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LÍRICA POPULAR CASTELLANA DE LA EDAD MEDIA. EL ROMANCERO
[1]
INTRODUCCIÓN
La lírica medieval más antigua escrita en castellano es de tipo popular, es decir, anónima y
difundida oralmente. La fijación escrita es muy posterior a su composición. Normalmente los
poemas populares se incluyeron a partir del siglo XV en Cancioneros, es decir, recopilaciones de
canciones o poemas, en los que era habitual incluir la música que acompañaba a los textos. La
lírica castellana popular está emparentada con otras manifestaciones líricas peninsulares escritas
en lenguas diferentes:
a) Las jarchas mozárabes. Son las primeras manifestaciones literarias en un dialecto
romance. Se compusieron entre los siglos XI y XIII, aunque su descubrimiento ha sido
relativamente reciente: en 1948 el hebraísta Stern descubrió que al final de unos poemas
cultos escritos en árabe llamados moaxajas se insertaban unos versos escritos en lengua
mozárabe (la lengua románica de la comunidad cristiana bajo dominio musulmán). Estos
poemillas populares son las jarchas, cantares amorosos que se difundían oralmente entre
las clases populares mozárabes. Los poetas cultos árabes, enamorados de la musicalidad y
frescura de estas cancioncillas populares, las insertaban como perfecto colofón para sus
poemas. Algunos estudiosos sostienen que las moaxajas se componían a partir de las
jarchas: éstas serían el estribillo y aquéllas la glosa o comentario poético ampliado. En
ocasiones podían componerlas los propios poetas imitando las oídas del pueblo. Las
jarchas están escritas en estilo directo. Abundan los vocativos y las exclamaciones. En ellas
habla una muchacha que lamenta la ausencia del amado (habib). En efecto, una de las
características fundamentales es el protagonismo, la voz femenina.
b) Las cantigas galaico-portuguesas. Hasta el descubrimiento de las jarchas, los más
tempranos vestigios del lirismo peninsular eran los cancioneros galaicoportugueses.
Contamos con un único texto de autor individual: las Cantigas d’amigo de Martín Codax.
Se conservan poemas galaico-portugueses desde principios del siglo XIII. Los estudiosos
distinguen tres tipos de composiciones:
 cantigas d’amor: son poemas amorosos cortesanos, escritos desde la perspectiva
masculina, con formas estróficas complicadas
 d’amigo: son las que más interesan para el estudio de la primitiva lírica peninsular, ya
que guardan una estrecha relación con las jarchas y otras composiciones de origen
popular. También aquí es una muchacha enamorada la que lamenta sus desdichas. La
forma métrica que las caracteriza es la canción paralelística.
 d’escarnho e de maldizer. Constituyen un auténtico “cancionero de burlas” con unos
400 poemas. Las cantigas d’escarnho tienden al juego ingenioso puramente burlesco,
mientras las de maldizer se aplican a la sátira y la moralización. Entre esos poemas de
burlas no sólo se encuentran atrevidas parodias y caricaturas, sino también
composiciones obscenas.
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2. LA LÍRICA TRADICIONAL CASTELLANA
Los poemas se componen, por regla general, de dos partes:
 Cabeza o cantarcillo inicial. Este breve cantar, memorizado por las gentes, estaba sujeto a
modificaciones y fue fruto de múltiples reelaboraciones. La forma métrica más frecuente del
cantarcillo es el dístico (dos versos)
 Glosa: es un comentario del tema inicial. La mayor parte de las glosas parecen obra de autores
cultos (de finales del siglo XV en adelante) que, fascinados por la belleza del cantar popular, no
resistieron a la tentación de prolongarlo y aplicarlo a su estado de ánimo. Métricamente la
glosa presenta tres variantes fundamentales: el zéjel, el villancico y la canción paralelística.
- El zéjel consta de cabeza (cantarcillo inicial), mudanza (trístico monorrimo), verso de
vuelta que rima con el estribillo, y estribillo, que repite parte de la cabeza o parte de ella:
-
CABEZA
Si amores me han de matar,
Agora tienen lugar
MUDANZA:
TRÍSTICO
Agora que estoy penado
En lugar bien empleado,
Si pluguiese a mi cuidado
VERSO DE VUELTA
ESTRIBILLO
Que me pudiese acabar,
Agora tienen lugar.
El villancico deriva del zéjel. Difiere de él en que la mudanza no es un trístico, sino otra
combinación estrófica (cuarteta, redondilla, romance, etc.) y, además del verso de vuelta,
tiene otro de enlace que rima con la mudanza:
CABEZA
-
No desprecies, morenita,
La tu color tan morena,
Que ésa es la color buena.
MUDANZA: REDONDILLA
Ya se ha dado por sentencia
Que el moreno es más preciado,
Y en tu rostro delicado
Tiene muy mejor presencia.
VERSO DE ENLACE
VERSO DE VUELTA
ESTRIBILLO
Del moreno y su apariencia,
Perla, no tengas pena,
Que ésa es la color buena.
La canción paralelística o cosaute coincide con la utilizada en las cantigas de amigo galaicoportuguesas. Se trata del procedimiento del leixapren: dísticos emparejados de dos en dos, de
igual contenido semántico y con versos que repiten todas las palabras excepto las rimadas.
CABEZA
Al alba venid, buen amigo,
Al alba venid.
1ER DÍSTICO A1
A2
Amigo el que yo más quería,
Venid al alba del día.
2º DÍSTTICO B1
B2
Amigo el que yo más amaba,
Venid a la luz del alba.
3ER DÍSTICO A2
A3
Venid a la luz del día,
Non rayáis compañía.
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4º DÍSTICO
B2
B3
[3]
Venid a la luz del alba,
Non traigáis gran compaña.
Las canciones tradicionales castellanas están emparentadas con las jarchas mozárabes, las
cantigas galaicoportuguesas o los refrains franceses. Predominan los poemas eróticos y persiste la
primacía femenina –aunque el varón tiene un papel más importante en la lírica castellana en
comparación con las tradiciones señaladas anteriormente–. Los temas más destacados son los que
giran en torno a la belleza femenina, la niña enamorada, el tormento amoroso, las citas, el
insomnio, el alba, el dolor de las ausencia, los placeres y fiestas del amor, las cuitas de la mujer
morena que se siente poco apreciada, la bella malmaridada, la monja a la fuerza… También hay
serranillas en las que un caballero se topa en sus andanzas con una pastora a la que requiebra con
mayor o menor fortuna. Las canciones de trabajo y caza tienen a menudo un simbolismo erótico.
3. EL ROMANCERO
3.1. Definición
Los romances son cancioncillas épico-líricas de versos octosílabos y rima asonante en los pares, que
se distinguen por su brevedad e intensidad.
3. 2. Orígenes, autoría y difusión.
Existen diversas teorías sobre su origen:
a) Los Románticos alemanes ven los romances como obra primaria de un poeta-pueblo o alma
del pueblo que expresa espontáneamente su auténtico espíritu nacional (volkgesist). En su
opinión son anteriores a los cantares de gesta, que resultarían de la adición de varios de ellos
que trataran el mismo tema.
b) La teoría tradicionalista, sustentada fundamentalmente por Menéndez Pidal, defiende lo
contrario, es decir, que los romances provienen de los cantares de gesta. En España, cuando
los cantares de gesta comenzaron a decaer, el pueblo recordó persistentemente muchos de los
fragmentos más famosos y los cantó aislados. Pierden importancia muchos elementos
narrativos (épicos) y se desarrollan los subjetivos y sentimentales (líricos). También la forma
métrica de los romances se explica a partir de los cantares: los versos octosílabos con rima
asonante en los pares proceden de los dos hemistiquios de versos épicos de 16 sílabas (aunque
la medida era fluctuante se regulariza en el siglo XIV).
c) Deyermond relativiza el alcance de esta teoría tradicionalista matizando “que la épica
proporcionó a los romances en general un sistema de versificación, el asunto para un número
de ellos y el contenido en detalle para unos pocos”.
Sobre la autoría de los romances se sabe que se trata de obras anónimas (sólo en muy pocos
casos –reelaboraciones cultas– se conoce el nombre del autor). No obstante, la anonimia no
significa que no haya existido, en los orígenes de cada romance, un autor individual, aunque por lo
general desconocido. Menéndez Pidal puso de manifiesto la importancia de la transmisión oral de
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los romances (que se aprenden de oírlos y se memorizan para cantarlos). A su vez, la transmisión
oral supone una continua recreación del texto (sometido por tanto a las variaciones de cada
recitador): en el proceso de transmisión cada transmisor deja su huella en el texto, lo recrea de
alguna manera y lo transmite a otro con sus propias modificaciones. De ahí que Pidal afirme que el
romance “vive en variantes” y que tiene una vida latente, “que quiere decir que un determinado
tema romancístico ha podido ser memorizado y cantado durante siglos sin que nadie lo haya
puesto por escrito o, al menos, sin que se nos haya conservado ningún texto escrito de él”
3.3. Clasificación1
Según la temática podemos clasificar los romances en los siguientes grupos:
a) Romances inspirados en mitos épicos. Abarcan los ciclos de don Rodrigo, Bernardo del Carpio,
los condes de Castilla, los infantes de Lara y el Cid.
b) Romances históricos y fronterizos. Surgen, poco más o menos, a raíz de los hechos y tienen una
finalidad informativa y propagandística. Su artificiosidad y lirismo no invalidan el carácter
informativo, aunque la realidad se muestra estilizada y distorsionada en ocasiones. Llama la
atención la maurofilia (respeto y admiración por los caballeros "moros") de los romances. El
grupo más importante lo constituyen los que narran los conflictos bélicos entre moros y
cristianos (fronterizos).
c) Romances inspirados en los mitos caballerescos. La épica francesa aportó abundantes temas a
nuestro romancero. El ciclo carolingio gira en torno a las hazañas de Carlomagno y sus
paladines y el ciclo bretón lo hace en torno al rey Arturo y los caballeros de la mesa redonda.
La trama es extremadamente novelesca.
d) Romances líricos y novelescos. Son fruto de la invención, no parten de un acontecimiento
concreto, aunque pueden derivar de fuentes más o menos remotas. Se puede ver en ellos la
manifestación del subconsciente colectivo, ya que desarrollan motivos folclóricos y leyendas
universales que cada pueblo adapta a su peculiar sensibilidad (relación con la baladística
europea, los lieder germánicos, etc.). En los propiamente líricos la acción queda reducida al
mínimo.
e) Romances inspirados en la Biblia y en la antigüedad clásica. No son muy frecuentes (se
prefieren los temas profanos) y además presentan un carácter marcadamente erudito y
artificioso.
Según su datación y difusión, podemos agrupar los romances en las siguientes clases2:
1. Romancero viejo: romances documentados entre fines de la Edad Media y mediados del
siglo XVI.
2. Romancero nuevo: composiciones del siglo XVI (sobre todo a partir de 1580) de
destacados autores (Lope de Vega o Góngora) que imitan la forma métrica y
determinadas convenciones literarias de los viejos, pero al servicio de un nuevo
concepto de poesía.
1
2
Aportada por Felipe B. Pedraza Jiménez y Milagros Rodríguez Cáceres en Las épocas de la literatura española, Barcelona, Ariel, 1997.
Tomado de Paloma Díaz Mas, “Prólogo” a su ed. del Romancero, Barcelona, Ariel, 1996. págs. 6-9.
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3. Romancero vulgar: producido a partir del siglo XVII para uso de las clases populares
urbanas (de donde luego irradió al mundo rural) por autores pertenecientes a esa
misma clase social y difundido mayoritariamente a través de pliegos sueltos de ínfima
calidad y del propio canto. Se incluyen en este grupo los romances de ciego (muchos de
los transmisores lo eran) o de cordel (pues los pliegos se colgaban como si de prendas
de ropa del mercadillo se tratase).
4. Romancero tradicional: romances de todas las épocas y de todos los estilos que han sido
transmitidos oralmente (cantados) durante un periodo más o menos largo de tiempo
por una cadena sucesiva de individuos.
3.4. Estructura, evolución, características formales y estilo
En cuanto a su estructura, cabe distinguir entre
a) Romance-cuento, que desarrolla una acción extensa con antecedentes, nudo y desenlace;
se aproxima a la técnica del relato popular.
b) Romance-escena: sólo recoge una situación momentánea. Predomina esta modalidad.
Un rasgo fundamental de los romances es su fragmentarismo. Suelen comenzar in medias res, ex
abrupto, es decir, se entra directamente en materia prescindiendo de los preliminares. La acción
suele estar muy concentrada. Asistimos sólo a situaciones climáticas que se abordan de forma
directa e incluso brusca.
Respecto a su evolución, los romances más antiguos que conocemos pertenecen en su inmensa
mayoría al siglo XV; sólo unos pocos se remontan al siglo XIV (el más antiguo fechado es de 1312).
Muchas de las versiones que conservamos son del siglo XVI, cuando se llevaron a la imprenta
numerosos textos recogidos primero en pliegos sueltos y después en colecciones. El interés culto
por los romances surge a finales del siglo XV, particularmente en la corte de los Reyes Católicos.
Formalmente, los romances reúnen rasgos específicos de cada uno de los tres géneros literarios:
narrativa, lírica y drama. El diálogo es un elemento capital. La preferencia por el estilo directo
confiere mayor vivacidad. Se hace uso de juegos de preguntas y respuestas y es frecuente la
utilización de determinadas fórmulas introductorias, tales como “allí respondiera el moro, / bien
oiréis lo que decía”. Otro factor clave es la reiteración, la cual denota una técnica de composición
oral. La presencia del paralelismo reforzado con una anáfora es una constante. También se da la
respuesta-calco, que repite el contenido de la réplica anterior, la mayoría de las veces para
negarlo. El romancero hereda de la épica el lenguaje formular propio de la composición oral
(también rastreable en las repeticiones y las fórmulas introductorias). Los romances hacen uso de
una expresión ennoblecida y estilizada, en ningún momento trivial o coloquial: se busca conseguir
un tono arcaizante que ayude a ambientar las escenas en un pasado remoto. Se ha puesto de
manifiesto repetidas veces el uso anómalo e incluso anárquico que el romancero hace de los
tiempos verbales.
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