ARTE RUPESTRE 4 29/5/08 18:30 Página 229 Cuadernos de Arte Rupestre • Número 4 • Año 2007 • Páginas 229-248 Los osos en el arte rupestre postpaleolítico español. ¿Un mito de la resurrección y de la fertilidad? Juan Francisco Jordán Montés * José Antonio Molina Gómez ** RESUMEN Estudio de los osos en el arte rupestre postpaleolítico de España desde perspectivas mitológicas y antropológicas. PALABRAS CLAVE Arte rupestre, antropología, mitología, osos. ABSTRACT Study on bears in postpaleolithic rock art of Spain from a mythological and anthropological perspective. KEY WORDS Rock art, anthropology, mitology, bears. * C/ Vicente Aleixandre, 15-3ºC. 30011 – Murcia. [email protected] ** Universidad de Murcia. Facultad de Letras. C/ Santo Cristo, 1. 30001. Murcia ARTE RUPESTRE 4 29/5/08 18:30 Página 230 CUADERNOS DE ARTE RUPESTRE 1. Introducción: el oso en el arte paleolítico francés La presencia de osos en el arte rupestre pintado del Paleolítico está atestiguada en hallazgos de cavernas del arte franco cantábrico. Recordemos algunos ejemplos: - Le Péchialet, donde un oso rampante parece apresar a un antropomorfo herido (Leroi-Gourhan, 1984: 149, fig. 5). - Le Mas d`Azil, donde la zarpa de un oso se pone en contacto, o golpea, a un antropomorfo (Leroi-Gourhan, 1984: 149, fig. 6). - Trois Frères, donde un oso herido muestra hemorragias nasales. Se halla salpicado por decenas de puntos (Leroi-Gourhan, 1984: 157). El modelo se repite en la cueva una segunda vez. En ambos casos, el oso sangra por la nariz, los oídos y muestra heridas en los flancos (Ripoll, 2002: 77). Este tipo de hemorragias nasales, en ocasiones, se identifica con ritos de carácter chamánico (Lewis-williams, 1988: 17), aunque hay que preguntarse si el animal sangrante es una alegoría de un ser humano en trance, tal y como expone en un interesante trabajo R. Viñas Vallverdú (Viñas y Martínez, 2001). - En la Cueva de Les Combarelles (Francia) aparece un oso con la cabeza gacha, atravesado por varias líneas (González, 2005: 119). - En Chauvet encontramos un oso asociado a una leona (Otte, 2006: 62, fig. 37). - Cueva de Péchialet, donde un oso puesto en pie aparece rodeado por dos hombres que le hostigan (Leroi-Gourhan, 1984: 193). - En la Península Ibérica destaca, por ejemplo, el oso paleolítico descubierto en Benta Laperra (Karrantza, Bizkaia) (Gorrotxategi, 2001: 140, fig. 11) y que se sitúa junto a un bisonte y a un uro. Uno de los ojos del oso aprovechaba la presencia de un fósil incrustado en el techo de la caverna. - En un fragmento de cuerno de La Madaleine (Dordogne), en relieve, se observa un falo bicéfalo. Uno de sus glandes penetra en un signo vulvar, mientras que el opuesto se dirige hacia la boca de un oso (Anati, 2002: 35, fig. 17). Ello le implica en una probable escena de fecundidad. - En Lorthet (Altos Pirineos) encontramos grabado en un fragmento de hueso un ciervo que está siendo perseguido por un oso (Anati, 2002: 16, fig. 5). En resumen, la singular y reiterada presencia del oso y su asociación a determinados signos y animales, sugiere su participación en la narración de antiguos mitos, acaso expresados y escenificados en ceremonias. De hecho, en las grutas francesas, suizas y austriacas aparecen osamentas y cráneos de osos, dispuestos en grietas y nichos de las paredes, como una especie de ritual y de ofrenda a 230 4 • 2007 ARTE RUPESTRE 4 29/5/08 18:30 Página 231 Los osos en el arte rupestre postpaleolítico español... las divinidades, sin desdeñar la posibilidad de un culto o veneración al animal (Eliade, 1978: 29-30) que es capaz de introducirse en las entrañas profundas de la tierra y que, tras la hibernación, resucita en primavera. Los osos pintados, (Leroi-Gourhan, considera que la presencia y colocación singular de sus osamentas en las cavernas están motivadas, en la mayor parte de los casos, por causas geológicas o fortuitas), son escasos en número, apenas dos o tres decenas en total, y ocupan espacios recónditos o los fondos de las grutas especialmente –tipo D1 del autor– (Leroi-Gourhan, 1958: 516; 1972: 283). Semejante apreciación se podría establecer para el Arte Rupestre Levantino si exceptuamos, lógicamente, que no hay grutas profundas. La presencia del oso en el conjunto de la fauna representada en las serranías mediterráneas de la Península Ibérica es muy reducida. Recientemente A. Baring y J. Cashford han insistido, sin embargo, en el valor sacral del oso en las representaciones del arte rupestre paleolítico y a partir de sus restos óseos, en especial los cráneos, aparecidos en determinados contextos arqueológicos y desde el Neandertal (Baring y Cashford, 2005: 47 y ss., 93 y ss.). Estos autores inciden en el valor maternal del oso y en que, de alguna manera, impregnaría las creencias de las especies humanas, Neandertal y Homo sapiens sapiens. Igualmente, X. Esparza y J. A. Mújica han realizado un trabajo sobre la presencia de los osos en el arte mobiliar magdaleniense que incide en los aspectos ya destacados (Esparza y Mújica, 2003). 2. Los osos en las mitologías antiguas y en las creencias de los pueblos cazadores y recolectores Siendo conscientes de las limitaciones que plantean las analogías, y salvando las enormes distancias geográficas y cronológicas, empero nos parece interesante aludir, siquiera de soslayo, a la trascendencia del oso en determinadas ceremonias y relatos de pueblos primitivos. Comencemos por recordar el cautivador cuento de Blancanieve y Rojaflor (consultado en Internet en Ciudad Seva), y que narra la llegada en pleno invierno de un oso al hogar donde viven las dos hermanas con su madre; no hay presencia masculina, sino que interesa destacar el contacto entre mujeres y oso. Las mujeres le proporcionan calor, lo alimentan, juegan mucho con él con escobas y sacudidores y lo cuidan durante todo el invierno. Cuando el oso se marcha en primavera, deja, en apariencia de forma fortuita, un mechón de pelos, áureos, en el cerrojo de la puerta. Posteriormente, tras una serie de encuentros de las hermanas con un enano desagradecido, al que ayudan en diversas situaciones cortándole la barba (es decir, haciéndole J. F. Jordán • J. A. Molina 231 ARTE RUPESTRE 4 29/5/08 18:30 Página 232 CUADERNOS DE ARTE RUPESTRE perder su poder), hallan de nuevo al oso, el cual mutará en la figura de un príncipe que había sido encantado por el perverso enano. El joven monarca se casa con Blancanieve. Admitiendo que los cuentos recogen material mitológico antiquísimo (Pedrosa, 2000: 13), tal y como afirmaban los hermanos Grimm, podemos aceptar que este relato nos sitúa en el alba del pensamiento humano y que puede, en efecto, señalar un lejanísimo paralelismo iconográfico con la representación pictórica del Calar de la Santa y con una serie de leyendas de los ainos que ahora exponemos. Nos expone J. G. Frazer (1981: 572 y ss.) toda una serie de ritos de capturas de oseznos vivos por parte de pueblos primitivos cazadores y nómadas, entre ellos los ainos del norte de Japón (isla de Hokkaido), de la isla de Sajalin o de las Kuriles, en lo que él llama la occisión del oso sagrado, que también se encontraba entre los gilyakos de Siberia oriental. El sacrificio del animal cuando ha crecido implica una reverencia secular. Los cráneos de osos son depositados con delicadeza en lugares privilegiados porque se considera que actúan como talismanes contra las perniciosas influencias de los malos espíritus causantes de carestías y de enfermedades. Además, les consultan cual si fueran un oráculo. Previamente, durante la infancia, las crías han sido amamantadas por una mujer aina y comparten los juegos con los niños pequeños de la aldea. El osezno es alimentado con papas de mijo y pescado. Cuando llega la época del sacrificio, en invierno, en el festival de iyomande, los ainos se reúnen en asamblea e inician una serie de rituales de expiación y de justificación de la inmolación inminente del oso, declamando ante las divinidades y el oso mismo que ha sido tratado con mimo, de forma considerada, que ha sido amado. Se escuchan lamentos y llantos sinceros. Pero se dice que ahora es necesario hacerle regresar con sus antepasados porque ya no es posible alimentarle por más tiempo porque ha crecido y alcanzado su plenitud vigorosa. Pero también para que explique ante sus ancestros divinos que el trato dispensado en su favor fue correcto y que por ello sean proclives a enviar de nuevo caza a los bosques de los cuales se sustentan los humanos, o caza de focas en el océano o peces en los ríos. En verdad, el oso actuará como un emisario ante los dioses y suplicará por la buena suerte de los humanos para obtener su alimento cotidiano. Los gilyakos del extremo oriental de Siberia sacrificarán perros para que acompañen el oso inmolado y así los dioses los metamorfoseen en nuevos oseznos. La muerte del oso se produce dentro de una jaula (a veces atado a un árbol) y por estrangulación con palos gruesos y largos, tras haberle irritado arrojándole multitud de pequeñas flechas de bambú con las puntas embotadas, evitando así la siempre peligrosa efusión de sangre. Antes se ha danzado en torno a la jaula, se baten 232 4 • 2007 ARTE RUPESTRE 4 29/5/08 18:30 Página 233 Los osos en el arte rupestre postpaleolítico español... palmas y se canta a la vez que se realizan libaciones y se reza. También se proclaman las virtudes del oso que será víctima y se declara que el animal fue enviado a ellos para propiciar la caza. Entre los orotchis del río Amur, el oso es presentado ante las diferentes cabañas y sus moradores le ofrecen y entregan alimentos, como una forma de compartir, de ser generosos y de recibir luego las bendiciones de los dioses, cuyo heraldo ha sido el propio oso. Una vez muerto, prosigue J. G. Frazer, quien a su vez recoge información del reverendo J. Batchelor, es desollado y su cabeza, que será venerada en adelante, colocada en ventanas orientadas hacia el este, y se le ofrecen una serie de ofrendas alimenticias a la vez que se tallan unas varitas de bambú con motivos sagrados. Los ainos asistentes a la ceremonia comen en común de la taza de la ofrenda destinada al oso, pero también en banquete la carne del animal sacrificado. Las danzas se repiten en torno a las reliquias del oso, cuyo cráneo en ocasiones es depositado en el tocón de un árbol talado o colgado de unas ramas. La comunión de la carne del oso garantiza la salud y la abundancia en el grupo humano de cazadores y recolectores. El oso debe transmitir ante los dioses un mensaje claro: he sido bien tratado y alimentado; mi padre y mi madre fueron ainos; los ainos, en consecuencia, merecen recibir sustento de la caza. Todas estas complejas ceremonias de la occisión ritual del oso son descritas muy didácticamente también por J. Campbell (1999: 44 y ss.; 2000: 380 y ss.). Los gilyakos consideran además que si un cazador es muerto por un oso, el alma del hombre transmigra al cuerpo del animal, con lo que en realidad se convierte en un demiurgo que traslada el espíritu del cazador hacia el Paraíso. De hecho, entre ellos, a veces el sacrificio del oso se realiza en honor de un pariente que ha fallecido recientemente. Los familiares del difunto capturan o compran el cachorro de oso, y lo cuidan y alimentan hasta su sacrificio final. Pero lo más interesante de los ainos es que transmiten una leyenda, según nos explican J. G. Frazer y J. Campbell, en la cual una joven yace con un oso y queda embarazada. Varios grupos de ainos se consideran descendientes de aquella unión y dicen respecto a la hierogamia: Yo soy hijo del dios de las montañas; soy un descendiente del Divino que impera en las montañas. En otras variantes, una joven esposa lleva consigo a su bebé cuando desciende a un río a recoger plantas. Un día que se estaba bañando en el arroyo, comenzó a entonar una canción y a danzar. Entonces apareció el oso, entendido como divinidad. La joven, aterrada, huyó y abandonó al bebé. El enorme animal, sin embargo, se encargó de proteger y alimentar al indefenso niño. Cuando una partida de cazadores llega al lugar, el oso escapa y los hombres comprenden que ha sido el salvador del niño. J. F. Jordán • J. A. Molina 233 ARTE RUPESTRE 4 29/5/08 18:30 Página 234 CUADERNOS DE ARTE RUPESTRE 3. Osos y cuentos infantiles en los Pirineos españoles Las analogías de algunos elementos de los relatos ainos y del cuento europeo anónimo titulado Blancanieve y Rojaflor animan a pensar en un substrato común de los pueblos cazadores que desarrollaron su actividad durante el Paleolítico Superior. La tentación es demasiado fuerte: ¿la dama de Cañaica del Calar II que toca al oso, está representando el relato de un mito semejante y común a todo el universo mental euroasiático? El mismo J. Campbell (2002: 18-19; 1999: 47 y ss.) admitía sin rebozo analogías y similitudes de comportamiento entre el oso de los cazadores del Paleolítico Superior y el de los ainos de Hokkaido. Insistimos ahora en el cuento europeo. Blancanieve y Rojaflor viven con su madre. La actividad que desarrollan ambas hermanas les aproxima al mundo de los gemelos: una es apacible y hogareña; la otra es montaraz… Pero ambas paseaban y salían cogidas de la mano y se declaraban mutuamente que nunca se separarían. Incluso la madre añadía: lo que es de una, ha de ser de la otra. Insistimos en la dualidad de las protagonistas porque dicha duplicidad de figuras humanas femeninas la encontramos en la Risca II de Moratalla (Murcia). La dualidad es con frecuencia, en ciertos mitos, anuncio de presencia de seres sagrados (Eliade, 1973: 99 y ss.). El texto del cuento folklórico nos precisa con mucha intención que ambas chicas salían con frecuencia al bosque, a recoger frutos silvestres y que nunca les hizo daño ningún animal. Es decir, actúan como verdaderas señoras del Bosque y de las Bestias. Su dominio sobre la creación es tal que hasta dormían confiadas y plácidamente en los bosques. En la casa de ellas había un caldero que relucía como oro puro. Cuando aparece el oso, habla y tranquiliza a las tres mujeres, a la madre y a las hijas. Acude en busca de fuego para pasar el invierno y acaba por ser aceptado por ellas. Pero lo más interesante es el comportamiento de las jóvenes que recuerda enormemente a la actitud de los ainos ante el oso que va a ser sacrificado. El oso del cuento popular les pide a Blancanieve y Rojaflor que le sacudan la nieve que lleva en la piel y ellas le satisfacen con una escoba y le hacían mil diabluras: le tiraban del pelo, apoyaban los piececitos en su espalda, lo zarandeaban de un lado para otro, le pegaban con una vara de avellano… Y el oso, aunque gruñía, acababa por reír. Es, punto por punto, el ritual narrado de los ainos, porque el oso se sometía complaciente a sus juegos. Y si acaso se extralimitaban, el noble animal exclamaba: «Dejadme vivir, Rositas; si me martirizáis es a vuestro novio a quien matáis». 234 4 • 2007 ARTE RUPESTRE 4 29/5/08 18:30 Página 235 Los osos en el arte rupestre postpaleolítico español... Mayor semejanza es imposible. Añadamos que el avellano es un árbol mágico que participa en ceremonias de adivinación, pero también en ritos de fecundidad y de matrimonios (Chevalier, 1986: 158 y ss.), lo que sin duda alguna permite una íntima vinculación entre oso, mujer joven y rama de avellano o árbol de la fertilidad. Atendamos ahora a un cuento recogido entre los quechua de Cuzco (Robin, 1997), en el que un par de gemelos son hijos de una osa y un cura. La osa había rescatado al sacerdote de un río y yació con él en su cueva. La osa retenía al cura y le alimentaba con carne cruda y con maíz verde, señal de incivilización, de estar en un mundo no humano. El sacerdote es una cristianización posiblemente de la figura del chamán que se relaciona con el animal guía. Los hijos gemelos son al principio dos oseznos que hablan y que tienen rostro humano, y ayudan a su padre a escapar de la osa (para el resto de la trama, remitimos a V. Robin). En los Pirineos españoles se conserva un precioso cuento, recogido por R. Andolz (2002: 153 y ss.) en el que se describe la participación del oso como iniciador de un joven. El argumento es el siguiente: Había dos gemelos que vivían en permanente pobreza. Los gemelos, para empezar, son con frecuencia seres heroicos, si no divinos, que acaban enfrentados y que ocasionan en las gentes temores atávicos por proceder de partos extraños y/o sobrenaturales (Eliade, 1984; Delcourt, 1958; Ngeub, 2001) (Cástor y Pólux, Rómulo y Remo). Para remediar su situación, ambos gemelos de los Pirineos deciden echar a suertes quién de los dos se queda ciego, que es en realidad un rito de iniciación, ya que con frecuencia la ceguera física es preludio de sabiduría espiritual y de poderes adivinatorios y proféticos, como le acontecía a Tiresias ante la disputa entre Zeus y su esposa Hera. La ceguera de uno de los hermanos gemelos, el que se llamaba Tomás (cristianización evidente de un relato muy antiguo), permitió que las gentes les entregaran limosnas y pudieran comer. El hermano que permanece con vista, Joaquín, decide abandonarle con el dinero recaudado y deja solo a su hermano ciego en un bosque de hayas, en realidad un espacio hierofánico donde comienza su iniciación. A tientas alcanza un árbol, un eje cósmico, y decide descansar apoyado en él. Se duerme pero le despiertan varios sonidos y para salvar su vida se encarama al abeto que le servía de refugio. Trepar a un árbol es un gesto puramente chamánico. Al poco, llegan al pie del árbol un oso, un lobo y un mono (sic) que se saludan e intercambian palabras. El lobo revela a sus compañeros animales que aquel abeto reúne propiedades mágicas contra la ceguera, ya que de su corteza es posible destilar una resina milagrosa que, untada en los ojos, sana al invidente. Es decir, el chamán está ya trascendiendo en su viaje iniciático, J. F. Jordán • J. A. Molina 235 ARTE RUPESTRE 4 29/5/08 18:30 Página 236 CUADERNOS DE ARTE RUPESTRE comienza a ver y se está dejando llevar por sus animales guía. El oso, a su vez, indica a sus amigos animales que si se tala el nogal de un cementerio determinado, comenzará a llover y concluirá la sequía que azotaba el territorio en el que se encuentran. Es decir, el gemelo chamán accede al conocimiento de las potencias divinas para remediar las penurias propias y de los miembros de su comunidad humana. El mono, por último, desvela una estratagema para sanar a una princesa y enamorarla. Es decir, el gemelo chamán conoce los remedios que favorecen la salud. El gemelo ciego, Tomás, cuando aquellos animales sabios se retiran, desciende del abeto y moja con la resina sus ojos y recupera la vista. Es decir, el gemelo chamán regresa de su viaje iniciático y recupera su visión y cuerpo mortal. El que fuera ciego acaba luego, con sus conocimientos, con la sequía de la región y sana a la princesa y se casa con ella; es decir, recibe el aplauso y el reconocimiento de las gentes. El cuento concluye con la muerte por ambición del hermano gemelo traidor, Joaquín, el que había conservado la vista, porque tratando de imitar al que había recuperado la vista, a Tomás, perecerá entre los animales sabios cuando le descubren y lo despedazan. Del mismo modo, según diversas leyendas, Alfonso I el Batallador, rey de Aragón, siendo niño, se enfrentó con un arco y flechas a un oso, que es una forma de indicar rito de tránsito hacia la madurez (Andolz, 2004: 91 y ss.). Otro relato indica la metamorfosis de un rudo y soberbio herrero en oso (Andolz, 2004: 171 y ss.). 4. Osos en la mitología griega. ¿Hubo una Ártemis mesolítica? La virginal Ártemis, entre los griegos, mantenía su residencia en medio de las montañas y de los bosques rodeada de sus ninfas, dedicada a la caza con arco y flechas. Su presencia se asocia igualmente a las zonas con agua y a las fuentes, y sus santuarios se encontraban en zonas pantanosas y en parajes de almarjales. Los relatos nos la muestran como diosa protectora de los animales salvajes, pero también de los poderes ocultos de la tierra y de la generación, por lo que puede presidir los primeros ritos de iniciación en la pubertad e incluso ser diosa protectora del matrimonio de los partos. Según la Ilíada era una Pótnia therón, una Señora de las Bestias, entre cuyas predilectas se encontraban el ciervo y el oso (Wilamowitz: Hellenistische Dichtung, II, 48 y ss.). En la Odisea se nos muestra a Ártemis como la virgen rodeada de ninfas y dedicada a la caza, al juego y a la danza (VI, 102 y ss.). Ártemis vivía alejada de los hombres y el celo por mantener su intimidad desembocaba en la muerte trágica de todos aquellos que 236 4 • 2007 ARTE RUPESTRE 4 29/5/08 18:30 Página 237 Los osos en el arte rupestre postpaleolítico español... osaban adentrarse demasiado tiempo en sus dominios y descubrir su mundo: Acteo transformado en ciervo, Orión… Es una muerte ritualizada del trasgresor que observa impúdicamente a la divinidad o mantiene trato carnal con sus ninfas (descuartizamiento; metamorfosis en animal protegido por la diosa que a su vez es desgarrado por los perros). Mas el castigo estaba reservado igualmente a aquellas de sus ninfas que se atrevían a quebrantar su pureza: a Calisto la metamorfoseó en osa cuando fue forzada por Zeus. En el culto que le rendían las jóvenes helenas consagradas a Artemisa Brauronia, las devotas eran estimadas como osas (árktoi). Ciertos autores, como W. Burkert (1983: 72), consideran que la defensa a ultranza que realiza la diosa Artemisa de su virginidad es una alegoría de la abstinencia sexual, rito o creencia y costumbres de pueblos cazadores antes de emprender sus cacerías. El aspecto amable y lúdico que los poetas clásicos nos ofrecen de Ártemis, es una edulcoración intencionada de su carácter sangriento e inquietante. Ártemis, por ejemplo, exige el sacrificio de Ifigenia, es decir, un sacrificio humano. Eurípides refleja en su tragedia Ifigenia en Táuride el ritual de herir a un varón a espada en el cuello (1488 y ss.). Igualmente los jóvenes espartanos eran flagelados durante la fiesta de Artemis Orthia (Santaniello, 1991; Bonnechère, 1993). En suma, Ártemis muestra rasgos muy arcaicos y salvajes en sus cultos, agrestes, propio de montañas y fuentes, donde precisamente se hallan las pinturas rupestres. Y es una diosa capaz de entregar la vida en los partos, pero también de arrebatarla en el sacrificio del varón imprudente y sacrílego de la intimidad de las selvas y de la virginidad. Pero Ártemis puede mostrarse benévola y en ocasiones aparece como una divinidad tutelar (tutela sobre el casto Hipólito o sobre la virginal cazadora Atalanta). Las diosas damas de El Milano o del Cerro Barbatón, por ejemplo, se nos aparecen realmente como divinidades femeninas que tutelan a varones; y se hallan, por topografía y por aspecto de indumentaria y actitud, por encima de los varones arqueros y cazadores que les acompañan. Semejante actitud de proximidad y protección se observa en Ártemis como benefactora de las Amazonas, es decir, de las mujeres independientes del varón. En cualquier caso, la ambivalencia de valores y la ambigüedad en la reacción de este tipo de divinidades femeninas es propia de un mundo tenebroso de grandes bosques y elevadas montañas como acontece en el Alto Segura: el paisaje fragoso e intrincado genera vida y proporciona el sustento de las comunidades humanas; pero también es reducto de misterios, santuario numinoso y enclave de fuerzas primigenias que el hombre no controla. Del mismo modo, Ártemis vela por la vida de los animales del bosque… pero también los destruye o permite su caza. J. F. Jordán • J. A. Molina 237 ARTE RUPESTRE 4 29/5/08 18:30 Página 238 CUADERNOS DE ARTE RUPESTRE La diosa Artemisa era, por otra parte, invocada en los partos, por lo que se trata, en efecto, de una divinidad de la fertilidad, de la propiciación de la vida. Su identificación con la luna parece ser de origen helenístico, por lo que su vinculación con los ciclos de la regeneración de la vida asociados al satélite, en este aspecto, parece cuestión al margen de lo que aquí pretendemos, si bien, acaso, la luna igual que los osos, sufre procesos de desaparición y resurgimiento, según ciclos y estaciones. La existencia, por tanto, de una divinidad de los bosques vinculada al oso, no deja de mostrar posibles y muy remotas analogías, ya sea por convergencia cultural en el ámbito mediterráneo, ya sea por coincidencia de modos de vida arcaicos en poblaciones cazadoras y recolectoras o con recuerdos arcaizantes. La diosa-dama que toca al oso en Cañaíca del Calar II, probablemente no se separa demasiado de esos arquetipos mediterráneos: fecundidad, resurrección tras la hibernación, contacto con la maternidad de la osa que duerme junto a sus crías en el interior de las cuevas; vida emergente de los bosques y de las fuentes en la montaña; consagración de vírgenes;… 5. Osos en el Arte Levantino español La presencia de los plantígrados es mínima en el Arte Rupestre Levantino en España y los casos nítidos se puede considerar que se reducen a pocos hallazgos. Prácticamente testimonial, cuando en el Paleolítico, aun siendo su presencia muy exigua, es por comparación muy superior. Estos casos antes aludidos del arte rupestre levantino serían: - Más de Barberà (Forcall, Castellón) - Cañaica del Calar II (Moratalla, Murcia) - Fuente del Sabuco I (Moratalla, Murcia) - Cueva de El Engarbo I (Santiago de la Espada, Jaén) - Sierra de Magacela (Badajoz) El primer caso (Mesado et alii, 1997) se trata de un probable oso (algunos autores dudan de su adscripción como tal; nosotros sí creemos ver el plantígrado), alzado en sus patas traseras y con las zarpas delanteras elevadas, a la altura de la cabeza (fig. 1). El segundo caso muestra al oso a cuatro patas y, aparentemente, tocado por la mano de una dama (Mateo Saura, 2005). En cualquier caso su proximidad topográfica es innegable. En un reciente estudio de M. Á. Mateo Saura (2007) sobre la estación de la Cañaica del Calar II, se destaca esta escena como una de las más importantes. Este investigador considera que la figura del oso (nº 11 de Mateo Saura) está relacionada con la de una mujer (nº 12 del mismo autor) (figs. 2 y 3). A. Beltrán ya consideró en 1972 que, 238 4 • 2007 ARTE RUPESTRE 4 29/5/08 18:30 Página 239 Figura 1. Oso de Más de Barberá (Forcall, Castellón), según N. Mesado y J. L. Viciano. ARTE RUPESTRE 4 29/5/08 18:30 Página 240 CUADERNOS DE ARTE RUPESTRE Figura 2. Dibujo de las figuras de mujer y oso de la Cañaica del Calar II (Moratalla, Murcia), según M. Á. Mateo Saura. efectivamente, se trataba de un oso (p. 105). Tras la limpieza realizada recientemente en el panel rocoso, se corrobora aquella sutil apreciación, ya que se distinguen con nitidez las garras del oso. Respecto a la figura femenina hay que destacar que luce falda acampanada y que en su cabeza muestra tocado globular, característico de la sierra del Alto Segura. Con uno de sus brazos flexionado toca al oso. La vinculación e intimidad entre ambos es extremadamente interesante. En el tercer caso, en la Fuente del Sabuco I, un varón (fig. 19 de Mateo Saura, 1999) con bumerán, arma cuya existencia está ampliamente constatada en el arte rupestre levantino (Picazo et alii, 20012002), brota de un posible oso (fig. 20 de Mateo Saura, 1999), de menor tamaño según una jerarquía de representación (A. Alonso lo considera como un carnívoro) (figs. 4 y 5). El motivo es interesante porque coincide iconográficamente con el nacimiento de la diosa de 240 4 • 2007 ARTE RUPESTRE 4 29/5/08 18:30 Página 241 Los osos en el arte rupestre postpaleolítico español... Figura 3. Oso y mujer de la Cañaica del Calar II (Moratalla, Murcia). (Fotografía de M. Á. Mateo Saura). El Milano que surge de una pareja de ciervo y cierva y tutela a un arquero varón. Lo más interesante de la Fuente del Sabuco I es que el hombre (¿acaso una mujer?) que surge del oso, va acompañado al menos por otras dos damas (figs. 21 y 23 de Mateo Saura, 1999), una de ellas con tocado globular, y que flanquean a un varón (fig. 22). Cerca hay otra mujer con bumerán (fig. 25). Creemos que podrían participar todos en una danza o ceremonia iniciática. El caso de la Cueva de Engarbo I, analizado por M. Soria, muestra un posible oso, según se desprende de un pelaje denso; está asociado a un hombre. El caso de la Sierra de Magacela (Badajoz) (Collado, 1995: 153, fig. 13) se trata de un oso solitario esquemático, de orejas redondeadas, hallado en el abrigo A, grupo VIII. No olvidamos el oso o antropomorfo con máscara y piel de oso, del Más de Barberà (Forcall, Castellón). Lo que destaca de inmediato es que se dirige hacia un caballo al galope que se le aproxima, y ante el que eleva sus zarpas delanteras; otro animal, tal vez un zorro o un lobo con fauces abiertas, en apariencia huye de él. Esta asociación al principio nos pareció sumamente extraña y, además, incomprensible. Un modelo iconográfico lejanamente semejante se encuentra en un J. F. Jordán • J. A. Molina 241 ARTE RUPESTRE 4 29/5/08 18:30 Página 242 CUADERNOS DE ARTE RUPESTRE Figura 4. Dibujo del grupo de mujeres y oso en la Fuente del Sabuco I (Moratalla, Murcia), según M. Á. Mateo Saura. trabajo de J. B. Harrod (2004). Nos referimos a una extraordinaria escena de La Vache, del Magdaleniense final y fechada hacia el 8500 a.C. y en la que aparecen juntos, de derecha a izquierda, un toro, un pez, un caballo, un oso y una serie de antropomorfos que miran y se dirigen hacia el caballo, que es la figura mayor y central hacia la que convergen todas las restantes (Marshack, 1991). El análisis del conjunto francés es difícil, pero hay una coincidencia de motivos con el Mesolítico español, al aparecer juntos, en ambos casos, el oso y el caballo, tanto en Más de Barberà como en La Vache. Es imposible 242 4 • 2007 ARTE RUPESTRE 4 29/5/08 18:30 Página 243 Los osos en el arte rupestre postpaleolítico español... Figura 5. Posible oso de la Fuente del Sabuco I (Moratalla, Murcia). (Fotografía de M. Á. Mateo Saura). saber si narran un mito similar y si ambas pinturas quisieron representar un pensamiento semejante, apenas separadas por unos dos o tres mil años a lo sumo. Algunos elementos y protagonistas de esta estación rupestre coinciden con el cuento pirenaico ya comentado, pero toda vinculación es un simple apunte. El caso español es, en consecuencia, muy complicado porque además, a la izquierda del oso, unido al oso mediante una línea que Mesado considera como posible reptil, aparece un extraño arboriforme al que se ha encaramado un arquero, el cual parece huir del ofidio. La lectura del conjunto, de momento, se nos muestra muy oscura. En cualquier caso, el universo mental que se desprende de estas escenas no creemos que sea Neolítico. Su lectura, de momento, no es posible; aunque sepamos los sonidos de los signos, carecemos del código de su gramática. 6. Breves comentarios. La trascendencia de las diosasdamas en el Alto Segura Las consideraciones que aquí hemos planteado en nada desdicen las numerosas aportaciones de investigadores previos a nosotros y que J. F. Jordán • J. A. Molina 243 ARTE RUPESTRE 4 29/5/08 18:30 Página 244 CUADERNOS DE ARTE RUPESTRE abordaron la misma estación murciana de la Cañaica del Calar (Carbonell, 1969; Walker, 1971; Beltrán, 1972; Alonso y Grimal, 1985; Mateo y San Nicolás, 1995) o de otras próximas, ya que lo que hemos ofrecido ha sido una modesta incursión. Y, de todos modos, no soslayamos las prudentes críticas que con honestidad se proyectan desde algunos investigadores, como I. Barandiarán (1993) ante el comparativismo iconográfico, por ejemplo, y la pretensión de buscar explicaciones a los significados de determinadas escenas del arte rupestre, ya sea paleolítico o postpaleolítico. Queremos destacar, no obstante, y regresamos a nuestra línea habitual de análisis, una muy interesante observación de A. Beltrán (1972: 107) cuando estudió esta estación de Cañaica del Calar: Prácticamente no hay referencias directa a la caza. Esta afirmación nos sirve especialmente a nuestros propósitos. En efecto, nuestras intenciones no son simplemente arqueológicas. Afirmamos, para empezar, que en la aparición de una mujer en Cañaica del Calar II, adornada con tocado singular, destaca su preeminencia espiritual, como acontece con otras damas semejantes (Cerro Barbatón de Letur; La Risca de Moratalla; Solana de las Covachas de Nerpio…). Damas que además, como en el caso de Solana de las Covachas, tocan a ciervos, que son animales psicopompos y genésicos, en un gesto pura e indiscutiblemente ritual y mágico (fig. 6). En La Risca I las damas, presentadas por parejas, muestran signos evidentes de divinidad, tanto por su carácter de gemelos o duplicidad como por su aspecto. Indudablemente la dama del Cerro Barbatón, una de las mujeres más espectaculares jamás pintadas en el arte europeo prehistórico, evidencia un dominio sagrado y de jerarquía sobre el formidable varón arquero que le acompaña. La misión de esta diosa-dama es velar por el niño que se está gestando en el interior de una bolsa que pende de su codo, en un rito iniciático (tal vez chamánico) de incalculable valor antropológico. Si la dama de Cañaica del Calar II toca a un oso en su cabeza y el varón con bumerán (acompañado por una dama con bumerán) de la Fuente del Sabuco I emerge de otro oso, evidencian todos, probablemente, la existencia de un relato mítico en el Campo de San Juan durante el Mesolítico peninsular, que hundiría sus raíces en el Magdaleniense. Ciertamente esta dama de Cañaica del Calar II no parece reflejar nada del mundo pirenaico, ni hay gemelos como hemos indicado previamente. Pero acaso sí puede presentar ciertas analogías, todo lo remotas que se quiera, con los relatos de los ainos descritos por J. G. Frazer y J. Campbell, en especial si advertimos la conservación de arquetipos en diferentes relatos folklóricos y mitológicos, como el cuento de Rosalinda y Blancaflor. Las armas u objetos rituales de la Fuente del Sabuco I parecen estar en manos de oficiantes, acaso inmersos en un rito de inmolación del oso o, al menos, de culto a ese animal. 244 4 • 2007 ARTE RUPESTRE 4 29/5/08 18:30 Página 245 Los osos en el arte rupestre postpaleolítico español... Figura 6. Mujeres y ciervos en Solana de las Covachas (Nerpio, Albacete), según A. Alonso y A. Grimal. En definitiva, el contacto físico entre el oso y la mujer en Cañaica del Calar II y la posible danza de la Fuente del Sabuco I en la que intervienen hombres y mujeres con bumeranes, delatan que hay un deseo de explicar una escena, una ceremonia y una narración, contada sin duda en torno al fuego de aquellos cazadores y recolectores. 7. Bibliografía ALONSO, A. y GRIMAL, A. (1985): «Las pinturas rupestres de Fuente del Sabuco II, Moratalla (Murcia)», Empuries 47: 28-33. Barcelona. ANATI, Emmanuel (2002): La struttura elementare dell`arte. Edizione del Centro Camuno di Studi Preistorici XXII. 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