del cuerpo a la palabra

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Fepal - XXIV Congreso Latinoamericano de Psicoanálisis - Montevideo, Uruguay
“Permanencias y cambios en la experiencia psicoanalítica" – Setiembre 2002
“DEL CUERPO A LA PALABRA”
Maria Cristina Ortega 1
INTRODUCCION.
El presente trabajo alude a la transformación, cambio y evolución de lo corporal a lo
psíquico, de lo físico a lo mental, de lo concreto a lo simbolizado, de la sensación a la
palabra, observado en el análisis de una paciente a quien he llamado Mailena.
Ya Freud (1923) , al plantear su concepto del yo, había considerado que lo mental surge de
lo somático, derivado de sensaciones corporales y “esencialmente corporal”.
Tambien afirmó que los pensamientos visuales preceden a los pensamientos verbales en el
desarrollo mental : “El pensar en imágenes es sólo un imperfecto devenir-consciente.
Además de algún modo está más próximo a los procesos inconscientes que el pensar en
palabras, y sin duda es más antiguo que éste, tanto ontogenética como filogenéticamente”.
Marty (1991), estudioso de la patología psicosomática ha propuesto el acertado término de
”mentalización” para denominar el proceso a través del cual se producen asociaciones que
permiten conectar las excitaciones físicas con representaciones endopsíquicas.
El motivo de consulta de Mailena fueron ataques de pánico, (con sintomatología similar a
los ataques de angustia descritos por Freud en 1895), acompañados de múltiples síntomas
somáticos que abarcaron de forma casi exclusiva los tres primeros años al cabo de los
cuales empezó a traer sueños para ser analizados. Poco después comenzó a escribir. En
un principio trataba de describir lo que sentía en su cuerpo y en su mente, posteriormente
su escritura se fue haciendo cada vez más literaria.
Los ataques de pánico , y la angustia que mostraba en las sesiones, me hacían pensar en la
“angustia automática” (Freud,1926), ya que parecía una respuesta orgánica espontánea,
desencadenada por una situación traumática. Freud consideraba la angustia “como
producto del estado de desamparo psíquico del lactante, que constituye la contrapartida
de su estado de desamparo biológico”.
Intentando comprender la naturaleza de la angustia de mi paciente, pensaba en
ansiedades esquizoparanoides, (M. Klein, 1946) fundamentadas en el temor a la
aniquilación del yo , por efecto del instinto de muerte innato. Sin embargo, el término que
acudía a mi mente con más frecuencia para describir esos estados de pánico y angustia de
Mailena era el de ”terror sin nombre”. En los términos de Bion (1962), un miedo sin
sentido , que tiene su origen en las características de las primeras comunicaciones
madre- hijo. Si la función “reverie”, indispensable en estas primeras comunicaciones, se
ve alterada por dificultades de la madre o del bebé, la experiencia inicial queda despojada
de significado, siendo reintroyectada entonces como una angustia o terror sin nombre.
Pude constatar en Mailena, como su evolución mental produjo la transformación de una
realidad inicial a medida que adquiría nuevos instrumentos mentales: imágenes o
palabras para referirse a una existencia psíquica primaria que sólo podía abordar a través
1
Psicoanalista Titular Asociación Venezolana de Psicoanálisis. E-mail: [email protected]
de su cuerpo. En este trabajo se tomaron los elementos más relevantes del proceso de
”mentalización”; y se han dividido en etapas para destacar lo predominante. La
sensación de pánico y sus manifestaciones físicas fueron los elementos resaltantes en los
primeros tres años de análisis, luego predominaron las imágenes oníricas que dieron
sentido a los síntomas físicos, y posteriormente prevaleció la palabra: verbal y escrita; que
ha permitido mayor elaboración y sublimación de conflictos y ansiedades.
Su aproximación creciente a la posición depresiva le ha permitido comenzar a explorar sus
duelos personales.
MARCO TEORICO.
El trabajo se sustenta en tres grandes pilares teóricos.
En primer término las teorías que consideran la complejización de las funciones mentales
partiendo desde lo corporal o somático, permiten dar un significado y una explicación a la
transformación observada durante el análisis de Mailena.
Para Freud lo psíquico se apuntala en lo fisiológico. La pulsión es un “concepto límite
entre lo psíquico y lo somático ”(1905). Utilizó el término de “representante psíquico”
( que incluye la representación y el afecto ) para designar la expresión mental de las
excitaciones somáticas. El Yo es inicialmente corporal, ya que va surgiendo de sensaciones
corporales. También, consideró que las representaciones visuales eran anteriores a las
representaciones de palabra, (1923) , como también sustentó que la motricidad antecede al
representar, y ésta al pensar (1911). En su teoría está implícito el concepto de
complejización creciente de las funciones psíquicas que parten inicialmente de lo
somático. Considera que este desarrollo se va logrando por la transformación de energía
libre en energía ligada: “bindung .
Marty define su concepto de “mentalización”, basándose en el “bindung” Freudiano, pero
considera que este proceso asociativo requiere de un metabolismo mental ( concepto que
se asocia a la función “reverie” descrita por Bion en 1962 ) para realizar la transformación
de las excitaciones somáticas en motivaciones psíquicas y afectos.
Sustentándose en estos conceptos, Lecours y Bouchard en 1997, han propuesto cuatro
niveles o modalidades de expresión de las experiencias afectivas y motivacionales: la
somática, la actividad motora, las imágenes y la verbalización. Es un continuum infinito de
transformación, donde se va dando una creciente cualidad mental. Una mayor capacidad
de tolerancia y continencia para los contenidos mentales va permitiendo su elaboración,
produciéndose
una multiplicación de las representaciones que conducen a la
simbolización y a la abstracción. La “mentalización”, es definida como operaciones
mentales que incluyen representación y simbolización, que conllevan a una
transformación y elaboración de experiencias motivacionales y afectivas
en
organizaciones mentales crecientes.
El segundo pilar teórico se refiere a modelos explicativos para comprender la gestación y
desarrollo de la mente humana. Permitiendo así asomar una hipótesis de trabajo sobre
algunos elementos o situaciones que podían haber detenido aspectos de su evolución
mental .
Mancia (1993) plantea que desde el estado intrauterino existen protofunciones que le
confieren al feto un ”self sensible a la experiencia”.
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Emde (1980) considera que este “self prerepresentacional” contiene un núcleo afectivo,
capaz de conferir continuidad a la experiencia afectiva del feto, por lo que experiencias
prenatales pueden tener un profundo efecto emocional en el niño, sobre todo si son
reforzadas por experiencias postnatales.
Para Mancia se trata de un self psicofisiológico o somatopsíquico a partir del cual se irá
diferenciando un self mental con caracteristicas preverbales primero, y verbales después,
promovido por la interacción madre-hijo como continuación de la iniciada experiencia
interaccional madre-feto de la vida intrauterina.
Para Freud hay más continuidad entre la vida intrauterina y la infancia temprana ,
que la que nos permite imaginar la impactante interrupción del nacimiento.
El recién nacido requiere de la madre como continente receptor de las sensaciones y
ansiedades que no puede procesar por sí mismo.Así la función” reverie” materna (Bion) se
convierte en gestante de la mente en proyecto.
Será la capacidad materna de pensar acerca de su bebé con amor lo que conduce a K
(conocimiento acerca de su bebé , en este caso). Esta capacidad será introyectada por el
bebé junto con sus sentimientos modificados por esta función materna, permitiéndole de
esta manera, identificarse con una madre con capacidad de pensar en los sentimientos.
Este tipo de intercambios repetidos entre la madre y el bebé van transformando la
estructura del yo, y en lugar de un yo evacuador del displacer, se va formando una nueva
estructura yoíca: un yo realista que ha internalizado inconscientemente en su núcleo a un
objeto con capacidad para pensar y conocer las cualidades psíquicas en sí mismo y en los
otros.
La falla de la capacidad “reverie”, o el ataque hacia esta capacidad de la madre por parte
del bebé, interrumpen este tipo de intercambio.
Un desencuentro sostenido entre madre e hijo, producirá – K entre ellos, originando un
vínculo vacío de significado . Por el contrario, cuando este proceso es exitoso permitirá al
bebé internalizar la función alfa, es decir, la capacidad de transformar eventos
intolerables, experimentados como cosas concretas en sí mismas (elementos beta) en
tolerables experiencias pensables (elementos alfa). Y luego, en su evolución ir
adquiriendo crecientes grados de abstracción. El recién nacido es protegido y contenido
ahora por la mente de la madre como antes lo estuvo en su utero , pero para él no existe
conciencia de su separación del cuerpo de la madre. El nacimiento psicológico (Tustin,
1981) , no coincide con el nacimiento fisiológico. Si éste ocurre en forma prematura o es
mal manejado producirá una ”catástrofe psicológica” ( Bion) . El recién nacido necesita
mantener la ilusión de la unidad primaria ( Winnicott 1958), y para ello utiliza
mecanismos tales como: “desbordamiento hacia la unidad ( Tustin, 1972) , “imitación “
( Gaddini, 1969) , e “identificación adhesiva “
( Bick, 1986 ) ; todo lo cual antecede a
los mecanismos de proyección e identificación que ya manifiestan cierta conciencia de
separación del cuerpo de la madre.
Tustin (1981), propone el término de ” autismo normal del recién nacido “para denominar
estos estados mentales primarios, que considera indispensables como preparatorios del
esfuerzo necesario para reconocerse como un individuo separado de la madre, para
poder tolerar la soledad de ser un “yo”, en sus palabras. Si es ”catapultado” de este
estado demasiado pronto o demasiado abruptamente, aparecerán dificultades que pueden
variar desde la defensa autista masiva, hasta bolsones o rasgos autistas , insertos en una
personalidad básicamente neurótica.
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Un nacimiento físico difícil puede contribuir a una conscientización prematura de la
separación corporal de la madre con todas sus consecuencias, pero en definitiva será el
resultado de las series complementarias: dotación constitucional, los sucesos de la primera
infancia y la calidad de los cuidados y protección materna , “madre suficientemente
buena” (Winnicott) o con capacidad “reverie” ( Bion), pueden dar como resultado un
“holding” o “continente” psíquico que permita adquirir la “confianza básica” necesaria
para sobrevivir, y continuar el proceso de desarrollo.
El recién nacido experimenta un estado de “hipersensibilidad” física y psicológica que le
es propio, y que se caracteriza por la prevalencia de sensaciones corporales. Si estas
sensaciones no encuentran ” continente “ ó “ holding “ en la madre , que vaya creando
“ piel “ ( Bick ) en el niño , se recurre a maniobras para reinstaurar el sentido de unidad .
Las maniobras defensivas autistas actúan como un “ caparazón protector “ ( Tustin ,
1990) que al interrumpir la interacción con la madre y el mundo externo (no yo) , detiene
el proceso de integración y de formación del si mismo , impidiendo su posibilidad de
Ser.
Otras maniobras defensivas serían la creación de una “segunda piel” (Bick,1968),
representada por una función muscular o verbal hiperdesarrolladas, que ocultan una
fragilidad en los procesos integrativos tempranos.
Por otra parte, E. Gaddini (1982) afirma que las primeras fantasías son expresadas en el
cuerpo, representando “sensaciones particulares conectadas con una función específica
(originariamente la de la alimentación)” . Así, las experiencias son expresadas físicamente
intentando reproducir una función que la mente ya había registrado , en búsqueda de
preservar la sobrevivencia (imitación). Este circuito cerrado cuerpo-mente-cuerpo precede
a las fantasías asociadas con la imagen, y pueden quedar encerradas en este circuito,
permaneciendo inaccesibles a la elaboración mental posterior. Gaddini diferencia estas
“fantasías en el cuerpo”, de las “fantasías sobre el cuerpo”, ligadas a imágenes,
posteriores en el desarrollo evolutivo, y que constituyen la primera imagen mental del símismo separado, precursores de la imagen corporal y del sentido de identidad.
Las fallas en la estructuración del mundo representacional, producen perturbaciones
básicas que infiltran todo el proceso de desarrollo posterior.
Mientras más abrumador resulte el reconocimiento del estado de separación, más
interferido será el proceso de integración , apareciendo ansiedades de pérdida del self que
se experimentan como temor a volverse pedazos físicamente o de perderse en el espacio.
Los síntomas psicofísicos resultantes de esta situación pueden desaparecer en análisis ,
no tanto por las interpretaciones, sino porque el proceso analítico haya sido capaz de
reinstaurar un equivalente de la función materna que permita el reestablecimiento de
ciertas experiencias naturales que fueron interrumpidas. La vida intrauterina posee
constancia y continuidad , después del nacimiento las sensaciones tactiles, el ritmo
repetido y confiable, y la cualidad del cuidado materno van proporcionando continuidad
a la existencia . Si estos factores fallan, el límite del self no se establecerá adecuadamente y
la necesidad de contacto será permanente. La pulsión por sobrevivir se origina en el self
del bebé como resultado natural de la separación. La tendencia evolutiva es la de
sobrevivir a la separación y organizar el propio self para una existencia independiente,
pero en circunstancias adversas la pulsión de sobrevivir puede convertirse en la finalidad
de la vida mental, impidiéndose así el proceso de integración.
En este caso las maniobras defensivas propias de este etapa pierden su sentido original,
intentando restablecer de forma mágica y omnipotente la sensación de fusión del self con
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el objeto, entorpeciendo así el curso del desarrollo psíquico y el proceso que lleva al
reconocimiento del objeto ausente. ( O’ Shaughnessy 1964). El cual representa un paso
indispensable en la obtención de una verdadera relación con el objeto.
Por otra parte Segal (1957) apoyándose en los descubrimientos de Melanie Klein,
considera que el proceso de simbolización se origina en el intento del yo para manejar las
ansiedades que surgen en relación con el objeto. Por lo que los trastornos en la relación,
especialmente aquellos vinculados a la dificultad para diferenciar el yo y el objeto,
interferirán en la formación de símbolos. La simbolización se encuentra íntimamente
relacionada con la adquisición de la posición depresiva, caracterizada por el
reconocimiento del objeto total, experimentándose sentimientos de ambivalencia hacia
éste, lo que genera culpa, temor y dolor por la pérdida del objeto, así como la necesidad
de repararlo y recrearlo. Este estado mental se puede equiparar al concepto de “concern”
(Winnicott) que se caracteriza por la preocupación por el otro y el amor al objeto “per se”.
El símbolo es experimentado como una creación del yo, por tanto no se lo identifica
totalmente con el objeto original.
Al establecer una distancia psíquica con éste , disminuye los sentimientos de culpa y de
temor por su pérdida , y si se logran inhibir las metas instintivas originales en relación al
objeto, puede ser usado para la sublimación.
En realidad la percepción del objeto ausente, representa un paso mucho más avanzado del
desarrollo psíquico, ya que implica haber superado las ansiedades o “agonías primitivas”
(Winnicott) , como también las ansiedades de la posición esquizoparanoide (Klein) y
haber logrado una integración considerable del sí mismo que permita la conciencia del
objeto total. Tal como plantean Klein (1930) , Segal (1957) y O’ Shaughnessy (1964) la
ausencia del objeto promueve el pensar ; y los logros integrativos de la posición
depresiva, permiten manejar esta ausencia a través de su simbolización.
El tercer pilar teórico se basa en la comprensión del tipo de comunicación y de la
naturaleza de la relación analítica, factores éstos que propulsaron la transformación
psíquica de Mailena.
Melanie Klein nos mostró que la relación paciente-analista se da fundamentalmente en un
nivel intrapsíquico. Su visión de que las relaciones objetales se establecen desde el
momento mismo del nacimiento, así como su internalización, da por resultado un mundo
interno poblado de objetos desde los inicios de la vida. De esta manera, la transferencia
estará inscrita en esta visión relacional, dirigida a los objetos internalizados. Melanie
Klein (1946), al describir el fenómeno de identificación proyectiva, y posteriormente Bion
(1957), al asignarle a este mecanismo la función de transmitir un estado psíquico, nos han
permitido comprender formas de comunicación mucho más primitivas que las palabras.
El acting-out, entendido como una descarga a través de la acción de aquellos elementos
que aún no pueden ser pensados, puede ser usado como una forma de comunicación
primitiva en el análisis. Asimismo sabemos que las palabras permiten distintos niveles
de comunicación según el grado de organización mental y de la intención con que sean
usadas. Recordemos las posibilidades propuestas por Freud de “repetir, recordar y
elaborar”.
Así , en el curso de un análisis, recibimos todas las formas posibles de comunicación
provenientes del paciente: somatizaciones, actuaciones, identificaciones proyectivas,
acciones y palabras al servicio de la repetición, del recuerdo y de la elaboración, palabras
resistenciales y palabras buscadoras de sentido. La contratransferencia es un indicador
fundamental del impacto que producen estas formas de comunicación en el analista. Las
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situaciones psíquicas tempranas, que el paciente intentará transmitirnos por todos los
medios a su alcance, requieren de gran capacidad intuitiva, de autoanálisis constante, de
capacidad para contener los propios sentimientos así como los proyectados por el
paciente, y de función “reverie”, que permitan su genuina comprensión por parte del
analista; favoreciendo de esta manera la modificación de la experiencia del paciente y su
transformación psíquica.
CLINICA.
Mailena de 40 años, profesional universitaria, con un excelente desempeño laboral.
Consultó hace 9 años, por presentar severas crisis de pánico. En las primeras entrevistas
decía no comprender lo que le estaba pasando, se encontraba desconcertada con la
irrupción de estos ataques, que según ella no estaban asociados a ningún evento de su
vida actual, ni a ningún sentimiento que ella pudiese identificar, como no fuese esa
sensación de que la asaltaba el miedo sorpresivamente, que rápidamente se tranformaba
en pánico, invadiéndola de forma absoluta: en cuerpo y mente. Entonces, quedaba
aterrorizada, paralizada, sumida en sensaciones físicas que asociaba con la percepción de
muerte inminente.
Mailena es la segunda hija, un año menor que su única hermana, nacidas de una pareja
bien avenida que pensaban que no podrían tener hijos. Los padres son extranjeros,
exiliados , que llegaron al país después de la guerra. El padre era muy afecto a las hijas,
solía atenderlas cuidarlas, acariciarlas, conversar con ellas y consolarlas. El había muerto
dos años antes de nuestro primer encuentro, a consecuencia de una enfermedad cardíaca
que lo aquejaba desde hacía varios años.
Cuando ella y su hermana nacieron, la madre trabajaba, atendiendo su propio negocio, por
lo que sólo permanecía en casa los domingos. Las niñas eran atendidas por una nana. Le
cuentan que cuando era apenas una bebé solía llorar mucho los domingos, y con
frecuencia se enfermaba de diarrea justo el día en que la madre estaba en casa, todo ello
desagradaba mucho a la madre pues éste era su día de descanso.
Los primeros años de su vida transcurren en una gran casa, donde viven en compañía de
una familia extendida: tíos y primos.Mailena no recordaba mucho de esa época, salvo una
sensación de sentirse apartada, de no participar. No comía bien, era muy delgada y
sufría frecuentemente de amigdalitis severas “ que le impedían tragar hasta la saliva”. Los
padres se preocupaban por la salud de Mailena, en especial el padre; pero salvo estas
preocupaciones, consideraban que “ era una niña muy buena, que no daba trabajo”.
Mailena fue una buena estudiante, hizo una carrera universitaria, trabaja exitosamente.
En cuanto a su vida afectiva, se casa muy joven, permaneciendo casada por tres años en
los cuales tiene un aborto y nace su única hija. Posteriormente convive con una pareja
durante 10 años, terminando la relación abruptamente al poco tiempo de comenzar su
análisis. Actualmente tiene varios años casada con un hombre afectuoso, capaz de
escucharla, acompañarla, consolarla y con quien comparte muchas actividades e
intereses.
El análisis de Mailena puede dividirse en tres etapas: durante los primeros tres años las
sesiones giraban casi exclusivamente alrededor de sus ataques de pánico y de la
descripción detallada de los síntomas físicos que los acompañaban. Generalmente eran
ilustrados con gestos, resaltando especialmente el de llevarse la mano al cuello cuando
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me explicaba sus sensaciones físicas de “falta de aire”, “que su corazón latía como loco” y
que temía que éste “no pudiera más y se parara”. Solía llamarme durante los fines de
semana pues “necesitaba escuchar mi voz” (representación auditiva del objeto articulante)
y se tranquilizaba con mis interpretaciones relacionadas con su angustia de separación y
su necesidad de saberme accesible. A los pocos meses de comenzar el tratamiento rompe
con su pareja con quien compartia una relación de 10 años. La ruptura fue tajante y
brusca, llamando mi atención su aparente falta de sentimientos frente a este hecho (Objeto
transicional, uso narcisista del objeto).
Hago énfasis en estos elementos pues la angustia extrema, la descripción de sus
sensaciones corporales acompañándose de gestos , y el acting-out fueron las formas
predominantes de expresión y comunicación que estableció en ese momento de su
análisis. Me refiero a esta etapa como “El pánico en el cuerpo o terror sin nombre”.
Progresivamente la angustia invasiva fue cediendo, los ataques de pánico se fueron
espaciando y empezó a traer sueños para ser analizados. Uno de los primeros
sueños fue el siguiente: “Ella estaba en una piscina con un bebé en los brazos,
cuando apareció una araña gigantesca que tejió una telaraña alrededor del cuello
del bebé asfixiándolo, ella intentaba desesperadamente liberarlo cuando
despertó”. Impresionada por el sueño, y por sus asociaciones, indagó las circunstancias
de su nacimiento. Su madre le refirió que ella habia estado bajo anestesia, pero que el
médico le había relatado que había sido un parto muy difícil, pues la niña traía dos vueltas
de cordón alrededor de su cuello y que habia sufrido mucho.
Ello nos permitió tener imágenes y datos históricos para referirnos a ese “terror sin
nombre”. Entramos en un terreno más representacional. La conexión, ligadura, “bindung”
(Freud) había comenzado a manifestarse. Las sensaciones corporales habían comenzado a
“mentalizarse” (Marty), apareciendo significados, asociaciones, explicaciones para sus
síntomas físicos. A medida que avanzábamos en el trabajo se iba perfilando la hipótesis
de que Mailena ha debido vivir la experienciade separación física inicial: el parto, de
forma violenta, catastrófica, acompañada de ansiedades de muerte y desintegración de
magnitud abrumadora para su capacidad mental incipiente. Así también la experiencia
post-natal pudo resultar inadecuada para contener esas vivencias. Todo lo cual se refleja
en su susceptibilidad aumentada para las experiencias de separación.(Concepto de
trauma, Freud). De tal manera que tuvo que recurrir a maniobras defensivas
predominantemente corporales (Yo corporal de Freud). Estas sensaciones corporales, no
pudieron ser representadas, ni contenidas, ni significadas, ni elaboradas psíquicamente
en su momento. Por un lado , como ya dijimos, por su embrionaria capacidad psíquica, y
quizás también, por fallas en la capacidad continente materna, quedó detenido su
proceso de “mentalización” de la afectividad (Marty), permaneciendo las sensaciones
“ atrapadas en el cuerpo” (Gaddini).
El tercer período del análisis de Mailena, se caracterizó porque comenzó a escribir y a
hacer un mayor uso de la palabra. Las palabras tenían diferentes cualidades e
intencionalidad.
En su discurso aparecieron palabras evacuativas, defensivas,
comunicacionales, elaborativas, sublimatorias. Cada vez había mayor capacidad para la
asociación libre, donde con muchísima frecuencia, aparecían intercalados sueños. Su
necesidad de escribir, la interpreté como un intento de ordenar y de elaborar por su cuenta
lo que íbamos tratando en el análisis. Su actividad de escribiente la acompañaba,
articulaba sus momentos de soledad, permitiéndole tolerarlos mejor.
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Trabajábamos arduamente en las sesiones. La posibilidad de comunicación entre nosotras
parecía irse instalando con mayor firmeza., conformándose la alianza terapeútica.
Aumentaba su confianza en mi capacidad continente y analítica. Mis interpretaciones eran
tomadas en cuenta, se las llevaba, las pensaba, escribía sobre ellas, pero también cuando
se sentía amenazada, se aferraba denodadamente a sus defensas habituales: se escondía
nuevamente en su “caparazón protector” (Tustin), a través de la contractura muscular, o
de síntomas físicos que de nuevo la aislaban de sus contenidos mentales. Observé que esto
ocurría especialmente cuando sentía que el análisis la “arrastraba”,
es decir la
aproximaba a cambios que temía que fueran ”catastróficos”( Bion, Tustin) representando
una seria amenaza de desintegración psíquica. En ese entonces las palabras profusas y
evacuativas también fueron usadas como defensas para evitar aproximarse a algún
contenido que la condujera a un verdadero cambio psíquico, pero al mismo tiempo éste
ya estaba en curso. Se venía dando un proceso creciente de simbolización y
“mentalización”, lo cual denota un creciente afianzamiento de la posición depresiva
(Segal) , que le ha ido permitiendo aproximaciones genuinas a sentimientos de tristeza y
dolor. Ilustro esta realidad psíquica a través de un sueño y de un cuento escrito por ella.
El sueño fue el siguiente: “ Iba a una especie de finca, donde habían muchísimos pájaros
encerrados en jaulas, eran hileras interminables de jaulas con pájaros, unas encima de otras. Y yo
hablaba con el encargado quien tenía cabeza de hombre pero su cuerpo era el de un pájaro grande,
algo así como un pavo, pero sin plumas, como esos pavos que se van a meter al horno el día de
Navidad, pero yo veía todo eso con mucha naturalidad, y le preguntaba que por qué tenía a todos eso
pájaros encerrados, y él me contestaba que sería muy peligroso soltarlos”
Enseguida asoció con la época cuando era pequeña y vivía en la casa grande con sus tíos
y primos, los hombres adultos de su familia: su tío y su padre criaban pájaros pues les
gustaban mucho. Le interpreté que parecía que esos pájaros en jaulas representaban sus
sentimientos, especialmente aquellos relacionados con el dolor por haber perdido a su
padre y a su tío, y los cuidados que ellos le suministraban. Pues ella pensaba que si los
liberaba y se atrevía a sentirlos, ella misma se sentiría como ese pavo sin plumas,
desprotegido, y que podrían comérsela.
A raíz de esta interpretación comenzaron a aparecer cada vez con mayor claridad
recuerdos y sentimientos asociados al padre. Por ese entonces escribe el cuento que tituló
“Pájaros” y que transcribiré a continuación:
“Algunas veces sueño con pájaros. En la casa, que es una casa que son dos casas, vivimos siete o
diez personas, todo depende de la época, estamos algunos permanentemente, otros llegan y se van.
Yo soy la más pequeña, los demás, todos son más grandes. También están los animales, muchos,
veinte o setenta, también unos permanentemente, también otros llegan y se van, también otros nos
los comemos. Yo miro siempre de reojo.
Mi tío es arriesgado, inventa cosas locas, no como mi papá, cauteloso, cuidadoso, temeroso. Mi tío
mata a los animales que nos comemos, a los conejos los retuerce, los cuelga de un clavo en el muro y
gira sus pieles como si los desnudara, es un acto extraño.
El patio es grande, el jardín es grande, hay un limonero que pincha, una alberca que usamos
indistintamente nosotros, los patos y los perros. Hay una Acacia enorme, que a veces tiene unas
flores naranjas, yo no puedo mirar la copa, yo nunca he subido al árbol, mi tío nos enseña como
trepar, yo no puedo subir, soy demasiado pequeña, yo solo arranco las hojas y hago comida para mis
muñecas. Solamente yo juego con muñecas, tengo un lugar que es de mi tamaño, allí están las
muñecas, las cunitas, las mesitas, la cocinita, los platicos. Permanezco horas en la casita, allí no me
sobra tanto el espacio. Mi tío me llevó a pasear de noche con mi muñeca, dice que miro con ojos
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desorbitados las luces de la noche, me habla, me hace preguntas, yo respondo y sonrío, no sé si tengo
miedo.
Nos vamos a vivir a otra casa, más pequeña, sólo cuatro de nosotros, no entiendo bien por qué. Allí
finalmente crezco, hasta llegar al tamaño de los demás. Mi tío siempre nos visita, tiene un carro
verde, moderno, me gusta pasear en él, dice que cuando tenga la edad adecuada me lo va a regalar.
Escucho que dicen que mi tío tiene una enfermedad grave, le dicen a mi primo que regrese a la
ciudad, mi tío no está bien. Lo van a operar, tienen que extraer un tumor. Yo tengo que visitarlo en
la clínica, él está cansado. Yo procuro atenderlo, no hago preguntas, no quiero escuchar las
respuestas, creo que todos están tristes y preocupados.
Es el día de la madre, mi tío regresa a casa para morir. Cada quien se ocupa de algo, yo me ocupo de
mi primo, llora desconsoladamente, yo lo consuelo. Es mi primer funeral, todos vestidos de negro y
todos tristes. Me perturba el sepulcro, me aparto.
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CONCLUSIONES
1.- He querido mostrar en este trabajo como el análisis constituye una experiencia
propulsora de la evolución y el crecimiento para ambos miembros de la díada analítica.
2.- Mailena poseía un área de su personalidad funcionando a niveles maduros, lo que le
permitió continuar su desempeño laboral, compartir con su pareja y atender a su hija.
3.-Las áreas menos integradas de su personalidad que funcionaban a niveles
extremadamente primarios, tal como se presentaron al comienzo en el análisis: ataques de
pánico y síntomas físicos, fueron interpretados a la luz de la teoría presentada como restos
de “narcisimo primario”(Freud), ”bolsones autistas” (Tustin), donde las ansiedades de
desintegración, dilución, desvanecimiento eran las predominantes, usando maniobras
defensivas tales como “imitación” (Gaddini), “caparazón protector”(Tustin) o “segunda
piel” (Bick).
4.- La hipótesis de trabajo para explicar esta detención de la evolución mental en estas
áreas de su personalidad fue el trauma psíquico correspondiente a la experiencia de su
nacimiento difícil, que pudo haber sido vivenciado como una “catástrofe psicológica”
(Tustin), por su incipiente capacidad mental por una parte y por posibles fallas en la
capacidad continente materna por la otra.
5.- Se rastreó en el análisis el proceso de “mentalización ” que había quedado detenido, y
que se manifestó inicialmente a través de sensaciones corporales, transformándose
progresivamente en representaciones (sueños) y posteriomente en simbolización (palabra).
6.- Asimismo se exploraron las modificaciones de las ansiedades primitivas ya nombradas
en ansiedades esquizoparanoides y depresivas.
7.- Se tomaron en cuenta la calidad y las características de las relaciones objetales: objeto
transicional, uso narcisístico del objeto, objeto parcial, idealización, denigración, objeto
total “concern”, consideración, respeto, diferenciación; en el transcurso del análisis.
8.- Se observaron los cambios correspondientes de las defensas en el proceso analítico.
9.- Se consideró la importancia de la función continente en análisis, como posibilidad real
de transformación mental al producirse una identificación con la función alfa del analista.
10.- La atención cuidadosa de la contratransferencia y el autoanálisis permanente fueron
factores de máxima importancia en la recepción e interpretación de comunicaciones tan
primitivas.
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