Origen de la Medicina en Grecia

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Origen de la Medicina en Grecia
Miércoles, 12 de Marzo de 2008 16:55
Con llegar a ser espectaculares los avances médicos logrados en Egipto, Mesopotamia. China
o India, no pudieron desligarse completamente de la concepción mágica de la enfermedad.
Será en Grecia donde surja y se desarrolle la medicina científica moderna. y donde se acuñe la
expresión Tekhne iatriké o "arte de curar" para referirse a ella. La nueva concepción de la
enfermedad y del tratamiento fue posible gracias a las características peculiares del pueblo
griego: abierto. con gran curiosidad por la naturaleza, y preocupado por el "amor a la
sabiduría", significado etimológico de la palabra filosofía". También hay que destacar la actitud
desenfadada del griego frente a sus dioses. En la historia de las religio­nes no existieron jamás
dioses más retorcidos. lujuriosos y vengativos que los griegos. El panteón está constituido por
divinidades antropomorfas. es decir, por hombres y mujeres con problemas. aficiones y
aversiones totalmente humanas. Viven en el Olimpo. y Zeus, padre de todos ellos. es el que los
preside. Al lado de los dioses, y compartiendo morada en el Olimpo. se encuentran los héroes
legendarios ya divinizados. Resulta paradójico que el pueblo griego que erigió los templos más
hermosos en honor de sus dioses, fuese a su vez el más irreverente de todos. En el idioma
griego clásico no llegó a existir la palabra religión, aunque sin embargo eran castigados a
muerte los que renegaban de los dioses. Cada uno tiene sus atribuciones: Ares es el dios de la
guerra; Afrodita - nacida de la espuma del mar - diosa de la fecundidad; Apolo es el dios de la
belleza...
Entre las divinidades dotadas de extraordinarias facultades para sanar, hay una
que destaca por encima de las demás. Sus orígenes se pierden en los albores de
la mitología griega. Se trata de Asclepio (Esculapio para los romanos). De
acuerdo con la tradición, nació en Trikka, localidad de la región de Tesalia que
hoy se conoce con el nombre de Trikalía. Era hijo de Apolo y de una mortal,
Corónide
, hija de
Flegías
, rey de los lapitas, que fue asesinada por su divino amante acusada de
infidelidad. Apolo sacó al niño del seno materno y lo dio a criar al centauro
Quirón, quien le enseñó el arte de la medicina.
Según los historiadores griegos Homero, Hesíodo y Píndaro, Asclepio ejercitó sus
facultades durante la guerra de Troya junto con sus dos hijos, Macaón y
Podalírio. Otras versiones aseguran que acompañó a Jasón en la expedición de
los argonautas. De acuerdo con el mito, llegó a ser tan experto en el arte de la
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medicina que comenzó a resucitar a los muertos. Zeus no toleró esta alteración
del orden del Universo y envió sus rayos contra él, causándole la muerte.
Al margen de la leyenda, parece claro que Asclepio fue realmente un héroe de
guerra, un médico famoso que vivió en el siglo XIII a. de C. quien, con el paso del
tiempo - hacía el siglo VI a de C.- fue elevado al rango de dios. Se erigieron
numerosos templos en su honor (llamados "ascle­peía"), los cuales eran
atendidos por sacerdotes que recibían el nombre de "asclepíades". El más
importante fue el de Epidauro, que se convirtió en el centro de su culto.
El arte griego nos ha legado diversas representacio­nes de Asclepio en las que aparece como
un hombre robusto, en la plenitud de su vida, barbudo y pensativo. Casi siempre acompañado
de su esposa Epione (la "dulce" y tam­bién sanadora), sus hijos Macaón y Podalirio, y sus hijas
Hygieia (la "salud", de donde se deriva el término "higiene"), Akeso, laso y Panakeia (origen de
la palabra "panacea"), las que todo lo curan. Sus emblemas característicos son diversos
animales sagrados y una vara o caduceo, en la que aparece enroscada una serpiente . La
serpiente es un ani­mal temido en la mitología de muchos pueblos por su veneno. Pero
también se la considera símbolo de la vida, ya que todos los años muda y renueva su piel. Por
este motivo apa­rece en muchos panteones como una divinidad propicia. En los templos
dedicados al culto de Asclepio, se guardaban serpientes sagradas no venenosas que se
convirtieron en el símbolo por excelencia del dios de la medicina. El caduceo con la serpiente
enroscada ha mantenido su vigencia hasta nuestros días, utilizándose como emblema de los
médicos y de la medicina. La medicina griega del periodo arcaico es conocida por el nombre de
homérica - Homero - las primeras y escasas referencias a ella aparecen en la Iliada y la
Odisea, escritas por Homero en el siglo VIII a de C. La Iliada es un poema épico que narra
diversos episodios de la guerra de Troya (Ilión), en torno a un tema central: la ira de Aquiles
contra Agamenón. La Odisea relata las aventuras de Ulises (Odiseo en griego) a su regreso de
la guerra de Troya hasta que consigue reunirse con su esposa Penélope y su hijo Telémaco.
Los relatos homéricos nos ofrecen una concepción mágico-religiosa de la enfermedad, cuya
causa radica en la desobediencia humana. el pecado o la transgresión de la ley moral. En
consecuencia, sobreviene la ira y el castigo del dios, el cual constituye la esencia patogénica
de la enfermedad.
Al comienzo de la Ilíada se narra cómo Apolo, encoleri­zado, desciende de las alturas del
Olimpo y dispara sus fle­chas para destruir el dominio aqueo, sembrando la peste entre sus
filas. Las flechas ha simbolizado la enfermedad, especialmente la peste, hasta principios de la
Edad Moderna. La ira de Apolo tuvo que ser posteriormente aplacada con un sacrificio
propiciatorio y así pudo extinguirse la epidemia. Como ocurría en Mesopotamia, la enfermedad
es ante todo la consecuencia de una falta moral, un castigo divino para cuyo tratamiento es
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necesario recurrir a ritua­les mágico-religiosos. Sin embargo, aparece una diferencia cualitativa
entre la exclusiva orientación espiritual de los mesopotámicos y el creciente interés por la
Naturaleza que mostraban los griegos. Para el asirio o babilonio, la enfermedad era una
mancha moral; en cambio, para el griego homérico constituye una mancha física que afecta
fundamentalmente al cuerpo. El griego de los siglos IX y VIII a de C. comenzó a diferenciar las
causas naturales de la enfermedad de las meramente mágico-religiosas. El tratamiento de las
dolen­cias en esta época constituye un fiel reflejo de esa concepción dual. Acompañando a los
más variados rituales mágicos, se recurre a la utilización empírica de diversos métodos
curativos que podían ser quirúrgicos, medicamentosos o dietéticos. Los textos más abundantes
de esta época son los que se refieren a la práctica quirúrgica de las heridas de guerra.
Después de extraer el proyectil (flecha o lanza), las heridas eran lavadas, espolvoreadas con
drogas de difícil identificación y finalmente, vendadas.
En el canto IV de la Ilíada podemos leer como Macaón - hijo de Asclepís cura a Menelao
cuando éste es herido por una flecha: "Descubrió la herida por el lugar donde había golpeado
el doloroso dardo; chupó la sangre y luego extendió sobre ella, según las reglas del arte,
bálsamos lenitivos que su padre, en otro tiempo, había recibido de Quirón...,, En otro pasaje de
la obra, Eurípilo, herido, pide ayuda a Patroclo, y éste le cura:
"Pero sálvame, conduciéndome a las oscuras naves; corta la flecha de la cadera y lávala con
agua tibia, limpia la herida; ponme un ungúento que me calme. que me cure, aquél que tu
mismo aprendiste de Aquiles... Entonces él (Patroclo) echa raíces amargas encima,
machacadas con las manos. calmando, reprimiendo el dolor y cortando la hemorragia (Ilíada
XI).
En otro lugar dice Homero: "Un médico, por sí solo, vale lo que muchos hombres". Las heridas
de guerra y los cadáveres abandonados en el campo de batalla constituyeron para los griegos
una oportunidad interesante de estudiar la anatomía humana en la medida de lo posible. En
una época en la que no se realizaban autopsias ni disecciones, los primeros médicos griegos
llegaron a alcanzar conocimientos asombrosos de los órganos internos. Resulta admirable la
minuciosidad con que se describe en algunos poemas épicos la trayectoria de flechas y lanzas
en el interior del cuerpo: '
Erimante metióle Idomeneo el cruel bronce por la boca, la lanza atravesó la cabeza por
debajo del cerebro, rompió los blancos huesos y conmovió los dientes; los ojos se llenaron con
la sangre que fluía de las narices y de la boca abierta. y la muerte. cual si fuese oscura nube,
envolvió al guerrero" (Ilíada XVI).
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Desde el punto de vista fisiológico o del funciona­miento del organismo. los griegos homéricos
creían que la vida perdura mientras el alma (psykhé) o el ánimo (thy­mos) permanecen en el
cuerpo.
La inteligencia reside prin­cipalmente en una región que, abarcando el corazón, el pericardio y
el diafragma, recibe en su conjunto el nombre de "phren". Esta idea perdurará durante siglos en
el pensamiento griego. y de ella proceden algunos vocablos actuales como "frenesí" o
"frenología". No se hace ninguna alusión a la función del cerebro, y se cree que la sangre
procede de la digestión de los alimentos y del vino. Los dioses, alimentados de néctar y
ambrosía, carecen de sangre. Los griegos homéricos se referían a nuestros actua­les términos
"medicamento" y "veneno" con la palabra pharmakon, aunque el término representaba para
ellos una concepción más amplía que para nosotros, ya que incluía el aspecto mágico del
fármaco como "bebedizo" o "hechizo". Entre los recursos dietéticos son mencionados el baño y
una bebida reconstituyente preparada a base de vino, queso, harina y miel.
También se hace referencia al empleo de la palabra por parte del sanador para distraer la
atención del herido durante las curas. Pero además de estos tratamientos racionales, el griego
Homérico recurrió a rituales de índole mágica. Los más frecuentes fueron: · La plegaria, dirigida
a alguna de las divinidades sanadoras del panteón helénico: Apolo, Asclepio, Artemisa, Palas,
Atenea, etc. · La Catarsis o ceremonia lustral, encaminada a limpiar del cuerpo enfermo las
manchas o miasmas que revelan su impureza y causan su enfermedad. Para ello se valen de
distintos recursos, como la aplicación de agua, fuego y fumigaciones. · La logoterapia mágica,
realizada mediante ensalmos y encantamientos. Cuando Ulises es herido durante la caza de un
jabalí, los hijos de Autólíco entonan un canto para restañar la hemorragia. · La entrega a alguno
de los cultos orgiásticos (a Dionisio, en los ritos dionisiacos, a Cibeles en el coribantísmo), con
la confianza en la acción sanadora del dios que mediante dichos cultos se creía lograr. · El
empleo de la música, la danza y aun el simple ruido para expulsar los agentes causales de la
enfermedad. Hay que diferenciarla de la meloterapia pitagóri­ca, que trataba de reestablecer la
armonía natural entre el cuerpo y el alma desde un punto de vista psíquico, pero alejado de
cualquier connotación mágica. · La expulsión del agente causal de la enfermedad hacia un
animal o hacía otro ser humano mediante ritos diversos: imposición de manos, aplicación de
saliva o de leche y todas aquellas prácticas en las que se apela al principio de la "curación de
lo semejante por lo semejante. · La astrología. Los astros determinaban los días propicios y las
advenidades. · La Incubación o sueño en el templo. Los santuarios consagrados a Asclepio, y
muy especialmente el de Epidauro, utilizaron la práctica mas famosa y popular de la medicina
mágico-religiosa helénica y romana: la incubatio o sueño terapéutico.
El culto a Asclepio alcanzó un auge considerable durante el siglo V a de C. La predilección por
este dios, tanto en Grecia como en Roma, se plasmó en la construcción de más de 400
santuarios en todo el mundo, algunos en lugares tan alejados como Ampurias, en la costa
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Catalana, lo que demuestra el enorme poder e influencia que debieron tener los sacerdotes y
seguidores de Asclepio. De todos los templos, el de Epidauro fue el mayor y más famoso. Las
noticias acerca del lujo y las riquezas que le adornaron demuestran la predilección de la que
gozaba en la Antigüedad. De las ruinas del templo hay que destacar un formidable teatro en
perfecto estado de conservación construido por el arquitecto Policleto el Joven (siglo IV a. de
C), que se sigue utilizando hoy en día para representaciones de ópera. El resto de los edificios
fueron destruidos por sucesivos terremotos, o desmantelados para utilizar los sillares en otras
construcciones.
El santuario de Epidauro comenzó a ser erigido en el siglo VI a. de C. Sacerdotes, médicos,
artistas, eruditos, masajistas, conferenciantes y servidores de todo tipo se esforzaban por
devolver la salud a los miles de peregrinos de todo el mundo que acudían a ellos con el
reclamo de curaciones asombrosas. Al contrario que otros santuarios griegos, el asclepeion no
se limitó a una zona reducida. Numerosas construcciones para el culto y los juegos se
extendieron por una vasta superficie de varios kilómetros.
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