INTRODUCCIÓN ¿Qué entendemos por profesionalización? Desde la conformación de sociedades humanas, el hombre se ha organizado para la satisfacción de sus necesidades y con el paso del tiempo cada sociedad, en base a su cultura, generando una división social del trabajo tendiente a la especialización: artesanos, comerciantes, pescadores, etc. La modernidad trajo consigo la desacralización de las actividades del mundo social, entre ellas las relacionadas con la cultura, de tal manera que toda producción, circulación y consumo cultural dejó de ser forzosamente relacionada con la religión imperante. De la misma manera, en América Latina, la implementación en las jóvenes naciones del liberalismo decimonónico creó las condiciones para la desintegración de los gremios coloniales, agrupaciones altamente jerarquizadas que servían no solamente para producir mercancías, sino también para normar y formar personas en un oficio determinado. La “liberación de los oficios”, el insipiente proceso de industrialización y la consolidación de la ciencia y la técnica como “palanca” clave para el “progreso” fueron piezas importantes para la conformación de instituciones educativas y asociaciones profesionales que fueron dando forma a las profesiones modernas con base a la normalización y formación de personas especializadas y reconocidas por el Estado para desempeñar una profesión determinada. A lo largo del siglo XX, en el ámbito cultural los agentes se fueron especializando: el creador, el crítico, el galerista, investigadores, etc. De tal manera que cada uno de ellos ha tenido una participación diferenciada. Uno de estos agentes, es precisamente el gestor cultural, quién se fue convirtiendo en el agente especializado en el diseño y desarrollo de la acción cultural1. Estos agentes se fueron formando en la práctica desde su trabajo en instituciones gubernamentales, educativas y en organizaciones de la iniciativa privada y comunitaria. A partir de la experiencia y retomando elementos de otros campos disciplinares se fueron conformando “metodologías”, “definiciones” y “visiones” de lo que es y cómo hacer el trabajo cultural. 1 Entendida esta como el proceso de creación u organización de las condiciones necesarias para que personas y grupos conciban sus propios objetivos en el universo de la cultura, para lo cual recurre a agentes culturales previamente preparados y toma en cuenta públicos determinados, procurando establecer un puente entre este público y sus creadores (Teixeira, 2000:41-42) En ese sentido, desde el último tercio del siglo XX se ha estado consolidando un proceso de profesionalización de los gestores culturales consistente en la conformación de un campo disciplinar propio y el reconocimiento social y legal de un profesionista especializado en la gestión cultural que logra distinguirse de otros agentes del ámbito de la cultura y que su actuar va siendo visto como necesario en la organización social de la cultura. ¿Qué estrategias se han venido desarrollando en Latinoamérica? En términos generales se pueden identificar X estrategias de profesionalización en Latinoamérica: 1. Capacitación para el trabajo: A partir de la década de los ochenta, en varios países se llevaron a cabo cursos, talleres y diplomados encaminados primeramente a capacitar a los gestores culturales instituciones del Estado, con el propósito de mejorar los procesos y labores en las que los trabajadores de la cultura participaban. Pronto, estas ofertas generaron expectativas y demandas a gestores culturales de organizaciones privadas y comunitarias, por lo que la oferta se extendió geográficamente y se diversificó en contenidos, modalidades y costos. No obstante, no solamente el Estado ha sido ofertante de esta forma de profesionalización, sino que también le han entrado instituciones educativas, empresas y asociaciones civiles. En países como México, Argentina y Chile se generaron una serie de políticas públicas que favorecieron el desarrollo de esta oferta de profesionalización. 2. Especializaciones: En algunas universidades de México, Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Cuba y Venezuela se crearon programas de especialización que solicitaban contar con grado de licenciatura para su ingreso. Esto permitió brindar de manera intensiva una formación universitaria a gestores culturales en activo que tuvieran una carrera afín. Algunos de ellos tienen un plan de estudios genérico (por ejemplo, la Especialización en y gestión cultural de la Universidad del Rosario en Colombia), otros están dirigidos en algún campo de desempeño especifico (por ejemplo la Especialización en administración de artes del espectáculo, de la Universidad de Buenos Aires en Argentina) y otras más tienen un tronco común y con algunas orientaciones terminales (por ejemplo la Especialidad en Gestión Cultural y Políticas Culturales de la Universidad Autónoma Metropolitana en México). 3. Orientaciones terminales: En Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Ecuador, México y Perú algunas instituciones de educación superior decidieron hacer algunas orientaciones terminarles de licenciaturas y maestrías afines a la gestión cultural; ya sea que de un campo disciplinar se oriente a la gestión cultural, por ejemplo la Licenciatura en Historia del Instituto Mora (México) que tiene una orientación terminal en gestión del patrimonio cultural; o que; o bien que de programas multidisciplinares se generen líneas en gestión cultural por ejemplo la Maestría en Estudios de la Cultura de la Universidad Andina Simón Bolivar (Ecuador) que tiene una mención en políticas culturales. 4. Maestrías: Tal vez, después de la primera, esta es la estrategia más recurrente en la oferta de programas de posgrado aprovechando así el capital académico con que cuentan ya algunos gestores culturales con grado y fomentando la gestión cultural más como una especialización laboral de las profesiones afines, tal vez por eso, es que gran parte de estas maestrías tiene un corte profesionalizante y sólo algunas tienen una orientación hacia la investigación. 5. Licenciaturas y tecnicaturas: Sólo algunas universidades de Argentina, Brasil, Chile, Colombia y México cuentan con programas educativos de nivel técnico superior y superior cuyo objetivo sea la formación de profesionales en gestión cultural. ¿Cuáles son los avances y los retos? Sin duda, en las últimas dos décadas hemos sido testigos del surgimiento exponencial de programas universitarios dedicados a formar académicamente a los gestores culturales, sin embargo sería miope de nuestra parte pensar que la profesionalización solo se logra a partir de dar títulos universitarios. En nuestra región aún está en proceso la consolidación de un campo disciplinar que logre definir, articular y generar un corpus de saberes y metodologías que puedan ser identificadas por otros profesionistas como propias de la gestión cultural. Esto implica no sólo fortalecer el aspecto de la docencia, sino también de la investigación y sistematización de las experiencias de los gestores culturales (con título y sin él) e incluso de los alcances, tendencias e impacto de las mismas estrategias de formación que ya se han venido implementando. Esto último es de gran importancia, ya que gran parte de las iniciativas y acciones de formación en gestión cultural han formado parte de los discursos gubernamentales de los gobiernos de los países latinoamericanos y de organismos internacionales (como la Organización de Estados Iberoamericanos) que suelen importar modelos sin considerar y reconocer los saberes y necesidades locales. Otros dos elementos importantes debemos considerar en los procesos que aquí nos ocupan. Por una parte está el reconocimiento por parte del Estado y de la iniciativa privada de nuestra profesión, el cual tiene impacto en el ámbito laboral, normativo y económico, esto es la delimitación de perfiles de puestos acordes a las funciones actuales que pueden desempeñar el profesional en gestión cultural, el reconocimiento social de que es un trabajo especializado y que debe ser bien remunerado (que no se trabaja “por amor al arte”), la generación de normatividades y lineamientos para que sean estos profesionistas los que ocupen puestos de trabajo, etc. El otro elemento a considerar, es la consolidación y en algunos países la conformación de agrupaciones de profesionistas (en forma de redes, asociaciones, sindicatos, colegios, etc. dependiendo el país) que promuevan, generen lineamientos, posicionamientos, regulen e innoven la profesión. En este sentido ya hay avances interesantes en Chile, Argentina, Brasil, Colombia y México, así como algunas experiencias de carácter internacional. ¿De qué manera los artículos de este libro aportan elementos para la discusión de la profesionalización? Uno de los vacios dentro de la emergente literatura en gestión cultural, es precisamente la relacionada con el análisis, reflexión y discusión de las experiencias de la profesionalización de gestores en Latinoamérica. En ese sentido, esta obra pretende contribuir a la difusión de algunas experiencias latinoamericanas y suscitar a sus lectores a reflexionar sobre su propia trayectoria laboral y profesional. Los capítulos han sido organizados en tres partes. La primera está dedicada a analizar algunos contextos y políticas en que se van dando los procesos de profesionalización del gestor cultural. Canelas y Rubin realizan un análisis sobre la caracterización del gestor cultural como profesional en la organización de la cultura y la necesidad de definir de políticas de formación en Brasil. Desde el ámbito del patrimonio cultural, Morales nos invita a reflexionar sobre la necesidad de mirar la profesionalización no sólo en términos administrativos y económicos, sino también del impacto y la integración social. Para cerrar esta parte, de León hace un análisis de la profesionalización de los productores escénicos en el contexto de la política cultural gubernamental mexicana. La segunda parte la componen textos que exponen experiencias relacionadas con la formación universitaria de gestores culturales. Méndez y Orozco hacen un acercamiento al proceso de institucionalización de la gestión cultural en Guadalajara en términos de formación y reconocimiento de la gestión cultural como un trabajo especializado. Brambila, Arreola y Mariscal hacen una revisión sobre el diseño y operación de la Licenciatura en Gestión Cultural de la Universidad de Guadalajara. En ese mismo tenor y a partir del diseño curricular del Pregrado en Gestión Cultural y Comunicativa de la Universidad Nacional de Colombia, realiza una reflexión sobre la transdiciplinariedad necesaria en la formación universitaria de los gestores culturales bajo el paradigma de la complejidad. La última parte la componen dos escritos que tienen como objeto la experiencia de la profesionalización desde la asociatividad. Guerra hace una revisión (¿DE qué?) y Rucker XXXXX Referencias: Teixeira, Cohelo (2000), Diccionario crítico de política cultural: Cultura e imaginario. Tlaquepaque: ITESO, SCJ, CONACULTA.