Lara-Kuhlman 105 Escritura desde el espacio liminal: una comparación entre Comentarios Reales del Inca Garcilaso de la Vega y Me llamo Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia de Elizabeth Burgos y Rigoberta Menchú Luz Lara-Kuhlman University of Utah Los autores de estas obras escriben desde un espacio liminal con el fin de subvertir el binario, centro-margen. Las técnicas, que los autores usan, provocan un giro en las fronteras contextuales y discursivas; lo que permite interpretar estos dos textos como una contestación al discurso colonial. Los dos textos presentan autoridad narrativa de los autores, en la que transciende la subjetividad del indio. Garcilaso se identifica como miembro de las culturas española e incaica, lo que le dota de autoridad para alternar hábilmente entre los dos discursos. Por su parte Menchú se identifica como indígena, y a la vez presenta su conocimiento del idioma y religión del grupo hegemónico. La obra de Garcilaso muestra una narrativa de relación, lo que le permite presentar la historiografía que representa la cultura incaica; y, por otra parte realizar una crítica disimulada a la conquista y a la colonización. Menchú, por su parte, usa una narrativa de denuncia, la que se presenta por medio de su testimonio y el carácter etnográfico de la obra. El texto de Menchú se escribe en un trasfondo histórico y social; ella usa el yo como sinécdoque de una colectividad que clama por una urgencia en la acción política y social. Por su parte, Garcilaso, escribe dentro de un contexto histórico y literario, en un tono conciliatorio que busca la reconciliación de los opuestos, lo español y lo inca. Al comparar estas obras, se aprecia que por medio de la escritura desde el espacio liminal, los autores presentan el discurso del subalterno como sujeto que puede hablar, que tiene la autoridad para hacerlo y que elige desde qué posición hacerlo. UFLR 2011 106 Lara-Kuhlman El Discurso Hegemónico Desde un comienzo, la literatura sobre Latinoamérica, se ha caracterizado por presentar o explicar América al mundo europeo, así se ha visto desde los escritos de Cristóbal Colón, Hernán Cortés, Bernal Díaz del Castillo y Juan Ginés de Sepúlveda. Por medio de crónicas, relaciones y reseñas históricas, dichos autores y tantos otros describieron a América, y los eventos relacionados con el Encuentro, la Conquista y la Colonización, siempre dentro del discurso hegemónico. Dentro del marco del discurso heterogéneo de la sociedad patriarcal, se observa como el indígena se convierte en objeto, por considerársele inferior y falto de voluntad propia. Se aprecia como el discurso patriarcal establece claramente la dicotomía Sujeto Europeo-Otro y de esta manera afianza su posición de poder. Se construye la Otredad del indio con fundamento en la diferencia en términos de raza y religión así como los discursos relacionados a estos. Esta retórica se identifica en Tratado Sobre las Justas Causas de la Guerra contra Indios (1550) de Juan Ginés de Sepúlveda, quién hace uso de razonamientos filosóficos, científicos y religiosos, para construir la inferioridad del indio, y así justificar no solo su subyugación sino también la expansión española sobre los territorios Americanos. El texto de Ginés de Sepúlveda argumenta que los indígenas eran un conjunto de bárbaros incivilizados que debían ser sometidos por su propio bien. Desde un punto de vista Girardiano1 el hombre en la lucha por el poder y la dominación tiene la necesidad de establecer las diferencias y crear al Otro como chivo expiatorio que permita mantener el orden de lo mismo. Así Sepúlveda argumenta en su obra: “Y ésta tiene por fin el cumplimiento de la ley natural para gran bien de los vencidos, para que aprendan de los cristianos la humanidad, para que se acostumbren á la virtud, para que con sana doctrina y piadosas enseñanzas preparen sus ánimos á recibir gustosamente la religión cristiana; y como esto no puede hacerse sino después de someterlos a nuestro imperio, los bárbaros deben obedecer á los españoles, y cuando lo rehusen pueden ser compelidos á la justicia y á la probidad” (Ginés de Sepúlveda 94-95). Esta estrategia discursiva favoreció la versión de los hechos del grupo hegemónico y de esta manera se han perpetuado binarismos tales como Colonizador-Colonizado, Centro-Margen, Sujeto Europeo-Otro. En base a esto, Edward Said, desarrolló su idea de Orientalismo, la cual describe UFLR 2011 Lara-Kuhlman 107 un discurso que se enfoca en las diferencias entre lo familiar y universal, léase Europa, y lo exótico y diferente. Esto a su vez, conjugándose con la teoría de Michel Foucault sobre verdad y poder, demuestra, que el Sujeto Europeo en su posición de autoridad, es el dueño del poder para crear un discurso sobre el Otro, anulando la subjetividad de este no sólo en el plano político sino también textual. Épocas Siguientes En épocas subsiguientes al Encuentro, tales como el Neoclasicismo y el Romanticismo, se ha visto que la preocupación de los autores Latinoamericanos fue de generar una narrativa mimética a la europea, presentado siempre “lo americano” o “lo indio” desde un punto de vista externo y al indio falto de subjetividad, dentro de ambientes mitológicos, cuadros costumbristas y romantizados. Así tenemos la novela Cumandá del ecuatoriano Juan León Mera (1879), la que bien se apega a la teoría de Jean-Jacques Rousseau sobre el Noble Salvaje 2 , y que reafirma la objetivización del indio. En las décadas subsiguientes, se observa el nacimiento de una inquietud de crítica por parte de los autores Latinoamericanos y así encontramos obras de narrativa, tales como Aves sin Nido de la peruana Clorinda Matto de Turner (1889), Huasipungo del ecuatoriano Jorge Icaza (1934), Los Perros Hambrientos del peruano Ciro Alegría (1939), las cuales, como Wade y Arthur explican en su artículo The Indianista Novel since 1889, “Rather than approaching the Indian as a problem, the author presents him as an entity worthy of study in his native environment, as a person whose private life bears interest because of the ethnic factors that helped mold it” (217). Estas novelas, entre otras, se caracterizan por representar la idiosincrasia y cierta subjetividad del indio muy propios de los estilos naturalistas y realistas, los que ya se postulaban con temas de denuncia y crítica social. Sin embargo, todavía no presentan una característica lo suficientemente fuerte que le dote al indio de una posición o autoridad de enunciación, por tanto, todavía sigue relegado en su calidad de subalterno.3 La Creación del Espacio Liminal Ya en la época poscolonial, surgió la necesidad que provocó un giro en las fronteras contextuales y de discurso con el uso de técnicas y estrategias que UFLR 2011 108 Lara-Kuhlman le permiten al autor contestar al discurso colonial. Esta necesidad se puede entender bajo la pregunta de Gayatri Spivak, ¿Puede el subalterno hablar?, que de hecho, coincide con el ensayo del mismo nombre. En este ensayo, la autora plantea dos problemas fundamentales como las razones que no le permiten hablar a este individuo. Uno, la oposición binaria que establece una distancia rotunda entre el Sujeto-Europeo y los Otros, que resulta en la carencia de un lugar de enunciación para el subalterno. Segundo, la posición de inferioridad del subalterno que incapacita al sujeto para pensar y expresarse por sí mismo, lo que hace necesario que siempre exista un mediador que hable por él. Un ejemplo de estos se puede ver en la crítica que José Carlos Mariátegui hace, a la literatura latinoamericana, en su obra 7 Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana (1928). En esta obra, si bien el autor escribe sobre el indio, analiza los problemas y propone soluciones para la situación indígena; dicho análisis no es escrito por el propio indio sino por escritores letrados de la misma Latinoamérica (Mariátegui 191-199), como es el caso del susodicho autor; es decir, como Spivak lo explica, intelectuales del Primer Mundo4 escribiendo sobre el Tercer Mundo (271), ofreciendo propuestas de solución y reivindicación que aún se encontraban lejanas a la realidad del indio. Las respuestas presentadas tanto por Spivak como por Mariátegui se enmarcan en un contexto histórico-literario poscolonial, en el que es necesario que el subalterno silenciado por centenares de años, tome conciencia y levante su voz, pero no como un esfuerzo de reivindicación, como explica Fernando de Toro en su obra New Intersections: Essays on Culture and Literature in the Post-Modern and Post-Colonial Condition, “an ontological quest for an origin, a return to a lost identity (an entelechy), yet one which considers itself to be recoverable. Nevertheless, this return is merely a fiction. Since there is no possibility of a definitive return” (20), sino más bien como un sujeto capaz de crear su propio paradigma teórico y sistemas alternativos de conocimiento. Buscar ese origen perdido, es un oasis que no se podrá alcanzar jamás, además que constituye la base de una escencialización del indio que no hace más que volver a caer dentro del discurso eurocéntrico. Por tanto, el lugar de enunciación del indio no se ubica ni afuera, ni adentro, sino en un tercer espacio, desde el que se apropie de su subjetividad y sea él mismo el que (re)construya su historia, tal como Homi K. Bhabha lo explica en su obra Nación y Narración, el concepto de la nación debe construirse de una manera fluida, descentralizada y tomando en cuenta la contra-narrativa propuesta por los grupos marginales. Bajo este concepto, Bhabha propone UFLR 2011 Lara-Kuhlman 109 que entre el mundo del colonizador y el colonizado, existe un espacio liminal, un espacio de intersección desde donde el subalterno, el marginalizado ejercita autoridad narrativa y puede enunciar su discurso (301) y de esta manera subvertir las dicotomías producto del discurso hegemónico. Nuevas Maneras de Enunciación Es así que desde este espacio liminal, se han escrito obras como Comentarios Reales del Inca Garcilaso de la Vega y Me llamo Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia de Elizabeth Burgos y Rigoberta Menchú, las que representan paralelismos y divergencias que se pueden comparar tomando como punto de referencia la pregunta postulada por Walter Mignolo, “¿quién escribe, sobre qué, dónde y por qué?” (122). Estos dos textos se caracterizan por una escritura desde una posición de autoridad, en la que trasciende la subjetividad del indio. Garcilaso se identifica como miembro de las culturas española e incaica, y a su vez del grupo mestizo, lo que parecería irreconciliable; sin embargo, es precisamente esta posición lo que dota al autor de una manera de pensar desde la intersección de culturas que no es ni la hegemónica, ni la subalterna y le da autoridad de alternar entre los dos discursos (De la Vega 141-143). Por su parte, Menchú se identifica desde el comienzo de la obra como indígena. Ella presenta el sujeto “yo” como sinécdoque de “nosotros”, es decir para representar a una colectividad (Burgos 21). Ella también enuncia su discurso desde ese espacio liminal, uno por pertenecer a una etnia indígena y por otro lado, por su manejo del español y el cristianismo, propios del grupo hegemónico, los que ella ha adoptado como armas para defensa de su causa. En lo concerniente al estilo narrativo, la obra de Garcilaso presenta una narrativa legal, de relación, lo que le permite presentar la historiografía con el objetivo de subvertir las interpretaciones negativas y reivindicar la cultura incaica; así también, le permite realizar una crítica disimulada a la corona española y a la conquista. Menchú, por su parte, usa una narrativa de denuncia y resistencia, la que se presenta por medio de su testimonio y el carácter etnográfico de la obra. Aunque las dos obras se basan en la tradición oral de la cultura indígena, y los autores combinan tanto sus propias experiencias como lo que se les ha sido relatado por miembros de su cultura, los dos autores adoptan la textualidad para presentar su discurso, y UFLR 2011 110 Lara-Kuhlman de esta manera se apropian de la herramienta, por excelencia, hegemónica para desarticular el orden de los binarios. En cuestión al lenguaje, cabe resaltar que las dos obras se diferencian en que Garcilaso utiliza un lenguaje erudito, renacentista y barroco con el fin apelar a la audiencia europea, así en su obra se puede apreciar, alusiones a la mitología griega (De la Vega 180), entre otros. Su tono es conciliatorio y respetuoso, muy propio de la época Renacentista, es decir, dentro del ideal de la concordia. Él es el escritor directo, sin intermediario, lo que le da autoridad textual. Su habilidad lingüística del quechua y español (De la Vega 187), lo ubican en ese espacio liminal, de escritor de frontera. Por su parte, Menchú, tomando la oralidad como su punto de partida, usa un lenguaje repetitivo y sencillo, que aunque parezca un lenguaje de subdesarrollo, ayuda a mantener la autenticidad del testimonio de Menchú. En su narración también se pueden apreciar referencias a eventos históricos de otras regiones o países, así por ejemplo, la mención de las Madres de Mayo y su causa de los desaparecidos en Argentina. De igual manera en la descripción de las creencias religiosas de su gente, hace relación con las enseñanzas y preceptos de la cristianidad. La gran diferencia en el plano narrativo, entre estas dos obras radica en que en el testimonio de Rigoberta Menchú entra en juego el papel de Elizabeth Burgos y se da paso a la presencia de tres posiciones, “el editor, el colaborador y el interlocutor” (Dulfano), lo que ha dado pie a polémica porque se cuestiona la voz y la veracidad del discurso de Menchú. La explicación proporcionada por Burgos en el prólogo del libro es que como mediadora, su papel se limita a realizar la entrevista, transcribir y organizar la narración oral de Menchú (Burgos 10-19). La obra de Garcilaso presenta una narración cronológica, de la que él es el mediador o intérprete. Esta narración se realiza desde la fundación del imperio incaico hasta sus últimos días; así también narra los hechos, guerras y levantamientos indígenas durante y después de la conquista. Intercala relatos de la cultura y tradiciones, así como el significado de la naturaleza en dicha cultura. Éstas no son herramientas meramente descriptivas sino que tienen el propósito de darle valor a la historia contada desde otro punto de vista al occidental. Por su parte, la obra de Menchú presenta diferentes hilos narrativos, dentro del estilo testimonial, en el que ella se presenta como testigo en ocasiones y como protagonista en otras, y aquí es cuando se aprecia su juego con el “yo” individual y el “yo” colectivo. Así también presenta el carácter etnográfico de la obra porque relata las UFLR 2011 Lara-Kuhlman 111 costumbres y tradiciones de su pueblo. Aunque las dos obras se escriben apelando a las convenciones literarias occidentales, en forma lineal, cronológica, documental y directa, la tradición oral de los grupos indígenas se ve reflejada a lo largo de las mismas. En cuanto al estilo, la obra de Garcilaso combina muy bien lo estético (literatura) y lo referencial (historia), mientras que en la obra de Menchú lo estético se subordina a lo referencial, aunque, como ya se ha explicado anteriormente, Burgos interviene hasta un cierto punto para darle un carácter literario a la obra, por medio de la organización de la información compartida por Menchú. La obra de Menchú se enmarca en un contexto histórico y social, que ha marcado hitos en la historia de su país, así se denuncia el genocidio indígena, por medio de hechos colectivos que se reconstruyen en base a la memoria histórica; por tanto, es necesaria la participación de un actor legítimo como lo es Rigoberta Menchú. Ella narra en primera persona y asume la representación de una colectividad que clama por una urgencia en la acción política y social. Por su parte, Garcilaso, escribe dentro de un contexto histórico y literario, en un tono conciliatorio y apologético, con el que busca la reconciliación de los opuestos, es decir, lo español y lo inca, así como también la correcta interpretación de la cultura y la historia incaica, de la que él servirá de intérprete o mediador para el mundo occidental. Aunque los dos autores tratan el problema del indio, su enfoque es diferente en el sentido de que Menchú idealiza al indio limitándose a contar solamente los aspectos positivos de su cultura, de hecho, ella hace énfasis en la premisa de que hay secretos que ha decidido no contar (Burgos 41); esto le ayuda a construir su subjetividad, ya que de esta manera mantiene una distancia entre el lector y el narrador (su historia). Por su parte, Garcilaso presenta una narrativa más objetiva de la cultura incaica, lo que en su época, permitió que su obra evite la censura y llegue a la audiencia del grupo hegemónico, que era lo que él pretendía. (De la Vega 139-142). Los dos autores abordan el problema del indio desde puntos diferentes, Garcilaso lo hace como un problema de reafirmación y reconocimiento. Tiene como objetivo demostrar que la cultura Inca ya existía antes del llamado “descubrimiento” y propone que se establezca un discurso paralelo, no en términos del Viejo y Nuevo Mundos, ni en discursos de Uniformidad y Otredad. Por su parte, Menchú propone la educación y el poder de la palabra como la solución para el problema del UFLR 2011 112 Lara-Kuhlman indio, tal como lo explica Mariátegui, el cambio no puede venir desde afuera, debe originarse en la unión y organización de los pueblos indios (Mariátegui 39). Sin embargo, cabe notar que los dos autores tienen en común que escriben/narran desde fuera de su lugar de origen; Garcilaso lo hace en España y Menchú en Francia, lo que demuestra lo estratégico del espacio físico desde dónde se escribe para de esta manera poder llegar a la audiencia a la que desean dirigir sus obras, en este caso, el grupo hegemónico. Conclusión Es importante notar que la escritura de esta zona de contacto entre los binarios, nunca será una sola y homogénea, debido precisamente al aspecto pluricultural de las etnias indígenas. De esta manera Joanne Rappaport argumenta en su artículo Intelectuales Públicos Indígenas en América Latina: Una Aproximación Comparativa: “Son actores empoderados dentro de una realidad más amplia que sus comunidades. Sin embargo, es central a la misión del intelectual indígena su pertenencia étnica. No son simplemente intelectuales de orígenes nativos, sino pensadores cuyo discurso surge de su identidad étnica, de su conciencia de ser diferentes. En este sentido, no es la subalternidad lo que los distingue, sino la diferencia, noción articulada dentro de un conjunto común de valores y preceptos que emanan de las luchas por la identidad y la ciudadanía propias del movimiento indígena latinoamericano” (619). Tomando en cuenta sus diferencias y paralelismos, estas dos obras tienen en común la presentación del discurso del subalterno como sujeto que puede hablar, que tiene la autoridad para hacerlo y que elije desde qué posición hacerlo. Garcilaso y Menchú sienten la urgencia de transcribir la oralidad para no perder esa memoria de sus pueblos. Hacen uso de una tradición histórica para de esta manera restaurar o denunciar la verdad. Así que los dos autores escriben principalmente para una audiencia externa, porque no son los indígenas los que necesitan escuchar este discurso, sino, el grupo hegemónico. De esta manera esta creación literaria, no sólo resalta la subjetividad del indio, sino que provoca un cambio en el discurso y le permite participar en la (re)construcción de la historia y la nación. Notes UFLR 2011 Lara-Kuhlman 113 René Girard – Violencia mimética:” todos los pueblos tienen tendencia a rechazar, con uno u otro pretexto, a los individuos que escapan a su concepción de lo normal y aceptable” (Millán 18). 2 Rousseau argumentó que en un estado natural, todos los hombres no tienen capacidad de actuar con malicia. 3 El término subalterno procede de la teoría política del filósofo marxista italiano Antonio Gramsci (1891-1937). El significado literal se refiere a una persona o grupo de rango inferior. El grupo de estudios subalternos, encabezado por el historiador marxista indio Ranajit Guha adoptó este término para referirse a grupos marginalizados por cuestiones de raza, clase, religión, orientación sexual. 4 Mariátegui fue periodista, filósofo político, activista social y escritor. 1 References Adorno, Rolena. The Polemics of Possession in Spanish American Narrative. New Haven: Yale University Press, 2007. Print. Bhabha, Homi K. “DiseemiNation: time, narrative, and the margins of the modern nation.” Nation and Narration. New York: Routledge, 1990. 291-322 Print. Blayer, Irene, and Mark Anderson. Ed. Latin American narratives and cultural identity: Selected Readings. New York, Oxford: Peter Lang, 2004. Print. Burgos, Elizabeth, Menchú, Rigoberta. Me llamo Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia. Vigésima. México: Siglo XXI Editores, 2007. 8-287. Print. De Bustos, José de Jesús. Comp. Textualización y Oralidad. Madrid: Visor Libros, 2003. Print. De la Vega, Inca Garcilaso. 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