, vitrinas con abanicos, objetos delicados y temperatura ideal. Paredes empapeladas. Dos puertas: una a la derecha, otra al fondo. 97 PUBLICACIÓN: Editorial Fundamentos, 1978. Prólogo: José Monleón. En www.obrascompletasalfonsovallejo.com y otros enlaces posibles en www.alfonsovallejo.com ver Volumen I Francisco Gutiérrez Carbajo: Paso ahora a indicar algunas referencias para dar una idea aproximada de la obra, los personajes y el estilo. En “La pragmática teatral en Alfonso Vallejo”, Anales de Literatura Española, 17 (2004), en la página 78. indico el contenido de “El desguace”, y la califico como una “espléndida farsa grotesca” “El desguace mereció el Premio Lope de Vega (1976) en 1977 y fue estrenada en Manzanares en 1980. Es una de las obras con inspiración más explícita en la política internacional del siglo XX, y en concreto, en la ejercida por el imperialismo americano. En El desguace aparecen referencias a personajes de la política norteamericana como Kissinger, y a las circunstancias que desencadenaron la caída del presidente Nixon, como la guerra de Vietnam y el impeachment. También se mencionan publicaciones que desempeñaron un papel decisivo en la suerte del presidente, como el Washington Post. Pero, como no se trata de la obra de inspiración histórica con intención laudatoria, sino de una comedia con un claro propósito crítico, las hipérboles y las glorificaciones ceden el puesto a los recursos paródicos y caricaturescos. El resultado ha sido una espléndida farsa grotesca.” 98 En “Teatro contemporáneo español: Alfonso Vallejo” (Universidad Nacional de Educación a Distancia. “001), escribo lo siguiente a propósito de “El desguace” (p.55) “Con El desguace —Premio Lope de Vega de 1976— Alfonso Vallejo profundiza en estos mismos temas. El proceso de desintegración iniciado en El cero transparente y continuado en Acido sulfúrico se desarrolla de forma más contundente en esta obra. Los agujeros de Acido sulfúrico —símbolos materiales de la desintegración— se sustituyen por grietas en El desguace. «Todo se tambalea » dice uno de sus personajes. Aquí, el universo de los locos llevará a Belorofonte al poder, pero simultáneamente los locos cumplirán una doble misión: se aprovecharán para su beneficio particular del apoyo dado a su doctor-carcelario, y agrietarán con sus actos el edificio del poder hasta convertirlo en ruinas. Ya no se trata únicamente de la desintegración del hombre individual en una sociedad hostil a su desarrollo personal; se trata también del resquebrajamiento moral y físico de la sociedad. Son muy ilustrativas en este sentido las palabras de un enfermo que Gertrudis le va reproduciendo a Belorofonte: «... en su opinión nos encontramos ante signos inequívocos de desastre (...) y la angustia actual del hombre le viene de una extraña sensación de estar participando en una decadencia» (Vallejo, 1978: 169). El desguace constituye también una metáfora sobre el poder, sobre el mal ejercicio del poder. «Usted ha mostrado su menosprecio por la condición humana», dirá el «fontanero» a Belorofonte en una de las últimas escenas (p. 200). Aunque en la obra no aparece Nixon, hay referencias explícitas a personajes de su gabinete como Kissinger (p. 206), a acontecimientos como la guerra del Vietnam y a los sucesos y medios de comunicación que originaron su caída. Aparece así el Washington Post (p. 202) y en una de las últimas escenas de la obra, pregunta el presidente Belorofonte: «Pero... ¿de qué habla usted? ¿Proceso?¿A mí? - ¡Sí! El impeachment», contesta el lechero (p. 205). Sobre la base de éstos y otros referentes, Alfonso Vallejo sabe trascender la realidad e instalarse en un plano poético, en el que sus propuestas 99 sobre lo fragmentario alcanzan una dimensión universal. No es que quiera escamotear la realidad: es que sabe que ésta es plural y poliédrica, que los personajes que la pueblan son igualmente diversos y que sólo podemos descubrir una multiplicidad de voces y una pluralidad de gestos.” Francisco Gutiérrez Carbajo: Me parece que tiene mucho interés el hecho de que estemos hablando del teatro que has escrito en años tan importantes para el devenir histórico de España. Nos encontramos en los años de transición entre la dictadura del General Franco y la transición democrática. Me gustaría saber cuál es el estudio sobre esta obra y su significado político y teatral que mayor impacto ha tenido. Alfonso Vallejo: Sin duda ninguna el de Enrique Herreras en el prólogo de la obra para la ADE (El Desguace. Publicaciones de la Asociación de Directores de Escena de España. Colección Premio Lope de Vega (2008). Premio Lope de Vega 1976.) Citaré algunos fragmentos de este excelente trabajo que me parecen reveladores: (P.16)… como dice Francisco Gutiérrez Carbajo -un estudioso fundamental para adentrarse en el universo de Vallejo, autor del impagable ensayo “Teatro contemporáneo: Alfonso vallejo”, y de múltiples prólogos: “su teatro es un auténtico combate de boxeo, de amor, de erotismo, de violencia, de desgarro, de movimiento… y, sobre todo, de RITMO”. Lo cual no es otra cosa que trasformar lo real en teatro. En ese espacio acotado que Ortega y Gasset decía en su Idea del teatro, en ese espacio de idealidad perforado en la realidad humana, donde empieza otro mundo, “el irreal”, la fantasmagoría”. El teatro, para Vallejo, más que género literario, es género visionario, de la visión. Es, pues, siguiendo a Ortega, una “metáfora visible”, donde el mundo real desaparece tras algo representado. Un lugar donde el espectador recibe 100 esa irrealidad, se hace partícipe de ella y así sale de sí mismo, de la vida habitual y real para entrar en el mundo de la farsa. La metáfora es, en Vallejo, no sólo un medio de expresión, sino también un medio de intelección, un procedimiento intelectual. Mediante la metáfora el genuino objeto estético se revela en forma viviente; el mecanismo de la metáfora consiste en formar un nuevo objeto en oposición al objeto real. Un objeto artístico que consiste en expresar lo que la humanidad no ha podido ni podrá jamás expresar de otra manera. Y, en este caso, la metáfora es una substancia y no un ornamento. La metáfora no es, pues, sólo un recurso literario, sino también un recurso existencial. Por ello, nuestro autor nunca elige un camino ya trillado, una fórmula ya ensayada, sino que cada nueva obra es un acto de inspiración (con oficio), o como señala Gutiérrez Carbajo, “un reto constante, una indagación y una interrogación permanentes, y Alfonso Vallejo no para de investigar en los misterios de la vida y del teatro.” En la página 7: Centrándonos en la figura de Alfonso Vallejo, podemos vislumbrar un conflicto latente en las entrañas del teatro en esos años. Porque este autor es parte importante de ese estrato de dramaturgos que en las últimas décadas del franquismo comienzan a romper con esa especie de realismo costumbrista que ha educado a la inmensa mayoría de nuestro público y aun de la crítica. (p.8) Alfonso Vallejo, instinto teatral. Aunque su obra viene de atrás, puede decirse que, al mismo tiempo que Franco muere, y sobrevive su legado unos meses después, y acontece todo lo relatado anteriormente, aparece en escena Alfonso Vallejo, gracias sobre todo al accésit conseguido por su obra Ácido sulfúrico, en la convocatoria de los Premios Lope de Vega de 1975, y al año siguiente, con El desguace, un texto ya acreedor del Premio. (p.13) De todos modos no quito ni una coma a ese grito que para ser representadas lanzan todas las obras de Vallejo. Tampoco sobre su significativa 101 propuesta anticonvencional que proponen, un auténtico pionero de muchos caminos que se han trazado en este comienzo de siglo a partir de la caída del mencionado muro. (p.15)El teatro, para Vallejo, más que género literario, es género visionario, de la visión. Es, pues, siguiendo a Ortega, una “metáfora visible”, donde el mundo real desaparece tras algo representado. Un lugar donde el espectador recibe esa irrealidad, se hace partícipe de ella y así sale de sí mismo, de la vida habitual y real para entrar en el mundo de la farsa. La metáfora es, en Vallejo, no sólo un medio de expresión, sino también un medio de intelección, un procedimiento intelectual. Mediante la metáfora el genuino objeto estético se revela en forma viviente; el mecanismo de la metáfora consiste en formar un nuevo objeto en oposición al objeto real. Un objeto artístico que consiste en expresar lo que la humanidad no ha podido ni podrá jamás expresar de otra manera. Y, en este caso, la metáfora es una substancia y no un ornamento. La metáfora no es, pues, sólo un recurso literario, sino también un recurso existencial. (p.15)Por ello, nuestro autor nunca elige un camino ya trillado, una fórmula ya ensayada, sino que cada nueva obra es un acto de inspiración (con oficio), o como señala Gutiérrez Carbajo, “un reto constante, una indagación y una interrogación permanentes, y Alfonso Vallejo no para de investigar en los misterios de la vida y del teatro” Un teatro cardiovascular, añadiríamos. (p.16) Una libertad creadora que ha dado vida escénica a distintos temas, todos fundamentales del existir del ser humano: Denuncia del poder e indagación de la condición humana (Ácido sulfúrico, El desguace), denuncia del belicismo (A tumba abierta), lo psíquico y lo mental (Monólogo para seis voces), bajada a los infiernos, como imagen de la interioridad de cada hombre ( El cero trasparente), la muerte y el asombro de la vida (Infratonos); la verdad, el conocimiento, la realidad y el teatro dentro del teatro (Mon- keys), dialéctica de la utopía y contrautopía (Sol ulcerado), la incomunicación, la muerte y el amor (Orquídeas y panteras), relaciones de dependencia y de poder (Gaviotas subterráneas), la posibilidad de un conocimiento objetivo (Jindama), la complejidad que entraña lo real (Ébola-Nerón), contra la 102 crueldad y la amenaza nuclear (Hiroshima-Sevilla 6A) o la violencia injustificada (El escuchador de hielo)… (p. 16) Dichos así, de forma telegráfica nos dan una idea general de su obra, pero cada obra es mucho más que una frase, en el contenido y en la forma. En un contenido que, aunque repita constantes (violencia injustificada, la “salvajería de la razón”, de la tiranía, de la opresión, los enigmas de la vida…) permanece siempre abierto, en el sentido dado por Umberto Eco. Porque Vallejo, como Joyce, por buscar el ejemplo planteado por Eco, pretende hacer saborear de manera siempre diferente un mensaje que en sí mismo (y gracias a la forma que lo realiza) es plurívoco. (p.17) En la forma - inseparable del contenido, porque ya lo dijo Ionesco: cambiar la forma es la mejor manera de cambiar la forma de ver el mundopersiste un cuestionamiento continuo del código aristotélico, llegando su teatralidad a límites insospechados. Siempre con un grado de de provocación, que actúa como catapulta de una dialéctica en la búsqueda de imágenes, con una investigada fisicidad de los personajes, de autenticidad corporal lejos de la simulación decimonónica, un material íntegro que, como decíamos, es carne de puesta en escena radicalmente teatral y a la vez orgánica. Filosofía, pues, entendida en los dos aspectos: por los temas tratados, y la manera de tratarlos. Filosofía hecha teatro. Filosofía no exenta de notable sentido del humor, un sentido que se adhiere en muchos diálogos y situaciones. Son muchas la obras de Vallejo que se nutren de un lenguaje farsesco, y un tanto desquiciado, de fuerte contenido erótico-burlesco. Sus obras no renuncian a nada. (p.17) Un teatro, pues, de escritor de gran creatividad. Instintivo hasta la médula, su obra nace de corazonadas, pero siempre al lado de un intelecto hecho y derecho (repleto de curiosidad). Un intelecto que se derrite en teatralidad. Un intelecto que para realizar su función precisa reinventar la realidad. (p.18) Para Vallejo, la realidad es un extraordinario acontecimiento que une el presente, el pasado y el futuro. Los recuerdos, los anhelos y el sufrimiento 103 forman parte de esta realidad, y el teatro abarca esa área de “trasfiguración” de la realidad pero de forma “representada”. Mediante símbolos, sueños y pasiones, ideas. (p.18) El lenguaje, la forma de dialogar, es fundamental en Vallejo, quien, como ya hizo Nietzsche, nos redescubre sus orígenes que van más allá de los procesos lógicos, ya que nace del impulso (el que tienen sus personajes) para expresar su experiencia vital. Una experiencia originaria y única ligada a sensaciones nerviosas, de dolor, placer, odio, amor, impotencia, admiración, belleza, fascinación, estupor, extrañeza, embelesamiento, recelo, pavor, melancolía, deleite, solaz, sosiego… Pero esta experiencia cambiante, que pasa del dolor al placer y del placer al dolor de forma azarosa es una aventura, continuo riesgo, enigma. El abismo de la realidad, en perpetuo devenir, en continuo cambio, es inaccesible y por ello nos desconcierta inagotablemente. (p.18) Cualquier cosa, piensa Vallejo, que entraña al hombre puede ser motivo de teatro. Por ello sus personajes, según él, hacen lo que pueden, en cárceles, manicomios, espacios vacíos. Se enfrentan a las circunstancias, con sus limitaciones y grandezas. Y nunca se calman, nunca son rebaño, sosiego, nunca se orientan en un mundo domesticado. (p.18) Es difícil, para Vallejo, que se pueda ser artista del siglo XXI sin poseer una base filosófica, estudiada e intuida, para cuestionar, para penetrar en los problemas del hombre y del mundo. Hoy, el hombre, según Vallejo, se enfrenta a un desafío, ya que tiene en sus manos destruir el mundo. Nunca se ha planteado esta contradicción tan extrema. Nunca se ha sentido históricamente tan desgarrado. Y el teatro nos ayuda a detectar la compleja realidad en que vivimos, inventando una vida paralela, producto de la ficción y de la fantasía, poniéndola delante de nosotros, para que con los innumerables sistemas de identificación que tenemos incorporados en nuestro cerebro, podamos, al reconocernos, conocernos mejor. Puede decirse, por tanto, que el discurso filosófico de Vallejo no se “hace servir” del escenario como simple vehículo narrativo, sino que “hace” de su propia esencia simuladora, y al 104 mismo tiempo real (tiene su propia realidad) parte integral de aquello que expresa. (p.21)La obra ayuda a revelar las fuerzas, escondidas o no, que luchan en una sociedad, y de ahí ficcionar un mundo en reyerta permanente, un retablo medieval-contemporáneo. Sus personajes liberan una serie de potencias ocultas. Son nervios que siempre entran en conflicto, en un ambiente pugilístico. La creación de personajes de Vallejo tiene que ver con lo que señalaba antes: hablar de la realidad es hablar de un hecho bien complejo. Lo mismo que cuando nos referimos a las personas, o la relación de las mismas en su intento de comunicación, como en su día ya nos dejó claro Harold Pinter, al descubrirnos el subtexto, lo que va por dentro de toda conversación cotidiana. Y aquí, en esta obra, nos encontramos más que con personajes psicológicos con elaboraciones mentales. Son personajes que no mantienen las formas, por lo que se percibe una deconstrucción del concepto de personaje como estructura mimética, es decir, como ser de ficción creado por copia directa o analógica de la realidad. Porque si el teatro es una indagación, ésta lo es sobre todo a nivel actoral (las obras de Vallejo brotan siempre pensando en el actor). El personaje, en este caso, permite un expresionismo al actor. Un expresionismo orgánico, porque, como ha señalado el propio autor, éstos deben de ser representado desde la verdad, la autenticidad y no desde el exceso. A este empeño puedo y debo añadir una explicación. Porque si estos personajes son esencias de lo humano, si se les trata como fantoches en un escenario, finalmente el espectador los verá como eso, como fantoches ajenos a él y no como seres que son su reflejo. Sin embargo, si dicho espectador los siente y los vive de forma verídica y natural, se sentirá tocado por ellos. (p.21)Personajes, cuerpos, que se relacionan en una ceremonia cruel de cuerdos y locos, porque de eso trata la obra más allá del telón de fondo, de esa alegoría de unas elecciones supuestamente democráticas, la compra de votos, el gansterismo político, el cinismo electoral, la violencia del electorado, el terrorismo… Relaciones y baile de máscaras, conflictivos siempre, 105 pero no sólo corpóreos sino también de ideas, muchas ideas que entran en este horno escénico, y se calientan. Hierven. (p.24)Gramática jocosa, locos, cuerdos, una metáfora del poder, sobre el mal uso del poder, algunos signos inequívocos del desastre, de la angustia actual del hombre que le viene de una rara sensación de estar participando en la decadencia, como le dice Gertrudis a Belorofonte. La obra nos anunciaba ya, aún cuando en este país estábamos exentos de democracia, las cloacas de la misma, y, de paso, las turbulencias que se abrirían en un mundo que iba camino no de un orden mundial, sino de un desorden lleno de turbulencias. Una jungla global. Podríamos pensar, por el contexto donde se escribe la obra, y ya expuesto en el apartado anterior, que la casa del franquismo también está lleno de grietas, pero concreta es empobrecer la obra en la que predomina una mirada clínica, la necesaria para encontrar las causas, la mirada precisa para dar una oportunidad a un cambio del rumbo de una civilización, con Kissinger al fondo (los Kissinger nunca cesan), en declive si no se mudan las bases sobre las que se marca la convivencia. (p.24) Por último, no hay que olvidar que El desguace es una obra política, en el sentido etimológico del mismo. Ya que, en cierta medida, nos vincula con la vivencia en la polis, en la vida pública y social, pero no a modo de adoctrinamiento, sino con las ventanas abiertas a la interpretación. También es política en sentido amplio, en el modo de integrar un hecho presente, concreto, con lo intemporal (la condición humana) y de provocar interrogación que haga revivir la realidad cambiante y contradictoria. La ficción en este caso no supone tratar de escapar de la realidad, sino de informar de que la realidad es plural y poliédrica. Es decir, de poner dudas al respetable. Belorofonte un tirano, pero también un ser humano, con mayor responsabilidad que otros, pero ser humano. (p.25) Ahí, en esa diatriba ya se introducía esta obra que nos sirve, como las restantes de Vallejo, para un rearme moral, y para contrarrestar una época repletas de imperios de lo efímero, donde el teatro está condiciendo a su suerte, no por inanición sino por vaciedad. Una obra, en fin, cargada de ideas teatrales. Y de la otras. 106 El desguace Alfonso Vallejo Premio Lope de Vega 1976 No han pasado años ni décadas, sino siglos. Vivimos en otra era, en otra civilización, en nuestro tiempo muy distinto donde lo que era ya no es. Ha cambiado el tiempo, las ideas, las formas, los sistemas y las reglas. Todo esto no tiene casi nada que ver con aquello. Y nosotros ya no somos aquellos otros que fuimos por entonces. Somos muchos otros muy distintos a todo lo que entonces fuimos. La Historia ha corrido tanto y tan rápido que nadie puede hoy imaginar que todo sería así, que no fuéramos casi capaces de reconocernos en nosotros mismos. Parece que hemos vivido un sueño convertido en realidad. “El Desgüace” fue escrito en 1974. Con lo mejor de mí mismo en aquel momento, después de múltiples versiones. Su estilo, su tema, su ritmo, su estructura, sus personajes y su propia aceleración correspondían con mi instinto más profundo, mi más interna intuición. Su sonido y su color, su vida y significado, brotaron de lo que yo entendía como teatro en aquel momento en aquella situación. Este fue mi grito. Así sonaba mi voz. Alfonso Vallejo Este texto ha sido escrito por el autor a propósito de la presente edición. Enrique Herreras (El Desguace. Publicaciones de la Asociación de Directores de Escena de España. Colección Premio Lope de Vega (2008). Premio Lope de Vega 1976.) 107 Artículo: Revista de la Unión de Actores, nº 58, julio, agosto, septiembre 2000. Autor: Alfonso Vallejo 108 109 110 Psss… Año de escritura (1974) PERSONAJES: ROTZ LOCUTOR RICHARD ORNELLA CHITI KURTZ GENTE UNO. ESCENOGRAFÍA: Escena vacía con elementos. PUBLICACIÓN: Ediciones Dauro. Editor José Rienda. Granada (2005). Edición y prólogo: Francisco Gutiérrez Carbajo. En www.obrascompletasalfonsovallejo.com y otros enlaces posibles en www.alfonsovallejo.com ver Volumen V 111 Culpable¿, Psss… Ediciones Dauro. Editor José Rienda. Granada (2005) Edición y prólogo: Francisco Gutiérrez Carbajo. Francisco Gutiérrez Carbajo: En la página 1 del libro publicado por Ediciones Dauro, digo: “Con Psssss... y Culpable¿, Alfonso Vallejo nos pone de manifiesto una vez más que el teatro es el mejor modelo experimental que tenemos sobre el hombre. El teatro permite poner en escena paradigmas experimentales no invasivos, incruentos, artísticos, de aquello que nos constituye. Nos proporciona, así, una imagen, un modelo experimental de lo que somos y de lo que podemos ser. Quizá nadie mejor que Vallejo, que conoce diariamente en el hospital las grandezas del hombre pero también sus déficit y sus carencias, esté tan capacitado para plasmar sobre las tablas situaciones imaginadas o inventadas pero fuertemente arraigadas en la realidad. He comentado en alguna otra ocasión que todo el teatro de Alfonso Vallejo –del que se ha resaltado, no sin razón, su potente carga simbólica y su fuerza alegórica- es un teatro con un sólido basamento en la realidad. Psssss... y Culpable¿ parten, por tanto de hechos concretos, no inventados. Psss... fue escrita a finales del año 1973 y Culpable¿ en los en los que Alfonso Vallejo ha publicado el grueso de su teatral y poética y ha expuesto las muestras más significativas de su pintura. En todas estas manifestaciones, estructuradas sobre una gran diversidad de asuntos y enfocadas desde múltiples perspectivas –lo que le convierte en un personaje único en el panorama artístico español- la preocupación fundamental ha sido siempre el hombre. El hombre 112 abarcado en todas sus dimensiones: biológicas, culturales, antropológicas, filosóficas y míticas. El hombre de ahora y el de todos los tiempos; el hombre cargado con toda la responsabilidad de la historia, y, por tanto, “tocado” por las múltiples batallas que ha librado; el hombre mediatizado por viejas escalas de valores, y, por ello, necesitado de una nueva valorización. La alegoría fantástica sobre el ejercicio del poder absoluto en Psssss... y la crónica actual acerca de la violencia, el crimen y la venganza de Culpable¿ apuntan a esa necesidad de construir un hombre nuevo, que, en definitiva, es la proclamación de la irrenunciable fe en la vida. En Psssss... aunque se nos esté hablando casi constantemente de guerras y de revoluciones, lo que se está formulando es una apuesta por la paz y por la vida. Se trata también de una alegoría sobre el poder, en la línea de los clásicos griegos, y también en la de Shakespeare y de Calderón. La radiografía que Alfonso Vallejo realiza en Psss... sobre las estrategias imprevisibles del poder y sobre las veleidades de los gobernantes aparece ya en La hija del aire, de don Pedro Calderón de la Barca. El paso del poder de la reina Semíramis a su hijo Ninias unidos por tal prodigioso parecido físico, que para el pueblo son la misma persona-y el cambio de decisiones que ello comporta, desconcierta a los ciudadanos, que no entienden cómo lo que ayer se permitía hoy se prohíbe y mañana vuelve de nuevo a proscribirse. Calderón se sirve de este importante recurso dramático para poner en cuestión el ejercicio del poder, sus arbitrariedades, contradicciones y su propia legitimación. De modo semejante, en Psss... de Alfonso Vallejo, pasamos de la dictadura a la revolución, y del estado revolucionario a la contrarrevolución. La obra, como sucederá con Culpable¿ se funda en acontecimientos históricos, aunque el autor la presente en clave alegórica y farsesca. Se 113 escribió después de Fly-by, con la que presenta no pocas analogías. Psss... -como ya he apuntado- es una alegoría fantástica basada en el enfrentamiento entre el poder absoluto y el pueblo. Es la profunda dialéctica de una obra política. Su protagonista, el Barón de Rotz, es la plasmación dramática de un personaje real, enclaustrado, enloquecido, súper protegido aparentemente por todos los frentes, acompañado de su criado Richard, que está dispuesto a todo por su dueño. El poderoso se cree inmune a cualquier enemigo, posee un control sobre todo; los terroristas estratégicamente no pueden atacarle por ninguna parte, excepto por el water. Y justamente, cuando está en este aposento, ascenderán por las cañerías los brazos peludos, casi de mono, del terrorista Chiti, que lo apresará por sus partes. Todo poder y todopoderoso tienen un punto débil, y las cañerías, y las alcantarillas pueden convertirse en una vía magnífica para acceder a ese punto vulnerable del tirano. Gobernantes ilustres de nuestra historia reciente se han referido a la política que puede ejercerse en esos malolientes espacios. Las guerras no se libran aquí en el campo de batalla ni siquiera en los cónclaves de los enmoquetados despachos sino en la cavidad de las cloacas. Estas engullirán no sólo al barón de Rotz sino también a Richard, convirtiéndose en el escenario apropiado para la lucha entre los representantes del poder y los terroristas. Esta fantasía alegórica, de fuerte carga política, hinca sus raíces en las danzas macabras medievales, y tiene, entre sus referentes, las pestes y catástrofes de otros tiempos pero también el peligro de catástrofes nucleares, cuya posibilidad de estallido no ha desaparecido de nuestro horizonte. La alternancia del poder, como en la obra citada de Calderón, no cambia mucho las cosas, aunque Chiti cuando se encuentra en el ejercicio del mismo prometa al pueblo toda clase de 114 bienes. La aspiración de los gobernantes revolucionarios apunta a la utopía, utopía basada no tanto en la reinstauración de arcádicos paraísos perdidos cuanto en la búsqueda de un espacio en el que pueda disfrutarse del bien común. Pero la utopía para Chiti, como para otros gobernantes pancistas, está asociada a la satisfacción de todos los apetitos del bajo vientre. Es la aspiración al exceso, a la abundancia, a dar rienda suelta a todos los instintos. Se rememoran, así, algunos ritos que vemos plasmados en el arte medieval. Con estos ritos y ceremonias de algunos frisos románicos pero también con los sueños de Quevedo y los frescos goyescos empalma esta pieza de Vallejo. Sobre este fondo artístico, el componente político de la huelga general ejerce la labor de derrocamiento del tirano y de desmoronamiento del poder. A ello contribuye poderosamente la terrorista Ornella –bella representación de la muerte- que ataca por el cuello al barón de Rotz en una ceremonia sangrienta, no inhabitual en el teatro de Vallejo. La crisis del petróleo de gran actualidad en los años en los que se escribió la obra- la huelga general, la paralización total y el aquelarre de la intervención de Ornella ponen contra las cuerdas al representante del poder, al individuo que se creía invulnerable. Si ya en El desguace se hacía referencia al imperialismo norteamericano, en Psss... se enfrentan los mecanismos del Imperio, del poder absoluto, de la tiranía con las fuerzas del terrorismo en un contexto que, desgraciadamente, no ha perdido actualidad. El poder absoluto quiere controlarlo todo, pero, en definitiva, tiene que pactar. Chiti, la encarnación del héroe revolucionario, se convierte igualmente en un nuevo déspota. Chiti, Ornella, el barón de Rotz y su secretario Richard, Kurtz encarnación del nazismo componen el fresco goyesco de esta pieza de naturaleza eminentemente política. Son máscaras, pero las máscaras se 115 erigen muchas veces en los mejores iconos de la política y del teatro. Psss... no representa un ejemplo de teatro de la crueldad, ni tampoco constituye una redefinición del esperpento valle inclanesco sino que es una muestra ejemplar del tremendismo vallejiano. A esta corriente tremendista habrá que acudir inevitablemente en las historias del teatro si queremos dibujar un mapa completo de las manifestaciones literarias y artísticas de nuestros días. Al final, Ornella mientras devora, como una boa, al tirano le pregunta: “¿Qué has hecho con el mundo? ¡Dime! ¿Qué has hecho?”. Con las resonancias medievales del Arcipreste de Hita y las renacentistas de Gargantúa y Pantagruel de Rabelais, la obra de Vallejo se constituye en una alegoría fantástica, en una parábola sobre el ejercicio del poder absoluto y de las tiranías. El conflicto, el enfrentamiento. 116 ACIDO SULFÚRICO Accesit al Premio Lope de Vega 1975 Año de escritura (1975) PERSONAJES: ZUCKERMAN MICKY FLASH OFELIA PAT VAGABUNDO JOHN DOCTOR FOSSMAN DOCTORA PICK PRESIDENTE VOCES Y ANIMALES ESCENOGRAFÍA: Escena vacía. Elementos expresionistas. PUBLICACIÓN: Editorial Fundamentos. 1978. Prólogo: José Monleón. 117 En www.obrascompletasalfonsovallejo.com y otros enlaces posibles en www.alfonsovallejo.com ver Volumen I SINOPSIS: Zuckerman, un obrero que trabaja con un martillo neumático, veterano mutilado de un conflicto bélico previo, tiene la premonición de que su hijo, destinado en el frente, va a morir. Su hijo muere, reventado por una mina. Zuckerman emprende una cruenta venganza sistemática contra diferentes representantes del poder social. Francisco Gutiérrez Carbajo: En mi trabajo “La pragmática teatral en Alfonso Vallejo”, (Anales de Literatura Española, 17 (2004), pp 73-88, decía (p.77) al respecto de esta obra lo siguiente: “Ácido sulfúrico, accésit del Lope de Vega, se estrenó en el Teatro Martín de Madrid en 1981. Según nos ha confesado el propio autor, entre los antecedentes de Ácido sulfúrico puede citarse una película de vaqueros, que vio en el Cine Europa de Madrid. El protagonista de esta cinta, Zuckerman -el hombre de azúcar, en alemán- se convirtió en uno de los personajes de su comedia. En el macrotexto está también implícito un hecho real, el de un individuo que, con un rifle, realizó una matanza en los Estados Unidos de América. La guerra es otro de los telones de fondo sobre los que se iría proyectando el texto teatral. Por otra parte, de la crónica de sucesos -generadora de abundantes conflictos dramáticos en la obra dramática de Vallejo, y en el teatro en general- extrae el caso del hombre impotente, mutilado por la guerra. 118 La imagen del martillo neumático se la ha proporcionado la escena repetida mil veces en Madrid del obrero que trabaja abrazado a ese instrumento. Esta práctica es responsable de un tipo de enfermedades, con repercusiones en el escafoides y en otros huesos, que el autor, como neurólogo clínico, ha tratado. Fruto de todo ello es un personaje potentísimo en escena, impulsado por la sed de venganza.” Francisco Gutiérrez Carbajo: Me gustaría saber cuál ha sido el desarrollo de esta obra, cómo y por qué ha nacido, dónde la sitúas bajo el punto de vista dramático. Quisiera conocer cuál tu opinión personal al respecto. Todo lo que piensas. Alfonso Vallejo: Insisto en un punto muy importante, creo. Yo no trabajo según modelos, sistemas, programas o escuelas. En el fondo… yo no trabajo de ninguna forma. Yo funciono a base de intuiciones teatrales, a base de espasmos e impulsos que me vienen de dentro sin saber por qué. Me meto por un sitio y sigo, desbrozo y prosigo, vuelvo y reconstruyo, reorganizo hasta que el camino me suena, me intriga, me provoca. En el fondo de mí deben confluir extrañas fuerzas que tienen raíz en mi experiencia pero también en mi fantasía, en mi sorpresa y poder de adelantamiento. Tan sencillo y tan complejo. Claro que debo de utilizar fragmentos de lo que he vivido o imaginado. Pero no sé por qué las cosas son como son. Pero de pronto siento que funcionan, que están vivas y me piden guerra, con actores vivos que las interpretan. “Ácido sulfúrico” igual tiene algo que ver con el teatro épico, de realidad no identificada sino narrada, externa, con 119 una potencia de fábula o misterio antiguo. Tampoco lo sé. Porque se mezclan permanentemente otros sistemas, de gracia ordinaria, de taberna o plaza, de asco y venganza pueblerina de la postguerra, de situaciones operísticas mal recordadas, del Shakespeare más brutal y tremendo. No se puede reducir el arte o la vida a planes físicos de lógica simplista. Todo es sencillamente misterio, enigma, que rechaza cualquier explicación racional primaria. “Ácido sulfúrico” nace de la realidad más cruda. De un acontecimiento ocurrido en Estados Unidos, de un sujeto que se puso a disparar sobre la gente sin que nadie supiera por qué. De ahí nació todo. De una reconstrucción dramática posible. De un personaje tremendo, medieval, enloquecido por el dolor de la muerte de un hijo. Todo siempre con una raíz en lo que ocurre, en lo que vivimos y que tenemos que explicar. O por lo menos… representar. Verdad. El teatro es esencialmente verdad. Transportada, reinventada, renacida, pero verdad. No se presta, por lo menos el teatro que a mi me interesa, a disfraces, afeites, cremas, modismos, rictus o paparruchas. Verdad. Dolor de verdad y venganza enloquecida. Sin otra solución. ¿Épico? El término me parece incorrecto. Incluso para el teatro de Brecht. Es épico por la dimensión. Por escapar hacia un nivel que no podemos explicar. “Sulfúrico” me costó sangre, sudor y lágrimas. Todavía recuerdo cuando estaba en Copenhagen por entonces, en el Instituto de Neurofisiología con el Prof. Buchtal, escribiendo por las tardes sentado en la cama, intentando dar forma dramática de calidad a puros presentimientos con raíz en un hecho criminal real. 120 Francisco Gutiérrez Carbajo: En “Teatro contemporáneo español: Alfonso Vallejo”, escribo (p.38)la relación entre Zuckerman y el Anticristo. En Ácido sulfúrico —accésit del Premio Lope de Vega de 1975— Zuckerman, un obrero que trabaja con un martillo neumático y veterano mutilado en un conflicto bélico, tiene la premonición de que su hijo, destinado en el frente, va a perecer en el combate. Su hijo muere, reventado por una mina, y Zuckerman emprende una cruenta venganza sistemática contra los diferentes representantes del poder . De nuevo se plantean los problemas de la dependencia y de la libertad, de la autoridad y del poder. En un diálogo que mantienen Flash y Zuckerman se aportan ya algunas ideas claves de la obra: «FLASH. - ¿Trabajaba con sulfúrico? ZUCKERMAN. - ¿Yo? No trabajaba... Me tenían el día entero en una celda oscura, para que pudiese meditar con precisión en la condición del hombre sobre la Tierra... FLASH. - ¿A qué conclusión ha llegado? ZUCKERMAN. - Pues la verdad... a ninguna. Pero sí le puedo decir que cuando se tiene mucho tiempo para pensar y se analiza con detenimiento cada uno de los episodios que han constituido la vida de uno... nace una especie de odio a todo... una sensación quemante... de rencor... de venganza radical... una idea de muerte global... » (Vallejo, 1978: 116-117) Como obras posteriores del autor, Ácido sulfúrico constituye no sólo una denuncia del poder sino también una profunda indagación en la condición humana. Las referencias al Anticristo y a la necesidad de destruir y arrasar todo lo antiguo en una escena en la que aparece explícito el título de la obra pueden quizá remitir a algunas de las mencionadas deudas con Nietzsche: «Este hombre está dispuesto a acabar con todo, a arrasarlo todo... Es... como un 121 compuesto explosivo... un ácido potente... el ácido sulfúrico... el vitriolo. El es el Anticristo... » (Vallejo, 1978: 108). En el discurso de los personajes tampoco faltan las consideraciones sobre la psiquiatría y la antipsiquiatría, cuyos planteamientos en la obra de nuestro autor se realizan —como ya se ha indicado— desde el profundo conocimiento del medio. Cuando la doctora Pick describe el cuadro clínico de Zuckerman como el de un sádico criminal, un abyecto y repugnante psicópata, lleno de odio, el Dr. Fossman le replica: «Pero hija, sí tú de psiquiatría no sabes una palabra ¿Por qué no lo quieres reconocer? Tratas el alma humana, con su maravillosa complejidad, como si fuera una patata cocida... » (Vallejo, 1978: 127). La degradación se manifiesta mediante el proceso de cosificación y animalización que sufren algunos personajes. A Zuckerman, por ejemplo, se le afilan las orejas, y sus manos «parecen garras... o patas de un animal extraño... un roedor». Las manifestaciones paranoicas, por ejemplo, no se muestran recurriendo a elementos trágicos sino a componentes distanciadores y caricaturescos: «... A unos les persigue el demonio, a otros su madre... (De pronto, fuera de sí). ¿¡Y a mí quién me persigue!? ¿Eh? ¡Nadie! ¡A mí no me persigue nadie!... Yo soy un trozo de mazapán. ¡Un boniato! ¡Un calcetín! Yo no hago más que sentarme detrás de un despacho el día entero para que ustedes se diviertan. ¡Soy un sujeto articulado, un esqueleto disfrazado, desempeñando funciones civiles! ¡Estoy harto! ¡En dos años se me han caído cuarenta dientes! ¡No aguanto ni un minuto más! A este paso, me voy a desintegrar el día menos pensado» (Vallejo, 1978: 112). En Acido sulfúrico, Ofelia, aunque casada en segundas nupcias, tiene algo del personaje de este nombre del Hamlet, de Shakespeare, que enloquece, cuando el protagonista, creyendo dar muerte al rey, mata con su espada a Polonio, padre de la doncella. En la obra de Alfonso Vallejo, Ofelia se confiesa totalmente loca, y quiere explorar y saltar definitivamente por el aire. Pero si en la obra de Shakespeare 122 Ofelia se ahoga en un río, al intentar adornar con flores un sauce de la orilla, en Acido sulfúrico muere estrangulada por Zuckerman, y se convierte en una víctima más en la loca carrera de homenaje a la muerte que emprende el protagonista. Ofelia no tendrá ocasión, así, de conocer el abismo, el vacío o el laberinto en el que terminan perdiéndose todos los personajes. Algunas obras de Alfonso Vallejo —y Acido sulfúrico entre ellas— rozan lo apocalíptico. Pero al autor, más que las palabras del final del Apocalipsis le interesan aquellas con las que se inicia el Génesis, y en sus poesías y también en su teatro, late siempre la indagación en lo que debió de ser el tiempo antes incluso de la formación material y de la percepción de los fenómenos cronológicos. El San Juan Bautista que aparece en Acido sulfúrico en la figura del vagabundo, se presenta como hermano de la Desesperación y como hijo del Terror y del Desastre, como producto de la Catástrofe y del Caos; y como tal, vincula a Zuckerman con lo Oscuro, y lo nombra Anticristo. En tono también apocalíptico se orienta el discurso del anónimo que recibe y lee Micky, impregnado de las enseñanzas del sermón escatológico: «Velad, pues, sobre vosotros mismos, no suceda que se ofusquen vuestros corazones con la glotonería y la embriaguez, y los cuidados de esta vida y os sobrecoja de repente aquel día que será como un lazo que sorprende a todos los que moran la superficie de la tierra» (Vallejo, 1978: 107). Ácido sulfúrico fue estrenada en marzo de 1981 en el Teatro Martín de Madrid, bajo la dirección de Antonio Corencia. Como ya se ha señalado, en 1977 fue representada en la Real Escuela Superior de Arte Dramático por el Grupo de Actores del Laboratorio de William Layton. Francisco Gutiérrez Carbajo: “Ácido sulfúrico” fue escrita en una fecha determinante en la Historia de la España actual, 1975, año del fallecimiento del General Franco. La obra tuvo interpretaciones muy diversas, con frecuencia elogiosas, pero que indicaban 123 siempre las extrañas y sorprendentes características de la misma. ¿Qué estudio publicado te ha parecido más esclarecedor? Alfonso Vallejo: Sin duda alguna el de José Gabriel López Antuñano en su prólogo a la edición de “Ácido Sulfúrico” en “Publicaciones de la Asociación de Directores de Escena de España. Colección Premio Lope de Vega (2008). nº 14 .Accésit al Premio Lope de Vega 1975.” Me referiré a los siguientes fragmentos de la misma. La poética personal de Alfonso Vallejo explica con claridad cuál es su posición ante la creación artística: “no creo que el teatro tenga que imitar a la vida; lo que debe hacer es revelarla. El arte teatral tiene que volver a manos de la gente que cree en la oscuridad, pero también en la luz; en la desesperanza, pero también en la esperanza. En el fondo, el teatro tiene un sentido de terapéutica, porque explora un terreno humano y plantea una serie de interrogantes a lo más profundo del hombre”. Estas referencias dejan claras la dificultad para encuadrar a Vallejo en una de las categorías del teatro español, si es que esto fuera necesario. Más allá del genérico y manido calificativo de vanguardista o autor experimental, se le puede alejar de las tendencias preponderantes: distanciado del realismo o del teatro de denuncia que se planteaba en los años finales de la dictadura, o bien del teatro escapista que salió en busca de un éxito comercial en la etapa de la transición. El teatro de Alfonso Vallejo está penetrado por su carácter independiente y su caudalosa imaginación; por su formación y conocimientos científicos, o expresado de otro modo, por la absorción de la cultura desde el mundo de la ciencia; y por los gustos imperantes en Centroeuropa, aunque él no sea demasiado consciente de esta realidad. En este terreno arraiga su obra dramática. (p.26) Su trayectoria teatral se ha visto jalonada por importantes premios: El Lope de Vega por El Desguace en 1976, accésit de ese mismo premio un año antes con Ácido sulfúrico, premio Tirso de Molina en 1978 con A 124 tumba abierta, y premio Fastenrath de la Real Academia Española en 1980 por El Cero Transparente, que sirvió de base al libreto de la ópera Kiu de Luis de Pablo (1983). Algunas de sus obras se han traducido y publicado al inglés, francés, alemán, árabe, italiano, portugués, polaco y búlgaro; y su teatro se ha estrenado en Nueva York, Miami, Méjico, varios países sudamericanos, Portugal, Inglaterra, Francia, Alemania, Italia y Polonia. En España ha publicado la mayoría de los textos escritos y ha estrenado en salas comerciales y en otros espacios menos convencionales. (P.26) La trayectoria de dramaturgo de Alfonso Vallejo es una de las más peculiares de la escena española: ajeno a circuitos, grupos o modas, siempre a contracorriente y con una idea muy definida de la función del teatro, se ha abierto paso en la historia del teatro del último tercio del siglo XX, aunque con una presencia intermitente en los escenarios españoles, porque su teatro, por sus temas y estructura dramática, es más aceptado en Centroeuropa que en países del entorno latino. La poética personal de Alfonso Vallejo explica con claridad cuál es su posición ante la creación artística: “no creo que el teatro tenga que imitar a la vida; lo que debe hacer es revelarla. El arte teatral tiene que volver a manos de la gente que cree en la oscuridad, pero también en la luz; en la desesperanza, pero también en la esperanza. En el fondo, el teatro tiene un sentido de terapéutica, porque explora un terreno humano y plantea una serie de interrogantes a lo más profundo del hombre”. Buscando una definición de Alfonso Vallejo, Fernández Santos le denomina en 1978 autor-isla y César Oliva escribe que la formación del autor “le proporciona una cierta variedad de formas teatrales, que dependen de qué técnica, tonalidad y tema adopta en su caso”. Variedad, añadiría, también de temas, donde sólo se atisba un único hilo conductor, su preocupación por el hombre, un ser concebido en libertad pero que se degrada paulatinamente en contacto con la sociedad de su tiempo, aunque siempre sus obras quedan abiertas a la esperanza. En su teatro, unas veces se asiste a este proceso, en otros casos se trata de personajes que el devenir del tiempo ha deteriorado y que se enfrentan ante una situación límite. La convivencia humana no parece ser capaz de regenerar las conductas humanas, antes al contrario 125 es ésta la que destroza o estropea los sueños, las utopías, los anhelos lógicos de la condición humana. (p.27) Las consecuencias de ese descenso a los infiernos de los personajes presenta un denominador común la dificultad de la existencia, del hombre que se encuentra en soledad o rodeado de otros iguales que desarrollan una violencia excesiva, que crea conflictos inútiles. La crueldad en el comportamiento, la falta de una mirada compasiva ante los problemas de los demás, el egoísmo o las frustraciones que lastran los comportamientos, son otras derivaciones de esta perversión del ser humano. Este cuadro de problemas de los personajes, que se aproxima a los del teatro del absurdo, un género teatral con el que existe un cierto emparentamiento en algunas de las obras de Vallejo, desemboca en una incomunicación o en un nihilismo vivencial; sin embargo el autor da una vuelta de tuerca más al no conformarse con presentar un friso con personajes desestructurados, Vallejo aplica en la construcción de éstos un interesante proceso introspectivo donde sus conocimientos científicos de la psiquiatría cobran un importante valor. Si esta tónica domina toda su obra, se hace más patente en Gaviotas subterráneas, donde los caracteres de los personajes se ven más contaminados por sus conocimientos científicos, ofreciendo una problemática dura, casi excesiva, sin resquicios para el optimismo. También en El cero trans- parente los personajes que son trasladados de un manicomio a otro presentan la degradación de la mente con toda su crudeza para un espectador poco acostumbrado a vivir la proximidad de conductas con desarreglos psíquicos. Sin abandonar sus conocimientos científicos, en Jindama, una de las últimas obras publicadas, se introduce en un tema muy recurrente, el teatro dentro del teatro, para que los personajes salten del mundo de la realidad a la ficción, pero detrás de estos cambios no existe el mero juego metateatral, sino un estudio acerca de la transformación de la personalidad y la pérdida de referentes propios. El deterioro de los personajes se produce en convivencia con sus semejantes, pero debajo de esta relación personal existe un entramado social mal construido que está en la base de los problemas y desajustes de la persona. 126 Las guerras, los conflictos sociales, los ejercicios abusivos del poder y otras formas de corrupción social se atisban como circunstancias que provocan esa realidad inasumible y fabricada por una sociedad que critica sin tregua, con cierto de sentido del humor, aunque éste se tiña de cierta sordidez. En esta línea, por ejemplo, llama la atención la presencia de la cárcel o el manicomio como lugares o referencias de valor metafórico en relación con los personajes. Si esta degradación se presenta en sociedades maduras de forma habitual, Vallejo en Sol ulcerado, procede a una actualización del mito de Fedra y sitúa a los personajes en un ambiente universitario y actual. Esta denuncia al entorno social y la susceptibilidad enfermiza de una censura preocupada por vetar todo cuanto se escribía con aíres de novedad en los estertores del franquismo, censuró algunas obras de Alfonso Vallejo, aunque su teatro no se escribía contra políticas concretas, sino que resultaba político en el amplio sentido de la expresión. En este sentido el dramaturgo escribió: “Mi teatro ha sido político, pero no de denuncia política. No creo en el personalismo en política; odio los sermones. Las acusaciones políticas son más eficaces por otros cauces que por los teatrales. En teatro, la militancia política es más efectiva cuando hace referencia al hombre y no a la política. El hombre es político, pero también es otras cosas”. Esta preocupación por el hombre se concreta en los muchos personajes que pueblan su producción dramática, que pueden distinguirse por los patronímicos y por su configuración expresionista. Huye, en primer lugar, de nombres reconocibles y acude a la utilización de nombre extranjeros, con un afán de superar lo concreto y de universalizar los contenidos de su propuesta dramática, como en su momento hiciera el teatro del absurdo. Más llamativa resulta la tipificación expresionista de sus personajes a los que describe con una presencia externa deformada pero no caricaturesca, porque lo que intenta proponer son aquellos rasgos más sobresalientes que conforman y determinan la personalidad y los comportamientos de un individuo y que son la traducción externa y deformada, de deformidades internas perceptibles al especialista aunque no al público de teatro, si carecieran de esos rasgos distintivos y exagerados. 127 Esta presentación expresionista de unos personajes que, a su vez, realizan unas acciones raras o controvertidas, ilógicas a un espectador ajeno, pero coherentes con su psiqué enfermiza producen extrañeza y distancia de un lado, pero de otro provocan sensaciones o sentimientos encontrados que iluminan la fábula teatral. Este efecto utilizado en algunas obras del teatro alemán de mediados del siglo XX también se puede apreciar en la pintura, llamando la atención, concentrando la mirada y el interés del espectador, para luego reaccionar ante la realidad plasmada sobre un lienzo. De esta concepción de los personajes arrancan algunas dificultades para las puestas en escena en España. La frontera que separa lo esperpéntico, la exageración expresionista de la farsa es muy débil, si no se manejan con habilidad tan diferentes registros. Lo primero consigue amplificación e intensidad, logra tensión y fuerza dramática, y a todo lo más asoma una ironía; (p.30) Cuando Alfonso Vallejo irrumpe en la escena española, lo hace con un teatro poco usual para el espectador de los años setenta, y me atrevería a escribir que para el público que se acerca a las salas en los inicios del siglo XXI. (p.34) Con este retablo de personajes, Vallejo, en primer lugar, muestra su conocimiento de la condición humana, pero además la distorsión expresionista quepractica y de la que he entresacado algunos ejemplos, resalta la desestructuración del individuo y con ella la imposible convivencia; es decir, la ruptura de un orden social construido artificialmente, incapaz de resistir los fuertes embates de la idiosincrasia de las personas que lo constituyen. En segundo lugar, cabe destacar que los personajes no sólo destruyen un pacto social, sino que sufren sus consecuencias, porque el halo de excentricidad que rodea a cada uno de ellos les impide la comunicación entre sí, como queda patente en Ácido sulfúrico por el componente absurdo de muchos de sus diálogos, por la manifiesta incomunicación, o por la inestabilidad de las relaciones amorosas que plantea (bien de conveniencia, Dr. Fossman y Dra Pick o bien pasajeras como le ocurrirá a Ofelia con Pat). 128 Me gustaría a continuación comentarte una entrevista que me hizo López Antuñano, antes de mandar su trabajo a la Editorial y que conservo con agrado en mi ordenador. -¿En qué manera influyen los conocimientos médicos, y más los relacionados con la neurología en la construcción de sus personajes? La formación de una persona, los sistemas de aprendizaje que ha utilizado en la estructuración de su personalidad, sus experiencias propias, su contexto vital, su circunstancia histórica y política, y de alguna forma, su personal biografía, son determinantes en el fondo y la forma de cualquier actividad. Como ya he dicho en alguna otra ocasión, desde 1957, cuando contaba tan sólo con trece años, después de escuchar a un profesor del Liceo Francés, Mr. Biohreau, leer en clase “Invitation au voyage” de Baudelaire, yo ya sabía que iba a ser escritor, artista. Mi fuerte fue siempre la filosofía, mi pasión. Pero para huir de las palabras, para escapar a la inducción semántica y a la seducción verbal, elegí estudiar medicina. Y en seguida neurología clínica con fuerte vinculación a la neuropsiquiatría, para conocer al ser humano directamente por dentro, desde su parte más exquisita y profunda. Sin embargo, además de neurólogo, he sido otras muchas cosas. Un hombre con todas las complicaciones, contradicciones, deseos y proyectos ilusorios, que tienen los seres cuando por encima de todo son AVENTUREROS. Eso es lo que define mi teatro, mi poesía, mi pintura y toda mi actividad. Yo soy esencialmente un aventurero que vive la vida como un desafío extraordinario y una permanente invención. LA VIDA ES EL GRAN ASOMBRO. Y eso explica todo lo que hago. EL DESLUMBRAMIENTO ante la realidad. Con todo lo 129 gozoso y trágico que esa posición conlleva. “Vivo tan fuera de mí que casi no vivo.” dije en un poema hace ya tiempo. No vivo médicamente, ni vitalmente, ni impresionísticamente, ni expresionísticamente. Nada de eso. Vivo desde mi propia existencia. Pero si puedo, como un pirata. -¿En su obra teatral se interesa por expresar las razones “ocultas” de los comportamientos humanos más que imitar la vida, es por este motivo por el que recurre al expresionismo en la concepción de una buena parte de su teatro? Yo escribo para actores. Directamente. Para actores y sólo para actores. Ellos son los que dan vida a la ficción. Ellos son los que tienen que hacer real la irrealidad. El teatro tiene que ver con la evidencia, pero de una forma “teatral”, no evidente, por alusiones, por requiebros, guiños y traspolaciones, por virtualidades. El mundo del teatro es “exclusivo”, “propio”, “mágico”, casi “sagrado”. Y a él no tienen acceso más que los que están preparados para participar en ese proceso de purificación de lo concreto. Así como suena. Los que no vayan cargados de esa especie de “ÉTER”, quedan excluidos. Y ¿qué pasa? Pues que no funcionan. Ganan unos cuantos euros, pero no participan del riesgo de la creación sobre la escena. El actor, antes que nada tiene que ser un artista, un inventor. El actor sobre una escena, no puede tener contemplaciones, ni hacer concesiones a nada ni a nadie. Ni siquiera a veces al autor y al director. Él debe elegir su vida en ese momento y en ese lugar. Y el autor que le presenta ese desafío de convertirse en un “ente teatral” ese es el autor que sirve, No el que le convierte en un muñeco de feria, en un payaso, en un enmascarador profesional. 130 Dicho de otra forma, mi teatro no es expresionista, ni vanguardista, ni realista, ni épico, ni brechtiano, ni valleinclanesco, ni del absurdo, ni nada de nada. Mi teatro es lo que me ha salido a mí de dentro, como me ha salido en cada obra y en cada momento. E incluso en muchas obras coexisten diferentes lenguajes teatrales, incluso superpuestos. Desde mi primer obra, escrita en francés “Cycle” y estrenada en 1963, hasta “Sol ulcerado” estrenada este año en Rzeszow (Polonia), caben unas cincuenta obras, cada una, a mi modesto entender, de diferente pelaje, casta, ganadería, hierro y color. -Los personajes que presenta en algunas de sus obras son seres desestructurados, que habitan en soledad, ¿cabe la esperanza o la liberación por el amor como parece deducirse de algunas de sus obras? Son “desestructurados” en cuanto no siguen los patrones habituales conductistas, de la vida convencional. Pero “estructurados” como “entes teatrales”. El personaje necesita DEFINICION TEATRAL. Necesita un olor, una presencia, un sonido y una DINAMICA TEATRAL. No son calcos de los seres convencionales. Sino “creaciones” para las tablas. Tienen que tener unas características existenciales que se salen incluso de los libros de psiquiatría, del Código Civil, de la ciudadanía e incluso de la Armada. Pero que sin embargo nos sirven de ejemplo y nos enseñan a ser. Los Hamlet no van por la calle ni cogen el autobús. Pero todos somos Hamlet alguna vez. Y Tartufos, y Avaros y también Macbeth. Y todos nos hemos encontrado en “situaciones límite”. Todos sin excepción. Por la muerte de un familiar o de una persona querida. Mis personajes pueden ser “personajes límite” 131 a veces. Ante el abismo, la oscuridad, o la desesperación. Pero siempre existe un punto de luz en todas mis obras. La dinámica de la vida implica la esperanza. “Sin esperanza la verdad no es posible” escribí hace años. Porque la esperanza se encuentra escrita en los genes y en la dinámica de la vida, como algo imparable, que no se frena por un hecho desgraciado concreto. Así que mi teatro es sencillamente “interpretación propia de una realidad con la que me enfrento”, con todo el armamentario que me ha dado la medicina, la filosofía, el arte, mi propia vivencia del mundo, mi contacto con los seres queridos y también, eso no hay que olvidarlo con “mi imaginación”. Vivimos la realidad casi como un sueño. Decía Ortega que hay que salirse del mundo para vivirlo. No es así exactamente. El mundo se vive siempre desde dentro. Y además no sabemos ni cómo ni por qué. Por muchas explicaciones que nos den los sabios neurólogos, los eruditos, los religiosos, los profetas y la televisión. -¿Los nombres extranjeros de muchos de sus personajes están motivados por un deseo de universalizar u obra, para evitar el efecto de reconocimiento del espectador, por ambas cosas o más motivos? La experiencia clínica personal demuestra que la auscultación cardíaca es la misma en Alemania, Francia, España o Portugal. Diré entre paréntesis que me estoy acordando de un cante que decía: “Yo voy a recorrer la España, Francia y Portugal, hasta no verme con mi niño Antonio pa la eterniá.” Las tablas bioquímicas son prácticamente universales. El aliento de los diabéticos no varía su olor. Somos el mismo animal privilegiado. No pertenecemos a un pueblo, ni a una 132 aldea, ni a un clan. Cada uno somos distintos sin embargo. Nuestro código genético es propio, intransferible y casi inimitable. Nuestra experiencia del mundo, también. Así que todos pertenecemos a un pueblo, a una familia y a una condición. Así que somos auténticamente personales, con una identidad personal que no se quita ni con el bisturí. Dicho lo cual, ante esa extraña paradoja que indica únicamente la sorprendente diversidad del ser humano, mis personajes quieren ser siempre universales y al mismo tiempo absolutamente particulares, únicos, solitarios, extraños, locales, defectuosos. Y todos tienen razón estando equivocados. De ahí sus nombres, su extraña definición y perspectiva, su realidad difícilmente clasificable. No hay nada más universal que lo profundamente personal. Y además, insertados en una unidad de acción con cambio de ritmo de planos, de secuencias e incluso de géneros. El teatro es siempre universal. Casi por definición. Los comportamientos de los personajes, a veces dislocados o con reacciones poco lógicas o utópicas, son una consecuencia de su concepción de la existencia como un absurdo o también de causas más contingentes como la guerra, la composición de la sociedad, el uso abusivo del poder, etc. La vida es el milagro. Lo he dicho siempre. No tenemos una explicación total para nada. Ni para la membrana de una célula, con sus bombas de sodio y de potasio, sus receptores, su estructura y función. Todo son explicaciones parciales que abren incógnitas abismales. Y quien diga lo contrario o miente o tiene que ponerse a estudiar. La vida es la gran maravilla de la que participamos conscientemente, con propio destino y voluntad. ¿Absurdo? Nada de eso. Si un enfermo se está muriendo porque le falta oxígeno y se le da oxígeno y se salva... ¿qué hay de absurdo 133 en eso? ¿Qué hay de absurdo en la gravedad? Lo que sucede es que nos encontramos ante un infinito de infinita complejidad con unas mentes que no alcanzan a desentrañarlo. Nos falta sencillamente CAPACIDAD para darnos cuenta dónde y cómo nos encontramos. No estamos capacitados ni para comprender la fotosíntesis de verdad. Dicho esto, todo ese pesimismo cascáreo de los huecos pensadores de despacho, sin contacto con la sangre y la respiración humana más que a través de un ordenador actualizado, me parece tan convencional y falso como las conclusiones a las que llegan. Toda mi obra está encaminada al DESLUMBRAMIENTO que produce la vida en todas sus manifestaciones. Y desde luego, en plan concreto, a la defensa de la Justicia y la verdad, que es competencia puramente nuestra. Un teatro de la acción. Con pozos negros y simas evidentemente. Aparecen permanentemente y prensa y telediarios. Pero con puntos determinantes de luz. Una luz que depende puramente de nosotros mismos, De nuestra actitud y comportamiento, de nuestra interpretación propia de la realidad. ¿Luces y sombras? Puede ser. ¿Claroscuro? También. Pero con un determinante absoluto. El cerebro aprende y puede codificarse. El destino está en nuestras manos. La vida es posible y exquisita. Tenemos que cambiar. -¿Quiénes fueron los autores extranjeros que le inspiraron su forma de concebir el teatro? ¿El expresionismo de Valle Inclán tiene alguna influencia en su teatro? ¿Se siente más próximo al teatro expresionista alemán o al del absurdo? Ningún autor extranjero o español ha tenido una influencia decisiva en mí. Puede parecer lo que parezca pero así es. Yo 134 he escrito siempre desde dentro. Desde lo que tenía en las tripas. He seguido siempre mi propio desconocimiento de mí. Y al mismo tiempo he aprendido y copiado si he podido de todos y cada unos de los autores, artistas, personas y situaciones en las que me he encontrado. Sin excepción y sin vergüenza. Un trozo de aquí, un pedazo de allá, de aquí una hebra, de allí un cucharón. Lo difícil es saber a quién copiar y después, saber copiarlo. Que suene a ti. Por decir sólo un nombre: Shakespeare, para mí el más extraordinario y teatral. Mi admiración por él, que llevaba casi como escrita en mi carne, se confirmó en el año 1963. Yo estaba trabajando en una fábrica de aviones en Darlington, en las vacaciones, para perfeccionar el inglés. La Royal Shakespeare daba un Festival en Stratford-upon- Avon. Vi el Ricardo III y creí que algo así me parecía casi imposible. Se me quedó marcado en la carne como una pesadilla o un sueño. Me convertí en adicto a Shakespeare desde ese momento. Pero he tenido en mi vida momentos cumbres de todo tipo que me han hecho temblar de emoción y han condicionado tremendamente mi trabajo. Un simple “buen momento” en una obra mala o mediocre, te puede iluminar. Un buen actor en un parlamento, rectifica de un plumazo toda tu trayectoria. Estaba equivocado en tal o cual obra. Tenía que haber hecho esto o aquello. Aquel estilo no era el adecuado. Me acabo de dar cuenta. Yo voy al teatro siempre a aprender. Y en la vida cotidiana, también. Escribo cuando hablo con un subnormal. Y a veces cojo un lienzo y escribo en color lo que me quiere decir. -En sus obras se observa un cierto humor pero ¿lo concibe más como un recurso para resaltar el sinsentido de la vida? 135 La vida no es nunca un sinsentido. Lo que sucede con frecuencia es que no se ha sabido dar con él. Porque el sentido de la vida depende exclusivamente de ti. Así que, si no tienes bien desarrollado el sentido del humor, algo muy grave te está sucediendo. Si la verdad no es graciosa ¿qué coño es la verdad? Porque el sentido del humor se basa esencialmente en la sorpresa, en lo inesperado, en lo extraño. Y si una persona, un personaje o una situación no lleva implícita una cierta dosis de humor, ¿qué tipo de realidad es ésa? ¿Un sermón? ¿Una consigna? ¿Una bronca? El humor es el doble plano, la duda, lo amenazante oculto, la contradicción latente, la entrelinea, lo inteligente no dicho, lo que no se puede o debe expresar. Un cambio de tono. Un punto de atención: cuidado que podemos no estar en lo cierto. Muy necesario. No es sólo un mecanismo maduro de defensa, como se dice en psiquiatría, sino una auténtica delicia. Y el tratamiento es muy sencillo: hay que pasar una temporada en Cádiz, Sevilla o Jerez. Aprender a vivir. Aprender a reír. -La estructura dramática de sus obras se aparta del tradicional ordenamiento consecuencia de la causalidad ¿por qué escoge esa estructura fragmentaria? A veces la escojo fragmentaria, a veces lineal, atemporal, simbólica, ascendente o interrupta. Según va la dinámica de los personajes que son lo que impulsan la acción. Y los personajes se mueven por el conflicto. Unico, múltiple, creciente, decreciente. Un lío que hace falta resolver según te lo va pidiendo el toro. Que no para de cambiar en toda la lidia. 136 -La acción dramática de sus obras evoluciona más por la sucesión de una historia o fábula que por los conflictos que se puedan contraponer entre sus personajes. Insisto en que cada una de mis obras va por un camino que ha elegido la circunstancia de mi vida en ese momento. Creo que no se parecen. Y creo que sacar conclusiones generales sobre mi teatro, mi poesía o mi pintura, a mí por lo menos me resulta extraordinariamente difícil. Tanto que a veces, cuando abro un texto antiguo, me pregunto ¿esto lo he escrito yo? Mis “invisibles” son extraordinariamente móviles. Yo no soy uno, sino una tribu multicolor que va cambiando con el tiempo. Y yo mismo no soy uno. Toda esa historia del “uno” no es más que un cuento mal contado. Somos muchos y en discordia, cambiando continuamente. Lo único que nos une es el nombre y el identificador de Hacienda. -Las acciones de los personajes le interesan y de hecho en sus obras las explicita pero no siempre se corresponden a las palabras pronunciadas o escuchadas por un personaje. Si esta concepción de la obra dramática es consciente, ¿intenta con ella contraponer en sus personajes una dicotomía entre su comportamiento y mundo interior? ¿existen otras motivaciones? El ser es esencialmente fantasía. Con algún grado de sentido. con una dosis de razón. Pero esencialmente fantasía, emoción, sentimiento evanescente, movimiento e invención. La vida es esencialmente una creación propia. Somos en lo que nos convertimos. Algo misterioso y profundo, algo extraño hasta para nosotros mismos. Una irrealidad que no cabe en ninguna parte, que nadie la puede expresar del todo, 137 ni el arte, ni la ciencia, ni siquiera la música, que es el arte más abstracto, la expresión más impalpable de aquello que quisiéramos ser. Dicho en otras palabras: vivimos “después”, cuando acabamos ya de vivir y la memoria nos indica que estamos vivos, aquí y ahora. Andarse con pequeños esquemas y definiciones escolares no explica nada. Y menos cuando se intenta entender. Se comprende las explicaciones. Eso sí. Pero ¿entender?¿Entender de verdad? Casi nunca. Se entiende mejor el error. Y a veces, incluso, cuando cree uno haber entendido, resulta que la verdad no nos pertenece porque está hueca, muerta. Esto lo dice Lukacs, uno de mis personajes en “Monkeys”: Si esto es la verdad, prefiero la mentira”. Personalmente pienso que todos somos “un pequeño y gran desastre que reconocemos bien.” También una maravilla. De todo esto tiene que dar cuenta el teatro. Toda esta confusión y multiplicidad de intenciones tienen que llevarla en su carne los actores. Por esta razón mi teatro requiere actores muy especiales, que sepan decir sí y no al mismo tiempo, sin expresar en escena ni la duda ni la afirmación. Auténticos creadores. Pero yo sé que ahí queda, para que en tiempos mejores, menos cargados de verdades absolutas y globales, puedan respirar y vivir. -¿Son los individuos, los personajes, los que construyen una sociedad dislocada o bien es ésta la que desestructura a los personajes? ¿qué aspectos le desagradan más de la sociedad contemporánea? La pregunta está bien hecha. Muy inteligente. Pero no la sé contestar. Por lo menos: bien. Diría que la costura entre el ser y la sociedad no existe. Somos no sólo nosotros y nuestra 138 circunstancia, sino lo que otros quieren que seamos nosotros y nuestra circunstancia. Y ahí nos las tenemos que ver. Desde luego con rebeldía. Por lo menos dándonos cuenta del cuento que nos están contando. Aunque este cuento nos beneficie. Porque los cuentos de los poderosos también producen bienestar y crean un progreso a veces impensable. Así que en ésas estamos. Existe un intento de anular el espíritu crítico personal, de acabar con la individualidad más profunda del ser, y de someter las creencias a una especie de acuerdo invisible multilateral. Todo igual. Como una ilusión compartida y virtual. Con supuesto bienestar. Y ahí nos encontramos todos. Rasgar la costura entre nosotros mismos y lo que nos rodea resulta muy problemático, por no decir heroico o imposible. Así que mis personajes y sus circunstancias son prácticamente lo mismo. La sociedad contemporánea no existe. Existen barrios, comunidades, pisos, individuos que hablan lenguas distintas e intentan reconocer su voz entre los múltiples estímulos incomprensibles que recibe de dentro. No hay que olvidar que el número de sinapsis en el cerebro se cuentan por billones. Por lo menos uno. Así que la complejidad del ser... es... difícil de contabilizar. Por muchos decálogos, fórmulas, ecuaciones y guías que se escriban, siempre se escapará. El hombre es un desafío. -¿Qué temas son recurrentes en su obra teatral? La infinita complejidad del ser. -¿Puede hablase de una periodificación en su obra teatral? No. -¿Qué razones, a su entender, explicarían la tardanza en estrenar su primera obra teatral en España y después no ser 139 un autor frecuente en las carteleras y de modo especial su exclusión a ser estrenado por los teatros públicos españoles? No sé contestar adecuadamente a esa pregunta. Tienen que hacerlo otros. Yo lo único que sé es lo siguiente: he escrito siempre lo que he sentido como he querido y sabido. Sin trabas. He escrito siempre lo que me ha dado la gana. Soy totalmente responsable de cada una de mis palabras. Y de las que no he escrito, también. -¿Relaciona la no excesiva difusión de su teatro con directores de escena poco acostumbrados a moverse más allá del realismo? Mi teatro se ha difundido. Y mucho. Y muy bien. Y en muchos países difícilmente accesibles para el teatro español. No siempre donde debía quizá. Pero eso ya es otra cuestión que otros tienen que responder. No yo. Entre otras cosas porque yo tampoco lo sé muy bien. Aunque alguna idea sí que tengo. En el prólogo de “Kora”, escribe que los actores son mis aliados. Mis amigos. -¿Se ha encontrado con muchos en España? En España hay unos actores extraordinarios. -¿El espacio que propone en algunas de sus obras alcanza un valor metafórico? Como en toda mi pintura. Todo en la vida es creación. Y lo que no lo parece, también. Queda por inventar. Para más tarde y después. 140 -Su teatro aunque posee una dimensión política, pública o de conciencia de ciudadano, no es radical en su denuncia ¿Le ha perjudicado para la mayor difusión de su obra el no encuadrarse, cuando comenzó su andadura teatral dentro de la preponderante corriente crítica y de oposición política a la dictadura? Yo, cuando empecé a escribir teatro, sabía que me “adentraba en una larga enfermedad”. Esto lo dije en una entrevista que me hicieron en el País, creo que en 1981. Ahora diría lo mismo con un pequeño añadido: “No sabía que esa enfermedad se curase sola, sin secuelas ni amarguras. Sólo escribiendo más.” Y así ha sido. Yo no escribo “para” sino “por”. El teatro lo llevo en las venas. Forma parte de mi metabolismo más esencial. Me dializa la imaginación. Por eso no hay partido, sistema, grupo, tendencia o sofistificación de snobs reunidos a destiempo ( la famosa SRD) que me impidan escribir lo que a mí me tiente. Y mientras esto siga así: todos contentos. -“Ácido sulfúrico” se representó en 1981, ¿quedó conforme con la puesta en escena? Poseo muy pocas referencias en la prensa de este estreno. Antonio Corencia con un grupo de magníficos actores realizó un montaje espectacular. De verdad. Con nervio y riesgo. Había tan poco dinero para publicidad que Paloma Lorena decidió dar funciones gratuitas. Creo que no se podía por razones técnicas. Y algunos días se pusieron entradas a una peseta. Y entonces se llenó el teatro. Y al parecer gustó mucho. Con bravos y aplausos según me dijeron. “Acido sulfúrico a peseta”. Que está muy bien. 141 -¿Qué función debe cumplir el teatro? La primera: gustar. Después: rascar. En lo profundo de la conciencia humana. Después: marcar. Muy dentro de la memoria. Después: cambiar. Conceptos caducos y actitudes extremas. Y luego: regenerar. Abrir los tejidos y oxigenar las mentes. También divertir. El teatro es el mejor modelo experimental no traumático ni invasivo para reconocer lo que somos en el fondo y poder cambiar. A mejor. 142 Latidos Año de escritura (1975) PERSONAJES: FRUCHEL PATRICIA MARDOM AMIR RAGNAR TIPO ESCENOGRAFÍA La escena se encuentra dividida en dos partes. La parte delantera representa un sector del jardín de la universidad. La parte trasera, dos retretes, uno de damas y otro de caballeros, separados por un tabique. Fiesta de Carnaval. PUBLICACIÓN: Eclipse. Ed de la Torre. 1980. Prólogo Enrique Llovet En www.obrascompletasalfonsovallejo.com y otros enlaces posibles en www.alfonsovallejo.com ver Volumen I 143 En “Teatro contemporáneo español: Alfonso Vallejo” (Universidad Nacional Educación a Distancia. Madrid. 2001) escribo (p.60) lo siguiente sobre Latidos: En Latidos la crítica del poder asume ese tratamiento. Sus representantes son sometidos a un proceso de animalización y sus declaraciones a los medios de comunicación se convierten en un discurso que en muchos casos asumen un registro intencionadamente vulgar. Así, cuando el «tipo» le pregunta a Amir por el futuro del país, el príncipe responde: «¡Uuuuu! Jodido..., muy jodido, macho... Lo veo de ruina... A mí porque me ha cambiado el metabolismo y con un hueso me conformo. Pero vosotros..., vosotros... (Sonríe), cómo está el país de sinvergüenzas..., eso veo... ¡puf!» (Vallejo, 1980: 125). La conversación que tiene lugar al comienzo de la obra entre el rector Fruchel y su hija Patricia —semejante, por otra parte a la mantenida entre padre e hija en la escena inicial de Orquídeas y panteras— se mueve en el mismo nivel carnavalesco. La charla versa — precisamente en el día de Carnaval— sobre temas sexuales y sobre la lectura de ciertos libros, que, según Fruchel, están dañando psicológicamente a su hija. «El mundo no ha empezado ayer», le dice. Él, como Rector universitario y como padre, lo sabe muy bien. En la siguiente escena se incorporan a la fiesta de carnaval el príncipe Amir y el primer ministro Mardon; pero Amir se marcha enseguida, lo que permite que el Rector informe al primer ministro sobre la vida universitaria del heredero: su paso por la universidad se reduce a fornicar, a beber y a «darle a la grifa». Mardom quiere buscar responsabilidades de este comportamiento del príncipe en la persona del Rector y sobre todo en la de su hija Patricia, por la que Amir se siente hechizado y a quien dedica toda clase de cartas de amor y los más 144 diversos poemas. La relación debe terminar, según el Primer Ministro, que, además, expresa la necesidad de encontrar a una persona capacitada para la cartera de Sanidad: «Alguien que esté con nosotros pero que en realidad no lo esté... Que sólo lo parezca... Pero que no esté tampoco contra nosotros... Una persona astuta, sin escrúpulos... » (Vallejo, 1980: 99). En tono paródico, se asegura que están consumiendo los días de transición en transición, en una forma de gobierno que no es ni monarquía, ni república, ni dictadura. Se encuentran instalados «en lo eterno, viendo como la nada se convierte en todo». En cualquier caso, el emperador está agonizando y el príncipe debe ser coronado, ya que se prepara una conspiración. Mardom parece apoyarse en el Rector, a pesar de que conoce su ambición patológica, su debilidad, su inconsistencia personal, y a pesar de tener la absoluta seguridad de que ha convertido la Universidad en un polvorín, en un foco de subversión pública. Fruchel no se asusta por las consideraciones de Mardon, y está dispuesto a tensar la situación. En la escena siguiente, a través del tabique que separa el servicio de damas del de caballeros, Ragnar y Patricia, se declaran sus sentimientos. Patricia siente la presencia de Ragnar como potente, mítica, esdrújula, amparadora. El joven le comunica que han de separarse por un tiempo, y ella le recomienda tener mucho cuidado. Fruchel, el padre de la joven, lo está buscando, pero se interpone el «tipo» en su camino, que —como es carnaval— va vestido de muerte. El «tipo» le habla al Rector sobre la muerte con palabras que recuerdan las de las danzas macabras medievales. La muerte aparece, así, como la gran niveladora de la vida, la sustancia sin sombra, la ladera desierta. 145 Le anuncia al rector que acaba una época y que se inicia otra. El parlamento es interrumpido por la llegada de Ragnar. El rector no es tan tonto para ignorar que Ragnar se acuesta con su mujer, y lo acusa de adúltero, de monstruo y de impío. Además, ha leído el libro de Ragnar sobre la «inconstancia de las constantes», y lo considera una basura, un panfleto cargado de malévolas interpretaciones, y concluye asegurando que un mundo sin constantes, sin leyes físicas, se perdería en la noche de los tiempos. Por un lateral llega Mardom e informa que el príncipe ha desaparecido. En una escena paralela Amir y el tipo mantienen un discurso grotesco. Sale el tipo y entra Patricia, y el discurso de Amir no cambia de registro. Como los acontecimientos están por encima de las pasiones, Patricia le declara a Amir que debe matarlo, a pesar de su amor. En la segunda parte la acción se traslada a un hospital. Mardom transmite un comunicado al país en el que informa que el príncipe se encuentra perfectamente bien y que se ha abortado un golpe de Estado. Llega Fruchel y le comunica que el emperador ha fallecido y que Amir está muriéndose. Debe practicarle un trasplante de hígado. Fruchel le pide a cambio la cartera de Sanidad y otra serie de compensaciones. Fruchel lleva a cabo su intervención, y «el tipo», que se declara un empleado de la televisión, le espeta a Fruchel que los medios son conocedores de que ha trasplantado al príncipe un hígado de perro y de que Ragnar ha sido salvajemente torturado. En su primera aparición pública Amir emplea un lenguaje y unos gestos caninos. Amir tiene el metabolismo completamente cambiado. Se asiste, así, a ese proceso de animalización al que hacía referencia con anterioridad y a la desacralización del discurso político. Las preguntas que le formulan sobre la inflación y otras cuestiones de Estado reciben las respuestas 146 más grotescas. Fruchel intenta zanjar la situación y le comunica a los telespectadores que todo está bajo control: el que está a sus píes no es el príncipe Amir sino un perro. Al no haber prendido el trasplante se ha creado un confusionismo diabólico en la naturaleza del príncipe heredero. Pero dentro de pocas horas tendrán un príncipe lozano, dispuesto a tomar el timón de la nave en la que todos navegan hacía el futuro. Inmediatamente después el médico Rector le recuerda al primer Ministro que Ragnar estaba dispuesto a ofrecer al príncipe todas sus visceras. Tras una nueva intervención quirúrgica, el «tipo» —como representante de los medios de comunicación— le inquiere a Fruchel sobre la posible inmoralidad en la cesión de los órganos. Para el médico no se ha cometido ninguna falta deontológica grave, ya que el donante estaba muerto. Había intentado asesinar al príncipe, y, al no lograrlo, se suicidó. A la sátira del discurso político se une ahora la del científico: «¡Todos habían aceptado los parámetros físicos que rigen Bien... Bien, pase... Newton... ¡Bien está, lo aceptamos! Nos lo creemos. ¡Pero amigo, Planck... ! cuando Planck, en persona, se devanó los sesos para encontrar su constante, que por eso se llama la constante de Planck, ¡entonces llega ese mierdilla!, ¡llega ese estúpido y dice que es mentira!.... ¡A la mierda, hombre! ¡Esos asquerosos intelectuales y demagogos..., esos supuestos revolucionarios empiezan a hartarnos!» {Vallejo, 1980: 132). Este discurso le hace dudar al tipo sobre el estado mental del médico. Pero igualmente extrañado se queda con el nuevo discurso del príncipe, que tras su nueva operación, declara su amor a todos, proclama su fe en el milagro de la vida, en el amor y en la comunicación. Se han acabado los porros, las cartas y las tormentas etílicas. Solícita la unión 147 de todos con el fin de lograr un destino coherente para el país y así aniquilar para siempre a aquellos que impidan la evolución hacia una sociedad más justa. Todos se muestran admirados, pero pronto cambiará la situación. Como en otros casos, la víctima termina vengándose de sus verdugos. Ragnar que ha sido desposeído de su identidad para trasplantársela al príncipe, pedirá ahora por su boca la caída del Imperio y el triunfo de la Revolución. Además «las constantes son constantes pero pueden volverse inconstantes... ¿Qué extraña fuerza divina hace que permanezcan constantes? (...) El milagro de la vida misma... ¡Su misterio insondable! ¿Y qué le pasaría a la tierra si la constante de Plank se hiciera inconstante?» (Vallejo, 1980: 136). El príncipe siente correr en sus venas una nueva sangre, y desea transmitir a Patricia el mensaje de que la quiere como a su propia vida. En sentido análogo al de alguna de las escenas anteriores, el componente expresionista domina la situación: se abre la puerta del quirófano y, ante el asombro de todos, aparece Ragnar tambaleándose y sangrando, con una herida en el abdomen por la que le han extraído el hígado. Solícita que le restituyan lo que le han usurpado. A los gritos de Ragnar siguen los de Amir, que cae al vacío. El público está inquieto, esperando que comparezca el Emperador en el balcón. Se impone una nueva operación al príncipe en la que le sustituyan el hígado de «asqueroso revolucionario » por un hígado de burro, y se le trasplanten los brazos y las piernas de Ragnar. La operación es un auténtico desastre: el resultado es un «guiñapo quirúrgico», con «aspecto patético, ictérico y agonizante», y al que se le han trasplantado las piernas y los brazos al revés. El propio príncipe reconoce que, para hacerle un traje, va a ser necesario estudiar trigonometría. A pesar de todo sale al balcón, y, mientras va desintegrándose, 148 sólo acierta a articular dos palabras: «yo» y «¡Patricia!». Tras un enorme cañonazo, se hace la oscuridad, y tras una música tenue, apenas perceptible, el «tipo», del brazo de Patricia, exclama: «... Cuando todo parecía perdido..., cuando esas milésimas de segundo estaban a punto de convertirse en siglos y los siglos en eternidad..., cuando esa extraña y sorprendente fuerza que mantiene la constancia de la vida, estaba a punto de flaquear..., cuando el milagro mismo de la existencia oscilaba hacía la nada atraída..., ¡sorbida!, ¡chupada! Por la constancia de la muerte (...) ¡De pronto!... ¡De pronto..., se oyó un grito! ¡Y después otro! ¡Y otro!¡Y esos gritos se convirtieron en cientos de gritos, en miles y millones de gritos que fueron retumbando por las esferas celestes (...) Era el grito de un hombre que se negaba a abandonar su órbita... ¡Alguien que se agarraba al aire con los dientes para no perder su trayectoria en el espacio!... » (Vallejo, 1980: 144-145). En un nuevo alarde de expresionismo, la cabeza de Ragnar, implantada sobre la escena vacía, viva, sin tórax, grita: «Patricia... amor mío (...) pensé que hoy no vendrías». La joven le responde: «Perdona..., me he retrasado un poco». Le toca la cabeza y comprueba que no era tan alto como le decía a través del tabique. Ragnar insulta a sus asesinos, y Patricia lo tranquiliza, asegurándole que irán al Himalaya, tal como pensaba. Ragnar sigue profiriendo insultos y la mujer concluye: «Pues vaya un viaje que me espera». Tras estas concluyentes palabras, señala la acotación: «Grito pesado, potente, metafísico, doloroso..., vivo» (Vallejo, 1980: 146). 149 Enrique Llovet, en el prólogo del libro del que “Latidos” forma parte, (Cangrejos de pared. Latidos. Ed. De la Torre. 1980) refiriéndose a las características de su teatro, escribe: PRÓLOGO: “Lo que sucede, es que la “realidad” que interesa a Vallejo no es una antología de materialidades sino la capa singular en que la tal realidad es incidida y llega a contener irrealidades turbadoras. La capacidad de ensueño,-la apetencia de sorpresas, la tensión del hombre insatisfecho arrancan, probablemente, de esa intuición sobre tanta y tanta posibilidad cercana pero desaprovechada. Teatro, pues, de escritor de gran creatividad. Por otra parte el gobierno interior de una obra, por libremente que haya sido decidido, requiere algo más que ser un escritor. La suma de indicaciones, palabras, señales, inteligencias, caracteres y pasiones, su orden y concierto, exigen un equilibrio, una técnica, un sistema de conocimientos del que dependen nada menos que hacer bien o hacer mal aquello que se decidió hacer. Esta necesidad de una síntesis coherente es tan válida para el orbe patético de Sófocles como para el universo encandilante de Shaw, los abismos de O’Neill, los dolores de Shakespeare, las burlas de Moliere, las noblezas de Calderón o las violencias de Dürrenmatt. Libres en lo que sienten, padecen, piensan y dicen, libres en su temática y en toda la peripecia de la creación argumental las gentes de teatro están condicionadas por la estructura formal elegida para contener la fluencia de sus historias. Exteriorizar un argumento, escribir un texto teatral, es batallar entre la libertad creadora y el cauce por el que ha de franquearse y encontrar salida la “acción puesta en pie”. Esta fricción turbulenta y apasionante es la que se 150 carga, en el teatro, de mayor presión estética. El impresionismo y el expresionismo, por ejemplo, son variantes del enfoque con que la “manera” de contar una historia puede ser encarada; en estos casos, ahondando en las vivencias de los espectadores o subrayando con energía el punto de vista personal de los creadores. Después de chocar con un cerco formal esas gentes de teatro no sólo tienen que salir inermes de tan terrible encuentro sino que deben alzar ante la audiencia un claro inventario poético. Y, efectivamente, el teatro de Alfonso Vallejo es claro, penetrante, indagatorio, lúcido, imaginativo y poético. La poesía es necesaria en el teatro para que se aguce la sensibilidad y la propuesta, deslizándose sobre un canal de tantas vibraciones, entregue armoniosamente su mensaje esencial. Está claro que no me refiero a la poesía estricta y directa de un texto de Shakespeare o de Lope de Vega sino a aquella forma honda de integración de las artes visuales, sonoras, plásticas y musicales que confiere sentido total a una obra dramática. Es lo que hace incluso de forma inquietante y perturbadora— Alfonso Vallejo. Porque lo que Aristóteles consideraba representación del “significado interno” de las cosas tiene bien’ poco que ver con el orden pictórico de sus detalles o el encadenado exterior de su devenir. La tensión lírica, para los griegos, tenía su centro de gravedad en el recién nacido diálogo. Los auditorios de los dramas religiosos medievales desplazaron el acento hacía la definición estética de los misterios teológicos. Con el Renacimiento volvió a identificarse la poesía con las palabras de Shakespeare, de Lope y aun de los humildes y dolientes personajes de la “commedia dell’arte”. El realismo recuperó el derecho de la vida “tal como es” a convertirse en sustancia poética. Esta competición, modulada 151 una y otra vez, en una y otra época, por unas y otras gentes, forma, sencillamente, la voluble historia del teatro. Lo que varía son las fronteras entre la métrica y la palabra, entre el dibujo, el color y la composición, entre la mímica y la expresión corporal, entre el ritmo, el “tempo” y la cadencia del texto. Lo que permanece en el dintorno del cuerpo de un espectáculo teatral, enérgicamente exacerbado sobre el resto de nuestra vida social, sin posibilidades de confusión, poéticamente cargado de fuerza expresiva. Quizá por eso la condición poética de la escritura de Vallejo me parezca, además, vital para nuestra salud dramática. Casi todos nuestros males vienen de un general desconocimiento del nuevo código teatral y de sus formas. Alfonso Vallejo, con su proximidad escalofriante a la temática de nuestra sociedad, con su humor, su violencia, su apasionada defensa de la libertad es, claro está, un autor de nuestro tiempo. Alfonso Vallejo, agregando a esos sumandos el color y la tensión de su creativa poética es el autor de nuestro tiempo más calificado para hacer saltar la arriscada coraza del realismo y establecer, al fin, un código de comunicación claro, limpio y eficiente. Nada menos. Porque la fuerza expresiva del teatro de Vallejo significa la capacidad de cumplimiento de una función esencial del teatro: llegar. No a este o a aquel grupo aristocrático, informado y culto sino a una audiencia acorde con la variada constitución de la sociedad moderna. Dicho democráticamente, a la mayoría. En ella entran, con toda probabilidad, evasionistas, intelectuales puros, finos espíritus artísticos y rudos predicadores. No hay que inquietarse. En el esqueleto de todos esos espectadores hay sitio para la tragedia, para la farsa, para el drama moral, para la empresa pedagógica y para la abstracción artística. La variedad de la audiencia no 152 tiene nada que ver —o muy poco— con el mecanismo de los géneros teatrales. Cualquier género puede y debe emocionar, promover una reflexión, intimidar, apenar, alegrar y enriquecer. Lo único que ha de hacer es encerrar dentro del perímetro de la representación una superficie de vida superior a la que cabría percibir, en el mismo lapso de tiempo, fuera del teatro. En esas condiciones, algo aparece claro: que esa variación en la intensidad de las sensaciones recibidas sólo puede obtenerse con la ayuda de elementos que intensifiquen la cuenta emocional sin anular su lógica. Estos elementos son los que integran, tradicionalmente, la función poética. Ser creído, en poesía, se confunde con ser sincero. Para que una audiencia acepte el juego teatral, renuncie a una parte de su espíritu crítico, admita hallarse donde le dicen y oír a quien le presenten, es preciso que esa audiencia esté integrada como tal —es decir, se sienta colectividad—; sea entretenida o conmovida a niveles del corazón o de la cabeza; se encuentre compensada en la renuncia a vivir su tiempo por la presentación de unos hechos más vigorosos y estimulantes que los propios; acepte la propuesta de lectura que le hacen las acciones, caracteres, pasiones, personajes y conflictos presentados o reproducidos. Durante mucho tiempo ha sido bastante simple adscribir la satisfacción de estas exigencias a un solo tipo de teatro: el drama psicológico social de este siglo, la tragedia mítica del teatro religioso primitivo, los cánticos heroicos del Renacimiento o la metafísica romántica. Los actuales traslados del centro de gravitación teatral —y muy especialmente el “absurdo” y sus derivaciones— han enriquecido mucho el caudal de emociones, reflexiones y estímulos de las audiencias. Pero esto ha exigido la elaboración de un código que no se entiende fuera de la representación. La escritura de 153 Vallejo articula un todo muy preciso que sólo existe plenamente cuando se cumple la posibilidad de su actualización, mediante una representación a cargo de unos actores vistos y oídos por un público. Aun así suele todavía resultar difícil para nuestro público descifrar su sistema comunicativo con el que no se le ha permitido familiarizarse. “Si uno mismo no se entiende, ¿cómo le van a entender los demás?”, dice “Hugo” en Cangrejos de pared. Es cierto. Pero ese terminante postulado de Vallejo sí que se entiende en su traducción teatral. Quizá porque es un autor de raza acompañado por un poeta y en posesión de un fuerte y utilísimo sentido del humor la transmisión de Alfonso Vallejo es inmediatamente entendida. Los imperativos dinámicos de sus textos, con sus exigencias conflictuales, sus peticiones de movimientos, crisis, reacciones, novedades, cambios y, en fin, ínter; acción es de los personajes, con sus exigencias de unos tiempos concretos y unas formas determinadas, sus argumentos, sus temas, sus acciones y sus intrigas caminantes, tan bien espectacularizadas, constituyen fondos mecánicos esenciales en la estabilidad de los espectáculos dramáticos de Vallejo. Sin la vitalidad esencial de su libertad creadora no habría podido expresarse. 154 A tumba abierta Premio Internacional Tirso de Molina (1978) Año de escritura (1976) PERSONAJES: DOCTOR DUFF MAUREEN MUKAKI BAUER LÁZARO GOLDSTEIN MADO HEINZ PRESIDENTE ESCENOGRAFÍA: Escena vacía con elementos. PUBLICACIÓN: Editorial Fundamentos (1979). Madrid. En www.obrascompletasalfonsovallejo.com y otros enlaces posibles ver Volumen II 155 Francisco Gutiérrez Carbajo La pragmática teatral de Alfonso Vallejo Anales de Literatura Española, 17(2004), pp. 73-88 (p.78) A tumba abierta consiguió el Premio Tirso de Molina en el año 1978 y fue estrenada ese mismo año en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. El título y la génesis de la trama se lo sugirió a Vallejo el banderillero Curro de la Riva. Éste, un día en un bar, le relató cómo el también banderillero Paco Pita lo animaba a organizar una fiesta con esta expresión, que tiene más que ver con el mundo del ciclismo que con el del toreo: «Qué, Curro, hoy..., ¡a tumba abierta!». José Gabriel Leonardo Ontiveros El teatro de Alfonso Vallejo durante la transición política española (1975-1982): reforma y vanguardia. Extra Muros, nº 25, 2006, 175-194 (p.192) Alfonso Vallejo es hoy en día un autor importante y reconocido del teatro español contemporáneo, a pesar de estar luchando siempre a contracorriente contra el establishment cultural-teatral de su país; se ha mantenido activo durante más de treinta años, produciendo significativas obras dramáticas. Le ha sido muy difícil lograr que sus piezas entren dentro del circuito escénico nacional, sin embargo, ha contado con el apoyo de directores y grupos independientes que se han percatado de la gran calidad e importancia de su obra. Podemos concluir que ha logrado configurar un lenguaje escénico original, lenguaje escénico producto, sin duda, de su talento y de los aportes que recibe en su condición de médico neurólogo e investigador. 156 La mediación estética que utiliza para transponer su visión del mundo podría transitar por el camino del Realismo Transfigurado, es decir, la base de su lenguaje es el realismo, sin embargo, también confluye en esta mediación el uso de lenguajes provenientes de la vanguardia de comienzos del siglo XX, verbigracia: expresionismo y surrealismo, con claros visos de elementos provenientes del teatro existencialista. Por otra parte, y para concluir, debemos referir que, a la luz de la teoría de los motivos, podemos dar cuenta que reforma podría ser una de las principales motivaciones que impulsan al autor a manifestarse en el plano de la realidad imaginaria. Podríamos afirmar que Vallejo ha creado un lenguaje propio. Su teatro, que podría denominarse fisiológico, muestra los estados subconscientes del hombre. El hombre es expuesto desde sus procesos mentales y fisiológicos y sus personajes viven al límite, sus acciones son producto de las innumerables tensiones a las que están sometidos. El conocimiento de su obra fuera de su país podría significar un aporte al desarrollo del teatro latinoamericano y venezolano en una época de cambios y en la cual su estética podría ser una alternativa a las tendencias posmodernas que no son bien entendidas fuera del contexto de los países desarrollados. Ofrecemos su obra para que sea representada por nuestros directores, asegurando que será un aporte para todos aquellos que deseen actualizar su estética de una manera más comprensible y pertinente, como es el caso de la poética de Vallejo: una sólida y renovada dramaturgia. 157 Monólogo para seis voces sin sonido Año de escritura (1976) PERSONAJES: SAM HARTWIG DOCTOR VOGEL KARL JOWIALSKI DIGBY LEONORA KATY MASNICA CUNNINGHAM ESCENOGRAFÍA: Escena vacía con elementos. PUBLICACIÓN: Espiral Teatro. Ed. Fundamentos (1978). Madrid. Prólogo: Miguel Bilbatúa. 159 En www.obrascompletasalfonsovallejo.com y otros enlaces posibles en www.alfonsovallejo.com ver Volumen II Prólogo de Miguel Bilbatúa: ALFONSO VALLEJO: UN TEATRO DE LA DESINTEGRACIÓN “En las obras (de Alfonso Vallejo) que conozco existe ciertamente un examen y un sentimiento de la realidad que contienen, inevitablemente, una carga crítica, un juicio impregnado de connotaciones sociopolíticas, si damos al término política su más serio valor, Pero, esto dicho, es evidente que el teatro de Alfonso Vallejo nunca podría cualificarse de fundamentalmente político, tomando como patrón el que ha merecido este título entre nosotros durante los últimos años”, afirmaba José Monleón en la presentación del volumen que contenía tres obras del autor: El cero transparente, Acido sulfúrico y El desguace. Así es, si tomamos como patrón de teatro político aquel que escribieron la mayoría de los dramaturgos de la generación de Alfonso Vallejo en las postrimerías del franquismo. Un teatro político castrado, impotente, la mayoría de las veces. Y no, ciertamente, por culpa de los dramaturgos; al menos en las causas originarias de su impotencia escénica. Existía una causa objetiva: la omnipresente censura. Pero a la censura franquista —que se ha convertido con justeza, y con justicia, en el chivo expiatorio de los males del teatro español—habría que excusarle de la radical equivocación en el planteamiento estético-ideológico de la mayor parte de los dramaturgos jóvenes españoles. 160 El error consistió, en mi opinión, y lo he repetido en diversas ocasiones, en querer escribir un teatro político inmediato cuando la situación política lo impedía. Para conseguirlo, camuflar lo concreto a través de la abstracción suponiendo que el espectador sería capaz de descodificar la clave política. El resultado fue, en el mejor de los casos, un teatro de la autosatisfacción, en el que los iniciados intercambiaban cómplices “guiños” con el escenario; en el peor, la automutilación. De esta situación se salvaron aquellos autores que optaron por un teatro de la complejidad, en el que no se pretendía rizar el imposible rizo de la eficacia política inmediata. Aunque, por eso mismo, a veces lo consiguieran. Los ejemplos saltan a la vista. Por una parte, el teatro de Buero Vallejo, con sus parábolas políticas; por otro, el camino seguido por Nieva que, sin plantearse un teatro inmediatamente político, ofrecía en sus obras una cala en profundidad de nuestra realidad social, de nuestros fantasmas, de nuestras obsesiones; una cala en profundidad que, a veces, pudo parecer despegada del contorno en el que los dramaturgos vivían, pero que nada tenía que ver con una tercera corriente imitativa-cosmo-polita que tentó a algunos dramaturgos. La actitud de Alfonso Vallejo tiene muchos puntos en común con la de Francisco Nieva. Digo la actitud y no su poética o su investigación dramatúrgica. Una actitud similar en cuanto ambos han decidido escribir un teatro al margen de consideraciones de eficacia política inmediata y sin acomodarse a las imposiciones de la escena comercial tradicional. Incluso en un aspecto superficial aparecen unidas sus actitudes ante el hecho teatral en la España que les ha tocado vivir: la decisión de dar a conocer sus dramas a través del volumen impreso ante las dificultades encontradas para su representación. Un dato que me parece sintomático en cuanto indica 161 la consideración de sí mismo como escritor, algo ajeno a numerosos dramaturgos progresistas de la época franquista para quienes el escenario era el único fin de sus obras. Es hora de que nos centremos ya en el teatro de Alfonso Vallejo. Dentro del esquematismo que supone todo intento de clasificación, y más aún en el caso de un teatro abierto a múltiples lecturas y significaciones como es el de Alfonso Vallejo, quisiera detenerme en algunos de los rasgos que me parecen más significativos. Y como eje nuclear de todos ellos me atrevería a caracterizar el teatro de Alfonso Vallejo como un teatro de la desintegración, Desintegración del individuo, desintegración de la sociedad. El concepto no es gratuito;procede del propio Alfonso Vallejo: “¿Sabes qué pienso? Que nos estamos desintegrando. Todos”, dirá Karl Jowialski al Dr. Vogel —se dirá así mismo— en Monólogo para seis voces sin sonido. Ya en El cero transparente, publicada en anterior volumen, el autor presentaba el drama de unos personajes que soñaban viajar a un lugar ideal, Kiu, donde el hombre podía vivir reconciliado con la naturaleza, consigo mismo y con sus semejantes. En la mente de los protagonistas, Kiu era el Paraíso. En la realidad, Kiu no era sino el pozo más profundo de la cárcel-manicomio en que los detentadores del poder habían convertido el mundo habitable. El Paraíso, las ilusiones, se desintegraban para los protagonistas a quienes no quedaba otra solución que el suicidio. Pero, igualmente se desintegraban las convicciones de los funcionarios al servicio del poder, los cuales se veían impotentes para conducir a los personajes al lugar de podredumbre al que habían sido destinados. Sólo se salvaban de la crisis —o, mejor dicho, no aparecían—, de este proceso de desintegración, quienes detentaban el poder. 162 Quisiera detenerme en otro aspecto de la obra: la caracterización de los personajes de los personajes víctimas. Holmes, Foster, Simón y Carol son, todos ellos, locos, o mejor dicho son considerados locos. El cero transparente no es sino la conducción de estos hombres desde el manicomio a una cárcel-manicomio. Pero, ¿qué les había conducido a la locura, a ser declarados locos? Holmes lo fue tras sus protestas por el asesinato dé su hijo por la policía en el curso de una manifestación pacífica; Foster, tras haber practicado la eutanasia evitando el sufrimiento de algunos enfermos incurables; Simón, porque denunciaba la corrupción del poder. Sólo ignoramos los motivos en el caso de Carol, pero el autor nos proporciona pistas suficientes como para saber, igualmente, que la declaración oficial de locura no es sino un expediente para marginar a cuantos se oponían al poder. Locos y suicidas pueblan el universo dramático de Alfonso Vallejo. Locos en cuanto víctimas —a veces, verdugos de ellos mismos— de una situación social; suicidas, en cuanto imposibilitados para encontrar otra solución a su conflicto que no sea la autoinmolación. La muerte como radical negación individual del mundo en que viven los personajes. La muerte como última voluntad de la víctima que reduce al verdugo a la impotencia. En Acido sulfúrico —publicada igualmente en al anterior volumen, accésit del Premio Lope de Vega 1976-volvemos a encontrarnos con este mundo en desintegración. Pero en la obra aparecen notables diferencias si la comparamos con El cero transparente. Zuckerman, el protagonista, sigue siendo un “loco”, pero un loco que ya no sufre pasivamente el terror del poder, sino que ha desarrollado sus capacidades hasta conseguir la huida de la cárcel manicomio. 163 Es un personaje desintegrado —por el envío de su hijo al frente—, pero es, también, un personaje activo, empecinado en la desintegración de la sociedad que le ha destruido. Topo que socava los cimientos sociales: “Quiero acabar con todo”, dirá. “Todo está mal diseñado. Hay que empezar de nuevo”. En Acido sulfúrico encontramos dos personajes que el autor irá perfilando en obras sucesivas: Micky, el detentador, aunque sea de un modo subalterno, del poder, y Flash, pobre diablo que, posteriormente, adquirirá un valor simbólico más acentuado en la obra de Alfonso Vallejo. “Todo se tambalea”, dice uno de los personajes de El desguace, Premio Lope de Vega 1977, que completa el volumen hasta ahora citado. El universo de los locos llevará a Belorofonte al poder, pero simultáneamente los locos cumplirán una doble acción: se aprovecharán para su beneficio particular del apoyo dado a su doctor-carcelero, y agrietarán con sus actos el edificio del poder hasta convertirlo en ruinas. Ya no se trata únicamente de la desintegración del hombre individual en una sociedad hostil a su desarrollo personal; se trata también de una sociedad que se resquebraja moral y físicamente. Es hora de que pasemos en este breve análisis del teatro de Alfonso Vallejo a las obras que componen este volumen. Monólogo para seis voces sin sonido es una obra que, como descubre su título, se efectúa en el interior de una mente escindida, desintegrada. En la obra, Alfonso Vallejo no cuestiona directamente los motivos del desdoblamiento de su personaje, sólo nos los muestra roto, desgarrado, incluso corporalmente, despedazado —una de las constantes visuales del teatro de Alfonso Vallejo. Como único elemento exterior al drama volvemos a toparnos con un personaje familiar: el diablo. El diablo que, en 164 cierta medida, es un trasunto del paraíso perdido. (Digby:... “si he de decirle la verdad, yo no existo. Es decir, no soy algo concreto, sino más bien un vacío, una ausencia, un hueco en la mente. Nada más. Pero también nada menos”). El hombre camina hacia su auto-destrucción, y el diablo se ve incapacitado para reconducirlo a un estado de conciliación consigo mismo y con los demás hombres. (Digby: “Intento ayudar al hombre, de verdad... Pero es casi inútil... Ustedes no me escuchan, Van siguiendo su destino con una tenacidad propia de gigantes... Van a su destrucción titánicamente... ¿Porqué no se suicidó por entero, las dos partes de su cerebro? ¿Por qué anuló la buena? ¿Por qué la condenó a muerte? Habiendo condenado a muerte lo mejor de sí mismo el hombre corre hacia la muerte, hacia la destrucción. El cáncer, la enfermedad que corroe al hombre por dentro, es otro elemento dramático simbólico en la obra de Alfonso Vallejo. En Infratonos la muerte es una realidad viva, actuante, que se presenta ante los hombres y les acompaña. A unos hombres que han perdido el paraíso: “Volver a aquellos diques donde nos conocimos, a pedirle cualquier cosa al camarero de los bigotes..., a cantar, a reír, a no detenernos en estúpidos recuerdos”. Pero el paraíso, la edad de oro perdida, es sólo un recuerdo inasible porque el hombre se encuentra encerrado con la sola presencia de la muerte corroyendo las entrañas: “Cae la lluvia sobre la ventana y empaña los cristales por donde observo el mundo... Veo pasar por el patio a alguien que reconozco de inmediato. Grito. Pero mi grito cae hacia adentro, rebota en los cristales, me golpea la cara... Cae hacia adentro, choca con mis vísceras, las va erosionando, royéndolas por dentro...”. 165 Presencia constante de la muerte. “Estamos aquí, oscilando entre la vida y la muerte. Sometidos a brutales presiones”, dirá el Dr. Duff, personaje de A tumba abierta —Premio Tirso de Molina 1978— que completa este volumen. Y, en otra ocasión, “Sabemos que es el fin. Esto se hunde. Se derrumba”. No se trata únicamente de la guerra “sin salida, sin justificación” en que se encuentran inmersos los personajes. Encontramos nuevamente los temas que Alfonso Vallejo desarrollara en las obras que componían su anterior volumen: el enfrentamiento entre locos y poderosos, el suicidio como última defensa del individuo, pero también la capacidad de rebeldía —en Lázaro y en su mujer. Capacidad de rebeldía que conduce a Lázaro a desengancharse de la cadena de los horrores (“Miré a mi alrededor. Cuerpos calcinados, miseria, espanto... y tuve ganas de desaparecer. De escaparme de allí, de elevarme, de volatilizarme en el aire. ¡No! ¡No podía participar en aquello!”). De nuevo la búsqueda del paraíso, amenazada por la persecución implacable de los poderosos que sólo persiguen la destrucción, la muerte. Una huida que no es sino la esperanza acorralada. Releyendo estas notas introductorias al teatro de Alfonso Vallejo descubro cuanto en ellas hay de parcialidad, de visión unidimensional de su teatro. No importa. Considero que todo análisis de una obra de arte no es sino una lectura parcial a la que sólo debe exigírsele coherencia interna pero que permite ser completada con otras lecturas igualmente coherentes. Creo que éste es el caso del teatro de Alfonso Vallejo. Lo cual nos indica, y no es poco, que estamos ante un auténtico creador. El lector encontrará, pues, en las obras que componen el presente volumen incitaciones a otras lecturas 166 quizás más ricas que ésta que sirve como presentación y qué, en ningún caso, pretende ser análisis completo. Menos aún, lazarillo de ciego. El teatro de Alfonso Vallejo no lo necesita. Miguel Bilbatúa Francisco Gutiérrez Carbajo: En “Teatro contemporáneo: Alfonso Vallejo” UNED. Ediciones. Madrid. 2001”, página 44. No es menor el dramatismo de Monólogo para seis voces sin sonido, una obra que, como sugiere su título, se desarrolla en el interior de una mente escindida, desintegrada. Aquí el autor no cuestiona directamente los motivos del desdoblamiento de su personaje; «sólo nos lo muestra roto, desgarrado, incluso corporalmente, despedazado, una de las constantes visuales del teatro de Alfonso Vallejo», como viene reconociendo la crítica {Bilbatúa, 1979: 13) La mente de Karl se nos manifiesta diseccionada; cada parte puede ser ocupada por un personaje. Esta realidad es la propia de una mente esquizofrénica. Es también un aspecto de la «realidad oscilante» a que hacía referencia más arriba. Al autor le interesa especialmente el funcionamiento del cerebro, y analiza no sólo sus aspectos fisiológicos sino también todo lo psíquico y mental que lo completa y constituye. Lo que confiere inicialmente fuerza dramática a la obra es la historia de una venganza; de una venganza que propina un reo al juez que lo ha condenado a muerte por error. Cuando le realizan la autopsia al condenado Sam Hartwig, encuentran en su estómago una carta dirigida al juez Karl Jowialski, 167 en la que además de acusarlo de negligencia, de haber basado su fallo en pruebas falsas, inexistentes e inventadas, se recrea imaginándolo apesadumbrado, mientras él ya estará en algún punto vacío del espacio, en alguna extraña órbita, camino de alguna futura constelación. Pero lo peor de todo es que no sólo ha acabado con un hombre sino con todo un sistema astronómico. El ejecutado llevaba trabajando desde hacía muchos años en un modelo que explicaba la formación de las galaxias, una teoría que iba a interpretar el destino del hombre en el espacio, que iba a ser capaz de dar respuestas a infinitas preguntas sin solución. Pero con su muerte volverá la nada y el vacío; la tierra seguirá vagando sola, atraída por movimientos incontrolados, sin respuesta, rotando en silencio, y sus habitantes quedarán ateridos de frío, sin pasado ni futuro, condenados a girar en la oscuridad. De nuevo los misterios del ser y de la nada, de la esencia y de la existencia, y de nuevo también el recurso al lenguaje especializado de la medicina como artificio irónico para interpretar un discurso de difícil interpretación. Las palabras de Hartwig las atribuye Karl a la «mente de un esquízofrénico con ideas paranoides, a las de «un judío emigrado de blancas manos». Envuelto en este tipo de consideraciones el juez recibe la visita del Digby, que se presenta como el diablo y explica que si ha de decirle la verdad él no existe: «Es decir, no soy algo concreto, sino más bien un vacío, una ausencia, un hueco en la mente. Nada más. Pero también nada menos» (Vallejo, 1979: 28). El hueco y el vacío desempeñan un papel trascendente en la poesía y en el teatro de Vallejo. Estas realidades remiten fundamentalmente a la nada pero también a nuestras carencias, con las que trabaja —como he señalado con anterioridad— el 168 médico y el escritor. Los cuadros psíquicos y los simples comportamientos humanos se manifiestan más como un cúmulo de necesidades que como un conjunto de abundancias. Ya Platón se refirió al amor como la manifestación del deseo de aquello que nos falta, y esta misma afirmación puede predicarse de todas nuestras manifestaciones anímicas. Digby le manifiesta a Karl sus propias carencias y sus ruindades, entre ellas las de haber utilizado a la mujer de Sam Hartwig. La mente de Karl traslada ahora la escena a su propia casa, que mira atónito buscando la mesa de disección y a Digby. Su mujer se preocupa por lo que le pasa, y él le refiere que lo llamaron de madrugada desde la prisión y que el Dr. Vogel le comunicó el contenido de la carta. En ella Sam «decía que la noche se había interrumpido bruscamente, pero que él seguía vivo camino de alguna constelación futura... Y habla también de la descomposición de la realidad en planos de tiempo y espacio, como uniéndose... Uniéndose en la realidad, como una potencia, poblándolo todo de signos, inundándolo todo... » (Vallejo, 1979: 32). Las observaciones de Sam las suscribirían los personajes de otras comedias de Vallejo y se subrayan también en varios de sus poemas. La realidad no es estática ni compacta sino dinámica y en continuo proceso de transformación. La realidad y la misma representación dramática están atravesadas por múltiples planos, como se pone de manifiesto, entre otras obras, en Jindama. A Alfonso Vallejo le interesa indagar en el sentido de la vida, en nuestro destino en el mundo, en lo que pudo ser la inauguración o el principio auroral de los tiempos y en lo que puede ser el acabamiento y la extinción. Preocupaciones semejantes embargaban a su personaje Sam Hartwíg, como aparece reflejado en el periódico en el 169 que insertan la noticia de su ejecución. Leonora le explica a Karl, que, según el diario, Hartwig estaba a punto de descubrir un modelo teórico, un sistema físico que explicaría nuestro destino en el universo. Leonora revela ciertas informaciones que sorprenden e intranquilizan a Karl. La que más le preocupa se refiere a su hija Katy, que, desde que publicaron la noticia del ajusticiamiento de Hartwig, siente una extraña pasión por él y quiere suicidarse. Llaman a la puerta y entra Katy, vestida de paracaidista. Es como una doble de Karl, con los mismos rasgos esquizofrénicos. Está preocupada porque siempre se le abre el paracaídas automáticamente y ella quiere morir. Pertenece a una generación perdida de jóvenes torturados y solos, habitantes de unas estructuras urbanas que los han marginado políticamente. De pronto encontraron un Mesías y empezaron a tener una dimensión humana y una proyección transcendente, pero Karl se lo ha liquidado. Y no vale invocar el Código Penal ni alegar que se hizo en cumplimiento de las órdenes. La noticia de la acción infame viene recogida en todos los periódicos, y este agravio ha acabado con la poesía, la astronomía y las ciencias sociales. Lo ha reducido todo al silencio y a la esterilidad, al frío y al desamor. Acusando a su padre, quiere inculpar también a la Justicia del mundo civilizado, al Estado y a la Iglesia. Le dirige una terrible maldición, y pronostica que caerá sobre él una lluvia de horror y de miseria. Hasta ella que lo ha adorado tanto, lo amenaza con su propia muerte. La escena es interrumpida por el ruido de un paracaídas que se abre en el aire y por unos golpes en la puerta. Entra Masnica, una joven de unos veinte años y de extraña belleza. Se ha enterado de que necesitan sirvienta y llega a ofrecerse. Está segura de que va a sentirse muy feliz en esa casa, y la felicidad constituye el objetivo fundamental 170 de su vida. Se encuentra dispuesta a ser una «sirvienta excepcional». Karl está seguro de que la ha conocido antes, de que la ha visto en sueños, y Masnica abriga la misma intuición. Ha visto también en sueños cómo un hombre, que era su conciencia, perseguía a Karl con los ojos fuera de las órbitas. Su cerebro, como el de Karl, tampoco funciona bien, y los nervios dejan paso a la angustia. Como él, siente en su mente una lluvia negra y terrible. Tiene miedo, siente que la llama el juez, y por eso ha acudido a él. Lo abraza, le muerde en los labios y en el cuello y lo hace sangrar abundantemente. Masnica desaparece. La acotación final nos lleva a percibir algunos de los ruidos del cerebro: «Se empieza a oír un leve pitido casi sin tono, interno, cerebral, conectando cada uno de los puntos sueltos, pasando por tálamo y cuerpo calloso, fimbria, rinencéfalo y corteza, un pitido intemporal, conectando diferentes niveles» (Vallejo, 1979: 44). Alfonso Vallejo, además de problemas filosóficos, está planteando cuestiones neurológicas de absoluta actualidad. Está convencido de que en un tiempo no lejano dispondremos de una comprensión excelente de aquello que, en el cerebro es responsable de la conciencia en su sentido de acceso a la información. «Crick y Kock —como escribe el citado Pinker— sugieren que la sincronización de la actividad neuronal podría ser muy bien ese mecanismo que andamos buscando, tal vez arrastrado por bucles que van desde el córtex hasta el tálamo, por decirlo así, la estación central del cerebro» (Kinper, 2000: 182). La osadía de Alfonso Vallejo consiste en poner en escena estos procesos tan complejos e incluso hacernos oír algunos de los sonidos que emite esa misteriosa estación. 171 La teoría computacional de la mente podría ser de gran utilidad para acercarnos al universo de la conciencia de Karl, que aparentemente está inundada de culpabilidad. La segunda parte de Monólogo para seis voces sin sonido se inicia, en efecto, con los afanes de Karl por expiar sus culpas. Arrodillado ante un confesionario situado en un rincón de la escena, declara que su vida se ha convertido en un infierno. Un hombre lo persigue en sueños, con los ojos fuera de las órbitas. Siente la impresión de que va a ocurrir un desastre, de que algo terrible va a sucederle, de que un alud gigantesco va a caer sobre él. Ha condenado a un hombre a la silla eléctrica, y cuando hace memoria, cree que se ha inventado todo el proceso; parece como si el juicio se hubiera realizado dentro de él, a puerta cerrada. Todo es confuso. La realidad ha estallado. Habla con la gente y cree que no existe... Que se hallan en algún punto lejano, observándole como sombras, como partes u órganos de su cuerpo, como gritos suyos que resuenan dentro de él. Digby, que está en el confesionario, le aconseja acercarse al hospital más cercano y que se lo cuente todo al médico de guardia. Revestido de los atributos de un clérigo morboso y pervertido, Digby intenta indagar en la conciencia y le anima para que confiese sus vicios más ocultos y sus pecados más inconfesables. Para consolarle, le manifiesta que la vida es un horror, lo dice él que lo sabe muy bien. Debe tener paciencia. La vida fluye y todo se va haciendo irrealidad. Karl se desploma inconsciente, y la acción se traslada a su casa, en la que Leonora le explica al doctor Vogel que su marido no habla ni responde, se ha autolesionado con el espejo del cuarto de baño y cada día aparece con nuevas heridas. Vogel opina que quizá se trate de una esquizofrenia e inquiere a Leonora para que le cuente todo. 172 Él le relata el paseo por el campo con su mujer Leocadia, y cómo cuando llegaron a un paraje alejado y desconocido la sorprendieron a ella, a Leonora desnuda y a un hombre también desnudo con los genitales pintados de diversos colores. Leonora, en un primer momento le espeta al doctor que fábula, aunque luego reconoce que no estaba tan lejos ni tan desnuda. Vogel la oyó clamar a Plutón, a Marte, a Copérnico y a San José Carpintero, a la mitología cristiana, pagana y científica juntas, y desea saber por qué tortura a su marido. Leonora admite que, cuando lo conoció, había algo en él que la atraía, pero al empezar a envejecer se volvió triste, aburrido e indisciplinado; sus personalidades fueron haciéndose antagónicas, irreconciliables; un sordo aburrimiento fue cayendo sobre sus vidas y todo lo que tocaban se volvía negro. Ella, entonces, empezó a soñar y se hizo aliada de la noche y de las distancias. Y un día llegó su salvador, con sus magníficos atributos. Desaparece Leonora de escena y entra Karl, al que Vogel lo encuentra «loco de remate» y, además, con cara de cabrón. Le parece que su estado es peor que el mostraba cuando empezó a tratarlo. Entonces iba al water cada dos o tres años, ahora se pasa decenios sin sentarse. Desde luego no se trata de un éxito terapéutico, pero el doctor, en lugar de preocuparse, se alegra. El propio doctor Vogel tampoco se encuentra mucho mejor: a veces siente un dolor tan fuerte de cabeza que las cosas le dan vueltas, pierde la noción del tiempo, se encuentra suspendido en el vacío, nadando en una realidad confusa, descompuesta en niveles que se entrecruzan y descomponen a medida que se forman... El pasado se le hace futuro y el futuro presente... Se ve actuar, moverse, gritar entre gente que aparece y desaparece… {Vallejo, 1979: 57). 173 Se reiteran, por tanto, los temas de la realidad oscilante, de los diversos planos que la configuran y la entrecruzan y de la labilidad de los tiempos; los grandes temas, en definitiva que han preocupado desde el origen de la civilización a científicos y filósofos. A estos temas se une el motivo ya enunciado de la desintegración y el del sentimiento de culpa, responsable quizá de algunos de los males que le aquejan. En La doble historia del doctor Valmy, de Antonio Buero Vallejo, Daniel acude a la consulta del doctor Valmy, porque desde hace algún tiempo padece un problema de impotencia y se siente incapaz de mantener una relación sexual normal. En el curso de la entrevista y de las escenas revividas y reactualizadas por el paciente se descubren las prácticas torturadores de Daniel en sus actividades profesionales como miembro del Servicio Político, que han ocasionado la impotencia de Aníbal Marty, uno de los detenidos. El doctor establece una conexión entre los problemas sexuales originados a la víctima y la disfunción sexual que sufre el verdugo. Y el diagnóstico es tajante: «Usted no podrá devolver su virilidad a ese pobre hombre, y por eso ha anulado la suya propia. Es una paradoja: su curación es su propia enfermedad» (Buero Vallejo: 1967: 53). De modo semejante, el sentimiento de culpabilidad de Karl por su actuación en el caso de Sam Hartwig quizá sea la responsable de su impotencia. Es la única venganza que la víctima puede tomarse contra el verdugo. Para incrementar su mala conciencia por haber condenado a un inocente, Vogel le comunica que todos los periódicos lo consideran un caso de vergüenza pública; se han levantado oleadas de protestas y hablan de anular el Código Civil, el Parnaso y el arte. 174 Ante la fría mirada de Vogel, Karl se clava las uñas, se inunda de sangre e inunda al doctor Vogel, que lo ata fuertemente con una venda. Mientras tanto se oyen gritos de orgasmo en el piso superior, y en contraste con ello Karl emite gritos desesperados, intentando soltarse. Acude Masnica, y Karl le pide que le quite las ataduras. Aparece Leonora y le explica que ha cogido afición al piolet últimamente y le relata de forma paródica su relación con el vecino. A pesar de ello, le habla de celos injustificados, de delirios y le insinúa que sería necesaria la visita a un buen especialista. Se incorpora a la escena su hija Katy, que llega como una iluminada, en un ambiente casi irreal. Esta vez no quería morir al lanzarse desde el aire, pero la caída ha sido mortal, y viene a despedirse. Karl se deshace en llantos patéticos y con evidentes signos de esquizofrenia. Suena el timbre. Katy ha desaparecido, pero llega su vecino Cunningham, que le da el pésame por la muerte de su hija. Karl le reprocha su aventura con Leonora, pero Cunningham le comenta que la vida es un largo y complicado proceso sin sentido y que todos sabían que el amor entre él y su esposa había desaparecido; todos conocían su «sadismo ingente, su progresiva desintegración», y dudaban de la existencia de sus familiares; pensaban que no eran más que invenciones de su mente enferma. Karl apunta con una pistola a Cunningham y le obliga a que grite y llore. En ese instante aparece Leonora, que le pide el divorcio, ya que no puede soportarlo un momento más. Lo va a abandonar por Cunningham. Karl dispara a la pareja de amantes, pero los disparos van contra sí mismo. Se abrazan y la luz va haciéndose más tenue a medida que desaparecen en la oscuridad. Karl está aterrorizado, cada vez en un estado más catatónico. Llegan Digby y Masnica que lo cogen por las muñecas. Karl grita y hace esfuerzos 175 por desasirse pero Digby le comunica que ha llegado el momento de descansar, y añade: «Ella es Masnica, la hija de Sam Hartwig... ¿lo sabía? Le estaba envenenando con arsénico. Un personaje terrible verdaderamente (... ) La última de sus alucinaciones, señor juez. Su verdugo. De ahora en adelante ya nadie perturbará el descanso que ese cerebro enfermo merece... » (Vallejo, 1979: 75). El grito de Karl va haciéndose más gutural y monorrítmico, muy semejante al que se escuchaba en la ejecución de Sam Hartwig. La silla del juez se encuentra en la misma posición en la que se hallaba la silla eléctrica. La luz es idéntica. La circularidad que estructura la obra se intensifica por el componente pesimista y determinista ya presente en la primera escena y que se reitera en las últimas palabras de Digby: «Intento ayudar al hombre, de verdad... Pero es casi inútil... Ustedes no me escuchan. Van siguiendo su destino con una tenacidad propia de gigantes... van a su destrucción titánicamente... » (Vallejo, 1979: 76). Francisco Gutiérrez Carbajo: “La pragmática teatral en Alfonso Vallejo.” Anales de Literatura Española.17(2004), pp 73-88” Página 79. En la pragmática de Monólogo para seis voces sin sonido, estrenada en 1982 en el St. Clement’s Theatre de Nueva York, desempeña una función capital un libro de psiquiatría de Vallejo-Nágera. En él se expone un caso clínico de paranoia de 176 celos: un individuo cree que los pasos del vecino sobre el techo de su piso constituyen mensajes en clave para ponerse en relación con su mujer. Cuando Kunningham baja a escena, comprobamos que se trata de un ser deplorable, con «genitales de astrónomo pobre, raído, sin colores», pero la fuerza dramática y real de los donjuanes competidores es inexplicable: en Los cuernos de don Friolera, doña Loreta le es infiel al teniente de Carabineros don Pascual Astete con Pachequín, «cuarentón cojo y narigudo», barbero de profesión y tocador de guitarra. En Monólogos para seis voces sin sonido, Karl dispara a Kunningham, pero éste no muere, porque en el fondo se trata de una alucinación. 177 El cero transparente Premio Fastenrath de la Real Academia 1980 Año de escritura (1977) PERSONAJES: BABINSKI HOLMES FOSTER SIMON CAROL DOCTOR AUXILIAR VOZ EN EL ALTAVOZ ESCENOGRAFÍA: Escena vacía. Únicamente, frente a frente, ligeramente inclinados hacia el público, dos asientos corridos. Nos encontramos en el compartimiento de un tren. Pitidos, ruidos por el altavoz de la estación. Los espectadores, supuestamente en el andén. 179 PUBLICACIÓN: Ed. Fundamentos. 1978. Prólogo: José Monleón. En: www.obrascompletasalfonsovallejo.com y otros enlaces posibles en www.alfonsovallejo.com ver Volumen I “Train to Kiu”. Estreno Contemporay Spanish Plays (1995) Traducción de Rick Hite. Dialog nº6 (Traducción al polaco: Urzula Aszyck) Inglés: “Zero Line” por Susan Meredith. Alemán: “Nullpunkt” por Renate Tolsdorf. Francés: “Le zéro transparent” SINOPSIS: Un grupo de personas inician un viaje hacia Kiu, una ciudad de la que todo el mundo tiene una idea a base de referencias. Todos creen que se trata de su primer día de libertad. Han estado sometidos a extrañas presiones que han estado a punto de destruirlos. Los acontecimientos que se van produciendo a lo largo del viaje, les demuestran que el sentido de Kiu es muy distinto al que pensaban. La libertad sin embargo es posible. Aunque tenga un alto precio. Prólogo de José Monleón En “El Cero transparente”, Ácido sulfúrico, El Desguace. Ed. Fundamentos. 1978. Madrid ALFONSO VALLEJO, TODO MENOS HABER ESTRENADO EN ESPAÑA 180 Alfonso Vallejo es un seudónimo, el falso nombre con que un hombre de 34 años, ha querido distanciar su vocación literaria de su práctica profesional. Pese al valor dramático de varias de sus obras, la verdad es que el enmascaramiento del seudónimo ha cumplido hasta la fecha una irrelevante función, simplemente porque aquí, salvo en el caso de unos pocos dramaturgos —en los que concurre el valor de sus obras y una serie de circunstancias favorables—, se ignoran buena parte de los textos de interés que se escriben, y, por supuesto, los nombres de sus autores. La trayectoria de Alfonso Vallejo podría ser una perfecta ilustración de la aspereza y el desdén con que trata nuestra sociedad a quienes, además de escribir teatro, se empeñan en hacerlo a su manera, con imaginación y libertad, en lugar de tantear las demandas del mercadillo y llevar a las cuartillas el menú solicitado. Alfonso Vallejo —que, quizá, por haberlo elegido, es mucho más su nombre que el que figura en el Registro Civil— escribe obras de teatro desde hace-18 años, plazo largo, que le ! ha permitido acabar un total de 23 dramas, de los que \ considera que 9 merecen ser representados y defendidos. ‘Autor aislado, ajeno a las tertulias literarias, sin contacto personal con las gentes de teatro, extraño a cualquier sentimiento de grupo o de generación, Vallejo —que llegó a dirigir el TEU de Medicina y a estrenar, en el 63, en el Instituto Francés de Madrid, la traducción de una de sus obras primerizas— se planteó su “carrera de autor” en términos tan insólitos como tenaces. Dado que era consciente de cuanto separaba el tipo de teatro que él proponía de la tónica dominante en la escena española, decidió dirigirse, antes que a los empresarios, a un grupo de personas cuyos criterios artísticos le parecían respetables. Obra tras obra, las envió a tales jueces. Cuidadosamente estudió luego cuanto señalaban los informes, reflejando en cada nuevo drama las conclusiones razonables vertidas sobre el precedente. De manera que, aun sin el trámite irremplazable del estreno, el autor afrontó cierto proceso crítico, sustituido el público por ese grupo de personas cualificadas a las que iba sometiendo sus obras. Esta operación la completó Vallejo con otra no menos insólita. Con todas las dificultades del caso, aun sabiendo lo difícil que resulta la traducción de 181 un texto dramático, encargó la versión inglesa de cada una de sus obras, estableciendo relaciones regulares con agentes ingleses, alemanes y norteamericanos. El mecanismo no podía ser más simple y, a la vez, más insólito. Concluida una obra, la remitía, primero, a la lista de ‘’asesores” del teatro español. Recibidas las críticas, se planteaba la posibilidad de una segunda versión del texto; redactada ésta, sometía el resultado a nuevas confrontaciones, llegando en algún caso a escribir hasta una décima versión. Fijado un texto satisfactorio, encargaba su traducción, que mandaba a los agentes extranjeros... El resultado de esta paciente labor ha sido evidente, aunque siga pesando la ausencia del estreno. En España, el nombre de Alfonso Vallejo ha ido sonando más y más entre las gentes de teatro, ya fuera por haber leído las copias mecanográficas de sus obras, ya fuera por la referencia difundida por tales lectores. Este prestigio se vio reforzado —sin que la presencia de su nombre sorprendiera al mundillo teatral— por la concesión del Accésit del Premio Lope de Vega del 76 a su obra Acido sulfúrico, y del Premio del 77 a El desguace. En cuanto a las opiniones que sus obras han merecido de los estudiosos extranjeros, las hay excelentes y procedentes de los más apartados lugares. Así, por ejemplo, John Tillinger, de New Haven, Connecticut, escribía: “Un teatro absolutamente fascinante”. Y Nagle Jackson, de la Milwaukee Repertory Theater Company: “Estoy impresionado por El desguace: es ia mejor obra sobre Nixon que he leído”. Y John B. Welch, de Boston: “Pienso que su teatro demuestra invención y coraje; es un trabajo articulado y perturba-dor5’. Este interés “extranjero” por el teatro de Vallejo ha conducido a que algunas de sus obras se montaran, como sucedió con Vuelomagia, en Inglaterra, y El cero transparente, en los Estados Unidos. De ambos acontecimientos dan fe numerosas críticas, en las que figuran afirmaciones como estas: “Quien faltó al Richmond Fringe el último fin de semana se perdió una fiesta. La obra en cuestión fue Fly-By (Vuelomagia), de Alfonso Vallejo”, sus- crita por Richmond Twickenham, o la obra El Cero Transparente está excepcionalmente bien escrita”, firmada por Lynn Holst, de Nueva York. 182 La situación de Vallejo sería inverosímil si no fuera sintomática. Haber recibido el más importante premio teatral español —el Lope de Vega—, haber sido publicado y estrenado en el extranjero, contar con la estima y el respeto de una serie de gentes cualificadas de nuestro teatro y no haber visto sobre los escenarios del país una sola de sus obras — Cycle, aquella lejana representación, tuvo un carácter esporádico y exigió la traducción al francés— constituye una contradicción que sólo una realidad cultural como la nuestra puede cobijar, e incluso cómodamente. Él tema, por lo demás, es antiguo. Si es verdad que hay dos Españas, bien puede decirse que la inmensa mayoría del público procede, dada la organización del teatro y de la sociedad, de la peor, de la más satisfecha e inmóvil, y que cuantos dramaturgos tienen su raíz en la otra —con dolor, pues a nadie le gusta sentirse exiliado en su propia tierra, volcado sobre una sociedad frecuentemente hostil—, padecen, en mayor o menor grado, la inevitable incomunicación. En algunos casos, el paso del tiempo aminora la tragedia. Los textos antes marginados se van abriendo paso a golpe de juicios elogiosos, hasta llegar a ser aceptados, sin necesidad de ser generalmente entendidos, como parte del patrimonio cultural. Para entonces, lógicamente, el autor está ya muerto y sus palabras y sus acciones han dejado de ser un incordio; labio-grafía se momifica, se le quita hierro, se resume en fechas y anécdotas pintorescas, y se entra en la obra por cómodas puertas, ya sea a través de interpretaciones centradas en sus aspectos más fáciles, ya sea habilitando entradas que en realidad no existían. Excepcionalmente, determinados autores pueden, en un momento dado y hallándose en la plenitud de su vida, salvar la barrera. Autores de talante crítico, empeñados en hacer una obra que rehuya el halago, de espaldas a la satisfacción rutinaria de la demanda pequeño-burguesa, y, sin embargo, aceptados por la mayoría del público —que es una minoría social— o, siquiera, por sectores lo bastante amplios como para hacer posible el estreno. Esto ha ocurrido en España con las obras de Buero, o últimamente, con Las arrecogías del Beaterío de Santa María Egipciaca, de Martín Recuerda, por ejemplo. Las enrarecidas circunstancias políticas, las dificultades 183 con que ha tropezado la expresión crítica, han conferido al teatro una significación y una función excepcionales, sobre todo, y ese sería, muy singularmente, el caso de Buero, cuando el autor conseguía, salvando hábilmente el escollo de la censura, dar a entender mucho más de lo que literalmente decía. Nuestro Alfonso Valle jo no se ha visto beneficiado por ninguna coyuntura. En las obras suyas que conozco existe ciertamente un examen y un sentimiento de la realidad que contienen, inevitablemente, una carga crítica, un juicio impregnado de connotaciones sociopolíticas, si damos al término política su más serio valor. Pero, esto dicho, es evidente que el teatro de Alfonso Vallejo nunca podría cualificarse de fundamentalmente político, tomando como patrón el que ha merecido ese título entre nosotros durante los últimos años. La aventura creativa de Alfonso Vallejo se mueve por otros horizontes, a los que no es ajena su profesión, su investigación cotidiana en la subjetividad de los hombres. Frente a la relación directa de tantas obras españolas de carácter crítico con nuestras estructuras sociales y políticas —obras generalmente bloqueadas por la censura—, frente al guiño indisimulado entre el autor y su público, frente a la concreción precisa que el espectador extraía de historias aparentemente vagas y lejanas, el teatro de Vallejo posee una poética distinta. Aquí, el personaje no es un pretexto ni, tampoco, una entidad psicológica integrada “naturalmente” a la fábula. Por el contrario, el personaje es el centro, la escena, el poeta y el corazón de la historia; el personaje la vive o la inventa, viniendo aserio imaginado una parte substancial de la realidad. Evidentemente, una poética así corre el riesgo de plantear un teatro clínico, un teatro que no sobrepase el “caso” personal. No sería ese el límite de las obras de Alfonso Vallejo, cuyos personajes -y quizá ésta no deje de ser una posición en el campo estricto de la psiquiatría frente a los que tratan la “locura” como si fuera una enfermedad orgánica, una maldición personal, desligada de la presión social y de las circunstancias biográficas— no hacen sino agrandar, subjetivar y deformar sistemáticamente una realidad plenamente identificable. 184 La tradición en que cabría situar un teatro así es, sin duda, rica en la historia de la literatura —hasta haber hecho de lo kafkiano, en su sentido más riguroso, un adjetivo habitual—, pero muy pobre en la historia del teatro español. Aquí los monstruos han sido casi siempre domesticados, máxime cuando parecían sueños de la razón. En El cero transparente aparecen unos personajes en su mayoría locos “, que se creen por un momento en libertad, cuando, en realidad, el tren en que viajan, lejos de conducirles a imaginados paisajes apacibles, los traslada a un nuevo manicomio, a una nueva cárcel. De la otros personajes, teóricamente cuerdos, encargados de la vigilancia y terriblemente crueles realidad y substituye la lógica cotidiana por el misterio. Como ha explicado José Monleón, el hombre, dolorosamente, cruza por la crueldad, la soledad, los formalismos, la muerte, pero, lejos de someterse a esos principios, deja que desde lo más oscuro de sí mismo, se abra paso otra personalidad agazapada, cuya implacable lucidez se opone a ese «orden del mundo». Quizá sea, en definitiva, lo que tan apasionadamente explicó Camus cuando se refería a la rebelión metafísica y al rechazo del suicidio como respuesta coherente con nuestra miseria existencial (Monleón, 1978: 12-13). «Cada espectador —comenta Alfonso Vallejo— deberá concluir la obra, que es un canto a la esperanza, a la libertad, a las enormes posibilidades del ser humano en la lucha, en la resistencia, la invención, el amor» Como en otras obras de Alfonso Vallejo, en El cero transparente se asiste a una instalación del mito en la vida cotidiana, lo que lleva a constatar la dificultad de su existencia en nuestros días o a descubrir el especial tratamiento al que ha de ser sometido. La estructura mítica del viaje, inspiradora de El cero transparente, ha sido descrita, entre otros por Joseph Campbell, que en su estudio El héroe de las mil caras ha señalado sus fases de separación-iniciación- retorno. Pero en el viaje que emprenden los personajes de esta obra sólo conocen la fase de separación y desintegración. La primera etapa la inician ya una vez que han «cruzado el umbral», lo que significa el primer paso hacia lo desconocido. La línea del 185 tren atravesará «heladas gigantescas», desiertos, parajes inhóspitos, ambientes absolutamente extraños para un personaje como Simón, que entiende el lenguaje de los pájaros. Otro personaje, Foster, que es médico, y ha visto morir a cientos de enfermos, que ha vivido instalado en el sufrimiento humano durante muchos años, ha desarrollado un sentido especial para detectar el peligro y percibe en el aire una melodía, un ruido particular, vecino de la muerte. Los personajes están instalados en el reino de la noche. En el viaje que emprenden los héroes épicos, después de esta bajada a los infiernos, y de superar una serie de pruebas, traspasan el umbral del regreso y se reintegran al mundo de la luz. Pero los personajes de El cero transparente no podrán volver al reino del aire y del sol donde habitan los pájaros. Los pájaros «dominan los aires..., dominan la tierra con sus vuelos rasantes y etéreos..., y van protegiendo al débil de una forma constante, ayudándole, orientándole, en esa lucha sorda que mantienen contra la oscuridad y la fuerza... » {Vallejo, 1978: 66). Pero algunos hombres no son capaces de la grandeza de los pájaros, y en lugar de orientar y proteger a sus semejantes, los sepultan en el hueco más oscuro de la noche, en un intento inútil de hacerlos cómplices de sus propios desvarios. Pero aunque el tren vaya derecho a descarrilarse entre chispas, y se adivine la imposibilidad de salir del túnel de la noche, siempre quedan la rebeldía y la rabia que nos harán atisbar o soñar el esplendor y el deslumbramiento ante el misterio de la vida. Como escribe Úrsula Aszyk {1995: 201): «la catástrofe acaba este simbólico viaje de locos con los que se remite a la tradición medieval {La nave de los locos) y a la clásica (el último e involuntario viaje con el conductor Caronte). Se salvan sólo un ciego-poeta y una mujer, símbolo de belleza y amor», El cero transparente fue estrenada en el Orange Tree Theatre de Londres, el 21 de septiembre de 1979, bajo la dirección de Julia Pascual con el título de Zero Line. El 2 de marzo de 1980 tuvo lugar su estreno en el Teatro del Círculo de Bellas Artes de Madrid, por el TEC, con dirección de William Layton, y ese mismo año y con la misma compañía es presentada en el Festival Internacional de Zaragoza. 186 Agustín Sánchez Aguílar(1996: 91) ha llevado a cabo un análisis de la recepción crítica que obtuvo el estreno de El cero transparente en 1980, basada en los siguientes textos: Alberto Fernández Torres, «El cero transparente, Alfonso Vallejo/T. E. C. Sí, pero no», Pipirijaina, 14 (1980), pp. 46-47; Manuel Gómez Ortiz, «Un grito de rabia y esperanza: El cero transparente de Alfonso Vallejo en el Círculo de Bellas Artes», Ya, 14 de marzo de 1980, p. 49; Eduardo Haro Tecglen, «El cero transparente. En el mundo del símbolo eterno», El País, 13 de marzo de 1980, p. 37; Lorenzo López Sancho, «El cero transparente, obra de un vigoroso autor nuevo: Alfonso Vallejo», ABC, 13 de marzo de 1980, pp. 29-30.; José Monleón, «El cero transparente», Triunfo, 895 (22 de marzo de 1980), pp. 40-41; Adolfo Prego, «Confirmación de dos autores nuevos», Blanco y Negro, 3. 542 (del 19 al 25 de marzo de 1980), pp. 50-51. En 1982 fue estrenada en el Teatro Prisma de Caracas, dirigida por Marta Candia, y en 1983, inspirada en El cero transparente se representa la ópera Kiu, con música de Luis de Pablo en el Teatro de la Zarzuela de Madrid. El 23 de noviembre de 1990 tiene lugar su estreno en el Teatro Dramatyczny, de Plock (Varsovia), dirigida por Jacek Andrucki. El 5 de mayo de 1992 es representada por el Teatro della Quattordicesima, Milán, por el Centro della Ricerca Teatrale (CRT), con dirección de Carlos Martín y con el título de Lo Zero Trasparente. En 1993 se repone de nuevo la ópera Kiu, basada en El cero transparente. Este espectáculo, que abrió la temporada de ópera en el teatro de Zarzuela, mereció, entre otras, la siguiente crítica: «Por encima de violencias verbales {,.. ) en el texto de Alfonso Vallejo hay una fuerza dramática y late un sentido poético de indudable atractivo. La dualidad poder-oposición contra el grupo de esclavizados, los enfermos, locos, viajeros a quienes se les promete llegar a una libertad que no es sino la definitiva cárcel-manicomio; la sucesión de muertes —suicidios, asesinatos, sino que se cumple por el descarrilamiento— brindan múltiples posibilidades al compositor, riqueza de contrastes y hasta el añadido impulsor de fantasías del ciego que entiende el lenguaje de los pájaros, fuente de invenciones y logros sonoros. / He vuelto 187 a sentir una impresión cercana, de hecho sin la menor modificación sustancial, a la que me causó la obra en su estreno (... ) Queda por hablar de Francisco Nieva, que dio vida teatral muy desde dentro del tema y el sentido que encierra el texto de El cero transparente de Alfonso Vallejo en la visión de un compositor, Luis de Pablo, no limitado a crear música, sino, como se dijo, a recoger en ella todo el mundo simbólico creado por el escritor. Nace así, fruto de la triple contribución, una obra artística de fuerza captadora y sugestiva multiplicada, Kiu, en la concepción y escenografía de Nieva, es más abierta y enriquecedora, de amplitud e imaginación mayores, sin mengua del interés En “La pragmática teatral en Alfonso Vallejo” (p. 77) Anales de Literatura Española, 17 (2004), pp 73-88. El cero transparente, representada en el Orange Tree de Londres en 1979, en el Círculo de Bellas Artes de Madrid en 1980, y merecedora del Premio Fastenrath de la Real Academia Española en 1981, surgió de varios acontecimientos: 1.°) de un viaje a París realizado en el tren Puerta del Sol; 2.°) de la contemplación de una modelo en una revista francesa, que le sirve como motivo para la creación del personaje Carol; 3.°) del mundo mitológico, y en concreto del personaje de Melampo, que es el que comprendía el canto de los pájaros; 4.°) del controvertido asunto de la eutanasia, que suscitaba y sigue suscitando encendidas polémicas; 5.°) del mundo de la neurología, algunos de cuyos representantes más ilustres aparecen en la obra con sus propios nombres: Holmes, Foster, Babinski, etc. El nombre Kiu, con el que se designa el hipotético paraíso al que los locos creen ser conducidos, se lo sugirió al dramaturgo la lectura de un tratado de medicina sobre la esclerosis lateral amiotrófica, una enfermedad rara, que había sido estudiada en las islas Kii del Japón. Al autor le gustó la sonoridad casi onomatopéyica del término y por un efecto de disimilación lo convirtió en Kiu. 188 El bastón con el puñal dentro, con el que Simón mata a Babinski, tiene su correspondencia con el bastón -también con un puñal en su interior, que Alfonso Vallejo le compró a un gitano por tres mil pesetas en la plaza de Santa Ana de Madrid. De la atinada combinación del ritmo del tren, del mundo de la neurología y del de los tipos pintorescos del universo madrileño, puede surgir una obra con vocación de universalidad, como es el caso. El teatro de Alfonso Vallejo durante la transición política española (1975-1982): reforma y vanguardia José Leonardo Ontiveros G. Universidad de Alcalá (España) Extra Muros Nº25, 2006,pp 175-194 RESUMEN Siguiendo esta idea de clasificar a nuestro autor es importante señalar que sobre la dramaturgia de Vallejo existe un estudio pormenorizado y extenso realizado por Gutiérrez Carbajo (2001), quien afirma sobre este aspecto que: Se viene insistiendo en que el teatro de nuestro autor es un teatro antirrealista o idealista. Yo pienso por el contrario, que nos encontramos con el teatro más realista de la escena española. Un realismo donde tiene cabida la realidad aparencial pero también la metarrealidad y la subrealidad (2001:18). (p. 179) Vallejo, en efecto, mezcla en sus obras varios planos de la realidad. Ellos se confunden y generan una atmósfera caótica. Sus personajes transitan por estadios que van desde lo racional hasta lo irracional, desde la locura a la lucidez, hasta pasar por momentos líricos, de ensoñación y de esperanza. 189 En relación a la temática de sus obras podemos afirmar que es siempre constante: la lucha del hombre por la libertad; sin embargo, no podemos decir lo mismo del género de las mismas, Vallejo cambia el tono de una obra a otra de manera radical. Tampoco podríamos decir que existe una primera o segunda etapa dentro de su dramaturgia, ni que tenga un método preestablecido de escritura. En relación a esta idea, Vallejo afirma que: No existen diferentes períodos en mi dramaturgia. Cada obra sigue su propio camino. Yo no escribo con arreglo a fórmulas o tendencias. Siento que hay algo que expresar teatralmente. El inicio de cada obra es práctica mente imprevisible. Una sorpresa. Una noticia en un periódico, un hecho histórico que me llama la atención, una mirada en el autobús, un incidente cotidiano o social que me impacta. La regla es que no que no hay regla. Los términos heterogéneo, policromático, multidisciplinario, poliédrico me convienen. Tampoco existe una continuidad en el género o en el tono de las obras. Puedo pasar de una obra compleja, tremenda y dura a una situación de humor por ejemplo en la siguiente. Vallejo, comunicación personal, 22 de febrero 2005). O en otro punto: (página 182) Vallejo reacciona frente a un entorno que lo agrede, frente a una sociedad que conculcaba los derechos ciudadanos, como lo fue la dictadura franquista. Vallejo nos enumera y describe los distintos motivos que le hacen empuñar su fusil de ideas contra la intolerancia y la ortodoxia. Sobre este tema él mismo nos afirma que: Me impresiona la facilidad con que se manipula nuestras creencias, nuestros hábitos, nuestras raíces. Me sorprende la facilidad con que hablan los decidores, los sabihondos, los que conocen la verdad y te la explican. Me irrita la facilidad con que se determina lo que tú debes hacer, lo que te puede convertir en un ser asocial, lo que debes comer, leer, pensar. Cualquier persona con un espíritu crítico desarrollado, y un sentido de la independencia 190 suficiente, puede ver cómo mucho de lo que se habla y dice depende de una cultura del terror, de la domesticación en masa, del aniquilamiento del individuo. El librepensador, el francotirador, el hombre auténtico que busca la verdad en su propia raíz, con frecuencia, no es destruido, simplemente ignorado. Dejado morir por no pertenecer al grupo correspondiente que dirige la situación en ese momento. Todo se ha convertido en producto, en mercado, en consumo Vallejo, comunicación personal, 22 de febrero, 2005). O en otro punto, (p.18) Ontiveros comenta: Vallejo reacciona frente a un entorno que lo agrede, frente a una sociedad que conculcaba los derechos ciudadanos, como lo fue la dictadura franquista. Vallejo nos enumera y describe los distintos motivos que le hacen empuñar su fusil de ideas contra la intolerancia y la ortodoxia. Sobre este tema él mismo nos afirma que: Me impresiona la facilidad con que se manipula nuestras creencias, nuestros hábitos, nuestras raíces. Me sorprende la facilidad con que hablan los decidores, los sabihondos, los que conocen la verdad y te la explican. Me irrita la facilidad con que se determina lo que tú debes hacer, lo que te puede convertir en un ser asocial, lo que debes comer, leer, pensar. Cualquier persona con un espíritu crítico desarrollado, y un sentido de la independencia suficiente, puede ver cómo mucho de lo que se habla y dice depende de una cultura del terror, de la domesticación en masa, del aniquilamiento del individuo. El librepensador, el francotirador, el hombre auténtico que busca la verdad en su propia raíz, con frecuencia, no es destruido, simplemente ignorado. Dejado morir por no pertenecer al grupo correspondiente que dirige la situación en ese momento. Todo se ha convertido en producto, en mercado, en consumo. Vallejo, comunicación personal, 22 de febrero, 2005). (p.183)Vallejo descubre que el teatro es un medio experimental muy eficaz para saber cómo y qué es el hombre. Utiliza este medio expresivo para 191 conocer al ser humano ya que, al igual que el teatro, somos cambio, evolución, acción, desarrollo y transformación. Tiene sus coordenadas y objetivos bien claros, sabe muy bien cuál es su dirección escénica y conoce claramente lo que busca al estructurar sus obras del modo que lo hace. Su teatro está muy lejos de ser un teatro del absurdo o nihilista, sin objetivos y sin propósitos, etiqueta que algunos críticos le han querido endilgar. A este respecto Vallejo acota que: Mi teatro es voluntad de progreso, lucha contra el oscurantismo, la ignorancia y la superstición. Y por lo tanto, todo mi teatro, mi poesía y mi pintura van en la misma dirección: descubrir el sistema para reconocernos, incluso en los lados más oscuros de nuestros cerebros, y transformarnos en algo nuevo, diferente, algo mejor. La idea de libertad, de justicia y solidaridad, se hallan en la raíz de todo lo que intento expresar. Pero además (…) otras muchas cosas de carácter emocional, que no tienen cabida en la teoría cognoscitiva, y que pertenecen al dominio de lo oculto, lo irracional, animal y secreto (Ibidem). En su teatro asistimos al choque de fuerzas ocultas que quieren destruir al hombre. Vallejo las pone al descubierto. Disecciona al hombre para que aflore todo su material psíquico. Desea reformar, o más allá de reformar, lo que quiere es que el hombre sea de nuevo ubicado en el centro del mundo. La sociedad moderna en que vivimos ha convertido al hombre en un ser unidimensional. Al hombre se le ha encerrado en un laberinto sin salida. Vallejo desea que la sociedad y el hombre avancen hacia un mundo nuevo, quizás utópico, pero distinto. (p.185)-Podríamos asegurar que, aunque Vallejo nos muestre personajes violentos o crueles, y a pesar de que sus temas sean apocalípticos y trágicos, subyace en él la firme idea de creer en el hombre, de creer en sus enormes capacidades para construir un futuro mejor. 192 Soy un analítico. Por deformación genética, personal y profesional, lo más importante es conocer. Quiero decir diagnosticar. No estar en el error, no jugar con medidas equivocadas, con presupuestos falsos, con creencias previas. Lo fundamental es la duda metódica. Saber qué está pasando, dónde fallan los sistemas, e intentar aportar alguna solución. Yo me enfrento a la realidad en la que vivo como un observador imparcial. Quiero ser un franco-tirador. No dejarme llevar por corrientes de opinión o información manipulada. Me enfrento con la realidad en la que vivo como un clínico. Como un analítico. Y, después de informarme lo mejor posible, digo lo que pienso. Siempre con mucha cautela, porque a nada que dejes un elemento sin valorar, yerras. Así que dispongo mis armas con sumo cuidado y con ellas juego lo mejor que sé. Pero me parece bastante claro que uno de los problemas graves que tiene la humanidad en este momento es decidir por qué camino quiere seguir: por el del crecimiento deshumanizado o por el del descubrimiento de un nuevo hombre, no el de antes, sino otro nuevo, que ponga otra serie de valores e ideas en el centro de su comportamiento (A. Vallejo, comunicación personal, 27 de abril, 2005). Natalia Szejko Instytut Studiów Iberyjskich i Iberoamerykańskich Wydział Neofilologii. Uniwersytet Warszawski AUTODESTRUKCJA JAKO FENOMENOLOGICZNY MODEL REKONSTRUKCJI OSOBOWOŚCI. RELACJA INTENCJONALNA W PRZEZROCZYSTYM ZERZE ALFONSA VALLEJO COLLOQUIA LITTERARIA SEDLCENSIA XIV-II, Formy czasu i szaleństwa w literaturze i sztuce, monografía bajo la redacción de Ewa Kozak y Barbary Stelingowska, Autodestrukcja jako 193 fenomenologiczny model rekonstrukcji osobowości. Relacja intencjonalna w „Przezroczystym zerze” A. Vallejo, Siedlce 2014, Instytut Kultury Regionalnej i Badań Literackich im. Franciszka Karpińskiego, Instytut Neofilologii i Badań Interdyscyplinarnych Uniwersytet Przyrodniczo-Humanistyczny w Siedlcach, pp. 89-95. TITLE: Autodestruction as phenomenological model of personal reconstruction. Intentional relation in El cero transparente of Alfonso Vallejo Actas del Congreso Summary: This paper is an analisis of Alfonso Vallejo´s play ¨El cero transparente¨ taking into account mostly its philosophical background. Vallejo creates the world based on madness and autodestruction, all the protagonists that emerge in the metaphorical journey to Kiu are the manifestation of inner response of the human being to the critical situations. The key to understand the Vallejo´s play and, throught it, life itself, is application of phenomenological stance. Depression, suffering, hallucinations and constant existence on the frontier between life and death, sleep and awakeness enables the understanding of the most inner phenomena, the soul. Key words: autodestruction, subconsciousness, madness, phenomenological stance, Alfonso Vallejo Alfonso Vallejo, jeden z najbardziej znanych hiszpańskich dramaturgów drugiej połowy XX wieku, podejmuje w swojej twórczości przede wszystkim analizy złożoności konstrukcji myślowych formułowanych przez człowieka oraz próbuje usytuować współczesnego człowieka w obszarze często wrogiej mu kultury i społeczeństwa, które narzuca pewne konstrukcje intelektualne i behawioralne niezgodne z wewnętrzną akceptacją ja. Choroba, ucieczka od normalności i autodestruktywność stają się sposobem na zbliżenie do czys- 194 tej idei, umysłowości, która pozostaje elementem marginalnym w codziennej egzystencji. Przezroczyste zero jest próbą metaforyzacji wewnętrznej podróży dokonanej z obszaru nieświadomości ku rozpadowi aż do reorganizacji. Świat prezentowany w dramacie jest modelem fenomenologicznej inicjacji procesu myślowego, który po rozbiciu i chaotycznym zderzeniu ze wspomnieniami przeszłości staje się miarą nowego rozumienia siebie i otaczającej rzeczywistości. Dramat Alfonsa Vallejo, Przezroczyste zero, opublikowany w 1978 roku jest historią podróżnych udających się do enigmatycznego miejsca pod nazwą Kiu, niestniejącej miejscowości będącej wyrazem aspiracji i strachów zbiorowych i indywidualnych każdego z podróżujących. Babinski, Foster, Holmes, Carol i Simon biorą udział w podróży pełni nadziei i oczekiwań na uzyskanie utraconego spokoju i wolności, podejmują także autoanalizę swoich zachowań i doświadczeń. Kiu okazuje się jednak pułapką egzystencjalną, kolejnym etapem samopoznania, ale i głębszego doświadczenia cierpienia. Człowiek w ujęciu Vallejo staje się wówczas „egzystencją dramatyczną” zawieszoną w przestrzeni, czasie i otwartą na odbiór innego człowieka i własnej przestrzeni wewnętrznej. Właśnie wtedy pojawia się możliwość ujrzenia świata w jego czystych manifestacjach poprzez przyjęcie postawy fenomenologicznej: A phenomenological stance involves suspending our habitual acceptance of that world. It thus allows us to contemplate the possibility of structurally different ways of finding oneself in the world. Ponieważ „fenomenologia jest aprioryczna teorią sposobów, w jakie byt przejawia się w świadomości (gr. phainomenon 195 – zjawisko, przejaw), tylko poprzez adaptację do zetknięcia z bytem w jego pierwotnej formie, czyli założenie fenomenologiczne, człowiek dociera do pełni świadomości. Według tego założenia, fenomenologia umożliwia zrozumienie istoty rzeczy samej w sobie, poprzez przyjęcie interpretacji nie przysłoniętej jakimikolwiek innymi sądami. Świat na skraju szaleństwa przedstawiony przez Vallejo widziany jest wówczas z perspektywy rodzącej się, konstytuującej się konstelacji elementów, jawi się jako złożoność istniejąca w nieustannej zmienności rzeczy zmaterializowanych i wyobrażanych. W zetknięciu z cierpieniem i własnymi błędami, podróżujący do Kiu interpretują rzeczywistość z perspektywy nowości, odsłoniętego spojrzenia podążającego ku głębi egzystencji. Dają zatem krok ¨z powrotem do rzeczy samych w sobie¨. W tym kontekście egzystencja jawi się im jako zbiór treści doświadczeń odnoszących się do przedmiotów indywidualnych oraz tzw. poznanie ejdetyczne (gr. eidos – istota, idea) (Hegel 1985: 195). Poprzez zastosowanie naoczności ejdetycznej możliwe jest dojrzenie prawdziwej istoty otaczającej rzeczywistości. Poprzez poznanie świata z perspektywy eksploracji własnego umysłu dochodzi także do poznanie własnej natury, istoty świadomości i nieświadomości i wewnętrznej spójności. Poznanie najgłębszych treści jest jednak możliwe tylko poprzez zastosowanie husserelowskiej redukcji fenomenologicznej, czyli ¨wyłączenie tezy o istnieniu świata i innych osób oraz o psychofizjologicznej naturze podmiotu poznającego”. Bohaterowie Przezroczystego zera zbliżają się nieustannie do sacrum i profanum, czynności fizjologiczne ścierają się z filozoficzną kontemplacją świata, tak, aby wreszcie osiągnąć zobojętnienie wobec tego, co cielesne i, niejednokrotnie, odpychające i dojrzeć transcendentalność. Poprzez dojście do transcendentalności osiąga się jednocześnie zjednoczenie z 196 czystą świadomością, umożliwiającą penetrację poznania. Vallejo nadaje zatem także charakter transcendentalny światu, który opisuje. Nie mamy więc do czynienia z realnością, namacalnością, lecz z obrazem świata odkrytego za pomocą fenomenologicznej jego analizy osiągając idealizm transcendentalny opisany przez Husserla. W ten sposób dochodzi do integracji z czystą świadomością, ze złożonym systemem mentalnym, w którym operuje człowiek. Vallejo powraca w swym dramacie ku umysłowi człowieka, traktując konstrukty osobowości jako centrum swojego zainteresowania. Powojenny kryzys egzystencjalny przyniósł ze sobą upadek wszystkich wartości, także wiary w potęgę i złożoność umysłu. Przezroczyste zero jest jednak kontemplacją umysłu, medytacją wokół jego złożoności osiągniętą poprzez metaforyzację przestrzeni myślenia indywidualnego i zbiorowego. Jest, poprzez odrzucenie opisowości świata naocznego, dialogiem z uczuciowością i umysłowością przedstawioną przez Husserla. Przedmiotowym odpowiednikiem badań opisowych był u Husserla tzw. świat naturalnego nastawienia lub też, w późniejszej fazie jego poglądów, ¨świat życia¨ (Lebenswelt). Tym, co opisujemy, dokonawszy ¨wzięcia w nawias¨ nauk i zająwszy postawę obiektywistyczną, nie jest obraz świata płynący z tych nauk, lecz świat, w którym żyjemy na co dzień. Obok skupienia na wspomnianej kompleksowej naturze umysłu, w dramacie Valleja można odnaleźć także wgląd w istotę wartości odnoszący się także do teorii wartości Maxa Schelera. Przeciwnie do Husserla, Scheler wyznawał istnienie wartości ponadczasowych i niezmiennych a ponadto obiektywnych. Niezwykle istotna jest także trwałość i niezniszczalność wartości, w odróżnieniu od ich materialnej realizacji w postaci dóbr, które mogą być z czasem utracone. Idąc dalej, Scheler określa nastepującą hierarchię wartości: 197 hedoniczne, witalne, duchowe (wartość prawdy, sprawiedliwości i piękna) oraz święte (metafizyczno-religijne). W ujęciu Vallejo człowiek ciągle realizuje i demonstruje, także na poziomie konstrukcji myślowych, kontemplacje tych wszystkich wartości, natomiast ich hierarchizacja wewnętrzna decyduje o strukturze podświadomości i świadomości, jak również o wyborach etycznych. Wartości określane za pomocą zmiennych Schelera (trwałość, podzielność, ufundowanie, głębia zaspokojenia, nierelatywność) są wynikiem zbliżenia lub oddalenia od transcendencji. Umysł pozostaje jednak pod stałym wpływem uczuć, im uczucia są głębsze, tym większy wpływ mają one na świadome ukierunkowanie działań. Carol i Simon świadomie podejmują decyzję by umrzeć, ponieważ kierują nimi najgłębsze wartości, a nie impulsy i prymitywizm. Natomiast Babinski jest reprezentantem owej siły fizycznej i ucisku oraz pustki, którą ze sobą niesie. Ginie, ponieważ dostrzega jedynie hedonizm, a jego postępowanie nie jest powiązane z uprzednią kontemplacją tylko jest gwałtownym wyrazem gniewu i wybuchowości. Kiu jest utopijnym miejscem koncentracji fenomenów, miejscem zderzenia intencjonalności z jej wewnętrzną manifestacją. Podczas podróży pasażerowie zderzają się z materialnością i fizjologią, ciało ludzkie staje się wówczas realizacją dezintegracji. Pociąg do Kiu jest jeszcze jednym krokiem ku poszukiwaniu utraconej wolności, ucieczką od osamotnienia, okazuje się jednak jedynie iluzją. Droga jest niekonkretyzującym się etapem samozapomnienia i odnajdywania, spojrzenia ku wewnętrznej wrażliwości, która rani i rozdziera. Jest czynnikiem spustowym umożliwiającym autoanalizę, zatrzymanie świata i jego mikrorestrukturyzację. Pociąg dojeżdża prędzej czy później do metaforycznej stacji pojednania i rozłączenia, życia i śmierci, szaleństwa i trzeźwości 198 umysłu. Uczestnicy wędrówki posługują się językiem ukrytych więzi, fenomenów intencjonalności, których sami nie wyczuwają. Zlewają się w egzystencji przedstawionej w śpiewie ptaków i milczeniu ciemności napotykanej na kolejnych stacjach. Charakteryzują się wrażliwością, która umożliwia penetrację pustki, w której się znajdują. Szaleństwo i choroby psychiczne im przypisywane takie jak schizofrenia, nerwica, paranoja i depresja są w tym przypadku rejestracją procesu internalizacji i zbliżenia ku formie pierwotnej osobowości i świadomości w szczególności. Cierpienie przeszłości łączy się tu z cierpieniem teraźniejszości i przyszłości, trauma przebyta przez Holmesa, śmierć syna, jest połączeniem z tragiczną istotą „bytu i czasu”, przemijania w jego najczystszej formie. Jedyną reakcją w zderzeniu z transparentną rzeczywistością pozostawioną w stadium zerowym, zbliżonym do apokaliptycznej wizji wolno łączących się pierwiastków, jest utożsamienie z jej elementami poprzez przyjęcie postawy prymitywistycznej, bazującej na odruchach i podtrzymaniu naoczności. Ból wyrażany bezpośrednio poprzez nieustający krzyk i powtarzanie czynności fizjologicznych jest pomostem pomiędzy głębią i powierzchnią, między wymiarem fenomenologicznej kontemplacji i czystą istotą fenomenów. Ostateczne połączenie z istotą rzeczywistości następuje w akcie finalnego zbliżenia do krańcowości, którą jest śmierć. Foster, Babiński, Simon i Carol docierają do kresu podróży i interioryzacji, opuszczają pociąg wyobraźni by znaleźć się w jedynej pewnej ontologiczne przestrzeni, przestrzeni opuszczenia. Istnienie w wiecznej samotności i powtarzalności zostaje przerwane, ten sam pociąg i ta sama trasa zostają zamienione na skończoność śmierci. Drugim elementem łączącym bohaterów z krańcowością jest świat najwyższych wartości, przedstawiony w dramacie 199 poprzez uczucie miłości pomiędzy Simon i Carol. Podążają oni ku jej fenomenologicznemu modelowi, opartemu o czystość pojęciową, wyzbytemu kontaktu z wewnętrznym ego. Seksualność jest tu elementem budującym, będącym jednocześnie wyrazem poznania drugiego człowieka. Ciało staje się w tym przypadku nośnikiem duszy, łączącym elementem świadomości i nieświadomości, umożliwiającym odkrycie fenomenów, paradoksalnie poprzez kontakt z namacalnością. Jest to uczucie transcedentalne, eliminujące destruktywność świata poprzez odnajdywanie drugiej osoby na poziomie podświadomości i cierpienia udzielonego, cierpienia prezentowanego metaforycznie i bezpośrednio, które jest jednocześnie aspiracją ku zjednoczeniu z innością. To, co mogłoby się wydawać siłą niszczącą, staje się spoiwem istnienia. Pomimo iż, „wszelkie relacje interpersonalne między ludźmi są oparte na relacjach miłosnych (…), to jednak element narcystyczny i kompulsywny tkwiący w Erosie jest stałym zagrożeniem zarówno dla życia jednostki, jak i ładu społecznego. W przypadku Simon i Carol jednak właśnie ich więź marginalizuje egoizm i daje szansę na osiągnięcie empatii fenomenologicznej. Fenomenologia umożliwia bowiem tak zwaną “ radykalną empatię”, stan, w którym realizuje się rozumienie nawet najbardziej złożonych mechanizmów funkcjonowania rzeczywistości, a przede wszystkim dochodzi do akceptacji inności. W codziennym życiu posługujemy się empatią lustrzaną (mirror empathy), która oparta jest o transponowanie obcych uczuć na własną osobę, ogranicza się ona do interpretacji bezpośrednio zaobserwowanych emocji drugiego człowieka. W przypadku rekonstruktywnej empatii mamy jednak do czynienia z bardziej dogłębną analizą zachowania, taką, którą podejmują Carol i Simon. Są oni kierowani ponadto freudowskim pragnieniem, a zatem takim, które jest zbliżone 200 do kontinuum, nie dąży do realizacji, lecz jest celem samym w sobie (Freud 1996:512). Nie powstrzymując wewnętrznego pragnienia zjednoczenia się, lecz podążając ku utrzymaniu go, chronią się przed szaleństwem zniewolenia i odrzucenia poprzez świat izolujący ich jako jednostki i mikrozbiorowość. Pragnienie jest też głównym motorem działań innych bohaterów dramatu. Jednak przyjmują oni inne strategie podtrzymujące. Typ obsesyjny, przedstawiony poprzez Holmesa, koncentruje wszystkie swoje działania na nieosiągalnym celu, stąd realizacja jego pragnienia nie jest nigdy możliwa. Natomiast typ histeryczny, reprezentowany przez Babinskiego, dąży do owej nieosiągalności, wyznacza jako główny cel utrzymanie stanu poszukiwania, albowiem samo osiągnięcie upragnionego eliminuje możliwość jego dalszego utrzymania, iluzja staje się pustką wobec rzeczywistości. Jedynie w marzeniach sennych i fantazjach możliwa jest chwilowa realizacja pragnienia, z jednoczesnym późniejszym powrotem ku kontinuum pragnienia. Dla Vallejo, podobnie jak dla Husserla, klucz ku zrozumieniu świata znajduje się jednak nie w emocjach, lecz w eksploracji świadomości. Dramaturg hiszpański proponuje wyjść poza codzienne konwencje, wejście w świat szaleństwa, które jest pytaniem o egzystencję świata i jego poszczególnych elementów. Bohaterowie Vallejo powracają ku nieświadomości, poprzez szaleństwo stają się na nowo dziećmi skazanymi na własną naiwność i odkrywanie świata de novo: „(...) człowiek ulegając chorobie na powrót staje się dzieckiem, ale ten właśnie fakt rzuca nowe światło na naszą dojrzałość, która jest nieustannie zagrożona swoją archeologią”. Choroby dotykające pasażerów pociągu do Kiu (cukrzyca, nadciśnienie tętnicze, marskość wątroby czy zapalenie 201 mózgu) są więc praktyką zapomnienia, w której ujawniają się słabości i nikła granica oddzielająca człowieka prymitywnego, będącego w procesie poszukiwania własnego ja i człowieka w pełni uformowanego. „Przezroczyste zero” jest zatem próbą zbliżenia do fenomenu psychiki ludzkiej, eksploracją wewnętrznej natury człowieka w metaforycznej przestrzeni świata rozbitego na drobne molekuły. Cząstki elementarne są fragmentami świata wewnętrznego będącego jednocześnie odzwierciedleniem rzeczywistości. Vallejo sytuuje swoich bohaterów wewnątrz przestrzeni szaleństwa, ponieważ zderzenie z niezwykłym i ekstremalnym jest kluczem do eksploracji codzienności. Wówczas „szaleństwo nie jest zdeformowaną i poharataną wersją normalności, to normalność jest uregulowanym i uschematyzowanym szaleństwem. Droga od człowieka potencjalnego do człowieka normalnego biegnie tylko i wyłącznie przez człowieka szalonego” (Wróbel 2013:9). BIBLIOGRAFIA: A Sadala, M. L., A fenomenologia como método para investigar a experiencia vivida, uma perspectiva do pensamento de Husserl e de Merleau Ponty, Tese(Doutorado), Escola de Enfermagem da USP, São Paulo, 1995. Barcos Martínez J. 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(p.64) Eclipse presenta dos partes claramente diferenciadas: el antes y el después del eclipse que coincide con los dos actos de la representación: en el «antes», Sarah se presenta muy afectada a la consulta del doctor Moss. Quiere que éste le proporcione un remedio para evitar la muerte de su marido, Nick, que, según ella, tendrá lugar al producirse el eclipse. Su madre también murió durante un eclipse de sol, cuando ella era niña, y ya nunca ha podido recuperarse de aquella impresión. Además le declara al doctor que se ha enamorado, loca, perdidamente, «en progresión geométrica». El médico la explora con detenimiento y le explica que los eclipses de sol no son más que fenómenos astronómicos, puras coincidencias del espacio, sin ningún significado oculto, mágico o premonitorio. Pero Sarah insiste en que ve a Nick indefenso, perdido en algún punto de la ciudad, mientras un ser maléfico surge de entre las sombras, y con precisión fatídica, va seccionándole miembro a miembro, implacablemente, hasta su total destrucción. Mediante un procedimiento contrapuntístico, la escena se traslada a un restaurante en el que Nick se dispone a cenar, cuando aparece una extraña mujer, Silvia, que le fuerza a mantener una conversación con él. Nick desea conocer la identidad de la mujer, y ella le explica que va de un 206 lado para otro, intercambiando ideas, mensajes, intuiciones. Nick descubre que ha dejado perder un avión que le llevaría a otro país, debido a una premonición de muerte. El contacto con Silvia produce en Nick una fuerte preocupación con evidentes signos hipocondríacos. De nuevo la escena se traslada a la casa del Dr. Noss, que mantiene un jugueteo erótico con Nana. El Dr. Noss, como no resulta infrecuente en los personajes de la dramaturgia vallejiana, lanza improperios contra la psiquiatría. Llega a la consulta Nick, y le confiesa que le está sucediendo algo muy extraño: hace unas horas ha hablado con la muerte, la ha visto con sus propios ojos, la ha oído respirar fatigosamente. Ha estado a punto de coger un avión que iba derecho a estrellarse, pero alguien consiguió que las estrellas detuviesen su rotación un momento, que se parase la máquina del universo, y logró librarse. Pero desde ese momento abriga la impresión de que alguien le sigue. El doctor le pone el estetoscopio en el pecho y oye una voz dentro que dice: «... Soy la muerte... No pierda el tiempo con este enfermo. Es casi un cadáver. » (Vallejo, 1980: 171). La voz se identifica como Silvia, que, ante la extrañeza del doctor, se hace presente, y mantiene una conversación con Moss, en la que se hace referencia a fenómenos como el colapso de la red arterial, el fallo de la estructura molecular proteica, la alteración del colágeno y la producción de discrasias flemáticas. El discurso de Silvia sobre el oscurecimiento progresivo del sol y el comienzo de la oscuridad son ya claros signos del eclipse. La acción de la segunda parte se inicia varios días después del eclipse. Moss y Nana se refieren a algunas de sus consecuencias, como los cambios de personalidad. Acude de nuevo a la consulta Nick, «demacrado, caquéctico, febril», 207 que asegura padecer una leucemia aguda, y se hace este tipo de interrogaciones: «¿Por qué se ocultan en la oscuridad tantos seres incontrolados?... ¿por qué la pérdida de luz provoca estas catástrofes?». La escena siguiente nos muestra a Nick en la cama, esquelético, sondado, y a su mujer Sarah a su lado, con la mirada clavada en él, sin parpadear, casi inconsciente. En «medio de esta «soledad leucémica, sangrante, suena el aullido de dolor de un animal herido», y aparece Silvia, que intenta tranquilizar a Sarah. La mujer está dispuesta a dar la vida por su marido. Después de unos intentos de jugueteo erótico con Sarah, le comenta que hay un ser subterráneo que tira de los humanos hacia abajo, intentando sepultarlos, pero que hay en el hombre otro ser aéreo y luminoso que intenta tirar de ellos hacia arriba y salvarlos. Es el sol que nos libera de la oscuridad y de las tinieblas. Nick es expuesto al sol, con la oposición del doctor Moss, que preferiría mantenerlo en el hospital. El enfermo inicia su proceso de recuperación. En medio de estas escenas dramáticas se intercalan secuencias claramente satíricas. El sol luce con poderío, inundándolo todo de luz y calor, cuando Nana y Moss reciben a Nick y Sarah. Todos festejan la recuperación de Nick. Según el Servicio Astronómico, el próximo eclipse se producirá cuando hayan transcurrido unos cincuenta años. Hasta ese momento, el sol les pertenece. Pero han ido fundiéndose varias bombillas, y debajo de la mesa, vestida de negro, aparece acurrucada Silvia, sonriente, con un gesto implacable, como diosa del silencio y de la muerte. Empieza a acariciar y a separar las piernas de Sarah y le recuerda que estaba dispuesta a dar la vida por Nick, a asumir por él sus dolores y su oscuridad. Silvia desaparece y Sarah cae sobre la mesa, inconsciente, muerta. 208 Algunos personajes de esta pieza tienen evidentes analogías con los de obras anteriores. La distinguida Sarah, italiana, alta, elegante, distinguida, tiene puntos en común con la Sarah, de exquisita belleza, de Infratonos, aunque en esta última obra nos mire con unos enormes ojos verdes y en Eclipse los que traspasen las paredes sean negrísimos. Su relación con el doctor Moss en Eclipse tampoco es muy diferente de la que mantiene su homónima en Infratonos. En Infratonos el verdadero objeto de su visita al médico no es ella misma sino su marido. En Eclipse la presencia de Sarah en la consulta del doctor Moss está motivada por idéntica razón. Francisco Gutiérrez Carbajo En “La pragmática teatral en Alfonso Vallejo” Anales de Literatura Española, 17 (2004), pp 73-88 (p. 78) Eclipse se estrenó en el Open Space Theatre de Nueva York en 1979. Eclipse, al igual que Infratonos, está motivada por la experiencia clínica, la experiencia del diagnóstico y del tratamiento de una enfermedad grave, la leucemia. Es una terrible enfermedad que no se detecta por ningún bulto ni síntoma externo aparente; una enfermedad, que, sin avisar, produce de pronto un debilitamiento general, y que, casi como por un proceso de vampirización, aniquila al sujeto. Esta experiencia clínica de sombra y oscuridad puede convertirse escénicamente en una experiencia salvadora, en una ostensión de luz y de vida. A esta situación, como en Infratonos, se le añaden los conocimientos de filosofía y de mitología que tiene el escritor y el aprovechamiento dramático de las danzas macabras medievales. 209 El mundo mítico subyace en las dos obras, aunque están confeccionadas de manera muy distinta: una aparece construida con una dramaturgia muy medida, y la otra presenta una estructura más abierta. En el subtexto de Eclipse, como ya apuntó Layton, late el mito de Alcestes, la historia del que da la vida para salvar a otro. 210 La espalda del círculo Año de escritura (1978) PERSONAJES: HELGA BROWN COBURN KLAUSNER MOLTKE ALTAVOZ UNAVOZ ESCENARIO: Laescenarepresentaunespacionadaconvencionaldelimitadopor mamparas. La acción transcurre en cualquier época en cualquier punto. PUBLICACIÓN: Primera Edición: Murcia, Universidad, D.L. (1989) En www.obrascompletasalfonsovallejo.com y otros enlaces posibles en www.alfonsovallejo.com ver Volumen IV 211 PRÓLOGO de Alfonso Vallejo Releer una obra de teatro, revisarla, traer a la memoria palabras y situaciones que se han dado por concluidas, supone una experiencia intrigante. Parece como si, de pronto, todo un cúmulo de sensaciones que han quedado atrapadas entre las líneas de un texto, brotasen imparables de lo más oscuro del recuerdo y nos hiciesen reconsiderar y preguntarnos por qué escribimos aquello, así, en aquel momento. El escritor elige la obra pero también la obra le elige a él. Mucho cabría decir sobre esta sinuosa y críptica relación. El autor dramático no se sitúa frente a un tema de una forma puramente reflexiva con la intención de desarrollarlo por medio de unos personajes. Por el contrario su trabajo tiene algo de irracional. Se desenvuelve en un mundo sin fondo ni fronteras, incontrolable e imprevisible al mismo tiempo, un mundo no sujeto a reglas ni compromisos, donde las leyes se van haciendo a si mismas, determinadas a veces por la pura contradicción que constituye la naturaleza humana: el mundo de las pasiones. El comportamiento de esos hombres lanzados casi indefensos a ese espacio cerrado llamado escena, unidos por vínculos impalpables que forman la trama de una obra, no puede dirigirse desde la mesa de un despacho. Tiene que ir urgiendo de las costuras y cicatrices de su más oculta esencia de hombres vivos. Con frecuencia el autor pierde el acceso al sonido de su personalidad. Sólo escucha, medio en penumbra, ocasionalmente, el ruido de su respiración, sus latidos; sólo huele el sabor amargo de su dolor, el intacto frescor de su esperanza e ilusiones. Y así, en tales condiciones, como un silencioso cómpl ice, les acompaña palabra a palabra, línea a línea, en su brutal 212 entrechocar, sin práctica capacidad de manipulación, mudo testigo de sus desvelos, amores decapitados o resultados. ¿De dónde ha nacido el tema de la obra? ¿Por qué ha sido formulado precisamente así? ¿Cuál es su punto de destino? ¿Dónde quiere ir a parar? ¿Qué pretende demostrar si es que quiere demostrar algo? ¿Por qué esas fisionomías? ¿Por qué esos colores, esas luces y esa música? Todo ha ido emergiendo de las capas más profundas de sus tierras interiores, entrelazándose, imbricándose, madurando, formando un entramado difícilmente identificable y que constituye una especie de sustrato biológico donde han crecido unos personajes que, con el tiempo, a base de mucho esfuerzo, han aprendido a moverse, diferenciarse y vivir junto al autor. En definitiva a hacerse libres, como partes propias pero desgajadas de él. Al haber tenido que corregir minuciosamente las pruebas de imprenta de «La Espalda del Círculo» y desmontar pieza a pieza cada una de las piezas que la configuran, han vuelto a mí las extrañas emociones que habrían quedado hundidas y encerradas entre sus páginas. He visto ese sector de la cubierta de un barco donde transcurre toda la acción, he recordado la belleza enigmática de Helga, he vibrado con su exquisito erotismo y la turbulencia de su espíritu, dislocado entre el amor y la sed de venganza. He reconocido a Frank Stender, el eterno perseguido, acosado por su conciencia, para quien ya nunca habrá un lugar seguro en la tierra, cuya única línea de esperanza resulta ser una trampa que le llevará a su destrucción. Y a Coburn, animal salvaje lleno de odio y dolor, trágicamente dispuesto a llevar el horror de su propia biografía a sus más criminales consecuencias. También a Moltke, implacable ejecutor del destino de un pueblo, moviendo los hilos 213 de su histórica pesadilla, transformándola paso a paso, desde la sombra, en sangrienta acción. Envuelto en esa atmósfera de lujuriosa y espinosa vida, aturdido por lo silbos de los exóticos pájaros y selváticos aromas que recorren de principio a fin «La Espalda del Círculo», también me he identificado a mí arañando, antes, mes a mes, en mi interior más interno, para que salieran lentamente por las heridas y quedaran definitivamente liberados estos personajes que, pronto, Ustedes van a conocer. Alfonso Vallejo Francisco Gutiérrez Carbajo (p.89) UNED. Madrid (2001) La espalda del círculo participa de los rasgos del drama político y del género policíaco. Toda la acción transcurre en la cubierta de un barco, pero este escenario tiene poco que ver con los yates cosmopolitas donde se desarrollan algunos dramas benaventinos o con los marcos neocostumbristas de importantes dramaturgos de la generación de Alfonso Vallejo. Las analogías hay que buscarlas más bien con otros espacios, como vagones de trenes y de metro, hospitales, cárceles, manicomios, o los simples salones de cualquier casa familiar donde el autor suele situar sus obras. En la cubierta del barco fluvial «Río de la Caoba», que realiza un crucero por uno de los impresionantes ríos de América Central, asistimos a la persecución de Klausner —un criminal de guerra— por parte de Helga y Coburn, dos agentes del servicio secreto, dos violentos e implacables cazadores de cabezas. Una alteración profunda de la personalidad —como es la que puede conducir a alguien a convertirse en criminal de guerra— y una lucha implacable para propinar al culpable la pena merecida no pueden sino conducir a la tragedia. Y así sucede en efecto. Esta máquina infernal de la tragedia hace vibrar 214 a la belleza enigmática de Helga, debatiéndose entre su exquisito erotismo y la turbulencia de su espíritu, dislocada entre el amor y la sed de venganza. Es la misma fuerza ciega que mueve a Klausner, eterno perseguido, acosado por su conciencia, para quien ya nunca habrá un lugar seguro en la tierra. Y a Coburn, animal salvaje lleno de odio y de dolor, trágicamente dispuesto a llevar el horror de su propia biografía a sus más criminales consecuencias. Y también a Moltke, implacable ejecutor del destino de un pueblo, moviendo los hilos de su histórica pesadilla, transformándola paso a paso, desde la sombra, en una acción sangrienta. Las voces, a través del altavoz del capitán y del contramaestre, completamente ebrios y ajenos a todo lo que sucede en la cubierta, constituyen el trasfondo cómico de la tragedia, producida por unas conductas radicalmente perturbadas. Para ellos lo que les espera es un lugar paradisiaco, repleto de bellezas naturales. En Guapango, adonde se dirigen, no hay ninguna clase de restricción. La naturaleza invita a la comunicación con ella y a la unión con otros seres, independientemente de su raza y condición. En Guapango, el amor reina por doquier y en toda su magnificencia: «en la naturaleza, en el aire, en el mar, en las pensiones, en las calles”. El resto de los personajes, no dominados por el alcohol, están atentos a la misión que deben cumplir y al laberinto de sus propias conciencias. Helga se declara, por ejemplo, «un animal herido movido por extraños resortes incomprensibles». En sus sueños, el río se presenta cargado de perfumes contradictorios. Klausner le relata un sueño terrible, con presentimiento de catástrofe. Le estaba hablando de cosas intrascendentes, en las que él mismo no creía. Y según le hablaba le miraba a los labios, a los ojos, a los hombros, y se iba llenando de su aliento, de su olor y su presencia. Entonces nacieron miles de palabras entre uno y otro: «¡Nacieron miles y miles de sonidos, de ideas, de hechos inventados, de fantásticas especulaciones! ¡La vida, de pronto, cuando nada hacía predecirlo, se hizo más vida, se estiró, saltó hacía adelante con una potencia sin límites!» (Vallejo, 1989: 55). El discurso toma un derrotero más trágico y a Helga le suena extrañamente como un adiós. La fusión que, con frecuencia se produce en las obras 215 de Alfonso Vallejo entre lo trágico y lo carnavalesco, lo grave y lo esperpéntico se manifiesta en una gran variedad de registros, y en ocasiones el elemento paródico —como en las conversaciones del capitán y del contramaestre— actúa como factor de distensión y distanciamiento: «Llevamos un trastorno de rumbo, que, la verdad yo no sé dónde vamos. ¡Llevamos dos horas dando vueltas alrededor del mismo punto!». En la estructura mítica del viaje, siempre el final proporciona alguna clase de enriquecimiento. Se han superado las dificultades, se ha asistido a la bajada a los infiernos, pero, después de todo ello, el héroe puede transmitir un nuevo mensaje. En el caso de los héroes problemáticos, al final del viaje, a veces sólo queda la nostalgia, y el recuerdo de algunos de los acontecimientos del camino. Así le sucede a Moltke al final de la obra, para quien el llegar siempre está unido a la tristeza, y se imagina que dentro de poco estará en un punto distinto, quizá paseando por la calle y escuchando el sonido de sus pasos. El término de la travesía también le sirve para preguntarse por qué no podremos los hombres ser de otra manera, y por qué mientras unos intentan olvidar, otros ejercitan la memoria. No encuentra respuesta: «Somos así... nuestros pasos van sonando por las aceras. Es una triste música que nos acompaña por donde pasamos» (Vallejo, 1989: 67). Francisco Gutiérrez Carbajo p 78 Anales de Literatura Española, 17 (2004), pp 73-88 La espalda del círculo (1978), aparte de mediaciones políticas, sociales y culturales, está motivada fundamentalmente por el reto de redefinición de una situación dramática. El autor quería mostrar en escena una pasión imposible, una pasión criminal, entre una espía judía y un ex-nazi alemán; la obra nace, así, del intento de poner a prueba conocimientos dramáticos con unos ingredientes muy determinados. Parte de la premisa de construir una relación al modo de Encadenados, de Alfred Hitchcock. 216 Infratonos Año de escritura (1978) PERSONAJES: DOCTOR BULLOCK ADEY SARAH RUTH ESCENOGRAFÍA: Escena vacía con elementos. PUBLICACIÓN: Espiral teatro Fundamentos (1978) Prólogo: Miguel Bilbatúa. En www.obrascompletasalfonsovallejo.com y otros enlaces posibles en www.alfonsovallejo.com ver Volumen II 217 Francisco Gutiérrez Carbajo: “Teatro contemporáneo: Alfonso Vallejo.” UNED. Madrid. 2001. (p. 56) En Infratonos la muerte es una realidad viva, actuante, que convive desde el primer momento con el hombre: «Empezar a vivir es empezar a morir», como diría Quevedo. Como en la tragedia griega, los personajes presienten su destino y, como en una cuenta atrás, van viviendo su muerte día a día y no luchan por cambiar su trágico final. «Yo sé que voy a morir —le dice Sarah al doctor—. La muerte es un contaminante, como el amor. Y quiero saber cómo y de qué forma voy a morir» (Vallejo, 1979: 95). Bullock, sin embargo, argumentará: «Muy interesante, señora. Pero yo no creo en la muerte. La muerte no existe. La muerte no es más que la falta de vida.. una palabra, un concepto. La muerte no existe físicamente. No es una realidad. Es la ausencia de una realidad» (Vallejo, 1979: 93). En momentos posteriores se subrayan estos mismos pensamientos. En la primera escena de la segunda parte explica Bullock, con un evidente guiño machadiano: «Morir es para él, de pronto, algo real y físico» (Vallejo, 1979: 106). Don Antonio Machado había escrito: «Morir es, por de pronto, cosa de nuestro cuerpo». Sin abandonar estas resonancias estoicas y senequistas de la sentencia machadiana, el personaje de Vallejo añade a sus discursos otros elementos racionalistas y científicos: «Morir es también un acto de pudor, un acto racional y estricto... Morir es una energía que se va parando, convirtiéndose en otra energía, procesándose... La vida es lo que cuenta, Sarah. No se concibe la muerte más que cuando uno está muy vivo, como usted y como yo... » (Vallejo, 1979: 106-107). Si más arriba se ha anunciado que el miedo compulsivo a la muerte es capaz de generar comportamientos neuróticos, Sarah puede considerarse 218 libre de este tipo de patologías a juzgar por sus declaraciones en las que proclama, sobre todo, una afirmación de la vida: «Yo creo que no le tengo miedo a la muerte. Mi vida ha sido muy interesante. He vivido intensamente. En resumen diría que ha sido algo maravilloso» (Vallejo, 1979: 111). La muerte —se ha señalado con reiteración— constituye uno de los temas fundamentales de la dramaturgia objeto de este análisis, pero, junto a la presencia de la muerte —y con mucha mayor fuerza— se declara casi solemnemente el entusiasmo y la fascinación ante el milagro de la vida. Alfonso Vallejo ha hablado infinidad de veces de los misteriosos acontecimientos que dieron lugar al milagro de la vida. En algún caso ha recurrido a la comparación clásica de la vida con el teatro, asegurando que la primera parece pertenecer a una estructura de carácter esencialmente dramático, plagada de incidentes inesperados, de desenlaces trágicos o cómicos, donde lo imprevisto, el misterio y la sorpresa forman parte sustancial de la trama y el desenlace. Hubo un momento en el que se produjo una reacción bioquímica que conduciría al desarrollo de la vida. “No existe —aclara— materia orgánica viva, sino sistemas orgánicos vivos. Reacciones bioquímicas que excepcionalmente pueden conducir a la aparición de la vida. Y de las innumerables reacciones bioquímicas posibles entre los elementos, sólo alguna, excepcionalmente, puede dar origen a sistemas que se repliquen, persistan y reproduzcan.” «En algún momento, casi como un milagro estadístico, la vida, que podría no haberse producido, se inició. Nosotros somos el resultado final de toda esa cadena de reacciones. Somos bioquímica viva sobre suelas. Polvo orgánico consciente, capaz de analizar e interpretar el mundo, capaz de conocer, querer y sentir. Somos sistemas bioquímicos altamente diferenciados en consciencía, inteligencia, emoción y voluntad. Todas esas funciones provienen de una víscera eléctrica, plagada de circuitos, programas, memoria, neurotransmisores, flujos informáticos, áreas de asociación donde se integra toda la información y que nos hacen reconocernos como seres vivos, capaces de razón» (Vallejo, 2000 b: 27). 219 Un discurso no tan elaborado, pero igualmente sincero, exponen los personajes en repetidas ocasiones en escena. Es el discurso que pronuncia Bullock en Infratonos: «... ¿Sabe usted lo que es una lipoproteína? ¡No! ¿Y un gen? ¡No, tampoco! Pues estudie eso. ¡La vida! ¡Asómbrese de la constitución de la vida! ¡Admírese! ¡Sorpréndase! ¡Llore de emoción! (...) Y entonces, señoras y señores, sólo entonces podrán comprender que la vida es algo divino... El pro-ce-so..., ¡el pro-ce-so mismo de la vida es algo sobrenatural!... Para mí, señoras y señores, estudiar biología es, en cierto modo, un acto de purificación» (Vallejo, 1979: 83-84). Cuando el personaje se resuelve a ser lo que realmente es —como diría Vallejo— revela esa actitud de asombro y admiración, que quieren transmitir a sus interlocutores. Es la actitud que empezó a diferenciarnos de nuestros vecinos de la cadena biológica y que, una vez reelaborada por la reflexión, daría origen a la filosofía. Más tarde, ante Sarah, el mismo personaje Bullock querrá dejar constancia de esa afirmación radical: «Yo creo en la vida. La vida es un puro milagro» (Vallejo, 1979: 112). Sarah, para distender la situación, comenta: «Debe de ser el efecto del whisky... ». Transformando la argumentación de los estoicos, se sostiene que sólo se puede enfrentar la muerte desde la propia vida: «La vida es lo que cuenta, Sarah. No se concibe la muerte más que cuando uno está muy vivo... » (Vallejo, 1979: 107). Similar a la fuerza de la vida es la del amor, una energía superior, incontrolable..., sin límite definido, que va llenando, dominando, ocupando cada uno de los resquicios de la cabeza. Al igual que en otras obras, los comentarios sobre la psiquiatría ocupan, en Infratonos, parte de las disquisiciones de los personajes, pero siempre el discurso es pertinente, afilado, oportuno. En muchos casos tiene una finalidad distanciadora, como cuando Bullock está animando a Adley a amar la vida, a enamorarse con lo bello, a cantar, 220 a reír, a quererse mucho y bien, a beber buen vino y a estudiar biología, y el músico Adley, con sagaz ironía, le pregunta: «¿Por qué no vamos juntos a ese psiquiatra que usted conoce?» «¿Psiquiatra con soda?» inquiere a su vez el doctor Bullock. «Y mucho hielo, por favor», responde Adley (Vallejo, 1979: 89). Más adelante el mismo doctor confesará a Sarah que no sabe una palabra de psiquiatría (p. 96), para recomendarle, un poco más tarde, que visite a un psiquiatra (p. 105). En Infratonos son frecuentes los saltos de la esfera médica a la filosófica y a la inversa. Al final de la obra se volverá a reiterar el pensamiento de que la muerte no es más que la falta de vida, un concepto, una convención lingüística..., como el horizonte. El desenlace reafirma y niega a la vez este concepto. Infratonos, escrita en 1978, y publicada en 1979, fue estrenada el 1 de julio de 1986 en el Teatro Topo de San Sebastián, dirigida por Miguel Galindo, y en el Teatro Campoamor de Oviedo el 5 de diciembre de 1988, con dirección de Javier «El Moreno». Francisco Gutiérrez Carbajo (p.78) Anales de Literatura Española, 17 (2004), pp. 73-88 Eclipse, al igual que Infratonos, está motivada por la experiencia clínica, la experiencia del diagnóstico y del tratamiento de una enfermedad grave, la leucemia. Es una terrible enfermedad que no se detecta por ningún bulto ni síntoma externo aparente; una enfermedad, que, sin avisar, produce de pronto un debilitamiento general, y que, casi como por un proceso de vampirización, aniquila al sujeto. Esta experiencia clínica de sombra y oscuridad puede convertirse escénicamente 221 en una experiencia salvadora, en una ostensión de luz y de vida. A esta situación, como en Infratonos, se le añaden los conocimientos de filosofía y de mitología que tiene el escritor y el aprovechamiento dramático de las danzas macabras medievales. El mundo mítico subyace en las dos obras, aunque están confeccionadas de manera muy distinta: una aparece construida con una dramaturgia muy medida, y la otra presenta una estructura más abierta. 222 Cangrejos de pared Año de escritura (1979) PERSONAJES: SEPPO KOPER: Un sujeto alto, bien parecido, huesudo. Denota una gran seguridad y parsimonia en sus movimientos. Viste un pijama raído, una bata y zapatillas. NORMA KOPER: Su mujer. Pequeña, obesa, colorada y picante. Curiosa, de gran vivacidad. BOBYKOPER: Hijo de Seppo y Norma. Pálido, delgado, con una mirada febril y profunda. Pelo casi cortado al cero. Facciones angulosas pero regulares. HUGO HELLMAN: Fuerte. No muy alto. Algo entrado en carnes. Bigote y gafas. Fuma en pipa. Calculador, reposado, interior OLIVIA HELLMAN: Alta, delgada, concierta elegancia y distinción. Tiene un aire como ausente y marfileño. Se conserva muy bien para su edad. Rubia. TOM HELLMAN: Hijo de Hugo y Olivia. Pelo rizado. Aire bonachón y reservado. Quizá algo tímido. CYNTHIA HELLMAN: Recuerda en algo a su madre. Rubia, espigada, de una gran belleza. TIPO: Uno que sirve para todo con diferentes disfraces. Capaz de todo. DOCTOR KLINE 223 ESCENOGRAFÍA: Escenario dividido en cinco partes. En el proscenio una supuesta calle que comunica el lateral derecho con el izquierdo. Detrás, la escena se halla dividida en cuatro partes y representa el vestíbulo principal y el jardín de dos casas gemelas, tipo chalet, una a la izquierda, la de los Koper, y otra a la derecha, la de los Hellman. Ambas se encuentran separadas por un tabique y ambos jardines por una minúscula valla con flores. Se trata de casas construidas casi en serie, idénticas, iguales en todo. La entrada a las mismas se realiza por una puerta lateral que no impide ver lo que sucede en el interior y ambas comunican también con el interior mediante una puerta situada al fondo de la escena. En ambos jardines: dos pequeños estanques secos, con un caño central. Según el montaje la separación entre los cinco planos se podrá hacer con más o menos detalles, pero bastará con indicarlos con luces y rayas de separación. PUBLICACIÓN: (1980) Cangrejos de pared, Latidos, Eclipse. Madrid: Ed. De la Torre. Prólogo: Enrique Llovet. En www.obrascompletasalfonsovallejo.com y otros enlaces posibles en www.alfonsovallejo.com ver Volumen I SINOPSIS: Dos familias viven en casas contiguas. Entre ambas se han producido a lo largo del tiempo ciertos contactos que han provocado ciertas consecuencias imprevisibles. La coincidencia en uno de los miembros de una enfermedad hereditaria y transmisible, desencadena un conflicto silencioso y grave. 224 Francisco Gutiérrez Carbajo En “Teatro contemporáneo: Alfonso Vallejo” UNED. Madrid. 2001. (p. 67) En Cangrejos de pared se pone de manifiesto una vez más la preocupación del autor por algunos de los problemas de su especialidad médica. Tom, uno de los personajes está gravemente enfermo. Padece una enfermedad hereditaria grave, algunos de cuyos primeros síntomas se caracterizan por la presentación de movimientos involuntarios, rápidos, desordenados, amplios y desprovistos de ritmo. En esta enfermedad influye la herencia con carácter determinante, se acompaña de demenciación y tiene un curso inquietante. La obra se inicia con las conversaciones contrapuntísticas entre Boby y Tom por un lado, y Seppo y Norma Koper por otro. El juego de los chicos contrasta con la conversación del matrimonio Koper, en la que el marido manifiesta claramente que no está dispuesto a trabajar. La mujer compara su casa con la de los Hellman y le hace ver a Seppo cómo sus vecinos tienen de todo: pararrayos con calculadoras incorporadas, lavavajillas que hablan, platos supersónicos, espuma de jabón amoniacada y automatizada, y hasta un sistema lingüístico mucho más rico. Por su parte Olivia Hellman le pregunta a su marido Hugo sí de verdad cree que tienen de todo. A Olivia no le agrada mucho la amistad de su hijo Tom con Boby, el hijo de los Koper. La conversación entre los dos jóvenes puede versar sobre los elementos que integran el Tao o sobre el devenir: cómo los minutos suceden a minutos, pero nada transcurre. Todo permanece inquebrantablemente fijo en el tiempo (Vallejo, 1980: 34) Y si Boby le explica a Tom que el tiempo es un eje, en una escena paralela, Olivia le había a Hugo del eje del tiempo, alrededor del cual giramos todos. El comienzo de la escena segunda marca la transición de la noche al amanecer, con Cynthia Hellman y Boby Koper como protagonistas, separados frente a frente por el tabique. Con la llegada del día se incorporan los padres de Boby a la escena. No tardará mucho en hacerlo el otro matrimonio, del que los separa desde hace veinticinco años un simple tabique. De vez en cuando, como elemento distanciador, aparece el «tipo». 225 Las mujeres en algún momento portan el mismo modelo, y los pensamientos de los hombres terminan por ser oídos por sus vecinos. Hugo, como buen ejecutivo, hace jogging, jatching, surfing, shating, bowling, y otros deportes. Olivia, su mujer, realiza los pedidos al supermercado por teléfono. Boby y Cynthia se expresan mutuamente sus primeras manifestaciones de amor. Boby le habla de desentrañar los misterios del ser, de descubrir la unidad radical de todo lo vivo, y en su discurso se alude ya al problema de la identidad y de la alteridad. A su vez Olivia le manifiesta a Hugo su preocupación por el hijo. Al mismo tiempo Norma le pregunta a Boby por la posible enfermedad de Tom, y si está interesado por Cyntia. Más tarde llega el doctor Kline, y le confirma a Boby, que también es médico, el diagnóstico de Tom: padece una enfermedad degenerativa grave. Acontecimientos como los de intentar cortarse las venas con el hacha y ciertos movimientos reflejos constituyen síntomas evidentes. Boby se extraña, ya que no existen antecedentes familiares en los Hellman; pero Kline insiste en que habrá que estudiarlos. El dramaturgo, que ha ido suministrando la información, subraya con ciertos signos materiales de la casa y con los comportamientos extraños de los personajes, la gravedad y la tragedia. La segunda parte se inicia con este tipo de manifestaciones: Cyntia muerde la servilleta, vierte café en el plato, unta el periódico con mantequilla..., dice que «parece que todo va a suceder pero no sucede nada». Ha ido a ver a Tom al hospital y lo ha encontrado pálido y extraño, con un insecto negro colgado de sus hombros (Vallejo, 1980: 60). Los padres, sin embargo, parecen ajenos a la situación, hasta que Hugo le pregunta a Olivia de qué murieron su padre y su abuelo. La escena la protagonizan ahora, por una parte Boby y Cynthia, y, por otra, Hugo y Norma, que recuerdan las épocas pasadas. Más tarde se incorpora Seppo, y Hugo le pregunta de qué murieron sus antecesores. El vecino le confirma que todos fallecieron locos. En la escena siguiente aparece Tom en el jardín. Presenta algunos movimientos involuntarios en la cara. Dentro de la casa de los Helman están sentados Hugo, Olivia y Cynthia. Olivia comenta que ha preguntado a Tom 226 lo que desearía hacer ahora que está curado, y le ha dicho que le encantaría tener una pequeña aventura. A Norma le ha ratificado que se encuentra mejor. El autor, como neurólogo clínico, ha conocido casos semejantes al de este personaje. Le han visto comerse una sardina cruda. En la escena siguiente Tom comunica a Boby que sus padres piensan celebrar una fiesta con motivo de su vuelta, pero a él no le apetece. Le refiere anécdotas de otros enfermos en el hospital y le hace reflexionar sobre las dimensiones que puede alcanzar el dolor humano. Tom es consciente de su tragedia, pero considera su existencia como «un error del Universo..., como un ser parado en el tiempo... sin acontecimientos ni futuro» (Vallejo, 1999: 74). El cree ser consciente de lo que está pasando dentro de su cabeza, aunque tiene dificultad en encontrar palabras para definirlo. En la siguiente secuencia aparecen Tom Hellman y Boby Koper dispuestos a volver a la Universidad, el uno a proseguir sus estudios de Medicina y el otro a incorporarse a su nuevo trabajo. Ambos presentan algún movimiento coreoatetósico leve. Boby le pregunta a su padre si estuvo enamorado de Olivia, y de qué murieron su abuelo y su bisabuelo. Tanto Norma como Seppo observan muecas y tics raros en la cara de Boby. El hijo les ha preparado dos regalos de despedida, y en el momento de entregárselos, entra Olivia en escena, y lamenta que su hijo Tom haya de marchar nuevamente a la Universidad. Hugo golpea el tabique con un martillo y hace un boquete que comunica las dos casas. Llega el momento de la despedida. De pronto se abre el maletín de Boby y cae un hacha. Tom le expresa a Boby su desgana de volver a la Universidad. Boby comparte su apreciación, y se encuentra cansado y con vértigo. Cree que tendría que desmontarlo todo y volver a inventarlo; pero muy despacio, para que «quede colgado de invisibles hilos». Hace tiempo que alberga la idea de desaparecer por completo y así se lo comunica a Tom: «Imagínate que nuestros cuerpos siguiesen andando hacía el autobús a lo largo de esta calle, pero que nuestras almas pudiesen por algún extraño artificio... quedar libres... » (Vallejo, 1980. 86). 227 Así evitarían sufrimiento y dolor. Tom encuentra magnífica la idea, y su amigo lo invita a viajar a las estrellas, a recorrer las inmensas distancias marinas. Tom le hace ver que va a hacerse tarde y va a marcharse el autobús. A Boby no le parece mal que se haga tarde: «Así estamos más cerca (... ) Esperamos a que dé la vuelta el tiempo». Canta un gallo. El «tipo», que ha ido apareciendo en determinados momentos de la acción, toca un violín, mientras los jóvenes se alejan corriendo hacia el embarcadero. Sus familias «lloran desconsoladas, porque las vacaciones han terminado y los hijos desaparecen montados en la rueda del tiempo» (Vallejo, 1980: 88). Francisco Gutiérrez Carbajo En “La pragmática teatral en el teatro de Alfonso Vallejo”: Anales de Literatura Española, 17 (2004), pp 73-88 (p. 80) Un nuevo caso clínico, tratado por el Dr. Vallejo, daría lugar a Can- grejos de pared, estrenada en el Teatro Calderón de Valladolid en 1987. Nos encontramos ahora con una persona que sufre una Corea de Huntington, una enfermedad hereditaria, autosómica, dominante. De este caso clínico extrajo la historia de las dos familias que aparecen en la obra. El nombre de la familia Hellman, en la que sobresale la rubia Olivia Hellman, dotada de elegancia y distinción y con un aire ausente y marfileño, está tomado -según me informa el propio autor- de la dramaturga Lillian Hellman (1905-1984), de la que sería pareja el novelista Dashiell Hammet (18941961). El propio nombre nos sugiere que va a provocar algo trágico, ya que Hell significa ‘infierno’ en inglés. Por otra parte, el cambio de parejas al que se asiste en Cangrejos de pared está influido por la obra ¿Quién teme a Virginia Woolf? (Who’s afraid of Virginia Woolf, 1962), del dramaturgo estadounidense Edward Albee. 228 Natalia Szejko La destrucción del personaje dramático convencional en el teatro de Alfonso Vallejo: el “yo” fragmentado y distorsionado en Cangrejos de pared En: “Variaciones de lo metarreal en la España de los siglos XX y XXI.” Autores: Barbara Greco (coord.), Laura Pache Carballo (coord.) Biblioteca Nueva. Madrid. 2014. La contínua destrucción de la armonía expresada a través de la narración y el elogio de la tradición es una de las características básicas del posmodernismo. Al mismo tiempo, ese rasgo no es una simple estrategía artística, sino constituye un intento de acercarse a la posición existencial del hombre en el mundo de hoy. El dramaturgo, poeta y pintor español, Alfonso Vallejo, en toda su creación artística analiza la complejidad de la esfera emocional y mental del hombre. El ser humano, con sus sufrimientos y sus momentos de excitación, siempre está en el centro de la filosofía vallejana. El dramaturgo desestructura la personalidad para llegar a la verdad absoluta sobre nosostros mismos. Una estrategía parecida adopta también en su drama Cangrejos de pared. El desdoblamiento y la fragmentación, tanto del mundo exterior como del ¨espacio interior¨, a saber, del espacio mental y emocional de los personajes, son los rasgos que hacen de esta obra una metáfora de los procesos cognitivos, un mapa de los sonidos silenciados e imágenes no vistos pero imaginados, una rayuela que, a pesar de su carácter primitivo, constituye una respuesta a las preguntas más difíciles acerca de la existencia. En primer lugar cabe preguntar sobre el porqué del personaje destruido en el teatro posmoderno, en el teatro situado en el mundo de la destrucción. Mientras que hasta el siglo XVIII predominaba el modelo del teatro basado en mímesis, en la contemplación y representación de la realidad, los procesos socio-culturales que tuvieron lugar posteriormente mudaron el foco de atención de los creadores: 229 Hasta el siglo XVIII, al menos es constante que el teatro represente las acciones de los hombres en su ejemplaridad, que se sitúe a distancia de lo real, pero siempre en referencia a él; que no produzca imágenes sin significación, sino siempre llamadas, de diversas maneras, a modificar la mirada de los espectadores sobre la vida, las cosas y la gente. (…) En efecto (posteriormente) se produce una transformación intelectual, política y social lo suficientemente decisiva como para modificar profundamente el lugar del hombre en el mundo (…). La mímesis, mantenida pero echada a perder, se vacía poco a poco de su sentido primigenio. (Abirached 1994:16-17) Robert Abirached en su libro La crisis del personaje en el teatro moderno describe el proceso de transformación del personaje dramático, su paso desde desempeñar el papel del elemento primordial hasta los intentos de su aniquilación. Con la crisis de la representación llegó, además, la crisis del personaje que empezó a ser sometido a cada vez más factores externos, manipulaciones y adaptaciones basadas en el seguimiento de un modelo artístico determinado. La constante duda sobre la importancia de la vida frente al modelo teatral o el proceso totalmente inverso, de la dominación del arte en el contacto con la vida, llevaron a la desentronización del personaje por los surrealistas y dadaistas. La creación dramática y la representación se concetran, entonces, en la transmisión de los significados a través del espacio y su metaforización, donde el personaje comienza a ser sólo un elemento más en el complejo juego de relaciones. Por otro lado, el personaje deja de empoderarse del arte de actuación, el actor tiene más individualidad en elección de una estrategia dada. Sin embargo, en la época posmoderna, ni siquiera el actor es un vago substituto del personaje tradicional. Los actores representan solamente las entidades corporales, la materia manipulada por el demiúrgo, creador que escoge la imagen final para la obra del arte. Obviamente, los cambios artísticos descritos fueron adecuados a los cambios históricos y sociales, siendo la época del posmodernismo un ejemplo claro de la estrecha 230 vinculación entre la condición del hombre en las circumstancias culturales y la expresión artística de dicha posición. El drama de Alfonso Vallejo, Cangrejos de pared debe ser interpretado en relación con la filosofía y cultura posmodernas, una cultura en que el ser humano tiene que enfrentarse con la desintergración del mundo en que vive y con la pérdida de la identidad propia. El hombre está sólo frente al horror y miedo, ya que las grandes ideologías y sistemas fueron derrumbadas y substituidas por el principio del self-made man, un individuo que funciona en separación con la sociedad y otros seres humanos, concentrado en su propio ego. De acuerdo con el filosofo polaco, Zygmunt Bauman, las grandes tragedias del siglo XX, como nazismo, estalinismo y Holocausto fueron una lógica consecuencia de los vertientes filosóficos del progresivismo y puritismo, de los utópicos planes de crear una sociedad ideal, igualitaria y obediente al poder central, al mismo tiempo (Bauman 1994:105). De allí el desencanto ante la sistematización y organización de la narración y representación, la aproximación al relativismo en todas las esferas de la vida humana. La libertad y preferencia de las relaciones parciales frente al continuum, la contemplación de lo efímero frente a lo establecido y planificado. En comparación con la modernidad, la posmodernidad es el tiempo de antiética, del relativismo en elecciones morales, del rechazo de los modelos del comportamiento moral. Para Bauman la posmodernidad se caracteriza por la moralidad, o sea por un relativismo ético, mientras que modernidad por la ética y absolutismo ético ejercido por las instituciones del poder. Sin embargo, el ser humano tiene que confrontarse con nuevos problemas relacionados con la llegada del posmodernismo. (Bauman 1992: 13). El relativismo conduce al caos y pérdida de la identidad, sin grandes referencias el hombre se encuentra sólo consigo mismo, con el miedo a la muerte, sufrimiento y sinsentido de la actividad humana. La automatización de las relaciones interpersonales transforma a todos nosostros en los seres mecanizados, todavía más solos y abandonados por su propia cuenta. La modernidad liquida, descrita por Bauman, es el estado de la ambivalencia e inseguridad ante la realidad cambiante, fragmentación de todas las esferas de la vida dividida 231 en los episodios que aparentan una imagen en serie. Constituye una continuación y el contrario de la estable modernidad, es una variante de la modernidad consciente de su fracaso y deterioro. Cangrejos de pared es un drama que tanto en la forma de representación como en la selección de los acontecimientos presentados, es una metaforización de la posición del hombre en las situaciones extremas. En primer lugar, Alfonso Vallejo, utiliza el espacio teatral como el ambiente de la creación de los significados. El espacio teatral es, en este caso, el microcosmos de la creación y de la destrucción, es un microesquema de los comportamientos individuales e interpersonales, una aproximación más para entender como funciona un ser humano en su propio interior y en el mundo exterior, en el contacto con lo ajeno. Desde la primera escena se expone la división del espacio en dos partes pertenecientes a las dos familias. Son dos casas gemelas, casas en serie, duplicadas, como sacadas de la misma fábrica. Son efecto de una producción que conduce a la multiplicación de los seres exactos, los que pretenden ser indivíduos, pero repiten, en realidad, los mismos estereotipos del comportamiento. El espacio presentado es una manufactura de seres vivos pero mecanizados, artificiales, que no pueden enseñar sus verdaderas emociones. Esta doble imagen es, además, una representación del espejo interior, de la complejidad de la personalidad que se presenta en la obra. Dentro de este espacio Vallejo añade también los sonidos contrastantes, muchas veces sacrum se sitúa al lado de profanum, los ladridos de los perros y el sonido de micción se entrecruzan con la música clásica. La lucha interna entre multíples personalidades que conviven en un ser se demuestra en la automatización del lenguaje, su ritualización (frecuente aplicación de monosílabas como ¨Bu, bu¨) y la diversificación del lenguaje: BOBY Bienvenida seas, oh tú, Iris, mensajera de los dioses, la del Íe ligero, nieta de Océano y Tesis, hija de Taumante y Electra bienvenida seas al mundo de los vivos (...) NORMA Boby, hijo, me estaré volviendo tonta? BOBY Jum Jum . (Vallejo 1980: 15) 232 Como en la película Oxígeno de Iván Vyrypayev, una acumulación caótica de diferentes estilos, imágenes y sonidos desautomatiza al espectador y lo deja perplejo ante la imagen de la personalidad posmoderna, la personalidad de este espectador: Lagartijas blancas, insectos negros voladores que poblan el espacio, sardinas de labios carnosos y ojos verdes... piedras preciosas del espacio sideral...ópalo común, halita, geserita, talco lamelar... estealita, crisolito, florina. (Vallejo 1980: 2) Los protagonistas están situados en un tiempo universal, transgresor, parado, que no tiene su fin ni principio: Resulta que el tiempo existe pero es un eje alrededor del cual damos vuelta. (…) El tiempo pasa. Minutos suceden a minutos. Pero nada transcurre. Todo permanece inquebrantablemente fijo en el tiempo. (Vallejo 1980: 13) Los protagonistas demuestran un alto nivel de la autoconciencia, paran con el objetivo de fijarse en su propia existencia. NORMA El gallo... el coño... Yo me estoy volviendo loca. O será que tengo un tumor cerebral. O es que me estoy volviendo simplemente tonta. (Vallejo 1980: 13) En el análisis del mundo externo y autoanálisis de su propia persona los personajes de Vallejo ven un intento de reconciliarse con la destrucción en que están situados. El hecho de sentirse parados en el tiempo es una expresión del nihilismo, dolor existencial y sufrimiento que tienen que afrontar. Al mismo tiempo, todos los personajes están en un contínuo proceso de autoaniquilación en que cuestionan su cordura, su personalidad y su yo. Este proceso está presentado tanto en el mundo exterior como en la esfera emocional que se entrecruzan, desdoblan y destruyen. Lo exterior es un símbolo, metaforización de lo interior. La destrucción y el sufrimiento 233 corporal, la incorporación de las enfermedades crónicas y degenerativas como epilepsis, corea de Huntington y osteopenia son un intento de exponer a los protagonistas a las circunstancias más trágicas de la vida. TOM Y por las noches gritaba desde su cama... Y los gritos le caían por dentro.. Y decía que su alma había vagado por la historia, saltado al espacio y vuelto a caer en él. (Vallejo 1980: 26) Al mismo tiempo, las patologías corporales son pararelas a la desintergración mental. El violín que no produce sonido es un instrumento de la creación que fue degenerando, convirtiéndose en un simple fragmento de madera, como el ser humano que pasa de ser una entidad espiritual a la materialidad del cuerpo con sus ritmos fisiológicos. El hombre se cierra en el vacío de su propio cuerpo que está predestinado a la destrucción y la muerte. Pierde relación con el otro, acepta todas las condiciones de su propio egoismo y ni siquiera nota las necesitades de los en su alrededor. Olivia pierde el oido y la vista progresivamente, pierde, entonces, la referencia objetiva a la realidad apostando por el relativismo de los valores y su propia interpretación de lo vivido. Para escapar de las desbordantes emociones y fragmentación de la personalidad, los protagonistas de Cangrejos se concentran en los trastornos físicos y acumulación de los objetos materiales y actividades. Jogging, jatching, ping-pong, surfing, skating y bowling son los posmodernos substitutos de las relaciones interpersonales, son un intento desesperado de escapar el miedo a la muerte, para olvidar, en el ritmo exacerbante de la vida, el trágico destino del hombre. Todos los personajes de Cangrejos de pared emprenden el viaje de la búsqueda de su propio ¨yo ¨para descubrir su complejidad, llegar a la aceptación de todos sus componentes y enfrentarse con las contradicciones psicológicas. En este proceso tienen que darse cuenta de la variedad de identidades que emprenden a lo largo de la vida y aniquilar el ¨yo¨que frena el desarrollo y libertad emocional, él que conduce a la acumulación de las tensiones. A lo largo de la obra se subraya la duplicación de las perspectivas 234 y, sobre todo el doble carácter del ¨yo¨ ejemplificado en la estrecha relación entre los personajes de Bob, Tom, Cynthia y Hugo. Esta vinculación se expresa a través del hecho de poseer las mismas características físicas, las mismas experiencias vividas y en la identificación directa con su doble. Bob busca continuamente su equivalente femenina para llegar a la reconciliación en la oscuridad de la conciencia. Los protagonistas de Cangrejos de pared sufren, en consecuencia, el síndrome asténico. Como en la película Síndrome asténico (1990) de la directora ucraniania Kira Muratova, el hombre es un objeto pasivo, un elemento más de la representación que pasiva- y silenciosamente se adapta al fondo. La obra de Muratova está dividida en dos partes hechas en blanco y negro y en color, que corresponden a los diferentes puntos de vista de la cámara: uno desde la perspectiva del que sufre de astenia, otro, desde la mirada externa. Lo que une las dos perspectivas es la indeferencia de los personajes, independentemente de la mirada están subordinados al deteriorio que ellos mismos eligen. En una situación analógica se encuentran los protagonistas del drama vallejano. La astenia, que se caracteriza por fatiga como sensación de falta de energía y motivación, de agotamiento o cansancio, simboliza en este caso la pérdida final en el marasmo y sinsentido de la existencia. La astenia puede afectar también funciones intelectuales: pérdida de la memoria, menor atención, concentración y vigilancia propician una rápida desorientación existencial: TOM Mi cerebro no es un cerebro, sino un cerebro sin cerebro... Como una tortilla dentro de un cráneo. (Vallejo 1980: 14) Se evidencian, entonces, otros trastornos psicológicos incluyendo una percepción alterada del mundo externo, ansiedad y trastornos de la personalid. Para escapar del mundo asténico los personajes de Cangrejos de pared aluden a la violencia, al sufrimiento y dolor físico que rompe la estagnación. Como ¨nunca pasa nada¨ hay que inventarse el mundo a la única medida posible, la medida de la destrucción física. La automutilación es, paradojicamente, una manifestación patólogica de la afirmación de la vida. 235 En el camino de la autodefinición se activizan cada vez más, adaptando, al mismo tiempo, nuevos, sorprendentes esquemas del comportamiento. El proceso del contínuo desdoblamiento, multiplicación y fragmentación de la personalidad es, en el caso de Cangrejos de pared el principio formal en que se basa la obra y el proceso primordial para la presentación de los personajes. Desdoblarse es encontrar su propia esencia, reconciliación consigo mismo y con el mundo exterior. De este modo es posible autoanálisis y posterior destrucción del ¨yo¨, el fin es el principio de autoentendimiento. Es cuando acceptan, además, el miedo más grande del ser humano, el miedo a la muerte. Solamente esta acceptación puede diminuir el miedo existencial y la constante tensión en que viven los protagonistas. Están, como los protagonistas del drama de Iván Vyrypayev, La danza Delhi, involucrados en la danza entre la vida y la muerte, entre el consciente y subconsciente, entre las emociones y multidimensional construcción de la mente. La base para la interspección ejercida por los protagonistas del drama de Vallejo es la crisis existencial que sufren constantemente, la duda hacia la realidad y posición del ser humano en ella. Frente a la sitiación del fracaso existencial, a la acumulación de las circumstancias trágicas de la vida la única solución es el escapismo. Moverse adelante sin ver el rumbo exacto, emprender el viaje hacia su propio interior sin ver el destino exacto, esa es la estrategia propuesta por Vallejo. El autoanálisis hecho por los protagonistas es una medida del autotratamiento producido subsconscientemente. La purificación, catarsis a la hora de encontrarse con su propio doble es la respuesta al desencanto y melancolía, a la desmesurada falta de entendimiento del otro y sí mismo. La huida de la realidad y propia existencia tiene el principio en la paradójica inclinación hacia el mundo de lo material donde todo está reducido a la automatización y mecanización. NORMA Los Hellman tienen de todo! Pararrayos con calculadoras incorporadas en todos los rincones de la casa, lavavajillas que hablan, platos supersónicos, cucharas que rien automáti- 236 camente! Sábanas insonorizadas, carabinas telescópicas, bolígrafos antirrobo. (Vallejo 1980: 4). De este modo queda cerrado, al mismo tiempo, la apreciación de las necesidades del otro. Sentir con el cuerpo comienza a ser más importante que percebir el mundo interior. En el elogio de la superficialidad se puede ver, además, la mencionada negación de la muerte y del vacío, la inmortalidad y prolongación de la vida en la poseción de los objetos. Por otro lado, en el mundo dominado por el dolor de Cangrejos de pared destaca la presencia de omnipresente melancolía y absurdo trágico. La única solución parece ser, en este caso, la destrucción parcial o total del yo, para poder de este manera volver al principio, a las partículas elementales a partir de las cuales podria intentarse reconstruir la identidad. Solamente en las situaciones extremas el ser humano puede participar en el proceso de la revelación trágica. Para sentirse vivo hay que tocar la muerte, quitar su última máscara, la máscara del temor, de lo realmente verdadero. Cuando finalmente desaparece la separación entre las casas de las dos familias, la frontera metafórica entre dos compenentes de la personalidad, es posible percebir el ser total enfrentado consigo mismo. BIBLIOGRAFÍA: ABIRACHED R., La crisis del personaje en el teatro moderno, Madrid, Asociación de Directores de Escena, 1993. BARTRA R., Melancolía y ciencia en Siglo del Oro, Ciencias, julio-diciembre, 1999, pp. 4-12. BAUMAN Z., Dwa szkice o moralności ponowoczesnej, Warszawa, Instytut Kultury, 1994. BAUMAN Z., Wieloznaczność nowoczesna, nowoczesna wieloznaczność, Warszawa, PWN, 1995. BAUMAN Z., Nowoczesność i zagłada, Warszawa, Fundacja Kulturalna Masada, 1992. BAUMAN Z., Etyka ponowoczesna, Warszawa, PWN, 1996. 237 BURTON R., The Anatomy of Melancholy, Ex-Classic Project, 2009. BUSTAMANTE GÓMEZ F., El mito de la enfermedad mental, Huellas, Vol 2, Num 4, Uninorte, Baranquilla, 1981, pp.4-8. CAMUS A., Wygnanie i królestwo, Warszawa, Krąg, 1992. JĘDRASZEWSKI MAREK, W poszukiwaniu nowego humanizmu, Kraków, Wydawnictwo Naukowe Papieskiej Akademii Teologicznej, 1994. SARTRE J.P., El ser y la nada, Buenos Aires, Losada, 2005. SZASZ T., Psychiatric Slavery, New York, Syracuse University Press, 1998. VALLEJO A., Cangrejos de pared, versión electrónica, día de consulta: 30.09.13, http://www.alfonsovallejo.com/espanol/libros/cangrejosdepared.pdf 238 Hölderlin Año de escritura (1981) PERSONAJES: CARLA: Mujer entre cuarenta y cincuenta años, muy atractiva. Elegancia y distinción. Tiene algo lejano en la mirada, difícil de precisar. Su expresividad es interna, pero de gran magnetismo. También suvoz tiene algo propio, un timbre poco común. Personalidad felina, sensual, de marcado erotismo. GINTY: Ha heredado de su madre lo desgarrado, contradictorio y dramático. Brío y virulencia. Más baja que Carla. Nerviosismo y agresividad propios. Personaje desgarrado, pantera, con algún rasgo límite en su comportamiento habitual. Hija de Carla. GUSTAV: Alto, de mandíbula cuadrada, con cierta tendencia a la obesidad. Destaca su seguridad y férrea naturalidad. Práctico y decisorio. Pero también enormemente emocional, humano y directo. Esposo. HELLEN: Joven atlética, de marcada elasticidad y exuberancia. Esmero en el vestir. Cosmética muy diferenciada. Tiene una extraña naturalidad que linda lo sofisticado. Hija de Carla. JASHA: Marido de Ginty. Fisonomía propia. Actitud cortante, fría, interna. Tiene algo desgarrado en su cara. Alto, huesudo. Destaca 239 su mirada, penetrante, acerada y tierna al mismo tiempo. Un tipo extraño y agresivo, con algo de galán y de brujo. ESCENOGRAFÍA: Luz sobre la casa de los Thorn. Impresión de riqueza plástica, profundidad y espacio interior. Atardecer. Las tres habitaciones representadas en escena, cada una con sus planos de luz, transparencias y atmósfera. En el jardín se proyecta las sombras de árboles cercanos. El cielo con nubes de delicados matices, rojas por el ocaso. PUBLICACIÓN: Primer acto. Nº 205. Septiembre-Octubre de 1984. En www.obrascompletasalfonsovallejo.com y otros enlaces posibles en www.alfonsovallejo.com ver Volumen IV Francisco Gutiérrez Carbajo: (Teatro contemporáneo: Alfonso Vallejo) UNED. Madrid. 2001. (p.92) Como ya he apuntado, la perturbación de la racionalidad de los personajes se presenta en los dramas de Alfonso Vallejo más como metáfora que como simple fenómeno patológico. Es el marco poético por donde irrumpe en su teatro el mito como antesala formal de la tragedia. Si así lo hemos podido comprobar en alguna de las obras señaladas, el paradigma de este procedimiento lo constituye, sin duda, Hölderlin. Podemos rastrear en Hölderlin el eco de un modelo legendario de tragedia romántica, por una parte fuente de contradicción y por otra alimento del propio autor de ese drama. 240 De nuevo, los personajes —en un universo en el que la ficción y la realidad se entrecruzan constantemente— ponen al descubierto sus sueños, obsesiones y delirios. El núcleo estructurador de la obra está tomado de la propia trayectoria vital de Hölderlin. La fascinante historia de amor entre la esposa de un banquero de Gontard, Suzette —que el autor fijará para siempre bajo el nombre de Díótima— y Hölderlin, la reproducen, en el drama de Alfonso Vallejo, Jasha y Carla Borskenstein, aunque en esta obra se cruzan varias relaciones. El personaje del drama vallejiano, Carla, no sólo es estudiosa del romántico alemán sino además es descendiente de Suzette Borkenstein, de la misma forma que Hasha lo es del propio Hölderlin. Al igual que el romántico alemán, Jasha ha conocido la experiencia de la bajada a los infiernos: «Fue un largo camino doloroso, lleno de sombras y terror. Pero no hice más que volverme (...) y entonces sentí una voz que me hablaba en la oscuridad... Era como si el viento en las ramas remedase la voz humana, una voz antigua, profunda... Alguien ordeñaba una vaca en un establo profundo y oscuro (... ) Yo conocía aquella noche... Estaba en mí desde hacía siglos y se iba repitiendo a sí misma a lo largo del tiempo, arrastrando sus signos nocturnos, su encantamiento y malignidad... Y llegó de pronto, desde mucho antes, uniendo todas las noches del mundo, de antes, de después... Llegó desde Kassel. Y se fue repitiendo en nosotros (...) Volví el cuello y subí a las estrellas (... ) Estuve andando, recordando, diluyéndome» (Vallejo, 1985c: 87). Hölderlin fue publicada en el número 205 de la revista Primer Acto (septiembre octubre de 1984) pp. 80-102, precedida de una entrevista de Miguel Medina Vicario. 241 En el drama se hace referencia explícita a la biografía de Hölderlin, nacido en Lauffen (Alemania) y considerado como una de las cumbres del mundo occidental. Se nos habla también de su lento caminar hacia la locura y su progresivo resbalar hacia la más completa desintegración mental, lo que le llevaría a permanecer encerrado en un cuarto los últimos treinta y seis años de su vida. Todo ello representa una aventura humana excepcional. Pero uno de los acontecimientos determinantes de su trayectoria vital fue su entrada en casa del banquero Gontard como preceptor en 1796. Aquí se desarrolla ese amor incontrolable entre Hölderlin y Suzette Borkenstein, al que se ha hecho referencia anteriormente. En la historia real, Hölderlin, después de haber sido expulsado de la casa del banquero Gontard empieza a presentar los primero síntomas de esquizofrenia. En el texto dramático, Jasha no acusa esta patología, aunque su mente, como la de Hölderlin, está atravesada por los fantasmas que forja su imaginación. «Me congelo y solidifico en el invierno que me rodea», dice el autor de La muerte de Empédocles en uno de sus textos, y el protagonista suscribe estas palabras. La identificación con el autor real parece completa: «... A veces pienso que soy un ser sin vida, que el pasado ha abandonado y el presente todavía no ha recibido... Soy como alguien que fuera repitiendo interiormente palabras ya dichas, grabadas de alguna forma en mi carne, metiéndose en mí desde siglos, repitiéndose... Mi situación no me produce ni asco ni placer. Soy un Hölderlin y no sé bien qué significa esto, pero tengo la sensación de estar viviendo aquí desde fuera, no sé si me entiendes, como si el tiempo diese de nuevo la vuelta» (Vallejo, 1988c: 90). 242 Las palabras de Jasha bien podrían ser una glosa de los poemas que lee Carla: «Cada día salgo para una búsqueda nueva. / Ya exploré todas las sendas de esta tierra, / y esas frescas alturas y esas sombras y fuentes, / pues mí alma desasosegada vaga/ por montes y valles implorando un descanso... / Sé que es vano, dioses de la muerte, / suplicar o rebelarse cuando vosotros/ atrapáis al hombre y lo encadenáis, vencido, / o cuando lo abatís en la noche borrascosa...» (Vallejo, 1988c: 85). Unos versos de Hölderlin sirven de conclusión a la carta, gracias a la cual se entera Gustav de la infidelidad de su mujer. Esta carta contribuye igualmente a que la acción dramática reproduzca los hechos que se habían desarrollado en la realidad: «Parece casi mentira que del fondo del tiempo salgan los fantasmas que somos nosotros mismos, tomen cuerpo en nosotros, broten de nuestra sangre y por encima de todo y de todos, contra todo lo convencional. Y parece mentira que se tenga que repetir lo que se produjo anteriormente para ser realmente nosotros. Estaba esperando con ansiedad el 15 de julio. ¡Sabía que algo tenía que pasar! Algo oculto me lo decía en mí! Como en Kassel el 15 de julio de 1796, Hölderlin y Diótima. El banquero Gontard se había quedado en Frankfurt. Por primera vez solos... Cuando tu marido dijo que tenía que ausentarse, sentí como un estallido dentro de mí. Y por la noche, cuando me rodeaste con tus brazos y me besaste a través de la ventana, comprendí que ya nadie ni nada podría separarnos... » {Vallejo, 1988c: 98). Con un sentido netamente teatral, Jasha-Hölderlin aclara que «nos estamos confundiendo continuamente, que vivimos en la confusión y que la confusión casi es verdad» (Vallejo, 1985c: 100). 243 Sus reflexiones acerca de la vida y del conocimiento remiten a ideas expresadas por personajes de otras obras: la vida va haciéndose por capas como la piel y nadie sabe «qué escamas se van y cuales vienen». Para su enciclopedia gnoseológica, encuentra «horrible y casi estimulante tanto desconocimiento». Ginty, por su parte, alude a la vida como representación y como espectáculo; un espectáculo en el que a veces sentimos que todo sucede fuera de nosotros; un espectáculo en el que estamos invitados y del que no comprendemos casi nada, «una aventura llena de extrañas coincidencias que la vida misma resuelve según pasiones incomprensibles. A veces todo parece un milagro, y a veces simplemente eso... vida». Aunque a lo largo de las dos partes en que se divide la obra, está rondando la tragedia, y un fondo trágico es el que la genera y la sostiene, sin embargo, al final, el autor le da la vuelta a la historia y deja abierto el camino a la esperanza. Hellen lo resume en la escena final: «... Parece que la vida, después de tanto sufrimiento y dolor, ha vuelto a empezar, como una grandiosa y portentosa aventura... Y ha vuelto a empezar renovada y rica, potente y placentera... “ (Vallejo, 1988c: 102). Francisco Gutiérrez Carbajo En “La pragmática teatral en Alfonso Vallejo.” Anales de Literatura Española 17 (2004) pp 73-88 (p. 79) En el origen de una obra encontramos a veces la presencia de otra obra o de una manifestación plástica. La personalidad del poeta romántico Friedrich Holderlin (1770-1843) se presta mucho a este fenómeno de intertextualidades y transducciones, y así sucede en efecto con los que podríamos 244 llamar los prolegómenos extra-escénicos del drama Holderlin (1981) de Alfonso Vallejo. El autor ha confesado que le sirvió de inspiración la fotografía de la torre de Tübingen en la que permaneció Friedrich Holderlin desde 1806 a 1843, en una locura atravesada por la poesía, con un viejo piano desafinado, que bien podría ser el símbolo de su estado espiritual. Ello le llevó a Vallejo a leer la obra de Holderlin y a conocer su trayectoria, que le pareció dramática, y a la lectura de la obra de Nietzsche. De todo ello se nutriría el drama Holderlin. En la obra dramática, el amor de Holderlin por Diótima se reproduce escénicamente en la pareja integrada por un sucesor del escritor y por una sucesora de Suzette Borkenstein. La genética no es ajena a esta pasión amorosa. Natalia Szejko 06-09.05.2014, Ustron, Polonia. Encuentros 2014. Publicación postconferencial. La fenomenologia del ser y el entendimiento existencial según la hermeneutica heideggeriana: ¨Horderlin¨ de Alfonso Vallejo. En proceso de publicación. Instituto de Estudios Ibéricos e Iberoamericanos Universidad de Varsovia Phenomenology of being and existentialism according to Heidegger´s hermeneutics: Hölderlin of Alfonso Vallejo Abstract: The aim of this work is to analyze dramatic work of Alfonso Vallejo from hermeneutic perspective with special consideration of Martin´s Heidegger philosophy. The focus of our attention were possible intertextual 245 relationships between Vallejo´s play and works of German poet Friedrich Hörderlin, especially the idea of human being created through words and cultural, intellectual dialogue amidst the two authors. This theoretical background is used to demonstrate that Vallejo´s drama is manifestation of ¨true human reality (Dasei) that is profoundly poetic¨. Key words: Vallejo, Hölderlin, hermeneutics, Heidegger, poetic of inhab- itation Actas del Congreso de Asociación Polaca de Hispanistas. Encuentros 2014 . Key words: Vallejo, Hölderlin, hermeneutics, Heidegger, poetic of inhab- itation Largamente muerto y replegado en sí mismo, mi corazón saluda la belleza del mundo, sus ramas florecen y echan brotes, abultadas por una savia nueva. ¡Oh, yo volveré a vivir, así como el feliz esfuerzo de mis flores atravesando su dura cápsula se lanza hacia el aire y la luz. (Hörderlin 2014:15) Esas palabras del poeta alemán que constituyen un himno a la naturaleza nos gustaría tratar como una especie de la introducción al mundo intertextual presentado en la obra dramática Hölderlin de Alfonso Vallejo. Nacido en 1943 en Santander, Vallejo es un verdadero hombre del Renacimiento. Combina en su vida artística y cotidiana ejercicio de neurología y neuropatología, pero también escritura del teatro, poesía. Es, además, un exitoso pintor. Fue galardonado con los siguientes premios del ámbito teatral: Accésit Premio Lope de Vega (1975) por Ácido sulfúrico, Premio Nacional Lope de Vega (1976) por El Desgüace, Premio Internacional Tirso de Molina (1978) 246 por A tumba abierta, Fastenrath de la Real Academia Española (1980) por El Cero Transparente, que constituyó el libreto de la ópera Kiu (1983) de Luis de Pablo. En esta ponencia nos gustaría enfocarnos en la obra Hölderlin con una atención especial a las relaciones intertextuales con la vida y obra del poeta romántico Friedrich Hölderlin y alusiones al pensamiento del filósofo alemán Martín Heidegger. Hölderlin de Alfonso Vallejo (1987) constituye un manifiesto filosófico concentrado en la vida humana vista desde una perspectiva poética ejemplificada en las palabras del poeta – Hölderlin. La obra de Vallejo está dividida en dos partes, en las cuales se representa un drama familiar en que intervienen los personajes de Carla, Ginty, Gustav, Hellen y Jasha. La acción dramática se desarrolla en un espacio de reclusión, es decir, una casa en las afueras de la ciudad, situada en medio de un jardín maravilloso: ¨Esta es nuestra casa, un pequeño chalet a las afueras de una gran ciudad. Este es nuestro jardín, un lugar privilegiado¨ (Vallejo 1987: 3). En este espacio del microcosmos humano, separado del mundo exterior, los protagonistas están, al mismo tiempo, en el espacio de una experimentación existencial, encerrados en un pequeño chalet y condenados a presenciar al otro y a sí mismos, sin posibilidad de escapar. Como en otras obras de Vallejo, el espacio está dividido en microespacios de habitaciones, que simbolizan la desintegración interior de los personajes. En este caso, se trata de las tres habitaciones, cada una de los cuales da a otra parte del jardín. Se trata, entonces, de la individualización de la perspectiva, cada cuarto es una realidad separada: La escena representa la casa de los Thorn y su jardín. A derecha e izquierda, árboles. Al fondo, árboles y cielo. Se trata de un pequeño chalet situado en las afueras de una ciudad, en medio del bosque, del que no se ven más que tres habitaciones en una especie de saliente de la casa, de forma que las tres ventanas que dan al jardín miran cada una en una dirección. (Vallejo 1987:2) 247 La obra empieza con una autopresentación de la realidad, la realidad de la vida de los Thorn hecha por Hellen, uno de los miembros de esta familia. Desde el principio se introducen, además, las alusiones a la vida y obra del autor alemán, Hölderlin. Carla Borkenstein es una descendiente de Suzette Borkenstein, Diótima, gran amor del poeta. Carla se dedica también a la investigación de la literatura, sobre todo de la poesía de Hölderlin. La vida de los Thorn estaba dominada por las trágicas experiencias del pasado, relacionados sobre todo con la hija pequeña de la familia, Ginty, que interpretada la vida familiar como una locura y sufrimiento constante: Ginty vivió, pero con Ginty la rabia entró en nuestra casa a través de un palabrisas, envuelta en una cabeza del perro. La rabia lo invadió todo. La casa de los Thorn dejó de ser la casa de una familia normal con pequeños disgustos y pequeñas alegrías, y se convirtíó de la noche a la mañana en un infierno de rabia, rabia oculta y contenida, en rencor, dolor y miedo... (Vallejo 1987:5). Por esa razón intentó suicidarse y, posteriormente, se escapó de la casa. Ahora la familia entera espera la vuelta de Ginty. Cuando por fin llega, la familia entera la acoge, junto con su marido, Jasha, el desciendente directo de Hölderlin. Como en caso de Hölderlin y Diótima, se trata también de un amor romántico, totalmente alienado del mundo exterior: GINTY: Un lanzazo, un bombazo. Pum. Nueva ola. Ven, ven. Era como un soplete acerado que me fuera entrando hasta el corazón. El mar ya se había puesto de color sarampión amostazado... (Vallejo 1987: 8) Sin embargo, a la hora de volver a la casa, Ginty se encuentra otra vez con sus miedos interiores, tanto el pasado, como el presente y el futuro resultan ser un espacio de la inseguridad: GINTY: te lo he dicho: estuve toda la noche recordando. He seguido cada línea del techo, cada rincón de mi cuarto. Mi vida 248 se ha quedado pegada a esas paredes. Por esa pintura ha caído mi sangre y mi soledad, mi asco y mi desesperación. (Vallejo 1987: 15) Ginty no se siente aceptada en su familia, tiene presentimiento de ser dominada por su madre, de la inferioridad frente a los otros miembros de la familia. La casa de los Thorn es para ella la prisión en que hasta las palabras producen heridas: ¨palabras negras, invisibles, duras como corazones duros... Eran sudor de noche, como si estuvieran esperando para salir del silencio, suaves como lluvia, duras como puños, antiguas, con olor al tiempo¨ (Vallejo 1987: 17) Después de anunciar la noticia sobre el embarazo de Ginty, diferentes miembros de la familia reaccionan de la manera distinta. Jasha no puede aceptar la realidad y escapa a lo histórico – biográfico, empieza a enumerar los datos de la vida de Hölderlin, los datos trágicos que usa como el pretexto para hablar sobre las tensiones interiores del carácter personal: Tenía que haberse levantado, haber entrado en el cuarto y haber cogido al banquero de los pies. Fuera de aquí gordo. Ahora me toca a mi. Se acabaron los poemas. Y tu, ábrete esa cortina, mujer, y levanta las piernas, que te voy a hablar de amor sin puntos ni comas. (Vallejo 1987: 21) En la escena tercera Hellen describe los acontecimientos de los meses posteriores, los Thorn siguen reunidos, sin embargo, con el paso del tiempo, el estado del ánimo de Ginty empeora, sólo lee los poemas de Hölderlin separada del resto de la familia. Al mismo tiempo, se establece una relación amorosa entre Hellen y Jasha. Jasha siente que precisamente Hellen es una de las pocas personas que le pueden entender, a la que puede exteriorizar sus miedos, el sentimiento de ser uno de los elementos más en la historia de Hölderlin: JASHA: a veces pienso que soy un ser sin vida, que el pasado ha abandonado y el presente todavía no ha recibido … Soy 249 como alguien que fuera repitiendo interiormente palabras ya dichas, grabadas de forma en mi carne, metiéndose en mí desde siglos, repitiéndose... (Vallejo 1987: 25) No obstante, resulta que Jasha tenía también una relación amorosa con la madre de Ginty. Los problemas emocionales de los protagonistas se acumulan después del encuentro con una tragedia real, la muerte del hijo de Ginty. Una serie de las acusaciones recíprocas entre miembros de la familia produce el desencadenamiento de la locura:¨Ginty: Quise gritar pero no me salió la voz, sabes. Grité, sí, pero hacia dentro, con toda la amargura, y el dolor que sentía...¨(Vallejo 1987: 35). Ginty no puede aguantar la situación en la casa y escapa otra vez. La familia entera la busca una vez más, este proceso es también un momento de la revelación de los secretos, del amor entre Carla y Jasha. Cuando Ginty vuelve a casa, se encuentra cambiada a través de la experiencia real de la muerte. El hecho de ser testimonio de un acontecimiento traumático, suicidio, cambia su vida para siempre, lo real rompe con la imaginación y la frustración injustificada: GINTY: Sentí que acababa de despertar de un sueño y que algo me iba llenando, de abajo arriba, por las plantas de los pies. Estaba viva. Mi hermana me apretaba contra sí. Me toqué. Noté como un estremecimiento en las plantas de los pies, un impulso de la vida. (Vallejo 1987: 52) Finalmente, el entendimiento llega a casa de los Thorn, Ginty y Jasha se reunen y viven separados del resto de la familia. Vallejo demuestra otra vez que, a pesar de todo, ¨la vida es posible¨. En la obra Hölderlin de Vallejo la asociación más obvia desde el principio es una clara alusión a la vida y obra del poeta romántico. Empezando por el título, la presencia de los personajes que son descedientes de Hölderlin y Diótima o directas introducciones de poemas, el drama entero está inspirado en este personaje. Vallejo alude, además, a los motivos frecuentes en la poesía del autor alemán tales como: naturaleza, ciclo de la vida, los sonidos 250 de la naturaleza. El ser humano está situado en el medio del cambiante universo de la naturaleza: Que muy solo te encuentras En el hermoso mundo Siempre me aseguras, amado mío Mas no sabes… (Vallejo 1987: 22) La hermosura de la naturaleza contrasta muchas veces con la brutalidad del hombre, su crueldad e inseguridad frente el futuro. Los Thorn que viven separados del mundo, en un jardín, se encuentran ante el Destino, la meditación de la naturaleza empieza a ser una meditación de la existencia humana: ¨Sé que es vano dioses de la muerte sumplicar o rebelarse cuando vosostros atrapáis al hombre y lo encadenáis, vencido o cuando lo abatís en la noche borroscosa…¨ (Vallejo 1987: 27). En todas las partes de la obra aparecen descripciones del paso del tiempo a través de los cambios en la naturaleza y en el hombre, como un elemento más de esta. Otro tema recurrente en la poesía de Hölderlin es el viaje, especialmente metafísico, hacia el interior. Jasha va al jardín, pero desde allí, como los protagonistas de Dante, emprende el camino desde las estrellas hacia el infierno: ¨Primero bajé al infierno. Fue un largo camino doloroso, lleno de sombras y terrores y entonces sentí una voz que me hablaba en la oscuridad (...)¨Ya exploré todas las sendas de esta tierra¨ (Vallejo 1987: 18) Sin embargo, las más obvias son las relaciones directas a la vida de Hölderlin, inluyendo los fragmentos de su biografía: ¨Nacido en Lauffen Alemania, en 1770 Hölderlin es considerado como una de las cumbres líricas del mundo occidental. Su lento caminar hacia la locura, su lento resbalar hacia la más completa desintegración mental, lo que le llevó a permanecer encerrado en un cuarto los últimos treinta y seis años de su vida, representa una aventura humana excepcional¨ (Vallejo 1987: 19) 251 La identificación de Hölderlin como el personaje integral de la vida escénica de los protagonistas es un etapa final del proceso de desintegración. Hölderlin ¨Hölderlin¨ de A. Vallejo La locura de Hölderlin Jasha como metaforización del poeta alemán La vida en reclusión – la Torre La casa a las afueras – el jardín La locura de amor (Hölderlin – Diótima) Jasha - Ginty ¨frecuentes trastornos del carácter: mu- ¨A veces pienso que nos estamos confun- tismo, falta de contacto afectivo, muerte diendo continuamente (…) que la música lo interior. ¨Me congelo y solidifico en el in- único que hace es romper el silencio y que vierno que me rodea, dice Hölderlin. Mi cielo es a veces de hierro, otras soy de piedra¨ el silencio lo domina todo, que incluso nos domina¨ (55) Finalmente, nos parece interesante señalar los posibles ecos del pensamiento heideggeriano en la obra de Vallejo. Especialmente relevante es, en este caso, su ensayo ¨ Hölderlin y la esencia de la poesía¨ en que el filósofo alemán intenta encontrar ¨la esencia esencial de la poesía¨. Heidegger interpreta poesía como un juego libre de una connotación negativa, porque ¨esta tarea [es], de entre todas, la más inocente.¨ Sin embargo, el medio que utiliza, la palabra, es un elemento extremadamente peligroso: “…se le dio al hombre el más peligroso de los bienes, la Palabra, para que creando y destruyendo, haciendo perecer y devolviendo las cosas a la sempiterna viviente… dé testimonio de lo que él es” (Heidegger 2014: 3) El hombre es hombre en el diálogo, esto es, en el decir y el oír, que son equioriginarios. La poesía es, entonces, la fundación del ser por la palabra de nuestra boca; esto es, el poeta es el encargado de dotar al ente de ser y esencia a través del nombramiento inicial, del vocablo esencial. Los poetas son para Heidegger los únicos creadores que se aproximan a través de su obra a lo intocable, metafísico, a la esencia del ser, del ser y el tiempo en 252 que este ser transcurre. Es más, ¨la realidad de verdad (Dasein) del hombre es, en su fondo, poética¨ (Heidegger 2014: 8). Vallejo hace un enfoque especial en su obra precisamente hacia el medio de la poesía. La introducción de los poemas del poeta romántico no es mera relación intertextual, sitúan también a los protagonistas en centro del medio poético, en centro de la palabra. Vallejo llega a la misma conclusión que Heidegger, la única existencia posible es la existencia a través de la autodefinición, a través de la palabra: ¨No somos más que palabras¨ (Vallejo 1987: 45). En Hölderlin de Vallejo aparecen, además, los ecos de Introducción a la metafísica de Heidegger. La famosa pregunta: porqué existe el ser y no la nada vuelve constantemente en los dramas del autor español. Los personajes de Hölderlin viven al límite, en el estado de la inseguridad constante. La realidad que los rodea está predominada por las imágenes macabras, fealdad próxima a la nada: ¨Su cráneo, separado del tronco, rompió el parabrisas, pegó a mi madre en la cara y vino a caer sobre su falda¨ (Vallejo 1987: 5). Además, ellos mismos, los protagonistas, crean el odio y el nihilismo que lo destruye todo: ¨un abismo de odio y silencio se había creado en nuestra familia¨(Vallejo 1987: 5). Ginty no quiere existir, se siente atraída por la muerte que debería ser la última liberación. Al fin y al cabo, después del encuentro real con el sufrimiento, se da cuenta de las diferencias entre una vida auténtica e inauténtica: (una vida auténtica, que reconozca el carácter de «caída» que tiene la existencia (propiedad), es decir, la imposibilidad de dominar su fundamento (el ser), y una vida inauténtica o enajenada, que olvida el ser en nombre de los entes concretos (impropiedad) (Heidegger 1973: 213) La obra de Vallejo constituye una aproximación a la esencia poética del ser humano, una aproximación obtenida a través de la inspiración en el trágico personaje de Hölderlin. La mano del poeta se transforma en la mano de Dios creador de la naturaleza que desmitifica y produce nuevo mito con cada nueva estación del año. Con Primavera llega la liberación y poesía que es la esencia de la vida: 253 Las formas de antaño muy bien ordenadas y dóciles, siempre dispuestas a soportar el largo de la materia muerta del poema, asustadas por el fuego y el hedor de la sangre rompieron filas y corrieron al azar. (Rozewicz 1999: 15) BIBLIOGRAFÍA: BECKERT C. (1994), Horderlin e o ¨Retorno Natal¨, Lisboa: Philosophica 3, pp. 37-50. CRISTI M. A. (2011), Del ser-para-la-muerte al ser-para-el-inicio: Martin Heidegger y Hannah Arendt, Factótum 7, pp. 8-13 GUTIERRÉZ P. G. (1987), La hermenética como método, Metodología de las ciencias sociales II, México, Harla, Cap II, 139-165. HEIDEGGER M. (1995) El origen de la obra de arte, en Caminos de bosque, ed. Alianza . HEIDEGGER M (1992), Hörderlin y la esencia de la poesía, Traducción de Samuel Ramos, publicada en: Martin Heidegger, Buenos Aires: Arte y Poesía, F.C.E, 1992. HEIDEGGER M. , Ser y tiempo,traducción de Jorge Eduardo Rivera, edición digital de: http://www.philosophia.cl, consultado 20.04.14. HEIDEGGER M., ¿Qué es Metafísica?, traducción de Xavier Zubiri, edición digital de: www.philosophia.cl, consultado 20.04.14 HEIDEGGER M. (1973), The End of Philosophy, Harper & Row, p. 15. HORDERLIN F. (1988) Poems and fragments, traducción de Michael Hamburger, Cambrigde, 1988, Cambridge University Press 254 HORDERLIN F., Poemas de la locura, traducción y notas de Txaro Santoro y José María Álvarez, Hiperión, edición digital http://www.alejandrocasales.com/teoria/teoria/FriedrichHolderlin.pdf, consultado 20.04.14 MACHADO, J. A. T. , Filosofia e psicanálise – um diálogo. Porto Alegre, 1999 Edipuc. MARTINS F. J. Reinaldo, Heidegger e a concepcao de ¨outro¨em ¨Ser e tempo¨, Revista Aproximação – 1º semestre de 2010 – Nº. 3 REDONDO M., Heidegger ante la fenomenología de Husserl, Contrastes, vol. IV (1999), pp. 113-131 RÓZEWICZ T. (2014), Las formas , traducción de Krystyna Rodowska, edición digital: http://www.materialdelectura.unam.mx/index.php?option=co m_content&task=view&id=74&Itemid=31&limit=1&limitstart=4, consultado 04.05.2014. VALLEJO A., Hörderlin, edición digital: http://www.alfonsovallejo.com/espanol/libros/holderlin.pdf, consultado 20.04.14 255 Orquídeas y panteras Año de escritura (1982) PERSONAJES: BERTO LEONE: 65 años, alto, corpulento. Fuerte carácter e impositiva personalidad. Tez yodada de marino. Padre deTina y Julia. TINA LEONE: Entre 25 y 30 años. No muy alta pero llena de atractivo y naturalidad. Casada con Tony Dillon. JULIA LEONE: Mujer de 40 años, alta, bella, elegante. Su energía y agresividad le hacen parecer más joven. Ojos negros, brillantes. Hija mayor de Berto Leone. TONY DILLON: Tiene unos 40 años. Complexión atlética. Simpático, de fácil sintonización. Inteligente. También demuestra en su mirada y facciones una extraña fuerza y decisión, una fuerte capacidad trágica. SERGIO BRANDONE: Periodista, nervioso, penetrante. Un soñador nato, dado a la fantasía. Gusta de imaginar los acontecimientos de la actualidad y extraer conclusiones sobre la condición del hombre moderno. ESCENOGRAFÍA: La escena representa el vestíbulo de la casa de Berto Leone. Una puerta, al fondo, comunica con el interior. Otra a la derecha, con el exterior. Frente a ésta, en el lateral izquierdo, una 257 ventana que da al mar. El decorado puede tener matices realistas, pero debe expresar que la acción puede transcurrir únicamente en la mente del narrador. No existen cambios de decorado. PUBLICACIÓN: Editorial Preyson. 1985. En www.obrascompletasalfonsovallejo.com y otros enlaces posibles en www.alfonsovallejo.com ver Volumen III Francisco Gutiérrez Carbajo “La pragmática teatral de Alfonso Vallejo” Anales de Literatura Española, 17 (2004), pp 73-88 (p.79) Orquídeas y panteras se estrenó el día 25 de mayo de 1984 en el Teatro Español de Madrid. Dramáticamente constituye un desafío, semejante al de Sol ulcerado. Cuando en sus talleres el dramaturgo va construyendo Orquídeas y panteras, se está planteando el reto de elaborar un melodrama, una tragedia melodramática atravesada por un realismo de tipo psicológico. La inspiración, como en otras obras, se la proporcionó una imagen plástica. En este caso se trataba de la ilustración en una revista italiana de un edificio en construcción, que le impedía a un vecino ver el mar. El vecino entabla un recurso y gana el pleito para que sea volado el edificio. Ello le dio la ocasión de reproducir dramáticamente un espacio en el que situar a Berto Leone y a sus hijas Tina y Julia. En el subtexto de Orquídeas y panteras late la historia del drama de Shakespeare El rey Lear y sus hijas. En la obra de 258 Vallejo, la influencia italiana -a la que he aludido- está representada por la mafia. Francisco Gutiérrez Carbajo “Teatro contemporáneo: Alfonso Vallejo” UNED. Madrid. 2001 (p.96)En Orquídeas y panteras, cuatro personajes, Berto Leone, sus hijas Tina y Julia, y Tony Dillon, desarrollan la acción ante los ojos de un espectador y de un comentarista excepcional, que actúa como una voz en off en la narración cinematográfica, pero que sí en esta se «mantiene siempre fuera de campo», en la obra de teatro es un personaje más que introduce la acción, concluye una escena, o da paso a la intervención de los personajes. Se trata de Sergio Brandone, un «periodista nervioso y penetrante, un soñador nato, dado a la fantasía. Gusta de imaginar los acontecimientos de la actualidad y extraer conclusiones sobre la condición humana». Su papel es tan determinante que el propio autor advierte que «el decorado puede tener matices realistas, pero debe expresar que la acción puede transcurrir únicamente en la mente del narrador». Sergio, el narrador, es el encargado de poner en marcha la maquinaria dramática, y en la primera escena aparece en un primer momento sentado en un pequeño despacho de la redacción de un periódico, observando con cuidado una publicación, a la vez que consulta algunas fichas clasificadas. Luego se levanta, pasea por la escena, avanza hacia el proscenio con el periódico en la mano, y se presenta: «Mi nombre es Sergio Brandone, pero mis compañeros en el periódico me llaman «el Mosquito» porque dicen que tengo 259 la habilidad de chuparle la sangre a las noticias. Ya ven: soy cronista de sucesos... pero no un cronista convencional de esos que igual escriben de un loco que salta desde una azotea como de un tren que arrolla un autobús escolar» (Vallejo, 1985a: 15-16). Él, sin embargo, asegura trabajar por libre. Ve, oye, y, sobre todo, piensa mucho en todo lo que observa, en los rasgos de sus protagonistas, en su forma de andar, de mirar, de andar, de levantarse. Precisa cierto grado de penetración psicológica para sentir admiración por ese esplendoroso accidente de la naturaleza que es el hombre, y tomar a la vez conciencia de que se enfrenta por primera vez al riesgo de su propio aniquilamiento, de su exterminio como especie, y de su probable desaparición de la superficie de la tierra. Está hablando Sergio, el periodista, pero sus palabras son muy parecidas a las que ha escrito y ha pronunciado muchas veces Alfonso Vallejo. Parece fácil —sigue la voz de Sergio— entenderse, simplemente entenderse, pero enseguida se pregunta si es que el hombre no logrará nunca vivir sin tener que aniquilar a su contrarío, si es que la guerra no podrá algún día negar a ser un mal recuerdo del pasado. Se pregunta también si será la lucha el estado natural del hombre, si la llevamos en la sangre. En el fondo de estas interrogaciones subyace la sentencia que acuñó Thomas Hobbes sobre el «hombre lobo para el hombre». De estas generalizaciones se pasa a una historia concreta, a la historia de la familia mencionada, a la que, a continuación, introduce en escena. La situación inicial, como en otras obras de Vallejo, se mueve en el terreno de lo desenfadado y festivo, y no autoriza a pensar en el grado de intensidad trágica que alcanzará la intriga. Si algunos autores han hablado de la novela como un juego de información (Tacca, 1985)) esta definición podría hacerse extensiva al teatro. Éste se convierte, de igual forma 260 —además de en un registro y en un sutil juego de voces— en un juego de información, y la pericia del autor se manifiesta precisamente en la hábil administración de esos materiales informativos. En este proceso, no suelen desvelarse en los momentos iniciales las claves fundamentales de la obra, aunque estratégicamente puedan suministrarse algunas, e incluso se juegue con una desinfomación inicial estratégica. En Orquideas y panteras, tanto la información como el desarrollo de la intriga presentan una clara gradación ascendente. Berto y su hija Tina hablan al principio de la pieza de cuestiones importantes, sin duda, pero lo hacen en un tono festivo, y la risa se constituye precisamente en materia de conversación: «Papá —dice Tina—... te voy a hacer una pequeña confesión... Es una intimidad pero... tienes que saberla... A Tony, cuando hace el amor le da por reírse (... ) Y cuando llega el momento se parte de risa (... ) y yo me contagio... y . . . ja. ja... ja, ja... » (Vallejo, 1985 a: 20-21). Tony, cuyo aprendizaje en este mundo no ha sido precisamente un lecho de rosas, explica la concepción de la vida defendida por el viejo carpintero que lo adoptó: «Su teoría de la vida se resumía en lo siguiente: pasárselo muy bien, reírse y tener dos cojones por si acaso. Ese «por si acaso» es lo que nunca he entendido» (Vallejo, 1985a: 28). La situación familiar es aparentemente —y por desgracia— bastante similar a la de otras familias españolas. El padre, después de unos comportamientos detestables, de los que ahora se arrepiente, pero que han alejado del hogar a su esposa Emma y a su hija Julia, quiere recomponer la situación cuando adivina próximo su final, y pide a Tina que escriba y haga volver a Julia. Al regresar ésta, comprueba que aparentemente todo sigue igual: el mismo sillón al lado de la ventana, la mesa con las mismas migas de pan e idénticas 261 grietas en las paredes, una imagen muy gráfica, muy recurrente y muy simbólica en el teatro de Vallejo. El lector-espectador es testigo de la anagnórisis de Tony y de su cuñada Julia, y también del rechazo por parte de Julia de todo lo que ha representado y representa el mundo de su padre, el ya viejo y curtido marino Berto Leone. Es testigo también, aunque más tarde, de los sentimientos que siempre ha abrigado respecto a su hermana Tina, y de la relación que ha mantenido con el marido de esta, Tony. Pero no estamos ante simples cruces amorosos ni desavenencias familiares. Alfonso Vallejo eleva a categoría mítica las relaciones más convencionales, y lo que podría ser una simple comedía de amor y de celos, se convierte en una tragedia, de las que no están ausentes el componente edípico de Julia, la suerte atravesada del marino Leone, y el destino trágico que persigue a toda la familia. Y como dicen los estudiosos de este género dramático, en la tragedia ya conocemos el fin antes de que se alce por primera vez el telón. La muerte, desde antes del inicio de la acción, se convierte en el personaje y en la fuerza principal contra la que resultará muy difícil combatir. Los personajes lucharán contra ella, poniendo en juego toda su rabia y su rebeldía, todos sus sueños y anhelos de inmortalidad, pero el destino está marcado. Julia se refiere en una de las últimas escenas a los que nacen señalados con este sino trágico: «Hay gentes que nacen pero no nacen bien, nacen al revés, de algún lado oscuro y no puede ser de otra forma. Nacen torcidos y torcidos tienen que vivir. Odian lo que más aman, rechazan lo que más ansían y van sembrando su vida de negrura y oscuridad » (Vallejo, 1985 a 79) En este mapa trágico no faltan escenas de neto carácter romántico, como la que protagonizan Tony y su cuñada Julia, 262 en medio de una atmósfera de rayos y lluvia torrencial, besándose y amándose con ternura y violencia animal, llorando con un llanto en el que se mezclan el dolor y el placer. (Vallejo, 1985 a: 76). Se ha hablado de las grietas, como símbolo de la desintegración, de las carencias, del vacío, y en definitiva, de la tragedia. En Orquídeas y panteras las grietas tienen como compañeros de escena a bloques de hormigón y cemento, a lo sólido y compacto, no como símbolo de lo eterno y permanente, sino de lo cerrado y de lo infranqueable. Lo compacto resalta aún más lo trágico de lo hueco. Independientemente del valor simbólico que logre alcanzar en esta obra, no puede dejar de señalarse que no constituyen excepciones en la dramaturgia y en la poesía de Alfonso Vallejo. La presencia de lo material en sus más crasas manifestaciones —semejante a la representación que tienen estos elementos en algunas de las primeras películas de David Linch, como Cabeza borradora— nos recuerdan con su dura presencia la realidad de nuestros propios límites. Al final de Orquídeas y panteras —en un recurso de patente circularidad— el periodista Sergio, con la foto de Julia que mostraba en la escena inicial, constata de forma gráfica, la evidencia de la muerte. 263 Sol ulcerado Año de escritura (1983) PERSONAJES: MAX: Un hombre alto, delgado y elegante. Siempre perfectamente vestido, tiene entre cincuenta y cincuenta y cinco años. Modales distantes y analíticos. Carácter fuerte e impositivo. No pierde nunca la calma. Abogado. SANDRA: Su esposa. Entre treinta y cinco y cuarenta años. Mujer de espléndida belleza y gusto refinado. Antigua bailarina clásica. Ahora: profesora de danza. Temperamento artístico y apasionado. CHOCO: Hijo primogénito de dieciocho o veinte años. Marcada corpulencia atlética. Más alto que su padre. Pelo corto. Ojos penetrantes, de difícil parpadeo y extraña intensidad, acerados. Sus movimientos denotan una sorprendente precisión felina. Personalidad reconcentrada e introvertida, pero de marcada garra y fuerte comunicación. Un personaje muy especial, con embrujo. IRIS: Su hermana menor. Tres años más joven, pero con un cuerpo de mujer totalmente formada. Marcado parecido con la madre. Iris es como un rayo de luz en escena. 265 ESCENOGRAFÍA: La escena representa el salón de la casa de los Adrián. Una puerta comunica con el exterior, otra con el interior. El decorado puede ser realista, con toda serie de detalles de interior o simplemente requiere una mesa pequeña, asientos y las dos entradas mencionadas. La acción transcurre sin interrupción a lo largo de dos días. PUBLICACIÓN: Editorial La Avispa. Número 71 (1986) En www.obrascompletasalfonsovallejo.com y otros enlaces posibles en www.alfonsovallejo.com ver Volumen III SINOPSIS: Max se ha casado en segundas nupcias con Sandra, mujer de gran belleza. Tenía un hijo de su primer matrimonio, Choco. Con Sandra ha tenido una hija, Iris, hermanastra de Choco. El amor apasionado de Choco hacia su madrastra provoca en la familia una ruptura trágica entre los miembros de la familia. Francisco Gutiérrez Carbajo “Teatro contemporáneo: Alfonso Vallejo” UNED. Madrid. 2001 (p.77)Sol ulcerado constituye un buen ejemplo de la instauración del mito clásico en un escenario contemporáneo y cotidiano. El elemento edípico constituye el substrato de la obra, expresado de forma muy plástica en estas palabras de Choco, después de consumar la relación con su madrastra: 266 «Tú ya eres mía. Puedes hacer lo que quieras, intentar lo que quieras... Será inútil. Ya no tienes más que un corazón. El que siempre has tenido. Uno solo y para mí. Me amas. Lo he visto. Lo he notado en mi cuerpo, en cómo me abrazabas, en cómo me besabas. Ahora no tengo duda ninguna. He sido expulsado del Paraíso y ahora he vuelto a entrar en él. He vuelto a ti. Tú eres mía y yo soy tuyo. Nadie volverá a interponerse entre nosotros... Ya somos dos anulando sus distancias, formando uno, porque somos el mismo de forma diferente» (Vallejo, 1986: 78). Que el amor tiene un componente de destrucción es algo que viene repitiéndose desde la poesía petrarquesca, la literatura mística, la lírica romántica, hasta llegar a uno de los libros más hermosos de la literatura contemporánea que se denomina precisamente La destrucción o el amor. Su autor, Vicente Aleixandre, como ya han apuntado algunos de los críticos más finos de su obra, no señala en ningún caso que hayamos de elegir entre destruir o amar. Todo lo contrario: la conjunción o no establece un tipo de relación disyuntiva sino identificativa. El amor es destrucción, porque es dejar de ser un poco uno mismo para entregárselo a alguien o a algo externo a la esfera de nuestro propio yo. Iris le hace ver, en efecto, a su hermano, que el amor va destruyéndolo, aniquilándolo, y que tiene que reaccionar, que volver a ser él (Vallejo, 1986: 60). El autor, al igual que en otras obras, logra en Sol ulcerado administrar muy bien la información, y de las conversaciones entre Sandra y Max, Choco e Iris y Sandra y Choco, va desprendiéndose cómo la reelaboración del mito edípico se constituye en la principal fuerza de la acción dramática. Este elemento edípico es el que determina la tragedia. Instaurado ya el principio trágico, en vano los personajes pueden variar 267 su rumbo. De nada servirán las palabras de Max intentando desdramatizar la situación; «Nada tiene demasiada importancia cuando uno... recapacita y sabe amar» (p.95) El destino impone su ley inexorable y los presentimientos trágicos acaban cumpliéndose. Haga lo que haga, el héroe trágico está condenado a ser abrumado por la adversidad. Pero en Vallejo, la tragedia tiene también su lado utópico. No es infrecuente la dialéctica entre la utopía y la contrautopía en la obra de este autor, y del dominio de una fuerza sobre otra en las diversas escenas dimana la tensión dramática. Sí en el Edipo clásico lo que subyace en el fondo de todos los pensamientos y los comportamientos es la búsqueda de la verdad, en la reelaboración que se lleva a cabo en Sol ulcerado, el objetivo primordial no es el intento de descubrir lo verdadero sino de desvelarlo y proclamarlo. Choco conoce muy bien los movimientos de su propio espíritu hacía Sandra y lo que ésta experimenta y siente hacia él. Una convención social impide poner al descubierto el tejido de los sentimientos, y toda su rebeldía no sólo implica un rechazo de los usos sociales sino también la voluntad de la proclamación gozosa y pública de su amor. El padre, además de erigirse en instancia autoritaria, que quiere manejar su conducta, se convierte en su rival. Pero igualmente son juzgados rivales otros amantes que ha tenido Sandra. Y no le vale que Sandra argumente que las mujeres tienen cientos de corazones. Choco sólo tiene uno y lo ha dedicado a la mujer de su paraíso. La primera parte se cierra con un nuevo intento de acercamiento del joven a su madrastra, con la potencia del sol del mediodía invadiendo la escena, mientras en la calle se oye a un grupo de jóvenes entonando una canción que habla de sal, de sol y de carne, de mar y de viento. 268 La segunda parte se inicia después del éxtasis y de la culminación de un nuevo momento amoroso entre Choco y Sandra. El sentimiento de reafirmación en el joven se corresponde con otro de culpabilidad en su madrastra. Sandra pretende alejarlo para «salvar» su matrimonio. La transformación que ha experimentado Choco no pasa desapercibida a su hermana Iris, a la que le intenta revelar algunos de los misterios del amor. Su culminación no destruye sino que enriquece. O te destruye primero y te enriquece después. Ya no es dejar de ser uno sino «ser uno en dos». Iris, por su parte, le habla de las maravillas que se experimentan cuando se empieza a ser verdaderamente consciente de poder tener un hijo: «Eso es un misterio que sólo una mujer puede sentir... Es pertenecer a él, sentir su presencia acompañándote, siguiéndote por donde quiera que vas... Y sales a la calle y te sientes identificada con las plantas, con el aire, con la vida... » {Vallejo, 1986: 85) Iris necesita ser necesitada, quiere ser querida, necesita encontrar a alguien que tenga urgencia de ella pero no lo encuentra. Choco se prodiga en gestos y en movimientos cariñosos hacia su hermana, y la anima a soñar juntos, a ser felices. La noche los acompaña en el mar con su presencia. Como jóvenes, sienten en su plenitud todas las sensaciones espléndidas y poderosas. Su vida es una celebración, y cada uno de sus actos motivos de festejo. A la mañana siguiente continúa el mismo estado de exaltación y están dispuestos a no desperdiciar ningún goce de la vida. Pero las luces no tardan en ceder su lugar a las sombras, y la exaltación y el goce dejan paso al dolor y a la muerte. Parece que todo tiene un principio y también tiene un fin, y es evidente que ese fin ha llegado. «Las cosas son terribles pero son así». 269 Los finales en las obras de Vallejo, incluso en las de un cierto carácter melodramático, como Sol ulcerado, suelen terminar con gritos desgarrados, con rugidos del mar y lluvias torrenciales. Son algunos de los signos externos de la tragedia. Sol ulcerado, escrita en 1983, fue estrenada en el Teatro Alfil de Madrid el 9 de noviembre de 1993, bajo la dirección de Jesús Cracio. En la entrevista que les hizo Rosana Torres en El País, al director y al autor, el día anterior al estreno, Alfonso Vallejo le confesaba que el teatro es más que un género literario: «Además hay que ser hombre de teatro, manejar cuestiones intuitivas, conocer al hombre de escena, y no olvidar principios actorales, ritmo, intensidad teatral, técnica dramática». Por su parte, el director Jesús Cracio subrayaba su tesis sobre el papel de los actores: «Por el movimiento al conocimiento». Y en cuanto a la dureza del texto no pretende en ningún momento mitigarla el director: « Al contrario, este es un espectáculo duro, y la puesta en escena remarca esa dureza, apunta hacia eso; queremos lograr una función agobiante, que acongoje, que deje al público petrificado en la butaca, que emocione y remueva tantas pasiones como las que van a estar sobre el escenario» (Entrevistas de Rosana Torres, El País, 8 de noviembre de 1993), Comentado la puesta en escena de Gaviotas subterráneas y Sol ulce- rado, Ignacio Amestoy escribe ¡o siguiente: «Aspecto importante en la forma literaria de Vallejo, la incorporación de la narrativa, en momentos claves de sus obras —en estas dos se ve nítidamente el procedimiento—, para, a la manera clásica, introducir información sin ningún tipo de reparo técnico, lo que presta a la acción una nueva teatralidad que se acumula a sus muy contundentes juegos entre protagonistas y antagonistas. / Desde esta amplia perspectiva, se puede comprender que el teatro de Vallejo propicia unos buenos esqueletos en los que sostener la carne y el nervio de la interpretación. Así ocurre en los dos espectáculos analizados, Salomé Guerrero —recuperada en buena hora en esta Fedra—, Alfonso Vallejo, —el veterano 270 actor—, Miguel A. Pérez Meca —un poderoso Hipólito— y Débora Izaguirre —con un buen debut— en Sol ulcerado, y Félix Belencoso —con toda la sabiduría dentro— junto a Javier Pérez —el embrollador amigo, embrollado luego—, en Gaviotas subterráneas, trabajan bien la materia prima que el autor pone en sus manos (... ) Hay un factor que unifica ambas puestas en escena, que tal vez pueda deberse a la presencia de Vallejo en los dos trabajos, y es la ausencia de ritualización —que en la mayor parte de las situaciones es debida a un ritmo en las dos funciones, aunque más en Sol ulcerado demasiado veloz— en un teatro que está pidiendo la liturgia, porque en los dos dramas hay un oficiante —más o menos— secreto: los personajes incorporados por el actor Alfonso Vallejo y por Félix Balencoso; el padre burlado y burlador, y el amigo burlado y burlador respectivamente» (Amestoy, 1993: 17). 271 Gaviotas subterráneas Año de escritura (1993) PERSONAJES: MARIO: Un tipo extraño. Destacan fundamentalmente sus ojos ocultos por unas gafas de cristales redondos y montura casi transparentes. Se trata de un observador nato, de mirada penetrante. Mezcla de dulzura, agresividad y gran penetración. Su cara presenta algunas cicatrices leves. Manos finas y cuidadas. Hombre de contrastes. Tiene algo de felino. Estilo al andar, al moverse, al sentarse. Fuerte sensibilidad. No muy alto, quizá algo encorvado. NINO: Todo lo contrario. Fuerte de complexión, alto y nervudo. Una personalidad agresiva, imponente, dominadora. Moreno, de rasgos faciales muy acusados. Nariz aguileña. Pelo abundante, que se mesa con frecuencia. Es un depredador nato, fuerte, peligroso, sagaz, astuto. Vende bien su imagen. Muy simpático. Tiene algo de alto comediante con rasgos dramáticos. Es un tipo capaz de todo. Muy seguro de sí mismo. Con algún toque de personaje renacentista. Tiene algo de lobo o zorro. ESCENOGRAFÍA: Representa un salón de una casa abandonada, sin muebles. Únicamente dos sillas y una ventana en un lateral que 273 podrá ser referida por un foco simplemente. En la primera parte la acción transcurra lo largo de una tarde. La parte segunda, a lo largo de la tarde del día siguiente. SINOPSIS: Dos amigos, Mario y Nino se encuentran después de largo tiempo. Se citan en una casa abandonada desde la que Mario ha planeado utilizar el cadáver de un hombre a punto de fallecer para simular un accidente y cobrar un seguro de vida. El enfrentamiento entre los dos viejos amigos provoca un desenlace inesperado. PUBLICACIÓN: Editorial Fundamentos. 1985. Prólogo Ángel Fernández Santos. En www.obrascompletasalfonsovallejo.com y otros enlaces posibles en www.alfonsovallejo.com ver Volumen II Francisco Gutiérrez Carbajo “Teatro contemporáneo: Alfonso Vallejo” UNED. Madrid. 2001. (p. 74) Sí en Monkeys Lukas afirma que «somos caprichos de la naturaleza » (p. 70), en Gaviotas subterráneas —publicada como la anterior en 1985— uno de sus personajes asegura que «el hombre parece un espejismo de la naturaleza, una contradicción innecesaria » (Vallejo, 1985: 94). Las referencias explícitas al subconsciente y a otros niveles de la personalidad ponen una vez más de manifiesto los conocimientos psicológicos y psiquiátricos del autor. 274 La acción de la obra concentrada, sintética, se reduce al diálogo entre dos personajes, y sin embargo el interés nunca decrece. La condensación dramática se refleja igualmente en el tratamiento del espacio y del tiempo. En un solo escenario (el salón de una casa abandonada) Nino y Mario dialogan a lo largo de una tarde en la primera parte, y a lo largo de la tarde del día siguiente en la segunda. La intriga viene determinada por el pían trazado por Mario para utilizar el cadáver de un hombre a punto de fallecer, simulando un accidente. Llevaría, así, a cabo una suplantación de personalidad y cobraría un seguro de vida millonario. Alfonso Vallejo, gran conocedor —entre otras materias— de la lírica de tipo popular, ha recordado alguna vez el cantar popular recogido por Rodríguez Marín, en el que se alude de forma sentenciosa al paso del tiempo: «Se van los días/ se van los años/ nosotros somos/ los que nos vamos». Algo parecido le dice Nino a Mario: «Los tiempos cambian y nos hacen cambiar a nosotros». La vida endurece, cansa —insiste Mario— y al final uno va quedándose solo, sin más armas que el propio instinto de conservación. Estas reflexiones ya nos resultan familiares. Sin embargo, nunca pierden en la obra de Alfonso Vallejo su fuerza dramática y su virtualidad expresiva. En nuestros Siglos de Oro uno de sus escritores más representativos se quejaba de que para algunos no había pascuas mientras que para otros no existían cuaresmas. En un sentido semejante grita Nino: «Unos tienen y otros quieren. Unos hacen de burro y otros de jinete» (Vallejo, 1985: 85). Una soleá que conoce muy bien el autor de Gaviotas subterráneas insiste en lo mismo: 275 «Mal repartios están los bienes/ el que tiene no trabaja/ y el que trabaja no tiene». Estos desajustes sociales repercuten en la esfera personal, y llegan a provocar en los personajes sentimientos de un vacío total, de un radical nihilismo: «No me importa lo que pienso de mí porque no pienso nada. Y lo que piensan los demás, y todos los que vengan detrás me importa... sencillamente nada. Porque hay algo que la vida me ha enseñado: el estado natural del hombre es no enterarse de nada...; nacer, comer, beber, hablar para no decir nada y un día irse de aquí en alas de la nada para convertirse en nada» (Vallejo, 1985: 86). Con la misma contundencia con que antes había defendido la necesidad de convertir la ficción en realidad, le expone ahora su plan siniestro: desenterrar por la noche a un hombre que acaba de morir —de sorprendente parecido con él—, vestirlo con sus ropas, introducirlo en su coche y despeñarlo por un acantilado. Su mujer cobrará la póliza del seguro y al cabo de un tiempo la llamará comunicándole que está vivo. En definitiva nada tiene excesiva importancia, ya que —como asegura el propio Nino—«el hombre parece un espejismo de la naturaleza, una contradicción innecesaria». El estado de prepotencia del que hacía gala Nino en la primera parte se torna en una situación de pánico en la segunda. Ahora está atrapado por sus propias contradicciones y por las decisiones que pueda tomar Mario. Este quiere que sienta Nino en sus propias carnes lo que es la dependencia, para comer, para respirar, para hablar y para pensar. Mario le reprocha a su amigo por su responsabilidad en todo lo que ha perdido; y, si antes parecía contentarse con la mitad del rescate, ahora lo quiere todo, incluida su propia mujer. Desea que Mario sea plenamente consciente de su pequenez y de su abyección, y cuando consigue que 276 éste asuma sus propias ruindades, cambia el sentido de su discurso. Todo ha sido una pura representación y él no desea nada para sí, pero quiere «que comprenda que algunas personas tienen dentro algo que no se sabe bien cómo llamar..., pero que es bueno..., que le nace de lo más profundo... sentimientos de sus tierras más interiores, más subterráneas y que salen fuera sin saber uno por qué (...) es una sensación bella..., importante..., que le permite a uno seguir viviendo» (Vallejo 1985: 118). Frente a lo limitado y mezquino, la fe en la confianza, en la amistad y en la vida. Enrique Centeno observa que la habilidad del autor radica en saber trasponer los papeles de burro y de jinete, «mostrar la cambiante realidad enmarcada en una sociedad de trampa y de engaño, de máscaras continuas. El burro pasa a ser jinete, y viceversa: ambos son unos perfectos miserables, aunque el autor lo envuelva con un sarcasmo humorístico casi distanciador. La corrupción humana que delató Vallejo en 1983, cuando escribió la obra, e incluso en 1987, cuando fue estrenada, le ha quedado por debajo de la propia realidad: ni siquiera la compañía de seguros pagaría hoy la trampa urdida por los personajes, porque ya nadie paga, y estafan sobre todo las empresas, sobre todo si son públicas. Lo cual no resta el menor mérito a un texto de firme escritura, de perfecta estructura, de enorme teatralidad» (Centeno, 1996). Francisco Gutiérrez Carbajo “Pragmática teatral de Alfonso Vallejo” Anales de Literatura Española. 17 (2004), pp. 73-88 (p. 80) Un hecho real motivó la creación de Gaviotas subterráneas, que se estrenó en la Sala Olimpia de Madrid en 277 1987, y ha sido representada, entre otros lugares, en Nuremberg en 1989. Se trata de un nuevo caso tomado de la crónica policíaca: el de un individuo que simula el accidente del coche que ha caído por un acantilado en Alicante, e intenta cobrar el seguro de vida a través de la mujer. El dramaturgo trasladó el asunto al universo escénico, y con el telón de fondo de la crónica negra, construyó una obra sobre la amistad que une a dos hombres desde la etapa de la infancia. Gaviotas subterráneas, escrita en 1983, fue estrenada en la Sala Olimpia de Madrid, el 22 de abril de 1987, bajo la dirección de Carlos Vides, y el 4 de diciembre de ese mismo ano en el Gran Teatro de Elche, dirigida por Juan Laparra. El 27 de mayo de 1988 fue representada en Teatro del Mercado, de Zaragoza, con dirección de Rafael Campos, y el 17 de abril de 1989 en San Sebastián, dirigida por Miguel Galindo. El 16 de septiembre de 1989 tuvo su estreno en el Volkstheater de Núremberg, con el título de Luchs und Fuchs, y dirección de Oliver Karbus. El 15 de marzo de 1992 se estrenó en el Gran Teatro de Huelva, dirigida por Emilio Rivas; en noviembre de 1993 en el Teatro Príncipe de Madrid, con dirección de Eva Várela, y en febrero de 1994 en la Sala Triángulo de Madrid, con dirección de Emilio del Valle. El 28 de septiembre de 1994 volvió a subir a las tablas en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, dentro de la programación del Festival de Otoño de la Comunidad de Madrid. Con motivo del estreno en Madrid en 1993 declaró el propio autor: «Mi obra tiene que ver simplemente con el ser humano, con la defensa de la vida, porque mi objetivo en el teatro es mostrar las sombras para intentar que a través de ellas asome la chispa, el rayo de luz que es la esperanza en la acción, en el progreso, para salir de la ignorancia, de la injusticia y de la trivialidad y conseguir adelantar a! hombre; es también el objetivo de mi poesía» {Diario 16, 9 de noviembre de 1993). 278 Emilio Coco Teatro Spagnolo Contemporaneo.(2003) Edizioni dell´Orso, volume secondo. Bari. “Prólogo: Emilio Coco” «Ho cominciato a scrivere teatro nel 1960. Ho fatto tutto quello che ho potuto per rappresentarlo, ma invano. Suppongo che siano intervenuti altri fattori. D’altra parte, l’impossibilità di accedere al palcoscenico in Spagna durante il periodo franchista era la conferma della regola piuttosto che la sua eccezione. Era un male endemico e, naturalmente, io non ne fui esente. Bisogna anche tener conto del fatto che un autore necessita di un lungo addestramento prima di arrivare a produrre un’opera teatralmente sostenibile e difendibile. È molto possibile che nessuna di quelle tredici opere meritasse di arrivare ai teatri commerciali. Ma è ugualmente possibile che quel materiale avesse meritato l’accesso a un altro tipo di palcoscenico più sperimentale: nemmeno quello mi fu consentito. Perciò, vedendo che l’età mi stava cominciando a pesare e che il panorama avrebbe potuto ripetersi senza cambiamenti nei successivi decenni, decisi di provare fuori. Mi feci tradurre. Il tempo ha dimostrato che non mi ero sbagliato». In queste parole di Alfonso Vallejo è condensata tutta la storia del lungo calvario che ha dovuto sopportare il nostro autore prima di essere riconosciuto in patria come uno dei più validi esponenti del teatro contemporaneo. Nato a Santander nel 1943, comincia a scrivere all’età di quattordici anni: poesia, brevi saggi, racconti. «Anche se la mia vocazione fu sempre quella di scrivere, cominciai gli studi di medicina non solo per avere una visione più precisa del lato fisico della personalità umana, ma anche per mantenere un’indipendenza economica che mi permettesse di essere uno scrittore indipendente». Tra il 1960 e il 1973, Vallejo scrive tredici opere di teatro che non riconosce più come proprie. La sua prima rappresentazione teatrale ha luogo nel 1962, nell’Istituto francese di Madrid, con Cycle, scritta in francese e interpretata da attori francesi. A partire dal 73, decide di tradurre i suoi testi in inglese e tedesco e di farli conoscere all’estero. Nel 76, Fly-By viene scelta dall’Orange Tree Theatre 279 di Londra per una serie di letture drammatizzate. Intanto arrivano anche dalla Spagna i primi riconoscimenti. Con Ácido sulfúrico è finalista del premio Lope de Vega, che vincerà l’anno seguente (1997) con El desgüace. Nel 78 vince il premio Tirso de Molina con A tumba abierta e nell’81 la Reale Accademia assegna alla sua opera El cero transparente il prestigioso premio Fastenrath. In un’appassionata introduzione a una raccolta di tre suoi testi, dal titolo significativo «Alfonso Vallejo, tutto meno che essere rappresentato in Spagna», José Monleón denuncia la situazione paradossale di un autore che, nonostante abbia ricevuto i più importanti premi teatrali, nonostante sia stato pubblicato e rappresentato all’estero, e goda della stima di persone qualificate nel campo del teatro, non ha visto una sola delle sue opere arrivare sui palcoscenici del proprio paese. «Tutto questo —è l’amara constatazione del critico— costituisce una contraddizione che solo a una realtà come la nostra può tornare utile». A partire dagli anni 80, quando già il suo teatro aveva entusiasmato le platee e i critici di New York e di Londra, Vallejo cessa di essere un’anomalia nella scena spagnola, anche se a tutt’oggi di molti dei suoi testi si ha notizia solo entrando nelle librerie. Egli si considera «un indipendente a livello personale, sociale e professionale. Credo che l’indipendenza sia una delle grandi opzioni, ciò che ti permette il libero arbitrio, di stare dove credi che stia la giustizia e la verità, e siccome l’una e l’altra sono mobili, puoi scegliere senza inquadrarti in un discorso ideologico socialmente costituito». Egli non si ritiene vincolato a nessun gruppo artistico o letterario. Né sembra essere troppo preoccupato della sua condizione di «emarginato», di essere un «autore-isola» come l’hanno definito un po’ tutti i manuali di teatro spagnolo contemporaneo. Sa bene di non essere «di moda», perché il suo teatro non è facile, anche se non è un teatro per pochi. Né è possibile individuarvi una tendenza dominante perché «ogni opera comporta per me una nuova sfida e ognuna di esse mi permette una stupenda investigazione di quella meraviglia viva che si chiama uomo». E continua: «L’estetica di un’opera in sé e per sé non ha alcun senso se non è carica di significato. E al contrario: quando qualcosa ha significato, l’estetica 280 non fa altro che servire da veicolo per trasmetterlo. Se io pensassi per un istante che il mio lavoro riflette solo una situazione particolare, di uomini di un momento, che non potrebbero vivere se non in un luogo concreto e unico, allora smetterei di scrivere». «La mia opera —ribadirà qualche anno dopo a Diario 16— ha a che vedere semplicemente con l’essere umano, con la difesa della vita, perché il mio obiettivo nel teatro è mostrare le ombre per far sì che attraverso di esse spunti la scintilla, il raggio di luce che è la speranza nell’azione, nel progresso, per uscire dall’ignoranza, dall’ingiustizia, dalla trivialità, e arrivare così a migliorare l’uomo. È questo anche l’obiettivo della mia poesia. Sì, perché Vallejo, oltre che drammaturgo, è anche poeta, pittore e docente di patologia medica all’università di Madrid. E come era già avvenuto con Cechov, il medico si allea con lo scrittore per indagare sulla complessa personalità degli uomini, affondandovi il suo bisturi crudele. La professione di medico neurologo ha influito notevolmente sull’indirizzo del suo teatro: «Occuparsi di come funziona la retina o il lobo frontale non differisce molto dall’occuparsi dell’ira o della lussuria o delle passioni che dirige lo stesso lobo frontale. Noi siamo uno diviso in molti concetti, definiti da appellativi. Provare a diagnosticare i mali che riguardano la mente e il corpo dell’uomo è un identico esercizio intellettuale. Sono interessato tanto all’ipofisi quanto agli ormoni che produce… così come alle passioni che genera». Nel 1980, con la messinscena di El cero transparente (l’opera era già stata rappresentata a Londra col titolo di Zero line) realizzata dal Teatro Estable Castellano, nel Círculo de Bellas Artes di Madrid, Alfonso Vallejo si converte in una delle più grandi rivelazioni teatrali del momento. «L’autore del nostro tempo», come lo saluta Enrique Llovet, «il più qualificato per far saltare la granitica corazza del realismo e stabilire, finalmente, un codice di comunicazione chiaro, limpido ed efficiente». Quattro persone, tre uomini e una donna, fuggite da un ospedale psichiatrico, salgono su un treno diretto a Kiu, un luogo mitico, dove potranno finalmente riposarsi ed essere davvero se stessi. Tutti hanno alle spalle sogni deliranti e vite devastate: Holmes è stato rinchiuso per aver protestato contro il governo in seguito 281 alla morte del figlio picchiato selvaggiamente dalla polizia; Foster, nell’illusione di alleviare il dolore umano, ha praticato l’eutanasia a tre malati terminali; Simon è stato internato per aver denunciato la corruzione del potere, mentre l’infermità di Carol è dovuta alla sua credenza assoluta nell’amore. Tutti e quattro i viaggiatori intessono relazioni violente e tenerissime, comunque sempre sincere. Ad essi si contrappongono i conduttori del treno, due funzionari e un medico, presunti paladini di una razionalità fragilissima, ancora più violenti e incapaci di comprendere. Lo scontro tra contrapposte violenze può solo condurre il treno simbolico verso la distruzione. Nella penultima scena, il vigilante rivela ai viaggiatori che la loro vera destinazione è il carcere-manicomio di Kiu. Questa scoperta fa crollare in tutti le speranze iniziali di potersi appropriare della vita ed essere felici. Foster decide di suicidarsi, Holmes cerca di scappare ma muore saltando dal finestrino. Quando alla fine del dramma il treno deraglierà, solo i due innamorati, Carol e Simon, sopravviveranno al disastro. Se El cero transparente è l’opera con cui Vallejo ha ottenuto maggiori consensi di critica e di pubblico, dandogli fama oltre i confini del proprio paese (è stata rappresentata anche in Italia, al teatro della Quattordicesima di Milano, nel maggio del 92, per la regia di Carlos Martín), è comunque Gaviotas subterráneas, che qui si propone al lettore italiano, la sua pièce più rappresentata: tre volte a Madrid (1989, 1993, 1994), e poi a Elche (1987), a Saragozza (1988), a San Sebastián (1989), a Huelva (1992), a Siviglia (2000) e, fuori della Spagna, a Norimberga (1989). Costruita secondo la tecnica del genere poliziesco, l’opera esplora il mondo delle relazioni umane, dotando i suoi due personaggi di una grande complessità psicologica. È la storia di un incontro, apparentemente casuale, di due amici che non si rivedevano dal tempo delle loro scapestrataggini giovanili. Tutti e due sono dei falliti. Nino, il più forte e ambizioso, che ha sfruttato nella sua pubertà l’innocente e romantico Mario, figlio del preside della scuola che frequentavano insieme, lavora adesso in un’agenzia di assicurazioni, ma ha perduto tutto al gioco ed è stato tradito e abbandonato dalla moglie. Mario, che ha visto crollare i suoi sogni in seguito alla rottura 282 della mano in un incidente provocato dall’amico in stato di ubriachezza, è condannato per sempre a suonare il violino in uno squallido caffeuccio per guadagnarsi da vivere. Nino propone a Mario di aiutarlo a simulare la propria morte, approfittando dell’agonia di un vagabondo che gli rassomiglia enormemente. La sottrazione del cadavere, la macchina fatta precipitare lungo la scarpata, il corpo carbonizzato: tutto è stato preparato con cura per poter intascare il premio di ottocento milioni dell’assicurazione, che permetterà ad entrambi di costruirsi una vita migliore. L’incontro-scontro dei due amici, che provoca impulsi irrefrenabili e contenute emozioni, si converte in un conflitto di caratteri antitetici legati da comuni storie di rancori e incomprensioni ma anche da momenti felici e spensierati della loro infanzia e giovinezza. Esso servirà a saldare vecchi debiti ma soprattutto a rafforzare il loro legame d’amicizia. Tra i meriti dell’opera, Enrique Centeno rileva «la salda scrittura, la perfetta struttura e l’enorme teatralità». Alfonso Vallejo ha scritto le seguenti altre opere di teatro: Latidos (1975), Monólogo para seis voces sin sonido (1976), Eclipse (1977), Infratonos (1978), Cangrejos de pared (1979), Sol ulcerado (1983), Hölderlin (1984), Monkeys (1985), Orquídeas y panteras (1985), Espacio interior (1987), Week-end (1987), La espalda del círculo (1988), Tobi-después (1991), Crujidos (1997), Tuatú (1997). Indice 283 Monkeys Año de escritura (1984) PERSONAJES: LUKAS: Un hombre alto, bien parecido, de unos cincuenta años. Traje negro. Impasible, reflexivo, tremendo. TANO: Fuerte, imponente, atlético, quizá algo obeso. Hombre de ataque. GRINTA: Una fiera. Puede ser actriz de color o mestiza. Afilada. Una daga. KALA: Una gran mujer; bella, fina, atractiva, natural. Un encanto. ESCENOGRAFÍA: Escena totalmente vacía. Pero no sucia. Seis sillas plegables en el fondo. PUBLICACIÓN: Editorial Fundamentos. 1985. Prólogo: Ángel Fernández Santos. En www.obrascompletasalfonsovallejo.com y otros enlaces posibles en www.alfonsovallejo.com ver Volumen II 285 Francisco Gutiérrez Carbajo “Teatro contemporáneo: Alfonso Vallejo” UNED. Madrid. 2001. (p. 70) La verdad, el conocimiento, la realidad y el teatro dentro del teatro los ejes estructuradores de Monkeys. Pero, como en otras obras, las cuestiones ontológicas y gnoseológicas aparecen envueltas en una atmósfera festiva, casi carnavalesca, cuando no hay guiños a autores clásicos como Quevedo: «... convertido... en humo, en nada... » (Vallejo, 1985: 28). El teatro de Alfonso Vallejo que, a pesar de su absoluta modernidad e incluso postmodernidad, asume en muchos casos los presupuestos del teatro clásico, suele limitar en escena el número personajes. Ignacio de Luzán, citando a los primeros teóricos del teatro, hacía ya especial hincapié en este aspecto. Entre los preceptos de Horacio figuraba el que no representasen juntas en el tablado más de cuatro personas: ne quarta loqui persona laboreé. Y Luzán añade: «Porque en pasando de tres que hablen es confusión y embarazo para la representación» (Luzán [17371789] (1974: 393). Vallejo parece atenerse a estas normas. En Monkeys nos encontramos en una escena totalmente vacía a Lukas, un hombre alto, impasible y tremendo, a Tano, un tipo atlético, a Grinta, que el autor califica como «una fiera» o « una daga», y a Kala, a quien considera «una gran mujer, bella, fina, atractiva y natural». Ellos son los encargados de plantear esos problemas gnoseológicos y ontológicos señalados, y ellos son los responsables de que su discurso reproduzca o no su propia vida. La vida es precisamente la primera cuestión que se plantea nada 286 más iniciarse el diálogo, y se hace desde la perspectiva y desde los parámetros habituales en el autor. Se aborda el problema de la vida como algo misterioso, ante lo que se experimenta perplejidad y asombro, deslumbramiento y admiración. Tano cree estar preparado para la vida. A pesar de sentirse cansado, destrozado y exhausto, ha decidido que la vida le interesa en las condiciones que sean, más allá de la vergüenza y de la humillación, de la fatiga y del asco, del odio y de la desesperación. Es lo único que tiene y quiere aprovecharlo. Ante este discurso de afirmación ante la vida —nada infrecuente en toda la obra de Vallejo— la respuesta tampoco es sorprendente: Lukas le hace ver a Tano que quizá debería visitar a un buen psiquiatra. Tano se sorprende de que su amigo lo tome por un imbécil o por un loco, ya que, tras largos años de entrevistas semanales con un psicoanalista, ha llegado a la conclusión de que el trastornado era el médico y no él. Mientras el psiquiatra le realizaba un psicoanálisis para aliviar sus sufrimientos, él le ha ido haciendo un contra psicoanálisis para transferírselos al facultativo. Se formulan en estos parlamentos algunas cuestiones de psiquiatría y de antipsiquiatría a las que se ha hecho referencia con anterioridad. En relación con estos temas se plantean problemas lingüísticos como los de la palabra y la contra palabra, y Tano —extremando el juego de las antítesis y de las paradojas— ha llegado a convencer a su psiquiatra de que el alma humana no es materia mensurable, de que su dimensión se escapa de la esfera crematística, y por tanto no tiene obligación de pagarle. El facultativo tuvo que reconocer que no sabía con certeza quién estaba loco, si el paciente o el médico, si estaban dementes los dos o si estaba trastornado absolutamente todo el mundo. Tras unas consideraciones 287 sobre la muerte, Tano intenta hacer consciente a Lucas de que está leyendo un libro con las páginas en blanco, de que su acto de lectura es un simulacro y él mismo es un farsante. Lukas añade que se trata de un «libro hacia delante en el que está todo por descubrir (... ) un gran punto de interrogación que abarca todo porque todo lo pone en duda, haciéndolo al mismo tiempo posible (... ) un libro sin memoria hacía atrás, pero con posibilidad de memoria hacia delante» (Vallejo, 1985: 21-22). El alma de Lukas está encerrada en esas páginas sin memoria, pero con la esperanza de «una memoria hacia delante» que le permita descubrir algún día lo que es la realidad de su existencia, qué ha sido él, por qué está aquí, a la deriva, con un libro entre las manos. En este contexto gnoseológico, frente a la «Teoría del Desconocimiento » que defiende Tano, Lukas opone una «Metafísica de la Ignorancia». Profundizando aun más en el relativismo y en el escepticismo, el Alberto Caeiro de Pessoa había afirmado: «Bastante metafísica hay en no pensar en nada» (Pessoa, 1985: 33). En este tipo de realidades tan deliberadamente lábiles, no resulta extraño que la segunda escena se inicie con la entrada en acción de Kala y Grinta, como dos seres casi irreales, «envueltos en una especie de humedad transparente». El discurso de los personajes guarda el decoro con su propia situación: «Voy viviendo como si viviese fuera de mí... —dice Kala— como si no conociese realmente nada o casi nada y tuviese que ir inventándome mi propia vida a cada instante..., improvisándola» (Vallejo, 1985: 26). Grinta, por su parte, con evidentes resonancias shakespeareanas, exclamará: «Soy como una sombra de algo que he 288 debido ser en algún tiempo, pero que ignoro. Casi un ser sin identidad» (Vallejo: 1985: 26). La realidad se les impone con unos perfiles tan desconcertantes que no dudan en proclamar que «la verdad es un horror». Kala no entiende el lenguaje incomprensible de Lukas. Su interlocutor la tranquiliza, explicándole, que a veces no dice lo que dice, sino una cosa muy distinta que deja solamente entrever. A su vez, el discurso de Kala está entreverado de largos hiatos, y esos espacios vacíos de palabras son precisamente los que reflejan su pensamiento. Tano, que siempre tiene miedo, hasta cuando duerme, entiende, como Simón en El cero transparente, lo que expresan los animales. Los personajes —en su realidad indefinida— llegan a la conclusión de que hablan un lenguaje especial, de que su idioma es el «Monkey», que es el lenguaje de las flores, de la luz, del odio, de la esperanza y de la desesperación, un lenguaje mediante el cual es posible comunicarse ignorándolo todo, desconociéndolo todo. Las reflexiones sobre la verdad ocupan buen espacio. En este tipo de discursos la perspectiva relativista es la dominante: «La verdad no existe. La verdad se mueve. ¡Gira! ¡Se encoge! ¡Se agranda! La verdad es verdad precisamente porque nunca es verdad » (Vallejo, 1985: 39-40). El personaje de la voz que asume varios de estos pensamientos, transcribe literalmente algunos presupuestos kantianos: «En la deducción metafísica se demostró el origen a priori de las categorías en general, por su completa concordancia con las funciones lógicas universales del pensar, mientras que en la deducción trascendental se ha puesto de manifiesto la virtualidad de las mismas como conocimientos a priori de objetos de una intuición general (... ) Se trata ahora de ver la posibilidad de conocer a priori, mediante las 289 categorías, los objetos que sólo pueden dársenos a través de nuestros sentidos, y ello no según la forma de intuición, sino según las leyes de su conexión, lo que equivale a prescribir la ley a la naturaleza, y aún a hacerla posible» (Vallejo, 1985: 40-41). Los personajes intentan convencer al ilustre filósofo de que son «monkeys» y de que no «pueden ir más allá». Todos. se encuentran perdidos en el espacio y en el tiempo y desean conocer qué es lo más importante en la vida. La otra voz replica: «La vida». Y si Tano está empeñado en cifrar el sentido en la molécula o en lo «nuclear», la otra voz opina ahora que hay que buscarlo en la salsa. Kala se ha contagiado de esta actitud optimista y subraya que «lo más importante en la vida... es la vida..., la utopía... la posibilidad». «Y la salsa, al parecer», añade Tano. Entre el final de la primera parte y el comienzo de la segunda se marca una elipsis indeterminada, en la que «puede haber transcurrido mucho tiempo, casi impensable, un tiempo interior de larguísima duración». Tras estos estadios temporales inmensurables, a Tano «le parece que no le parece nada», y Lukas se lamenta de que primero les hicieran creer en todo y después en nada. Se oye hablar a los actores, como en una especie de pesadillas. Sus ojos a veces aparecen semientornados, a veces abiertos. Están sometidos a sobresaltos y dudas, y en unas ocasiones se expresan con voces ininteligibles y lejanas y en otras con palabras próximas y bien diferenciadas. En las didascalia se insiste en la estructura de estos discursos: «... en una especie de ensoñación cercana a la irrealidad, se vuelven a repetir fragmentos de lo dicho hasta ahora, pero en boca de otros personajes y de forma casi ininteligible, 290 como en un murmullo de la mente desplazándose de uno a otro, uniéndose, recordando de forma incompleta lo que fueron algún momento y alguna circunstancia, si es que en algún momento o circunstancia fueron algo más que una ficción» (Vallejo, 1985: 61). En estas esferas de la vigilia y de la ensoñación, de la realidad y de la ficción se formulan varias interrogaciones: ¿Existe la realidad? ¿Qué tipo de realidad es la que conocemos? Para resolver estos interrogantes se apela a Kant. Pero Kant no expone ahora explícitamente a los personajes sus conceptos de espacio y de tiempo como «formas a priori» del conocimiento. Sólo se oye la tos del filósofo, y Lukas aconseja a Kala que deje de leer a Kant, y que acuda a «Husserl, que es mucho más perspicaz». El autor, que en alguna ocasión ha expresado su prevención sobre aquellos filósofos que proceden del campo teológico, quizá no suscribiría en su totalidad la tesis de Lukas. Otros personajes invocados —en esta apelación a los criterios de autoridad— son Copérnico, Einstein, e incluso Lucifer, que aparece investido de psicoanalista. Ante él, el personaje deber reconocer que se masturbaba de pequeño. En otros momentos se abandonan las reflexiones y juicios generales para centrarse en lo local y personal. Así, por ejemplo, Tano se lamenta: «¡Maldita España! ¡Entrar por la frontera para hacer wind-surfing y salir cabrón... » (Vallejo, 1985: 64). Al final, como en otras obras, sobreviene la catástrofe, la hecatombe acompañada de explosiones, de oscuridades y de espacios que se contraen y desaparecen. Estos finales son 291 metáforas del acabamiento y de la extinción, pero también avisos e invitaciones a cuidar aquello que tenemos, a considerar la vida, como el valor más alto de todos los valores. Francisco Gutiérrez Carbajo “La pragmática teatral de Alfonso Vallejo” Anales de Literatura Española. 17 (2004), pp.73-88 (p.80) La obra Monkeys (1985), como otras creaciones vallejianas, está motivada por un reto dramático: el deseo de plasmar en las tablas la angustia metafísica existencial de unos «monos inquietos» perdidos en una nueva situación. La obra surge a partir de una experiencia personal y filosófica real. LAS HUELLAS DE LA TRAGEDIA ROMÁNTICA Ed. Fundamentos (1985). Madrid. Prólogo: Ángel Fernández Santos. Es fatigoso y a veces difícil leer teatro, pero la dificultad aumenta cuando éste es teatro puro y no está infectado por la tentación especulativa o literaria. Leer este tipo de teatro obliga al lector a poner en marcha un mecanismo imaginativo paralelo a la lectura y a reordenar el chorro de palabras que lee, y a medida que lo lee, en una representación interior, cerebral, sin otras referencias exteriores que las que van brotando durante la lectura de la memoria espontánea. De ahí que la lectura de un drama en forma de libro pueda, bajo ciertas condiciones, servir de prueba indirecta de la teatralidad profunda de ese drama. Por lo general, y no hay, que yo sepa, muchas 292 excepciones a esta regla, un drama con existencia y valor literario en sí genera en la escena y ante una colectividad menos convicción y menos goce que en el acto solitario de su lectura en libro. El teatro que hoy se escribe en España apesta a literatura, y con frecuencia a mala literatura. Cuando se lee, se digiere con facilidad; pero cuando se le representa, naufraga en su propio verbo. Por el contrario, los dramas cuya forma de existencia como tales es la pura teatralidad, es decir, hechos sólo para ser representados, obtienen una lectura solitaria poco satisfactoria, abrupta, misteriosa y a veces incluso opaca, por lo que es imprescindible para descifrarlos imaginarlos representados. Si el lector no hace ese esfuerzo de puesta en escena cerebral a que antes me referí, corre el riesgo de no enterarse de nada o de equivocar su juicio, considerando 7del tiempo. Sus personajes se mueven sobre una especie de racionalidad herida, pero de esta su grieta abierta escapa la lectura como otra cara de esa racionalidad. La lectura, la perturbación de la racionalidad de los comportamientos, no es desarrollada en el teatro de Alfonso Vallejo como excepción, es decir, como fenómeno patológico, sino como metáfora, e incluso como marco poético por donde irrumpe en su teatro el mito como antesala formal de la tragedia, invirtiendo así el proceso causal imaginado por Sigmund Freud. En efecto, si éste extrajo de los mitos trágicos tanto estructuras como perturbaciones del comportamiento mental, Alfonso Vallejo arranca de esas mismas estructuras y perturbaciones de la mente la materia con que elaborar mitos trágicos. Es éste, en cierta manera, el mecanismo dramático que encubre el concepto de situación límite, tal como fue acuñado por el teatro existencial, y hay una famosa entrevista a Jean-Paul Sartre, sobre cuestiones del teatro, que lo confirma. Pero la mayor finura de la búsqueda del dramaturgo español hay que buscarla en la primacía que en su teatro tienen las cuestiones 293 formales sobre los aspectos ideológicos y especulativos, que abruman a dicha fórmula después de décadas de instrumentalización y trivialización. Por encima de la idea (que hay en él, pero que no de manera tan determinante) de la lectura como acto de lucidez y de rechazo del mundo, que es la específica del teatro existencial, el teatro de Alfonso Vallejo propone una más rica concepción de la lectura como tránsito, como movimiento, como traslado anímico, como forma profunda de todo comportamiento humano, o si se quiere como sustrato permanente de toda normalidad. La superioridad del empeño de Alfonso Vallejo respecto del enunciado ortodoxo de las situaciones límite hay que buscarlo en su mayor sentido de la dinamicidad y, por consiguiente, en su proximidad con la frontera del mito, motor poético viviente y en perpetua fluencia. Y así no es difícil intuir en la lectura de, por ejemplo. El cero transparente el tránsito de una bajada a los infiernos, considerada ésta no como desvarío teológico, sino como imagen inseparable de la interioridad de cada hombre, en cada día, en cada mundo, es decir, como estructura del comportamiento mental normal. El eje vertebral del drama es la mutación en cuanto tal, en forma de traslación psíquica y física simultáneas, de viaje a ese abismo que se agazapa siempre debajo de las superficies de la vida humana diaria. O de descubrir en Monólogo para seis voces un eco del debate interior entre horror y amor, abstracciones que, teatralizadas con energía por Alfonso Vallejo, dan lugar a una opción no teológica, sino ética, entre Infierno y Paraíso. O de rezar en Orquídeas y panteras el atroz teorema moral de Juan Karamazov: «¿quién no desea matar a su propio padre?», que es el gran desquite de los hombres, en cuanto criaturas, de su creador, es decir, el rechazo de su identidad en cuanto descendientes de Saturno, ese aplastante vecino 294 de arriba que hay en cualquier vida humana. O de rastrear en su Hölderlin el eco de un modelo legendario, químicamente puro, de tragedia romántica, por una parte fuente de contradicción y por otra alimento del propio autor de ese drama. Madrid, mayo 1984 295 Week-end Año de escritura (1985) PERSONAJES: NOX: Hombre de unos cincuenta años. LURIA: Mujer de unos treinta y cinco años. KARNY: Hombre de unos cincuenta años con características físicas muy semejantes a las de Nox. NILA: Mujer de unos treinta y cinco años con características físicas muy parecidas a las de Luria. TANATA: Mujer de unos setenta años. ESCENOGRAFÍA: La escena representa un espacio nada convencional delimitado por mamparas. La acción transcurre en cualquier época en cualquier punto. PUBLICACIÓN: Ed. Fundamentos. 1987. Prólogo: Enrique Llovet. En www.obrascompletasalfonsovallejo.com y otros enlaces posibles en www.alfonsovallejo.com ver Volumen III 297 “Teatro contemporáneo: Alfonso Vallejo” UNED. Madrid. 2001. (p. 87) En Week-End —publicada en un volumen en 1988 con Espacio interior— cambia levemente la situación. Si en Historia de una escalera, Buero Vallejo presenta la trágica repetición de las mismas frustradas aspiraciones de una generación en la siguiente, en Week-End la pareja, ya frustrada, intenta revivir sus primeras ilusiones. En una atmósfera igualmente asfixiante Nox y Luria se debaten entre el tedio y la incomprensión. Así lo reflejan sus conversaciones monótonas y languidecientes. Luria comenta que no le sucede nada y Nox constata: «¡Ese es el punto! ¡No te sucede nada! Desde hace algún tiempo no te sucede nada. Ni traumatismos, ni depresiones, ni pasiones enquistadas... Nada». (Vallejo, 1988: 80). Alfonso Vallejo, que en la obra anterior contraponía el ser a la nada y al vacío, presenta magistralmente en Week-End la antítesis entre el discurso y el silencio. «Habla y serás», dice un proverbio chino, y así lo entienden los personajes vallejianos que suelen ser unos parlanchines empedernidos, aunque en ocasiones opongan a la palabra establecida la contra-palabra. Pero con la misma rotundidad que se defiende el hablar, y se liga en muchos casos el ser a la palabra, en otras ocasiones se elogia el callar. Y se asume esta postura, porque se considera la mejor forma de escuchar el torbellino de sonidos que discurren por nuestra alma. Pero no es este el caso de los personajes de Week-End, para los que el diálogo se ha convertido en un uso social, desprovisto de sentido. «Yo sé positivamente —le dice Nox a Luria— que en el silencio nuestra relación quedaría en una oscuridad tan absoluta 298 que tú captarías perfectamente mi pensamiento, aunque sacases conclusiones totalmente distintas a las que yo desearía transmitirte» (Vallejo, 1988: 81-82). Pero el silencio puede conducir a la pérdida de sentido de realidad, a la pérdida de la conciencia del «para sí» y al extravío del individuo en el laberinto del tiempo: «Yo estoy condenado a no conocerme... Me encuentro detenido en el tiempo... sin ojos, sin manos, sin pasiones, como un animal muerto. La acción ha volado de mí. Estoy atrapado en mi propio silencio... » (Vallejo, 1988: 96). Si Nox pronuncia estas perturbadoras palabras, de un modo semejante se manifiesta Luria, que dice anhelar desaparecer, volatilizarse, que su cabeza vaya por un sitio y su corazón por otro. Y le pide al compañero que escuche bien porque desea convertirse en «pura ambivalencia» y en «lúcida confusión». Nox le responde que no tema: que eso ya lo ha conseguido. En la obra se llega a escuchar en algún caso el «ruido del silencio» (p. 193). «Tendríamos que buscar una solución —dice Luria en otro momento—. Cada día el calor se vuelve más insoportable». Como en Las afinidades electivas de Goethe, la presencia de otra pareja en escena podría introducir una brizna de aire fresco y modificar la situación. Pero el discurso de Nila y Karny se asemeja notablemente al que ha mantenido la otra pareja. Karny comenta que, entre dos personas, que llevan tanto tiempo conociéndose y desconociéndose, no haría falta ni hablar para entenderse. Lo importante sería «callarse hacia dentro, pero al mismo tiempo decir todo sin decir nada. Y, sin embargo..., comprenderse... penetrar en los misterios mismos del alma humana..., adivinar la multiplicidad dentro de la unidad aparente que nos constituye» (Vallejo, 1988: 121) 299 Nila aboga por encontrar una solución. Ella necesita saber dónde se halla, qué hace y para qué lo hace. Desea, en suma, salir de la confusión; necesita aire y vida. Karny insiste en que somos confusión; lúcida confusión pero laberinto al fin y al cabo, «somos ceguera transitoria... muchos juntos peleando entre sí... insectos carnívoros dotados de un alma incomprensible... perdidos en el Universo... ». A la mujer le gustaría saber si algún día podrían llegar a entenderse de verdad, y Karny le replica que se entienden «a su forma». Al autor le interesa dejar planteados en la escena los problemas de la identidad y de la alteridad, de la confusión y de la incomunicación y que el lector-espectador los interprete según su propia enciclopedia. Los personajes, en un alarde de contorsionismo van formando con su cuerpo un lío semejante al de su propia mente, y se retuercen de forma desgarrada, intentando liberarse de sí, pero formando nudos humanos cada vez más complejos y densos. Parece que van a desaparecer, atrapados en sus propias identidades y en sus propios cuerpos. Se oye una tremenda carcajada en el fondo del escenario. Se adivina a un extraño personaje, con máscara anti-gas, dispuesto a apagar el fuego que ha prendido en la escena. Es una especie de espectro de mujer de nombre tan connotativo como «Tánata». Pero no viene a anunciarles la muerte, sino a aclararles que todo ha sido una broma pesada: «no pasa nada. El fin de semana ha terminado y están vivos». La vida continúa. Karny encarna y representa esta vez la opinión de que cada cosa implica su contraria: «Si digo no, es sí. Si digo sí, es no» (Vallejo, 1988’: 129). Nuria y Nila proponen abrir las ventanas para que entre un aire limpio, natural y fresco, que penetre los pulmones y 300 lave los cerebros, que mueva los sentimientos y oriente la razón. ¿Estamos ante la esperanza de un nuevo mediodía? Lo que sí parece, según la teoría y la práctica teatrales de Alfonso Vallejo, es que todo está programado. Pero no se trata del determinismo mecanicista del siglo X I X , sino de la sabia comprensión dé que cada molécula, submolécula o átomo —incluso en los casos de fallos y catástrofes— tiene que cumplir en el universo su función, y que nuestra misión como humanos consiste en orientar ese sabio mecanismo a nuestro favor. Ahí radica la verdadera tarea de la rehumanización. Francisco Gutiérrez Carbajo “Pragmática teatral de Alfonso Vallejo” Anales de Literatura Española. 17 (2004),pp 73-88 (p.80)El intento de redefinición escénica de una relación de pareja está en el origen de Week-end (1985), según confesión del propio autor. Se trata del matrimonio que se devora, que se divide, que se mata por la simple cotidianidad. El autor parte de la hipótesis de unos Romeo y Julieta de nuestros días sometidos y ahogados por las leyes de la mera convivencia. 301 Espacio interior Año de escritura (1986) PERSONAJES: PAL: Un hombre de 55 o 60 años. Vestido normalmente. Lleva una cartera. ENMASCARADO: Un hombre de edad semejante, pero más alto, de rasgos acusados, delgado. Vestido normalmente pero con el rostro cubierto por una máscara negra que le cubre la porción superior del rostro. BRUNO: Hombre de 50ó55 años, fuerte, quizá un poco obeso o corpulento, aire inteligente y simpático. MEGA: Mujer de 25 años, atractiva, agresiva, liberada, radical y fuerte. NORA: Mujer de 40años, atlética, acerada. Morena. DIANA: Mujer de 45 años, pero de aspecto juvenil. Bella. Rubia. GILARDI: Mujer de 40años, robusta, erótica, directa. ESCENOGRAFÍA: Decorado único. Dos asientos de cualquier vehículo delante y dos detrás en la parte izquierda del escenario. En la parle derecha: sección de un vestíbulo de cualquier casa dividida 303 en dos parles, una con muebles convencionales y otra con muebles absolutamente extraños y de espacio indefinido. PUBLICACIÓN: Editorial Fundamentos.1987. Prólogo: Enrique Llovet. En www.obrascompletasalfonsovallejo.com y otros enlaces posibles en www.alfonsovallejo.com ver Volumen III Francisco Gutiérrez Carbajo “Teatro contemporáneo: Alfonso Vallejo” UNED. Madrid. 2001 (p.80) Espacio interior, como otras obras de Alfonso Vallejo, se desarrolla en un doble escenario: en la parte izquierda está ubicado el compartimento de un vagón de metro de características ultramodernas; la parte derecha está ocupada por la sección del vestíbulo de cualquier casa dividida en dos secciones, una con muebles convencionales y otra con un mobiliario extraño. Ambos espacios son simbólicos. Dentro de la dificultad de resumir la acción dramática de cualquier obra de Alfonso Vallejo, la de Espacio interior podría sintetizarse del siguiente modo: Pal se queda dormido en el vagón. En sueños va repasando su vida, su situación existencia! y familiar, las relaciones con su esposa Diana, con Nora y con su hija Mega; en definitiva, todo lo que lo constituye como ser humano, con sus deseos, sus angustias y sus esperanzas. En el trayecto, un Enmascarado intenta apuñalarlo. Sale al andén, supuestamente agonizando, pero no se cae. Se cubre las heridas con la gabardina. Se incorpora y sale al exterior. Suena la música. ¿Qué ha sucedido en realidad? 304 Al iniciarse la acción se oyen unas voces a través del altavoz de una estación en un lenguaje absolutamente incomprensible pero articulado. Se empieza, por tanto, haciendo precisión de nuestro principal vehículo de interacción social, o si se quiere, acentuando lo limitado de nuestro sistema comunicativo. El valor de la palabra, de la contrapalabra y del silencio aparece constantemente subrayado en los textos de Alfonso Vallejo. De igual forma —como ha podido constatarse en otras obras— en numerosas ocasiones la acción dramática viene determinada por la dialéctica de la vigilia y del sueño. A Pal, en efecto, lo sorprende el inicio de la intriga sumido en sus ensoñaciones. El Enmascarado se sienta a su lado, le golpea suavemente en el hombro y le dice que no duerma tanto, ya que por las costuras del sueño se deslizan todo tipo de fantasmas y las más extrañas fantasías ocupan la imaginación. Pal le ruega que lo deje en paz pero su interlocutor insiste: «He venido a traerte terribles presagios, extraños designios del destino que oscilan entra la Nada y el Vacío» (Vallejo, 1988: 52). Alfonso Vallejo, que incorpora en otras ocasiones los hallazgos de la fenomenología de Husserl, subraya en Espacio interior determinados aspectos del ensayo de ontología fenomenológica de Jean Paul Sartre, titulado precisamente El ser y la nada. Como en Husserl y en Sartre, la conciencia en la obra de Alfonso Vallejo, es siempre conciencia de algo. El personaje en este teatro se muestra en todo momento vigilante, vigilante del exterior y sobre todo atento a los vaivenes de su propia conciencia. El personaje vive y actúa teniendo en cada instante conciencia de su propia vida. Es lo que Sartre 305 llama el «ser para sí» en oposición a la materia o a los animales que constituyen el «ser en sí». El ser que se resiste a tomar conciencia de sí mismo y especialmente de su libertad se sumerge en lo que Sartre denomina «mala fe». Pero en las palabras del Enmascarado también resuenan los ecos de la nada. Como diría el mismo Sartre, todo sucede como sí el ser estuviera rodeado por una suerte de «abrazadera de nada». Esa nada viene representada en el filósofo francés, por las diversas posibilidades que tiene el hombre, es decir, por su libertad. «La libertad es un destierro —dice con contundencia— y yo estoy desterrado y destinado a ser libre». En Vallejo, la nada y el vacío, a pesar de adscribirse, de alguna forma, al esquema diseñado por Sartre, están representados fundamentalmente por la amenaza del no~ser, por la posibilidad de que se quiebre ese difícil hilo del que penden nuestras vidas. De la oquedad y del vacío puede librarnos la presencia del otro. Siguiendo con el pensamiento de Sartre, el «ser para sí» no es más que una etapa; es preciso llegar al ser «para otro». De esta forma se salvarían las posturas solipsistas, que en algunos momentos llevaron a mentes tan altas como las de Descartes o Spinoza, a sostener que no hay más conocimiento que el que se tiene de sí, por sí y para sí. El Enmascarado anima a Pal a librarse de ese solipsismo, porque hace perder consistencia, dimensión y conciencia. El encerrarnos en nosotros mismo nos lleva a oscilar entre la alerta y la somnolencia, a perder todo referente y a extraviarnos en el mundo de nuestras propias pesadillas. Le anima a estar vigilante, y a aprovechar la vida que le queda por vivir: «¡Escribe las páginas que te queden de verdad, con todos tus sentidos lanzados al galope! ¡Detrás de ese aire, de esas gentes, de este espacio que te rodea, debajo de ti mismo, por 306 dentro de ti, aprovecha el tiempo que te queda» (Vallejo, 1988: 14). Para Pal, sin embargo, la vida se ha convertido en un «estúpido deporte doloroso», y se ve ir de un lado para otro, sin saber bien lo que busca o lo que esperan de él. Todo lo que sucede a su alrededor, la gente que se encuentra y hasta sus propios pensamientos le parecen absurdos y caóticos. Ya se ha comentado la representación en el teatro del concepto de sombra e incluso del de la sombra de una sombra. En Espacio interior el Enmascardo amenaza a Pal con que va a quedarse sin sombra. Y el propio personaje aclara uno de los sentidos del símbolo: entes sin sombra son seres sin consistencia propia, sin dimensión física, oscilando entre la alerta y la somnolencia, sin referentes, perdidos en el mundo de sus propias pesadillas. Las huellas shakespeareanas parecen evidentes en algunas aseveraciones y preguntas: «¿No será tu existencia una historia mal contada?» (Vallejo, 1988: 17). El comienzo de la escena II presenta semejanzas con el de la I: Pal sigue sentado, en estado de somnolencia y medio en penumbra. El altavoz de la estación vuelve a emitir voces ininteligibles pero articuladas. A ellas se suma el sonido de la sirena de un barco. En dos asientos traseros del mismo vehículo público aparecen Bruno y Mega. Bruno está convencido de que ha venido desde muy lejos a buscarla, pero no sabe cómo ni por qué. Ignora también dónde se encuentra aunque está convencido de que debía estar en ese lugar. Lo que sí sabe es que necesita amor, y de una forma urgente. Para Mega parecen los únicos habitantes de un planeta deshabitado que va desplazándose sin control por los confines del espacio. 307 Pal se despierta y llama a su hija Mega. La joven plantea algunas de las grandes cuestiones del teatro de Alfonso Vallejo, que son, en definitiva, los grandes problemas de la vida: «El gran problema es... ¡ser! ¡Ser hasta el final!». Muchos de los textos poéticos de Vallejo constituyen un subrayado de estas mismas ideas. Jorge Guillen había escrito ya: «Ser. Nada más. Y basta. Es la absoluta dicha». Bruno, en su discurso con el Enmascarado, se refiere de nuevo al mundo de las sombras, mientras que el Enmascarado le explica a Mega que la vida de su padre, desde que ella se ausentó de casa, se ha convertido en una brutal, constante y terrible agonía, más cercana del martirio de la muerte que de la vida: «Y la espera así... viajando constantemente... brutal y dolorosamente por los confines de todos los mundos... de todos los confines de todos los sueños y pesadillas... bebiendo el tiempo de su propia existencia... buscando amargamente una identidad que se le ha escapado desde su huida » (Vallejo, 1988: 24). Pal continúa llamando a Mega y la joven se maravilla de los seres tan extraños que tiene delante; son seres de ficción sometidos al desconocimiento de su propia realidad. La escena III traslada la acción a casa de Pal. El salón aparece adornado con muebles vanguardistas. La primera impresión —según se expresa en las propias didascalias— es que no nos encontramos en una casa convencional sino en dos viviendas en una, sin separación, pero de características totalmente distintas. La actitud de Pal ha cambiado radicalmente. Parece una persona absolutamente normal, aunque ajena a la situación y a Nora, que está leyendo sentada frente a él. El diálogo entre Nora y Pal es una conversación de sordos; hasta tal 308 punto que Nora piensa que su amante se está volviendo loco. Pal le refiere sus sueños: cómo se encontraba dormido, sometido a la fuerte aceleración de algo que lo aspiraba hacía adelante, y sin saber por qué se empezó a preguntar lo que le quedaba por vivir. Se ha sentido fuera de sí mismo, a solas con su sombra y su conciencia, como sí se viera a través de los ojos de una persona que fuera él pero distinta de él... hablando consigo mismo... enmascarado. Nora le pregunta sí no pensó en ella en su silencio, pero Pal no la oye. Le dice, además, que ha recibido una carta para él firmada por Diana, y que debe prepararse para que Diana lo encuentre en forma. Nora confiesa que lo ama y lo persigue, girando por todos los contornos de todos los mundos... mordiendo el silencio, saboreando la sombra de todos los senderos, y se compara con un virus, elemento presente en otras obras del autor, como en Ébola-Nerón. La escena III de la primera parte de Espacio interior termina con la llegada de Mega y Bruno. Nora los recibe al comienzo de la escena IV. Mega pregunta por su padre y Nora le explica que debe de estar camino de casa. Luego añade que «está ahí... atrapado en sí mismo. A eso le ha llevado su propia contradicción. Eso es lo que queda de él... después de siete años de convivencia. Y esto es lo que queda de mí. Amargó a tu madre. Me ha amargado a mí... Ahí está. Ése es el héroe» (Vallejo, 1988: 40). La escena termina con unas palabras ininteligibles que pronuncia la «voz», y con la penumbra sobre el personaje, que da cabezadas, mientras se oye el ruido de un vagón, lanzado a gran velocidad. La II parte se inicia con ese mismo ruido y con Pal en idéntica posición a la del comienzo de la obra. El personaje hace esfuerzos por liberarse de su asiento. La voz pronuncia 309 palabras sin sentido, acompañadas de las voces del Portrait Imaginaire, de Luis de Pablo, que constituye la apoyatura musical de otras de sus obras. Esta primera escena de la II parte la ocupan el diálogo entre Diana y Pal. La mujer le comenta que un río inalcanzable circula por la mente, arrastrándola hacia dulces esferas (... ) hasta la raíz misma del punto donde nace la conciencia (... ) El tiempo se detiene. Pal comenta que está en el mismo sitio en el que se encontraba el primer día, con las mismas vestiduras y con su alma tendida hacia adelante. Ha vivido en un infierno, detenido en el tiempo, pero ahora que Diana ha llegado, podrá sacarlo del abismo. La siguiente escena nos traslada a casa de Pal. Nuestro héroe llama angustiosamente a Diana, pero la mujer no está. Le contesta Bruno, que le habla de los lagos naturales de Chicoya y Pecuoc, de sus imponentes cascadas y sus fuentes. Insistiendo en uno de los motivos recurrentes del teatro vallejiano, le señala que hasta en sueños necesita un psiquiatra. Para Pal, el sueño mismo es su psiquíatra, y Bruno aclara; «Su psiquíatra es sueño personificado». Pal le comenta que sigue teniendo esa extraña habilidad, que poseía hace diez años cuando se llevó de su casa a su hija, de hablar sin decir nunca nada, y que no está dispuesto a permitir que su hija se case con un vago y un chulo. Bruno se justifica explicando que cuando intenta hacer una cosa, le entran ganas de realizar lo contrario; pero cuando va a hacer lo contrario, enseguida le dan ganas de hacer lo contrario de lo contrario. Bruno hace girar a Pal en grandes círculos, agarrado por detrás por el Enmascarado, mientras llegan Nora y Mega y comentan que deben de estar bailando. 310 La situación cambia al comienzo de la escena siguiente, en la que interviene Nora e interroga por lo que está sucediendo. Bruno achaca lo ocurrido al deseo de imprimir un «vértigo rotatorio extremo» para calmar las ansias de Infinito de Pal Nora, a su vez, declara que responde a Pal con su misma indiferencia gélida, y exclama: «¡Ausente de todo! ¡Sin vida! ¡Muerto! {Señalando a Pal) ¿Es eso un ser vivo? Eso es una sombra que alguien ha puesto al lado mío hace siete años... Respira pero no respira. Habla pero no habla... Habla hacia dentro. Hacia lo lejos. Anda pero no anda. Desanda. Se mueve pero no se mueve. Permanece inmóvil... siguiéndola por todas partes, buscándola, viéndola... deseándola... » (Vallejo, 1988: 60). Mega pregunta por su madre, pero Pal sólo la encuentra en sueños. En una escena alucinatoria asistimos a un festín en el que se sirve de segundo plato carne dramática, carne del propio Pal. El protagonista no puede soportar sobre su rostro una luz tan intensa y llega Diana, que le tapa con su pañuelo los ojos y la frente. A Pal le falta el aire y le ruega a Diana que no se separe ni lo abandone. Saltan los plomos de la supuesta vivienda y se quedan todos en la más absoluta oscuridad. En el comienzo de la escena IV y última aparece Nora con un candelabro en las manos y comenta que todos los años sucede lo mismo: a mitad de la comida se va la luz, y reina la oscuridad. El Enmascarado solícita tranquilidad, y Pal comenta que ya es hora de que la gente madure y empiece a encontrarse a sí misma. Él sueña tanto por la noche, que cuando llega el día y se despierta no sabe con certeza sí acaba de despertarse o sigue soñando. Se encuentra por tanto encadenado a ese lugar, esclavo de su propia irracionalidad. 311 El Enmascarado recalca que el cuerpo es débil, pero la mente es fuerte, apasionada como es de la aventura y de la libertad. En el mismo nivel de rechazo de lo tangencial y fenoménico y de proclamación de lo visionario y alucinatorio, Diana argumenta que «por eso vivimos así... fuera del tiempo... colgados de larguísimos cables sujetos al vacío». Pal termina confesando cómo fue electrizado por la fuerza sensual de Nora, que se apoderó de él como una furia, como un demonio y una obsesión. En uno de estos arrebatos fue sorprendido por Diana, que optó por marcharse de casa. Pal ansia ahora huir y desaparecer, y pide al Enmascarado que lo mate. El Enmascarado le ofrece una última oportunidad y lo emplaza a que «se incorpore a sus sentimientos», a que no abandone la aventura de tener a su propia sombra siguiéndole, a no desprenderse de su propia conciencia. Pero Pal le implora que detenga su discurso y que lo mate de una vez. El Enmascarado se acerca a él y lo apuñala. Con cada puñalada empieza a desaparecer un personaje y el Enmascarado va ocultándose cada vez más en la oscuridad. Mientras aumenta el ruido del vagón y el sonido de la música, cae agonizante en el mismo sitio que al principio de la obra. La «voz» pronuncia otra vez las palabras sin sentido, y, con el ruido de las puertas abriéndose, Pal despierta bruscamente. Se encuentra en la misma posición que al comienzo. Huye del vagón y contempla en el andén su cuerpo cubierto de sangre. Mira a su alrededor. Hay luz natural y sol y viento. Debe de tratarse de una estación al aire libre. La acotación termina así: «Música de una calle de cualquier ciudad. Suena algún instrumento de un músico callejero. Guitarra. Música de Orfeo Negro. Creciente. Ruido del algún coche. Ruido de gentes vivas, pasando. Alguien silba. Pal se seca el sudor, se estira, 312 se ajusta la ropa. Vuelve a respirar hondo. Sale despacio, por un lateral, con la cabeza erguida. Pero antes de salir se detiene. Contempla su sombra alargada, consistente, real, producto de la luz. Sale» (Vallejo, 1988: 76). Natalia Szejko Instituto de Estudios Ibéricos e Iberoamericanos Facultad de Neofilología, Universidad de Varsovia Aproximación al drama de Alfonso Vallejo “Espacio interior” a partir de los métodos psiquiátricos. VIGO. Congreso Teatro Siglo XXI Jueves 28 Noviembre 2013 Alfonso Vallejo, neurólogo, pintor, poeta y dramaturgo español es uno de los artistas contemporáneos más relevantes en España. En sus obras dramáticas destaca la tendencia a implementar los elementos de psiquiatría y de otras especialidades médicas dentro del espacio teatral. Sin embargo, no se trata de una simple aplicación de esa terminología, sino de creación de un ambiente metafórico que remite a la compleja estructura de la mente humana. En Espacio interior el autor emplea una estrategia de la introspección y del autoanálisis interior para demostrar cómo lo cognitivo y lo emocional se entrecruzan en el nivel del conciente y subconsciente. Esa mirada profunda ¨se aproxima a la realidad desde una poética radical, (...) no es la epidermis, el mero reflejo, el retrato de superficie, sino que incide y socava la apariencia, lo real, hasta llegar a poner al descubierto lo que encierra de irrealidad turbadora¨ (Sabas, 1985:152). Proponemos hacer un análisis del universo vallejiano desde una perspectiva de estudios psiquiátricos y psicológicos, con una atención especial al proceso del autoconocimiento y mecanismos de la superación del trauma. Espacio interior constituye una vía 313 teatral para presentar el conciente en el funcionamiento bajo la presión del mundo exterior y de las propias experiencias vitales. La aproximación a la esencia del mundo es la aproximación al microcosmos del ¨yo¨ para ver el hombre como la imagen creativa de la máxima potencia, la partícula inicial y terminadora de la vida. Espacio interior es una obra dividida en dos partes y cada una de ellas, en cuatro escenas. El espacio escénico está formado por los objetos que constituyen un ambiente metaforizado del desdoblamiento. En la parte izquierda de la escena están situados ¨dos asientos de cualquier vehículo delante y dos detrás¨ mientras que en la parte derecha ¨sección de un vestíbulo de cualquier casa dividida en dos partes, una con muebles convencionales y otra con muebles absolutamente extraños y de espacio indefinido¨ (Vallejo, en línea: 11). Es, además, un espacio en movimiento, un símbolo de la vida como un camino acelerado en los medios típicos para posmodernidad como metro, por ejemplo. En la obra predomina la vida que se desarrolla a una velocidad grande, entre luces intermitentes y sonidos de altavoces que corresponden a un lenguaje incomprensible y repetitivo de ¨lapalá, ala pala, lapalᨠ(Vallejo, en línea:25). Vallejo disecciona el tiempo y el espacio creando un cronotopo insólito que corresponde a la disección de la psique y su complejidad. La memoria, el pasado y el futuro, las experiencias actuales, todos estos factores se solapan y entrecruzan, son la imagen dinámica de la deconstrucción mental de los personajes. El concepto del cronotopo introducido por Mijail Bajtín se puede aplicar para describir la estrategía artística empleada en El espacio interior, la estrategia que da cabida a la ampliación del horizonte de expectativas: En el cronotopo artístico – literario tiene lugar la unión de los elementos espaciales y temporales en un todo inteligible y concreto. El tiempo se condensa aquí, se convierte en visible desde el punto de vista artístico. Y el espacio, a su vez, se intensifica, penetra en el movimiento del tiempo, del argumento, de la historia. Los elementos del tiempo se revelan en el espacio, y el espacio es entendido y medido a través del tiempo. La intersección 314 de las series y uniones de estos elementos constituye la característica del cronotopo artístico. (Bajtín 1989:238) El espacio escénico es la apertura al mundo interior, un elemento adicional que pone de relieve la descomposición interior del personaje principal de la obra, Pal. Pal se presenta desde el principio como un protagonista fronterizo, situado entre dos realidades paralelas, del sueño y vigilia, del consciente y subconsciente simbolizado por Enmascarado: ENMASCARADO: Por las costuras del sueño se deslizan todo tipo de fantasmas Pal... Las más extrañas fantasías ocupan la imaginación por entero, invaden la mente... la toman al asalto dejando al descubierto las más oscuras remordimientos y remotas pasiones (Vallejo, en línea: 12-13). La máscara llevada por Enmascarado indica el secreto, lo desconocido cubierto ante los ojos de la realidad, lo que puede ser una demostración tanto de lo individual como de lo universal. Pal se encuentra consigo mismo y con los miedos comunes, está perseguido por Enmascarado y por el presentimiento de la destrucción: ENMASCARADO: Yo te sigo a todas partes. De día y de noche! Aunque no me veas! Con luz y en la oscuridad! Desde siempre! Por cuartos y pasillos, por calles! Te sigo en los ascensores y en las plazas, Pal! Escucho el ruido de cada uno de tus pasos y pensamientos! Escucho hasta el ruido de tu silencio y de tu sueño! (Vallejo, en línea:15). El Enmascarado es un acompañante hacia la Nada y el Vacío, hacia la finalidad, lo extremo que produce el miedo existencial. Pal se siente extraño en su propio cuerpo que se desprende hacía el vacío, desfigurado entre lo demostrado por Enmascarado y las visiones que le rodean. Resulta, sin embargo, que la aproximación al miedo es la única solución posible, ya que la existencia en el presente está dominada por el cansancio, asfixia causada por la eterna repetición de la fisiología, los remordimientos, todos, los rasgos típicos para el estado depresivo: En psiquiatria, que es un espejo cóncavo de la vida social, la expansión de la tristeza se manifiesta de una manera explícita, es decir, frecuentes 315 son acumulaciones de los síntomas depresivos, en diversas enfermedades. Los síntomas de la depresión predominan muchas veces ante la manifestación de otras síntomas psicopatológicos. (Brzezicki 1974: 5). La desilusión total frente a lo real lleva, como resultado, al mundo de la fantasía, de las alucinaciones desarraigadas de cualquier núcleo central, de cualquier ideología. Todos los personajes de Espacio se sienten solos, situados en la Nada, entre la luz y la oscuridad, ¨buscando el tiempo de su propia existencia... buscando amargamente una identidad que se les ha escapado desde su huida¨ (Vallejo, en línea: 24). No obstante, éstos mismos protagonistas se dan cuenta de su propia discapacidad emocional y mental. La autoconsciencia del sufrimiento interior, que introduce Vallejo, es una aproximación al subconsciente, un paso más para comprender el trauma y para enfrentarse con los miedos y limitaciones y, finalmente, superarlos. El dramaturgo muestra un posible mecanismo cognitivo-behavioral que ayuda a superar las limitaciones interiores y el miedo existencial. Al aplicar este modelo interpretativo, nos damos cuenta de que la obra de Vallejo ofrece un claro ejemplo de la interrelación entre los aspectos cognitivos, afectivos y conductuales del interior del hombre. Espacio interior es el cuadro de la autoinducida locura como el producto del acercamiento hacia el existencialismo, lo trágico que a través de la aniquilación da paso a la catarsis. El repaso de la esencia del ser, típico para la poética de Camus es también identificable en la obra de Vallejo: Y a decir verdad los corazones puros saben ver por doquier ese lugar geométrico del hombre y lo inhumano. Si Fausto y Don Quijote son creaciones eminentes del arte es a causa de las grandezas desmedidas que nos muestran con sus manos terrenales. No obstante, siempre llega un momento en el que el espíritu niega las verdades que esas manos pueden tocar. Llega un momento en que la creación ya no se toma por lo trágico: se toma solamente en serio. El hombre entonces se ocupa de la esperanza. Pero ése no es asunto suyo. Lo suyo es apartarse del subterfugio. Ahora bien, con éste me encuentro al término del vehemente proceso al que Kafka trata de someter al universo entero. Su increíble veredicto absuelve, al fin, a este 316 mundo horrible y trastornado donde los mismos topos se empeñan en esperar. (Camus 2008:178-179). Pal se involucra en la propia consciencia para reencontrarse con los errores del pasado, el sufrimiento y dolor. El distanciamiento trágico y entendimiento del sinsentido, pero sobre todo la aceptación de la continua distancia entre lo ilusorio y lo real, son para él la única solución de autoentendimiento. En este sentido, para el personaje de Pal se puede aplicar la teoría de desensibilización sistemática (García Vera 2006:6) que consiste en ¨aproximación del sujeto a las situaciones extremas, éstas que producen un desequilibrio emocional, cognitivo o comportamental¨(García Vera 2006:6). Para Pal la situación del profundo trauma emocional se asocia sobre todo con la desilusión amorosa: NORA: No. Yo hago de virus de infección, te persigo, te amo. Para cumplir así con esa tu gran vocación de perro austral, girando por todos los contornos de todos los mundos mordiendo el silencio (...). La Isla O´Hara que nunca existió... El Monte Aztepoy... La Laguna condrial... Tantos años juntos... ¿Recuerdas?¨ (Vallejo, en línea: 67). Además, Pal mira hacia el pasado que le asusta cada vez más debido a su irreversible carácter y sentimiento de estar parado en un punto único en cronología. Sin embargo, en espacio interior, Pal entra en el mundo de su propia imaginación, donde revive el encuentro con los estímulos estresantes visuales, sonidos e imágenes mentales. Este es momento de hacer, además, una estratificación de los factores degradantes, de mirar en su propio interior y pasar de los momentos menos traumáticos hasta el extremo que resulta ser mutilante. Pal –Enmascarado muere y esa muerte metafórica constituye autodestrucción del trauma, de lo que no podía ser aceptado y conduciría como resultado final a la degeneración interior. La sanación es, en realidad, la relajación que inhibe progresivamente a la ansiedad que producen las situaciones imaginadas. De esta manera desaparece el vínculo patológico y destructivo dando el paso a una nueva relación cognitiva, positiva, que no tiene una influencia perturbadora a la estructura de la consciencia. Cabe preguntar, sin embargo, si este tipo de desensibilización es 317 un estado real del ser humano. El desprendimiento del pasado y del trauma tiene el valor curativo, pero no cambia la realidad. Nadie puede alejarse totalmente del pasado que constituye una parte íntegra de la trayectoria vital. Pal está situado en medio del mundo esquizofrénico, pero a lo largo de su viaje interior rompe el vínculo con la valoración subjetiva. Por eso, en caso de Pal, la estimulación de la imaginación y las imágenes traumáticas ayudan a verse a sí mismo y al mundo de forma más realista. La vinculación con la metafísica es la apertura del conocimiento de lo imposible, de las reacciones destructivas y tensiones inaceptadas. Vallejo se convierte en un maestro de patafísica teatral, del arte instantáneo del descubrimiento: A pesar de que la patafísica no pretende cambiar el mundo – más bien quisiera detenerlo-, no es improcedente suponer que en ella se oculta una idea de conocimiento que nos interesa enfatizar. Parece evidente que la patafísica es una recusación del positivismo, una reacción bufonesca y destructiva contra la doctrina del progreso en la época en que la fenomenología resulta una reacción seria. Los principios patafísicos de una posible ciencia sostienen que ¨todo puede ser su opuesto¨ y que ¨la esencia del mundo es la alucinación¨y que ¨todos somos innobles¨y que ¨nada parece nunca lo que es¨y que ¨todo fenómeno es individual, defectuoso e inagotable¨y que ¨todo saber es siempre personal y válido para un instante¨. (Ferrer 2004:12-13). Pal incide en el juego de su propio ¨yo¨, intenta recuperar el equilibrio mental pero el proceso de la autor-reconciliación es doloroso y paulatino. A continuación, nos gustaría analizar el viaje interior de Pal a través del espacio de autoentendimiento. De acuerdo con las teoría de reestructuración cognitiva (Kępiński 1974:115) se trata, en primer lugar, de cambiar afirmaciones irracionales autoinducidas por afirmaciones racionales, es decir, entender el grado de desintegración psíquica en que están los personajes: Si se reflexiona se puede ver que los problemas son el resultado de una actividad equívoca de nuestra mente enfermiza más que verdaderas dificultades sin solución (Vallejo, en línea: 72 ) 318 En segundo lugar, extremadamente importante es identificar la emoción dolorosa como ira, desesperanza, tristeza o ansiedad y nombrarla y llegar, de este modo, a la autoconciencia emocional: PAL. No quién era yo, sino qué era yo. Por qué era así mi cuerpo, mi espíritu... mi biografía... Por qué mi cara era así, así mi paso, así la historia de mis actos, de mis errores, dolores y esperanzas...¨. (Vallejo, en línea:42) En el proceso de autodefinición es muy importante para Pal señalar los estilos de pensamiento disfuncionales y ayudar a identificar los pensamientos automáticos que son distorsiones cognitivas, lo ilusorio presentado en la obra. Éstas constituyen mensajes específicos y discretos compuestos de pocas y esenciales palabras o una imagen visual breve. Son una de las manifestaciones de la depresión y se caracterizan por la dramatización y catastroficación de la realidad (Rudnev 2007: 202): PAL: El Metro aceleró bruscamente, sin motivo aparente, como si algo a la salida de túnel estuviera absorbiendo al vagón y a todos sus ocupantes(...). Creí que me estaba muriendo. (Vallejo, en línea: 31). Espacio interior es una proyección de la distorsión presentada a través de otras distorsiones cognitivas. Pal revive el mundo de los términos absolutos, sin tener en cuenta los grados intermedios evidenciado en el uso de términos como ¨siempre¨, ¨nunca¨, ¨todos¨ cuando su uso no es justificado. Este pensamiento polarizado le hace difícil rendirse ante la posibilidad de lo imposible ya que la vida enfocada en lo absoluto, en el perfeccionamiento a la hora de encontrarse con lo real conduce al fracaso. El filtro mental que está creado en la obra, el que está relacionado con el hecho de enfocarse exclusivamente en ciertos aspectos, únicamente negativos y perturbadoras con exclusión de otras características, es una abstracción típica para la depresión que se puede describir como: (…) an abyss of sorrow, a noncommunicable grief that at times, and often on a long-term basis, lays claims upon us to the extent of having us lose all interest in words, actions, and even life itself. Such despair is not a revulsion that would imply my being capable of desire and creativity, negative indeed but present. Within depression, if my existence is on the verge of collapsing, 319 its lack of meaning is not tragic – it appears obvious to me, glaring and inescapable. (Kristeva 1989:4 ) De allí viene también la visión negativa y catastrófica del futuro, el presentimiento de algo horroroso y destructivo que puede llegar en cada momento: ENMASCARADO: No querrás saber más de lo que puedes escuchar, te lo vuelvo a repetir: despierta. He venido a traerte terribles presagios, extraños designios del destino que oscilan entre la Nada y el Vacío¨ (Vallejo, en línea: 17). Esa visión catastrófica se debe al hecho de imaginar y especular el peor resultado posible, hundimiento en lo subjetivo. Pal se rinde para no tomar decisiones reales y aproximarse a ilusiones cognitivas. Vallejo transforma el espacio teatral en el espacio del experimento psicológico y filosófico en medio del cual está situado el hombre. La sobrecarga del lenguaje e impulsos exteriores son un modelo para demostrar el comportamiento en las situaciones extremas. La aplicación de las imágenes sorprendentes desautomatiza al personaje y demuestra los fenómenos claves en los cuales funciona el subconsciente. Vallejo maneja todas esas herramientas y técnicas para desestructurar la psique y presentar el carácter universal del ser humano. Espacio interior constituye la confirmación de la visión renacentista del universo, en que todo parte del hombre como la imagen más compleja de los elementos constitucionales de la existencia: El topos del augurio melancólico es como una herética versión del místico concepto donde el macro- y microcosmos corresponden el uno al otro, la existencia individual es el reflejo del universo que trasmite todas sus características en microescala (Krasinski: ¨mis nervios fueron atrapados por el universum (...) que empiezan a ser los nervios exteriores de todos los objetos y acontecimientos¨). (Bieńczyk2012:78).1 La respuesta a los misterios del mundo está en la frontera entre el cuerpo y la mente humana, en la aceptación de la fragilidad de que viene la fuerza de supervivencia del horror, de lo aparentemente insoportable. Los fracasos cotidianos constituyen cada vez un acercamiento al Vacío, pero 320 gracias a ellos es posible la aceptación del mundo como totalidad con sus componentes degradantes y bellos. El estrés postraumático es, entonces, el estado natural del hombre, que, de acuerdo con sus inclinaciones naturales emprende el camino del autoanálisis. Los protagonistas de Vallejo vuelven al estado embrional, ya que cometen el suicidio existencial físicamente o mentalmente renegando las condiciones inaceptables, como lo explica el teórico y escritor polaco Stefan Chwin: Él que quiere suicidarse existencialmente se traslada mentalmente al momento antes de su nacimiento. Observa la existencia humana en la tierra creada por Dios o el destino y por esa razón reniega su nacimiento – es decir rechaza la dádiva. Prefiere permanecer dentro de la nada, porque siente que no puede aceptar las reglas de la existencia, las que determinan irrevocablemente las esquemas de la existencia humana (de acuerdo con éstas todos nosotros tenemos que vivir). (Chwin 2011:6). Espacio interior es, entonces una presentación del espacio terapéutico que, paradójicamente, libera del metabolismo informativo exacerbante en que vive el hombre. Pal tiene que decidir si quiere aproximarse o distanciarse del ambiente real o imaginado, accelerar la vida o rendirse ante el destino. Pal está en realidad en un estado de raptus melancholicus (Freud 2013:47) de agitación y agresión, los dos estados provocados por la depresión y falta de armonía interior. A través de la creación de este personaje, Vallejo hace una vez más una aproximación a la mente y emociones en un estado de destrucción que resulta ser constructiva. Se aproxima también a ¨un misterio íntimamente ligado a una forma profunda de libertad, a través de la cual se hacen patentes esas esas interrogaciones tan frecuentemente cercenadas por la explicación ingenuamente doctoral y doctrinaria del mundo¨ (Monleón 1978: 3). BIBLIOGRAFÍA: * Bajtín M. M., Las formas de tiempo y del cronotopo en la novela. Ensayos de poética histórica en Teoría y estética de la novela, Madrid, Taurus, 1989. 321 * Bieńczyk M., Melancholia. O tych, co nigdy nie odnajdą straty, Warszawa, Świat Książki, 2012. * Camus A., El mito de Sísifo, Madrid, Alianza, 2008. * Chwin S., Samobójstwo jako doświadczenie wyobraźni, Gdańsk, Tytuł, 2011. * García Vera M.P., La psicoterapia hoy desde un enfoque cognitivo-conductual, V Jornada Científica de la Asociación de Psicoterapeutas ¨Laureano Cuesta¨. 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