El grupo `Mito` y las Vanguardias en Colombia

Anuncio
El grupo 'Mito' y las Vanguardias en
Colombia
Mar Estela Ortega González-Rubio*
[email protected]
Profesora de Literatura - Universidad Pedagógica Nacional
Bogotá - Colombia
El marco teórico en que se desarrolla esta propuesta sobre el
Grupo “Mito”, se afilia a los estudios culturales o históricos, mediante
los cuales, la esencia del hombre contemporáneo es un entramado
histórico producto de la transdisciplinariedad de los distintos
compartimentos de la cultura. Esta metodología me parece
particularmente pertinente y necesaria en el caso de “Mito”, cuyos
miembros siempre tuvieron la conciencia de “estar en situación”, de
ser el producto dialéctico de una historia social concreta que
involucra lo cultural, lo estético, lo literario, lo político, lo ético, lo
educativo.
Igualmente, nos apoyaremos en algunas tesis de Pierre Bourdieu,
en la consideración de un campo con determinados capitales, el
campo de la cultura oficial, que empieza a ser resquebrajado, aunque
a destiempo, por los habitus revulsivos del campo cultural de las
vanguardias que, ya en otras latitudes, como en Brasil, habían
generado una remoción de las viejas costumbres culturales, sobre
todo en la lírica, con la poesía concreta. “El campo del poder es el
espacio de las relaciones de fuerza entre agentes o instituciones que
tienen en común el poseer capital necesario para ocupar posiciones
dominantes en los diferentes campos (económico y cultural, en
especial)” [Bourdieu, 1995: 319-320]. Por su parte, Francisco
Vásquez García anota: “Un campo es en primer lugar un universo
estructurado y no un simple agregado de individuos, productos e
instituciones. En el campo, cada agente y cada obra se definen por
oposición a los restantes” (2002: 118). Por habitus se entiende la
disposición o tendencia prerreflexiva, incorporada a los agentes
(escritores y lectores, en el caso del campo literario) y que los lleva a
repetir determinadas conductas que mantienen el poder de un
campo. En cuanto al capital, son los recursos con los cuales se
puede tener éxito en un campo. Los campos se conforman a partir de
capitales específicos que determinan las posiciones de fuerza
esgrimidas por los agentes. Bourdieu distingue cuatro tipos de
capital: económico, cultural, social y simbólico. Los tres primeros
tipos de capital se pueden transformar en capital simbólico cuando
son captados y elaborados en una representación por los esquemas
del habitus, mediante el cual una cosa o acción es percibida,
apreciada y clasificada.
Fundado por Jorge Gaitán Durán (nacido en 1924, en Cúcuta, y
muerto el 21 de julio de 1962, en un accidente aéreo en el Caribe,
Martinica), el grupo “Mito” buscaba fundamentalmente superar el
campo de la estética romántica en desuso y, sobre todo, la
modernista y parnasiana, heredadas de las generaciones y los
grupos anteriores: “Centenario”, “Los Nuevos”, “Piedra y Cielo” y, en
menor proporción, “Cántico” o “Los Cuadernícolas”; abrirles camino a
las vanguardias desconocidas en Colombia, aunque de manera
insular, hubieran aparecido algunas figuras, como los poetas José
Asunción Silva, Luis Carlos López y Luis Vidales, que ya constituían
una ruptura para quienes buscaban sacar al país del atraso
intelectual, cultural y científico propiciador de una barbarie sangrienta
que en esos años va a producir más de 300.000 muertos. Hay que
tener en cuenta que 1930, según Ángel Rama, es el año de inicio de
las vanguardias en América Latina, y “Mito” aparece en 1955, es
decir, el arranque de la modernidad intelectual en Colombia tiene un
atraso de 25 años. La revista Mito, como medio vocero del grupo, se
publica de 1955 a 1962, en un total de 42 números, en cantidad de
1.000 a 1.500 ejemplares por tiraje, de aparición irregular
bisemestral. Además, el grupo -llamado por algunos la Generación
del cincuenta- realizó algunas ediciones en formato de libros,
principalmente poesía.
El nombre del grupo es, en cierto sentido, paradójico, en la medida
en que los intelectuales al servicio del campo conservador y estatista
habían mantenido al país en la mentira retórica, como sería el caso
del poeta Guillermo Valencia, quien “no solo interpretó al régimen
señorial sino que contribuyó esencialmente a justificarlo” (Gutiérrez
Girardot, 1982: 450). Paradójico resulta el nombre de “Mito” en la
medida en que el país, más que ficciones, necesitaba verdades o, por
lo menos, acercamientos más objetivos, a la violenta realidad que
vivía en esos tiempos. “Aceptamos el mito para mejor desmitificarlo y
más fácilmente torcerle el cuello”, decían en la revista Mito 1 (1955),
en una clara alusión a la nefasta herencia valencista del cisne. Según
el mismo Gutiérrez Girardot, la revista Mito “demitificó la vida cultural
colombiana y reveló, con publicaciones documentales, las
deformaciones de la vida cotidiana debidas al imperio señorial” (535).
El mito es un relato fundacional del mundo y del hombre, con la
intervención de entelequias superiores o dioses. Por supuesto, la
palabra “Mito”, como apelativo del Grupo, no alude o designa la
reproducción o continuación del cuerpo de mentiras que habían sido
impuestas al país, desde las instituciones del campo de la cultura
oficial (la educación, la academia, la iglesia, el derecho, la cultura de
viñeta, la Historia, la prensa) sino que hace relación a fundar el país,
inaugurarlo, abrirlo, crearlo, partiendo del anti-mito, un relato
poemático crítico del lenguaje y de la cultura.
“Mito” asume una actitud crítica frente a los límites arbitrarios
(exceso de nacionalismo y regionalismo) que imponían los intereses
del campo intelectual en los años 50. Poetas, ensayistas y narradores
forman una alianza que pondrá en entredicho las acciones
reproductoras del campo cultural dominante en aquel entonces, y las
relaciones sociales y políticas que lo hacían posible. En esta crítica,
el lenguaje es llevado a su máxima complejidad y tensión. “Mito”
fraccionará las conductas, saberes y disposiciones durables (habitus)
de los grupos que venían transcribiendo una cultura resignada y
conformista (retórica sin ideas) o panfletaria extremista. El campo de
la cultura colombiana, de carácter regional, ejercía un poder arbitrario
que se reproducía de forma "natural" a través de las instituciones
educativas. No olvidemos la relación significativa que existe entre la
sociología de la educación y la sociología de la cultura (Bourdieu,
1990: 61). Los gestores de “Mito”, fomentadores del diálogo y del
intercambio cultural, sabían que "los contenidos y significaciones que
definen una cultura como sistema simbólico, no pueden deducirse de
un principio universal, ni tampoco encuentran explicación en una
entidad que obedezca a la naturaleza de las cosas o a la naturaleza
humana" (Téllez Uregui, 2002: 104).
En un país en el que la crítica seria no existía, había que poner en
tela de juicio las ideas del racionalismo del siglo XVIII, y del
republicanismo de los siglos XIX y XX, ya que estos aparecían como
funciones universales de la educación de nuestro país. La
combinación de logos y mythos del grupo, como bien lo ha anotado
R. H. Moreno Durán (1989), logra criticar el poder que emana del
"hombre ilustrado" sin imaginación, ese individuo moderno que
anhela el dominio absoluto sobre los otros, a través del iluso intento
de compendiar la totalidad del saber. El abordar una problemática
estética y humana enfatiza la visión crítica a propósito de las
ilusiones y fantasías que subyacen en los excesos del racionalismo y
el cientificismo. Cuestiones fundamentales para Mito, como el fracaso
de los sistemas, la paradoja y el absurdo, la desesperación y la
angustia, el sentido del riesgo del individuo, y la incertidumbre
absoluta de lo objetivo, encuentran un asidero filosófico y unas
resonancias explicables en las ideas del existencialismo de
Heidegger y Sartre, filosofías esenciales para el grupo.
A partir de esas premisas, está bien llamarlo grupo a “Mito” pues,
más que generación (filiación por edad), recoge a algunos autores del
grupo anterior (“Los cuadernícolas”), como Fernando Charry Lara y
Álvaro Mutis. Son grupo en la medida en que se determinan por un
estilo, el vanguardista, que en cada uno de ellos acepta notables
diferencias, dando una especie de unidad dentro de la pluralidad.
Ahora, un estilo involucra no solamente las características de un
lenguaje sino, ante todo, una actitud frente a las palabras, que en el
caso de “Mito”, va dirigida a considerar el lenguaje “en situación”,
modificado permanentemente por la historicidad de las relaciones
socio-culturales. El otro aspecto es el temático y con él, la visión de
mundo desde donde son tratados los distintos tópicos que sus
autores verbalizan: el erotismo en abrazo con la muerte (Eros y
Tánathos), en Gaitán Durán; la desesperanza y la precariedad del
hombre, en Álvaro Mutis; la cotidianidad, en Rogelio Echavarría y
Eduardo Cote Lamus, para solo citar cuatro casos. En consideración
de Gutiérrez Girardot, los principios de “Mito” fueron: “el rigor en el
trabajo intelectual, una sinceridad robesperiana, una voluntad
insobornable de claridad, en suma, crítica y conciencia de la función
del intelectual” (535).
José Asunción Silva (1865-1896) sería el punto inicial, dentro de la
poesía colombiana y en cuanto a una actitud honesta del intelectual y
creador frente a la cultura, de donde parte la línea vanguardista que
conduce al grupo “Mito”. “Silva no es el «esteta escapista» que quiere
una crítica rápida e imprecisa, muy por el contrario, es un poeta
comprometido al fondo de ver, que ha asumido la función del poeta
como vidente. Ruptura brusca con la tradición poética colombiana,
que tendía hacia el acartonamiento parnasiano” (Armando Romero,
1985: 22). Más tarde, en 1910, cuando se cumplen cien años de la
“Independencia”, aparece el grupo del “Centenario”, formado por
jóvenes que en esa fecha alcanzan los veinte años, y que incluye en
sus filas tres presidentes: Laureano. Gómez, López Pumarejo y
Eduardo Santos. De ellos, anota el mismo A. Romero:
“Desconocieron el empuje renovador del postmodernismo y se
hundieron en ese parnasianismo «culto y humanista» que les venía
de Valencia” (34). Solo se salvarían Eduardo Castillo (poeta,
traductor y crítico), José Eustasio Rivera (novelista) y el poeta
costeño Miguel Rasch Isla.
El grupo de “Los Nuevos” aparece en la década del 30, en 1925, y
“estaban su mayoría contra el espíritu de Valencia y su pléyade de
gramáticos, teólogos y poetas de corte clasicista” (A. Romero, 40),
pero a excepción de Rafael Maya, Jorge Zalamea, Luis Vidales
(Suenan timbres, 1926) y León De Greiff, terminaron alejándose de la
actitud renovadora de las vanguardias, enredados en la política,
como los Lleras Camargo, que querían desplazar del poder al grupo
“Centenario”. Para Fernando Charry Lara: “«Los Nuevos»
constituyen, evidentemente, una prolongación de las tesis
parnasianas. Al mencionar este punto es necesario decir que ellos no
mantuvieron, al contrario de lo que se ha afirmado, el menor contacto
con los ismos de la primera post-guerra, fuentes indiscutibles de la
«nueva» poesía, y menos que, superando sus programas, se
desembarazaran de ellos” (1975: 65).
En 1939, aparece “Piedra y Cielo”, con: Jorge Rojas, Eduardo
Carranza y otros, siendo sus tutores líricos, en la línea española,
Juan Ramón Jiménez, y en la línea americana, Pablo Neruda. A
mediados de la década del 40, surge el grupo “Cántico” o de “Los
Cuadernícolas”, con Fernando Charry Lara, Helcías Martán Góngora,
Álvaro Mutis y otros, absorbidos luego por “Mito”. “Piedra y Cielo” fue
grupo dominante en el campo literario colombiano, con un capital
simbólico (prestigio) que, al final de cuentas, significó la continuación
de la poesía preocupada fundamentalmente por el significante, por la
materia fónica (rima, ritmo, cadencia, eufonía), por “el retoricismo y la
esbeltez de las formas”, según Charry Lara. De “Piedra y Cielo”, ha
dicho Enrique Anderson Imbert: “El primer impulso fue aéreo,
ascensional: estuvieron más cerca del cielo que de la piedra.
Después, el impulso fue más terrestre y grave: tocaron la piedra de
América en su dura realidad” (1974: 194). En ese apunte de
Anderson Imbert, se descubre cómo el instante aéreo o celeste lo
produce la influencia del poeta español Juan Ramón Jiménez, y el
momento terrestre de la piedra, lo va a dar el contacto con la poesía
telúrica de Neruda, conexión francamente peligrosa por el poder
gravitacional de Neruda para convertir en satélites a todos los
escritores que entran en su órbita, así que la corriente americana de
los piedracielistas nunca pudo quitarse de encima la perniciosa
contaminación retórica de esa formidable máquina constructora de
imágenes y metáforas que era Neftalí Ricardo Basoalto. Después de
reconocer que los piedracielistas “trajeron a la poesía colombiana un
aire de ligereza, de levedad, de esbeltez, ausente casi del todo en el
verso de quienes los antecedieron”, Charry Lara termina
recusándolos al decir que “continúan la tradición formalista de la
poesía colombiana, poniendo más esmero en el culto por la propia
forma y aun por la apariencia propiamente formal de las metáforas e
imágenes de aquella poesía española”, es decir, “el brillo levemente
gracioso o sonoro de la estrofa” (67).
La grave situación de violencia, la acentuación de la pobreza a fines
de los años 40 y comienzos de los 50, la desterritorialización del
campesino al negársele su derecho a la tierra y la apropiación del
campo por una minoría latifundista, producen la aparición del
movimiento de renovación que constituyó el grupo “Mito”, pues sus
miembros eran creadores e intelectuales lúcidos que no solo
buscaban la belleza y la construcción de un lenguaje crítico sino un
acercamiento a las verdades y a la realidad que los usufructuarios del
poder, incluyendo los grupos de creadores anteriores, habían
escamoteado y oscurecido. De allí que en las producciones de sus
miembros, el proyecto ético esté unido al proyecto estético. La crítica
del lenguaje que “Mito” propone es una búsqueda sanamente liberal:
libertad de expresión y aceptación de la pluralidad de posibilidades
de expresión. Seguramente abogaban por un verso “dulce y útil”, al
decir de Horacio.
El año de fundación de “Mito” es 1955, en pleno gobierno de facto
(1953-1957) del General Gustavo Rojas Pinilla. Políticamente, se
trataba entonces de luchar contra la dictadura que, en sus medidas
represivas, lesionaba la dignidad de los creadores e intelectuales con
la fuerte censura de prensa y expresión que aplicaba. La dictadura
cae en 1957 y los dos partidos se ponen de acuerdo para sucederse
alternadamente en el poder mediante el pacto que llamaron Frente
Nacional (1957-1974), siendo el primer presidente un miembro de
“Los Nuevos”, Alberto Lleras Camargo, ya olvidado de sus retozos
literarios. “Mito” surge y se desarrolla, así, durante la dictadura de
Rojas Pinilla y el primer gobierno del Frente Nacional. Pero la
violencia no acaba, como se puede apreciar en el libro La revolución
invisible, de Gaitán Durán, sino que aumentan las matanzas (300.000
muertos) y se produce el surgimiento de nuevas guerrillas
organizadas. La cruel guerra civil fratricida se origina en la lucha de
los partidos políticos tradicionales: liberal y conservador. En un
cambio de perspectivas, “Mito” recibe con entusiasmo el triunfo de
Fidel Castro en Cuba.
Voy a detenerme ahora en los miembros que conformaban el grupo
“Mito” y en los géneros que cultivaban, aclarando que si algunos de
los autores no pertenecieron oficialmente al conjunto, al publicar en la
revista, estaban animados por tendencias y actitudes cercanas a sus
principios. Mucho mayor que los miembros normales de “Mito”,
Aurelio Arturo ha sido reclamado por ellos como su maestro -como
los nadaístas reclamarán para sí la tutoría del antioqueño Fernando
González-, y ciertamente, la actitud poética y lingüística de Aurelio
Arturo, en la ruptura de los habitus modernistas y parnasianos, está
más cerca de “Mito” que de “Piedra y Cielo”, donde algunos intentan
todavía ubicar al autor de Morada al sur (1963), volumen que consta
de solo 30 poemas escritos entre 1945 y 1963, 32 años, es decir, un
poema anual, para darnos una idea de la importancia que Aurelio
Arturo daba al rigor y al silencio en la palabra.
Entre los miembros de “Mito”, están: Jorge Gaitán Durán (19241962): Si mañana despierto (1961); Hernando Valencia Goelkel,
quien fundó y dirigió la revista con Gaitán Durán, es
fundamentalmente crítico, con una prosa rigurosa y leve, de una
economía admirable; de 1959 a 1961, hizo crítica de cine en la
revista Cromos; Álvaro Mutis, nacido en Bogotá, en 1923, publica:
Reseña de los hospitales de ultramar (1959), poemas conocidos y
comentados favorablemente por Octavio Paz; Diario de Lecumberri
(1960), Los trabajos perdidos (1961); Pedro Gómez Valderrama,
cuentista y novelista; Jorge Eliécer Ruiz; Fernando Arbeláez: Canto
llano (1964), Panorama de la poesía colombiana (1964); Fernando
Charry Lara: Los adioses (1963); Eduardo Cote Lamus: Estoraques
(1961-63), La vida cotidiana (1959); Rogelio Echavarría: El
transeúnte (1964), aunque los poemas de este volumen ya habían
sido escritos en 1948 y 1952. Ahora, sin ser oficialmente miembros
de “Mito”, allí publicaron los autores caribeños: Héctor Rojas Herazo:
Agresión de las formas contra el ángel (1961); Gabriel García
Márquez: los cuentos “Monólogo de Isabel viendo llover en
macondo”, “En este pueblo no hay ladrones”, y la novela El coronel
no tiene quien le escriba; Álvaro Cepeda Samudio: “Los soldados”
(capítulo de La casa grande). Se editaron igualmente en “Mito”, textos
de Baldomero Sanín Cano (1861-1957), Marta Traba, Danilo Cruz
Vélez, Rafael Gutiérrez Girardot, Hernando Téllez, Jorge Zalamea,
León de Greiff, Luis Tejada y Luis Vidales.
Algunos críticos han tratado de mencionar como fallas en el grupo
su cosmopolitismo, su intelectualismo y también el erotismo en la
poesía de Gaitán Durán. Por supuesto, en la ñoñez del medio
provinciano colombiano, cualquier manifestación intelectual, científica
o creativa, debía parecer extraña y hasta pedante, sobre todo cuando
la ignorancia ha dado dividendos a una minoría usufructuaria de las
riquezas del país. En efecto, en el afán cosmopolita de “Mito”,
admitieron la presencia de autores extranjeros, introduciendo en
Colombia la discusión internacional para estar a la altura de los
tiempos. Allí se publicaron de manera exclusiva, textos de Jorge
Guillén, Vicente Alexaindre, Luis Cernuda, Carlos Drummond de
Andrade, Carlos Fuentes, Juan Goytisolo, Luis Cardoza y Aragón,
Octavio Paz. En su deseo de romper el provincianismo secular, de
crear el anti-mito para sacar al país del atraso intelectual y social en
que se encontraba, se abrieron al dialogo franco con el pensamiento
occidental, a múltiples tendencias e influencias foráneas. Se
privilegia, en cuanto a literatura extranjera, la francesa: Saint-John
Perse, Paul Valery, Rimbaud, Jean Tardieu, Jean Paul Sartre;
inglesa: Ezra Pound; alemana: Bertold Brecht, Gottfried Benn, Hegel,
Heidegger; latinoamericana (sobre todo México y Argentina), con
Octavio Paz y Jorge Luis Borges. En el erotismo de la poesía de
Gaitán Durán se siente a Bataille y a Sade; el pensamiento
germanizante en Eduardo Cote Lamus, la influencia china en los
poemas de Arbeláez. Ansiosos de incluir a Colombia en la
contemporaneidad del mundo, aceptan todas las utopías, sin importar
las procedencias; como el vagabundo Maqroll, están abiertos a los
vientos de todos los mares culturales.
Para el grupo, el género principalmente cultivado fue la poesía,
siguiendo el ensayo y el testimonio, y en menor grado la narrativa:
Gaitán Durán (cuentos), Gómez Valderrama (relatos), García
Márquez y Cepeda Samudio. Dentro del ensayo, fundamentalmente
crítico, tocaron muchas disciplinas, ciencias y artes: filosofía,
economía, política, historia, sociología, literatura, cine, pintura.
Desde un comienzo, los escritores de “Mito” se afirman en la
búsqueda de un lenguaje horacianamente útil y dulce, bello y eficaz,
riguroso y anti-retórico. El poeta “No solo debe dar respuesta a su
situación, sino que tiene que hacerlo -y ahí reside la tensión- en
términos de doble verdad: eficacia y belleza. Su lucha es de nuevo -y
a ello llega por el camino entrañable- una lucha por la palabra, una
palabra que signifique y a la vez que rutile” (F. Charry Lara, 54).
“Convertir una tierra amorfa y pestilente en una patria”, era uno de
los propósitos de “Mito”, en la voz de Gaitán Durán. Y así, en vías de
crear un país, la búsqueda ética del grupo se dirige precisamente a
cambiar la función que la literatura (poesía, ensayo, narrativa) venía
cumpliendo en un país de mentiras complacientes, de allí su crítica
del lenguaje, dirigida a buscar una palabra sobria, clara, responsable
frente al país y el territorio histórico, guiados seguramente por la
función social que en ese momento Sartre otorgaba a la literatura. “La
crítica del lenguaje abarcaba un proyecto tanto ético como estético.
La orientación de ambos proyectos tiene su formulación programática
en las palabras de presentación de la revista [“Las palabras también
están en situación”] (Hans Paschen, 1995: 62). Y no podía ser
menos, dados los tiempos de dictadura, represión, miseria y violencia
que vivía Colombia. La lucidez de “Mito” está en que en tales
tiempos, en medio de tanta miseria humana, sus miembros no
hubieran echado por la borda el interés en la belleza. Por su parte,
Jorge Eliécer Ruiz anota en un ensayo aparecido en Mito No. 35: “Si
el escritor quiere ser reconocido por la sociedad en que vive -y esta
es la única razón de su trabajo-, debe preocuparse efectivamente de
sus problemas. No basta con tratar sus aspectos más próximos y
visibles, en la forma en que lo hace el periodista y el cronista, sino
que debe desentrañar sus causas más profundas, aquellas
implicaciones que lo unen directamente con el sentido del mundo”
(1975: 68). De allí, la lucha de “Mito” inicialmente contra la dictadura
hasta el punto de haber contribuido a la caída de Rojas Pinilla, la
pertenencia de algunos de sus miembros al movimiento político del
MRL, su batalla por la libertad de prensa y expresión, la denuncia que
hicieron en sus ensayos de la violencia partidista y de los estados
aberrantes de pobreza del pueblo, la fuertes críticas que formularon
al primer gobierno del Frente Nacional en cabeza de Alberto Lleras
Camargo. En La revolución invisible (1959), su autor decía:
“Paradójicamente la presidencia de Alberto Lleras es la espuma de
un fracaso, corona el derrumbamiento de su política: los pactos entre
dos partidos ineptos y vacíos, que aún hoy en día no han logrado
clausurar la atroz historia colombiana de estos últimos años” (1975:
323).
“Mito” exigía tensión y densidad para el lenguaje, a partir de la
expresión de una problemática estética o una problemática humana,
como lo dice Hans Paschen. Pero la renovación del lenguaje no se
produce fundamentalmente a partir de experimentos con la retórica
sino de la captación del ser humano en su totalidad como concreción
histórica, “en situación”, con el ser actual de su época. Así, el gran
aporte de “Mito” en la renovación del campo literario colombiano, está
en la búsqueda y la consecución de un lenguaje que exprese en
profundidad los estados históricos del hombre colombiano. En esa
línea de pensamiento, estética y ética van de la mano, con lo que
están abiertamente opuestos a los grupos poéticos anteriores
(“Centenario”, “Los Nuevos”, “Piedra y Cielo”), preocupados por el
formalismo del verso, por el brillo de las imágenes. La lírica solo
puede cumplir su misión haciéndose cargo del presente. La literatura
colombiana secular, conformista e hipócrita, se conecta con los
mecanismos de la violencia, según Jorge Eliécer Ruiz. Las palabras
sirven para arrojar luz sobre la realidad, para revelar el mundo y no
para idealizarlo.
Con “Mito” se cambiaron los habitus lingüísticos y de contenido de
la poesía y el ensayo; así, en ese sentido, tomaron “conciencia del
estado atrasado y provinciano de la lírica colombiana” y “sintieron la
necesidad de ponerse al día en lo tocante a la renovación del
lenguaje lírico” (Paschen, 61). Y lo hicieron a partir del
convencimiento de que debían ser intelectuales y creadores de
tiempo completo, de allí que asumieran su destino de escritores, sin
parapetarse en las torres de marfil del formalismo de los grupos
anteriores, sino metidos en el barro de la cantera histórica de la
realidad, asumiendo como profesión la escritura, la especificidad del
trabajo creativo e investigativo.
La muerte de Gaitán Durán, ocurrida en 1962, da por terminadas las
actividades del grupo “Mito” como revista, aunque, por supuesto, sus
influencias van a continuar en los miembros vivos y en las futuras
generaciones, como se ha visto en Mutis y en García Márquez. “Mito”
deja pues un terreno abonado para que las vanguardias, aunque
extemporáneas en relación con la contemporaneidad del mundo,
sigan desarrollándose en Colombia. En 1958, en Medellín, se funda
el Nadaísmo, con manifiesto a bordo, en el que su jefe, Gonzalo
Arango, pronosticaba “una revolución en la forma y en el contenido
del orden espiritual imperante en Colombia”. En su manifiesto,
anuncian que por falta de fuerzas, no están interesados en destruir
ese orden sino en desacreditarlo. Más que el camino del rigor, el
estudio, la creación, la ética y el lenguaje crítico, buscaron
escandalizar a la burguesía. Para J. G. Cobo Borda, la nota más
sobresaliente del Nadaísmo es el humor, “en ocasiones
singularmente creativo y en otras completamente errático y lo que es
más grave filosofante y trascendental como lo atestiguan varias
disquisiciones «humanísticas» y «metafísicas» de su fundador”
(1987:185). Mucho más punzante es la critica que les hace
Estanislao Zuleta cuando dice: “El Nadaísmo pretende oponerse a la
sociedad burguesa con los valores de la soledad, la intuición
irracional, la arbitrariedad, la calavera y el «motilao» (cortarse el pelo
al rape). La sociedad burguesa no lo considera su antinomia. Ella
tiene razón: su antinomia no es ese hijo descarriado” (citado por
Cobo Borda, 192). La crítica seria de Colombia está de acuerdo en
señalar que los nadaístas tienen su mayor logro literario en Los
poemas de la ofensa, de Jaime Jaramillo Escobar (X-504), y en la
poesía urbana de Mario Rivero, aunque este terminó retirándose del
grupo.
Son las generaciones posteriores al Nadaísmo las que empiezan a
medir y evaluar en su exacto peso los aportes del grupo “Mito”, sobre
todo su sentido crítico y riguroso para percibir las realidades de
Colombia y del mundo, a partir del ejercicio literario hecho con
eficacia y belleza, como quería su mentor. El lenguaje lírico o
ensayístico del grupo, en aquellos años difíciles, al mostrar la
falsedad de los lenguajes anteriores, se convertía en una verdadera
acción política que materializaba el principio de “Todo edificio estético
descansa sobre un proyecto ético”, liderado por Gaitán Durán.
Expuestas las anteriores consideraciones sobre el accionar de
“Mito”, me queda el compromiso de realizar con mis estudiantes de
literatura de la Universidad Pedagógica Nacional, una propuesta o
proyecto de investigación que ahonde mucho más en las causas
socio-políticas y culturales que originaron la aparición de este grupo
abierto sinceramente a las vanguardias, describa e interprete el
lenguaje y los sentidos de las obras (lírica, ensayo, narrativa) de sus
escritores, señalando los aportes que hicieron al nuevo campo de las
letras colombianas y latinoamericanas. Leyendo las producciones
líricas y ensayísticas de los escritores de “Mito” y apoyándome en
una mirada distanciada y extranjera como la de Hans Paschen (6364), percibo como elementos característicos esenciales en el grupo:
el distanciamiento del ademán hímnico, de la exaltación y la
sensualidad modernista presentes en “Piedra y Cielo”; una visión
pesimista, actitud rebelde o escéptica ante la existencia, el lenguaje,
la historia y la poesía; el lenguaje sencillo, casi prosaico, por
momentos, hermético; el erotismo, sobre todo en Gaitán Durán,
criticado por su énfasis en este tópico, sin entender que había que
romper ese tabú impuesto por la iglesia y las “buenas costumbres”
literarias; la crítica del lenguaje contra el estilo declamatorio
ampuloso, de allí la sobriedad, el tanteo, la vacilación, la búsqueda,
así que el poema es un lugar de exploración; el tema y el lenguaje de
la cotidianidad, sobre todo en Rogelio Echavarría y Cote Lamus; el
verso libre frente al fonetismo de “Los Nuevos” y “Piedra y Cielo”; la
cadencia más flexible, el poema elaborado como unidad rítmica; el
matrimonio indisoluble entre estética y ética. Además de indagar en
esos aspectos señalados, el proyecto de investigación sobre “Mito”,
buscará profundizar en los valores éticos, estéticos, culturales,
políticos, con los cuales, en una especie de sana herejía, cambiaron
los habitus (mentalidades y estilos) estatistas y conservadores del
campo literario colombiano, abriendo el camino para el desarrollo
intelectual de las generaciones presentes y venideras.
BIBLIOGRAFÍA CITADA:
-ANDERSON IMBERT, Enrique. Historia de la literatura
hispanoamericana. Tomo II. México, FCE, 1974. p. 194.
-BOURDIEU, Pierre. Las reglas del arte: Génesis y estructura
del campo literario. Barcelona, Anagrama, 1995.
-BOURDIEU, Pierre. Sociología y cultura. México, Grijalbo,
1990.
-CHARRY LARA, Fernando. “Aurelio Arturo” (p. 32-36), “Jorge
Gaitán Durán” (p. 43.56), “Álvaro Mutis” (p. 57-62), “La crisis del
verso en Colombia” (p. 63-74). En: Lector de poesía. Bogotá,
Instituto Colombiano de Cultura, Autores Nacionales, 1975.
-COBO BORDA, Juan Gustavo. Poesía colombiana”. Medellín,
Universidad de Antioquia 1987.
-GAITÁN DURÁN, Jorge. Obra literaria de Jorge Gaitán Durán.
Bogotá, Instituto Colombiano de Cultura, Biblioteca Básica
Colombiana, 1975.
-GUTIÉRREZ GIRARDOT, Rafael. “La literatura colombiana en
el siglo XX”. En: Manual de Historia de Colombia”. Tomo III.
Bogotá, Instituto Colombiano de Cultura, 1982.
-PASCHEN, Hans. “La vanguardia recuperada: Elementos de
renovación en el grupo colombiano Mito (1955-1962)”. En:
Gaceta. Bogotá, Instituto Colombiano de Cultura, 1995. p. 6165.
-ROMERO, Armando. Las palabras están en situación: Un
estudio de la poesía colombiana de 1940 a 1960. Bogotá,
Procultura, 1985.
-RUIZ, Jorge Eliécer. “Situación del escritor en Colombia”. (Año
IV, marzo-abril de 1961, No. 35). En: Mito, 1955-1962:
Selección de textos. Bogotá, Instituto Colombiano de Cultura,
1975. p. 63-77.
-TÉLLEZ IREGUI, Gustavo. Pierre Bourdieu. Conceptos básicos
y construcción socioeducativa. Bogotá, Universidad Pedagógica
Nacional, 2002.
-VÁSQUEZ GARCÍA, Francisco. Pierre Bourdieu: La sociología
como crítica de la razón. España, Montesinos, 2002.
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA:
-ARANGO, Gonzalo. Gaitán Durán, un poeta narcicista. En:
Textos sobre Jorge Gaitán Durán. Bogotá, Ediciones Casa
Silva, 1990. p. 59-92.
-ARBELÁEZ, Fernando. Serie china y otros poemas. Bogotá,
Colcultura, 1980.
-ARBELÁEZ, Fernando. Panorama de la nueva poesía
colombiana. Bogotá, Ministerio de Educación Nacional, 1964. p.
7-24.
-ARBELÁEZ, Fernando. “La escuela de la noche”. En: Revista
Quimera No. 1. Bogotá, octubre de 1989. p. 18-29.
-BEJARANO A., Jesús; MESA, Darío; RUBIANO, Germán;
GUTIÉRREZ GIRARDOT, Rafael et allia. Manual de historia de
colombia. Tomo III. Bogotá, Procultura, 1982.
-CARRANZA, María Mercedes. “La lucidez del intelectual”. En:
Textos sobre Jorge Gaitán Durán. Bogotá, Ediciones Casa
Silva, 1990. p. 143-156.
-COBO BORDA, Juan Gustavo. Mito: 1955-1962, Selección de
textos. Bogotá, Instituto Colombiano de Cultura, Colección
Autores Nacionales, Serie “Las Revistas”, 1975.
-COBO BORDA, Juan Gustavo. “Mito, una revista inconforme”.
Prólogo. En: Mito: 1955-1962, Selección de textos. Bogotá,
Instituto Colombiano de Cultura, Colección Autores Nacionales,
Serie “Las Revistas”, 1975.
-COBO BORDA, Juan Gustavo. “Mito, una revista inconforme”.
En: La alegría de leer. Bogotá, Instituto Colombiano de Cultura,
Colección Autores Nacionales, 1976. p. 45-61.
-COBO BORDA, Juan Gustavo. “Aurelio Arturo: La palabra
original”. En: La alegría de leer. Bogotá, Instituto Colombiano de
Cultura, Colección Autores Nacionales, 1976. p. 13-24.
-COBO BORDA, Juan Gustavo. “Summa de Maqroll el
Gaviero”. En: La alegría de leer. Bogotá, Instituto Colombiano
de Cultura, Colección Autores Nacionales, 1976. p. 25-44.
-COBO BORDA, Juan Gustavo. “Crónicas de cine, de Hernando
Valencia G.”. En: La alegría de leer. Bogotá, Instituto
Colombiano de Cultura, Colección Autores Nacionales, 1976. p.
143-147.
-COBO BORDA, Juan Gustavo. “Jorge Gaitán Durán”. En: La
alegría de leer. Bogotá, Instituto Colombiano de Cultura,
Colección Autores Nacionales, 1976. p. 171-174.
-COBO BORDA, Juan Gustavo. “Mito”. En: Manual de literatura
colombiana. Tomo II. Bogotá, Procultura, 1988. p. 130.191.
-COBO BORDA, Juan Gustavo. “El dadaísmo”. En: Manual de
literatura colombiana. Tomo II. Bogotá, Procultura, 1988. p. 195235.
-COLLAZOS, Óscar. “Nadaísmo”. En: Historia de la poesía
colombiana. Bogotá, Ediciones Casa de Poesía Silva, 1991. p.
459.
-COTE LAMUS, Eduardo. Obra literaria. Bogotá, Instituto
Colombiano de Cultura, 1976.
-COTE LAMUS, Eduardo. “Claridad y universo moral de «El
libertino»”. En: Textos sobre Jorge Gaitán Durán. Bogotá,
Ediciones Casa Silva, 1990. p. 93-102.
-COTE, Pedro. “Epístolas alrededor de Mito”. En: Textos sobre
Jorge Gaitán Durán. Bogotá, Ediciones Casa Silva, 1990. p.
169.
-CHARRY LARA, Fernando “El grupo de Mito”. En: Poesía y
poetas de Colombia. Bogotá, Procultura, 1986.
-CHARRY LARA, Fernando. “Eduardo Cote Lamus”. En: Poesía
y poetas colombianos. Bogotá, Procultura, 1985.
-CHARRY LARA, Fernando; OSPINA, William; JIMËNEZ, David
P.; ORDÓÑEZ, Monserrat et allia. Historia de la poesía
colombiana. Bogotá, Ediciones Casa de Poesía Silva, 1991.
-CHARRY LARA, Fernando. “Piedra y cielo”. En: Historia de la
poesía colombiana. Bogotá, Casa de Poesía Silva, 1991. p.
333.
-ECHAVARRÍA, Rogelio. El transeúnte. Bogotá, Instituto
Colombiano de Cultura, 1977.
-ESPINOSA, Germán. “Cinco palmos de literatura colombiana”.
En: Magazín Dominical No. 602, El espectador. Bogotá, 13 de
noviembre de 1994. p. 5-7.
-GAITÁN DURÁN, Jorge. Amantes y otros poemas. Prólogo de
Darío Jaramillo Agudelo (p. 11-39). Bogotá, El Áncora Editores,
1989.
-GAITÁN DURÁN, Eduardo. “La revolución invisible: El legado
político de Jorge Gaitán Durán”. En: Textos sobre Jorge Gaitán
Durán. Bogotá, Ediciones Casa Silva, 1990. p. 113-142.
-GAITÁN DURÁN, Jorge. “Situación de la poesía colombiana”
(Inicialmente, en revista Cromos, noviembre 18 de 1957). En:
Revista Gaceta No. 30. Bogotá, 1980. p. 22-23.
-GARCÍA MAFLA, Jaime. “Mito”. En: “Historia de la poesía
colombiana”. Bogotá, Casa de Poesía Silva, 1991.
-GARCÍA MAFLA, Jaime; ARÉVALO, Guillermo Alberto. “Mito”.
En: Historia de la poesía colombiana. Bogotá, Casa de Poesía
Silva, 1991. p. 379.
-GÓMEZ VALDERRAMA, Pedro. Cuentos completos. Bogotá,
Alfaguara, 1998.
-GONZÁLEZ LUNA, Javier. “Gaitán Durán: La caída en lo real”.
En: Revista de Lingüística y literatura No. 25. Medellín,
Universidad de Antioquia, enero-junio de 1994. p. 81-101.
-GUTIÉRREZ GIRARDOT, Rafael. Hispanoamérica: Imágenes
y perspectivas. Bogotá, Temis, 1989.
-GUTIÉRREZ GIRARDOT, Rafael. “Eros y política”. En: Textos
sobre Jorge Gaitán Durán. Bogotá, Ediciones Casa Silva, 1990.
p. 51-58.
-GUTIÉRREZ GIRARDOT, Rafael. Poesía y «crítica» literaria
en Fernando Charry Lara. En: Revista Iberoamericana Nos.
128-129. 1984. p. 839-852.
-JIMÉNEZ, David. Poesía y canon. Bogotá, Norma, 2001.
-LISCANO, Luis. “Gaitán Durán: Erotismo y pulsión de muerte”.
En: Textos sobre Jorge gaitán Durán. Bogotá, Ediciones Casa
Silva, 1990. p. 23-50.
-LÓPEZ PARADA, Esperanza. La patria escrita: tres momentos
en la poesía de Colombia. En: Gaceta. Bogotá, 2002. p. 53-66.
-LÓPEZ RACHE, Víctor. “La metáfora ignorada”. En: Magazín
Dominical No. 602, El Espectador. Bogotá, 13 de noviembre de
1994. p. 8-9.
-LUQUE MUÑOZ, Henry. “Nadaísmo: ¿Vanguardia liberada o
máscara sin rostro? En: Magazín Dominical No. 602, El
Espectador. Bogotá, 13 de noviembre de 1994. p. 18-20.
-LUQUE MUÑOZ, Henry (prólogo y selección). Tambor en la
sombra: Poesía colombiana del siglo XX. Bogotá, Banco de la
República, 1996.
-MEJÍA DUQUE, Jaime. Momentos y opciones de la poesía
colombiana: 1890-1978. Bogotá, La Carreta, 1979.
-MEJÍA DUQUE, Jaime. “Balance esquemático de cuatro
generaciones poéticas”. En: Magazín Dominical No. 602, El
Espectador. Bogotá, 13 de noviembre de 1994. p. 3-4.
-MORENO DURÁN, Rafael Humberto. “Mito: Memoria y legado
de una sensibilidad”. En: Boletín Cultural y Bibliográfico No. 28,
Volumen XXVI. Bogotá, Banco de la República, 1989.
[http://www.banrep.gov.co/blaavirtual/bolet3/bol18/mito.htm]
(En línea, consulta: junio 12 de 2004)
-MUTIS, Álvaro. Maqroll el Gaviero. Bogotá, Instituto
Colombiano de Cultura, Colección Autores Nacionales, 1975.
-MUTIS, Álvaro. Obra literaria: Poesía. Bogotá, Procultura,
1985.
-ROJAS HERAZO, Héctor. “Explicación de una conducta
poética”. En: Revista de la Universidad de Antioquia. Volumen
XXXII. Medellín. p. 399-403.
-ROMERO, Armando. “Ausencia y presencia de las vanguardias
en Colombia”. En: Revista Iberoamericana, Nos. 118-119, 1982.
p. 257-287.
-ROMERO, Armando. “Los poetas de Mito. En: Revista
Iberoamericana Nos. 128-129, 1984. p. 689-755.
-ROMERO, Armando. “La poesía colombiana o la búsqueda de
un español otro”. En: Memorias del XXIII Congreso
Internacional de Literatura Iberoamericano: Las relaciones
literarias entre España e Iberoamérica. Madrid, Universidad
Complutense, 25-29 de junio de 1987. p. 501-512
-SIERRA MEJÍA, Rubén. “Mito: Una generación”. En: Magazín
Dominical No. 602, El Espectador. Bogotá, 13 de noviembre de
1994. p. 15-17.
-TÉLLEZ, Hernando. “La poesía de Aurelio Arturo” (p. 856-858),
“Notas sobre Mito” (p. 862-864). En: Textos no recogidos en
libro. Volumen II. Bogotá, Instituto Colombiano de Cultura,
1979.
-TORRES DUQUE, Oscar. “El Grupo de Mito”. En: “Gran
enciclopedia de Colombia”. Temática 4: Literatura. Bogotá,
Editorial Printer, 1996.
-TRIVIÑO ANZOLA, Consuelo. “Mito, una época en la cultura
colombiana”. En: Magazín Dominical No. 127, El Espectador.
Bogotá, 1 de octubre de 1985. p. 17-20.
-VALENCIA GOELKEL, Hernando. “La mayoría de edad”. En:
América Latina en su literatura. Coordinación e introducción:
César Fernández Moreno. México: Siglo XXI, 1976. p. 121-135.
-VALENCIA GOELKEL, Hernando. Crónicas de libros. Bogotá,
Instituto Colombiano de Cultura, 1976.
-VALENCIA GOELKEL, Hernando; GUTIÉRREZ GIRARDOT,
Rafael et allia. Textos sobre Gaitán Durán. Bogotá, Ediciones
Casa Silva, 1990.
-VALENCIA GOELKEL, Hernando. “Gaitán Durán: El poeta y
sus dioses”. En: Textos sobre Jorge Gaitán Durán. Bogotá,
Ediciones Casa Silva, 1990. p. 11-22.
-VALENCIA GOELKEL, Hernando. “Nuestra experiencia de
«Mito»”. En: Textos sobre Jorge Gaitán Durán. Bogotá,
Ediciones Casa Silva, 1990. p. 159-168.
(*) Mar Estela Ortega González-Rubio es profesora de
Literatura, en la Universidad Pedagógica Nacional, de Bogotá
(Colombia), de donde egresó con el título de Licenciada en
Español e Inglés. Igualmente es egresada de la Maestría en
Literatura Latinoamericana, de la Pontificia Universidad
Javeriana.
© Mar Estela Ortega González-Rubio 2005
Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de
Madrid
2010 - Reservados todos los derechos
Permitido el uso sin fines comerciales
_____________________________________
Súmese como voluntario o donante , para promover el crecimiento y la difusión de la
Biblioteca Virtual Universal. www.biblioteca.org.ar
Si se advierte algún tipo de error, o desea realizar alguna sugerencia le solicitamos visite
el siguiente enlace. www.biblioteca.org.ar/comentario
Descargar