LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL Pocos periodos históricos son tan

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LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL
Pocos periodos históricos son tan importantes para la historia del hombre, como el que produjo a todos los
niveles la revolución industrial. Hasta cierto punto, actualmente vivimos aun bajo las consecuencias de
este drástico cambio, que ha vuelto complejas a casi todas las manifestaciones sociales y económicas de
nuestro tiempo.
Ya en el siglo XVIII, en los albores del despegue industrial. El ciudadano Británico de clase media, se
sentía orgulloso y sorprendido por las mejoras que este nuevo sistema económico aportaba a la sociedad, la
producción, y sobretodo a su bolsillo. Fueron momentos de gran optimismo, pero de alguna forma y aun es
patente en los tiempos que corren, la consciencia del progreso parece generar una sólida e ingenua fe en el
futuro.
Estableciendo una analogía entre los primeros tiempos de avance industrial y las actuales mejoras; la
principal intención de esta actividad es conocer el coste a nivel humano que tuvo esa evolución, descubrir la
obra de un autor clásico como es Dickens, practicar el Inglés gracias a un texto original y promover una
visión crítica de la historia, que además se expanda a la situación presente.
Graficas que muestral el incremento de la producción. Las imágenes no tienen comentarios, porque no creo que los necesiten.
Como he mencionado, la revolución industrial marcó la transformación más fundamental experimentada
por la humanidad en la historia del mundo y registrada en documentos escritos. Durante un corto periodo de
tiempo, esta revolución coincidió con la historia de un solo país: Gran Bretaña. A su alrededor, se
construyó todo un emporio económico y un sistema que pronto, todos querrían imitar. Esta situación, día a
Gran Bretaña un poder e influencia temporal, pero desconocido por ninguna otra nación de sus
dimensiones. De ser un simple país más, se convirtió en la fabrica del mundo, la única y masiva importadora
y exportadora, el único e indiscutible poder naval que además, había forjado un vasto imperio comercial.
Especialmente, era el único país con una política mundial propia. Ser pionera en un paso tan importante para
la historia de la humanidad, marcaría el orgullo Británico muy profundamente, de una forma que incluso a
día de hoy es apreciable en el carácter de sus habitantes.
En las gráficas podemos ver la importancia de la producción Británica a principios del siglo XIX, sobretodo a partir de 1850.
El algodón marcó el cambio industrial y abrió el nuevo camino hacia el capitalismo, basado en un nuevo
sistema de producción: Las fábricas. Manchester por ejemplo, concentró una gran cantidad de empresas de
manufactura, y en pocos años llegó a multiplicar por diez su tamaño. La población también creció de forma
sorprendente:
Gracias a su rápida mecanización, el algodón propició el uso masivo de trabajadores baratos,
especialmente de mujeres y niños. Sin duda, este acumuló más capital que el resto de industrias, y también
estimuló la revolución química y tecnológica desde 1820 a 1845.
Los granjeros se mudaban a las ciudades, incapaces de competir con el reciente sistema de terratenientes
que no paraban de anexarse tierras, para usar las nuevas técnicas de cultivo y multiplicar la producción. La
población creciente se usaba como mano de obra barata en las fábricas. El proceso de urbanización espoleó
la producción de carbón, que llegó a incrementarse hasta en un 50%. El uso de carbón vegetal, fue
sustituido por el mineral gracias a los avances en la extracción de las minas. Esta mejora, se debió al motor
de vapor de J. Watt, que sería usado posteriormente en los nuevos medios de transporte, como el
ferrocarril y el barco de vapor. La guerra y la fabricación de maquinas colosales, multiplicaron la
producción del hierro y consolidaron la metalurgia como una nueva y poderosa industria.
Todo se desarrolló igual que en una reacción en cadena. Todos los elementos se unieron poco a poco para
propiciar la evolución. El racionalismo y la aritmética se consolidaron como herramientas esenciales en
pos del progreso y un creciente optimismo en el futuro. Era evidente que el ser humano prosperaba, la
natalidad crecía, la tecnología se perfeccionaba, los transportes redujeron impensablemente las distancias y
la producción superaba ampliamente la demanda.
Pero mientras que los terratenientes y la creciente clase media se llenaba los bolsillos y vivían
holgadamente lejos de la polución que sus fábricas producían, los pobres solo podían crear un hogar en las
ciudades, ya que la Reina Elizabeth prohibió tener o construir una casa de campo si no se tenían al menos
cuatro acres de tierra. Así nacieron los suburbios, las ciudades se llenaron con el humo desorbitado de las
fabricas, y una contaminación de agua y atmosférica desmedida, que en su tiempo acabo con miles de vidas.
Esos elementos añadidos a las condiciones de vida inhumanas, produjeron muchas epidemias y problemas
tanto respiratorios como estomacales.
Los niños tenían turnos de doce horas de trabajo, llegando a usarse en las minas para acceder a lugares
especialmente angostos o en trabajos incómodos y rutinarios, que acababan por producirles deformidades en
sus delicados miembros. Las mujeres trabajaban tanto como los hombres, pero con un sueldo mas bajo; y a
causa de esa igualdad laboral, se pensaba que los hombres podían cobrar menos pues si toda la familia
trabajaba y encima había excedente de trabajo, los salarios podían descender de forma considerablemente
proporcional a los ingresos.
Un clérigo escribió sobre Manchester, que no había en ninguna otra ciudad del mundo, donde la distancia
entre los pobres y los ricos fuese tan difícil de cruzar. Algunos escritores escribieron sobre lo esperanzador
del progreso humano, alababan la edad de la maquina, o soltaban extensas diatribas sobre el milagro
económico de la clase media y su sistema. Pero otros no opinaban igual. Las ciudades llenas de humo no
dejaban pasar la luz, permaneciendo siempre en tinieblas. Esa visión infernal de mugre y desolación hacia
preguntarse a otros, si las grandes urbes no eran una maldición en vez de la bendición que anunciaban los
periódicos.
LA CIUDAD DESTRUYÓ LA SOCIEDAD
Los escritores Victorianos se dividen generalmente en dos facciones. Los que opinaban abierta y
firmemente, que la humanidad siempre avanzaba hacia la perfección, como Thomas B. Haculay y Herbert
Spencer, basando sus observaciones en el desarrollo industrial de Inglaterra. Y los que decían que la
industrialización era un atroz retrogresión, como los ensayistas Carlyle, Ruskin y Morris; escritores como
K. Marx y Engels, y novelistas como Kingsley y especialmente Charles Dickens, que desde una perspectiva
más moderada criticó algunos aspectos del nuevo industrialismo.
Dickens escribió muchas novelas, pero la que mejor expone el salvajismo y miserias de revolución
industrial fue ‘Tiempos Difíciles’, publicada en 1850. Dickens tenía en mente el periodo de hambruna que
azoto a los años 40, un periodo difícil y angustioso de la historia política y social Británica.
Charles Dickens empezó su carrera literaria como periodista y ayudante tipográfico del parlamento, por
ello tenia una conexión muy cercana con la realidad. Escribió ampliamente sobre lo que se llamaba la
cuestión de las dos naciones/Inglaterras (La pobre y la rica) Como gran observador y sufridor en su tierna
infancia, de la desoladora disciplina de las fábricas y su consternación al ver como acarreaban una perdida
de la identidad personal, Dickens profundizó aun más en el problema, llegando a establecer un paralelismo
con el cruel sistema escolar.
Tras una introducción como esta, podríamos a pasar a leer en clase los textos en Inglés, aunque en este caso
y para facilitar su comprensión, usaré un par de extractos en Español del primer y quinto capitulo, para su
posterior análisis y debate con los alumnos.
LA SIEMBRA
CAPITULO I
LAS ÚNICAS COSAS NECESARIAS
‘-Pues bien; lo que yo quiero son realidades. No les enseñéis a estos muchachos y muchachas otra cosa que
realidades. En la vida sólo son necesarias las realidades. No planteéis otra cosa y arrancad de raíz todo lo
demás. Las inteligencias de los animales racionales se moldean únicamente a base de realidades; todo lo
que no sea esto no les servirá jamás de nada. De acuerdo con esta norma educo yo a mis hijos, y de
acuerdo con esta norma hago educar a estos muchachos. ¡Ateneos a las realidades, caballero!
La escena tenía lugar en la sala abovedada, lisa, desnuda y monótona de una escuela, y el índice, rígido,
del que hablaba, ponía énfasis en sus advertencias, subrayando cada frase con una línea trazada sobre la
manga del maestro. Contribuía a aumentar el énfasis la frente del orador, perpendicular como un muro;
servían a este muro de base las cejas, en tanto que los ojos hallaban cómodo refugio en dos oscuras cuevas
del sótano sobre el que el muro proyectaba sus sombras. Contribuía a aumentar el énfasis la boca del
orador, rasgada, de labios finos, apretada. Contribuía a aumentar el énfasis la voz del orador, inflexible,
seca, dictatorial. Contribuía a aumentar el énfasis el cabello, erizado en los bordes de la ancha calva, como
bosque de abetos que resguardase del viento su brillante superficie, llena de verrugas, parecidas a la costra
de una tarta de ciruelas, que daban la impresión de que las realidades almacenadas en su interior no tenían
cabida suficiente. La apostura rígida, la americana rígida, las piernas rígidas, los hombros rígidos..., hasta
su misma corbata, habituada a agarrarle por el cuello con un apretón descompuesto, lo mismo que una
realidad brutal, todo contribuía a aumentar el énfasis.
-En la vida, caballero, lo único que necesitamos son realidades, ¡nada más que realidades! El orador, el
maestro de escuela y la otra persona que se hallaba presente se hicieron atrás un poco y pasearon la
mirada por el plano inclinado en el que se ofrecían en aquel instante, bien ordenados, los pequeños
recipientes, las cabecitas que esperaban que se vertiese dentro de ellas el chorro de las realidades, para
llenarlas hasta los mismos bordes.’
Desde el primer momento, vemos como el sistema escolar redunda constantemente en los hechos. Hechos,
hechos, hechos… repetidos en mayúsculas, como si fuera un Dios. La repetición monótona es como el
trabajo en la fábrica, solo memorizar una rutina y repetirla como una maquina sin alma.
Si se observa la descripción del colegio, es igualmente plana, monótona y guarda muchos paralelismos con
la ciudad industrial. De alguna forma, la escuela se asemeja a una fábrica también por la descripción de su
funcionamiento, solo que esta produce otro tipo de bienes: niños.
No hay elaboración ni ideas propias, el temor a una revolución como en Francia quizá podría explicar esta
perspectiva, pero peculiarmente curiosa es la descripción geométrica de las personas, crítica y a la vez
divertida. La repetición de ‘cuadrado’ acentúa de hecho, la apariencia de una persona sin sentimientos,
poco animada y dura.
R.C. Churchill ya dijo una vez, que ‘En el campo de la comedia pongo a Dickens sobre Shakespeare, Ben Johnson o Fielding, aunque reconociendo, como el mismo
Dickens hizo, que les debía mucho a todos ellos’
La forma en que se juega con las palabras es muy brillante, y la critica del sistema de educación utilitario
muy efectiva, original y accesible. Sin sentimientos, solo memoria y unidades, no individuos.
CAPITULO V
LA NOTA TÓNICA
Coketown, hacia donde los señores Bounderby y Gradgrind caminaban ahora, constituía el triunfo del
realismo; estaba esa población tan horra de fantasía como la mismísima señora Gradgrind. Vamos a dar la
nota tónica de Coketown antes de empezar la canción.
Era una ciudad de ladrillo rojo, es decir, de ladrillo que habría sido rojo si el humo y la ceniza se lo
hubiesen consentido; como no era así, la ciudad tenía un extraño color rojinegro, parecido al que usan los
salvajes para embadurnarse la cara. Era una ciudad de máquinas y de altas chimeneas, por las que salían
interminables serpientes de humo que no acababan nunca de desenroscarse, a pesar de salir y salir sin
interrupción. Pasaban por la ciudad un negro canal y un río de aguas teñidas de púrpura maloliente; tenía
también grandes bloques de edificios llenos de ventanas, y en cuyo interior resonaba todo el día un
continuo traqueteo y temblor yen el que el émbolo de la máquina de vapor subía y bajaba con monotonía, lo
mismo que la cabeza de un elefante enloquecido de melancolía. Contenía la ciudad varias calles anchas,
todas muy parecidas, además de muchas calles estrechas que se parecían entre sí todavía más que las
grandes; estaban habitadas por gentes que también se parecían entre sí, que entraban y salían de sus casas
a idénticas horas, levantando en el suelo idénticos ruidos de pasos, que se encaminaban hacia idéntica
ocupación y para las que cada día era idéntico al de ayer y al de mañana y cada año era una repetición del
anterior y del siguiente.
Esta descripción de la primera ciudad industrial por un hombre que la conoció tan sumamente bien, es
impagable. Hay una constante repetición de la palabra ‘mismo’, para acentuar la monotonía, reiteración y de
envolvente oscuridad (como negro, río negro…)
La comparación con animales de la jungla, deja ver que la ciudad no es algo civilizado sino salvaje. La
serpiente se compara al humo, pues Snake – Smoke son palabras aliterativas en inglés, reafirmando el
vínculo entre los dos conceptos y además, dejando entrever que el mal encarnado por la serpiente bíblica se
ha transmutado en el nuevo mal que el hombre estrena en ese siglo, la contaminación.
El elefante es un animal que se compara a las grandes maquinas industriales. Pero el gran mamífero, un
animal pausado y nómada, difiere de las grandes maquinas se agitan frenéticamente realizando la misma
tarea una y otra y otra vez, sin moverse del sitio. Este gran uso de comparaciones y palabras, deja al lector
con una impresión de locura y el contraste de ideas sugiere que estos conceptos industriales son opuestos a
la vida.
A pesar de las críticas sutiles al sistema utilitario, Dickens no aboga por ningún tipo de revolución. Su
principal intención es encontrar un punto de encuentro entre el trabajador y el empresario, y que la filosofía
industrial no destruya las vidas de las personas. Para ello, Dickens se vale del melodrama, el didactismo y
el entretenimiento. Siempre confiado por su fe religiosa, en que el entendimiento y la caridad Cristiana
finalmente solucionaran esos problemas de forma justa.
Dickens puede gustar o no, pero sin duda en su tiempo, recordó a la gente la importancia de volver al
autentico liberalismo y que Inglaterra se había dejado atrás dos palabras del lema revolucionario que tanto
sedujo a los intelectuales en sus comienzos, dejando solo la libertad, para olvidarse de Igualdad y
Fraternidad. En Hard Times (Tiempos Difíciles) hace especial hincapié en la igualdad, pero el resto de sus
libros están mayormente impregnados del espíritu cristiano de fraternidad.
Ruskin dijo una vez de él, que sus caricaturas, aunque a menudo demasiado grotescas, nunca estaban
equivocadas ni eran gratuitas. Permitiéndose a costa de ellas, recordarnos que es lo correcto. Ruskin se
lamentaba que a pesar de que su enfoque era enseñar al público divirtiéndolo, a veces Dickens debería
enfocar su obra a un análisis más preciso y severo de los males de su época. Pues Mr Bounderby es un
monstruo dramático, cuando para Ruskin debía ser un capataz de fábrica como tantos otros; y Stephen
Blackpool es un perfecto personaje dramático, en vez de uno de los muchos trabajadores honestos que
poblaban las fabricas.
Al ver las caras de sufrimiento de esas personas, y saber que lucharon jugándose las comidas de sus hijos por conseguir derechos que ahora damos por sentado, da que pensar
sobre los tiempos actuales.
Hippolyte Tain alabó y diferenció claramente los personajes de Dickens, que se dividían en personas que
tienen sentimientos y personas que no los tienen. Usando este recurso dramático, Tiempos difíciles contrasta
las almas que la naturaleza crea, con aquellas que la sociedad deforma. Para ella, Dickens exalta el instinto
sobre la razón, la intuición sobre la ciencia y ataca a la educación edificada sobre estadísticas, figuras y
hechos. También satiriza los abusos de la sociedad y elogia a los personajes de naturaleza oprimida y pura.
G.B. Shaw, Karl Marx, Carlyle y Ruskin se alzaron en contra de la misma civilización, combatiendo la
enfermedad moral, declarando abiertamente que no eran los disturbios ni los desordenes de la sociedad, sino
su orden, el autentico problema. Lo horrible no eran los criminales ni ladrones, sino los magnates que
robaban y aniquilaban familias enteras sin reparo alguno. No es solo la culpa de Tom Gradgrind (personaje
de la Hard Times) la que debe ser demolida, sino la de todo el sistema social.
Ante la complacencia ingenua y poco interesada en asuntos sociales de muchos estudiantes, creo que una
visión crítica como la de Dickens y sus sucesores, todos luchadores por la mejora de la sociedad y creadores
del mundo en que ahora vivimos; puede ser enriquecedora. Máxime en los tiempos de crisis que corremos, y
que deberían invitar a un debate y reflexión social más activa por parte de todos y cada uno de los
ciudadanos.
Bibliografía:
-
Hard Times, Charles Dickens (Everyman’s Library, 1967)
Britain since 1700, RJ Cootes (Longman Secondary Histories 1998)
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