Importancia de las moscas como vectores potenciales de enferme

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Rev Biomed 1997; 8:163-170.
Revisión
Importancia de las moscas como
vectores potenciales de enfermedades diarreicas en humanos.
Pablo C. Manrique-Saide, Hugo Delfín-González.
Departamento de Zoología, Colección Entomológica Regional, Facultad de Medicina Veterinaria y
Zootecnia, Universidad Autónoma de Yucatán, Mérida, Yucatán, México.
RESUMEN.
El papel de las moscas en la transmisión
de enfermedades diarreicas, en particular Musca
domestica, no es claro, aun cuando existe evidencia de que son portadoras de una gran variedad de patógenos para el hombre. La presente
revisión recapitula la información de los últimos
50 años en cuanto a posibles mecanismos de
transmisión, principales patógenos aislados, discusión de las evidencias de incriminación de las
moscas como vectoras, aspectos importantes de
los diferentes mecanismos de control que han
sido utilizados y antecedentes de estos aspectos
en México.
Palabras clave: Musca domestica, moscas, vector,
enfermedades diarreicas.
SUMMARY.
Role of flies as vectors of diarrhoeal diseases in
people.
The role of flies, particularly Musca domestica, in the transmission of diarrhoeal diseases is
not clear even though there is evidence that they
are carriers of a wide range of humans pathogens.
The present review summarises the information
produced during the last 50 years in relation to the
potential mechanisms of transmission, main
pathogens isolated from flies, a discussion of the
evidence incriminating these insects, important
features of the different control mechanisms
implemented and the antecedents of these topics
in Mexico.
Key words: Musca domestica, flies, vector,
diarrhoeal diseases.
Solicitud de sobretiros: Hugo Delfín-González. Departamento de Zoología, Colección Entomológica Regional, Facultad de Medicina Veterinaria y
Zootecnia, Universidad Autónoma de Yucatán. Km. 15.5 Carr. Mérida-Xmatkuil, Apdo. postal 4-116, Itzimná, Mérida, Yucatán, México.
Recibido el 3/Feb./1997. Aceptado para publicación el 14/Marzo/1997.
Vol. 8/No. 3/Julio-Septiembre, 1997
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PC Manrique-Saide, H Delfín-González.
INTRODUCCION.
Las enfermedades causantes de diarrea son
la mayor causa de mortalidad y morbilidad en todo
el mundo. Se estima que el número promedio de
episodios de diarrea en niños menores de cinco
años es de mil millones al año, de los cuales 3.3
millones resultan fatales (1). La fuente de origen
de estas infecciones se relaciona principalmente con
niveles bajos de higiene, sanidad y la contaminación de comida. Estudios de laboratorio han demostrado que en la mosca común (Musca domestica) pueden hallarse más de 100 agentes infecciosos para el hombre y los animales (2-3), principalmente aquellos causantes de diarrea. Más aún, estudios epidemiológicos y entomológicos recientes
han demostrado que las moscas pueden tener algún papel en la transmisión de estas últimas, en
particular de shigellosis o disentería (4-6).
De existir alguna relación entre las moscas y
la transmisión de diarrea, la mosca representa una
amenaza a la población humana. Es por eso, que
aun cuando puedan tener un papel exlusivamente
potencial, el control de moscas debería ser
considerado otra medida de prevención para la
diarrea en los tratados o referencias especializadas,
más aún cuando en algunas ocasiones ni siquiera
se les menciona como una posible ruta de
transmisión (7-8).
Musca domestica como vector de agentes
patógenos
La mosca común vive en contacto cercano
con el hombre. Esto se conoce como sinantropía.
Las razones para esta coexistencia en la biocenosis
artificial humana son claras: las etapas inmaduras
del ciclo de vida del insecto se desarrollan en materia orgánica en proceso de fermentación (basura, heces, carroña o drenajes) y los adultos se alimentan de las mismas fuentes, todas comúnmente
presentes en los asentamientos humanos. Estos
hábitos, aunados a que las moscas presentan un
comportamiento endofílico, alternación constante
entre heces-comida y una gran capacidad de vuelo
y dispersión, les confiere la capacidad de funcioRevista Biomédica
nar como vectores mecánicos potenciales de organismos patógenos (3).
Existen tres formas en las cuales las moscas
pueden transmitir patógenos: i) a través de su superficie corporal (patas, partes bucales), ya que
están cubiertas de espinas y cerdas en las cuales el
material contaminado puede ser atrapado y transportado, ii) por regurgitación de comida como preludio al alimentarse, ya que es común que una pequeña gota de la comida más reciente sea vomitada sobre el substrato, puede ser una ruta importante de infección para patógenos pequeños y, iii)
por ingestión y defecación de patógenos como una
de las vías potenciales más importantes, ya que el
agente infeccioso es protegido mientras se encuentra en el aparato digestivo del insecto y mantenido
por períodos de tiempo mayores que en las rutas
anteriores (9).
Muchos de los agentes infecciosos pueden
sobrevivir y reproducirse en las moscas durante dos
semanas después de la exposición (10-11) y aunque el número de organismos necesarios para la
transmisión es difícil de encontrar bajo condiciones naturales en moscas, las bacterias depositadas
en la comida, aun en pequeños números, pueden
multiplicarse hasta alcanzar la concentración necesaria para producir infección en humanos. Los
virus y protozoarios depositados en la comida,
pueden no multiplicarse, pero la dosis infectiva es
baja y entonces la infección puede presentarse (8).
Es importante distinguir entre el aislamiento
del patógeno y su virtual transmisión. La flora
microbiana podría reflejar sólo la presencia de organismos particulares en cierto ambiente, así que
las moscas sólo estarían fungiendo como
indicadores de presencia o ausencia en vez de estar transmitiendo a los microorganismos (12). Teniendo en consideración lo anterior, el hallazgo de
un microorganismo en las moscas no es suficiente
evidencia para demostrar que está funcionando
como vector. Además, y de acuerdo a los criterios
formales para la incriminación de vectores, es necesario demostrar que existe transmisión, consistencia en la transmisión y relación poblacional (13).
165
Moscas en la transmisión de enfermedades diarreicas.
Cincuenta años de evidencia: de los 40 a los 80.
La incriminación de las moscas como
vectores se ha hecho principalmente por el aislamiento de agentes patógenos a través de cualquiera de las rutas mencionadas y a partir de la relación de los picos estacionales de la abundancia de
moscas y prevalencia de enfermedades diarreicas.
Históricamente, las primeras observaciones
fueron hechas durante la Primera y Segunda Guerras Mundiales. Las operaciones militares en áreas
tropicales y subtropicales revivieron consideraciones acerca de las moscas como vectores de enfermedades diarreicas. Con la disponibilidad del DDT
durante la Segunda Guerra Mundial, el control de
moscas con efectos en el curso de epidemias fueron por primera vez registrados (14). La disentería
fue entonces, escogida como un modelo de transmisión mecánica por las moscas.
Los primeros estudios para tratar de esclarecer el papel de las moscas en la transmision de
disentería, mostraron una relación en la reducción
del número de moscas y la incidencia de casos de
shigellosis (15-16). De manera paralela, el hallazgo del virus de la polio en heces humanas y la evidencia posterior de la infección comprobada de
chimpancés con virus de polio por comida contaminada por moscas, enfatizó el posible papel de
las moscas en la transmisión de enfermedades. Ya
para mediados de los años cincuenta, gran número de observaciones y experimentos relacionaban
a las moscas y cerca de 30 agentes patógenos incluyendo Shigella, Salmonella y Chlamydia
trachomatis, entre otros (17).
No obstante, la atención sobre las moscas
como vectores potenciales aparentemente fue menos enfática durante la década de los años sesenta
y principios de los setenta. Merecen especial atención los trabajos de Greenberg (18) que expuso a
voluntarios a comida previamente contaminada por
moscas, y demostró la transmisión directa de
Salmonella; los trabajos de Gupta y colaboradores (19) con una larga lista de huevos y quistes de
macroparásitos aislados de moscas. Una previamente identificada, pero reiterada relación entre el
número de moscas y morbilidad por diarrea demostrada por Kumar y colaboradores (20).
En contraste, a partir de la creación del Programa para el Control de Enfermedades Diarreicas
(CDD) de la Organización Mundial de la Salud (página Web OMS) en 1978, el interés por la transmisión potencial de diarrea por las moscas inició de
nuevo en la década de los años 80. Con técnicas
más avanzadas, múltiples organismos fueron aislados de moscas incluyendo Campylobacter,
Escherichia coli, Vibrio cholerae, Vibrio
parahaemolyticus, Entamoeba hystolica, Giardia
duodenalis y algunos helmintos (21-28).
Durante los últimos diez años, el papel de
las moscas en la transmisión de enfermedades
oportunísticas ha sido el principal foco de atención. Las moscas han sido relacionadas en hospitales con la transmisión de Klebsiella, Candida y
Toxoplasma gondii (29-30). Esto adquiere particular relevancia en pacientes que sufren padecimientos que deprimen el sistema inmune y que
corren riesgo de fatales consecuencias en el mismo interior de los hospitales y, más aún, las moscas han mostrado que pueden dispersar estos
patógenos en los alrededores (29).
Otro medio de incriminación ha sido la asociación entre la eliminación o control de las moscas y la desaparición del organismo patógeno en
poblaciones humanas o la reducción de los casos
de enfermedades causados por este último en la
población. La mejor evidencia que se tiene es para
Shigella (disentería bacteriana). La infeción en
humanos puede ocurrir después de la ingestión de
pequeños números de estos organismos que sean
transmitidos por moscas. La evidencia experimental que soporta dichas observaciones surgió de programas de control llevados a cabo en el sur de los
Estados Unidos de Norteamérica después de la introducción del DDT en los años 50. Se encontró
que una reducción en la prevalencia se daba posteriormente a la reducción de la densidad de moscas (15-16). Evidencia mucho más firme se originó de una intervención de "cross over" recientemente llevada a cabo en Israel. Después de la apliVol. 8/No. 3/Julio-Septiembre, 1997
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PC Manrique-Saide, H Delfín-González.
cación de un programa de control de moscas en
bases militares se encontró que una reducción en
el número de moscas llevó a una reducción significativa en el número de visitas clínicas por shigellosis
y para seroconversión a anticuerpos para Shigella
(y también para E. coli enterotoxigénica) (4).
Medidas de control
El control de mosca doméstica en ambientes
rurales y urbanos tiene como objetivo reducir las
poblaciones larvarias y adultas mediante sanidad
ambiental y métodos químicos. La sanidad
ambiental e higiene en los asentamientos humanos
es normalmente recomendado como una medida
fundamental de control a largo plazo (31-32). Sin
embargo, promover la higiene doméstica depende
de una educación extensiva y demanda una enorme
inversión e infraestructura, tales como manejo,
almacenaje, recolección y sistemas de tratamiento
de residuos sólidos y líquidos. En muchas ocasiones
puede ser muy difícil instrumentar sistemas
sanitarios efectivos dada la enorme variedad y
cantidad de sitios reproductivos probables, que
cambian y constantemente se acumulan.
El control químico normalmente comprende
el tratamiento de los sitios reproductivos de las
etapas preadultas y la aplicación de insecticidas de
manera residual (sitios de reposo) y espacial, así
como cebos y cordones envenenados para las fases
adultas. El control residual es el más utilizado como
estrategia de control para mosca doméstica y
aunque puede dar buenos resultados, puede crear
con rapidez resistencia en la mosca. La resistencia
a insecticidas organoclorados y organofosforados
está ampliamente demostrada en el mundo y la
resistencia a piretroides ha empezado a detectarse
en algunos sitios (32-33). Los cebos envenenados
parecen ser poco populares, por su corta duración
y el riesgo que su manejo implica. Sin embargo,
han demostrado hasta un 90% de eficiencia en áreas
rurales de la India (34).
Dados los problemas asociados con el uso
de insecticidas, se ha vuelto necesario el retomar
otros métodos de control. El control biológico y
Revista Biomédica
genético se ha probado poco y los resultados son
muy modestos (35). Trampas eléctricas con luz
como atrayentes han sido muy promovidas (3637), aunque se ha demostrado que su eficiencia
para reducir poblaciones de moscas es limitada (38,
32).
Debido a todos los problemas que implican
estos métodos de control, recientemente se ha
retomado la atención en la utilización de trampas
para moscas. Estudios en Israel a principios de los
60, demostraron que una trampa sencilla, utilizando
atrayentes naturales (levadura o proteína animal)
puestas en número suficientes y posiciones
estratégicas, pueden ser altamente efectivas para
reducir poblaciones de moscas hasta en un 50%
en 48 horas, en áreas rurales (39-40). En fechas
más recientes, estas trampas redujeron poblaciones
en campos militares en Israel en un 64%, y fueron
propuestas como una estrategia sostenible de
control de moscas y shigellosis (4). Estos
resultados despertaron la inquietud general sobre
la importancia de las moscas y su control, para
reducir la incidencia de enfermedades diarreicas en
países en desarrollo (41-43).
El caso de México
En México, no sólo Musca domestica es
considerada como vector potencial de enfermedades. Existen otras familias de dípteros
(Anthomidae, Calliphoridae, Sarcophagidae,
Sepsidae y Sphaeroceridae) que pudieran llegar
a ser igualmente importantes. Desde el punto de
vista de salud humana además de Musca domestica destacan Cochliomyia macellaria, Coproica
ferruginata, C. vagans, Fannia canicularis, F.
incisurata, Hydrotea dentipes, Ophyra
aenescens, Palaeosepsis sp, Phaenicia sericata,
Phormia regina, Sepsis punctum y S. biflexuosa
(44-45). Todas estas especies son de amplia distribución (45-49). Para las especies de los género Fannia e Hydrotea, en México no se ha confirmado el aislamiento de patógenos. Para las
otras especies, la única referencia de que se tiene conocimiento es el trabajo de Greenberg y co-
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Moscas en la transmisión de enfermedades diarreicas.
laboradores (44), que encontraron que el porcentaje de positividad para 12 tipos (sic) de Salmonella
variaba entre el 20% y el 66% en las moscas colectadas en rastros. Ocho tipos fueron aislados de
C. macellaria y cinco de M. domestica y P. regina,
siendo Salmonella derby la de mayor prevalencia.
En la más reciente revisión sobre enfermedades tropicales en México (51) sólo se hace una
brevísima mención al papel de las moscas en la
transmisión del cólera, al decir que durante los brotes uno de los mecanismos más frecuentes es la
ingestión de alimentos contaminados por haber
estado en contacto con agua, manos y moscas portadoras (52).
Las experiencias de control de poblaciones de moscas en México son muy pocas. La información más abundante incluye sólo recomendaciones sobre educación sanitaria. Las recomendaciones van en el mismo sentido que las ya
señaladas en el texto. El único caso del que se
tiene conocimiento de la intención de controlar
las poblaciones data de los años 60, cuando aumentó la población de estos insectos en la Piedad, Michoacán y alrededores del estado de
Guanajuato (45).
A manera de conclusión
Desde hace 50 años, el hecho de que las
moscas pueden ser vectores mecánicos es aceptado
por la opinión pública. Sin embargo, a partir de la
información expuesta, se puede obtener como
conclusión que la situación está lejos de estar
resuelta. Más bien parece que hay una tendencia a
minimizar el papel de las moscas en la transmisión
de enfermedades, en particular aquellas que causan
diarrea. Es cierto que la cantidad de patógenos
albergados por las moscas no es suficiente
evidencia para concluir que están actuando como
vectores, como tampoco suficiente para decir lo
contrario.
Aun cuando las moscas no resulten o sean la
ruta principal de transmisión de patógenos causantes de diarrea, ¿es acaso el punto a discutir? Se
sabe que hay muchas rutas posibles para la
tranmisión de este tipo de enfermedades, y que uno
de los métodos principales para su control inicia
con la identificación de las rutas de transmisión y
posteriormente, de acuerdo con las prioridades y
recursos disponibles, se instrumentarán las intervenciones.
Las intervenciones que implican la reducción
del número de moscas han demostrado disminuciones del 40% en la incidencia de diarrea (53).
Aunque algunos de los estudios tengan fallas
metodológicas, ¿no sería conveniente repetir dichos estudios con mejores métodos y planeación?
Por otra parte, se ha dicho también que el
control de moscas en muchas ocasiones no es seguro para humanos y otros animales, ya que se hace
principalmente mediante insecticidas. Métodos seguros y a largo plazo para el control de moscas
son difíciles de alcanzar aunque sean exitosamente
instrumentados, no constituyen una intervención
que resulte positiva en términos de costo-efecto
que pueda ser utilizada para programas nacionales
de control de diarrea en países en desarrollo (8).
Sin embargo, las intervenciones sugeridas para la
prevención de la diarrea como promoción de higiene, distribución de agua potable y mejor sanidad tienen un costo aproximado de USD $1000
por cada muerte infantil evitada. Es por eso, que
aun cuando estas intervenciones sean efectivas en
algunas ocasiones (con excepción de vacunas y alimentación con pecho materno), la mayoría son a
largo plazo y tienen un costo elevado (7).
Aunque las moscas jueguen un papel menor
en la transmisión de enfermedades diarreicas, un
consejo sensato podría ser el uso de medidas
específicas y sostenibles para el control de moscas,
tales como remoción o tratamiento de desechos
orgánicos, letrinas mejoradas en cuanto a su
diseño, protección de la comida y niños del
contacto con las moscas, trampas para moscas o
uso de insecticidas en epidemias. Los resultados
en tiempo y costo-efecto de estos métodos
podrían incluso superar los otros métodos. De
hecho el control de moscas debería de ser
recomendado durante situaciones especiales como
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hambrunas o campos de refugiados.
La ausencia de evidencia sólida de que las
moscas están actuando como vectores de
patógenos para humanos no significa que no sean
fuentes potenciales de transmisión. Lo que hace
falta, de manera urgente, son estudios encaminados a determinar si realmente son vectores, para
así poder estar listos a atacarlos como rutas de
transmisión de diarrea. Ya sabemos que las enfermedades diarreicas matan más niños que cualquier
otra enfermedad, entonces ¿no sería válido y apreciable cualquier esfuerzo para remediarlo?
AGRADECIMIENTOS.
Al Dr. Desmond Chavasse y al Dr. Jonathan Lines
por sus comentarios al manuscrito.
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