LA CALIDAD DEL SILENCIO

Anuncio
LA CALIDAD DEL SILENCIO
de
Lucas Torres
PERSONAJES
(Por orden de aparición.)
MARGARITA : Inspectora de policía.
COMISARIO ARTURO: Comisario de la policía.
GONZALO: Joven amanerado.
PABLO: Padre invalido de Elisa y marido de Elisa.
PETRA: Madre de Elisa y esposa de Pablo.
ELISA: Hija de Pablo y Petra. Novia de Santiago.
ANTONIA: Vendedora de cartones en un bingo.
MARTA: Vecina de Elisa y amante de Santiago.
SANTIAGO: Delincuente. Novio de Elisa y amante fugaz de Marta.
LA NOCHE Y LA NIEBLA ALREDEDOR DE LAS CABEZAS Y LOS CUERPOS.
Es por la noche, el comisario ARTURO y la inspectora MARGARITA, esperan en la calle.
MARGARITA: ¡Comisario!
ARTURO: No me llames así.
Margarita: No me gustan las noches de niebla. Me ponen nerviosa. Daría
cualquier cosa por un cigarrillo.
Arturo: No tienes que preocuparte. Todo va a salir bien.
Margarita: Lo sé.
Arturo: ¿Cuánto llevas sin fumar? Pero sin fumar un solo pitillo.
Margarita: Hay cosas que nunca se le preguntan a una mujer.)Cuando vamos a
entrar?
Arturo: Quiero que sea en la calle.
Margarita: Intentaran escapar.
Arturo: No creo, me tiene miedo.
Margarita: Aprovecharan la noche y la niebla.
Arturo: Vamos a esperar que salga. Prefiero que sea entre la niebla.
Margarita: Se nos puede escabullir.
Arturo: Me conoce, desde hace muchos años. Y me tiene miedo. Sabe que voy a por él. Con el
miedo no sabe pensar. Le he visto con miedo muchas veces.
Margarita: ¿Y ella?
Arturo: Ella no entra en nuestros objetivos. Esta amargada. Se cree muy lista,
pero es una infeliz.
Margarita: ¿Qué hacen estos dos juntos?
Arturo: No sabría explicarte. Seguramente se ha dejado engatusar por él. Tiene labia, y sabe decir
lo que la gente quiere oír. Aunque no deja de ser un miserable. No tiene espíritu. Y ella es una
mujer que está sola.
Margarita: ¿Y el marido?
Arturo: Hace semanas que no viene por aquí. Está con otra.
Margarita: Al parecer, has tenido mucho contacto con los vecinos, ¿no?
Arturo: El no fumar, te hace pensar cosas raras. Quizás deberías volver.
Margarita: ¿Qué ha hecho con su novia, la del supermercado?
Arturo: La tiene esperando en un callejón. Es una infeliz. Me da pena, andar con un tipo así.
Seguro que quiere usarla como coartada. Es un inútil...
Margarita: Le conociste en el reformatorio, ¿verdad?
Arturo: No lo recuerdo bien. Quizás.
Margarita: Me han contado lo que pasó.
Arturo: No es bueno hacer caso a los comentarios de pasillo.
Margarita: Algún día me deberías dar tu versión de porque dejaste de dirigir el reformatorio.
Arturo: Yo no tengo la culpa de la niebla, ¿vale?
Margarita: Un comisario, puede llevar este caso muy bien desde el despacho.
Y dejar la calle para los que sabemos como funciona.
Arturo: Yo también, soy una rata de calle.
Margarita: Algo te pasa, Arturo, algo te pasa. Desde que pediste el traslado, a este distrito, no eres
el mismo. Y no me vengas con la historia del comisario bueno...
Arturo: ¿Arrepentida?
Margarita: No. Pedí el traslado, porque me gusta trabajar contigo. Además, yo si soy una rata de
calle. Y tú, sólo eres un chupatintas que quiere jugar a policías. Siempre has estado entre papeles
y no sabes como funciona...
Arturo: No olvides que esta tarde han matado a una mujer. Y esa mujer estaba embarazada. Estás
cosas impresionan mucho. Esto hay que solucionarlo pronto.
Margarita: Estás exagerando. Esto es un caso muy sencillo. ¿Por qué no quieres que entremos?
Sabemos quién es y donde está.
Arturo: Los vamos pillar en la calle.
Margarita: ¿Y si no salen en toda la noche?
Arturo: Saldrán. Está asustado.
Margarita: Yo no me fío. La lagarta esa con la que está, no lo va a dejar salir.
Arturo: Pero, ¿qué te pasa, esta noche?
Margarita: ¿Y a ti? Estás aquí, estorbando. No nos dejas trabajar.
Arturo: Este es un caso especial. Saldrá en los periódicos. Mi deber es estar aquí, dirigiendo la
operación.
Margarita: Eso que acabas de decir es una tontería. Desde hace un par de meses, no eres el
mismo. No me gusta como miras.
Arturo: Pero, ¿cómo miro?
Margarita: Me voy al coche. Tengo mucho frío.
Arturo: Margarita.
Margarita: ¿Qué?
Arturo: ¿Por qué, últimamente siempre me llamas comisario?
Margarita: ¿No lo eres?
Arturo: Hace mucho tiempo, que no me llamas así.
Margarita: Estoy en el coche.
Arturo: Seguro que te vas a fumar. Sé que fumas a escondidas.
ENTRA GONZALO.
Margarita: Mira quien está ahí. El niña... to.
OSCURO.
I
DE COMO LA NOCHE, CON LA NIEBLA SE VA CERRANDO.
En su casa PABLO, sentado en una silla de ruedas. Al lado, su mujer PETRA, de casi su misma
edad.
PABLO: ¡Elisa!
PETRA: Está abajo, donde Marta.
PABLO: ¿Está lloviendo?
PETRA: No. Hace frío y hay niebla. Seguro que no se levanta en toda la noche.
PABLO: Seguro que se están pintando las uñas.
PETRA: ¿Yo?
PABLO: ¡No, tú no!
PETRA: Yo estoy cosiendo, ¿no lo ves?
PABLO: Ya, ya lo veo.
PETRA: ¿Entonces, por qué dices que me estoy pintando las uñas?
PABLO: Yo no he dicho, que tú te pintes las uñas.
PETRA: Pues yo lo he oído.
PABLO: Me refería a Elisa, tu hija.
PETRA: Te he dicho que está abajo, en casa de Marta.
PABLO: No me gusta esa Marta.
PETRA: Son amigas, les gusta pintarse las uñas. Son jóvenes...
PABLO: Ya no lo son tanto.
PETRA: La pobre Marta, como su marido es basurero, se aburre mucho.
PABLO: Y como se aburre, se dedica a pintarle las uñas a Elisa.
PETRA: Y Elisa, se las pinta a Marta. Cosas de amigas.
PABLO: No me gusta como mira esa Marta. No es de fiar. Y es mucho más mayor que nuestra
hija.
PETRA: ¿Te he dicho que su marido es basurero? Que trabajo más ingrato. Trabajar de noche y
dormir por el día.
PABLO: No es bueno dejar a la mujer sola por las noches. Se dedican a pensar cosas que no
están bien.
PETRA: Qué bien sabes tú, lo que piensan las mujeres por las noches, ¿verdad?
PABLO: Te digo que esa Marta no es de fiar.
PETRA: Elisa y ella son amigas, y se cuentan sus cosas, se entretienen y se
hacen
compañía.
PABLO: Y de paso se pintan las uñas.
PETRA: ¡Cállate ya! Me estás mareando.
PABLO: ¡Cállate tú!
PETRA: ¡Oye Pablo!
PABLO: ¿Por qué no vas a buscar a Elisa? Se está haciendo tarde.
PETRA: Para ti, siempre es tarde, ¿verdad?
PABLO: Y ahora, ¿por qué, me dices eso?
PETRA: ¡Pablo!
PABLO: ¿Qué?
PETRA: Elisa y yo, hemos estado hablando y...
PABLO: ¡Un momento!
PETRA: ¿Qué pasa?
PABLO: Acércate.
PETRA: ¡No!
PABLO: ¿Por qué?
PETRA: ¿Para qué quieres que me acerque?
PABLO: Te brillan los ojos. ¡Ven!
PETRA: Estoy cosiendo, ¿no lo ves?
PABLO: Quiero olerte.
PETRA: Escúchame, tengo que comentarte algo...
PABLO: ¡Has bebido! No lo puedes negar.
PETRA: ¿Yo?
PABLO: ¡Estás borracha!
PETRA: ¿Cómo tienes el valor de decirme eso?
PABLO: Se te nota.
PETRA: Sí, ¿y qué?
PABLO: Menuda noche nos espera.
PETRA: ¿Y tú qué?
PABLO: Yo no he bebido.
PETRA: Tampoco te has querido tomar la pastilla, de después de cenar.
PABLO: ¡No me hables así!
PETRA: Cuando no te tomas la pastilla azul, no duermes. Y si no duermes, no me dejas dormir a
mí. Y yo madrugo. Y madrugo mucho.
PABLO: No tengo ganas de hablar contigo.
PETRA: ¿Por qué? ¿Por que he bebido un sorbo?
PABLO: ¿Qué le vas a decir a tu hija, cuando te vea así?
PETRA: ¿Qué quieres que le diga?
PABLO: No es bueno que te vea, en este estado.
PETRA: ¡Espera un momento! Tengo que comentarte una cosa. Elisa y yo hemos estado
hablando...
PABLO: ¿No habrás estado bebiendo delante de la niña?
PETRA: ¡Calla y escucha!
PABLO: ¡Anda, ve al piso de abajo, y dile a Elisa que suba!
PETRA: ¡Pablo, escúchame! ¡Deja que te cuente!
PABLO: Nunca te has fijado en como mira esa Marta. Si lo hubieras hecho no permitirías que Elisa
y ella...
PETRA: ¡Pablo, no seas así!
PABLO: No tiene claridad en la mirada. Mira como una buscona. ¡Y sé lo que me digo! Sé lo que
es la mirada de una mujer.
PETRA: ¡Ya! ¡Ya sé que se te daban bien las mujeres! Sobre todo las rubias...
PABLO: ¡Calla!
PETRA: ¡No! No me quiero callar.
PABLO: ¡Vieja loca!
PETRA: Ya no te gustan las rubias, ¿verdad? Marta es rubia, como ella.
PABLO: ¡Mira como estás! Borracha como una mujerzuela...
PETRA: No, Pablo, no. Te equivocas. Como te equivocaste el día que te acercaste a esa mujer...
PABLO: ¡Petra, por lo que más quieras, cállate!
PETRA: Tranquilo, tranquilo, no voy a decir su nombre. Jure que nunca iba a pronunciar su
nombre.
PABLO: ¡Calla ya vieja borracha! ¿Qué sabrás tú ...?
PETRA: Pablo, te vamos a poner pañales.
PABLO: ¿Qué?
PETRA: Es una cosa de Elisa. Bueno, las dos lo hemos hablado. Y creemos que es lo mejor. Y
vamos a comprar un televisor y un vídeo nuevos.
PABLO: Estás borracha, y estás diciendo muchas cosas sin sentido. Échate un poco de agua en la
cara, y baja a buscar a Elisa.
PETRA: Yo sabía, que no ibas a querer.
PABLO: A mí, nadie me va a poner pañales, mientras yo tenga uso de razón.
PETRA: Pablo, yo ya estoy muy mayor. Me pesan los años. Tú has ganado peso. Yo, ya no puedo
cargar contigo, como antes.
PABLO: ¡Mira Petra, bastante desgracia tengo ya, con llevar diecisiete años, aquí sentado!
PETRA: Pablo, tienes que entenderme
PABLO: ¡Has bebido! ¡Estás borracha! Has tenido que emborracharte, porque no tenías valor
suficiente para decírmelo a la cara.
PETRA: Pablo, mis fuerzas ya no son las mismas. Me empiezan a fallar. El pañal es más cómodo
y mucho más limpio para ti, y para mí.
PABLO: ¡Cállate! ¡Petra eres una borracha! No tienes espíritu ninguno. No sé que pude ver en ti, el
día en que te conocí.
PETRA: Pablo, no digas esas cosas.
PABLO: Es la verdad. ¡Me engañaste! Entre nosotros nunca hubo nada...
PETRA: Pablo, yo no tengo la culpa, de que un marido traicionado te atropelle, en mitad de la
calle, y te deje invalido de por vida.
PABLO: ¿Qué sabrás tú? ¡Anda ve a buscar a tu hija! Y no te entretengas viendo la televisión.
PETRA: Pablo, te he dedicado la vida entera. No es justo que me hables así.
Nunca me has querido. ¿Por qué?
PABLO: Cuando me miras así, se te ve todo el rencor que me guardas. Disfrutas, viéndome aquí
sentado y condenado de por vida. Esta es tu venganza, )verdad? Porque sabes que me estoy
consumiendo poco a poco.
PETRA: Siempre me hablas con desprecio. Nunca hago nada a tu gusto...
PABLO: Dime Petra, ¿no has conocido a ningún hombre? Por que desde el accidente...
PETRA: ¡Cállate! Elisa debe estar a punto de llegar.
PABLO: Tú te pasas una gran parte del día fuera de casa. Yo apenas salgo.
PETRA: ¿Para eso me paso yo el día fregando escaleras? ¿Para que cuando llegue a casa, mi
marido me diga una sarta de tonterías, porque se aburre de estar todo el día metido en casita,
haciendo crucigramas?
PABLO: No me puedo creer, que una mujer como tú, no tenga un hombre para que le haga algún
favor.
PETRA: No todo el mundo, es tan miserable como tú.
PABLO: ¡Eres una zorra borracha!
Petra le da una bofetada.
PABLO: ¿Y ahora qué? Estarás muy orgullosa de lo que has hecho.
PETRA: ¿Por qué me dices esas cosas? Me ponen muy nerviosa.
PABLO: ¿Así es cómo tienes que tratar al inválido, del padre de tu hija?
Si en este momento, llega a entrar Elisa y lo ve ¿qué? ¿Qué respeto le va a tener a su padre? Que
encima está en una silla de ruedas, porque es inválido. ¡Anda llora un poco, a ver si se te pasa la
borrachera!
PETRA: ¿Por qué siempre te ríes de mí? Siempre me tratas, como si fuese tonta.
PABLO: Tengo que ir al servicio. Llévame.
PETRA: ¿Por qué nunca me has querido?
PABLO: No tengo ganas de hablar, con una borracha.
PETRA: Nunca hago nada que esté bien. Me he pasado media vida pendiente de ti, tratando de
agradarte y siempre he encontrado desprecio en ti. )Por qué?
PABLO: Me estoy meando. Llévame al cuarto de baño.
PETRA: ¡Te esperas! Ahora estoy hablando yo.
PABLO: No tengo ganas de hablar contigo. Sólo dices tonterías. Menos mal, que yo he estado
aquí, si no a saber, como habrías educado a mi hija. No tienes ni idea, de como ser una buena
madre.
Petra en un ataque de ira agarra de la pechera a Pablo.
PETRA: Pablo, me estás buscando las cosquillas.
PABLO: ¿Me vas a pegar otra vez? ¿Por qué no te esperas a que venga Elisa? Así, ya das el
espectáculo completo. Para que vea de una vez por todas, que su madre es una inservible, y que...
Petra lo tira al suelo. Luego se va llorando.
PABLO: ¡Petra! ¡Petra! ¿Qué haces? ¿Dónde vas? ¡Espera! ¡Llévame al cuarto de baño! ¡Petra!
¡No me dejes aquí tirado! ¡Petra, sabes que yo solo, no puedo levantarme! ¡Petra, ayúdame, no
quiero que Elisa me vea, aquí tirado en el suelo! ¡Petra!
OSCURO.
II
LA NIEBLA DE LA CALLE EN EL SENTIR.
Calle, callejón medio escondido. Al fondo hay una cabina telefónica. ELISA espera. Entra el chico
joven GONZALO.
GONZALO: ¡Hola!
Elisa no contesta.
GONZALO: ¡Sé quién eres! ¡Y a quién esperas!
ELISA: ¿No tendrías que estar durmiendo? Eres muy joven, para estar aquí.
GONZALO: Tengo quince años, pero tengo insomnio. Me da miedo dormir. Tengo pesadillas. Por
eso siempre estoy observando a la gente.
ELISA: ¡Para no pensar, en lo que a ti te preocupa?
GONZALO: No. Porque no tengo sueño. Vivo con mi abuela. No tengo padres. Vivo aquí al lado.
Desde aquí se ve mi balcón, bueno, ahora con la niebla no. Mi abuela toma una medicina, para la
tensión, o algo así, se pasa el día medio dormida. No se entera mucho. Siempre se retrasa
¿verdad?
ELISA: ¿Tú abuela?
GONZALO: No.
ELISA: ¡De quién hablas?
GONZALO: Él es mucho más joven que tú. Le conozco de vista. Os he visto muchas veces.
Cuando no hay niebla, claro.
ELISA: ¿Por qué no te subes a cuidar de tu abuela?
GONZALO: Me gusta el color de tus uñas. Te queda muy bien.
ELISA: Vete a la cama. No son horas, de estar en la calle.
GONZALO: Yo siempre estoy por la calle. Me gusta la gente. He visto como os besáis.
ELISA: ¡Por qué me estás contado todo eso?
GONZALO: Yo me llamo Gonzalo, ¿y tú?
ELISA: Elisa.
GONZALO: Ya te he dicho que mis padres murieron y vivo con mi abuela ¿verdad? ¿Cómo se
llama tu novio?
ELISA: No es mi novio.
GONZALO: Siempre te besa. Te quiere ¿no?
ELISA: ¿No vas al colegio o al instituto?
GONZALO: Estudio ballet. Me gusta mucho bailar.
ELISA: ¡Quieres ser bailarín?
GONZALO: No creo. Pero, de mayor, me gustaría ser mujer.
ELISA: ¡Qué has dicho?
GONZALO: Nada, tonterías. Como no duermo, siempre estoy pensando y diciendo tonterías. Eso
dice mi abuela, cuando no está adormilada, por la medicina.
ELISA: ¿Por qué quieres ser mujer?
GONZALO: Yo también tengo una cita aquí. Hace meses que tengo citas aquí. )Me vas a decir
cómo se llama tu novio?
ELISA: No es mi novio.
GONZALO: Te besa y te toca. Y sé que se llama Santiago.
ELISA: Esas cosas no se preguntan.
GONZALO: Lo conozco. Sé en los líos que anda. También sé, que trabajas en un supermercado.
ELISA: Vete. Será mejor que me dejes en paz.
GONZALO: ¿Robas dinero para él?
ELISA: ¿Por qué no te vas con tu abuela, y me dejas en paz?
GONZALO: La policía le busca. Hoy atracado una joyería aquí cerca.
ELISA: ¿Santiago?
GONZALO: Sí. Tu novio, el que te besa.
ELISA: No te creo. Me estás tomando el pelo.
GONZALO: Yo tengo una cita aquí, con el comisario.
ELISA: ¿Le han pillado?
GONZALO: No, pero lo van a pillar.
ELISA: ¡Eres un chivato!
GONZALO: No. Soy el amante del comisario. Me cuenta muchas cosas. Él, como es el comisario
de la policía, lo sabe todo o casi todo.
ELISA: ¿Estás liado con el comisario de policía?
GONZALO: Es amor. Yo le quiero. Y él a mí.
ELISA: Creo que me estas agobiando. ¿Por qué no me dejas tranquila?
GONZALO: A veces, cuando el comisario de la policía, no tiene guardia, viene a verme. Yo le doy
más medicina, a mi abuela, y duerme profundamente más horas. Y así, el comisario de la policía,
puede subir, para hacerme feliz.
ELISA: ¿Qué sabes tú, de Santiago?
GONZALO: Lo que me cuenta el comisario.
ELISA: ¿Sabes donde está?
GONZALO: ¿ Santiago o el comisario?
ELISA: El comisario, digo Santiago.
GONZALO: Creo que el comisario, si sabe donde está.
ELISA: ¿Y no lo han detenido?
GONZALO: Creo que no.
ELISA: ¿Por qué?
GONZALO: Eso se lo tienes que preguntar, al comisario de la policía.
ELISA: ¡Vete! No tengo ganas de escucharte.
GONZALO: Creo que esta noche, le van a tender una especie de emboscada o encerrona. Por lo
del atraco de esta tarde, a una joyería. Lo van a pillar por aquí, en la calle. Vete. El comisario dice,
que eres una buena chica y no deberías estar liada, con una chusma así.
ELISA: Todo es mentira.
GONZALO: Me voy. Tú también deberías irte. No será nada bueno, para ti, si te cogen con él.
Además no creo que hoy venga, por aquí.
ELISA: No me creo nada, de lo que me has contado. ¡Eres un mentiroso!
GONZALO: El comisario de la policía lo sabe todo. Y )sabes qué la joyería, la ha atracado con otra
tía?
ELISA: ¿Quién?
GONZALO: Una amiga tuya. La que te pinta esas uñas, tan bonitas.
ELISA: ¿Marta? ¿Estás hablando de Marta?
GONZALO: Mi comisario, dice que el atraco, lo han hecho los dos juntos. Creo que se quieren ir al
extranjero. A Sudamérica. ¿Brasil, es de Sudamérica?
ELISA: ¿Por qué te cuenta, el comisario todas esas cosas?
GONZALO: Vete. Tu novio no va a venir esta noche. Y no trates de localizarle. Eso enfadaría
mucho al comisario. Y te aconsejo, que no veas al comisario enfadado. Una vez me rompió una
muela, de una bofetada. ¡Vete!
ELISA: ¿Por qué me cuentas todo eso? Creo que no debería fiarme de ti.
GONZALO: El comisario de la policía, me ha pedido que lo haga. A mí, me daba un poco de
vergüenza, al principio.
ELISA: ¿Te lo ha pedido el comisario?
GONZALO: Le das pena. Creo que por lo de tu padre. Y luego la calamidad esa que tienes por
novio. Al principio, quería venir él, el comisario. Pero, al final he venido yo. Bueno, creo que harías
bien en irte. ¡Adiós!
ELISA: ¡Espera! ¿De verdad le quieres?
GONZALO: ¿Al comisario?
ELISA: Claro.
GONZALO: Sí, bueno no sé. Yo le doy lo que él quiere. No te fíes de Santiago. No deja de ser un
sarnoso.
ELISA: ¡No hables así de él! ¿Quién te has creído que eres?
GONZALO: Él, ahora está en casa de la tal Marta, refugiados. Creo que te puede traer, muchos
problemas.
ELISA: Le voy avisar.
GONZALO: Lo vigilan. Vete a tu casa y no le abras la puerta, en toda la noche.
ELISA: ¿El comisario, va a por él?
GONZALO: En el atraco, Santiago, ha matado a una mujer embarazada. Y eso no le ha gustado
nada al comisario. Dice que a la gente, no le gusta que maten a embarazadas.
ELISA: ¿Lo van a matar?
GONZALO: Eso, se lo tienes que preguntar al comisario de la policía. Me tengo que ir. ¡Adiós!
ELISA: ¿Y ahora, qué tengo que hacer yo?
Elisa se mira en el bolsillo y saca unas monedas. Duda. En ese momento entra ANTONIA. Mujer
moderna de casi cuarenta años. Elisa descuelga y marca. Se arrepiente y vuelve a colgar el
auricular.
Antonia se acerca.
ANTONIA: ¡Hola! Yo soy Antonia. ¿No tendrás un papel? ¡Papel! ¡Papel para un porro! Para hacer
un porro. ¿sabes?
ELISA: No, no tengo.
ANTONIA: Claro, que si no tienes papel, lo más seguro es, que tampoco tengas una china. Una
china de hachís. Hachís para hacernos un porro. Consecuencia, no hay porro, porque no hay
papel, ni hachís.
ELISA: Déjame tranquila, ¿vale?
ANTONIA: Entonces, ¿tú no fumas porros?
ELISA: Yo no paso costo. No me interesa el tema.
ANTONIA: ¡Vaya por Dios! La verdad, es que si no eres un poco traficante, no me solucionas
nada. Aunque, en confidencia, tengo que confesar, que a mí el hachís, no me soluciona nada. A
mí, me gusta la vida a sorbos fuertes. )Me entiendes?
ELISA: Mira tía, no tengo nada de dinero, y si lo tuviera no te lo iba a dar. Y me tengo que ir.
ANTONIA: ¡No! ¡No, no, si yo no quiero dinero! Si tuvieses algo de drogas, pues mira chica, de eso
sí. Yo no le hago ascos a ninguna droga, aunque sean blandas. ¡Mujer! ¿Cómo es que te vas?
¿No te he dicho, que me llamo Antonia? Tengo un pequeño problema, me gusta abusar de las
drogas. ¿Te importa que te acompañe? ¡Ah! Pero yo no robo, ni me vendo. Yo trabajo. Yo me pago
mis vicios. Que no hay dinero, pues aunque me pese, no hay drogas. Quédate un ratito aquí
conmigo. Así charlamos.
ELISA: Prefiero irme. Y no quiero que me acompañes.
ANTONIA: ¿Y te vas a ir a casa, con esa cara de Macarena? ¡Oye! No me has dicho como te
llamas. ¿Te he dicho, que soy Antonia?
ELISA: Puedes llamarme Macarena, si quieres.
ANTONIA: ¡Uy que ingeniosa! Me gustas. ¡Mira! ¡Mira1 Ya se te está cambiando el color de la
cara. Ahora está mucho mejor ese brillo, en la mirada.
ELISA: Se me hace tarde. ¿Te puedo contar una cosa?
ANTONIA: Sí.
ELISA: Mi novio. Bueno, novio, novio no sé...
ANTONIA: ¿Le quieres?
ELISA: Lo importante, es que voy a dejar de quererle. Es un delincuente.
ANTONIA: ¿Por qué te ha robado el corazón?
ELISA: No, bueno sí. Pero, además de eso, vive de sus fechorías.
ANTONIA: ¿No será un poco traficante, también?
ELISA: A veces. También le gustan las drogas. Es muy nervioso. Creo que desde pequeño, ya era
un poco raro.
ANTONIA: ¿También es violador?
ELISA: Atracador. Le gusta atracar joyerías, bancos, aunque tampoco le hace ascos a los
supermercados, gasolineras, o lo que sea.
ANTONIA: ¿Nunca te ha regalado una joya? De las que saca en su trabajo.
ELISA: Esta tarde ha atracado una joyería. Con mi única amiga. Y se iban a fugar a Brasil,
Sudamérica.
ANTONIA: ¿No han matado, a una mujer embarazada?
ELISA: El comisario va a por él. Ya ha estado otras veces en la cárcel.
ANTONIA: Con el oficio que tiene, es muy normal visitar la cárcel, de vez en cuando. ¡Qué pena no
tener un porro! Nos vendría divinamente.
ELISA: Eres muy drogadicta ¿no?
ANTONIA: Yo nací para el vicio. ¡Ah! Pero, yo me lo pago. Mi trabajo me cuesta. ¿Te he dicho que
trabajo en un bingo?
ELISA: Me voy. Es muy tarde.
ANTONIA: ¿Trabajas?
ELISA: En un supermercado. Mi novio lo atracó una vez. Le pillaron y tuve que ir a reconocerle a la
comisaría. Yo era la cajera. Luego, le tuve que dejar dinero, para la fianza.
ANTONIA: ¿Y te gusta?
ELISA: ¿Mi novio?
ANTONIA: No, trabajar en la caja del supermercado.
ELISA: Sí. Bueno no. La verdad no lo sé.
ANTONIA: A mí, si me gusta vender cartones en el bingo. Por las propinas.
ELISA: ¡Adiós!
ANTONIA: ¿Te vas? ¿Me vas a dejar sola?
ELISA: Sí. No tengo ganas de estar en la calle. Es muy tarde.
ANTONIA: ¿Te he dicho que hoy libro? Hoy es mi noche libre. No trabajo.
ELISA: ¡Adiós!
ANTONIA: Tienes ganas de llorar, ¿verdad?
ELISA: No.
ANTONIA: ¡Anda, apóyate en mi hombro, y hártate! Estoy acostumbrada. Aunque, no deberías
llorar por un delincuente. Ha matado a una mujer embarazada. No se merece que sufras por él. No
llores, tonta.
ELISA: No estoy llorando. ¿Tú me ves llorando? ¡No! Pues ya está. ¡Adiós!
Elisa se va.
ANTONIA: Tampoco es para ponerse así. Como se pone la gente. Y eso que me ha contado su
vida. ¡Qué agresiva se ha puesto! ¿No será cocainómana? ¡Eso es! Es drogadicta y lo quiere
ocultar. Teniendo un novio, que ya no es novio, delincuente habitual, pues no es de extrañar que
se haya hecho dependiente de los tranquilizantes y la coca. Seguro que es adicta al valium. Se le
nota en la cara. Es una valiumnomana. ¿Se dirá así? No sé. Y encima lo oculta. Claro, para no
tener que compartir. Estas que llevan una doble moral, no me inspiran ninguna confianza. Y yo, tan
tonta, que todo lo doy. Tengo que cambiar. )Y si cambio y me dejan de gustar las drogas? Es que
hay que ver, como me gusta el vicio...
Ha entrado Margarita.
MARGARITA: ¡Antonia!
ANTONIA: ¡Jesús, María y José! ¡La comisaria!
MARGARITA: No soy la comisaria. ¿Qué haces aquí?
ANTONIA: Señora futura comisaria, usted ¿qué cree, que puedo estar haciendo, en la calle a
estas horas, y en mi noche libre? Y más, sabiendo, como sabe, de mis aficiones.
MARGARITA: Vete a casa. No hace una noche, como para estar por estas calles.
ANTONIA: No me asusta el peligro. Ya sabe, que me gusta vivir la vida a
fuertes sorbos.
MARGARITA: El comisario no quiere a nadie por estas calles. Hoy hay demasiado jaleo, por aquí.
ANTONIA: Señora comisaria...
MARGARITA: Yo no soy comisaria.
ANTONIA: Pero, lo acabará siendo. Se le ve en la cara, que ha nacido para mandar. Mire, yo
tengo una cita aquí. Tengo que solucionar unos asuntillos particulares. Usted me comprende.
MARGARITA: No hay contactos, por aquí, esta noche. Los hemos alejado. Hay mucho lío hoy, en
este barrio.
ANTONIA: El comisario se está volviendo loco.
MARGARITA: Le gusta mandar. ¡Anda vete a casa y procura descansar, por una noche!
ANTONIA: Me dan miedo las noches.
MARGARITA: Hoy es una noche rara, ¿verdad? ¿Será la niebla?
ANTONIA: Me voy, no quiero ser un estorbo. No quiero problemas con la autoridad, y sus
comisarios.
MARGARITA: Vete a tu casa. Y no salgas hasta que ...
ANTONIA: ¡No! No me voy a mi casa. Voy a otras calles. Otras calles donde el comisario me deje
pasear tranquilamente. Te da miedo el comisario, ¿verdad? Le temes. Se te nota. Seguro que te
gusta. ¿No estará enamorada de él? Las mujeres somos así. Nos enamoramos, aunque sepamos
que es una equivocación.
MARGARITA: No abuses de mi paciencia.
ANTONIA: ¡Adiós! Futura comisaria. ¡Ah! Y mucho cuidadito, con el comisario, tiene una forma
muy peculiar, de cumplir con su deber.
Antonia se va.
OSCURO.
III
SOBRE LA NIEBLA CARMESÍ.
MARTA Y SANTIAGO, asustados y nerviosos, esperan en casa de ella.
MARTA: ¡Santiago!
SANTIAGO: ¿Por qué? ¿Por qué se ha puesto a chillar? ¡Se lo merecía! Mira, que lo dije. Porque
lo dije, ¿o no?. Dije que todo el mundo con la boca cerrada...
MARTA: Y los brazos. También dijiste que arriba las manos, y no las levantó.
SANTIAGO: ¿No?
MARTA: No.
SANTIAGO: ¿Estás segura?
MARTA: Sí. No subió las manos, y se puso a chillar, como una rata.
SANTIAGO: ¿Verdad, que parecía una rata?
MARTA: Sí, si una rata , gorda y con pelo rubio.
SANTIAGO: Se lo merecía. Yo lo dije bien claro, silencio y arriba las manos. Y si digo silencio, y
tengo una pistola en la mano, no puedes ponerte a chillar. Si lo que quería era ponerme nervioso,
lo ha conseguido. No me gusta que la gente me chille. No lo puedo evitar. Tengo unos nervios muy
delicados. Y más, cuando estoy en lo que estoy.
MARTA: Santiago, no puedes quedarte aquí más tiempo. Mi marido puede llegar de un momento a
otro.
SANTIAGO: ¿Está amaneciendo?
MARTA: No.
SANTIAGO: ¿Entonces?
MARTA: Mi marido, que puede que venga de trabajar, de un momento a otro.
SANTIAGO: ¿No es basurero?
MARTA: Sí.
SANTIAGO: Los basureros terminan de trabajar cuando amanece, ¿no es cierto?
MARTA: No siempre. Depende de la ruta, y de la basura.
SANTIAGO: Bueno, como no está amaneciendo, no me voy.
MARTA: A estas horas, la policía, ya ha dejado de rastrear. Tampoco ha sido para tanto. Sólo una
mujer muerta.
SANTIAGO: Tengo miedo. Miedo de salir a la calle. Y al comisario.
MARTA: Estás un poco nervioso. No pienses en el comisario.
SANTIAGO: Va a por mí. Lo sé. Y él sabe que yo lo sé. Sabe como asustarme.
MARTA: Ya es noche cerrada, y hay niebla. Te será fácil, escabullirte.
SANTIAGO: Tengo la sensación, que ese hombre, me huele. Me la tiene jurada.
MARTA: Exageras. Son todo imaginaciones tuyas.
SANTIAGO: ¿Por qué dices eso?
MARTA: No me mires así, que no te estoy chillando.
SANTIAGO: ¿Qué pasa?
MARTA: Debes aprovechar la niebla, y escapar.
SANTIAGO: ¿Y tú?
MARTA: ¿Yo? Yo tenía la cara cubierta. Y no hablé. Yo no tengo la culpa de que la guarra esa te
quitara el pañuelo de la cara.
SANTIAGO: Todos me vieron la cara, ¿verdad? Pero a ti no.
MARTA: Si todo hubiese salido bien, ahora estaríamos en Brasil. Rumbo a Brasil.
SANTIAGO: Marta, no tengo donde ir. Lo sabes.
MARTA: Tienes que pensar que yo tengo un marido.
SANTIAGO: Yo tengo miedo. ¿Sabes lo que es eso?
MARTA: No puedes quedarte más tiempo aquí. Vete.
SANTIAGO: No.
MARTA: Santiago, aprovecha la oscuridad, roba un coche y sal de la ciudad.
SANTIAGO: Si salgo a la calle soy hombre muerto.
MARTA: Busca a Elisa. Ella te puede sacar de la ciudad.
SANTIAGO: No, tú me vas a sacar de la ciudad.
MARTA: Yo tengo que esperar a mi marido. Soy una mujer casada. Y mi marido, va a llegar de un
momento a otro. No puedes estar aquí por más tiempo.
SANTIAGO: Quieres que me pille la policía. Sabes que en cuanto ponga un pie en la calle soy
hombre muerto. Es lo que quieres que me maten, para que no te delate.
MARTA: Santiago, estás loco.
SANTIAGO: ¿Por qué me miras con miedo?
MARTA: ¿Yo?
SANTIAGO: ¿Por que me tienes miedo?
MARTA: No digas esas cosas y vete.
SANTIAGO: ¿Qué es lo que te da más miedo de mí?
MARTA: Santiago, piensa en mi marido.
Suena el timbre de la puerta.
SANTIAGO: ¡Tu marido!
MARTA: Mi marido tiene llave imbécil...
SANTIAGO: Marta, no se llama imbécil, a una persona que hoy ha matado, a una mujer
embarazada, en el atraco a una joyería. Ni se le mira se es manera.
MARTA: ¡Suéltame! ¡Tengo que ver quien es!
SANTIAGO: ¡No abras! Es la policía. El comisario viene a por mí. Si me coge, voy hablar. En esto
estamos los dos. Y no me importa delatarte.
MARTA: No me das miedo. Voy a abrir la puerta.
SANTIAGO: ¡No abras! ¡No quiero que me pille la policía!
MARTA: Escóndete. Luego te aviso.
SANTIAGO: No dejes que me detengan.
OSCURO.
IV
LA NIEBLA ACURRUCADA ENTRE LOS DEDOS DE LA MANO...
Salón de casa de Pablo. Éste esta en el suelo al lado de la silla de ruedas. Entra Elisa.
ELISA: ¡Papá!
PABLO: ¡Quita! ¡No te acerques!
ELISA: ¿Qué ha pasado?
PABLO: ¡No te acerques! ¡Estoy bien! ¡No! ¡No me mires así! Me he caído, pero no me he hecho
nada. ¿Dónde está tu madre?
ELISA: ¡Pero papá!
PABLO: ¡Quieta ahí! ¡No te acerques!
ELISA: ¡Papá! ¡Huele fatal! ¿Cómo te has caído?
PABLO: Dile a tu madre que venga. Tu vete, que venga ella.
ELISA: Voy a levantarte. No voy a dejar que te quédese ahí...
PABLO: ¡No! No te acerques. Llama a tu madre.
ELISA: ¡Papá no seas terco!
PABLO: ¿Dónde has dejado a tu madre? ¿Qué pasa está tan borracha que ya no se tiene?
ELISA: Yo no la he visto. No sé donde está. ¿Cómo te has caído?
PABLO: ¡No me levantes! Haz caso de lo que te digo, busca a tu madre y dile que venga.
ELISA: ¡Qué olor tan desagradable! ¡Qué ha pasado? Tengo que levantarte, y por lo que veo
tengo que limpiarte.
PABLO: ¡No! ¡No! ¡No y no! No quiero que me toques. ¡Ni te acerques! ¿Dónde está tu madre?
ELISA: No sé dónde está. Yo no la he visto.
PABLO: ¡Búscala!
ELISA: No puedo dejarte aquí, así, de esta manera. No lo voy hacer.
PABLO: Tienes que ir a buscar a tu madre. Está borracha. Fue a buscarte a casa de esa chica, la
de abajo.
ELISA: Yo no la he visto.
PABLO: Estará escondida, bebiendo, y sus obligaciones abandonadas.
ELISA: Voy a limpiarte. Haz el favor de no ponerte terco.
PABLO: ¡Tu madre! ¡Ella! ¡Ella es la que tiene que venir! Tu no tienes que limpiarme.
ELISA: Ya es suficiente, voy a levantarte, te limpio y luego busco a mamá.
PABLO: ¡No te acerques! ¡No tienes que limpiarme! No debes hacer esas cosas. Soy tu padre, un
respeto...
ELISA: ¡Vamos arriba!
PABLO: ¡Suéltame! ¡No me toques! ¿Por qué no me haces caso? ¿Quieres que llore? ¿Es eso lo
que quieres, verme llorar? ¿Vas a humillar a tu padre de esa manera?
ELISA: ¡Estate quieto! Si te mueves de esa manera es peor, y no voy a poder contigo.
PABLO: ¡Déjame en el suelo! Elisa, por el amor de Dios, déjame aquí. Ve a buscar a tu madre. No
quiero que me veas así.
ELISA: Papá, no puedo dejarte en el suelo. Tengo que limpiarte.
PABLO: ¡Aléjate! Ve a buscar a tu madre. Ella, ella es la que me tiene que limpiar.
ELISA: ¡Mira, deja que te levante y después voy buscar a mamá!
PABLO: Elisa, déjame solo. No quiero que me veas más así. Elisa, por lo que más quieras, no...
ELISA: ¡Ya basta! No seas niño. Te voy a levantar y no hay más discusiones.
PABLO: Tu madre, busca a tu madre.
Elisa lo levanta con gran dificultad y lo sienta en la silla.
ELISA: ¡Papá, por favor mírame! No pongas esa cara. ¡No! ¡Por Dios, no llores!
Voy abajo a casa de Marta a buscarla. Vengo enseguida con mamá, para que te limpie ella, ¿vale?
Mírame, por favor. Papá tienes que comprender, que esto no puede seguir así. Tendremos que
comprarte pañales, para que este tipo de cosas no vuelvan a suceder...
PABLO: ¿A tu padre le dices esas cosas? ¿Serias capaz, de ponerle pañales a tu padre? ¿A un
hombre hecho y derecho? Elisa, soy tu padre...
ELISA: Voy a buscar a mamá. De los pañales hablamos luego.
PABLO: ¡Hija! Prométeme que nunca me vas a recordar así.
ELISA: ¡Ay, papá! Que de tonterías estás diciendo esta noche. No hables así, que vas a conseguir,
que me ponga nerviosa.
PABLO: Apaga la luz cuando salgas.
ELISA: ¿Qué?
PABLO: Que apagues la luz. Quiero estar a oscuras.
ELISA: ¿Cómo quieres que te deje a oscuras?
Elisa sale.
Entra por otro lado y a escondidas Santiago, llevando una pistola en la mano.
PABLO: ¿Quién es usted? ¡Dios mío! ¿Qué quiere?
SANTIAGO: No te asustes viejo, tranquilo. Sólo estoy de paso. ¿Estás sólo?
PABLO: No tenemos dinero, pero puede llevarse lo que quiera.
SANTIAGO: ¿Seguro que no hay nadie más en la casa? ¡Oye! Que mal huele aquí, ¿no?
PABLO: ¿Qué es lo que quiere?
SANTIAGO: Nada, viejo, nada. No te pongas nervioso, que enseguida me voy.
He entrado por la terraza. No pensaba que iba a ser tan fácil. Nunca había hecho una cosa así. Y
ha sido la mar de fácil. Casi que me dan ganas de salir y volver a colarme otra vez. ¡Mira que huele
mal! ¿No te huele a ti?
PABLO: ¿Si no quiere nada, por qué no se va, y me deja tranquilo?
SANTIAGO: ¡No! No me voy. Y no sólo no me voy, si no que me quedo. Y me quedo. Y me quedo
a esperar. Espero y luego si me da la gana, me voy.
¡Qué olor tan malo! ¡Me asfixia!
PABLO: Pues márchate.
SANTIAGO: Mira que hueles mal. ¿Por qué hueles tan mal? ¿No te habrás...?
PABLO: Cuando llevas un rato, la nariz se te acostumbra. Y no notas el olor.
SANTIAGO: El olor me pone nervioso. El mal olor. ¡Eres tú! ¡Tú eres el que...!
PABLO: ¡Fuera de mi casa! ¡Largo!
SANTIAGO: ¡Lo primero, primerísimo, a mí, no se me grita! ¡No se grita! ¡No se grita delante de
mí! Porque me pongo nervioso. Y cuando me pongo nervioso, no soy dueño de lo que hago. ¿Me
has entendido? ¡Viejo! ¡Apestas!
PABLO: Bueno, ¿y qué?
SANTIAGO: ¿No te estoy diciendo que a mí, no se me grita?
PABLO: Si no te gusta el olor, no huelas y vete. Así no gritamos ninguno.
SANTIAGO: ¡Pero tío! ¿Cómo se te ocurre hacer esas cosas ahí?
PABLO: Yo sólo no puedo ir hasta el cuarto de baño. Siempre me tienen que ayudar.
SANTIAGO: ¿Y por qué no te pones pañales?
PABLO: ¿Qué?
SANTIAGO: ¿Qué pasa, también estás sordo? ¡Qué te pongas pañales!
PABLO: ¿Quién te has creído que eres? ¿Quién te crees que eres, porque lleves una pistola?
SANTIAGO: ¡No me grites! Te lo he dicho. No me quiero poner nervioso.
PABLO: Yo no te estoy gritando.
SANTIAGO: Sí que me estás gritando.
PABLO: ¡Eres un mamarracho!
SANTIAGO: ¿Yo?
PABLO: ¡Sí tú! ¿Quieres que te lo repita? ¡Mamarracho!
SANTIAGO: ¿Es que no estás viendo, que tengo una pistola? ¿No la ves o qué?
Muy callado te quedas, ¿verdad? Te doy miedo y no es para menos. ¿Qué pasa, ya no quieres
gritarme? ¿Eh? Mira que calladito se queda ahora.
PABLO: ¡Mátame!
SANTIAGO: ¿Qué?
PABLO: Que me mates.
SANTIAGO: ¿No puedes hablar más alto? No entiendo lo que dices.
PABLO: ¿Por qué no disparas y me matas?
SANTIAGO: Pero, ¿tú qué te has creído?
PABLO: ¡Muchacho, mírame! ¡Mírame! ¡Mírame y mátame!
SANTIAGO: ¡No!
PABLO: ¡Por favor!
SANTIAGO: ¡Que no tío, que no! ¿Cómo te voy a disparar aquí, en tu propia casa? Y encima con
toda esa... Bueno que no.
PABLO: Te da asco el olor, ¿verdad? ¡Dispárame!
SANTIAGO: ¡No!
PABLO: Voy a gritar. Te voy a chillar todo lo que quiera.
SANTIAGO: ¡Que no!
PABLO: ¡Por favor!
SANTIAGO: ¡No!
PABLO: Sí.
SANTIAGO: No.
PABLO: ¡Dispara de una vez!
SANTIAGO: ¡No! He dicho que no, y es que no.
PABLO: Déjame la pistola que lo haga yo.
SANTIAGO: Aquí huele muy mal, me estoy mareando.
PABLO: ¡Hazlo!
SANTIAGO: Ahora, no tengo fuerzas. Además yo, ya tengo bastante lío.
PABLO: Entonces ¿no lo vas hacer?
SANTIAGO: Pero ¿cómo quieres que haga una cosa así? El comisario va a por mí. Y ya tengo
bastante con lo que llevo.
PABLO: ¡Vete! ¡Quiero estar solo!
SANTIAGO: ¿Y ahora te pones a llorar?
PABLO: ¡No estoy llorando! ¡Déjame en paz! Venga largo de aquí. Te voy a denunciar.
SANTIAGO: ¡Anda llora todo lo que quieras! Pero calladito, ¿eh? Sobretodo calladito. Hoy he
tenido un día muy difícil. ¿O te crees que para los demás todo resulta fácil? ¡Pues no! Para mí, la
vida es dura. Y ando mal de los nervios. ¿Qué pasa? ¿Ya no quieres llorar? A mí, no me mires así.
PABLO: Me duele la pierna. Me escuecen las ingles. Creo que se me están haciendo llagas.
SANTIAGO: Con lo que tienes encima no me extraña. ¿Quieres que te lleve al cuarto de baño?
PABLO: No.
SANTIAGO: Tranquilo viejo, tranquilo, no te pongas nervioso. Que yo no me quiero poner
nervioso. No tengo muy bien los nervios, ¿sabes? No soporto que me griten. Se me clavan en las
sienes y siento un pinchazo...
PABLO: Deja de portarte como un niño consentido y vete. Quiero estar sólo.
SANTIAGO: Te he dicho, que no te pongas nervioso. Que no grites. Y de aquí no me voy hasta
que no me dé la gana. ¿Se te ha olvidado que tengo una pistola? ¡Mírala! ¿A qué te pego un tiro?
Tú lo que quieres es que te vuele la tapa de los sesos, ¿verdad? ¿Sabes una cosa? No iba a ser la
primera vez. ¿Sabes otra cosa? No te voy a pegar un tiro. ¡Mira que huele mal! Yo sé quien eres.
Y sé lo que te pasó. Te atropelló un coche, ¿me equivoco?
¡Oye! ¿Y si apago la luz? Para que no nos vean...
Entra el comisario.
COMISARIO: ¿Por qué te callas?
SANTIAGO: Tengo una pistola. ¿La ve, señor comisario? ¿La ve?
COMISARIO: No presumas, no vas a conseguir intimidarme.
PABLO: Pero, ¿qué ocurre hoy aquí? ¿Por que entra todo el mundo en mi casa?
SANTIAGO: Es el comisario de la policía y me quiere matar. Yo lo sé.
COMISARIO: Viejo, hueles mal...
SANTIAGO: Cuando llevas un rato te acostumbras, y ya no es tan desagradable.
COMISARIO: ¡Calla! Y guarda esa pistola, no vaya a ser que se te vuelva a disparar, y nos mates
a alguien.
PABLO: Tu cara... Tu cara y esa forma de mirar. No sé, pero me resulta tan...
SANTIAGO: Comisario, todo el mundo lo dice, usted no es de fiar.
COMISARIO: Te falla la memoria Pablo. Pablo, estás viejo. Viejo y hueles mal.
PABLO: ¿Qué quiere usted? ¿Qué sabe usted de mí?
SANTIAGO: El comisario lo sabe todo. Es muy listo. Tiene espías en todas y ojos que lo ven todo,
por todas partes. ¡Quieto! ¡Quieto comisario! Tengo una pistola.
COMISARIO: Santiago, ya estás temblando. ¿Estás nervioso? Estás temblando, o ¿me equivoco?
¿Verdad que no me equivoco? Y cuando te vas de la lengua, ¿también tiemblas?
PABLO: ¿Qué es lo que está pasando aquí?
SANTIAGO: ¡Cállate viejo! ¡Hueles mal! ¡Y tú comisario, no te muevas! ¡No te muevas o te mato!
COMISARIO: Yo me portaba bien contigo, ¿o no? Tenías... privilegios Bien que te aprovechaste de
mi devoción, cuando te interesó. Entonces no te daba miedo, ¿verdad? ¡Anda! Deja esa pistola y
acompáñame. Estás detenido.
SANTIAGO: ¡No! No me fío. No me voy a dejar detener.
COMISARIO: No te hagas el fuertote. No eres más que un ratero de tres al cuarto.
SANTIAGO: Comisario se te olvida que he matado. Hoy he matado a una mujer embarazada.
COMISARIO: Los dos sabemos, que se te disparó la pistola.
SANTIAGO: No se me disparó la pistola.
COMISARIO: Te temblaban las manos. Apretaste el gatillo sin querer. Y encima le das.
SANTIAGO: ¡La maté! La mate porque quise. Estaba chillando. ¡Chillaba! ¡Chillaba como una
coneja en celo!
COMISARIO: ¡No estaba chillando! Se te disparó la pistola. Pero si ni siquiera sabes como se usa.
SANTIAGO: ¡No es cierto!
COMISARIO: ¡Lo es!
SANTIAGO: ¡No! ¡La maté! ¡La maté y la rematé! Era un estorbo. Un estorbo para la operación.
COMISARIO: No eres un asesino. No puedes matar, porque eres un cobarde.
SANTIAGO: Me estoy mareando. Aquí huele muy mal. No se puede respirar bien.
COMISARIO: ¡Dame esa pistola!
SANTIAGO: ¡No!
COMISARIO: ¡Dámela!
SANTIAGO: No me provoques o te mato.
COMISARIO: ¡Trae! Eres capaz de disparar y pegarte un tiro en el pie. No serías el primero.
SANTIAGO: Ahora no tengo miedo. He matado. Y puedo volver a matar, cuando quiera. Tengo
una mente criminal.
COMISARIO: ¿Qué es lo que quieres? ¿Qué me enfade?
SANTIAGO: Lo dijeron los sicólogos del reformatorio, ¿no te acuerdas? Tú leías los informes, y en
especial el mío.
PABLO: ¡Por favor! Qué alguien me explique, que es lo que está ocurriendo.
COMISARIO: ¡Calla viejo!
SANTIAGO: ¡Deja que diga lo que quiera!
PABLO: ¡Por favor! ¡No me hagan esto! Quiero estar tranquilo.
COMISARIO: ¡Santiago, vámonos a la calle!
SANTIAGO: No me fío de ti. Hay mucha niebla.
COMISARIO: No te va a ocurrir nada, te lo prometo. Nadie te va a poner una mano encima.
Santiago apunta con la pistola a Pablo.
SANTIAGO: ¡Me lo llevo! Quiero un coche en la puerta, o le mato aquí mismo.
COMISARIO: Santiago deja de hacer numeritos de niño pequeño.
SANTIAGO: ¿Lo mato aquí, delante de tus narices? ¡Quiero un coche!
COMISARIO: ¿Cómo te vas a llevar de rehén, a un paralítico con silla de ruedas y todo?
SANTIAGO: ¡Dame tu pistola!
COMISARIO: ¡Basta ya! ¡Santiago, ya vale de juegos!
SANTIAGO: ¡No me grites comisario! ¡No soporto que nadie me chille! ¡He dicho que quiero un
coche en la puerta! Deja tu pistola en el suelo, y dale una patada.
PABLO: ¡Haga lo que dice señor comisario, haga lo que dice! ¡Por lo que más quiera, hágale caso!
COMISARIO: ¡Tú cállate! Que bastante tienes con lo que tienes. ¡Santiago! Deja a ese hombre, de
una vez.
SANTIAGO: ¡Qué no! ¡Es mi rehén!
COMISARIO: ¡Me repatea cuando hablas así!
SANTIAGO: Pide el coche.
COMISARIO: No.
SANTIAGO: ¿Qué es lo que quieres? ¿Qué lo mate? ¿Quieres que le abra la tapa de los sesos?
PABLO: ¡Por Dios! ¡Por el amor de Dios, no me hagan esto!
SANTIAGO: ¡Comisario, las manos quietas! Te veo venir.
COMISARIO: Santiago, te estás poniendo nervioso. Así no vas a ninguna parte.
Dame la pistola y deja al pobre viejo.
PABLO: Escuche al comisario. Hágale caso. Conmigo no va a llegar a ningún sitio.
SANTIAGO: No te estoy escuchando. No te escucho. Y quiero un coche.
COMISARIO: ¿Cuánto crees que tardaríamos en cogerte? Entrégate. Es la única solución.
SANTIAGO: Sé que si salgo por esa puerta contigo, no voy a ver de amanecer.
COMISARIO: Santiago, siempre anda con fantasías en la cabeza.
SANTIAGO: Te conozco comisario. Sé que estás enfadado conmigo, por lo que le conté al juez.
No me fío.
COMISARIO: ¿Qué es lo que te da miedo?
SANTIAGO: La puntería. No me fío ni de la suya, ni de la de sus secuaces.
COMISARIO: ¡Dame esa pistola!
SANTIAGO: ¡No!
COMISARIO: ¿Cómo que no?
SANTIAGO: ¡Quieto! Quieto o le abro la cabeza de dos tiros.
PABLO: Si me va a matar, hágalo de una vez. Pero no me tenga así.
COMISARIO: ¡Calla viejo!
PABLO: Yo no puedo estar así. Me duelen las piernas y me escuecen las ingles...
El comisario saca una pistola y apunta a Santiago.
COMISARIO: Si disparas, sólo es un paralítico menos. Y ten por seguro que yo te voy a disparar, y
voy acertar a la primera.
SANTIAGO: ¡Comisario no me haga esto!
PABLO: ¡Comisario, por lo que más quiera no le haga nada!
COMISARIO: ¡La pistola!
SANTIAGO: ¡No!
COMISARIO: ¡Ya vale de juegos!
SANTIAGO: No estoy jugando.
COMISARIO: ¡Dispara!
SANTIAGO: ¿Qué?
COMISARIO: ¡Qué lo mates!
PABLO: ¡Por el amor de Dios! ¿Por qué me están haciendo esto?
COMISARIO: ¡Calla viejo! ¿Por qué no le matas? ¿Te da miedo? Es un viejo y gimotea. ¿No ves
como llora? ¿Por qué no le disparas? ¿Por qué me miras así?
Santiago le da la pistola al comisario.
SANTIAGO: ¡Toma Arturo!
COMISARIO: No me llames Arturo.
SANTIAGO: ¿Me vas a esposar?
COMISARIO: ¡Vete! Tienes diez minutos, para huir. Luego voy a por ti.
Santiago inicia la salida. El comisario coge la pistola de Santiago y dispara sobre Pablo,
matándole.
SANTIAGO: ¡Dios mío! ¿Arturo, qué has hecho?
COMISARIO: Este sujeto se acostaba con mi madre. Mi padre se enteró e intentó atropellarlo. Lo
dejo invalido y a su hija, que iba con él coja. Luego mi padre se tiro por un puente.
SANTIAGO: ¿Por qué me has contado esto?
COMISARIO: Ahora piensa, que el tiempo corre para ti.
OSCURO.
V
SOBRE LA NIEBLA Y LAS PALABRAS DERRAMADAS.
PETRA está sentada en un banco de la calle. ANTONIA cruza caminando.
PETRA: ¡Perdone señorita! ¡Señorita! Por un causal, ¿no conocerá a mi hija?
ANTONIA: ¡Perdón! ¿Cómo dice?
PETRA: ¿No habrá visto por ahí a mi hija?
ANTONIA: Pues, creo que no la conozco.
PETRA: ¡Vaya por Dios!
ANTONIA: ¿Se le ha perdido?
PETRA: Salió. Salió a casa de una amiga, pero no está allí.
ANTONIA: No tiene que andar muy lejos.
PETRA: Esta chica, por ahí. Y con esta noche. Parece una noche de lobos, ¿verdad?
ANTONIA: Hoy es mi noche libre. ¿Te lo había dicho?
PETRA: Llevo un rato andando. Me duelen los pies. Se me hinchan. Cosas de la
circulación.
ANTONIA: ¿Hace mucho que la buscas?
PETRA: Son cosas de su padre. Hoy no se ha tomado la pastilla, la azul. No te puedes imaginar
como se ha puesto, cuando se ha enterado que había salido.
ANTONIA: ¿Y para qué la quiere?
PETRA: Es su hija. Es normal que se preocupe.
ANTONIA: Pues que la busque él.
PETRA: Está invalido.
ANTONIA: ¡Ah!
PETRA: Pero, está invalido por que él quiso.
ANTONIA: Nadie se queda invalido, porque quiere.
PETRA: Él sí. Salió a buscar en otras lo que tenía en casa. ¡Me era infiel! Me engañaba con otras
mujeres.
ANTONIA: ¿Y le cortaste las piernas?
PETRA: Pero, ¿cómo quieres que haga una cosa así?
ANTONIA: ¡Ay, chica, yo que sé!
PETRA: Le atropelló un coche, cuando cruzaba la calle de la mano de mi hija.
Con el frío se me entumecen los pies, y se me hinchan mucho más.
¿Estás casada?
ANTONIA: No. Yo tengo otra clase de vicios.
PETRA: ¿Te gustan mucho los hombres?
ANTONIA: Me gustan, me gustan, pero también me gustan otras cosas. ¿Cuantos años tiene tu
hija?
PETRA: Treinta. ¿Dónde se habrá metido? Llevo toda la noche de un lado para otro. ¡Con esta
niebla y este frío!
ANTONIA: Tranquila, seguro que ya está en casa. Los jóvenes son así. ¡Es la juventud! Que les
altera el sentir. Ellos se beben la vida a grandes sorbos, como yo. A mí me gusta vivir la vida a
sorbos fuertes...
PETRA: Mi marido no se ha tomado su pastilla. No va a pegar ojo en toda la noche. Y yo tengo
que madrugar. ¿Te he dicho, que por la mañana limpio escaleras?
ANTONIA: Te gusta el anís, ¿verdad?
PETRA: ¿Lo hueles? Mi marido también. Una noche, decía que le molestaba el olor para dormir.
Se metió los dedos en la boca, y devolvió en la cama. Es como un chiquillo.
ANTONIA: Yo me llevo bien con los hombres porque no me implico. Cuando te enredas con ellos,
te oprimen, te sacan todo y exigen. Yo amo la libertad. No me gusta la soledad, pero no sé estar
con nadie. Yo tengo mi trabajo, yo pago mis gastos y elijo mis pecados.
PETRA: Yo debería haberlo hecho así. Pero siempre he estado enamorada de mi marido.
ANTONIA: Yo no tengo tiempo de esas cosas. Soy una trabajadora.
PETRA: ¿Por qué los seres humanos somos así?
ANTONIA: No sé muy bien, que es lo que quieres decir.
PETRA: Creo que yo tampoco, sé lo que quiero decir.
ANTONIA: Yo no te entiendo muy bien, pero yo soy como soy, porque yo quiero. La que elige en
mi vida soy yo.
PETRA: Yo no sé lo que he escogido. Las cosas me han venido dadas. Conocí a mi marido, tuve
una hija. Yo no escogí el accidente de Paco. Ni siquiera... Bueno tuve que elegir el modelo de silla
de ruedas. ¿Te das cuenta? Ni siquiera elijo el gel de baño, o el suavizante. Siempre es todo a
gusto de mi marido o de la niña. Es que ya ni siquiera hago la compra. Bueno el anís lo compro yo.
ANTONIA: Hablas como asustada. ¿Tú tienes miedo?
PETRA: ¿Miedo? No sé. Imagino que si, pero no sé muy bien a que.
ANTONIA: Yo le tengo miedo a la noche. Por eso trabajo de noche. En un bingo. Vendo cartones.
¿Te lo había dicho? No me gusta pasar las noches sola.
PETRA: Yo también le tengo miedo a la soledad.
ANTONIA: ¿Por qué? Tu tienes un marido, una hija.
PETRA: Quizás por eso mismo.
ANTONIA: ¡ Oye! Tú de porros y esas cosas, ¿no tienes nada?
PETRA: ¿No tomarás de esas cosas?
ANTONIA: Oye, ¿no tenías que seguir buscando a tu hija?
PETRA: Si pero... Bueno, la verdad, es que me he peleado con mi marido.
ANTONIA: Cosas de matrimonio.
PETRA: Cosas de mi marido. ¿Te he dicho que es paralítico?
ANTONIA: Sí, creo que lo habías dicho.
PETRA: Le atropelló un coche, el día de la primera comunión de mi hija. Ella iba de su mano, en
ese momento. Y desde entonces en mi casa somos un poco ateos. Bueno a ratos.
ANTONIA: ¿Tu hija también es paralítica?
PETRA: No, pero tiene problemas en una cadera y anda con bastante dificultad. El coche lo
conducía el marido de una de sus amantes. Tras atropellarles, el marido se tiró por un puente. Era
comisario de la policía. Y desde entonces en mi casa no nos gusta mucho la policía.
ANTONIA: ¿Por qué me cuentas todo eso?
PETRA: ¿No te parece evidente?
ANTONIA: No, la verdad.
PETRA: Me he bebido casi una botella de anís. Es normal que se me vaya la lengua. ¿No crees?
ANTONIA: Yo tengo la sensación, que lo cuentas para dar pena.
PETRA: También. A mí, también me gusta que me quieran.
ANTONIA: Tienes un marido y una hija, pero estás igual de sola que yo.
PETRA: Yo nunca lo llamo así, pero es como me siento. ¿Y no se te han acabado las fuerzas?
ANTONIA: ¿Las fuerzas?
PETRA: Yo ya no tengo fuerzas para llorar. Ya no me alivia nada.
ANTONIA: ¿Ni siquiera el anís?
PETRA: Me temo que cada vez menos.
ANTONIA: Pues yo me distraigo con la cocaína.
PETRA: ¿Con la cocaína?
ANTONIA: Sí, con la cocaína.
PETRA: ¿Eso no es droga?
ANTONIA: El alcoholismo, también es un...
PETRA: ¿Me vas a robar?
ANTONIA: Y ahora, ¿por qué te pones así?
PETRA: Yo no tengo dinero. Por favor, no me pegues.
ANTONIA: ¡Pero tía, que yo no le pego, ni le robo a nadie!
PETRA: ¿No te doy lástima? Soy una persona muy desgraciada. ¡No me hagas nada!
ANTONIA: ¡Que yo soy una trabajadora, no una delincuente! Que yo gano mi
dinero y con ese dinero yo me pago mis vicios. ¿Me estás oyendo? Yo no soy ningún criminal. Yo
me pago mis vicios.
PETRA: Entonces, ¿me vas a dejar ir?
ANTONIA: ¿Acaso te estoy reteniendo?
PETRA: ¡Me tengo que ir! ¡Es muy tarde!
ANTONIA: ¿Necesitas que te acompañe?
PETRA: ¡No!
ANTONIA: ¿Por qué te pones tan arisca conmigo?
PETRA: No sé, que es lo que te hace pensar una cosa así.
ANTONIA: ¿No quieres que seamos amigas?
PETRA: Mi hija debe estar ya en casa. Y mi marido también me espera. No quiero que se enfade.
Tengo que acostarlo, él solo no puede.
ANTONIA: Te vas y ni siquiera me has dicho tu nombre.
PETRA: Es muy tarde, adiós.
ANTONIA: ¡Adiós!
Petra comienza alejarse ante la mirada de Antonia.
OSCURO
VI
LA NIEBLA EN LOS COSTADOS.
Casa de Marta. Ella hace una maleta. Santiago entra en la habitación.
SANTIAGO: Marta.
MARTA: ¡Jesús! ¡Qué susto me has dado!
SANTIAGO: ¿Por qué estás haciendo esa maleta?
MARTA: ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Por dónde has entrado?
SANTIAGO: Por donde me fui.
MARTA: Se me olvidó cerrar la ventana de la terraza. No te puedes quedar aquí. Tienes que irte.
SANTIAGO: ¿Dónde vas?
MARTA: Lárgate de aquí.
SANTIAGO: He estado con el comisario.
MARTA: ¿Con el comisario? ¿Y estás vivo? ¡Has venido a por mí! ¿Me has delatado? Se lo has
contado todo. Te conozco, no sabes estar con la boca cerrada. Me has traicionado...
SANTIAGO: Ha matado al padre de Elisa.
MARTA: ¿El comisario?
SANTIAGO: Y ahora va a por mí.
MARTA: ¿Sabe donde estás?
SANTIAGO: No, creo que no.
MARTA: No puedes seguir aquí. Vete ahora mismo. Me van a descubrir por tu culpa. Y yo que me
fié de ti. Soy tonta. Menudo criminal estás tu hecho.
SANTIAGO: ¡Tienes que ayudarme!
MARTA: ¿Yo? ¿Para qué quieres que te ayude? Yo no puedo. Piensa en mi marido. ¡Sal ahora
mismo de mi casa! Además, mi marido puede llegar en cualquier momento.
SANTIAGO: ¡Tu marido! ¡Tu marido! Tu marido hace días que no viene por aquí. ¡Está con otra!
MARTA: ¡Está con otra! ¡Está con otra! ¿Qué sabrás tú de maridos? ¿Y qué sabrás tú, de mi
marido? ¡Está con otra! Mi marido me quiere.
SANTIAGO: Marta, tienes que ayudarme
MARTA: Tú lo que quieres es que me cojan. Para que me maten como a ti.
Y yo nunca he sabido nada de ti. ¡Adiós! No te conozco.
SANTIAGO: ¿Por qué me hables así? ¿No te tengo dicho, que no me chilles? ¡Y me estas
chillando! No le he contado nada al comisario. No me ha dado tiempo. Él sólo me quiere a mí. Yo
soy su presa...
MARTA: ¡No debemos estar juntos! No se nos debe ver juntos...
SANTIAGO: Quiero que me dejes ropas tuyas.
MARTA: ¿Mi ropa?
SANTIAGO: Para vestirme de mujer. Vestido de mujer y con la niebla, no me reconocerá.
Es la única forma que tengo, de escurrirme de sus garras.
MARTA: Lo tuyo no es de persona normal. ¿Tú te has creído que la policía es tonta?
¿Cómo te vas a escapar vestido de mujer?
SANTIAGO: El comisario, no espera que haga una cosa así.
MARTA: No te creo. Lo estas inventado todo. No me creo nada de lo que me has contado.
SANTIAGO: ¡Dame la ropa!
MARTA: ¡Suéltame!
SANTIAGO: Es la única forma que tengo de escapar.
MARTA: ¿Por qué ha matado al padre de Elisa?
SANTIAGO: No lo sé. Cosas del pasado, de hace muchos años.
MARTA: ¿Y tú pistola?
SANTIAGO: Me la ha quitado
MARTA: ¿Y se la ha quedado él?
SANTIAGO: No querrás, que me deje huir con una pistola.
MARTA: Por si se te volvía a disparar. ¿no?
SANTIAGO: ¡La ropa, Marta, la ropa!
MARTA: Si te dejo la ropa y te pillan, ¿qué?
SANTIAGO: ¿Cómo que, qué?
MARTA: Que me acusarán de cómplice. Y yo no quiero saber nada de ti.
¡Yo no voy a ir a la cárcel! Yo no sé nada de ti. Vete o llamo yo misma al comisario.
Llaman a la puerta.
MARTA: ¡Están llamando! ¡La policía!
PABLO: ¿No será tu marido?
MARTA: No, no es posible. Está con la otra. Además él tiene llave.
PABLO: El comisario no se puede imaginar que estoy aquí.
MARTA: ¿Por qué todo el mundo llama a mi puerta esta noche?
PABLO: No sé, ¿qué hacemos ahora?
MARTA: Tú eres el criminal...
PABLO: ¡Vámonos! Salgamos por la ventana de la terraza.
MARTA: Yo no quiero que me maten.
PABLO: A lo mejor no es la poli.
MARTA: ¿Y si nos entregamos? No creo que me maten a mí.
PABLO: Nos matara a los dos.
MARTA: Entonces, entrégate tu solo.
PABLO: Dame tu maleta., me voy por la terraza.
MARTA: ¿Y si no es la poli?
PABLO: No sé, yo me voy.
MARTA: Si te pillan y no te matan, no les hables de mí...
Dejan de llamar a la puerta.
SANTIAGO: Ya no llaman.
MARTA: Es verdad
SANTIAGO: ¿Quién sería?
MARTA: No sé.
SANTIAGO: Déjame algo de ropa,...
OSCURO
VII
POR ENTRE LA NIEBLA...
Petra entra con un zapato en la mano. En la otra esquina Margarita con un cigarrillo en la mano.
Duda de encenderlo.
PETRA: Se me ha roto el zapato. El tacón del zapato. Y no sé por qué. Quizás
me haya
caído. Creo que estoy un poco mareada.
MARGARITA: ¿Se encuentra bien?
PETRA: Sí, si estoy bien. Me duele el pie. No, el pie no, el tobillo.
MARGARITA: ¿Necesita algo? ¿Puede andar?
PETRA: No sé, no sé si puedo andar, se me hinchan los tobillos. Cosas de la
circulación.
MARGARITA: ¿Qué hace por la calle a estas horas, y con la niebla que hay?
PETRA: ¡Mi hija! Tengo que buscarla. Fui a casa de la amiga, y no está allí.
MARGARITA: Con el tobillo así, no debería estar en la calle... ¿Quiere que la llevemos a su casa?
Puedo avisar a un coche patrulla...
PETRA: No me trate así. No soy una borracha. Me mira como mi marido. Como si fuera escoria.
Puedo andar y puedo buscar a mi hija yo sola.
MARGARITA: No se ponga nerviosa, y no esté a estas horas en la calle, hace
demasiado frío, y
con el zapato roto...
PETRA: ¿Usted es policía? ¿Es una mujer policía? Pues mira usted igual que los hombres, que
los hombres policía. No necesito a la policía para encontrar a mi hija...
MARGARITA: Vaya a su casa y descanse. Seguro que su hija ya ha vuelto a casa.
Entra el comisario.
COMISARIO: Buenas noches. ¿Algún problema?
MARGARITA: ¿Se puede saber dónde te habías metido?
PETRA: ¡Otro policía! ¿Por qué los policías ya no llevan uniforme? ¿De qué se esconden?
COMISARIO: ¡He dejado bien claro, que no quiero a nadie, y digo nadie en la calle!
¿Por qué está ella por aquí?
PETRA: ¡Ya me voy! Yo no quiero asuntos con la policía. La policía ya me ha amargado… La
vida… ¡Espera! ¡Esos ojos! ¿Dónde los he visto? Muchacho yo te conozco. ¡Esos ojos!
COMISARIO: ¿Por qué está en la calle? Es muy peligroso hay… ¿Quién es usted?
MARGARITA: Dice que está buscando a su hija. No le hagas mucho caso está bebida.
PETRA: ¡Sí! he bebido y me gusta mucho beber… No puedo dejar de mirarte a los ojos.
¡Esos ojos! ¿Cómo te llamas? ¿Por qué no contestas?
MARGARITA: ¿La conoces?
PETRA: Por un momento hubiese jurado… pero no. Los muertos están muertos.
Y los muertos no vuelven… Miras igual que el policía que quiso matar a mi marido… pero él ya
está muerto… Se pegó un tiro con su pistola. Cosas de policías… Esos ojos, son iguales rojos y
desechos… de la rabia…
MARGARITA: Tiene razón, últimamente tus ojos…
COMISARIO: No le hagas caso. ¿No ves que apesta anís?
PETRA: Me voy. Me da igual como mires… y quien seas… quizás lo de los ojos sea una
cosa de policías… Hágame caso señorita policía, no siga mucho tiempo en la calle… se le pondrán
los ojos rojos y desechos… como a muchos policías… Me voy a mi casa… si ve a mi hija díganle,
que su padre está muy preocupado por ella. Quiere saber por donde anda.
Petra sale.
MARGARITA: ¿Por qué la habrá tomado contigo?
COMISARIO: No sé.
MARGARITA: ¡Que mujer más peculiar!
COMISARIO: Resulta extraño que te asombres ante este tipo de personajes. Con la de tiempo que
llevas pateando por las calles.
MARGARITA: Quizás sea por eso. ¿Dónde estabas?
COMISARIO: ¡Observando! Prepara el arma, el pececillo está en la calle.
MARGARITA: ¿Ha salido?
COMISARIO: ¡Está en la calle! Y tiene mucho miedo.
MARGARITA: ¿Le has visto?
COMISARIO: Sí.
MARGARITA: ¿Y no le has cogido?
COMISARIO: Se me escabulló. Por la niebla. Y recuerda, va armado y no sabe manejar una
pistola…
Entra Elisa.
COMISARIO: ¡Alto! ¿Dónde vas?
MARGARITA: ¡Somos la policía! Pero no hace falta que levantes las manos.
ELISA: Le conozco, sé quien es.
COMISARIO: Estamos buscando a un asesino.
MARGARITA: Un asesino que anda suelto.
COMISARIO: Y los asesinos no deben andar sueltos.
MARGARITA: Son un peligro.
ELISA: Yo no sé nada de asesinos. Yo estoy buscando a mi madre.
COMISARIO: La calle no es buen sitio para una madre.
MARGARITA: Y menos a estas horas.
COMISARIO: Y con esta niebla.
MARGARITA: Y con un asesino suelto.
COMISARIO: ¿Seguro que estás buscando a tu madre?
MARGARITA: ¿Por qué buscas a tu madre?
COMISARIO: ¿Por qué andas a estas horas por la calle?
MARGARITA: Las madres no andan a estas horas por las calles...
COMISARIO: En cambio, los asesinos sí. Aprovechan la oscuridad, la niebla…
MARGARITA: El sueño reparador de las personas decentes y normales…
ELISA: Tengo que ir a mi casa, mi padre está solo.
COMISARIO: ¿Seguro que vas a tu casa?
MARGARITA: ¿No tienes miedo de encontrarte con un asesino?
ELISA: Yo no sé nada. Ni quiero saber nada de asesinos, aunque no lo fuesen, no quiero sabe
nada de él.
COMISARIO: Sabemos que conoces a un asesino y que te besa.
ELISA: Ya no me besa. Ahora repartió besos por otras bocas…
COMISARIO: Lo han visto salir de tu casa.
ELISA: Eso no es cierto. Además hay mucha niebla.
MARGARITA: Si sabes algo de él, nos lo tienes que decir
ELISA: No sé nada. Ni siquiera sabía lo de la joyería, pero ya eso da igual… Tengo que buscar a
mi madre.
MARGARIA: Si nos ocultas su paradero puedes ir a la cárcel.
COMISARIO: Déjala, no sabe nada…
MARGARITA: Y de la otra. La mujer que le acompañaba en el atraco…
ELISA: ¿Qué quiere saber de ella?
COMISARIO: No te preocupes, ya sabemos lo suficiente de ella. No necesitamos más información
sobre ella.
ELISA: Tampoco sé muchas cosas de ella.
COMISARIO: Ella te pintaba las uñas. ¿Ya no sois amigas?
ELISA: Tengo que encontrar a mi madre.
COMISARIO: Ve a tu casa, seguro que está allí.
MARGARITA: La calle está muy peligrosa. Hay un asesino armado y suelto, entre la niebla.
ELISA: Comisario, sé que no sirve de nada decir esto, pero no lo mate, por lo que más quiera, no
lo mate…
MARGARITA: Nadie va a matar a nadie, se le detendrá y pasará a disposición judicial…
ELISA: ¡Ojalá, las cosa fueran tan sencillas!
COMISARIO: No se merece que implores por él. Es un miserable.
ELISA: La calle no es un buen sitio para morir… y todavía…
COMISARIO: Ve a tu casa y descansa.
MARGARITA: Deja que nosotros hagamos nuestro trabajo.
COMISARIO: Nosotros sabemos lo que tenemos que hacer en estos casos.
MARGARITA: Es nuestro trabajo.
COMISARIO: ¡Vamos tenemos que hacer! Y tú, no te quedes en la calle mucho tiempo, y si
todavía tienes ganas de ver a ese elemento, después de la que te ha jugado, estás más loca que
él.
MARGARITA: No te quedes aquí. Ve a casa.
Margarita y el comisario salen por un lado. Al mismo tiempo y por el otro lado entra Marta con una
peluca y arrastrando una maleta.
ELISA: Esa maleta es muy pesada, para una persona tan frágil como tú.
MARTA: Perdone señorita, yo a usted no la conozco de nada…
ELISA: Marta, ya esta bien.
MARTA: ¿Me has conocido? ¿Se me reconoce?
ELISA: La policía se acaba de ir, por allí. ¿Quieres que la llame?
MARTA: ¡La policía! La policía no me conoce, no sabe nada de mí. Yo no tengo asuntos con la
policía.
ELISA: ¿Dónde vas? ¿De vacaciones, con una maleta tan grande?
MARTA: Sabes perfectamente, que estoy huyendo de mi marido. Le he abandonado.
ELISA: ¿Dónde está Santiago?
MARTA: Hace mucho que no sé de él, ni de sus líos. Tengo que irme, mi marido me persigue. No
acepta que le haya dejado de querer.
ELISA: Tu marido nunca te ha querido.
MARTA: No digas esas cosas, que bastante tengo yo ya con lo que tengo.
ELISA: Hace semanas que no viene por tu casa…
MARTA: Por que no le dejo. Yo no quiero saber nada de él. Me amenaza, por que no sabe aceptar
que ya no le quiero. Tengo que huir, como una fugitiva, porque me tiene acosada…
ELISA: Tengo que ver a Santiago. Tiene que salir del barrio o no lo cuenta.
MARTA: Yo no tengo trato con delincuentes…
ELISA: La policía sabe que tú has estado con él en el atraco a la joyería…
MARTA: ¿Yo? ¿Cómo tienes el valor de decir que yo estado atracando joyerías? ¿Tú has visto mis
uñas? Con unas uñas así, una no se dedica una atracar…
ELISA: La policía lo sabe todo…
MARTA: Tú. Tú eras la del atraco. Tú eres la novia de ese criminal sin escrúpulos, tú eras la que le
ha ayudado, y me quieres culpar a mí, por que somos de la misma edad, y por que estás celosa, tú
me quieres cargar el muerto del atraco a mí, por que no soportas que le guste a Santiago… y que
culpa tengo yo si los hombres se vuelven locos por mí…
ELISA: Santiago no debe andar por la calle, el comisario y lo va a matar en el momento que se
cruce con él…
MARTA: Yo no sé nada. Eso son cosas de delincuentes. Yo tengo que marcharme antes de que
mi marido me pille… ¡Dios mío, como pesa la dichosa maleta!
ELISA: ¡Tú no te mueves de aquí, hasta que no encontremos a Santiago!
MARTA: ¡No me toques! ¡No me toques o llamo a la policía!
ELISA: ¿Es que no comprendes que en cuanto se carguen a Santiago van a por ti?
MARTA: ¿A por mí? ¡Imposible! Yo no estaré por aquí entonces, yo tengo que salir del país. Me
persigue mi marido… soy una mujer acosada, tengo que huir camuflada, para que mi marido no se
entere…
ELISA: Ya vale de decir tonterías. Con esa pinta no llegas ni a cien metros del aeropuerto…
MARTA: ¡Aparta! ¡Elisa aparte!
ELISA: ¡No!
MARTA: ¡Déjame pasar!
ELISA: Voy a llamar a la policía. Te voy a entregar, para darle tiempo a Santiago a huir…
MARTA: Hace horas que Santiago se ha marchado. Me espera en el aeropuerto, con otra
identidad y disfrazado. Se va. Nos vamos. No quiere saber nada de ti… Tienes que dejarme ir, yo
soy la que tiene los billetes, yo soy a la que tienes que ayudar a salir del barrio y de la niebla.. Yo
soy la que puede salvar a Santiago de las garras del comisario…
ELISA: ¿Es eso cierto?
MARTA: Si no me crees puedes venir conmigo al aeropuerto y verle. Está disfrazado, pero ¿cómo
sabes que la policía no te está siguiendo? Si vienes ten en cuenta que eres un autentico riesgo…
La poli puede tenerte vigilada…
ELISA: No te creo…
MARTA: Si me delatas voy a decir donde está Santiago, y te inculparé a ti también.
¡Suéltame! ¡No me agarres! Tengo que marcharme.
ELISA: No creo nada de lo que dices. Eres capaz de haber traicionado a Santiago. No me fío de ti
ni un pelo…
MARTA: Yo no tengo la culpa de que Santiago ya no te quiera…
Elisa le da una bofetada.
ELISA: ¡Vete a la mierda!
Entra Antonia.
ANTONIA: Muy buenas noches, pero lo de buenas es un decir… alguna de vosotras, ¿no
tendrá…? Yo a ti te conozco, la Macarena…
MARTA: ¿Es usted de la policía?
ANTONIA: ¿Tú me has mirado a los ojos? ¿Tengo yo cara de policía? Pues no mi niña.
MARTA: ¿Quién eres?
ANTONIA: ¿Y tú?
MARTA: Yo he preguntado primero, y si no eres de la poli, me tienes que contestas.
ANTONIA: Yo soy Antonia, y no tengo nada que esconder. Trabajo en un bingo y me gusta el
vicio… ¿No tendrás para hacernos un porro? ¡Oye que peluca más mona!
ELISA: ¿No te parece que ya has molestado bastante…?
MARTA: Déjala. ¿Tienes coche? Tengo que ir al aeropuerto.
ANTONIA: ¿Te vas de vacaciones? Por la maleta te vas lejos o para mucho tiempo o las dos
cosas…
ELISA: Está huyendo… Huyendo, es una fugitiva…
ANTONIA: ¡Qué emocionante!
MARTA: Tengo que llegar al aeropuerto.
ANTONIA: Yo no tengo coche, ni coche ni drogas ¡Oye! ¿Tú no tendrás algo de cocaína? Por
ejemplo…
ELISA: No pierdas el tiempo. No todo el mundo es como tú.
MARTA: Yo no sé nada de drogas. Yo tengo que huir porque mi marido me persigue… ¡Adiós!
Marta sale arrastrando su maleta.
ANTONIA: Si vas por el caribe… ¡Bah! ¡Déjalo! ¿Y Tú que haces por la calle todavía?
¿Seguro que no tienes ningún tipo de adicción?
ELISA: ¡Déjame! Te aseguro que no tengo nada. Me voy tengo que seguir buscando a mi madre…
ANTONIA: ¿Tu madre? ¿No era tu novio el que se había ido con otra?
ELISA: Ya da igual todo. ¡Adiós!
ANTONIA: ¡Hasta luego Macarena!
ELISA: Me llamo Elisa…
ANTONIA: ¡Por cierto, ¿a tu madre le gusta el anís?
ELISA: ¿La has visto?
ANTONIA: Sí. Te andaba buscando. Hemos charlado…
ELISA: ¿Dónde está?
ANTONIA: No lo sé. Creo que se habrá marchado a tu casa. No hace noche…
ELISA: Tengo que marcharme...
ANTONIA: ¡Espera un momento! ¿No te parece?
Entra vestido de mujer Santiago.
SANTIAGO: ¡Elisa!
ELISA: ¡Dios mío! ¿Pero, qué haces…?
SANTIAGO: Tienes que ayudarme.
ANTONIA: Esa no es tu madre…
SANTIAGO: ¿Quién es?
ANTONIA: Yo soy Antonia, ¿y tú? ¡Vaya, vaya! Por lo que veo tú no eres lo que aparentas…
ELISA: No le haga caso. ¡Vamos! No puedes quedarte aquí.
SANTIGO: ¡Elisa, ha sido el comisario! ¡Él! Yo no he sido… Te juro por lo que más quieras que yo
no he hecho nada…
ELISA: ¿De qué estás hablando? ¿Y qué haces vestido así? ¿Dónde te crees que vas?
SANTIAGO: Elisa, ha sido el comisario y quiere cargarme el muerto a mí…
ELISA: No entiendo nada de lo que me estás diciendo.
ANTONIA: Yo tampoco.
ELISA: ¡Tú te callas por una vez!
SANTIAGO: ¡Tengo que salir del barrio, pero lo tiene rodeado la policía! No sé lo que tengo que
hacer!
ELISA: ¡Tú! Antonia. ¿Dónde vives?
ANTONIA: ¡Muy cerca! ¡Vamos a mi casa! Yo lo ocultaré. No me importa albergar a un fugitivo. Me
gustan las experiencias fuertes de la vida.
SANTIAGO: ¿Es de fiar?
ELISA: No lo sé. Pero es lo único que tienes.
ANTONIA: A mi no me gusta el comisario, ni la comisaria, así es que soy de fiar.
SANTIAGO: Yo soy Santiago.
ANTONIA: ¿De verdad te has cargado a una embarazada?
SANTIAGO: Se me disparó la pistola.
ELISA: Ya vale de tanta charla, vamos.
ANTONIA: Oye, ¿a ti te gustan las drogas?
ELISA: ¿Cómo se te ocurre en este momento hablar de esas cosas?
ANTONIA: No yo lo decía por si acaso…
Entra Petra con Margarita.
PETRA: ¡Hija!
ELISA: ¡Madre! ¿Qué haces aquí?
PETRA: Llevo toda la noche buscándote. Hija, ha ocurrido algo.
ELISA: ¿Qué ha pasado? ¿Y usted que hace aquí?
MARGARITA: Escuche a su madre y procure no ponerse nerviosa.
PETRA: Elisa, el asesino ha entrado en casa, y ha matado a tu padre.
SANTIAGO: ¡Yo no…. ! (Antonia le tapa la boca con la mano.)
MARGARITA: ¿Qué ocurre?
ANTONIA: Nada, nada, señora comisaria, aquí mi amiga está un poco nerviosa. Pero ya nos
vamos…
MARGARITA: ¡Un momento les quiero hacer unas preguntas, antes de que se marchen!
ELISA: ¿Cuándo ha sido eso?
PETRA: Salí a buscarte, por que se empeño en verte y como no estabas en casa de Marta… Me
dolían los pies… volví y allí estaba, en el suelo, sucio y con sangre…
ELISA: Tendremos que ir a casa…
MARGARITA: El comisario se está encargando de todo lo referente al cadáver… Ustedes me
tienen que acompañar a la comisaria, para tomarles declaración y allí le daremos un tranquilizante
si lo desean…
ELISA: ¿Por qué se sabe que es el asesino de la joyería?
MARGARITA: La información todavía no es fiable, pero al parecer ha utilizado el mismo arma que
en el atraco de esta tarde.
ANTONIA: Mire señora comisaria nosotras no sabemos nada de asesinos y joyerías, deje que nos
vayamos…
Entra el comisario.
COMISARIO: ¿Por qué tanta prisa?
ANTONIA: Por que hay un asesino suelto, y es peligroso estar en la calle. Tenemos miedo.
MARGARITA: ¿No habrás visto a nadie extraño a lo largo de la noche?
ANTONIA: ¡No!
MARGARITA: ¿Y tu amiga?
ANTONIA: Tampoco.
COMISARIO: ¿Qué pasa, no sabe hablar?
ANTONIA: Está un poco nerviosa, por las drogas, ya sabe, y se atasca, así es que mejor hablo yo
por ella.
ELISA: ¡Comisario!
COMISARIO: Siento lo ocurrido…
ELISA: La rubia es Santiago disfrazado…
Santiago sale corriendo.
MARGARITA: ¡Quieto!
ANTONIA: ¡Espera! ¡No corras que es…!
El comisario saca su pistola y dispara matando a Antonia. Santiago al oír el disparo se para y cae
el suelo de rodillas con los brazos en alto.
SANTIAGO: ¡Por lo que más quieras, no me maten! ¡No quiero morir! ¡Yo no he sido! ¡Haré todo lo
que me mande, pero no me mate! ¡No quiero morir!
MARGARITA: ¡Qué nadie se mueva! ¿Y tú comisario, cuidadito con tu arma?
COMISARIO: Se me disparó.
PETRA: ¡Dios mío! ¿Por qué tenemos que ver todo esto?
MARGARITA: ¡La has matado!
COMISARIO: Fue un acto reflejo, yo no quería. Llamaré a una unidad.
MARGARITA: Queda usted detenido.
SANTIAGO: ¡No me mate! ¡Soy muy joven para morir!
MARGARITA: Le leería sus derecho pero me temo que ya se los sabe…
Margarita le ha puesto un par de esposas a Santiago, que llora en el suelo.
Elisa se acerca a Santiago.
ELISA: ¿Por qué lo has hecho?
SANTIAGO: Yo no he sido, yo no he matado a tu padre, ha sido él…
COMISARIO: ¡No puedes hablar con él!
MARGARITA: Hay que avisar a una unidad.
COMISARIO: Llévatelas a la comisaria, y que presten declaración, Luego las dejas en un hotel
para que pasen lo que queda de noche. Yo me quedo hasta que llegue la unidad y la
ambulancia…
ELISA: ¿Es necesario que ahora…?
MARGARITA: Tranquilas, no os vamos a retener mucho tiempo.
PETRA: ¿Por qué nos tiene que pasar todo esto?
ELISA: Vamos madre, aquí ya no hacemos nada…
Margarita, Petra y Elisa, salen.
COMISARIO: ¡Por fin solos! ¡Tú y yo! ¡Frente a frente!
SANTIAGO: Arturo por lo que más quieras, no me mates. Haré todo lo que me pidas…
COMISARIO: ¿Ya se te han bajado los humos?
SANTIAGO: ¡Perdóname Arturo! Te prometo que está vez voy a ser bueno…
COMISARIO: ¡No! ¡No te perdono y no quiero que seas bueno! ¡Quiero que llores y babee! Eso se
te da muy bien, babear, y ser un miserable. No sé como me pude fijar en una persona tan
miserable como tú.
El comisario le dispara un tiro y lo mata.
Entra Gonzalo.
GONZALO: ¡Ya lo has conseguido!
COMISARIO: Estaba intentando huir. No me ha quedado más remedio.
GONZALO: La niebla está empezando a clarear, parece que se pasa.
COMISARIO: Sí, las cosas van estando en su sitio y todo parece que está más claro.
GONZALO: Sólo quería decirte una cosa: ya no quiero verte más
COMISARIO: ¡Pero Gonzalo!
GONZALO: ¿También me vas a matar?
COMISARIO: Gonzalo, tú lo has visto, intentaba escapar. Me he visto obligado.
GONZALO: Yo he llegado después. No he visto nada. Pero convendría que le quitases las
esposas.
COMISARIO: Gonzalo, espera a que pase todo eso y podamos…
GONZALO: No. Me voy con mi abuela fuera de la ciudad. Cerca del mar o la montaña. Donde
haya otros aíres. ¡Adiós Arturo!
OSCURO FINAL.
Descargar