TEMA 12 TRANSFORMACIONES ECONÓMICAS Y CAMBIOS SOCIALES EN EL SIGLO XIX 1. Desamortizaciones e industrialización (pg.176-178) 2. Crecimiento demográfico y cambio social (pg.174-176) 3. Los inicios del movimiento obrero (pg.179) ------------------------------------------------------------------------------------------1. Desamortizaciones e industrialización Los procesos desamortizadores desarrollados en los siglos XVIII y XIX significaron un cambio decisivo en el campo español; el Estado convirtió el patrimonio amortizado de la Iglesia y ayuntamientos en bienes nacionales; tuvieron una intención recaudatoria para sanear la hacienda y también crear una clase de propietarios para afianzar el régimen liberal Los grandes procesos desamortizadores fueron los llevados a cabo por Mendizábal y Madoz. La desamortización de Mendizábal, en 1836, puso en venta los bienes del clero; se subastaron tierras, monasterios, conventos. Los beneficios sufragaron la guerra carlista y se saneó la hacienda. La venta fue acelerada, los bienes se vendieron por debajo de su precio real y a grandes propietarios; trajo consigo grandes tensiones entre la Iglesia y el Estado. La desamortización de Madoz, en 1855, afectó tanto a los bienes del clero como a los de los ayuntamientos. Fue de mayor alcance que la de Mendizábal; los beneficios obtenidos se destinaron a financiar la industrialización y a la expansión del ferrocarril. Las consecuencias de las desamortizaciones fueron diversas. Los compradores fueron sobre todo antiguos terratenientes, que aún engrosaron más su patrimonio rústico, o comerciantes e industriales, que veían en la tierra un signo de prestigio y de estabilidad económica. Algunos de los actuales latifundios andaluces datan de esta época. la desamortización provocó el deterioro de muchos agricultores al ser desalojados de las tierras que trabajaban o perder los derechos de uso de los bienes comunales. En muchas zonas se produjo una proletarización de amplios sectores del campesinado: en 1860 la mitad de los asalariados españoles eran jornaleros del campo. aunque no emergió una nueva clase de propietarios rurales activos emprendedores, como esperaban Mendizábal y Madoz, con las desamortizaciones sí que se logró una ampliación importante de la superficie cultivada dedicada a los cereales y, en algunas zonas de la Comunidad Valenciana, de Cataluña y de Murcia, la expansión del cultivo de la patata y del trigo. También hubo consecuencias a nivel urbanístico; donde antes había monasterios y conventos se construyeron edificios públicos, plazas y avenidas. Las tensiones entre el Estado y la Iglesia crecieron ; el liberalismo español adquiere un tono anticlerical y las relaciones con el Vaticano se deterioran. La industrialización Mientras algunos países europeos iniciaban la segunda fase de la Revolución Industrial en el último tercio del S.XIX, España continuaba siendo un país agrario. Por eso se ha afirmado que la Revolución Industrial fracasó en España, a excepción de los casos del sector textil catalán y la siderurgia vasca. Este retraso industrial puede explicarse por la falta de poder adquisitivo de la población, mayoritariamente campesina y pobre, y por un proteccionismo excesivo, que no estimuló la renovación tecnológica y encareció los productos industriales. A ello se añade la falta de inversiones, las malas comunicaciones terrestres y la falta de redes comerciales. La industria textil catalana Para el desarrollo de una industria textil en el siglo XIX se requerían tres condiciones: existencia de capital (inversiones), suficiente mano de obra e innovación tecnológica. Además, se debía poder disponer de materias primas o fuentes energéticas abundantes y baratas (por ejemplo, el carbón) y tenía que existir una demanda de tejidos suficiente. En Cataluña el algodón y el carbón tenían que importarse, y el mercado español tenía escasa capacidad de compra. Sin embargo, los capitales procedentes del comercio y las manufacturas fueron fundamentales para la implantación de la industria catalana. Además,el crecimiento demográfico ofreció mano de obra abundante. Y, por último, hay que añadir como elemento decisivo el espíritu de iniciativa y de riesgo de muchos sectores de la sociedad catalana de aquel tiempo, como los hermanos Bonaplata, que, entre 1832 y 1833,construyeron la primera fábrica que funcionaba con energía procedente del vapor.Los tejidos de algodón revolucionaron la industria textil. Se podían estampar con dibujos y colores que tenían un bello aspecto. La tradicional ropa bordada, cara y difícil de fabricar, se sustituyó por algodón. Los procesos industriales hicieron de la fabricación de estos tipos de tela un producto al alcance de la mayoría de los bolsillos. A partir de 1860, ante el elevado coste del carbón —que había que importar, lo que repercutía en el encarecimiento de los tejidos—, se buscó el aprovechamiento de los saltos de agua en las corrientes de los ríos para mover las turbinas. Así se crearon muchas colonias industriales (que incluían instalaciones industriales y equipamientos sociales:viviendas, escuela, capilla, economato, centro de recreo, etc., y estaban alejadas de los núcleos de población) en las cuencas medias del Ter y del Llobregat. La superioridad inglesa en cuanto a precios y control del mercado obligó a proteger la producción de la industria catalana mediante la prohibición de importar los tejidos británicos a España y a las colonias que aún mantenía (Cuba, Puerto Rico y Filipinas). Este proteccionismo, que permitió la existencia de la industria textil, perjudicó la expansión de su mercado, ya que, fuera del ámbito nacional, los precios elevados le impedían competir con los tejidos británicos en otros países. La industria siderúrgica España contaba con abundantes yacimientos de hierro pero carecía de dos cosas fundamentales para convertirse en una gran potencia siderúrgica: buen combustible y barato y una demanda vigorosa. La hulla no producía buen coque, fundamental en el proceso de beneficio. Por el lado de la demanda, el estancamiento de la agricultura constituía el factor clave en la lentitud del desarrollo siderúrgico; la construcción de la red férrea resultó una oportunidad perdida, dada la política de concesiones al favorecer la llegada de capital y manufacturas extranjeras; a esto añadimos las malas comunicaciones. En Mieres se dio el primer alto horno de coque(carbón sometido a un proceso de eliminación de impurezas, que se usaba en las fundiciones de hierro); luego aparecieron otros en el país vasco; allí y en Asturias estaba la mayor producción de hierro pero por debajo de Europa. La construcción del ferrocarril Fue decisivo para la industrialización del país.El primer tramo construido fue Barcelona-Mataró en 1844 y en 1851 se construye Madrid-Aranjuez.Desde el principio destacó la estructura radial para reforzar el carácter centralista del Estado, y con un ancho de vía mayor que el europeo. Importante intervención del estado con disposiciones y subvenciones destinadas a atraer el capital extranjero.La llegada de capital y manufacturas ferroviarias extranjeras frenó el desarrollo de la siderurgia española. La minería En 1868 se impulsó con la aprobación de la Ley de Minas, que supuso el fin del monopolio estatal y el paso de la explotación minera a inversores privados.La inversión extranjera fue enorme; el capital británico y francés dominó en las explotaciones de plomo en Jaén y de cobre en Río Tinto.Los Rosthschild controlaron las minas de Almadén(mercurio) y empresas belgas las de cinc en Cantabria. 2. Crecimiento demográfico y cambios sociales Demografía España experimenta un crecimiento demográfico en el siglo XIX, aunque la mortalidad infantil sigue siendo alta.En el primer tercio del siglo el crecimiento es lento, debido a la guerra de la Independencia; en el segundo tercio es más rápido, por el aumento de producción agrícola y la industrialización.En el último tercio, el crecimiento se hizo más lento, por las emigraciones, el estancamiento de la agricultura y las epidemias no controladas. La población continuó con los desplazamientos del centro a la periferia y la población urbana aumentó; en el interior, la población se redujo de forma importante. Sociedad El liberalismo en España supuso el fin de la sociedad estamental y la aparición de la sociedad de clases; la nobleza pierde privilegios; la alta nobleza sigue con cifras elevadas, mientras que la baja nobleza desapareció.El clero disminuye, debido a las exclaustraciones y a los cambios de mentalidad que hacen bajar las vocaciones. La burguesía se convierte en el grupo social influyente; engloba funcionarios, militares, financieros, profesiones liberales.Se enriquecieron con las desamortizaciones y la industrialización; van teniendo poder político, a través del sufragio censitario y adquirieron títulos nobiliarios. Las clases populares permanecen al márgen de la vida política por la limitación del derecho al voto y su escasa formación; la mayoría son campesinos; también existe un proletariado industrial. 3. Los inicios del movimiento obrero. A parte de las luchas campesinas y los motines populares que se sucedieron, durante todo el siglo XIX, en el campo y en las zonas urbanas preindustriales, la primera manifestaciones de la conflictividad social en el seno del naciente movimiento obrero fueron los llamados movimientos ludistas, consistentes en la destrucción de las modernas máquinas a las que consideran responsables de la miseria y el paro, como en el caso de la fábrica de Bonaplata en Barcelona (1835). A partir de 1840, la situación de precariedad en la que vivían los trabajadores los llevó a crear asociaciones de ayuda mutua que los protegieran en caso de enfermedad o de pérdida del trabajo. A pesar de la prohibición de asociarse, entre 1842 y 1855 los obreros consiguieron crear una organización de asociaciones de ayuda mutua, dirigida a partir de 1855 por la Junta Central de Directores de la Clase Obrera, en un clima de mayor libertad establecido durante el Bienio progresista. La existencia de esta organización explica el éxito de la primera huelga general de la historia de España, que se extendió por las zonas fabriles de Cataluña entre los días 2 y 10 de julio de 1855. Las autoridades, alarmadas por la fuerza del movimiento obrero, prohibieron, de nuevo, las sociedades obreras. La restauración de las libertades de expresión y de asociación durante el Sexenio democrático facilitó la implantación en España de la Asociación internacional de Trabajadores (AIT), creada en Londres, en 1864, y dividida pronto entre las tendencias representadas por Karl Marx (marxista) y Mijail Bakunin (anarquista o bakuninista ) sobre los procedimientos para conseguir la emancipación económica y social de la clase obrera, a través de la propiedad colectiva de los medios de producción y la creación de una sociedad igualitaria. En 1868 Giuseppe Fanelli, estrecho colaborador de Bakunin, visitó España y fundó los primeros núcleos españoles de la AIT en Madrid y en Barcelona. Dos años más tarde, tuvo lugar en Barcelona el Primer Congreso Obrero Español, en el que se impusieron las tesis bakuninistas y se creó la Federación Regional Española de la AIT. Tras la escisión de la AIT en 1871, se formó en Madrid una sección de inspiración marxista dirigida por Paul Lafargue, yerno de Karl Marx. Desde entonces, el movimiento obrero español quedó dividido en dos bandos, a menudo irreconciliables: el socialista, predominante en Madrid, Bilbao, Cantabria y Asturias, y el anarquista, mayoritario en Cataluña, Valencia, Andalucía y Aragón. En 1874, el general Serrano declaró ilegales a todas las asociaciones obreras provocando su paso a la clandestinidad, situación que se mantuvo en los primeros años de la Restauración. El movimiento obrero de inspiración marxista Siguiendo las consignas de Marx, el 2 de mayo de 1879 se fundó clandestinamente en España el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), formado por 25 personas y presidido por Pablo Iglesias. El nuevo partido se marcaba el objetivo, a largo plazo, de conquistar el poder del Estado e implantar una dictadura del proletariado, como instrumento para socializar los medios de producción y construir una sociedad igualitaria (sin clases). En 1881, aprovechando la nueva Ley de Asociaciones del gobierno liberal de Sagasta, sus impulsores inscribieron oficialmente el partido. Entonces, el PSOE ya contaba con 900 militantes. Sin embargo, el PSOE creció de manera lenta, debido a la rigidez de la disciplina y la jerarquización del partido y a su intención de querer participar en el sistema vigente para conseguir sus objetivos claramente revolucionarios, en un momento en el que la clase obrera estaba desencantada del régimen de la Restauración. Durante la Exposición Universal de Barcelona (1888), el PSOE celebró su primer congreso en esta ciudad, poco después de la fundación de la Unión General de Trabajadores (UGT), sindicato vinculado al partido. En la década de 1890, el socialismo español comenzó a organizar las llamadas Casas del Pueblo, centros de reunión con finalidades doctrinales, culturales y formativas. Por otra parte, reivindicó la jornada laboral de ocho horas (de acuerdo con la consigna de la Segunda Internacional), exigencia que se planteó en las concentraciones convocadas el 1 de mayo de cada año con motivo de la celebración de la fiesta internacional del trabajo. Esta fiesta del trabajo se celebró en España por primera vez en 1890, con un importante nivel de participación en Madrid y en Barcelona. El movimiento anarquista Al contrario que las socialistas, las ideas anarquistas tuvieron un éxito notable en el movimiento obrero de Cataluña y en la población campesina, sobre todo de Andalucía.Estas ideas se centraban en dos principios básicos: la libertad absoluta, sin jerarquías de ningún tipo, y la bondad de la sociedad libre como obra de la naturaleza. Por tanto, los anarquistas pretendían la destrucción directa del Estado, de toda propiedad y de cualquier forma de autoridad, ya fuese religiosa, política o familiar, al mismo tiempo que postulaban la organización de la sociedad mediante la federación de comunas libres. Para conseguir estos objetivos rechazaban cualquier forma de participación política. La liberalización política que siguió al primer gobierno de Sagasta permitió a los anarquistas convocar en Barcelona una conferencia extraordinaria que decidió la disolución de la F.R.E., sustituida pocos meses más tarde (Barcelona, septiembre de 1881) por la Federación de Trabajadores de la Región Española. La nueva FTRE se expandió rápidamente, realizando en poco tiempo progresos asombrosos: cerca de 60.000 adheridos en 1882, ubicados fundamentalmente en Cataluña y Andalucía. Sin embargo, el declive de la organización fue muy rápido, como consecuencia de la división interna y de la persecución gubernativa tras el asunto de La Mano Negra. Los anarquista se dividieron entre los colectivistas o bakuninistas y los comunistas libertarios o Kropotkianos. En el verano de 1882 tuvieron lugar una serie de asesinatos y delitos comunes de los que las autoridades culparon a la Mano Negra, organización clandestina de orientación anarquista, pero sin vinculación efectiva con la FTRE. La brutal represión se extendió no sólo a los componentes de la Mano Negra sino a toda la organización anarquista de Andalucía. Al tiempo, el enfrentamiento entre las dos corrientes anarquistas conducirá a la disolución de la FTRE en 1888. Durante los años noventa, el movimiento anarquista, desintegrado organizativamente, se orientó en tres direcciones: la actividad sindical, un gran esfuerzo propagandístico y educativo, y el atentado terrorista (“propaganda por el hecho” o de “acción directa”) por parte de grupos aislados: atentado contra el general Martínez Campos; bombas en el Liceo de Barcelona y contra la procesión de Corpus; asesinato de Cánovas del Castillo, etc. Las leyes represivas se suceden; también los procesos y ejecuciones.