Cirugía de la masa residual retroperitoneal.

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CIRUGÍA DE LA MASA RESIDUAL RETROPERITONEAL
535
monográfico cáncer de testículo
Arch. Esp. de Urol., 53, 6 (535-546), 2000
Cirugía de la masa residual retroperitoneal.
FRANCISCO Mª. SÁNCHEZ-MARTÍN.
Servicio de Urología. Hospital de Tortosa Verge de la Cinta. Tortosa. Tarragona. España.
Resumen.- OBJETIVO: La cirugía de la masa residual
retroperitoneal (CMRR) está indicada en el 30% de
tumores germinales de testículo (TGT) con afectación
ganglionar después de quimioterapia (QT).
MÉTODOS: Revisión global de la literatura sobre
CMRR.
RESULTADOS: La TAC es la prueba más sensible para
detectar los nódulos pero ninguna prueba predice su
histología. La CMRR demuestra tumor en el 20% de casos,
en el resto se halla necrosis (40%) o teratoma (40%). Los
enfermos con tumor activo se benefician de una segunda
tanda de QT, logrando una supervivencia cáncer específica del 63%. Si la CMRR es incompleta la segunda QT
sólo consigue 25% de remisiones. La falta de respuesta a
la segunda QT spuede hacer necesaria una nueva CMRR,
que consigue sólo el 30% de remisiones. El teratoma es
quimiorresistente por lo que precisa exéresis completa,
consiguiéndose supervivencia del 94%. Los enfermos con
necrosis presentan 14% de recidivas fuera del
retroperitoneo. Las complicaciones afectan al 21% de
CMRR. El 76% de pacientes mantienen la eyaculación
con técnicas conservadoras de raíces simpáticas, sin
afectar a la supervivencia.
Correspondencia
F.Mª. Sánchez-Martín
Servicio de Urología
Hospital de Tortosa Verge de la Cinta
Esplanetes 44-58
43500 Tortosa. Tarragona. España.
CONCLUSIONES: La CMRR es necesaria en los pacientes que presentan recidiva post-quimioterapia. Selecciona el grupo con cáncer activo que debe recibir una
segunda QT y permite la curación de los enfermos con
teratoma.
Palabras clave: Cáncer de testículo. Tumor de células
germinales. Masa residual. Tratamiento quirúrgico.
Summary.- OBJECTIVE: Surgical treatment of the
residual retroperitoneal mass is indicated in 30% of germ
cell testicular tumors with lymph node involvement after
chemotherapy. This approach is reviewed in the present
article.
METHODS: We reviewed the literature on the surgical
treatment of the residual retroperitoneal mass.
RESULTS: CT is reported to be the most sensitive in
detecting the nodes, but no diagnostic method can predict
the histological characteristics. Surgery of the residual
tumor mass demonstrated tumor in 20% of the cases and
necrosis (40%) or teratoma (40%) in the rest of the cases.
Patients with active tumor benefit from a second course of
chemotherapy, which achieves a cancer-specific survival
of 63%. If surgery is incomplete, the second course of
chemotherapy only achieves 25% remission. Nonresponders to the second course of chemotherapy require
another surgical procedure, which only achieves 30%
remission. Teratoma is chemotherapy- resistant, therefore
complete resection is required, which achieves a survival
of 94%. Patients with necrosis have 14% extraperitoneal
recurrence. Surgical treatment of the residual
retroperitoneal mass has a 21% complication rate.
Ejaculation is preserved in 76% of the patients by
sympathetic nerve-sparing techniques which does not
affect survival.
CONCLUSIONS: Surgical treatment of the residual
retroperitoneal mass is necessary in patients with
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F.Mª. SÁNCHEZ-MARTÍN
recurrence post-chemotherapy. It selects the patients with
active cancer that require a second course of chemotherapy
and permits cure in patients with teratoma.
Keywords: Testis cancer. Germ cell tumor. Residual
mass. Surgical treatment.
INTRODUCCIÓN
La primera linfadenectomía retroperitoneal fue realizada
por Roberts en 1902 demostrando que la operación era
técnicamente posible, pero el paciente murió ocho días
después. El refinamiento en la técnica permitió que, en
1910, Hinman comunicara sólo 5 decesos en 51 intervenciones, con lo que la disección retroperitoneal de adenopatías
se fue consolidando como una maniobra segura (Citados
por Weiner (1) ). El advenimiento de la quimioterapia (QT)
en los años 60 consiguió revolucionar el tratamiento de los
tumores germinales de testículo (TGT), que actualmente
proporciona una supervivencia cercana al 100%, incluso en
los pacientes con metástasis, desplazando a un segundo
plano a la radioterapia y a linfadenectomía inicial.
La masa residual retroperitoneal se define como la presencia de cúmulos tisulares en el territorio aorta-cava una
vez concluida la QT. Dicha afectación se establece actualmente a partir de los datos de la TAC. La cirugía de la masa
residual retroperitoneal (CMRR) es el tratamiento de elección en estos casos. A partir de los datos disponibles,
alrededor de un tercio de los pacientes con TGT no
seminomatosos en estadio metastásico ganglionar necesitarán cirugía retroperitoneal (2) . Desde el punto de vista
técnico la CMRR posee un especial atractivo pues permite al
urólogo acceder a un espacio complejo y enfrentarse a
requerimientos técnicos del mayor nivel, sin olvidar la
especial trascendencia de la intervención en una población
de pacientes oncológicos muy jóvenes.
INDICACIONES DE CMRR
El tratamiento con QT de los TGT en estadio metastásico
ganglionar es una buena opción terapéutica pues consigue
remisión completa de la enfermedad en el 83% (estadio IIA)
y 61% (estadio IIB) de los casos (2). La CMRR queda
reservada a los casos en que la QT no consigue la remisión
de las adenopatías retroperitoneales. En la Tabla I se resumen las ventajas e inconvenientes de esta opción: QT de
entrada con CMRR de rescate, objeto de esta revisión. Este
esquema terapéutico no es el único aplicable frente a estas
neoplasias, existiendo otras alternativas válidas que no son
motivo de análisis aquí.
Las indicaciones precisas de la CMRR son:
1) En TGT tipo seminoma: Los seminomas tratados
actualmente con diversos protocolos de QT tienen una tasa
de supervivencia libre de enfermedad hasta del 100%, por lo
que la CMRR es raramente indicada en este tipo de tumores.
En 50 pacientes sometidos a CMRR, sólo en 6 casos se
trataba de tumores seminomatosos. La cirugía mostró tumor
sólo en uno de ellos. Se trataba de un paciente con un
volumen tumoral residual superior a 10 centímetros (3) .
Cuando el seminoma es tratado con QT las masas
ganglionares suelen estar constituidas por necrosis/fibrosis.
En la década de los 80, las CMRR realizadas sobre masas
mayores de 3 cm demostraban que en el 50% de casos se
trataba de cáncer viable (4) , situación atribuible al uso de
citostáticos menos efectivos que los actuales. Con la QT los
seminomas presentan masas residuales en proceso de necrosis
que se van reabsorbiendo lentamente (5) .
2) En TGT tipo no seminomas: El 70% de los tumores no
seminomatosos en estadio metastásico ganglionar, responden de forma total a la QT. En el 30% restante existen masas
retroperitoneales, aunque es imposible predecir su naturaleza histológica. Es unánime la postura de tratar a todos estos
enfermos con cirugía (6, 7) pues, además de su papel
exerético, verifica los resultados de la QT y selecciona el
grupo de enfermos con persistencia de carcinoma que deberá recibir una segunda línea de QT. Sólo los enfermos que
presenten tejido inviable (fibrosis o necrosis) podrían haberse librado de la intervención; la ventaja para ellos consiste en recibir la información de que su neoplasia puede estar
ya curada y que los controles (TAC) podrán ser espaciados.
Las masas que contienen teratoma se benefician también de
la cirugía ya que no son sensibles ni a QT ni a radioterapia
y pueden comprometer órganos vecinos. Los teratomas de
tamaño grande y crecimiento rápido son potencialmente
letales (8). El hallazgo de formas rabdosarcomatosas
imbricadas en teratoma apoya aún más la necesidad de una
extirpación lo más completa posible (4).
3) Otras indicaciones:
a) Recidiva de la masa retroperitoneal tras la segunda
línea de QT. Esta eventualidad es más probable cuando los
bordes de resección fueron positivos o quedó masa residual
en la primera cirugía. También el 10% de los pacientes que
presentan inicialmente respuesta completa recidivan en los
siguientes meses, por lo que deberán recibir una segunda
línea de QT que consigue un 80% de remisiones completas.
El 20% restante debe ser intervenido. Sólo en el 50% de
estos pacientes se halla cáncer viable (indicada entonces una
tercera línea de QT) (9).
CIRUGÍA DE LA MASA RESIDUAL RETROPERITONEAL
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TABLA I
VENTAJAS Y DESVENTAJAS DEL TRATAMIENTO DEL TGT EN ESTADIO METASTASICO
GANGLIONAR CON LA OPCIÓN QUIMIOTREAPIA Y CMRR.
b)TGT que, tras ser tratados con QT, presentan elevación
de marcadores y ausencia de enfermedad detectable con las
pruebas de imagen disponibles en la actualidad. La exploración retroperitoneal puede poner de manifiesto nódulos que
deben ser extirpados.
c) Tumores en estadio I que tras la QT presentan recidiva,
seguramente reflejo de un infraestadiaje inicial.
DIAGNÓSTICO DE MASA RESIDUAL.
La valoración radiológica del retroperitoneo constituye
la base para el diagnóstico de masa residual post-QT. La
TAC es la prueba de elección para valorar la masa residual
retroperitoneal ya que es capaz de definir su volumen y
localización aunque no discrimina la histología de la misma.
La TAC seriada, antes, durante y después de la QT, hace
posible comparar y determinar qué tipo de respuesta existe.
Si los nódulos han desaparecido la remisión es completa. Si
las adenopatías no superan los 15 milímetros de diámetro
deben ser valoradas de forma conservadora realizando controles periódicos. En estos casos deben barajarse otros
parámetros como volumen previo, estirpe tumoral o marcadores, racionalizando al máximo la decisión de extirpar las
adenopatías. Cuando, una vez finalizada la QT, la TAC
detecta masas mayores de 15 mm la exéresis es obligada. La
sensibilidad y especificidad de la TAC dependen del tamaño
de las masas; si son menores de 5 milímetros se sitúan en 58
y 44% respectivamente, mientras que si alcanzan los 15
milímetros mejoran hasta 88% y 76% (10). El infraestadiaje
con TAC alcanza el 30% debido a pequeños nódulos o a
micrometástasis que no provocan adenomegalia (11). Pese
a las limitaciones de la TAC -no detecta pequeñas lesiones
y no aporta datos que sugieran qué masas contienen células
malignas- no existe ninguna otra prueba que la supere de
forma neta en la actualidad. Cuando la TAC demuestra
masas de predominio quístico puede suponerse la existencia
de tejido teratomatoso, aunque ninguna característica
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F.Mª. SÁNCHEZ-MARTÍN
TABLA II
CORRELACIÓN DE LOS HALLAZGOS HISTOPATOLÓGICOS COMPARATIVOS DE LAS MASAS
RESIDUALES RETROPERITONEALES POST-QT (EN %) SEGÚN DIFERENTES AUTORES
densitométrica permita discriminar otros tejidos acompañantes. Las zonas necróticas también pueden aparecer como
lesiones quísticas, especialmente si la pared que las envuelve es muy fina. Las grandes masas quísticas, más típicas de
teratoma, pueden estar acompañadas de áreas sólidas en las
que puede existir tumor viable. No existe pues ningún
criterio objetivo que permita a la TAC dar detalles sobre las
características citológicas de las masas (12).
La RNM no aporta ventajas por lo que sólo es una prueba
opcional cuando no se dispone de TAC (13). La ecografía no
aporta suficientes datos sobre la cantidad y distribución de
las masas retroperitoneales. La linfografía clásica ha quedado obsoleta; además el contraste intralinfático aumenta el
tamaño de las adenopatías. La combinación de linfografía y
TAC tampoco aporta ventajas (10). La linfografía isotópica
consigue una buena sensibilidad y especificidad y puede
determinar número, tamaño y localización de las adenopatías
(14) pero su uso está poco extendido, quizás porque las
imágenes son menos ilustrativas que las obtenidas por TAC.
Ninguna prueba de imagen es capaz de aportar datos defini-
tivos sobre la naturaleza histológica de las masas (6). Ni
siquiera la biopsia peroperatoria de la masa los aporta ya que
el grado de concordancia entre la muestra congelada y el
dictamen definitivo de la pieza se sitúa en el 86% (15).
La tomografía por emisión positrones con fluorodesoxiglucosa (PET) puede llegar mejorar los datos aportados por la TAC, aunque no exista aún suficiente experiencia
acumulada. En una serie de TGT Albers compara ambas
pruebas y la PET consigue mayor certeza que la TAC a la
hora de determinar el estadiaje inicial (92% vs 78%). Además la PET no produce ningún falso positivo. Como inconvenientes están su incapacidad para detectar lesiones cancerosas menores de 5 mm o para señalar el tejido tipo teratoma
maduro (16). Esta última condición permite, no obstante, un
acercamiento al diagnóstico histológico de la masa residual,
posible en aquellos casos de TAC positiva y PET negativa
(17).
En cuanto a pruebas analíticas, la seroconversión de los
marcadores no asegura la remisión completa ya que más de
las tres cuartas partes de los enfermos con masa residual
CIRUGÍA DE LA MASA RESIDUAL RETROPERITONEAL
presentan cifras de marcadores indosificables. Por el contrario, marcadores elevados después de QT no siempre significan enfermedad residual ya que pueden deberse a lisis
tumoral o hipogonadotrofismo yatrógeno (18).
COMPOSICIÓN DE LA MASA
RESIDUAL
El porcentaje de tumor hallado en pieza de CMRR es muy
variable según autores, oscilando entre 3-41% (media=20%).
Unicamente Janetschek (19) y Freiha (Citado en Villavicencio (20) comunican menos del 5%. Donohue publicó un
estudio en 1990 donde la anatomía patológica de las piezas
extirpadas demostró cáncer en el 12% de casos, el resto
correspondía a un 44% de tejido necrótico/fibroso y un 44%
de teratoma (9). Con anterioridad (1987) el mismo autor
publicaba una serie donde el porcentaje de carcinoma era
mayor (16%), situación posiblemente atribuible a esquemas
de QT menos efectivos en esas fechas. En la serie de
Villavicencio de 1990 el 25% de las CMRR demuestran
cáncer (3). Cuando los marcadores tumorales no se
negativizan tras la QT, la CMRR demuestra mayor pocentaje
de carcinoma, así Coogan comunica un 40% de cáncer, 48%
de teratoma y 13% de necrosis/fibrosis (21). En la Tabla II
se indican los resultados histopatológicos de la CMRR
según diversos autores.
Masa residual tipo teratoma
Sólo el 6% de los tumores de testículo están compuestos
por teratoma maduro puro, de los que un 20% están en
estadio II a/b en el momento del diagnóstico (22). Tras la
QT, el 40% (media) de las masas resecadas son teratoma
(ver Tabla II). Unicamente Otto (6) y Hornak (23) se
apartan abiertamente de la media al comunicar un 12 y un
61% respectivamente. El 82% de los pacientes con masa
residual tipo teratoma ya tenían elementos de teratoma
maduro o inmaduro en el testículo, lo que implica la persistencia en el retroperitoneo de un tejido neoplásico insensible
a la QT (24) . En el resto de casos los tejidos tipo carcinoma
embrionario o saco vitelino pueden diferenciarse hacia
teratoma. La propia QT puede haber inducido la maduración de aquellos tejidos (25) , dada la pluripotencialidad de
algunas células contenidas en estos tumores. Cuando la
CMRR demuestra teratoma maduro el 80% se acompaña de
gran cantidad de tejido necrótico envolvente, el otro 20%
tiene focos de carcinoma embrionario (22).
Cuando el teratoma maduro muestra un crecimiento
exuberante se llama growing teratoma syndrome (26). Las
masas poseen gran volumen y un típico patrón quístico,
539
distinguible por TAC. Pese a su aparente indolencia este
tejido puede alcanzar tamaño gigante y ocupar toda la
cavidad abdominal, con posibilidad de extensión al tórax. El
compromiso visceral o de grandes vasos provoca complicaciones que pueden resultar mortales (27), no sólo en tórax y
abdomen, sino en localización intracraneal, donde se han
descrito metástasis de growing teratoma (28). La cirugía de
las masas teratomatosas debe ser lo más radical posible dado
el elevado riesgo de recidiva. La tendencia a englobar
estructuras vecinas hace necesaria una técnica quirúrgica
depurada.
TÉCNICA QUIRÚRGICA
Consideraciones previas a la cirugía
Para la CMRR es preciso un equipo humano bien entrenado y motivado. La indicación quirúrgica ha debido ser
perfectamente establecida y planeada con anterioridad a la
operación, evitando así sorpresas peroperatorias. En este
sentido debe conocerse la localización y tamaño de todas las
lesiones a extirpar así como el árbol vascular retroperitoneal
y la existencia de variantes anatómicas o intervenciones
previas que afecten al sitio donde se trabajará. Debe
practicarse estudio de extensión básico. El paciente y sus
familiares han debido otorgar el consentimiento informado,
para ello, y al margen de los comentarios inherentes a la
propia laparotomía, se debe recalcar la probabilidad de
secuelas en cuanto a eyaculación y fertilidad, siendo recomendable disponer de un seminograma previo a la intervención. Lo más conveniente es conocer la calidad del semen y
el perfil hormonal al inicio de la enfermedad, incluso antes
de la orquiectomía. La criopreservación del semen debería
ser planteada entonces, pero no debe olvidarse este detalle al
indicar la CMRR. Es importante sopesar la conveniencia de
información sobre cáncer que han de recibir el paciente y su
familia con motivo de la cirugía. La tendencia actual es
facilitar una información lo más veraz posible (29).
Una valoración anestésica preoperatoria completa,
específicamente dirigida a los problemas especiales de estos
enfermos puede evitar un buen número de complicaciones
(30). Tienen mayor riesgo los enfermos mielosuprimidos,
hipoproteinémicos o afectos de secuelas orgánicas derivadas de la QT, en especial la eventualidad de edema pulmonar
no cardiogénico si se ha utilizado Bleomicina (fibrosis
pulmonar). Este detalle contraindica la sobrehidratación
previa o en el transcurso de la intervención (31). Se recomienda mantener un estado de hipovolemia controlado con
medición de la presión venosa central y el uso prudente de
cristaloides, utilizando coloides siempre que sea posible. En
540
F.Mª. SÁNCHEZ-MARTÍN
cuanto a la ventilación mecánica idónea para mantener
buenos niveles de saturación, no se deberán sobrepasar
cifras de FiO² superiores a 25 pues pueden lesionarse los
neumocitos I y II y provocar distress respiratorio del adulto
(1).
Durante la CMRR, la posibilidad de disponer inmediatamente de cirujanos vasculares, torácicos y digestivos es muy
ventajosa, si bien el urólogo debe conocer las técnicas
básicas de sutura vascular y de manejo del parénquima
pulmonar, hepático, esplénico, así como la reconstrucción
intestinal. El personal auxiliar de quirófano debe ser experto. La cirugía se realiza con anestesia general. La colocación
de una sonda nasogástrica permite descomprimir el estómago y trabajar con más espacio en el abdomen; también evita
complicaciones respiratorias en el despertar. Debe informarse con puntualidad al anestesiólogo de eventualidades
como sangrado agudo copioso o interrupción momentánea
del flujo en la cava o la aorta. Si la intervención ha sido
laboriosa, el postoperatorio inmediato será atendido en una
unidad de cuidados intensivos. El instrumental quirúrgico
debe incluir material vascular. El empleo de clips metálicos
para la hemostasia puede producir artefactos en las TAC de
seguimiento.
despegar el marco colónico derecho en sentido ascendente.
Al inicio de la decolación es necesario incindir el peritoneo
parietal posterior bordeando el ciego, a una distancia suficiente de las arterias ilíacas. Es en este momento donde debe
elegirse el plano apropiado, justo por debajo del peritoneo
pero sin sobrepasar la fascia de Gerota, que cubre de forma
apenas perceptible el retroperitoneo. La gotera parietocólica
quedará al descubierto y, una vez liberado el ángulo colónico
derecho se prosigue con el despegamiento del mesocolon
transverso hasta alcanzar el suelo del hiato de Winslow, que
tiene como límite posterior la cava.
A continuación, se inicia una incisión peritoneal posterior desde el ciego hacia el ángulo parietocólico izquierdo,
tomando como referencia craneal el ligamento de Treitz.
Una vez sobre el mesocolon izquierdo, se topa con la
porción distal de la vena mesentérica inferior, cuya tensión
puede dificultar el despegamiento peritoneal, por lo que se
liga y secciona. Se completa después la incisión del peritoneo posterior izquierdo hasta el marco esplenocólico. Esta
Abordaje del retroperitoneo
El abordaje más empleado para acceder cómodamente al
retroperitoneo es la laparotomía media xifopubiana. La
incisión de toracofrenotomía ampliada se reserva a los casos
en que existen masas en el espacio retrocrura o en mediastino.
La cavidad peritoneal debe ser explorada por palpación y
visualización, descartando compromiso peritoneal o visceral.
Una vez levantado manualmente el paquete intestinal en
sentido craneal queda a la vista la raíz del mesenterio y el
marco colónico. Si las masas a extirpar son mínimas y están
muy circunscritas puede abrirse un orificio en el peritoneo
parietal posterior para descubrir de forma limitada los grandes vasos. Si se consigue así la resección de las lesiones
residuales se evita la puesta a plano de todo el retroperitoneo.
Los inconvenientes de este abordaje mínimo son la limitación de espacio para practicar una linfadenectomía amplia y
la falta de campo caso de lesión vascular.
En la mayoría de casos es imprescindible despegar completamente el peritoneo parietal posterior desde los vasos
ilíacos hasta el límite craneal que marca la arteria mesentérica
superior, descubriendo la cara anterior de la fascia de Gerota.
Para exponer el retroperitoneo en su conjunto se debe
proceder a realizar la maniobra de Cattel (Fig. 1). Para ello
se procede localizar la línea de Toldt, de color blanquecino,
que señala el lugar donde el ciego se fija al peritoneo
parietocólico. Siguiendo dicha línea avascular se procede a
Fig. 1: Maniobra de Cattel para descubrir el retroperitoneo.
CIRUGÍA DE LA MASA RESIDUAL RETROPERITONEAL
maniobra, limitada siempre por la indivisibilidad del sigma,
aporta una mayor amplitud de campo cuando se trata de
realizar una linfadenectomía izquierda o bilateral; también
cuando el volumen de enfermedad es grande. La liberación
del ángulo frenocolónico permite acceder al espacio
paraaórtico suprahiliar. Si la arteria mesentérica inferior
ofrece tensión o impide despejar el campo puede ligarse a
ras de la aorta. En las exéresis de predominio derecho puede
limitarse la decolación izquierda y viceversa. La incisión del
peritoneo posterior y del colon deben ser realizadas alternativamente, según los puntos de tensión tisular y, cuestión
fundamental, sin perder el plano avascular que marca la
fascia anterior de Gerota. Tanto en la decolación izquierda
como en la derecha se debe progresar por el mesocolon
transverso con intención de despejar el retroperitoneo más
craneal. El duodeno y el páncreas deben ser controlados,
siendo apartados del campo. La arteria mesentérica superior
es una referencia imprescindible para completar dicha maniobra. Una vez expuesto todo el retroperitoneo es posible
reconocer los grandes vasos, ambos riñones y uréteres,
vasos gonadales y las masas a extirpar.
Exéresis de masas residuales
Los límites laterales de la disección son los uréteres. La
disección ganglionar depende de la disposición de las masas
y la lateralidad del tumor. Antes de iniciarla conviene haber
localizado las estructuras anatómicas a disecar con objeto de
evitar lesiones. El alcance de la linfadenectomía depende del
volumen a extirpar. El criterio principal es el de conseguir
una exéresis total de las masas, más que realizar una
linfadenectomía completa. Si hay pocas lesiones es correcto
comenzar por las situadas más caudalmente e ir ascendiendo
en sentido craneal.
En tumores de testículo derecho se explorarán los espacios paracava derecho e interaortocava; en los del testículo
izquierdo se disecará el espacio para aórtico izquierdo con
ampliación a la región precava entre la arteria mesentérica
superior y las renales. Si las masas son abundantes y apenas
muestran espacios libres entre ellas la cirugía empieza en las
ilíacas primitivas. Se intentará obtener piezas con el mayor
orden posible a medida que avanza la disección. Con la
técnica de incidir y enrollar (el "split and roll" de los
anglosajones) se obtiene toda una tira con cada una de los
troncos linfáticos hasta alcanzar los hilios renales, pero esto
sólo es posible cuando las masas están bien enlazadas y no
son de gran volumen. La disección suprahiliar debe ser
especialmente rigurosa en el lado izquierdo. En cuanto a
lesiones mediastínicas concomitantes es posible abordarlas
con una sola intervención vía toracoabdominal. Si las lesiones ocupan el espacio retrocrura -suelen ser paraaórticas
derechas- son de elección la laparotomía o la toracofre-
541
notomía derecha. La recolección de las piezas puede hacerse
sobre un panel en el que se ha dibujado un bloque aortocava,
de esa forma no se pierde la concatenación de lesiones y es
sencillo ver en qué punto se halla la cirugía, cotejando con
la TAC que no haya olvidos. El envío de muestras a anatomía patológica debe hacerse separando y señalando cada
grupo anatómico resecado; el envío de todo el material
entremezclado impide reconocer con detalle la topografía
de la enfermedad y puede provocar confusiones.
Radicalidad de la cirugía
En la actualidad se han ido imponiendo criterios de
conservadurismo en los pacientes con enfermedad de bajo
volumen con objeto de conservar la eyaculación. El volumen es una variable interviniente en cuanto al pronóstico de
la eyaculación (32). Una extirpación innecesariamente extensa puede condicionar la eyaculación anterógrada de los
pacientes por lo que la exéresis de las masas debe ceñirse a
ese fin, no resecando tramos linfáticos de apariencia sana. El
grupo de Donohue, siguiendo criterios estrictos, considera
que un 19,7% masas residuales pueden tratarse con
resecciones limitadas (33) pero probablemente ese porcentaje es mayor. De 40 pacientes con tumores metastásicos no
seminomatosos, sometidos a linfadenectomía limitada, el
20% presentaron recurrencia aunque ninguno lo hizo en el
retroperitoneo, lo que abunda sobre la posibilidad de resecar
las lesiones y no realizar linfadenectomía completas (7).
Solsona comunica un 5,5% de recidiva retroperitoneal con
cirugía conservadora (32). Rabbani, en su revisión retrospectiva, compara la resección ampliada de masas residuales
respecto de una técnica limitada tipo "template" y no se
aprecia diferencias en cuanto a los resultados oncológicos,
mejorando la conservación del eyaculado cuando se aplica
una resección limitada (50% vs 28%) (34). En caso de que
la masa correspondiera a tumor viable, la segunda tanda de
QT podría controlar la enfermedad residual de pequeño
tamaño, motivo por el que el conservadurismo debe ser una
opción practicable incluso cuando la histología demuestra
cáncer. No obstante, el conservadurismo no exime de extirpar todas las masas ya que en el 8% de los casos aparecen
elementos neoplásicos malignos resistentes a la QT, como
sarcomas de diversos tipos, coriocarcinoma quístico atípico, o células malignas de estirpes inesperadas (15). En estos
casos la curación depende de la radicalidad quirúrgica.
La laparoscopia ha mostrado su utilidad en la exéresis de
masas retroperitoneales, incluso de gran tamaño, pudiendo
ser reconvertida a cirugía abierta caso de hemorragia
incoercible o excesiva complejidad técnica. En el trabajo de
Janetschek el tamaño medio de las masas extirpadas en
pacientes con estadiaje inicial IIB es de 24 mm. El tiempo
medio operatorio es de 240 minutos y la estancia hospitala-
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F.Mª. SÁNCHEZ-MARTÍN
ria media de 4 días, con vuelta a la actividad ordinaria en 13 semanas. La morbilidad postoperatoria y resultados son
similares a la cirugía abierta (19).
Aspectos técnicos especiales de la cirugía
Manejo de grandes vasos:
Durante la disección es necesario ir ligando y seccionando
los troncos lumbares uno por uno, no dando ocasión a su
rotura espontánea. Si existe un plano de avance entre linfáticos
y vasos se procederá a seguirlo pero si la adhesión es total se
avanzará sobre pinzas hemostáticas aplicadas a la pared del
vaso. La aorta, más resistente, permite un mayor manipuleo
aunque debe conservarse la adventicia siempre que sea
posible. Las aperturas accidentales de aorta son facilmente
suturadas si la adventicia está indemne, por el contrario los
puntos se desgarran en su ausencia. Si se prevé una disección complicada debe aislarse la aorta en el punto más
caudal y craneal posible, pasar vase-loops y dejarlos
referenciados para proceder a un clampaje en el momento en
que se desee.
La cava, menos robusta que la aorta, precisa de cuidadosas maniobras de despegue de las masas. En este caso el
plano subadventicial es el más correcto a seguir (35) . No se
debe aplicar una tracción excesiva al descubrir las lumbares
ya que un desgarro de la raíz de estos vasos equivale a un
desgarro en la cara posterior de cava, difícil de controlar. Si
esto ocurre es preferible comprimir y liberar la cava a
distancia suficiente del sitio problema para poder clamparla
y repararla en seco. Si las masas son inseparables de la cava
debe procederse a disecar los tramos sanos, obturar con
vase-loops los dos extremos libres y extirpar el parche de
cava necesario para asegurar la radicalidad. Si el gran
volumen de masa impide aislar la cava se procede a realizar
cavectomía por debajo de las venas renales.
Linfadenectomía en el espacio retrocrura:
Para acceder a dicho espacio con amplitud es necesaria
una incisión toracoabdominal derecha que permite alcanzar
el retroperitoneo más alto. Con el paciente en decúbito
semilateral de 45º y extremidad superior en L, se incinde la
piel a la altura del séptimo u octavo espacio intercostal hasta
entrar en la cavidad pleural, se secciona el cartílago costal y
se prosigue hacia la línea media del abdomen. Si bien la
retrocrura podría abordarse de forma extraperitoneal es más
práctico ir vía transperitoneal. Se procede a decolar, despegando la fascia de Treitz y rechazando medialmente el
duodeno y el páncreas. Si la lateralidad del tumor hace
recomendable una toracotomía izquierda se procederá de
manera similar, lógicamente despegando el peritoneo de la
pared posterior de la transcavidad, lo que permitirá rechazar
el bazo, estómago y cola del páncreas. Quedan al descubier-
to, de una u otra forma, la aorta y la cava suprahiliares y los
pilares del diafragma. Teniendo en cuenta que las masas en
retrocrura se ubican a la derecha de la aorta (localización
más habitual de la cisterna de Pequet), es la toracotomía
derecha la vía más práctica para abordar las masas
retrocrurales, que suelen crecer hacia la vertiente cava,
especialmente en casos de growing teratoma syndrome.
Una vez apurada la clásica maniobra de Kocher se procede
a rechazar el hígado hacia la línea media; para ello se practica
la maniobra de Langebuch (Fig. 2), consistente en seccionar
primero el ligamento triangular derecho y, a continuación,
las hojas superior e inferior del ligamento coronario, con lo
que se puede movilizar el lóbulo derecho y se descubre la
cava retrohepática, los pilares del diafragma y la aorta. La
apertura del pilar y la retracción hacia arriba de la aorta
ponen al descubierto la masa retrocrural (3).
Secciones Vasculares:
La exéresis arterial (ilíaca o aorta) es una medida extrema
pero puede practicarse en casos en que resulte imprescindible. Será necesario realizar el by-pass correspondiente. La
cavectomia es factible dada la posibilidad de retorno venoso
a cava suprarrenal a expensas de la circulación de la pared
abdominal. Pese a ello la interrupción brusca de la circulación cava provoca edema en extremidades inferiores que
suele resolverse en unas semanas, si bien el 27% de los
pacientes queda con edema residual (36).
La ligadura de la arteria mesentérica inferior es posible en
individuos jóvenes ya que el colon izquierdo posee una
abundante vascularización colateral a expensas de las
hemorroidales medias e inferiores. En algunos casos puede
dejar como secuela un síndrome diarréico (1). Son contraindicaciones a esta ligadura la arteriosclerosis difusa, el
Fig. 2: Maniobra de Langebuch para descubrir el espacio
retrocrura.
CIRUGÍA DE LA MASA RESIDUAL RETROPERITONEAL
antecedente de radioterapia o la cirugía previa sobre el colon
descendente.
La ligadura de las arterias y venas lumbares no produce
daños espinales ni de la pared abdominal posterior; sólo si
existe cirugía previa sobre aorta torácica o arteriosclerosis
difusa puede producirse daños isquémicos en la médula
espinal. Las maniobras de disección y clampaje deben ser
cuidadosas y sistemáticas ya que la lesión de los plexos
lumbares provoca importante sangrado y hace necesarios
puntos de transfixión que pueden afectar las raíces simpáticas. Si se plantea conservar las cadenas simpáticas las
ligaduras hemostáticas deben practicarse lo más cerca posible de las masas o de los grandes vasos ya que los nervios
van pegados al psoas. Los sangrados desde los complejos
venoacigolumbares pueden ser difíciles de controlar así que
la disección retrocava y retroaorta por encima del hilio renal
debe ser muy cuidadosa y hemostática. Deben evitarse los
puntos en bloque sobre estos vasos ya que implican la
inclusión de los simpáticos, que quedan lesionados, dejando
como secuela eyaculación retrógrada.
La ligadura de las arterias testiculares en el retroperitoneo
se ve compensada con la irrigación de las arterias deferencial
y cremasterina. En el lado afecto por el tumor la exéresis de
los vasos espermáticos, que obviamente no afecta al testículo ya extirpado, debe realizarse en toda su longitud para
asegurar la radicalidad de la linfadenectomía.
Las arterias renales principales raramente deben ser ligadas en el transcurso de una CMRR; de ser así es preciso
practicar nefrectomía. Una revisión global de literatura
referida a linfadenectomía retroperitoneal mostró sólo 11
lesiones de arteria renal principal (1). La lesión accidental de
la arteria renal debe ser reparada para asegurar el flujo renal.
Dada la alta probabilidad de que exista más de una arteria
renal debe realizarse una disección aórtica cuidadosa en las
cercanías de los riñones. Las arterias polares son los más
propensas a ser lesionadas debido a su fino calibre; la
isquemia focal resultante puede ser causa de hipertensión
arterial. En cuanto a las venas, si es necesario el ligado de la
derecha debe practicarse alguna técnica de repermeabilización venosa renal, ya que la carece de colaterales que
reconduzcan el retorno. La ligadura distal de la vena renal
izquierda puede compensarse con sus colaterales (35).
RESULTADOS DE LA CMRR
Recurrencia/persistencia post-QT
Puede considerarse que los seminomas no precisan ya
CMRR habida cuenta de la gran quimiosensibilidad que
demuestran ante los actuales citostáticos. La frecuencia de
cirugía en los TGT no seminomas después de QT se ve
543
influenciada por el tipo histológico, aunque ello no ejerza un
gran efecto sobre la supervivencia, exceptuando los raros
casos de coriocarcinomas puros (1% de total de tumores
testiculares) que son de muy mal pronóstico. Según Little,
de 21 pacientes con necrosis demostrada por CMRR, 3
(14%) presentaron recidivas, dos en tórax y uno en hígado15, lo que pone de manifiesto dos cuestiones: una que la
cirugía consigue remisión completa en retroperitoneo; otra
que la QT no accede con facilidad a ciertos focos metastásicos
viscerales. Si la CMRR ha sido incompleta el fracaso de la
segunda QT alcanza al 75% de enfermos, por lo que su
esperanza de curación depende en gran medida de la
radicalidad de la segunda intervención (9). Tal como se ha
señalado anteriormente los TGT no seminomas presentan
cáncer residual post-QT en el 4-41% de casos, a expensas de
líneas celulares hormonorresistentes incluidas en la diversidad celular que compone estas neoplasias. Las recidivas,
presentes en el 33% de los tumores estadio II a/b (22),
pueden ocurrir años después de la remisión completa. Los
teratocarcinomas son seguramente los que presentan una
mayor necesidad de cirugía después de la QT. Los riesgos de
persistencia o recidiva en estos enfermos no están aún bien
establecidos, además existen dudas a cerca del comportamiento del teratoma residual post-QT, en especial en las
formas hipercelulares. En el caso del teratoma, la dejadez en
el seguimiento implica el hallazgo tardío de grandes volúmenes de enfermedad, difíciles de extirpar. Los tejidos que
contienen tejido trofoblástico tienen así mismo mayor probabilidad de masa residual, los pacientes que, en el momento
del diagnóstico del TGT, presentan cifras de b-hCG superiores a 500 ng/mL tienen más posibilidad de masa residual,
especialmente si las adenopatías son de más de 5 cm (18).
En cuanto al growing teratoma syndrome, el grupo de
Villavicencio reporta 11 pacientes en los que fueron necesarias un total de 17 intervenciones sobre retroperitoneo. Siete
pacientes tuvieron suficiente con una laparotomía pero 3
necesitaron dos y 1 necesitó cuatro. Cuatro de los pacientes
precisaron también resecciones complementarias en tórax.
A una media de 103 meses de seguimiento todos los enfermos estaban vivos, 6 sin enfermedad y 5 con recidiva
teratomatosa. Dos de estos enfermos presentaron también
recidiva del cáncer, por lo que recibieron QT (3).
Supervivencia post-CMRR
Considerando todos los enfermos TGT no seminomatosos
en estadio ganglionar moderado-avanzado la supervivencia
cáncer específica está por encima del 70% (37). La
multifocalidad de las masas no parece afectar la supervivencia, así Brenner consigue una supervivencia de 97% en los
pacientes con masa residual retroperitoneal y torácica (38).
544
F.Mª. SÁNCHEZ-MARTÍN
Los pacientes con masas compuestas de tejido necrótico o
fibrosado presentan la mejor evolución, ya que queda patente la quimiosensibilidad del tumor inicial, aunque los pacientes no pueden considerarse todavía curados ya que se
conoce la posibilidad de avance de la enfermedad a partir de
focos extrarretroperitoneales. La supervivencia para el grupo de pacientes con tumor viable en la CMRR es del 63% (3).
De los pacientes sometidos a CMRR no respondedores a la
segunda línea de QT sólo el 30% se beneficia de una
resección total en una segunda cirugía. El 70% restante es,
obviamente, el de peor pronóstico vital (37). Cuando los
marcadores no se negativizan y la CMRR demuestra carcinoma sólo se consigue el 33% de supervivencia libre de
enfermedad con una segunda QT (21). En la tabla número
3 se resumen los factores que afectan de una u otra forma el
pronóstico vital de los pacientes con TGT sometidos a QT
y CMRR.
En el teratoma la QT más CMRR -incluyendo los casos
de recidiva- consigue una supervivencia del 94% (8). Si la
intervención ha sido completa, la actitud de observación
debe ser llevadera para el paciente, si bien el ahorro de
estudios tomográficos abdominales no es aplicable en la
misma medida que cuando el tejido resecado es necrosis. La
diferenciación sarcomatosa del teratoma no debe ser confundida con ciertas formas reactivas pseudosarcomatosas
de mejor pronóstico (39).
.
MORBI-MORTALIDAD DE LA CMRR
Actualmente, la mortalidad postoperatoria en CMRR es
del 0,8% (30). La mortalidad en el grupo de pacientes
sometidos a exéresis de masas con técnicas conservadoras
es del 2%, si bien el éxitus se debe a diseminación de la
enfermedad fuera del retroperitoneo y no a la cirugía misma
(33).
Un 21% de pacientes tratados con CMRR presenta complicaciones, siendo las pulmonares las más graves (distress
respiratorio del adulto), esperables en los pacientes tratados
con bleomicina. El 93% de las complicaciones ocurren
cuando la masa es superior a 5 cm (30). La reacción
desmoplásica existente en el retroperitoneo tras la QT, la
presencia de masas de gran volumen o extensión y las
grandes disecciones influyen decisivamente en la aparición
de complicaciones. La vía de abordaje no parece intervenir
de forma clara en la posibilidad de complicaciones (1). Otras
incidencias respiratorias son: derrame pleural (trasudado
casi siempre), atelectasia y su sobreinfección, neumonía
intrahospitalaria y tromboembolismo pulmonar (muy poco
frecuente). En el abordaje toracoabdominal es aconsejable
dejar un drenaje pleural que reabsorba el pneumo-hemotorax
en los primeros días de postoperatorio. El bloqueo anestésico intercostal ( en casos de toracotomía) antes del cierre de
la pared, facilita la fisioterapia respiratoria postoperatoria y
la consiguiente disminución de atelectasias.
En los 3-4 días del postoperatorio suele existir un íleo
paralítico que suele resolverse espontáneamente. Si perdura
debe pensarse en hematoma retroperitoneal o mesentérico,
isquemia intestinal, fístula intestinal, lesión pancreática o
lesión del pedículo renal. La oclusión intestinal afecta al 15% de casos y, con frecuencia, requiere solución quirúrgica.
El riesgo se minimiza retroperitoneizando las cubiertas una
vez terminada la exéresis de masas. Las lesiones pancreáticas,
muy raras, aumentan de frecuencia si la disección es
suprahiliar renal (1). Conviene reconocer y reparar estas
lesiones en el acto, dejando bien drenada la zona. Su inadvertencia puede ser de curso fatal.
Los linfoceles se producen por escape de linfa desde los
extremos seccionados de los conductos linfáticos. La ligadura de dichos extremos debe ser preceptiva, evitando así las
fugas. Si durante la CMRR no se ligan los linfáticos
seccionados, los extremos proximales permanecen abiertos
durante 48 horas y actúan como sifón, absorbiendo la linfa
liberada desde el extremo distal. Una vez agotado este
recurso se produce la colección. La retirada precoz de
drenajes impide que sean éstos los que pongan de manifiesto
y evacuen la linfa retenida. Si el linfocele crece puede
originar compresión intestinal o uropatía obstructiva. El
encapsulamiento del linfocele tiene una apariencia en la
TAC similar a la del teratoma quístico, la punción aclarara
el diagnóstico, evitando reoperaciones. El mejor tratamiento de los linfoceles es el drenaje continuo, preferible a la
punción iterativa (riesgo de sobreinfección). Un cuadro más
grave lo constituye el quiloperitoneo o ascitis quilosa, consecutiva a la obstrucción linfática que provoca la cirugía.
Esta complicación es más frecuente cuando se reseca la
cava. Las fugas linfáticas después de CMRR pueden ser
solucionadas con dietas pobres en ácidos grasos de cadena
larga y ricas en triglicéridos de cadena media y proteínas.
Los pacientes que reciben CMRR están significativamente
expuestos a presentar infección en la herida, debido a las
secuelas de la QT. La apendicectomía en el mismo acto no
está recomendada ya que aumentan las complicaciones
infecciosas (40), tanto intraperitoneales como en la herida.
La lesión de pequeños vasos durante la disección del
pedículo renal puede producir isquemia focal parenquimatosa
de diferente extensión (41), lo que da origen a hipertensión
arterial renovascular. Según Young la nefrectomía fue necesaria en el 13% de casos (Citado por Weiner) (1). La
realización de nefrectomía o colectomía no aumenta la
morbi-mortalidad (30). La lesión ureteral es rara; ocurre
cuando la disección llega al cruce entre uréter y vasos
CIRUGÍA DE LA MASA RESIDUAL RETROPERITONEAL
espermáticos. Es fundamental evitar que las lesiones pasen
inadvertidas durante la CMRR. La anastómosis terminoterminal es el tratamiento más efectivo. Se ha comunicado
un caso (4%) de estenosis ureteral tras CMRR laparoscópica
(42).
La eyaculación es preservable en el 76% de casos cuando
se utilizan técnicas conservadoras durante la CMRR (33). El
respeto por el tronco simpático contralateral a las lesiones y
el plexo hipogástrico (en la bifurcación aórtica), así como la
preservación del mayor número posible de fibras
postganglionares, son las bases de la cirugía conservadora
retroperitoneal, que puede llevarse a cabo en el 83% de los
casos sin afectar el resultado oncológico local (32). En
cuanto a la fertilidad es conocido que el 80% de pacientes
con tumor de testículo tienen oligozoospermia antes de la
orquiectomía (1). Lange apunta que el 60% no son fértiles
en el momento del diagnóstico, de ellos el 25% quedaran
definitivamente infértiles y el resto recuperará la fertilidad a
medio plazo (43).
CONCLUSIONES
En los tumores de células germinales de testículo la
CMRR es el procedimiento de elección cuando aparecen
masas retroperitoneales una vez concluida la QT, que logra
por sí sola un 70% de remisiones completas. La cirugía
aporta una mejora en la supervivencia y contribuye a conocer con exactitud la evolución natural y el pronóstico de la
enfermedad. La CMRR hace del urólogo un importante
eslabón en la cadena terapéutica, consiguiendo una buena
tasa de supervivencia libre de enfermedad. El conocimiento
de la anatomía y una depurada técnica operatoria son imprescindibles para realizar la CMRR. La radicalidad es la
base del éxito en esta cirugía, teniendo en cuenta que un
buen número de pacientes puede conservar la eyaculación si
se realiza una disección limitada a las masas.
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