ESTÉTICA MILITANTE Y FIESTA BARROCA. CELEBRACIONES JESUITAS EN MARCHENA1 J. Jaime García Bernal Universidad de Sevilla D e acuerdo a los valores humanistas de su fundador, los jesuitas imprimieron un claro talante vitalista y pedagógico a todas sus empresas ya fueran estas intelectuales o pastorales.2 Si hubiera que definir de alguna manera su paradigma ideológico dentro de la más amplia corriente de la contrarreforma católica, tal vez habría que considerarlo una ortopraxis, pues su pensamiento nunca figuró separado de la práctica educativa y formativa por la que serían en seguida reconocidos y respetados. No es posible afiliar los escritos jesuitas con una tradición particular dentro del pensamiento cristiano por la sencilla razón de que acudieron, indistintamente, a varias de ellas, según lo pedía el momento y la circunstancia. Lo que caracterizó, en realidad, su visión del mundo fue una especial capacidad para cruzar la tradición con Este trabajo se enmarca dentro del Proyecto de Excelencia: Realidades conflictivas: sociedad, política, economía e ideología en Andalucía y América en el contexto de la España del Barroco (P07-HUM02835), financiado por la Consejería de Innovación, Ciencia y Empresa de la Junta de Andalucía. 2 Stefan K IECHLE, Ignacio de Loyola: mística y acción, Barcelona, Herder, 2006, pp. 20-22 («Educación cortesana») y pp. 39-49 («Tiempo de Estudios»). W.W. MEISSNER (S.J.), Ignacio de Loyola: psicoanálisis de un santo, Madrid, Anata, 1995, cap. III, «Los años de estudiante», pp. 165-185 y pp. 187-205. J. Ignacio T ELLECHEA, Ignacio de Loyola. Sólo y a pie, Salamanca, Sígueme, 1997, pp. 177-210. 1 83 J. Jaime García Bernal la experiencia; dictando, la segunda, la búsqueda de las fuentes en la primera y resultando de esta hermandad soluciones originales para problemas nuevos. Un estilo moderno e independiente.3 Como es sabido, esta voluntad inquebrantable de intervención y modelación global del orbe encaminó pronto a la Compañía a altas tareas de dirección y gobierno dentro de la Iglesia convirtiéndola, en poco tiempo, en un aliado indispensable de la ofensiva reformista orquestada desde Roma, cuando no en un baluarte ideológico esencial para la afirmación política de los príncipes católicos delante de sus vasallos o frente a sus enemigos. La militancia a la que alude el título de este trabajo nació bajo la exigencia de consolidación del poder político de los magnates católicos en una coyuntura histórica precisa, amenazados doblemente por el peligro herético en el exterior y por el fantasma de la discordia y la guerra civil que había puesto en jaque a más de un monarca desde el interior. La fortaleza de ideas y la beligerancia en su realización que demostraron los jesuitas en sus empresas hicieron de ellos los artífices idóneos para recuperar la iniciativa, conjurando los mencionados peligros y consolidando el poder de los soberanos. La estratégica alianza entre el poder político de los señores y la dirección ideológica de los padres de la nueva orden no evitó, sin embargo, tensiones entre estos dos polos de autoridad pues la reciprocidad del servicio y el mutuo beneficio nunca está exenta, en el ajedrez del poder político, de disensiones y hasta de picudas crisis a la hora de definir la dirección de la estrategia y los principios que la informan. Y no es necesario decir que esto ocurrió muchas veces en la historia de las relaciones entre la Compañía de Jesús y los poderosos, aunque a distinta escala, según se tratara del compromiso con la monarquía, la nobleza o los poderes ciudadanos. Las fiestas promovidas por la Compañía en sus casas y colegios españoles resultan un espejo o taracea de toda esta problemática, condensada con apreturas en el espacio de tres párrafos. Por un lado evidencian ese savoir-faire de la Compañía que la distinguió sobre otras órdenes en el dominio de las artes de la persuasión y la inclinación de la voluntad con el añadido de una puesta en escena espectacular. Pero, al mismo tiempo, translucen la tensión inherente a la alianza con el poder político, el difícil equilibrio de la toma de decisión en un estado confesional, dimensión que en el orden de los símbolos adquiere una especial visibilidad. Imposible resumir la extensa bibliografía hoy disponible sobre la Compañía de Jesús. Destacaremos tres textos fundamentales. Sobre sus orígenes: John W. O´MALLEY, I primi gesuiti, Milano, Vita e pensiero, 1999. Para la trayectoria posterior: Sabina PAVONE, I gesuiti. Dalle origini alla sopresione. En el contexto hispano: TeófanesE GIDO (coord.), Los jesuitas en España y en el mundo hispánico, Madrid, Fundación Carolina, Centro de Estudios Hispánicos e Iberoamericanos y Marcial Pons, 2004. 3 84 Estética militante y fiesta barroca. Las celebraciones jesuitas en Marchena Las fiestas y rituales que prodigaron los jesuitas en el Colegio de Marchena forman parte de esta cultura política general y no será difícil rastrear en ellos la pulsión militante y combativa que inspiró cualquier realización de la orden, como tampoco su compleja simbiosis con el poder político, encarnado en la villa de Marchena por los Duques de Arcos, protectores de la institución y principales patrones del colegio. 1. EL COLEGIO JESUITA DE MARCHENA Y EL PATRONAZGO DUCAL El colegio de la Compañía en Marchena forma parte de la política de fundación de la orden en la provincia bética muy activa desde mediados del siglo XVI.4 La expansión económica del valle del Guadalquivir, su crecimiento demográfico y la proyección americana de toda la zona colocaron a la provincia andaluza entre las prioridades de la orden para el establecimiento de nuevas fundaciones que en gran medida fueron colegios destinados a la formación de las élites políticas y religiosas de la región.5 La nobleza andaluza jugó un papel capital en este proceso, dotando los colegios con rentas propias, mientras las familias adineradas actuaban como benefactores ocasionales aportando sustanciosos caudales a los colegios ya fundados.6 El de Marchena fue amparado por doña María de Toledo y Figueroa, esposa de don Luis Cristóbal Ponce de León, II Duque de Arcos, e hija de doña Catalina Hernández de Córdoba, Marquesa de Priego, la principal promotora de la orden en Andalucía. La vinculación de la casa de Priego con los jesuitas se había materializado en la fundación de los colegios de Córdoba y Montilla, que tuvo en el padre Antonio de Córdoba, hijo de la Marquesa, a uno de sus principales baluartes.7 Pero a los lazos familiares de la Duquesa, habría que añadir los que aportaba su esposo, don Luis Cristóbal, emparentado nada menos que con el beato Francisco de Borja que había pasado por Marchena en Francisco de Borja MEDINA (S.J.), «El proceso fundacional de la Provincia de Andalucía (1545-1554)», en Wenceslao Soto Artuñeda, S.I., (ed.), Los jesuitas en Andalucía. Estudios conmemorativos del 450 aniversario de la fundación de la provincia, Granada, Universidad de Granada, 2007, pp. 159-160. 5 Eusebio GIL (ed.), El sistema educativo de la Compañía de Jesús, la Ratio Studiorum, Madrid, 1992. A. S. ASTRAIN, Historia de la Compañía de Jesús en la asistencia de España , vols. I-VI, Madrid, 19021920, vol. IV, pp. 774-775. 6 Julián José LOZANO NAVARRO, La compañía de Jesús en el estado de los Duques de Arcos: El colegio de Marchena (Siglos XVI-XVIII). Granada, Universidad de Granada, 2002, p. 27. 7 El padre Antonio de Córdoba fue uno de los primeros jesuitas andaluces. Es elogiado por el P. Juan de SANTIBÁÑEZ en sus Centurias de varones ilustres de la Provincia de Andalucía de la Compañía de Jesús. Asimismo en: Martín de R OA (S.J.), Historia de la Provincia de Andalucía de la Compañía de Jesús (1553-1602). Edición, introducción, notas y transcripción de Antonio Martín Pradas e Inmaculada Carrasco Gómez. Prólogo de Wenceslao Soto Artuñeda (S.J.), Écija, 2005. 4 85 J. Jaime García Bernal 1553 y cuya huella debió influir en la decisión del Duque de fundar un colegio en la capital de sus estados.8 Esta feliz coincidencia será la semilla de la interpretación teleológica que dieron los escritores de la Compañía a la acertada decisión de los Duques, argumento de autoridad invocado siempre que los jesuitas se vieron con apuros económicos durante los más de dos siglos de vida del colegio. Es también el punto de partida de la Historia del origen y fundación del colegio, fuente principal para conocer la trayectoria del noble instituto: Por los años del señor de mil quinientos y cincuenta y tres pasó por esta villa, viniendo de Montilla, San Francisco de Borja, y así como en esta villa se trató, desde entonces, de fundar en ella un colegio por la señora marquesa de Priego, así con la visita del santo Borja, trato y comunicación, a ejemplo de su madre trató de fundar otro aquí su hija la señora Duquesa de Arcos, Doña María de Toledo.9 Las alusiones a los patrones del colegio serán constantes a lo largo de este interesante manuscrito y particularmente intensas en las descripciones de las solemnidades litúrgicas del colegio que fueron presididas habitualmente por los Duques mientras estos residieron en Marchena, una circunstancia que se prolongó hasta bien avanzado el siglo XVII.10 La presencia personal de los señores de la villa, de los principales criados de la Casa y de los caballeros y deudos de tan poderoso linaje, infundió a las celebraciones del colegio un aire cortesano y cosmopolita del que carecieron las funciones de otros institutos de la provincia. Una distinción que fue potenciada cuando la Duquesa doña María de Toledo ordenó en su testamento ser enterrada en la Capilla Mayor de la iglesia del colegio que se convertirá, desde entonces, en panteón funerario de la familia.11 Las exequias de la duquesa doña Teresa de Zúñiga, que falleció el 14 de enero de 1609, pueden ser buen ejemplo de la solemnidad que alcanzaron estas celebraciones en el momento de máximo esplendor de la Casa y de prestigio del Francisco de Borja MEDINA (S.J.), «El proceso fundacional...», op. cit. pp. 142 y ss. Teófanes EGIDO (coord.), Los jesuitas en España..., op. cit., pp. 52-53. 9 Historia del origen y fundación del colegio de la compañía de Jesús de la villa de Marchena, serie de rectores y sucesos acaecidos en él. Cuenta con edición crítica y amplio estudio preeliminar de Julián José L OZANO NAVARRO, La compañía de Jesús..., op. cit., que toma como manuscrito para la trascripción la copia del original hoy perdido que se conserva en el AHPASI de Granada. 10 Concretamente hasta 1673 cuando muere, sin descendencia, el V Duque don Francisco Rodrigo: Historia del colegio de Marchena..., op. cit., f. 108. En general sobre la trayectoria de la Casa de Arcos: David G ARCÍA HERNÁN, Aristocracia y señorío en la España de Felipe II. La casa de Arcos , Granada, 1999. 11 Julián José L OZANO NAVARRO, La compañía de Jesús..., op. cit. , p. 51. 8 86 Estética militante y fiesta barroca. Las celebraciones jesuitas en Marchena propio Colegio, que entonces podía rondar la nada desdeñable cifra de 300 estudiantes en sus aulas. La procesión general congregó a todas las cofradías, coros religiosos y tribunales de la villa. El novenario contó con la presencia de los mejores oradores desde el púlpito, incluido el tenor del padre Valderrama, cuyo sermón fue más tarde impreso.12 Y lo que más pondera el autor de nuestra Historia: las funciones fueron autorizadas por la asistencia de la flor y nata de la nobleza andaluza (el conde de Palma, don Fadrique de Toledo), los provinciales de las principales órdenes, además del Asistente de Sevilla. Toda una demostración del ascendiente social y moral de los Duques sobre las tierras y ciudades andaluzas.13 Tan sólo unos meses después de los magnos funerales reseñados, la villa recibió la noticia de la concesión de culto y rezo al fundador de la Compañía. El año tocaba a su fin y las celebraciones se retrasarían a la primavera del siguiente, coincidiendo con la llegada a la rectoría del colegio de un eminente predicador, el padre Pedro de Urteaga. Este sevillano, de familia vasca, había profesado los cuatro votos en 1602 y su estancia en Marchena será el inicio de una brillante carrera desempeñando cargos de máxima responsabilidad y gobierno dentro de la Compañía.14 El elogio fúnebre que le consagró el padre Gonzalo Peralta, impreso en 1645, año de su óbito, subraya las cualidades de este nuevo san Cipriano de la palabra evangélica que no rehusaba la batalla misional en los frentes más adversos (memorable fue su actuación entre la germanía de las almadrabas de Cádiz), acometiendo otras veces la delicada tarea de intermediación en los conflictos entre el Arzobispo y el Cabildo de Sevilla.15 La fama del vate sevillano se extendió hasta Roma donde llegó a predicar el sermón de la Purísima en las fiestas inmaculistas del colegio de los españoles; y sus servicios se disputaron entre el obispo de Jaén, el Colegio de Sevilla, que reclamaba su vuelta, y la grandeza de Andalucía, entre la cual se contaba, como admirador y afecto, el Duque de Arcos.16 Se trata del famoso predicador agustino Fray Pedro de VALDERRAMA autor de unos celebérrimos Exercicios espirituales para todos los días de la quaresma (Madrid, Luis Sánchez, 1604) que contaron con sucesivas ediciones en la primera mitad del siglo XVII. Sobre la vinculación de los Ponce de León con la orden agustina véase: Juan Luis CARRIAZO RUBIO: «Marchena y los Ponce de León en los sermones y relaciones de sucesos del siglo XVII», en Actas de Historia de Marchena,Ayuntamiento de Marchena, 1998. 13 «De la muerte de la señora duquesa y exequias que se le hicieron», Historia del origen y fundación del colegio de la compañía de Jesús..., op. cit., fol. 10v. 14 P. Juan de SANTIBÁÑEZ, Centuria II..., fol. 83v. 15 Real Academia de la Historia. Jesuitas. Tomo 120, nº 29: CARTA/ DEL PADRE GONZALO/ DE PERALTA, PREPOSITO DE LA/ Casa Professa de la Compañia de IESVS de Sevilla:/ a los Superiores de esta Provincia de el/ Andaluzia:/ SOBRE LA MVERTE, VIDA,/ y virtudes del Padre Pedro de/ Vrteaga . [en cuarto, s. f., s. l., s. i.] (h. A3r). 16 Ibídem , hs. A4v-A5r. 12 87 J. Jaime García Bernal Pero en marzo de 1610, cuando toma posesión del rectorado del colegio de Marchena, Urteaga era todavía un joven predicador con toda la carrera por delante. Retenemos la atención sobre su figura porque va a ser el principal impulsor de las fiestas por la beatificación de Ignacio de Loyola que se celebraron en el colegio en mayo de aquel año. Un acontecimiento de extrema importancia para la consolidación de la orden que celebró festejos durante aquel invierno en Madrid, Toledo, Murcia, Salamanca, Sevilla y Granada, y el curso de la primavera en otras muchas localidades de los dominios españoles, incluidas las remotas Sassari y Cagliari.17 En el registro de los poderes locales, fue sobre todo una buena oportunidad para representar públicamente el afianzamiento que había logrado el sagrado instituto en los primeros tiempos de la provincia de Andalucía. El padre Urteaga, valiéndose de la ayuda del hermano Alonso Matías, dirigió con diligencia y cuidado las prevenciones de la celebración, convocando a los mejores artesanos de Sevilla y posiblemente ideó la disposición de las decoraciones de la iglesia y de los patios que, más tarde, siendo ya prepósito del Colegio de Sevilla, repetiría en los claustros de aquel colegio de san Hermenegildo con ocasión de las fiestas por la canonización de 1622 para las que, según se lee en la Carta del padre Gonzalo de Peralta, «se mostró espléndido».18 2. EL TRIUNFO DE LOS SANTOS DENTRO DE LA MENTALIDAD BARROCA El relato que se inserta en la crónica del colegio de Marchena parece haber sido concebido como un borrador para ser impreso y debió formar parte de los apuntes manuscritos de un escritor de mediados del siglo XVII que fueron utilizados por el compilador y redactor del manuscrito del XVIII que se ha conservado.19 Cuenta con encabezamiento propio que principia Relacion Breve de las fiestas, como era uso en las relaciones de sucesos, y está redactado con los recursos propios de la retórica de este subgénero de las relaciones de honras, situado a medio camino entre la historia local y el panegírico festivo.20 Una armadura retórica que exhibe morosidad y detallismo Manuel BONOMO, Le feste spagnole per la beatificazione di Ignazio di Loyola (1609-1610), Tesi di Laurea di Manuel Bonomo, Universitá di Bergamo, pp. 13-14. Agradezco al autor haber tenido la amabilidad de facilitarme un ejemplar de este trabajo de investigación inédito que se verá pronto ampliado en su tesis de doctorado. 18 Fue Prepósito de la Casa Profesa desde 1619, coincidiendo con las canonizaciones de 1622 para las que se mostró espléndido. 19 Relación breve de las fiestas que hizo el colegio de la Compañía de Jesús de Marchena por la beatificación del glorioso Santo Ignacio de Loyola, su fundador (1610), en Historia del origen..., op. cit., fol. 12v. 20 Acerca de la retórica de las relaciones de solemnidades véase: Giuseppina L EDDA, «Per una lettura de la festa religiosa barocca» en Dialogo. Studi in onore de Lore Terracini, Roma, Bulzoni, 1990, p. 278. Pueden consultarse asimismo los estudios recogidos en: Sagrario L ÓPEZ POZA y Nieves PENA SUEIRO 17 88 Estética militante y fiesta barroca. Las celebraciones jesuitas en Marchena en las descripciones, con calculada identificación de lugares, personajes y situaciones que sirven para autorizar la veracidad del argumento, al mismo tiempo que jerarquizan internamente el material narrativo sobre la base de la dignidad de sus protagonistas.21 En conjunto, la relación podría leerse como un roman à cle, cuya llave descifradora se encuentra en la imagen del santo, hecha para la ocasión, que presidía el ara del altar.22 El texto subraya que la hechura, preseas y vestidos habían sido donados liberalmente por la Marquesa de Zahara, mientras su excelencia, el Duque, exornó con reposteros de su guardarropía los testeros y pilares del templo.23 Gesto por antonomasia de la magnificencia dentro del canon moral del caballero cristiano, el servicio a la causa sagrada, es para el escritor de este relación la garantía de que las fiestas sucesivas se celebrarían en jubilosa armonía y bien proporcionada correspondencia entre los criados de la Casa y los vecinos de Marchena. Los Ponce de León aportaban solidez a todo el teatro de la representación que iba a tener lugar en los ocho días sucesivos de sermones, mascaradas y fiestas. El segundo texto al que nos vamos a referir, la descripción de las fiestas por la canonización del ya beato Ignacio de Loyola y del apóstol de las Indias Francisco Javier, corrobora la interpretación piramidal, jerarquizada y orgánica, que nos traslada el cronista de esta Historia.24 Insertas en el folio 35 del manuscrito, discurriendo el año 1622, su estructura es muy semejante a la anterior, incluso en la repetición del marchete Breve relación que ya conocíamos para 1610. Se insiste de nuevo en que las imágenes de los gloriosos fundadores se habían aderezaron en la casa del Duque «grandiosa y costosamente», pero se enfatiza su dimensión militante, pues en esta ocasión estaban destinadas a coronar el castillo de la fe, que debía resultar inexpugnable a las acometidas de los cuatro heresiarcas. Por si quedara alguna duda acerca de la (eds.), La Fiesta. Actas del II Seminario de Relaciones de Sucesos (A Coruña 13-15 de julio de 1998), Ferrol, Sociedad de Cultura Valle Inclán (Colección SIELAE), 1999. 21 L. Carlos Á LVAREZ SANTALÓ, «El espectáculo religioso barroco», Manuscrits, 13 (1995), pp. 157-183. 22 Sobre el papel de la imagen sagrada en las fiestas de beatificación y canonización hemos escrito en: J. Jaime G ARCÍA BERNAL, «La reparación de la imagen mancillada: retórica del desagravio mariano en el contexto de la polémica sobre el icono sagrado (Sevilla, 1638-1639)», en Congreso Internacional Andalucía Barroca. Antequera (17 al 21 de septiembre de 2007. Y asimismo: «Las imágenes de devoción pasionista y sus prácticas rituales en el contexto de la polémica sobre la imagen sagrada después de Trento», en Congreso Latinoamericano de Religiosidad Popular: La Semana Santa, Valladolid (España), 15-18 de octubre de 2008 (de inminente publicación). 23 Relación breve de las fiestas que hizo el colegio de la Compañía de Jesús de Marchena por la beatificación..., op. cit., fol. 13v. 24 Relacion breve de las fiestas que hizo el colegio de la Compañía de Jesús de la villa de Marchena en la canonización de su glorioso padre y fundador San Ignacio de Loyola y del apóstol de Cristo San Francisco Javier (1622), en Historia del origen..., op. cit., fol. 35r. 89 J. Jaime García Bernal centralidad del papel de los señores de la villa en la representación de esta batalla celestial, el relator da cuenta, al principio del texto, del paseo de publicación de las fiestas, ritual que se celebraba en las grandes solemnidades religiosas.25 El Vicario de la villa portaba el estandarte «con los retratos de los gloriosos santos», que eran honrados, a ambos lados, por don Francisco Ponce de León, sobrino del Duque y por don Luis de Córdoba, vástagos de la mejor nobleza de Andalucía. Otra vez, la excelencia de la nobilitas rindiendo servicio al triunfo espiritual de los santos. Esquema que se duplicó en el resto del cortejo de aquel 10 de julio de 1622, pues los caballeros y el clero de la villa, interpolados por parejas, seguían a los cuatro lábaros vistosos que tremolaban los pajes del Duque exhibiendo las tarjas del jubileo concedido por el Papa Gregorio XV.26 El tono de triunfo y la estética militante son las notas características de estos dos acontecimientos. Pero su verdadera dimensión ritual que fue capaz de despertar la adhesión de la comunidad y proyectar sus anhelos durante aquel mes de mayo de 1610, se nos escaparía a menos que tengamos presente que la elevación de un hombre virtuoso a los altares era el premio más preciado a que podía aspirar un mortal en aquella sociedad sacralizada.27 Y la presencia mirífica de sus restos entre sus compatriotas el más seguro vínculo para ligar la comunidad de los que permanecían en el mundo con la de los que ya habían entregado su alma al Señor. Del sentido de la vida en el Barroco se ha dicho que fue una mayeútica dirigida desde el nacimiento al momento del óbito. La vida de los santos, como modelos de conducta en los que aquella sociedad gustaba reflejarse, traducía de un modo prístino ese entrenamiento constante, obsesivo, para acoger la muerte con esperanza. Pero no se suele pensar tanto en la compensación simbólica, que en forma de gracia derramada que consuela y es capaz de obrar milagros, tuvo el reconocimiento de la santidad del varón virtuoso sobre sus amigos y devotos. Su cuerpo muerto, los objetos que le rodearon en vida, sus escritos y hasta sus discípulos, por haber estado en especial comunión con su beatitud, retienen la potencia divina y son una prueba de su continuidad en la tierra.28 De este rito nos hemos ocupado recientemente en: «El cartel de fiestas en la configuración de la comunidad urbana del Barroco: ritualización del impreso y escrituración de la fiesta», IX Congreso Internacional de Historia de la Cultura Escrita, Alcalá de Henares, 28 a 30 de abril de 2008 (en prensa). Para su dimensión musical, véase: Clara BEJARANO PELLICER: «Medios de comunicación en la ciudad durante la Edad Moderna: la figura del pregonero», que saldrá publicado en las mismas actas. 26 Relacion breve de las fiestas que hizo el colegio de la Compañía de Jesús de la villa de Marchena en la canonización..., op. cit, fol. 35r. 27 Antonio RUBIAL GARCÍA, La santidad controvertida, FCE, 1999. 28 José Luis SÁNCHEZ LORA , «Hechura de santo. Procesos y hagiografías», en Carlos Alberto González Sánchez y Enriqueta Vila Vilar (comp.), Grafías del imaginario. Representaciones culturales en España y América (siglos XVI-XVIII), México, FCE, 2003, pp. 336-354. 25 90 Estética militante y fiesta barroca. Las celebraciones jesuitas en Marchena La escena del óbito del padre Armenta, jesuita sevillano coetáneo de los acontecimientos que aquí estamos analizando, puede dar algún color a esta afirmación. La carta de su hermano y familiar el padre Arias destaca la austeridad de vida que se mantuvo incólume en la actitud sobre la muerte, pues terminó sus días en el suelo, sin bienes, ni títulos, como un sencillo religioso. Después de una amplia confesión, acabó diciendo: «bendito sea Dios que me saca deste mundo».29 Y así expiró, quedando su rostro: tan apacible, y alegre, que parecía estar vivo, y tan sin causar espanto, y miedo, que a porfía llegavan a vesarle la mano, y rostro los novicios, que suelen por niños ser más espantadiços, y huir de los difuntos, antes se quedaron a dormir dos junto al cuerpo los rostros juntos con el suyo (...).30 La epístola del padre Arias expresa, a las claras, la ligadura profunda entre el pasado y el futuro que encarna la muerte de ese hombre excepcional que es el varón de vida ejemplar. Tanto en los breves apuntes internos, como en las más elaboradas relaciones impresas, el hombre santo enlaza los tiempos de la representación; la contingencia del tiempo pasado y la naturaleza nueva, reformada del tiempo por venir. Los personajes que le escuchan, se acongojan con sus palabras y rezan por su alma, son los testigos privilegiados de ese milagro que es, en sí mismo, la muerte del buen religioso, que verifica con su tránsito la condición de elegidos de los que gozaron de su favor. La explosión del culto cívico a los santos locales, ya fueran los antiguos mártires redescubiertos y venerados con nuevo fervor, ya fueran los nuevos hombres de Dios, frailes o legos, piadosos limosneros o rocosos misioneros, se explica dentro de este sentimiento de comunidad espiritual congregada en torno a un hombre piadoso que recibe trato privilegiado de Dios. La extensión de su veneración tiene mucho que ver con la participación directa o indirecta (a través de otros testigos y, también, de su vida escrita y luego impresa) en la vida del paisano, del vecino, de quien todos guardaban recuerdo personal o referido por sus mayores. El hombre cuya memoria viva permanecía en sus lugares de oración, en sus reliquias y en su palabra.31 Las RAH. Jesuitas. Tomo 112: 9/3685. Nº 12: Car ta del P. Alvaro Arias sobre la muerte del P. D. Alvaro Arias de Armenta (Sevilla, 22 de marzo de 1624). 30 Ibídem , fol. 2v. 31 Un tema que hemos desarrollado con más amplitud en: J. Jaime G ARCÍA BERNAL , «Daños de la ociosidad y santidad cotidiana: la vida de Fray Pablo de Santa María», Francisco Núñez Roldán (Coord.), Ocio y Vida Cotidiana en el Mundo Hispánico en la Edad Moderna, Sevilla, Universidad de Sevilla, 2007, pp. 71-81. Y para la santidad femenina: «Santidad femenina y devoción barroca: el recibimiento del cuerpo incorrupto de la venerable madre María de la Antigua de Marchena», en Juan Luis Carriazo Rubio y Ramón Ramos Alfonso, La mujer en la historia de Marchena. Actas de las XI Jornadas sobre Historia de Marchena, Marchena, Ayuntamiento de Marchena, 2007, pp. 77-120. 29 91 J. Jaime García Bernal hagiografías que se escribieron sobre ellos, ricas en matices psicológicos y exaltadoras del hombre de acción como textos que han asumido la tradición humanista,32 adquieren además un sentido coral, propio de la puesta en escena del barroco, en el que entra en juego toda la comunidad que auspicia (y se beneficia) de la intercesión del nuevo amigo de Dios. En este sentido, como ya apuntó en su día Caro Baroja, las vidas de santos del Barroco apenas alteran el argumento de las antiguas leyendas, pero transforman el ropaje de lugares, personajes y situaciones que rodean al protagonista que es presentado como un héroe de su tiempo. Los alardes de erudición y las amplias digresiones que frecuentan estas nuevas hagiografías terminan por aproximarse al estilo de la novela o la comedia nuevas que penetraban con fuerza en el gusto lector de la sociedad del seiscientos.33 La biografía del bendito hijo de la ciudad dibuja una tensión constante entre la voluntad de Dios que se canaliza a través del protagonista mediante sus deseos de reforma y los recelos de sus superiores religiosos que le marcan un camino de obediencia. En este desigual pulso, el tiempo decidirá a favor del destino que la Providencia establece a favor de su elegido y en contra de las decisiones del los poderes mundanos. El periplo del siervo de Dios resulta, así, una representación del poder del Altísimo sobre su pueblo que se concreta en la comunidad de seguidores y afectos al siervo, un círculo de discípulos que se va definiendo sobre la base de la intimidad alcanzada con el protagonista que con su trato distingue a unos sobre otros, manifestando así el plan secreto del Creador. Los signos de elección declarados por el varón virtuoso durante su vida quedarán, más tarde, confirmados por las revelaciones y milagros que experimentan sus más queridos compañeros después de su muerte. Mientras la ciudad, en su conjunto, recibe los beneficios de esta espiritual progenie. Los rasgos de la hagiografía barroca serían para A. Rubial García: individualismo (influencia de la biografía clásica que insiste en los rasgos psicológicos), exaltación del hombre de acción más que el contemplativo y el criticismo (a partir de los bolandistas). Sin embargo, la literatura «folclorista» continuó cultivando lo afectivo y extraordinario, especialmente en los santos contemporáneos. La argumentación demostrativa persigue, casi siempre, la promoción a la santidad del protagonista que de alcanzar se redundará, por lógica, en sus promotores, testigos, vecinos y compatriotas. Como hasta las reformas de Urbano VIII la decisión de elevación a los altares correspondía en cada diócesis a su obispo, las posibilidades de alcanzar tal honor dependían en gran medida del poder de crear un ambiente local favorable. Antonio R UBIAL GARCÍA, La santidad controvertida, México, FCE, 1998, p. 38. 33 Julio CARO B AROJA, Las formas complejas de la vida religiosa. Religión, sociedad y carácter en la España de los siglos XVI y XVII, Madrid, Akal, 1978, p. 96. 32 92 Estética militante y fiesta barroca. Las celebraciones jesuitas en Marchena La certificación del destino sobrenatural de hijo piadoso de Dios mediante su declaración como beato o santo por parte de la Iglesia significaba, por tanto, la culminación de este largo camino de sacrificios y privaciones, de construcción de una opción radical de vida, paulatinamente interiorizada por una minoría de elegidos que se aleja del desdén inicial de la mayoría. El triunfo del santo, acogido en la corte celestial, enaltecía a estos pocos que podían llegar a ser muchos más en virtud de la participación de su cuerpo santo, de sus escritos y de su legado espiritual presente en su convento. Toda la comunidad se congraciaba, de este modo, con su hijo ya glorificado. 3. ESTÉTICA MILITANTE: LAS FIESTAS JESUITAS DE MARCHENA DE 1610 Y 1622 Esta era la vivencia del triunfo de un santo local en la España del Barroco. La novedad del año 1610 consistió en la proyección al conjunto de la Monarquía católica de este concepto de comunidad espiritual. Las circunstancias de la beatificación de un español fundador de una orden religiosa nueva que se había universalizado en poco tiempo, facilitaban los elementos para dar este salto de escala. Sólo era necesario encontrar ahora un ideal integrador extraído de la vida del nuevo héroe. Este ideal lo proporcionó su promesa original, el milites christi de su divisa. Un concepto de servicio y obediencia del operario de Dios en el campo de batalla del mundo que se popularizó en seguida por su impulso misional y dramático. Se entendía que la batalla que se libraba en el mundo era la parte visible de una conflagración a gran escala que tenía lugar en el cielo entre las fuerzas del bien y los secuaces de Satán. La teología jesuita desarrolló esta idea con diversas variantes pero insistiendo siempre en el carácter eminentemente pragmático y activista de la vida del cristiano en el siglo: pues invirtiendo la lógica de la doctrina de la predestinación calvinista, los jesuitas concibieron la tierra como un escenario en el que todo estaba aún por decidir, empezando por la salvación del alma propia, primer objetivo de la disputa.34 Este sentido dramático del tiempo secular, testigo de una escatología abierta y en permanente realización, invitaba a una participación activa y militante en la historia. Si además se formaba parte de la falange del capitán de la celestial milicia, Ignacio de Loyola, como fue caracterizado en las celebraciones de 1610, la sensación de estar gozando de un particular privilegio era mayor aún. No es de extrañar, entonces, que las comunidades locales, y sobre todo aquellas en las que la Compañía de Jesús mantenía una presencia activa por medio de sus casas y colegios, interiorizasen como Bolívar ECHEVARRÍA, «La Compañía de Jesús y la primera modernidad en América Latina», en Petra Schumm, Barrocos y Modernos. Nuevos caminos en la investigación del Barroco iberoamericano, Frankfurt/Madrid, Vervuert Verlag/Iberoamericana, 1998, pp. 49-65. 34 93 J. Jaime García Bernal algo propio el triunfo del fundador de la congregación jesuita, como antes habían hecho con los beatos más próximos y familiares. El guión de las fiestas, por otra parte, extremaba el componente dinámico de la vida como batalla que en la biografía quedaba diluido dentro de una estructura secuencial y narrativa. La tensión agónica, contenida hasta el final en el discurso de la vida de los santos, se liberaba en la fiesta. Algo de esperar dentro de la lógica del ritual público que siempre acentúa la dimensión dramática de la historia. Las celebraciones de 1610 representaron, por consiguiente, la conquista de la milicia temporal sobre la tierra de los gentiles y, con singular tesón, la erradicación de las herejías. Ya en máscaras, ya en dramatizaciones, ora en los montajes efímeros, ora en los espectáculos pirotécnicos, el batallón de la Iglesia aherrojaba y humillaba al insidioso rebelde. Paralelamente, en estos mismos espectáculos, se representaba el cortejo de la milicia celestial y el camino de la Iglesia triunfante, consecuencia y finalidad de la batalla en la tierra.35 La analogía entre estos dos planos, el temporal y el espiritual, imprimía singular tremendismo a la escena, recordando al espectador la estrecha alianza que había entre la batalla de la vida (aquella que libramos todos los días contra los vicios para que resplandezcan las virtudes) y la disputa cósmica entre las fuerzas del bien y las pulsiones del mal. El triunfo de Ignacio de Loyola jugaba un papel cardinal en este esquema, cumpliendo la función de ligar ambas esferas, la terrenal y la celestial, como nuevo Prometeo espiritual de la Iglesia, según el calificativo que le asignó el licenciado Francisco de Luque Fajardo en su descripción de las fiestas de Sevilla de aquel año. En el pendón que sacaron los estudiantes sevillanos para convocar al certamen literario que se habría de celebrar con motivo de la beatificación se dibujó, en efecto, la fábula de Prometeo, como analogía del ministerio de Ignacio de Loyola en el mundo cuya imagen, igualmente representada en el estandarte, encendía las almas con el fuego purificador que recibía de un gran Jesús en forma de sol.36 Sirva para completar la idea un segundo estandarte, el que sacaron los estudiantes del Colegio Imperial de Madrid doce años más tarde, con motivo de las fiestas por la L. Carlos ÁLVAREZ SANTALÓ, «La religiosidad Barroca: la violencia devastadora del modelo ideológico», en AA.VV., Actas de los VII Encuentros de Historia y Arqueologia. Gremios, Hermandades y Cofradías. Una aproximación al asociacionismo profesional y religioso en la Historia de Andalucía, San Fernando, Ayuntamiento de San Fernando, 1992, 2 vols., pp. 77-90. Disputa entre ángeles y demonios que tendría su telúrica y germinal batalla en la lucha por la posesión del cielo, antes de la creación del hombre. Cfr. José Luis SÁNCHEZ LORA , «Demonios y santos: el combate singular», en María Tausiet y James Amelang. (eds.), El diablo en la Edad Moderna, Madrid, Marcial Pons, 2004, pp. 159-186, y aquí, p. 165 y ss. 36 Francisco de L UQUE FAJARDO, RELACION DE LA FIESTA QVE/ se hizo en Seuilla a la Beatificacion del Glorioso/ S. IGNACIO fundador de la Compañía de Iesvs. Sevilla, Luis Estupiñán, 1610, fols. 2r-v. 35 94 Estética militante y fiesta barroca. Las celebraciones jesuitas en Marchena canonización del fundador de la orden y del apóstol de las Indias, san Francisco Javier. El tema vuelve a insistir en el puente místico que establecen los dos santos, comunicando cielo y tierra como parte de una misión dura y violenta: la conquista del mundo para someterlo a la ley del Altísimo. Un mensaje que el cartel condensaba sinópticamente y que, luego, como observa el cronista Monforte Herrera, las procesiones y montajes callejeros representarían con todo lujo de detalles: No fue mas el triunfo que vna pratica representación de la traça que el cartel lleua; porque assi como alli se veen los Santos hollar el mundo, y sustentar el cielo, en figura de lo que sugetaron a la tierra, ya menospreciandola, ya conquistandosela a Dios, y lo mucho que siruieron al cielo, haziendo que sus piadosas y santas influencias se comunicassen a todo el mundo: y por esso tomò el cielo la mano, y festejò con planetas y signos sus virtudes, sin dar lugar a que la tierra contenta con estar a sus pies entrasse en la justa poetica, porque pretenden los Poetas mas noble descendencia, como soñaua el otro, est Deus in nobis. Assi en este triunfo mundo y cielo, vno por conquistado, el otro por bien servido, salen a celebrarlo, sacando cada vno lo mejor que tiene: el mundo saca sus quatro partes (…) el cielo ofrece lo mas luzido que tiene: y por esso saca sus planetas, signos y astros.37 Esta es la estética marcial que encontramos también en las celebraciones que organizó el colegio de Marchena en mayo de 1610. La máscara de los colegiales fue el plato fuerte de la octava de fiestas. Se reservó para el domingo y en ella desfilaron las cuadrillas de las dos milicias, la celestial y la temporal, triunfantes sobre las alimañas del infierno que figuraban en tercer lugar. La misma técnica que los jesuitas exhibían desde el púlpito cuando dictaban sus famosos sermones de postrimerías, contrastando los horrores del infierno con las amenidades de la gloria, se desplegó en el curso de este desfile, combinando las imágenes deformes del ejército de las furias infernales, con la dignidad y nobleza del cortejo del beato Ignacio.38 La pedagogía jesuita cuidó con extremo todos los detalles de la representación para que el público pudiera extraer una enseñanza moral del desfile. Los vicios iban ejemplificados por los reyes y emperadores de la gentilidad, acompañados por los animales que los identificaban (como Nerón en la ira). Mientras los coros de ángeles y los mártires de la Compañía representaban las virtudes: Fernando de MONFORTE Y HERRERA, RELACION/ DE LAS FIESTAS/ QVE HA HECHO EL COLEGIO/ Imperial de la Compañia de Iesus de/ Madrid en la canonizacion de San/ Ignacio de Loyola, y S. Fran/ cisco Xauier/ Por Don _____ / Dirigida al mismo colegio/ Imperial de la Compañia de Iesus. Madrid, Luis Sánchez, 1622., fol. 40v. 38 P. Luis de la PUENTE (S.J.), Guia espiritual que se trata de la oración, meditación y contemplación, Valladolid, Antonio Coello, 1609. 37 95 J. Jaime García Bernal Iban de dos en dos en gran número de ángeles muy bien aderezados con albas y sobrevestas de velillo de plata y oro; acompañaban un carro en que iban 16 niños, unos como serafines, otros como querubines, otros como mártires de la Compañía, todos con muchos oros, y vestidos de tela o velillos de oro.39 Los metales nobles ponderaban la excelencia del acompañamiento y eran reservados en las fiestas jesuitas para las compañías celestiales. El oro y el azul componían habitualmente los fingidos cielos, y la plata con resaltes en oro esmaltaba las figuras de sus beatos y mártires cuando eran exaltados para su culto. Las leyes del decoro estético reservaron las joyas para el infante que representó el papel de Ignacio en el carro de triunfo: «En la popa iba un niño con manteo y sotana muy enjoyado, bonete de terciopelo bordado de piezas de oro y otras joyas, en el pecho un Jesús de perlas y otro semejante en la mano». Aderezado con propiedad aunque sin alcanzar la cima argentífera del anterior, desfiló el segundo carro que representaba la tropa temporal de Ignacio: Papa, Emperador, cardenales y reyes que distinguieron en la promoción de la sagrada causa. Coronas y vestidos permitieron seguramente identificarlos, mientras la música de vihuelas y arpas, traída expresamente desde Sevilla, les otorgaba el concierto que correspondía a la autoridad de sus componentes.40 El autor de la Historia calcula en unas 150 personas los integrantes de esta lucida máscara tan variada en invenciones. Para ponderarla, a continuación, citando a don Pedro de Toledo, Marqués de Villafranca, padre de la Marquesa de Zahara quien no se cansaba de verla y la hizo desfilar hasta tres veces. Teniendo en cuenta la calidad excepcional del invitado de quien el autor dice en otro momento que «ha visto tanto y que en gastos y grandeza de casa sabe todo el mundo cuánto ha hecho en diversas jornadas», no cabe duda de que la cita iba destinada a una difusión impresa del texto que, finalmente, como ya dijimos, no se produjo.41 El narrador asoma también en este punto del relato, revelándonos su vinculación al Colegio que le impidió presenciar el desfile, seguramente por estar a cargo de la compostura de la propia Casa. De sus decoraciones en los patios y en la iglesia parece hablar, en efecto, con conocimiento directo y más seguridad en los 39 Relación breve de las fiestas que hizo el colegio de la Compañía de Jesús de Marchena por la beatificación..., fol. 16r. 40 Louise K. STEIN, «<En esas músicas bellas…>: Calderón y el afecto musical», en José Alcalá-Zamora y Ernest Belenguer (Coords.), Calderón de la Barca y la España del Barroco, 2 vols., Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 2001, pp. 871-908. 41 Relación breve de las fiestas que hizo el colegio de la Compañía de Jesús de Marchena por la beatificación..., fol 14 v. 96 Estética militante y fiesta barroca. Las celebraciones jesuitas en Marchena detalles, sin necesidad de aludir a testigos o referencias de lo que le han contado (dicen que) como había hecho en la descripción de la pandorga estudiantil. Los datos que aporta sobre el coste del retablo que se acabó coincidiendo con la fiesta y de sus artífices, entre los cuales destaca al pintor Juan de Roelas,42 inducen a pensar que estamos en presencia de uno de los padres jesuitas del Colegio, o de alguien muy próximo, que elaboró un relato por encargo y bajo supervisión del rector Pedro de Urteaga, probablemente a petición de los superiores de la orden. La relación fue colocada en el lugar que le correspondía de acuerdo al discurso cronológico del anónimo redactor de estas memorias, quien hace observar al lector la competencia que animó la terminación de la capilla y la prevención de la fiesta en los jesuitas de aquel tiempo que trataban de emular las del colegio de Sevilla. El sentimiento de pugilato, muy propio del primer barroco, procede de un cuaderno anterior que el autor de la Historia cita en algún momento como libro antiguo y pudo ser, en efecto, una historia del colegio escrita en el siglo XVII.43 El aderezo del flamante retablo de Roelas, permitía contemplar las pinturas de san Luis rey de Francia y del mártir de Córdoba san Rodrigo que recordaban la onomástica del entonces Duque don Luis Cristóbal y de su hijo don Rodrigo, flanqueando la escena de la Anunciación que preside el monumento. 44 El banco inferior del retablo aparecía, sin embargo, cubierto por un frontal convertido en un abigarrado relicario de canillas de santos, ramilletes de flores y cera, sobre los que resaltaba la figura, recamada de joyas, del beato Ignacio. Por último, fastuosas colgaduras y reposteros tapizaban las paredes de la iglesia. La acumulación de lujosas telas y auríferos visajes reducían el espacio diáfano del templo a la proporción de un interior doméstico y cortesano que parecía esconder, tras los brillos opiáceos, los misterios del ajuar celestial. Patios y portería estaban igualmente repujados de pinturas, ornamentos y brocados a la moda: cielos de camas Enrique V ALDIVIESO, Juan de Roelas, Sevilla, Diputación, 1978, pp. 47-48. La Historia del colegio fue escrita en torno a 1750 y se sirve muchas veces de la información de este manuscrito anterior hoy perdido. Cfr. Julián José L OZANO NAVARRO, La Compañía de Jesús..., op. cit., pp. 16-17. 44 «El novedoso y sorprendente efecto de las pinturas realizadas por Roelas en el retablo de la iglesia de la Casa Profesa de la Compañía de Jesús en Sevilla, haría que poco después fuese llamado también por los jesuitas para pintar el conjunto de pinturas que adorna el segundo cuerpo del retablo mayor de la iglesia del colegio de la Compañía de Jesús en Marchena, actualmente iglesia de Santa Isabel. Este retablo fue realizado en dos fases, concluyéndose el primer cuerpo en 1599, en el que figuran pinturas documentadas por Alonso Vázquez. El segundo cuerpo del retablo fue realizado entre 1607 y 1608 por el hermano jesuita Alonso Matías, que como ya hemos visto, realizó también el retablo de Sevilla antes aludido. Las pinturas de este segundo cuerpo no se encuentran documentadas, aunque son obras indudables de Roelas». E. VALDIVIESO , Juan de Roelas..., op. cit., p. 47. 42 43 97 J. Jaime García Bernal bordados al estilo que ya se hacía en las fiestas de Sevilla,45 labores de bordado y rejuela, además de los fingidos sillares que imitaban jaspes verdes con listones de oro.46 Algunos detalles decorativos son muy ilustrativos del gusto de la aristocracia andaluza por los lujos orientales de los que los jesuitas fueron, a veces, introductores, como aquel paño verde dorado con un pelícano «obra de la China». Mientras otros subrayan el interés por la pintura de historias y paisajes, propias del arte flamenco que, en ocasiones, podía hacer alusión a episodios de actualidad como un «cuadro de la embarcación de los moriscos en el río de Sevilla» que estaba colocado a la entrada de la portería y del que el relator dice que «entretenía a la gente».47 El relato se engolfa, por momentos, en una gongorina pendiente de azules, verdes, oropeles bruñidos y escamados de plata que nos traslada de friso en friso, de balcón en balcón por los corredores del claustro, mediante una retórica de lo visual que Giuseppina Ledda ha definido como punto equinocial del artificio barroco.48 Los propios jeroglíficos y poesías sirven a la vista antes que a la memoria, colgando de pilastras y celosías, guardando su secreto al visitante curioso o extravagante. En medio de todo aquel laberinto que tanto contrasta con los paramentos lisos que actualmente dan un aspecto formal y solemne al patio del antiguo colegio, se erigió una gruta que representaba la escena del retiro de san Ignacio en el santuario de Monserrat, una de las más famosas y representadas de su vida. Más allá de la historia, la percepción del cronista resalta «las mil variedades de cosas, huertas, fuentes, jardines, arroyos, ermitaños, grutas y otras mil sabandijas» que componían el montaje. Una concesión al entretenimiento del vulgo que se dejaba engañar por el realismo de la escena de «un pobre a quien el santo, vestido de sayal, daba el satén que había dejado».49 45 Sobre las decoraciones que montaba el gremio de colcheros de Sevilla para las fiestas inmaculistas: Pedro de ESCALANTE , RELACION DE LAS/ FIESTAS QVE EN SEVILLA SE HIZIERON A/ diez y ocho, y diez y nueue de Setienbre a la Imagen de la Inmacu-/ lada Concepcion de nuestra Señora, con ocasion de las pro-/ cesiones que hizo su Cofradia, lleuandola al Conuen-/ to de San Francisco, y boluiendola a el de/ Regina de donde salio. Sevilla, Alonso González Gamarra, 1616, fols. A2 y A2v. 46 Relación breve de las fiestas que hizo el colegio de la Compañía de Jesús de Marchena por la beatificación..., fol. 14v. 47 Un motivo que volverá a aparecer en las exequias de Margarita de Austria el año siguiente: Historia de la mui noble/ Y mas leal Ciudad de Seuilla/ escrita por el/ Lizenciado Collado por los años de 1620 (...). (B)iblioteca (C)apitular y (C)olombina de (S)evilla, Ms. 58-3-12, sin foliar, capítulo 85: «De la traça del túmulo que se hisso/ en esta siudad en las honrras de la/ Reina nuestra señora doña marga-/ rita de austria». 48 G. LEDDA, «Los jeroglíficos en los sermones barrocos. Desde la palabra a la imagen, desde la imagen a la palabra», en G. Ledda (ed.), Literatura Emblemática Hispánica. Actas del I Simposio Internacional (La Coruña, 14-17 de Septiembre, 1994), A Coruña, Universidade da Coruña, 1996, pp. 111-128. 49 Relación breve de las fiestas que hizo el colegio de la Compañía de Jesús de Marchena por la beatificación..., op. cit., 14v-15r. 98 Estética militante y fiesta barroca. Las celebraciones jesuitas en Marchena Si antes la creación de espacios irreales, sobrenaturales, por medio de la saturación visual, ahora el naturalismo más descarnado, la hipnotización de lo hiperreal, hacía las delicias de un espectador, imantado a golpe de sorpresa, cautivo en el laberinto envolvente del efímero barroco.50 En las fiestas de 1622, la arquitectura efímera del colegio, sin abandonar esta estética preciosista, alcanzó un efecto de más aparato. En el patio del Colegio se levantó un Castillo en dos cuerpos. El superior representaba a los santos Ignacio y Francisco Javier, glorificados. En el inferior los patriarcas de las religiones, Santo Domingo, San Francisco, San Agustín y los dos santos jesuitas canonizados, armados como caballeros y con las espadas en alto, defendían la fe «contra los cuatro heresiarcas que sobre cuatro sierpes y dragones muy al vivo representados con muchas cabezas y colas, estaban en las esquinas del primer cuerpo del castillo, donde amagaban flechas a la fe con unos turquescos». Finalmente, el relator hace observar que por la puerta del castillo «salía una fuente de agua, manifestando por ello que la puerta de la Iglesia es el Bautismo, que así mismo estaba allí en pintura».51 El castillo era una alegoría de la Iglesia, primero asediada, luego triunfante, tema muy extendido en las fiestas jesuitas. Los padres del colegio de Marchena eligieron una interpretación historicista, siguiendo tal vez el patrón de la congregación de la Doctrina Cristiana de Sevilla.52 En Salamanca, para la misma ocasión, se ensayó, sin embargo, una versión escatológica de la misma idea basada en la imagen de la Jerusalén celestial que nos narra el libro del Apocalipsis: se levantaba sobre el [el altar] un hermosíssimo castillo, que tomava de pared a pared con cinco torres (...) sobre estas cinco torres se levantavan otras cinco menores, y la de enmedio se remataba en un cimborrio de escamas de oro, sobre que subía una pirámide de plata, en cuya punta estava un grande y hermoso Iesus de oro y azul, con sus rayos, que con la reuerveracion de las luzes parecía un Sol (...) Y por soldados de posta por las torres y murallas estauan algunos Martires de la Compañía de bulto, vestidos de sus hábitos, llenos de joyas de oro, y en la cabeça o pecho de cada uno atraveçada una lança, ò espada, o insignia de su martirio (...) en las quatro torres en medio estavan de plata los quatro Doctores de la Iglesia (...) y a la entrada della como castellano el glorioso san Ignacio con su sotana (...).53 Mauricio FAGIOLO DELL’ARCO y Silvida CARANDINI, L’Effimero Barocco. Strutture della festa della Roma del’600. Volume Secondo. Testi, Roma, Bulzoni, 1978. 51 Relacion breve de las fiestas que hizo el colegio de la Comapñía de Jesús de la villa de Marchena en la canonización..., op. cit., fol. 35v. 52 Francisco de LUQUE FAJARDO, RELACION DE LA FIESTA QVE/ se hizo en Seuilla a la Beatificacion..., op. cit., fol. 4v. 53 Alonso de SALAZAR, Fiestas,/ que hizo el/ insigne collegio de la/ Compañia de Jesus/ de Salamanca,/ A la Beatificacion del glorioso Patriarcha/ S. Ignacio de Loyola./ Con los sermones y poesias, que uvo 50 99 J. Jaime García Bernal La estética de oros y azules de los fundadores recordaba su condición gloriosa, sobre la escena de una ciudad luminosa, aquella que descendió de los cielos según la visión del poeta de la isla de Patmos. En todo caso, tanto la primera imagen del castillo de Marchena, como esta descripción salmantina, comparten el ideal de una república cristiana, pertrechada para el combate bajo la dirección de sus paladines espirituales. Un cuadro que con facilidad traspasaba la borrosa línea que separa la milicia terrenal de aquella otra imperecedera, la sobrenatural. Continuando con la descripción del montaje efímero del colegio, la portería se aderezó para representar «una Gloria». El tribunal celestial estaba presidido por la Iglesia triunfante, a la que asistían, a ambos lados, san Ignacio y san Francisco Javier. De sus manos pendían unos listones de seda que caían sobre un tablado donde estaba la Iglesia militante, ataviada como la antigua diosa Palas, con su morrión y celaje: Levantaba su rostro y brazos a la Iglesia triunfante como pidiéndole socorro y ayuda, y para conseguirla, asidas ambas manos de los listones, significando el auxilio y favor que los Santos le daban. Tenía cruzados los brazos y descansaba sobre los hombros de la Compañía, que representaba todo el cuerpo de ella; y en el un brazo de la Iglesia estaba un letrero que decía Sancti Ygnati, ora pro nobis; y en el otro se leía éste: Sancti Franciscae, ora pro nobis. Por último, bajo un dosel, entre ambas falanges de la Iglesia, se representaba el ritual de canonización de los santos tal como había llegado en las noticias manuscritas procedentes de Roma.54 Gregorio XV, con las insignias papales y vestido de pontifical,55 decía, señalando a la Iglesia militante, Ecce Sancti Dei, mientras sobre el sitial podía apreciarse la ofrenda que se entregó el día de la canonización: vino, obleas y dos canastos con palomas.56 El conjunto de estas alegorías de la Iglesia, en su dimensión secular o gloriosa, constituía un cuadro dramático de intenso naturalismo y profunda intensidad emotiva en alabança del santo. Salamanca,/ Dedicadas al Ilmo. y Rmo. Sr. Maximiliano de Austria, Arzobispo de Santiago, del Consejo de Su Mag, su Capellan Mayor…/ Por______ Gentil-hombre de la Casa de su S. Illustrisima. Salamanca, Viuda de Artus Taberniel, 1610 fol. 5+ v. 54 Copia de unas cartas de los padres de la Compañia de Iesus fechas en Roma a veynte y uno de Março escritas a los Padres de Castilla: en que se da cuenta de lo sucedido en las Canonizaciones de los sinco Santos, Isidro, Ignacio, Francisco, Teresa y Filipo, hechas por nuestro muy santo Padre Gregorio XV. 55 Tal como se le describe en: Giovanni BRICCIO, Relazione sommaria del solenne apparato fatto nella Basilica di S. Pietro in Roma, per la Canonizatione de Gloriosi Santi Isidoro di Madrid, Ignatio di Loyola, Francesco Saverio, Teresa di Gesù e Filippo Nerio Fiorentino, Roma, 1622, apud. Manuel BONOMO, Le feste spagnole per la beatificazione..., op. cit., p. 15, nota 8. 56 Relacion breve de las fiestas que hizo el colegio de la Compañía de Jesús de la villa de Marchena en la canonización..., op. cit. , fol. 37r. 100 Estética militante y fiesta barroca. Las celebraciones jesuitas en Marchena tal como se presentaba en los ejercicios ignacianos. Si a ello unimos la recreación de las escenas de la vida de los santos que ocupaban los nichos del compás, el resultado era una completa narrativa dramática de la vida cristiana: detallada en los sacrificios de sus siervos predilectos, Ignacio y Francisco, y dramatizada, mediante un lenguaje cósmico, en el combate paralelo de las dos milicias. Esta misma retórica con aspiración holística había presidido las fiestas sevillanas de 1610 de las que nos dejó relación impresa el citado Luque Fajardo. Ponderando la invención que se erigió en el patio central de la casa profesa observa: (...) acordándome que la disposición de claustros y patios, fuesse como una plaça de Valladolid (a lo divino) que es la mejor de España, hermosíssima en la fábrica, y costosa en los adereços: los días de grandes fiestas, quando en presencia de los Reyes, sus Cortesanos, títulos, Príncipes y Señores, echan el resto de su poder. En especial siendo en casamientos del hijo heredero, de alguna Infanta, querida de sus padres: en razón de alguna victoria, etc.57 En efecto, la intención fue crear una plaza en fiestas pero «a lo divino», donde el triunfo del monarca fue sustituido por el del siervo de Dios Ignacio de Loyola y la corte palaciega, asomada a las ventanas, por la corte celestial, presidida por Jesús y María, reyes de la gloria. Es más, en el claustro de la Casa Profesa de Sevilla, se representó la entrada del virtuoso varón en el cielo, en el Carro del Triunfo de la Iglesia sobre tres enemigos: el mundo, la carne y el demonio. En Marchena no llegó a construirse un teatro tan sofisticado, pero la suma de los montajes efímeros resultó igualmente eficaz. El espectador podía reconstruir mentalmente todo el proceso meditativo que recomendaban los ejercicios espirituales de san Ignacio pero con la ventaja de la representación al vivo de las escenas: el camino de Ignacio hasta Roma, el bautizo de los indios de Francisco Javier, la batalla entre los vicios y las virtudes que expresaba el superior combate entre los ejércitos celestiales y las fuerzas del mal. Motivos épicos que recibían luego el premio de la gloria representada en el mencionado altar de la portería. El último domingo de la octava se escenificó el incendio del castillo de la herejía, a las puertas del templo. Es posible que se aprovecharan las figuras de los heresiarcas y sus horrendos atributos que habían formado parte del otro castillo, el de la milicia temporal, levantado en el interior del colegio. Lo cierto es que «la quema de estos monstruos, heresiarcas, serpientes, dragones y herejía», a decir del cronista, dio contentamiento a todos. Con Francisco de LUQUE FAJARDO, RELACION DE LA FIESTA QVE/ se hizo en Seuilla a la Beatificacion..., op. cit., fol. 20r. 57 101 J. Jaime García Bernal este punto y final se visualizaba la definitiva derrota de las fuerzas del mal, contrapunto del ascenso a la corte celestial de los dos santos homenajeados. 4. APOSTOLADO Y MEMORIA INTERNA DE LA COMPAÑÍA Los recursos escénicos de las fiestas jesuitas, tanto en los espectáculos itinerantes como en las decoraciones fijas, estaban al servicio, en fin, de una cuidada gramática de gestos que, conjugando la secuencia temporal con la polaridad de los sentimientos humanos (de la atrición a la euforia), debió ejercer profunda huella en la mentalidad colectiva. Encaminados a la afirmación de la orden y el afianzamiento de su modelo de interpretación del mundo, los jesuitas no escatimaron esfuerzos de lo que hoy llamaríamos una pedagogía de masas, sin descuidar nunca la implicación de las élites sociales, en una empresa que se presentaba, finalmente, como una obra coral de consecuencias universales. Esta vertiente pública y apologética de la fiesta, no debe hacer olvidar, sin embargo, la otra ladera del fenómeno. La dimensión institucional de la celebración. La función religiosa festiva como instrumento para afianzar la unidad interna de la orden religiosa, cultivando la memoria de sus fundadores y mártires, consolidando los carismas y ministerios del instituto a la vista de los más jóvenes, en fin, activando la vocación de apostolado de todos sus miembros. El ritual fue una poderosa maquinaria en la creación de identidad de las instituciones del Antiguo Régimen. Todas las órdenes religiosas hallaban en las funciones de beatificación y canonización una oportunidad privilegiada para exaltar patrones de conducta ejemplar que sirvieran de espejo a sus miembros. Pero la Compañía de Jesús cultivó con especial denuedo esta dimensión formativa de sus fiestas, privilegiado escenario para socialización de sus hermanos. La juventud de la orden la hacía más dependiente de este tipo de ritos de afirmación interna. Las otras religiones podían acudir a una larga historia donde proyectar sus decisiones con ejemplos y argumentos de autoridad. A falta de una tradición propia, los jesuitas, en cambio, tenían que acentuar la excepcionalidad del presente y el papel crucial que desempeñaba la Compañía en la nueva empresa misional y catequética. Las antiguas órdenes monásticas contaban, además, con ilustres fundadores que podían exhibir títulos de honor de reconocimiento universal (como padres de la Iglesia, eminentes doctores, escritores y obispos). Las crónicas y centurias de los franciscanos, carmelitas y dominicos estaban pobladas de biografías de sus primitivos fundadores, maestros y mártires. Los jesuitas, por su reciente fundación, sólo podían contrarrestar la enorme talla individual de los anteriores, poniendo el acento en la unidad y universalidad de su joven pero ya experimentada orden. Construyendo un discurso específico que ponderaba el valor de la hermandad, el esfuerzo común, la entrega a una empresa superior. 102 Estética militante y fiesta barroca. Las celebraciones jesuitas en Marchena Este mensaje sintonizaba, a la perfección, con el ideal de anonimato que debía presidir la vida del operario de Cristo. Uno más del ejército de soldados que deben obediencia a su capitán. El programa decorativo de la iglesia de la Anunciación de Marchena para las fiestas de 1610 parece responder a este modelo de confraternidad militante propia de la Compañía: Dentro, la iglesia, que es muy grande y capaz, estaba colgada de telas, brocados, terciopelos y damascos. Tercera orden sobre las colgaduras era de cuadros: en la primera bóveda, junto a la puerta, había tres cuadros muy grandes de los tres beatos de la Compañía, Beato Francisco Javier, Beato Luis Gonzaga, Beato Estanislao, acompañados de cuadros menores de los mártires de la misma Compañía.58 El martirologio jesuita figuraba, pues, distribuido a lo largo de las naves de la iglesia, formando una ininterrumpida columna de operarios del Señor que invitaba a alistarse a los novicios y colegiales que poblaban las aulas de Marchena. Era un prototipo nuevo en relación al estilo dominante hasta entonces en las otras religiones. Un modelo horizontal, en el que primaba el sentido de cooperación de la nueva comunidad y el ideal de servicio en el ministerio. Valores que estaban por encima de la experiencia de santidad innata y designada por Dios. La literatura hagiográfica de aquellos mismos años confirma el contraste entre estos dos tipos de santidad. De un lado, la filiación que establecen dominicos y franciscanos con una tradición de santidad anterior, cuyos testimonios, revelaciones o diálogos secretos sancionan a los nuevos siervos de Dios. De otro lado, el concepto de la compenetración y solidaridad de grupo que consolida sus ideales sobre la base de una experiencia viva y comunicada. Los menologios jesuitas van a desarrollar, asimismo, este segundo modelo que diluye la singularidad de los dones individuales en el concepto del oficio y su función. Ordenando la memoria de las acciones personales sobre el criterio de una acción colectiva que cuenta con ejemplos de todo tipo de sacrificios, mostrando los atributos de la crueldad y las partes laceradas del cuerpo, como la representación de un solo martirio y de una víctima universal. El padre Bernardo de Monzón concibe, de este modo, su calendario de los hijos de san Ignacio, distribuido por categorías de martirios, de sangre, de penitencia, y de caridad como aquel Antonio Sánchez que murió en Jerez en 1601, víctima del amor prodigado a los apestados, o el padre Antonio de Cárdenas, misionero en Lebrija, o Pedro de Ojeda, natural de Marchena que murió 58 Relacion breve de las fiestas que hizo el colegio de la Comapñía de Jesús de la villa de Marchena en la canonización..., op. cit., fol. 37v. 103 J. Jaime García Bernal en Sevilla el 15 de abril de 1627 después de una vida de tormentos y privaciones. El menologio de Monzón dibuja, en suma, un mapa nuevo de la batalla del mundo, no de las glorias antiguas, sino de las empresas contemporáneas en las que se mide el pulso de la salvación de un mundo herido de muerte por la herejía y los vicios.59 Operarios del ministerio de las almas llama, por ejemplo, el padre Valdivia a los confesores, siguiendo el mismo esquema de división por ministerios de los hijos ilustres de la Compañía. Todas y cada una de las vocaciones de la orden se consideran, de este modo, formas de martirio, partiendo del principio de que la vida como tal es una lucha continua y la única actitud responsable, estar preparados para la batalla.60 Convencido de esta tarea, Bernardo de Monzón traza el siguiente perfil del padre Alonso de Bárcenas, cordobés y apóstol en Cuzco, que iba «por las espesuras y fragosidades de los montes, como si fuera a caza de Almas: o por decirlo mejor, como ello era, de fieras».61 Bárcenas, desnudo de todo regalo material, se hacía acompañar en las misiones por un devoto Niño Jesús que luego le acompañó en el glorioso tránsito. Otros jesuitas llevarán consigo, en los más apartados parajes, agnus dei, canillas de santos o estampas de los fundadores de la orden.62 Desde los primeros tiempos de la Compañía se detecta esta necesidad de forjar una identidad institucional, más precisa en las regiones periféricas y misioneras, donde el aislamiento y la incomunicación es la regla de vida. La representación de la santidad hacia dentro se convierte en una necesidad de supervivencia mental para muchos misioneros que llevan consigo los cuadernos manuscritos de otros compañeros y las estampas de los fundadores. El procedimiento de transmisión de la información dentro de la Compañía, caracterizado por su estricta jerarquía, facilitó, asimismo, la consolidación de esta memoria colectiva, ordenada y compacta que, desde un principio, fue protocolizada y sistematizada por los Generales. El primer paso de este largo recorrido eran las cartas Bernardo de MONZÓN (S.I.), Menologio/ de illustres,/ Por todo el Orbe; y Famosos Hijos/ de/ S. Ignacio./ Patriarca, y Fundador, de la Com.ª/ de Jesús./ En 120 Años desde su Fundacion/ hasta el Presente/ de 1659. BN. Mss. 12822, fols. 330-359. 60 Luis de VALDIVIA, Historia de la/ Prouª de Castilla de la compª de Iesus/ en que se continuan los varones Illes/ de ella diuidido en otros 4 libros./ El 1º trata de los que por la fee o/ por la charidad perdieron las vidas./ El 2º de los insignes predicadores y/ missioneros appcos. El 3º de los ope-/ rarios Maestros de humanidad de/ mayor nombre y sanctidad y de mas/ operarios en otros ministerios de almas./ El 4º de los Hermos escolares y coad/ jutores de señalada virtud y/ sanctidad, tomo III, Archivo de la Provincia de Castilla de la Compañía de Jesús. Ms. C-192 61 Bernardo de MONZÓN (S.I.), Menologio/ de illustres,/ Por todo el Orbe..., op. cit. 62 Véase la introducción del P. Wenceslao SOTO ARTUÑEDO a la reciente edición de la Historia de la Provincia de Andalucía de la Compañía de Jesús (1553-1602), Écija, Asociación de Amigos de Écija, 2005. 59 104 Estética militante y fiesta barroca. Las celebraciones jesuitas en Marchena emanadas de todos los conventos de la institución que cumplían el mandato de dar cuenta del fallecimiento de sus miembros, subrayando sus principales virtudes y obras para impedir que quedaran en el olvido.63 El último, muchas veces, fue la propia función festiva del triunfo de los soldados de Cristo, como estas de Marchena que estamos analizando. Una fiesta que merecía, a su vez, ser conservada en la memoria de la orden en relatos manuscritos, como este anónimo de Marchena, que desde los colegios y casas jesuitas se elevaban a los superiores para ser recopilados en las crónicas generales de la orden lo que redundaría en beneficio de las nuevas vocaciones, reanudándose de nuevo el proceso de pedagogía para los neófitos que al ingresar en la compañía podían consultar, casi en tiempo real, los modelos de virtud y las recompensas celestiales que habían recibido sus hermanos, sus contemporáneos. Desde esta perspectiva, las fiestas de Marchena de 1610 y 1622, ocuparon un lugar crucial en el proceso de reproducción de los valores internos de la propia orden, en un contexto especialmente propicio para su recepción como era un colegio. Si regresamos sobre la relación de las fiestas de 1622, relato reelaborado a partir de otros anteriores, observaremos que junto al portentoso castillo que deslumbraba al público, en el mismo compás, se habían dispuesto toda una serie de nichos que, al modo de un diorama, representaban los más importantes episodios de la vida del fundador, el mismo recurso empleado en el colegio de Granada.64 La representación, realista y detallada, parecía pensada para el adoctrinamiento de los propios colegiales, antes que para el gran público. La aparición del Nazareno, el milagro de la sanación de la pierna o las escenas de oración que le conservaron su castidad, eran ejemplares útiles en la vida del novicio. Y con más razón, los cuadros relacionados con san Francisco Javier que ponían de manifiesto el cordón de santimonia que ligaba a los maestros con los discípulos en una fraternidad común: así la escena en que Ignacio bendice a Javier y sus compañeros antes de partir a la India, a la que seguía la del propio san Francisco Javier convirtiendo a los salvajes.65 Un buen repertorio de ellas se conserva en la colección de manuscritos jesuitas de la Real Academia de la Historia, sólo parcialmente publicada. 64 El mismo recurso que habían empleado los promotores de la fiesta de Granada del claustro (con los cuadros de la vida de San Ignacio: de penitente en una cueva, cuando se le aparece la Virgen rezando, expulsando la idolatría y velando por sus armas en Monferrate) y de la iglesia (con la escena de la aparición de Jesús con la cruz a cuestas a Ignacio). Relacion de la Fiesta que en la Beatificacion del B. P. Ignacio fundador de la Compañia de IESVS, hizo su Collegio de la Ciudad de Granada, en 14 de Febrero de 1610. Sevilla, Luys Estupiñán, 1610. 65 Relacion breve de las fiestas que hizo el colegio de la Compañía de Jesús de la villa de Marchena en la canonización..., op. cit., fol. 37r. 63 105 J. Jaime García Bernal Similar sentido narrativo y pedagógico se advertía en una portada efímera de columnas de fungido jaspe que se colocó sobre una crujía de la iglesia. En la cornisa figuraban los cinco santos canonizados «dispuestos por su orden» y todos acompañando a «una hermosa y perfectísima imagen de la Concepción de Nuestra Señora».66 Así como en los altares colaterales de la capilla mayor que reproducían las imágenes de los beatos Luis Gonzaga y Estanislao Kotzka, dos niños mártires polacos cuyos modelos de virtud venían como anillo al dedo a los púberes colegiales. Habrá que esperar a 1728 para ver cumplida la ilusión de su rezo universal, pero ese era un detalle de menor importancia habida cuenta de que el propio Clemente VIII se había postrado para rezarles en su tierra natal, circunstancia destacada por el cronista y que permitió que su veneración se extendiera pronto en las casas de la orden.67 5. LA MÁSCARA ESTUDIANTIL DE 1622 Y OTROS JUEGOS POPULARES Contrapunto al aprendizaje ritualizado de los modelos de santidad, presentes en los altares efímeros, en los sermones y en la poesía, las fiestas de canonización de 1622 contaron con dos vistosas máscaras que alegraron las calles de Marchena. La noche del 25 de julio, día de Santiago, salió a la calle la cabalgata de los congregantes del Espíritu Santo, institución nobiliaria vinculada a la compañía, representando el tema de las naciones. El miércoles, tras el sermón, lo hizo «la graciosa máscara de los estudiantes». A estas dos cabalgatas, habría que añadir el paseo de los caballeros de la villa que había anunciado la fiesta dos semanas antes, el domingo 10 de julio. Tres desfiles que constituyen una completa muestra del género de las escenificaciones itinerantes de la España del barroco. La máscara o mascarada, con antecedentes en los siglos XV y XVI, se consolida en la centuria siguiente ligada, a menudo, a las fiestas religiosas de carácter extraordinario como son las canonizaciones. Las cuadrillas de paseantes y danzantes, antes grupos informales, se ponen al servicio ahora de una narración global, concebida por los impulsores de la fiesta para exaltar los dogmas de fe y los héroes de su propagación. Puede hablarse, entonces, de cabalgatas tematizadas en las que predomina el sesgo histórico o alegórico.68 Este fue, sin duda, el carácter de las de Marchena. La de más raigambre fue la cabalgata de las personas principales de la villa, que desfiló en caballos ricamente Ibídem , 37v. La misma Historia del origen y fundación del colegio de Marchena describe en el anal de 1671 (fol. 90v del manuscrito) las «Fiestas que el colegio de Marchena hizo en la beatificación de San Estanislao de Koska». Los problemas económicos por los que pasaba la institución en el primer tercio del siglo XVIII podrían explicar que nada se hiciera para las de su canonización de 1728. 68 Resumimos esta cuestión en: J. Jaime G ARCÍA BERNAL, El fasto público en la España de los Austrias, Sevilla, Universidad de Sevilla, 2006, cap. XIII, p. 431 y ss. 66 67 106 Estética militante y fiesta barroca. Las celebraciones jesuitas en Marchena enjaezados y con vistosas libreas, al son de atabales y chirimías. Costumbre era antigua y aparece recogida en el Diccionario de Autoridades como «mojiganga» o «encamisada» para subrayar que los jinetes iban disfrazados con carátulas o máscaras, portando antorchas en las manos para iluminar las calles durante la noche.69 La de Marchena debió realizarse a plena luz del día y en ella participaron, por parejas, los caballeros y los religiosos.70 Las otras dos corresponden a los patrones de más aceptación en la fiesta barroca. La máscara grave que valora el verismo en la recreación de los trajes históricos y el decoro en la interpretación de la jerarquía social. Y la máscara jocosa que busca divertir y entretener por medio del ingenio y del artificio.71 Ambas estaban formadas por cuadrillas de actores-danzantes que desfilaban y, a ratos, paraban para ejecutar alguna coreografía. Podían ir acompañadas de carros de triunfo que representaban escenas alusivas al mismo asunto de la compañía, aunque no fue este el caso de las de Marchena. La descripción de la máscara de los caballeros de la Doctrina es algo imprecisa pero, sobre la base del repertorio que era común en la época, creemos poder reconstruir sus principales componentes. La primera cuadrilla era probablemente la de los planetas, tema caro a la Compañía que se había representado en las fiestas del Colegio Imperial de Madrid y en otras localidades españolas. No es extraño que las «libreas de lienzo... con muchas estrellas de seda y oro» aludan a este extremo. Más explícita es la explicación de la segunda: «otra grande cuadrilla de villanos con sus sayas y caperuzas». La danza de aldeanos fue un motivo recurrente del programa de carnaval al menos desde el Renacimiento y lo encontramos por ejemplo, en la Sevilla de 1571, con todos los personajes populares de la boda de sayago.72 Sin embargo, la parca descripción de esta fiesta no nos permite ir más lejos. La crítica al concepto y su lexicología en: Lucien CLARE, «Représentations théâtrales et cortèges à thème (<comedies> et <máscaras>) dans les fêtes de Manille (1659-1660)», en Irène Mamczarz (dir.), Métamorphoses de la création dramatique et lyrique à l’épreuve de la scène. Actes du 7e Colloque International. Paris, Sorbonne-CNRS, 30-31. V. 1994, Firenze, Leo S. Olschki, 1998, pp. 135-174, y especialmente, «Qu´est-ce qu´une Máscara?», pp. 143-149. 70 Relacion breve de las fiestas que hizo el colegio de la Compañía de Jesús de la villa de Marchena en la canonización..., op. cit., fol. 35r. 71 J. Jaime G ARCÍA BERNAL , «Lo serio y lo burlesco: la máscara barroca como forma de pedagogía popular», Demófilo. Revista de Cultura tradicional de Andalucía. Teatro Popular en Andalucía. Homenaje a Alfonso Jiménez, 18 (1996), pp. 31-47. 72 Pedro de O VIEDO, RELACION/ DE LAS SVMPTVOSAS/ y ricas fiestas, que la insigne ciudad de Se/ uilla hizo, por el felice nascimiento del prin-/ cipe nuestro señor. Y por el vencimien/ to de la batalla naual, que el serenis-/ simo de Austria ouo, contra el/ armada del Turco. Sevilla, Hernando Díaz, 1572, fols. 7v-8r. 69 107 J. Jaime García Bernal Más información obtenemos de las otras dos cuadrillas que completaban la máscara. Podrían representar a los españoles antiguos y a los portugueses. El relacionista recoge sabrosos detalles de su caracterización: unos con arneses, celadas y lanzas; los otros con capuces, barbas y bigotes largos, sombreros acurrucados «y otras cosas que mostraban su hinchazón e hidalguía», observación que destila no poco de humor e ironía. Un desfilar de figuras lánguidas, «como derretidos», que iban «diciendo ternuras y dando cedulillas graciosas con mil chistes y sales».73 La solemnidad se reservaba para la última cuadrilla que representaba a los doce césares de la fama. De nuevo otro tema tradicional del género de la mascarada con antecedentes en el siglo anterior pero que el Barroco interpreta en un sentido compendiador y universalista: las edades del mundo, encarnadas en sus principales linajes y cortes, desfilan para homenajear a los dos nuevos héroes del tiempo reformado, los santos Ignacio y Francisco Javier. Era la manera de poner de relieve, en el lenguaje de la plástica festiva, lo que la elevada teología jesuita compulsaba en términos de redención del género humano, última revelación superadora de los credos anteriores, y señorío definitivo de Cristo sobre la tierra, por encima de cetros y tiaras.74 La interpretación podría aplicarse al conjunto de esta máscara que hizo la noble congregación pues, como ya ocurriera en las fiestas inmaculistas de Sevilla, en 1616, los villanos y los letrados, las naciones y poderes del mundo, todos, grandes o pequeños, cortejaban y ponían por delante el principio superior de la fe y la devoción. Así también, en la Marchena de 1622, los aventureros y los aldeanos, los viejos españoles y los antiguos portugueses narrados en las crónicas, en fin, los héroes de todas las edades y hemisferios exaltaban el triunfo inmarcesible de los santos. El precedente de la máscara de los estudiantes de sevillanos de 1610, repartida en doce cuadrillas, con temas semejantes, entre otros la cuadrilla de los sayagueses y portugueses, pudo estar presente a la hora de la concepción de esta máscara, aunque no hay que descartar otras influencias, pues la representación simbólica del mundo, espacio expedito para la labor misionera de los jesuitas, se repite en otras muchas localidades, como en la máscara de los estudiantes de Segovia o en la de Salamanca que dramatizaron las cuatro partes del globo.75 73 Relacion breve de las fiestas que hizo el colegio de la Comapñía de Jesús de la villa de Marchena en la canonización..., op. cit., fol. 39v. 74 Lucien CLARE, «Le défilé burlesque des étudiants de Séville (janvier 1617) pour les fêtes de l’Immaculée Conception de Marie», en André Lascombes, E. J. Brill (eds.), Spectacle et image dans l’Europe de la Renaissance, Leiden, New York, Koln, 1993, pp. 306-336. 75 Alonso de SALAZAR, Fiestas,/ que hizo el/ insigne collegio de la/ Compañia de Jesus/ de Salamanca,/ A la Beatificacion Salamanca..., op. cit., pp. 13v-14r. A LENDA Y MIRA, Jenaro, Relaciones de solemnidades y fiestas públicas de España, Madrid, Sucesores de Rivadeneyra, 1903, p. 150. 108 Estética militante y fiesta barroca. Las celebraciones jesuitas en Marchena Este último texto salmantino de las fiestas de beatificación de 1610, escrito por Alonso de Salazar, tiene un significado añadido para nuestra fiesta. Incluye la descripción de una parodia burlesca del Quijote que realizaron los estudiantes del colegio salmantino tan sólo cinco años después de la aparición de la primera parte de la inmortal novela. El héroe de Cervantes se incorpora, así, al repertorio de las fuentes antiguas que el mismo Cervantes había ridiculizado en la quimérica aspiración del hidalgo manchego por aventarlos.76 En la relación de Salamanca la pandorga cómica del famélico personaje y su inseparable escudero desfila justamente después de haberlo hecho, en tono serio, la máscara de los nueve de la Fama. Pues bien, en la fiesta de Marchena, de 1622, se repite exactamente esta secuencia. Después de desfilar el lunes la mascarada de los señores, representado a los doce césares, el miércoles le dieron réplica los pupilos del colegio sacando a la calle la máscara picaresca del Quijote. Tras la turbamulta de los sátiros y salvajes, con sus sopaipas y buñuelos, venía Don Quijote de la Mancha: con sus calzas atacadas, sus luengas y mohosas armas, su yelmo con su visera, puesta en ristre con su lanza... Rocinante aún todavía más flaco y sorbido que el que fingió Cervantes. Su fiel escudero Sancho Panza iba inseparable comilitón a su lado... la panza era del tamaño del rucio.77 La Dulcinea de Salamanca que llevaba una falda hecha con tela de estopa terminada en cuernos y se abanicaba con un odre de vino, sigue igual de andrajosa en la representación de Marchena que, sin embargo, gana en aparato de desproporción y desmesura al representarla como virtual princesa bajo dosel: Seguíase inmediatamente un palio cuyo cielo era una manta tal que había rodado mucho por el suelo, pero tan acabada que se veían por ella estrellas. Cuatro bien raras figuras en sus mudos burros llevaban un girosolado palio cuyas varas eran cañas por mondar... Por último desfilaba el derrotado barbero que hizo de fingido caballero con el propósito de desencantar a su vecino Quijano y que terminó con el yelmo de Mambrino, por mejor decir, bacina en la cabeza. Y «otras semejantes figuras» que hemos de suponer sacadas también de la ya exitosa novela que se había incorporado al repertorio festivo popular. Manuel BONOMO , Le feste spagnole per la beatificazione di Ignazio..., op. cit., p. 122. Relacion breve de las fiestas que hizo el colegio de la Comapñía de Jesús de la villa de Marchena en la canonización..., op. cit., fol. 40. 76 77 109 J. Jaime García Bernal Los marcheneros se divirtieron mucho aquella tarde. Hay que imaginar la algarabía y chismorreos que pudo despertar aquella pandorga a la que seguía, en palabras del cronista, «inmenso pueblo». Una población que si antes había admirado los prodigiosos monumentos de la iglesia, ahora podía divertirse a lo grande con el Pero Palo78 que se puso en la puerta del colegio, al que acometieron los personajes de la máscara: Rieron todos mucho, padres, paisanos y forasteros, hasta que uno de la máscara, mostrándose más atrevido, arremetió al Don Pero Palo y se le echó al hombro, y dando espuelas al caballo, se fue con él, y así se concluyó la fiesta. Vayamos concluyendo, pues, también nosotros. La fiesta del Pero Palo, como el juego de alcancías que se había realizado otra noche de la octava, ponen de manifiesto la popularidad que habían alcanzado los juegos ecuestres entre el pueblo de Marchena a principios del siglo XVII, justamente cuando el arte de los caballeros va agotando su recorrido y, no casualmente, cuando Miguel de Cervantes glosa y cierra la época de la lectura de los Amadises con su rompedora novela. Se abre así un gozne fundamental en la evolución, a largo plazo, de los espectáculos españoles.79 Las relaciones de fiestas de 1610 y 1622 evidencian que la villa Marchena, como gran población de la campiña sevillana y sede de los estados de los Duques de Arcos, participaba plenamente de estos cambios de la cultura festiva. Aunque el Pero Palo está documentado en el reino de Sevilla, concretamente en unos anales de Aracena en fechas tempranas del siglo XVI, 80 lo novedoso del párrafo que hemos destacado arriba es que figurase asociado a una pandorga estudiantil en una celebración religiosa. Es un índice de que la frontera entre las fiestas en honor del rey y aquellas otras «a lo divino» tendía a borrarse, al mismo tiempo que los patrones festivos caballerescos se divulgaban entre el vulgo. El barroco encaminará la fiesta pública hacia un concepto circular e integrador de la comunidad mediante los recursos y lenguajes del espectáculo. El nuevo concepto de héroe encarnado por Ignacio de Loyola o por Francisco Javier en las fiestas que hemos comentado, asumía los viejos ideales caballerescos y los reformulaba en forma También conocido como Estafermo, es un juego caballeresco de tradición italiana, aunque pronto documentado en España. Véase al respecto: La Quintaine, la Course de Bague et le Jeu des Têtes, Paris, CNRS, 1983. 79 Andrés A MORÓS, José Mª D ÍEZ BORQUE y otros, Historia de los espectáculos en España, Madrid, Castalia, 2002. 80 Javier PÉREZ-EMBID (ed.), Memorias y sucesos notables de Europa, especialmente de Aracena y de sus inmediaciones (Anales de 1558-1611), Huelva, Diputación de Huelva, 1999. 78 110 Estética militante y fiesta barroca. Las celebraciones jesuitas en Marchena de nueva militancia por una causa superior que podía vivirse festivamente en las calles desfilando como los antiguos césares o arremetiendo con una caña contra el monigote de madera que imaginaban terrible jayán. 111