Mientras llega el Arrebatamiento

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Tema: Mientras llega el arrebatamiento (2 Reyes 2:1-11)
Introducción
La palabra “arrebatamiento” o “rapto” ha sido objeto de candentes discusiones teológicas.
De hecho existe en la escatología (el estudio de las últimas cosas), las llamadas escuelas
de interpretación de la segunda venida de Cristo. Pero independientemente de la
“corriente” a la que nos arrimemos para conformar una postura sobre los eventos del
porvenir, la Biblia nos habla de hombres que fueron trasladados al cielo sin ver muerte, o
de un lugar a otro en la misma tierra por una intervención divina. En cada uno de esos
casos se puede observar una especie de “rapto”.
Los que han contado estos acontecimientos bíblicos, hablan de por lo menos siete,
incluyendo el final, cuando ocurra el levantamiento de la iglesia. Así tenemos que el
primer arrebatamiento de la historia lo protagonizó el patriarca Enoc, quien fue llevado
vivo a los cielos antes del diluvio (Gn. 5:24). El segundo fue Elías (2 Re. 2:11), siendo
estos en el Antiguo Testamento. En el Nuevo Testamento nos encontramos que Jesús
después que resucitó fue arrebatado al cielo en medio de una nube (Hch. 1:9). Los otros
casos los protagonizaron Felipe, el diácono (Hch. 8:39) y Pablo (2 Cor. 12:2-4). Todavía
falta que ocurra el de la iglesia en breve (1 Tes. 4:17); y el séptimo arrebatamiento lo
protagonizarán los dos Testigos en la gran tribulación (Apc. 11:11, 12).
En este tema se analizará el “arrebatamiento” de Elías, enfocándose en todo lo que este
hombre hizo antes que el Señor se lo llevara al cielo. Nadie como él para ser testigo y
protagonista de los milagros divinos. De modo, pues, que así como Elías vivió, así Dios
decidió llevárselo al cielo. Ahora bien, ¿qué hizo Elías mientras llegaba el arrebatamiento?
¿Qué debemos hacer nosotros como iglesia hasta que llegue el día en que Jesús venga
por su iglesia?
Desarrollo
2 Reyes 1:11
1. El arrebatamiento es un hecho inminente.
Cuando uno lee estos tres versículos (v3,5,7) inmediatamente descubre que muchos ya
sabían del “arrebatamiento” que iba a ser objeto el profeta. Los hijos de los profetas
sabían de ese evento. Y por supuesto, Elías sabía que eso iba a acontecer, pues ya Dios
se lo había revelado (v9). Nadie estuvo tan seguro de eso como el viejo profeta. ¡Qué
privilegio vivió este santo varón! Pero Eliseo sabía de ese acontecimiento también (v. 2-6).
Y si algo le molestaba era que se lo recordaran (v5). Bueno, no era para menos, su padre
espiritual le iba ser quitado. La presencia física de ese gigante de la fe ya no estaría con
él. Por lo tanto, este evento no fue un secreto. Era algo del cual la gente había oído hablar
y podría prepararse para eso. Lo mismo sucede con el regreso de Cristo por su iglesia, no
habrá ninguna excusa para nadie de modo que este le tome por sorpresa.
2. El arrebatamiento es una promesa para sus escogidos.
A Elías se le dio a conocer que no moriría. Que sería llevado al cielo sin pasar por ese
doloroso proceso. Demás está decir lo que significa enfrentarse al “postrer enemigo”
llamado la “muerte”. Hay enfermedades que devoran al cuerpo y los que protagonizan
semejante tiempo antes de morir pasan por dolores insoportables y angustias
interminables. El hecho, pues, de decirle a alguien que no va a morir debe ser una gran
noticia. Elías tuvo que conocer la historia de Enoc quien fue el primer hombre que
experimentó el arrebatamiento. De modo que saber que sería el segundo hombre para
entrar al cielo sin experimentar la muerte, tuvo que llenar su corazón de un gozo
desbordante. ¿Pero la Biblia nos dice que nosotros también podíamos experimentar el
gozo de lo que vendrá? ¡Así es! La venida de Cristo plantea dos grandes eventos. Uno
tiene que ver con la resurrección de los muertos y el otro con la transformación del cuerpo
(1 Tes. 4:13-18/(1 Cor 15:51-52). Este precioso acontecimiento podría suceder en
cualquier momento, ahora estamos en la misma posición que estuvo Elías: podemos irnos
al cielo sin ver la muerte. ¿No es ésta la más grande noticia que tenemos?
3. El arrebatamiento sólo Dios sabe cuando ocurrirá.
A pesar de que muchas personas ya sabían lo que iba a suceder, nadie sabía cuándo era
el “arrebatamiento” de Elías. Dios le había notificado al profeta de lo que le iba a pasar,
pero él mismo no sabía cuándo. Así que lo que Elías hizo fue vivir sus últimos días y
horas a la espera de que aquel evento ocurriera. Mientras este evento no suceda,
debemos hacer algo y el asunto que más debe importarnos es que estemos preparados
para cuando esto acontezca. ¿Está usted preparado para cuando Cristo regrese?
Entonces, ¿qué debemos hacer como iglesia?
1.
Mientras llega el arrebatamiento debemos caminar en progreso.
Antes que el Señor sacara a Elías de este mundo lo fue llevando de un lugar a otro. Todo
esto fue como una especie de despedida a esos importantísimos lugares, pero también
con oportunidades de visitar las escuelas de los profetas y servir de estímulo para ellos. El
hecho de visitar esos lugares antes de su “arrebatamiento” le dio a Elías la oportunidad de
recordar cómo el Señor había trabajado allí y recordar las maravillas que él hizo a favor
de su pueblo. De esta manera: Gilgal, Betel, Jericó y el Jordán eran sitios que
representaban un orden progresivo y victorioso por donde Dios lleva a sus hijos. ¿Qué
significa todo esto para nosotros? Bueno, los viajes de Elías nos muestran algo de la
progresión de la vida cristiana normal. La vida cristiana no está destinada a ser una vida
de estancamiento. Está destinada a ser una vida de continuo progreso. El reto de 1
Corintios 15:58 tiene que ser el blanco de nuestro progreso. La vida espiritual que
progresa mientras el Señor se aproxima contempla un Gilgal del comienzo, un Betel de
comunión, un Jericó de victoria y un Jordán del peregrinaje por el desierto. Mientras no
suceda el arrebatamiento debemos seguir progresando.
2.
Mientras llega el arrebatamiento debemos seguir caminando sin
desmayar
1. Debemos caminar con propósito
Aun cuando Elías anticipó su partida de este mundo, él siguió viviendo como siempre lo
hizo. Siguió caminando en obediencia y humildad delante de su Señor. Observe su
declaración: "El Señor me ha enviado...", (v2,4,6). Si Elías hubiera sido como muchos de
nosotros, se habría pasado sus últimos días en algún retiro, descansando hasta que todo
sucediera. Pero este hombre estuvo activo en el servicio al Señor hasta el último
momento de su vida en la tierra. Elías fue como un auténtico soldado que se mantuvo
bajo las órdenes de su Comandante en Jefe haciendo lo que él le mandara. No podemos
dejar de servir al Señor porque su venida se aproxima. Mientras el Señor viene debemos
seguir trabajando y velando (Lc. 12:37).
2. Debemos caminar acompañados (v11).
Hay en este pasaje lo que pudiéramos llamar el “precio del compañerismo”. Elías se
aseguró de tener a Eliseo por compañero después de vivir y trabajar solo. Y la amistad
llegó a ser tan grande que Eliseo se declaró en “desobediencia” unas tres veces frente al
pedido del viejo profeta: “Quédate aquí…”. Los versículos 2, 4 y 6 hablan de la amistad y
el compañerismo entre estos dos colegas. Ciertamente Elías había terminado sus tareas
sobre la tierra, pero no se desentendió de aquellos que podían darle ánimo en esa etapa
de su vida. Elías siguió caminando en compañerismo con otros creyentes. Véalo visitando
a las escuelas de los profetas y ahora caminando con su amigo y socio Eliseo. El caminar
del creyente debe ser acompañado con otros. Hay demasiados Llaneros Solitarios en
nuestros días. Demasiados creyentes actúan como si no hubiera nadie más en su vida.
Pero si hay algo que necesitamos es el tener comunión y amistad con otros hermanos.
Una de las exhortaciones del Nuevo Testamento nos dice: “No dejando de
congregarnos… y tanto más cuando veis que el día se acerca” (He. 10:25). ¿Cómo es su
comunión con los hermanos en la fe?
3.
Mientras llega el arrebatamiento debemos formar al sustituto que seguirá.
1. Enseñándole el camino de la fe (v8).
Elías estuvo ocupado hasta el final de su carrera terrenal. La vida de este hombre nos
manda un gran mensaje. Mientras llega el “torbellino” que le levantara de los mortales,
sigue trabajando. Elías se había acostumbrado a ver los milagros de Dios. Ya no era
extraño que abriera el rio Jordán utilizando su manto. Eso era un ejercicio de fe cotidiano.
Su confianza en quien hasta ahora ha sido su Redentor está firme. Es cierto que para
muchos hombres “golpear las aguas”, y que estas se abran, es un asunto que demanda
mucha fe si alguien que se atreva intentarlo. Pero para Elías eso era normal. El hecho es
que Elías sabe que se va al cielo, pero eso no le mantiene acostado en un “chinchorro”
solo esperando. ¿Por qué abrir el Jordán otra vez? Porque los hombres de fe se
mantienen dando este ejemplo hasta el final de sus vidas. Eliseo debería ver esa fe y
aprender de ella. No importa cuánto tiempo usted puede caminar con el Señor, no importa
lo que le ha visto hacer, no importa lo que ha hecho a través de su vida, nunca llegará el
día cuando usted deje de confiar en él. No dejes de caminar por fe porque sientes que
ahora estás más cerca del cielo (He. 11:6). Otros van a imitar tu fe. Por lo tanto, no
desmaye nunca y procura contagiar a otros con ella hasta el final de tu vida.
2. Dejándole la “doble porción” (v9-10).
No debemos irnos de este mundo sin haber formado a otro. Debemos proponernos dejar
un legado en nuestra familia, en la iglesia y en nuestro trabajo. Dios le había dicho a Elías
en la cueva de Horeb que antes de irse tenía el trabajo de ungir a hombres para
completar la tarea del reino y el oficio profético. Entre esos hombres estaba Eliseo, su
sustituto. Observe la petición de Eliseo (v. 9). Un discípulo no debiera pedir menos que
esto de su maestro. Y esta fue la petición de Eliseo porque sabía cuan impactante fue el
ministerio del profeta. Así que la tarea de Elías fue capacitar al hombre que lo iba a
sustituir. La “doble porción de tu espíritu” que pidió Eliseo le fue dada. Con semejante
petición vemos que Eliseo superaría a su maestro en las obras milagrosas, aunque no en
su ministerio profético. Al final de esto seguimos en deuda con el más grande de los
profetas. Pero lo que más debe impresionarnos de él es que mientras Elías esperó su
“arrebatamiento”, se mantuvo fiel siguiendo y sirviendo al Señor como si fuera a vivir otros
cien años. Una de las tareas que no debemos olvidar los creyentes es que estamos
modelando vidas y conductas como lo hizo Elías. ¿Qué es lo que más hacemos mientras
regresa Jesús?
Conclusión
Que bueno que Dios no respondió la oración de Elías cuando deseó morirse. Dios
siempre tiene lo mejor para sus hijos (v. 1, 11). De esta manera Elías cumplió con la
misión encomendada por Dios, en obediencia y humildad, hasta el final de sus días
conservando sus vestiduras limpias de mancha de este mundo apóstata por causa de
Acab y de su malvada esposa Jezabel. No tuvo un hogar donde vivir, así que ahora le
toca proseguir hacia su descanso celestial. Ahora es el momento de la premiación.
Elías fue llevado al cielo en un “carro de fuego”. ¿Qué representaba esto? Que así como
las almas de los santos son llevadas por los ángeles al paraíso (Lc. 16:22), Dios
previamente ya estaba haciendo ese tipo de trabajo, enviando de los más nobles de sus
ángeles para llevar a su profeta al cielo. Por cierto que la palabra “serafín” significa
“encendido”, y se dice que Dios hace a sus ángeles "flamas de fuego” (Sal. 104:4),
mientras que "querubín” es el nombre de "los carros de Dios" (Sal. 68:17). ¿No es
maravilloso pensar que Dios preparó lo mejor de sus “serafines" y “querubines” para
buscar a su siervo? En el traslado de Elías tenemos un testimonio claro de las
recompensas divinas.
Al final de la jornada, Dios honra a los que le honran. La honra de este profeta se vio
reflejada cuando apareció al lado de Moisés, acompañando a Jesús antes de ir a la cruz,
en la llamada “Transfiguración”. ¿Sabe usted lo que puede hacer el Señor con una vida
consagrada él? Pero al igual que Eliseo tendremos que preguntarnos ahora: “¿dónde está
Jehová, el Dios de Elías?”. ¡Que se manifieste ese Dios!
“Pero nosotros, que somos del día, seamos sobrios, habiéndonos vestido con la coraza
de fe y de amor, y con la esperanza de salvación como yelmo.
Porque no nos ha puesto Dios para ira, sino para alcanzar salvación por medio de nuestro
Señor Jesucristo,
quien murió por nosotros para que ya sea que velemos, o que durmamos, vivamos
juntamente con él.
Por lo cual, animaos unos a otros, y edificaos unos a otros, así como lo hacéis”
(1 Tes.5:8-11)
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