Cruces y peirones RAFAEL MARGALÉ HERRERO Es difícil entroncar directamente el origen de los peirones en la vida de una sociedad que nace con el caminar del ser humano, enfrentado a una continua búsqueda de la mejor forma de vida, de suelo donde asentarse, caza, agua cercana y un clima bonancible; para ello marca los lugares más propicios y que puedan ser recordados cuantas veces haya que volver a transitarlos. Sin duda esta decisión práctica está unida a otra no menos importante que emana de un sentido espiritual o interior que culmina en lo religioso –hemos de olvidar el denigrante y excluyente «paganismo» de los primeros pobladores– y la sensación de miedo a lo desconocido, incluyendo algo tan normal como los agentes atmosféricos: tormentas, lluvia y la falta de luz o noche, donde el sol y la luna van a crear una necesidad de ritos, creación de un estudio sobre sus fases y la protección de diversos dioses. El cristianismo adoptó todos estos mitos, como antes lo habían hecho otras religiones, y de las que se aprovechó para su evangelización. Por desgracia son pocos los representantes que quedan en la comarca de este tipo de pilares o columnas, llamadas de muy distintas maneras en Aragón y que aquí llaman peirones o pilares. Se limitan a los que forman las estaciones de los viacrucis y algún escaso ejemplar suelto, sí podemos encontrar varias cruces, crucetas, «creus» y cruceros o cruces de término. El uso de la cruz de término era parecido pero no igual al del peirón, son notables sus diferentes sentidos en la época en que se edificaban con frecuencia, y podemos decir que el peirón tenía un carácter totalmente rural, como protección religiosa de ascendencia pagana, guía de caminantes y votiva o de recuerdo de algún hecho destacable acaecido en sus cercanías; en cambio, el crucero o cruz de término además de orientación de caminantes y símbolo de protección espiritual, añade la de indicar el poder jurisdiccional ejercido por el señor al que pertenecían los terrenos en el que se encontraban y a cuya ley se amparaba o debía obediencia y vasallaje. Han sido confundidos comúnmente con los rollos y picotas castellanas, ya que habitualmente se emplearon como tal, pero esto sería entrar en largas disquisiciones sin tener aún criterios comunes. En Caspe, cabecera de la comarca, se conservan cinco cruceros de los varios más con que contó en su amplio término: la Cruz Blanca, con ubicaLa Cruz Blanca de Caspe ción en el camino viejo de Caspe a De las Artes 219 Cruz del Cementerio de Caspe Sástago por Valdelacruz y que conserva bajo el crucifijo el escudo de los condes de Sástago; la Cruz de san Vicente Ferrer, situada en el alto del antiguo camino a Candasnos, compite en belleza con la Cruz Blanca y la supera en antigüedad –posible obra de los siglos XV-XVI– (cuenta la leyenda que se levantó en el lugar donde el santo se enfrentó al conde de Urgell tras el desfavorable resultado para éste del Compromiso celebrado en la villa caspolina), es de gran valor escultórico 220 Comarca del Bajo Aragón-Caspe el crucifijo del remate que fue esculpido delicadamente en ambos lados; dos cruces llamadas del Capellán «vieja y nueva» por estar situadas al margen del camino de este nombre, el más viejo –probablemente del siglo XIX– yace plantado y mutilado junto al más reciente que como curiosidad tiene gravada una cartela en el plinto «DETENTE CAMINANTE UN MOMENTO, ELEVA HASTA MÍ…DE LA MIRADA, SOY FRESCOR EN BOCA DE SEDIENTO, BÁLSAMO EN LAS ALMAS LACERADAS…MUÑOZ DE MIR VETE. AÑO…». Le faltan letras que han sido picadas en años pretéritos; la cruz del Cementerio, ubicada en la entrada al camposanto junto a la carretera a Maella, fácilmente apreciable entre los pinos destaca la labra de su tambor octogonal con figuras esculpidas dentro de cada uno de los arquillos; y por último el recuerdo de la derribada Cruz de Masatrigos que marcaba las bifurcaciones del Camino Real y los del puente sobre el río Guadalope y Villanueva de Almazán (La Trapa), hasta hace pocos años se podía ver la basa y parte de su fuste tirado a un lado de la carretera. Chiprana lo encontramos en la orilla derecha del Ebro, en la cola del embalse de Mequinenza o Mar de Aragón y entre las localidades de Caspe y Escatrón. En su término se mantiene el peirón dedicado a santa Bárbara, levantado en el año 1986 según diseño del aparejador Sr. Bressel, en el mismo lugar donde se levantaba el antiguo. Es de moderna factura y tiene como curiosidad una cerámica en cada uno de sus lados con la representación del martirio de la santa, iguales dos a dos. No es similar al primitivo que fue picado y demolido durante la guerra, pero sin duda es un sentido homenaje a la antigüedad del anterior construido de piedra. La localidad de Fabara se sitúa entre las de Maella y Nonaspe. En su término se localizaron hasta cinco cruces o cruceros: del Molín d’Alt; en el camino viejo a Maella junto al que podemos contemplar –no sé por cuanto tiempo– su grada y basa; el de Nonaspe, ubicado a espaldas de la ermita de Santa Bárbara y al margen del camino que le daba nombre, escasamente podemos ver olvidados en el monte su basa y parte del fuste; de la Abadía, pequeña cruz calatrava que hasta hace pocos años se podía ver en la fachada lateral de la iglesia castillo, apeada sobre el pilarestribo de una vivienda, digo, se podía, porque desapareció y en el centro de este espacio trapezoidal, que antaño fuera cementerio, es una cruz más moderna la que ocupa el centro del empedrado con cantos rodados, tal vez como recuerdo de la más pequeña; de Caspe, también llamada «cruz de Maella», estaba erguida frente al puente que se emplea para salir de la población, sobre la acequia de la Noguera, se mantiene en el mismo estado de conservación que las demás, la basa y algunas de sus piedras centenarias que aún se mantienen junto a ella; de Batea, así llamada por estar en la salida del camino que llevaba a la población tarraconense, al igual que sus compañeras, fue derribada en el espacio de tiempo que transcurrió entre los años 1934 y 1937, pero a diferencia de ellas no se conserva su basa; y de la Baseta, nombre que le viene por ser ésta la parte de su cuerpo que más tiempo conocieron los habitantes que hoy quedan en el pueblo con edad suficiente para recordarla, situada a la salida del camino de Piñanas, hoy estaría un poco más adelante de las escuelas. Fayón está situado en un desvío de la carretera A-1411, entre las localidades de Nonaspe y Mequinenza, cuenta en su término con una cruz votiva que dicen del Mas de Castañer, también conocida como «cruz de los republicanos», se levantó en el límite de término con Mequinenza, en la cuneta izquierda y resulta una pequeña De las Artes 221 cruz de piedra con corona de laurel cruzada en los brazos, recuerdo del fusilamiento de 14 civiles durante la guerra. Maella, localidad situada entre las de Caspe y Batea en Tarragona, contó en su término municipal con, al menos, cinco cruces de término: de Fabara que estaba emplazada en la bifurcación de las carreteras que se dirigían a Caspe y Fabara, hoy no quedan restos de ella; de Rueda también conocida como Roda que se erguía sobre las peñas que flanquean el lado izquierdo de la carretera frente a la ermita del Cristo de la Zarza, tampoco tenemos huellas de ella ni recuerdos; de La Trapa, ubicada entre las viviendas de Villanueva de Almazán, complejo agrícola perteneNonaspe. Cruz del Camino de Fabara ciente al monasterio que le da nombre, y de la que sé que había fotografías pero no he podido localizarlas; de «el Mas de la Cruz», situada en el cruce del viejo camino de la Val de Santa María, a unos 11 km de la villa maellana, se conserva volcada la grada y el comienzo del fuste, así como varios mojones; y por último la llamada de San Sebastián, levantada en el viejo camino a Batea y muy cerca del emplazamiento de la derruida ermita del mismo nombre, sólo se conserva la basa incrustada en el muro de una nave. También queda el recuerdo de un viacrucis y los mojones de La Bardina. En lo alto de la sierra hay un mojón que llaman «el Mulló». Nonaspe se encuentra entre las localidades de Fabara y Mequinenza y en su término contó con un peirón –al menos– dedicado a la Virgen de Dos Aguas y que se construyó en el lugar que se cree se apareció la imagen de la Virgen, sobre una oquedad encima del túnel del ferrocarril y el antiguo camino a Fayón. Así mismo contó con varias cruces de término: San Bartolomé, también conocida como «Cruz de la Plaza», derruida la que había anteriormente en el centro de la plaza de la Iglesia se construyó otra nueva a finales de los años 90, sin más interés que el recuerdo de la anterior y la delicada labra de cantería que supone su nuevo aspecto; la Crebeta, situada en la entrada desde el antiguo camino de Fabara, hoy carretera, era de piedra y en forma de crucero o cruz de término, pero no queda nada de ella; la del Calvario, situada en el camino a la ermita de la Virgen de Dos Aguas formando parte del viacrucis, al parecer, remataba el centro de la plaza ante la ermita, desde donde irradia la estrella de cantos rodados que dibuja el suelo; y la de San Marcos emplazada en lo alto de la sierra cerca del antiguo camino a Batea y de la que no queda muestra. Conserva una cruz votiva de la pasada guerra civil, llamada de Mirampeix, y un atractivo viacrucis que recorre una hermosa alameda paralela al río Matarraña, mientras otro urbano recorre las calles y culmina sus catorce estaciones en la plaza de la Iglesia. 222 Comarca del Bajo Aragón-Caspe