Solucionario Elvira Lindo Los trapos sucios

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Guía de lectura:”Los trapos sucios”
Solucionario
Elvira Lindo
Los trapos sucios
Solucionario: por José Joaquín Belli
(pp. 9-14)
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La sección está en cursiva para diferenciarla mejor de los
capítulos propiamente dichos. Aquí se narran los antecedentes
de las historias del libro, es decir, las circunstancias (las
habladurías de los vecinos y la insistencia de la autora) que han
empujado a Manolito a narrar los “trapos sucios” de su familia.
Porque ese sobrenombre es también el nombre de una marca de
embutidos y salchichas.
Las conversaciones están ambientadas en cuatro lugares
distintos: la carnicería (p. 9), el mercado, los bares de carretera
y el Hogar del pensionista (p. 11).
Cada uno de los familiares reacciona mostrando su carácter. La
madre de Manolito lo lleva bastante bien, contesta a las madres
de los demás niños que se meten con ella, e intenta tranquilizar
a la Luisa minimizando las consecuencias negativas de la fama
(p. 10). En cambio al padre del protagonista parece molestarle
que los demás sepan que le quedan por pagar los plazos de su
camión. El abuelo saca provecho de la situación porque gracias a
su popularidad resulta atractivo para las ancianas del Hogar del
Pensionista (p. 11). Al parecer, al hermano también le gusta ser
conocido, aunque preferiría que no se revelaran todos sus
secretos.
“El mundo se entera de nuestras intimidades íntimas” (p. 10) y
“la verdad verdadera es que yo nunca he escrito esto” (p. 12).
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Esta figura se llama políptoton y aquí tiene una doble función:
por un lado se refuerza el sentido de las afirmaciones, por el otro
se produce un efecto cómico.
Al ser la autora (Elvira Lindo) una persona real, y al entrar esta
en contacto con los personajes ficcionales del libro, se refuerza
artificialmente en el lector la impresión de que también las
aventuras de Manolito narradas han acaecido realmente.
Manolito y su familia se dejan entrevistar por la autora del libro
porque en general les agrada ser famosos, pero constatan que
mientras ellos no han ganado nada en términos económicos,
“ella sí que se ha hecho inmensamente rica con los dólares que
ha ganado con mis historias” (p. 12). En el fondo la desprecian,
y nunca mencionan explícitamente su nombre. De ahí que la
acusen incluso de aprovecharse de los tentempiés que le ponen
durante las entrevistas (“¡Lo que come...!”, p. 12) y por eso
cuando la autora se cita con Manolito en el bar El Tropezón para
grabar materiales para su nuevo libro, se vengan pidiendo hasta
once mil pesetas de refrescos y tapas y largándose para que ella
cargue con la cuenta.
VOCABULARIO:
Próstata: „glándula del aparato urogenital masculino; con los
años, en los hombres mayores puede inflamarse y crear
problemas de incontinencia urinaria‟.
Realiti-chous: transcipción del inglés reality-shows, „programas
de televisión en que intervienen personas comunes
hablando de sus problemas‟.
Los piolines
1.
El dependiente oye que Manolito le dice a su madre “no he
podido sacarle más al cerdo” y no repara en que el niño está
refiriéndose a su hucha, sino que piensa que está llamando
“cerdo” a algún adulto, tal vez a su propio padre. El hombre se
queda dudando, pero cuando un poco más abajo Manolito habla
dice que se trata del “cumpleaños del Imbécil”, el dependiente
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ya no puede refrenarse y pregunta a quién llama el niño imbécil.
Cuando Manolito responde que se trata de su hermano el
dependiente prefiere no preguntar a quién es el “cerdo” por
temor a descubrir las desagradables intimidades de la familia. La
comicidad de la escena se basa en que uno de los tres
personajes –el dependiente– ignora parte de la información que
los otros dos (la madre y Manolito) poseen sobre la situación en
que se encuentran: ellos saben lo que el hombre ignora, es decir
que el cerdo es una hucha con la forma de dicho animal. El
efecto que se produce cuando hay un desnivel de conocimientos
entre los personajes se llama ironía.
El narrador va mencionando poco a poco primero una serie de
comidas y de escenas en que los personajes están comiendo o
pensando en alimentos: cuando Manolito y su madre visitan la
carnicería (p. 22) Manolo habla de menestras y hamburguesas;
luego los dos comen juntos una hamburguesa con patatas fritas.
Seguidamente Manolito describe a su hermano destacando lo
repelente de su baba, sus ventosidades (p. 26), y a sus
amiguitos que, según él, suelen comerse sus propios mocos,
orinarse encima, vomitar, tener diarrea (p. 27). Estas dos series
descriptivas, la de la comida y la de las deyecciones, se juntan
en la comparación entre la consistencia de las heces del Imbécil
y la de diferentes tipos de puré. El tema de la repelencia del
comportamiento de los niños pequeños sigue en esta primera
parte del capítulo con algunos episodios en que el Imbécil y sus
amigos se comen sus propias mucosidades.
Los científicos que estudian la evolución de los humanos suelen
referirse al “anillo perdido entre el hombre y el mono” para
designar la primera especie de homínidos que se diferenció de
los simios. Al sustituir el término “hombre” con “cerdo”, Manolito
quiere destacar cómicamente la naturaleza “animal” de su
hermanito.
La Macarena y Campana sobre campana (p. 26) tienen melodías
sencillas, repetitivas y muy ritmadas con que se comparan
eficazmente el sonido de las ventosidades del Imbécil. Otra
canción se menciona al final del capítulo (p. 49): es Corazón
loco, de Antonio Machín, cuya letra retrata la situación del
abuelo, quien al llegar las literas nuevas se vería obligado a
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dormir la mitad de cada noche con cada uno de sus nietos. En
cambio, las situaciones cómicas de las viejas películas en blanco
y negro del gordo y el flaco, o sea Stan Laurel y Oliver Hardy se
evocan para compararlas al intercambio de golpes entre Manolito
y su madre (él le mancha la blusa y ella le da una colleja). Al
final de la p. 43, la expresión “Dame un whisky doble. Necesito
una copa” es un lugar común tomado de clásicas películas
norteamericanas como Casablanca en que un personaje pide
beber para olvidar. Todas estas referencias tomadas del cine y la
música, además de tener un efecto cómico en los labios de un
niño como Manolito, sirven para connotar al protagonista como
un niño espabilado y atento a la cultura más popular que se
consume en su entorno familair.
VOCABULARIO:
Lagarta: „término coloquial y despectivo con que se designa a
una mujer pícara que pretende engañar‟.
La crueldad de una madre
1.
2.
Se describen tres llamadas que exponen los casos de Yihad, de
Susana y de Orejones. Las madres esperan un parecer “técnico”,
basado en una pedagogía moderna y “científica”, mientras que
sorprendentemente la psicóloga les contesta con remedios
“antiguos” como pegarle al niño rebelde una buena colleja u
obligarle a que se acueste sin ver la televisión. En este pasaje se
ironiza sobre las nuevas corrientes pedagógicas que quedan
siempre desplazadas por el sentido común del trato tradicional a
los niños que no descartaba el uso de pequeñas dosis de
violencia con fines educativos. Estas primeras páginas sirven de
introducción a la acción principal, que es la de la relación entre
Manolito y su madre.
Los padres de Orejones están separados y evidentemente él
sufre por esa situación. Por eso los fines de semana “se pone
insoportable” (p. 53). El conflicto mayor lo tiene con Pepín, el
novio de su madre, a quien quiere impedir que pase la noche con
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ella. Por eso pide insistentemente dormir en la cama de su
madre cuando el novio la visita. Pero al parecer su madre no se
explica el comportamiento tan raro de su hijo, y por eso llama a
la psicóloga. Ante tanto trauma edípico, Orejones encuentra la
manera de hacerle saber a su madre lo mucho que desprecia al
novio (quien de todas formas no debe de ser muy simpático pues
le cae mal también a Manolito, porque en la p. 54 lo llama “mi
Rival n. 2”), colgándole a su muñeco un letrero que dice:
“Payasete se escribe con P” (p. 58).
La maestra tiene prejuicios hacia el ambiente cultural en que
crecen los niños, pues piensa que tienen la imaginación
“atrofiada de tanto ver la tele” (p. 56). En realidad los pequeños,
impulsados por la actitud traviesa de Yahad, transforman la idea
edulcorada y ñoña del Día de la Madre en un momento de
excelente creatividad, construyendo versiones “transgresoras” de
los payasetes echando mano precisamente de aquellos
elementos de la cultura popular televisiva que la maestra tanto
deplora: he aquí el payasete-diablo, el payasete-vampiro, el
payasete-jugador del Rayo Vallecano, etc. La maestra les
reprocha a los niños el no conocer “los términos medios” y se ve
desbordada por ellos. Harta de su propia profesión, incapaz de
entender la vitalidad arrolladora de unos niños que actúan como
si estuvieran “medio colgados” por el pegamento que usan en
clase (p. 58), probablemente ve la escuela como una cárcel,
como la prisión de Carabanchel que contempla en una pausa
desde la ventana del aula pensando en su jubilación.
El conflicto estriba en la distinta percepción del regalo que el
niño hace a la madre. Para ella el valor estético del objeto no
coincide con su valor afectivo: el iglú hecho con palillos de
dientes y el payasete son dignos de estar en un Museo de los
Horrores (p. 59), aunque son evidentemente una muestra del
cariño de Manolito. Para este, en cambio, el payasete es la
muestra no solo de su propio amor hacia su madre, sino también
de su habilidad como “artista”: el valor estético está a la misma
altura que el afectivo. Tras el trauma que conlleva el
descubrimiento de lo que los adultos realmente piensan de la
calidad de los regalos de sus hijos, la reacción de Manolito no
puede ser otra que considerar a su madre como “cruel” (de ahí el
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título del capítulo). El conflicto se solucionará cuando su madre
sepa ponerse a la altura de Manolito, es decir cuando aprenda a
apreciar al payasete desde la óptica del niño y considerarlo como
un artefacto “artístico” en sí y a darle el relieve que le
corresponde en el espacio doméstico (lo expone en el cuarto de
estar de la casa, pp. 66-67). La restauración y colocación del
payasete a la vista de todo el mundo por parte de la madre
representa un gesto de amor que soluciona el conflicto.
Los tres adjetivos son “supercortadas”, “superestupefactas” y
“superparalizadas” y describen la actitud de Luis y la madre de
Manolito cuando descubren que el niño había escuchado, y ven
que primero rompe el regalo y luego se mete en casa. La
disposición en paralelo de los tres adjetivos realza la situación de
dificultad de las dos mujeres y contribuye a partir en tres
momentos la acción del niño. Además, los tres que están puestos
en orden de intensidad (a esta figura se le llama clímax).
VOCABULARIO:
sedante: „que disminuye la excitación nerviosa o produce sueño‟.
atrofiada: „encogida, reducida en su volumen‟.
poseído: „invadido por un espíritu maligno‟.
baldosinín: „producto líquido de color blanco que sirve para
limpiar y aclarar las juntas ennegrecidas de las baldosas‟.
Una terrible sospecha
1.
2.
En la base del equívoco hay una reticencia y una ausencia: por
un lado el padre de Manolito anuncia que le ha comprado un
regalo al niño, pero no le dice de qué sorpresa se trata y sólo se
limita a darle tres pistas (“es suave, con patas y tiene unas
orejas muy grandes”, p. 72); por otro, el padre, al trabajar de
camionero, suele estar muchos días fuera de casa y no puede
corregir el error de Manolito hasta que vuelva de su viaje. Así el
niño se deja llevar por sus propios deseos y no acierta la
respuesta a la “adivinanza”.
Un elefante de peluche, un burrito, un sillón, etc.
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Boni (p. 62) es el nombre de la perra de la familia, su nombre es
la abreviatura de “bonita”. Toby y Boby son clásicos nombres
para perros muy comunes en el mundo anglosajón, mientras que
llamar a un perro León (p. 74) puede tener sentido irónico.
Moro, Perla y Canelo son nombres tradicionales para perros
negros, blancos y marrones, respectivamente (p. 74). Milú (p.
78) es el nombre del perrito de Tin Tin, el joven periodistainvestigador protagonista de aventuras de tebeo. Puskas (p. 78)
era un futbolista húngaro del Real Madrid en los años ‟50. Cobejo
es como el Imbécil pronuncia la palabra “conejo” (p. 86).
El producto interior bruto (abreviado PIB) es el valor monetario
de la producción de bienes y servicios de un país. Aplicado a la
defecación del Imbécil cada una de las tres palabras que forman
la expresión adquiere otro significado: el producto es el resultado
de una elaboración interior dentro del cuerpo del niño que
elabora una materia poco refinada, es decir, bruta.
En clase Manolito no puede dejar de pensar en el perro que su
padre supuestamente le va a traer y, perdido en ese
pensamiento, desconecta de la explicación de la maestra y se le
escapa una sonrisa. La maestra le pregunta sobre la poesía que
estaba leyendo en voz alta y que habla de la luna con camisón
(debe de tratarse del poema Canción para bañar la luna, de la
escritora argentina María Elena Walsh, que empieza así: “Ya la
luna baja en camisón / a bañarse en un charquito con jabón”).
La respuesta de Manolito de que le luna en camisón le recordaba
a una mujer gorda es interpretada como una alusión a la
maestra tanto por ella misma como por sus compañeros. En
situaciones tan difíciles Manolito opta por no decir lo que piensa
realmente sobre las personas que lo rodean (se vuelve “un niño
con dos caras”, p. 80), es decir pone lo que él llama el “Manolito
automático”, en referencia al “piloto automático”, el mecanismo
del avión que permite la navegación aérea sin la intervención de
los pilotos.
Manolito decide prepararse para la llegada del cachorro que
supuestamente le va a regalar su padre jugando a que él es el
amo y su hermano el perro. Pero si para él se trata de una
simulación, el niño pequeño toma las órdenes de Manolito como
reales y defeca en el parque. El Imbécil es presentado entonces
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como un ser obtuso incapaz de distinguir el juego de la realidad,
una persona que solo responde a sus instintos y no conoce las
reglas del civismo.
La primera reacción de Manolito al ver que en la caja que le ha
traído su padre hay un conejo y no un perro es de desilusión,
pero luego toma una doble actitud: en casa, junto con sus
familiares, empieza a tomarle cariño, pero hacia fuera se
avergüenza de él porque no puede pasearlo como a un perro
(pp. 86-87). Cuando sus amigos se ríen de él y de su conejo,
Manolito decide pasar de ellos. Pero poco a poco los demás
muchachos dejan las burlas y visitan a menudo la casa de los
García Moreno tan solo para acariciar al suave roedor.
El conejo pasa de la inmovilidad de los primeros días en que no
salía de su caja, a desaparecer para esconderse en algún rincón
de la casa (p. 88). A Manolito y los suyos les cuesta cada vez
más encontrarlo. También empieza a ser reacio a que lo cojan en
brazos y al mismo tiempo empieza a roer las patas de las sillas
(p. 91). Mientras, va creciendo y engordando. El narrador
describe esta transformación a través de hipérboles: “a su lado
la Boni parecía una rata” (p. 90) y no solo la caja de zapatos,
sino también la misma casa “se le estaba quedando pequeña” (p.
93). La familia –y especialmente la madre de Manolito- empiezan
a estar hartos de la actitud cada vez más “agresiva” de Cobejo,
que ya no es visto como un tierno animalito: roe los muebles,
deja sus heces en cualquier lugar y por la noche se mueve por la
casa (pp. 93-94). Es natural que el padre decida dejarlo en
alguna granja, pero el conejo, como si intuyera las intenciones
de la familia, una mañana desaparece y Manolito cree que se ha
largado de una vez. Sin embargo, el hecho de que el conejo
engordara tan rápidamente prepara el desenlace de la historia
en que se insinúa que pudo haber terminado como carne de
aderezo de una paella.
La ambigüedad del desenlace se mantiene hasta el final. Los
únicos que pueden saber la verdad son los adultos. Examinemos
la actitud de cada uno. El abuelo parece ingenuo y es el que
revela que los tropezones de la paella no son de pollo sino de
conejo (pp. 100-101), pero es posible que no supiera realmente
la procedencia de esa carne, si no. se hubiera callado
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precisamente para no darle un disgusto a los niños. El padre no
parece tener problemas a la hora de comerse la carne (p. 99),
hasta que, cuando los niños dudan sobre la procedencia de la
carne, parece acordarse del conejo, devuelve al plato el trozo
que estaba a punto de comerse e invita a todo el mundo a
cambiar la paella por un plato de huevos fritos. La que debe de
saber la verdad es sin duda la madre. Su actitud siembra la duda
en Manolito. Primero intenta hacer callar al abuelo bocazas,
luego le reprocha muy irritada el haber metido la pata. Después
afirma haber comprado el conejo en la carnicería, aunque sin
demasiada convicción (p. 101). Pero el misterio permanece,
porque el narrador/Manolito no consigue escuchar la
conversación final en voz baja entre su madre y el abuelo, ni la
siguiente entre su madre y Luisa. La paella de conejo irá a parar
al bar del barrio que se llama –irónicamente- el Tropezón.
Una pérdida irreparable y Se busca
1.
2.
En la primera parte los niños visitan en este orden 1) la casa de
Luisa, 2) el Tropezón, 3) la panadería de Porfiria y 4) la
ferretería. El narrador cuenta con cierto detalle las acciones y
conversaciones que se producen en dichos lugares (pp. 107-109
y 115-117), para terminar con un elenco genérico de otras
tiendas mencionadas solo de paso: la mercería, los pollos fritos,
la carnicería (p. 117). En la segunda parte, cuando ya el Imbécil
se ha perdido, los cinco niños y la madre de Manolito vuelven a
pasar por los mismos lugares (pp. 127-130) siguiendo el mismo
orden, pero esta vez empezando por el punto 2 (el Tropezón),
siguiendo por la panadería y la ferretería, para luego mencionar
rápidamente los otros espacios (“salimos de la ferretería hacia la
siguiente tienda”, p. 128) y dejar para el final la visita de la casa
de Luisa. Por esto tardan tanto en descubrir el paradero del niño
perdido.
Manolito y sus amigos están disfrazados de pastorcillos y no les
gusta la idea de ir acompañados por un niño pequeño vestido de
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Superman, porque el disfraz del Imbécil rompe el decoro del
conjunto (“Reconócemelo, no era serio”, p. 115) y perjudica las
posibilidades de conseguir buenos aguinaldos. Esa actitud
psicológica de los cinco niños mayores justifica a los ojos del
lector que el narrador deje inmediatamente de mencionar al
Imbécil hasta que la madre, ya en la segunda parte, se percata
de la “pérdida irreparable” (de ahí el título del capítulo) y les riñe
(pp. 120-121). Solo en ese momento el lector se da cuenta de la
verdad: el narrador, que habla desde la perspectiva de Manolito,
había dejado de hablar del Imbécil porque los cinco niños lo
habían perdido de vista durante su periplo por las tiendas del
barrio. En realidad, el lector se podría haber percatado antes de
lo sucedido observando con atención la ilustración de la p. 119:
en el dibujo se ve a los cinco pastorcillos enfrente de la ferretería
sin qua esté el pequeño Superman.
La escena se abre con Luisa pidiendo un clinex a la madre de
Manolito porque se está echando a llorar (p. 107). En realidad
Luisa va a usar el pañuelo de papel para soplarse la nariz, pero
ese detalle sirve para connotar desde el principio el episodio de
la desaparición del Imbécil como una historia emocionante y
patética. Más tarde, cuando la madre le dice a Manolito que
ponga cuidado en no perder nada, el Imbécil estalla en un llanto
terrible y premonitorio (p. 113). En la segunda parte volvemos a
encontrar el tema del llanto: buscando al pequeño en la
panadería, la madre “sacó el pañuelo para limpiarse una
lágrima” (p. 126; aunque sabemos que se trata solo de un
manera de cortar la discusión con la panadera). El pañuelo
vuelve a aparecer hacia el final: ahora le toca a Manolito
emocionarse al pensar que tal vez no verá nunca más a su
amado-odiado hermanito: “Me saqué un clinex del zurrón porque
tenía las gafas empañadas de lágrimas” (p. 130). Las lágrimas,
el llanto y los pañuelos son un leit-motiv que confiere unidad al
episodio y le da un todo a la vez melodramático e irónico a la
narración.
El sentimiento que prevalece en la relación entre los dos son los
celos. Manolito aspira a ser reconocido en su “carrera” de actor
del belén viviente en que ha pasado de hacer de arbusto y de
cordero a actuar de pastorcillo e incluso a pronunciar una frase
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en el escenario (p. 109). Pero el Imbécil con su papel de Niño
Jesús lleva años siendo el centro de todas las miradas y
quitándole espacio a su hermano mayor: le “jorobaba la eterna
competencia que me hace el Imbécil desde que llegó a este
mundo mundial” (pp. 111-112). Manolito está desesperado por
conquistar el cariño de su madre (“Mi madre se olvidaba de que
uno de los corderos del belén viviente era también hijo suyo”, p.
110). La madre se da cuenta del sufrimiento de Manolito e
intenta consolarlo con el argumento de que el traje de pastorcillo
es mucho más bonito que los pañales con que sale a la escena el
Niño Jesús. La mujer parece sincera en su comentario, puesto
que anteriormente se había emocionado al contemplar el disfraz
de Manolito, que consideraba toda una obra de arte (p. 108). Sin
embargo los sentimientos de Manolito son contradictorios: no
puede sufrir la presencia de su hermano cuando está presente
(p. 110), pero lo echa de menos y se entristece cuando piensa
que el pequeño se ha perdido para siempre: a pesar de todas las
molestias y los conflictos que ocasiona el Imbécil, sin él “ya
nunca más habría Navidades” (p. 130). Al final, después de tanto
ajetreo y de haber sido reñido brutalmente por haber “perdido” a
su hermanito (“¿se puede saber en qué momento lo perdisteis,
pedazo de idiotas? [...] ¡Eso me pasa por confiar en ti!”, p. 124),
Manolito recupera el cariño de su madre precisamente por haber
compartido con ella la ansiedad de la búsqueda, el susto de una
posible “pérdida irreparable”. La escena final en que su madre lo
toma en brazos y lo mima es la representación visual de esta
cercanía entre la madre y el hijo mayor.
Da la impresión de que la vida y el imaginario de los personajes
se alimenten de las referencias a la cultura popular del cine y la
televisión. La jornada de la familia transcurre delante de la
pequeña pantalla (el abuelo está “durmiéndose la telenovela” al
principio del episodio, p. 108), mientras que la entrevista con
lady Di atrapa tanto a Luisa y sus amigas que desatienden por
completo a los niños que les cantan el aguinaldo (p. 115) y
veremos que el mismo Imbécil se queda en en el sofá de Luisa
(y “desaparece” de la historia) por quedarse enganchado al
programa. Al final la historia de la princesa Diana y la familia real
inglesa es tema de discusión entre todas las mujeres una vez
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resuelto el misterio de la desaparición del niño. Por otra parte,
Manolito no duda en comparar su actuación en el belén viviente
con las del actor Harrison Ford (p. 109). El cine también le
ofrece a Manolito los modelos con que interpretar el mundo: su
madre se desespera “como una loca de película”, mientras que
su vida doméstica es comparada a un filme de terror (p. 123).
Cuando los cinco pastorcillos entran en el Tropezón la primera
vez, está a punto de empezar un torneo de guiñote. Ni él ni sus
compañeros de juego les hacen caso a los niños y los echan
porque no quieren ser molestados. En la segunda parte, cuando
la madre de Manolito y los demás entran en el bar buscando al
Imbécil, el abuelo ya ha ganado el torneo y es paseado a
hombros por los demás clientes. También en este caso no presta
atención a lo que le dice su hija y su nieto. La actitud del abuelo
es la de una persona completamente perdida en su mundo,
separada de la realidad, una persona anciana que por su
comportamiento parece haber regresado a la infancia.
No quiero ni acordarme
1.
2.
Aunque no lo dice explícitamente, está claro que Manolito no
cree en los Reyes Magos y se da cuenta de que el desfile es un
teatro montado para que los niños (y los adultos) disfruten. De
hecho, se refiere a la Cabalgata como a “ese rollo de los Reyes
con sus barbas postizas” e ironiza sobre los caramelos
“auténticos de Oriente, de una fábrica que se llama Caramelos
Paco” (p. 137). Sin embargo, cada año sigue enviándoles a los
Reyes la carta con sus pedidos y parece que en él sobrevive
algún tipo de creencia, casi de superstición, como cuando
sostiene que el haber sido golpeado en un ojo por un caramelo
tirado desde los carros significa que ese año los Reyes le traerán
todos los regalos que ha pedido (p. 140).
Lo único que le interesa al abuelo es mirar las majorettes que
encabezan la Cabalgata. Por eso finge estar contento con llevar a
los niños al desfile, con tal de estar en la primera fila. Tal como
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sucede en otras ocasiones en que se deja llevar por el
entusiasmo, el abuelo se siente rejuvenecido y se apresura a
peinarse y asearse antes del paso de las chicas (p. 136), a
quienes espera “con una sonrisa soñadora” (p. 138). Por eso se
queda parado y entristecido cuando el abuelo de Yihad le dice
que este año no puede seguir la cabecera del desfile, sino que
debe quedarse a esperar para ver a los vecinos del barrio
disfrazados de romanos.
El padre de Manolito por primera vez rechaza acompañar a los
niños al desfile, escudándose detrás de razones misteriosas (p.
146). Manolito, quien lo había definido (algo irónicamente) como
“un gran hombre” y su “héroe” (p. 142), no puede sospechar lo
que vería unas horas más tarde: los soldados romanos de la
Cabalgata son encarnados por muchos vecinos del barrio, todos
ellos absolutamente inadecuados por físico y estilo, para
representar sus papeles. Y en medio de ellos Manolito contempla
a su padre “haciendo el ridículo” con “la barriga sobre la
riñonera” (p. 144). Lo que el niño ve choca con la imagen que él
tiene del camionero Manolo García, el trabajador serio y
responsable que sustenta a su familia con el sudor de su frente.
No puede entender que su padre se conceda ese momento de
lúdica autoironía que es el disfraz. En realidad lo que está
sucediendo es que los vecinos disfrazados de romanos han
transformado el desfile de Reyes en un Carnaval, un momento
de locura colectiva en que todo el mundo huye de las reglas del
decoro, una fiesta que sigue en el Tropezón en medio de copas,
cantos y bailes. Cuando por la noche Manolito se acuesta
avergonzado, consigue oír algo del breve diálogo entre su madre
y su padre cuando este regresa a su casa a las tantas,
probablemente borracho. Por la mañana las palabras de su
madre (“No te preocupes, este romano no volverá a la guerra”,
p. 147) tranquilizan al niño y sancionan la vuelta a la
normalidad: en el fondo es ella la que manda en casa y su padre
ha vuelto a la “normalidad” de su vida doméstica y su trabajo.
El esquirol
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2.
3.
4.
En los informes se presentan dos fenómenos prácticamente
idénticos que afectan a dos categorías diferentes de personas: se
ha registrado una tendencia de los vasos de leche a volcarse
cuando deben ser bebidos por niños o ancianos. En ambos casos
se trata de personas a las que no les gusta la leche (y que, en el
caso de los ancianos, prefieren beber un vaso de vino –que
nunca vuelcan- a uno de leche). Los dos comunicados de los
científicos sugieren una vez más la asociación entre los niños y
las personas de la tercera edad, un tema que aflora a menudo en
este libro a la hora de describir el comportamiento del abuelo de
Manolito.
El Triangulo de las Bermudas es una zona del Océano Atlántico
delimitada por la isla de Cuba, la península de Florida y el
archipiélago de las Bermudas en que se han producido
numerosos naufragios e incluso desapariciones de barcos o
aviones de los que no suele quedar huella. Muchos de esos casos
se han investigado sin que se haya podido encontrar una
explicación satisfactoria del fenómeno.
Aquí observamos otra vez al contraste entre la vida de cada día
de las personas reales y los modelos “perfectos” de conducta
impulsados por el cine y la televisión. Cuando Manolito enferma
su madre deja de reñirle, lo mima y hasta su pelo parece
volverse rubio, como el de las protagonistas de las películas de
sobremesa que pasan por la tele (p. 153).
Una huelga es una forma de protesta de los trabajadores que,
para conseguir sus objetivos (una subida salarial, el cambio de la
legislación laboral la introducción de nuevas normas sobre
contratos etc.), deciden no acudir al puesto de trabajo durante
unas horas o uno o más días. Los sindicatos pueden declarar una
huelga en una empresa concreta, en un sector productivo o,
como en este caso, en todo el país. A eso se le llama huelga
general. La madre de Manolito compara su situación de ama de
casa con la de los trabajadores que al día siguiente harán huelga
(p. 156): dice trabajar sin contrato (o sea, gratis y sin el amparo
de una normativa). Cuando su padre (el abuelo) le dice que su
matrimonio implica para ella una forma de contrato laboral, la
mujer justamente le contesta que el matrimonio es un “contrato
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Guía de lectura:”Los trapos sucios”
5.
6.
basura” puesto que en cuanto ama de casa no tiene vacaciones
ni pagas extras (los sueldos añadidos que suelen cobrarse en
Navidad y en verano). Un contrato basura es un contrato legal
pero con condiciones pésimas para el trabajador, suele ser de
muy corta duración y prever sueldos bajos. También el abuelo
compara su propia situación de jubilado con una pensión mínima
que cumple gratis con tareas importantes en el barrio y dentro
de la familia (“Soy el viejo de los recados y el canguro de los
niños”). Por su parte el padre también está descontento con sus
condiciones de trabajo y piensa adherirse a la huelga. Estos
diálogos nos hablan de la dureza del entorno socioeconómico en
que vive Manolito.
Asistimos a una de las fantasías típicas de los niños varones de
la edad de Manolito: Yihad, el niño más travieso de la clase, se
ha agachado con una excusa para verle las bragas a la maestra.
Y ahora, para darle envidia, se lo ha contado al pobre Manolito
que está enfermo en su casa, y le ha dicho que eran de color
negro (p. 155). Manolito no se lo cree y sostiene que las mujeres
gordas siempre las llevan blancas (p. 161). Cuando acude a la
escuela sin saber que se había declarado la huelga, Manolito no
pierde la ocasión para interrogar a la mujer sobre el color de sus
prendas íntimas. Tal como hemos vistos en los capítulos
anteriores, la relación entre la maestra y su alumno nunca
habían sido fáciles. Pero esta vez Manolito es recibido con un
trato muy amable (p. 163), porque la maestra, al ser la única
profesora de la escuela contraria a una huelga “que iba a hundir
a España”, creía que Manolito había ido a clase por ser un
esquirol como ella. Habiendo dejado a un lado, pues, su
hostilidad habitual hacia el niño, la maestra se queda
“paralizada” (p. 165) ante la pregunta inesperada e impertinente
de Manolito, y al cabo de unos minutos en silencio le espeta:
“diles a tus padres que vengan a hablar mañana conmigo”.
Cuando Manolito se queda dormido gracias a las medicinas del
doctor Morales (p. 158-159), sus sueños revelan sus miedos a
no ser querido lo suficiente por su familia: sueña con que su
madre quiere envenenarlo, pero él consigue engañarla y le hace
beber la pócima mortal a su hermanito. Al despertarse tiene la
impresión de seguir estando dormido, también porque, por la
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Guía de lectura:”Los trapos sucios”
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huelga general, el paisaje alrededor tiene un aspecto onírico: no
hay nadie en la calle y no hay nadie en la escuela (excepto su
maestra). Siguiendo la lógica “irracional” de los sueños, Manolito
pierde sus frenos inhibitorios y se atreve a preguntarle a la
maestra el color de sus bragas. Seguidamente sale de la escuela
mareado y empieza a vagar por el parque, donde es hallado en
un estado de semiinconsciencia debajo de un árbol y llevado a su
casa.
VOCABULARIO:
esquirol: „persona que decide romper una huelga y acudir a su
puesto de trabajo‟.
fenómenos paranormales: „fenómenos que parecen ocurrir en la
realidad (la levitación, las premoniciones, la telepatía...)
pero que resultan científicamente inexplicables‟.
chapetas: „son manchas coloradas en las mejillas, que
normalmente se consideran señal de buena salud; aquí se
toman por síntomas de una enfermedad‟.
ponerse cardiaco: „frase coloquial que indica el aumento del
pulso debido a causa exteriores; equivale a ponerse
nervioso o excitado‟.
peste bubónica: „enfermedad viral muy contagiosa que produce
primero la hinchazón de los ganglios (los bubones) y al
cabo de poco tiempo la muerte‟. En el pasado se convirtió
a menudo en pandemia que mató a millones de personas.
ludópata: „persona que padece una adicción patológica a los
juegos de azar‟.
Velázquez contra el sexismo
1.
Manolito conoce una sentencia que explica el funcionamiento de
la sociedad en general: en la vida siempre hay dos bandos, el de
los inocentes y el de los culpables, y en cada conflicto él termina
perteneciendo al segundo grupo (p. 177). Esa teoría, aplicada a
la división entre sexos se convierte en un equipo A, el de los
muchachos, que sufre todas las humillaciones del grupo B, el de
las niñas (p. 178-179). Esta partición de la clase, de la que los
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Guía de lectura:”Los trapos sucios”
2.
3.
alumnos ya eran conscientes, se hace más patente ante las
preguntas del cuestionario del Ministerio de Educación. Las
actividades conjuntas propuestas por la enviada del Ministerio
terminan consolidando en Manolito y sus amigos la sensación de
que ellos pertenecen al bando de las víctimas, mientras que las
muchachas constituyen el bando de los verdugos. Se trata
evidentemente de una percepción parcial de la cuestión, puesto
que los alumnos de ambos sexos se muestran iguales de crueles
en atacarse los unos a los otros verbal y físicamente (“los del
grupo A y las del grupo B éramos igual de idiotas, hay que
reconocerlo aunque duela”, p. 180).
Los niños perciben la intervención del Ministerio como una acción
dirigida a vigilarlos y castigarlos. Al desconfiar por principio de
toda Autoridad que no sea la de sus padres (nunca hay que ser
sincero con los poderosos), primero contestan el cuestionario
mintiendo para no tener problemas, y solo después de obligarlos
la maestra empiezan a escribir la “verdad verdadera” (p. 175176). Luego durante tres días tienen miedo que les llegue algún
castigo puesto que han sacado a relucir los “trapos sucios” de la
clase (p. 177). También la enviada del Ministerio es recibida
inicialmente con desconfianza (llegan a preguntarle si es policía,
p. 181), mientras que su maestra hace de todo para hacerlos
sentir culpables recordándoles que por los cuestionarios han
resultado ser entre todos los colegios “los más sexistas” (p.
184).
La estrategia de la enviada del Ministerio se articula en dos
partes: primero les proyecta a la clase una película sobre la
igualdad, provocando el aburrimiento general; luego los obliga a
todos a que asistan a dos cursillos, uno de una tarea considerada
típicamente como femenina (las labores), el otro de un actividad
física tradicionalmente asociada a los varones (la defensa
personal). Si en el primero los muchachos (el grupo A) terminan
haciendo el ridículo pinchándose los unos a los otros con las
agujas, en el segundo cursillo las chicas (el grupo B) terminan
ganando y humillando a sus compañeros. Lo cual refuerza en
Manolito el convencimiento de que el grupo A es constantemente
víctima del grupo B. Para evitar mayores problemas, tras
terminar el “tratamiento de choque” toda la clase decide volver a
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Guía de lectura:”Los trapos sucios”
4.
complacer a la Autoridad y volver a mentir a las preguntas de
cuestionario y a escribir que han pasado una experiencia
maravillosa (pp. 191-192). Entusiasmada (y engañada) por los
resultados, la señora del Ministerio les manda mezclarse en el
aula para que no se queden sentados en dos filas separadas,
pero después del barullo causado por los desplazamientos
caóticos de cada uno se descubre que los niños y las niñas se
han limitado a cambiar de fila en bloque y que en ningún pupitre
había alumnos de diferente sexo. El “crac” de las gafas de la
enviada del Ministerio que caen al suelo por la desilusión y se
rompen es el broche final del episodio que parece simbolizar el
fracaso de los intentos de toda pedagogía impuesta desde arriba.
Respuesta libre.
M.M.
1.
Melody es una niña con un pasado difícil (su vida “no había sido
fácil” dice la maestra en la p. 204). No se sabe de dónde
procede: la trae a Madrid un policía (p. 200), pero no se dice en
qué ciudad residía antes. Sus padres la han abandonado al
parecer por tener que fugarse de la justicia (p. 199), aunque no
está claro qué tipo de actividades ilícitas realizaban. Sabemos
que acostumbraban a disfrazarse para cometer sus fechorías (p.
210) y que al mes y medio de llegar la niña (p. 151) su padre es
detenido y encerrado en una cárcel de alta seguridad (p. 214).
Por lo visto, tampoco se preocupan mucho por la niña puesto
que al huir se llevan el dinero de la hucha de la pequeña (p. 201)
y no hacen ningún intento de contactar con ella en el resto del
episodio. Con una historia familiar de ese tipo es normal que la
niña haya desarrollado un carácter fuerte: sabe desenvolverse
en las situaciones difíciles manteniendo la sangre fría (p. 200),
sabe ser el centro de la atención de los demás (pp. 199-200), le
gusta competir y ganar siempre (p. 203), no tiene miedo al
choque físico si hay que defender a sus amigos (“es superbruta”,
dice de ella Manolito en la p. 212).
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Guía de lectura:”Los trapos sucios”
2.
3.
4.
Al agente de policía Rodríguez-Rivero (cuyas iniciales, R.R.,
consisten en una consonante repetida, como las de Melody) le
cae bien desde el principio esa niña sola y abandonada, y sabe
reaccionar inteligentemente a la petición que ella le hace de
dejar una nota para sus padres (p. 200-201). El policía la lleva a
su casa donde su mujer le da de comer y le toma cariño (p.
202). Luego es el encargado de conducir a Melody a la casa de
su abuela. En el viaje en tren se refuerza la empatía entre los
dos: él se pone a la altura de la pequeña, juegan juntos y al final
le deja dos mil pesetas como compensación del dinero que sus
padres se habían llevado de la hucha al huir (p. 204). Una vez
que ha llegado la niña a su destino, el policía le hace prometer
que nunca se separará de su abuela (p. 209). R. R. remplaza
dentro de lo posible, pues, la figura paterna que evidentemente
la niña echa de menos en su vida, la figura de un padre que se
esconde detrás de mil máscaras (p. 210) pero que no da la cara
por su hija. Aquí hay que señalar un pequeño guiño de la autora
al lector: el apellido del policía es el mismo que el del escritor y
crítico Manuel Rodríguez Rivero, amigo y compañero de trabajo
de Elvira Lindo.
La abuela es la única figura familiar “presente” en la vida de
Melody. En el momento de la llegada de la niña a Carabanchel, la
abuela lleva cuatro años sin verla. La anciana quiere mucho a su
nieta, a la que considera –con razón- una víctima de la vida
criminal y de la actitud irresponsable de sus padres. Ahora bien,
a la mujer –quien resulta que conoce al abuelo de Manolito por
coincidir con él en el Hogar del Pensionista (p. 205)- se le nota
que ha perdido el contacto con los niños, puesto que, a pesar de
sus buenas intenciones, en realidad los trata como a adultos:
prepara un piscolabis “al estilo bar” en el cumpleaños de Melody
(p. 205-206) o en otra ocasión no duda en servirles un turrón
caducado tres años antes (p. 209). La abuela representa una
especie de sustituto materno que llena un vacío importante en la
vida de Melody, el de una madre de la que posee una única foto
(p. 210).
Manolito y Melody tienen solo nueve años, no tienen edad como
para enamorarse de verdad. Lo cual no quita que se haya
instaurado cierto cariño recíproco entre los dos, algo más que
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Guía de lectura:”Los trapos sucios”
5.
una simple amistad. Cuando Melody escoge a Manolito y a otros
como amigos, los niños se muestran sorprendido y buscan una
explicación “física” para ello: “Yo que pensaba que éramos los
más feos de la clase”. Y Manolito se muestra emocionado cuando
la muchacha lo saca a bailar (pp. 206-207). Son muestras de
una primera tímida atracción entre ellos basada en la diferencia
de sexo que contrasta con la actitud aún infantil de rivalidad
entre niños y niñas que habíamos visto en el capítulo anterior.
Pero sobre todo para Manolito Melody tiene el atractivo de lo
exótico (al contrario, “nosotros [...] siempre hemos sido unos
niños con una vida muy simple”, dice en la p. 208), de una niña
ya un poco “mujer” en cuanto independiente de sus padres, una
ocasión para que el propio protagonista intuya confusamente la
posibilidad de una vida propia fuera del círculo familiar, tan
acogedor pero también tan opresivo. En suma, el contacto con la
niña venida de fuera parece plantar en Manolito la primera
semilla de ese hervor tan vivo y problemático que llamamos
adolescencia.
VOCABULARIO:
rueda de prensa: acto informativo constituido por declaraciones
de alguna entidad o figura pública al que están invitados
los medios de comunicación.
CUESTIONES GENERALES:
1.
La figura central de la familia es sin duda la madre. Ella aparece
en todos los capítulos de la novela menos en el penúltimo, a
veces como coprotagonista (por ejemplo en La crueldad de una
madre), otras tan solo como una voz gritando reproches u
órdenes. Ésa es tal vez la característica principal de ese
personaje, la de ser sobre todo una voz que interfiere
continuamente (con mejores o peores intenciones) con la vida de
los demás. En este sentido, la madre ocupa un lugar de poder
dentro de la familia, también porque se hace cargo del
funcionamiento “logístico” del hogar y del día a día de la
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Guía de lectura:”Los trapos sucios”
2.
educación de los niños, puesto que su marido suele pasar poco
tiempo en casa a causa de su trabajo. En cambio, su corporeidad
se concreta sobre todo en las collejas que propina a sus hijos o,
en los momentos de mayor afectividad, en la capacidad de dar
cariño con un abrazo, como en el final del capítulo Se busca.
También la figura del padre, aunque está presente con menor
continuidad en la narración, tiene obviamente su importancia y
se desdobla en una dimensión auditiva (su voz en las
conversaciones telefónicas de la noche con su mujer y sus hijos)
e una desbordante corporeidad cifrada en el desenfreno de la
fiesta de Reyes (en No quiero ni acordarme) o en el contacto
físico con el que comparte con Manolito virus y cama en el final
de El esquirol.
El abuelo es el auténtico mediador entre los pequeños y la madre
(que es su hija). Es un personaje capaz de protagonizar
episodios aislados pero muy divertidos y significativos. Su
característica principal es la de saber asumir el punto de vista de
la infancia, sobre todo cuando, como los niños, consigue
liberarse de las convenciones sociales y actuar incluso
ingenuamente.
El Imbécil es la contrafigura de Manolito, el competidor amado y
odiado a la vez que le disputa al protagonista el cariño de sus
padres. La relación entre Manolito y su hermano pequeño es
asimétrica: si Manolito lo rechaza al Imbécil, en cambio este
busca a su hermano mayor y no quiere separarse de él. Su
presencia física y su comportamiento producen a menudo
repulsión y asco, y es presentado casi siempre mediante
comparaciones con el mundo animal.
El espacio representado en la novela está marcado por algunos
lugares físicos muy puntuales en que se desarrollan todos los
episodios: la casa de Manolito, la de Luisa, la de la abuela de
Melody, el Hogar del Pensionista, el colegio Diego de Velázquez,
el Parque del Ahorcado, el bar el Tropezón, la panadería de
Porfiria, la ferretería, la carnicería y algunas tiendas más. Pocas
otras veces la acción se desarrolla en la calle, sin especificar
más, tal como sucede en el desfile de Reyes del capítulo No
quiero ni acordarme. Dichos lugares tienden a no ser descritos
en su aspecto físico, con pocas excepciones (del cuarto de estar
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Guía de lectura:”Los trapos sucios”
3.
de la casa de Manolito se menciona repetidamente el mueble
bar, y se describen solo de paso y en lo imprescindible algunos
muebles del Tropezón, el sofá de la casa de Luisa y la habitación
de Melody). Al escaso interés del narrador por la descripción de
los espacios corresponde un gran desarrollo del análisis del
aspecto físico y caracterial de los personajes y de sus
comportamientos. Es en ese ámbito donde encontramos muchas
referencias a objetos y prácticas que, al connotar la cultura y las
costumbres de los personajes, nos hablan de las características
sociales del barrio. He aquí, pues, una población de clase mediobaja, de empleados, obreros, tenderos y jubilados cuyo
horizonte cultural coincide a menudo con el de los programas
más populares de la televisión o de las revistas del corazón. Su
vida está repleta de los objetos de consumo que conocen
primero a través de los anuncios y que terminan por invadir sus
casas. Es suficiente ver la presencia de los nombre de juguetes
en la vida de Manolito y la práctica ausencia de los juegos más
tradicionales para darse cuenta de ello. Sin embargo, y a pesar
de la dureza del día a día, los habitantes del barrio han sabido
construir su vida “desde abajo”, conciliando los nuevos hábitos
de las periferias urbanas impuestos por el consumismo con los
del mundo rural que han heredado de sus antepasados: la
siesta, las comidas tradicionales, etc.
En el libro hay dos tipos de ilustraciones: las que encabezan los
capítulos en los espacios en blanco por encima del título, y las
que comentan algún pasaje de los episodios, que ocupan una
página entera (siempre de numeración impar). Las ilustraciones
del primer tipo son pequeños dibujos que resumen y simbolizan
el significado de los episodios. Por ejemplo, la tabla de cortar y
el cuchillo manchado de sangre le anticipan al lector de manera
sintética la naturaleza de la “terrible sospecha” a la que se
refiere el título de la p. 71, mientras que el expresivo retrato de
Melody de la p. 197 nos da una idea de la vida libre e
independiente de la protagonista del episodio, esa niña de
trencitas y bufanda tan “alternativa” que se recrea con
desenfado haciendo globos con el chicle. En cambio los dibujos
de página entera tienen la función de connotar algún momento
de las tramas. Véase por ejemplo la p. 160, donde se representa
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Guía de lectura:”Los trapos sucios”
el sueño de Manolito de que su madre lo va a asesinar, en que la
mujer, dibujada con un tamaño enorme, proyecta en la pared
una sombra siniestra como en las más tópicas películas de
terror. El alumno puede seguir por su cuenta analizando la
relación entre el texto y las imágenes del libro.
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