CAPITULO 1 LA SELVA OSCURA. ACERCAMIENTO EMOTIVO AL BOSQUE INTRODUCCION S ensaciones y emociones: pocos ambientes son tan evocadores como el bosque o la selva que te envuelven totalmente (se dice ¡“entrar” en el bosque, ¿no?!. O bien pararse en los linderos, casi dudando) con estímulos, luces, sombras, tonalidades de verde y gris y sonidos. No es casualidad que estos ambientes sean desde siempre lugar de encuentros maravillosos con seres encantados, bandidos y aún más, son lugares donde uno puede perderse, sentir temor, esconderse y refugiarse, se enfrenta a sí mismo y crece. El bosque es uno de los ambientes en el que podemos sentir un estrecho contacto con la Naturaleza, abandonándonos a la merced de las sensaciones e identificándonos con ella. En este capítulo se han reunido los textos que tienen que ver con perderse en la selva obscura, el aventurarse, maravillarse… en suma, lo que os proponemos es partir de las sensaciones y emociones. En primer lugar el miedo, una emoción muy fuerte, luego la sensación de maravilla frente a la belleza y espectacularidad de estos ambientes, y finalmente seguir con las emociones que se experimentan al crecer, jugar y vivir en un ambiente tan bello. Viajar, conocer, explorar nuevos territorios, poner a prueba la propia capacidad: desde siempre el bosque ha sido uno de los lugares donde se efectuaban verdaderos ritos de iniciación entrando como niños y saliendo adultos, se descubren recursos inesperados, nos conocemos… Pero hubo un tiempo en que, para nuestros antepasados, enfrentarse al bosque, a la obscuridad y a los grandes carnívoros que lo habitaban, no era precisamente una opción, si no era posible viajar a lo largo del río, había que hacer de tripas corazón. LOUIS MALLE, ARRIVEDERCI RAGAZZI ITALO CALVINO, MIEDO EN EL CAMINO MIGUEL DELIBES, LOS SANTOS INOCENTES ION DRAGOUMIS, SANGRE DE MARTIRES Y HEROES MIGUEL DE CERVANTES, DON QUIJOTE DE LA MANCHA RAFAEL GASTON, EL HOMBRE DEL AIRE LIBRE MERCE RODOREDA, VIAJES Y FLORES ANTONIO MACHADO, CAMPOS DE CASTILLA GEORGE SPIKAS, ATTICA 8000 A.C. CARLA CERATI, DE BOSCHI E FORESTE RAFAEL SANCHEZ FERLOSIO, ALFANHUI DIMITRIS CHATZIS, THE DOUBLE BOOK YVES ROBERT, LA GUERRA DE LOS BOTONES (PELÍCULA) MANUEL GUTIERREZ ARAGON, EL CORAZON DEL BOSQUE (PELÍCULA) Louis Malle, Arrivederci ragazzi; Turín, 1993 contra el terreno frío, cubierto de acículas de pino. ¿Cuánto tiempo he estado echado para calmar los latidos del corazón? Cuando me levanto, me encuentro totalmente solo en el bosque, inmerso en un aire denso, húmedo, y me doy cuenta de que está cayendo la tarde. El blanco de la nieve y el gris del cielo tienen ya los tonos del crepúsculo. Y no sé en que dirección moverme”. […] “[…] Las voces de los muchachos se oyen ya a lo lejos, hay un gran silencio, interrumpido sólo por el canto repetido de algún pájaro del bosque. Permanezco boca abajo mucho tiempo, los ojos cerrados, las manos y el rostro enrojecido 18 LA SELVA OSCURA. ACERCAMIENTO EMOTIVO AL BOSQUE Italo Calvino, Miedo en el camino, I. Racconti; Turín, 1958 ramas, las raíces de los árboles terminaban en pies humanos. Binda marchaba a lo largo de una doble barrera de alemanes al acecho, que le miraban con ojos centelleantes como hojas: cuanto más caminaba, más se adentraba en medio de ellos. Al tercer, cuarto, sexto grito de búho todos los alemanes se pondrían en pie a su alrededor, las armas apuntadas, el pecho atravesado por cintas de metralla. […] […] Binda caminaba ahora por la orilla alta de Tumena, todavía helada, por una estrecha pista marcada de pasos. Tumena era la vega más amplia de aquellas regiones, con riberas distantes y altísimas; la orilla opuesta se desvanecía en la obscuridad, aquella por la que marchaba se perdía en la pendiente desnuda, entre los matorrales desde los cuales, de día, alzaban el vuelo bandadas de perdices. A Binda le pareció ver una luz a lo lejos, en la Tumena baja, que avanzaba delante de él. De vez en cuando hacía un zig-zag como si tomara una curva, desaparecía, volvía a aparecer después de un rato en una dirección inesperada. ¿Quién podía ser a aquella hora? A veces, a Binda le parecía que la luz estuviera mucho más lejos, sobre la otra orilla, a veces quieta, otras estaba detrás de él. ¡Tantas luces diferentes marchando por todos los senderos de la Tumena baja, quizá también detrás y delante de él, en la Tumena alta, que se encendían y apagaban podían ser los alemanes! Un animal seguía las huellas de Binda, despertado de las más hondas regiones infantiles, le perseguía, pronto le habría alcanzado: el miedo. […] […] él que no se perdía en los bosques, que conocía todos los senderos, recorridos desde que siendo niño llevaba a pastar a las cabras, iba a por leña o por heno, él que no cojeaba ni se desollaba los pies andando arriba y abajo por aquellos guijarros como tantos partisanos surgidos de la ciudad y de la marina. Un castaño con el tronco hueco, un liquen azul sobre una piedra, el calvero desnudo de una carbonera, bastidores de un escenario extraño y uniforme, cobraban vida en él arraigados en los recuerdos más lejanos: […]. […] Binda bajaba por el bosque ahora. El sueño y la obscuridad convertían en máscaras tétricas los troncos y los matorrales. Había alemanes en todo alrededor, era verdad. Cierto, le habían visto mientras pasaba el prado de Colla Bracca bajo la luna, le estaban persiguiendo, le esperaban al acecho. Un búho gritó cerca: era el silbido convenido por los alemanes que se estrechaban en torno a él, he ahí otro silbido que le respondía, ¡estaba rodeado! Un animal se movió al fondo de una macolla de brezos: quizá una liebre, quizá un zorro, quizá un alemán acurrucado entre los arbustos le estaba mirando. Había un alemán en cada matorral, un alemán encaramado en lo alto de cada árbol, con los lirones. Los pedregales estaban plagados de yelmos, los fusiles se alzaban entre las 19 DIBUJOS DEL PERIODO MESOLITICO, GRECIA 8000/9000 A.C., ENCONTRADO EN TESALIA. ESTA REPRESENTACION DE UNA ESCENA DE CAZA CON ARCO, DE UNA CABRA Y UNA SERPIENTE EVOCA LOS PRIMEROS CONTACTOS DEL HOMBRE CON LA NATURALEZA CONSTITUIDOS POR LA EMOCION, EL SENTIDO MAGICO, EL MIEDO ... ESTA LAMINA DE LAS EXCAVACIONES DE SARAKINO DE PELION, TESALIA, ERA DE USO DECORATIVO. MUSEO DE VOLOS, TESALIA. UN MAR QUE BOSQUES - CAPITULO 1 THEOPHILOS (1932) GOLFO DE GHERA, THEOPHILOS MUSEUM, LESBOS. EN ESTA IMAGEN: UN OLIVO, CARACTERISTICO DE LAS REGIONES MEDITERRANEAS, EL MAR Y LA LUZ HAN INSPIRADO AL PINTOR POPULAR THEOPHILOS QUE HA EXPRESADO LA SUGESTION EVOCADORA DE ESTE PAISAJE. Miguel Delibes (1920), Los Santos Inocentes; 1984 mente los rudos golpes de su corazón y, entonces, esperaba un rato para tomar aliento y serenar su espíritu y, al cabo, voceaba, ¡eh!, ¡eh!, citándole, citando al cárabo y, seguidamente, aguzaba el oído aguardando respuesta, mientras la luna asomaba tras un celaje e inundaba el paisaje de una irreal fosforescencia poblada de sombras, y él, un tanto amilanado, hacía bocina con sus manos y repetía desafiante, ¡eh!, ¡eh!, hasta que, súbitamente, veinte metros más abajo, desde una encina corpulenta, le llegaba el anhelado y espeluznante aullido, ¡buhú, buhú!, y, al oírlo, el Azarías perdía la noción del tiempo, la conciencia de sí mismo, y rompía a correr enloquecido, arruando, hollando los piornos, arañándose el rostro con las ramas más bajas de los madroños y los alcornoques y, tras él, implacable, saltando blandamente de árbol en árbol, el cárabo, aullando y carcajeándose y, cada vez que reía, al Azarías se le dilataban las pupilas y se le erizaba la piel y recordaba a la milana en la cuadra, y apremiaba aún más el paso y el cárabo a sus espaldas tornaba a aullar y a reír y el Azarías corría y corría, tropezaba, caía y se levantaba, sin volver jamás la cabeza (…)”. ”(…) la zorra anda alta, milana, ¿oyes?, y el búho le enfocaba sus redondas pupilas amarillas que fosforescían en las tinieblas, enderezaba lentamente las orejas y tornaba a comer y, ahora ya no, pero en tiempo se oía también el fúnebre ulular de los lobos en el piornal las noches de primavera pero desde que llegaron los hombres de la luz e instalaron los postes del tendido eléctrico a lo largo de la ladera, no se volvieron a oír, y, a cambio, se sentía gritar al cárabo, a pausas periódicas, y el Gran Duque, en tales casos, erguía la enorme cabezota y empinaba las orejas y el Azarías venga de reír sordamente, sin ruido, sólo con las encías, y musitaba con voz empañada, ¿estás cobarde, milana?, mañana salgo a correr el cárabo, y, dicho y hecho, al día siguiente, con el crepúsculo, salía solo sierra adelante, abriéndose paso entre la jara florecida y los tamujos y la montera, porque el cárabo ejercía sobre el Azarías la extraña fascinación del abismo, una suerte de atracción enervada por el pánico, de tal manera que al detenerse en plena moheda, oía clara- 20 LA SELVA OSCURA. ACERCAMIENTO EMOTIVO AL BOSQUE Ion Dragoumis, Sangre de mártires y héroes; Atenas, 1917 pitán probablemente no tiene nuestras fuerzas, pero tiene un espíritu más fuerte que el nuestro, y esto es lo que le sostiene”. Un día, cerca de la frontera, se puso su uniforme militar, cogió sus armas de guerra y por primera vez se presentó como capitán a sus hombres, era Mikis Zezas. Les llamó y se dirigió a ellos con palabras cálidas y llenas de entusiasmo, les habló de los macedonios y de los sufrimientos que tuvieron que padecer a causa de los búlgaros y de lo que habrían debido hacer para salvarles de dichos sufrimientos; también les explicó cuál tenía que ser su relación con respecto a él y entre ellos mismos. Se entusiasmaron, muchos lloraron y otros gritaron “¡viva!”. Rápidamente ordenó al guía que avanzara, él le siguió y los hombres le siguieron a él. Así anduvieron hasta llegar a la frontera donde esperaron hasta la tarde; una vez que se hizo de noche, se persignaron y pasaron la frontera. Había una obscuridad total y el camino era en cuesta, bosques, llanuras y valles negros como la pez, luego estaba el temeroso descenso; avanzaron de este modo durante tres horas y después otras tantas a lo largo de la carretera; hacia la madrugada, se encontraron delante de una estación turca, de nuevo en la frontera. Se escondían durante el día y por la noche volvían a salir otra vez. El lugar era inaccesible, lleno de bosques espesos y de piedras que cortaban los pies. El primer guía se escapó un día a escondidas, el segundo guía no conocía bien el camino, mientras que el tercero cayó enfermo antes de partir. El jefe busca a los valacos (población montañesa de la Grecia centro septentrional) y por las buenas o por las malas les manda guiar al contingente. Advierte que sus hombres empiezan a cansarse después de andar apenas una hora por caminos trillados, y esto después de haber superado montes, valles, llanuras y bosques; ahora les dolían los dedos de los pies y las rodillas por la dura marcha, sin saber qué es lo que les esperaba en Samarina. Algunos hombres con fiebre eran abandonados en las chozas de los valacos. El pan, la leche y la carne escaseaban, a menudo los arrebataban, casi con prepotencia, de las fábricas que encontraban, sucede también que se quedan sin agua. Algunas veces Paolo se dirigía a los hombres con palabras de ánimo y ellos, con frecuencia, decían que no estaban tan preocupados por sus condiciones como por aquello a lo que su jefe habría de exponerse; entonces el viejo Antroulis se dirigió a ellos diciendo: “muchachos, nuestro ca- Miguel de Cervantes, El Quijote (parte 1.ª, cap. L) “Ofrécesele a los ojos una apacible floresta de tan verdes y frondosos árboles compuesta, que alegra a la vista su verdura, y entretiene los oidos el dulce y no aprendido canto de los pequeños, infinitos y pintados pajarillos, que por los intrincados ramos van cruzando. Así descubre un arroyuelo, cuyas frescas aguas, que líquidos cristales parecen, corren sobre menudas arenas y blancas pedrezuelas, que oro cernido y perlas puras semejan.” Rafael Gastón, El hombre del aire libre; Zaragoza, 1984, pág. 19 (…) En el umbral de la selva se respiraba un aire puro que mis pulmones agradecían. El bosque estaba adornado de los más increibles colores, formando el más bello cuadro que jamás ví. Allí estaban los siete colores de la pócima de los druidas astrólogos: violeta, trébol, cebada, uva, salvia y muérdago. Se escuchaba el mecer de las ramas por el viento, el murmullo del arroyuelo y el canto de los pájaros formando una sinfonía que dejóme boquiabierto. Me di cuenta de que en un lugar tan bello, de nada me servían los objetos que había traído de la ciudad. Así pues los fui abandonando por el camino y comencé a brincar saludando al bosque. (…) Aún no sabía cómo comer y defenderme ante las condiciones adversas, más ¡oh maravilla! un sorprendente acontecimiento ocurrió. Estaba el bosque envuelto por la bruma de la mañana y de improviso vi un duendecillo aparecer entre la niebla… Me dijo (…) “Te he observado esta noche y he visto que nunca podrías sobrevivir en los bosques sin alguien que te ayude. Te voy a hacer un regalo, esta piedra de cuarzo. Te servirá para conocer los secretos del bosque y hablar con los animales y las plantas que en él viven. Habrás de guardarla con celo”. 21 UN MAR QUE BOSQUES - CAPITULO 1 Antonio Machado, (Fragmentos de La tierra de Alvargonzález, Campos de Castilla) (…) Pronto quedé sorprendido de las raras habilidades que de mí surgían. De alguna manera podía entender perfectamente el lenguaje de los animales y las plantas del bosque. Vagando por él iba atento a cualquier ruido que pudiese oír. Entonces me paraba y dejaba que los animales se me acercaran. Les hablaba como si fueran mis amigos y ellos me contestaban con un gruñido o un trino. Los pájaros me enseñaron la manera de cantar para alegrar a sus semejantes, y las hormigas me dieron el ejemplo de aprovisionar víveres en otoño para no pasar hambre en invierno. Todos los animales me transmitían algún mensaje. Con las plantas me ocurría algo parecido. Me acercaba a ellas y les hablaba. Ellas me mostraban sus virtudes, o, por el contrario, sus efectos perjudiciales. No sentía ninguna sensación de soledad, la naturaleza me acompañaba y yo era su aliado; incluso las rocas me transmitían un poder, una fuerza y una seguridad. El bosque se había metido en mí (…). (…) ”Cuando la tarde caía entre las vetustas hayas y los pinos centenarios un rojo sol se filtraba. Era un paraje de bosque y peñas aborrascadas; aquí bocas que bostezan o monstruos de fieras garras; allí una informe joroba, allá una grotesca panza, torvos hocicos de fieras y dentaduras melladas, rocas y rocas, y troncos y troncos, ramas y ramas. En el hondón del barranco la noche, el miedo y el agua” ”Un lobo surgió, sus ojos lucían como dos ascuas. Era la noche, una noche húmeda, oscura y cerrada. Los dos hermanos quisieron volver. La selva ululaba. Cien ojos fieros ardían en la selva, a sus espaldas”. (…) Mercé Rodoreda, Viajes y flores, Flor mágica ¡No vayas! El Bosque de los Espejos Rotos es un bosque de pimenteros con las hojas manchadas de orín. De vez en cuando lo atraviesa una nube de moscas blancas con un vuelo cerrado y adormecido. ¡No vayas! La tierra, debajo de los árboles, está cubierta de espejos rotos. En cuanto entras te quedas sordo. ¡No vayas! Dentro de un tronco vacío vive la Flor Mágica, rodeada de huevos de Hormiga Bomba, de patas de Escarabajo Violín, de lágrimas de Cara de Hombre. Dueña de su guarida podrida de setas y musgo, tiene movimientos de flor y de llama. Una mota de polvo quema la hierba y la muerte viene de todo lo ya muerto. Cada fragmento de espejo es un fragmento de vida de cada uno de los hombres que han dejado en el bosque todo lo que tenían. En cada trozo de espejo palpita brillante, ardiente, vacilante, un fragmento de aquellas vidas (…) George Spikas, Attica 8000 a.C., Patakis; Atenas, 1993 Los muchachos, con el rostro sonrojado después de la larga caminata en cuesta, empezaron a brincar y a jugar con el agua helada. Pero, parece que sus gritos hayan molestado a alguien que estaba descansando por allí cerca. De hecho, poco después, detrás de las sombrías ramas de un banano, por encima de un punzón de roca, aparece el obscuro perfil de un animal grande. Se trataba de un enorme oso macho que les estaba observando con una mirada un poco atemorizada y al mismo tiempo un poco agresiva. Los gritos y los saltos cesaron de inmediato, sustituidos por la inmovilidad y el silencio absolutos. Los muchachos habían aprendido de los mayores que cuánto más se logre pasar 22