'WM PRECIOS Díí SUSCRiaOíí. PUNTOS. BE SÜSCaiCION Diez T m reales ú mes eh Miiiíd. BSTRANJEflO T AITIULAfi. REItACCIOS , rAU.K !)K LAS TORRgS, f f l B . Setenta realís por trimestr*, PH,IPÍMAS, y Améric» del Sar, noventa, franco í e poct», ProvinciM. Dirigiendo libranza, 48 reslespor trim««tre. Haciendo la suscíicios por los comisionados, 54 realeí A triniMtT*. Comunicadoii, ipr«GÍo« conTencionales. ' Los anancioi se reciben üalcaoiento ea la Comkion central, oalle d« lii Misericordbt, nüm. J. A$o !xn. II. Librerías de Cuesta y L©p«s. üstranjere. Ea í'aris, librería Española de iWad. C. Denné ScUmto, ras Favart, núni. 2 , y C. A. Saavedra, rae D'Hauteville, aúm. 13. Londres , H. B«n<ier, 8 , Little Newport Street, Leáce. ,;-^---| SÁBADO 8 DE pEBREKO DE 18b2 NUM. 4,295 m k„f«:BMiurU de Martines de U ft«Mi In prensa espaAalm. era en él ese deseo, ese anhelo de llegar al progreso por medios pacíBcos, per la fuería de la Greemos qiie nada podemos hacer hoy mas fazon y de la práctica. Esta tendencia de toda la carrera política, ualda A ÜA dé liílérés y i una ^ralo á naeslros lectores y á nuestro corazón á tmpérsonalida'3 á to'dá lirueoa, fue lo que le co¡la Tcz, qaereprodttcir integre el homenaje que !océ á la >3Übtf2a d e ^ n gran partido, que proclala-prensa española, sia (üsljiícion de matices tti maba-la soberanía de la razón, que no quería destruir sin tener antes pronto y completo lo que Me'partidos, consagra á la memoria del hora- había de sustituir á lo derribado, y que dominaIbpe éuya pérdida lloratá pet muchos días la do por un sincere amor al Troijo, i l pt't qiié deseaba asociarle á todas tóS adelantos de la patria, Tl^aüa. reclamaba pafá fel seguridad y respeto. r lEl diario CspaAol. , Pétb ho es este momento oportuno para emitir Ayer ha sitio un día de Into para el réglmea juicios acerca de la ^ida política del ilustre anejf<^Mi1:ativo, para la ciencia y las letras t^pnciano que lloran la tribuna y las letras; ante su Pñoit*. El Exorno, Sr. D. Francisco Martines de k tumba los partido liberales, á quienes deja sepalosí .bsisba al sepulcro á las seis m'éhoS diez mi- rados solo un corto espacio, te han reunido y títos dé la tarde,'Uoriido por las Cortes «spaño- abraíado, ^ . Iftft, á cuya iiistoria irá íntiniaraente unido su RecordeiBoS •, pues, únicamente que Martínez aopbre; llorado por los a.niantes de la literatura mitria, a cuyo renacimiento y esplendor tanto de la Sosa le» pertfenéciá á lodos; recordemos la í*%Íi contribuido; por todos loa q,ue conocían entereza yfebtistanfeiacon QÚÍ^defendió las ideas as grandes dotes que le adornaron en vida, su liberales á sa aparicioii en i B l á e n | a tribuna es«ita inteligencia y gran saber, acompañados de pañola, á la caal ídaííw *ftaff*1s8f ptodüoCiones aquel candor, de aquella rectitud y modestia, de oratorias, dignas tie las de Fox y Verguiand, por \quella esquisita cortesanía, que le Constituian su elegancia^ de las de Burke ó Guizot, por la uno de los tipos mas perfectos del hombre de" rectitud de la intencio:i ó 1^ profundidad de la Estado y del caballero, y le granjeaban el respe- idea. Recordesoos sus sacrificios por el régimen to y el afecto de todas las clases de la «oeledad representativo, su confinamiento en Caut^. Su destierro en las orillas del Támesis, que le insontetaporánea. La tribuna española vestirá hoy luto »or varón piraron una d« las mas titífnaí poesías qu? realtan eminente: asi 1» ha dtlet-MÍnado el Congreso, zan la mus' castellana. Recordemos su serenidad que en tantas ocasiones le dio la a a s alta raues- en el peligro, su integrid d en el poder, que tra,dc4u.e»timacion elevándole á la presidencia, tantas veces le fue confiado, sus grandes servien CHJ« puesto ha sorf)rendido la rauertp á Mar- cios en la barrera diplomática, en la que figuró guéis de la ROÍ;», que jamás quisó abandonar la dignamente al lafio de los hombres mas ilustres Candará popular, teatro de sus triunfos y de sus de Europa, y en la que .?n diversas épocas esfuerzos por el bien de la patria y la c6hsólida- prestó eminentes servicios á su patria, á la causa del'érden y del sistema represenfativo. cion de la libertad constitucional. EL DIARIO EsFAÑOL.qde se honró mas_ de una Masndseíá la tribuna la única que manifieste su uolor por esa pérdida: las corporaciones cien- vez dando á luz éscrites de aquel publicístá''ilustíficas, cuyos trabajos tantas veces había d ¡ - tre, modelo de hombres de Estado y de caballetigido Martínez de la Rosa, con el mismo ce- ros, escribe hoy el nombre de Martineade la Roío, con la misma fe que le animaban en sus ta- sa con dolor profundo; porque aquel anciano, reas políticas, y en las cuales tantas veces habla cuja inteligencia se mantenía tan viva, y en cu•íílz)(do Stt voz elocuente para enunlerar los pro- ya alma subsistian la fe y la confianza en el porcréaos Slfci* 4poca actual, defenüer las'sanas venir de la patria como en los mejores años de su «bctrinsa y recomendar la toierancia, el buen juventud, no era solo un maestro y un amigo, Isimlido, eLafan de investigación y de saber que sino un ejemplo que alentaba á ieguir el camino ;á él le,distinguían; el tsatro, á quien lega el que con sus esfuerzos nos había allanado, y que, ¡£({í/)0, una d? las obras que con mas legítimo Haciendo oividar las diferencias y contratiempos orgullo puede presentar; la imprenta, que le de- de la carrera política, infundía á todos la fe que 'ná estudios históricos de tanto mérito como la no le ha abandonado al bajar al sepulcro, obliyiiadi JHernan Peres del Pulgar, ti Espiríítt del gaba á pensar en el espacio que hemos recorrí- . tt^lá •j el Boisqw'jo histórico de E$j¡aña hajo hs do, y daba aliento y es ímulo para recorrer el Barbones; la préiisa periódica, á la cual no solo que á la época y á la generación actuales haya profesó Martines de la Rosa toda la estimación sido señalado. ^que un hombre de su inérito, conocedor del es El Constitucional. plrltu de la época, y de las instituciones y cosEl señor vicepresidente Lafuente participó tujíütires políticas de Europa debe profesarla, sino que también tomó parte no pocas veces en ayer al Congreso una triste nueva; la de que el :Sus trabajos, aun en el último período de su v ¡ - estado de gravedad en que se encontraba el dig"li labor.osá; la poesía, quizás mas que lapolíti- nísimo y respetable pr sidente Sr. Martínez de ;#, qke la Historia y Que la prensa periódica; la la Rosa, hacia necesari' administrarle los San'póe*ía; á 4uié4i trazo el camino del buen gusto toa Sacramentos. Al anuncio del peligro en que yfd«t<{(ri^ verdadero con islegantes f sabios pre- se encontraba esa vida qne se estinguia después ceptos, asi como con el ejemplo, siendo él por de una carrera larga y gloriosa, el Sr. Olózaga, sus Abras, por su vida, carácter j costumbres ¿1 interpretando fielmente el sentimiento del Contipg.del goeta cuyi^ ^ r a a está abierta á todas las greso, propuso en breves palabras que se hicieI^QIII^ '^generosas impresiones, cuya inte igeii- ra la declaración que el caso requería, y que la cia^séasíijiíla al instante tódás las verdades, y Cámara hizo por unanicnidad. Después ss supo íÉím'patiká con lo que puede redundar en ventaja que él Yenerable anciano ha bia dejado de existir y'poria'de Sii patria y da sus semejantes; coir- á las teiisde la tardé. ' ' ' {koia^^liés científicas, asi nacionales éemo esPocos hombres públicos de tan dilatados años tranjen», teatro, prensa, poesía, decimos, gra- de servicios , al tender una mirada á lo pasado, baran en'sus anales el nombre de Martínez de Ya. podrán contemplarle tan serenos como el señor Rosa 1^ t^do del de los hombres mas ilustres por Martínez de la Rosa ha podidc^ hacerlo en sus úlel eoosorcio fsllz de sus talentos, dotes y vir- tim-JS momentos. Diputado en las Cortes de 1813, tudes. se hizo desde luego notar en el Congreso nacioLa vida de Martines de la Rosa es soitrado co- nal por su elocuencia y sus ideas libérales , aunnocida para que necesitemos recordarla deteniS- que templadas, y «n los círculos literarios por damen'e. Martínez de la Rosa, mas afortunidb sus bellas,'correetas y elegantes composiciones. qaáToreno, Arguelles y la mayor parte de los Condenado gubernativamente á presidio en 1814, ilustres fundadores del régimen con'<titucional sufrió con noble entereza en el Peñón de la CrocB nuestra patria, baja al sepulcro con la certi>- mcra la pena impuesta, sin abjurar un mqments dumbre de que los esfuerzos y sácriñcios de esta de sus creencias. Ministro en el año 1S22 , cuangloriosa pleyada no han sido infructuosos, dfi do el gobierno tenia que atender á las conjuraique !a libertad constitucional es ya fruto espon^ ciones estranjeras , tanto como á defenderse de taieoen nuestra^atria, y ha arraigado asi en lab las interiores, demostró un gran valor cívico Jr [dé'a^ como en los «sntimientos del pueblo espa«- no conunes dotes de energía. ñál:'¡gremio digno, recompensa justa y casi proíOuando la catástrofe de 1823 dispersó todos víd'^ncial del hombre sincero que, en medio dé loa elementos constitucionales, cupo á Martínez tas borrascas que las instituciones liberales haá de la Rosa, como á todos los patricios eminentes sufrido ed España, en medio de los desengañob de los dos bandos liberales, su parte correspon(iue presenciaba, y de las decepciones que eá diente en las persecuciones que con no vista fuproporción aterradora se multiplicaban, jamiiii ria decretaba á cada Momento la reacción apos-péirdió la fe, ni IÍT esperanza, jamás predijo el tólica dominante. Retirado después en Granada, triunfo del régimen derrocado, ni dudó ún puntó su patria, se entregó con ardor á las bellas led(íFde la razón y de la justicia. Sobretodos sut tras, que siempre había cultivado, aun en medio diversos y múltiples adversarios! Esta fe, está do las mayores vicisitudes políticas, hasta qué coñfifattza en el porvenir y doria de su patria; en 1831 fue llamado por la reina gobernadora ^ hijas de convicciones profundas y de no mano$ los Consejos dt la Corona. Entonces fue cuandé profundo estudio de la historia y de la situacioii aconsejó a S. M. el Estatuto real, inauguran-i(pbral, intelectual y material de la Europa con4 do la tercera época constitucional en nuestra temporánea, han sido el rasgo característico dé patria. ' Mártmez de la Rosa com* hombre político, 1' No es ocasión esta para juzgar ese Código p o qqe'prlneipalmente le ha ganado el afecto y e¡ lítico, qite la historia juzgará mas imparcialmenrespet:>'de los partidarios del régimen liberal, si: te en su dia: lo que hoy podremos decir es que, diitincion de matices. en medio de sus defectos, si bien se advierte en \Si en 1831 Martínez de la Rosa no tuvo pre- él la tendencia marcada á huir de ciertos nomsente que en política como en física la reacción bres que despertaban recuerdos conatit. clónaestá en razón directa y contraria de la acción; s| les, se observa también otra mas marcada aun á vio frustrado' su conato de reunir en nn terreno fundar instituciones constitucionales, aunque eomtín y pacífico á los partidos que no queriad con nombres diversos. El Sr. Martínez de l4 mas que la lucha, la represión ó la vesgania, j ! Rosa parecía querer conservar la esencia dé qué,'atendida la historia de los «veinte últimoá las eosas ann á costa del sacrificio de los nomantis, "no pOdian querer ni admitir otra cosa, cúl- bres. ptSé'á's'n buen deseo de facilitar una transiciorí Sustituido el Estatuto por la Constitución df Qiíé"cOn harto motivo, previa que podría llegan 1812 y luego por la de 1S37, el Sr. Martínez dé a8er"dolor08a; no á su amor á la libertad cons- la Rosa, on su sinceridad constitucional, pru-^ tit'adonj), del que el misraq^^Estatuto era una' nuncié aquellas palabras que indicaban la acep-^ prueba eloctténte. La, vida entera de Martines tacion por ^ partido moderado de la nueva Cons-^ de la-Rosa atestigua cuan ardiente é imperijsq titucion, que su principal jefe decía hecha con FOLLETIM 6Í* ^ . . . __p —Qaiero huir csla ñiisna noche; pero sin Margarita... ' —Margarita'se quedará todavía en la corte por algunos días, dijo el jesuíta interrumpiéndole; Aun cuando el tío de Cástellú>'Melhor cumpla lá promesa que hizo, de seguro que el conde no la dejará, marchar todavía. ROVKLA fH PORTUevés —Pero dentro de poeos días... —Pues bien: si F r . Pedro falta á su promesa, PO» ^a cumpliré yo, con \p, condición... —¿De qué? —De que Margarita me tomará por su confe-, ^ iFCiUI P S ANDRAOE CORVO. sor y director espiritual. —Cómo he de persuadirla... —Escribiéndola. M»i:^arita hará cuanto le d i Iimiuoei^n dt D. J, F. Stmx Í4 Urruoa, gáis. Podéis prosuterla la protección de la Com-^ pañía. T al decirle esto, el Padre Manuel Fernandez TOMO TERCERO. ordeni con un gesto á Francisco de Alburquer-CAPITULO XII. que que se sentase junto á una mesa en la que habia recado de escribir, y él mismo, sentándose PESQUISA INÚTIL. también, trazó de prisa algunas líneas en las qno participaba al cond* de Erieeira la noticia que —No os aflijáis, Franclseo de Aiburquarque. Si no puede ser a^i, que no sea. Pero, en fin,' acababa de recibir. El Padre Fernandez acabó da escribir, y l e veis muy bien que Margarita no i* puede ir aho-' ra,lé}t>8 de Lisboa;,sin la poderosa protección del' vantándose, tocánna «tnspanilla que estaba colEOtjd» d« CasteUo-Melhor es seguro que no pue- gada en un ángulo de la estancia; en seguida de marchar. El rey habría de mandarla buscar apareció un sirviente, vestido con el ropón ne-por'todo el reino, la descubrirían, y quién sabe gro, que aguardó csn los ojos bajos, en una postogmales ifremediares que de ahí resuUariahr, tura humilde,' á que el jesuíta le diese sus órEíré'y es muy cruel, hijo, y muy Tengatiyó. ' [ den<!S. —'¡S.-o^me es posibU permaneejer mas tiempo en' «-t-Ésta carta ha de ser entregada en propia Liskos, dijo francisco d<e Alburquorqu». Da un! «Bario al'sañor conde de Erieeira', dijo el confesor .iaoménto A otro puede descubrirlo todo Enr'iqueí del inftnte. if esta, prosiguió, dando también al Gnriquez... «irvieiite la carta que Francisco de Alburqmer—Tal ve» no. (júe acababa de entregarle, es necesario llevarla -^Ya tieiie sospechas de que yo vivo todarín; lo, á la RiW,{i, á casa de Margarita....', de la CaW lijo Fr. Pedro de Souza. cañares. —entonces... —¿Para entregarla Á quién? BNASOENlACeRTB, Kili sus principios. Los tiempos debían cambiar, y MonaiQ^-cn su trono, habiéndole desterrado Fcraquella Constitriclon ser.deg.lraida. por Ú banM ilaiidoYÍIdé líspáfla,,tíjosu tésidcncía eilPafísf tt»,od'éf*doi '^'éró ei §r. Martii'iez de la Rosa no donde se mantuvo por eápacío cíe btiiü añfis , y desmintió sus antecedentes liberales, y cuando donde hizo representar ua drama esCfiío eii fi-aii-una reacción desatentada quiso parodiar el golpe cés, titulado Abcn-Humeya. de Estado del Dos de Diciembre, su nombre fue Al espiral- ei padre de nuestra soberana volvió bandera de oposición y emblema da la derrota á M^dridjj llamado por doña María Cristina, la del bando reaccionario; cíial, siguiendo el torrente de lá op'írlion pública, AdheHdo acspues á los principios que sostie- lo encargó del ministerio. A partir de ésta £.p'dne La unión liberal, durante cuatro años y Hres ca, su nombre ha aparecido siempre que se han legislaturas hasido presidente del Congreso, ha- hecho tentativas para poner en práctica una pobiendo dado pruebas en el desempeña de tan di- lítica moderada y conciliadora. Jefe del Gabinc te desde mayo de 1831 á junio de 1835, planteó fícil cargo de su imparcialidad y tolerancia. Ministro tres veces, embajador en Roma en el famoso Estatuto real. El alzamiento de las pro1849, miembro influyente siempre en la Cdmaía vincias Vasdotígadas por la tíuesfiort de fuerosj de diputados, literato eminente, o. adof ínsigtlej alzamiento que dio principio á la gtrefra Civil, precipitó ¿u caída; no solo ha ejercido preponderancia en la polítiiía Durahíe la crísiá de 1839 á 184d tornó á mareBpáñola) sino que ha sido considerado oiiaí merecía en el estranjero. Ha muerto llorado por los ehar á Paris; ¿onde él r^¡£UÍ^j|#'i]iantüVo erl car mas, respetado por todos, gíp teijer un enemigo. Jidad de embajador.*tS^''3í» mismo éaráctSr permaneció en Roma desde lro42 á 1843. Éste es sü mfejot elogio. '— * Al cabo de este tlerdpo vino á España para enÉi éontentporánéo. trar eu el podercon Narvaez, del que sftfió acomNadie, pertenezca al partido qua quiera, po- pañado del presidente del Consejo en febrero de drá saber sin profundo sentimiento la muerte del 1846. Desde 1847 á 1851 tornó á desempeñar su Sr. Martínez de la Rosa. antiguo cargo de embajador en la corte de RoEl ilustre patricio que acaba de bajar al sepul- ma; trascurridos estos años, se le vio de nuevo cro, era una de las glorias de nuestro país, hon- aparecer etí el palacio de las Cortes para ocura de la tribuna j ' de las letras, y su fallecimien- par su puesto de presidente. Para esté pílesto to será tan sentido como apreciada fue su exis- ae honor, que ocupaba al morir, se le ha desigtencia. nado constantemente, aun en medio de las crisis D. Francisco Martínez áñ la Rosa, una de por que nuestro pais ha tenido que atravesar en nuestras glorias nacionales, un poeta ilustre, las últimas épocas. En él se mantenía con una un hombre público que ha figurado en primera especie de calma que en estos tiempos de pasiolínea en los mas grandes acontecimientos de su nes estr-ímas [larecí'a anunciar su firme determipaia, a'caba do fallecer. Mas allá de la muerte, nación de no mezclarse en la política palpitante solo á Dios toca la severa justicia; los hombres, ni desempeñar en ella un papel mas activo. al borde de un sepulcro, deben liraitsrse á derraEsto no obstante, aceptó la cartera de Estado" mar lágrimas. ea el Gabinete Armero-Mon, constituyendo él Al tomar la pluma, hondamente conmovi- mismo un nuevo ministerio de breve existencia dos por esta dolorosa nueva, olvidando la disen 1858..^ tarcia á que pudiéramos hallarnos en cuestio Estos son los puntos mas culminantes de su nes políticas, solo nos guia un pensamiento, el vida como honbre político; como literato, bastade pagar un tributo de dolor y admiración al a conservar su nombre á una grande altura venerable anciano, de quien la patrifl, rica ya rán las pocas, pero buenas, producciones que en t o de tantas glorias, hereda hoy una de las mas bri- dos los géneros ha dejado , como-una huella lullantes. minosa de su paso por el mundo de la inteligenComo hombre público, no examinaremos sus cia y del arfe. actos. Diremos, no obstante, en su alabanza, que Edipo, M iruyna y La conjwaoion de Venecia, en algunas de las iva.'i firiRes piedras del robusto ci- el género dramático , y en el cómico La niña én ffiiento sobre que cstiil)U el edificio de nuestras casa y la madre en las máscaras , son obras que libertades, Lis puso él por su mano. siempre harán honor á nuestra escena. • Como hombre de letras, ¿ qué pudiéramos deSu Arte poetisa y sus Poesías líricas son modelos cir nosotros, que no diga mas ejocucntementc el de buenas formas ,- de sentimiento , de ternura-y profundo sentimiento d« los que le han aplaudido gracia , v sus novelas, Hernán Pérez del Pulgar é mil veces en la escena nRcioiial, da los que aun Isabel áesoUs, si bien inferiores á sus otras prorepiten sus tiernísimos versos de memoria, de ducciones, siet-ijpre serán consideradas como la los que, en fin, han seguido s i s huellas para lle- obra de un literal» de tanta co;.ciencia artística gar al puesto que ocupan on el Parnaso es- como buen gusto. pañol. Los que dejamos citados, y la historia Je la r e D. Francisco Martínez d^ la Rosa nació en volución francesa que escribió con el epígrafe de Granada, y en el año de 1789. Sus principales esEspíritu del sújlo, son los trab.ijos de mas importudios los hizo en un colegio de aquella pobla- tancia que ha dado á luz duraate su prolongada ción, en la que muy joven aun, pues apenas con- y azarosa vida; ellos hablan mas alto en honor taría unos diez y nueve á veinte años, obtuvo de su memoria, que nosotros pudiérame» hacerlo mas tarde la cátedra de filosofía de la Univer- en esta ocasión solemne, ellos, que ya le han considad. quistado una fama que los años destructores de Por este tiempo ocurrió el glorioso alzamiento tantas glorias do oropel, antes que oscurecerla, de la nación española contra la dominación fran- solo podrán aumentarla en su trascurso. Los cesa, y el entusiasta profesor, trasformando su hombres de todos los partidos y de todas las clacátedra en tribuna patriótica, logró distinguirse, ses lloran hoy junto á su ataúd, los mismos que hasta el punto que fue encargado por la junta nx- acompañándole mañana hasta su tumba pondrán cional de CJdiz para ir á buscar en Gibraltar el sobre ella una corona. Una corona en nombre del auxilio de las armas inglesa?. arte, en nombre de la patiia, en nombre de todos, Por esta época escribió un poema épico en h í - porque su gloria no pertenece á esta ni á aqueHor de la inmortal Zaragoza, poema al que ha- lla fracción política; es una gloria nacional, es blan precedido algunas composiciones sueltas patrimonio de todos los espa oles y herencia de que comenzaban á formar la sólida base de su la que, n sotros los primeros, iremos a reclamar reputscion literaria. nuestra parte. No teniendo aun la edad exigida para poder La Sspaña. formar parte de las Constituyentes de 1810, hizo u 1 viaje á Inglaterra, donde se empapó en el esEl Excmo. Sr. D. Francisco Martínez do la píritu liberal de las instituciones de aquel pais. Rosa ha fallacido. De vuelta á su patria al año siguiente, se dirigió La noticia de esto infausto suceso circuló snoá Cádiz, último baluarte de la independencia es- che con rapidez eléctrica por todos los ámbitos pañola, donde, sin ser diputado, s« le confió el de la corte y dio motivo en el Congreso á una cargo de secretario de la comisión de libertad de .»justa y nobilísima manifestación de pena, sentí la prensa. Durante el sitio de esta plaza, dio al miento que dominó por completo los ánimos, teatro su comedia titulada Lo qu • puede un cm- haciendo desaparecer las contingencias desagra'pico, y una tragedia. La viuda de Padilla, la cual dablss de una cuestión vivarasnte empeñada en contribuyó notablemente á inflamar el entusias- sesión secreta á la hora de llegar la triste nuemo deaquel pueblo, por la analogía de su asunto va. Reciban los señorís diputados por su generocon la situación en que se encontraba. so proceder é hidalguía, el tributo de nuestra Después del triunfo de la libertad española, y estimación, y alcance principalmente este h o cuando las Constituyentes sancionáronla famosa menaje de respeto que nos inspira á todos una Constitución de 1812, Martínez de la Rosa fue tumba abierta, á los dos dignos y él©cuentes vaelegido por la ciudad de Granada para que la re-o*rones que tuvieron a gloria y la honra de ser, .^. _ en . - las 1-- Cortes /-,._x__ ordinarias ..J: : _ -deJ . 1812 foin a .; .intérprete el uno de olios del duelo común, y capresentase 1814, en las cuales desplegó un celo liberal que ' « ballero el otro que supo sacrificar sobre el féremas í delante le valió una cruda persecución por, tro del ilustre anciano que por espacio de tanto parte de los hombres de ideas retrógradas. , / tiempo fue el presidente de la Cámara y el paPero en los primeros dias de la restauración de •triarca de la libertad, pasiones é impulsos que no Fernando Vil, y encerrado por espacio de siete siempre la flaca naturaleza humana es poderosa meses en un profu.ndo calabozo, apoyándose en á reprimir y contener. la inviolabilidad que lo daba su carácter de r e Precipitadamente, y bajo la impresión de la presentante del pais, se negó una y mil veces á dolorosa pérdida que España acaba de sufrir, esreconocer la legalidad de un procedimiento ini- cribimos estas líneas, la.' cuales no han do ser cuo; por último, fue desterrado á un presidio de consideradas como-artículo necrolégico, que en África, en donde permaneció algunos años, al sü dia haremos, sino como espresion sincera de cabo de los cuales la revoluciomdo Riego ie trajo nuestro profundo pesar, consignada con el abanen 1820 á Madrid y á las Cortes. dono de quienes dejan hablar al sentimiento y esHabiendo dado ser las elecciones de 1822 á una tampan sobre el papel lo que dicta el corazón. mayoría contraria al Gabinete que pusoá sus inMartínez de la Rosa era una gloría nacional. dividuos en el caso de hacer su dimisión, Fer- Su nombre, respetado en todos los países cultos, nando Vil ofreció á Martínez de la Rosa la pre- era un timbre de nuestra patria, y sean cuales sidencia dal Consejo, puesto q u e , deseando fueren los aciertos ó errores del gobernante en guardar un término medio entre las ideas exage- épocas determinadas, el patricio, el filósofo, el radas de une y otro partido, tuvo «|ue abandenar orador, el poeta, vivirá con gloria imperecedera al cabo, salvándose no sin gran pena de los atro- en las generaciones sucesivas, mientras se hable pelloj de un motin. la hermosa lengua de Cervantes.: Cuando en 1823 las armas francesas vinieron á Inaugurót: el Sr. Martínez de la Rosa su vida ahogar las semillas de la libertad, restaurando al política en las primeras Cortes de Cádiz, y deen- —A la doncella de Margarita, que es penitenta del Padre Juan de las Llagas . El sirviente recibió las dos cartas de manos del Padre Fernandez y salió inclinándose hasta el suelo. —í'adre Fernandez, dijo el capitán luego que hubo salido el sirviente, aun no os he pedido todo lo que tenia que pediros. —Pues hablad, hijo, decidme qué mas queréis. —No es solo la vida del conde de Erieeira la que está en peligro. Enrique Enriqnez tiene orden de mandar dar muirte por medio de los asesinos de la patrulla baja á un valiente y generoso mancebo, también criado de S. A., y de quien soy particular .\migo. ' —¿Quién es? If—Luis de Mendoza. —Se le mandará aviso. —Yo mismo quería avisarle, pero en CorteReal todos huyen de mí como de una cosa mala. —Voy á mandarle á deeír que venga aquí inmediatamente, dijo el jesuíta. Y llamando á otro sirviente le ordenó que fucle al Corpo-Santo á buscar á Luis de Mendoza. Media hora desfues volvía el sirviente con la noticia deque el amigo del capitán se habia marchado por la mañana á Salvatierra, á fin de preparar la parte del palacio real destinada p.^ra la residencia del infante. Francisco de Alburquerque resolvió marchar inmeaiátamente á Salvatierra, y el jesuíta, reiterándole las t-romesas que le habia hecho, le acompañó algunos minutos después hasta 1« puerta del colegio, en donde ya le estaba esperando un magnífico eaballo. TOMO CUARTO. CAPITULO PRIMERO. APARICIÓN. Todavía era noche cerrada. Acababan de dar las cinco de la mañana en el reló del palacio real de Salvatierra, y ya estaba de pie Luis de Mendoza. El hidalgo se paseaba con rapidez de uno á otro estremo de una sala inmensa, y solo de vez en cuando se paraba para aproximarse á la gran •himenea, en la que ua tronco de pino ardía con llama vive y brillante. El viento soplaba en continuas ráfagas , h a ciendo retemblar las ventanas y zumbando Con un sonido agudo y triste por las rendijas de las puertas. Fuera se oía el rumor que producían los arbolea sacudidos por el viento , el chirrido de la arena barrida por el huracán, el ruido de la lluvia que caía á torrentes, y el agua de los arroyos, que se habían convertido en anckos ríos y corrían furiosos con estrépito para ir á confun< dirse con el Tajo. Los mil ruidos de la tempestad formaban un concierto tremebundo, al que los ladridos y a u llidos de los perros encerrados en las caballerizas reales prestaban un carácter lúgubre y fantástico. Las gruesas gotas que , filtrándose por las goteras del tejá'.o, caían á intervalos iguales en los ladrillos de la sala, parecía que ijuerian marcar el compás de aquella orquesta estravagante. * De vez en cuando Luis de Mendoza escuchaba con pavor Ios-rugidos de la tormenta. En la soledad, en las horas fúnebres do la noche, cuando todo lo que tiene vida parece que calla en la s u perficie de la tierra, para dejar mas poderosa y libre á la natJ raleza, ó cuando mas exhala prolongados gemidos de angustia, el alma del hombre, aun cuando los padecimientos, las penas y las disílusiones la hayaa robustecido, na puede eximirse del terror, ó mas bien de. la tenaz influencia de los recuerdos supersticiosos de la infancia. La fantasía del solitario mancebo vagaba con tonces ni un solo dia, ni un solo momento ííá dejado de ser adicto á la causa del orden, fiel servidor del Trono y atleta impertérrito de la monarquía c'ons'tittícioria!. Pertílriecíá Martínez Je la Sosa á la pléyade, puede decirse, dS Irfs fundadores del sistema r e presentativo en España. Autor del Estatuto y gran maestro de la escuela conservadora española, sO nombre aparece en la historia política de" nuestra pa^íís influyendo unas veces de manera definitiva, intervinienao dí'flí ew los destinos de muy altos y venerandos intereses. l'residente del Consejo de Ministros en vatlaá ocaaionei y ministro en muchas mxs, su política fUe (íombatldft , pero su rectitud y pureza jamás fuei-ort dispu'aáas. , ' StM ttitinfcis como orador pUedetl contarse por el número dé sus diséuraos: principió á brillar en la tribuna en 1812, subió al ¿tpogéo de su gloria parlamentaria en las dos épocas posítíríore'si de 1820 á 182;{, y 1834 á 1853, y admir m )s el úlíU mo destello de su elocuerJeia cl^ año pasado de 1861: tratándose en el Congreso üe ¡ágíí'n cuestión de Italia, Martínez de la Rosa dejó la ¡,\\H presidencial f pvonunció un brillantísimo discurso en defensa del pontificado * del antiguo d e r j «ho, contra las modernas teorías ds ¡a fuerza. Oyendo al venerable anciano en aquellos iiit?-' mentos, creíamos escuchar el canto del cisne: y asi fue en vérdüd. I^os llena deinrawiiso consuelo el consignar aquí que la ültirila ofr«ri*la del gran orador fue para la Santa Sade y para ía tíaiwa de la verdad, de )a justicia y de la independencí. de los pueblos en ella simbolizada. Coma hombre do letras, sus obras en prosa y Verso le habían colocado en el fnaa a'tfo lugar: sus poesías, su Edipo, sus comedias, sus innumerables escritos periodí-iticos, sU ÉspiriUi del siglo, su. Historia de las instilucivme representativas en España, y otras varias, á contar desde el Poema al silio de Zarogoj^i, su primer ensayo, escrito á los diez y siete años de edad, hasta los últimos renglones que liaya trazado etí la colección Completa que preparaba de sus obras, pasarán á la posteridad y afianzarán su gloria, mas aun que en la prewnte, en las futuras generaciones. Todas las Academias le habían abierto su» puertas: la Española, áda ^ue profesaba especial estimación, lo había declarado su director perpetuo: presidia asimismo el Consejo de instrucción públita y el Ateneo cíentífloo y literario. Hiibia desempeñado fuera de España importantes y difíciles misiones ; recordaba con noble orgullo q u e , hallándose de embajador cerca de la Santa Side , le cupo la honra de acompañar al gran Pío IX en su refugio de Gasta. Casi todos los soberanos de Europa habían conferido á Martínez d« la Rosa sus condecoraciones mas altas, y dádolo testimonios de particular aprecio. Honraban ademas su pecho las grandes cruces civiles de nuestra patria y el collar de la insigne orden del Toisón de Oro. Antiguo vicepresidente del Cmsejo real, era en la actualidad presidente del de Estado y presidente de la Cámara popular, a l a cual habia pertenecido siempre con especial empeño, sin que jamás bastasen para llevarlo á la Cámara vitalicia los repetidos ofrecimientos que se le hicieron. lia muerto con la muerte del buen cristiano, y Dios se habrá dignado acoger su alma en el cielo. La Iberia. ¡Martínez de la Rosalía fallecido! Hemos sido adversarios suyos en vida, hemos combatido al partido de que era jefe; pero ante su tumba nos inclinamoa con la cabeza descubierta, olvidamos sus-errores, y solo recordamos sus virtudes; solo recordamos lo que puede servir de ejemplo. Hubo un pueblo en la antigüedad que habiendo sacudido en una noche el yugo de la esclavitud, eligió rey al primero qu» descubrió entre las sombras el priiTior rayo de la aurora que era el primer albor de su libertad. Las almas poetas comprenden to la la dalicadeaa que habia en este sentimiento. Pues bien: Martínez de la Rosa tuvo el privilegio de ver y cantar la primera aurora de nuestra regeneración política cuando en la isla de León, al fulgor de los disparos de \ot cañones franceses, al estampido de las bombas, los elegidos del pueblo, huérfano de su rey... ¡que estaba en Francia! escribían el Código fundamental de nuestro derecho. El Sr. Martínez de la Rosa sufrió en tiempo del absolutismo las tristes consecuencias de haber tenido aquella fortuna. ¿No debemos nosotros recordar con respeto su'nombre y doblar la rodilla ante sus despojos, cuando desaparece en el oscuro seno de la tumba ese recuerdo de aquellos días tan gloriosos? El Sr. Martínez da la Rosa ora un escelente orador; aun en sus últimos años, su elocuencia, joven y delicada, se hacia admirar por su pureza y corrección. Faltábale ya voz; pero la fuerza de su pensamiento era tal, el respeto que inspiraban sus años era tanto, la veneración que causaba su nunca desmentido desinterés, cualidad que le hacia digno representante de los i lustres legisladores de Cádiz, y que basta á hacer olvidar todos sus errores, porque prueba que no incurrió en ninguno por egoísmo, era tan grande, que asi eii et Ateneo como en el Congreso, en la Academia como en palacio, se le oía con interés, se le aplaudía con entusiasmo. Hoy estará cubierta de luto la tribuna del Congreso: proposición del seiur Olózaga, que fue aprobada por unanimidad. ¿No debe estar ciibierto de duelo también «1 corazón de todos los amantes de nuestra elocuencia? desvarío por los recuerdos con los bramides del viento. Después se desvanecía esta triste fantasmagoría, y Luis de Mendoza se sentía trasportado á un camarín suntuoso, y allí, postrado de hínojes á los pies de la reina, con el corazón saltándole de alegría en el pecho, besaba las lindas y blancas manos de las cuales viera despren terse, en el dia de loa toros reales, aquel pamuelo de finísimo Cambray que era su único t e soro. Entonces sacaba de su pecho el pañuelo que la reina la diera, le besaba, le ponia sobre su corazón y le empapaba en lágrimas con vivoa trasportes de alegría y de ardiente amor. D* pronto le parecía oír una carcajada fria y desdeñosa, y la voz de la reina, vibrante y sonora, que deeia:—«Lauzun es uno délos caballeros mas galantes de Francia.» Luego, como para suavizar la amargura de una pena tan cruel, pasaba por su imaginación enardecida la imagen dulce, casta y candida de Teresa, melancólica como un recuerdo triste, tierna y cariñosa Como la amistad. Pero aquella noche de vendaval era mas á p r e pósito para fantasmas pavorosos que para imágenes suaves y alegres. Los rugidos del viento y el estrépito de los torrente?, influían "poderosamente en la imaginación del hidalgo, y por eso á cada idea halagüeña que tenia sustituía en seguida otra idea triste y tenebrosa. La memoria de Teresa hizo que en seguida se le ocurriese el recuerdo fatal da su amig® asesinado. Aan estaba Luis de Mendoza reflexionando acerca de lá suerte funesta de Francisco de A l burquerque , de aquel amor irresistible que le había llevado á una muerte prematura, de aquella desaparición de Corte-Réal, inesplicable t o davía, cuando sintió que cn una puerta de la sala que comunicaba con la plaza de palacio dieron tres ó cuatro golpes muy recios. Y el Sr. Martínez ch la Rosa no era solo hom-, ' bfd político y orador; efS. tambisn literato. Sus obras son conocidas en España y en el estranjero, que las aííts do su fama liáu sido bastante fueites para salvar e;l Pirineo; y por esta razón, al mismo tiempo que loa hombres políticos, lo». amantes de nuestra literatura están de duelo j ;. vierten sinceras lágrimas sobre la tumba del au-,^ tor de La conjuración de Veneeia y de La viuda de ,¡ Padilla; qna e.rA al mismo tiempo un animador"; entusiasta de la juventud; que no faltaba jamas>i al estreno de ninguna obra nueva; que no dejaba;,, jamás de llevar su rami de laurel ¡y él tenia _tan-;-| tas! á nlngunacorona; y qua sn ninguna ocaiion, f por ocupado que estuviera con los asuntos d e ^ Estado, dájaba de consagrar su tiempo al i^veny que solicitabíl de él que la permitiese leorlcí. alíj^una primera obra, ni de animarle con sus con-,<^ sejos. ,^., , f"'' ¡Martínez de la Rosa ha muerto! Nosotros no : haremos ante su féretro grandes alardes de sen-,, timiento. Recordamos aquellos versos de Hora-:^ ció, que tanto lé convienen en esta ocasión: fu Ahsint inam funere nmnias, - _ ;; Lnclusquc turpes etqtíeris¡n«nia!: '' ;, CompUiCt clamorem, ae sepukri t~, Mitte supetVacuos honores, t¡-' Bl Sr, Olózaga, con lágrimas en los ojos, con lágrínJá» en la voz, manifestó el sentimiento que& á él on partííalür, y á todo el Congreso en gene-|| ral, causaba esta trí4e noticia, todo el CongresoJ se asoció á este sentimienío, y hubo un raomentojS de silencio y recogimiento ea toda la Asamblea.'/ Después siguieron, aunque bajóla presión delasf circunstancias, los debatesi del dia. Las N9Ve4»4s9. Ayer, á las seis d é l a tarde, ha fallecido e^ presidente del Congreso, Sr. Martínez de la Rosa; Hoy se anunciará oficialmente e3te_ triste su" ceso á la Cámara, y nosotros nos asociamos des" de luego al sentimiento que inspira generalmente la pérdida de un anciano respetable, de un literato eminente y da un distinguido h.ombre p u blico. Por grande ijue fuese la distancia que nos separase de^siís opiniones políticas, en el fondo mas liberales que las de muchos que figurasi hoy en la unión llamada liberal, siempre hemos b i cho j usticia á sus escelentes prendas y á su» n o bles cualidades, y hoy nos inclinamos ante esa tumba que se abfe para encerrar las cenizas de uno délos últimos representantes de'anoble g e neración que nos ha precedido. La Discusión. El Sr. D. Francisco Martínez de la Rosa ha muerto. El representa?» el doetrinarismo francés en política, el eclecticisfSo ¿u 'filosofa. Poco á poco, todos los hombres que han >"¿f)resentadD el doetrinarismo han ido muriendo, esf!ti¿"ui"idose, como sus ideas. Los que todavía viven b i n perdido la fe. El Sr. Martínez de la Ro.sa,apCi.tno respetable per los derechos que la edad tiene alj respeto de tedos, rsspetable por sus obras, res-¡ potable por les eminentes puestos que ha serví do, respetable pOr lo mucho que ha trabajado en nuestra historia contemporánea, Muero rodeado de simpatíaj, de atenciones, pero sin aquella popularidad que tuvieron Quintana, Arguelles, Mendizabal, Calatrava y demás i'epúblicos fieles á las ideas de 1S12, á esas ideas democráticas, que han sido la págin* de oro de nuestra libertad, y que han formado como una leyenda cn la memoria del pueblo. El Sr. Martínez de la Rosa comcne© su carrera política siendo muy liberal. Su Viuda de Padüla, unida á los versos de Quintan^, despertaron en la mente del pueblo las ideas que le apartaban del viejo absolutismo, las ideas de libertad, que eran el principio de la emancipación. Pero en 1820, habiendo entrado en la vida pública, se puso de parte del rey, de las dos Cámaras, de las restricciones atentativas á la libertad y opuestas á la Constitución, cuya popularidad se habia estendido hasta por Italiji y había despertado la r e volución en aquel heimoso pais. Sin embargo, la fiera reacción, que triunfó merced á la intervención estranjera, no perdoné al Sr. Martínez de la Rosa, como no perdonó á ninguno de los hombres eminentes de sus tiempos, pues todos arrastraron, ó las cadenas del presidiario, ó sufrieron los horrores de la emigración. _ B Después que se levantó el régimen constitu-E cional, volvió Martínez de la Rosa al sueño d e | toda su vida, á una monarquía casi absoluta, á d una prensa casi esclava, á una Cámara casi aris-i tocrátfca y á una Cámara popular desenterradal de nuestra historia. B Pero la revolución rompió su obra, su castillo| de cartas. Y, sin embargo, el Sr. Martínez de la i Rosa, cuando se reformó la Constitución del 12,i profanación imperdonable, que ha sido la fuente! de todos los errores y de todas las desgracias del partido progresista; cuando se reformó la Constitución, dijo que la reforma se habia hecho en nombre de sus ideas y á la luz de sus principios. Desde este punto ha sido fiel siempre á la idea doetrinaria á cuyo servicio consagró todos sus desvelos. Como poeta ha escrito El Edipo y La conjuración de Venecia , y otras comedias y dramas; como repúblico El espíritu del siglo, La politica de la casa de Austria y otras; eomo orador ha pronunciado en defensa de sus ideas elocuentes discursos. ' ^^ i'Séale la tíirra ligera! Er. Gt-AMOR, dirigido por un escritor público, poeta j antiguo diputado, se limita á decir eB| la resetia de la sesión de ayer que el Coagreso| habia eido con sentimiento la deplorable noticia que le fue anunciada par el Sr. Olózaga. Aquellos golpes inesperados le causaron singular sobresalto. Erlzáronsele los cabellos, y su mano se estendió involuntariamente hacia el rincón de la estancia en que se hallaba su espada. Sin embargo, reflcxionándolo mejor, conoció que era una inhumanidad dejar espuesto á la lluvia y al frío i quien tal vez llamaba para pedir socorro. Corrió presuroso á la puerta y la abrió con rapidez; pero, cuando sus ojos «• fijaron en el hombre que entró súbitamente en la sala, r e trocedió despavorido y hubo de re«os>tarse en la pared para no caer redondo al suelo.' —¡Jesús María...! murmuró Mendoza. —¡Qué noche tan infernal, querido amigo! esclamó Francisco de Alburquerque, porque él era quien habia causado tan gran terror á Luis de Mendoza. ¡ Creí perecer ahogado en el Tajo! Pero me libré, y felizmente puedo abrazarte. •* Mendoza vaciló un instante. Sin embargo, viendo delante de sí al capitán vivo, muy vivo, riendo y escurriendo el agua en que estaba «mpapado, dio dos pasos hacia él. —Dame un abrazo, anda, dijo Francisco, que estoy deseoso de estrechar entre mis brazos á un amigo. ^ P u c s qué, ¿no moriste? preguntó Mendoza. —Ya ve! que no, cqntestó Alburquerque rien do, echando sobre una silla su capa mojada, cerrando la puerta, y acercándose al fuego. No he muerto, y si de elio te quieres desengañar por completo, dame algo de cerner, si tienes. Mendoza, avergonzándose delterrorque había mostrado al ver á su amigo , se acercó i&l, por fin le abrazó con sincera ahígría, y en seguida fue presuroso á buscar una perdiz asada, un pan y un frasco de vino que tenia en un armario. —¿Con qme me juzgaste muerto? preguntó Francisco dé Alburquerque sentándose para comer. Pues es verdad, estoy muerto, perfectamente muerto.