Abril 2011 Luis Rius ISSN: 0185-3716 a Número 484 ■ Omegar Martínez ■ Zygmunt Bauman Alfonso Reyes ■ ■ Ray Jackendoff Hernán Cortés ■ ■ Thomas Sandoz José Luis Enciso a a a Sumario De Canciones de ausencia (1954) Luis Rius Plata Omegar Martínez Nuestra Lengua Alfonso Reyes La lengua como un fenómeno mental Ray Jackendoff Remedios, medicamentos y pociones Thomas Sandoz Fuera y dentro de la caja de herramientas de la socialidad Zygmunt Bauman La gran Tenochtitlán Hernán Cortés Cinco años del Centro Cultural Bella Época José Luis Enciso Tras desterrados. Selección y prólogo Phillippe Ollé-Laprune Por Cynthia Carrillo Damián 3 4 7 13 17 21 25 30 32 Ilustraciones de portada y páginas 11, 18, 20 y 22, cortesía de José Fors. Ilustración interiores, acervo del Fondo de Cultura Económica. Iluistración de la página 31, dibujo de Vlady, cortesía del Centro Vlady. número 484, abril 2011 la Gaceta 1 a Director general del Joaquín Díez-Canedo FCE Director de la Gaceta Luis Alberto Ayala Blanco Jefa de redacción Moramay Herrera Kuri Consejo editorial Martí Soler, Ricardo Nudelman, Juan Carlos Rodríguez, Tomás Granados, Bárbara Santana, Omegar Martínez, Max Gonsen, Karla López, Heriberto Sánchez. Impresión Impresora y Encuadernadora Progreso, sa de cv Formación Ernesto Ramírez Morales Versión para internet Departamento de Integración Digital del fce www.fondodeculturaeconomica.com/ LaGaceta.asp La Gaceta del Fondo de Cultura Económica es una publicación mensual editada por el Fondo de Cultura Económica, con domicilio en Carretera Picacho-Ajusco 227, Colonia Bosques del Pedregal, Delegación Tlalpan, Distrito Federal, México. Editor responsable: Moramay Herrera. Certificado de Licitud de Título 8635 y de Licitud de Contenido 6080, expedidos por la Comisión Calificadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas el 15 de junio de 1995. La Gaceta del Fondo de Cultura Económica es un nombre registrado en el Instituto Nacional del Derecho de Autor, con el número 04-2001-112210102100, el 22 de noviembre de 2001. Registro Postal, Publicación Periódica: pp090206. Distribuida por el propio Fondo de Cultura Económica. ISSN: 0185-3716 Correo electrónico [email protected] 2 la Gaceta número 484, abril 2011 a a De Canciones de ausencia (1954)* Luis Rius Si a ti no fuera, corazón cautivo, ¿adónde el sueño?; ¿dónde el ave del sueño posaría su desgarrado vuelo? Es tan frágil su pluma, tan ásperos los campos y los vientos. Se secaría la sangre tibia y roja en su cuerpo de distancia aterido. Si a ti no fuera, corazón, el sueño, ¿quién a tu nido?, ¿quién a tu nido llegaría, desierto? Son tan grandes las horas, tan grande el pensamiento y el camino y el mar y el horizonte, y es, corazón, tu nido tan pequeño. Los dedos de la ausencia suavemente irían deshaciendo tu trabazón humilde, tu trenzada esperanza, tu apretado tejido cobijero. Desamparado corazón, si a ti no fuera ya, ¿qué ave de fuego (ala grácil y efímera) burlando la ancha muerte del viento, del mar y del camino, se llegaría a tu desnudo lecho, soledad virgen, a posar la eterna vida encubierta en el desliz del vuelo? G * Luis Rius, Verso y prosa, fce, México, 2011. número 484, abril 2011 la Gaceta 3 a a Plata Omegar Martínez «¡Ya triunfé yo también sintiendo el beso de la inmortalidad tras de la muerte…!» J. M. Pino Suárez I. Melancolías A veces todavía lo sueño. Lo veo bajándose de un coche y luego escucho un grito; entonces la pesadilla me despierta, no puedo respirar. Luego me pongo a llorar sin querer, y es que no entiendo por qué lo mataron, la verdad es que era un hombre bueno, desinteresado. Pero tal vez sólo lo digo porque era mi marido, no lo sé. Seguro la gente ya ni se acuerda de él, ha pasado tanto tiempo… Sí, lo conocí en Mérida, en una época en la de que de todo lo que se hablaba era del centro del país, sus modas, sus personajes y políticos. Habría que fundar un diario que hablara de nosotros, dijo, y lo fundó. “El Peninsular”, se llamaba. Quien lo hubiera visto en aquel entonces, tan flaco, no se hubiera imaginado todo lo que iba a ser y a hacer. Poco después se fue a la ciudad a estudiar para abogado, pero se regresó en cuanto pudo y me propuso matrimonio con un anillo de plata. Nunca pensé que fuera muy guapo, pero era muy atento, y romántico. Por eso le dije que sí, porque me cortejó como se debe. Después de lo del 22 de febrero dejé la casa en la ciudad y me regresé a Mérida con mis hijos. Nuestros hijos, perdón. Muchos ni siquiera se acuerdan de su papá, estaban muy chamacos. Ellos no se enteraron de lo que estaba pasando, y la verdad es que estaba mejor así, aquello era una guerra total. Imagínese que las balaceras de aquellos diez días se dieron apenas a un par de cuadras de la casa. Ni modo de dejarlos salir a jugar… y luego cuando lo secuestraron… ni cómo salir a la esquina siquiera. Ni a quién acudir. Yo solamente era la esposa. Sí, del vicepresidente, pero solamente la esposa. En realidad lo que a él le gustaba era escribir. Por eso fundó el periódico. Todavía hasta hace no mucho había gente que se acordaba con cariño de él y de el periódico, porque, tal como había dicho, hablaba de nosotros, de ellos, de todos. Pero, la verdad, lo que a él le gustaba más era escribir poesía. A veces se pasaba noches enteras escribiendo sus versos plateados. Yo al principio le pedía que me los leyera, pero después ya no, entre los niños, las preocupaciones, las desveladas y las mudanzas a una como que se le olvidan esas cosas. Después de mucho me acordé que él siempre me dijo que no le importaba que se acordaran de él, sino de sus poemas. Todo empezó un día que Madero lo nombró gobernador de Yucatán. Le dije que no aceptara, que presentía algo raro, malo. El me dijo que el periódico estaba bien, pero lo importante era hacer algo por los demás, por toda la gente del lugar. Al poco tiempo de ser gobernador le ofrecieron el cargo de Secretario de Justicia. Me dijo que pensaba que eso era lo mejor para to4 la Gaceta dos, pero le pedí que no nos fuéramos de nuestra casa. Al fin, ya era gobernador, qué más quería, pero me acabó por convencer y al poco tiempo nos fuimos a la capital. Si quiere que le diga la verdad, desde la primera vez que vi a don Francisco, supe que no nos iba a traer sino desgracias. Nadie de ese tamaño podría haber pretendido ser el dirigente de toda una nación en guerra, y menos con el cabello tan escaso y el bigotito tan poco cuidado; hace falta tener espuelas de plata para ese trabajo, si me entiende lo que quiero decir. Pero si José María confiaba en él, para mí eso era suficiente. Aunque ya ve usted, al final no estaba nada equivocada, mi intuición estaba bien. Poco después salieron elegidos. Hubiera visto el gentío que había celebrando su llegada a Palacio Nacional. Todavía tengo un par de fotos que recorté del periódico de esos días donde se ve la cara incrédula de mi José María, sonriente, con su bigote, saludando a la muchedumbre. Él acababa de renunciar a la Secretaría de Justicia para postularse al cargo. Si de secretario puedo ayudar, imagínate cuánto podría ayudar de vicepresidente, me dijo un día. Lo miré con cara de angustia, pero no le dije nada porque lo veía contento. Claro que lo contento no le duró mucho, poco a poco se iba viendo más preocupado cada vez, los problemas del trabajo, decía; había veces que llegaba muy tarde a dormir, agotado. Un día lo vi mucho más viejo que el día anterior, la cabeza toda plateada, y me espanté. Era como si hubiese envejecido dos o tres años en una sola noche. Le pedí que nos fuéramos de regreso a Mérida, por su salud y por los niños, pero ni siquiera me escuchó. Su mente estaba en otro lado. Así siguió, hasta que un día simplemente no regresó a la casa. Yo lo esperé con una certeza pesada sobre mis hombros y mi cabeza. Empecé a empacar las cosas, a preparar a los niños. Al final del día vino su secretario particular a decirme que lo tenían secuestrado, dentro de Palacio Nacional, junto con el presidente Madero. Yo, la verdad, lo escuché como a lo lejos. A los pocos días volvió el secretario, muy noche, para decirme que ya lo habían matado. No lloré hasta que pasó el entierro. II. Canciones Yo maté a Madero, pero no maté a Pino Suárez. A ese lo mató el teniente Pimienta, Rafael Pimienta. La cosa fue así: los recogimos de Palacio Nacional la noche del 22 de febrero, y los subimos en dos coches. En el primero iba yo con Madero, en el de atrás iba el teniente Pimienta con Pino Suárez. Yo le había dado órdenes de que no hiciera nada número 484, abril 2011 a a hasta que no le dijera yo personalmente que ya Madero estaba muerto, y nos fuimos con rumbo a la penitenciaría. Antes de llegar le ordené al chofer que le diera la vuelta por la parte de atrás. Por ese lado no hay entrada, dijo Madero, que hasta ese momento pensó que lo íbamos a meter preso, y se puso pálido al darse cuenta. Cuando el coche se detuvo le ordené que se bajara. Él no lo dudó y me miró a los ojos antes de descender. Yo saqué mi pistola bruñida y, antes de que pudiera decirme nada, se la puse en la cabeza y disparé. Su cuerpo se desplomó, y una vez en el suelo le di otro balazo en el corazón, por si las dudas. Después le ordené al chofer que se fuera y me fui corriendo al otro coche donde estaba el teniente Pimienta con Pino Suárez, quien ya había oído los disparos y estaba temblando de miedo. Se bajaron los dos y fue cuando le dije a Pimienta que ya estaba todo listo. Sí, mi mayor, me dijo, desenfundó su pistola y le apuntó a Pino Suárez. Éste empezó a correr, pero el plomo le entró por la espalda y cayó al suelo. ¡Socorro, me asesinan!, gritó arrastrándose, el cobarde, mientras el teniente le apuntaba a matar. Le dio dos balazos número 484, abril 2011 en el pecho y Pino Suárez se quedó quejándose un rato, hasta que dejó de moverse y yo me acerqué a darle el tiro de gracia. Mientras confirmaba que estuviera muerto, aproveché para quitarle un anillo de plata que llevaba en el dedo. Después de eso los metimos a la penitenciaría. Trajimos unos cuerpos que sacamos del Hospital Militar y con unos balazos en la pared y en el coche simulamos un ataque. Luego me presenté con mi general Mondragón, que estaba a las órdenes de Huerta, para darle el parte de lo ocurrido. Muy bien, mayor Cárdenas, muy bien, ahora desaparézcase, me dijo. Y eso fue lo que hice, pero unos meses después me agarraron en Guatemala, por culpa del anillo. Eso sí, a Pimienta nunca le hicieron nada, creo que hasta llegó a general. III. Procelarias La historia de México, plagada de presidentes que duraban un día o dos en su cargo, dice que Pedro Lascuráin fue su presidente más efímero: estuvo 55 minutos en posesión del título. Sí, es en serio, no se rían, fue sólo el tiempo necesario para la Gaceta 5 a entregar el poder a Victoriano Huerta, personaje traicionero como el que más. Tan sólo imagínense que, después de haber sido forzado a dimitir, y viviendo en España en el exilio durante la Primera Guerra Mundial, Huerta tuvo contacto con el gobierno Alemán y de ellos obtuvo apoyo militar y monetario para retomar el gobierno mexicano a la fuerza, a cambio de declararle la guerra a los Estados Unidos. No, claro que no lo logró, lo atraparon antes de que cruzara la frontera y murió poco después. Pero el hombre de quien les voy a hablar hoy era vicepresidente, en una época en la que en México todavía los había, y acababa de ser elegido hacía apenas un año. Se llamaba José María Pino Suárez. Sí, como la estación del metro. El presidente en turno se llamaba Francisco I. Madero, el año era 1913 y ellos eran los primeros vencedores de la Revolución, pero no fueron los últimos. La situación política del país era, por decirlo de alguna forma, inestable. Sí, esto va a venir en el examen. La revolución seguía en pie de guerra en todos lados, cada general luchando por su propia conveniencia. Madero no tenía la agilidad política para gobernar, ni tampoco controlaba las minas de plata esenciales para la economía, aunque tenía las ideas. La gente lo quería, eso sí, pero el ejército estaba tan dividido que él contaba solamente con la lealtad de una parte muy pequeña. Huerta era su jefe del ejército, y el que tenía la verdadera lealtad de las fuerzas armadas. No se sabe quién acudió primero a quién, el caso es que entre él y el embajador de los Estados Unidos, Henry Lane Wilson, hicieron un plan para derrocar a Madero y quedarse con el control del país. El plan era muy 6 la Gaceta a simple: la constitución estipulaba que en ausencia del presidente y del vicepresidente, la persona sobre la que recaería el cargo sería el secretario de Relaciones Exteriores, que en aquel entonces era Pedro Lascuráin. Una vez que convencieron a Lascuráin, claro, con amenazas, para que una vez siendo presidente le entregara el poder a Huerta, todo estaba en su sitio. Lo que faltaba era únicamente asesinar a Madero, y, por simple necesidad, a su vicepresidente, Pino Suárez. Así que una tarde eliminaron a la escolta personal de Madero y tomaron al presidente y al vicepresidente como rehenes en un cuarto dentro de Palacio Nacional. Los hicieron firmar cartas de renuncia a sus cargos para justificar el cambio de poder, y a los pocos días, el 22 de febrero de 1913, los sacaron de Palacio a media noche y los llevaron frente a las rejas blanqueadas de Lecumberri, que aquel entonces era la penitenciaría de la ciudad. Hoy es el Archivo General de la Nación, por si algún día van por ahí. Se detuvieron antes de entrar al lugar. Primero le dispararon a Madero, por la espalda, en la cabeza, y murió instantáneamente. Pocos minutos después le dispararon a Pino Suárez, quien agonizó un par de minutos más. Así que por esos pocos instantes, el presidente más efímero de México, el que más pronto murió por la patria, fue, según la ley de entonces, José María Pino Suárez. Eso es todo. Para mañana, de tarea, van a comprar una monografía de Madero, una de Huerta y una de Pino Suárez. Ah, y no se olviden de hacer los ejercicios que vienen en la página 10 de su libro de matemáticas. G número 484, abril 2011 a a Nuestra Lengua* Alfonso Reyes Generalidades 1. El habla es el don de hablar, característica del hombre, que los animales sólo manifiestan en rudimentos, aunque a ellos les bastan para entenderse entre sí. 2. Por una parte, el hombre ha hecho el habla; por otra, el habla ha hecho al hombre: dos agentes que se modelan el uno al otro. El que deseaba labrar una estatua hizo un cincel: el cincel lo hizo poco a poco escultor. 3. El habla es una especialización oral de las señales que hace nuestro cuerpo para expresar lo que desea. Aunque esta especialización oral venció, por cómoda y económica, a las otras señales, éstas quedan aún junto al habla, sea que la refuercen o simplemente la acompañen, en los ademanes y en los gestos. 4. La escritura vino muchos siglos después para enviar a distancia, con la mayor exactitud posible, las señales del habla — concepto de fijación en el espacio—, y también para guardar las expresiones y el contenido del habla de modo que “no se lo lleve el viento” o no se olvide —concepto de fijación en el tiempo—. A la escritura propiamente tal precedieron varios sistemas aproximados, como esos signos que aún se usan en las carreteras, etc. Y para los mensajes a distancia, se usaron y aún se usan varios recursos auxiliares: los tambores y leños huecos o las fogatas del primitivo, las marcas del cuchillo en los árboles, los “telégrafos” de banderines y luces en los barcos, el verdadero telégrafo eléctrico, el teléfono, la radioemisión, etcétera. 5. El lenguaje es el cuerpo de expresiones orales en que se manifiesta el don del habla. Merced a la facultad del habla, el hombre posee un lenguaje. La lengua —o también el idioma— es el lenguaje que habla determinada comunidad: español, inglés, francés, nahua. Se dice “el lenguaje”, en general; se dice “los idiomas”, “las lenguas”, conjunto de particularidades; o, concretamente, “esta lengua”, “aquel idioma”. 6. Habla, lenguaje, lengua, idioma, son términos que se usan con cierta indiferencia unos por otros. La frontera no está trazada. El objeto de haberlos distinguido aquí ha sido tan sólo el explicar algunas nociones principales, de la más abstracta a la más concreta. Por habla suele entenderse también la selección personal que cada uno hace habitualmente dentro de su lenguaje: “En el habla de Fulano no está el llamar ebrio al borracho”. 7. El habla, y por consecuencia el lenguaje, los idiomas o lenguas, no se han ajustado absoluta y totalmente a un sistema * Alfonso Reyes, Literatura española, fce / Cátedra Alfonso Reyes del Tecnológico de Monterrey, Méxco, 2010. número 484, abril 2011 mental inflexible. Aunque la inteligencia y la razón los han tutoreado en mucha parte, también en mucha parte han crecido espontáneamente como los árboles. 8. La Gramática da las reglas de los usos que se consideran preferibles, pero ni puede abolir los demás usos, ni es siempre indispensable que lo haga (fuera del trato de buena educación o las funciones de la cultura), ni ella misma logra defenderse del empleo inveterado de formas ajenas a toda lógica. Por ejemplo: saltar la comba —que aquí decimos “la cuerda”—, “a pie juntillas”, frase que se considera correcta, aunque lógicamente debiera ser: “a pies juntillos”. 9. En nuestro lenguaje se descubren fácilmente residuos del pensar primitivo, que no corresponden al estado actual del conocimiento o la ciencia, y bien mirado hasta pueden ser antropomorfismos risibles, como el atribuir sexo a los objetos mediante los llamados “géneros”, declarándolos convencionalmente masculinos o femeninos: el banco, la silla, el sol, la luna. Para estas últimas palabras la convención es inversa en alemán, donde Sonne es femenino, y Mond masculino. Por aquí se ve lo arbitrario y casual de estas atribuciones. 10. El lenguaje, y por consecuencia los idiomas o lenguas, no ofrecen formas fijas y nacidas de una vez para siempre en el estado que nos es habitual, en el que usamos. Se han modificado con el tiempo y se modifican en el espacio. El español que hoy hablamos no es igual al español del Poema de Mío Cid (siglo xii). Y, dentro de una sola época, la nuestra, el lenguaje del norte de Francia difiere un poco del lenguaje del mediodía. No se habla español exactamente lo mismo en las Provincias Vascongadas que en Aragón o en Andalucía. Hay diferencias entre el lenguaje del norte de México (digamos, Monterrey) y el del sur (digamos, Mérida); entre el del este (digamos, Veracruz) y el del oeste (digamos, Guadalajara). En general, no se habla el español lo mismo en España que en Hispanoamérica o en Salónica. 11. Esta variabilidad del lenguaje no es consecuencia única de la variabilidad del tiempo y del espacio; sino que el lenguaje, corriendo como un río por distintos cauces (distintos ambientes naturales, comarcas donde quedan residuos de distintas lenguas anteriores, o que sufrieron distintas invasiones de otros pueblos de diverso idioma, o simplemente contactos y vecindades con distintos grupos extranjeros), acarrea al paso variados sabores y matices; ya en la construcción de frases, ya en la forma de las palabras, ya en las pronunciaciones, acentos, “tonadas” y maneras de hablar. 12. Un idioma varía con el tiempo, con el espacio, con las circunstancias de su desarrollo. Nunca está completo en parte la Gaceta 7 a a alguna. Nunca acabado de hacer en ningún momento. Por eso resulta una falsedad ese criterio que atribuye al idioma una entidad final y absoluta. Por ejemplo, se dice y repite: “En aquella época la lengua no estaba aún madura”. ¿Madura con respecto a qué modelo ideal? La lengua de cada época está prácticamente madura para tal época. Si resucitara un hombre de la Edad Media, nuestra lengua no le parecería cosa madura, sino una incómoda corrupción. Latín y romances 1. Así pues, la vida de las lenguas se reduce a la evolución o cambio en el espacio y en el tiempo. Y esto aconteció con la antigua lengua latina, una de las más importantes del importantísimo grupo o conjunto de lenguas emparentadas llamado indoeuropeo. Los cambios se fueron acentuando, y al fin sucedió como si el latín anterior hubiera tenido un puñado de hijas: nuevos estados, nuevas apariencias de la madre. Ayer se consideró que estas transformaciones eran decadencias. Un secreto instinto policíaco de perseguir y delatar culpas presidía a estos 8 la Gaceta juicios. Hoy se entiende y admite que las transformaciones son legítimas, por responder a las nuevas condiciones y necesidades de distintos lugares y tiempos. 2. La lengua latina, conforme se deshacía la unidad del antiguo Imperio romano, fue dando origen, por toda la antigua Romania o sea en los distintos territorios de su dominio, a las llamadas lenguas románicas o romances: el italiano, el francés, el provenzal, el catalán, el español, el portugués, el indeciso reto-romano (valles alpinos al nordeste de Italia y al sudeste de Suiza), y finalmente el rumano, en la antigua Dacia romana, hoy muy mezclado de vocabulario eslávico y otros elementos. 3. Había en la Antigüedad dos latines. Uno es el latín literario en que escribieron Horacio y Cicerón; suerte de lengua artificial e instrumento de la cultura. Otro era el latín de la conversación y el uso diario, el latín vulgar, que se siguió hablando en los lugares conquistados por Roma aun después del año 476, caída del Imperio romano. Aunque en estos lugares había funcionarios y oficiales que escribían la lengua literaria y hablaban el latín vulgar de la gente educada, los dominaba numéricamente la inmensa población de soldados, colonos y campesinos que hanúmero 484, abril 2011 a blaban todavía más a lo plebeyo el latín vulgar, y que además se dejaban influir por los contactos con los pueblos nativos, de hablas diferentes. Y todos estos factores, obrando de consuno, fueron dando origen a las mescolanzas de que han nacido los romances. Singularmente cuando las invasiones bárbaras dejaron a cada antigua colonia entregada a sus propias fuerzas. Así acontece por toda la antigua Romania. En la alta Edad Media, hasta hubo Padres de la Iglesia que recomendaban a los predicadores usar en sus homilías y sermones ese latín ya adulterado y plebeyo, para que mejor los entendiera la gente humilde, las ovejas predilectas del cristianismo. 4. Van configurándose los romances, que todavía se deshacen por las orillas y dan, como brotes, unas seudolenguas ya de tercera instancia o dialectos. Dejaremos a los pobres dialectos, aunque sean también brotes legítimos, en su mala opinión y su fama equívoca (¡otra vez el prejuicio policíaco que tanto ha enturbiado los estudios lingüísticos!), para sólo hablar ya del español, nuestra lengua. El Español 1. Nuestra lengua, el castellano que se llamará español cuando domine prácticamente el país, entra desde el norte de España como una cuña o cuchilla, y luego se expande hacia los litorales que, en sus peculiaridades propias, ofrecen ciertas semejanzas. El castellano nunca pudo nivelar esas disidencias. Entre el castellano y las zonas que no llegó a invadir del todo hay, naturalmente, zonas intermedias. Y hoy casi podemos decir que el español defiende sus dominios actuales con un sonido gutural y tajante, que le es bien característico: reina plenamente el español, hoy por hoy, dondequiera que se escucha la j, dondequiera que se esgrime al hablar el machete de la j. 2. Al correr del tiempo y según las vicisitudes históricas, la lengua española ha recibido, sobre la masa original del latín vulgar vuelto romance, ciertos elementos de otras lenguas peninsulares prerrománicas: elementos ligures, tudetanos, vascos, fenicios, cartagineses, griegos; y luego, aportaciones de lenguas no peninsulares, como los términos guerreros y otros tomados a las hablas germánicas, las palabras árabes —más bien para la administración y la cultura—, etcétera. 3. Entre todas estas lenguas peninsulares ajenas al romance, el caso más singular es el caso del vasco, vascuence o vascongado, “sagrado chorro de piedras” que decía un poeta. Esta extraña lengua quedó enquistada en la península como una supervivencia de remotas edades. Ha dado lugar a muy detenidas investigaciones y también a las fantasías más desorbitadas. Tiempo hubo en que se la declaró la lengua del Paraíso. La ciencia ofrece hoy, sobre su origen, tres hipótesis principales: a) que es lengua camítica, africana, afín del bereber, el copto, el cusita y el sudanés; b) que es lengua fundamentalmente caucásica; y c) que es una mezcla de ambas corrientes. 4. Los varios romances, hijos del latín, palpitan ya a principios del siglo viii. Cuando los árabes invadieron España, ésta conservaba la unidad lingüística, el latín de su tiempo, abuelo del castellano. Los hispanorromanos que se refugiaron en el norte fueron ensanchando su dominio a partir del siglo xi. A esto se llama la “Reconquista”. Para esos días, en España hay ya un mosaico de lenguas: además del castellano, hay el catalán, el gallego-portugués, el leonés y el mozárabe llamado a desaparecer. número 484, abril 2011 5. La lengua castellana o romance vulgar comienza a configurarse de modo titubeante desde el siglo ix hasta el siglo x. Los diplomas y documentos notariales de la época, que pretenden redactarse en latín, se van dejando penetrar cada vez más por el nuevo modo de hablar como por una humedad del subsuelo. En las Glosas emilianenses y en las Glosas silenses (monasterios de San Millán y de Silos), ambas del siglo x, estas nuevas formas se usan ya de modo consciente. 6. Entretanto, por influencia de los inmigrantes “francos”, aparecen los primeros galicismos, cuya introducción no ha de cesar ya a lo largo de la Edad Media. Naturalmente, esos galicismos han dejado de serlo, han sido ya absorbidos por el castellano y pertenecen a su auténtico patrimonio: homenaje, mensaje, palafrén, deleite, vergel, manjares, viandas, etc. Así ha sucedido ya en nuestros días con los anglicismos “mitin”, “líder”, “club”. Estas absorciones de vocablos extranjeros forman parte del desarrollo normal de los idiomas. Hoy estamos plenamente seguros de que estamos hablando español cuando usamos palabras de diverso origen, como “arroyo” (voz de substrato prerromano), “pájaro” (derivada del latín), o “alcázar” (procedente del árabe) (ver 1, 2 y 5). 7. La épica naciente canta ya a los condes de Castilla, llora a los infantes de Lara y a Sancho II, caído en el sitio de Zamora. Pronto ocurre en toda la Romania algo como un desperezo que hoy llamaríamos “nacionalista”, manifiesto anhelo de poner en valor y en la lengua que de veras se habla las realidades actuales y circundantes. Ello determina el triunfo del romance. El latín queda relegado a la función de lengua auxiliar. Las hijas se emanciparon de la madre, y la confinaron en los menesteres humildes propios de la vejez. Antes de mediar el siglo xii, con el cantar de Mío Cid, la lengua entra ya por el camino real de la literatura. En el siglo xiii, la adopción del romance es definitiva. 8. Pero no nacen a un tiempo todos los géneros. Don Alfonso X el Sabio, gran organizador de la prosa histórica y didáctica, se pasa de buena gana al gallego-portugués cuando quiere ejercitarse en la poesía lírica y cantar a la Virgen María, como si todavía la adusta lengua castellana no se acostumbrara a estos primores y encantos métricos. Sin embargo, de tiempo atrás las intenciones líricas del castellano venían ensayando salidas aventureras. Había canciones en árabe o en hebreo (las muwachahas) que admitían, hacia el final, y a modo de lujo, palabras y aun frases enteras en romance (las jarchas). Se asegura que esta singularidad comenzó a principios del siglo x, pero la mayoría de estas canciones data de los siglos xi y xii, hay unas tres en el siglo xiii, es decir, en tiempos de Alfonso el Sabio, y aún aparece alguna en pleno siglo xiv, sin duda manifestación artificial de arcaísmo. 9. Echa a andar la lengua española. A la etapa arcaica sucede la prosa de Alfonso el Sabio. El español medieval se acerca al humanismo (siglo xv), y aparece el español llamado por los filólogos “preclásico”. De 1525 en adelante, entramos en el Siglo de Oro, y la gran expansión imperial de España se refleja en la nueva musculatura de la lengua. El español ha llegado a ser lengua universal, y se permite las audacias barrocas (gongorismo, conceptismo). Y nos asomamos a América. 10. Como resultado de emigraciones y conquistas, la lengua española —además de hablarse en la península— se habla hoy en nuestras Américas continentales e insulares, en las Filipinas y en las Canarias, en regiones de África, Turquía y Grecia, y en la Gaceta 9 a a el sudoeste de los Estados Unidos, que antes fue región hispanomexicana. América y México 1. Acercándonos a lo nuestro, y acéptese o no la hipótesis del “andalucismo americano”, conviene recordar estos hechos: 1) la proporción de andaluces, extremeños y murcianos que pasaron a la conquista de América parece haber sido de un 50 por ciento; 2) Sevilla y Cádiz monopolizaron durante los dos primeros siglos el trato y comercio con América o, como se decía entonces, con las Indias; 3) en el siglo xvi acontece una intensa transformación fonética en la lengua peninsular. El español que se hablaba entonces es más o menos el que llevaron a Oriente los sefarditas expulsados de España. Pero esta lengua se estancó entre los judeoespañoles, y allá conserva hasta nuestros días abundantes formas anticuadas. En América, al contrario, la transformación se acentuó de la manera que todos conocemos. 2. En el grupo hispanoamericano, se dibujan con mayor o menor aproximación cinco zonas lingüísticas: 1) una zona de Estados Unidos, la meseta mexicana y parte de Centroamérica; 2) costa mexicana del Golfo, parte de Centroamérica, las Antillas, Venezuela y una faja del litoral colombiano; 3) el resto de Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia; 4) la zona rioplatense, con el Paraguay por centro; y 5) Argentina y Chile. Téngase en cuenta que este trazo es todavía muy indeciso. El verdadero mapa lingüístico de nuestras Américas está todavía por hacer. 3. El principio de economía de Fermat es tan válido en física como en fisiología y en psicología. Desde luego, este principio tampoco puede ser ajeno a las evoluciones lingüísticas. Tal principio permite asegurar desde ahora que el español del futuro evolucionará hacia el ahorro de esfuerzo. Acaso acabe por imponerse el modo de hablar hispanoamericano. Este modo de hablar se considera sumariamente como el “andalucismo de América”. Pero procede más bien de los vulgarismos y plebeyismos comunes a la soldadesca peninsular reclutada para la Conquista. Desde luego, hay vastas regiones de España que confunden, como América, la z o la c suave con la s, y donde espontáneamente se pronuncia la y en vez de la ll castiza, la cual se aprende artificialmente a pronunciar en las escuelas. Si en efecto la evolución se encaminase por la línea de la economía o comodidad, el término extremo pudiera llegar a ser el “antillano”, que, por huir los tropiezos de las consonantes, se deshace a veces en un verdadero flujo de vocales. (Recuérdese el juego verbal llamado precisamente “fuga de consonantes”.) Si así fuere, acontecería algo semejante a lo que aconteció cuando aparecieron las lenguas romances, que poco a poco tomaron el sitio de la lengua madre latina. Las hijas americanas estarían entonces llamadas a recoger la deslumbrante y honrosa herencia peninsular, pues hay un paralelismo entre la latinización de España y la hispanización de América. En estos casos, no es indiferente en manera alguna la situación que ocupan los pueblos en el mundo. La decadencia o el florecimiento políticos determinan decadencias o florecimientos lingüísticos. No sabemos lo que el porvenir nos depara. Por supuesto, esta evolución, si llega a acontecer, todavía requerirá algunos siglos, y más de los que requirió la transformación del latín en romance, pues los elementos de comunicación son hoy mil veces más activos y eficaces que entonces, así como los recursos de fijación por medio de la cultura lingüísti10 la Gaceta a ca. Además España e Hispanoamérica hablan por suerte la misma lengua, y la evolución posible abarcará a ambas, no habrá una verdadera separación como entre el latín y los romances. 4. En México hay cuatro zonas lingüísticas que se distinguen fácilmente: 1) el norte de la República, no tan uniforme como parece; 2) la altiplanicie central, dominada por la ciudad de México que le imprime su carácter, como Castilla lo imprime a España; 3) las “tierras calientes” de la costa oriental, sobre todo Veracruz y Tabasco; 4) la península de Yucatán, cuyas características comienzan en el estado de Chiapas y se alargan hacia Centroamérica. 5. Sin pretender en modo alguno agotar el tema, que requiere estudios especiales, sean a título de ejemplo unas cuantas peculiaridades mexicanas. De una manera general, se advierten en nuestra pronunciación las tendencias a suavizar la j, haciéndola más delantera o acercándola un poco a la h inglesa; a prolongar un poco la s, no encorvando la lengua hacia arriba como en España, sino manteniéndola plana, al modo de la s francesa; singularidad de la ciudad de México sobre todo, que ha hecho decir a un dominicano: “esto es un mar de eses, del cual emerge uno que otro sonido”; lo que recuerda un poco la pronunciación guipuzcoana, donde al “cocido” le llaman “loss cossidoss”, plural que aumenta la extrañeza. También se advierte la inclinación a convertir la ll y la y en g sonora francesa, por las regiones de Puebla y Orizaba y quizá otras, como se hace en la Argentina. En la meseta central hay afición a eludir un poco las vocales, apretando las consonantes, al revés de lo que pasa en Veracruz o en las Antillas, de modo que aquí se da una “fuga de vocales”. Nuestro gran poeta Luis G. Urbina solía saludar a sus amigos con esta frase: “¿Cóm t’va viejcit?” También se tiende a articular con exceso las pronunciaciones difíciles: exactitud en lugar de esatitú que generalmente se permite el pueblo español. A veces este escrúpulo llega a excesos que hacen sonreír un poco a los españoles ante los turistas de nuestro país. (Esta exageración del cultismo puede relacionarse con cierto alambicamiento de las expresiones: “No pude localizar a Fulano”: en vez de encontrarlo o dar con él.) En cuanto al vocabulario, naturalmente influyen los estratos de las distintas lenguas indígenas. Y quedan, en el habla culta, formas anticuadas como “fierro” por “hierro”, sin contar las que se conservan en el campo y entre la gente humilde, como “truje” por “traje”, “priesa” por “prisa” o “mesmos” por “mismos”; todo ello, supervivencias del siglo xvi en que por primera vez nos visitó la lengua española. La influencia predominante de la cultura francesa en cierta época trae una contribución de galicismos, no sólo a México, sino a toda Hispanoamérica (“capitoso”, por “embriagador” en ciertos poetas del Modernismo): y hoy se deslizan numerosos anglicismos en México por la vecindad con los Estados Unidos y las mutuas relaciones cada día más estrechas de la economía, la industria, los deportes. Nótese que la misma Intervención francesa dejó residuos entre nosotros (“mariachi” —música para la boda o mariage— y, hasta hace varios lustros, “el versa”, como se llamaba en los restaurantes capitalinos de lujo al que servía el café). Y adviértase que aun las cartas o minutas de los restaurantes contribuyen a la introducción de extranjerismos. En cuanto a las construcciones, la variedad es mucha, pero, en suma, el mexicano no tiene que vencer demasiadas resistencias para conformarse con el ideal general de la lengua. No tenemos voseo, sino que somos región de tuteo. Y ya en Chiapas, número 484, abril 2011 a a por ejemplo, se encuentran algunas formas verbales típicas de la América del Sur, como “sentate”, por “siéntate”, etcétera. Algunos verbos transitivos y algunos neutros se usan con el pronombre se (ya haciéndolos dativos éticos, o ya reflexivos, como les llama la gramática): “se raptó a una mujer”, “el ganado se abreva”, en vez de “raptó” y “abreva”, sin el se, como dicen en España. Los falsos cultismos, los alambicamientos de expresión y los barbarismos se perciben ahora más que antes entre la gente muy diversa y de muy distintas clases y niveles que recluta la radio. Hay ciertas tendencias estilísticas propias, como en todas partes, y una muy peculiar es el empleo cariñoso de los apodos que designan defectos o mutilaciones de la persona: “¿Qué me cuentas, cojito?”, “¿Qué pasa, tuertito?” El uso y abuso del diminutivo es característico: un “ratito”, un “ratitito”, “tantito”, “merito”, “lejitos”. Se abusa mucho del qué en las preguntas: “¿Qué, mañana estarás en tu casa?”, en vez de “¿Estarás mañana en tu casa?” Se usa con frecuencia el hasta al revés: “Estaré en casa hasta las once”, cuando se ha querido decir: “No estaré en casa hasta las número 484, abril 2011 once, pues antes andaré en negocios por la calle.” Hay torpeza en algunos empleos del en: “Te veré en la tarde”, en vez de “por la tarde”, o “a la tarde”, etcétera. Así como, en España, algunos tienen el abominable vicio de salpicar las frases con vaciedades como “¿me entiende usted?”, “¿verdad?” y otras al mismo tenor (“Anoche, ¿verdad?, estaba yo cenando, ¿me entiende usted?, cuando se oyó un tiro”), así en México padecemos el abominable vicio de meter por dondequiera en las frases el estribillo “este”, sin duda para cubrir momentáneos oscurecimientos mentales. El resultado es una suerte de insoportable tartamudeo psicológico: “Anoche, este, a la hora de cenar, este, se me ocurrió, este, que hoy podríamos tratar nuestro asunto.” Y una condición ya más social que lingüística está en el deseo predominante de hablar a medio tono y sin levantar mucho la voz. El español peninsular habla generalmente en voz más alta y, comparada con la nuestra, algo imperiosa en apariencia, lo que desconcierta un poco a los mexicanos cuando van por primera vez a España. Ya se ve que la observación anterior no es una censura, pero la Gaceta 11 a aun las censuras que arriba quedan mencionadas no significan que todo sea error en la manera de hablar de los mexicanos, la cual, por el contrario, ofrece manifiestos encantos y atractivos como lo reconocen propios y extraños: así la conservación de ciertos términos castizos y legítimos que en España van cayendo en desuso (“angosto” por “estrecho”, como allá dicen casi siempre); la conservación de ciertos sentidos propios que en España se han pervertido (allá dicen “hábil” para decir “bribón”); la tendencia natural a la rotundidad de las frases y su construcción coherente, en vez de las expresiones o interjecciones vacías y en vez de las frases que empiezan por dondequiera y acaban de cualquier modo, vicios que en otras partes se advierten con alguna frecuencia; la manifiesta pulcritud de algunos usos en labios plebeyos (aquí nadie dice “me se olvidó”); y un no sé qué de la antigua cortesía nacional que ha logrado salvarse a despecho de las violentas transformaciones sociales y que trasciende a las fórmulas de la misma conversación, etc. A esto pudiéramos fácilmente añadir otras condiciones recomendables en la lengua de los mexicanos, pero ello nos llevaría muy lejos. Dejamos fuera de este rápido análisis muchísimas otras peculiaridades secundarias o regionales que han sido objeto de abundantes monografías. Se ha dicho que la conquista lingüística de México no ha terminado aún. 6. Por toda España y desde el Bravo hasta Patagonia —las zonas por excelencia de la lengua española— se da naturalmente, como sucede en otras lenguas, el duelo entre el “academismo” por una parte, o tendencia a seleccionar, sobre la masa común de la lengua, lo que parece más recomendable y propio de la gente educada, y por otra parte, el “popularismo” o deseo de aceptar cuanto se dice, sin calificarlo ni someterlo a censura. Este duelo se da en mayor o menor grado y aparece cruzado de ciertas corrientes transversales. Así, se creería al pronto que en España predomina el academismo en la lengua común, cuando lo cierto es que, en algunas clases sociales de Hispanoamérica, a muchos modos peninsulares parecen plebeyos, y que estas clases hispanoamericanas exageran su esfuerzo por hablar con decencia hasta el alambicamiento (ya lo observamos antes de paso), así como también se resisten más al neologismo que el público y el lector españoles. ¿Acaso, como se ha afirmado, se siente América menos dueña de la lengua que España? Esta afirmación es algo ligera y apresurada, algo sumaria aunque seductora a primera vista. La Academia Española, a través de su órgano que es el diccionario, procede con justa cautela ante neologismos, regionalismos y americanismos, y en cambio, como el diccionario es obra acumulada de varias generaciones, en él se conservan inconscientemente términos ya incomprensibles o muy anticuados. Ante esta actitud, se alza la de muchas autoridades que ya no soportan un diccionario antológico, sino que desean un diccionario con las puertas abiertas de par en par a cuanto se dice y se habla. Y lo que se aplica al léxico en los diccionarios, puede aplicarse a las morfologías, la pronunciación y la sintaxis. Entre uno y otro extremo hay que buscar un cuerdo equilibrio, con miras siempre a respetar la unidad, la base idiomática de la lengua. Así lo reconoce la Academia Española, que ya en su Diccionario Manual da un paso prudente hacia la transacción. La nueva edición de su Diccionario oficial muestra en tal sentido un notable progreso, y últimamente ha emprendido trabajos lexicográficos de suma importancia que poco a poco han de publicarse. Este género de problemas que el físico llama “problemas del equilibrio dinámico o equilibrio en movimiento”, más que asunto de teoría y doctrina son asunto de instinto, sentido práctico, tacto y buen gusto. Aquí sucede lo que con las constituciones democráticas: que el pueblo soberano siempre tiene derecho a modificarlas o cambiarlas por otras, pero si lo hace todos los días nunca vivirá conforme a una política civilizada. G Publicado por primera vez por la Secretaría de Educación Pública en 1959, y recogido en Obras completas de Alfonso Reyes, XXV. Culto a Mallarmé. El “Polifemo sin lágrimas”. Memorias de cocina y bodega. Resumen de la literatura mexicana (siglos xvi-xix). Los nuevos caminos de la Lingüística. Nuestra lengua. Dante y la ciencia de su época, edición de José Luis Martínez, México, Fondo de Cultura Económica, 1991, pp. 451-464 [Letras Mexicanas]. G 12 la Gaceta número 484, abril 2011 a a La lengua como un fenómeno mental* Ray Jackendoff ¿Qué queremos decir con mental? El extraordinario primer capítulo de Aspects of the Theory of Syntax (1965),a de Noam Chomsky, determina los objetivos de la teoría de la lingüística generativa, gran parte de los cuales han sobrevivido intactos durante más de 35 años. Este capítulo y los dos siguientes se dedicarán a evaluar y rearticular dichos objetivos, así como a responder algunas de las críticas más comunes y persistentes que se les han realizado. Como Aspects, iniciamos con el tema del estatus de la descripción lingüística. Las técnicas estándares de la investigación lingüística nos conducen a una cierta estructura fija, por ejemplo la figura i.1, para la oración The little star’s beside a big star.b ¿Cómo habrá de entenderse una estructura como ésta? El argumento fundamental de Aspects es que esta estructura es algo más que una mera descripción útil para los propósitos de los lingüistas; en realidad, diría Chomsky, está diseñada para ser “psicológicamente real”, para ser tratada como modelo de algo que existe en la mente de un hablante del inglés cuando dice o escucha esta oración. ¿Qué significa esta afirmación? A menudo la respuesta se plantea en estos términos: la figura i.1 es un modelo de una representación mental de la oración. Desafortunadamente, me veo obligado a intervenir y tratar de alejar a los lectores de esta terminología, que, pienso, ha conducido a innecesarios y prolongados mal entendidos. El problema es que el término representación sugiere que representa algo, y para que algo represente otra cosa, debe representarla para alguien. Sin embargo, no queremos decir que la figura i.1 “representa la oración para el usuario de la lengua”; eso indicaría, de alguna manera, que el usuario de la lengua tiene acceso consciente a toda la estructura de la figura, o podría tenerlo si hiciera el esfuerzo de introspección necesario. Tampoco queremos decir que la figura representa la oración ante alguna entidad en el inconsciente del usuario de la lengua: eso conjuraría al notorio homúnculo, la “personita en el cerebro” que (para utilizar el término de Dennett 1991) está sentada en el “teatro cartesiano” observando el espectáculo. Representación pertenece a una familia de términos relaciona- * Ray Jackendoff, Fundamentos del lenguaje. Mente, significado, gramática y evolución, Traducción de María Sara Bolaño González, fce, México, 2010. a Versión en español: Aspectos de la teoría de la sintaxis, trad. y notas de C. P. Otero, Madrid, Aguilar, 1970. b La estrella pequeña está al lado de la estrella grande. número 484, abril 2011 dos entre sí que prevalecen en la ciencia cognoscitiva y que hacen surgir problemas paralelos. Por ejemplo, es costumbre hablar de la figura i.1 como parte de una teoría simbólica de la representación mental o de la función del cerebro; símbolos escritos tales como el fonema b o la categoría SN (sintagma nominal) se toman como símbolos modelo en la mente. Ahora bien, los símbolos escritos ciertamente simbolizan algo, a saber, las entidades de la mente. Pero ¿es verdad que las entidades de la mente simbolizan algo? La entidad b en la mente no simboliza el fonema b, es la entidad mental la que hace del fonema lo que es. Además, un símbolo es tal en virtud de que existe una persona o una comunidad que lo percibe, de manera que al usar esta terminología implícitamente nos vemos atraídos por el problema del homúnculo una vez más. Incluso el término información, aparentemente inocuo, no lo es: algo no constituye información a menos que haya algo que se pueda informar o alguien a quien informar. La escritura sobre el papel y los sonidos lingüísticos transmitidos a través del aire ciertamente informan a las personas, pero el fonema b y la categoría SN que están alojados en la mente de las personas están entre las cosas de las que la escritura y los sonidos informan a éstas. Como reconocerán algunos lectores, estoy armando todo este lío para alejarme del espinoso problema filosófico de la intencionalidad: la referencia evidente de los pensamientos y de otras entidades mentales al mundo exterior. John Searle (1980), por ejemplo, argumenta en contra de la posibilidad de que, en términos mentalistas, pudiera tener sentido un análisis como el de la figura i.1, y ello sobre la base de que el tener una estructura así en nuestra mente jamás explicaría cómo puede referirse al mundo, cómo podría simbolizar algo. Jerry Fodor (1987, 1998), aun estando profundamente comprometido con la existencia de representaciones mentales, está de acuerdo con Searle en que resulta fundamental dar cuenta de la intencionalidad; pero después prácticamente se parte en dos tratando de encontrar una resolución para las paradojas que surgen entonces (si se me permite resumir su serio y complejo argumento en una oración). Las preocupaciones filosóficas acerca de la intencionalidad se han dirigido tradicionalmente al significado (la estructura semántico-conceptual en la figura i.1), preocupaciones que trataremos con cierto detalle en los capítulos ix y x. Sin embargo, se presentan las mismas dificultades, si bien más sutilmente, en el caso de los “símbolos” de la estructura fonológica y sintáctica. Así pues, propongo evitar todos estos problemas desde el principio, remplazando los términos representación, símbolo e inla Gaceta 13 a a Estructura fonológica c r r r r n a nc a n e ð x σ l Cl i D l. d s b a n c a t a r z b Pa e Pa Pa f σ r r n a n e a σ x x σ s a y d Cl σ x x x σ x σ r r r ca n Pa g e a σ x x σ h Estructura silábica a n c a n c b i g s t a r Cl Pa Estructura prosódica i Pa Estructura segmental Morfofonología Pa j Pa Estructura sintáctica a O1 SN2 Det3 SV SA c V f b SP8 N 3 sing cont A d 4 e 5 V6 Fl P SN10 g 9 pres7 3 sing h Det11 SA N 3 sing cont A 13 i 12 j Estructura semántico/conceptual PRES7 Situación BE6 Estado [TIPO:STAR]5 DEF3 [PropLITTLE]4 Objeto [TIPO:STAR]13 INDEF11 [PropBIG]12 BESIDE9 , 2 Lugar Objeto 10 8 1 Estructura espacial 2 10 8 Figura I.1. Estructura de The little star’s beside a big star formación, que tienen una fuerte carga de intencionalidad, por términos apropiadamente neutros. Me referiré entonces a la figura i.1 como un modelo de una “estructura cognitiva”, y a componentes tales como b y SN los denominaré “entidades cognitivas” o “elementos estructurales”. En vez de hablar de “codificar información” utilizaré el viejo término estructuralista de “hacer distinciones”. Nótese, claro está, que un elemento estructural puede por sí mismo constituir una estructura: por ejemplo, b está compuesto por rasgos distintivos. El constructo que hemos revisado de la figura i.1 es, por tanto, el modelo de una estructura cognitiva en la mente del hablante. Pero persiste el problema del término mente. Tradicionalmente se considera a la mente como la sede de la conciencia y la voluntad; el “problema mente-cuerpo” se refiere a las relaciones de la conciencia y la voluntad con el mundo físico, y, al menos a partir de Freud, también nos hemos acostumbrado a hablar de la “mente inconsciente”. En términos comunes y corrientes y, de acuerdo con Freud, se considera que el 14 la Gaceta inconsciente es exactamente como el consciente, excepto que no nos percatamos de él; de ahí que se considere que está lleno de pensamientos, imágenes y cosas, las cuales, al menos en principio, están disponibles para la introspección consciente. A menudo se considera que esta noción del inconsciente es lo más lejos que se puede llegar al describir un fenómeno como “mental”. A partir de ahí todo es “cuerpo”, cerebro, para ser más específico. No queda entonces lugar en la mente para estructuras complejas como la de la figura i.1, que van mucho más allá de todo lo que pudiera estar a disposición de la introspección. Sólo hay lugar para las neuronas que envían señales y, así, activan o inhiben a otras neuronas a través de las conexiones sinápticas. Ésta es precisamente la propuesta que quiere hacer Searle y a la que Fodor se resiste. Para que podamos resistirla con éxito necesitamos abrir un nuevo dominio de descripción, algo entre el inconsciente freudiano y el cuerpo. Siguiendo en esencia el uso de Chomsky, en la ciencia cognitiva moderna el término mente (y más recientemente mente/ número 484, abril 2011 a cerebro) ha venido a denotar este dominio intermedio de descripción, que puede caracterizarse como la organización funcional y la actividad funcional del cerebro, de las cuales una pequeña parte emerge en el consciente y la mayor parte no lo hace. Desafortunadamente, este uso provoca confusión en el sentido cotidiano del término: “No tiene sentido decir que se tiene un SN en mente cuando se pronuncia la oración The little star is…” Por supuesto que no, y para evitar tales malentendidos introduciré el término técnico de moda: mente-f (mente funcional), en este sentido, para hacer clara su distinción del uso común.1 La manera usual de entender la organización y la actividad “funcional” (algunas personas la llaman “subsimbólica”) es en términos de la distinción entre hardware y software en la computadora: se considera que el cerebro sería el hardware y la mente el software. Cuando hablamos de una computadora específica que opera, digamos, Word 97, y señalamos que almacena ciertas estructuras de datos que le permiten ejecutar ese programa, estamos hablando en términos funcionales, en términos de la organización lógica de la tarea que está realizando la computadora. En términos físicos (hardware) esta organización funcional toma cuerpo en un conjunto de componentes electrónicos dentro de chips, discos y demás, que interactúan a través de impulsos eléctricos. Del mismo modo, si hablamos de que la mente/cerebro determina el contorno visual o analiza sintácticamente una expresión lingüística, estamos hablando en términos funcionales; esta organización funcional, a su vez, toma cuerpo en un conjunto de neuronas que interactúan eléctrica y químicamente. Existe, obviamente, gran discusión acerca de qué tan seriamente se puede tomar la analogía computacional (por ejemplo Searle 1980, una vez más), pero dentro de ciertos límites se ha comprobado que es heurísticamente sólida para entender los procesos cerebrales. No obstante, existen límites a esta analogía. Primero, nadie escribe los “programas” que operan en nuestra mente; éstos deben desarrollarse internamente, y a esto lo llamamos aprendizaje y desarrollo, un tema al que volveremos en el capítulo iv. En segundo lugar, resulta ya claro que, a diferencia de una computadora estándar, el cerebro (y por tanto la mente-f) no posee un “procesador ejecutivo central” que controle todas sus actividades. Más bien contiene un gran número de sistemas especializados que interactúan en forma paralela para crear nuestra comprensión del mundo y controlar nuestras metas y acciones en él. Se ha descubierto que aun lo que parece ser un subsistema unificado, como lo es la visión, está subdividido en muchos sistemas que interactúan para detectar el movimiento, la profundidad, coordinar movimientos de acercamiento, reconocer fisonomías y así sucesivamente. 1 Al revisar la terminología uno se encuentra con varias opciones, ninguna de ellas ideal. Se puede insistir en usar mente, en cuyo caso los lectores (especialmente aquellos que toman el libro a la mitad), probablemente entenderán el término en su sentido más cotidiano. O bien se puede crear un término totalmente nuevo y opaco: cognitor, que deja a todos fríos. Al optar por el término medio, he decidido adoptar el vocablo tradicional, pero con un diacrítico que marca su uso técnico especial. Me disculpo de antemano por su rareza. También quisiera dejar en claro que este sentido de funcional no tiene relación con el enfoque de la teoría lingüística llamado funcionalismo, que busca derivar las propiedades gramaticales de las exigencias de la comunicación (véase sección ii.5). número 484, abril 2011 En tercer lugar, el carácter del software y “las estructuras de datos” que constituyen la mente-f están mucho más ligados a la naturaleza del hardware que en el caso de una computadora estándar. Una de las perspectivas iniciales sobre el estudio de la mente-f se tomó de la experiencia con las computadoras, en donde el mismo programa podía ser operado en máquinas físicamente muy diversas: la organización funcional de la mente se trataba como una función matemática, relativamente independiente de su concreción física en el cerebro (véase, por ejemplo, Arbib 1964, Pylyshyn 1984). Ahora resulta más claro que el software está en exquisita sintonía con lo que puede hacer el hardware (en una forma en la que, por ejemplo, Word 97 no está en especial sintonía con el procesador de Pentium). En consecuencia, ahora se cree que los descubrimientos sobre las propiedades del cerebro tienen una influencia más directa sobre las propiedades funcionales de lo que antes se pensaba, lo cual constituye un desarrollo afortunado. Sin embargo, como subraya Marr (1982) elocuentemente, la conexión es una senda de dos sentidos: si se puede demostrar que los humanos deben, efectivamente, computar una función equis para actuar como lo hacen en la realización de algunas tareas, entonces es necesario descubrir cómo podría computar tal función el circuito neuronal del cerebro.2 Aun comprendiendo la relación entre la organización funcional y la concreción abstracta neuronal, ha existido un ataque contra la utilidad de la teoría de la organización funcional, el cual no procede en esta ocasión de los filósofos sino de ciertas comunidades del área de la neurociencia y de la creación de modelos computacionales (por ejemplo, Rumelhart y McClelland 1986a, Churchland y Sejnowski 1992, Edelman 1992). De acuerdo con esta escuela de pensamiento, la realidad científica se alberga en las neuronas y sólo en ellas, de manera que, de nuevo, no tiene sentido desarrollar modelos como el de la figura i.1. Puedo entender el impulso que está detrás de esta postura reduccionista. En las últimas dos décadas ha habido una eclosión de técnicas fascinantes e innovadoras para comprender el sistema nervioso, por ejemplo, el registro de la actividad de las neuronas individuales y de todo el cerebro, la creación de modelos computacionales de procesos perceptivos y cognitivos, y la explicación de procesos del sistema nervioso en términos de la actividad bioquímica. Estas investigaciones profundizan significativamente nuestra comprensión del hardware, una empresa con la que simpatizo totalmente. Además, algunos aspectos de la “computación mental” en el sentido funcional son bastante curiosos desde el punto de vista de la computación algorítmica estándar, pero quedan fuera, de modo más bien natural, de los modelos de la red neuronal (véase el capítulo vi). De manera que existen buenas razones para renunciar al manejo de la mente-f como una variedad de la máquina de Turing en serie y digital, al “estilo tradicional de la inteligencia artificial”, que funcionalmente es muy distinta del cerebro. Por otra parte, los investigadores que trabajan en el marco de la perspectiva reduccionista, a menudo la invocan para restar legitimidad al trabajo exquisitamente detallado que se realiza a 2 Debo subrayar que decidir exactamente qué función ejecuta la gente (o los animales) es un tema de investigación experimental profundo. Una investigación de ese tipo suele mostrar que la mente-f recurre a “trucos baratos” más que a la solución matemáticamente más sólida. la Gaceta 15 a desde la posición funcional, trabajo en el que se incluye el que lleva a la figura i.1. Sin embargo, no se ha ofrecido gran cosa para remplazarla. Por el momento, lo único que tenemos son datos bastante elementales sobre la localización y la sincronización de la actividad cerebral a través de la representación y el estudio de daños cerebrales, a lo que se añaden los registros de neuronas individuales y de pequeños conjuntos de las mismas. Con pocas excepciones (especialmente en la visión de bajo nivel, por ejemplo, Hubel y Wiesel 1968), dista mucho de comprenderse cabalmente lo que hace cada área del cerebro, cómo lo hace, y qué “estructuras de datos” procesa y almacena. En particular, ninguna de las nuevas técnicas ha logrado, ni lejana- 16 la Gaceta a mente, revelar cómo una estructura cognitiva tan sencilla como un solo sonido del habla se explica en términos de una encarnación física en las neuronas. En consecuencia, el trabajo básico que desarrollan los lingüistas acerca de, digamos, los marcadores de caso en el islandés, el acento en el árabe marroquí y la reduplicación en el tagalo, no tiene lugar dentro de esta tradición, por lo menos en el futuro predecible. ¿Deberían congelar los lingüistas estos estudios hasta que la neurociencia se ponga al día? Yo propongo que vale la pena considerar una posición alternativa, que permita aprovechar las perspectivas de ambos enfoques. G número 484, abril 2011 a a Remedios, medicamentos y pociones* Thomas Sandoz Diluir el veneno Tomar la pastilla La medicina ortodoxa nunca se ha recuperado de la mala pasada que le jugó la homeopatía al calificarla de “alópata”. Ha pasado dos siglos tratando de hacer comprender que este tratamiento es fundamentalmente injusto. Sin embargo, es fuerza aceptar que la invención de la alopatía, por “medicina de los contrarios”, carece de razón. Más bien es raro que una facción herética logre imponer su vocabulario al sistema dominante. En 1816, mucho después de la invención del término Schulmedizin (medicina de escuela), propuesto por el homeópata Franz Fischer para burlarse de la ortodoxia, surge la palabra “alopatía” como la primera que permite caracterizar al conjunto de terapias disponibles. La idea de la alopatía, aunque desautorizada con severidad por quienes consideran denigrante su uso, es adoptada con prontitud por todos aquellos que toman parte, desde el principio del siglo xix, en las disputas médicas [40]. Para entender la fuerza del término “alopático”, hay que remontarse a los orígenes de la medicina europea no ortodoxa más duradera, la homeopatía, para recorrer los siglos con pompa. La homeopatía —definida generalmente como un método que consiste en atender las enfermedades por medio de remedios en forma de soluciones diluidas, susceptibles de producir en el individuo sano síntomas parecidos a los de la enfermedad que se combate— es obra de un solo hombre, Christian Friedrich Samuel Hahnemann (1755-1843). Nacido en Meissen (Saxe), Hahnemann salió de su condición y con ayuda de preceptores diligentes se convirtió en un erudito verdaderamente poseedor de una cultura vasta que incluía tanto los idiomas (italiano, inglés, griego, hebreo, etc.) como las ciencias (química, mineralogía y astronomía, entre otras). Atraído por la medicina, presenta en 1779 una tesis de doctorado en forma previa a su ejercicio en consultorio. No obstante, un sentimiento de impotencia pronto invade al joven médico. Sufre tanto por no poder ayudar de verdad a sus pacientes, que se aparta de la práctica médica y se vuelve traductor especializado. Entre 1777 y 1806 traduce miles de páginas, principalmente de obras médicas del inglés, italiano y francés, en las que agrega aquí y allá sus propios comentarios y correc- * Thomas Sandoz, Historias paralelas de la medidicna, Traducción de Javier Enríquez Brito, fce, México, 2010. número 484, abril 2011 ciones. Hahnemann también publica sus propios estudios, todos basados en la esperanza de eliminar las incoherencias de la medicina heroica de su época. Igual que otros, se manifiesta en contra de los actos agresivos —sangrías, dietas o medicamentos tóxicos— que traicionan el arte de curar. Charlatanes y falsos sabios son objeto de su desprecio inacabable. Cuestionado por una observación de William Cullen (17121790), que encontró al traducir A Treatise on Materia Medica [Tratado de materias médicas], y a la vez seducido por la “ley de los similares” atribuida a la medicina hipocrática, simila similibus curantur, Hahnemann concibió al inicio de la década de 1790 lo que llegaría a ser el principio de la similitud, que es la afirmación de que existe un paralelo entre una sintomatología clínica y otra observada experimentalmente en sujetos sanos. Seguro de que no se puede conocer lo que no es posible observar, Hahnemann, fiel a las ideas de François Boissier de Sauvages (1706-1767), se embarca en una serie de ensayos empíricos y toma él mismo diversas preparaciones. En 1776, año en que ocurrió la primera vacunación por parte de Edward Jenner, Hahnemann expone las primicias de una terapia nueva opuesta en todo a lo que él llama “alopatía”. Su propuesta hace mención de numerosas fuentes, en particular las teorías de Hermann Boerhaave (1668-1738), Albrecht von Haller (17071777), Robert Whytt (1714-1766) y John Hunter (1728-1793). Pero Hahnemann, igual que sus contemporáneos, está preocupado por la cuestión de la higiene popular. Por último, fiel al espíritu clásico, Hahnemann hace referencia abrumadora a la ley vis naturae medicatrix. Ésta no es más que la primera etapa de la fundación de la terapia de las soluciones muy diluidas. Hahnemann, quien se presenta como un experimentador empírico, se involucra en la constitución de una nueva Matière médicale [Materia médica]. Para ello, efectúa el inventario de las propiedades de drogas o preparaciones experimentadas al amparo del principio de similitud. Este inmenso trabajo dio origen en 1805 a un primer recuento de 27 remedios, Fragmenta de viribus medicamentorum [Apuntes sobre los medicamentos virales]. Poco después, en Heilkunde der Erfahrung [La medicina de la experiencia] sintetiza el estado de la doctrina naciente con la afirmación de que no se debe administrar más que un solo medicamento a la vez. En rechazo a la patología usual, Hahnemann afirma una equivalencia entre la enfermedad y los “síntomas químicos” que justifican la prescripción individualizada y única. En otras palabras, la enfermedad “es” su propio mal. En 1810 aparece el Organon, una de las principales obras de Hahnemann. Si la homeopatía hoy ha sido reducida, por error, la Gaceta 17 a a a sus pastillas emblemáticas de excipientes que contienen remedios, su campo original era mucho más vasto, como se aprecia en esta obra en la que Hahnemann analiza masajes, magnetismo animal, hidroterapia o incluso electroterapia. También estudia, como en sus trabajos anteriores, la cuestión de las propiedades de las casas, camas, ropa y se hace promotor de cierta higiene mental y sexual. Hahnemann no está más que al comienzo de sus penas. La comunidad médica recibe con mucho escepticismo sus concepciones. Las dificultades con las autoridades locales y la necesidad de conseguir nuevos clientes lo obligan a mudarse nada menos que quince veces entre 1792 y 1804. Falta que Hahnemann consiga algunos discípulos con quienes trabajar para el enriquecimiento del repertorio homeoterapéutico. La ortodoxia, que se burla desde hace mucho tiempo de Hahnemann, encuentra en estas investigaciones algo de lo cual mofarse, mucho más que de su doctrina. Hay, en efecto, decenas de síntomas, inevitablemente contradictorios, reportados por los “expertos” a quienes ha pedido que informen tanto de las sensaciones físicas como psíquicas posteriores a la ingestión de las 18 la Gaceta “drogas”. La importancia de los hechos sugestivos es el argumento principal sostenido con objeto de despertar el interés en sus “cartas de identidad” llamadas patogénesis. Como ilustración, la experimentación en 1888 de sacarum lactis (azúcar de la leche) administrada en soluciones muy diluidas (30 CH o más) a 11 personas permitió reunir 785 síntomas diferentes… Diluido y aprobado El establecimiento de la sintomatología homeoterapéutica no carece de riesgos. Hay intoxicaciones menores asociadas a distintos remedios “degustados” —sales de mercurio, arsénico y otros venenos—. Hahnemann se ve obligado a imaginar una solución para evitar que todo fracase. En 1816, 15 años después del planteamiento de la ley de la similitud, anuncia, en el segundo volumen de Matière médicale pure [Materia médica pura], el principio de las diluciones sucesivas. Hahnemann hace la conjetura de que los remedios pueden diluirse mucho en un excipiente sin perder su poder curativo. En vista de la importancia teórica y práctica de la dilución, número 484, abril 2011 a Hahnemann codifica con mucho cuidado la elaboración de remedios homeopáticos, que se basa en la dilución progresiva y sistemática de las sustancias contenidas. En un frasco se mezcla una unidad de la sustancia por administrar (la tintura madre) en 99 unidades de alcohol o de un solvente neutro. Una unidad de esta nueva preparación, llamada 1 CH (por el primer centésimo de Hahnemann), a su vez es diluida en otro frasco con 99 unidades de excipiente, lo que arroja el segundo centésimo de Hahnemann, o 2 CH. Y así sucesivamente hasta que sea necesario, en el entendido de que según la homeoterapéutica vulgar, entre más se diluye un medicamento más activo resulta. Aparecieron otros procedimientos de fabricación, por lo común con el mismo modo de operación (dinamización según Jenichen, Lock o Swan). Pocos pasaron la prueba del tiempo ante las críticas de sus correligionarios. La excepción fue el sistema establecido por el conde Simeón N. Korsakov (17881853). Contemporáneo de Hahnemann, Korsakov, general ruso y político de alto rango, estudió la homeopatía a una edad muy avanzada, sobre todo para curar a los campesinos de su pueblo. Sin duda por razones prácticas, a partir de 1832 simplificó el procedimiento de fabricar las soluciones que utilizaba en una forma única. Prácticamente, una gota de tintura se mezclaba con 99 gotas de alcohol. La mezcla se dinamizaba a fin de obtener una solución llamada 1 K (para denotar la dilución de Korsakov). Después, se vaciaba el frasco, pero sobre sus paredes quedaba un residuo evaluado como uno por ciento del remedio 1 K. Entonces se agregaban 99 unidades de alcohol y todo se dinamizaba de nuevo, y así sucesivamente. Entre más afina la homeopatía sus alcances y sus herramientas, más se desencadenan las pasiones. Las cuestiones farmacológicas de la nueva doctrina obligan a los médicos a tomar posición. La calidad del medicamento no es el único punto de controversia, aunque concentrará lo esencial de la crítica en el curso de los dos siglos siguientes. Hahnemann, seguro, sabe que lo que falta aún a su sistema es una explicación coherente de su acción terapéutica. Como defensor encarnizado de una medicina experimental rigurosa, Hahnemann se vuelca tanto a las teorías vitalistas de moda como a los trabajos del animista Georg Stahl (1660-1734). Al rechazar el materialismo médico, Hahnemann defiende la existencia de una energía inmaterial (dynamis) en la que los “movimientos” bastan para explicar el origen de las enfermedades, los detalles de la curación y la potencia íntima de los medicamentos. Dulces fiebres La pandemia de cólera asiática de 1832 contribuye mucho al reconocimiento de las medicinas no ortodoxas en todo el mundo, y en particular de la doctrina de Hahnemann. Los médicos ortodoxos toman conciencia de su impotencia. Aun cuando falte la explicación científica, algunos se dan cuenta de que las flebotomías (incisiones en las venas) son la cuna de la epidemia, y que los tratamientos ordinarios fracasan con demasiada frecuencia. Más aún: las purgas y las sangrías, que deshidratan a los enfermos ya debilitados, acentúan los efectos mórbidos de la infección. En este contexto, la influencia de la homeopatía sobre la ortodoxia se manifiesta con franqueza. Obliga a repensar los riesgos de la posología masiva, a considerar las consecuencias dramáticas de las prescripciones del cloral o del calomel, o a adminúmero 484, abril 2011 tir los límites de la quinina. Además, el éxito de la homeopatía lleva a la ortodoxia a mejorar la formación de los médicos, a pensar en establecer un código de ética y a preocuparse por instruir al gran público que cada vez es más crítico. Aunque vituperada, la doctrina homeoterapéutica tiene un desarrollo constante. Se crean revistas para difundir su mensaje y se multiplican las asociaciones de proselitistas. El conjunto de hospitales ofrece un tratamiento con tintes de homeoterapéutica. Antiguos pacientes, con frecuencia afortunados y entusiastas, se fijan como misión difundir la doctrina por el mundo. Debido a la oposición (y tal vez por ella) y la cólera que suscitan sin excepción las publicaciones de Hahnemann y sus discípulos, la homeopatía se da a conocer con rapidez lejos de su tierra natal, y conserva su etiqueta de medicina alemana. En efecto, está marcada por la cultura de su creador y los primeros extranjeros que perciben en la homeopatía un medio revolucionario de tratar las enfermedades quedan imbuidos del “espíritu alemán”. En pocos años la homeopatía se da a conocer en 20 países de Europa, de América y del subcontinente indio. Con resultados dispares, la homeopatía emprende la conquista del mundo. En las naciones latinas es decisiva la influencia de Benoît Jules Mure (1808-1859). Curado en Francia, Mure se vuelve un partidario ferviente del método. Emprende una verdadera cruzada que lo lleva, después de fundar un dispensario homeopático en París, a numerosos países. Beneficiario de importantes finanzas, a partir de 1835 desarrolla con ardor la homeopatía en Sicilia, igual que lo hace más tarde en América del Sur. Mure lleva más allá a la homeopatía, hacia el proyecto ambicioso que es la fundación de una colonia según las teorías socialistas utopistas de Charles Fourier. Incansable, forma los epígonos y conduce experiencias con plantas exóticas. Sin embargo, Hahnemann se encuentra insatisfecho. Se enfrenta a tres problemas cruciales que surgen de las soluciones no diluidas. En primer lugar, constata que con frecuencia las enfermedades se agravan a pesar de la administración del remedio homeopático. En segundo lugar, observa que aparecen enfermedades secundarias, o agregadas. En tercer lugar, está claro que las enfermedades crónicas resisten a su enfoque. El maestro agrega entonces a la doctrina una división de las enfermedades asociadas a un conjunto de patologías, en tres tipos etiológicos —la psicosis, la soriasis y el resplandor— consideradas como los pendientes de las enfermedades infecciosas. Esta concepción queda consignada en los cuatro tomos de su obra Chronische Krankheiten (Tratado de las enfermedades crónicas), publicadas en 1828. Otra vez, es en el seno mismo de la comunidad que surgen las resistencias más vivas. Numerosos adeptos rechazan con vigor esta explicación demasiado reduccionista que se desinteresa por los factores patógenos y sólo atiende en exclusiva a la noción del terreno. En poco tiempo la empresa se dirige al fracaso. En lo sucesivo, por todo el mundo se enfrentan los seguidores de Hahnemann o “antipatologistas” con los practicantes más liberales, dispuestos a confrontar sus puntos de vista de la terapéutica de las diluciones elevadas con aquellos de la medicina ortodoxa. Sin renunciar a las ideas generales de la medicina alemana, también llamadas “globalistas” o “pluralistas”, aspiran a liberarse de la regla doctrinaria del medicamento único. Ya sea por efecto de su edad o como reacción al menosprecio constante de que ha sido objeto durante muchos decenios, Hahnemann se encierra más en sí mismo. Condena su propio la Gaceta 19 a a a sistema al inmovilismo y rechaza sistemáticamente a los alumnos que expresan sus dudas. Hahnemann muere en 1843 a la edad de 88 años. Desde hacía algún tiempo vivía en París con su segunda esposa, una paciente llamada Marie Mélanie d’Hervilly-Gohier (18001880), pintora y poetisa de 45 años y ayudante suya, quien se benefició de cierta gloria y de los placeres de una vida burguesa y la presencia en los altos centros culturales. Con la desaparición de su fundador, la historia de la homeopatía se hace más fluctuante todavía. Rápidamente tienen lugar cismas y reversiones de tendencias que debilitan su imagen exterior. Al estar 20 la Gaceta distribuida en forma desigual en la geografía, el movimiento no resiste el fenómeno de la división. A mediados del siglo xix reina el desorden. Muchos practicantes adoptan —en la medida en que es posible— la teoría de la medicina científica o inventan una nomenclatura particular. Por ejemplo, Edward von Grauvogl (1811-1877), de Núremberg, remplaza las tres divisiones de Hahnemann por tres “constituciones”. No es más que el primero de una larga lista de quienes quieren ejercer libremente la herencia del maestro (Antoine Nebel, Henry Duprat, Conrad Wessel hoeft , Pablo Paschero, Sánchez Ortega, Pierre Vannier). G número 484, abril 2011 a a Fuera y dentro de la caja de herramientas de la socialidad* Zygmunt Bauman Homo sexualis: huérfanos y desconsolados Tal y como lo afirmara Lévi-Strauss, el encuentro entre los sexos es el terreno en el que naturaleza y cultura se enfrentaron por primera vez. Asimismo, es punto de partida y origen de toda cultura. El sexo fue el primer componente de los atributos naturales del homo sapiens sobre el que se grabaron distinciones artificiales, convencionales y arbitrarias: la industria de base de toda cultura, en especial el primer acto de cultura, la prohibición del incesto, que divide a las hembras en elegibles y no elegibles para la cohabitación sexual. Es evidente que esta función del sexo no fue accidental. De todos los impulsos, inclinaciones y tendencias “naturales” del ser humano, el deseo sexual fue y sigue siendo el más irrefutable, obvia y unívocamente social. Se dirige hacia otro ser humano, exige la presencia de otro ser humano, y hace denodados esfuerzos para transformar esa presencia en una unión. Añora la unidad y hace de todo ser humano alguien incompleto y deficiente a menos que se una a otro, por más realizado y autosuficiente que sea en otros aspectos. La cultura nació de ese encuentro entre los sexos. En él, la cultura ejerció por primera vez su capacidad creativa de diferenciación. Desde entonces, la íntima cooperación de naturaleza y cultura en todo lo que se refiere a lo sexual no ha cesado, y menos aún ha sido abandonada. A partir de entonces, el ars erotica, una creación eminentemente cultural, ha guiado el impulso sexual hacia su satisfacción: la unión de los seres humanos. A excepción de algunos casos aislados, dice el eminente sexólogo alemán Volkmar Sigusch, nuestra cultura “no ha producido ningún ars erotica, sino una scientia sexualis”.1 Es como si Anteros, hermano de Eros y “genio vengativo del amor rechazado”, hubiese destronado a su hermano y tomado el control del reino del sexo. “Actualmente, la sexualidad ya no es el epítome del posible placer y la felicidad. Ya no está mistificada positivamente en tanto éxtasis o transgresión, sino negativamente, en tanto fuente de opresión, desigualdad, violencia, abuso e infección letal.” Anteros tenía fama de ser un hombre muy apasionado, lascivo, irritable e irascible, pero una vez que se convirtió en señor * Zygmunt Bauman, Amor líquido. Hacerca de la fragilidad de los vínculos humanos, Traducción de Mirta Rosenberg, Jaime Arrambide, fce, México, 2011. 1 Volkmar Sigusch, “The neosexual revolution”, en Archives of Sexual Behaviour, 4, 1989, pp. 332-359. número 484, abril 2011 indiscutible del reino seguramente proscribió las pasiones entre sus súbditos y proclamó que el sexo debía ser racional, fríamente calculado, a prueba de riesgos, obediente a las reglas y, por sobre todas las cosas, debía ser un acto despojado de todo misterio y encanto. “La mirada del científico —dice Sigusch—, siempre ha sido fría y desapegada: no debe haber secretos.” ¿El resultado? “Hoy todos están informados, y nadie tiene ni la menor idea.” Pero ni la autoridad de Anteros ni la de su mano derecha, la scientia sexualis, se ven melladas como consecuencia de esta postura fría y esta mirada desapegada, ni tampoco se angostan las filas de sus devotos, agradecidos y expectantes seguidores. La demanda de servicios (de servicios nuevos y mejorados, que son, sin embargo, “más de lo mismo”) tiende a aumentar y no a disminuir, en tanto y en cuanto estos servicios demuestran una y otra vez ser incapaces de cumplir lo que prometen. “No obstante, la ciencia sexual sigue existiendo, ya que la miseria sexual se niega a desaparecer.” La scientia sexualis prometía liberar a los homini sexuali de su miseria, y sigue prometiéndolo, y se sigue creyendo y confiando en sus promesas por la simple razón de que una vez separados de toda otra modalidad humana y abandonados a su propia suerte, los homini sexuali se han convertido en “objetos naturales” del escrutinio científico: sólo se sienten como en casa en el laboratorio y frente al bisturí del terapeuta, y sólo son visibles para ellos mismos y para los demás bajo la luz de proyectores operados por científicos. Salvo estas excepciones, los huérfanos y desconsolados homo sexualis ya no tienen a quién recurrir en busca de consejo, auxilio o ayuda. Huérfanos de Eros. Eros, podemos estar seguros, no ha muerto. Pero, desterrado del reino que le corresponde por herencia, ha sido condenado —como lo fuera una vez Ahaspher, el Judío Errante— a merodear y deambular, a vagabundear por las calles en una búsqueda interminable, y por lo tanto vana, de refugio y cobijo. Ahora Eros puede ser hallado en cualquier parte, pero en ninguna se quedará por mucho tiempo. No tiene domicilio permanente: si quieren dar con él, escriban a poste restante y no pierdan la esperanza. Desconsolados por el futuro. Por lo tanto, sin el consuelo de la previsibilidad y el compromiso, que son propiedad legítima y monopólica del futuro. Abandonados por el espectro de la paternidad y la maternidad, mensajeros de lo eterno y el Más Allá que solían sobrevolar los la Gaceta 21 a a encuentros sexuales, confiriendo a toda unión carnal algo de su mística sobrenatural y de esa sublime combinación de fe y aprensión, goce y temor, que eran su sello distintivo. En la actualidad, la medicina compite con el sexo por el dominio de la “reproducción”. Los hombres de la medicina compiten con los homini sexuali por el rol de auctores principales del drama. El resultado de esa contienda está cantado: no sólo gracias a lo que la medicina puede hacer, sino gracias a lo que los alumnos y discípulos de la escuela de mercado de la sociedad de consumo esperan y desean que la medicina haga. La cautivante perspectiva que nos aguarda a la vuelta de la esquina es la posibilidad (citando a Sigusch nuevamente) de “elegir un hijo de un catálogo de atractivos donantes, tal y como los consumidores contemporáneos están acostumbrados a comprar a través de tiendas de ventas por correo o revistas de modas”, y de adquirir ese hijo a elección en el momento que uno decida. Desdeñar la posibilidad de dar la 22 la Gaceta vuelta a esa esquina iría en contra de la naturaleza de un consumidor experto. Hubo épocas (de hogares/talleres, de granjas familiares) en las que los niños eran productores. En esas épocas, la división del trabajo y la distribución de los roles familiares se superponían. El niño debía unirse al oikos familiar, hacer un aporte a la fuerza de trabajo del taller o la granja. Y por lo tanto, en esas épocas en las que la riqueza era resultado del trabajo, la llegada de un hijo traía la esperanza de mejorar el bienestar familiar. Quizás los niños fuesen tratados con dureza y severidad, pero también el resto de los trabajadores recibía el mismo trato. No se esperaba que el trabajo brindara satisfacción y placer al trabajador: la idea de “satisfacción laboral” todavía no había sido inventada. Y por lo tanto los hijos eran, a los ojos de todos, una excelente inversión, y bienvenidos como tal. Cuantos más, mejor. Más aún, la razón aconsejaba cubrirse de los riesgos, ya que la esperanza de vida era corta y era imposible prever si el recién nacido viviría lo sufinúmero 484, abril 2011 a ciente para que su aporte al ingreso familiar llegara a sentirse. Para los autores de la Biblia, la promesa que Dios le hiciera a Abraham —“multiplicaré tu descendencia como las estrellas del firmamento y como las arenas del mar”— era indudablemente una bendición, mientras que muchos de nuestros contemporáneos la tomarían más bien como una amenaza o una maldición, por no decir ambas. Hubo épocas (cuando la fortuna familiar pasaba de generación en generación a lo largo del árbol genealógico y de acuerdo con los parámetros hereditarios de la sociedad) en que los hijos constituían un puente entre la mortalidad y la inmortalidad, entre la vida individual, abominablemente corta, y una (anhelada) duración infinita a través del linaje. Morir sin hijos implicaba no construir ese puente jamás. La muerte de un hombre sin hijos (aunque no necesariamente la de una mujer sin hijos, a menos que se tratara de una reina o algo similar) implicaba la muerte de un linaje: haber descuidado la mayor de las responsabilidades, dejar incumplida la tarea más imperiosa. Con la nueva fragilidad de las estructuras familiares, con familias con esperanza de vida mucho más corta que la expectativa de vida individual de cualquiera de sus integrantes, cuando la pertenencia a un linaje familiar particular se convierte rápidamente en uno de los “indefinibles” de nuestra moderna era líquida, y la filiación a alguna de las muchas redes de linajes disponibles se transforma para cada vez más personas en una cuestión de elección de tipo revocable y hasta nuevo aviso, un hijo puede aun ser un “puente” hacia algo más perdurable. Pero esa otra orilla hacia la cual conduce el puente está cubierta de una bruma que nadie tiene la esperanza de disipar, y por lo tanto es improbable que despierte grandes emociones, y menos probable aún que llegue a inspirar un deseo que mueva a la acción. Si una súbita ráfaga de viento disipara esa bruma, nadie sabe bien qué clase de costa dejaría al descubierto, tal vez no sea un terreno suficientemente firme como para sostener un hogar permanente. Puentes que no conducen a ninguna parte, o a ninguna parte en particular… ¿Quién los quiere? ¿Para qué? ¿Quién desperdiciaría tiempo y dinero en diseñarlos y construirlos? En nuestra época, los hijos son, ante todo y fundamentalmente, un objeto de consumo emocional. Los objetos de consumo sirven para satisfacer una necesidad, un deseo o las ganas del consumidor. Los hijos también. Los hijos son deseados por las alegrías del placer paternal que se espera que brinden, un tipo de alegría que ningún otro objeto de consumo, por ingenioso y sofisticado que sea, puede ofrecer. Para desconsuelo de los practicantes del consumo, el mercado de bienes y servicios no es capaz de ofrecer sustitutos válidos, si bien ese desconsuelo se ve al menos compensado por la incesante expansión que el mundo del comercio gana con la producción y mantenimiento de los hijos en sí. Cuandço se trata de objetos de consumo, la satisfacción esperada tiende a ser medida en función del costo: se busca la relación “costo-beneficio”. Los hijos son una de las compras más onerosas que un consumidor promedio puede permitirse en el transcurso de toda su vida. En términos puramente monetarios, los hijos cuestan más que un lujoso automóvil último modelo, un crucero alrededor del mundo e, incluso, más que una mansión de la que uno pueda jactarse. Lo que es peor, el costo total probablemente aunúmero 484, abril 2011 mente a lo largo de los años y su alcance no puede ser fijado de antemano ni estimado con el menor grado de certeza. En un mundo que ya no es capaz de ofrecer caminos profesionales confiables ni empleos fijos, con gente que salta de un proyecto a otro y se gana la vida a medida que va cambiando, firmar una hipoteca con cuotas de valor desconocido y a perpetuidad implica exponerse a un nivel de riesgo atípicamente elevado y a una prolífica fuente de miedos y ansiedades. Uno tiende a pensarlo dos veces antes de firmar, y cuanto más se piensa, más evidentes se hacen los riegos que implica, y no hay deliberación interna ni indagación espiritual que logre disipar esa sombra de duda que está condenada a contaminar cualquier alegría futura. Por otra parte, en nuestros tiempos, tener hijos es una decisión, y no un accidente, circunstancia que suma ansiedad a la situación. Tener o no tener hijos es probablemente la decisión con más consecuencias y de mayor alcance que pueda existir, y por lo tanto es la decisión más estresante y generadora de tensiones a la que uno pueda enfrentarse en el transcurso de su vida. Es más, no todos los costos son económicos, y aquellos que no lo son directamente no pueden ser evaluados o calculados en absoluto. Ponen en jaque todas las capacidades e inclinaciones de esta especie de operadores racionales que estamos entrenados para ser y nos esforzamos por ser. “Armar una familia” es como arrojarse de cabeza en aguas inexploradas de profundidad impredecible. Tener que renunciar o posponer otros seductores placeres consumibles de un atractivo aún no experimentado, un sacrificio en franca contradicción con los hábitos de un prudente consumidor, no es su única consecuencia posible. Tener hijos implica sopesar el bienestar de otro, más débil y dependiente, implica ir en contra de la propia comodidad. La autonomía de nuestras propias preferencias se ve comprometida una y otra vez, año tras año, diariamente. Uno podría volverse, horror de los horrores, alguien “dependiente”. Tener hijos puede significar tener que reducir nuestras ambiciones profesionales, “sacrificar nuestra carrera”, ya que los encargados de juzgar nuestro rendimiento profesional nos mirarían con recelo ante el menor signo de lealtades divididas. Lo que es más doloroso aún, tener hijos implica aceptar esa dependencia de lealtades divididas por un período de tiempo indefinido, y comprometerse irrevocablemente y con final abierto sin cláusula de “hasta nuevo aviso”, un tipo de obligación que va en contra del germen mismo de la moderna política de vida líquida y que la mayoría de las personas evitan celosamente en to-do otro aspecto de sus vidas. Despertar a ese compromiso puede ser una experiencia traumática. La depresión posnatal y las crisis maritales (o de pareja) posparto parecen ser dolencias “líquidas modernas” específicas, así como la anorexia, la bulimia e innumerables formas de alergia. a Las alegrías de la paternidad vienen en un solo y mismo paquete con los sinsabores del autosacrificio y el temor a peligros desconocidos. El cálculo frío y confiable de las pérdidas y ganancias permanece con obstinación y contumacia fuera del alcance y comprensión de los futuros padres. Toda adquisición realizada por un consumidor implica riesgos, pero los vendedores de otros bienes de consumo, y en particular de aquellos mal llamados “durables”, se desviven por asegurar a los posibles clientes que los riesgos que están corriendo han sido reducidos al mínimo. Ofrecen garantías, garantías la Gaceta 23 a ampliadas (aun cuando muy pocos de ellos puedan dar fe de que la empresa que las ofrece sobrevivirá al plazo de la garantía en cuestión, y prácticamente ninguno de ellos sea capaz de asegurar a los clientes que el atractivo que ofrece hoy el producto adquirido, y que evita que termine en una bolsa de residuos, no se desvanecerá antes de que esa misma garantía expire), garantías de reembolso y promesas de reparaciones a perpetuidad. Por creíbles y confiables que esas garantías puedan ser, ninguna es válida cuando se trata del nacimiento de un hijo. No es extraño, entonces, que los institutos de investigación médica y las clínicas de fertilidad desborden de dinero como las empresas comerciales. La demanda de seguridades que ofrezcan reducir los riesgos endémicos propios del nacimiento de todo hijo a niveles al menos comparables con los de cualquier otro producto de venta en mostrador es potencialmente infinita. Las compañías que ofrecen la posibilidad de “elegir un hijo de un catálogo de atractivos donantes” y las clínicas que realizan a pedido de sus clientes el mapa genético de un niño que todavía no ha nacido no deben preocuparse ni por la falta de clientes interesados ni por la escasez de negocios lucrativos. Resumiendo: la archiconocida brecha que separa al sexo de la reproducción cuenta con la asistencia del poder. Es un subproducto de la condición líquida de la vida moderna y del consumismo como única y exclusiva estrategia disponible para “procurarse soluciones biográficas para problemas producidos socialmente” (Ulrich Beck). Como resultado de la combinación de estos dos factores, el tema de la reproducción y el nacimiento de los hijos se aleja de la cuestión del sexo e ingresa en una esfera totalmente diferente, que opera según una lógica y un conjunto de reglas por completo diferente de las que rigen a la actividad sexual. El desconsuelo del homo sexualis está predeterminado. Anticipándose al esquema que habría de prevalecer en nuestros tiempos, Erich Fromm intentó explicar la atracción por el “sexo en sí mismo” (el sexo “por derecho propio”, la práctica del sexo separada de sus funciones ortodoxas), caracterizándolo como una respuesta (equívoca) al siempre humano “anhelo de fusión completa” a través de una “ilusión de unión”.2 Unión, ya que eso es exactamente lo que hombres y mujeres bus-can denodadamente en su intento por escapar de la soledad que sienten o temen sentir. Ilusión, ya que la unión alcanzada durante el breve instante del orgasmo “deja a los desconocidos tan alejados como lo estaban antes” de modo tal que “sienten su extrañamiento aún más profundamente que antes”. Al cumplir ese rol, el orgasmo sexual “cumple una función no demasiado diferente del alcoholismo o la adicción a las drogas”. Como ellos, es intenso, pero “transitorio y periódico”.3 La unión es ilusoria y la experiencia está condenada finalmente a la frustración, dice Fromm, porque esa unión está separada del amor (separada, permítanme explicarlo, de una relación de tipo fürsein, de una relación que se pretende como un compromiso indefinido y duradero con respecto al bienestar del otro). Según esta visión de Fromm, el sexo sólo puede ser un instrumento de fusión genuina —y no una impresión efímera, artera y en definitiva autodestructiva de fusión— en conjunción con el amor. Toda capacidad generadora de unión que el sexo pueda tener se desprende de su conjunción con el amor. G 2 Erich Fromm, The Art of Loving (1957), Londres, Thorsons, 1995 [trad. esp.: El arte de amar, Buenos Aires, Paidós, 2000]. 3 Ibid., pp. 41-43; 9-11. 24 la Gaceta número 484, abril 2011 a a La gran Tenochtitlán* Hernán Cortés El valle y la ciudad Porque para dar cuenta, muy poderoso señor, a vuestra real excelencia de la grandeza, extrañas y maravillosas cosas desta gran ciudad de Temixtitán, y del señorío y servicio deste Muteczuma, señor della, y de los ritos y costumbres que esta gente tiene, y de la orden que en la gobernación, así desta ciudad como de las otras que eran deste señor, hay, sería menester mucho tiempo, y ser muchos relatores y muy expertos: no podré yo decir, de las cien partes una de las que dellas se podrían decir; mas como pudiere, diré algunas cosas de las que vi, que aunque mal dichas, bien sé que serán de tanta admiración, que no se podrán creer, porque los que acá con nuestros propios ojos las vemos, no las podemos con el entendimento comprender. Pero puede nuestra majestad ser cierto que si alguna falta en mi relación hubiere, que será antes por corto que por largo, así en esto como en todo lo demás de que diere cuenta a vuestra alteza, porque me parecía justo a mi príncipe y señor decir muy claramente la verdad, sin interponer cosas que la disminuyan ni acrecienten. Antes que comience a relatar las cosas desta gran ciudad y las otras que en este capítulo dije, me parece, para que mejor se puedan entender, que débese decir de la manera de México, que es donde esta ciudad y algunas de las otras que he hecho relación están fundadas, y donde está el principal señorío deste Muteczuma. La cual dicha provincia es redonda y está toda cercada de muy altas y ásperas sierras, y lo llano della tendrá en torno hasta setenta leguas, y en el dicho llano hay dos lagunas que casi lo ocupan todo porque tienen ambas en torno más de cincuenta leguas. Y la una destas dos lagunas es de agua dulce, y la otra, que es mayor, es de agua salada. Divídelas por una parte una cordillera pequeña de cerros muy altos que están en medio desta llanura, y al cabo se van a juntar las dichas lagunas en un estrecho de llano que entre estos cerros y las sierras altas se hace; el cual estrecho tendrá un tiro de ballesta, y por entre la una laguna y la otra, y las ciudades y otras poblaciones que están en las dichas lagunas, contratan las unas con las otras en sus canoas por el agua, sin haber necesidad de ir por la tierra. Y porque esta laguna salada grande crece y mengua por sus mareas según hace la mar, todas las crecientes corre el agua della a la otra dulce, tan recio como si fuese caudaloso río, y por consiguiente a las menguantes va la dulce a la salada. * Luis Nicolau d’Olwer, Cronistas de las culturas precolombinas, fce, México, 2010. número 484, abril 2011 Esta gran ciudad de Temixtitán está fundada en esta laguna salada, y desde la tierra firme hasta el cuerpo de la dicha ciudad, por cualquiera parte que quisieren entrar a ella, hay dos leguas. Tiene cuatro entradas, todas de calzada hecha a mano, tan ancha como dos lanzas jinetas. Es tan grande la ciudad como Sevilla y Córdoba. Son las calles della, digo las principales, muy anchas y muy derechas, y algunas destas y todas las demás son la mitad de tierra, y por la otra mitad es agua, por la cual andan en sus canoas, y todas las calles de trecho a trecho están abiertas por do atraviese el agua de las unas a las otras, y en todas estas aberturas, que algunas son muy anchas, hay sus puentes de muy anchas y muy grandes vigas juntas y recias y bien labradas; y tales, que por muchas dellas pueden pasar diez de caballo juntos a la par. Y viendo que si los naturales desta ciudad quisiesen hacer alguna traición, tenían para ello mucho aparejo, por ser la dicha ciudad edificada de la manera que digo, y que quitadas las puentes de las entradas y salidas, nos podrían dejar morir de hambre sin que pudiésemos salir a la tierra, luego que entré en la dicha ciudad di mucha priesa a hacer cuatro bergantines, y los hice en muy breve tiempo, tales que podían echar trescientos hombres en la tierra y llevar los caballos cada vez que quisiésemos. Tiene esta ciudad muchas plazas, donde hay continuos mercados y trato de comprar y vender. El gran mercado de Tlaltelolco Tiene otra plaza tan grande como dos veces la de la ciudad de Salamanca, toda cercada de portales alrededor, donde hay cotidianamente arriba de sesenta mil ánimas comprando y vendiendo; donde hay todos los géneros de mercadurías que en todas las tierras se hallan, así de mantenimientos como de vituallas, joyas de oro y de plata, de plomo, de latón, de cobre, de estaño, de piedras, de huesos, de conchas, de caracoles y de plumas; véndese tal piedra labrada y por labrar, adobes, ladrillos, madera labrada y por labrar de diversas maneras. Hay calle de caza donde venden todos los linajes de aves que hay en la tierra, así como gallinas, perdices, codornices, lavancos, dorales, zarcetas, tórtolas, palomas, pajaritos en cañuela, papagayos, búharos, águilas, falcones, gavilanes y cernícalos, y de algunas aves destas de rapiña venden los cueros con su pluma y cabezas y pico y uñas. Venden conejos, liebres, venados y perros pequeños que crían para comer, castrados. Hay calle de herbolarios, donde hay todas las raíces y yerbas medicinales que en la tierra se hallan. Hay casas como de boticarios donde se venden las medicinas hechas, así potables como ungüentos y emplastos. Hay casas de barberos, donde lavan y rapan las cabezas. Hay casas la Gaceta 25 a a donde dan de comer y beber por precio. Hay hombres como los que llaman en Castilla ganapanes, para traer cargas. Hay mucha leña, carbón, braseros de barro y esteras de muchas maneras para camas, y otras más delgadas para asiento y para esterar salas y cámaras. Hay todas las maneras de verduras que se hallan, especialmente cebollas, puerros, mastuerzo, ajos, berros, borrajas, acederas y cardos y tagarninas. Hay frutas de muchas maneras, en que hay cerezas y ciruelas que son semejables a las de España. Venden miel de abejas, y cera y miel de cañas de maíz, que son tan melosas y dulces como las de azúcar, y miel de unas plantas que llaman en las otras islas maguey, que es muy mejor que arrope; y destas plantas hacen azúcar y vino, que asimismo venden. Hay a vender muchas maneras de hilado de algodón de todas colores en sus madejicas, que parece propiamente alcaicería de Granada en las sedas, aunque esto otro es en mucha más cantidad. Venden colores para pintores cuantas se pueden hallar en España, y de tan excelentes matices cu26 la Gaceta anto pueden ser. Venden cueros de venado con pelo y sin él, teñidos, blancos y de diversos colores. Venden mucha loza, en gran manera muy buena, venden muchas vasijas de tinajas grandes y pequeñas, jarros, ollas, ladrillos y otras infinitas maneras de vasijas, todas de singular barro, todas o las más vidriadas y pintadas. Venden maíz en grano y en pan, lo cual hace mucha ventaja, así en el grano como en el sabor, a todo lo de las otras islas y tierra firme. Venden pasteles de aves y empanadas de pescado. Venden mucho pescado fresco y salado, crudo y guisado. Venden huevos de gallinas y de ánsares y de todas las otras aves que he dicho en gran cantidad, venden tortillas de huevos, hechas. Finalmente, que en los dichos mercados se venden todas cuantas cosas se hallan en toda la tierra, que demás de las que he dicho, son tantas y de tantas calidades, que por la prolijidad y por no me ocurrir tantas a la memoria, y aun por no saber poner los nombres, no la expreso. Cada género de mercaduría se vende en su calle, sin que entremetan otra mernúmero 484, abril 2011 a caduría ninguna, y en esto tienen mucha orden. Todo lo venden por cuenta y medida, excepto que hasta agora no se ha visto vender cosa alguna por peso. Hay en esta gran plaza una muy buena casa como de audiencia donde están siempre sentados diez o doce personas, que son jueces y libran todos los casos y cosas que en el dicho mercado acaecen, y mandan castigar los delincuentes. Hay en la dicha plaza otras personas que andan continuo entre la gente mirando lo que se vende y las medidas con que miden los que venden, y se ha visto quebrar alguna que estaba falsa. Urbanismo y urbanidad Hay en esta gran ciudad muchas casas muy buenas y muy grandes, y la causa de haber tantas casas principales es que todos los señores de la tierra vasallos del dicho Muteczuma tienen sus casas en la dicha ciudad, y residen en ella cierto tiempo del año; y demás desto, hay en ella muchos ciudadanos ricos, que tienen asimismo muy buenas casas. Todos ellos, demás de tener muy buenos y grandes aposentamientos, tienen muy gentiles vergeles de flores de diversas maneras, así en los aposentamientos altos como bajos. Por la una calzada que a esta gran ciudad entran, vienen dos cañones de argamasa, tan anchos como dos pasos cada uno y tan altos casi como un estado, y por el uno dellos viene un golpe de agua dulce muy buena, del gordor de un cuerpo de hombre, que va a dar al cuerpo de la ciudad de que se sirven y beben todos. El otro, que va vacío, es para cuando quieren limpiar el otro caño, porque echan por allí el agua en tanto que se limpia; y porque el agua ha de pasar por las puentes, a causa de las quebradas, por do atraviesa el agua salada, echan la dulce por unas canales tan gruesas como un buey, que son de la longura de las dichas puentes, y así se sirve toda la ciudad. Traen a vender el agua por canoas por todas las calles, y la manera de como la toman del caño es, que llegan las canoas debajo de las puentes por do están las canales, y de allí hay hombres en lo alto que hinchen las canoas, y les pagan por ello su trabajo. En todas las entradas de la ciudad y en las partes donde descargan las canoas, que es donde viene la más cantidad de los mantenimientos que entran en la ciudad, hay chozas hechas, donde están personas por guardas y que reciben certum quid de cada cosa que entra. Esto no sé si lo lleva el señor o si es propio para la ciudad; porque hasta ahora no lo he alcanzado; pero creo que para el señor, porque en otros mercados de otras provincias se ha visto coger aquel derecho para el señor dellas. Hay en todos los mercados y lugares públicos de la dicha ciudad, todos los días, muchas personas trabajadores y maestros de todos oficios, esperando quien los alquile por sus jornales. La gente desta ciudad es de más manera y primor en su vestido y servicio que no la otra destas otras provincias y ciudades, porque como allí estaba siempre este señor Muteczuma, y todos los señores sus vasallos ocurrían siempre a la ciudad, había en ella más manera y policía en todas las cosas. Y por no ser más prolijo en relación de las cosas desta gran ciudad (aunque no acabaría tan aína) no quiero decir más sino que en su servicio y trato de la gente della hay la manera casi de vivir que en España, y con tanto concierto y orden como allá, y que considerando esta gente ser bárbara y tan apartada del conocimiento de Dios y de la comunicación de otras naciones de razón, es cosa admirable ver la que tienen en todas las cosas. número 484, abril 2011 a “Cosas de maravilla” de servicio y señorío En los servicios de Muteczuma y de las cosas de admiración que tenía por grandeza y estado, hay tanto que escribir, que certifico a vuestra alteza que yo no sé por do comenzar, que pueda acabar de decir alguna parte dellas; porque como ya he dicho, ¿qué más grandeza puede ser, que un señor bárbaro como éste tuviese contrahechas de oro y plata y piedras y plumas todas las cosas que debajo del cielo hay en su señorío, tan al natural lo de oro y plata, que no hay platero en el mundo que mejor lo hiciese; y lo de las piedras, que no baste juicio a comprender con qué instrumentos se hiciese tan perfecto; y lo de pluma, que ni de cera ni en ningún broslado se podría hacer tan maravillosamente? El señorío de tierras que este Muteczuma tenía, no se ha podido alcanzar cuánto era, porque a ninguna parte, doscientas leguas de un cabo y de otro de aquella su gran ciudad, enviaba sus mensajeros, que no fuese cumplido su mandato, aunque había algunas provincias en medio destas tierras, con quien él tenía guerra. Pero lo que se alcanzó, y yo dél pude comprender, era su señorío tanto casi como España, porque hasta sesenta leguas desta parte de Putunchan, que es el río Grijalva, envió mensajeros a que se diesen por vasallos de vuestra majestad los naturales de una ciudad que se dice Cumatan,1 que había desde la gran ciudad a ella doscientas y treinta leguas; porque las ciento y cincuenta yo he hecho andar a los españoles. Todos los más de los señores destas tierras y provincias, en especial los comarcanos, residían, como ya he dicho, mucho tiempo del año en aquella gran ciudad, y todos o los más tenían sus hijos primogénitos en el servicio de Muteczuma. En todos los señoríos destos señores tenían fuerzas hechas, y en ellas gente suya, y sus gobernadores y cogedores del servicio y renta que de cada provincia le daban, y había cuenta y razón de lo que cada uno era obligado a dar, porque tienen caracteres y figuras escritas en el papel que hacen, por donde se entienden. Cada una destas provincias servía con su género de servicio, según la calidad de la tierra; por manera que a su poder venía toda suerte de cosas que en las dichas provincias había. Era tan temido de todos, así presentes como ausentes, que nunca príncipe del mundo lo fue más. Tenía, así fuera de la ciudad como dentro, muchas casas de placer, y cada una de su manera y pasatiempo, tan bien labradas cuanto se podría decir, y cuales requerían ser para un gran príncipe y señor. Tenía dentro de la ciudad sus casas de aposentamiento, tales y tan maravillosas, que me parecería casi imposible poder decir la bondad y grandeza dellas. Y por tanto no me podré en expresar cosa dellas, mas de que en España no hay su semejable. Tenía una casa poco menos buena que ésta, donde tenía un muy hermoso jardín con ciertos miradores que salían sobre él, y los mármoles y losas dellos eran de jaspe, muy bien obradas. Había en esta casa aposentamientos para se aposentar dos muy grandes príncipes con todo su servicio. En esta casa tenía diez estanques de agua, donde tenía todos los linajes de aves de agua que en estas parte se hallan, que son muchos y diversos, todas domésticas; y para las aves que se crían en la mar eran los estanques de agua salada, y para las de ríos, lagunas de agua dulce; la cual vaciaban de cierto a cierto tiempo por la limpieza, y la tornaban 1 Zumatlán. la Gaceta 27 a a a henchir por sus cañones; y a cada género de aves se daba aquel mantenimiento que era propio a su natural y con que ellas en el campo se mantenían. De forma que a las que comían pescado se lo daban y las que gusanos, gusanos, y las que maíz, maíz, y las que otras semillas más menudas, por consiguiente se las daban. Y certifico a vuestra alteza que a las aves que solamente comían pescado se les daba cada día diez arrobas dél, que se toma en la laguna salada. Había para tener cargo destas aves trescientos hombres que en ninguna otra cosa entendían. Había otros hombres que solamente entendían en curar las aves que adolecían. Sobre cada alberca y estanque de estas aves había sus corredores y miradores muy gentilmente labrados donde el dicho Muteczuma se venía a recrear y a las ver. Tenía en esta casa un cuarto en que tenía hombres y mujeres y niños, blancos de su nacimiento en el rostro y cuerpo y cabellos y cejas y pestañas. Tenía otra casa muy hermosa, donde tenía un gran patio losado de muy gentiles losas, todo él hecho a manera de un juego de ajedrez. Y las casas eran hondas cuanto estado y medio, y tan grandes como seis pasos en cuadra; y la mitad de cada una destas casas era cubierta el soterrado de losas, y la mitad 28 la Gaceta que quedaba por cubrir tenía encima una red de palo muy bien hecha; y en cada una destas casas había un ave de rapiña, comenzando de cernícalo hasta a águila, todas cuantas se hallan en España, y muchas más raleas que allá no se han visto. Y de cada una destas raleas había mucha cantidad, y en lo cubierto de cada una destas casas había un palo, como alcandra, y otro fuera debajo de red, que en el uno estaban de noche y cuando llovía, y en el otro se podían salir al sol y al aire a curarse. A todas estas aves daban todos los días de comer gallinas, y no otro mantenimiento. Había en esta casa ciertas salas grandes, bajas, todas llenas de jaulas grandes, de muy gruesos maderos, muy bien labrados y encajados, y en todas o en las más había leones, tigres, lobos, zorras y gatos de diversas maneras, y de todos en cantidad; a las cuales daban de comer gallinas cuantas les bastaban. Y para estos animales y aves había otros trescientos hombres, que tenían cargo dellos. Tenía otra casa donde tenía muchos hombres y mujeres monstruos, en que había enanos, corcovados y contrahechos, y otros con otras disformidades, y cada una manera de monstruos en su cuarto por sí; y también había para éstos personas dedicanúmero 484, abril 2011 a das para tener cargo dellos. Y las otras casas de placer que tenía en su ciudad dejo de decir por ser muchas y de muchas calidades. La manera de su servicio era que todos los días luego en amaneciendo eran en su casa seiscientos señores y personas principales, los cuales se sentaban, y otros andaban por unas salas y corredores que había en la dicha casa, y allí estaban hablando y pasando tiempo, sin entrar donde su persona estaba. Y los servidores destos y personas de quien se acompañaban henchían dos o tres grandes patios y la calle, que era muy grande. Y éstos estaban sin salir de allí todo el día hasta la noche. Y al tiempo que traían de comer al dicho Muteczuma, asimismo lo traían a todos aquellos señores tan cumplidamente cuanto a su persona, y también a los servidores y gentes destos les daban sus raciones. Había cotidianamente la dispensa y botillería abierta para todos aquellos que quisiesen comer y beber. La manera de que les daban de comer, es que venían trescientos o cuatrocientos mancebos con el manjar, que era sin cuento, porque todas las veces que comía y cenaba le traían de todas las maneras de manjares, así de carnes como de pescados y frutas y yerbas que en toda la tierra se podían haber. Y porque la tierra es fría, traían debajo de cada plato y escudilla de manjar un braserico con brasa, porque no se enfriase. Poníanle todos los manjares juntos en una gran sala en que él comía, que casi toda se henchía, la cual estaba toda muy bien esterada y muy limpia, y él estaba asentado en una almohada de cuero pequeña muy bien hecha. Al mismo tiempo que comía estaban allí desviados dél cinco o seis señores ancianos, a los cuales él daba de lo que comía. Y estaba en pie uno de aquellos servidores que le ponía y alzaba los manjares, y pedía a los otros que estaban más afuera número 484, abril 2011 lo que era necesario para el servicio. Y al principio y fin de la comida y cena siempre le daban agua a manos, y con la toalla que una vez se limpiaba nunca se limpiaba más, ni tampoco los platos y escudillas en que le traían una vez el manjar se los tornaban a traer, sino siempre nuevos, y así hacían de los brasericos. Vestíase todos los días cuatro maneras de vestiduras, todas nuevas, y nunca más se las vestía otra vez. Todos los señores que entraban en su casa no entraban calzados, y cuando iban delante dél algunos que él enviaba a llamar, llevaban la cabeza y ojos inclinados, y el cuerpo muy humillado, y hablando con él no le miraban a la cara; lo cual hacían por mucho acatamiento y reverencia. Y sé que lo hacían por este respeto, porque ciertos señores reprendían a los españoles, diciendo que cuando hablaban conmigo estaban exentos, mirándome la cara, que parecía desacatamiento y poca vergüenza. Cuando salía fuera el dicho Muteczuma, que era pocas veces, todos los que iban con él y los que topaba por las calles le volvían el rostro, y en ninguna manera le miraban, y todos los demás se postraban hasta que él pasaba. Llevaba siempre delante sí un señor de aquellos con tres varas delgadas altas, que creo se hacía porque se supiese que iba allí su persona. Y cuando lo descendían de las andas, tomaba la una en la mano y llevábala hasta donde iba. Eran tantas y tan diversas las maneras y ceremonias que este señor tenía en su servicio, que era necesario más espacio del que yo al presente tengo para las relatar, y aun mejor memoria para las retener, porque ninguno de los soldanes ni otro ningún señor infiel de los que hasta agora se tiene noticia, no creo que tantas ni tales ceremonias en servicio tenga. a [Segunda Relación, Tepeaca, 30 de octubre de 1520.] G la Gaceta 29 a Cinco años del Centro Cultural Bella Época a José Luis Enciso Muchos de quienes frecuentan el Centro Cultural Bella Época coinciden: después del asombro que afirman haber experimentado al conocer el inmueble se han convertido en asiduos visitantes de este espacio que, además de belleza arquitectónica, ofrece calidez para el encuentro, la exploración de saberes y la recreación. La Librería del Fondo Rosario Castellanos, la Galería Luis Cardoza y Aragón, así como el Cine Lido —que también funge como auditorio—, son las tres grandes áreas que forman el Centro Cultural. Resultan interesantes alternativas a la idea de que sólo en el sur del Distrito Federal se concentran los sitios que albergan grandes tiendas de libros, cineclubes, espacios dedicados a exposiciones y lugares afines. Su intensa actividad cultural ha contribuido a revitalizar la costumbre citadina que se originó en los años 40 del siglo xx: convertir la esquina de Tamaulipas y Benjamín Hill en un polo de tránsito y atracción para los buscadores de acontecimientos relacionados con el arte, tanto vecinos de la colonia Hipódromo Condesa como habitantes de otros barrios del área metropolitana. A cinco años de haber sido rescatado del abandono, este recinto es ya referencia constante en la vida cultural de la capital del país. El edificio fue abierto al público por primera vez en diciembre de 1942. El Cine Lido de entonces fue pensado como una sala de lujo, con cientos de butacas, por el arquitecto estadounidense Charles Lee. Después de un periodo de bonanza, los vaivenes históricos y sociales repercutieron en este sitio e hicieron que cambiara su nombre a Cine Bella Época, de donde toma su nombre el Centro Cultural. Al paso de los años, este segundo esplendor terminó y el predio quedó abandonado durante algún tiempo. Cuando el Fondo de Cultura Económica adquirió el inmueble —durante la gestión de Consuelo Sáizar—, con el objetivo de impulsar el lugar como un sitio dedicado a las artes, se encargó la remodelación al arquitecto Teodoro González de León. Se inauguró el 26 de abril de 2006. El eje del Bella Época es la Librería Rosario Castellanos. Consta de más de mil metros cuadrados, lo cual la convierte en una de las de mayores dimensiones en América Latina. Es amplia y luminosa, no posee subdivisiones ni grandes muebles que impidan la visión total del espacio, por lo que su extensión se magnifica. Es tentador entrar y tomar fotografías de la armónica disposición de los libros, del “cielo” ideado por el artista holandés Jan Hendrix que sugiere una escritura vegetal; subirse al mezzanine perimetral y contemplar desde ahí toda la edificación o permanecer en alguna de las dos zonas de lectura acondicionadas con sillones y mesas a fin de consultar alguno de los miles de títulos en venta. No es difícil hallar entre estos pasillos 30 la Gaceta lo mismo a estudiantes que a escritores, músicos, pintores y a otros artistas que a cualquier hora merodean en busca de películas, libros o discos novedosos. También es común que, por las tardes, el espacio se adecue con el propósito de llevar a cabo charlas, encuentros con escritores, presentaciones y firmas de libros, así como otras actividades. A su vez, esta librería alberga una cafetería. En ella es común que la gente no sólo acuda a disfrutar de un refrigerio y una lectura fugaz sino a conversar. Otros aprovechan el espacio para trabajar e incluso como locación para grabaciones con medios de comunicación. En resumen: es un área siempre frecuentada por la sana costumbre de dialogar. En el espacio infantil habitan tanto las colecciones editadas por el Fondo como las de otras editoriales que han incursionado en este segmento. Se han acondicionado alfombras y cojines para que los pequeños, sean ya lectores o aún no, hagan suyo el lugar y recreen las aventuras encontradas en las páginas que exploran. Un destino importante de esta zona es convertirse en escenario para las funciones semanales de cuentacuentos, las cuales se llevan a cabo todos los sábados a partir del mediodía, de forma gratuita. El público habitual de estas sesiones ha incrementado en los últimos dos años casi en 40 por ciento, lo que significa tener, en promedio, a más de cien asistentes por función. Debido a ello, durante los sábados de abril habrá doble espectáculo y una gran celebración de Día del Niño. En espacio aledaño a esta librería se ubica la Galería Luis Cardoza y Aragón. Con una forma peculiar, debido a la sinuosidad de sus muros, ha alojado propuestas artísticas diversas, así como trabajo editorial que merece ser divulgado y, por algún motivo, difícilmente encontraría cabida en otras galerías de circuito, ávidas de vanguardias. Su primera exhibición fueron apuntes del artista ruso-mexicano Vladimir Kibalchich Rusakov Vlady. Hoy, el perfil de muestras que destaca en este recinto está enfocado al mundo del libro, es decir, obras artísticas en relación directa con la tinta, la letra y el papel. De esta forma, se ha expuesto el trabajo de escritores como José Emilio Pacheco; de artistas plásticos, como los cuadros y los papalotes de Francisco Toledo o los códices de Brian Nissen; fotógrafos, como Rogelio Cuéllar y Armando Herrera; impresores, como Juan Pascoe, y hacedores de libros infantiles, como Carlos Pellicer López. Esta galería también es escenario de actividades de interés artístico y social, particularmente de Noctámbulos, un ciclo de encuentro cultural en el que todos los viernes, a partir de las 19:00 horas, se monta un foro alternativo en el cual lo mismo se presentan libros que se organizan lecturas de poesía, represennúmero 484, abril 2011 a a taciones teatrales, recitales de música, charlas acerca de temas de actualidad, performances y otras expresiones, sean emergentes o consagradas. Todas las funciones son gratuitas y la asistencia, en promedio, es de 80 espectadores, aunque va en aumento. El Cine Lido, por su parte, tiene una labor doble: proyectar películas del llamado cine de arte, difícilmente encontradas en carteleras comerciales, y ser un auditorio de usos múltiples en el que puedan llevarse a cabo presentaciones de libros, conferencias, talleres y todo tipo de reuniones que enaltezcan el intercambio de ideas. En cuanto a la actividad cinematográfica, Cine Lido es sede anual de importantes acontecimientos del ramo, como el Festival Internacional de Cine Documental de la Ciudad de México (Docs DF) o, en fechas próximas, la exhibición de filmes ganadores del Festival Internacional de Cine de Morelia, así como lanzamientos o premieres de cintas que no se programan en otras salas. número 484, abril 2011 Con respecto a su función de auditorio, los martes y los jueves son convocados escritores, pensadores y artistas que invitan a conocer obras de diversa índole. Estos días, la actividad en el Centro Cultural se incrementa y contribuye a reescribir la historia de la vida cultural de México. En ello han participado decenas de invitados de todas las disciplinas, nacionales y extranjeros. Aún se recuerdan los llenos totales propiciados por Carlos Fuentes, José Emilio Pacheco, Enrique Vila-Matas o Joaquín Sabina —por mencionar a pocos—; o intervenciones memorables de quienes han sido parte medular de nuestra cultura, como las últimas apariciones públicas de Carlos Monsiváis o Armando Herrera. Este mes, el Centro Cultural Bella Época cumple sus primeros cinco años y cada una de sus actividades confirma que la recuperación de espacios destinada a estos fines resulta una invitación permanente a disfrutarlos y a apropiarnos de ellos. G la Gaceta 31 a a Desde el exilio Cynthia Carrillo Damián Tras desterrados Selección y prólogo Phillippe Ollé-Laprune, fce, Mexico, 2010 Exilio es, sin lugar a dudas, un éxodo que a su vez significa fatalidad y dramatismo, que con su imposición genera un gran enriquecimiento de aportaciones tanto para el exiliado cómo para el país que acoge; y más interesante es, el encuentro que se lleva a cabo entre la literatura y el exilio, porque éste se da de forma natural. Ya que la escritura es una forma de repliegue, un extraordinario escape, lo más lejos posible de la realidad para poder crear una fantástica ficción. Y si bien buscamos claros y grandes ejemplos de ello, el Fondo de Cultura Económica nos presenta Tras desterrados, un libro que reúne textos de escritores que relatan el asomo de algunos autores exiliados en México; juntos forman la memoria de la magnífica interpretación que ha existido en el siglo xx. Eso más 32 la Gaceta bien fue en este momento donde el enriquecimiento del país cobró auge y la cultura nacional fue ejemplar. Dentro de sus páginas nos encontraremos con fabulosos ensayos e investigaciones de destacados autores, que nos señalan y enfatizan anécdotas de vida de no menos valiosos escritores extranjeros exiliados en México; de cómo se fueron dando sus relaciones y cómo fueron creando su nueva historia dentro de un país que los acogía con los brazos abiertos y aceptaba las vías que serían las resonancias al crecimiento cultural y social de su nuevo hogar. Podemos leer a Claudio Albertani con “El último exilio de un revolucionario: Víctor Serge en México (1941-1947)”, Óscar de Pablo, “Luis Cardoza y Aragón: embajador del siglo xx”, Eduardo Hurtado, “Escribir el exilio: Juan Gelman”, Eduardo Vázquez Martín, “El destierro de Luis Cernuda”, Fabienne Bradu, “El exilio de Benjamín Péret”, Joani Hocquenghem, “Ret Marut, alias B. Traven. De la República de los Consejos de Baviera a la Selva Lacandona”, Jorge F. Hernández, “Max Aub en el último andén”, Neige Sinno, “El país perdido de Roberto Bolaño”, Rafael Vargas, “César Moro bajo el cielo de México”, Sandra Lorenzano, “ ‘Amanecí otra vez entre tus brazos’. Una serenata para Manuel Puig”, Martí Soler, “Pere Calders. Sobre la realidad y el maguey”, José Manuel Prieto, “Martí de memoria” y finalmente Margo Glantz, “Tito Monterroso o el exilio interminable”. Una obra 100% recomendable. G número 484, abril 2011 a Octavio Paz ARGENTINA Ciudad de México. Avenida Miguel Ángel de Quevedo 115, colonia Chimalistac, delegación Álvaro Obregón, C. P. 01070. Teléfonos: (01-55) 5480-1801, 5480-1803, 5480-1805 y 5480-1806. Fax: 5480-1804. [email protected] Gerente: Alejandro Archain Sede y almacén: El Salvador 5665, C1414BQE, Capital Federal, Buenos Aires, Tel.: (5411) 4771-8977. Fax: (5411) 4771-8977, extensión 19. [email protected] / www.fce.com.ar a Salvador Elizondo Ciudad de México. Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México. Av. Capitán Carlos León González s/n, Terminal 1, sala D, local A-95, colonia Peñón de los Baños, delegación Venustiano Carranza, C. P. 15620. Teléfonos: (01-55) 2599-0911 y 2599-0912. [email protected] Trinidad Martínez Tarragó Ciudad de México. CIDE. Carretera México-Toluca km 3655, colonia Lomas de Santa Fe, delegación Álvaro Obregón, C. P. 01210. Teléfono: (01-55) 5727-9800, extensiones 2906 y 2910. Fax: 5727-2910. [email protected] Un Paseo por los Libros Ciudad de México. Pasaje metro Zócalo-Pino Suárez, local 4, colonia Centro Histórico, delegación Cuauhtémoc, C. P. 06060. Teléfonos: (01-55) 5522-3078 y 5522-3016. [email protected] Víctor L. Urquidi Ciudad de México. El Colegio de México. Camino al Ajusco 20, colonia Pedregal de Santa Teresa, delegación Tlalpan, C. P. 10740. Teléfono: (01-55) 5449-3000, extensión 1001. BRASIL Gerente: Susana Acosta Sede, almacén y Librería Azteca: Rua Bartira 351, Perdizes, São Paulo CEP 05009-000. Tels.: (5511) 3672-3397 y 3864-1496. Fax: (5511) 3862-1803. [email protected] CENTROAMÉRICA Y EL CARIBE Gerente: Carlos Sepúlveda Sede, almacén y librería: 6a. Avenida 8-65, Zona 9, Guatemala. Tel.: (502) 2334-16 35. Fax: (502) 2332-42 16. www.fceguatemala.com CHILE Gerente: Óscar Bravo Sede, distribuidora y Librería Gonzalo Rojas: Paseo Bulnes 152, Santiago de Chile. Tel.: (562) 594-4100. Fax: (562) 594-4101. www.fcechile.cl COLOMBIA Rosario Castellanos Centro Cultural Bella Época Ciudad de México. Tamaulipas 202, esquina Benjamín Hill, colonia Hipódromo de la Condesa, delegación Cuauhtémoc, C. P. 06170. Teléfonos: (01-55) 5276-7110, 5276-7139 y 5276-2547. Alí Chumacero Ciudad de México. Aeropuerto Internacional de la ciudad de México. Av. Capitán Carlos León González s/n, Terminal 2, Ambulatorio de Llegadas, Locales 38 y 39, colonia Peñón de los Baños, delegación Venustiano Carranza, C.P. 15620. Teléfono: (01-55) 2598- 3441. [email protected] Durango, Durango. Aquiles Serdán 702, colonia Centro Histórico, C. P. 34000. Teléfonos: (01-618) 825-1787 y 825-3156. Fax: (01-618) 128-6030. Gerente: César Aguilar Centro Cultural Gabriel García Márquez Calle de la Enseñanza (11) 5-60, La Candelaria, Zona C, Bogotá. Tel.: (00571) 243-8922. www.fce.com.co Efraín Huerta ESPAÑA León, Guanajuato. Farallón 416, esquina Boulevard Campestre, fraccionamiento Jardines del Moral,C. P. 37160. Teléfono: (01-477) 779-2439. [email protected] Gerente: Marcelo Díaz Sede y almacén: Vía de los Poblados 17, Edificio Indubuilding-Goico 4-15, Madrid, 28033. Tels.: (34 91) 763-2800 y 5044. Fax: (34 91) 763-5133. Librería Juan Rulfo C. Fernando El Católico 86, Conjunto Residencial Galaxia, Madrid, 28015. Tels.: (3491) 543-2904 y 543-2960. Fax: (3491) 549-8652. www.fcede.es Antonio Estrada Elena Poniatowska Amor Estado de México. Avenida Chimalhuacán s/n, esquina Clavelero, colonia Benito Juárez, municipio de Nezahualcóyotl, C. P. 57000. Teléfono: 5716-9070, extensión 1724. [email protected] Fray Servando Teresa de Mier Alfonso Reyes Ciudad de México. Carretera Picacho-Ajusco 227, colonia Bosques del Pedregal, delegación Tlalpan, C. P. 14738. Teléfonos: (01-55) 5227-4681 y 5227-4682. Fax: (01-55) 5227-4682. [email protected] Monterrey, Nuevo León. Av. San Pedro 222 Norte, colonia Miravalle, C. P. 64660. Teléfonos: (01-81) 8335-0319 y 8335-0371. Fax: (01-81) 8335-0869. [email protected] Isauro Martínez Daniel Cosío Villegas Ciudad de México. Avenida Universidad 985, colonia Del Valle, delegación Benito Juárez, C. P. 03100. Teléfonos: (01-55) 5524-8933 y 5524-1261. [email protected] Torreón, Coahuila. Matamoros 240 Poniente, colonia Centro, C. P. 27000. Teléfonos: (01-871) 192-0839 y 192-0840 extensión 112. Fax: (01-871) 192-0841. [email protected] José Luis Martínez Elsa Cecilia Frost Ciudad de México. Allende 418, entre Juárez y Madero, colonia Tlalpan Centro, delegación Tlalpan, C. P. 14000. Teléfonos: (01-55) 5485-8432 y 5655-2997. [email protected] IPN Ciudad de México. Avenida Instituto Politécnico Nacional s/n, esquina Wilfrido Massieu, Zacatenco, colonia Lindavista, delegación Gustavo A. Madero, C. P. 07738. Teléfonos: (01-55) 5119-2829 y 5119-1192. [email protected] Guadalajara, Jalisco. Av. Chapultepec Sur 198, colonia Americana, C. P. 44310. Teléfono: (01-33) 3615-1214. [email protected] Julio Torri Saltillo, Coahuila. Victoria 234, zona Centro, C. P. 25000. Teléfono: (01-844) 414-9544. Fax: (01-844) 412-0153. [email protected] Luis González y González Morelia, Michoacán. Francisco I. Madero Oriente 369, colonia Centro, C. P. 58000. Teléfono: (01-443) 313-3 992. Juan José Arreola Ciudad de México. Eje Central Lázaro Cárdenas 24, esquina Venustiano Carranza, colonia Centro, delegación Cuauhtémoc, C. P. 06300. Teléfonos: (01-55) 5518-3231, 5518-3225 y 5518-3242. Fax 5518-3235. [email protected] Ricardo Pozas ESTADOS UNIDOS Gerente: Dorina Razo Sede, almacén y librería: 2293 Verus Street, San Diego, CA, 92154. Tel.: (619) 429-0455. Fax: (619) 429-0827. www.fceusa.com PERÚ Gerente: Rosario Torres Sede, almacén y librería: Jirón Berlín 238, Miraflores, Lima, 18. Tel.: (511) 447-2848. Fax: (511) 447-0760. www.fceperu.com.pe VENEZUELA Gerente: Pedro Juan Tucat Sede, almacén y librería: Edificio Torre Polar, P. B., local E, Plaza Venezuela, Caracas. Tel.: (58212) 574-4753. Fax: (58212) 574-7442. Librería Solano Av. Francisco Solano, entre la 2a. Av. de las Delicias y Calle Santos Erminy, Caracas. Tel.: (58212) 763-2710. Fax: (58212) 763-2483. www.fcevenezuela.com Querétaro, Querétaro. Próspero C. Vega 1 y 3, esquina avenida 16 de Septiembre, colonia Centro, C. P. 76000. 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