Origen y evolución del paisaje - AGE – Asociación de Geógrafos

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Origen y evolución del paisaje de la citricultura en el sureste de la Península Ibérica
ORIGEN Y EVOLUCIÓN DEL PAISAJE DE LA CITRICULTURA EN EL
SURESTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
Pablo GIMÉNEZ FONT
María HERNÁNDEZ HERNÁNDEZ
Departamento de Análisis Geográfico Regional y Geografía Física
Universidad de Alicante
[email protected], [email protected]
1. INRODUCCIÓN
La citricultura, históricamente encabezada por el cultivo de la naranja, representa uno de
los paisajes agrarios prototípicos e identificativos del este de la Península Ibérica. No
obstante, a pesar de su extensión y de sus estrechos vínculos con la imagen del mundo
rural valenciano y murciano, se trata de un paisaje cuya formación es relativamente
reciente.
La presente comunicación pretende plantear un esquema interpretativo sobre su
implantación y evolución en los últimos 200 años, ordenando los diferentes procesos que
permitieron su cultivo inicial y su rápida expansión hasta monopolizar el paisaje agrario de
grandes espacios litorales peninsulares. Las claves interpretativas giran en torno a tres
variables básicas: las diferentes coyunturas económicas, la ampliación del regadío y las
mejoras en el transporte.
Los cítricos ocupan en España una superficie de 311.627 hectáreas, de las que
aproximadamente el 73% corresponden a las comunidades autónomas de Valencia y
Murcia (MAPA, 2007). En estas dos regiones, los cultivos citrícolas se extienden desde la
desembocadura del río Sénia (Castellón) hasta el Campo de Cartagena y Valle del
Guadalentín (Murcia); con una con concentración elevada en torno al golfo de Valencia y
la vega media y baja del Segura (figura 1).
El desarrollo de este cultivo tropical viene determinado por la presencia de relativa
humedad -abundante en época estival- y por la bonanza térmica a lo largo del año. Esta
última cualidad limita la extensión de los cultivos de cítricos, de forma genérica, por
debajo de la isohipsa de los 200 msnm, altitud a partir de la cual se incrementan
sustancialmente los riesgos de heladas; de ahí que las temperaturas medias anuales se
encuentren entre los 17ºC y los 18ºC, con temperaturas medias de enero que no descienden
de los 10ºC y una elevada irradiación solar (más de 2.900 horas al año). La sequedad
estival característica del clima mediterráneo requiere el aporte artificial y abundante de
agua, con lo que los cítricos, limitados a una estrecha franja litoral que se inicia al sur del
estuario del Tajo hasta la desembocadura del Ebro, se reproducen en espacios de regadío
con suelos profundos (limos, arcillas de descalcificación y material de aluvión). Los
limitantes físicos del cultivo han favorecido la especialización de grandes zonas
productoras en los llanos litorales y los valles aluviales referidos.
El área de estudio, caracterizada por un monocultivo generalizado en amplios sectores,
presenta un paisaje agrario dominado por los cítricos. En las comarcas valencianas y
castellonenses estos cultivos ocupan alrededor del 80% de las superficies en regadío;
característica que se difumina en Alicante y Murcia, donde coexisten con una horticultura
intensiva y los cultivos de invernadero. En todo caso, este carácter predominante
representa un exponente del proceso de especialización productiva y orientación hacia el
mercado que caracteriza estas tierras. De hecho, la producción se destina mayoritariamente
a la exportación, alrededor de un 60%, siendo la Unión Europea el principal mercado de
destino. La composición de las exportaciones por provincias refleja la notoria relevancia de
los cítricos, especialmente en Valencia y Castellón, donde suponen el 83 y el 73%,
167
Pablo Giménez Font (et all.)
respectivamente del valor total comercializado en el exterior. En Alicante y Murcia ese
peso es menor, dado la presencia significativa de las hortalizas. Otra característica es su
elevada aportación al producto final agrario. Según datos de 2007, las exportaciones
españolas de frutas y hortalizas a los mercados europeos alcanzaron un valor de 7.388
millones de euros, de los que unos 4.181 corresponden a las regiones de Valencia y
Murcia. La Comunidad Valenciana lidera las exportaciones agrarias españolas, con más de
2.500 millones de euros, gracias a los envíos de cítricos y hortalizas, que representa algo
más de un 56% de las exportaciones agroalimentarias de esta comunidad; porcentaje que se
incrementa hasta el 75% en la región de Murcia (CREM, 2008).
Figura 1. Distribución municipal del naranjo y mandarino en 1999.
Fuente: Atlas de la España Rural, 2004: 237.
2. ORÍGENES VINCULADOS A UN TERRITORIO DE GRAN DINAMISMO
COMERCIAL (1790-1850)
Desde el siglo XVI la variedad dulce del naranjo, un árbol asiático importado por los
portugueses, se hallaba extendida por el litoral andaluz y valenciano, aunque de forma muy
puntual (PIQUERAS, 1999). Las referencias documentales y literarias sobre su cultivo se
incrementan a lo largo del siglo XVIII y, a finales de dicha centuria, empiezan a aparecer
noticias relativas al rápido incremento de las plantaciones y a su interés comercial.
Cavanilles (1795-1797) será el testimonio de referencia al hablar de los “naranjos de la
china” en La Plana (Vila-Real, Borriana), la Ribera del Júcar (Carcaixent, Alzira) o en la
Vega Baja del Segura (Orihuela), escritos de los que se hará eco el Semanario de
Agricultura (1799) para publicar un artículo sobre las especies de cítricos, las prácticas de
cultivo y el rendimiento del naranjo.
El conocido texto de Cavanilles, realizado tras su viaje por tierras valencianas, ponía de
manifiesto el inicio de un cultivo a gran escala en un espacio, la Ribera del Júcar, que
presentaba unas condiciones muy favorables para la innovación de nuevos cultivos
comerciales. Conviene detenerse en estos antecedentes porque permiten entender el
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Origen y evolución del paisaje de la citricultura en el sureste de la Península Ibérica
contexto general que permitió la conformación de un paisaje rural tan representativo como
el de los cítricos. La Ribera del Júcar, una fértil y templada llanura aluvial, presentaba unos
condicionamientos territoriales que conformaron las bases de una boyante agricultura
intensiva y de exportación desde finales de la Edad Media, con un impulso determinante a
partir del siglo XVI. Sobre el llano aluvial se había desarrollado un macrosistema de
regadío que aprovechaba los abundantes caudales del río y del freático. Junto a ello, la
presencia de una serie de corredores litorales e intramontanos y la accesibilidad a la
navegación marítima -con puertos como el de Valencia, Cullera o Gandía- facilitaban el
tráfico de mercancías como la seda o el arroz. Varios siglos antes que otras zonas
similares, la economía comarcal se hallaba introducida en el mercado internacional,
aunque la variabilidad de los precios y la elevada especulación eran también una
particularidad principal (PERIS, 2003). El eminente carácter comercial de la agricultura, el
potente influjo urbano de Valencia o el menor peso específico de la nobleza, que supuso la
presencia de propietarios adinerados e innovadores, fueron condiciones óptimas para el
desarrollo de las plantaciones de cítricos.
Figura 2. Fragmento del Plan topográfico de el término de la villa de Carcagente
(Atanasio León, 1773)
La figura 2 representa los aprovechamientos del suelo en un tramo de la margen derecha del Júcar. El detalle
alcanzado permite vislumbrar las trazas de un paisaje agrario en transformación: junto a los espacios de
regadío con aguas de derivación fluvial transportadas por grandes acequias (verde claro), encontramos
arrozales acotados (verde oscuro). Al sur de Carcaixent (flecha roja), entre la huerta tradicional y el secano
que asciende hacia los relieves centrales de la Ribera, se desarrollan los nuevos regadíos con noria,
acompañados de casas de labor de reciente construcción (GIMÉNEZ, 2008).
Con todo, los inicios del cultivo están vinculados a espacios periféricos del llano aluvial, es
decir, piedemontes y antiguos secanos de algarrobos y olivos que comenzaron a regarse
con caudales no convencionales. La explotación del freático gracias a las norias de sangre,
en el marco de la expansión del regadío y la intensificación en el aprovechamiento de los
caudales hídricos, fue un desarrollo tecnológico íntimamente ligado a las primeras grandes
plantaciones de naranjos en Valencia. Como muestra de ello, el estudio de Torres Faus
(2000) ofrece datos muy ilustrativos sobre los piedemontes de la Muntanya de Carcaixent,
con crecimientos espectaculares de la superficie transformada mediante norias que van
169
Pablo Giménez Font (et all.)
desde las poco más de 16 ha regadas con este sistema en 1704 hasta las 96 ha en 1794 y las
332 ha en 1833 (figura 2). En el caso de la contigua Alzira, a finales del XVIII se regaban
entre 500 y 600 ha con esta técnica de elevación de aguas, en algunos casos para regar
naranjos (ARDIT, 1993, 31). La coyuntura económica –con la decadencia de la industria
de la seda y la inestable cotización del arroz- cambió progresivamente el papel secundario
del naranjo en la ocupación del suelo del llano aluvial, de forma que este cultivo fue
monopolizando las tierras más fértiles, empujado por las ventajas térmicas y la
disponibilidad de abundante riego. Siguiendo con el ejemplo, en la primera mitad del siglo
XIX ya era una de las principales producciones de pueblos como Carcaixent (FURIÓ y
MARTÍNEZ, 2006). De forma casi paralela y en condiciones muy parecidas, los cítricos
comenzaron a extenderse por las llanuras aluviales del Segura y del Túria y en otros llanos
litorales, como la Plana de Castelló (Domingo, 2005).
3. LA GRAN EXPANSIÓN DEL CULTIVO Y LA CONFORMACIÓN DE UN
PAISAJE DE MONOCULTIVO (1850-1960)
A lo largo del siglo XIX y principios del XX, el naranjo se expandió –especialmente en la
Ribera Alta del Júcar- a un ritmo desigual, marcado por las coyunturas de los mercados
internacionales y en paralelo a las mejoras del regadío, principalmente las derivadas de la
implantación de norias y motores que permitieron explotar el freático y extender el área
regada por las acequias1. El auge agrícola en Valencia estuvo estrechamente relacionado
con las mejoras portuarias y con la revolucionaria aparición del ferrocarril a mediados del
siglo XIX, que permitió consolidar el proceso de especialización productiva en torno a
producciones agrarias como la naranja.
Los principales ejes vertebradores se construyeron rápidamente por parte de compañías
privadas y un decidido apoyo estatal. Entre 1851 y 1859 el puerto de Valencia se había
conectado con la línea Alicante-Madrid, recorriendo la Ribera del Júcar y pasando por
Xàtiva, ya por entonces grandes zonas naranjeras. En 1868 Valencia ya se hallaba unida
con Castelló de La Plana y Tarragona, completando una red básica a partir de la cual se
fueron desarrollando distintas conexiones. Destaca la importancia de nuevas líneas
independientes de la planificación estatal, los denominados ferrocarriles económicos de vía
estrecha que proliferaron en zonas económicamente más dinámicas, como sería el caso del
ferrocarril Silla-Cullera (SANCHIS, 1988). El objetivo de esta creciente red de
ferrocarriles era abaratar el transporte de mercancías, fundamentalmente de productos
agrarios como la naranja o el arroz, uniendo zonas productoras y puertos comerciales como
Dénia, Gandia, Castelló de la Plana o Cullera. Entre ellos, el puerto más destacado fue el
del Grao de Valencia, convertido en el último tercio del siglo XIX en un importante núcleo
ferroviario. Efectivamente, el puerto de Valencia encabeza las grandes transformaciones
decimonónicas de los puertos valencianos. La aprobación del proyecto de ampliación en
1852, contemporáneo al del ferrocarril, lo convierte en un puerto de concepción moderna,
un complejo espacio económico de intercambio y almacenaje que a principios del siglo XX
ya disponía de cuatro estaciones y una compleja malla de vías férreas. La naranja, con
destino a países como Reino Unido, Francia, Alemania, Bélgica u Holanda, fue uno de los
principales pilares del tráfico portuario, aspecto que ayudó de forma determinante a que
Valencia se posicionara por delante de otras zonas citrícolas como la vega baja del
Guadalquivir o el Bajo Segura. Un período de esplendor comercial en dicho puerto se
desarrolló entre 1854 y 1935, como demuestra la evolución de las 9.000 Tm de naranjas
embarcadas en 1861, las 45.764 Tm tan sólo diez años después o las 500.000 Tm de 1913.
1
Gracias al impulso de las extracciones motorizadas, en pueblos como Carcaixent el crecimiento de la
superficie regada con aguas subterráneas fue en aumento progresivo hasta igualarse, en el siglo XX, con los
regadíos provenientes de caudales superficiales (TORRES FAUS, 2000).
170
Origen y evolución del paisaje de la citricultura en el sureste de la Península Ibérica
En 1930 se alcanzó el millón de toneladas, momento a partir del cual comenzó un descenso
progresivo de la tendencia expansiva naranjera. También influyó la aparición del transporte
en camiones y la utilización de líneas de ferrocarril transnacionales para el transporte a
grandes distancias (PIQUERAS y SANCHIS, 2006).
Los ferrocarriles, por tanto, fueron los ejes vertebradores de la primera gran expansión del
cultivo de naranjos, que siguió realizándose sobre antiguos campos de secano. Las
transformaciones necesarias para implantar nuevos regadíos y plantaciones (motores,
pozos, canalizaciones y nuevos aterrazamientos), requerían elevadas inversiones, lo que,
unido a la rentabilidad de la naranja, atrajo a capital urbano y oligarquías locales
(DOMINGO, 2009). En esta segunda etapa general de crecimiento, y salvo algunos
ejemplos ya referidos, los nuevos huertos de naranjos convivieron con las huertas
tradicionales, dominadas por las hortalizas, las legumbres o cultivos herbáceos como el
arroz o el maíz (LÓPEZ GÓMEZ, 1964). La importación de guanos y abonos químicos,
unido a una eficiencia plurisecular en el cultivo de la tierra (rotaciones de cultivos, abonos
orgánicos), permitió obtener rendimientos máximos por hectárea de huerta, arrozal o
naranjal a principios del siglo XX. El cultivo que nos ocupa fue protagonista del esplendor
agrario del momento. Como apunta Piqueras Haba (1985), en 1908 sólo las provincias de
Castellón y Valencia sumaban 35.900 ha de naranjos, muy por encima de las 6.000 ha de
Andalucía y Murcia. A mediados de la década de 1930 las tierras del óvalo valenciano
(entre Orpesa y Dénia) representaban el 83% de la superficie total de naranjos, estimada en
77.000 ha. Por entonces, el naranjo ya se había incorporado en el imaginario colectivo
como uno de los principales iconos de la riqueza agraria valenciana y en un elemento
definidor del paisaje simbólico, como demuestran algunas obras de, entre otros, Blasco
Ibáñez, Azorín o Sorolla.
El cada vez más consolidado monopolio exportador de Valencia, que fue incorporando
nuevos clientes –con especial relevancia del mercado inglés en torno a 1855 o el alemán a
finales de la centuria- afianzó el carácter de monocultivo y la especialización productiva de
numerosos pueblos valencianos. Las exportaciones, con el paréntesis del duro revés
producido por los efectos de la Primera Guerra Mundial, crecieron exponencialmente hasta
que la Guerra Civil española, la Segunda Guerra Mundial, las correspondientes postguerras
y el aislamiento internacional de España tuvieron una incidencia muy negativa hasta la
primera mitad de la década de 1950.
4. CRECIMIENTO CONTEMPORÁNEO Y DINÁMICAS REGRESIVAS
RECIENTES (1960-2009)
Los paisajes ocupados por los cultivos citrícolas van a registrar un incremento significativo
desde finales de los años sesenta del siglo XX. Estas nuevas superficies vienen definidas,
en gran medida, por la roturación de terrazgos que correspondían a secanos y que
coinciden, generalmente, con los glacis y piedemontes que orlan los valles aluviales de los
ríos Júcar, Túria y Segura. Resultan característicos los procesos que se desarrollan en
comarcas como el Valle del Guadalentín y el Campo de Cartagena en Murcia, la Safor en
Valencia, la Vega Baja en Alicante y El Baix Maestrat o La Plana Alta en Castellón.
La expansión de este cultivo intensivo de regadío ha estado determinada por el incremento
de los recursos hídricos disponibles con la llegada de caudales alóctonos (trasvase TajoSegura) o la utilización masiva de caudales subterráneos, la elevada rentabilidad de estos
aprovechamientos, la consolidación de unas producciones para satisfacer las demandas en
los mercados internacionales tras la incorporación a la CEE y la irrupción de capitales
extraagrarios que invierten en esta agricultura para diversificar rentas. El elevado coste de
estas nuevas explotaciones determina que, en muchas ocasiones, éstas sean realizadas con
171
Pablo Giménez Font (et all.)
capitales foráneos ligados a la banca, industria y, sobre todo, a la exportación de productos
agrarios que intensifica la explotación de la tierra.
Es en esta tercera etapa de crecimiento cuando se consolidará, en muchas comarcas
valencianas y murcianas, un paisaje definido por el predominio de los cítricos, aunque
existen unas diferencias significativas de tipo genético y territorial. En el caso valenciano,
el naranjo ha ocupado gran parte de las huertas tradicionales, desplazando a otros cultivos
hortícolas que, hasta el momento, habían resistido al avance de los cítricos. En numerosas
comarcas de regadío tradicional, incluida la propia Horta de València, el naranjo ocupa
más del 80% de la superficie total cultivada. En otros casos (Camp de Llíria, Hoya de
Buñol, Vall de Montesa y Canal de Navarrés), el cultivo avanzó hacia el interior mediante
plantaciones que se realizaron sobre antiguos espacios de monte o secano, utilizando
nuevas terrazas de cultivo regadas con caudales extraídos de pozos (PIQUERAS, 1999).
Las comarcas del Bajo Segura (provincia de Alicante) y del Campo de Cartagena y Valle
del Guadalentín (Murcia) son representativas de los cambios acaecidos al amparo de las
dinámicas citadas. En el primer tercio del siglo XIX, el espacio irrigado abarcaba en el
Bajo Segura 19.257 ha fruto de la intensa labor colonizadora del siglo anterior. Extensión
que apenas difiere de la de principios del siglo XX, censada en 19.921 hectáreas
(FIGUERAS 1908, 902): el regadío del Bajo Segura había alcanzado toda su amplitud y
las plantaciones de cítricos ocupaban en él una extensión secundaria. El secano era el
sistema de cultivo dominante fuera del valle aluvial del Segura, que únicamente en
determinados sectores se beneficiaba con riegos eventuales coincidiendo con
precipitaciones de fuerte intensidad horaria y mediante sistemas de captación de aguas
subterráneas (riego de turbias y qanats). A finales de los años cincuenta, el secano ocupaba
aproximadamente un 90% de la superficie cultivada en municipios como San Miguel de
Salinas, Pilar de la Horadada o Torrepacheco (HERNÁNDEZ, 1997). La escasez
pluviométrica y las elevadas temperaturas habían configurado desde época histórica en
estos espacios próximos al litoral unos sistemas agrarios extensivos, centrados en una
arboricultura de escasas exigencias hídricas y algún aprovechamiento cerealista, sometido
a la aleatoriedad de las cosechas.
Los cambios llegaron a partir de la década de 1970, cuando la construcción del trasvase
Tajo-Segura repercutió en una importante mutación paisajística (HERNÁNDEZ y
MORALES, 2008). El trasvase consiste en un canal de 286 kilómetros de longitud y 33
m3/s que se inicia en el pantano de Bolarque en el Alto Tajo, aguas abajo de los
hiperembalses de Entrepeñas y Buendía. Desde Bolarque, el agua es situada en el embalse
de la Bujeda desde donde parte el canal del trasvase hacia el hiperembalse de Alarcón,
sobre el Júcar, y desde allí al embalse de Talave en el río Mundo, principal afluente del
Segura (MORALES, RICO y HERNÁNDEZ, 2005). A partir del embalse del Talave, se
inicia el complejo denominado “postrasvase”, que constituye el conjunto de obras
realizadas para el transporte, la regulación y la distribución del agua procedente del
trasvase Tajo-Segura en esta última cuenca.
El incremento de los recursos hídricos se traduce en una notable ampliación de la
superficie regada y en significativas transformaciones paisajísticas, que podemos sintetizar
no solo en la aparición de espacios regados donde anteriormente solo existían secanos, sino
también en la puesta en cultivo de sectores donde predominaba el aprovechamiento de
monte en sentido amplio (esparto y ganadería extensiva). Estas roturaciones mediante
aterrazamientos se localizan en los glacis y laderas montañosas de los principales relieves
de la comarca (sierras de Orihuela y Callosa, sierra de Abanilla), así como el amplio glacis
extendido al pie de la sierra de Crevillente o las tierras de la margen derecha del canal del
trasvase (campo de Almoradí, La Algorfa, San Miguel de Salinas, sur de Orihuela). El
incremento de los recursos hídricos ha ido asociado a una sustitución de los
172
Origen y evolución del paisaje de la citricultura en el sureste de la Península Ibérica
aprovechamientos agrícolas: cereales y arboricultura de secano, donde dominaban los
olivos y algarrobos, han dado paso a unos aprovechamientos orientados al mercado, en los
que predominan los cítricos y cultivos hortícolas. En la depresión del Segura, a caballo
entre la provincia de Alicante y la de Murcia, la superficie ocupada por los cítricos ha
pasado de unas 8.000 ha en 1956 a las más de 65.000 en 2007. Estas cifras resultan
igualmente significativas a escala municipal. Por ejemplo, en San Miguel de Salinas, la
superficie regada ha pasado de 8,6% en 1957 al 80% en 2007; en esta última fecha, los
cítricos ocupaban el 85% de las superficies cultivadas en regadío (HERNÁNDEZ y
MORALES, en prensa).
Estas nuevas roturaciones explican la expansión de las superficies dedicadas al cultivo de
los cítricos desde la década de los años setenta hasta finales de la década de los noventa en
las comarcas murcianas, alicantinas y, en menor medida, castellonenses (figura 4). El
proceso ha sido tan reciente que las diferencias paisajísticas con las comarcas de tradición
citrícola son notables: microfundismo2 frente a grandes explotaciones; irregularidad de la
trama parcelaria en contraste con la geometría y redimensionamiento de los nuevos
terrazgos; y proceso de modernización de los regadíos (riego localizado, proliferación de
embalses de polietileno), aspecto este último que también se está dando en los regadíos
históricos (figura 3).
Figura 3. A la izquierda, parcelas de dimensiones reducidas en el valle aluvial del Júcar,
donde el naranjo es el cultivo dominante. A la derecha, plantaciones recientes sobre
antiguos secanos y espacios de monte en Murcia
Fuente: Google Earth..
En ambos casos, las comarcas citrícolas tradicionales y las nuevas plantaciones se
explican, en parte, por su situación en un importante y estratégico cruce de caminos, fruto
de la accesibilidad y, en última instancia, de la ausencia de relieves destacables que
pudieran ejercer de obstáculo para las comunicaciones. Su emplazamiento se enmarca en la
intersección de dos importantes corredores naturales, que enlazan la depresión prelitoral
murciana (manifestación más oriental de la llamada Fosa Intrabética) y una serie de
corredores, como el del Vinalopó, que comunican la costa con el interior peninsular. Desde
la década de 1970, el transporte por carretera mediante camiones se situó por encima del
2
El microfundismo se asocia, asimismo, al predominio del sistema de gestión directa y de la agricultura a
tiempo parcial. Ello ha sido posible, en gran medida, por la importancia que ha tenido el cooperativismo
valenciano. La concentración de la oferta mediante la configuración de organizaciones de productores
agrarios como las cooperativas o las Sociedades Agrarias de Transformación resulta también decisivo para
afianzar esta agricultura intensiva (RICO y MORALES, 2003). En la Comunidad Valenciana de las 1.143
cooperativas o SAT, 565 se adscriben al epígrafe “cítricos” (Conselleria de Agricultura, 2009).
173
Pablo Giménez Font (et all.)
ferrocarril y el barco, representando actualmente más del 90% del total. En ello tiene
mucho que ver la construcción de la Ap-7 (E-15) que une todo el corredor del
Mediterráneo, una vía de comunicación que facilita la comercialización de frutas y
verduras al permitir colocar las producciones en los lugares de destino en menos de 36
horas desde el momento de su recolección. Esta red se completa con una serie de carreteras
nacionales entre las que cabe citar la N-340, que discurre en gran parte paralela a esta
autovia o la N-332 (Alicante-Cartagena) y la N-301 (Murcia-Cartagena), entre otras que
contribuyen a las comunicaciones entre la costa y el interior. El carácter concentrado, el
elevado número de municipios y su fuerte dinámica determina un numeroso trazado de
carreteras comarcales que han visto mejorado notablemente su trazado al amparo del fuerte
crecimiento poblacional y de las actividades urbano-residenciales.
Tabla 1. Evolución de la superficie ocupada por los cítricos (1973-2006)
Murcia
Alicante
Castellón
Valencia
España
NARANJO
1973
2006
5.477
10.573
14.812 16.944
21.646 5.245
75.526 50.968
143.490 140.039
MANDARINO
1973
2006
1.941 4.482
2.674 7.564
10.170 33.491
34.692 51.970
54.425 121.300
LIMONERO
1973
2006
10.150 23.408
7.636
5.363
92
5
344
23
22.527 43.200
Fuente: Anuario de estadística agraria: 1974 y 2008. Elaboración propia.
Figura 4. Evolución de las superficies de cítricos (1973-2006)
30.000
20.000
10.000
naranjo
0
mandarino
-10.000
limonero
-20.000
-30.000
Murcia
Alicante
Castellón
Valencia
La evolución de las superficies de cítricos entre 1973 y 2006 refleja la expansión de estos cultivos en Murcia
y Alicante al amparo de la llegada de nuevos caudales y sobre todo la sustitución de variedades como
consecuencia de la búsqueda de la máxima rentabilidad en las dos provincias en las que los cítricos
constituyen un monocultivo
En la última década, no obstante, la roturación de antiguos secanos y su conversión al
regadío ha experimentado un proceso de desaceleración. A los factores estructurales
inherentes al propio sector primario -como puede ser la fragmentada estructura parcelaria,
el envejecimiento de los activos, la debilidad de los canales de comercialización o la
escasez de recursos hídricos- hay que unir los elevados costes de las transformaciones
como consecuencia de la menor disponibilidad de tierras, el incremento de los costes de
producción, la pérdida de rentabilidad de los cultivos y, especialmente, la competencia que
sobre el territorio ejercen los usos turístico-residenciales. A pesar de las ambiciosas
políticas de selección de variedades más competitivas (RICO y MORALES, 2003) (figura
4) y las actuaciones dirigidas a mejorar la calidad (Indicación Geográfica Protegida, Plan
Estratégico Citrícola Valenciano, adopción de sistemas de calidad ambiental), se aprecia
174
Origen y evolución del paisaje de la citricultura en el sureste de la Península Ibérica
una sintomática reducción de las superficies cultivadas. En la provincia de Castellón, las
huertas tradicionales de municipios litorales como Vinaroz, Benicarló, Borriana, Nules,
Xilxes o Moncófar han retrocedido durante los últimos años frente a los procesos de
urbanización que van ganando profundidad hacia el traspaís (NAVALÓN, 2001). En la de
Valencia, también abundan los modelos de urbanización similares a los de Castellón, con
fuerte expansión de ensanches residenciales para uso turístico sobre los frentes costeros y
en detrimento de regadíos aledaños, destacando los municipios de Gandia, Bellreguard y
Miramar, que habrían perdido entre el 17% y el 25% de sus regadíos durante el periodo
1985-2000. En comarcas alicantinas como el Bajo Segura ha sido habitual la ejecución de
planes urbanísticos para la construcción de grandes urbanizaciones, de forma que la
reducción de regadíos ha sido espectacular en municipios como Torrevieja, Rojales o San
Fulgencio, con pérdidas de más del 50% durante 1985-2000 (RICO, 2002). La
competencia de otros países productores (Marruecos y Turquía), la escasez de recursos
hídricos disponibles (p.e. en el Camp d’Elx) y la variabilidad de los precios pagados a pié
de parcela, en ocasiones por debajo de los costes de producción, hace inviable el
mantenimiento de muchos sistemas agrarios. En paralelo, el encarecimiento del precio del
suelo ante la presión urbano-turística, ha llevado a abandonar campos de cultivo que se
habían transformado en regadío durante el decenio de los setenta-ochenta como, por
ejemplo, la finca Lo Romero (San Pedro del Pinatar), excelente ejemplo de la roturación de
tierras por capitales extra-agrarios al amparo de la llegada de aguas del trasvase TajoSegura. Esta reconversión hacia el uso residencial no sólo acontece en el sector litoral y en
los llanos aluviales, sino también en los piedemontes de los relieves que circundan la
comarca del Bajo Segura y el Campo de Cartagena.
5. CONCLUSIONES
La exitosa implantación de los cítricos responde, en primer lugar, a unas excelentes
condiciones ambientales, definidas por la bonanza térmica. No obstante, el origen de la
explotación comercial a gran escala está vinculado a un área muy dinámica, la Ribera del
Júcar, que poseía unas condiciones óptimas para el desarrollo de nuevos cultivos. El
impulso de una boyante agricultura de exportación durante la Edad Moderna y el influjo
urbano de la ciudad de Valencia permitieron innovar en la explotación de un cultivo que,
progresivamente, fue ganando protagonismo dentro de las producciones de nuevos
regadíos y espacios de huerta tradicional. En perfecta interrelación, la tecnología favoreció
la expansión de los cítricos: en primer lugar con el desarrollo de nuevos regadíos a partir
del aprovechamiento de aguas subterráneas, mediante norias primero y con motores de
extracción a partir de mediados del XIX. A partir de la década de 1970, la construcción del
trasvase Tajo-Segura supuso un último impulso determinante al crecimiento de la
agricultura intensiva en la región de Murcia y sur de la provincia de Alicante. Otra
innovación tecnológica fundamental vino dada por las mejoras en el transporte, con la
creación de una red regional, nacional e internacional de ferrocarriles desde la segunda
mitad del XIX y la conexión de ésta con los distintos puertos, desde donde se exportaron
naranjas a varios continentes, antes del dominio del camión y la construcción de vías
rápidas. Con una agricultura absolutamente capitalizada, la gran expansión de los cítricos
se realizó sobre huertas tradicionales y sobre antiguos secanos y espacios de monte,
operando un notable cambio paisajístico en el área de estudio. Las coyunturas comerciales
internacionales y la presión de las actividades turístico-residenciales en la última década
han reducido la extensión de campos de cultivo de cítricos.
Todos estos factores aquí sintetizados, forman un esquema interpretativo que relaciona,
desde hace más de doscientos años, coyuntura económica, nuevos regadíos y desarrollo del
transporte con las plantaciones de naranjos, limoneros y mandarinos. Las principales fases
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Pablo Giménez Font (et all.)
de desarrollo del cultivo, que hemos resumido en esta comunicación (1790-1850, 18501960, 1960-actualidad) pretenden contextualizar estudios de detalle sobre el proceso de
expansión del paisaje de la citricultura y la conformación de extensos monocultivos en el
este y sureste peninsular.
AGRADECIMIENTOS
Este trabajo se ha elaborado en el marco del Proyecto de Investigación Las unidades
básicas de paisaje agrario de España: identificación, relimitación, caracterización y
valoración (CSO2009-12225-C05-03), financiado por el Ministerio de Ciencia e
Innovación. Igualmente, se ha beneficiado de una ayuda del Grupo de Investigación
Paisajes y recursos naturales en España (VIGROB-094), de la Universidad de Alicante.
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