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domingo
Jubilopatías. Retirarse afecta la salud ● Patinaje. Cada vez se practica más ● Tendencia. Uruguay se suma
al “viernes negro” ● Kirchnerismo. También divide a los famosos ● Gustavo Rey. La comunicación ante todo.
INVESTIGACIÓN
Detectives de
las guerras
PROYECTO CAMPOS DE HONOR
REVISTA
La arqueología
de campos de
batalla comienza
a desarrollarse
en Uruguay.
LUIS PRATS
S
eguramente se llamaba John,
aunque su apellido haya sido
olvidado. Era un riflero del Regimiento 95° del Ejército británico y había llegado al Río de
la Plata en la campaña de
conquista dispuesta por su corona. En la fría madrugada
del 7 de junio de 1807 vadeó con sus compañeros el arroyo San Pedro, en lo que hoy es el
departamento de Colonia, a la búsqueda de
las tropas españolas. Lo esperaba Juan nadie
recuerda cuánto, alistado como voluntario
en Buenos Aires para combatir a los invasores ingleses. Cuando estuvieron frente a frente, John disparó –integraba un cuerpo de elite que después peleó en Waterloo–. Juan tal
vez cayó muerto, tal vez huyó. Fue casi un
fusilamiento. Ciento veinte defensores del Virreinato quedaron en el campo; apenas cinco invasores corrieron la misma suerte.
EL PAIS
18-11-12
El combate de San Pedro de 1807 encierra una importancia clave para los historiadores: fue uno de los pocos episodios de las
guerras napoleónicas que tuvieron lugar
fuera de Europa y el único en América del
Sur cuyo sitio se encuentra relativamente
intacto. Además, es el primer caso de un re-
levamiento completo de arqueólogos de
campos de batalla en Uruguay.
Diego Lascano, investigador argentino
residente desde hace años en Colonia, especializado en historia militar y en arqueología de campos de batalla, autor de varios
libros sobre el tema, descubrió hace algunos años que San Pedro no quedaba lejos
de su casa. Lo visitó en 2005 y con una primera mirada encontró vestigios que ameritaban un relevamiento más profundo. Pese
a los dos siglos transcurridos, el terreno se
presentaba casi sin cambios, aunque existía allí una plantación de sorgo. Los vecinos
le contaron que cada tanto aparecían en la
zona algunas balas de cañón y otros objetos muy antiguos.
“Estuve dos años haciendo prospección
visual y aparecieron bastantes cosas en la
superficie. Además, investigamos más de
2.000 documentos, sobre todo en Buenos
Aires. Luego se pidió autorización a la Comisión de Patrimonio y se obtuvo apoyo financiero de la embajada Británica en Uruguay y de la Fundación Colonia AntiguaHSBC, antes de dar lugar al trabajo de los
arqueólogos de la Universidad de la República, Leticia García, Virginia Pereira y Ezequiel Fernández Inverzo, responsables del
proyecto de prospección arqueológica ante
Patrimonio. También contamos con el auspicio de la Asociación de Amigos de los
Museos Militares del Ejército”, relata.
Los arqueólogos definieron “corredores”, sectores de 100 metros de Este a Oeste
y de 150 metros de Norte a Sur, por donde
se pasó el detector de metales. “Y siguieron
apareciendo cosas, algunas en la superficie
EN COLONIA SE
ENCONTRARON
171 ARTEFACTOS
DE UNA BATALLA
DE LAS GUERRAS
NAPOLEÓNICAS
Investigadores. Diego
Lascano, con un fragmento
de granada británica, y la
arqueóloga Virginia Pereira.
y otras hasta unos 40 centímetros de profundidad”, recuerda.
Se trabajó hasta 2011 y se encontraron
171 artefactos: balas de diverso calibre, trozos de armas, hebillas de cinturones o calzado, una pipa, una ficha de juego, un botón de uniforme, un fragmento de una diminuta águila imperial de cristal, una moneda de plata de medio real español con la
efigie de Carlos IV, entre otros objetos.
Los objetos hallados en San Pedro están en custodia en la Fundación Colonia
Antigua, a la espera de su exhibición en
un museo, y de ninguna manera se venderán. “Estamos obligados a proteger y
conservar el patrimonio histórico y a
crear conciencia al respecto en los particulares”, dice Lascano.
El combate duró apenas unos 20 minutos, pues los españoles huyeron despavoridos cuando empezaron los tiros. Sin embargo, hacía tiempo que españoles y británicos
estaban frente a frente, incluso por vía postal. Francisco Xavier de Elío, veterano de las
guerras de África y la península ibérica, había sido enviado desde Buenos Aires para
desalojar a los ingleses de Colonia del Sa[Pasa a la página siguiente] ● ● ●
EL PAÍS. REVISTA DOMINGO. 18-11-2012
2 DE PORTADA
Investigadores
Huellas
tras el
combate
[Viene de la página anterior]
cramento, que habían tomado luego de
conquistar Montevideo. Pese al fracaso de su
primer ataque, en mayo, Elío mandó una
carta repleta de bravuconadas al teniente
coronel Denis Pack, jefe de las fuerzas enemigas en esa zona. Después estableció campamento en un paraje elevado junto al
arroyo San Pedro. Sus fogatas en la madrugada alertaron sobre su presencia a los ingleses. La tropa profesional de Pack fue demasiado para los hombres de Elío, en su
mayor parte milicias formadas por voluntarios sin entrenamiento.
PROYECTO CAMPOS DE HONOR
●●●
Hallazgo. Parte del equipo que trabajó en San Pedro junto a uno de sus tesoros, una bala de cañón española de cuatro libras (en el pozo).
LITTLE BIG HORN. La arqueología de cam-
Procedimiento.
pos de batalla es una disciplina muy reciente. Surgió en 1983, tras un incendio casual en los campos de Little Big Horn, lugar
del famoso enfrentamiento entre las tropas
del coronel George Armstrong Custer y los
sioux del jefe Tasunka Witko (Caballo
Loco), en el estado de Montana, Estados
Unidos. Los vestigios encontrados permitieron definir por balística la trayectoria de
los combatientes. “En Uruguay existen más
de 200 campos de batalla que han dejado
vestigios, aunque se han ido depredando o
los objetos fueron recogidos de forma no
académica”, comenta Marcelo Díaz, coordinador del proyecto de San Pedro.
“Un campo de batalla es un yacimiento.
Antes se pensaba que era una colección de
reliquias y nada más. Una batalla es un
proceso muy dinámico, que ocurre en pocas horas o días y deja pocos vestigios, porque todo el material se recoge enseguida.
Solo queda lo oculto, hundido o en la vegetación, y no es fácil ubicarlo”, añade.
“Los ejércitos que combatieron en
nuestro territorio por lo general fueron pobres —indica Lascano—. En el campo de
batalla no se dejaba nada, se retiraban todas las armas y se llevaban los uniformes.
Los muertos se enterraban desnudos en fosas comunes o se los dejaban a los carroñeros. Se encuentran solo los desechos, pero
son muy útiles porque sirven para ver las
características del combate: municiones,
restos de armas, objetos personales como
botones o monedas. Armas enteras es imposible. La madera y lo textil se pierden por
la acidez del terreno”.
¿Y qué pasó con los muertos en combate? “El tema de los restos humanos es muy
delicado. Si llegamos a encontrar esos restos, los marcamos y denunciamos a la Policía”, explica. En San Pedro se hizo una fosa
común en aquel 1807. En Manantiales, otra
batalla que Lascano y Díaz investigan, quedó el cadáver descuartizado del general
Anacleto Medina. Díaz tiene la certeza de
que los huesos están allí pero se necesita
un georradar para ubicarlos.
Los vestigios están sometidos a la acción de la naturaleza, los animales y el
hombre. Por los viejos campos de batalla
pasan la erosión y los arados (si no se edifica arriba, como en Las Piedras). Y existe
otro peligro, el huaqueo, que es el robo de
material arqueológico. Incluso un objeto
encontrado de casualidad, sin su registro
de contexto, pierde su valor histórico. “El
material le pertenece a todos, no es un souvenir para llevarse a casa”, destaca Lascano.
Por eso, cuando encuentran algo, los investigadores no lo tocan: primero le toman
una foto en el lugar del hallazgo, con diversos registros, y recién después lo levantan.
Si aparece algo de valor histórico, es un éxito. Pero la mayor parte de las veces el detector de metales encuentra otra cosa. “Es
muy frustrante escuchar el chirrido del detector y luego ver que es un tornillo”, dice.
Una moneda de
medio real español de 1792, a lo
largo del proceso
realizado por los
investigadores
ante la aparición
de cualquier vestigio: primero se
marca el lugar
del hallazgo,
luego se limpia la
zona y finalmente se toma el
objeto.
PASO DE MORLÁN. Uno de los trabajos en
curso por parte de “Campos de Honor”, el
proyecto de Lascano y su equipo interdisciplinario, es la acción de Paso de Morlán,
breve enfrentamiento entre tropas del régimen de Gabriel Terra y fuerzas revolucionarias integradas por ciudadanos blancos
independientes, batllistas, socialistas y comunistas.
Aquel 28 de enero de 1935 chocaron 72
revolucionarios con 52 soldados y guardiaciviles en el paso de ese nombre sobre
el arroyo Colla, en el departamento de
Colonia. El trabajo no será fácil, porque
es una zona inundable y hoy cubierta
además por densa vegetación, pero apa-
recieron casquillos de municiones que reflejan fielmente lo ocurrido en aquel episodio. Hubo tres muertos en filas revolucionarias y dos en las del gobierno, pero
nadie pudo cantar victoria, pues los hechos se desarrollaron de manera confusa.
Incluso apareció allí material del siglo
XIX, señal de alguna otra acción bélica muy
anterior. El paso era un nudo de comunicaciones, por lo cual resulta lógico que se
haya peleado más de una vez por dominarlo. “Hay que ir entonces a los archivos de
nuevo para descubrir de qué se trató. Hacemos los dos caminos, de lo documental
al terreno y del terreno a lo documental”
comenta Lascano.
“Conocimos al último sobreviviente de
Morlán, Leopoldo Pignataro, y no sabía
bien cómo había sido el episodio. Es lógico,
los combatientes están más preocupados
en sobrevivir que en ver cómo es el combate. Cada bando hace su parte de batalla a
partir de lo que informa cada jefe. Nosotros
cotejamos todas las versiones, vemos las
coincidencias y las contradicciones, vamos
al terreno y comparamos”, añade.
Otros objetivos de este grupo son la batalla de Manantiales, librada el 17 de julio
de 1871, sangriento episodio de la Revolución de las Lanzas, y el combate de Nico
Pérez, el 3 de noviembre de 1910 entre
fuerzas nacionalistas y el ejército
gubernista.
Lascano y su equipo tienen un
“pacto de honor” con los propietarios de los predios: no pueden
alterar la dinámica si es un campo productivo y se adaptan siempre a la estación. “Por eso siempre hay una tarea de coordinación previa. Buscamos ser lo
menos invasivos posible”,
explica.
Leopoldo Pignataro
tenía 21 años y un fusil
que no disparaba, pero
aquel día en Paso de
Morlán estaba en la línea
de fuego. El jefe notó su
nerviosismo y le preguntó
qué le pasaba. Le contó lo del
arma, que el superior tampoco pudo hacer funcionar y entonces lo mandó al campamento para que no arriesgara
su vida de forma absurda. Al
llegar se encontró con un rostro
familiar en un joven de traje,
corbata y anteojos. Recordó haberlo visto en un comentario de
El País referido a la novela
Sombras sobre la tierra, de
reciente publicación. Resultó ser el escritor Paco Espínola, cuyo fusil también
era inservible. El alzamiento
ATRÁS DE
LOS MITOS
de hombres idealistas pero mal armados y
sin entrenamiento duró apenas nueve días y
fue aplastado por el régimen. Paco fue hecho prisionero, pero vivió para contarlo.
“La arqueología de
campos de batalla
puede destruir mitos
o interpretaciones
históricas. Por ejemplo, si un día vamos a
Sarandí, y encontramos muchos vestigios de municiones,
no será verdad aquello de ‘carabina a la
espalda y sable en
mano’ que ordenó Lavalleja. Pero eso exige un estudio muy
profundo”, asegura
Marcelo Díaz. En
cambio, es improbable que de Masoller
salga algo nuevo,
pues el campo donde
cayó Aparicio Saravia
ha sido ya depredado, indica.
CONCLUSIONES. “Del combate de San Pe-
Españoles.
Uniformes
de las tropas
al mando de
Elío en 1807.
dro hay poca literatura: un informe muy
técnico del comandante británico, dos relatos de sus soldados muy diferentes entre
sí y uno de un soldado criollo que peleó
con Elío. Leyendo los partes uno se hace
una idea de la batalla, que luego coteja en
el lugar donde se combatió”, dice Lascano.
Los sitios donde aparecieron vestigios
fueron debidamente marcados y señalizados con Google Earth, para buscar patrones en el desarrollo del combate.
Las conclusiones del trabajo aún están
en una etapa preliminar. “En todo caso, el
material hallado ha servido para ratificar
todos los documentos consultados sobre la
acción: posiciones de los contendientes,
movimientos de tropas, direcciones de tiro
y sucesos particulares, como la explosión
del carro de municiones de Elío. Asimismo,
los hallazgos han aportado valiosísimos
datos sobre unidades que no estaban mencionadas en los ‘papeles’ y detalles muy específicos sobre el tipo de armamento portátil y artillería utilizados en el combate,
que, en muchos casos, se corresponden
con la documentación consultada sobre
los preparativos de la expedición de Elío
para contrarrestar la ocupación británica
de Colonia”, comenta Lascano. De cualquier forma, ya San Pedro no es un rincón
más del departamento. La Intendencia colocó un cartel señalando el sitio histórico.
En 2007 se instaló un monolito conmemorativo frente al predio, sobre la ruta 21. Allí,
el Regimiento de Patricios del Ejército Argentino tributó un homenaje a sus caídos.
Pese a la derrota en San Pedro, Elío mantuvo su influencia militar y política. Fue designado gobernador de Montevideo y alcanzó bastante prestigio popular. Luego de la
Revolución de Mayo, la Corona lo nombró
virrey del Río de la Plata pero el avance de la
insurrección le aconsejó regresar a España.
Cuando su país se unió a Gran Bretaña para
combatir a Napoleón, Elío estuvo junto a
Pack a las órdenes del duque de Wellington
en la batalla de Waterloo, que en 1815 cambió el curso de la historia europea. Allí, Pack
venció al mariscal Ney con su 9a. Brigada
Británica, por lo cual fue condecorado. Elío
volvió a los conflictos internos españoles y se
puso del lado del absolutismo. Al final fue
destituido, degradado y condenado a muerte
mediante el cruel sistema del garrote vil
(1822). Otros combatientes de San Pedro,
quizás John y Juan, están enterrados en una
fosa común desde aquella mañana desapacible de 1807, anónimos aunque ahora ya
no tan olvidados.
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