• o P>^-^ 'co o :oc' '-í¿'-^ 'oí: .S<^- H f^fj Digitized by the Internet Archive in 2010 with funding from University of Toronto http://www.archive.org/details/cervantesysuviajOOgonz CERVANTES Y SU VIAJE Á ITALIA Trabajos Cervantinos del mismo Autor Cervantes y el Monasterio de Santa Paula DE Sevilla, (agotada). Recuerdos autobiográficos de Cervantes en «La Española Inglesa». Cervantes en Córdoba. Monjas Sevillanas Parientas de Cervantes. Cervantes y Sevilla, (en prensa). Obra pre- miada por unanimidad y por mérito absoluto en el Certamen literario convocado por la Junta provincial de Sevilla para conmemorar el tercer Centenario Cervantes. de la muerte de CERVANTES Y 91? VIAJE A ITALIA ESTUDIO HISTÓRICO-CRfTICO POR N6RBERT0 GONZÁLEZ AURI0LE5 CONFERENCIA LEÍDA EN CL D(a 19 E( ATENEO PE MADHID DE ABRIL DE IQIÓ; SEGUNDA DE LA SERIE ORGANIZADA POR EL COMITÉ EJECUTIVO DE I. A JL'NTA CE^^-RAL PARA CONMEMORAR EL TERCER CENTENARIO DE LA MUERTE DE CERVANTES. f^qpg^'» MADHID ímp. de la Viuda de Antonio Alvakez Marqués de la Ensenada, H 1916 ES PEOPIEDAD DEL AUTOR CERVANTES Y SU VIAJE A ITALIA l5EÑ0R.\S Y señores: Al aceptar con go de consumir un la debida gratitud el honroso encar- turno en esta serie de Conferencias cervantinas, aunque convencido de no poder ofrecer cosa que fuera digna de vosotros ni de este ilustre recinto, abrigué la esperanza de salir del trance lo menos mal posible, con un trabajo, desaliñado y pobre como mío, pero de investigación propia y gún documento tal vez avalorado con inédito, único aliciente al- que podía mo- ver la curiosidad de los eruditos y de los meramente aficionados á esta clase de estudios. Fracasado, empero, mi intento por circunstancias de índole particular, que no son del caso referir ni á tenido que limitar fuerzas, á una nadie imiv)rta conocer, he mi empeño, siempre superior á mis sencilla aportación de elementos de jui- cio para ilustrar un punto interesantísimo de la vida de — fi — nuestro gran escritor, punto no examinado con la debida amplitud por ninguno de sus biógrafos. Me que refiero, señores, al viaje realizó á Italia en hecho más importante de su 1569, viaje que con ser el juventud, pues de derivaron, no diré todas pero las él se más grandes de con certeza sobre sus desdichas, nada las causas que lo sí hay averiguado determinaron. La hipótesis generalmente admitida es la de D. Martin Fer- nández de Navarrete, el cual supone que Cervantes mar- che') á Italia con Monseñor Aquaviva, cuando éste regre- só á Roma después same á Felipe de cumplir la misión de dar li por la el i^- muerte del príncipe D. Carlos. Los hechos que sirven de fundamento á esta conjetura son los siguientes: pocos días antes de llegar á Madrid el Legado del Papa, ocurrió D.'^ el fallecimiento de la Reina Isabel de Valois, cuyas suntuosas exequias se cele- braron en 27 de Octubre de 1568 en la Iglesia de las Descalzas Reales. Encargado de componer las letras epitafios para el túmulo, según el docto y costumbre de entonces^ humanista, Juan López de Hoyos, maestro del Estudio público de la Villa, Cervantes, á la sazón discípulo suyo, y discípulo por cierto cribió un epitafio en forma de y una larga elegía en tercetos muy soneto, aventajado, esvarias quintillas que dedicó al Espinosa, Presidente del Consejo de Castilla. Cardenal Aunque estas poesías no se publicaron hasta el año siguiente, su- pone Navarrete que dehuS áo leerlas Monsoñor Aquavivft y que, prendado del ingf^nio de Corvantes ó tal voz comiMvdecido de su escasa suerte, resolvió protegerle admitiéndolo en su servidumbre. Pero estA conjetura, que algunos gradúan de verdad histórica, ó poco menos, ha j)erdido autoridad y crédito en nuestros días, tanto por el hallazgo de nuevos docu- mentos, cuanto por un examen chos en que marchar :l se funda. Italia En más detenido de los he- que Cervantes pudo efecto; con Monseñor Aquaviva, no es suceso inverosímil aunque no hay ningún dato que lo pruebe; pero si es inverosímil <mozo de muchas baj;vdor letras», que el llegado del según escribía al Papa, Rey su Em- en Roma, D. .Juan de Zúñiga, resolviera pro- teger á Cervantes por la fuerte impresión su com- ánimo la lectura que caus<^ en de fus primeros versos. Alguien, sin embargo, podría invocar á tal efecto la singular opinión de un malogrado escritor contemporáneo, el Sr. Navarro y liedesma, el cual, nó por falta de sentido critico ni de gusto literario, pero influido ¡xjt su devoción á Cervantes, no sólo afirma en redondo que fue gran |y)eta da elegía, en verso, sino que, se atreve al ocuparse de la indica- á compararla con la canciím de Fray Luis de I^ón á la muerte del Príncipe D. Carlos. (1) tEl Ingenioso Hidalf?o>, pág, fió. (1) ¡.\ tales estravíos conduce el fanatismo cervantino, no me- nos peligroso en orden á las letras que cualquiera otro fanatismo! Mas no hay que hacerse ilusiones; de sobra saben los que han tenido paciencia de mayada y tenebrosa te, aún por el leer de cabo á rabo tan des- pieza, que, juzgada imparcialmeu- gusto de aquellos tiempos, no pasaría á todo correr de la nota de mediana. ¿Por dónde, pues, Monseñor Aquaviva ni nadie podía columbrar en aquellas primicias poéticas, nó ya el agudo y clarísimo inge- nio del futuro autor del «Quijote», pero ni siquiera talento satírico que arguye el punzante soneto al de Felipe II, ni la honda poesía que entraña canción del pastor Grisóstomo? El muy un Navarrete, no pasaje de la «Ortografía Castellana> de Mateo Alemán, que dice sirviendo al en así: «En tiempo que asistí Rey Felipe 11 nuestro Señor que está en oficio mayor de fué, la sentida persuadido de la solidez de su conjetura, pretendió robustecerla con ria, mismo el túmulo glo- de contador de resultasen su contaduría cuentas, entre otras que habiendo allí muchas grandezas que llegado de parte de S. S. Pió vi, V cierto Príncipe de la Iglesia para tratar negocios de ella, tanto gustó de algunos cortesanos de ingenio, que con curiosidad granjeaba su amistad y liar, que no solo so se le hizo tan fami- honraba de tenerlos en su posada y llevarlos en su carroza, más convidándolos á comer les — daba libcralinente su 'J — mesa haciéndoles muchas particu- lares mercedes». (2). Pero es el caso quo este pasaje, contra lo imaginado por Navarrete, no puede referirse á Monseñor Aquaviva. Ya le os poco vorosimil que este {jersonaje, suponiendo que fuera familiar la lengua castellana, hiciera amistades intimas durante su breve j)ermanencia en la Corte; pero es menos verosímil que Cervantes, muchacho de veintiún años, de familia humilde y sin más bagaje literario que unos versos incoloros, fuera uno de los ingenios corte- sanos á quienes tan liberalmente fcbtejaba aquel Legado Pontificio. dario de Fuera de esto, si bien Aquaviva era Refren- ambas Signaturas cuando vino á Madrid, ni era Principe de la Iglesia, pues no adquirió esta jerarquía hasta á la el Consistorio de Mayo de 1570 en que fué elevado púrpura cardenalicia, ni vino á tratar negocios de Iglesia, sino única y exclusivamente á cumplir la la mi- sión anteriormente indicada. Pero la razón principal estriba, en que Mateo Alemán no pudo coincidir en Madrid con el Legado de Pió V. Sobre no ser verosímil que á los veintiún años ejerciera un cargo de tanta imiwrtauciaen del Rnino el (2) f." 77, cOrtografia V. la Contaduría mayor futuro autor del «(íuzmán de Alfarache», Castellanaf, edicióu «le Méjiío, IfiO'J, — 10 — consta de los datos publicados por tros cervantistas, D, Francisco primero de nues- el Rodríguez Marín, en su Academia Espa- excelente Discurso de recepción en la ñola, que, aprobado que hubo en Abril de 1568 el cuar- Universidad Com- plutense, se trasladó á Sevilla, su patria, donde, domi- to y último curso de Medicina en ciliado con su madre en la la collación otorgó en 11 y 27 de Octubre del de la Magdalena, mismo año dos escri- turas de deber, relacionada la segunda con su matrimonio, y en la misma ciudad continuó de do á ocupaciones asiento dedica- muy ajenas al oficio de contador de muy posterior á la muerte de Pío V resultas, hasta fecha ocurrida en Hay que Mayo de 1572. (3). reconocer, por tanto, como ya indicó el se- ñor Rodríguez Marín, que anduvo trascordado en la cita el famoso autor de saje no puede la «Ortografía Castellana», cu3'o pa- referirse á denal Alejandrino, Monseñor Aquaviva, ni como supone el al docto hispanista Car- Mo- rel Fatio, ni á ninguno de los Legados que vinieron á .Madrid durante el Pontificado de Pío \' con motivo del desacuerdo surgido entre Felipe II y la Curia romana por la ingerencia de los Ministros del Rey Católico en la (3) «Los Despachos de la Diplomacia pontificia en Es- paña», por D. Ricardo de Hinojosa. pág. 212. — Madrid, 1896, tomo I, — jarifldiccií^n eclesiástica 11 de los dominios españoles en Italia. (4> U Más verosímil es la segunda parte de Navarrete, escasíi suerte <) di' la conjetura sea que, compadecido Aquaviva de de Cervantes, la admitió en su servidum- le bre al regresar á liorna. Pero también ofrece esta pro- muy posición agrias diticultades. mente admitida de ser tal, La creencia general- en aquella fecha, la situación de Rodrigo de Cervantes que no tenia recursos piíra sos* tener la carga de su familia, carece en mi sentir de fun* dameuto. Lo demuestra, en primer término, que le dio en 2 de Diciembre de poder el 1566, D." Leonor de Cortina, su mujer, para cobrar los bienes que le corres- pondieron por muerte de D." Elvira de Cortina, su madre, suceso que motivó Madrid de toda cumento ta, se la el traslado desde Sevilla á familia de Cervantes. (5) De este do- deduce, que la herencia no fué de poca mon- puesto que autoriza á su marido, no sólo para «ven- (4) 186 y (6) cIjOs Despachos de la DipIou)acia>, tomo sítí. Pérez Pastor, Do«-. Cervant., touio II, I. I, pájíina — der, trocar — y enagenar cualesquiera casas, viñas, censos, etc»., que á mi 12 me tierras, sino para «arrendar cualesquier bienes pertenecen»; autorización de la cual hizo uso Rodrigo de Cervantes al siguiente año, vendiendo en el término de Arganda en ravedís, mil quinientos una viña de quinientas cepas. mismo documento Del siete se ma- (6) deduce, que D.^ Leonor de Cortina, sin contar la herencia de su madre, era dueña de otros bienes que aportó al matrimonio y que radicarían, probablemente, en Madrid. Dice en efecto la escritura: «E para dar más fuerza é validación á lo en esta carta contenido, obligo todos mis bienes muebles y raíces é dotes é arras é bienes parafernales tengo etc.». Y hay que añadir á todo dre de Cervantes no estaba en Madrid, viviendo, jer. como pudiera Nada de eso. que yo he y esto, que mano sobre mano, creerse, de las rentas de su Con más ó menos pa- el mu- clientela, lo cierto es que ejercía su profesión de médico cirujano, según consta en la donación que hizo en Junio de 1568 á Andrea de Cervantes, D.'^ un tal la hermana mayor de Miguel, .Juan Francisco Locadelo, de naturaleza italiano, personaje misterioso que acaso favoreció en su país, año después, á nuestro gran novelieta. (r>) Pérez Pastor, Doc. Cervant., tomo (7) ídem, id., tomo I, III. (7) lí, II. un — — 13 Dice asi la escritura: <Sepan cuantos enta carta de donaci<>ii vieren etc,, mucho obligación é soy en dnm por cuanta) yo (jue tonu'o mucha Doña An- cargo á la Señora deO'rvantes, hija de liodrigo de Cervantes, resi- dente en esta Corte, ansi i)orquo estando yo ausente de mi natural eti esta tierra rae ha regalado y curado algu- nas'enfermedades que he tenido, asi ella como ó hecho por mi etc donación, amén de ..» padre, trescientos escudos de oro en oro varias prendas femeninas, entre ellas seis cofias íií Por cierto que en esta cuantiosa una saya do y de raso, de oro y plata, dos jubones de terciopelo, tres basquinas y un manto de burato de seda, figuran seis colchones de Rúan, seis sábanas, tres bufetes de nogal, un espejo, seis tablas de manteles, braseros, sillas, pla- tos y otros enseres y utensilios domésticos, mite suponer que la donacif'm la lo cual per- hizo Locadelo al le- vantar casa para volverse sin duda k Italia. El hecho Villa, mismo de demuestra que eer los alumno en el Estudio de la padres de Cervantes, si no dis- ponían de medios suficientes para sostener á su hijo en las aulas salmantinas ó complutenses, no carecían de lo necesario para sustentarle y aún para dar A eu ingenio alguna educación literaria. Síjbre este punto, sin em- bargo, he de hacer algunas observaciones. Opinan al- gunos escritores y yo con de todos, que la situación ellon, aunque el de Cervantes en más humilde el Estudio de — la Villa, no podía el estricto sentido ser la - 14 de uno de tantos discípulos en de la palabra, sino la de auxiliar ó pasante, cargo que estaba en consonancia, no sólo con la edad de veintiún años que á la sazón tenía, sino con el grado de instrucción en letras humanas que acreditan sus composiciones poéticas, sobre todo la elegía, en la cual hace gala de conocimientos no vulgares en mitología clásica. Viene en apoyo de esta conjetura, ya de suyo razonable, el acuerdo tomado por el Ayuntamiento de Madrid en 4 de Febrero de 1568, que dice: «Atento á que el maestro Juan López que está nombrado para preceptor es (8) hombre bastante, que no haya más de un estudio». Refundidos, pues, en uno, todos los Estudios de la Villa y aumentado por consiguiente el número de alum- nos, bien puede admitirse que la enseñanza de los «me- dianos» y de los «menores», según la clasificación de entonces, tendría que compartirla el preceptor con más auxiliares. ¿Y no es razonable admitir esos auxiliares fuera- Miguel de Cervantes, el discípulo» de López de Hoyos, el suyo y en nombre de todo el Espinosa su extensa elegía á (8) uno ó que uno de «amado mismo que por encargo Estudio dedicó al Cardenal la muerte de Pérez Pastor, Doc. Cervant., tomo la Reina? II, pág. 355. ¿Y — — 16 por qué no admitir también que de los 35.00(J mará vedis y un que tenía de salario caiz de trigo el maestro (9), percibía Cervantes en justa recomi)ensa A su trabajo al>runa gratificación ó ayuda de con costas, la cual, sin ser gravoso á su padre, podía cultivar sus aficiones poéticas y esperar ocasión de mejor destino? De cualquier manera, por una raz<')n ó ])or otra, la suerte de Cervantes por aquellos días, quizá los más her- mosos de su vida, no podía inspirar compasión á Monseñor Aquaviva, ni á nadie. altivez de su carácter, la Y si A esto se une la digna no es verosímil que contrariando voluntad de su padre, en cuyas venas corría sangre de hidalgo, abandonara su modesta pero decorosa situación de pedagogo en el Estudio de la para aceptar \'illa cio de criado, siquiera lo fuese de el ofi- un señor de muchas campanillas en la corte de Pío V. Existo, además, un document<^), no conocido do varrete, del cual se deduce otra razón no en contra de pu conjetura. Me refiero á Na- menos poderosa la Información do hidalguía y limpieza de sangre pedida por el padre de Cervantes en Diciembre de 1569, en cuyo documento, si bien confirma la residencia de su hijo en no dice que estuviera (9) Pérez Pastor, al servicio l)oc. de Roma, Aquaviva, detalle. Cervaut., pág. 366. — 16 — que, siendo favorable al objeto de la información, no lo hubiera omitido en aquel escrito. (10) Dedúcese, por tanto, de lo expuesto, que el viaje de Cervantes á Italia no tuvo relación alguna con más probable que no entrara á su servicio hasta 1570, es decir, después de ser cierta con lo de Aquaviva, siendo lo el nombrado Cardenal, declarado por el mismo lo cual con- Cervantes en el prólogo de «La Galatea». III Mas verosímil y mejor documentada qi>e la de varrete, es la conjetura tibiamente gunos años por Na- formulada hace al- D, Jerónimo Moran en su «Vida de Cervantes»; siendo bien extraño que nadie hasta ahora la haya estudiado con la necesaria detención para determinar como es justo su valor histórico. Descansa esta conjetura en mo Sr. un documento exhumado por Moran en él el mis- archivo de Simancas, del cual puede deducirse que, perseguido Cervantes por haber causado varias heridas á un Antonio de Sigura, tomó la resolución de fugarse á Italia. (10) Se trata de una Pro- Pérez Pastor, Doc. Cervant., tomo II, IV. — visión 15(íO Ko;\l, fcclia - en Madrid á lá dp .Soptienibre de y cuyo tenor en orno lo esencial es sigue: (11) á Vos Juan de Medina nuestro Al- «P. Felipe etc guacil, salud 17 y gracia: sepades que por los Alcaldes de ha procedido en rebeldía contra Nuestr;t Casa y Corte se un Miguel de Cervantes, ausente, sobre raz-m de haber dado ciertas heridas en esta Corte á Antonio de Sigura, andante en esta Corte... sobre lo cual el dicho Miguel de Cervantes fué condenado á que, con vergüenza pública le fuera cortada la mano derecha y en destierro de diez años.... y habiendo sido informado que el dicho Miguel de Cervantes y que estaba en la se andaba por estos nuestros reinos Ciudad de Sevilla y en otras Vos mandamos... que con vara de la partes... nuestra justicia vayáis á la dicha ciudad de Sevilla y á todas las otras partes villas y lugares que fuere necesario.... y pren- dáis el cuer|)o de dicho Miguel de Cervantes y preso, con los bienes que tuviere y á buen recaudo, la cárcel real de esta nuestra Corte para ella, vista provea lo (11) á que estando en por los dichos nuestros Alcaldes bu causa, se que sea justicia...» .Vhora bien: coincidiendo el hecho mento le traer se refiere con la estancia cá que docu- este de Cervantes en Madrid» D. Jerónimo Moran, Vida de Cervantes, pá>;. 134. 2 - — 18 ser autor de las heridas á ¿pudo Higura el Principe de Ingenios españoles? Fácil seria contestar á esta pre- los gunta de haberse encontrado el proceso del cual se deri- va la Provisión Real que acabo de mente, por el Sr. tistas, Moran como por Desgraciada- según hace constar Guzmán en más la esperanza menos próxima, porque, ó docto académico D. Juan Pérez de el su notable estudio sobre «La criminalidad en tiempo de los Austrias», todos el tanto otros distinguidos cervan- han resultado infructuosas. Ni cabe de su hallazgo en fecha dos en leer. las investigaciones practicadas al efecto, Archivo de la Sala de los procesos conserva- Gobierno de los Alcal- des de Casa y Corte, desde 1542 en que empezó, hasta 1700, fueron vendidos al peso por papel viejo á media- dos del siglo XVIII. Existen, sin embargo, á juicio mío, nó diré pruebas, pero se trata sí racionales indicios para sospechar que no de una mera coincidencia de nombres y apelli- dos, sino que realmente pudo ser nuestro Cervantes el perseguido por la justicia en 1569 y ser este suceso verdadero motivo de su viaje á tar, en primer término, que en de Madrid correspondientes Italia. el Es digno de no- los libros parroquiales al siglo xvi, todos ellos cui- dadosamente examinados por Navarrete y otros distinguidos cervantistas, y timos tiempos por el muy [especialmente en estos úl- docto bibliógrafo, D. Cristóbal — 19 — Pérez Pastor, en ninguno de ellos se ha encontrado nombre de Miguel do Lo mismo puede Cervantes. el afir- marse respecto á aquellas poblaciones de Castilla y Andalucía donde residieron por la familias de igual aj)ollido. Con misma época muchas ser tantos, en efecto, los Cervantes que figuran en padrones, escrituras y parti- das parroquiales, ninguno lleva salvo, como es s:\bido, el el nombre de Miguel, de Alcázar de San Juan, al cual no puede referirse la Provisión de 1569, aun admi- tiendo que residiera en Madrid, pues sólo contaba en aquella fecha, once años de edad. lieconocido, por otra jiarte, y sancionado en nues- tros días por escritores tan graves lla y Rodríguez Marín el como Cotarelo, Boni- valor autx)biogríitíco de chas obras de Cervantes, no es difícil encontrar en ellas pasajes y alusiones que recuerdan con exactitud el mu- más ñ menos incidente de Sigura. Por el pronto, no se sabe todavía á qué imprudencia de su juventud aludió en el Capítulo IV del «\'iaje del Parnaso», cuando la- mentándose de su escasa fortuna á Timbreo, -dios Apolo, le contesta lo que sigue: «\'ienen his malas suertes atrasadas y toman tan de lejos la corriente que son temidas \)cto nn excusadas-. El bien les viene á algunos de reix^nte; á otros poco á poco y sin pensarlo <» sea el — — 20 y el mal no guarda estilo diferente. El bien que está adquirido, conservarlo con maña es'no tu mismo y yo diligencia y cordura menor virtud que te el granjearlo; has forjado tu fortuna, he visto alguna vez con ella, te pero en el imprudente poco dura». Ocurre, sin embargo, que en la interpretación de estos versos no hay dos modo. D. Vicente de escritores los que opinen del mismo Ríos supone que la impruden-- cia á que alude Cervantes, motivo de su desventura, fué la de haber pasado su primera juventud dedicado á la poesía, abandonando otros caminos más seguros para encontrar remedio á su pobreza. Pellicer, la atribuye á su casamiento. Quintana, á su carácter zumbón y á su propósito de ridiculizar, para enmendarlas, las flaquezas y extravagancias de los hombres. Navarrete, aunque poco explícito en este punto, insinúa que no supo conservar las comisiones de Andalucía; y, por último, Ari«- bau, tomando pie en la opinión de Navarrete, atribuye su pobreza, nó á imprevisión ni á falta de probidad en su cargo de Comisario, sino á su carácter compasivo si se y quiere manirroto. Pero ninguna de estas opiniones interpreta fielmente, á juicio mió, la alusión autobiográfica. Ríos, que es la más excluirse, puesto r¿izonable, todas las Salvo la de demás deben que aluden á sucesos y circunstancian- — •posteriores á sn restitución á -que los versos del primer una imprudencia España en lóSO, eiendo puedon terceto w'Ao de su primera juventud. ble, sin embargo, que pone malogrado el — 21 esta en aquel tiempo abrían las puertas cos, ó bien ofrecían á los -cicio á es proba- la que su- escritor cordobés; ¡wrque si Cervan- no emprendió en edad conveniente tes referirse No imprudencia pea así que de los cargos públi- hombres de de las profesiones libres los estudios talento en el ejer- una posición desahogada y digna, no es verosímil que tal conducta ol)edeciera á flu extremada afición á componer tible con toda clase de estudios y que raro será chacho que no no siguió, en la nó al compael mu- haya padecido. Es más razonable, efecto, estudios universitarios, no bien averiguado todavía, Ta, versos; afición —que tal si — punto éste omisión obedecie- motivo indicado por Ríos, sino á otro muy distinto, tal vez la falta de recursos, pues no es lógico suponer en quien tuvo de niño tan gran afición á tura, ([ue, luego, adolescente, repugnara la lec- someter su claro entendimiento á las sólidas y severas disciplinas de la enseñanza escolar. De todos modos, una los tercetos significación tan imprecisji que he leidt) no tienen y vaga como supone Ríos, sino que concretamente aluden á un período afor- tunado df su vida, período interrumpido por una imprudencia de su juventud que cambió de un modo per- — mauente, en sentido adverso, ¿Y no el sería ese período, el de sonreía y en ciendo la del — 22 el el rumbo de 15G8, en el su fortuna. que todo cual, halagado por sus padres le- y mere-^ cariño y la protección de su Maestro y acaso- mismo Cardenal Espinosa, podía continuar sus estudios y hacer cara á la pobreza con esperenzas de ven- más o menos propincua? Lo tura de este período, no contó en nios. Y en al cual el resto tal razón cierto es que, puso término su viaje á á partir Italia, ya de su vida sino tristezas é infortu- me fundo imprudencia á que alude en para sos^^echar, que la el «Viaje del Parnaso», bien pudo ser la de haberse dejado llevar con punible ligereza de lo impetuoso de su carácter, ventilando á cu- chilladas con Antonio de Sigura una cuestión baladí,. probablemente amorosa, cuyas lamentables consecuencias le obligaron á huir de España para no caer como delincuente en las garras de la justicia. IV En el mismo orden autobiográfico, hay otras novelas cervantinas cuyos pasajes y alusiones, debidamente coor- dinados, permiten reconstituir con el proceso muy probable acierto- á que se refiere la Provisión Real, llardo Español», comedia cuya acción En el «día- se desarrolla en — Orin, defendida por — 23 Conde de Alcaudeto, hay un el opi- sodio de caríxcter amoroso al cual está ^ulxirdinado todo el interés de Cuenta su historia la fábula. garita, por la cual salieinos la joven Mar- que es huérfana de padre y madre y que ha llegado á Oran en busca de D. Fernando de Saavedra, del cual está enamorada, y luego dice: «Quedé con un hermano solo de condición tan bizarra que {mrece (jue en él solo hizo asiento la arrogancia. Llegó edad de casarme, la luciéronle mil demandas de mí, no acudió á ninguna fundándose en leves causas. V entre fué bs que me pidieron uno, que con la espada satisfizo la respuesta según 80 la dieron mala.» Prosigue en otra escena el cuento de su vida, y dice Margarita: c Quede si mal no me acuerdo en una mala respuesta que di<') mi bizarro hermano á un caballero de prendas; el cual, j)or satisfacerle, muy mal herido le deja. y fuese á Italia segi'm después tuve nuevas.» Ausent<')se — La 24 — posible relación de este lance imaginario con el incidente de Sigura, ya la sospechó D. Gerónimo Moráii,, sospecha que acentúan hasta elevarla á la categoría de un hecho casi comprobado, ca de los Ríos y rice Kelly. vo el el la ilustre escritora D." Blan- no menos ilustre hispanófilo Fitz Mau- Sin embargo, quien con más firmeza sostu- valor autobiográfico de este episodio novelesco, fué el Sr. Díaz de Benjumea. Lo que hay es que este distin- guido escritor establece la relación, nó con el incidente de Sigura, sino con los amores de Cervantes y D/' Catalina de Palacios y Salazar, relación, nó ya inverosímil pero absurda, pues al partir á Italia en 1569 el futuro cautivo de Argel, sólo contaba cuatro años de edad noble dama dio la En mano la de Esquivias que en Diciembre de 1584; le de esposa. misma comedia hay to de los anteriores, que, si levantan la el velo en i^ste otros versos, complemen- no descorren del todo, algo intrincado y misterioso asunto. Concertada la boda de D. Fernando y Margarita, un suceso inesperado pone á punto de echar á pique la unión de los dos amantes. Es el caso que, contraviniendo las órdenes del Conde, sale D. Fernando al campo enemigo para batirse en duelo con un moro de mucha cuenta; falta gravísima por la cual con arreglo á las leyes militares, ha de sufrir un severo rígese D. Fernando al castigo. En tal angustia, di- Conde y con gran respeto le dice: — — 2ó Si confesar el delito con claro arr«>p«Miliniionto, mitiga en parte del Juez que la ira sabio y recto; Yo, arrepentido, aunque tarde, e.s mal que hice el 8Ín dar más confieso disculpa de él que un honrado pensamient*^. Intercede en su favor oeder éste el perd(»n, le un amigo Conde y del al cqd- dice á D. Fernando: Agradecedlo padrino al que habéis tenido, que creo que do Y allí llegara la lleg') el yo pregunto pena delito vuestro. aliora; ¿este D. Fernando de Saavedra, en el perdón imaginario de cual está representado Cervantes, no sería reminiscencia de otro perdón positi- vo en el de por proceso de Sigura? el delincuente ¿Y licticio, ese padrino que interce- no tendría también repre- sentación histórica en alguna persona de suposición y valimiento en la Corte, acaso el maestro López de Ro- jos, del cual era amigo y mecenas el Cardenal Es- pinosa? Cualquiera que sea el valor de esta conjetura, no deben olvidarse aquellos significativos versos que ponen fin á la comedia: — 26 — «Cuyo principal intento ha sido, mezclar verdades con fabulosos inventos.» En «Persiles y Sigismunda», hay cuya posible relación con el otro incidente, de Sigura, la diputa vero- símil cervantista tan autorizado como Bonilla y el Sr. San Martín, Es aquel en que, «Antonio, hijo de padres ofendido por un caballero públicamente, hidalgos», arremete contra la cabeza dos él, espada en mano, propinándole en tremendas cuchilladas. Cotejado cidente con el del «Gallardo Español», en cuanto al amores en el «Persiles», sino el motivo de la reyerta, tonio por ser tratado de tienen, sin embargo, de lo esencial, si este in- bien difieren que no es cuestión de agravio que recibe An- Vos y no de Vuesa merced, común y que en uno y otro caso semejante, y esto el e-í delincuente se au- senta y huye de España. (12) Pero hay en este episodio del «Persiles» un detalle, no advertido hasta ahora, cuya significación en favor de mi tesis es de las más claras y precisas. Cuenta Anto- nio la historia de bu contienda y al llegar al de herir á su contrario, (12) momento dice: «Alborotáronse los circus- Persiles y Sigismunda, libro 1,°, capítulo V, — mano tAnteo, pusieron mis padrea, 27 contra m¡, rctiremo á casa de contéles el caso, y, advertidos del en que estaba, me peligro proveyeron de dinero y de un buen me caballo, aconsejándome que me — pusiera en cobro ¡K)rque había granjeado muchos y pfíderosos eneruig()B>, Y yo pregunto de nuevo; sería recuerdo de narrativo, no trozo ¿este una escena verdadera en la cual ron actores los padres do Cervantes y Cervantes fue- mismo después de su riña con Antonio de Sigura? ¿A qué traer á cuento, en otro caso, un pormenor tan intimo que ningún interés aporta al desarrollo ni en Ni son estos relato, ni sirve el desenlace los de la para nada en el fábula? únicos datos que con probable rela- ción al proceso de Sigura pueden encontrarse en el silest. Hay lencio por uno, sobre todo, que no debo pasar en que arroja mucha luz en ro á la carta se halla el asunto. Me si- refie- que recibe lAntonio», en Roma, de un compatriota suyo, en que f Per- presfj en la cuaJ, después de participarle la t Torre de Nonai^ de aquella ciudad y condenado á la última pena por haber reñido y dado muerte á un hombre, en favor suyo para obtener le suplica que interceda el perdón. Y añade la carta: — .'¿8 — '«Advierto á Vuesa JVIerced, Sr. mío, que los Jueces de ;e^ta tierra .corteses úo no no desdicen nada de y amigos de dar y ha}' parte que los de España: todos son reeibir cosa justa solicite la justicia, y que ouan- no dejan de lle- garse á la misericordia», (13) , Abora bien; estas palabras aluden, si como yo sos- pechó, al lance de Sigura ¿no estará en ellas la clave de la terminación del proceso'? Si Sigura que era la parte agraviada sanó de las heridas, ¿no pudo por favor ó por dinero retirar su acción contra Cervantes? Considero tanto más verosímil esta conjetura, cuanto que, al ha- blar Antonio del perdón concedido al homicida, hace el siguiente comentario: «Donde intervienen el favor y las dádivas, se allanan los riscos y se deshacen las dificultades». ¿Qué objeto pudo tener, por otra parte, la informa- ción de hidalguía solicitada por Rodrigo de Cervantes en Diciembre de 1569? ¿Sería, como supone un docto Académico, para entrar plaza de soldado? al servicio Ninguna de misibles. Suponiendo que deAquaviva ó para sentar las dos hipótesis son ad- Aquaviva no hubiera conoci- do á Cervantes en Madrid, no se concibe que le obligara á pedir en España un testimonio de limpieza de sangre (13) Persiles y Sigismunda, libro IV, capítulo V. — jxHia liarle en su mundo se ha exigido de soldado? Para atestigua un ún — subalterno. carfj^) Lo mismo á bu ingreso en la milicia. ¿En que país «kgf) respecto del ««^rvicio 21» la misma elecci<'tn escritor de la épcx^a, los tercios españoles (jue para-pentar plaza; tai requisito de sargentos, ^_14), segi'in sólo se exigía en fueran soldados viejos, de gran- de espíritu y diligencia, pretiriendo en igualdad de circun-^tancias á los jxara alistarse en que supieran las leer banderas de la co, exigieron limpieza de sangre, j^>ero á ninguno de los en las escribir... Liga contra ¿Es que el Tur- nó digo á Cervantes, bravos cacoaradas suyos que cod^ tanto arrojo combatieron Mna y á las órdenes del Capitán Ir-' aguas de L'^panto? Silbido, p<ir otra parte, que las informaciones de lim- pieza de sangre se unían por costumbre en aquel tiempo á toda petición de gracia ú recomjiensa, creo muy vero- símil que la solicitada por el padre de Cervantes tuviera por objeto hacerla valer en la i)etición después de retirar Antonio de Sigura hijo. ¿Qvié otro objeto podía la de indnlto, acción contra su tener hallándose éste en Koma? Creo más, y es, que el mismo Cardenal Espinosa, cuyjis funciones como Presidente del Consejo de Castilla (14) Bernartlino Je Escalante, «l>iálo>;09 militares», Se- villa, 16S3, púg. 15Ó. — 30 equivalían á las de un primer Ministro, pudo apoyar la petiei(')n cir, al para conseguir, menos, la nó si perdón absoluto, redu- el pena á algunos años de destierro. VI Réstame esclarecer un punto muy importante en la reconstitución del proceso de Sigura. ¿Cometido el delito, en qué forma realizó Cervantes su viaje á Italia? De todos los puntos hasta aquí tratados, este mío, Moran, rrete, sin embargo, aferrado á á juicio es, que menos perplejidad ofrece para el la conjetura la crítica. de Nava- supone que Cervantes, amparado por Aquaviva, se trasladí") justicia. con él á Roma para eludir la acción de la Aduce en apoyo de esta opinión, que «Ferian- drio» y «Auristela», los protagonistas del «Peí siles», emprendieron su peregrinación á Aragón y Valencia, que fué porte expedido al Legado del Italia. la Ciudad Eterna por la ruta señalada en el pasa- Papa para su regreso á Pero esta opinión no tiene defensa. Aparte las ra- zones ya apuntadas contra la conjetura de Navarrete, es absurdo admitir que persona de la calidad y circuns- tancias de Monseñor Aquaviva, incurriera en la grave responsabilidad de proteger y encubrir á un delincuen- — alte con el cual no rstiiba obligado teaoo ó de misma razones de paren» una antigua y estrecha amistad. ¿Pero qué mejor argumento contra la |xir la opini«'>n del Sr. Moran que Provisión de 156U, la cual dice que Miguel de Cervantes estaba en Seoilla por aquella fecha, ó sea nueve ó diez meses después que salió de España Monaeñor AquavivaV Por cierto que este dato no aprovechado positivo, por Mon'in ni por nadie, no sólo robustece la sospecha de haber sido de nuestros escritores el autor de el Iley más induce las híbridas á Sigura, cometido fuga á el delito, Italia. marchó á á creer, que, una vez Sevilla para preparar su ¿Pues qué, no dice nada en extraña coincidencia de refugiarse tal sentido la delincuente en la el metn»poli andaluza, tan conocida de Cervantes por haber vivido en olla de parientes muy podían prestarle muchacho y en la cual conservaba cercanos que en circunstancias críticas protecci('>n y ayuda? Consta, en efecto, documental mente, que residían por aquel tiempo en hermosa ciudad de vantes, la Giralda: su tío la Andrés de Cer- hermano de su padre; su primo, Juan de Cer- vantes, hijo de su tío Andrés; y Juana de Cervantes Saavedra y Beatriz de Saavedra, sobrinas del Conde del Castellar, religiosa la da la primera en .Santa Paula, y casa- segunda con Antonio de Gib raleón, cuyo jjaren- tesco con nuestro insigne escritor dejé demostrado no ' — mucho tiempo en hace Da mayores visos 32 — otro estudio cervantino. (15) de certeza á esta presunción, aquél pasaje de «La Gitanilla», en el cuál, defspués que D. Sancho dice á Preciosa y á Juan Caballero que la causa de hallarse sólo en aquél despoblado y fuera de CLimino, era la de haber muerto en riña á añade lo que sigue: «El camino que yo pensaba llevar no es sino á Sevilla;' que allí tengo ves grande amigo del Conde, viar á un hombre, 7)i¿ un caballero geno- pariente, que suele en- Genova gran cantidad de plata y que me' acomode coñ los que llevo la suelen llevar designio y con esta estratagema seguramente podré pasar á Cartagena y de á Italia...» Al leer este pasaje, ¿quién no cede á la allí tentación de enlazarlo con los anteriores y pacar la con- secuencia de que un medio igual ó parecido debió de emplear Cervantes en su fuga á Italia? Pero tanto ó más significativa que las anteriores, es la alusión que hace al mismo asunto en «Rinconete y Cortadillo», alusión que, no estando en antecedentes, pasa como detalle curioso sin que nadie trasluzca en ella un recuerdo autobiográfico. Me refiero á la explica- ción del apodo «Maniférro», sobre el cual dice Cervantes, que «era por que traía una mano de hierro en lugar (15) «Monjas drid, 1915. Sevillana-^ parientas de Cervantes».— Ma- — de otra quo — 33 habían cortado lo ¡K)r justicia...^ ¿Y habrá Dodie que repugne admitir que en este extraño y eingular detalle hay una directa alusión al cruelísimo castigo de cortarle la como autor de mano las heridas á Si gura? que alirman que los derecha á que fué condenado más lo ¿No tendrán razón recóndito de la vida de Cervantes hay que buscarlo entre líneas en el contexto de sus propias obras? Clait» es cos, que no tienen el estai» alusiones y recuerdos autobiográfi- una escritura pública, ni pue- valor de den re8|X)nder con rigurosa exactitud á hechos. Mas sabido de hacer es más tupido aventuras, que el muchas de el gran novelista, con el fin velo que ocultaban sus propias conocían sus amigos y las cuales parientes, alteraba á nú capricho, no y la realidad de los la Cronología, pero el mismo sólo la Geografía curso de la Historia, dejando á la penetración de sus lectores discernir en cada caso de lo verdadero de lo accesorio. en materia de Con todo crítica, lo imaginario y eso, si como se tiene dice el gran lo esencial presente que Menéndez y Pe- layo, tan peligrosa es la incredulidad sintemática como la ciega credulidad, basta lo expuesto para deducir, si no exi.ste prueba plena hay razones hasta ahora la fundadas para sosjjechar que el motivo que determinó la que el incidente de Sigura fué huida á Italia de C^rvant^s en 1569. 3 34 VII Pero este estudio menor de sus quedaría incompleto y no sería defectos la falta de sinceridad, de las razones aducidas en apoyo de mi si al lado proposición, no consignara las que han formulado en contra algunos critores. el es- Arguyese, en primer lugar, que la sentencia de los Alcaldes de Casa y Corte no pudo dictarse contra el autor del «Quijote» porque este no se firmaba ^Miguel de Cervantes, sino Miguel de Cervantes Saavedra. Pero vidan los que tal arguyen, que sustitución de Cortina, que era vez, en 1584, en apellido Saavedra, en como lo u^ó Cerviintes hasta madre, ni primera el ol- es sabido el de que estampó por lo la dedicatoria su de «La Galatea» á Ascanio Colonna, ni figura en ningún documento anterior á su restitución á España. de López de Hoyos dedicado al En en efecto: el libro Cardenal Espinosa; en la información de limpieza de sangre solicitada por su padre en 1569; en los libramientos de cantidades percibi- das como soldado én Secretario, Italia: en que dirigió la epístola Mateo Vázquez, en 1577; en el al memorial de su madre en 1579 pidiendo nuevo plazo para gestionar el rescate de su hijo, y en la información pedida por mismo, en Argel, en 1580, en ninguno de mentos dra. se encuentra ni por casualidad el él estos docu- apellido Saave-c — No merece más 85 atencitni el — argumento que pretenden sacar algunos del silencio que guardaron sus onemigos sobre las heridas de Sigura. do A esta objeci<')n Ya el Sr. Monin, concedien- una importancia que á juicio mío no tiene, le salió al pa8<i creyendo encontrar g:ia con dicho incidente en un pasaje del cQuijote» de Avellaneda. Hay, en efecto, en recompuesto y desmazalado el ó nó mentiroso algualcil el libro Capítulo XXX de este una escena muy mo« libro, vida, en la cual, con ocasión de un alguna analo- una disputa sobre si era de D. lielianis de Grecia, recibe una cuchillada en cabeza y es conducido la el agresor á la cArcel por orden de un Alcalde de Casji y Corte. Pero yo declaro, que, salvo lo de las cuchilladas, no encuentro ¿Más á que ni remota analogía entre uno y otro caso. recurrir á tan sutiles pruebas para trar lo infundado de este argumento? Cierto es demosque al- gunos contemporáneos de Cervantes, envidiosos del éxito del «Quijote», le zaiiirieron no solo en pués de su muerte; jiero justo es declarar de ellos se vida sino des- que ninguno deshonró saliendo del terreno literario para buscar invectivas en sucesos más ó menos conocidos de 8U vida particular. De todas las censuras de Suái-ez de Figueroa, en «El Pasajero», la única tjue no es neta- mente literaria, aunque de un hecho es la motivada por haber escrito al literario se deriva, Conde de Lemos, á las puertas del sepulcro, la sentida dedicatoria del «Per- --36 ¡Donosa censura, por siles.)... esculpirse en bronce tan De cierto, cuando era digno de' hermoso ejemplo de gratitud! igual naturaleza fueron las satíricas alusiones al «Quijotex, de Vicente Espinel, alusiones encaminadas deprimir el de la mérito de esta novela sin par para realzar el «Vida del P^scudero Obregón». Villegas, en una^ de sus «Eróticas», bien que en le el los albores llamó «quijotista y mal poeta»; y más villano de todos, mándole manco, diendo con este no si último calificativo á si es el Avellaneda^ lla- encarcelado, alu- la propia declara- prólogo de «El Ingenioso Hidal- recordó, en cambio, le de su mocedad^ bien desahogó su cólera murmurador y viejo, ción de Cervantes en gov>, á, como pudo hacerlo coa algún fundamento, flaquezas y deslices de su juventud, Pero la objeción más importante, ramente atendible, uó por tos, sino la fuerza la única verdade- de sus razonamien- por la calidad de la persona que la formula, es la del Sr. León y Mainez. Este veterano yos servicios á la literatura cervantina no escritor ; cu- han sido to- davía tasados en su justo valor, no sólo rechaza la posi- bilidad de ser nuestro héroe el perseguido por la justicia en 156;), í^ino que, como en materia e-!Critor muy seguro de su opinión en éste- otros puntos, pretende haber dicho sobre la la última palabra. El es en realidad el único que ha tratado con alguna extensión tan delica- do asunto. Sus razones, sin embargo, no me han con- — 37 — vencido, ni creo que puedan convencer á nadie. Dos son las premisas que establece en a|X)yo de su mera, que Cervantes marchó á Aquaviva, aceptando en Italia con Monseñor este punto, al pie conjetura de Xavarrete; y segunda, t^uo, npiíuiui: pri- do la dado necesario para la tramitación del proceso, el 15()8 al que no pudo ser el No la tiempo lance tuvo que ocurrir á fínesde lóGT, y como Cervantes Octubre de el ic-tra, asistía en Estudio de Lojjez de Hoyos, claro es delicuente. he de ocuparme de la primera premisa <) sea la conjetura de Xavarrete ya refutadla en esta disertación. En cuanto á la segunda, tampoco he de recurrir á uu tudio especial de los procedimientos criminales en es- el si- glo XVI para demostrar su falta de fundamento. Tal estudio, sobre ser innecesario, exigiría de vosotros un su- premo esfuerzo de bondad y de paciencia al cual no ten- go derecho. Pero, con mayor brevedad y en lenguaje más sencillo mi favor un caso práctico, en el cual, también hubo que cuchilladas, fuga el y de los tratadistas, ha de hablar en rebeldía, deduciéndose de el lógica- mente, que, aun admitiendo una lentitud extraordinaria en las diligencias judiciales, no es verosímil que tarda- ra dos años, ó poco menos, la tramitación del proceso de 8igura. — 38 VIH El pleito criminal á que hago referencia, interesan- como curiosidad tÍBimo, por cierto, no solo histórica modelo vivo de procedimientos judiciales en y sigla el XVI, sino por haber sido fuente de inspiración poética en romances, comedias y autos sacramentales, có, hace un año, el cente de Paredes, en un ricos de la leyenda de como libro intitulado «Orígenes histó- «La Serrana de una comedia es sab;do, de nios». Se trata de un lo publi- erudito escritor placentino D. Vi- Vera» ; título, del «Fénix de los Inge- delito de estupro morada cometido en Plasencia la y allanamiento de noche del 28 de INIayo la de 1573, siendo protagonistas y autores principales personas acomodadas de aquella población. Los hechos, re- ducidos á lo más substancial, ocurrieron del siguiente modo: Mari López, muchacha de 16 años, huérfana madre, aprovechó la ocasión de- de estar ausente su padre,. Diego de Panlagua, y puesta de acuerdo con Antonio de Trejo, mozo de veintiún años, casa á las doce de la noche. llamado Rodrigo, campo, y le Un hermano se levantó de al entrar en el abrió la puerta de su de Mari López, madrugada para ir al aposento de su hermana para encargarla que cuidara de la casa, advirtió que estaba acompañada de un hombre. La escena consiguiente á la sorpresa de este idilio — amoroso, la fácil es espada y dole en 3<j — de suponer. Rodrigo, enfurecido, sacó Jisestó una cuchillada seductor hirién- al una mano; pero Antonio de Trejo, de ropa, por cierto, se echó á diéndole por Dios que no Mari López para Ciíaarse le pies de los matara, la casa ligero Rodrigo pi- (jue el quería á y prometía arreglar aquel ne- gocio á gusto de todos. Entró en esto que dormía en muy un criado negro y ajxxierándose de Antonio de Trejo, le bajó al zaguán «cogido de los cabezones», (sic) en cuyo quedó custodiado por Rodrigo mientras sitio salía (1 negro en busca de Pero antes de que la justicia. ésta llegara, se presentó en la casa Hernando de Alma- raz, cuñado de Trejo, abrió la puerta de un empujón, y después de una reyerta con Rodrigo en la que también salieron á relucir las espadas, huyó con su cuñado. el Convento de Santo Domingo, donde permaneció varios días, al cabo de los Ocultóse Trejo, por el pronto, en cuales, favorecido una noche por parientes y amigos, salió de Plasencia internándose en el Comenzó practicando el el mismo Reino de Portugal. día la instrucción del proceso, Corregidor las siguientes diligencias: de- claración de Mari López, la cual pidió que la deposita- ran en casa de un vecino porque su padre, justamente indignado, la quitaría la vida; reconocimiento de las casas de Antonio de Trejo y de Hernando de Almaraz y embargo de los bienes de este último; y declaración de^ — diez (') 40 — doce personas, hombres y mujeres, que al ruido de la contienda se asomaron á las ventanas y vieron salir á los culpables de casa de Mari López. Al otro día publicó un edicto el Corregidor, D. Pedro Riquelme de Villavicencio, para que en un plazo de veintisiete días se presentaran en la cárcel de Plasencia, Antonio de Trejo y su cuñado Almaraz. Prosiguieron los días sucesivos edicto las declaraciones y en 12 de Junio mandando que se se en publicó otro pregonara en la plaza pública y por las calles de la Ciudad «...que ninguna persona de ningún estado y condición sea osada á tener ni encubrir en su casa á Antonio de Trejo y Hernando Almaraz, ni dar caballos, ni asnos, ni otras cabalgaduras... so pena de que el que lo contraviniere y fuera persona caballero tenga mil ducados de pena para la rica ó Cámara de S. M.... é si fuese persona baja é de poca calidad la condenamos en doscientos al azotes é seis años de galeras remo, sin sueldo». IX En 12 de Julio, Diego de Panlagua requirió rregidor con al Co- una Real provisión para que procediera contra varias personas que habían favorecido la fuga de Antonio de Trejo. En virtud de este requerimiento, — mandó el cia do S. — 41 Corregidor que un Alguacil con vara de justi- M. fuera á la Villa de (ialisteo cy á otras cua- lesquiera partes y lugares de estos Reinos que fuere necesario, y comj «Hese y apremiase A liUcas Vega para que fuera á declarar etc., etc....» tó Hernando de Aluiaraz y En 18 de Julio se presen- qued<') preso en la cxlrcel de Plasencia. Intervino por estos dias en jx'rflona influyente, mo amiga de las asunto una dos familias, con áni- de casar á la estuprada con Antonio de Trejo y dar por terminado el buen camino, pero asunto. Las negociaciones iban por la madre de Trejo miento por estimar insuticiente dar á Mari López. rios el A la dote partir de este incidentes promovidos por se opuso al cjisa- que pensaban momento, surgen una y otra va- Uno parte. de Catalina Meneses, mujer de Hernando de Almaraz, por haberle embargado bienes de su dote; otro de Ehego Paniagua por haber podido que se condenara á Hernando de Almaraz, sin esperar la sentencia de An- tonio de Trejo; otro de Hernando de Almaraz para que no fuera tan rigurqsa la prisión que sufría; y otro del mismo Paniagua, por haberse ausentado de Plasencia Corregidor y escribano dilatando la terminación el el del proceso. En 22 de Septiembre pidió Diego de Paniagua una prórroga do treinta dias para acabar de hacer sus c pro- banzas» contra los acusados. Le concedieron veinte v — — 42 presentó una nueva lista de testigos. Las declaraciones de algunos de éstos motivaron nuevos incidentes y prisiones y en 21 Octubre, d<^ Almaraz pidió que el Procurador de Hernando se diera la causa por conclusa; pero Diego de Paniagua pidió, a su vez, una nueva prórroga del término probatorio, petición que suscitó nuevos in- cidentes de la parte contraria. Por último, en 25 de No- viembre, al folio quinientos ochenta y ocho, mayor Es lástima que ceso, porque, este según advierte legajo en el citado guen, que no folio, le el Sr. y en los el pro- Paredes, concluye tal estado se le si- De todos modos, fué posible su lectura. la el encuentran, que cronológicamente suponiendo que tardara dos meses la Alcalde último escrito no conste en debido á la humedad, que el dio el pleito por concluso para sentencia. sentencia, resulta daración total del pleito no pudo pasar de ocho meses, poco más man tiempo el ¿Y ó menos. instruido en es verosímil Madrid por Antonio de Sigura"? ¿Por muchos que que durase las heridas á fueran sus inci- dentes, es probable siquiera que llegaran en calidad ni en número á los Es surgidos en el proceso de Plasencia? más, sin contar conque en aquella época eran más rápidas en la Corte que en diligencias judiciales, los edictos y á los demás lugares del Reino las y aún concediendo mayor plazo á las pesquisas practicadas en Sevilla por el Alguacil Juan de Medina para la captura del delincuen- — te, - no es verosirail que transcurrieran cerca de doB años desde de í:\ comisión del delito hasta la la publicación ¿Pero que pruebas irrecusables ó qué la sentencia. razones de crítica fundamental aduce el Sr. León y Mal- nez para dar procesoV como cosa cierta tan larga duraciím del No aduce ninguna; esto he de decir cervantista, basta su palabra. que me Más á merece tan ilustre con el respeto los argumentos de autoridad son que muy dignos de tenerse en cuenta, pero su valor, ni en éste ni en ningi'in otro caso cimiento muy tivo la verdad puede ser absoluto; antes bien, son liviano para sustentar con carácter definiliist(')rica. X Dos pivlabras más y concluyo. Los primeros biógrafos de Cervantes, por un sentimiento de delicadeza en cierto modo sieron disculpable y siempre digno de respeto, no qui- examinar á plena luz determinados episodios de su vida, temerosos de encontrar actos delictivos que enturbiasen con menoscabo del orgullo patrio la gloriosa historia de nuestro gran escritor. Del mismo temor ticipó el por tantos títulos benemérito Sr. de dar á la estampa de encontrar en el la ¡par- Moran, antes Provisión Keal que tuvo la suerte Archivo de Simancas. Baste decir — 41 — para comprender su meticulosidad, que gran prestigio en las Letras y en si personas de la iNIagistatura no le in- funden ánimo, todavía seguiría inédito tan precioso do - cumento. Pues bien, res al 3-0 comenzar declaro que no participé de esos temo- este trabajo, ni me cuidé del juicio que pudiera merecerle á espíritus suspicaces y rezagados. La razón es muy sencilla. Tuve en cuenta, en primer lugar, que esos escrúpulos biográficos, por nobles y le- vantados que sean los móviles en que se inspiren, cons- tituyen una grave infracción de la crítica histórica, tal como hoy se entiende y se practica. Consignar en la vida de los grandes hombres lo que es digno de alabanza y omitir, en cambio, lo que merece vituperio, será licencia permitida al panegirista, pero en ninguna ma- nera al historiador crítico, el cual no tiene derecho á pasar en silencio nada de lo que debe saberse, bueno ó malo, favorable ó adverso, afirmativo ó negativo, ni puede seguir otro norte en que el de la verdad y Pero fuera de el ejercicio de su ministerio la justicia. esto, ¿en qué se menoscaba nacional, ni qué borrón se echa sobre la el orgullo memoria de Cervantes por haber demostrado ó pretendido demostrar que él fué el el ser autor de las heridas á Sigura?, ¿Pues qué delincuente, lleva consigo en todos los casos consecuencia indeclinable la indignidad y el como vilipen- - — dioV Por lo (juo mí rt 46 toca, — rochazo por absunla serao- jante teoría y creo (¡ue la rechazarán conmifío cuanloB hayan eJucado su tie la tiones espíritu en los principios racionales uiwlerna ciencia jurídica. Si Cervantes, jwr cues- amoro*us ó por cuabjuier otro motivo no envilecen ni avergüenzan, tuvo un desafí«j ó Antonio de Sigura y por ser más diestro en loa que riív) con «le manejo el de las armas ó por acometer con mayores bríos dejó mal herido á su lito que no contrario, claro es quo cometí»') ni debía iX)día un de- quedar impune, siquiera fuese tan atroz y desproporcionada con arreglo á la bár- bara legislación de aquel tiempo la pena que se le ira puso, ¿Pero es que perdió por este sólo hecho, en sus propios días, ni ante los ojos de la posteridad, el concepto de persona digna y honrada? ¿Merecif), en suma, que arranq;;emos de sus sienes de hidalguía que es dignos? No el la corona de nobleza y mejor patrimonio de los hombres creo que nadie entre vosotros, libre de pre- juicios, conteste afirmativamente. Honremos, pues, á Ceivantes como soberano autor del más hermoso libro de las letras españolas; honré- mosle como soldado valeroso que derramó su sangre por la Patria, por la rémosle también y honorable; que líeligi<jn como si y por caballero y el Rey; pero hon- como persona digna alguna vez, por dolorosas circuns- tancias de su triste vida, pisó los umbrales de la cárcel — 46 — pública, no conculcó, en cambio, ningún precepto de la ley moral, ese Código sagrado de los hombres de ho- nor, cuyos infractores no tienen señalado castigo en la ley escrita, pero llevan impreso en el viven, rostro mientras un baldón de menosprecio y de ignominia. He dicho. I m c. hú üniversity of Toronlo Library O CD O» CU n O • DO NOT REMOVE THE CARD FROM 3 o 2 > M O m 9 o THIS o POCKET Ü1 o« s i Acmé Library Card Pocket Under 5 < Nfade by Pat. "Rcf. Index File" LIBRARY BUREAU