historia contemporánea de méxico historia de méxico 1920

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D.R. © UNIVERSIDAD ABIERTA, Jiménez No. 315, Barrio El Montecillo. San Luis Potosí, S.L.P., México
Primera edición: Julio de 2006
HISTORIA CONTEMPORÁNEA DE MÉXICO
HISTORIA DE MÉXICO 1920-1988
Jorge Javier Hernández Gallardo
ÍNDICE
I.-
DEL GOBIERNO DEL GENERAL OBREGÓN AL GOBIERNO DEL GENERAL
CÁRDENAS
A.B.C.D.E.F.G.H.I.J.-
II.-
LA ADMINISTRACIÓN DE ADOLFO DE LA HUERTA
ÁLVARO OBREGÓN EN EL PODER
LA SUCESIÓN PRESIDENCIAL EN 1924
EL RÉGIMEN DEL GENERAL CALLES
a) EL CONFLICTO CON LA IGLESIA
LA REELECCIÓN DE ÁLVARO OBREGÓN
EL INTERINATO DE EMILIO PORTES GIL
LAS ELECCIONES EN 1929
EL GOBIERNO DE ORTIZ RUBIO
LA PRESIDENCIA DE ABELARDO RODRÍGUEZ
LA ADMINISTRACIÓN DE LÁZARO CÁRDENAS
a) LA POLÍTICA OBRERISTA
b) LA POLÍTICA AGRARIA
c) LA POLÍTICA INTERNACIONAL
d) LA OBRA CONSTRUCTISTA
DE LA POLÍTICA DE LA UNIDAD NACIONAL A LA CULMINACIÓN DEL
DESARROLLO ESTABILIZADOR.
A.- EL GOBIERNO DE MANUEL ÁVILA CAMACHO
a) LA POLÍTICA EXTERIOR
b) ECONOMÍA Y SOCIEDAD
B.- EL GOBIERNO DE MIGUEL ALEMÁN VALDEZ
a) LA POLÍTICA EXTERIOR
b) ECONOMÍA Y SOCIEDAD
C.- EL GOBIERNO DE ADOLFO RUIZ CORTINES
a) POLÍTICA EXTERIOR
b) ECONOMÍA Y SOCIEDAD
D.- EL GOBIERNO DE ADOLFO LÓPEZ MATEOS
a) POLÍTICA EXTERIOR
b) POLÍTICA ECONÓMICA
E.- EL GOBIERNO DE GUSTAVO DÍAZ ORDAZ
a) POLÍTICA EXTERIOR
b) ECONOMÍA Y SOCIEDAD
III.- EL GOBIERNO DEL DESARROLLO COMPARTIDO
A.- EL GOBIERNO DE LUIS ECHEVARRIA ÁLVAREZ (1970-1976)
a) POLÍTICA INTERNA
b) LOS PRIMEROS MOMENTOS DEL PERIODO
c) LA REFORMA POLÍTICO ELECTORAL
d) CRISIS POLÍTICA
e) ACCIONES ARMADAS
f) EL ENFRENTAMIENTO CON EL SECTOR EMPRESARIAL
g) EL CONFLICTO FINAL DEL SEXENIO
h) POLÍTICA EXTERIOR
i) ECONOMÍA
j) SOCIEDAD Y CULTURA
k) POLÍTICA LABORAL Y MOVIMIENTO OBRERO
IV.- LOS SEXENIOS DE LA CRISIS
A.- EL GOBIERNO DE JOSÉ LÓPEZ PORTILLO
a) POLÍTICA INTERNA
b) POLÍTICA EXTERIOR
c) ECONOMÍA
c) SOCIEDAD Y CULTURA
B.- EL SEXENIO DE LA RENOVACIÓN MORAL
a) POLÍTICA INTERNA
b) POLÍTICA EXTERIOR
c) ECONOMÍA
e) SOCIEDAD Y CULTURA
CUESTIONARIOS
BIBLIOGRAFÍA
OBJETIVO:
Al término del curso el alumno. Comprenderá los hechos históricos que comprenden desde el
México posrevolucionario hasta los gobiernos de la crisis económica. Las circunstancias
teórico-practicas nos demostrarán que los alumnos adquirirán el conocimiento suficiente para
divulgar los hechos históricos describirlos y comprender la consolidación de las instituciones y su
crisis económica y política.
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HISTORIA DE MÉXICO DE 1920 A 1988.
I.- DEL GOBIERNO GENERAL OBREGÓN AL GOBIERNO DEL GENERAL CÁRDENAS.
A.- LA ADMINISTRACIÓN DE ADOLFO DE LA HUERTA
Adolfo de la huerta subió al poder en medio de una gran confusión. El grupo carrancista se había
dividido, al igual que los partidarios de Zapata. Por lo menos esta escisión permitía el gobierno
mayor estabilidad. Diversa partidas carrancistas merodeaban sin bandera y había que
someterlas. Más grave era la presencia de Villa en el norte, y en el sur de erráticos del inquieto,
ambicioso y oportunista Félix Díaz se retiro del país.
Pablo González, prestigioso militar que había ambicionado la silla presidencial, podría
representar una amenaza. Para eliminarlo se le acuso de preparar una rebelión, fue sometido a
juicio y expulsado del país.
Las gravillas en armas fueron dominadas poco a poco y varios generales inquietos y poco
escrupulosos aceptaron los “cañonazos de cincuenta mil pesos” que Obregón empleaba para
aplacarlos. De esta suerte la paz se fue consolidado durante la corta administración de
Adolfo de la Huerta, un hombre probo, honesto y patriota, pero sin carácter ni energía. Él
allanó a su paisano, Obregón, el camino para llegar a la presidencia.
En efecto, al celebrarse las elecciones en las que contendieron Obregón y el ingeniero
Alfredo Robles Domínguez, antiguo maderista, triunfó Obregón, quien tomó posesión como
Presidente Constitucional el 1° de diciembre de 1920, cargo que abandonó el 30 de
noviembre de 1924.
B.- ÁLVARO OBREGÓN EN EL PODER
Uno de los más prominentes guerreros de la revolución, después de Villa, fue Álvaro
Obregón. Inteligente, simpático, astuto, duro y en ocasiones cruel, organizo su administración con
algunos hombres sobresalientes, patriotas honestos. Sabía oír a sus colaboradores y les dejaba
actuar apoyando su obra. Diplomático menos hábil que Carranza aceptó plegarse a las
presiones de Estados Unidos para estabilizar su poder. Le siguieron varios de los radicales
del constituyente, sin apoyar del todo sus demandas, y vigiló con cuidado a sus antiguos
compañeros de armas, temeroso de alzamientos.
Colocó como secretario de Gobernación a su coterráneo Plutarco Elías Calles, de gran
habilidad política. Llevó a la Secretaria de Hacienda a Adolfo de la Huerta y a Alberto J. Pani. En
Industria, Comercio, y Trabajo tuvo a Rafael Zubarán Capmany y a Miguel Alessio Robles y en
Educación Publica a José Vasconcelos, quien realizo la mejor obra educativa que el país ha
tenido.
Como al inicio de la administración de Carranza, el problema económico requirió que el
gobierno prestara gran atención. La deuda externa, cuyo pago se había diferido, tuvo que
afrontarse ante las exigencias de los banqueros, principalmente los estadounidenses, que
presionaban a través de su gobierno y desestabilizaban a nuestro país. En septiembre de
1922, un acuerdo firmado por el secretario de Hacienda, De la Huerta, y el representante de
los banqueros, Lamont, nos comprometía a reanudar el pago de la deuda utilizando para ello
los ingresos producidos por el impuesto que se fijó al petróleo y algunos ingresos de los
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ferrocarriles. Ese pago se realizó durante poco tiempo, pues al estallar a fines de 1923 la
rebelión de la huertista se suspendió otra vez.
En septiembre de 1921 se estableció el “Impuesto del Centenario”, especie de gravamen
sobre la renta que intentaba incidir proporcionalmente en las clases más acomodadas. La
posibilidad de obtener un empréstito para sanear la hacienda pública fracasó. Ante las
reclamaciones estadounidenses, Obregón, que ansiaba, a toda costa el reconocimiento de
Washington, aceptó en abril de 1923 iniciar unas conferencias entre representantes de
México y de Presidente de Estados Unidos, y estas comenzaron el mes de mayo en una
casa de las calles de Bucareli, lo que les dio ese nombre. Se prolongaron durante tres meses
y en ellas se aceptó: 1° México pagaría con bonos las propiedades agrícolas expropiadas, si
su superficie era menor de 1 755 hectáreas. Si fuera mayor, el pago sería al contado y en
efectivo; 2° Las reclamaciones que se derivaran a partir del año 1868, serían revisadas por
una comisión mixta. Las originadas por la Revolución se estudiarían aparte; 3° los delegados
mexicanos aceptaron que el articulo 27 constitucional no tuviera aplicación retroactiva, pero
se mantendría la “Doctrina de los actos positivos”. Los estadounidenses se reservaron la
posibilidad de reclamar el pleno derecho sobre sus propiedades, con lo que se contrariaba la
aceptación de la Doctrina de los actos positivos. Estos convenios no se presentaron a los
congresos mexicanos y estadounidenses y por tanto carecieron de validez internacional.
Harding, el presidente en turno, reconoció a Obregón el 31 de agosto de 1923 y nombró a
Charles B. Warren, que había sido uno de los delegados a las conferencias de Bucareli,
embajador de su país. Los convenios sirvieron para que los enemigos de Obregón le tildaran de
traidor a la patria. Fortalecido Obregón en el poder con el reconocimiento de Estados Unidos,
reanudo los pagos convenidos en el pacto De la Huerta-Lamont. México quedaba en esta forma
más dependiente de la política hegemónica de Estados Unidos.
La administración obregonista se ocupo de la restauración del crédito externo y del interno.
Para el primero sirvió la Convención o Pacto De la Huerta Lamont y también el decreto del 31
de enero de 1921, incautados durante la administración carrancista. Se expidieron
disposiciones para regular su funcionamiento, y en este sentido se avanzó bastante,
sentándose las bases de la Ley sobre Bancos Refaccionarios dada en diciembre de 1924, y la
Ley General de Instituciones de Crédito y Establecimientos Bancarios, del 24 de diciembre de ese
año, así como las de Comisión Nacional Bancaria.
Para fortalecer la economía se dejó a la iniciativa privada apoyar e impulsar a la industria
manufacturera que se iniciaba y cuya maquinaria no había sido afectada, como la textil, el
orden interno de que gozó el país sirvió para estimular ese arranque, en el que el Estado no
participó activamente. El producto interno creció lentamente, apenas 0.6%. El sector agrícola,
como apunta Lorenzo Meyer, “continuo siendo el eje del sistema económico. Su crecimiento fue
del 5.1% anual durante el periodo 1921-1935”. La producción petrolera llegaba ya en 1921 a
193.3 millones. En ese año los técnicos advirtieron que disminuía la producción por agotamiento
del subsuelo y contaminación. De toda suerte proporcionaba entre el 20 y el 30% de los
ingresos totales del país. La industria minera se normalizó a partir de 1920 y creció la industria
manufacturera.
En el campo, pese a todas las promesas hechas a los labradores, la situación no había
cambiado. En el estado de Morelos, dominado por los zapatistas, se transformó la situación
al fraccionarse las haciendas entre los campesinos. El Partido Nacional Agrarista luchó por
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hacer efectiva la redistribución de la tierra, pero no pudo poner en práctica sus ideas de
organización sobre el nuevo sistema de propiedad, ni cumplir con los postulados del artículo
27 al apoyar a Obregón trató de fortalecer el sistema ejidal. Ese partido que se creara en
1923 la Confederación Nacional Agraria, con la cual tuvo después graves desavenencias.
Por otra parte, los campesinos sureños deseaban formas diferentes de distribución de las
que señalaban los del norte, Con Obregón, el Partido Nacional Agrarista adquirió bastante
fuerza, y como seguía incondicionalmente al presidente, su sucesor, el general Calles, para
restarle fuerza favoreció que la CROM organizara también grupos camp esinos.
Posteriormente se enfrentaría la CROM al PNA. Divididas las dos organizaciones
campesinas, el Partido Nacional Agrarista y la Confederación Nacional Agraria, surgieron
como grupos independientes algunos que se radicalizaron como el dirigido en Veracruz por
Úrsulo Galván, Y LOS DE Michoacán, Puebla, Jalisco, Tamaulipas y Yucatán, que tuvieron
una clara influencia socialista. Más tarde ya en la administración callista, esos grupos se
reunirían en torno de la Liga Nacional Campesina y posteriormente, el 1933, de la
Confederación Campesina Mexicana.
El movimiento obrero vio fortalecer a la CROM, que contó con pleno apoyo del gobierno,
frente a esa Confederación Nacional Católica del Trabajo que tuvo actuación destacada en 1922
durante su congreso celebrado en Guadalajara y cuyas conclusiones desbordaron los
lineamientos señalados por el clero. En diversas entidades, como Veracruz y Yucatán, las
organizaciones obrero-campesinas, por ejemplo, la dirigida por Herón Proal, se radicalizaron
hasta el punto de que sus reclamaciones tuvieron que ser contenidas por la fuerza por el
general Guadalupe Sánchez. En la ciudad de México ocurrieron serios disturbios,
principalmente el del gremio tranviario, que fue reprimido con lujo de fuerza. El secretario de
Gobernación, Calles, declaró que el gobierno emplearía la fuerza siempre que fuera
necesario para preservar las garantías que la sociedad reclamaba.
Tal vez el aspecto constructivo más importante de la administración obregonista fue el
educativo y cultural que dirigió con genio, certera y eficazmente José Vasconcelos, secretario de
Educación Pública. Inteligente, culto, el único ideólogo mexicano con una doctrina propia y
apoyado en una auténtica filosofía educativa, emprendió Vasconcelos la campaña más
importante que haya tenido la cultura mexicana. Se rodeó de destacados colaboradores a
quienes infundió una mística que los convirtió en auténticos misioneros y con la cual
desearon transformar a México, sacarlo d la ignorancia y el desorden, alcanzar la auténtica
libertad, darles a conocer sus valores cuyo cultivo integraría una fuerte comunidad espiritual, que
se fortalecería con los valores eternos de la cultura universal.
Su obra educativa se centro en llevar la educación fundamental por todos los ámbitos del
país, destacando como apóstoles desde esa noble tarea las Misiones Culturales que llegaron
a los más apartados núcleos de población a los que alfabetizaron, empleando para ello sus
propias lenguas. Las escuelas rurales fueron el semillero d la difusión educativa en el campo,
en donde se subrayaron los valores de las culturas indígenas, valorando las artes populares,
la música y las danzas de cada región. De las poblaciones indígenas se llevo a los
estudiantes más distinguidos a la ciudad de México para que en los internados dedicados a
ellos convivieran con estudiantes de diversas provincias y con los del medio urbano.
Se trató de identificar a todos los mexicanos bajo la bandera de la cultura, de los valores
espirituales. Se reorganizó la enseñanza primaria, se estableció la secundaría y se revisaron
los planes de estudio de todos los niveles. La campaña alfabetizadota mostró pronto su
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eficacia y para dotar a los que habían aprendido a leer y escribir se imprimieron valiosas
colecciones de libros, bien graduados y seleccionados, que se repartieron por todo el país. En
manos de Julio Torri, de Jaime Torres Bidet y de otros jóvenes escritores quedó la
dirección de la preciosa colección de clásicos: Platón, Plotino, Goethe, Dante, Romain
Rolland, Tagore, Agustín Rivera, que a preciosos irrisorios se puso al alcance de todos los
estudiante. Hizo Vasconcelos venir a colaborar con él a la maestra y poetisa Gabriela Mistral y a
un selecto grupo de educadores.
En apoyo de su obra educativa, construyó un moderno edificio para la Escuela Normal en la
ciudad de México y favoreció la creación de escuelas normales en otras ciudades y en el
campo. Construyó el Estado Nacional, rehizo el edificio del antiguo convento de la
Encarnación en el que instaló la Secretaría de Educación creada el 28 de septiembre de
1921 por su iniciativa, pues hasta ese momento era una subsecretaría dependiente de otro
ministerio, el de Justicia, que desapareció en 1917.
Preocupóse Vasconcelos por impulsar la educación técnica y la enseñanza industrial y
comercial, para lo cual estableció escuelas como la Corregidora, la Malina Xóchitl y otras, en
donde se enseñaban, en alto nivel, artes y oficios industriales. Prohijó el desarrollo de las
artes populares y de la pintura mural. Llamó para que crearan murales en diversos edificios a
Roberto Montenegro, Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros, que con
otros pintores igualmente valiosos llevaron el arte muralista mexicano a altísimo nivel. Creó una
amplia red de bibliotecas que dotó con ricas colecciones. En la ciudad de México fundó la
Cervantes, la Ibero-Americana, la Pedagógica y proyectó el grandioso edificio para la
Biblioteca Nacional, inspirado en la Basílica de San Marcos en Venecia.
Tal vez la obra más importante del régimen obregonista fue la educativa puesta en manos del
genio de Vasconcelos. Cuando él renunció en julio de 1924 a su puesto en la secretaría, parte
del impulso que él dio a la cultura persistió, pero sus sucesores, carentes de amplia visión
cultural, sin su proyección filosófica, humanista y social no pudieron realizar una labor tan
completa y valiosa.
C.-LA SUCESIÓN PRESIDENCIAL EN 1924
Al término de la gestión de Obregón el país se encontraba pacificado, pero el desarrollo
socioeconómico del mismo era escaso y desigual. Requerirse un esfuerzo organizativo
mayor para que México pudiese iniciar una honda transformación. Las bases estaban
puestas y sólo había que encontrar un gobernante enérgico, activo, con visión de estadista que
rigiera a la nación. El grupo sonorense, que tenia en dominio político, integrado por Obregón,
De la Huerta y Calles anhelaba permanecer en el poder.
De la Huerta, firmante del Plan de Agua Prieta, había ocupado provisionalmente la
Presidencia, pero durante su periodo poco pudo hacer. Era hombre conciliador, patriota y
honesto, aun cuando fue acusado de malos manejos cuando estuvo en la Secretaría de
Hacienda, pudo mostrar su inocencia. Tenía ambiciones y un plan vasto de gobierno, pero
era hombre débil. Junto a él Plutarco Elías Calles, militar prestigiado, hombre duro y
ambicioso, aminoraba la figura De La Huerta. Con este grupo ocurrió algo semejante a lo que
sucedió a los inmaculados de Juárez, José María Iglesias y Sebastián Lerdo de Tejada.
Cuando este estuvo en el poder, Iglesias pensó que sucedería a este a Lerdo, más éste, al
pretender su reelección le cerró el paso a Iglesias, lo que ocasionó su rebelión. Pues bien, en
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1924 se repetía el fenómeno. De la Huerta esperaba ocupar la Presidencia, y contaba con la
simpatía de numerosos grupos de civiles y militares que conocían sus buenas intenciones.
Al decidirse Obregón apoyar a calles y no a su otro coterráneo para la Presidencia, provocó el
disgusto De la Huerta y sus partidarios, que decidieron lanzarse a la revuelta. Militares de
prestigio como M. Diéguez, Salvador Álvaro, Antonio I. Villareal, Fortunato Maycotte, Enrique
Estrada, Rafael Buena, Manuel Chao, José Rentaría Luviano y Manuel García Vigil, que
comandaban más de
60 000 hombres se levantaron contra el gobierno que no tenía si no 30 000 hombres.
De la Huerta se dirigió a Veracruz, en donde contó con la ayuda del general Guadalupe
Sánchez y la rebelión comenzó el 30 de noviembre de 1923 en Guerrero, encabezada por
Rómulo Figueroa. De la Huerta no supo dirigir el movimiento en el que estaban
comprometidos 102 generales, por lo cual esa rebelión fue bautizada como “la rebelión sin
cabeza”. Obregón dirigió hábilmente la campaña en su contra auxiliados por grupos de
agraristas que le proporcionaron Adalberto Tejeda y Saturnino Cedillo y pronto venció por
separado a los rebeldes, que no representaron u frente común. Obregón, que sabía contaba
con el apoyo de Estados Unidos, logró a través de las batallas de Esperanza, Ocotlán, Pablo
Verde y otras, acabar cruelmente con la rebelión e hizo ejecutar a muchos jefes y oficiales.
Esta rebelión costó más de cien millones de pesos y causó más de siete mil muertos. En
marzo de 1924 el levantamiento había terminado. El gobierno convoco a elecciones en las que
intervinieron el general Ángel Flores y el general Calles, habiendo éste resultado electo el 10 de
julio. Tomó posesión de la Presidencia el 1° de diciembre de 1924, y la dejó el 30 de noviembre de
1928.
D.- EL RÉGIMEN DEL GENERAL CALLES
Originario de Guaymas, en donde nació el 25 de septiembre de 1877, estuvo dedicado a la
enseñanza y al periodismo de oposición. Afiliado al Partido Anti reeleccionista inició su
carrera política como comisario de Agua Prieta en 1912. Colaboró con Obregón y se sumó al
constitucionalismo. Carranza lo nombró jefe de la Zona Militar del Noroeste y en 1917
secretario de Industria y Comercio. Se apartó después del Presidente y vuelto a Sonora
encabezó el Plan de Agua Prieta. Con Obregón ocupó la cartera de guerra y posterior de la
gobernación.
Al ascender al poder integró su gabinete con personal obregonista como Alberto J. Pani en
Hacienda, quien llamó a colaborar a jóvenes inteligentes y bien preparados como Manuel
Gómez Morín. También era obregonista Arón Sáenz. Paisanos suyos fueron Luis L. León y
Gilberto Venezuela. Al frente de la Secretaría de Guerra quedó Joaquín Amaro, quien fue el
formador del moderno ejército mexicano. Como premio a su colaboración política, el líder
Luis N. Morones, dirigente de la CROM, ocupó la Secretaría de Industria. En Educación fue
nombrado José Manuel Puig Casauranc, quien no pudo igualar la labor vasconceliana, aun
cuando se esforzó en impulsar la educación, para lo cual creó escuelas rurales y amplió la
red bibliotecaria.
Preocupación principal de Calles fue normalizar la economía. Alberto j. Pani, que había
actuado en el gabinete de Obregón en la última etapa, inició en ese momento una importante
reforma fiscal que puso en juego durante la administración callista, reforma que tenía como
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fundamento, no el criterio liberal igualitario que hasta entonces había gravado a todos por
igual, si no proporcionalmente tomando en cuenta los diferentes ingresos y haciendo
deducciones a los causantes por las cargas de la familia que tuviera. Se analizó la
organización y situación bancaria existente y para regularla y modernizarla se creó la
Comisión Nacional Bancaria y se expidió la Ley Central de Instituciones de Crédito y
Establecimientos Bancarios. La Comisión, que se integró con representantes de los diversos
sectores productivos, normalizó la situación y reguló favorablemente el sistema crediticio.
Durante la administración de Obregón se expidió la ley del 25 de agosto de 1925 la que lo hizo
realidad. El banco inició la emisión de billetes que pronto ganaron la confianza del público
que desconfiaba de los bilimbiques revolucionarios.
Para apoyar el trabajo de los campesinos se fundaron la Comisión Nacional de Irrigación y la
Comisión Nacional de Caminos. La primera inició los estudios necesarios para la
construcción de diversas presas que sirvieron tanto para almacenar el agua que el campo
requería como para producir energía eléctrica.
La Comisión Nacional de Caminos proyectó diversas carreteras, y la primera de ellas
realmente moderna fue la de México-Puebla, que por entonces se significó como notable obra
de ingeniería. Se mejoro el sistema ferroviario para poder enlazar apartadas regiones y extraer de
ellas productos de todo tipo. Se fundó el Banco de Crédito Agrícola y la Comisión Nacional
Agraria.
Como apoyo a los campesinos se expidieron en la Ley Fraga, elaborada por el jurisconsulto
Gabino Fraga en 1925, reglamentaria de la repartición de tierras ejidales y constitución del
patrimonio parcelario, así como la que elaboró Narciso Bassols en abril de 1927 sobre
dotaciones y restituciones de tierras y aguas que reglamentaba el articulo 27 constitucional, y
que precisaría por aquel momento el carácter del ejido, fue diferente del que tuvo en la época
colonial.
Se emitió, para beneficio de los trabajadores del Estado, la Ley de Pensiones Civiles, y en
1928 un nuevo Código Civil de contenido más moderno que el del siglo anterior, que regia
hasta ese momento. También se inicio la renovación que posteriormente cristalizaría en las
leyes orgánicas del Ministerio Público y del poder Judicial.
La administración callista, por todos esos hechos que se conjuraron, inició la transformación
de México. Con visión de gran estadista, el presidente Calles realizó un cambio institucional
muy práctico que proseguirían en mayor o menor grado sus sucesores, de acuerdo con sus
peculiares circunstancias. Como medio de control las exigencias de la clase obrera, Calles
llamó a colaborar con él a Luis N. Morones, quien dirigió la mayor parte de los trabajadores.
Existieron otras centrales, unas de tipo católico y otras socialistas, como las que empezó a
organizar el Partido Comisionista, que en su órgano periodístico El Machete criticó al régimen
y a Morones.
Respecto a la política exterior Calles trató de evitar la tutela excesiva de Estados Unidos y
estableció vínculos amistosos con otros países, entre ellos Unión de Republicas Socialistas
Soviéticas, hecho que contra contrarió la política de estadounidense, que vela también con
desconfianza que México apoyara abiertamente la rebelión de Cesar Augusto Sandino en
Nicaragua. Estados Unidos temía que México aplicara en forma retroactiva el artículo 27 y
expropiara inmensos latifundios que sus conciudadanos poseían, principalmente en la zona
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fronteriza, entre otros de William Randolph Hearst, magnate del periodismo, que publicaba
constantemente artículos contra nuestro país.
Más que los latifundios, preocupaba a la administración estadounidense, el que el gobierno
mexicano nacionalizara el subsuelo del que extraían las compañías petroleras enormes
cantidades de petróleo. En 1921, una de las compañías interpuso amparo ante la Suprema Corte
por ese concepto, habiéndose entonces fallado en su favor. Sin embargo, la diplomacia de
Estados Unidos trabajó con habilidad, primero con presiones escandalosas del embajador James
R. Sheffield, que supo contrarrestar Araón Sáenz, secretario de relaciones. Sin embargo, en
1925 el secretario de Estado, Kellog, afirmó que la aplicación del artículo 27 y de sus leyes
reglamentarias representaba un ataque a la propiedad de su país y absoluta falta de
garantías. El presidente Calles que conocía las maniobras de las compañías y el dominio que
tenía en la zona petrolera, al sentir las presiones dispuso que en caso de que se provocara una
intervención, el jefe de operaciones de esa región, que era el general Lázaro Cárdenas,
incendiara los pozos petroleros.
Por otra parte, el gobierno pudo informar directamente al presidente Coolidge acerca de los
excesos intervencionistas de Kellog y de Sheffield, y aquél, convencido de que una política
agresiva no servía en un país nacionalista como México, cambió a Shelfied y nombró a
Darwht W. Morrow en septiembre de 1927.
Morrow, hábil diplomático ligado a poderosos intereses bancarios, realizó una política
amistosa con el gobierno, principalmente con Calles, en quien influyó con tanta sutileza que se
llegó a convertir en el consejero áulico del presidente. Su habilidad fue tanta que logro que por ley
del 13 de enero de 1928 se reformaran las leyes conducentes al petróleo, para salvaguardar
de esa forma los intereses de su país.
a)
El conflicto con la Iglesia.
Si no hubiera sido por esa transacción que contrariaba los principios revolucionarios y por el
problema creado con la iglesia y malamente llevado, el general Calles hubiera pasado a
nuestra historia como uno de los mejores gobernantes de este siglo. El conflicto con la Iglesia
se gestó durante la revolución. Grupos de revolucionarios, influidos por diversas corrientes
atacaron a la Iglesia por su conducta durante la usurpación huertista. Más que la religión, los
ataques se enfilaron contra la jerarquía eclesiástica que criticó los artículos 3,25, 27 y 130 de
la constitución de 1917. Entre los elementos anarco-sindicalistas y los laboristas hubo
numerosos anticlericales y algunos antirreligiosos y ateos. Si los seguidores de Villa y Zapata no
mantenían esa actitud, los carrancistas sí. Las protestas que los prelados presentaron por los
artículos constitucionales ya citados radicalizaron a los grupos, y tras los jerarcas católicos
se constituyeron organizaciones que lucharon por defender sus derechos, entre otras las la
Asociación Católica de la Juventud Mexicana.
En el año de 1921 llegó a México el delegado apostólico monseñor Ernesto Philippi, quien
tría como propósito llegar a un acuerdo con el gobierno respecto a los derechos de los
católicos. En 1920, el obispo de León, Emeterio Valverde Téllez había erigido un pequeño
templo a Cristo Rey en el Cerro del Cubilete, próximo a Silao, que domina amplia zona
geográfica. En 1923 el episcopado quiso levantar otro más suntuoso e invitó al delegado a
colocar la primera piedra, acto que fue considerado como violatorio de la Constitución, por lo
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cual se expulsó a monseñor Philippi, y se hizo por conducto del procurador de Justicia severa
advertencia al clero.
Al iniciar el general Calles su gobierno, heredaba una situación tensa que se agravó al
aplicar con rigor las disposiciones del artículo 130, entre otras la relativa a la nacionalidad de
los sacerdotes, que motivó la expulsión de muchos eclesiásticos extranjeros. En algunos
estados, Veracruz, Tabasco y Chiapas., las autoridades, como ocurre siempre que una
disposición sale del centro y va a la periferia, extremaron las medidas y se desató una
verdadera persecución contra los sacerdotes y religiosas. Se cerraron templos y colegios y
se realizó un intensa propaganda antirreligiosa y anticlerical. El gobierno, por otra parte, para
disminuir la influencia de la Iglesia católica, favoreció un cisma que encabezó el llamado
patriarca Joaquín Pérez, quien engolosinado con algunos ofrecimientos trató de crear y dirigir
una Iglesia nacional independiente de Roma y sujeta de Estado. Esto ocurrió en 1925.
Para contrariar esa política un núcleo de católicos dirigido por el licenciado Miguel Palomar y
Vizcarra constituyó en 1925, en unión de René Capistrán Garza,
Luis G. Bustos y Rafael Ceniceros y Villarreal, la Liga Defensora de la Libertad Religiosa, que
empezó a extenderse por toda la Republica, y además de un comité Episcopal, y solicitaron la
derogación de los artículos que afectaban a los creyentes y a la Iglesia.
En febrero de 1926 el arzobispo de México, José Mora y del Río, fue consignado por sus
declaraciones relativas a los artículos citados; varios colegios católicos fueron clausurados al
igual que algunos templos en la ciudad de México.
En el mes de junio se dictó una ley que limitaba el número de sacerdotes, se clausuraron más
templos y se realizó una intensa propaganda anticatólica y anticlerical instrumentada por
Morones. La Liga Defensora decidió, a través de una propaganda eficaz realizada en medio de
persecuciones y desorden arbitrarias, iniciar un boicot que implicaba suspender el pago de
impuestos y un ataque frontal a la economía estatal, que perjudicó a la administración, pero
fue contrarrestado por las fuerzas que manejó Morones. Como el boicot fracasó, la Liga pensó
que sólo la rebelión armada podía ser la indicada.
La suspensión de cultos ordenada por la jerarquía eclesiástica el 31 de julio de 1926 fue una
medida que traumó a la población católica mexicana, principalmente a la de de profundas
raíces católicas que era la campesina, que veía atacadas sus creencias y su libertad para
ejecutar los actos de culto y prácticas piadosas a las que estaba acostumbrada. Por otra
parte, los campesinos del centro del país se habían visto agobiados por los excesos
cometidos por grupos de agraristas que se posesionaban de toda clase de propiedades. En
ellos, el deseo de defender su propiedad, penosamente adquirida y transmitida de
generación en generación, era una necesidad de supervivencia, algo que había que defender al
igual que sus ideas. Esta doble necesidad fue la que movió a miles de campesinos de
Jalisco, Michoacán, Guanajuato, Colima y Nayarit a alzarse en el movimiento cristero que
prohijó la Liga Defensora y que capitaneó el general Enrique Gorostieta. Nuevamente el
nombre de cristeros sería enarbolado por campesinos que defendían sus propiedades, como
había ocurrido en el siglo anterior en Michoacán.
La revuelta cristera o la “Cristiada”, que apoyó la Liga, fue fundamentalmente un movimiento
campesino. Si el episcopado, siguiendo la política vaticana no se mezcló ni dirigió la lucha,
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muchos eclesiásticos militaron en sus filas, que contaron al principio con 12 000 hombres y en
1929 sumaban
20 000. Conocedores del terreno en el que combatían, pusieron muchas veces en jaque a las
fuerzas del gobierno, pero éste, a través de una estrategia que condujo con habilidad el
general Joaquín Amaro, secretario de Guerra, sorteó las dificultades.
En esta lucha hubo heroicidades y crueldades múltiples y sus resultados fueron contrarios a lo
que esperaba el gobierno. Las creencias y la fe de diversos sectores se fortalecieron y en ellos
creció la idea de exigir plena libertad para ejercer sus derechos amparados por la ley. L a revuelta
cristera no fue sólo la reacción de los católicos ante la aplicación de normas que limitaban sus
libertades, sino un movimiento de protección del derecho de propiedad que los núcleos
campesinos de centro del país guardaban celosamente. La Cristiada duró de 1926 a 1929, año en
que se terminó.
E.- LA REELECCIÓN DE ÁLVARO OBREGÓN Y SU MUERTE.
En 1928, la administración callista se preocupó por la duración de la rebelión cristera. El
embajador Morrow, portador de gran número de muestras de apoyo de organizaciones
católicas de Estados Unidos, aconsejó al gobierno a llegar a un entendimiento con los
rebeldes. Por otra parte, desde 1927 se había ya planteado la próxima sucesión presidencial
y los grupos obregonistas pensaron en reelegir a su líder. L presión para ellos ejercida fue
tan fuerte, que lograron que el Congreso derogara la prohibición constitucional para
reelegirse. Frente a la candidatura de Obregón surgieron, del quipo de militares
revolucionarios, dos contrincantes: los generales Arnulfo R. Gómez y Francisco F. Serrano.
Viéndose lanzado a la palestra política separadamente, sus partidarios pensaron unificarlos
para presentar un frente poderoso y compacto al obregonismo, que contaba con el apoyo
oficial, Los militares pensaron por su parte que resultaba difícil enfrentarse al gobierno a
través de medios democráticos y que sólo una revuelta contra Calles y Obregón podía
asegurarles un cambio.
Gómez inició su campaña por varios estados y Serrano, a principios de octubre, marchó con
numerosos partidarios hacia Cuernavaca con el pretexto de festejar su próximo onomástico,
pero al partir habíase fraguado una conjura para aprehender a Calles y Obregón durante
unas maniobras militares nocturnas que se celebrarían el 1° de octubre. Como la conjura fue
descubierta, ni Calles ni Obregón asistieron, pero si dieron ordenes de aprehender a Serrano y a
sus acompañantes en Cuernavaca, y trasladarlos a México, pero todos ellos fueron
asesinados en Huitzilac el 2 de octubre de 1927. El 4 de noviembre fue capturado en
Teocelo, Veracruz, el general Gómez y ahí fue fusilado. De este modo se evitó una nueva
rebelión y Obregón aseguró su reelección.
Efectuadas las elecciones triunfa Álvaro Obregón, quien en noviembre de 1927 había sufrido
un atentado efectuado por un grupo de católicos radicales, que fueron ejecutados en la
inspección de Policía. Ya como Presidente electo, Obregón asistió el 27 de julio de 1928 a un
banquete que la diputación guanajuatense le ofrecía en el restaurante La Bombilla, en San
Ángel, y allí fue muerto a tiros por José de León Toral, fanático católico. Varias personas
fueron detenidas por complicidad y purgaron largas condenas. Toral fue fusilado.
El presidente Calles, sin ningún contrincante fuerte de la talla de Obregón y de los otros
desaparecidos, al leer al 1° de septiembre de 1928 su último informe ante el Congreso,
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esbozó la idea de que, desaparecidos los caudillos, el país debería regirse no por los
hombres sino por las instituciones, para que éstas estabilizaran al país. Deberían ser, dijo, los
representantes de los grupos revolucionarios los que eligieran a sus gobernantes, y esos
representantes deberían integrara un partido revolucionario unificado, alejado de las
facciones y los personalismos.
Antes de dejar el poder, nombró como secretario de Gobernación al licenciado Emilio Portes Gil,
que se había distinguido en la política. Al término de la gestión callista, el Congreso designó
como Presidente interno a Portes Gil, que debería convocar a elecciones.
F.- EL INTERINATO DE EMILIO PORTES GIL
El Presidente interino gobernó del 30 de noviembre de 1928 al 4 de febrero de 1930. Aún
cuando subió con el asentimiento del general Calles, el deseo de éste de no aparecer como
beneficiario directo o indirecto de la muerte de Obregón, como lo calificaron los partidarios de
éste, le obligó a la discreción que aumentó con su alejamiento, pues marchó a Europa
durante siete meses.
La administración de Portes Gil se caracterizó por el espíritu conciliador. Lo primero que hizo
fue llegar a un acuerdo con la jerarquía eclesiástica para acabar con la guerra cristera y
reanudar los cultos. El arzobispo de México, Pascual Díaz y el delegado apostólico, Leopoldo
Ruiz y Flores, aún contrariando la opinión de algunos prelados y la de los cristeros aceptaron
que terminara la revuelta y se reiniciara el culto. El 21 de junio de 1929 se llegó a un
convenio que puso fin a las dificultades entre la Iglesia y el Estado Gorostieta, jefe de los
cristeros, había sido sorprendido por fuerzas del general Saturnino Cedillo y muerto el 2 de
junio de 1929. Todavía quedarían en algunos estados resabios de esta lucha.
Portes Gil tuvo aciertos en su administración. Resultado de Congreso Obrero-Patronal
celebrado en noviembre y diciembre de 1928, cuando él era aún secretario de Gobernación, fue
la expedición de un proyecto de Ley de trabajo que se denominó Código Portes Gil, que con
algunas modificaciones originó la Ley del Trabajo que aprobó el Congreso en 1930 durante
la administración de su sucesor, Pascual Ortiz Rubio.
El 4 de marzo de 1929, los obregonistas, apoyados por militares amigos de Serrano y
Gómez, iniciaron una nueva revuelta. Gonzalo Escobar, Marcelo Caraveo, Jesús M. Aguirre,
Francisco R. Manzo, Roberto Cruz, Claudio Fox, Fausto Topete y Francisco Urbalejo se
alzaron en armas y lanzaron en Hermosillo un Plan por el que se desconocía a Portes Gil
como Presidente, se convocaba a los mexicanos a alzarse contra la intervención de Calles en el
gobierno y se reconocía cono candidato a la presidencia a Gilberto Valenzuela. Treinta mil
hombres sublevados fueron en tres mases sometidos por la fuerza que tuvo el propio Calles,
encargado interinamente de la Secretaría de Guerra y Marina por enfermedad del general
Amaro. El triunfo de las fuerzas gobiernistas representó un nuevo golpe contra el caudillismo y
el fortalecimiento de la organización gubernamental.
Ese otro intento de revolución fortaleció la idea de Calles fusilar a todos los elementos
revolucionarios en un solo partido y bajo un programa que tuviera en cuenta las aspiraciones
de los trabajadores, campesinos y militares. Portes Gil que compartía esas ideas, decidió
crear el Partido Nacional Revolucionario, que empezó a funcionar provisionalmente el 4 de
diciembre de 1928 bajo la dirección de Plutarco Elías Calles, Luis L. León y Manuel Pérez
Treviño. Ese comité directivo convocó el 5 de enero de 1929 a una convención en Querétaro
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que se inauguró el 1° de marzo, en la cual se discutieron el programa y los estatutos del
partido y se designó al candidato presidencial que sustituiría a Portes Gil. A partir de ese
momento, Calles se erigió en Jefe Máximo de la Revolución y sus influencias se mantendría
hasta mediados de 1935. Calles contó con el apoyo incondicional de Joaquín Amaro,
Saturnino Cedillo, Juan Andrew Almazán y Lázaro Cárdenas.
Portes Gil se enfrentó durante su administración a las actividades que realizaba el Partido
Comunista. Se hizo eco de que las misiones soviéticas conspiraban desde México apoyando la
revuelta centroamericana y rompió relaciones con la URSS.
Durante el fin de su mandato ocurrió un movimiento estudiantil que aprovechando diversos
accidentes se fortaleció y exigió la autonomía de la Universidad, que se le otorgó mediante la
ley del 10 de julio de 1929; el Congreso Universitario se instaló el 31 de julio. Como primer
rector de la institución se nombró al licenciado Ignacio García Téllez. Más tarde, en la época
del presidente Abelardo Rodríguez, se le concedió mayor autonomía y un patrimonio para
subsistir.
El 19 de octubre de 1933 se dictó una nueva Ley Orgánica de la Universidad. En esa
campaña estudiantil, en la que se distinguieron Alejandro Gómez Arias, Salvador Azuela,
Efraín Brito Rosado, etc. La conciencia de la clase media letrada se despertó, se percató de su
fuerza y valor y decidió participar en la contienda política, creyendo con firmeza en que sería la
razón y la inteligencia las que dirigían de ahí en adelante al país y no la fuerza de armas. Tuvo
esa clase fe en el ejercicio democrático. El triunfo de la idea de autonomía universitaria
logrado sin derramamiento de sangre, igualmente alcanzada. El movimiento estudiantil que
obtuvo la autonomía universitaria fue el preludio de una intensa jornada cívica que se iniciaría al
poco tiempo, la del vasconcelismo.
G.- LAS ELECCIONES DE 1929 Y EL VASCONCELISMO
En 1929, de acuerdo con la convocatoria del presidente Portes Gil, deberían celebrarse los
comicios para elegir al Presidente de la Republica y al Congreso. Al constituirse el Partido
Nacional Revolucionario, en él se fusionaron la mayor parte de los partidos revolucionarios y,
en principio, como acertadamente afirma Lorenzo Meyer, “comenzó por ser más bien una
confederación de los principales líderes y partidos de la coalición revolucionaria bajo la tutela
de Calles”. La preocupación central de sus directivos consistió en crear y mantener un
consenso real entre las facciones de la coalición a través de la conciliación de sus demandas
y aspiraciones y desterrar así la violencia como método para solucionar las pugnas internas
de la élite. “La organización e incorporación de los obreros y campesinos al partido y el
proceso político en general, tuvo entonces una importancia muy secundaria. Al examinar de
cerca la composición de los miembros fundadores del PNR destaca los altos jefes militares,
los caciques regionales, como Portes Gil, Gonzalo N. Santos, Saturnino Cedillo, Tomás
Garrido Canabal, y algunos de los principales líderes campesinos y varios del sector obrero.”
Al partido, en vísperas de la Convención llegaron muchas adhesiones a favor del licenciado
Aarón Sáenz, gobernador de Nuevo León, de autentica sepa obregonista. De pronto se
pensó que él sería el candidato idóneo, pero su energía y la cercanía que mantuvo con
Obregón y el apoyo que los obregonistas le brindaron hizo temer al general Calles que
gobernaría con independencia, no bajo su férula, y al llegar durante la Convención a la
elección del candidato, la Convención manejada hábilmente por el general Manuel Pérez
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Treviño, eligió al ingeniero Pascual Ortiz Rubio, antiguo revolucionario que perteneció al
grupo renovador del Congreso. Ortiz Rubio había sido en 1917 gobernador de Michoacán y
durante la administración obregonista secretario de Comunicaciones, cargo que dejó en 1921
para vivir en Europa. En el extranjero vivió varios años, alejado de la política. Portes Gil lo
invitó en 1928 a formar parte de su gobierno y a regresar a México con ese fin, algunos
grupos políticos manejados por Calles le ofrecieron su candidatura a la Presidencia, lo que él
aceptó. Efectuada la Convención de Querétaro, se le designó el 4 de marzo como candidato
oficial del PNR. Aarón Sáenz disgustado por esa imposición, que comparó con la de Bonillas que
trató de hacer Carranza, atacó fuertemente al gobierno y al partido.
Como candidato independiente apoyado por el Partido Nacional Anti reeleccionista figuró el
antiguo revolucionario y ex secretario de Educación José Vasconcelos, quien inició en
Nogales su campaña política. Apoyaron su candidatura los grupos opositores al gobierno, los
viejos revolucionarios de 1910 y la clase media letrada dirigida por los fogosos y valientes
líderes de la autonomía universitaria, Alejandro Gómez Arias, los hermanos Pedrero,
Mauricio y Vicente Magdaleno, Ángel Carbajal, Brito Rosado y también Alberto Vásquez del
Mercado, Manuel Gómez Morín, Vito Alessio Robles y muchos intelectuales y hombres y
mujeres del pueblo.
La campaña vasconcelista fue triunfal aún cuando estuvo llena de agresiones y ataques de
las fuerzas gubernistas y caciques locales. Su llegada a la ciudad de México fue apoteósica,
como la que tuvo al entrar a la capital Francisco I. Madero. Vasconcelos se dirigía a sus
partidarios despertando en ellos la conciencia del deber y de la moral. Sus partidarios
atacaban al régimen, pero no lograron formular un auténtico programa de gobierno que
ofreciera al pueblo las transformaciones sociales, económicas y políticas que anhelaba. Tuvo
el vasconcelismo sus mártires en la persona del fervoroso joven Germán del campo y varios
campesinos, así como de leales dirigentes que fueron asesinados sombríamente en Topilejo.
Al efectuase las elecciones, el resultado fue desfavorable para Vasconcelos, quien en
Guaymas, el 10 de diciembre de 1929, lanzó su manifiesto en que declaraba ser la autoridad
legítima e invitaba al pueblo a lanzarse a la revolución a la cual é se uniría. No encabezó la
revuelta armada y como no hubo grupos que la iniciaran, pese a contactos que se hicieron para
aprovechar a algunos dirigentes de los cristeros, el movimiento vasconcelista fracasó. Luis
Cabrera, al comentar esta fase del vasconcelismo afirmaría que “Vasconcelos se encargó
de poner de relieve, por ultima vez, que en México el triunfo de un candidato independiente
es una cosa absolutamente imposible”.
H.- EL GOBIERNO DE ORTIZ RUBIO
El 5 de febrero de 1930, en el Estadio Nacional, constituido por Vasconcelos, tomó posesión
de la Presidencia de la Republica el ingeniero Pascual Ortiz Rubio, quien inició su gestión
con mala fortuna, pues ese mismo día sufrió un atentado que la afectó la cara. Integró su
gabinete con elementos que se le impusieron en pro de la unidad revolucionaria. Así
figuraron el ex Presidente Portes Gil, su contrincante Aarón Sáenz, y Pérez Treviño, Luis
León y Puig Casauranc y los generales, José Aguilar y Maya Freyssinier Morín participaron
también.
Ortiz Rubio, alejado muchos años del país, estaba ajeno a la nueva situación política.
Carecía de vigor y personalidad y pronto se convirtió en instrumento del general Calles, quien
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tomaba las decisiones fundamentales en tonel los campos. Durante su gestión ocurrió la
recesión económica mundial que afectó a México, y en varios países se produjeron cambios
violentos en su administración, lo que provocaba dificultades para el reconocimiento
diplomático. Para salvar esa situación el canciller Genaro Estrada elaboró un principio que se
conoció como Doctrina Estrada, en la que se establece que el gobierno mexicano no conoce
o desconoce gobiernos y sólo se limita a mantener o retirar a sus representantes cuando lo
cree necesario.
Iniciadas en las administraciones anteriores e inspiradas en modernas legislaciones, se
promulgaron la Ley Federal del Trabajo en 1930, la Ley de Crédito Agrícola para ejidatarios y
agricultores es pequeño, así como las que reglamentaban los Bancos Regionales de Crédito
Agrícola y las Sociedades Cooperativas Agrícolas. Igualmente se expidió el Código Penal y el
Código de Procedimientos Penales.
El Presidente trató, sin lograrlo, de fortalecer su gobierno, para lo cual cambió su gabinete
varias veces. Sin embargo, la tutela de general Calles fue tan molesta para este viejo
revolucionario que creyó iba a gobernar al país por principios, que se vio obligado a renunciar el 2
de septiembre de 1932, abandonando México.
I.- LA PRESIDENCIA DE ABELARDO RODRÍGUEZ
Aceptada la renuncia de Ortiz Rubio, se reunió nuevamente el Congreso para elegir al
Presidente sustituto. Pérez Treviño, después de exhortar a los diputados a mostrar que
México estaba preparado para la democracia, presentó los nombres de Alberto J. Pani,
Joaquín Amaro, Abelardo Rodríguez, ex gobernador de Baja California y ex secretario de
Industria, Comercio y Trabajo y luego, en 1932, de Guerra y Marina.
La gestión de Abelardo Rodríguez se realizó al amparo del “maximato” que ejercía el general
Calles. Hizo renunciar a Pani como secretario de Hacienda e inició una política económica
con la cual estabilizó la moneda, favoreció el desarrollo industrial y el comercial, y se
preocupó por manejar la red ferroviaria y las carreteras México-Laredo, Morelia-Guadalajara.
Puebla-Tehuacan y otras más. Para organizar la explotación del petróleo se creó Petro-Mex.
Tuvo como secretario de Educación a Narciso Bassols, hombre inteligente e intransigente pero
dotado como Vasconcelos de una filosofía educativa, que en este caso era la socialista. Las
decisiones de Bassols provocaron inquietudes y oposición, por lo cual el secretario de
Educación renunció en 1934.
Rodríguez promulgó la Ley Nacional y Naturalización, el Código Sanitario, la Ley Orgánica de
los Tribunales Federales. En el campo obrero ocurrió el rompimiento de Vicente Lombardo
Toledano con Morrones y otros dirigentes de la CROM, acusados de corrupción y de
claudicantes. Formó entonces Lombardo, apoyado por numerosos obreros cansados del
manipuleo del que eran objeto, la Confederación General de Obreros y Campesinos de
México, que realizó una política más radical en el campo de las reivindicaciones obreras.
Este grupo sería en el que se apoyaría posteriormente el presidente Lázaro Cárdenas.
Serias dificultades tenidas con los campesinos de Jalisco y Veracruz perturbaron la
tranquilidad, junto con las frecuentes huelgas obreras que ocurrieron en los centros fabriles.
El general Rodríguez terminó su gestión el 30 de noviembre de 1934. Posteriormente ocupó
la gubernatura de Sonora y se consagró luego a sus negocios, que manejó con habilidad.
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L.- LA ADMINISTRACIÓN DEL GENERAL LÁZARO CÁRDENAS
Tanto en la actividad militar como en la política había destacado Lázaro Cárdenas del Río,
quien supo escuchar y resolver las demandas de los grupos campesinos y obreros. Gobernó
Michoacán con acierto, fomentó la educación, apoyo las aspiraciones obreras y repartió
tierras a los campesinos. En el gabinete del presidente Rodríguez ocupaba la Secretaría de
Guerra y Marina cuando fue postulado en Guadalajara por varios grupos políticos,
postulación hecha fuera de los designios del Jefe Máximo. Sin embargo, Calles la aceptó por
estimar que Cárdenas no era un militar de camarilla, esto es, que hubiese formado en su
entono un grupo fuerte y ambicioso, sino que se había mostrado leal al propio Calles y a
Obregón y desempeñad con eficacia las misiones que se le habían encomendado, como las que
tuvo en la Huasteca y también la discreta postura que observó cuando en 1930 se le nombró
presidente del PNR. Por ello el Jefe Máximo avaló la candidatura del general Cárdenas
que fue aprobada en la Convención celebrada por el Partido Nacional Revolucionario
en Querétaro, en diciembre de 1933.
Calles planeó inteligentemente que la Convención no sólo se ocupará en elegir al candidato,
el cual una vez designado, según sus propias intenciones y la coyuntura que le tocara vivir,
formularía un programa de acción gubernamental, sino que trataría que el candidato llevara
desde el inicio de su campaña un programa, elaborado por diversos elementos
revolucionarios, con los principios sociales, económicos, políticos y culturales al que se
sujetaría su acción. Debería de ser un plan o programa que, formulado de acuerdo con los
principios esenciales de la revolución, fuera discutido con amplitud por los asistentes, obreros
y campesinos en la Convención de Querétaro. Es indudable que la influencia de los planes
quinquenales soviéticos influyó en esa ide. Conviene resaltar que en los ocho apartados que
lo integraron se concentraron los aspectos más importantes que había que atender. Especial
cuidado se prestó al problema de la tierra, que se estimó como “el problema social de mayor
importancia en nuestro país”. En su apartado correspondiente se trataron puntos como los de
la organización campesina: riego, riqueza ganadera y forestal. Otros apartados fueron los
referentes a trabajo, económico nacional, comunicaciones y trasportes, salubridad,
educación, gobernación, relaciones exteriores, hacienda y crédito público. La Convención
aprobó así, además de la candidatura del general Lázaro Cárdenas, el Plan Sexenal que
normaría su acción total. A partir de ese momento cada candidato surgiría acompañado de
su plan sexenal respectivo.
Contendieron en las elecciones un antiguo y ameritado revolucionario, Antonio I. Villarreal,
quien había militado con toda honradez en la izquierda y que era un candidato
independiente, y el general Adalberto Tejeda, también de izquierda, pero ligado al gobierno en
alguna manera.
El general Lázaro Cárdenas tomó posesión de la Presidencia el 1° de diciembre de 1934 y lo
entregó a su sucesor el 30 de noviembre de 1940. Formó su gabinete con personas adictas
al callismo, alguna brillante como Narciso Bassols. Su único secretario de confianza, paisano
e identificado con él fue el general Francisco J. Múgica, quien destacó en el Constituyente de
1917. Los gobiernos estatales, el Congreso Federal y los congresos estatales estaban
dominados por el Jefe Máximo. Para fortalecer su gobierno, Cárdenas no tuvo al principio
más opción que apoyarse en los grupos de obreros y campesinos, en el pueblo del que
dimana el poder. Quiso gobernar con su pueblo al frente y no en contra ni a sus espaldas. El
pueblo le daría su fuerza y el Presidente atendería sus justos y antiguos reclamos.
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Dirigía el movimiento obrero Vicente Lombardo Toledano, universitario destacado que había
pertenecido a la generación de los Siete Sabios y que se había inclinado a la política desde
la época de Obregón. Lombardo, ideológicamente propugnaba por el cambio de un régimen
capitalista a uno socialista, se dio cuenta de que su acción al frente de la CTM debería
iniciarse, para fortalecerse, atendiendo los reclamos nacionalistas, obtener la independencia
económica, social y política del país y posteriormente cambiar el sistema socio-político.
El apoyo que Lombardo Toledano prestó al régimen para liberarse del sistema Maximato fue
muy grande. Cárdenas lo comprendió y apoyó sin reservas las exigencias de la clase obrera.
En el campo, el auxilio que se prestó a Cárdenas fue igualmente valioso. Haciendo realidad
las promesas de reivindicaciones agrarias que se habían detenido desde el gobierno callista
y sus sucesores, Cárdenas prosiguió su labor de reparto de la tierra, creación de
instituciones crediticias en beneficio de los campesinos, constitución de obras de riego,
etcétera.
La Confederación Campesina Mexicana, CCM primero y después de un grupo más radical, la
Confederación Nacional Campesina, CCN, sirvieron para unificar a los trabajadores del
campo, unificación que, como declaraba Cárdenas, se había dificultado por los intereses
personales y ambición de algunos líderes. Las centrales, además de unificar a los
campesinos, sirvieron para canalizar el apoyo de vastos sectores que veían que sus
peticiones se cumplían y consideraban así esa unificación y organización surgida de arriba,
del gobierno, y no de las bases, cono eficaz y benéfica. Tanto el apoyo de la clase obrera
como de la campesina, que se tradujo en amplias ventajas materiales, habríanse de convertir
a la larga en dependientes de las decisiones gubernamentales. En ese momento tanto el
gobernante cono los obreros y campesinos necesitaban auxiliarse mutuamente con energía y
fidelidad.
El apoyo que Cárdenas prestó a las organizaciones obreras y campesinas para que
obtuviera solución a sus justas peticiones, desató en el país una ola de huelgas de amplias
proporciones y de afectaciones agrarias, algunas de las cuales se hicieron contra políticos
ligados al callismo. El general Cárdenas, por otra parte, a lo largo de su vida mantuvo un
principio de moralización de la sociedad y no vio con buenos ojos la creación de casinos y
casas de juego, algunos de ellos prohijados por el ex presidente Abelardo Rodríguez, y
ordenó su clausura. Se suprimieron concesiones muy productivas que tenían altos jefes de
armas. El general Amaro, de gran prestigio, fue amonestado severamente por el Presidente a
raíz de accidentes ocurridos en la Escuela Superior de Guerra. Calles, que observaba como
la administración cardenista toleraba la agitación obrera y campesina y afectaba a sus
amigos, en declaraciones hechas el 11 de junio de 1935 la criticó veladamente, pues señaló
que ese “maratón de radicalismo” se debía a las ambiciones excesivas de los líderes
obreros.
Como la crítica fue muy dura y los incondicionales de Calles se aprestaron a manifestarle su
adhesión, Cárdenas para contrarrestarla y fortalecer su mando, tuvo que apoyarse en las
centrales obreras y campesinas y en la lealtad de algunos militares y políticos como Portes
Gil y Cedillo. Lombardo creó el Comité Nacional de Defensa Proletaria que apoyó pública y
enérgicamente al Presidente. Ante esa rápida respuesta, el Jefe Máximo abandonó México el
día 18 rumbo s Sinaloa y Los Ángeles en donde estuvo algún tiempo. La salida de Calles no
marcó el fin de esa diferencia, pues después de algunos meses volvió al país, tiempo que el
general Cárdenas había aprovechado hábilmente para reforzar a sus partidarios. Cambió su
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gabinete eliminando a los elementos que le había impuesto Calles. Múgica, Silvano Barba
González, Andrés Figueroa, Saturnino Cedillo, Sánchez Tapia y Eduardo Hay fueron algunos de
sus colaboradores. A Emilio Portes Gil le asignó la presidencia de PNR, en el cual realizó limpia
de personal de callista. Desplazó a Amaro de puestos de importancia pero mantuvo a Andrew
Almazán.
Habiendo representado el Jefe Máximo de Estados Unidos y realizado actividades
sospechosas fue acusado junto con Luis N. Morones de conspirar contra el gobierno. El mes de
abril de 1936 fue detenido sorpresivamente en su hacienda de Santa Bárbara y expulsado junto
con Morones y Luis León a Estados Unidos. Su expulsión marcó el fin del maximato y el
Presidente PUDO ejercer libremente sus funciones sin tutelaje alguno. Liberóse también al poco
tiempo de Emilio Portes Gil, que al frente del PNR trataba de hacer política partidista en su favor.
Más tarde fue separado del gabinete Saturnino Cedillo. Poderoso cacique potosino, quien se
convirtió en el protector de los elementos conservadores que torpemente lo miraron como una
solución a los excesos revolucionarios de ese periodo.
En el año de 1937, ante la actitud retadora de Cedillo, el gobierno le retiró fuerzas militares
de tierra y aéreas con que contaba y le ordenó ocupar el mando de la zona militar de
Michoacán, adicta en su totalidad a Cárdenas. Cedillo no obedeció y acompañado de
algunas tropas y confiado en la protección de las compañías petroleras en rebeldía contra el
gobierno, se lanzó en armas, habiendo sido capturado y muerto entre el 9 y 10 de enero de
1939.
a) La política obrerista y la expropiación petrolera.
Fortaleció su gobierno, Cárdenas, a través de Lombardo tuvo que controlar las excesivas
demandas obreras, pero sin rechazarlas. Las centrales siguieron una política nacionalista y
actuaron más contra las compañías extranjeras que contra las nacionales. Su acción
favoreció la política nacionalista del régimen que trataba de fortalecer la economía del país.
Una de las constantes de los gobiernos revolucionarios fue lograr que México tuviera el
dominio total del subsuelo. Disposiciones dadas, en la época de Carranza principalmente,
tendieron a ello. Obregón varió esta tendencia para contar con el apoyo de Estados Unidos y
Calles hizo otro tanto. Los acuerdos celebrados entre éste y el embajador Morrow permitían
que las compañías estadounidenses aprovecharan sin limitaciones los recursos petroleros.
En 1936, el 18 de julio, se efectuó el Congreso extraordinario del Sindicato de Trabajadores
petroleros de la Republica Mexicana, que analizó las condiciones de trabajo, el contrato
colectivo, los salarios y prestaciones. Elaborado un proyecto de contrato colectivo, fue
presentado a las empresas, que lo consideraron excesivo. Los obreros intimaron la huelga y
para evitarla el gobierno instó a que se realizara una convención obrero-patronal que trabajó
durante ciento veinte días sin llegar a un a cuerdo, Las empresas afirmaban que las
exigencias obreras eran muy altas, setenta y cinco millones, y que solo pagarían catorce. Sin
llegar a ningún acuerdo, el 31 de mayo de 1937 se declaró la huelga, que se prolongó
dañando la economía. Ante esa situación y el hecho de que las empresas, asesoradas por
los ilustres abogados, recurrieran a las instancias jurídicas superiores del país, el gobiernos
nombró una comisión integrada por Jesús Silva Herzog, Efraín Buenrostro y Mariano
Moctezuma para dar un dictamen, documento que mostró que la situación económica de las
empresas era bonancible y por tanto podían pagar a los petroleros anualmente veintiséis
millones de pesos.
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En los tribunales, la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje declaró lícita la huelga y en su
fallo del 18 de diciembre de 1937 aprobó las conclusiones de la Comisión citada, lo cual
provocó el disgusto de las compañías que, además de haber agotado todas las instancias,
acudieron sus gobiernos demandando protección, retiraron sus depósitos bancarios e
hicieron salir del país el equipo nuevo. La Suprema Corte de Justicia, que conoció en última
instancia ese asunto, ratificó el 10 de marzo de 1938 el laudo de la junta. Actuando
patrióticamente, la Suprema Corte rectificaba la postura de los años de 1921 y 1927, que
había protegido a las compañías. Ante el fallo de la Corte, que estas compañías se negaron a
acatar no obstante la mediación amistosa del presidente Cárdenas, éste se vio obligado el 18 de
marzo de 1938 a expropiar las compañías petroleras. La decisión del Presidente fue apoyada
únicamente por el pueblo de México, que en un rasgo de identificación con el mandatario
trató mediante su contribución espontánea y voluntaria de ayudar a pagar la deuda que
México contraería.
Las compañías estadounidenses movieron a su gobierno a protestar y a dictar medidas
económicas que perjudicaron al país, como detener la compra de plata que sostenía la
lánguida economía nacional, e impedir la venta de equipo industrial. La política de Franklin
Roosevelt como presidente de Estados Unidos, enfrentado con las potencias nazi y fascista,
Alemania e Italia, y a la vez en serios conflictos con poderosos intereses económicos de su país,
favoreció la actitud de Cárdenas. Inglaterra protestó y rompió relaciones con México. Años más
tarde, las deudas con Estados Unidos e Inglaterra fueron cubiertas. Para organizar la industria
petrolera se creó la Compañía Exportadora del Petróleo Nacional, que más tarde se convertiría
en Petróleos Mexicanos.
b) La política agraria.
En el campo, las peticiones de reparto de tierras, que se habían detenido en las anteriores
administraciones, se aceleraron. Hasta 1934 se había repartido 3.9% de la tierra de México. Al
salir Cárdenas, que se entregó acerca de 280 hectáreas mensuales la superficie repartida era del
10.2%. Además se intensificó el crédito a los campesinos y se les proporcionó mayor ayuda
técnica. Talvez el aspecto más importante de la política agraria cardenista consistió en la creación
de ejidos colectivos que escapaban del criterio establecido en la Constitución de 1917. Para
establecerlos fue necesario organizar a los campesinos. Esta forma de distribución de la
tierra fue impugnada por creer que se trataba de un sistema de socialización inspirado en
los Koljos soviético, aún cuando historiadores como Luis Chávez Orozco mostraron que esta
forma de colectivización tenía sus raíces en el México prehispánico y había existido
también en la época colonial.
Bajo esos principios, Cárdenas realizó grandes repartos en Yucatán, en la zona lagunera, en la
región del Yaqui y en Michoacán. Grandes latifundios fueron distribuidos entre campesinos
carentes de tierra. La distribución colectiva se realizó para no disminuir la producción y para
conservarla en su totalidad. Tal fue el sentido que tuvo el Gran Ejido Henequenero en
Yucatán y el constituido en la Laguna y en las antiguas haciendas de Lombardía y Nueva
Italia. En las zonas cálidas consagradas al cultivo de la caña, se organizaron cooperativas
obrero-campesinas y el Estado hizo construir con fondos oficiales varios ingenios, como los de
Zacatepec, El Mante y Los Mochis.
Por desgracia, los intentos del general Cárdenas no siempre fueron apoyados honesta y
eficazmente. Los líderes no supieron mantener la cohesión y el espíritu altruista con que
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habían sido hechos esos repartos y utilizaron su influencia para proteger a sus
incondicionales y no a los verdaderos campesinos.
c) La política internacional.
Durante la administración cardenista se destacaron en Europa graves conflictos. Italia invadió
a Europa para construir un amplio imperio y México, dentro del foro de la Sociedad de
Naciones protestó por ese hecho. En 1936 estalló en España la Guerra Civil que derrocó a la
Republica. México se colocó del lado de los republicanos, recogió a muchos niños en
desamparo y abrió la puerta a los “transterrados”, inmigrantes que vinieron a México, en
donde realizaron importante obra cultural y científica, se identificaron con la población y
afianzaron los lasos de amistad entre España y México. Al iniciarse la Segunda Guerra
Mundial el gobierno mexicano se colocó de parte de las fuerzas en contra los regímenes
fascistas.
d) La obra constructiva
Cárdenas, decidió a transformar al país, pensó que era necesario crear nuevas instituciones que
lo fortalecieran. En el aspecto crediticio instituyó los Almacenes Nacionales de Depósito, la
Nación Financiera y el Banco Obrero de Fomento Industrial. Para atender a la población indígena
fundó el Departamento de Asuntos Indígenas y para intensificar la enseñanza tecnológica e
Instituto Politécnico Nacional. Creó también los bancos estatales de Crédito Ejidal Agrícola y
Ganadero. Se promulgó la Ley del Salario Mínimo.
Durante el gobierno de Cárdenas se expidió el 10 de diciembre de 1935 la Ley de Crédito
Agrícola en la cual se define la red de instituciones que apoyan el sistema nacional de crédito
agrícola y se precisan sus funciones. También a ese gobierno correspondió expedir el
Estatuto de los Trabajadores al Servicio al Servicio de los Poderes de la Unión, que extendió los
beneficios de la Ley Federal del Trabajo, incluso la posibilidad para los servidores públicos
de organizarse y declararse en huelga.
Siguiendo los dictados de algunos de sus consejeros, bastante radicales, pero no muy
lúcidos, trató de implantar la educación socialista, modificando el artículo 3° de la
Constitución, hecho que provocó agitación estéril en la Republica. Favoreció las obras de
irrigación del campo construyendo importantes presas y también se preocupó por las
carreteras, habiéndose concluido durante su mandato, en 1936 la México-Laredo iniciaba en
1925. Respecto a los ferrocarriles, comenzó la construcción del ferrocarril del Sureste y la línea
de Fuentes Brotantes, en Baja California a Punta Peñasco, en Sonora. El 23 de junio de 1937
nacionalizó los ferrocarriles.
Como advirtió las ventajas de la idea de ex presidente Calles de crear un auténtico partido
revolucionario que cohesionara a todos los principios grupos políticos, y habiendo tenido la
experiencia que proporcionó presidir el PNR, en 1938, después de la expropiación petrolera,
transformó el PNR en PMR, es decir, Partido de la Revolución Mexicana, en el cual tendría
participación activa los sectores que habían apoyado su política: los obreros, integrados
principalmente por la CTM y sindicatos independiente; el campesino, representado por la
CNC, el sector popular representado por los miembros de la Federación de Sindicatos de
Trabajadores al Servicio del Estado (FSTSE)y el militar. Con esa base semicorporativa
fortaleció su política e hizo más fuerte a ese partido, que centralizó cada vez más la dirección
20
y la fuerza política del país. Por otra parte, esos sectores quedaron cada vez más
independientes de las decisiones oficiales.
En resumen, el régimen de general Cárdenas fue altamente dinámico. Removió las
estructuras tradicionales y se preocupó por mejorar la suerte de grandes capas de la
población. Sus decisiones, muchas de ellas radicales, se asentaron con el tiempo. Algunas no
tuvieron continuación o fueron alteradas por los acontecimientos y los hombres; más su periodo
quedó como uno de los más positivos que el México moderno ha tenido.
Al general Cárdenas correspondió hacerse cargo, una vez que cedió el mando, de la
vigilancia y defensa de la zona del Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial, en previsión de
ataques de los japoneses. Posteriormente, en la administración de licenciado Miguel
Alemán tuvo el cargo de vocal ejecutivo de las obras del río Papaloapan, en donde se
desempeñó eficiente labor que ha transformado esa rica región. Falleció en la ciudad de
México el 19 de octubre de 1970.
21
II.- DE LA POLÍTICA DE LA UNIDAD NACIONAL A LA CULMINACIÓN DEL
DESARROLLO ESTABILIZADOR.
A.- Gobierno de Manuel Ávila Camacho:
La política de unidad nacional
MANUEL ÁVILA CAMACHO habría se ser el presidente de la conciliación, y su lema de la
unidad nacional estaría presente en todas las políticas y los actos de su gobierno. Desde su
campaña electoral, Ávila Camacho anunció que se preocuparía esencialmente por la
conciliación de los intereses que defendían los diferentes las diversas clases sociales, con el
fin de crear las condiciones favorables al desarrollo del país. Con esto quería dar a entender
que habría de limitarse la participación del estado en la economía, que se moderaría el
reparto agrario, se dejaría de aplicar la educación socialista y se otorgarían nuevas garantías
a los empresarios.
Con ese se sustentaba en programa del segundo Plan Sexenal, por medio del cual el nuevo
gobierno se proponía consolidar las grandes realizaciones del gobierno de Cárdenas, pero
tendiendo ahora “las nuevas posibilidades definidas de progreso”. El programa seguía
manejando el concepto de la “lucha de clases”, sólo que no se consideraba “ni posible ni
conveniente” conducirla “hasta sus últimas consecuencias”. Por lo tanto, se garantizaba que el
gobierno avilacamachista no sería hostil a la empresa privada, siempre que esta respetara “las
justas aspiraciones populares”. Se abandonó el calificativo de socialista al hablar de
educación, en lo referente al renglón agrario, se continuará apoyando al ejido colectivo, pero al
mismo tiempo, se prometía que se habría de definir claramente el estatuto de la pequeña
propiedad. En el aspecto social, el Plan señalaba algunas reformas importantes, como la
creación del Seguro Social, el establecimiento de salario mínimo por zonas geoeconómicas y el
otorgamiento de los derechos políticos a las mujeres.
Reorganizaciones en el Partido de la Revolución. Uno de los proyectos más importantes de
la política de Ávila Camacho fue consolidar al Partido de la Revolución, de modo que fuera el
aparato electoral del Estado, lo cual implicaba efectuar algunos cambios tanto en lo
concerniente a la cuestión doctrinal como en la organización. Manuel Ávila Camacho
consideraba necesaria la organización del PRM, porque la imagen del radicalismo que
presentaba no era congruente con la nueva política de conciliación; por lo tanto, el PMR
debería restringirse a efectuar actividades electorales. La primera decisión que el gobierno
de Ávila Camacho tomó en este sentido fue la de excluir del partido oficial a los miembros del
ejército, pues consideraba que los militares no deberían intervenir “ni directa, ni
directamente” en el proceso electoral, porque, de hacerlo, se podrían ocasionar divisiones
dentro del ejército y eventualmente se vería amenazada la vida cívica. La orden de suprimir al
“cuarto sector” del PRM fue dada apenas inaugurado el nuevo gobierno, el 10 de
diciembre de 1940; a partir de entonces el partido oficial fue objeto de profundos cambios
encaminados a que dejará de ser el centro de los debates políticos y a que se desistiera de
participar en la vida nacional, salvo en los periodos electorales. Al despolitizar al PMR
restándole fuerza, se consolidaba el presidencialismo y el Partido de la Revolución quedaba
como un instrumento de la política de unidad nacional, con lo cual se daba otro gran avance en el
fortalecimiento del Estado mexicano.
22
En el aspecto de la doctrina, PRM abandonó sus anteriores tesis prosocialistas para adoptar las
nuevas del presidente Ávila Camacho, buscando un acercamiento tanto con el grupo católico
como con las capas medias de la población, que habían respaldado la candidatura de Almazán
en 1940, con el objeto de atraerlas hacia el partido oficial en los futuros procesos electorales. A tal
efecto se emprendió una reorganización del sector popular del PRM y la incorporación de ese
sector a una gran central semejante a la agrupaba a los otros dos sectores restantes (hay que
recordar que el ejército había sido excluido), con el propósito de que sirviera de contrapeso a los
obreros y campesinos. Así fue se creó la Confederación Nacional de Organizaciones
Populares (CNOP) en febrero de 1943, presentada como un pilar fundamental en la política
de unidad nacional.
Para 1943 se había realizado la transformación del PRM, mientras que la oposición estaba
constituida por las fuerzas de derecha en la UNS y en el PAN, y por las de la izquierda, en el
PCM. Al acercarse el proceso electoral, sobrevino una crisis ocasionada por divergencias
ecológicas dentro del partido oficial, debido a rivalidades entre los tres sectores que lo
integraban. Pero una vez efectuadas las elecciones, quedó claro que el sector popular había
llegado a ser mayoritario, tanto a lo interior del partido como en la nueva composición del
poder legislativo. Era evidente que las tesis presidencialistas de la unidad nacional se
orientaban a tener el apoyo de los sectores medios de la sociedad, mientras que quedaban fuera
de los extremos. Asimismo, se manifestaba que la nueva organización del PRM permitía al
Estado ejercer el control del proceso electoral.
Sin embargo, a partir de las elecciones de 1943 el partido oficial cayó en el desprestigio y
entró en crisis; fue atacado por los empresarios, por el PAN y por la prensa, criticado hasta
por sus propios dirigentes. No logró presentar una imagen de popularidad. A finales de 1945
se decidió llevar acabo una nueva transformación del partido oficial, que comenzó con una
nueva Ley E lectoral, aprobada el 31 de diciembre de ese año, y que buscaba
institucionalizar a los partidos de oposición electoral puntualizando, entre otras cosas, que
dichos partidos deberían de ser dos con “ideologías discrepantes”, que lucharán entre sí de
un extremo a otro, mientras que el partido oficial ocupaba el justo medio. Se pretendía que
los partidos no fueran locales o regionales políticas extranjeras (refiriéndose concretamente
al Vaticano y a las organizaciones comunistas internacionales); que los partidos opositores
se registraran en la Secretaria de Gobernación. El 18 de enero de 1946 se decretó la
desaparición del PMR para fundar el Partido Revolucionario Institucional (PRM), nombre que
en si mismo postulaba la defensa de las instituciones existentes y por él se afirmaba,
además, que “la revolución era ya una institución a cargo del Estado y su partido”.
Esta vez tampoco el cambió era sólo de nombre, pues se abandonaron los antiguos lemas
socialistas para remplazarlos por otros de ideología claramente distinta. El lema que pugnaba
“por una democracia de los trabajadores” se sustituyó por el de “Democracia y Justicia
Social”, ya no se prepararía al pueblo para la democracia a través del socialismo, sino para
una auténtica democracia” y ese cambio constituiría el primer paso hacia una nueva reforma
al articulo tercero constitucional que, tras muchos debates entre derechas e izquierdas, se
habría de concretar en octubre de 1946. Las modificaciones en la estructura del párrafo
oficial fueran también significativas y tendieron a concretar el poder en los funcionarios del
partido y en el comité central; se anularon los “sectores” y fueron sustituidos por
delegaciones de los estados; se disminuyó la influencia de la CTM y los obreros dejaron de tener
presentación proporcional en todos los niveles y cargos del partido; las elecciones de candidatos
ya no se efectuarán mediante asambleas sectoriales sino de forma directa.
23
Las elecciones en 1946. Durante el gobierno de Ávila Camacho se mostró claramente la
tendencia hacia el civillismo, sobre todo a partir de la supresión del sector militar en el PRM.
Quedaba manifiesto que al fortalecerse el Estado institucionalizarse la Revolución en una
amplia base social compuesta por las capas medias de la sociedad, no era ya necesario que
los presidentes fueran militares sino que, por el contrario, debería propugnarse por el
civillismo, sobre todo en momentos en que entraba la vida política nacional una nueva
generación que no había participado en la Revolución armada. Entre aquellos civiles, fueron
principalmente dos los que se consideraron presidenciables: Ezequiel Padilla, abogado que
ocupaba el cargo de secretario de Relaciones Exteriores, y Miguel Alemán Valdez, también
abogado, que había dirigido la campaña electoral en 1940 y era secretario de Gobernación
en la administración de Ávila Camacho. Fue este último candidato escogido por el Partido y
el que resultaría electo en unos comicios que, por primera vez en la historia
posrevolucionaria, resultaron tranquilos, aun cuando se manifestó el disgusto de los partidos
de oposición y del mismo Padilla, que había sido eliminado como candidato dentro de las
filas del partido oficial.
a) Política exterior.
En este periodo, y ya desde finales del anterior, fueron muy importantes para México las
relaciones internacionales, porque habría de verse involucrado en la Segunda Guerra
Mundial en mucho mayor proporción que en la Primera. Esto obedeció a varias razones: en
primer lugar por la cercanía geográfica con Estados Unidos, país líder en la hegemonía
mundial desde que desplazará a las potencias europeas, como efecto de la Primera Guerra
Mundial; en segundo lugar porque, para fines de los años treinta, en México comenzaba a
perfilarse un crecimiento económico del que obviamente no podía hablarse en 1914, y en
tercer lugar porque desde tiempos del embajador Morrow, México mantenía magnificas
relaciones con Estados Unidos, que se vieron reforzadas por la política antifascista de
Cárdenas.
Relaciones con Estados Unidos. En lo concerniente con las relaciones con Estados Unidos,
no hay que olvidar que, no obstante los amistosos vínculos, existían serios problemas
pendientes, sobre todo de orden económico, los más importantes de los cuales eran dos
estrechamente relacionados entre sí: a) las reclamaciones de los estadounidenses por las
expropiaciones petrolera, ferrocarrilera y agraria, hechas durante el cardenismo; b) la deuda
externa.
Respecto al petróleo, en noviembre de 1941 se celebró un convenio, precisamente cuando
para Estados Unidos era inminente el conflicto con Japón. Mediante ese convenio, el
gobierno estadounidense retiraba su apoyo a las empresas petroleras que se obstinaban en
reclamar una suma exorbitante, que se ascendía a 450 millones de dólares como
indemnización, y fijo en cerca de 24 millones de dólares el monto de la indemnización, que
comprendía sólo los bienes de la superficie y no la reserva petrolera, con lo cual el gobierno
del país vecino aceptaba tácitamente que “todo el petróleo del subsuelo mexicano pertenecía
a la nación”. Se establecía el pago global de las reclamaciones por daños a propiedades de
ciudades estadounidenses en 40 millones de dólares, suma en la que se incluían todas las
demandas por los daños causados durante la revolución, y por las expropiaciones agrarias;
se excluían tres millones de dólares que ya habían sido pagados por México y se estipulaba
que el resto se liquidaría en varios plazos. En ese mismo acuerdo se concertó una
adquisición anual de plata mexicana por 25 millones de dólares, un crédito de 40 millones de
24
dólares para dedicarlo a estabilizar el peso, y la apertura de crédito con el Eximbank por 30
millones de dólares, que se destinarían a la construcción de carreteras.
En el arreglo de la deuda externa influyó también la guerra mundial. La Rusia soviética había
sentado el precedente de no reconocer la deuda contraída por el derrocado gobierno zarista,
y en los difíciles que siguieron al término de la Primera Guerra Mundial, agravados por la
Gran Depresión, se había hacho frecuente que los países vencedores aceptaran reducciones
en el pago de las reparaciones de guerra a los países perdedores, como fue el caso de
Alemania. Así pues, desde el periodo de Cárdenas había empezado a darse un clima
propicio para que México pudiera arreglar su deuda en condiciones favorables. Las
negociaciones en este sentido se habían interrumpido al producirse la expropiación petrolera,
pero en 1941 la situación había cambiado debido a la gran parte a la Segunda Guerra
Mundial. El hecho de que México fuera un país neutral permitió el regreso y la inmigración de
capitales, además del aumento en exportaciones; por el contrario, Estados Unidos estaba a
punto de involucrarse en la guerra y requería de aliados en América Latina y, muy
particularmente, necesitaban la alianza con su vecino inmediato.
Por eso, después de algunas trabas que todavía pusieron los banqueros internacionales, en
noviembre de 1942 se celebró un nuevo convenio con Estados Unidos por el cual se reducía
la deuda externa de México - cuyo monto total se estimaba, en el convenio de 1930, en 274
669 270 dólares - a 230 631 974, lo que equivalía a una reducción de un 20% aproximadamente. Determinado de esta manera el capital, se propuso que México pagaría
un peso por cada dólar, obligándose también a pagar el capital reducido a elección de los
acreedores, ya fuera en pesos o en dólares, a la paridad de 4.85, que era la correspondiente
a la fecha del convenio (1942), independientemente de que la paridad cambiara en el futuro.
Acuerdo bilateral de comercio con Estados Unidos. Este fue otro aspecto importante en las
relaciones mexicano-estadounidense en tiempos de Ávila Camacho. Tal acuerdo se celebró
en condiciones de emergencia debido a las características particulares del comercio exterior
durante la guerra mundial. Para los estadounidenses era urgente evitar que las potencias
nazi fascistas compraran ciertos artículos, y además garantizar su provisión para los países
aliados; por lo tanto buscaron establecer un convenio con México mediante el cual los
estadounidenses tendría la venta exclusiva de toda la producción exportable de materiales
estratégicos para la guerra y de fibras duras; en cambio Estados Unidos se comprometía a
vender a México productos necesarios para su desarrollo industrial. El convenio oficial se
firmó en diciembre de 1942, y en el se incluyó la cláusula incondicional de la nación más
favorecida para México, y se eliminaron, al menos en teoría, las barreras a la importación del
petróleo mexicano hacia Estados Unidos. Se firmaron otros convenios particulares, mediante
los cuales los estadounidenses se comprometían a adquirir toda la producción exportable de
artículos como hule y guayule, henequén, garbanzo, ixtle, chicle, piña, cerca de candelilla,
plátano, sal y pescado.
La firma de aquellos convenios comerciales provocó en México diversas reacciones, pues se
pensaba que el gobierno mexicano había aceptado las condiciones económicas impuestas
por los estadounidenses, y pronto surgieron conflictos entre las dos naciones debido a que
Estados Unidos siempre trataba de obtener enormes ventajas de su trato comercial con
México. Pero el principal problema fue que los estadounidenses no pudieron abastecer los
artículos prioritarios que se comprometieron a enviar para el desarrollo de la industria en
México. La falta de materia prima afectó a varias industrias, especialmente en el año de
25
1943, y para aliviar la situación el gobierno mexicano demandó la colaboración de Estados
Unidos, y elaboró un plan de desarrollo orientado al establecimiento de industrias básicas y
obras públicas. En 1943 se logró que el país vecino se comprometiera a otorgar crédito a
través de NAFINSA, con el propósito de asegurar la adquisición de maquinaria, equipos y
ciertos insumos destinados a la puesta en marcha de proyectos que no podían realizarse en
aquellos momentos debido a los controles que ejercían los estadounidenses sobre la
exportación.
Además, Ávila Camacho planteó ante Estados Unidos la posibilidad de que aceptaran un
mayor grado de proteccionismo hacia las industrias mexicanas afectadas por la balanza
comercial, porque la producción en gran escala de las empresas estadounidenses impedía que
las industrias mexicanas pudieran competir en precios. En este punto Estados Unidos no estuvo
de acuerdo, pero fueron percatándose de que no podían negar a México el derecho de adoptar
medidas económicas que ellos mismos habían aplicado en condiciones semejantes. De
cualquier manera, no llegaría a una solución a este respecto durante el sexenio de Ávila
Camacho.
Trabajadores migratorios. Un problemas más en las relaciones entre México y Estados
Unidos en periodo de 1940-1946 fue el de la migración temporal de trabajadores mexicanos a
ese país, que aumentó a causa de la guerra en tanto a los trabajadores agrícolas
estadounidenses fueron reclutados por el ejército y se requería de una gran cantidad de
mano de obra para la producción de artículos destinados a satisfacer la demanda de los
países aliados. El problema estriba en que aquella migración era ilegal, puesto que el
gobierno de Estados Unidos había decidido que no se necesitaban trabajadores extranjeros en
ese momento, aún cuando fueran solicitados por los extranjeros de las regiones cercanas a las
fronteras con México.
Al ser ilegal la inmigración de los trabajadores mexicanos no podían estos tener garantía de que
se les diera un salario justo y un buen trato, aparte de que estaban expuestos a ser
reclutados por el ejército estadounidense y llevados al frente de batalla, lo cual llegó a
suceder en varias ocasiones. Otro problema consistía en que México necesitaba entonces de
esos trabajadores para dedicarlos a las actividades productivas en crecimiento. El gobierno
mexicano protestó ante el de Estados Unidos por aquella situación, y consiguió el
establecimiento de un programa bilateral que implicaba la participación responsable del
gobierno estadounidense, que ofrecía a los trabajadores la participación responsable del
gobierno estadounidense, que ofrecía a los trabajadores prestaciones sociales y la garantía de
que estarían exentos del servicio militar. Se aclaraba que los trabajadores mexicanos serían
admitidos exclusivamente para realizar las labores agrícolas, y que habían de regresar a su país
de origen al terminar de levantar la cosecha.
Pero a pesar de que el acuerdo, los trabajadores emigrados a Estados Unidos fueron objeto de
mal trato, discriminación radical y explotación. Cuando regresaron a México se
presentaron problemas para reincorporarlos al país y a la economía.
México ante la Segunda Guerra Mundial. Una vez que estuvieron en vías de solución los
problemas con Estados Unidos sobre el petróleo, las reclamaciones y la deuda, y ante la
actitud amistosa que demostró hacia México el gobierno de Roosevelt, era de esperarse que
el presidente Ávila Camacho decidieran abandonar la neutralidad ante el conflicto mundial.
Por lo pronto, México condenó la agresión japonesa a Peral Harbor y rompió relaciones
26
diplomáticas y consulares con las potencias del eje, pocos días después del mencionado
ataque japonés. Se promulgó luego un decreto por el cual México concedía permiso transitar por
los mares y territorios nacionales, a las fuerzas armadas de otras Republicas del
continente americano, y se constituyó la Comisión Mexicana-Estadounidense de Defensa
Conjunta. México se preparaba para la guerra reforzando los renglones de la costa del
Pacífico, cuya defensa preocupaba al gobierno de Estados Unidos, y se entregó al general
Lázaro Cárdenas el mando del ejército en aquella región.
Sin embargo, aún no se había decidido la declaración oficial de guerra, debido a que el
presidente mexicano quería actuar con prudencia frente a la oposición de algunas personas y
grupos, tanto de izquierda como de derecha, que temían las consecuencias socioeconómicas
que podría acarrear al país una situación de guerra internacional, que tenía además
desconfianza hacia Estados Unidos, siempre ávidos de apoderarse del término mexicano. En
mayo de 1942 se produjo un acontecimiento que habría de justificar el ingreso de México en
la guerra: el constante envío de petróleo mexicano hacia Estados Unidos por vía marítima a
través del Golfo, atrajo la atención de los submarinos alemanes, que se dedicaron a detener
a los barcos mercantes mexicanos, para advertirles que, en caso de continuar
proporcionando petróleo al gobierno estadounidense, se expondrían a graves
consecuencias. El día 14 de mayo fue torpedeado y hundido el “Potrero del Llano” frente a
las cosas de Florida, y en el incidente murieron cinco marinos mexicanos. Aquel
acontecimiento inclinó las opiniones de algunas personas a favor de la declaración de guerra
contra las potencias del eje, entre esas opiniones figuraban las de los partidos de izquierda y
derecha, que antes se habían opuesto. México envió una enérgica protesta al gobierno
alemán a la que Hitler ni siquiera respondió; el día 22 del mismo mes llegaba a Washington
la noticia del hundimiento de otro barco petrolero mexicano, el “Faja de Oro”. Esta nueva
agresión aceleró la decisión de Ávila Camacho y enseguida se anunció la existencia de un
“estado de guerra”; no se trataba de una “declaración de guerra” porque de acuerdo con su
tradición pacifista, México no intervenía en el conflicto por su propio deseo, sino “compelido
por el rigor de los hechos y por la violencia de la agresión”. Aceptando los principios de la
Carta del Atlántico, el gobierno mexicano se comprometió a “utilizar todos sus recursos tonto
militares como económicos” para actuar en contra de las potencias del eje y contra aquellos
países que las respaldaran.
La colaboración de México con los aliados, y directamente con Estados Unidos, se limitó en un
principio a defender las costas de la California estadounidense, pero el gobierno de ese país
presionó a fin de que fuera enviada al frente de batalla una “fuerza simbólica”. Ávila Camacho
decidió enviar un escuadrón aéreo integrado por profesionales con el fin de evitar una reacción
violenta y adversa de parte del pueblo, que desde un principio se opuso al reclutamiento
forzoso de conscriptos. El Escuadrón 201, integrado por 300 hombres, fue enviado a un
campo aéreo en Texas en donde recibió entrenamiento, y una vez terminado éste, el 27 de
marzo de 1945, se trasladó a las islas Filipinas para entrar en acción en el mes de junio siguiente.
Las primeras misiones de la Fuerza Aérea Expedicionaria Mexicana se efectuaron el día 7 de
ese mes y a partir de entonces cubrió una ala de formaciones ofensivas en el Pacífico; los
pilotos mexicanos habían comenzado a atacar las posiciones japonesas en Formosa cuando,
el 6 de agosto del mismo año, la aviación norteamericana lanzaba sobre Hiroshima la primera
de las bombas atómicas que obligaron a Japón a rendirse, casi al final de la Segunda Guerra
Mundial.
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Debido a su entrada en la guerra cuando ésta estaba a punto de concluir, el Escuadrón 201
intervino poco en la contienda. Al finalizar la guerra, México había perdido cinco hombres en
acciones bélicas, había gastado aproximadamente tres millones de dólares, pero en cambio
contaba con 48 grupos de tripulantes y asistentes en tierra entrenados en el manejo de
aviones caza. Además con su intervención en la guerra México había justificado plenamente su
derecho a figurar entre las naciones victoriosas y, en consecuencia, a participar en las
conferencias internacionales celebradas en la posguerra.
b) Economía y sociedad
Sector agropecuario. La tendencia de la política agraria avilacamachista consistió en
favorecer a la propiedad privada, por considerarla más productiva que el ejido, y que según
respondía mejor a las necesidades del momento de incrementar la producción agropecuaria, con
el fin de satisfacer el mercado externo. Esta política se definió en el Segundo Plan Sexenal.
En los primeros años del periodo se concentró la atención en el fomento a la agricultura de
la exportación, buscando cubrir la creciente demanda estadounidense durante la guerra; pero
más adelante, y sobre todo a consecuencia de la situación provocada por el acuerdo comercial
con Estados Unidos, el gobierno optó por fomentar y aún forzar el cultivote productos
básicos para el consumo interno.
De cualquier manera, se hacía necesario aumentar la producción, y el ejido no ofrecía
grandes posibilidades de satisfacer aquellas necesidades; por lo tanto, prácticamente se dio
marcha atrás en el reparto agrario con el argumento de que ya había quedado concluido
durante el cardenismo.
Respecto a la inversión pública en la agricultura, ésta se redujo en los dos primeros años del
sexenio a menos de la mitad del porcentaje presupuestal asignado por Cárdenas al sector
agrícola en los dos últimos años de su gobierno, sin embargo, a partir de 1943 Ávila
Camacho aumentó rápidamente tal inversión que llego a representar el mayor porcentaje
asignado hasta entonces el sector agrícola, y en un 90% se destinó a obras de riego,
consideradas como elementos centrales de la política agraria de Ávila Camacho.
Desarrollo industrial y proteccionismo. El régimen de Manuel Ávila Camacho prestó especial
atención al fomento a la industria privada. Durante ese periodo el papel del Estado fue
significativo como promotor del desarrollo industrial, y sus funciones consistieron en: 1)
proporcionar el crédito que los empresarios requerían sobre todo en las industrias básicas,
para lo cual favoreció la expansión y consolidación del la banca privada; 2) crear una amplia
infraestructura para lo cual se empleó el 55.1% del presupuesto en transportes y
comunicaciones; 3) establecer una política de impuestos bajos y exenciones fiscales; 4)
aplicar una política arancelaria proteccionista, fundamentalmente cuando la industria resultó
afectada por el acuerdo comercial con Estados Unidos.
En cuanto a la producción industrial, tomadas en conjunto la industria manufacturera y la de
construcción, el periodo registra un aumento del 60%, siendo las industrias más dinámicas
las siguientes; alimentaría, textiles, productos químicos, fundición y manufactura de artículos
metálicos, madera y muebles, y la de la construcción. La industria manufacturera estuvo muy
cerca de llegar a utilizar su capacidad al máximo y en la mayoría de los casos en que esa
capacidad estuvo ociosa, se debió a la escasez de materias primas, de enérgicos o de
transportación adecuada; en cambio, la del petróleo y la eléctrica crecieron más lentamente.
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En lo que se refiere a la inversión pública en la industria, ésta se estancó e incluso disminuyó entre
1940 y 1943; inició su recuperación en 1944, y fue impulsada notablemente en los dos años
siguientes hasta llegar a aplicar los niveles de 1939.
La minería. Desde 1933 la producción minera había empezado a recobrarse de la caída que
sufriera en 1930, y para 1937 se encontraba en franca recuperación, aún cuando no llegó a
alcanzar los niveles de 1929, que fueron los más altos de su historia. No obstante aquella
mejoría, la industria minera enfrentaba graves problemas, el primero de los cuales era que
las reservas conocidas de metales estaban agotándose sin que las grandes empresas, en su
mayoría extranjeras, estuvieran dispuestas a intervenir para explorar nuevos yacimientos.
Además, la producción minera tenía una alta carga de impuestos, mayor que la de otros
sectores.
El segundo Plan Sexenal contemplaba la atención a la minería, y buscaba estimular
principalmente a los empresarios mexicanos, a los mineros en pequeño y a las cooperativas,
poniendo especial interés en la producción de metales industriales. Cuando Estados Unidos
entró en la guerra, la minería mexicana recibió un fuerte estímulo porque este país requirió de los
productos minerales estratégicos y, como resultado en 1943 se dio la producción más grande del
sexenio, en su mayor parte orientada hacía el mercado exterior, aunque para ya para ese
entonces comenzaba a notarse un crecimiento sostenido de la demanda interna de productos
minerales. El crecimiento de este sector dio confianza al gobierno para modificar algunas leyes
laborales y otra referidas al tratamiento de los metales, con el fin de ir restando fuerza a las
compañías extranjeras, en aras de la economía nacional.
Hacia 1944 comenzó a disminuir la demanda estadounidense y afectó, en consecuencia, a la
minería, tanto en lo referente a la producción como al empleo, al grado de que el número de
obreros fue menor que en 1939. La situación planteo al gobierno de Ávila Camacho la
necesidad de reducir los impuestos, presionado además por las huelgas que iniciaron en este
sector a principios de 1946. Se hizo entonces evidente que el sector minero se había visto
alentado por la circunstancia coyuntural de la guerra, pero sus problemas eran
permanentes y requerían de un programa de reestructuración que fuera acorde con las
nuevas políticas económicas.
Comercio exterior. Como es de suponerse, el comercio exterior estuvo considerablemente
influido por el conflicto bélico mundial, a partir de 1939 se hizo manifiesto el cambio en la
distribución geográfica del comercio exterior de México; si el año anterior el intercambio con
Europa había representado un tercio de las importantes exportaciones, la situación había
cambiado, a pesar de que se habían elevado las ventas a Alemania y a Italia, para 1940 las
exportaciones a Europa representaron solamente un 5.5% del total, decreciendo también las
importaciones. Al final del sexenio de Ávila Camacho, menos de 4.6% de las importaciones
provenían de Europa y se enviaban allá apenas un 2% de las exportaciones mexicanas; una
situación similar se presentaba ya un 90%. También se elevó el renglón de las
importaciones, del 58% en 1939 al 78.8% en 1940, llegando a su nivel más alto (90%) en
1944.
Además de variar en el monto, el comercio exterior sufrió alteraciones en su estructura, lo
que era aún más significativo. México seguía siendo un país exportador, pero había
aumentado al importancia relativa de los productos agrícolas y de los productos
manufacturados, en tanto que se redujo la de la exportación minera. El rasgo distintivo del
29
periodo en materia de comercio exterior lo constituyó el aumento de la exportación de
productos manufacturados, destacándose los textiles de algodón; en este incremento
provocó un creciente optimismo acerca de la capacidad industrial de México. Las
manufacturas llegaron a representar un tercio del total de ventas al exterior, y cuando al
finalizar la guerra mundial se redujo la demanda exterior, la capacidad de la industrial tendió a
concentrarse en la satisfacción del mercado interno.
Problemas financieros: la inflación, causas y medidas de solución. En el aspecto de las
finanzas, el sexenio de Manuel Ávila Camacho se caracterizó por el crecimiento del proceso
inflacionario que se había iniciado en el régimen anterior, principalmente a causa de la
política cardenista, que destinó buena parte del presupuesto a la construcción de obras
públicas encaminadas a fortalecer al aparato productivo, recurriendo al financiamiento con
préstamos al banco de México, cuto monto era superior a los ingresos del Estado. Tal política
provocó una devaluación en 1938 y, aunque hubo una leva recuperación en los últimos años
del cardenismo, la inflación continuo aumentando después de 1940, a causa de que el
gobierno de Ávila Camacho prosiguió con la misma política de gastar en obras de
infraestructura y recurriendo al mismo tipo de financiamiento. Había además otros elementos
que contribuyeron a la acentuación del fenómeno inflacionario: 1) las dificultades para
ampliar la capacidad productiva del país de modo que se pudiera responder al fuerte
crecimiento de la demanda interna y externa; 2) la llegada de capitales refugiados que se
canalizaban al sector financiero; 3) el impacto de la inflación en el extranjero; 4) las practicas
especulativas de comerciantes e industriales; 5) el crecimiento de la demanda interna
causada por el aumento de población y el mejoramiento del empleo, sin que la producción
interna pudiera satisfacer esa demanda, con el consiguiente incremento en los precios; 6) los
efectos negativos del convenio bilateral de comercio con los Estados Unidos.
Con el propósito de controlar la inflación, el gobierno adoptó varias medidas monetarias en
las que participó el Banco de México, cuya ley orgánica fue modificada con el fin de que
permitiera elevar los depósitos obligatorios para regular la cantidad de dinero en circulación
(lo que se conoce como encaje legal). Se recurrió también al fomento del ahorro con el
propósito de disminuir la circulación monetaria, pero fue indispensable efectuar un control
sobre el comercio interno, sobre todo cuando empezaron a escasear los artículos de
necesidad básica y los especuladores se dedicaron a encarecerlos de forma exorbitante; el
gobierno decretó un control de precios y buscó incrementar la producción. Tales medidas
lograron reducir un poco la inflación para el año 1945, aunque volvió a crecer el año
siguiente, cuando se sintieron el México los efectos de las políticas estadounidenses de la
posguerra.
La justicia social y el movimiento obrero. La tensa situación creada por el cardenismo entre
los capitales mexicanos se reflejó en los primeros momentos sexenio de Ávila Camacho. Los
empresarios pedían fuera reprimida toda manifestación obrera que pusiera en peligro el
desarrollo de la industria, y se oponían principalmente a que los sindicatos intervinieran en
asuntos políticos. La situación exigía un mayor control del gobierno sobre la CTM, lo que
ayudó a debilitar aún más la posición de Lombardo Toledano, cuyo liderazgo en la central se
había visto menguando desde finales del periodo cardenista, al tiempo que iba tomando
fuerza Fidel Velázquez, su principal discípulo, apoyado por el resto de los “cinco lobitos” y
por los cetemistas contrarios al socialismo lombardista. A finales de febrero de 1941,
Velázquez fue elegido secretario general de la CTM y, aun cuando aseguro que seguiría la
ruta marcada por el secretario saliente, con su acceso a la dirigencia de la Confederación
30
habría de consumarse el cambio de orientación ideológica de la central obrera. El gobierno
de Ávila Camacho, que tendía hacia la conciliación, la unidad nacional y el fomento a la
industrialización, hubo de dedicarse necesariamente a limar las asperezas entre patrones y
obreros y, cuando llegó a darse un conflicto, mostró mayor dureza hacia los trabajadores.
Por otra parte, las rivalidades que existían entre las centrales obreras acentuaban la
desconfianza de los empresarios y obstaculizaban las tareas gubernamentales, en un
momento crucial en la que la situación económica y la inminencia de la guerra internacional
hacían apremiante poner en práctica la política de apaciguamiento sobre el sector obrero.
Por lo tanto, el gobierno habría de tomar algunas medidas tanto legales como las políticas:
reformas a la Ley Federal del Trabajo, con el propósito inmediato de limitar rígidamente el
derecho de huelga, y demandar al movimiento obrero, entonces disperso, que se unificara en
pro del desarrollo económico del país; a principios de 1941 se creó la Secretaria del Trabajo
y Previsión Social y se reformaron algunos artículos constitucionales en lo relativo a la
jurisdicción laboral de la Federación, con el objeto de vigilar a las industrias estratégicas en
vísperas de la guerra y tener un mayor control sobre conflictos que se pudieran afectar a la
paz interna. Entre las medidas políticas destaca la creación del Seguro Social que, aunque al
principio fuera mera promesa-ya que requería de estudios técnicos para llevarse a la
práctica-, constituyó un gran paso para reducir la oposición obrera y disminuir el número de
huelgas; además esta medida política significó un cambio importante en la concepción
ideológica al sustituir el concepto de lucha de clases por el de la justicia social, anunciado en
el programa del gobierno avilacamachista. Otra medida consistió en la separación de las
Cámaras - la de Comercio y la de Industria - en dos Confederaciones, porque se pensaba
que no era conveniente la existencia de un solo fuente patronal.
Las medidas tuvieron efectos positivos, no obstante que hubo resistencia para aceptarlas, pues
incluso el Seguro Social encontró al principio cierta oposición. Hacia finales del sexenio, los
obreros se habían convencido de que el desarrollo industrial redundaría en su propio
provecho y mejoramiento, por lo que aceptaron formar una alianza con los patrones, con el fin de
hacer frente a los problemas económicos que la guerra ocasionaba al país, postulando además
una alianza con el Estado, al que se pedía la intervención directa en algunos aspectos de la
economía.
B.- Gobierno de Miguel Alemán Valdez: el comienzo del civilismo.
Con la llegada de Miguel Alemán al poder presidencial se iniciaba el civilismo
posrevolucionario, con una muestra de que la estabilidad política se había consolidado ya la
etapa del militarismo, anunciándose el acceso al poder de una joven generación de políticos
que no habían participado en la lucha armada revolucionaria. Se daba comienzo así una
nueva era que arrancaba sobre bases sólidas tanto en el aspecto político como en el
económico, heredadas del proceso de reconstrucción nacional y de institucionalización
emprendido por los gobiernos emanados de la Revolución. Después de largos años de
maduración política, se requería ahora de una nueva forma de hacer política en manos de
personas civiles, profesionales encargadas de realizar tareas acordes con su preparación
académica y con su experiencia en las lides políticas; ese tipo de personas estaba llamando
a integrar el gabinete de primer presidente civil en tiempos posrevolucionarios.
Por otra parte, en el momento histórico en que Alemán iniciaba su gobierno coincidió con las
nuevas características políticas y económicas surgidas de la posguerra; con los
31
consecuentes efectos de éstas habrían de tener para México en lo político, el compromiso
que el país había contraído con las potencias aliadas - especialmente con Estados Unidos le obligaba a llevar adelante, en defensa de los sistemas liberal - demócratas, una reforma
política tendiente a la democratización. Tal reforma, en la que no es difícil reconocer la
influencia de la “doctrina Truman”, decía fundamentarse en la ideología liberal - demócrata
sustentada por los gobiernos mexicanos desde la reforma juarista, y rechazaba
enérgicamente las tesis comunistas por considerarlas ajenas a la tradición política nacional,
pero además buscaba defender la soberanía del país frente a todo tipo de influencia
extranjera, cualquiera que fuera su tendencia ideológica. Por tanto se trataba de retomar el
rumbo y se optó por una “doctrina de la mexicanidad” guiada por una política nacional propia
y equilibrada que se reflejó en el nuevo giro que tomaron los discursos políticos indicadores
del camino a seguir: la oportunidad de acelerar el crecimiento de la industria, que ya había
comenzado en el sexenio anterior, gracias en parte al conflicto mundial, pero sobre todo
debido a las políticas de fomento a la empresa nacional iniciadas en el cardenismo.
De estos dos proyectos, el gobierno de Alemán sólo tendría éxito en el económico y hubo de
sacrificarse la meta de la democratización política, porque hacerla cumplir significaba permitir la
participación de los sindicatos en el poder y, en consecuencia, perder el control sobre el
movimiento obrero, obstaculizando con ello el proyecto de modernización económica que
tenía como base a la iniciativa privada, algunos de cuyos miembros habían sido llamados a
formar parte del gabinete del presidente Alemán.
Autoritarismo. Por lo anterior, cuando se había propuesto como meta la democratización del
país, Alemán hubo de inclinarse hacia una moderna forma de autoritarismo, puesta en
práctica por medios de tres líneas de acción: a) sometimiento de los gobernadores a la
disciplina política presidencial; b) eliminación de la izquierda en los sindicatos; c) expulsión de los
elementos comunistas del PRI.
Si bien el sexenio anterior se había caracterizado por la política de la conciliación, acorde con
la necesidad de calmar las relaciones contrarias de derecha y de izquierda surgidas del
periodo cardenista, las circunstancias habían cambiado y ahora el gobierno creía
indispensable poner un nuevo orden ideológico, que fijara las líneas a seguir y que rompiera
con la tradición socialista en la que se había enmarcado la formación y consolidación de l
Estado mexicano, pero en 1946 se consideraba no sólo obsoleta, sino peligrosa en el plano
internacional, e incongruente con los lineamientos marcados por el proyecto de crecimiento
industrial.
Respecto al sometimiento de los gobernadores, el autoritarismo alemanista se manifestó
fundamentalmente en casos concretos, cuando los ejecutivos estatales daban muestras de
actuar de forma independiente, o cuando se mantenían bajo la influencia de presidentes
anteriores o de políticos con poder nacional. Específicamente Emilio Portes Gil, y sobre todo
Cárdenas, seguían teniendo adeptos que se oponían al nuevo giro que había tomado la
política oficial. En todos esos casos, Alemán actúo con energía al sustituir a los
gobernadores indisciplinados, sentando el precedente de marcar un a sola línea política, que
debería girar alrededor del poder central, mientras al mismo tiempo se combatía el viejo
problema del caciquismo o del continuismo.
Los otros dos puntos - la eliminación de la izquierda en el sector obrero sindical y la
expulsión de los elementos comunistas en el PRI - guardan una estrecha relación entre sí y
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se fundamentan en los proyectos político y económico del régimen alemanista. Al terminar la
guerra mundial en 1945, la oposición de los grupos de la izquierda se hizo todavía más
incierta que en el sexenio anterior, porque los estadounidenses mantuvieran la alianza con la
Unión Soviética para eliminar la amenaza fascista. Los seguidores mexicanos del marxismo
pudieron exteriorizar y defender esa ideología, incluso en el seno del partido oficial, sin que
llegaran a suscitarse conflictos graves que pusieran el peligro al gobierno que porque, a fin
de cuentas, la izquierda siempre estuvo sometida a las directrices del presidente en turno.
Pero la situación de los grupos de izquierda habría de cambiar de forma drástica cuando,
después del triunfo de los aliados, dando comienzo la Guerra Fría, que tuvo repercusiones
inmediatas en México.
A partir de ese momento, se acusó a los militantes de izquierda de estar al servicio de un
totalitarismo extranjero, al mismo tiempo, se declaraba enfáticamente que los miembros del PRI
no eran comunistas ni lo serían el futuro, que amaban la libertad y la democracia, que no
aceptarían ningún tipo de imperialismo, y que estaban dispuestos a luchar contra quienes
tendieran a “imponer ideas que no estuvieran acordes con la realidad mexicana”. Oponerse a
cualquier imperialismo implicaba tomar la vía nacionalista que evitara caer de nuevo en una
situación de dependencia respecto a Estados Unidos, y proponerse metas de crecimiento
económico dentro de la “doctrina de la mexicanidad”, rechazando al mismo tiempo la
imposición de la doctrina soviética ajena a la realidad mexicana. La expulsión de los
comunistas del partido oficial significaba un duro golpe al sector de izquierda del movimiento
obrero, cuyo líder, Lombardo Toledano, se mantenía firme en la ideología cardenista y se
habrían propuesto formar y dirigir un nuevo partido político que, al crearse, resultó ser de
oposición al PRI y acabaría por ocasionar la expulsión de Lombardo Toledano tanto de la
CTM como del régimen gubernamental.
Así, la nueva línea ideológica adoptada por el gobierno de Alemán había dado como
resultado que el movimiento obrero se dividiera en dos grupos: un sector nacionalista
adscrito al presidente, y otro de izquierda, con aspiraciones a la independencia sindical
respecto al gobierno. Pero puesto que tal situación era incompatible con el proyecto
económico Alemán - que requería de la unificación obrera -, el presidente hubo de demostrar
que no estaba dispuesto a tolerar disidencia alguna emanada de cualquiera de los sectores
importantes del movimiento obrero. Para tal efecto, el presidente aprovechó los conflictos
provocadas en varias ocasiones por los sindicatos petroleros, ferrocarrileros y mineros, y
tomó medidas enérgicas para reprimir los paros y las huelgas en estos sectores claves de la
economía; se valió también de los movimientos que se daban entre los líderes que se
disputaban la dirección sindical, para formar un nuevo tipo de alianza entre el líder y el
gobierno, que llegaría ser conocida como “charrismo” (debido a que el líder del sindicato
ferrocarrilero, Jesús Díaz de León, se le apodaba el “charro” por su afición a la charrería).
Respecto al partido oficial, acorde con el nuevo matiz del nacionalismo anticomunista, el
gobierno de Alemán proyectaba la democratización planeada al comienzo del sexenio, y
utilizaba como medio para lograrla una labor cívica que exaltara los valores nacionales,
incluso religiosos. El PRI quedaba bajo la dirección del sector popular, dando continuación a la
tendencia que había iniciado al respecto Ávila Camacho; se declaraba que “el partido del pueblo
de México encontraba en la clase media organizada del país su más firme sostén y su más
brillante promesa”.
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Las elecciones presidenciales en 1952. Al acercarse el fin del sexenio, comenzó a tomar
fuerza un movimiento político encabezado por el general Miguel Henríquez Guzmán,
revolucionario de filiación izquierdista, que había sido considerado en 1946 como uno de los
candidatos a la presidencia, pero que había sido desplazado por la orientación civilista que
entonces adoptara el partido oficial. El torno a Henríquez se habían reunido algunos de los
viejos generales que no habían podido obtener altos puestos en la administración pública, y
otros antiguos colaboradores de Cárdenas o de Ávila Camacho, descontentos con la política
adoptada por Alemán y por la corrupción que se hizo notoria, sobre todo a finales del
periodo. En marzo de 1951 los partidarios del general Henríquez incorporaron a su facción a
algunas Federaciones de Partidos del Pueblo, encargándolo de organizar la campaña de su
candidato a la presidencia. Este partido atrajo a simpatizantes de las clases medias, que no
se inclinaban por el radicalismo del Partido Popular formado por Lombardo Toledano ni por el
clericalismo del PAN. Sin embargo, la ideología del FPP no aportada ninguna novedad y se
concretaba a acusar al partido oficial de corrupción y de haber negado los ideales de la
Revolución que los henriquistas decían estar dispuestos a defender, así como a solucionar
los problemas más urgentes del país. Pero aparte de anunciar tales problemas, no
planteaban soluciones concretas a los mismos y, al parecer, lo más importante para los
henriquistas era el cambio de personas en la administración del gobierno. En la cuestión
económica no se prestaba atención al crecimiento industrial, tan importante en aquellos
momentos en que la investigación extranjera instauraba una nueva forma de penetración en
México.
Pero a pesar de la pobreza de su programa, Henríquez Guzmán obtuvo un número
considerable de votos en los comicios presidenciales, considerado como el mas alto
reconocido a un partido de oposición desde la fundación del partido oficial, y estimado en el
doble del número de votos obtenidos por el candidato del PAN, que entonces fuera Efraín
González Luna. Con todo, la mayoría de votos correspondió al candidato del PRI Adolfo Ruiz
Cortines. Pasadas las elecciones, los henriquistas insistieron en proclamar el triunfo de su
candidato, aduciendo la existencia de fraude electoral, por medio de manifestaciones
callejeras que hicieron peligrar el orden público y que fueron disueltas por la política. De ahí
en adelante, el FPP fue desintegrándose hasta desaparecer, junto con el henriquismo. Éste
fue el ultimo gran movimiento de oposición a la poderosa maquinaria del PRI; desde
entonces quedaba establecido para los miembros del grupo político, que la disciplina era la
única vía de acceso al poder presidencial o a los altos puestos gubernamentales.
a) Política Exterior.
Las relaciones con el exterior en el periodo alemanista están situadas, por supuesto, en el
contexto de la posguerra y por ello todos los sucesos al respecto guardan una estrecha
relación con la línea ideológica marcada por Estados Unidos en los comienzos de la Guerra
Fría. De acuerdo cuerdo con estos lineamientos se desarrollarían las políticas del presidente
Alemán, incluso en el orden interno, porque en función de su interés en acelerar la
industrialización en México, se vería obligado a recurrir al financiamiento externo. Por lo
tanto, debía actuar de forma congruente con la perspectiva de las potencias capitalistas,
sobre todo con Estados Unidos, ya que siguió manteniendo buenas relaciones con su
gobierno aun después de que, a la muerte de Roosevelt, fuera presidido por Harry S.
Truman, buenas relaciones que se reflejaron en las visitas recíprocas que hicieron los
mandatarios de ambos países.
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No obstante, se insistió en que el gobierno era ante todo nacionalista y que la meta del
proyecto económico no podía ser otra que el crecimiento industrial, destinado, a su vez, a
promover el desarrollo de la economía nacional. Una muestra de la manera en que el
gobierno de Alemán trató de protegerse contra los efectos nocivos de la desigual relación
con el imperialismo estadounidense, es la respuesta afirmativa que dio a la propuesta de los
países latinoamericanos interesados en efectuar una reunión panamericana, en la que trata
de encontrar solución a los problemas ocasionados por los impactos negativos de la
posguerra sobre sus economías, problemas que provenían principalmente de Estados
Unidos, cuya creciente participación en la economía mundial podría poner en peligro la
soberanía de las naciones latinoamericanas, que incluso podrían verse obligadas a entrar en
los conflictos armados en que se vieran envueltos los estadounidenses. Fueron dos las
reuniones de los países de América Latina; una se celebró en México y la otra en Colombia,
pero los resultados favorables que de ellas se obtuvieran fueron escasos y esto se debió
fundamentalmente a que el gobierno estadounidense impuso las reglas del juego, dadas las
necesidades de ayuda financiera que tenían los países latinoamericanos.
Respecto a la relación de México con Estados Unidos, el gobierno alemanista se propuso
varios objetivos y hubo de enfrentar algunos problemas. Entre los objetivos destacaron los
siguientes: a) buscar apoyo financiero para realizar el proyecto económico; b) conseguir
créditos para la industria petrolera; c) atraer la inversión extranjera; d) revisar el tratado
comercial de 1942 para finalizar los compromisos contraídos en el mismo:
a) El proyecto económico de Alemán pretendía dos grandes realizaciones: la construcción
de obras de infraestructura y la inversión en industrias, para las que se consideraba
necesario recurrir al financiamiento externo, ya que el ahorro interno era suficiente y no
eran muy altos los ingresos del gobierno. Por lo tanto, y considerando que México estaba
al corriente en los pagos de su deuda exterior, el secretario de Hacienda, Ramón Beteta,
presentó al Eximbank en 1947 una solicitud de créditos por 175 millones de dólares,
destinados a proyectos industriales y la construcción de carreteras. Y al Banco Nacional
de Reconstrucción y Fomento se solicitó un financiamiento a largo plazo por 209 millones
de dólares. Pero después de haber hacho un estudio de la situación financiera de México,
en el Eximbank declaró, en abril del mismo año, que sólo estaba dispuesto a otorgar
créditos por 50 millones, que se utilizarían para realizar únicamente las obras que los
banqueros extranjeros consideraban relevantes para mejorar la situación económica de
México. Esos préstamos no se entregaron en una sola partida; hacia principios de 1948
se habían concedido solamente 25 millones de dólares del Eximbank y se empezaban a
recibir los créditos del BIRF por 24 millones de dólares. No fue sino hasta 1950,
coincidiendo con el comienzo de la guerra de Corea y con la mejoría de la situación
económica de México, cuando se estableció un acuerdo entre ambos gobiernos, con el fin
de que México pudiera recibir un nuevo crédito de Eximbank por 150 millones de dólares,
que empezaron a utilizarse de inmediato. Pero llegaría el final del sexenio sin que Alemán
pudiera disponer en su totalidad de aquella suma de dinero en proyectos concretos, y sin
que se pudieran utilizar concretamente los créditos concertados. Los 223.5 millones de
dólares, y en su mayor parte fueron asignados a dependencias gubernamentales y
empresas paraestatales, auque también se destino a empresas privadas una buena
cantidad de ese dinero.
b) Con los propósitos de modernizar la industria petrolera, de incrementar la producción y de
resolver los problemas financieros de este importante sector industrial, el gobierno se
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propuso recurrir al crédito externo, debido a que los ingresos de PEMEX eran
insuficientes para cumplir con tales objetivos. No obstante, se presentaba el riesgo de que
los estadounidenses aprovecharan su ventajosa posición y pretendieran que se diera
marcha atrás en la expropiación., cuando uno de los objetivos de Alemán era
precisamente consolidar la nacionalización del petróleo. Por ello se hubo de mantener
una lucha constante para conseguir los créditos sin tener que sacrificar el logro
cardenista. Después de más de dos años de presiones estadounidenses y de
conversaciones infructuosas, se llegó a un acuerdo en el que México aceptó que las
compañías petroleras extranjeras fueran contratadas por PEMEX para efectuar trabajos
de perforación y exploración. Esos contratos-riesgo - como se les llamó - se firmaron
entre 1949 y 1951, y aunque algunos se rescindieron al poco tiempo, quedaron cinco de
ellos que habrían de ser cancelados después de casi tres sexenios.
En cuanto al crédito, aunque expresamente no se concedió a México un financiamiento
para PEMEX, se dejó abierta la posibilidad de que se le asignara a esta industria una
parte de los 150 millones de dólares autorizados en 1950, gracias a que los
estadounidenses requerían del petróleo mexicano al comenzar la guerra de Corea. Para
entonces la situación financiera del país había mejorado y, por otra parte, Estados Unidos
aflojó la presión tendiente a que México cambiara su política petrolera, porque había
empezado a abastecerse del energético en el medio oriente. En 1951 PEMEX pudo
adquirir la única empresa extranjera que no había sido expropiada, consiguiendo con esto que
toda la producción petrolera estuviera en manos de Estado.
c) Al considerar necesario el capital extranjero - tanto público como privado - para acelerar
el crecimiento económico de México, el gobierno de Alemán hizo una invitación a los
inversionistas extranjeros, de preferencia estadounidenses, siempre que se ajustaran a
las leyes del país y a las disposiciones de la Secretaría de Hacienda sobre la selección de
los sectores productivos en los que habría de permitirse la inversión extranjera, y a
condición de que no implicara perjuicio o discriminación del capital nacional. De esta
manera se permitió la creación de empresas manufactureras con capital extranjero
mayoritario, a excepción de unas cuantas ramas industriales que se reservaban al capital
mexicano.
Con el fin de hacer atractiva a los capitales extranjeros la inversión en México, se les
ofrecieron básicamente los mismos estímulos que a los nacionales: se proporcionaron
créditos a través de NAFINSA se mantuvo el sistema de libertad cambiaria, se redujeron
impuestos y, al ejercer un control efectivo sobre el movimiento obrero, se les infundió
confianza en el aspecto laboral. En fin, el proteccionismo se hizo extensivo a las
empresas extranjeras, y estas lo aprovecharon en beneficio propio, ya que sus productos
encontraron muy poca o ninguna o ninguna competencia en México. Pero la inversión
extranjera no entró en el país durante los primeros años del sexenio, no sería sino hasta
1950 -el mismo año en que se concedían los créditos y empezaba la guerra de Corea cuando crecía más rápidamente el capital externo, irrumpiendo en los campos de las
industrias mexicanas y establecidas, a pesar de que se había tratado de evitar lo que a la
postre ocasionó la preocupación de los industriales nacionales, que sentían invadidas sus
actividades productivas. La Cámara Nacional de la Industria de Transformación
(CANACINTRA), que representaba al sector industrial más avanzado por el empuje
avasallador del capital externo presentó una protesta formal contra la situación, y a ella se
unieron algunos profesionales e intelectuales que empezaron a cuestionar si realmente
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era verdad que el capital nacional resultaba insuficiente para hacer crecer la
industrialización; sin embargo, al final del sexenio aún prevalecía la tendencia
gubernamental de fomentar la entrada del capital estadounidense.
d) Uno de los objetivos prioritarios del gobierno de Alemán fue tratar de poner fin al tratado
comercial establecido en 1941 entre México y Estados Unidos, el cual había tenido
consecuencias negativas para la industria nacional y había contribuido a acelerar el
proceso inflacionario. La difícil situación por la que pasó la economía nacional en los
primeros años del sexenio alemanista, hacía más urgente la anulación de aquel tratado, a
la que, como era de esperarse, se oponía el gobierno estadounidense, argumentando que
México había violado el tratado, puesto que la mayoría de las importaciones estaban
sujetas a licencias. En varias ocasiones se reunieron los representantes de ambos
gobiernos sin que lograran llegar a una solución, hasta que a finales de 1949 los
estadounidenses accedieron a la anulación del tratado por convenir a sus intereses en el
mercado internacional. Al cancelar el convenio se dejó entrever la posibilidad de
establecer uno nuevo en condiciones menos perjudiciales para México, pero Estados
Unidos habría de mantenerse en su política de no suscribir en lo sucesivo en lo sucesivo
acuerdos comerciales con países que no fueran miembros del GATT (Acuerdo General
de Aranceles y Comercio) y México no consideraba entonces conveniente adherirse a ese
organismo del mercado internacional.
Ahora bien, entre los problemas que suscitaron en las relaciones mexicano
estadounidenses durante el gobierno de Alemán, son dos los que destacan, ambos de orden
socioeconómico: uno se refiere a los braceros mexicanos que emigraron a Estados Unidos a
consecuencia de la falta de mano de obra en ese país durante la guerra mundial, y el otro tuvo
lugar en el sector rural, provocado por la exigencia estadounidense de que el gobierno mexicano
ordenara el exterminio de ganado en una campaña masiva contra la fiebre aftosa, ante la
amenaza de que esta enfermedad llegara al territorio del país vecino.
Trabajadores migratorios. El primer problema, heredado del sexenio anterior, se agravó
cuando, al terminar la guerra, ya no fue requerida la mano de obre mexicana en los campos
agrícolas del sur de Estados Unidos y los braceros fueron deportados por acuerdo de ambos
gobiernos. Pero esta circunstancia ocasionó graves problemas en México, porque las
personas repatriadas se fueron concentrando en las ciudades fronterizas del norte de la
Republica, originando serios inconvenientes respecto de la alimentación, vivienda y empleo,
en las regiones en que permanecían los deportados en espera de la primera oportunidad
para regresar a Estados Unidos. El reingreso de los braceros o “mojados” -como se les
empezó a llamar a las personas que cruzaban la frontera a través del río Bravo- provocó el
descontento del gobierno estadounidense, que exigió al de México la solución a su problema;
este respondió que la medida más efectiva consistía en que el gobierno de Estados Unidos
prohibiera a sus agricultores la contratación de braceros mexicanos emigrados ilegalmente,
sugiriendo que la contratación formal se hiciera en la frontera. Esta última sugerencia fue
aceptada por la nación del norte, aunque con serias modificaciones. En un acuerdo
celebrado en marzo de 1947 se estableció que los contrataos se habrían de celebrar
directamente entre trabajadores y empleadores, sin necesidad de que fueran garantizados
por el gobierno estadounidense; los braceros ilegales serían devueltos a México por
ciudades fronterizas especificas, donde luego se haría una elección de aquellos que podían
regresar legalmente a Estados Unidos.
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Pero el contrato no sólo no resolvió la situación, sino que la agravó, porque tanto los
braceros como los agricultores que los ocupaban, al ver que la situación para quienes no
cumplieran con el acuerdo consistía únicamente en tener que establecer un contrato con las
autoridades mexicanas, optaron por continuar en la misma situación de ilegalidad, con el
objeto de evitarse los engorrosos tramites oficiales inherentes al contrato. A mediados de
1947 el gobierno estadounidense solicitó al México 10 mil trabajadores, a los que pretendía
contratar de acuerdo con el convenio de marzo anterior; es decir, sin comprometerse a
garantizar los contratos, y a pesar de que el gobierno mexicano insistió en que se volviera al
acuerdo de 1942, los difíciles problemas socioeconómicos por los que atravesaba lo
obligaron a aceptar las condiciones impuestas por Estados Unidos. Por fortuna, un nuevo
incidente exterior inclinaría la solución a favor de México, la guerra de Corea que provocó
una demanda considerable de braceros agrícola y entonces, presionado por las
circunstancias, el gobierno estadounidense aceptó la firma de un nuevo convenio, aunque a
prueba por seis meses, por el que se comprometía a brindar el bracero mexicano transporte,
un salario mínimo fijado de antemano, garantía de empleo, gastos de subsistencia durante el
lapso en que no hubiera empleo, y pagos en caso de lesiones o de muerte.
Quedaba pendiente el problema sobre las sanciones a los empleadores de inmigrantes
ilegales, y aunque se envió un proyecto de ley para establecer las penas y las condiciones
del delito, en Estados Unidos siguieron oponiéndose a esta medida, en parte porque
dudaban de su efectividad para evitar la entrada de ilegales. Respecto a la contradicción
legal de braceros, el acuerdo entre ambas naciones se prorrogó hasta el 31 de diciembre de
1952.
Campaña contra la fiebre aftosa. El otro problema -la campaña contra la fiebre aftosa habría de ocasionar nuevas tensiones entre México y Estados Unidos, y en el orden interno
provocó un movimiento antiestadounidense entre la población nacional. La epizootia fue
detectada en el último trimestre de 1946 y confirmada por técnicos estadounidenses apenas
comenzando el sexenio de Miguel Alemán. El origen de dicha epizootia se atribuía a que se
había introducido en México unos toros de raza cebú adquiridos en Brasil y que, por cierto,
habían sido examinados a su llegada por veterinarios de la Comisión Mexicana Estadounidense de agricultura, mismos que encontraron signos de fiebre aftosa en esos
animales. A pesar de ello, la epidemia surgió seis meses después de presentado el
dictamen, y se extendido por varios estados del centro de la República donde, erguí se
calculaba, habían cinco millones y medio de cabezas de ganado vacuno, lanar, caballar y
caprino.
El gobierno mexicano decretó de inmediato un plan de cuarentena, restringiendo
estrictamente el movimiento de ganado o de sus productos derivados en las zonas
geográficas afectadas. Mientras tanto, el gobierno de Estados Unidos cerró la frontera a los
productos mexicanos relacionados con las actividades pecuarias, y presionado por los
ganaderos de ese país -que temían se propagara hacia allá la fiebre aftosa-, se ofreció a
cooperar para erradicar la enfermedad, pero lo hizo aconsejando e incluso presionado para
que se pusiera un remedio drástico: el exterminio del ganado enfermo y de todo aquel que
pudiera haber tenido contacto con él. Argumentó que rea el único recurso efectivo, ya que la
vacunación -según decían- cuando mucho lograba controlar la enfermedad, pero no
erradicarla. México considero exagerada la medida, sobre todo porque se consultó a
veterinarios de otros países que habían tenido experiencia con la citada enfermedad, y estas
personas habían señalado que no era necesario sacrificar a los animales, sino que bastaba
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con una intensa campaña de vacunación. Sin embargo, el gobierno estadounidense insistió en
que debía efectuarse tal exterminio, por medio de una acción conjunta de los dos
gobiernos, exagerando considerablemente el número de animales afectados por la fiebre
aftosa, en relación con la cifra que mencionaron las autoridades mexicanas.
A principios de 1947, se celebró un acuerdo entre ambos gobiernos por el que se convenía en la
realización de la campaña conjunta; México acepto sacrificar a todos los animales que
contrajeran la enfermedad o hubieran sido expuestos a ella, el envió a los rastros locales de
todos los animales de la zona afectada que todavía no contraían la aftosa o que se hubieran
recuperado por completo, el exterminio de rumiantes y cerdos salvajes de la región
contaminada. La campaña conjunta del “rifle sanitario”se anunció para el mes de mayo, en
cuanto legara el personal y el equipo estadounidense, calculándose que se mataría un
promedio de dos mil cabezas diarias durante un año, con lo cual se aceptaba la cifra de
animales enfermos dictaminada por los estadounidenses.
La medida provocó una enérgica protesta de algunos funcionarios mexicanos y, por
supuesto, de los ganaderos y campesinos perjudicados, quienes se dispusieron a defender
su ganado “a como diera lugar”, sin que los pudiera tranquilizar la promesa de indemnización
ofrecidas por el gobierno, sobre todo porque corrían rumores de que tal indemnización no
llegaba a manos de los propietarios de los animales sacrificados. La agitación tomó matices
alarmantes y llego a provocar en el embajador estadounidense temor por la seguridad de los
técnicos de su país que trabajan en la campaña, ya que el sentimiento antiestadounidense
crecía peligrosamente. El descontento del sector rural mexicano se agravó todavía más
debido a que ese año de 1947 fue caracterizado por ser un año de malas cosechas; la
situación llegó a un punto en que se temía el estallido de un movimiento contrario al gobierno
de Alemán. Por esto fue que en su primer informe de gobierno, el presidenta calificó el
problema como uno de los más graves del país y puntualizó que habría de continuarse con la
campaña de una manera rápida e intensa para que tuviera pronto éxito. Con esas
declaraciones los estadounidenses se tranquilizaron, confiando en que el gobierno mexicano
no daría en la campaña; pero al día siguiente del informe presidencial, un acontecimiento
habría de dar un nuevo rumbo al problema: en un municipio de Michoacán fueron atacados y
muertos un veterinario mexicano, un capitán, y seis soldados del ejercito, al parecer por un
grupo de campesinos sinarquistas, ocho de los cuales también resultaron muertos. No
obstante, se logro capturar a cerca de cincuenta de ellos.
Lo sucedido en Michoacán condujo a un nuevo estudio de la situación por la parte de los dos
gobiernos y al final decidió, a finales de noviembre de 1947, que no obstante que el
exterminio seguía siendo considerado como la única medida efectiva contra la enfermedad, el
alto costo inicial y económico que implicaba hacía necesario apelar a otros recursos, que
consistieron en un plan combinado de cuarentena, vacuna y destrucción del ganado, esto
último sólo cuando fuera estrictamente necesario. A partir de entonces la vacunación sería el
método prioritario; hasta esa fecha se habrían sacrificado 480 mil cabezas de ganado mayor y
200 mil de ganado menor, se concedieron 131 millones de pesos en indemnizaciones y se
entregaron 287 tractores y 28 mil mulas.
b) Economía y sociedad.
Sector agropecuario. La política agropecuaria del presidente Alemán fue congruente con su
proyecto económico, enfocado mas hacia el desarrollo de la industria que hacia la
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agricultura, y en todo caso buscando que ésta fuera modernizada para servir de soporte al
crecimiento industrial, lo cual -se pensaba- sólo podía lograrse mediante la propiedad
privada. Con base en esta perspectiva se efectuó la reforma del artículo 27 constitucional
durante el primer mes de gobierno alemanista, introduciendo el amparo en cuestión agraria para
los pedidos agrícolas o ganaderos a los que se hubiera expedido -o se fueran a expedir en el
futuro- certificados de inafectabilidad. La reforma establecida además el límite de la pequeña
propiedad, que variaba según fuera su actividad productiva y las condiciones climáticas y
edafológicas. Para tratar de compensar al ejido, se ampliaba la superficie mínima de la práctica
ejidal a diez hectáreas de riego o su equivalente.
Respecto al reparto agrario, el gobierno de Alemán continuó con la tendencia iniciada en el
sexenio anterior, de disminuir la dotación de tierras, siendo éstas ligeramente menor que la
de Ávila Camacho. Cabe hacer notar que si bien el reparto agrario disminuyó durante los
primeros tres años del gobierno alemanista, habría de acelerarse en los tres siguientes,
debido quizá a las manifestaciones de descontento en el sector campesino, o por la
necesidad política de neutralizar a un organización de trabajadores, la Unión General de
Obreros y Campesinos de México, formada a mediados de 1949 por un grupo de líderes de
izquierda en oposición al nuevo rumbo ideológico adoptado por el sindicalismo
gubernamental.
Otra característica de la política agraria, es que se mantuvo también la tendencia del
gobierno anterior a entregar a los campesinos tierras de baja calidad, reduciéndose el
número de tierras labor que correspondían a los ejidatarios; se continuó a si mismo con la
practica de dividir las tierras ejidales en parcelas, con el fin de que fueran trabajadas de
forma individual, en contra de lo que había significado el ejido colectivo. Aquellas políticas
influyeron, aparte de otros factores socioeconómicos adversos, para que se agravara el mal
funcionamiento de un buen número de ejidos colectivos, que acabarían por desintegrarse,
aunque muchos de ellos sobrevivieron como “sociedades de producción agrícola”. La gran
mayoría de éstos se localizaban en la Cámara Lagunera y llegaron a tener un buen
desarrollo económico.
Con el fin de dar cumplimiento al proyecto de modernización del sector agropecuario, el
gobierno hizo una fuerte inversión, la cual aumentó del 12% al 20% del presupuesto federal,
entre 1946 y 1950, y aun cuando la mayor parte se empleó en la campaña contra la fiebre de
aftosa, se realizaron también grandes obres de irrigación por medio de la Secretaría de
Recursos Hidráulicos, creada el periodo alemanista para que se encargara de la elaboración de
proyectos destinados a desarrollar las áreas de las cuencas de los ríos Papaloapan y
Tepalcatepec, además de otras áreas en el estado de Veracruz, dándose preferencia a las
regiones norte y noroeste del país.
Cabe hacer notar que entre 1949 y 1951 obtuvo el gobierno, por concepto de ingresos
fiscales derivados de la agricultura, una cantidad superior a la que invirtiera en ese sector,
debido a que hubo una sobre tasa de impuestos sobre las exportaciones agrícolas a raíz de
la devaluación de 1948. La iniciativa privada, estimulada por el apoya y seguridad que le
ofrecía el gobierno, aumentó considerablemente su inversión en la agricultura, destinándola a
compra de maquinaria y labores de desmonte, al igual que a pequeñas obras de irrigación.
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En lo tocante a la producción, en este sexenio la tasa media de crecimiento de la agricultura
fue de 8%, que llegó a ser la más alta desde 1940. la agricultura fue el sector más dinámico
del crecimiento económico, y el aumento en su producción de debió sobre toda a la
aplicación de la superficie cultivada, que paso de 8.5 millones de hectáreas a 10.1. Además,
se elevó de forma considerable el rendimiento de las tierras, hubo cambios de cultivos, y se
dictaron las nuevas tierras a aquellos que tenían una fuerte demanda. En cuanto a los
productos específicos, se puede apreciar un aumento constante en la cantidad producida de
maíz y fríjol, un rápido crecimiento de la producción de trigo y, en menor proporción, de la
caña de azúcar.
Así las cosas, puede observarse que la producción agrícola se destinó en su mayor parte al
consumo interno, dándose también un considerable aumento en las exportaciones de bienes
agrícolas, sobre todo del algodón, cuya demanda internacional pudo ser aprovechada por los
agricultores mexicanos gracias a que condicionó con la nueva explotación de amplias zonas de
riego en el norte del país.
La industria: política proteccionista. El sector de la economía al que Alemán prestó mayor
atención fue la industria manufacturera, cuya modernización y crecimiento eran objetivos
prioritarios de su gobierno, mientras que en las industrias minera, petrolera y eléctrica no
hubo transformaciones sustanciales. Para cumplir con la modernización y el crecimiento de la
industria manufacturera, Alemán atendió la mayoría de las demandas de los empresarios,
entre las que destacan: la protección del mercado interno; bajos impuestos y extensiones
fiscales; la creación de obras de infraestructura; aumento del crédito; una política de precios
que permitieran la adquisición de materias primas, energéticos y servicios públicos; impulso a
la investigación industrial, y un control efectivo de salarios. Sobre la cuestión laboral, los
empresarios fueron más allá, pues pugnaban por la desaparición del contrato colectivo de
trabajo y las revisiones periódicas de salario, pero el gobierno no cedió a lo que consideraba
extremista, ya que el gobierno no quería poner en peligro su alianza con el movimiento
obrero organizado.
Entre las políticas gubernamentales de apoyo a la industria destaca el proteccionismo, tanto
por su importancia intrínseca como por las polémicas que provocó, pues no hubo quien
cuestionó su pertinencia. En los primeros años del sexenio, el gobierno enfrentaba el
obstáculo del tratado comercial con Estados Unidos que le impedía proteger a la industria
nacional, pero, a pesar de eso, en 1947 empezó a poner en práctica un sistema de licencias
y prohibiciones de importación para varios artículos suntuarios, que habían presentado el año
anteriores 18% de las importaciones, aunque insistió en aclarar que tal medida no estaba
destinada a proteger a la industria mexicana, sino a corregir el desequilibrio de la balanza de
pagos. Poco después se hicieron modificaciones al arancel de cinco mil artículos que no
estaban incluidos en el tratado con Estados Unidos, y a principios del siguiente año, se
modificó la lista de productos sujetos a permisos de importación, de manera que el sistema
de licencias llegó paulatinamente a convertirse en el más importante instrumento del
proteccionismo mexicano. Esta política se extendió también a las exportaciones, sobre las
que se dictaron restricciones y prohibiciones con el fin de asegurar el abasto de materias
primas que la industria requería, además, al limitar la exportación de alimentos de consumo
popular, se dio apoyo a la industria de forma indirecta, porque con esa medida se reducían
las presiones económicas al sector obrero.
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Respecto al apoyo financiero a la industria, se utilizó el recurso del encaje legal para orientar
hacia la industria un mayor volumen del crédito privado. NAFINSA limitó sus operaciones,
disminuyendo sus actividades directas en la industria con el fin, expresado por el gobierno, “de
no invadir las actividades que correspondían a la banca privada y a otras situaciones
oficiales”, en un intento,
-expresado en varias ocasiones- por lograr la conciliación en la iniciativa privada. Las
principales tareas de NAFINSA consistieron en desarrollar la infraestructura y promover la
sustitución de importaciones; habría de encargarse también de crear o fortalecer a los
sectores industriales que utilizaran recursos naturales que utilizaran recursos naturales
todavía no explotados o aquellos que no habían explotado suficientemente, a fin de fomentar
el aumento de productos industriales que ayudaran a mejorara la balanza comercial.
En cuanto a la producción industrial, fue una característica fundamental del sexenio
alemanista la recuperación del crecimiento de la industria de transformación a partir de 1948,
que llegó a alcanzar su más alto crecimiento en 1950, con tendencias a la reducción en los
dos últimos años del sexenio. De manera específica, la industria que más creció fue la de
alimentos y bebidas, como consecuencia del aumento del consumo interno y de las
restricciones que impuso el gobierno para la exportación de esta clase de artículos. Otras
ramas de la industria manufacturera que registraron un considerable crecimiento fueron las
de productos químicos, de celulosa y papel, siderúrgica, y la de construcción de maquinaria;
en cambio, la industria textil, creció por debajo de la tasa promedio. Cabe hacer notar que el
aumento del consumo interno no produjo una considerable sustitución de importaciones,
debido a que este tipo de bienes se siguió importando en la misma proporción en que se
consumían los nacionales; pero si esto sucedió con los bienes de consumo, al parecer el
fenómeno de la sustitución de importaciones se dio mayormente en la rama de productos
químicos, celulosa y papel y azúcar.
La modernización industrial proyectada por el gobierno de Alemán se habría de notar sobre
todo al final del sexenio, al compara la creación de industrias que producían artículos nuevos
(parte de ellas con capital extranjero) con la situación de las industrias tradicionales, aunque
siguieron participando de manera preponderante en la producción manufacturera total,
empezaban a ceder el paso a las otras normas productivas. Además se dieron avances en
las industrias tradicionales, principalmente en la de alimentos y bebidas, y en menor grado en
la textil, mientras que la industria azucarera siguió operando en la mayoría de los casos con
equipo anticuado.
Fianzas. Al comenzar el periodo presidencial de Miguel Alemán, el país atravesaba por una
difícil situación económica causada por la inflación que comenzara a finales del cardenismo;
por lo tanto, uno de los objetivos más importantes del gobierno alemanista en materia
financiera fue controlar la inflación. Para tal efecto, se hubo de utilizar preferentemente las
políticas monetarias y de crédito, orientando éste hacia actividades productivas y marcando
ciertos límites a la circulación monetaria, mientras que se relegaba a segundo lugar la política
fiscal. Se continuó con la práctica del encaje legal -destinada a orientar el crédito privado
hacia determinados sectores de la economía- como un recurso para activar las inversiones
en la producción, propósito por el cual el gobierno disminuyó el control que ejercía sobre la
banca privada, y adoptó ciertas medidas para ampliar el crédito. Por otro lado, al tiempo que
se buscaba el financiamiento externo, se procuró aumentar la recaudación interna mediante
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una reforma al sistema tributario tendiente a disminuir la evasión fiscal que en ese entonces
era cuantiosa, evitando de esta manera recurrir a un aumento generalizado de impuestos.
Durante los dos primeros años del sexenio continuó creciendo la inflación, mientras
aumentaban las importaciones, con el consecuente desequilibrio en la balanza de pagos, lo que
disminuyó la reserva de divisas, acelerada por la fuga del capital al exterior. El gobierno trató de
evitar la devaluación para no disminuir el ritmo de crecimiento que se había propuesto, pero
ante la continua baja de reservas en oro y en dólares, tuvo que decidirse a devaluar la moneda y
se dispuso la flotación del peso, medida que se anunció el 21 de julio de 1948 junto con un
reajuste económico y un programa de estímulos al ahorro interno, entre lo que se contaba la
emisión de bonos del Ahorro Nacional. La flotación se prolongo hasta junio del año siguiente,
cuando se fijó la paridad en 8.65 pesos por dólar, a partir de entonces se empezó a notar una
mejoría en la balanza de pagos, gracias a las exportaciones y a que el crédito externo de plata
a varios países, a la reducción de las importaciones y a que el crédito externo comenzó a
hacerse efectivo.
El informe presidencial de 1949 se informaba haber logrado que los precios no aumentaran al
mismo ritmo de la evaluación, y que la circulación de la moneda había aumentado a menor
velocidad que la reserva del capital; se habría logrado también mantener el equilibrio
presupuestal sin disminuir las obras públicas y con la ventaja de haber reanudado el pago de los
servicios de la duda tanto externa como interna.
Pero al acercarse la sucesión presidencial se produjo una nueva salida de capitales, al
parecer causada por el temor a un conflicto político, al tiempo que terminaba la guerra de
Corea que hacia disminuir las actividades económicas en Estados Unidos con los
consecuentes perjuicios para la economía mexicana. Alemán intento reactivarla utilizando el
presupuesto, pero con esto se provocó un nuevo déficit para el gobierno y comienzo de un
periodo de recesión. A lo largo del sexenio se había venido incrementando el gasto público,
con excepción del año de 1950 en que aumentaron las reservas, destinándose
principalmente al crecimiento de la economía y al pago de la deuda pública; en cambio, se
produjo una disminución del gasto público orientado a las obras de bienestar social, a la
educación y al ejercito de manera que el gasto social llegó a representar el menor porcentaje
desde que Calles dejara el poder (2.5% del presupuesto).
Gobierno de Adolfo Ruiz Cortines: la política estabilizadora.
AL COMENZAR el nuevo sexenio, la preocupación de Adolfo Ruiz Cortines se centró en el
objetivo de proyectar una nueva imagen del poder presidencial, un tanto desprestigiado por
el autoritarismo de Alemán y por los conflictos sociopolíticos surgidos a causa de su
tendencia de impulsar el crecimiento económico en detrimento del bienestar social. Ruiz
Cortines recibió el gobierno contres grandes problemas heredados del sexenio anterior, que
exigían ser resueltos; 1) la impopularidad del grupo en el poder; 2) el encarecimiento del
costo de la vida; 3) las rivalidades dentro de la familia revolucionaria, manifestadas en el
movimiento henriquista. Estos problemas no estaban desligados entre sí, y los tres
obedecían a los aspectos negativos de la política Alemán que, aunque había logrado
movimientos de innegable auge económico. Al final había dejado una sensación general de
descontento por la evidente corrupción de los funcionarios públicos, quienes para entonces
habían acumulado enormes fortunas y se habían constituido en grandes empresarios,
mientras que el nivel de vida de las clases trabajadoras sufrió un deterioro considerable.
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Austeridad y moralización. Ruiz Cortines se propuso seguir una política que contrastara con
el régimen alemanista, demostrando su interés por dar solución a los problemas sociales, y
dio comienzo a una nueva etapa de austeridad y moralización. En diciembre de 1952, Ruiz
Cortines presentó al Congreso una serie de proyectos encaminados a cumplir con esos
propósitos; el primero de ellos fue la reforma a los artículos 34 y 115 constitucionales,
destinada a otorgar a la mujer sus derechos políticos, en cumplimiento de promesas
efectuadas desde la época de Cárdenas. A esta disposición siguieron las modificaciones a la
ley de responsabilidad de funcionarios públicos, que aludían a la forma indirecta a la
corrupción al proponer que tales funcionarios declararan sus bienes antes de iniciar sus
gestiones, que se pudieran investigar, sin previa denuncia, el origen de la fortuna de aquellos
que ostentaron bienes superiores a los ingresos económicos manifiestos. Esta ley que al
parecer no fue aplicada durante el sexenio, cumplió al menos el objetivo inmediato: renovar
la imagen presidencial, pues era una clara advertencia de que Ruiz Cortines no simpatizaba
con las prácticas corruptas que se dieron en el régimen anterior.
Se reformaron además artículos de esta ley reglamentaria del artículo 28 constitucional en
materia de monopolios, de modo que fueran más drásticas las sanciones contra las personas que
acaparaban o monopolizaran artículos de primera necesidad. (Esta ley sí se aplicó durante
1953 hubo multas a establecimientos comerciales por violaciones a los precios fijados a
dichos artículos que llegaron a la cantidad de 16 242, e hicieron evidente la severidad
gubernamental en el control de precios).
La austeridad ruizcortinista se manifestó de manera más significativa en la decisión de
reducir el gasto público de modo que se ajustara a los ingresos corrientes. Estas medidas
tuvieron un rápido efecto en la opinión pública, que ponderó la honestidad del presidente y su
interés por mejorar la situación social del país. Pero en el lado opuesto los comerciantes y
empresarios se encontraban desconcertados con el nuevo estilote gobierno, pues temían
que se vieran reducidas sus posibilidades de ganancia en un momento en que la economía
mexicana se encontraba en dificultades. Esta dio motivo a que la incertidumbre prevaleciera
entre la iniciativa privada, y se incrementara la fuga de capitales. Cuando en 1953 se hizo
notar un decrecimiento de la inversión privada, el gobierno comenzó a atenuar sus políticas
de control comercial y austeridad presupuestal, reorientando su política hacia el fomento a la
producción, lo que le permitía recobrar la confianza de los empresarios.
Estabilidad política. No todo en la política ruizcortinista fue rompimiento con el pasado,
principalmente en cuanto al avance que en cada sexenio se había dados hacia la estabilidad
política. Asimismo, los dirigentes del PRI, dispuestos a someterse al gobierno y en especial, al
brindar apoya incondicional al presidente, como lo habían demostrado ya desde el sexenio
anterior, y no dudaban en brindar su ayuda a Ruiz Cortines para que se disolviese el
movimiento henriquista.
El control del movimiento obrero fue, en cambio, un factor más complejo en la tendencia
hacia la estabilidad política, pues aunque las organizaciones obreras más importantes del
país de hallan sometidas al control gubernamental a través de los líderes, seguía existiendo
en el sector obrero inclinación a reivindicar las luchas de la clase trabajadora, sobre todo
cuando se manifestó con mayor fuerza la crisis que mermaba el poder de compra de esta
clase social.
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Las pugnas entre los líderes por tener el control del movimiento obrero organizado, se
encontraron, al mismo tiempo proliferaron los grupos que se apartaban de las grandes
centrales para formar organizaciones independientes. La multiplicación de las organizaciones
obreras habían propiciado ya en 1952, la creación de un nuevo organismo: la Confederación
Revolucionaria de Obreros y Campesinos (CROC), que aglutinaba a varias centrales a favor
del gobierno, pero que entró en pugna con la CTM. Entonces se buscó formar una nueva
central única, que llegaría a ser el Bloque de Unidad Obrera (BUO), cuyos objetivos, -la
existencia de una sola organización y único liderazgo sindical- no pudieron cumplirse. La
devaluación de 1954 provocó reiterados conflictos laborales y nuevas amenazas de huelga
general, en caso de que no se proporcionaran a un aumento mayor del 10% que había
ofrecido el gobierno. Se llego a un arreglo gracias a la oportuna intervención del Secretario
de Trabajo, Adolfo López Mateos, cuya actuación fue calificada como sobresaliente por la
prensa nacional, los salarios subieron, y a pesar de que el aumento no correspondió a la
perdida del poder adquisitivo, sirvió para contener las demandas obreras.
La urgencia para sofocar las crisis laborales estaba en concordancia con la necesidad de
mejorar la situación económica del país. Al moderar el ímpetu de los conflictos en el sector
obrero, comenzó a gestarse para la segunda mitad de 1954, una actividad económica
inusitada que permitió sentar las bases para un nuevo modelo de desarrollo.
El sexenio de Ruiz Cortines fue importante como corolario del fortalecimiento del sistema
político que se produjo fundamentalmente a partir de 1955, no solo por dar comienzo a uno
de los mejores periodos económicos, sino también por consolidar al régimen en el terreno
político. La fuerza del partido oficial se acrecentó con la incorporación de los elementos que
hasta entonces habían quedado fuera de sus filas: el sector femenino, que se integró al PRI
con un millón doscientos treinta mil mujeres, ya que el régimen ruizcortinista concedió el vota
a la mujer por primera vez en la historia de México; también se sumaron las fuerzas de os
miembros de los sindicatos burócratas a quienes antes no se les había incorporado al partido
oficial.
Elecciones. Para las elecciones federales de
1955 (diputados, senadores y siete
gobernadores) el PRI contaba con un número mayor de miembros y triunfó a pesar del
notable abstencionismo, pues solamente el 69% de los ciudadanos empadronados se
presentó a votar (en los estados del norte la abstención llego a sobrepasar el 50%). Sin
embargo, el PAN captó un importante número de votos, sobre todo en el Distrito Federal,
donde resultó que el 43% de los votos favoreció a ese partido de oposición (a nivel nacional el
PAN obtuvo el 8% del total). El comportamiento de estas dos regiones -el Norte Y el Distrito
Federal- resultaba paradójico, pues esas eran las zonas que habían resultado más
beneficiadas con las políticas económicas de los gobiernos revolucionarios.
Sin embargo lo que resultaba importante para los dirigentes del PRI era que aquel
comportamiento electoral les advertía que deberían prepararse para las elecciones
presidenciales de 1958. No dejaba de tener relevancia el hacho de que ya no hubiera
divisiones dentro de la familia revolucionaria, pues los cardenistas habían mostrado una
actitud conciliadora Y, aunque siguieron señalando las fallas del sistema, ya no se
pronunciaron en favor de algún aspirante a la presidencia que no hubiera sido designado por
el PRI. Para 1957 la “regla del juego” en la selección del candidato a la sucesión
presidencial, ya se habían consolidado, cuya norma determinaba que el ejecutivo saliente
habría de tener la última palabra con la consecuente adhesión de todos los dirigentes
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políticos. De hecho, habría de ser en ese año de 1957, cuando se preparaban las elecciones para
el periodo de 1958-1964, la primera vez en la historia de México contemporáneo en que se
aceptara la postulación de un candidato de forma unánime y sin que hubiera fricción aluna dentro
del grupo en el poder. En 1958 fue designado candidato oficial del PRI en el que fuera secretario
de Trabajo, Adolfo López Mateos, y cuya acertada actuación frente a las demandas de los
obreros se redundó el arrendamiento de su prestigio político.
Movimientos sociopolíticos. En 1958 se produjeron tres movimientos sociopolíticos
importantes: uno de origen agrario, el segundo protagonizado por los maestros de educación
primaria del Distrito Federal, y el tercero un conflicto laboral del sindicato ferrocarrilero.
Conflicto agrario. El primer movimiento social se originó como consecuencia de la ola de
invasiones de tierras que afectó al norte del país a principios de año, y que hubo de constituir
una llamada de atención para las autoridades acerca de la situación de los jornaleros y los
campesinos que solicitaban tierras, sin obtener una respuesta favorable a sus peticiones. Las
primeras noticias sobre invasiones de tierra llegaron de Sinaloa, estado en el que más de dos
mil campesinos invadieron propiedades particulares donde se estaba a punto de levantar la
cosecha, y se negaban a retirarse no obstante la presencia del ejército. Aparentemente,
aquellos campesinos tenían razón al presionar de esa forma, ya que algunas de las
propiedades supuestamente con categoría de “pequeñas” eran en realidad latifundios
disfrazados y susceptibles de afectación. Situaciones parecidas se produjeron en Baja
California, en la Comarca Lagunera y en Sonora, dándose algunos casos en que los
invasores eran obligados por la fuerza a abandonar los terrenos. En Sonara existía un
enorme latifundio, el de Cananea, con una extensión estimada en cerca del medio millón de
hectáreas, que ya había sido denunciado, infructuosamente, en varias ocasiones; gran parte de
esas tierras era explotada por una compañía ganadera estadounidense, gracias a una
concesión otorgada por los dueños del predio, una familia también estadounidense. En este
caso, como en algunos otros donde el latifundio fuera manifiesto, el gobierno expropió las
tierras y procedió a su reparto de forma inmediata, de modo que el movimiento campesino fue
frenado el mismo año de 1958.
El conflicto magisterial obedeció a varios factores, ideológicos, políticos y económicos, que
coincidieron para propiciar la actividad política de un grupo de maestros, muchos de los
cuales habían pertenecido a la “escuela socialista” de Cárdenas y se oponían al rumbo
tomado por la organización sindical estructurando un movimiento al margen del SNTE
(Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación) y recurrieron a la huelga como medio
de presión para obtener el aumento salarial, pero en el fondo se trataba de un acto de
rebeldía en contra del líder dirigente del SNTE. El movimiento tomó cuerpo dentro de una
corriente de insurrección sindical que convulsionaba al país en 1958, el gobierno,
sobreestimado quizá al movimiento magisterial, lo combatió con la fuerza militar y policíaca. Tal
medida provocó que se exaltaran más los ánimos y que la opinión pública, a través de la prensa,
se pusiera de parte de los maestros huelguistas. Entonces, las autoridades decidieron
tomar el camino de la conciliación, y así, aprovechando la celebración del día del maestro, el día
15 de mayo, el propio presidente de la República anunciaba la concesión de las mejoras
salariales solicitadas.
El conflicto ferrocarrilero se enmarcó en el mismo patrón del movimiento social anterior:
demandas salariales debió al deterioro del poder de compra, luchas dentro del sindicato
causadas por la competencia del liderazgo, diferencias ideológicas, huelgas. Pero en este
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caso el movimiento era más peligroso por las implicaciones de orden económico que podría
tener, y por tratarse de un organismo sindical tradicionalmente mucho más fuerte y
conflictivo, que estaba poniendo en entre dicho la estabilidad política y sentaba un pésimo
precedente para el resto de los sindicatos. Esta vez no fue posible una solución conciliatoria;
l conflicto se extendió más allá del día de la toma de posesión del nuevo gobierno,
encabezados por Demetrio Vallejo, a quien también se aprehendió. Al someterse a los
ferrocarrileros volvió la calma al país, lográndose además el fortalecimiento del gobierno y el
más completo control sobre los sectores independientes del movimiento obrero.
a) Política exterior
En el plano de las relaciones internacionales, durante este periodo se produjeron algunos
hechos políticos y económicos derivados del sexenio anterior y otros que obedecieron al
nuevo orden de acontecimientos, característicos de la década de los años cincuenta en el
contexto mundial. En lo que concierne a los primeros se encuentra: a) las buenas relaciones que
México siguió manteniendo con el gobierno de Estados Unidos; b) el problema de frontera
que representaba el bracerismo; c) la necesidad del crédito exterior (o inversión extranjera
directa) destinada al sector paraestatal; d) la inversión extranjera directa, es decir, aquella en la
que el capital se utilizaba directamente para las empresas.
a) El entendimiento con Estados Unidos tenían sus antecedentes en los años anteriores al
cardenismo, cuando el embajador Morrow había puesto en práctico la política de “buena
vecindad” preconizada por Roosevelt. Al término de la Segunda Guerra Mundial y al
comienzo de la “guerra fría”, México se pronunció a favor del anticomunismo expreso en
la doctrina Truman, dándose un cambio ideológico que se expresó incluso en la política
interna. Sin embargo, el gobierno mexicano se mantuvo dentro de la línea nacionalista e
hizo esfuerzos por unirse a los países latinoamericanos que trataban de defenderse frente
a la avasalladora influencia de los Estados Unidos, y se negó a entrar en pactos militares
con ese país, que volviera a comprometer a México en guerras internacionales. No
obstante aquella actitud nacionalista del gobierno mexicano y a pesar de algunos
problemas que siempre surgían entre las dos naciones, el trato continuo siendo amistoso.
Durante el gobierno de Ruiz Cortines se realizó la construcción de la presa Falcón, en la
cual colaboraron ambos países; la obra fue inaugurada por los mandatarios de ambas
naciones, Ruiz Cortines y Eisenhower, y fue considerada como una muestra de la buena
voluntad que existía al utilizar de cómo un acuerdo las aguas de los ríos limítrofes, que en
tiempos pasados habían sido causa de conflictos.
Una característica del periodo en torna a las relaciones con Estados Unidos fue la escasa
crítica que se hizo en México de la política estadounidense e intelectuales contra la
invasión a Guatemala en 1954, en general no hubo un sentimiento antiestadounidense
expreso, situación que propició un clima de confianza que dio lugar a las visitas de
importantes funcionarios del vecino país y, por supuesto, a la creciente inversión de sus
capitales.
b) El problema de los braceros ponía en peligro las buenas relaciones con Estados Unidos.
El punto conflictivo estribaba en que los empresarios agrícolas de aquel país deseaban
renovar el acuerdo de 1951, de tal manera que favoreciera a sus intereses, renovación
que las autoridades mexicanas habían venido postergando con la esperanza de que la
necesidad de mano de obra obligara a los estadounidenses a pensar en un acuerdo
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favorable a México. Sin embargo, en enero de 1954 Estados Unidos anunció que
procedería a la contratación de trabajadores mexicanos bajo la sola supervisión de su
gobierno, en vista de que no se reanudaban las negociaciones. Al anunciarse las
contrataciones, miles de braceros se lanzaban hacia la frontera, dispuestos a atravesarla
a pesar de los intentos que hacían por detenerlos hacían las autoridades mexicanas
apelando a la fuerza militar en algunas ocasiones, y después de haber tratado en vano de
despertar su interés en permanecer dentro del territorio nacional, ofreciéndoles trabajo.
Esta situación obligó a los gobiernos a firmar un nuevo acuerdo, en marzo de 1954, en el
que se incluían algunas concesiones del gobierno mexicano, por ejemplo, que las
contrataciones se hicieran en la frontera, lo cual reducía el costo de transporte para los
empresarios estadounidenses pero agravaba para México el problema de concentración
de braceros en la región del norte. En cambio, el gobierno de Estados Unidos cedió en lo
referente a proporcionar seguros a los trabajadores en caso de desempleo, y a establecer
una comisión mixta que investigara los problemas de emigración legal e ilegal.
Desde el resto del sexenio se dio paso continuo y sin conflictos de braceros a los Estados
Unidos, aumentándose el número de emigrados hasta llegar a 436 mil en 1957, mientras
que por el contrario, disminuía la cantidad de trabajadores ilegales en este país, que de
un millón en 1954 llegó a 72 mil, principalmente como resultado de la “operación
wetback”, que las autoridades estadounidenses aplicaron para repatriar de forma masiva a
los trabajadores mexicanos.
c) En su afán por distinguirse de la administración anterior, el gobierno ruizcortinista se
propuso en los primeros momentos evitar recurrir al crédito externo, salvo en los casos de
absoluta necesidad. Sin embargo, conforme se ponían en marcha la política de fomento a
la producción, se fue intensificando la utilización del financiamiento externo, sobre todo
después de 1953 cuando, con el fin de revitalizar la economía nacional que había sufrido
una recaída en ese año, se hizo necesario fortalecer las reservas monetarias y elevar el
gasto público destinado a la inversión de empresas paraestatales. A partir de 1955,
cuando se inicio la política del desarrollo estabilizador y se plantearon los objetivos de la
misma, el gobierno de Ruiz Cortines tomó a la utilización del crédito externo como el
medio primordial e indispensable para el cumplimiento de tales objetivos, que fueron
fundamentalmente: 1) mantener la estabilidad de los precios; 2) evitar el alza de precios
de los bienes y servicios que proporcionaban las empresas del Estado; 3) favorecer la
acumulación de capital y la reinversión de las utilidades por medio de una política de
alicientes y exenciones fiscales.
Por lo tanto a pesar de los propósitos iniciales de austeridad en el gasto público, y de
tratar de evitar el excesivo endeudamiento exterior, la necesidad de mantener y fortalecer el
crecimiento económico y la industrialización llevó al gobierno hacia una nueva forma de
dependencia. Para 1958 los créditos concertados en el sexenio alcanzaban la suma de 626
millones de dólares, que representaba más de tres veces la cantidad de los empréstitos
solicitados durante el gobierno de Alemán.
d) La inversión extranjera directa (IED) entró en una nueva etapa durante el periodo de Ruiz
Cortines, con la característica de que abarcó nuevos sectores de la producción; los
capitales extranjeros se utilizarían ahora en la industria manufacturera y en el comercio,
relegándose a ultimo termino el interés por invertir en la minería, en la energía eléctrica,
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en la producción de bienes de consumo, o en otras áreas que en el pasado atrajeron la
inversión de capitales del exterior. En la industria manufacturera esta inversión aumento de
un 20% que representaba sobre la IED total a principios de la década de los cincuenta, a un
54% hacia 1960; en el comercio se dio también un crecimiento en la inversión extranjera,
aunque no fue tan considerable como en la industria. Pero lo que si tuvo suma importancia en
el plano comercial fue la influencia de las practicas estadounidenses: las grandes tiendas de
departamentos y el uso de las tarjetas de crédito produjeron un gran impacto, sobre todo en
las clases medias nacionales, entusiasmadas por la variedad de artículos que ofrecían y las
nuevas facilidades de la compra a crédito, del estimulo constituido por los medios
publicitarios.
La gran profusión de la IED en México obedeció a los incentivos de las políticas
gubernamentales que, que interesadas en promover los adelantos de la industria en el país y
modernizar su infraestructura manufacturera, brindaron apoyo a las inversiones extranjeras,
con mínimas limitaciones reglamentarias para evitar que dominaran áreas productivas
nacionales.
En el nuevo orden de acontecimientos internacionales que de alguna manera se relacionaron
con México en el sexenio de Ruiz Cortines, destacan dos hechos principales: a) la
Confederación de Caracas; b) la invasión de Estados Unidos a Guatemala. Es necesario
recordar que la política internacional mexicana se veía fuertemente influida por el
anticomunismo surgido en Estados Unidos desde que comenzara el periodo de la “guerra
fría”. No obstante, el gobierno estaba interesado en integrarse al sistema interamericano que
había venido desarrollándose a raíz de la creación de la OEA, y que pretendía un acuerdo
con Estados Unidos con el fin de obtener su apoyo económico después de terminada la
Segunda Guerra Mundial, así como para tratar de evitar que las pretensiones de hegemonías
por parte de los estadounidenses fueran en detrimento de las economías de las naciones
subdesarrolladas de Latinoamérica. Por parte, para México era de suma importancia
mantenerse dentro de su tradicional línea de política exterior, basada en la no intervención y
libre autodeterminación de las naciones. En medio de esa disyuntiva se enmarcaron aquellos
dos acontecimientos internacionales.
a) La Conferencia de Cárdenas se celebró en la capital venezolana en abril de 1954, y
correspondía a la x Reunión Interamericana a la que asistían los países de Latinoamérica
con la esperanza de llegar al citado acuerdo con Estados Unidos y de lograr que este
país se ajustara a la política de no inversión. Sin embargo, el gobierno estadounidense
estaba entonces sumamente preocupado por el problema que para él representaba el
gobierno de Jacobo Arbenz en Guatemala, al que consideraba como una amenaza del
comunismo para el continente americano; por lo tanto, no solo estaba dispuesto a atender
las peticiones de colaboración económica de los países latinoamericanos, sino que asistió
a la reunión con el objetivo central de que se aprobara un proyecto contra “la intervención
del comunismo en el hemisferio”, tendiente a justificar una intervención armada en
Guatemala aun cuando no se expresara explícitamente. El presidente de México insistió
en que se respetara el derecho de autodeterminación y propuso algunas enmiendas al
proyecto, fundamentadas en la política de no intervención. Pero tales enmiendas fueron
rechazadas por 17 votos en contra y sólo tres a favor, correspondientes a México,
Argentina y Guatemala. La declaración de Caracas resultó ser una vaga expresión acerca
de la soberanía de cada nación, sin que aludiera al proyecto de no intervención. A partir
de entonces y por varios años México habría de mantener una política abstencionista en
49
las reuniones interamericanas y aunque continuó afirmando el principio de
autodeterminación, ya no habría de considerarlo como objetivo primordial para que fuera
atendido por el resto de países miembros del sistema interamericano.
b) Ante la invasión estadounidense a Guatemala-que ocurrió en junio de 1954, tras la
llegada de un cargamento de armas procedentes de países socialistas-, el gobierno de
México mantuvo una cautelosa reserva y, en cambio, volvió a declarar su anticomunismo
aunque sin hacer alusión al conflicto de aquel país; sólo se produjeron protestas de parte
de la “izquierda revolucionaria” y de algunos estudiantes e intelectuales contra la acción
intervencionista de los estadounidenses, protestas que fueron repudiadas principalmente
a través de la prensa.
b) Economía
Durante el gobierno Ruiz Cortines se pueden distinguir tres momentos en cuanto al
desarrollo de la economía nacional: una primera etapa que llega hasta 1954 y en la que se dan
los intentos iniciales de estabilización buscando abatir la inflación y equilibrar el
presupuesto; la segunda fase cubre los años de 1954 a 1956, periodo en el que se logra la
recuperación económica y se origina el desarrollo estabilizador, el tercer momento
comprende los últimos años del sexenio y en el se da un debilitamiento de economía
nacional, debido en gran parte al hecho de que por esa época la economía mundial estaba
entrando en una nueva fase depresiva.
Cuando se inicia el periodo ruizcortinista, la economía mexicana estaba inmersa en una
inflación cuyo proceso se había originado en los sexenios anteriores y que no se habían
podido erradicar a pesar del rápido crecimiento económico que comenzó a darse entre 1950
y 1951; por el contrario, fue precisamente el auge de esos años el que desató una inflación
acelerada por haberse incrementado las inversiones de forma desmesurada, por los efectos
que trajo consigo la exagerada dependencia de los mercados extranjeros, y debido a la
estrechez del mercado interno provocada por la política de control de salarios.
Esos problemas se hicieron palpables al terminar la guerra de Corea en 1952, ya que
disminuyó la demanda mundial y se redujeron los precios internacionales de las materias
primas, hachos que afectaron de forma inmediata a la producción agrícola mexicana, basada
fundamentalmente en los cultivos de exportación. A su vez esto se tradujo en la reducción
del ingreso para la clase campesina, dándose en consecuencia una considerable
disminución de la demanda interna de productos tanto agrícolas como industriales. Ante la
dificultad para vender sus productos, los empresarios decidieron limitar sus inversiones y
agravaron el problema al reducir notablemente el PNB, que casi se estancó en 1952.
De esta manera, después de diez años de crecimiento ininterrumpido, la economía nacional
había llegado a una situación de crisis de la que no podría salir sin ayuda del sector
gubernamental. Fue por eso que el momento de tomar posesión como presidente, Ruiz
Cortines, aun cuando reconocía la necesidad de continuar fomentando la producción, se
marcó otros objetivos: mantener la estabilidad de precios dentro el país, reestablecer el
equilibrio en la balanza comercial y sanear las finanzas públicas, procurando que los gatos
se ajustaran al presupuesto. La política estabilizadora pretendía detener el rápido aumento
del costo de la vida, al mismo tiempo que trataba de evitar una mayor reducción en la
demanda interna, porque ello significaría un obstáculo muy grande para el crecimiento
50
industrial. Las medidas tendientes a poner en práctica esa política económica consistieron en:
a) un plan agrícola de emergencia; b) importación de alimentos en gran escala; c) control del
comercio; d) una política de austeridad en el gasto público.
a) El plan agrícola de emergencia para el año de 1953 estuvo encaminado específicamente
a elevar la producción de cultivos alimenticios básicos como el maíz, el frijol y el trigo,
canalizando un número mayor de créditos de la banca privada hacia el sector rural, y
aplicando modernos procedimientos destinados al mejor aprovechamiento de las tierras.
Los resultados de plan agrícola de emergencia fueron exitosos en términos generales, se
logró incrementar la producción de los alimentos básicos, pero este aumento no fue
suficiente para cubrir las necesidades de la población y benefició muy poco a los
pequeños agricultores, ya que se siguió dando preferencia a las grandes y medianas
empresas que poseían las mejores tierras.
b) La importancia de alimentos se consideró como una acción fundamental en la lucha
contra la inflación, y consistía en importar solamente los alimentos indispensables para
complementar las cosechas que obtendrían en el país por medio del plan agrícola. Pero
esas cosechas no fueron de la magnitud que se esperaba debido a que una sequía abatió
el campo mexicano en el año de 1953, por lo que hobo necesidad de aumentar las
importaciones con el fin de satisfacer la demanda interna de alimentos básicos; para fines
del mismo año se importaron 46 mil toneladas de fríjol, 373 mil de maíz y 242 mil de trigo.
c) El control del comercio se efectuó a través de dos organismos gubernamentales, la
Dirección General de Precios que se encargó de fijar os precios y de vigilar que fueran
respetados por los comerciantes, y la Secretaria de Gobernación, que combatió el
acaparamiento y el monopolio.
d) El equilibrio del presupuesto tenía como objeto evitar que los precios continuaran
elevándose, propósito que se logró a finales de 1953 con la consecuencia negativa de
que, al ajustarse los gastos a los ingresos, se fue limitando la capacidad del gobierno
para estimular las actividades productivas. La estabilización del presupuesto y la
disminución de precios que resultó de ella, permitieron efectuar mejoras a los salarios de
los trabajadores en general, pero no fueron beneficiados aquellos que permanecían sin
empleo a causa de la contracción de las inversiones públicas y privadas, ocasionada por
el proceso inflacionario; además, los empresarios privados, desconfiando de la política
oficial, decidieron no invertir en espera de que el gobierno modificara su política de
austeridad presupuestal, y decidieran fomentar el desarrollo de la industria, lo cual tuvo
que realizarse a fines de 1953.
A partir de ese año, el gobierno optó por intensificar el fomento a la producción agrícola
mejorando los precios de garantía del maíz y del fríjol, y ampliando las partidas
presupuestales para acondicionar los sistemas de riego, aprovechar mejor los recursos y
proporcionar insumos a los productores. El fomento a la industria acaparó la atención de Ruiz
Cortines, como había sucedido en administraciones pasadas. Tal fomento consistió en 1) el
crecimiento del gasto público, destinado al sector paraestatal un 20.2% del presupuesto en
1954; 2) el otorgamiento de facilidades fiscales a la empresa privada, elevando
considerablemente exenciones y subsidios, y reduciendo el ISR y otros impuestos de menor
trascendencia; además quedaron exentos del pago de impuesto los sueldos hasta 300 pesos
mensuales, con el fin de mejorar el ingreso de los potenciales compradores de productos
51
nacionales; 3) disposición de medidas financieras, tendientes a aumentar la disponibilidad de
los bancos de deposito y, en consecuencia, su capacidad de otorgar créditos; se fomentó,
además, el ahorro orientándolo al mercado de valores, al grado de que a partir de 1954 se
hizo notar la preferencia de los ahorradores por las inversiones de valores. Por otra parte, se
establecía un Fondo de Garantía y Fomento a la mediana y pequeña industria, que comenzó
a operar en 1954, otorgando créditos por 18.5 millones de pesos a 99 empresas entre las
que destacaban las productoras de artículos de cobre, fierro y acero, y de alimentos, vestidos
y zapatos; 4) creación de la Financiera Nacional Azucarera, destinada a impulsar la industria
del azúcar; 5) establecimiento del Consejo de Fomento Coordinación de la Producción
Nacional, que tenia el propósito de coordinar la política económica del gobierno con la
iniciativa privada, para unir los esfuerzos tendientes a mejorar la economía nacional; 6)
adopción de una política proteccionista orientada a desligar el mercado interno de la
competencia comercial exterior, y cuyas medidas se aplicaron en febrero de 1954, elevando
un 25% casi todos los impuestos a las importaciones y devaluando el peso en el siguiente
mes de abril, a 12.50 pesos por dólar.
La devaluación resultó en beneficio de la industria, en primer lugar porque se abarataron los
productos nacionales de exportación, que tuvieron entonces mayor demanda en el mercado
exterior, y en segundo, porque se detuvo la salida de capitales que habían comenzado el año
anterior. Así, la devaluación favoreció a la economía, aunque a costa de sacrificar el
bienestar social, ya que los trabajadores vieron reducido su poder de compra. Además de las
anteriores medidas dirigidas a la protección de las empresas de México, se limitó a la
importación de artículos suntuarios y se modificó la tarifa del impuesto general de
importaciones, con el fin de ajustarlo a las necesidades de las industrias en el país.
Con la política de fomento a la industria, la moderación del gasto público, el equilibrio del
presupuesto basado esencialmente en una mayor utilización del crédito externo, la política
monetaria que fijó la paridad cambiaria para 1956, el gobierno logró poner fin a la espiral
inflacionaria que hasta entonces había estado acompañando al crecimiento económico del país,
permitiendo con ello que México entrara en la etapa del “desarrollo estabilizador”, al triunfo
que habría de causar el asombro de mucha gente y hasta envidia de los países
latinoamericanos que no habían podido abatir la inflación.
Ese triunfo, que fue considerado como “el milagro mexicano”, se debió internamente a que la
política gubernamental de fomento a la industria promovió una mayor participación de los
empresarios, aumentando así la inversión total; y en lo que toca al ámbito exterior, la
recuperación económica de los países desarrollados permitió que se estimulara el
crecimiento de la demanda exterior de productos mexicanos, tanto agrícolas como
industriales, con los consecuentes efectos positivos sobre el comercio que, a su vez, impulsó a la
industria y registró un superávit en la balanza de pagos.
La producción creció notablemente y se basó sobre todo el mercado interno; por supuesto, tal
crecimiento se dio en mayor medida en una sectores que en otros. Lo que en promedio
superaron ampliamente la producción nacional durante el sexenio ruizcortinista fueron: en
primer lugar la electricidad, con un 69.7%, seguida por la agricultura que representó un
56,7% practicada en las tierras de propiedad privada; depuse figuraban el petróleo, la
industria manufacturera, el sector comercio, transporte y construcción, y por último, la
ganadería y la minería.
52
Sin embrago, la situación de la economía comenzó a cambiar negativamente hacia finales de
1956, debido a que el flujo de capitales extranjeros al interior del país había acentuado la
dependencia, porque junto con el capital de inversión había entrado el especulativo,
prestado generalmente a corto plazo; este tipo de capital, muy sensible a cualquier
movimiento que implique perdida de valor frente a otras monedas, tiende a salir en cualquier
momento, situación que se dio cuando la economía mundial entró en nueva depresión que
afectó el equilibrio de la balanza de pagos. De nueva cuenta, al estancarse la demanda
externa, se vieron afectados los sectores de la producción, lo cual condujo a nuevos ajustes
en la política económica del gobierno de Ruiz Cortines, que se marcó entonces tres objetivos
prioritarios: 1) mantener una libertad de cambios sin restricciones, con el fin de que fuera
posible el regreso de los capitales; 2) conservar inalterable el tipo monetario de cambio para
garantizar a los dueños de capitales extranjeros que sus inversiones no se verían
perjudicadas por nuevas devaluaciones, y al mismo tiempo para desalentar a la
especulación; 3) mantener la estabilidad en el nivel general de precios, con el propósito de
no afectar a las exportaciones.
A estos objetivos hubieron de quedar subordinados a aquellos que se habían planeado
anteriormente, incluso el crecimiento económico quedó condicionado a que no hubiera
desajustes serios con el exterior, ni presiones inflacionarias internas. La política de fomento a
la producción también sufrió un retroceso, pues el gobierno se limitó a elevar prudentemente
las inversiones y el consumo -para no excederse en el gasto público-, y apenas se dio
impulso a las exportaciones. Así durante los últimos años del sexenio no hubo una
intervención gubernamental en la economía que pudiera considerarse novedosa o de
relevancia, de manera que la política de estabilización acabó por imponerse sobre la de
crecimiento. Las inversiones que el gobierno canalizó al sector productivo, a pesar de lo
insuficiente que resultaron, se orientaron en especial hacia los sectores industrial, de
comercio y transportes; en cambio, el sector agrícola, -siempre necesitado del apoyo
económico-, prácticamente no se benefició con la inversión estatal en los años de 1957 y
1958, por o que la producción entró en franca recesión, provocando presiones inflacionarias
y elevando el costo de la vida. Como resultado, el último año del sexenio se habría de
caracterizar por las manifestaciones de descontento de las clases trabajadoras, lo cual tuvo
que reflejarse en la vida política del país en momentos de la sucesión presidencial.
Cabe destacar que, a pesar de que la economía nacional sufrió un nuevo deterioro en el
bienio 1957 - 1958, el gobierno de Ruiz Cortines había logrado establecer los lineamientos de
una política económica que, mientras se dieran condiciones favorables internas y externas,
serian decisivos para el desarrollo capitalista de México en la década siguiente; tales
lineamientos se resumen en cinco aspectos:
1. La estabilidad de precios, que inicia una nueva etapa de crecimiento económico: el
desarrollo estabilizador.
2. La política salarial, que se dirigió al mejoramiento del nivel de vida de los trabajadores,
insuficiente pero que no se interrumpiera cuando se produjo el deterioro de la economía.
3. Los esfuerzos gubernamentales por hacer efectiva la política de sustitución de
importaciones, al impulsar la producción a partir de 1953 y suprimir la mayor parte de las
compras al exterior.
53
4. El uso prudente del gasto público y la tendencia a recurrir al crédito externo cuando era
estrictamente necesario, a fin de no desequilibrar el puesto.
5. El fortalecimiento del mercado financiero para alentar la inversión en el mercado de
valores y, dentro de este mismo aspecto, el mantenimiento del tipo de cambio monetario.
Aquellos logros que se alcanzaron en el sexenio de Adolfo Ruiz Cortines estuvieron
acompañados por una producción que continuó creciendo, al tiempo que se modificaba de
forma relevante la estructura del sector productivo, no solamente en el aspecto económico, sino
también -aunque en menor proporción- en lo social.
D.- Gobierno de Adolfo López Mateos: consolidación de la política estabilizadora.
El sexenio 1958 - 1964 se inició en plena efervescencia causada por la lucha sindical
ferrocarrilera, que estuvo a punto de hacer tambalear al sistema político, y en medio de una
difícil situación económica, que amenazaba frenar el crecimiento alcanzado en años
anteriores. Por lo tanto, el Gobierno de Adolfo López Mateos se propuso dos metas
fundamentales: la primera consistid en fortalecer al sistema político, cuya única solución
estribaba en suprimir de raíz todo movimiento sociopolítico que amenazara la estabilidad del
régimen; la otra meta, que era la reactivación de la economía, estaba condicionada a que se
cumpliera la primera.
Por ello, los nuevos dirigentes políticos -que tras la experiencia de las luchas protagonizadas por
las clases trabajadoras en 1958 habían aprendido que la represión no era el cambio
adecuado, sino que al contrario agudizaban todavía más los conflictos-. Optaron por apelar a otro
recurso que resolviera el descontento laboral, y éste estaría encaminado a buscar el
mejoramiento del nivel de vida de los trabajadores como un factor que se consideró muy
importante para lograr una paz social que permitiera el desarrollo económico.
El gobierno lopezmateísta se centró en un principio en la búsqueda de esa paz social, y tomó
varias medidas dentro de la vía elegida, en primer lugar estimuló el mejoramiento de los
salarios beneficiando sobre todo a los trabajadores del sector industrial y de las empresas
paraestatales en segundo lugar, se esforzó por evitar que dentro de las organizaciones de
masas, en particular en las de los obreros, adquirieran fuerza los líderes que no hubieran
mostrado plenamente su lealtad al sistema público.
Estas dos medidas fueron los instrumentos básicos para fortalecer la estabilidad del sistema
político y consolidar, en consecuencia, el desarrollo estabilizador de la economía. La nueva
política social de López Mateos se orientó también hacia el sector agrario pero considerados
los brotes de descontento popular de 1958, cuando los campesinos lucharon por destruir los
latifundios y presionaron para que se continuara con el reparto de tierras, estancando desde
hacía 18 años. Iniciando una “nueva etapa de la reforma agraria”, López Mateos repartió más
de 16 millones de hectáreas durante su gobierno, canceló arrendamientos de particulares, y
derogó concesiones de inafectabilidad ganadera, para organizar ejidos ganaderos en
muchas zonas del país.
Como ya se dijo, estas medidas iban encaminadas a evitar los brotes de descontento social,
pero además el hacho de fortalecer el sistema político implicaba un mayor control sobre las
organizaciones de masas, por lo que el gobierno estaba dispuesto a no permitirles la
disidencia, ni el sector urbano n el rural. Tal política de control sobre los sectores populares
54
había de constituir el elemento fundamental de la estabilidad política en la década de los
setenta.
Reforma electoral. La política del sexenio 1958 - 1964, a la que López Mateos llamo de la
“revolución equilibrada”, buscó extender el equilibrio hacia el proceso electoral, instituyendo
una reforma a la Ley Electoral por la que se permitía a los partidos de la disposición
reconocida oficialmente -PAN, PPS, PARM- tener representantes en la cámara de
diputados. Se trataba de una reforma constitucional, establecida en junio de 1963, que se
derivaba de la consideración de que en un régimen democrático deberían ser respetados los
derechos de la minoría. En la exposición de motivos de dicha reforma se expresaba que
“tanto las mayorías como las minorías tienen derecho a opinar, a discutir y a votar pero sólo la
mayoría tiene derecho a decidir”.
Según el nuevo sistema, loa partidos políticos minoritarios podían constar hasta con 20
diputados de partido; el partido político como tal derecho debía estar representado por
aquellos de sus candidatos que, sin haber triunfado por la mayoría en el distrito electoral
correspondiente, hubieran obtenido el mayor número de votos; una vez designados, dichos
diputados tendrían el mismo rango y carácter que los diputados que ocupaban el cargo por
haber obtenido la mayoría de votos en sus distritos respectivos. Era además necesario que
los partidos minoritarios obtuvieran el 2.5% de la votación nacional, los que alcanzaran dicho
porcentaje tenían derecho a 5 diputados de partido, y por cada medio por ciento que
excedieran ese porcentaje, tenían derecho a un diputado más hasta llegar a 20. Esta medida
benefició al PAN, no sólo porque tuvo el mayor número de diputados de partido, sino porque
demostró ser más fuerte partido de oposición, frente al PPS y al PARM, que no alcanzaron el
porcentaje requerido en las elecciones de 1964, ni en las de 1967 y 1970.
De esa manera, la oposición participaba del poder legislativo, aunque sólo la cámara de
diputados; la de senadores continuó integrada en su totalidad por miembros del PRI,
exclusivamente.
A finales del sexenio de López Mateos se observaba un ambiente político de tranquilidad, sin
que se manifestaran conflictos ni dentro ni fuera de la “familia revolucionaria”. Esa
tranquilidad se puede explicar por varios motivos: en primer lugar, se debía a que el rollo
estabilizador había encausado al país hacia un crecimiento relativamente sostenido, sin
inflación y con una tendencia a la alza -aunque ligera- del poder adquisitivo. En segundo
lugar, contribuía el aspecto político; pues en el seno de la familia revolucionaria se había
logrado imponer la disciplina gracias al autoritarismo por el que se había controlado a
gobernadores, cacique y a todo político inconforme con los lineamientos del sistema. En
cuanto a la oposición, la reforma electoral de 1963, al permitir que hubiera diputados del
partido, parecía haber satisfecho, al menos en parte, las aspiraciones de participación
política de los grupos de oposición, principalmente el PAN que se ostentaba como el más
fuerte. En tercer lugar, respecto el aspecto social, el gobierno de López Mateos, tras haberse
iniciado con una represión en contra de los trabajadores ferrocarrileros huelguistas, y con el
uso de la fuerza para reestablecer el control sobre algunos sindicatos, tendió luego hacia una
política de apertura.
La apertura del régimen lopezmateísta se manifestó de la manera siguiente: permitió la
creación de una nueva central obrera, la Confederación Nacional de Trabajadores (CNT),
apartada de las direcciones oficiales e incluso inscrita en un marco de cierta disidencia; se
55
permitió el surgimiento del Movimiento de Liberación Nacional (MLN), que aunque fue de
corta existencia , la circunstancia de que tuviera un carácter independiente de del partido
oficial y una ideología izquierdista sirve de indicados para demostrar la citada apertura por
parte de López Mateos. Otro hecho indicativo fue el nacimiento de la revista Política, que
mantuvo nexos con el MLN y fue de critica al sistema. Dicha revista, aun cuando no se
caracterizaba por una ideología bien definida, contenía elementos socialistas entremezclados con
un nacionalismo que evocaba los tiempos de Cárdenas.
Así mismo, fue de alguna relevancia para la tranquilidad social de México a finales del
sexenio 1958 - 1964, la tendencia “izquierdizante” que mostró el gobierno de López Mateos
-más en la retórica que en la práctica” -, influida por la Revolución Cubana, pero adoptada
con el fin primordial de apaciguar a los sectores populares descontentos a causa de la
preferencia que el régimen mostraba hacia el sector empresarial. Fueron también relevantes
las acciones que tomó el gobierno a favor de lo social, como fue en el caso del aumento en el
reparto agrario. Otras de las acciones en ese sentido fue la implantación de los libros de
texto gratuitos destinados a todos los niños que cursaban la educación primaria; tal medida,
que pretendía proporcionar gratuitamente materiales didácticos a las familias de escasos
recursos y quizá también buscaban homogeneizar la educación primaria, provocó una
reacción adversa de parte de algunos sectores medios temerosos de que el comunismo
cubano se extendiera a México. Tales sectores acusaron al gobierno de querer socializar la
educación, pero aquella oposición que en realidad estaba apoyada en una interpretación muy
a la ligera del texto gratuito y en el hecho de que el gobierno manejar la frese de “texto
único”, no llegó a perturbar la estabilidad política del sexenio, y mucho menos a impedir que
el presidente utilizara los mecanismos a su disposición para influir en la selección del
candidato oficial para sucederlo.
Elecciones en 1964. En las elecciones de 1964 se hizo efectiva la reforma electoral para
renovar la cámara de diputados, y se celebraron además los comicios para la sucesión
presidencial. Dentro del PRI se habían presentado dos precandidatos, uno era el secretario de
Gobernación, Gustavo Díaz Ordaz, y el otro, secretario de la Presidencia, Donato Miranda
Fonseca. El presidente optó por el primero, cuyo carácter firme y severo ofrecía la mejor
garantía para continuar con la política estabilizadora. La designación del candidato recibió muy
pocas críticas y éstas provinieron de la revista Política, la cual pronosticó con Díaz Ordaz el
régimen entraría en una fase derechista e incluso fascista.
Como resultado de las elecciones, el candidato del PRI obtuvo el 88.6% de los votos,
mientras que para el candidato panista, J. González Torres, correspondió el 11.4% restante.
Labor legislativa. El gobierno de López Mateos realizó una extensa labor legislativa, se
reformaron varios artículos de la Constitución en lo referente a aprovechamiento de recursos
naturales, servicios públicos y seguridad social, impuestos, obras públicas, protección a la
infancia y fomento económico. De marcada importancia fue la nacionalización de la industria
eléctrica en 1960, con la consecuente reforma al articulo 27 de la Constitución, y mediante al
compra de las dos grandes empresas privadas de generación y distribución de energía
eléctrica que todavía operaban en México, la American Foreing Power Co. y la Mexican
Light and Power Co., de acuerdo con dos operaciones financieras independientes entre sí y con
el consentimiento mutuo de las partes, por las que se traspasaron propiedades con un valor de
400 millones de dólares, posteriormente, en 1961, el gobierno mexicano adquirió el resto de los
sistemas generadores de energía eléctrica.
56
a) Política exterior.
Durante el sexenio de López Mateos continuaron siendo cordiales las relaciones con Estados
Unidos y solamente se vieron afectadas en 1960, en ocasión de que un dirigente político
mexicano declarara ante el Congreso la actitud solidaria de México hacia la revolución
cubana, “cuando nuestro vecino del norte parece cerrar las puertas de su amistad a los
anhelos del pueblo cubano de vivir en libertad e independencia económica”. Sin embargo, las
muestras de amistad hacia la Revolución Cubana se enmarcaban en la línea de la política
exterior de México, defensora de la no intervención y autodeterminación de los pueblos;
quizá también correspondieran a cierto liberalismo de izquierda, que López Mateos mostrara
al principio de su gobierno con el fin de ganarse la adhesión de las clases populares tras los
conflictos de los años 1958 - 1959. Como quiera que fuera, la actitud solitaria hacia la
revolución cubana fue disminuyendo y para febrero de 1962, al celebrarse una reunión
interamericana en Punta del Este, Uruguay, los representantes mexicanos se refirieron a la
política castrista como algo ajeno a las metas y valores de los pueblos latinoamericanos. No
obstante, con el objeto de ser congruente con la política tradicional en asuntos
internacionales, en esa misma reunión México se negó a romper relaciones con Cuba y por
varios años fue el único país latinoamericano que mantuvo relaciones con el gobierno de
Fidel Castro.
Pero esa posición del gobierno de México no alteró significativamente el buen entendimiento que
existía con Estados Unidos, en 1962. Poco después de la negativa de romper relaciones con
Cuba, el presidente John F. Kennedy visitaba México en medio de un ambiente de
cordialidad y simpatía de parte del pueblo; esa fue la segunda visita de un mandatario
estadounidense durante el sexenio de López Mateos, ya que Eisenhower hizo una visita
oficial en 1959. Otra prueba significativa de la colaboración entre las dos naciones fue la
devolución de territorio de El Chamizal, solicitada desde la época porfirista y que por fin se
realizó oficialmente el 25 de febrero de 1964, cuando el presidente López Mateos recibió
simbólicamente dicho territorio.
La cooperación con Estados Unidos era necesaria, como lo habían sido en el pasado, para
impulsar el desarrollo económico de México, y tuvo efectos decisivos en la política del
desarrollo estabilizador que se consolidó en el sexenio de López Mateos. Es importante
recordar que al iniciarse ésta México atravesaba por una situación económica que
comprometía al proceso de crecimiento. Por esa razón, se hizo necesaria una mayor
participación del Estado en la ampliación de obras de infraestructura y en la inversión de
capital en industrias como la petroquímica y la siderurgia, con el fin de impulsar el proceso de
industrialización que amenazaba con estancarse. El gasto público fue ampliado en 1960 en
un 27% respecto al año anterior, y puesto que el gobierno quería mantener una reducida
carga fiscal, recurrió al crédito externo como la había hecho Ruiz Cortines, convirtiendo a ese
instrumento en el factor clave para financiar las erogaciones destinadas a revitalizar la
economía.
La obtención de créditos en el exterior a partir de 1960 fue posible gracias a la buena
disposición del gobierno estadounidense pues, a diferencia de la actitud que asumiera a
principios de los años cincuenta, se mostró a favor del conceder crédito a los países
latinoamericanos, particularmente después de la creación de la Alianza para el Progreso, en
1961. Además, la banca privada mostraba una actitud favorable hacia la economía mexicana
en crecimiento y concedió préstamos por sumas considerables. También es importante
57
señalar que López Mateos dedicó mas de la tercera parte de su presupuesto en 1961, a
cubrir la deuda pública y, aunque se disminuyó un récord para los gobiernos emanados de la
revolución.
También la inversión extranjera indirecta proveniente de Estados Unidos tuvo fuerte
influencia en el país durante el periodo de López Mateos, a pesar de la nacionalización de la
industria eléctrica; ésta constituyó un acto nacionalismo destinado a lograr que toda la
industria básica estuviera en poder de nacionales, pero se trataba además del esfuerzo
gubernamental por asignar al Estado un papel más importante en la vida económica del país. Por
lo demás, se continuó alentando a la IED a que se orientara a la industria manufacturera, con el
consabido fin de fomentar la producción industrial.
De esa manera, el aumento de crédito externo (IEI) y de la IED propiciaron una nueva forma
de dependencia económica bastante marcada, que habría de caracterizar a la década de los
setenta, pero que tenia rasgos distintos de la dependencia existente en los años
prerrevolucionarios, sobre todo porque comparativamente, las estructuras políticas,
económicas y sociales ofrecían un panorama innegable de una modernización inexistente en
1910.
En lo que concierne a las relaciones exteriores con otros países, el gobierno de López
Mateos se distinguió por el esfuerzo realizado con el fin de proyectar la imagen de México al
exterior, por lo cual efectuó numerosos viajes proclamando su política de paz y desarme,
buscando estrechar los vínculos de amistad con las naciones con las que se tenían
relaciones diplomáticas, y entablar nuevos lazos con otras. Con la misma política, durante el
sexenio de López Mateos, México fue visitado por veintitrés jefes de Estado y dirigentes de
organizaciones internacionales. Siendo el presidente, la organización de los Juegos
Olímpicos otorgó a México, en octubre de 1963, la sede para la XIX Olimpiada, que habría de
celebrarse en 1968, y en 1964 la FIFA aceptó que México fuera sede de la competencia
mundial de fútbol en 1970 no obstante la oposición de algunos países de que celebraran en un
mismo lugar ambos eventos consecutivamente. La decisión de la FIFA y el COI a favor de México,
significó una respuesta positiva al interés mostrado por López Mateos en conseguir que México
atrajera la atención mundial por medio de esos eventos, cuyo objetivo principales acercar, a través
del deporte, la amistad entre las naciones.
b) Política económica: confirmación del desarrollo estabilizador.
La difícil situación económica que encontró el gobierno de López Mateos al iniciar sus
gestiones, y la necesidad de continuar impulsándole desarrollo económico, llevaron al
planteamiento de dos objetivos prioritarios sumamente relacionadas entre sí: el primero
consistía en mantener la estabilidad monetaria, sin que ello significara descuidar el fomento
al crecimiento económico del país; el segundo se refería a conservar la estabilidad en los
precios.
Lograra el primer objetivo -mantener el valor externo e interno de la moneda- era la
preocupación fundamental de López Mateos y para ello se procuró limitar las importaciones,
ejerciendo un control mas estricto sobre las compras en el exterior, tanto privadas como del
Estado y se fomentó la sustitución de importaciones, para lo cual fue primordial el impulso a
la industria petroquímica y siderúrgica, a parte de que se imprimiera a la producción agrícola
de alimentos. Respecto de las exportaciones, se buscó incrementar las de bienes y servicios,
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reduciendo algunos aranceles; se prorrogó el pago de impuestos a los productos minerales de
exportación, se impulsó el turismo internacional mediante al creación del Departamento de
Turismo, y se buscó ampliar las exportaciones hacia el mercado latinoamericano. Además,
se pidió el respaldo de instituciones financieras extranjeras para que apoyaran al peso
mexicano facilitando divisas adicionales al Banco de México, con lo que se procuraba detener la
salida de capitales.
El otro objetivo -mantener la estabilidad de los precios- implicó una política de control de
gasto público y una reestructuración administrativa que permitió aprovechar mejor os
recursos financieros disponibles. Las inversiones públicas se canalizaron hacia los sectores
que más las requerían, como era el destinado a la producción de alimentos y el de insumos
básicos, y se ampliaron las vías de comunicación y los transportes por considerárseles de
gran importancia en la reactivación del comercio. Se buscó también controlar los precios por
medio de la acción administrativa del gobierno, y con ese propósito se reestructuró la
Secretaria de Industria y de Comercio, de modo que pudiera intervenir en la producción,
distribución y consumo, cuando la economía nacional se encontrara con dificultades; se
hicieron modificaciones legales para otorgar al presidente de la República amplio poder
discrecional en cuanto a determinar las mercancías y servicios que estaría sujetos a control,
y en lo que se refiere a fijar los precios máximos al mayoreo y menudeo.
Las medidas que se pusieron en la práctica para cumplir con los dos objetivos iniciales del
gobierno de Adolfo López Mateos surtieron efecto; al finalizar el primer año del sexenio, la
situación económica era mucho más estable que en los tres años anteriores, pues se había
logrado equilibrar la balanza de pagos, detener el alza del costo de la vida, y avanzar en el
desarrollo de industrias básicas como el petróleo, la petroquímica, la siderúrgica, la
electricidad, que seria nacionalizada al año siguiente. No obstante, la velación de precios no
había abarcado a todos los productos y muchos registraron aumentos a causa de la revisión
de precios del petróleo y sus derivados, así como de los ajustes en los fletes ferroviarios.
El primer año de gobierno de Adolfo López Mateos no registró cambios trascendentales en la
economía, pero si sentó las bases para las transformaciones que surgirían en 1960 y que se
resumen en los siguientes rasgos, que habrían de caracterizar a los años posteriores de esa
década:
1. La creciente participación del Estado en la economía. Motivada en gran parte por el
deseo del gobierno de controlar la producción de forma mas amplia, con el fin de impulsar
tanto las actividades de las industrias básicas como las de asistencia social, destacando
en esta última la creación del Instituto de Seguridad Social al Servicio de los Trabajadores
del Estado (ISSSTE), que proporcionaría servicios a un amplio sector de trabajadores que
hasta entonces habían estado relegados.
Para relegar su participación en la economía, el gobierno se valió de mecanismos
principales: la creación de la Secretaria de la Presidencia, que se haría cargo la
coordinación de inversiones públicas, de la elaboración de planes de desarrollo
económico a partir de los años cincuenta.
2. Política Industrial. La estrategia que siguió el gobierno de López Mateos es importante
debido a sus alcances a corto y mediano plazos. Es trascendente por su orientación
nacionalista en sectores claves de la economía (electricidad, minería y petróleo). Este
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control y el fortalecimiento de la infraestructura material del país, buscaba estabilizar la
economía a través del crecimiento sostenido, mientras que se aplicaban medidas
proteccionistas a la industria manufacturera privada, nacional o extranjera, además de
alentar el mercado de valores para capitalizar empresas industriales. Aunque a la larga el
aumento de la IED agravaría la dependencia tecnológica de México, tal factor negativo no
debe atribuirse sólo al gobierno lopezmateísta, sino en general al proceso que siguió el
modelo de crecimiento económico a partir de los años cincuenta.
3. Política agrícola. El gobierno de López Mateos no mostró un gran interés por las
actividades agrícola en general, salvo en lo que refería a la producción de alimentos
básicos, sobre todo el maíz y fríjol, que estaban muy ligados a la estabilidad de precios,
política que durante el sexenio e incluso en el siguiente constituyó una de los objetivos
fundamentales del gobierno al ser considerada como condición básica para el desarrollo.
4. Equilibrio económico con el exterior. Para lograr el equilibrio en la balanza de pagos, el
gobierno tendió a estimular las exportaciones, al tiempo que acentuaba las restricciones a
las importaciones y aumentaba considerablemente el financiamiento externo; de esta
manera, se aseguraba el equilibrio de la balanza de pagos, a pesar de que existía un
fuerte desequilibrio en la balaza comercial.
E.- Gobierno de Gustavo Díaz Ordaz.
a) Política interna: desarrollo estabilizador.
Al comenzar el periodo presidencial de Gustavo Díaz Ordaz persistía la situación de
equilibrio y de crecimiento económico, derivada de la política estabilizadora implantada por
los gobiernos anteriores y, como era de esperarse, el nuevo presidente se comprometió a
continuar con aquel modelo de desarrollo y a proseguir con las medidas que se habían
considerado adecuadas: fomento al sector industrial y mantenimiento de la política de
estabilidad.
Con el fin de llevar a efecto tales medidas, Díaz Ordaz se sirvió de los siguientes
mecanismos que ya habían sido utilizados por sus antecesores, adquirieron mayor
importancia durante su gobierno: 1) una adecuada política fiscal y crediticia; 2) creación de
empresas para estatales y procuración de obras de infraestructura; 3) expansión del sistema
de prestaciones para la clase trabajadora (sobre todo al final del sexenio); 4) relegación del
sector primario de la economía; 5) utilización de mecanismos de control político de la clase
obrera.
El general, la vigorización de tales medidas redundó en beneficio del sector empresarial,
nacional y extranjero, a los que se otorgaron subsidios y extensiones de impuestos, aunados
al virtual anulación del derecho de la huelga y a la congelación de salarios para los
trabajadores. Con el fin de fomentar el desarrollo industrial, el gobierno invirtió en obras de
infraestructura y dedicó buena parte del presupuesto a las obras de bienestar social que
permitieran mantener un clima de seguridad interna, lo cual condujo a una situación
deficitaria para cuya solución se recurrió al crédito, tanto interno como externo, con el
siguiente aumento de la deuda pública que ascendió considerablemente. Al intensificarse los
rasgos económicos del modelo de desarrollo implantado por los gobiernos anteriores, y a
pesar de su preocupación por incrementar las obras de bienestar social, la política del
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sexenio provocó que se manifestara con mayor claridad el desequilibrio que tal modelo de
desarrollo tenia como consecuencia.
Por otra parte, la propia personalidad de Díaz Ordaz, severa y enérgica, dio paso a la
acentuación de un autoritarismo presidencial que algunos críticos contemporáneos llegaron a
juzgar como despotismo, sobre todo después de los sucesos de 1968. Aquel autoritarismo
constituyó “un problema que hace su aparición durante el sexenio de Díaz Ordaz: la escasez
de canales institucionales de participación para una sociedad cada vez más compleja”.
Desde el primer año de gobierno comienza a manifestarse la que habría de convertirse en
característica del sexenio en lo que a conflictos sociopolíticos se refiere, y que ahora no
habría de surgir -como en años anteriores- de la clase trabajadora, pues su control era ya
efectivo, sino de las clases medias profesionales, cuyo descontento por habérseles negado
la posibilidad de acceso a las instituciones del sistema, resultaría crucial frente al
autoritarismo de aquellos años. El 1965, a pocos meses de iniciado el nuevo gobierno, surge
un movimiento de protesta integrado por un grupo de médicos, movimiento que, al ser
disuelto por la vía represiva, puso de manifiesto el método autoritario-represivo que habría de
definir la política diazordacista, no porque fuera la primera vez que se pusiera en práctica un
método tal para solucionar conflictos sociopolíticos, sino porque fue en ese sexenio cuando
ese mecanismo de control se utilizó con mayor persistencia desde que habían concluido los
hechos militares de la época pos revolucionaria.
El autoritarismo de Díaz Ordaz se manifestó también en su negativa aceptar dentro del
sistema político cualquier tipo de proyectos de tendencia democrática, como fue el caso
concreto del proyecto presentado por Carlos Madrazo. Este había sido nombrado presidente
del PRI por el mismo Díaz Ordaz, en 1964, a pesar de haber estado enterado de sus
convicciones democratizantes, debido aparentemente a que algunos elementos de la
Coalición Revolucionaria buscaban ampliar las posibilidades de participación e influyeron en
la decisión de Madrazo. El nuevo presidente del partido oficial intentó introducir algunas
reformas tendientes a fortalecer la participación de sus miembros, por medio de la reducción
el número de las decisiones tomadas a puerta cerrada en la cúpula del partido. Para tal
efecto escogió las elecciones primarias del PRI a nivel municipal, con el fin de remplazar a
las convenciones que hasta entonces nombraban a los candidatos que se les presentaban,
sin que fuera tomada en cuenta la opinión de los miembros del partido. La medida fue puesta
en práctica en las elecciones primarias en los estados de Chihuahua y Baja California, mas la
acción democratizadora de Madrazo culminó con su repentina renuncia a los diez meses de
haberse hecho cargo de la jefatura del PRI, y todas sus reformas fueron anuladas.
A partir de su salida de la dirección del partido, Madrazo hizo abiertas y frecuentes críticas
contra la actitud “antidemocrática e irresponsable” del PRI, y advirtió que se daría un
distanciamiento, sobre todo de parte de los jóvenes, hacia el partido oficial en los siguientes
procesos electorales. La prensa extranjera vio la oposición del gobierno en contra de
Madrazo como una acción “dirigida en contra de sus propias ambiciones políticas que, según se
rumoraba abiertamente, incluían la presidencia de México”.
Hubo además otros rasgos que dieron muestra de la dureza del régimen desde los primeros
años del sexenio; uno de ellos fue la negativa de autorización al partido izquierdista Frente
Electoral del Pueblo (FEP) para que se registrara como parido político legal en las elecciones
presidenciales de 1964, seguida por el encarcelamiento de la mayoría de sus dirigentes a
principios del siguiente año, uno más fue la clausura de la revista Política debido a que criticó
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algunas medidas del gobierno pero sobre todo por haber caricaturizado la figura del
presidente Díaz Ordaz.
Las consecuencias sociales negativas derivadas del extremo al que fuera llevando el modelo de
desarrollo económico y el endurecimiento del autoritarismo presidencial, provocaron algunos
movimientos de protesta en el campo, la aparición de guerrilleros -sobre todo en el estado de
Guerrero-, manifestaciones de descontento en Sonora, que obligaron al gobierno a imponer el
estado de sitio de esa región. Pero el conflicto mas grave de todos, el que habría sacudir al
propio régimen político y marcaría un hito en la historia de México, ocurrió en el Distrito Federal
en el año de 1968, entre los meses de julio y octubre.
Movimiento estudiantil de 1968. Este acontecimiento, que culminó con la trágica noche del 2 de
octubre en Tlatelolco, y cuyos ecos permanecieron en el ámbito político del siguiente sexenio
tuvo su origen inmediato en las protestas estudiantiles en contra de la represión política de
que fueron objeto, el día 24 de julio, los alumnos de las escuelas vocacionales 2 y 5 del Instituto
Politécnico Nacional (IPN), y contra la ocupación de esas escuelas por los ganaderos. La
agresión de los policías con bombas lacrimógenas tuvo como pretexto sofocar un enfrentamiento
callejero entre los estudiantes de esas vocacionales y los de preparatoria particular “Issac
Ochotorena”, enfrentamiento que venia a ser uno más “de una larga serie que había dado
principio hacía más de un año”.
Después de aquella agresión policíaca, la Federación Nacional de Estudiantes Técnicos
(FNET), organismo que por años había controlado al Politécnico, convocó a una
manifestación de protesta contra la represión, que se celebraría el día 26 de julio, fecha en la
que al parecer casualmente se había organizado una marcha para conmemorar, como se
había hecho ya en años anteriores, el aniversario de la Revolución cubana, acto que era
organizado por una agrupación juvenil controlada por el Partido Comunista Mexicano. Ambas
manifestaciones contaban con el permiso del Departamento del Distrito Federal.
Al acercarse al Hemiciclo a Juárez en la Alameda Central, 5000 estudiantes de la FNET se
separaron de su propia manifestación para unirse a los manifestantes procubanos, y se
dirigieron a la Plaza de la Constitución a pesar de que algunos de los organizadores trataron
de impedirlo al ver el despliegue de la fuerza policíaca que se acercaba al Zócalo. El choque
entre las manifestaciones y la policía duró varias horas, mientras que agentes de Seguridad y
del Servicio Secreto ocupaban las oficinas centrales del Partido Comunista y aprendían a
varios de sus miembros, queriendo dar la impresión, según comentarios del periodo El Día,
de que el Partido Comunista Mexicano había sido el promotor de los desordenes que la
propia policía causara.
El sábado 27 fueron ocupadas; las escuelas preparatorias 1, 2, y 3 de la UNAM; por los
propios estudiantes en señal de protesta el día 29 llegó a su punto más alto el enfrentamiento
abierto entre ganaderos y estudiantes. La imposibilidad de los primeros para controlar a los
estudiantes los llevó a pedir la intervención del ejército, y en la madrugada del día 30 un
grupo de militares derribo con un disparo de bazuca una de las puertas de madera labrada
de la preparatoria 1, y ocupó además las preparatorias 2, 3 y 5 de la UNAM, y una vocacional
de IPN; tal enfrentamiento tuvo como saldo 400 lesionados y un miliar de detenidos. Al medio
día del mismo 30 de julio, el rector de la UNAM decreta luto en la Ciudad Universitaria, y
afirma que no habría de ceder a cualquier provocación, ya viniera del interior o del exterior.
Días después se declararon en huelga las escuelas del IPN, de la UNAM, de Chapingo y de
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algunas Universidades en los estados de la República, de manera que el movimiento se
convirtió casi en una huelga nacional de la educación media y superior.
A partir de los graves acontecimientos del día 30 de julio, el gobierno modificó su actitud
represiva prestándose al diálogo; dio pronta solución a un pliego petitorio que le presentaron
a los dirigentes de la FNET -que como se ha dicho era un órgano que controlaba al IPN a su
vez era controlado por el gobierno-. Sin embargo, ya para esa fecha el movimiento
estudiantil había cobrado fuerza y se encontraba organizado: se formó un Comité
Coordinador de Huelga (CNH); la Coalición de Profesores de Enseñanza Media Superior se
había unido a las brigadas de estudiantes que ya sumaban 150; se había obtenido el apoyo
de algunas universidades privadas como la Iberoamericana, del Valle de México y El Colegio
de México; se había dado además la consigna de extender el movimiento a los sectores
populares.
El 4 de agosto quedó aprobado por el movimiento estudiantil el pliego petitorio del definitivo y que
anulaba al de la FNET:
1. Libertad a los presos políticos.
2. Destitución del jefe y del subjefe de la policía, así como también el jefe del cuerpo de
ganaderos.
3. Extinción del cuerpo de ganaderos, instrumento directo en la represión, y no creación de
los cuerpos semejantes.
4. Derogación del artículo 145 y 145 bis del Código Penal Federal (delito de disolución
social), instrumento jurídico de la agresión.
5. Indemnización a las familias de los muertos y a los heridos víctimas de la agresión desde
el 26 de julio en adelante.
6. Deslindamiento de responsabilidades por parte de las autoridades de los actos de
represión y vandalismo a través de policía, ganaderos y ejército.
Y es precisamente en las tónicas de estas demandas y de los discursos pronunciados por los
protagonistas del movimiento, así como en las características de los grupos que se unieron al
sector inicial y las de este mismo, donde pueden encontrarse las causas de fondo de aquel
movimiento estudiantil. Se pedía la ampliación de las libertades democráticas, la libertad a
todos los presos políticos, una reforma electoral democrática. La retórica que se planteaba se
hacia en términos liberal democráticos. Como apunta Zermeño, “es reconocible el contenido
más global de los estudiantes (el nuestro ha sido un movimiento estudiantil-popular por
libertades democráticas) y la misma fórmula fue adoptada también como bandera para loa
maestros. Zermeño destaca que el Partido Comunista y sus organizadores juveniles tuvieron
una cierta importancia en el movimiento, pero que de ninguna manera jugaron un papel
hegemónico y menos aún uno de verdadera vanguardia. Por otra parte, el llamado que el
movimiento hiciera a los sectores populares no fructificó; el sector obrero tuvo una
participación prácticamente nula. Si llegó a haber apoyo, éste fue un escaso y provino de
algunos grupos aislados de telefonistas, del movimiento revolucionario del magisterio, de la
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sección 34 de petroleros, y de trabajadores de algunas empresas. Los contingentes
fundamentales del movimiento obrero, por el contrario, apoyaron al gobierno, por lo menos
durante el comienzo del enfrentamiento. Esto puede explicarse, según Manuel Camacho, por el
efectivo control de los sindicatos, el recuerdo de la coerción de 1959, pero sobre todo porque
había seguridad de empleo y algunos beneficios reales de que gozaba un núcleo estratégico
de trabajadores, así como porque los obreros sentía desconfianza por el movimiento
estudiantil.
Los sectores participantes en el movimiento estudiantil del 68 fueron:
a) El sector politizado en la izquierda universitaria y estudiantil en general, formado de
manera significativa por los alumnos de las escuelas de Ciencias Sociales y
Humanidades, preocupados porque constituían ya un 25% de estudiantado sin que su
crecimiento correspondiera a un incremento paralelo de los sectores de empleo
relacionados con sus profesiones. También lo conformaban algunos pequeños grupos del
sector juvenil del Partido Comunista -que se integraron para protestar porque se había
negado a su partido la participación política por la vía democrática-, así como estudiantes
de Ciencias Naturales, de Medicina, de la escuela de Chapingo, de la Normal, y de
algunas escuelas del Politécnico; se incorporaron también varios profesores de estos
centros de estudios.
b) La base estudiantil radical, formada por alumnos de escuelas preparatorias y
vocacionales y estudiantes de educación superior, fue el grupo que constituyó el núcleo
inicial del movimiento.
c) Un tercer grupo que se destaca es el profesional, compuesto por un conjunto significativo
de profesores e intelectuales procedentes del ala humanista de la Universidad y de
algunas escuelas del Politécnico, como las de Biología y Economía; integraban también
este grupo un numero considerable de estudiantes próximos a terminar su carrera, o que
ya la habían concluido; además, la propia administración universitaria tomó parte de
alguna forma en el movimiento.
La presencia de este último sector en el conflicto resulta muy importante en cuanto revele el
malestar de las nuevas generaciones de profesionales con tendencias modernizadoras,
tecnocráticas en muchos casos, que no habían encontrado acomodo en las instituciones del
sistema político y veían cerrados los canales de acceso a los niveles de la jerarquía
gobernante, monopolizada por los viejos mecanismos del “compadrazgo” o del sistema de
recompensas.
Por lo anterior, puede verse que el movimiento estudiantil del 68 involucró a elementos
diferentes que, aun cuando lograron integrarse y definirse dentro del conflicto, no se
identificaban en una ideología homogénea. Sin embargo, dos características les eran
comunes; a) no se trataba de grupos que se encontraban en crisis desde el punto de vista
económico, porque, no obstante que la situación de los estudiantes de ciencias sociales y
humanidades era la menos favorecida para el mercado de trabajo, no podían considerarse
en una situación de crisis inminente o grave; la generalidad de los estudiantes de educación
media y superior en los años sesenta pertenecían a las clases medias, e incluso altas; b) se
trataba de un movimiento de clases medias en acceso, “que habían aprendido a gobernar” y
que estaban inconformes ante la posibilidad de introducirse a las esferas políticas. Eran, por
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lo tanto, enemigas del Estado fuerte y autoritario. Su objetivo primordial era la exigencia de la
democracia que les permitiera tomar parte de las decisiones de la vida nacional.
Zermeño, autor de la fuente consultada, afirma que las causas profundas del movimiento
estudiantil del 68 se resumen en los siguientes puntos:
a) Inadecuación del sistema institucional o político para incorporar y representar las
exigencias de los nuevos sectores sociales.
b) Deterioro de las relaciones entre la Universidad y el Estado.
c) Debilitamiento del modelo cultural o ideología dominante y del nacionalismo como su
componente central.
d) Desplazamiento del Estado hacia una función directamente favorable a un sector de las
clases altas, como imagen percibida por ciertas capas medias altas sensibilizadas de este
respecto.
Además de los comentarios ya efectuados sobre algunos de los puntos anteriores, cabe
destacar al tercero (c), que se refiere a la existencia de un problema de valores culturales: la
desnacionalización consecuente de la creciente infiltración de la cultura estadounidense a
través de los artículos de producto consumidos por la industria manufacturera, y a partir de
los medios masivos de comunicación -sin que dicha desnacionalización se viera
compensada por una revitalización de valores propiamente nacionales-, había provocado
una crisis de identidad y una ruptura con la ideología del gobierno, cuyo manejo de los
conceptos nacionalistas hacía que éstos parecieran anacrónicos a una juventud como
aquella de los años sesenta, que de ninguna manera era ajena a los sucesos del mundo
exterior.
Las rebeliones juveniles en Francia, Alemania y Estados Unidos expresaban el descontento de
una generación muy especial de jóvenes que protestaban en contra de los valores
impuestos por la sociedad occidental, que ellos juzgaban falsos e hipócritas frente a la
realidad de un mundo amenazado por una autodestrucción total. Abanderaron la cruzada por la
paz y estaban dispuestos a transformar al mundo, convencidos de que los adultos, que eran
quienes les imponían las normas a seguir, estaban equivocados y debían ceder el paso a las
nuevas generaciones. Fue la década de los sesenta una década de ruptura con lo
tradicional; la del concilio Vaticano II; la del enfrentamiento de Cuba al país mas poderoso de la
tierra; la de aquella deplorable intervención de Estados Unidos en Vietnam, que tanto daño hiciera
a la juventud de un pueblo que como el estadounidense, se habían creído hasta entonces el
mejor, el único defensor de los derechos humanos.
El torbellino mundial de la década de los sesenta habría de envolver también al país en
crecimiento que era entonces México, sin embargo, los estudiantes mexicanos no buscan,
como los franceses, un camino violento de la sociedad, ni poseían el radicalismo de los
jóvenes alemanes y estadounidenses; tampoco llegaban al idealismo casi místico de los
hippies. Como se ha señalado, su movimiento fue reformista y democrático, querían acabar con
las condiciones impuestas por el régimen que los excluía de la toma de decisiones, pero no con el
propio régimen; sus peticiones fueron realmente moderadas y se resumían en una palabra:
democratización.
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Los sucesos que culminarían en la noche de Tlatelolco se fueron agravando durante los
meses de agosto y septiembre, al paso que se acercaba la fecha señalada para que dieran
comienzo los juegos olímpicos. El 27 de agosto se reunieron en el Zócalo 400 mil personas que
amenazaban con permanecer ahí hasta el 1º de septiembre, día de informe presidencial. En la
madrugada del día 28 el gobierno retornó a su acción represiva y en un despliegue la fuerza
militar y policíaca se desalojó la Plaza de la Constitución. El día 30 el Comité Nacional de Huelga
acordó no celebrar mitin alguno el 1º de septiembre, se manifestó dispuesto al diálogo declara
que “el movimiento estudiantil no tiene relación alguna con la Olimpiada y no desea entorpecer su
celebración”.
Pero el dialogo no se llevó a efecto; aprovechando el informe, el presidente negó la
existencia de presos políticos y rechazó las demandas, y advirtió que ejercería, “siempre que sea
estrictamente necesario”, la facultad de dispones de las fuerzas armadas para la seguridad
interior. “No quisiéramos -dijo- vernos en el caso de tomar medidas que no deseamos,
pero que tomaremos si es necesario; hasta donde estemos obligados a llegar llegaremos…
ante la creciente y manifiesta inconformidad hacer uso de fuerza pública para restablecer el
orden jurídico, indispensable a toda la sociedad organizada.”
En respuesta al informe presidencial, el Comité Nacional de Huelga niega que busque
presionar al gobierno de forma ilegítima, pero que “la falta de respuesta a una demanda lleva
necesariamente a la acción popular, única vía que queda abierta ante u régimen sordo y
mudo”. No obstante, el CNH ratifica su disposición al diálogo con las autoridades y recibe a
cambio una contestación fría y burocrática en cuyas líneas se da por entendida la negativa a
reconocer a reconocer la organización del movimiento. El 13 de septiembre se lleva a cabo
una gran manifestación del silencio, organizada por el CNH, en la que se llega a reunir 250
mil personas en el Zócalo, en perfecto orden; ahí se reitera de nuevo la disposición a
entablar pláticas públicas con las autoridades, sin obtener respuesta alguna por parte del
gobierno.
A partir del 18 de septiembre se recrudece la represión y esto divide al movimiento en dos
tendencias opuestas: una insiste en el dialogo público, representada por el CNH, que
comienza a ceder frente a la escala represiva; la otra, que es la que adopta y se enfrenta a
las fuerzas del gobierno en el Casco de Santo Tomás el 23 de septiembre. El día 27 más de
cinco mil personas visiten al mitin convocado por el CNH en la plaza de las Tres Culturas,
junto a la unidad habitacional Tlatelolco, compuesta por 144 edificios que albergaban
aproximadamente 70 mil personas, en general de clase media, en especial empleados y
comerciantes, algunos de los cuales habían simpatizado con el movimiento estudiantil hasta el
grado de estar dispuestos a suspender el pago de sus cuotas en tanto no se solucionara el
conflicto. En ese mitin se anuncia que el miércoles 2 de octubre se llevaría a cabo otro en
aquel mismo sitio, a las cinco de la tarde, al cual se esperaba que asistieran un gran numero de
personas. El mitin del 2 de octubre se celebró con la insistencia de cerca de 15 mil
personas y, en el momento en que, concluida la reunión, los concurrentes se disponían a
abandonar el lugar, todo el perímetro de la plaza fue ocupado por el ejercito y comenzaron los
disparos, algunos de los cuales provenían de uno de los edificios. Señala Octavio Paz que, de
acuerdo con la investigación realizada por un periódico inglés, la suma probable de muertos fue
de 325 (otros hablan de cerca de 600), y que los heridos deben de haber sido miles, al igual
que las personas aprehendidas.
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El 2 de octubre pone fin al conflicto estudiantil. La olimpiada se celebró sin que hubiera
disturbio alguno. El 4 de diciembre el CNH decide levantar la huelga y dos días después
queda disuelto dicho organismo. Las clases se reanudan y la tranquilidad parece volver a la
ciudad de México, pero ni la capital ni la nación volverían a ser las mismas; aquella noche de
octubre en Tlatelolco marcó el fin de un periodo histórico que había comenzado en 1940.
En su quinto informe de gobierno (1969), Díaz Ordaz dijo:
No faltaron quienes, confundidos por los incidentes, creyeron que nos hallábamos en
profunda crisis… Hablar de reformas y cambios de estructuras se convirtió en tópico de
tópicos. No estamos en una encrucijada. Seguimos nuestro propio camino y estamos
construyendo un modelo también propio para nuestro futuro, apegado a nuestras raíces, fiel a
nuestro modo de ser.
Consideraba Díaz Ordaz que debería haber transformaciones, pero las atribuía a factores
externos, a cambios en las sociedades modernas en general. Dirigiéndose en especial a los
jóvenes, declaró:
Hoy jóvenes impacientes, muchos de buena fe, que afirman estar fatigados de oír hablar de la
Revolución Mexicana y de justicia social, y q quienes nuestros héroes les son indiferentes o
despreciables. Es posible de que su desprecio se hijo de su ignorancia.
Invitamos a esos jóvenes disidentes a analizar nuestra realidad antes de aceptarla o
rechazarla; a conocer la vida de nuestros héroes para atenderlos y juzgarlos; a estudiar la
Revolución Mexicana para identificarse con ella o criticarla y combatirla. Esperamos que con
el interés y la pasión que ponen en conocer otros caminos, vuelvan los ojos a lo que es suyo
y no lo rechacen sólo porque también es nuestro y lo tienen tan cerca. De todas suertes será
aquí, en esta tierra, en su tierra, en nuestra tierra, donde tendrán que cumplir su destino.
Si no deseamos jóvenes ilusos, menos queremos jóvenes desilusionados. Pugnamos porque las
nuevas generaciones, en vez de navegar a la deriva, ingresen a la vanguardia de la
Revolución para impulsarla y para que al sustituirnos, conozcan y sepan evitar nuestros
errores y aprovechen también nuestros aciertos.
En el mismo informe Díaz Ordaz declaraba, esta vez en singular:
Por mi parte, asumo íntegramente la responsabilidad: personalidad, ética, social jurídica,
política e histórica, por las decisiones del gobierno en relación con los sucesos del añ o
pasado.
Pero Díaz Ordaz se equivocaba al decir: “no estamos en una encrucijada” los hechos de
1968 sí pusieron a México en una encrucijada. El cambio que el iniciara el mismo no era del
tipo de transformaciones que responden a factores externos, sino de aquel que es obligado
por una sacudida, la terrible sacudida que dio al régimen no sólo el movimiento estudiantil en
sí, sino la solución de fuerza que le impusiera el régimen. Los jóvenes de entonces, como
reconociera Díaz Ordaz, había dejado de creer en la Revolución, en el nacionalismo, en las
tradiciones y valores de la cultura nacional, y aquella ruptura de valores debía reparase,
debía rectificarse el rumbo, evitar otra “Noche de Tlatelolco”. En el tiempo que restaba al
sexenio, Díaz Ordaz modero en algunos aspectos su actitud autoritaria, intensificó los
proyectos sociales y modificó el artículo 34 constitucional con el fin de otorgarles derecho de
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participación electoral a todos los jóvenes mayores de 18 años, estuvieran casados o no.
Según palabras de James Wilkie: “si el gobierno ganó la batalla de Tlatelolco (…), algunos
observadores opinan que haya perdido la guerra”.
La sucesión presidencial en 1970. A diferencia de las elecciones de 1964, las de 1970 se
desenvolvieron en un marco de verdadero conflicto; desde el año anterior y meses antes de la
designación oficial del candidato del PRI a la presidencia, la CTM, había iniciado una
campaña para organizar a los trabajadores agrícolas y esto provocó un enfrentamiento con la
CNC, por considerar que ésta que la CTM invadía sus dominios. El escogido fue el secretario de
Gobernación, Luis Echeverría, cuya participación directa en los sucesos de 1968 en función
de su cargo, lo hacia aparecer como parcial responsable de la acción represiva del gobierno; por
lo tanto, era mal vista por los círculos liberales -sobre todo por los estudiantes, y era también
objeto por la izquierda cuyos, integrantes lo consideraban como uno de los elementos de la
derecha central del PRI (y en general así era considerado Echeverría en el contexto político
mexicano, en virtud de su trayectoria política anterior a 1969), por lo que no se podía tener
grandes esperanzas de que fuera a realizar importantes reformas económicas o políticas. Así
pues su candidatura era el partido oficial se perfilaba ante la opinión pública como “más de lo
mismo” para los seis años por venir, y mucho se temía que fuera a darse un endurecimiento
todavía mayor en el sistema político.
Dentro del PRI, Echeverría tuvo como contrincante al secretario al secretario de la
Presidencia, Emilio Martínez Manatou, quien ofrecía, según la opinión de algunos, una
relativa tendencia a flexibilizar el sistema, incluso se le consideraba como un progresista que
trataría de de alejarse del autoritarismo. Por tales motivos, algunos intelectuales de renombre
apoyaron de manera abierta la candidatura de Martínez Manatou.
Al ser designado Luis Echeverría, de inmediato se esforzó por convencer a la opinión pública de
que durante su gobierno no habría “mas de lo mismo”, sino que se proponía efectuar un
auténtico cambio. Basó su campaña electoral en un proyecto político el que denomino de
“apertura democrática” y convirtió esa campaña en algo espectacular, no sólo por su
“sorprendente locuacidad”, ya que hablaba mucho y demasiadas cosas, sino por la extensión
geográfica que cubrió: llegaba hasta los pueblos y rancherías, más remotos del país. Según
cometa Daniel Cosío Villegas, la nota dominante de la compaña fue su confusión es decir, falta
de orden, de concierto y de claridad. El candidato brincaba con tal prontitud y tan
repentinamente de un lugar a otro, que resultaba difícil de seguir, no ya la pista ideológica, sino
la simplemente geográfica.
Pero lo más espectacular de la campaña de Echeverría fue el hecho de que rompiendo con
la tradición política, hiciera críticas no sólo al sistema, sino al mismo presidente Díaz Ordaz,
sin que esta acción inusitada produjera rupturas en el en sistema ni aparentes reacciones
negativas del presidente saliente que fue cediendo, por el contrario, algunas de sus
facultades y permitió que fueran sustituidos los secretarios de Hacienda y Agricultura de su
gabinete, por quienes ocuparían esos cargos al asumir Echeverría el mando presidencial.
Cuando eso sucedió, Díaz Ordaz no ocupó puesto política alguno, ni siquiera hizo un solo
acto de aparición en la política nacional durante todo el sexenio. En las elecciones,
Echeverría obtuvo el 85.7% de los votos, y el restante 14.3% fue para Efraín González
Morfín, candidato del PAN.
68
b) Política exterior.
En el aspecto de las relaciones exteriores, el gobierno de Díaz Ordaz se circunscribió
principalmente al ámbito del continente americano; buscó imprimir un mayor dinamismo a las
exportaciones mexicanas, para lo cual se hicieron algunos viajes a Centroamérica, región a
la que se consideraba favorable para el comercio mexicano. Fiel a la política exterior de
México, Díaz Ordaz se fundó en el principio de no intervención y participó en algunos
acuerdos relacionados con los beneficios a países en desarrollo. Uno de los más importantes
fue el Tratado de Tlatelolco firmado en este lugar de México en febrero de 1967 por los
delegados de 21 países iberoamericanos, y por el que s e prohibía la fabricación, posesión y
utilización de armas nucleares en América Latina, permitiéndose en cambio la utilización de
la energía atómica para fines pacíficos. El tratado, que fue rechazado por Cuba, aprobado
con algunas objeciones por Estados Unidos y cuya aprobación se abstuvieron algunas
potencias como la Unión Soviética y Francia, fue ratificado por 91 votos en el pleno de la
Asamblea de las Naciones Unidas, en noviembre del mismo año de 1967.
Pero obviamente las relaciones con Estados Unidos, el principal cliente y la mayor fuente de
importaciones para México, siguieron ocupando un lugar prioritario en lo económico y en lo
político. El modelo de desarrollo estabilizador continuaba ligado a las inversiones
estadounidenses, tanto las indirectas como las directas, y en cuanto lo político, las relaciones con
Estados Unidos se desarrollaron básicamente en un plano liberal, con excepción de algunos
problemas y discrepancias.
Entre los acuerdos liberales destacan los siguientes:
a) En enero de 1965 ambos gobiernos diseñaron un plan concreto para reducir la salinidad
de las aguas del río Colorado que hasta entonces había sido motivo de protestas por
parte de México, ya que afectaban las tierras de cultivo de la religión noroeste del país.
b) En octubre de 1967 se reintegraron físicamente al territorio mexicano las
176.92
hectáreas que constituían El Chamizal, para lo cual se hicieron trabajos de rectificación
del cause del río Bravo.
c) En enero de 1968 se firmó un acuerdo que por cinco años otorgaba derechos recíprocos
de pesca a embarcaciones de los países, en una zona comprendida entre los nueve y
doce millas náuticas a lo largo de la costa de ambos.
d) En abril de 1970, Díaz Ordaz y Richard Nixon, presidente de los Estados Unidos, dieron a
conocer un acuerdo mediante el cual se buscaba resolver los problemas fronterizos
originados por los cambios del cauce del río Bravo; dicho acuerdo sería luego ratificado
por los Congresos respectivos.
Las relaciones entre México y Estados Unidos fueron de mutua condescendencia en otros
aspectos. Los estadounidenses no parecieron preocuparse mucho por prestar atención a los
esfuerzos del gobierno mexicano para obligar a las compañías subsidiarias de empresas
extranjeras a que aceptaran la participación de capital mexicano. Solo una de estas grandes
empresas, la General Electric de México, puso a la venta el 10% de sus acciones en el
mercado nacional; las otras grandes compañías, como Ford o General Motors, se
69
mantuvieron con capital 100% extranjero, sin que por ello ocasionara algún conflicto
internacional. Tampoco Estados Unidos lanzó protestas cuando PEMEX canceló en 1969 los
llamados “contratos riesgo” para la producción de petróleo, suscritos con cuatro compañías
independientes estadounidenses. Es importante señalar, además, que durante el grave
conflicto estudiantil de 1968, el gobierno de Estados Unidos, aunque estuvo atento a los
acontecimientos y a su funesto desenlace, se mantuvo al margen sin llegar a pronunciarse al
respecto, admitiendo implícitamente la solución de fuerza que diera el gobierno de Díaz
Ordaz.
Respecto a las discrepancias entre México y Estados Unidos, estas se enmarcaban en la
tradicional lucha ideológica a causa del intervencionismo y del imperialismo estadounidense.
Además de defender en principio de no intervención en los foros internacionales, el
presidente mexicano condenó abiertamente la invasión de la capital de la República
Dominicana ordenada por el presidente Jonson en 1965. Contra el imperialismo, en su visita
oficial a Estados Unidos en 1967, Díaz Ordaz denunció claramente el carácter desigual y
desventajoso para México de los términos en que se daba el intercambio entre los dos
países, condiciones que habían empeorado progresivamente al deteriorarse de forma
creciente los precios de las materias mexicanas, en relación con los precios de los productos
industriales que importaba.
De entre los problemas concretos entre los dos países destaca el que ocasionó la llamada
“operación intercepción”, llevada a cabo por las autoridades estadounidenses entre el 21 de
septiembre y el 10 de octubre de 1969. Dicha medida cuestionó en una minuciosa y por
supuesto lenta revisión a todos los viajeros, ya fueran mexicanos o estadounidenses, que
ingresaran a Estados Unidos provenientes de México. La razón que se sedujo para tal
inspección, practicada a cuatro millones y medio de personas en las tres semanas que duró
la operación, fue la de “disminuir el flujo de contrabando de drogas procedentes de México”,
pero el verdadero motivo era entorpecer el paso de visitantes estadounidenses a las
ciudades fronterizas mexicanas, con el fin de ejercer presión sobre México y mostrara ante la
opinión pública de Estados Unidos la labor de su gobierno para acabar con el tráfico de
estupefacientes. Al mismo tiempo, de manera extraoficial, se hacia saber al gobierno
mexicano que llegado el caso, el gobierno estadounidense podía publicar una lista con los
nombres de funcionarios mexicanos involucrados en el narcotráfico.
La citada operación, además de no haber logrado interceptar sino relativamente pocas
cantidades de droga, causó grave daño al comercio de ambos lados de la frontera y, aunque
obligó al gobierno mexicano a emprender una compaña contra el narcotráfico, que tuvo muy
buenos resultados, fue calificada por Díaz Ordaz como un “error burocrático” cuyo único
logra había sido levantar “un muro de sospechas entre nuestros pueblos”.
c) Economía y sociedad.
Las políticas económicas de Díaz Ordaz no difieren sustancialmente de las que se marcaron en el
sexenio anterior.
1.- Una creciente participación del Estado en la economía. Esto se realizó por medio del
aumento de organismos del sector para estatal, que a finales del sexenio llegaron a ser 247
en los sectores siguientes: a) agropecuario, forestal y pesquero; b) industrial; c) de
70
comunicaciones y transportes; d) de bienestar social; e) financiero, comercial y de otros
servicios, y de construcción de obres de infraestructura.
La aplicación de estas medidas hizo necesaria una considerable inversión pública que
ascendió a cerca de 130 millones de pesos (casi el doble de la del gobierno anterior), de las
cuales se destinó un 73% a la industria (40%) y a la infraestructura económica (33%). De
forma específica, una considerable parte de la inversión pública en el sector industrial se
destinó a la industria básica de servicios, como petróleo y gas, petroquímica, electricidad,
siderurgia, minería y fertilizantes. La inversión pública en la infraestructura fue aplicada al
sector de comunicaciones y transportes, y a la del fomento agropecuario y pesquero,
destinándose al primero la suma más grande.
Las reformas fiscales implantadas en 1965, mediante las que se modificó el impuesto sobre la
renta, mejoró la administración y aumentó la carga fiscal con el fin de aprovechar más
ampliamente las fuentes internas de ingreso, favorecieron a la inversión pública, pero no de
manera suficiente. Para sufragar las partidas de gasto público destinados al fomento
industrial, el gobierno recurrió al crédito externo en mayor medida que en el sexenio anterior, con
lo cual la deuda exterior creció considerablemente y elevó en consecuencia el grado de
dependencia y descapitalización. En 1970 la deuda externa llegó a la suma de 53 285
millones de pesos mexicanos, cifra que representaba en dólares, al tipo de cambio de 12.50
pesos por dólar, la cantidad de 4 262.8 millones de dólares.
Dentro del mismo tema de la participación del Estado en la economía, cabe destacas el Plan de
Desarrollo Económico y Social, que establecía los siguientes objetivos para el periodo
1966-1970:
1.
2.
3.
4.
5.
Alcanzar un crecimiento económico por lo menos del 6% en promedio anual.
Otorgar prioridad al sector agropecuario, para fortalecer el mercado interno.
Impulsar la industrialización y mejorar la eficiencia productiva de la industria.
Atenuar y corregir los desequilibrios en el desarrollo, tanto regionales como sectoriales.
Distribuir con mayor equidad el ingreso nacional.
2.- Política industrial. En relación directa con el apartado anterior, es importante resaltar el
hecho de que, al atender el gobierno en mayor medida al sector de enérgicos de la industria, al
tiempo que estimula la inversión privada en la industria de transformación, ésta se fue
concentrando en manos de una élite económica y, peor aún, se fue propiciando el
crecimiento de la inversión extranjera directa. En 1970 los ingresos por concepto de inversión
extranjera fueron de alrededor de 242 millones de dólares, la mayor parte de los cuales
(80%) procedía de Estados Unidos; en ese mismo año la IED total se dedicaba a la industria
manufacturera en un 74%, mientras que las actividades de la industria básica de energéticos
apenas se destinaban un 5.9%.
Un aspecto de gran interés en la industrialización en el periodo 1964-1970 lo constituye el
surgimiento de las empresas maquiladoras, que inician sus operaciones en 1965, y que a
partir de 1968 empezaron a tener significación dentro de los ingresos corrientes de la
balanza de pagos y como complemento al desarrollo industrial del país.
3.- Política agraria. En este aspecto, la política social del régimen de Díaz Ordaz superó a la
de sus antecesores en la cantidad de tierras distribuidas a los campesinos, que llegó a más
de 24 millones de hectáreas, superando incluso a la de Cárdenas. También se intensificaron
71
las obras de irrigación, de modo que se adaptaran a las necesidades de los agricultores
beneficiados con tal reparto agrario.
4.- Balanza de pagos y finanzas. Hacia 1966 se dio, a nivel mundial, una acentuación de las
presiones inflacionarias y de balanzas de pagos y, por consiguiente, los mercados
financieros internacionales intensificaron las restricciones para el otorgamiento de créditos, y se
elevaron las tasas de interés a niveles sin precedentes; no obstante, las transacciones de México
con el exterior se mantuvieron equilibradas. Se redujo el déficit correspondiente a la cuenta de
mercancías y servicios entre 1965 y 1966, debido en buena medida a que se dio un mayor
crecimiento de las exportaciones de mercancías y servicios, y una menor tasa de aumento en
las importaciones en esos mismos renglones, y a causa también de que hubo mayores
ingresos que egresos por concepto de turismo.
En el año de 1967 comenzó a representarse una situación deficitaria en la cuenta corriente,
debido a que se incrementó la importación de mercancías y descendieron las exportaciones; el
aumento de la importación de mercancías obedeció a que el gobierno intensificó los
programas de obras públicas, y también a que el sector privado amplió las instalaciones
industriales, adquirió nuevo equipo para sus empresas y realizó ampliaciones y
construcciones en el ramo de la hotelería. La baja de ingresos por concepto de exportaciones
debido principalmente al hecho de que constituyeron las ventas de productos agrícolas como el
algodón, el café, el tomate y el fríjol.
Durante 1968, aún cuando la cuenta corriente volvió a mostrar déficit, hubo un mayor
dinamismo en todos los sectores y un aumento en la demanda de bienes y servicios; la
Olimpiada produjo un saldo favorable para México y contribuyó en gran parte al incremento
en la vena de servicios turísticos. Persistió la tendencia al aumento de las importaciones
sobre las exportaciones, y en este caso fue el sector privado el que destacó en la adquisición
de bienes y el que aumentara de una manera considerable la importación de artículos de
consumo.
No obstante la deficiencia del déficit en la cuenta corriente, el saldo de la balanza de pagos
continuó siendo positivo para México durante los años 1967 y 1968, debido principalmente a los
saldos positivos de la cuenta de capital. En cambio, en los dos últimos años, al agravarse la crisis
económica mundial al tiempo que ocurría una crisis agrícola interna, las actividades comerciales
de México se vieron seriamente afectadas, sobre todo por el incremento de precios en
Estados Unidos y la disminución de las importaciones hacia ese país, nuestro principal cliente
y proveedor. Para 1970 el déficit de la cuenta de mercancías y servicios casi llegó al del año
anterior.
Sin embrago tomando en conjunto, el sexenio de Díaz Ordaz ha sido considerado como
positivo desde el punto de vista económico, e incluso en su política social. Rodríguez Araujo
afirma:
No es exagerado decir que, a diferencia de gobiernos anteriores, el sexenio de Díaz Ordaz
presencia el definitivo fortalecimiento del capital financiero de México, la consolidación de su
importancia en el proceso de reproducción del capital. Los recursos del sistema bancario se
duplicaron. Los destinatarios de tales recursos fueron la industria y el comercio,
principalmente la primera.
Pero también comenta en seguida:
72
En síntesis, el modelo de desarrollo estabilizador produjo un crecimiento real pero
desequilibrado. En primer lugar sacrificó el nivel de vida de la clase trabajadora en beneficio de
la acumulación del capital, con la siguiente concentración del ingreso y, en segundo
término, sacrificó la agricultura en beneficio de la industria.
Pero esta crítica se refiere más al modelo de desarrollo económico que a la actuación
especifica de Díaz Ordaz en el sentido de la justicia social o del sacrificio de la agricultura en
función de la industria. Según datos estadísticos, la disminución del crecimiento de la
población activa en el sector agropecuario corresponde a todo el periodo 1950-1970, siendo
los sectores terciario y secundario los que participaron más activamente en la absorción de
mano de obra, alcanzando más del 60% del incremento de la PEA en esos veinte años. Ese
cambio en la estructura socio-profesional tuvo como consecuencia un proceso de
concentración urbana que, a su vez, condujo a graves problemas sociales en las grandes
ciudades sobre todo en el capital de la República, implicados en la creciente marginalidad
social ocasionada por la incapacidad de los sectores secundario y terciario, cuyo crecimiento
económico fue insuficiente para absorber la mano de obra disponible.
Por otra parte, James Wilkie señala que el gobierno de Díaz Ordaz ofreció, al menos en
proyecto, las mayores cantidades de gastos sociales en la historia de México, y aunque la
realidad de las asignaciones aplicadas a este sector alcanzaron del 40 al 50% menos de lo
proyectado, los datos estadísticos demuestran que “con excepción de López Mateos,
después de 1966 Díaz Ordaz tuvo el más alto nivel de gastos sociales de cualquier
presidente de México”.
El gobierno de Díaz Ordaz no tuvo conflictos con el movimiento obrero. Manuel Camacho
comenta que a pesar de la severidad que este presidente mostrara hacia la oposición
política, fomentó la integración de las fuerzas sindicales con el Congreso del Trabajo,
permitió la lealtad del movimiento obrero (en el conflicto del 68) con la Ley Federal del
Trabajo de 1970, por la cual se ampliaron los derechos, garantías y prestaciones de los
trabajadores. “Irónicamente -dice Camacho- el presidente Díaz Ordaz logró que nadie desde
Cárdenas había conseguido: la unidad del movimiento obrero”.
Pero al final de cuentas, el descontento de las clases medias en ascenso en un momento
histórico de rechazo al autoritarismo, y las presiones económicas del exterior, arrojaron un
saldo negativo a finales del periodo. El tiempo de Díaz Ordaz fue un “tiempo nublado” que
presagiaba tormenta, que presagiaba tormenta, y cuando ésta llegó en aquel 1968,
ensombreció su obra como gobernante e hizo virar la trayectoria de la política mexicana.
73
III.- EL GOBIERNO DEL DESARROLLO COMPARTIDO
A.- Gobierno de Luis Echeverría Álvarez (1970-1976)
a) Política interna
INTRODUCCIÓN
En sus discursos de campana electoral, iniciada en la segunda mitad de 1969 Echeverría se
fue labrando una imagen propia que lo distinguiría netamente de su predecesor, a lo cual
contribuyó el retraimiento que el propio Díaz Ordaz mostrara en los últimos dos años de su
gobierno. En el ambiente político se comenzaron entonces a hacer predicciones en el sentido
de que el nuevo sexenio se cumplirla la famosa “ley del péndulo”, la cual sostiene que en la
historia posrevolucionaria de México, a un presidente conservador sigue uno de tendencia
liberal y así sucesivamente; bajo esta suposición Luis Echeverría vendría a ser una
esperanza de cambio, de apertura política, no obstante la opinión publica adversa generada
por la parte de responsabilidad que como secretario de Gobernación de Díaz Ordaz tenia en
los sucesos del 2 de octubre, así como por su trayectoria político anterior a esos hechos.
En esos mismos discursos Echeverría anunciaba el comienzo de una nueva etapa de
“apertura democrática” en lo político, y un proyecto reformista en lo económico que habría de
corregir los defectos del modelo de desarrollo estabilizador, el cual, según decía, no solo
había sido incapaz de lograr la justicia social sino que por el contrario, había creado una
aguda concentración del ingreso en las alias capas de la sociedad, acentuando con ello las
desigualdades. Reconocía la marginación económica y social que padecía gran parte de la
población nacional, y prometía que a lo largo de su sexenio esa situación habría de cambiar,
pues se proponía impulsar la creación de nuevas fuentes de trabajo, lograr la
descentralización industrial, dar apoyo a las regiones más atrasadas y alcanzar una más
justa distribución de la riqueza.
La campaña electoral y el programa de gobierno de Echeverría se enmarcaron en una tónica
que prometía el retorno a las raíces populares de la revolución mexicana y del cardenismo,
así como la promesa formal de redistribución de la riqueza, al mismo tiempo que reconocía la
necesidad de lograr mayor eficiencia en el aparato económico y productivo. Sin embargo,
Echeverría se rehusó desde un principio a utilizar terminologías radicales de izquierda o de
derecha; el nuevo gobierno no tomaría vías “ni izquierdas ni derechas”, sino que se
proyectaría hacia “arriba y adelante”. Sugirió además la idea de que el cambio más
importante para el país no era sólo de condiciones sociales, políticas o económicas, sino “un
cambio de estructuras mentales”, y empezó a hablar de autocrítica, de apertura
política y del valor de la “praxis”.
Por la expresión de estas ideas, Luis Echeverría representaba, al finalizar la década de los
sesenta, una autocrítica del sistema político establecido por la familia revolucionaria, lo cual
no dejaba de causar cierta inquietud entre algunos grupos influyentes en la política o en la
economía, que veían con desconfianza el nuevo giro que comenzaron a tomar las cosas
después de 1968, pues desde los primeros días de la campana electoral pudo observarse
que se trataba de un serio intento por renovar las estructuras económicas y políticas de
México. En términos generales, Echeverría reconocía que los gobiernos anteriores al suyo
habían cumplido su cometido al promover el desarrollo material del país, destruir el viejo
74
latifundismo y propiciar el bienestar de las clases populares; pero al mismo tiempo admitía
que lo realizado era insuficiente y advertía los peligros sociales que traía consigo la
estructura de la economía mexicana creada por los gobiernos de la Revolución, y la
polarización de la riqueza que había generado el modelo escogido como vía para el
desarrollo.
La autocrática de Echeverría presenta dos aspectos: en primer termino, el reconocimiento de una
situación de deterioro económico y político producido en los dos decenios anteriores, situación
que imponía un cambio radical de los métodos de gobierno seguidos hasta entonces; en
segundo lugar, la reafirmación de los principios fundamentales de la Revolución mexicana, tales
como el nacionalismo reformista, la defensa de la propiedad privada y de la libre iniciativa
individual, el Estado de gobierno fuerte, promotor y director del desarrollo y de la vida social en
su conjunto, las reformas sociales reformuladas como instrumentos de pacificación social,
pero sobre todo como factores del propio desarrollo, y la revitalización del principio de la
conciliación de las clases.
Al analizar estas dos ideas básicas de la autocrítica echeverrista, se puede inferir que la
tendencia del nuevo gobierno llevaba la intención de volver al equilibrio del régimen
sostenido en el binomio populismo-capitalismo, como un medio de dar satisfacción a las
demandas de las nuevas generaciones —sobre todo de estudiantes universitarios del área
de ciencias sociales— que resentían el cambio de rumbo, desfavorable para ellas, operado
en el sistema desde el inicio de la posguerra. Así pues, la poderosa llamada de atención que
había significado el clamor de 1968, invitaba a llevar a cabo una reforma del sistema político
y, en esencia, una reforma del Estado por el camino que había señalado desde sus inicios la
tradición política de la Revolución mexicana: la movilización de las masas y las reformas
sociales para renovar el consenso popular en tomo al Estado. Era una clara confesión de que
el régimen establecido estaba en peligro y que era necesario sacarlo adelante.
Pero Echeverría reconocía que aquella autocrítica caería en el vacío si los dos aspectos
señalados por el no se conjugaban en la practica, porque si los gobiernos de las dos décadas
anteriores no habían logrado las metas de justicia social emanadas de la Revolución, no se
debía, según la perspectiva de Echeverría, a que los principios estuvieran equivocados, sino a
que los medios adoptados no habían sido eficaces, y era justamente la adopción del criterio de la
eficacia como norma de los nuevos cambios, lo que hacía que las propuestas del nuevo gobierno
aparecieran como si fueran no solo medidas necesarias en aquel momento, sino ante todo
medidas practicas.
Bajo la consigna general de desarrollo con redistribución del ingreso, Echeverría hizo una
crítica sistemática a la política del desarrollo estabilizador. Reconoció que el progreso
material del país se había logrado a costa del sacrificio de la economía popular y de la
excesiva explotación de los trabajadores. Prometió también reorganizar la reforma agraria
mediante mecanismos de colaboración entre predios ejidales y privados, y replanteo la idea
de colectivizar los ejidos con miras a un aumento sustancial de la productividad. Propuso la
aplicación de los recursos económicos en manos del Estado a fin de promover una política
de creación de empleos y la ampliación de la planta industrial, lo cual exigía llevar a cabo una
reforma fiscal a fondo y reducir de manera consistente el endeudamiento público interno y
externo. A los empresarios, Echeverría propuso un nuevo programa económico cuya base
seria la producción de manufacturas para la exportación, incluyendo en dicho programa a los
empresarios extranjeros.
75
b) Los primeros momentos del periodo echeverrista
En su mensaje de toma de poder, Echeverría ponderó la necesidad de introducir
modificaciones al proyecto de desarrollo a fin de llevar sus beneficios a todos los sectores
sociales del país. Después de señalarlos efectos socialmente nocivos del “desarrollo
estabilizador”, el nuevo presidente cuestiono también el papel que había jugado la iniciativa
privada,
así
como
la
“responsabilidad”
que
esta
tenia
en
la estrategia de desarrollo seguida hasta entonces, la cual había dado prioridad al
crecimiento económico del que había sido la principal beneficiaria, a costa de sacrificar la
justicia social. Aun cuando este cuestionamiento no negaba la importancia de los
empresarios en el ámbito económico, daba pauta a la redefinición del papel que, ajuicio del
nuevo gobierno, correspondía al Estado en la conducción del proceso económico,
recuperando en cierta medida los postulados ideológicos de la Revolución mexicana
expresados en la Constitución de 1917. Bajo esta perspectiva, Echeverría apoyo la
intervención del Estado en todas las esferas de la economía, adjudicando a la inversión
pública un papel relevante en el futuro económico del país.
Mediante estas apreciaciones, Echeverría justificó la necesidad de pasar a un nuevo modelo
de crecimiento que permitiera continuar con el ritmo observado en la década anterior, pero
corrigiendo sus efectos de desequilibrio social. En el fondo, lo que se cuestionaba no era el
modelo de desarrollo económico, sino sus efectos negativos en cuanto a la falta de justicia
social y, por lo tanto, se pensaba que era posible solucionar las contradicciones generadas
por el “desarrollo estabilizador” sin atentar contra su esquema de crecimiento acelerado; se
trataba además de recuperar la importancia relativa del Estado en el proceso económico,
importancia que ajuicio de Echeverría, había venido decreciendo paulatinamente.
Para comprender lo afirmado por Echeverría respecto al fracaso del sistema político en
justicia social, es interesante conocer el panorama que sobre la distribución del ingreso a fines
de 1970, proporcionan los datos estadísticos tomando como base los indicadores de
educación, nutrición, vivienda y seguridad social.
El 50% de las familias con mas bajo ingreso recibía el 15% del ingreso per. Capita, mientras que
en el otro extremo, el 20% de las familias con mas altos ingresos recibía el 64%, y el 10% de
las familias mas ricas (menos de 900 mil familias) recibía el 51 %. Visto de esta manera, el
ingreso personal promedio era de 600 dólares por año (a precios corrientes), en tanto que el 10%
de las familias mas pobres de México reciba alrededor de 90 dólares (1 125 pesos) por persona
en el año. Asimismo, el ingreso per cápita se repartía de manera más equitativa en los centros
urbanos que en los rurales, donde cerca del 60% de las familias de menores recursos recibía un
ingreso mensual equivalente al que recibía sólo el 16% de las familias urbanas con menores
ingresos.
Ante esta situación, la autocrítica echeverrista resultaba coherente con la realidad, y el
reconocimiento del fracaso del régimen en materia de justicia social por parte de quien en
ese momento era su representante, podría significar alguna esperanza de solución para los
agobiantes problemas de las grandes masas de población. Pero el nuevo presidente tenia el
agravante personal de haber hecho su carrera política como funcionario limitado al entorno
de la capital del país, sin haber tenido cargos de elección popular ni haber pertenecido a
alguna administración estatal o local que le hubiera permitido establecer contacto con las
masas populares; por ello no se tenían grandes esperanzas de que su gobierno pudiera
76
corregir realmente las fallas socioeconómicas de sus antecesores, no obstante su critica a las
deficiencias sociales del modelo de desarrollo estabilizador.
Durante las primeras semanas de su mandato, Echeverría desplegó una actividad pocas
veces vista en un presidente de la Republica. En los días que siguieron inmediatamente a su
llegada al poder, además de realizar su primera gira de trabajo visitando la zona ixtlera, el
nuevo gobierno creo un sinnúmero de comisiones e instituciones, entre las que se cuentan: la
Comisión Nacional de las Zonas Áridas, el Instituto Nacional para el Desarrollo de la
Comunidad Rural y de la Vivienda Popular, el Instituto Mexicano de Comercio Exterior, el
Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología. Además, se sometieron a consideración del
Congreso varias iniciativas de ley tales como la Ley Federal de la Reforma Agraria, la
Orgánica de Petróleos Mexicanos, la General de Instituciones de Crédito y Organizaciones
Auxiliares, la Orgánica del Banco de México, y la de control federal de los Organismos
Descentralizados y Empresas de Participación Estatal.
Esas actividades de los primeros meses de gobierno, sumadas a los planteamientos
echeverristas acerca de un nacionalismo económico declarado, de la necesidad de llevar a la
practica una reforma educativa, de la apertura democrática y, en fin, el nuevo estilo político
del gobierno, respaldaban ante la opinión publica los objetivos planteados por Echeverría de
llevar a cabo una reorientación profunda destinada a tener efectos a largo plazo, y al mismo
tiempo constituían una demostración inmediata de la voluntad del nuevo presidente por
imprimir cambios en las estrategias de política económica que habían sido mas perjudiciales
para las clases populares, sobre todo a fines de la década de los años sesenta.
El propósito del nuevo presidente era mostrar fidelidad a los orígenes populares de la
Revolución mexicana, a su lucha contra la injusticia social mediante la identificación entre
gobernantes y gobernados. “Mas que realizar un programa de gobierno”, decía Echeverría en
uno de sus discursos iniciales, “ejecutaremos un programa del pueblo”, y agregaba luego:
“No descansare un solo día del sexenio en la tarea de promover el mejoramiento de los
campesinos y del medio rural”. Resaltaba la necesidad de la intervención estatal en la
economía a fin de hacer realidad del programa de justicia social, porque según decía, el
Estado “posee una racionalidad distinta a la del grupo empresarial”, aunque reconocía que
un determinado sector de ese grupo poseía una mentalidad similar a la del Estado,
refiriéndose de manera especifica a los empresarios nacionalistas dispuestos a engrandecer
a México.
La idea del empresario nacionalista, expresada por Echeverría desde recién iniciada su
administración, se habría de retomar una y otra vez a todo lo largo del sexenio; el discurso
echeverrista estaría por lo general lleno de referencias y llamados a aquel sector de la
iniciativa privada que, de acuerdo con esa apreciación echeverrista, debería de constituirse
en el aliado más efectivo en la instrumentación del proyecto económico estatal. El eje del
pacto social y de desarrollo económico, debería estar concertado por los tres sectores: el
Estado, los empresarios nacionalistas y los sectores populares, pues el buscar apoyo en solo
una de las partes constituiría un grave error político. En este esquema no se incluía al
inversionista extranjero, pues se consideraba que “viene a nuestro país solo en espíritu de
lucro y con afán de desplazar el capital nacional”; se aceptaba el capital foráneo a condición
de que fuera complementario a la parte del capital mexicano, que debería ser la mayoritaria y
fundamental.
77
Con base en lo que se considero como una “abierta y sólida alianza popular”, Echeverría
trato de ser, desde el principio hasta el fin de su gobierno, el portavoz de una alianza de
clases en la que participarían todos los sectores populares. Sus mensajes iban dirigidos
críticamente a los “grupos hegemónicos de poder” y eran de solidaridad con los desposeídos.
Proyecto reformista y apertura democrática. Ante el deterioro de la legitimidad política, al
nuevo régimen se le presentaba una coyuntura oportuna para volver a fundamentar su
legitimidad frente a las masas, de tal manera que estas vislumbraran una esperanza de
cambio favorable promovido por el Estado. Por esa razón, las acciones emprendidas por
Echeverría a partir de su llegada al poder, se movieron simultáneamente en el plano de las
reformas económicas y en el plano político e ideológico.
La primera reforma económica que trato de poner en marcha el gobierno de Echeverría
consistió en un proyecto de reforma fiscal, amparada por una ley expedida por el Congreso en
diciembre de 1970, es decir, a los pocos días de iniciado el sexenio. Tal proyecto, como se vera
mas adelante, no pretendía una modificación radical al sistema tributario ya que afectaba de
manera primordial a los artículos de lujo; sin embargo, el proyecto suscito el rechazo de la
iniciativa privada no tanto porque estuviera en contra de la reforma en si, sino porque por
primera vez el gobierno tomaba una decisión de tal naturaleza sin habérselas dado a conocer
con anterioridad.
Después de aquel fracasado intento de reforma fiscal, que de haberse puesto en marcha
hubiera significado un cierto alivio a los problemas financieros del Estado, al iniciarse el año de
1971, el gobierno tomo la decisión de adoptar una política restrictiva que aparte de reducir el gasto
público, ejerciera un control sobre el sistema monetario y crediticio. Pero tal medida, que
representaba una contradicción al proyecto reformista de Echeverría anunciado desde sus
discursos de campana, tuvo efectos negativos; el crecimiento de la economía descendió
bruscamente pues al reducir el gobierno su ritmo de inversiones y gastos, se contrajo la
demanda y esto dio motivo para que el sector privado se mostrara cauteloso y redujera
también sus inversiones, lo cual a su vez produjo el aumento del desempleo, mientras que
aumentaban los precios al consumidor. Por lo tanto, Echeverría comenzaba su periodo
presidencial con una política económica equivocada que convirtió el primer arto de su
gobierno en lo que se llegó a conocer como el año de la “atonia”.
Además, a los problemas económicos -o precisamente en relación con ellos- se sumo el del
movimiento estudiantil que, originado en Nuevo León, fue reprimido severamente el Jueves
de Corpus de ese mismo año de 1971. Así pues, junto con la situación de recesión y
desempleo que caracterizaba a la economía mexicana a mediados de ese año, los
acontecimientos del Jueves de Corpus pusieron en entredicho las políticas de apertura
democrática y de justicia social propuestas por Luis Echeverría. En un ambiente de
estancamiento económico, al que se le venia a añadir la represión, era difícil que se dieran
las condiciones necesarias para el desarrollo político y social que el país exigía. Se hacía
necesario un cambio, a fin de evitar que se agudizaran las condiciones adversas.
En el marco de esos acontecimientos, en junio de 1971 Echeverría se propuso llevar a la
practica la idea de la “alianza popular” con la creación de la Comisión Nacional Tripartita,
integrada por empresarios, dirigentes obreros y representantes del gobierno, como un
organismo de consulta mediante el cual se pretendía institucionalizar el pacto social y
conciliar los diferentes intereses del sector privado y de los trabajadores, bajo la función
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mediadora del Estado. En la declaración de principios de la Comisión Nacional Tripartita se
proponía: “salvar las contradicciones derivadas de nuestra estructura económica, en un
esfuerzo conjunto del gobierno y de los diferentes sectores para orientar la actividad de todos
conforme a los intereses del país”.
Ante las dificultades económicas de aquel año de 1971, se hicieron frecuentes las
declaraciones de diversos funcionarios públicos, incluyendo al presidente de la Republica,
acerca de las “impostergables” reformas que era necesario instrumentar a fin de superar el
estancamiento; y en ese sentido, la política económica que regirla para 1972, recuperaba los
planteamientos de Echeverría sobre el problema de la concentración del ingreso, aunque
estaba claro que los problemas de la economía nacional, agravados en el ultimo año,
difícilmente podrían ser resueltos por la vía de la política restrictiva que había resultado
perjudicial.
Por lo tanto, dentro de una estrategia de promoción económica y de redistribución que
buscaba atender, en primer lugar, las actividades agropecuarias, se dictaron varios decretos
durante el año de 1972. Además de poner en vigor la nueva Ley Federal de la Reforma
Agraria, se promulgo la Ley Federal de Aguas, se fortalecieron los instrumentos de crédito al
campo y se estableció el seguro de vid para los campesinos. Así mismo, se hicieron reformas al
artículo 123 constitucional y a diversos artículos de la Ley Federal del Trabajo, con el
propósito de incorporar la clase trabajadora a los beneficios de una política habitacional,
mediante la creación del INFONAVIT, en la que participó la Comisión Nacional Tripartita,
recientemente establecida. En ese mismo año se promulgaron además la Ley de Inspección de
Adquisiciones y la Ley sobre el Registro de la Transferencia de Tecnología y el Uso y
Explotación de Patentes y Marcas. Por ultimo, el 29 de diciembre se aprobó la Ley que
Reforma y Adiciona Diversas Disposiciones de la Ley del Impuesto Sobre la Renta, después de
una debatida consulta con el sector empresarial.
c) La reforma político-electoral
A raíz de los series desajustes políticos que se presentaban al final de la década de 1960, se
había manifestado un deterioro de legitimidad estatal que vino a reflejarse en el alto índice de
abstencionismo durante las elecciones de 1970. Las elecciones presidenciales del 5 de julio de
ese año tenían especial importancia para el grupo político en el poder, puesto que se iba a poner
a prueba el grado de aceptación que tenia este régimen frente a la sociedad civil después de
los acontecimientos del 2 de octubre de 1968. En los resultados de ese proceso electoral se
manifestó el sentir popular hacia las acciones represivas del gobierno, pues el voto de la
oposición, representada por el Partido Acción Nacional como el principal opositor del PRI, y el
abstencionismo se incrementaron considerablemente.
ELECCIONES PRESIDENCIALES Porcentaje de votos obtenidos por el PAN y por el PRI
PAN
PRI
1958
9.4
90.4
1964
10.9
89.0
1970
13.8
85.8
En las elecciones de diputados las pérdidas del PRI en 1970 fueron incluso más acentuadas
respecto a años anteriores, sobre todo en las ciudades. En el Distrito Federal el PRI obtuvo
79
el 62.3% del total y el PAN el 32.9%. Sin embargo, más grave aun para el partido en el poder era el
comportamiento del abstencionismo, de acuerdo con la idea de que cualquier voto que no se
dirija a un candidato del PRI se considera como un voto en contra de este; en las elecciones
para diputados federales en 1967 sólo voto el 64.5%, proporción que disminuyó aun más en
1970 cuando la cifra correspondió al 59.7 del total. Además, el dato crece en importancia si se
toma en cuenta que en la última fecha se incluía, además de elección de diputados, la del
presidente de la Republica.
Pero aparte de las elecciones como indicador del malestar social contra el régimen, y
también como secuela de la represión del movimiento estudiantil, y de las tácticas de
persecución política y policíaca que el gobierno de Díaz Ordaz emprendiera contra los
partidos y las personas de izquierda, desde el año de 1969 se había desatado una ola de
acciones subversivas, de secuestros, asaltos, terrorismo y movimientos guerrilleros, que se
extendieron por varias regiones del país. Todas estas manifestaciones de descontento
demostraban la falta de legitimidad del Estado y ponían en grave riesgo la estabilidad interna;
por lo tanto se consideraba urgente la necesidad de encauzar la rebeldía y las protestas por
vías legales, no violentas.
Hacia finales de 1971, el gobierno de Echeverría pugnaba por buscar, en el plano político y con
medidas legislativas, un reacomodo de las fuerzas en tensión; fue en ese momento cuando
se vio la conveniencia de presentar un proyecto de reforma electoral que diera carácter
legal a la apertura democrática propuesta por Echeverría desde los días de campaña como
candidato presidencial, pues aparte de la necesidad urgente por mantener la paz social en
peligro, el grupo gubernamental tenia frente a si el reto de convertir en acciones practicas lo que el
discurso echeverrista postulaba como principio programático de cambio. En dicho discurso se
otorgaba gran importancia al momento electoral como factor relevante de influencia en la
recuperación de legitimidad política frente a las clases populares, y de autonomía frente a la
clase económicamente dominante; por lo tanto, el nuevo presidente aceptaba expresamente
que la autonomía estatal se apoyaba en el sufragio y en la voluntad popular mayoritaria, y que
la autoridad del Estado sólo estaría limitada por la legalidad señalada en la Constitución y el
poder legislativo. Asimismo, las palabras de Echeverría daban muestra de su interés
porque el Estado adquiriera bajo su gobierno una función política mas relevante que en
periodos anteriores.
Dentro de un proyecto de revisión y adecuación general del sistema electoral mexicano,
durante el sexenio se decretaron dos reformas y adiciones a diversos artículos
constitucionales que en su conjunto constituyen lo que se denomino Nueva Ley Federal
Electoral promulgada el 5 de enero de 1973. Al decretar esta nueva ley el régimen
consideraba que de forma simultanea con las reformas económicas y sociales, era necesario
desarrollar el sistema político, lo cual implicaba “una continua revisión de todos los elementos que
lo forman a fin de incrementar su racionalidad y capacidad y propiciar una adecuada
representación popular, al incorporar las nuevas generaciones al ejercicio del poder público”.
Bajo la idea expresa de que “la democracia solo se concibe cuando existe una efectiva
integración del pueblo en el ejercicio del poder y cuando la colectividad disfruta
equitativamente los beneficios de la riqueza que produce”.
Con base en lo anterior, la nueva Ley Electoral establecía de manera primordial los
siguientes estatutos:
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a] Se reducía de 75 mil a 65 mil el numero de afiliados para que un partido obtuviera su
registro, y a 2 mil el de los miembros residentes en cada una de las dos terceras panes
de los estados de la Republica.
b] Se ampliaba el número acreditable de diputados de partido, llegando hasta 25 en lugar de
20 y se reajustaría la base demográfica de los distritos electorales.
c] Se establecían las edades de 21 y 30 años para que las personas pudieran tener acceso,
respectivamente, a diputaciones federales y a senadurías
d] Se prohibía el voto a las personas declaradas vagos o ebrios consuetudinarios, así como
a los procesados por delitos, y a los drogadictos o enfermos mentales. Se incorporaba
con voz y veto a un comisionado de cada partido en la Comisión Federal Electoral.
e] Se precisaba el establecimiento de la credencial permanente de elector y se fijaron
normas para la propaganda de las campañas electorales, garantizando el acceso de
todos los partidos a los medios masivos de difusión.
f]
Se prometía dar apertura a la acción política organizada de los nuevos grupos y a las
corrientes de opinión que aspiraran con legitimidad a participar en la lucha electoral.
Con esta reforma se pretendía establecer un régimen de partidos donde cada uno de ellos
tuviera acceso al poder dependiendo del numero de votos que recibiera, pues de acuerdo
con la importancia que se daba al proceso electoral, las principales preocupaciones del
gobierno en aquellos momentos se relacionaban con los problemas referentes a la
proporcionalidad y la representatividad de los partidos políticos. En la nueva ley se concedía
representación a los partidos en todas las instancias y niveles donde se presentaran
candidatos a las elecciones federales en comités locales, distritales y mesas de casilla, pues
hasta entonces las representaciones de partidos en esos organismos habían tenido voz pero
no derecho a voto y se consideraba que a partir de la nueva reforma electoral los partidos
podrían tener equitativamente la posibilidad de vigilancia y fuerza legal ante la Comisión
Federal Electoral.
Nuevos partidos políticos. La política de “apertura democrática” anunciada por Luis
Echeverría alentó la formación de nuevos partidos políticos, la mayoría de izquierda, que
solicitaron su registro durante el sexenio 1970-1976, entre los cuales destacan los siguientes:
Partido Demócrata Mexicano, de tendencia anticomunista, antiliberal, ultra nacionalista y de
orientación religiosa, tiene su origen en la Unión Nacional Sinarquista (UNS), creada por las
organizaciones católicas formadas en 1929, después del conflicto cristero, como un medio de
presión para defender los intereses religiosos frente a las acciones hostiles de los callistas.
Años mas tarde, en 1946, cuando ya habían pasado los mejores días del sinarquismo, los
miembros de la UNS optaron por formar un partido político que les permitiera participar en el
proceso electoral, y así surgió el Partido Fuerza Popular. Dicho partido nació proclamándose
“abanderado de la justicia social y defensor de la dignidad del mexicano”, al tiempo que
proponía la total reforma del sistema político mexicano; obtuvo su registro el 13 de mayo de
1946, durante el gobierno de Ávila Camacho, pero tres años mas tarde se le habría de
cancelar como sanción por haber cubierto con una capucha la estatua de Juárez ubicada en
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la Alameda central de la ciudad de México. Después de dos intentos fallidos mas, en los
cuales se le negó el registro como partido político debido a su manifiesta filiación religiosa, el
sinarquismo dio su apoyo a la creación del Partido Demócrata Mexicano aprovechando la
apertura democrática del gobierno de Echeverría.
El PDM nació el 15 de junio de 1975 promovido por los antiguos militantes de la UNS ,
aunque manifestó su absoluta independencia respecto a esa organización; se integro
principalmente con campesinos, pequeños propietarios, artesanos y empleados, quienes
decían buscar una alternativa política distinta al PRI capaz de representar sus intereses y
aspiraciones pequeño burguesas; aseguraban no aspirar a la implantación del socialismo en
México pero si al “reformismo que corrija los males del capitalismo mexicano”.
Para el PMD el Estado constituye la más perfecta de las sociedades humanas y nace como una
necesidad de coordinar los núcleos que viven en un territorio delimitado, bajo una forma de vida y
sujetos a un orden jurídico. Sin embargo, se aclaraba que “el ser humano no ha de convertirse
en esclavo del Estado, ya que esta institución se forma para auxiliarlo en su
complementariedad, respetándole los derechos inherentes a su propia naturaleza”. El papel del
Estado estriba en “que se garantice la libertad, así como que se practique la justicia social
promoviendo el progreso coordinado de la comunidad”.
De acuerdo con su declaración de principios, el PMD se propone alcanzar, mediante una
revolución pacifica, el surgimiento de una sociedad pluralista y democrática y una de sus
principales tareas es la concientizacion y educación política, tanto de sus miembros como de
todos los mexicanos, bajo el espíritu de un México sin divisionismos clasistas, en el que
exista igualdad para todos los sectores, y alcanzar así una verdadera integración de clases.
Sus objetivos de mayor relevancia son los siguientes: legislar el derecho a la propiedad
privada, con carácter individual y con función social, propiciando medidas practicas para que
todo mexicano llegue a ser propietario de la casa que habite, de la tierra que trabaje y de
parte de la empresa en la que preste sus servicios; prestar una preferente y urgente ayuda al
sector campesino, garantizando en las leyes la posesión pacifica de la tierra, basada en la
coexistencia de la autentica pequeña propiedad y de los ejidos en mutua colaboración;
estructurar la empresa en forma de comunidad de personas en la que todos los factores de
producción —trabajo, capital, tecnología y administración— se armonicen participando en las
cargas y en los beneficios; por ultimo, el PMD propone impulsar la industrialización nacional y
el desarrollo del comercio.
Pero el PMD no había de obtener su registro durante el sexenio de Echeverría porque las
autoridades electorales demoraron los tramites argumentando fallas en la afiliación; la
oportunidad definitiva se habría de presentar hasta el año de 1977, ya en el periodo de López
Portillo, cuando se otorgó el registro al PMD, aun que condicionado a los resultados de las
elecciones federales de 1979.
Partido Mexicano de los Trabajadores. La historia de este partido, ligada a la del Partido
Socialista de los Trabajadores, dio comienzo con la formación del Comité Nacional de
Auscultación y Coordinación (CNAC), promovido por algunos intelectuales y militantes de
movimientos políticos de épocas recientes: El movimiento ferrocarrilero de 1958-1959, el de
Liberación Nacional de 1961 y el estudiantil de 1968. Entre estas personas cabe destacar a
Demetrio Vallejo, Octavio Paz, Luis Villoro, Carlos Fuentes y Heberto Castillo, quienes
firmaron, en septiembre de 1971, un llamado al pueblo mexicano escrito por Carlos Fuentes,
82
en el que se oponían al modelo “impuesto por el imperialismo norteamericano en estrecha
alianza con la oligarquía” que los gobiernos mexicanos habían elegido como vía al
crecimiento económico y en el que había faltado la justicia social y la libertad política. Decían
además que tal camino sólo había beneficiado a una minoría y que, además de propiciar el
monopolio económico y político, había debilitado la independencia del país y dejado “sin
participación ni voz a la mayoría del pueblo mexicano: Los campesinos, los obreros, los
estudiantes, los profesores, los profesionales y los intelectuales”. Se convocaba, pues, a
todos los mexicanos que desearan una verdadera democracia en el país a fin de animarlos a
que aportaran sus ideas en el propósito de definir la naturaleza, el programa y las metas de
un organismo, movimiento o partido que sume los esfuerzos, constantes pero disperses, de
quienes luchan por la independencia económica, la justicia social y la libertad política de
México.
En noviembre de ese mismo año se creaba la organización propuesta por aquel grupo de
personas, bajo el nombre de Comité Nacional de Auscultación y Coordinación (CNAG), el cual
tenia como objetivos: 1) el irrestricto derecho a las garantías individuales y sociales, 2) la libertad
de presos políticos, 3) nacionalización de industrias básicas, de la banca, etc., 4) reformas a la
Ley Federal Electoral, 5)revisión de las leyes agrarias, del trabajo y educativas, y 6) control de
cambios y de inversiones extranjeras.
Meses más tarde, en mayo de 1972, se publicó en la ciudad de Mexicali una nueva
exhortación que pretendía “solucionar los errores de que adolecía la táctica del CNAC”, la
cual se planteo casi con los mismos lineamientos del llamamiento inicial, sólo con la
diferencia importante de que se señalaba ya la necesidad de formar un nuevo partido
político. Los puntos a destacar de la exhortación de Mexicali fueron: 1) pugnar por la
organización política de los trabajadores de la ciudad y del campo; 2) que la organización
tenga como fin ultimo sustituir la actual estructura económica, política y social de México, por
otra en la que los medios de producción sean de propiedad social y no de la burguesía, y 3)
que la organización para alcanzar los fines perseguidos luche por la conquista del poder
político. Dicha exhortación estaba firmada por: Demetrio Vallejo, Heberto Castillo, Carlos
Sánchez Cárdenas, Luis Tomas Cervantes Cabeza de Vaca y Romeo González Medrano.
A fines de 1972, y tras una crisis interna que llevo al divisionismo dentro de la organización,
el CNAC cambió parcialmente su nombre por el de Comité Nacional de Auscultación y
Organización (CNAO); se aprobaron luego los objetivos y el instructivo del nuevo Comité y se
acordó que para lograr el nacimiento de una nueva sociedad, se requería la conquista del
poder político mediante el partido que se proponían formar. Las metas de ese partido serian:
luchar porque se respetara el derecho de huelga, de asociación y de protesta de los
trabajadores; porque hubiera una verdadera democracia sindical que incluyera el respeto al
derecho de los trabajadores del campo y de la ciudad para elegir y deponer a sus dirigentes,
a fin de acabar con el charrísimo sindical; porque se resolvieran integralmente los problemas
del campo, acabando con los latifundios, las falsas pequeñas propiedades; porque se
suprimiera el derecho de amparo en materia agraria; porque fueran nacionalizados los
bancos; porque se eliminaran los monopolios capitalistas; porque se pusiera fin a la
corrupción en la administración publica, en los negocios privados y en las organizaciones de
los trabajadores; por el derecho a una educación que permitiera a los hijos del pueblo
trabajador el acceso a todos los grados de enseñanza. Bajo estas propuestas, en los
primeros días del mes de septiembre de 1973 nació el Partido Mexicano de los Trabajadores
(PMT) democrático y antiimperialista radical, encabezado por Evento Castillo.
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Partido Socialista de los Trabajadores. De forma paralela al PMT se integro el PST,
organizado por un grupo de personas que, encabezadas por Rafael Aguilar Talamantes, se
había separado del CNAO. El primero de mayo de 1975 se declaró instalada la Asamblea
nacional constituyente del PST, durante la cual se hizo la ratificación nacional de los
proyectos de declaración de principios, programa de acción y estatutos; este partido, de
tendencia marxista-leninista, antiimperialista y reformista, habría de obtener su registro hasta
1979, condicionado a los resultados de las elecciones federales de ese año.
Partido Revolucionario de los Trabajadores. En septiembre de 1976, y como resultado de la
fusión de las principales fracciones trotskistas existentes en México, surge el PRT fungiendo
como la Sección Mexicana de la IV internacional Socialista. En sus estatutos el PRT dice
proponerse a construir el socialismo en México por medio de la dictadura del proletariado, así
como a dirigir la clase obrera y con ella al campesinado pobre y a todas las capas sociales
explotadas, en contra del capitalismo nacional e internacional, considerando como enemigos
fundamentales a “la burguesía y su Estado”, así como al imperialismo. Proponen el registro
de todos los partidos que lo soliciten, la eliminación de la afiliación colectiva, la no
discriminación contra la oposición real, el aumento del tiempo y espacio disponibles en la
radio, televisión y prensa, y la amnistía general e irrestricta. El PRT habría de obtener su
registro en 1978.
Partido Socialista Revolucionario. Originalmente llamado Movimiento de Organización
Socialista (MOS), el PSR se integra a finales de 1976, adoptando la teoría del
marxismoleninismo como base de su acción revolucionaria y política. Propone una política
económica popular y antiimperialista con el fin de superar la crisis económica y se postula
además en contra de “la errática política gubernamental que sólo beneficia a la oligarquía”.
El PSR considera que la unidad de las fuerzas democráticas y de izquierda facilita la
lucha revolucionaria y señala esta como uno de sus objetivos centrales. En 1976 el PSR
estableció una alianza electoral con el Partido Comunista Mexicano.
d) Crisis política
MOVIMIENTOS ESTUDIANTILES
Crisis en la Universidad de Nuevo León. Desde el primer año del sexenio echeverrista, en
1971, comenzaron en diversos estados de la Republica, las manifestaciones estudiantiles de
descontento y algunas llegaron a convertirse en verdaderos conflictos sociopolíticos de
repercusión nacional. Uno de los casos mas destacados ocurrió en el estado de Nuevo León,
durante los primeros cinco meses del año citado, como secuela de una serie de
acontecimientos sociopolíticos ocurridos desde tiempo atrás en el ámbito universitario nuevo
leones, principalmente a causa de la existencia de ideologías contrarias, de izquierda y
derecha, que se enfrentaron entre si y contra las autoridades de la Universidad, en lucha por
defender sus ideas y por alcanzar metas de carácter disímbolo.
En 1964 se había creado el Sindicato de Trabajadores de la Universidad de Nuevo León
(STUNL) en relación con las demandas saláriales de un grupo de maestros que formaron
una asociación y pugnaron después por la fundación del sindicato. A partir de entonces se
sucedieron varias confrontaciones protagonizadas por grupos de estudiantes y maestros, en
protesta contra las autoridades universitarias, ya fuera por razones ideológicas respecto al
enfoque del plan de estudios, o bien por que estuvieran en contra de las decisiones tomadas
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por la rectoría ante la falta de recursos financieros. A fines de 1967, el gobernador Eduardo
A. Elizondo propuso un plan con el propósito de dar solución a los problemas financieros y
evitar fuera impuesto un limite de cupo cuya simple propuesta había levantado una ola de
protestas entre el estudiantado; en el citado plan se proponía aumentar las cuotas a los
alumnos que estuvieran en posibilidades de solventar tal aumento y se ofrecerían
becascrédito para aquellos que no pudieran cubrir las nuevas cuotas.
La publicación del plan genero, durante los primeros meses de 1968, una nueva lucha de
facciones entre los grupos que lo apoyaban y los estudiantes que lo rechazaron exigiendo al
gobierno estatal buscar otras alternativas para allegarse los recursos necesarios a fin de
resolver la crisis financiera. Al avanzar el año, al conflicto del estudiantado local —cuya
agitación no se limitaba a la UNL, sino que se había manifestado también en una institución
educativa privada, el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey— se
habría de agregar la efervescencia estudiantil que tema lugar en la capital de la Republica, y cuyo
trágico desenlace encendió todavía mas los ánimos antigobiernistas del estudiantado
universitario nuevo leones.
En el transcurso de 1969 se generaron protestas estudiantiles en varias de las Facultades de la
UNL, principalmente en la de Ciencias Químicas, cuyo alumnado planteo la necesidad de
reformar la Ley Orgánica de la Universidad; en el mes de octubre cobro fuerza el movimiento
estudiantil que llegó a tomar la rectoría como una medida de presión para ser atendido en sus
peticiones, entre ellas estaba el establecimiento de un régimen paritario en la
Universidad, es decir, que los estudiantes pudieran tener derecho, junto con los maestros y
autoridades, a elegir a las autoridades de cada Facultad.
Pero el régimen paritario solo constituía una parte de las demandas de los estudiantes, pues
además, se pugnaba por lograr la autonomía de la Universidad. El conflicto se prolongo y se
sucedieron las huelgas y las manifestaciones callejeras. En medio de aquella situación de
intranquilidad social, el Congreso del Estado concedió la autonomía a la Universidad de
Nuevo León, a fines de noviembre de 1969, y pocos días después se creaba la Nueva Ley
Orgánica según la cual los estudiantes y maestros habrían de participar en la elección de los
directores de sus respectivos planteles y del Rector de la Universidad, en forma paritaria y
ponderada; aunque en ultima instancia era la Junta de Gobierno la que se encargaba de
hacer en forma definitiva la designación de las personas que irían a ocupar dichos cargos.
Al iniciarse el periodo presidencial de Luis Echeverría, continuaban la efervescencia política y
las luchas ideológicas al interior de la ya para entonces Universidad Autónoma de Nuevo
León. En diciembre de 1970 surgieron nuevos conflictos cuando un grupo de estudiantes de
la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales tomaron la rectoría con la excusa de ejercer
presión sobre el Consejo Universitario para que reconsiderara la expulsión de dos alumnos
de una preparatoria de la UANL, involucrados en una riña. Detrás de aquel pretexto se
encontraba un manejo de fuerzas políticas de los diferentes grupos a fin de influir en la
elección de un rector que favoreciera sus respectivos intereses. Así, en febrero de 1971 y en
medio de la lucha de facciones, llegaba a la rectoría Héctor Ulises Leal Flores, apoyado por
un grupo de estudiantes, maestros y empleados universitarios que se auto designaban
progresistas y decían estar inconformes con las políticas gubernamentales.
Por esas mismas fechas había propuesto el gobernador Elizondo un nuevo proyecto de ley
que seria luego aprobado por el Congreso estatal, para que se formara una Asamblea
85
Popular integrada por 37 representantes de los diversos sectores de la sociedad civil nuevo
leonesa —13 de la UANL, 10 de los sindicatos, 4 de las organizaciones agrícolas, 8 de los
medios de información, uno de la industria y, uno del comercio— a fin de que se constituyera en la
autoridad suprema de la UANL. El proyecto en cuestión fue rechazado por los grupos
antigobiernistas quienes argumentaron que se estaba atentando contra la autonomía de la
UANL pues, según decían, el 65% de la asamblea estaría compuesta por personas ajenas a la
Universidad. Este rechazo a la propuesta gubernamental prolongó la situación de conflicto
en el ámbito universitario.
El Consejo Universitario de la UANL protestó de manera inmediata contra el proyecto de la
asamblea creada a iniciativa del gobierno estatal y en seguida se declaró una huelga
general. Ante la conflictiva situación, el gobernador procedió a nombrar un nuevo rector,
tomando como base a la nueva legislación; la persona que ocupo entonces la rectoría fue
Arnulfo Treviño Garza, un medico militar de filiación socialista, cuya pertenencia al ejercito
sirvió de pretexto a los disidentes para lanzar nuevas protestas, esta vez con la intención de
que tuvieran repercusión nacional. Estudiantes y maestros de la universidad nuevo leonesa
solicitaron a otras universidades del país se solidarizaran con ellos, y a partir de ese
momento comenzó a extenderse por diversas regiones de la Republica una campaña
estudiantil de apoyo expresada mediante mítines y manifestaciones callejeras. Hacia fines de
mayo las autoridades gubernamentales de Nuevo León decidieron utilizar la fuerza para
someter al orden a los inconformes, pero esto provocó nuevas demostraciones de apoyo en
distintas regiones del país, inclusive de parte del rector de la UNAM, Pablo González
Casanova.
A fines del mes de mayo la situación se había vuelto tan tensa que el gobierno federal
decidió intervenir para solicitar al gobernador Elizondo se diera marcha atrás con el proyecto,
a lo cual se negó el Ejecutivo estatal porque, según dijo, la creación de tal proyecto no había
sido obra suya sino de la sociedad civil nuevo leonesa. Finalmente, ante la insistencia del
propio titular de la Secretaria de Educación, Víctor Bravo Ahuja, que había acudido a
Monterrey ante la gravedad de la situación, el gobernador Elizondo mantuvo su negativa y
prefirió renunciar a su cargo antes que contravenir la decisión de la Asamblea Popular. En
seguida se creo una nueva legislación universitaria que entro en vigor el 5 de junio y
represento una solución temporal a las tensiones universidad-estado. Ulises Leal fue
ratificado en la rectoría y todo hacia pensar que el conflicto había terminado.
Sin embargo, pocos días después volvió a entrar la UANL en un estado de convulsión
interna, cuando fuerzas encontradas de izquierda y derecha coincidieron en derrocar a Ulises
Leal de la rectoría. La Universidad se vio de nuevo inmersa en una crisis política de grandes
proporciones, que incluyó encuentros violentos entré los seguidores de Ulises y sus
detractores. Finalmente, este se vio obligado a renunciar y fue sustituido por un nuevo rector
que se consideró menos conflictivo. Movimiento estudiantil en la ciudad de México. La serie
de acontecimientos en la UANL dieron motivo para que los estudiantes de la ciudad de
México, principalmente de la UNAM y en su mayoría de izquierda, unieran a sus protestas
contra el gobierno, su inconformidad por la “perdida de la autonomía universitaria” en Nuevo
León. La tarde del 10 de junio, jueves de Corpus, se reunieron cerca de diez mil personas
que entre otras cosas demandaba la libertad de los presos políticos, el establecimiento de
una verdadera reforma educativa y la independencia sindical, manifestando además la
solidaridad con los universitarios de Nuevo León. Cuando el contingente estudiantil hacia su
recorrido por las calles de la capital del país, se presento un grupo paramilitar que atacó con
86
armas de fuego a los integrantes de la manifestación resultando varios estudiantes muertos. Los
autores de esa represión integraban un grupo de choque denominado “Halcones”, cuya
complicidad con la policía capitalina era conocida por la opinión publica y fue denunciada ante
el presidente Echeverría quien mostró su indignación por los sucesos, pidió la renuncia al
regente de la ciudad de México, Alfonso Martínez Domínguez, así como al director de la
policía, coronel Rogelio Flores Curiel, y prometió llevar a cabo una investigación, declarando que
los estudiantes eran inocentes.
La investigación prometida por el presidente nunca llegó a concretarse pero en cambio, la
represión del 10 de junio de 1971 habría de tener repercusiones en el desarrollo del
movimiento estudiantil, cuyos integrantes, ante la respuesta represiva de las autoridades a
sus peticiones, consideraron que por la vía del dialogo no habrían de ser escuchados, y
optaron por abandonar las formas políticas democráticas para adoptar acciones mas
extremistas. Esta decisión tuvo una influencia considerable en el origen del movimiento
guerrillero urbano, de base estudiantil, que se iniciara precisamente a partir del 10 de junio
de 1971.
Conflictos en la Universidad Autónoma de Puebla. También en el año de 1971, en febrero, se
produjo el estallido de un movimiento estudiantil iniciado en la Universidad Autónoma de
Puebla (UAP) cuando grupos del “comité de lucha” intentaron poner en marcha un proyecto
reformista para aquella institución educativa. Esto genero diversos enfrentamientos entre los
grupos con tendencias ideológicas contrarias, provocando un deplorable estado de violencia
que se desencadena con el asesinato de un estudiante perpetrado por un grupo de
golpeadores, y aun cuando estos fueron expulsados de la Universidad continuo incontrolable
la convulsión interna; el puesto de rector es ocupado sucesivamente por dos personas en un
breve periodo, sin que se logre poner fin a la grave situación; por el contrario, el movimiento
estudiantil cobró mas fuerza e involucro a otros sectores sociales hasta desembocar en la
creación del Frente Obrero Campesino Estudiantil Popular de Puebla (FOCEPP).
El activismo estudiantil de la UAP se prolonga hasta el año siguiente y en junio de 1972
surge una nueva crisis. Las autoridades estatales fracasan en su intento por imponer un
rector y en cambio el movimiento estudiantil si logra llevar a la rectoría a Sergio Flores
Suárez, un reconocido militante del PCM. Esto provoca la reacción de los grupos de derecha
que se deciden a expulsar el comunismo, del ámbito universitario, mientras que por otro lado,
las fuerzas de izquierda convierten a la UAP en punto de referencia de todas las luchas
populares que estallaron en ese periodo. En medio de tal clima de tensión y violencia ocurre,
el primero de mayo de 1973, un nuevo acto represivo contra el movimiento estudiantil cuando
un policía disparó contra una multitud que se reunía a festejar el día del trabajo, resultando
cinco personas muertas, cuatro estudiantes y un obrero. Esta acción despertó de inmediato
un movimiento de solidaridad en todo el país —el día 8 de ese mismo mes hubo un paro
nacional de universidades— y tuvo como efecto la renuncia del gobernador del estado de
Puebla.
Como muestra del descontento estudiantil en contra del presidente Echeverría —no obstante
sus notorios esfuerzos por recuperar la confianza de la población universitaria del país a
través del impulse otorgado a la educación superior (vea se el apartado de “Sociedad” en
esta misma unidad)— es de significancia la reacción violenta de los estudiantes de la UNAM
el 14 de marzo de 1975, cuando en un intento por restaurar la tradición, perdida desde 1966,
de que el presidente inaugurara los cursos de cada nuevo periodo escolar de esa
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universidad, Echeverría recibió insultos de los estudiantes e incluso fue herido en la frente por
una piedra que estos le arrojaron cuando trataba de salir del recinto universitario.
Secuela del movimiento estudiantil. Entre los años de 1971 y 1975 el movimiento estudiantil se
manifestó en diversos estados de la Republica, y llegó a entremezclarse con las luchas de las
clases populares, dando como resultado el surgimiento de organizaciones del tipo de
“comités de defensa popular” que se formaron como resultado de la situación de crisis
económica que vivía el país y, que por supuesto, afectaba en primera instancia a los
trabajadores. Algunos de esos comités se crearon en los estados de Chihuahua, Puebla,
Tamaulipas, Durango y Michoacán, mientras que en la capital de la Republica el
estudiantado mas active busco relacionarse con el movimiento obrero y simpatizar con las
luchas que se desarrollaban en las colonias populares e incluso, como ya se dijo, a
identificarse con la guerrilla urbana.
Hubo, no obstante, otras opciones más constructivas que ofrecieron las autoridades al
estudiantado radicalizado del periodo echeverrista, como fueron, por un lado, las diferentes
formas de participación política que se establecieron en varias escuelas de la UNAM
(Economía, Ciencias, Arquitectura) y en Chapingo; y, por otro lado, las innovaciones
institucionales que impulse durante su rectorado el doctor Pablo González Casanova, entre
las cuales, la mas notable para ese efecto fue la creación del Colegio de Ciencias y
Humanidades (CCH), en enero de 1971; respecto a las fuerzas de izquierda de la UNAM, se
busco conformarlas con el recurso de agregar mas cursos de marxismo al currículum de las
carreras.
Una consecuencia interesante de las luchas que libró el movimiento estudiantil entre 1968 y
1975 fue el de producir militantes de partidos políticos que pasaron a integrar múltiples
organizaciones políticas de izquierda, e incluso algunos de ellos se incorporaron a las filas
del PRI. Puede decirse que la experiencia dramática del movimiento estudiantil de aquellos
agitados años, sirvió de entrenamiento inicial para dar forma a una nueva generación de
políticos
e) Acciones armadas.
Durante el periodo echeverrista se vio perturbado el orden interno por movimientos armados
en contra del gobierno, secuestros, asaltos de bancos y de centres comerciales, que se
extendieron por todo el país y cobraron especial auge entre los años 1970-1972, como
respuesta a las crisis —o como parte de ellas— que sufriera el país en esos años. La
modalidad empleada por esos movimientos consistió en la guerra de guerrillas, destacando
en primer lugar dos de ellas, de las cuales la más importante era la encabezada por Genaro
Vázquez Rojas, profesor de primaria y dirigente de la Asociación Cívica Nacional
Revolucionaria, perseguido desde 1968 por sus actos subversivos, y quien organizara la
guerrilla campesina en su estado natal de Guerrero. La otra guerrilla, que empezara a operar
a, principios de 1971 en la sierra de ese mismo estado, estuvo constituida por un grupo
denominado, Partido de los Pobres, encabezado por Lucio Cabañas.
Además de los grupos guerrilleros dirigidos por Vázquez Rojas y por Cabañas hubo muchos
más, pero entre ellos destacaron los que pudieran clasificarse en su mayoría como urbanos,
los cuales recurrieron en mayor medida a los asaltos y secuestros, con el fin de financiar sus
actividades subversivas y que operaban en distintas regiones y ciudades del país: el Distrito
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Federal, Monterrey, Chihuahua, Guadalajara y Sinaloa. Dentro de estos grupos estaban: el
Movimiento de Acción Revolucionaria (mar), el Comando Armado del Pueblo (CAP), la
Federación de Estudiantes Revolucionarios (FER), y la Liga Comunista 23 de Septiembre.
El secuestro fue la táctica que más destacara entre las actividades de estos grupos no sólo por la
frecuencia con que ocurrieron durante el periodo 1970-1976, sino por la importancia política y
económica que tenían en la sociedad mexicana las personas que fueron victimas de los
secuestros, lo cual es de gran significancia para tratar de comprender el alcance de los
objetivos de la guerrilla y para diagnosticar la gravedad de la problemática sociopolítica en el
México de aquellos años.
El primero de esos actos delictivos tuvo lugar en septiembre de 1971 cuando un grupo de
activistas perteneciente a un movimiento denominado Frente Urbano Zapatista (FUZ),
secuestró en la ciudad de México al empresario Julio Hirschfield Almada, yerno de Aarón
Sáenz y en aquel entonces director general de Aeropuertos y Servicios Auxiliares. Los
secuestradores exigieron como rescate la cantidad de tres millones de pesos, además de la
libertad de 25 presos políticos, precio que las autoridades gubernamentales accedieron a
pagan un mes después del secuestro de Hirschfield Almada, una guerrilla denominada José
Maria Morelos, que operaba en la sierra de Guerrero al mando de Genaro Vázquez Rojas,
secuestró a Jaime Castrejón, rector de la Universidad del estado, exigiendo a cambio de su
libertad, aparte de una cierta cantidad de dinero, el traslado a Cuba de nueve presos
políticos, así como un juicio justo para unos campesinos que habían sido apresados en esa
misma entidad federativa.
En mayo de 1973 ocurrieron varios secuestros: el del cónsul estadounidense en Guadalajara que
fuera rescatado a cambio de otorgar la libertad a treinta presos políticos, y después el cónsul
honorario de Gran Bretaña y el industrial jalisciense Femando Aranguren; pero en estos dos
últimos casos los presos políticos reclamados para el canje rechazaron la libertad que se les
ofrecía en tales condiciones, y ante ese fracaso los secuestradores lanzaron nuevas
demandas que el gobierno se negó a satisfacer ofreciéndoles en cambio un salvoconducto
para salir del país; los secuestradores rechazan el ofrecimiento y deciden liberar al cónsul
mas no así al industrial Aranguren quien fue asesinado por los guerrilleros. En septiembre de ese
mismo año de 1973, en un intento de secuestro muere el empresario regiomontano Eugenio
Garza Sada, cuando fue interceptado el automóvil en que se dirigía a sus oficinas y, al tratar de
defenderse, los terroristas abrieron fuego dando muerte al industrial y al chofer que lo
acompañaba.
El 30 de mayo de 1974 Lucio Cabañas llevó a cabo el secuestro de Rubén Figueroa,
entonces candidato del PRI a la gubernatura de Guerrero e importante accionista y líder de
compañías de transportes. Sin embargo, esta habría de ser la ultima acción delictiva de
Cabañas, pues el 2 de diciembre de ese mismo año, y días después de que Figueroa fuera
liberado, Cabañas y la Mayorga de sus correligionarios fueron muertos en una emboscada que
les tendió el ejercito. Genaro Vázquez había muerto dos años antes, en febrero de 1972, en un
accidente automovilístico.
Un secuestro de particular significancia ocurrió también en 1974, en el mes de agosto,
cuando fue secuestrado José Guadalupe Zuno, suegro del presidente de la Republica; en
esa ocasión los terroristas exigían 20 millones de pesos, la divulgación de un comunicado y
la excarcelación de diez presos a cambio de la libertad de Zuno. Sin embargo, el gobierno no
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estuvo dispuesto a hacer concesión alguna, y varias semanas después fue liberado.
Finalmente, en medio de una ola de violencia terrorista en la que fueron asesinados varios
policías, en septiembre de 1976 la guerrilla fracasó al intentar el secuestro de Margarita
López Portillo, hermana del presidente electo.
Para fines del sexenio la mayoría de los activistas de al menos media docena de
organizaciones clandestinas, que habían adoptado la acción armada como forma de combatir
las injusticias sociales, se encontraban ya en prisión o habían si de eliminados físicamente.
Mas no fue sólo la eficiencia de los cuerpos policíacos y el ejercito lo que freno las acciones
armadas, sino también influyó el hecho de que esas acciones no fueran apoyadas por los
trabajadores, a quienes supuestamente defendía la lucha reivindicativa de los grupos
guerrilleros. De ahí en adelante, los actos de protesta se habrían de canalizar principalmente
a través de los partidos políticos de izquierda y las organizaciones sindicales.
F) Enfrentamientos con el sector empresarial
Primeros momentos de fricción. En el marco de los conflictos sociopolíticos que
caracterizaron al periodo de la historia del país comprendido entre 1970 y 1976 tienen
particular significancia los enfrentamientos que en varias ocasiones se dieron entre el
gobierno y los dirigentes empresariales; moderado al principio, el enfrentamiento se fue
acentuando con el tiempo hasta tomar un rumbo, verdaderamente conflictivo a partir de
1973. Tales conflictos fueron ante todo de orden ideológicopolítico, y se originaron desde
los primeros momentos del sexenio, incluso pudiera decirse que desde la campaña de
Echeverría como candidato a la presidencia, por la incertidumbre que produjo entre los
miembros de la iniciativa privada la autocrítica al sistema y el anuncio del proyecto
reformista.
El primer enfrentamiento concreto ocurrió a raíz de la pretendida reforma fiscal anunciada por
el gobierno el 16 de diciembre de 1970 en la que se proponía gravar fundamentalmente las
ganancias del capital y los ingresos anuales superiores a cien mil pesos. La reacción de los
grupos empresariales fue inmediata y en particular fue el dirigente de la Confederación
Patronal de la Republica Mexicana (coparmex), Roberto Guajardo Suárez, quien al día
siguiente de conocerse el proyecto de reforma manifestó públicamente su desacuerdo por el
procedimiento seguido por el gobierno de no consultar la opinión del sector privado acerca de
la iniciativa de reforma a las leyes tributarias. Afirmaba que contra la sana costumbre del
gobierno en años anteriores de dar a conocer previamente a los empresarios cualquier
medida que pudiera afectar el desarrollo económico del país, en aquella ocasión las
autoridades políticas no habían respetado una de las reglas más esenciales del juego en sus
relaciones con el sector privado. La protesta no iba dirigida en particular a las reformas
tributarias por si mismas, sino que se concentraba en el hecho de no haber efectuado una
consulta previa con el sector privado. La reacción puede explicarse por el hecho de que en
aquella acción unilateral de la administración Echeverrista que apenas se iniciaba, los grupos
empresariales veían el riesgo de sentar un precedente en sus futuras relaciones con el
Estado, y no creyeron conveniente tomar aquel riesgo.
Ante la reacción de la iniciativa privada, el gobierno no llevó a la práctica cabalmente el
proyecto de reforma que había considerado esencial para la recuperación de las finanzas
públicas, y decidió adoptar una política restrictiva que habría de producir un estado de
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“atonia” durante el año de 1971. Aquel primer enfrentamiento Estado-empresarios seria el
comienzo de una conflictiva relación a todo lo largo del sexenio.
Durante el arto de 1972 el enfrentamiento entre los empresarios y el gobierno giraba en tomo a
cuatro puntos: la política fiscal, la política obrera, el papel del Estado en la economía, y el
conjunto de las medidas emprendidas por Echeverría para reconciliarse con los grupos de
izquierda en un intento del gobierno por hacer realidad la anunciada apertura democrática. Las
leyes para regular la inversión extranjera y la transferencia de tecnología, aunadas a las medidas
adoptadas para combatir la inflación, fueron dos de los elementos de política económica que
en mayor medida disgustaron a los empresarios, en medio de una situación en la que, además,
se desarrollaban brotes significativos de sindicalismo independiente que causaron mayor
inquietud entre el sector empresarial.
La medida que de manera particular constituyo un nuevo factor de conflicto entre gobierno y
empresarios fue la iniciativa de reforma a la Ley del Impuesto Sobre la Renta, propuesta por
el presidente Echeverría. Esta ley que había sido el punto central del primer conflicto,
constituía en 1972, después de los resultados negativos de la política económica restrictiva
del año anterior, un intento más serio de reforma orientada a tres propósitos: a) eliminar el
anonimato en lo que se refería a los valores de renta fija y de las acciones, b) aumentar los
gravámenes a los ingresos del capital, y c) crear un impuesto sobre el patrimonio; se
proponía además restringir las deducciones por los gastos de operación de las empresas y
aumentar de manera progresiva el impuesto a las personas físicas. Pero el citado proyecto
del Ejecutivo, que en esta ocasión si se había sometido a la consulta previa de los dirigentes
empresariales. Fue modificado de manera drástica por la Secretaria de Hacienda, a fin de no
afectar los intereses del sector privado, que había amenazado con retirar sus fondos de la
banca y enviarlos al exterior en caso de que fuera aprobada en forma total la iniciativa de
reforma fiscal.
Por esas mismas fechas se dio un nuevo enfrentamiento entre el gobierno y los empresarios
en ocasión de la visita que hiciera a México Salvador Allende, presidente de la Republica de
Chile; poco después de esta visita un gran numero de asociaciones empresariales y
profesionales del país publicaron un manifiesto mediante el cual exponían su descontento
hacia la presencia de Allende al considerar que representaba un peligro de contaminación
ideológica marxista para la sociedad mexicana, sobre todo en virtud del apoyo que otorgaba
el gobierno mexicano al presidente socialista de Chile. Sin embargo, inmediatamente
después los dirigentes de la CONCANACO, de la CONPAMEX y de la coparmex, publicaban
un manifiesto mediante el cual expresaron una opinión mas moderada y diplomática respecto
a la visita del presidente chileno, aunque estuvieron de acuerdo en remarcar las diferencias
políticas e ideológicas respecto al gobierno de Allende, insistiendo en que el camino de
México no debía guiarse por ningún modelo extranjero. Pero, a pesar de aquellas fricciones,
parece ser que antes de 1973 no ocurrió ninguna confrontación abierta importante entre los
sectores público y privado.
Conflictos gobierno-empresarios en 1973. En los primeros meses del año de 1973 se vivía en
el país un ambiente de intranquilidad generado en las relaciones obrero-patronales porque el
sector obrero, afectado por la crisis inflacionaria, y alentado por las organizaciones sindicales
oficiales —la CTM en primer lugar—, amenazaban con una huelga general si los empresarios
no satisfacían sus demandas de aumento salarial. La difícil situación obrero-patronal hizo
necesaria la intervención del gobierno. Lo anterior se enmarcaba en el doble juego que
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ejercía el gobierno y en especial el presidente Echeverría, quien por un lado exhortaba a la
mutua comprensión entre los grupos que constituían los “factores de producción”, y proponía
la negociación como recurso supremo para disminuir o evitar los conflictos, y por otro lado,
fomentaba el “radicalismo” de los lideres sindicales al utilizar la amenaza de huelga general
como medida de presión frente al sector empresarial, sobre todo cuando este se oponía a las
medidas adoptadas por el gobierno. Así, el gobierno fomento a mediados de 1973, la
demanda obrera de la semana de 40 horas, al conceder esta prerrogativa a los obreros y
empleados del sector paraestatal y a los trabajadores bancarios; más tarde, en su tercer
informe de gobierno, Echeverría anunciaba su decisión de promover reformas legales que
consagraran, en definitiva, la semana de 40 horas como una conquista obrera. No obstante que
tales reformas nunca se llevaron a cabo, el anuncio hecho por el presidente constituyo
una clara advertencia al sector empresarial acerca de los recursos de que podía disponer el
Estado para doblegar su resistencia.
En efecto, a los pocos días del informe, el presidente de la coparmex aceptaba que debía
concederse un aumento salarial, con lo cual se reconocía de manera tacita la autoridad
gubernamental para dar solución al conflicto obrero-patronal. Después de esas declaraciones
empresariales, Echeverría se encargo de suavizar las posiciones de los sindicatos al declarar que
no consideraba necesaria la huelga general de trabajadores para obtener mejores salarios,
puesto que percibía un espíritu de negociación muy positivo.
Sin embargo, todavía habría de ocurrir un enfrentamiento más grave aun entre el gobierno de
Echeverría y el sector empresarial cuando en ese año de 1973 perecieron a manos de la
guerrilla dos destacados dirigentes empresariales, Eugenio Garza Sada de Monterrey y
Femando Aranguren de Guadalajara. En ocasión del funeral de Garza Sada, al que asistiera
personalmente Echeverría, fue pronunciado un discurso por el entonces presidente del
Consejo Consultivo del Grupo Monterrey, Ricardo Margain Sozaya, quien acuso al gobierno
—increpando directamente al presidente— de fomentar la subversión, dando cabida a las
ideas marxistas y provocando el enfrentamiento entre las clases.
Solo se puede actuar impunemente cuando se ha perdido el respeto, cuando no tan solo se deja,
que tengan libre cauce las más negativas ideologías, sino que además se les permite que
cosechen sus frutos negativos de odio, destrucción y muerte. Cuando se ha propiciado desde el
poder a base de declaraciones y discursos el ataque reiterado al sector privado, del cual formaba
parte destacada el occiso, sin otra finalidad aparente que fomentar la división y el odio entre las
clases sociales. Cuando no se desaprovecha ocasión para favorecer y ayudar todo cuanto
tenga relación con las ideas marxistas a sabiendas que el pueblo mexicano repudia este
sistema por opresor.
Este discurso desencadeno una ola de pronunciamientos públicos por parte de todos los
sectores sociales y políticos. Los empresarios de varias ciudades del país apoyaron las
palabras expresadas por Margain aunque algunos de ellos las calificaron como “naturales”
dadas las circunstancias de violencia en que se encontraba el país pero “exageradas” en
cuanto a las preocupaciones señaladas en aquella “oración fúnebre”. Una de las actitudes
más notables fue la de un grupo de empresarios del estado de Jalisco que, resintiendo como
los de Nuevo León la perdida de uno de sus integrantes en circunstancias similares,
publicaron un desplegado en el que exigían al gobierno una actuación firme contra la
subversión y pedían poner un limite a la “generosidad con otros países”, en clara alusión a la
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actitud tomada por Echeverría ante el derrocamiento y muerte de Salvador Allende, que
había tenido lugar días antes.
El secretario de Gobernación, Mario Moya Palencia, respondió a las declaraciones
empresariales invocando la “alianza popular” en la que se basaba el gobierno de Echeverría,
alianza que involucraba al sector privado como uno de los ejes mas fuertes del pacto social.
Al mes siguiente del discurso pronunciado por Margain Sozaya, se realizó una manifestación
en apoyo del gobierno, en la cual, aseguraba el presidente que el ambiente del país había
vuelto a la normalidad, gracias a la sensatez y al espíritu solidario de los sectores integrantes
del pacto social.
Pero la trágica muerte del industrial regiomontano perturbo de nuevo las relaciones entre el
gobierno y los empresarios, sin que se hubiera resuelto el conflicto relativo al aumento
salarial; otra vez se hizo necesaria la intervención del gobierno para conjurar la amenaza de
huelga general, al acordarse que las asociaciones patronales “recomendaran” un aumento
general de salarios del 20% (que luego se redujo a 18%) para las personas que recibieran
sueldos hasta de 4 500 pesos al mes, y de 900 pesos para aquellas que recibieran más de 4 500.
Con la firma de este acuerdo, Echeverría buscaba obtener una doble ventaja: en primer lugar,
recobrar la influencia del Estado sobre el movimiento obrero sindicalizado como base de apoyo
frente a la oposición del sindicalismo independiente, y en segundo lugar, obtener una mejor
posición frente a los empresarios más reacios al reafirmar el grado de control que aun mantenía
el gobierno sobre el movimiento obrero.
Presiones obreras en el conflicto gobierno-empresarios. En el año de 1974 la inflación
continuaba en ascenso y esto dio motivo para que se volviera a presentar un conflicto salarial
semejante al año anterior. El sindicalismo independiente cobraba fuerza, mientras que los
líderes del sindicalismo oficial trataban de encontrar una solución general, recurriendo por
segunda vez a la petición de un aumento salarial de emergencia. La situación se hizo más
grave, y en el mes de junio más de diez mil comercios de la ciudad de Monterrey cerraron sus
puertas en protesta por las presiones obreras. Ante la situación el gobierno recurrió a la
Comisión Nacional Tripartita como instancia legal y logró la aprobación de un plan
de 14 puntos destinados a combatir la inflación.
Sin embargo el plan antiinflacionario no fue capaz de aliviar la situación de crisis y, en
cambio, las relaciones entre gobierno y empresarios se hacían cada vez más tensas; la
respuesta de Echeverría a las criticas empresariales consistió en dar impulse a las
demandas obreras y en declarar abiertamente estar de parte de los trabajadores. Con la
confianza del apoyo presidencial, el Congreso del Trabajo decidió emplazar nuevamente a
huelga general para el día 20 de septiembre, al tiempo que exigía un aumento general de
emergencia del 35% y, en respuesta a esta nueva exigencia, los empresarios solicitaron una
tregua hasta diciembre de ese mismo año de 1974, a fin de comprobar los resultados del
plan, antiinflacionario; dicha propuesta fue rechazada por los dirigentes sindicales.
En su IV informe de gobierno, el presidente justificó la política económica de su
administración y apoyó abiertamente la demanda de aumento salarial del Congreso del
Trabajo: “El gobierno ratifica su compromiso moral y constitucional de luchar al lado de los
trabajadores. En modo alguno son responsables las clases laborantes del alza en el costo de
la vida. Si, en cambio, ven disminuida su ya raquítica participación en el ingreso nacional.” En
clara referencia a los empresarios, Echeverría expresaba: “Quienes no han mostrado ser
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pacientes para incrementar los precios, invocan ahora pretendidas razones económicas para
pedir a los trabajadores que ellos si sepan esperar”. Por ultimo, afirmaba categórico:
“Renuevo el compromiso de respeto, en toda circunstancia, a un derecho cuyo ejercicio ha
sido mayor en este periodo que en cualquier otro de nuestra historia: el derecho de huelga.”
Con estas palabras, el presidente Echeverría reafirmaba la orientación de su política de
gobierno anunciada desde el inicio del sexenio, al tiempo que retomaba los postulados
ideológicos de la Revolución Mexicana, como la máxima manifestación del compromiso del
Estado ante la “mayoría popular”, en lo que vendría a constituir un regreso a la ideología del
populismo. Pero las circunstancias eran muy diferentes a las que se daban en México
cuando Obregón puso en practica por vez primera el populismo, y ni siquiera eran
comparables a las de tiempos de Cárdenas. Como lo demostraron los hechos, al adoptar el
socialismo como estrategia populista Echeverría despertó la desconfianza de la iniciativa
privada, sin que el gobierno pudiera obtener el apoyo que buscaba en las masas, ya que
estas tampoco confiaban en el régimen, porque en muchas ocasiones vieron frustradas sus
esperanzas de mejoramiento económico. Pero lo más grave fue que los medios utilizados por
Echeverría, además de acentuar las contradicciones entre el sector empresarial y las
organizaciones obreras, provocaron una confrontación entre empresarios y gobierno que
resultó adversa para el país. Desde el punto de vista de los empresarios, los resultados de la
política populista de Echeverría fueron exactamente opuestos a lo que pretendía, pero
consideraban que su mayor error consistía en haber atacado verbalmente al sector privado,
pues lo único que logró con esa actitud fue que los empresarios se unieran para defenderse
contra esos ataques.
Creación del Consejo Coordinador Empresarial. La unidad de los empresarios que se diera
como efecto de los repetidos ataques verbales de Echeverría, fue el punto de partida para la
fundación del Consejo Coordinador Empresarial (CCE), en mayo de 1975, y con esto el
enfrentamiento con el gobierno adquirió la característica de un hecho político. Los
empresarios nacionales percibieron en el clima político del sexenio de Echeverría un peligro
para la libertad de empresa y la propiedad privada y decidieron promover una campana
orientada a mejorar la imagen del sector privado y a dar a conocer las condiciones en que se
daba aquélla unidad política empresarial.
El Consejo Coordinador Empresarial fue creado a iniciativa del Consejo Mexicano de
Hombres de Negocios (CMHN), integrado por el grupo conocido como “los treinta”, quienes
constituían la dirigencia del sector empresarial. Los propósitos del CCE eran presentar un
frente unido para defenderse de los que consideraban “excesos” del gobierno de Echeverría,
y aumentar su capacidad de presión y de negociación ante el poder estatal. Se trataba de
que los empresarios lograran una sólida unidad y coordinaran sus intereses, y de que la
empresa privada retornara a su tradicional papel como elemento motor de la economía.
En el documento mediante el cual quedaba constituido el CCE se señalaban los siguientes
puntos principales: a) en una sociedad democrática la actividad económica debe
corresponder fundamentalmente a la inversión privada, ya que la producción de bienes y
servicios no es función del Estado. La planeación económica no debe estar centralizada ni
ser compulsiva, sino indicativa; b) es deber del Estado alentar y promover la inversión
privada que de como resultado la creación de nuevas fuentes de trabajo. Se deben evitar las
políticas proteccionistas y los incentives que provocan la proliferación de industrias
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ineficientes, y c) el futuro desarrollo de México depende de la expansión del sector comercial
privado; se deberán evitar el intervencionismo y la competencia desleal oficiales.
Respecto a la economía mixta, el CCE criticaba la expansión de las empresas estatales o
paraestatales dentro de la estructura industrial, y subrayaba que “la sistemática tendencia del
Estado para intervenir como empresario constituye un grave peligro para el ejercicio de los
derechos individuales, reiterando que las empresas estatales debían ser vendidas o
revendidas a inversionistas privados”. Se pronunciaba a favor del establecimiento de un
organismo consultor nacional que debería tener por objeto lograr una armónica y efectiva
coordinación entre el gobierno y la empresa privada, a condición de que tal organismo no se
convirtiera en un instrumento de presión política y económica. Con este último planteamiento,
que aludía claramente a la Comisión Nacional Tripartita, el CCE rechazaba la existencia de
este organismo que para muchos empresarios era ya considerado como obsoleto. Otro punto
clave del documento es la censura hacia lo que llama el fomento de la lucha de clases, pues
desde la perspectiva del CCE constituía un elemento antisocial que atentaba contra los
principales de la libertad económica empresarial y de libre empresa.
El sector empresarial ante la sucesión presidencial. Después de la formación del CCE, las
organizaciones empresariales sólo hicieron unas pocas y aisladas declaraciones respecto de
la situación de incertidumbre generada por sus conflictivas relaciones con el gobierno. Se
acercaba la fecha en que el PRI debería seleccionar su candidato a la presidencia para el
siguiente sexenio y los empresarios se abstuvieron de sugerir a alguna persona, quizá
porque pensaron que el simple hecho de hacerlo descalificaría a su favorito, pero en cambio
si insistieron en especificar las características que desearían encontrar en el candidato
presidencial. Aparte de la mera preocupación por el cambio de gobierno, el interés de los
empresarios en el proceso electoral estaba relacionado con el debate que se dio entre ellos
sobre la cuestión de unirse al PRI, debate que protagonizaron principalmente la CONCAMIN
y la coparmex pues mientras que la primera se opuso a la incorporación del sector privado al
PRI, mediante una carta dirigida a todos sus miembros en la que prohibía la participación
política en el partido oficial, la coparmex por el contrario, estaba a favor de integrarse a el y
consideraba como una forma de discriminación la renuencia del PRI a afiliar empresarios.
Pero cualquiera que hubiera sido el debate sobre el citado asunto, parece haber concluido al
anunciarse la candidatura de López Portillo en septiembre de 1975.
Respecto de la selección del candidato presidencial, habrá que reconocer que a pesar de los
series problemas, tanto económicos como políticos que enfrentó durante casi todo el sexenio
el gobierno de Echeverría, quedo demostrado que aun bajo circunstancias adversas no se
habría de perder el control presidencialista sobre la selección de su sucesor; por el contrario,
al acercarse el momento de la selección del candidato priísta en el verano de 1975,
Echeverría tuvo la oportunidad de hacer innovaciones al promover un juego relativamente
abierto entre los posibles candidatos. Con bastante anticipación a la designación formal del
partido, “destapo” a los precandidatos y los hizo aparecer ante el Congreso — las llamadas
“comparecencias”— con el supuesto fin de que habiéndose efectuado el “destape” de
manera colectiva, pudiera inclinarse la opinión publica, y obviamente las bases del PRI, por
alguno de ellos en particular. Como diría Cosió Villegas: encontrar al “verdadero” tapado.
No obstante el juego abierto pero a fin de cuentas controlado por el presidente, y siguiendo el
juego político tradicional del “tapadismo”, ninguno de los precandidatos acepto públicamente
la posibilidad de convertirse en candidato del partido oficial, negando incluso estar
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interesados en ocupar la presidencia. Por lo mismo, no se desarrollo una competencia
pública entre los posibles aspirantes sino que, por el contrario, sus movimientos se hicieron
en secreto, al margen de la opinión publica. Así, a pesar de haber manifestado que no
buscaría activamente la candidatura oficial, se integró al grupo de los presidenciables el
secretario de Gobernación, Moya Palencia, a quien la prensa colocó de inmediato en el
primer lugar en la carrera. Pero había además otros “tapados”, el secretario de la
Presidencia, Héctor Cervantes del Río, el secretario de la Reforma Agraria, Augusto Gómez
Villanueva, el secretario del Trabajo, Porfirio Muñoz Ledo, el de Hacienda, José López
Ponillo, el de Obras Publicas, Luis Enrique Bracamontes, y el director del Instituto Mexicano del
Seguro Social, Carlos Gálvez Betancourt, quien fuera el único que se atrevió a declarar que el si
se había estado preparando para asumir la presidencia “en caso de que la voluntad popular lo
llevara a ella”.
De entre ese grupo de presidenciables, los de mayores posibilidades eran los que tenían
menos rasgos echeverristas, puesto que un precandidato que estuviera fuertemente ligado al
presidente saliente, hubiera significado en aquellas circunstancias una continuidad que, por
razones obvias, no deseaban los sectores sociales dominantes. El sistema político tenia una
imagen tan deteriorada que era necesario designar a una persona capacitada para darle un
ímpetu nuevo al régimen a fin de que recobrara la perdida legitimidad política; el país en
crisis necesitaba de un hombre con ideas nuevas y, casi podría decirse opuestas a las de
Echeverría. De acuerdo con su reiterada postura, los líderes empresariales simulaban no
tener injerencia ni interés alguno en quien sucedería a Echeverría en la presidencia. Más no
obstante, parecían estar de acuerdo en que el sucesor de Echeverría debería ser una
persona capaz de atenuar la “crisis de confianza”, y de recuperar el descrédito en que
durante el sexenio echeverrista había caído el poder presidencial ante el sector privado.
Por otra parte, en el interior de la burocracia política el problema a superar era que el sucesor
de Echeverría debería sujetarse a un “plan básico”, esto es, a un programa de acción que
debería dar las orientaciones generales para el desarrollo económico y social del país. Así,
de acuerdo con los lineamientos del PRI, el candidato debería ser un “hombre de programa”.
En febrero de 1975, el líder cetemista Fidel Velásquez anunciaba que la sucesión
presidencial se realizaría en un ambiente cargado de inquietudes y ponía en alerta al PRI,
reforzando sus filas para evitar que “fuerzas reaccionarias o desorbitadas se incrusten en el o
se adueñen del gobierno para desviar el curso de la Revolución mexicana”. Meses después,
seria la propia CTM la que se encargara de efectuar el “destape”, al señalar a López Portillo
como el candidato que apoyaría la central obrera; el hecho de hacer público dicho apoyo
antes de que se hubiese aprobado el plan básico. Colocaba a la CTM como el segundo “gran
elector”, después del presidente. La designación de López Portillo, que además era el
candidato personal de Echeverría, fue interpretada en los círculos políticos como un
verdadero “madruguete”, puesto que se había hecho sin respetar los reglamentos del PRI y
esto hacia suponer que el nombramiento obedecía sin duda a la imposición del grupo político
encabezado por Echeverría.
Además, el hecho de que el “destape” fuera encomendado a la CTM —uno de los tres
sectores del partido— parecía demostrar que la central obrera encabezada por Fidel
Velásquez, seguía cumpliendo con su papel de fuerza estabilizadora y legitimizadora del
régimen populista-autoritario, que caracterizo al sistema político mexicano.
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Así pues, por encima de las reiteradas promesas de apertura democrática, el proceso de
selección interna se había hecho aparentemente sin consultar las bases del PRI, el cual
mostraba con ello su papel marginal frente a las decisiones del Ejecutivo. Por lo demás,
frente al fracaso de las políticas económicas y en medio de crecientes dificultades
sociopolíticas, la crisis de confianza por la que atravesaba el régimen impulsaba a evitar por
todos los medios la desestabilidad del sistema político, sin importar si esos medios eran
democráticos o no. Bajo tal perspectiva se consideraba necesario modificarlos términos de la
alianza política cancelando el proyecto reformista y asegurando, en cambio, una alianza
explicita, con los empresarios; tal debía ser la orientación del nuevo gobernante. Para los
empresarios nacionales y extranjeros la designación de López Portillo fue bien recibida, y
prometieron redoblar esfuerzos para cumplir con su “responsabilidad social de invertir y
reinvertir”. No parecía haber el menor signo de incertidumbre hacia el futuro presidente pues
consideraban que López Portillo había hecho un papel positivo como secretario de Hacienda.
En septiembre de 1975, ya escogido el candidato presidencial del PRI, este partido celebro
su VIII Asamblea Nacional Ordinaria, en la cual se presento el “Proyecto de Plan Básico de
Gobierno 1976-1982”, previamente elaborado en abril anterior, antes de que se diera a
conocer el nombre del candidato. A diferencia de los planes sexenales anteriores, se trataba
ahora de un documento muy preciso y complete, que prácticamente no dejaba aspecto
alguno de la actividad gubernamental sin analizar, ya que, aparte de los planteamientos
ideológicos de rigor, llegaba a establecer metas cuantitativas en aspectos como el
crecimiento del producto interno bruto, el crecimiento global, los energéticos, el petróleo, y de
manera destacada el nivel de endeudamiento y la creación de nuevos empleos para todos
los mexicanos.
Últimos conflictos gobierno-empresarios. Hacia fines de ese año de 1975, una nueva acción del
gobierno echeverrista daría ocasión para que, a pesar de la complacencia mostrada por los
empresarios ante la selección del candidato presidencial del PRI, el CCE volviera a entrar en
actividad política. En el mes de noviembre dicho organismo emprendió su más importante
confrontación pública con el gobierno al organizar una huelga nacional en apoyo de los
propietarios agrícolas de los estados de Sinaloa y Sonora, afectados por la acción de las
autoridades agrarias en esa región, acción que file interpretada por empresarios y
agricultores como “un ataque a la libre empresa y una desviación hacia el comunismo”. El
llamado a la huelga no tuvo éxito, pero en cambio los empresarios lograron frenar las
acciones agrarias al menos en ese momento.
Otro motivo de conflicto entre gobierno y empresarios fue la iniciativa de ley sobre
asentamientos humanos propuesta por Echeverría a principios de 1976, que pretendía
normar y controlar el crecimiento excesivo de las ciudades y evitar la especulación sobre los
terrenos urbanos. En el diseño y formulación de los proyectos iniciales participaron las
secretarias de la Presidencia y Gobernación y, la Procuraduría General de la Republica. Pero
el gobierno mantuvo un discreto hermetismo sobre el contenido del proyecto de ley, ya que
sólo se invitaron a algunos especialistas para que participaran en su formulación.
El sector privado si fue enterado del proyecto inicial pero, debido a la delicada situación
existente entre este sector y el gobierno, sus integrantes se opusieron a algunos artículos del
proyecto de ley, sobre todo a los que se referían a la posibilidad de que el Estado se erigiera
como responsable de fundar y ordenar centres de población, y tampoco estaban de acuerdo
en lo concerniente a lo que la ley consideraba como “causas de expropiación”,
97
fundamentadas en “razones de beneficio colectivo, utilidad publica y función social”. La
iniciativa de ley se convirtió así en un nuevo factor de conflicto y de enfrentamiento abierto
entre el Estado y una fracción importante del sector privado, que interpretaba los
planteamientos oficiales como un verdadero intento de nacionalización de los terrenos
excedentes e, inclusive, de expropiación de casas-habitación no ocupadas por sus
propietarios.
Por otra parte, el hermetismo con el que se preparaba el proyecto de ley provocó que se
levantara una ola de rumores destacando por su contenido los siguientes: a) que se
introducirían familias allí donde hubiera habitaciones sin uso; b) que el gobierno dispondría de
facultades para edificar en los jardines de las casas particulares; c) que por disposición de la
nueva ley, quien poseyera más de una casa-habitación la perdería.
Dentro de un ambiente de confusión y rumores el gobierno no se decidía a publicar la
iniciativa de ley, con lo cual se hacia evidente que continuaba en discusión y que todavía no se
llegaba a un acuerdo sobre los alcances de la controvertida ley.
El 6 de febrero fue aprobada por el Congreso de la Unión una adición al articulo 27
constitucional en el cual se establecía que la nación, es decir, el Estado, tendría en tod o
tiempo “el derecho de imponer a la propiedad privada las modalidades que dicte el interés
público, así como de regular, en beneficio social, el aprovechamiento de los elementos
naturales susceptibles de apropiación, con objeto de hacer una distribución equitativa de la
riqueza publica, cuidar de su conservación, lograr el desarrollo equilibrado del país y el
mejoramiento de las condiciones de vida de la población rural y urbana.
En esencia, el gobierno decía tener los siguientes propósitos: a) mejoramiento de las
condiciones de vida de la población; b) desarrollo equilibrado entre ciudad y campo; c)
distribución equitativa de la riqueza; d) descongestión de las grandes urbes; e) humanización de
la vida en común; f) regularización del mercado de los terrenos y el de los inmuebles
destinados a vivienda popular, evitando se especulase con los mismos, y g) procurar que
todos los habitantes contasen con una habitación digna.
El proceso de reglamentación de la ley se desarrollo dentro un periodo crítico de sesenta
días. El 31 de marzo del mismo año en la prensa de la capital de la Republica se inserto un
desplegado firmado por la hasta entonces desconocida Conferencia Nacional de Colonias
Proletarias; en tal desplegado se afirmaba que con fecha de 21 de febrero anterior, se había
celebrado en Monterrey una reunión secreta en la que habían participado 160 personas
acaudaladas procedentes de 18 estados del país y en la cual se había elaborado un plan
para desestabilizar al gobierno mediante presiones y ataques masivos al presidente, a fin de
impedirle que convocara al Congreso para reglamentar la Ley de Asentamientos Humanos.
El 19 de abril se llevo a cabo la Reunión Nacional Sobre Asentamientos Humanos, a la que
asistieron representantes de todos los estados de la Republica con objeto de justificar,
mediante estudios ahí presentados, la necesidad de regular el crecimiento urbano en el país.
Echeverría aprovecho la ocasión para denunciar la reunión de Monterrey antes mencionada,
calificándola de “subversiva” y “profascista”, y acusando directamente al Grupo Monterrey de
estar patrocinando la campaña.
De esta manera, el gobierno iniciaba su propia campaña contra el Grupo Monterrey; el
presidente del PRI hizo un llamado en el que conminaba a los trabajadores a emprender una
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acción directa en contra de los malos mexicanos que se oponían a las instituciones
revolucionarias, mientras que por otra parte, el candidato a la presidencia, José López
Portillo, hacia lo posible por mediar en el conflicto para evitar mayores rupturas.
Después de varios enfrentamientos verbales y de acusaciones mutuas, el sector empresarial
acepto públicamente, por medio del CCE, la necesidad de la ley, haciendo del conocimiento
público haber celebrado reuniones con las autoridades, e incluso con el presidente, a fin de
proponer reformas al proyecto de ley. Estas declaraciones suavizaron la tensa situación,
Echeverría adopto un tono conciliador y el secretario de la presidencia anunció oficialmente
estar haciendo reformas al proyecto. Al presentarse al Congreso para su aprobación fue
reestructurado totalmente; se le hicieron 48 enmiendas despojándolo de su carácter
conflictivo, al grado de que inclusive la fracción panista en la Cámara, considerada como la mas
asidua defensora del sistema de libre empresa, llegó a aprobar las enmiendas
considerándolas como el resultado del “sano juicio del pueblo y su posición a la expresión
corporativista del Estado. Desafortunadamente en los últimos meses del sexenio habrían de
surgir nuevos enfrentamientos que conducirían a la ruptura definitiva entre el sector
empresarial y el gobierno echeverrista.
g) El conflictivo final de sexenio
Sucesión presidencial en 1976. López Portillo prácticamente no tuvo contrincante en las
elecciones presidenciales, pues por una parte, el PAN, que atravesaba por una crisis interna,
no llego a postular candidato presidencial y por el lado contrario, el Partido Comunista no
había logrado obtener el reconocimiento oficial como partido político. Sin embargo, el
abstencionismo fue significativamente alto, lo cual era un indicador importante del clima de
desconfianza que prevalecía en el país. Además, comparado al de las elecciones de 1970, el
abstencionismo general de 1976 se incrementó en poco mas de un millón de ciudadanos; de
la población empadronada sólo acudió a votar el 31%, cifra inferior al porcentaje registrado
en 1970 que fue del 35%, y ligeramente superior a la de 1964, que registro el 30.6%. 27
Crisis de confianza y político del rumor. En el contexto de las relaciones conflictivas entre el
gobierno echeverrista y la iniciativa privada, se encuentra también lo que se consideró como
“la ofensiva ideológica catastrofista de los empresarios”, según la cual se acusaba al grupo
empresarial de organizar y difundir la campaña de rumores que caracterizara al sexenio,
sobre todo a partir de finales de 1972. Pero cualquiera que haya sido el origen de aquellos
rumores, el hecho real es que se propagaron por todo el país, aumentando el clima de
desconfianza de la población hacia el régimen echeverrista. Los rumores más destacados,
tanto por su carácter alarmista como por lo extensivo de su difusión, fueron
los siguientes: 1) el estrangulamiento de mujeres en la ciudad de México (1972); 2) la
escasez de alimentos (1972); 3) la escasez de petróleo (1973); 4) la vacunación esterilizante
de niños en edad escolar (1974); 5) la idea de que a través de los libros de texto el gobierno
tenia la intención de controlar las mentes de los niños (1975); 6) con la ley de asentamientos
humanos, el gobierno estaba decidido a acomodar a gente extraña (quizás chilenos
exiliados) en las casas particulares (1975); y 7) Echeverría estaba dispuesto a dar un golpe de
Estado para mantenerse en la presidencia, el 20 de noviembre, aniversario de la
Revolución y diez días antes de que López Portillo tomara el poder (1976).
El clima de inquietud se agudizó en los últimos meses del sexenio, y el país en general entro
de lleno en lo que se llamo “una fuerte crisis de confianza”, aunque en realidad se trataba de
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la misma crisis de legitimidad del sistema político que, generada a partir de 1968, no sólo no se
había resuelto, sino que por el contrario se había acentuado al fallar el proyecto reformista de
Echeverría. Los últimos meses del sexenio echeverrista se caracterizaron, por el aumento de los
rumores que se acrecentaron al ocurrir la devaluación del 31 de agosto. Además, una nueva
acusación de Echeverría contra el grupo empresarial se agregó a la serie de factores de conflicto
en aquellos días. En las semanas siguientes a la devaluación, cuando era más necesaria que
nunca la conciliación de los sectores público y privado para fortalecer el sistema monetario,
el presidente Echeverría atacó directamente al sector empresarial, y en particular a los
integrantes del grupo Monterrey, llamándoles “egoístas y malos cristianos”, y además los acuso
de ser los responsables directos del clima de inquietud social en el que se encontraba Nuevo
León en esos mementos. En una reunión del Fomento Metropolitano de Monterrey, Echeverría
lanzó ataques directos “a los ricos y poderosos de Monterrey que se dicen cristianos y se dan
golpes de pecho, pero se niegan a ayudar a sus semejantes, y aunque crean industrias,
estas carecen de sentido social, lo que los convierte en profundamente reaccionarios y
enemigos del pueblo”.
En seguida se registro la huida de capitales que habría de considerarse como la causa
fundamental de la segunda devaluación, anunciada por el gobierno el día 27 de octubre, y
por la cual la moneda mexicana perdía el 55% de su valor respecto a la moneda
estadounidense. Se llegó a la conclusión de que la nueva devaluación se debía básicamente a la
crisis de confianza generalizada que había propiciado la fuga masiva de capitales.
El desorden de la economía y la aparente incapacidad del gobierno para controlarlo, dieron
como resultado que en los últimos meses del sexenio se generara un ambiente de
inseguridad, en medio del cual se pensaba que podía suceder cualquier cosa, mientras que “el
terrorismo verbal” cobraba fuerza a medida que se acercaba el 1° de diciembre y fueron en
constante aumento la efervescencia política y la inquietud e inseguridad sociales. Se decía
que el presidente Echeverría era uno de los hombres más ricos del mundo, y que
aprovechando la devaluación, muchos funcionarios incluido el presidente, se habían
enriquecido especulando contra el peso. Se dijo además que la señora Echeverría había
sufrido un atentado, y después cundió el rumor de que la victima de tal agresión había sido la
señora López Portillo y la esposa del presidente.
Los rumores más insistentes eran aquellos que podían tener repercusiones más directas
sobre la vida de los ciudadanos, por ejemplo: la congelación de las cuentas bancarias, la
nacionalización de la banca o el racionamiento de algunos productos alimenticios básicos.
Estos últimos rumores provocaron compras de pánico y la cancelación masiva de las cuentas
bancarias. Pero el más grave y amenazante de todos los rumores fue el de que se preparaba
un golpe de Estado contra el régimen echeverrista, el cual para algunos surgiría de los
grupos opositores de derecha y en cambio para otros se gestaba como un movimiento de
izquierda. La primera fecha manejada para que surgiera el citado golpe fue el 15 de
septiembre y al llegar la fecha sin que esto ocurriera, se transfirió al 20 de noviembre, como si
fuera necesaria una fecha conmemorativa para que tuviera lugar un evento de tal
naturaleza. Se decía también que el general Hermenegildo Cuenca Díaz había sido apresado e
incluso asesinado.
Al llegar el 20 de noviembre, no se produjo el supuesto golpe de Estado, pero sí, en cambio,
surgió una nueva serie de murmuraciones al mismo tiempo que se agudizaba la crisis en el
sistema monetario. El día 21 empezó a circular el rumor de que el propio presidente
100
Echeverría preparaba un autogolpe de Estado con el propósito de mantenerse en el poder,
pues lo que realmente buscaba era instaurar, un nuevo “maximato”. Ante la gravedad de los
rumores, los dirigentes del ejercito reiteraron su lealtad hacia las instituciones democráticas,
responsabilizando de los rumores a los grupos económicamente fuertes que se habían visto
afectados por la política del presidente; el propio Echeverría denunciaba el surgimiento de
grupos neofascistas y acusaba a las “poderosas minorías que no imaginan otra solución para
el destino de México que la alianza con poderosos intereses a los cuales entregar el destino
de México”.
Para esas fechas una nueva acción del gobierno se había constituido en un factor más de
conflicto con el sector privado. El 18 de noviembre la Secretaría de la Reforma Agraria
anunció la afectación de 37 131 hectáreas de riego en los valles del Yaqui y Mayo, y otras 61
655 de agostadero en otros municipios de Sonora y más tarde varios grupos de campesinos,
alentados por funcionarios políticos, invadieron terrenos en los estados de Durango y
Sinaloa. Los propietarios agrícolas afectados vieron en aquella medida del gobierno una
nueva violación al derecho de propiedad privada y cundió entre ellos el temor de que
aquellas expropiaciones podían sentar un precedente en otras regiones y agudizar las
tensiones en el campo. Para los empresarios y el sector privado en general, una medida
como aquella, tomada en vísperas de cambio de gobierno, únicamente podía ser una
provocación. Afirmaban que la decisión era ilegal y que no sólo se había despojado de sus
pertenencias a pequeños agricultores, sino que se había llegado al grado de incluir como
tierras agrícolas a mas de treinta fábricas importantes de, Ciudad Obregón. Una respuesta
concreta en contra de la medida expropiatoria fue impulsada por comerciantes de varios
estados de la Republica, quienes organizaron un paro que constituía un acto de solidaridad
hacia los propietarios afectados.
El general Cuenca Díaz reitero la lealtad de las fuerzas armadas a las instituciones nacidas
de la Revolución y el mismo califico de imposible un golpe de Estado; coincidiendo con el
secretario de Defensa, los militares renovaron su fe ciudadana y responsabilizaron de los
rumores a “los grupos económicamente fuertes” que habían sido los más afectados por la
política echeverrista. En general los grupos políticos en tomo al presidente lanzaron serias
acusaciones contra el Consejo Coordinador Empresarial, los banqueros y los latifundistas a
quienes suponían ligados a “la inefable CIA” en momentos en que “nadie que tenga un
elemental grado de sensatez se tragaría la píldora de un golpe de estado comunista o pro
comunista, en esta hora cualquier aventura golpista le haría el juego al imperialismo y la
reacción extrema”.
Pero la denuncia formal y especifica, y con lujo de detalles en cuanto a las características de
la campaña de rumores, estuvo a cargo del Partido Socialista de los Trabajadores; uno de
sus lideres, Graco Ramírez, denuncio ante los periódicos que los rumores de golpe de
Estado y el paro de comerciantes en protesta por las decisiones agrarias tomadas en el
noroeste del país, eran producto de una campaña de desestabilización del tipo de las que
utilizaba la Agenda Central de Inteligencia (cu) de Estados Unidos en otros países
latinoamericanos. El 26 de noviembre el diputado priísta por Nuevo León, Raúl Caballero,
llevo aun más lejos la acusación de atribuir los cargos de “sabotaje y traición” al presidente
de la COPARMEX, Andrés Marcelo Sada, cuando lo señalo como “el principal instigador
de los rumores que propiciaron la salida de dólares en un intento por desestabilizar al país,
utilizando los mismos medios que se habían empleado contra Salvador Allende en Chile”.
101
A partir de ese momento se publicó en la prensa una serie de acusaciones y
contraacusaciones entre el sector público y el privado. Por una parte, los funcionarios
echeverristas compartían la idea de que las murmuraciones constituían un arma de los
grupos de la derecha para forzar el rumbo supuestamente socialista que el país había
tornado durante el sexenio En cambio, los integrantes de la iniciativa privada consideraban que
las murmuraciones eran producto de una política de contradicciones, de decisiones
conflictivas, confusas, o más concretamente de la irresponsabilidad y torpeza de los
funcionarios públicos que se distinguían por la ligereza de sus afirmaciones, causando con ello
malas interpretaciones entre la población.
Lo más grave es que nada o muy poco se hizo para detener el avance del conflicto Estadoempresarios; al contrario, de uno y otro lado fueron en aumento las provocaciones, de
manera que la estabilidad nacional llego a verse realmente amenazada. A las acusaciones
de los funcionarios públicos respondió Jorge Sánchez Mejorada, de la CONCAMIN, ante la
reunión de la Comisión Tripartita celebrada en Palacio Nacional el 22 de noviembre:
“...Nunca se podrá esperar un incremento en la productividad si no se garantiza la estabilidad
política, el respeto a la propiedad, producción, trabajo, comercio y la planificación tributaria a largo
plazo... las cosas se han hecho mal, no se puede tapar el sol con un dedo; los paros de la
industria y el comercio son una actitud cívica contra las agresiones que ha sufrido la
iniciativa privada.” Por su parte Andrés Marcelo Sada se negó a hacer comentarios sobre las
acusaciones en su contra y se limito a manifestar sus esperanzas en la nueva administración que
estaba por iniciar José López Portillo, declarando enfático que: “Nadie quisiera que la situación
actual se repitiera en el nuevo sexenio”.
Como el conflicto había llegado a personalizarse y no se trataba en realidad de un
rompimiento entre los empresarios y el sistema político, sino particularmente entre aquellos y
Luis Echeverría, el hecho de que una nueva persona asumiera la presidencia significaba en
si mismo una garantía de que las tensiones disminuirían. En aquellos momentos de final de
sexenio la comparación entre el presidente saliente y el entrante era inevitable, aunque en un
principio fuera solo por los rasgos contrastantes de sus respectivas personalidades; el gesto
adusto y la carrera burocrática-política del primero frente a la imagen tecnocrática del
segundo que además hacia gala de sentido del humor, significaba ya una promesa de
cambio.
Una promesa que en aquel año de 1976 se esperaba con mayor ansiedad que en los
anteriores cambios de gobierno de la historia posrevolucionaria. Una situación que no se
podía comparar siquiera con la transferencia de poder en 1940, cuando el carácter
conciliador de Ávila Camacho prometía un cambio de rumbo a la iniciativa privada, pues si
Luis Echeverría había pretendido seguir los pasos de Cárdenas mediante un nuevo
populismo nacionalista enmarcado en lo que se llamo un “estilo personal de gobernar”,
orientado a recuperar las relaciones del gobierno con las clases contestatarias, había
fracasado en sus propósitos, y ese fracaso no solo se debía a las actitudes de abierta
agresión contra los empresarios (que Cárdenas no utilizo), sino a que tal vez no supo
comprender en toda su magnitud que las fuerzas socioeconómicas de su tiempo no eran las
del México de los años treinta. Preocupado por la huella de los sucesos de 1968 que tenía
frente a si, pareciera haber perdido la dimensión panorámica de su entorno, no obstante las
buenas intenciones con las que emprendiera el camino hacia la justicia social que, de
acuerdo con su critica inicial, no pudo alcanzar el modelo de desarrollo estabilizador.
102
Por otra parte, el nacionalismo echeverrista fue superficial, no se intento una verdadera
revitalización de los valores de la cultura nacional, sino que se manejaron, con excesiva
insistencia, algunos elementos del folclor que a la larga parecieron tener un efecto contrario
al que se buscaba. Hubo ciertamente “apertura democrática” hasta donde pudo permitirlo el
autoritarismo del sistema político, que no vario sustancialmente; se permitió una mayor
libertad de expresión, al menos en relación, con el sexenio anterior, y se dio una apertura en
el dialogo entre gobernantes y gobernados como no se había visto en muchos años, e
incluso fue posible que un importante grupo de intelectuales hiciera critica de fondo. Pero ese
relativo cambio político se vio acompañado, al contrario de lo que Echeverría anunciara al
principio de su mandato, por un notable deterioro del modelo de desarrollo económico, y de
una disminución en el ritmo de crecimiento que dio como resultado que el “milagro
mexicano”, empezara a cuestionarse de manera significativa.
h) Política exterior
En los primeros momentos del sexenio las relaciones con el exterior se mantuvieron dentro
de la línea tradicional y los cambios —salvo el de los nombramientos de economistas
embajadores— se enmarcaron en los esquemas que habían caracterizado la política exterior
mexicana, sobre todo a partir del comienzo de la “guerra fría”. Como ejemplo de esto, el
primer acto importante del gobierno de Echeverría al respecto fue el declarar non gratos, a
cinco funcionarios de la embajada de la Unión Soviética, bajo el cargo de estar involucrados
en el entrenamiento de un grupo de guerrilleros mexicanos en Corea del Norte. Esta medida
pareció indicar, en aquel momento, que la línea del gobierno de Echeverría en materia de
política exterior seguiría una orientación anticomunista y que se habría de mantener al
margen de la política internacional, que habían mostrado la mayoría de los gobiernos
anteriores. Por otra parte, Echeverría no contemplaba entre sus planes inmediatos realizar
viajes al exterior. Al contestar, en mayo de 1971, la pregunta que en ese sentido le hiciera un
periodista, el presidente dijo: “Realmente no pienso salir del país en dos o tres años, nos
estamos encarrilando aquí. Yo quiero salir a la provincia mexicana.”
El cambio de orientación habría de darse más tarde, a medida que el gobierno echeverrista vio la
posibilidad de utilizar la política exterior como un medio de revitalizar internamente la imagen del
sistema político frente a los grupos disidentes, y demostrar al mismo tiempo el deseo de
alcanzaron orden internacional más justo y equitativo no solo para México sino para todos los
países, en vías de desarrollo. La nueva política exterior hubo de manifestarse cuando se hizo
evidente que el gobierno de Estados Unidos había puesto fin a la llamada “relación especial”
que el gobierno de ese país decía sostener con México.
Antecedentes de la nueva político exterior. Ese cambio de actitud de Estados Unidos en sus
relaciones con México, estaba vinculado con los cambios que se estaban gestando en la
política mundial. Al comenzaría década de los años setenta, la estructura política de bloques
que había caracterizado al orden internacional de la posguerra estaba deteriorándose para
dar paso a una nueva estructura que dejaba atrás la tensa relación bipolar entre las dos
superpotencias, es decir, que la guerra fría empezaba a decaer ante el surgimiento de un
enfoque más tolerante en las relaciones internacionales —diplomáticas o meramente
comerciales— y en general, empezó a manifestarse la existencia de un mundo políticamente
plural en el que participaba cada vez mayor numero de países. Este cambio abría nuevas
posibilidades para las relaciones de los países integrantes de los antiguos bloques, al
permitirles una mayor independencia en su política exterior.
103
Sin embargo, en el continente americano, quizá por ser la zona de influencia tradicional de
Estados Unidos, el ingreso a ese nuevo orden internacional fue en lo general más lento,
como lo demuestra el hecho de que en 1975 Estados Unidos y la mayoría de países
latinoamericanos seguían manteniendo el bloqueo económico y político contra la Cuba
socialista de Fidel Castro, a pesar de que en la reunión de la OEA celebrada en San José
Costa Rica, en julio de 1975, se había acordado dejaren libertad a los estados miembros
para restablecer relaciones con Cuba. A pesar de su resistencia a reanudar relaciones
diplomáticas con este país, el gobierno de Estados Unidos llego a la conclusión de que, ante
el logro de la distensión en la relación Este-Oeste, ya no era necesario mantener los
mecanismos de cooperación económica y política con los países de América Latina.
En efecto, al finalizar los años sesenta, cuando una nueva administración llego al poder en
Washington en momentos en que se manifestaban los primeros signos concretes de
relajamiento de la guerra fría, cuando además estaba claro que Fidel Castro había empezado
a disminuir su apoyo a las guerrillas latinoamericanas y optaba por una actitud menos
agresiva, cuando, en fin, los políticos estadounidenses comenzaron a tener confianza en que
la revolución social tan temida por ellos no estallaría en América Latina tan fácilmente como
antes lo habían supuesto, fueron abandonando la Alianza para el Progreso hasta dejaría casi
sin efecto.
Como primera medida de cambio de su política, el gobierno estadounidense redujo los
fondos financieros que dedicaba a la asistencia económica de los países latinoamericanos.
Parecía ser que una vez terminada la tirantez política en el mundo y en el continente, las
autoridades políticas estadounidenses dejaban nuevamente que los intereses económicos
privados de los empresarios de su país, tomaran el liderazgo en las relaciones con América
Latina; y así, la presencia oficial de Estados Unidos en el área latinoamericana se redujo
notablemente.
En agosto de 1971 el presidente Nixon estableció un impuesto adicional del 10% a las
importaciones de productos sujetos a derechos; tal medida, aun cuando estaba dirigida a
todos los países que mantenían relaciones comerciales con Estados Unidos, afectaba en
mayor grado a aquellas naciones de América Latina que por encontrarse “en vías de
desarrollo”, tenían nexos más estrechos con la economía estadounidense. De esos países,
México fue el único que trato de negociar con el gobierno estadounidense una dispensa de la
sobretasa, y Canadá adopto una actitud semejante. Los gobiernos de ambas naciones
suponían que por su inmediata vecindad con Estados Unidos merecían un trato preferente de
parte de este país, principalmente porque confiaban en la existencia de una “relación
especial” que el gobierno de Estados Unidos decía tener hacia ellos; pero ni México ni
Canadá lograron la dispensa del nuevo impuesto con lo que se hizo evidente la fragilidad de la
relación especial. Para México este incidente constituyo la segunda manifestación del “estilo”
que la administración Nixon aplicaba a su política exterior, el primero fue la llamada “Operación
Intercepción” puesta en marcha en 1969.
Características generales de la nueva política exterior mexicana en el periodo 19701976.
Primeros planteamientos de la política a favor del Tercer Mundo. Los primeros signos
concretos del nuevo rumbo que estaba tomando el gobierno mexicano en política exterior, se
dieron a partir de agosto de 1971, cuando de manera inesperada México firmo un nuevo
104
convenio aéreo con Cuba, medida que, sumada a otras acciones de menor importancia,
constituía un claro signo de que se intentaba realizar un acercamiento, o más bien
descongelamiento, en las relaciones de México con Cuba, pues aun cuando nunca fueron
suspendidas, desde 1962 se habían visto afectadas por un enfriamiento que obstaculizo el
intercambio real con ese país. A medida que avanzaba el sexenio fue en aumento el
acercamiento con Cuba hasta culminar con la visita de Echeverría a La Habana en 1975.
Una manifestación todavía más clara del nuevo rumbo que estaba tomando la política
exterior de México, fue el discurso pronunciado por el presidente Echeverría ante la
Asamblea General de las Naciones Unidas el 5 de octubre de 1971, que constituyo un
verdadero viraje en la política tradicional de México. Abandonando la cautela característica
de años anteriores, Echeverría se refirió en concreto a la sobretasa impuesta a las
importaciones por el gobierno de Estados Unidos: “Creo mi deber señalar”, expreso, “que la
imposición de un gravamen adicional del 10% a las importaciones norteamericanas vulnera
los intereses de mi país, así como los de todas las naciones en vías de desarrollo”. Agrego
que su gobierno se proponía abandonar el énfasis que hasta entonces había puesto en la
negociación bilateral con Estados Unidos, para encaminarse hacia una diplomacia
multilateral, con una inclinación decidida hacia los planteamientos del llamado tercer mundo,
para solidarizarse con los países subdesarrollados en sus esfuerzos por mejorar las
relaciones comerciales y en la denuncia de los perjuicios causados en las economías de los
países pobres a causa de la tendencia proteccionista de Estados Unidos.
Pero el hecho que habría de confirmar de manera definitiva el cambio de orientación de la
política exterior de México —y el esfuerzo por valerse de ella como medio para fortalecer, la
imagen interna del régimen frente a los grupos disidentes de izquierda— fue la visita que hizo
Echeverría a Chile en abril de 1972, en el marco del acercamiento de México con el gobierno
socialista de Salvador Allende. En esa visita a Chile, el presidente mexicano compareció ante la
Tercera Reunión de la UNCTAD (en español Conferencia de las Naciones Unidas sobre
Comercio y Desarrollo) celebrada en Santiago, la capital de ese país, en donde confirmo la
posición tercermundista y el acento del nuevo enfoque multilateral ya planteados por el en la
Asamblea General de la ONU, al presentar la idea de un proyecto de Carta de Derechos y
Deberes Económicos de los Estados, que Echeverría concebía como un instrumento
destinado a defender las economías de los países en desarrollo.
La visita de Echeverría a Chile tenía un especial significado en aquellos momentos, por lo que
representaba el nuevo gobierno socialista tanto para la política interna del propio país
sudamericano como para la política internacional. Salvador Allende había llegado al poder
presidencial por mayoría relativa, después de una elección en la que obtuvo
aproximadamente el 37% de la votación total, lo cual significaba que el 63% restante del voto
chileno estaba en su contra, o lo que era casi lo mismo, en contra del socialismo. Al día
siguiente de que Echeverría llegara a la ciudad de Santiago, se llevaba a cabo una
manifestación a favor de Allende, como respuesta a una manifestación anterior de los
sectores oposicionistas y, aun cuando la primera concentro un mayor numero de personas, no
cabía duda que ante la ambivalente posición del presidente chileno, Echeverría había
escogido el momento menos propicio para visitar Chile; y en efecto, el peligro de visitar a un jefe
de estado que gobernaba con la oposición expresa de la mayoría, fue una nube que
ensombreció la visita del presidente mexicano.
105
Por otra parte, es conveniente tomar en cuenta que el gobierno de Allende había expropiado
de manos extranjeras la industria del cobre, principal industria nacional chilena, acción que le
atrajo como represalia el bloqueo de los créditos de parte de Estados Unidos y de los
organismos económicos internacionales. En un intento por solucionar ese conflicto financiero
internacional, y coincidiendo, con la visita del presidente mexicano a Santiago, se estaba
celebrando en Paris una reunión que tenia por objeto discutir la solicitud chilena de
renegociación de su deuda externa con los países europeos. Esto tiene importancia porque
Echeverría llego a Chile con la oferta de una línea de préstamos que, aunque modesta,
significaba una acción importante para romper el bloqueo crediticio de Estados
Unidos contra ese país.
La llegada del socialista Allende al poder presidencial de su país, que había logrado atraer la
atención de los medios políticos internacionales, brindaba a Echeverría la coyuntura ideal
para subrayar tanto en México como en el ámbito internacional, los lineamientos de su nueva
política exterior, pues por otra parte, era un hecho innegable que Allende había llegado al
poder por medio de una elección popular, por lo que el gobierno de Echeverría no podía ser
acusado, ni en México ni en el exterior, de apoyar un régimen antidemocrático y en cambio
podría obtener la aprobación de los sectores “progresistas”, nacionales y extranjeros, por
ayudar a un gobierno empeñado en llevar a cabo reformas estructurales
en beneficio de las clases populares, lo cual era ampliamente compatible con sus propósitos
de reconciliarse con los sectores disidentes de la izquierda en México, sobre todo si se
llevaban a cabo en Chile las reformas constitucionales que Allende había prometido.
La política de México en el caso de Chile no se limito a las declaraciones verbales que
ambos mandatarios intercambiaron durante sus mutuas visitas (Allende correspondió la visita de
Echeverría en diciembre del mismo año de 1972), sino que hubo actos concretos de
solidaridad y ayuda económica de parte de México, los cuales representaron sacrificios para el
país en medio de la situación de crisis que vivía, y atrajeron en consecuencia duras criticas al
régimen echeverrista, sobre todo de parte de los grupos empresariales.
Sin embargo, el principal catalizador de la nueva política exterior de México no fue tanto el
interés del gobierno por recuperar la confianza de los grupos de izquierda, sino más bien el
percatarse de los grandes cambios operados en orden internacional. La sobretasa impositiva a
las importaciones, aprobada por el presidente estadounidense en agosto de 1971, hizo
evidente que México era en extremo vulnerable y contaba con escasas defensas frente a las
acciones que tomara unilateralmente el gobierno de Estados Unidos. Este hecho reforzó la
convicción del régimen echeverrista acerca de la urgente necesidad de diversificar las
relaciones comerciales y financieras del país con el extranjero, y al mismo tiempo encontrar
nuevas bases de negociación con el vecino país del norte.
Nuevo rumbo de la político exterior en el régimen echeverrista. A partir de entonces, el
presidente Echeverría se empeño en una actividad intensa de diplomacia personal —jamás
realizada por un mandatario mexicano— y trato de fomentar en su propio gobierno y en el
país en general, una nueva conciencia internacionalista en la que se destacaba la estrecha
vinculación existente entre los problemas nacionales y los internacionales, así como la
necesidad de sacar al país de su aislamiento y pasividad. Esta nueva posición doctrinaria
constituía un viraje significativo de la política exterior mexicana, la cual hasta ese momento
se había caracterizado por una actitud de pasividad, de no querer involucrarse en las
cuestiones internacionales, y eso había traído como consecuencia que el país concentrara
106
excesivamente sus relaciones exteriores con Estados Unidos, acentuando aun mas la
dependencia con respecto a ese país.
La nueva política exterior del gobierno echeverrista se enmarco en dos líneas de acción: 1) la
expansión y diversificación de las relaciones económicas y 2) la lucha por el establecimiento de
un orden internacional económico más justo y equitativo. Para poner en práctica lo primero,
Echeverría eligió caminos bilaterales de negociación y cooperación, realizando giras
internacionales y contactos personales con varios jefes de Estado (realizo 13 giras en las que
visito 37 países y asistió a las reuniones de varios organismos internacionales). En el
cumplimiento del segundo propósito, Echeverría tomo diferentes acciones y participo en
diversos foros internacionales, destacando entre esas actividades la Carta de Derechos y
Deberes Económicos de los Estados, el Sistema Económico de América Latina ( SELA) y el
proyecto del Sistema para el Desarrollo del Tercer Mundo.
Aun cuando la mayoría de las visitas y reuniones del presidente Echeverría con diversos
jefes de Estado tuvieron interés económico, como en el caso de su visita a Japón, los países
europeos, Irán, Kuwait, e incluso Venezuela, algunas de las visitas que realizara al
extranjero, por ejemplo al Vaticano, a la Unión Soviética, a China, o a Cuba, tuvieron
intenciones más bien políticas. Fueron hechas con el objetivo de dar contenido al principio
del “pluralismo ideológico” que fundamentaba la nueva política exterior de México y de
ratificar la posición de solidaridad con el Tercer Mundo. Pero además, Echeverría buscaba
legitimar frente a los grupos de izquierda nacionales, su postura a favor de los países con
gobiernos “progresistas” como Chile. En este sentido es particularmente notable el cambio
vertiginoso que se dio en la política mexicana en cuanto a sus relaciones con China Popular,
todavía en 1970 se había mantenido la posición tradicional de votar en contra de la admisión
de la China continental a las Naciones Unidas. Sin embargo, en la sesión de la Asamblea
General de este organismo en octubre de 1971, México voto finalmente en favor de tal
admisión. Aunque en una primera instancia se había pronunciado por la tesis de “las dos
Chinas”, que implicaba la inclusión de Taiwán bajo el rubro de Republica de China, lo cual
era obviamente inadmisible para el gobierno de China Popular. En febrero del siguiente año,
o sea solamente cuatro meses después de emitido su voto favorable a la admisión, México
estableció relaciones con China Popular—lo que significo el desconocimiento de Taiwán— y
un año después (abril de 1973) se llevo a cabo la visita del presidente Echeverría a la
entonces ciudad de Pekín.
Legislación sobre político, exterior. En el aspecto de la legislación en materia de política
exterior, puede considerarse como una acción destacada del nuevo orden de cosas, la
decisión de México de pronunciarse a favor de que se reconociera un mar patrimonial o zona
económica exclusiva hasta una distancia de 200 millas náuticas de la línea costera. Esto
significaba ejercer la soberanía sobre todos los recursos naturales, renovables o no
renovables, de los fondos marinos, incluido su subsuelo, y de las aguas suprayacentes, pero
sin menoscabo a la libertad de navegación, sobrevuelo y tendido de cables. Este
pronunciamiento, ya expresado por Echeverría en la reunión de la UNCTAD en Chile, en abril
de 1972, y en donde lo hacia extensivo a todos los países costeros, ampliaba particularmente
la soberanía mexicana sobre los recursos naturales comprendidos en una superficie marina
de 2 millones 400 kilometres cuadrados, o sea una superficie casi igual a la del territorio
nacional, y tenia como antecedente el decreto de diciembre de 1969, cuando el gobierno de
Díaz Ordaz reformo la Ley General de Bienes Nacionales para definir como uno de los
bienes del dominio público el mar territorial hasta una distancia de 12 millas.
107
Aparte de la ley sobre el mar patrimonial, el gobierno de Echeverría realice otras medidas
legislativas importantes: 1) la Ley sobre el Registro de la Transferencia de Tecnología y el
Uso y Explotación de Patentes y Marcas, promulgada en 1972, la cual fue de singular
relevancia por ser la primera regulación jurídica integral en materia de adquisición de
tecnología extranjera, establecida con el propósito de controlar la fuga de divisas y la
dependencia del exterior, en especial de Estados Unidos; 2) la Ley para Promover la
Inversión Mexicana y Regular la Inversión Extranjera, promulgada en 1973, mediante la cual
se creo la Comisión Nacional de Inversiones Extranjeras, con facultades para determinar la
conveniencia de autorizar la inversión del capital extranjero. Esta última ley se
fundamentaba, en primer lugar, en el hecho de que el gobierno de Echeverría reconocía la
necesidad del país de importar capital extranjero, y en segundo, en el criterio de que no todo
tipo de capital es políticamente aceptable o conveniente para el desarrollo del país.
Excesos de la nueva político exterior. A pesar del éxito de las acciones antes mencionadas,
que recibieron comentarios favorables en los medios de difusión, con el tiempo llego a
considerarse excesivo el numero de iniciativas de ley y de acciones tomadas por el gobierno
de Echeverría en materia internacional, muchas de las cuales ni siquiera tenían una clara
explicación para la opinión publica en cuanto a la utilidad que podían reportar al país; esto
dio origen 2 frecuentes criticas en contra de los “excesos” de la nueva política exterior, que
fueron subiendo de tono hasta desembocar en el creciente rumor de que Echeverría
aspiraba, una vez terminada su gestión como presidente de la Republica, al puesto de
Secretario General de las Naciones Unidas, o bien al Premio Nóbel de la Paz.
Las críticas se referían sobre todo a ciertas acciones del régimen que no solo parecían del
todo gratuitas ante la opinión pública, sino que hasta se consideraban como provocaciones
innecesarias que ponían a México en entredicho ante la comunidad internacional. Una de
esas acciones tuvo lugar a mediados de 1975, cuando el gobierno mexicano se ofreció a
mediar en el conflicto árabe-israelí, en momentos en que los representantes de Estados
Unidos y de la Unión Soviética competían entre si por jugar ese papel mediador, y cuando la
ONU había sido incapaz de dar solución al conflicto. Por si fuera poco, en noviembre de ese
mismo año apareció un desplegado en el periódico estadounidense The New York Times en
el que se solicitaba expresamente a los judíos de Estados Unidos abstenerse de viajar a
México y de hacer negocios con exportadores e importadores mexicanos; como justificación
de ese boicot se argumentaba que México había votado días antes en las Naciones Unidas
en favor de una declaración en el sentido de que el sionismo es una forma de racismo.
A los pocos días de publicado el documento, el presidente de la Asociación Mexicana de
Hoteles declaraba a la prensa que cerca de 30 mil reservaciones habían sido canceladas, y
varias convenciones programadas para llevarse a cabo en México habían sido suprimidas. Sin
embargo, la reacción de la comunidad judía estadounidense resultaba exagerada si se toma en
cuenta que el hecho contra el cual protestaba se trataba tan solo de una simple declaración
y no de un dictamen oficial, y si se considera además que otros 71 países votaron en el
mismo sentido que México; mas bien parece ser que el incidente se enmarcaba en el disgusto de
la comunidad judía por el reconocimiento tácito dado por Echeverría a Yaser Arafat como líder
del movimiento de liberación Palestina.
108
El hecho es que, justificado o no, el boicot judío estadounidense demostró que por la
dependencia en el turismo de Estados Unidos, México resultaba un blanco vulnerable para el
boicot, lo que a su vez parecía confirmar el temor de quienes consideraban los actos de
Echeverría en materia de política exterior como provocaciones innecesarias. En los primeros
días de diciembre el canciller mexicano se vio obligado a viajar a Tel Aviv con el objeto de
discutir “cualquier malentendido que hubiera surgido recientemente entre nosotros”. A lo que,
según versiones de prensa, el viceprimer ministro israelí contestó: “tendremos seguramente
la posibilidad de aclarar ese malentendido... Usted tendrá ocasión de comprobar que Israel
es un país democrático en donde no se ejerce ninguna discriminación”. Finalmente, antes de
regresar a México, el canciller mexicano declaraba: “Nuestro malentendido del pasado esta
ahora perdonado, olvidado y enterrado. No hay discriminación en Sion y donde no hay
discriminación no hay racismo.” Esta declaración fue después reiterada por el propio
presidente Echeverría ante líderes de varias agrupaciones judías de Estados Unidos y
Canadá, quienes viajaron a México invitados expresamente por el gobierno mexicano para
esa entrevista.
En la nueva política exterior hubo además casos de incongruencia e improvisación. Por
ejemplo, en relación con España, cuando México presentó ante las Naciones Unidas, una
solicitud de suspensión de derechos del gobierno español de Francisco Franco como
miembro de dicho organismo, así como el rompimiento colectivo de relaciones diplomáticas con
el fin de aislarlo totalmente. En un mensaje dirigido a los representantes de la Republica
Española residentes en México, con fecha de 29 de septiembre de 1975, Echeverría declaró que
había hecho aquélla solicitud como un medio que contribuyera “a precipitar la caída del régimen
de Francisco Franco”, a quien censuraba por haber impuesto la pena de muerte a varios
nacionalistas vascos acusados de actos terroristas.
Esta acción del presidente mexicano, que no prospero más allá de la presentación formal del
documento ante la ONU, constituyó un claro ejemplo de algunos de los excesos retóricos de
la nueva política exterior. Pero por otra parte significaba un virtual alejamiento del principio de
no intervención sostenido tradicionalmente por México —salvo alguna excepción en tiempos
de Cárdenas y precisamente en relación con España—, y con el que Echeverría se había
comprometido al principio de su mandato. Más tarde Echeverría habría de dar muestras de
apartarse de esa posición tradicional, bajo la justificación de que el gobierno mexicano
consideraba necesario intervenir en casos de regímenes violatorios de los derechos
humanos; esta tesis llegó a interpretarse, en el ámbito de la política internacional, como un
medio por el que Echeverría ponía fin al principio mexicano de no intervención.
Otro ejemplo de incongruencias y de acciones improvisadas en materia de política exterior,
tuvo su origen en octubre de 1975 con motivo de la inauguración de los Juegos
Panamericanos en México, cuando el presidente Echeverría, en una declaración
aparentemente improvisada, dio motivo para suponer que la política tradicional de México
habría de sufrir un cambio radical respecto de la situación jurídica de la soberanía de
Belice.35 En esa ocasión, de las autoridades extranjeras invitadas, eran sólo precisamente
Belice y Guatemala los únicos países representados por funcionarios de alta jerarquía, y
frente a ellos, el presidente mexicano declaró ante la prensa que México no tenia ninguna
solicitud territorial que formular respecto al problema entre Belice y Guatemala, y agregaba:
“México es muy respetuoso de los derechos de Guatemala que son derechos históricos.”
109
Esa declaración de Echeverría podía interpretarse de varias maneras pero la interpretación mas
obvia, dados los antecedentes reiterados de la posición mexicana al respecto, era de que por
una parte, México renunciaba expresamente a los derechos, que hasta entonces había
defendido, sobre parte del territorio beliceno, y por otra, podía suponerse que México reconocía
las pretensiones de Guatemala sobre Belice haciendo a un lado el derecho de
autodeterminación del pueblo beliceno. De esta manera, la declaración de Echeverría
significaba un cambio absoluto de la posición mexicana y en consecuencia provocó un gran
revuelo en los medios de difusión nacionales e interacciónales, además de crear temores
injustificados en Belice y vanas ilusiones en Guatemala.
Al poco tiempo, en relación con lo declarado por el presidente mexicano, surgió una crisis en
la zona en cuestión, al enviar la Gran Bretaña fuerzas militares a Belice con objeto de
rechazar una eventual invasión guatemalteca a ese territorio. Para México el asunto se
complicó aun más puesto que Echeverría tenía programada una visita oficial a Guatemala, lo
cual significaba que durante su estancia en ese país se vería obligado a aclarar la verdadera
posición de México frente al conflicto. Ante aquella disyuntiva el gobierno mexicano decidió,
dos días antes de la visita de Echeverría a Guatemala, presentar ante la Asamblea General
de las Naciones Unidas un proyecto de resolución en el que se invitaba a los gobiernos de
Guatemala y Gran Bretaña a “reanudar sin demora sus negociaciones a fin de encontrar una
solución pacifica a su problema, teniendo debidamente en cuenta las disposiciones y
objetivos de la Carta de la ONU, así como los derechos del pueblo beliceño”. Tal proyecto,
que fue redactado en forma apresurada y extemporánea, resultaba poco realista en cuanto al
logro de los objetivos declarados, pero en virtud de constituir un llamado a la negociación
pacifica, reiteraba la posición tradicional de México en favor de la autodeterminación del
pueblo beliceno, con lo cual se evitó el riesgo de una confrontación entre Echeverría y el
gobierno guatemalteco durante su estancia en ese país.
El incidente terminaba así, pero a costa de la perdida del prestigio de la nueva política
exterior, sobre todo en su imagen a favor del Tercer Mundo, y a costa del enfriamiento de las
relaciones con Guatemala, pues su presidente “decidió aplazar” en fechas posteriores una
visita a México. No obstante, cuando al año siguiente un terremoto de gran magnitud sacudió
a Guatemala causando 23 mil muertos y grandes pérdidas materiales, la solidaridad con la
que México se presto a enviar ayuda, permitió establecer el acercamiento entre los dos
países.
Los excesos a que había llegado el régimen echeverrista en su política exterior, dieron
motivo a duras críticas de parte de la opinión pública nacional por el énfasis exagerado que se le
dio en algunos casos, y por la desviación de recursos al extranjero cuando estos eran necesarios
para resolver los graves problemas nacionales internos. Tales críticas obligaron al gobierno a
cambiar de estrategia. Por esta razón, a fines de diciembre de 1975 renunció a su cargo el
secretario de Relaciones Exteriores, quien había llegado a ese puesto con escasa experiencia
diplomática. Se escogió para sustituirlo a uno de los diplomáticos de carrera de mayor
antigüedad y se creo además la Subsecretaria de Asuntos y Estudios Internacionales
Especiales, medida que se interpretó como un intento de volver a los antiguos cauces de la
diplomacia mexicana tradicional.
110
I) Economía
INTRODUCCIÓN
Imagen de México en el exterior. Al iniciarse la década de los años setenta la imagen que se
tenia de México en el ámbito económico internacional era la de un país privilegiado que
destacaba entre las naciones en vías de desarrollo. Su crecimiento económico general, la
solidez de su moneda, la solvencia de su crédito, además de su estabilidad política interna,
eran signos manifiestos de que podía ser considerado como un país en camino hacia el
progreso.
En el año de 1970, los signos de progreso material que hacían ver a México con optimismo
eran muchos y de diversa índole, pues en los últimos 35 años el país había tenido una
transformación radical; su economía, predominantemente agrícola en los años treinta, había
llegado a convertirse en urbana e industrial. Mientras que en 1935, poco más del 34% del
total de la población, del país vivía en localidades consideradas urbanas, en 1970 el
porcentaje de esas poblaciones había aumentado a 60. Durante ese lapso, disminuyo de
manera significativa la importancia relativa de las actividades primarias, tanto como fuente de
ocupación de mano de obra como en lo que se refiere a su participación en el producto
interno bruto nacional. Como resultado de los cambios ocurridos en la estructura económica, la
productividad por hombre ocupado creció a un ritmo acelerado, sobre todo en las
industrias del petróleo, eléctrica, minera y manufacturera. Los cambios registrados dieron
como resultado la creciente diversificación de la economía en términos de ocupación,
producción y exportaciones.
Estancamiento en la economía; la otra cara de la moneda. Así pues, hacia 1970 México era
considerado como el país subdesarrollado que en algunos aspectos podía compararse con los
desarrollados por su dinamismo y su solidez monetaria y crediticia. Pero esa imagen de México
solo correspondía a parte de la verdad; la otra parte no era tan halagüeñita. El nivel de
desempleo iba en rápido aumento y la satisfacción de las necesidades de servicios
educativos, médicos, sanitarios y de vivienda, tenía un atraso de varios años. Respecto al
ramo de transportes, vastas áreas rurales no habían logrado participar del desarrollo en el
transporte por carretera y el estancamiento de los ferrocarriles se convertía en un cuello de
botella que impedía la buena marcha de las actividades establecidas en las zonas urbanas.
Algunas ramas del sector industrial —electricidad, petróleo, siderurgia y minería— padecían
también estancamiento a causa de problemas financieros. Pero lo más grave de todo era la
imposibilidad de mantener la autosuficiencia en materia de producción de alimentos, a causa del
rezago y la descapitalización de la agricultura.
El crecimiento del mercado interno también se estancaba debido al creciente desequilibrio
entre los precios de los artículos de consume y los salaries de los obreros; y mucho menor
era el poder adquisitivo de los campesinos, cuyas remuneraciones —obtenidas por sus
productos y su productividad— se mantenían a la baja de modo persistente. Millones de
mexicanos empobrecían y apenas les quedaban alterativas aceptables como fuentes de
ingresos, mientras que los ricos— a quienes había favorecido el crecimiento económico, la
solidez monetaria y la solvencia crediticia del país, así como el control político ejercido sobre
la población— veían con desaliento como se estrechaban las posibilidades de inversión.
111
Ante esa situación en los medios gubernamentales se pensaba que había llegado el
momento de hacer un cambio significativo en la política de desarrollo, vigente desde la
Segunda Guerra Mundial, pero sobre todo puesta en marcha durante la década de los años
cincuenta. A partir de la estrategia de sustitución de importaciones, la industria privada
manufacturera de México se convirtió en una actividad dedicada casi por completo a
abastecer el mercado interno urbano. Ese sector de la economía llego a convertirse en el
motor del desarrollo y de la generación de empleo, al ser la actividad relativamente más
dinámica, gracias a la protección e impulse que le otorgo el Estado y gracias también al
sostenimiento proporcionado por el sector agrícola en términos de mano de obra, alimentos y
transferencia de recursos.
Desde los años cincuenta y sobre todo después de la guerra de Corea, la inversión
extranjera estadounidense vio en la actividad manufacturera mexicana el terreno propicio
para su expansión, una vez agotados los campos tradicionales en los que antes había
participado. Para 1970, la magnitud de la participación de las empresas trasnacionales (ET) era
ya de considerable significancia y predominante, en las ramas de tabaco, productos de hule,
química, productos farmacéuticos, productos del petróleo y derivados, maquinaria no eléctrica,
maquinaria eléctrica y equipo de transporte. Entre el 35% y el 40% de la producción industrial del
país provenía en 1970 de las empresas trasnacionales.
Así pues, la creciente participación de la inversión extranjera directa en la industria mexicana,
junto con un alto grado de concentración de la propiedad de los medios de producción, eran
las características sobresalientes de la industria en el México de 1970. La concentración de
la propiedad en las actividades agrícolas era también importante, aunque el capital extranjero
no participaba entonces de manera directa, sino que las empresas trasnacionales se
ocupaban más bien de la industrialización de los productos del campo y en esa medida
controlaban parte de la producción agropecuaria. Ese proceso de concentración de la
propiedad agraria estuvo acompañado por un creciente deterioro de la dinámica de la
producción, al grado de que hacia 1970 las actividades agrícolas habían dejado de ser un
factor determinante del desarrollo de la economía nacional. Durante el periodo 1965-1970,
prácticamente no aumentó la superficie cultivada y al haberse, concentrado la investigación y
la asistencia técnica en zonas y cultivos específicos, los rendimientos permanecieron
estancados.
De este modo, el mercado se estrechaba, tanto por la falta de expansión de la agricultura
como porque ello limitaba el crecimiento de las actividades no agrícolas. Por su parte, la
industria se desenvolvía sin una agricultura que le diera sustento sólido, con creciente
penetración del capital extranjero, con un fuerte grado de concentración de la propiedad, con
múltiples subsidies y desmedida protección, y con un grado limitado de eficiencia que no le
permitía competir con industrias foráneas.
Orientada al mercado urbano, la industria mexicana demando y obtuvo del gobierno, el
mantenimiento de aranceles proteccionistas y de controles a la importación que por ser
excesivos y casi permanentes, dieron motivo para que los empresarios tuvieran un mercado
cautivo, sin tener que afrontar los riesgos de la competencia, lo cual actuó en detrimento del
precio y de la calidad de los artículos que producía.
Asimismo, a fin de consolidar altos márgenes de ganancia para la industria, se mantuvo una
política de precios bajos para los productos del campo, y además, se mantuvieron
112
inalterados los precios de los bienes y servicios proporcionados por el sector público,
mientras que el gobierno asumía por entero el costo y la ejecución de las obras de
infraestructura necesarias.
Ante esa situación estaba claro que el modelo de sustitución de importaciones había entrado a
una fase de agotamiento pues, al no producirse en México las materias primas industriales y los
bienes de capital, es decir, maquinaria y tecnología, fue necesario que buena parte de estos
bienes tuvieran que adquirirse en el exterior, de manera que el mero funcionamiento de la planta
industrial obligaba a la importación de manera permanente y creciente. Se llego así a una
situación en la que aumentaban considerablemente las importaciones mientras que
disminuían las exportaciones, tanto por razones externas de disminución de la demanda
como por las razones internas del decrecimiento de la producción industrial, factor que como es
obvio, reducía la entrada de divisas.
Estructura social. El proceso de industrialización, aunado al rezago de las actividades
agropecuarias, introdujo profundos cambios en la estructura social mexicana, y lo más
evidente fue el acelerado crecimiento de las ciudades y obviamente el de los grupos sociales
que las habitaban. Junto con los trabajadores asalariados de la industria, y de los
empresarios industriales, aumentaron los sectores medios, de manera principal los
empleados del comercio, de la banca y de los seguros, los profesionistas y técnicos libres,
los empleados de los modernos medios de comunicación, y los empleados del gobierno. Al
mismo tiempo, y debido a las insuficiencias de la actividad agropecuaria y del desarrollo
industrial, creció también en las ciudades el grupo de los marginados, que se fueron
concentrando en las zonas aledañas dando origen a las llamadas “ciudades perdidas”.
El proceso de concentración urbana tendió a auto reforzarse. El atractivo que ofrecían los
grandes núcleos urbanos para las actividades industriales, se vio fortalecido por servicios
urbanos baratos y mejoras en las comunicaciones, lo que agudizó la migración rural. Los
grupos sociales favorecidos con este esquema de crecimiento presionaron al Estado con
demandas de más y mejores servicios públicos, y esto genero una transferencia real de
recursos del campo hacia los centres urbanos y de las ciudades medias hacia la capital. De esta
manera, el desarrollo de algunas regiones provoco el empobrecimiento de otras,
determinando con ello el fenómeno migratorio que a su vez agudizaba el problema de la
marginación hasta convertirlo en un circulo vicioso porque, al mejorar la situación de las
zonas marginadas en las ciudades, estas resultaban atractivas para la llegada de nuevos
contingentes de población rural.
Pero además, era poco lo que podía hacer el sector público —por la vía de las obras
materiales— para avanzar en la solución de los problemas sociales. El estancamiento del
sistema tributario y la política de precios congelados de las empresas del Estado limitaron la
posibilidad de participación del sector público en la economía; se redujeron las
disponibilidades de productos básicos y el gobierno tuvo que echar mano de las divisas para
suplir aunque fuera de manera parcial las deficiencias. En fin, al empeorar la situación
financiera de las empresas estatales, al extreme de no disponer prácticamente de ahorro, el
sector público se vio forzado a disponer del crédito por encima de lo conveniente.
La dependencia del gasto público respecto al crédito, interno y externo, hacia más grave la
situación pues obstaculizaba la acción del Estado. Por mantener su política de reducción e
incluso exención de impuestos, así como su política de precios bajos en los servicios
113
públicos, ambas dentro del proteccionismo, el gobierno dependía en buena medida del
crédito interno —por la vía del encaje legal, que se estableció desde mediados de los años
cuarenta— para llevar su programa de gasto presupuestal año con año. Pero como el crédito
interno no era suficiente para mantener la situación, el Estado recurrió de manera creciente al
endeudamiento externo y a las inversiones extranjeras.
De esta manera, más que superarse, los rezagos sociales crecieron y desembocaron en la
fuerte sacudida de 1968. Nunca antes en su historia posrevolucionaria, el país había vivido
una toma de conciencia tan profunda sobre las fuertes disparidades causadas por el
crecimiento económico, ni un reclamo social tan enérgico para exigir soluciones ante el poder
estatal.
En suma, el México de finales de la década de los años sesenta era muy distinto al que se
mostraba en apariencia. Junto a la solidez monetaria, el crecimiento económico y la aparente
estabilidad, que a pesar de todo no lograra romper el movimiento estudiantil de 1968,
estaban la creciente concentración de la riqueza, los rezagos en la atención de los servicios
sociales, la penetración creciente del capital extranjero, la insuficiencia agropecuaria, la
ineficiencia industrial, el desempleo, la represión y el debilitamiento del sector público.
Primer año de gobierno. El programa económico anunciado en los discursos echeverristas de
campaña electoral, tendiente a recuperar la legitimidad del Estado y a corregir las fallas del
modelo de desarrollo estabilizador, se publicó de manera extraoficial en los primeros meses del
nuevo gobierno, destacándose los siguientes objetivos básicos:
a)
b)
c)
d)
e)
Crecimiento con distribución del ingreso
Reforzamiento de las finanzas publicas y del sector paraestatal
Reorganización de las transacciones internacionales y reducción de la deuda externa
Modernización del sector agrícola y aumento del empleo
Racionalización del desarrollo industrial
De acuerdo con esos objetivos, se buscaba dar una nueva orientación a la estrategia política
seguida por los gobiernos inmediatamente anteriores, a fin de que el Estado recuperara la
iniciativa en los procesos económicos del país, lo cual, de acuerdo con el planteamiento de
Echeverría, implicaba “disminuir el poder alcanzado por la clase empresarial y en particular por
el gran capital monopolista dominado por los intereses extranjeros”.
De esta manera, se pretendía que el Estado se constituyera en el único elemento de la
sociedad capaz de garantizar la continuidad del crecimiento y de generar, tomando a la
política económica como instrumento, los cambios que garantizaran el desarrollo integral del
país. Se buscaba, pues, una nueva correlación de fuerzas que tendiera a aumentar el peso
político y económico del Estado de tal modo que fuera el gestor del proyecto conjunto, tanto
político como económico, pero fijándose además como meta ampliar la presencia de la
mediana y pequeña burguesía nacional en el crecimiento de la economía, a fin de evitar el
predominio absoluto del gran capital financiero, tanto nacional como trasnacional.
Así pues, desde los primeros días empezó el gobierno echeverrista a subrayar la necesidad
de una reforma fiscal, aunque en aquellos momentos tal propuesta se manejaba más en el
terreno de las “adecuaciones” que en el de las reformas. Después de comentar el carácter
positivo que había tenido hasta entonces el sistema tributario para el crecimiento industrial,
no obstante su debilidad y su carácter favorable al gran capital, se justificaba una reforma
114
impositiva dada la necesidad, de acuerdo con el proyecto del régimen, de controlar una
mayor cantidad de los recursos monetarios de la que entonces se obtenía mediante la
“excesiva bondad” del fisco en México.
De acuerdo con lo expresado por el secretario de Hacienda, Hugo B. Margain, no se trataba
de una modificación fiscal profunda, pero si de los ajustes requeridos para captar alguna
cantidad mayor del ahorro interno del país. Según se expresaba entonces, el gobierno
buscaba un sistema fiscal que participara en mayor grado de los incrementos del ingreso
nacional, “captando recursos de los sectores que absorben may ores proporciones del
mismo”. La reforma fiscal fue considerada de carácter moderado y sin embargo fue motivo de
preocupación de parte del sector empresarial, representado principalmente por las
organizaciones CONCANACO, CONCAMIN Y COPARMEX. Los empresarios argumentaban
que la obtención de fondos fiscales no debía hacerse mediante el aumento de los impuestos,
sino a través de una mayor eficiencia en la recaudación de los mismos; sostenían además
que la empresa mexicana estaba subcapitalizada y que aquellas reformas aparte de
impedirles reinvertir sus utilidades, reducía las posibilidades de emplear medios publicitarios.
Sobre todo, las organizaciones empresariales insistían en que era indispensable que los
proyectos gubernamentales se dieran a conocer a la iniciativa privada, como antes ocurría, a
fin de tomar en consideración sus opiniones antes de la aprobación definitiva de tales
proyectos.
El gobierno dio pronta respuesta al sector empresarial a través del secretario de Hacienda,
Hugo B. Margain, quien señalo que las modificaciones tributarias propuestas se enmarcaban
dentro de una amplia política económica basada en un diagnostico de la situación económica
del país, cuyos factores negativos tales como el desequilibrio presupuestal, el creciente
endeudamiento con el exterior y el creciente desequilibrio de la balanza comercial, entre
otras cosas, obligaban al gobierno a modificar el sistema tributario a fin de fortalecer su
política financiera.
En respuesta, los grupos empresariales aclararon que su protesta no había sido dirigida en
contra de las reformas tributarias en particular, sino se centraba en el hecho de que no se les
hubiera consultado antes de presentar la iniciativa de reforma ante el Congreso;
puntualizaban que no existía discrepancia alguna pues había puntos coincidentes con lo
expuesto por Margain y destacaban que en general ellos no estaban contra los impuestos en si
mismos, sino contra el procedimiento. En efecto, la iniciativa privada remarco que su
observación “estaba dirigida a la forma de aplicación del impuesto” y que sus divergencias con
el gobierno se reducían a una cuestión de matices.
Después de esta leve desavenencia entre el gobierno y la iniciativa privada, el sector público opto
por dar a conocer y discutir previamente con el sector privado cualquier proyecto de ley que se
fuera a presentar ante el Congreso, e inclusive algunos puntos controversiales fueron revisados
en la Cámara de Senadores, con lo cual se aseguraba un funcionamiento eficaz y una división
del trabajo que pudiera considerarse como la mas adecuada, entre el momento de la iniciativa de
ley, su paso y discusión en el Congreso y su aprobación final, proceso en el cual las cámaras se
constituían en un útil mecanismo de mediación y de conciliación entre el sector público y el
privado.
Así pues, en virtud de aquella medida fueron canceladas en el primer año de gobierno las
posibilidades de poner en práctica muchas de las acciones anunciadas en el discurso
115
inaugural del sexenio, iniciando con ello una de las contradicciones mas importantes del
periodo echeverrista, pues mientras quo, por un lado, se aceptaba abiertamente la necesidad de
atender a las carencias sociales, y se anunciaba una mayor acción del Estado mediante
incrementos al gasto público y una creciente participación gubernamental en la economía, por
otro lado, las restricciones anulaban las posibilidades de llevar a cabo las acciones del Estado
en el sentido de la justicia social prometida.
No obstante que con aquellas medidas se logro uno de los objetivos pues, en efecto, al
disminuir las importaciones el déficit externo se redujo en 23.2% respecto a 1970, la política
restrictiva tuvo resultados negativos inmediatos; el crecimiento de la economía descendió
bruscamente pues al reducir el gobierno su ritmo de inversiones y gastos (-9.4% en términos
reales), se contrajo la demanda y eso dio motivo para que el sector privado adoptara una
actitud cautelosa y redujera también sus inversiones (-0.4%), con el consecuente aumento
del desempleo, mientras que aumentaban los precios al consumidor, disminuyendo el
consumo privado, que de 6.9% en 1970, descendió a 5.1% en 1971. Ante esa situación no
pudieron detenerse las presiones inflacionarias, sino que, por el contrario, aumentaron (el
índice nacional de precios al consumidor paso de 5.0% a 5.4%), y el déficit del sector público
mostró un fuerte incremento de 31.7%. Estos fueron los factores que fundamentaron
el hecho de que el año de 1971 fuera conocido como el de la “atonia”.
Por si fuera poco, junto a la recesión interna, México tuvo que hacer frente a los problemas
económicos generados en el extranjero, pues a la disminución en el ritmo de crecimiento
económico en los países industrializados y a los procesos inflacionarios que en ellos se
estaban dando, se vino a añadir una grave crisis financiera, considerada como la peor crisis
monetaria de la posguerra. El 15 de agosto de ese año de 1971, el gobierno de Estados
Unidos dispuso la flotación del valor del dólar frente al oro y a otras monedas, y fue entonces
cuando impuso la sobretasa del 10%, para la importación de numerosos productos, incluidos
obviamente los mexicanos. Ante esta medida, y convencido de la necesidad de superar las
formas de la injusticia económica y política en las relaciones internacionales como medio
indispensable para avanzaren los problemas del subdesarrollo, Echeverría subrayo, ante la
asamblea general de las Naciones Unidas, el 5 de octubre de 1971, que “no habrá paz en el
mundo mientras no se reajusten a fondo las relaciones económicas entre las naciones. Tan
grave es hoy la amenaza de la guerra nuclear, como el incremento de la desigualdad entre
países ricos y pobres”.
La economía en el año de 1972. Al comenzar el año de 1972, el gobierno de Echeverría
decidió poner fin a la recesión, y aumento el gasto público para que, al incrementar la
demanda, se reactivara la producción y se generara una mayor oferta de empleo. El
presupuesto de 1972 fue incrementado en 24.6% en términos reales; la política monetaria
libero recursos importantes y permitió que el financiamiento bancario al sector público y al
privado creciera en forma acentuada en relación con el año anterior.
Como resultado, la actividad económica se reanimo notablemente en 1972, sobre todo a
partir del segundo semestre, y la tasa de crecimiento del PIB resulto ser mayor al 7% en
términos reales; en particular la inversión publica se aumento aceleradamente, y además se
incremento la oferta monetaria, con lo cual se logro la recuperación del crecimiento del
consume privado, favorecido además por la recuperación de los salaries reales (el salario
mínimo general paso de 21.7 pesos en 1971 a 24.4 en 1972, es decir, un aumento del
12.4%). El volumen de la producción industrial aumento de manera significativa (del 2.5% en
116
1971 a 9.3% en 1972) y, en cambio, las actividades agropecuarias registraron un crecimiento
insignificante como efecto del rezago que había afectado a este sector durante el periodo
1965-1970, pero también debido a otros factores como la escasa inversión publica ejercida
durante 1971, y las condiciones climáticas adversas en 1972.
Sin embargo, la recuperación del crecimiento económico en 1972 no significo la expansión
de las empresas manejadas por el sector privado, pues la inversión de este sector continuo
descendiendo y por lo tanto, el crecimiento del PM en ese año debe interpretarse como
resultado del fuerte incremento de la inversión publica y de un importante valor de las
exportaciones, que paso de 8.0% en 1971, a 20% en 1972. Pero el incremento del gasto
público, sin que los ingresos aumentaran de manera suficiente, casi duplico el déficit público,
que se elevo a 97.7% en ese año, por lo que el gobierno recurrió nuevamente al
endeudamiento y con ello el saldo de la deuda externa paso de 4 545.8 millones de dólares en
1971, a 5 064.6 en 1972.
Proyectos de reforma. Hacia finales de 1972, en plena recuperación económica y después
de que el presidente reafirmara, en su segundo informe de gobierno, el papel rector del
Estado y su responsabilidad para “fijar el rumbo y el ritmo de desarrollo”, e invitar a la
iniciativa privada a “desenvolver libremente su actividad con responsabilidad social y
nacional”, se hablo de la conveniencia de reformar el articulo 5° constitucional con el
propósito de reglamentar la libertad de industria y, comercio a fin de que el Estado “encauce y
regule la inversión privada nacional y extranjera”.
Desde el inicio de la administración de Echeverría se había venido discutiendo el papel que
debía desempeñar el capital extranjero en la economía nacional y la reglamentación a que
debía estar sujeto. Durante ese mismo año, el presidente Echeverría había reiterado en
varias ocasiones y en distintos foros internacionales la posición de su gobierno en materia de
inversiones extranjeras, misma que había sido detallada por varios de sus colaboradores. En abril
de ese año, en conferencia pronunciada en la ciudad de Nueva York, el subsecretario mexicano
de Industria resumió en diez puntos los criterios de su gobierno en relación con la inversión
extranjera, la cual debía:
1.
2.
3.
4.
5.
6.
7.
8.
9.
Ajustarse a las leyes mexicanas.
Ser complementarias del capital nacional y, en consecuencia, no desplazarlo o dirigirse
a campos que estén siendo adecuadamente cubiertos por las empresas nacionales.
Orientarse, por lo tanto, hacia nuevos campos de actividad o al establecimiento de
nuevas industrias.
Asociarse con capital mexicano en proporción minoritaria como regia general.
Dar ocupación preferente a técnicos y personal administrativo de nacionalidad
mexicana, y cumplir con las disposiciones legales relativas a la capacitación de
personal.
Aportar una tecnología avanzada y contribuir a la evolución y creación de aquellas
técnicas que mejor se adapten a nuestras necesidades.
Producir artículos destinados a la exportación que podemos enviar, también a sus
propios mercados
Integrarse a la economía del país, incorporando hasta el máximo posible insumos y
componentes nacionales.
Financiar sus operaciones con recursos del exterior y no acudir al crédito interno que es
limitado y que esta formado por el ahorro de los mexicanos.
117
10. En general, apegarse y coadyuvar al logro de los objetivos y políticas de nuestro
desarrollo.
Los criterios anteriores fueron incorporados a la nueva legislación que se aprobó sobre la
materia y de hecho, a pesar de la polémica que provoco, la reglamentación de la inversión
extranjera llego a incorporar, en un solo ordenamiento, diversas y dispersas políticas que
tradicionalmente habían normado la política de México en esta materia. La polémica partió de
algunos grupos del sector privado estadounidense, que veían con recelo y desconfianza la
utilización de un lenguaje nacionalista y la adopción de políticas reformistas que buscaban
reafirmar el papel rector del Estado, ampliar las bases sociales del régimen y promover las
relaciones con los países del Tercer Mundo; todo esto enmarcado en la visita de Salvador
Allende a México, la cual acrecentó la desconfianza de la iniciativa privada, nacional y
extranjera, hacia el régimen de Echeverría.
En ese mismo año el gobierno busco introducir reformas al presupuesto de egresos y a la
política fiscal. Para tal efecto, en diciembre de 1972 planteo —ahora si— ante los
representantes de la iniciativa privada, la posibilidad de reformar la Ley del Impuesto Sobre la
Renta a fin de eliminar por complete el anonimato en lo que se refería a los valores de renta
fija y en acciones. Pero, como en ocasiones anteriores, los grupos empresariales mostraron
su desconfianza hacia los proyectos gubernamentales y nuevamente recurrieron a la
amenaza de enviar sus capitales al exterior si se llevaba a efecto la reforma fiscal.
El temor de la descapitalización del país fue más fuerte que el proyecto fiscal; no se elimino
el anonimato, tan solo se subieron las tasas de impuestos que retenían las instituciones
pagaderas de los intereses y los dividendos a los inversionistas que optaban por permanecer
en el anonimato. En cambio, se elevo de 3% a 4% la tasa general de impuestos sobre
ingresos mercantiles y se introdujeron algunas otras modificaciones a gravámenes sobre
ciertos artículos específicos como agua envasada, tabacos labrados, servicios telefónicos,
timbres, vidrio y cristal. De esta manera, el gobierno echeverrista establecía una modalidad
que prevalecería durante todo el sexenio: apoyarse en los impuestos indirectos,
recaudatorios, y no tocar el impuesto sobre la renta, para evitar que los capitalistas desviaran
sus fondos al exterior.
Política económica en el tercer año del sexenio. El presupuesto de egresos para 1973
implicaba un moderado aumento respecto al gasto ejercido en el año anterior; sin embargo, de la
misma manera que en 1972 y ante la falta de inversión privada, en el transcurso de 1973 se
fueron aprobando ampliaciones al presupuesto a grado tal que a fin de año el gasto público llegó
a ser un 17.4% mayor que el autorizado inicialmente por el Congreso. Esas ampliaciones en el
gasto público fueron financiadas en buena medida con créditos, internos y externos (la deuda
publica interna aumento en 32.8% y la externa en 29.6%), a los que el gobierno se vio
obligado a recurrir en virtud de que los gastos excedieron el monto de los ingresos
recaudados ya fuera por vía tributaria o por precios y tarifas, y además porque el ahorro privado
—al que por muchos años había recurrido el gobierno para financiar el déficit público por
conducto del sistema de intermediación financiera— disminuyo su ritmo de crecimiento en
relación con los años anteriores.
Por otra parte, en 1973 el producto interno sostuvo una alta tasa de crecimiento (7.6%),
debido, como en el año anterior, al crecimiento de la inversión publica y a un repunte de la
inversión privada, que en este año creció 10.8%; además, el sostenido aumento del consume
118
privado (que puede atribuirse a un nuevo aumento en los salaries reales, que paso de 24.4
pesos en 1972 a 25.6 en 1973), contribuyo a mantener en alto el ritmo de actividad
económica.
Pero en ese año de 1973 las presiones inflacionarias comenzaron a dispararse y el índice
nacional de precios al consumidor aumento 12.1%; la aceleración de la espiral inflacionaria
obedecía a múltiples causas, la primera de ellas fue el ya para entonces crónico
estancamiento productivo del campo, pues en tanto que el PIB creció a un ritmo promedio
anual de 6.1% en el periodo 1970-1973, el crecimiento de la producción agropecuaria
represento sólo el 1.6% en el mismo lapso.
En segundo lugar, influyo en la inflación la contracción de la inversión privada, pues al
imponer un lento crecimiento del aparato productivo, restringía la oferta de bienes en
múltiples ramas, provocando presiones al alza de precios. En tercer lugar se puede
considerar el aumento notable en ese año de 1973 del acaparamiento de alimentos y de
algunos bienes básicos, como el acero, por parte de los especuladores. En cuarto lugar,
influyo el aumento acelerado de la situación inflacionaria en el exterior, con el considerable
aumento de los precios en los productos de importación. Por ultimo, también incidió en la
espiral inflacionaria interna el financiamiento del gasto público, que se hizo parcialmente
sobre la base de ampliar la oferta monetaria.
Aquel ambiente inflacionario provoco diversas reacciones en el país; en el mes de marzo los
dirigentes de las cámaras de comercio rechazaron un programa contra la inflación
presentado por el gobierno, el cual básicamente consistía en orientar al consumidor, vigilar
los precios, y establecer una mayor intervención del Estado en la distribución de los bienes
de consume. Por su parte, el Congreso del Trabajo respondió en contra de la actitud de los
comerciantes, acusándolos de “fraude y soberbia” y en adelante fue subiendo el tono de las
declaraciones de las centrales obreras; Fidel Velásquez dijo en una ocasión que “el saqueo
de las tiendas por parte de los trabajadores es valido cuando se lucha contra los abusos de
los comerciantes”.
Ante la creciente inflación, a fines de julio el secretario de Hacienda y Crédito Público
presento un nuevo programa de 16 puntos para combatir la inflación y buscaría estabilización de la
economía. Ese programa estaba orientado a combatir la inflación y la especulación,
aumentando la producción y la oferta de mercancías de consume generalizado. Sin embargo, el
programa no tuvo los resultados esperados, en gran parte porque varios de los puntos —
especialmente los relacionados con la promoción de la actividad productiva como medio de
combatir la inflación— solo podrían ser efectivos a mediano plazo, y a condición de que las
políticas monetaria, crediticia y fiscal no fuesen restrictivas.
El Congreso del Trabajo apoyo de manera parcial el programa puntualizando que no se
debía reducir el gasto destinado a la inversión, sino que eran las utilidades de las empresas las
que debían reducirse y ejercerse un mayor control de precios; afirmaba asimismo que los
incrementos de salaries no deberían estar subordinados a los aumentos en la productividad,
puesto que no estaba en manos de los trabajadores generarlos; por ultimo, se anunciaba que los
trabajadores pedirían un aumento salarial de “emergencia” hasta del 33%.
El 26 de agosto la iniciativa privada hizo una declaración conjunta en la que también daba su
apoyo parcial al programa de los 16 puntos pero declaraba que un aumento general de
119
salarios y un control de precios agravarían el proceso inflacionario y desalentarían de manera
grave la inversión y la actividad productiva. Aceptaban, no obstante, que “por esta ocasión y
previas las reformas legales adecuadas” se procediera a una revisión de los salarios
mínimos. Tres días después el Congreso del Trabajo anunciaba, ante la continua escalada de
precios, una huelga general para el día 1° de octubre; en esos días llegaron a presentarse más de
cuatro mil emplazamientos de huelga.
Al presentar su tercer informe de gobierno, el 1° de septiembre, Echeverría hizo amplia
referencia a los conflictos financieros del exterior y su consecuente impacto sobre la
economía mexicana y, para tranquilidad de los banqueros y de los empresarios con deudas en
dólares, afirmo que se sostendría, sin modificación alguna, el tipo de cambio de 12.50 pesos
por dólar, además de que no se establecerían controles cambiarios a las transacciones
de mercancías o de capitales.
Agregaba el presidente que las causas del proceso inflacionario del país no eran
exclusivamente reflejo de influencias exteriores, sino que respondían a situaciones concretas
de carácter interno. Esas situaciones eran la reducción del volumen de las inversiones
privadas y las operaciones especulativas en la intermediación de los productos que dieron
origen a carencias en la oferta industrial y que según dijo: “no solo lesionan el interés social
quienes violan las normas esenciales de solidaridad, sino también aquellos que mantienen
ociosos los recursos generados por los esfuerzos comunes del pueblo”. Negaba Echeverría
que la elevación de precios fuera resultado de la política económica adoptada por el gobierno
y señalaba que el gasto público no podía considerarse excesivo, pues al contrario, lo
consideraba “notoriamente insuficiente para atender las demandas colectivas”.
En ese mismo informe el presidente anuncio además el aumento a los precios de garantía del
maíz y del fríjol, el incremento de las remuneraciones a los servidores públicos, y un ajuste
nivelador en los salaries mínimos porque, según dijo: “El Gobierno de México no podía pedir a las
clases populares que resistan ellas solas el peso de la inflación, mientras ciertos grupos
minoritarios aprovechan, en su beneficio, las condiciones del mercado.”
El informe recibió algunos comentarios favorables; Agustín F. Legorreta, uno de los lideres
bancarios, expreso que el presidente Echeverría no había atacado a la iniciativa privada sino que
le había hecho un llamado a que colaborase con el gobierno en la lucha contra la inflación,
y agregaba que “los miembros del sector privado con mentalidad nacionalista, están prontos a
colaborar con el régimen”. Un portavoz de la canaco elogio “la forma como el presidente
motivo a la iniciativa privada responsable” y similares declaraciones hizo el presidente de la
CANACINTRA al tiempo que manifestaba su solidaridad con el ejecutivo federal. Sin
embargo, el movimiento obrero organizado, que había considerado como demagógica la
oferta empresarial para congelar los precios, ratifico su decisión de ir a la huelga el lo de
octubre, y se declare en sesión permanente desde el 3 de septiembre para mantener unidos a
los trabajadores.
En ese mismo mes de septiembre de 1973, el día 11, murió el presidente de Chile, Salvador
Allende, en medio de la turbulencia que provocara en ese país el golpe de Estado militar
dirigido por Augusto Pinochet. La acción del gobierno de Echeverría al decretar tres días de
luto nacional y otorgar asilo a los políticos chilenos colaboradores del depuesto régimen
socialista de Allende, revivió el conflicto con los empresarios en momentos difíciles, cuando
se daban graves tensiones internas a causa de los problemas saláriales y la inflación. A los
120
pocos días a esto se vino a agregar el asesinato del industrial regiomontano Eugenio Garza
Sada, en circunstancias que, dada la solidaridad con el socialismo chileno, hicieron parecer
culpable al gobierno, no solo por ser incapaz de mantener la seguridad interna, sino por “dar
cauce a las más negativas ideologías”.
Respecto a la situación socioeconómica, no obstante las presiones inflacionarias, los
enfrentamientos reales y verbales y el manifiesto antagonismo de las distintas clases
sociales, se pudo conjurar la amenaza de huelga general cuando los empresarios llegaron a un
acuerdo con las organizaciones obreras. Como resultado de ese acuerdo, el salario mínimo
se aumento en 18%, para todas las regiones del país; se recomendó un 20% de incremento
en el salario de los trabajadores sindicalizados que percibían salario mayoral mínimo; se
aumento del 10 al 15% el salario de los empleados bancarios y de los empleados de gobierno, y
a los trabajadores que ganaran mas de 4 500 pesos al mes, se les concedió como máximo un
aumento de 13%. Pero con estos aumentos, dada la continua alza en los precios, los
trabajadores solo obtuvieron un ingreso real similar al que tenían a principios de 1972, es decir
en tiempos de la atonia que dejara el año de 1971.
Sin embargo, no obstante el clima de incertidumbre y desconfianza de parte de la iniciativa
privada, dentro del proceso inflacionario de 1973 el capital empresarial no solo no se vio
perjudicado sino que incluso resulto beneficiado, pues aparte de que no fue afectado por la
carga fiscal, los salarios no subieron sustancialmente, y eso permitió que las ganancias de
las empresas, al menos las registradas en la Bolsa de Valores, aumentaran de manera
considerable respecto del año anterior; las utilidades de las empresas bursátiles crecieron de
26.6% en 1972 a 36% en 1973.
La economía en 1974. Al diseñarse la política económica para el año de 1974, dentro de los
medios financieros del gobierno se presentaban dos tendencias claramente opuestas. Por un
lado, un grupo deseaba continuar con las políticas monetarias restrictivas puestas en practica a
partir del segundo semestre de 1973, mientras que otro grupo ofrecía una opción diferente, una
política económica que dirigiera el gasto público a promover las actividades que por su
naturaleza constituían puntos de partida de otras actividades; se trataba de estimular la
producción, particularmente la agrícola; de fortalecer las finanzas del sector público, y por
ultimo, de promover la inversión privada productiva.
Ante los planteamientos opuestos, la política económica para
1974 busco un camino
intermedio y se propuso un plan de trabajo destinado a combatir las presiones inflacionarias,
tratando de no limitar sino mas bien alentar la actividad económica, mediante el gasto público que
se proyectaba elevar en un 14% respecto del año anterior, bajo el supuesto de que los ingresos
aumentarían en un 28%. Entre los propósitos para 1974 estaban los de hacer una mejor
planeación de las finanzas publicas, ajustar el crecimiento del gasto público de acuerdo con
las circunstancias y seguir una política de ingresos orientada a captar recursos de los artículos
destinados al consumo, en especial los correspondientes a los nuevos precios y tarifas de los
energéticos, para canalizarlos a fines productivos.
Al empezar el año de 1974, el ambiente social parecía tomar buen cauce; los empresarios
reconocían que el clima de confianza se había restablecido en el país; los obreros en general
habían recuperado en parte el poder adquisitivo de sus salarios y los campesinos vendían
sus productos a nuevos y más altos precios de garantía; la economía del país parecía
recuperarse. Sin embargo, conforme avanzaba el año surgían signos de que la economía no
121
se comportaba como se había previsto, y esto se atribuía en primera instancia a que las
previsiones hechas al principio del año se habían apoyado en supuestos equivocados,
además de mostrar contradicciones evidentes. Por otra parte, no se habían tornado en
cuenta otros signos, externos e internos, que podrían afectar la economía mexicana, tales
como la critica situación económica internacional sujeta a fuertes presiones inflacionarias, la
creciente insurgencia obrera en el país (de la que se hablara mas adelante), los problemas
agrarios y de tenencia de la tierra, la desconfianza del sector privado, la escasez de
alimentos y de materias primas, y las permanentes contradicciones, entre la política del gasto
público y la política monetaria y crediticia.
Pero a pesar de todos los esfuerzos por detener la inflación, para mediados de 1974 era ya
considerable el crecimiento de la tasa del índice nacional de precios al consumidor; en el mes
de junio, la Comisión Nacional Tripartita elaboro un programa de 14 puntos, aprobado luego por
Echeverría, tendiente a estabilizar, cuando menos hasta el fin de año, los precios de los
productos de consumo básico de las clases populares. No obstante la aprobación de este plan,
los obreros insistieron en exigir un aumento general de salaries que les permitiera recuperar su
poder adquisitivo; el 3 de agosto siguiente la Secretaria de Industria y Comercio dio a conocer
una lista de 300 productos que, por acuerdo conjunto de comerciantes, industriales,
productores y funcionarios públicos, mantendrían sus precios hasta el 31 de diciembre de ese
año de 1974.
En el transcurso de los días siguientes la prensa hizo saber que la “canasta del mexicano”,
como se le llamo al programa de 300 productos, había nacido muerta; una encuesta
realizada por el periódico El DIA de la ciudad de México, demostró que los precios de
muchos de los productos de la “canasta” habían sido aumentados previamente a la
publicación de la lista. El día 6 del mismo mes de agosto el Congreso del Trabajo aprobó una
demanda general de aumento de salaries del 35% y decidido emplazar a huelga a todas las
empresas del país, en caso de que para el 20 de septiembre no se hubiera llegado a un
arreglo con el sector patronal. De hecho, varias huelgas habían estallado ya entre marzo y
junio de 1974 y se estaba creando un grave clima de tensión entre gobierno, empresarios y
trabajadores. En vísperas del IV informe presidencial, los grupos empresariales mostraron su
inconformidad con la forma en que el gobierno manejaba la situación económica, al no hacer
acto de presencia en las negociaciones que deberían llevarse a cabo en la Secretaria del
Trabajo.
En el informe el presidente se refirió al problema obrero-patronal, y después de ratificar su
compromiso, moral y constitucional, de luchar al lado de los trabajadores, agregaba que
“quienes se preocupan por los síntomas del malestar obrero debieran preguntarse si las
causas profundas de esa inconformidad no se encuentran en el deterioro de las condiciones de
vida de los trabajadores y en la frecuente violación de las leyes destinadas a protegerlos”.
Anuncio además un aumento a los salarios de los trabajadores al servicio del Estado y
señalo que enviaría al Congreso dos iniciativas de ley, una para que la revisión de los
salarios se hiciera anualmente, y la otra para que los salarios pactados en cada contrato
colectivo de trabajo fueran ajustados al termino de cada año.
Se dirigió con dureza a los que habían especulado contra la moneda y comprado dólares:
“Los riquillos mexicanos, que compran dólares para tratar de propiciar una devaluación, o
ante el temor de ella, obtienen el desprecio del pueblo, de sus propios hijos, porque no están
construyendo una patria para sus hijos”. Al referirse a los actos de terrorismo interno señalo
122
que “ningún grupo, por poderoso que sea, o apoyado que este en las grandes metrópolis
económicas, puede erigirse en dueño de los destines nacionales”. Ratifico que se mantendría fijo
el tipo de cambio y que la político de gasto, si bien austera, no limitaría la acción del Estado
en “sectores prioritarios”.
Los empresarios se mostraron conformes con el informe presidencial y declararon tener
confianza para seguir invirtiendo, pero externaron preocupación ante el anuncio hecho por el
presidente con relación a efectuar controles de precios, porque opinaban que con tal medida se
desalentaría la inversión y la producción, necesarias para combatir con eficacia el proceso
inflacionario. Pocos días después, el 13 de septiembre, trabajadores y empresarios pactaron un
aumento de 22% a todos los salaries menores de 5 mil pesos al mes, aumento que seria
retroactivo al 1° de septiembre y que beneficiaba también a la burocracia, a los trabajadores del
sistema bancario, y a las personas que percibían el salario mínimo.
El déficit público se mantuvo alrededor del 6% del PIB, pero a costa de que la inversión
estatal prácticamente no creció en términos reales. Sin embargo, el sector privado aumento sus
utilidades en un 54% y sus inversiones crecieron en un 20.1%, ampliando su capacidad
productiva en algunas ramas, pero esto no impidió el decrecimiento del PIB, pues durante ese
año de 1974 y como resultado de la política restrictiva adoptada por el gobierno, disminuyo
la inversión publica que en los primeros tres años del sexenio había alimentado el crecimiento del
producto interno.
El año de 1974 registro la tasa de inflación más alta en la historia reciente del país (paso de
12.1 en 1973 a 23.7 en 1974), es decir, la espiral inflacionaria se disparo precisamente en
momentos en que daba comienzo la desaceleración del producto interno, cuyo crecimiento
se dio en ese año a una tasa menor que en los dos años anteriores (5.9%), y cuando las
economías de los países industrializados, se encontraban en serias dificultades con fuertes
presiones inflacionarias ocasionadas en buena parte por la crisis del petróleo provocada por
la decisión de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) al aumentar en
un 17% el precio del barril y limitar en un 15% la producción petrolífera, crisis que, dicho sea
de paso había afectado a México causando su primer déficit comercial de petróleo en 1970,
déficit que para 1974 llego a representar la suma de 250 millones de dólares.
La deuda publica externa tuvo un crecimiento sustancial (41%), y el déficit en cuenta
corriente de la balanza de pagos creció también de manera importante (paso de representar
el 3.5% del PIB en 1973, a 6.2% del PIB en 1974). Durante ese año hubo un incremento
considerable de las importaciones (48.2%) aumentando en consecuencia el déficit en la
cuenta corriente con el exterior. La persistencia de ese déficit en la balanza de pagos,
aunado al fuerte y creciente desnivel de los precios internos, más altos respecto a los precios
del exterior en virtud de la sobre valuación de la moneda nacional, desencadenaron una
creciente especulación contra el peso que se manifestó principalmente en la fuga de
capitales que se dio en ese año de 1974. Además, la creciente sobre valuación del peso, al
actuar prácticamente como un subsidio a las importaciones puesto que hacia mas baratos los
productos del exterior, se convirtió en un obstáculo adicional que tendía a frenar la inversión
privada interna y acentuaba más todavía el desequilibrio en la balanza comercial.
En resumen, el crecimiento de las importaciones, la fuga de capitales, y el creciente pago del
servicio de la deuda externa, en momentos de aguda escasez de divisas por la caída de las
exportaciones, obligo al Estado a aumentar aun más su deuda externa con el objeto de hacer
123
frente a los compromisos contraídos en sus relaciones económicas con el exterior, lo cual
reforzaba a su vez el desequilibrio externo y la especulación contra el peso. Tal era el costo real
de sostener la paridad cambiaria a cualquier precio.
Y obviamente aquel costo económico habría de repercutir en un costo social significativo; a
los aspectos propios de la crisis económica, tales como la reducción del salario real, el
desempleo o la mera amenaza del mismo, se agregaban las presiones del autoritarismo
ejercido por las organizaciones del sindicalismo oficial, y todo ello genero la insurgencia
obrera de aquellos años e incidió sobre la proliferación de nuevos sindicatos integrados por
trabajadores que buscaban nuevas alterativas de solución a su critica situación económica.
Político económica para 1975. El proyecto para la política económica para el año de 1975,
planeo que la carga tributaria aumentara en ese solo año en mayor proporción que en los
cuatro años anteriores, pero en esta ocasión se pretendía que las adecuaciones fiscales
gravaran algunos de los artículos de consume suntuario adquiridos por los sectores de la
población económicamente fuertes, bajo la idea de que esos gastos debían racionalizarse; con
el mismo criterio las nuevas adecuaciones afectarían además las inversiones en bienes raíces y
algunas actividades especulativas. De esta manera, la reforma fiscal no afectaba la capacidad
de inversión de las empresas, sino que las orientaba al ahorro y las conminaba a prescindir de
gastos superfluos, mientras que en materia del impuesto sobre la renta, no se afectaba a los
ingresos derivados de la posesión de capital.
En ese año la inversión publica aumento en un 19.9% en tanto que la privada volvió a recaer
representando solo un 1.6% en términos reales, por lo que, tomada en conjunto, la inversión
total disminuyo al pasar de 8.7% en 1974 a 6.9% en 1975. Esta disminución constituyo el
factor fundamental en el deterioro del crecimiento del país, ya que el producto interno
disminuyo en un 1.8% de un año al otro, con el consecuente aumento del desempleo y del
desaprovechamiento de la capacidad productiva instalada. Además, en el contexto de una
política que se caracterizo como de “freno y arranque”, con decisiones tomadas a ul tima
hora, los programas gubernamentales se aplicaban de manera improvisada restando eficacia
a la administración publica. El aumento de la inversión publica hizo crecer el déficit fiscal a
una tasa de 66.8%, pues la reforma fiscal que entro en vigor en ese año no aporto suficientes
ingresos para costear el gasto público, por lo que el gobierno recurrió de nuevo al crédito con
el consecuente aumento de la deuda publica, externa (43.0%) e interna (36.8%), y los
efectos desequilibrantes que el creciente endeudamiento producía en la balanza de pagos,
mientras que arreciaba la especulación contra el sobrevaluado peso y persistía la fuga de
capitales al exterior.
Por otra parte, los indicadores de la economía mundial señalaban que durante 1975 habría de
continuar el estancamiento producido por el proceso inflacionario en los países
desarrollados; de acuerdo con las predicciones mas optimistas, la recuperación debía
iniciarse en el segundo semestre del año, y en cambio otras pronosticaban que seria hasta 1976
cuando la recesión tocara fondo en las economías de esos países. En Estados Unidos el numero
de desempleados había pasado de 4 millones y medio en enero de 1974, a los 6 y medio
millones en el mes de diciembre del mismo año; en Japón, después de 25 años de expansión
incesante, la economía se encontraba en franco deterioro; situación parecida se presentaba en
los países europeos, la economía británica se encontraba estancada y en Italia se vivía en
continua crisis; en Alemania y Francia eran cada vez mayores las dificultades económicas
y el desempleo iba en constante aumento.
124
Bajo este panorama, era de esperarse que las predicciones pesimistas para 1975 se
confirmaran y, en consecuencia, las economías de los países subdesarrollados fueran
seriamente afectadas, debido principalmente a factores como el deterioro de las condiciones de
intercambio, la disminución en las exportaciones a los países industrializados, y en general
como efecto del desorden financiero internacional y de la especulación monetaria ante las
fluctuaciones del dólar estadounidense.
A las presiones externas contra la economía mexicana se agregaba en lo interno la
disminución de la inversión privada, la cual se debía en gran parte a la desconfianza de los
empresarios hacia el gobierno bajo un nuevo clima de tensión que se hizo evidente en
algunos aspectos particulares. Las tensiones se agudizaron a principios del mes de mayo
con la creación del Consejo Coordinador Empresarial en momentos en que el PRI designaba
su candidato a la Presidencia de la Republica. En medio de la recesión de la economía
mundial y de la falta de crecimiento de la inversión del sector privado en el país, conforme
avanzaba el año las autoridades aplicaron medidas cada vez mas restrictivas. A mediados de
1975 era ya evidente que la economía mexicana se perfilaba por el camino de una fuerte
recesión y esto se advertía en numerosas ramas industriales; lo mismo sucedía con las
ventas de las empresas, que se habían debilitado de forma considerable respecto a los
niveles del año anterior. El índice general de precios al consumidor alimento 15% en el año,
mientras que disminuía fuertemente el salario real de los trabajadores. Respecto a las
empresas, al menos las que cotizaban en la Bolsa de Valores vieron disminuir sus utilidades
en un 8.1%, pues el alto ritmo de crecimiento de los precios no logro compensar la
contracción de la actividad económica en ese año de 1975.
Pero la gravedad de la situación no residía sólo en la recesión, sino en las serias
complicaciones que se derivaban de la misma, tales como el crecimiento del desempleo, las
presiones inflacionarias y la agudización del desequilibrio en la balanza de pagos, pues si
con ritmos elevados de actividad económica como los registrados en la década de los años
sesenta, no había logrado abatirse el desempleo, la aplicación de una recesión en las
condiciones prevalecientes en 1975, haría que el desempleo se acentuara de manera
considerable. Además, en una situación en la que predominaban las empresas medianas y
pequeñas, y donde más de la mitad de la población percibía ingresos de subsistencia, era de
temerse que una contracción aguda de la economía agravara más las ya difíciles condiciones de
vida, con el consecuente deterioro del clima político y social del país.
La crisis económica en el último año de gobierno. Al definirse la política económica para
1976, el gobierno opto de nuevo por la aplicación de medidas contraccioncitas. Se planeaba
incrementar el gasto público sólo en un 10% respecto del año anterior, es decir, una
disminución en términos reales, en el supuesto de que un menor crecimiento del gasto
público permitiera una mayor expansión del gasto privado, ya que, según se reconocía
entonces, eran el gasto y el déficit públicos los que ocasionaban las presiones inflacionarias;
se suponía además que la demanda externa impulsaría la economía nacional y que al reducir
el ritmo de crecimiento se podría tener un mejor esquema de financiamiento.
Al instrumentar aquellas medidas restrictivas, el gobierno parecía olvidar la experiencia de
1971, y tampoco tomaba en cuenta que se estaba apoyando en el supuesto de que el sector
privado habría de estar dispuesto a aumentar sus inversiones, cuando precisamente se hacía
más tensa su relación con el régimen echeverrista. Por otra parte, el ultimo año del sexenio,
que además coincidió con el boicot judío al turismo estadounidense, a raíz de las
125
declaraciones contra el sionismo hechas ante las Naciones Unidas, se caracterizo por la
dolarización de la economía, la especulación contra el peso, la desintermediación del sistema
bancario (la banca dejo de cumplir su papel de intermediario entre el sector productivo y el
sector ahorrador), la fuga de capitales, la política monetaria y de gasto restrictivo, y el
estancamiento de la economía nacional, y ante esa fuga de capital y la consecuente presión
especulativa contra el tipo de cambio, las autoridades financieras volvieron a restringir el
gasto público.
Además, con el objeto declarado de estimularía captación de recursos y de detener las
salidas de capital, el Banco de México permitió en toda la Republica la apertura de depósitos a 3
y 6 meses en dólares para residentes en el país, y hasta por un 10% del pasivo exigible de las
instituciones de deposito y financieras. Esa medida de permitir la captación en dólares para
residentes en México, tenía como objetivo paliar los síntomas de la enfermedad, pero no pudo
resolver la gravedad de la situación. Además, se tomo sobre bases en extreme
discriminatorias para el ahorrador mediano y pequeño, pues el monto mínimo permisible para
tener acceso a los depósitos en dólares se fijo en 8 000 dólares si se recibían de residentes en el
país. Al tomar esta medida se suponía que era preferible la dolarización interna a la que se estaba
haciendo en el exterior, porque esta, a diferencia de la primera, implicaba un abatimiento de
las reservas internacionales.
Sin embargo y aparte de las deficiencias técnicas con que la dolarización interna se introdujo,
eran obvias las desventajas de fondo de esta medida. En primer lugar, la libre conversión de
moneda significo perder el control en el manejo de su oferta; en segundo, el sector no
dolarizado presiono para obtener condiciones similares y amenazo con sacar el dinero del
país en caso de no obtenerlas; en tercer lugar, la dolarización implico que el Banco de
México se viera en la necesidad de cubrir a los inversionistas dolarizados el costo del riesgo
cambiario, o bien que el usuario de crédito al aceptar financiamiento en dólares aceptaba
asimismo que el riesgo cambiario corriera por su cuenta; la cuarta desventaja consistía en la
devaluación que tal medida acarrearía, y en consecuencia el crecimiento de la inflación.
En virtud de que la dolarización no represento una solución estructural, ni si- quiera un
paliativo a los problemas del sector financiero, el Banco de México busco otra vía tendiente a
estimular la captación en moneda nacional, la cual prácticamente no había crecido durante el
año 40. Sin embargo, conforme avanzaba el año, la captación de recursos por parte del
sistema privado y mixto no sólo perdió dinamismo sino que vio alterada su estructura de
manera sustancial. Lo más grave era que conforme se dolarizaba la economía, en un afán de
sostener el tipo de cambio a cualquier precio, el sector público se endeudaba a corto y largo
plazo. Así, la especulación privada contra el peso y la dolarización se convertían en deuda
pública.
En septiembre de 1976, el gobierno reconocía la gravedad de la situación: la especulación
contra el peso había impactado sobre la deuda externa publica, que había aumentado en un
37.4% y llegaba a 19 600.2 millones de dólares. El secretario de Hacienda y Crédito Público
anunciaba al país que se abandonaba el tipo de cambio fijo del peso mexicano frente al dólar
estadounidense y que se dejaría flotar al peso, “de tal manera que las fuerzas del mercado
actúen de manera indicativa respecto del nuevo tipo que deberá establecerse en el futuro”.
A la flotación regulada de la moneda, que se introducía después de 22 años de estabilidad
cambiaria, se le añadía un paquete de medidas complementarias que, según se dijo, tenían
126
el propósito de obtener las máximas ventajas posibles y reducir al mínimo los impactos
desfavorables de la nueva situación cambiaria. Esas medidas incluían:
a) Aumento de los impuestos a la exportación de mercancías.
b) Supresión de los cedis (Certificados de Devolución de Impuestos).
c) Reducción selectiva de aranceles a la importación.
d) Establecimiento de un impuesto sobre utilidades excedentes.
e) Puesta en practica de un sistema de crecimiento regulado del crédito.
f) Elevación de las tasas de interés a los pequeños ahorradores.
g) Ajustes al programa de gasto público.
h) Fortalecimiento de los mecanismos de control de precios. Sostenimiento de los precios de
venta de la CONASUPO.
i) Ajustes en las percepciones de los trabajadores al servicio del Estado
Tras la decisión gubernamental de la flotación monetaria, surgieron encontradas reacciones
de los diversos sectores económicos y políticos. De acuerdo con el Partido Acción Nacional,
la medida significaba que desde hacia muchos años la paridad oficial del peso había
constituido una estrategia política y no una expresión monetaria concreta del intercambio de
bienes y servicios con el exterior; el PAN diagnosticaba además que debido al acentuado
desequilibrio de la balanza de pagos, México se encontraba en riesgo de una crisis
económica mucho mas grave de lo que se quería aceptar. Por otra parte, los partidos de
izquierda —Popular Socialista, Socialista de los Trabajadores y Comunista Mexicano—
culpaban de la situación tanto al gobierno como a la iniciativa privada; los dirigentes del PCM
manifestaban que la devaluación aumentaría la especulación sin garantizar en modo alguno
la repatriación de los capitales que la gran burguesía había sacado del país; según decían, la
devaluación, que habría de recaer sobre los trabajadores asalariados, demostraba la
bancarrota política de un gobierno que “pretende basar el financiamiento de la inversión en
créditos del exterior, y apoya la industrialización en la compra de bienes de capital en el
extranjero para elaborar productos de consumo destinados a un sector privilegiado”. La
Unidad Obrera Independiente aseguraba que los responsables directos eran los capitalistas
extranjeros y nacionales que se habían beneficiado con el trabajo de todos los mexicanos.
En cambio, para algunos funcionarios del gobierno y del PRI, la flotación del peso marcaba el
fin de toda una época en el desarrollo económico nacional y ponía fin al mito del desarrollo
estabilizador que se basaba en la permanencia inmóvil del cambio monetario, al tiempo que
despejaba el camino para la siguiente administración. El secretario de la Presidencia
señalaba que “la paridad monetaria no representa ni el honor, ni la dignidad, ni el escudo
nacional, sino un instrumento en manos del Estado”; “la flotación del peso”, agregaba, “debe
considerarse como una técnica financiera puesta en práctica en el momento oportuno”. Los
gobernadores de todas las entidades federativas del país se solidarizaron con el presidente
Echeverría y, a nombre de todos, el gobernador de Chiapas aseguro que “era absolutamente
indispensable dar ese paso para tener un modelo de desarrollo social”.
Los empresarios, aunque desconcertados ante la medida, fueron moderados al externar sus
declaraciones; los banqueros consideraban que la flotación del peso había sido desde luego
una medida “muy estudiada, muy razonada, que obedece a un programa económico que
tiende a facilitar las distintas actividades del país para que este vuelva a tener crédito”.
127
Por otra parte, y prácticamente al día siguiente de anunciada la flotación, de manera continua y
sistemática se ejercieron presiones para que el gobierno estableciera una paridad fija, a fin de
poder llegar a un acuerdo en materia de ajuste salarial; el 11 de septiembre el Banco de México
fijo una nueva paridad en 19.90 pesos por dólar y así” el porcentaje de la devaluación consistió en
un 58% (de 12.50 a 19.90). En esa misma fecha se dio a los departamentos de cambios de la
banca una ganancia extraordinaria al establecer un diferencial de 1 % en la compra-venta de
divisas; hasta antes de la devaluación el diferencial había sido generalmente de uno o
dos centavos de peso (0.16%) en cada operación, y a partir del 11 de septiembre subía a 20
centavos.
La decisión de dejar flotar el peso provocó una nueva intervención del Fondo Monetario
Internacional (FMI) en la economía mexicana, como única salida a la crisis de las finanzas
públicas y el déficit de la balanza de pagos. En primer lugar, porque así lo exigía la magnitud de la
devaluación del peso mexicano, pues según la carta constitutiva del FMI, una devaluación
de más del 10% exige la supervisión de dicho organismo internacional. En segundo lugar,
porque se hacia necesario el apoyo financiero de esa institución—que ofreció al gobierno
mexicano hasta mil 200 millones de dólares para hacer frente a sus dificultades financieras—
aun cuando tal apoyo implicara la adopción de un acuerdo estabilizador. En tercer lugar,
porque los acreedores externos del gobierno exigían el aval del FMI para mantener sus
negocios con México.
El convenio de “facilidad ampliada” firmado con el FMI fijo un tope máximo a la expansión
monetaria total, considerada altamente inflacionaria; exigió el reforzamiento de la reserva
internacional del país; limito el endeudamiento neto proveniente de cualquier fuente externa a no
mas de 3 mil millones de dólares; exigió la reducción del déficit del sector público, y
aconsejo establecer un programa económico que restaurase la tasa de crecimiento real,
aumentara el empleo y el ingreso real per capita, y estimulase el ahorro interno y la
formación de capital.
Dentro de la ola de rumores que circularon en el país durante 1976, había empezado a
difundirse uno, en los primeros días de septiembre, en el sentido de que se congelarían las
cuentas bancarias y se nacionalizaría la banca; este rumor adquirió proporciones
desmesuradas a partir del anuncio de la nueva paridad cambiaria, a tal grado que el 15 d e
septiembre los bancos efectuaron movimientos inusitados ante la acción de numerosos
cuenta habientes que retiraban sus depósitos al paso que disminuía la confianza del público
en el sistema de intermediación financiera. Ante esa situación las autoridades financieras
desmintieron los rumores mediante un comunicado que se dio a conocer a la prensa nacional
el 16 de septiembre.
Una vez establecida la nueva paridad, y no obstante los rumores, la atención se concentró en
las negociaciones de precios y salarios. Los obreros pedían 65% de aumento, en tanto que
los empresarios ofrecían apenas un 10%. Después de varios días de negociaciones, el 24 de
septiembre se acepto la recomendación presidencial en el sentido de aumentar los salarios,
con retroactividad al lo de ese mismo mes en un 23% para salarios hasta de 10 000 pesos;
de 21% para los de 10 001 a 20 000, y de 16% para los mayores de 20 000. Al día siguiente
la CONASUPO anuncio incrementos entre 10% y 23% en los precios de garantía de algunos
productos agropecuarios y la Secretaria de Industria y Comercio autorizó un aumento de
10% en los precios de artículos sujetos a control, en relación con los precios que tenían el 15
de agosto.
128
A finales de septiembre, y con el propósito de incrementar el ahorro y reducir el déficit de las
finanzas publicas, el presidente de la Republica expidió un decreto, llamado de austeridad,
mediante el cual se limitaban los gastos corrientes y de inversión del sector público. Aquellas
medidas gubernamentales, sumadas al establecimiento de una nueva paridad del peso, el
ajuste de los salaries y de los precios, así como otras medidas tributarias y monetarias
instrumentadas en ese mes de septiembre, fueron suficientes para que algunas autoridades
e inclusive algunos grupos empresariales declararan que la economía del país se encauzaba
a la normalidad.
Más a pesar de las declaraciones optimistas, durante los dos últimos meses del
gobierno de Echeverría continuaron manifestándose la murmuración, la especulación, los
incrementos en los precios y el estancamiento económico. El público perdía la confianza de
manera creciente y durante ese lapso tuvo lugar una muy importante caída en la captación
de recursos por parte de la banca privada y mixta. Este fenómeno, único en la historia
financiera reciente de México, era el resultado de una manifiesta desconfianza por parte de
los inversionistas en el sistema bancario, desconfianza alentada por el clima de especulación
y de murmuración que prevalecía en el país. Los inversionistas y en general los particulares
que no especularon contra el peso, se sintieron traicionados por haber creído de buena fe en
las declaraciones de las autoridades financieras que de manera reiterada y enfática
proclamaban la firmeza de la moneda nacional y así, dominados por la incertidumbre,
procedían a retirar sus inversiones financieras ante el mas leve rumor.
Al rumor de que serian congeladas las cuentas bancarias y nacionalizada la banca, siguió el
de un eventual golpe de Estado que supuestamente habría de tener lugar el 15 de
septiembre, y después al no ocurrir en esa fecha, se creyó que la acción golpista ocurrían el 20
de noviembre. En medio de aquel ambiente de incertidumbre. Fueron publicadas en la prensa
unas declaraciones del presidente Echeverría, en las que censuraba a los industriales del Grupo
Monterrey:
A raíz de estas declaraciones se intensificaron los rumores y las fugas de capital. El 26 de
octubre, el Banco de México informaba que ya no intervendría necesariamente para sostener la
paridad de 19.90, con lo cual además de aumentar la confusión entre el público, se
provoco una segunda devaluación que llevo al peso a cotizarse a 25.50 a fines de mes. Así, en
dos meses, la devaluación fue de más del 100%.
Conforme avanzaba el mes de noviembre se aceleraba la fuga de capitales y cobraba más
fuerza el rumor de un golpe de Estado. El día 18, la Secretaria de la Reforma Agraria anuncio la
afectación de más de 37 mil hectáreas de riego en los valles del Yaqui y Mayo y cerca de 62 mil
de agostadero en otras zonas del estado de Sonora. Los agricultores privados y grupos de
empresarios vieron en esta medida una nueva amenaza a la propiedad privada; hubo paros de
comerciantes y acusaciones de que el gobierno había violado, una vez más, las reglas del juego.
El 22 de noviembre se publicó en la prensa un comunicado del Banco de México mediante el
cual, a partir de esa fecha y hasta nuevo aviso, se deberían abstener las instituciones de
crédito de comprar y vender moneda extranjera y oro amonedado. En esa misma fecha, la
SHCP comunicaba a la Comisión Nacional de Valores la autorización para que las casas de
bolsa operaran divisas en sus respectivas oficinas, con lo cual desaparecía de manera
temporal la función reguladora del Banco de México respecto a las fluctuaciones del peso.
129
Esos comunicados, además de la confusión general que provocaron (en el aeropuerto de la
ciudad de México se vendían hasta 300 dólares por persona, a condición de que se
comprobara la calidad de viajeros de los compradores), sirvió para que la cotización del dólar
subiera de 24.32 a 28.48 la venta, y de 24.08 a 28.20 la compra. Sin embargo, para el 30 de
noviembre, la cotización del dólar había bajado a 22.50 la venta y 21.50 la compra.
La devaluación, que era realmente lo que significaba la flotación del peso mexicano, provoco
numerosas criticas en contra del gobierno, las cuales se centraban en el argumento de que la
situación económica nacional era el resultado lógico de la política económica instrumentada
a lo largo del sexenio, la cual además de equivocada e ineficaz, constituía una prueba
irrefutable del fracaso no solo de la llamada política de desarrollo compartido en si misma,
sino además de su inoperancia como alternativa frente al desarrollo estabilizador.
j) Sociedad y cultura
La política agraria y el movimiento campesino. Desde principios del sexenio se dieron a
conocer los propósitos de la política agraria del gobierno de Echeverría, los cuales consistían en
concluir el reparto agrario iniciada por Lázaro Cárdenas, y cumplir al mismo tiempo los
objetivos de modernización, productividad y empleo, en virtud de las condiciones decadentes en
que se encontraba el campo mexicano. Asimismo, mediante el cumplimiento de esos
objetivos, se trataba de evitar al máximo posible la agudización de la protesta campesina y
recuperar, como se pretendía en otras áreas sociales, la legitimidad de los organismos
oficiales de control. A fin de llevar a la práctica aquellos propósitos, desde el primer año de su
gobierno inicio Echeverría una actividad legislativa que, llevada a diferentes áreas de la vida
nacional, caracterizaría en general a su administración.
Legislación agraria. Una de las primeras leyes que decreto el gobierno de Echeverría fue la
Nueva Ley Federal de Reforma Agraria, promulgada en abril de 1971, con la cual se
pretendía resolver los problemas relacionados con la propiedad agraria. En el año de 1973
se promulgo la Ley Federal de Aguas, con la que se pretendía corregir las políticas que
habían permitido que las tierras irrigadas se concentraran en manos de unos pocos
beneficiarios; en esa misma ley se decreto además la creación de la Secretaría de la
Reforma Agraria. En 1975 dio comienzo la modernización del sistema financiero rural,
mediante la fusión de los bancos oficiales de crédito agrícola en el Banco Nacional de
Crédito Rural, mismo que junto con el Fondo Nacional de Fomento Ejidal (FONAFE) creado
anteriormente, estaba destinado a financiar la producción agroindustrial.
Al año siguiente y último del sexenio, entro en vigor la Ley General de Crédito Rural con el
propósito de otorgar crédito fácil, aumentar los volúmenes de financiamiento, y reducir las
tasas de interna para aquellas inversiones consideradas prioritarias. Por ultimo, en el mismo año
de 1976 se promulgo la Ley de Sociedades de Solidaridad Social, con la cual se pretendía
crear un nuevo tipo de sociedad campesina, construida con el patrimonio colectivo de ejidatarios,
comuneros, campesinos sin tierra, y parvifundistas, quienes destinarían una parte de su
remuneración a un fondo de solidaridad social para realizar actividades comerciales. Lo
singular de este tipo de sociedades era que todas las labores serian realizadas con el
propósito de no contratar trabajadores asalariados.
Inversión publica. Durante el sexenio echeverrista se incremento de manera significativa la
inversión publica en el sector agropecuario, la cual supero en términos elativos a la inversión
130
publica total, al pasar, en ese lapso, de 4 mil millones de pesos a 20 079 millones. Si se
considera aparte la agricultura, el incremento pasó de 2 628 millones de pesos en 1970 a 17
595 millones en 1976. Es decir, que mientras la inversión publica total aumento a un ritmo
promedio anual del 27%, la del fomento agropecuario lo hizo al 36%, y la de la agricultura en
49%. Sin embargo, es importante hacer notar que la distribución regional de dicha inversión
no fue equitativa, ya que beneficio de manera prioritaria a aquellas entidades federativas con
mas del 50% de su superficie cultivable regada; así por ejemplo, en los años de 974 y 1975
sólo siete estados de la Republica —Baja California Norte, Baja California Sur, Sonora,
Sinaloa, Tamaulipas, Tabasco, y Chiapas— absorbieron alrededor del 30% del total de la
inversión publica, en tanto que el 70% restante se distribuyó entre las otras 25 entidades. De
manera similar, el crédito destinado al sector agropecuario se concentro en los estados del
noroeste del país, los cuales captaron en promedio alrededor de un tercio del crédito
disponible.
Respecto al programa ejidal, en el año de 1975 se incremento el crédito agrícola en un 23%
en relación con los primeros años del sexenio. Con este aumento el gobierno pretendía
impulsar a las propiedades ejidales, dentro de un programa creado el año anterior bajo el
nombre de Plan Maestro de Organización y Capacitación Campesina, mediante el cual se
buscaba adecuar la Organización ejidal a las melas del Plan Nacional Agrícola que eran
principalmente: elevar la producción e incrementar la capacidad productiva de los
campesinos para lograr una mayor capitalización del sector ejidal. El plan pretendía
reorganizar, para el año siguiente, 11 mil ejidos y comunidades agrarias, pero a finales de
1976 solo llegaron a funcionar menos de un millar de este tipo de unidades rurales.
Disposiciones administrativas. Dentro de las disposiciones tomadas por el gobierno de
Echeverría respecto del sector agropecuario, es conveniente destacar la creación, en 1973,
de la Comisión Nacional Coordinadora del Sector Agropecuario, destinada a evitar la
dispersión y duplicación de esfuerzos de las organizaciones estatales encargadas de este
sector. No obstante, la citada Comisión resultaba contradictoria, pues en lugar de simplificar
las tareas, llego a multiplicar de manera considerable los organismos dedicados a este
renglón; durante el sexenio el numero de las empresas, fideicomisos y comisiones para el
campo, además de las secretarias, bancos y otros organismos ya establecidos, llego a
alcanzar la cifra de 376. Por otra parte, fue de relevancia la transformación que en 1975 se
hizo del Departamento de Asuntos Agrarios y Colonización (DAAC) al convertirlo en la
Secretaría de la Reforma Agraria, lo cual significo no solo cambio de nombre, si-no una
transformación encaminada a la organización y planificación del sistema ejidal.
Otra de las medidas gubernamentales de estimulo al sector agropecuario, fue el incremento
a los precios de garantía de ciertos productos con el propósito de detener el deterioro del
nivel de vida de las masas campesinas. Pero al llevaría a la practica, esta medida beneficio
sobre todo a los grandes agricultores, ya que volvió más lucrativo el cultivo de productos
básicos como el maíz, fríjol, trigo y algunas oleaginosas, sobre todo cuando les resulto más
rentable sustituir cultivos de exportación por estos productos beneficiados con precios de
garantía. Además, al agotarse el estimulo provocado por los aumentos de los precios de
garantía, y al recuperarse los precios de los productos de exportación, se sustituyeron los
cultivos de productos básicos por los cultivos que traían mayor rentabilidad a los grandes
agricultores.
131
Así pues, la urgencia de elevar la producción para resolver la crisis económica y obtener
divisas, determino que la mayor parte de los recursos destinados al sector agropecuario
fueran canalizados hacia las áreas con mayores potenciales de productividad inmediata y
esa circunstancia obligo a dejar prácticamente a un lado el pretendido impulse a la
colectivización del sector ejidal, el cual requería de grandes recursos para hacerse viable, y
además se desatendió a la agricultura de subsistencia, que era la más atrasada, causando
con ello que la crisis agrícola se hiciera más profunda. De manera similar, las medidas
tendientes a elevar el ingreso de los campesinos y el nivel de empleo del sector, como la
fundación de agroindustrias en una escala masiva, también se vieron relegadas a un
segundo plano debido a la incapacidad del Estado para solventar su costo.
En relación con la política de reforma agraria, al final del sexenio se habían repartido 12 773 888
hectáreas, cantidad que representaba prácticamente la mitad de las tierras distribuidas en el
periodo de Días Ordaz, durante el cual, como se recordara se dio el mayor reparto agrario de
la historia posrevolucionaria del país. En consideración a lo anterior, cabe destacar que el
gobierno de Echeverría ocupa el tercer lugar al respecto, y el segundo corresponde al de
Lázaro Cárdenas.
El movimiento campesino. Como efecto del modelo de desarrollo adoptado por los gobiernos
mexicanos posteriores a 1940, se produjo un constante decrecimiento de la productividad
agropecuaria y, en consecuencia, esa situación impactó de manera negativa sobre la
población rural que en grandes contingentes emigraba a las ciudades en busca de mejores
condiciones de vida, pero que llego también a expresar su descontento de manera violenta
en varias ocasiones durante el periodo 1940-1970. No obstante, aquellos movimientos no
pasaron de ser episodios aislados, pues nunca rebasaron un ámbito local, ni llegaron a tener
continuidad.
Fue al empezar la década de los años setenta cuando se manifestó una movilización
campesina sin precedente en la historia reciente del país, tanto por su magnitud como por lo
que llego a significar en el marco de los acontecimientos generados por la crisis económica y
política que caracterizo el sexenio echeverrista. La protesta campesina de aquellos años se
manifestó de varias formas: a) luchas por mejorar los precios de sus productos; b)
levantamientos en contra de los caciques y eh contra de la imposición gubernamental; c)
surgimiento de organizaciones sindicales independientes, y d) demandas por la tierra.
La lucha por la tierra fue el motivo mas fuerte de la movilización campesina; en los años de
1972 y 1973 se llegaron a dar 600 invasiones de tierra y en junio de ese ultimo año el
secretario de la Defensa aseguraba haber desalojado, mediante la intervención del ejercito, a
treinta grupos de campesinos invasores declarando que no habría de permitir una sola toma
de tierra mas. Fue entonces cuando, ante el fracaso de la CNC como órgano oficial para
controlar la situación, el gobierno creo el Congreso Permanente Agrario (CONPA), en el que
se incorporo la propia CNC y la Unión General de Obreros y Campesinos de México
(UGOCM). La nueva organización se comprometía a rechazar los “actos ilegales”,
refiriéndose, sin decirlo, a las invasiones de tierra realizadas por el movimiento campesino.
Como siguiente paso, las organizaciones que integraban el CONPA firmaron el llamado
Facto de Ocampo a fines de 1974; en dicho acuerdo se comprometían a unirse en una
central única para apoyar la política agraria del régimen, luchar contra el latifundio, y
encauzar por vía legal la toma de tierras.
132
Como contrapartida al Pacto de Ocampo se organizo la Central Independiente de Obreros
Agrícolas y Campesinos (CIOAC), con los propósitos de defender y organizar a los
campesinos, lograr la sindicalización independiente de los trabajadores agrícolas, llevar el
reparto agrario a su culminación, y derogar el amparo agrario en virtud de que este solo
favorecía a los grandes propietarios agrícolas.
Estos últimos, que se oponían al Pacto de Ocampo por considerar que estimulaba la invasión de
terrenos por parte de los campesinos, fundaron en 1975 la Unión Agrícola Nacional (unan),
la cual integro a la mayoría de las uniones regionales agrícolas y ganaderas del país. En
diciembre de ese mismo año, los empresarios agrícolas de Sonora y Sinaloa organizaron un paro
de labores, que fue secundado por las cámaras de comercio locales.
Mientras tanto, el movimiento campesino crecía en organización y en extensión geográfica, al
tiempo que adquiría mayor profundidad, manifestándose en marchas, invasiones de tierra,
ocupación de oficinas de asuntos agrarios, destitución de presidentes municipales, y rechazo a
las asambleas ejidales promovidas por el gobierno. Para el año de 1975 prácticamente no había
un estado de la Republica que no hubiera sido escenario de manifestaciones de la protesta
campesina y de invasiones de tierra.
En noviembre de 1976, a pocos días de terminar su administración, Echeverría decreto la
expropiación de 37 000 hectáreas de riego y 61 665 de agostadero en los valles del Yaqui y
del Mayo en Sonora. Este decreto presidencial, que seria de gran impacto en todo el país,
fue manejado por el gobierno como una respuesta a los fuertes reclamos de los campesinos
de ese estado que se quejaban de la represión violenta de que habían sido objeto por parte
del entonces gobernador, Carlos Armando Biebrich, destituido de su cargo a raíz de una
matanza de campesinos perpetrada por la policía del estado en el valle del Yaqui en octubre
de 1975.
La expropiación de aquellas tierras sonorenses avivó la inquietud de la iniciativa privada rural
en el resto del país e hicieron aun más profundo el clima de desconfianza del sector privado
hacia el gobierno. La UNAN creada el año anterior con el propósito de defender la propiedad
privada contra las invasiones de tierra, se pronuncio enérgicamente en contra de las
resoluciones de expropiación, por considerarlas ilegales, en momentos en que se llegaba al
final del periodo presidencial de Luis Echeverría, insertándose el problema agrario en el
marco de la profunda crisis —económica, social y política— que heredaría el gobierno de
José López Portillo.
k) Política laboral y movimiento obrero.
Político laboral. El sexenio de Echeverría, que se caracterizo por un menor crecimiento de la
economía, persiguió no obstante una política laboral relativamente favorable en lo que
respecta a salaries y prestaciones. Puede decirse que el presidente Echeverría utilizo el
recurso que durante años había funcionado como el principal eje de legitimidad y control del
sistema político mexicano, es decir, el reformismo económico que, para los trabajadores
organizados en las filas del movimiento obrero oficial, se traducía en mejoras saláriales. En
condiciones económicas nada fáciles, y dadas las necesidades del régimen de contar con el
apoyo obrero en circunstancias en que las relaciones con el empresariado se hacían mas
tensas, Echeverría adopto una política laboral favorable a los trabajadores y, en especial, a la
dirigencia sindical.
133
Entre la actividad laboral del gobierno se crearon un sin numero de instituciones orientadas
en su mayoría a proteger o ampliar los ingresos de los trabajadores. CONAMPROS,
CONASUPER, FONACOT, INFONAVIT, FOVISSSTE, y la Comisión Nacional Tripartita
creada en 1971, uno de los pocos organismos que no tenia por objetivo inmediato el
incrementar los ingresos de los trabajadores, sino incorporarlos en un esquema de dialogo,
aunque no de toma de decisiones, con gobierno y empresarios. Además, el gobierno dicto
una serie de decretos y leyes que tenían el propósito de mejorar las percepciones de los
trabajadores. Aparte de los tres aumentos de emergencia (1973,18%; 1974,22%; 1976,23%)
que tuvieron lugar durante el sexenio, quedó aprobada la iniciativa de ley para la revisión
anual de los salarios mínimos contractuales. En términos generales, podría decirse que la
apertura económica hacia el sector laboral supero en gran medida a la apertura política y
produjo los buenos resultados esperados por el gobierno en lo que respecta al control v al
apoyo del sindicalismo oficial.
Insurgencia sindical. Pero en cambio, el sindicalismo independiente mantuvo durante el
sexenio una seria y constante oposición hacia el sindicalismo oficial. Durante esos años
México fue escenario de la protesta de los trabajadores industriales independientes, cuyo
denominador común fueron las demandas por obtener mejoras saláriales en virtud de la
crisis económica, y la lucha por establecer un sindicalismo verdaderamente obrero e
independiente del “charrísimo”. En algunas regiones del país, principalmente en el estado de
Guerrero, algunos de aquellos movimientos establecieron nexos, tanto con la guerrilla urbana
como con los grupos de guerrilleros campesinos. Sin embargo, el fenómeno sociopolítico de
la insurgencia sindical no fue homogéneo, pues agrupaba a dirigentes y organizaciones muy
disímbolos y tampoco logro una extensión completa del país, pues aunque algunos grupos
llegaron a elaborar programas de alcance nacional, la mayoría de los brotes de protesta
laboral se limitaron a una sola empresa, a una demanda especifica o a un conflicto
determinado.
En 1971, primer año del sexenio, no se podía apreciar todavía el auge que llegarían a tener
la oposición sindical y el movimiento de masas; sin embargo, en enero de ese año se formo
el Movimiento Sindical Ferrocarrilero encabezado por Demetrio Vallejo, el mismo dirigente
sindical del conflicto protagonizado por ese sector obrero en 1958. También en ese año
brotaron las protestas del sindicalismo universitario y fue entonces cuando también se inicio
el movimiento de Tendencia Democrática de los electricistas que inicio la dirigencia del
Sindicato de Trabajadores Electricistas de la Republica Mexicana (STERM) integrada luego
al Sindicato Único de la misma rama (SUTERM); estas agrupaciones comenzaron a
organizar una movilización obrera como no se había visto en el país desde hacía muchos
años.
El año de 1972 se caracterizo por un sostenido crecimiento de la oposición sindical y del
movimiento de masas; fue en ese año cuando el sindicalismo independiente puso en practica
nuevas formas de lucha como la insurgencia contra las directivas burocráticas en las
asambleas, las manifestaciones, la ocupación de terrenos urbanos, las celebraciones del día del
trabajo paralelas a las del sindicalismo oficial, las marchas, y la integración de
movimientos solidarios entre los organismos obreros independientes. En los siguientes dos años
la oposición sindical se extendió a otros sectores productivos tanto en el sector público como en
el privado, incluso al sector comercial, sin que el gobierno pudiera detener su crecimiento,
no obstante las mejoras saláriales que promovió para dar respuesta a las demandas de los
trabajadores, frente a las crisis económicas.
134
En abril de 1975 más de 20 mil trabajadores electricistas dieron a conocer públicamente en la
capital del estado de Jalisco, el programa del Movimiento Sindical Revolucionario (MSR) que
luego habría de conocerse como la “Declaración de Guadalajara”. Dicho programa se dividía en
tres grandes apartados: el primero planteaba la necesidad de organizar a los trabajadores para
que recuperaran el control de las asociaciones sindicales, independizándolas del poder estatal; el
segundo proponía una serie de medidas orientadas a elevar el nivel de vida de los asalariados
mexicanos, y el tercero postulaba la necesidad de crear un sistema nacional y estatal de
promoción agropecuaria. El programa demandaba además la expropiación de empresas
trasnacionales, el establecimiento de un monopolio estatal sobre el comercio exterior y la
alianza orgánica de México con el resto de las naciones productoras de materias primas, que
trataban de liberarse de las garras imperialistas.
Además de los proyectos planteados en la Declaración de Guadalajara, la llamada
insurgencia obrera se distinguió en este periodo por tres modalidades de actividad sindical.
Una consistió en la creación de sindicatos de empresa y en los intentos por democratizar a
los sindicatos locales en empresas de todas las ramas. Un segundo tipo de movimiento fue el
que pugno por la democratización de los principales sindicatos nacionales del sector
industrial, como fue el caso del movimiento de los electricistas. Por ultimo, una tercera
modalidad fue la creación de sindicatos en sectores en los que la sindicalización de los
trabajadores había sido hasta entonces escasa o inexistente, lo cual propicio el desarrollo de
sindicatos de trabajadores bancarios, de profesionistas y de trabajadores universitarios, los
cuales, también en lucha contra el gobierno, se destacaron por su adhesión al movimiento
obrero.
En medio de esta efervescencia sindical, era de esperarse que aumentara el numero de
movimientos huelguísticos, y así fue, sobre todo en los dos últimos años del sexenio, cuando en
respuesta a la gravedad de la crisis, se dio un incremento notable de los emplazamientos a
huelga, que en 1975 fueron 2 155 y al año siguiente llegaron a la suma de 6 299. La mayor parte
de esas numerosas huelgas se organizaban en demanda de aumentos saláriales y, en un
segundo piano, en busca de mejores prestaciones. Pero algunas ocasiones llegaron a incluir
objetivos democratizadores, como fue el caso del movimiento sindical de los electricistas
expresado a través de la Declaración de Guadalajara y apoyado por manifestaciones de
sindicatos obreros en todo el país.
En mayo de 1976 se creo el Frente Nacional de Acción Popular (FNAP) formado por
diferentes sectores obreros que pretendían formar un bloque unido e independiente del
gobierno, que les permitiera hacer frente a la crisis; y así, diversas organizaciones obreras,
campesinas, populares y estudiantiles, se reunieron en la ciudad de México para construir un
amplio frente de lucha. El programa de este grupo, que resulto muy heterogéneo en su
composición, se basaba en el modelo y en los planteamientos de la Declaración de
Guadalajara, pero agregaba el objetivo de luchar por la contratación colectiva y por defender
y preservar el derecho de huelga. Sin embargo, el FNAP no habría de mantenerse mucho
tiempo; al estar compuesto por grupos sociales de diversa índole, muchos de estos grupos
no cumplieron el programa establecido y aquel frente se desvaneció paulatinamente.
Las acciones protagonizadas por la insurgencia sindical se prolongaron durante los cuatro
años de periodo echeverrista y en el último año del sexenio empezaron a declinar, pues la
insurgencia obrera fue afectada negativamente por la desarticulación del FNAP y por la
represión gubernamental a través del ejército contra el SUTERM. En cambio, los
135
trabajadores electricistas sí resultaron beneficiados en la lucha, pues si en 1970 sus salarios
promedio eran inferiores a los de los petroleros, en 1976, se veía claramente que los habían
superado.
En esas condiciones de desarticulación de los movimientos sindicales, se daba la sucesión,
la campaña y la elección presidencial de 1976, cuando el relativo auge de la izquierda y de
los movimientos populares se había detenido. Para Echeverría la oposición más peligrosa de
aquellos momentos provenía del sector empresarial que enfrentaba un nuevo conflicto con el
gobierno tras la expropiación de los terrenos del Valle del Yaqui, ya descrita en páginas
anteriores.
Educación.
Reforma educativa. La política educativa del sexenio estuvo determinada por el mismo eje
conductor que guió la mayoría de los actos de su gobierno: la secuela de los acontecimientos del 2
de octubre de 1968. Pero, por razones obvias, Echeverría dedico un especial y significativo
empeño hacia la Educación en un esfuerzo por atraerse la simpatía, si no el apoyo de los
estudiantes, incluso de los profesores universitarios, con el propósito de recuperar la
legitimidad que había perdido el grupo en el poder con las acciones represivas de aquella
“Noche de Tlatelolco”, pues el hecho de que Díaz Ordaz hubiera asumido por entero la
responsabilidad de esas acciones, no eximia de culpa a Luis Echeverría, entonces secretario de
Gobernación.
Desde su campana electoral, Echeverría anuncio el proyecto de una reforma educativa
profunda e integral, en todos los niveles, que habría de requerir la colaboración de maestros,
alumnos y diversos sectores sociales; a partir de entonces, la política educativa del sexenio
quedó comprendida en la expresión “reforma educativa”, la cual incluía todas las acciones del
gobierno en esta área, la creación de nuevas instituciones y la expedición de nuevas leyes y
se entendía como un proceso permanente en búsqueda de un mayor dinamismo a la educación
nacional, con el fin de que sirviera de impulse a las transformaciones que deberían operarse
en la sociedad mexicana.
Para dar fuerza legal al proyecto de reforma educativa, con fecha 27 de noviembre de 1973
se expidió la Ley Federal de Educación en la cual se definía la educación como medio
fundamental para adquirir, transmitir y acrecentar la cultura para contribuir al desarrollo del
individuo y a la transformación de la sociedad, y como factor determinante en la adquisición
de conocimientos en el marco de un sentimiento de solidaridad social. Remarcaba la
importancia de la educación extraescolar mediante la cual se impartiera la instrucción
elemental, media y superior; disponía que el sistema educativo debía permitir al educando,
en cualquier tiempo, incorporarse a la vida económica y social, y también debía permitir que
los trabajadores pudieran estudian establecía la necesidad de llevar un registro nacional de
educandos, educadores, títulos académicos y establecimientos educativos, así como
instrumentar un sistema nacional de créditos para estudiantes; se acordaba que la
revalidación de las materias se otorgara por tipos de educación, grados escolares o materias,
para asegurar flexibilidad en este aspecto, y, por ultimo, creaba un sistema federal de
certificación de conocimientos conforme a bases bien definidas, de manera que propiciara el
estudio autodidáctico.
136
La nueva Ley establecía que la educación debía corresponder a la etapa de cambios que
vivía el país, y al momento de desarrollo científico y tecnológico del mundo; promovía la
conciencia critica mediante métodos de enseñanza que no se fundamentaran ya en la
memorización sino en la capacidad de observación y en el análisis; la educación debía
centrarse en el maestro por tratarse del factor primordial en el proceso educativo, pero se
enfatizaba el papel activo del alumno en el aprendizaje; por ello, se evitarla dar al estudiante el
conocimiento elaborado para buscar en cambio que aprendiera por sí mismo. Para dar
cumplimiento a tales propósitos debían elaborarse planes y programas que respondieran a
objetivos específicos de aprendizaje y establecerse los procedimientos necesarios para
evaluar el cumplimiento de dichos objetivos.
Se concebía el sistema educativo nacional como un proceso integral, en cuanto que abarcara
todos los niveles escolares, e incluía de manera especial a la educación extraescolar con el
propósito de capacitar a todos los mexicanos, tanto para que pudieran continuar estudios de
educación superior como para que se incorporaran a alguna actividad productiva. Para esto
se emprendieron programas de primaria acelerada, primaria intensiva, cursos comunitarios,
sistemas abiertos en secundaria, preparatoria y estudios profesionales para el magisterio. En
el piano de los valores, se acentuaron aquellos relacionados con la apertura democrática
proclamada por el régimen: pluralismo, dialogo, pensamiento critico, solidaridad social y
participación. Se hacia hincapié en la necesidad de luchar por la justicia, el respeto a la
libertad y a la disidencia, la responsabilidad de la comunicación entre educandos, maestros y
padres de familia.
La reforma educativa en los diversos niveles de enseñanza. La reforma educativa se
ocupaba de manera prioritaria de la enseñanza primaria y, por considerar que los libros de
texto constituían el medio fundamental de dicho nivel de enseñanza, se emprendió una
reforma completa de los mismos, donde quedo manifiesta la orientación conceptual de la
educación como un proceso personal de descubrimiento y exploración, y no ya de mera
acumulación de información fiesta la orientación conceptual de la educación como un
proceso personal descubrimiento y exploración, y no ya de mera acumulación de información
Para la enseñanza media básica (secundaria) se formulo un programa por área y otro por
asignaturas mediante el cual se pretendía “ofrecer los fundamentos una formación general
de pre-ingreso al trabajo y para el acceso al nivel inmediato superior”. Con respecto a la
enseñanza media superior (bachillerato) durante el sexenio hubo dos modificaciones en
cuanto a los ciclos escolares; en 1971 se recomendó que se organizara como ciclo formativo
de tres años con carácter bivalente, es decir a la vez terminal y propedéutico hacia los
estudios superiores; dos años más tarde se proponía organizar dicho nivel de enseñanza por
semestres y créditos, con salidas laterales hacia el trabajo productivo.
En relación con la enseñanza normal se estableció un nuevo plan de estudios en tres áreas:
científico-humanista (Matemáticas, Español, Ciencias naturales y Ciencias sociales),
formación física, estética y tecnológica, y por ultimo la formación profesional específica.
La reforma educativa estableció además un sistema de enseñanza abierta en varios niveles;
primaria para adultos, licenciatura para maestros, preparatoria abierta (CEMPAE ITESM en
Monterrey), enseñanza abierta del Colegio de Bachilleres y el Instituto Politécnico Nacional para
carreras cortas y algunas licenciaturas.
137
Respecto a la educación superior, que en este sexenio se fomento como nunca antes, la
Asociación Nacional de Universidades e Institutos de Educación Superior, (ANUIES)
desempeño un papel decisivo en el sexenio 1970-1976. Fundada en el año de 1958, esta
organización tenía por objetivo conjuntar los esfuerzos de las diversas universidades por
lograr la superación académica e intercambiar opiniones acerca de su propia problemática.
Con el paso del tiempo, la ANUIES desempeño además un papel de intermediaria entre las
instituciones educativas y el gobierno federal, con el objeto de obtener subsidies, y fue
desarrollando diversas actividades de investigación, asesoría, programa de becas,
publicación de materiales y capacitación de profesores y administradores involucrados en la
educación superior.
En el año de 1969, la ANUIES elaboro un estudio acerca de las necesidades de las
instituciones de educación superior, con objeto de fundamentar las negociaciones de
financiamiento ante el gobierno federal, sobre todo porque dos años antes el gobierno de Díaz
Ordaz había congelado los subsidies y se consideraba necesario presentarle los
documentos que demostraran la situación precaria en que se encontraban las universidades.
Dichos documentos fueron presentados en una asamblea que tuvo lugar en la ciudad de
Hermosillo, Sonora, en 1970, en donde además se aprobó un importante documento que
definía los objetivos de educación superior y mediante el cual se establecía un programa
nacional de formación de profesores, y se planeaba la creación de centros de documentación
didáctica en las instituciones y en las cabeceras regionales.
1.- Al iniciarse el sexenio echeverrista, la ANUES, a la que se afiliaron los Institutos
Tecnológicos Regionales, continuo sus labores con el propósito de lograr una mayor
cohesión entre las instituciones educativas y una modernización de su vida académica,
además de que obtuvieron un importante aumento en los subsidies. Entre 1971 y 1975 se
celebraron cinco reuniones más, de las cuales surgió un conjunto de acuerdos que se
consideraron como el modelo de la reforma educativa en las universidades, cuyos objetivos,
orientaciones generales y metas operativas, se fundamentaron en los siguientes principios
filosóficos: La educación debe implementarse (sic) conforme a un concepto integral en el que
convergen lo individual y lo social.
2.- La educación, en cuanto contribuye a la formación de los cuadros calificados, necesarios
para lograr niveles más altos de convivencia, es un factor importante de cambio social.
3.-La enseñanza superior tiene la triple tarea de docencia, investigación y difusión cultural.
Además, las instituciones son instrumentos creadores que ejercen una actitud crítica, dentro de
un genuino espíritu científico.
3.- La autonomía de las instituciones de cultura emana de la autoridad que la sociedad
reconoce tácita o expósitamente. No es un privilegio, sino un derecho y una responsabilidad.
La autonomía es imprescindible en el cumplimiento de los fines de la educación superior, y
se consideran inviolables la independencia y la libertad de cátedra e investigación que la
sustentan. Estos principios que fundamentaron la reforma en la educación superior, eran
congruentes con la política educativa general del sexenio, que en lo propiamente académico
tendía a modernizar y hacer más eficiente el proceso de enseñanza-aprendizaje (aunque
esto no implicaba establecer normas que pudieran suscitar conflictos con los estudiantes).
Respecto a las funciones de la universidad en relación con los procesos sociales y políticos,
uno de los puntos mas críticos en la protesta estudiantil de 1968, el modelo ANUIES se
138
basaba en el criterio de que la “demanda social” es la que determinara el crecimiento de las
universidades, y la norma de promoción seria el merito académico, con lo cual se aceptaba de
manera implícita que se pretendía ofrecer oportunidades de ascenso social a todos los
estudiantes independientemente de su extracción socioeconómica, con la única condición del
merito académico.
Instituciones educativas creadas en el sexenio. Fue notable el aumento de instituciones
educativas que se crearon, principalmente en el nivel superior, durante el sexenio
echeverrista, entre las cuales destacan: el Colegio de Bachilleres, las Escuelas Nacionales
de Estudios Profesionales (ENEP) de la UNAM, la Universidad Autónoma Metropolitana, la
Universidad de Baja California Sur, la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez y la
Universidad Autónoma de Chiapas. Sobre estudios profesionales específicos se crearon: la
Facultad de Ciencias Químicas en la Universidad Autónoma de Tamaulipas, la Escuela de
Veterinaria y Zootecnia en la Universidad de Nayarit, y la Escuela de Ciencias del Mar en la
Universidad de Sinaloa. Se crearon además 16 Institutos Tecnológicos Regionales,
aumentando a 34 el número de estas escuelas en el país.
Por ultimo, es interesante observar el significativo aumento de los subsidies que el gobierno
echeverrista concedió a las instituciones publicas de nivel superior, pues si en 1970 los
subsidies federales significaban un 23.5% de los ingresos que recibían las universidades
estatales, al termino del sexenio en 1976, llegaron a representar el 52.4%. Sin embargo, es
importante notar que el aumento de los subsidies apenas llego a compensar el déficit que
sufrirían esas instituciones desde el sexenio anterior, en virtud de la situación inflacionaria del
periodo 1970-1976. Por otra parte, la distribución de los subsidies fue desigual puesto que se
canalizo en mayor proporción a las instituciones localizadas en la capital de la Republica
(UNAM, IPN, UAM), por ejemplo, en 1976 de un total de 8 205 200 pesos, solo correspondió a las
universidades de los estados la cantidad de 2 041 700.
La reforma educativa del régimen echeverrista estaba encaminada a restablecer el equilibrio
perdido en 1968, pero en la practica dicha reforma no constituyo un plan integrado de
acciones con programas y metas precisas; más bien se fue elaborando y dando a conocer
sobre la marcha, y el fracaso se debió en buena medida a que los beneficios educativos se
utilizaron como factores de negociación política entre instituciones educativas y gobierno.
Como ejemplos claros de esto se puede tomar el caso del otorgamiento preferente de
subsidies a las universidades de la capital de la Republica, o el de la autonomía concedida a la
Universidad de Nuevo León en los momentos de mayor conflicto.
Sin embargo, no se puede dejar de reconocer la trascendencia de la reforma echeverrista en
educación, la cual dio forma a una nueva concepción en el proceso enseñanza-aprendizaje y se
manifestó en hechos concretos, algunos de los cuales aun perduran. Asimismo, fue de
significativa trascendencia la labor editorial de los intelectuales mexicanos que con sentido
crítico se dedicaron durante ese periodo a la investigación, sobre todo en ciencias sociales, y
dejaron un abundante acervo en libros y revistas como valiosa documentación de aquella
conflictiva época de la historia mexicana.
139
IV.- LOS SEXENIOS DE LA CRISIS ECONÓMICA (1976 - 1988)
A.- Gobierno de José López Portillo (1976-1982)
a) Política interna
INICIOS DE LA ALIANZA CONCILIADORA.
José LÓPEZ PORTILLO inicio su mandato presidencial en medio de un ambiente de
incertidumbre y bajo el impacto psicológico de la devaluación decretada por su antecesor, la
que significaba el fracaso del nuevo rumbo por el que Echeverría había tratado, sin éxito, de
impulsar la economía del país. A los ojos de propios y extraños, el modelo de “desarrollo
compartido” había demostrado no ser una opción viable para corregir las deficiencias del
modelo de desarrollo estabilizador que el propio presidente saliente criticara al principio de su
administración; correspondía ahora a su sucesor enmendar las fallas de la fracasada política
económica. En los primeros momentos de su mandato presidencial, López Portillo cimentó su
prestigio como gobernante en la premisa fundamental de que había sido electo para
administrar la crisis. Comentaba el mismo que su gobierno aspiraba a sacar al país del
“bache” en que se encontraba; por lo tanto, consideraba como parte esencial de su política
elaborar una estrategia que permitiera administrar el Estado con eficacia.
Pero sobre todo, para López Portillo era de gran importancia lograr la reconciliación con los
miembros del sector empresarial resentidos contra el sistema político. Bajo las difíciles
condiciones socioeconómicas en que se encontraba el país, era imprescindible para el nuevo
gobierno recuperar el apoyo de la iniciativa privada, puesto que era necesaria la colaboración
de este sector para llevar a la práctica un plan de reformas capaz de solucionar la crisis
financiera. Por eso, desde los días de su campaña electoral, López Portillo se dedico a
tranquilizar los ánimos de los empresarios y a presentar su gobierno como un régimen de
conciliación.
El logro de la conciliación implicaba en gran parte que el nuevo Ejecutivo Federal estuviera
dispuesto a reconocer la situación de crisis monetaria heredada de la administración recién
concluida; por eso, el día de su toma de posesión López Portillo abordo el tema de la
devaluación y los efectos de la misma, como el eje central de su discurso inaugural,
admitiendo la gravedad de la crisis económica y asegurando al mismo tiempo que México
tenia los recursos naturales y humanos para superarla. En el mismo discurso, el nuevo
presidente alentaba a todos los mexicanos a trabajar unidos en el esfuerzo por encontrar
soluciones a la crisis, pero de paso, al referirse a los efectos psicológicos de la devaluación,
hizo 'in reclamo a los mexicanos que habían perdido la confianza en su país:
Ni hemos perdido todo, ni podemos esperarlo todo de la devaluación. No es desastre ni
panacea. Expresa, objetivamente, nuestra relación de intercambio con el mundo... Lo
ciertamente grave, es que en los momentos de deterioro, algunos mexicanos perdieron la
confianza en el país... México necesita reafinar sus valores, su fuerza y la seguridad de que
su destino no depende de veleidades monetarias o de alguna cifra mágica que establezca la
paridad del peso con monedas extranjeras. Se hace imprescindible reiterar que nuestro
desarrollo depende del esfuerzo productivo de los mexicanos; que nuestros recursos
naturales no se han empobrecido por haberse devaluado nuestra moneda; que la capacidad
creadora de sus habitantes no esta a merced de pánicos financieros y que, en consecuencia,
los precios, los salarios y el nivel de vida solo se deterioran en la medida en que, por
140
ignorancia, temor o mala fe, seamos incapaces de comprender que lo único afectado es el
valor de lo que compramos en el exterior. Quisiera que así lo entendiéramos muy pronto, para
evitar la peor de las dependencias enajenantes, la psicológica, la que nos hace perder identidad
y dirección.
En esa misma ocasión, en la que como en todos sus discursos a lo largo del sexenio hizo
gala de su florido manejo del lenguaje, López Portillo anuncio algunos de sus proyectos,
particularmente el de la Alianza para la Producción, proyecto al que consideraba como la
solución clave para los problemas socioeconómicos que su gobierno había heredado.
Expreso entonces que tal alianza debía ser popular, nacional y democrática, e implicaba la
colaboración de todos los mexicanos, a quienes pidió le concedieran tiempo y creyeran en su
buena fe, Según López Portillo la solución a los problemas del país consistía en “integrar con
todos los 'yo' un 'nosotros'“; idea que se simplifico en la frase: “la solución somos todos”,
utilizada como lema de su gobierno. Hacia un dramático llamado de solidaridad a los
diferentes sectores de la sociedad, a las mujeres, los jóvenes, los trabajadores, los
intelectuales, pero también a los pesimistas, a los desnacionalizados, y a los que “se dejan
arrastrar por los rumores y chismes”, en clara alusión a la ola de rumores que corrió por el
país en los últimos años del gobierno echeverrista. A los empresarios les pedía su capacidad
para generar prosperidad compartida y para “dar función social a la riqueza”.
De singular significancia fue su petición a los grupos marginados:
A los desposeídos y marginados si algo pudiera pedirles, seria perdón por no haber acertado
todavía a sacarlos de su postración; pero les expreso que todo el país tiene conciencia y
vergüenza del rezago y que precisamente por eso nos aliamos para conquistar por el
derecho la justicia.
La “Alianza para la producción” era sobre todo un medio por el cual López Portillo intentaba
reanudar los lazos con el sector empresarial, pues el papel de este era crucial para el
proyecto del nuevo gobierno. La alianza se apoyaba en un estricto control del gasto público, en
exenciones y reducciones de impuestos a la exportación, y en el aumento de los precios de los
productos básicos. Planteamientos que recibieron el apoyo unánime de los empresarios;
en abril de 1977 el Grupo Monterrey se comprometió a cooperar con el nuevo gobierno
mediante fuertes inversiones de capital, actitud que López Portillo califico como
“profundamente nacionalista”. Desde un principio y durante gran parte del sexenio, la manera en
que se dio la relación entre este grupo empresarial y el gobierno federal, demostraba, por una
parte, que el presidente juzgaba muy necesarios su apoyo y cooperación para la buena marcha
de la economía nacional, y por otra, que habían sido superados los conflictos entre empresarios
y gobierno generados en el sexenio anterior.
Casi todos los convenios que propuso López Portillo desde un principio fueron bien acogidos
por los empresarios, pues reflejaban el deseo de establecer una independencia de
Echeverría, ya que la estrecha amistad entre uno y otro hacia temer a la iniciativa privada
que el ex-presidente buscara influir sobre las decisiones del nuevo gobierno, pero tal cosa no
sucedió y López Portillo demostró desde un primer momento que actuaba por cuenta propia
al formular políticas que eran claramente distintas a las de su predecesor, y en forma
particular dentro de la esfera económica. Se pueden considerar como ejemplos de esa
actitud de independencia la composición inicial del gabinete presidencial, ya que López
Portillo nombro como secretarios de Estado a las personas que habían colaborado con el
141
cuando, siendo subsecretario de la Presidencia en el gobierno de Díaz Ordaz, intentó llevar a cabo
una reforma administrativa. Además me significativa su actitud al instrumentar un plan de
desarrollo diferente del creado por el PRI a fines del sexenio anterior.
Ante la necesidad de efectuar cambios en la política económica, la nueva administración
estaba consciente de que debía evitar los conflictos con la clase empresarial, pero también
advertía que su alianza con ese grupo podría provocar la inconformidad de los demás
sectores sociales, en particular el movimiento obrero que, de acuerdo con el tradicional
corporativismo del Estado, constituía una importante base de apoyo para el gobierno. Para
resolver ese aspecto contradictorio, López Portillo utilizo un recurso que ya se había
planteado en el sexenio anterior, pero que hasta entonces se había pospuesto por
considerarlo como algo secundario; tal recurso consistía en una reforma político, entendida
como una estrategia encaminada a aliviar las tensiones sociales provocadas por la crisis
económica, pero que no implicaba llevar a cabo paralelamente reformas en la economía que
pusieran en riesgo la alianza con el sector privado.
Reforma electoral. Lo que Echeverría no había querido o no había podido hacer, emprender
un amplio plan de reforma de las instituciones políticas, aparecía ahora con López Portillo
como una solución viable a los problemas sociales, desde la perspectiva de buscar un
atenuante para los efectos de la critica situación económica del país mediante una
transformación que brindara mayores oportunidades de acceso a la estructura política. De
acuerdo con lo expresado por el secretario de Gobernación, Jesús Reyes Heroles, en un
discurso pronunciado el día primero de abril de 1977 en Chilpancingo, Guerrero, con la
reforma política se buscaba un doble propósito; por un lado se trataba de institucionalizar las
demandas de apertura política de la disidencia, impidiendo que esta tomara el camino de la
subversión como había sucedido en el sexenio anterior, y por otro lado, se pretendía otorgar
a las instituciones publicas una mayor representatividad política y social, permitiendo que el
Estado ensanchara las posibilidades de representación política de modo tal que se pudiera
captar “el complicado mosaico ideológico nacional de una corriente mayoritaria, y de las
pequeñas corrientes que, difiriendo en mucho de la mayoritaria, forman parte de la nación”.
Agregaba Reyes Heroles que el gobierno habría de introducir reformas políticas tendientes a
facilitar la unidad democrática del pueblo, “abarcando la pluralidad de ideas e intereses que
lo configuran”.
En octubre de 1977, el presidente de la Republica presento al Congreso su iniciativa de
reformas a la Constitución y su proyecto para una nueva ley electoral, la cual fue promulgada
a fines del siguiente mes de diciembre bajo el titulo de Ley Federal de Organizaciones
Políticas y Procesos Electorales. (LOPPE), en la cual se incluyo una ley de amnistía
destinada a beneficiar a un buen numero de presos y prófugos políticos, en un intento por dar
solución jurídica a los conflictos protagonizados por la guerrilla urbana y rural que inquieto al país
en el sexenio anterior. Por otra parte, la LOPPE, redujo de manera formal el papel de la
Secretaria de Gobernación en algunos asuntos claves, entre ellos el del registro de los
partidos políticos; creo figuras jurídicas nuevas, como la de “asociación política”, y estableció que
los partidos fueran considerados como “entidades de interés público”.
Pero el aspecto central de la LOPPE era beneficiar a los grupos políticos minoritarios porque
aparte de considerar a los partidos que ya gozaban de registro, abría posibilidades reales
para que otras organizaciones de interés político tuvieran acceso al sistema. Esto hizo a la
nueva ley especialmente atractiva para la mayoría de los partidos y grupos opositores, pues
142
les ofrecía mayores ventajas que cualquier otra reforma anterior, y los subsidios económicos
eran parte de esas ventajas; pero lo más importante consistía en que la LFOPPE ofrecía al
conjunto de los partidos de oposición mayores posibilidades de representación en la Cámara
de Diputados que la reforma política de 1963, y aunque este aspecto de la nueva reforma no
resultaba ahora atractivo para el PAN como lo había sido en tiempos de López Mateos,
constituyo un elemento central en el apoyo que los demás partidos y organizaciones dieron a
la iniciativa de ley.
La ley constaba de cinco títulos: a) sobre la elección de los poderes legislativo y ejecutivo y
sobre las organizaciones políticas; b) sobre la preparación del proceso electoral; c) el que
contiene las disposiciones de la jornada electoral; d) el que se refiere a computes y
resultados electorales, y e) el que se ocupa de problemas, nulidades, recursos y sanciones.
Fueron modificados muchos aspectos importantes del sistema electoral mexicano, al
reformar los artículos constitucionales relacionados con este aspecto: el 41, que se refiere a
los partidos políticos; el 52, que establece el sistema mixto con el predominio de la mayoría y
la ampliación de los diputados hasta 400 (300 electos según el principio de mayoría relativa,
y hasta 100 según el sistema proporcional); el 54 y el 55 que establecen los requisitos para
las candidaturas de los diputados federales; el 60, que trata sobre el sistema de integración
del Colegio Electoral, la Comisión Federal Electoral (CFE) y establece el recurso de
reclamación ante la Suprema Corte de Justicia contra las resoluciones de dicho Colegio, sin
que la Corte tenga facultad de decisión, sino solo de emitir opinión; el 73 que se refiere a los
ordenamientos legales aplicables al Distrito Federal; el 97, que permite a la Suprema Corte
investigar de oficio los hechos violatorios del voto público, en los casos en que a su juicio
pudiera ponerse en duda la legalidad de todo el proceso de elección de alguno de los
poderes de la Unión; finalmente, el 115, que, dentro de las modalidades de las legislaciones
estatales, establece la introducción del principio de representación proporcional en la
elección de los ayuntamientos, y el establecimiento del sistema de diputados locales de
minoría.
Es de particular importancia la modificación realizada en el sistema de “diputados de partido”, que
ahora se dividía en dos tipos de candidatos con sendos caminos para obtener la diputación.
En un caso se trataba de distritos federales uninominales, que deberían ser en numero de
300, y tendrían que establecerse en cada elección y sólo podría triunfar un candidato en
cada uno de ellos, esto es, el que obtuviera mayoría relativa, (por esa razón se llamarían
uninominales).
En el otro caso se trataba de circunscripciones plurinominales, que debían de ser en numero de 5
y permitirían la elección de hasta 100 diputados, según un sistema de representación
proporcional variable, elegido por la Comisión Federal Electoral, que además decidía para
cada elección las entidades federativas que debían abarcar las circunscripciones
plurinominales, sin que existieran criterios prefijados para ello.
La ley establecía además que si un partido obtenía sesenta o más diputaciones por el
sistema de elección uninominal, ese partido no tendría derecho a diputaciones por elección
proporcional; mientras que un partido minoritario, para obtener este tipo de diputaciones,
deberá haber obtenido cuando menos un 1.5% de la votación total, y si estos partidos
minoritarios obtenían conjuntamente noventa o más constancias de mayoría en los distritos
uninominales, el numero de bancas de representación proporcional se reducía a la mitad, o sea
a cincuenta, a fin de mantener inalterable el derecho de la mayoría.
143
La LFOPPE fue objeto de criticas principalmente de parte de los partidos políticos
importantes, incluso del mismo PRI y en particular del sindicalismo oficial, principalmente la
CTM, cuyos dirigentes cuestionaban lo que significaba la reforma política para la hegemonía
que esa organización ejercía dentro del partido. La critica surgió también del PAN, sobre todo
al respecto de los puntos siguientes: se consideraba que la nueva ley no facilitaba la
vigilancia necesaria para suprimir el fraude electoral; se juzgaba inapropiada la hegemonía
que la ley aseguraba al gobierno en las instancias organizadoras, vigiladotas y calificadoras
de los procesos; se pensaba que era inadecuado el sistema de organización, levantamiento y
registro del padrón electoral; se rechazaba por inoperante el papel otorgado al
Poder Judicial en materia electoral; se criticaba el hecho de que la Comisión Federal
Electoral fuera convertida en un superpoder, sobre todo porque estaba integrada en su
mayoría por miembros del gobierno o del partido oficial, y por ultimo, se consideraba que el
sistema de diputados plurinominales, al no tener un área regional fija como era el caso de los
distritos, permitía al gobierno mover a su conveniencia cada trienio la ubicación territorial de
las circunscripciones, cuando en alguna región especifica se presentaran fricciones con los
partidos de oposición.
La reforma política fue puesta a prueba en 1979 en las elecciones para diputados. De los 300
distritos de mayoría simple, el PRI solo perdió 4 con el pan, al cual le correspondieron
además 39 de representación proporcional. El Partido Comunista Mexicano (PCM) obtuvo
18; al Partido Autentico de la Revolución Mexicana (PARM) le correspondieron 12, y el
Partido Popular Socialista (PPS) obtuvo 11. Además se hicieron acreedores al registro el
Partido Socialista de los Trabajadores (PST) y el Partido Demócrata Mexicano (PDM),
logrando cada uno 10 diputaciones. Se hizo notorio que en comparación con las elecciones para
diputados de 6 años antes, el PRI y el pan habían perdido 750 000 y 680 000 votos
respectivamente, lo cual parecía demostrar que las corrientes minoritarias se habían visto
favorecidas, como había sido la intención de la reforma política. Sin embargo, esta primera
prueba de la LFOPPE no resulto del todo exitosa pues aun cuando se amplio el conjunto de
partidos de oposición al incorporarse al proceso electoral los partidos minoritarios PCM, PST Y
PDM, ello no trajo consigo una mayor afluencia de electores, y si uno de los principales
objetivos era abatir el abstencionismo, por lo contrario este aumento notablemente llegando al
50.67% de acuerdo con las cifras oficiales.
La LOPPE fue modificada en dos ocasiones durante el sexenio de López Portillo, ambas
después de las elecciones federales de 1979; la primera en 1980 que no fue de gran
relevancia, pues solo se refirió a algunos detalles de menor importancia en el proceso
electoral, como el derecho de los partidos a nombrar representantes, propietario y suplente ante
las mesas directivas de las casillas electorales. La segunda modificación, que se publicó en enero
de 1982, incluía múltiples artículos encaminados a perfeccionar el proceso electoral en muchos
mas detalles que la primera; entre las modificaciones fundamentales esta la de perdida de
registro de
partido, que en la LPOPPE original ocurría si en tres elecciones federales
consecutivas no se obtenía el 1.5% de la votación nacional, en cambio ahora bastaba con
una sola vez que no se obtuviera dicho porcentaje en una elección nacional, para que un
partido perdiera su registro definitivo.
Esto permitió que, además del PRI y del PAN, obtuvieran su registro definitivo partidos ya
existentes como el PARM y el PPS. También, se otorgo el registro condicionado a otros
partidos: el Social Demócrata, el Socialista de los Trabajadores y el Partido Comunista; a
este ultimo se unieron en una coalición el Partido Mexicano de los Trabajadores, el Popular
144
Mexicano y el Socialista Revolucionario. Por otra parte, otras organizaciones, como el Partido
Revolucionario de los Trabajadores y, la Unidad de Izquierda Revolucionaria, se convirtieron
en Asociaciones políticas, para lo cual solamente requerían contar con cinco mil afiliados en
diez entidades federativas y demostrar actividades políticas continuas durante dos años.
Reforma administrativa. Entre los primeros programas elaborados por el régimen de López
Portillo en el contexto de la crisis económica que afectaba al país en el año de 1976, se llevo
a cabo una reforma en la administración pública, pues se advirtió que el Estado estaba
perdiendo eficacia en virtud de haber crecido desmesuradamente. En su estructura orgánica, la
administración publica federal esta integrada por dos sectores: la administración
centralizada (Secretarias y Departamentos), y el sector paraestatal integrado por entidades
descentralizadas (empresas paraestatales), y era precisamente este ultimo sector el que
había llegado a ser inmanejable por sus grandes dimensiones, aparte de que algunas de sus
entidades ya no tenían razón de ser.
Ante esta perspectiva y con miras a lograr una mayor eficacia en la administración publica,
se elaboro un complejo programa tendiente a reducir de tamaño ambos sectores del aparato
estatal. La instrumentación de ambos procesos —depuración en gran escala del sector
paraestatal y reorganización de la administración centralizada— se llevó a cabo mediante
una nueva Ley Orgánica de la Administración Publica Federal, expedida a fines de diciembre
de 1976, en la cual, se concibió a ambos procesos como un todo, sometidos a las mismas
normas. Entre los cambios generados por la nueva ley destacan la sustitución de la
Secretaria de la Presidencia por la de Programación y Presupuesto; la fusión de las
secretarias de Agricultura y Ganadería, y la de Recursos Hidráulicos, para formar la
Secretaria de Agricultura y Recursos Hidráulicos; la incorporación de la rama industrial a la
de Patrimonio y Fomento Industrial, y la creación de la Secretaria de Asentamientos
Humanos y Obras Publicas.
Además y con el propósito de lograr un funcionamiento armónico de las dependencias
centralizadas y las entidades paraestatales, se ideo un mecanismo llamado de
“sectorización”, sistema que agrupaba a las paraestatales en sectores formados y
encabezados por cada dependencia centralizada. De esta manera, cada secretaria o
departamento encabezaba un numero diverso de entidades descentralizadas que se iban
agrupando y formando sectores de acuerdo con la función que realizaban. Asimismo, la
sectorización establecía que las relaciones entre las paraestatales y el Ejecutivo Federal se
llevaran a cabo por medio de la “cabeza de sector”, es decir del secretario de Estado
correspondiente. Sin embargo, pasado el tiempo y quizá por la complejidad misma del
sistema, las paraestatales quedaron subordinadas a las dependencias centralizadas, y por lo
tanto la sectorización no llego a cumplir con el objetivo de armonizar las funciones entre
ambos tipos de dependencias para el que habían sido diseñadas.
Planificación para el desarrollo. En su primer informe de gobierno, en septiembre de 1977,
López Ponillo hizo un diagnostico de la situación socioeconómica que su administración
heredaba. “México estaba, en síntesis”, dijo en el punto más difícil, de mayor escepticismo, más
oscuro de la encrucijada. Así recibimos, hace apenas unos meses a la nación. Pedí tiempo y
propuse tregua. Uno y otra me fueron concedidos. Lo necesitábamos todos. Lo ganamos
todos. No prometí milagros, en la conciencia, de que en economía, es imposible pasar en el
corto plazo de la angustia y el abatimiento, a la prosperidad.
145
Hacia además referencia al pacto anunciado en el discurso inaugural, la llamada Alianza
para la Producción, considerada por el como la estrategia capaz de “resolver las
contradicciones entre un modo de desarrollo que ya se agoto y el modelo de país al que
aspira la Revolución mexicana”. Convocaba a todos los grupos sociales, gremios y
“agrupación de intereses” a realizar un esfuerzo colectivo y cotidiano para conciliar los
objetivos nacionales de desarrollo y justicia social, con las demandas especificas de los
diversos factores de la economía. Pero, como lo había anunciado inicialmente, la alianza para
la producción debía inscribirse en un programa general y de largo plazo que definiera con
precisión las prioridades del desarrollo nacional y estableciera con claridad los términos en que
habrían de darse las relaciones entre el Estado, el sector privado nacional y el capital extranjero,
así como las formas de participación de los trabajadores. De acuerdo con el planteamiento
presidencial, se debían programar metas sucesivas para instrumentar lo que llamo Plan global de
desarrollo, en tres etapas bianuales: los primeros dos anos, que estaban por concluir, estaban
dedicados a superar la crisis; los siguientes dos serían de consolidación de la economía, y los
últimos de crecimiento acelerado.
El objetivo era alcanzar un sistema nacional de planeación, con lo cual se explica la
preparación sectorial de la administración publica, descrita anteriormente que antecedió al plan
global. En virtud de ese mecanismo de sectorización, la planeación, que marco todas las acciones
del régimen de López Portillo, surgió de las cabezas de sector, es decir de los secretarios de
Estados, quienes se dedicaron a la tarea de elaborar los planes que habrían de integrarse luego
al PDG: el Plan Nacional de Desarrollo Urbano, el de Desarrollo Industrial, el de Desarrollo
Pesquero, los Planes Anuales del Sector Agropecuario y Forestal, el Programa Nacional de
Empleo, el Plan Nacional de Turismo, el de Desarrollo Urbano del Distrito Federal, el Programa
Nacional de Ciencia y Tecnología, y los avances en el Plan Nacional de Comercio, el
Programa del Sector Educativo, el Plan Nacional de Comunicaciones y Transportes, y el
Plan de Agroindustrias.
En definitiva, el documento que contiene el Plan Global de Desarrollo esta compuesto por
tres partes. La primera es la político y se Integra por un conjunto de conceptos de filosofía
política que sustenta el concepto de “proyecto nacional” surgido, de acuerdo con sus autores,
de la Revolución y de la Constitución de 1917, y que se expresa en la democracia plural y en
la economía mixta. La segunda parte es la económica y en ella se presenta la estrategia de
desarrollo creada por la administración lopezportillista, en la que destaca el papel del
petróleo como “palanca del desarrollo” pues se suponía que mediante su exportación masiva
se obtendría el financiamiento para el proyecto social. La tercera parte del plan se refiere a lo
social y en ella se busca demostrar de que manera lo instrumentado a partir de las dos
primeras pretende transformar el crecimiento económico en desarrollo social.
La estrategia de desarrollo del PGD estaba integrada por 22 acciones políticas básicas que
suponían la utilización concertada de todos los instrumentos y medios a disposición del
sector público. Las acciones propuestas son de singular importancia, porque permiten
observar a través de ellas la problemática de la vida nacional a finales de la década de los
años setenta, y percibir la preocupación del régimen de López Portillo por establecer vías de
solución:
1.
2.
Fortalecer al Estado, para satisfacer las demandas de una sociedad en pleno
crecimiento, que requieren cada vez más el esfuerzo común.
Modernizar los sectores de la economía y la sociedad.
146
3.
4.
5.
6.
7.
8.
9.
10.
11.
12.
13.
14.
15.
16.
17.
18.
19.
20.
21.
22.
Generar empleo en un ambiente digno y de justicia, como propósito básico de la
estrategia. Se propone crear 2.2 millones de nuevos puestos de trabajo, entre 1980
y 1982.
Consolidar la recuperación económica, logrando por lo menos un crecimiento del PIB de
8%, durante los primeros tres años.
Reorientar la estructura productiva hacia la generación de bienes básicos y a la
creación de una industria nacional de bienes de capital.
Racionalizar el consume y estimular la inversión.
Desarrollar, en forma acelerada, el sector agropecuario, para que se eleve el nivel de
vida de los campesinos y se satisfagan las necesidades alimenticias de la población
nacional.
Impulsar el Sistema Alimentario Mexicano (SAM).
Fomentar el gasto prioritario y reforzar a la empresa publica, eliminando los subsidios
excesivos.
Utilizar el petróleo como palanca de desarrollo económico y social, canalizando los
recursos que de el se obtengan, a las prioridades de la política de desarrollo.
Estimular una política de productividad y una adecuada distribución de sus beneficios
entre los trabajadores del campo y la ciudad, y la sociedad en su conjunto.
Destinar mayores recursos para la provisión de mínimos de bienestar, particularmente
para la población marginada, urbana y rural.
Inducir, con pleno respeto a la libertad individual, la reducción en el crecimiento de la
población y racionalizar su distribución territorial.
Obtener una mejoría en el nivel de vida de la población, mediante un incremento
sustancial del consumo a través del empleo productivo.
Ampliar y mejorar la educación básica para niños y adultos.
Vincular la educación terminal -media y superior- con las necesidades de trabajadores
capacitados, técnicos medios y profesionales que requiere el sistema nacional de
producción.
Impulsar la capacitación y organización social para el trabajo.
Desconcentrar, concentrando (sic) la actividad económica y los asentamientos humanos
en un esquema regional nuevo, con énfasis en costas y fronteras.
Controlar y reducir el ritmo de la inflación.
Avanzar en la estrategia de nuevas formas de financiamiento del desarrollo.
Establecer una vinculación eficiente con el exterior, que estimule la modernización y la
eficiencia del aparato productivo.
Ampliar la concertación de acciones entre los sectores público, social y privado, en el
marco de la Alianza para la Producción.
Cabe hacer notar que este Plan Global de Desarrollo fue concebido como una etapa
intermedia de dos años (1980-1982) en la construcción del sistema nacional de plantación, y por
ello resulta de particular interés el hecho de que fuera elaborado por el entonces secretario
de Programación y Presupuesto, Miguel de la Madrid Hurtado, precisamente quien habría de
presidir el siguiente gobierno constitucional de la Republica Mexicana.
A partir del PGD se diseño un sistema nacional de planeación que pretendía cubrir
desde el gobierno federal a los de los estados y municipios, con tres vertientes: global,
sectorial y regional. Se trataba, según palabras de López Portillo, de “organizar al gobierno
para organizar al país”. Sin embargo, este gran conjunto de elementos interrelacionados
(alianza, plan global, sectorial y regional, sistema nacional de planeación; reformas política,
147
fiscal, educativa y económica; y el surgimiento de un sistema nacional alimentario aunado a
un programa de productos básicos) se convirtió en un embrollado sistema de funciones que
no habrían de ser cumplidas con eficiencia y que de paso aumentaron el aparato burocrático,
creando una situación de crisis política que se hizo manifiesta en los últimos años del
sexenio, cuando la crisis económica hizo salir a la superficie los errores de la planeación
administrativa.
Sucesión presidencial. A la crisis política propiciada por las fallas burocráticas del régimen
Lopezportillista, se agrego la tradicional situación de crisis propia de los momentos de la
transición presidencial en el sistema político mexicano, que suele iniciarse a partir del IV
Informe de Gobierno. A mediados de septiembre de 1981 empezaron a manifestarse los
síntomas del mecanismo que conducía a la nominación del candidato presidencial para el
sexenio 1982-1988. En ese contexto, Jorge Díaz Serrano (quien, como se vera mas
adelante, había renunciado a la dirección de PEMEX presionado por la reacción del ambiente
político contra su decisión de reducir el precio del petróleo) declaro estar dispuesto a volver a la
política, lo cual significaba una tacita manifestación de sus aspiraciones presidenciales; sin
embargo, a los pocos días, el presidente López Portillo hizo el anuncio de que el PRI daría a
conocer en breve su candidato y, después de esa declaración, se difundió la noticia de que Díaz
Serrano había sido nombrado embajador de México en la Unión Soviética. El día 25 de
septiembre el PRI hizo el “destape” oficial al nombrar a Miguel de la Madrid Hurtado como su
candidato, anticipándose casi un mes a la cumbre internacional que se habría de celebrar en
Cancún y a la que López Portillo quería llegar, según sus propias palabras,” con toda la
fuerza del presidente de la Republica”.
Elecciones federales de 1982. Los efectos de la crisis económica que se manifestó al
empezar la década de los años ochenta, hicieron predecir resultados adversos para el
sistema electoral establecido por la LFOPPE; sin embargo, en medio de la profunda crisis,
los comicios de 1982 llegaron a incorporar por primera vez en la historia electoral
contemporánea al mayor numero de partidos políticos y al mayor numero de candidatos no sólo
para renovar la legislatura federal, sino también para elegir al nuevo presidente de la
Republica.
Fue otorgado el registro condicionado al Partido Revolucionario de los Trabajadores, que
postulo como candidata presidencial a Rosario Ibarra de Piedra, y también obtuvo su registro el
Partido Social Demócrata que propuso a Manuel Moreno Sánchez. El Partido Comunista
Mexicano se fusiono con los partidos de la Coalición de Izquierda para formar el Partido
Socialista Unificado de México (PSUM) que postulo como candidato presidencial a Amoldo
Martínez Verdugo. El Partido Socialista de los Trabajadores dio su apoyo a Cándido Díaz
Cerecero, y el Partido Demócrata Mexicano a Ignacio González Gollas. El Partido Acción
Nacional postulo a Pablo Emilio Madero, y tanto el Partido Popular Socialista como el
Autentico de la Revolución Mexicana, apoyaron la candidatura de Miguel de la Madrid
Hurtado, hasta ese momento secretario de Programación y Presupuesto, que proponía el
Partido Revolucionario Institucional.
Contra los pronósticos pesimistas, en las elecciones de 1982 disminuyo el abstencionismo y
los partidos de oposición vieron aumentar su influencia en el electorado nacional. De los
candidatos presidenciales el que obtuvo el triunfo fue Miguel de la Madrid, y el PRI obtuvo
además 299 curules de mayoría relativa; el PAN obtuvo uno de mayoría relativa y 50 de
representación proporcional; el PSUM, se convirtió en la tercera fuerza política más
148
importante al lograr 17 diputaciones proporcionales, mientras que el PST alcanzo
11
diputaciones también por representación proporcional, y 10 fueron para el PPS. En cambio el
PARM y el PSD no pudieron lograr el 1.5% de la votación nacional y perdieron su registro. En
tanto, el PRT solo consiguió conservar su registro a pesar de que no pudo colocar a ninguno
de sus candidatos en el Congreso.
El critico filial de sexenio. La crisis económica que llegaría a situarse a niveles más severos aun
que la experimentada en el sexenio anterior, tuvo su origen en varios factores tanto
estructurales como coyunturales de origen externo; sin embargo, el presidente López Portillo se
apoyo fundamentalmente en los factores coyunturales para dar explicación a la situación que lo
llevo a tomar decisiones, drástica al finalizar su administración.
El 5 de febrero de 1982, en la Quinta Reunión de la Republica celebrada en la ciudad de
Guadalajara, el presidente pronuncio un discurso de particular interés para la interpretación de
las acciones de su gobierno en aquellos momentos. López Portillo atribuía al “entorno
internacional” el aumento de la deuda publica y el crecimiento incesante de la inflación; se
basaba en los datos del desempleo creciente en los países industrializados, donde las
importaciones bajaron casi a la mitad entre 1979 y 1981, y a la baja de los precios de las
materias primas —incluido el petróleo—, la más brusca en 25 años. Este ultimo punto era en
realidad el más grave, en virtud de que todavía en ese discurso, López Portillo consideraba al
petróleo como el “pivote de nuestra autodeterminación financiera”, y retomando las bases del Plan
Global, implícitamente consideraba al energético como “palanca de desarrollo social” al
preguntarse: “¿Que hubiera sido de México -si no hubiéramos tenido petróleo? ¿En que
punto de conflicto social estaríamos?”
Por otro lado, y para fundamentar que la crisis no era de carácter estructural, afirmaba en esa
misma ocasión “con toda certidumbre”, que las dos grandes prioridades de su gobierno,
alimentos y energéticos, habían sido cumplidas y que por primera vez en la historia moderna de
México, se había tenido una alta tasa de crecimiento económico durante cuatro años
consecutivos, y ese crecimiento no había sido “ni a costa del desarrollo social ni en beneficio
exclusivo de las clases poderosas”, con lo cual pretendía callar las “voces criticas e injustas” que
afirmaban lo contrario.
Al hablar de la política monetaria, destaco la necesidad de cuidar las divisas del país, y en
virtud de la condición desfavorable del peso mexicano frente a la moneda estadounidense,
invitaba a los mexicanos a evitar las importaciones de lujo, “ni idas a esquiar al norte ni idas a
comprar a cualquier parte”. Justificaba las medidas de su política monetaria para darle ritmo al
valor de la moneda mexicana mediante la flotación, los aranceles, las licencias y los
estímulos y fomentos a la exportación, porque consideraba que esa era la estructura que
convenía al país. “Esa es la estructura”, dijo, “que me he comprometido a defender como
perro”, frase con la que hacia alusión a otra pronunciada por el anteriormente cuando
aseguro enfático que mantendría la paridad cambiaria y que “defendería al peso como un
perro”. En la reunión de Guadalajara intento justificar aquella expresión que le había sido
criticada: “Yo que vuelo tanto en helicóptero, encuentro y reflexiono: el único animal que se
enfrenta al helicóptero es el perro, los demás corren.”
Mientras tanto, se acentuaba el desprestigio de la imagen del presidente López Portillo en un
tiempo político de transición gubernamental ya de por ser difícil para el gobernante saliente;
en mayo de ese mismo año de 1982, formulo una extensa explicación televisada en el
149
programa “Veinte mujeres y un hombre”, donde aceptaba que el país padecía problemas de
liquidez financiera pero que no se encontraba en una crisis económica. Hacia un llamado a la
confianza, admitiendo al mismo tiempo que “gozaba de menos credibilidad que un empleado de
ventanilla bancaria”.
Pero el discurso que causo mayor impacto de todos los pronunciados por José López
Portillo, fue el correspondiente al ultimo informe de gobierno, por el anuncio sorpresivo y
conmocionarte que en el se hizo. Frente a una situación de crisis innegable, aseguraba el
presidente que la política económica seguida por su gobierno no había sido equivocada.
Particularmente en lo que se refería al petróleo, al que continuaba considerando como factor
de unión entre los mexicanos y símbolo de su nacionalismo. Mantenía su criterio de atribuir el
origen de la crisis, en primer lugar, a factores externos, y en segundo lugar, y esta vez con
gran énfasis, a “quienes abusaron de la libertad para sacar dinero del país”.
Tras ese preámbulo de justificaciones y recriminaciones, López Portillo anuncio en tono
dramático: “Lo importante viene ahora”; se refirió enseguida a los grandes males del
momento: “un desorden económico internacional que castiga a los países en desarrollo, con
factores monetarios, financieros, comerciales, tecnológicos, alimentarios y energéticos”, y los
internos después:
Aquí dentro fallaron tres cosas fundamentalmente: la conciliación de la libertad de cambios con
la solidaridad nacional; la concepción de la economía mexicanizada, como derecho de los
mexicanos sin obligaciones correlativas; y el manejo de una banca concesionada,
expresamente mexicanizada, sin solidaridad nacional y altamente especulativa.
Aquellas tres fallas aludían por un lado a la libertad que el Estado otorgaba a los ciudadanos, y por
otro, al mal uso que los mexicanos habían dado a tal libertad, lo cual significo, según dijo López
Portillo, que en unos cuantos años, sustanciales recursos de nuestra economía generados por
el ahorro por el petróleo y la deuda publica, salieran del país por conducto de los propios
mexicanos y sus bancos, para enriquecer mas a las economías externas, en lugar de
canalizarse a capitalizar al país conforme a las prioridades nacionales.
En tono cada vez más exaltado acusó:
Ha sido un grupo de mexicanos, sean los que fueran, en uso -cierto es- de derechos y
libertades pero encabezado, aconsejado y apoyado por los bancos privados, el que ha
sacado más dinero del país que los imperios que nos han explotado desde el principio de
nuestra historia.
Estas palabras contenían la idea que serviría luego de fundamento para criticar a quienes
llamó “sacadólares”, y que de manera implícita consideraba pertenecientes al sector privado,
puesto que no hizo alusión alguna a la posibilidad de que los funcionarios de gobierno
estuvieran entre las personas que habían sustraído divisas del país, y no podía hacerla en
virtud de la decisión que había tornado y que estaba por anunciar.
Las más grandes recriminaciones en aquel último informe de gobierno iban en contra de la
banca privada, causante directa a los ojos de López Portillo de los grandes males internos
que habían agravado la situación de crisis generada por factores externos. Por ello,
consideraba que para salvar la estructura productiva del país y proporcionarle los recursos
financieros necesarios para seguir adelante, se debía “detener la injusticia del proceso
150
perverso de fuga de capitales-devaluación-inflación que daña a todos, especialmente al
trabajador, al empleo y a las empresas que lo generan”. En seguida anuncio haber expedido dos
decretos, uno que nacionaliza los bancos privados del país y otro que establece el control
generalizado de cambios. El anuncio fue dicho en un tono decididamente dramático:”; Es ahora o
nunca. Ya nos saquearon (recuérdese: en mayor proporción que los imperios que nos han
explotado desde el principio de nuestra historia). México no se ha acabado. ¡No nos volverán a
saquear!” Aseguraba que en manos del gobierno estarían garantizados todos los depósitos y
hacia un llamado al patriotismo y a la comprensión ante las molestias que transitoriamente
sufrirían algunas personas, “fundamentalmente nuestros compatriotas en las fronteras”; más
prometía que el gobierno se organizaría de tal manera que esas molestias fueran las menos y
pasaran pronto.
Para terminar y por tratarse de su ultimo informe, en tono emotivo daba las gracias a los
diferentes grupos y sectores, destacando la referencia a los “desnacionalizados” a quienes les
daba “un mes, septiembre, el mes de la Patria, para que mediten y resuelvan sobre sus
lealtades”, y venia luego una amenaza: “después actuaremos nosotros”. La referencia que
retomaba de su primer informe:
A los desposeídos y marginados, a los que hace seis anos les pedí un perdón que he venido
arrastrando como responsabilidad personal, les digo que hice todo lo que pude para
organizar a la sociedad y corregir el rezago; que avanzamos; que si por algo tengo tristeza es por
no haber acertado a hacerlo mejor.
En el cierre, con voz entrecortada, repitió las frases ya utilizadas por el hacia unos meses, en la
Quinta Reunión de la Republica:
“México ha vivido. México vive. México vivirá. ¡VIVA MÉXICO!
En los meses que siguieron antes del cambio de gobierno, se percibía en el ambiente
nacional un profundo desaliento, un despertar a una realidad triste después de haber vivido
en el ensueño de la bonanza petrolera que prometía a México un lugar entre las potencias
mundiales de nivel medio. Los decretos de la nacionalización de la banca y el control de
cambios produjeron diferentes reacciones: los abogados discutían en tomo a si los decretos,
y sobre todo la forma en que fueron expedidos, eran o no constitucionales; el movimiento
obrero y los partidos políticos, con excepción del PAN y el PMD, se pronunciaron a favor de
la medida; en las paginas editoriales de la prensa nacional se encontraban divididas las
opiniones; los financieros privados y una buena parte de los financieros públicos estuvieron
en contra. Por otra parte, hubo una notoria ausencia de la oposición que se esperaba de
parte de la fracción conservadora de la Iglesia Católica y fue además notoria la
heterogeneidad de las reacciones entre los miembros del sector empresarial, algunos de los
cuales aceptaron la decisión de López Portillo. Más a pesar de la conmoción provocada por
los decretos de la nacionalización bancaria y el control de cambios, y sobre todo por lo que
estos significaban para el bienestar económico de la nación, es interesante señalar que las
reacciones dentro y fuera del país pueden considerarse moderadas, en comparación con la
severa crisis de confianza y la incertidumbre manifiesta a través del rumor, que caracterizo
los últimos momentos del régimen lopezportillista.
El presidente López Portillo hizo intentos por establecer las bases y normas generales para
el futuro de la banca nacionalizada, pero el inminente fin de su gobierno le resto fuerza frente
151
a las expectativas de la sociedad y frente a la clase política que buscaba alinearse, o se
había alineado ya, en tomo al próximo presidente. A fines de octubre López Portillo admitió que
“reorganizar” la banca nacionalizada en los treinta días que restaban a su administración seria
algo “irresponsable y de una imprudencia política extrema”. Por otro lado, el gobierno entrante
se mostraba discreto y reticente frente a la nacionalización, lo cual se tomo como indicio de su
discrepancia política hacia la medida. Así durante los últimos días del sexenio el país vivió en una
especie de parálisis; de un lado la recta final de un gobierno en sus últimos momentos, sin fuerza
política ni proyecto alguno para dar rumbo especifico a su decisión nacionalizadota, y del
otro, un gobierno electo obligado a replantearse propósitos y compromisos, ante la nueva
e inesperada coyuntura que heredaba.
b) Política exterior
Relaciones con el exterior en los primeros dos años de gobierno. Durante los primeros dos años
del sexenio, las acciones del gobierno de José López Portillo en política exterior estuvieron
muy restringidas, pues los mayores esfuerzos del nuevo régimen se concentraron
primordialmente en resolver los problemas internos que heredara del gobierno anterior. Sin
embargo, en ese lapso entre 1977 y 1978 en lo referente a las relaciones de México con otros
países, ocurrieron dos acontecimientos importantes.
En primer lugar el establecimiento de relaciones diplomáticas con la Monarquía
Constitucional de España, como consecuencia de los cambios ocurridos en ese país tras la
muerte de Francisco Franco. El segundo hecho de importancia consistió en el viaje que
realizó el presidente mexicano a Panamá, en junio de 1978, para asistir como testigo, junto
con otros cuatro presidentes de América Latina, a la ceremonia de ratificación de los
Tratados entre el gobernante panameño, Omar Torrijos, y James Carter, presidente de
Estados Unidos, sobre el Canal de Panamá. En este segundo suceso de la participación del
gobierno de López Portillo en asuntos internacionales, se perfila ya el interés que lo llevaría
más tarde, con base en el principio tradicional mexicano de no intervención, a encabezar la
defensa por la autonomía de los pueblos centroamericanos frente a la hegemonía continental
de Estados Unidos, ya que mostró su desacuerdo hacia una enmienda que el Senado de
Estados Unidos agrego al ratificar los Tratados sobre el Canal, acerca de la posibilidad de
una intervención unilateral estadounidense en esa zona, a fin de garantizar su neutralidad.
La situación de México en el ámbito internacional empezó a tomar un giro distinto cuando la
economía mexicana comenzó a reactivarse y a superar las más agudas manifestaciones de
la crisis originada en 1976, gracias a la explotación de las reservas de hidrocarburos y a las
crecientes exportaciones de petróleo crudo, que parecían constituir la solución definitiva a los
problemas económicos y sociales del país. Pero, aparte del clima de confianza que el “boom”
petrolero produjo hacia el interior del sistema político, lo más significativo era que la ampliada
capacidad petrolera de México abría nuevas posibilidades de negociación con Estados
Unidos.
El petróleo y su influencia en el cambio de rumbo en la política exterior. Al inicio del gobierno
de López Portillo, todo parecía indicar que la política exterior de México retomaría a la
postura aislacionista y de buenas relaciones con Estados Unidos, que había caracterizado
los regímenes anteriores a Echeverría; incluso se llego a afirmar entonces que se estaba
gestando una nueva relación en la cual México tendría que “disciplinarse” a los criterios
estadounidenses. No obstante, en 1979 las cosas parecieron cambiar de súbito y el retorno a
152
la política tradicional fue aplazado; ya desde 1978 se había comenzado a gestar una
coyuntura favorable a México respecto a la importancia de su petróleo para Estados Unidos;
en opinión de algunos economistas de este país, era necesario diversificar las fuentes
externas del combustible, ante la decisión de los países miembros de la OPEP de elevar los
precios en un 14%, y la crisis política en Irán que ocasionó la suspensión de las
exportaciones de petróleo de ese país a Estados Unidos.
En 1978 estalló en Irán una revolución organizada por grupos religiosos islámicos, que logró
derrocar al gobierno absolutista del Sha Reza Pahlevi, quien era apoyado por Estados
Unidos. Por lo anterior, a fines de 1978 había suficientes intereses en Estados Unidos para
que, a través de la prensa, se buscara convencer a la opinión publica de ese país de la
importancia del potencial petrolero mexicano, y presionar al gobierno del presidente Carter a
limar las asperezas en las relaciones mexicano-estadounidenses que pudieran obstaculizar
un posible entendimiento en materia petrolera. Esas asperezas se debían en buena medida a
la política de “mano dura” empleada por el gobierno de James Carter para detener la
inmigración ilegal de trabajadores mexicanos hacia su país. En 1977, el presidente de
Estados Unidos promovió algunas reformas a la Ley de Inmigración y Nacionalidad, que
incluían el establecimiento de sanciones para los estadounidenses que contrataran a
trabajadores mexicanos inmigrados de manera ilegal, y aun cuando el “Plan Carter” no llegó
a aprobarse, provoco un enfriamiento en las relaciones con el gobierno de México.
Más para elevar la producción petrolera a los altos niveles contemplados por el gobierno de
López Portillo, se necesitaba un financiamiento externo adicional superior al tope impuesto a
México por el FMI en materia de endeudamiento, lo que no creo un obstáculo pues se logro que
el financiamiento requerido para el aumento de la producción petrolera se considerara dentro
de una cuenta separada. Esto fue muy bien visto por todas las partes involucradas, ya que
permitiría al país enfrentar la crisis financiera y asegurar al mismo tiempo los dólares
necesarios para el servicio de la deuda externa.
Gracias al buen resultado de esas negociaciones, México pudo convertirse en poco tiempo
en un importante productor de hidrocarburos y logró que el valor de las exportaciones por
concepto del petróleo aumentara considerablemente y se diera en consecuencia un aumento
de los ingresos que permitió a López Portillo estabilizar la situación política interna e iniciar
un ambicioso plan de desarrollo económico. En su segundo informe de gobierno en
septiembre de 1978, a menos de dos años de haber llegado a la presidencia, López Portillo
pudo afirmar confiadamente que lo peor de la crisis había sido superado, y que México se
encontraba ya en medio de un rápido crecimiento económico, a pesar de que la inflación
continuara. Informo también con orgullo que el estado de la deuda externa y de la balanza de
pagos había mejorado notablemente y que el proceso de fuga de capital se había detenido e
incluso se había revertido.
Por otra parte, la captación de divisas por concepto de venta de petróleo hizo posible que el
gobierno mexicano pudiera liberarse antes de lo convenido del programa de estabilización
impuesto al gobierno de Echeverría por el FMI, en 1976. Más aun, no sólo en Estados
Unidos era México objeto de particular atención, sino que al convertirse en un importante
productor de petróleo, de carácter independiente (no afiliado a la OPEP), y al ser
considerado como una fuente de abastecimientos más segura que los países árabes, varias
potencias industriales entre ellas Francia y Japón, procuraban abastecerse con los
hidrocarburos mexicanos.
153
El auge petrolero condujo a la convicción general de que México estaba llegando a
convertirse en una potencia media y de que, como tal, debía asumir un papel más destacado
en los asuntos internacionales. Una apreciación como esta en el ámbito mundial daba
confianza al gobierno de López Portillo para adoptar una política exterior más activa y así, a
partir del tercer año del sexenio, la política exterior del gobierno de López Portillo mostró
básicamente una continuidad con la actuación del gobierno anterior, en el sentido de que
mantuvo el pluralismo y la actividad que caracterizaron la político exterior de su antecesor;
asimismo sus propuestas retomaron y desarrollaron los planteamientos echeverristas a favor
de los países del Tercer Mundo, especialmente en lo relativo a la solidaridad con los países
latinoamericanos.
Una de las primeras iniciativas de López Portillo en el marco de esa reactivada política
exterior fue precisamente en relación con el petróleo. En septiembre de 1979, ante la
Asamblea General de las Naciones Unidas, el presidente de México planteo la adopción de
un Plan Mundial de Energía que sugería llevar a la practica mediante un grupo de trabajo
integrado por representantes de los países productores de petróleo, tanto capitalistas como
socialistas, y cuyo objetivo fundamental consistía, según dijo, en asegurar la transición
ordenada, progresiva, integral y justa entre dos épocas de la humanidad, entre dos sistemas
de energía: el actual, caracterizado por una estructura dependiente de los combustibles
fósiles más rápidamente agotables, los hidrocarburos, y el futuro en que esa estructura
dependerá progresivamente de las fuentes de energía no agotables. Invitaba a los
exportadores e importadores de petróleo a establecer lo más pronto posible las bases de un
mercado estable y racional. Además, la propuesta del Plan Mundial de Energía se
presentaba en el marco de las negociaciones que conducían a la reestructuración del
sistema de relaciones internacionales en otros aspectos tales como las materias primas, el
comercio, el desarrollo, las finanzas y los pagos internacionales, reestructuración que López
Portillo consideraba imposible si no se organizaba y racionalizaba el sector energético de la
economía mundial.
Entre los programas que de manera específica se sugería instrumentara el citado plan
mundial de energía, estaban los siguientes:
• Garantizar la soberanía plena y permanente de los pueblos sobre sus recursos naturales.
• Racionalizar la exploración, producción, distribución, consumo y conservación de las
fuentes actuales de suministro energético, particularmente hidrocarburos, facilitando
recursos financieros y tecnológicos.
• Asegurar e incrementar la explotación sistemática de las reservas potenciales de toda
índole, tradicionales y no convencionales, que por falta de financiamiento o investigación
aplicada, no han sabido aprovecharse.
• Brindar la posibilidad de que todas las naciones integren planes energéticos coherentes con la
política mundial.
• Diseñar medidas que propicien, en los países en desarrollo, la formación de industrias
auxiliares y especialmente de bienes de capital, del sector energético.
La política exterior en Centroamérica. El auge petrolero dio al gobierno de López Portillo la
confianza para actuar en el exterior de una manera muy activa, y una de las acciones más
importantes al respecto fue la firma del “Acuerdo de San José”, suscrito con Venezuela en
agosto de 1980, en el cual se comprometía a otorgar un abastecimiento de petróleo en
créditos bastante blandos a los países de Centroamérica y el Caribe, decisión que hizo
154
posible que México llegara atener una presencia efectiva en esas regiones del continente
americano. En realidad, después de 1979, el escenario principal de la nueva actividad
desplegada por el gobierno de López Portillo en política exterior fue Centroamérica, en donde los
múltiples problemas socioeconómicos y políticos mantenían en un continuo estado de tensión
a los países de esa zona, con excepción de Costa Rica que disfrutaba de un sólido prestigio
democrático.
De manera particular, en aquellos años era Nicaragua el país más convulsionado de la
región, debido al descontento interno generado por el prolongado dominio de las oligarquías
conservadoras apoyadas por la dinastía Somoza que gobernaba al país desde 1937 y cuyo
ultimo representante, Anastasio Somoza Deba y le, había llevado su gobierno dictatorial a
limites intolerables para la población y había propiciado que se organizara una revolución
armada en su contra. La revolución sandinista (llamada así en honor de Cesar Augusto
Sandino, guerrillero muerto en 1934 por órdenes del primer gobernante del clan Somoza)
integraba a un número considerable de seguidores y fue tomando fuerza a medida que
Somoza incrementaba la represión en intentos desesperados por acabar con el movimiento.
En mayo de 1979, México rompió relaciones con el gobierno dictatorial somocista con el
propósito de aislarlo y apresurar su derrocamiento, y encabezo la oposición de los gobiernos
de varios países latinoamericanos a las propuestas de que la OEA interviniera en Nicaragua.
Cuando en julio siguiente Somoza renuncio por fin al poder, y se hizo cargo del gobierno una
Junta de Reconstrucción Nacional integrada por cinco revolucionarios sandinistas, México se
convirtió en el protector internacional del nuevo gobierno, mediante varias acciones: hizo
gestiones ante el gobierno de Estados Unidos para persuadirlo de no intervenir en
Nicaragua, y llego a proponer, en febrero de 1982, un pacto de no agresión con
este país; junto con Venezuela abasteció su demanda de petróleo por el mencionado
Acuerdo de San José; garantizo ante la banca internacional la deuda externa nicaragüense y
suministro al nuevo régimen sandinista más ayuda económica y técnica que otros países.
Durante los años de 1980 y 1981 El Salvador fue el país que se convirtió en el centro de los
conflictos políticos centroamericanos, y en donde los enfrentamientos armados alcanzaron
niveles de guerra civil, entre grupos de derecha y la guerrilla izquierdista encabezada por el
Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, participando además las fuerzas
armadas del gobierno. En octubre de 1979 el presidente en funciones fue depuesto por una
junta cívico-militar, la cual tampoco pudo ser capaz de poner fin a los conflictos internos. Ante
la gravedad de la situación política en El Salvador, y el peligro que representaba para la paz
en la región centroamericana, los ministros de Relaciones Exteriores de México y de Francia
presentaron ante las Naciones Unidas un comunicado conjunto en el que expresaban su
grave preocupación por el pueblo salvadoreño y por el peligro de que la crisis interna de ese
país se convirtiera en un conflicto internacional; otorgaban su reconocimiento a las
organizaciones revolucionarias salvadoreñas en calidad de “fuerzas políticas
representativas”, y hacían un llamado a la Comunidad Internacional para que a través de la ONU
se asegurara la protección de la población civil y se facilitara la conciliación entre los fuerzas
salvadoreñas en pugna.
En el año de 1981 aumento el riesgo de un conflicto internacional en la región
centroamericana, al iniciarse en Estados Unidos la administración Reagan, y con esta una
política exterior agresiva destinada a evitar la extensión del comunismo en el continente
americano. El gobierno de Reagan acusaba a Cuba y al régimen sandinista de Nicaragua de
155
fomentar la guerra en El Salvador y eso hacia temer la posibilidad de una intervención
estadounidense en ese país. Por otra parte, surgía además la amenaza de un enfrentamiento
bélico entre Nicaragua y Honduras con motive de los constantes incidentes fronterizos a que
daba lugar la presencia de unos militares que habían pertenecido a la Guardia Nacional del
derrocado Somoza, y que se habían internado en territorio hondureño en busca de refugio.
En ese contexto, en febrero de 1982, el presidente de México pronuncio en la ciudad de
Managua un discurso en el que proponía distintas vías de dialogo como formas de solución y
se oponía abiertamente a una intervención de Estados Unidos en la región de Centroamérica
y el Caribe, porque eso representaría según dije, “un gigantesco error histórico” y provocaría
una convulsión continental y el resurgimiento de un profundo sentimiento
antiestadounidense.
En esa misma ocasión, López Portillo sometió a consideración de la comunidad regional una
importante iniciativa para sentar las bases de un esfuerzo sostenido hacia “la paz, la
estabilidad, la democracia y el desarrollo de Centroamérica”. El plan proponía tres canales de
acción: 1) la continuación de las conversaciones entre Estados Unidos y Cuba, ya iniciadas por
sugerencia de México; 2) una solución negociada para El Salvador, en la que México, otras
naciones amigas e incluso los aliados de Estados Unidos, otorgaran seguridades al gobierno
estadounidense acerca de sus preocupaciones sobre las consecuencias de una paz negociada, y
3) una serie de pactos de no agresión entre Nicaragua y Estados Unidos, por una parte, y entre
Nicaragua y sus vecinos, por otra. Finalmente, para poner en práctica el plan, México se ofrecía
como conducto, o “comunicador”, como se le llamó oficialmente. En su presentación del plan, el
presidente mexicano hizo hincapié en que con su política hacia la región no defendía ideología
alguna, sino que “defendía principios”, esto es, el derecho de los pueblos a la libre
determinación y el respecto a la soberanía de cada país; reiteraba asimismo la preocupación
de México por liberar a la región centroamericana de servir de pretexto en la confrontación
este-oeste
Las reacciones al plan mexicano fueron variadas; Nicaragua y Cuba respondieron
favorablemente, aun cuando la segunda puso condiciones. En El Salvador fue calificado por
el gobierno como un acto de intromisión, mientras que los revolucionarios dieron su apoyo al
plan. El gobierno de Estados Unidos reacciono fríamente aduciendo que si bien en el plan
“había convergencia de perspectivas”, no se daba un tratamiento adecuado al asunto de la
ayuda nicaragüense a los insurgentes de El Salvador. Dicho sea de paso, la frialdad de los
estadounidenses se relacionaba en gran medida con su preocupación por la simpatía que el
gobierno de López Portillo manifestaba hacia la Cuba de Fidel Castro que —aparte de la
visita que hiciera el presidente mexicano a ese país caribeño— se mostraba en tonos que
sobrepasaban incluso la posición adoptada en la época de López Mateos; aparentemente
con esa actitud del gobierno de López Portillo, se pretendía demostrar la independencia de
México respecto a Estados Unidos, lo cual, como es obvio, afectaba las relaciones entre los
dos países.
Una ultima muestra del activismo en la política exterior del régimen Lópezportillista fue la
cumbre Norte-Sur celebrada en Cancún, Quintana Roo en octubre de 1981, a la que
asistieron mandatarios de los países industrializados, atendiendo la iniciativa del presidente
mexicano. La reunión de Cancún, que en líneas generales se había convocado con el
propósito de entablar negociaciones globales para establecer un nuevo orden económico
mundial, fue aparentemente un intento de López Portillo por cambiar un poco el tono de su
política exterior hacia posiciones menos radicales y más conciliadoras con Estados Unidos,
156
aunque desde luego reflejaba todavía la vocación de potencia media que México tenia a los ojos
de su gobernante.
La política exterior centroamericana de López Portillo fue objeto de críticas de parte de
quienes consideraron que México rompía de una manera “posiblemente irrevocable” con su
relativa pasividad y neutralidad en los asuntos del continente americano, para colocarse al
lado de los “marxistas de la región”. Expresaban que el gobierno mexicano se había
distanciado de los principios tradicionales en materia de política exterior, sobre todo en dos
casos específicos: uno en ocasión de la ruptura de relaciones diplomáticas con el régimen de
Somoza, porque la medida iba dirigida contra un gobierno establecido mediante un proceso
electoral, independientemente de que pudiera señalarse tal proceso como fraudulento. El
segundo caso se refería al comunicado conjunto suscrito con Francia sobre la situación
interna en El Salvador, se consideraba que esta acción se desviaba de la política tradicional
de México en dos sentidos: primero, porque constituía una intromisión en los asuntos
internos de un país extranjero, y segundo porque el comunicado distancio a México del resto
de América Latina por haber sido suscrito conjuntamente con otro país y, particularmente,
con una potencia extracontinental, lo cual se consideraba especialmente ofensivo para la
tradición interamericana y, por otra parte, dificultaba el cumplimiento de la responsabilidad
que uno y otro país habrían de asumir en la zona centroamericana de conflicto.
Pero quizá lo más criticable de la política exterior de López Portillo fue su excesiva confianza
en que el petróleo había convertido a México en una potencia media capaz de influir en la
toma de decisiones sobre la política latinoamericana, arriesgando peligrosamente las
relaciones bilaterales con Estados Unidos, a semejanza de la situación creada durante el
gobierno de Luis Echeverría. Sin embargo, cuando años más tarde la ansiada paz en
Centroamérica se fue convirtiendo en realidad, se recordó de manera encomiable el papel
protagónico del gobierno de López Portillo en los esfuerzos internacionales por lograr esa
paz.
c) Economía
Los primeros dos anos del sexenio. Al llegar José López Portillo a la Presidencia de la
Republica en diciembre de 1976, la economía se encontraba en una situación tal de crisis
que se llego a considerar como la más seria desde los tiempos de la posguerra. En ese año
de 1976, los indicadores de la economía mexicana mostraban un claro estado de deterioro:
las reservas monetarias del país habían sufrido una brusca reducción; el déficit fiscal llegó al
10% del PIB, y la inflación alcanzo el 27%, la más alta tasa desde el sexenio de Ruiz
Cortines. El déficit en cuenta corriente sobrepasaba los tres mil millones de dólares, cantidad
tres veces superior al del mismo concepto en 1970, y la deuda externa había llegado en seis
años a casi 20 000 millones de dólares. Ante este estado de crisis, las salidas de capital
aumentaron y continuó un proceso de creciente dolarización de la economía.
En ese contexto, el discurso de toma de posesión de José López Portillo, ya comentado en
páginas anteriores, ayudo a aliviar en algo el ambiente de incertidumbre que prevalecía en la
mayoría de los sectores del país. Ante la gravedad de la situación, el nuevo presidente
anuncio que instrumentaría una política económica a cumplirse en tres etapas: a) dos años para
superar la crisis; b) dos años para estabilizar la economía, y c) dos años para reanudar el
crecimiento sobre bases no inflacionarias.
157
El nuevo presidente mexicano —sobre quien recayó la tarea de restaurar la confianza de los
empresarios nacionales y extranjeros, y de reanudar la marcha de la economía— era
considerado entonces por la prensa internacional como una persona realista y pragmática,
“corto en retórica y vasto en competencia y racionalidad”, en contraste con la opinión
expresada hacia el anterior presidente, a quien se consideraba oportunista y demagogo, no
obstante que en los primeros momentos del régimen echeverrista sus planes y reformas
recibieron la aprobación por parte de los mismos medios periodísticos que ahora lo
reprobaban. A los medios informativos internacionales les parecía que López Portillo
mostraba una sobriedad capaz de sacar a México de la crisis económica y de restaurar la
confianza en el país, después de los excesos a que lo había conducido Echeverría. Se
consideraba asimismo que la política económica de López Portillo era “recia y conservadora”,
que su gabinete ministerial estaba integrado por tecnócratas “pragmáticos y altamente
calificados”, y aun llegaron a expresar que México tenía “el gobierno más competente de
América del Norte”.
Al mismo tiempo que el nuevo gobierno recuperaba la confianza de los economistas
extranjeros, incluso del FMI que veía posibilidades de cumplimiento al Acuerdo de Facilidad
Ampliada suscrito con México después de la devaluación de 1976, en el ámbito interno se
buscaba atraer a los empresarios nacionales hacia la “Alianza para la producción”, programa
considerado por López Portillo como la mejor medida para sacar al país de la crisis; la
participación del sector empresarial era de primordial importancia en dicho programa, puesto
que el ritmo de la recuperación económica depende la de que el gobierno pudiera llegar aun
acuerdo con ese sector y a restablecer la inversión privada que había disminuido
notablemente en los últimos años. El gobierno de López Portillo tenia como propósitos
fundamentales alentar la inversión, impulsar la modernización del aparato productivo,
atenuaría inflación e incrementar el empleo; pero tales propósitos exigían una concertación
de las clases sociales que implicaba establecer compromisos recíprocos entre los sectores
productivos prioritarios, y por lo tanto, se estimaba que la Alianza para la Producción seria el
instrumento ideal para llegar a la concertación deseada y en consecuencia lograr el objetivo
prioritario de reactivar la economía. Pero además había otro factor que López Portillo
consideraba de singular importancia para volver a activar la economía nacional, y ese era el
incremento de las exportaciones petroleras.
El petróleo, “pivote de la economía nacional”. No obstante que desde el sexenio anterior se
tenían noticias de nuevos yacimientos petrolíferos descubiertos en la zona de Campeche en
el Golfo de México, estos no se habían comenzado a explotar, por una parte, no se sabía con
certeza la extensión de las reservas petroleras, y por otra, Echeverría se mostraba
particularmente aprensivo acerca de las intenciones de Estados Unidos, pues temía que el
gobierno de ese país ejerciera presiones directas contra México si se daban a conocer los
descubrimientos de las nuevas reservas. Influyo además la visión nacionalista del gobierno
echeverrista, que lo impulsaba a mantener el petróleo y el gas bajo tierra, para ser usado en
tiempos de necesidad, con base en la idea de que las crecientes exportaciones de petróleo
representaban un despilfarro de los recursos nacionales con objeto de saciar las ambiciones
de otros países.
En cambio López Portillo adopto una posición diferente respecto a los recursos petrolíferos, y
en su primer informe de gobierno indico que el petróleo representaba la mejor oportunidad
para que México lograra su independencia económica y la solución a sus problemas internos.
Por ello uno de los primeros proyectos de su política económica fue impulsaría explotación
158
de los nuevos recursos, a fin de utilizar su exportación como base primordial de la
reactivación económica que pretendía. A partir de 1978, el gobierno estuvo en posibilidades
de aumentar las exportaciones del energético, dando comienzo al auge petrolero que
caracterizaría la economía mexicana durante el periodo lopezportillista. Según anunció el
propio presidente, el petróleo se convertía en “pivote del crecimiento de la economía
mexicana”. En septiembre de 1978, al presentar su segundo informe de gobierno, declare que
las reservas seguras de petróleo ascendían a 20 mil millones de barriles, las probables a 37 mil
millones, y las potenciales, a 200 mil millones. Más aun, manifestó que la crisis económica
heredada del sexenio anterior había terminado, y que el petróleo jugaría un papel fundamental en
el futuro desarrollo económico del país.
López Portillo siempre insistió en sus discursos que la prioridad de la producción petrolera era
satisfacer el consume interno y preservar la autonomía nacional. En su cuarto informe de
gobierno afirmó que la explotación de las reservas petroleras representaba un “margen de
seguridad” de más de sesenta años, en comparación con las reservas de los demás países
productores de petróleo, que según dijo alcanzaban tan solo para treinta años. Señalo
asimismo que la “producción petrolera no representaba el objetivo fundamental de su
gobierno” y agregaba: “el petróleo mexicano es nuestro y para nuestro propio desarrollo”,
frase que utilizo con frecuencia como lema nacionalista. En el siguiente informe, en 1981, y ante
las criticas que se hacían a su gobierno por haber petrolizado la economía
nacional, López Portillo manifestó que México no se había convertido en una “economía
petrolera” y que la producción del crudo solo representaba el 7% del producto nacional; sin
embargo, admitió que los derivados del petróleo participaban con más de dos terceras partes de
las exportaciones totales del país.
Respecto de la política nacionalista sobre el petróleo, tal vez la expresión de mayor
importancia fue la promulgada en el Programa Mexicano de Energía, publicado en noviembre
de 1980. Este documento establecía metas especificas hasta 1990, y objetivos hasta el año
2000, declarando que la meta fundamental consistía en terminar con la “situación actual de
dependencia de los hidrocarburos”, para cuyo logro se proponían seis objetivos: 1) satisfacer
las demandas internas de energía; 2) racionalizar tanto la producción como el uso de la
energía; 3) diversificar las fuentes primarias de energía; 4) integrar al sector energético con el
resto de la economía; 5) conocer con más seguridad el monto de las reservas nacionales de
recursos energéticos, y 6) reforzar la infraestructura científica y tecnológica.
Para el año de 1978, el auge petrolero permitió reducir la deuda de corto plazo que había
alcanzado casi los 4 000 millones de dólares a cerca de mil millones. Además logró
incrementar la disponibilidad de divisas, tanto por concepto de exportaciones como porque
coadyuvó a que México pudiera obtener mayor crédito externo, lo que resolvió
transitoriamente los problemas del sector externo, que había frenado sus actividades
económicas en 1977. Además, algunos aspectos del contexto internacional contribuyeron
favorablemente a la expansión de la economía mexicana lograda a partir de 1978 (y
concluida en 1981); entre esos aspectos esta la situación del mercado petrolero, en la que se
dieron constantes aumentos de precios del energético, debido tanto a la escasez existente
de petróleo crudo como al poder monopólico y especulativo de los países productores
integrantes de la OPEP.
Para mediados de 1981 el precio del petróleo ligero, que había sobrepasado los 38 dólares
por barril, contra casi todas las expectativas comenzó a descender, sin que los miembros de
159
la OPEP pudieran llegar a un acuerdo para disminuir la sobreproducción de crudo y frenar
así la caída de su cotización en el mercado internacional. Esas fuerzas del mercado (y
específicamente la saturación mundial del petróleo) actuaron inevitablemente sobre la
política de precios en México, y el entonces director de PEMEX, Jorge Díaz Serrano, anuncio
a principios de junio la disminución de cuatro dólares en el precio del barril de crudo,
quedando el Upo Istmo (ligero) a 34.50 y el Maya (pesado) a 28 dólares. Esta decisión
parecía razonable si se quería conservar a los clientes, sin embargo, fue muy criticada en
México por consideraría como una falta de solidaridad nacional, pues hubo quienes
consideraron que prácticamente se “regalaría” el energético a las empresas compradoras,
particularmente a las de Estados Unidos. Díaz Serrano asumió la responsabilidad del caso y
presento su renuncia declarando que no quena ser un “elemento de discordia”.
Poco después, el gobierno mexicano comenzó a idear estrategias para anular la baja al
precio del petróleo con el deseo expreso de preservar la soberanía nacional sobre el
petróleo. De esta manera, a partir del día lo de julio se aumento el precio del crudo en 2
dólares por barril (a la mitad de lo fijado en junio) con la esperanza de recuperar los ingresos
perdidos. Sin embargo, la medida no produjo los resultados deseados; los clientes
comenzaron a cancelar sus pedidos, con lo que las exportaciones por este concepto se
redujeron drásticamente (de 1.43 millones de barriles diarios en mayo, a sólo 0.7 en julio
siguiente). La reducción de ingresos gubernamentales sobrepasó en un solo mes los 700
millones de dólares, y provocaron que el presupuesto federal se redujera en 4%.
Para el mes de noviembre del mismo año de 1981, las exportaciones petroleras recuperaron su
nivel de 1.4 millones de barriles diarios, como consecuencia tanto de la baja de los precios como
de la mejora efectuada en la mezcla de crudo que México ofreció al mercado. A pesar de las
dificultades, el gobierno mantuvo su propósito de lograr el crecimiento del sector petrolero;
incluso en 1982, cuando la crisis económica azoto al país, se logro incrementar la producción
del combustible en 19% respecto al año anterior, para ese entonces, ya se habían
sobrepasado los limites de producción estimados, no obstante que el mercado internacional
del energético se encontraba saturado.
Hacia finales del sexenio de López Portillo, el petróleo se había convertido efectivamente en
el motor de crecimiento del resto de la economía; su participación en el PIB había aumentado
al doble, representaba más de las tres cuartas partes del total de las exportaciones, (en 1978
solo constituía una tercera parte), y aportaba cerca del 30% de todos los ingresos de la
federación (contra solo 11% en 1979). Por otra parte, no fueron tomadas en cuenta las
restricciones impuestas respecto a la distribución geográfica de los mercados, pues aun
cuando PEMEX sostenía que las exportaciones a Estados Unidos continuaban
representando sólo 50% del total de 1982, otros reportes aseguraban que el monto de las
exportaciones era aproximadamente de 60%. En agosto de 1981, México se convirtió en el
primer país en firmar un contrato a largo plazo para vender petróleo para la reserva
estratégica de Estados Unidos, y en 1982 reemplaza a Arabia Saudita como fuente principal
de suministro de las importaciones petroleras de Estados Unidos.
Políticas de reactivación económica apartar del segundo año del sexenio. Durante el año de
1978 se pusieron en practica las políticas consideradas indispensables para impulsar la
reactivación económica, entre las cuales la política de expansión del gasto público paso a
jugar un papel importante (el gasto público se incremento casi en 50% entre 1977 y 1981),
con lo cual aun cuando se alcanzo un mayor crecimiento, lográndose además que bajara la
160
inflación, a semejanza de lo ocurrido en el sexenio anterior, el aumento excesivo del gasto
público trajo como consecuencia el déficit presupuestal y el aumento consiguiente de la
deuda publica externa, pues el gobierno solicitó nuevos empréstitos que, durante 1981,
sumaron poco menos de 20 000 millones de dólares, monto casi igual al total de la deuda
publica existente a fines de 1976.
Se pusieron en practica asimismo las medidas congruentes con el propósito de lograr la
estabilidad de la economía, tales como la política de flexibilización de las tasas de interés, que
anteriormente eran fijadas por el Banco de México, dirigida a rescatar la intermediación
financiera y proteger el ingreso del capital financiero, lo cual permitió un fuerte aumento de
captación bancaria entre 1977 y 1981. Esto permitió un alto crecimiento del crédito otorgado por
la banca comercial a organizaciones, empresas y personas particulares, aunque el
crecimiento del crédito interno se oriento en mayor medida al sector público, dadas las
exigencias de cubrir el financiamiento del déficit público.
Los años de 1979 a 1980 fueron considerados por López Portillo como los de consolidación
del desarrollo, pues afirmaba haber superado la crisis y restablecido la confianza en el país;
la promulgación del Plan Nacional de Desarrollo Industrial a principios de 1979, era una
muestra de la euforia que se vivía en ese entonces, con un crecimiento de 9% y una inflación
que había logrado bajarse al 18%. En medio del auge petrolero y con la expectación de que
se llegaría a un superávit en cuenta corriente, y de que inclusive México podría dejar de ser
deudor, aparentemente paso desapercibido el hecho de que ya no se estaban cumpliendo
las metas inicialmente previstas en el programa de gobierno en base al Acuerdo de Facilidad
Ampliada con el FMI.
En 1980 el crecimiento se mantenía aun a niveles de 8%, pero la inflación se elevo a 26%, y
el déficit en cuenta corriente había aumentado de manera considerable, a pesar de que las
exportaciones de petróleo llegaban ya a 1.3 millones de barriles al día. Al impulse del auge
petrolero se dio un espectacular crecimiento de las importaciones, particularmente las de
bienes de capital, ya que se mantuvo una política de liberalización del comercio exterior con
objeto de agilizar y facilitar la entrada de importaciones tendientes a lograr una
competitividad capaz de evitar que las deficiencias productivas internas frenaran la
reactivación económica ya puesta en marcha. Por otra parte, se prosiguió con la
liberalización de precios que se había aplicado a partir de 1977, encaminada a terminar con
la llamada “economía ficción” y asegurar niveles de rentabilidad que incentivaran el
crecimiento de la inversión y de la producción. Las políticas de precios y salarios fueron
importantes para asegurar altos niveles de rentabilidad y recuperar la confianza del sector
empresarial.23 Bajo ese clima de confianza, la inversión privada se elevó considerablemente
en el periodo 1978-1981.
En este contexto de euforia industrial, se volvió a discutir la posibilidad de que México
ingresara al Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio (GATT), y en enero de 1979 el
gobierno de López Portillo inicio las negociaciones pertinentes con el propósito de
incorporarse a dicha organización internacional. Por esas fechas se daban varias
condiciones que parecían favorecer la entrada de México al GATT; el Acuerdo se había
vuelto más comprensivo respecto a las necesidades del Tercer Mundo y se habían ampliado
las posibilidades de ingreso para los países en vías de desarrollo, bajo condiciones menos
desventajosas para sus economías. Durante la década de los años setenta se formularon
varias cláusulas sobre negociaciones comerciales multilaterales para los países en vías de
161
desarrollo, y las naciones desarrolladas aceptaron extenderles trato “diferencial y especial” en
cuanto a ciertos códigos no arancelarios.
Después de iniciadas las negociaciones para ingresar al GATT, López Portillo convoco a
miembros de las altas esferas económicas y políticas nacionales a una consulta para
someter a discusión la posibilidad de que México perteneciera a ese organismo internacional.
Los argumentos a favor partían generalmente del hecho de que la mayoría de las naciones incluyendo a muchos de los países de bajo desarrollo- eran miembros del GATT, y
representaban entre 80 y 90 por ciento del comercio internacional. Por consiguiente,
sostenían que México no debía mantenerse aislado de este foro que, según afirmaban,
otorgaba muchos derechos a los estados miembros.
Por el contrario, los argumentos de la oposición se centraban en dos cuestiones principales
que traerían consigo el ingreso de México al GATT: por un lado la perdida de soberanía
nacional, y por otro las desventajas económicas. Muchos críticos aseguraban que unirse al
Acuerdo significaba ceder a las presiones de Estados Unidos, con lo cual se aumentaría la
relación de dependencia de México con este país. Además, opinaban que el GATT sólo
beneficiaria a las naciones desarrolladas incrementando su comercio internacional en
detrimento de la economía mexicana. Se temía también que México no pudiera disfrutar de
los privilegios que el GATT otorga a los países de escaso desarrollo ya incorporados, puesto
que al ser considerado ya como un país en desarrollo avanzado (recuérdese que el propio
presidente mexicano consideraba a México como una potencia media) seria excluido del
trato preferencial otorgado a aquellos países. Por otra parte, las personas opuestas al
ingreso de México al GATT señalaban que el país podía participar en las negociaciones
comerciales multilaterales sin necesidad de ser miembro del Acuerdo. Una de las mayores
desventajas que se señalaban en el aspecto económico, era que la exposición a la
competencia con el exterior produciría quiebras masivas entre las empresas industriales
medianas y pequeñas. Esto ultimo estaba en relación con la situación de ventaja que
por muchos años habían disfrutado las empresas mexicanas gracias a las políticas
proteccionistas que las habían puesto a salvo de la competencia externa pero que, al mismo
tiempo, fueron en detrimento de la calidad de los productos mexicanos frente a los
extranjeros.
En marzo de 1980, el presidente López Portillo tomo la decisión final de no ingresar al GATT
después de una reunión con el gabinete, en la cual los ministros encargados de la
“planeación” constituyeron la mayoría (con 5 votos en contra y 3 a favor del ingreso al
GATT). Las opiniones en contra aseguraban que México se había rehusado a escuchar el
“canto de las sirenas”, y que había escogido su independencia y autodeterminación,
permaneciendo fuera del ambiente del GATT; destacaban que el país continuaría realizando
negociaciones comerciales a través de organizaciones mas identificadas con los problemas
del Tercer Mundo.
Reforma fiscal. En el año de 1979 el gobierno de López Portillo realizo reformas fiscales que
reducían las tasas impositivas para los grupos de menores ingresos; llevo a cabo una
reforma en la estructura de los aranceles, sustituyendo licencias de importación por tarifas
arancelarias, las cuales fueron consideradas de acuerdo al “valor normal” de los productos y
no a su precio oficial; estas reformas tenían el propósito de reducir los aranceles de manera
gradual y lograr una mayor eficiencia de las industrias nacionales. Estas medidas de
liberación comercial afectaban necesariamente a las pequeñas y medianas industrias que
162
quizás no habrían de resistir la competencia extranjera; sin embargo los empresarios de esas
industrias dejaron de inquietarse cuando López Portillo anuncio que México no entraría al
GATT.
En enero de 1980 se creo una nueva forma de recaudación fiscal denominada Impuesto al
Valor Agregado IVA). Este impuesto, que debía ser absorbido por los consumidores, añadía
el 10% al valor de los productos y reemplazaba al impuesto sobre ingresos mercantiles que
había sido del 4%. Mucho se comento acerca de que el IVA aumentaría la inflación en el
corto plazo; sin embargo, se explico que se trataba de una manera más eficiente de
recaudación destinada a evitar la evasión fiscal, aun cuando se reconocía que con esto no se
llegaba a resolver la desproporción existente en la carga tributaria ejercida sobre los grupos
de menores ingresos.
Político, agropecuaria. Durante el sexenio de López Portillo los aspectos agrarios en materia
de reparto pasaron a segundo piano para orientarse en cambio a la producción y a la
autosuficiencia alimentaría; sin embargo, el reparto agrario se continuo, pero a un ritmo
mucho menor que los regímenes precedentes, pues se firmaron resoluciones que
amparaban una superficie de 6 366 000 hectáreas para 250 mil campesinos. Un hecho
fundamental que se dio a comienzos del régimen de López Portillo, en 1977, fue la fusión de
la Secretaría de Agricultura y Ganadería, con la de Recursos Hidráulicos, para formar la
Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos, con el propósito de facilitar el manejo de la
política agrícola. Por otra parte, además de continuar las obras iniciadas en el sexenio
anterior, se construyeron obras de irrigación a un ritmo acelerado, ascendiendo la superficie
beneficiada a 1.4 millones de hectáreas, de la cual 65.4% correspondió a tierras no
beneficiadas antes con obras de irrigación, 9.4% a tierras mejoradas y el 25% restante a las
rehabilitadas.
El gobierno de López Portillo revirtió las políticas destinadas a promover la agricultura de
subsistencia así como la reforma agraria; al respecto destaca la promulgación de la Ley de
Fomento Agropecuario, publicada en el Diario Oficial con fecha 2 de enero de 1981, en la cual
se establecen normas sobre la planeación y programación del sector agropecuario, y sobre los
aspectos de definición y operación de los distritos de tierras de temporal, el uso agrícola de los
terrenos de agostadero susceptibles de cultivo, la mecanización del campo, los sistemas de
riego compartido, la asistencia técnica, la reagrupación de la pequeña propiedad y el combate
al minifundio y el uso de tierras ociosas.
Pero lo más relevante de la Ley de Fomento Agropecuario fue la introducción de una nueva
forma de organización que buscaba una acción conjunta entre la propiedad social y la
privada, denominada “Unidad de Producción”, la cual, sin cambiar la estructura constitucional de la
propiedad agraria, permitiera la “asociación voluntaria” de ejidos o comunidades, con colonos y
pequeños propietarios, bajo la vigilancia de la Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos.
Tales “unidades de producción” se integrarían con el propósito fundamental de mejorar la
producción agropecuaria conforme a las metas de los programas nacionales y “podrían prever
el uso de espacios comunes, construcción de obras de provecho común, utilización de
equipos, prestación de servicios en mutuo beneficio y las demás modalidades que mejor
propicien el logro de las metas”.
163
En el año de 1980, el presidente López Portillo anuncio un programa orientado al sector
agropecuario, al que llamo Sistema Alimentario Mexicano ( SAM) con el que se proponía,
según sus propias palabras, “avanzar en la Alianza para la Producción y correr riesgos con los
campesinos”. El programa seria totalizador, se orientaría hacia metas nutricionales realistas
y tendrá como objetivo prioritario, la autosuficiencia nacional, todo lo cual implicaba que se
habrían de precisar objetivos y acciones concretas dentro de un enfoque de producción,
distribución y consumo. Considerado como la principal iniciativa que introdujo López Portillo
en materia agropecuaria, el SAM se puso en practica en mayo de 1980 mediante aspectos
fiscales y monetarios destinados a estimular principalmente la producción de alimentos básicos
como el maíz, fríjol, arroz y trigo, en las áreas de temporal. La puesta en marcha del SAM
implico la ampliación de la disponibilidad del crédito, subsidies a los precios de semillas y
fertilizantes, ampliación de la cobertura del seguro agrícola, el establecimiento del riesgo
compartido, etcétera.
Las medidas anteriores generaron un cambio significativo en la producción agrícola, que en
ese mismo ano de 1980 creció en 10% respecto a 1979 y, en 1981, el crecimiento fue del
8%. Sin embargo, ante la difícil situación que empezó a enfrentar la economía nacional y que
se agravo al año siguiente, disminuyeron los amplios volúmenes de crédito y subsidies,
también disminuyeron los precios de garantía en términos reales, y a esto se sumo el hecho
de que 1982 fue un año particularmente escaso en lluvias, por lo que, no obstante los
esfuerzos realizados por el gobierno a través del SAM, el hecho de ponerse en marcha en los
dos últimos años del sexenio, cuando la economía ya había entrado en crisis, fue
prácticamente imposible mantener un alto ritmo de producción agrícola en las áreas de
temporal sujetas a los cambios climáticos, a las que justamente se orientaba el programa.
Por otra parte, a finales de la década de los años setenta se presento un fenómeno que se
acentuó con la amplitud financiera propiciada por el auge petrolero de ese tiempo: el
crecimiento desproporcionado del aparato burocrático en el sector agrícola, el cual absorbía
una parte importante de los recursos destinados a promover el desarrollo rural, provocando
que este resultara muy costoso y no siempre eficiente, en virtud de que la expansión del
sector agrícola se dio bajo un esquema centralista. En consecuencia, el crecimiento del
producto agrícola, no obstante que llegó a una tasa media anual del 3.7%, resulto insuficiente
frente al crecimiento muy acelerado de la demanda, y esto obligo a seguir recurriendo a la
importación de granos básicos alimenticios, oleaginosas y forrajes, que alcanzo
una cifra media anual de 5.4 millones de toneladas, es decir, el doble del nivel alcanzado
durante el sexenio anterior.
Sector industrial, la planeación. Dentro del Plan Global de Desarrollo propuesto por López
Portillo al inicio del sexenio, el Plan de Desarrollo Industrial ocupaba un lugar prioritario.
Creado en 1979, el plan delineaba en principio los cuatro puntos considerados como más
débiles del proceso de industrialización en México: 1) la industria había descansado
demasiado en el mercado interno, dando lugar a empresas pequeñas e ineficientes,
incapaces
de
competir
a
nivel
externo;
2)
la
industria
se
había concentrado mucho en tres centros urbanos principales;
3) la producción se
encontraba orientada, en gran medida, hacia la sustitución de importaciones de bienes de
consume, y 4) unas pocas empresas muy grandes coexistan con multitud de empresas
pequeñas en ramas muy dinámicas.
164
El plan contenía además una enorme lista de objetivos encaminados a poner atención en
esos puntos débiles, e incluía el apoyo a la producción tanto de productos de consumo
básico como de capital; el desarrollo de industrias de alta productividad capaces de competir en
los mercados internacionales; la integración del sector industrial a través de las ramas
productivas de bienes de capital; la descentralización geográfica de la producción industrial; el
incremento del empleo; el estimulo a la inversión, y una disminución del déficit de la
balanza de pagos por medio del desarrollo industrial.
Uno de los logros más importantes del plan era la enumeración de las prioridades sectoriales
y regionales del desarrollo industrial; al establecer las prioridades regionales, se crearon tres
zonas geográficas con divisiones internas. El propósito era reducir la participación de la
ciudad de México y su área metropolitana dentro de la producción industrial, de manera que
dos terceras partes del incremento de esa producción ocurrieran fuera de la zona del Valle
de México. Además de prioridades sectoriales y regionales, se reservo dentro del plan una
categoría especial para las pequeñas industrias, reconociendo la importancia de su papel en
el empleo dentro de ciertas ramas, particularmente en alimentos, metalurgia y bienes de
consumo básico.
Todas estas prioridades se identificaban con incentivos específicos y se consideraba a los
estímulos fiscales como el instrumento clave de su instrumentación, los cuales serian
otorgados a través de créditos federales mediante un certificado de promoción fiscal (Ceprofi)
valido por cinco años. Estos créditos serian otorgados tanto para incrementar la inversión
como para generar empleo adicional, y la magnitud de la inversión seria determinada de
acuerdo con las prioridades regionales y sectoriales. Otro instrumento importante dentro de
la promoción industrial del plan era un esquema de precios diferenciales (o subsidiados) para
la energía y productos petroquímicos de empresas estatales. El plan ofrecía facilidades a las
empresas pequeñas y medianas para que tuvieran acceso a recursos y a diversos servicios
técnicos, y ampliaba el volumen de crédito, en mejores términos, para las industrias de
bienes de capital.
Sin embargo, el Plan de Desarrollo Industrial no me ampliamente aceptado por el sector
empresarial; algunos de sus integrantes criticaron los objetivos y consecuencias del plan, y
mostraron gran preocupación, especialmente porque rebasaban ciertos limites dentro de la
economía, y porque contenían ciertos aspectos que podían interpretarse como obligatorios.
El Plan Industrial contenía en si mismo varias contradicciones evidentes que se prestaban a
confusión; incluía objetivos tendientes a promover la producción de bienes de consumo
básicos con el fin de lograr la autosuficiencia en estos productos. así como a desarrollar
industrias altamente productivas para lograr la integración industrial y apoyar la exportación
de manufacturas; pero estos objetivos aludían a ramas industriales con características y
necesidades muy diversas, por lo que al momento de llevar el plan a la practica, se haría
necesario seleccionar aquellas que fueran de una misma rama. Otra contradicción consistía
en que aun cuando se otorgaban créditos para la inversión de capital, el plan no parecía
tomar en cuenta el hecho de que al impulsar una planta industrial más eficiente, se debía
crear simultáneamente un mayor numero de empleos, y en cambio eran muy escasos los
Ceprofis otorgados con este fin.
Los empresarios industriales continuaron señalando sus objeciones en contra del plan y, a
fines de 1979, el presidente del Consejo Coordinador Empresarial, Prudencio López,
señalaba que el sector privado no debía ser obligado a cumplir con el Plan Industrial y
165
describió tres características que los grupos empresariales desearían tuvieran los planes
nacionales de desarrollo: 1) que fueran obligatorios solo para el sector público y orientados hacia
la iniciativa privada; 2) que fueran congruentes con la realidad económica, y 3) que fueran
accesibles a los empresarios, trabajadores, profesionales y grupos técnicos.
López Portillo percibió esta continua presión por parte de los hombres de empresa, y en
octubre de 1980 cambio de parecer y señalo que la planeación abarcaba solamente al sector
público, declaración que contribuyo a eliminar muchas de las críticas provenientes del sector
industrial. Para mediados de 1981, ya habían sido firmados varios programas de desarrollo, y
no existía evidencia alguna de coerción estatal en contra de los industriales privados.
Industria: deterioro del modelo de sustitución de importaciones. No obstante los intentos
realizados por revitalizar el modelo de sustitución de importaciones, a partir del trienio 19781981, el proceso de desarrollo económico estuvo sustentado en la exportación de
hidrocarburos y presento una fuerte tendencia hacia un enfoque contrario, la desustitución de
importaciones en el sector industrial.
La industrialización vía sustitución de importaciones, que durante tres décadas había
constituido en México la estrategia de desarrollo económico, hacia 1970 empezó a mostrar
desequilibrio hasta llegar a afectar definitivamente la balanza de pagos. Modifico la estructura
de las importaciones en la medida en que requirió bienes intermedios y de capital que
anteriormente no se importaban, produciendo con ellos bienes de consumo que hasta
entonces se adquirían en el mercado exterior. De esta manera, la balanza de mercancías
siguió actuando como un factor determinante para explicar el resultado en cuenta corriente,
cuyo déficit creció a un promedio anual de 31%. Para tratar de financiar ese saldo negativo
se recurrió al endeudamiento externo y, en menor medida, a la inversión extranjera directa,
con objeto de mantener vigente al modelo de sustitución de importaciones.
Más la situación se revirtió en gran parte precisamente debido a que el modelo fue
prolongado de forma artificial. El desequilibrio del sector externo de la economía mexicana
sobrevino porque se mantuvieron vigentes aquellos rasgos del modelo que inhibían la
eficiencia de la planta productiva a largo plazo, como por ejemplo, los excesivos niveles de
protección a la industria, y la sobre valuación del tipo de cambio, factores que frenaron las
exportaciones y estimularon las importaciones. Además, dos hechos afectaron el desarrollo
del modelo de sustitución de importaciones: 1) la devaluación de 1976 (ocurrida después de
22 años de estabilidad cambiaria) como efecto por demás elocuente
del creciente desequilibrio con el exterior, y 2) la consolidación de un nuevo sector de
naturaleza internacional, el petrolero, en el que se sustento el crecimiento económico y cuyo
dinamismo propicio una fase de expansión acelerada del PB entre 1977 y 1981, pero cuyos
efectos negativos incidieron en el surgimiento de una nueva y mas grave crisis, en el año de
1982.
El colapso de la economía a final del sexenio. En términos de la estrategia propuesta para el
sexenio, se puede considerar que los dos años previstos para superar la crisis se redujeron a
uno solo, mientras que las etapas para la estabilización y el crecimiento sin inflación fueron
suprimidas por completo. En su lugar, se siguió una estrategia de crecimiento rápido
promovida a base de déficit fiscal. El desequilibrio financiero del sector público fue
acentuándose con el tiempo, en tanto que el déficit era parcialmente cubierto por préstamos
externos.
166
En unos cuantos años, la economía mexicana se volvió excesivamente dependiente de las
exportaciones de petróleo; en 1981, este energético represento el 75.1% del total de las
exportaciones de mercancías, en contraste con el 10% correspondiente a 1977. Aunque se
argumentaba entonces que la economía no dependía del petróleo puesto que solo
representaba el 6% del PIB, lo cierto es que este producto constituyo el factor dominante de
la balanza de pagos y, como se ha observado en muchas ocasiones, la economía es
extremadamente vulnerable a las fluctuaciones de un solo producto en el mercado
internacional. En ese año de 1981 fue particularmente dramático el impacto producido por los
precios internacionales del petróleo; en México, tras la renuncia de Díaz Serrano como
director de PEMEX y la decisión de las nuevas autoridades de volver a aumentar el precio del
crudo, decayó el volumen de las exportaciones y entonces el gobierno mexicano amenazo a
sus clientes con suspender las ventas futuras de petróleo si no se mantenía la demanda en
los anteriores niveles. Esta actitud se baso en, una valoración errónea de las condiciones del
mercado internacional del petróleo, pues la caída de la demanda se interpreto como un
fenómeno temporal.
Ante la disminución de los ingresos procedentes de la exportación de petróleo, en vez de
instrumentar los ajustes necesarios en el presupuesto y en el tipo de cambio monetario, el
gobierno permitió que aumentara el déficit de las finanzas públicas y continuó recurriendo al
crédito externo. De manera simultánea, comenzó a decaer la confianza de los particulares en
el peso mexicano al advertir, cada vez en mayor medida, la sobre valuación existente en la
moneda; en consecuencia, aumento el incentivo para canjear pesos por dólares y cobro
fuerza una corriente masiva de pesos a dólares y hacia cuentas bancarias en Estados
Unidos.
Al comenzar el año de 1982, se manifestaba la reacción en cadena de los elementos que
inducían el deterioro de la moneda mexicana; para mediados de febrero, el éxodo de pesos a
dólares ascendió a cantidades masivas desproporcionadas.
La fuga de capitales era incontenible y erosionaba las reservas monetarias a un ritmo
alarmante. Finalmente, el día 17 de ese mismo mes, después de que los bancos cerraron, se
anuncio la devaluación; ese día el dólar se había cotizado a $26.88 y al día siguiente
ascendió a $37.66. Después de esa devaluación, el peso continuo debilitándose; a fines de
febrero subió a $44.64, y para el mes de julio había alcanzado la cifra de $49. Tras la
devaluación, la balanza comercial mejoro considerablemente; no obstante, la cuenta
corriente de la balanza de pagos continuaba arrojando un déficit de 4 800 millones de
dólares, el cual, aun cuando representaba casi la tercera parte del déficit de 1981, constituía
un signo alarmante. Además, el déficit de la balanza de servicios ascendió de 7 970 a 10 200
millones de dólares, debido fundamentalmente al aumento del 43% en el pago de intereses
de la deuda externa. En virtud de lo anterior, la devaluación no pudo corregir el desequilibrio
de la balanza de pagos total.
Ante la crítica situación, se incremento la falta de credibilidad de los particulares en la política
financiera del sector público, porque el déficit presupuestario continuaba en aumento, a pesar
que desde 1981 el gobierno había prometido reducir el gasto público. Esta actitud
inconsistente del sector público acelero la fuga de capitales, pese a la opción que ofrecía el
sistema bancario mexicano de hacer depósitos en dólares dentro del país (los llamados
“mexdólares”). En el sector privado había gran temor de que se implantara el control de
cambios, por lo que Miguel Mancera, director del Banco de México, publicó un folleto en el
167
que exponía las inconveniencias de tal medida, con el propósito de contrarrestar los rumores de
que se suprimiría la libre convertibilidad de la moneda; pero a pesar de que se dio gran difusión
a ese documento, no se lograron los resultados esperados y el ambiente de inseguridad
persistió.
En julio, después de las elecciones presidenciales, la conversión masiva de pesos a dólares
y la fuga de capitales alcanzo niveles más altos y, el 6 de agosto, el Banco de México se
retiro del mercado cambiario y esto significo la segunda devaluación formal del peso en 1982
y al día siguiente la cotización del dólar subió de $49 a $74.08. Al mismo tiempo, se
estableció un sistema dual de cambios para la moneda estadounidense; una cotización de
mercado libre y otra preferencial de $50 destinada a proporcionar dólares para importaciones
prioritarias, pago de deuda externa publica e intereses ordinarios de la deuda externa
privada. Poco después, el 19 de agosto, el sistema fue modificado; se decreto la congelación
de los depósitos en dólares en los bancos mexicanos, y sólo podían ser retirados en pesos al
nuevo tipo de cambio llamado “general”, de $69.50, manteniéndose los otros dos tipos, el
preferencial a $50 y el del mercado libre, 'que para ese momento ascendía a $114.77.29
Estas medidas aceleraron la fuga de capitales en lugar de detenerla, pues la confianza en el peso
se deterioro aun más debido a la falta de convertibilidad derivada del mercado dual. El día lo de
septiembre, en su ultimo informe de gobierno, López Portillo anuncio lo que el llamo
“nacionalización” de la banca privada (con excepción del Citibank, un banco extranjero, y el
Banco Obrero) y el control de cambios, dejando en manos del gobierno el control absoluto de
todas las operaciones bancarias.
Aparte de lo que aquella medida expropiatoria trajo consigo en el ámbito socioeconómico y
político interno, complico las negociaciones promovidas por el gobierno desde el primer
semestre de 1982 ante el Fondo Monetario Internacional, a fin de conseguir un crédito por 4
500 millones de dólares. Se trataba de un nuevo crédito de facilidad ampliada condicionado a
un riguroso programa de ajuste económico que México se comprometía a instrumentar para
disminuir la inflación. Después del día lo de septiembre se dificultaron las negociaciones
puesto que las medidas decretadas iban totalmente en contra de la filosofía del FMI, opuesta
a cualquier forma de intervención del Estado en la economía. Finalmente, tras duros debates,
el 10 de noviembre de 1982 el gobierno de México firmo la Carta de Intención que lo
comprometía a adoptar un programa de ajuste aceptable para el FMI, el cual debía tener una
vigencia de tres años correspondientes a 1983, 1984 y 1985 y que claramente
corresponderían al próximo gobierno de Miguel de la Madrid.
Los últimos días del sexenio se desenvolvieron en un ambiente de continuo sobresalto, en
medio de un vacío psicológico respecto al valor de la moneda mexicana y del desaliento
contagioso de la población en general que una vez mas perdía la credibilidad en su gobierno,
sobre todo porque le había hecho creer en una bonanza irreal, y le había alentado a través de las
exaltadas palabras del presidente de la Republica cuando aseguraba que “el único problema
de México consistía en saber administrar su riqueza”. Así, con un desaliento aun más profundo
que el de seis años atrás, México cerraba un periodo presidencial e inauguraba otro el lo
de diciembre de 1982.
168
d) Sociedad y cultura
Política obrera. Al comienzo del gobierno de López Portillo, las condiciones cambiaron para el
movimiento obrero organizado en el sindicalismo oficial; desde los primeros momentos del
sexenio, ante la apremiante necesidad de sacar al país de la crisis económica, el presidente se
propuso como metas inmediatas establecer la alianza para la producción, cumplir el
convenio con el FMI que firmara su antecesor, y restablecer las relaciones del gobierno con el
empresariado nacional; todas esas acciones que López Portillo consideraba indispensables para
reactivar la economía, implicaban el tener que negociar con el movimiento obrero una política de
restricciones saláriales que le permitiera mantenerla estabilidad y recuperar el dinamismo de la
economía.
La posibilidad de que las organizaciones sindicales oficiales aceptaran esta restricción en los
primeros años del periodo, no era muy difícil de lograr y eso por dos razones principales: a) la
tradicional colaboración entre el sindicalismo oficial y los gobiernos emanados de la
Revolución, en el contexto del corporativismo, y b) los aumentos saláriales otorgados durante el
sexenio de Echeverría, que permitían mantener la adhesión del movimiento obrero, pese al
deterioro del poder adquisitivo causado por la crisis.
Pero existía además otro factor importante que marcó la diferencia en las relaciones de uno y otro
periodo gubernamental de la década de los años setenta; como se comento en su
oportunidad, durante la administración echeverrista los sindicatos independientes en su lucha por
la democratización protagonizaron la insurgencia obrera y ejercieron una presión constante
sobre los dirigentes del sindicalismo oficial para que intercedieran ante el gobierno a fin de que
fueran satisfechas sus demandas. Por el contrario, López Portillo encontró una oposición
debilitada de parte de los sindicatos independientes y además, mediante la reforma política
creada en 1977, aparte de reforzar la adhesión del sindicalismo oficial, el gobierno abrió la
posibilidad de que la disidencia sindical se expresara y actuara dentro de líneas
institucionales tanto política como sindicalmente, e impidió con ello que volviera a
manifestarse la insurgencia obrera.
La acción laboral del gobierno de López Portillo se manifestó en dos tipos de acciones, por
un lado, fortalece las instituciones ya creadas tales como el Banco Obrero, el FONACOT, etc., y
por el otro hace nuevas reformas constitucionales, como las realizadas al articulo 123 a fines
de 1978, según la cual seria promovida la creación de empleos y de organización social para
el trabajo y señalaba que las empresas, cualquiera que fuera su actividad, estaban obligadas
a proporcionar a sus trabajadores, capacitación o adiestramiento. Se ampliaba además la
jurisdicción federal a otras ramas industriales, con lo que se responde parcialmente a una
antigua demanda del movimiento obrero. De manera general, la política laboral de López
Portillo se fundamentaba en el “Proyecto de Plan Básico de Gobierno 1976-1982”, creado a
finales del sexenio anterior.
Más a pesar de que la insurgencia obrera no se manifestó de la manera radical e incluso
violenta que lo hiciera en el periodo echeverrista, hubo una serie de movimientos sociales y
huelgas (casi 1500 durante el sexenio), generalmente motivados por razones económicas,
pues aun cuando el auge petrolero hizo cobrar confianza en el futuro económico del país, la
bonanza, que resulto efímera, no alcanzo a impactar positivamente en el poder adquisitivo de
las clases trabajadoras. Entre las acciones concretas de la protesta obrera destacan las
siguientes: a) entre 1977 y 1978 los trabajadores de la energía nuclear que se oponían a una
169
iniciativa de ley que por una parte permitía la intervención extranjera en el aprovechamiento del
uranio y por otra, coartaba los derechos de los trabajadores en ese sector, b) En el Sindicato
Nacional de Trabajadores de la Educación se dieron también movilizaciones, principalmente
por la demanda del pago de salaries atrasados. c) Los trabajadores minerometalúrgicos de
varias regiones del país protagonizaron huelgas y paros en demandas de mejores salaries,
condiciones de seguridad e higiene y reducción de la jornada laboral; en la industria automotriz
sobresale el movimiento huelguístico que en 1981 llevaron a cabo los trabajadores de
Volkswagen en la ciudad de Puebla. d) Los trabajadores universitarios formaron en octubre
de 1979 el Sindicato Único Nacional cuya primera tarea fue pugnar por una legislación que
reconociera los derechos laborales y sindicales de este sector y es este uno de los sectores
donde se dio el mayor numero de huelgas, por lo menos quince en 1979, doce en 1980, diez en
1981 y diecisiete en 1982.
Educación. Durante el primer año de la administración de López Portillo, con Porfirio Muñoz
Ledo como secretario de Educación, se sentaron las bases para elaborar un Plan Nacional de
Educación que comprendiera un análisis cuantitativo y cualitativo de la situación educativa del
país, con el fin de instrumentar las nuevas estrategias de acuerdo con las necesidades de
desarrollo en aquellos momentos. El nuevo programa contenía cinco objetivos: 1) ofrecer la
educación básica a toda la población, particularmente a la que se encontraba en edad
escolar, 2) vincular la educación terminal con el sistema productivo de bienes y servicios; 3)
elevar la calidad de la educación; 4) mejorar la atmósfera cultural y fomentar el desarrollo del
deporte; 5) aumentar la eficiencia del sistema educativo nacional
Durante el periodo 1978-1982 estuvo Femando Solana al frente de la SEP y en el comienzo
de ese lapso, en el contexto de la euforia producida por la bonanza petrolera, la política
educativa se baso en el principio de que el desarrollo de un país se mide por las
oportunidades que tienen sus pobladores de informarse, de aprender y de enseñar; por su
capacidad de producir, su libertad para juzgar la estructura social y política en que vive y su
posibilidad para transformarla. Se consideraba que de no tomarse en cuenta la perspectiva
de que el desarrollo es de las personas, se correría el riesgo de “construir un país rico y aun
poderoso pero poco desarrollado, como algunos países exportadores de petróleo que han
arribado a la riqueza y permanecen en el subdesarrollo”. De esta manera, la educación se
convirtió en sinónimo de proceso hacia el desarrollo (más allá del mero crecimiento), bajo la
consideración de que “posibilita una alta productividad y capa- cita al individuo para su
autodeterminación”.
En el mismo contexto, una preocupación importante consistía en abatir el analfabetismo, que
al inicio del sexenio era todavía muy alto en el país, ya que en 1976 un 18% de los
pobladores a nivel nacional eran analfabetas absolutos. Por esta razón, la SEP elaboro el
Plan Nacional de Educación para Adultos y en 1978 se inicio el Programa Nacional de
Educación para Grupos Marginados. Sin embargo, en el bienio 1978-1980 ante los escasos
avances de estos programas, se hizo preciso replantear las estrategias, y a mediados de
1981 se creo el Programa Nacional de Alfabetización (PRONALF) que buscaba atenderlas
necesidades educativas nacionales y cuyos objetivos eran: 1) reducir la cantidad de
analfabetos y poner en practica una acción dinámica de alfabetización; 2) crear conciencia
nacional sobre el problema del analfabetismo e incrementar la capacidad del Estado
mexicano para ofrecer servicios de alfabetización y ampliar los servicios de educación básica
para adultos, y 3) incrementar la capacitación para el trabajo en los lugares donde se
desarrollase la alfabetización. En ese mismo año de 1981 se creo el Instituto Nacional para la
170
Educación de los Adultos (INEA), cuyo objetivo general consistía en ofrecer a los adultos
educación básica y programas que contribuyeran al desarrollo de sus capacidades para
mejorar la calidad de su vida e impulsar el bienestar social y económico del país.
Durante la administración de Solana en la SEP (1978-1982) se realizaron además diversas
acciones con el fin de vincular la secundaria técnica con el sector productivo, entre las que
destaca el plan piloto para la producción agropecuaria, enfocado al desarrollo de pequeñas
unidades de producción (de acuerdo con la Ley de Fomento Agropecuario) en las escuelas y la
actualización del personal docente en las secundarias técnicas del ramo automotriz en
coordinación con organismos de dicha industria. Destacan asimismo las acciones para
orientar hacia la educación terminal a una mayor proporción de egresados de secundaria para
lo cual se diseño un nuevo sistema: el Colegio Nacional de Educación Profesional Técnica
(CONALEP), orientada a fomentar y diversificar la educación terminal en todo el país, para
estimular a los egresados de secundaria al estudio de carreras terminales requeridas
regionalmente para el crecimiento industrial del país.
Respecto de la educación superior, a finales de 1978 la ANUIES elaboro el Plan Nacional de
Educación Superior, el cual fue aprobado por el presidente de la Republica. En dicho plan se
establecía en principio que, dada la importancia de la educación superior, esta no debía
considerarse en forma aislada, sino en relación con los ciclos educativos que la preceden; se
argumentaba que debido a la naturaleza de la educación superior, y no obstante su
diversidad, todas las instituciones educativas de este ciclo cumplen objetivos comunes y, en
consecuencia, su complejo universo constituye un campo en el cual se hace necesario
establecer un sistema especifico de planeación permanente, a fin de satisfacer los
requerimientos institucionales y las necesidades del desarrollo regional y nacional.
Se trataba el aspecto de la interacción entre la ciencia y la tecnología, crucial para los
proyectos de desarrollo económico en aquellos momentos, pero se advertía la necesidad de
conformar un nuevo sentido humanístico que, “enraizado en los más firmes valores de la
cultura universal, busca el descubrimiento y realización de nuevos valores fundados en la
racionalidad de la ciencia y en las posibilidades de la tecnología”. Por ello, se afirmaba que las
disciplinas humanísticas impartidas en las instituciones de educación superior habrían de
contribuir a “superar las distintas formas de alienación del ser humano y crear condiciones para
el ejercicio pleno de sus atributos personales”.
Por lo anterior, y con base en la idea de entender a la política educativa “no como el arte de
lo posible sino como el arte de abrir posibilidades”, adquirieron especial importancia tanto la
educación terminal como la superior, vinculadas ambas al trabajo productivo y a la
satisfacción de necesidades básicas de la población. Sin embargo, y a pesar del enfoque
humanístico que se pretendía dar a los estudios superiores, la tendencia hacia una mayor
eficiencia y productividad industrial, influyó para que en los estudios terminales se diera
preferencia a las carreras técnicas y de ingeniería, sobre las de humanidades y ciencias
sociales.
Las autoridades de la SEP intentaron moderar el desequilibrio entre las dos áreas del
conocimiento, estableciendo una “política cultural” que se basaba en cuatro principios: a)
libertad para la creación; b) estimulo a la producción cultural, c) participación del Estado en la
distribución de los bienes y servicios culturales, y d) preservación del patrimonio cultural de la
nación. Se aclaraba que con esta política el Estado no pretendía dirigir la cultura nacional,
171
puesto que reconocía que las creaciones del espíritu son esencialmente libres y que “el peor de
los totalitarismos es el del espíritu”. Por lo mismo, el gobierno no buscaría por sí mismo hacer
arte, ciencia, filosofía, o someter las creaciones de la comunidad a criterios políticos o censuras
ideológicas. La participación del Estado en la promoción de la cultura se haría
fundamentalmente a través del sistema educativo, mediante la formación del habito de la
lectura, la apertura de bibliotecas y museos, el patrocinio de obras de teatro, cine, música,
danza, y el impulse a la industria editorial y librera.
Se consideraba además que el gobierno estaba obligado a preservar el patrimonio cultural de la
nación, para lo cual buscó fomentar la protección de libros y objetos valiosos, la
preservación de las costumbres, la identidad nacional, y en fin, la exploración arqueológica e
histórica del rico pasado de México. A este respecto fue de gran importancia y oportunidad para
el gobierno de López Portillo el hallazgo casual, en febrero de 1978, de una pieza escultórica
prehispánica dedicada a la diosa azteca Coyolxauhqui, en el centro histórico de la ciudad de
México, a un costado de la Catedral Metropolitana, precisamente donde la tradición situaba
al Templó Mayor o Gran Teocalli de la destruida Tenochtitlan. El valioso hallazgo sirvió de
sobrada justificación para iniciar un proyecto arqueológico que significaba derribar los edificios
coloniales construidos sobre el sagrado recinto de los aztecas. En agosto de 1981, López
Portillo escribió:
Y yo tenía el poder para rescatar el espacio y redimir tiempos nuestros. Poner, junto a la
plaza donde esta el templó del crucificado, el de la descuartizada. Desconcertantes caminos
de sangre de esta humanidad nuestra. Tal vez no habría otra oportunidad. Descubrir, sacar a
la luz, darle otra vez dimensión a las proporciones centrales de nuestro origen. Abrir el
espacio de nuestra conciencia de Nación excepcional. Y pude hacerlo. Simplemente dije:
exprópiense las casas. Derríbense. Y descúbrase, para el día y la noche, el Templo mayor
de los aztecas.
B.-LA POLÍTICA DE LA RENOVACIÓN MORAL
a) Política interna
Planeación inicial contra la crisis. Al asumir el poder presidencial en diciembre de 1982,
Miguel de la Madrid Hurtado reciba un país en grave deterioro económico; la situación de
crisis parecía en aquellos momentos una característica permanente de la realidad mexicana; uno
tras otro de los dos gobiernos anteriores se había iniciado con grandes y reiteradas
promesas de dar solución a las crisis, ya fueran políticas, económicas o sociales, y uno tras otro
habían terminado su gestión administrativa dejando al país en condiciones aun más
deplorables. Así, tras los repetidos fracasos, la situación de crisis persista —incluso se había
agravado— no sólo en el aspecto económico; crisis de legitimidad del sistema político, crisis de
confianza de los ciudadanos en sus gobernantes.
El sexenio de Miguel de la Madrid fue desde sus inicios un pesado caminar cuesta arriba; las
promesas del nuevo gobierno de reactivar la economía, de solucionar los problemas
sociales, de sacar al país de la crisis, sonaban huecas, vacías de contenido a fuerza de tanto
repetirse en una retórica sin practica. En su discurso de toma de posesión, el nuevo
presidente hizo referencia al clima de desconfianza y el sentimiento de abandono que había
producido la crisis; reconocía que el país vivía una situación de emergencia, una situación
intolerable en la que no cabían los titubeos ni las querellas, sino el esfuerzo colectivo y la
172
solidaridad nacional. Asumió su enorme responsabilidad en una frase significativa: “No
permitiré que la Patria se nos deshaga entre las manos. Vamos a actuar con decisión y
firmeza.” Al respecto de la necesidad de hacer un esfuerzo colectivo para salir de la crisis, el
presidente remarco la importancia del “nacionalismo revolucionario” que al reforzar la lealtad a
las tradiciones y costumbres del pueblo mexicano, se constituía en la fuerza unificadora
requerida en aquellos momentos de abatimiento y de crisis de valores.
En el mismo discurso inaugural, Miguel de la Madrid anuncio la puesta en marcha del
Programa Inmediato de Reordenación Económica (PIRE), que contenía los siguientes diez
puntos: 1) reducción del gasto público; 2) protección al empleo; 3) continuidad de la mayoría de
los programas de inversión productiva; 4) honestidad y eficiencia dentro del sector público;
5) protección y estímulos para los programas que proveyeran de productos básicos al sector
popular, 6) reformas fiscales para incrementar los ingresos gubernamentales; 7) canalización
del crédito hacia el desarrollo nacional y operación eficiente de los bancos nacionalizados; 8)
política cambiaria “realista”; 9) reestructuración del sector burocrático para volverlo mas eficiente;
y 10) reformas constitucionales para reafirmar la rectoría del Estado dentro de la economía
mixta.
De manera particular, los objetivos primordiales del PIRE eran reducir la inflación, proteger el
empleo y la planta productiva, y recuperar un crecimiento sostenido de la economía del país; para
lograrlos se proponía esencialmente: Reducir la inflación por medio de una política de
austeridad orientada a frenar el crecimiento del gasto y aumentar los ingresos del sector
público; reestructurar la Administración Publica Federal para que actuara con eficacia y
agilidad, sujetándola a la más estricta responsabilidad de los funcionarios.
Proteger el empleo, para lo cual se crearían ocupaciones temporales de bajo costo tanto en el
medio rural como en las zonas urbanas más problemáticas, y brindar apoyos especiales al abasto
y al consumo popular.
Preservar la planta productiva, mediante el estimulo a los productos nacionales sustitutivos de
importaciones, mantener un tipo de cambio realista, continuar las obras de infraestructura en
proceso con un criterio de selectividad, y ayudar a las empresas a superar su crisis de
liquidez, facilitándoles la reestructuración de su deuda externa.
Recuperar el crecimiento sostenido de la economía, promover reformas de fondo al sistema
económico nacional, bajo el principio de rectoría del Estado y dentro del régimen de
economía mixta establecido por la Constitución General de la Republica.
Para el cumplimiento del PIRE, Miguel de la Madrid delineó una serie de estrategias que
sintetizaban las pautas a seguir y pretendían atacar los puntos más vulnerables del ambiente
sociopolítico: a) renovación moral, b) planeación sistemática y explicita de la acción
gubernamental, enriquecida con la participación de la sociedad; c) sanción jurídica de la
rectoría económica del Estado; d) fortalecimiento del federalismo; e) democratización; y f)
descentralización.
Renovación moral. La estrategia de renovación moral fue considerada desde un principio por
Miguel de la Madrid como compromiso y permanente norma de conducta de su gobierno,
pues según dijo:
173
No es compatible servir en puestos públicos y simultáneamente operar negocios cuya
actividad se funde en relaciones económicas con el gobierno. Esta dualidad es inmoral. O se
gobierna o se hacen negocios. Los puestos públicos no deben ser botín de nadie.
Para dar cumplimiento al propósito de renovación moral, el gobierno de De la Madrid expidió la
Ley Federal de Responsabilidades de los Servidores Públicos destinada a definir con
precisión las obligaciones políticas y administrativas de los empleados públicos, así como las
sanciones en caso de incumplimiento de tales obligaciones. Entre las especificaciones de la
citada ley se señalaban entre otras cosas, la obligación de los servidores públicos de
presentar cada año el registro de su patrimonio y la prohibición de recibir obsequies valiosos, así
como el impedimento a los funcionarios de alto nivel de contratar a parientes suyos para el
desempeño de los puestos bajo su administración. Por ultimo, se llevo a cabo la reforma al
Artículo 123 constitucional para regular las percepciones de los servidores públicos y sentar las
bases para la formación profesional del servicio civil.
Como ejemplos de la aplicación de la Ley Federal de Responsabilidades de los Servidores
Públicos, cabe destacar dos casos de particular impacto en la opinión publica; el primero de ellos
fue la acusación contra Jorge Díaz Serrano en 1983, por considerarlo responsable de un
cuantioso fraude presuntamente cometido por el cuando era director de PEMEX; al año
siguiente Arturo Durazo Moreno, quien había sido jefe de la policía del Distrito Federal en el
sexenio anterior, fue acusado de evasión fiscal, acopio de armas, y extorsión ejercida en
contra de sus subordinados. Ambos exfuncionarios fueron enjuiciados y obligados a purgar una
pena de varios años de cárcel. Para 1985, la Secretaria de la Contraloría de la
Federación—creada por el gobierno de Miguel de la Madrid con el propósito de controlar y
evaluar la administración publica—había aplicado sanciones a 163 funcionarios públicos, 88 de
los cuales fueron cesados, 10 estaban sujetos a proceso penal, y los restantes quedaron
inhabilitados para ocupar cargos en el gobierno.
Planeación. Al respecto de la planeación, se trataba en realidad de extender la labor de
plantación emprendida por el equipo encabezado por De la Madrid en 1979, y continuada
durante su campaña electoral, mediante un análisis que hizo el PRI del plan básico, apoyado
en una consulta popular de alcance nacional, fruto de la cual fueron los siete temas
principales abordados en el discurso de toma de posesión y que eran los siguientes:
nacionalismo revolucionario; democratización integral; sociedad igualitaria; renovación moral;
descentralización de la vida nacional; lucha contra la inflación; creación de empleos y
desarrollo.
El Plan Nacional de Desarrollo para el periodo 1983-1988, fue publicado en el Diario Oficial el 31
de mayo de 1983; señalaba cuatro objetivos principales: 1) fortalecerlas instituciones
democráticas; 2) vencer la crisis; 3) recuperaría capacidad de crecimiento económico; e
iniciar los cambios cualitativos necesarios en las estructuras políticas, económicas y sociales de
la nación. Entre esos cambios se planeaba el ingreso de México al GATT, el
“adelgazamiento” del Estado que significaba una política de privatización de algunas
empresas públicas, y el programa de reconversión industrial.
En relación con la política industrial, el FND establecía una relación más estrecha entre los
sectores externo e industrial específicamente respecto a las manufacturas de exportación en
base a la idea de que el problema fundamental de la industria mexicana había sido la
excesiva concentración en la sustitución de importaciones de bienes de consume básicos. El
174
plan consideraba a los siguientes objetivos como claves de la estrategia industrial:
desarrollarlas industrias productoras de bienes de consumo básico, promover selectivamente
las industrias de bienes de capital para incrementar la integración industrial, apoyar aquellas
ramas de la industria con potencial para exportar e ingresar divisas al país, crear una base
de tecnología nacional y fomentar la eficiencia y competitividad de las empresas
paraestatales.
Rectoría económica del Estado. En relación con la rectoría económica del Estado, el régimen
de De la Madrid realizo reformas a los artículos 25,26,27 y 28 de la Constitución, mediante
las cuales se hicieron los siguientes cambios: se estableció un sistema de planeación del
desarrollo; se definió la economía mixta como base del desarrollo (es decir, la coparticipación
del Estado, la iniciativa privada, y el sector social, en las actividades económicas); se
precisaron las áreas estratégicas reservadas con exclusividad al Estado, de acuerdo con la
rectoría de este en materia económica, y se establecieron las bases del desarrollo rural
integral.
Descentralización y democratización. Las acciones del gobierno en relación con el impulse al
Federalismo, habrían de estar muy ligadas, por supuesto, al proyecto de Descentralización,
orientado a dar solución a los problemas originados por la creciente centralización
demográfica, económica y política del país. Uno de aquellos problemas se manifestaba en el
continuo debilitamiento del municipio libre, considerado como base del federalismo, por lo
que el gobierno se propuso renovar la vida municipal y promover un desarrollo regional más
equilibrado. Al respecto, desde los primeros momentos del sexenio, en diciembre de 1982, se
hicieron reformas al Articulo 115 constitucional encaminadas a restituir al municipio las
atribuciones básicas de su función administrativa, para lo cual se creo un Centre de Estudios
Municipales y a partir del año siguiente, el Gobierno Federal firmo con cada entidad
federativa un Convenio Único de Desarrollo (CUD) el cual debía funcionar a través de un
Comité de Planeación para el Desarrollo (COPLADE) con la participación de representantes
de gobiernos locales, así como de diversos sectores sociales y expertos en asuntos
específicos. Con estas acciones el gobierno pretendía responder a las demandas por una
mayor democratización del país otra de las estrategias consideradas prioritarias por Miguel
de la Madrid—, al impulsar el desarrollo regional mediante la consulta popular y la
colaboración respetuosa con las entidades locales, para atacar problemas regionales
específicos.
Más adelante, en enero de 1985, De la Madrid puso en marcha el Programa de
Descentralización de la Administración Publica Federal, cuyas acciones generales se
clasificaron en tres tipos: a) de transferencia de entidades paraestatales a los gobiernos
estatales; b) de coordinación, para pasar a los gobiernos de los estados, mediante el CUD, la
responsabilidad de llevar a la practica los programas, y c) de desconcentración de funciones
administrativas.
Administración publica. En el aspecto administrativo, el gobierno de Miguel de la Madrid
realizó algunos cambios; la Secretaría de Asentamientos Humanos y Obras Publicas
modificó su nombre por el de Secretaria de Desarrollo Urbano y Ecología; la Secretaría de
Salubridad y Asistencia me llamada simplemente Secretaría de Salud; el ramo industrial (que
durante el gobierno anterior se había incorporado a la Secretaria de Patrimonio y Fomento)
volvió a integrarse a la Secretaría de Comercio y Fomento Industrial; fue creada la Secretaría
175
de la Contraloría General de la Federación. Para administrar la banca nacionalizada, fue
creada la Subsecretaria de la Banca, la que fue finalmente suprimida en 1986.
Durante los primeros cuatro años de gobierno de Miguel de la Madrid no fueron creadas
entidades paraestatales de importancia, a excepción de Renovación Habitacional Popular,
constituida para dar solución a los problemas de vivienda originados por los sismos de
septiembre de 1985. Sin embargo, y con base en la rectoría económica del Estado y a las
reformas constitucionales que se hicieron sobre este aspecto, se establecieron algunas áreas
estratégicas de la economía reservadas al control exclusivo del Estado, tales como petróleo e
hidrocarburos, petroquímica básica, minerales radioactivos y generación de energía nuclear,
ferrocarriles, correos y telégrafos, etcétera.
Procesos electorales y partidos políticos. 1983-1985. Los procesos electorales federales
y locales celebrados en el país entre 1983 y 1985, pueden considerarse cruciales en la
historia política posrevolucionaria, en virtud de que constituyeron un termómetro de la
inconformidad del electorado hacia el partido oficial, manifiesta a través de las urnas. A
principios de 1983 culminaron algunos procesos electorales iniciados en los últimos meses
del gobierno anterior, para efectuar el cambio de autoridades municipales en diez estados de
la Republica, de algunos miembros de la Cámara de Diputados y de los gobernadores de
Chiapas, Jalisco, y Tabasco. En esas elecciones el PRI triunfo en las gubernaturas y
diputaciones, así como en la gran mayoría de los municipios, sin embargo, sus derrotas
fueron significativas; perdió en dos ciudades capitales de estado: en San Luis Potosí, donde
gano la alcaldía el candidato del Frente Cívico Potosino, y en Guanajuato, donde obtuvo el
triunfo una coalición PAN-PDM. En los comicios celebrados en julio de 1983, el PRI sufrió en
el estado de Chihuahua la derrota más espectacular de su historia, al perder frente al pan
siete alcaldías de importancia, entre ellas la de la capital y la de Ciudad Juárez.
En los comicios celebrados entre 1983 y 1984, la oposición encabezada por el pan (cuyos
triunfos se dieron principalmente en el norte del país) también logro algunas victorias e
impugno varios triunfos al PRI acusándolo de haber utilizado maniobras fraudulentas. En
virtud de ese avance de la oposición, las elecciones del año de 1985 se esperaban con gran
ansiedad por el hecho de que a través de ellas se renovaría el cuerpo legislativo federal, que
estaría en funciones los últimos tres años del sexenio; al respecto, es de particular
significancia el hecho de que la prensa estadounidense tenia gran interés en seguir de cerca
el desarrollo de los comicios mexicanos y, obviamente en el resultado de los mismos.
Pero independientemente de si la prensa extranjera tenía o no razón en dar importancia a
esas elecciones, lo cierto es que en México la efervescencia partidista parecía demostrar que
esos comicios eran los que mayor interés y expectación habían despertado en mucho
tiempo, y eran considerados por algunos como un parte aguas en la historia política de la
nación. La retórica fue sumamente exaltada en todos los partidos sin excepción; el pan, la
fuerza de oposición más notoria en la contienda, enarbola el lema “somos la nueva mayoría”
y daba por seguros sus triunfos; ante la fuerza adquirida por Acción Nacional, el PRI adopto
una estrategia defensiva que se sintetizaba en la frase: “con México sí, PRI”, al tiempo que
advertía sobre peligro que representaba el avance panista para la seguridad nacional, dada
su supuesta vinculación con las políticas intervencionistas de los Estados Unidos; este
manejo antipanista era compartido por algunos partidos minoritarios de izquierda, que por
obvias razones ideológicas no estaban de acuerdo con el avance del pan.
176
Los resultados de las elecciones aumentaron el número de derrotas para el PRI, pero al
mismo tiempo muchas de sus victorias fueron cuestionadas, levantándose el tono de las
voces que clamaban contra el fraude electoral, clamores que en algunos casos se tradujeron
en violencia. La prensa extranjera hizo severas críticas a los comicios de julio de 1985
argumentando que ya era tiempo de que “los lideres responsables de México, así como los
amigos externos del país, se sienten y realicen una seria evaluación. México es una nación
en problemas, hecho que las elecciones pasadas hicieron claro”. No obstante el desaliento y
la inconformidad hacia el sistema electoral mexicano, tanto dentro como fuera del país, una
cosa parecía ser cierta: si los comicios de 1985 no constituyeron el parte aguas
previsto, sí en cambio demostraron la existencia de un nuevo impulse en la vida democrática del
país, y alertaban al régimen sobre la necesidad de realizar la auto evaluación sugerida por los
“amigos externos” y demandada por las presiones políticas internas.
Pero las querellas electorales ocurridas en 1985, perdieron importancia durante los últimos
meses de ese año, frente a la tragedia de gran magnitud experimentada por el país a causa
de los sismos que sacudieron el centre de la Republica los días 19 y 20 de septiembre de
ese año. Las perdidas de vidas humanas en la ciudad de México fueron cuantiosas, y más de
300 mil personas quedaron sin hogar como efecto del derrumbe de cientos de edificios y de
los severos daños en varios miles de casas-habitación. Los efectos sociales de esta violenta
sacudida de la Naturaleza tuvieron serias repercusiones políticas al constituirse en un factor
más de descontento hacia las autoridades gubernamentales, a quienes se acuso de
negligencia para atender las urgentes necesidades de los damnificados. De esta manera, los
terremotos agregaron un elemento más para agravar la persistente crisis —política y
económica— que padecía México desde hacia varios años.
Reforma electoral. La planeación democrática del sexenio implico una nueva reforma al
proceso electoral y en consecuencia a la Ley Federal de Organizaciones Políticas y Procesos
Electorales (LFOPPE). En diciembre de 1986, el presidente De la Madrid envío al Congreso una
iniciativa de reforma que pretendía dar respuesta a una serie de protestas surgidas en relación a
los resultados de las elecciones federales de 1985, y a los numerosos conflictos ocurridos
durante las elecciones locales, entre los años de 1983 y 1986.
La iniciativa contemplaba una reforma constitucional y la elaboración de un nuevo Código
Electoral Federal que añadía algunos cambios a la LFOPPE. En la nueva legislación
quedaron casi sin modificaciones los procesos para elegir al presidente de la Republica y a los
miembros del Senado, en tanto que en los procesos electorales de diputados federales se
introdujeron varios cambios importantes: se aumento a 500 el numero de representantes a la
Cámara de Diputados, 300 de los cuales seguían siendo elegidos por mayoría relativa (en 300
distritos electorales) y 200 serían de representación proporcional y podrían significar una mayor
participación de la oposición. Por otra parte se establecía que en caso de que ningún partido
obtuviera la mayoría absoluta, se concederían al partido mayoritario tantos diputados de
representación proporcional como fueran necesarios para que ese partido con más votos
obtuviera la mitad más uno de los diputados, con lo cual prácticamente adquiría la mayoría en la
Cámara; pero al mismo tiempo se establecía un limite al partido mayoritario, ya que no podría
tener más del 70% de las curules.
En la forma de elección de los diputados se daba un cambio muy significativo en relación con
los cuestionamientos que se hicieron a las elecciones de diputados de representación
proporcional en 1985; el nuevo Código establecía que la elección de diputados, tanto de
177
mayoría relativa como de representación proporcional, se hiciera mediante una sola boleta, con
lo que se facilitaba el cómputo de los votos de representación proporcional.
Se cambiaba también la calendarización; la Cámara de Senadores se elegiría por mitad cada tres
años; el Congreso de la Unión tendría dos periodos de sesiones ordinarias en el año; las
elecciones federales serian en el mes de septiembre, y se abreviaba el periodo entre la
elección del Ejecutivo Federal y la toma de posesión del nuevo gobierno.
Se extendieron las prerrogativas a los partidos políticos mediante un sistema de
financiamiento para la realización de sus actividades electorales, y se estableció que los
recursos económicos se otorgarían proporcionalmente al número de votos y al número de
diputados obtenidos en la elección anterior. Se creo un Tribunal de lo Contencioso Electoral
de carácter administrativo que sustituía el recurso de reclamación ante la Suprema Corte de
Justicia, dotado de recursos de apelación y queja, e integrado por nueve magistrados
nombrados por el Congreso de la Unión a propuesta de los partidos políticos, con lo que se
otorgo un nuevo espacio para dirimir las quejas, restando peso a la Comisión Federal
Electoral.
En síntesis, las reformas electorales promovidas por Miguel de la Madrid, significaron un
esfuerzo por alentar la participación electoral tanto en el nivel federal como en el local, con la
intención explicita de proporcionar una imagen de mayor confiabilidad en los resultados, y
tratar de responder a las demandas por una mayor democratización en el país.
Presiones internas. Al término del periodo 1970-1982 el gobierno de Miguel de la Madrid se
encontró frente a presiones internas que reclamaban su decisión de dar cumplimiento estricto
a los compromisos financieros adquiridos por México en el 'ámbito internacional. Desde un
principio, el gobierno de De la Madrid considero el arreglo de la deuda externa como
indispensable para restablecer la economía del país, por lo que se impuso el criterio de
cumplir a toda costa con los compromisos con el FMI contenidos en la Carta de Intención
firmada por el gobierno de López Portillo. Pero ese cumplimiento trajo como consecuencia
inmediata algunos efectos negativos en diversos aspectos económicos y sociales; en primera
instancia, se aumento el déficit presupuestal del sector público y este tuvo que recurrir al
crédito interno, obligándose en consecuencia a dedicar gran parte del gasto al pago de
intereses de la deuda interna.
Así pues, la deuda publica —externa e interna— absorbió los recursos del gobierno y lo
imposibilito para fomentar actividades económicamente productivas, lo cual a su vez impacto de
manera negativa en el nivel de vida de la población. Esa situación, presente desde 1982, se
agravo en 1985 con la caída de los precios internacionales del petróleo, el crecimiento de la
inflación, la disminución de la producción industrial y las consecuencias sociales de los sismos
de septiembre de ese año. Por lo tanto, desde los primeros momentos del sexenio se manifiesto
la inconformidad de algunos sectores de la población hacia las drásticas medidas de austeridad
adoptadas para combatir la crisis, el gobierno de Miguel de la Madrid fue sometido a
presiones internas provenientes de tres sectores sociopolíticos: A) los movimientos
obrero y campesino; B) las organizaciones y partidos de izquierda; y C) las organizaciones y
partidos de derecha.
A)
En relación con el primero de esos sectores, se puede decir que prácticamente desde
la instrumentación del PIRE en diciembre de 1982, las organizaciones obreras del país 178
tanto las independientes como las oficiales inscritas en el Congreso del
Trabajomanifestaron su inconformidad hacia la política económica del nuevo gobierno, que dicho
sea de paso había sido reconocida por los principales funcionarios gubernamentales como
generadora de un costo social sobre la clase trabajadora.
La inconformidad obrera se dirigió de manera particular en contra de la política salarial, el
aumento de precios y tarifas de los servicios públicos, la reducción y eliminación de
subsidies, y la liberación de controles de precios de algunos productos de consumo general.
Además de la oposición hacia las medidas gubernamentales, las organizaciones obreras
presentaron un número creciente de propuestas alterativas para dar solución a la crisis; tanto la
CTM como el Congreso del Trabajo formularon programas alternativos de política
económica y social, y utilizaron el emplazamiento a huelga, incluso generalizado, como
recursos de presión en defensa de sus reivindicaciones.
El movimiento campesino protagonizo también algunas presiones hacia la política
económica, las cuales ocurrieron principalmente en las regiones centro y sur del país. Las
demandas campesinas se dirigieron en especial contra el alza en los precios de los bienes de
consume básico y el transporte, la disminución de los estímulos y subsidies a la
producción agrícola, la ineficiencia y corrupción de los funcionarios agrarios, los rezagos en la
dotación, tenencia y restitución de tierras, y la represión en el campo.
B)
Respecto del sector sociopolítico integrado por los partidos de izquierda (PPS, PST,
PSUM, PMT Y PRR), estos mantuvieron una crítica permanente hacia la política de
austeridad del gobierno de Miguel de la Madrid, y ejercieron constantes presiones mediante
manifestaciones, mítines, bloqueos de carreteras, pero sobre todo a través de las campañas
electorales, principalmente municipales. De manera general sus demandas se basaban en el
argumento de que, según decían, cuando se ha llevado a la practica ese tipo de política
económica, se ha depositado en las clases trabajadoras todo el peso de la crisis y se ha
contribuido a empeorar tanto la situación del empleo como la distribución del ingreso, al
favorecer exclusivamente a los grandes monopolios y oligopolios.
Entre la extensa lista de demandas que los partidos de izquierda presentaron ante el
gobierno, cabe destacar las siguientes: impulsar una profunda reforma fiscal que grave a las
utilidades del capital; derogar el IVA; eliminar los subsidies a las empresas privadas;
establecer severos controles a la inversión extranjera; romper con el FMI y declarar la
moratoria de pagos de la deuda externa; establecer el control generalizado de cambios
monetarios; nacionalizar las industrias alimentaría, químico farmacéutica y el comercio
exterior, incrementar el gasto social; democratizar al Distrito Federal a través de la elección
popular del gobierno capitalino; lograr la desaparición del presidencialismo; crear un
organismo calificador de los resultados electorales con absoluta independencia del poder
ejecutivo; reconocer la existencia de presos políticos y su liberación; proporcionar
información veraz sobre la ubicación de las personas desaparecidas por motivos políticos;
etcétera.
C)
Por lo que hace a las presiones de las organizaciones y partidos de la derecha,
durante el sexenio de Miguel de la Madrid aquellas giraron principalmente en tomo a los
siguientes aspectos que esos grupos consideraron cuestionables: la capacidad políticaeconómica del gobierno para manejar la crisis; el liderazgo del régimen en la política
179
nacional; las formas y procedimientos de la democracia en el sistema político mexicano; y la
seguridad, paz y libertad existentes en el país.
En el piano especifico, los planteamientos de la derecha consistieron en: promover el
incremento y ampliación del capital nacional; eliminar las barreras al libre flujo del comercio y el
capital; liberalizar o privatizar las empresas publicas; condicionar y delimitar la intervención
económica-productiva del sector público; excluir y desorganizar políticamente a la izquierda;
articular y contener las demandas de reivindicación social de los trabajadores.
Es de particular importancia tomar en cuenta la fuerza adquirida por los grupos de derecha
integrados mayoritariamente por los clases medias, en respuesta al creciente proceso de
crisis económica que los gobiernos de Echeverría y López Portillo no pudieron detener, y que
se traducía en una cada vez más grave crisis de legitimidad política y de confianza de la
sociedad civil en el sistema político; y bajo esta perspectiva, los grupos conservadores
intensificaron sus campanas políticas canalizando en su favor el descontento contra el grupo
en el poder. Es también significativo el incremento de la actividad política de la Iglesia
católica mexicana, pues aparte de que en este periodo aumento la presión que había
ejercido desde tiempo atrás hacia el gobierno, en un afán muchas veces manifiesto por dar
fin a la situación jurídica que la ha mantenido al margen de la vida política, a partir del
sexenio de Miguel de la Madrid, la Iglesia Católica adopto una actitud partidista y participo,
abierta o veladamente, en favor de los partidos de oposición, de la derecha en el norte del
país y de la izquierda en el sur.
Entre los medios de presión utilizados por las organizaciones y partidos de derecha, uno de los
más frecuentes ha sido la amenaza de desobediencia civil particularmente en el pago de
impuestos, las movilizaciones políticas en forma de plantones y manifestaciones frente a
edificios públicos, huelgas de hambre, ocupaciones de palacios municipales y estatales, así
como bloqueos de carreteras, puentes y avenidas importantes.
Los partidos políticos hacia la sucesión presidencial. La crisis económica persistente durante casi
tres sexenios ejerció un impacto negativo sobre el grupo político en el poder, agravando su crisis
de legitimidad y la perdida de confianza de algunos sectores sociales, tanto de derecha
como de izquierda, que antes otorgaban sus votos a favor del partido oficial y que ahora se
decidieron a buscar otras opciones partidistas ante lo que consideraron el creciente desprestigio
del PRI.
El “neopanismo”, alterativa renovada de la derecha. Por el lado de la derecha, el principal
partido beneficiario de esta situación fue el PAN, el cual obtuvo significativas victorias
electorales en algunos estados del norte del país, victorias que se han considerado como un
síntoma de desaprobación ciudadana hacia las políticas gubernamentales pues “el auge del
PAN se debe menos a su popularidad como opción política que al hecho de haber emergido
como receptor de votos destinados a rechazar y presionar al PRI”. Por otra parte, con el
apoyo de buena parte del sector empresarial, y de grupos conservadores de la jerarquía de
la Iglesia católica, el PAN pudo canalizar a su favor el reclame ciudadano por una
democracia electoral más transparente, en las regiones urbanas del norte y centro del país.
Este auge del PAN, manifiesto sobre todo a partir de las elecciones de 1985, ha dado como
resultado el surgimiento dentro de su organización interna, de un nuevo grupo de personas
180
que propusieron una participación más activa de su partido en los procesos electorales,
frente a la tradicional pasividad de los panistas de larga militancia. El neopanismo, como se ha
llamado a esta nueva corriente, provoco algunas fricciones con los panistas de la vieja
guardia, pero al fin logro imponerse y fue claramente reforzado por la mayoría de los
militantes de su partido en noviembre de 1987, durante la Convención Nacional del PAN
celebrada con el fin de designar candidato presidencial. En esa ocasión obtuvo el triunfo
Manuel J. Clouthier venciendo en la primera votación por una considerable mayoría a sus dos
oponentes, Jesús González Schmall y Salvador Rosas Magallón, en un hecho sin
antecedentes en la historia del PAN.
Clouthier era un empresario originario de Sinaloa que había mostrado ser muy dinámico
como participante en la política empresarial desde 1967, labor que lo llevo a ocupar la
presidencia de COPARMEX y después, en 1980, la del Consejo Coordinador Empresarial,
precisamente en los momentos más difíciles de la economía lopezportillista y cuando fue
decretada la nacionalización bancaria. La carrera política de Clouthier dentro del pan se inicio
posteriormente y en 1986 conquisto la nominación como candidato a la gubernatura de
Sinaloa; por ello fue significativo su rápido ascenso en las filas del PAN debido en buena
parte a su carisma personal y al dinamismo que imprimía a sus acciones políticas. Durante
su campaña electoral por la Presidencia de la Republica dio muestra de ese dinamismo y
otorgo al pan una imagen activista como partido de oposición que no había tenido a lo largo
de su historia.
Tendencias reformistas en el PRI. Dentro del PRI se manifestó también la división, que en
este caso sí condujo a la escisión partidista, y que constituyo uno de los hechos políticos mas
sobresalientes de la sucesión presidencial para el sexenio 1988-1994. A mediados del año
de 1986 se formo un grupo de priístas del ala izquierda que integraron el Movimiento de
Renovación Democrática, encabezados por Porfirio Muñoz Ledo, ex-presidente del PRI, y
Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, exgobemador de Michoacán e hijo del presidente Lázaro
Cárdenas. Los integrantes de este movimiento político, conocido luego bajo el nombre de
“Corriente Democrática”, al tiempo que afirmaban que no pretendían separarse del PRI,
criticaron abiertamente la manera en que el partido realizaba la selección interna de sus
candidatos para las contiendas electorales, y en particular proponían que se hiciera en forma
competitiva el proceso de selección del candidato presidencial. Los dirigentes de la Corriente
Democrática consideraban que el PRI debería eliminar el tapadismo por anacrónico,
sustituirlo por un calendario preestablecido para que los aspirantes a la sucesión presidencial
se registraran como precandidatos, y en caso de tener cargos públicos, renunciaran a ellos.
El reclamo de la Corriente Democrática fue atendido, al menos en parte, mediante un
procedimiento hasta entonces desusado; en junio de 1987, el Comité Ejecutivo Nacional del
PRI convoco a seis de sus miembros —aquellos que con mayor insistencia eran
mencionados como probables candidatos— a comparecer ante el Congreso y exponer frente
a la opinión publica, por medio de la televisión, sus puntos de vista acerca de los grandes
problemas nacionales. Lo significativo de aquellas comparecencias consistía en que por
primera vez los aspirantes priístas a la sucesión presidencial se reconocían públicamente
como tales sin incurrir por ello en indisciplinas hacia su partido, sino que por el contrario, el
mismo PRI los invitaba a manifestar sus aspiraciones presidenciales ante la opinión publica.
Al llegar la fecha de la postulación, el 4 de octubre de 1987, el presidente del PRI, Jorge de
la Vega Domínguez, dio a conocer el nombre de la persona elegida como candidato del
181
partido a la presidencia, Carlos Salinas de Gortari, en aquellos momentos secretario de
Programación y Presupuesto, y uno de los tres aspirantes a quienes la prensa nacional se
refería con mayor insistencia (los otros dos eran Manuel Bartlett y Alfredo del Mazo). Pero
aquella selección no fue satisfactoria para los miembros de la Corriente Democrática,
quienes abandonaron el PRI y se dispusieron a elegir su propio candidato, que resultó ser
Cuauhtémoc Cárdenas.
La difícil unidad de la izquierda. A diferencia de lo que ocurre en la oposición de derecha en
donde sólo existen dos partidos políticos (PAN y PDM) claramente diferenciados entre sí y con
respecto al PRI, la izquierda se ha caracterizado por su falta de unidad, manifiesta en
movimientos de acercamiento y de distanciamiento entre unos grupos y otros, lo cual
produce confusión en el electorado y a veces entre sus propios militantes; a veces la
izquierda de oposición (PSUM, PRT, PNTT) se ha identificado con la izquierda de oposición
moderada (PPS Y PSR) y con los sectores democráticos del PRI; en cambio, en otras
ocasiones, esta ultima facción de izquierda se ha aliado a la derecha en su lucha por la
democracia política. Por lo tanto, al acercarse las elecciones de 1988, los dirigentes de los
partidos de izquierda consideraron la unidad como algo necesario, sobre todo tomando en
cuenta los avances electorales de la derecha en 1985 y 1986.
Sin embargo los proyectos unitarios de la izquierda no llegaron a hacerse efectivos en la
medida deseada, y sólo consiguieron agruparse en dos grandes tendencias, una alrededor del
Partido Mexicano Socialista (PMS) creado en mayo de 1987 y otra en torno al PRT. Por otra
parte, durante el proceso electoral 1987- 1988, el PPS y el PARM (que hasta entonces habían
apoyado invariablemente a los candidatos presidenciales del PRI) y el PST (que coincida con
los planteamientos del nacionalismo revolucionario del partido en el poder) no estuvieron de
acuerdo con la selección del candidato priísta, por lo que decidieron postular a Cuauhtémoc
Cárdenas. Además, el PST cambio su nombre por el de Partido del Frente Cardenista de
Reconstrucción Nacional (PFCRN). De esta manera, FARM, PPS Y PFCRN — que no habían
logrado rebasar el 2.5% de los votos— pretendían garantizar mediante la postulación de
Cárdenas una copiosa votación que les permitiera mantener su registro, pero además, y quizá lo
más importante, el hecho de contar con el hijo de Lázaro Cárdenas confería a su lucha
política una fuerza ideológica muy significativa frente a la difícil situación en que se encontraban
las clases trabajadoras.
Por otra parte, la unión partidista encabezada por el PMS, en el que se integraban el PSUM y el
PMT, decidió elegir su candidato mediante un sistema novedoso de elecciones primarias
directas y abiertas, en el que resulto triunfador Heberto Castillo, quien proponía un radical
programa de acción política. El PRT por su parte volvió a postular a Rosario Ibarra de Piedra, y se
baso desde el principio en una línea de resistencia y desobediencia civil; pero al avanzar el
proceso electoral la retórica de la candidata perredista fue subiendo de tono hasta
colocarse en una posición de gran radicalismo frente al gobierno, posición que hizo extensiva a su
propio partido al expulsar a un grupo de militantes que sostenían la conveniencia de postular
como candidato a Cuauhtémoc Cárdenas.
En síntesis, el panorama de los partidos políticos en México, presentaba en
1988
características muy diferentes al observado en mucho tiempo en contiendas por la sucesión
presidencial; más aun, no sólo se manifestaba una enconada lucha por el poder de parte de
la oposición, ahora más fuerte y diversa (por primera vez un sector de la oposición de
izquierda aparecía como un bloque unificado y en contra del PRI), sino que al interior de los
182
partidos más fuertes se presentaba un singular fenómeno de renovación que auguraba una
contienda electoral mucho más competitiva. Así pues, tal perspectiva representaba un serio
peligro para el partido que había permanecido en el poder desde su fundación hacía más de
cincuenta años. Pero en el fondo de todo estaba la crisis económica, como el más agudo
acicate del despertar político de la nación.
El papel del Pacto de Solidaridad Económica en el proceso electoral. El año de 1987 fue el peor
de todos los que vivió el país desde que se manifestó la crisis; como se describe más adelante
en el apartado dedicado a la economía, ese año se inicio con una inflación alta y el deslizamiento
acelerado de la paridad cambiaria que devaluó el peso 105% respecto al año anterior, y esa
situación condujo a impulsar estrategias de parte del gobierno que a fin de cuentas no
pudieron evitar el desplome de la economía; ante las dificultades para proteger el ahorro
disminuyendo al mismo tiempo las tasas de interés, se pensó en la Bolsa de Valores como
mecanismo de protección del ahorro y se alentaron las inversiones hasta convertir a las
acciones bursátiles en símbolo de confianza. Pero cuando sobrevino la caída de la Bolsa de
Valores afectando a decenas de miles de ahorradores, se desplomo de nuevo la confianza
ciudadana en las políticas económicas gubernamentales. Los indicadores ya conocidos de
la crisis se magnificaron: inflación, fuga de capitales, desintermediación financiera en los
bancos, enormes perdidas de dinero, devaluación; en noviembre de 1987 todo parecía indicar
que el presidente Miguel de la Madrid no podría cumplir su promesa de evitar una crisis
financiera a fines de sexenio.
La desesperada situación obligo al gobierno a establecer un programa antiinflacionario
urgente y radical que se dio a conocer como Pacto de Solidaridad Económica fundamentado en
la concertación entre el gobierno federal y los tres principales sectores de la sociedad
mexicana (obrero, campesino y empresarial) y con la meta prioritaria de abatir la inflación, pero
dentro del marco dispuesto por el gobierno de no tocar los aspectos financieros relativos al pago
de la deuda externa. El Pacto de Solidaridad Económica, cuyos puntos específicos se
describirán mas adelante en esta obra, fue considerado por algunos críticos del sistema como
“electorero”, es decir que, según se decía, se había diseñado como un apoyo del gobierno
de Miguel de la Madrid al candidato del PRI y que una vez logrado el triunfo electoral de
este, el pacto se vendría abajo. Sin embargo, a la larga la continuidad, y aun cierta eficacia
del programa antiinflacionario, demostraron que el rumor no tenía fundamentos. De
todos modos, es muy posible que el Pacto haya inclinado a favor del PRI el voto ciudadano que
estaba a riesgo de perderse.
Las elecciones federales de 1988, parte aguas histórico. Las elecciones de 1988 se
desarrollaron en medio de un clima político marcado por los conflictos internos del PRI y el
surgimiento de un nuevo liderazgo que habiendo emergido del propio seno de ese partido, se
mostraba ahora con una fuerza independiente y capaz de aglutinar a varios grupos de
izquierda, como efectivamente se había visto en la cantidad de seguidores que logro reunir
Cuauhtémoc Cárdenas en el zócalo de la ciudad de México. Pero con todo, ni los dirigentes
de este nuevo movimiento ni los del partido oficial pudieron prever la importancia que tendría
el voto ciudadano el día 6 de julio, pues nunca antes unas elecciones federales
llegaron al nivel de competencia que alcanzaron las de 1988.
El 6 de julio fue un día muy largo para toda persona vinculada con el proceso. Los medios de
comunicación anunciaron que en casi todas las casillas electorales se siguieron los pasos
marcados por la ley y que la votación dio comienzo a las 8:00 horas de la mañana, y a esa
183
hora se instalo la Comisión Federal Electoral
(CFE) en sesión permanente, como
responsable de la vigilancia del proceso. Pero desde las 10:00 horas empezaron a correr
informaciones sobre dificultades en algunas casillas, y a lo largo del día fueron creciendo las
protestas de los partidos de oposición que argumentaban irregularidades y fraudes. En las
oficinas del PFCRN se informo que Cuauhtémoc Cárdenas daría una conferencia de prensa a
las 18:00 horas para anunciar las acciones que se habrían de seguir ante el fraude
electoral. Por su parte, el PAN había montado en un hotel de la ciudad de México una sala de
prensa muy bien equipada y se esperaba que Manuel J. Clouthier informara sobre el
desarrollo de las elecciones.
Avanzada la tarde, los candidatos de oposición se reunieron para planear una estrategia de
protesta y acordaron presentarse juntos ante la Secretaria de Gobernación y, a pesar de que
la jornada electoral no había terminado pues en muchas casillas aun se seguía votando, en
opinión de esos candidatos ya había suficientes elementos para protestar ante las
autoridades electorales. Para esos momentos era evidente que la jornada electoral de ese
día había sido la más vigilada por los partidos de oposición y la más observada por la prensa
internacional en toda la historia del país. Como nunca antes los partidos de oposición se
preocuparon por tener representantes en una gran cantidad de casillas electorales y no sólo
los partidos, sino muchos otros grupos sociales, estaban atentos ante posibles violaciones.
Aproximadamente a las seis de la tarde, el Registro Nacional de Electores hizo un anuncio
sorpresivo: el centro de computó de los votos se había caído y ante esa situación, la CFE
entró en receso. Con el propósito de tener los primeros resultados de la elecciones en la
noche del mismo día 6 de julio, se había montado un sistema computarizado diseñado de tal
manera que los resultados de cada uno de los 300 distritos serían comunicados por vía
telefónica al Registro Nacional de Electores y éste a su vez los debía enviar al centro de
cómputo, donde se procesarían y se regresarían al Registro para ser luego enviados a la
CFE desde donde se darían a conocer públicamente. Al mismo tiempo, el sistema
contemplaba que los partidos podrían tener acceso a un conjunto de ocho terminales de
computadora a través de las cuales se les enviaría la información. En términos de la jerga
computacional, aquel complejo sistema de redes de comunicación se cayó, debido a que,
según explicaron las autoridades electorales, se congestionaron las líneas telefónicas y se
descompusieron las maquinas; sin embargo, para los partidos de oposición la cada del
sistema no era un argumento creíble.
A las seis de la tarde se presentaron ante la CFE tres de los candidatos de oposición:
Cuauhtémoc Cárdenas, Manuel Clouthier y Rosario Ibarra de Piedra, seguidos de una
multitud que instalo un “plantón” a las puertas de la Secretaria de Gobernación. El propósito de
los candidatos era entregar al presidente de la CFE un documento que titularon “Llamado a la
legalidad”, en el que demandaban el respeto a la voluntad popular expresada en el voto y la
legalidad en el proceso electoral; las autoridades electorales no estuvieron de acuerdo con el
documento pues consideraban que se estaba prejuzgando el proceso electoral antes de los
resultados definitivos.
Esos resultados fueron anunciados el día 13 de julio, después de un cómputo que se realizo en
todo el país a partir del día 10, y fueron los siguientes:
Para Presidente de la Republica:
184
Carlos Salinas de Gortari
Cuauhtémoc Cárdenas S.
Manuel J. Clouthier
Gumersindo Magaña
Rosario Ibarra de Piedra
50.36 %
31.12 %
17.06 %
1.04 %
0.42 %
La distribución numérica de diputados de mayoría relativa fue:
PRI
PAN
PARM
Alianzas cardenistas
249 diputados
31 diputados
5 diputados
15 diputados
La distribución numérica de los escaños del Senado fue:
PRI
PFCRN
60 senadores
4
senadores
Aquellos resultados fueron sorpresivos por varias razones; en primer lugar por el alto nivel
del abstencionismo que registro 49.72%, sobre todo tras la gran movilización política que se
había dado durante las campañas y que prometía una copiosa votación. En segundo lugar
llamo la atención la popularidad alcanzada por Cuauhtémoc Cárdenas, cuya votación casi
doblo la de Manuel J. Clouthier, desplazando al PAN como segunda fuerza electoral al
menos en lo relativo a la candidatura presidencial, pues por otra parte el pan obtuvo el mayor
numero de diputados de mayoría relativa. En tercer lugar, el resultado más impresionante de
las elecciones de 1988 fue la perdida de votos del PRI en todos los niveles, pues después de
haber obtenido 70.99% de los votos para Presidente de la Republica en 1982, ahora
solamente alcanzo el 50.36%. Por primera vez en su historia el PRI llego a la frontera del
50% de la votación y, también por primera vez, un candidato de la oposición logro llegar y
aun rebasar el 30% de la votación nacional. Por otro lado, el rápido avance del
neocardenismo también resultaba significativo si se le compara con el pan, que en sus
cincuenta años de vida no había podido alcanzar el 17% de votos que obtuvo esta vez.
Además, la elección del 6 de julio de 1988 aporto un cambio significativo en la distribución
geográfica del voto, pues se profundizo la tendencia de competitividad en el Distrito Federal, en
donde el PRI pocas veces había rebasado el 50% de la votación; en esta ocasión la
elección a favor del partido oficial cayo hasta niveles de 20%, al grado de quedar en una
posición de minoría absoluta frente al PAN y al neocardenismo.
Un elemento más debe agregarse a la lista de sucesos políticos que se daban por primera vez
en ese parte aguas histórico que constituyo el año de 1988. Al rendir su ultimo informe de
gobierno ante el Congreso de la Unión, el presidente De la Madrid se encontró frente a un hecho
inesperado e inconcebible hasta entonces en un acto presidencialista: los congresistas de la
oposición interrumpieron en varias ocasiones la lectura del informe, tratando de entablar un
dialogo directo con el presidente. La situación era espectacular y causo gran conmoción no
sólo en el interior del recinto, sino en el país en general, dada la amplia difusión de la
ceremonia y el interés nacional por escuchar el informe en las críticas circunstancias por las
que atravesaba la nación.
185
Miguel de la Madrid detuvo la lectura del documento en las doce ocasiones en que fue
interrumpido, mientras que el presidente del Congreso trataba de rebatir con argumentos
legales a los diferentes miembros de la oposición que, una y otra vez, pedían la palabra o
simplemente se dirigían al presidente de la Republica, argumentando a su vez que ningún
miembro del Congreso puede ser impedido de expresar, en el recinto parlamentario,
libremente sus opiniones. Aparentemente existía la duda de si un miembro del Congreso
estaba en su derecho al tratar de entablar un dialogo durante la celebración de un acto de tal
naturaleza, que además se consideraba protocolario pues la lectura del informe presidencial
no es obligatoria y la Constitución tan sólo alude a la presentación de un informe por escrito.
Después de insistir inútilmente en el dialogo con el presidente, la oposición de izquierda
decidió abandonar el recinto legislativo, mientras que la oposición de derecha reclamaba al
presidente su participación en el fraude que según decían se había cometido en las
elecciones pasadas. Por fortuna, la situación no paso de una serie de enfrentamientos
verbales que al fin fueron acallándose hasta permitir que Miguel de la Madrid terminara la
lectura de su informe. Sin embargo, aquel desusado acontecimiento parecía demostrar que el
sistema político mexicano estaba entrando a una nueva era.
b) Política exterior
Repercusiones de la crisis en las relaciones exteriores. Al tomar posesión de la Presidencia de la
Republica, Miguel de la Madrid heredo, igual que su predecesor, un país en crisis; pero en 1982
la crisis presentaba mayor magnitud y trascendencia. Los bancos internacionales privados, a
los que se debía una parte considerable de la deuda mexicana, no parecían muy dispuestos a
renegociar dicha deuda porque desde su punto de vista ello equivalía en buena medida añadir
dinero bueno al malo y, además, la nacionalización de la banca y el control de cambios
decretados por el gobierno saliente de López Portillo aumentaban la desconfianza de las
organizaciones financieras internacionales, como el FMI.
Al iniciar su gobierno De la Madrid puso en marcha una serie de estrategias contenidas en el
pire para tratar de dar solución a los problemas internos, mientras que al mismo tiempo
busco negociar en términos favorables el pago de la deuda con el gobierno de Estados
Unidos, con el FMI, y con la comunidad bancaria internacional. Sin embargo, con todo y lo
arduo de este esfuerzo por lograr la negociación de la deuda externa bajo la fuerte presión
de los acreedores, la política exterior del nuevo gobierno mexicano no cambio de rumbo,
como se llego a creer al inicio del sexenio tanto dentro como fuera del país. Por el contrario,
desde un principio se sentaron las bases para reafirmar las tesis de sus dos antecesores
sobre la necesidad de seguir una política exterior de participación activa en los asuntos
internacionales, dirigida particularmente a lograr la pacificación en Centroamérica y el Caribe,
y al mismo tiempo mantener la presencia de México en la región a través del suministro de
petróleo conforme al Acuerdo de San José, iniciado por sus predecesores.
Intervención de México en el plan de pacificación en Centroamérica. Por aquellas fechas se
había hecho más peligrosa la situación en esa región del continente, y más cercana la
posibilidad de un enfrentamiento entre Honduras y Nicaragua como efecto del aumento de
acciones militares protagonizadas por los grupos antisandinistas (los llamados “contras”
apoyados por Estados Unidos) que, desde territorio hondureño, hacían esfuerzos por
derrocar al gobierno revolucionario nicaragüense. Ante el peligro que tal situación
representaba para la paz en la región, el gobierno de De la Madrid dio comienzo a una
186
campaña diplomática en busca de aliados que se unieran a los esfuerzos de México por
lograr la distensión en Centroamérica.
Los gobiernos de Colombia, Panamá y Venezuela atendieron al llamado, y el 9 de enero de
1983 se reunieron los cancilleres de los cuatro países en Contadora, una isla panameña,
estableciendo el compromiso de actuar conjuntamente en la búsqueda de ese objetivo
pacificador. Los cancilleres integrantes del Grupo de Contadora, como fue llamado de ahí en
adelante, emitió además un comunicado mediante el cual hacían un llamado urgente a los
países centroamericanos para que redujeran las tensiones a través del dialogo, y expresaban
su preocupación por la intromisión de intereses externos, pues ante el apoyo que Estados
Unidos prestaba a la “contra”, y el respaldo de Cuba y de la Unión Soviética al gobierno
sandinista de Nicaragua, los conflictos internacionales en la región se habían convertido ya
en parte de la confrontación Este-Oeste, y habían creado en el continente una peligrosa
atmósfera de guerra.
Sin embargo, los conflictos se hicieron aun más graves y ante esa situación, los propios
presidentes de los cuatro países se reunieron en Cancún, México, con el propósito de
impulsar al grupo de Contadora y demostrar a la comunidad internacional su voluntad para
actuar como mediadores en los conflictos. Así, dentro del “espíritu de Cancún”, los cuatro
mandatarios propusieron a los países centroamericanos principalmente los siguientes
puntos: el cese inmediato de cualquier situación de beligerancia en la zona, la suspensión de
compras de armamento ofensivo, el desmantelamiento de instalaciones militares extranjeras
en el área, y el inicio de negociaciones sobre temas específicos en busca de una salida a los
conflictos.
Para apoyar los esfuerzos políticos de Contadora, los países latinoamericanos miembros del
Sistema Económico Latinoamericano (SELA) se reunieron en Panamá en septiembre de
1983 para constituir, por iniciativa de México, el Comité de Acción de Apoyo al Desarrollo
Económico y Social de Centroamérica (CADESCA), con el propósito de ayudar a promover la
cooperación económica internacional en favor de los países centroamericanos, “sin
discriminaciones ni condicionamientos”. Por esta última frase, podía inferirse que el nuevo
grupo constituía una respuesta alternativa al Plan de ayuda del presidente Reagan para la
Cuenca del Caribe, que excluía a los países con gobiernos de orientación socialista. Por otra
parte, los países de la Comunidad Económica Europea (CEE) acogieron desde un principio
en forma favorable la iniciativa de CADESCA, y aceptaron brindar asistencia financiera a los
países de América Central aunque a condición de que se garantizara la estabilidad política
en la región.
La Declaración de Cancún del Grupo Contadora, permitió que dieran comienzo las
negociaciones entre los países centroamericanos, tendientes a establecer acuerdos más
precisos en favor de la paz, y que condujeran a la firma de un Documento de Objetivos en el que
se detallaban los puntos de la estrategia de paz. A principios de enero de 1984, el Grupo
Contadora consiguió que los países centroamericanos aprobaran el documento en el que se
especificaban los mecanismos para el logro de la paz.
Pero a partir de entonces, la actividad del grupo mediador encontró mayores obstáculos a
sus propósitos pacificadores pues la situación regional se hizo mas grave; Estados Unidos
incremento su injerencia en la región proporcionando ayuda militar a Honduras y El Salvador,
mientras que Costa Rica respondió también en contra de Nicaragua por los enfrentamientos
187
que se daban en la frontera común entre fuerzas sandinistas y antisandinistas. En
consecuencia, esos tres países empezaron a actuar en bloque contra Nicaragua y formaron un
subgrupo dispuesto a negociar al margen de Contadora. En mayo de 1984, el presidente De la
Madrid promovió el dialogo directo entre Estados Unidos y Nicaragua, iniciándose en territorio
mexicano las platicas entre los representantes de ambos países en el puerto de Manzanillo,
Colima. Sin embargo, fue hasta 1988 cuando tras dos conferencias celebradas en Estipulas,
Guatemala, el gobierno sandinista accedió a negociar directamente con la oposición
armada en busca de una solución pacifica y poco después se celebraron en Nicaragua
elecciones democráticas.
Pasos hacia la integración latinoamericana. La política exterior de Miguel de la Madrid tuvo como
una de sus metas principales estrechar los vínculos con los países de América Latina con miras
al establecimiento de mecanismos de consulta y negociación para tratar de coordinar y
unificar posiciones frente a los diversos asuntos internacionales, en un mundo cada vez más
interdependiente. En marzo y abril de 1984, el presidente De la Madrid realizo visitas a Colombia,
Brasil, Argentina, Venezuela y Panamá, con la finalidad de “fortalecer el dialogo latinoamericano
para que renazca un espíritu bolivariano mas acorde con nuestra realidad y con los
requerimientos de nuestro tiempo”.
De manera particular, en aquellos momentos existía un punto de unión entre los países
latinoamericanos en vías de desarrollo, y esta era la preocupación común de sus gobiernos
por el creciente endeudamiento y el estado de crisis que padecían sus respectivas
economías. Por esa razón, los jefes de Estado de esos países se reunieron en varias
ocasiones con el propósito de establecer un frente unido para solicitar ante los países
acreedores la instrumentación de medidas concretas —y especificas para cada caso— que
permitieran aliviar la carga del endeudamiento externo de los países latinoamericanos.
Entre esas reuniones destacan dos principalmente, primero la celebrada en Cartagena de
Indias, Colombia, en junio de 1984 entre los cancilleres y ministros de Finanzas de Argentina,
Brasil, Colombia, México, Bolivia, Chile, Ecuador, Republica Dominicana, Uruguay y
Venezuela; de esta reunión surgió el Consenso de Cartagena en el que se establecía la
responsabilidad compartida entre deudores y acreedores y por lo tanto la necesidad de
entablar un dialogo entre ambos grupos de países, y se proponían además diversos
mecanismos para aligerar el servicio de la deuda. La segunda reunión más significativa se
celebro en Rió de Janeiro a propuesta del presidente mexicano que planteó la necesidad de
instalar un mecanismo permanente de consulta y concertación política, mediante reuniones
regulares de los ocho cancilleres (conocidos luego como el Grupo de los Ocho) de Argentina,
Brasil, Colombia, México, Panamá, Perú, Uruguay y Venezuela respectivamente.
Relaciones con Estados Unidos. Durante el primer año del sexenio las relaciones entre
México y Estados Unidos no sólo transcurrieron sin dificultades, sino que incluso el gobierno de
este país favoreció la reestructuración de la deuda externa mexicana que se empezó a
gestionar en agosto de 1983. Pero al año siguiente empezaron a manifestarse algunos
desacuerdos entre los dos países, relacionados principalmente con los puntos de vista
diferentes acerca de los conflictos políticos en Centroamérica, y con las trabas que ponía el
proteccionismo estadounidense a los productos comerciales mexicanos.
Pero fue en 1985, una vez reelecto Ronald Reagan como presidente, cuando se hicieron
más difíciles las relaciones entre México y Estados Unidos, debido en parte a la actitud de
188
John Gavin, el embajador de ese país, que en varias ocasiones había hecho declaraciones
sobre la política interna de México, en violación de su calidad diplomática, declaraciones que
parecían estar relacionadas con el tratamiento poco favorable que daba la prensa
estadounidense a los asuntos mexicanos. Otra causa de tensión entre los dos países fue un
aviso de “advertencia turística” que el gobierno de Estados Unidos planeo distribuir entre los
viajeros interesados en visitar México, para prevenirlos sobre la supuesta peligrosidad a que
se expondrían al adentrarse en territorio mexicano; el aviso no llego a distribuirse, pero la
mera difusión del proyecto influyo para que se redujera en un 15% el turismo estadounidense
en ese año de 1985.
Todavía más graves para las relaciones bilaterales fueron los sucesos relacionados con el
narcotráfico; en febrero de 1985 fue asesinado en México Enrique Camarena Salazar, un
miembro de la DEA (por las siglas en ingles de la agencia contra las drogas, Drug
Enforcement Agency) de Estados Unidos mientras cumplía su labor de investigación, y a raíz
de ese hecho, el gobierno estadounidense acuso a México de estar involucrado en el trafico
ilegal de drogas y hasta llego a referirse a una “corrupción gubernamental”, al tiempo que
ordenaba un estricto sistema de revisión en las aduanas fronterizas que obstaculizo el
transito entre ambos países. Por otra parte, el asesinato del agente estadounidense sirvió de
pretexto para que aumentara en el vecino país el numero de reportajes de prensa en los que
se difundía una imagen negativa de México, los cuales continuaron a pesar de que en abril
de ese mismo año fue aprehendido Rafael Caro Quintero, un poderoso narcotraficante al que
se acusaba de ser el autor intelectual del asesinato de Camarena.
Pero no todo fue negativo en las relaciones bilaterales México-estadounidenses; en principio,
cabe reconocer la buena disposición de Estados Unidos para que pudiera lograrse la
renegociación de la deuda mexicana, y después, en 1985, tras varios años de negociación,
se pudo llegar a un acuerdo favorable respecto al comercio entre los dos países, en el
sentido de poner fin a las practicas discriminatorias que por muchos años se habían
impuesto a los productos mexicanos de exportación. Además, un gesto humanitario y de
buena voluntad hacia México, fue la ayuda material que el gobierno y la sociedad
estadounidense prestaron al pueblo de México, a raíz de los sismos de septiembre de 1985,
para colaborar, como también lo hicieron otros países, en el auxilio a los damnificados y en el
rescate de las victimas.
c) Economía
Corrección de las finanzas publicas en los primeros dos anos de gobierno. Al iniciarse la
administración gubernamental de Miguel de la Madrid, la realidad del país no era nada fácil de
manejar, el nuevo gobierno heredó tres enormes problemas: 1) una situación económica en
peores condiciones de como la habían encontrado sus dos antecesores, 2) una contienda política
con la clase empresarial a causa de los decretos expropiatorios de la banca introducidos
a ultima hora por el gobierno anterior, y 3) la inaplazable y difícil tarea de negociar con la
banca internacional, en los momentos de más dura presión por parte del gobierno de Estados
Unidos presidido entonces por Ronald Reagan.
En los primeros meses, el nuevo gobierno trato de corregir el rumbo de la economía,
mediante el mencionado Programa Inmediato de Reordenación Económica ( PIRE), que
constituyo un drástico ajuste a las finanzas publicas acompañado de una recesión económica
que pretendía reducir las presiones inflacionarias. Las medidas más importantes de ese
189
programa fueron: reducciones en el gasto, restricciones del crédito, limitaciones de
importaciones, incrementos sustanciales y progresivos de los precios de los productos y
servicios del Estado, devaluaciones de la moneda, y renegociaciones de la deuda externa con
el propósito de modificar los plazos y de obtener nuevos créditos. Esas medidas eran
semejantes a las aplicadas infructuosamente por López Portillo, sólo que ahora se trataba de
administrarlas en dosis más grandes.
Respecto a la clase empresarial, cuyo descontento hacia las medidas del gobierno anterior
ponían en una difícil situación al nuevo régimen, De la Madrid se dedico desde un principio a
restablecer la confianza de los hombres de negocios y decidió retomar las políticas pro
empresariales que López Portillo había auspiciado antes de 1982. El día de su toma de
posesión anuncio la reprivatización del 34% del capital de los bancos nacionalizados tres
meses antes y durante el transcurso de su primer año de gobierno comenzó a poner en
practica un plan de indemnización para los exbanqueros, así como la reprivatización de las
empresas propiedad de los bancos, otorgando preferencias a los exbanqueros para
adquirirlas. De esta manera, Miguel de la Madrid logro la colaboración del sector empresarial
para su programa de reordenación económica, y a pesar de que las medidas de austeridad
contenidas en el eran difícil de aceptar para los lideres empresariales, estos consideraron
tales medidas como realistas, y proclamaron su confianza en la recuperación económica del
país.
Pero además, el gobierno de Miguel de la Madrid tenia con el FMI el compromiso de llevar a la
practica los objetivos establecidos por esa organización crediticia internacional, de acuerdo con
la Carta de Intención firmada con el gobierno de México en los últimos días del sexenio anterior,
en la que se fijaba un plazo de tres años, de 1983 a 1985, para el cumplimiento de esos
objetivos, entre los cuales destacan los siguientes:
• Crecimiento sostenido de la producción y del empleo.
• Superación del desequilibrio en el sector externo.
• Abatimiento de la inflación.
• Fortalecimiento de las finanzas publicas, de modo que el déficit financiero del sector
público, como porcentaje del PIB, no debería pasar de 8.5% en 1983, de 5.5% en 1984, y de 3.5%
en 1985.
• Reducción del endeudamiento público externo, el cual no debería exceder de 5 mil millones de
dólares en 1983.
• Revisión y adecuación del sistema tributario.
• Elevación de precios y tarifas de bienes y servicios ofrecidos por el sector público.
• Racionalización del gasto, mediante la revisión de los programas de inversión no prioritarios y la
racionalización de los subsidies.
• Fomento al ahorro a través de tasas de interés atractivas.
• Fomento al desarrollo del mercado de valores.
• Adecuación del control de cambios mediante una política cambiaria flexible.
• Racionalización del proteccionismo.
Desde los primeros momentos del sexenio, la política hacendaría se encamino a corregir el
desequilibrio fiscal, por lo que los precios y servicios del Estado se incrementaron
significativamente en diciembre de 1982. En el mismo mes, se aprobó la Ley de Ingresos de
la Federación para 1983, mediante la cual se aumento el Impuesto al Valor Agregado (IVA) de
190
10 al 5%, y al mismo tiempo algunos productos básicos se eximieron del pago de este
impuesto. Se introdujo además una sobretasa de 10% al impuesto sobre la renta de las
personas físicas cuyo ingreso excediera cinco veces el salario mínimo. Esta política fiscal fue
acompañada, de manera simultanea, por una reducción del gasto público con la obvia
disminución de la inversión estatal.
Por otra parte, se busco mantener un tipo de cambio realista y una existencia suficiente de
divisas en el país para permitir el desarrollo de las actividades comerciales y financieras con
el exterior. Tres semanas después de haberse iniciado el sexenio, se estableció un sistema
múltiple de control de cambios que consistió en un tipo de mercado libre a $ 150 por dólar, un
tipo controlado flotante que comenzó a $ 95.10 por dólar, dedicado principalmente para
importaciones prioritarias y para la amortización de la deuda externa, y un tipo “especial”
también flotante, para la conversión de los “mexdólares”. Además, la mayor parte de las
operaciones cambiarias fronterizas se volvieron a sujetar a la supervisión de las autoridades
monetarias mexicanas, porque como se recordara, en septiembre de 1982, tras el anuncio de
la nacionalización bancaria y el control de cambios, el Banco de México se retire del mercado
cambiario.
En el sector externo, el programa correctivo del gobierno tuvo mejores resultados que los
esperados por el FMI, pues al finalizar el año de 1983 se alcanzo un superávit en la cuenta
corriente de 5 546 millones de dólares, y además subió la reserva de divisas casi al triple de la
registrada en diciembre de 1982. Este éxito logrado por el gobierno mexicano en el sector
externo, impresiono favorablemente a la banca internacional y dio paso a la primera fase de la
reestructuración de la deuda externa mexicana.
Al respecto de la deuda externa, desde 1983 se dio inicio a un proceso de negociación que llevo
a una primera reestructuración consistente en diferir los vencimientos de 1982, 1983 y 1984 a
ocho años de plazo con cuatro de gracia, al tiempo que se obtenía un financiamiento de dinero
fresco por 3 800 millones de dólares, firmado en abril de 1984. Sin embargo, es necesario
tomar en cuenta que el pago de los intereses por concepto de la deuda acumulada fue en
aumento, no solo porque las tasas fueran altas sino porque las continúas devaluaciones
elevaban significativamente el monto de dichos intereses.
En conjunto, aquellas medidas lograron reducir en un año el déficit fiscal y lograron
incrementar el ahorro del sector público; además, como resultado de la política de
austeridad, se dio una disminución en la inflación que de 98.9% en 1982, paso a 80.8% en 1983.
En el año siguiente se continuo con la política restrictiva del PIRE, mientras que la inflación
continuaba a la baja, la economía en 1984 se comporto de manera muy favorable en cuanto al
crecimiento de la producción y del empleo, así como en los indicadores de la balanza de
pagos, y el Producto interno bruto creció 3.5% respecto al año anterior. Esta mejoría en la
economía general del país se atribuyo principalmente a los siguientes factores: comportamiento
de los salarios que se mantuvieron a la baja; aumentos a los precios y tarifas de las
empresas del sector público; mantenimiento de un tipo de cambio real bajo; crecimiento de
las exportaciones, particularmente las no petroleras; crecimiento de la inversión publica (que
ese año volvió a activarse 0.6%), y de la inversión privada (8.8%) que fue alentada por las
medidas financieras del gobierno.
A dos años de iniciado el sexenio, la economía nacional parecía alcanzar la estabilidad; la
inflación había descendido progresivamente desde 1983 cuando llego a los niveles más altos
191
registrados hasta entonces (117.2% anualizado), para lograr en junio de 1985 —un mes
antes de las elecciones federales— la cifra de 53.4%. El mercado cambiario también se
había controlado; la devaluación persistía, pero ahora ocurría de una manera regular y
previsible. Durante 1983, la moneda nacional se deslizo a razón de un peso al mes, pasando
de 149 en enero, a 161 al final del año. Durante todo el año de 1984 y la mitad del siguiente
el deslizamiento continúo de manera regular, aunque a ritmos más acelerados: cuatro pesos
mensuales durante 1984 y seis pesos al mes, en promedio, durante el primer semestre de
1985.
Los resultados de la balanza comercial también fueron satisfactorios, pues mostró un
superávit en 1983, y en el primer semestre del año siguiente, las exportaciones de productos
no petroleros presentaban una notable recuperación; las exportaciones mexicanas a Estados
Unidos —país del que se adquiría el grueso de las importaciones— ascendieron durante ese
lapso a 9 095 millones de dólares, de los cuales 56% correspondió a productos no petroleros,
lo que significo un aumento del 29% en la exportación de esos productos, en comparación
con las cifras por este concepto en el mismo lapso durante el año anterior. También las
finanzas publicas, preocupación fundamental del presidente De la Madrid, tuvieron una
notable mejoría en el primer bienio de su administración, ya que el déficit financiero del
gobierno federal bajo de 16.9% del PIB en 1982, a 9.6% en 1985; y algo muy importante, se
logró evitar que la economía mexicana cayera en un estado de hiperinflación. Pero lo mejor
de todo eso fue que durante 1985 la política económica del gobierno de De la Madrid ya no
sacrifico, tanto como en los primeros momentos, a las clases trabajadoras. Durante el primer
semestre de ese año se detuvo el proceso de deterioro del poder adquisitivo de los salaries
y, al mismo tiempo, se registró una leve recuperación en los niveles de empleo. No obstante,
aquella mejoría no significaba que para 1984 el país hubiera logrado salir completamente de
la crisis, pues si se toma el PM como un indicador de la situación, puede observarse que ese
año fue menor al de 1982. De cualquier manera el comportamiento de los otros indicadores
arriba descritos, influía para que la situación fuera vista con optimismo; parecía que lo peor
de la crisis había sido superado.
Política agropecuaria. En el caso del sector agropecuario, el gobierno de Miguel de la
Madrid, continuo la política de su antecesor en el sentido de dar prioridad a la autosuficiencia
alimentaría, con base en el Programa Nacional de Desarrollo Rural Integral, en el que se
definieron las estrategias para dar una atención constante, dentro de los limites marcados
por la crisis, a la producción de alimentos básicos. Dichas estrategias se orientaron
principalmente a proporcionar créditos, a tratar de neutralizar los efectos negativos de la
inflación sobre los precios de garantía y, sobre todo en lograr una mayor coordinación entre
las organizaciones encargadas de prestar servicio al sector agropecuario, para lograr una
mayor eficiencia.
Puede decirse que entre 1983 y 1985, los programas de producción agrícola fueron
cumplidos en su mayoría a pesar de que la inversión publica en este sector sufrió una fuerte
disminución del 32.6% en términos reales. En esos años la superficie cultivada en tierras de
riego se incremento en 610 000 hectáreas, gracias también al factor natural de las lluvias que
fueron propicias. Esto permitió disminuir el volumen de la importación de alimentos en ese
lapso, de modo que de 10.5 millones de toneladas en 1983, se paso a 7.3 en 1985. Además,
y con el propósito de frenar las tendencias de descapitalización en el campo, el gobierno
concedió en 1983 dos aumentos generales a los precios de garantía, equivalentes al 100%;
dos más en 1984 de 83% en promedio, y otros en 1985 que representaron el 62%.
192
Respecto a la reforma agraria, el gobierno de Miguel de la Madrid subrayo la necesidad de
que tuviera un carácter integral y estuviera dirigida a dar certidumbre a la tenencia y
usufructo de la tierra, para lo cual debían atenderse de manera especial los problemas
pendientes de regularización de la tenencia, y buscar que la política agraria se orientara a la
organización de los campesinos, y que sirviera de base para la subsiguiente organización
socioeconómica integral de los mismos. De acuerdo a lo anterior, en 1984 se promulgaron
algunas reformas y adiciones a la Ley Federal de la Reforma Agraria, entre las cuales
destaca la declaración de que los ejidos y las comunidades se habrían de explotar en forma
colectiva, salvo cuando los interesados determinasen su explotación en forma individual,
mediante acuerdo tornado en asamblea general. De esta forma, se colectivizaba por ley la
organización de toda la propiedad social, pero se dejaba a las asambleas la decisión de
rechazar dicha colectivización.
Política industrial. Mediante el Programa de Fomento Industrial y Comercio Exterior creado
desde el principio de su gobierno, el presidente Miguel de la Madrid buscó aprovechar las
cualidades del aparato productivo de la industria mexicana, y se propuso al mismo tiempo
resolver los problemas del sector industrial, para lo cual se proyecto un cambio estructural que
permitiera por una parte fortalecer el mercado interno, y por otra aumentar la eficiencia del
sector a fin de que pudiera enfrentar la competencia con el exterior. La estrategia de cambio
estructural programada por la administración de De la Madrid para el decenio de los años
ochenta, se plantaba en las siguientes seis dimensiones:
a) Un nuevo patrón de industrialización y especialización del comercio exterior que permitiera
resolver la restricción y vulnerabilidad respecto del exterior, alcanzando un crecimiento auto
sostenido. Este modelo debía permitir una mayor integración entre las actividades
industriales, y una mejor articulación con otros sectores de actividad, a fin de ser más
competitivo con el exterior.
b) Un nuevo modelo tecnológico que facilitara la incorporación y difusión de tecnologías
adecuadas, al nivel de eficiencia, requeridas por cada industria, y a la dotación de
recursos naturales de que se dispone. Como complemento a esto se planteaba la
formación de recursos humanos calificados para la imitación, adopción, compra,
innovación y difusión de tecnologías.
c) La racionalización de la organización industrial que propiciara un uso más adecuado de
los recursos y capacidades de cada planta industrial, a fin de aumentar la vinculación de
empresas de diferentes tamaños en los procesos de producción.
d) La estrategia de localización industrial que orientara e indujera la desconcentración,
promoviera un desarrollo regional equilibrado y propiciara la explotación eficiente y
racional de los recursos naturales, atendiendo a las ventajas de cada región.
e) Un plan de coordinación de los agentes productivos para que, conforme al sistema de
economía mixta bajo la rectoría del Estado, permita una mejor participación e interacción
de los sectores público, social y privado en la actividad industrial, de acuerdo con sus
naturales cualidades y potencialidades, bajo un esquema de complementación, confianza
reciproca y acciones conjuntas en tomo a objetivos comunes.
193
f) La dimensión social de la estrategia, que se manifiesta en la búsqueda de una mayor
generación de empleos por unidad de capital invertido, la satisfacción de las necesidades
básicas de la población, y la mejoría de la distribución del ingreso.
A fin de poner en práctica ese conjunto de estrategias, se diseño un paquete integral de
instrumentos que abarcaban tres importantes aspectos: 1) Protección y fomento al comercio
exterior, bajo la aclaración de que aquella política de protección rechazaba tanto “la
liberación a ultranza del comercio exterior, como el excesivo proteccionismo”. 2) Fomento a la
industria, mediante financiamientos y estímulos fiscales. 3) Regulación de precios y de
inversiones extranjeras; respecto de los primeros, se buscaba promover la producción de
bienes básicos y garantizar niveles adecuados de rentabilidad; por el lado de las inversiones
extranjeras se tendía a modificar la posición exclusivamente defensiva, por una más activa que
promoviera selectivamente las inversiones externas.
d) Sociedad y cultura
Presiones del movimiento obrero por mejoras saláriales. Al iniciarse el sexenio, en diciembre
de 1982, el gobierno de Miguel de la Madrid buscó la manera de restituir en alguna medida el
poder adquisitivo de los trabajadores para lo cual convoco a obreros y empresarios para
establecer un acuerdo en la Comisión Nacional de los Salaries Mínimos (CNSM), mediante el
cual se concretó un aumento de 25% en promedio para enero de 1983. Al mismo tiempo, se
modifico la Ley Federal del Trabajo con el propósito de que los salaries mínimos pudieran
revisarse antes de concluido el año de su vigencia, y se puso en marcha un programa para la
producción, abasto y control del Paquete Básico de Consume Popular. En junio de ese
mismo año se otorgo otro aumento, esta vez de 15.3% y en los dos
años siguientes, 1984 y 1985 la revisión del salario y los aumentos correspondientes se
hicieron cada semestre. En los dos años subsecuentes, cuando la situación económica hizo
crisis nuevamente después de una transitoria recuperación, los aumentos al salario fueron mas
frecuentes (tres veces en 1986 y cinco en 1987) para volver al aumento semestral en el ultimo
año del sexenio.
Sin embargo, con todo y su frecuencia, aquellos aumentos al salario mínimo no pudieron
alcanzar el índice acelerado de la inflación y el salario real de los trabajadores se mantenía
en continuo descenso, ni tampoco pudieron evitarlas protestas y las huelgas con las que el
sector obrero manifiesto su inconformidad hacia la política económica del gobierno y su
descontento por la persistencia de la inflación y la disminución progresiva del salario real. El
día 1° de mayo de 1984, el movimiento obrero aprovecho el día del Trabajo para hacer
publica su protesta, en los desfiles que se realizaron en diversas ciudades de la Republica;
en la ciudad de México ocurrió un hecho violento al ser arrojadas dos bombas “molotov”
frente al Palacio Nacional, en el que resellaron heridas algunas personas.
Además de esa expresión abierta de descontento, se sumaba la frecuente utilización del
recurso de huelga; durante el sexenio ocurrieron numerosas huelgas (alrededor de 900 de
las cuales el mayor numero, 312, corresponde al ano de 1986), cuyos motivos principales
fueron: peticiones de aumento salarial, revisiones de contrato, protesta por violaciones a los
contratos colectivos, solicitudes de aumentos de emergencia, etc. Entre los movimientos
huelguísticos destacan los siguientes: el de los trabajadores de Refrescos Pascual, en 1983;
el conflicto en Teléfonos de México en septiembre y octubre del siguiente ano; la suspensión
194
de labores de más de siete mil obreros de la Siderurgia Las Truchas en 1985, y el
movimiento del Sindicato Mexicano de Electricistas en 1986.
Movimiento campesino. El sector rural manifestó también su descontento; los conflictos
agrarios mas relevantes ocurrieron entre 1983 y 1985, en los estados de Chiapas, Veracruz,
Oaxaca, México, Guanajuato y Sinaloa, con frecuentes invasiones de tierra por parte de los
campesinos que eran luego desalojados por la policía. El movimiento campesino busco
respaldo político a sus demandas y estableció alianza con algunos partidos de oposición,
incluso con una fracción de la Iglesia católica que respaldo sus demandas frente al poder
político.
Los sismos de 1985 y su secuela en la problemática social. Aun cuando se registraron varios
movimientos de tierra en aquel septiembre de 1985, fueron dos los de mayor intensidad; el
primero ocurrió a las 7:19 horas del jueves 19, y el segundo al día siguiente a las 19:38
horas. En ambos casos se localizó el epicentro en las costas de los estados de Guerrero y
Michoacán, siendo afectadas varias poblaciones de estos estados y de Jalisco. Pero los
efectos más devastadores se sintieron en la capital del país, por el alto numero de muertos y
heridos, así como por la magnitud de los danos materiales, en un amplio sector de la ciudad que
comprendido varias delegaciones y afecto escuelas, hospitales, hoteles, centros de trabajo,
condominios habitacionales, viviendas, etcétera.
Pasados los penosos días de las labores de rescate, afloraron todos los problemas sociales
que los sismos dejaron como secuela; en las colonias populares, donde la cantidad de
viviendas destruidas era mucho mayor que las habitables, los problemas eran cada día más
serios; las personas se negaban a abandonar los barrios en que habitaban y algunos
propietarios de edificios con rentas congeladas aprovechaban la situación para intentar
desalojara los inquilinos. Ante esa situación, el presidente de la Republica decreto en el mes
de octubre la expropiación de cerca de 5 500 predios en una superficie de 250 hectáreas,
para beneficiar a más de 200 mil habitantes de las colonias populares del Distrito Federal.
A las consecuencias dramáticas de los sismos se agregaron los problemas para dar solución
inmediata a los damnificados, debido en gran parte a los intereses particulares de quienes
buscaban sacar provecho de la situación o se negaban a pagar las indemnizaciones
correspondientes, como fue el caso de unas empresas del ramo de la confección situadas en
una de las zonas más afectadas de la ciudad de México, y cuyas relaciones obreropatronales eran bastante irregulares; en el momento del primer temblor se encontraban
laborando miles de costureras en espacios cerrados, por lo que hubo cientos de victimas.
Los damnificados y los deudos de las victimas se desesperaron ante la lentitud en la
satisfacción de sus apremiantes demandas y decidieron unirse en organizaciones para exigir
atención, mediante marchas de protesta en las que se hacia responsable a las autoridades
gubernamentales por el burocratismo que retardaba la solución a sus problemas.
El presidente Miguel de la Madrid dirigió en dos ocasiones mensajes a la Nación para dar el
pésame a las personas que habían perdido familiares, amigos o colaboradores. Reconoció la
solidaridad mostrada por el pueblo de México en “las gigantescas y complejas tareas
derivadas de la emergencia” y agradeció, en nombre de la Republica, la participación
extranjera en las labores de rescate y su ayuda material a los damnificados. En el segundo
mensaje, el día 3 de octubre de ese mismo ano de 1985, anuncio que se integraría una
195
Comisión de Reconstrucción, la cual fue creada seis días más tarde, integrada por
representantes del gobierno y de todos los sectores sociales del país.
Pero esa no fue la ultima desgracia que ocumo durante el gobierno de Miguel de la Madrid; en
septiembre de 1988, a pocos meses de terminar el sexenio, el huracán “Gilberto”, después
de devastar la isla de Jamaica en el Caribe, entro a tierra mexicana arrasando la península de
Yucatán y avanzando luego hacia el norte, donde causo danos de gran magnitud en los
estados de Tamaulipas y Nuevo León; en la madrugada del día 17 de ese mismo mes, la
ciudad de Monterrey sufrió los terribles embates del huracán que cobraron cerca de cien vidas
humanas y dejaron miles de personas sin hogar.
Educación. Desde los primeros momentos de su gobierno, el presidente De la Madrid se
propuso realizar reformas en la educación, con el propósito de elevar su calidad a fin de que
el sistema educativo nacional respondiera a los retos que planteaba un mundo cada vez más
competitivo. En mayo de 1983 se dieron a conocer los tres objetivos fundamentales que
proponía el gobierno para el sector educativo, dentro del Plan Nacional de Desarrollo: 1)
Promover el desarrollo integral del individuo y de la sociedad mexicana; 2) ampliar el acceso
de todos los mexicanos a las oportunidades educativos a los bienes culturales, deportivos y
de recreación, y 3) mejorar la prestación de los servicios correspondientes.
• En agosto de 1984 se publicó el Programa Nacional de Educación, Cultura, Recreación y
Deporte, para el periodo 1984-1988, cuyas metas a cumplirse para final del sexenio eran
las siguientes: Implantar el bachillerato como requisito de ingreso a los planteles de
formación de docentes, en apoyo al acuerdo presidencial de otorgar el grado de
licenciatura a la educación normal en su nivel inicial y en cualquiera de sus tipos y
especialidades.
• Proporcionar educación básica que demandara la población de edades entre 5 y 15 años.
• Estructurar un sistema de educación indígena bilingüe y bicultural.
• Abatir el índice de analfabetismo del
13 al 4%, y atender a 6.4 millones de
adultos.
• Satisfacer el 92% de la demanda potencial en educación media superior, y alcanzar una
matricula de 1.6 millones en el bachillerato universitario.
• Atender a 625 mil alumnos en escuelas tecnológicas de nivel medio superior.
• Elevar la inscripción en las universidades e instituciones de educación superior a 1.5
millones de estudiantes.
• Fortalecer la investigación científica.
• Capacitar a 785 mil personas en las áreas industriales y de servicios.
• Descentralizar los servicios de educación básica y normal.
• Incorporar plenamente la educación física en los programas regulares.
• Inducir a todo individuo a estudiar por si mismo.
A mediados de 1983 fue creado el Programa Cultural de las Fronteras, en el que se
incorporaron los 12 estados fronterizos; dentro de ese programa se abrieron y reforzaron
casas de la cultura, se efectuaron exhibiciones artísticas, se organizaron conferencias y
coloquios, se publicaron revistas regionales, y se celebraron encuentros regionales de
música, artes plásticas y literatura. Otro aspecto a destacar, en la obra educativa del sexenio
fue la creación, en julio de 1984 del Sistema Nacional de Investigadores; a fines del siguiente
196
año este organismo contaba con 2 242 investigadores nacionales y candidatos, distribuidos en
todo el país.
Comunicación social. Entre los aspectos relevantes del sexenio en cuanto a los medios de
comunicación, es interesante destacar que en el ano de 1985 fueron puestos en orbita dos
satélites de México, el Morelos I y el Morelos II, cuyas funciones principales consistieron en:
aliviar la sobresaturación de la red federal de microondas, extender la telefonía en general, y la
rural en particular. Los satélites Morelos hicieron posible la ampliación de los servicios de
teleinformática, volvieron más eficientes los servicios turísticos y bancarios, e impulsaron la
educación, la cultura y el entretenimiento.
En relación con los medios de información, en 1984 ocumo un incidente lamentable que creo
un ambiente de inseguridad entre los reporteros de prensa, a raíz del asesinato de Manuel
Buendía, cuya labor en las páginas editoriales le había ganado reconocimiento nacional. Su
muere causo gran indignación en la sociedad y, sobre todo, en los círculos periodísticos,
algunos de cuyos integrantes llegaron a expresar su preocupación por lo que parecía ser el
inicio de un periodo de desestabilización sociopolítica en México. Ante la inquietud causada
por este hecho, el presidente de la Republica condeno el hecho, aseguro que las autoridades
correspondientes lo investigarían, y reiteró la disposición del gobierno de preservar la libertad
de información. Sin embargo, el caso no se resolvería sino hasta el siguiente sexenio,
cuando fueron aprehendidos los culpables del crimen contra el periodista.
Despertar participativo de la sociedad mexicana. Al terminar el periodo presidencial de
Miguel de la Madrid, la sociedad mexicana no había salido aun de la crisis, pero manifestaba en
general una actitud diferente a la de los pasados dos finales de sexenio. Se notaba un
significativo dinamismo en la participación política, y si bien esto no se reflejo en las urnas pues
se mantuvo la tendencia al abstencionismo, la adhesión de los diferentes grupos hacia los
partidos de oposición, ya fueran de izquierda o de derecha, y los resultados mismos de las
elecciones de 1988, parecían dar muestras de un despertar político que contrastaba con el
abatimiento, y aun la indiferencia, de épocas pasadas.
Entre los principales ejemplos de esa nueva actitud se encuentran, el crecimiento político de
las clases media y alta reflejada en el neopanismo, la politización de la Iglesia católica ya
mencionada anteriormente, el aumento progresivo de la participación política de la mujer.
Podría decirse que la sociedad mexicana se había propuesto abandonar su actitud de dejar
la conducción del país en manos de sus gobernantes, para tomar la iniciativa hacia un nuevo
rumbo.
La palabra “solidaridad” se convirtió, a partir de los sismos de 1985, en el motivo de los
discursos y las acciones políticas; era un termino tornado de una realidad, de la capacidad de
actuar de los mexicanos frente a las grandes desgracias, de su despertar participativo y su
disposición para luchar unificados por reconstruir al país, devastado por las fuerzas naturales o
deteriorado por la crisis económica persistente. Por ello, el Pacto de Solidaridad, con todo y sus
sacrificios, representaba en aquel momento una nueva esperanza, esta vez más tangible,
porque de todas las alianzas intentadas antes, esta se fundamentaba ahora en la experiencia
de la capacidad solidaria de los mexicanos.
197
CUESTIONARIOS
I.- DEL GOBIERNO DEL GENERAL OBREGÓN AL GOBIERNO DEL GENERAL
CÁRDENAS.
1)
2)
3)
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37)
38)
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40)
41)
¿De qué se le acusó al general Pablo González para desplazarlo de la carrera por la
silla presidencial?
¿Quiénes integraron el gabinete del general Álvaro Obregón?
¿En qué consistía el acuerdo firmado por el secretario de Hacienda del gobierno de De
la Huerta y el representante de los banqueros Lemont?
¿En qué fecha reconoció Estados Unidos al Presidente Obregón
¿Quién dirigió el área educativa durante el gobierno de Obregón?
Explique la rebelión de de la Huerta en noviembre de 1923.
¿Quiénes fueron los jóvenes inteligentes que Calles llamó para colaborar en su
gabinete?
¿En qué fecha se funda el banco de México?
¿En qué consistía la Ley Fraga?
¿En qué consistió la Ley de Dotación y Restitución de Tierras y Aguas 1927?
¿Cuál es el origen del conflicto religioso en México?
¿Quién constituyó la Liga defensora de la Libertad religiosa en México?
¿En qué fecha se ordenó la suspensión de cultos por la jerarquía Católica?
¿En qué estados de la República influyó el movimiento de la Liga defensora?
¿Cuál fue el periodo que duró?
¿En qué fecha fue asesinado el general Obregón?
¿Quién mató al general Obregón y dónde?
¿En qué fecha se llega a un convenio para finalizar el movimiento cristero y reanudar
los cultos?
¿Qué grupo de obregonistas se levantan en armas contra el general Calles?
¿En qué fecha fue creado el PNR y bajo la dirección de quién?
¿Con qué generales influyentes contó Calles para crear el PNR?
¿Quién era el candidato oficial del PNR en 1928?
¿Quién fue el opositor al PNR a la candidatura Presidencial en 1928?
¿En qué fecha tomó posesión de la Presidencia de la República Pascual Ortiz Rubio?
¿En qué fecha renuncia Pascual Ortiz Rubio a la Presidencia de la República?
¿Quién substituyó a Ortiz Rubio?
¿Qué Leyes publicó Abelardo Rodríguez?
¿En qué fecha tomó posesión de la Presidencia el general Lázaro Cárdenas?
¿Quién fundó la CTM?
¿A qué personajes quitó de su gabinete el general Lázaro Cárdenas?
¿En qué fecha fue expulsado de la República Mexicana el general Calles?
¿Cuál fue el fin del general Saturnino Cedillo?
¿En qué fecha se dio la expropiación petrolera?
¿Cuál fue la posición del gobierno Cardenista ante los graves conflictos en Europa?
¿Cuáles son las obras constructoras más destacadas del cardenismo?
¿Qué nombre se le puso al PNR en la época de Cárdenas?
¿Quién sustituyó en la presidencia al general Cárdenas?
¿Cuáles eran los partidos políticos más importantes en 1940?
¿En qué fecha se funda el PRI?
¿Cuáles fueron los principales proyectos de política exterior en la época de Cárdenas?
¿Cuál fue la posición de México ante la Segunda Guerra Mundial?
198
II.-
DE LA POLÍTICA DE LA UNIDAD NACIONAL A LA CULMINACIÓN DEL
DESARROLLO ESTABILIZADOR.
1)
¿Cuáles fueron las tendencias de la política agraria en el gobierno de Manuel Ávila
Camacho?
¿Por qué el Estado es designado como promotor del desarrollo industrial en el régimen
de Manuel Ávila Camacho?
¿Cuáles fueron las características más sobresalientes del comercio exterior en el
gobierno de Manuel Ávila Camacho?
¿Cuáles fueron los elementos que contribuyeron a la acentuación del fenómeno
inflacionario en el gobierno de Manuel Ávila Camacho?
¿Cuáles eran los proyectos principales del gobierno de Miguel Alemán?
¿En qué consistió la moderna forma de autoritarismo, del lic. Miguel Alemán Valdez,
puesta en práctica en tres líneas de acción?
¿Cuáles fueron los objetivos que se propuso Miguel Alemán en la relación MéxicoEstados Unidos?
¿En qué consistió la Campaña Contra la Fiebre Aftosa?
¿Cuál fue la política agropecuaria del presidente M. Alemán en relación con su proyecto
económico?
¿En qué consistió la política de proteccionismo industrial del Lic. Miguel Alemán?
¿En qué consistieron las reformas constitucionales del Art. 34 y 115 en el gobierno de
Ruiz Cortines?
¿Qué efectos sociales provocó la devaluación de 1959?
Mencione tres movimientos sociopolíticos que se gestaron en 1958.
Explique los motivos de las invasiones de tierras en Sinaloa y Sonora en 1958.
¿Cuáles fueron las causas en las que se enmarco el Movimiento ferrocarrilero de 1958?
Explique tres de los principales problemas de Política Exterior en el gobierno de Ruiz
Cortines.
Explique las tres etapas en el desarrollo de la Economía Nacional en el Gobierno de
Ruiz Cortines.
¿A quién benefició la devaluación de la moneda en el sexenio de Ruiz Cortines?
¿Cuáles son los lineamientos económicos que estableció el gobierno de Ruiz Cortines
en 1957-1958?
Explique cuáles fueron las dos metas fundamentales que se propuso Adolfo López
Mateos al iniciar su gobierno.
¿Cuántas hectáreas de tierra repartió Adolfo López Mateos en su nueva etapa de la
reforma Agraria?
¿En qué consistió la reforma electoral en el gobierno de Adolfo López Mateos?
¿Qué territorio fue devuelto a México por el gobierno de los Estados Unidos el 25 de
febrero de 1964?
Explique los dos objetivos prioritarios en el gobierno de López Mateos.
¿Cuáles fueron las medidas que Díaz Ordaz tomó al inicio de su periodo presidencial
para garantizar el desarrollo estabilizador?
¿En qué consistió la propuesta democratizadora del PRI de Carlos Madrazo?
Explique de manera general los sucesos de 1968.
¿Quién fue el contrincante de Luis Echeverría Álvarez a la Presidencia de la República
en el PRI?
¿En qué consistió el Tratado de Tlatelolco?
¿Cuáles son los principales objetivos del Plan de Desarrollo Económico 1966-1970?
2)
3)
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5)
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10)
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29)
30)
199
31) Explique la política industrial en el gobierno de Díaz Ordaz.
32) Explique la política agraria en el gobierno de Díaz Ordaz.
III.- EL GOBIERNO DEL DESARROLLO COMPARTIDO. (1970-1976)
1)
2)
3)
4)
5)
6)
7)
8)
9)
10)
11)
12)
13)
14)
15)
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33)
34)
35)
36)
37)
¿Qué anunciaba el discurso de Luis Echeverría Álvarez en la segunda mitad de 1968?
¿Qué prometió el programa de Luis Echeverría Álvarez?
¿Cuáles eran los aspectos de la autocrítica de Echeverría al sistema político mexicano?
¿Cuáles eran las promesas de campaña de Luis Echeverría?
¿Cuál fue el contenido del mensaje de toma de poder de Luis Echeverría Álvarez?
¿Cuáles fueron las principales comisiones creadas en los primeros días de la llegada al
poder de Luis Echeverría?
¿Cuáles eran los propósitos del nuevo Presidente Luis Echeverría?
¿En qué consistía la idea del empresario nacionalista?
¿En qué consistió la primera reforma económica del gobierno de Luis Echeverría?
¿En qué consistió el Jueves de Corpus?
Destaque las principales reformas en 1972.
¿Cuáles eran los indicadores del malestar social en el gobierno de L.E.A.?
¿En qué fecha se promulgó la nueva Ley federal Electoral?
¿Cuáles eran los estatutos que establecía la nueva Ley federal Electoral como
primordiales?
¿En qué consistió el establecimiento de un régimen de partidos?
¿Cuáles eran los principales partidos que se incorporaron a la apertura democrática?
¿En qué fecha nació el PMT y bajo qué propuesta?
¿Quién fundó el Partido Socialista de los Trabajadores?
¿Cómo surgió el Partido Revolucionario de los trabajadores?
Explique la crisis en la Universidad de Nuevo León en el gobierno de L.E.A.
Relate los principales conflictos en la Universidad Autónoma de Puebla.
¿Cuáles fueron los principales grupos guerrilleros que empezaron a operar en el
gobierno de L.E.A.?
¿Cuáles fueron los principales secuestros en el gobierno de L.E.A.?
Explique el enfrentamiento entre empresarios y gobierno L.E.A. por la reforma tributaria.
¿Cuáles eran los puntos en que giraba el enfrentamiento entre empresarios y gobierno
L.E.A.?
¿Cuáles son los puntos principales que señala el documento en que quedaba
constituido el Consejo Coordinador Empresarial?
¿Quiénes fueron los candidatos a sustituir a Luis Echeverría?
¿Quién fue designado como candidato del PRI en septiembre de 1975?
¿Cuál fue el principal rumor que circuló al final del sexenio de L.E.A.?
¿Explique las características generales de la política exterior mexicana?
¿Cuáles son las líneas de acción en que se enmarcó la política exterior de L.E.A.?
Mencione las medidas legislativas aprobadas en el gobierno de L.E.A.
¿Cuál era la imagen de México en el exterior?
¿Cuál era la otra cara de la moneda en la economía mexicana?
¿Cuáles eran las características del mercado en el gobierno de L.E.A.?
Explique las principales características de la Estructura Social.
Mencione las principales características del programa económico del primer año de
gobierno de L.E.A.
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38) ¿En qué consistió el proyecto de Reforma de Luis Echeverría?
39) Explique las principales legislaciones agrarias en el gobierno de L.E.A.
40) Explique las principales características de la inversión pública.
41) Enumere las principales disposiciones administrativas en el gobierno de L.E.A.
42) Explique los motivos más fuertes de la movilización campesina.
43) Explique el desarrollo de la insurgencia sindical en el gobierno de L.E.A.
44) ¿En qué consistió la reforma educativa en el gobierno de L.E.A.?
45) Mencione las principales instituciones educativas creadas en el sexenio de L.E.A.
IV.- LOS SEXENIOS DE LA CRISIS ECONÓMICA.
EL GOBIERNO DE JOSÉ LÓPEZ PORTILLO (1976-1982)
EL GOBIERNO DE MIGUEL DE LA MADRID HURTADO (1982-1988)
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¿En qué consistió el proyecto Alianza para la Producción?
¿Quién fue el ideólogo de la reforma política en el sexenio de José López Portillo?
¿Cómo se llamó a la ley que daba participación política a la oposición en el gobierno de
José López Portillo?
¿Qué otras leyes incluía la Nueva Ley Electoral?
¿De cuáles títulos constaba la Ley electoral?
Explique la crítica del PAN a la LFOPPE.
Explique la modificación de la LFOPPE en 1980.
¿En qué consistió la Ley Orgánica de la Administración Publica Federal?
Explique las tres partes de que esta compuesto el Plan Global de Desarrollo.
Mencione las veintidós acciones básicas del Plan Global de Desarrollo.
¿Quién fue el candidato del PRI el 25 de septiembre 1981 para la presidencia de la
república?
¿Quiénes fueron los candidatos de oposición a la presidencia de la república en 1981?
¿A quién culpó López Portillo de la crisis de su gobierno?
¿Cuáles fueron los dos decretos expedidos por López Portillo en el último informe de
gobierno?
¿Cuáles fueron los acontecimientos internacionales ocurridos en 1977 y 1978?
¿Qué institución concedió los préstamos al gobierno de López Portillo?
¿Cuáles eran los programas que sugería el Plan Mundial de Energía?
¿En qué consistió el Acuerdo de San José?
¿Cuál fue la posición petrolera de México frente a la Revolución Sandinista?
¿Cuáles eran los tres canales de acción del Plan propuesto por José López Portillo en
el discurso pronunciado en Nicaragua en febrero de 1982?
¿Cuáles fueron las reacciones de Nicaragua, El Salvador, Cuba y Estados Unidos frente
al plan propuesto por el presidente de México?
¿Cuáles fueron las críticas a la política exterior del gobierno de José López Portillo?
¿Cuáles fueron las etapas a través de las cuales se instrumenta la política económica
en el gobierno de José López Portillo?
¿Cómo se llamó el programa de José López Portillo para salir de la crisis?
¿Cuáles objetivos se propone el Programa Mexicano de Energía?
¿En qué año México firmó un convenio para vender petróleo para la Reserva
Estratégica de los Estados Unidos?
¿En qué consistía el sistema Alimentario Mexicano?
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28) ¿Cuáles eran los puntos más destacados del Plan de Desarrollo Industrial?
29) ¿Cuáles eran los objetivos del Plan de Desarrollo Industrial creado en 1979?
30) ¿Cuáles fueron las acciones de protesta obrera más destacados durante el sexenio de
José López Portillo?
31) ¿Cuáles eran los objetivos del Plan Nacional de Educación?
32) ¿Cuáles eran los objetivos del Plan Nacional de Alfabetización?
33) Mencione los diez puntos que contenía el Programa Inmediato de Reordenación
Económica.
34) Explique la estrategia de Miguel de la Madrid para el cumplimiento del PIRE. 35)
¿Cuáles eran los objetivos del Plan nacional de Desarrollo?
36) ¿Cuáles artículos de la Constitución se reforman para darle rectoría económica al
Estado?
37) ¿Cuáles fueron las acciones generales del Programa de Descentralización de la
Administración Pública?
38) Mencione las principales secretarias en el gobierno de Miguel de la Madrid.
39) ¿Cuáles fueron los triunfos y las derrotas del PRI en los procesos electorales federales
y locales entre 1983-1985?
40) ¿Cuáles eran los puntos más sobresalientes del Código Electoral Federal en 1986?
41) ¿Cuáles fueron las principales presiones internas que tuvo el gobierno de Miguel de la
Madrid?
42) Explique la llegada al PAN de la derecha renovadora.
43) ¿Quién encabezó la Corriente Democrática dentro del PRI?
44) ¿Quién encabezó el proyecto político para la sucesión presidencial de la izquierda
mexicana en 1987?
45) ¿En qué consistió en las elecciones de 1988 la caída del sistema?
46) Enumere las acciones más sobresalientes de la Política Exterior de Miguel de la Madrid.
47) ¿En qué consistieron las acciones del Grupo Contadora?
48) ¿En qué consistió el Consenso de Cartagena?
49) ¿Cuáles fueron los conflictos entre México y Estados Unidos en 1985?
50) ¿Cuáles fueron los tres enormes problemas que heredó Miguel de la Madrid?
51) ¿Cuáles fueron las medidas más importantes del PIRE?
52) ¿Cuáles eran los puntos más destacados de la Carta de Intención del Fondo Monetario
Internacional?
53) ¿En que consistió la política de Reforma Agraria en el gobierno de Miguel de la Madrid?
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