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Casación 16.818
RODRIGO CAÑAS FORERO
Proceso No 16818
CORTE SUPREMA DE JUSTICIA
SALA DE CASACIÓN PENAL
MAGISTRADO PONENTE
ÁLVARO ORLANDO PÉREZ PINZÓN
Aprobado: Acta No. 49
Bogotá, D. C., dos (02) de mayo del dos mil tres (2003).
VISTOS
Mediante sentencia del 16 de febrero de 1999, un Juzgado
Regional de Medellín absolvió al señor Rodrigo Cañas Forero de
los cargos que le fueron formulados.
El fallo fue recurrido por el fiscal delegado, el
representante del Ministerio Público y el apoderado de la parte civil.
El 30 de junio del mismo año, el Tribunal Nacional lo
revocó y, en su lugar, declaró a Cañas Forero penalmente
responsable, como coautor, de un concurso de delitos de homicidios
agravados, unos consumados y otros tentados. Le impuso la pena
principal de 50 años de prisión, la accesoria de interdicción de
derechos y funciones públicas por 10, la obligación de indemnizar
los perjuicios y le negó la condena de ejecución condicional.
El sindicado interpuso, recurso de casación, que fue
concedido y sustentado. La Sala se pronuncia sobre el mismo, una
vez recibido el concepto del Procurador Tercero Delegado en lo
Penal.
HECHOS
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Casación 16.818
RODRIGO CAÑAS FORERO
Aproximadamente a las 8 de la noche del 22 de abril de
1996, un grupo de hombres armados hizo presencia en el municipio
de Segovia (Antioquia) y en forma indiscriminada disparó contra la
población, causando la muerte de 14 personas y lesiones a otras
tantas. El capitán Rodrigo Cañas Forero, comandante del Batallón
del Ejército acantonado en el lugar, fue señalado como quien horas
previas a los hechos, recibió a los agresores y les facilitó un
vehículo para su transporte.
ACTUACIÓN PROCESAL
El 30 de abril de 1996 se inició la respectiva investigación
y se ordenó vincular, entre otros, a Rodrigo Cañas Forero, quien
fue indagado y posteriormente objeto de detención por la “conducta
punible tipificada en el Art. 2° del Decreto 1194/89 declarado
legislación permanente por el Art. 6° del Decreto 2266/91”.
Mediante resolución del 24 de diciembre de 1996, se
ordenó “el CIERRE PARCIAL respecto de…y RODRIGO CAÑAS
FORERO sindicados de los delitos contemplados en el Art. 2° del
decreto 1194/89 declarado como legislación permanente por el Art.
6° del Dto. 2266/91 y 201 del Código Penal”.
El 6 de febrero de 1997 se acusó a Cañas Forero por la
primera conducta, agravada por el Decreto 1.194-4, “pues su
actitud cómplice lo hace parte de la estructura sicarial que ejecutó
la masacre”.
La decisión fue recurrida y confirmada, el 31 de julio de
1997, por la fiscalía de segunda instancia, que la modificó para
imputar, no aquél ilícito, sino un concurso de homicidios agravados,
unos consumados y otros tentados.
Proferidas las sentencias de primera y segunda instancias,
el apoderado del sindicado sustentó el recurso extraordinario
interpuesto.
LA DEMANDA
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RODRIGO CAÑAS FORERO
El defensor formuló 11 cargos. Los desarrolló así:
I. Con base en la causal tercera, nulidad por violación del
debido proceso:
Primero. Principal. El cierre de la investigación del 24 de
diciembre de 1996 se profirió exclusivamente por infracción al
artículo 2° del Decreto 1.194 de 1989, esto es, no involucró los
cargos por homicidio. Sin embargo, se acusó –en segunda
instancia- y se condenó por estos. Explica el actor que el requisito
de la clausura delimita los actos posteriores que se debieron referir
exclusivamente a la conformación de grupos armados. Esa
resolución forma parte de la estructura del proceso y su
inexistencia vicia la calificación y el juicio. Y en este evento no
existe ese acto respecto de los atentados contra la vida.
Se impone invalidar lo actuado desde la resolución
calificatoria de segunda instancia.
Segundo. Subsidiario. Se infringió el principio de la
doble instancia y la Fiscalía del Tribunal desconoció que sólo podía
revisar los aspectos propuestos por el apelante, a pesar de lo cual
varió la calificación jurídica deducida por el A quo -conformación de
grupos armados ilegales-, a un concurso de homicidios, cuando en
la indagatoria sólo se hicieron cargos por la primera conducta. Así,
faltó al mandato del artículo 217 procesal (de 1991).
Solicita se retrotraiga el trámite desde la acusación de
segunda instancia.
II. Subsidiariamente, causal primera, cuerpo segundo,
violación indirecta de la ley sustancial:
Primero. El Tribunal incurrió en error de derecho, por
falso juicio de convicción, al aceptar como comprobado lo expuesto
por el testigo con reserva de identidad que declaró a folio 223 del
cuaderno 1, dado que el artículo 247 del Código de Procedimiento
Penal de 1991 prohibía condenar con apoyo exclusivo en esta clase
de testimonios.
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Segundo. El Ad quem cometió error de hecho por falso
juicio de existencia, pues no valoró las pruebas que obraban,
referentes al número de pasajeros que llegó de Medellín en el vuelo
del 22 de abril de 1996. El testigo con identidad reservada número
1 mencionó “8 clientes”, y el número 2 dijo que eran 6 extraños y
que en el avión llegaron aproximadamente 23 personas, pero en
inspecciones judiciales a la base militar de Otú y a la empresa
aérea -que el fallo no consideró- se verificó que viajaron 15. Así, los
declarantes no fueron veraces.
Tercero. Falso juicio de identidad en la apreciación del
testimonio de Efraín Antonio Galeano. Confronta las valoraciones
del juez con las del Tribunal y concluye que éste se equivocó pues
obró con pasión y prejuicios. Agrega que mientras el testigo dudó
respecto del vehículo abordado por los desconocidos, el Tribunal
dedujo que sí obró con precisión sobre el punto.
Cuarto. Falso juicio de existencia por no estimar las
pruebas que desvirtuaban el señalamiento del declarante oculto
número 13, cuyo relato se dio por cierto en relación con la hora de
ingreso del acusado a la base militar. Esos elementos son las
versiones de John Jairo Luna Cogollo, Álvaro González Martínez y
Camilo Alfonso Mora González, y el libro de registro del Ejército.
Quinto. Falso juicio de identidad sobre la versión de
Robinson Alberto Sepúlveda Zapata. Transcribe su relato, los
análisis que al respecto hicieron A quo y el Ad quem y concluye que
la razón la tuvo el primero porque no se le debió conceder
credibilidad, puesto que no podía observar, a una distancia de 200
metros, detalles mínimos de una persona. Agrega que como el
testigo estuvo en contacto con la fiscalía y la policía, fue
aleccionado.
Sexto. Falso juicio de identidad cometido al realizar la
valoración del testimonio de John Jáder Sampedro Giraldo. Hace el
mismo ejercicio de transcripción y dice que se debió aceptar su
narración en cuanto el acusado salió sólo del aeropuerto, pues otros
declarantes lo ratificaron.
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Séptimo. Falso juicio de existencia porque dejó de
apreciar las palabras del testigo Gabriel Ángel López Patiño quien, a
pesar de haber sido atendido por el juez de primera instancia para
admitir que el oficial se retiró del aeropuerto sin compañía, no
estaba en ese lugar y, por tanto, no se pudo percatar de aquello
que plasma en su declaración. Reprocha al Ad quem que no hubiera
observado lo explicado por el testigo.
Octavo. Falso juicio de existencia: el fallador inadmitió el
testimonio de Julio César Londoño Restrepo, porque concluyó que
fue el único que afirmó que vio al sindicado en compañía del
conductor del batallón del Ejército, cuando lo cierto es que Rodrigo
Cañas Forero, John Jairo Luna Cogollo y John Jeiler Vélez Cervera,
expusieron el mismo hecho. Por consiguiente, las frases de aquél
debían ser admitidas como ciertas y veraces.
Noveno. Falso juicio de existencia porque el Tribunal
concluyó que el capitán Cañas Forero no instaló ningún retén.
Mientras tanto, Horacio Gómez Tobón y Álvaro González Martínez
declararon todo lo contrario. Además, el juzgador dedujo que los
agresores sólo tenían una vía de escape, cuando por medio de un
plano se probó que por lo menos contaron con 3, eludiendo aquel
retén, lo que descartaba cualquier negligencia de parte del
procesado.
Así, la valoración que se imponía era la de la primera
instancia, pues las dudas debían ser resueltas en favor del acusado
para absolverlo, lo que pide haga la Sala.
EL MINISTERIO PÚBLICO
El Procurador Delegado recomienda:
1. Respecto de los dos cargos por nulidad, casar la
decisión y anular lo actuado desde el calificatorio de segunda
instancia. En principio, dice que en la apertura de instrucción no se
especificaron los delitos, que el oficial Cañas Forero fue indagado
por sus actividades el día de los hechos y que si bien
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específicamente sólo se le mencionaron los artículos 1° y 2° del
Decreto 1.194 de 1989, lo cierto es que en el interrogatorio se
aludió a todo lo sucedido, y por consiguiente no hubo lesión al
derecho a la defensa, pues el imputado pudo explicar su conducta
por todos los actos cometidos.
Ninguna afectación, continúa, sufrió el procesado por la
circunstancia de que la medida de aseguramiento imputara
conformación de grupos armados ilegales y la acusación homicidios,
porque aquella sólo define la condición en que el sindicado queda
vinculado al expediente y en modo alguno condiciona las decisiones
posteriores.
Pero aclara que la estructura del proceso sí se afectó, por
cuanto se clausuró la instrucción de manera parcial en relación con
el delito del Decreto 1.194 de 1989 y por el mismo se profirió la
acusación de primera instancia. Así, como consecuencia de ese
acto, la investigación respecto de los atentados contra la vida se ha
debido continuar por separado, porque si los hechos comportaron
varios ilícitos (conformación de grupos ilegales, homicidios,
tentativas de homicidios, porte de armas), tal decisión, según la
especificación del cierre, dejó por fuera los no mencionados y no
podía existir calificación por ellos por cuanto pasaron a formar parte
de un proceso diverso.
Concluye que hizo bien el instructor de primera instancia
al calificar por el delito referido al finalizar la investigación, pero el
del segundo rompió con las formas propias al hacerlo por otro, con
lo que, además, invadió la órbita de quien seguía la averiguación
por éste y vulneró el principio de la doble instancia, todo lo cual,
con acierto, lo analizó el juez especializado al declarar la nulidad
que, en mala hora, revocó el Tribunal.
2. Desestimar la demanda en relación con los cargos
soportados en la violación indirecta de normas sustantivas. En cada
reproche, el actor dejó en claro que el Tribunal consideró otros
elementos de juicio, aparte del censurado, y no demostró la
trascendencia del error invocado. La ley no prohibió los testigos con
identidad reservada; sólo descartó que fueran el fundamento
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exclusivo de una sentencia de condena, al paso que la Corporación
valoró otros medios. El censor no comprobó tergiversación alguna.
Simplemente comparó los dos fallos de instancia, pretendiendo se
privilegien las conclusiones del de primera, cuando lo que hicieron
los funcionarios no fue distorsionar, sino analizar de manera
distinta.
Es evidente, continúa, que el Ad quem desconoció la
declaración de Gabriel Ángel López Patiño, pero ni el censor
demostró su trascendencia, ni la tenía para hacer variar las
consideraciones del fallo. Lo propio sucede con la conclusión
respecto de que el oficial sindicado no estableció un retén de
control, que la decisión basó en que los agresores por necesidad
tendrían que haber pasado por allí. Diversos elementos, dice el
Procurador, demostraban lo contrario, pero la apreciación
equivocada del fallador, no obstante, no tiene incidencia en el
sentido de la providencia que se fundamentó en actuaciones del
señor Cañas Forero que favorecieron la masacre y antecedentes
que lo ubicaban como coautor de ella.
CONSIDERACIONES
Sobre la nulidad.
La Sala aprehenderá, en forma conjunta, el análisis de los
dos primeros cargos que el defensor formula con apoyo en la causal
tercera de nulidad, pues las quejas se resumen en que el acto de
clausura se profirió por infracción al Decreto 1.194 de 1989, no
obstante lo cual, la fiscalía de segunda instancia acusó por un
concurso de homicidios, consumados y tentados.
Con ese proceder, agrega, se vulneró el principio de la
doble instancia, por cuanto el fiscal de primer nivel elevó pliego de
cargos por aquella conducta, no por los atentados contra la vida. Y
se faltó a las formas propias del juicio, porque, además, el cierre
generó una ruptura de la unidad procesal que impedía que en el
expediente por la conformación de grupos armados ilegales se
continuara la averiguación por las muertes cometidas. El Ministerio
Público se pronuncia por la prosperidad de la censura.
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Casación 16.818
RODRIGO CAÑAS FORERO
I. El derecho de defensa.
1. El señor Rodrigo Cañas Forero fue indagado el 9 de
mayo de 1996. En la diligencia se le interrogó por “los hechos
ocurridos el 22 de abril de 1996, en el casco urbano del Municipio
de Segovia” -que eran de conocimiento público y así lo hizo saber el
procesado-, que se referían al asesinato que un grupo ilegal armado
cometió sobre varios residentes de esa población. En el relato que
hizo durante la injurada, de manera expresa dijo que le habían
informado que “han matado gente” y que “han habido” varios
muertos y heridos.
También rindió descargos, el 21 de mayo de 1996, en el
Juzgado 126 de Instrucción Penal Militar, diligencia que igualmente
tuvo como centro “los hechos ocurridos en Segovia el 22 de abril”.
Allí se cuestionó por los “autores de la masacre” acaecida ese día,
el imputado relató que tuvo conocimiento que “habían matado” a
varias personas y dejado heridas a otras tantas.
En la versión ante la fiscalía, jurídicamente se señaló
infracción de los artículos 1° y 2° del Decreto 1.194 de 1989, pero,
como se acaba de reseñar, en las dos diligencias, en forma fáctica
se hizo expresa referencia, tanto en el interrogatorio como en las
respuestas, a las muertes causadas por un grupo armado ilegal.
Incluso, aquella sindicación se realizó previa aclaración de que al
oficial se lo acusaba de haber colaborado “con grupos al margen de
la ley y que perpetraron la masacre el 22 de abril de 1996, en la
municipalidad de Segovia”. Así, a pesar de la cita de las
disposiciones, quedó clara la inculpación por los homicidios
ocurridos en esa fecha.
2. Resulta de lo anterior, entonces, que a partir de la
diligencia de descargos, el capitán Rodrigo Cañas Forero conoció
en forma clara y concreta que el objeto de la investigación
adelantada en su contra eran los múltiples asesinatos causados por
un grupo armado ilegal. No se debe dejar de lado que en forma
reiterada se le imputó colaborar con la masacre, palabra que
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significa “matanza de personas, por lo general
producida por ataque armado o causa parecida”.
indefensas,
Con fundamento en lo anterior, es claro que no pudo
haber vulneración del derecho de defensa respecto de las
imputaciones por homicidio pues -repítese- desde su primera
intervención procesal Cañas Forero conoció los cargos y, allí y
desde allí, pudo controvertirlos y siempre los controvirtió.
3. Agréguese: en las providencias por medio de las cuales
fue resuelta la situación jurídica, tanto la fiscalía como la
jurisdicción penal militar ubicaron el comportamiento en el Decreto
1.194 de 1989. Pero en las motivaciones de las mismas se hicieron
explícitas alusiones a los decesos. Y siendo así, se tornan en
intrascendentes las adecuaciones típicas -jurídico formalmente
hablando- como que esas decisiones, provisionales, tenían por
finalidad principal establecer si era necesario asegurar al sindicado
en el curso de la investigación.
4. Para la época de los hechos y de aquella toma de
decisiones no existía ninguna disposición que obligara al funcionario
judicial a que en la indagatoria pusiera de presente al sindicado la
imputación jurídica provisional. El artículo 438 del Código de
Procedimiento Penal de 1991, como requisito que formaba parte de
la estructura del proceso como es debido, sólo exigía resolver
situación jurídica.
5. La definición de la conducta punible en la medida
detentiva, entonces, no incidía en el respeto a las garantías. La
concordancia que se requería –y se requiere- era entre la
indagatoria y la resolución de acusación y entre ésta y la sentencia,
en el entendido de que, para proteger el derecho a la defensa, al
sindicado se le debía enterar, en la injurada, de todos los hechos
imputados, con independencia del nombre que la ley les fijara.
Al procesado Cañas Forero se le mencionó una norma y
en forma concreta y con suficiencia se le interrogó por todos los
hechos, es decir, incluidos los homicidios cometidos. Por tanto, de
cara al derecho de defensa, no se incurrió en ninguna irregularidad
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y por lo tanto los atentados contra la vida perfectamente podían
formar parte de la acusación y, desde luego, de la sentencia, aparte
de
que
estos
fueron
averiguados
y
permanentemente
controvertidos.
6. En los escritos que el apoderado del procesado
presentara durante la instrucción se percibe diáfanamente que
tanto él como su asistido sabían qué se investigaba. Por ello se
refirió en forma expresa a los “homicidios con fines terroristas” y a
la actuación de éste “en el mismo momento en que se realizó la
masacre”. También intervino en diligencias en las cuales se trataron
a espacio las circunstancias que rodearon la matanza, y en las que
se mencionaba al señor Cañas como su “autor intelectual”, como
quien facilitó las armas a los agresores y quien “los había mandado
a cometer el crimen al pueblo”. Basta, por ejemplo, ojear los folios
279, 292, 301, 307 y 311 del cuaderno número 3.
Este comportamiento pone de presente que la parte
defendida tenía conocimiento claro y preciso de que la investigación
cursaba por estos delitos. Y por si hubieran dudas, súmese: en el
estudio previo al calificatorio, el profesional del derecho analizó los
homicidios y descartó la responsabilidad del oficial en su comisión.
Y se siguió la misma línea cuando se recurrió el pliego de cargos: a
pesar de que la calificación aludió a la conformación de grupos
armados ilegales, el acusado insistió en su inocencia respecto de las
muertes. Mírese, para ello, el folio 294 del cuaderno número 5.
En síntesis, como se percibe fácilmente, no se alteró el
derecho de defensa, porque sí hubo imputación por los hechos que
constituyen delitos contra la vida y la integridad, así lo asumió la
parte defensiva y con fundamento en ello se ejerció, sin
restricciones, el derecho al contradictorio. En ninguna parte,
entonces, como tampoco en la actuación de la segunda instancia en
instrucción, se detecta afectación a ese derecho.
II. El debido proceso.
Para los efectos formales de este proceso, podría decirse
que se detecta, ciertamente, una desviación. Pero no con fuerza
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suficiente como para decir que el mismo tenga que ser anulado y
reconstruido. Véase por qué lo uno y por qué lo otro.
1. La Sala dejó en claro cómo la investigación abarcó las
conductas relacionadas con la existencia de una ilegal organización
armada y los múltiples homicidios por ella cometidos el 22 de abril
de 1996 en el municipio de Segovia. De estos comportamientos
delictivos el sindicado fue enterado en sus descargos y tuvo
oportunidad de ejercitar la controversia.
2. La resolución del 24 de diciembre de ese año, proferida
por un fiscal regional de la Unidad de Derechos Humanos, sólo
podía tener el alcance de una clausura incompleta, que
exclusivamente comprendía a los sindicados y delitos allí
especificados. En efecto, el funcionario dispuso “el CIERRE PARCIAL
respecto de JOHN JAIRO LUNA COGOLLO y RODRIGO CAÑAS
FORERO sindicados de los delitos contemplados en el Art. 2° del
decreto 1194/89 declarado como legislación permanente por el Art.
6° del Dto. 2266/91 y Art. 201 del Código Penal” (de 1980).
3. Para ese entonces regía el artículo 438 A del Código de
Procedimiento Penal de 1991, adicionado por el 57 de la Ley 81 de
1993, que bajo el título de “Cierres parciales” decía: “Cuando
existan varias personas vinculadas al proceso o se investiguen
delitos conexos y concurran las circunstancias para cerrar la
investigación con relación a un solo sindicado o delito, el fiscal la
cerrará parcialmente”.
Si el funcionario instructor especificó, y resaltó, que
acudía a una clausura fraccionada y reseñó los sindicados y delitos
por los que procedía el acto, es incuestionable que aplicó la
disposición transcrita y que, en consecuencia, dio por concluida la
fase de investigación únicamente en lo relacionado con el Decreto
1.194 de 1989. Así, conductas punibles diversas, como los varios
atentados contra la vida, habrían quedado excluidas de la orden
judicial.
4. La resolución citada causó ejecutoria. Por ello, se
imponía obedecer el mandato del artículo 90 de ese estatuto
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procesal (modificado por el 14 de la Ley 81 de 1993), conforme con
el cual “no se conservará la unidad procesal en los siguientes
casos:… 2. Cuando la resolución de cierre de investigación a que se
refiere el artículo 438 A de este código…, no comprenda todos los
hechos punibles o a todos los copartícipes”.
A partir de ese momento, en consecuencia, surgían dos
investigaciones que debían seguir cursos separados: una, en
relación con los sindicados y delitos cobijados por la finalización de
la instrucción, y otra, sobre las personas y conductas dejadas por
fuera de aquella determinación. De tal manera que la providencia
calificatoria y los posteriores juicio y sentencia se debían ajustar a
lo allí dispuesto, esto es, a la conformación de grupos armados
ilegales. Como no ocurrió tal cosa y la fiscalía de segunda instancia
decidió mudar la acusación para imputar, en lugar del cargo por
infracción al Decreto 1.194, el del concurso de homicidios, se
concluye que incurrió en una informalidad que aparentemente
afectaría el debido proceso.
5. No obstante, esa divergencia no genera la invalidación
que reclaman la defensa y el Ministerio Público. No se debe olvidar
que la nulidad es una solución -si se quiere una sanción extrema- a
la que se debe acudir única y exclusivamente cuando no exista otro
mecanismo para reparar el yerro y restablecer las garantías
vulneradas.
Para desarrollar tal postulado, el legislador estableció los
“principios que orientan la declaratoria de las nulidades y su
convalidación”, que eran recogidos, ayer, por el artículo 308 del
Decreto 2.700 de 1991 y, hoy, por el artículo 310 de la Ley 600 de
2000. Con ellos, el legislador previó como posible que en el
desarrollo del proceso penal se incurriera en desvíos o vacíos, pero
también los remedios para impedir que, por fuerza y
necesariamente, ante aquellos, surgiera imprescindible la anulación
del trámite y, más bien, se optara por otras vías que permitieran
mantener el estado del procedimiento seguido.
6. Bajo ese entendido, se tiene que -según demostró la
Sala-, desde el inicio de las averiguaciones, se hizo expresa
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referencia tanto a la existencia de un grupo armado irregular, como
a la comisión de los muchos homicidios, y que en sus actuaciones la
parte defendida, y los restantes sujetos procesales, pudieron
controvertir -y así lo hicieron- esas conductas, que, por lo demás,
fueron puestas de presente en la indagatoria. Ahora, con
posterioridad, las personas actuantes en el proceso no podrían
manifestar su sorpresa ante un pliego de cargos que hizo
imputaciones por concurso de homicidios, cuando en todo momento
supieron del mismo y trabajaron en todo caso teniéndolo en cuenta.
7. De esos delitos conoció la denominada jurisdicción
regional (hoy especializada), a la cual correspondía investigar los
casos de homicidio agravado, tipificados bajo los parámetros del
artículo 324 (6-7-8) del Código Penal de 1980, como también la
configuración de organizaciones armadas ilegales. Así lo ordenaban
los numerales 4° y 5° del artículo 71 del Código de Procedimiento
Penal derogado, modificado por el 9° de la Ley 81 de 1993. En
consecuencia, con sus actuaciones, la fiscalía no faltó a las reglas
legales de competencia.
8. Añádase: en el expediente no existe constancia alguna
de que se hubieran compulsado las copias para que se adelantara
otra investigación, separadamente, en contra de Rodrigo Cañas
Forero, por la masacre, que era la consecuencia propia del cierre
parcial. Por el contrario, mediante el oficio número 243 del 31 de
julio de 1998, la fiscalía regional adscrita a la Unidad Nacional de
Derechos Humanos, hizo saber que “frente a la decisión adoptada
por la Segunda Instancia” de acusar por los homicidios, “en este
Despacho no cursa en contra del señor CAÑAS FORERO otros
procesos por los mismos hechos” .
En las condiciones anotadas, como en forma real no se
concretó el efecto que surgiría de la clausura sectorizada, esto es,
no se emitieron las copias para una investigación individualizada, y
no existe en contra del capitán Cañas Forero otro proceso por los
homicidios, es claro que sus garantías relacionadas con la
imposibilidad de doble juzgamiento por los mismos hechos no
fueron lastimadas.
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9. Como consecuencia del cierre no fue acatado el
mandato legal del artículo 90-2 del Decreto 2.700 de 1991, que
ordenaba separar las investigaciones. Esto, sin embargo, no era -ni
es- óbice para que se diera cumplimiento a lo dispuesto allí, a partir
del pliego de cargos proferido en sede de segunda instancia. Es
que, nótese, el acto de calificación causó ejecutoria por el concurso
de homicidios, y esa disposición ordenaba que la unidad se
rompiera cuando “la resolución de acusación, no comprenda todos
los hechos punibles o a todos los copartícipes”. Y la acusación, en
últimas, los comprendió.
Para la Sala, en conclusión, el informal desvío de la
fiscalía, avalado por el Tribunal Nacional –porque el juez quiso
remediar la situación, pero su decisión de anulación fue revocada-,
se convalidó en el curso del trámite, porque, siempre y finalmente,
se respetaron las garantías de las personas involucradas en el
conflicto, esto es, que los actos procesales cumplieron la finalidad
para la cual estaban destinados.
No se violó el derecho de defensa, no se desconocieron las
bases fundamentales de la instrucción y el juzgamiento, y los
intervinientes, con su actividad, convalidaron el hipotético yerro.
Como todo ello conduce a la estructuración y concreción en el
asunto debatido de los principios establecidos en los numerales 1°,
2° y 4° del artículo 308 del Estatuto procesal derogado, se concluye
que no era ni es viable anular lo actuado y retrotraer el trámite.
El cargo no prospera.
Sobre la violación indirecta de la ley sustantiva.
En ninguno de los nueve reparos que el demandante
formuló con apoyo en la causal primera, apartado segundo,
especificó la norma objeto de vulneración.
Cuando hizo una alusión final al artículo 445 del Código de
Procedimiento Penal de 1991, no demostró el grado de
incertidumbre insalvable, ni realizó el obligatorio estudio de la
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totalidad de los elementos de juicio que sirvieron de soporte al
juzgador para la decisión de condena, con el fin de desvirtuarlos.
Tampoco mencionó ni comprobó la incidencia de los
supuestos yerros en el sentido de la decisión, esto es, que de no
haber incurrido el Ad quem en ellos, la sentencia hubiera sido
absolutoria.
El casacionista señaló errores a través de los siguientes
falsos juicios:
I. De convicción.
Dice la primera censura que, faltando al artículo 247 del
Decreto 2.700 de 1991, que prohíbe dictar sentencia que tenga
como único fundamento un testimonio con identidad reservada, se
otorgó valor a uno que declaró que vio al oficial Cañas cuando
recibió a 8 “clientes” que llegaron en un vuelo procedente de
Medellín.
Lo que veta la disposición es que el soporte exclusivo de la
decisión esté constituido por esa clase de testimonios. En este
orden de ideas, si el juzgador encuentra probado determinado
aspecto con una de tales versiones, la actuación judicial no cae en
la prohibición pues para que esta ocurra -se dijo- la totalidad de la
determinación ha debido sustentarse en prueba vedada.
Del propio escrito del actor surge que los elementos de
juicio considerados por el Tribunal fueron múltiples, y que varios de
ellos fueron diversos de esa clase de declaraciones.
Además, respecto del número de agresores que subieron a
un camión, en el que llegaron a la población para cometer los
crímenes, el Ad quem en verdad que dio por probado el hecho con
el testimonio reservado a que aludió la defensa, pero también con
las versiones de Luis Emilio Ríos Ibarra, Danny Alonso Echavarría
Taparcua, Gabino Antonio Foronda y Efraín Antonio Galeano.
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Así, el tema al que se refiere el censor, no encontró en el
fallo apoyo exclusivo en las palabras de una persona cuya identidad
se protegió. Por tanto, no era aplicable la tarifa probatoria descrita
en la disposición procesal.
II. De existencia.
1. El Tribunal, conforme con el segundo reproche, no
valoró las inspecciones judiciales, de las cuales surgía que fueron
15 los pasajeros que viajaron y no 6, 8 o 23, que fueron las
cantidades indicadas por los testigos con identidad reservada con
los números 1 y 2.
La lectura del fallo de segunda instancia muestra el
desacierto de la queja. El juzgador abordó el asunto relacionado
con la duda surgida sobre el número de pasajeros que descendió
del avión, para hacer alusión al examen que se realizó a ”la
documentación de la empresa ACES y en la misma relación que
efectuara el oficial del Ejército con asiento en el aeropuerto,
constatándose en el primer evento que fueron relacionadas 16
personas y 15 para el miembro de las Fuerzas Militares”.
Entonces, las pruebas echadas de menos, sí fueron
evaluadas. Lo que sucede es que -como se debe hacer- se adelantó
una valoración integral de todas ellas. Olvidó el actor que los
declarantes describieron las personas que consideraron “extrañas”
y que entraron en contacto con el capitán Cañas Forero, no la
cantidad real de pasajeros que llegaron. El anhelo del impugnante
apunta a que se privilegien los resultados de la inspección para
concluir que los testigos faltaron a la verdad, lo que en modo
alguno demuestra omisión del funcionario, que es lo que le
competía comprobar.
2. Según el cuarto cargo, las declaraciones de John Jairo
Luna Cogollo, Álvaro González Martínez y Camilo Alfonso Mora
González, así como el libro de registro de la base militar, respaldan
a Rodrigo Cañas Forero en cuanto llegó al comando militar a las
tres de la tarde. Sin embargo, añadió el actor, no fueron tenidas en
cuenta en la sentencia.
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Casación 16.818
RODRIGO CAÑAS FORERO
Como bien lo estudia el Ministerio Público, el demandante
se limitó a reseñar las pruebas que corroboran el aserto del
acusado, pero no realizó el obligatorio análisis de la totalidad de los
elementos valorados por el Ad quem, con el fin de desvirtuarlos.
Resáltese que el declarante cuya identidad se reservó y se
le asignó la clave número 13, citó una hora diversa, además de que
otras personas dijeron haber visto al procesado, en el mismo
momento, fuera de la base militar. Lo que hizo el fallador,
entonces, fue otorgar eficacia a estas últimas. De tal manera que el
reproche emanaría de una valoración diversa, mas no de exclusión
de alguna prueba.
3. La séptima censura acusa la “grave omisión del
Tribunal Nacional que ni vio lo que dijo el señor (GABRIEL ÁNGEL)
LÓPEZ PATIÑO”, quien aseveró que presenció el retiro del sindicado
del aeropuerto, pero, agregó la Corporación, “ocurre que esta
persona ni siquiera se encontraba en aquel lugar donde justamente
estaba el oficial del ejército”.
La afirmación no coincide con la verdad procesal, pues el
propio censor transcribió lo que al respecto esbozó la sentencia. El
Tribunal dijo: “El deponente GABRIEL ÁNGEL LÓPEZ PATIÑO, citado
por el a-quo como presunto conocedor del retiro de RODRIGO
CAÑAS del aeropuerto en compañía de LUNA COGOLLO (33 vuelto,
cuaderno tres), es bien sorpresivo para el Despacho, porque esta
persona ni siquiera se encontraba en aquel lugar donde justamente
estaba el oficial del Ejército. Y cómo pretender entonces dar por
establecido ese hecho, cuando ni siquiera lo vivenció?”.
Se tiene, entonces, que la segunda instancia sí estimó el
testimonio, y que por tanto no se puede reprochar que lo hubiera
excluído del estudio de la prueba. La situación sería otra: si la
pretensión defensiva se orientaba a cuestionar la eficacia otorgada
al elemento de convicción, el reparo ha debido ser encauzado a
título de falso juicio de identidad, o de raciocinio, pero no con
fundamento en el falso juicio de existencia.
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Casación 16.818
RODRIGO CAÑAS FORERO
El señor López Patiño intervino procesalmente en dos
oportunidades. En la primera, dijo que, encontrándose en su casa,
luego de escuchar varios disparos, recibió una llamada del oficial
acusado, quien le indagó por lo sucedido. En la segunda, hizo un
recuento de lo comentado por la gente, relató la aparición de unos
panfletos atribuyendo el hecho al capitán Cañas, lo cual, aclaró,
obedecía a una confabulación de la guerrilla, y ante una pregunta
concreta sobre si el 22 de abril vio a Rodrigo Cañas Forero,
contestó: “Yo sí lo vi a él, yo estaba en la Cruzada realizando una
diligencia, concretamente eran las tres y cuarto, lo vi que venía de
los lados de Remedios en la camioneta FORD, yo no hablé con él,
es más no se si me vio, por ahí se pasó con el conductor y la
camioneta iba vacía, ellos dos iban nada más ahí”.
En estas condiciones, la afirmación del Tribunal, respecto
de que el testigo, por no estar en el terminal aéreo, no podía
corroborar las circunstancias en que el oficial salió de allí, coincide
con la verdad probatoria, pues es claro que el señor López Patiño,
según su propio dicho, se encontraba en lugar diverso. De ahí surge
el acierto del fallo al descartar la inferencia del juez regional
respecto de que varias personas, entre ellas, “GABRIEL ÁNGEL
LÓPEZ PATIÑO (fol. 33 c # 3)… afirman tajantemente que el
capitán el ejército RODRIGO CAÑAS FORERO sí estuvo en las horas
de la tarde en el aeropuerto de Otú en compañía del conductor de
la camioneta, pero que de allí salió solo con LUNA COGOLLO”.
4. El cargo número 8, falso juicio de existencia, afirma que
debió “admitirse como cierta y veraz la versión del deponente
JULIO CÉSAR LONDOÑO RESTREPO” sobre la hora en la que el
señor Cañas Forero se retiró del aeropuerto.
La propuesta apunta a que, sobre la providencia del Ad
quem, que arriba precedida de la doble presunción de acierto y
legalidad, se privilegie la posición personal del recurrente frente a la
eficacia que se debe conceder a esa prueba, lo que nada dice sobre
la omisión que le competía acreditar al actor. La transcripción que
hace el censor de algunos apartes de la indagatoria y de las
declaraciones de John Jairo Luna Cogollo y John Jeiler Vélez
Cervera, nada aportan en ese sentido, como no sea la aspiración de
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RODRIGO CAÑAS FORERO
que, a modo de una tercera instancia -que no es la razón de ser de
la casación- se reabra un debate ya superado.
5. En el último reparo afirmó el demandante que el fallo
ignoró “unas pruebas obrantes dentro del expediente”. Transcribió
los sectores de la decisión impugnada relacionados con la desidia
del oficial procesado para actuar de inmediato una vez supo del
ataque a la población, y concluyó que no era verdad que se hubiera
instalado un retén porque si fuera cierto, por allí habrían pasado
los agresores, pues se trataba de la única vía de salida. Dijo el
impugnante que el fiscal de Segovia, Horacio Gómez Tobón, declaró
que había muchas trochas y caminos que pudieron permitir el
escape, lo que también se confirmó con un plano del municipio y un
informe policivo que se aportaron, en tanto que Álvaro González
Martínez corroboró la instalación del puesto de control.
El Tribunal concluyó “que hubo omisión en la actividad
desplegada por el capitán CAÑAS FORERO una vez pudo enterarse
del fatídico episodio. Obsérvese bien que el retén a que él alude, en
ningún momento se llevó a cabo y a este respecto es bueno
destacar que transcurrieron varios minutos y aún permanecía en las
instalaciones de la base oficial, sin que de parte suya hubiese
acudido presto a montar un retén como lo pretende señalar”. Estos
razonamientos los reiteró para concluir que si hubiera existido el
sitio de vigilancia, “habría sorprendido a los asesinos”, porque esa
era la única vía.
El fallador de segundo nivel no hizo referencia a las
pruebas que señaló el casacionista, las que en verdad refieren lo
contrario a la deducción de aquél: que sí se instaló un puesto de
control y que existían diversas rutas que los agresores pudieron
tomar para huir. De aquí resulta, en consecuencia, que sí se
incurrió, por omisión, en el falso juicio de existencia denunciado.
En esta sede, no obstante, no es suficiente que el censor
indique el yerro del juzgador. Tiene la carga -que no cumplió- de
demostrar que si no se hubiera caído en el error, esto es, que si los
elementos omitidos hubieran sido estimados, el sentido del fallo
condenatorio se habría tornado en absolutorio. Y este deber
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RODRIGO CAÑAS FORERO
involucraba el de analizar todas las pruebas tenidas en cuenta por
el Ad quem, demostrando a la Corte que ellas no arrojaban certeza
de responsabilidad.
Si bien el juez colegiado se ocupó del tema cuestionado, lo
cierto es que ese no fue la base principal de su decisión, como que
categóricamente afirmó que “fundamentalmente” el “soporte de la
pieza acusatoria” radicaba en que “personas ajenas a cualquier
interés en el proceso” señalaron que el día de los hechos varios
ocupantes de un vuelo procedente de Medellín fueron recibidos por
el oficial Cañas Forero. Esta valoración judicial, que no fue objeto
de controversia, permanece incólume y con suficiencia soporta la
decisión.
No se demostró, entonces, la trascendencia de la
equivocación por preterición. Ni la tenía, pues si el Tribunal hubiera
valorado esa prueba, el sentido del fallo se habría mantenido.
III. De identidad.
1. Así enunció el defensor, en el tercer reparo, la
valoración del testimonio de Efraín Antonio Galeano, pero no
demostró distorsión o tergiversación alguna por parte de los
funcionarios judiciales. Se limitó a transcribir las apreciaciones de
las sentencias de primera y segunda instancias para, sin más,
concluir que “quien está equivocado es el Tribunal Nacional” porque
analizó con pasión y prejuicio.
Al respecto, el censor hizo una tangencial referencia a que
el declarante no pudo afirmar con seguridad la clase de vehículo
abordado por los agresores. De los apartes del fallo que transcribió
el recurrente, surge que el Ad quem partió de que la descripción del
testigo “de lejos es un poco confusa”, para concluir que merecía
confianza sobre el aspecto cuestionado.
No hay, entonces, distorsión alguna, sino estimación
racional. Si la defensa quería cuestionar ésta, ha debido precisar las
reglas lógicas, las máximas de la experiencia o los aportes
científicos que, como elementos de la sana crítica, fueron
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RODRIGO CAÑAS FORERO
desconocidos en la decisión. No cumplió con esta carga, como
tampoco con la de indicar las reglas, las máximas o los aportes que
el Tribunal ha debido utilizar en el estudio de este asunto concreto.
2. Similar es la situación frente a los yerros que el actor
señaló en los cargos quinto y sexto, respecto de los testimonios de
Robinson Alberto Sepúlveda Zapata y John Jáder Sampedro Giraldo,
pues se redujo a reseñar las razones del A quo y del Ad quem y a
hacer énfasis en que debían prevalecer las primeras. Así, no se
ocupó en comprobar distorsiones, sino en mostrar una simple
disparidad de criterios de apreciación, tarea que no se corresponde
con aquello que anunciara. Comentarios como que “el testigo fue
aleccionado para rendir esta declaración”, nada demuestran, pues
que no pasan de ser simples especulaciones sin respaldo alguno.
Resáltese que en lo relacionado con la versión del señor
Sampedro Giraldo, el propio demandante reconoció que el juez, en
su análisis -que, insiste, se debe privilegiar-, incurrió en un
“equívoco”, aunque agregó que “no tiene incidencia alguna”. Así, es
el censor quien demuestra que la estimación del Tribunal no fue
errada.
No prosperan, por tanto, tampoco las censuras expuestas
al amparo de la causal primera.
Por consiguiente, no se casará la sentencia censurada.
Finalmente, dígase que en cuanto a la posibilidad de
acudir al principio de favorabilidad en razón de la existencia de una
nueva normatividad penal, la Sala no se ocupa del tema, primero
porque no casará la sentencia, y segundo porque ya lo hizo el Juez
Primero Penal del Circuito Especializado de Antioquia, mediante
providencia del 3 de octubre del año 2001.
Consecuente con lo afirmado, la Sala de Casación Penal de
la Corte Suprema de Justicia, administrando justicia en nombre de
la República y por autoridad de la ley,
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RODRIGO CAÑAS FORERO
RESUELVE
No casar el fallo impugnado.
Cúmplase y devuélvase al Tribunal de origen.
YESID RAMÍREZ BASTIDAS
FERNANDO E. ARBOLEDA RIPOLL
HERMAN GALÁN CASTELLANOS
CARLOS A. GÁLVEZ ARGOTE
JORGE ANÍBAL GÓMEZ GALLEGO
ÉDGAR LOMBANA TRUJILLO
ÁLVARO ORLANDO PÉREZ PINZÓN
No hay firma
MARINA PULIDO DE BARÓN
JORGE LUIS QUINTERO MILANES
Impedida
TERESA RUÍZ NUÑEZ
Secretaria
22
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