ENCUENTROS EN VERINES 2007 Casona de Verines. Pendueles (Asturias) ¡Buena y polaca! Impresiones, breves y subjetivas, sobre la narrativa española actual en Alemania Fernando, Valls “El gran problema que tienen los escritores españoles de hoy es su visibilidad internacional”, comentaba en un artículo reciente Enrique Vila-Matas, “Situarse en el mundo” (El País, 5 de julio del 2007), donde también afirmaba que él había superado el problema “trabajando contra el superficial canon nacional que algunos críticos crearon en los años ochenta” (sic), optando por “una literatura no nacional española”. ¡Me muero de curiosidad por saber cuáles fueron esos autores que la crítica apoyó de manera equivocada y, puestos a pedir, quiénes fueron los desdichados reseñadores! Más allá de los juicios gratuitos, a los que tan dados son algunos de nuestros escritores, lo que parece evidente es que la recepción de una literatura como la española, o la hispanoamericana, a pesar de los muchos hablantes (¿cuántos de ellos leen a menudo literatura de una cierta calidad?), pero con una influencia cultural modesta, suele depender de factores meramente extraliterarios. Miremos ahora hacia la otra orilla, como también hace Vila-Matas en su artículo: ¿qué escritor hispanoamericano, posterior al llamado boom, tiene hoy visibilidad universal? ¿Sergio Pitol, Ricardo Piglia, Fernando Vallejo, Tomás Eloy Martínez, Santiago Roncagliolo, acaso Roberto Bolaño? Me temo que ninguno; ni siquiera Bolaño, y no por falta de méritos literarios. Me parece cruel recordar, en cambio, que la autora realmente visible es Isabel Allende. No debería olvidarse, además, que García Márquez sólo empezó a ser leído masivamente tras la concesión del Premio Nobel, en 1982; aunque en Alemania su prestigio arrancara en 1976, tras la Feria de Frankfurt, en su primera edición temática, dedicada ese año a la literatura latinoamericana, y en la que se le prestó especial atención a Cien años de soledad (1). Hay algo que, cuando menos, llama la atención en la actitud de los escritores españoles que han tenido un cierto reconocimiento exterior. El caso de Vila-Matas es paradigmático al respecto, aunque les ocurra más o menos lo mismo a Javier Marías y a Rafael Chirbes. A los tres les gusta afirmar que han sido mejor recibidos en el extranjero 1 . Vid. Peter Mayer, “Feria del Libro de Frankfurt. Los libros y los amigos”, El País, 13 de octubre del 2007. que en su propio país. En el caso del narrador barcelonés, en Portugal, Francia (Prix Médicis), Italia (Premio Ennio Flaiano), México o Venezuela (Premio Rómulo Gallegos). Pero, en realidad, ¿qué quiere decirnos con ello Vila-Matas, que ha sido mejor comprendido por la crítica de esos países, o que ha vendido allí más ejemplares? Por los datos de que dispongo, me temo que ni lo uno ni lo otro sea del todo cierto (2). De toda esta pataleta, más bien pueril, lo único real es que en alguno de esos países fuera premiado antes que en España. Hace ya dos décadas, otro narrador español, Alejandro Gándara, entonces en su momento de mayor prestigio, tras la publicación de la que me sigue pareciendo su mejor novela, La media distancia (1984), en un artículo titulado “El escritor español en Europa” (El País, 3 de noviembre de 1986), se quejaba de que en España se traducía mucha literatura extranjera, sin que hubiera una reciprocidad con la española. El caso es que sólo diez años después, en un útil e interesante informe elaborado por periodistas del diario La Vanguardia, se demostraba exactamente lo contrario. Así, se afirmaba que “La proyección internacional de las letras castellanas es un hecho real”, y que además se basada en la diversidad, ya que junto a autores estrictamente literarios aparecían libros que podían tacharse de best-sellers, deduciendo que no había una única fórmula establecida para triunfar comercialmente en el extranjero. Asimismo, se señalaba en ese trabajo el año 1994 como el de despegue de esa favorable situación para nuestras letras (recuérdese que en 1991 España fue el país invitado en la Feria de Frankfurt), puesto que en la citada fecha las exportaciones de libros españoles, no sólo las traducciones, habían aumentado algo más del 25 %. A la hora de hacer valoraciones, por tanto, deberíamos evitar dos tipos de consideraciones. Primera, no puede juzgarse el valor de una literatura nacional, ni de un autor en particular, por la repercusión que tenga en otros países. No hay más que recordar que, antes de la guerra civil, los dos narradores españoles con más presencia en el extranjero, debieron de ser Vicente Blasco Ibáñez y Armando Palacio Valdés, y que de algunas de sus obras llegarían a hacerse versiones cinematográficas. En el caso del primero, incluso en Hollywood (Los cuatro jinetes del Apocalipsis, 1921; Sangre y arena, 1922; y Mare nostrum, 1923) y con los actores más prestigiosos del momento, como Rodolfo Valentino y Greta Garbo. Ambos tuvieron entonces muchas más ventas que ValleInclán, y sin embargo, todo quedó en humo de pajas...; y mientras que al autor gallego seguimos leyéndolo, y viéndolo representado, sin que el valor de su obra pare de crecer, 2 . Sobre el papel de la crítica, vid. la bibliografía que compuse con Rebeca Martín, ahora actualizada por Margarita Heredia, en el volumen coordinado por esta última, Vila-Matas portátil. Un escritor ante la crítica, Candaya, Barcelona, 2007, pp. 445-474; y la dedicada a Javier Marías, “Para una bibliografía de Javier Marías”, Foro Hispánico, 20, septiembre del 2001, pp. 135-157, realizada en colaboración con Sandra Hurtado e Inés Blanca. Creo que un resultado no muy distinto daría la bibliografía (no existe, que yo sepa), sobre Rafael Chirbes. a los entonces triunfadores apenas les prestamos ya atención, aunque Blasco Ibáñez no sea, ni mucho menos, un autor desdeñable (3). Tampoco habría que olvidar que sólo unas pocas décadas después, durante los años sesenta, la prestigiosa Gallimard, por recomendación de Juan Goytisolo, traduciría a los narradores sociales españoles. En este caso con una repercusión muy modesta, aunque su efecto más grave sobre el conjunto de la narrativa española fuera quizá la escasez de versiones posteriores al francés, al menos durante un par de décadas, dadas las buenas intenciones pero la modesta entidad de aquella literatura. Quizás antes de hacer valoraciones de ningún tipo, ni emitir queja alguna, deberíamos de pensar en cómo recibimos en España –por ejemplo- a los escritores portugueses, holandeses o suecos. Lo que voy a contarles, según anuncio en el título, constituyen meras impresiones personales, subjetivas, aunque sustentadas en lecturas, conversaciones con profesores, traductores alemanes y españoles residentes en Alemania, a lo que debe sumarse mi propia observación personal, sobre todo en el habitual olfateo de librerías o en los distintos acontecimientos que se desarrollan en Berlín a lo largo del año, vinculados a la literatura. Debe entenderse, por tanto, como un trabajo de recepción literaria, pero también de política cultural. Berlín es una ciudad (no toda Alemania es como Berlín, en un sentido semejante a cuando se afirma que Nueva York no es los Estados Unidos) en donde la literatura, los libros, tienen una presencia relevante, ya que incluso en el canal de noticias del metro se recogen eventos culturales, literarios, frases memorables de escritores. Si nos echamos a andar por sus calles, con frecuencia encontramos placas que nos recuerdan que allí nació o vivió, en tales fechas, este o aquel escritor, casi como en ninguna otra ciudad que conozca. Las librerías nuevas, de viejo o de saldos, tienen asimismo una gran presencia, y es muy frecuente que los autores lean sus textos en las librerías de barrio, donde no es inusual la existencia de talleres de escritura o de clubs de lectura. Existe, además, una prestigiosa y céntrica Literatur Haus, en la Fasanen Straße, sin que falten en numerosos barrios las Volkshochshule (Centros de enseñanza para adultos), en las que –entre otras numerosas actividades- se fomentan esos mismos hábitos a precios muy asequibles para todos los bolsillos. Pero quizás el acontecimiento literario más importante a lo largo del año sea el Festival Internacional de Literatura que desde hace siete se celebra cada septiembre con la participación de escritores invitados procedentes de todo el mundo. En el último Festival, el del 2007, han predominado -en buena lógica- los escritores en catalán (la poeta Anna Aguilar-Amat, y de los prosistas Empar Moliner, Quim Monzó y Miquel de Palol), por lo que sólo había un autor español que escribiera en castellano, Carlos Castresana, aunque siento decir que para mí es un completo 3 . Vid. Miguel García-Posada, “Ventas”, El País, 27 de noviembre de 1999. desconocido. Bueno, y Carmen Posadas, aunque en esta ocasión apareciera en calidad de uruguaya (aunque nació en Montevideo, reside desde hace muchos años en España). Y ningún escritor en gallego, asturiano (¿por qué no el excelente Xuan Bello?) o vasco. Si saltamos ahora a la Feria de Frankfurt dedicada este año a la cultura catalana, que no a la literatura, lo curioso del caso es que, después de la larga polémica sobre qué autores deberían acudir a la Feria, si sólo los que escriben en catalán, o también los escritores catalanes que escriben en castellano, como parecía lógico y natural, dado que la invitada era la cultura catalana, según decimos y ha recalcado en numerosas ocasiones el director de la Feria, no he visto una sola librería en Berlín en donde los escritores catalanes, escribieran en la lengua que escribieran, traducidos al alemán, no aparecieran juntos, sin distinción alguna. Así, Mercé Rodoreda y Quim Monzó, junto a Juan Marsé y Javier Cercas. Quizá la nota chusca, como no podía ser menos, la haya puesto el cínico Baltasar Porcel, al presumir en Berlín de que en el fondo nada importaba si la literatura catalana se vendía o no, ya que la Generalitat subvencionaba las traducciones y compraba las tiradas, según había ocurrido con una novela suya editada por una universidad norteamericana. En fin. Así las cosas, sería importante conocer quiénes influyen realmente en la difusión de la literatura española en Alemania, a los responsables de que se traduzcan unos autores y títulos y no otros, o de qué factores depende que tengan más o menos éxito de crítica y de público. No pretendemos dilucidar aquí lo imposible, pero si vamos por partes quizá logremos despejar algunas de estas incógnitas. Si sólo consiguieramos esclarecerlas un poco, podríamos darnos por satisfechos. Empecemos por el mundo universitario. En las dos universidades de la ciudad, la Humboldt y la Frei, pero también en la muy cercana de Postdam, pueden hallarse cursos sobre literatura española de las últimas décadas, ya que varios de sus profesores han trabajado en esta materia. No obstante, y según diversos testimonios, los hispanistas alemanes viven casi al margen de la actualidad literaria y apenas influyen en las traducciones y en la recepción de los libros españoles entre el público lector alemán. De hecho, este protagonismo y responsabilidad lo ejercen, sobre todo, los agentes y los traductores; aunque tampoco debería olvidarse que muchos libros se traducen debido a intercambios entre editoriales. Al hispanismo alemán, por el contrario, le debemos la prestigiosa revista académica Iberoamericana, así como una parte importante del catálogo de la editorial Iberoamericana/ Vervuert, empresa privada fundada en 1975 y con sede en Madrid desde 1996, cuya labor en la difusión de la literatura española e hispanoamericana resultan sin duda digna de destacar, puesto que recogen una parte significativa de las inquietudes e intereses de los investigadores alemanes (4). Es muy probable que los principales responsables de la difusión, junto con las editoriales privadas alemanas, sean las instituciones de ambos países. Por lo que se refiere a las alemanas, la principal acaso sea el Instituto Iberoamericano, que cuenta con una importante programación cultural, más volcada hacia lo hispanoamericano, tal vez porque piensan que de lo español se ocupa ya el Instituto Cervantes, que – curiosamente- también parece más interesado en la cultura hispanoamericana. Lo cierto es que el único escritor español que ha intervenido en los dos últimos años en la prestigiosa biblioteca, la tercera del mundo por la cantidad de libros iberoamericanos que atesora, ha sido Javier Sierra, modesto narrador de historias esotéricas. Respecto a la labor de los Cervantes, habría que juzgarlos -para ser ecuánimes- uno a uno y en cada momento, ya que su actuación depende siempre del interés, pericia, buen criterio y conocimiento del director de turno, o de los correspondientes responsables de las actividades culturales, quienes a veces los suplen con ventaja y acierto. Su trabajo, en este sentido, debería consistir en apoyar las propuestas más relevantes y renovadoras de la literatura española, fomentando la difusión y los encuentros de los autores españoles, en las distintas lenguas del estado, con los lectores alemanes, pero también con los editores, críticos y traductores (5). A menudo he tenido la impresión (no siempre, claro está, por fortuna), de que al programar la presencia de autores, se parte de un desconocimiento casi absoluto, de ahí que se dejen llevar por los intereses de los editores extranjeros o de sus correspondientes agentes literarios, cuyo objetivo se centra en la rabiosa actualidad, apoyando el libro que acaba de salir, como una forma de promoción comercial. De todo ello se deduce que las instituciones españolas están financiando las apetencias comerciales (en ocasiones las únicas) de los editores alemanes. Por tanto, no debería programarse únicamente a remolque de lo que se traduce, sino que tendría que haber un proyecto cultural a más largo plazo, que diese apoyo a la difusión de la mejor literatura 4 . En lo poco que llevamos de siglo, han aparecido libros sobre Muñoz Molina (María Teresa Ibáñez Erlich, ed., Los presentes pasados de Antonio Muñoz Molina, 2000) y Rafael Chirbes, al que luego aludiremos, así como los siguientes volúmenes, sobre el tema que nos ocupa: Eberhard Geisler, ed., España y Alemania. Interrelaciones literarias (2001), Lisette Rolón Collazo, Figuraciones, mujeres en Carmen Martín Gaite, revistas feministas y ¡Hola! (2002), Javier Gómez Montero, ed., Memoria literaria de la transición española (2007) y Wolfgang Matzat, ed., Espacios y discursos en la novela española del Realismo a la actualidad (2007). Para hacerse una idea de sobre cómo han leído los hispanistas alemanes la narrativa española actual, pueden verse los volúmenes de Hans-Jörg Neuschafer, ed., Spanische Literaturgeschichte (J.B. Metzler, Stuttfart, 20063), y Thomas Bodenmüller, Thomas M. Scheerer y Axel Schönberger, eds., Romane in Spanien. Band 1 – 19752000 (Valentia, Frankfurt, 2004). 5 . Me parecen modélicos los encuentros que se han venido realizando, en la Casa del Traductor de Tarazona, entre autores españoles y sus traductores. Y sobre la labor de los Cervantes, en concreto sobre el de Beirut (Líbano), puede leerse el artículo de Maruja Torres, “La capa de la lengua”, El País Semanal, 14 de octubre del 2007. española, dando a conocer, mediante actos que alentaran la traducción, a los escritores españoles más significativos, sobre todo a los que aún no hayan sido traducidos, o a nuevos nombres que apunten maneras o tendencias distintas y valiosas, como puedan ser, en el caso de la narrativa que nos ocupa (la lista no es breve), Antonio Soler, Fernando Aramburu, Andrés Barba, Agustín Cerezales, Eloy Tizón, Juan Bonilla, Luis Magrinyà, Marcos Giralt Torrente, Enrique de Hériz, Eduardo Lago, Hipólito G. Navarro, Andrés Neuman, Pablo Andrés Escapa, Pilar Adón, Irene Jiménez, Isaac Rosa o Ricardo Menéndez Salmón. Pero echémosle un vistazo general a lo que ha ocurrido en Alemania en las últimas décadas. Quizá los autores literarios españoles más respetados, y en esta ocasión parecen estar casi de acuerdo la crítica y los lectores (me refiero ahora, sobre todo, a los lectores exigentes), sean Jorge Semprún (la Universidad de Postdam le ha concedido este mismo año el Doctorado Honoris Causa), Javier Marías y Rafael Chirbes. Aunque tampoco han faltado en estos últimos años traducciones de Miguel Delibes (El hereje fue muy bien recibida), Eduardo Mendoza, Antonio Muñoz Molina, Alicia Giménez Barlett (de la serie protagonizada por la inspectora Petra Delicado) o Almudena Grandes. Con esta última, ocurrió algo singular, ya que un organismo oficial alemán quiso incluir Las edades de Lulú en un índice de obras peligrosas para la juventud, con lo que las ventas de la novela se dispararon. De Son de mar, novela de Manuel Vicent, se vendieron en su momento 10.000 ejemplares. Y la traducción de la novela de Javier Cercas, Soldados de Salamina, llegó a generar un debate en torno a la memoria histórica (6). Vila-Matas, en cambio, suele tener buenas críticas, aunque sus ventas sean más discretas. El libro de cuentos de Alberto Méndez, Los girasoles ciegos, también ha tenido reseñas entusiastas en casi todos los periódicos más prestigiosos en lengua alemana (7). Aunque por razones completamente diferentes, Javier Marías y Rafael Chirbes adquirieron una cierta fama y tuvieron bastantes ventas tras la emisión del programa de televisión “Cuarteto literario” (se emitía en la ZDF, la televisión pública alemana, aunque lamentablemente desapareciera en el 2001), conducido por Marcel ReichRanicki, quien junto a sus invitados elogió Corazón tan blanco, La larga marcha (traducida en 1998, vendiéndose unos 50.000 ejemplares) y La buena letra. Del primero, durante la emisión del 13 de junio de 1996, el responsable del programa comentaría, tras tacharlo de “obra maestra”, lo siguiente: “Es una de las novelas más importantes que he leído en 6 . Sobre la memoria histórica versó el encuentro de Berlín, celebrado en el 2005, entre intelectuales españoles y alemanes, organizado por los Institutos Cervantes y Goethe, con la participación de Günter Grass, Imre Kertész, Jorge Semprúm, Rafael Chirbes, Juan Goytisolo, Reyes Mate, Santos Juliá, Alberto Reich Tapia e Ignacio Sotelo, entre otros, aunque los tres primeros no comparecieran finalmente. 7 . Vid. Thomas Bodenmüller, “Bürgerkrieg und Erinnerungskultur in Los girasoles ciegos von Alberto Méndez”, en Werner Altmann y Ursula Vences, eds., Por España y el mundo hispánico, Tranvía, Berlín, 2007, pp. 211-241. los últimos años [...], en este momento no puede ser comparada con nada en la literatura europea contemporánea”. El crítico del Frankfurter Allgemeine Zeitung, Paul Ingendaay, buen conocer de nuestro país, también defendió la novela de Chirbes, pero criticó duramente la de Carlos Ruiz Zafón, tachando el argumento y la trama de confusos y previsibles, describiendo algunos pasajes como cursis, en una reseña titulada “Laberinto sin salida”. El caso curioso y significativo es que el primer libro sobre la obra de Chirbes lo ha publicado una profesora española que trabaja en Alemania, María Teresa IbáñezEhrlich, ed., Ensayos sobre Rafael Chirbes (Iberoamericana/Vervuert, Madrid, 2006). Este año, La buena letra, novela del autor valenciano, editada en Alemania, como el resto de su obra, por Antje Kunstmann, es el texto escogido para protagonizar la celebración denominada “Un libro para la ciudad”, que se llevará a cabo en Colonia. Los anteriores, los protagonistas de este acontecimiento fueron, para que se hagan una idea de la relevancia del hecho, Haruki Murakami y Orhan Pamuk. El mismo autor, a petición mía, me explica en una carta, fechada el 28 de septiembre del 2007, su trayectoria en Alemania: “Yo mismo no tengo muy claro cómo empezó a difundirse la obra. Mimoun tuvo buenas críticas, pero no pasó de ahí (curiosamente, en alguna de ellas se hacía una lectura política, `novela frente a la euforia de la transición y el europeísmo´). Yo creo que en el origen del éxito estuvieron las buenas críticas que obtuvo La larga marcha [traducidas ambas en 1996] y que, fruto de eso, Reich-Ranicki la eligiera para su cuarteto [en 1998] y la colmara de elogios, y que volviera a elegir La buena letra cuando se publicó unos meses después. Al parecer el programa marcaba mucho el gusto en amplios sectores de la sociedad alemana. Además, yo creo que esa cosa de revisión amarga del pasado que tenían La larga marcha, La buena letra, Los disparos del cazador llegó en un momento en que los alemanes empezaban a hacer algo de lo mismo, porque recuerdo que alguna crítica decía que un libro como La larga marcha se necesitaba para Alemania. Luego la Fundación Lessen la eligió entre las 100 novelas del siglo XX, la SWRunfunk premió como mejor libro del año La buena letra, y ahora la han elegido en Colonia `Ein Buch für die Stadt´. Sé que todos los libros han tenido buenas críticas. Pero, la verdad, yo tampoco tengo amigos en Alemania y no he tenido ocasión de comentar y saber qué tecla tocan mis libros, incluidos los de viajes, en el subconsciente alemán. Lo que percibo en las charlas es más bien el espejo invertido: qué ha hecho usted para no tener éxito en España. ¿Por qué en su país no lo quieren como nosotros?” (8). Todas las almas, de Javier Marías, semillero de algunas de sus novelas posteriores, ha sido incluida en la Bibliotek del Süddeutsche Zeitung, diario de Munich, una prestigiosa colección de divulgación, en tapa dura y a un precio asequible (5´90 euros), junto con 8 . En un suelto que acompaña a una conversación de Justo Barranco con Rafael Chirbes (La Vanguardia, 20 de octubre del 2007), se afirma que sus libros han vendido en Alemania entre 300.000 y 500.000 ejemplares. otros autores del XX. En el catálogo sólo lo acompaña otro autor español, Juan Goytisolo, con su Paisajes después de la batalla. De la novela Corazón tan blanco, publicada en 1996, por la editorial Klett-Cotta de Stuttgart, en versión de Elke Wehr, muy alabada, se han vendido en lengua alemana (en Suiza, Austria y Alemania) un millón doscientos mil ejemplares, por tanto, más que en español (9). A diferencia de lo que ocurre con otros narradores españoles, a Javier Marías se le aprecia en Alemania por la singular visión de las relaciones, más universales que estrictamente españolas, que establecen los individuos en el mundo actual. No podía faltar Carlos Ruiz Zafón, de cuya novela, La sombra del viento, traducida por Peter Schwaar en el 2003, para Suhrkamp-Insel, se ha vendido más de un millón de ejemplares, a lo que debieron contribuir numerosas críticas favorables, pero sobre todo los elogios en la segunda cadena de la televisión pública, la ZDF, del entonces Ministro de Asuntos Exteriores, el verde Joschka Fischer, entonces el político más popular de Alemania, quien afirmó en el programa de televisión “Lesen!” (“¡Lean!”): “Me lo había leído en un día y medio, de un tirón” (10). Quizás este autor haya venido a sustituir éxitos anteriores de Alberto Vázquez-Figueroa, sobre todo de su novela Tuareg, de la que llegaron a venderse más de 800.000 ejemplares (en 1991 llevaba ya 18 ediciones). También han sido muy bien recibidos por el público alemán los libros de Arturo Pérez-Reverte y Manuel Vázquez Montalbán. Así, de este último se aprecia, sobre todo, la serie de novelas protagonizadas por el detective Carvalho, por las recetas (quizá haya sido quien más haya contribuido a la popularización de la cocina española entre los alemanes) y sobre todo por ser, junto a Eduardo Mendoza, el autor paradigmático de Barcelona, la ciudad española de moda, la más in, entre los alemanes (Mallorca aparte, claro está) (11). Por su parte, Javier Tomeo tuvo su momento de gloria en Alemania, sobre todo como autor teatral. El ensayista más conocido y vendido es, sin duda, Fernando Savater, cuyas opiniones son respetadas y aducidas en los diarios más prestigiosos del país. En cambio, dos de los mejores narradores españoles de las últimas décadas, Miguel Espinosa y Luis Mateo Díez, apenas si son conocidos. Ello me hace pensar que habría que empezar por ahí, llevando a cabo una cierta labor informativa, 9 . Para hacerse una idea de cuál ha sido la fortuna cosechada por Javier Marías en Alemania, debe consultarse el apartado “10 años de Corazón tan blanco. Recepción en Alemania”, en su modélica página web (www.javiermarias.es). 10 . Sobre la recepción de Ruiz Zafón en Alemania, puede verse la crónica de Marc Bassets, “Ruiz Zafón, número uno en las listas de superventas alemanas”, La Vanguardia, 17 de octubre del 2003. Su mayor valedor en España ha sido el periodista Sergio Vila-Sanjuan, empeñado un día sí y otro también en convencernos del valor literario del libro, en convertirlo en lo que él llama un best-seller de calidad, aunque mucho me temo que sin éxito alguno, y ello a pesar de que La Vanguardia le ha dedicado más espacio que a ningún otro escritor (vivo o muerto, en catalán o en castellano) en los últimos años. La pregunta que habría que hacerse es por qué. 11 . Sorprende, por tanto, que no se haya traducido Recuento, de Luis Goytisolo, quizá la mejor novela sobre Barcelona, aunque sea una narración compleja, para lectores avezados. De este importante narrador, sólo han aparecido en alemán Las afueras, su primera novela, y en 1987 Estela del fuego que se aleja, ambas con muy modesta repercusión. incluso pedagógica, que señalara tendencias, singularidades, e incluso géneros poco conocidos, como el artículo literario o el microrrelato. Las instituciones no deberían entrar en la lógica del comercio literario, y mucho menos hacerle el juego. ¿No sería más útil, dado el desconocimiento general, partir de una visión panorámica de la literatura española para luego poder llegar a lo particular, dando primero unas muestras representativas, quizás en forma de antologías, de los géneros clásicos? En este sentido es preciso alabar la labor de la traductora suiza Erna Brandenberger, para la editorial DTV de Munich, con antologías bilingües como Primeras lecturas (1991, 200716), Relatos románticos españoles (1991, 20048), Fueron testigos. Cuentos modernos (1003, 200710), Cuentos brevísimos (1994, 20079), Narraciones barrocas (1995) (12), Un instante de amor. Cuentos españoles (1996, 20066) (13), La mujer alta. Cuentos españoles (1998) (14), Cuentos mexicanos (1999, 20075), Paseo por las literaturas hispánicas (2000, 20053), Poemas españoles (2004). En total, suman más de 300.000 ejemplares vendidos. Quizá la información más fiable para seguir las ventas de libros en Alemania sea la que publica el semanario Der Spiegel, elaborada por la publicación especializada Buchreport. Aunque tampoco esté de más echarle un vistazo a las numerosas librerías de saldos, aun cuando podamos llevarnos la desagradable sorpresa de encontrar montañas de volúmenes de autores españoles (y de otras nacionalidades) saldados no mucho después de salir a la venta. Si bien, en Alemania se traduce bastante, lo cierto es que, si pensamos en términos de calidad literaria, se hace con criterio discutible. Así, parece que los editores tantean por si suena la flauta, cosa que ocurre con escasa frecuencia. Llama la atención, por ejemplo, que una editorial prestigiosa como Surhkamp no tenga empacho alguno en cambiar los títulos de los libros, buscando el que sean más comerciales. Así, por ejemplo, El siglo de las luces, de Alejo Carpentier, pasó a titularse Explosion in der Kathedrale (Explosión en la Catedral), y Gallego, del cubano Miguel Barnet, Alle träumten von Cuba (Todos soñaron con Cuba). En el caso de que no lo hubieran hecho ya, las instituciones deberían plantearse qué es lo que realmente interesa: si la cantidad de traducciones o la calidad de los libros vertidos al alemán, si aquellos autores que vendan libros, aunque sean de consumo, o bien fomentar títulos que definan o representen como es debido a una cultura. Y, sobre todo, deberíamos preguntarnos por qué podría interesarle a un lector europeo, alemán, la narrativa española actual. ¿Por mero entretenimiento, acaso, o por su entidad literaria y singularidad? ¿Qué espera un lector medio extranjero de la narrativa española? Es evidente, o muy probable, que cada lector espere cosas distintas de un libro, y que mientras a unos les interese sólo pasar el rato, otros, en cambio, quizá menos, esperen 12 . Existe una versión anterior, idéntica, con el título de Narraciones de los Siglos de Oro (1989). . Recoge cuentos de la primera mitad del siglo XX. 14 . Recoge cuentos del siglo XIX. 13 encontrar una visión del mundo que sea distinta y compleja. Según decía en Verines el poeta vasco Rikardo Arregi, lo ideal sería que los lectores esperaran siempre buena literatura, con un cierta singularidad que la distinguiera: “que fuera –decía- buena y polaca...”. En suma, sería deseable que los lectores de otros países encararan la narrativa española como literatura y no como antropología, que es la forma en que se ha leído durante el franquismo, el modo en que se recibió el llamado realismo mágico hispanoamericano, como algo curioso y distinto por su exotismo. Por otra parte, ni es real, ni tampoco deseable o conveniente, que recibamos a los autores como si fueran universales. No existe, hoy por hoy, una literatura global, lo único global es la Coca-Cola y el cine norteamericano, por no entrar en otros asuntos más peliagudos que también se han globalizado, no hay más que leer a Naomi Klein. Ni siquiera parece que fuera buena su existencia para los lectores, quienes suelen exigir y disfrutar con la singularidad. No en vano, casi todas las obras literarias están estrechamente vinculadas con la historia, las lecturas y la situación social que han vivido sus autores, se llamen Vasili Grosmann (parece que ahora, por fin, de moda), W.G. Sebald, Roberto Bolaño, Alice Munro, J.M. Coetze o Cormac McCarthy, por citar a narradores de indiscutible interés, pero de estilos y procedencias distintas. Se echa de menos, pues, una determinada política con respecto a la difusión de la cultura española, de la literatura, en el extranjero; papel que debería desempeñar el Instituto Cervantes, en estrecha colaboración con el Ministerio de Cultura, en la línea de lo que se viene haciendo, pero clarificando los objetivos, sin dejarlos sólo a la pericia de los ocasionales responsables que tengan el cometido de llevarla a cabo. Si esa política concreta existe en verdad, nos la han explicado mal, o yo no he sabido verla. Así, el Estado debería llegar adonde no alcancen, no deseen, o no les resulte conveniente entrar a las editoriales, porque esos libros no son económicamente rentables, aunque puedan serlo culturalmente. Sea como fuere, jamás debería ocurrir que el Estado dejara al mercado como responsable único de la gestión y difusión de la literatura española en el extranjero. En fin, se precisa que intervenga apoyando la traducción y la presencia de autores que sean de indiscutible interés literario, pero de menores ventas, como en parte ya se hace. Lo ideal sería que convivieran las demandas mayoritarias de los lectores, atendidas ya, de hecho, por las editoriales privadas, con los intereses culturales, los cuales deberían ser apoyados por el Estado cuando fueran minoritarios. Lo que carece de sentido, por tanto, es que se subvencione la traducción de libros de escaso valor literario, como está sucediendo, aunque éstos sean de autores de reconocido prestigio. Y son las comisiones correspondientes las que deberían decidir sobre la necesidad de las traduccciones (15). Lo perfecto sería que la literatura fuera ambiciosa, renovadora y española (también catalana, gallega o vasca), siempre de calidad, con lo que quiero decir, singular, tanto en su temática, como en la manera de encararla, según podemos apreciar hoy en día, cito narradores indiscutibles (sin repetir los nombres ya aducidos), en la de Juan Marsé, Ramiro Pinilla, Luciano G. Egido, Juan Eduardo Zúñiga, Esther Tusquets, Cristina Fernández Cubas, Álvaro Pombo, Julián Ríos, Juan José Millás, Manuel Longares, Luis Landero, Rosa Montero, Paloma Díaz-Mas, José María Merino, Justo Navarro, Vicente Molina Foix o Gustavo Martín Garzo, aunque la enumeración podría alargarse aún más (16). Fernando Valls Universidad Autónoma de Barcelona y Freie Universität de Berlín 15 . Las ayudas a la traducción se crearon en 1984, un año antes de que se fundara el Centro de las Letras Españolas, integrado en la Dirección General del Libro y Bibliotecas, del Ministerio de Cultura, cuyo primer director fue Francisco Rico. Entre sus objetivos y competencias estaba “la promoción y difusión nacional e internacional de las letras españolas”, entre los que aparecía “la ayuda a la creación literaria y a la traducción”. Luego, en 1996, el Centro pasó a integrarse en la Subdirección General del Libro, la Lectura y las Letras Españolas. 16 . Para la realización de este trabajo he tenido en cuenta los artículos que siguen de Augusta López Bernasocchi y Juan Manuel López de Abiada: “Tres novelas de éxito en los países de lengua alemana: Corazón tan blanco, La larga marcha y La sombra del viento”, Quimera, 273, julio y agosto del 2006, pp. 62-66; “Un apunte sobre la recepción de La larga marcha, de Rafael Chirbes, en el ámbito lingüístico alemán”, en J.M. López de Abiada, Hans-Jörg Neuschafer y A. López Bernasocchi, eds., Entre el ocio y el negocio: industria editorial y literatura en la España de los 90, Verbum, Madrid, 2001, pp. 119-123; “Para una primera lectura de La larga marcha, de Rafael Chirbes”, Versants, 41, 2002, pp. 159-204; “Javier Marías: contra el viento a su favor. Sobre la recepción de Corazón tan blanco en Alemania”, La duda. Revista de reflexión crítica, 1, junio de 1999 (recogida en www.javiermarias.es); y “A vueltas con la memoria. Calas en La sombra del viento de Carlos Ruiz Zafón”, en Werner Altmann y Ursula Vences, eds., Por España y el mundo hispánico, Tranvía, Berlín, 2007, pp. 242-262. Debe verse también el interesante informe elaborado por Xavi Ayén, Llàtzer Moix y G. Gayá para el diario La Vanguardia, 28 de noviembre de 1997, pp. 47-49, con el título general de “¿Qué literatura española se lee en el extranjero?”, y el conjunto del dossier "Bestseller español. Españoles que triunfan en el extranjero (y no juegan al fútbol)", Quimera, 273, julio y agosto del 2006, pp. 23-66, coordinado por Alexis Grohmann y Maarten Steenmeijer. Quiero darles las gracias por su ayuda y atinadas sugerencias a Rafael Chirbes, Otmar Ette, José Manuel López de Abiada y Thomas Bodenmüller.