Conferencia de Cayo Lara en el Nueva Economía

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Conferencia de Cayo Lara en el Nueva Economía Fórum
12 de julio de 2012
Hace 15 meses que tomé la palabra en este foro. Estábamos, prácticamente, en la
antesala de las Elecciones Generales y en el epicentro de las medidas de recorte del
Gobierno de Rodríguez Zapatero. Un primer ‘tijeretazo’ de 15.000 millones de euros,
una primera reforma laboral (que fue contestada con la Huelga General del 29 de
septiembre) y la reforma del sistema de pensiones que asestó un durísimo golpe al
sistema público y que, en plena aplicación, supondrá un recorte de 4 puntos del PIB.
Hoy todo aquello parece lejano en el tiempo. Los siete meses de Gobierno del PP han
representado varias vueltas de tuerca a las medidas de recorte pero, sobre todo, han
creado un ambiente de regresión social e involución democrática.
La nueva reforma laboral sitúa en la desprotección jurídica y sindical a los trabajadores,
facilitando el poder casi sin límites del empresario en la relación laboral frente a la
situación del trabajador en un contexto de crisis, de paro y, por tanto, de miedo.
Los recortes para cumplir los objetivos de déficit superan las cantidades del Gobierno
anterior, afectando elementos básicos del Estado del bienestar como la Educación, la
Sanidad y la aplicación de la Ley de Dependencia, y han colocado a los empleados
públicos como ‘cabeza de turco’ a los que resulta fácil desprestigiar, cuando los
auténticos responsables son gestores enemigos confesos de lo público.
No encuentro el adjetivo adecuado para calificar la segunda reforma financiera del
Partido Popular: ilusoria, esperpéntica, infructuosa…. Se puede coger el calificativo que
se prefiera. Lo importante es lo sustantivo y esto consiste en que los ciudadanos y
ciudadanas españoles vamos a pagar de una forma o de otra los platos rotos por los
responsables del sistema financiero español y por una política, común al bipartidismo,
de estímulo culpable de la especulación inmobiliaria y de conformidad con un modelo
productivo perverso, que es lo que nos ha llevado a que la crisis sea en España mucho
más profunda que en el resto de los países de similares características.
El Gobierno acumula una extraordinaria responsabilidad y no sólo por las medidas que
está tomando: es incapaz, atenazado por su propia confusión, de explicar con verdad la
realidad a la sociedad. No es cierto que hayamos logrado el rescate de nuestros bancos,
es un rescate que se nos ha impuesto; no es cierto que ese rescate esté exento de
condiciones económicas y fiscales para el conjunto de las Administraciones Públicas.
De Guindos vendrá hoy con las recetas del EUROGRUPO Y DEL ECOFIN.
Anoche ya se vertía por alguna agencia que el aplazamiento hasta 2014 del déficit del
3% que pide el Gobierno español tiene contrapartidas: Aumento del IVA, reducir la
cobertura de desempleo, más ajuste en las CC.AA o adelantar la reforma de las
pensiones, entre otras medidas. Ajustes y recortes que pueden llegar hasta 3 puntos
más del PIB. Montoro ya habló ayer de aumentar el IVA y la jornada de los
funcionarios.
Una política de recortes que está poniendo en graves dificultades nuestro sistema
constitucional. La Constitución de 1978 reconoce, junto a derechos formales, algunos
derechos sociales como el derecho al trabajo, a una vivienda digna, a una pensión
suficiente, a la salud, a la seguridad jurídica de los contratos, coloca la riqueza al
servicio del interés general, etc. Muchos de esos derechos nunca pasaron del papel,
pero ahora incluso ese papel está mojado.
Quiero referirme especialmente a dos aspectos de este problema: el primero es que el
debilitamiento del Estado no es sólo una cuestión del balance de ingresos y gastos. El
Estado moderno y democrático es el fundamento de la democracia: hace posible el
ejercicio de las libertades y de la igualdad de oportunidades, permite que los derechos
ciudadanos no sean mera retórica, compensa una parte de la desigualdad ilegitima
entre las personas, forzada por su fortuna y su posición de clase. Han debilitado tanto a
nuestro Estado que está dejando de cumplir esa parte de su papel.
Por otra parte, las exigencias de recortes para limitar el déficit a las Comunidades
Autónomas, exigencias que van a ser reforzadas, cuestionan severamente el modelo
autonómico contenido en la Constitución. Se exigen, desproporcionadamente, más
recortes en el gasto público autonómico que al Estado central. Se coloca entre la espada
y la pared a comunidades que no tienen capacidad normativa suficiente sobre el ingreso
público ni competencias efectivas para perseguir el fraude y la economía sumergida,
por tanto, no disponen de recorrido para aplicar su co-responsabilidad fiscal.
La cadena infernal es que Bruselas impone el déficit. El Gobierno de Mariano Rajoy
elige las políticas de recortes para asegurarlo (a diferencia, por ejemplo, de Francia) y
las CC.AA. sin otra posibilidad se ven obligadas a imponer los recortes en la práctica,
afectando la vida cotidiana de los ciudadanos.
Las inevitables y justas respuestas de movilización de la sociedad están siendo
respondidas con represión. Quieren criminalizar la resistencia pasiva. Quieren
criminalizar a Gandhi. Vamos a rechazar con todas nuestras fuerzas las reformas del
Código Penal con cosas como la prisión preventiva o la nueva consideración del
desacato, entre otras. Eso es la vuelta al pasado y tiene que ver poco con la democracia.
Lo mismo se puede afirmar, aunque sea en otro nivel, con los anuncios de la reforma
administrativa y los contenidos adelantados de la nueva Ley de Régimen Local.
El estado de la crisis
Vamos a entrar en el quinto año de la crisis. En los países intervenidos, la situación sólo
ha cambiado a peor (como en el caso griego). En los no intervenidos formalmente el
aumento del paro, el estancamiento y la recesión son los elementos dominantes.
En España el paro afectará a final de año a unos 6 millones de personas, la tercera parte
de ellos sin prestaciones de ningún tipo. En el sector público ha habido una caída de la
afiliación a la Seguridad Social de 60.000 personas en los últimos siete meses, a más de
170.000 cuidadores de dependientes les quitan la Seguridad Social. Las listas de espera
quirúrgicas han aumentado en un 17%.
Pero también los empresarios están siendo víctimas de esta política. Un 41% más de
concursos de acreedores que en junio de 2011. En el primer semestre de 2012 han
cerrado 21.000 empresas, el doble que en el mismo período de 2011. En junio de 2012
había 42.000 autónomos menos que en junio del 2011.
No se trata solamente de que premios Nobel como Stiglitz o Krugman hayan hecho una
severa crítica de las medidas de recortes y austeridad La cuestión es que no hay un solo
ejemplo en la Historia económica que avale que de una crisis de esta naturaleza se
pueda salir con medidas de austeridad, recorte del gasto y restricción de la demanda
pública y privada.
Por eso la crisis es cada vez más profunda; la luz del túnel se aleja más y el sufrimiento
se amplía cada vez a más personas. Se está cometiendo un delito contra el
Estado.
La derecha aplica medidas ideológicas usadas al estilo de los exorcismos medievales y
la creencia de que todo lo que da dinero es positivo, aunque se llame Eurovegas.
El Plan Nacional de Reformas (auténtico programa oculto del Partido Popular) es un
buen repertorio de esas medidas. Incluso se llega a decir que si se rebaja el poder de
negociación de los sindicatos se reduce la prima de riesgo en un número concreto de
puntos básicos, como resultado de la aplicación de un modelo matemático de análisis.
Pero, anécdotas aparte, lo importante de este Plan es que no hay ninguna previsión de
crecimiento de empleo en el marco temporal de la legislatura. Se acepta con total
tranquilidad que el paro no descienda por debajo del que había en 2011.
Es necesario retroceder un poco en el tiempo para poder observar cómo el pensamiento
neoconservador, cómo la ideología neoliberal comienza a echar raíces y a predominar
en occidente, con más virulencia a partir de la década de los 80. El pensamiento
“neocon”, el neoliberalismo en su faceta más desgarrada fue patrocinado y promovido
por gobiernos anglosajones como los de Margaret Thatcher y Ronald Reagan, y por
pensadores como Milton Friedman o Hayek, cuya teoría sobre el ‘Estado mínimo’
explica perfectamente las políticas llevadas a cabo, también en nuestro país. Pidiendo
prestado un concepto matemático ese modelo de Estado es un estado mínimo para lo
común, para el interés general y colectivo, y un estado máximo para el beneficio de los
poderosos. Nunca un Gobierno tomó en tan poco tiempo, y a golpe de decreto ley,
tantas medidas que hacen daño a tanta gente.
Con una concepción esencialmente ideológica se ha ido reduciendo la capacidad de
intervención del Estado en las economías de los países, relegando la toma de decisión
sobre asuntos de gran importancia para los ciudadanos a instituciones poco
democráticas en cuanto a su elección y su funcionamiento. Se intenta reducir el Estado
a una mera comparsa dentro del sistema capitalista, cada vez con menos atribuciones y
menor poder de intervención en la política y en los destinos del país. El poder
político está de rodillas ante el poder económico y en especial ante el
capital financiero.
Se jalea la idea de que el control por los representantes elegidos por la voluntad popular
(los políticos) de lo público es, simplemente, incompetente y perjudicial. Esa idea sería
calificada en cualquier país de nuestro entorno, con una democracia asentada, como
fascismo. Que haya políticos corruptos e incompetentes no debe abrir el
camino a poner en cuestión la democracia.
En España hay múltiples elementos que nos permiten afirmar, sin temor a
equivocarnos, que al Estado se le están quitando cada vez más atribuciones y
competencias, entendiendo como Estado absolutamente todo el tejido institucional de
nuestro país: Estado central, autonomías, ayuntamientos, etc. Uno de los hechos más
significativos y que simboliza esa incapacitación del Estado español fue impulsado y
firmado por los dos principales partidos, PP y PSOE, el pasado mes de agosto cuando
modificaron la “intocable” Constitución Española.
Así, el mes de agosto del año pasado, PP y PSOE se ponían de acuerdo en modificar el
artículo 135 de nuestra Constitución poniendo un corsé de acero a las cuentas públicas.
Con esa reforma constitucional, el bipartidismo priorizó el pago de la deuda y los
intereses a los bancos antes que los servicios públicos esenciales. Es radicalmente
incompatible blindar el pago de la deuda y pretender defender el blindaje
de la sanidad, la educación o los servicios sociales.
El propio Estado se ataba las manos a sí mismo condenando el futuro de 46 millones de
españoles a un escenario de incertidumbre, y lo que se vislumbra tampoco presagia
nada bueno. La sacralización del déficit como tótem al que hay que adorar impide la
planificación de nuestra economía adaptada a cada momento.
No somos fanáticos del déficit, pero también sabemos que la solución pasa por otras
vías alejadas de los recortes y el menoscabo de los derechos ciudadanos. Con los
recortes sólo se ha conseguido que haya más paro, más precariedad y más
incertidumbre. Todas las medidas de ajuste que comenzaron a tomarse en mayo de
2010 y que han continuado con el gobierno del Partido Popular sólo han servido para
ahondar en el sufrimiento de los españoles. Las señales no solo no han conseguido
calmar a los mercados, sino que la prima de riesgo está más alta que nunca. Los
especuladores están para especular y no les importa el padecimiento de las sociedades.
A países con más dificultades, más extorsión.
Y ahora nos enfrentamos a proyectos que desafían toda imaginación. El Gobierno se
apresta a un nuevo recorte por valor de 30.000 millones de euros y a un paquete de
medidas de privatización por un importe equivalente.
En España ya ha habido privatizaciones. ¿Cuál ha sido el beneficio para la economía
nacional de esas privatizaciones? Sólo se han traducido en la creación de oligopolios al
servicio de intereses privados. La calidad del servicio y la competencia dejan mucho
que desear. Los precios de los carburantes pueden ser un buen ejemplo; el deterioro en
la prestación de los servicios recoge la mayor parte de las denuncias en las
organizaciones de consumidores y usuarios. Desde un punto de vista macroeconómico
el Estado ha perdido instrumentos de intervención, que serían muy útiles en esta
situación de crisis.
No estamos de acuerdo con la subida del IVA porque es uno de los impuestos más
injustos y, además, afectará de forma importante al consumo privado. Ciertamente el
IVA español es más bajo que en la media de los países del euro, pero también son, en
general, más bajos los salarios. Una subida del IVA exigiría, cuando menos, un
aumento del salario mínimo y de las pensiones.
Por otra parte, no es serio plantear como contrapartida la reducción de las cotizaciones
a la Seguridad Social. Se sigue jugando con las posiciones que, más que mágicas, son
ilusorias por no decir directamente falsas. El problema que frena la contratación
laboral no es el coste del factor trabajo, que se ha reducido en los últimos años mucho
más que entre nuestros principales competidores, tanto los costes unitarios como su
participación en la renta nacional. El problema es que no hay demanda y la política del
Gobierno -esencialmente la pública pero también la privada- la reduce, mientras el
sector exterior no puede en las actuales condiciones de estancamiento compensar esa
reducción.
El coste del factor trabajo representa, de media en España, un 13% del precio final del
producto. Raro es el sector donde sobrepasa el 20%. Por tanto, tiene una repercusión
muy moderada en los costes totales, próxima a la de los costes financieros, energéticos
o de comercialización.
El Estado y la crisis
No hay salida para la crisis sin un nuevo modelo productivo y eso sólo lo puede
impulsar el Estado. Tras la crisis del sistema financiero español, el crédito sólo podrá
fluir con la presencia de una sólida Banca Pública, que nosotros creemos que se debe
construir a partir de todas las entidades intervenidas y el ICO.
Frente a la destrucción del Estado, defendemos un Estado social que debe preservar y
avanzar en derechos para los ciudadanos. Precisamente la no intervención del
Estado propició el crecimiento de la ‘burbuja inmobiliaria’ en España, lo
que ha desembocado en un agujero financiero inacabable. Los bancos y cajas han
ocasionado uno de los agujeros más grandes en la historia de nuestro país, un agujero
que parece no tener fondo. Pese a estos hechos, que son tozudos y conocidos por todos,
el PP continúa negándose a crear una comisión de investigación del sistema financiero
en el Congreso de los Diputados, tal y como hemos pedido desde IU en sucesivas
ocasiones. La negativa en aras de no minar la confianza de los mercados es obvio que ya
no sirve como argumento.
¿Quienes se niegan a investigar la mayor estafa desarrollada desde la transición
democrática a quienes pretenden encubrir? ¿Por qué? No vamos a parar hasta que se
conozca toda la verdad, se depuren todas las responsabilidades y se restituya al máximo
posible el daño causado.
La desestructuración del Estado también ha venido alimentada por otro elemento que
ha colaborado activamente en su incapacitación: la desfiscalización progresiva que ha
sido desarrollada e impulsada por los gobiernos de Aznar y también de Rodríguez
Zapatero. La reducción de ingresos ha venido motivada por las sucesivas bajadas de
impuestos o con la eliminación de algunos de ellos, como el impuesto de patrimonio.
Han ido despojando de recursos al Estado, adelgazándolo hasta dejarlo casi sin fuerzas
ni herramientas.
Si a ello le unimos, además, la total desidia de estos gobiernos en la lucha contra el
fraude y la corrupción… tenemos un cóctel explosivo muy peligroso para el bienestar de
nuestro país. Pero en España se hace todo lo contrario. Se implanta una amnistía fiscal
que es totalmente injusta y moralmente reprobable, a aquellos que han estado
defraudando miles de millones de euros que son de todos, porque son los impuestos
que sufragan el estado del bienestar. ¿Con qué cara va a exigir el gobierno a los
ciudadanos que paguen sus impuestos si exime de ellos a los grandes defraudadores?
Es un motivo claro para la indignación y, espero que para la rebeldía.
A través de nuestro Grupo Parlamentario vamos a presentar una Proposición de Ley
para una reforma fiscal global que recupere los principios de suficiencia en los ingresos
públicos y de progresividad en la contribución de la ciudanía. Para ello, se
transformarán en definitivos los incrementos en el IRPF del PP, se considerarán en la
misma base los ingresos de trabajo y del capital, se introducirá un criterio real de
progresividad en el impuesto de Sociedades para favorecer a las pequeñas empresas
mediante la limitación efectiva y drástica de los gastos fiscales. Al mismo tiempo se
propondrán medidas en la legislación fiscal para limitar rigurosamente el fraude y la
economía sumergida.
Para nosotros el Estado tiene que tener un papel principal siempre, pero fundamental
en momentos de crisis financieras como el actual. El Estado debe ser el motor de la
recuperación, el protagonista. Tenemos que luchar contra el adelgazamiento
institucional al que quieren someternos y huir de populismos y de discursos
demagógicos de fácil consumo.
Queremos más Estado, porque es el único que puede garantizar nuestro futuro. El
Estado tiene que ser uno de los principales agentes en el impulso y la creación de
empleo, su papel es primordial para asegurar la existencia de un estado del bienestar
asentado en unos servicios públicos de calidad, con la educación y la sanidad como
señas de identidad.
Izquierda Unida ha propuesto un plan concreto de creación de empleo que, entre otras
medidas, considera un yacimiento importante de puestos de trabajo la reforestación de
nuestro país. He estado recientemente en Valencia y en Hellín, viendo o conociendo los
terribles resultados de los incendios forestales y he rememorado nuestra propuesta al
oír a los vecinos que decían ‘los fuegos del verano se apagan en invierno’. Esto se hace
cuidando el monte con más medios materiales y humanos, haciendo un trabajo
respetuoso con el medio ambiente y una explotación racional de los recursos
forestales.
No podemos consentir un Estado que sólo se encargue de mantener el actual orden de
las cosas, garante de un sistema manifiestamente injusto. ¿Por qué tienen que pagar los
ciudadanos una crisis que ellos no han provocado? Inoperancia, incompetencia,
connivencia, complicidad? En cualquier caso, hay que devolver al Estado su
credibilidad recuperando políticas al servicio de la mayoría social y no de las élites
dominantes que solo utilizan al Estado para incrementar sus escandalosos beneficios.
Estamos convencidos de que el Estado es la llave que abre la puerta para salir de esta
situación de crisis. Necesitamos un Estado que promueva el empleo a través de la
inversión pública, creando puestos de trabajo en sectores públicos de máxima
importancia como la sanidad, la educación o la dependencia. Hacen falta más médicos,
enfermeras, profesores, cuidadores, trabajadores sociales, etc. Porque esta también es
una manera de distribuir mejor y más justamente la riqueza de nuestro país.
Necesitamos un Estado que impulse la creación de una Banca Pública, de una banca
que facilite el crédito a las familias y a las pequeñas y medianas empresas, que son las
que crean la mayor parte del empleo de nuestro país.
Queremos un Estado fuerte con los defraudadores, porque detraen dinero de las arcas
públicas que es de todos. Nos roban a todos el dinero del bienestar social o de proyectos
de inversión para el nuevo modelo productivo. Y es también obligado que el propio
Estado luche contra corrupción y el despilfarro.
Queremos un Estado comprometido con la ciudadanía, pero en tiempos de crisis más
que nunca, necesitamos un Estado de trabajadores de toda clase y para los
trabajadores. Un Estado que responda a los intereses de la mayoría social de nuestro
país. Es menester un cambio en el modelo actual de Estado.
Europa
La crisis que estamos viviendo no es una mera crisis financiera. El ex gobernador del
Banco Central Europeo Jean Paul Trichet afirmó al despedirse de su cargo que
estábamos ante una crisis del sistema. Una crisis tan grave o más que la de 1929. Una
crisis que ha puesto en cuestión, al menos, el modelo de globalización neoliberal y
financiarización de la economía, con el que el sistema pretendió resolver sus
dificultades a partir de los años 70.
La crisis es también una crisis del euro, que no ha sido nunca una moneda única sino
un medio de pago común. La arquitectura europea; su modelo de construcción
neoliberal no puede resistir la crisis de la moneda única. Por eso, todas las medidas que
aparentemente se toman tras arduas discusiones en las instituciones europeas no dejan
de ser espejismos; medidas para ganar tiempo.
En España no hemos gastado más de lo que teníamos. Si el Gobierno afirma eso, debe
decir cuándo, en qué, con qué finalidad y quiénes son los beneficiarios.
En 2007 la deuda pública española era un 37% del PIB, mucho menos del límite fijado
por los tratados europeos y había un superávit de 19.000 millones de euros. Por tanto,
ni nuestro Estado del medio estar era caro, ni el conjunto de nuestro gasto público era
excesivo.
¿Qué ha pasado entre 2007 y 2011? Pues ha ocurrido una gigantesca caída del ingreso,
mucho mayor que la caída del PIB, lo que indica que ha habido desfiscalización
(principalmente, bajo la forma de regalos fiscales a los más ricos), y un importante
aumento del fraude fiscal.
Las medidas adoptadas con la excusa de paliar la crisis sólo tuvieron como objetivo
directo o indirecto, paliar la crisis de los Bancos y las Cajas. La crisis es una realidad
(ahí están 5,5 millones de parados para confirmarlo), pero las medidas adoptadas para
su solución han sido una estafa.
Como es una estafa el rescate financiero que, en el mejor de los casos, incluye nuevas
condiciones muy severas, como hemos visto y, en el peor, un auténtico trasvase de
deuda privada hacia la deuda pública.
¿Podemos endeudarnos en 10 puntos más para salvar a los Bancos y no para crear
empleo y mejorar los servicios públicos?
¿Podemos reducir los compromisos ya establecidos con las comarcas mineras en un
63% y, al mismo tiempo, asegurarles a los concesionarios de autopistas 230 millones de
euros para compensar sus errores de diseño del plan empresarial?
España no puede cumplir al mismo tiempo el objetivo de déficit y sus compromisos con
la deuda. Menos aún puede impulsar la economía tras el parto de los montes que ha
significado, por el momento, del Plan Europeo de Estímulo, puesto que lo más claro
que ha aparecido es que por el momento los 120.000 millones de euros previstos, se
limitan a 5.000 millones para infraestructuras.
Las medidas que parece aprobará hoy el ECOFIN, permitiendo el aplazamiento del
ajuste del déficit al 3% hasta el año 2014 son insuficientes. Es necesario un período más
dilatado en el tiempo. Las exigencias más rigurosas que acompañan esa tolerancia van
a agravar más la recesión de la economía española y el nuevo ataque a los empleados
públicos es inadmisible. En cuanto al aumento del IVA, ya me he referido a él
anteriormente. Izquierda Unida sólo está de acuerdo en la eliminación de las ayudas
fiscales a la compra de pisos porque, en la práctica sólo benefician a los vendedores,
dificultando que las viviendas tomen su precio real de mercado y retrasando así el
ajuste que es necesario en este sector.
En relación a la vivienda, no podemos aceptar que las instituciones financieras
intervenidas y que van a sobrevivir y a ser capitalizadas con el dinero de los
contribuyentes continúen desahuciando a familias.
Finalmente, si este aplazamiento se confirma debe trasladarse también de forma
inmediata a los compromisos exigidos a las CC.AA. La emisión de ‘hispabonos’ que
parece prepara el Gobierno no puede transformarse en más rigor sobre las CC.AA. Ese
chantaje sería intolerable desde el punto de vista democrático.
La legitimidad de una parte de la deuda española es muy discutible, en la medida en
que el Estado se ha endeudado no para cumplir sus fines sino también para
salvaguardar la deuda de terceros. Más aún cuando esos terceros, las instituciones
financieras, son quienes han adquirido las emisiones de deuda en una especie de
trampa circular.
Es preciso encarar esta situación desde el interés del Estado y encontrar las medidas
inmediatas que pueden resolver la situación. Cada noche duermen en el BCE del orden
de 800.000 a 900.000 millones de euros, ahora a interés cero. Dinero hay.
El BCE debe comprar directamente los títulos de la deuda soberana de los países de la
zona euro. Modificar para ello su papel y democratizar su funcionamiento es solo
cuestión de voluntad política. Mientras tanto el BCE actúa como el auténtico lobby de
los bancos.
Pero esto no es suficiente. Es necesario aplazar el cumplimiento de los objetivos de
déficit pero no con la condicionalidad intolerable que se anuncia. No se deben aceptar
nuevas imposiciones de recortes que nos llevan al abismo. Es necesario encontrar un
mecanismo para facilitar a países como España el pago de su deuda soberana legítima.
Debería estudiarse si una moratoria en su pago no sería una solución aceptable. Sólo
una moratoria de un año representaría un aplazamiento de más de 8 puntos de PIB (5,3
de principal y 2,8 de intereses), lo que liberaría recursos para impulsar la economía y el
consumo, condición sin la que será imposible hacer frente a los compromisos y
recuperar los márgenes para la financiación de la economía española.
Finalmente, es necesario y urgente poner en marcha el Plan Europeo de estímulo, por
el importe mínimo de 120.000 millones de euros, que debe distribuirse en función del
paro existente y complementariamente de la tasa de empleo juvenil.
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