Riesgos Riesgo operacional: del olvido regulatorio a la nueva circular de solvencia 48 l Estrategia Financiera Nº 260 • Abril 2009 [ www.estrategiafinanciera.es ] El riesgo operacional preocupa no tanto por lo novedoso como por la dificultad que entraña su detección y control, así como por las variadas formas en que se manifiesta. Además, desde ahora debe incluirse en el cálculo del coeficiente de solvencia , L , Cristina Gutiérrez López Profesora Asociada José Miguel Fernández Fernández Catedrático de Universidad Universidad de León a gestión de riesgos ha sido siempre un aspecto clave para las entidades financieras, sabedoras de que su actividad conlleva asumir un conjunto de incertidumbres necesarias e inherentes a sus operaciones más habituales. De este modo, se han preocupado siempre por la insolvencia de sus clientes, la posible pérdida de créditos concedidos y la dotación de coberturas exigidas por la regulación bancaria al respecto (Circular 4/2004). Por tanto, el activo bancario está sometido de forma inevitable al riesgo de crédito. Por otro lado, los cambios no deseados en los precios, entendidos éstos en sentido amplio, son fuente de otra posible pérdida: el riesgo de mercado. Así, las variaciones en los tipos de interés obligan a evaluar los efectos sobre el balance a partir del análisis de la futura devolución de los pasivos y la reinversión de los activos. También las modificaciones en los tipos de cambio y las alteraciones en los precios de los títulos que configuran las inversiones financieras, o las commodities adquiridas, deberán ser objeto de seguimiento en este sentido. La actual gestión de riesgos es, sin embargo, notablemente más compleja. A las cuestiones anteriores se suma una categoría adicional que centra la atención de entidades y supervisores: el riesgo operacional. El riesgo operacional preocupa no tanto por lo novedoso (se trata, por el contrario, del más antiguo de todos los riesgos), sino por la dificultad que entraña su detección y control, así como por las variadas formas en que se manifiesta. Riesgo operacional es algo más que riesgo operativo, ya que, al margen de los fallos que surgen en los procesos cotidianos de una entidad financiera (captura de datos, doble registro, errores en transacciones, etcétera) hay otros elementos menos visibles que están detrás de algunos de los sucesos más impactantes que durante la pasada década de los noventa despertaron el interés por esta materia; los problemas bancarios vividos en aquel momento por algunas entidades, con gran trascendencia en los medios, no tenían su origen en el impago de los clientes. Muy al contrario, fueron los errores humanos, el fraude cometido por empleados, la falta de supervisión, la ausencia de separación de tareas, o desafortunados acontecimientos externos (desde inundaciones o incendios hasta los desgraciados sucesos del 11-S, traducidos en pérdidas de documentos, registros informáticos y, especialmente, vidas humanas) los que explican pérdidas muy elevadas. El caso Barings fue el de mayor impacto mediático, convirtiendo a Nick Leeson en inventor del tér- mino que nos ocupa. El colapso de Barings sigue aún empleándose como el clásico ejemplo de riesgo operacional y clara muestra de lo que puede haber detrás de una organización de aparente éxito. Durante tres años el trader estrella de la entidad en Singapur engañó al banco aparentando lograr elevados beneficios mientras incurría en cuantiosas pérdidas, que acabaron llevando al banco a la quiebra tras la brusca caída del índice Nikkei en enero de 1995, a consecuencia de un terremoto en Japón que desencadenó una oleada de ventas. La estafa de Leeson había sido posible dado su control tanto del área de negociación como de la parte operativa de la entidad. La falta de separación de funciones y de una adecuada supervisión, así como el miedo a preguntar (tal vez por la ignorancia sobre qué preguntar) fueron algunos de los factores que motivaron una catástrofe finalmente inevitable. La actual crisis financiera hace visibles males ocultos de diversa índole que también esconden formas de riesgo operacional. Su materialización se vislumbra en el aumento de la morosidad y, por tanto, del riesgo de crédito. Además, las inversiones de las entidades financieras están sufriendo fuertes pérdidas con las últimas caídas de las bolsas, que intentan superarse gracias a la intervención pública. El origen es, sin embargo, también de tipo operacional, y especialmente de carácter estratégico, legal y reputacional. Los últimos años han asistido al poco rigor en la concesión de ciertos créditos, la concentración del riesgo y la aprobación de operaciones que alcanzan o superan los límites legalmente establecidos. Esto, unido a la Ficha Técnica Autores: Gutiérrez Título: vencia López, Cristina; Fernández Fernández, José Miguel Riesgo operacional: del olvido regulatorio a la nueva circular de sol- Estrategia Financiera, nº 260. Abril 2009. Localizador: 35/2009 Resumen: El riesgo operacional se ha convertido en una de las principales preocupaciones para las entidades financieras, no sólo por su protagonismo en recientes escándalos financieros sino por las dificultades que plantea su detección, medición y control. Después de un largo proceso para dar contenido regulador a esta materia, la atención actual se instrumenta en el Acuerdo de Basilea II (2004), las modificaciones en las directivas comunitarias y, en el caso español, la nueva Circular de Solvencia (3/2008). Todo ello explica el interés por gestionar un tipo de incertidumbres planteado como el gran reto de los intermediarios financieros. Descriptores: Riesgos, Basilea II, riesgo de crédito; riesgo de mercado, Circular de Solvencia Fuente: w Nº 260 • Abril 2009 Estrategia Financiera l 49 Riesgos Riesgo operacional: del olvido regulatorio a la nueva circular de solvencia w multiplicación del número de operaciones en busca de fondos, ha elevado las opciones para el riesgo operativo. Las consecuencias de operaciones de elevado riesgo apoyadas por un sector inmobiliario cuya burbuja ha terminado estallando y los problemas de liquidez en el sector interbancario han precisado planes de rescate financiero con medidas que, en el caso estadounidense, ya incluyen controles sobre las remuneraciones de los directivos despedidos. El marco legal, a partir de ahora, inicia una nueva etapa que traerá consecuencias sobre la gestión de las entidades. Desde los primeros problemas de la banca hipotecaria y la banca de inversiones en EEUU, encaminados en algunos casos a la quiebra (Lehman Brothers) hasta las dificultades de diversas entidades europeas, resueltas en ocasiones con la nacionalización de las mismas (Northern Rock o Bradford & Bingley en Reino Unido) o la garantía total (Irlanda) o parcial pero más elevada de los depósitos (resto de Unión Europea), pasando por la inyección de liquidez (ING), se espera que esto no sea sino una solución parcial para un sistema financiero que deberá redefinirse y controlar sus riesgos de forma más estricta. LA POSTURA DE BASILEA Ejemplos como el de Barings y la toma de conciencia de que eran “otros” los factores que apuntalaban las dificultades de las entidades financieras llevaron a que la preocupación por la gestión bancaria se alejara de los tradicionales riesgos de crédito Gráfico 1. Causas, eventos y efectos Fuente: elaboración propia 50 l Estrategia Financiera y mercado. Basilea II definió el riesgo operacional como el “riesgo de pérdidas derivadas de procesos internos inadecuados o fallidos, personas o sistemas, o de eventos externos” (BCBS, 2004), incluyendo el riesgo legal pero no los riesgos estratégicos, sistemáticos y/o reputacionales, así como el coste de oportunidad y las pérdidas indirectas(1). Acordada la definición, no existe consenso sobre su cobertura. ¿Tiene sentido cubrir el riesgo operacional con fondos propios? ¿Cumplen esos riesgos las características para medirse y anticiparse de esa manera? Llegado el caso, ¿cómo se calcularían las dotaciones a los fondos de cobertura de estos riesgos? En definitiva: ¿hay forma de dar contenido contable a una protección frente a riesgos operacionales? A pesar de estos debates, y una vez adoptada una definición, Basilea II define no sólo las causas del riesgo operacional, sino también el evento en que se materializan y los efectos o consecuencias que ocasionan (Gráfico 1). Además, el Comité ha realizado sucesivos estudios de impacto, concluyendo que los esfuerzos habituales del sector de intermediación financiera deben centrarse en el negocio de banca minorista, que no sólo asume las pérdidas operacionales más frecuentes sino también las de mayor cuantía. Por eventos de riesgo, los más habituales surgen motivados por fraude externo (habitualmente, con tarjetas de crédito) y fallos en procesos (el auténtico riesgo operativo); en volumen de pérdidas destacan los fallos operativos y los daños a activos materiales. Con todo lo anterior, Basilea II ha sido muy consciente de los retos que para una entidad financiera presentan tales incertidumbres. Por eso, en su primer pilar (centrado en el cálculo de los fondos propios mínimos) propone tres modelos para riesgos operacionales, avanzando en complejidad y sensibilidad al riesgo. Como complemento, el pilar dos demanda (1) A nadie escapa la dificultad para detectar y controlar algo que no se ha definido. El intento más notable en este sentido parte del Comité Bancario de Supervisión de Basilea (Banco de Pagos Internacionales) que incluyó los riesgos operacionales, inicialmente por exclusión (toda incertidumbre que no se considerara un riesgo de crédito o mercado) en sucesivos documentos hasta el Acuerdo final de Basilea II (2004), que modificaba el Acuerdo inicial de 1988, exclusivo para riesgos crediticios, incorporando el tratamiento de riesgos de mercado (ya considerados en los años 90) y finalmente esta nueva categoría. Basilea II concluyó un periodo de estudio de cinco años (1999-2004) articulado a través de un proceso con participación tanto de la industria bancaria como de los supervisores. Su objetivo final (cifrar el volumen de recursos propios que una entidad financiera debe mantener como colchón frente a posibles pérdidas) explica las exclusiones en lo que podemos entender como riesgo operacional, al menos a efectos de medición regulatoria. Nº 260 • Abril 2009 Riesgos Riesgo operacional: del olvido regulatorio a la nueva circular de solvencia que el supervisor compruebe si esa cifra es coherente con el perfil de riesgos, y el pilar tres define las exigencias informativas que faciliten una adecuada disciplina de mercado. En el pilar uno, en primer lugar, el método del indicador básico determina el volumen de fondos propios como un porcentaje fijo (15%) de un indicador de exposición (los ingresos brutos medios en los últimos tres años)(2). El método estándar, en segundo lugar, es una sofisticación del sistema anterior, tanto por la división de las actividades del banco en unidades de negocio estandarizadas (con la dificultad de adaptar la estructura de cada entidad a dicha clasificación) sobre las que se han asignado unos porcentajes predeterminados que oscilan entre el 12 y 18%(3), como por los criterios cualitativos que la entidad debe demostrar al supervisor que cumple. Esta es la metodología que actualmente pretenden adoptar la gran mayoría de entidades de crédito en España, a excepción de los grandes grupos, que trabajan en diseños propios. Por último, los métodos de medición avanzada permiten determinar el capital regulatorio a partir de los modelos internos desarrollados por la entidad, que combinan los datos internos captados con los datos externos (afrontando los correspondientes problemas de heterogeneidad), considerando también información cualitativa, a través de escenarios y de factores de negocio e incluyendo aspectos del control interno. Se proponen dos metodologías: • Método de medición interna: calcula la pérdida esperada e inesperada para cada combinación línea de negocio-tipo de evento, aplicando un factor de ponderación determinado a partir de datos de la industria bancaria y otro que refleje el perfil de riesgo de la entidad respecto al sector. • E nfoque de distribución de pérdidas: obtiene la función de distribución de probabilidad de la pérdida operacional acumulada a partir de las funciones de probabilidad para cada línea de negociotipo de evento. Además de las dos propuestas anteriores, en los documentos consultivos previos al Acuerdo final, Basilea hizo referencia a una tercera opción denominada “aproximación por scorecards” (BCBS; 2001a, 2001b). La idea era conjugar los enfoques cuantitativo (cifra inicial de recursos propios) y cualitativo (modificación a partir de otros elementos que reflejen el perfil de riesgo subyacente, el entorno de control existente y las variaciones que pudieran acontecer). El interés de esta alternativa es innegable, pese a su exclusión en el Acuerdo final, sobre todo como verdadero reflejo de una gestión de riesgos interna, que incorpore a la profundidad histórica de los datos otro tipo de herramientas acordes a riesgos de carácter tan diverso y cualitativo. Las entidades deberán mantener un volumen suficiente de recursos propios computables para cubrir los riesgos de crédito, contraparte, cambio y posición y operacional LA CIRCULAR DE SOLVENCIA (3/2008) El coeficiente de solvencia se calcula como el cociente de los recursos propios entre los activos ponderados por riesgo. En el caso español, la determinación de los recursos propios computables se define, en idénticos términos a los recogidos por la Directiva 2006/48/CE, en la Circular 3/2005. Basilea II es el punto de partida para cifrar los riesgos. El proceso de desarrollo de Basilea ha avanzado en paralelo a la adaptación de la normativa europea(4). En España, los trabajos han culminado recientemente en la Circular 3/2008, de 22 de mayo, de entidades de crédito, sobre determinación y control de recursos propios mínimos, aplicable a grupos y subgrupos consolidables de entidades de crédito, y a entidades de crédito individuales de nacionalidad española, integradas o no en un grupo o subgrupo consolidable de entidades de crédito. La norma señala que las entidades deberán mantener un volumen suficiente de recursos propios computables para cubrir los riesgos de crédito, contraparte, cambio y posición, y operacional. (2) Su evidente simplicidad activa las alertas y seguramente explica que la Comisión Europa no permita su adopción a entidades que operen internacionalmente, dado que ¿aumentar la cifra de ingresos refleja una mayor exposición al riesgo operacional? y, en caso de que así fuera, ¿la relación entre ambos es lineal? Al igual que ocurrirá con el resto de propuestas, el regulador parece pensar que un riesgo se gestiona mejor cuando se asocia a un indicador del mismo con el que guarda una relación causal. Además, la falta de exigencia de requisitos adicionales (cualitativos) para las entidades que lo apliquen, resalta su carácter residual y lo sitúa como un mero punto de partida para la toma de conciencia sobre la necesidad de cobertura de riesgos operacionales. (3) La comparación con el modelo anterior es interesante para las entidades españolas, pues la mayoría centra su actividad en la banca minorista y comercial, cuyos porcentajes de cobertura son 12 y 15%, respectivamente. Este puede ser un factor más que les motive para avanzar hacia un modelo estándar. En este caso parece cumplirse una de las máximas que se argumentó ante la adopción de Basilea II y para la que el debate aún no ha finalizado: a medida que se avanza en la complejidad de los modelos, la financiación propia requerida disminuye. (4) La directiva bancaria consolidada y la directiva referente a la adecuación de capital han sido modificadas (actualmente, 2006/48 y 2006/49, respectivamente), con la única salvedad destacable de que el ámbito de aplicación de éstas, a diferencia de Basilea II, incluye tanto a entidades de crédito como a empresas de inversión, aplicando el principio de que idénticas normas deben regir las mismas actividades. w Nº 260 • Abril 2009 Estrategia Financiera l 51 Riesgos Riesgo operacional: del olvido regulatorio a la nueva circular de solvencia w Los esfuerzos habituales del sector de intermediación financiera deben centrarse en el negocio de la banca minorista que asume las pérdidas operaciones más frecuentes de las de mayor cuantía Respecto al riesgo operacional, se han indicado los criterios ya especificados en la Directiva y, por tanto, en Basilea II, definiéndose también los siete tipos de evento y tres metodologías de cálculo ya citadas. Destacan los siguientes aspectos: •Se permite la combinación de métodos avanzados y método estándar, e incluso en condiciones excepcionales, el método básico, previa autorización del Banco de España. •El indicador de exposición serán los ingresos relevantes, definidos como el margen ordinario (al que se añadirán otros productos de explotación) de la cuenta de pérdidas y ganancias elaborada de acuerdo a Circular 4/2004. •El método del indicador básico excluye del cálculo aquellos años cuyos ingresos relevantes no sean positivos. •En el método estándar, se aplicarán los coeficientes de ponderación sobre la media de los tres últimos años de la agregación del valor máximo entre cero y los ingresos relevantes de cada línea de negocio. Esto implica que es posible la compensación entre cifras negativas y positivas de las distintas líneas a efectos del cálculo de cada año, pero si la cifra resultante fuera negativa, se tomará el valor cero y se considerará en cualquier caso que se trabaja con tres datos; en el método básico, por el contrario, los ingresos relevantes se repartirán entre el número de años con cifras positivas. •Al igual que ocurre en Basilea II y la Directiva 2006/48, se permite la aplicación de un método estándar alternativo para dos líneas de negocio concretas: banca comercial y banca minorista(5), en las que los ingresos relevantes se sustituyen por ingresos relevantes normalizados, esto es, los saldos contables de los activos financieros de esa línea de negocio (préstamos, anticipos y 52 l Estrategia Financiera los valores y otros activos financieros que cubran las diferencias entre los importes de los activos y los pasivos financieros de esas líneas) por 0,035. •Para aplicar métodos avanzados, en términos cuantitativos debe tenerse en cuenta: 3C onsiderar tanto pérdidas esperadas como no esperadas, salvo que se demuestre que las primeras ya están cubiertas. 3 Intervalo de confianza del 99,9% de la distribución de pérdidas y horizonte temporal de un año. 3C ombinación de cuatro elementos en el sistema de medición: datos internos(6) (por línea de negocio y tipo de evento), datos externos, análisis de escenarios y factores relativos al entorno de negocio y sistemas de control interno. 3A diferencia de Basilea II, no se especifican metodologías concretas de cálculo de recursos propios. Este tratamiento flexible se asemeja al riesgo de mercado y a la idea del desarrollo de un modelo creado según las necesidades de gestión. Reconociendo que es esta área de cuantificación la de menor desarrollo, los enfoques existentes se inclinan por métodos de distribución de pérdidas (Banco de España, 2006). En ellos, y pese a la toma de conciencia de los retos estadísticos que la modelización de riesgos operacionales supone, las entidades deben demostrar que el modelo aplicado es capaz de captar los eventos situados en las colas de la distribución de probabilidad, es decir, aquellos menos frecuentes. 3 L os requerimientos por riesgo operacional pueden reducirse teniendo en cuenta los seguros para su cobertura, si esta disminución no supera el 20% de los fondos propios previos a la consideración de estos mecanismos de transferencia. •La aplicación del método estándar requerirá la puesta en conocimiento del Banco de España de información sobre el cálculo de los recursos propios y la asignación de actividades e ingresos relevantes a líneas de negocio, así como el (5) Las actividades incluidas en ambas líneas de negocio son idénticas. La distinción estriba en la contrapartida, que corresponde a personas físicas o pymes para la banca minorista, siendo el resto consideradas parte del negocio de la banca comercial. (6) Período mínimo de cinco años, e información sobre pérdida bruta, fecha del evento, recuperaciones y causas. Respecto a posibles superposiciones, las pérdidas por riesgo operacional relacionadas con riesgo de crédito deben registrarse en las bases de datos de ambos riesgos, aunque no estén sujetas a requerimientos de recursos propios por riesgo operacional; por el contrario, las pérdidas por riesgo operacional relacionadas con riesgos de mercado, sí se someterán a la exigencia de recursos propios por riesgo operacional. Nº 260 • Abril 2009 Riesgos Riesgo operacional: del olvido regulatorio a la nueva circular de solvencia cumplimiento de otros requisitos cualitativos relativos a la alta dirección, estructura interna de poder, bases de datos, sistema de gestión, información de gestión, soporte tecnológico, revisión independiente, planes de contingencia y auto-evaluación. Para métodos avanzados, deberá recibirse autorización del Banco de España tras verificar requisitos cualitativos y cuantitativos. La reciente publicación de la Circular no es sino la culminación de un proceso en el que el Banco de España ha venido trabajando desde hace años. Así, el supervisor se ha centrado en la delimitación de los criterios para la aplicación de los modelos más sofisticados, recogidos en el documento “Implantación y validación de enfoques avanzados de Basilea II en España”, que ha ido modificando sucesivamente. La principal característica, en cualquier caso, es la flexibilidad, ya que no se determina qué método de medición debe seguirse. El interés se centra, por el momento, en establecer los requisitos para el acceso a estos modelos avanzados, por lo que se ha desarrollado un cuaderno de solicitud a remitir al Banco de España (Cuaderno AMA) en el que se recogerá toda la información necesaria para que éste inicie el proceso de validación (Gráfico 2). A diferencia de los riesgos de crédito y mercado, el riesgo operacional está presente en todas las áreas de la entidad, comenzando su gestión precisamente en éstas y no exclusivamente en el departamento de riesgo operacional. El objetivo será, inicialmente, implantar una adecuada cultura de riesgo operacional. Además, se requiere el desarrollo de un plan de auditoría interna que deberá revisar de forma continua el sistema de gestión y evaluación del riesgo operacional, emitiendo un informe específico de periodicidad mínima anual para el método estándar y semestral para el avanzado. En términos cualitativos, se exige el test de uso, tal y como ocurre con cualquier modelo interno, a fin de que no sea admisible un modelo cuyo único fin sea el cálculo de los requerimientos de capital regulatorio, sino que también contribuya en la gestión activa del riesgo por parte de la entidad. Todo ello sin olvidar que, especialmente en el caso de este tipo de riesgos, los modelos de medición y gestión evolucionan, lo que requiere su seguimiento constante. Para ello se ha desarrollado un “Dossier de seguimiento de riesgo operacional”. (7) Con información individualizada sobre pérdidas brutas por riesgo operacional (es decir, sin recuperaciones) superiores al millón de euros o el 5% de los recursos propios, que se hubieran cerrado en el último año o estén pendientes de cierre al final del ejercicio (existe algún importe incierto de significativa cuantía, o hay importes a recuperar pendientes de liquidación). (8) Alternativamente es posible acudir a datos externos, tanto de carácter público como obtenidos gracias a la participación en consorcios de datos (ORX, Basel Consortium for Operacional Risk, GOLD, MORE Exchange, OpVantage, etc.). La nueva Circular implica mayores exigencias en términos de información a suministrar por parte de las entidades. Así, anualmente éstas deberán remitir al Banco de España el Estado RP41 “Requerimientos de recursos propios por riesgo operacional” y RP43 “Información sobre las mayores pérdidas operacionales”(7). Adicionalmente, aquellas que apliquen el método estándar, estándar alternativo o avanzado, deberán elaborar también el Estado RP42 “Información sobre pérdidas operacionales por líneas de negocio y tipo de evento”. ENFOQUE COMBINADO Resulta evidente que no es posible proponer un método único para la identificación, gestión y control del riesgo operacional. Muy al contrario, será preciso combinar distintas herramientas a fin de dar respuesta a la diversidad y peculiaridades de estos riesgos, especialmente en el camino hacia los modelos avanzados, tal y como recoge el Cuaderno AMA. El punto de partida ha de ser una adecuada tipificación de riesgos operacionales. Para ello es conveniente considerar dos variables tradicionales: pro- Gráfico 2. Cuaderno AMA • Ámbito de aplicación Organigrama del grupo Ámbito de aplicación del modelo • Auto-evaluación Cumplimiento de requisitos cualitativos y cuantitativos • Estructura organizativa Consejo de Administración Composición y funciones de áreas, departamentos, etc. • Herramientas de gestión del riesgo Auto-evaluación y control de riesgos Planes de mitigación Indicadores de riesgo Planes de contingencia y continuidad • Información de gestión • Documentación Manuales corporativos de procedimientos, metodología y validación interna • Bases de datos internas Criterios de clasificación de líneas de negocio y tipos de eventos Procedimiento de captura de datos Plan contable interno Eventos estratégicos o de negocio no incorporados a la base de datos • Escenarios Auto-evaluaciones Procedimientos de definición de escenarios • Mitigación del riesgo • Cuantificación del riesgo operacional • Soporte tecnológico del modelo • Validación del modelo Contratos de seguro Descripción de la metodología Papel de la validación interna y otros controles internos w Nº 260 • Abril 2009 Estrategia Financiera l 53 Riesgos Riesgo operacional: del olvido regulatorio a la nueva circular de solvencia w babilidad de ocurrencia y cuantía de la pérdida asumida. Así, serán los riesgos medios los que centren el interés de los gestores. Con independencia del riesgo operacional al que nos enfrentemos, es imprescindible trabajar en el diseño de una base de datos interna(8), que requerirá un notable esfuerzo tecnológico y personal para que el proyecto tenga éxito (Gráfico 3). Además, será necesario salvar las reticencias de los empleados a revelar fallos que, no olvidemos, tienen un importante componente de factor humano, y también conjugar la información suministrada por las oficinas y los servicios centrales de la entidad. A partir de los datos recogidos, el tratamiento divergirá en función de las características de los riesgos medios: • A quellos sucesos que ocurren de forma frecuente pero no suponen pérdidas muy elevadas deben ser controlados y monitorizados. Es el caso de los fallos en procesos operativos. En esta situación, conviene seleccionar un conjunto de indicadores con los que se fijarán los límites adecuados para garantizar que el riesgo está en niveles aceptables, gracias al empleo de diagramas de control. • L os sucesos que acontecen de forma más ocasional, pero tienen un impacto significativo sobre la cuenta de resultados, plantean más dificultades. Su carácter esporádico dificulta la elaboración de una base de datos adecuada y su elevada cuantía lleva a plantearse si es posible asumir pérdidas tan elevadas. Por eso, es en estos casos cuando la cobertura a través de fondos propios cobra sentido; reservar tales fondos es, al fin y al cabo, una forma de auto-asegurar las pérdidas. Sin embargo, en determinados eventos, la entidad necesita transferir el riesgo a otros agentes para facilitar su gestión, y contratará un seguro. Una tercera opción es diseñar un plan de contingencias que Gráfico 3. Base de datos interna Fuente: elaboración propia 54 l Estrategia Financiera se ponga en marcha ante hechos inesperados, contando con espacios físicos y equipos informáticos alternativos, que funcionen ante posibles eventualidades. RETOS DE FUTURO La gestión de riesgos para las entidades financieras adquiere actualmente especial relevancia, sobre todo desde la publicación de la nueva circular de solvencia, heredera del acuerdo de Basilea II aprobado en 2004. De todos los aspectos tratados por ella, el riesgo operacional se perfila como un reto importante para estas empresas. Para empezar, las exigencias en términos de información las obligan a replantearse los esfuerzos de gestión en dirección a un método global. Por lo que a esta categoría de riesgo se refiere, será necesario apostar por una de las tres metodologías previstas en la Circular. Los criterios de decisión incluyen factores como el coste (que destaca el atractivo del método básico) o la cifra de recursos propios computables resultantes (en cuyo caso parecen interesar los modelos avanzados, que determinan necesidades de capital inferiores), además de comprobar si se cumplen las exigencias del Banco de España para su aplicación. El camino está en marcha y es de esperar que en los próximos años la mayor parte de entidades españolas se sitúe al menos en el enfoque estándar, a la espera de validar sus modelos internos, en cuyo proceso ya se encuentran inmersas las de mayor dimensión, que han trabajado con intensidad en la materia ya desde el período de desarrollo de Basilea II (19992004). Sin embargo, la simple toma de conciencia de la trascendencia de estos problemas parece un aspecto más que destacado para marcar un interesante punto de partida. Otro de los aspectos a analizar de cara al futuro será la perspectiva contable del riesgo operacional. Por el momento, la circular 4/2004 ha dado contenido a los riesgos de crédito, a través del tratamiento recogido en su anejo IX y el cálculo de las coberturas por insolvencia del cliente (específica y genérica) y/o por riesgo país. También se ha ocupado de los riesgos de mercado, a través de coberturas de diversos tipos en función del riesgo cubierto: para valor razonable, flujos de efectivo o inversión neta de negocios en el extranjero. Próximamente será pues preciso modificar la circular bancaria, aunque falta por ver el modo, dado el consenso sobre la falta de reflejo contable de la mayoría de eventos operacionales y, por tanto, la dudosa capacidad para apoyar el refuerzo de la solvencia. Además, la política de recursos propios de las entidades de crédito puede convertirse en un importante factor estratégico para ellas. En un momento en que las tasas de insolvencia de clientes crecen de forma preocupante, es de esperar que la atención vuelva a centrarse en los riesgos de crédito. Sin embargo, una adecuada gestión de riesgos ofrece una cobertura global sin obviar otro tipo de incertidumbres. Por ello, los Nº 260 • Abril 2009 Riesgos Riesgo operacional: del olvido regulatorio a la nueva circular de solvencia grandes cambios normativos deben procurar que el capital regulatorio se acerque lo más posible al capital económico, ya que las técnicas de gestión de riesgos que se permitirán se aproximan al esquema que cada entidad desarrollaría internamente a partir de su propio conocimiento y auto-evaluación. La gestión de riesgos, de la cual el riesgo operacional es parte clave, ayudará a reforzar la confianza y mantener el sistema financiero en adecuados niveles prudenciales. El reto es evitar que una excesiva prudencia lleve a indeseados efectos sistémicos. El tratamiento de la solvencia se instrumenta a través de normativas que tienden a profundizar el ciclo económico. Así, una de las grandes cuestiones que pesan sobre Basilea y, por extensión, sobre la circular española, es si tales regulaciones acentuarán la prociclicidad, dado que existe una relación negativa entre el ciclo económico y los fondos propios mantenidos. Así, en épocas de expansión económica la menor percepción del riesgo eleva la exposición, que luego se reduce ante la actitud pesimista de las fases recesivas. Si el capital es sensible al riesgo, este efecto se destacará, exigiendo más capital del necesario en las recesiones, con la consiguiente restricción del crédito y fomento así del ciclo económico, y menos del preciso en las expansiones. Este efecto, presente en todas las categorías de riesgo, añadirá otro elemento clave en el complejo panorama bancario actual. De hecho, la necesidad de elevar el volumen de fondos propios al trabajar con activos de más riesgo ha podido ahondar los efectos de la crisis presente, llevando a un uso excesivo del proceso de titulización para poder cumplir adecuadamente el coeficiente de solvencia, olvidando que la cifra debe siempre venir acompañada por una gestión adecuada de riesgos. 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Es el caso de los fallos en procesos operativos ción del capital de las empresas de inversión y las entidades de crédito (DOCE 30 de junio). • Directiva 2006/48/CE del parlamento europeo y del consejo de 14 de junio de 2006 relativa al acceso a la actividad de las entidades de crédito y a su ejercicio (DOCE 30 de junio) • Basel Commitee On Banking Supervision (BCBS) (1988): “International convergence of capital measurement and capital standards”, Bank for International Settlements, July, Basel. • Basel Commitee On Banking Supervision (BCBS) (1993): “Supervisory treatment of market risks”, Bank for International Settlements, April, Basel. • Basel Commitee On Banking Supervision (BCBS) (1996): “Amendment to the capital accord to incorporate market risks”, Bank for International Settlements, January, Basel. • Basel Commitee On Banking Supervision (BCBS) (2001a): “Working paper on the regulatory treatment of operational risk”, Bank for International Settlements, September, Basel. • Basel Commitee On Banking Supervision (BCBS) (2001b): “Sound practices for the management and supervision of operational risk”, Bank for International Settlements, December, Basel. • Basel Commitee On Banking Supervision (BCBS) (2004): “International convergence of capital measurement and capital standards: a revised framework”, Bank for International Settlements, June, Basel. • British Bankers Association; Pricewaterhouse; International Swaps And Derivatives Association; Robert Morris Associates (1999): Operational risk: the next frontier, BBA, PwC, ISDA and RMA, United States. 9 Estrategia Financiera l 55