1ª EDICIÓN: NOVIEMBRE 2001 DEPÓSITO LEGAL: AS-3561-2001 I.S.B.N.: 84-607-2737-8 EDICIÓN: FUNDACIÓN FORO JOVELLANOS DEL PRINCIPADO DE ASTURIAS © DE LOS TEXTO: AGUSTÍN GUZMÁN SANCHO © DE LA PRESENTE EDICIÓN: FUNDACIÓN FORO JOVELLANOS DEL PRINCIPADO DE ASTURIAS MAQUETACIÓN: EME DIGITAL La edición de este libro consta de 2.100 ejemplares, de ellos los 100 primeros con encuadernación especial y sellados con el escudo en lacre de Don Balthasar Melchor Gaspar María de Jovellanos, corriendo la misma a cargo de la Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias, con la colaboración especial de la Fundación Hidroeléctrica del Cantábrico y de la Consejería de Educación y Cultura del Principado de Asturias. A la memoria de Francisco Carantoña Dubert, Presidente que fue del Foro Jovellanos. JULIO SOMOZA. Foto: Joaquín García Cuesta, 1930. Museo de Bellas Artes de Asturias. La conservación de la memoria de los hombres de mérito debe ser tanto más apreciable entre nosotros, cuanto son muy pocos los que han trabajado en favor de ella. ¡Qué de hombres dignos de buena y larga fama no habrá sepultado en el olvido el torpe descuido de que en este punto adolecemos! Trabajemos, pues, en desterrarle de entre nosotros o, por lo menos, descarguémonos de la parte que nos cabe en la nota de ingratitud que ha contraído nuestro siglo respecto de los que han pasado. JOVELLANOS (Carta décima a Ponz). CAPÍTULO 1 Nacimiento, nombre, linaje y magisterio 1.— Una familia vinculada a Jovellanos Julio Somoza García nació en la Plaza Mayor de Gijón (esquina a la calle Trinidad), en una casa cuyos balcones habrían de servir durante muchos años de púlpito para los sermones de Cuaresma, Semana Santa y Misiones1. Nació a las siete de la mañana de la víspera de Nochebuena del año 1848, siendo bautizado en la iglesia parroquial de San Pedro con los nombres de Julio, Raimundo y Víctor. Su familia paterna era oriunda de Galicia; y la materna, asturiana. Su padre, don José Somoza, era capitán de Artillería; su madre, doña María del Pilar García, descendía de una de las más notorias familias de Gijón2. La carrera militar del padre sería, sin duda, la que determinó el nacimiento de sus hijos en Gijón. Don José Somoza-Montsoriú y Castro, había nacido hacía veintisiete años, que a la sazón tenía cuando contrajo matrimonio, en San Cosme de Mayanca (Coruña), y era hijo del hacendado don Manuel Somoza Montsoriú y Aldao, de igual naturaleza, y de doña Juana del Castro y Romero, natural de Barbeito (Santiago). Destinado el joven capitán a la entonces plaza fuerte de Gijón, que contaba con cuartel de artillería, situado en el nº 35 de la calle Comercio (hoy Marqués de San Esteban) y con el fuerte y batería de Santa Catalina, habría de conocer a su futura esposa en el círculo castrense de la villa, pues era doña María del Pilar García-Sala y Blanco hija y nieta de militares. Había nacido, hacía veintiséis años, en Gijón, 1 Así nos lo ha dicho el propio Somoza en Cosiquines de la mió Quintana; pág. 45. Destacaba el sermón del Encuentro, que si el viento no soplaba fuerte se predicaba desde el Palacio de San Esteban. 2 Libro de nacimientos del Ayuntamiento de Gijón, Archivo Municipal de Gijón (A.M.G.), año 1848, folio 78 vuelto, partida nº 4. 16 Agustín Guzmán Sancho siendo sus padres: Don Victoriano García-Sala Valdés-Llanos, natural de Gijón, y doña Manuela Blanco y Cirieño de Inguanzo, natural de Llanes. El propio Julio Somoza nos hablará de la circunstancia de estar su ascendencia asturiana muy vinculada a la vida de Jovellanos. Así cuando logra leer por primera vez los Diarios de Jovino dirá: Por allí andan mis tíos, y abuelos y parientes... ¡con qué placer no he visto sus nombres en aquel relato!3 Se referiría sin duda a tíos abuelos4. En efecto, Jovellanos estuvo muy vinculado a los ascendientes de Somoza. Así el abuelo materno, don Victoriano García-Sala y Valdés Llanos, aparece citado numerosas veces en los Diarios de don Gaspar: unas, acompañándole en sus paseos, solos o con más personas; otras, de viaje, a Carrió o a Candás; otras, comiendo en su casa y sesteando; cuando no jugando o de tertulia al terminar el día, o atento a algunas de las veladas literarias del ilustrado; y siempre participando de los buenos momentos a fuer de buen amigo, como cuando asiste con los alumnos del Instituto a la merienda que les dio don Gaspar en Contrueces. Era Victoriano hijo de una hermana de Pedro Valdés Llanos, el amigo a quien Jovellanos habría de cuidar en su lecho de muerte, contagiándose así de su pulmonía de la que habría de morir —también él— pocos días después en Puerto de Vega. La amistad del amigo se amplió al sobrino. La hermana de Pedro (Don Petris para su amigo), doña Joaquina, había enviudado en 1789 de don Marcos García-Sala Argüelles y Valcázar, nieto de otro Marcos GarcíaSala Argüelles, que fue cofundador de la capilla del Rosario5. Preocupada por el futuro de su hijo, doña Joaquina consulta a Jovellanos. Éste anota en su diario: “Me consultó sobre Victoriano, que repugna volver a casa del Obispo, y tiene razón. ¿Qué sacará de allí? ¿Educación? No se da. ¿Renta? Es para los parientes. ¿Algún triste curato? No quiere ser clérigo. ¿Estudios? ¿Pero qué hará de ellos? ¿Recibirse de abogado? Veremos. Trátese con don Pedro, y Paula”6. Jovellanos se preocupaba, pues, por el futuro de Victoriano, quien al final seguiría la carrera de las armas, primero como oficial de la Marina y después en el arma de Infantería. 3 MENÉNDEZ PELAYO, Marcelino. Epistolario. Madrid, Fundación Universitaria, 19821991. Tomo XI; carta 393; fecha 21 noviembre de 1891; pág. 368. 4 No creemos que fuera pariente suyo Javier García Sala cuyo ascenso a alférez de fragata anota Jovellanos en el diario. (JOVELLANOS, Gaspar Melchor de. Diarios. Tomo II. Edición preparada por Julio Somoza. Oviedo, I.D.E.A., 1954, pág. 272). 5 De hecho, la familia tenía la casa vinculada al mayorazgo junto a la capilla y se extendía hasta la calle Corrida. 6 Ídem; pág. 173. Victoriano, el abuelo de Somoza, tenía dos tíos canónigos, uno en San Marcos de León, y otro en la Catedral de Oviedo. De éste le vendría la influencia para colocarse cerca del obispo. Biografía de Julio Somoza 17 Sabido es que Gijón fue pionera en Asturias en el levantamiento contra los franceses en la Guerra de la Independencia. El caso fue que el cónsul francés en Gijón se atrevió a arrojar desde el balcón de la casa que habitaba, en la calle de la Cruz (popularmente conocida como Corrida), impresos comprensivos de una carta que se suponía escrita en Toledo por uno que se titulaba capitán retirado. Pintábase en ella con vivos colores la situación lamentable de España, la incapacidad de sus habitantes para contrarrestar el poder del Emperador de los franceses, lo felices que serían los españoles mudando de dinastía, la corrupción del Palacio real, y la ineptitud de Carlos IV, no menos que la del Príncipe que acababa de subir al Trono7. En las inmediaciones de la casa del cónsul se encontraban don José María Cienfuegos, director del Instituto, don Antonio Merconchini, proveedor de las fábricas de Oviedo y fundición de Trubia, don Luis Menéndez, oficial de Artillería, y don Victoriano García Sala, abuelo de Somoza. La indignación de estos señores fue grande. y por lo que respecta a la actitud de García Sala, he aquí cómo la describe su nieto: El 5 de mayo de 1808, era cónsul francés en Gijón, Mr. Miguel Lagoancre (no Lagonnier, ni Dagonnier, como erróneamente escriben otros), quien, no comprendiendo el estado de ánimo del pueblo español por aquellos días, arrojó desde su casa, una proclama anónima, al pueblo, favorable a la causa napoleónica. Uno de los que presenciaron el hecho, don Victoriano García-Sala, cogió la proclama, la rasgó, la pisoteó, y la escupió, retando enseguida al cónsul y a los suyos. Esto fue el origen del motín, que terminó huyendo el cónsul, de Gijón, con su familia, para La Coruña, y pereciendo después en la travesía a Francia8. En efecto, al extenderse la noticia el pueblo se amotinó y una turba de mareantes “llenando de piedras sus gorros” apedrearon los balcones y rompieron los cristales. Salió entonces uno de los compañeros del cónsul por la puerta trasera del edificio a refugiarse en un buque anclado en la dársena, con pabellón de su nación, y encuentra en el tránsito a don Victoriano García Sala, y lleno de orgullo y altanería, a pesar de lo crítico de los momentos, le exige satisfacción por el descaro, como decía, de haber roto uno de los impresos y arrojado con desprecio sus fragmentos. Don Victoriano, por su parte, le contesta con dignidad y entereza “haberse hecho gran ofensa a sus Reyes y a la nación, ofensa que como buen español no puede ni debe tolerar”. Oído el debate por gentes inmediatas, las enardece e irrita, y reforzadas con los tripu7 ÁLVAREZ VALDÉS, Ramón. Memorias del Levantamiento de Asturias en 1808. Oviedo, 1889. Otros autores como Rendueles Llanos fijan la fecha de estos sucesos el 29 de abril, con lo que no sólo sería Gijón pionera en Asturias sino en España. 8 SOMOZA GARCÍA-SALA, Julio. Cartas de Jovellanos y Lord Vassall Holland, sobre la guerra de la Independencia (1808-1811). Madrid, 1911; págs. 151 y s. Nota 76. 18 Agustín Guzmán Sancho lantes de doce cañoneros de marina que en dársena se hallaban, se encaminan a la casa del cónsul y se disponen a romper las puertas para apoderarse de su persona. El Juez don Toribio Junquera desde el edificio que habitaba, continuo al del francés, logró apaciguar los ánimos al grito de ¡Viva Fernando VII!9. Durante la guerra de la Independencia, Victoriano García Sala alcanzará el grado de Sargento Mayor o Teniente Coronel del Regimiento de Granaderos de Gijón, a las órdenes del coronel don Pedro Castañedo10. Sería comisionado por la Junta de Asturias en varias ocasiones. Una de ellas para que se avistase con La Romana (Marqués de las Romerías, para quienes criticaban su asombrosa movilidad) y le entregase un pliego, expresivo del estado angustioso de la provincia. La respuesta que recibió de éste fue que tenía dispuesto pasar al Principado. Pero en otra ocasión le comisionó para que pasando a Sevilla, y poniéndose de acuerdo con Jovellanos y Campo-Sagrado, manifestase a la Junta Central el estado de penuria en que se hallaba el Principado de Asturias. Con muchísimo gusto habría de llevarla a cabo, pues además de servir a su tierra natal le ofrecía la oportunidad de ver a su antiguo amigo y paisano, Jovellanos. Tan buena acogida tuvieron estas gestiones que el 13 de abril de 1809 recibe la Junta Asturiana la agradable noticia de haber decretado la Central 50.000 fanegas de trigo, 850 quintales de arroz; y por si fuera poco, el 23 de abril llegaron a Gijón dos millones de reales11. Estando Victoriano García Sala en Sevilla, recibe Jovellanos el anuncio del arribo de varias personas emigradas de su tierra natal, entre ellas su pupila, que tenía dieciséis años y medio, y llegaba acompañada de su aya, doña Ana Álvarez12. Esta jovencita estuvo nueve meses en Sevilla. Pudo ser entonces cuando Victoriano conociese a la pupila de Jovellanos, Manuela Inguanzo de Cirieño, con quien habría de contraer matrimonio. Aunque el propio Somoza no descarta tampoco que se conocieran de antes en su propia tierra. A este respecto hay que recordar una carta, cuyo contenido se desco9 ÁLVAREZ VALDÉS, Ramón. Memorias del Levantamiento de Asturias en 1808. Oviedo, 1889; págs. 11 y 12. 10 En cláusula de fecha 25 de febrero de 1831, añadida a su testamento, dirá que fue Teniente Coronel en propiedad por la Junta de Oviedo y que aun después se le dio el Grado de Coronel por el General Arce, Comandante General de la provincia por su acción de armas, pero que no le fueron probadas tales distinciones. (Archivo Histórico Provincial de Asturias. Protocolo del escribano de Gijón Benito Rodríguez Llamas. Caja 2.095. Año 1845; folio 26). 11 Cartas de Jovellanos y Lord Vassall Holland; pág. 152. Nota 76. Incluye aquí Somoza una carta de Jovellanos al propio Victoriano, que había encontrado recientemente en el archivo de Romero Ortíz, y que lleva el número 1.838 del Tomo V, de la edición de Obras Completas de Jovellanos del profesor Caso González. 12 Carta de Jovellanos a Lord Holland, de fecha 6 junio de 1809; la nº 1.886 de la edición de las Obras Completas de Jovellanos del Profesor Caso. Tomo V; pág. 593. Biografía de Julio Somoza 19 noce, que Jovellanos envía al entonces Doctoral de la Catedral de Oviedo y más tarde Cardenal Primado de Toledo, don Pedro Inguanzo y Ribero, interesándose por Victoriano. Era el doctoral tío segundo de Manuela Inguanzo, de modo que pudo estar aquí el origen o la causa por la que vendrían los futuros esposos a conocerse13. Así pues, la abuela de Somoza fue la famosa pupila de Jovellanos. Gracias al propio don Gaspar sabemos cómo vino a tal situación. A punto de morir la madre, doña Benita Cirieño de Inguanzo, Jovellanos anota en sus Diarios: “Noticia de que está a la muerte la Indiana de Cirieño, que nos nombra albaceas a mi hermano y a mí”14. Y no sólo nombraba a los dos hermanos albaceas sino también tutores de su hija. Esta decisión de su bisabuela la explicará Julio Somoza por la amistad entre ella y una hermana de Jovellanos, según carta a su amigo don Sebastián Soto y Cortés, bisnieto de dicha hermana: Una idea, por si no le hablé de ella. —Nunca pude atinar por qué don Gaspar y don Frco. de Paula Jovellanos fueron tutores de mi abuela doña Manuela Blanco e Inguanzo de Cirieño (sic). Pero recordando que su bisabuela de Vd. doña Juana Jacinta Jovellanos que residió continuamente en Cangas de Onís, tendría relaciones o amistad con mi bisabuela doña Benita Inguanzo de Cirieño; se originaría de esta amistad el nombramiento de tutores a favor de los dos hermanos de doña Juana Jacinta, don Francisco y don Gaspar. —Mi abuela fue bautizada en “Sebarga”, barrio de dicha parroquia, a la margen derecha del Ponga. Aún deben subsistir por allí, descendientes del apellido Blanco, dueños quizá del solar15. También nos aclara el propio Somoza que accedieron los dos hermanos a ser tutores de su abuela exigiéndole sólo que nombrase otros dos cotutores de autoridad, que participaran de tal cuidado, designando al primo de la testadora, el Canónigo doctoral de Oviedo (don Pedro Inguanzo Ribero) y al Párroco de Gijón que por tiempo fuera (don Nicolás de Sama hasta 1805). Falleció la Indiana en Gijón el 3 de agosto de 1796, dejando a la huerfanita, nacida el 31 de diciembre de 1792, de escasos cuatro años y a la sazón enfermita, a merced de los tutores16. La carta no figura citada en la edición del Profesor Caso González de las Obras Completas de Jovellanos. Aparece referenciada en el diario del día 20 de enero de 1796: “Carta al Doctoral, sobre cosas de Victoriano”. Op. cit., pág. 211. 14 Ídem, pág. 264. 15 Carta fechada el día de Santo Tomás de 1893. Se conserva entre los Fondos pertenecientes a Pedro Hurlé del Archivo Histórico de la FUNDACIÓN ALVARGONZÁLEZ, 50/1. 16 Prólogo a HUICI MIRANDA, Vicente. Miscelánea de trabajos inéditos, varios y dispersos de D. G. M. de Jovellanos. Barcelona, 1931. La abuela de Somoza sería bautizada el 1 de enero de 1793. 13 20 Agustín Guzmán Sancho El pupilaje daría a Jovellanos grandes quebraderos de cabeza. Muerto su hermano Francisco de Paula, que fue quien desde el primer momento se encargó particularmente del cuidado de la niña17, don Gaspar llevó a cabo una buena inversión del dinero de su pupila en fincas, con el consentimiento del párroco. No obstante el Doctoral dio contraorden a su apoderado, Sr. Braña, para que no firmase las cuentas que se le presentaban y que había hallado conformes. Pero don Gaspar, esclavo de la formalidad, obligó a firmar a Braña como se hizo, acordó y extendió. Desde entonces Inguanzo, a quien calificaba Somoza de “genio, agrio, áspero y despechado por no haber tenido consigo el arca de las tres llaves; rígido, duro y frenético, como todo asturiano montañés finítimo del cántabro”, escribía contra el Informe de la Ley Agraria y se convirtió en uno de los perseguidores de don Gaspar18. Por el contrario, la pupila habría de reconocer siempre su eterno agradecimiento a los Jovellanos. Es más, en su vejez aún los recordaría con cariño. Tenemos de ello el testimonio de su propio nieto: Quien estas líneas escribe ha oído de labios de la misma pupila de Jovellanos, frases de admiración y respeto consagradas a la memoria de aquel varón insigne, y a la de sus hermanos y parientes, principalmente don Francisco de Paula, y su esposa doña Gertrudis, don Baltasar González de Cienfuegos, doña Antonia Argüelles y otros entre quienes vivió, recibiendo de todos ellos, palabras constantes de su entrañable amor y afecto19. Las relaciones de la joven con los Jovellanos debieron ser, en efecto, muy cariñosas si tenemos en cuenta que Francisco de Paula y Gertrudis del Busto deseaban ardientemente tener descendencia; en una de las cartas de Francisco de Paula a su hermano le dice que su esposa había cogido la flor del agua. Esta tradición consistía en beber, tras la noche de San Juan, el agua de una fuente antes que ninguna otra persona. De esta manera la mujer lograba quedar en cinta. La niña habría de llenar, pues, aquel vacío de hijos. Por otra parte, sabemos por Jovellanos que aquella niña, a la que llamaba con 17 Según carta de Jovellanos a José Antonio Caballero, fechada en el Castillo de Bellver el 17 de abril de 1805. (Carta 1.450. T. IV de las Obras completas. Edición del profesor Caso González; pág. 186). 18 A pesar de la conducta irreprochable de Jovellanos, que incluso llega a invitar al Doctoral a su casa para que resida el tiempo que hiciera falta mientras se arreglaban las cuentas de la pupila, a lo que se negaría el orgulloso prebendado, figurará Inguanzo como ofendido en la delación anónima por la que se denunció a Jovellanos a la Inquisición. En el prólogo a la obra antes citada de Huici Miranda, sigue diciendo Somoza hablando de Inguanzo: “escribió un libro, ruidoso en su tiempo, intitulado El dominio sagrado de la Iglesia en sus bienes temporales (Cádiz 1813, y Salamanca 1820-1823; dos tomos en 4). En él refuta el Informe de Jovellanos sobre la Ley Agraria, y el Tratado de Amortización de Campomanes. Asturianos los tres, se nota enseguida de qué lado cae la intransigencia, inspirada siempre por el imperativo categórico, que no quiere doblegarse jamás ante ningún razonamiento”. 19 Las Amarguras de Jovellanos. Gijón, 1889, pág. 66. Biografía de Julio Somoza 21 el cariñoso nombre de Nolina20, gracias al cuidado y vigilancia de Francisco de Paula logró no sólo recuperarse de sus males, sino criarse poco a poco robusta y al mismo tiempo recibir aquella educación que a su buen nacimiento y decente fortuna convenía21. Ello hace que nos planteemos si fue la afición jovellanista de Somoza una vocación promovida y cultivada por su abuela; si la obra de Somoza no fue sino el producto de la admiración sembrada por esta mujer en aquella fértil tierra del alma sensible y tierna de su nieto. Y la contestación no puede ser sino afirmativa, porque murió doña Manuela, conocida también por el apodo de La Millona, el 30 de abril de 1861, cuando Somoza tenía doce años, edad suficiente para quedar impresa para siempre en su alma la imagen que le ofrecía aquel libro viviente del inmortal Jovellanos; porque fue esta anciana, sí, el primer libro donde aprendió a conocer a Jovellanos, y su primera maestra jovellanista. Cuando Manuela llega a Sevilla en 1809, se encontrará allí con sus dos tutores, don Gaspar y don Pedro Inguanzo, que era el Secretario de la Junta Central, Y sería entonces cuando la amistad se estrecharía entre los futuros esposos que aún tardarían tiempo en contraer matrimonio. Se casarían en Gijón el 26 de diciembre de 1812. Para entonces el amigo tutor: Jovellanos, que había sido sin duda la causa de que se conocieran, ya había muerto. Fue una boda con una gran diferencia de edad: Victoriano, nacido en Gijón en 1776, contaba 36 años, mientras que Manuela tenía 20 años22. Tuvieron cuatro hijos: dos varones y dos hembras; los varones se llamaban Santiago y Eustoquio; y las hembras, Cándida y Pilar. Somoza no llegó a conocer a su abuelo que murió en 1844 23. 20 En carta a su cuñada Gertrudis, viuda de Francisco de Paula, en cuya casa la debió de dejar al partir al Ministerio, escribe en una posdata: P.S. Memorias a Nolina Blanco Inguanzo. Lleva fecha de 26 de septiembre de 1798. La publicó Somoza en Jovellanos: manuscritos inéditos, raros o dispersos... Nueva serie. Es la número 1.166 de la edición de Obras Completas del profesor Caso González, T. III; pág. 392. 21 Carta 1.450. T. IV de las Obras completas. Edición del profesor Caso González; pág. 186. 22 Por ser menor de edad, precisó la joven novia el consentimiento de su tutor que lo era entonces, ya muerto Jovellanos, el párroco de Gijón y posteriormente Abad de Coira en Galicia, don Antonio Cónsul Jove, según reza en la escritura de capitulaciones matrimoniales de 20 de diciembre de 1812, otorgada a la fe del escribano don José Suárez Llanos. (Archivo Histórico Provincial de Asturias. Protocolo de Gijón, Caja 1998). 23 Su testamento, otorgado en su cuarto de despacho de su casa de Gijón, el 11 de mayo de 1830, puede verse en la caja 2.090 de la Sección de protocolos de Gijón, del Archivo Histórico Provincial de Asturias. Sería posteriormente ampliado mediante cláusulas hológrafas (Nota 9). 24 Agustín Guzmán Sancho 2.— Niño sordo Por lo que respecta al matrimonio de los padres de Somoza, se celebró en la iglesia parroquial de San Pedro de Gijón el 3 de enero de 184724 y fijaron su domicilio en la calle Trinidad número 4, en donde a las seis de la mañana del día 25 de noviembre de ese mismo año, les nació su primer hijo, a quien pusieron los nombres de Manuel, Cándido y Eustoquio25. Así pues, poco más de un año era la diferencia de edad que va a separar a Julio Somoza de su hermano primogénito. Habrá entre los dos hermanos semejanza de gustos, compartiendo las mismas inquietudes de publicista, historiador y escritor, e incluso en alguna ocasión se serviría Julio de su hermano para encargarle algunas importantes comisiones en la tarea investigadora, como tendremos ocasión de ver. Pero en lo que no quiso el destino que coincidiesen fue en la carrera militar. Ambos intentaron seguir la suerte de su padre en el arma de Artillería. Manuel ingresaría en la academia de Segovia y logró alcanzar el grado de comandante, con el que moriría a la temprana edad de 46 años, el 20 de marzo de 1894, en Castellón de la Plana, dejando tras de sí un brillantísimo expediente. Casado con doña Emilia Alemany y Franco no tuvo descendencia. Había sido condecorado con las Cruces de Carlos III, Isabel la Católica, San Hermenegildo, Mérito Militar y otras, algunas por méritos de campaña en la segunda guerra carlista, habiendo sido herido en su primer hecho de guerra en Zaragoza. Prestó servicios en la Fábrica Nacional de Armas de la Vega de Oviedo26. En 1887 ambos hermanos colaborarían en un trabajo titulado El General Cienfuegos, que habría de aparecer en la revista Memorial de Artillería, muerto Manuel27. Julio Somoza, por su parte, emprenderá estudios en Madrid y Segovia con la misma finalidad, pero no logró acabar la carrera. Él daría de este fracaso la siguiente explicación: Fracasé por tres motivos: por mi estatura (1,60 m); por mi sordera (nativa e incorregible), y por mi desaplicación, que me arrastraba a los estudios histórico-literarios. Fue su sordera, a nuestro entender, el primer condicionamiento de su carácter. Al referirse a ella lo hacía con aparente humor: Todo me ha salido mal —dice— hasta el nacimiento, pues que vi la luz con una sordera total del oído izquierdo, y no oigo el violín, ni el canto de los pájaros, ni puedo percibir la voz ange- Libro de matrimonios del Ayuntamiento de Gijón, A.M.G., año 1847, folio 1, partida 1. Libro de nacimientos del Ayuntamiento de Gijón, A. M. G., año 1847, folio 70 vuelto, partida nº 7. 26 CONSTANTINO SUÁREZ, Escritores y Artistas Asturianos. Tomo VII. Edición de don José María Cachero, Oviedo, págs. 147 y s. 27 Ídem. y Palau, T. ; pág. 504. 24 25 Biografía de Julio Somoza 25 lical de la divina Patti, ni la maravillosa voz del egregio Emilio Castelar28. Sin embargo, hay en esta frase un dejo de amargura. Y es que, en efecto, a lo largo de esta biografía confiamos ir descubriendo qué motivos tuvo para afirmar de sí mismo que todo le había salido mal. Resulta fácil imaginarse a Julio niño sordo, algo más que distraído, introvertido, aislado, falto de relación social, con un sentimiento de ser diferente, siendo seguramente muchas veces objeto de burlas de los demás niños. Claro que también este aislamiento ayudaba poderosamente a desarrollar el ambiente necesario para una total entrega a la labor investigadora. La vida entraba en Somoza más desde el libro que desde la calle, más desde el ojo que lee que desde el oído que oye. Somoza fue un alma vuelta en sí, solitaria y aislada, y esto la causa de su genio y de su ingenio. Quienes conocieron sus desgracias personales sabían disculparle. Y aun cuando no, todos los que se lamentaban de su carácter reconocían su mucha valía, e incluso algunos abogarán para que no se sacaran a relucir los desabrimientos de su temperamento. Porque —hay que decirlo, sí—, era don Julio impetuoso, dado al genio y a la crítica sañuda; presumía de lo que él calificaba de ruda franqueza de un asturiano. Y esto, que en la forma podía molestar y mucho, en el fondo no era sino la explosión de un alma sincera, apasionada, alejada de toda falsedad, doblez y ruindad. Era lo que se llama un hombre que tenía su pronto, pero a quien no faltaba nunca la capacidad de pedir perdón ni la generosidad, como veremos a lo largo de esta biografía. De no haber habido en él una acusadísima sensibilidad hacia el sacrificio y la entrega generosa a los demás, la bondad desnuda, la nobleza de espíritu y la ingenuidad de carácter, no se hubiera fijado en Jovellanos, en quien supo descubrir y apreciar todas estas cualidades. No cabe duda que su pasión jovellanista nacía de su capacidad de admirar la nobleza de espíritu. Por eso supo ver e interpretar mejor que nadie la virtud del genio. De la infancia se nos escapa cuanto hizo. Gijonés de nacimiento, la providencia no le negaría a él, el más jovellanista de sus hijos, la honra de educarse en el Real Instituto que fundara Jovellanos. Es verdad que no consta su nombre en la lista de quienes terminaron Náutica o Cálculo, pero sí sabemos que estudió las enseñanzas de Industriales, precisamente las más acordes con el pensamiento de Jovellanos, pues en 1906 la prensa recogerá la creación de la Asociación de Antiguos Alumnos del Instituto, apareciendo nombrado como representante de las enseñanzas industriales29. No sabemos a qué edad la poco estable profesión del padre llevó al parecer a la familia a 28 29 Citado por Constantino Suárez, op. cit., pág. 142. El Comercio, 25 de mayo de 1906. 26 Agustín Guzmán Sancho Galicia y de ahí que algunos pensasen que había nacido en El Ferrol30. De todas las maneras, no creemos que fuera muy larga esta ausencia, pues al menos en 1860 parece que estaba en Gijón31. Allí tendría ocasión de conocer a su familia paterna, de un antiguo linaje nacido del matrimonio que en 1650 contrajeron el hidalgo gallego don Antonio Somoza Valcárcel, y doña Gerónima de Montsoriú Centelles y Acuña, de vieja familia levantina. 3.— Los Montsoriú Aficionado como fue don Julio Somoza a la genealogía y heráldica, no es extraño que nos dejara el árbol genealógico de su propia familia. Gracias al cuadro que dejó realizado hemos podido conocer su ascendencia materna; corresponde hablar ahora de la paterna para poder entender el uso que hizo de sus apellidos32. Lo primero que llama la atención de su árbol genealógico es que estamos ante una familia poco prolífera. Sus abuelos paternos habían tenido cinco hijos: Amalia, Josefa, Juana, Andrés y José, el padre de Julio. Sólo tuvieron familia los varones; el primero, una hija llamada Dolores Somoza Montsoriú y Santillana, que no dejó descendencia; y el segundo, a Manuel y Julio, del que sólo el segundo tendrá descendencia, según dijimos. Pero es que, además, esta línea fue la única que perduró de las cuatro ramas pertenecientes al tronco de Somoza Montsoriú Centelles. Ya veremos cómo el propio Julio Somoza tuvo una hija que le premurió. Con lo que con él se terminará la rama de los Somoza Montsoriú. Entre los ascendientes de Somoza destaca don Francisco Somoza Montsoriú y Pardo de Andrade, muerto en 1809, que había sido Abogado de la Real Audiencia de La Coruña, representante de la misma ciudad en la Junta del Reino y miembro de la R. S. Económica de Santiago. Fue uno de los más genuinos representantes de la generación de Campomanes, cristalizada en torno a los años sesenta del siglo XVIII y compuesta por hombres influenSi tenemos en cuenta que tuvo trato y conoció a su abuela que murió en 1861, cuando él tenía trece años, edad por otra parte a la que más o menos venían a comenzarse los estudios del Instituto, hace posible fijar en ésta la fecha máxima de su salida de Gijón. 31 En su artículo El libro del Sr. Labra, recogido en Cosiquines de la mió Quintana, pág. 96, leemos: Si hubiera conocido el Sr. Labra el Gijón de 1860, ¡gran Dios la que nos esperaba! Luego en esa fecha parece que todavía vivía en su ciudad natal. Por otra parte, no parece que volviera a ausentarse, pues en Gijón en la historia general de Asturias señala que en 1865 presenció el derribo de la casa de Rato, la apertura de zanjas para los cimientos del actual Consistorio, y el arreglo del pavimento de la Plaza Mayor. (Op. cit., pág. 425). 32 Tanto el cuadro genealógico materno como paterno figura en el Archivo Histórico de la FUNDACIÓN ALVARGONZÁLEZ, procedente de Pedro Hurlé. De estos originales hay fotocopias en la Biblioteca Asturiana del P. Patac. 30 Biografía de Julio Somoza 27 ciados, principalmente, por lo ideales del reformismo de Campomanes. Fue entusiasta de las reformas desde arriba: llamamiento a nobles y monasterios para que inviertan sus rentas en fábricas bien ordenadas. Fue un excelente observador de la realidad gallega de su tiempo33. Su hermano Joaquín, bisabuelo de Julio Somoza, tuvo un importante papel en la guerra de la Independencia. Se da así la coincidencia de que un abuelo y un bisabuelo de Somoza desempeñaron importantes comisiones en defensa del trono de Fernando VII; a uno y a otro se les comisionaría para la obtención de alimentos y recursos, con la diferencia de que a Victoriano García Sala, por tierra, y a Joaquín Somoza Montsoriú, por mar. Ya que hemos hablado del primero, toca hacerlo del segundo. Es el propio Somoza quien con el cuidado y amor a la investigación que profesaba nos ha dejado copia de una serie de documentos relativos a su bisabuelo, hasta la fecha inéditos y que recopiló bajo el título: DOCUMENTOS / Oficiales y privados, relativos / a la expedición que llevó a cabo / el Brigadier de la Real Armada / don Joaquín Somoza de Montsoriú / y Pardo de Andrade / (1761 †1811) / en la fragata PRUEBA, de su mando, / al Brasil, y posesiones de La Plata, / en los años 1808, 1809 y 1810. / Copiados fielmente de los originales/ por su biznieto / don Julio Somoza de Montsoriú / y García Sala. / En Gijón: año 187834. Estallada la guerra de la Independencia, don Joaquín Somoza, que se había distinguido como marino entre otros en el famoso combate de Trafalgar, pide a la Junta Suprema del Reino de Galicia su incorporación voluntaria a los cuatro Batallones de Marina, destinados al Ejercito de Campaña. Uno de sus hermanos, Fernando, expiró a manos de los franceses; él está dispuesto a imitarle. Así lo manifiesta en su instancia en la que añade: “Mi honor me convida a la defensa de la Patria, a la gloria e interés de mi esposa e hijos”35. Teniendo en cuenta sus méritos, servicios y valor acreditado es nombrado Segundo Comandante de los cuatro batallones de Marina el 23 de junio de 1808, y más tarde destinado al mando de la fragata PRUEBA, a la misión de procurar recursos para los ejércitos de Fernando VII. Llega primero a Inglaterra, al puerto de Plymouth, y luego al Brasil, al de Río de Janeiro. Allí es forzado a una entrevista con la Infanta de España doña Carlota Somoza de Montsoriú, Francisco. “Gran Enciclopedia Gallega”; pág. 228. La fecha está corregida, podría ser 1898. Forman un total de 118 documentos de todo tipo: órdenes, informes reservados, cartas privadas, partes oficiales, etc. Ocupan un total de 206 páginas tipo cuadernillo, cuadriculadas, con una caligrafía impecable, y encuadernadas en un volumen junto con otra importante copia: Historia de la familia de Jovellanos. Posee esta documentación, tan importante para la Historia de España, don Francisco de Borja Bordíu Cienfuegos-Jovellanos, que amablemente nos la ha franqueado. 35 Doc. I. 33 34 28 Agustín Guzmán Sancho Joaquina, hermana de Fernando VII, que pretendía servirse de la fragata para pasar a Montevideo, en sus maquinaciones para hacerse con el trono de España, a cuya Corona se sentía con derecho, ante la falta de su hermano Fernando VII. Lejos de abrazar esta causa y desobedeciendo las pretendidas órdenes de la Infanta, por “considerarlo contrario al Real Servicio y a la Patria, y por corresponder sólo esta Fragata al Señor don Fernando Séptimo, nuestro amado soberano”, dio órdenes de dar vela al primer viento favorable36. A pesar de estar bien acreditado el apellido Somoza Montsoriú, como perteneciente a su línea paterna, y haberlo usado su padre, sin embargo, se ha dicho que no le correspondía el Montsoriú, que se apellidaba Somoza de Montsoriú sin serlo. Lo cierto es que su primer trabajo jovellanista lo firmará con los apellidos Somoza de Montsoriú. Sus ascendientes los utilizaron como apellido compuesto y es de imaginar que por eso tanto su hermano como él querrían conservarlos, pues los utilizarían en sus tarjetas, sellos y demás signos de identificación. Ahora bien, si nos atendemos estrictamente a la anotación de nacimiento, como a la de matrimonio de los padres, no aparecen sino el Somoza y el García sin más añadidos. Pero esta circunstancia no impide que dejase de pertenecerle el Montsoriú y el Sala. Quizá no se pusieron por falta de espacio. Con el apellido Somoza de Montsoriú ordenará imprimir una especie de timbre de cartas, que representa una estela romana en la que se lee, distribuida en siete líneas, la siguiente leyenda: IVL. SOMOZA — MONTSORIU — C. ACAD. HIST. — CRON. GEGION — III VIR A. A. A. F. F. — AET. S. LX — MCMVIII. Como muy bien dice Pedro Hurlé, no necesita traducción, pero no obstante la daremos: “Julio Somoza de Montsoriú correspondiente de la Academia de la Historia, Cronista de Gijón, a la edad de sesenta años. 1908”. Las siglas III VIR A.A.A.F.F. corresponden a los antiguos “monetarios” romanos y están relacionadas con las aficiones numismáticas de don Julio37. Parece ser que empleaba con frecuencia la expresión latina aetatis suae para decir su edad, pues al reverso de una fotografía suya, adquirida por el Foro Jovellanos, figura de este modo su edad y no la fecha, que por otra parte nos parece hubiese sido más natural. Doc. XIV. HURLÉ MANSO, Pedro. En torno a don Julio Somoza. Una explicación casi necesaria. El Comercio, 8 de agosto de 1954. 36 37 30 Agustín Guzmán Sancho En la parte superior figura la esvástica, pero no desde luego con el significado que habría de tener muchos años más tarde. No tiene más significado que el meramente arqueológico, ya que es un símbolo que aparece, entre otros, en la cerámica numantina y en las lápidas de los cántabros. Hace por tanto referencia a su naturaleza asturiana (cántabra en tiempos de Roma). Hizo varios modelos, en algunos añade su tercer nombre de pila: VICT., y en todos aparece la esvástica. Lo curioso es que a pesar de emplear papel con este membrete, firmará sus cartas como Somoza García-Sala38. ¿Mandó imprimir la estela latina porque pensaba enterrar a Montsoriú? ¿O fue que alguien le advirtió qué sé yo sobre su apellido?39 No se sabe. No descartamos una posible obsesión por la vejez y la muerte, pues en carta a Menéndez Pelayo, con quien usó de este membrete, le hace fijarse en él de esta manera: Ya estoy viejo (vid. la estela funeraria del introito). El humor y la burla de sí mismo, a veces incluso humor negro, fue una constante de su carácter. De ahí que firmase algunas de sus cartas con expresiones tan peregrinas como estas: Giulio (después de un suyo “caro amico” o sin más, a su amigo Calixto Alvargonzález); o Julio César, Imperator Pontífice, Padre de la Patria, y otras zarandajas. Es muy seguro que alguno de sus primeros artículos los firmó con seudónimo, como por ejemplo con el de Don Diego de Noche en aquel artículo titulado Desde Piloña, que recoge en Cosiquines de la mió Quintana40, pero lo que más abunda son las siglas J. S. Don Agapito González Ordóñez cuenta que al confeccionar el padrón municipal de 1940, don Julio Somoza se permitió “la pequeña coquetería de hacer constar su segundo apellido como Garcíasala”41. 38 Una carta con estela-membrete dirigida a su amigo A. Ricardo Rodríguez, así como varios dibujos coloreados que representan restos arqueológicos con la inscripción latina, se encuentran entre los Fondos pertenecientes a Pedro Hurlé del Archivo Histórico de la FUNDACIÓN ALVARGONZÁLEZ, 50/1. Pedro Hurlé en su artículo anteriormente citado omite el detalle de la esvástica, sin duda para evitar malentendidos. Por nuestra parte está claro que en 1908, cuando Somoza lo incorpora a su membrete, no tiene nada que ver con el fascismo alemán. 39 Esta parece ser la opinión de Emilio Marcos Vallaure, quien afirma que tuvo problemas con el apellido porque hubo quien se lo puso en duda. 40 No todos los artículos recogidos en esta obra son de Julio Somoza; no lo es por ejemplo el titulado: Dibujos Originales. Instituto de Jovellanos, firmado por ARVERIS, seudónimo de don Eduardo Guilmaín (págs. 185 y ss.). 41 Y añade don Agapito: “Y que no es un error del pendolista, al confeccionar el padrón, vistas las hojas de declaración firmadas por los interesados, puedo garantizárselo. Porque el pendolista era yo”. (Somoza, en Cartas al Director, El Comercio, 19 de marzo de 1998). Biografía de Julio Somoza 31 4.— Las primeras publicaciones en prensa Ya adulto regresaría a su villa natal. Sería a raíz del destronamiento de Isabel II por La Gloriosa42, siendo muy posible que viviese en Gijón los acontecimientos que siguieron a la revolución. Así nos lo da a entender en su artículo: El libro del Sr. Labra, cuando hace en primera persona una descripción muy viva de aquellos acontecimientos en Gijón. El pasaje está lleno de desencanto, pues Julio Somoza era un convencido, aunque no militante, republicano: “Y mientras tanto, pueblo, ten un poco de paciencia, ten calma; pronto los acontecimientos traerán a tus manos ¡ese fusil! como garantía de tus derechos. Las Cortes Constituyentes te lo darán; y si no lo dan, otros se encargarán de hacerlo”. ¡Bonito modo de propagar la Democracia! ¿Verdad? ¿Y sabe Vd. lo que sucedió después? Que llegó el “suspirado” día y los demócratas de Gijón capitaneados por A, B, y C, tuvieron “¡su fusil!” y su cartuchera, su uniforme y su bandera morada, emblema de la federación republicana, en el centro de la cual aparecía don Pelayo.— “¡Don Pelayo! el fundador de la monarquía visigoda conduciendo al combate las huestes republicanas que habían echado por el suelo el trono de cien reyes”. La cosa no paró aquí, sino que el día del peligro, el día de la prueba para la institución revolucionaria, los héroes de la víspera, se agruparon en torno de la morada enseña, y juraron..., una porción de tonterías. Al día siguiente, el Jefe militar de la plaza les pasó una orden diciendo que en el improrrogable término de veinticuatro horas fuesen a entregar el chirimbolo mortífero bajo los arcos del Ayuntamiento, pues de lo contrario no daban un cuarto por su pellejo. Y como la mayor parte eran padres de familia, hombres honrados y buenos trabajadores, y muchos de ellos de noble y esforzado corazón, pero no de armas tomar, y como por otra parte inspirábales violenta antipatía la señora de la guadaña y del reloj de arena, acudieron a la cita con puntualidad amatoria, y entregaron la espingarda, ¡eso sí! unos lloraban, otros se abrazaban a la adorada prenda, y muchos, en arrebato heroico digno de los tiempos helénicos, cogían el fusil y lo estrellaban contra las pilastras, diciéndole por vía de responso una porción de inocentadas. Así terminó uno de los episodios de aquella época en que se interpretaba la democracia por el prisma de la fuerza y en que el pueblo se comprometía desviado de la senda pacífica por donde debía ir. Es decir, resumiendo: que si se hubiese tratado de las poderosas palancas del entusiasmo que se llaman “patria e independencia”, estos honrados ciudadanos hubieran sabido ser héroes o mártires como lo fueron sus abuelos; pero las miserias políticas no tienen, ni es lógico que ten- Así se deduce del Padrón Municipal de 1900, en el que en la casilla que señala el tiempo de residencia aparece la de 30 años. A. M. G. 42 32 Agustín Guzmán Sancho gan en pueblos sensatos y tranquilos, la misma fuerza que los grandes ideales de la Humanidad 43. Con Julio vendría toda la familia, pues consta que su hermano vivía también en Gijón por estas fechas, pues por su afición al dibujo y al pasado, nos ha dejado una reproducción de la antigua capilla de Begoña, en la que aparecen los restos de las fortificaciones; dibujo que está fechado en 1872 44. El 14 de febrero de 1873 se constituía en Gijón el primer Ayuntamiento republicano que va a acordar la aparición de un periódico oficial donde se recogerán, entre otras noticias, sus propios acuerdos. Su aprobación fue muy movida, porque evidentemente quedaba en entredicho el derecho de libertad de expresión si el periódico se convertía en el periódico del Ayuntamiento. Se eligió un periódico que venía publicándose los jueves y sábados de cada semana: El Municipio Federal. Lo dirigía don Genaro Junquera y Pla, quien deja poco después el cargo, que pasa a ocupar don Eladio Carreño. Pues bien, Julio Somoza será el Administrador de esta publicación oficial45. En julio de 1873 publica en uno de los periódicos de la localidad un artículo en el que indicaba la conveniencia de sustituir los nombres del santoral callejero con otros más característicos y en armonía con las ideas de la época46. En este artículo nos señala cuál era la calle en donde vivía: Empezaré por mi calle (que tanto es mía como del vecino) llamada “de los Moros”47. También en sus primeras colaboraciones cultivó el verso, como en el poema titulado Begoña o el más divertido de La Casa del Duende donde cuenta una leyenda, más bien cuento, ambientada en tiempos de Felipe IV, año 1654, ocurrida en el número 26 de la calle del Rastro (hoy Linares Rivas), a la que llamaban Casa del Diablo, sin duda por su tétrico aspecto48. Sus intervenciones en la prensa pronto habrían de poner de manifiesto el pronto que tanta fama le habría de dar de hombre controvertido y polémico. El 13 de diciembre de 1876, año del nacimiento de su hija, publicaría Somoza en El Productor Asturiano un artículo titulado: Un conflicto probable o un peligro posible, que como su título auguraba, daría lugar a un conflicto que llegaría a los tribunales. El autor lo publicaría años más tarde en Cosiquines de la mió Quintana, y reseñaría en nota detallada sus principales trámites, tanto en Cosiquines de la mió Quintana; págs. 90 y 91. Se conserva este importante documento entre los fondos de Pedro Hurlé del Archivo Histórico de la FUNDACIÓN ALVARGONZÁLEZ, 51/3. 45 ALONSO BONET, Joaquín. Pequeñas Historias de Gijón. (Del archivo de un periodista). Gijón, 1969; pág. 234. 46 Cosiquines de la mió Quintana; pág. 18. Se ignora cuál fuera el periódico. 47 Ídem. pág. 17. 48 Ídem. págs. 137 y s; y 275 y ss., respectivamente. 43 44 Biografía de Julio Somoza 33 vía judicial como administrativa, desde la proposición al Ayuntamiento para que denunciara el artículo por injuria y calumnia, proposición que fue aprobada al día siguiente, hasta el 16 de mayo de 1877 en que la Audiencia resolvió el recurso aceptando el auto de sobreseimiento del Juez de primera instancia. Denunciaba Somoza el estado de las calles, la carencia de aguas, de las condiciones del matadero con crítica hacia el hecho de haber derrumbado el que se estaba construyendo en el muro, por las ruindades de nuestras pasiones políticas, etcétera. Resulta curioso saber en nuestros días que arremetiera contra la construcción de edificios con pisos elevados; que propusiera que no se consintiera construcción alguna que no sea con sujeción al plano general, ni se permitieran arquitecturas churriguerescas, ni menos tolerar avances o desviaciones de las rectas de nivel. En definitiva, un magnífico artículo en el que se proponían también mejoras públicas, como la necesidad del reloj del Instituto cuya suscripción había quedado paralizada, el establecimiento de un nuevo cementerio, el embellecimiento de Begoña y Campos Elíseos, etcétera. Sí, no solo los tribunales, cualquier lector daría la razón al autor, que actuaba movido por el mejor celo hacia el progreso y mejora de su villa natal. Es muy probable que una de las primeras obras, por no decir la primera, que movieron su espíritu curioso a la investigación gijonesa fuera la Historia de la villa de Gijón de Estanislao Rendueles Llanos, que había visto la luz pública hacía cinco años. A ella se refiere y la cita con cariño en sus primeros artículos, cuando aún no se había convertido en un archivo viviente. Luego, más tarde, enriquecido por una extraordinaria dedicación y estudio, podrá permitirse el lujo de criticar sus si no abundantes errores al menos sus afirmaciones un tanto gratuitas49. Pero de momento, creemos que Somoza debe mucho a esta obra, pues a través de ella se iniciaría en el conocimiento de Gijón y de Jovellanos. Llevaba don Julio unos años escribiendo sobre Gijón, cuando en noviembre de 1878, recién aparecido El Comercio50, publicó su primer artículo jovellanista del que tenemos noticia: Diarios del señor don Gaspar de Jovellanos (1790-1801). A la publicación de esta serie de cuatro artículos, siguió una carta al Director donde encontramos las primeras inquietudes, o mejor dicho sus primeros pasos en torno a Jovino. Curiosamente su obra póstuma y el legado más preciado que deje a la Historia será su edición de tan maraHemos oído decir que Rendueles Llanos se casó con una joven de la que Somoza estaba enamorado y ésta sería la causa de su cambio de opinión. Sin embargo, los argumentos con que por ejemplo se opone a la afirmación de Rendueles Llanos de que San Torcuato era asturiano y tal vez gijonés, no nos parecen nada despreciables. (Por otra parte, puede verse sobre este asunto, el trabajo de don Marino de Busto: Cábalas sobre si el gijonés Torcuato evangelizó a Carreño). 50 El Comercio apareció el 2 de septiembre de 1878. 49 34 Agustín Guzmán Sancho villosa obra, porque hoy, desaparecidos (o perdidos, como quieren algunos) los manuscritos de los Diarios, sólo nos queda lo que él copió51. El interés por encontrar y leer el Diario de Jovellanos, le llevará a consultar las ediciones de Mellado, Rivadeneyra y Linares. Será su primer contacto con las obras de don Gaspar. 5.— El magisterio de Juan Junquera Huergo Y como había en Gijón quienes se preocupaban por velar por el pasado de la villa, manteniendo la antorcha del jovellanismo, a ellos acudirá sin duda. Les encontrará en el Instituto, ¿dónde si no? De este centro, de su archivo, habían salido muchísimas copias de los manuscritos de Jovellanos para la edición que Cándido Nocedal había publicado en 1858. Se debían a la paciente labor de su Bibliotecario y Catedrático de Historia: don Juan Junquera Huergo, quien llegó a conocer perfectamente la letra de Jovellanos. En esta tarea le ayudó el Catedrático de Mecánica y Director del Observatorio Meteorológico, Alonso Fernández Vallín. Las copias de los manuscritos de Jovellanos que estos dos profesores, antiguos alumnos del Instituto, contemporáneos de don Gaspar, realizaban, eran enviadas a Madrid por conducto del hijo de don Alonso, el insigne gijonés Acisclo Fernández Vallín, Consejero de Instrucción Pública, quien se encargaba de hacérselas llegar a Cándido Nocedal. A veces incluso en alguna ocasión ayudó también en la tarea de copiar manuscritos una hija de don Alonso, Nieves Fernández Vallín52. La carta apareció el 7 de diciembre de 1878, en primera página, precedida de una presentación del director de El Comercio, su amigo Calixto Alvargonzález. A todo ello nos referiremos en el capítulo de los Diarios. Como adelanto de su contenido damos el siguiente extracto: “Hace años leía con todo el detenimiento posible la Historia de Gijón del malogrado Rendueles, y en la página 448 encontré la noticia, nueva para mí, de haber escrito el ilustrado gijonés, la friolera de nueve diarios que constaban de más de dos mil páginas, y correspondían con periodo bastante largo, no de sus mocedades, sino de edad madura, o sea, desde los 46 a los 57 años, época en que, la madurez de su juicio, la experiencia de su vida, y la extensión de sus conocimientos, prometían al investigador gran copia de noticias de inmensa valía, ya para trazar su vida íntima, como para la mejor inteligencia de nuestra cultura y prosperidad en aquellos días. Como Rendueles en su obra extracta con frecuencia cartas de Jovellanos, y la colección más extensa que conozco está en la edición de don Ramón Cañedo, supuse que encontré la fuente de semejante noticia; pero ni en éste, ni en las de Mellado, Rivadeneyra y Linares pude tropezar con los Diarios, lo cual me hacía sospechar si se habían perdido”. 52 Cándido Nocedal dejó testimonio de su agradecimiento a Junquera Huergo y Alonso Fernández Vallín mediante notas al pie de página. Véanse especialmente las págs.: 311, 321, 326, 376, 379, 512, 525, 526 y 528 del volumen II de las Obras publicadas e inéditas de don Gaspar Melchor de Jovellanos. B.A.E. T. L, volumen II. Madrid, 1952. 51 36 Agustín Guzmán Sancho Si es cierto lo que Somoza dice (y no hay por qué no creerlo), que leyó con todo el detenimiento posible la Historia de la villa de Gijón de Rendueles, pudo tener noticia a través de ella de estos dos jovellanistas, a quienes el historiador gijonés en sus Dos palabras al lector les dedica estos párrafos: “También debemos pagar en este sitio recuerdo de gratitud a nuestros ilustrados amigos los señores don Juan Junquera Huergo y don Alonso Fernández Vallín, que facilitándonos curiosas notas y documentos, contribuyeron a la mayor amenidad e interés de esta historia”53. Así pues, no hay duda que consultaría con tan importantes eruditos sus inquietudes investigadoras. E incluso mantendrá con Juan Junquera Huergo una entrañable amistad, nacida sin duda de la admiración y de la semejanza de vocación. Se puede decir que Juan Junquera Huergo es el primer jovellanista de la historia. Nacido en 1804, en La Reboría, parroquia de San Andrés de los Tacones (Gijón), pudo tener algún recuerdo infantil de Jovellanos, por ejemplo de su apoteósica llegada del destierro, o de la noticia de su muerte, o del traslado de sus restos. Consagró su saber, que era mucho, a la historia de Asturias, de Gijón y de Jovellanos. A los dieciocho años era Profesor auxiliar del Instituto54. Estudió la carrera de leyes en Oviedo. En 1845 es nombrado profesor interino de Geografía e Historia, cuya cátedra adquiriría en 1856 y que ocupó hasta su jubilación. Fue tres meses bibliotecario, y también un tiempo para que las enseñanzas de aplicación al Comercio no quedaran desamparadas impartió Economía Política y Derecho Mercantil55. En el tiempo en que llega Somoza a Gijón acababa de dejar la Dirección interina del Instituto y ocupaba el cargo de Vicedirector. De Juan Junquera Huergo recibió Somoza el espaldarazo jovellanista, porque fue su maestro. Algunas ideas de Somoza ya habían sido planteadas por Junquera Huergo. Por ejemplo, en el nº 4 de El eco de Gijón de fecha 7 de abril de 1861 había publicado un artículo en el que proponía la creación de una Biblioteca Asturiana que contuviese aquellas obras sobre historia civil, eclesiástica, natural, administración provincial y municipal, etc., al objeto de conocer con exactitud y extensión debidas la historia, gobierno, costumbres, poderío y riqueza de Asturias. Se trataría de “inmortalizar —leemos—, antes que el tiempo o el polvo o algún acontecimiento los consumiesen, los escri- RENDUELES LLANOS, Estanislao. Historia de la villa de Gijón, desde los tiempos más remotos hasta nuestros días. Gijón, 1867; pág. VII. 54 Como profesor del Instituto figura inscrito en las milicias nacionales. A.M.G. Expedientes 1/1836; 4/1837; y 1/1840. 55 MENÉNDEZ ACEBAL, Jesús. Memoria acerca del estado del Instituto de Jovellanos de Gijón, en el curso académico de 1878 a 1879. Gijón, 1879; pág. 7. 53 Biografía de Julio Somoza 37 tos de ilustres asturianos como Tirso de Avilés, Carballo, Trelles, Sota, Marañón de Espinosa, González Posada y otros”. La idea fue recogida por el Porvenir de Asturias, y más tarde por el Faro Asturiano, que anunció la aparición de una Gran Biblioteca histórica asturiana. De tal modo que en 1864 se hallaban publicadas Antigüedades de Asturias por Carballo, y en 1866 la Historia de la Administración de justicia y del antiguo gobierno del principado de Asturias por el señor Sangrador y Vítores, el Viaje de Ambrosio Morales por Asturias y el Teatro eclesiástico de la Santa Iglesia de Oviedo por el maestro Gil González Dávila. No contento con tan pocos logros, publicó Junquera Huergo en el Norte de Asturias, diario de Gijón, en primera página, dos nuevos artículos56 en los que insistía en que se publicasen más obras, y además se interesaba por que se publicasen las obras poéticas en bable (afición que compartía con su cuñado Teodoro Cuesta). En esta materia pedía una revisión: “De las obras poéticas en bable, o sea, en dialecto asturiano, hasta ahora publicadas, se nos permitirá decir que carecen muchas de ellas de purezas del lenguaje, pues se hallan plagadas de voces castellanas que deberían sustituirse con sus equivalencias asturianas, así como de una porción de modismos, terminaciones e inflexiones que no son los usados en Asturias y por lo que convendría corregirlas en este sentido antes de darlas a la prensa”. Y añadía: “Nosotros conocemos inéditas dos obras, un Ensayo sobre la gramática del dialecto asturiano y otra Diccionario asturiano-castellano que podrían acompañar a las poesías y servir de guía y estímulo a los aficionados a nuestro bable”. Estas dos obras inéditas eran suyas y una de ellas, la gramática, ha visto la luz pública en nuestros días57. Una muestra clara del cariño y admiración de Somoza hacia su maestro, son los rasgos biográficos con que le describe en carta al Sr. Presidente de la Comisión Organizadora de la Exposición de 1899 58, adjuntándole la reseña histórica o crónica de Gijón que el querido profesor escribiera en 1849: Era el Sr. Junquera Huergo, a la vez que persona afable y modestísima, muy apasionado por los estudios históricos y de erudición. En el Archivo municipal de esta Villa se conservan muchos volúmenes y libros de Acuerdos, acotados por él59, como igualmente en la sección de manuscritos del Instituto, que había hojeado con gran diligencia y aprovechamiento. Movíale en esta empresa el deseo de llevar a efecto una publicación de carácter documental que sirviera de firme base para una buena Historia de Gijón. Y Aparecieron los días 31 de marzo y 1 de abril de 1868. La ha publicado la Academia de la Llingua. 58 Gijón y la exposición de 1899. Gijón, 1899; págs. 31 y ss. 59 Quien consulte las actas anteriores a 1880 verá los márgenes iluminados con notas de diferente caligrafía y tinta, son de su puño y letra y facilitan enormemente la labor del investigador. 56 57 38 Agustín Guzmán Sancho sigue diciendo cómo el estudioso Catedrático se vio en la necesidad de suspender su Archivo General de Gijón o Colección de documentos para la historia estadística y topográfica de la Villa y concejo de Gijón, que había comenzado a publicar en 1851, por la indiferencia del público y la falta de apoyo. Sería esta otra idea que habría de brindar a su discípulo. Cuando Somoza llega a Gijón, Junquera Huergo acababa de llevar a cabo una importante tarea en el Instituto como Director en funciones: la de conservación de los bocetos del Instituto (aquellas magníficas obras que habían pertenecido a Jovellanos) o, mejor dicho, la creación del Museo del Instituto. En 1871, mejorando la idea que cuatro años antes tuvo el Director don José Cienfuegos Jovellanos, mandó construir con fondos que había existentes de unas rentas pertenecientes a una casa que en aquella fecha poseía el Instituto, unos armarios, que cubrían las paredes totalmente y los colocó resguardados por cristales, en una sala que medía 40 pies de largo por 17 de ancho, una de las mejores aulas que tenía el establecimiento. Allí se podían ver aquellas obras instaladas en bastidores encintados, y sobre una mesa también podían verse algunos de ellos. Y así debió de verlos y conocerlos por vez primera nuestro aprendiz de jovellanista. Parece que en sus últimos años, y especialmente a raíz de su jubilación, Junquera Huergo se había convertido en un alma solitaria, a raíz del fracaso de su Archivo General, retirado —según nos dice Somoza— en Lloreda el tiempo que sus obligaciones en el Instituto le dejaban libres, empeñado en salvar del olvido muchos de los papeles jovellanistas que aún hoy —en 1899— andan dispersos a los cuatro vientos. El 6 de mayo de 1880, moría en Oviedo víctima de una fiebre tifoidea. En reconocimiento de su labor, La Ilustración Gallega y Asturiana publicó su retrato en primera página60. Dejó muchos papeles jovellanistas: en cifra desconocida, que sus herederos no supieron distinguir ni conservar, y que en 1899 —sigue diciendo Somoza— yacen, o yacían hasta hace poco en un voluminoso saco, arrinconados en un molino de una aldea vecina, de donde no pudimos rescatarlos61. En efecto, entre los documentos jovellanistas pertenecientes a la Biblioteca Pública Jovellanos de Gijón, en su mayoría copias llevadas a cabo por Somoza, al frente del que titula: “Fragmento de un borrador de un diálogo sobre Economía Política” leemos: Este autógrafo fue encontrado a las 3 de la tarde del 2 de febrero del año 1898 en la calleja que baja de casa de Ablanedo (“La lechería”, en Ceares) a la “Pradería de Viñao”, yendo en compañía de mi infeliz amigo, 60 Fecha: 18 de noviembre de 1880. Aquel año acababa de publicar Julio Somoza su primer artículo en esta revista; pudo deberse a él la iniciativa de enviar el grabado del maestro. 61 Gijón y la exposición de 1899. Gijón, 1899; pág. 32. Biografía de Julio Somoza 39 Nemesio Martínez. El proceso de rastro e investigación fue largo, difícil y penoso. Perteneció a los Mss. que conservaba don Juan Junquera Huergo pa, en unión de un amigo, don Victoriano Sánchez (ambos Directores que fueron del Rl. Instto. Asturiano) hacer una “edición de las obras de Jovellanos” anterior a la de Cañedo, de 1830. Los qe. poseía don Vno. Sánchez, los conservó su viuda, por más de 60 años. Y de ella pasaron a su sobrino, Alejandro Alvargonzález. Los de don Juan Junquera, quedaron en un cajón (o baúl), legados a su cuñado, el literato ovetense Teodoro Cuesta. Antes de que llegaran a sus manos, los recogió el legatario So. Ablanedo. Éste, hombre iliterato e inculto, mandó el cajón al molino de Ceares, donde, abandonado, entre unos y otros, le dispersaron y malbarataron. El adjunto ms. envolvía restos de jabón, de las “jabonadoras” de la acequia del molino. Sic transit gloria mundi62. Sin duda se refieren a Juan Junquera Huergo y a sus muchos documentos que guardaba estas palabras de Somoza en prólogo a su obra Documentos para escribir la biografía de Jovellanos: Un gijonés de “antigua cepa”, a quien la versátil fortuna deparó valioso e interesantísimo caudal de manuscritos jovellanistas (muy superior en cifra al que poseyó el difunto Fuertes Acevedo) nos mostraba en voluminosos legajos, no sólo los escritos del gran Mecenas gijonés, Promotor del primer Instituto Español, sino también otro formidable ejército de documentos complementarios, que eran como la génesis, evolución, y síntesis, que aquilataban y esclarecían los del maestro benemérito63. De entre tantos, algunos logró salvar Somoza, entre ellos la continuación de los Diarios, el que se escribió en el Castillo de Bellver. Lo cuenta así: En mayo de 1898 encontramos tirados en el fondo de una tienda los originales del “Diario” de Jovellanos en el castillo de Bellver (fragmento que empieza en 20 de febrero de 1806 y se interrumpe en 24 de enero de 1807). La letra es del amanuense Manuel Martínez Marina, con interlineaciones y notas de Jovellanos. Después de copiado con toda fidelidad lo devolvimos. Pertenecieron estos papeles a don Juan Junquera Huergo, fervoroso jovellanista64. Fue grande la admiración de Somoza por su amigo Junquera Huergo. Lo admiraba incluso por sus obras no jovellanistas. Todavía en 1931 recordaba a su maestro citándolo en el prólogo a la obra de Vicente Huici Miranda: Miscelánea de trabajos inéditos varios y dispersos de D. G. M. de Documentos de Jovellanos: Caja 2, VI. Pág. 11. 64 Inventario de un jovellanista, pág. 130. En la pág. 291, sin embargo, dice. “El original perteneció a don Juan Junquera Huergo, y a la amabilidad de sus herederos debemos una copia”. 62 63 40 Agustín Guzmán Sancho Jovellanos65. Puede decirse, sin lugar a dudas, que la amistad entre Juan Junquera Huergo y Julio Somoza había sido un relevo. Los últimos años de la vida del primero coinciden con el nacimiento literario del segundo. Quitando los primeros ensayos y fogueos que comentaremos en el siguiente capítulo, la aparición de Somoza en revistas, sus primeras inquietudes serias, como la formación de La Quintana, surgen a partir de 1880, año de la muerte del que podemos llamar con toda propiedad su maestro, Juan Junquera Huergo: un hombre tan modesto que hoy, recuperado como bablista, sigue siendo olvidado como historiador, como cronista de Gijón y como el primer jovellanista de la historia. Hay unas páginas muy sentidas de Julio Somoza, en las que nos describe lo que bien pudo haber sido el relevo del maestro y su bautismo jovellanista. Cuenta en ellas cómo su amigo y maestro le hizo entrega de documentos y manuscritos de Jovellanos, y cómo él se los acercó a los labios. Dice así: Pero de sus escritos, unos olvidados, arrinconados otros, y algunos (¡desagráviale, oh patria!) vendidos para envolver especias, yacían desconocidos en gran número, en polvoriento, oscuro y azotado desván. Excusar no podemos, al llegar aquí, el justo aplauso al gijonés que los rescató, los robó al olvido, y los dio albergue; los preservó de nuevos daños y de futuras injurias, los vistió, y a fuerza de años y cuidados, los copió como mejor pudo, sin descanso, ni estímulo, ni esperanza de logro; y un día, sin decirnos por qué ni para qué, nos condujo a su casa, y los puso todos, así restaurados, ante nuestra atónita mirada y a nuestro libre arbitrio. (...) Y ¿lo diremos? Lo diremos, sí, aunque esta emoción de nuestro espíritu, que a nadie interesa, acuse una debilidad momentánea: sobre aquellos papeles amarillentos y húmedos, sucios algunos, rotos muchos de ellos, y abandonados a las injurias del tiempo, por el olvido y la ingratitud humanas, o sus tristes destinos, posamos nuestros labios, como si aquel melancólico solitario fuera de nuestra sangre, y las injusticias con él cometidas, como propias nos dolieran, y sus angustias, desfallecimientos y amarguras, repercutieran con intensa fuerza vibratoria en nuestro acongojado espíritu66. Así, con aquel beso, en aquel instante, había nacido el más grande de los jovellanistas. 65 HUICI MIRANDA, Vicente. Miscelánea de trabajos inéditos, varios y dispersos de D. G. M. de Jovellanos. Barcelona, 1931. 66 Preliminar de Jovellanos: manuscritos inéditos, raros o dispersos... Nueva serie: con prólogo y un apéndice, refutando los falsos juicios y erróneas y gratuitas afirmaciones del Sr. Menéndez de Luarca. Madrid, 1913. CAPÍTULO 2 Los primeros afanes de un jovellanista 1.— El “santo grial” jovellanista El día 2 de septiembre de 1878 aparecía en Gijón un nuevo diario, El Comercio, del que era socio fundador y Director don Claudio Alvargonzález Landau. Quiso el entonces modesto periódico recordar el aniversario de la muerte de Jovellanos, y para ello el 29 de noviembre de 1878 apareció en su primera página un artículo de Julio Somoza titulado: Diarios del señor don Gaspar de Jovellanos (1790-1801), que llevaba la siguiente presentación: “Hoy hace 67 años67, exhaló el último suspiro en el puerto de Vega, el Ilustre Jovellanos, honra de España y orgullo de Gijón que tuvo la suerte de merecer su cuna. Al conmemorar tan triste suceso, no podemos menos de lamentar amargamente la pérdida del modesto sabio que tantos días de gloria dio a su nación. Poco conocido el trabajo que insertamos a continuación, y cuya copia debemos a la amabilidad de nuestro querido amigo, el erudito bibliófilo Sr. D. Julio Somoza; creemos que lo verán con gusto nuestros lectores, puesto que ningún otro puede traer a la memoria la vida íntima del eminente gijonés”. Es de destacar que fuera ya considerado como el único que pudiera traer a la memoria la vida íntima del eminente gijonés. Lo que prueba que desde el primer momento se había entregado a la que será su principal vocación: la vida y la obra de Jovellanos. 67 Para Julio Somoza la fecha de la muerte de Jovellanos fue el día 29 de noviembre y no el 27 como señala Ceán Bermúdez. Más tarde cambiaría de opinión. 44 Agustín Guzmán Sancho Se trataba del primer trabajo jovellanista de carácter divulgador, la primera publicación que ponía al descubierto su vocación jovellanista. Son cuatro artículos intensos, apretados, en los que Somoza dio a conocer al público íntegramente el extracto de los Diarios de Jovellanos, que había llevado a cabo Ceán Bermúdez en 1813, y que aparecieron en su biografía Memorias para la vida del Excmo. Sr. D. Gaspar Melchor de Jovellanos, publicada en 1814 68. Es verdad que se trataba de publicar algo que ya estaba publicado, pero nótese la fecha: ¡hacía más de sesenta años! Lo importante era, como hemos dicho, el afán divulgador. Pero veamos lo que significó para don Julio este hallazgo. Terminada la publicación, el 7 de diciembre, aparecía en El Comercio, en primera página también, la siguiente carta de Julio Somoza a su amigo don Calixto Alvargonzález: Mi estimado y buen amigo: Cuando en época reciente le entregué una copia del extracto de los Diarios de don Gaspar Jovellanos, por si tenía a bien reproducirla en su periódico, me pidió Vd. algunos datos referentes al paradero de los originales. Referí a Vd. a la ligera, lo que hay sobre el particular. Hace años, leía con todo el detenimiento posible la Historia de Gijón del malogrado Rendueles, y en la página 448 encontré la noticia, nueva para mí, de haber escrito al ilustre gijonés, la friolera de nueve diarios que constaban de más de dos mil páginas, y comprendían un periodo bastante largo, no de sus mocedades, sino de su edad madura, o sea, desde los 46 a los 57 años, época en que la madurez de su juicio, la experiencia de su vida, y la extensión de sus conocimientos prometían al investigador gran copia de noticias de inmensa valía, ya para trazar su vida íntima, como para la mejor inteligencia de nuestra cultura y prosperidad en aquellos días. Como Rendueles en su obra extracta con frecuencia cartas de Jovellanos, y la colección más extensa que conozco está en la edición de don Ramón Cañedo, supuse que encontré la fuente de semejante noticia; pero ni en éste, ni en las de Mellado, Rivadeneyra y Linares pude tropezar con los Diarios, lo cual me hacía sospechar si se habían perdido. Más tarde pude encontrar el extracto de ellos, y esto avivó mi curiosidad hasta el extremo que Vd. verá. Encontrábase aquel en la obra de Ceán Bermúdez Memorias para la vida de Jovellanos, publicada en 1814. Era indudable por lo tanto, que aquellos documentos, habían ido a parar a manos de Ceán, el cual falleció en 1819 (ocho años después que su amigo y protector) ignoro dónde, pues no lo hace constar Rendueles en el apunte biográfico que da en la página 437 de su citada obra. 68 Aparecieron los días 29 de noviembre, 2, 3 y 4 de diciembre, en primera página. De las Memorias se hizo otra publicación en 1820, pero es la de 1914 la que reprodujo Somoza. Agustín Guzmán Sancho 46 Al llegar aquí empezaron mis dudas. ¿A quién legaría Ceán tan precioso depósito? ¿a sus familiares? ¿a algún amigo íntimo? ¿o a alguna exposición literaria o artística? Al parecer dicho Señor no había dejado familia, y si el manuscrito paraba en manos de algún particular o Academia, nada habían hecho estos por su parte, para que llegase a conocimiento del público. Una esperanza me asaltó. Jovellanos y otros escritores habían legado sus obras, papeles, memorias, etc., a la biblioteca del Instituto. ¿Qué cosa más natural que un gijonés hiciera lo propio? Allí acudí por lo tanto y reparé y copié todo el catálogo de la Sección de manuscritos (aprovecho esta coyuntura para consignar que el Catálogo no tenía ni pies ni cabeza), pero en balde todo, porque las “Memorias” no aparecían ¡Cosa más extraña! ¡Y más extraño aún, que me dijera entonces el bibliotecario que no existía en el Instituto ningún autógrafo de Jovellanos. No dirá hoy lo mismo. Viendo que por este lado eran inútiles las pesquisas emprendo otra senda. Don Cándido Nocedal, que había dirigido la edición en dos tomos de las obras de Jovellanos, en la colección de Rivadeneyra, y pensaba publicar el tercero ¿sabría algo acerca del paradero de los susodichos “Diarios”? Posible era, y para ello di encargo de averiguarlo a persona competente, y cuya eficacia en este asunto debía ser decisiva. No habían transcurrido muchos días (de esto hace dos años por lo menos) cuando supe que la persona a quien recomendé el asunto, había tenido una entrevista con dicho señor, el cual “le aseguró” que los “Diarios” de don Gaspar estaban en su poder y se publicarían “pronto” en el tomo tercero que faltaba. He aquí compendiado cuanto sé sobre este asunto. Mis gestiones no alcanzaron a más, puedan las de Vd., querido amigo, ser coronadas de mejor éxito, y así tendremos que agradecerle los amantes de la literatura, en general, todos los gijoneses y, con extremado afecto, el más insignificante de ellos, su obligado amigo. Julio Somoza Hay en este escrito detalles valiosísimos para su biografía: que su interés por Jovellanos nace ligado a la búsqueda de los Diarios, lo que le lleva a consultar las distintas ediciones de sus obras; que esto ocurre en 1876, por lo menos; que uno de sus primeros trabajos jovellanistas va a ser copiar el Catálogo del Instituto y su arreglo y confección, descubriendo o diferenciando los que eran autógrafos de Jovellanos (no era bibliotecario por esta fecha Junquera Huergo y, por tanto, no tenía responsabilidad en esto); que Somoza desconoce aún muchas cosas, como el hecho de que Ceán dejase familia; que el interés por los Diarios no es sólo suyo sino también de su amigo Calixto a Biografía de Julio Somoza 47 quien le desea mejor éxito; y que al fin logra descubrir dónde estaban los Diarios, gracias a las gestiones de un tercero69. Los Diarios serán para Somoza algo así como el “santo grial” de su búsqueda jovellanista. Dieciocho años tardará en llegar a poder tenerlos entre sus manos y disfrutarlos con el alma entera. Deberá este placer inmenso al insigne Menéndez Pelayo, quien se los remitirá para su lectura tras ruegos, cartas, enfado y avenencia: toda una historia que vamos a reconstruir fácilmente a través del epistolario del insigne santanderino y que nos permitirá conocer muchos aspectos de la personalidad de Somoza. 2.— Interesando a los sabios En julio de 1880, Julio Somoza comienza a colaborar en la Ilustración Gallega y Asturiana con un primer artículo titulado precisamente Los diarios de Jovellanos, en el que tras hacer un resumen breve de su contenido da la noticia de que estaban los Diarios en poder de Nocedal y se lamentaba que siguieran inéditos. Sugería que Nocedal no llegó a publicarlos por contener ideas liberales y salía al paso de las supuestas ideas liberales de Jovellanos diciendo que era obra de madurez y que si en vida no vieron la luz pública, lo que apuntaría a la posibilidad de contener ideas liberales, esto lo serían para su época y con el paso del tiempo se podrían juzgar mejor. El artículo fue leído por Gumersindo Laverde, quien interesó por los Diarios de Jovellanos70 a su entrañable amigo don Marcelino Menéndez Pelayo. A vuelta de correo el polígrafo santanderino le contestó diciendo lo que ya Somoza sabía, que según sus noticias el Diario llegó a imprimirse en casa de Rivadeneyra, para servir de tercer tomo a las obras de Jovellanos, 69 No sabemos quien fuera este tercero. Podría ser su hermano, aunque no es probable porque no le hubiera costado ningún trabajo decirlo. Pudo ser Acisclo Fernández Vallín, ya que lo lógico es pensar que nadie mejor para informarle de las actividades de Nocedal que quienes le habían estado remitiendo el material para la edición de la obra: Junquera Huergo y Alonso Fernández Vallín, y era el hijo de éste último quien les servía de enlace en Madrid. 70 “En la Ilustración Gallega y Asturiana he visto un artículo sobre el Diario de Jovellanos, lamentando que aún siga inédito, al parecer por escrúpulos de Nocedal, que hoy posee el manuscrito. Supongo que con esto querrá darse a entender que en él vertió Jovellanos ideas más o menos liberales. A mi entender, aunque Jovellanos nunca fue impío, pero se hizo más religioso desde su destierro a Bellver, como lo prueban las obras que allí escribió (Tratado teórico-práctico de Enseñanzas, Epístolas A Bermudo y A Posidonio, cartas a González Posada). Hasta aquella época había participado más del espíritu del siglo. De todas suertes, creo que la lectura de su Diario podrá serte muy útil para estudiar las corrientes heterodoxas del tiempo de Carlos IV”. (Epistolario. Madrid, Fundación Universitaria, 19821991. Tomo IV, Carta nº 216; fecha de 9 de agosto de 1880; pág. 309). 48 Agustín Guzmán Sancho aunque no se publicó; que calculaba que Nocedal habría de tener las pruebas o que si no estarían en la imprenta; y añadía: Trataré de verlas cuando vaya a Madrid71. Pero ¿quién había facilitado los Diarios a Nocedal? Según el profesor Caso González, los Diarios habían sido facilitados a Nocedal para su publicación por el dueño de los manuscritos, el asturiano don Vicente Abello Valdés, personaje honradísimo, residente en Madrid, donde ejercía de Abogado Fiscal, quien los había adquirido en una librería de lance madrileña, después que la viuda de Ceán Bermúdez, doña Manuela Camos, se viera en la triste necesidad de venderlos72. Esta publicación, que habría de correr a cargo exclusivamente de don Vicente Abello, no se llevo a cabo, según rumores, porque Nocedal se percató que contenían ideas contrarias a su pensamiento tradicional conservador. E incluso se dijo que Nocedal había mutilado o falseado los originales. No necesitó desplazarse don Marcelino para lograr las capillas de los Diarios, sino que le fueron regaladas por su amigo Nocedal. Antes del 28 de marzo de 1881, en que le da la noticia a su amigo Laverde, recibe las capillas realizadas en 1861. De éstas, nunca de los manuscritos, copió lo que aparece en el tomo III de sus Heterodoxos Españoles. Estaba precisamente redactando esta obra cuando Laverde, interesado por la supuesta heterodoxia de Jovellanos, le habló de los Diarios. Lo primero que piensa don Marcelino es en escribir un artículo. El amigo le aconseja que sea no sobre el Diario sino sobre Jovellanos mismo y le pregunta su opinión sobre las ideas de Jovellanos: “Nada me dices de si en el Diario de Jovellanos hay algo que contradiga al concepto que de este tenemos por sus obras impresas, o le comprometa en sentido enciclopedista, como algunos suponen. Ídem. Carta 242, fecha 28 de agosto de 1880, pág. 333. Por ser esta la biografía del más grande de los jovellanistas, a quien se debe todo cuanto hoy se conserva de los Diarios, daremos algunos detalles más. Los manuscritos habían sido confiscados el 13 de marzo de 1801, día en que fue arrestado Jovellanos para ser conducido a Mallorca. Al ser liberado y con fecha 21 de junio de 1808, Jovellanos oficia a Sebastián Piñuela para que todos sus papeles con los dos baúles en que fueron colocados sean entregados a Ceán Bermúdez, quien desde ese año o el siguiente los poseería, negándose a devolverlos al sobrino y heredero de Jovellanos, Baltasar Cienfuegos Jovellanos, que le podría pleito por la no devolución de los papeles, según la tesis de Caso González. Sin embargo, Julio Somoza creía que los manuscritos de los Diarios no irían a parar a sus perseguidores, porque entonces de haberlo leído le hubieran impuesto más duro castigo, sino que sus parientes y allegados los hubieran ocultado, y de ellos los tomaría Ceán Bermúdez. En 1811, el hijo de Juan Agustín Ceán Bermúdez transcribió una parte. En 1813, dos años de la muerte de Jovellanos, Juan Agustín Ceán Bermúdez hizo un extractó, que luego copió su hijo Joaquín Ceán Bermúdez y Camos. Esta copia la publicará Somoza en 1885 en Nuevos Datos. Para mayor detalle puede verse el Prólogo de José Manuel Caso González al Tomo VI de su edición de las Obras Completas de Jovellanos. Oviedo, 1994. 71 72 Biografía de Julio Somoza 49 Creo que ese capo. de que me hablas no debe ceñirse al Diario, sino abarcar todo Jovellanos. En mis Ensayos reuní mucho suyo, todo conservador y católico; verdad es que la mayor parte pertenece a los últimos años de su vida y es posterior a su deportación, en que pudo cambiar de ideas”73. Don Marcelino contesta: “En el Diario de Jovellanos no veo resabio alguno de enciclopedismo, pero sí noticias muy curiosas para la historia intelectual de la España del siglo XVIII”74. Y Gumersindo le propone la publicación de los Diarios de esta manera: “¿Por qué no se publica el Diario de Jovellanos? Podía hacerlo Navarro, y no saldría perdidoso. Procúralo, que importa mucho. No veo razón para que obra de tanto interés continúe inédita”75. Menéndez Pelayo se anima: “Nocedal me ha dado las capillas del Diario de Jovellanos que pienso utilizar. Debía publicarse íntegro, y no tiene nada qué reparar”76. Insiste Gumersindo: “Procura que se publique el Diario de Jovellanos. No perderá el Editor”77. Don Marcelino se lleva a Santander el Diario para leerlo con calma aquel verano de 1881. El 21 de agosto ya lo ha terminado y comunica su opinión a su amigo: “Ya me he leído todo el Diario de Jovino que me dio Nocedal en pliegos impresos desde 1861 por Rivadeneyra. Es lectura amenísima, sobre todo por las infinitas noticias topográficas, descriptivas, históricas, arqueológicas y de costumbres que Jovellanos da sobre las comarcas de España que visitó en sus viajes. Además, da idea cumplida de su tenor de vida, de sus lecturas y ocupaciones y hasta de sus íntimos pensamientos, viniendo a corroborar en todo la idea que tenías formada de su ortodoxia. Así es que yo me he valido ampliamente del Diario para cumplir la vindicación que tú hiciste”78. Laverde insiste; puede decirse que es él quien anima una y otra vez a publicar los Diarios, ampliando la publicación con otros documentos inéditos de Jovellanos que había leído que se conservaban en Mallorca, y se lamenta de la falta de una edición monumental y bien ordenada de las obras de Jovino79. Diez días más tarde insiste en la misma idea a raíz de la publicación en la Ilustración Gallega y Asturiana de un artículo de G. Pereña, titulado: Jovellanos en las Baleares, e incluso como acaba de formarse la comisión que habría de levantar en Gijón la estatua a Jovellanos, le recomienda que hable con el principal miembro de ella, Acisclo Fernández Vallín: “Habla con Vallín, que como homEpistolario. Tomo IV. Carta 409; fecha 31 de marzo de 1881; págs. 529-530. Ídem. Tomo V. Carta 2; fecha 2, mayo 1881; pág. 2. 75 Ídem. Tomo V. Carta 7; fecha 10, mayo 1881; pág. 11. 76 Ídem. Tomo V. Carta 30; fecha 29, mayo 1881; pág. 37. 77 Ídem. Tomo V. Carta 44; fecha 2, junio 1881; pág. 58. 78 Ídem. Tomo V. Carta 153; fecha 21, agosto 1881; págs. 195 y s. 79 Ídem. Tomo V. Carta 163; fecha 15, septiembre 1881; pág. 208. 73 74 50 Agustín Guzmán Sancho bre de iniciativa y empuje y, además, gijonés amantísimo de los timbres de su pueblo natal, podrá contribuir mucho a la realización de tal empresa”80. En octubre de 1881, Laverde da muestras de haberse carteado con Somoza, pues manifiesta a su amigo santanderino que a las obras de Jovellanos habría que agregar “una copiosa colección epistolar y otros papeles que posee en Gijón don Julio Somoza, que, de fijo, los cederá gustosamente para una edición completa y esmerada”. Le sugiere que la haga Catalina, y le recuerda su vinculación con Gijón: “Tu a título de ‘nieto’ de Gijón, deberías dirigirla e ilustrarla, dedicando el último tomo (que tendrías tiempo de ir componiendo mientras se imprimían los restantes) al estudio de Jovellanos y su tiempo”. Quiere que la lleve a cabo él y no otro para que Jovellanos no salga desfigurado: “Yo deseo que tú corras con esa edición y no quede para otros, que tal vez nos presenten un Jovellanos contrahecho y filosofesco”. Y termina la carta pidiéndole un favor personal, conminándole con el recuerdo de Jovellanos: “Mira que es negocio para mí de mucha cuenta. Si no te desenvuelves, te daré la calificación que Jovellanos aplicó a Campomanes, llamándole inútil sabio”81. Dos meses más tarde, le hace de nuevo recomendación de Julio Somoza: “No sé si te he dicho que don Julio Somoza, de Gijón, posee muchas cartas y papeles inéditos de Jovellanos. Nueva razón para desear que de las obras de éste se haga una edición completa y esmerada”82. De la misma manera le da noticias de que Fermín Canella había adquirido un diluvio de cartas y otros escritos inéditos de Jovellanos y de sus corresponsales, Posada, Ceán, Cabarrús etc., asombrado de que estas cartas se cuenten por centenas83, y le mete prisa temiendo que si no se hiciese pronto la edición completa de Jovellanos era de temer “que se extraviaran muchos papeles que yacen hoy en manos de particulares, en Asturias y en Mallorca”84. 3.— Somoza y Menéndez Pelayo ¡Qué admirable el esfuerzo de Gumersindo Laverde y su apasionamiento por la figura de Jovellanos! ¡Qué ciertos sus temores, que el paso del tiempo han hecho realidad! Hoy están en paradero desconocido, por no decir perdidos, los manuscritos de los Diarios. Fue el entusiasmo del amigo (que llegará incluso a sugerirle entre otros la figura de Jovellanos como tema de su Ídem. Tomo V. Carta 171; fecha 25, septiembre 1881; pág. 223. Ídem. Tomo V. Carta 446 (por error); fecha 29, octubre 1881; págs. 579 y s. 82 Ídem. Tomo V. Carta 210; fecha 21, noviembre 1881; pág. 268. 83 Ídem. Tomo V. Carta 253; fecha 14, febrero 1882; págs. 314 y s. 84 Ídem. Tomo V. Carta 266; fecha 4, marzo 1882; pág. 331. 80 81 Biografía de Julio Somoza 51 discurso de entrada en la Academia de la Historia), lo que determinó que Menéndez Pelayo se decida al fin a publicarlos. Somoza se entera por Laverde de tal decisión. Es la ocasión que aprovecha el erudito gijonés para dirigirse por primera vez al eminente polígrafo. La carta merece por su interés ser reproducida y comentada: Gijón, 10 julio 1882 Muy Sr. mío y de toda mi consideración: El sumario de un número de la Revista Hispano-Ultramarina me hace saber que está Vd. publicando un trabajo sobre Blanco-White, y como afortunadamente soy poseedor de gran número de cartas (inéditas) de Lord Vassall Holland a Jovellanos, y en una de ellas (fha. 6, nov. 1809) Holland analiza el mérito de Blanco, he caído en la cuenta de que la tal carta pudiera convenirle a Vd. Pero (perdone Vd. la ruda franqueza de un asturiano) estoy ya tan escarmentado de regalar autógrafos a trueque sólo de bellas promesas y ofertas desinteresadas, que he decidido cambiar de táctica y adoptar otro aspecto más positivo. En carta que tengo del Sr. Laverde Ruiz me comunica, con referencia a otra del Sr. Nocedal, que pronto verá la luz pública el Diario o Memorias de don Gaspar de Jovellanos, ya extractado por Ceán y del cual da Vd. nuevas noticias en la Vindicación publicada en el Siglo Futuro. ¿Es cierto? ¿sí o no? Usted mejor que nadie debe saberlo pues a publicarse saldría como 3er. tomo de la Bibl. Rivadeneira o como uno nuevo de la Bibl. Clásica. Soy apasionado jovellanista, y ya Vd. puede calcular lo que me interesa la noticia. Estoy dispuesto a remitirle a Vd. el autógrafo de Holland, pero Vd. a su vez verá si lo encuentra aceptable por el tanto que a continuación expreso: 1.º Un ejemplar de los Diarios cuando se publiquen. 2.º Otro ejemplar de sus artículos sobre Blanco White. 3.º Nota bibliográfica de todo lo que Vd. sepa acerca de Jovellanos. 4.º Los Ensayos críticos del Sr. Laverde. 5.º Una colección extensa de sellos de correos nacionales y extranjeros antiguos y modernos (cosa fácil para Vd. dadas sus numerosas relaciones). Perdóneme Vd. el atrevimiento con que le hablo (harto excesivo para ser la primera vez que a Vd. me dirijo) y cuente en cambio con el aprecio, y consideración y estima en que le tiene su afmo. s. s. q. b. s. m. Julio Somoza Montsoriú85. 85 Ídem. Tomo V. Carta 320; fecha 10, julio 1881; págs. 406 y s. 52 Agustín Guzmán Sancho Está claro que Somoza hablaba con franqueza y parecía atrevido. Pero para entender esta carta hay que saber que Somoza no estaba pidiendo para sí, sino para la sociedad La Quintana que se acababa de fundar, como ya veremos. Los sellos, por ejemplo, no eran para él, sino para Fortunato de Selgas, y don Julio era consciente de que en ello se había pasado, según manifestará a su amigo y socio Braulio Vigón cuando le dé cuenta de este atrevimiento86. Ya veremos cómo al final terminó entregando el autógrafo de Holland. De esta carta Julio Somoza no recibió contestación. Pasó medio año, y recurre a Alejandro Pidal como intermediario para proponerle a don Marcelino que si no se decide a publicar la obra, le diga si tiene inconveniente en que él la publicase en La Biblioteca Asturiana87, que por entonces pretendía crear con sus amigos de La Quintana. No se conserva testimonio de la contestación de Menéndez Pelayo a Pidal, pero éste se la hizo llegar a Somoza, quien a su vista escribió su segunda carta a don Marcelino, al tenor siguiente: Gijón, 7 diciembre 1882 Muy Sr. mío y de toda mi consideración: Por la carta de Vd. dirigida a mi ilustre paisano Alejandro Pidal, y que hace momentos acabo de leer, me entero de lo que Vd. ha tenido a bien comunicarle respecto al asunto de los Diarios de don Gaspar, cuya lectura persigo con incansable empeño. En vista de lo Vd. dice, y de lo que yo añadiré, casi me voy tranquilizando, pues mi pasado desasosiego harto lo comprenderá Vd. que tanto ha huroneado tras papeles y libracos. En el alma siento que se haya extraviado la carta que Vd. me dirigió, pues la esperé con ansia bastante tiempo, calculando a la postre que se extraviara la mía por no llevar la dirección en debida forma. Ello es, que ahora estoy en comunicación con Vd. y me huelgo de ello, pues ha de redundar en beneficio de la literatura patria y de las glorias asturianas. A pesar de lo que escribí a Pidal, la idea de Vd. de que los Diarios debían imprimirse en Gijón, no me cayó en saco roto, y como al salir a la calle diera de bruces con el Director88 de El Comercio le comuniqué su pensamiento, y tan bien le pareció y con tal empeño acogió la idea, que me autorizó para que le escribiera a Vd. en la forma y bajo las cláusulas siguientes: 86 Carta de septiembre de 1892 publicada por Ana María Vigón en Apéndice a VIGÓN, Braulio. Asturias: Folklore del mar. Juegos infantiles. Poesía popular. Estudios históricos. Oviedo, 1980; pág. XLI. 87 Epistolario. Tomo V. Carta 390; sin fecha; págs. 499 y s. 88 Calixto Alvargonzález, quien, como vimos, compartía con Somoza desde la aparición del periódico el interés por los Diarios. Agustín Guzmán Sancho 54 La redacción de El Comercio se compromete a publicar los Diarios de don Gaspar que Vd. posee, en un tomo de lujo con papel especial y fundición nueva de caracteres elzevirianos. El coste de la obra, se sufragará por los redactores del periódico, y varios jovellanistas ansiosos de que la obra salga a luz a todo trance, cueste lo que costare, y en Gijón. Como cálculo prudencial deberá Vd. decirnos (ya que posee ese ejemplar) qué número de pliegos llevará el tomo; en qué tamaño será el más adecuado, y si sería más acertado publicarlo en la forma y manera que fuese más de su gusto, y que alcanzará del Sr. Aribau lo que falta para complemento de su ejemplar. Caso de enviarnos éste, la Redacción le dará a Vd. recibo en forma, comprometiéndose a devolvérsele caso de no emprender su publicación en determinado plazo. Igualmente se acordó que una comisión pasara a Luarca a cotejar la copia con el original que posee don Alejandrino Menéndez, pues debiendo publicar en breve el editor A. Chao, parte de estos Diarios extractados por Ceán Bermúdez, sería sensible que entre uno y otro hubiera diferencias notables. Mis queridísimos amigos Fermín Canella y Félix Aramburu me indican la haga a Vd. presente que entrando La Revista Asturias en el 6º año de su publicación, y no estando muy abastecida que digamos de original, confían en que Vd. se servirá honrarla con algún escrito propio de la índole del periódico. A su indicación, uno yo mi ruego bien seguro de que le atenderá. Adjunto a esta carta, le remito el Testamento de don Gaspar cuya lectura le placerá en grado sumo, pues es la confirmación de lo que Vd. dice en la Vindicación, y el testimonio más claro de tan egregio varón. También le remitiré (estoy muy atareado) un ejemplar de mi Catálogo de los ms. del Instituto que se imprimirá luego, y si no se me olvida, le enviaré igualmente copia de dos cartas, una de Lord Holland a Jovellanos sobre el juicio que le merece Blanco White, y otra del propio Blanco W. a Jovellanos. La Sociedad La Quintana presentará a la nueva diputación las bases para la publicación de una Biblioteca general asturiana, y si la apadrina, también le enviaremos el prospecto para que nos diga algo nuevo de lo mucho que sabe y se calla respecto a las dos Asturias. ¿Vd. sabe de una descripción geográfico-militar del Bastón de Laredo, del fuero de Santander, y de las obras de varios heterodoxos españoles existentes en el Museo Británico en la colección Harley? Sí que sabrá Vd... no me dará Vd. el gusto de decir que no. Perdóneme Vd. El atrevimiento y la lisura con que le escribo. Mándeme en todo cuanto guste, pues en ello quedará muy complacido su affmo. y s.s.q.b.s.m. Julio Somoza Biografía de Julio Somoza 55 Somoza no cabe en sí de gozo. ¡Los Diarios publicados en Gijón, por El Comercio! Tal es el entusiasmo que se olvida de lo que le tiene pedido y encima le promete no sólo la carta de Lord Holland sino también otra de Blanco W. a Jovellanos, más un ejemplar del Catálogo de Manuscritos del Instituto y el testamento de Jovellanos. Si lo había hecho siempre, si siempre ofreció los autógrafos a cambio de promesas, ¿cómo no lo iba a hacer ahora que se le prometía tanto? Y ¡cómo presume de emular a la primera autoridad investigadora del país! Y es que en aquel cuerpo de 1,60 m de estatura, había un alma llana y lisa, un tanto infantil. Tal es el deseo, que querría tener contestación cuanto antes y la impaciencia le hace volver a escribir a Menéndez Pelayo tan sólo 18 días después. En esta tercera carta le hace ver lo siguiente: Esperaba que la recomendación de don Alejandro Pidal, mi entusiasmo por las glorias de Asturias, mi fervor por todo lo que a don Gaspar se refiere, el generoso impulso que nos animaba a trabajar por la publicidad de esos Diarios; el deseo por Vd. manifestado de que éstos se publicaran en Gijón,... todo nos inducía a creer que la cosa se llevaría a cabo en breve término, pues tal era el entusiasmo que había comunicado a mis amigos, y tal el buen deseo de éstos en acometer la empresa con actividad y decisión89. Se puede decir que todo estaba preparado en Gijón. Los amigos, encabezados por Calixto Alvargonzález, dispuestos y contagiados de su entusiasmo, sólo esperaban la voz ejecutiva de Menéndez Pelayo. Y como lo importante es la publicación, le plantea incluso la cuestión de que se haga en la Biblioteca Clásica, aunque ello suponga un aplazamiento del momento de gozar de los Diarios. Le sugiere incluso que si no está dispuesto a llevar él la dirección literaria, la encomiende a Alejandro Pidal. Y por fin le llega carta de Menéndez Pelayo. Se excusa de la tardanza, debida a su ausencia de Madrid. Le dice que le parece muy bien la idea de imprimir en Gijón el Diario de don Gaspar y aun todo lo inédito suyo que ellos encuentren, pero le hace esta observación: “El tomo de Rivadeneyra no llegó a imprimirse entero, y debe faltar como una cuarta o quinta parte del Diario. Para completarle tendrán Vds. (Somoza y sus amigos de Gijón), que acudir a Nocedal, que quizá conserve la copia que sirvió para la imprenta o a Alejandrino Menéndez de Luarca, que heredó los papeles de Abello. Con Nocedal las tuve, pero después reñimos, como es bien notorio. Vean Vds. de recabar lo que falta, porque sólo así podrá hacerse el cálculo del volumen de la obra, número de pp., y empezar a imprimirse con entera seguridad de completar el original. Pienso 89 Epistolario. Tomo V; Carta 437; fecha 25, diciembre 1882; págs. 568 y s. 56 Agustín Guzmán Sancho añadir unas pocas notas a las muchas y doctísimas que puso mi amigo Abello (q.e.p.d.). Recibí y agradecí el Testamento. Mande Vd. cuánto quiera a su afmo. y s.s.q.s.m.b. M. Menéndez y Pelayo”90. La reacción a esta carta por parte de Julio Somoza fue la de enviar una misiva a Nocedal en la que le pide que en el caso de que no lleve a cabo la publicación del tercer tomo de los Diarios, otorgue la gracia de poner a nuestra disposición dichos Diarios a fin de que, con el concurso de todos, viesen en este pueblo la luz pública, siendo ésta la primera obra que se imprimiera en Gijón. La carta fue firmada por cuanto amigos se habían comprometido a publicarlos. Sin embargo aquellos amigos terminarían abandonando el proyecto y al amigo. Sería uno de sus primeros desengaños como jovellanista: ¿Y quienes eran los firmantes? argüirá Vd.; pues los firmantes “debían ser” los redactores de cierta publicación , que me precipitaron a dar este paso y luego me dejaron, como vulgarmente se dice, “en las astas del toro” en justo castigo de mi credulidad91. Abandonada por sus amigos la idea, todavía hubo quien propuso que la publicase el Centro de Asturianos. Somoza contesta con todo un plan de publicación: Adquirir primero el original de los Señores Nocedal y Menéndez Pelayo; formar el cálculo del coste de impresión; designar dos o más individuos (pero activos) para la revisión de pruebas; organizar la suscripción de manera hábil; incluir al final de la obra la lista de los que contribuyeron a ella; y distribución equitativa de ella. Pero Somoza sabe que sueña: Será esto un castillo de naipes? ¡Cuánto diera yo por que la “proverbial galantería” española, se transformase en la “proverbial actividad” o en la “habitual perseverancia”!92. 90 Ídem. Tomo VI. Carta 7; fecha 11, enero 1883; pág. 7. La ha publicado J. M. Martínez Cachero en Menéndez Pelayo y Asturias, págs. 225-226. 91 Bajo el título Apéndice al capítulo anterior, el que reproducía el dedicado a los Diarios en la “Ilustración Gallega y Asturiana” publicará en Cosiquines de la mió Quintana una carta dirigida “Mi estimado amigo F...” en el que inserta la carta a Nocedal y hace este comentario. 92 La persona a la que dirige la carta, fechada en Xixón, 35 Xineru 1883, es como dijimos en la nota anterior “Mi estimado amigo F...” y puede verse en Cosiquines de la mió Quintana, bajo el título Apéndice al capítulo anterior, págs. 198 a 202. Biografía de Julio Somoza 57 Pasa el tiempo y no se sabe nada de los Diarios y entonces publica Somoza Nuevos Datos para la biografía de Jovellanos, cometiendo lo que el profesor Caso González califica con toda razón de impertinencia93. En su Preliminar arremete contra un trabajo de Menéndez Pelayo, que con el título Vindicación de Jovellanos había visto la luz pública en noviembre de 1881, en la revista El Siglo Futuro. Menéndez Pelayo atribuyó esta reacción de Somoza a suspicacia, entendiendo que quería excusarse de publicar la obra, unida a su tardanza en contestarle94. Pero hay que tener en cuenta que esta suspicacia estaba en el ambiente. Basta pensar, por ejemplo, que en septiembre de 1881 apareció Examen Teológico-Crítico de la obra del Excmo. Sr. D. Cándido Nocedal titulada Vida de Jovellanos, publicada por el presbítero don Miguel Sánchez. En esta obra se ataca a Nocedal por haber tenido interés en presentarnos un Jovellanos tan monárquico y católico como el partido cuyos intereses representaba y en ella se acusa de jansenista y otras heterodoxias a Jovellanos. Ni que decir tiene que el dicho presbítero llevó también lo suyo en el famoso Preliminar de Julio Somoza. Es muy probable, por tanto, que Somoza, precipitadamente y en vista del ambiente, del que sin duda bebían cuantos le rodeaban en los círculos literarios, con el pronto que le caracterizaba, juzgase a Menéndez Pelayo capaz de poner en duda al menos la conveniencia de la publicación de los Diarios, por cuestión meramente ideológica. El caso es que no sólo Somoza, sino otros acusaron a Menéndez Pelayo de haber alterado o mutilado los Diarios de Jovellanos. E incluso Fermín Canella quiso insinuar algo en un artículo, lo que provocó la reacción de Menéndez Pelayo95. Por todo esto, el 93 Prólogo al Tomo VI de su edición de las obras de Jovellanos. Obras Completas. Diario. Oviedo, 1994; pág. 28. 94 “El Sr. Somoza entendió sin duda que yo quería excusarme y esta suspicacia suya unida (lo confieso) a mi tardanza en contestarle, originada de mis infinitas ocupaciones y de graves disgustos que por entonces tuve, dieron ocasión a la furibunda diatriba con que me obsequió en su último libro”. Epistolario. Tomo VII; Carta nº 537, dirigida a Fermín Canella; fecha 5, junio 1886; pág. 555. La ha publicado J. M. Martínez Cachero en Menéndez Pelayo y Asturias, págs. 215-218. 95 La defensa de Menéndez Pelayo y el dolor que esta acusación le causó pueden leerse en la carta a Fermín Canella, citada en la nota anterior. Allí se puede leer: “Permítame Vd. que le diga que todo esto me ha llegado al alma. ¿Qué ofensa más grave puede haber para un hombre honrado que suponerle capaz de falsificar la palabra escrita de otro hombre? ¿Y cree Vd. que las ideas religiosas que yo profeso, y que en mi concepto profesaba Jovellanos, necesitan de esos medios raquíticos, tenebrosos y miserables, para valer lo que siempre han valido? Después de todo ¿qué importa al catolicismo que Jovellanos ni veinte Jovellanos fueran o dejaran de ser católicos? ¿Cree Vd. que esto vale la pena de echar una mancha sobre una vida honrada, metiéndose a raspar, cortar o inutilizar manuscritos? ¡Qué poco me conocen los que tal piensan!”. 58 Agustín Guzmán Sancho ilustre académico (que por demás jamás había visto los Diarios pues lo que él tenía eran las capillas de Nocedal) desistió de su publicación y Somoza tendrá que esperar un tiempo para poder llegar a leer sus anhelados Diarios. En realidad las dificultades para la publicación de los Diarios no las ponía, ni mucho menos, Menéndez Pelayo, aunque era su insistencia de publicarlos enteros lo que retrasaba el asunto. Lo que ocurría era que los manuscritos de los Diarios habían pasado del Sr. Abello a su sobrino don Alejandrino Menéndez de Luarca, pasante de Nocedal, y era éste, persona por demás algo excéntrica, quien se negaba a entregarlos para la publicación. Además, concurría en Menéndez de Luarca los prejuicios “conservadores” que Fermín Canella y Julio Somoza suponían en el insigne santanderino. Ambos acertaban en el problema, pero se equivocaban en el hombre. Somoza conocerá su yerro y llegará a saber dónde se encontraban los originales de los Diarios según demuestra esta carta a su amigo don Sebastián de Soto y Cortés fechada en Domingo de Ramos, donde no figura el año, pero que es anterior a 1891: Si quiere Vd. ver los tesoros, no tiene más remedio que tomar el coche de Oviedo a Grado, de Grado a Salas, y de Salas a Luarca. Una vez en Luarca, pregunta Vd. dónde vive (en una quinta de los alrededores) la viuda de don Vicente Abello, y dándose aires de gran amigo del difunto, penetra allí, recuerda los tiempos pasados, hace historia entre romántica y pintoresca (género agradable a las viudas) y luego (como dicen las acotaciones de las obras teatrales) “toma aquella actitud que le sugiera su talento dramático”. —Don Vicente Abello, era persona de sobra conocida en la sociedad ovetense. Don Inocencio de la Vallina, o Ciriaco Vigil, o Pepe Sierra, le pueden suministrar a Vd. pormenores.— Viejo ya, se enamoró de una hermosísima muchacha que tenía en casa, y se casó con ella. ¡Naturalmente! {...} “En cuanto a Nocedal, diré a Vd. también que le creo incapaz de acción tan fea. A pocos ofendió tanto y tan sin razón como a mí, pero nuestra enemistad no ha de ser parte para que yo deje de decir que entre los muchos y gravísimos defectos de aquel hombre no estaba la bajeza de instintos que sería necesario suponer para una falsificación. Era demasiado soberbio para eso”. {...} “Dice el Sr. Sánchez Calvo que Nocedal y yo hemos querido a viva fuerza hacer a Jovellanos uno de lo nuestros, y esto merece aclaración. Si se quiere dar a entender que Jovellanos era nuestro por ser católico la tesis me parece irrefutable, y Vd. mismo y el Sr. Somoza asiente a ella. Si se quiere aludir a otro orden de ideas, Vd. sabe que nunca las mías coincidieron con las de Nocedal, ni él me tuvo por correligionario político suyo en tiempo alguno. —Y en cuanto a las ideas de Jovellanos, yo he dicho y repito cien veces que tuvo las de su tiempo, que fue regalista y economista y sensualista con el valor que estos términos tenían entonces. Pero también he dicho y sostenido, que estas tendencias suyas nunca bastaron a apartarle (como apartaron a otros amigos suyos, v. gr. Cabarrús, Quintana) ni de la fe católica ni del amor y respeto a ciertas instituciones tradicionales de su país”. Biografía de Julio Somoza 59 como decía un acuarelista inglés, volandero amigo mío, “la Naturaleza, es muy natural”. El bueno de don Vicente creyó que iba a remocicar, y la sandunguera luarquina se lo fumó en un santiamén. Ya en las postrimerías testó mi hombre, dejándole un buen hueso que roer, incluso lo que había en la casa y “su biblioteca”. Este último donativo tenía una cláusula especial, a saber, que pasara a poder de su sobrino Alejandro Menéndez de Luarca desde el momento que éste entregara a la viuda “dos o tres mil duros”, valor, a lo que yo presumo, de la mencionada biblioteca. Claro está, que eran muchos “duros”... de pelar, p.a el bueno de Alejandrino, antiguo pasante de Nocedal, “íntegro” como él, y que a pesar de todo, “le dio la lata H”, criticándole, bajo el supuesto nombre de W. Franquet (hacia 1859) su “Vida de Jovellanos”96. Por otra parte, era cierto que Menéndez Pelayo, enemistado pública y notoriamente con Nocedal y con Menéndez de Luarca, no podía pedirles los Diarios97. De manera que don Julio va a tener que buscarse otro intermediario si quiere tratar con Alejandrino Menéndez de Luarca. Será éste el padre agustino don Manuel Fraile Miguélez. Pero de la mediación de éste en el asunto y su intervención para conseguir de Menéndez Pelayo que Somoza lea los Diarios hablaremos en otro capítulo, pues para ello pasarán unos cuantos años. 96 97 FUNDACIÓN ALVARGONZÁLEZ. H 50/1. Epistolario. Tomo VII; carta 537, A Fermín Canella; fecha 5, junio 1886; pág. 555. CAPÍTULO 3 La Quintana 1.— El espíritu romántico El nacimiento de La Quintana hay que situarlo en el seno de un ambiente romántico, producto de la época, que lleva al exaltamiento del folklore nacional. En 1881 tendrá lugar en Sevilla la publicación de las bases de una sociedad de recopilación en toda España de los temas de folklore. Se trataba de una afán nacional, pero cuya labor para ser más útil debía llevarse a cabo por regiones. Fruto de la iniciativa sevillana, se creará en el Centro Asturiano de Madrid la “Academia Demológica”, que se inauguró con una velada literaria, que inició Balbín Unquera. El objeto parece ser que era involucrar al público en general, personas particulares interesadas en el pasado regional, en la búsqueda y recopilación de las tradiciones locales. Para ello se publicarán en la prensa interrogatorios, o cuestionarios, para lograr la recopilación de todo cuánto fuese interesante. Sin embargo, la idea no cuajará. Al decir de Constantino Cabal, el esfuerzo colectivo se vino abajo, hubo obreros admirables, que trabajaron empeñadamente, pero cada uno por sí. Pero uno de aquellos obreros, que puso fe y empeño en esta labor fue Fermín Canella. “Ya en el año 81 —dice el mismo Constantino Cabal— se adelantará Canella con un Interrogatorio, tras el que se agrupaban hábilmente las manifestaciones más exactas de la vida popular. Se lo envió a los maestros, y los párrocos y no halló tierra ninguna en que se le acogiera con amor...”98. Ahora bien, si su iniciativa no encontró respuesta en los maestros ni en los párrocos, la encontró por el contrario en un reducísimo número de personas eruditas, aunque de muy variada formación académica, y surgió así lo que habría de ser La Quintana. En efecto, no hay duda de que fue el motivo señalado lo que dio origen a La Quintana y que la iniciativa se debió al ilus- 98 CABAL, Constantino. Contribución al Diccionario Folklórico de Asturias. Oviedo, I.D.E.A., 1951. 62 Agustín Guzmán Sancho tre Abogado. A este respecto señala Ana María Vigón: “Cuando en 1881 nació La Quintana, don Fermín había reunido en su entorno a todos los escritores que se ocupaban de temas de la región. Se inició desde entonces, entre ellos, una correspondencia más o menos continua aunque, al principio, no todos se conocieron entre sí”99. 2.— Lazos de amistad ¿Quiénes fueron todos estos escritores de la región que iniciaron una correspondencia dirigida a comunicar sus saberes en los distintos campos de la vida asturiana? Los primeros parece ser que fueron Fermín Canella, Julio Somoza y Máximo Fuertes Acevedo. Este último ni siquiera residía en Asturias, sino que era catedrático de Física y Química del Instituto de Badajoz, del que con fecha 20 de marzo de aquel año de 1881 es nombrado Director. Pasaba sus vacaciones en Gijón, y habiendo sido alumno del Instituto de Jovellanos, cabe imaginar entre él y Julio Somoza una antigua amistad. Entre Canella y Somoza pudo existir conocimiento o contacto previo, pues ambos compartían la afición jovellanista. Inmediatamente, a este pequeño grupo inicial se unirá Braulio Vigón, Ciriaco Miguel Vigil y Rogelio Jove y Hevia. Pero a partir de aquí resulta difícil seguir el orden de incorporación de los miembros de la nueva sociedad. En principio no todos se conocían entre sí, e incluso algunos habrán de tardar un tiempo en hacerlo. Somoza habrá de conocer muy pronto a Braulio Vigón. Sobre este encuentro dice Ana María Vigón: “Llegó Somoza por primera vez a Colunga en los últimos días de septiembre de 1881 con el único objeto de conocer personalmente al contertulio de la recién nacida Quintana que vivía allí y con el que, indudablemente, había ya tenido algún contacto anterior; el 4 de octubre le escribe, agradecido a la cariñosa hospitalidad con que él y Rosario le habían acogido y recuerda con simpatía a los niños que había podido conocer. Sin duda han hablado largamente pues en la carta sigue el hilo de una charla que, además de temas literarios, debió incluir no pocos de carácter político y social. Le anuncia también el envío de libros y documentos de gran valor para incrementar la biblioteca que, poco a poco, don Braulio va consiguiendo formar”100. Hay que decir antes que nada que de este grupo de fundadores quien “puso mayor entusiasmo en su creación y creyó con más sinceridad en 99 Prólogo a VIGÓN, Braulio. Asturias: Folklore del mar. Juegos infantiles. Poesía popular. Estudios históricos. Oviedo, 1980; pág. XXVII. 100 Ídem; pág. XXVIII. Biografía de Julio Somoza 63 la hermandad que decían profesar entre sí sus miembros fue don Julio Somoza de Montsoriú”101. Es también el primero que se da cuenta que La Quintana supera la idea de la Academia Demológica del Centro Asturiano de Madrid. Así lo pone de manifiesto en una carta a su ya íntimo amigo Braulio Vigón, por demás socio fundador de la Academia Demológica, de cuyos párrafos se deduce que el primer objetivo de la recién creada Quintana no era otro que emularla: La Quintana dará golpe; por lo menos, hará algo más que la sociedad “demológica” o “demagógica” del Centro que empieza por no saber pluralizar los masculinos acabados en “u” y escriben “nuverus”, y confunde el conde de “Noreña” con el de “Noroña”, y baraja la etnografía con la biografía; y tan pronto dice que la “giraldilla” es morisca como escandinava, y su órgano en la prensa nos endilga los tipos vascongados del mercado de San Sebastián, de Bécquer por tipos asturianos; encarga al burdo lápiz de Cuevas que nos ponga en ridículo con sus “birgayonas” de los alrededores de Oviedo, en vez de copiar las airosas y esbeltas paisanas de las mariñas de Somió y Llanes; y dice por boca de los Sres. Pidal y Balbín, herejías como las de Caunedo y Rada Delgado afirmando que el tipo de la mujer asturiana es alta, blanca y rubia, cuando precisamente es todo lo contrario, pequeñuca, prietina y pelinegra. Estos son otros Nocedales que escriben sobre Asturias desde Madrid sin haber visto un chigre en día de espicha y sin saber lo que es un hórreo. Pues el coleccionador de las obras de Jovellanos, en el tomo 2º pág. 313, ignorando que Santurio es apellido asturiano y hasta nombre de localidad, hace una llamada diciendo “quizá Saturio”, como si pudiera ser posible que mi don Gaspar, tan garrafal disparate cometiera... Pero, basta de murmuración y crónica escandalosa demológica, que en Dios y en mi ánima juro que estas quisicosas o cosadielles me dan calambres, y como soy paraxismeru, danme más fuerte102. En esta misma carta don Julio le comunica que Fermín Canella está en Madrid. donde ha llevado entre otros algunos regalitos para el grabador Maura, a ver si nos hacía un retrato de don Gaspar, en acero, como él solo sabe hacerlos; para el P. Fidel Fita o Romero Ortiz, según viera, para que nos franqueen ciertas instancias; y por último para el pintor Madrazo a ver si nos graban una “quintana” por una fotografía que le mandé. No cabe duda que Somoza es el alma del grupo; a él contagia su amor por Jovellanos. y se preocupa de que la sociedad tenga lo que hoy llamaríamos un logotipo, mediante la representación de una quintana, que él Ibídem. Carta fechada de esta manera: Xixón, xueves d’Antroxu, año 1882. Publicada por Ana María Vigón en Apéndice a VIGÓN, Braulio. Asturias: Folklore del mar. Juegos infantiles. Poesía popular. Estudios históricos. Oviedo, 1980; pág. XXXV. 101 102 Agustín Guzmán Sancho 64 mismo retrató, cuando la fotografía no se había desarrollado tanto como en nuestros días. Pero, sin duda, lo que más resalta de esta preciosa carta es el clima no ya de camaradería sino de entrañable amistad. Parece que fue esta una condición para la buena marcha de sus objetivos, porque en noviembre de 1881 Somoza le anuncia a Vigón en la posdata de una carta en la que le trata de tú, que los socios de La Quintana han suprimido el tratamiento de usted103. Este espíritu de amistad y cordialidad queda bien patente también en la primera carta, años después, de Fuertes Acevedo a Braulio Vigón, que aun estando publicada merece ser reproducida aquí por los datos que contiene, además de ser divertidísima: Badajoz 8 de febrero, 1885. Sr. D. Braulio Vigón. —¿Se puede pasar? —Adelante... qué se le ofrece a Vd. —Tengo el gusto de saludar al Sr. D. Braulio Vigón, presentarle mis respetos y esta tarjeta de mis buenos amigos. Xulín de Xixón, Xuanco les Mariñes, Fortun de Cudillero y Xico Xuan de Sucu, presentan al Sr. D. Braulio Vigón, a su amigo el Varón de Vidayán. —Bienvenido... el Sr. Varón dirá lo que se le ocurre. —Que deseando completar las noticias bibliográficas que tengo relativas a Vd., le agradecería infinito tuviera la bondad de enviarme nota detallada, no sólo de lo que ha publicado (ya que no pueda ser ello) sino de lo que tiene ms. e inédito. —Ahora, al mismo tiempo que las gracias, tengo que decir a Vd. me dispense ese exceso de confianza que me he permitido al comenzar esta carta, que casi estoy movido a rasgar, pero es usted bastante bondadoso para dispensar una broma, que si no es todo lo discreta que debiera ser, en quien por primera vez se dirige a Vd., es hija de la confianza que me inspiran mis amigos, y en particular mi Prólogo a VIGÓN, Braulio. Asturias: Folklore del mar. Juegos infantiles. Poesía popular. Estudios históricos. Oviedo, 1980; págs. XXVIII-XXIX. 103 Biografía de Julio Somoza 65 querido Julio Somoza, que en mis correspondencias continuas con él, me firma con el título nobiliario que indica mi presentación. —Tengo el gusto de ofrecerme a Vd. con la consideración más distinguida, como su muy afmo. y atento s.s. amigo y paisano q. b. s. m. MÁXIMO FUERTES. Así pues, todavía en 1885 no se conocían todos, aunque todos estaban implicados. De esta carta, en la que llama la atención el uso de seudónimos, se desprende que en 1885 eran miembros de La Quintana: Julio Somoza, que empleó el apodo de Xulín de Xixón en su correspondencia con Braulio hasta 1886; el profesor del Instituto de Villaviciosa, Joaquín García Caveda que es el Xuaco les Mariñes de la carta; el banquero Fortunato de Selgas y Albuerne que será Fortun de Cudillero; y Félix Aramburu más difícil de identificar bajo el seudónimo de Xico Xuan de Sucu. Ignoramos el porqué de que Fuertes Acevedo se intitulaba Varón de Vidayán104; y en cuanto a Braulio Vigón, pasará a ser Braulio del Sueve. Es posible que la idea de que cada uno tuviera un alias partiera de Somoza y tuviera su inspiración en la correspondencia entre Jovellanos y sus amigos, quien para burlar la vigilancia impuesta sobre su persona en el Castillo de Bellver firmaba con nombres tales como Martín de Deva, Antón de Caldones, Antón del Real, Juan de Piles, Juan del Canto de la Riba, Xuanón, etcétera. En la carta no se menciona a Fermín Canella, que se le conocerá por Firme d’Uviéu. Tampoco se menciona a Rogelio de Jove y Bravo, a quien suponemos su vinculación temprana al grupo porque así aparece en la correspondencia de Somoza con Vigón, pero su actividad no parece que fue muy intensa respecto a la sociedad, sino que más bien parece estar vinculada a la persona de su amigo Julio Somoza que al grupo. En cuanto a Ciriaco Miguel Vigil, tampoco mencionado en esta carta y del que no conocemos seudónimo, hay que decir que al tiempo de formarse La Quintana venía trabajando en la Heráldica asturiana; para él Somoza prevé otros regalitos para que Madrazo iluminase algunos de sus escudos, porque pensaba que fuera una de las primeras obras que publicara La Quintana. Esta obra, sin embargo, tardaría aún algunos años en publicarse. Deducimos que fue temprana la incorporación de Félix Aramburu, dada su amistad con Fermín Canella, colaboradores ambos de la Revista Asturias, que por entonces (1882) dejaría de publicarse. También fue temprana la incorporación de Joaquín García Caveda (Xuacu les Mariñes), cuyo paso Tal vez porque siendo de familia acomodada y linajuda, esta tuviera casa en Vidayán, en San Esteban de las Cruces. 104 66 Agustín Guzmán Sancho por La Quintana fue breve, ya que fallecería en Santa Cruz de Tenerife en 1885. A su muerte publicó Fermín Canella, en Oviedo, su obra literaria dispersa bajo el título: Artículos, discursos, viajes, recuerdos. Julio Somoza lo estimaba en mucho, según se desprende de la siguiente carta remitida a Vigón desde Somió fechada en los Figos de San Miguel (septiembre de 1882), en la que brinda por la incorporación de un nuevo socio: Fortunato de Selgas y Huelve (Fortún de Cudillero): Pues dígote yo qu’antroxé del tóo des que la leí y ababayé co’l retratu que fexiste de esi Fortún de Cudillero que en mi ánica non ye menos guapu, nin menos gayasperu que Xuacu les Mariñes ¡Viva la Quintana! recórica... ya semos milenta... ixuxú... ¡ye la fortuna esta sidruca nueva que non val una corbata y sabe toa a magaya... ¡De balsaina y repinaldo quisiérala yo pa tomar una moña! Y más abajo, dejando el bable añade: ... Y regocijado y alborozado quedé con la pintura que me haces de Selgas (aunque no fuera sinó por lo que difiere del difunto Pepe Selgas, que tenía atascado en medio del gargüelu). Algo sabía de él por Fermín (que ya me escribió y ya le contesté) pero tu retrato supera en mucho a lo que de él me prometía, porque Firme me dijo que era banquero y, por regla general, no es propio de este gremio una ilustración vasta, de aquí el que esta excepción, honrosísima pa. la Quintana me haya sabido a campo aromado de orieganú y cenoyu. Hasta aquí los socios, pero junto a estos van a girar otros personajes que por su vinculación al grupo y por la temática de sus trabajos nos atrevemos a denominar colaboradores, personas que apoyaban con su esfuerzo a los objetivos de La Quintana. Porque hay que tener en cuenta que el grupo se carteaba con todas aquellas personas que pudieran aportar algo al saber de la región, de modo que resulta difícil a veces distinguir el grado de dependencia y su participación en la sociedad. Incluso entre los mismos componentes, no todos vivieron el movimiento con la misma intensidad. Así, por ejemplo, no parece que fuera muy importante la aportación al grupo de Arias de Miranda, que Constantino Cabal menciona como socio de pleno derecho. Entre los llamados colaboradores hay una figura excepcional, la de Gumersindo Laverde. Otra persona que colaboraría, al menos durante el tiempo que residió en Oviedo, será el hermano de Somoza, que aportó al conjunto no solo su colaboración personal en cuantos encargos se le hicieron sino también su trabajo sobre el Marqués de Santa Cruz. Biografía de Julio Somoza 67 3.— La quintana o el rinconín La característica de estos individuos la ha resumido Constantino Cabal: “Todos con competencia y con impulso, y todos con fe en Asturias y con adoración al rinconín...”105, el rinconín que Fermín Canella llamaba: “Nuestro rinconín de Dios...”. Este rinconín, lo más íntimo y entrañable, la esencia de lo astur, hacia el que van a dirigir sus miras y sus esfuerzos, que va a ser el lazo de unión y de intercambio de ideas y sentimientos y la fuente de inspiración de sus obras lo simbolizarán con el nombre de La Quintana. El que fuera catedrático de Historia del Derecho de la Universidad de Oviedo, profesor Prieto Bances, recogió en un documentadísimo trabajo, titulado La mió Quintana, el origen y la significación del término “quintana”106. Señala en esta magnífica obra que siendo la palabra de origen latino, apenas se encuentre en Italia ni en el resto del imperio romano más que en una pequeña aldea del Danubio, mientras que en Asturias hay sesenta y cinco lugares que se llaman Quintana. Y es curioso —añade— que la denominación florezca precisamente en la región donde los romanos tropezaron con mayor resistencia107. Refiriéndose al significado actual señala: “En Asturias sigue siendo la ‘quintana’ el ‘corral’ de la villa rústica, el sitio de la casa cerrado y descubierto, al que abren sus puertas la vivienda del labrador o de los labradores, los establos y los graneros; por eso no hay quintana sin hórreo, ni hórreo sin quintana”. Este es sin duda el primitivo sentido que tiene para los componentes de La Quintana. Es más, el propio Julio Somoza gozaba en Somió de una de estas quintanas. Una de aquellas fincas, en cuya adquisición Jovellanos empleó el caudal de su pupila, la abuela de Somoza, llegó por herencia a don Julio. Allí, junto a la casa, con cuadra y tenada, la capilla, levantada bajo la advocación de San Antonio; y al lado un hórreo y una panera, muy junto todo; allí pasaría, ya muy anciano, pocos años antes de su muerte, los dolorosos días de la guerra civil. Hoy se conserva de la capilla una pila de agua bendita; y de la vieja casa, la ventana de lo que fue cuadra y más tarde habi- Los planes de la Quintana, en Contribución al Diccionario Folklórico de Asturias. Oviedo, I.D.E.A., 1951; pág. 101. 106 Fue publicado en Estudios dedicados a Menéndez Pidal, por el Consejo de Investigaciones Científicas del Patronato Marcelino Menéndez y Pelayo, en 1953. Más tarde apareció en el Tomo II de Obra Escrita de Ramón Prieto Bances, publicada por Universidad de Oviedo, en 1976. 107 Con el término quintana designaban los romanos la puerta y vía que conducían al pretorio en el campamento romano. De ahí vino a significar plaza pequeña en el campo y mercado. 105 68 Agustín Guzmán Sancho tación de aquellos tristes días, y junto a ella el hórreo y la panera. Era “la súa quintana”. ¿Sería esta la quintana que deseaba que Madrazo les grabase?108. Pero la quintana es también el símbolo de lo patrio. El propio Julio Somoza nos da la definición de esta palabra en su obra Gijón en la Historia General de Asturias: “Voz bable preeminente, comprensiva del caserío, y de su territorio limítrofe o colindante. La morada, el solar, los penates, la aldea, el barrio o término con sus aledaños, emblema de la patria y del hogar”109. La quintana es, por tanto, no sólo espacio físico sino también espacio vital. Como dice Constantino Cabal: la quintana vive, la quintana bulle y la quintana absorbe todas las realidades de la aldea. Fue este carácter vital el que llevó a elegir para esta sociedad el nombre de La Quintana. Dejemos que sean sus propios miembros quienes nos digan lo que significaba para ellos: “¿Y qué es LA QUINTANA? En las aldeas es el lugar donde se cultiva constantemente el saber popular. Es la quintana algo parecido al viejo campus del conceyu: en ella se corteja, se juega, se forma la danza, se cantan romances, y corren de boca en boca cuentos, leyendas y hermosas tradiciones del país. Cada quintana es un folklore viviente, y como la palabra es característica de este principado, con ella expresamos dos ideas: la del saber popular (folklore) y la de que el pueblo a que este saber se refiere es el asturiano”. Conviene, no obstante, hacer algunas observaciones. Esta cita que hemos transcrito pertenece al número 1 de la Estafeta de La Quintana, aparecida con El Carbayón de 15 de marzo de 1892, es decir, más de diez años después de la fundación de La Quintana. Pertenece a una segunda etapa, que se caracterizará por poner mayor énfasis en los aspectos populares y folklóricos de Asturias. En un primer momento, la sociedad se interesó igualmente por los aspectos populares como por los eruditos, es decir, tanto por la historia como por el folklore, es más, creemos que si se interesaba por los segundos era para interpretar los primeros; para los hombres de La Quintana todo era historia, todo servía para interpretarla y todo saber debía ser conservado. Téngase en cuenta que Somoza llevado por la historia se aficionará, como veremos, a la numismática y a la heráldica y por la misma razón al bable. Cuando preparábamos este trabajo, acompañado de Orlando Moratinos y Vicente Cuetos, miembros del Foro, visitamos la finca. Debemos agradecer a sus actuales propietarios las atenciones que tuvieron con nosotros. 109 Volumen I, pág. 336. 108 70 Agustín Guzmán Sancho Prueba cuanto decimos el que en 1885 Julio Somoza la llame Sociedad Literaria de Asturias110. Sin embargo, no es la Literatura exclusivamente el objeto de sus estudios. Si le da este nombre es en el sentido de histórico-literarios, pues sus trabajos eran publicaciones, y porque está pensando en la obra de su amigo Fuertes Acevedo, aparecida aquel año: Bosquejo acerca del estado que alcanzó en todas épocas la Literatura en Asturias, seguido de una extensa bibliografía de los escritores asturianos. En realidad el carácter de la sociedad era integrador, como lo demuestra la variedad de especialistas que la componían. En este sentido era una sociedad ambiciosa, que pretendía abarcar todos los saberes de la cultura asturiana. Pero lo curioso es que no fue una sociedad formal. Decía a este respecto Fermín Canella: “No se constituyó dicha sociedad solemnemente y por escritura pública, ni siquiera con pomposos estatutos y reglamento, grandes anuncios y un poco de bombo; nació y vive modestísimamente en el seno de fraternal amistad, por medio de activa correspondencia”111. De manera que no tuvo La Quintana entidad verdadera como asociación. Hemos dicho que Somoza la llama Sociedad Literaria, pero no siempre, porque en una nota de Cosiquines de la mió Quintana habla de círculo astur o círculo asturiano112. Era, como muy bien ha visto Ana María Vigón: “una especie de ente quimérico, imaginado para mantener la unión entre sus miembros”113. Precisamente es este carácter informal lo que hace difícil conocer en cada momento el número exacto y la vinculación de sus socios. No hay un registro de socios. Se puede decir que lo mejor y lo esencial estaba en su espíritu: era una pura comunión de personas y de saberes al objeto común de servir y engrandecer la cultura asturiana. Su objeto era la puesta en común, la participación de saberes que permitiera descubrir y transmitir, en interés de las generaciones futuras, el preciado legado de todas las manifestaciones culturales del pueblo asturiano. En este sentido se puede decir que La Quintana es el movimiento cultural más importante del siglo XIX en Asturias. Nada puede compararse a él, ni siquiera, a nuestro juicio, la Extensión Universitaria que no habría de contribuir a engrosar ni aumentar en nada nuestros conocimientos del pasado asturiano, como hacía La Quintana; su finalidad era práctica y a corto plazo, SOMOZA, J. y CANELLA, Fermín. Noticias biográficas y bibliográficas de Máximo Fuertes Acevedo. Oviedo, 1885; pág. 5. 111 La biblioteca Asturiana. El Carbayón, 17 de mayo de 1887; puede verse también en Revista de Asturias. 112 Nota 1 de la pág. 205, y pág. 214. 113 Prólogo a VIGÓN, Braulio. Asturias: Folklore del mar. Juegos infantiles. Poesía popular. Estudios históricos. Oviedo, 1980; pág. XXIX. 110 72 Agustín Guzmán Sancho con un objetivo concreto, muy loable eso sí: llevar el saber a las clases trabajadoras; pero los hombres de La Quintana ponían sus miras en conservar y perdurar. Cada una de las obras más representativas de sus componentes son hoy un monumento imperecedero a la cultura de Asturias, una fuente obligada en el camino de la investigación. Hay hombres rudos cuya labor consiste en cavar tenazmente en las entrañas del pasado y dar a luz las fuentes de la historia. Su labor es germinadora, hacen crecer y fructificar la cultura. Luego, otros hombres, profesionales de la labranza, cosecheros de oficio, recogen el grano, lo almacenan en elegantes capachos y con mano más o menos generosa la siembran. De aquellos fue Somoza y los hombres de La Quintana. Por eso La Quintana fue un movimiento generador, de abajo arriba, como crece la espiga; y la Extensión Universitaria, por ejemplo un movimiento regenerador, de arriba abajo, como cae el grano en la siembra. 4.— La primera época Vamos a ver sus logros reiterando que en su desarrollo aparecen dos momentos o etapas: la primera desde su fundación hasta una crisis que puede situarse en 1886, tras un período álgido en torno a 1885, y una segunda etapa, menos brillante, oscura, latente, que parece activarse tras la muerte de Fuertes Acevedo y que tiene su momento cumbre a lo largo de 1892. Todo parece indicar que el aporte más importante de la sociedad era el de Fuertes Acevedo. Juntaba este doctísimo asturiano la librería asturiana más numerosa y completa en libros, folletos, discursos, hojas sueltas, manuscritos, códices, diplomas, cronologías, relaciones, listas, legajos de cartas, autógrafos, datos, cuadros estadísticos, mapas, dibujos, retratos, vistas, etc. todo referente a Asturias; colección indispensable para el conocimiento de la región. Fermín Canella ha resaltado la intervención de Fuertes Acevedo en la sociedad diciendo que se “creó por iniciativa de mis cordialísimos amigos Julio Somoza, de Gijón, y Braulio Vigón, de Colunga, el autor de estas líneas y pocos más, contando todos continuamente con la dirección y consejos del Sr. Fuertes Acevedo”114. Así pues, si Julio Somoza fue el miembro más activo e ilusionado, la dirección y el consejo eran de Fuertes Acevedo, quien ni que decir tiene que de cuánto poseía relacionado con Jovellanos hizo partícipe a 114 La biblioteca Asturiana. El Carbayón, 17 de mayo de 1887; puede verse también en Revista de Asturias. Biografía de Julio Somoza 73 Somoza, y lo mismo hay que suponer haría con los otros amigos de La Quintana en otras materias. Don Julio, por su parte, está encandilado, desea ponerse a trabajar cuanto antes. Ha leído El sabor de la tierruca de José María Pereda, el vecino de allende el Deva, y se lamenta de que Laverde, Teodoro, Selgas... no echen los cimientos de la novela asturiana. Está deseando que haya alguna cosiquina para comunicarla con sus amigos. Envía libros y documentos “de gran valor” —según Ana María Vigón— para incrementar la biblioteca que, poco a poco, don Braulio va consiguiendo formar Es el mismo afán que mantuvo Jovellanos con Ceán Bermudez, González de Posada o Antonio Ponz, a quienes enviaba cuanto pudiera interesarles para llevar a cabo sus trabajos. Un buen ejemplo es la primera carta que envía a Menéndez Pelayo. Como vimos, en ella le pide a cambio de un autógrafo de Holland, un ejemplar de los Diarios cuando se publiquen; otro ejemplar de sus artículos sobre Blanco White; nota bibliográfica de todo lo que sepa acerca de Jovellanos; los Ensayos críticos del Sr. Laverde; y una colección extensa de sellos de correos nacionales y extranjeros. Es decir, se muestra excesivamente pedigüeño porque no pide para él. De esto dará cuenta a Braulio Vigón en estos términos: A Menéndez Pelayo nada le cambié. Le hice, sí, una propuesta de cambalache en la forma sigte.: toda vez que él escribía sobre Blanco White, nosotros le enviaríamos una carta inédita de B. W. a Jovellanos y otra también inédita de Lord Holland a Jovellanos, sobre el concepto que aquel escritor (B. W.) le merecía (a Ld. H.). Él (el portento) nos daría en trueque varios libros y otras cosucas de Asturias y una colección de sellos. No sé si por esto último creería que me chungueaba de él. El caso fue que dio la callada por respuesta115. (1) Hombre; Selgas tendrá sellos (eh). Resulta difícil seguir con detenimiento y minuciosidad los proyectos, planes, avances y logros de la nueva sociedad. Pero sabemos que el primer proyecto que conciben es el de una Biblioteca Asturiana. Se trata de tomar de nuevo la vieja idea que en 1862 había dado a la imprenta, gracias al que fuera Teniente fiscal de la Audiencia, don Matías Sangrador y Vitores, los tomos de Antigüedades de Asturias de Carballo, el Viaje Santo de Ambrosio de Morales, el Teatro Eclesiástico ovetense de Dávila y la Historia de la administración de justicia y del antiguo Gobierno del Principado de Asturias y Colección de sus fueros, cartas pueblas y antiguas Ordenanzas del propio Sangrador. Los hombres de La Quintana recuerdan entonces al que califican todos ellos de maestro, Juan Carta de septiembre de 1892 publicada por Ana María Vigón en Apéndice a VIGÓN, Braulio. Asturias: Folklore del mar. Juegos infantiles. Poesía popular. Estudios históricos. Oviedo, 1980; pág. XLI. 115 74 Agustín Guzmán Sancho Junquera Huergo, “a quien —dice Fermín Canella— no deben olvidar cuantos amen las letras asturianas”. La biblioteca Asturiana es una vieja ilusión de algunos de sus miembros: Fermín Canella y Rogelio Jove y Bravo, que intentaron en 1877 proseguir en la comisión provincial de monumentos históricos y artísticos la idea de Sangrador. Somoza es quien de nuevo anima e ilusiona: ¡Como cuaje el programa de Biblioteca en la futura Diputación, te digo que se van a quedar sordos hasta los ñureros de la Pola de Somiedo!... Yo estoy esperando a que venga de firme la invernada pa. ponerme a trabajar116. Pero este proyecto no llegará a realizarse. “En nuestras cartas —dirá Canella en 1887— hay todo un plan para la Biblioteca, con las abundantes noticias que ha menester quien la lleve a cabo. Mas todos los esfuerzos hasta aquí indicados dieron hasta hoy resultado exiguo”. Y al final no se llevará a cabo. Pero el espíritu de La Quintana arrastrará a la realización de verdaderas obras de envergadura, ayudando a sostener y agitar el interés y la afición al conocimiento de la historia de Asturias. La primera de estas obras que se publica bajo el aliento de la sociedad es Catálogo de manuscritos e impresos notables del Instituto de Jovellanos en Gijón, seguidos de un índice de otros documentos inéditos de su ilustre fundador, y la segunda Cosiquines de la mió Quintana, ambas de Julio Somoza. De ellas trataremos en otro lugar. En 1883, en los juegos florales y certamen científico literario iniciados por la Sociedad Económica de Amigos del País, de Oviedo, el premio de la Universidad Literaria correspondió a la obra Estudio biográfico-crítico de los jurisconsultos más ilustres de Asturias, de la que era autor Máximo Fuertes Acevedo. Ésta es una obra realizada con anterioridad a la formación de la sociedad y, además, presentada a un galardón, por lo que no se puede decir que fuera el producto del compromiso quintanal. Si la citamos es por su interés y porque, como la inmensa mayoría de los trabajos de su autor, permanece inédita117. En 1884 alcanzó dos nuevos premios. La Real Academia de Ciencias y Artes de Cádiz le otorgó premio extraordinario, título de socio honorario e impresión de su memoria sobre La Atmósfera. La Comisión central del segundo centenario del nacimiento del sabio escritor y bravo general Navia Osorio, Ídem. MARTÍNEZ CACHERO, José María. Notas sobre bibliografía literaria asturiana. Oviedo, B.I.D.E.A. XXXII, 1957; pág. 397. 116 117 Biografía de Julio Somoza 75 le concedió mención honorífica por su excelente Vida y escritos del marqués de Santa Cruz de Marcenado118. Y en efecto, parece ser que este centenario fue seguido con vivo interés por los socios de La Quintana ya que sobre este tema apareció en El Carbayón de Oviedo, un trabajo de Manuel Somoza, que entonces estaba destinado como capitán de artillería en Oviedo, fechado el 8 de diciembre de 1883, y titulado El Tercer marqués de Santa Cruz de Marcenado, acompañado de un cuadro genealógico119. Además, la sociedad poseía entonces la manuscrita e inédita obra titulada Historia de la casa de Navia del Valle de Anleo, cuaderno (72 páginas en 4º) que se proponía por entonces publicar, pero que como tantos y tantos proyectos no llegó a ver realizado120. La que sí fue publicada por iniciativa de la sociedad La Quintana es Bosquejo acerca del estado que alcanzó en todas épocas la Literatura en Asturias. En un artículo aparecido en El Carbayón de Oviedo121, a primeros de 1885, bajo el título Bosquejo bibliográfico de los escritores asturianos contemporáneos y los anónimos del siglo actual, Máximo Fuertes Acevedo daba a la luz pública la introducción de un trabajo, que pretendía fuera una ampliación o complemento de su Ensayo de una Biblioteca de Escritores Asturianos, con la que en 1867 había ganado el primer premio, dotado con 8.000 reales, de la Biblioteca Nacional. En él alaba la iniciativa de Julio Somoza de guardar sus artículos dispersos y expuestos a desaparecer para publicarlos como libro, bajo el título Cosiquines de la mió Quintana, y anunciaba que la misma idea sería puesta en práctica por Fermín Canella, con otra obra. Pues bien, parece ser que esta bibliografía tenía una extensión enorme y por su costo no se publicó. En su lugar lo que publicó La Quintana fue un bosquejo, más reducido, que apareció aquel año en Badajoz, pero que se había insertado entre 1880 y 1882 en la ovetense Revista de Asturias, de la que eran colaboradores los miembros de La Quintana. La prensa asturiana y madrileña no escaseó elogios a esta obra titulada Bosquejo acerca del estado que alcanzó en todas épocas la literatura en Asturias, seguido de una extensa bibliografía de los escritores asturianos122. Fuertes Acevedo El concurso se anunció en la prensa en mayo de 1884 y en el mes de junio publicó Fuertes Acevedo en La Crónica de Badajoz, los días 16, 21 y 28 una biografía del marqués. El 7 de julio se publicó la convocatoria del certamen. El plazo para la terminación de las memorias era hasta el 15 de noviembre de 1884. Se declararon desiertos los primeros premios, pero el Jurado teniendo en cuenta el poco tiempo que habían tenido los autores, convocó un nuevo concurso. En este segundo certamen obtuvo el primer premio Juan de Madariaga con su obra Comentarios a la vida y los escritos del General Marqués de Santa Cruz de Marcenado. Fuertes Acevedo, finalizado el concurso propuso a la Junta directiva del centenario la erección de una estatua del marqués, como colofón del mismo. 119 El Carbayón, 19 de diciembre de 1884. 120 El Carbayón, 20 de diciembre de 1884. 121 El Carbayón, 19, 21 y 22 de enero de 1885. 122 En 1985, al cumplirse el centenario de su publicación llevó a cabo una edición facsímil la “Biblioteca Antigua Asturiana”, con prólogo de Arturo Muñiz. 118 76 Agustín Guzmán Sancho seguiría recopilando datos y autores hasta su muerte, dejando inédita en poder de sus herederos en siete valiosísimos tomos este Estudio de los escritores contemporáneos de Asturias, que no ha llegado a ver la luz pública. Del Bosquejo de Fuertes Acevedo ha dicho Martínez Cachero que se trata “de algo así como un manual de historia de la literatura asturiana —(el primero y, hasta hoy, el único; el que da trabada arquitectura a un vasto conjunto nunca más estructurado)—, muy útil en sus referencias y con la ineludible y consiguiente limitación temporal, dado que la generación posromántica asturiana —aquella que pudiera presidir Leopoldo Alas y Armando Palacio Valdés, al que el mismo Fuertes pertenecía; la que se reúne en torno a la Universidad y a la aludida Revista de Asturias— estaba aún en plena vitalidad creadora”123. Mientras Fuertes Acevedo trabaja en estos temas bibliográficos Fermín Canella publica en 1884 en El Carbayón, convertido sin lugar a dudas en verdadero abanderado del movimiento y boletín de la sociedad, el artículo Saber Popular. Folklore Asturiano124. Se trata de un viejo trabajo, según leemos: “Es adjunto un Proyecto de Interrogatorio o Programa de cuanto pueden comprender las Ciencias y Letras de La Quintana de esta provincia, cuyo estudio emprendí con la mayor voluntad antes de 1882 en la Revista de Asturias: tarea paralizada cuando del estadio de la prensa desapareció aquella publicación, muy digna de mejor suerte”. El trabajo se dirigía con fecha 1 de enero de 1884 a don Antonio Machado y Álvarez, fundador del Folklore español, y su fin era el de proceder a crear en Asturias la correspondiente asociación regional del Folklore, a imitación de las constituidas en otros puntos de España. En él se pasa revista a los distintos temas objetos de estudio: Asturias y sus habitantes; dialecto y literatura popular; costumbres de Asturias; fiestas y calendario popular de Asturias; creencias y supersticiones de Asturias; el trabajo y artes populares de Asturias; y conocimientos populares en La Quintana. Ciencia del vulgo en Asturias. Se imprimió en folleto y, finalmente, según hemos visto que anunciaba Fuertes Acevedo, se publicó en 1886, junto a otros artículos ya aparecidos en la prensa en un libro titulado Estudios asturianos: Cartafueyos d’Asturies, siguiendo el ejemplo de Somoza en Cosiquines de la mió Quintana. Por lo que respecta a Ciriaco Miguel Vigil, ya antes de formar parte de La Quintana venía dedicándose hacía casi cuarenta años (desde 1845 que la comenzó) con tesón infatigable a la epigrafía, recorriendo palacios, monasterios, castillos, santuarios, torres y ermitas de Asturias, incluso mucho antes 123 MARTÍNEZ CACHERO, José María. Notas sobre bibliografía literaria asturiana. Oviedo, Boletín del I.D.E.A. nº 32, 1957; pág. 399. 124 El Carbayón, 10 a 15 de marzo de 1884. Biografía de Julio Somoza 77 de ser nombrado Archivero de la Diputación. Hombre consagrado al estudio y a la investigación, había organizado en Oviedo la Academia provincial de Bellas Artes y la Comisión de Monumentos. A impulso de La Quintana ve finalizado su monumental obra sobre epigrafía asturiana y en 1884 la Diputación Provincial de Oviedo acordó publicarla. Sin embargo, aún tardaría en ver la luz pública, apareciendo en 1887 bajo el título: Asturias monumental, epigráfica y diplomática: datos para la historia de la provincia. Constaba de dos tomos, uno de texto y otro de láminas e inscripciones, insertando al final una lista de fuentes bibliográficas. Esta obra de por sí justificaría lo que hemos dicho sobre la importancia del legado cultural de los miembros de La Quintana. La Academia de la Historia acordó la adquisición del mayor número de ejemplares posible y su distribución entre todos los institutos de enseñanza pública. Y la fama de su autor llegó hasta Alemania, en donde gran número de las publicaciones del afamado investigador Hübner se debían a la información del estudioso asturiano125. Pero ya entonces, cuando se publica esta obra, su autor, miembro correspondiente de las Reales Academias de San Fernando y de la Historia, tenía inédita otra importantísima obra que aparecería en 1889, titulada Colección histórico diplomática del Ayuntamiento de Oviedo, que verá la luz pública en 1890, gracias al acuerdo de la Comisión de Instrucción Pública del Ayuntamiento de Oviedo126. Eran trabajos que el autor comunicaba con sus amigos de La Quintana. Así lo confiesa Fermín Canella en el comentario al trabajo Asturias Monumental: “Unidos nosotros al señor Vigil por tan antigua como cariñosa amistad; habiendo recibido en ocasiones muy repetidas su valioso concurso para nuestros trabajos, según lo manifestamos siempre para separarnos de tantos y tantos que se aprovecharon de sus estudios sin confesarlo con gratitud; y sintiendo afición decidida, ya que no coronada por éxito feliz, a la historia provincial, nosotros muy particularmente vemos con ínti125 El Carbayón publicaba con fecha 20 y 21 de agosto de 1889, la traducción de un trabajo aparecido en el Semanario Philológico de Berlín, núm 25, correspondiente al 22 de junio de 1889, del profesor Herr Rudolf Beer, de Viena, alabando la obra de Vigil en términos tales como estos: “La actividad y movimientos promovidos por Vigil para ulteriores estudios y problemas, fastilogía episcopológica, génesis del latín romanceado, noticias bibliográficas etcétera, ofrecen la seguridad de que el precioso material acumulado en la obra que nos ocupa, servirá para otras nuevas investigaciones, que a su vez devolverá con usura lo que Vigil ha inaugurado de una manera tan extensa como digna de todo encomio”. Y en otro lugar: “La Asturias monumental de Vigil constituye por sí misma un monumento de la más solicitada actividad literaria de España renaciente —exemplo et virtute— Por nuestra parte y de todo corazón desearíamos que el ejemplo permaneciese cubierto y ganase prosélitos. Imitárenle las demás provincias y la España se nos volvería a presentar con todo el esplendor de su historia, en poder e ingénitas aptitudes científicas”. 126 Al parecer según Fermín Canella hubo varios acuerdos para su publicación, en 1871, 1882 y por fin el de 1888. Formaban la Comisión de Instrucción Pública este año los señores: González Río, Alas, Escotet, Uría, Berjano y Posada. El Carbayón, 7 de enero de 1890. Agustín Guzmán Sancho 78 mo regocijo la aparición del suspirado libro”127. Y el propio Somoza también viene a confirmarlo en una carta a Calixto Alvargonzález en la que queda patente tanto la generosidad de Vigil como de Vigón: Amigo Calixto. Voy a devolverle a Vigón lo q.e nos envió, si Vd. no necesita el calco de la lápida de Vigil, (a pesar de su incondicional oferta) creo conveniente q.e por lo mismo q.e nos facilita todo lo suyo con liberalidad, juzgo, a la vez, q.e debe tener mucho afecto a lo de Colunga, y que “en conciencia” debemos devolvérselo. Vd. resolverá lo q.e estime justo128. Junto a estas publicaciones importantes de libros, en El Carbayón aparecen incesantemente artículos de los componentes de La Quintana. Quien más llegó a publicar es, sin duda, Fermín Canella, a quien favorecía su residencia en Oviedo, sede del periódico. Pero también aparecen algunos artículos de Somoza, aunque resulta difícil identificarlos por no llevar firma, como por ejemplo el dedicado a don Máximo Fuertes Acevedo dentro de la serie Los Asturianos de Hoy, que luego ampliaría con Fermín Canella, dando lugar al folleto titulado: Noticias biográficas y bibliográficas de Máximo Fuertes Acevedo. Braulio Vigón publica en 1885 dos importantes artículos en el mismo periódico: el primero, Apuntes para la defensa de Ribadesella y su concejo en 1574 129 y Alzamiento de Asturias en 1808: Don José Carrandí, en el que se publican dos documentos o manuscritos propiedad de La Quintana130. Al año siguiente publicará otro artículo titulado: Caravia con apoyo también de un manuscrito de La Quintana131. Más tarde publicará en 1891 su trabajo Folklore del mar132. En esta obra también se vale de algún manuscrito propiedad de La Quintana, lo que denota que fue una obra compartida, en el sentido de comunicada entre sus amigos. Está reducida al folklore de Colunga pero bellísima e importantísima, llena de emoción y cariño a La Quintana. Resulta difícil inventariar todo lo que La Quintana recogió y recopiló. Dice Constantino Cabal que “formó biblioteca ‘La Quintana’ de muchísimo valor. Juntó documentos útiles, reunió manuscritos importantes, consiguió libros difíciles... copiosa correspondencia de personalidades prestigiosas, El Carbayón, 8 de junio de 1887. Archivo FUNDACIÓN ALVARGONZÁLEZ. Fondos procedentes de Pedro Hurlé: 16/26. 129 El Carbayón, 1 de mayo de 1885. Cita un manuscrito de La Quintana, relativo a las medidas adoptadas en Ribadesella ante la amenaza de los corsarios ingleses. 130 El Carbayón, 11 de mayo de 1885. Los temas de la guerra de la Independencia fueron tratados también en varias ocasiones por Fermín Canella. 131 El Carbayón, 7 de octubre de 1886. 132 El Carbayón, 16 de enero de 1891. 127 128 Biografía de Julio Somoza 79 dirigida a Jovellanos; curiosa correspondencia de Martínez Marina, —(don Francisco) a su hermano don Miguel; relación de la visita de don José Canga Argüelles en el 1837, al Real Instituto de Gijón... Todo lo que encontraban en sus buscas y compraban en sus viajes que pudiera aportar un solo grano a la cosecha de Asturias, lo llevaban estos hombres a la troj de La Quintana sin remedio”133. Un ejemplo de esta labor recopiladora se encuentra en los documentos jovellanistas publicados por Somoza en 1891, bajo el título Escritos Inéditos de Jovellanos. Fue una obra publicada con ocasión de levantarse la estatua a Jovellanos en Gijón. La dedicó Somoza a su hermano, en estos cariñosísimos términos: A D. MANUEL SOMOZA DE MONTSORIÚ, comandante de Artillería, en estimación de la perpetua amistad y del probado amor, con que siempre le quiere su hermano. En el capítulo Preliminar ya se anuncia al lector la procedencia de los documentos conservados con religioso amor por uno de los más beneméritos socios de La Quintana, y a cuya diligencia se debe también de hallazgo y ordenación, tocándonos a nosotros la grata tarea de ponerlos en limpio, con solícito cuidado, para que en su día pudieran ver la luz pública. Tal vez se esté refiriendo a Fuertes Acevedo, que en el momento de la publicación del libro había fallecido. Todo parece indicar que los manuscritos permanecían en la posesión de su primitivo dueño o quien los adquiriera, pero se consideraban propiedad común de todos sus miembros, es decir, de La Quintana, que no tenía un archivo propio, bajo la custodia de un archivero, secretario o alguien así. Al fallecimiento de uno de los miembros los legajos pasaban a la posesión de sus herederos, como fue el caso de Fuertes Acevedo. Así nos lo ha dicho Somoza al referirse a las fuentes de su obra Documentos para escribir la biografía de Jovellanos, y que pertenecieron al archivo de La Quintana: Otro, muy abundante, comprende valiosos instrumentos del archivo de La Quintana (su actual poseedor, el señor Fuertes Arias), gran parte de los cuales dimos a la estampa en anteriores obras: encontrándose unos pocos, en extraños y raros libros o folletos: ascienden a 112 134. Muerto Máximo Fuertes Acevedo el 1 de julio de 1890, y manteniendo Somoza algunas diferencias con Fermín Canella, todo parece indicar que La Quintana se vino abajo. Así lo ha entendido Ana María Vigón: “La Quintana —que empieza a tambalearse en 1886— muere, por fin, en 1890, cuando entre alguno de sus principales miembros empiezan a abrirse grietas insalvables de incompatibilidad y desconfianza”. Sin embargo, no será éste 133 Los planes de La Quintana, en “Contribución al Diccionario Folklórico de Asturias”. Oviedo, I.D.E.A., 1951; pág. 102. 134 Prólogo; pág. 20. Agustín Guzmán Sancho 80 el año de su desaparición, ya que por una parte la obra de sus componentes sigue adelante: Somoza publica Escritos Inéditos de Jovellanos (1891); Braulio Vigón en Folklore del mar (en 1891 en El Carbayón); Ciriaco Miguel Vigil Heráldica Asturiana, y Catálogo Armorial de España, seguido de leyes y preceptos, bibliografía del blasón, órdenes de Caballería y genealogía (1892), una obra que estaba preparando desde los inicios de La Quintana, mucho antes que otros autores modernos. Además, sabemos por ejemplo que Acevedo y Huelve, que ya aportó a Las Amarguras de Jovellanos el contrato de préstamo personal contraído en la Isla de León por don Gaspar Melchor de Jovellanos en favor de don Domingo García de la Fuente, ahora en 1891 sigue aportando documentos para La Quintana, en esta ocasión y por el mismo conducto, es decir: gracias a la generosidad de Domingo García de la Fuente, vecino de Coaña, el documento de donación de la finca de Jovellanos Las figares a Domingo García de la Fuente135. Por otra parte, La Quintana volverá a anunciarse con nuevos bríos en El Carbayón. 5.— Segunda época El martes 15 de marzo de 1892 aparecía la que se titulaba Estafeta de La Quintana, una página de El Carbayón dedicada a tratar del folklore asturiano. Si hasta ahora La Quintana había funcionando sin ninguna manifestación externa, sin bombo como decía Fermín Canella, ahora va a sentir la necesidad de organizarse a través de un folletín y de un nuevo logotipo. Indudablemente se trata de una nueva etapa. Aparece también una Comisión Organizadora que tras explicar el significado del nombre de Quintana, tal como ya hemos visto, daba razón del porqué del nuevo emblema o símbolo de la sociedad, el búho: “Lo supersticioso, lo legendario, lo tradicional tiene por símbolo y emblema el búho: he aquí la razón de que una imagen de esta ave nocturna ilustre el escudo de nuestra sociedad”. También daba cuenta de sus reuniones y de los días que habría de aparecer dicha estafeta: “Los viernes, a la hora del crepúsculo, y los sábados a la del aquelarre, celebrarán sus reuniones los socios de La Quintana: los martes se publicarán sus acuerdos. Son horas y días que la tradición considera nefastos, y así estará en carácter”. 135 El Carbayón, 6 de agosto de 1891. Biografía de Julio Somoza 81 El lugar de reunión no lo dice la Comisión Organizadora, pero se sabe. Era en una pensión de la tradicional calle de Cimadevilla, la calle por excelencia de Oviedo, donde está el mentidero de la ciudad, según ha dicho Fermín Canella y ha añadido: “Es, como vulgarmente se dice, un coche parado, porque allí como en un calidoscopio aparecen lo ordinario y lo extraordinario de Oviedo. Es el corazón de la ciudad y el lugar de las grandes exhibiciones”136. Se tratará de una Quintana renovada. Los objetivos dejan de ser los histórico-literarios, para centrarse principalmente en lo folklórico: “Pero en orden a las tradiciones populares, a los usos, costumbres, supersticiones, leyendas, proverbios, romances, cuentos, cantares, etcétera, cada pueblo tiene los suyos, y como esta riqueza es común, hay necesidad de inventariarla porque es inapreciable fuente, verdadero faro para penetrar en las sombras del pasado, registrar todo el proceso de nuestra cultura y reconstruir la historia del pueblo asturiano. Esto va a hacer La Quintana, que será más tarde archivo riquísimo de nuestras tradiciones y tesoro de la asturiana literatura”. Por otra parte cualquier persona podía pertenecer a la nueva Quintana, especialmente las mujeres: “Además de los cultivadores ya conocidos, formarán parte de esta sociedad todos los asturianos que quieran ayudarnos, y antes las asturianas que se sirvan favorecernos. La mujer asturiana conserva vivo el fuego del hogar, como las antiguas vestales, y guarda el tesoro de nuestras tradiciones y leyendas más cuidadosamente que el hombre. Admitimos, pues, adhesiones para realizar el pensamiento, y formaremos listas de colaboradores de La Quintana”. Hemos de suponer que entre “los cultivadores ya conocidos” figurase Somoza, pero a decir verdad no aparece su nombre en ninguno de los trabajos. Se decía, según la Comisión Organizadora, que los artículos de la estafeta debían de estar firmados, porque si no, no se publicarían. Para publicarlos con seudónimo tenía que conocerse al autor, si no La Quintana no los publicaba. CANELLA Y SECADES, Fermín. El libro de Oviedo. Guía de la ciudad y su concejo. Oviedo, 1887; págs. 107 y 109. 136 82 Agustín Guzmán Sancho Pues bien, a lo largo de un año escaso que esta sección apareció en El Carbayón no figura ninguno firmado por Somoza. Claro que sí aparecen algunos sin firma, y otros con seudónimo. De todas las maneras cabe pensar que don Julio, al menos indirectamente, ayudaría a esta nueva idea que en realidad no era sino continuación y producto de aquella de la que en su día había sido uno de los más entusiastas fundadores. Se ha producido un relevo en la dirección y desarrollo del pensamiento. Dos antiguos colaboradores (uno de ellos de los primeros miembros fundadores), Braulio Vigón y Bernardo Acevedo y Huelves, ambos amigos de Somoza, van a ocuparse de seguir adelante con el antiguo pensamiento. Este último llevará la dirección de la Estafeta de La Quintana, que salía los martes (salvo excepción debida a las necesidades del periódico) pero no semanalmente sino quincenalmente. Al comienzo abundaban los colaboradores, pero a partir del verano de 1892 casi todo el peso del folletín recae en estos dos entusiastas del bable y del saber popular, que recorriendo Asturias ponen en letra impresa un cuento que recita una niña de seis años en Oviedo; o una poesía una anciana de ochenta años en Colunga. El martes 22 de febrero de 1893, veía la luz pública el nº 26 de la Estafeta de La Quintana: aquel día fue el último de La Quintana. Fracasó en sus importantísimos objetivos de hacer una Biblioteca Asturiana y una Academia Asturiana, según el pensamiento de Jovellanos. Pero logró dar a la cultura asturiana un impulso enorme. En su seno se gestaron obras perdurables, algunas de las cuales todavía no se han perdido y están esperando quien las saque a la luz, como los importantes trabajos bibliográficos de Fuertes Acevedo; otras son todavía hoy principales fuentes para el conocimiento del pasado asturiano, como las monumentales obras de Ciriaco Miguel Vigil; hoy que existe una Academia de la Llingua en nuestro Principado, resultan de actualidad los bellos y riquísimos trabajos de Bernardo Acevedo y Huelves y Braulio Vigón; nadie puede conocer en nuestros días la Asturias del XIX sin recurrir a la obra de Fermín Canella; y en cuanto a Somoza, toda su obra jovellanista desde su Catálogo de manuscritos e impresos notables del Instituto de Jovellanos hasta el Inventario de un jovellanista, se produce con la ayuda de La Quintana. Unas veces le publica las obras, otras le aporta los materiales para su estudio. Pero si estos fueron los logros reales y directos en el seno de la propia sociedad, todavía hay que hablar de su proyección al exterior. Gracias al espíritu de La Quintana, a su ejemplo y a su impulso, se llevará a cabo en Agustín Guzmán Sancho 84 Asturias un incremento notable de publicaciones asturianas. Así lo reconocía la prensa en 1889: “Satisfechos pueden estar los activos e ilustrados socios de La Quintana por los brillantes resultados obtenidos en su patriótica propaganda y en su continuado impulso para la publicación de libros asturianos”137. “(...) Por otra parte, también coincidió con aquel llamamiento de conocidos escritores, el trabajo meritorio de otros autores distinguidos, asistiendo unos y otros por distintos caminos al renacimiento de la historia provincial”. Y cita una enorme lista de publicaciones, entre las que destacaremos: El libro de la Pelagra de Faustino Roel; Páginas Asturianas, de Manuel Fernández Ladreda; Los Foros de Asturias y Galicia, de Jove y Bravo; la História crítico-filosófica de la monarquía asturiana, por Mariano M. Valdés; la Mineralogía Asturiana de Fuertes Acevedo; la Poesía popular de Asturias de Juan Menéndez Pidal; las Biografías de Cónsul y Caveda; la Iconoteca asturiano-universitaria, el Libro de Oviedo, por Fermín Canella; Jovellanos Artista y la Memoria sobre la Capilla del Rey Casto por Fortunato Selgas; la Guía industrial y comercial de Asturias por Ángel R. Cartavio; Covadonga de A. Cáceres; De Palencia a Oviedo y Gijón por Ricardo Becerro de Bengos; etcétera. 6.— El interés por el bable En lo que a Somoza se refiere creemos que esta segunda etapa de La Quintana habría de incrementar su interés por el bable. Así lo prueba una obra en la que trabajará por entonces. Se trata de un ensayo de un vocabulario de dialecto asturiano o dialecto de los naturales de Asturias, que ha visto la luz pública en nuestros días gracias a la labor investigadora de Álvaro Arias Cabal. El manuscrito se conservaba en el Real Instituto de Estudios Asturianos. Esta obra cuya autoría creemos que ha quedado bien determinada, sobre todo por el cotejo de la letra, que a todas luces parece de Somoza138, es posible a nuestro entender que tuviera su origen en este resurgir de La Quintana. El Carbayón, 19 de enero de 1889. SOMOZA, Julio. Primer ensayo de un vocabulario bable. Edición, estudiu y notes d’Álvaro Arias Cabal. Academia de la Llingua Asturiana. Ovieu, 1996. Creemos que por lo demás no hay muchas dudas sobre la autoría de la este vocabulario. La expresión: Un pitu de la Quintana (cayando de los demás), con que aparece firmado el manuscrito es muy del humor y vena de Somoza. Las fuentes que se citan son también muy somozianas, y hasta la falta de citación de Canella en el vocabulario, a pesar de haberlo citado en las fuentes, podría explicarse por la enemistad de uno hacia el otro. 137 138 Biografía de Julio Somoza 85 En 1891 publicará Apolinar de Rato su diccionario bable, sobre el que vertirá Somoza su dura crítica. Y al año siguiente aparecerá la Estafeta de La Quintana, uno de cuyos objetivos va a ser llevar a cabo la formación de un diccionario bable. En los primeros números se trata de palabras aisladas, mientras que a medida que la publicación avanza se organiza un diccionario que quedó interrumpido en la letra “F”. Todo parece indicar que el responsable tanto de la estafeta como de la formación del nuevo diccionario bable era Bernardo Huelves Acevedo. En el número 10, de fecha 5 de julio de 1892 la Estafeta daba una cita de Unamuno. El Rector de Salamanca se interesa por La Quintana y le escribe a su amigo Pedro de Mugica: “El Carbayón, diario de Oviedo, publica a guisa de Hoja Literaria una hoja que titulo ‘Estafeta de la Quintana’, dedicada casi exclusivamente a recoger documentos sobre el bable. Está publicando un vocabulario bable y poesías bables. En uno de esos números me aludía según me han dicho sin acertar a decirme por qué, sólo que era cosa de lingüística. El que publica tales cosas se llama B. Acevedo. Voy a escribirle pidiéndole el número ese, todos los números del vocabulario por duplicado (uno para Vd.) y una nota de las mejores colecciones de poesías bables. De este modo podré remitir a usted, si lo desea y aún no lo tiene, cuanto material haya. Le enviaré la nota bibliográfica que reciba de El Carbayón. ¿Ha estudiado usted algo el bable?”139. En efecto, Unamuno escribe a Acevedo y éste le responde con una carta cariñosísima prometiéndole enviarle los números de El Carbayón que le pedía y recomendándole los romances de Caveda140. Parece ser que aun desaparecida la Estafeta de la Quintana, Acevedo seguía con su intención de sacar adelante su vocabulario bable, pues todavía en febrero de 1894, leemos en una carta de Unamuno a Mugica que Acevedo está haciendo un vocabulario bable141. La correspondencia de Unamuno con Bernardo Huelves Acevedo se interrumpió al parecer bruscamente. En 1897 escribe Unamuno a su amigo chileno: “¿Sigue usted teniendo relaciones con Bernardo Acevedo, el de Oviedo? He aquí una persona de la que no he vuelto a saber nada, después de habernos escrito. Lo mismo me ha sucedido con algún otro”142. 139 Cartas inéditas de Miguel de Unamuno. Recopilación y prólogo de Sergio Fernández Larrain. Madrid, Ediciones Rodas, 2ª Edición, 1972; pág. 162. La carta no lleva fecha. 140 Carta de Unamuno a Múgica de fecha de 5 de agosto de 1892. Op. cit., pág. 163. 141 Concretamente leemos: “Tiene gracia eso que me dice usted de que la conclusión de mis cosas del Eco le prueba que no soy tan práctico como Acevedo que está haciendo el vocabulario. En primer lugar Acevedo vive en Oviedo y hace un vocabulario bable y yo vivo en Salamanca, y por más que pregunto nadie me da razón de que ni los charros, ni los armuñeses, ni los serranos hablen vascuence”. (Carta de 1 de febrero de 1894; Ibídem; pág. 198.) 142 Op. cit., pág. 235. La carta es de fecha 12 de octubre de 1897. Agustín Guzmán Sancho 86 Creemos que en esta cita de Unamuno puede estar la clave de los apuntes del vocabulario bable que llevó a cabo Somoza. No creemos que Somoza tuviese intención de publicar un vocabulario bable. Se trataría más bien de algunos apuntes que va entresacando con el rigor que siempre caracterizó sus obras, anotando sus fuentes y procedencia y seleccionando los autores, para tal vez ofrecérselos a su amigo Acevedo. Arias Cabal en su magnífico estudio preliminar ha fijado la fecha de inicio del vocabulario bable de Somoza en 1896, después de desaparecido el intento de la Estafeta de la Quintana. Sin embargo, reconoce que esta fecha puede estar sometida a cambio143. Es más, se citan obras que eran conocidas de Somoza con anterioridad, como por ejemplo los Diarios de Jovellanos. De todas las maneras, parece que el intento de Acevedo de hacer un vocabulario bable perduraría después de desaparecida la Estafeta de El Carbayón. Ahora bien, la circunstancia de que entre los manuscritos de El carácter Asturiano que se conservan en la Biblioteca Asturiana del P. Patac, figuren algunos papeles referentes al bable como son entre otros los que Arias Cabal denomina Fuentes, y una página, la número 57, tachada y reutilizada, correspondiente a una primera redacción del Vocabulario, permite apuntar una segunda hipótesis, la de que se trata de un ensayo sobre habla asturiana dentro de la obra que habría de dedicar al carácter astur. Tanto en un caso, como apuntes para su amigo Acevedo, como en el otro, para incorporarlo al Carácter, nos parece que Somoza no tuvo intención de hacer un diccionario bable. De hecho, sus opiniones sobre el bable son duras y desabridas, como se ve en estos dos comentarios que figuran en esta misma obra: Bable: dialecto (forma decadente) por transición, relajación (por influencias extrañas) o degeneración. Su estructura es siempre tosca; y s/ (sic) manifestaciones, acusan la torpeza, ora conceptiva, pronunciativa, auditiva, explicativa144. Y por otra parte: El bable no es siquiera un dialecto. Es un conjunto de ellos donde predominan las formas dialectales de la provincia (según su situación) limítrofe con el gallego, el bierzano, el montañés (...). Existe en el Principado variedad de subdialectos o jergas; y por descontado ninguno de generación literaria, sino de corrupción. Pasa con esto, lo que con el carácter. Propende SOMOZA. Primer ensayo de un vocabulario bable. Edición, estudiu y notes d’Álvaro Arias Cabal. Ovieu, 1996; pág. 59, nota 86. 144 Cuaderno XI. Lo recoge Arias Cabal en la pág. 20 de su estudio preliminar. 143 Biografía de Julio Somoza 87 los que no lo tienen a remedar los modales altos, finos, distinguidos, elevados de quienes los poseen, y sólo alcanzan a su difícil y tosco remedo...145. Así pues, todo parece indicar que Somoza no era un gran entusiasta del bable. De hecho la aparición del trabajo de Arias Cabal “sorprendió a propios y extraños” al decir de la prensa; nadie esperaba que Somoza hubiera escrito algo sobre el bable146. En nuestra modesta opinión, Somoza no se acerca al bable con el corazón o el sentimiento. Ni parece que tuviera la menor intención de rescatarlo del olvido. Su afán era puro afán erudito. Hizo de él objeto de estudio en cuanto le servía para entender el pasado de su tierra y el carácter de su pueblo. Cuando lo emplea, que lo emplea con alguna frecuencia, es para citar un dicho o sátira ancestral, o para dar a su discurso vivacidad, donaire y gracejo o, en fin, para apoyar sus investigaciones históricas. Utilizó el bable, principalmente, como fuente de conocimiento y estudio más que como lenguaje. En esto no se pareció a su amigo Junquera Huergo que le dedicó nada menos que un diccionario y una gramática. Pero de todas las maneras sus conocimientos fueron grandes como para no dejar de opinar en esta materia como en todas las demás en las que se adentró. 145 146 Cuaderno I. El Comercio, 11 de julio de 1996; pág. 22. CAPÍTULO 4 Archivero, bibliotecario y periodista 1.— Investigando y polemizando sobre el Instituto La creación de La Quintana habría de ser decisiva para llevar a cabo el primer proyecto jovellanista de Julio Somoza. Según confesaba él mismo, todos los socios de La Quintana pusieron sus papeles a su disposición para este trabajo que pretendía dar conocer los manuscritos y diplomas que encerraba como un tesoro oculto la biblioteca del Instituto de Jovellanos147. Recuérdese en este sentido el magnífico archivo de Fuertes Acevedo. Ahora bien, se deberá al insigne Catedrático de la Universidad de Oviedo, Fermín Canella, quien ya se había ocupado de esta biblioteca en varios artículos y especialmente en su obra: Historia de la Universidad de Oviedo y noticias de los establecimientos de enseñanza de su distrito, publicada en 1873, el que Somoza lleve a cabo el inventario de los ciento veinte volúmenes que constituían la colección de manuscritos y diplomas del Instituto. Gracias al aliento del amigo, Somoza se pondrá a trabajar. El primer paso será publicarlos en un periódico, la Revista de Asturias, que dirigía otro catedrático de la Universidad, don Félix Aramburu. En 1882 aparece al público este trabajo. En carta al Director de la revista, Somoza explica su pretensión: Instado de continuo por nuestro común amigo Fermín Canella Secades, para que pusiera mano al Catálogo de Manuscritos del Instituto de Gijón, me decidí a aventurarme en la empresa, más por deseo de complacer y de hacer saber al público lo mucho bueno que allí yace, poco menos que olvidado148. 147 148 Catálogo de manuscritos e impresos del Instituto de Jovellanos de Gijón; pág. XXI, nota 1. Ídem, pág. XV. 90 Agustín Guzmán Sancho Los manuscritos se guardaban junto a los Bocetos. En 1871, don Juan Junquera Huergo, como director en funciones, había ordenado la colocación de los bocetos en una de las mayores salas del Instituto, resguardados por cristales, creando así un primer Museo de Gijón. En 1873 apareció en el Eco de Asturias un artículo de Eduardo Guilmain (Arveris) abogando por el establecimiento en el Instituto de una academia de dibujo y pintura. Una visita en 1877 de Alejandro Pidal y Mon acompañado del pintor Carlos Haes, terminó de dar a conocer al público la existencia de los Bocetos, y en 1878 se dieron a conocer al mundo por medio de 17 fotografías enviadas a la Exposición Universal de París, donde obtendría el Instituto medalla de bronce149. Pero en cuanto a los manuscritos, siguieron ocultos. Nadie se había preocupado de ellos. El mal lo excusaba Somoza porque no tuvo el Instituto asignación para un Bibliotecario no obstante tener carácter público su biblioteca por Real Decreto de 17 de julio de 1858. Los manuscritos se encontraban en este lamentable aspecto: En lo más encumbrado de los viejos y destartalados armarios de pino pintarrajeados de azul, tras una mezquina alambrera, se esconden vergonzosamente, cubiertos de polvo, roídos por la polilla, dañados por la humedad, en una habitación donde nunca entra el sol150. Además, se encontraban unidos o cosidos sin orden ni concierto ni clasificación ninguna: Dificultad no del todo insuperable, pero tarea ingrata y enojosa fuera la de hacer una clasificación de todos estos papeles que, cosidos unos a otros por inexperta mano, dan un compuesto heterogéneo, una aglomeración informe en la que no hay que pedir ni orden de materias, ni cronológico, ni de procedencia. Este desbarajuste hace la investigación difícil y, por tanto, el inventario no pudo ser extenso y razonado, sino que se va a limitar a dar cuenta, sacar a la luz pública cuanto hay, según figuran agrupados por montones o volúmenes. Al mismo tiempo Somoza, que ha investigado, sabe que hay multitud de documentos y papeles dispersos en poder de particulares y propone que los hagan llegar a la Revista de Asturias para que no se pierdan. Afán loable: sacar del olvido; saber que existen o que fueron, si llegan a perderse. Mucho más aún lo será si su contenido puede conservarse o publicarse. En definitiva, se propone hacer en el instituto el primer Museo de Jovellanos. He 149 GUZMÁN SANCHO, Agustín y SANCHO FLÓREZ, José Gonzalo. El Instituto de Jovellanos. Gijón, 1994; págs. 243-249. 150 Catálogo de manuscritos e impresos del Instituto de Jovellanos de Gijón; págs. XXI-XXII. Biografía de Julio Somoza 91 aquí sus palabras, cuyo espíritu recogería muchos años después, otro cronista de Gijón: Joaquín Alonso Bonet, cuando Gijón se decida a crear el Museo Casa Natal de Jovellanos: Merecía aquel insigne varón, como testimonio honroso a su memoria, un estante de honor, donde todas sus obras, todos sus papeles, todas las ediciones de diversa época, todos los comentadores de sus escritos, ya numerosos, todas sus biografías y, en una palabra, todo lo que de cerca o lejos tuviera conexión con él, hallase allí digna acogida y tuviese meritoria y lisonjera representación. El director del Instituto, que lo era don José María Suárez Ordax, animado por la labor de Somoza, a quien había franqueado todos los libros y documentos que necesitó consultar, pidió recursos económicos para iniciar este Museo o al menos mejorar en la medida de lo posible aquel preciosísimo legado de Jovino a su Instituto y a su villa natal. Mientras llegan los recursos, la figura de Jovellanos vuelve por este tiempo, en que Somoza trabaja en su catálogo, a ser objeto de recuerdo, como demuestra el hecho de que en aquel curso 1881-1882 Juan Martínez Abades pintó y regaló para el Instituto un retrato de Jovellanos151. Y por si fuera poco, el Instituto llamó la atención del propio Ministro de Fomento, don José Luis Albareda, que lo visitó en el curso siguiente152. Mientras Somoza trabaja en su catálogo, no deja de polemizar. En un artículo aparecido en La Ilustración Gallega y Asturiana153 en que anuncia al público el contenido del Archivo del Instituto, introduce una primera parte dedicada a polemizar sobre la situación del Instituto. Le impulsa el afán de mejorar el más glorioso monumento de mi villa natal, como le llamaría; pero también —creemos— la pasión. Fue el caso que ya en 1877 unos artículos aparecidos en El Productor Asturiano, firmados por Bernardo Escudero Reguera, denunciaban que el Instituto no realizaba el propósito de Jovellanos al fundarlo, ya que las enseñanzas de Bachiller en Arte no tenían el carácter técnico o industrial y, por tanto, debía dejarse subsistente la primitiva Escuela de Náutica y añadirse una Escuela de Artes y Oficios. A estos artículos contestó Apolinar Menéndez Acebal, desde El Eco de Asturias, defendiendo los actuales estudios generales, aunque sin oponerse a los industriales. Así figura en la pág. 12 de la memoria leída en la apertura del curso 1881-1882 por don Jesús Menéndez Acebal, secretario del centro. 152 MENÉNDEZ ACEBAL, Jesús. Memoria del Instituto de Jovellanos de Gijón correspondiente al año académico de 1881 a 82, leída en el solemne acto de apertura del curso de 1882 a 83. Gijón 1883; pág. 14. 153 Tomo III. Fecha: 8 de febrero de 1881; págs. 40 y 41. El artículo será después publicado en Cosiquines de la mió Quintana. 151 92 Agustín Guzmán Sancho Años más tarde, el 27 de noviembre de 1880, con motivo del 69 aniversario de la muerte de Jovellanos, la polémica volvía a resucitar. El periódico de la localidad (El Comercio) publicó unas quejas hacia el director don Luciano García Rendueles y Cofer, por la triste decadencia en que se hallaba el Instituto. Ahora al hablar de los documentos y libros del Instituto en La Ilustración Gallega y Asturiana, Somoza siente la necesidad de decir unas palabras previas y recordar la crisis que estaba padeciendo el Instituto; crisis que se manifestaba en la excesiva tolerancia en los exámenes, que eran —según Somoza— consecuencia de la poca idoneidad de los profesores, casi todos auxiliares; incluso y “por cierta correlación de hechos entre un colegio establecido en esta villa y el Instituto” por lo que se había recibido la visita de un inspector de Madrid154. Don Julio es partidario de que el mal estado del Instituto, manifestado en que la biblioteca está desierta; en que el salón de bocetos yacía en pintoresco desorden, que el gabinete de física y química carece de medios; todo esto eran cosas que podrían remediarse. Pero la verdadera crisis estaba, según don Julio, en la condición de sus profesores. Dice así en su artículo: Nada mejor puede reflejar la decadencia del establecimiento, ni nada puede escribirse más vergonzoso. ¡Qué actas, Sr. Director! ¡Qué seriedad será la suya cuando creen oportuno consignar, en documentos relativos a la enseñanza, actos particulares de la vida privada de los profesores! ¡Qué fiscalización será aquella, que se entromete en averiguar si el profesor Tal juega o deja de jugar al ajedrez en una botica, y si el profesor Cual tiene o deja de tener simpatías por esta o aquella idea política! y a todo esto, el “claustro” (un claustro ilegal, de profesores auxiliares con voz y voto) “se declara en sesión completamente secreta” para censurar a un profesor en propiedad, acto rechazado y anulado por el consejo universitario de Oviedo. (Acta del día 28). Y acabará señalando que el Instituto de Gijón no tiene enemigos, sino que es querido por todos como la realización más acabada del pensamiento de Jovellanos, por lo que no puede confundirse, ahora ni nunca ni con la enseñanza que en él se dé, ni con las personas a cuyo cargo corra dicha enseñanza. A continuación deja la polémica y pasa a referir un resumen de los documentos y libros que contenía el Instituto. Don Adolfo Camús visitó el centro a las nueve y media de la mañana del 12 de enero de 1881, según informaba ese día El Comercio. 154 Biografía de Julio Somoza 93 El artículo será contestado en la misma revista por Apolinar Menéndez Acebal155, quien recuerda los hechos y aclara que su postura no era la de prescindir de enseñanzas técnicas. Y acaba diciendo que Somoza, a quien califica de “neojovellanista” es juez y parte, porque demandó en su día al Sr. Director del Instituto junto con otros amigos por “no sé que ofensas que dijeron haberles éste inferido”; demanda que fue sobreseída, y ahora intentaba juzgar los hechos. Lo que se desprende de esta polémica, que tuvo una gran resonancia en la prensa, principalmente en El Comercio, que se encargaba de airearla, sirviendo así a los intereses del Instituto, es que había enfrentados dos criterios: quienes defendían que las enseñanzas se ajustasen a la idea de su fundador, y quienes sostenían que continuaran las enseñanzas de Bachiller en Artes o Estudios Generales. Entre los primeros, calificados de “neojovellanistas”, se encontraba Somoza. Estos seguían el lema más industriales y menos doctores que había impuesto Modesto Fernández González al titular así un artículo suyo. Somoza recordaba que no se trataba sólo de los estudios que su fundador deseaba, sino también “los que las necesidades del pueblo en la época reclaman”, según decía la Ley de 4 de julio de 1865. En este sentido escribía: Siendo Gijón un pueblo esencialmente industrial y mercantil, su principal Centro de enseñanza ha de ser el plantel en donde “los más” (que en la ocasión presente es la clase obrera) hallen estudios apropiados a sus necesidades, y no donde “los menos” (que son los de la clase acomodada) puedan con sobrada facilidad tomar un título que de poco les servirá156. Contra Apolinar Menéndez Acebal escribiría Somoza unos versos, que no hemos visto publicados y que al parecer pensaba añadir, pero no lo hizo, como apéndice a la página 93 de sus Cosiquines de la mió Quintana, según una nota que los encabeza. Dicen así: 155 Sobre el Instituto de Gijón. “La Ilustración Gallega y Asturiana”, de 18 de febrero de 1881. Tomo III; págs. 56 y 57. 156 El Instituto saldrá de esta crisis. El director, que ya con anterioridad fue depuesto por el Ayuntamiento, cuyo acuerdo fue revocado por la Universidad, será por fin depuesto y en su lugar se nombrará a don José María Suárez Ordax, quien presentará un nuevo proyecto de enseñanza y la creación de una Escuela nocturna de Artes y Oficios, costeada por el Ayuntamiento. Esta escuela nocturna funcionó hasta que en 1888 se inauguró la Escuela de Artes y Oficios de Gijón. Pero ya en 1883, el antiguo director, don Luciano García Rendueles, había sido repuesto y el Ayuntamiento le encargaba, además, la dirección de la Escuela nocturna de Artes y Oficios. Las aguas volvían a su cauce. 94 Agustín Guzmán Sancho El Apólo...go Tú eres el hombre de las cuestiones, Del Instituto bravo adalid, Tú siempre tienes aspiraciones, Nunca vacilas, das en el quid. Tú te has batido como un atleta, Filosofaste como Proudhon, Hoy te disfrazas con la careta Y estamos yertos de admiración. — ¡Dime el secreto! — Si es muy sencillo; — Es... la influencia del manzanillo. Tú te has aliado con cierta gente Solo en defensa del bachiller, Tú agigantaste, radió tu frente... ¡Ya no hay problemas que resolver! en el pasmo de los lectores, De los sofistas eres terror, Bordas la frase con mil primores, Buscas en vano competidor. — ¡Dime el secreto! — Si es muy sencillo; — Es... la influencia del manzanillo. Tú, la piqueta demoledora, La paradoja y el porvenir, La clase rica conservadora, La nigromancia y el combatir,157 Todo en maraña muy peregrina, Vas embrollando sobre el papel Y en tus períodos, que el genio anima Ya se vislumbra nueva Babel. — ¡Dime el secreto! — Si es muy sencillo; — Es... la influencia del manzanillo. Tú al adversario le contradices Siempre tranquilo con majestad, 157 Parece ser que Apolinar Menéndez Acebal usaba en su artículo de estas expresiones subrayadas por Somoza. Biografía de Julio Somoza Hay en el fondo de cuanto dices, Puro criterio de la verdad, Tú le preguntas, y él no responde, Tú le sentencias sin remisión; ¡Mísero errante... no sabe dónde Para sus culpas habrá perdón! — ¡Dime el secreto! — Si es muy sencillo; — Es... la influencia del manzanillo. Tú le has truncado todos los textos, ¿Si serás hábil? y el infeliz Ni siquiera, ni halla pretextos Que justifiquen aquel desliz. Tú has suprimido, tú has agregado con reticencias de gran valor, ¡Eso se llama ser un soldado Diestro, aguerrido, batallador! — ¡Dime el secreto! — Si es muy sencillo; — Es... la influencia del manzanillo. Y aquellas citas ¡qué habilidosas! No se le ocurren a Falleygrand. “Los protestantes (entre otras cosas) “Se pagan mucho del qué dirán... “Y hablas de males de la enseñanza... ¿Lo ve usté, amigo, bien claro aquí?” ¡Así me gusta! ¡A punta de lanza! ahora ¿quién diablos te tose a ti? — ¡Dime el secreto! — Si es muy sencillo; — Es... la influencia del manzanillo. Tú eres un bravo, ¡cuál les defiendes A los judíos del Sanedrín! Ellos se entienden con muy buen fin. ¡Qué de aptitudes! como tú dices, ¡Qué idoneidades y qué saber! Tienen, hablando, rasgos felices, Dignos del genio de Robespierre. — ¡Dime el secreto! — Si es muy sencillo; 95 96 Agustín Guzmán Sancho — Es... la influencia del manzanillo. Toda la escala del sentimiento, Todos los giros del orador, Todas las notas, suave rumor, Tú lo dominas con tu virtud, Eres oráculo cuando callas, Si hablas te adora la multitud. — ¡Dime el secreto! — Si es muy sencillo; — Es... la influencia del manzanillo. .......................................... Hay al oriente de estas riveras Una aldehuela que yo me sé, Beben las aguas de sus praderas Las avecillas con mucha fe: Otras acuden de mal agüero Con la esperanza de sobornar, Suena su arrullo tan placentero Que es muy frecuente prevaricar. — ¡Dime el secreto! — Si es muy sencillo; — Es... la influencia del manzanilla158. 2.— Los manuscritos del Instituto Al poco tiempo después de estos artículos aparecidos en La Ilustración Gallega y Asturiana, iniciaba Somoza la redacción de su Catálogo de Manuscritos, siguiendo el consejo de Fermín Canella, y el 1 de enero de 1882 se empezaba a insertar en la Revista de Asturias la colección de los 120 volúmenes159. Este trabajo llevaba al frente una carta al director Félix Aramburu en la que Somoza explica su propósito diciendo que no se trataba de un trabajo complejo y razonado sino de un simple bosquejo. Figura entre los manuscritos de Fuertes Acevedo que tiene el Real Instituto de Estudios Asturianos. Sin duda se arrepintió de publicarla y se la envió a su amigo Fuertes, quien anota: “Autógrafo de Julio Somoza, autor de esta semblanza”. La última palabra del último estribillo aparece escrita en femenino, al contrario que en los anteriores. 159 CANELLA Y SECADES, Fermín. Historia de la Universidad de Oviedo y Noticias de los Establecimientos de su Distrito. Universidad de Oviedo, 1985; págs. 563 y ss. 158 Biografía de Julio Somoza 97 Pero para don Julio no era bastante esta publicación, el carácter fragmentario y reducido al ámbito regional no llenaba los anhelos de su autor, que soñaba con verlo publicado en forma de libro, de forma continua y con proyección mayor. Para poder publicarlo en un libro recurrió al Rector de la Universidad de Oviedo, que lo era don León Salmeán, como la autoridad superior en materia de enseñanza, de la que dependía el Instituto. Y lo mismo hizo el Catedrático don Félix Aramburu. El Rector hubiera llevado a cabo la publicación “si —como él diría— el limitado presupuesto de esta Universidad y su prescrita y legal inversión hubiera consentido el gasto de mil pesetas aproximadamente que se juzgan necesarias para el objeto de dedicar un merecido recuerdo al esclarecido autor del ‘Informe de la Ley Agraria’”. Así lo comunicaba, en carta de fecha 5 de mayo de 1885, a José de Posada Herrera, en quien se fijó para que honrase al Rectorado, como ya lo había hecho en otras ocasiones, concediendo dicha cantidad. Posada Herrera contestó con esta carta, que bien merece ser reproducida: EXCMO. SR. Enterado por la atenta comunicación de V. E., fecha 5 del corriente, del laudable propósito que anima a ese Rectorado de imprimir el Catálogo de todos los Manuscritos e Impresos curiosos existentes en el Instituto de Jovellanos, y de la dificultad que impide su pronta realización; tengo la más singular complacencia en coadyuvar a tan útil empresa, remitiendo a V. E. la adjunta letra de mil pesetas con destino a dicho objeto, y como débil prueba del respecto y admiración que me inspira la memoria del esclarecido autor del Informe de la Ley Agraria.— Dios guarde a V. E. muchos años.— Madrid, 8 de mayo de 1883. JOSÉ DE POSADA HERRERA160. Lo que siguió nos lo dice Somoza en su prólogo: Apenas recibida tan satisfactoria respuesta, el Rectorado creyó procedente designar una comisión encargada de dirigir y cuidar la edición del libro e hizo recaer el nombramiento en el autor del Catálogo don Julio Somoza y Montsoriú, el Vicerrector de la Universidad literaria don Fermín Canella Secades, y el Inspector de Instrucción pública del Distrito don Félix de Aramburu y Zuloaga. De modo que por esto decimos que se trata de una obra publicada por La Quintana, porque la comisión la formaban tres miembros de la reciente creada sociedad, aunque la editara la Universidad y la sufragara Posada Herrera. Además, la obra llevaba al final un Índice de los documentos varios relativos a don Gaspar Melchor de Jovellanos que poseía el que se nombraba “Círculo Asturiano La Quintana”. 160 Catálogo de manuscritos e impresos notables del Instituto Jovellanos; pág. XI. 98 Agustín Guzmán Sancho Pero el Rector, Sr. Salmeán, aún manifestó más interés por la obra de Jovellanos. Gracias a las gestiones del Conde de Revillagigedo se había logrado del ministro de fomento Sr. Pidal las órdenes de 26 de marzo y 9 de mayo de 1885, que favorecían la biblioteca con una subvención de 9.000 pesetas, cuyo objetivo sería hacer una nueva estantería para la mejora de los libros y manuscritos, y para imprimir el Catálogo de los Bocetos, además de disponer el estudio y proyectos de las obras complementarias para el incremento del Instituto161. En aplicación de la subvención de la biblioteca, el Sr. Salmeán nombró una comisión, compuesta de los profesores Sres. Cid, González Calzada, González López y don Julio Somoza, que verificase una revisión, recuento y colocación de los libros. Entonces este último presentó en extenso y notable oficio de 28 de marzo de 1887 con triste relación del estado, deterioros y abandono de la biblioteca, cuya decadencia y no pocos abusos él mismo había hecho públicos diez años antes162. Tenemos, pues, a don Julio metido a bibliotecario, ordenando libros. De su trabajo en este sentido sabemos que él que se quejaba de la soledad de la biblioteca, prefería verla así que llena de chavalería, que todo lo descomponía. Cuando Moreno Villa se haga cargo años más tarde de la biblioteca del Instituto, tras el fugaz paso por ella del Sr. Menéndez Pidal, su primera idea será llenarla de chavales, lo que Somoza verá con horror. —”Inicié con gran celo mi carrera de bibliotecario”, escribe Moreno Villa. “Abrí la biblioteca del Instituto Jovellanos, dejé entrar a los estudiantes y les servía libros. El viejo erudito jovellanista don Julio Somoza vino en seguida a conocerme y se mostró contrario a mis medidas”. —Lo que usted debe hacer es cerrar la biblioteca, porque lo que hay en ella no es para chicos. Son los libros y papeles de Jovellanos, y alguna basura moderna comprada por su antecesor de usted y yo. Ni a los profesores se les debe dar beligerancia. Hace años, uno de ellos se llevó a su casa un montón de papeles del fundador, se murió sin devolverlos, y todavía siguen en manos de la familia que pretende venderlos a un inglés. “No le hice caso al bueno pero fanático jovellanista en lo de impedir la lectura a los estudiantes”, escribe Moreno Villa, que por otra parte y como era lógico procuró y consiguió recuperar los documentos sustraídos, aparte El Carbayón, 26 de marzo de 1885. CANELLA Y SECADES, Fermín. Historia de la Universidad de Oviedo y Noticias de los Establecimientos de su Distrito. Universidad de Oviedo, 1985; pág. 561. 161 162 Biografía de Julio Somoza 99 de dedicarle una atención especialísima a la colección de dibujos de Jovellanos163. De todos estos avatares sobre el Instituto y los manuscritos y los bocetos, recogió Somoza los viejos artículos que conservaba y los publicó en una segunda obra que también se debió al aliento de sus amigos, cuyo título será Cosiquines de la mió Quintana, que vería la luz pública en 1884. Está dedicada a sus íntimos amigos de La Quintana Fermín Canella (Firme d’Uvieu) y Braulio Vigón (Braulio de Sueve), a quienes llama “Patrocinadores de La Quintana”. La dedicatoria muy sentida termina con estos versos alusivos a su juramento de amistad eterna, con que sellaron su lazo societario: También vosotros en su amado suelo visteis la luz, y por su amor unidos, todos juramos amistad eterna desde el oculto y venerable asilo… Símbolo del afecto que os profeso son las humildes páginas que escribo: ¡Cúbralas con su égida protectora la patria y la amistad por quien suspiro! 3.— Actividad periodística Si bien una buena parte de Cosiquines de la mió Quintana la llena los artículos ya comentados sobre el Instituto y sobre los bocetos, además de otros jovellanistas, como las cartas de Theresina del Rosal (Pedro Valdés Llanos) a Jovellanos, otra parte la forman artículos de toda clase. Hay que tener en cuenta que esta década de los ochenta es para Somoza la más prolífera en artículos, y muchos de ellos son polémicos. Por eso antes de continuar con las publicaciones jovellanistas hemos de ver esta faceta del periodismo de don Julio, y veremos cuáles eran sus ideas sobre el mismo. Ni que decir tiene que sus escritos fueron siempre polémicos y tuvieron dos vertientes: Jovellanos y Asturias-Gijón. Joaquín Alonso Bonet es quien ha dado algunas indicaciones sobre la actividad periodística de don Julio. Todo parece indicar que se inicia en Gijón a raíz de su establecimiento en la villa, a partir de la Revolución de 1968 y de la República de 1873. El 14 de febrero se reúne el primer Ayuntamiento republicano. Meses más tarde, La anécdota de Moreno Villa la ha recogido Francisco Carantoña en su prólogo a la edición facsímil de Cosiquines de la mió Quintana que editó la Editorial Auseva en 1988; volumen 4 de la colección Biblioteca de Autores Asturianos; pág. VIII. 163 100 Agustín Guzmán Sancho en sesión del 3 de mayo, se da cuenta de un escrito de jóvenes de esta villa exponiendo su deseo de establecer en la localidad un periódico que defienda los intereses morales y materiales, titulándose órgano del Ayuntamiento y ofreciendo las columnas preferentes para la publicación de los acuerdos y anuncios oficiales, siempre que la Corporación acuerde subvencionarle con alguna cantidad que se fijará en los presupuestos municipales. Se pasa a la comisión de Hacienda quien informa en sesión de 10 de mayo y se acuerda conceder a la mencionada publicación la cantidad de mil quinientas pesetas anuales, con la condición de que ponga a disposición del Ayuntamiento la primera plana del periódico para insertar los acuerdos y anuncios oficiales y tire gratuitamente todas las impresiones que ordinariamente necesite la corporación a excepción del papel. Se acordó también que el Ayuntamiento se suscriba por 50 ejemplares del periódico para distribuir a los Alcaldes de barrio, y Merinos del concejo. El periódico parecía seguir la misma línea de otro aparecido el 1 de enero de 1869, llamado La República española, y en el que colaboraban entre otros Braulio Vigón. Para no dejar duda sobre su carácter de órgano oficial del Ayuntamiento llevará el nombre de El Municipio Federal, y se publicará los jueves y sábados de cada semana. Lo dirigirá don Jenaro Junquera y Pla, pero poco después el cargo pasará al médico don Eladio Carreño, miembro del nuevo Ayuntamiento y antiguo director de La República Española. Y como Administrador figurará Julio Somoza164. La vida del nuevo periódico será muy breve, como la había sido la de su antecesor. De manera que hasta 1875 Gijón se quedará sin prensa. Este año aparecerán El Productor Asturiano y La Opinión. En el primero de estos comenzará a colaborar Somoza con artículos que luego recogerá en Cosiquines de la mió Quintana. Así verán la luz pública en septiembre y octubre su magnífico artículo titulado Las calles, que luego ampliará en la forma que aparece en dicho libro, gracias a la ayuda de sus convecinos que se brindan a facilitarle noticias, libros, documentos y toda clase de datos165. De esta obra se publicará en 1884 un folleto titulado: La Villa.— Las calles166. Otro será el publicado con fecha 13 de diciembre de 1876 bajo el título Conflicto probable, que trata sobre la salubridad y condiciones de habitabilidad de Gijón, y que, como dijimos, dio pie a la intervención de los tribunales. Es un verdaBONET, Joaquín A. Pequeñas Historias de Gijón. (Del archivo de un periodista). Gijón, 1969, pág. 234, y Proyección nacional de la villa de Jovellanos. Gijón, 1959, págs. 241 y 242. 165 Fueron estos: Doña Virginia San Pedro, doña Purificación Alvargonzález, Miguel Menéndez Zarracina, don Zoilo García Sala y don José Cienfuegos. (Cosiquines de la mió Quintana, pág. 36). 166 PACHÍN DE MELÁS. Del Viejo Gijón. Dónde piedras hablan. La Prensa, 24 de febrero de 1933. 164 102 Agustín Guzmán Sancho dero programa de reformas para Gijón, nada se deja por tratar: cementerios, anchura calles, empedrado, elevación de los edificios, fábricas fuera de la población, ampliación del Instituto, que consideraba más urgente que la elevación de la estatua de su fundador, etcétera. Comentando este artículo dice Bonet: “Quería el buen gijonés nuevas ordenanzas municipales, a base de planes que existían desde hacía mucho tiempo; una vigilancia, con un reglamento que el público debiera conocer, y un servicio de urgencia para casos de incendio, quimera, desgracia, robo, etc. Era indispensable, también, una nueva división municipal, en ocho distritos, a saber: Cimadevilla, Plaza Mayor, Begoña, Humedal, Cuatro Cantones, Instituto, Arenal y Natahoyo. Un fielato, pero ‘con supresión del bárbaro pincho’; prohibición de fábricas dentro de la población; reformas de enseñanza; transformación del Instituto en Escuela de Náutica y Mineralogía, con arreglo al pensamiento de su fundador; saneamiento de los suburbios; nueva traída de aguas; otro templo parroquial en Begoña; cementerios, cárcel, matadero, etcétera. Muchas de estas proposiciones se vieron cumplidas en distintas épocas”167. Otro artículo que aparece en Cosiquines de la mió Quintana es el que lleva por título Juicios de una descripción inédita, en el que se preocupa por la necesidad del estudio de la Geografía Asturiana, invitando a la publicación de un diccionario Geográfico de Asturias o bien una Geografía Asturiana. Hay que decir que Somoza tenía interés por esta rama del saber como por tantas otras. En este sentido confeccionó un pequeño Diccionario Geográfico, cuyo manuscrito se conserva en la Biblioteca Asturiana del padre Patac. Sin duda uno de los mejores artículos de sus Cosiquines es El libro del Sr. Labra, un comentario a la obra Una villa del Cantábrico de este erudito asturiano. Era el que más gustó a su amigo Fuertes Acevedo, en él hay alusiones al carácter asturiano y al gijonismo, aspectos que estudió con interés, reuniendo abundante material, con el que preparaba una obra que sería publicada en 1979 en nuestros días por José Luis Pérez de Castro bajo el título El Carácter Asturiano y de la que ya hablaremos. En La Opinión publicará Somoza un extenso artículo sobre el puerto, titulado: Por la boca muere el pez o la leyenda de la Dársena, para la que examinó los archivos del Gremio de Mareantes y que reprodujo también en Cosiquines de la mió Quintana. Desaparecidos El Productor Asturiano y La Opinión, llevaba Gijón un año sin prensa, cuando los Señores don Oscar de Olavarría, don Anselmo Cifuentes, don Florencio Valdés, don Ángel García Rendueles y don Calixto 167 Pequeñas historias de Gijón, (Del Archivo de un periodista); págs. 210-211. Biografía de Julio Somoza 103 Alvargonzález adquirieron la imprenta denominada La Comercial en el número 23 de la calle Corrida, donde se imprimía El Productor Asturiano y deciden crear un diario tomando como base sus elementos. El nuevo periódico se llamará El Comercio y será su primer director don Calixto Alvargonzález, íntimo amigo de Somoza. Aquí publicará don Julio su primer artículo jovellanista como ya dijimos, el referente a los Diarios de Jovellanos. Y luego seguirá con abundante colaboración, que casi nunca firmaba. Desde el 12 de julio al 16 de septiembre de 1883 apareció en Gijón un periódico semanal, de carácter veraniego según decía su nombre: El verano. Dice Alonso Bonet que de varios artículos firmados con las iniciales J. S. por coincidir con las del nombre de Julio Somoza, no sería aventurado atribuir a este escritor gijonés y jovellanista, la paternidad de estos trabajos, ya que, además, uno de ellos se dedica por entero a pedir que, de una vez, se cumpla el acuerdo de levantar en Gijón una estatua a Jovellanos en estos términos: “¡Jovellanos! Gijón no te olvida: que hoy más que nunca toca los beneficios que le has legado y, reconocido, cumplirá religiosamente el deber de transmitir tu nombre a las futuras generaciones”168. Es muy posible que estas siglas correspondieran a Julio Somoza, pues hay testimonio de que las usaba, e incluso dieron lugar a un incidente, que el propio interesado se apresuró a aclarar. Había aparecido un artículo en El Porvenir, titulado Recuerdo de Gijón, que firmaba las iniciales J. S. El 24 de junio de 1888 envió Somoza al director de El Comercio la siguiente carta: Sr. director de El Comercio. Muy señor mío: Habiendo aparecido últimamente en el periódico de esta villa, El Porvenir, un artículo titulado “Recuerdo de Gijón”, suscrito con las iniciales J. S., que contiene varias inexactitudes históricas, amén de otras intempestivas alusiones personales cuyo objeto ignoro; ruégole se sirva manifestar en su diario, que dichas iniciales, no corresponden en manera alguna a mi nombre y apellido; pues harto saben de antiguo los que me conocen, que jamás necesité de procedimiento semejante, para sostener en buena y honrosa lid, cuantas afirmaciones salieran de mi pluma. Con cuyo motivo, tiene el honor de ofrecerle el testimonio de su distinguida consideración, s.s.s. q.b.s.m. JULIO SOMOZA169. En 1888 nace El Musel. El 8 de agosto de 1891 inserta, bajo la firma de Somoza, una interesante relación de objetos depositados de las diversas 168 169 Proyección nacional de la villa de Jovellanos. Gijón, 1959, pág. 257. El Comercio, 26 de junio de 1888. 104 Agustín Guzmán Sancho estancias en la casa natal de Jovellanos, los que pertenecieron al sabio. Es un auténtico documento, como se titula, en el que se describen papeles, libros, retratos efigies, mesas, lápidas, objetos en general y el lugar donde se encontraban. Hasta aquí los periódicos de Gijón, pero ya hemos hablado en varias ocasiones de “La Ilustración Gallega y Asturiana”, donde tuvo la idea de crear una sección bajo el título Preguntas e Investigaciones con el objeto de hacer del periódico un vehículo de comunicación, al servicio de los investigadores; se trataba de hacer preguntas, que podían ser contestadas por cualquier erudito que las supiera. Es una idea muy en línea con el espíritu de La Quintana. La sección la inauguraría él dando respuesta de los distintos domicilios que tuvo Jovellanos en Madrid. Serán recogidas estas preguntas e investigaciones en Cosiquines de la mió Quintana. En la Revista de Asturias y El Carbayón también publicó abundantemente, sobre todo en éste último. Aquí publicará de sus artículos muy interesantes que llevan el título genérico de Diálogos Gijoneses, en total cinco artículos: tres dedicados a la vieja cuestión de la policía urbana, de la que tiempo atrás le había costado verse envuelto en litigio, y otros dos sobre el Instituto. No deja de ser curioso que escriba sobre Gijón en el periódico de Oviedo. Los días 19, 20 y 26 de junio de 1888 verán la luz pública tres diálogos continuos sobre Servicios de policía, seguridad y vigilancia, entre un forastero y un vecino de Gijón. Aquí vuelve sobre su tema de siempre, la necesidad de una modernización de las ordenanzas municipales de Gijón, ya que las últimas eran de 1844; da interesantes datos sobre población; echa de menos la rotulación de las calles; se interesa por los servicios de limpieza; la prevención de los vientos; etcétera. Somoza recorría con interés todas las calles de Gijón, buscaba ver para conocer. Esta afición la mantendría incluso hasta su muerte. Como ejemplo del celo que ponía en la vigilancia de todo cuanto se refería a su pueblo natal, cuenta Joaquín Alonso Bonet la siguiente anécdota: “En una ocasión —creo que fue en 1928— se detuvo en la calle para decirme, con su charla viva, en que arrastraba, un poco, las erres: — He leído que el censo de Gijón se eleva, actualmente, a sesenta mil habitantes. Eso tiene que estar equivocado, o falseado. El cálculo puede hacerse enseguida. Nuestra villa tiene hoy unas dieciocho mil habitaciones o viviendas, según datos ciertos. Suponiendo un mínimo de cinco vecinos, por cada una, la población verdadera es, indefectiblemente, de noventa mil habitantes. En cuanto tengas ocasión, di esto en tu periódico”170. 170 Pequeñas historias de Gijón, (Del Archivo de un periodista); pág. 211. Biografía de Julio Somoza 105 En 1887, una nueva polémica surgirá en torno al Instituto. Decretada la ampliación del edificio, tal y como profetizó su fundador: “se ejecutará la primera parte y quedará la segunda para la posteridad”, Somoza vuelve a salir a la prensa, atento siempre a cuanto importe al Instituto. Bajo el título Reforma del Instituto aparecerá los días 5 y 6 de julio de 1888 en El Carbayón de Oviedo un interesante diálogo. Sus interlocutores son un comerciante, un vecino, un catedrático, un abogado y un periodista. A través del diálogo surgen todas las inquietudes en torno a la obra: eso de derribar el Instituto obra de Jovellanos, para hacer otro es delicado, dice el comerciante. Los interlocutores hablan sobre los planos, si van a ser los de Villanueva o no; si pintaba algo o no en el nuevo edificio una donde se pensaba trasladar los restos de Jovellanos; la distribución, el presupuesto, plazos, etcétera. En El Carbayón también expuso ampliamente sus ideas sobre la prensa. La razón es probable que fuera un artículo aparecido el día 10 de octubre de 1890 en el periódico de Oviedo, en el que se transcribía otro publicado en Gijón, en el que se avivaba la eterna rencilla entre ambas poblaciones, y en el que entre otras cosas se podían leer estas referentes al proyecto del puerto del Apagador: “¿No creen, por lo tanto, los buenos gijoneses, que la mejor prueba de que a Gijón convienen las reformas y ampliación del puerto actual, es la oposición de Oviedo?”. Somoza, que presumía de gijonismo, se aparta de estas viejas rencillas en aras del sentido común, y remite para su publicación en El Carbayón un artículo titulado La prensa en Gijón, que apareció los días 11, 12 y 13 de noviembre siguientes. En este escrito pasa revista a la historia del periodismo gijonés, desde sus comienzos en 1851, en que Juan Junquero Huergo llevaba a cabo la publicación quincenal titulada: Archivo General de Gijón, seguida en 1853 de El Gijonés, hasta el presente. Para él esta primera época hasta 1868, en que desapareció El Norte de Asturias, sólo presenta dos aspectos, el literato y el urbano, caracterizado siempre por una templanza y moderación en el lenguaje, cual lo pedía la gravedad de los redactores que en ella figuraban. Pero a partir de esta época entra —dice— un nuevo factor a revolucionar la prensa: la política. Esta nueva prensa hasta 1873 simbolizaba para Somoza la tumultuosa efervescencia de un periodo caótico y, por tanto, podía justificar que los intereses urbanos sufrieran un gran eclipse ante las luchas electorales y la constitución y disolución de clubes, comités, asambleas y demás componentes del repertorio de la política demoledora. Lo peor vino después, cuando en 1876 estalló en Gijón los bandos de apagadoristas y muselistas, en defensa de la ampliación del puerto local y de la creación de otro nuevo en El Musel respectivamente. Aparece entonces una prensa anónima, cuyos artículos no se firman, que recurría al personalismo y la difamación. Y esta era para Somoza la raíz de todos los males periodísticos del momento. 106 Agustín Guzmán Sancho Sobre el anonimato en la prensa vierte Don Julio con todo el genio de su temperamento estas frases: No; el que es severo y digno, no puede sin menoscabo de su buen nombre, descender a semejante terreno. Por más que el despecho, la ira, el antagonismo o la venganza, arrastren a algunos, a injuriar, calumniar o vilipendiar a sus semejantes, no estaría “jamás, ni en ningún caso, justificada la detractación” por tan reprobado sistema. La entereza, el desdén, el desprecio y el silencio, son las únicas armas que las gentes sensatas pueden y deben emplear. Si la acusación fuere de tal género que no pudiere el ofendido sin desdoro o menoscabo ampararse del silencio, entonces cabe la justificación honrosa, en términos mesurados y corteses, que pongan en parangón con fuerte relieve, la nobleza del que se sincera, con la villanía del que violenta e inmotivadamente ataca. En rigor, el publicista hábil, no debe dar motivo para que las cosas lleguen a semejante extremo: quienquiera que tenga bien sentada su reputación, ha de tener siempre en más el concepto público, que no juzga a las personas por incidente o percances del momento, que el efecto pasajero de la mortalidad anónima. Como solución a este problema propone obligar a poner en el periódico el nombre de su Director, para que sirviera de garantía al público de que siendo una persona respetable no estamparía en su periódico cuanto fuera contra la honra o el decoro de los ciudadanos, y al mismo tiempo de garantía de las ideas que el periódico defendiese. Por su parte, el Director tendría interés de esta manera en que los artículos se firmasen y nadie rehusara la responsabilidad que a cada uno le incumbiera. En contra de lo que oía decir, para Somoza un periódico no es algo que pueda improvisarse: Desde luego llama poderosamente la atención, que en un pueblo comercial, donde todo se tasa, se justiprecia y se aquilata lo inverosímil, se tenga por artículo de fe, que un periódico es cosa de improvisación o punto menos, y hasta se añada que “vive solo” y que “da dinero”. Pues bien; un periódico “malo” (hablo de su estructura) “cuesta dinero”, y cuanto más digno y decoroso sea, tanto más dinero costará. El periódico (descartada su misión progresiva y de enseñanza) puede equipararse con una mercancía: a mayor bondad, mayor coste; cuanto más crédito tengan las firmas de sus redactores y el nombre de su director, más vivirá en el mercado; cuanto más alto se pague la firma de sus colaboradores, tanto más valdrá en la plaza. Somoza no es sólo cronista de libros, sino también de periódicos; no lee sólo el pasado de Gijón, sino también el presente, el Gijón vivo, el de las polémicas, aquel de la prensa diaria. Por eso presume conocer el carácter de sus paisanos. Está al cabo de la calle. ¡Cuánto le importaba todo lo gijonés! El Biografía de Julio Somoza 107 24 de abril de 1890, bajo el título Evolución de un pueblo (Plano de ensanche y reforma de Gijón), tiene ocasión de escribir en El Carbayón (una vez más) un enjundioso estudio sobre el ensanche de la población, un ensanche que se pensaba llevar a cabo según el proyecto del ingeniero don Javier Sanz, terminado en 1883, pero que todavía, siete años más tarde, ni siquiera estaba aprobado. ¡Qué erudición la de Somoza! ¡Cuánto sabe de terrenos, de rasantes, de vecindario, de edificios ruinosos, de plazas, de terrenos bajos, de terrenos húmedos, de fuentes, etcétera! Ya muy anciano, recorría en grandes paseos todos las calles y rincones de Gijón, buscando con sus ojos vivos, cuanto pudiese ser digno de anotar en su prodigiosa memoria, siempre al acecho de una noticia con que llenar la historia de su villa. CAPÍTULO 5 La pasión jovellanista 1.— Rescatando del olvido La infatigable labor de Somoza en torno a la vida y la obra de Jovellanos fue tan encomiable como amarga; su pasión incondicional por don Gaspar, fuente de amarguras. Desde sus comienzos, el panorama que descubre a su alrededor es desolador; se puede decir que apenas nadie se interesa por Jovellanos. Él se encargará de hacer despertar a los eruditos del país del letargo u olvido hacia la persona de su admirado Jovino. No hay quien lo niegue, ni quien lo dude: Somoza ha rescatado para la historia la figura del prisionero de Bellver. Menéndez Peláez ha señalado que “a finales del siglo XIX, cuando Somoza empieza a publicar sus primeras investigaciones sobre la vida y la obra de Jovellanos, la figura del ilustrado gijonés permanecía si no relegada, sí, al menos, desconocida en los aspectos más existenciales y humanos, al no haber publicado todavía alguna de sus obras más reveladoras para conocer el talante de su persona”171. Dejando a parte las obras de carácter general que se ocupan de Jovellanos en algún capítulo o con ocasión de alguna referencia, y aquellas otras que constituyen artículos o comentarios a la vida de Jovino, que por otra parte no se puede decir que abunden, son escasísimas las obras que se interesaban decididamente por don Gaspar antes de que Somoza se ocupara de él. Podemos fijar el comienzo de la década de los ochenta como la fecha a partir de la cual se va a notar un incremento del interés por Jovellanos, tanto en la prensa asturiana como en la nacional, debido a la influencia y el interés de Somoza. A él se debe sin duda que el nuevo periódico de Gijón, El Comercio, del que era uno de sus promotores su amigo Calixto Alvargonzález, se interese por la figura de Jovino, dedicándole anualmente en fecha 27 de 171 MENÉNDEZ PELÁEZ, Jesús. Prólogo a la edición facsímil de Las Amarguras de Jovellanos. Gijón, Editorial Auseva, S. A., 1989; pág. VIII. 110 Agustín Guzmán Sancho noviembre, aniversario de su muerte, su homenaje. A Somoza se debe también el interés de Gumersindo Laverde por el personaje y que éste contagiase ese sentimiento a Menéndez Pelayo, quien con su artículo publicado en El siglo futuro llevará la inquietud a toda España. A partir de aquí aumentan los trabajos en revistas y periódicos. Pero ninguno tendrá comparación con el esfuerzo de Somoza. Todo se reducirá como él mismo diría a: Superabundancia de poesías; discursos y oraciones encomiásticas; plagios de Ceán a diestro y siniestro, tal cual juicio parcial y agresivo con marcada tendencia en su autor a singularizarse; alguna que otra disertación pletórica de citas, denunciadora de la vacuidad del ingenio; esfuerzos plausibles, pero insuficientes, para abarcar en toda su plenitud la empresa que se intentaba acometer, datos y referencias apreciables para utilizados con ventaja172. Hasta este momento las biografías de Jovellanos eran insuficientes: La Relación de Sampil es pobrísima y meramente incidental, la biografía de Posada, a juzgar por su corto volumen y escasa crítica del autor, no debe ofrecer materia digna de provecho, y únicamente Ceán presenta un bosquejo sumario, explotado, ya de un modo hasta abusivo173. En cuanto a las obras de Jovellanos el único intento serio habían sido los dos tomos de las Obras publicados por Nocedal, en cuya realización, como ya vimos, habían tenido tanta participación el catedrático del Instituto Junquera Huergo, ayudado por Alonso Fernández Vallín. En el prólogo figuraban unas referencias de Jovellanos, que fueron luego publicadas por Nocedal como biografía. En definitiva, nada hay a lo largo del siglo XIX, (como tampoco lo habrá en el XX) que pueda compararse a la labor desarrollada por el que es, sin duda, el mayor de los jovellanistas. Quedaba, pues, una enorme cantidad de manuscritos sin publicar. Había muchísimo que recopilar. 2.— Cosiquines de la mió Quintana De su primer esfuerzo por Jovellanos, del Catálogo de manuscritos, ya hemos hablado, toca ahora referirnos a las demás obras jovellanistas. En Cosiquines de la mió Quintana, además de lo relativo al Instituto: Salón de Bocetos, Biblioteca, Manuscritos, etc., reproduce su artículo sobre los Diarios, aparecido en la Ilustración Gallega y Asturiana acompañado de un apéndice en el que recoge el estado de la cuestión de su impresión. Reproduce la carta 172 173 Inventario de un jovellanista. Cap. IV; pág. 135 Ibídem. Biografía de Julio Somoza 111 enviada a Nocedal en la que le pedían sus amigos y él que les permitiera hacerse con los Diarios para su publicación, en el caso de que él no la llevase a cabo. Ya vimos cómo surgió aquí su primer desengaño y disgusto como jovellanista, al abandonarle aquellos amigos que le respaldaron y le hicieron embarcarse en aquel dulce sueño. De sus Cosiquines no se sentirá con el tiempo muy satisfecho e incluso llegó a retirarlo de la circulación según la respuesta que da a Menéndez Pelayo cuando ya reconciliado con él le pide un ejemplar: En cuanto alcance un ejemplar de las Cosiquines, se lo remitiré; en el bien entendido, de que nada vale lo que contiene, (por lo cual lo retiré de la circulación) salvo un diálogo sobre los Bocetos de este Instituto, que tengo por lo menos malo. Mírele con benevolencia y, luego, arrincónele. No obstante su opinión, había a nuestro entender algo también valioso: la Noticia de varios retratos de Jovellanos y la Correspondencia reservada de Theresina del Rosal con D. M. G. DE JOVELLANOS, trabajos netamente jovellanistas. Las cartas pertenecían al archivo de La Quintana pero en ellas lleva a cabo Somoza una importantísima labor de identificación de personajes y lugares, y de transcripción de palabras, tarea difícil teniendo en cuenta que la correspondencia entre Pedro Valdés Llanos (Theresina del Rosal) y Jovellanos se hacía en bable y bajo seudónimos para burlar la prohibición que recaía sobre Jovellanos en Bellver. 3.— Nuevos Datos En 1885 publica Somoza con el respaldo de La Quintana (queremos decir con el material que le proporciona) el libro Jovellanos —Nuevos Datos para su biografía recopilados por don Julio Somoza y adornados con la genealogía de Jovellanos, su retrato hecho por Goya, el facsímil de su firma, su escudo, escribanía y sillón, y su sepulcro. La obra llevará esta dedicatoria: Al Excelentísimo Señor don Leopoldo Carvajal, Benemérito Presidente de la Sociedad de Naturales de Asturias en la Habana, dedica la presente obra, en testimonio de la admiración que siente por los hijos ilustres del Principado. Para ilustrar los Nuevos Datos escribe el autor a su hermano, entonces destinado en Oviedo, para que adquiera una fotografía o grabado relativo al monumento dedicado en esta ciudad a Jovellanos. No hay ninguno, y entonces es el propio Manuel Somoza quien hace un ligero apunte del 112 Agustín Guzmán Sancho mismo, tanto de la vista general del monumento como de los detalles de los escudos174. El estudio Preliminar es una muestra de su espíritu hipercrítico. Por una parte, critica a Nocedal por su biografía de Jovellanos. Sospecha que no publica el tercer tomos de las Obras Completas de Jovellanos por culpa de sus prejuicios partidistas. Por otra parte, critica el Exámen teológico-crítico del sacerdote Miguel Sánchez, con toda razón. Y por último, arremete también contra Menéndez Pelayo por su artículo Vindicación de Jovellanos publicado en El Siglo Futuro. Aunque nos parece que acierta en casi todo, no por eso hay que olvidar que este largo Preliminar está escrito en un momento en que Somoza había perdido la esperanza de ver publicados los Diarios. Está motivado por la decepción de sus amigos y por el sentimiento de frustración de sus esperanzas. 4.— Las amarguras Por otra parte, hay que tener en cuenta que aquel año sufre Somoza el duro trance de la muerte de su padre. A las seis de la tarde del 2 de octubre de 1885 dejó de existir el viejo Coronel de Artillería. Su hijo Julio, soltero, vivía en el domicilio paterno, calle Santa Lucía, núm. 25, de modo que siguió muy cerca el proceso de la enfermedad de su padre. En las gacetillas de El Comercio aparecieron al día siguiente estas frases de recuerdo: “Buen padre, amantísimo esposo, ciudadano intachable y militar distinguido por sus dotes de ilustración y valor probado, su muerte es muy sentida en este pueblo, donde contaba con las simpatías generales del vecindario”. Y terminaba con la vieja fórmula romana: “Séale la tierra leve”, lo que prueba que el gacetillePudieron haber servido estos apuntes para el que aparece en la obra, pero no es seguro. He aquí la carta en que Manuel Somoza envía a don Enrique Rubiños los apuntes, recogida del Archivo Histórico de la FUNDACIÓN ALVARGONZÁLEZ, 53/1: Oviedo, 8 de julio de 1884. Sr. Dn. Enrique Rubiños. Muy señor mío: acabo de recibir carta de mi hermano Julio, de Gijón con motivo de la obra sobre Jovellanos de que se ocupan VS. Me dice que procure adquirir fotografía o grabado relativo al monumento que hay en esta, dedicado a la memoria del ilustre asturiano. No hay ninguno; y en vista de ello, acabo de hacer el ligero apunte que le remito, así como detalles de los escudos laterales, que son el de la izquierda (del observador), el de Asturias, o sea, la cruz de la Victoria; y el de la dcha. el de Jovellanos. Los adornos y coronas son iguales y solo difieren los timbres colocados dentro de los respectivos óvalos. Aprovecha la ocasión para ofrecerse suyo affmo. s. s. q.b.s.m. MANUEL SOMOZA DE MONTSORIÚ. Capitán de Artillería en la Fábrica de Armas. 174 Biografía de Julio Somoza 113 ro habría de conocer muy de cerca los gustos epigráficos de don Julio. Los días 6, 7 y 8 siguientes tuvieron lugar las exequias en la iglesia parroquial de San Pedro, según avisaba la esquela, aparecida en dicho diario, en la que por cierto se nombraba al finado como José Somoza de Montsoriú y Castro. Dos años más tarde, el 2 de julio de 1887, moría la madre de Somoza, doña María del Pilar García Sala y Blanco, la hija de la pupila de Jovellanos. La enfermedad había durado varios meses. Y también su hijo, que seguía soltero sin abandonar el domicilio paterno, debió sufrir día a día el largo y doloroso trance. Y el diario local se hizo eco igualmente del triste suceso de la muerte de la virtuosa señora, cuyos funerales se celebraron los días 4, 5 y 6 siguientes en la Iglesia Parroquial de San Pedro175. A los seis meses de la muerte de su madre, Somoza, soltero y solo, a los treinta y nueve años decirse casarse con la madre de su hija. El 8 de enero de 1888, contrajo matrimonio canónico en la iglesia de San Pedro de Gijón con doña Josefa Menéndez Sánchez, de cuarenta y tantos, soltera y madre, además, de otra hija llamada María Ángeles Melendreras Menéndez. Es muy probable que los padres de Somoza no aprobasen esta boda y por eso esperó a su fallecimiento para legitimar con el matrimonio la filiación de su hija. Don Julio no negó nunca su paternidad, es más la reconoció incoando el oportuno expediente, en virtud del cual, la niña, que había nacido el 27 de marzo de 1876, figura inscrita en el libro Registro de Nacimientos de aquel año, en fecha 17 de mayo, con los nombres de María del Amparo Somoza Menéndez. El matrimonio no tendrá más hijos. De modo que de la noche a la mañana Somoza se ve con una nueva familia. En medio del dolor de la pérdida de sus padres y en medio de la ilusión del nuevo hogar continuará su labor jovellanista. Creemos que estas circunstancias pudieron haber sido suficientes para desarrollar en él una especial sensibilidad. Sensibilidad que produjo una de las biografías más sentidas de la literatura asturiana: Las Amarguras de Jovellanos, una obra verdaderamente deliciosa. Somoza se vuelca aquí hacia su personaje, lo cotidiano del personaje se vuelve clave de la historia. Lo pequeño e insignificante de cada día, se hace trascendente. Y eso que aún no ha leído sus ansiados Diarios. Pero le basta el resumen de Ceán Bermúdez, que publicó en sus Nuevos Datos; le basta tanto y tanto como ya tiene leído e investigado. La idea en principio era que la obra fuera subvencionada por el Ayuntamiento. Con este fin envía una larga instancia que por su interés y por las razones jovellanistas que en ella se vierten reproducimos íntegramente: 175 El Comercio, 4 de julio de 1887. Agustín Guzmán Sancho 114 Sr. Presidente del Ilustrísimo Ayuntamiento de Gijón. Ilmo. Sr. Don Julio Somoza y García Sala, hijo de esta villa y avecindado en ella, tiene el honor de elevar a su respetuosa consideración la siguiente solicitud, por si tuviera en su imparcial juicio, méritos suficientes para ser presentada a la Ilustre Corporación que dignamente preside. Dolido profundamente el que este expone de que la venerable figura del inmortal patricio don Gaspar de Jovellanos, no hubiera recibido hasta el presente en su pueblo natal un testimonio que acreditase así el amor que su nombre nos inspira, como la gratitud que todos le debemos, concibió el proyecto de redactar un nuevo estudio biográfico, que, a la par, pusiese de relieve las dotes de carácter que adornaban a tan benemérito escritor, así como los diversos juicios que en estos últimos años hubiese merecido a la crítica europea, acompañando todo de nuevos y curiosos documentos que confirmaran los singulares méritos de tan eminente personalidad. Otras consideraciones moviéronle también al proponente a activar su trabajo, poniendo en él todo el esfuerzo intelectual posible, así como el mayor empeño, para que fuera digno del esclarecido varón cuyas vicisitudes relatamos. Era una de aquellas, que mientras su recuerdo había merecido en otras localidades, y aún fuera de España, ediciones completas de sus obras, traducciones a diversos idiomas, lápidas, monumentos conmemorativos y aun estatuas, aquí en su patria, a cuya prosperidad consagró todos sus esfuerzos, nada se había realizado que recordase su ínclito nombre y esclarecidos hechos. Pasó el centenario de su nacimiento en 1844, y pasó, por desgracia, desapercibido. Cierto, que a las veces, los periódicos locales dedicáronle tal cual humilde tributo en algunos de sus aniversarios; y cierto también que, con monumentos o sin ellos, su recuerdo vive florido y perenne en el corazón de todos los gijoneses. Pero ni en su casa natal, ni en el Instituto, ni en su Biblioteca, ni en el pueblo mismo, se ve alguno de esos testimonios que recuerden su grandeza. El triste monumento funerario en la iglesia de San Pedro, si inspiró amargas estrofas, también sugirió acerbas críticas a los escritores ingleses; y a otros extranjeros que vieron sus obras impresas en Rusia antes que en su propia patria. Afortunadamente, un movimiento de próspera reacción se ha efectuado en nuestro pueblo; y la terminación del Instituto, obra inspirada de Jovellanos, y que legó a la prosperidad; la erección de una estatua ya en víspera de realización; el suntuoso enterramiento que en el propio Instituto se Biografía de Julio Somoza 115 le prepara, y la construcción del grandioso puerto de El Musel, cuya noble iniciativa le pertenece, obras son de nuestros contemporáneos, y del plausible esfuerzo de esa Ilustre Corporación, cuyos honrosos timbres por nadie serán puestos en duda, ante el severo fallo de los venideros. Por lo tanto, si entendiera la benemérita Representación popular que el humilde trabajo, que le presenta, con el título de Las Amarguras de Jovellanos, mereciera de su parte, los honores de la publicidad, veríanse satisfechas las aspiraciones del que suscribe, que no son otras que las de rendir un modesto tributo literario, a la memoria de aquel que tan grandiosas obras produjo, y cuyo nombre resuena con aplauso universal, donde quiera que se veneren la virtud y el saber. Dios guarde la vida de V. S. prósperos y dilatados años. JULIO SOMOZA Y GARCÍA SALA176. En sesión ordinaria del 6 de abril de 1889, presidida por el Alcalde don Alejandro Alvargonzález, amigo de don Julio, se acordó que informasen las Comisiones de Instrucción Pública y de Hacienda. En la sesión del 27 de abril, presidida por el Teniente de Alcalde don Antonio Rodríguez San Pedro se dio cuenta de dichos informes mostrándose su conformidad con ellos. La comisión de Instrucción Pública formada por don José Menéndez, don Jesús M. Acebal y don Antonio Rodríguez San Pedro, vio bien la idea, manifestándolo así en un informe de fecha 24 de abril de 1889 en estos términos: “La Comisión de Instrucción Pública que suscribe, ha examinado detenidamente la obra, cuya impresión se interesa, en la presente instancia, y reconociendo la suma de datos y de estudios que el autor ha logrado y sabido reunir en ella, teniendo presente, además, que el Municipio de Gijón es quien, en primer término, debe consagrar a la memoria del insigne gijonés y eminente patricio don Gaspar Melchor de Jovellanos un tributo de admiración y de respeto, que a más de la estatua que pronto se ha de inaugurar, sea también, legado meritorio para las generaciones venideras el libro de que se trata. Cree la Comisión que el Ayuntamiento debe acceder a lo que se solicita, siempre que la de Hacienda y la Corporación lo crean posible y conveniente”. La Comisión de Hacienda, que formaban los señores: don Antonio Rodríguez San Pedro, don Alejandro Blanco, don Jesús M. Acebal, don Andrés García Castañón, y don Casimiro Domínguez-Gil y Labarrieta, con fecha 25 de abril de 1889 presentó el siguiente informe con las siguientes puntualizaciones: “La Comisión de Hacienda en vista del dictamen favorable de 176 A. M. G. Expediente 38/1889. También aparece recogido este escrito en el correspondiente libro de Actas. Sesión del 6 de abril de 1889, págs. 278-279. Y se publicó en la prensa, de donde lo recogió Somoza para incorporarlo a su proyectada obra La Esquirpia. 116 Agustín Guzmán Sancho la de Instrucción Pública y de la situación del empréstito municipal, hoy agravada con los intereses y amortización de la obligación moral que la representación del pueblo tiene contraída de favorecer en todo lo que redunde a extender la fama de tan esclarecido hijo, como lo es el Excmo. Sr. D. Gaspar Melchor de Jovellanos, honra de Gijón por sus talentos y virtudes, deben de buscarse los medios menos gravosos para la publicación de su obra objeto de este dictamen y, por lo tanto, proponemos a la Ilustre Corporación lo siguiente. 1º El Ayuntamiento podrá autorizar la publicación de una edición única bajo las bases de un contrato especial con una casa editorial la que entregaría al autor de la obra y al Ilustre Ayuntamiento el número de ejemplares gratuitos que se conviniese, quedando el resto para que a la casa editorial le quedase el beneficio de su venta. 2º En el caso de que las condiciones establecidas por la casa impresora no conviniesen a la Corporación podrá ésta hacer un contrato e impresión por un número de ejemplares determinado, de los cuales entregaría al autor de la obra un número dado, quedando el resto a disposición de la Corporación que disfrutaría de su plena propiedad. 3º Celebrado que sea el contrato, con arreglo a uno de los dos proyectos anteriores, deberán de comunicárselo al autor dándole las debidas gracias por la dedicatoria, que de la obra hace a esta Ilustre Corporación y suplicándole su cooperación para la corrección de pruebas y demás detalles de impresión. 4º Como sea ésta la primera obra, que en honor de Jovellanos vea la luz pública en Gijón con el concurso de su municipio, cree la Comisión que en el caso de que el Ilustre Ayuntamiento acuerde la impresión de ella, se consigne en el acta como especial recuerdo a la memoria del Ilustre Gijonés, y también que se imprima el acuerdo al frente de la edición, en honor de la memoria de tan esclarecido patricio. 5º Que para dar mayor solemnidad a este acuerdo no se publique la obra hasta la época de la inauguración de la estatua de Jovellanos, en cuyo acto se entregarán ejemplares a los convidados al acto. Sin embargo, de lo expuesto, la Ilustre Corporación resolverá como siempre, lo que estime más conveniente”. Acordado según este informe y comunicado el acuerdo a Somoza, éste no ve bien el que tenga que esperar hasta la inauguración de la estatua de Jovellanos, que se había acordado levantar en 1880 y, por tanto, en su opinión sabe Dios cuándo se llevaría a cabo. En efecto, aún faltarán dos años para la colocación de la estatua en la actual Plaza del 6 de Agosto. Además, acaba de encontrar un impresor que le Biografía de Julio Somoza 117 ofrece un buen precio y quiere aprovechar su oportunidad. Así se lo dice a su amigo y primer Teniente de Alcalde don Antonio Rodríguez San Pedro en carta a la que acompaña un oficio: Sr. D. Antonio Rodríguez San Pedro. Muy señor mío y estimado amigo: Tengo la fortuna de encontrar un impresor que se compromete a imprimir mi obra por un precio muy económico y aprovechando esta coyuntura que no siempre se presenta, me decido a darla a la estampa y a mis expensas. Como las condiciones fijadas por los Señores de la Comisión de Hacienda distan mucho de las que ordinariamente se estipulan en los contratos editoriales y, además, aplazan de un modo indefinido la época de la impresión de mi obra, pues de aquí a entonces podemos perecer todos, ruégole se sirva dar lectura, si lo tiene a bien, en la sesión próxima, del adjunto oficio, para que la corporación resuelva lo que tenga por conveniente, en la inteligencia de que no puedo ya demorar ni revocar mi propósito. B.L.M. de esas Srías. y se ofrece a sus órdenes en todo, su afmo. amigo y s. s. q. b. s. m.177. En el oficio que acompañaba a la carta y que fue leído en la Sesión del día 8 de julio de 1889, que presidió el propio Rodríguez San Pedro, proponía al Ayuntamiento que le ayudase con la cantidad de mil pesetas: Habiéndome enterado detenidamente de las condiciones propuestas para la impresión de mi obra Las Amarguras de Jovellanos, siento mucho manifestar que no me es posible aceptarlas porque las considero perjudiciales para mis intereses, en cuanto prorrogan por un tiempo indeterminado la publicación de dicho modesto trabajo. Pero deseoso al propio tiempo de conservar a esa digna Corporación la representación y participación debidas en dicha obra, espero se sirva conceder para su impresión una ayuda de mil pesetas, a trueque de doscientos ejemplares que entregaré en cuanto aquella se termine. Si esa IIIª. corporación que dignamente preside aceptase esta propuesta ruego a Vd. disponga se me comunique de oficio con la brevedad posible, para el más rápido cumplimiento de esta oferta. Gijón, 8 de junio de 1899 JULIO SOMOZA Y GARCÍA SALA Sr. Alcalde Presidente del Ilustrísimo Ayuntamiento de la Villa y concejo de Gijón. 177 A. M. G. Expediente 38/1899. 118 Agustín Guzmán Sancho En dicha sesión el Ayuntamiento acordó acceder desde luego a lo propuesto por Somoza, pero suspendiendo el abono de la subvención o ayuda hasta el próximo ejercicio económico, es decir, el mes entrante, con cargo al capítulo de Imprevistos, por no contar en el presupuesto actual con fondos de qué disponer178. Y así se imprimió en la imprenta de don Anastasio Blanco, situada en el nº 5 de la calle Los Moros de Gijón, la obra cuyo título completo rezaba: Las Amarguras de Jovellanos, bosquejo biográfico (con notas y setenta y dos documentos inéditos) por Julio Somoza de Montsoriú, natural del Principado de Asturias. La tirada fue de 500 ejemplares numerados y rubricados, de los que doscientos fueron para el Ayuntamiento, a quien, además, iba dedicado el trabajo con estas expresiones: Al Ilustrísimo Ayuntamiento Constitucional de la Villa y Concejo de Gijón, en testimonio de respeto, y como justo homenaje que consagra a la virtuosa memoria del más esclarecido de sus hijos, gloria de este pueblo, honor de Asturias, y timbre imperecedero en los anales de la Patria. En prueba del mimo, entusiasmo y ardor jovellanista con el que se llevó a cabo esta obra basta con leer el colofón: Este libro, el primero que se publica en Gijón en loor de Jovellanos, fue costeado por los representantes del pueblo, y comenzó su impresión el día 6 de agosto de 1889, LXXVIIIº aniversario de la llegada de aquel insigne repúblico a su villa natal; después de diez años de ausencia y siete de injusta y rigurosa prisión en la isla de Mallorca.— Hízose la estampación, con especial esmero, en el taller tipográfico de Anastasio Blanco, hijo de esta villa, y bajo su dirección y cuidado. La obra será comentada en El Carbayón de Oviedo con frases laudatorias para el autor: “Ninguno de los biógrafos, y de cuantos con trabajo vario se ocuparon en la existencia y en los escritos del esclarecido autor del Informe sobre la Ley Agraria, aventaja al Señor Somoza que, poseedor de elementos, no aprovechados o no vistos por Posada, Ceán, Cañedo, Nocedal, Menéndez Pelayo y otros, ha sabido trazar como ninguno aquella vida sin mancha, donde resplandece, con virtud probada, aquel hombre verdaderamente bueno”179. 5.— La estatua de Jovellanos Creemos no equivocarnos si decimos que esta obra marca sin duda alguna la consagración de Somoza como el mejor jovellanista del momento y de la historia. A partir de aquí su figura se agiganta. Se reconoce su obra como un monumento a Jovellanos: “En plazo breve levantará Gijón monu178 179 A. M. G. Acta de la Sesión 8 de junio de 1899; pág. 424. El Carbayón, 6 marzo de 1890. Biografía de Julio Somoza 119 mento de mármoles y bronces a la memoria de varón tan insigne, timbre imperecedero en los anales españoles, y será esta obra la primera de Asturias, símbolo de admiración para el eximio ministro; pero no se olvide entre júbilo y entusiasmo de ese día deseado, que un escritor gijonés, el Sr. Somoza, con labor perseverante y penosa ha levantado también otro monumento: el representado por su mencionados libros jovellanistas, no terminados todavía, puesto que anuncia en preparación la BIBLIOGRAFÍA JOVELLANISTA y la impresión de ESCRITOS INÉDITOS DE JOVELLANOS”180. En efecto, el año 1891 se levantará la Estatua a Jovellanos y con ella una fecha imperecedera en los anales de la villa de Gijón y de Asturias, todo ello de la mano del que fuera el mayor émulo de Jovellanos: Fernández Vallín. En aquellos actos y acontecimientos se va a oír una voz discordante, la del mayor jovellanista de la historia. Sin embargo, aquel año publicará Somoza como su tributo personal a Jovellanos sus Escritos Inéditos. Forzoso es escuchar primero su voz en aquellas importantes efemérides jovellanistas antes de hablar de este libro. En 1880, el ilustre Ayuntamiento de Gijón, acordó nombrar una comisión, formada por el Sr. Alcalde, que entonces lo era don Anselmo Palacio y García Pumariño, y los gijoneses: Acisclo Fernández Vallín, Consejero de Instrucción Pública, e Hilario Nava Caveda, Diputado del Distrito, como personas influyentes en la Corte, para llevar a cabo la erección de la estatua a Jovellanos, que la ley de 4 de julio de 1865 exigía. La idea fue bien recibida por los futuros componentes de La Quintana, a juzgar por el beneplácito con que la idea era acogida por La Revista de Asturias181. La idea también fue del gusto de Somoza, quien veía en ello uno de los motivos de verdadera honra para Gijón, e incluso parece que habría de contribuir a que se llevara a cabo, si tenemos en cuenta que pudiera ser suyo un artículo aparecido en 1886 en el Boletín del Centro de Asturianos de Madrid, bajo la firma de Un Taurófilo gijonés182, en el que su autor dice haber contribuido a la realización del pensamiento de la estatua de Jovellanos. La tarea de llevar a cabo la estatua fue laboriosa. En un primer momento la suscripción, encabezada por S.S. M.M. los Reyes y la Princesa de El Carbayón, 7 marzo de 1890. La Estatua de Jovellanos en la pág. 126 del T. III, correspondiente al año 1880. 182 Boletín del Centro de Asturianos del mes de septiembre de 1885. El artículo presenta el estilo sarcástico de Somoza; es una oposición abierta a la creación de una Plaza de Toros, fiesta a la que se mostraba contrario; se hacen alusiones al Instituto. También se alude a la lucha entre apagadoristas y muselistas, que Somoza criticó siempre como ejemplo de retroceso en el progreso de Gijón. Termina con expresiones latinas, a las que Somoza era muy aficionado: ¡Gaudete, cive! Iterum dico. ¡Gaudete! Por todo ello parece estar clara la paternidad del escrito. 180 181 120 Agustín Guzmán Sancho Asturias, auguraba una pronta realización. En 1883, Fernández Vallín consideraba suficientes las cantidades suscritas. Sin embargo, la realidad fue otra. La fundición del bronce era una parte importante, la más difícil y costosa y, además, se necesitaban recursos para el resto del monumento. Además, los ánimos se enfriaron. Hubo entonces que acudir a los españoles de Ultramar, tal y como hiciera Jovellanos para su Instituto. Y aún no llegaba lo recaudado y puso Fernández Vallín generosamente el resto183. En enero de 1887 Somoza se impacienta; coincide, además, con la crisis del Instituto; y para falta de colmo se había aprobado en el Teatro Jovellanos el acuerdo de construir una Plaza de Toros, y Somoza al igual que Jovellanos no diremos que no gustaba, sino que odiaba la llamada fiesta nacional. Escribe entonces una carta al director del boletín del Centro de Asturianos de Madrid, publicada bajo el título: Desde Gijón y firmada por X (si no es él no puede ser otro), en la que además de denunciar que cuando se intentan unir apagadoristas y muselistas la política rompe bien pronto aquel lazo de unión y vierte sobre el foso que nos divide hiel y veneno, denuncia la falta de calles limpias, alcantarillado, plazas, fuentes, un gran teatro, además de los Campos Elíseos, etc., para advertir a la vista de tantas carencias, prioritarias a su sentir a la creación de una plaza de toros, que la estatua de este inmortal patricio no se conmovió sobre el pedestal, porque todavía no tiene Jovellanos estatua en el pueblo184. Este retraso era la justificación que daba Somoza para no querer esperar a publicar sus Amarguras con motivo de la erección de la estatua. Eso si no había en él algo de celos jovellanistas. Porque poco a poco se deja traslucir cierta antipatía no hacia la erección de la estatua pero sí hacia la comisión encargada de llevarla a cabo. En el mismo Boletín del Centro de Asturianos en el mes de noviembre aparecía otro artículo en forma de carta al director del boletín, con el mismo título: Desde Gijón, firmado por Un gijonés, que sin duda es de la misma pluma que los anteriores, pues insiste en los mismos temas. En esta ocasión al hablar del proyecto de la estatua dice: que es la vergüenza de Gijón y se lamenta de que los concejales no puedan dar un paso en ese hasta que la comisión recaudadora le comunique el resultado de las suscripciones abiertas. Y añade: Si a ellos llegara mi súplica, yo excitaría a los respetables Sres. Vallín y Nava para que facilitaran al 183 Acerca de los esfuerzos de la Comisión, de la generosidad de Fernández Vallín y demás detalles de la erección de la estatua, véanse los Capítulos XIV, XV y XVI de nuestra obra. Acisclo Fernández Vallín (Consejero de Instrucción Pública). Gijón, 1994. 184 Que el artículo es de Somoza lo prueba el comienzo muy de su estilo con la cita de un refrán: “Mi querido amigo: ‘No tenemos para pan y compramos estampas’; la enumeración de las carestías de la villa son exhaustivas y referidas a la higiene, ornato, trazado de calles, etc.”, que tanto conocía Somoza; la denuncia de la división entre apagadoristas y muselistas fue una constante de Somoza; y por último, su antitaurismo. Biografía de Julio Somoza 121 Ayuntamiento los datos que posean, y a las personas que ofrecieron sumas para estatua rogaría asimismo que se apresuraran a depositarlas en las arcas municipales. Somoza se impacienta claramente. Pero también había otra cuestión con la que no estaba de acuerdo: que la Comisión de la estatua no encargase la obra a un artista gijonés, como era Mauricio Tamargo. En este sentido seguimos leyendo en la citada carta del boletín de Centros Asturianos: En cuanto a la obra, es indudable que será confiada al notable escultor, hijo de Gijón, don Mauricio Tamargo, porque sobre ser un artista de indiscutible mérito, está, como natural de la villa, interesado vivamente en que el inmortal Jovellanos tenga pronto en Gijón el monumento que nos recuerde su gloria y sus preclaras virtudes. Por otra parte, nadie como Tamargo sometería, caso necesario, su proyecto al dictamen de cuantos jurados quisieran fallar acerca de su mérito artístico; porque Tamargo es el primero que desea para Jovellanos un monumento digno de tal nombre. Pues bien, el año antes de proponer al Ayuntamiento que subvencionara la edición de Las Amarguras, la Comisión para la erección de la estatua había presentado con fecha 1 de marzo de 1888 las bases de un concurso para el monumento a Jovellanos, que aparecieron posteriormente en la Gaceta de Madrid185. La opción de un concurso público, que Vallín justificaba a Menéndez Pelayo por ser un compromiso contraído con la Academia de San Fernando, no se veía con muy buenos ojos tampoco por un sector de la opinión pública, a tenor de lo que el diario El Comercio publicaba por entonces. Por su parte, Mauricio Tamargo, que había estudiado en Madrid con Grajera, había donado algunos trabajos para el Instituto, entre ellos un busto de Jovellanos, lo que le convertía en el artista favorito en su tierra para la realización de la obra, sin necesidad de concurso. Conocidas y leídas las bases del concurso, don Julio publicará en El Carbayón un artículo titulado: Estatua a Jovellanos, bajo la forma de una carta dirigida al Señor Barón de Vidayán, personaje tal vez desconocido de la inmensa masa de lectores, pero que como ya sabemos se trataba de su amigo Fuertes Acevedo, quien seguirá el juego publicando otro artículo de contestación. Uno y otro expondrán sus ideas estéticas para el monumento a Jovellanos. Somoza no ve prácticamente nada bueno en las bases. Se muestra, como es costumbre en él, hipercrítico. Para él no debía representarse a Jovellanos con el traje de magistrado, según exigía la base primera del concurso, porque en Gijón todos conocen a Jovellanos vestido con el traje de la época. 185 Con fecha 13 de marzo de 1888 las publicaba El Carbayón de Oviedo; La Gaceta de Madrid, el 11 de mayo de 1888. 122 Agustín Guzmán Sancho Además, la toga da a la escultura un aire triste y deslucido; además, exige un aire, un gesto, una expresión parsimoniosa o circunspecta. Y la severidad, no era nota principal en el rostro de Jovellanos, sino secundaria. Lo que propone Somoza es el traje popular del siglo XVIII, ceñido y airoso. Para él hubiera sido mil veces mejor que la toga, el majestuoso manto de los caballeros de Alcántara, a cuya orden perteneció nuestro egregio paisano. Lo curioso, sin embargo, es que el cuadro que, según sus propias palabras, con mayor vehemencia le cautivaba, era uno de medio cuerpo que se conservaba en Gijón, en la casa natal de Jovellanos, y que lo representaba precisamente con la toga de magistrado186. Critica también el plazo de tres meses y medio concedido a los artistas para presentar sus trabajos: ¿Cree usted —pregunta a su amigo Barón de Vidayán— sinceramente, que en tres meses y medio puede un artista hacer un boceto que represente la eminencia más sobresaliente que produjera España desde el Renacimiento acá? ¿No ha de leer sus obras, ni su biografía? ¿No ha de hacer un estudio comparativo, aunque sea ligero, de los diversos retratos, grabados y bustos que existen? ¿No hará, por breve que sea, una excursión a la patria del autor, para empaparse del espíritu de su obra, y ver de interpretarla con mayor acierto? ¿No pedía demasiado Somoza a un artista?... ¿No sería todo eso más fácil si el artista fuera de la tierra?... Pasa luego a criticar que la Academia se reservase la facultad de introducir las modificaciones que estime conveniente para su mayor perfección y belleza. Y por último, entra en los aspectos económicos. El premio de cuatro mil duros le parece poco teniendo en cuenta que la mitad no se entregaría sino al final de la obra, mientras que entretanto el escultor tendría muchísimos gastos. Critica que exigiéndose que los artistas fueran españoles y los jaspes y mármoles de Asturias, no se exija que se funde en al menos en la Península. En la contestación de su amigo Fuertes Acevedo, bajo la firma El Barón de Vidayán, leemos que era de la misma opinión que Somoza en cuanto a desechar la toga de magistrado ya que “si majestuosa y severa, y respetable hoy como en los tiempos más antiguos, sólo puede y debe figurar en el recinto donde tranquilamente se discuten y promulgan las leyes que han de regir y administrar la nación, o allí donde se distribuye la justicia y se ampara el derecho de los ciudadanos o en la cátedra donde se difunde la ciencia y el saber”. Pero, sin embargo, disiente de su amigo y se inclina por el manto de Alcántara sin que ocultara por completo el traje de la época gracias al talento del escultor que con su genio e inspiración debía lograr colocarle Es de autor desconocido y se refiere a él en el apartado A, c) del Capítulo VIII de su obra Inventario de un Jovellanista; pág. 205. 186 Biografía de Julio Somoza 123 sobre los hombros del ilustre asturiano con el “arte exquisito” que Somoza deseaba187. Somoza al hacer las críticas de las bases termina diciendo que todo eso lo dice con el respeto y acatamiento que me merecen, don Alejandro AlvarGonzález, muy digno Presidente del Ilustrísimo Ayuntamiento de Gijón; y don Hilario de Nava y Caveda. Excluyendo así a Fernández Vallín, miembro de la Comisión que no nombra. Lo que prueba que por esa fecha estaba enfadado con él. No se saben con exactitud, es decir, al detalle, las causas del enfado, ni hemos visto ningún documento al respecto, pero desde luego no debieron ser otras que no guardaran relación con cuanto hemos dicho. La impaciencia de Somoza y probablemente un tanto de celos jovellanistas provocarían las diferencias. Hay que tener en cuenta que nos encontramos frente a frente al mayor émulo de Jovellanos y al mayor jovellanista. A Somoza le consumía el celo por su tierra, porque Gijón tuviera cuanto antes una estatua a Jovellanos; además, sentía el celo de la verdad histórica: por ejemplo, la toga no es ropa adecuada para la estatua porque no la llevó en Gijón. Lo que sí suponemos es que el enfado debió ser a raíz de la aparición de los artículos del boletín del Centro de Asturianos comentados, porque antes, en 1885, cuando publica Somoza sus Nuevos Datos, reproduce en ellos el trabajo Noticia de varios Retratos de Jovellanos que había publicado ya en Cosiquines. En este artículo nombra a Acisclo Fernández Vallín como autor de una copia de la miniatura de Cónsul que reproduce el Goya que representa a don Gaspar en el Arenal, si bien indicando respecto a su calidad artística que se trata de un cuadro realizado sin duda en época de aprendizaje, si hemos de juzgar por la dureza de los contornos y el poco esmero del color. Pero más adelante cuando publique su Inventario la referencia a este cuadro aparecerá en estos términos: de esta miniatura existe también en Gijón una reproducción pésima, hecha en 1848 por don A. F. V. Somoza cuando se enfadaba con alguien le condenaba a las siglas, cuando no a la exclusión de su nombre; y por supuesto, no hay consideración para el artista, cuya obra es ahora “pésima” sin más. Muchos de los temores de Somoza no se cumplieron, la obra fue fundida en Barcelona; el autor percibió 6.000 duros188, y aunque no se presentaron muchos artistas, el concurso no quedó desierto como él pensaba; y no fue un artista de la tierra quien lo ganó sino el barcelonés Manuel Fuxá y Leal. EL BARÓN DE VIDAYÁN. Estatua a Jovellanos. El Carbayón, 9 de julio de 1888. El artículo está firmado así: “En la frontera hispano-lusitana a los 25 días del mes de junio de 1888”. 188 PACHÍN DE MELÁS. Reportajes del Momento: Del homenaje de hoy en Ribadeo. Vida de arte. Seis mil reales y seis mil duros. El Acto. La Prensa, 7 de junio de 1936. 187 124 Agustín Guzmán Sancho En lo que sí acertaba Somoza era en el retraso, ya que las bases preveían que la estatua estuviera colocada el 6 de agosto de 1889 (precisamente la fecha en que se había empezado a imprimir Las Amarguras), y aún pasaron dos años hasta que se llevó a cabo. En realidad fueron dos las estatuas que se inauguraron en aquella ocasión. El día antes, 5 de agosto, se levantó la estatua de Pelayo. No consta que Somoza se opusiera a ella o encontrase algún inconveniente. Recordemos que fue Somoza uno de los más fervoroso defensores y gran impulsor de la idea de levantar en Gijón una estatua a Pelayo. Las fiestas con que Gijón celebró el 6 de agosto de 1891 constituyen uno de los acontecimientos más imborrables e imperecederos de los anales de la villa de Gijón, y a su realce contribuyó en su mayor parte la generosidad de Fernández Vallín, que tras la muerte de Hilario Nava y Caveda quedó como único miembro de la Comisión de la Estatua. Ni que decir tiene que corrió con la mayor parte de los gastos y aun puso lo que faltaba para el total pago del monumento. A través de un par de cartas de Fermín Canella a Fernández Vallín, que nos han llegado indirecta y parcialmente en un artículo que en 1954 escribió Alejandro Alvargonzález, conocemos la enemistad de Somoza hacia el Consejero de Instrucción Pública: “Yo lamento mucho —decía Fermín Canella— la división entre ustedes, y más el genio apasionado y especialísimo de Julio, que le trajo desgracias y le hará vivir entre disgustos. De todos modos, no se olvide de mandarle invitación especial, llamándole escritor jovellanista. Y es verdad: ha hecho más, mucho más que Ceán, Nocedal, Cañedo y todos los otros biógrafos”189. Al final la invitación le fue enviada. Así lo testimonia Pedro Hurlé, en contestación al artículo de Alejandro Alvargonzález: “Que le fue enviada la famosa invitación para los actos culturales celebrados en Gijón con motivo de la inauguración de la estatua de Jovellanos, lo prueba el hecho de las cartulinas que obran en nuestro poder. También guardamos los borradores de varias cartas que el señor Somoza tuvo ocasión de escribir a varias personalidades, relacionadas con el asunto”190. La enemistad debió continuar. Sin embargo, Somoza, siempre más comedido en sus escritos, que en sus palabras, reconocerá que La Comisión tuvo méritos aunque también merece censura. La mayor de todas era la de la ALVARGONZÁLEZ, Alejandro. Julio Somoza, historiador y jovellanista. El Comercio, 25 de julio de 1954. La carta que se cita está fechada en Vistalegre (Colunga), a 28 de julio de 1891. 190 HURLÉ MANSO, Pedro. In memoriam. Don Julio Somoza y García-Sala. El Comercio, 28 de julio de 1954. Las cartulinas se refiere a las invitaciones o entradas. Se conservan en el Archivo de la FUNDACIÓN ALVARGONZÁLEZ. 189 Biografía de Julio Somoza 125 falta de capacidad artística de sus individuos: Y ¿cuál era la capacidad o la competencia “artística” de los individuos de la Comisión que dictaron las bases del concurso? Ni entonces, ni ahora, contestamos a semejante pregunta por dos razones que estimamos poderosas: la una, porque insensiblemente nos conduciría al terreno de las personalidades, cosa que aborrecemos y detestamos con toda el alma; la otra, porque sus individuos habían trabajado con fe y constancia en la ingrata faena de llevar avante una suscripción nacional, y fuera mezquino regatearles el aplauso después de llegar al término de obra tan meritoria191. No hubiera sido justo en absoluto dejar de reconocer ese esfuerzo enorme de la Comisión y especialmente de Fernández Vallín. Pero lo que Somoza no sabía al criticar la competencia artística de los miembros de la Comisión era que Vallín había acudido una y otra vez a Menéndez Pelayo para que corrigiera, enmendara o sugiriera cuanto considerase oportuno acerca de las bases del concurso que habría de aprobar la Academia de San Fernando, y que éste por fin se dignó enviar unas notas para el concurso192. He aquí el juicio que emitió Somoza una vez vio la estatua; juicio a nuestro entender no exento de ironía: Algunos defectillos notamos en la estatua: la cabeza es breve para tanto cuerpo; los pies y manos (singularmente la izquierda) no son tal y como los define Ceán. Las mangas resultan poco airosas y demasiado ceñidas al traje. Lo restante merece aplauso193. Se habían convocado diversos premios por distintas corporaciones. El Instituto de Jovellanos convocó el suyo bajo el título: “Influencia que ejerció Jovellanos en la Instrucción Pública de España y reformas que convendría introducir en las enseñanzas de los actuales Institutos, inspirándose en el sentido práctico que supo imprimir al Real Instituto Asturiano su insigne fundador”. Y Inventario de un jovellanista; pág. 221. La primera carta de Vallín a Menéndez Pelayo a este respecto lleva fecha de 30 de diciembre de 1882. Luego vuelve a insistir con fecha 18 de enero de 1887 y 30 de febrero de 1887. Por fin, el 4 de febrero de 1888 el Consejero de Instrucción Pública puede decirle al insigne polígrafo: “Un millón de gracias por su carta que agradezco muchísimo, por su molestia en la corrección de pruebas que agradezco aun más, y por las notas referentes al concurso para el Monumento a Jovellanos”. (MENÉNDEZ PELAYO, Marcelino. Epistolario. Madrid, Fundación Universitaria, 1982-1991. 193 Ibídem. En nuestra opinión si la cabeza puede parecer breve respecto al cuerpo no es por defecto del artista sino por el realismo de la composición, ya que la toga necesariamente aumenta la proporción del cuerpo en quien la lleva. Más que un defecto sería un acierto. En cuanto a la delicadeza de manos y pies, la objeción resulta acertada ateniéndonos a la realidad del personaje, pero no se puede pedir en una figura semicolosal, para ser vista en su conjunto, tanta delicadeza de detalles. Lo de las mangas es también obligado por la toga misma. Si se obliga a Jovellanos a abrir los brazos parecería que echa a volar. 191 192 Agustín Guzmán Sancho 126 el premio consistía en un objeto de arte de la industria Gijonesa, las Memorias del Instituto, más el Catálogo de sus manuscritos y bocetos, de Julio Somoza. La Academia de Bellas Artes de San Fernando: “Estudio relativo al estado de las Bellas Artes en tiempo de Jovellanos, y el juicio crítico de las opiniones de este insigne polígrafo concerniente a dicho asunto”. El premio sería un ejemplar lujosamente encuadernado de los “cuadros selectos de la Academia” y la “Memoria para la historia de la Academia de San Fernando” de José Caveda. La Real Academia Española: “Estudio crítico de Jovellanos, como poeta”. El premio sería un ejemplar de las Cantigas del Rey don Alfonso el Sabio. La sociedad Económica Matritense: “Jovellanos en la Sociedad Económica Matritense”; y su premio el título de socio de mérito y un ejemplar lujosamente encuadernado de las Memorias de la Sociedad. La Universidad de Oviedo: “Breve memoria acerca de las ideas y del criterio de Jovellanos en la organización de los estudios universitarios; particularmente en sus facultades de leyes y cánones, exposición crítica”, al que correspondería como premio una colección de obras de Asturias lujosamente encuadernadas. La Academia de la Historia: “Jovellanos como cultivador de la Historia”; premio: algunas de las obras por ella publicadas. La Real Academia de Jurisprudencia y Legislación: “Jovellanos como Magistrado”, y el premio una colección de obras de derecho, algunas lujosamente encuadernadas. 6.— Escritos inéditos Somoza no se presentaría a ninguno de estos premios, ni participaría en ninguno de los actos jovellanistas de aquel 6 de agosto. Sin embargo, aquel año aparece publicada su obra Escritos Inéditos de Jovellanos, dispuestos para la impresión, por Julio Somoza, que fue editada para ser repartida gratuitamente por la tipografía Arte y Letras de Barcelona. El carácter conmemorativo de la edición se hace patente en la dedicatoria que hicieron los editores y que dice así: LOS EDITORES A LA MEMORIA DEL INMORTAL JOVELLANOS. RECUERDO DE SU ÚLTIMA ESTANCIA EN BARCELONA (Posada de las Cuatro Naciones) EL DÍA XX DE MAYO DE MDCCCVIII. LXXXº ANIVERSARIO DE SU FALLECIMIENTO Y 1º DE LA ERECCIÓN DE SU ESTATUA EN LA VILLA DE GIJÓN. 128 Agustín Guzmán Sancho De manera que se trataba de una contribución al acontecimiento del momento en toda España, la erección de la estatua a Jovellanos. De esta forma Somoza contribuyó a la señalada fecha, aunque él iba por libre. El libro, por otra parte, estaba dedicado por Somoza a su hermano, con estas sentidas palabras: A D. MANUEL SOMOZA DE MONTSORIÚ, comandante de Artillería, en testimonio de la perpetua amistad y del probado amor, con que siempre le quiere su cariñoso hermano JULIO. Es muy probable que Manuel estuviera ya enfermo. En julio del año siguiente vendrá a Gijón, lo que aprovechará el hermano para entregarle el ejemplar prometido de Cosiquines para Menéndez Pelayo. La impresión del encuentro tras años de ausencia nos la ha dejado escrita en carta a don Marcelino: Mi pobre y único hermano, está bastante enfermo, y su vista, después de algunos años de ausencia, me ha impresionado muy dolorosamente. ¡Dios quiera que se alivie!194. Le quedaban menos de dos años de vida. El 20 de marzo de 1894 moría Manuel en Madrid sin dejar descendencia. Julio Somoza advierte en el comienzo del Preliminar de esta nueva obra a quién se debe el hallazgo de los escritos y cuál ha sido su aportación: No creemos fácil empresa el hilvanar un prólogo para los apreciables escritos del ilustre Jovellanos, conservados con religioso amor por uno de los más beneméritos socios de La Quintana, a cuya diligencia se debe también su hallazgo y ordenación, tocándonos a nosotros la grata tarea de ponerlos en limpio, con solícito cuidado, para que en su día pudieran ver la luz pública. En efecto, son manuscritos procedentes de La Quintana, es decir, del archivo de Fuertes Acevedo, que ya había fallecido. Algunos tenían una gran dificultad, como ocurrió con la descripción de la Catedral de Palma, respecto al cual cuenta Somoza que su amigo Fuertes Acevedo le envió los tres borradores de la misma, más un voluminoso legajo de notas en el que figuraban también algunos cuadernos y apuntes. Somoza logra hacer con los tres borradores una copia adecuada para la impresión, pero las notas, tantas y eruditas, hicieron que desmayara en el esfuerzo de clasificarlas, ordenarlas e interpretarlas. Lo que le valió una agria catilinaria de su amigo. Pero al final Acevedo vino a reconocer que la cosa era bien ardua y que requería estudios preliminares sobre la historia de Mallorca y demás. Y como lo importante era, según palabras de Somoza, que la Descripción se salvara del olvido, imprimiéndose, así se hizo aunque sin notas195. MENÉNDEZ PELAYO, Marcelino. Epistolario. T. XII. Carta 11; fecha 10 de julio 1892; pág. 9. Siendo esta obra una rareza bibliográfica agradecemos a nuestro amigo Arturo Muñiz nos permitiera examinarla. Su contenido es el siguiente: Camino del Destierro. Fragmento de un Diario de Valldemuza. De vuelta del Destierro. Diario del viaje de Cádiz a Muros. Descripción de la Catedral de Palma. Sobre la arquitectura inglesa. Camino del destierro—Itinerario. 194 195 Biografía de Julio Somoza 129 7.— La exposición regional Pero si Somoza, víctima de su carácter, no tuvo protagonismo, a pesar de su erudición en materia jovellanista, en los actos de 1891, sí en cambio habría de tenerlo más adelante en los de la Exposición Regional de 1899, con la que Gijón y Asturias despedían el siglo. En él se fijaron sus paisanos para que contribuyera con alguno de sus trabajos a la redacción de la Guía de dicha exposición. No presentó ningún trabajo sino la reseña histórica realizada por su amigo y maestro Juan Junquera Huergo en 1849, excusándose en carta al Presidente de la Comisión Organizadora, que lo era don Luis Belaunde, por carencia de salud y severa dieta intelectual. Dicha carta es una minibiografía de su inolvidable maestro jovellanista. Sin embargo, tomó parte de una Comisión de las varias que se formaron para la Exposición. El día 23 de marzo se acordó sacar a concurso el diseño de las medallas y diplomas que habrían de repartirse en la exposición. El Jurado calificador estaba formado por don Alfredo Santos, como presidente, y don Luis Bellido, don Miguel Laguardia, don Julio Somoza, don Mariano Medarde, don Nemesio Lavilla, don Julio G. Mencía, don Mariano Marín y el señor director de la Escuela de Bellas Artes de Oviedo, como vocales196. Llama la atención que formase parte de un Jurado artístico, donde la mayor parte eran pintores y arquitectos, profesionales de las bellas artes. La razón no puede ser otra que los conocimientos de don Julio en numismática, ya que se trataba de valorar bocetos de medallas. Se recibieron 5 trabajos para medalla y otros cinco para diploma. El 7 de mayo se reunió el Jurado o comisión para fallar el premio que era de quinientas pesetas para cada uno de los bocetos premiados, que recayeron en el señor Álvarez Sala el diploma, y en el señor Lucena la medalla. 8.— La Esquirpia Si Somoza se excusó de aportar un trabajo para la Exposición Regional por estar bajo severa dieta intelectual, es porque acababa de trabajar en una nueva obra, a la par de preparar las notas para la publicación de los Diarios. En efecto, ya vimos que al publicarse Las Amarguras se anunciaba en preparación una bibliografía jovellanista. Y en sus Escritos Inéditos se anunciaban también en preparación como obras del autor una bajo el título LA ESQUIRPIA (Silva de varia lección), y otra bajo el título SOLACES BIBLIOGRÁFICOS PACHÍN DE MELÁS. Minucia Trascendental. El recuerdo de los grandes gijoneses. La Prensa, 15 de agosto de 1928. 196 130 Agustín Guzmán Sancho (Inventario de un Jovellanista), con variada y copiosa noticia de impresos y manuscritos, publicaciones periódicas, traducciones, dedicatorias, epigrafía, grabado, etc., etc. La Esquirpia, no llegará a publicarse sin que sepamos las causas. Se conserva el manuscrito que preparó Somoza para la imprenta. Lleva la siguiente dedicatoria: A Don G. U. M. (F. M. J. H.) gijonés entusiasta de todos los recuerdos del “llugarín”; fervoroso admirador de Jovellanos, y apasionado por el engrandecimiento moral y material de su patria, dedícale este librillo, en testimonio de vivísimo afecto y comunidad de sentimientos y aspiraciones, su amigo y conterráneo JULIO SOMOZA197. El título completo de la obra sería: La Esquirpia: Ocios de un gijonés empadronado en el Censo con el número 30.527. Y para entender el título, abriría la obra la definición de Esquirpia, tomada del entonces inédito Diccionario de Bable de su amigo Junquera Huergo, iba a encabezar el volumen: “Banda de varas de avellano entretejidas que se ciñe alrededor del tablero del carro, sujetándola con los estadorios (o estadoños), y sirve para conducir y resguardar los frutos, como maíz, manzanas, patatas, etcétera”. A la que seguiría la cita de Jovellanos: “La esquirpia, se forma de varas delgadas, que en latín se llaman stirpes o arbolitos tiernos, y aun creo que haya en Castilla la palabra chirpia con la misma significación. Puede también venir de stirpes”. En cuanto a su contenido se trataría de una obra de recopilación de sus artículos de prensa y alguna otra cosa, como lo habían sido sus Cosiquines de la mió Quintana, según se desprende del sumario al tenor siguiente: Junio de 1885.— Bibliografía: “Bosquejo” de Fuertes Acevedo. Julio de 1886.— “Cartefueyos”, de Fermín Canella. Marzo de 1887.— Informe sobre el estado de la “Biblioteca”. Marzo de 1888.— Estatua a Jovellanos (concurso). Mayo de 1888.— Estatua a Jovellanos (críticas de las bases del concurso). Junio de 1888.— Íd. íd. (contestación de M. Fuertes). Junio de 1888.— La estatua a Don Pelayo. Junio de 1888.— Diálogos gijoneses.— 1º Policía: seguridad: vigilancia. Junio de 1888.— Íd. íd. 2º Policía: higiene, salubdd. vías públa. Junio de 1888.— Íd. íd. 3º Reforma del Instituto. Diciembre de 1888.— Por Asturias. Marzo de 1889.— Exposición al Ayuntamiento. Mayo de 1889.— Un cuarto a espadas (El Musel). 197 Según el dueño del documento, don Francisco de Borja Bordíu Cienfuegos-Jovellanos, las siglas de la dedicatoria se referirían a don Gerardo Uría. Biografía de Julio Somoza 131 Abril de 1890.— Plano de ensanche y reforma de Gijón. Novbre. de 1890.— La prensa en Gijón. Diciemb. de 1890.— Numismática asturiana. Agosto de 1891.— Recuerdos vivos de don Gaspar de Jovellanos. 1894.— Prólogo del “Álbum” de Gijón. Además, el sumario contiene, aunque no aparecen recogidos en el volumen preparado por Somoza para la imprenta, bajo el título Prólogos jovellanistas, todos los prólogos que encabezan las publicaciones referentes a Jovellanos, incluido el que preparaba para los Diarios, que se encontraba inédito. Y por último, parece que en un principio pensó en añadir al conjunto el trabajo titulado: Ensayo de apellidos asturianos, también obra inédita, pero se arrepintió porque aparece tachado en el sumario. 9.— El Inventario En cuanto a la segunda obra cuyo proyecto anunció al publicarse las Amarguras, y que aparecía anunciada después en Escritos Inéditos, bajo el titulo de Solaces bibliográficos (Inventario de un Jovellanista), con variada y copiosa noticia de impresos y manuscritos, publicaciones periódicas, traducciones, dedicatorias, epigrafía, grabado, etc., etc., la terminaría al año siguiente de la erección de la estatua. Algo había contribuido a ello Menéndez Pelayo con sus apuntes y notas que don Julio agradece a la vez que le informa de su contenido. De mi nueva obra (que aun comprendiendo XIII secciones, sólo es de crítica, erudición y bibliografía) no pienso tirar más que cien ejemplares, y aun esos, serán en su totalidad, más para obsequio que para venta. Pero me amedrenta la impresión; aquí, difícil, y fuera de la localidad, enojosa y tardía por la cuestión de pruebas. Si esa Sociedad de Bibliófilos Españoles me hiciera el honor de apadrinarla, ¡muy bien que me vendría!198. Esperaba unas notas que Gabriel Llabrés le había prometido desde Mallorca para darla por finalizada. Y en efecto, en noviembre la obra estaba concluida y parece que decidido el título definitivo: Inventario de un Jovellanista, pero el autor ahora ya no está convencido de publicarla. Así se lo comunica a su amigo Menéndez Pelayo: He concluido mi obra Inventario de un jovellanista (más larga de hechuras que vistosa de traje). Y después de varios tanteos editoriales con impresores de diversa calaña, me convencí de que la obra me salía cara, y que era muy cuerdo y muy prudente, renunciar a su impresión. MENÉNDEZ PELAYO, Marcelino. Epistolario. T. XII. Carta 11; fecha 10 de julio 1892; pág. 9. La ha reproducido Martínez Cachero en Notas sobre bibliografía literaria asturiana. Oviedo, Boletín del I.D.E.A. nº 32, 1957; pág. 415. 198 132 Agustín Guzmán Sancho Se me ocurrió también, presentarla al concurso anual que por esta época celebra la Biblioteca Nacional: mas me retraen por ello varias causas que voy a referirle: Primera: que no poseyendo copia de la obra, caso que no se devolviesen los originales, la perdía del todo. Segunda: que lleva nombre de autor y, además, se citan sus obras en diversos parajes, lo cual no sé si será impedimento para su admisión. Tercera: que me temo que si manos extrañas y poco escrupulosas llegan a andar en ella, le suceda algún fracaso como los que mi hermano le indicará con la debida reserva. De todos modos, he de merecer a su atención, que “eche un vistazo” a la obra; y caso que la encuentre aceptable, diga a mi hermano los pasos que tiene que dar para su presentación, y los demás requisitos propios del caso199. Los manuscritos del Inventario fueron en efecto remitidos a Menéndez Pelayo para que diera su opinión. Y como resultaba cara la edición pretendió Somoza que su amigo Fr. Manuel Fraile Miguélez se lo publicase en la revista La ciudad de Dios. Y el fraile agustino se inquieta, por lo que escribe a Menéndez Pelayo pidiendo consejo: “Ya sé —le dice— que Vd. leyó la obra ms. de Somoza. Inventario de un jovellanista. ¿Qué le parece? Él desea se publique en nuestra Revista; pero toda, es imposible, aun quitando los juicios muy duros sobre ciertos autores”200. El juicio de Menéndez Pelayo debió de ser muy favorable, porque la obra se publicó en la revista, lo que agradó al eminente polígrafo según le comunica a Somoza de esta manera: “Veo con gusto que la excelente Bibliografía Jovellanista va saliendo en La ciudad de Dios. Por lo que recuerdo del manuscrito, creo que podré enviar a Vd. algunas notas referentes a autores extranjeros que incidentalmente tratan de Jovellanos y que no constan en la bibliografía”201. Tenemos pues interesado en esta magna bibliografía jovellanista al más grande de nuestros bibliófilos. Pero a Somoza no le gustaba cómo estaba saliendo la impresión y así se lo dice a Menéndez Pelayo en carta remitida desde Puerto de Sueve: Mi “bibliografía” jovellanista, ya impresa a la “diabla”, no como yo quisiera, pues el testarudo del Regente de la Imprenta se me plantó, y no 199 Ídem. Carta 105; fecha 4 de noviembre de 1892; págs. 53 y 54. La ha reproducido Martínez Cachero en Notas sobre bibliografía literaria asturiana. Oviedo, Boletín del I.D.E.A. nº 32, 1957; pág. 416. Desconocemos a qué incidente o fracaso se refiere, y a qué manos extrañas y poco escrupulosas. He aquí un incidente que justificaría la desconfianza o reserva del carácter de don Julio. 200 Ídem. Carta 213; fecha: 6 de febrero de 1893; pág. 157. 201 Ídem. Carta 368; fecha 7 de julio de 1893; pág. 268. Biografía de Julio Somoza 133 fue posible hacerle entrar en vereda. Fuera de lo cual, la perentoriedad en la corrección de pruebas, y la distancia a que me encuentro de Madrid, me inhabilitan para introducir las reformas a tiempo y a mi gusto.— Le estimaré cualquier dato que pueda incorporar a la sección extranjera; pues si ahora no, se incluirá debidamente con otros apuntes que tengo en cartera, para cuando haga tirada aparte202. Somoza no descansa, el acopio de manuscritos, noticias y datos es tal y tan constante que nunca da sus obras por acabadas, siempre tiene apuntes en cartera. Ya está pensando en hacer una nueva edición aumentada y mejorada. Y la ocasión le vendría. Es muy probable que la muerte de su hermano Manuel, su enlace en Madrid, impidiera que el Inventario se publicase como Somoza quería. Por eso cambia de plan y decide presentarse al concurso de la Academia de la Historia, con intervención de Menéndez Pelayo. Cuando recibe el oficio de la Dirección General de Instrucción Pública participándole haber ganado el segundo premio de la Biblioteca Nacional, le escribe comunicándoselo y dándole las gracias: Después de saludarle afectuosamente paso a decirle que el día 17 del corriente mes, he recibido oficio de la Dirección General de Instrucción Pública, en el que se me participa haberme sido adjudicado el segundo premio de la Biblioteca Nacional en el concurso de 1898, por mi obra, de Vd. ya conocida, Inventario de un jovellanista. Quedo profundamente agradecido al Jurado, por haber estimado en algo mis escasos merecimientos, pero doblemente reconocido a Vd. por su intervención en el asunto, pues su voto, de autoridad y peso para mí, y de respetable consideración para todos, no dudo haya influido en el ánimo de los Sres. del Jurado, para mirar con benevolencia mi modesta obrilla203. El Inventario es sin duda una obra grande, no una modesta obrilla como la calificaba su autor. Hoy en día, como ya señalaba en 1921 José Loredo Aparicio el Inventario de un jovellanista, sigue siendo “el único guía seguro para la busca y captura de tan precioso tesoro” como son los manuscritos que se hayan perdidos en Archivos y bibliotecas privadas204. El premio significará el reconocimiento de su autor ante la Academia de la Historia. Sin embargo, aún tardará unos años (hasta septiembre de 1908), en nombrarle Académico Correspondiente. Constantino Suárez ha Ídem. Carta 387; fecha 17 de agosto de 1893; pág. 289. La carta es de fecha 28-VI-1899. La ha publicado Martínez Cachero en Notas sobre bibliografía literaria asturiana. Oviedo, Boletín del I.D.E.A. nº 32, 1957; pág. 416. 204 LOREDO APARICIO, José. Cómo debe honrarse a Jovellanos. La Prensa, 8 de junio de 1921. 202 203 134 Agustín Guzmán Sancho destacado el hecho de que este nombramiento como los otros de Cronista de Gijón y de Asturias le fueron otorgados sin él pedirlo. Sabemos que firmaron la propuesta de nombramiento Menéndez Pelayo, Hinojosa y el Marqués de Cerralbo205. Imaginamos que la iniciativa partiera del primero, que por entonces tanto ayudaba al ilustre jovellanista, no solo enviándole cuanto lograba reunir que pudiera interesarle para sus obras, como lo había hecho con el Inventario sino en otras muchas gestiones en la Academia. De esta manera unirá su nombre a sus viejos amigos de La Quintana. Pues Fuertes Acevedo había sido académico, y lo fueron también Ciriaco Miguel Vigil desde el 20 de marzo de 1868; José Arias de Miranda, el 19 de junio siguiente; Fermín Canella, el 28 de abril de 1871; Sebastián de Soto y Cortés, el 18 de mayo de 1877; Braulio Vigón, el 30 de junio de 1882; y Fortunato de Selgas, el 13 de febrero de 1885. El premio de la Academia de la Historia traía consigo la publicación de la obra. Pero ésta, en la primavera de 1901, le traerá algún quebradero de cabeza. No quería Somoza que su obra tuviera las proporciones tan desmesuradas que la obra tiene y acude en auxilio a don Marcelino para que haga valer ante la imprenta de Ribadeneyra su derecho en la reducción del tamaño206. Pero no se trataba de un capricho de la imprenta, sino de un acuerdo de la Academia, que en 1859, cuando se crearon los premios, se acordó que todas las memorias premiadas tuvieran el mismo tamaño. Como además el presupuesto ya estaba hecho de acuerdo con el número de páginas de ese formato, Menéndez Pelayo le sugiere que para dar más cuerpo al tomo (con placer y utilidad de sus lectores) añada algún nuevo trabajo sobre Jovellanos, o escritos inéditos suyos, o cartas y documentos relativos a su persona207. La obra no fue modificada. Ni tan siquiera en un pequeño detalle, que a nuestro juicio se le pasó por alto al ilustre jovellanista. En febrero de 1896, dos años antes de que la obra fuera presentada al concurso de la Academia, la prensa asturiana recibía de la Ciudad Condal un comunicado que decía así: “Hace pocos días fue colocada en una de las bonitas columnas que decoran la fachada del suntuoso Palacio de Justicia de esta ciudad, la estatua del ilustre patricio asturiano el gran Jovellanos, que, en sitio preferente, ocupa un lugar en este edificio, entre los más 205 En carta fechada en septiembre de 1908 agradece Somoza a su amigo Marcelino Menéndez Pelayo la propuesta de Académico. 206 Carta de 18-II-1901. La ha reproducido Martínez Cachero en Notas sobre bibliografía literaria asturiana. Oviedo, Boletín del I.D.E.A. nº 32, 1957; pág. 416. 207 Epistolario. T. XVI. Carta 30; fecha 23 de marzo de 1901; págs. 27 y 28. La ha reproducido Martínez Cachero en Notas sobre bibliografía literaria asturiana. Oviedo, Boletín del I.D.E.A. nº 32, 1957; págs. 416 y 417. Biografía de Julio Somoza 135 notables magistrados españoles, que, por el orden de épocas en que brillaron, se encuentran allí dignamente representados en artísticas y expresivas estatuas de tamaño natural, obras estas, que, en verdad, honran mucho a nuestros modernos escritores. La estatua del insigne hijo de Gijón resulta admirablemente acabada por el fecundo escultor Sr. D. Manuel Fuxá, que es el autor de la erigida hace algunos años en la floreciente villa asturiana y que tan admirablemente fue entonces fundida en los famosos talleres de nuestro amigo don Federico Mariera de Barcelona. La efigie, de que ahora me ocupo es de piedra, de buena clase, como todas las demás que el público barcelonés admira en su bello Palacio de Justicia, que todavía tardará algunos años en terminarse. Jovellanos está en actitud severa con la toga de magistrado de su época y apoyado en el brazo izquierdo un libro, que representa su famoso informe sobre la Ley Agraria, brillante estudio que fue elogiado por los más celebrados hombres de Estado de su época, y por todos los jurisconsultos más sobresalientes de Europa.— La mano derecha la tiene puesta sobre el canto del libro y se diferencia de la que está en Gijón por este solo detalle y porque no lleva en la mano derecha el rollo de papel que bien pudiera ser el reglamento porque se había de regir el Instituto asturiano de enseñanza, de su generosa fundación. Al acto de erección de la estatua asistieron muchos astures, de los aquí residentes”208. Entre los retratos de Jovellanos, que figuran en su magnífico Inventario, el hipercrítico jovellanista Somoza no hace mención de éste. 208 El Comercio, 12 de febrero de 1896. CAPÍTULO 6 Al fin los Diarios 1.— El amigo Fr. Miguélez Habían pasado ya cinco años desde que se interrumpiera la correspondencia entre Menéndez Pelayo y Julio Somoza, cuando en noviembre de 1890, el fraile agustino don Manuel Fraile Miguélez, al parecer a instancia de éste, suplicaba en carta a Menéndez Pelayo le envíase la copia de los Diarios de Jovellanos con el fin de que Somoza pudiera leerlos. Con ello pretendía pagar un favor, según leemos en la carta: “El buen señor está chiflado por su favorito autor, Jovellanos, y yo quisiera sorprenderle, para pagarle algún favor literario, con la copia de los Diarios de Jovellanos”209. El padre Miguélez, natural de La Bañeza (León), fue gran aficionado a la numismática, publicando interesantes artículos numismáticos en la Revista La Ciudad de Dios. Entre estos destacan: El Padre Flórez y la Numismática Española (octubre y noviembre de 1897), y El monetario del Escorial (octubre 1888), dejando sin publicar otros manuscritos que llegarían a poder de Somoza: Catálogo del Monetario de la biblioteca Escurialense y Las ruinas de Clunia. Disquisiciones históricas sobre sus antigüedades y monedas. En pago de los favores que en esta materia le había concedido Somoza, que por entonces se interesaba también por la numismática, se prestó a ser intermediario para lograr que Menéndez Pelayo enviara a su amigo gijonés los Diarios de Jovellanos. Por su parte, Somoza, logrará, interesarle por la figura del insigne magistrado, sobre el cual el fraile escribirá en La Ciudad de Dios interesantes artículos, como los titulados: Fisonomía moral de Jovellanos (noviembre 1911) y Documentos inéditos jovellanistas sobre la guerra de la Independencia (marzo 1912), con motivo del centenario jovellanista. Menéndez Pelayo se niega a enviar a Somoza los Diarios por las razones ya conocidas del desaire que recibió el “Preliminar” de Nuevos datos para la biografía de Jovellanos. El padre Miguélez disculpa a Somoza contestando 209 Epistolario. Tomo X. Carta 627; fecha 8 de noviembre de 1890; págs. 515-516. 138 Agustín Guzmán Sancho que aquellos ataques eran más bien escarceos literarios y no deliberación de ofenderle. Y se ofrece como intermediario para lograr por medios indirectos la parte que le faltaba a Menéndez Pelayo210. Sin embargo, verá que el asunto era más peliagudo de lo que él pensaba. Entretanto don Julio, que está deseando congraciarse con don Marcelino, pero no encuentra ocasión oportuna, le remite por conducto del padre Miguélez los Escritos Inéditos de Jovellanos, encargándole otra vez más que le envíe los Diarios para disfrutar el placer de leerlos antes de morirse. Esta frase parece que hizo reír a Menéndez Pelayo, quien se afirma en su negativa. Al conocerla Somoza escribe esta carta que aunque larga merece ser reproducida aquí: Gijón, 29 de septiembre 1891 Muy señor mío y de toda mi estimación: Tiempo ha que tenía el propósito de escribir a Vd., y si demoré el hacerlo, fue esperando sólo ocasión oportuna para ello. Al Remitirle por nuestro común amigo, el excelente Hº. Miguélez, los “Escritos Inéditos” de Jovellanos, le encargué muy especialmente recabara de Vd. en calidad de préstamo, los fragmentos de los “Diarios” de mi ilustre paisano, siquiera, para disfrutar el placer de leerlos “antes de morirme”. El hermano Miguélez, me escribe hoy, diciéndome que no está la Magdalena para tafetanes, y que se rió Vd. grandemente cuando le refirió mi frase. Y ¿por qué? Bien sé yo que nadie se muere hasta que Dios quiere; pero tampoco me negará Vd., que esta deuda “es tan segura, como incierta la hora de satisfacerla” según frase que Vd. recordará. No soy joven; viejo, tampoco; friso en los 43 años, y todo el mundo me echa 50, lo cual quiere decir, que las enfermedades, quebrantos y disgustos, me van acabando más presto de lo que yo quisiera.— ¿No quiere Vd. ser dadivoso conmigo?— Bueno: no lo sea Vd.; pero a bien seguro, que si yo poseyera el más insignificante dato que pudiera servirle a Vd. para sus interesantes obras, hasta creería deber de conciencia, en bien de la Literatura, facilitárselo a Vd., sin retribución y sin demora. ¿Qué culpa tengo yo de no poseer el resto de los “Diarios”, para que Vd. funde en esa privación su negativa? Habrá muchos jovellanistas en España: más apasionados que yo, ninguno, y que me ganen a propagar su gloria, tampoco. En buen hora lo diga, y sin pizca de vanidad, también. Creo que alguna frase de mis anteriores escritos alusiva a su personalidad de Vd. le enojó más de lo debido. Déla Vd. por borrada, que yo no quiero enojar a ninguno, ni malquistarme con nadie, y es preferible vivir en 210 Ídem. Carta 634; fecha 12 de noviembre de 1890; págs. 522-523. Biografía de Julio Somoza 139 paz con todos, antes que en discordia. Otros se dicen amigos de Vd. y le han motejado con mayor saña. Añadirá Vd., que esta declaración sería pertinente años atrás; pero que ahora, es tardía e inoportuna, y casi... interesada (está tronando). Bueno: pero también es sincera. Dígalo fray Miguélez, que también añade, que algo bueno habrá en su librería de Vd. para mi bibliografía jovellanista (va en la 2ª limadura)... ¡ah, carafe: tú que has dicho!... pues me convierto en pordiosero literario, y allá me voy, a ver como las gasta don Marcelino... “Ello ye”... que lo que a mí se me haya escapado, ha de estar bien recóndito: con que así, disimulando mi llaneza, dígame a media frase lo que tiene, que como yo lo posea o lo conozca, enseguida descifraré el resto. También agregó el hijo de Columbres, que se había Vd. extrañado de que yo no poseyera su “Historia de los Heterodoxos”, cuando citaba párrafos suyos, y hasta le colgaba a Jovellanos frases que sólo a Vd. pertenecían. Todo tiene explicación. Su “Histor. de los Heterod.” no la poseo, porque mis mermados recursos no alcanzan para comprar libros a medida de mi deseo, pero tengo los núm. 2.004 y 2.005 del “Siglo Futuro” (año 1881) donde se publicó por 1ª vez su trabajo jovellanista. —En cuanto a las frases de Vd. que yo atribuyo a Jovellanos (supongo se referirá a la pág. 178 de mi libro “Amarg. de J. Ll.s “, 2º párrafo), fue un yerro mío de redacción. Pero están tan bien dichas sus frases de Vd., e interpretan con tal verdad y acierto el pensamiento del autor de los “Diarios”, que a conocerlas, no las modificaría ni en un ápice. Y no le hablo a Vd. más de libros, papeles ni monedas aunque buenas ganas se me pasan de ello), por dos razones. La una, porque sería pecar por exceso de confianza y la otra, porque necesita Vd. el tiempo para obras y empresas excelentes, que así le dan gloria, como se la dan a la patria. Aunque arrinconado y olvidado, sabe Vd. puede disponer con entera franqueza y cordialidad, de su afmo. s. s. q. s. m. b. Julio Somoza de Montsoriú211. Menéndez Pelayo se da cuenta de la descarnada sinceridad de Julio Somoza. Y es que es fácil darse cuenta que Julio Somoza no obraba con maldad. Más deprisa que de costumbre contesta en estos términos: “Recibí su grata del 29 de septiembre, y en contestación a ella debo decirle que si bien me molestó en otro tiempo el duro ataque que Vd. me dirigió, sin provocación alguna de parte mía, en el prólogo de una de sus publicaciones acerca 211 Ídem. Carta 324; fecha 29 de septiembre de 1891; págs. 236-238. 140 Agustín Guzmán Sancho de Jovellanos, este enojo pasó ya, porque en mí encarnan poco ofensas de este género. Y en prueba de que todo está olvidado, quiero darle a Vd. la mayor prueba de confianza y de fraternidad jovellanista, poniendo en sus manos por un plazo que Vd. mismo ha de fijar pero que yo quisiera que no excediese de dos meses, la parte impresa de los Diarios de don Gaspar”212. Pero no solamente le deja los ansiados Diarios sino que también le autoriza para que saque todas las notas y extractos que tuviera por oportuno y los aproveche cuando y como quiera. Le pone el plazo por “el amor que los bibliófilos tenemos a nuestras joyas —según continúa diciendo—, y la inquietud en que vivimos cuando se ausentan de casa, aunque sea por corto plazo”. Y en cuanto a noticias para la Bibliografía Jovellanista le comunica que tiene aquella famosa traducción de El Contrato Social, en que hay una larga nota elogiando a Jovellanos, y que tanto revuelo armó en su tiempo en perjuicio del sabio don Gaspar. El mismo día que recibe la carta contesta Somoza loco de contento: Muy estimado Sr. mío y de mi mayor consideración: Recibí, con el entusiasmo que Vd. puede suponer, su amabilísima carta; y si estimo en ella las afectuosas frases dictadas por su noble corazón, no encuentro términos con que expresarle mi gratitud por el generoso ofrecimiento que en ella me hace. ¡Por fin!, después de veinte años de anhelos, tentativas fracasadas, ardides y estratagemas más o menos pueriles, lograré echarles la vista encima. Tócale buena parte en este regocijo, a nuestro cariñoso hermano fr. Manuel Miguélez, y en cuanto termine la presente carta, seguirá inmediatamente la suya213. Dio la coincidencia que Menéndez de Luarca, en un periódico de Oviedo de su propiedad, La Victoria de la Cruz, había anunciado que los Diarios que poseía quedaban a disposición del primero que deseara publicarlos. Esto hace pensar a Somoza que ha llegado el momento de su publicación. Propone entonces en esta misma carta actuar de concierto los tres: Menéndez Pelayo, Fr. Miguélez y él, pero quedando para el primero la gloria de la publicación de los Diarios. Fray Miguélez le había escrito a Somoza que sabía una historia secreta de W. Franquet, seudónimo con el que había publicado Alejandrino Menéndez de Luarca en 1859 una crítica a la vida de Jovellanos de Nocedal. También le dijo que vivía en Madrid un personaje (Ramón María de Labra), al cual aquél estaba incondicionalmente subordinado por estas no sé qué 212 213 Ídem. Carta 388; fecha 19 de noviembre de 1891; págs. 308-309. Ídem. Carta 393; fecha 21 de noviembre de 1891; págs. 314-316. Biografía de Julio Somoza 141 cosas de no sé que tiempos y que de esta manera obtendría los Diarios214. Pensando en que esto se lograse, Somoza le hace a Menéndez Pelayo una proposición al parecer no ética, porque iría contra la verdad: Si esto se logra, me parece que el hombre está cogido en sus propias declaraciones; pues si los “Diarios los deja él a la merced del primero que quiera imprimirlos”, no sé como se las va a componer luego que los vea impresos. Además, la declaración de la propiedad literaria hecha hábilmente, le inutilizará en absoluto. ¿No encontró su tío los mss. de los “Diarios”? Pues Julio Somoza, v. gr., encontró en el archivo de la casa Cienfuegos Jovellanos una copia de los “Diarios” ¡y que venga él a probarme lo contrario! — Ya sé que la cuestión de escrúpulos salta enseguida al tapete; pero ¿hay realmente perjuicio de tercero? Creo que no: porque a mi entender, se trata de un legado que es patrimonio de todos los españoles, pues que lo es de la gloria de su familia, de su pueblo y de su nación. Y en cuanto al beneficio material de la obra, juzgo que tiene más de ilusorio que de real215. Probablemente estaba aquí la cuestión, en que Menéndez de Luarca parecía poner pegas reclamando un precio muy alto por la publicación. Somoza quiere cogerle la palabra antes de que se arrepienta y cerrarle la posibilidad de reclamar derechos, basándose en el ofrecimiento hecho al público. No se olvide que Menéndez de Luarca era persona muy fluctuante. Somoza se mueve por la pasión jovellanista y el corazón, no buscaba un interés material, sino un interés general, cultural y, además, quedaba a salvo el perjuicio de terceros. Pero por otra parte, hay que tener en cuenta que Menéndez de Luarca no tenía derechos de edición, pues habían transcurrido 70 años y su publicación era de dominio público, como muy bien creía Menéndez Pelayo216. El problema estaba en que Menéndez de Luarca soltase los Diarios. Las presiones del hermano Miguélez van a hacer que Menéndez de Luarca salga publicando unos artículos en los que trataba muy mal a Jovellanos. Entretanto a Somoza, porque va a tener en sus manos los ansiados Diarios, “no le cabe el gozo en el cuerpo” como le diría a Menéndez Pelayo el P. Miguélez. Y añadiría: “Le ha quitado Vd. diez años de encima: es muy grande la pasión que tiene a Jovellanos”217. Ídem. Carta 492; fecha 28 de enero de 1892; pág. 412. Ibídem. 216 Ídem. Carta 433; fecha 20 de diciembre de 1891; págs. 351-352. 217 Ídem. Carta 398; fecha 24 de noviembre de 1891; pág. 320. 214 215 Agustín Guzmán Sancho 142 2.— La feliz Navidad de 1891 Somoza envía al piloto del vapor Asturias, que partía para Santander, a recoger los Diarios, con una carta breve, dada su convalecencia de un terrible trancazo218. Y por fin aquellas Navidades de 1891 entraban en el nº 55 de la calle Perseguida (hoy Covadonga), donde vivía por entonces el mayor de los jovellanistas, las dos terceras partes de los Diarios de Jovellanos. No hubiera habido mejores dulces para tan señaladas fechas. Inmediatamente de recibirlas envía un telegrama acusando el recibo del paquete. La voracidad de Somoza es tal, que el 31 de diciembre ya ha llevado a cabo la primera lectura de los Diarios, lo que le comunica a Menéndez Pelayo con una larguísima carta, a pesar de que su salud seguía muy resentida. Lo hace de dos veces, pues según dice en su posdata, sin terminar la carta se volvió a la cama, y se levantó dos días después para darle remate. Lo primero que sale de su pluma es una alabanza a Jovellanos: ¡Qué cabeza tan bien organizada para el estudio, y qué retentiva, la de mi sabio Mentor!219. Nota que como la generación actual no quiere estudiar, exige como condición precisa para la lectura, mucha amenidad, y grabados. Para lo primero sugiere comentarios y anotaciones; para lo segundo, mapas o planitos de los itinerarios; grabados de personajes y monumentos. Para esto teme que Abello hubiera extraviado los borrones (si andaban sueltos) incluidos por Jovellanos en sus Diarios. E incluso concibe sacar a concurso la ilustración de la obra: ¡No se gasta el Gobierno —escribe— 6.000 pesetas para premiar la mejor medalla conmemorativa del descubrimiento de América? ¿Y lo merece menos la ilustración de esta obra magistral? Advierte también que la obra precisa de un índice alfabético de las personas que se citan en el texto. Y tiene por error de Abello la supresión de algunos nombres propios en varios pasajes de la obra. Entre los nombres Somoza descubre a sus antepasados por una parte y por otra se encuentra con todos aquellos personajes tan conocidos ya por él: Solo algún vestigio de anticuario como yo, v. gr., que sabe al pormenor los nombres, sucesos y vicisitudes de las familias locales, pudiera decir algo sobre la materia; pero me guardaré muy bien de ello. Por allí andan mis tíos, y abuelos, y parientes... ¡con qué placer no he visto sus nombres en aquel relato! Conozco a los alumnos y a los profesores del Instituto; a los contertulios de Jovellanos, a los regidores y jueces del Ayuntamiento, a sus parientes, allegados y sirvientes... gran arsenal de datos para escribir 218 219 Ídem. Carta 432; sin fecha (mes de diciembre de 1891); págs. 350-351. Ídem. Carta 449; 31 de diciembre de 1891; págs. 365-371. Agustín Guzmán Sancho 144 novelas locales a estilo del inimitable Mtr. Pereda. Pero... es muy ruin y villana la condición de esta gente, para que yo me arriesgue (¡quién supiera!) a semejante empresa220. La impresión que le ha producido la resume así: En resumen: aun sin contar con lo que falta, (que debe ser sustancioso) tengo la obra por fuente de grandes noticias, muy útiles para los estudiosos, y gráficas para conocer a Jovellanos “por dentro”. Todo lo dice, todo lo anota, así lo que le es favorable como lo que le es adverso. Su ingenuidad nativa, se refleja a cada paso en este libro, ¿quién tendrá valor para motejarle cuando abre a todos los ojos su pecho? Siguiendo la frase de Ceán ¿no es esta obra “una confesión” en público de sus más íntimos pensamientos?221. Pero se queja de no poder compartir su entusiasmo y emoción con nadie, y dejándose llevar por la pasión del momento arremete, en uno de esos arranques tan suyos, contra sus propios paisanos: Nada le digo a Vd. de mi entusiasmo ni de mis emociones: solo sí le afirmaré que aquí, en mi propia patria no tengo una sola persona con quien compartirlas. Este es un pueblo de comerciantes encanallados, incapaces de ninguna idea elevada. Jovellanos no pertenece a Gijón, Jovellanos es español, y nada más, ¿qué tienen de común sus ideas, sus sentimientos, su educación, la nobleza de sus aspiraciones generosas, con las de esta gente falsa, pérfida, doble, ruin y villana de condición, mezquina de ideas, imponderablemente vanidosa, y refractaria a toda idea de grandeza? Nada ¡ni sombra!222. He aquí una particularidad digna de notarse. Somoza, al contrario que sucede en otros, no ve a Jovellanos desde el paisanaje. Para Somoza, Jovellanos no es prototipo de asturiano, sino prototipo universal. No siente al personaje como “suyo”, apegado a su tierra. No se acerca a él atraído por su condición de asturiano, sino que ha visto en él algo más. Su visión jovellanista es amplia, dilatada hasta el punto de tener la sensación con todo acierto de estar ante un gigante. En esto se aparta de aquella de quienes guiados por el amor y el celo del paisanaje, por un sentimiento de orgullo patrio, resaltan lo asturiano del personaje, sin darse cuenta que con ello le empequeñecen y reducen, mientras de la otra manera al universalizarlo le agrandan con el consiguiente incremento de su orgullo de paisanos. Es muy posi- Ídem, pág. 368. Ídem, pág. 369 222 Ibídem. 220 221 Biografía de Julio Somoza 145 ble que de haber tenido una visión meramente localista o regionalista de Jovellanos su labor no hubiera tenido la trascendencia que tuvo. Manifiesta también en la carta su indisposición hacia Menéndez de Luarca que impide que pueda obtener él lo que faltaba de los Diarios. El párrafo nos sirve para poner de manifiesto un rasgo de hombría de bien de su personalidad. Por una parte confiesa que no es su genio para avistarse con él, sino lo haría. Pero añade: A mayor abundamiento tengo que zurrarle —dice— la badana (si es que mi humor alcanza a tanto), y sería indecoroso obtener de él ningún favor, y luego pagárselo en tan mala moneda223. Julio Somoza no actuaba nunca con reserva; si tenía mala opinión de una persona no le hablaba y en paz. La hipocresía no era terreno que él cultivase. Veinte días después comunica, a su ya —para siempre— reconciliado amigo, la impresión entre atontado y maravillado que le ha producido la segunda lectura de los Diarios: Mi estimado y digno amigo: Termino en este instante la segunda lectura de todo lo concerniente a Asturias, (deteniéndome más en lo relativo a Gijón) dejándome una impresión, así como entre atontado y maravillado, al ver, como en un pueblo tan insignificante y de tan sedentaria vida, encontraba aquel varón eminente, elementos bastantes para la imponderable actividad de su espíritu, la práctica de las buenas obras, el fomento (con patriótico celo) de todos los intereses locales y provinciales, y el cumplimiento de todos los deberes religiosos, sociales, familiares, y de buena e hidalga amistad. ¡Vamos! que al considerar la hidalguía del aquel caballero, y la menguada ralea de la estúpida sociedad moderna, me dan ganas de llorar. ¿Con quién compararé yo a don Gaspar? En la pureza de sus sentimientos religiosos, en la nobleza de su corazón, en su amor a la patria, en la grandeza de su saber, en la naturalidad, modestia y afabilidad de su trato, en la admiración y veneración que supo inspirar a los extranjeros,... ¿quién le igualará? sino fuere un español tan modesto, tan sabio, tan virtuoso y tan patriota como el insigne don Cosme Damián de Churruca?... Bueno. Basta de exordio224. No hay duda, pues, que los Diarios van a contribuir a reafirmar el incondicional jovellanismo de Somoza. Mucho siente tener que desprenderse de ellos pero promete enviarlos: Ídem, pág. 370. Ídem. Carta 481; fecha 20 enero de 1892; págs. 398-401. La carta, publicada por Martínez Cachero, contiene las observaciones técnicas de Somoza: Anota defectos en la nomenclatura asturiana; propone servirse de las obras de sus amigos: la Bibliografía de F. Acevedo, de la Epigrafía de Ciriaco Miguel Vigil, etc.; y echa de menos la existencia de documentos que debían ir incorporados a los Diarios. 223 224 146 Agustín Guzmán Sancho Para fin de mes, o principios del entrante, remitiré a su papá, a Santander bajo doble cubierta, encartonado, atado y lacrado con J. S. el libro que generosamente me prestó. En el alma siento separarme de él; porque si está muy requetebién en su librería de Vd., ¿sería puesto menos digno para él, el de una biblioteca jovellanista? Si llego a publicar mi bibliograph. jovell.ta anotaré marginalmente para Vd. lo que en ella poseo. Y un millón de gracias, y otro millón por la buena voluntad. Para terminar quiere manifestar su agradecimiento prometiéndole enviarle de sus libros los que pida, que aunque no los poseyera los buscaría, y haciendo alarde una vez más de su particular sentido del humor, le pide perdón por haberle distraído con su alucinación (vulgo, chifladura), con que califica a su pasión jovellanista. Menéndez Pelayo, con los pies más en la tierra que Somoza, le contesta que el proyecto de la edición con grabados le parece Demasiado bonito y habría que contentarse con una edición modesta y limpia, dado lo que se podía esperar de los editores en las actuales circunstancias. Y en contestación al ofrecimiento de sus obras le pide Cosiquines de la mió Quintana. Le ruega también que corrija todas las erratas que advierta225. La corrección no se lleva a cabo porque la carta de Menéndez Pelayo llega cuando Somoza ya tiene empaquetados los Diarios. Le promete enviarle las Cosiquines en cuanto alcance un ejemplar. A propósito de esta obra le comentará: en el bien entendido, de que nada vale lo que contiene, (por lo cual lo retiré de la circulación), salvo un diálogo sobre los Bocetos de este Instituto, que tengo por lo menos malo. Mírele con benevolencia, y luego, arrincónele226. Menéndez Pelayo tenía interés en esta obra por contener algunos documentos jovellanistas e insiste de nuevo. Somoza tras tenerla un par de meses empaquetada y lista, aprovecha la venida de su hermano a Gijón, para que a la vuelta a Madrid se la entregue en mano a don Marcelino, quien comenta que ha encontrado capítulos muy interesantes, sobre todo el relativo a los bocetos del Instituto227. 3.— Intento fallido de publicación de los Diarios La amistad y la confianza entre Menéndez Pelayo y Julio Somoza es cada vez más estrecha. El primero va conociendo al segundo; sabe que le admira y venera. El reconocimiento es recíproco. Se intercambian noticias y Ídem. Carta 497; fecha 1 febrero 1892; págs. 414-415. Ídem. Carta 506; fecha 10 febrero 1892; págs. 420-421. 227 Ídem. Tomo XII. Cartas 11 y 68; fechas 10 julio y 22 septiembre 1892; págs. 9 y 66. 225 226 Biografía de Julio Somoza 147 libros, no todo jovellanista. Al calor de esta amistad y a propósito de sus Cosiquines Somoza muestra su alma al amigo y le hace confesión de sus arrepentimientos, de su manera de afrontar los errores pasados: Temo y debo hacerle a Vd. una prevención respecto al susodicho libro: y es, que escrito en una época en que yo no tenía suficiente juicio, ni moderación, estampé en él algunas expresiones de que ahora me pesa gravemente. Hubiera desgarrado algunas páginas o tachado varios renglones, si tal procedimiento fuera un recurso legal. Pero, como dije a Fr. Miguélez, entiendo que es más noble y decoroso, confesar y declarar la propia falta, y avergonzarse de haberla cometido; pues que el hombre siempre y en todo tiempo debe tener el valor cristiano de confesar su ignorancia, y hacer esta declaración a cara descubierta228. Mientras tanto Fr. Miguélez va trabajando para lograr de Menéndez de Luarca los originales de los Diarios. Aconsejado que era conveniente escribiera él al Sr. de Luarca, lo hace y recibe en contestación una mañosa carta que no era una negativa, pero que haciéndose el chiquito, según expresión de Somoza, atravesaba lindas promesas sin comprometerse en nada. De la contestación da cuenta también a Menéndez Pelayo en una carta en la que refiriéndose a Somoza dice: “No nace otro jovellanista como él”229. ¡Qué bien conocía a su amigo! Menéndez Pelayo duda de conseguir algo de Menéndez de Luarca; nada entiende de sus tretas y entradas y salidas; lo único que dice en el asunto es que está dispuesto a trabajar gratuita y desinteresadamente en la corrección y anotación de los Diarios. La actitud oscura y sibilina de Luarca descompone a Somoza, hasta el punto de que el agustino advierte a Menéndez Pelayo que si le escribe le aconseje calma y prudencia. No obstante Miguélez a la par que califica la actitud de Somoza de berrinche, señala: “pero como yo le conozco bien, supongo se le pasará pronto”230. Cuando parecía que la entrega de los originales iba a tener lugar y Miguélez había designado en Oviedo dos personas de su confianza para que recibieran su entrega, Luarca manifiesta haber estado enfermo y que no puede hacer la entrega hasta la semana en curso. Pero pasó el plazo y salió con que iba a hacer la publicación por su cuenta. ¿No era para coger berrinches? Conociendo el carácter voluble del poseedor de los Diarios no cabría preguntarse qué causas determinaron que faltara a la palabra dada, si no fuera porque Miguélez, escribe a Menéndez Pelayo: “Me han dicho (y no sé con qué fundamento) que el P. Vigil, el Sr. Pidal y el Conde de Revillagigedo Ídem. Carta 11; fecha 10 julio 1892; pág. 9. Ídem. Tomo XI. Carta 507; fecha 12 febrero 1892, pág. 422. 230 Ídem. Carta 574; fecha 10 abril 1892; págs. 474-475. 228 229 148 Agustín Guzmán Sancho se oponían a la publicación de los Diarios. He puesto en cuarentena la noticia”231. La opinión de don Marcelino era que a Luarca “nada le importaban en el fondo ni Jovellanos, ni los Diarios, sino la satisfacción de su vanidad personal y de la saña que rebosa en su alma contra una porción de cosas y de personas”. Le consolaba el que en todo caso la edición fuera intervenida por el P. Miguélez, “para que no se quite ni mude una tilde de los originales”, decía. Y aconsejaba a Somoza que no tomase “parte alguna en semejante publicación, que seguramente irá encabezada con un libelo contra la buena memoria de Jovellanos, que esto y no otra cosa será el prólogo, que Luarca anuncia”. En el fondo manifestaba: “La noticia me regocija más que me molesta. Hágase el milagro y hágalo el diablo”232. No le cayó en saco roto a Somoza la opinión de Menéndez, a quien llama mi cariñosísimo amigo, y está de acuerdo en todo con ella. Así se lo manifiesta en una carta llena de su peculiar sorna. En ella le habla de una tertulia que se formó en la casa de Jovellanos: — Se habló de todo, y de mucho más; y preferentemente de Menéndez de Luarca, a quien los gijoneses de algún viso tienen entre dientes, esperando confiados en que yo me queme, para que haya liza, y verla ellos muy descansados desde la barrera. ¡Están guapos y frescos! — Fray Miguélez, como es joven, es muy confiado, y cree que el luarquín se va a correr y le va a remitir los originales de los Diarios. ¡Ya escampa, y llovían capuchinos de bronce! De todos modos, hay que agradecerle mucho lo que ha hecho; y como se llegue a imprimir el 1er pliego, diga Vd. que ha puesto una pica en Flandes, y una lanza en Navia. Yo le he escrito anteayer al Escorial, una carta agridulce, para que no se enfote uno y otro, para que persevere y no se desanime. Porque a la verdad, cada carta que le envía Alejandrino, es una maravilla... de ingenio, y un tejido de patrañas, que el diañu las desenguedeye. Tras agradecerle sus apuntes y notas, prosigue: — Volviendo a Mez de Luarca, pensamos de común acuerdo; y ha puesto Vd. el dedo en la llaga al definir el carácter de aquel individuo, tan sobrado de presunción como falto de rectitud moral.— Es el pecado capital de mis paisanos; la vanidad, una vanidad presuntuosa, engendro mixto de ignorancia, fatuidad y presunción de raza; rasgo patrimonial del villano y del campesino, que, a poder y saber, pondrían blasón heráldico hasta en las tachuelas de las madreñas. 231 232 Ídem. Carta 633; fecha 30 mayo 1892; pág. 540. Ídem. Carta 6; fecha 7 julio 1892; pág. 3. 150 Agustín Guzmán Sancho Sin embargo, la vanidad de Luarca cedió y vino a un acuerdo con Miguélez, conforme al cual no habría prólogo, sino una introducción en la que figurarían las cartas dirigidas entre ellos. En la portada se leería: “Diarios de Jovellanos con una introducción por Menéndez de Luarca y notas y comentarios de Avello, Menéndez Pelayo y fr. Miguélez”. ¿Lo cual significaba que Somoza quedaría fuera de la obra? Sí y no. Somoza no figuraría, pero ayudaría en lo que pudiera y supiera233. ¡Admirable generosidad y vocación jovellanista! Más admirable cuánto que él era el que mejor preparado se encontraba para el trabajo de anotación y comentarios. El 4 de noviembre de 1892 anuncia a Marcelino que ya está acumulando materiales para las notas y eso que no tiene el original a la vista, sino el extracto de Ceán. Somoza es un impaciente y va adelantando trabajo234. Sin embargo, cuando todo está elegido, el papel, el formato, los tipos de imprenta, enferma el regente de la imprenta y se paraliza la obra un par de meses; y por si fuera poco, cuando éste iba mejorando quien enfermó es el Director de la Victoria de la Cruz, que tenía como misión cotejar las pruebas con las capillas. “A todo esto, yo impaciente —dirá Miguélez a Menéndez Pelayo—; Somoza... no digamos; pone el grito en el cielo”; pero sigue escribiendo notas y más notas hasta que le sorprendan las pruebas que de seguro llenará de anotaciones quizá con exceso235. Pero la muerte de Menéndez de Luarca dará al traste con aquel sueño. La edición se interrumpirá cuando se llegaba por la página 192. Pasarán años, hasta que vuelva a intentarse y se publiquen los Diarios. Pero no será Somoza quien lleve a cabo la edición. Ídem. Tomo XII. Carta 45; fecha 18 agosto 1892; pág. 42. Ídem. Carta 105; pág. 53. 235 Ídem. Carta 213; fecha 6 febrero 1893; pág. 156. 233 234 CAPÍTULO 7 La numismática 1.— Las ideas numismáticas de don Julio Julio Somoza estaba convencido de que la numismática no era en nuestra patria, que la había inaugurado en Europa, mirada con aprecio y estima. Por eso con su gracejo personal se contesta a la pregunta qué es en España un numismático diciendo que es un iluso, un chiflado, un hombre que tiene muy poco que hacer, y que pierde lastimosamente el tiempo ocupándose de fruslerías que a nadie le importan. Y añade con el mismo tono entre burlas y veras que el vulgo (tanto entre los de la boina como entre los del auto) lleva en parte razón, porque entre los numismáticos no todos tienen la misma categoría. Distingue entre acaparadores de monedas (variedad del género urraca); coleccionistas de escaparate; clasificadores, sin análisis; y los inteligentes o profesionales de la clase. En esta última habría que clasificarle a él. Pero incluso aquí también encuentra distingos. A Somoza hay que distinguirlo entre los mejores calificados. Es más, nos atreveríamos a decir que gracias a él la Numismática adquiere en Asturias una importancia como nunca la había tenido. Basta leer su obra póstuma De la Numismática en Asturias, preparada por su alumno en esta ciencia, don Pedro Hurlé236, para darse cuenta que carecía nuestra región de una tradición importante. Él logrará reunir la más importante colección asturiana, no sólo por el número sino por la calidad de las piezas. A sus manos llegarán completas algunas de las colecciones privadas asturianas de alguna importancia, como las de los Señores Morán Labandera y Fuertes Acevedo, más importantes Fue publicada en Gijón, en 1984 en la colección Monumenta Histórica Asturiana. La primera parte, que trata de la historia de los coleccionistas asturianos, fue publicada por el propio Somoza en El Carbayón de Oviedo, los días 5, 6, 9, 12, 13 y 15 de diciembre de 1890, y lleva la dedicatoria: A mi excelente amigo Rogelio Jove y Bravo. Parte del material manuscrito se conserva en el Archivo de la FUNDACIÓN ALVARGONZÁLEZ. Hemos preferido trabajar sobre el texto de la edición de Hurlé, para facilitar la referencia al lector. 236 152 Agustín Guzmán Sancho fracciones como las de los Señores don Francisco Palacio, de Oviedo, y don Eugenio Nava Caveda. Don Julio distinguía entre el concepto comercial y la estimación histórica. Esta última era lo que él valoraba. No fue la suya una actividad de simple coleccionismo, actividad que calificaba de ameno y grato pasatiempo, ni una afición esporádica o al margen de su inquietud histórica, sino su complemento permanente. Y se dedicó a ella con todo el amor y conciencia de su gran valor. Para él la NUMISMÁTICA (escrita con mayúsculas) es una ciencia auxiliar y, a la vez, de conjunto: auxiliar porque forma parte de los elementos auxiliares de la Historia, en general; de conjunto porque para su comprensión total ha de menester de multitud de elementos y conocimientos de varia procedencia, hasta de los más extraños y heterogéneos. Y calificaba a las monedas de pequeños monumentos metálicos que perpetúan, a través de los siglos, la vida de pueblos y naciones ya desaparecidos237. Para entender cómo vivía Somoza la pasión por el coleccionismo de monedas y medallas hay que decir que difícilmente se resistía a hablar del tema. Cualquier pretexto le bastaba para ello. Cuando en carta de 29 de septiembre de 1891 pretende y logra reanudar la correspondencia con Menéndez Pelayo y afirmar su amistad entre ambos, se despide con estas palabras: Y no le hablo a Vd. más de libros, papeles ni “monedas” (“aunque buena gana se me pasan de ello”), por dos razones. La una, porque sería pecar por exceso de confianza y la otra, porque necesita Vd. el tiempo para obras y empresas excelentes, que así le dan gloria, como se la dan a la patria238. Estamos seguros de que de buena gana hubiera sacado el tema. Del grado de adicción de esta pasión o chifladura era consciente, hasta el punto de hacer, como siempre, inteligente burla de sí mismo. Así le cuenta a Menéndez Pelayo la visita de don José Ramón de Luanco: Díjome, que le dejaba a Vd. en Madrid, sudando el quilo y en el traje de Adán, sobre la cama. Acto continuo, me dio una repasata, acerca de la alquimia en España que me temblaban las carnes; claro que no nos entendimos, porque él parlaba en químico y yo le contradecía en numismático. Y para conciliarnos, le conduje a casa de Jovellanos, en cuyo estrado, pasamos, con otros compinches, la mayor parte de la tarde239. El coleccionismo sería sin duda lo que le llevó a entablar una buena amistad con don Sebastián de Soto Cortés, con quien con toda seguridad 237 SOMOZA, Julio. De la Numismática en Asturias. Monumenta Histórica Asturiensia XV. Gijón, Edición preparada por Pedro Hurlé Manso, 1984; págs. 4 y 27. 238 MENÉNDEZ PELAYO, Marcelino. Epistolario. Tomo XI. Carta 324; pág. 238. 239 Ídem. Tomo XII. Carta 11; fecha 10 julio 1892; pág. 8. 154 Agustín Guzmán Sancho podía entenderse muy bien, pues ambos parlaban en numismático. Es más, en una de las cartas que le envía, fechada en Gigia, in ora maris, dia de Stº Tomás de 1893 le llama muy caro amigo y colega en chifladuras. Las chifladuras de don Sebastián eran fundamentalmente los libros, la arqueología, y el coleccionismo de objetos prehistóricos, procedentes en parte de sus propias exploraciones, así como de monedas y objetos raros. A ellas dedicaba el tiempo libre, que era todas las horas del día, pues hombre acaudalado no necesitó dedicarse a ninguna profesión, aunque hubiera podido, por ejemplo, ejercer la Abogacía, pues terminó los estudios de Derecho en Valladolid, además de los de Filosofía y Letras en Oviedo. 2.— La amistad con Soto Posada Los apellidos con los que se le nombraba familiarmente eran Soto Posada, aunque Somoza en una de sus cartas haciendo burla de esta circunstancia, encabeza la anterior carta referenciada nombrándole: Sr. D. Sebastián de Soto y Cortés, Soto Posada, Soto Rivero, Soto Posada (bis), Posada-Jovellanos. En cuanto a su domicilio, alternaba su residencia entre Labra y Posada (Llanes), donde tenía sendos palacios. Del primero de ellos dice Somoza: No es fácil empresa atinar con la morada señorial de Labra, situada frente a Corao, monte arriba y a la izquierda del agudísimo Pico de Iguedo; y menos aún penetrar en ella. Y así lo consignamos, porque más de uno, con las licencias necesarias, tuvo que dar la vuelta por donde había ido con muy lindo compás de pies, desde la mismísima antojana del palacio o contentarse con verle en reproducción panorámica. Porque si bien es cierto que con el plano de Schultz en el bolsillo y tomando lengua se llega hoy a los más extraños y recónditos parajes y a la vera de los más encantados castillos, no es cosa tan llana como parece el hincarles el diente o colocarse de rondón por la escalera arriba para recrearse en maravillas con las que muchos sueñan y pocos y muy contados a conseguir alcanzan240. En estos palacios o encantados castillos, como le parecían a nuestro quijote Somoza, guardaba valiosos objetos de mérito, rareza y antigüedad en arqueología, epigrafía, indumentaria, prehistoria, bibliografía, arte pictórico, numismática, arte venatorio, equitación, libros de jineta, cartografía, culinaria, juegos y... cuanto Dios crió, según expresión de su amigo. Del grado de conocimientos que Soto Posada llegó a adquirir en las disciplinas cultivadas dio repetidas muestras en informes enviados a la Academia de la Historia, la cual premió esta labor nombrándole Académico 240 SOMOZA, Julio. De la Numismática en Asturias. Monumenta Histórica Asturiensia XV. Gijón, Edición preparada por Pedro Hurlé Manso, 1984; pág. 25. Biografía de Julio Somoza 155 Correspondiente el 18 de junio de 1897. Colaboró también en las tareas de la Comisión Provincial de Monumentos, de la que fue corresponsal en Llanes. Aparte de esto, su pasión fueron los caballos y las criadas guapas, a decir de Juan Antonio Cabezas241. Tenían en común ambos chiflados la amistad de sus ascendientes, pues descendía don Sebastián de Juana Jacinta, hermana de Jovellanos, amiga que fue de la Indiana de Cirieño, bisabuela de Somoza; amistad que determinaría que Jovellanos se convirtiera en tutor de la abuela de Somoza. Tanto por esto como por la semejanza de gustos, la amistad fue grande entre ambos a juzgar por el cariñoso trato que se deja traslucir de la correspondencia entre ambos, y en la que entre otros temas surge el numismático. Por su interés reproducimos algunos pasajes de estas cartas242. En la fechada el día de San Blas de 1890, Somoza se interesa por una medalla conmemorativa del establecimiento de la Masonería y le invita a que haga un inventario de las que tenga. ¿Cuándo va Vd. a Labra y a Posada? Dígolo, porque tengo dentera por saber cómo es esa medalla conmemorativa del establecimiento de la Masoner (sic) en Gijón. Anímese Vd. a hacer un Inventario de las que tenga; y si algún día le inspirasen a Vd. tedio o cansancio, ya sabe donde serán recibidas con los brazos abiertos243. Otra de las monedas que tenía su amigo era una de Carissio. A propósito de ella Somoza le da consejos para que tenga cuidados con las falsificaciones: Creo me enseñó Vd. entre las monedas de su última adquisición monetaria, una de “Carissio”; pero, entendámonos; este Carissio ¿es Publio Carissio que a las órdenes de Augusto venció a Lancia y los Astures en la 2ª guerra cantábrica el año 20 a. de J. C.? ¿o era de Marco Agrippa, yerno de Augusto, que los sujetó, terminando la guerra el año 19 a. de C.? Porque amigo Soto, desde que Fermín “se atreve” a escribir la Historia de Asturias, se miente mucho244. Y ya sea Publio Carissio o Marco Agrippa, supongo que tendrá por el Rx el busto de Augusto, pues de no tenerlo ¿quién me dice a mí que esa moneda no es de algún individuo o cónsul de la familia 241 SUAREZ, Constantino. Escritores y Artistas Asturianos. Índice bio-bibliográfico. Tomo VII Edición, Adiciones y Epílogo de José María Martínez Cachero. Oviedo, Instituto de Estudios Asturianos, 1959. 242 Se conservan en el Archivo Histórico de la FUNDACIÓN ALVARGONZÁLEZ, en la carpeta G 50/1. Son todas de Julio Somoza, no se conservan las de Soto Cortés. 243 En su catálogo de monedas que figura al final de su obra De la Numismática en Asturias ya citada, pág. 137, figura esta medalla de 1850, de la Logia Amigos de la Naturaleza y Humanidad de Gijón. Es de suponer que al final terminaría regalándosela. 244 No es la única vez en que Somoza critica a Fermín Canella. 156 Agustín Guzmán Sancho “Carissia”? Ya sabe Vd. que hay viles falsificadores, y que en esto de monedas y medallas hay que andarse con mucho tino. —Fermín me citó dos: una de “Astúrica”, que bien creo yo sea de “Astúrica Augusta” (Astorga) citada por Vaillant; y otra de las Aras Sextianas. Pase por la primera; la segunda debe originarse de una mala lectura, y así se lo refuté en una de mis últimas cartas245. En otra carta posterior fechada así: Xixón, ut supra, haciendo referencia a una copla popular que aparece en la parte superior referida al Domingo de Ramos, vuelve a insistir sobre Carissio y agradece la donación de un objeto que no podemos deducir cuál es; pero debía ser moneda o medalla. Somoza no lo incluye en su monetario porque no es documento histórico. ¿Se trataría de una medalla acuñada por su rico y excéntrico amigo dedicada al propio Somoza? Es muy posible que así fuera, pues no encontramos otra explicación para la existencia en su catálogo de una medalla de 37 mm. que aparece con el número 2.747a y que se describe así: 1848. Nace en Gijón Julio Somoza246. — No creo que le falte razón al P. Flórez en la interpretación de la medalla de P. CARISSIVS. En efecto, Delgado, en su magnífica obra de “medallas autónomas”, trae dicha medalla entre las de Mérida. Las ocho primeras, mencionan a aquel general del siguiente modo: P. CARISSIVS, LEG. PRO PR, esto es “Publio Carisio, Legado pro Pretor”.(Todas éstas son de pequeño módulo). Las cinco siguientes, de gran módulo, y sobre todo la 9ª, 10ª, y 11ª que corresponden al tipo de la que Vd. tiene, dicen P. CARISSIVS, LEG. AVGVSTI, o sea “Publio Carissio, Legado de Augusto”; y sin tener a la vista ni la obra de Flórez, ni la de Delgado, conjeturo yo, que las ocho primeras monedas, corresponderán a la época de la estancia de Carissio en Mérida y las cinco siguientes, en que se apellida “Legado de Augusto”, deben referirse a la época en que venció a Lancia y los Astures; y acaso en su “clave Historial” resuelva satisfactoriamente este punto el P. Flórez. Y a propósito: recibí el recuerdo de Vd. y se lo agradezco; mas no le coloco en mi monetario, porque no siendo documento histórico, pegaría mal entre ellas. Algo tendría Vd. en Labra de más provecho para mi colección, y creo que cultivando Vd. preferentemente la sección “autónoma”, no le harán bulto los ejemplares desperdigados de las demás secciones. La rareza de las autónomas se juzga por este hecho: un coleccionista de Orense me ofrece por 245 La carta lleva fecha de 22 de febrero, pero no dice el año. Por su contenido, ya que trata en ella asuntos que aparecen en la anteriormente reseñada, el año es el mismo de 1890. 246 SOMOZA, Julio. De la Numismática en Asturias, Monumenta Histórica Asturiensia XV. Gijón, Edición preparada por Pedro Hurlé Manso, 1984; pág. 136. Biografía de Julio Somoza 157 mi ejemplar púnico de Gadir dieciséis monedas de plata de pequeño módulo, hispano-cristianas, entre Alfonso VIII y los Reyes Católicos. De cuantos tesoros coleccionaba Soto Posada el mejor guardado era su monetario. Un día llevó a Gijón un lote de unas 900 monedas para que Somoza las clasificara. Pero éste nunca llego a saber el número exacto de las que tenía, aunque presumía de superar el cuarto millar, cosa que Somoza ponía en entredicho, conociendo la habilidad del personaje para los despistes. Al final, muerto el amigo, Somoza pudo comprobar a cuanto ascendía, al poner sus herederos en sus manos la tasación del mismo: en total 2.606 monedas y medallas247. 3.— Amigos y maestros Además de Soto Cortés hubo otros muchos amigos con quienes compartió la afición numismática, como por ejemplo: Braulio Vigón, Ciriaco Martínez Vigil y el fraile agustino P. Miguélez, de quien ya hemos hablado al tratar de los Diarios de Jovellanos. En general fueron muchos quienes le ayudaron a la adquisición y mantenimiento de su magnífica colección. Como tributo agradecido a su memoria y testimonio de cordial afecto recordaba Somoza, además, a los siguientes señores: Don Marcelo Macías, docto catedrático; General Wenceslao Cifuentes; don Fernando González Valdés, médico ovetense; Sr. Marqués de Toca; don Gabriel Llabrés, catedrático; don Faustino Díaz, de Pravia; don Vicente Ramírez de Ocariz; don Juan Pantiga; don Florencio Huertas, comandante de Infantería; don Ignacio Ferrín, ayudante de Obras Públicas; don Javier Sanz, ingeniero de C.P.C.; don Nemesio Martínez Sierra; don Dámaso Cifuentes de la Rubiera; don Leonardo Camino; etc., etc. Pero entre todos ellos sobresalen quienes fueron sus primeros maestros: don Eugenio de Nava y Caveda y don Máximo Fuertes Acevedo. Era don Enrique Nava y Caveda nieto de don Francisco de Paula Caveda y Solares, el distinguido académico y cariñoso amigo de Jovellanos, y hermano Archivo Histórico de la FUNDACIÓN ALVARGONZÁLEZ, G 50/2. Figura en esta carpeta un documento a máquina con anotaciones y cifras de Somoza. De él se deduce que el inventario era de: 27 monedas de oro de varios países; 947 de plata, entre extranjeras españolas y romanas imperiales; y 1.595 de cobre, extranjeras, españolas y romanas imperiales, más 37 duros españoles repetidos. El documento está fechado en Labra (Oviedo-Cangas de Onís), el 26 de septiembre de 1928. Don Sebastián Soto y Cortés había fallecido el 17 de mayo de 1915 y su muerte fue muy sentida por los eruditos de la provincia y especialmente por los miembros de la Comisión Provincial de Monumentos, en cuyas actas figura el sentimiento por la pérdida de aquel a quien califican de “asturiano ilustradísimo, bibliógrafo y anticuario, y dueño de rica biblioteca y colección de objetos de arte e historia provincial”. (Archivo del Museo Arqueológico de Oviedo. Libro de Actas. Sesión del 10 de junio de 1915). 247 158 Agustín Guzmán Sancho del famoso Ingeniero Naval de la Armada y Diputado por Gijón, don Hilario Nava y Caveda. Fue experto hacendista que desempeñó cargos en la Isla de Cuba. De su carácter y personalidad dirá Somoza: Fue un modestísimo gijonés, en quien la noble franqueza, unida a un trato afabilísimo, dio origen a recíproca y, por nuestra parte, respetuosa amistad, a la vez que engendró en nuestro espíritu la afición por la noble ciencia de que tratamos248. Parece ser que fue la modestia una virtud familiar, pues de ella también gozaría fama su hermano. Ello habría de ser la clave de la entrañable amistad con el aprendiz de numismático, pues para Somoza era la vanidad el mayor defecto de los asturianos, como tendremos ocasión de analizar al tratar de su obra sobre el carácter asturiano. Fue él quien despertó su afición a la Numismática, quien le amaestró ayudándole en la interpretación de las numerosas obras que poseía sobre Numismática Española y Extranjera y que le dejaba a su disposición. Debió ser esto en tiempos de La Quintana, según se desprende del hecho de que aparezca entre sus colaboradores numismáticos Braulio Vigón y que dé a su amigo Fuertes Acevedo el nombre de maestro al referirse a él en una tasación monetaria249. Es lógico que fuera a través de sus eruditos y queridos amigos cómo se aficionase a esta actividad. Asturias no conservaba en sus museos nada que pudiera tener un mediano valor. La Universidad de Oviedo había conocido mejores tiempos, cuando al parecer guardaba más de seis mil medallas; monetario que procedía de la incautación a los Jesuitas de dicha ciudad, pero fue saqueado en 1809 250. Del Museo Arqueológico Provincial dice Somoza: Sabemos por uno de sus individuos, que está sin clasificar. Cuando lo revisamos, hace ya algunos años, nada vimos en él que fijara nuestra atención. De entonces acá puede haber prosperado: mas si hemos de juzgar de su adelanto por los donativos y legados hechos, no creemos hayan soplado para él vientos prósperos251. Y en cuanto al Instituto de Jovellanos, guardaba un heterogéneo grupo, un conjunto abigarrado de unas trescientas y tantas piezas, que procedían de un donativo de don Enrique Nava Caveda, que contenía ejemplares en su mayor parte malos y borrosos, y que eran guardados en tan revuelta confusión que daban a Op. cit., pág. 20. Carta a don Braulio García, que se conserva en el Archivo Histórico de la FUNDACIÓN ALVARGONZÁLEZ, 50/2, y que ha sido publicada por Pedro Hurlé en el Anexo II de la obra antes citada. En cuanto a la maestría de Máximo Fuertes Acevedo hay que recordar que éste publicará en El Almanaque Asturiano del Carbayón 1890 un artículo bajo el título: La Numismática en Asturias. (Oviedo, Edición facsímil de Mases Ediciones, 1987; págs. 45 y ss.) 250 Así lo afirma Fermín Canella en su Historia de la Universidad de Oviedo; pág. 185. Parece ser que con posterioridad al saqueo se formó una nuevo legado por don Luis de Borbón Vallabriga, el Infante Cardenal, pero Somoza lo pone en entredicho porque Canella no dice nada de ello. (SOMOZA, Julio. De la Numismática en Asturias. Monumenta Histórica Asturiensia XV. Gijón, Edición preparada por Pedro Hurlé Manso, 1984; págs. 30 y 31). 251 Op. cit., pág. 31. 248 249 Biografía de Julio Somoza 159 entender —según Somoza— la absoluta ignorancia de sus guardianes en semejante rama histórica. No obstante alguien, como su amigo Fuertes Acevedo, pensaba que este conjunto fue formado por su ilustre Fundador. Sin embargo, nadie hasta 1872 vio tales monedas en el Instituto252. 4.— El contenido de la colección de Somoza La base inicial del monetario de don Julio Somoza fue un primer grupo de ochocientas monedas que pertenecieron a don Francisco Palacio. Había heredado este señor dicho lote de don Ricardo Palacio, de Oviedo, quien a su vez lo había heredado de don José Antonio Palacio, canónigo de Oviedo, Oidor Honorario de la Cancillería de Valladolid, que poseía un magnífico monetario, según declara Posada, en 1805, y que las sucesivas sucesiones había disgregado con la consiguiente pérdida de valor que ello supone siempre. A este primer núcleo básico se añadieron, hasta un total de 1.600 piezas, algunas más que según expresión de Somoza agenciamos de varios particulares, entre los que no olvidaremos nunca al bondadoso historiador don Ciriaco Miguel Vigil y a nuestro coterráneo don Eugenio Nava, que nos ayudaron y alentaron en la empresa253. Púnicas................................................. Ibéricas................................................. Bilingües.............................................. Latinas (colonias y municipios)....... Consulares (anónimas)...................... Consulares (familiares)..................... Imperiales............................................ Tiranos y Bajo Imperio...................... División del Imperio (Or. y Occ.).... Hispano-árabes................................... Hispano-cristianas............................. Portuguesas........................................ Juras y Proclamaciones..................... Conmemorativas................................ Extranjeras........................................... AV — — — — — — — 1 — 2 11 — 1 — 1 16 AR — 6 — 1 1 7 14 1 — 11 209 19 11 13 77 370 AE 6 22 3 75 8 4 102 153 4 5 337 93 8 73 321 1.214 TOTAL 6 28 3 76 9 1 116 155 4 18 557 112 20 86 399 1.600 252 Esta frase de Somoza nos hace sospechar que tal vez fuera él quien descubrió la existencia de las monedas. En cuanto a su procedencia nadie mejor que Somoza tratándose de Jovellanos: Don Gaspar reservaba las monedas que pudiera encontrar para la Academia, la Universidad y sus amigos. 253 Op. cit., pág. 32 Agustín Guzmán Sancho 160 He aquí la distribución en conjunto de esta colección inicial: En este primer intento como lo calificaba su propietario, podían verse: un GALBA de plata con el reverso de Hispania; una dobla de oro, de Cuenca, de Enrique III; y el notable guitón del Príncipe don Carlos (hijo de Felipe II). Entre las que podían calificarse como muy notables: un menut de Oliana de Luis XIII de Francia y un medallón artístico a flor de cuño del Marqués de San Juan de Reyes, proclamando a Carlos IV en Guanajuato de México. Por apreciable podía consignarse un quinario emeritense de Augusto. Y en cuanto a rareza, destacaba un medallón de Caracalla, realizado por Giovanni Cavino, el Paduano, uno de los más diestros artífices del Renacimiento. Todo ello nos ha sido contado por el propio Somoza, con la pasión de coleccionista que gusta mostrar con orgullo sus posesiones. No se olvidaba tampoco de las doblas hispano-árabes: un dinar de los almorávides y otro de los almohades; ni de su serie hispano-cristiana, en la que sobresalían dos blancas ricas del Infante don Alfonso (hermano de Enrique IV), coronado en Ávila, una de Burgos y otra de Toledo; ni de las piezas de 8, 4 y 2 maravedís de Felipe III; ni de las de 8 maravedís de Felipe IV, más otra de cuño madrileño y fecha de 1691, que tenía por inédita. Y, por último, entre la serie colonial aparecía un duro provisional acuñado por la Suprema Junta de Zacatetas, en 1811, durante el cautiverio de Fernando VII; y entre la serie portuguesa por raros: varios torneses de Fernando I, un medio tornés y un espadín de Alfonso V 254. A esta primera adquisición habría de seguir otra: la del Brigadier don Carlos Morán Labandera, natural de Gijón, que había reunido durante su estancia en Navarra, y posteriormente en sus últimos años, una modesta colección algo informe. Algunas piezas procedían de su tío el canónigo don José Antonio de Labandera y Reyero, que había sido en opinión de Somoza no coleccionista sino acaparador de monedas. La viuda del Brigadier, doña Julia Lorente, quiso conservar como recuerdo de su esposo su colección de monedas y se resistió a don Julio Somoza, que insistía en comprarlas. Por fin los herederos de esta señora, Sres. Bocinos y Laverdure, atendieron con benevolencia sus indicaciones y tras breve fórmula de convenio la hicieron pasar a dominio de don Julio. Era un total de 1.008 piezas, en su mayoría bien conservadas, entre las que abundaban las series de monarcas privativos de Aragón, Mallorca, Cataluña, Valencia y Navarra. Pero también había algunos hallazgos asturianos como un Valentiniano I (Imp. 364-375) con el reverso de Victoria Augg (ustorum). Llegó a manos de Somoza esta monedita de oro envuelta en un 254 Op. cit., págs. 33 y 34. Biografía de Julio Somoza 161 papel amarillento y de borrosa lectura en el que se decía que había pertenecido al canónigo Labandera Reyero quien a su vez la obtuvo de su amigo don Gregorio Menéndez, el cual la encontró en el lugar de Contrueces, de la parroquia de Ceares, el año 1700. Era una de las dos monedas que Rendueles Llanos cita en la nota 2 de la página 19 de su Historia de Gijón. También encontró Somoza envuelto con idéntico papel y anotaciones un denario de Marco Aurelio con el reverso de Palas, año VIII de la potestad tribunicia. Del conjunto que había pertenecido a don Carlos Morán Labandera, sólo pasaron a incrementar su primer monetario de 1.600 piezas, 252 ejemplares más, pues el resto de la donación constituían piezas repetidas. Pero, sin embargo, pudo llegar a refundir un monetario de 2.000 piezas en total gracias a las dádivas de algunos generosos amigos, entre otros de don Joaquín Vigil Escalera, de Siero; don Eugenio de Nava Caveda, que le regaló 700 piezas que tenía duplicadas; don Fernando González Valdés, que le ofreció muy hermosos ejemplares en las series de los últimos Borbones; y doña Beatriz de Armiño. Esta señora le regaló 100 ejemplares entre los que se veían: un medallón de la Sociedad Económica de Amigos del País de Asturias que había obtenido en su juventud por su pericia en el Dibujo; dos grandes bronces de Adriano, que le había obsequiado don Álvaro Armada y Valdés, Marqués de San Esteban, propietario del monte Coriscao en Deva, donde se encontraron; y cuatro visigodas entre las que sobresalía el triente de Égica. Entre las nuevas adquisiciones se figuraban algunas raras monedas de las llamadas provisionales, acuñadas en América, durante el cautiverio de Fernando VII, que no figuraban en la obra de Heiss, a saber: dos de muy oscura interpretación, correspondientes al pueblo de Morelos (México); una de dos reales de cobre, con un reverso típico; y dos caraqueñas de los años 1817 y 1818, de valor de un cuarto que ostentan la cifra del monarca en el anverso y las armas de la ciudad venezolana en el reverso. Otras son destacadas (mostradas diríamos más bien) por su orgulloso propietario a causa de su extrañeza, como la que dibujaba un escudo heráldico en una cara y en la otra una bomba de incendios y alegorías al fuego, con el número 5 en cifra arábiga, indicativa del barrio o cuartel donde ocurrió el fuego, o una supuesta medalla hebrea-latina, conmemorativa de un descubrimiento geométrico o astronómico. Plenamente, y con la perseverancia que esta afición exige a sus adeptos —nos cuenta Somoza—, pudimos superar la cifra de 2.500 ejemplares, llegando a la de 2.676 (segunda refundición)255. Se debió esto en su mayor parte a la adquisición del monetario de Fuertes Acevedo, que como indeleble recuerdo de 255 Op. cit., pág. 38. 162 Agustín Guzmán Sancho amistad y memoria póstuma, recibió de sus herederos. Estaba formada por 1.627 ejemplares, reunidos en el transcurso de varios años, durante la residencia de su propietario en Asturias, Santander y Badajoz. De esta colección Somoza rechazó, regalándolas entre varios aficionados, 84 reproducciones en plomo, pertenecientes al Consulado y al Imperio francés, entre otras razones porque no guardaban relación con nuestra historia nacional. Corrigió Somoza algunos errores de clasificación y de cómputo de su amigo, y también aclaró algunos errores como el que se venían arrastrando por tan importantes especialistas como don H. Pérez Varela y Campomanes hasta llegar a Ciriaco Miguel Vigil. Se trataba de un error de mala lectura que hacía a Tineo protagonista de haber acuñado una moneda en honor de Fernando VI, cuando la verdadera lectura se refería no al colegio mayor de Tineo sino al colegio mayor de Santo Tomás, de Sevilla. El mayor interés de esta colección estaba en las series ibérica y latina de colonias y Municipios de España, por las que sentía particular predilección Fuertes Acevedo. La serie hispano-cristiana tenía en expresión de su nuevo poseedor muy bellos especímenes. Pero lo que más le llamó la atención y resultó para él según sus palabras, motivo de júbilo fue una medallita de plata de 26 mm conmemorativa de la proclamación de la Constitución de 1812, en la villa de Gijón, hecha a expensas de un gijonés que se ocultaba en ella bajo las iniciales A. J. M. y que suponía correspondían a don Antonio Jove Menéndez. A esta moneda dedicó Pedro Hurlé un artículo titulado Una medalla gijonesa256. En él cuenta que fue Gijón una de las cuatro localidades de la península que conmemoraron tan fausto acontecimiento de la aprobación de la Constitución de 1812. De ellos el articulista solamente conoció tres. Tan interesante pieza no aparecía citada por Vives. En cuanto a las circunstancias de acuñación dice: “No hemos podido averiguar en qué casa de moneda se acuñó esta rarísima medalla; el dibujo, por su tosquedad, acusa la mano de algún artista local, poco práctico, en este género de trabajos”. Y por lo que se refiere a la filiación del generoso donante añade: “Después de largas investigaciones hemos podido comprobar que se trata del comerciante gijonés don Antonio Jove Menéndez, cuya desahogada posición le permitía ese lujo numismático”. De manera que vino el discípulo, Pedro Hurlé, a corroborar las sospechas del maestro, Julio Somoza, acerca de la identidad del donante. Resulta curioso el que Rendueles Llanos no la mencione en la Historia de Gijón, a pesar de mencionar las fiestas que en honor de la Constitución se llevaron a cabo en la villa. 256 El Comercio, 21 de enero de 1951. Biografía de Julio Somoza 163 En cuanto a las características y descripción de la misma, tenía un diámetro de 25 mm y peso de 15 gramos. En el anverso se veía como un libro que podría representar la Constitución aprobada —en realidad recuerdan las Tablas de la Ley—. Debajo parten numerosos rayos, que aluden al sinnúmero de luces que con tal motivo iban a ser repartidas por España. Y más abajo en tres líneas GIXON / A LA CONSTIT / ESPAÑOLA. En el reverso figuran una balanza, que tanto puede representar al comercio como a la Justicia; debajo, una especie de garita sobre un muelle con un proceloso mar que surca un flamante bergantín —nos sugiere el puerto de Gijón, desde Santa Catalina—; la leyenda EL COMº FIEL A LA XUSTª 7 DE SETe 1812; y en el campo, A Exs DE AJM257. Hizo Somoza, por último, una tercera refundición con la ayuda de nuevos amigos, los herederos del Marqués de Vista Alegre y el Sr. Soto Posada (Soto Cortés), por la que la colección pasó de un total de 2.676 a 3.400. De esta última refundición hay que destacar además de un áureo de Nerón que fue encontrado en la fuente de la Almunia, de abundantes resellados, y de alguna proveniente de la ceca de Medina del Campo, la peculiaridad de una moneda que ostentaba la letra griega tau, insignia peculiar de los templarios, y que algunos tratadistas la explican como el TAU de Santa Tecla, patrona de Tarragona, o el TAO de los comendadores de la Orden de San Antonio Abad y los familiares de San Juan de Jerusalén, aludiendo al blasón de Santa Tecla. No compartía este sentir Somoza, porque también en las monedas de Urgel se registra el TAO. El total de 3.400 piezas era el que constituía la colección, pero en realidad el número de monedas que llegó a reunir fue de 7.000. Él mismo hace el resumen y procedencia de sus monedas y medallas: Colección íntegra del Brigadier Morán...........................................................1.008 Colección íntegra del catedrático Fuertes Acevedo......................................1.627 Lote numismático del Sr. Palacio........................................................................800 Fracción de duplicados del Sr. Nava..................................................................700 Donativo gracioso de la Sra. Armiño.................................................................100 Adquisición herederos Marqués de Vista Alegre..............................................50 Del Sr. Soto Posada.................................................................................................20 Adquisiciones varias por compra, cambio o donativo.................................2.695 TOTAL.................................................................................................................7.000 257 HURLÉ, Pedro. Medallas conmemorativas Gijonesas. Tomo II, págs. 122 y ss., de los artículos de Pedro Hurlé reunidos en la Biblioteca Asturiana del P. Patac. Agustín Guzmán Sancho 164 En cuanto a la colección, el RESUMEN sería el siguiente: SERIES I— HISPANO-HELÉNICAS II— GRIEGAS Y FENICIAS III— IBÉRICAS IV— BILINGÜES V— HISPANO-LATINAS VI— CONSULARES ANÓNIMAS VII— CONSULARES FAMILIARES VIII— IMPERIALES IX— TIRANOS Y BAJO IMPERIO X— BIZANTINAS (Oriente) XI— SUEVO-LUSITANAS XII— VISIGODAS XIII— HISPANO-ÁRABES XIV— HISPANO-CRISTIANAS XV— PORTUGUESAS XVI— PROCLAMACIONES XVII— GRANDES MAESTRES DE MALTA XVIII— CONMEMORATIVAS ESPAÑOLAS XIX— CONMEMORATIVAS EXTRANJERAS XX— INGLESAS XXI— EXTRANJERAS AV AR 8 1 18 AE Totales 1 1 109 156 1 1 24 54 12 186 9 2 338 280 5 36 493 45 40 1 38 1 50 237 9 671 133 16 1 137 33 111 407 8 25 72 12 187 10 111 497 284 8 4 4 52 1.195 178 58 2 175 34 161 648 60 1.237 2.428 3.725 3 3 2 4 4 7 31 2 4 Autor de clasificación Delgado “ “ “ “ Cohen “ “ “ Sabatier Heiss-Campaner “ Codera-Vives Heiss-V. Quadras Teixeira Herrera Blanchet Vidal Quadras Boutkowski Humphreys.Pinkert Blanchet 5.— Monedas halladas en Asturias De todas estas monedas, las que sin duda tenían un especial interés eran las que habían sido halladas en Asturias. Así lo pone de manifiesto el hecho de que hayamos encontrado una relación de su puño y letra de las monedas de su pertenencia que habían sido encontradas en su tierra. Probablemente la relación sería anterior a la última refundición, que hemos reseñado, por lo que las referencias que en orden aparecen en esta nota no coinciden con las del catálogo definitivo publicado por Pedro Hurlé. Por eso nos limitaremos a señalar el balance respecto de cada uno de los lugares donde habían sido encontradas. Del monte Coriscao, en Deva, poseía un par de ellas; de Pino de Aller tenía un total de cinco monedas; de Pumarin, junto a la Capillona, una; de Aroles, otra; otra más de la Abadía de Cenero; y otra de Llanera. Resultan curiosas las que se encontraron con motivo de derribos y Biografía de Julio Somoza 165 obras, por ejemplo dos halladas con ocasión de las obras de la primera traída de aguas a Gijón, o la que se encontró en una casa de la calle San Antonio258. A veces los hallazgos en Asturias ponían al descubierto piezas foráneas. Así por ejemplo, contaba don Julio con un famoso florín de Bolonia, que apareció en tierras de la Abadía de Cenero, sin duda perteneciente a algún viajero que llegó a nuestras tierras por pura casualidad259. Entre las monedas que persiguió tenemos noticia de un cruzado de oro portugués, época de Manuel I, el Afortunado, en el que aparecía la leyenda EMANUEL : R : P : ET : A : D : GVINE (Manuel I, Rey de Portugal y Algarbe, Señor de Guinea), por cuya razón se conocían estas piezas por el nombre de GUINE. Somoza había fichado uno que poseía en 1871 Antonio G. Estrada, relojero que vivía en la calle Corrida, y que en 1922, según pesquisas de Somoza, debía poseer su hermano Bernardo G. Estrada, vecino de la Guía, quien lo ocultaba. Esta moneda había sido encontrada en El Musel y don Julio sospechaba que sería de los expedicionarios de la Escuadra Invencible, a su regreso de Inglaterra, refugiada en El Musel. Por demás era moneda común, de la que Somoza llegó a juntar cuatro ejemplares, ignorándose si uno sería este que tanto anhelaba por suponerlo testimonio de aquel importante suceso260. Estos hallazgos ocasionaban gran revuelo entre los habitantes de Gijón y estimulaban la codicia de las gentes. Somoza hace befa de estos contratiempos, por otra parte tan humanos, así como de la ignorancia de sus descubridores. Cuenta un sucedido al respecto que bien puede ser calificado de disparatado. Un día llegaron a Gijón a consultarle un individuo que califica de clásico burgués, acompañado del cura del lugar, trayendo a su presencia unos bronces encontrados en la región piloñesa. Entre los de mediana conservación mostrábase uno con busto femenino en el anverso —dice Somoza—, mostrando en el opuesto lado una figura de matrona con amplia veste de artísticos pliegues, y actitud majestuosa, teniendo en la diestra mano una antorcha flamígera, símbolo parlante del astro luminoso. Añade Somoza que nada de esto llamó la atención al poseedor del disco, sino solamente una palabra (resto sin duda de la leyenda circular) que en visibles y bien cincelados caracteres, como todos los del alto imperio, decía sin el menor equívoco ¡LUCIFER...! Aquella diabólica palabra era la causante de la visita. El dueño del bronce y el cura del lugar habían calificado el hallazgo como de la moneda del diablo, y así, por lo singular el caso, como por lo sorprendente de la lectura, entre escamados y maravillados decidieron consultar sus dudas no con el abogado del diablo (que pudiera birlarles la moneda) sino con quien, a su juicio, le ofreciera las Archivo de la FUNDACIÓN ALVARGONZÁLEZ, G 50/2. HURLÉ, Pedro. Los hallazgos de monedas antiguas en Gijón y su concejo. El Comercio, 4 de septiembre de 1959. 260 Archivo de la FUNDACIÓN ALVARGONZÁLEZ, G 50/2. 258 259 166 Agustín Guzmán Sancho más sólidas garantías. Consultado Somoza, se sonrió y según dice le costó Dios y ayuda el darle a entender al dueño por medio de imágenes acomodadas a su rústico cerebro, y despojadas de todo aparato retórico, que allí no había diablo ni diablesa, sino una Emperatriz (Faustina la joven, mujer de Marco Aurelio) o Julia Domna, que consagraba o dedicaba aquella moneda a DIANA LUCÍFERA, y añade: como si dijéramos, a DIANA con la advocación del lucero de la mañana, ¡nada! como si cantara, ni a trompa y talega le entraba el argumento. El fin de la historia fue este: Mohíno se quedó el hombre, como quien, despojado de la venda y sin poder explicárselo, ve y toca la impura realidad de los hechos. Por fin, apeló al último argumento (que para él constituía el de mayor fuerza) y con voz algo velada preguntó: y esto ¿qué podría valer?...¡cómo, esto! (dije aparentando asombro y volcándoles de golpe sobre la cabeza el caldero de agua hirviendo)... ¡Nada! diez o quince céntimos; si esto abunda en Asturias más que “los artos y el felechu”, ¡a buena parte va! Y añade su protagonista: ... y luego, incontinenti guardó los discos, se caló el chapeo y tomando el portante ni se acordó de dar gracias261. Muchas veces era consultado Julio Somoza interviniendo en muchos trueques y tasaciones. Cuando se trataba de valorar un conjunto pretendido por él solía utilizar los argumentos que cualquier comprador suele emplear con el objeto de obtener, por la menor cantidad de dinero posible, aquello que de veras le interesa, pero los precios que correspondían a las piezas de oro y plata eran los que en aquella época corrían. Era en este aspecto un hombre serio en cuanto comprador262. Sus conocimientos fueron amplísimos. Estuvo en relación con los principales coleccionistas nacionales e incluso algún que otro extranjero. Se conserva una lista, de puño y letra de Somoza en la que figuran los principales de ellos: Armengol, de Barcelona; Pablo Bosch, en Madrid y Barcelona; Ignacio Calvo, Madrid; M. F. de Campos; Conde de Cedillo; Rafael Cervera, de Madrid; M. J. H. Coronel; Cayo Escudero, de Navarra; Camilo G. de Castro; José García de la Torre, Madrid; A. González del Valle, de la Habana; Adolfo Herrera, de Madrid; N. Mazarredo, de Madrid; José Toribio Medina, de Chile; Císcar Montoliu; Mullé de la Cerda, de Madrid; General Noguer; Pedro Alonso O’Crouley; Aurelio Prado y Rojas; Manuel Ramos del Pilar; Antonio Ramis, de Mahón; Casto María del Rivero, de Madrid; Alejandro 261 SOMOZA, Julio. De la Numismática en Asturias. Monumenta Histórica Asturiensia XV. Gijón, Edición preparada por Pedro Hurlé Manso, 1984; págs. 4 y 5. 262 Op. cit., pág. 76. Biografía de Julio Somoza 167 Rosa; Juan Manuel Sánchez; M. Vidal Quadras; Vidal de Valenciano; y Antonio Vives, de Madrid263. 263 Archivo Histórico de la FUNDACIÓN ALVARGONZÁLEZ, G 50/2. Figura también en esta carpeta, entre las cartas de Somoza, una en inglés, remitida desde Londres el 14 de noviembre de 1932, por J. W. Pearce, quien contesta a unas posible dudas derivadas de la lectura de unos de los artículos que había publicado en una revista especializada. No figura el destinatario, y como los fondos provienen de Pedro Hurlé, bien pudiera ser éste el destinatario. Nos crea la duda el hecho de que en un artículo titulado Notas sobre Numismática. Principales coleccionistas asturianos. (El Comercio, 23 de diciembre de 1959) señala que hacía muchos años estuvo en relación con un coleccionista inglés, quien tan sólo reunía piezas del gran Constantino I el Grande. La carta habla de Valentiniano I, pero pudo ser un lapsus de Hurlé. Por si acaso el destinatario fuera Somoza he aquí su traducción: Estimado Señor: Es muy cierto que mis artículos en SPINK están condensados hasta el punto de la tortura, pero SPINK nunca los hubiera publicado en forma extensa. Estaré muy contento de explicar cualquier punto en particular que le cause dificultad. En mi primer artículo (enero 1931,...) expliqué que cuando la separación del nombre en el anverso es la normal, v. g. DN VALENTÍN - ANUS PF AUG (para Valentiniano I), nunca la cito — Cuando no esta especificado se debe entender tal y como aquí arriba. También, cuando el busto del anverso lleva diadema con perlas, ropaje y coraza, como casi siempre ocurre, no lo cito. Pero cuando lleva diadema con rosetas, ropaje y coraza, simplemente pongo r. d. Cuando lleva casco, etc., o está mirando a la izquierda, siempre lo cito. Por poner un ejemplo del ejemplar de noviembre: Cyziccus 1. Procop. v r.d. SMKA, significa que solamente se encuentra con la letra A, y que su busto lleva diad. d. y cor. r. pero solamente tiene la diadema de rosetas. 2. Restitudor (?) etc. SMKA Val. Y (A); r. d. (A B R): significa que con el busto corriente (diad(ema). dr(apeado). cor(aza) con diadema de rosetas, tiene SMKA, SMKB, SMKR. Valen-S (R) significa DN VALEN-S PF AUG. Este sólo lo he visto con la diadema de perlas usual: r. cor. r. y sólo con la ceca SMKR. Cuando el nombre de un emperador a menudo varía como en el caso de Valentiniano II, siempre doy las abreviaturas, de la siguiente forma: ‘Val. II ...IVN = DN VALENTINIANVS IVN PF AUG’ ‘Val. II ... — = DN VALENTINIANVS PF AUG’ ‘Val. II I—A = DN VALENTINI — ANUS PF AUG’ Espero haberle aclarado este punto. Por favor, hágame saber si puedo ayudarle en cualquier otro punto. Si tuviera algunas añadidos a unir a mis listas y probablemente todo coleccionista tiene monedas con cecas que no he visto en ningún museo, le estaría muy agradecido que me informara. Estoy especialmente interesado en la “URBS ROMA” TRPS* y serie TRPS, y también en las monedas ‘vota’ con TRPS* y TRPS. Si tiene alguna de estas monedas ‘vota’ de Graciano, Valerio, Valentiniano y Teodosio de Tréveri o cualquier URBS ROMA (tipo silla) con TRPS le estaría muy agradecido por el calco. ¿Podría decirme si Madrid o cualquier otra ciudad española tiene muchas monedas del período de Valentiniano y Teodosio, ya que me podía merecer la pena volver a España otra vez, en donde no he estado desde hace 45 años. 168 Agustín Guzmán Sancho Lo mismo que habían hecho con él sus amigos, guiando sus primeros pasos por el gozoso pasatiempo de esta chifladura del coleccionismo, hará él con un joven, que de su mano comenzará la andadura de clasificar, reconocer, valorar y admirar esos pequeños testigos del pasado que son las monedas y las medallas. En 1922 inició así su monetario Pedro Hurlé Manso. Sus primeras piezas fueron un lote de repetidas de su maestro. La amistad fue entrañable entre ambos; juntos recorrerían Gijón y sus alrededores en busca de hallazgos del pasado y juntos admirarían y anotarían la historia, la geografía, el arte, el folklore, etc.; en una palabra, todo el ser y la esencia de Asturias. Cuando volvían de sus paseos, Amparo, la hija de don Julio, solía decir: “Ya llegan el abuelo y el nieto”. Tal fue su amistad. Y en 1939, el año antes de su muerte, Somoza cedió a su nieto todos sus libros, papeles (incluido el manuscrito de su obra De la Numismática en Asturias), fotografías, carpetas de estudios sobre Genealogía y Heráldica de las principales familias asturianas para que continuase la labor por él emprendida en los campos de la Numismática y de la Historia de Gijón264. 6.— El final de la colección Pero de la colección de monedas ¿qué se hizo? Dejemos que sea el propio Pedro Hurlé quien nos lo cuente. “Tanto el monetario del Sr. Somoza —dice—, como el nuestro, fueron incautados en el luctuoso período de 1936 y enviados con destino desconocido. Años más tarde, en el de 1941 pudimos saber que ambos monetarios habían sido recuperados, junto con otros tesoros nacionales, en la catedral vieja de Lérida, y llevados a Madrid para ser depositados en el Centro de Recuperación del Patrimonio Artístico Nacional (calle del Duque de Medinacelli) a donde nos encaminamos, provistos de un poder notarial de doña María Melendreras, hija política (sic) y heredera universal de don Julio Somoza, para recoger ambos monetarios”265. Sin embargo, los monetarios no estaban enteros, sino que faltaban piezas, principalmente todas las de oro y plata. Lo que quedaba fue vendido a un particular de Madrid por su heredera266. 264 SOMOZA, Julio. De la Numismática en Asturias, Monumenta Histórica Asturiensia XV. Gijón, Edición preparada por Pedro Hurlé Manso, 1984; pág. XIV. 265 Op. cit., pág. XIII. 266 HURLÉ, Pedro. Notas sobre Numismática. Principales Coleccionistas Asturianos. El Comercio, 23 de diciembre de 1959. 170 Agustín Guzmán Sancho Pedro Hurlé cedió su colección al Museo Arqueológico Provincial de Oviedo, de modo que una parte de las monedas que habían sido un tiempo de Julio Somoza (las repetidas), se conservan en Asturias. Algunas de las que formaron su monetario mismo, como por ejemplo la acuñada con motivo de la proclamación de la Constitución de 1812, las tiene hoy don Vicente Sánchez de Arza, el mayor representante —a decir de Pedro Hurlé— de los numismáticos asturianos. Amargo destino el de Somoza: ver al final de los días cómo desaparecía de sus manos aquel tesoro que testimoniaba tanta historia y al que había entregado tanta vida. CAPÍTULO 8 El carácter 1.— La burla de sí mismo Decía Fermín Canella acerca de su consocio de La Quintana: “Claro que repasando sus obras se admira su trabajo y se admira también a quien las compuso, encontrando que lo otro, su carácter, su temperamento impetuoso, dado al genio y a la crítica sañuda y punzante, debe dejarse de lado y analizarlo cuando convenga y cuando se estudie al hombre y no a la obra. A nosotros sólo debe interesarnos su fecunda labor que es lo que nos ha dejado, y ésta merece la pena de ser conocida”267. Pretendiendo estudiar no sólo la vida y la obra de Somoza sino también al hombre que fue, conviene aquí y ahora que hablemos de lo otro, de su carácter. Y lo hacemos dedicándole un capítulo entero porque pocos personajes han tenido una personalidad tan marcada, un carácter tan impetuoso como Somoza, hasta tal punto que resulta familiar su mal genio hasta para quienes no le conocieron. Al hablar de su infancia resaltábamos su sordera de nacimiento, que sin duda debió de ser un factor determinante de una conducta aislada, posible germen de ese carácter agrio. También sabemos que tuvo cierto complejo de bajo a causa de su 1,60 m de estatura, a lo que atribuía su fracaso en el ingreso en la Academia de Artillería. Se cuenta un fracaso amoroso, son esos rumores no documentados que uno oye, otro interpreta y al final uno sin saber dónde lo oyó lo cuenta, que se enamoró de una chica y terminó casándose con el amigo. Tuvo además una vida larga, en una época donde la gente envejecía antes que ahora, y eso ha podido pesar y mucho en el recuerdo que nos han dejado de él quienes le conocieron en la vejez, cuando el humor declina, agobiado por los sinsabores de la vida. Asiste al adiós de todos los suyos: sus padres, su único hermano, su esposa, y hasta su única hija, y ve 267 Carta de Fermín Canella a Acisclo Fernández Vallín, de fecha 7 de mayo de 1892, citada por Alejandro Alvargonzález en su artículo de El Comercio, de 25 de julio de 1954, titulado: Julio Somoza, historiador y jovellanista. 172 Agustín Guzmán Sancho que su parentela se extinguirá con él. Y verá también, cómo todo lo suyo, su obra, será vista con indiferencia por sus paisanos, aquellos precisamente que más debieron amarla. Y al final verá, ya lo veremos, desaparecer el fruto del estudio de toda su vida. No fue fácil la vida de Somoza, sino que está llena de sinsabores y hay que relacionar estos sinsabores con ese mal genio268. Es probable que sufriera más de algún desengaño que le llevase a la desconfianza, algo así como lo que vimos le ocurrió con sus supuestos amigos, que le abandonaron en la empresa de publicar los Diarios de Jovellanos. Y ello porque han llegado a nosotros manuscritos estos versos que él apostilla como recuerdos de su infancia: El consejo del abuelo Mira, Pedro, nunca creas al que te prometa mucho, que si en mentir está ducho consigue lo que sea. Más tú luego que le veas, averigua su intención, no causes tu perdición por obrar con gran presteza, que el que obra con ligereza pagará su indiscreción. Recuerdo de la infancia de JULIO SOMOZA269 A pesar de todo hay una constante de humor en su vida. En su correspondencia siempre hay una frase de sorna, de guasa, que a veces es burla de sí mismo. Es ese tipo de burla que Unamuno calificaba de auténticamente española, la burla que desprende El Quijote, la burla que nos hace reír y nos hace pensar al mismo tiempo. No fue un amargado de sí mismo. Fue, pues, sensible al humor. Tal vez su actitud se defina del modo cómo describió su conducta en aquel artículo, alegre y lozano, graciosísimo, que publicó en agosto de 1880 bajo el título Una gira en El Musel y que luego reprodujo en Cosiquines de la mió Quintana. En aquella excursión a El Musel, se juntaron alrededor de una Caldereta entre unos y otros veinticuatro amigos. Entre ellos Ramos Carrión y Vital Aza, quienes a los brindis improvisaron algunos versos en honor del anfitrión, que lo era Rafael Tuñón. Después brindaron otros y Restituto Buylla invitó a Somoza a brindar. La escena la describe don Julio así: 268 Así lo hace, por ejemplo, Emilio Marcos Vallaure en Tres personajes en busca de editor. Oviedo, ASTURA, Nuevos cartafueyos d’Asturies, 4/85, 1985. 269 FUNDACIÓN ALVARGONZÁLEZ. Expediente H-50/1. Son consejos dirigidos a Pedro Hurlé, a quien denominaba con el cariñoso nombre de nieto. Biografía de Julio Somoza 173 Brindan luego en frase cortés Valle y Noriega; y Restituto Buylla dice con burlesco enojo en que la risa retoza, “que brinde el señor S... por lo que más le de antojo”. Pero el aludido que conoce bien el adagio de que “no hay peor sordo que el que no quiere oír”, continúa en la divertida tarea de enfundar cierto objeto casi indispensable en el género de pintura llamado bodegones. El artículo termina con estas palabras: No pediré que la fiesta se repita, porque sería sobrada desvergüenza por mi parte, y aún la sátira popular me designaría con un nombre harto significativo. Pero sí pediré indulgencia a todos y a cada uno, por mi culpa, ¡Señor! por mi grandísima culpa! Son a nuestro entender estas líneas un ejemplo claro de la personalidad de Somoza. Hombre que gusta del trato social, que aprecia y gusta del humor y de la amistad, pero con todo, en un momento determinado, es capaz de desairar a sus amigos. Reconoce luego su culpa y la publica, pide perdón, pero el tono se vuelve entre burlas y veras. Es lo mismo que ocurre con Menéndez Pelayo cuando le escribe después del desaire cometido contra él en el “Preliminar” de Nuevos Datos. Primero le pide perdón: Creo que alguna frase de mis anteriores escritos alusiva a su personalidad de Vd. le enojó más de lo debido. Dela Vd. por borrada, que yo no quiero enojar a ninguno, ni malquistarme con nadie, y es preferible vivir en paz con todos, antes que en discordia. Luego el tono se vuelve burlón: Añadirá Vd., que esta declaración sería pertinente años atrás; pero que ahora, es tardía e inoportuna, y casi,... interesada (está tronando). Bueno: pero también es sincera. Dígalo Fray Miguélez, que también añade, que algo bueno habrá en su librería de Vd. para mi bibliografía jovellanista (va en la 2ª limadura)... ¡ah, carafe, tú que has dicho!... pues me convierto en pordiosero literario, y allá me voy, a ver como las gasta don Marcelino... Ello ye... que lo que a mí se me haya escapado, ha de estar bien recóndito: con que así disimulando mi llaneza, dígame a media frase lo que tiene, que como yo lo posea o lo conozca, enseguida descifraré el resto270. 270 Epistolario. Tomo XI; carta 324; fecha, 29 de septiembre de 1891; pág. 237. Agustín Guzmán Sancho 174 2.— La sinceridad ante todo La sinceridad ante todo. Una sinceridad que por serlo se aparta de la vanidad: Habrá muchos jovellanistas en España —le ha dicho antes en la misma carta a don Marcelino—: más apasionados que yo, ninguno, y que me ganen a propagar su gloria, tampoco. En buena hora lo diga, y sin pizca de vanidad también. Para Somoza la franqueza era un atributo de los asturianos y hacía alarde de ella. Recordemos que la primera vez que se dirige a Menéndez Pelayo le dice que perdone la ruda franqueza de un asturiano. Patricio Adúriz ha visto en la sinceridad la causa por la que se ganaba la ojeriza de las gentes. Dice así: “Aprovecha ocasiones que se le presentan para decir verdades como puños y caiga y quien caiga. Estos casi desplantes contribuyeron a granjearse la ojeriza de los afectados —que todos conocemos sin necesidad de citar nombres— que le reputaban de airado, irascible y poco contemporizador, vidrioso en extremo y hasta imprudente por no reprimir su sinceridad que levantaba ronchas”271. Fue esta sinceridad, a nuestro entender, la fuente de tantas enemistades y berrinches. Cuando en 1876 publica en El Productor Asturiano su artículo: Un conflicto probable, advierte en él que sólo pretende decir a sus vecinos, valiéndose de una frase vulgar, las verdades del barquero. Y continúa diciendo que el autor por amargas o agridulces que las encuentre el lector, protesta de antemano de cualquier interpretación torcida o maliciosa que quiera dárselas, amén del dictado de antipatrióticas con que calificárselas pudiera, si tal concepto merecieran a ciertos descontentadizos para quienes la sinceridad no existe. No le valió esta protesta ya que como vimos el artículo le costó cuatro denuncias por parte del Ayuntamiento, de las que salió absuelto. Y a decir verdad, era el celo por la mejora de su villa natal lo que le movía a denunciar el mal estado de sus calles, de la sanidad, y de todas la otras cosas. Presumía de gijonés y al mismo tiempo arremetía contra los gijoneses, llevado por el afán regenerador de su tierra. También a Jovellanos se le escapa en alguna ocasión la frase o el comentario hacia los asturianos, pero en Somoza se convierte en obsesión. Que pretendía un afán regenerador se deduce de esta frase dónde sale al paso de las pugnas entre Gijón y la capital: Ser gijonés y decir estas cosas, parecerá a muchos poco patriótico, porque las propias faltas, bastante castigo tienen con que las señalen los extraños, sin que los de casa nos metamos a censurarlas. Pero el gijonesismo todavía impera con tal pertinacia, que si no le cortan los vuelos, capaz es de aspirar a un Renacimiento; y para prevenirlo nos permitimos recordar a sus mantenedores, que la nueva generación que les desbanca ni piensa vol271 Centenario de Jovellanos. IX.— Somoza o la insigne erudición. El Comercio, 7 de abril de 1974. Biografía de Julio Somoza 175 ver a las andadas ni reñir batallas campales con Oviedo y Luanco sobre cuestiones de ningún género, ni de capitalidad ni de prioridad marítima. Esta crítica hacia sus paisanos, que fue una constante en su vida, va a ponerle en una situación difícil e interferir en la relación con ellos, especialmente con las clases populares y campesinas. Y las relaciones debían ser muy difíciles con ellos cuando al recibir de Menéndez Pelayo los Diarios, dejándose llevar por el sentimiento, en uno de sus típicos arranques escribe estas durísimas palabras acerca de sus paisanos: Este es un pueblo de comerciantes encanallados, incapaces de ninguna idea elevada. Jovellanos no pertenece a Gijón, Jovellanos es español y nada más, ¿qué tienen de común sus ideas, sus sentimientos, su educación, la nobleza de su espíritu, la ingenuidad de su carácter, la grandeza de sus aspiraciones generosas, con las de esta gente falsa, pérfida, doble, ruin y villana de condición, mezquina de ideas, imponderablemente vanidosa, y refractaria a toda idea de grandeza? Nada ¡ni sombra!272. Por demás está claro que Somoza pronuncia estas palabras en un arranque de jovellanismo. Ha idealizado tanto a su personaje que no sólo en Gijón, sino en cualquier parte del mundo, cualquier hombre o mujer le parecería mezquino y ruin comparado con Jovellanos, que ya no es en su idealización de ningún mundo. 3.— El carácter asturiano Entre tanto curioso de cuanto interesa a Asturias ha ido reuniendo datos y apuntes para un libro cuyo título debía ser: Carácter Asturiano: bosquejo de la fisiología y psicología de un pueblo. La idea era ambiciosa y, además, totalmente nueva. El manuscrito, como ha dicho Pérez de Castro, se compone de “apuntes inconexos, cédulas sueltas, fragmentos de textos, observaciones generales e incoherentes y confrontaciones eruditas sobre temas históricos y literarios relacionados con Asturias y los asturianos”273. La obra por otra parte está inacabada. La edición llevada a cabo en 1979 por Pérez de Castro recoge los textos que tienen ilación. Pero el manuscrito contiene múltiples datos y notas recogidas en papeles reutilizados, escritos en márgenes, e incluso algún que otro apunte tomado en algún cartón o pasta de cuaderno. Con todo esto este material tan variado es práctica- 272 273 Epistolario. Tomo XI; carta 449; fecha, 31 de diciembre de 1891; pág. 367. Prólogo a El Carácter Asturiano. Monumenta Histórica Asturiensia. Gijón, 1979; pág. XIII. Agustín Guzmán Sancho 176 mente imposible tener idea de cuál habría de ser el resultado final de este bosquejo, ni tan siquiera si Somoza tuvo alguna vez intención seria de publicarlo. Es muy seguro que fue el afán investigador y la curiosidad histórica la que llevó a indagar cuanto se ha dicho sobre los asturianos. Se deduce así del plan de la obra, pues en él se prevén tanto los vicios como las virtudes: A) Aspecto etnológico: a) Topografía b) Clima. c) Raza. d) Temperamento. B) Aspecto histórico literario: a) en la raza b) en el individuo c) en libros y escritos C) Aspecto social: a) en el campo b) en la ciudad D) Virtudes y méritos: a) amor al trabajo b) amor a la familia c) amor al terruño d) aversión a la vagancia e) sentido práctico de la realidad E) Vicios y defectos: a) el ultraindividualismo b) el egoísmo c) la desconfianza d) la avaricia y mezquindad e) la mala fe f) la vanidad274. 274 Manuscrito existente en la Biblioteca Asturiana del P. Patac. Carpeta I. Portada. 178 Agustín Guzmán Sancho Lo que sí sabemos es que estaba dispuesto a decir lo que resultase de sus investigaciones, tanto lo bueno como lo malo. Pues, para la portada Somoza elige estas tres frases, no sabemos si para elegir una o dos o dejar las tres, que informan de esta intencionalidad del autor: Este gallo que no canta, ¡algo tiene en la garganta! (Pasquín habanero) Este gallo cantará, y a alguno le pesará. (réplica al anterior pasquín) No he de callar, por más que con el dedo, ya tocando la boca o ya la frente silencio avises o amenaces miedo. ¿No ha de haber un espíritu valiente? ¿Siempre se ha de sentir lo que se dice? ¿Nunca se ha de decir lo que se siente? (Quevedo) Esto prueba que Somoza era consciente de que la obra no habría de ser vista con buenos ojos por sus paisanos. Según Pérez de Castro lo conservado o reunido en los manuscritos sólo representa una décima parte de lo que habría de ser la obra acabada. En ella abundan los aspectos negativos hacia sus paisanos. Ahora bien, hay que señalar que algunas actitudes están motivadas por el amor a la cultura. Cuando Somoza señala que “en casa están los que consintieron el saqueo de los códices y pergaminos de la Catedral de Oviedo para hacer con ellos vistosos roqueros con que sujetar el lino en la cebolla de la rueca” es evidente que está inspirado por el dolor de ver perdido un patrimonio cultural. Razón lleva en su enfado, aunque bien es verdad que ello no es prueba de una peculiaridad del carácter asturiano; barbaridades ha hecho siempre la gente en todas partes y en todas épocas. ¡Si hubiera sabido cuando anotaba esto que habría de ver incendiada la Universidad primero y destruida la Catedral después! Somoza parece complacerse en recordar a sus paisanos aquellos pasajes de la literatura en que peor han salido retratados. Pero es muy probable que lo hiciera con espíritu regenerador. Su genio recuerda el afán de finales de siglo, que produjo temperamentos como los de Unamuno, almas dispuestas a despertar la conciencia nacional a cualquier precio, con tal que se les tirara un poco de la lengua; cuyo lema parecía ser: contra y esto y aquello. En Oviedo, sin ir más lejos, el propio Clarín muestra la ciudad como en un espejo, y en ella no abundan las virtudes, sino los defectos y miserias de aquellos espíritus pequeños y vetustenses. Algo de esto parece que hay en el hipercriticismo de Somoza. Biografía de Julio Somoza 179 Hay, sin embargo, un punto en donde don Julio carga las tintas. Aquí no hay cita o lugar al que acudir, es pura y simplemente la opinión de don Julio. Al hablar del ingenio campesino dice que entrevera sus ramos con ortigas, cardos y flor de espino. Convivió durante largos años con los hombres de la aldea. Pero sus relaciones fueron especiales. Somoza tenía una importante herencia de sus padres, así como un legado de su abuela, la pupila de Jovellanos, y de sus tías. Algunos de estos bienes sin duda habían sido adquiridos por el propio Jovellanos, que se encargó de invertir el dinero de su pupila en fincas. En total poseía dos caserías en Somió. En Tremañes, tres prados en el barrio de Pumarín. En la parroquia de Serín en el barrio de la Cruxiada, tres caserías. Y en Carreño, en el barrio de Bandín, otras dos. Cada casería se componía de otras tantas fincas275. Todas ellas estaban arrendadas. Su condición de terrateniente hace que su juicio no fuera imparcial. Lo curioso es que él achaca su acritud a este contacto con el campesinado y con las clases populares. Así se lo dice a Menéndez Pelayo en 1911, cuando le envía los dos tomos de la correspondencia de Jovellanos y Lord Holland. El ilustre santanderino le había hecho el siguiente reproche: “... las notas son de gran utilidad, pero Vd. me permitirá que no apruebe el tono agrio y pesimista con que en ellas se habla casi siempre de las cosas españolas, y de los duros calificativos y dicterios con que se flagela no sólo a ciertos individuos sino a pueblos y provincias enteras. Para ser leído de todos e influir provechosamente en la cultura, nunca está de más cierta templanza de forma, que se aviene muy bien con la expresión sincera y leal de lo que se piensa. Perdone Vd. esta advertencia, si acaso la cree inoportuna”276. Don Marcelino conoce ya bien a Somoza. Toca los aspectos de su personalidad. Por una parte, nota su acritud hacia provincias y cosas españolas; Según la escritura de participación y adjudicación de la herencia de su madre, de fecha 23 de octubre de 1887, ante el Notario don Antonio García y Mon, la relación de fincas era la siguiente. En Somió dos caserías: una se componía de casa de labranza, hórreo, pomarada, prado robles, y fincas que se llamaban: La Llosica, Rotella, Coaña, el Serín, el Reitán, El Granjín (prado), El Rincón (trozo de monte), la Peñuca, El Lavadero, Carbayera, y El Jardín. La otra estaba en el barrio de El Fueyo, con casa de labor, panera, capilla destinada a granero, y fincas: La Llosa de Abajo, La Llosa de Arriba, La Faza del Pumarín, la Espinera, el Morrón, Cima del Monte. En la parroquia de Tremañes poseía tres prados en el barrio de Pumarín: Rasa primera, Rasa segunda, Fondón. En Cenero, un prado cerrado llamado de Las Paseras o de la Guerra. En la parroquia de Serín en el barrio de la Cruxiada: una casería, compuesta de casa de labranza, hórreo y tres fincas, La Llosa, el Lloso de la Tejera y La Vega de los Llorales; otra casería con casa y hórreo y una tierra a labor: La Llosa, la Llosina y La Huelga; y otra más: casa de labranza, La Llosa, La Huelgona, el Centenal. Concejo de Carreño, en el barrio de Bandín: casería con casa y hórreo y las fincas: La Llosa, El Suquero de Bandín, la Junquera y el prado de Bandín, la Corrá, la Granda, el Campo del Sangredal; una segunda casería con hórreo, La Llosona y el Carbayedín, La Junquera del Bandín, El Sangredal, El Reconco. 276 Epistolario. Tomo XXI; pág. 456. Carta 745; fecha 28 de agosto de 1911. 275 180 Agustín Guzmán Sancho pero se da cuenta que aunque su amigo pueda estar equivocado es sincero, y le anima a seguir con esta actitud de sinceridad, pero le invita a hacerlo de otra forma, si quiere “influir provechosamente en la cultura”. Parece pues que también se ha dado cuenta del afán regeneracionista que persigue. Somoza acepta la advertencia y reconoce su defecto otra vez más, pero tiene ya sesenta años y he aquí lo que responde: En lo que atañe a la acritud del tono empleado en el Prólogo, sí es cierto: pero agregaré en descargo mío, que me la inspira siempre nuestra eterna imprevisión de conducta, nuestra fanfarronería nacional, y nuestra plétora imaginativa, nunca contrapesadas por la reflexión y la experiencia de tantos descalabros como nos han sobrevenido. Bien sé que tal es nuestra idiosincrasia, y que los caracteres de la raza no se modifican jamás, y que mueren con la raza misma. Pero... ¿acaso la cultura y la educación de un pueblo, no consisten precisamente en contrapesar estos mismo defectos con otros mayores merecimientos? Si así no lo hacemos, incurriremos por nuestra indocilidad, en eterna censura.— Pero Vd. quiere (y es muy justo) que yo revista mi estilo de mayor templanza, para mayor eficacia del correctivo: ¡Ay amigo mío! no siempre está la Magdalena para tafetanes: ni el ejemplo vivo del pasado, ni de cuánto me rodea, puede llevarme al terreno del optimismo. El medio ambiente, y el temperamento, al cual difícilmente podemos substraernos, me arrastra, a pesar mío, a tan severo estilo. Yo he convivido durante largos años con las clases populares y campesinas, tocando, con mis manos, toda la repulsiva impureza de la realidad; y creo haber experimentado sobradamente (y con harto desengaño) que nada valen con ellas, ni la dulzura, ni la templaza, ni la moderación, ni la bondad, antes por el contrario, en el sentido opuesto lo interpretan. Ya sé que Vd. me argüirá con las personas doctas, y con el estilo grave, sesudo y majestuoso de la Historia. Me es igual. Tan pasionales son unas clases, como otras: y creo firmemente, que no es la dulzura la que os hace reaccionar, sino la vibrante nota de la represión, y del sarcasmo, de la amenaza, y el ridículo. Hablen por mí (y Vd. lo sabe mejor que ninguno) los elocuentes númenes de la patria literatura, llámense Cervantes, o Quevedo, Arcipr. de Hita, Larra, o Isla277. Ídem, pág. 466. Carta 745; fecha 16 de septiembre de 1911. La ha citado Martínez Cachero en Notas sobre bibliografía literaria asturiana. Oviedo, Boletín del I.D.E.A. nº 32, 1957. 277 Biografía de Julio Somoza 181 4.— Hombre familiar y cariñoso En efecto, el sarcasmo y el ridículo parece que fueron, especialmente en los primeros años de su vida la forma que adoptó para denunciar los errores de sus semejantes. Hay en esta carta un profundo pesimismo. ¿De dónde nacía? No creemos que sólo porque se llevara mal con sus arrendatarios y llevadores, por unas cuentas de aquí o de allá, le condujeran a esta especie de desesperación respecto a la bondad de los hombres. Su amigo Fermín Canella, que le conocía bien decía de él a Fernández Vallín, uno de tantos con quién se enemistó: “Puedo asegurarle que no estoy en los detalles o motivos de su justo resentimiento con ese pobre diablo, víctima de su mal carácter y de sus desgracias que apartan de todos aún valiendo mucho; como usted se quejan otros, y yo también puedo quejarme, pues he sufrido en repetidas ocasiones sus desvíos y sus ingratitudes, y su intemperancias y sus veleidades, que apenas ha de creer usted cuando se las cuente”278. ¿Por qué Fermín Canella a pesar de todo intercede por su amigo? ¿Por qué trata a Somoza con esa compasión? ¿Por qué Somoza era un pobre diablo? ¿Qué desgracias eran aquellas que le convertían en víctima de su mal carácter? Hemos visto a Somoza dejado de lado por sus amigos cuando pretendía la publicación de los Diarios de Jovellanos; sabemos de su sordera de nacimiento; sabemos de sus enfermedades, de momentos delicados de salud, especialmente en su vejez. Pero ¿habrá algo más en su vida? Hubo un matrimonio en circunstancias un tanto especiales y la pérdida de su esposa y de su descendencia. En 1876 279 cuando Julio Somoza tiene 28 años y está soltero nace su única hija, una niña llamada Amparo. La madre, doña Josefa Menéndez Sánchez, también soltera, tenía ya otra hija llamada María Ángeles Melendreras Menéndez. No parece que los padres de Somoza vieran con buenos ojos el matrimonio, pues don Julio no se casó con la madre de su hija hasta pasados unos meses de la muerte del último de sus progenitores (su madre). Con este matrimonio vino a legitimar la filiación de su hija, a quien había reconocido al nacer, hacía 12 años. ¿Qué duda cabe que esta circunstancia tan poco frecuente hace que nos preguntamos si tal vez la vida matrimonial de Somoza carecería del gozo y la plenitud que nace de un verdadero amor? ¿Se casaría Somoza sin amor, con el único objeto de ofrecer a su hija un hogar completo? Nada de eso, sino que todo indica que se casó por amor hacia su esposa. Lo demostrará cuando ella muera; su muerte, como él mismo confesará en carta a su amigo Eduardo Llanos le agriará el 278 Carta fechada en Oviedo el 7 de mayo de 1892, reproducida parcialmente por ALVARGONZÁLEZ, Alejandro. El Comercio, 25 julio de 1954. 279 Así se deduce del Padrón Municipal del año 1900, donde figura como tiempo de residencia de Amparo Somoza Menéndez el de 24 años. Y también de la partida de defunción. 182 Agustín Guzmán Sancho carácter: Lo cierto es, mi querido amigo, —le dice— que desde la muerte de mi amada esposa, mi carácter se ha agriado, y no encuentro remedio a este vacío irremplazable. ¡Qué me importan ya ni libros, ni papeles, ni colecciones, ni proyectos más o menos útiles280. Cuando se habla del mal carácter de Somoza hay que tener en cuenta todas estas circunstancias personales que gravitaron sobre él de forma más acusada que en la mayor parte de la gente, porque tuvo Somoza un delicado sentido de la familia y verá perder a sus seres más queridos. Muerta su esposa, se vuelca en ternura hacia su hija, a quien también verá morir. Será su hijastra la heredera de sus bienes, en justa compensación de sus cuidados de hija que recibió. Las relaciones con su hermano fueron —no hay duda— de lo más tiernas, y en sus amigos reconoce como timbre de honor la virtud del cariño familiar. Así se desprende de la semblanza que hace de su amigo Máximo Fuertes Acevedo: un bello carácter, un caballero cumplido e irreprochable: padre amantísimo, por su familia adorado281. Lo mismo ocurre con Braulio Vigón, a quien calificará de ejemplo de esposo, padre, hijo y hermano. Y cuando denuncia la situación de verdadera lucha intestina entre los gijoneses, divididos entre muselistas y apagadoristas, lamenta que hubiera originado división entre las propias familias (¡y aún tendrían que ver sus cansados ojos los horrores de la Guerra Civil!): Apena el alma lo que está pasando en nuestra villa. Disturbios en el seno de las familias, riñas en el sagrado hogar. Y más adelante: El que eso quiere, el que envuelto en la sombra siembra entre todos la cizañera discordia y la feroz envidia... dejará a sus hijos el legado más odioso y aborrecible que imaginarse puede: el desprecio perpetuo de su nombre282. Tuvo Somoza, por culpa de su pronto, enemigos; pero también, por su rectitud de carácter y cariñoso trato, muchos amigos. En la intimidad era generoso y obsequioso. Y en cuanto a los extraños tuvo siempre delicadeza para no herir con groseras palabras. En persona, de tú a tú, podía mostrarse vehemente; pero en sus escritos guarda cierta delicadeza. En la intimidad de sus cartas, al calor de la confianza de la amistad, habla con franqueza, sobre todo de amigos comunes, pero en sus escritos públicos procura guardar el respeto. Dan una idea de lo que pensaba respecto al comportamiento de quien escribe para el público, estas líneas de su artículo titulado Por Asturias, que finaliza de esta manera: 280 MENESES FERNÁNDEZ BALDOR, Carmen. Afanes Jovellanistas a principios del siglo XX: Julio Somoza y Eduardo Llanos. Actas del II congreso de Bibliografía Asturiana, celebrado en Oviedo del 21 al 24 de abril de 1999. 1 Vol. Oviedo. Servicio de Publicaciones Principado de Asturias. Consejería de Educación y cultura, 1999. 281 Capítulo titulado: Bibliografía, La Esquirpia, obra inédita, pág. 9; Archivo particular de don Francisco de Borja Bordíu Cienfuegos-Jovellanos. 282 Un cuarto a espadas. (El puerto de El Musel), artículo que habría de formar parte de la obra proyectada e inédita: La Esquirpia. Biografía de Julio Somoza 183 Esto tenía que consignar y decir, (en honor a la verdad, y a la memoria de aquel varón egregio) con el respeto debido a todas las opiniones, que cuando honradamente se manifiestan, y decorosamente se sustentan, acreedoras son al general aprecio. Nunca, para sostener una idea, ha sido noble deprimir al adversario, ni menos injuriarle, porque la bondad de aquellas, ha de sostenerse con ejemplos, y no de otra manera. Así, en el transcurso del tiempo y de la historia, pasada la efervescencia del momento, vienen los hechos a dar la razón a quien con más justicia la mereciese. La misma actitud de indulgencia que adopta Fermín Canella, adoptarán otros muchos que fueron sus amigos. A Somoza le perdonaron siempre sus amigos llevados por la admiración hacia su obra. Hemos visto cómo gozó de la amistad, el aprecio y delicadeza de trato de don Marcelino Menéndez Pelayo. También vimos cómo encontró en Fr. Manuel F. Miguélez quién intercediera para lograr del ilustre santanderino los Diarios. El fraile agustino sabía bien que los berrinches de Somoza se le pasaban pronto. Con Eduardo Llanos mantuvo una intensa correspondencia durante veinticuatro años. Son muchos los amigos que hacen alusión en sus cartas a la índole cariñosa de don Julio. Entre los socios de La Quintana con quien tuvo más trato, amistad tierna y duradera, fue con Braulio Vigón. En su Registro Asturiano se deja llevar por la emoción de la pérdida del amigo y hace un sentido retrato calificándolo de dechado de amistad, emblema fiel de hombre probo, honrado, laborioso y activo: ejemplo de esposo, padre, hijo y hermano —como ya dijimos—. Al poco de conocerse, en carta fechada en 1882, parece adivinar ya el carácter inquebrantable y duradero que habría de tener esta amistad: Bien haya, amén, el amigo cariñoso y leal para quien la amistad es un culto y que a pesar de las afecciones de la familia, y los mil y mil quehaceres que de continuo le solicitan, ni duda de ella, ni jamás la olvida; ni la tiene por vana o pasajera, aunque solo funde su cimiento en el entusiasmo ingenuo de la juventud. Pero a bien que la nuestra, atada con el triple lazo de la simpatía, de la comunidad de ideas, y del amor sin límites hacia el nativo suelo, ni es fácil empresa el quebrantarla, ni aunque la sacudan recios vendavales pudieran contra ella romper el nudo que más se aferra, cuanto más violentísima es su furia283. 283 Carta fechada en Xixón, xueves d’Antroxu, correspondiente a febrero de 1882, publicado en Apéndice a VIGÓN, Braulio. Asturias: Folklore del mar. Juegos infantiles. Poesía popular. Estudios históricos. Prólogo de Ana María Vigón. Nota editorial de Emilio Marcos Vallaure. Oviedo, Biblioteca Popular Asturiana, 1980; pág. XXXV. Agustín Guzmán Sancho 184 Somoza se vuelca en cariño hacia su amigo llamándole hermano, según podemos leer en la dedicatoria que aparece manuscrita en un ejemplar de sus Nuevos Datos que le dedicó. Dice así: A Braulio de “Sueve” que ha de llorar leyendo el testamento y se ha de entusiasmar con la carta a Ponce y se ha de impacientar al leer los “Diarios”. Tu queridísimo hermano JULIO284. 5.— Política y Religión Formaban parte de la comunión de ideas que le unía a Braulio Vigón las de carácter político. Ambos eran republicanos. A propósito de este tema, en la misma carta citada anteriormente hace este comentario. Efectivamente que vamos a ir juntos a las urnas. Despropósito circunscripcional más grande, jamás se ha visto. Sin duda la zona electoral es pequeña p.a la ambición de los grandes o viceversa. A Ricardo Cobián le he visto en candidatura, lo propio que a Cabanilles, pero como el partido republicano opte por la lucha, y no por el retraimiento, se me figura que va a salir lo inesperado. Mi voto será para el candidato republicano si lo hay... y si no le hay, para el primerito que me dé algún objeto, papel, folleto, libro o cachivache asturiano. ¡Figúrate tú a los agentes electorales corriendo de la ceca a la Meca y revolviendo a Roma con Cartago p.a entregarnos el cronicón de Sta. María de Covadefonga yacente en el polvo del archivo de San Tirso de los Carápanos, o la navaja de cortarse los callos don Segismundo Álvarez de las Asturias. ¡Qué andecha, eh! Hay que tener en cuenta que don Julio no abandonó sus ideas republicanas, pero desconfiaba un tanto de las personas. La primera república parece que dejó en él cierto desencanto; parece que no perdonaba a los correligionarios de 1873 que aquel Batallón de Voluntarios de la República fuera desarmado y disuelto a culatazos, por cuatro soldados y un cabo. Por otra parte no se avenía bien con la prensa política, a quien acusaba de impedir la unión entre los bandos de muselistas y apagadoristas que dividieron a Gijón en el pasado siglo. En este punto, don Julio era conciliador. Hubo un momento en que Somoza se tomó muy en serio las elecciones. Fue el año en que se presentó a diputado a Cortes por Gijón su amigo don Vicente Innerárity Bausa, hombre cuyo carácter bondadoso le había valido el cariño de los gijoneses. Formaba junto con Felipe Valdés y Tomás Zarracina, amigos también de Somoza, el baluarte del republicanismo gijoEl libro es hoy propiedad de nuestro amigo y gran jovellanista Orlando Moratinos, a quien debemos este curioso dato. 284 Biografía de Julio Somoza 185 nés. Con esta ocasión don Julio se dirige a sus renteros recomendándoles voten al amigo. Por su interés reproducimos la carta que dirige a don Elías del Ribero, rentero de una de las caserías que tenía en el barrio de La Pipa en Somió: Don Elías del Ribero en Somió (La Pipa) Amigo Elías: Aunque no pensaba volver a meterme más en cuestión de elecciones, como ahora se presenta don Vicente Innerárity, particular amigo mío, y persona de todo respeto, tendría sumo gusto en que le votasen en las próximas elecciones, cuya indicación la hago en tono amistoso a Vd. y a los demás caseros por si tienen a bien atendérmela seguro de que lo agradeceré ahora y en todo tiempo. Suyo afmo. JULIO SOMOZA Mi particular amigo don Felipe Valdés, me representa para todos usos en el presente caso. Don Elías del Ribero Don Dimas Rendueles Don Cipriano del Castro Don José Mieres Don Luis Medio Don Feliciano Caycoya Don Manuel Blanco Don Rafael Rendueles Don José de la Vega Don Marcelino Rodríguez Don Fernando García Don José García (y su yerno) Don Manuel García (su yerno) Don Ángel García (Anxelín) Don Bernardo Rionda Don Valentín Álvarez Somió (La Pipa) “ “ La Corolla “ La Pipa S. Lorenzo Candenal Carrió “ Serín Íd. Íd. Tremañes (sin pierna) “ Cenero285 Del texto se deduce que no era la primera vez que el amo acudía con semejante petición a sus caseros. Pues parece ser que en el casco de la población ganó Innerárity a su tocayo Regueral, pero no en los alrededores. Pero no creemos que fuera la política la causa de que don Julio tuviera tan mala opinión de la gente del campo. Lo que ocurrió lo explica otro republicano, jovellanista y amigo de Somoza, Pachín de Melás: “¡Poco valieron los esfuerDebemos este importantísimo documento a la gentileza de nuestro amigo don Arturo Muñiz, de cuyo magnífico archivo lo hemos tomado. 285 186 Agustín Guzmán Sancho zos de los correligionarios para sacarle triunfante! Salió, sí, por el voto de los gijoneses, por el casco de la población... pero vino Llanera, el escollo de siempre y dio al traste con los buenos deseos de la democracia gijonesa. La apisonadora electoral daba los votos necesarios para derrotar a quien se proponía”286. El propio Somoza nos ha dejado aclarado cuál era este escollo, esta apisonadora electoral, de la que nos habla Pachín de Melás. El año 1893 escribió don Julio uno de esos trabajos encantadores, por lo descarnado, por lo que tienen de cotidiano y de íntimo, por lo que encierran para la comprensión de la vida de un pueblo. Lleva este curioso título de pura vena somozana: Apuntes de un gijonés aburrido empadronado en el Censo con el número 30.512 (O Instrucciones secretas para ir a la Casa del Pueblo). Repasa en él la vida local gijonesa, que tan bien conocía, y propone reformas en diversos campos entre los que figuran el electoral: Somos ajenos a la política, o a lo que por tal se entiende en España. Pero ya que es imprescindible tocar esta cuerda, diremos con lealtad lo que se nos ofrece sobre el punto capitalísimo de la representación del Ayuntamiento de Gijón, en las Cortes nacionales y en la Diputación del Principado. Ante todo, hay que atenerse a la Ley electoral vigente. Prescribe esta Ley que cada cuarenta mil habitantes (40.000) designen un diputado en Cortes. ¿Qué vecindario tiene la villa de Gijón? ¿y el concejo? Pues la villa de Gijón y su Concejo (según la estadística oficial) no llegan a la cifra que la Ley designa para tener un diputado propio. Recurso habilidoso: incorpórensele los concejos de Carreño y Llanera, y saldrá el diputado que al Gobierno plazca. Ahora bien; tal diputado ¿llevará la representación verdadera de Gijón y sus intereses? Nunca287. La solución que propone para que Gijón tenga su diputado propio, es que se publiquen las cifras verdaderas del vecindario de Gijón, que al principio no se decían por el temor del aumento a la cuota tributaria. Somoza propone que se diga en voz alta, porque un Real Decreto había equiparado los pueblos de Gijón, Vigo y Cartagena, a capitales de provincia. Según lo cual: ¿A qué entonces ocultar su vecindario? Dígase de una vez por todas —dice—, y dígase alto, para que resuene en todos los confines del Principado. PACHÍN DE MELÁS. Minucias trascendentales. Don Vicente Innerárity Bausa. La Prensa, 17 de mayo de 1931. 287 Archivo particular de don Francisco de Borja Bordíu Cienfuegos-Jovellanos. 286 Biografía de Julio Somoza 187 Tal vez quien mejor parece conocer a Somoza es su antiguo “compañero de estudios en vetustas ciudad castellana”, Suero González de Caravedo, Abad de Cenero, que nos ha dejado este —a nuestro juicio— completo retrato de su amigo: “Nuestro contemporáneo, Somoza, es hijo, hermano, nieto y bisnieto de militares y marinos. Su abierta y por veces, ruda franqueza (que le resta amigos), más bien choca, que atrae. Su independencia, le aísla. Es tipo singular, tan pronto jovial como atrabiliario: un defecto físico, peculiar del país, produce en su carácter ásperas desigualdades, y en la intensidad de su mirada, ora parece leerse el desprecio hacia las vulgaridades y convencionalismos, ora la piedad por los humildes, o el rencor inextinguible de los pueblos pequeños. Tradicionales son sus largos paseos por el campo, sólo y ensimismado; adorador idolátrico de la naturaleza, panteísta puro. A su fervor por la campiña asturiana, agregaré, su entusiasta veneración por Jovellanos, consagrada por él en varios libros, de no pocos leídos. Sería una simpleza decir que hombre tal, tiene ideas políticas: este molesto bagaje no es propio de los que frecuentan asiduamente la biblioteca del Real Instituto Asturiano. Sentados a la sombra de los álamos en la pradería de Viñao, una calurosa tarde de estío, oí de sus labios la confesión del escepticismo más negro que puede albergar el espíritu humano. No me es permitido decir más en este punto”288. ¿Este escepticismo se refiere también a sus ideas religiosas? Fama de hombre irreligioso, asociada a la de mal genio, ha llegado hasta nosotros. Sin embargo, no creemos que cierta idea de religión estuviera ausente en su pensamiento y en su vida. Cierto sí parece el que su espíritu hipercrítico se aplicase también a materia religiosa, y que su afán regenerador combatiese conductas religiosas que más rozan con la superstición, tal y como hizo Jovellanos. A este respecto Somoza tiene clara la distinción entre supersticiones y religiones, según leemos en su Registro Asturiano: Empero, las supersticiones, hechicerías y artes mágicas, restos, en parte, de viejas creencias, no tuvieron origen “religioso”, sino más bien “maravilloso” e “imaginativo”: y la propensión del vulgo a ellas, a pesar de cuanto se ha predicado en contrario, perdurará, mientras aliente la ignorancia (fuente y raíz de todas ellas), y la tendencia natural e ingénita del hombre, hacia lo desconocido y maravilloso289. Su ateísmo merecería en estos tiempos una revisión a fondo, tarea que no podemos abordar porque nos apartaría mucho de nuestro objeto. Los Un libro gijonés (apunte de un provinciano). (Archivo particular de don Francisco de Borja Cienfuegos-Jovellanos). 289 Op. cit., pág. 362. 288 188 Agustín Guzmán Sancho tiempos que le tocaron vivir eran más inquisitoriales que los modernos. La anécdota de su enemistad con Pedro Hurlé, porque éste se había desprendido de una edición del Informe de la Ley Agraria, por estar incluido en el índice de libros prohibidos de la Iglesia, nos hace admirar la conducta de su nieto, coherente con la conciencia religiosa de su tiempo; pero, hoy, desaparecida la prohibición eclesiástica, algo de razón parece tener Somoza. Probablemente la cuestión de la Batalla de Covadonga, contribuiría mucho, creemos, a incrementar su fama de ateo. Sin embargo, en todo momento se muestra en sus escritos respetuoso con las creencias y el sentimiento que Covadonga despierta. Es más, como decimos en el capítulo correspondiente, hubo un tiempo al menos en que participó de ese sentimiento. Su muerte ocurrida un año después de terminar la guerra civil, en pleno nacional catolicismo triunfante es una circunstancia de mucho peso en la opinión que sobre la generación de posguerra pudo tenerse de él. Ciertas afirmaciones no bastan para calificar a una persona de atea, como tampoco el anticlericalismo le convierte en no creyente. Por el contrario, hay en los escritos de Somoza frases, y de ellas se desprenden actitudes, que denotan cuanto menos una sensibilidad nada ajena a la religión. Así por ejemplo, en carta a Menéndez Pelayo hablando de sí mismo dice: El hombre siempre y en todo tiempo debe tener el valor cristiano de confesar su ignorancia, y hacer esta declaración a cara descubierta290. Téngase en cuenta que Somoza en cuanto encuentra confianza abre con mucha facilidad su alma; y a Menéndez Pelayo lo adoraba. La frase no es, por tanto, mera literatura. De llevar esta afirmación a sus últimas consecuencias hay que concluir que su descarnada sinceridad, causante de sus propias desgracias y desavenencias, esa verdad ante todo, era una exigencia de su conciencia, una actitud religiosa en definitiva. Una carta de don Julio dirigida a don Sebastián Soto Cortés, íntima por su contenido, alejado de las chifladuras que tanto gustaban, nos descubre a un Somoza preocupado por la miseria humana. No sabemos los antecedentes de la carta; al parecer don Sebastián pretendía hacer una obra de caridad y busca persona de confianza para que la lleve a cabo. Somoza le da su opinión sobre determinadas personas y en general sobre todas, y se ofrece para llevar a cabo el encargo: Sólo para esta caritativa empresa, le ofrezco a Vd. mi cooperación si por acaso la necesitare. Hay aquí muchas miserias, dolencias y necesidades que socorrer, y no son seguramente las mayores, las de los pobres que piden de puerta en puerta o en medio de la calle. 290 Epistolario. Tomo XII. Carta 11; fecha 10 julio 1892; pág. 9. Biografía de Julio Somoza 189 Y también, en esa carta se nos revela que en otra ocasión la familia Somoza había colaborado para que don Sebastián llevara a cabo otro acto de generosidad en la persona de un enfermo de cáncer que vivía en Cimadevilla: Mi hermano Manuel, me escribió, para que de parte de Vd. entregara cinco pesetas al pobre “del cáncer” (así le llaman) que vive en la plazuela de la Corrada en Cimadevilla. Se las entregó mi mujer, y preguntó con mucho agradecimiento si “sería de parte de una Sra. que solía darle una medicina p.a curarse”. Como mi mujer ignoraba lo del “bálsamo” de su Sra. Madre, le dijo que era “por encargo de don Sebastián”, quedando el infeliz muy agradecido. Es verdad que aquí quien hacía la caridad no era Somoza, pero se nos descubre un alma sensible a la miseria humana y respetuosa (si no partícipe) con quienes parecen tener determinadas convicciones religiosas, pues la carta termina dándole don Julio la noticia de la colocación de la primera piedra de la iglesia de San Lorenzo de Gijón: Ayer fue día de gran jolgorio con la inauguración de la nueva iglesia291. 6.— Amigo admirado En Emilio Robles Muñiz (Pachín de Melás) despertó don Julio Somoza verdadera y auténtica veneración. Resulta admirable el cariño con que siempre le trata. Se ha dicho que cuando Pachín de Melás se arroja en 1936 en un arranque de vocación jovellanista a rescatar de la barbarie los restos de Jovellanos que yacían en la iglesia de San Pedro, lo hace acordándose de Somoza, de cuanto había investigado, de cuanto había luchado por Jovellanos292. En sus Minucias de La Prensa ha ido sembrando Pachín de Melás hermosísimas semblanzas de los últimos años de la vida de don Julio, a quien llama cariñosamente el viejecito. Con él daba largos, larguísimos paseos, y escuchaba de él todo cuanto su prodigiosa memoria recordaba; unas veces de las calles, su nombre, su historia293; otras de los monumentos desaparecidos: el Arco del Infante (¡Fue una lástima, una verdadera lástima, el derribo del Arco! —le oía decir—); de los paseos que alegraron su juventud, como el Paseo de las Damas (¡Cómo lo conocí yo tan arregladito! —exclamaba) 294; a veces de suceCarta de 21 de abril de 1890. Archivo de la FUNDACIÓN ALVARGONZÁLEZ, H-50/1. ADÚRIZ, Patricio. Pachín de Melás. Gijón, 1978; pág. 119. 293 PACHÍN DE MELÁS. Minucias del tiempo pasado. Cosas viejas del pueblo viejo. La Prensa, 1 de febrero de 1928. 294 PACHÍN DE MELÁS. Minucia del tiempo viejo. Sobre las huellas del pasado. La Prensa, 25 de enero de 1928. 291 292 190 Agustín Guzmán Sancho sos de antaño, como aquella famosa temporada en que se puso de moda el timo de los casquilleros (hoy más conocidos por trileros295); y muchas otras viejas historias de Gijón. He aquí cómo nos lo ha descrito: “Tarde templada de tibio sol. Malandando resguardado del viento, tomo carretera de Oviedo adelante que para mí constituye uno de los más plácidos paseos de la villa. Unos metros fuera de la urbe, encuentro al viejo amigo que desde hace años me guarda un gran afecto. Todos los días desde su lejana juventud, camina cotidianamente varios kilómetros. Es un amenísimo conversador y un memorión formidable. No se aparta de la sombrilla durante el verano, ni del paraguas en invierno. Llueva que no, es lo mismo para transportar según la época dichos adminículos en sus huesudas manos. Fue un día protagonista de una magistral pincelada de Evaristo Valle, en una de sus magníficas caricaturas retratos. Un saludo afectuosísimo, como siempre y caminamos lento, lento. El tema es el mismo de toda su vida. Asturias-GijónJovellanos. En el hablar encanta por los prolijos detalles, por las aseveraciones históricas, concretas”296. De su afición a caminar también nos ha contado algo Joaquín Alonso Bonet, con quien alguna vez también se paraba a conversar. Y nos ha dejado la información de que don Julio tenía una charla viva, en que arrastraba un poco las erres. Alguna vez le recibió en su biblioteca “donde no a todo el mundo recibía”297. Y es que Somoza no era amigo de prodigar inútil y vanamente sus conocimientos, sino de comunicarlos con aquellos que tenían un vivo interés. No gustaba de complacer a los meros curiosos. Alonso Bonet y Pachín de Melás, no eran ni mucho menos simples curiosos. Es muy probable que esta desconfianza hacia los que sin un propósito serio pretendían saber un dato, una anécdota o una fecha, fuera una lección aprendida a fuerza de prodigarse en sus primeros comienzos en hacer partícipe a los demás de sus descubrimientos. Basta recordar la primera carta que escribe a Menéndez PACHÍN DE MELÁS. Minucia del Hampa. Tangas, quiles y casquilleros. La Prensa, 16 de marzo de 1928. 296 PACHÍN DE MELÁS. Minucia del tiempo viejo. Sobre las huellas del pasado. La Prensa, 25 de enero de 1928. 297 BONET, Joaquín A. Pequeñas Historias de Gijón. (Del archivo de un periodista). Gijón, 1969; pág. 211. 295 Biografía de Julio Somoza 191 Pelayo, en la que le declara que estaba escarmentado de regalar autógrafos a trueque sólo de bellas promesas y ofertas desinteresadas298. He aquí lo que podía suceder cuando alguien, sin un interés concreto, se acercaba a preguntarle una dato, según nos cuenta su amigo Pachín de Melás: “Presencié una escena de esas en la que yo en su lugar haría lo mismo. Un señor le hace una pregunta que contestada o sin contestar, es decir, sin saber su objeto, al aludido le daría igual. Le responde don Julio: ¿Para qué necesita usted saber eso? ¿qué falta le hace? ¿qué utilidad le reporta? Ninguna. ¿Cree usted que voy a dedicar muchos años a un estudio determinado para que llegue, revuelva en el baúl de los recuerdos y elija el más agradable sin un fin que precise usar de la ficha?”299. Y es que don Julio tenía muy claro que quienes de verdad se interesaban por esos asuntos eran (y serán siempre) cuatro raros. En una carta a su amigo Sebastián de Soto le anuncia que ha desistido de llevar a cabo su proyecto sobre las luchas cántabras (De bello Cantábrico, como él la titulaba), a pesar de tener muchos materiales recogidos, por razones de salud, falta de reposo y por la tremenda impresión que le había causado el grado de analfabetización que recogían las estadísticas del Ministerio de Fomento, y le escribe que está dispuesto a guardar silencio para no indigestar a quienes se alimentan de fabes y boroña: Además, cuando leí la estadística que ya le cité del Ministerio de Fomento, sobre población e instrucción pública española, y hallé que de una población total de 18.000.000 de habitantes, había ¡¡12.000.000!! que no sabían leer ni escribir, se me cayó el alma a los pies, y desmayé del todo. ¿A qué afanarse ni hacer investigaciones eruditas si nadie las ha de leer más que cuatro raros como Vd., Vigil, Vigón y yo? Nada, nada, cepos quedos. Estudiar, leer, e investigar siempre... pero nada de darle al público semejantes raciones indigestas. Estómago habituado a fabes y boroña son indignos de paladear las sublimes salsas del arte culinario300. Epistolario. Tomo V. Carta 320; fecha 10 de julio de 1882; pág. 407. PACHÍN DE MELÁS. Bibliografía de Asturias. La biblioteca del Señor Somoza... ¡Quemada! La Prensa, 24 de octubre de 1934. 300 Carta de fecha XV Kal. Jannuarius MDCCCXIIII. Archivo de la FUNDACIÓN ALVARGONZÁLEZ, H-50/1. 298 299 192 Agustín Guzmán Sancho Otras veces le venían a don Julio con una frase o cita para que él les dijera dónde se encontraba, o dónde se podía ver. Si algo molestaba a don Julio sobremanera era la costumbre española de no señalar de dónde se toman las citas, lo que atribuía a la pereza de la raza. Pero sobre todo le encolerizaba cuando suponía que la frase en cuestión era falsa. A este respecto tenemos un valioso testimonio en una carta a su amigo Ricardo Rodríguez a quien un amigo le encargó que consultase al insigne jovellanista una pretendida frase de Jovellanos: Cuando se publicó la edición XII (creo fue la XII ó XIV) del Diccionario de la Academia de la Lengua, venía atiborrado de citas de Jovellanos, tales y tantas, y en tal número, y tan raras, que me cansé de recibir cartas de gentes amigas o incógnitas, pidiéndome la referencia y precisión de las citas. ¡Oh, la cólera de don Julio, por aquellas fechas! Rayó en lo inverosímil.¡Y era natural! En España, hay la perversa costumbre (símbolo de la pereza de la raza) de citar textos de autores, sin puntualizar los pasajes de donde se toman: ¿Lo vé Vd. claro, hombrín de Dios? ¿Sí, eh,? pues a otro perro con ese hueso, que en mi casa, es cama de galgos, y no los hay. Y al despedirse insiste haciendo como siempre burla de sí mismo: Nada más: que pase Vd. buen verano; nuevo abrazo a Marcelo; y al amigo del encargo jovellanista, que no sea chinche, que estoy en la frontera de los 77 y, además, que tengo un genio de 50.000 de a caballo, y con harpón de avispa, “pra os labercos”301. Es indudable que si él mismo reconocía su fama de mal carácter, ésta fuera en aumento. Pero para Pachín de Melás el verdadero carácter de su amigo es otro muy distinto: “Es don Julio Somoza, a quien tanto admiro, mejor dicho, venero, el prototipo de la modestia sin ostentación alguna que oculta su natural sentir. Huye siempre de toda publicidad, de todo honor, reconcentrado en su excelsa labor erudita”302. Y añade respecto de su fama de mal genio: “Hay quien dice que tiene el carácter desabrido, hosco. Yo le encontré en todo momento dulce, cariñoso. Para los inoportunos sí. Para esos que preguntan tontamente por el solo placer de preguntar lo que ni les va ni les viene, ni les importa maldita la cosa, con esos se pone frenético”. 301 Carta fechada el último día de julio de 1924, dirigida a don A. Ricardo Rodríguez. Archivo de la FUNDACIÓN ALVARGONZÁLEZ, H-50/1. 302 La ausencia de vanidad es una característica de la personalidad de Somoza que han destacado también entre otros Patricio Adúriz y Francisco Carantoña. Biografía de Julio Somoza 193 Como él tenía interés y mucho, se sentía legitimado a reclamar y casi exigir de cuantos tenían algún documento importante para la historia se lo facilitasen, no con el ánimo de apropiarse de él sino de darlo a la luz pública. Basta recordar, como ejemplo de su honesta conducta en este punto, que envió a don Marcelino puntual y escrupulosamente en el plazo convenido aquellos ansiados Diarios que tanto amaba y tanto placer le proporcionaron. Crítico con muchas cosas, lo es también con aquellos que acaparan documentos y legajos valiosos sin darles jamás la utilidad a la que sin duda están destinados. Porque el buen deseo se estrella en nuestra patria, en lo que a investigaciones literarias toca, no en su completo o escaso éxito, sino en la inercia, pasividad o interés egoísta de los poseedores de tales presas, quienes, las más de las veces, ni las saben leer, ni las entienden, ni en su duro cerebro penetrará jamás a mazo y cuña, el concepto de utilidad de semejantes papeles. Poseedor existe, que antes se despojará de cualquier órgano vital, que renunciar a uno de sus carcomidos papeluchos, negándolos con rudo y desabrido gesto, y con hostil y áspera fiereza: y el pobre diablo que de tal modo se conduce, ignora que es un ente ordinario, vulgar representante del atavismo de la raza, al imaginar que en su custodia, va librada la seguridad y el porvenir de su familia. ¡A tan triste estado y decadencia, hemos venido en la tierra de los aspavientos, donde tiene su feroz guarida, el pavoroso y espantable endriago, don Pelayo Infanzón de la Vega, Quijote de las Asturias!303... Otro que también lo veneró no solo con el cariño con que se venera al maestro sino con cariño de nieto, fue Pedro Hurlé. De sus relaciones ya hemos dicho algo al hablar de la Numismática. Basta recordar ahora que cuando en 1954, Alejandro Alvargonzález, otro gran admirador de Somoza, publicó la carta de Fermín Canella a Fernández Vallín, que hemos citado más arriba, en la que llamaba a Somoza pobre diablo, Pedro Hurlé arremetió con una artículo en defensa de su recordado y querido maestro. Reconoce el discípulo los defectos del maestro pero, aún así, dice: “Ingratos seríamos a su memoria, si no rompiésemos una lanza en su favor, cuando cualquier especie, falsa o cierta, viniese a empañarla, disculpándole en sus errores y defendiendo sus aciertos”304. Hasta que alguna circunstancia viniera a perturbar la opinión que de sus amigos tenía, todo parece indicar que sabía volcarse en ellos. A los comienzos de La Quintana habla de Aramburu y de Canella como sus queridísimos amigos. Sentida fue la muerte de su amigo don Luis Truan, según el artículo que le dedica en El Eco de Asturias. Sabía ser obsequioso y despren303 Prólogo a Documentos para escribir la biografía de Jovellanos recopilados por Julio Somoza García-Sala, C. de la Real Academia de la Historia. Volumen I; pág. 19. 304 HURLÉ MANSO, Pedro. Don Julio Somoza y García-Sala. El Comercio, 28 de julio de 1954. 194 Agustín Guzmán Sancho dido, incluso con los que ni siquiera eran amigos, sino simples aficionados a sus materias de estudio, regalándoles libros de su biblioteca305. Donó a su discípulo Pedro Hurlé monedas de su colección. Del enfado que tuvo Somoza con él a causa de deshacerse del ejemplar del Informe de la Ley Agraria por el escrúpulo que como creyente le produjo al ser una obra incluida en el Índice de Libros prohibidos de La Iglesia, es fácil suponer que sus prontos no nacían sino de cuanto era objeto de estudio y dedicación apasionada para él. Las diferencias, por ejemplo con Fermín Canella, no tuvieron otro origen que la pasión investigadora. Somoza echa en cara a su amigo de La Quintana dos acusaciones muy graves: afán de protagonismo y falta de verdad histórica. Así se lo dice a Sebastián de Soto Cortés: ¿Fermín dije? Muchísimo cuidado: reserva y silencio, sobre todo esto. Ese, en cuanto “pesca” una idea, por el insensato afán de ser el primero en darle publicidad, la tuerce, la cambia, la disloca, la tergiversa, y saca... un ciempiés. Y más adelante: Porque amigo Soto, desde qe Fermín “se atreve” a escribir la Historia de Asturias, se miente mucho306. Causa admiración que Canella respondiera a estas acusaciones con la constancia de su afecto hacia él. Lo mismo se puede suponer de las diferencias con Fernández Vallín. Es fácil imaginar que tendrían su origen en celos “jovellanistas”, con toda seguridad. Podemos calificar sus enfados de enfados culturales nunca personales. La advertencia a un amigo de que no colocase tal escudo de armas en la fachada de su casa porque no le correspondía, no iba dirigido en términos dubitativos o de consejo sino en forma tajante que llevaba cuando menos a enfriar un tanto aquella relación. A Somoza le perdían las formas, pero quienes le conocían aguantaban el chaparrón, y pasada la tormenta, don Julio volvía a ser hombre cariñoso y obsequioso. 7.— Afán de perfeccionismo En todo caso nadie podía dejar de admirar su obra, tanto amigos como enemigos, e incluso aquellos que combatieron sus ideas, no pueden dejar de admirarlo. Ya veremos al tratar de la Batalla de Covadonga, cómo el gran hispanista Sánchez Albornoz no pudo dejar de hacerse sensible a la tremenda personalidad de aquel viejo tozudo que negaba tan importante batalla. Y es que el esfuerzo de su obra es gigantesco. 305 306 Preliminar. Bibliografía Regional Asturiana; pág. XIX. Carta de fecha 22 de febrero, sin año. FUNDACIÓN ALVARGONZÁLEZ, H-50/1. Biografía de Julio Somoza 195 Se ha calificado su tesón de paciencia benedictina, frase muy en boga en la época. Una gran laboriosidad preside todos sus trabajos. Paradójicamente, sentía cierto complejo de fracaso como consecuencia de su falta de formación académica, pues en cartas a Braulio Vigón lamenta lo que él llama su holgazanería y las lagunas que, por esta causa, tiene en su formación humanística, además de cerrarle el camino para obtener los puestos a que, en otros aspectos, podía optar307. Sin embargo, no puede llamarse holgazanería a su ingente labor. Y es que era un amante del perfeccionismo y lo que ello conlleva que es el orden. Por eso odiaba los errores, fustigándolos con el sarcasmo y la burla. Confiesa a Menéndez Pelayo ser esclavo del orden y la disciplina en una carta donde le acaba de decir que ver citados en los Diarios de forma equivocada nombres de ciudades, montes, ríos, términos, etc., de Asturias, por parte de los amanuenses de Jovellanos, que metían cada zapatón que temblaba el orbe le producía una crispadura de nervios de todos los diablos308. Ya veremos cómo al ser publicados por el Instituto de Jovellanos llevará a cabo una importantísima labor de corrección. Todas las obras de Somoza llevan el sello de su personalidad. Quien mejor lo ha visto y mejor lo ha expresado ha sido Alejandro Alvargonzález quien decía admirarle “en sus obras de erudición crítica y crítica histórica, cargadas todas ellas de bilis, de resentimientos, de veracidad, de infatigable lucha y tesón, todas ellas hermosas y dignas de un fuerte carácter, donde se representa tal y como era, sin paliativos y ambages y no un fantasma que algunos asustadizos nos quieren pintar, y los cuales temen que por decir que un gran hombre fue humano y tuvo sus defectos, preferencias, odios, amores y toda gama de sentimientos que anidan en el alma mortal corriente, dejó por eso de ser un gran hombre”309. Sin duda alguna fue su tremenda personalidad, su genio enérgico e intelectualmente tenaz, exigente y apasionado lo que ha producido su obra. Para llevar a cabo tamaña empresa había que ser duro y exigente, nervioso, activo, concentrado, perseverante, inconformista, sincero y estar guiado por la conciencia de servir al bien de los demás. Somoza ha sabido transformar, como él diría, la proverbial galantería española en proverbial actividad y habitual perseverancia. 307 VIGÓN, Ana María. Prólogo a VIGÓN, Braulio. Asturias: Folklore del mar. Juegos infantiles. Poesía popular. Estudios históricos. Prólogo de Ana María Vigón. Nota editorial de Emilio Marcos Vallaure. Oviedo, Biblioteca Popular Asturiana, 1980; pág. XXVII. 308 Epistolario. Tomo XI. Carta 449; fecha 31 de diciembre de 1891; pág. 367. 309 Don Julio Somoza de Montsoriú (Segunda parte de una que debió ser primera). El Comercio, 1 de agosto de 1954. 196 Agustín Guzmán Sancho Nada de formas, nada de disimulos, nada de nada, simplemente manos a la obra con la verdad desnuda, caiga quien caiga. Como ha dicho nuestro recordado Francisco Carantoña, tenía razón Somoza en dejarse llevar por la santa cólera310. 310 Prólogo a la edición facsímil de Cosiquines de la mió Quintana. Gijón, Editorial Auseva, 1988. CAPÍTULO 9 Las termas romanas 1.— Somoza en escena de la mano de Jovellanos Al comenzar el siglo XX Julio Somoza se había convertido en el más grande jovellanista de la historia. Su nombre será asociado de forma imperecedera al de don Gaspar Melchor de Jovellanos. Sus propios paisanos así lo reconocían. Cuando en el verano de 1902 se habla de reanudar el proyecto de construcción del Muro de San Lorenzo, publicó El Comercio un poema subtitulado “mito...lógico” en el que aparecen Júpiter, Minerva, Apolo, Baco y otros dioses, en torno a la discusión de la necesidad de la construcción del muro en la playa. En medio de la narración surge Jovellanos del agua en estatua de bronce acompañado de Julio Somoza: Por fin, cuando pisan la playa arenosa, gritando el dios Jove silencio mandó, y el pueblo dijo con voz poderosa: —Postraos ante el genio que al puerto llegó. Él es Jovellanos, el sabio... la gloria, el digno de fama y eterno laurel, y el otro sujeto que trae de la mano, es Julio Somoza que viene con él. La estatua de bronce, pegando dos saltos, dejando a don Julio, por fin rompe a hablar, y en un verso libre, de estilo anticuado, las grandes ideas comienza a explicar... Y cuando termina la estatua de hacer su panegírico de la tierra y los habitantes de Asturias, sin pronunciarse ni a favor ni en contra del objeto del 198 Agustín Guzmán Sancho debate: la construcción del muro, “un viva que dio Somoza / fue el epílogo final / con aplauso general / de toda la gente moza”311. Al año siguiente de estos versos aparecerá en el mismo periódico otros dirigidos todos ellos a Somoza. Esta vez en tono nada laudatorio. Será con ocasión de los importantísimos hallazgos arqueológicos del Campo Valdés, que son sin duda una de las páginas más interesantes de la historiografía asturiana. En esta ocasión, don Julio tropezará con la incomprensión de una buena parte de sus paisanos, que no valorarán el descubrimiento hasta que el tiempo venga a demostrar lo acertado de sus conjeturas y análisis. Merece, pues, por una y otra causa un detenido estudio de todos los detalles y circunstancias que rodearon el suceso. 2.— El hallazgo de un laborioso artista Fue al abrir una zanja para la construcción de una alcantarilla por lo empleados municipales cuando un modestísimo vecino y laborioso artista, según expresión de Somoza, descubrió estas ruinas y paró en ellas su atención. La primera noticia del descubrimiento nos la da El Comercio con fecha 10 de marzo, y ella es la que el propio Somoza toma como del inicio de las excavaciones312. Sin embargo, el hallazgo tuvo lugar algunos días antes, según se desprende de la gacetilla de dicho periódico, que contaba así el suceso: Excavaciones en el Campo Valdés. En la zanja abierta en el Campo Valdés para la construcción de una alcantarilla, se han descubierto estos días algunos restos humanos, así como ladrillos canalizados en perfecto estado de conservación y que se creen de origen romano. Ayer, durante todo el día, acudieron a aquel lugar muchos curiosos, atisbando el momento sensacional del descubrimiento de algún vestigio misterioso. El poema compuesto en tres Cantos y publicado en los días 23, 24 y 25 de julio lleva la firma de Xuan de la Coyar, que sin duda debía ser persona muy allegada al círculo de Somoza, ya que en el poema se hace una referencia a la jaca airada / que monta Sebastián Soto Posada, amigo de Somoza. 312 Gijón en la Historia General de Asturias, Vol. I. Nota 1; pág. XXIII. Por otra parte, nuestro amigo Luis Argüelles en la columna “Viejo Gijón” de El Comercio, 22 de noviembre de 1996, fija la fecha del 3 de marzo. 311 200 Agustín Guzmán Sancho A última hora de la tarde, las palas y picachos de los obreros tropezaron con un pavimento de ladrillo, el cual no se sabe si constituirá el techo de tumbas antiguas subterráneas o antiguos hornos. Hoy continuarán los trabajos de investigación, que verdaderamente son curiosos y despiertan interés313. Lo que no comenta la prensa es a quién se debía el descubrimiento. Será el propio Somoza quien nos lo diga: A principios de marzo de 1903 nos avisó nuestro amigo y convecino don N. M.z S. que al abrir una zanja en el paseo de Valdés para la construcción de una alcantarilla, había aparecido un piso o pavimento de color rojizo, que le había llamado la atención por algunas particularidades extrañas314. A pesar de que Somoza le nombre con las siglas, se trataba de un amigo. Es muy probable que conociendo el carácter tímido y modesto del artesano, no se atreviera sin su permiso a nombrarle. Sin embargo, más adelanta en la misma obra Gijón en la Historia General de Asturias, en la nota 171, correspondiente al capítulo dedicado a las termas le menciona como N. Martínez. Era don Nemesio Martínez Sierra, que tal era el nombre completo del descubridor, un famoso y laborioso grabador, de espíritu selecto y corazón bondadoso, alma noble, que había trabajado al lado de Alfredo Truan, pues dominaba tanto la madera como el cristal. Ovetense de nacimiento (1894), de cuya Escuela de Bellas Artes fue alumno, llegó a Gijón tras una breve estancia en Madrid, empleándose como dibujante en la litografía de la calle Libertad, que regentaban los señores Arranz de la Torre, Crespo y Cruz. Hizo los primeros planos de los puertos de El Musel y del Apagador. En 1884 había publicado una curiosa Guía de Gijón, con la vista de las principales calles de la villa dibujadas a pluma, documento hoy muy estimado. Fundó en 1890 una revista quincenal artística titulada El Trazo. Era profesor de Dibujo del Ateneo. Compartía con su íntimo amigo Julio Somoza la vocación jovellanista y la afición por el coleccionismo de grabados antiguos, de los que formaron una gran colección315. Existe un testimonio tanto de esta amistad como de la afición de Somoza al grabado en unas notas de puño y letra del ilustre jovellanista en las que describe una estampa que poseía el entrañable amigo. 313 Al día siguiente, 11 de marzo, aparecería recogida la misma noticia en El Carbayón de Oviedo. 314 Gijón en la Historia General de Asturias. Vol. I; pág. 1. 315 Toda esta información nos la da Pachín de Melás en su reportaje gijonés titulado: Don Nemesio, el Grabador, aparecido en La Prensa el 3 de diciembre de 1933. 202 Agustín Guzmán Sancho Estaba grabada en cobre y medía 0,72 m de largo por 0,53 m de ancho. Estaba dibujada por Luis Parret y grabada por José Ximeno. Se titulaba “La desgracia imprevista y la felicidad inesperada”. Representaba la extracción de la artillería y caudales del navío San Pedro Alcántara que fue a pique en Peniche (Portugal) en el año 1786 316. No sería la única vez en que el insigne grabador apareciera unido a Somoza en el descubrimiento de un valioso hallazgo; ya en 1898 sería testigo de aquel sorprendente y lamentable estado en que fueron encontrados muchos manuscritos de Jovellanos, envolviendo restos de jabón, de las jabonadoras de la acequia del molino de Ceares317. Don Nemesio dejó al morir, el 20 de marzo de 1916, tras una vida austera, un cariñoso recuerdo y un gran respeto a su memoria. Somoza le dedicó este epitafio: Cansado ya de batallar sin tregua contra la ciega fuerza del Destino, piadosa al fin, te deparó la Muerte la paz serena del eterno olvido. Del olvido le hemos rescatado por su importante papel en este hallazgo. Don Nemesio, nada más percatarse del interés arqueológico de lo aparecido en el Campo Valdés, lo primero que hizo fue avisar a su amigo Julio, quien a la primera ojeada se percata de que son restos romanos. Así nos lo cuenta Somoza: Fuimos a verlo incontinenti, y a la primera ojeada, y sin vacilar, nos persuadimos de que aquellos restos, por sus materiales, forma, aire y antigüedad, debían pertenecer al periodo romano318. 3.— Cuatro faramallas y buscarruidos Es probable que fuera el propio Somoza quien contribuyese con su comentario a despertar el interés de los vecinos y del público, que curioso se acercaba a ver si se veía algún objeto de interés. La aparición de los restos humanos mantendría in crescendo esta curiosidad popular. El caso es que desde el primer momento las excavaciones excitaron la curiosidad de la gente. Contó entonces don Julio con la importantísima ayuda y colaboración de su viejo amigo don Calixto Alvargonzález Landau, hombre que unía a su condición de industrial una amplísima preparación intelectual. Llevó a cabo la obra de levantar el segundo cuerpo del Instituto de Jovellanos y La nota aparece al final del Pequeño diccionario geográfico de Julio Somoza. (Biblioteca Asturiana del P. Patac, doc. FC 164). 317 Víd. Cap. I. 318 Gijón en la Historia General de Asturias. Vol. I; pág. I. 316 Biografía de Julio Somoza 203 ahora llevaría a cabo con exquisito primor y cuidado estas excavaciones, aportando sus conocimientos arqueológicos adquiridos en un viaje a Pompeya. El día 12 de marzo apareció en El Comercio una gacetilla en la que se ridiculizaba a quienes “han creído tener enfrente alguna portentosa ‘obra de romanos’ de gran interés histórico para Gijón”, y señalaba que en el Archivo Municipal había una escritura de 1650, según la cual don Fernando Valdés, ascendiente de la familia Revillagigedo, había hecho construir en el sitio donde se estaba excavando, un muro de contención de la almena para defensa de sus propiedades, pero el Ayuntamiento no le dejó, dadas las quejas de los vecinos, y mandó demoler las obras para dejar paso a la iglesia. Y eran esos los vestigios descubiertos. El día 15 volvía a insistir en que la cosa no tenía la importancia que se le había pretendido dar. También señalaba que “no han faltado graciosos comentarios y jocosas ocurrencias a propósito de los supuestos ‘interesantes’ descubrimientos, y terminaba diciendo”: “Como nunca faltan gentes desocupadas que andan a caza de baratos entretenimientos, vienen estos días constituidos en guardia cerca de la zanja famosa, no pocos arqueólogos de ‘lance’ que sueñan con ver resurgir, a lo mejor, bajo el golpe de la piqueta, encantadas mansiones por el estilo de las que tantas veces se creaba don Quijote en los inexhaustos veneros de su imaginación ardiente y dislocada. En fin, cada loco con su tema y cada anticuario con su moneda cuadrada o con su ladrillo acanalado”. Pero la cosa subió de tono dos días más tarde, en que aparecieron unos versos con la firma de ZAPICO, en los que se hacía clara alusión a Somoza, quien ya entonces, como él diría, estaba cierto del tipo de restos encontrados, a juzgar por el título del poema, que decía así: Los restos de Cartago, antiguas catacumbas o baños sulfurosos. ————————— Leyenda en cantos (rodados) CANTO PRIMERO Hoy, Fabio, que las diosas de la mansión de Apolo y Helicona me invitan a cantar, entre otras cosas, la vida harto feliz de tu persona. 204 Agustín Guzmán Sancho En versos mal medidos, sin música y sin arte, voy una historia póstuma a contarte y si con mil cumplidos mis pobres versos sin piedad rehusas, imploraré a las musas hagan llegar su canto a tus oídos. y sin ser yo un Quintana, un Garcilaso, un Zorrilla, un Barlart, un Aguilera, Tirso, Espronceda, Campoamor o el Tasso, Quevedo, Moratín, Flores García, te diré en poesía lo que tal vez en prosa no pudiera. Y entonces con palabras melodiosas y versos armoniosos te contaré unas cosas que pasarán sin duda de curiosas y serán el asombro de curiosos. CANTO SEGUNDO Allá en los tiempos el doctor Pandolfo, aquél sabio eminente que dieron en llamarlo ingenuamente más que sabio precoz, valiente golfo, vinieron a Gijón dos maragatos con un fardo de platos de porcelana fina y otros varios enseres de cocina. Mas como entonces, al igual que hoy día, eran las lluvias por demás frecuentes, y el mercado se hacía a la orilla del mar y a cuatro vientos, los pobres maragatos levantaron una especie de tienda con piedras y ladrillos que sobraron de varios monumentos que a la iglesia contigua construía un Marqués de casa antigua. Los otros comerciantes de botas de Noreña, protestaron en tonos alarmantes, y el Alcalde intervino en el asunto. Biografía de Julio Somoza Dio cuenta en la sesión del sucedido y ordenaron al punto se fueran los intrusos maragatos a otro pueblo mejor para sus platos. El pueblo de Gijón, agradecido y victorioso al fin de la contienda, dio vivas al Alcalde y en memoria de aquel día tan grande, aquella tienda se convirtió en escoria. Así me dice ¡oh Labio! en el archivo de nuestro Ayuntamiento, un usado papel sobre el que escribo para que sepan todos que no miento. CANTO TERCERO ¡Oh dulces diosas del hermoso Apolo! prestad de vuestra lira los acentos, no me dejéis tan solo en estos solemnísimos momentos. Llorad conmigo la traidora suerte de estos restos del templo soberano que la infame piqueta sorda a tales canciones del poeta, deshace ahora con traidora mano. Aquí un templo romano se eleva majestuoso y más allá una bóveda se asienta. Un baño sulfuroso aquí a mis plantas veo, una lapida allí se me presenta y en letras burdas esquiroles leo. Términos sin duda que el tiempo ingrato carcomiendo muda. ¡Un clavo! ¡una moneda! dos ladrillos tamaño colosal, un pedazo de copa de cristal, cuatro metros de tubo, un poco de argamasa con pintura.. Todo me indica que hubo un notable y artístico edificio, tal vez fuera romana sepultura, una cueva tal vez del santo oficio. ................................................... 205 206 Agustín Guzmán Sancho Cava, cava, tu frente cúbrela de sudor que ya la historia pagará tu trabajo eternamente cubriéndote de gloria... ¿Más qué hallaste ¡oh sabio! que apenas a mover se atreve el labio? ¿Una inscripción tal vez? ¿algún escudo que denote una época remota? —¡Solloza de alegría, es una bota pegada en este plato con engrudo! ZAPICO Se continuarán las excavaciones Las alusiones a Somoza eran pues clarísimas y directas en ese Solloza del penúltimo verso, que aparecía igualmente en cursiva en el original. Pero no era sólo El Comercio el que no creía en la importancia de los hallazgos. También su colega El Noroeste se hacía eco de la explicación de atribuir las obras a Fernando Valdés en 1650; e incluso se decía: “Tal vez, como creen algunos, hayan tenido allí los romanos alguna fábrica de oricios”. De todos estos ataques se vengaría don Julio año más tarde cuando dio a la imprenta su obra Gijón en la Historia General de Asturias, donde se permite este largo desahogo: Permítasenos “por una sola vez”, contestar someramente desde este sitio a la huera declamación de algunos papeles locales en aquellos días, cuyos inspiradores, acreditando una ignorancia supina en materia de investigación histórica, y con una descortesía propia sólo de quienes desconocen en absoluto los rudimentos del trato social, vertieron especies tan ajenas de toda persona medianamente culta, como inspiradas en las más vulgares pasiones. Al segundo o tercer día de las excavaciones, sin ver, sin saber oír, ni entender, y siendo blanco de las burlas de un “desocupado” (muy amigo de zarandear al prójimo por puro pasatiempo), se lanzaron a decir, que aquellas ruinas, eran de edificios de 1654, según constaba de papeles del Ayuntamiento. ¡Buena plancha! pero ¡buena! Como no les diera resultado la tentativa, de puro disparatada que era, tomáronlo por el lado de chusca payasada, y allí salieron a relucir las casas de las “Teñidoras y Reblaguinas”, cuya edificación difícilmente subiría del siglo XVIII, y por último, sumándose a las multitudes, bajo su forma más soez, reprodujeron todos los ecos del folklore, bajo la forma de minas, tesoros, gigantes encantados, xanas, ayalgas, nigromantes, y... fábricas de oricios. Costábales bien poco a estos representantes del Cuarto poder (ya puesto en solfa por Armando Palacio Valdés, vapuleado sin piedad por el Biografía de Julio Somoza 207 célebre Rector de la Salmanticense, y escarnecido en la picota por la candente estrofa de Núñez de Arce), informarse por sí propios, arrimando el hombro, y asistiendo con asiduidad algunos días a las exploraciones, compulsando después en las bibliotecas locales sus datos, o asesorándose de personas que sobre la materia pudieran ilustrarles: pero encontraron más cómodo y barato acudir al repertorio grueso del plato fuerte, suministrándoselo al ilustrado público en la forma que tan acreditada tienen. Y todo ¿por qué?... Porque desde el primer día, no se encontraron, como pudiera suceder en Pompeya, Herculano, Tarragona, o Mérida, estatuas, lápidas, armas, ánforas, ídolos, alhajas, y otros objetos materiales, y bien conservados que satisficieran su curiosidad femenil, y su admiración de niño. Querían, como vulgarmente se dice, llegar y besar el Santo. Y... ¿por qué más?... Porque en la impura realidad de la vida, había tras cortina, tres o cuatro grotescos faramallas o buscarruidos, que no tuvieron ni la iniciativa ni la dirección de la empresa: y, desconocedores por completo de lo que son las investigaciones históricas, y en absoluto desposeídos de todo lo que significa veneración y respeto por la antigüedad, creyeron (¡vaya si lo creyeron!) que era aquella, ocasión propicia de darse pisto, en una materia que por su índole extraña, había de excitar, naturalmente, la curiosidad pública. Somoza ataca a algún desocupado y a tres o cuatro faramallas y buscarruidos. Da la sensación de que sabe quiénes son, sin embargo no los nombra. Y es que don Julio, así como en las cartas privadas a algún amigo se permite el franco desahogo en la intimidad de la amistad, en sus escritos públicos suele ser más comedido lógicamente. Y a fuer de jovellanista, termina con este párrafo: De perlas viene, a los inspiradores y colaboradores de semejantes esperpentos, que se permiten el lujo de llamarse representantes de la opinión pública, la sentencia, que dictada con soberana frase, estampó nuestro preclaro Maestro: donde falta la instrucción, NO HAY OPINIÓN PÚBLICA, porque la ignorancia no tiene opinión decidida, y los pocos que saben, bien o mal, imponen la suya a los que no la tienen. (Jovellanos: Reflexiones sobre la opinión pública, ms. inédito). 4.— Se confirma la importancia de las termas romanas El Comercio dejó de interesarse pronto por el tema, después de la poesía alusiva a Somoza. Pero El Noroeste le dedicaba diariamente algún comentario o reseña de lo que iba apareciendo. Por su interés creemos conveniente ir siguiendo los avances de las obras. La primera noticia que dio al respecto, 208 Agustín Guzmán Sancho un día después de que lo hiciera El Comercio, ya informaba con algún mayor detalle que su colega acerca de lo descubierto hasta entonces que eran: algunos restos humanos, una moneda antigua de cobre y pedazos de ladrillos de fabricación romana “al decir de los inteligentes”. Le llamaba la atención el pavimento de hormigón descubierto, como unos tres metros cuadrados, porque encima y alrededor del mismo aparecían tierras ennegrecidas que tal vez estuvieran carbonizadas. El día 12 daba cuenta de la aparición el día antes de algo más de cemento y una pared de mampostería paralela al paseo y como a la profundidad de un metro. Y en medio de la pared un hueco de 70 cm de ancho y adosados dos pasos de escalera de piedra. Al día siguiente: una pared hecha de ladrillos y cemento, algunos pedazos de barro cocido que debieron pertenecer a una vasija y por último un estrecho pozo que aún no había sido explorado. El día 14 podía leerse que se habían encontrado pedazos de vidrio antiguo, una alcantarilla estrecha y un arco de ladrillo “que se cree que sirvió de adorno a una fuente hoy desaparecida”. Veinticuatro horas más tarde se descubrieron los complementos: dos tubos, uno de plomo y otro de barro, que comunicaban con la alcantarilla, y al lado del arco de ladrillo descubierto una delgada pared de ladrillos huecos que comunicaban entre sí por medio de agujeros. Según Francisco Carantoña, el día 16 de marzo tendría lugar el hallazgo de las Termas Romanas319. La Comisión Provincial de Monumentos debió de enterarse de la noticia a través de don Octavio Bellmunt, correspondiente de la Academia de Bellas Artes, quien informó de palabra al vicepresidente de la Comisión, que lo era don Rafael Altamira. Enterada del asunto, en sesión de fecha 17 de marzo, presidida por su presidente don Fermín Canella, acordó remitir un oficio al alcalde de Gijón, don Eduardo Martínez Marina, interesando su intervención en las excavaciones y rogándole al propio tiempo que procurase librar de la destrucción los objetos encontrados, según determinaba el Reglamento de las Comisiones Provinciales, en tanto fueran examinados por un individuo de la Comisión que habría de trasladarse a examinarlos. De este comunicado se hizo eco la prensa local320. Pero el Ayuntamiento ya se había interesado desde el primer momento en el asunto gracias a la presencia en su seno de una persona a quien la prensa señalaba bajo la expresión “algún celoso concejal”. Se trataba del antiguo alcalde de Gijón y entonces concejal, don Alejandro Alvargonzález, primo de Calixto Alvargonzález. En el acta de la sesión ordinaria del día 18 de marzo de 1903 podemos leer cómo pidió la palabra y “una vez concedida dijo que con motivo de las excavaciones hechas para la consCARANTOÑA, Francisco. Pintores Asturianos. Evaristo Valle. Oviedo, Banco Herrero, 1972. 320 El Noroeste de 19 de marzo de 1903. 319 Biografía de Julio Somoza 209 trucción de una alcantarilla en el Campo Valdés se observan vestigios de una edificación muy antigua, que con el auxilio de dos operarios se fue descubriendo, e induce a creer que continuando los trabajos podrá obtenerse algo útil para la Historia de Gijón; y que en este concepto proponía al Ayuntamiento se autorizase la continuación de dichas excavaciones que habían de originar un gasto de muy poca importancia”. Y el Ayuntamiento acordó conceder dicha autorización321. Por su parte la Comisión Provincial de Monumentos en sesión de 21 de marzo acordó que el domingo inmediato visitasen las termas los miembros de la Comisión, señores don Inocencio Redondo y don Rafael Altamira. Tras el examen de los sabios, se confirmó sin lugar a duda la importancia del hallazgo. Eran restos romanos, y concretamente se sabe que hay una terma o caldarium romano. Se sacaron varias fotografías y dibujos y el coste de la obra resultaba pequeño. Casi un mes más tarde, el día 15 de abril, Alejandro Alvargonzález, reconocido como director o gerente oficial de las excavaciones322 dio cuenta del resultado de su gestión. He aquí literalmente la interesante exposición del Sr. Alvargonzález según el acta de la sesión: “El Sr. Alvargonzález expuso: Que con fecha 18 de marzo acordó el Ayuntamiento autorizarle para hacer las excavaciones convenientes en el Campo de Valdés, a fin de descubrir los restos de la edificación antigua que había aparecido al construirse una alcantarilla y que creería pecar de desagradecido y al propio tiempo de incumplimiento de su deber si no diese cuenta de los resultados; que hasta ahora se llevaron descubiertos unos muros de una edificación que por todos los conceptos parece ser una terma o caldarium romano, que sacó varias fotografías y dibujos, los cuales tenía a disposición de sus concejales, sin perjuicio de en su día entregarlos al Ayuntamiento con los objetos a que se refieren y una memoria explicativa del descubrimiento, limitándose por ahora a significar que no han sido estériles los gastos hechos hasta la fecha y que no exceden de 180 pesetas, siendo de esperar que en adelante produzcan aún mejor resultado”323. Libro de Actas de Sesiones de 1903; folio 106 vuelto. Archivo Municipal de Gijón. Así se deduce, sin lugar a dudas, por el Acta de la Comisión Provincial de monumentos de fecha 16 de mayo de 1903 en el que se le piden noticias como tal Director de las excavaciones. (Libro de Actas de la Comisión Provincial de Monumentos. Archivo del Museo Arqueológico Provincial de Oviedo). 323 Libro de Actas de Sesiones de 1903; folio 135 v. y 136. Archivo Municipal de Gijón. 321 322 210 Agustín Guzmán Sancho Julio Somoza años más tarde agradecerá el interés del Ayuntamiento con estas palabras: Corrida la noticia llegó muy luego a la del Ilustre Ayuntamiento, donde varios concejales promovieron la idea de continuar las excavaciones, que con laudable celo, alentó y protegió aquel distinguido Cuerpo. A él, por tanto, se deben los descubrimientos hechos, mereciendo por sus méritos y útil concurso, el aplauso unánime de todos los hombres estudiosos324. No aparece expresamente mencionado su amigo Alejandro Alvargonzález, pero ello no obedece a desagradecimiento sino a que él no fue el único concejal que se interesó por las excavaciones. En el acta de la sesión del día 15 de abril, ya mencionada, se nos informa que levantaron la mano a un mismo tiempo los señores Menéndez Ruiz y Rato y Hevia solicitando el uso de la palabra, y concedida al primero manifestó su satisfacción de los resultados obtenidos por el Sr. Alvargonzález y, tras darle las gracias por su trabajo, proponía se le autorizase a continuar “por ser sin duda el descubrimiento de gran importancia histórica” y que “se haga y publique la memoria a que se refirió”. El Sr. Rato y Hevia dijo después que había pedido la palabra para proponer lo mismo. El Ayuntamiento acordó por unanimidad conforme con lo propuesto por dichos señores. Sin embargo, la memoria como ya veremos no será publicada. Las excavaciones se llevaron a cabo con todo el rigor científico de acuerdo con los conocimientos de la época, según ha venido a reconocer en nuestros días la arqueóloga Carmen Fernández Ochoa en su reciente libro: La muralla romana de Gijón (Asturias). Para esta autora las excavaciones arqueológicas de las Termas romanas del Campo Valdés supusieron un hito en la arqueología asturiana. “Por primera vez —dice— se plantea una excavación con bastante rigor científico y se elabora una monografía que presenta unas características muy avanzadas para su época”325. Es admirable pues cómo personas ajenas al ámbito universitario y académico, es decir “sin método científico” (como diría cualquier ilustre académico o catedrático) han llevado a cabo una labor rigurosa en la difícil materia de la Arqueología. Sobre todo si se tiene en cuenta que a decir de don Julio la mayor dificultad estaba en la ausencia en nuestra patria de una obra manual y práctica sobre semejante materia. Gijón en la Historia General de Asturias. Vol. I. Nota 171; pág. 261. FERNÁNDEZ OCHOA, Carmen. La muralla romana de Gijón (Asturias). Gijón. Electa, 1997; págs. 33 y 35. 324 325 212 Agustín Guzmán Sancho Además, y de ello eran conscientes sus descubridores, se precisaban conocimientos arqueológicos y arquitectónicos, y otros auxiliares, propios de ingenieros, constructores y arquitectos. Sin embargo, contaron con el mejor auxiliar, su voluntad y su amor al pasado: Mas como nadie está obligado a dar más de lo que tiene, claro es, que nuestra voluntad y buen deseo habían de suplir por lo que nos faltaba, empeñándonos en esta empresa, más por amor y pasión hacia el pasado, que no por la gloria o provecho que pudiéramos recabar, nula siempre (cuando no ilusoria) en nuestra triste y desdichada patria326. Los dibujos y el plano tan exacto fue llevado a cabo por Calixto Alvargonzález, quien llevaba también la realización material de la obra. Así nos lo ha dejado escrito Somoza, quien al hablar de la participación de su amigo en el descubrimiento escribe: Encargóse el Sr. Calixto Alvargonzález, a nosotros unido por antigua amistad, del levantamiento de planos, dibujos, y toda la parte accesoria de la obra, siendo su actividad y entusiasmo tales, que fuera omisión imperdonable no consignar aquí el aplauso y galardón a sus meritorios esfuerzos debido. Datos interesantes aportados por él de su excursión a Pompeya y a los museos extranjeros, vinieron a confirmar muchas de nuestras conjeturas; aclarando otros conceptos enigmáticos y ambiguos sobre la aplicación y uso de los objetos encontrados. Por otra parte, dado que el Ayuntamiento tenía interés en ello, se encargó de la dirección técnica o supervisión el Arquitecto Municipal don Luis Bellido. Pero este Señor —dirá Somoza— por sus quehaceres y múltiples trabajos, sólo asistió dos o tres veces a la inspección, delegando ésta en don Ramón Álvarez Sala, que atendió cuantas indicaciones se le hicieron, y accedió a cuanto se le propuso, por lo que también se hizo acreedor a la gratitud de los aficionados327. Sin ánimo de entrar en los detalles de los descubrimientos, hay que decir que se encontraron objetos de vidrio, cerámica, bronce, plomo, hierro, restos animales y trozos de distintos minerales. Concretamente destacaban: un alfiler y una fíbula de bronce, varios colmillos de jabalí, astas de ciervo y un cuerno, además de fragmentos de cántaros, tinajas, etcétera. Los dibujos de las piezas más interesantes fueron enviadas al insigne historiador y académico padre Fidel Fita por Julio Somoza, quien no gustando de adornarse con plumas ajenas, aclara en su libro que la remisión fue de él pero el dibujo de don Calixto Alvargonzález. Eran tres ladrillos con sus inscripciones. Destacaba el de mayor tamaño (445 x 300 mm) con una leyenda griega en 326 327 Gijón en la Historia General de Asturias. Vol. I; pág. 250. Gijón en la Historia General de Asturias. Vol. I. Nota 3; pág. XXIV. Biografía de Julio Somoza 213 letra cursiva, que el P. Fita interpretó como Le(gio) IV M(acedonia). Los caracteres griegos se debían al origen de la Legión y su presencia, por haberse establecido en el antiguo castro de Cimadevilla un vexilium o destacamento de la misma en tiempos de Augusto. Quedaba al descubierto el posible origen de Gijón328. Para dar una idea del nivel investigador, el rigor y la minuciosidad con que se llevó a cabo la investigación, diremos que hasta las pajas y glumas de un cereal fueron examinadas, según el testimonio que años más tarde nos dejó Calixto Alvargonzález en su curiosísima obra: La Escanda, su origen, su cultivo. Al hablar del origen de la escanda lo supone romano y se lamenta de haber perdido un rastro que hubiese dado alguna luz al tema: “En las excavaciones de las Termas del Campo Valdés (Gijón) —dice— encontramos un trozo de enlucido compuesto de cal y guijo, mezclado con pajas y glumas de un cereal, ejemplar que guardaron cuidadosamente para estudiar con detenimiento”. Y sigue diciendo: “Nuestros amigos don Julio Somoza y don Alejandro Alvargonzález vieron el ejemplar cuando se sacó de aquellas termas; pero con motivo del traslado de los hallazgos al Instituto de Jovellanos y vernos obligados a mudar de local, aquel pedazo de enlucido se extravió, perdiéndose el único testigo que nos hubiese podido dar alguna luz sobre aquellas pajas y glumas de un cereal”329. Imaginémonos qué hubiera sido si hubieran contado con los sofisticados métodos de análisis modernos. En cuanto a edificios fueron dos principales los que se descubrieron. Uno estaba distribuido en ocho habitaciones, destinadas a los usos peculiares de las termas: vestibulum, apodyterium sala de descanso y guardarropa), tepidarium (sala de aire templado), frigidarium (baño de agua fría), caldarium (baño caliente); hornos, almacén de leña, dependencias, etcétera. El otro era más suntuoso aunque tenía sólo cinco dependencias. Somoza supuso que ahí debía residir el centurión o el praefectus castrorum. Aquí había también un hipocausto construido por tres arcadas. Los edificios no pudieron ser descubiertos del todo porque se extendían hacia el pórtico de la iglesia de San Pedro. Años más tarde, cuando en 1936 la iglesia fuera destruida, Pachín de Melás propondrá que se aprovechase tal circunstancia para continuar las excavaciones, pero no se hizo. No obstante, no hubiera sido muy acertado en la opinión de don Julio, ya que según el insigne historiador era de imaginar que se hallarían en deplorable estado, teniendo en cuenta primero la obra de construcción del templo que los daña- 328 Boletín de la Academia de la Historia. Tomo XLVI, enero 1905, citado por Somoza en las págs. 259 y s. del volumen I de Gijón en la Historia General de Asturias. 329 ALVARGONZÁLEZ, Calixto. La Escanda, su origen, su cultivo. Gijón 1908; pág. 21. Agustín Guzmán Sancho 214 ría notablemente y en segundo lugar los enterramientos llevados a cabo en el interior del templo. Lo más notable de los edificios era la decoración interior. Ya el día 29 de marzo de 1903 había dado El Noroeste la noticia de haberse encontrado varios arcos de piedra cuya misión parecía ser sujetar el pavimento de una vivienda, y un trozo de pared pintada de rojo, azul y amarillo. Es la primera noticia que aparecía sobre la existencia de pinturas. Según señala Somoza, se combinaban los dibujos geométricos, con otros de ornamentación botánica y florida, entre los que descollaban grandes hojas de bordes dentados, alternadas con tulipanes: y otras de yedra, entrelazadas con flores de bulbo. Maravillaban a cuantos los contemplaban sus vivísimos colores y llamó singularmente la atención un “tiesto colgante”, con asas y cintas, que se asemejaba a una vasija de forma semicircular u oblonga330. En el mes de mayo Octavio Bellmunt envía a la Comisión Provincial de Monumentos este interesante documento en el que informa del estado de las obras con el objeto de que se reúnan fondos para proseguir: Como oportunamente manifesté de palabra hace tiempo al Sr. Vicepresidente de esa Comisión, se está verificando en esta villa importante investigación en el Campo llamado de Valdés, que da acceso a la iglesia parroquial de San Pedro, donde se hallaron varios restos de objetos de procedencia y época romanas, con ocasión de obras municipales para abertura de zanjas. Lo que en un principio pareció ser dudoso o discutible, es hoy una realidad de importancia histórica, no sólo para el estudio de esta localidad sino para el general de la dominación romana en Asturias, a que se refieren escritores antiguos y singularmente los provinciales. Las excavaciones verificadas con celo y competencia por amantes gijoneses, con apoyo del ilustre Ayuntamiento, ya permiten anunciar que se trata de antiguas construcciones o establecimiento romano en Gijia donde en diferentes ocasiones se hallaron elementos análogos, otros epigráficos y numismáticos, que demuestran la permanencia del pueblo-rey en este lugar tan próximo a las famosas Aras Sextianas. En los trabajos actuales, a que me refiero, se han hallado restos de vieja construcción, fuertes muros de sólido hormigón, un arco, un depósito que asemeja a una cisterna, varios recintos, algunos con bellas pinturas que llaman la atención de los inteligentes, columnas 330 Op. cit., págs. 257 y s. Biografía de Julio Somoza 215 y algunos objetos sueltos, indicando todo que puede tratarse de unas termas romanas, que indican la importancia del pueblo a que estaban destinadas. Los doctos investigadores que son don Calixto Alvargonzález, el ex alcalde don Alejandro Alvargonzález, los eruditos escritores don Julio Somoza y don Gerardo Uría y Menéndez Valdés, ayudados por otras personas doctas, se ocupan en estudios de los hallazgos para deducir las oportunas consecuencias referentes a nuestra historia que han de publicarse, al mismo tiempo que reúnen algunos de los objetos hallados para su exhibición en depósito local, como este Instituto o Ayuntamiento o para una remisión al Museo Provincial. De todas suertes me creo en el deber de participar a V. todo lo ocurrido por si, con fondos provinciales o nacionales se pudieran aumentar los medios para proseguir hasta donde se pudiera con las comenzadas excavaciones en cuya dirección prestan tan patriótico servicio los tres indicados. Dios guarde a V. MS. Años. Gijón, 18 de mayo 1903. Don Octavio Bellmunt. Una copia de este escrito fue remitido al Presidente de la Academia de Bellas Artes, informando del asunto y poniéndole en antecedentes de lo actuado. Sin embargo de los fondos pretendidos no tenemos noticia que se lograra nada331. De tan importantísimo hallazgo se hicieron no sólo fotos, sino también una acuarela, por un joven pintor, que el año antes había dibujado el cartel de las Fiestas veraniegas, y que recién llegado de París, donde había estu331 Se conserva en el Archivo del Museo Arqueológico Provincial de Oviedo, entre la correspondencia de Gijón, el borrador del oficio enviado. Dice así: “Noticiosa esta Comisión de Monumentos de que en la vecina villa de Gijón se habían descubierto restos arqueológicos, al parecer de origen romano, ofició en 17 del mes de marzo último al Sr. Alcalde de aquella localidad pidiéndole que cuidase de recoger los objetos encontrados hasta tanto que la Comisión los examine y diera acerca de su valor histórico el dictamen oportuno. Al efecto, a los pocos días después fueron a Gijón el vocal don Inocencio Redondo y el Secretario don Rafael Altamira quienes examinaron atentamente las excavaciones y sacaron la impresión de que se trataba de unas termas de origen romano. Así lo comunicaron a la Comisión en la junta celebrada el 16 de mayo. Con posterioridad a esta fecha el Dr. Octavio Bellmunt, de Gijón, correspondiente de aquella villa de esa Real Academia, dirigió a esta Comisión el escrito que paso a copiar porque comprenda las noticias referentes al estado del descubrimiento”. 216 Agustín Guzmán Sancho diado con Vierge, había abierto un estudio en el tercer piso del nº 8 de la calle Uría, en donde se dedicaba a la enseñanza del Dibujo. Se trataba de Evaristo Valle. La obra sería expuesta en uno de los comercios gijoneses según era costumbre. No será la única vez que retrate a Somoza. Andando los años, más de veinte, le hará una famosísima caricatura, en la que don Julio se verá retratado con su inseparable paraguas. Además, la Comisión de Festejos del Ayuntamiento, con fecha 2 de junio de 1903 presentó el programa de festejos para la temporada de verano, cuyo nº 4 decía así: “Celebrar tres verbenas en los días que se determinen, concurriendo a las mismas, gaitas, tambores y organillos, asistiendo además una banda de Música y serán 1º en San José, 2º en San Lorenzo, y 3º en San Pedro. En este día se expondrá al público la cámara Subterránea Romana existente en el Campo Valdés y se premiará a la casa que presente mejor iluminados sus balcones”332. Y por si fuera poco, muchos años después, en 1938, un Somoza muy viejecito vería llegar a Gijón a un joven y flamante profesor universitario, García Bellido, que investigará las excavaciones. Lo que no vería sería cómo el 17 de marzo de 1959 el Ayuntamiento de Gijón, a propuesta y previo informe del entonces Cronista Oficial de la villa, don Joaquín Alonso Bonet, tomó el acuerdo de dirigirse al ministerio de Educación Nacional en solicitud de que las termas del Campo Valdés sean incluidas en el Catálogo de Monumentos Nacionales, acompañando a la petición el consiguiente estudio y los oportunos asesoramientos. El informe contenía también la propuesta de colocar una placa en la puerta de las termas o donde mejor se estimase con los nombres de don Julio Somoza, don Alejandro Alvargonzález y don Calixto Alvargonzález Landau, lo cual también se acordó, pero nunca se llevó a cabo333. A. M. G. Actas de Sesiones de 1903; folio 193. Aunque el programa no fue aprobado en esta sesión, sino que se continuó su discusión, ésta giraba en torno al presupuesto que se fijó en 30.000 pesetas, y nada hace pensar que se desistiera de la idea de abrir las excavaciones al público. En la prensa no hemos encontrado referencia a la apertura al público. 333 El acta de la sesión de la Comisión Permanente de fecha 17 de marzo de 1959 dice así: “Seguidamente se dio lectura a una escrito del Cronista Oficial de la Villa, don Joaquín Alonso Bonet adjuntando dos informes, que por encargo de la Alcaldía, ha redactado en relación con la posible declaración de un monumento nacional y varios monumentos de interés histórico artístico local, formulando algunas indicaciones con respecto al Campo de Valdés, lugar en que se encuentran los principales testimonios de nuestro tesoro artístico, sugiriendo también la idea de que en ese lugar se dedique un recuerdo a uno de los más ilustres gijoneses, don Juan Agustín Ceán Bermúdez, discípulo y colaborador de Jovellanos y primer historiador de las Bellas Artes en España, proponiendo también que en la puerta de entrada a las termas romanas o donde mejor se estime, se coloque una pequeña placa con los nombres de los tres ilustres gijoneses que tanto han trabajado por la identificación y conservación de ese monumento de origen romano, don Julio Somoza, don Alejandro Alvargonzález y don Calixto Alvargonzález Landau (sic). La Comisión Municipal Permanente aprobó la propuesta”. A. M. G. 332 Biografía de Julio Somoza 217 5.— Testimonio para la posteridad Por otra parte, pensando en dejar testimonio de los descubrimientos a los venideros, tanto Julio Somoza como Calixto Alvargonzález se propusieron llevar a cabo a este efecto sendos estudios. De acuerdo con una oportuna división del trabajo, correspondería a don Julio la realización de una Memoria, que tendría por objeto según sus palabras: la redacción fiel de las investigaciones practicadas, así como también la conexión y enlace que este descubrimiento guardaba con los primeros tiempos de nuestra historia regional y local. Por su parte, Calixto Alvargonzález habría de realizar una Monografía de sus trabajos y observaciones, dando cuenta de los objetos encontrados; abastecimiento, distribución y salida de aguas; clase y estructura de los pavimentos, etcétera334. La Memoria no llegaría a realizarse y la Monografía, realizada en 1906, vería la luz pública casi sesenta años después, sufragada por el Ayuntamiento. En efecto, el día 8 de septiembre de 1965, festividad de la Virgen de Covadonga, se terminaba de imprimir en la máquina offset “Aurelia 49”, de la imprenta La Industria, el libro titulado Termas Romanas del Campo Valdés-Gijón, figurando como colaboradores de su autor don Julio Somoza y Alejandro Alvargonzález. Inédito el manuscrito desde aquella época, aunque accesible a la consulta de los investigadores, sería un hijo del autor, José Luis Alvargonzález Caso, el que encargaría la preparación y revisión del original a Joaquín A. Bonet, entonces director del diario local Voluntad. Se imprimieron 500 ejemplares, más otros 25 en papel especial335. De esta Monografía Carmen Fernández Ochoa ha escrito: “En ella encontramos una planimetría bastante rigurosa, unos dibujos arqueológicos correctos, un estudio en profundidad de los materiales recuperados, así como un análisis de los distintos elementos arquitectónicos encontrados, que aunque hoy están superados, muestra un rigor y una exactitud muy superiores a lo que sería de esperar en su época”336. Gijón en la Historia General de Asturias. Vol. I, págs. V, 251 y 256. LARUELO ROA, Marcelino. Las Termas Romanas del Campo Valdés. El Comercio, 27 de junio de 1993. El autor del reportaje se lamenta que la obra no fuera de nuevo reimpresa. 336 La muralla romana de Gijón (Asturias). Gijón, Electa, 1997; págs. 33 y 35. 334 335 218 Agustín Guzmán Sancho 6.— Historiador de Gijón Por su parte, Somoza, si bien no llevó a cabo la Memoria, daría a la imprenta en 1908, en tirada reducida de doscientos ejemplares, su obra en dos volúmenes titulada Gijón en la Historia General de Asturias, que le consagrará como el mejor historiador de Gijón. En el primer tomo recogerá toda la época romana de su ciudad natal. Allí explicará las razones que tuvo para no publicar la memoria. Aunque habían logrado un éxito feliz en el hallazgo (con más recursos y mejores elementos —dirá satisfecho de lo realizado— fracasaron otros), sin embargo, quedaban otras incógnitas: el perfil de la muralla; el nombre romano del pueblo a falta de inscripciones; una fecha; los objetos aparecieron casi todos rotos; no aparecieron monedas romanas, eran en su mayoría de los Reyes Católicos; etc. Con tales escasos elementos —dirá—, juzgamos que la “Memoria” así redactada, no resolvería cuestión alguna, y por lo mismo, preferimos ampliar el tema, abarcando un periodo más extenso que suministrara mayor número de datos para el debido esclarecimiento. De modo que éste parece ser el origen de la nueva publicación cuya próxima aparición anuncia en carta a su amigo Menéndez Pelayo en septiembre de 1908: para el mes entrante —le dice—, si el impresor no me falta a la palabra, tendré el gusto de remitirle mi última obra en dos volúmenes, Gijón en la historia general de Asturias. La nueva historia gijonesa será publicada gracias a don Eduardo de Llanos Cifuentes y Álvarez de las Asturias, entusiasta jovellanista, benemérito propagador de la Instrucción Pública en su patria, según rezaba la dedicatoria. Tal fue el mecenas que para esta ocasión se buscó don Julio. La tirada fue de doscientos ejemplares, no creemos que por tacañería del patrocinador sino más bien porque Somoza estaba convencido de que personas a quienes realmente les interesaran los temas históricos y el conocimiento de su tierra no eran muchas. Es muy probable que fuera a raíz de los descubrimientos del Campo Valdés, quizá como consecuencia del incidente del descubrimiento de la gluma de cereal, comenzase Calixto Alvargonzález a interesarse por la escanda, de modo que el mismo año que Somoza publica su Gijón en la Historia General de Asturias, Calixto publicó su libro La Escanda, su origen, su cultivo. Ambos amigos se prestarían recíprocamente su colaboración para estas obras. Así por ejemplo, de su visita por los museos extranjeros trajo Calixto a su amigo Julio una fotografía del astur Albano de cuya inscripción tenía dudas, que don Julio publicó en el volumen primero de su Biografía de Julio Somoza 219 obra337. Por su parte, Somoza le envía cuanto encuentra sobre la escanda, tomándolo de las fuentes antiguas, históricas y literarias338 o incluso de la propia naturaleza, como hizo enviándole un horru que su amigo se apresuró a dibujar en tamaño natural y reproducir en su libro. Teniendo Somoza caserías y tierras de labor, conocía bien este nido de barro que ciertos insectos formaban en las aristas de las espigas del trigo y de la escanda, y que era muy difícil de encontrar339. Cuando Calixto publica su obra, el amigo corre a felicitarle. No le encuentra en casa y le deja una nota en la que le dice: Mi amigo Calixto. Son las 5 y no alcancé a verle. De todos modos, mi objeto es darle la enhorabuena por su interesante trabajo sobre la gramínea predilecta de nuestra tierra, que será leída con verdadero entusiasmo por todos los amantes del país asturiano. Hay superabundancia de citas, que hubieran estado mejor en el cuerpo de las “Notas”, que no en el texto, donde embarazan algo, aunque no le dañan. Da Vd. una gallarda muestra de actividad estudiosa a los del pueblo, demostrándoles, que sin desatender los negocios, se puede también cultivar el espíritu y adornar la inteligencia. Le felicita muy de veras Su caro amigo. JULIO Gijón en la Historia General de Asturias. Vol. I, pág. 156. En el Archivo Histórico de la FUNDACIÓN ALVARGONZÁLEZ se conservan algunas notas que Somoza enviaba a su amigo sobre la escanda; así por ejemplo en una tarjeta de visita de Julio Somoza (con domicilio entonces en el paseo de Begoña, 33) aparece anotado de su puño y letra: “Escanda” (Mitología india): Hijo de Siva; es la personificación de la “guerra”. Lo curioso es que cuando se coge el pan, la gente se divide en dos bandos, y se “retan” al grito de “Ixuxú”, a quien concluye primero. En ninguna labor del campo se oye dicho grito, más que en esta. (Expediente: ALV. 15/1). También de puño y letra de Somoza se conserva esta cita del Cronicón Albeldense (883) con su correspondiente traducción en la que entre las cosas célebres de España figura la escanda de Asturias: ITEM RES HISPANIAE CELEBRES. Pobla de Narbona. Vinum de Vilasz. Ficus de Biatia. Triticum de Campis Gothis. Mulus de Hispali. Caballus de Mauris. Ostrea de Mancario. Lamprea de Tatiber. Scanda de Asturias. Mel de Gallicia. Disciplina atque scientia de Toledo. Haec erant proecipua tempore Gothorum (Expediente: ALV 15/8). Y por último una cita del P. Feijoo y de Jovellanos (Expedientes: ALV 15/8 y H 50/1 respectivamente). 339 En los sembrados de trigo y escanda y en el momento de cosecharlos, se suele encontrar con las aristas o barbas de alguna espiga un nido redondo de barro, de menos de un centímetro de diámetro. Está construido por una pequeña avispa, donde deposita un huevo que se transforma en crisálida; en el mes de julio, con los fuertes calores, se rompe el nido, saliendo una pequeña avispa negra con anillos amarillos en el vientre. Según el profesor Cerezo Martínez, del Instituto Jovellanos en aquellos tiempos, se trataría de un himenóptero de la familia de los fosarios, subfamilia de los crabroninos. (Op. cit., pág. 47). 337 338 Agustín Guzmán Sancho 220 Un interesante testimonio de la consideración y afecto de Calixto hacia su amigo es el hecho de que aprovechara su correspondencia con Unamuno para interesarle sobre cuestiones que importaban a Somoza, según esta carta de 18 de noviembre de 1904, en la que le agradece a don Miguel sus aportaciones lingüísticas en torno a la escanda y en torno al origen de la palabra Gijón. dice así: Sr. D. Miguel Unamuno Salamanca Muy señor mío: La grata carta del 12 me ha causado gran placer, sus pesquisas han sido un verdadero éxito y le felicito por ellas dándole mis expresivas gracias, así es que acepto y anoto como origen de la palabra escanda la scandala de la baja latinidad, y desecho los derivados que cita Roque Barcia y Díez por poco convincentes. ¿Tendría alguna relación la palabra scandala con la de Escandinavia, país donde también se cultivaba la escanda y donde he visto nuestros horros? He tomado nota de la etimología de Gijón y se la he comunicado al amigo Sr. Somoza. Le ha gustado su explicación y le agradece su atención. Por si Vd. no tiene noticia, un amigo de éste, el Sr. Uría, publicó hace unos años en la obra Asturias algo sobre la etimología del nombre de Gijón. Lo trae de hito = límite, frontera. Que Gigia no era una población sino el extremo occidental de la primitiva Cantabria, y debió denominarse así el área que comprendía por hallarse enclavados en ella los hitos. Si tiene curiosidad de conocerlo lo mandaré copiar. Repito las gracias y ordene340. 340 Archivo Histórico de la FUNDACIÓN ALVARGONZÁLEZ. Expediente: ALV 15/1. 222 Agustín Guzmán Sancho Somoza en efecto recogerá en su Gijón en la Historia General de Asturias la opinión de Unamuno. El proceso seguido por el Rector de Salamanca le parece el más acertado. Sin embargo, dirá que aún faltan nuevos descubrimientos, y nuevos estudios comparativos, para establecer, sobre sólida base, el origen del nombre de Gijón341. No era Somoza persona a quien pudiera convencer fácilmente la opinión de un hombre por muy prestigioso que fuera, necesitaba estar seguro. Como historiador huye de las expresiones dubitativas, para no confundir con meras suposiciones. Precisamente una de las críticas que hace a la obra de Rendueles Llanos es el acudir a conjeturas y afirmaciones gratuitas vertidas bajo expresiones del tipo: “parece ser”, “dícese”, etcétera. 7.— Cronista de Gijón Es precisamente la independencia una de las cosas que en la obra de Somoza sobre Gijón llamaron la atención de don Marcelino Menéndez Pelayo. No hay duda de que al insigne santanderino le impresionó la nueva obra Gijón en la historia general de Asturias, provocándole estos elogios: “Me voy enterando con gran interés de la obra histórica sobre Gijón, que acaba Vd. de publicar y que ha tenido la bondad de remitirme. No pararé hasta haberla leído íntegra, porque no sólo despierta mi curiosidad el caudal de noticias históricas asturianas que en ella se consignan y depuran, sino la crítica original e independiente de su autor, y hasta la forma picante y desenfadada de su estilo”342. ¡Por fin don Marcelino ha acabado por acostumbrarse al estilo peculiar de Somoza! Sabe que es independiente en sus juicios y, por tanto, objetivo, y que su estilo zumbón, irónico y pícaro no lleva el veneno de quien oculta la traición o se complace ensañándose en su enemigo. Op. cit., pág. 226 y 227. La opinión de Unamuno recogida por Somoza era esta: Gijón o Xixón, es un jijo (xixo) o jejo grande. El latín es saxu (saxus, peñasco, roca) de donde, con cambio de s inicial en x (ch francesa), y luego j (como en jibia, jeringa, jabón, jilguero, jugo, etc. de sepia, syringa, sapon(nem), sibilarius, sucul, etc.) y conversión de ax en ej (como en eje de axem (ac) dio jejo. Así se le llama aquí (Salamanca) al rollo de piedra con que se juega a la calva, y de ahí, Jejuelo y Jejo, como nombres de pueblo. Por mi parte, saxetum, peñascal, dio jijedo (Revilla-Gigedo). El proceso es, pues este: sacsu — saisu — xeixo — xexo — xixo — jijo. como factu — faitu — feito — fecho — hecho. lacte — laite — leit — leche. matacsa — mataisa — madeixa — madeja. 342 MENÉNDEZ PELAYO, Marcelino. Epistolario. Tomo XXI; Carta 201; fecha 5 de abril de 1909; pág. 173. 341 Biografía de Julio Somoza 223 Antes de que vea la luz pública esta obra, Somoza ya había sido nombrado académico correspondiente de la Historia, gracias a Menéndez Pelayo que encabezó la propuesta. Más tarde, a raíz de su publicación, vino el reconocimiento de sus paisanos. Fue en la sesión del 24 de diciembre de 1908 cuando el municipio acordó nombrarle su primer cronista. Por su interés y por figurar en ella los motivos que hubo para tal nombramiento, reproducimos el acuerdo: “Manifestó después el Sr. Presidente que habiéndose presentado hoy una proposición suscrita por varios Concejales iba a dar cuenta de ella, por más que no figuraba en el orden del día, toda vez que se trataba de un asunto en el cual seguramente habrá unanimidad de pareceres. La proposición de referencia decía así: ‘Al Ilustre Ayuntamiento. Un distinguido gijonés, don Julio Somoza y García Sala, acaba de dar a la publicidad una nueva obra, fruto de un trabajo asiduo y tenaz como pocos y prueba evidente de la justicia con que la opinión pública le viene concediendo desde largo tiempo el dictado de insigne erudito e inteligente y culto escritor. Méritos son estos más que sobrados para que el sabio jovellanista se haya hecho acreedor a la estimación general y más especialmente a la del pueblo en que vio la luz primera, y por eso, haciendo caso omiso de otras consideraciones, que lo relevante y notorio de los merecimientos del Sr. Somoza nos excusan de consignar aquí, los Concejales que suscriben tienen el honor de someter a la ilustre Corporación la proposición siguiente: 1º el Ilustre Ayuntamiento, queriendo prestar señalado testimonio y público homenaje de admiración al eminente hijo de esta villa, don Julio Somoza y García Sala, con motivo de la publicación de su nueva obra Gijón en la Historia general de Asturias, acuerda nombrarle Cronista de la Villa de Gijón y su Concejo, de cuyo título se extenderá el correspondiente diploma, que en su día habrá de serle entregado por una comisión de señores concejales. 2º Acuerda asimismo adquirir doce ejemplares de la citada obra con destino al Archivo y Biblioteca Municipales, a la Biblioteca del Instituto de Jovellanos, y a los Centros obreros y Escuelas de la Villa que el Sr. Alcalde Presidente designe, previa propuesta de la Comisión de Instrucción Pública. 3º Los gastos que ocasionen el cumplimiento de los precedentes acuerdos se pagarán con cargo al Capítulo de Imprevistos del Presupuesto vigente, consistoriales de Gijón, a 23 de diciembre de 1908. J. Menéndez Acebal, R. Prendes, Atanasio Fernández, Isidro Agustín Guzmán Sancho 224 Delor, Eduardo González, Eleuterio Alonso, Ignacio Soto, José Elías, Claudio Alonso’. Terminada su lectura el Sr. Presidente encomió el arduo y penoso trabajo que representa la obra acabada de publicar por el Sr. Somoza, sobradamente conocido ya como jovellanista notable, y agregó que por ese libro, que representa el esfuerzo de varios años, así como por otros anteriores, merecía el Sr. Somoza el agradecimiento, significado aunque modestamente, en la proposición acabada de leer, y propuso que se acordase la urgencia de ésta y se aprobara, puesto que llevaba la firma de todos los sres. concejales asistentes. La Corporación acordó dicha urgencia y aprobó por unanimidad los diferentes extremos de dicha proposición”343. Para entender cómo recibió don Julio esta distinción, leamos esta admirable contestación que envía a una carta de su amigo Manuel Carreño, en que felicitaba “al cariñoso señor Somoza” por su nombramiento de Cronista: Mi cariñoso amigo Carreño: Le agradezco en el alma la sincera y leal manifestación de verdadero afecto que me transmite en su carta de ayer, y que considero más bien como prueba de su bondadoso carácter, antes que porque me imagine acreedor a ninguna alabanza. Vd. sabe muy bien, que estas distinciones municipales, ni dan ni quitan méritos literarios, ni de ningún género; otro tribunal más alto y más severo es el que ha de pronunciar el fallo de mis merecimientos, si por acaso tuve alguno. Todos los que aman y con intensidad a su patria, y se dedican a investigar su historia, le deben un libro; yo le consagré el mío con el mejor afecto y perseverante estudio; mas si con acierto o no, díganlo otros, y mejor que nadie la posteridad. Renovándole a Vd. la expresión de mi viva simpatía, y deseándole salud completa y prosperidad sin cuento al lado de su esposa e hijos, sabe es suyo verdadero e invariable amigo, que mucho le estima. J. S.344 Pero cuando todo auguraba el reconocimiento de su esfuerzo y amor al estudio, estalló la batalla. A. M. G., Libro de Actas de Sesiones del año 1908, folio 183. Borrador que figura, con letra de Somoza, en la carta de Manuel Carreño, de fecha 9 enero 1909. (Archivo particular de don Francisco de Borja Bordíu Cienfuegos-Jovellanos). 343 344 Biografía de Julio Somoza 225 El volumen segundo de Gijón en la Historia General de Asturias lo dedicaba a la época medieval, y en él nuestro original historiador se atrevía a afirmar que los árabes, no hollaron en ningún tiempo el suelo de la Asturias transmontana, es más: a la Leyenda, y no a la Historia, corresponden todos los recuerdos que de un modo o de otro, se relacionan con la tradición peláyica. Y es que para Somoza las cosas ocurrieron o no ocurrieron, con él no va eso de “al parecer”, “se dice”, etc.: a algunos espíritus nimios, les bastará —dice— seguramente con aquella concesión graciosa de que “pudieron entrar”: a nosotros, no. En definitiva, Somoza negará la veracidad de la Batalla de Covadonga a la luz de los datos que en su tiempo constituían las fuentes históricas a su alcance. Conociendo el sentir de Menéndez Pelayo, Somoza duda si su amigo al terminar su lectura el libro resultaría de su total agrado. Lo deja traslucir en esta frase: Agradezco sobremanera sus atentas frases respecto a mi último libro: incierto aún, si al terminar su lectura, habrá sido de su total agrado. Por lo menos, he intentado acumular en él todos los datos posibles para la depuración de la verdad de los hechos. Si el intento fue frustrado o no, díganlo otros. Pero antes de entrarnos en esta cuestión, que dejamos para otro capítulo, digamos algo para finalizar la que es objeto principal de este: que Somoza vaticinó que las termas del Campo Valdés volverían a ser excavadas: opinamos —escribió— (y no somos solos), que andando el tiempo, volverán a reanudarse los trabajos de explotación. Y así ha sido recientemente, constituyendo uno de los objetos arqueológicos más relevantes de la importantísima Exposición Astures; y que también el Arte ha perdurado la memoria de aquel descubrimiento, mediante aquella acuarela que realizó un Evaristo Valle recién llegado de París. CAPÍTULO 10 Tonel agotado 1.— Las Cartas a Lord Holland Cuando Julio Somoza anunciaba a su amigo Menéndez Pelayo la aparición de su Gijón en la historia general de Asturias, le añadía: Y para el año venidero, si allá llego, y no hay tropiezo, la Correspondencia entre Jovellanos y Lord Holland (que por fin encontré en Londres), y comprende lo más culminante de 1809, y parte de 1810 y 1811345. La cosa entusiasmó a Menéndez Pelayo que consideraba esta correspondencia una “fuente histórica de primer orden”. Se trataba de un trabajo cuya idea y esfuerzo había comenzado hacía treinta años. En el prólogo de la obra, el propio Somoza nos ha dejado resumida la historia de su búsqueda. El primer dato de donde partió la investigación fue la única carta a Lord Holland que publicó Nocedal en 1895. En esta edición se señalaba la procedencia del original. Era su propietaria doña Purificación Alvargonzález, viuda del que había sido Director del Instituto, don Victoriano Sánchez Cifuentes. A ella, pues, acudió don Julio en busca del resto de la correspondencia. La acogida que le dispensó esta señora fue tal que la agradeció con estos encendidos elogios: Jamás olvidaremos la buena acogida que nos dispensó tan culta gijonesa (porque lo era, sin afectación alguna), tipo acabado de una sociedad, en la cual, la dignidad del rango, la llaneza del trato, y la severidad de costumbres, se forjaban en proporciones suficientes para caracterizar una época. Mucho debía de ser en verdad el agradecimiento de nuestro jovellanista. ¡Cuán diferente este comportamiento de aquel otro al que estaba acostumbrado: el del recelo! ¡Cuánto se agradece una acogida así cuando se investiga! 345 Epistolario. Tomo XIX; Carta 798; fecha septiembre de 1908; pág. 494. 228 Agustín Guzmán Sancho Gracias a doña Purificación y a su hijo Eugenio346, en medio de un rico caudal de datos y documentos que le servirían a Somoza para muchos de sus trabajos, encontró nada menos que las cartas originales de Lord Holland. Estas cartas fueron copiadas “con diligencia suma” por Manuel Somoza, que una vez más prestó a su hermano una inestimable colaboración. Después los originales fueron devueltos a su legítima poseedora. Pero faltaba el necesario complemento: Las cartas de Jovellanos a su amigo. Para lograrlas recurrió Somoza a un antiguo maestro suyo, don José María Fernández Quirós Amieva, cónsul en Cardiff, gijonés y entusiasta jovellanista como antiguo alumno del Instituto que había sido. Le contestó que ya otro le había precedido en la demanda sin éxito y que eso de llegar a la mansión de los Lores ingleses, avistarse con ellos, y solicitar la enajenación, aunque fuera a título de préstamo, de papeles de carácter histórico, era cosa llana de hablar y proyectar en Gijón, ardua, si ya no quimérica, de realizar en Londres. Y sirviéndose de un símil pintoresco y corriente del bable regional agregaba en tono sentencioso: Ahí está el enfilar de los pimientos. Quirós —según dice Somoza— complaciente siempre, pero lleno de ojeriza contra la aristocracia inglesa, que miraba con seco desabrimiento nuestra pretensión, falleció sin lograr su intento. Sigue entonces la intervención de don Eduardo de Llanos, persona a quien deberá Somoza, como ya dijimos, la publicación de su Gijón en la historia general de Asturias. La amistad entre este mecenas de la cultura asturiana y nuestro infatigable jovellanista ha sido estudiada por Carmen Meneses Fernández Baldor, partiendo de la correspondencia entre ambos, constituida por 102 cartas dirigidas a Somoza y 119 escritas por éste347. El 3 de enero de 1900 Eduardo Llanos se ofrece desde Londres a buscarle a Somoza los libros o documentos que necesite, y éste cinco días más tarde le contesta proponiéndole esta tarea. La cosa no resultó fácil. Primero intentaría el señor Llanos un acercamiento por medio de intermediarios como Agustín Serrano y Martín M. Hume, hasta que el 29 de octubre de 1901 escribe al heredero de Lord Holland, Lord Ilchester, proponiéndole un proyecto de cambio o cesión, de los originales de Holland por los originales de Jovellanos, que no aceptó, según Somoza porque estimaba todo lo suyo en grado superior. Parece ser que los originales de las cartas los tenía Alejandro Alvargonzález y no Eugenio Alvargonzález. Parece que Somoza no menciona a Alejandro porque por entonces estaba contrapunteado con él. Víd. MENESES FERNÁNDEZ BALDOR, Carmen. Afanes Jovellanistas a principios de siglo XX: Julio Somoza y Eduardo Llanos. Oviedo, Actas del II Congreso de Bibliografía Asturiana, celebrado en Oviedo del 21 al 24 de abril de 1999. 1 Vol. Servicio de Publicaciones Principado de Asturias. Consejería de Educación y Cultura, 1999. 347 Op. cit. 346 230 Agustín Guzmán Sancho Tras el fallecimiento de Lord Ilchester en 1905, nueva propuesta del Sr. Llanos al hijo de aquel, Lord Stavordale, en el sentido de intercambiar las copias, conservando cada uno la propiedad y el derecho de lo que le pertenecía. El nuevo heredero de momento puso nuevas pegas. Por fin, tras cinco años de gestiones, en los que medió también el embajador español en Londres, duque de Mandas, se logró el permiso para copiar en la casa de lo Holland, los originales. El 2 de febrero de 1906, Eduardo le da la noticia a Somoza diciéndole que se había ofrecido para dirigir la copia. Por cierto, se halló la sorpresa de que junto a los originales se encontró una copia de autor desconocido; según Somoza, debidas al cuidado de Mr. Allen o de Blanco White. Esta copia antigua es la que llega a manos de Eduardo Llanos. Somoza entonces le insiste para que la coteje con los originales. El 8 de octubre de 1906, Eduardo Llanos comunica que ya aparecieron los originales y que las ha cotejado, dando por zanjado el asunto. Así describe Somoza su emoción por el éxito de la empresa: Día de emoción grande fue para nosotros, aquel en que el Sr. Llanos Cifuentes nos comunicó la feliz noticia de haberse terminado la copia y cotejo de ambas colecciones epistolares, su permuta, la autorización de Lord Ilchester para la impresión y, finalmente, la remisión de ellas a nuestras manos, por el intermedio de su sobrino, don Ildefonso Noriega, estudioso joven, y afabilísimo amigo nuestro348. La inquietud de Somoza produjo también otra reacción. A finales de 1910 se publicaría el diario de Lady Holland. La lástima es que se hiciera en inglés. Esta obra, que tenía el título: The spanish journal of Elizabeth Lady Holland llegó a Somoza cuando este ya había finalizado su trabajo sobre la correspondencia349. En abril de 1911 se terminaron de imprimir los dos magníficos tomos de Cartas de Jovellanos y Lord Vassall Holland sobre la guerra de la Independencia (1808-1811) con prólogo y notas de Julio Somoza García-Sala. En esta ocasión la obra aparecerá dedicada al antiguo amigo de La Quintana: Fortunato de Selgas, de quien echó mano para costear la edición. Dice así: A Fortunato de Selgas: entusiasta propagador de la doctrina jovellanista, fiel y erudito intérprete de las antigüedades asturianas, dedícale este libro su adicto y singular amigo. Julio Somoza. Es sin duda ésta una obra mimada por su autor, según demuestra la abundancia de notas, llenas de información y erudición jovellanista. Además, Puede verse también ADÚRIZ, Patricio. Centenario Jovellanista. X.— Somoza o la tenaz perseverancia. El Comercio, 14 de abril de 1974. 349 Hubo en 1978 un intento de publicar en español la parte referente a España tanto de las memorias de Lord Holland como del diario de su esposa, por parte de la investigadora jovellanista Rick. (En la Biblioteca del P. Patac se conserva el prólogo que se iba a presentar). Ignoramos por qué no se llevó a cabo el proyecto. 348 Biografía de Julio Somoza 231 en ella Somoza no siente tanto el respeto o la vergüenza de hablar de sí mismo. Si en Las Amarguras de Jovellanos habla de su abuela Manuela Blanco, la pupila de Jovelllanos, sin confesar su parentesco, aquí no tiene empacho en confesarse su nieto ni en hablar de su abuelo. Es como si pretendiese llevar al lector todas y cada una de las fuentes. Somoza gustaba de las notas, sabía cuánto importaban al investigador. Los tomos les fueron remitidos por Somoza a Menéndez Pelayo y éste admiró el esmero de la publicación y las notas que resultaban de tan gran utilidad. Se permitió apuntar algunos ligerísimos descuidos que Somoza agradece y comenta, dando siempre por cierto lo que afirmaba el insigne polígrafo, a pesar de su sorpresa en algún caso. Todo ello denota el interés de Somoza por la verdad histórica y su capacidad para reconocer sus propios errores. La verdad es que sus descuidos no eran de gran bulto. 2.— El Centenario de Jovellanos Pero para poder continuar debemos retroceder un poco, cuando aún sin terminar su trabajo Somoza anuncia a su amigo su próxima publicación. Este anuncio había animado a Menéndez Pelayo a sugerir nuevos proyectos. Se iba a cumplir —el año de 1911— el centenario de la muerte de Jovellanos. “¡Qué gran ocasión —le dice— para sacar por fin de la oscuridad los Diarios!”. Pero añade que ha perdido toda esperanza en ese punto. En su lugar le propone publicar al menos en la Nueva Biblioteca de AA. Españoles dos o más tomos de escritos inéditos o no coleccionados de Jovellanos que fuesen como ampliación y necesario suplemento “de la destartalada colección de Nocedal”. Y termina reconociendo que es la única persona en España que podría hacerlo: “Si quiere Vd. encargarse de dichos tomos, que nadie sino Vd. debe hacer en España, propondré la idea al Sr. Bailly-Bailliere, editor de dicha publicación, y no dudo que la aceptará gustoso”350. Pero el esfuerzo de las dos últimas publicaciones; los achaques y enfermedades; y la edad; y la falta de humor, pesarán en el ánimo de Somoza que se siente cansado; es más cree que ya lo ha dado de sí todo cuanto se podía esperar y se define a sí mismo como un tonel agotado. He aquí lo que contesta a la proposición de Menéndez Pelayo: En la correspondencia de Jovellanos y Holland (prólogo, y extensas notas) trabajo sin tregua ni descanso; pero —¡caro amigo mío! he pasado un verano malísimo: los achaques aumentan, y la vida mengua, y el humor se 350 Epistolario. Tomo XXI; Carta 202; fecha: 5 de abril de 1909; pág. 174. Agustín Guzmán Sancho 232 acaba ¿quién en caso semejante fuerza la máquina? antes por el contrario, la naturaleza avisa, y el médico amenaza: hay que ponerse en guardia. De “Diarios,” no hay nada, por ahora. Cierto es que su detentador, los ofrece por segunda, y aún tercera mano; pero es la “copia”, pretenciosamente alterada por Vicente Abello, y Cándido Nocedal, lo que brinda, no el “original”, que es lo que se le pide. Siempre alerta. En cuanto a publicar algunos tomos en la “Nuev. Bibliot. de Aut. Esp.” no tengo ánimos, ni salud, ni tiempo para semejante empresa. Soy un tonel agotado. Pero en el campo de la Literatura asturiana existe quien tal haga, si con empeño y “fegadín” lo toma. Valgan, por otros, Juan Menéndez Pidal, Cotarelo, y los hermanos González Blanco (de Luanco), jóvenes los últimos, de grandes esperanzas, si no me engaña mi pupila. Ya no me atrevo a hacerle a Vd. indicación alguna para el “Centenario”, porque no me llame “Capitán Araña”: pero si Vd. no mueve las Academias, ¿a qué soplo o poderoso aliento se van a mover? Sin embargo, aquel tonel agotado aún rezumaría nuevo y sabroso jugo. Y en cuanto al Centenario llegaría a tomar en él parte muy activa, de tal modo que, como dice Patricio Adúriz, no concedió cuartel a la fatiga para llevar a cabo su obra con la que conmemorar el Centenario351. Porque si para Menéndez Pelayo era el mejor jovellanista, la única persona que podría escribir de Jovellanos en España, aunque él modestamente señalase a otros, también el antiguo amigo de La Quintana: Fermín Canella, era de la misma opinión, como todos cuantos conocían su obra jovellanista. Siendo Canella Rector de la Universidad de Oviedo y Cronista de Asturias, con antelación al parecer suficiente, hizo pública una representación dirigida al Sr. Ministro de Instrucción Popular, fechada en Vistalegre de Lastres el 27 de agosto de 1909, en la que proponía celebrar el I Centenario de la muerte de Jovellanos realizando nada menos que una edición de las Obras Completas de Jovino. Se trataba de un viejo pensamiento, que, como veremos, sin duda compartía con Somoza. Ya en 1882 había llevado a cabo a este mismo objeto unas gestiones en el Ministerio de Fomento, que presidía el Sr. Alvareda, quien se mostró animoso para ello, pero que no lo pudo llevar a cabo por su salida de aquel departamento. En 1891 en un artículo que con ocasión de la colocación de la Estatua de Jovellanos, publicó en la “Ilustración Española y Americana”, volvía a insistir en que la publicación de sus obras completas habría de ser el mejor y más imperecedero monumento a la memoria del ilus351 ADÚRIZ, Patricio. Centenario Jovellanista. X.— Somoza o la tenaz perseverancia. El Comercio, 14 de abril de 1974. Biografía de Julio Somoza 233 tre gijonés. En 1907, con fecha 10 de julio, envió al ministerio una nueva propuesta de Edición novísima de los escritos de Jovellanos. Y de nuevo el 14 de julio de 1909 insistió en el mismo tema. Ahora por tercera vez ante el mismo ministro vuelve con su propuesta y, además, la da a la imprenta. La obra de Jovellanos era, a pesar de las publicaciones llevadas a cabo, desconocida; calculaba el insigne catedrático que lo publicado cubriría una tercera parte del total de lo que había disperso y oculto. En su opinión en las notas y explicaciones, comentarios y noticias de las colecciones hasta la fecha publicadas había equivocaciones y quedaba aún mucho por decir. La idea era reunir todo cuanto había desparramado en trabajos de anónimos y conocidos, biógrafos, panegiristas, comentadores, traductores, escritos varios en prensa periódica, etc., ilustraciones artísticas de pintura, grabado, escultura, etc. En una palabra, todo cuanto había reseñado Somoza en su Inventario de un Jovellanista. Por eso proponía a su antiguo amigo para llevar a cabo la que habría de ser la edición definitiva de las obras de Jovellanos; una edición novísima y completa, ilustrada, documentada y anotada. El siempre cortés Fermín Canella, olvidando los desaires de su amigo hace de él al proponerlo para tamaña empresa este encumbrado elogio: “El diligente Somoza, tantas veces nombrado, es quien hasta hoy ha sabido ser biógrafo no superado de su paisano insigne, porque es autor del libro conmovedor intitulado ‘Las Amarguras de Jovellanos’, y por esta publicación, otras bio-bibliográficas y, en fin, por un conocimiento acabado de aquella existencia y de sus manifestaciones y escritos, a cuyo estudio se ha dedicado siempre con amoroso entusiasmo —es la personalidad con quien es preciso contar en una y otra forma al realizar la empresa de una novísima y completa edición pues él ha juntado a costa de grandes sacrificios, todavía sin recompensa debida (que, haciendo mucho menos, alcanzan tantos), los más importantes materiales, siendo, además, sabedor del paradero de muchos”. Para tal empresa contaba en primer lugar con el concurso de Somoza del que dice que “tendrá a su lado a otros jovellanistas”. Sin duda alguna está pensando en sí mismo, y Eduardo Llanos Álvarez, que por entonces se afanaba mediante gestiones, desembolsos y ofrecimientos en imprimir los Diarios y conseguir la correspondencia de Lord Holland. Y aún quedaban otros auténticos mecenas jovellanistas como Fortunato de Selgas. Pero aparte de esta ayuda privada, esperaba poder contar con el apoyo de las instituciones públicas. En primer lugar el Ayuntamiento de Gijón y la Diputación Provincial de Oviedo. Luego de aquellos institutos o centros vinculados a la vida de Jovellanos, como las Universidades de Oviedo, Ávila, Madrid, el Instituto de Gijón, y las Reales Academias a las que 234 Agustín Guzmán Sancho había pertenecido. Y por último la Corona y el Gobierno e instituciones del Estado: Senado y Congreso. Terminaba el Sr. Canella diciendo que había querido solamente “resucitar y exteriorizar una idea que está en la mente de muchos jovellanistas y que, como aspiración suprema en la materia, la deseó siempre el Sr. Somoza”352. Se logró del Ministerio una subvención de 15.000 pesetas, con destino al Centenario de Jovellanos, cantidad a todas luces insuficiente para una empresa de tal envergadura. Así que por dos veces se ve en la necesidad de acudir al Ayuntamiento de Gijón. La última, el 12 de junio de 1911, es decir, ya en el mismo año del Centenario, acompañando la representación publicada en 1909, en los siguientes términos: Tengo el honor de dirigirme nuevamente a V. S. con remisión de la comunicación adjunta, por si, considerando cuanto en ella se aduce, hay medio de acometer la publicación de una “Edición novísima completa, ilustrada, documentada y anotada de las obras del Excmo. Sr. D. Gaspar Melchor de Jovellanos” cuyo solo nombre evoca la admiración más entrañable a su ciencia, patriotismo y virtudes. Si V. S. encontrase acertada y factible dicha empresa, destinando a ella parte con que en buena hora el Estado ha contribuido y se dispone a contribuir, más aún para solemnizar debidamente el Centenario del gran Jovellanos, cree que el firmante que tanto, sería el monumento más adecuado y el tributo más duradero y de especial aprovechamiento al difundir por Asturias y España, América y Europa los variadísimos escritos con tantas enseñanzas, del ubérrimo polígrafo, gloria indecible de Gijón. Seguramente que la nación entera aplaudirá la indicada empresa, teniendo por guía los escritos e investigaciones del docto Cronista gijonés, constante y laureado jovellanista Sr. Somoza. En tal sentido me dirijo también a los diferentes altos organismos que puedan coadyuvar a la impresión dicha, en acuerdo con la Representación popular de Gijón que V. S. dignamente dirige y a la que atentamente saludo. Dios guarde a V. S. ms as. Oviedo, 12 de junio de 1911 353. 352 CANELLA, Fermín. Representación dirigida al Excmo. Sr. Ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes proponiendo la publicación de una Edición novísima y completa, ilustrada, documentada y anotada de las Obras del Excmo. Sr. D. Gaspar Melchor de Jovellanos. Puede verse incorporado al expediente 168/1911 del A. M. G. 353 A. M. G. Expediente 168/1911. Biografía de Julio Somoza 235 En sesión del 17 de julio la corporación acordó prestar el apoyo interesado y que la Comisión de Hacienda informase. Ésta informó el 7 de julio diciendo que nada podía decir en concreto; que había rumores de que las 15.000 ptas. del presupuesto de Instrucción Pública irían a la publicación de la obra. En una palabra, que el Ayuntamiento no tenía dinero y no sabía como podría contribuir. Y llegó el año 1911. Fermín Canella insiste en la prensa al exponer sus ideas sobre lo que ha de hacerse en el Centenario. Tras recordar a los jovellanistas que se distinguieron en las distintas solemnidades, entre ellos Fernández Vallín, de quien dice que “hacía falta otro gijonés de sus arranques y de su actividad, pocas veces vista, así como repetir algunos actos de” 1891, se refiere a Somoza en estos términos: “bien cerca tienen los gijoneses a Julio Somoza, el doctísimo jovellanista, que del estudio y culto a don Gaspar, hizo centro y aspiración suprema de su vida”. Y terminará diciendo: “El Centenario debe ser lo que debe ser. Ciertamente que mucho se hizo ya con la impresión de las ‘Cartas de Jovellanos a Lord Varsall Holland’, con prólogo y notas de Somoza, impresas en abril próximo pasado, como cuando conmemorando el 78 aniversario de la entrada triunfal de 6 de agosto, publicó en 1889 el precioso libro de ‘Las Amarguras de Jovellanos’. Que sea este año de 1911 el de la impresión de los DIARIOS y de algo más”354. 3.— La aportación al Centenario Sin embargo, la gran idea de las Obras completas no se llevará a cabo, pero el tonel agotado contribuirá al Centenario publicando no una sino dos obras, contribuyendo de esta manera a que fuera aquel año jovellanista riquísimo en publicaciones referentes a Jovellanos. Por una parte verá la luz, como ya hemos visto, la correspondencia con Lord Holland, y por otra otros dos volúmenes titulados: Documentos para escribir la biografía de Jovellanos recopilados por Julio Somoza García-Sala, C. de la Real Academia de la Historia. Que se trataba de una obra publicada con ocasión del centenario, lo decía a las claras la portada del libro: 1811 CENTENARIO DE JOVELLANOS 1911. Llevaba, además, una sentida y especial dedicatoria: HUMILDE OFRENDA a los fieles amigos y servidores de Jovellanos, ARIAS DE SAAVEDRA, GARCÍA DE LA FUENTE y CEÁN BERMÚDEZ que en la prosperidad y el infor- De las fiestas del Centenario. Lo que dice el Rector de la Universidad Sr. Canella. El Comercio, 9 de julio de 1911. 354 236 Agustín Guzmán Sancho tunio de aquel varón insigne, velaron por su vida, cuidaron de su nombre, y guardaron, piadosos, su memoria. Llevaba esta obra, además, una advertencia. Y es que tiene ya en mente y proyectada otra publicación más: la de los escritos o manuscritos inéditos de Jovellanos, que piensa financiar con el producto de sus Documentos para escribir la biografía de Jovellanos. Por eso advierte que no puede distribuir esta obra gratuitamente entre sus amigos y paisanos como fuera su deseo. En el prólogo afirma que cualquier linaje de escritos jovellanistas que se dé a la estampa, debe ser preparado convenientemente, y sin premura de ningún género, pero que si la presente Colección no se ceñía a esta pauta obedecía a dos razones especiales: la primera salvar por medio de la prensa, utilizando la esplendidez de un editor, muchos escritos inéditos de gran valía: la segunda, aprovechar la coyuntura de los que acuden a visitar el sepulcro y casa natal del egregio gijonés, en su Centenario, para testimoniarles nuestro reconocimiento con este modesto tributo. Concebía esta publicación, pues, como un sucedáneo a aquel pensamiento de Fermín Canella de publicar las obras completas de Jovellanos, que en su opinión exigía tiempo y personas, más de una, así como fuerte subvención. A su amigo y a su proyecto dedicará estas líneas del prólogo: Aún no cumplidos dos años, que un fervoroso astur (a quien muchos deben las letras y el ambiente de cultura en nuestro amado suelo) solicitaba en entusiasta alegato, de otro astur, que seguramente “no le comprendía”, su apoyo para dar forma a un reverente homenaje, publicando una edición “novísima y completa, ilustrada, documentada y anotada” de las obras del sabio Jovellanos. ¡Engañosa quimera!; el trabajo de una Academia, de un grupo universitario, o de una comunidad literaria, artística y científica, en un periodo que no bajaría de quince años, era lo que ingenuamente demandaba el hijo de la vetusta urbe, al encumbrado prócer. Mas no infunde Minerva su poderoso hálito, en el pecho, ni en el cerebro de aquellos a quienes prodiga sus dones la Fortuna. Pero aun admitido el recurso, ¿quiénes iban a acometer tamaña empresa? ¿dónde la voluntad, el plan, la inteligencia, los recursos; la agrupación, clasificación, y coordinación de escritos, los elementos de prueba y de compulsa; las claves auxiliares; las fuentes de investigación para llevarla a cabo? Cómodo y llano es el forjar empresas atrevidas; más arduo el trazar su plan; sobremanera delicado el designar aquellos que han de realizarlo, aún compensados con el debido auxilio; difícil por extremo, la manera y formas; penoso y tardío, el allegar los materiales; y arriesgado siempre, arbitrar los medios y recursos con que darles cima. 238 Agustín Guzmán Sancho Hipercrítico siempre, Somoza en esta obra se queja de que el deseo de honrar la memoria de nuestros antepasados se traduzca frecuentemente en proyectos de mero adorno, en lo que llama obras de albañilería. Él soñaba con un homenaje vivo y fecundo; que el Centenario sirviera para que a Jovellanos se le comprendiera y se le sintiera. Según él no comprendían ni sentían a Jovellanos los que con gárrula palabra, usan y abusan de su nombre en hueros discursos, y estériles y vanas conferencias; e imaginan, que con estatuas y medallas, procesiones, banderas, juegos florales, y... “consignaciones en el presupuesto”, han contribuido a la dilatación de su gloria. Por eso su contribución fundamental al Centenario no fue obra de albañilería, sino el resultado de su esfuerzo, el fruto maduro de su trabajo sólido y duradero. De esta aportación de Somoza al Centenario de Jovellanos ha escrito Patricio Adúriz: “Lo otro pasó. Pompas y vanidades se diluyeron con el transcurrir del tiempo. Queda, imperecedera —rarísima al día— esta obra de Somoza que es auténtico faro espiritual después de transcurridos más de sesenta años desde aquellas efemérides. Aportación gloriosa a un Centenario que, sin el concurso de hombres como el que nos ocupa, hubiese sido algo así como querer y no poder, o lo que es peor, demostración la más palpable de incapacidad colectiva”355. Pero también su colaboración y aportación a la efeméride tuvo otras manifestaciones personales. Así cuando Menéndez Pelayo le corrige las pecatas minutas halladas en sus Cartas de Jovellanos y Lord Holland, le contesta: Pero... mi queridísimo Marcelo, ¿cómo no habían de adolecer de tachas grandes y chicas, los escritos de un pobre diablo como yo, recluido en un pueblo comercial e industrial, sin ayuda, ni valedores, sin libros ni auxiliares, ni elementos de consulta, y entregado a su propio esfuerzo y cavilosas meditaciones, en medio de la indiferencia general, sitiado además por la abierta hostilidad de sus convecinos. ¿No oyó Vd. hablar de los “festejos del Centenario”? Pues el último “quidam” en este clamoroso concurso, y alborotado cotarro, es el que en los actuales momentos le está molestando con su pesadísima prosa. ¿Y quiere Vd. que aquilate, depure y lime, con sosiego y tino, todo cuanto escriba?356. Lo del “último quidam” tendrá algo de verdad, pero no porque participase menos ilusionadamente que los demás, sino porque el plato fuerte del Centenario, la publicación de los Diarios, no la va a llevar a cabo él, aun- 355 ADÚRIZ, Patricio. Centenario Jovellanista. IX.— Somoza o la insigne erudición. El Comercio, 7 de abril de 1974. 356 Epistolario. Tomo XXI; Carta 760; fecha: 16 de septiembre de 1911; págs. 466 y ss. Biografía de Julio Somoza 239 que sí tuvo algo que ver en el asunto, como ya veremos. Somoza participará directamente en todo lo relacionado con aquel “alborotado cotarro”. Lo primero, prestando su colaboración para que otros eruditos publicasen trabajos en honor de Jovellanos, como el P. Fidel Fita, a quien le da sugerencias para un Boletín extraordinario de la Academia de la Historia, en loor de Jovellanos. 4.— La excursión a Puerto de Vega La colaboración de Somoza no sólo se quedó en Gijón, también intervino en actos que habrían de celebrarse fuera de la localidad, como fue la magnífica y entrañable excursión a Puerto de Vega, pórtico de los festejos que habrían de llevarse a cabo en Gijón. La jornada de Puerto de Vega tuvo un carácter tan entrañablemente jovellanista y a la vez tan poco conocido que bien merece nos detengamos en ella. El día 7 de julio de 1911 se reunieron en el local que ocupaba el Colegio de Nuestra Señora del Rosario, un grupo de entusiastas jovellanistas, para organizar una excursión a Puerto de Vega. En aquella reunión fue nombrada una comisión encargada de ultimar los detalles de la expedición, que recayó en los siguientes señores: Presidente, don Emilio Alvargonzález; secretario, don Emilio Robles (Pachín de Melás); vocales: don Nemesio Martínez, don Ulpiano Álvarez, don Pascual Calleja, don Antonio García García, y don José Secades. Su primer objetivo fue lograr fondos, llevando a cabo una suscripción popular, y sus primeros objetivos acordados fueron: colocar una corona en la lápida que existía en la casa mortuoria de Jovellanos, que había puesto allí Fernández Vallín cuando la elevación de la estatua; una misa de campaña y limosnas para los pobres. Pero al día siguiente en el mismo local tuvo lugar una nueva reunión a la que asistió don Julio. El entusiasmo iba en aumento, y “en la reunión —a decir de El Comercio— se acogió favorablemente la idea expuesta por los señores Somoza (don Julio) y Martínez (don Nemesio), para hacer un rótulo y un boceto conmemorativos del acto”. Nace así de la mano de los grandes amigos que tanto protagonismo habían tenido en el descubrimiento de las termas del Campo Valdés, la idea de colocar una lápida en la casa donde murió el inmortal patricio. También en esta reunión se fijó el precio de la cuota en 5 pesetas, con viaje de ida y vuelta en barco incluido. Las reservas podría hacerse en el lugar de reunión (calle Instituto 7) y en el propio taller de fotograbado de don Nemesio, en la calle San Bernardo, nº 72, entre otros sitios. 240 Agustín Guzmán Sancho Las listas de suscripciones se llenaron con entusiasmo y le fue ofrecida la presidencia del acto al alcalde de Gijón, Sr. Velasco. También se invitaron a formar parte al Presidente de la Delegación del Centro Asturiano de La Habana, don Donato Argüelles, y al director del Instituto, don Miguel Adellac. De modo que el día 13 de julio la prensa anunciaba la fecha de la excursión para el día 30 próximo. La actividad y celo de la comisión organizadora fue tal, especialmente el de su secretario, que se logró la adhesión de la Universidad. El Ayuntamiento autorizó a su alcalde para que nombrase una comisión de concejales encargados de asistir al acto, y fue nombrado en representación del alcalde, don Francisco Prendes Pando. También participaron antiguos alumnos del Instituto. Y se ofreció la Presidencia de honor a don Vicente Trelles, bisnieto de Antonio Trelles, el amigo que acogió en su casa a Jovellanos. Pero hubo que aumentar la ya nutrida comisión de presidentes honorarios a los miembros de la Sociedad de Amigos de Puerto de Vega. Para atender a la suscripción para cooperar a los gastos se nombró tesorero al presidente de la Sociedad Unión de los Gremios, don Sabino Acebal. El viernes día 14 se encargó la lápida de mármol al artista gijonés don Ángel Arias. Y el día 21 por la tarde fue expuesta en uno de los escaparates del comercio de los Sres. Masaveu. Se trataba de un diseño muy del gusto de Somoza, de puro estilo romano, llevando tres coronas en relieve, símbolo de la muerte durante el imperio romano. La inscripción que redactó y confeccionó el propio cronista de Gijón decía brevemente: El pueblo de Gijón / a su más preclaro hijo / D. Gaspar Melchor de Jovellanos / en el I centenario de su muerte.— 1811 Puerto de Vega de Navia 1911. Por cierto, aquella lápida fue rectificada, suprimiéndose “Puerto de Vega de Navia” por “Puerto de Vega” sin más. El día 21 salió en barco para Puerto de Vega, para preparar la excursión, el secretario de la Comisión organizadora Pachín de Melás. De aquella primera visita a Puerto de Vega recordará años después: “Visité por primera vez el hermoso pueblecito de Puerto de Vega el año 1911. Actuaba de secretario de la Comisión que fue a aquel puerto a gestionar que se colocara una lápida de mármol en la casa donde falleció el eximio gijonés don Gaspar Melchor de Jovellanos, con motivo del primer centenario de su muerte, acto que se celebró con gran brillantez. Recuerdo que obtuve una interesante interviú periodística con un señor Villamil, alumno más anciano del Instituto de Jovellanos. Lo que sí observé, ya hace veinticuatro años ha sido la pugna existente entre Puerto de Vega y Navia. En una reunión celebrada en Biografía de Julio Somoza 241 Vega con las fuerzas vivas, nos hicieron construir otra lápida de mármol, porque la que teníamos hecha no servía por la inscripción que redactó don Julio Somoza, que decía: ‘Puerto de Vega de Navia’”357. Ni que decir tiene que la prensa no recogió entonces este detalle. Lo que Somoza pensó de aquel cambio de rótulo, nos lo podemos imaginar. Siempre detestó el futuro cronista de Asturias, a fuer de alumno de Jovellanos, la pugna entre localidades asturianas, como si no fuera uno mismo su destino. Por fin, a las cuatro de la madrugada salió para Puerto de Vega el vapor Donostiya, engalanado con flores. La Rondalla Gijonesa había recorrido las calles tocando pasodobles antes de embarcarse. De las 180 personas a bordo, pocas fueron las que no se marearon. La prensa daba cuenta de las principales personalidades y representaciones, entre ellas el pintor Nicanor Piñole. No se nombra a Somoza, por lo que no podemos decir si estuvo allí o no, aunque conociendo su carácter bien pudo ser que se enfadara por el incidente de la lápida. La llegada del vapor Donostiya tuvo lugar a las once de la mañana. Sirenas, voladores, pañuelos, vítores y un gentío inmenso aguardaban a los excursionistas. Son recibidos por la Comisión de Puerto de Vega, formada por don José Ochoa, don Vicente Trelles, don Laureano Pérez Villamil, y don Leopoldo Castrillón (el de los Diarios), don Augusto Pérez Martínez, don Víctor Ochoa, don José González, don Antonio Menéndez así como por el Ayuntamiento de Navia en pleno. Se organiza una procesión cívica, que pasa bajo un arco levantado en el Muelle, en el que se leía: “LA SOCIEDAD DE AMIGOS A GIJÓN” hasta llegar al campo de la Atalaya, en donde se dijo una misa de campaña. Por último se descubrió la lápida y se pronunciaron discursos. Hubo un banquete para más de cincuenta personas, con brindis, telegramas y demás, mientras el resto disfrutó de una agradable romería en el campo de la Atalaya. 5.— Otros actos jovellanistas Al día siguiente El Comercio titulaba su primera página: “Comienzan las fiestas del centenario de Jovellanos”. Reproducía algunas páginas de las Amarguras de Jovellanos, alusivas al destierro de Jovino y su marcha a Puerto de Vega. Esto mismo hará El Carbayón de Oviedo días después, próximo a PACHÍN DE MELÁS. Visita a Puerto de Vega. Trabajo, voluntad, abnegación. La Prensa, 23 de junio de 1935. 357 242 Agustín Guzmán Sancho llevarse a cabo los actos oficiales centrales del Centenario, que habrían de presidir en Gijón los Infantes don Carlos y doña María Luisa de Orleans. El día 6 de agosto hubo procesión cívica con ofrenda floral ante la estatua de Jovellanos. Aparecieron en la primera página del diario decano de la prensa asturiana artículos de destacadas personalidades y un trozo de las Amarguras de Jovellanos Y al día siguiente tuvo lugar en el Instituto el descubrimiento de una lápida en recuerdo de los asturianos residentes en América, y a continuación la inauguración de la Exposición Jovellanista. Sobre este particular había aparecido en la prensa un artículo firmado por “Un Gijonés” en el que proponía se reunieran cuantos objetos personales de Jovellanos —le constaba al gijonés firmante— existían en posesión de algunos particulares. De esta manera servirían de base para la creación de un Museo Jovellanista. Y terminaba diciendo: “El susodicho Museo Jovellanista, podría pasar a ser propiedad del Ayuntamiento o del Instituto, y se instalaría, desde luego, como lugar el más indicado, en el edificio fundado por don Gaspar Melchor de Jovellanos”. Además, decía: “sería uno de los mejores modos de mantener viva la memoria del excelso hijo de Gijón”. Si tenemos en cuenta el dato de conocer la existencia de estos objetos, y la coincidencia de la firma con la aparecida por entonces en otros artículos que juzgamos de Somoza, y que en la propuesta se hablaba no sólo de ceder sino de vender en precio justo dichos objetos para formar un museo, creemos que hay algún fundamento para suponer que la idea fuera del propio don Julio358. Es más, a Somoza es claro que con objeto del Centenario añora la existencia de un museo en el que se conserve lo más autentico de la historia de su tierra; censuraba a sus compatriotas que aún no lo tuvieran. Por su parte, el director del Instituto contestó al escrito diciendo que ya estaba en su ánimo e invitaba al público a que aportasen los objetos que pudieran ser de interés. Y así surgió la idea de la exposición, de forma semejante a como se hizo en la de 1891. Sin embargo, no parece que tuviera mucha acogida la idea. Entre los objetos que formaron parte de la exposición o museo, figuraba la cama en la que había fallecido Jovellanos y que había sido admirada en Puerto de Vega El artículo apareció en El Comercio del 1 de julio de 1911. Otro artículo apareció como ya hemos comentado en la revista Asturias del Centro Asturiano de la Habana, a propósito de la Estatua de Jovellanos. El día 27 de junio, con motivo de la llegada de La Navarre, un vapor que con motivo del Centenario trajo a Gijón numerosos excursionistas de Cuba y México, apareció en El Comercio un artículo de fecha 22, firmado también por Un gijonés de Gijón, bajo el título Recuerdos gijoneses, en el que se dan muy interesantes detalles del vapor Jovellanos y se habla de otro que llevaba este “glorioso y venerado nombre”. Además, se dice de don Óscar Olavarría que “aunque no era gijonés, hizo por Gijón mucho más que otros que en él han nacido” expresión muy en línea con el sentir de Somoza respecto a los forasteros que hacen por Asturias. Por tanto, creemos que son de Somoza ambos seudónimos: Un gijonés y Un gijonés de Gijón. 358 Biografía de Julio Somoza 243 por los excursionistas días antes, y que el día 2 de agosto fue entregada al Instituto por la comisión organizadora de la excursión a Puerto de Vega. Fue un acto solemne amenizado por la banda del Regimiento del Príncipe. Firmaron el acto de entrega el director del Instituto, Sr. Adellac, y el secretario don José de la Torre, por una parte; y por otra, don Antonio García y don Emilio Robles (Pachín de Melás), como miembros de dicha comisión organizadora. La cama quedó expuesta en la sala de profesores y fue cubierta con dos ricos tapices y por la bandera española. En una sala se veían los bocetos, y en otra espaciosa donde hacía poco había estado la biblioteca, además de los cuadros, copias de Goya, de Carlos IV y Antonio Valdés y Bazán, más el de Fernando VII, encargados todos por Jovellanos, el retrato de Josefa Jovellanos y del propio don Gaspar. Y con ellos restos de las excavaciones de las termas del Campo Valdés, que tanto llamó la atención del infante don Carlos, que prometió enviar dinero para las excavaciones. Terminados aquellos actos surgió ampliar las solemnidades llevando a cabo un ciclo de conferencias en el Ateneo Casino Obrero. También en ellas prestó su colaboración Julio Somoza. El ciclo fue clausurado el día 27 de noviembre, fecha de la muerte de Jovellanos. En aquel acto se leyó un magnífico artículo suyo, que por desgracia no nos ha llegado. Si se leyó y no lo leyó él, es probable que no estuviera presente. En efecto, por la mañana habían tenido lugar las solemnes honras fúnebres en honor de Jovellanos, con una misa de pontifical celebrada en la iglesia de San Pedro, oficiada por el señor obispo de la diócesis, pronunciando la oración fúnebre el antiguo catedrático del Instituto y obispo de Plasencia Ilmo. Sr. Jarrín. Y a las nueve de la noche en el Ateneo Casino Obrero tuvo lugar la velada necrológica, presidida por dicho monseñor Jarrín; el Rector de la Universidad, Fermín Canella; y el director del Instituto, don Miguel Adellac. Se habían adherido al acto entre otras personalidades: don Cristóbal de Castro, don Bernardo Acevedo, doña Rosario Acuña, don Melquíades Álvarez, don Faustino R. San Pedro, don Rafael M. de Labra, don Miguel de Unamuno, don Baldomero Argente, don Miguel Santos Oliver, y don Alejandro Pidal. El presidente del Ateneo, don Ramón Fernández, leyó a decir de la prensa “un excelente trabajo del gran jovellanista don Julio Somoza, que a cada momento arrancaba frases de aprobación, lo mismo de los Sres. Canella y Adellac, que del Sr. Jarrín”. Y añadía el gacetillero de El Noroeste: “Es un artículo notabilísimo, saturado de nobles y elevados conceptos, que sentimos no poder publicar por impedírnoslo su mucha extensión”. Y por su parte, el colega de El Comercio escribía: “Se trata de un documentadísimo artículo del 244 Agustín Guzmán Sancho ilustre cronista de Gijón, el más autorizado jovellanista. Es un escrito titulado comentarios a una carta en la que el Sr. Somoza hace gala de su excelente estilo castellano y da a conocer muy interesantes cosas relacionadas con la figura de Jovellanos. Al terminar el Sr. Fernández su lectura, el público que llenaba la sala prorrumpió en aplausos”. Tras las intervenciones de Miguel Adellac, que recordó la visita de los infantes don Carlos y doña María Luisa de Orleans al Instituto de Jovellanos, y del obispo, cerró el acto las palabras de Fermín de Canella. Hizo el Rector recuento de las conferencias que pasaron por el Ateneo a lo largo del año jovellanista y entrando a hablar de Jovellanos comenzó diciendo: “¿Qué voy yo a deciros de Jovellanos, después de haber escuchado la lectura del notable trabajo de don Julio Somoza?”. Calificó a Somoza de Ceán Bermúdez redivivo. Y al final de su discurso anunció la próxima publicación de los Diarios. Sus palabras exactas fueron: “Del Centenario celebrado con tanto fausto, y a pesar de todo y por encima de todo, no ha de pasar lo que aconteció muchas veces. Apagado el eco de los discursos como las luces de las verbenas, ha de quedar una obra meritísima, la del Instituto que lleva su nombre, dirigido por Adellac, que ha conseguido después de medio siglo de gestiones, muy notorias y nunca bastante agradecidas, de Somoza, Llanos, y más, tener los manuscritos de los ansiados diarios, que el Instituto va a publicar. Si fuera posible, que no lo es, se agigantaría la figura de Jovellanos, de aquel hombre creyente y bueno como el que más, sabio como muy pocos, patriota como el primero, y por ninguno superado en alma purísima y corazón sano. Obra efectiva será ésta como la del inolvidable Vallín, factor principal de la estatua erigida en la Puerta de la Villa”. 6.— La publicación de los Diarios de Jovellanos El Centenario de Jovellanos, en efecto, traerá consigo la publicación de los ansiados Diarios. Aunque era a don Miguel Adellac, en representación del Instituto, como su director que era, a quien se hizo la cesión de los manuscritos, sin embargo, detrás de todo estaba también don Julio. Se pensaba que fuera él quien llevase a cabo la edición de la obra. Así se deduce de una extensísima carta que Somoza escribe a Menéndez Pelayo, dándole cuenta de todos los detalles hasta el momento. Al hacerlo no puede recordar el favor que el sabio santanderino le hizo antaño cuando le dejó la copia impresa: Biografía de Julio Somoza 245 De los “Diarios” hablaremos para finalizar el cuento. Ya están en mi poder, original y copia impresa. Sólo falta el original del diario IV, y los documentos complementarios del texto, en el que se advierte, van unidos a él, y no lo están: y son muchos, y muy interesantes. Jamás se me olvidará el favor que Vd. me hizo, facilitándome su copia impresa en ya lejanos días. Según mi anotación, la de Vd. sólo alcanza hasta el 11 de septiembre de 1796 (p. 256, fin del XVI pliego); pero, con gran asombro mío, el “Diario” está totalmente impreso hasta su conclusión, por Rivadeneyra (día 20 de enero de 1801 — pág. 335: 21 pliegos). Continúa luego dando cuenta detallada de las condiciones de la cesión, lo que demuestra que estaba enterado de todo: La escritura notarial de entrega de mss. y copia, extendida para hacer una 1er. edición de “mil ejemplares”, fue otorgada en el pasado agosto, entre el Director de este Instituto (Miguel Adellac, sujeto de escasa cultura, y ninguna literaria), y el representante de la propietaria del ms. (doña Joaquina Castrillón, viuda de Alejandrino Menéndez de Luarca), que es un sobrino de ella, llamado Leopoldo Castrillón Ochoa, salazonero en Vega de Navia, y agente “secreto” (a lo que barrunto) de don Ángel Rodríguez Alonso, (a) “Angelón”: Canónigo de Oviedo, y Rector del Hospicio de dicha ciudad, que es el que está (“como siempre”) entre telones. Se pactó, por exigencia de la Señora, (léase “Angelón”) que se imprimiría por cabeza de los “Diarios”, el prólogo de don Alejandrino, que no es tal “prólogo”, sino, los insidiosos artículos que publicó en la “Victoria de la Cruz” hace veinte años, en agosto, septiembre y noviembre de 1891, y que tan duramente flagelé en el “Inventario de un jovellanista”, pág. 185. Como no se puso limitación de tiempo, ni se entregó “todo” el original ms., esto nos vale para demorar la empresa hasta que se ponga en su verdadero punto de caramelo... o de solimán. En realidad la escritura de cesión se firmó antes, el 20 de julio de 1911, ante el notario de Gijón don Francisco López Rubio, y en ella figuraban además de don Leopoldo Castrillón, en representación de la viuda de Menéndez de Luarca, y Miguel Adellac, como representante del Instituto, los testigos: don Gaspar y don Carlos Cienfuegos Jovellanos, familiares de Jovellanos; el propio Somoza, y Faustino Prendes, representante de la colonia 246 Agustín Guzmán Sancho gijonesa en La Habana, a quien se debía la creación de los premios “Jovellanos-Habana” y “Fernández Vallín-Habana”359. No hay dudas pues de que el tonel agotado está dispuesto a llevar a cabo la que ha sido durante años y años su mayor ilusión como jovellanista. En ningún momento desistió de su empresa. Ya dos años antes, cuando don Marcelino le sugiere volver a los Diarios para celebrar el centenario, se muestra alerta. Muerto Alejandrino Menéndez de Luarca, tuvo varias ofertas, pero no le basta con que le ofrezcan la copia, pretenciosamente alterada, según él, por Vicente Abello; quiere los originales360. Ahí los tiene ahora a su disposición. Los demás confían en él, piensan sólo en él, pero sólo él sabe cuánto hay que hacer y piensa en una persona que le ayude. Porque además, el dinero del ministerio, las 15.000 pesetas, no son suficientes. No obstante, el dinero no es el mayor inconveniente. Por otra parte se siente viejo. He aquí sus inquietudes que vierte a su amigo Menéndez Pelayo: Aterrado estoy ante la magnitud de lo que hay que hacer: copias, cotejo, adiciones de lo suprimido, notas, aclaraciones, prólogo-exposición, itinerarios, índices (lo menos cuatro) de materias, personas, bibliográfico y geográfico; grabados, retratos, vistas, dibujos, planos de rutas o itinerarios, lápidas, etc., etc., etc. Aquí (¡dejarían de ser comerciantes!) imaginan que con “quince mil” pesetas que dejó el Ministro para esta empresa, hay de sobra, y yo agrego, que ni para empezar. Pero de sobra alcanza Vd. que el dinero, es lo de menos (salvo como elemento auxiliar o secundario), y lo principal y lo más arduo, es buscar quien arrime el hombro al trabajo. Yo contaba para este 359 Sobre esta escritura investigó el profesor Caso González, siendo informado por el Sr. D. José Antonio Bermanedi Erice, notario encargado de los protocolos gijoneses de menos de 100 años, que no aparecía tal documento. Cosa extraña le pareció esto al ilustre investigador, ya que Adellac en su prólogo a los Diarios y Somoza en el suyo inédito coinciden en la fecha y en el notario. (JOVELLANOS, Gaspar Melchor de. Obras completas. Oviedo, edición crítica, introducción y notas de José Miguel Caso González, 1984. Tomo VI; pág. 36 y nota 41). Ahora bien, Caso, siguiendo a Somoza, señala como fecha de la firma el día 28, mientras que El Comercio daba la noticia el día 21 de julio, señalando que se había realizado el día anterior. Por otra parte, uno de los firmantes, Leopoldo Castrillón, no se encontraba en la fecha del 28 de julio en Gijón, sino en Puerto de Vega, preparando el recibimiento a los excursionistas gijoneses que irían a Puerto de Vega. “Hoy se despidió de la comisión organizadora don Leopoldo Castrillón —decía El Comercio el día 22—, miembro de la Junta receptora en Puerto de Vega, que saldrá para dicho puerto en el tren de las 7,20 de la mañana”. Con estos antecedentes nos pusimos al habla con nuestro amigo, el propio notario, Sr. Beramendi Erice, quien nos dio la satisfacción de obtener una copia simple de la escritura pública, que en efecto lleva fecha de 20 de julio de 1911 y en la que figura como testigo Julio Somoza. 360 Epistolario. Tomo XXI; Carta 453; fecha: 11 de octubre de 1909; pág. 333. Biografía de Julio Somoza 247 auxilio, con un paisano mío, doctor en ciencias históricas, muchacho aplicado de veras, y se lo propuse a Amalio Jimeno, cuando aquí estuvo, para que le nombrase bibliotecario auxiliar o en comisión. El hombre, me dio grandes esperanzas, que se llevó el viento361. Ya estoy viejo (“vid.” la estela funeraria del “introito”) y muy fatigado. Si no me ayudan, nada, o poco, podré hacer. Y a continuación Somoza se pone a soñar cómo habría de llevar a cabo la tarea; qué medios necesita para hacer una edición perfecta. Su afán de perfeccionismo es tal que nadie le cree. Verdaderamente lo que Somoza proponía era un ideal de investigación: Habría que montar (emplazar) un taller con grandes mesas, varios escribientes, dibujantes y fotógrafos, con una biblioteca auxiliar de ochocientos a mil volúmenes. El enunciarlo sólo, me ha valido en mi pueblo (¡¡40.000 almas!!) grandes rechiflas, y tal cual pulla, que me costó, con la réplica, tremenda sofoquina y colosal berrinche (ya estoy viéndole a Vd. reírse a borbotones de lo a pecho que lo tomo)362. Ante la gran envergadura que suponía una obra bien hecha, le propone a Menéndez Pelayo hacer una “edición preparatoria”, mientras llega la definitiva. P. S.: Con el fragmento que Vd. posee de los “Diarios” (algo más de los 2/3), agregándole lo que le falta (que yo podía hacer copiar aquí, por medio de máquina) podíamos lograr un ejemplar completo, y publicarle luego como “edición preparatoria”. Pero ¿no estará registrada la propiedad de este “Diario” a nombre de Rivadeneyra? Inverosímil parece que así no sea. Y si lo está, ¿no podría cedernos tal derecho, sufragando nosotros los gastos de la primera edición? “Bis dat qui cito dat”. Pero Somoza no se encuentra a gusto en medio de personas a las que califica de “jovellanistas de hojalata”. Una de estas era Alejandro Pidal y Mon, quien, como muy bien ha recordado el profesor Caso González, se oponía en su momento a la publicación de los diarios, sin duda por inclinarse a las ideas de Menéndez de Luarca363. He aquí la escena en que Pidal aparece al lado de Adellac, según sigue contando Somoza a su amigo: El ministro Amalio Jiménez vino, con ocasión del Centenario, acompañando a los Infantes don Carlos de Borbón y doña María Luisa de Orleans en su visita del Instituto el 6 de agosto. 362 Epistolario. Tomo XXI; Carta 760; fecha: 16 de septiembre de 1911; págs. 466 y ss. 363 Epistolario. Tomo X; carta del P. Miguélez a Menéndez Pelayo, de fecha 30 de mayo de 1892; pág. 540. 361 248 Agustín Guzmán Sancho ¡Cada jovellanista de hojalata nos ha salido esta temporada, que de oírlos sólo, me echo a temblar! El coro de la comedia “indiana”, no sabe más que decir: “Don Jovino” por acá, y “Don Jovino” por allá y a mí me está ocurriendo, que de tanto desatino como al día estoy oyendo, ya van todos consiguiendo “despotricar” en pollino. En la biblioteca del Instituto, tuvieron conversación sobre el precedente tema (anteayer, 14 de septiembre) Alejandro Pidal y Miguel Adellac, y tales cosas dijeron, que parecían nacidos la víspera, entre tres y cuatro de la tarde, si es que ya no iban de tuno a tuno para despistarse mejor. Estaba yo en la galería alta, “haciendo” que hojeaba libros, y no metí la cuchara, ni me di por aludido, porque lo estimé prudente. Además, Somoza tiene unas ideas para la edición de los Diarios demasiado primorosas. No cuenta con quien le auxilie; es objeto de rechiflas. Y por si fuera poco aquellas exigencias de la escritura pública de cesión, como era la de figurar el prólogo de don Alejandrino. Todo esto auguraba lo que vino a ser: que Somoza no llevaría a cabo la edición. El propio don Julio dará como razón de su desistimiento: lo “impositivo”, “enojoso” e “interesado” de muchas de sus impertinentes cláusulas364. Y añadía: De sobra es de todos conocidos, que la resolución y realización de los asuntos literarios, cuando intervienen en ellos, manos mercenarias y de logreros, por fuerza tienen que fracasar o torcer el rumbo. Recuérdese que don Julio conocía desde el primer momento las cláusulas de la escritura pública y, por tanto, si se queja de ellas es porque él confiaba que a pesar de todo podría llevar a cabo la obra a su manera, convenciendo a sus oponentes. Pero al final la cosa no se puso a punto de caramelo o de solimán como le decía a Menéndez Pelayo. El profesor Caso González, por su parte, al afirmar que Somoza fue eliminado de la empresa, apunta que en ello tuvo intervención Pidal. “Se trataba —dice— de evitar que un hombre de ideas liberales, como don Julio, pudiera aprovechar la ocasión para poner tibio a Menéndez de Luarca por sus ‘Apuntes’”365, como lo hizo poco después en el prólogo de su Jovellanos: manuscritos inéditos, raros o dispersos... Nueva serie: con prólogo y un apéndice, refutando los falsos juicios y erróneas, y gratuitas afirmaciones del Sr. Menéndez de Luarca. Madrid, 1913. Prólogo inédito a los Diarios, reproducido en facsímil por el profesor Caso González en el Tomo VI de las Obras Completas de Jovellanos, pág. 65. 365 JOVELLANOS, Gaspar Melchor de. Obras completas. Oviedo, edición crítica, introducción y notas de José Miguel Caso González, 1984. Tomo VI; pág. 37. 364 Biografía de Julio Somoza 249 Si Somoza no aceptó las impertinentes cláusulas, el caso fue —dirá— que hubo quien las aceptó todas: el propio Adellac. De modo que la obra necesariamente habría de dejar mucho que desear, como hecha por persona que llena de muy buenos deseos y entusiástico esfuerzo no gozaba de la preparación jovellanista de don Julio. Aunque meritoria y muy significativa, pues al fin se veían publicados los ansiados Diarios, es lo cierto que estará llena de erratas y de malas interpretaciones, según reconocerá la crítica posterior. Sobre esta obra aparecida en 1915, escribirá Somoza: Fue costeada esta edición (tosca reproducción de un ejemplar de la madrileña, de 1861) por el benemérito escritor asturiano, don Fortunato de Selgas y Albuerne, quien no tuvo parte alguna, en la desastrosa dirección editorial y literaria de la reimpresión de la obra (3.061) “erratas”, hallada en doble compulsa). Y al observar, que la publicación del “diario”, se dice realizada por el profesorado del Instituto, se nos ocurre preguntar: Si el “Diario” es de Jovellanos; Sélgas, quien le apadrinó, y Abello, quien le anotó, aliñándolo otras manos,(a) ¿en cuál obra de romanos tanto ingenio se empleó? claro que nos referimos a Rivadeneyra366. 7.— Lo último sobre Jovellanos Por su parte, Somoza, en tanto se publican los Diarios sacará a la luz pública una obra más. Aún quedaba en aquel tonel jovellanista materia inédita que ofrecer. Parece como si le hubiese entrado prisa por dar de una vez todo cuanto tenía, lo último que le quedaba. No hay duda que Somoza se siente ya viejo (tenía 65 años) y quiere darlo todo. En menos de tres años aparecerán un total de cinco volúmenes de sus obras. El mismo título sugiere ya que se trata de los restos de su bagaje jovellanista: Jovellanos: manuscritos inéditos, raros o dispersos; como si dijese: aquí está lo que no se ha publicado antes, lo que no se ha visto, lo que estaba perdido, lo que faltaba, lo último. Y en efecto, será su última obra jovellanista, aunque el tonel aún no habría de agotarse. La llamará “compilación” en la dedicatoria que, como es costumbre en él va a dirigida a quien en ésta oca366 SOMOZA, Julio. Registro Asturiano; págs. 211 y 212. 250 Agustín Guzmán Sancho sión le favorecía con la edición. Decía así: A don GERARDO URÍA Y MENÉNDEZ dedica esta compilación jovellanista, su firme y leal amigo. JULIO SOMOZA. ¿Cuál fue su intento? Será lo primero que él nos diga en lo que él llamaba preliminar y no prólogo: Aprovechando los momentos actuales en que parece revivir con algún fuego la memoria del gran Jovellanos, con motivo de conmemorarse el I Centenario de su muerte, y el de su nacimiento a la inmortalidad (acaso con más agitación y bullicio de lo debido a la grave austeridad de tan insigne bienhechor de la Patria), creemos oportuno publicar varios de sus escritos inéditos, guiados siempre por el noble anhelo, que, más ha de cuarenta años, impulsa nuestra voluntad y mueve nuestra pluma, de salvar de la incuria y del olvido sus venerables escritos, de tantos como aún se conservan, esperando la próvida mano que ha de redimirlos de la injusta postergación en que yacen arrinconados, por nuestra proverbial desidia y abandono. En efecto, el Centenario había servido para remover la memoria hacia Jovellanos, pero hay que tener en cuenta que a él se había llegado gracias al esfuerzo de su obra. Una obra que él no veía terminada, pues habla de aprovechar para otras publicaciones nuevas ofertas de amigos, como Fortunato de Selgas o Alejandro Alvargonzález, por citar algunos, a quienes pertenecían algunos de estos manuscritos. Pero Somoza va más allá; tiene una clara intención didáctica. Pretendía: atestiguar su veneración a la memoria de su autor, por el legítimo deseo de que su nombre reviva entre la juventud moderna, sirviéndole de faro luminoso en el arte de bien decir, y de ejemplo perdurable que imitar, en las nobles aspiraciones de la vida. Quizá fuera su intervención en el Centenario de Jovellanos lo que llevó a que se le propusiera, no una sino hasta tres veces, a intervenir o colaborar en el Centenario de Cervantes o por mejor decir en el Centenario de la publicación de El Quijote. Somoza dará en una carta estas razones para negarse: Muy distinguido y respetable Alcalde: Me ha sorprendido sobremanera su inesperado B. L. M. del 22 del corriente, toda vez que, primero oficialmente, y particularmente después, le manifesté la imposibilidad absoluta en que me hallaba, de formar parte de ninguna junta del Centenario de Cervantes. Las razones fundadas que para ello, tuve y tengo, a continuación se las recuerdo: Biografía de Julio Somoza 251 Primera: “la falta de salud”, con prescripción facultativa de privación de toda clase de trabajo mental. Segunda: “la edad”, que créame ya a los setenta años, me invalida para todo esfuerzo; creyendo (como no dudo un momento) que esta consideración, que ha bastado a otros para no asistir en la prosecución de su intento merecerá de V. S. igual deferencia hacia mi cansada persona. Tercera: “mis estudios”, que han sido, por lo general, de carácter histórico, de investigación, y arqueológicos; singularizándome en los “jovellanistas”, más no en los “cervantistas”. Cuarta: “mi carácter”, que ha hecho, que mis empresas literarias, y mi trabajo, fueran siempre unipersonales, jamás colectivos, porque, ni nunca me hice solidario de lo que otros afirmaran o negaran, ni jamás acepté el concurso ajeno para empresa alguna, bien convencido de lo deleznable y detestable que son las colectividades en nuestra tierra. Quinta: La persuasión de que, en nuestro país, sobran “cervantistas” y literatos, y escasean los “jovellanistas” o difundidores de la enseñanza, y propulsores del verdadero progreso patrio, en sus múltiples fases. Por todo lo cual y por otras muchas causas y razones, que a su penetración y sagacidad no escapamos sírvase, por la presente comunicación, dar por “no” aceptado el cargo con que se me brinda, y que declino, muy reconocido a su constante benevolencia, pero a la vez, muy firme e irrevocable en la determinación que he tomado. Con cuyo motivo, se repite de V. S. por “tercera vez”, su muy fino, deferente y respetuoso convecino. q.s.m.b. J. S. G. S. 23 de noviembre 1915 367. La copia de esta carta (al menos por copia la tenemos), lleva este encabezamiento: Contestación a la impertinente insistencia de un alcalde de monterilla de tiempos de Felipe IV, que se puso “pelma”, hasta el 3er oficio. El centenario de Cervantes no tendría en Gijón apenas relevancia. La primera persona que se interesó en esta villa por él fue el Director del Instituto, Justo del Castillo, pero su voz no tuvo eco. Tan solo la Escuela Superior de Artes y Oficios y el Ateneo Casino Obrero hicieron alguna velada en honor de Cervantes; y el Ayuntamiento terminará simplemente por 367 Biblioteca Asturiana del Padre Patac; FC 175. 252 Agustín Guzmán Sancho izar el pabellón nacional en las Casas Consistoriales. La poca acogida de este centenario debió de ser lo que determinó la triple insistencia del Alcalde, quien a falta de cervantistas se veía obligado a echar mano de jovellanistas. Aunque Somoza exageraba (no tenía setenta años, sino sesenta y seis), la edad y la salud no le permitían llevar a cabo una gran actividad laboral, sin embargo, cuando se trata de Jovellanos y de Asturias parecerá rejuvenecer y revivir, porque aún tendrá fuerza para revisar los Diarios y publicar su famoso Registro Asturiano. CAPÍTULO 11 La batalla de Covadonga 1.— El viejecito testarudo “No lejos de Gijón, pasea junto a las aguas del mar verde un viejecito menudo, bajo y de muy pocas carnes. De cabellos y de bigotes blancos, de rostro moreno, algo verdoso, y de ojos pequeños, pero vivos, la vejez ha pronunciado bajo ellos unos flácidos pliegues, que le sirven de bolsas donde guarda oculto el amarillo de que se tiñen sus conjuntivas a las veces. Se adivina en él un sistema nervioso siempre tenso y un exceso de bilis. Viste un abriguito oscuro que oculta una chaqueta larga de igual tono; protege su garganta con una bufanda mal ceñida; se cubre con un sombrero negro de alas blandas, y aunque brilla en la altura el tenue sol de Asturias, se apoya, como siempre, en un viejo paraguas”. “El viejecito lee y escribe mucho, le enamora su noble tierra astur, y no concibe que jamás la hollaran las torpes plantas de los árabes. Está solo, se ha detenido junto al mar y le ha vuelto la espalda, para otear con sus ojillos vivos la lejana silueta terrestre de los montes. Somoza tuerce el gesto y piensa una vez más lo que ya ha escrito en un viejo volumen: Imposible. Los sarracenos no pisaron Asturias. ¿Vencidos al pie de Covadonga? Gran dislate. Pero nada tan peregrino y sandio como hacerles atravesar los Picos de Covadonga hasta Cosgaya. Pura patraña la crónica del rey Alfonso, el Magno, o de Sebastián de Salamanca”. Así vio y así imaginó a Somoza un inteligente y jovencísimo historiador, discípulo de Hinojosa, allá por los años veinte en que vino a conocer Asturias para escribir y descubrir en ella y a través de ella la historia de los orígenes de España. Años más tarde, al rebatir la tesis de aquel anciano, no podrá resistirse a la tentación de incluir este magnífico, vivo y real retra- 254 Agustín Guzmán Sancho to368. ¿Qué significa esto? Hay ternura en la descripción y, sin embargo, Somoza representaba la línea más opuesta al pensamiento de don Claudio Sánchez Albornoz, que es quien le describe. La imagen del anciano no se le borraría de la memoria. Aquel anciano era el más tozudo y el más peregrino de cuantos historiadores trataron sobre el tema de Covadonga; ¿cómo podía resultar tan entrañable como para sentir la necesidad —son palabras del propio Sánchez Albornoz— de incluir su retrato? ¿Cuándo se vio que un autor lleve a cabo en una obra la descripción de su más enfrentado oponente, si no es para ridiculizarlo en lo físico, combatiéndolo en el físico como en las ideas? Es verdad que más adelante hace también la descripción de un grave profesor de La Sorbona, el insigne hispanista Barrau-Dihigo, que también negaba la batalla de Covadonga. Pero aunque le colma de mayor número de elogios, la descripción de este personaje no tiene la viveza y el color que la que hace de Somoza. Cierto que admira más a aquel, pero no hay duda que la personalidad, el hombre en sí que era Somoza, le resultaba más atrayente. En aquel admiraba la obra, en éste la persona. Refiriéndose a las ideas de Somoza, a quien llama erudito gijonés, ilustre asturiano e ilustre jovellanista, las calificará de extravagancias. He aquí el juicio que le merecían: “Sería empresa demasiado sangrienta y, además, demasiado fácil y sin mérito, poner de relieve las extravagancias de Somoza. A creerle, los cronicones cristianos mienten a porfía, las historias árabes carecen por completo de valor, todos los documentos son falsos, falsarios los historiadores que han admitido la entrada de los árabes en Asturias en cualquier tiempo y seres mitológicos, que jamás existieron, los primeros reyes asturianos. Sólo él conoce el país. Sólo él acierta; sólo él dice la verdad frente a todos. Lástima grande que el ilustre jovellanista se haya dejado seducir, al estudiar estos primeros tiempos del reino astur, por un criterio tan radicalmente negativo. Le sobraban condiciones para haber trazado una seria historia de los orígenes de la Reconquista, pero ignoraba el método crítico moderno. Tenía sólo vagas ideas, generalmente equivocadas sobre el valor y las fechas de las fuentes latinas. No había leído las historias arábigas. O no conocía o despreciaba los estudios que les habían consagrado Gayangos, SÁNCHEZ ALBORNOZ, Claudio. Orígenes de la Nación Española. Estudios Críticos sobre la historia del Reino de Asturias. Oviedo, I.D.E.A., 1972. Tomo II; págs. 159 y 160. Sánchez Albornoz comenzó sus trabajos sobre Asturias con ocasión del centenario del Covadonga, y para preparar su trabajo visitó y pateó Asturias entera. Sería por entonces cuando se entrevistaría con Somoza y éste le expondría su teoría sobre Pelayo, Covadonga y la retirada de los árabes. 368 Biografía de Julio Somoza 255 Dozy, Lafuente Alcántara, Codera y Pons Boygues. Desfiguró los datos geográficos como le vino en gana y los empleó en forma efectista, y a su antojo concedió y quitó méritos a quienes les precedieron en el estudio de la historia asturiana. En resumen, sus errores son tan crasos y sus afirmaciones de tal índole, que no podemos atribuirlas sino a un falso patriotismo regional, a su intención deliberada de probar a toda costa la tesis que he llamado de la virginidad de Asturias. No he de entrar, por tanto, a discutir una a una sus fantasías y sus extravagancias”369. Para no entrar a discutir sus fantasías y extravagancias, empresa según él demasiado fácil, nos parece un párrafo demasiado largo éste, y tampoco se entiende muy bien que se tome la molestia de citarlo tantas veces como lo hace, y mucho menos de llegar a ponerlo en la misma línea que el sabio, conocedor si duda del método crítico moderno, Barrau-Dihigo, e incluso dedicarle ese magnífico tributo de hacer su retrato de un modo que ningún otro ha sabido plasmar. Así pues, a pesar de despreciar sus ideas, Sánchez Albornoz admiraba la tremenda personalidad de Somoza. Pero analicemos el párrafo un poco más detenidamente. Es muy probable que la descripción del retrato y este comentario no se hicieran en la misma época. La obra que publicó el I.D.E.A. es una especie de recopilación de diversos trabajos, refundidos en 1969 por su autor. Estos duros comentarios corresponden a una época en que Somoza ya no vivía, mientras que la descripción por su frescura parece más bien redactada en la juventud, en el momento de conocer a Somoza. Quitando la fraseología del comienzo, lo verdaderamente destacable está en la afirmación que hemos subrayado, “le sobraban condiciones para haber trazado una seria historia de los orígenes de la Reconquista (no hacía falta que nos lo dijera), pero ignoraba el método crítico”. He aquí la clave que se repite siempre cuando se trata de impugnar o contradecir o recortar la obra de Somoza: la ausencia de un método, que unas veces es crítico moderno y otras veces crítico científico. Somoza es un erudito a la violeta para quienes hacen de la investigación una profesión, tengan o no tengan vocación, para los profesores de Universidad; una rara avis en campo ajeno; uno que va por libre. Y siempre que hay que ponerle un pero sale a relucir su falta de formación académica, como si sólo a los intelectuales de oficio les estuviera reservada la gloria de descubrir el pasado, y como si el camino de la investigación fuera único. He aquí lo que pensaba don Alejandro Alvargonzález a propósito de la vocación investigadora de Somoza: “Fue investigador y erudito, pero investigador por afición y no por oficio, y cuando las cosas se hacen por afi369 Op. cit., Tomo I, pág. 460. 256 Agustín Guzmán Sancho ción suelen obtener mejores resultados que cuando son impuestas por una profesión. Aquellos que quieren hacer un campo acotado de toda ciencia, lo tildan de curioso, olvidando que gran parte de los descubrimientos históricos se deben a estos curiosos que guiados de una verdadera vocación y de un superior sentido crítico, trabajan incansablemente sin un definido afán de recompensa”370. Pero como es cierta en Somoza la carencia de formación académica (entiéndase universitaria), el éxito de la argumentación contra él está garantizado, y aquí punto en boca. Pero hay que tener en cuenta que, cuando se trata de valorar al hombre, y no de determinar el grado de acierto de sus ideas, esta carencia se convierte en la principal virtud, porque si su capacidad es grande a pesar de su falta, se cumple en él el viejo aforismo latino: “Suficiente es haberlo intentado”. Quienes intentamos poner de relieve la personalidad de Somoza, no intentamos otra cosa que mostrarlo tal cual fue. Sería ridículo convertirlo en doctor honoris causa de la más prestigiosa universidad del mundo cuando no lo fue. Somoza fue lo que fue. Nadie quiere que sea más sabio que los sabios. Pero si el más importante medievalista del momento se tomó la molestia de rebatir sus ideas es porque al menos sus ideas valían tanto como para que éste se interesara en ellas. Veamos cuánto representaban. 2.— La cuestión de Covadonga a final de siglo Para ello hay que ver la dificultad que el tema de Covadonga tenía en la historiografía de la época. Acudamos a un prestigioso profesor universitario, que conozca el método crítico moderno, al propio Sánchez Albornoz, por ejemplo. Según él: “La figura de Pelayo, así como la historia de los orígenes de la Reconquista, aparecen envueltas en tinieblas tan espesas que es muy difícil, casi imposible sacar a la luz la parte de verdad que puede haber en el fondo de las confusas fábulas y leyendas de los cronistas musulmanes y cristianos”371. Fuera por esto en parte o no, el caso es que el prestigioso historiador confiesa abiertamente haber tenido él serias dudas sobre la misma realidad de Covadonga: “Las tuve —dice— hace más de dos décadas, en 1920 (12 años ALVARGONZÁLEZ, Alejandro. Julio Somoza, Historiador y Jovellanista. El Comercio, 25 de julio de 1954. 371 Op. cit., Tomo II, pág. 41. Añade también: “La tarea resulta, además, ingrata, penosa, dura, porque multitud de historiadores han utilizado esa doble cadena de fuentes y han llegado a conclusiones de interés positivo {...} Los que han negado incluso la entrada de los árabes en Asturias han prestado señalado favor a la historia de aquellos sucesos”. 370 Biografía de Julio Somoza 257 después de la obra de Somoza), cuando estudié los orígenes de la Reconquista y hube de redactar sobre tal tema largas páginas para aspirar al Premio Nacional Covadonga que me concedieron”372. Aquel trabajo resultó una obra en cinco volúmenes, que en 1969 todavía permanecía inédito. Pero sigamos leyendo lo que sobre sus dificultades nos dice: “Cabía ante tantas dudas y contradicciones la postura hipercrítica de Barrau-Dihigo. Nadie hubiera podido reprocharme un elegante escepticismo y una sonrisa burlona. Y quizás en mi lugar todos hubieran tirado por el camino de en medio y habrían declarado legendaria la batalla y absurdos los testimonios encontrados en las fuentes. Pero no me detienen sino me entusiasman las dificultades...”373. Fue por esto por lo que se puso a estudiar científicamente las fuentes históricas. Comenzó a estudiar la geografía asturiana y recorrió los viejos caminos, sus viejas ciudades y sus campos de batalla para explicarse el curso de la historia política. Y sería entonces cuando conoció al viejecito de Gijón. Y dedicó veinte años al estudio de esas cuestiones374. ¡Dos décadas! ¡Veinte años, para saber si existió o no Pelayo, si Munuza estuvo o no en Asturias, si hubo o no una batalla en Covadonga! ¿Tan confusas estaban las fuentes históricas? En efecto, así era. Pero Sánchez Albornoz añade una dificultad más: “Con sus comentarios irrespetuosos y excesivamente liberales de las fuentes, o con su demoledor hipercriticismo, sañudo y cruel, la erudición de fines del siglo XIX y de principios del XX se ha complacido en enredar la madeja de los testimonios históricos que aluden al suceso inicial de nuestra Reconquista. Y lo han logrado con tal éxito que hoy es su empresa más que difícil sacar el hilo del ovillo”375. Ni que decir tiene que de esa corriente de erudición formaría parte Somoza. No está mal saber que hubo una corriente, porque de ese modo Somoza no fue el único. Pero entonces, volvemos a lo de siempre: ¿por que él sólo mereció el honor de ser combatido? Bueno será recorrer esta corriente, exponer una especie de estado de la cuestión en el momento en que el jovencísimo Somoza regresa a Gijón. En 1867 se publicó una importante historia de esta villa, la de Estanislao Rendueles Llanos; obra que, como dijimos determinó las aficiones del futuro jovellanista. El malogrado historiador de Gijón al comenzar la narración del periodo de la Reconquista ya nos advierte de que no es unánime la opinión respecto a la realidad de Covadonga. Comienza así el capítulo V de su historia de Gijón, el que trata sobre don Pelayo y cuyo primer epígrafe denomina Aclaraciones: “Vamos a entrar en la narración de importantes sucesos, cuya autenticidad ha querido ser puesta en duda por algunos críticos modernos, Ídem, Tomo II, pág. 100. Ídem, Tomo II, pág. 101. 374 Ibídem. 375 Ídem, Tomo II, pág. 137. 372 373 258 Agustín Guzmán Sancho aunque la opinión de los mejores historiadores, entre ellos los Sres. Romey y Lafuente, que les prestan asentimiento, desvanecen por completo la aserción de aquellos”376. Ni que decir tiene que Rendueles Llanos se mostraba partidario de la verdad de Covadonga. Diez años mas tarde la polémica, por así decirlo, seguía en pie. De manera que otro gijonés, José Nava Caveda, intenta buscar una postura conciliadora, saliendo al paso de ambos extremos: “A nuestro juicio, tan apartados andan de la verdad los que por sobra de escepticismo sólo ven en la jornada de Covadonga la escaramuza y el triunfo de un guerrillero, como los que obcecados por el entusiasmo y amor a la patria agrandan fuera de toda medida las proporciones de este hecho de armas”377. En 1895, un hombre próximo al círculo de Somoza antiguo gallo de La Quintana, profesor universitario, don Félix Aramburu, escribía un interesante artículo sobre Covadonga, para la obra Asturias publicada por sus amigos Fermín Canella y Octavio Bellmunt. Comienza señalando la existencia de dos corrientes o puntos de vista sobre Covadonga: a la una la llama realista, y a la otra efectista. En realidad son las dos actitudes que todo el que diserta sobre algo puede adoptar. Advierte por otra parte que va a tirar por la segunda. Es decir, elude el problema de la veracidad de los hechos. ¿Por qué? Porque sabe que el primero no es nada claro. Lo dice así: “De Covadonga se sabe poco, muy poco, cuando este saber se busca por el camino de la investigación ceñida, exacta, realista, que el amante de la verdad histórica, del relato circunstanciado indubitable apetece”. Prefiere en cambio el segundo camino porque: “De Covadonga, en cambio, se sabe mucho, se sabe lo suficiente por lo menos, cuando este saber se pide al espíritu de las grandes síntesis históricas;... y, sobre todo, al corazón sacudido por las corrientes del amor a la patria y enardecido por el fuego de la fe”378. He aquí pues explicado lo que es Covadonga: Historia y fe. Pero, además, el ilustre catedrático no desconoce las dos corrientes realistas, que desde el siglo XVIII venían enfrentadas. Distingue en un bando a Trelles, Villademoros, Carballo y Michelli; y en el otro a Masdeu, Pellicer y Noguera, y por supuesto cita a Jovellanos. Llama vicioso pirronismo a la corriente que pone en tela de juicio tradiciones constantes y creencias arrai- RENDUELES LLANOS, Estanislao. Historia de la villa de Gijón. Gijón, 1867; pág. 41. CAVEDA Y NAVA, José. Examen crítico de la restauración de la monarquía visigoda en el siglo VIII. Memorias de la Real Academia de la Historia. T. IX. 1879. Párrafo citado por Carlos Martínez, en Historia de Asturias. Gijón, 1969; pág. 43. 378 ARAMBURU, Félix. Covadonga. “Asturias”. Gijón, edición de Octavio Bellmunt y Fermín Canella, 1895. Tomo I; pág. 23. 376 377 Biografía de Julio Somoza 259 gadísimas. Y habla de un triunfo de la vieja y añeja tradición, gracias al estudio de las crónicas árabes379. 3.— La estatua de don Pelayo Parece ser pues que hacia finales del siglo XIX se abría camino entre los eruditos asturianos la tendencia a considerar a Pelayo y Covadonga como verdad histórica indiscutible, en medio de otra corriente más crítica. De hecho, unos años antes de la aparición del artículo de Aramburu, Gijón había levantado con aclamación y sentimiento popular la primera estatua a don Pelayo, acontecimiento que tuvo lugar el 5 de agosto de 1891, justo el día antes de que se levantara la estatua a Jovellanos. Las fiestas en honor de ambos personajes fueron costeadas y programadas en su mayor parte por Acisclo Fernández Vallín. Si tenemos en cuenta que aquella apoteosis jovellanista no fue del agrado de Somoza, cabría pensar si fue este el punto de partida de su odio a don Pelayo. Si aquí estuvo la clave de su perjuicio hacia Pelayo; si su anticovadonguismo no fue sino un berrinche de celos por acontecimientos populares en los que a él no le dieron ningún protagonismo. ¿Sería Somoza de tan ruin condición, para actuar movido por el afán de notoriedad, por el mero afán de contradicción? No lo creemos en absoluto; no era Somoza ni mucho menos tan ruin. Además, a Somoza se deberá en buena parte que Gijón cuente con una estatua a Pelayo, la primera que se le alce al insigne héroe de Covadonga. De él partió la idea, y ello porque se trataba de una propuesta formulada por Jovellanos y puesta en olvido por los gijoneses. Será el propio Somoza quien proponga se lleve a cabo este monumento, no sólo en Gijón sino también en el propio lugar de los hechos, en Covadonga, porque el monumento que había levantado Montpensier no le parecía digno. En efecto, mucho antes de que el Ayuntamiento de Gijón acordase en sesión de 2 de junio de 1890 levantar la estatua a don Pelayo, publicó Julio Somoza un artículo en El Carbayón de Oviedo, el 9 de junio de 1888, titulado La Estatua de Pelayo. 379 Ídem, págs. 24 y 25. 260 Agustín Guzmán Sancho Aquí aboga don Julio para que se levante en Gijón una estatua al héroe de Asturias, uno de los más heroicos varones —dice— que produjo España. Señala que el pensamiento de elevarle una estatua sólo es el reconocimiento de una deuda sagrada, que late en el corazón de todo asturiano amante de las glorias patrias, y con predilección marcada, en el de los gijoneses. Recuerda que sería larga la lista de los autores y de las obras consagradas a cantar la grandeza y heroísmo del monarca godo, que inauguraba en Covadonga “el poema inmortal” de la patria restauración (sic). En este artículo Somoza va más lejos que ningún otro. Llega incluso a lanzar, por primera vez a nuestro entender, entre los historiadores, una idea novedosa: que figure en el escudo nacional una referencia a Asturias: Una omisión bien sensible, fue, a nuestro entender, la que se cometió no bordando en la bandera para el acorazado Pelayo380, la figura del héroe; y si acaso las Ordenanzas navales no lo permitieren, tal vez por favor especial, y mediando la intercesión de la Serenísima Princesa de Asturias, se hubiera logrado: porque si los colores nacionales y el Escudo Real pregonaban nuestra Patria por lo mares, tampoco holgaba la representación del caudillo a cuyo esclarecido valor y acendrada fe, debe aquella su nacimiento, y el más excelso de sus timbres. Y es por demás extraño, que en el escudo que simboliza la nacionalidad española, estén representadas Castilla y León, Navarra, Aragón, Granada, etc., y no lo esté aquel reino a quienes todos deben su nacimiento. Hay pues en este artículo argumentos más que suficientes para demostrar que Somoza sintió, como hijo de su tierra, el fuego del patriotismo que despierta el nombre de Pelayo, y que lo sintió de manera singular. Es más, para terminar su artículo transcribe la inscripción latina que Jovellanos hizo para esta estatua, la que hasta hoy figura en el monumento, pero, además, una segunda debida a uno de nuestros paisanos. Precisamente al día siguiente de la publicación de este artículo, tenía lugar en Covadonga la bendición de la bandera del acorazado Pelayo. La ceremonia tuvo gran esplendor; estuvo presidida por el Sr. Obispo y la condesa de Revillagigedo en representación de S. A. R. la Princesa de Asturias. Bordaron la insignia nacional (salvo la cruz que remataba el mundo de la corona, que fue bordada por la propia princesa de Asturias) las siguientes señoras y señoritas gijonesas: Dª Virginia Sampedro, Dolores Horcasitas, Marciana Valle, Joaquina y Adela Iglesias, Lola Gil, Lola Menchaca, María Vivero, Emilia, Mercedes y Manolita Alvargonzález, Filomena Zulaibar, Maria Díaz de la Sala, Salomé Rodiles, Eustoquia Pelayo, Eugenia Menéndez, Encarnación Vallina, Margarita Menéndez, Joaquina Villaverde, Ignacia Cabo, Manolita Marinas, Sara Rionda, Josefina Laviada y Paz Nava. (El Carbayón, 13 de junio de 1888). 380 Biografía de Julio Somoza 261 Ignoramos quien sea este paisano, pero no podemos asegurar que se trate del propio Somoza, porque solía tener la costumbre de no nombrar a aquellas personas con quienes se enfadaba. El autor, pues, una de dos, o es un enemigo o es él mismo. Si fuera él mismo no habría duda que en 1888 Somoza sentía Covadonga como el que más; si fuera un enemigo, el hecho de transcribirla denota al menos simpatía hacia la inscripción que dice así: A DON PELAYO, CAUDILLO DE LOS GODOS RESTAURADOR DE LA MONARQUÍA ESPAÑOLA, HÉROE EN COVADONGA QUE CON AYUDA DE LA DIVINA GRACIA LIBERTÓ A SU PATRIA DEL YUGO SARRACENO, EL PUEBLO Y SENADO DE GIJÓN AQUÍ CONGREGADOS ERIGIÉRONLE PARA PERPETUA GLORIA DE SU FAMA LEGENDARIA Y HONOR DE ASTURIAS, ESTE HUMILDE MONUMENTO AÑO MDCCCLXXXVIII Sin embargo, una cosa es levantar un monumento en Gijón a Pelayo, reconocer el arraigo de su nombre en la conciencia de la colectividad de un pueblo, conciencia de la que sin duda participaba, y otra cosa preguntarse sobre la realidad histórica del personaje. Hay que tener en cuenta que la idea había sido planteada por Jovellanos en su Plan General de mejoras propuesto al Ayuntamiento de Gijón, en 1782, cuyas palabras encabezaban el artículo de Somoza. Hay que tener en cuenta que en 1649 —recuerda Somoza—, se estableció el blasón de la Villa, que ostentaba en su centro la imagen de Pelayo en igual actitud que estaba en la piedra del Arco del Infante, y en el estandarte municipal, aunque ostentando una armadura romana de los tiempos medios, y que cuando se hizo el escudo de armas para el Instituto, en 1794, se colocó en uno de sus cuarteles, esta misma figura. Con todos estos antecedentes no es de extrañar que Somoza cargase las tintas sobre la figura de Pelayo, y tocase con maestría la cuerda del sentimiento patrio. Pero en el artículo no se plantea para nada la cuestión de la veracidad histórica del personaje. La expresión legendario para referirse al recinto de Covadonga no parece equivaler a histórico, además al referirse al monumento que él desea Agustín Guzmán Sancho 262 colocar en Covadonga toma el ejemplo de un héroe legendario: Arminius, a quien se representaba en Alemania con casco alado: Cuando los hijos de esta tierra {lle}ven aquel emblema a Covadonga {pa}ra que se orée con las embalsam{adas} brisas de las montañas, y se vivif{ique} bajo la protectora égida de la Vi{rgen} de las batallas, sus ojos contempla{rán} a la margen derecha del Deva, ya pr{ó}ximo al Santuario, un modesto monumento. Es el que, a sus expensas erigió Montpensier a la memoria del héroe de la reconquista. ¡Cuán mezquino y pequeño aparece en medio de la imponente grandeza que le rodea! ¡Qué mal interpreta la emoción grandísima que se siente en aquel recinto legendario! En las altas cimas de Grotemburg{o} en Alemania, álzase un monumento gigantesco, colosal. Es el que aquella nación poderosa levantó para perpetuar la memoria de Arminius, fundador de la nacionalidad germánica, en lo más abrupto y salvaje de aquellos montes, vése desde lejanos puntos un templete; sobre él se yergue en actitud victoriosa, el gigante con el casco alado, alzando al cielo la triunfadora espada. Un tributo semejante quisiéramos para nuestro compatriota. Hace once siglos que su nombre despierta en pechos españoles todo el fuego del patriotismo. Hace más de uno que el ilustre Jovellanos recordaba esta deuda a los hijos de Asturias, esta deuda inaplazable de gratitud. Sin embargo, y con todo, hay que reconocer que este artículo por sí solo es a nuestro entender más que suficiente para compensar los agravios que pudo cometer nuestro historiador a las conciencias de la mayoría, por no decir la totalidad, de sus paisanos. Somoza creía en Covadonga. Podemos decir de él lo que Unamuno afirmaba de la fe: que es querer creer; Somoza al menos, quería creer, pero las fuentes no le aportaban ninguna luz. 4.— Razón y sentimiento Sánchez Albornoz, como veíamos, llamaba a la actitud de Somoza extravagancia: ¿lo fue realmente? Hay motivos para creer que no. En nuestra opinión Somoza fue un gran historiador, limitado en cuanto a medios si se quiere, pero escrupuloso, celoso, concienzudo, incapaz de anteponer su gusto personal a la verdad histórica. Lo que ocurre es que no veía nada claro en los hechos de Covadonga y separa razón y sentimiento. Sánchez Albornoz, por ejemplo, tras describir “el escenario en que se mueven los actores del drama” (son palabras suyas), afirma que Pelayo se fugó a Córdoba; que luego huyó a tierras asturianas, que durante su ausencia el valí de la región, Munuza, había logrado sus deseos de casarse con la hermana de Biografía de Julio Somoza 263 Pelayo, pero éste se negó a aprobar el matrimonio de su hermana y empezó a conspirar. Y sigue diciendo: “El emir de España envió sicarios a Munuza con órdenes de prender al fugitivo y de llevarle preso a Córdoba. Los agentes del sur intentaron cumplir su cometido. Pelayo estaba en Brece (¿Santa Cruz de Brez?) y allí con engaños, trataron de prenderle. Pero Pelayo supo por confidencia de un amigo el peligro que le amenazaba y como el número de los perseguidores hacía imposible toda resistencia, procuró escapar disimuladamente de los hombres del valí. Seguido por ellos llegó a Piloña, lo cruzó como pudo, y mientras los esbirros se detenían ante el curso del río, el futuro caudillo de los astures se acogió a los montes”. Para terminar diciendo: “El relato no puede ser más humano y realista; nada hay en él de inverosímil”381. Para Julio Somoza, sin embargo, todo esto le parecía el argumento de un drama, como el que escribió su adorado Jovellanos, pero una historia difícil de creer. Para él, Pelayo era un personaje legendario, alguien de quien “leemos” (según el sentido etimológico de la palabra leyenda) pero de quien no sabemos. A esta hipótesis de leyenda épica apuntará también Menéndez Pidal al considerar que la primera parte de la crónica real (la principal fuente latina) está inspirada en un antiguo cantar redactado para celebrar a Pelayo y su victoria382. Respecto a la batalla de Covadonga, de haber tenido lugar en aquel recinto el sentido común decía que no pudo contener el número de combatientes que se dicen en las fuentes. Y esto también lo tenía claro todo un profesor de La Sorbona, Barrau-Dihigo. Además, había total ausencia de rasgos arqueológicos, epigráficos, numismáticos, ciencias a las que Somoza concedía un papel importantísimo como auxiliares de la Historia. Ni el estoque de don Pelayo, que resultó ser del siglo XVI, ni la Cruz de la Victoria, obra del siglo IX, estuvieron ni en las manos de Pelayo ni en Covadonga383. También la filología puede servir de auxiliar a la historia y a este respecto refiriéndose al origen de la palabra Covadonga, Somoza hace una llamada de atención, señala que merece los honores de una seria investigación. Y es que frente a la corriente que la identifica con el latín cova dominica (cueva de la Señora), según la crónica de Alfonso III, cabría para Somoza la posibilidad de un origen bable, ya que la terminación es corriente en Asturias, como Ponga, Romadonga, Belonga, Plomadonga, Pronga, Fontedonga, etc., abundando más la terminación masculina: Irrongo, Isongo, Triongo, Busdongo, Camplongo, Vallongo, Molongo, Tebongo, etc., e incluso no hay que olvidar, señala Somoza, que este terminal (onga) se aplica también en bable, en sentido aumentativo SÁNCHEZ ALBORNOZ, Claudio. Orígenes de la Nación Española. Estudios Críticos sobre la historia del Reino de Asturias. Oviedo, I.D.E.A., 1972. Tomo II. 382 Orígenes de la nación española. pág. 52. Lo cual ha sido rebatido por Sánchez Albornoz. 383 Gijón en la Historia General de Asturias. Gijón, 1908. Volumen II; págs. 482 y 483. 381 264 Agustín Guzmán Sancho y despectivo, como en las voces, pindonga, pilonga, perllonga, candonga, etcétera384. Indudablemente, Somoza argumentaba, no sólo en este tema sino en cualquiera de la historia de Asturias, con todos los amplios conocimientos que poseía de su geografía, arqueología, lengua y folklore; con todos los saberes que cultivó y almacenó en una labor ingente de años. Sánchez Albornoz, en nuestra opinión, subestimaba a su oponente, cuando le creía falto de cultura, tal vez porque sus lecturas no eran las de él, he aquí a lo que conduce el prejuicio universitario y académico, como si hubiera un solo camino para conocer la historia. Pero incluso aquellas materias llamadas tradicionalmente culturales fueron objeto de su interés. Basta recordar que proyectó una obra titulada Glorias Nacionales. Apuntes biográficos, en la que llegó a reunir material para llevar a cabo las biografías de más de 370 personajes de nuestra historia nacional385. El conocimiento del terreno le hacía poner en duda que fuera posible sobrevivir a una expedición por los Picos de Europa, como la relatada en la crónica de Alfonso III. Fue Somoza gran conocedor de su tierra; a lo largo de su obra queda claro siempre este patear, andar y ver Asturias. Al menos en Covadonga debió de haber estado, ya que si no, no se permitiría opinar sobre el monumento de Montpensier a Pelayo con tanta viveza. Y en cuanto a los lagos manifestó su deseo de visitarlos, según carta a su amigo de La Quintana Braulio Vigón, a quien le escribe: Yo también iré a tu casa más adelante, cuando pasen las aguas primaverales, y antes o después iremos a Borines si nos conviene, o bien a Covadonga porque yo no quisiera morirme sin subir al lago de Enol, y ver flotar sobre las aguas la fantástica visión teñida en irisados matices por el primer albor de la mañana... (¡qué bonita, eh!... estará la ascensión, echando ´l fégadu pe la boca!)386. Ignoramos si cumplió su deseo. Lo que ya no creemos que hiciera es recorrer los Picos de Europa desde Covadonga a Cosgaya, atravesando la garganta del Cares; una ruta considerada impracticable, pero cuyo recorrido Ídem, pág. 489. El manuscrito, de admirable caligrafía, e incompleto, se conserva en el Archivo Histórico de la FUNDACIÓN ALVARGONZÁLEZ. 386 Correspondencia de don Braulio Vigón en el apéndice de Asturias: Folklore del mar. Juegos Infantiles. Poesía popular. Estudios Históricos. Braulio Vigón. Prólogo de Ana María Vigón y nota editorial de Emilio Marcos Vallaure. Oviedo, Editorial: Biblioteca Popular Asturiana, 1980. 384 385 Biografía de Julio Somoza 265 en 1929 387 por Sánchez Albornoz, con un grupo de estudiantes, chicos y chicas sin experiencia en montañismo, sirvió para probar que la huida de los moros pudo haber sido así. La conclusión, porque es una conclusión, equivocada si se quiere, con premisas equivocadas si se quiere, pero conclusión al fin de cuentas, de Somoza, es que a la leyenda, y no a la Historia, corresponden todos los recuerdos que de un modo o de otro, se relacionan con la tradición peláyica. Para él los más de los historiadores, les prestaron su asentamiento sin entrar en análisis ni discusión alguna; o por no singularizase deshojando la tradición poética, o convencidos de que lo lejano de los tiempos, y la carencia de datos fijos y documentos ciertos, no les permitían esclarecer debidamente este punto388. Somoza, por el contrario, se atreve a poner en tela de juicio la verdad de Covadonga. Frente a los historiadores que no discuten la autenticidad de los hechos él se atreve a dudar ¿Y no es este el punto de partida de toda investigación que quiera tener un mínimo de objetividad? ¿No es buen método científico éste de la duda metódica? Somoza es en su punto de partida de una honradez histórica irreprochable. Y lo es también al final, cuando llegando a lo que él cree la verdad histórica, tiene el valor y la honradez de proclamarla en voz alta, frente a todos, a pesar de todos. No hay duda que como historiador tiene una acusadísima personalidad, una originalidad intachable. En sus obras pueden rastrearse sus ideas sobre la investigación histórica. Así por ejemplo en el prólogo a Gijón en la historia general de Asturias define a la imparcialidad como la inseparable norma de todo historiador, y acusa al apasionamiento, al fanatismo religioso (así, subrayado), a la credulidad, al amor propio regional, al ultraindividualismo de la raza (entiéndase asturiana) y a la falta de cultura, como causas de errores históricos389. Precisamente a finales de aquel año, el 20 y 21 de diciembre, pronunció Sánchez Albornoz dos conferencias en el Ateneo de Gijón. La primera, con el título Después de Covadonga. Los Picos de Europa y los Orígenes de la Reconquista, estuvo apoyada con fotografías de la excursión que había realizado con sus alumnos. La segunda se tituló: Los árabes en Asturias en el reinado de Alfonso el Casto, teniendo a la vista el mapa de la región y muchas vistas, con cuyo auxilio fue trazando el ilustre catedrático la ruta de los árabes y la de las tropas que acaudillaba Alfonso el Casto, “llevando a la convicción de los oyentes —decía la prensa—, la creencia de la verdad de sus palabras en pugna con la opinión de los que niegan la invasión musulmana”. Fue presentado por José María Gutiérrez Barreal. Hizo la afirmación rotunda de que ha existido la batalla de Covadonga. Y la prensa reiteró y recalcó su clara oposición a quienes afirmaban la no existencia de Covadonga: “Con acertados argumentos —señalaba— en medio de descripciones exactísimas y bellas, refutó las razones que exponen algunos historiadores para negar la existencia de la batalla y de la retirada de los muslimes, pues cree incluso que antes de afirmarlo no han recorrido los desfiladeros y gargantas que se citan”. (La Prensa, 20 y 21 de diciembre de 1929). 388 Op. cit., pág. 479. 389 Ídem, pág. XII. 387 Agustín Guzmán Sancho 266 Señalado es el juicio que le merece el Obispo don Pelayo, a quien siguiendo la común opinión de los historiadores, acusa de alterar, mistificar, adicionar y trastornar los textos de autores antiguos. Al hablar de este personaje comenta: ¡A tanto arrastra la exaltación del amor regional, que no repara en las contradicciones a que se ve impelido390. Pero, además, crítica a su propio amigo Fuertes Acevedo, porque en su Bibliografía hacía un juicio más apasionado que certero acerca de este prelado, y a pesar de conocer el juicio negativo que Amador de los Ríos había expuesto sobre dicho Obispo, no impugnó la opinión de este último para restituir al personaje ovetense el crédito que había perdido. Para Somoza no caben medias tintas, hay que mantener siempre y hasta el final las propias convicciones. 5.— El ataque A Somoza no le importa perder la amistad de sus amigos en defensa de sus ideas. En realidad ninguno de ellos las compartía, al menos públicamente. En esta batalla de Covadonga, más que en ninguna otra, Somoza va a combatir sólo. ¡Pobre diablo! Su genio le va a conducir a aquel estado de aislamiento. Sordo de nacimiento, no hace caso a las voces de los que le rodean. ¿Fue esto lo que despertó la ternura de Sánchez Albornoz? ¿Fue por esto por lo que el ilustre catedrático no quiso rebatir sus argumentos: para no resultar demasiado sangrante? Ello bien pudo ser la causa de que no rebatiera sus argumentos, pero no la de que se interesara por Somoza. Porque don Julio era sordo, pero no mudo. Y sus opiniones van a llegar peligrosamente a ciertos sectores intelectuales de la sociedad asturiana. El prestigio de Somoza era tal en 1908, cuando aparece su obra Gijón en la Historia General de Asturias que se temía que sus ideas llegasen a generalizarse al menos entre la clase medianamente culta. Hay de esto dos importantes testimonios. Uno es el de Constantino Cabal, cuya reacción ante la nueva publicación fue agudísima. Escribió catorce cartas en La Opinión de Oviedo, rebatiendo las teorías de Somoza. Pero leyendo en ellas podemos sacar algunas observaciones interesantes, como por ejemplo el comienzo mismo de la carta primera: “Sr. D. Julio Somoza: Oí ponderar su libro, y caí en el deseo de leerlo: decíanme que era usted un prodigio de saber y erudición; decíanme que hurgando 390 Ídem, pág. 515. Biografía de Julio Somoza 267 en nuestra historia, había avizorado en ella horizontes de todos ignorados; decíanme que su crítica se había hundido en misterios tenebrosos y sacado palpitante la verdad... Y le creí un sabio más, gloria del solar astur, que ha dado muchos, y erigíle un altar de admiración dentro de lo más hondo de mi alma. Pero he leído su libro y he derrumbado el altar; la decepción fue tan grande, que hoy me avergüenzo de haber alzado en él un hombre vulgarísimo y oscuro. Y, o mucho decayó la erudición en mi tierra, desde que yo la dejé, o mucho ha menguado en ella el amor que sus hijos la tenían; porque su libro la infama y nadie la defiende; y porque su libro es hato de falsedades y, sin embargo, lo loan”391. Así pues, aunque el primer párrafo podría suponerse un recurso literario, por el carácter alzado de su estilo; en el segundo, el testimonio de que el libro es loado ofrece menos dudas. Es más, hasta ese momento, no hay duda que Somoza era admirado por el propio Constantino Cabal. El prestigio del autor del libro era indudable. Gijón en la Historia General de Asturias es la primera obra de carácter histórico que publicó Somoza, sin embargo, la personalidad como conocedor del pasado asturiano, aparte de sus hallazgos en aquel campo de Jovino, arrastraba ya un peso enorme en los ambientes culturales asturianos. Pero para Constantino Cabal, Somoza es un anarquista y quienes le aplauden saben tan poco como él: “Visto su libro así, imparcialmente, es obra de un anarquista que no sabe lo que es el anarquismo; es obra de un destructor, que destruye por locura o por monomanía; y es obra de un ignorante, que no tiene derecho a serlo ya, con los años que usted cuenta; y éste, el único juicio justiciero que ha merecido su historia, será el único probado; porque esos que a usted le aplauden, son hombres que razonan como usted y que saben aún menos que usted”392. Pero nótese que no todo el libro va a ser criticado, sino solo los capítulos referidos a Pelayo y Covadonga, una parte tan solo de sus dos volúmenes. Las cartas a Somoza no contienen una sola referencia a otros episodios de la historia asturiana, como si lo que se dijese a este otro respecto fuera todo cierto o no interesase, cuando de lo que se trata es de poner en entredicho su capacidad como historiador. 391 CABAL, Constantino. Cartas a Somoza I. Gijón en la antigüedad y en la Edad Media. La Opinión de Oviedo, 25 de octubre de 1910. En el Archivo de la FUNDACIÓN ALVARGONZÁLEZ, G 49/19 se conservan los recortes de la prensa, que sin duda habían pertenecido a Pedro Hurlé, lo que hace suponer que pertenecerían a los papeles cedidos por Julio Somoza. 392 Ibídem. 268 Agustín Guzmán Sancho Constantino Cabal, termina pidiendo que Somoza, fuera destituido como cronista de Gijón y bajado de su pedestal: “...Y nada más, porque sería delito. Dedicar a su obra esta tarea, fue considerarla algo, y no lo es; pero lo es la ignorancia general que lo juzga a usted un sabio; lo es el Ayuntamiento de Gijón, que le hizo su cronista, y había que pesar méritos y que deshacer errores; había que bajarle a usted del alto pedestal en que se hallaba, para ponerle a nivel del vulgo incauto”393. No hay duda que hay mucha pasión en Constantino Cabal, así como en la mayoría, por no decir la totalidad de los que atacaban a Somoza. La noble implicación que en la conciencia asturiana y en la española tiene el nombre de Covadonga, alimentaba la disputa. No faltaría quien le acusase de mal patriota, como Cabal de hacer anarquismo histórico. Sin embargo, ya vimos que Somoza no era insensible a esta fuerza evocadora, a esa atracción tan irresistible que ejerce Covadonga en el alma de los asturianos y de los españoles. Pero si aún quedase duda, por si acaso alguien pensase que pudo en algún momento desaparecer de su alma este noble sentimiento de su tierra, hagamos una cita. Somoza aprovechaba el papel, en una época donde no era tan abundante. Se servía a veces de hojas ya escritas para reutilizarlas por la otra cara en nuevos trabajos. Por eso hemos encontrado entre los manuscritos de su obra El Carácter Asturiano unas hojas en las que por una carta aparece una cita de Jovellanos acerca del labrador asturiano y por la otra, atravesada con una gran X con lápiz azul, unas viejas y desechadas líneas. Es el borrador de un pasaje que se encuentra en la pág. 447 del segundo tomo de su Gijón en la historia general de Asturias. No hemos podido resistir la tentación de releer. Dice así: Fenómeno de la ilusión patriótica.— Es muy singular, por tanto, el espejismo que sufren todos nuestros literatos, historiadores, poetas, dramaturgos, y cronistas... de viaje, al tratar de Covadonga. La violenta fuerza del contraste, el mágico encanto del lugar, la visión profética del pasado, la exaltación del sentimiento religioso, el atavismo de la raza, con todos sus ensueños, sus tradiciones y sus cuentos, arrastran con fuerza impulsiva a la retórica, y a extrañas y sublimes paradojas. Brota la emoción y las lágrimas, la grandiosidad del aparato escénico, no da lugar a la duda ni al análisis. Todo es bueno, hermoso y grande, porque descansa en dos sentimientos inmutables de la humanidad, el religioso y el patriótico, el amor innato a la tierra, y el irresistible impulso a lo maravilloso. CABAL, Constantino. Cartas a Somoza XIV. Punto final.— Los últimos rebojos. La Opinión de Oviedo, 11 de noviembre de 1910. 393 Biografía de Julio Somoza 269 Pero... no existe nada, absolutamente nada más que la leyenda épica de Covadonga, forjada por el iluso Obispo Salmanticense394. No podía ser de otra manera. También Somoza reconoce el encanto de Covadonga, su fuerza irresistible, porque no otra cosa sino su sentimiento de patriotismo pudo inspirar estas líneas. Pero al final la razón debe imponerse. Somoza es un tipo unamuniano, agónico, que se debate entre la razón y la fe. Sus compatriotas contemporáneos no vieron esta agonía, no supieron que querer creer ya es creer. 6.— Cronista de Asturias El prestigio de Somoza se va a mantener por años, incluso hasta la época en que el joven Sánchez Albornoz comience sus importantes trabajos. El 22 de marzo de 1924 moría Fermín Canella. Desde 1903, en que fue nombrado para sustituir a Ciriaco M. Vigil, otro gallo de La Quintana, era el cronista de Asturias. Tras la muerte de Canella, la Diputación Provincial, reunida a las cuatro de la tarde del 22 de mayo de aquel 1924, celebró sesión bajo la presidencia de don Rogelio Jove y Bravo y nombrará cronista de Asturias a don Julio Somoza. Se trataba más bien de un premio, un honor a la ingente labor del ilustre jovellanista, y no un estímulo para ver cumplidas esta o aquella esperanza en pro de la investigación asturiana. Somoza ya había hecho bastante, por su edad no se podía esperar mucho más. Fue un reconocimiento a su labor. Así lo expresó bien claro su amigo Rogelio Jove, mediante escrito que por su importancia debemos reproducir aquí: A LA EXCMA. DIPUTACIÓN Considerando que aun cuando el título de Cronista de Asturias se ha considerado principalmente creado para premiar la labor extraordinaria realizada por el sabio y erudito paleógrafo don Ciriaco Miguel Vigil para investigar a través de los archivos la reunión de los elementos de todas clases que pudieran contribuir al conocimiento del pasado de nuestra región y de los factores que han contribuido a la formación de nuestro carácter. Considerando que, el transmitir este título, al fallecimiento del inolvidable Miguel Vigil, a don Fermín Canella y Secades, recientemente arrebatado al cariño de los suyos y al afecto y consideración de todos los asturianos, constituyó un testimonio de gratitud rendido por la Diputación en representación de la provincia, a quien 394 Carácter Asturiano. Manuscrito. Biblioteca Asturiana del P. Patac.; cap. VIII.- Jovellanos. 270 Agustín Guzmán Sancho venía dedicando su vida entera a la misma labor de su antecesor y a la publicación de muchas y muy eruditas obras sobre cuanto afecta a Asturias, desde su aparición en la Historia hasta nuestros días. Considerando que después de los nombres citados queda aún entre nosotros alguno de esos trabajadores infatigables que, removiendo los escombros amontonados por el tiempo, saben sacar de entre las ruinas notas que hagan vibrar las almas asturianas y restos de nuestras pasadas grandezas y que entre ellos figura en lugar eminente el historiador, jovellanista, bibliófilo don Julio Somoza y G. Sala. Considerando que aunque la edad avanzada y el estado de salud del Sr. Somoza le impedirían hoy desempeñar funciones de cronista, los trabajos realizados por él merecen sobradamente que la provincia le rinda testimonio de su reconocimiento y de la alta estimación en que le tiene. El que suscribe propone se acuerde conceder el título de Cronista de Asturias a don Julio Somoza y G. Sala. V. E., no obstante, etc., etc. Palacio de la Diputación a 22 de mayo de 1924. ROGELIO JOVE395. La propuesta no sólo fue aprobada por unanimidad sino que, además, don Carlos Rodríguez San Pedro, como Presidente del Centro de Estudios Asturianos, tributó en nombre de esta institución “un aplauso al acierto de la Presidencia en proponer el nombramiento del Cronista a favor de Somoza y a la Diputación por haber aceptado la propuesta que coincide —leemos en el acta de aquella sesión— con la indicación que había hecho dicho Centro, y pidió que constase en el acta el agradecimiento de la citada asociación por la acogida dispensada a sus indicaciones”. De manera que fue del Centro de Estudios Asturianos de donde partió la idea de llevar a cabo el nombramiento. Lo confirma la misma acta cuando más adelante se lee: “El Sr. Presidente manifestó que desde que había quedado vacante la plaza de cronista había estado en sus propósitos el interesar el nombramiento del Sr. Somoza y sólo había vacilado por el temor de que la edad y achaques de este señor le impidiesen cumplir los deberes del cargo, pero posteriormente se convenció de que no era necesario que ejecutase los Archivo General de la Administración del Principado de Asturias: Expediente 14.748 de la Diputación Provincial de Oviedo. 395 Biografía de Julio Somoza 271 trabajos para los cuales estuviese impedido y que tuvo mucho gusto en recibir y acoger la propuesta del Centro de Estudios Asturianos”396. En la misma sesión, en el capítulo 12 de presupuestos, bajo el epígrafe: Otros Gastos, se aprobó una partida de 6.000 pesetas “para la impresión —leemos— de la obra del ilustre escritor asturiano don Julio Somoza y G. Sala, titulada Bibliografía Regional Asturiana y de cuya tirada se entregarán al autor las tres cuartas partes del número de ejemplares que se editen, reservándose la Diputación la cuarta parte restante”397. Sin embargo, no estaba todo el mundo de acuerdo con el nombramiento sino que se van a alzar voces en contra del acuerdo de la Diputación398. Una de estas será la de su paisano y amigo don Enrique García Rendueles. Se conserva de su puño y letra, sin fecha, por ser un borrador, un documento en el que este sacerdote y catedrático del Instituto Jovellanos, amante jovellanista, manifiesta su oposición y pide la restitución del nombramiento. Por su interés lo reproducimos íntegramente: Nuevo cronista del Principado. Por fallecimiento del llorado don Fermín Canella, se ha designado para sucederle como cronista del Principado, al entusiasta Jovellanista don Julio Somoza; pero el lamentable pirronismo en que este nuestro paisano y amigo ha caído al formular sus actuales juicios sobre hechos históricos gloriosísimos de la región, no parece concordable en modo alguno con el expresado cargo. Decimos esto porque desde la época en que aparecieron los dos formidables tomos de la obra titulada Gijón en la historia general, negando la existencia de Pelayo y otras cosas semejantes, como la de atribuir a espíritu de merodeo y a feroz pillaje el origen de las guerras Cantábricas contra el novísimo imperio instaurado en Roma, antigua aliada de aquellas tribus, no hay modo de cohonestar uno y otro suceso. Gracián, en su famoso Criticón escribió que “los más en el mundo gustan de lo que ven gustar a otros... alaban lo que oyeron 396 Archivo General de la Administración del Principado de Asturias: Libro de Actas de la Diputación Provincial. Año 1924, fols. 97v. y 98. 397 Ídem, folio 104. 398 E incluso hay quien ha dicho que fue destituido de su cargo. Nosotros por nuestra parte no hemos encontrado entre los libros de la Diputación Provincial, ni de la Comisión Gestora, que se conservan en el Archivo General de la Administración del Principado de Asturias, nada que pudiera confirmar esta afirmación. 272 Agustín Guzmán Sancho alabar... de modo que viven por otros y se guían por entendimiento ajeno...”; cosa que recordamos aquí porque desde la época en que dicha obra apareció, no han cesado de observarse sus deplorables efectos en multitud de ocasiones, desde el enlodamiento (¡) de la rotulación de calles, como la de Pelayo, hasta las conferencias en Ateneo y demás sitios, en que se ha disertado acerca de La leyenda Pelágica; y ahora la ejecutoria dicha, viene a coronar aquellos asertos verdaderamente temerarios. En Gijón mismo, acabamos de ver, con motivo de inaugurarse un nuevo templo, que el elocuente orador sagrado encargado de conmemorar el suceso, llegó a omitir también el nombre del glorioso restaurador, limitándose en su discurso a mencionar que un puñado de hombres hizo revivir en estos riscos asturianos el cuerpo inanimado de una monarquía. Con mucha razón, pues, dijo en cierta solemnidad académica, don Antonio Blázquez, que semejantes trabajos producen la desconfianza al principio prudente en la inteligencia de los sabios, y se difunden con rapidez, adquiriendo cada vez mayor fuerza y energía, convirtiéndose en desconfianza ciega y brutal que concluye por informar durante centenares de años toda nuestra historia, y no sólo pone en tela de juicio y rechaza lo verdaderamente falaz sino que construyendo un arca santa, encierra en ella sus opiniones y creencias, y declara apócrifo todo lo que con ella no concuerde. En la propia obra de Gracián, arriba mencionada, escribió también el mismo: Veréis muchas maneras de historiadores, unos gramaticales, que no atienden sino al vocablo y a la colocación de las palabras, olvidándose del alma de la historia. Otros cuestionarios: todo se les va en disputar y averiguar puntos y tiempos... etcétera. Tal puede decirse que ha sucedido con la que aquí comentamos: labor benedictina, como todas las de su autor, pero enormemente equivocada en lo que a la parte histórica se refiere. De otra que nosotros conocemos, relacionada con asuntos de Asturias y Cantabria, que su autor publicará algún día, si Dios quiere, y si no, no, reproduciremos en nuestro periódico con autorización suya (aunque por delicadeza anónimo), lo que se contiene con referencia a Pelayo, y algunas otras circunstancias, en este curioso trabajo emprendido con motivo del XII Centenario de Covadonga y titulado: Conclusiones acerca de algunos temas de historia Asturiana399. 399 Archivo de la FUNDACIÓN ALVARGONZÁLEZ, G 41/4. Biografía de Julio Somoza 273 Este documento, que por otra parte está bien localizado, por la circunstancia de la muerte de Fermín Canella, la designación de Somoza como cronista del Principado y la referencia a la inauguración de un templo en Gijón, que no puede ser otro que la iglesia del Sagrado Corazón, consagrada el 30 de mayo de 1924, es interesantísimo en cuanto pone de manifiesto cuál era la influencia que desplegaban por entonces las opiniones del cronista de Gijón, hasta el punto de que algún desalmado enlodara el rótulo de la calle Pelayo, o que el P. Alfonso Torres, orador sagrado que pronunció el sermón al que hace referencia don Enrique, no se atreviera a mencionar el nombre de Pelayo, y que se hablase hasta en el Ateneo de leyenda pelágica400. 7.— La virginidad de Asturias En conclusión, creemos que estas pueden ser las razones por las que Sánchez Albornoz, citó tanto y combatió tanto a Somoza, porque aunque sus argumentos, en su opinión, no resistían el más mínimo ataque por su parte (prueba de ello es que no se digna rebatirlos), sin embargo, la tremenda personalidad y el influjo que pudiera representar en la opinión pública le convertían por su peso moral en un oponente nada despreciable. Y en cuanto al supuesto antipatriotismo de sus ideas, nadie se dio cuenta al parecer, salvo Sánchez Albornoz, que la teoría de Somoza, que él llama de la virginidad de Asturias, encierra el germen de una pasión patriótica. Una pasión patriótica con una mayor carga de nacionalismo, pues de esta manera Asturias es diferente; en lugar de ser cuna de España, Asturias sería la nunca sometida. Es muy probable que Somoza tuviera presente al concebir esta virginidad de Asturias, las viejas luchas cántabras: Asturias, el último reducto. Si Roma tardó en llegar hasta nuestro litoral y alzar en él las Aras Sextianas, no pudo tan pronto conocer la presencia de los árabes, y como todo ocurrió tan deprisa, comparado con la invasión romana, Gigia no estuvo nunca sometida al poder sarraceno. Creemos que a esto se refiere el trabajo al que don Enrique García Rendueles alude al final de su borrador. Somoza trabajó durante mucho tiempo, siempre (como diría su amigo) con devoción benedictina, al estudio de las guerras cántabras; trabajo que empezó y dejó El discurso del P. Torres terminaba prácticamente así: “Ya he querido ver en este acto un timbre de patriotismo noble, de elevada tradición, porque justo era que en estos asturianos riscos donde el vigoroso esfuerzo de un puñado de hombres, hizo revivir el cuerpo inanimado de una monarquía en estos peñascos, donde se alzó la cruz y se tremoló la santa bandera española que se llevó hasta feroces vegas granadinas, se rindiese también un tributo al Corazón de Jesús”. (El Comercio, 31 de mayo de 1924). 400 274 Agustín Guzmán Sancho en varias ocasiones y que al final no ha llegado hasta nosotros, sino a través de lo que aparece en Gijón en la historia general de Asturias. La teoría de la virginidad de Asturias, si es que en realidad Somoza tuvo conciencia de tal teoría, pudo haber tenido su inspiración en Jovellanos. En sus Notas para aclarar algunos pasajes de su tragedia Pelayo, Jovino comenta en la decimotercera nota el pasaje: “nuestros cuellos nunca sujetos a un extraño yugo”, diciendo que “sin reparo se puede admitir esta aserción, entendida respecto de los asturianos”, y da tres motivos: vencidos por Augusto, se sacudieron enseguida el yugo; los godos, se duda si los vencieron; y, finalmente, “estos pueblos conservaron siempre su gobierno, sus leyes, sus usos y costumbres”401. El pasaje será alegado por Somoza. Nótese que todos cuantos le atacan no pueden dejar de reconocer sus cualidades, su capacidad, su laboriosidad. He aquí su principal virtud. Y junto a ella su valentía para confesar lo que otros tal vez no se hubieran atrevido: su afán de llegar a la verdad que fue, no a la que pudo ser, ni a la que quisiéramos que hubiera sido. Así lo expresa Alejandro Alvargonzález: “A Somoza se debe —dice— la verdadera historia de Gijón, la que desechó errores y leyendas, la que con base científica no permitía simples divagaciones o dudosas conjeturas, sino veraces puntos de apoyo, que aunque no siempre son acogidas con aplauso, porque la historia que entusiasma no es la que ha sucedido, sino la que hubiéramos querido que sucediera, no por ello dejaba de exponerlos con bizarría, aun cuando fuera justo motivo para los intransigentes, que quisieran ver en estas sinceridades ataques más altos contra cosas más serias”402. Pero dejemos la última palabra a quien estamos enjuiciando; que sea el propio Somoza quien haga la defensa de sí mismo. En el magnífico prólogo a Gijón en la historia general de Asturias habla de sus opiniones sobre la Reconquista en estos términos, sinceros, rectos y ajenos de toda vanidad o afán de notoriedad: En el arduo tema de la Reconquista y de la monarquía asturiana, no hemos dejado ningún punto dudoso sin el debido análisis. Las opiniones que hemos consignado de los principales escritores que han abordado esta materia, están expuestas con toda la sinceridad debida al fuero histórico; y con igual libertad y sinceridad, hemos manifestado la nuestra. No se nos oculta que a los idólatras de las glorias provinciales, ha de parecer áspero, duro, desabrido y hasta irreverente, nuestro juicio. Ni tememos, ni 401 JOVELLANOS, Gaspar Melchor de. Obras completas. Oviedo, Edición crítica, introducción y notas de José Miguel Caso González. Tomo I, 1984: pág. 368. 402 ALVARGONZÁLEZ, Alejandro. Julio Somoza, Historiador y Jovellanista. El Comercio, 25 de julio de 1954. Biografía de Julio Somoza 275 debemos. Si de infundados o temerarios adolecen sus conceptos, rebátanse. No en son de reto lo decimos, pues repugna a nuestra habitual franqueza, el extemporáneo y jactancioso alarde de la vanidad. No es posible reducir a unidad, ni a común denominador, los pensamientos ni los juicios de los hombres; tan infinita variedad hay en ellos. Pero en la materia a que nos contraemos, antes se ha juzgado con la pasión y el entusiasmo, con la imaginación y la fantasía, que con el análisis razonado y frío. Mas la destrucción de una leyenda, no quita ni da valor a la historia de un pueblo: miope será quien de otra manera lo considere403. Así pues, fue Somoza un hombre concienzudo en la búsqueda de los datos históricos, honesto en sus planteamientos, valiente y firme en su exposición. Si hubo algún historiador fiel a sus propios hallazgos y convicciones, seguro de sus planteamientos y dispuesto a sacrificar su prestigio y su vida en aras de lo que creía como verdad histórica, ese fue Somoza. Podía estar equivocado pero no mintió: jamás tuvo intención de engañar a nadie. Combatamos a Somoza, batallemos contra sus postulados, por no estar de acuerdo, pero hagámoslo con cortesía, con la misma cortesía que él esperaba de sus impugnadores404; hagámoslo como Sánchez Albornoz, con respeto hacia un historiador hecho a sí mismo, y con admiración y ternura hacía un hombre que fue fiel a sí mismo más allá del sentimiento, más allá del corazón, y frente a todos. Con respeto hacia un hombre que escribió acerca de la cultura asturiana: Siempre y cuando se trate de buscar la verdad histórica, sin prejuicio alguno, menester es despojarse de cuantas prevenciones, recelos o añejas preocupaciones puedan asaltarnos; porque la verdad es una, sola e indivisible, y todo lo que nosotros ocultemos por no chocar con el vulgo o malquistarnos con él, lo descubrirán los extraños con sagacidad y celo, y más implacable hostilidad. Y así, no se estimará como flaqueza, o desdoro, confesándola nosotros antes, porque de ese modo, más obligados quedaremos a la recta imparcialidad en el juicio ajeno. A otros tiempos, otras ideas. Y lo que antaño pudo ser miedo, temor, rutina, prevención o recelo, hoy ya no puede ni debe serlo, y hay que desecharlo sin temor. Vale más tener una historia humilde, igual o ignorada, antes que fingida o aparatosa405. Op. cit., pág. VIII. “No mueve nuestra pluma ni la parcialidad ni el juicio preconcebido. Si lo contrario se desprendiere del texto, responderemos a las objeciones que se nos hagan, con igual cortesía que la que esperamos de los impugnadores”. (Gijón en la historia general de Asturias. Prólogo in fine). 405 Cultura literaria en Asturias. Son 12 páginas manuscritas que aparecen en la carpeta IV.Aspecto Histórico, entre los manuscritos de El Carácter Asturiano. 403 404 276 Agustín Guzmán Sancho Un íntimo de don Julio Somoza, su nieto Pedro Hurlé, ha hecho esta aclaración al referirse a la obra Gijón en la Historia General de Asturias: “Su aparición dio origen a gran polvareda, porque el señor Somoza pone en duda, por no decir, niega, el hecho de la batalla de Covadonga. Ahora bien, no ha sido el señor Somoza el único que lanzó tal idea, y los que le hemos tratado a diario durante muchos años, sabemos que no negaba el hecho militar en sí, sino la hojarasca y bambolla con que la leyenda lo fue adornando”406. Esta afirmación apunta a una revisión o evolución de su pensamiento, perfectamente explicable como producto de esa lucha interior entre la razón y el sentimiento, de ese sí pero no, que es en definitiva lo que nos parece que define su postura ante la Batalla de Covadonga. Por nuestra parte hemos de concluir diciendo que Somoza concibe la historia como realidad y no como hipótesis; para él lo que no puede ser probado de modo evidente, no existió; y si no existió no es historia. De manera que la simple posibilidad de que Covadonga hubiera existido no le es suficiente, mientras no sepamos concretamente que existió y fue. Como historiador huye de expresiones vagas, como “se dice”; odia las expresiones tales como “es común opinión de los autores” y “todos los autores están de acuerdo en afirmar”, mientras no se digan quiénes sean esos autores. Para que un hecho sea histórico tiene que estar perfectamente documentado y acreditado, la conjetura no le vale. La conjetura es leyenda, por eso para él Covadonga es leyenda. Lo cual no quita para que valore y aprecie la fuerza del sentimiento que despierta lo legendario en el espíritu de un pueblo. De ese sentimiento también él se dejó llevar a veces, como cuando en 1881, en su artículo titulado: Una fecha celebre, de La Ilustración Gallega y Asturiana, dejó escrito este sentido grito: ¡Covadonga, santuario del amor patrio, valle inmortal que sepultaste en tu seno las agarenas turbas! 407. 406 407 Los Historiadores Gijoneses. El Comercio, 7 de noviembre de 1950. Año 1881, págs. 111 y s. Fue recogido en Cosiquines de la mió Quintana. págs. 279 y ss. CAPÍTULO 12 Las amarguras de un jovellanista 1.— El bálsamo del trabajo Los últimos años de don Julio Somoza son sin duda los más amargos de su vida. En 1905, había fallecido su esposa, Josefa Menéndez Sánchez408. Desde entonces vivía con su hija y su hijastra, ambas solteras, que le atendían con verdadera solicitud. A juzgar por las cartas su salud no debía ser muy boyante. La prohibición de trabajo intelectual por prescripción facultativa que él alegaba no debía ser una simple excusa, pues es lógico pensar que al menos acusase el estrés de un ritmo de trabajo superior a las fuerzas de la vejez. A pesar de todo, no dejará la tarea investigadora y publicista. Sigue soñando con una edición definitiva de los Diarios de Jovellanos. La edición que hiciera el Director del Instituto, Miguel Adellac, contenía múltiples erratas. Para subsanarlas, apareció en el Boletín de la Biblioteca Menéndez Pelayo, en 1923-1924, una obra titulada: Fe de Erratas cometidas en la transcripción e impresión del Diario de Jovellanos, por el P. de A. Contenía nada menos que 3.061 erratas. Se ha dicho que con las siglas P. de A. se aludía al director del Instituto, queriendo decir el P(ollino) de A(dellac). Recuérdese aquella conversación que Somoza oyó entre él y Pidal en la biblioteca del Instituto, de la que daba cuenta a Menéndez Pelayo, concluyendo que todo era despotricar en pollino409. Parece pues que Somoza calificaba así al director del Instituto. Marcos Vallaure ha destacado el hecho de que no obstante ser notoria la malicia de la expresión, nadie se ha atrevido a decirlo en voz alta410. Y es verdad que la expresión juega con el equívoco, dando a entender que se trata de las Según partida de defunción falleció a las diecinueve horas del día 13 de enero de 1905, a los sesenta y dos años de edad, en su domicilio, paseo de Alfonso XII, nº 33, de una hemorragia cerebral. 409 Epistolario. Tomo XXI; Carta 760; fecha: 16 de septiembre de 1911; págs. 466 y ss. 410 MARCOS VALLAURE, Emilio. Tres personajes en busca de editor. Oviedo, ASTURA, Nuevos cartafueyos d’Asturies, 4/85, 1985. 408 278 Agustín Guzmán Sancho siglas del autor de la Fe de Erratas y no del autor de la impresión del diario, porque la obra no lleva firma de autor. Se ha dicho que es obra de Somoza. Sin embargo, cuatro años más tarde, en su Registro Asturiano, éste la atribuye a un profesor del Instituto Jovellanos, futuro catedrático de Instituto y Doctor en ciencias históricas, Vicente Serrano Puente. Si se tiene en cuenta que en 1923 contaba Somoza con 75 años, y el hecho de que, como ya vimos, para la edición de los Diarios hablase de contar con la ayuda de un paisano suyo, doctor en ciencias históricas, muchacho aplicado de veras, se puede concluir fácilmente, con el profesor Caso González, que en la publicación de las Erratas tomó parte este profesor gijonés. Somoza en la carta a Ricardo Rodríguez, citada más arriba, escribe: Lo de la Fe de Erratas, publicada en el Boletín de la Bibliot. de Menéndez Pelayo, es cosa de Vicente Serrano, que vive en León (calle de Serranos, núm. 10 pral.). El pasaje nos sugiere estas reflexiones: que Somoza debió tener alguna parte o conocimiento de la obra, cuando es interrogado sobre ella por su amigo; y que Somoza quiere dejar bien identificado a Vicente Serrano y le da al amigo la dirección. Pero lo que se escapa es a qué se refiere ese lo. ¿Se referiría a las siglas P. de A.? Una conclusión posible que se podría sacar es que si bien es presumible una ayuda por parte de Somoza, la obra en su mayor parte debió de ser de Vicente Serrano y en consecuencia pudo ser de él la ocurrencia de poner las siglas. Además, antiguo profesor del Instituto de Jovellanos, no tendría ningún interés en aparecer como autor enmendando la plana a su antiguo Director. En este tiempo, pues, la vida de Somoza está llena de trabajo y amargura, seguramente lo primero para paliar lo segundo. Así se lo confiesa en una carta a la escritora Eugenia Astur, de fecha 11 de junio de 1924, carta que podemos transcribir gracias a la generosidad de don Arturo Muñiz que nos la ha dejado: Quisiera escribirle a Vd. largo y tendido, como a todos los amantes de las Letras; me es naturalmente imposible, porque a pesar de mis años (76) y quebrantos, estoy atosigado de trabajo, viejo, con mi única hija enferma y asediado por mil quehaceres en esta infernal vida de trabajo gijonés (donde todos parece que están picados de la tarántula), me pregunto millones de veces cuándo llegará la hora de morir, para descansar de veras. Dos años más tarde de manifestar este deseo de morir, la providencia destinaba al anciano don Julio la mayor amargura de su vida. A las seis de la mañana del 29 de agosto de 1926, moría de una hemorragia cerebral, a Biografía de Julio Somoza 279 los cincuenta años de edad, en el número 25 de la calle Casimiro Velasco, aquella única hija enferma, María del Amparo. Sabemos por la prensa que era una mujer virtuosa y buena, que había llevado con gran resignación cristiana su cruel dolencia; pero, además, leemos: “Pertenecía doña María del Amparo Somoza y Menéndez a una familia de gran abolengo localista, habiéndose distinguido por su amor a Gijón, siendo muy entusiasta de cuantas mejoras locales constituyen el progreso de la ciudad”411. El funeral tuvo lugar a las diez de la mañana del lunes 30 de agosto en la parroquia de San Lorenzo, y la conducción del cadáver al cementerio de Ceares por la tarde. Es fácil imaginar lo que esta pérdida significó para aquel amantísimo padre, cuya vida declinaba tan lenta como dolorosamente. 2.— El Registro Asturiano De nuevo parece que es el trabajo el redentor del sufrimiento. Cerca ya de alcanzar los ochenta años, en 1927, nuestro viejecito dará a la luz pública su importantísimo Registro Asturiano de obras, libros, folletos, hojas, mapas y ediciones varias, exclusivamente referentes al Principado, que no se hallan en bibliografías anteriores, verdadero canto del cisne. La importancia de este trabajo sobrepasa la materia literaria y bibliográfica, pues según expresión de Emilio Marcos Vallaure es “obra imprescindible para adentrarse en el estudio de cualquier tema relacionado con nuestro país”. La obra está dedicada su amigo Rogelio Jove y Bravo, persona de muchos merecimientos, legítimo y digno representante del solar astur de quien se muestra su fiel y adicto amigo. Contiene un copioso conjunto de 1.701 fichas, en las que el autor no sólo se conforma con dar la referencia literaria del contenido propiamente literario, como ha dicho Martínez Cachero, sino también acostumbra a dar algo más que la mera referencia bibliográfica y brinda así noticia de lo que el trabajo en cuestión es y contiene412. Y en sus valoraciones muestra su genio y su carácter. Porque Somoza no puede callarse y tiene que asomar su dedo inquisitivo contra esto y aquello, tiene que arremeter contra molinos de viento que cree gigantes de la ignorancia y la incultura. El Comercio, 31 de agosto de 1926. MARTÍNEZ CACHERO, José María. Notas sobre bibliografía literaria asturiana. Oviedo, Boletín del I.D.E.A. nº 32, 1957; pág. 404. 411 412 280 Agustín Guzmán Sancho Emplea frecuentemente expresiones destempladas, como las que dirige a Constantino Suárez, Españolito413. Somoza ejerce la crítica aunque no tenga lector ni auditorio. Quien posea una de las obras que hayan pasado por sus manos, sabe muy bien lo que decimos, al poder gozar de sus anotaciones manuscritas, que deja en los márgenes, cabeceras, pies de página o interlíneas, en cualquier espacio que encuentra. Somoza escribe para el lector anónimo, desconocido, futuro. Somoza quiere dejar constancia de su opinión. Y al hacerlo así se descubre a sí mismo. Estas anotaciones, estos comentarios, estas críticas y valoraciones, muchas veces destempladas e injustas, nos acercan a él. En sus escritos está él mismo entero; si no lo descubrimos es porque sabe dirigir nuestra mirada hacia la ingente figura de Jovellanos. Pero si por un momento, al leer sus obras, pudiéramos olvidarnos de Jovellanos o de Asturias, le veríamos a él en ellas. Basta con leer las notas y los comentarios: ahí está Somoza. Y toda sus obras están llenas de estas valoraciones y subjetividades. Pocas veces se nos ofrece en la historia ni en la literatura un caso de crítica tan sentida, tan identificada con su objeto, tan llena de una subjetividad que no es arbitrariedad. Con el Registro Asturiano Somoza roza el sueño de los viejos jovellanistas, de su admirado González de Posada; de su maestro Junquera Huergo; de su amigo, Fuertes Acevedo; el sueño de Jovellanos de formar una Biblioteca Asturiana. Aquí está el registro de obras, folletos, hojas, mapas, y ediciones varias, de cuanto se ha escrito referente exclusivamente al Principado. La obra, publicada a expensas esta vez de la Diputación Provincial, y editada por el Centro de Estudios Asturianos, remedo de la Academia Asturiana, recoge también cuanto no se ha publicado en bibliografías anteriores. De esta manera, según señala el profesor Martínez Cachero, completa Julio Somoza el Ensayo y la parte estrictamente bibliográfica del Bosquejo de Fuertes Acevedo. Incluye, por tanto, los escritores surgi- Concretamente acerca de la novela Isabelina de Constantino Suárez dirá: Es sencillamente un ensayo de escritor novel, de escuela “localista” (avilesino) y de asunto trivial y manoseado, ”La aldea perdida” de don Armando, va a perder a muchos. Españolito por su parte, entendió que le acusaba de plagio “o poco menos”; pero aun así y tras de la queja dirá noblemente: “Pero fuera de esa debilidad, Somoza es acreedor a todos los respetos y consideraciones de un trabajador eminente”. Otro ejemplo del hipercriticismo de Somoza es el comentario que dirige a los Diarios de Adellac, cuando habla de Serrano Puente y sus Erratas: Constituye una revisión extensa, y extremadamente fiscalizadora, por añadidura, de las faltas, yerros, omisiones, erratas, lapsus, tropiezos, y dislates, cometidos por un señor Catedrático, al pretender dirigir, (mejor diría descarriar) la impresión del Diario de Jovellanos (en 1915), con el original a la vista, (que si no es tanto como enmendar la plana al Maestro, equivaldría a ponerle como padrino de sus torpezas). Op. cit., págs. 390 y 391. 413 Biografía de Julio Somoza 281 dos con posterioridad a 1885 (año del Bosquejo), así como trabajos de personas extranjeras o nacionales no asturianas sobre tema asturiano. A este respecto hay que agradecer a Somoza que rompa una lanza contra el prejuicio de los foráneos. He aquí su defensa de estos escritores, llena de sentido común: De continuo, observamos que se publican apreciables estudios y notables disquisiciones por escritores extraños al país, esto es, no nacidos en este suelo. Y la sistemática preocupación, no interrumpida, de excluirles en todo tiempo, por incompetente autoridad, nos ha parecido, no sólo dañosa y descortés, sino hasta contraproducente. Porque, sobre ser absurdo el prescindir de cualquier elemento informativo o de investigación, por modesto que fuere, para el conocimiento exacto de la propia patria, las indagaciones particulares que los doctos realizan en sus especialidades, aportan, con frecuencia, elementos comparativos de otras regiones, muy dignos de tomarse en cuenta. Tal sucede, verbigracia, con la minería, la arqueología, costumbres folklóricas, los orígenes del romance castellano, la filología, las primeras manifestaciones del arte cristiano, etc., etc. Y entre estos escritores de “fuera de casa”, no escaso número, han sido impugnados y hasta rechazados con un desdén, que tenía más de afectado y presuntuoso que no de verdaderamente fundamental. Señalaremos entre otros, a los señores Fernández Guerra, doctor Casal, Sangrador y Vítores, Amador de los Ríos, y Tubino414. Con esta obra Somoza entra de nuevo con todos los honores en el campo de la Historia de la Literatura: “El nombre de Somoza —dice Martínez Cachero— es citado siempre que de Jovellanos se habla y su Registro ha de ser tenido en cuenta por los historiadores de nuestras letras”415. Y lo hace desde la iniciativa privada, desde el trabajo amoroso. Es muy probable que por ello también fuera criticado. Parece como si algunos, igual que antes le tildaban de no tener método científico, ahora le criticasen por meterse a una tarea que no le incumbe, una tarea que debía ser —en su opinión— propia de organismos oficiales, tales como la Universidad. Sí, alguna de estas críticas debieron de llegar a oídos del amante del estudio, porque su prólogo o preliminar, como él gustaba de llamarlo, termina con estas palabras: Creerán muchos, que esta faena de rebusca, organización y depósito, incumbe principalmente a nuestros centros docentes, tales como la Universidad Ovetense, Instituto de Jovellanos, Sociedad Económica del País, etc., etc. Precisamente somos del sentir opuesto: la iniciativa indivi414 415 Preliminar al Registro Asturiano. Op. cit., pág. 404. Agustín Guzmán Sancho 282 dual y colectiva, libre de toda traba, rutina, y embeleco oficial, y sostenida por el entusiasmo de sus adeptos, y tal cuál pródigo Mecenas (que bien lo ha menester), si por acaso tuviese esa fortuna, es lo que creemos que vigorizaría y enfervorizaría la empresa, y la haría fecunda y provechosa; que fue siempre santa, la virtud del trabajo, y con la piadosa y alentadora máxima de “enseñar al que no sabe”, una de las más meritorias y excelsas. Para ella sería nuestro entusiasta aplauso. Y para ella, nuestro modesto tributo. 3.— La Biblioteca Asturiana En muchas de las fichas del Registro aparece la expresión: “Biblioteca del Autor”. Y es que, en efecto, ”la mayor parte de las 1.701 obras (libros, folletos, manuscritos, etc.), que están contenidas en el REGISTRO ASTURIANO, formaban la Biblioteca Asturiana de don Julio Somoza, la primera en su género en Asturias”416. Cuando publica su importante bibliografía asturiana, ya hacía tiempo que había donado su biblioteca particular a la Universidad de Oviedo. Cuál fuera el motivo por la que llevó a cabo esta importante decisión, no lo sabemos, como tampoco lo llegó a saber nunca su amigo Pedro Hurlé, quien comenta en la prensa gijonesa este hecho con estas palabras: “No nos explicamos cómo este escritor (gijonés de abolengo), y que ya en este linaje de estudios acreditó su pasión por la bibliografía —dígalo sino su CATÁLOGO DE MANUSCRITOS, del Instituto de Jovellanos, su INVENTARIO DE UN JOVELLANISTA—, haya tenido motivo suficiente para desposeer a su pueblo natal del legado de su librería asturiana, cuando seguros estamos que estaría debidamente custodiada en la Biblioteca del Real Instituto Jovellanos, en la del Ateneo de Gijón o en la de los padres de la Compañía de Jesús, no menos celosas que las de la capital en la conservación de las glorias de sus hijos; pero aunque lo deploremos, no podemos menos de respetar la tan extraña determinación de don Julio Somoza y García-Sala”. Quizá convenga aquí insistir en lo que llevamos dicho acerca de que don Julio no era persona que se dejase llevar por el paisanaje hasta el punto de privar en él las miras localistas por encima del bien general de la región. A este respecto, veamos, puesto que estamos hablando de una bibliografía regionalista, cuáles eran sus ideas regionalistas, que nos ha dejado en la misma carta a Ricardo Rodríguez ya tan citada: 16 HURLÉ, Pedro. Un libro de Somoza EL REGISTRO ASTURIANO. El Comercio, 7 de septiembre de 1927. Biografía de Julio Somoza 283 Porque sobre el “verdadero” y el “falso” o “aparente regionalismo”, habría algo que discernir. Cierto que muchos lo consideran “idolátricamente”, como lo mejor de lo mejor, suponiendo, que fuera “de lo de su casa”, todo lo restante del mundo es inferior, o sea, los cuatro pies de la “bullanga”, “mojiganga”, “morondanga” y “maturranga”. Quédese tal concepto para los de menguado cerebro; y acotemos con la frase del Kaisar, de que “aquel país será más libre, que subvenga sin ajeno auxilio a todas sus necesidades”; que es lo contrario del apotegma de Sir Roberto Ped: “Toda nación que necesita del carbón de Inglaterra, será siempre “tributaria” (supla esclava) suya”. En conclusión, a Somoza no le cegaba el localismo, y odiaba las rivalidades localistas, por eso no pensaba con la mentalidad de Pedro Hurlé. Su biblioteca fue donada, quizá por muchas circunstancias. Por su propio contenido, por ejemplo, porque se trataba de una biblioteca asturiana y la biblioteca provincial, (asturiana, por tanto, y no sólo gijonesa), estaba en Oviedo. Únase a ello la circunstancia de ser Cronista Oficial de Asturias, y no sólo de Gijón. Por otra parte, existían ya antecedentes por parte de sus antiguos amigos de La Quintana. Así por ejemplo, donaron libros al alma máter ovetense Fermín Canella, Aramburu, Ciriaco Martín Vigil, Fortunato Selgas417, etcétera. Revoloteaba en el ambiente, pues, la vieja sombra de La Quintana. Y por último, téngase en cuenta aquel desahogo en carta a Menéndez Pelayo lamentándose de que en su villa natal no tenía con quien compartir sus inquietudes. Podría ser, por último, que desconfiase de la dirección del Instituto o no se encontrase muy a bien con ella después de la publicación de las erratas a la edición de los Diarios. El donativo de Julio Somoza fue el último de una larga serie, cuya descripción nos apartaría de nuestro objeto, y a decir de su actual Bibliotecario, don Ramón Rodríguez, el más importante que se hizo a la Universidad en todos los tiempos. Con él se incrementó enormemente la Sección Asturiana que venía funcionando en la que era biblioteca universitaria y provincial, pues tenía esta doble condición. Sería aceptado por Real Orden de 30 de abril de 1925, con mención expresa de que se publicara en la Gaceta de Madrid, y así se hizo el 8 de mayo de 1925, en la página 739, al tenor siguiente: “Ilmo. Sr.: En vista de un dictamen de la Junta facultativa de Archivos, Bibliotecas y Museos, que dice: Leída una comunicación del Jefe de la Biblioteca universitaria y provincial de Oviedo, dando conocimiento de que por el notable publicista y RODRÍGUEZ ÁLVAREZ, Ramón. La Biblioteca de la Universidad de Oviedo, 1765-1934. Universidad de Oviedo, 1993; págs. 220 y 221. 417 Agustín Guzmán Sancho 284 cronista de Asturias, don Julio Somoza, vecino de Gijón, han sido donados a aquellas Biblioteca 1.016 libros y folletos. Esta Junta acordó informar que procede aceptar este interesante donativo y dar las gracias a don Julio Somoza, por tal acto de generosidad. S. M. el Rey (q. D. G.) se ha servido resolver como en dicho dictamen se propone y que se publique la presente Real Orden en la GACETA DE MADRID, para que se tenga noticia del altruista proceder del señor Somoza en pro de la cultura patria. De Real Orden lo digo a V. I. para su conocimiento y demás efectos. Dios guarde a V. I. muchos años. Madrid, 30 de abril de 1925. El Subsecretario encargado del Ministerio, LEANIZ. Señor Jefe encargado de la Dirección General de Bellas Artes”. Para dar una idea de la importancia de la donación reproducimos lo dicho por Ramón Rodríguez: “Pero hubo un donativo, al que ya hemos aludido más atrás, que dio un impulso y una consistencia definitivos a la sección asturiana. Me refiero al magnífico regalo hecho a la Biblioteca Provincial por el gran asturianista Julio Somoza y García-Sala, quien en 1925 dona a la Universidad 1.016 libros y folletos. Estos documentos se agrupaban en tres bloques diferentes: 870 procedían de la biblioteca regional asturiana, 46 de la colección de un jovellanista y 100 del catálogo de Fuertes. Este hermosos gesto es notificado por el responsable de la Biblioteca, Elías Lucio, al director general de Bellas Artes citando los ‘ejemplares con que el benemérito asturiano enriqueció la Sección Asturiana de esta Biblioteca’. La colección de Somoza es, sin duda alguna, el conjunto de obras más completo relativo a Asturias, y su incorporación a la Biblioteca supuso el afianzamiento de esta como el establecimiento bibliográfico de consulta indispensable para cualquier estudio sobre Asturias y su cultura”418. Pero poco habría de durar aquella noble empresa cultural. El viernes 5 de octubre de 1934 estalla la llamada Revolución de Asturias. El día 6 se oyen en Oviedo los primeros tiroteos, intensísimos todo el día. A las dos de la tarde un grupo de revolucionarios con fusiles, tercerolas, pistolas y bombas de dinamita hacen su aparición por la calle del Peso y logran vencer la resistencia que se les ofrecía penetrando en la Universidad. Desde su torre, donde RODRÍGUEZ ÁLVAREZ, Ramón. La Biblioteca de la Universidad de Oviedo, 1765-1934. Universidad de Oviedo, 1993; pág. 220. 418 Biografía de Julio Somoza 285 estaba el Observatorio Meteorológico, controlan los lugares próximos desde donde se les hace frente. La Universidad fue ocupada hasta el siguiente sábado, día 13. En las primeras horas de la tarde de este día, cuando los revolucionarios se dieron cuenta de que las tropas del ejército iban a entrar de un momento a otro por la calle San Francisco, decidieron abandonar el edificio, pero antes de salir colocaron en distintas dependencias cajas de dinamita y prendieron fuego al inmueble por la parte de la calle de Ramón y Cajal, de manera que al llegar el fuego a las dependencias donde habían sido colocadas las cajas de dinamita, las explosiones iban culminando la obra destructiva. Del edificio solo quedaron en pie los muros exteriores y su torre. Las llamas destruyeron por completo el interior del recinto universitario: oficinas, aulas, Museo de Historia Natural, gabinetes de física y química y sobre todo las bibliotecas, la general o provincial y la de la Facultad de Derecho. La prensa de aquellos días calculaba que se habían perdido unos doscientos mil volúmenes419. Si hoy podemos hacernos una idea de los volúmenes cedidos por el entonces cronista de Asturias es porque como dice Ramón Rodríguez: “El donativo de Somoza se conoce en detalle, ya que, básicamente, coincidía con las obras reseñadas en su famoso Registro asturiano”. Todo el mundo calificó la pérdida de la biblioteca de la Universidad de Oviedo como una gran desgracia, y en primer lugar quien había sido su bibliotecario durante 44 años, don Elías Lucio Suerpérez, alma hermanada en el dolor de aquellos momentos a la del cronista de Asturias. A propósito de esta tragedia dirá Pachín de Melás: “La destrucción de la biblioteca de Alejandría retrasó al mundo algunos siglos; la muerte de la biblioteca de la Universidad, hundió a Asturias en el polvo, en el silencio, en la nada del tiempo”420. Pero ¿cuál fue la actitud de don Julio ante la tragedia personal que suponían estos violentos acontecimientos? Parece que la tristeza le inundó hasta tal punto que cuando se le preguntaba nada respondía. “Unas frases evasivas y ya está satisfecha vuestra curiosidad”, dirá su amigo, el propio Pachín de Melás, en un delicioso artículo del que no nos resistimos a copiar estas sentidas semblanzas de aquel dolor: “Como una hormiguita, con paciencia benedictina, fue formando su biblioteca particular, toda de valor, donde se guardaban reliquias de nuestro pasado y algunos incunables. ¿Eran quinientos 419 420 El Carbayón, 18 de octubre de 1934. La Asturias que llora. Et in terra pax hominibus. La Prensa, 19 de octubre de 1934. 286 Agustín Guzmán Sancho libros? ¿Eran mil? No lo sé, ni don Julio lo dice. Que era gran número no es necesario dudarlo. Pues bien, lector amante de Asturias, querido gijonés. Toda esa labor de Titán, toda esa minuciosidad de compulsar, inquirir la verdad histórica asturiana, todo cuan humanamente pudo hacer en sesenta años de vida una suma paciencia, un enamorado por la erudición, QUEDÓ CONVERTIDO EN CENIZAS. Quiso nuestro admirado cronista don Julio Somoza que el fiel guardador de tanto anhelo fuera la gloriosa Universidad de Oviedo y allí lo depositó. ¡Ya sabéis cómo dejaron los revolucionarios el gran centro docente! Yo me atreví, sí, a interrogar al ilustre cronista. No entristecido, pero resignado, me responde: ¡Qué vamos a hacer! De todos modos eso era patrimonio de unos pocos. Lo que dimos en llamar masa, ¿qué sabe de esas cosas? Dejando el valor material, queda el más santo, el valor moral. El chal de la abuelita, el guardapolvo de la amantísima madre, el retrato de la amada novia, la huella de un beso del inolvidable hijo. Toda la pena íntima de un mundo doloroso: tal representan esos libros. ¡No preguntéis nada a don Julio! Sé que estas líneas desatarán sus iras contra mí. ¡Iras de un querido, respetado, admirado, venerado anciano! ¡Benditas sean ellas! No puedo, no, guardar silencio. Se revela mi asturianismo, se revela mi amor por Asturias, por Gijón, por mi cultura, por sus glorias. En la Biblioteca de la Universidad de Oviedo quedó convertida en pavesas, en cenizas, una de las más valiosas bibliotecas asturianas: la del ilustre gijonés don Julio Somoza y García-Sala. No preguntéis nada a don Julio. No ser importunos. ¿Qué os importa a vosotros si un dolor moral desgarró nuestros corazones?”421. 4.— El reconocimiento del Ayuntamiento: la calle En medio de estas desgracias contará nuestro insigne cronista con cierto reconocimiento a su labor. Y es que no solamente Pachín de Melás sen421 Bibliografía de Asturias. La biblioteca del Sr. Somoza... ¡¡quemada!! La Prensa, 24 de octubre de 1934. Biografía de Julio Somoza 287 tía admiración por Somoza, también otras personas apreciaban su labor. Entre ellas destaca la escritora Eugenia Astur, seudónimo que empleó Enriqueta G. Infanzón. De sus relaciones con Somoza sabemos que estando la escritora buscando Mecenas para que le publicasen una biografía del General Riego, Somoza le escribe animándola con estas palabras: Deploro en el alma que no encuentre Vd. Mecenas que patrocine su obra, pues lo merece por el intento, que es la justificación y vindicación del infeliz Riego, sobre quien descargó sus iras el Fanatismo, mientras los “vivos” que le empujaron a la arriesgada y temeraria empresa, se guardaban precisamente sus personillas de la imponente borrasca que se avecinaba. También yo reuní en mi futura obra cuantos datos histórico-biográficos pude acaparar sobre esta desaparecida víctima del infortunio. Con todo no se duela Vd. por la demora de la publicación, porque algo hay que conceder al Acaso, para venideros días. Yo mismo soy una prueba viviente de ello: tenía arrinconada (?) mi obra desde antes de la guerra y aun después por las exigencias exorbitantes de los señores cajistas. Una ola bienhechora la trajo a las playas tranquilas de la realidad (estilo Castelar). Tal le acontecerá a Vd. Deo volente422. Eugenia Astur publicaría su obra El general Riego, que será calificada por la crítica como decisiva para estudiar, sin pasión sectaria, la vida del ilustre militar. Somoza, por su parte no llegaría a ver publicada la que llama futura obra, y que no es otra que la que habría de titularse Glorias Nacionales. Apuntes biográficos. Años más tarde, movida por la admiración hacia la obra de Somoza, la insigne novelista se dirige al Ayuntamiento de Gijón para solicitar que apoye la petición de que le sea concedida al cronista de la villa la Cruz de Alfonso XII . No tenemos noticia de que tal petición fuera cursada. Sabemos eso sí que el Ayuntamiento apoyó la idea, pero la cosa no debió de pasar de ahí, de un gesto de cortesía, y de unas cuantas letras con que el Libro de Actas de la Comisión Permanente da testimonio de tan buena intención al tenor siguiente: “Doña Enriqueta G. Infanzón, Eugenia Astur, solicita el apoyo de la Corporación Municipal, en la petición de la Cruz de Alfonso XII para el ilustre gijonés y cronista de Asturias don Julio Somoza, como recompensa a su labor de eruditas investigaciones, especialmente de estudios jovellanistas. También interesa noticias del homenaje al Sr. Palacio Valdés. La Comisión Municipal Carta de fecha 11 de junio de 1924. Archivo particular de Arturo Muñiz. Somoza se refiere a su Registro Asturiano, y la guerra es la Primera Guerra Mundial. 422 288 Agustín Guzmán Sancho Permanente acordó prestar su conformidad al apoyo solicitado en favor del Sr. Somoza; y en cuanto al homenaje al Sr. Palacio Valdés, que se conteste que por ahora no hay nada en concreto”423. Sin embargo, un reconocimiento que sí habrá de llegar será el de dedicarle una calle. Aunque eso sí, con cierta demora. La primera vez que el Ayuntamiento decide dedicar una calle a Julio Somoza fue en sesión de la Comisión Municipal Permanente del 15 de enero de 1930, a instancia del entonces alcalde de Gijón, don Emilio Tuya, que con igual fecha se dirige al Ayuntamiento proponiendo se dé el nombre de varias calles a los siguientes señores: don Donato Argüelles, don Jacobo Olañeta; don Ataulfo Friera (Tarfe), don Silveiro Suárez Infiesta, don Luis Adaro, don Tomás Guisasola, don Eduardo M. Marina, don Julio Somoza y don Enrique Martínez. En la misma sesión el propio alcalde incrementa la lista de viva voz añadiendo el nombre de don Alfredo Santos que acababa de fallecer. Esta lista aprobada, sufrirá nuevo incremento en sesión del 29 de enero, añadiéndose los nombres de Justo del Castillo, don Juan Díaz Laviada, Sr. Álvarez Sala, Sr. Vázquez de Mella y Sr. Conde de Revillagigedo, que también resulta aprobada. Pasa el asunto al Ayuntamiento en Pleno y de nuevo se añade otro nombre más, el del historiador de Gijón, Estanislao Rendueles Llanos, y de esta forma se aprueba definitivamente. Pasa el tiempo y a finales de año todavía no aparecen rotuladas las nuevas calles. Se siente la necesidad de proceder a la rotulación de las calles en los barrios de La Calzada, Llano de Arriba, Pumarín y Jove. Por otra parte, se empezó a edificar en el Coto de San Nicolás, y “se acordó —dirá Pachín de Melás años más tarde— dar una calle en aquel lugar a don Julio, a don Enrique Martínez y a don Silveiro Suárez Infiesta y hasta se hicieron las placas, que estarán escondidas en algún recoveco del Ayuntamiento”. De modo que hechas y todo las placas, al menos de tres de ellos, no se cumplió el acuerdo. Parece que, además de la lentitud del expediente, una circunstancia vino a impedirlo: la proclamación de la República y el cambio de Ayuntamiento. De hecho alguno de aquellos nombres no han ocupado el callejero gijonés hasta nuestros días, como Justo del Castillo, y para otros el acuerdo sigue sin cumplirse424. 423 Sesión de la Comisión Permanente de fecha 29 de julio de 1930. A. M. G., Libros de Sesiones. 424 En el expediente del Ayuntamiento, en la relación o instancia de 15 de enero de 1930, presentada por don Emilio Tuya, figura tachado el nombre de Julio Somoza. Ignoramos a qué obedece. Desde luego no significa que fuera excluido, pues las actas de las Sesiones de la Comisión Permanente de fechas 15 y 29 de enero de 1930 confirman su nombre, y también y principalmente la del Pleno de 6 de febrero de 1930. Biografía de Julio Somoza 289 Pasaron los años y en 1936, un par de meses antes de la Guerra Civil, un directivo del Ateneo, el joven Maximino de la Riera, se presenta en el taller de la Escuela de Trabajo, donde impartía sus clases Emilio Robles (Pachín de Melás). Tiene intención el Ateneo de instar al Ayuntamiento para que se le ponga una calle al ilustre anciano y por eso viene a preguntarle a qué calle de Gijón daría el nombre de Julio Somoza. En la opinión del amigo, a don Julio Somoza debe dársele una de las más céntricas, clásicas y típicas de Gijón, como por ejemplo la de Buen Suceso o Santa Rosa. La sugerencia de Pachín de Melás no cayó en saco roto, y el Ateneo así lo propone al Ayuntamiento. Sin embargo, la discusión derivó a la calle de la Trinidad, según se desprende del Acta de la sesión de la Comisión Gestora de fecha 21 de mayo de 1936, que por su interés reproducimos: “El Ateneo Obrero de Gijón acude con una instancia proponiendo el nombre de don Julio Somoza a una de nuestras calles que bien pudiera ser la de Santa Rosa, Caridad u otra céntrica, en homenaje al ilustre polígrafo jovellanista y buen ciudadano gijonés. El señor Estefán defiende que las calles que se mencionan están un poco apartadas, estimando debe dársele una calle de más brillo, y como hay una que no significa nada, y que es la de la Trinidad, cree debe concedérsele ésta. El señor Del Río dice que esta calle significa algo en la tradición de Gijón y que precisamente el Sr. Somoza hizo en sus libros alusión a esta calle. Por ello muestra su disconformidad y pide sea la de Santa Rosa. El Sr. Conde apoya la petición del Sr. Estefán por entender que es calle importante y digna de aquel señor. El Sr. Sirgo, por el contrario, se adhiere a la petición del Sr. Del Río. La Comisión Gestora acordó dar el nombre de don Julio Somoza a la calle de la Trinidad, con el voto en contra de los señores Del Río, Seguen y Sirgo que lo hicieron a favor de que se diera el nombre de dicho señor a la calle de Santa Rosa”. A Pachín de Melás le pareció bien aquella decisión del Ayuntamiento y diez días después del acuerdo escribe en su sección Reportajes del momento de La Prensa un artículo titulado Calle Julio Somoza, Historiador — Ilustre jovellanista — Cronista de Gijón y de Asturias, en el que leemos: “Muy bien; es lo que se merece el ilustre jovellanista. La calle de la Trinidad data del siglo XVII. Debe su nombre a la Capilla allí construida, que pertenecía a la familia Jove Huergo y luego a la García-Sala”. Pero por lo que respecta al homenajeado la cosa no le hizo ninguna gracia, de tal manera que si un poco acalorado parece que fue el debate sobre la calle que habría de llevar el nombre de 290 Agustín Guzmán Sancho don Julio Somoza, ello no fue nada comparado con el berrinche que cogió el propio interesado cuando le fue comunicado oficialmente tan importante decisión. El episodio ha sido muy divulgado por cuantos han escrito de Somoza, como ejemplo de su pronto o mal genio. Sin embargo, creemos entender perfectamente los sentimientos de Somoza en aquella ocasión y le disculpamos plenamente. Por una parte, por la propia condición de hombre modesto y alejado de toda vanidad. Así lo ha visto, mejor que nadie don Luis Adaro425. Por otra parte, por tratarse nada más y nada menos que de una calle que, al contrario de lo que pensaba el concejal que propuso el cambio, significaba muchísimo en la historia de Gijón. En efecto, para Somoza los rótulos de las calles eran “pequeños muestrarios donde se refleja la cultura de un pueblo”426. Hacer desaparecer aquel rótulo de la Trinidad, que para más inri era el único de todo Gijón que se conservaba tallado en las mismas piedras del edificio, era un atentado contra la historia de Gijón. No hay duda, pues, que se había tocado la vena más sensible, la causante de sus berrinches, de sus prontos, de sus yerros, de su pasión existencial: la vena de la historia local. Su reacción fue enviar a su amigo Pedro Hurlé a entrevistarse con el alcalde, declinando el homenaje y protestando que se quisiese quitar ese título a la calle. Y así lo hizo el fiel amigo, transmitiendo el deseo de que no quería que le dedicasen calle alguna, pero muchísimo menos la tan gijonesísima calle de la Trinidad427. La Guerra Civil impidió que la que había sido entonces calle de la Trinidad mostrara el rótulo dedicado a Julio Somoza. No vio Pachín de Melás su sueño convertido en realidad. Proponía lo siguiente: “Yo digo que su calle sea la primera que en una placa de artísticos azulejos de Talavera, sobre un fondo con una vista de lugar típico gijonés y en una ángulo se destaque el busto del querido viejecito y se lea en letras grandes y claras: ‘Calle Julio Somoza, Historiador asturiano — Ilustre jovellanista — Cronista de Gijón y de Asturias’. Placa de azulejos, colocada en la fachada de la que fue casa de García-Sala en la esquina izquierda subiendo por el típico escalerón de la calle de la Trinidad. Allí frente al sol, cara al mar”428. A punto de terminar la Guerra Civil, que como veremos reservaba a nuestro erudito gijonés nuevas amarguras, cuando se cumplían tres años y dos días del acuerdo de cambiar la calle de la Trinidad por la de Julio Julio Somoza de Montsoriú y García Sala, en op. cit., pág. LVII. Cosiquines de la mió Quintana, pág. 29. 427 Menciona Pedro Hurlé el encargo en dos trabajos: In memoriam. Don Julio Somoza y García-Sala y en La casa de los Jove-Huergo y su capilla de la Santísima Trinidad. 428 Reportajes del momento. Calle Julio Somoza, Historiador - Ilustre jovellanista - Cronista de Gijón y de Asturias. La Prensa, 31 de mayo de 1936. 425 426 Biografía de Julio Somoza 291 Somoza, se presentó ante la Comisión Gestora del Ayuntamiento, un escrito firmado por Paulino Vigón, Rufino Menéndez y Florentino Cueto, como componentes de la llamada Comisión de Nomenclátor, que habría de proponer una nueva rotulación de calles. Esta comisión había presentado en 7 de julio de 1938 una propuesta que se vio al parecer suspendida por una Orden de 13 de abril de 1939. Ahora con fecha 23 de mayo de 1939, se hacía nueva propuesta de calles. Entre las sustituciones que se sometían a la aprobación del Ministerio del Interior estaba la de la calle Julio Somoza que habría de recuperar su antiguo nombre de calle de la Trinidad, pero bien entendido que se mantuviera el nombre de Julio Somoza para otra calle. Y así se hizo en sesión de la Comisión Gestora de 9 de junio de 1939, en la que a instancia de la presidencia, que ostentaba don Paulino Vigón, se aprobó que se denominara calle de Julio Somoza a la entonces Travesía de la Playa. El nuevo cambio fue aprobado por el Director General de Administración Local con fecha 3 de noviembre de 1939, que fue comunicado a la Corporación Municipal Permanente en sesión de 30 de noviembre siguiente, en cuya sesión se aclaró que la referente a Julio Somoza era calle y no travesía. Hay que señalar que en esta reunión en que la corporación se daba por enterada del nuevo nomenclátor de las calles, don Avelino González propuso que las placas debían hacerse con ladrillo de Talavera “que resulta muy bonito y no es caro”. La Permanente autorizó al Sr. Alcalde para que adquiriera los rótulos del material que creyera más adecuado. Y así vino en parte a verse realizado el sueño de Pachín de Melás. Una placa de cerámica talaverana, junto al mar y frente al sol ha llevado por más de cincuenta años el nombre de Julio Somoza, y aún resiste el paso del tiempo, compartiendo el honor con los nuevos rótulos con que se han cambiado recientemente el callejero gijonés. La pena es que no es una calle muy grande, ni tampoco principal; Somoza se merecía algo más. Pero el lugar, eso sí, pertenece al Gijón de siempre. 5.— La última tragedia Es probable que Somoza llegara a ver el rótulo puesto: le quedaba aún cerca de un año de vida y los rótulos se empezaron a colocar al poco del acuerdo429. Entretanto su corazón ha ido pasando lentamente por dolorosos trances. Al de ver su parentela extinguirse; sus libros que tanto amó, quemados; se va a unir cuando su corazón da los últimos latidos el horror de la gue429 Según información que nos pasa el joven investigador don Francisco Javier Granda Álvarez. 292 Agustín Guzmán Sancho rra, y con ella el ver desaparecer aquellos monumentos de la virtud y del saber que tanto admiraba y amaba: los manuscritos de Jovellanos, que el había catalogado como primicia de su vocación jovellanista. Identificado con Jovellanos en cuerpo y alma; entregado con fe ciega a rescatar del posible olvido y dejar a la posteridad la más fiel y viva imagen de Jovellanos ¿cómo no habría de sufrir cuando viera el viejo Instituto, la niña de los ojos de su amadísimo Jovino, convertido en cuartel de guardias de asalto? Algo de aquel dolor nos ha dejado entrever Pachín de Melás cuando escribe: “Un viejecito deambulaba alelado por las calles de Gijón sin tino, sin rumbo. Llega a la puerta de su Instituto y al verla cerrada, sigue entristecido o como ratón a quien tapiaron el único agujero donde se guarecía... Este viejecito, consagró su vida a Jovellanos. Es el primero y único jovellanista español. ¡Cuánto sufriría! No peligra el Instituto. Eso ni soñarlo. Gijón, repetiría una y mil veces, lo que Jovellanos dice en sus diarios. Septiembre, 4, 1795... Yo sostendré mi causa y si es posible moriré en la brecha”430. Y es que el Ayuntamiento, en sesión de 18 de febrero de 1932, a instancias de una representación de los padres de alumnos del Instituto y de la Asociación Profesional de Estudiantes, más el Ateneo Obrero, acordó, aunque no por unanimidad, dedicar el antiguo Colegio de Jesuitas a InstitutoEscuela. Al mes siguiente los estudiantes de Bachillerato fueron trasladados al nuevo edificio. El Instituto de Jovellanos quedaba triste y solo. El concejal don Isidoro del Río propuso incluso poner en él la Casa Consistorial. Sin embargo, para acallar aquel silencio y soledad el Gobierno tuvo la idea de instalar en él el Cuartel de Guardias de Asalto431. Es fácil imaginar lo que pensaría de todo esto el vetusto jovellanista y antiguo bibliotecario del Instituto. Con todo, los bocetos que habían pertenecido a Jovellanos y los manuscritos y documentos fueron llevados al nuevo Instituto, antiguo colegio de los Jesuitas, en donde también habían sido trasladados la cárcel y el cuartel de Simancas. Seguramente cuando en 1934 quemaron la Universidad, se arrepentiría Somoza de haber elegido este centro como depositario de sus libros; tal vez pensaría que de haberlos legado al viejo Instituto de Jovellanos se hubieran conservado acompañados de los manuscritos de Jovino, aunque ahora no estuvieran en el mismo recinto que levantó Jovellanos. En el camino. En la ruta de Jovellanos. La Prensa, 1 de mayo de 1932. GUZMÁN SANCHO, Agustín; y SANCHO FLÓREZ, José Gonzalo. El Instituto de Jovellanos. Gijón, 1994. 430 431 Biografía de Julio Somoza 293 Pero la providencia tampoco permitió que se conservara el precioso legado de Jovino a su tierra natal. Al mes de estallar la Guerra Civil, el 21 de agosto de 1936, una granada lanzada en el ataque y asalto al cuartel de Simancas, provocó un atroz incendio en el que desapareció la colección de bocetos, la biblioteca y los manuscritos de Jovellanos. De modo que aunque Somoza hubiese donado al Instituto Jovellanos su biblioteca asturiana, ésta hubiera desaparecido igual. Así pues, de nada hubiera valido que Somoza hubiera donado su biblioteca asturiana al Instituto de Jovellanos en lugar de la Universidad: hubiera perecido también. De nuevo Pachín de Melás se acuerda de Somoza: “¡Cuánto sufrirá el respetable anciano en estos momentos —escribirá a los pocos días del suceso—; el gran jovellanista, recluido en su residencia de Somió!”432. Y es que don Julio al estallar la Guerra Civil se había instalado en su finca de Somió. Allí, aún se conserva, formando fachada de un bonito y moderno chalet, la ventana de hermosa piedra del que fue su cuarto, una antigua cuadra de la casería, donde se le adecentó una cama y, seguramente, algunos libros. Allí, junto al viejo hórreo y la aun más vetusta panera, muy cerca de los restos que fueron capilla de su solar, en la súa quintana, ocultó sus amarguras. Desde el retiro inspirará a su amigo uno de los gestos más dignos de reconocimiento por parte de los venideros: el rescate de las cenizas de Jovellanos. Fue el caso que enterado Pachín de Melás que estaba ardiendo la vieja iglesia de San Pedro Apóstol, se acuerda al punto de que allí yacen los restos de Jovino y recuerda al anciano cronista de Asturias, su buen amigo Julio Somoza y corre a salvarlos. Se entrevista con su amigo Avelino González Mallada y logra, con el auxilio de otros jovellanistas, que los restos de Jovellanos sean salvados antes de que la iglesia sea dinamitada. Los restos son colocados en la antigua Escuela de Comercio, en donde Luis Cuesta de la Villa los colocó en la escalera, con la lápida y tiró una placa. Detrás de esta fotografía escribió Pachín de Melás: “El primero de septiembre de 1936 se retiraron de la iglesia de San Pedro los restos de Jovellanos, trasladándolos a la Escuela de Comercio”433. 6.— Muerte y legado Finalizada la Guerra se puede decir que Somoza vuelve a su trabajo. Resulta admirable en verdad la terquedad y el tesón de aquel hombre, que 432 Reportaje jovellanista. El Instituto de Jovellanos.— Su biblioteca. Mi protesta a tiempo.— Todo en fuego.— ¿Y esos restos de Jovellanos? La Prensa, 30 de agosto de 1936. 433 ADÚRIZ, Patricio. Pachín de Melás. Gijón, 1978. 294 Agustín Guzmán Sancho no se deja vencer por el destino. Ante las desgracias, ante el doloroso golpe de ver alzarse por los aires convertido en pavesas el fruto de toda una paciente labor de recopilación y búsqueda llevada a cabo a lo largo de una vida, aún tiene ánimo para seguir trabajando, con la misma vocación y afán con que la hormiga rehace una y mil veces su madriguera. Ya antes de que los manuscritos de Jovellanos fueran trasladados al Colegio de la Inmaculada, de los Jesuitas, había colaborado con el Bibliotecario del Instituto, don Vicente Huici Miranda, en una obra que vería la luz pública en Barcelona, en 1931, titulada: Miscelánea de trabajos inéditos, varios y dispersos de D. G. M. DE JOVELLANOS, dispuestos para la impresión por VICENTE HUICI MIRANDA (del Cuerpo de Archiveros). Se trata de un homenaje que el Rotary Club de Gijón dedicaba como ofrenda al sabio Jovellanos en el CXX aniversario de su entrada en la inmortalidad, según aparecía en la primera plana del libro. El prólogo, obra de Somoza, está formado por retazos minibiográficos de Jovellanos, escrito con su inconfundible estilo cáustico y zumbón de siempre. Y por ser lo último que escribirá a sus lectores resaltamos el final: Quien más noticias deseare saber búsquelas en anteriores obras, o siquiera indague y rastree en nuevos documentos, y tal vez consiga trazar una nueva “Biografía de Jovellanos”, que buena falta hace, y si tal propósito cumpliese debidamente, se lo agradecerán los contemporáneos en extremo, y en sumo grado, el más insignificante y fervoroso de ellos. Parece como si no estuviera conforme de cuanto había hecho, de cuanto, gracias a él, se había escrito sobre Jovellanos; todo le parece poco. Para él la biografía de Jovellanos aún estaba para hacer y, sin embargo, sin él nadie podrá hacer en lo sucesivo una biografía medianamente seria. Terminada la Guerra Civil, Somoza no se encuentra bien de salud. Conoce que su partida está próxima. Antes de marchar quiere dejar el último esfuerzo y su último anhelo: que vea la luz pública una edición definitiva de los Diarios de Jovellanos. Entre los documentos que se perdieron en la destrucción del cuartel de Simancas figuraban los originales de los Diarios que la viuda de Menéndez de Luarca había entregado al Instituto; aquellos que sirvieron a Adellac para su publicación y que habrían de ser rectificados en la famosa Fe de Erratas. Pero para entonces Somoza ya había preparado una primera prueba para la imprenta, pues jamás desistió de ver hecha realidad una edición definitiva de esta obra fundamental para conocer a Jovellanos de carne y hueso, que era lo que sin duda más ansiaba Somoza: que se conociera por dentro a su adorado Jovino. Pegó en 828 folios una a una las columnas de la edición del Instituto, y a los márgenes las correcciones y anotaciones reproduciendo el original lo Biografía de Julio Somoza 295 más literalmente posible. En el primer folio aparece el título: Diario de Jovellanos. Edición esmerada y minuciosamente compulsada con el ms. autógrafo, existente en la Biblioteca del Real Instituto Asturiano (1790-1801) 434. Es probable, en nuestra opinión, que éste trabajo fuera en su origen el que sirvió de base a la Fe de Erratas, ya que pasó al heredero de Serrano Puente, de quien lo adquirirá el Instituto Universitario Feijoo de estudios del siglo XVIII. Con posterioridad, Somoza llevó a cabo un segundo borrador para la imprenta, más preciso y con el mismo título. Los yerros, erratas, etc., de la primera edición (la de Adellac) han ascendido a 3.334. Le acompaña un prólogo, que él llama apuntes para un prólogo. No sabemos cuándo preparó este segundo original, pero en dicho prólogo hace mención a la publicación de Huici Miranda, y por tanto debió de acabarlo en torno a 1931, cuando aún no habían desaparecido los originales. Consciente de la imposibilidad de verla publicada en vida, hace donación de ella a la posteridad. En la portada, encima del título escribe: Lego este ejemplar a la posteridad p a. que lo imprima a conciencia. Murió don Julio Somoza a las cinco de la tarde del viernes 25 de octubre de 1940, en su domicilio, el segundo piso del número 25 de la calle Casimiro Velasco, como consecuencia de una parálisis cardiaca. Al día siguiente lugar tuvo lugar a las diez de la mañana el funeral por su eterno descanso en la iglesia de San Lorenzo, y conducido después su cadáver en coche de caballos al cementerio de Ceares. Ese mismo día El Comercio publicaba bajo el titular: “Ha muerto el ilustre gijonés don Julio Somoza”, un extenso artículo en el que consideraba la fecha de su muerte como de luto local. Decía así: La muerte del insigne jovellanista y cronista de Gijón, don Julio Somoza causó ayer, al extenderse la noticia por la ciudad, el sentimiento sincero que produce la desaparición de una verdadera institución local. El nombre de este anciano que a su saber unía el amor entrañable al pueblo, de tal modo iba unido al de este Gijón cuya historia el investigó incansablemente a lo largo de años y años, que con razón esta fecha de su muerte puede considerarse como de luto local. No vamos a hacer aquí ni siquiera un resumen de la obra insigne del ilustre Somoza. Ni los apremios de espacio, en un número como el de los de nuestro diario nos lo permiten, ni corresponde eso a nuestro propósito al trazar las sencillas líneas de esta necroloCASO GONZÁLEZ, José Miguel. Prólogo al T. VI de su edición de Obras completas de Jovellanos. Colaboración de Javier González Santos. Oviedo, 1994. 434 296 Agustín Guzmán Sancho gía. El autor de Las Amarguras de Jovellanos, había puesto su mejor fervor en la empresa del estudio de la vida y de la labor insigne del gran patricio gijonés, honra de nuestro pueblo. El trabajo realizado por don Julio Somoza en la recopilación de los Diarios de Jovellanos y su conocimiento profundo sobre toda ponderación de la obra del gran Jovino, le daban autoridad indiscutible en todo lo que se refiere a esas cosas. Por lo que concierne a la vida de Gijón y a otros estudios de carácter históricos, se hizo notar con realce y prestigio propio el ilustre finado. Su mérito y estudios fueron recogidos por la Real Academia de la Historia de la que era correspondiente e igualmente muchas instituciones nacionales y extranjeras le honraron con consideraciones análogas435. En cuestiones de numismática y en toda clase de estudios arqueológicos el nombre de Julio Somoza era tenido en el alta estima que corresponde a sus amplísimos conocimientos. Escritor ameno, de limpio estilo que escribía a veces con un ropaje de elegancia, la vehemencia de algunos de sus juicios y de un innato espíritu de acometividad sobre todo al tratar determinadas cuestiones, que le apasionaban, en los escritos de don Julio Somoza late esa personalidad suya tan vigorosa y definida y vibran con su amor jovellanista y su entusiasmo por las cosas de Gijón esa condición de hombre “muy de su siglo” que al repasar algunos de esos escritos no se debe dejar de tener presente. Trabajador infatigable y poseedor de dotes de lucidez y capacidad que se sobreponían a los achaques de la edad, aún mucho después de cumplidos los ochenta años vivía entregado a un deber de compulsa de datos e investigación y búsqueda de documentos, que no resistirán muchas personas jóvenes. Una gran parte de su obra queda en pie, tanto en lo que a lo largo de su vida publicó como en lo que se prepara a dar a conocer nuestro Ayuntamiento, pero por desgracia en el curso de las pruebas terribles porque nuestra provincia ha pasado a partir del año 34 se perdieron documentos y escritos que formaban parte del archivo de este sabio gijonés. Acaso la pérdida mayor fue la correspondiente al incendio de la Universidad de Oviedo cuando las hordas rojas hicieron su entrada en la capital en octubre de aquel año. Descanse en paz el alma de don Julio Somoza y García Sala y vaya la expresión de nuestro dolor que es el de Gijón entero, a su 435 No hemos encontrado ninguna de estas consideraciones análogas. La petición de la Cruz de Alfonso XII no sabemos si prosperó; ante el silencio concluimos que no le debió de ser otorgada. Todo ello apunta a la índole modesta y alejada de toda vanidad de nuestro personaje. Biografía de Julio Somoza 297 hija adoptiva doña María de los Ángeles Melendreras Menéndez, sobrinos, primos y demás familia. Por su parte La Voluntad resaltaba el hecho de que hasta pocas horas antes de su muerte se mantuvo con la lucidez necesaria para dedicarse a la lectura (don Julio no murió sino del corazón). Decía así: Ha muerto ayer don Julio Somoza. Su figura breve que paseaba las aceras con un suave rumor de alas, que era como la razón alada de su espíritu hecho materialidad se había ausentado hace tiempo del cotidiano convivir ciudadano. El peso de los años que nevaron su egregia cabeza, quitó arrestos al venerable viejecito para abandonar el hogar; y últimamente el lecho del dolor al que le sujetaron sus años y el organismo enfermo. Nada más, porque su alma seguía, iluminada y firme y hasta la hora de su muerte o pocas horas antes, supo mantenerla encendida con lecturas amables que es el mejor alimento espiritual del hombre. En el cuerpo menudo tenía cobijo un corazón gigante y un cerebro privilegiado. Era toda una vida de estudio y austeridad la que le hizo llegar a los 92 años, cansado de recoger sucesos de trascendencia histórica. Don Julio Somoza llenó en Gijón el paréntesis de muchas generaciones. Dedicó su vida por entero y con fervor al estudio de la vida y obras de Jovellanos, habiendo publicado una serie de obras profundas y recogido manuscritos inéditos de gran valor que dio a la prensa con el título de Manuscritos inéditos, raros o dispersos. También merece cita su Inventario de un jovellanista, estudio bibliográfico completo de extraordinario valor. Fue cronista de Gijón y correspondiente de la Academia de la Historia. A una calle de la ciudad por él tan querida le da prestigio su nombre, que es a manera de un homenaje en vida436 a quien supo amarla con profundo entusiasmo. Y de su talento prócer quedará para hacerlo inmortal, la espléndida colección de sus obras, que han sabido encender con sentido humanista al ilustre autor de La Ley Agraria. A la memoria del gran jovellanista y más grande gijonés levantemos todos con el corazón un altar para enfervorizarnos con su recuerdo. Parece, pues, que la placa de la calle fue puesta en vida de don Julio y que éste llegó a verla. 436 298 Agustín Guzmán Sancho Gijón sabrá en muerte como en vida de don Julio Somoza honrar a su ilustre hijo. ¡Descanse en paz y reciban sus deudos el testimonio cordial de nuestra condolencia! Se pensó tras de su muerte publicar sus obras, según vimos que anunciaba El Comercio. Sobre todo teniendo en cuenta que la biblioteca pública había recibido de sus manos, dispuesta para la imprenta, la que debía de ser la edición definitiva de los Diarios de Jovellanos. Sin embargo, esta obra verá la luz pública mucho tiempo después, cuando ocupe la presidencia del I.D.E.A. el antiguo alcalde de Gijón, don Paulino Vigón. En realidad, el homenaje a Somoza por parte de Gijón, tardaría en llegar. Fue con ocasión de la creación del parque de Isabel la Católica. Sin embargo, fue un homenaje silencioso: Nadie sabe, ni aparece documentación, sobre la colocación en dicho parque del monumento que hoy recuerda la memoria del cronista del Principado de Asturias437. Se trata de un monumento original en el que dos columnas sostienen una enorme piedra en la que aparece la inscripción: GIJÓN RINDE TRIBUTO A LA MEMORIA DE D. JULIO SOMOZA CONSERVANDO ESTAS COLUMNAS DE LA QUE FUE SU CAPILLA PARTICULAR. En efecto, son restos de la vieja capilla de la que fue su quintana438. De esta manera las piedras que honran la memoria del viejo gallu son en verdad Cosiquines de la súa Quintana. 437 Lo poco que hemos podido averiguar es que la idea fue de Pedro Hurlé y se colocaron en 1956, según un artículo que aparecía en La Voluntad el 26 de enero de este año bajo el título El Parque de Isabel la Católica se embellece más. Dos columnas salomónicas de la vieja capilla de San Antonio de Somió. En él se decía que hacía dos semanas el alcalde había dado la noticia de que las dos columnas que existían en la capilla de San Antonio de Padua de Somió en el barrio de Fuejo, habían sido cedidas al Ayuntamiento para adornar el parque de Isabel la Católica. Por su parte, Pedro Hurlé contestaba a las preguntas del periodista sobre el valor de las columnas diciendo que eran de unas sola pieza, labradas en piedra y de fines del siglo XVII. La hija política y heredera de Somoza, había cedido sus bienes al Asilo de Ancianos Desamparados y el Ayuntamiento trató con el Asilo la cesión. 438 No creemos que Somoza llegase a conocer esta capilla abierta al culto, porque en la partición de la herencia de su abuelo y más concretamente de la hijuela correspondiente a la madre de Somoza se describe así: “Una capilla ya derruida destinada a granero sita en la corrada de la casa, que linda al norte con camino vecinal que va al convento”. APÉNDICES I Bahía de Río de Janeiro, 29 noviembre de 1808. (4 de la mañana) Relación de los sucesos ocurridos en Río de Janeiro los días 28 y 29, con ocasión de las infructuosas tentativas realizadas por la Señora Infanta doña Carlota Joaquina. A las cuatro de la mañana del día 29 de noviembre de 1808, en el puerto de Río de Janeiro, el Señor Brigadier de la Real Armada, don Joaquín de Somoza Montsoriú, Comandante de la fragata PRUEBA de S. M. C. el Señor don Fernando VIIº hizo llamar Juntas extraordinaria y reservada a los Señores Brigadieres don Francisco de Orduña, Subinspector de Artillería del Río de la Plata; don Pedro de Arce Subinspector General de las tropas de Buenos Aires; don Nicolás de la Quintana Coronel de Caballería de Buenos Aires; al Coronel don Francisco Javier de Viana, Sargento Mayor de la plaza de Montevideo; al Teniente Coronel don Martín de la Sala, Capitán del Real Cuerpo de Ingenieros; a los Tenientes de Navío de la Real Armada don Francisco de Toubes, y don Juan del Busto; al Teniente de Fragata don Miguel de Merlo; a los Tenientes graduados de Capitán don Juan Antonio Carbajo, de Infantería; don Marcos Balcarce, de Caballería; don José Ramón de Elorza, de Infantería, y don José María Caravaca, de Artillería; al Teniente de ídem don Diego Castrillón; a los Alféreces de Fragata don Eugenio de Loño, don Cayetano Inzuela, don Miguel Quesada, y don Mateo Mozo; a los Alféreces graduados de Tenientes, don Juan Barragán y don Manuel Penayo; y al Oficial quinto del Ministerio de Marina, don Narciso de Mella, como Contador de esta Fragata.— Y reunidos en su cámara, hizo la exposición siguiente: “Señores: Son Vms. convocados para hacerles saber, que en la tarde del día 26 del corriente, he tenido aviso del Excmo. Sr. Teniente General don Pasqual Ruiz Huidobro embarcado de transeúnte en la fragata de mi mando, con pliegos de la Suprema Junta del Reino de Galicia, a nombre de nuestro Soberano Señor don Fernando VIIº, primeramente, para la Corte de Londres, y después para el Señor Príncipe Regente de Portugal, pa. que a las ocho de la noche del mismo día me viese con la Señora Infanta de España doña Carlota Joaquina, la que quería le llevase las instrucciones que yo tenía y deseaba ver. Bien he previsto que no debía en este punto obedecerla, pero ciertas observaciones e indicios que he notado desde mi salida de La Coruña, y aun antes, me persuadieron debía entregarlas, en caso de que me fuese necesario usar de este ardid para explorar el ánimo de una visita y recado intempestivo, justamente en el tiempo mismo en que yo pensaba se debía dar 304 Agustín Guzmán Sancho la vela, y por que me constaba el contenido de los pliegos a Brasil y Corte de Londres, en que se expresaba el objeto de esta mi Comisión. En efecto, oculté los pliegos e instrucciones reservadas, y tomando una orden simple que nada dice de importancia, pasé a Palacio a la hora señalada. Visité la Señora Infanta, que hallé sola en uno de los salones de recibo, me admitió agradable, y se explayó hasta decirme la visitase con más frecuencia; a cuyo tiempo le entregué la orden indicada, con ánimo de obligarla a continuarse tratándome con más franqueza. Torció la conversación a otros asuntos indiferentes, y me detuvo hasta las once de la noche. Formé mi cálculo, y hallé de necesidad proceder a dar la vela con la brevedad posible; cuya determinación comuniqué al enunciado General la mañana inmediata siguiente. Se disparó pieza de leva la mañana del 28. Pasé enseguida a ver a SS. AA. para despedirme. La Señora Infanta me avisó no podía (despedirme) recibirme y que lo haría a las nueve de la noche de aquel día. A las cuatro de la tarde, vino a bordo el Señor General Ruiz, a quien dije debía verme a la hora enunciada con la Señora Infanta, y este Señor Excelentísimo me expresó, con todo sigilo, que las ideas de esta Señora se dirigían a detener la fragata y aún creía que era su ánimo pasar en ella a Montevideo, y que así, viviese advertido para no verme sorprendido. El expresado General se fue a comer con el Almirante inglés, el Señor Smith, y yo me quedé a bordo hasta la hora prefijada para la visita, que no quiso excusar de ningún modo. Entré en Palacio; avisaron a la Señora Infanta, y uno de sus camareros me condujo, no como creía, al Salón de la noche anterior, y sí, por el contrario, me introdujo por una puerta excusada, pasé varios tránsitos, subí y bajé algunas escaleras ocultas, y al fin, me entró en un cuarto retirado en que hallé a S. A. con solo su Secretario. Después de los cumplimientos que exige la política, mandó a éste me dijese el objeto para qué era llamado, cuyo señor me habló en los términos siguientes: ‘Esta Señora Infanta tiene tantos derechos a la Corona de España, que a falta del Señor don Fernando VIIº y Señores Infantes de España, detenidos en Francia, de necesidad debe recaer aquella en Su Alteza. El Señor Floridablanca en un Manifiesto que hizo, y para en nuestro poder, lo publica así. Los alborotos de Buenos Aires y Montevideo causados por Elio, exigen un pronto remedio, y al efecto tenemos correspondencia con Liniers. La fragata debe permanecer aquí, pintarse, hacer víveres y aguada. Los transportes se desembarcarán, y lo mismo el General, por no convenir pase a Montevideo un sujeto de quien con bastante fundamento se desconfía; y por lo mismo trata S. A. de enviarlo a España sin perder instante, en una fragata inglesa que para el efecto está pronta. Espera esta Señora que así V. S. como sus Oficiales y demás individuos de su buque, servirán con el mismo celo que hasta aquí bajo sus inmediatas órdenes, no obedeciendo para lo sucesivo, otras que las suyas, aún en el caso que el Señor Príncipe Regente mande lo contrario; y que V. S. y todos los españo- Biografía de Julio Somoza 305 les deben contar con su agradecimiento y remuneración: añadiéndome que pidiese, para mí y para todos, cuanto se nos ofreciese con la seguridad de que todo estaba concedido, y por último que de no allanarme a las proposiciones que se me habían hecho, tenía S. A. medios seguros para hacerse obedecer’. Como iba tan prevenido de lo que debía sucederme, no dudé un instante la respuesta, y así convine aparentemente en cuanto se me había propuesto pero con la firme resolución de tomar la determinación más noble. Quise traerme algún papel o documento que me acreditase ser cierto cuanto se me expresó y llevo dicho, valiéndome del pretexto de convencer con él a mis oficiales, a que contestaran que a las 4 de la tarde del día siguiente 29 me pasarían las órdenes convenientes para llevar a debido efecto lo tratado, exigiéndome, a más, palabra de honor de reservar el asunto hasta que se me comunicase de oficio, devolviéndome a continuación la orden que había entregado yo a S. A. el día antes. El dicho Secretario, concluida la conferencia me tomó de la mano, y sin saber de dónde ni por dónde, me condujo a la salida de Palacio. En efecto, me hallé en la calle, y empecé a dudar si era soñado lo que me había sucedido, o si mi juicio se había trastornado. Llegué a bordo como acerca de media noche y ocultando el asunto hasta al mismo General, con el mayor silencio mandé que la tropa de la guarnición cargase sus armas con bala, y que se metiesen adentro de la fragata las embarcaciones menores, preparándolo todo para dar la vela en el primer instante de viento favorable. Concluido todo el antecedente relato, exigió el Sr. Comandante el dictamen de los Señores Jefes y Oficiales que componen esta Junta, y todos acordes, después de una larga conferencia, convinieron unánimes: en que no se obedeciese lo resuelto por la Señora Infanta doña Carlota, por considerarlo contrario al Real Servicio y a la Patria, y por corresponder sólo esta fragata al Señor don Fernando Séptimo, nuestro amado Soberano. Que se reconociese por la Junta todo papel que fuese o viniese a bordo (a bordos) de la fragata al Excmo. Sr. General Ruiz Huidobro, y que si viniesen a visitarlo algunos Oficiales de las naciones Inglesa o Portuguesa y otros individuos particulares, fuesen acompañados a su Cámara por Oficiales de la Junta que poseyesen el idioma francés o inglés, a fin de precaver así los recelos que se tenían, con concepto a lo dicho por la Señora Infanta acerca del expresado Señor General. Que se cortase desde luego toda comunicación con el pueblo y bahía. Que la fragata se pusiese en disposición de dar la vela al primer viento favorable, sin embargo de tener a su costado un navío de guerra portugués, y ser preciso en aquel caso pasar por la medianía de los Castillos que están a la salida de la boca del Puerto; y que por consiguiente, estuviese de un todo lista la fragata, para acreditar con las armas, que sólo la violencia podía obligarla a acceder a la solicitud de la Señora Infanta, en cuyo caso 306 Agustín Guzmán Sancho sería preciso demostrar con hechos públicos, el honor, patriotismo y fidelidad a nuestro amado Soberano el Señor don Fernando Séptimo. Y siendo esta opinión conforme a los sentimientos del Sr. Comandante de este referido buque, firmo el presente formal documento con los demás Señores Jefes y Oficiales de esta Junta en su Cámara a las seis de la mañana del enunciado día veintinueve de noviembre de mil ochocientos y ocho, habiendo antes nombrado la Junta para extender y autorizar con la conveniente actividad los documentos que en ella se formen, por sus Secretarios, a los Tenientes graduados de Capitanes don Marcos Valcarce, y don José María Caravaca, como individuos de la misma”. Joaquín de Somoza Montsoriú Fraco. de Orduña Nicolás de la Quintana. Martín La Sala. Juan del Busto. Juan Anto. Carbajo. José Ramón de Elorza. Diego Castrillón. Cayetano de Inzuela. Mateo Mozo. Pedro de Arze. Franco. Xavr. de Viana. Franco. Toubes Miguel de Merlos. Marcos González Balcarce. José María Caravaca. Eugenio de Loño. Miguel de Quesada. Juan Barragán. Narciso de Mella. II LISTADO DE PERSONAJES QUE HABRÍAN DE FORMAR EL CONJUNTO DE LA OBRA GLORIAS NACIONALES. APUNTES BIOGRÁFICOS. Abarbanel Abarca (c. de Aranda) Abate Andrés Abel el Melek Arsolami Aben - Beithar Aben - Hezra Aben - Rosch (Averroes) Aben - Zoar Abril (P. Simon) Abu Bakerus Afán de Rivera (d. de Alcalá) Africano (El) Juan León Agustín (Antonio) Alarcón (J. Ruíz de) Alcalá (duque de) Alcázar (Baltasar del) Alcázar (Luis Paret de) Alemán Alenza Alfonso X Ali - Bey - el - Abbassi Álvarez Cienfuegos Álvarez Cubero Alvazas Alfasi Améscua (a. Mira de) Andrés (abate) Antonio (Nicolás) Ar -Razi (moro Rasis) Aragón (E) m. de Villena Aranda (c. de) Arcipreste de Hita Ardemans Arfe Villafañe Argensola (Bart.) Argensola (Lup) Argote de Molina Argüelles (Agustín) Arias Montano Artemidoro Averroes Avicebron Ayala (Ignacio L. de) Ayala (Pero L. de) Azara (Félix) Azara (Nicolás) Badía Bails Balboa (V. Núñez de) Bálmes Bánces Candamo Barbadillo (A. G. Salas) Bayer (F. Pérez) Bayeu (Francisco) Becerra Berceo Bermúdez (Juan) Berruguete Besalú (R. Vidal de) Bordazar de Artazu Borgoña (Felipe) Borja y Aragón Boscán Bretón de los Herreros Brozense (El) Burgos (F. Javier) Burriel Caballero de la Rosa Cabánes Cadalso Calatrava (J. Mª.) Calderón de la Barca Cámara (Sixto) Campomanes 308 Canal (El Pe La) Candamo (F. Bances) Cano (Alonso) Capmany Capuz (Raymº) Caramuel Lobkowitz Carducci (Vicº.) Carmona (Luis Salv) Carmona (Man. Saqlv) Carreño Miranda Casas (Bartolomé Castelar Castello Castillejo (Crist.) Castillo (José) Castillo (Juan del) Castillo Solórzano Castro (Felipe) Cavanilles Caxes Ceán Bermúdez Cervantes Céspedes (A. García) Céspedes (Pablo de) Cetina Cibda - real (El bachill.) Cienfuegos (N. Alvz) Cisneros (Cardenal) Clavijo Clemencín Coello (A. Sánchez) Coello (Claudio) Colón (Cristóbal) Columela Comendador griego Conchillos Falcó Conde (J. A.) Corniole Saavedra Cosa (Juan de la) Cota (Rodrigo) Covarrubias (Alonso) Covarrubias (Juan) Covarrubias (Vallés) Covarrubias Sebast.) Cruz (Inés de la) Cruz (Ramón de la) Agustín Guzmán Sancho Cruz (San Juan de la) Cueva (Juan de la) Chacón Churruca D’Avila (G. Gonz.z) Décima Musa (La) Díaz de Solís Elcano Ensenada (marq.) Enzina Ercilla Españoleto (El) Espinel Espronceda Esquilache (princ. de) Estrada (A. Flórez) Eximeno (antº. Farinelli Fern.z Moratín (L.) Fern.z Moratín (N.) Fern.z Navarrete (J.) Fern.z Navarrete (M.) Fern.z Oviedo Fern.z Quirós Fernández (Juan) Feyjoo Fidel (fray) Fígaro Figueroa (Crist. S.z) Figueroa(Fr.co) Flórez (Enrique) Flórez Estrada Floridablanca Floro Fortuny Gallarado (Bart. J.) Gamboa (P. Sarmiento) Garay (Blasco) García (M.P.V.) García Céspedes García Huerta Biografía de Julio Somoza García Nodal García Suelto GarciLasso Garigay Geber Gil Polo (Gaspar) Gimbernar Giménez Cisneros Giménez de Rada Gómez (Sebast.) Gómez de Cibda - real Gómez Hermosilla Gomis Góngora González (Diego) González Dávila González de Salas Goya Granada (Luis de) Greco (El) Grijalva Guevara (Antonio de) Guevara (J. Niño de) Guevara (L. Vélez) Guzmán (F. Pérez) Herdia (narc) Herdia (P. M. de) Heredia (J. M.ª) Hermosilla (J. Gómez) Hernández (Greg.) Herrera (Juan de) Herrera Hinestrosa Herrera Tordesillas Hervas y Panduro Huerta (V. García) Hurtado Mendoza (d.) Ibarra Ibn - al - Abbar Ibn - al - Cuthyah Ibn - al - Farahidí Ibn - al - Khatib Ibn - Thopail Iglesias Inarco Celenio Inés de la Cruz Infante (El) J. Manuel Iñigo Lanuza Iriarte Isidoro de Sevilla Isla Itálico (C. Silio) Jauregui (Juan de) Jordán (Esteban) Jorge Juan Jovellanos Juan Manuel Juanes Kaissi Abinassar La Canal (El P.e) La Sala La Serna (C. A de) Laguna (Andrés) Larra (Fígaro) Larramendi Las Casas Lasso de la Vega (G. L.) Lastanosa Latorre Lebrija Legazpi (el Adelantado) León (Juan) Leonardo (José) Liaño Libertino (Clemente) Lican Eddyn Lista (Alb.) Lobón de Salazar Lope de Rueda Lope de Vega López (J. María) López Ayala (Ign.) López Ayala (Pero) López de Villalobos (F.) López Legazpi López Mendoza López Sedano López Villalobos (Ruy) 309 310 López Zárate Lucano Luis de Granada Luis de León Lulio (Raym.º) Luna (Álvaro de) Luzán. Llansol Romani Llorente Macanaz (Melchor) Macías Madrigal (Alfon. del) Maimónides Maiquez Malek Manrique (Jorge) Marcial (M. Valerio) March (Ausias) March (Esteban) Marchena (el abate) Mariana (P.e) Marín y Mendoza Marina (F. Martínez) Mármol (Luis) Martínez (José del Mazo) Martínez (Sebast) Martínez Marina Martínez Montañés Masdeu. Mateo (El maestro) Mayans y Siscar Mazo (J. Bta del) Mela (Pomponio) Meléndez Valdés Melo Mena Mendaña de Neyra Mendizabal Mendoza (Don Hurtdo) Mendoza (J. López) Menéndez (F.A.) Mengs Mexía (Pero) Miñano Mira de Améscua Agustín Guzmán Sancho Mnárdes Moham al - Khatib Moham ben - Hamed Moham ben - Rubil Moncada (Fr.co) Monegro (J. B.ta) Monja de México (La) Montalbán (J. Pérez) Montano (B. Arias) Montañés (J. Mart.z) Montemayor Moñino (J. Mª) Mora (J. de) Mora (J. J. de) Morales (Amb.) Morales (Crist.) Morales (Luis) Moratín (Leandro) Moratín (Nicolás) Moreto Moure Mudo (El) Mulato de Murillo Muñoz (sebast.) Murillo (B.E.) Naharro (B. Torres) Navarra (Carlos de) Navarrete (Juan F.z) Navarrete (Martín F.z) Nibbiano (marq. de) Nicolás antonio Nieremberg Niño (P. Alonso) Niño de Guevara Nodal (B. García) Núñez de Balboa Núñez de Guzmán Ocampo Ofalia (duq. de) Ojeda Olavide Oliva (H. Pérez) Orfila Orrente Biografía de Julio Somoza Oviedo (G. Fern.z) Pacheco Palafox Palomares (F.J.Sgo) Palomino (A.A.) Pantoja (J. de la Cruz) Pareja (B. Ramos) Paret Alcázar Pereda Pérez (Antonio) Pérez (J. Baut.) Pérez Bayer Pérez de Guzmán Pérez Montalban Pérez Oliva Pérez Villamil Pinzón (V. Yañez) Polo (Gasp. Gil) Pomponio Mela Ponce de León (Juan) Ponce de León (Luis) Ponce de León (Pedro) Ponz Preciado de la Vega Prudencio (a. P.) Pujol Pulgar (Fern. del) Queipo de Llano Quevedo Quintana Quintiliano Quirós (P. Fern.z) Rafael Peregrino Ramírez Ramos Pareja Rásis (moro) Rebolledo Rector de Villahermosa Requemo Vives Rey de Articola Ribelles Dalmau Ribalta (F.co) Ribera (Españoleto) Rincón Rioja Rivas (duq. de) Rizzi (F.co) Rodríguez (Vent.ª) Rodríguez Campomanes Roélas (J. P.) Roig Rojas (Fern.do) Rojas Clemente Rojas Villadrnado Rojas Zorrilla Romea Rueda (López de) Ruíz (Arc. Hita) Ruíz Alarcón S. Juan de la Cruz Saavedra Saavedra (Ángel) Saavedra Fajardo Sala (Juan) Salamanca (Crist.) Sálas (J. Gonz.z) Salas Barbadillo Salazar (Juan de) Salinas Salvador Carm. (L) Salvador Carm. (M) Samaniego San Miguel (Eva.) Sánchez Brozense Sánchez Coello Santander (L. Serna) Santiago Palomares Santillana (marq. de) Sanz del Río Sarmiento (Martín) Sarmiento Gamboa Sedano (J. L.z) Sempere Séneca ( el filósofo) Séneca (el retórico) Servet Silio Itálico Siloé 311 312 Silva Campillo Silva Figueroa Solís (J. Díaz) Solís Rivadeneyra Somodevilla Suárez Figueroa Suelto (T. García) Tamimi Tássis (Villamed.º) Téllez (Gabriel) Teresa de Jesús Theottocópuli Timoneda Tirso de Molina Tolcolo (el capitán) Toledo (J. Baut.) Toreno (cond. de) Torres Naharro Tostado (El) Tristán Ulloa (Ant.º de) Vaca de Alfaro Valbuena (Ber.) Valdés (Juan de) Valles, el divino Várgas (Luís) Vázquez (Alonso) Vega (G Laso) Vega (G. Lobo) Agustín Guzmán Sancho Vega (Lope de) Vega (Preciado) Velázquez (Dgo.) Vélez de Guevara Vergara (José) Vergara, el joven Viana (princ. de) Victoria (T. Luis) Victoria (Vicente) Vidal de Besalú Viera Clavijo Vigarny Viladomat Villalobos (Fr.co) Villalobos (Ruy) Villamediana Villamil (G. Pérez) Villegas Villena Virues (el capitán) Vives Wyserman (Cardenal) Yáñez Fajardo Yáñez Pinzón Zárate (F. López) Zarcillo Zurbarán (Fr.co) Zurita. III ESCRITURA OTORGADA PARA LA PUBLICACIÓN DE LOS DIARIOS DE JOVELLANOS En la villa de Gijón, a veinte de julio de mil novecientos once: Ante mí, don Manuel López Rubio, Abogado, Notario con vecindad y residencia en la misma, del Ilustre colegio de Oviedo, presentes los testigos que al final se expresarán comparecen: De una parte don Miguel Adellac y González de Agüero, mayor de edad, casado, Catedrático, de esta vecindad, con cédula personal de 5ª clase, número 1.562 expedida en esta villa el tres de octubre último. Y de otra parte don Leopoldo Castrillón y Ochoa; mayor de edad, casado, propietario y vecino de Puerto de Vega, Municipio de Navia; con cédula personal de 10ª clase, número 1.758 expedida en Navia el quince de julio del año próximo pasado. Concurren a este acto, el don Miguel Adellac, como director del Instituto de Jovellanos de Gijón, y el don Leopoldo Castrillón, como mandatario de doña Joaquina Castrillón y Cienfuegos, según escritura que la misma otorgó el veinticuatro de septiembre de mil novecientos tres ante el Notario de Navia don Rafael Fernández Calzada, a favor de don Ramón CampoOsorio y Lastra y otros, facultándoles, entre otras cosas, para que solidariamente, en su nombre y representación de sus derechos administren los bienes que le corresponden por todos conceptos, sobre los que pueden otorgar las correspondientes escrituras. Facultados también para sustituir dicho poder, don Ramón Campo-Osorio los sustituyó a favor del don Leopoldo Castrillón por escritura otorgada el quince de los corrientes ante el notario de Navia don Emilio Iglesias Magadán. Aseguran tener y tienen a mi juicio, según intervienen capacidad legal para obligarse y dicen: Primero: Que ambos comparecientes convienen en imprimir y publicar los Diarios de Jovellanos, propiedad de la mencionada señora doña Joaquina Castrillón y Cienfuegos, viuda de don Alejandrino Menéndez de Luarca. Agustín Guzmán Sancho 314 Segundo: Que dichos Diarios manuscritos, constan de tres legajos, de los cuales contiene el primero ciento cincuenta y nueve folios, el segundo trescientos cuatro y el tercero cuatrocientos ochenta y dos, que hacen un total de novecientos cuarenta y cinco folios. Tercero: Que la impresión y publicación de los Diarios se hará bajo las condiciones siguientes: 1ª Dicha obra será propiedad y se registrará a nombre de doña Joaquina Castrillón y Cienfuegos. 2ª No se podrá reimprimir sin especial autorización de su dueña. 3ª En cualquier tiempo podrá doña Joaquina Castrillón hacer una nueva edición de los Diarios. 4ª La obra se publicará copiada de su original y con el prólogo que para ella dejó escrito don Alejandrino Menéndez de Luarca, por haberlo exigido así doña Joaquina Castrillón y Cienfuegos. 5ª La edición será de mil ejemplares, de los cuales se darán quinientos para doña Joaquina Castrillón, quien podrá vender cada una a un precio que no exceda de doce y media pesetas ejemplar de la obra completa. Los otros quinientos ejemplares serán de propiedad del Instituto de Jovellanos, quien no podrá venderlos, sino en su caso, hacer entrega de ellos al Estado. 6ª Todos los gastos de impresión y encuadernación hasta dejar la obra terminada en rústica, serán de cuenta del Instituto de Jovellanos, quien entregará en Gijón, a doña Joaquina Castrillón o a su representante los quinientos ejemplares de que habla la condición anterior. 7ª El Instituto de Jovellanos, por sí o designando persona o personas capacitadas para ello, anotará, comentará y esclarecerá de los Diarios de Jovellanos todos aquellos extremos o pasajes que estime necesarios para la mejor comprensión de cuanto su Ilustre autor escribió en ellos. 8ª Los gastos de redacción de esta escritura, así como todos los demás efectuados por don Leopoldo Castrillón para trasladarse a esta villa, serán satisfechos por el Instituto de Jovellanos. 9ª Una vez terminada la impresión y confección de la obra Diarios de Jovellanos, los manuscritos originales serán entregados a su poseedora doña Joaquina Castrillón y Cienfuegos. Biografía de Julio Somoza 315 Cuarto: Que los comparecientes en la representación que ostentan, se obligan a cumplir las condiciones anteriormente consignadas en la cláusula tercera y aceptan ambos esta escritura. Quedan hechas las advertencias legales pertinentes. Así lo dicen, otorgan y firman con los testigos instrumentales que lo son sin incapacidad para ello según manifiestan, don Carlos y don Gaspar Jovellanos y Bernaldo de Quirós, don Julio Somoza García Sala y don Faustino Prendes y Alonso, vecinos de esta villa, a presencia de los cuales doy lectura íntegra de esta escritura de convenio a los que lo otorgan, enterados todos de su derecho a leerla por sí de que ninguno hace uso y se ratifican los comparecientes. De todo lo que y del conocimiento, profesión y vecindad de los otorgantes, y de hallarse extendida esta matriz en dos pliegos de 11ª clase, números 938366 y 938356, doy fe, signo y firmo. IV CARTAS A.- ARCHIVO FUNDACIÓN ALVARGONZÁLEZ Sr. D. Sebastián de Soto Gijón, 27 febrero Mi estimado amigo: Tengo por contestar todavía su atenta carta del día 5 del corr.te, pero no le extrañe esta demora, porqe. ocupaciones perentorias por un lado, mal humor por otro, y el asunto del libro qe. tengo pend.te en Madrid y que me consume gran caudal de cartas y paciencia, me dejan sin humor pa. contestar a los amigos con quienes tengo respuesta pendiente. Al grano. Según me dijo Marquerie, tenía Vd. ya en su poder las placas instantáneas. Este es, por lo tanto, asunto concluido. El tablero de ajedrez, lo tengo en mi casa, harto convencido de que el gaznápiro del ebanista, no haría cosa de provecho. Sólo espero una oportunidad p.a tener por quien remitírselo. No se olvide Vd. de anunciarme su marcha a Labra o Posada; porque a la verdad, si cuando esté Vd. en el primer punto, no me remite los datos que le pida, (contando desde luego con su buena voluntad) será cosa de regalarle a Vd. un cordón de seda azul, como dir que fai el Sultán, cuando algún gran visir se le atraganta en el gargüelu. Vamos al caso, ahora. Coja Vd. por 2.ª vez la obra Nuevos Datos... etc y en vez de la pág. 91 que me cita, ábrala por la pág. 43, y leerá: Extracto de... hecho por don J. S. Ceán Bermúdez. De manera que no fui yo, sino Ceán, quien hizo el Extracto, y al citar la obra del leonés a que Vd. se refiere, habla de sí propio en tercera persona, y de aquí se habrá originado seguramente el quid pro quo. Respecto al paradero del ms., nada sé. Pero, coja Vd. ahora las Obras de Jovellanos, edición Rivadeneyra (Fermín las tiene) y en el tomo 2º pág. 361, 1ª carta a Ceán Bermúdez, verá Vd. que el susodicho ms. paraba en Cangas de Onís en poder de Ruenes (no Luenas, como dice erróneam.te el texto). Lea Vd. dicha carta de cabo rabo porque no tiene desperdicio. 318 Agustín Guzmán Sancho Del otro libro ms. de L. D. del Valle (que es una obra en dos tomos) para la Primera parte (o 1er volumen) en el Instituto de Gijón (v.e mi catálogo de mass. pág. 72) y la segunda parte en el Colegio Mayor de San Bartolomé de Salamanca, según referencia que de la Biblioteca de dicho Colegio hace el Sr. Marqués de Alventos (?). De modo que si se copió el ms. de Ruenes p.a enviárselo a Ceán, el original, claro que se le devolvió al susodicho Ruenes, y debe estar en Cangas de Onís. ¡Sus, muchacho! Embrida el caballo y corre por él, antes que se lo merienden los ratones ¡! — Vamos ahora a la lápida. Coja Vd. la Asturias Monumental de Vigil, pág. 299 (Núm. J 1º, lám. J1) léala Vd. y sabrá tanto como Vigil y como yo. La lápida estaba entonces (en 1795) en la pared de una quinta prop.ad de don José Antonio Ruénes junto al camino de Corao en la parroquia de Abamia, y como en ese mismo camino está la parroquial de S.ta María de Villaverde, esta S.ta María es la S.ta Marina de que habla Ceán, pues sabido y corriente es que nuestros paisanos corrompen el vocablo diciendo Marina por María y la proximidad del sitio y las referencias dichas, todas convienen en un mismo punto. Las citas de Risco, Ceán, Quadrao, etc. van al pie, y puede Vd. comprobarlas. Pero la mejor cita y confrontación de todas, es el mismo Diario de Jovellanos. Vaya Vd. a la quinta que tiene en Luarca, Alejandrino Menéndez de Luarca, y que hoy habita su tía (criada que fue de don Vicente Abello) poseedora de los Diarios, mujer ignorante e inculta. Catequízela (sic) Vd., arránquele de buen grado o por maña los nueve diarios inéditos de Jovellanos: publíquelos después, y se inmortaliza Vd. y deja bizcos a todos los pitos y gallos de La Quintana. Si yo tuviera la facilidad que Vd. tiene de movilizarse, ya estaba allá y habría arramblado cuanto guarda de libros, mss. y objetos antiguos, aquella grandísima tarasca. Pero Gijón está lejos de Luarca, y así como Ceán se lamentaba que se moriría sin ver impresa la mejor de todas las obras de Jovellanos, así yo, transcurridos ya setenta años de la muerte de Ceán (murió en 1819) creo que moriré también sin ver impresa la magna obra del más ilustre de todos los hijos del principado. Si Vd. lograra rescatar aquella joya de manos de aquella arpía, dejaba Vd. patitiesos y patidifusos a Fermín... ¿Fermín dije? Muchísimo cuidado: reserva y silencio, sobre todo esto. Ese, en cuanto pesca una idea, por el insensato afán de ser el primero en darle publicidad, la tuerce, la cambia, la disloca, la tergiversa, y saca... un ciempiés. Sigamos con la lápida. Además de las citas q.e evacúa Vigil, también dice no sé qué, una obra titulada Las Glorias nacionales de M. Ortiz de la Vega (tomo V, pág. 476) que son dos notas puestas sobre las inscripciones de la población de Vadinia. Este nombre, me recuerda, que hay una moneda con caracteres ibéricos en el monetario de Vidal Quadras, de Barcelona, cuya leyenda tradujeron así Medainum (límite de los Cántabros y Astures). Pues si Biografía de Julio Somoza 319 la interpretaran mejor, verían claramente que Vadinia y Medainum son una misma localidad; que seguram.te no habría muchas de importancia en los linderos de unas y otras tribus. Con lo dicho, basta y sobra p.a que haga Vd. un apunte por orden cronológico de autores, de todo lo que se haya escrito sobre dichas lápidas, con las opiniones de cada uno, y los errores cometidos, que deben ser gordos; pero entiendo que para mayor esclarecimiento, hay que ir a Luarca a consultar lo q.e dice Jovellanos. Note Vd. la frase de Ceán en los Nuevos datos, pág. 91, línea 11... y discurre sobre ella. Este discurso debe tener miga, porq.e recientemente, he sacado copia de una carta inédita de Jovellanos a Posada, sobre dos inscripciones asturianas, que prueban la profundidad de su saber en esta materia. La inscripción es de Lancia. Jovellanos en carta a Posada (Obras. tom 20. pág. 204 dice: “hay en su colección alguna inscripción que cita el convento lucense de Asturias o de los astures lucenses”. Y no canso más. Creo me enseñó Vd. entre las monedas de su última adquisición monetaria una de Carisio; pero, entendámonos: este Carissio, ¿es Publio Carissio, que a las órdenes de Augusto venció a Lancia y los Astures en la 2ª guerra cantábrica el año 20 a. de J.C.? ¿o era de Marco Agrippa, yerno de Augusto, que los sujetó, terminando la guerra el año 19 a. de. C.? Porque amigo Soto, desde qe Fermín se atreve a escribir la Historia de Asturias, se miente mucho. Y ya sea Publio Carissio o Marco Agrippa, supongo que tendrá por el Rx el busto de Augusto, pues de no tenerlo ¿quién me dice a mí que esa moneda no es de algún individuo o cónsul de la familia Carissia? Ya sabe Vd. que hay viles falsificadores, y que en esto de monedas y medallas hay que andarse con mucho tino. — Fermín me citó dos: una de Asturica, que bien creo yo sea de Asturica Augusta (Astorga) citada por Vaillant; y otra de las Aras Sextianas. Pase por la primera: la segunda debe originarse de una mala lectura, y así se lo refuté en una de mis últimas cartas. Mi hermano Manuel, que vive encima del Casino, me transmitirá todas las noticias que Vd. le dé. Celebro su mejoría y completo restablecimiento. Apolinar Rato, que ya guareció del todo, viene a establecerse a Asturias, y firmísimam.te decidido a publicar su vocabulario bable. ¡Dios nos la depare buena! Aquello va a ser el parque o cazadero de los gazapos; porque ¡cuidado si los habrá gordos! Y eso, que la ciencia de definir, qe es la más difícil de todas, la salva él de un brinco, como si nada fuera. Yo, nada pienso volver a escribir. Entre impresores, libreros y Ayuntam.to, me han revuelto más las bilis que cien ataques de ictericia. ¡Son unos tíos! Gentuza sin educación, sin ley, sin decoro, ni nada decente. Como ya todos somos iguales, viene a pelo el cantar de la sardinera: Agustín Guzmán Sancho 320 Desque les señores metiéronse a putes non ganamos nada porque somos muches. Y el que quiera honra, que la gane. Conque así, ¡adiós! y con expresivos recuerdos a su Sra. madre (c.p.b.) sabe es muy afmo y buen amigo q. b. s. m. JULIO SOMOZA. El papel es malo, pero se escribe en él con rapidez, y por eso lo uso439. 439 Expediente H 50/1. Biografía de Julio Somoza 321 Domingo de Ramos panizos comíamos con lleche o sin lleche, allá los tengamos. (Copla popul. asturiana) Xixón, fecha ut supra Sr. D. Sebastián de Soto y Cortés Mi buen amigo: Con muchos enguedeyos en’a calavía y malditísimas ganas de escribir, se fueron pasando las horas, los días y semanas, sin pizcas de deseo, ni asomos de tentativas de empuñar la acerada y voladura pluma..., que diría un escritor gongorino de la XVIIª centuria. Pero... el tiempo vuela y llégale el turno de respuesta a su carta y no hay más remedio que apechugarla. Y sin más, al grano. — Si quiere Vd. ver los tesoros, no tiene más remedio que tomar el coche de Oviedo a Grado, de Grado a Salas, y de Salas a Luarca. Una vez en Luarca, pregunta Vd. dónde vive (en una quinta de los alrededores) la viuda de don Vicente Abello, y dándose aires de gran amigo del difunto, penetra allí, recuerda los tiempos pasados, hace historia entre romántica y pintoresca (género agradable a las viudas) y luego (como dicen las acotaciones de las obras teatrales) toma aquella actitud que le sugiera su talento dramático. — Don Vicente Abello, era persona de sobra conocida en la sociedad ovetense. Don Inocencio de la Vallina, o Ciriaco Vigil, o Pepe Sierra, le pueden suministrar a Vd. pormenores.— Viejo ya, se enamoró de una hermosísima muchacha que tenía en casa, y se casó con ella. ¡Naturalmente! como decía un acuarelista inglés, volandero amigo mío, la Naturaleza, es muy natural. El bueno de don Vicente creyó que iba a remocicar, y la sandunguera luarquina se lo fumó en un santiamén. Ya en las postrimerías testó mi hombre, dejándole un buen hueso que roer, incluso lo que había en la casa y su biblioteca. Este último donativo, tenía una cláusula especial, a saber, que pasara a poder de su sobrino Alejandro Menéndez de Luarca desde el momento que éste entregara a la viuda dos o tres mil duros, valor, a lo que yo presumo de la mencionada biblioteca. Claro está, que eran muchos duros... de pelar, p.a el bueno de Alejandrino, antiguo pasante de Nocedal, íntegro como él, y que a pesar de todo, le dio la lata H, criticándole, bajo el supuesto nombre de W. Franquet (hacia 1859) su Vida de Jovellanos. — Ahora bien, entre varios mss. de esa biblioteca, estaban los Diarios de Jovellanos, y los apuntamientos del dialecto bable (también de don Gaspar). 322 Agustín Guzmán Sancho Para más detalles, puede Vd. leer mi artículo en Cosiquines de la mió Quintana, págs. 193 y ss., que le pondrá en muchos pormenores. ¿Cómo pasaron aquellos mss. a poder de Alejandrino? Lo ignoro. La especie apuntada por Máximo Fuertes, de que los encontró en el Rastro de Madrid, debe ser una solemnísima papa. Lo probable es que Alejandrino los sacara de la biblioteca de don V. Abello con o sin el consentimiento de su propietario, para que Nocedal los publicara en el 3er tomo de las obras de Jovellanos que editaba Rivadeneyra. Este proyecto, fracasó, ignoro si por ruptura entre Nocedal y Alejandrino, (pues ya estaban impresas las _ partes de la obra), o por ridículos escrúpulos carlistas, o por razones económicas. Como verá Vd. en mi citado artículo, Marcelino Menéndez Pelayo tiene las pruebas impresas; de modo que en último caso se recurre a él. Yo huí de entablar relaciones literarias con este prodigio de mesticería, porque me apesta la petulante presunción con que trata a los más respetables escritores de nuestra patria. — Así que, resumiendo, y contestando de paso a sus preguntas, diré: 1º.— Que la propiedad de los Diarios y apuntam.tos bables de Jovellanos, debe ser de la Viuda de Abello: aunque debieron salir para la impresión, de la biblioteca donde se guardaban... Es por lo tanto, muy verosímil que los originales manuscritos, los posea la Viuda, y que se haya sacado copia de ellos p.a la impresión. 2º.— Lo de los Diarios hallado en el Rastro (que son los mismos de que tratamos) debe ser una grilla que le contaron a Fuertes. Pero en absoluto, no es imposible, por razones muy largas de contar, y que no vienen a cuento. 3º.— Alejandrino, cuando estaba a partir un piñón con Nocedal, intentó publicar dichos diarios y se sacaron pruebas impresas de casi todos (que hoy conserva Menéndez Pelayo). Se suspendió la publicación o por escrúpulos de escuela, o por falta de recursos, o por diferencias personales. 4º.— Si la viuda posee los manuscritos, no se los cederá a Alejandrino, sin que éste le abone los miles de duros estipulados en la cláusula especial del testamento de Abello. 5º.— Si los manuscritos paran en poder de Alejandrino, importa poco saber cómo los ha adquirido. Y con esto, y leer mi artículo, creo que sabe Vd. tanto como yo en esta materia. La biblioteca de Abello es riquísima no sólo en caudal, sino en calidad de obras. ————— Biografía de Julio Somoza 323 Quedo enterado de cuanto me dice respecto al Sr. Ruenes y al hallazgo de su lápida. Lo del manuscrito del cura de Ponga, es en efecto, muy chistoso. Si ese buen señor fuese asturiano, le agradecería que al retorno a Labra, me remitiera nota bibliográfica de ese libro, aunque no sería imposible fuese yo por allá este verano, y la sacara yo. — No creo que le falte razón al P.e Flórez en la interpretación de la medalla de P. CARISIVS. En efecto, Delgado en su magnifica obra de Medallas autónomas, trae dicha medalla entre las de Mérida. Las ocho primeras mencionan a aquel general del siguiente modo: P. CARISIVS - LEG - PRO PR, esto es Publio Carisio, Legado pro Pretor (todas éstas son de pequeño módulo). Las cinco siguientes, de gran módulo, y sobre todo la 9ª, 10ª y 11ª que corresponden al tipo de la que Vd. tiene, dicen P. CARISIVS LEG. AVGVSTI, o sea Publio Carisio, Legado de Augusto; y sin tener a la vista ni la obra de Flórez, ni la de Delgado, conjeturo yo, que las ocho primeras monedas, corresponderán a la época de la estancia de Carisio en Mérida y las cinco siguientes, en que se apellida Legato de augusto deben referirse a la época en que venció a Lancia y los Asturies, y acaso en su Clave historial resuelva satisfactoriamente este punto el P. Flórez. Y a propósito: recibí el recuerdo de Vd. y se lo agradezco, mas no lo coloco en mi monetario, porqe no siendo documento histórico, pegaría mal entre ellos. Algo tendrá Vd. en Labra de más provecho para mi colección, y creo que cultivando Vd. preferentemente la sección autónoma, no le harán bulto los ejemplares desperdigados de las demás secciones. La rareza de las autónomas se juzga por este hecho: un coleccionista de Orense, me ofrece por mi ejemplar púnico de Gadir dieciséis monedas de plata de pequeño módulo, hispano-cristianas, entre Alfonso VIII y los Reyes Católicos. — Ya le expresé a Vd. en mi anterior epístola que don Lázaro Díaz del Valle, no era asturiano y sí leonés. Su obra, está descrita en mi Catálogo de manuscritos págs. 72, 73 y 74. Es una in folio voluminoso de 460 páginas (sin ilustraciones), de letra muy diminuta y piojosa. Para copiarla, se necesitaba todo el batallón de escribientes del Ministerio de la Guerra, un salón como la rotonda de máquinas de la Exposición de París, diez mil kilos de tinta, un cargamento de plumas y la paciencia de todos los súbditos del celeste Imperio y todos los santos de la Corte celestial. Conque... bien ve Vd. que la molestia que yo me tome es lo de menos, y lo de más, es buscar esa congregación de copiantes que por aquí no hay. Dejo aparte, luchar con la crasa ignorancia de los titulados profesores del Establecimiento, con su imbécil Director, y con la suscripción grosera de los que imaginan que vamos a Agustín Guzmán Sancho 324 ponernos las botas con aquella empresa o a coger a Dios por una pata, como vulgarmente se dice. — Escribí a Santofirme preguntándole por su proyectada Historia de Asturias y suponiendo q.e la tal obra, sería un manual ad usum delphinus y me contesta diciendo que tiene “plan y materiales para tres o cuatro tomos como el Libro de Oviedo, y que el primer volumen aparecerá en 1891”. No es mala ensalada de berenjena la que nos prepara. Materiales, no digo que no tenga, pero ¿plan? Dios le dé. Cuando la pesadumbre de tal empresa sucumbieron Martínez Marina, Canga Argüelles y Campomanes ¿se atreve a abordarla él? — Estos días me he llevado un chasco con cierto personaje, a propósito de la adquisición de una obra, que después de estar conforme en que me la llevara por lo que yo quisiera, se volvió atrás, habiéndole ofrecido 31 pesetas por tres tomos. Cada vez me convenzo más de que a todos estos caballeros hay que tratarles como a rufianes, y utilizando su consejo (que me pesa en el alma no haber seguido) tomar con una mano y dar con la otra. Mil afectuosos recuerdos a Su Sra. Madre y Vd. recíbalos de su afectuoso y buen amigo. JULIO SOMOZA440. 440 Expediente H 50/1. Biografía de Julio Somoza 325 Gijón, San Blas de 1890 Sr. D. Sebastián de Soto Mi estimado amigo: Recibí oportunamente su carta de fines de enero, celebrando, a la par que su salud, el ver letra suya. Con fortuna, pero no sin daño, escapamos del terrible huésped que nos visitó el mes pasado: vaya con Dios. y no vuelva en lo q.e nos resta de vida. Aquí hizo algunas víctimas, y si continúa, deja, no sólo memoria amarga de sí, sino terribles huellas. Me avisté con el más joven de los Marquerie y le hice presente su encargo. Contestó que desde luego pediría las placas al extranjero, que vendrían la semana entrante, y que él en persona se las llevaría a Vd. Si esto no es ser un fotógrafo activo y diligente, que baje Cristo y lo vea. No así el ebanista, que puso los siguientes reparos. 1º que el encasillado blanco del tablero, no es de hueso, como Vd. le había dicho, sino de marfil, como en efecto comprobé. Que las chapas de hueso que él tenía o había buscado, no servían p.a el caso, por no ser susceptibles de buen pulimento. Y que de marfil no se encontraban aquí a ningún precio. Que si a Vd. le convenía, lo que podría hacer, era, sustituir el encasillado blanco, con chapa de boj, que haría buen juego; Díjele que sería más vistoso con madera de limonero o naranjo, que tiene un pulimento muy brillante; y contestó que esas maderas finas tampoco se encontraban en el comercio. Con esto, queda probado que hay disculpas para todas las dilaciones, y que los ebanistas gijoneses, si no son lo peor de lo peor, son lo peor de lo más malo. Conque... Vd. dirá. Celebro que siga Vd. pescando con fortuna. No la tengo yo ni pequeña ni grande, y eso, que estoy en puerto de mar, donde la pesca abunda; salvo que los peces de aquí están ya muy escamados de cañas y aparejos. Sí pesqué en el Ayunt.to lo que me debían, y ¡contento yo! de que no hubieran aplazado la cosa ad kalendas graecas. La Guía de que Vd. me habla, la conozco casualm.te, por tenerla mi amigo y vecino Ignacio Ferrín, fontanero mayor de Gijón y Oviedo. Ibídem el párrafo en que menciona el mezquino monumento funerario de la Iglesia de San Pedro. Ya supe que había ido Vd. a la Riera de Colunga en busca de una Cruz, y que la cosa quedó en proyecto. De seguro le pidieron a Vd. un macón de doblones o alguna pequeñez por el estilo; porq.e nuestros paisanos, puestos a pedir, son más pedigüeños que los flamencos de Carlos quinto. Supongo no ignorará Vd. que el improvisado filólogo bable, Apolinar Rato, estuvo más allá que acá, y que la pulmonía se le complicó de tal manera, que será fácil degenere en tisis. Este es el que nos ensordecía con su vida metódica y arreglada. Por la boca muere el pez... Agustín Guzmán Sancho 326 ¿Cuándo va Vd. a Labra y a Posada? Dígolo porque tengo dentera por saber cómo es esa medalla conmemorativa del establecimiento de la masonería: en Gijón. Anímese Vd. a hacer un Inventario de las que tenga; y si algún día le inspirasen a Vd. tedio o cansancio, ya sabe donde serán recibidas con los brazos abiertos. Mucho celebro el buen estado de salud de su Sra. Madre, a la que presentará Vd. mis respetos y dará mis recuerdos, recibiéndolos también de esta fma. y muy especialm.te de su afectuoso amigo. JULIO SOMOZA441. 441 Expediente H 50/1. Biografía de Julio Somoza 327 Gijón, 21 de abril de 1890 Sr. D. Sebastián de Soto Mi estimado amigo: Recibí su carta y luego de leída, puse toda la diligencia posible en averiguar los antecedentes de la persona que me cita (a quien de vista conozco) y que bien o mal hilvanados, pueden resumirse en lo siguiente: Ese Srº. Afr.442 fue primero ayuda de cámara en casa de Pidal y de Gastañaga, luego, portero o Conserje de esa Universidad; después, ambulante de correos durante algunos años, más tarde, inspector de policía, cesante luego; empleado 2ª vez con igual cargo y hasta hace poco Suplente del jefe de municipales en esta villa. En la actualidad está cesante. De su carácter y conducta, dan todos buenos informes, suponiéndole servicial y atento en el cumplimiento de su cargo. Está casado y no tiene familia. Es tal supuesto, le creo apto para el desempeño de cualquier comisión o encargo que Vd. quiera confiarle, pero tocante a cuestiones de dinero, nada digo ni afirmo, porque en semejante materia de nadie respondo, y ninguna reflexión sobre tan delicado fruto pudo hacerle a Vd., que Vd no se haya hecho a sí propio. No hay que pedir gran virtud e integridad a la gente que carece de recursos y tiene muchas necesidades, porque claramente se ve que ellos han de considerarse siempre los más necesitados. — Si son servicios, los que Vd. pretende de ellos, lo harán con la retribución debida, si encargos, ídem. Si limosnas, no les creo suficiente conocedores de las necesidades del pueblo, para socorrerlas debidamente, considero más apropiado para este caso a Roque Tuya, a quien Vds. conocen, y de cuya integridad y buen crédito tengo las mejores noticias. Sólo para esta caritativa empresa, le ofrezco a Vd. mi cooperación si por acaso la necesitare. Hay aquí muchas miserias, dolencias y necesidades que socorrer, y no son seguramente las mayores, las de los pobres que piden de puerta en puerta o en medio de la calle. Mi hermano Manuel, me escribió, para que de parte de Vd. entregara cinco pesetas al pobre de cáncer (así le llaman) que vive en la plazuela de la Corrada en Cimadevilla. Se las entregó mi mujer, y preguntó con mucho agradecimiento si “sería de parte de una señora que solía darle una medicina p.a curarse”. Como mi mujer ignoraba lo del bálsamo de su Sra. Madre, le dijo que era por encargo de don Sebastián, quedando el infeliz muy agradecido. 442 Estas parecen ser las siglas, pero la caligrafía es algo dudosa. Agustín Guzmán Sancho 328 Ayer fue día de gran jolgorio con la inauguración de la nueva iglesia. Mil respetuosos recuerdos a su Sra. Madre, y Vd. mande como guste a su muy af.mo amigo. JULIO SOMOZA443. 443 Expediente H 50/1. Biografía de Julio Somoza 329 Gigia, in ora maris día de Sto Tomás de 1893 Sr. D.n Sebastián de Soto y Cortés, Soto Posada, Soto Rivero, Soto Posada (bis), Posada-Jovellanos, etc., etc., etc. Mi muy caro amigo y colega en chifladura: Pero ¡hombre de Dios! ¿ahora despierta Vd. del inacabable sueño, y me toca a rebato con el hallazgo de nuestro amado dueño el Señor don Fernando Séptimo? (que allá nos espere por muy luengos años).— Pues amigo del alma, me ha pillado Vd. con un humor más negro, del que, a las presentes fechas, tendrá Martínez Campos, y su legión de 25.000 hombres, acampados a orillas del Oro, y sin saber a que carta quedarse, teniendo q.e contentarse con ver la endemoniada geta de Muley-Araaf, y de todos los zarramplines que le acompañan.— ¡Y Vd., en tanto, rodeado del precioso coro de ágatas, cornerinas, ónix, sardónicas, ópalos, amatistas, y más camafeos y piedras preciosas grabadas, habidas y por haber. ¡Largárame Vd. con mano pródiga aquella saca de ochavos viejos que antaño me enseñó, y vería Vd. cuán rápida y milagrosamente se me desvanecía el mal humor, y se trovaba en risa y en jovial contento mi negra hipocondría! Ahora al grano. Tengo a mi pobre hermano muy enfermo en Castellón, p.a donde ha pedido el reemplazo, fijando a la vez allí su residencia, por si con el cambio de vida y clima puede encontrar alivio a su dolencia; pero ya está el mal muy avanzado, y dudo q.e lo pueda atajar. Yo he pasado dos meses crueles con la enfermedad de mi hija, pues el médico de cabecera se equivocó en el diagnóstico de la enfermedad, tomando por fiebre gástrica, lo q.e era clara y visiblemente fiebre tifoidea, según declararon unánimes los facultativos a quienes después llamé. Gracias que la naturaleza a esa edad, sabe más q.e todos ellos, y salió avante del peligro, encontrándose hoy completamente repuesta. Motivo tal, fue causa de que abandonara papeles, monedas y libracos, suspendiendo mi trabajo numismático-histórico-epigráfico sobre la guerra cantábrica y sus derivaciones. Pensé escribirle a Vd., por si quería dar algún paso p.a ver si atinaba con el paradero del Ms. de su pariente don Antonio Cortés Llanos titulado: Investigaciones sobre VADINIA, población romana (sería mansión... ¡y gracias!) en el Concejo de Cangas de Onís, pero me retrajo de semejante propósito el ignorar su paradero. No puede Vd. imaginar los dislates y especies disparatadas que se han dicho y estampado a propósito de la guerra cantábrica, sugeridas más por el amor propio nacional o la vanidad provincial, y derivadas otras de la falta de crítica y estudios serios y funda- 330 Agustín Guzmán Sancho mentales, tales como el conocimiento exacto, y estrategias militar romana.— Yo no sé qué hacer, si continuarlo o dejarlo, porque aunque tengo reunidos muchos datos de procedencia diversa, me llevaría mucho tiempo el depurarlos y analizarlos con la debida parsimonia. Pensando en esto, se me presentaron en casa dos alojados, reservistas de esta zona, uno de Llanes, y otro de Posada— ¡calla! dije yo —¿Usted es de Posada? R. — Sí señor, de allá soy. — ¿Y qué hacía Vd. allá? R. — Trabajaba en la carretera de la Rebollada a Posada. — ¿Está corriente ya? R. — Sí señor: ya se puede ir en coche o a caballo hasta Onís. — Menos mal ¿conocerá Vd. a don Sebastián Soto? R — Vaya si le conozco. Allá está, en Posada, en el palacio, poniéndole una verja de hierro nueva, muy guapa. ¡Acabáramos de una vez! dije yo. Porque ha de saberse Vd. que ya fui por tres a la calle de Ezcurdia, núm 8 piso 1º de la izquierda; y a la primera, me encontré con Justa y su criada, q.e me dijeron estaban todos Vds. ausentes, y a la 2ª y 3ª vez, me encontré con la casa cerrada a piedra y lodo, sin tener bicho viviente a quien preguntar. La Fortuna me deparó a doña Baldomera G. Barrosa inquilina del 2º y ésta me dijo que vivían Vds. en Oviedo, hacia la Pte nueva alta, por donde conjeturé que sería en la misma calle y casa de S. Roque a donde dirijo la presente carta. Tengo guardada p.a Vd., conforme le prometí, la nota hidrográfica de todos los ríos de Asturias, según los planos de Schulz y de López. También recorté y guardé los cuatro artículos que publicó el Carbayón sobre las antiguas minas de cobre y cobalto del Aramo descubiertas recientte. por el ingeniero Van-Straalen, notabilísimo geólogo y anticuario, que ha recogido muy bellos ejemplares de los primitivos pobladores de Asturias, según relato de Felipe Valdés, mi convecino que los ha visto. Una idea, por si no le hablé de ella. —Nunca pude atinar porqué don Gaspar y don Fr.co de Paula Jovellanos fueron tutores de mi abuela doña Manuela Blanco e Inguanzo de Cirieño. Pero recordando que su bisabuela de Vd. doña Juana Jacinta Jovellanos que residió continuamente en Cangas de Onís, tendría relaciones o amistad con mi bisabuela doña Benita Inguanzo de Cirieño; se originaría de esta amistad el nombramiento de tutores a favor de los dos hermanos de doña Juana Jacinta, don Francisco y don Gaspar. — Biografía de Julio Somoza 331 Mi abuela fue bautizada en Sebarga, barrio de dicha parroquia, a la margen derecha del Ponga. Aún deben subsistir por allí, descendientes del apellido Blanco, dueños quizá del solar. Su compañero ecuestre, Fontanellas, se casa mañana con la hija del doctor Bellmunt. Y Vd. en tanto, ¿sigue siendo gala de la soltería? El fraile del Escorial444 hace mucho tiempo que está mudo, y me temo que enfermo. Escribe mucho, y esto le perjudica. Santas y felices Pascuas: consérvese Vd. bueno y saludando a su respetable Mamá, déjese ver pronto por estos barrios, y entonces le echará una morrocotuda repasata, su afectuoso amigo, y enraizado compinche. Julio César, Imperator Pontífice, Padre de la Patria, y otras zarandajas. S/C Covadonga. 55. Recuerdos a nuestro buen amigo Ciriaco 445. 444 445 Fray Miguélez. Expediente H 50/1. Agustín Guzmán Sancho 332 Gigia, in ora maris XV Kal. Jannuarius MDCCCXCIIII Sr. D. Sebastián de Soto Mi querido amigo: No hay más remedio que armarse de paciencia y tolerancia, y capear el temporal como buenamente se pueda. Conque ¡al avío! Paso por alto el modo que Vd. tiene de contestar cartas, prometiendo p.a cuando tenga humor p.a ello. Bueno. Por lo que no paso, es por que Vd. me endilgue textos cántabros-astúricos, con el gracioso empeño de que se los vierta al romance. Eso sí que no don Sebastián. Pase por la primera vez pero p.a otra, me planto, ni más ni menos q.e caballo querencioso. Yo no sé latín; y si lo deletreo es por su conexión con nuestra lengua y con las otras neo-latinas. Pero de aquí, a traducir, aunque sea mal, media mucho camino. Y así, deseoso de complacerle, tuve que apelar a los buenos oficios de un amigo de... Madrid, que me envió la traducción de que le incluyo copia al pie de sus propios textos. Para todo esto, necesité buscar a un amigo y endosarle el mochuelo, lo cual, como Vd. harto comprende, puede pasar una vez, pero dos sería ya demasiada lata (como dicen en el pintoresco vocabulario de la hampa moderna), y ya no estoy dispuesto a dársela a nadie aunque me aspen (o me pongan en sotuer que diría un heráldico traduciendo ramplonamente del francés). Otrosí: el traductor, me advierte, que los textos latinos están o mal escritos o mal copiados, puesto que no hacen sentido literal, y q.e hizo la traducción adivinando algunas cosas. De donde deduzco yo, por la ortografía empleada en los textos (y por j, y u por v) que Vd. tomó el texto de alguna edición antigua del siglo XVI ó XVII, y que su escasa vista por un lado, y los errores tipográficos por otro (y que abundan muchos en los clásicos) motivaron la incorrección de que el traductor se queja. Aun con muchos materiales acumulados, he desistido ya del trabajo De bello Cantábrico. Se necesitan muchos elementos de que yo carezco, más salud, y más quietud de espíritu de la que yo poseo. Además, cuando leí la estadística que ya le cité del Ministerio de Fomento, sobre población e instrucción pública española, y hallé que de una población total de 18.000.000 de habitantes, había ¡¡12.000.000!! que no sabían leer ni escribir, se me cayó el alma a los pies, y desmayé del todo. ¿A qué afanarse ni hacer investigaciones eruditas si nadie las ha de leer más que cuatro raros como Vd., Vigil, Vigón y yo? Biografía de Julio Somoza 333 Nada, nada, cepos quedos. Estudiar, leer, e investigar siempre... pero nada de darle al público semejantes raciones indigestas. Estómago habituado a fabes y boroña, son indignos de paladear las sublimes salsas del arte culinario. Creo que me debe Vd. dos cartas (con la respuesta a la presente), y así, prepárese a contestarlas, o me convierto en estatua de jaspe, y ya le doy yo trabajo al que me haga hablar. Y saludando a su Sra. mamá, sabe es suyo buen amigo. JULIO SOMOZA446. 446 Expediente H 50/1. 334 Agustín Guzmán Sancho Sr. D. Ricardo Bartolomé y Mas Muy señor mío y de mi consideración. Una casualidad hizo que me fijara en la esquela de defunción de su Sr. Padre político, fallecido en 5 del presente mes y aunque comprendo que los actuales tristes momentos no sean para Vd. los más oportunos para tratar la materia de que voy a ocuparme, no obstante, lo hago, amparándome de su benevolencia y confiado en que el interés histórico que mueve mi pluma disculpara el atrevimiento de esta intromisión. El Centenario del fallecimiento de don Gaspar Melchor de Jovellanos hijo insigne de este pueblo, ornamento de Asturias y gloria inmarcesible de la Patria, que se celebra este año, ha puesto en movimiento a varios de sus admiradores y singularmente a los rebuscadores de sus escritos, recuerdos y memorias. La larga, profunda y paternal amistad que unió al 1er Conde de Cabarrús con Jovellanos, hasta el triste momento de su ruptura en julio de 1808, consignada está en multitud de escritos, libros y sucesos, y singularmente, en la Memoria en defensa de la Junta Central de aquel benemérito asturiano; más todavía, a mi juicio, no ha sido debidamente estudiada la vida de uno y otro escritor, con toda la extensión debida. Parece ser que Mr. Paul Labrouche, literato francés (de Bayona), abrigaba tal intento, pero hasta la fecha, aún no la llevó a cabo, y creo debe tenerle en proyectado estudio. Uno de mis amigos de esta localidad (don Alejandro Alvargonzález) posee importantes mss. inéditos (autógrafos algunos, referentes a don Francisco Cabarrús y Aguirre (I Conde), y también existen en gran número, en un rico archivo local. Ahora bien, en el archivo de la Cabarrús, o entre los papeles que conserve su familia, debe existir la numerosa correspondencia que Jovellanos mantuvo con él en diversas épocas de su vida, y singularmente, en la anterior y posterior a la prisión de su amigo (1790-1795), muy interesante, por cierto. Si Vd. supiera de ella, nos haría extremado favor en comunicárnoslo, y si fuera fácil su adquisición, ya en original o en copia, por permuta o cambio, también nos complacería en sumo grado, con el noble y legítimo deseo de publicarla luego. Esto es lo que por el momento se nos ocurre, a los admiradores de nuestro insigne coterráneo; y yo, en nombre de algunos de ellos me dirijo a Vd., rogándole nos ilustre sobre el particular, a la vez que con tan patriótico Biografía de Julio Somoza 335 anhelo, me ofrezco particularmente a sus órdenes para todo aquello en que me conceptúe útil, y con cuyo grato motivo, me reitero de Vd. muy atento y fino servidor. q.b.s.m. J.S. Gijón. 25, enero, 1911 447. 447 Expediente H 50/1. Agustín Guzmán Sancho 336 Sr. D. A. Ricardo Rodríguez Gijón, último día de julio de 1924 Mi bondadoso y estimado amigo: Recibo su amable y provocativa carta, y... pego un salto; no porque Vd. sea provocativo ni muchísimo menos, sino porque ese buen amigo que tiene tan raros modos de hacer citas, le pone a Vd. delante para que lleve los palos. Y si no, oído a la caja... del redoblante. Supongamos por un momento que yo tengo a mano la edición de las Obras de Jovellanos, de R. M. Cañedo, que son siete tomos de 4º. Supongamos más aún: que tengo a la vista, la voluminosa, en dos tomos, y aumentada de la edic. Rivadeneyra, de 1858, que, reducidos a la letra y tamaño de la anterior, constituirían catorce tomos de lectura. Ainda máis, que unido a ella, estuvieran todo los mss. que yo imprimí, que harían (con lo anterior, un conjunto de veinticinco tomos en 4º) dejando a un lado lo inédito. ¿Encontraría Vd. natural que yo retuviera en mi pobre magín tan inconmensurable caudal de citas? Pues espere un poco: si yo tuviera 37 años menos de los q.e tengo, o sea, 40, todavía podría, haciendo un esfuercillo, tal vez atinar con la q.e Vd. me pide, revolviendo, hurgando y consultando en mis apuntes. Pero Vd., que está predicando a todas horas, la rapidez de la vida, y la decadencia y acabamiento de los seres humanos, ¿me viene Vd. ahora con esas guasitas? ¡Cállate, hombre! que no asamos y ya pringamos. Cuando se publicó la edición XII (creo fue la XII ó XIV) del Diccionario de la Academia de la Lengua, venía atiborrado de citas de Jovellanos, tales y tantas, y en tal número, y tan raras, que me cansé de recibir cartas de gentes amigas o incógnitas, pidiéndome la referencia y precisión de las citas. ¡Oh, la cólera de don Julio, por aquellas fechas! rayó en lo inverosímil. ¡Y era natural! En España, hay la perversa costumbre (símbolo de la pereza de la raza) de citar textos de autores, sin puntualizar los pasajes de donde se toman: ¿lo vé Vd. claro, hombrín de Dios? ¿Si, eh,? pues a otro perro con ese hueso, que en mi casa, es cama de galgos, y no los hay. Creí, de pronto, al leer la cita que estaría en las Cartas a Ponz, o en el portentoso y asombroso Discurso sobre los medios de promover la felicidad de Asturias (escrito en 1781, a los 37 años, de edad), o en la Instrucción p.a la formación de un Diccionario geográfico de Asturias (escrito en 1804: edic. Rivadeneyra; tomo I, pág. 343; con el título equivocado). Mas no obstante tener la edición que manejo habitualmente, plagada de llamadas, acotaciones, referencias, y notas marginales, no dí con la que Vd. me transcribe. No le negaré, que me da un poco de tufillo, así por lo de chupar menos jugos, como por lo de la pasión regionalista, tópico actual muy en boga. Biografía de Julio Somoza 337 Porque sobre el verdadero y el falso o aparente regionalismo, habría algo que discernir. Cierto que muchos lo consideran idolátricamente, como lo mejor de lo mejor, suponiendo, que fuera de lo de su casa, todo lo restante del mundo es inferior, o sea, los cuatro pies de la bullanga, mojiganga, morondanga y maturranga. Quédese tal concepto para los de menguado cerebro; y acotemos con la frase del Kaisar, de que “aquel país será más libre, que subvenga sin ajeno auxilio a todas sus necesidades”; que es lo contrario del apotegma de Sir Roberto Ped: “toda nación que necesita del carbón de Inglaterra, será siempre tributaria (supla esclava) suya”. Y adiós te queda, que anda el pueblo como loco, esperando a Primo de Rivera. A Marcelo, mil apretados abrazos, y que voy a sufrir el horrible tormento de corregir la prueba de mi último libro de Bibliografía regionalista, que me apadrina la Diputación Provincial (porque de otro modo, imposible de toda imposibilidad). Lo de la Fe de Erratas, publicada en el Boletín de la Bibliot. de Menéndez Pelayo, es cosa de Vicente Serrano, que vive en León (calle de Serranos, núm. 10 pral.). Nada más: que pase Vd. buen verano; nuevo abrazo a Marcelo; y al amigo del encargo jovellanista, que no sea chinche, que estoy en la frontera de los 77 y, además, que tengo un genio de 50.000 de a caballo, y con harpón de avispa, pra os labercos. Suyo, siempre afectísimo, y buen amigo, JULIO SOMOZA. P.D. — Mis hijas, agradecen sus buenas memorias. — Llarena en Suiza (Interlaka), encantado de la vida... Hidalgo, Cendoya, Arranz, Muñiz, así todos ausentes448. 448 Expediente H 51/1. Agustín Guzmán Sancho 338 Amigo Calixto. Voy a devolverle a Vigón lo q.e nos envió. si Vd. no necesita el calco de la lápida de Vigil, (a pesar de su incondicional oferta) creo conveniente q.e por lo mismo q.e nos facilita todo lo suyo con liberalidad, juzgo, a la vez, q.e debe tener mucho afecto a lo de Colunga, y que en conciencia debemos devolvérselo. Vd. resolverá lo q.e estime justo. Fermín aún no contestó ni fa ni fu, bien que como ahora está en la apoteosis, creo que tardará en contestarnos. A pesar de todo, le repetí el encargo por escrito, por medio de su hermano Alfonso. Adellac, me manifestó que mañana (mercoledi) irá con otro catedrático a pedir oficialmente la cesión condicional de algunos de los manuscritos jovellanistas que posee, para solicitar después de Mister Hartington su cooperación para la impresión (Entiéndase que trato de Alejandro, y de los escritos de o sobre Instrucción Pública). A mí, después de lo q.e me dijo, nada me envió. Él se lo pierde. También me avisó Adellac de q.e iba a convocar a una reunión magna de antiguos alumnos del Instituto, p.a acordar algo práctico para el Centenario. Peñerina nueva, bin peñera. No ocurre más sino q.e he pescado una fañeca, o sea, el primer catarro (poisson) de abril. Cuidado con la pierna, y aplíquese un fumazu de flor de Saú. Sépase q.e el cimiento de fachada del nuevo Casino de Begoña tiene una profundidad de tres metros (2’90), y como ocurriera un ligero argayu motivado por las lluvias, dispusieron los arquitectos reforzarlo en la parte central con dos estribos. Baldomero que lo oyó, creyó conveniente que los estribos fueran laterales. Tableau. No se sabe lo q.e pensarían los arquitectos, pero es probable que pidan informe a la Academia de... Medicina, sobre el estado interior del cráneo del preopinante, que debe de estar lleno de visco corylino, o tener alguna lesión de esas q.e los modernos galenos llaman embolia o embolismo. Vale. The last of the Asturias. GIULIO449. 449 Expediente ALV. 16/27. Biografía de Julio Somoza 339 Amigo Calixto: Eladio G. Jove en la monografía de Langreo (Asturias: tomo 3º. pág. 112, 2ª col. línea 11) estampa lo siguiente: “... autores, como Plinio, dicen que los griegos dieron nombre a Asturias trescientos años antes de la Era cristiana...” ¿Dice Plinio semejante cosa? Haga el favor de evacuar la cita, porq.e es muy esencial. Yo creo que es un infundio; sobre todo, tratándose de un periodista ovetense. Pero convendría preguntárselo. Témome que se trate de la tan cacareada referencia de Silio Itálico (floreció el año 60) que narra en verso las guerras púnicas, y dice una porción de tonterías. No me pierda este apunte. Suyo caro amico GIULIO. Sírvase dar ese volante a Juanín, p.a q.e tenga la atención de trasladarlo al Presidente450. 450 Expediente ALV. 16/27. Agustín Guzmán Sancho 340 Mi amigo Calixto: Son las 5 y no alcancé a verle. De todos modos, mi objeto es darle la enhorabuena por su interesante trabajo sobre la gramínea predilecta de nuestra tierra, que será leída con verdadero entusiasmo por todos los amantes del País asturiano. Hay superabundancia de citas, que hubieran estado mejor en el cuerpo de las Notas, que no en el texto, donde embarazan algo, aunque no le dañan. Da Vd. una gallarda muestra de actividad estudiosa a los del pueblo, demostrándoles, que sin desatender los negocios, se puede también cultivar el espíritu y adornar la inteligencia. Le felicita muy de veras su caro amigo. JULIO451. 451 Expediente ALV. 16/28. Biografía de Julio Somoza 341 Amigo Pedrín: Con relación a lo que Vd. me habló de la restauración, y declaración de monumento nacional (¡gracias que fuera regional!) de la iglesita de San Miguel de las Dueñas, siento manifestarle que, ni encuentro posibilidad de lo primero, ni fundamento bastante para lo segundo. Lo uno, porque dicha iglesita, es un tipo sobrado vulgar del periodo bizantino, sin ningún aparato o aspecto exterior, ni en su ornamentación interna. ¡Si a lo menos llegara a los bellos ejemplares de Amandi, Bedón, o Villamayor de Infiesto! pase; pero ¡ni aun eso! Es pobre, desmantelada, sin portada, ni arcadas, bóvedas, columnatas, canecillos, ni ábside notable. Aun queda inferior a la de Santa Cruz de Ceares, a la que se parece algo. Pero la destrucción de su antiguo pórtico y portada, y la sustitución por la que actualmente tiene, la despojaron de todo mérito y carácter, si alguno tuvo. Según le hice observar a Vd. en cierto domingo que por allí pasamos, debió su primitiva portada, poseer imposta o faja ajedrezada (véase el Ferreiro o Martigny) como la que aún conserva la de Ceares en su interior y exterior, y de la cual, supongo sea un fragmento, la que está adosada oblicuamente, al exterior de la cornisa de la Sacristía de la actual parroquia de Bernueces. Bien recordará Vd. que la primitiva y más antigua iglesia de dichos lugares, era la de San Tirso, situada en la hería de este nombre, y al naciente de la de Stº Tomás de Beone de arriba, sobre la vieja presa del antiguo río de Granda, y cuyo emplazamiento, buscamos en vano, hace más de cuarenta años, mi infeliz amigo (ya †) Nemesio Martínez, y yo. De esta iglesia (S. Tirso), asegura Ceán Bermúdez (en su Sumario de Antigüedades Romanas) que, entre sus escombros, halló la lápida romana, aún existente, empotrada en un muro de la Capilla de Huergo. Mi deudo, Eutiquio García Sala (ya †) {que tenía en las Dueñas asiento y estrado} díjome, que entre sus papeles existían datos relativos a su erección y jurisdicción. Ni los buscó ni me los facilitó. Puede que si aún se conservan, radiquen entre los que posee el Párroco don Ramón Piquero, que fue su testamentario y ejecutor de sus últimas disposiciones. La situación de la Iglesia, es muy poética, y debió serlo mucho más, en pasadas centurias. Pero insisto, en que, por lo relativo a mérito artístico y arqueológico, nequaquam. Ambiente, sí, tiene mucho, sobre todo para quien sienta poéticamente el deleitable recuerdo del pasado. En cuanto a nuestros restauradores, son casi todos unos pelmas, cuando no unos cursis pretenciosos. No he visto la restauración de Santullano hecha por Selgas, bajo la inspección de Lampérez; mas en lo tocante a la de Stª Agustín Guzmán Sancho 342 Cristina de Lena, hecha por Lázaro (J. B.) en 1894, sólo consiguió hacer más oscuro su interior, según me aseguró Genaro López, que estuvo allí de Párroco. Bien que Genaro (según Mar.no Canal), hizo su correspondiente estropicio en S. Salvador de Deva. Lo mejor, será dejar los cepos quedos. Hasta otra hora. Suyo JULIO SOMOZA GARCÍA SALA452. 452 Expediente, H-51/1. Biografía de Julio Somoza 343 B.- ARCHIVO PARTICULAR DE D. CELSO DIEGO SOMOANO Qüestion Los Arrondicios y los Coliacinos, ¿serán los naturales de los pueblos de Arriondas y Collia, próximos a Cangas de Onís? 1er texto.— Ciriaco M. Vigil, en su obra Asturias monumental... etc. pág. 321 dice: “Don Ramón Barros Sivelo en sus Antigüedades de Galicia (Coruña: 1875) expresa al fol. 203, que el Lucus Asturum, pueblo perteneciente a los astures trasmontanos de que da cuenta Ptolomeo (es Ptolemeo), correspondía a Santa María de Lugo cerca de Oviedo; y que otros querían llevarle a Cangas de Tineo donde fue hallada la lápida votiva que continúa”. Como poseo la obra de Barros Sivelo, copiaré de ella sus frases y la inscripción. “Quieren otros llevarla (la correspondencia) a Cangas de Tineo, en donde fue hallada la lápida votiva de los arronidicios: IOVI OPTIMO ET MAXIMO SACRVM ARRONIDAECI ET COL IACINI PRO SALVTE SIVI ET SVIS POSVERUNT” (Vigil dice POVERUNT) El autor, no dice dónde está la lápida ni quién le facilitó la copia de ella. A continuación, la interpreta de este modo: Los Arronidicios y los Coliacinios, cumplieron el voto que hicieran a Júpiter Óptimo Máximo y Sagrado por su salud y la de los suyos. Apuntaré una conjetura, el Sr. Barros, tendrá dicha inscripción en copia, y en ella se indicaría su procedencia como de Cangas (sin decir de Tineo, ni de Onís). Como más próxima a Galicia, supondrá que se trataba de Cangas de Tineo. La obra no da más luz de sí. Vamos ahora a encontrar la propia lápida (aunque mal redactada) en el concejo de Aller (Vigil: obra dicha, pág. 265, y lám B1 - Núm B1) sin que al Sr. Vigil le hubiera llamado la atención su semejanza con la anterior. 344 Agustín Guzmán Sancho Dicha lápida estuvo colocada hasta que se descubrió en 1831, en medio de la mesa del altar mayor de la Iglesia parroquial de San Vicente de Serrapio en el Concejo de Aller. Se sacó de allí, y la copió en 22 de dbre. de 1831 don Benito Casielles. En 1878 existía colocada en el Cementerio. La cosa es clara como el Sol. Dos lápidas iguales en distintos y separados concejos de la misma provincia me parece más que improbable, casi imposible. Se trata, por consiguiente, de una sola lápida (mientras no se prueba lo contrario con el hallazgo de la otra) habiendo confusión únicamente respecto al punto de su situación, paraje donde se encontró o procedencia de la copia, que es lo más seguro y lo que más induce a error. Segundo extremo. Dando por supuesto que los Coliacinos son los naturales de Collia, trátase de demostrar que los Arronidicios son los de Arriondas, paraje inmediato a Collía. Las voces Rionda, Arrionda, y los apellidos asturianos de la Rionda, de la Arrionda, significan rodeo, y proceden de los concejos de Parres y Cangas de Onís, sin duda por el que en dichos territorios hace el río Sella. La acción de rodear se especifica en la voz reonda (a la redonda) con igual extensión que la palabra gallega roeiro (por rodeo). Este vocablo, en su sentido recto, se aplica al círculo o contorno que forma un territorio dado; y en el figurado a la reunión de varios vecinos de un término o quintana. Lo propio, con igual significado, sucede con la palabra francesa arrondissement, en sus dos acepciones de redondez, y distrito comunal, o territorio de una ciudad, villa, partido, etc. De igual origen, proceden los apellidos asturianos, Rendueles, Rondaliego, Ronderos, Rondiella y Ruenes. Tenemos Arriondas en Parres, y Arriondo en Cabranes. Rondaliego, lugar del Concejo de Carreño, que inspiró el práctico romance de don Nunno de Rondaliego, voz bable equivalente a rondero o rondador, y también, al originario de Rondiella (en Llanes). Rondero, Ronderos, en los concejos de Loangreo y Quirós. Las voces ronda y rondalla tienen igual procedencia. Ruenes en el concejo de Peñamellera, tiene igual significado que los apellidos anteriores, y extrema semejanza con la voz bable rueñu, significativa del rodete de tela rehenchida para poner en la cabeza con objeto de suavizar y equilibrar mejor el peso de la carga. Biografía de Julio Somoza 345 Ahora bien, la voz Arriondas con significación de rodeos, ¿tiene raíz o etimología latina, o deriva directamente del nombre ibérico de la tribu Arronidaeci? De Arriondas a la voz castellana arrodeo no hay más que una leve transcripción, y ambas pueden provenir del verbo rodar, lat. rotare, o del adjvo redondo, lat. rotundus con el cambio natural y corriente de la t en d. Pero ¿cómo enlazar las voces rotarre y rotundus con el vocablo Arondaeci? En tal supuesto me inclino a creer q.e la denominación Arriondas proviene directamente de la voz ibérica Arronidaeci, pues trasponiendo en aquella la y nos encontramos con la palabra Arronidas q.e tan gran semejanza guarda con el vocablo de que tratamos. Otra de las causas que nos llevan a no creer en el origen latino de estos nombres es su misma estructura, y el correspondiente a gentes o tribus habitadoras del territorio astur en época muy próxima a la invasión romana. Un estudio detallado y analítico de las lápidas romanas en la notable obra del Sr. Vigil, daría mucha luz a esta materia. Singularmente, en las encontradas en los concejos de Parres, Piloña y Cangas de Onís, encontramos citadas a las gentes o tribus de los Piniorum, Pembelorum, Ratrivarum Viromenicorum y Albaidacorum. La gente Piniorum, se menciona en la lápida 1ª de Parres (obra dicha, pág. 460), y siendo Pionia el nombre antiguo de Piloña, ¿no se deberá a aquella gente el nombre del río, y el del territorio que este atraviesa? La gente Pembelorum, citada en una losa funeraria encontrada en Collía (obra dicha, pág. 301) mejor que a los habitantes de Pembes, en Santander, a donde quiere llevarla el Sr. Fernández Guerra, creemos convenga a los de Pendás o a Pen, situado entre las cuencas de Ponga y del Sella. La gente Ratrivarum, se menciona en la lápida 2ª de Parres (pág. 460, loc. cit.). La gente Viromenicorum en la lápida de Villamayor (Piloña) con la extraña particularidad de encontrarse en ella el nombre de Sigisamo (hoy Sasamón, provincia de Burgos, en los Turmogos). Segisamo (escanear aquí) batió moneda ibérica, con iguales tipos que Lancia y Medainum, y fue cuartel general de las legiones romanas y punto de partida para la guerra cantábrica. Esta lápida, es muy interesante, por la circunstancia de no haberse podido interpretar debidamente sus primeros renglones. Por último, la gente Albaidacorum se menciona en la lápida de Borines. Aún queda un punto interesante por resolver. En el supuesto de que Arronidicios y Coliacinos, fueron originarios de Arriondas y Collia, ¿cómo se encontraban en el territorio de Aller? El voto de gracias a Júpiter por su salud y la de los suyos ¿implicaba ausencia o separación? La ausencia de los lares, podía ser temporal o indefinida. En el primer caso, los emigrantes podían ser como nuestros modernos reyeros, tejeros y cesteros, industriales ambulantes o Agustín Guzmán Sancho 346 temporeros. En el segundo (y es lo más probable) serían gentes sujetas a servidumbre o penosos trabajos en las minas y cuya libertad o retorno al hogar sería punto menos que imposible. Más la invocación a la deidad Suprema de los romanos parece desvanecer por entero aquella suposición y admitir que no se trata de aborígenes ni de tribus subyugadas, sino de pueblos que profesaban la religión romana, y que se encontraban muy distantes de su tierra natal. Opine cada cual como estime oportuno: mas compruébese, a ser posible, la procedencia de la lápida que cita Barros Sivelo. Gijón, octubre de 1898. JULIO SOMOZA453. 453 Suponemos que el destinatario de esta carta es Sebastián Soto Cortés. Biografía de Julio Somoza 347 Sr. Dn Sebastián de Soto y Cortés Mi estimado amigo: Los tres botánicos Ruiz y Pavon, autores de la magnífica obra “Flora Peruana y Chilena” dedicaron a Jovellanos un género de plantas JOVELLANA de la familia de las Calcolarias, que es la q.e es la que viene diseñada en el tomo 1º, página 12, iconografía 18. Digo, me parece que es eso. — Para lata al cabo de un año, es un poco larga, pero si me envía un macón o puñadín de monedas antiguas, se la perdona su af.mo amigo q.b.s.m. JULIO SOMOZA. Saludo respetuosamente a su Sra. Madre, cuyo total restablecimiento deseo. Agustín Guzmán Sancho 348 Contestación a la impertinente insistencia de un Alcalde de monterilla de tiempos de Felipe IV, que se puso pelma, hasta el 3er oficio. Muy distinguido y respetable Alcalde: Me ha sorprendido sobremanera su inesperado B. L. M. del 22 del corriente, toda vez que, primero oficialmente, y particularmente, después, le manifesté la imposibilidad absoluta en que me hallaba, de formar parte de ninguna junta del Centenario de Cervantes. Las razones fundadas que para ello, tuve y tengo, a continuación se las recuerdo: Primera: la falta de salud, con prescripción facultativa de privación de toda clase de trabajo mental. Segunda: la edad, que créame ya a los setenta años, me invalida para todo esfuerzo; creyendo (como no dudo un momento) que esta consideración, que ha bastado a otros para no asistir en la prosecución de su intento merecerá de V. S. igual deferencia hacia mi cansada persona. Tercera: mis estudios, que han sido, por lo general, de carácter histórico, de investigación, y arqueológicos; singularizándome en los jovellanistas, más no en los “cervantistas”. Cuarta: mi carácter, que ha hecho, que mis empresas literarias, y mi trabajo, fuera siempre unipersonales, jamás colectivos, porque, ni nunca me hice solidario de lo que otros afirmaran o negaran, ni jamás acepté el concurso ajeno para empresa alguna, bien convencido de lo deleznable y detestable que son las colectividades en nuestra tierra. Quinta: La persuasión de que, en nuestro país, sobran cervantistas y literatos, y escasean los jovellanistas o difundidores de la enseñanza, y propulsores del verdadero progreso patrio, en sus múltiples fases. Por todo lo cual y por otras muchas causas y razones, que a su penetración y sagacidad no escapamos sírvase, por la presente comunicación, dar por no aceptado el cargo con que se me brinda, y que declino, muy reconocido a su constante benevolencia, pero a la vez, muy firme e irrevocable en la determinación que he tomado. Con cuyo motivo, se repite de V. S. por tercera vez, su muy fino, deferente y respetuoso convecino. q.s.m.b. J. S. G. S. 23 de noviembre 1915454. 454 Biblioteca Asturiana del Padre Patac; FC 175. Biografía de Julio Somoza 349 C.- ARCHIVO PARTICULAR DE D. FRANCISCO DE BORJA BORDIU CIENFUEGOS-JOVELLANOS Nbre. 27/908 Mi queridísimo Julio: Lo primero que veo al abrir tu libro Gijón en la Antigüedad y en la Edad Media es una expresiva manifestación muy de tu cariño, sobre las infinitas con que has estrechado los lazos de nuestra vieja amistad. ¡Cuánto te la agradezco! Y eso que en el estado de ánimo que me ha dejado la muerte de mi infortunado hijo Braulio, todos los afectos me llegan a lo más hondo del alma conmoviéndome de continuo vivamente. Con lágrimas en los ojos leí la dedicatoria del libro, y con amor y entusiasmo he hojeado después toda la obra. ¡Qué labor tan admirable! Aun habiéndote visto, como quien dice, con las manos en la masa, no tenía idea, ni de su extensión ni de su capital importancia. Es el primer libro de Historia que se ha publicado sobre Asturias; y serán contados los relativos a otras regiones que lo igualen. Con cuánto placer he de ver que este juicio escueto mío lo confirmen, tras detenida lectura, las Academias, y la gente docta y seria a cuyas manos llegue. Y lo confirmarán sin duda alguna. Yo he de leerlo aprovechando los momentos que me deja libres el trabajo abrumador que pesa sobre mí, y algo te diré sobre lo que en él aprenda. Por de pronto puedo decirte ya, que, al hojearlo anoche, me detuve en lo que dices relativo a los Castros colungueses, y me he alegrado del reparo que has puesto a mis categóricas afirmaciones. Ni los Castros de Colunga, ni los de Boal, ni el de Coaña, ni tantos otros como hay en la Montaña, en Asturias y en Galicia son romanos, son todos prehistóricos, aunque alguno haya sido utilizado por los romanos. Mi hijo Juan, que tiene comenzado un estudio de castramentación, me ha convencido de ello con datos irrecusables. Lástima que no se me haya ocurrido comunicártelos, para que hubieras podido desvanecer del todo el error de los que como yo los hemos considerado romanos. Aunque más imperdonable que el nuestro es el error de FernándezGuerra que los considera obra de los normandos. Y termino por hoy. 350 Agustín Guzmán Sancho Recibe felicitaciones del alma por tu obra, gracias muy sentidas por el recuerdo tan cariñoso que en ella me dedicas, y la expresión de los afectos con que abraza y quiere tu entrañable amigo. BRAULIO (VIGÓN). Saludos cariñosos a las chicas. (Al margen de la primera plana se lee: “¿Dónde y quién vende tu libro? Aquí hay pocos que lean y cerca de ellos se gestionaría que lo comprasen)” 455. 455 El papel es de luto con orla negra y lleva el membrete: Braulio Vigón. Colunga. Biografía de Julio Somoza 351 Felipe Menéndez Gijón Villa Margot 28—11—08 Sr. D. Julio Somoza Mi queridísimo amigo: Recibí ayer la obra que has tenido la bondad y deferencia de dedicarme. No sé cómo expresar mi satisfacción y mi entusiasmo, pues cuanto dijera sería poco para manifestar los sentimientos que en mí produjo tu libro. Ni pretendo hacer la crítica del mismo ni tú podrías conformarte con ella. Para hacerla se precisarían conocimientos de que carezco y un profundo estudio de comprobación de la enormidad de datos en él acumulados. La labor hecha, demuestra, a parte de las indispensables condiciones de talento y dominio absoluto del asunto, una dosis de perseverancia, de fuerza de voluntad y hasta de paciencia, que dudo pueda hallarse en otra persona que no seas tú. Sentiría en el alma que creyeras me guiaba al escribirte un móvil interesado y que él me obligaba a tu adulación. Nada de eso. Si la amistad que siempre te he profesado pudiera inclinar mi ánimo a admirar tus obras, el temor de ofenderte con lisonjas me retraería de hacerlo. Pero el sentimiento de amistad no ha de impedir el de la justicia y éste me obliga a decir lo que pienso aún a trueque de ofender tu ya legendaria modestia —y ves cómo haces escuela ya, puesto que empleo palabras que antes de leerte no me hubiera atrevido emplear— rayana en timidez. Mis ocupaciones no me han permitido dedicar a Gijón todo el tiempo que se merece y he de dedicarle Dios mediante. Sólo he podido leer el prólogo y los dos primeros capítulos preliminares. Pero si fue poco lo que leí, fue mucho lo que gocé y bien vale que te dedique algunos minutos la inmensa satisfacción y el lícito regodeo que me ha producido la lectura. No insisto por no caer yo mismo en el defecto que tan acertadamente señalas de enorgullecernos —los asturianos— con las glorias falsas o verídicas de nuestros paisanos. Que si en el presente momento son por lo de verídicas, justificados tales entusiasmos, tal vez olvide en otro el sabio consejo que nos das y caiga en el pecado por falta de reflexión. En cuanto al individualismo de nuestra raza, es tan exacto, que soy el primero en reconocerlo y a pesar de ello en sufrir sus consecuencias, y creo que está en el medio ambiente en que vivimos, porque personalmente, me Agustín Guzmán Sancho 352 sucede perderlo en gran parte en cuanto salgo de Asturias. De todos modos los defectos, señalados, serán siempre de más fácil corrección. Y quien la merece por exceder los límites del abuso de paciencia para contigo es tu más ferviente admirador pero sincero y leal amigo. F. MENÉNDEZ. Biografía de Julio Somoza 353 Gijón 8 de diciembre de 1908 Sr. D. Julio Somoza Gijón Muy estimado Sr. Somoza: Recibí y comencé a leer la obra monumental que perpetuará en las sagradas montañas asturianas el nombre de su autor. El colosal trabajo que supone (esto es lo de menos) y lo documentado de su argumentación (esto es lo de más) aún arrancándonos creencias históricas, caras ilusiones, agradables fantasías, merece un premio. ¿Qué premio daremos al astur audaz que con el valor que da la ciencia arranca nuestros transmontanos lauros para transportarlos a los astures augustanos? ¿Qué premio?... La inmortalidad. Gran trabajador y gran talento dirán nuestros futuros historiadores, y gran hombre fue don Julio Somoza ¡lástima de un cierto deje joco-burlescodespectivo, diluido ente los renglones de su magna obra, que produce en las paredes internas de los cascos cerebrales el efecto de un papel de lija! Gracias mil, Sr. Somoza, y por el recuerdo de mi padre. Su buen amigo y admirador q.s.m.b. Ilegible. M. arb.no. Agustín Guzmán Sancho 354 8 de dic. (10 noche) Mi qdo. Julio: esta mañana, a las 11, me trajo Santiago tu preciosa obra. Quedé encantado y me encerré mañana y tarde para saborear a solas tan peregrina producción. No hay quien te meta mano en hacer buenos libros. Recibe mi cordialísima enhorabuena sincera y muy sincera porque Gijón en la Antigüedad y en la Edad Media es un portento de erudición bien aquilatada, clara, nada farragosa, y escrita con limpio, puro y elegante estilo tuyo. Libros de tal suerte trazados y (ilegible), se ven raras veces; en España, muy contadas. Claro es que hay que volver a leer y releer los dos tomos, que han de ser para siempre piedra de toque en los periodos que abarcan en relación a nuestra historia. En algunos capítulos, me has dejado confuso en los alcances de tu crítica y conclusión... Me ha hecho mucha gracia y me reí como un tonto —te lo aseguro, y te lo perdono— entre los palos que repartes con otros, tu donoso comentario a la inscripción de Fuentes (¿). La edición es primorosa, pero me tocó un ejemplar mal doblado en la pág. 21 (I) e interpoladas las págs. y debes repasar si hicieron lo mismo en otros. Veremos como lo arreglan estos chapuceros libreros, que deben también ponerme tejuelas ad hoc. Te repito mi felicitación de corazón y de alma. Hace tiempo que no nos vemos. Andamos cada uno por su lado; tú en vida más reposada y yo en febril movimiento; pero te aseguro la firmeza de mi afecto; mi constancia de quererte, aunque tienes mal genio; y mi admiración de siempre proclamándote el primero entre los primeros de La Quintana. Te abraza. FERMÍN. Biografía de Julio Somoza 355 8 de dbre. (?) 1908 Sr. D. Julio Somoza Mi queridísimo amigo Julio: Recibí la obra de Vd. que le agradezco infinito, por ser para mí un recuerdo de inestimable valor. Lo primero que hice fue ver la impresión de los dos tomos, que me gustó mucho, Repito, lo que me sospechaba: es obra que no parece editada en provincias por el esmero, limpieza, y buen gusto de la parte tipográfica, que juntamente con el papel, edición de lujo. Después, leí por dos veces con toda calma la obra, y está cómo yo sospechaba también, planeada de modo admirable y original en extremo, pues se separa por completo de lo vulgar. En cuanto al texto encontré muchas novedades, y me ha gustado mucho, incluso el gran caudal de citas que aporta para mayor erudición, expuesto con suma claridad. Supongo que le habrá quedado dolorida la mano de dar azotes, a unos con guante blanco, y a otros con la mano directamente. ¡Pobres escritores, cómo los ha dejado Vd.!… Hay Benjamín que no va a saber hacia que lado cae la estafeta de Veriña, con tenerla delante de las narices. Esos probinos, en vez de molestarse, si tuvieren sentido común debieran agradecer a Vd. las finas lecciones que para su ingénita ignorancia representan los azotes que Vd. les propina. Pero ¡qué han de entenderlo ni los gacetilleros, o mejor dicho, el gacetillero del Fontán!... Seguirán escribiendo en percebe, para aumentar la incultura de las gentes que los toma como dioses mayores del saber. Está muy bien tratada la cuestión de Covadonga que seguramente perturbará la digestión a más de cuatro canónigos de aquel cabildo, si meditan a cerca del gluten que tiene la demostración en todos sentidos y bajo todos los aspectos de la negativa de la batalla y de Pelayo, que pulverizado y maltrecho lo reduce Vd. a mito histórico. En este punto, ocúrreseme una duda. Eliminada la figura de Pelayo, ¿cómo se prueba el arranco de la monarquía asturiana? ¿A qué caudillo, símbolo, persona, etc., hay que considerar como primer Rey asturiano? Admitido y conforme con que no hubo batalla de Covadonga, mas, ¿esto implica que no surgiera un hombre que aclamado caudillo se pusiera al frente de un grupo de gentes para defender el terruño al saber que los árabes invadían otras regiones de España? Esta actitud preventiva aparece siempre en todas las convulsiones sociales, en lo antiguo como lo moderno, y con un grado de actividad proporcional a los medios de comunicación para circular las noticias, según los proyectos de los tiempos. Fuera de esta duda, el resto de su magnífica obra, sólo merece alabanza, por la cual le felicito y doy mi enhorabuena que aunque sea pobre por Agustín Guzmán Sancho 356 mi falta de autoridad académica, para apreciar debidamente todo su mérito, no será seguramente la menos sincera de cuantas Vd. reciba. Pasemos a otros detalles de la misma. El mimo día que recibí el cajón con los ejemplares para La Lectura, sin más, que poner una etiqueta con dirección a Madrid, la envié al Sr. Marfil a su domicilio en gran velocidad, juntamente con las cuartillas de la crítica de la obra, recomendándole hiciese lo que pudiera en favor de que las publique íntegras dicha Revista. De ellos, di a Vd, noticia el mismo día por medio de postal. A la hora que escribo a Vd. todavía no tuve acuse de recibo del Sr. Marfil. Pero estoy seguro que la caja, y la carta están ya en su poder. De Guernica, cero. De Colunga, menos cero; es decir, que en el trabajo del Sr. Ruidíaz, no existe litografía de Quintanilla ¡Me escamo de que sea pretexto negativo! Pues señor, ¡el de Guernica, debe ser un braquicéfalo digno de estudio!, se ofrece espontáneamente a dar esos datos del gran don Alonso, y después se echa el cuerpo atrás, hasta dejarlo caer en la mayor descortesía, de negarse a contestar a las cartas apremiantes que le dirigen. Con todo esto, lo único que ha sacado en limpio, es demorar dos meses la impresión del libro que sin falta empezaré a imprimirlo el 1º de enero próximo. La Opinión de Asturias, publicó una biografía en 3 columnas del conde de Laviana. El Heraldo de Madrid, una biografía política de R. San Pedro; y tercer y última, y agárrese para no caer, la revista Asturias, del Centro de asturianos de Madrid, publica en su último número un artículo de Balbín Unquera, demostrando que hay en Asturias ¡200.000 hidalgos!!!... Y conste que en los guarismos no existe errata alguna, porque repetidas veces, reproduce esa cifra. Esto, como Vd. comprenderá, querido Julio, es el desmigue, como diría el famoso Pepe Mesejo, refiriéndose a las consecuencias de la cuarta de Apolo, para el público que después de la función padece de insomnio en cafés, casas de..., etc. Crea Vd. que es imposible la regeneración en este país, admirablemente pintado por Vd. en la sentida dedicatoria con que me honra en el ejemplar que envió de su obra. ¡El Conde de Laviana, con biografía, R. San Pedro, 200.000 hidalgos asturianos! ¡Horroroso, horroroso...! Biografía de Julio Somoza 357 Hablando ahora de la familia, le diré que la Almendra no va peor. Está sometida a duchas, a beber un vino ferruginoso francés, y toma unas píldoras, con todo lo cual, va mejorando por ahora. Veremos lo que esto dura. El tiempo aquí, de sorbete. Debía nevar por los puertos altos. No le canso más, que harto ocupado estará Vd. con sus estudios. Reciba un abrazo de su afmo. amigo. RAFAEL (FUERTES ARIAS). Agustín Guzmán Sancho 358 Felipe Menéndez Gijón Villa Margot 9—12—08 Sr. D. Julio Somoza Mi querido amigo: Anoche he terminado la lectura del primer volumen de Gijón, porque mis ocupaciones son tantas que sólo puedo dedicarle las horas que éstas me dejan libres. Si las primeras impresiones de su lectura fueron agradabilísimas, las siguientes llegaron a entusiasmarme hasta el punto de no poder dejar el libro de la mano y esto es el más completo elogio que puede merecer de un profano en estudios históricos. Perdona que aún sabiendo herir tu modestia, te lo repita. Y por cierto que su lectura me impulsa a hacer algunas observaciones por si te parece tienen algún valor. Helas aquí: En la nota 197, pág. 197, citas la obra próxima a publicarse del Sr. Rodríguez Navas acerca de la lengua ibérica y sus analogías con los idiomas germánicos, lo cual me trajo a la memoria un recuerdo con este tema relacionado y es el siguiente. En una noche del mes de septiembre de 1899 veníamos mi mujer y yo en un vapor de hacer una excursión por el lago de los cuatro cantones en Suiza y cerca de Lucerna ya se cruzó con el nuestro otro vapor atestado de gentes que venían cantando alegremente y que, por ser domingo, supuse eran obreros. En el momento de cruzarnos lanzaron un ixuxú tan fuerte, tan prolongado y tan semejante a nuestro grito asturiano, que mi mujer y yo quedamos alelados, así, al oír en una país tan alejado del nuestro, algo que nos recordaba la tierruca con tal intensidad. De otros vapores que luego cruzamos y que llevaban igualmente mucho pasaje, salió también el mismo grito, cuando pasaban cerca de nosotros. En el nuestro, el pasaje era casi todo formado por turistas extranjeros que regresaban a Lucerna. Los otros debían estar ocupados por sociedades corales que volvían de un concurso allí celebrado. Por eso, supongo, no se contestó del nuestro con igual grito. Como esta parte de la Suiza es alemana, relaciono ahora el hecho acaecido, con lo que en tu libro indicas respecto a las analogías entre países. En la pág. 339, Truvia, dices que la inscripción relativa al triunfo de los Alpes se halla en la Turbia —La Turbie, estación invernal de gran lujo hoy— citando la nota 18, y en esta... se dice que la inscripción se halla en el Biografía de Julio Somoza 359 arco levantado en Aosta para conmemorar aquel triunfo. ¿He leído mal? ¿Es error mío de comprensión? Quisiera fuere así. En la pág. 344 citas la carta de Plinio a Mustio original traducido por Jovellanos y que conserva Calisto en su poder. Me asombra de modo extraordinario que pueda ser original dicho documento, extrañándome más aún que la familia en cuyo poder estaba se haya desprendido de él. Pero puesto que tú no dudas en lo más mínimo de la autenticidad del escrito, menos ha de dudar quien, como yo, desconoce en absoluto la diplomática. Para terminar, he de señalar una omisión, que si bien es de muy escaso valor, puede herir susceptibilidades de personas que sé positivamente son muy quisquillosas. Me refiero al índice bibliográfico apéndice en el cual no se citan —como se hace en el texto (aunque atribuyendo a uno lo que es de otro, en un caso solamente) varias veces— los folletos de Saint SaudLabrouche. Perdona querido amigo que te haga perder lastimosamente el tiempo leyendo mis insulseces; y cree, que si lo hago, aún sabiendo que abuso de tu bondad bien conocida, es sólo para demostrarte cuánto me interesa tu obra colosal que cada vez admiro más. Tuyo siempre de corazón. FELIPE. Agustín Guzmán Sancho 360 Madrid 24 dbre. 1908 Sr. D.n Julio Somoza Mi querido amigo: dispense que no le haya escrito antes porque me tiene muy preocupado el mal estado de salud de mis hermanos estando dedicado exclusivamente a su cuidado. He recibido su libro Gijón en la antigüedad y en la Edad Media que ha tenido Vd. la bondad de regalarme por lo que le doy las más expresivas gracias y la más cordial enhorabuena por el brillante éxito que tan erudito e interesante trabajo ha de tener entre los que amamos el pasado de nuestra región Astur. Cuando me decía Vd. en su última epístola que llevaba escritas mil y pico de cuartillas de su historia gijonesa me extrañaba que la desconocida urbe de la época romana y la desierta villa de la Edad Media pudieran ser motivo de un trabajo tan extenso; y es que Vd. se ha salido de los estrechos límites de su recinto y extendido su estudio a todo el país comprendido entre el Eo y el Deva, y entre el mar y los montes Erbarios, ilustrando de modo admirable aquellos oscuros periodos de la dominación romana y de la monarquía restaurada. Como en sus publicaciones jovellanistas vierte Vd. una erudición inmensa que no sé cómo ha podido Vd. adquirir viviendo en una localidad donde abundan los talleres pero no las bibliotecas y los archivos, teniendo que ir a buscar lejos los innumerables datos históricos que avaloran su hermoso libro. No hay obra por perfecta que sea que no tenga alguna falta, lo que no atenúa su mérito, y amparándome en su indulgencia me atrevo a decirle que alguna de sus afirmaciones arqueológicas carecen de fundamento. Para que Vd. se convenza de que la iglesia de Santianes como las erigidas por Alfonso el Casto: Sn. Tirso, Sta. María del Rey Casto y Santullano eran o son de planta basilical, por consiguiente, de tres naves; tengo el gusto de enviarle y ofrecerle el tomo I de la hermosa obra de mi amigo Lampérez, con cuyas ideas estoy identificado. En ella verá Vd, el plano y alzado de la basílica de Santianes que conserva casi intactas las tres naves con las pilastras y arcos que las separaban.— El tomo 2º de esa magnífica historia del Arte religioso en España está en publicación y cuando salga a la luz se lo remitiré a Vd. Reitérole, mi sabio amigo, la enhorabuena por su magnífico libro, y sabe que de veras le estima su siempre afmo. amigo y s.s.q.s.m.b. FORTUNATO SELGAS. Jorge Juan 6. 2º. Biografía de Julio Somoza 361 24 dbre. 1908 Sr. D. Julio Somoza Queridísimo e inolvidable amigo del alma: Hace tres días que el librero Suárez me remitió su verdadera obra monumental acerca de Gijón. ¡Qué doble empresa tan grata! Y digo doble, por ser de Vd., a quien olvidar sería para mí imposible, y por ser la obra que es: de verdadero benedictino. No vaya Vd. a imaginar que pienso hacer el análisis crítico de ella. Eso será para más despacio, y en ocasión de hacer mejor letra; porque escribo esta casi a oscuras, por mor de la luz eléctrica que no acaba de venir, y el correo tiene que marchar. Pues... como decíamos ayer: no le olvido, le sigo queriendo, y aquí me tiene Vd. después de once años de vida madrileña, con algunas canas más, y algunas mayores y más blancas por dentro. Diga Vd.: ¿pero es verdad que la obra esta se ha impreso en Gijón? Diga Vd. a esos cajistas, que son unos héroes; aunque más héroe es el autor a quien Dios conserve los años que yo diga para gloria a las letras eruditas, y para alegría de sus buenos amigos, entre los cuales (pido la palabra) pienso contarme el primero. ¿Dirá Vd. que estoy de Pascuas? Que Dios se las conceda más alegres que las mías. Y... hasta que vea de nuevo su letra, que entonces hablaremos. Suyo, suyo y suyo. P.e MIGUÉLEZ. P. D.: Ahora mismo llega la luz eléctrica. ¡Buenas noches!... Un saludo tan respetuoso como afectuoso a toda su familia. Agustín Guzmán Sancho 362 21 — León — 21 Sr. D. Julio Somoza García Sala Madrid, 25 dic. 1908 Muy Sr. mío y de toda mi consideración y estima: Hace algunos días llegó a ésta s/c su muy preciada obra en dos volúmenes Gijón en la historia general de Asturias apreciándola en mucho yo y agradeciendo la dedicatoria del ejemplar que he leído con sumo interés y no escaso provecho. El pensamiento fundamental de revisión de la historia antigua y medieval de esa ciudad será fecundísimo en resultados, que el tiempo irá despejando y ampliando, conforme grandes inteligencias y despreocupadas como las de Vd. en ello se emplearen sin otra mira que la de asentar la verdad a la luz de los monumentos y documentos auténticos. En el boletín de la Academia si ella me lo confía, verá Vd. el dictamen que el examen de tamaño trabajo me ha sugerido. Espero que su continuación, abarcando la historia moderna de la ciudad, acreditará una vez más el acendrado patriotismo del que hace Vd. profesión y ha menester la historia de esa ciudad nobilísima. Deseándole felices Pascuas de Navidad y entrada de año nuevo, me reitero de Vd. agradecido y afmo. S. A. y C. q.b.s.m. FIDEL FITA. [En la última plana de esta carta Somoza anotó el siguiente borrador de carta]: Por ahora, no me será posible continuar la historia de la ciudad hasta nuestros días; pues he contraído el compromiso de terminar la primera obra q.e anuncio en la ult.ª pág. del libro y tengo preparados algunos materiales p.a la obra acerca del Carácter asturiano. Todo se andará, Dios mediante, si la salud ayuda, y el esfuerzo no decae. Mi amigo el Dor Serrano, lleva un ejemplar p.a la Academia, no siéndome posible cumplir con todos sus miembros (como deseara) por lo limitado de la edición. Agradezco a Vd. su felicitación de Pascuas. Acepte cordialm.te la mía, con mil prosperidades p.a el año entrante, y la seguridad del afecto con q.e me repito de Vd. devotísimo servidor y amigo q.s.m.b. Biografía de Julio Somoza 363 Madrid, 29 de diciemb. 1908 Querido Julio. He recibido tu monumental obra titulada Gijón en la antigüedad y en la Edad Media, que me ha producido gran impresión. Es un trabajo verdaderamente titánico y digno de un asturiano de cepa. Como historiador parece que participas del parecer de los que niegan la epopeya de Covadonga. ¡Lo siento! Debemos sostener la tradición para mayor gloria de la patria. San Juan, el único Evangelista que presenció los detalles de la pasión y muerte de Jesús, no habla una palabra de la institución de la Eucaristía en el momento sublime de la cena. San Mateo que también estuvo en la cena, es el primero que nos ha revelado este misterio. ¿Quién tiene razón, el que lo cuenta porque sucedió, o el que calla porque no ocurrió semejante cosa? Los otros Evangelistas, siguen la tradición que les enseñó San Mateo, y si este mintió, como si hubiera dicho la verdad: Jesús instituyó la Eucaristía. Lo mismo ocurre con Covadonga: la cueva existe, los riscos son inaccesibles, los astures eran feroces, los moros estaban quebrantados ¿a qué extrañarnos que ocurriera aquel desastre a los muslimes y alcanzaran aquel triunfo los cristianos? Si quitamos la Eucaristía quitamos a la religión de Jesús su espiritualismo, y si quitamos a nuestra historia la epopeya de Covadonga destruimos la grandeza de la reconquista. ¡Julio, no quites ilusiones, que las ilusiones son el encanto del alma! Todo el resto de la obra me ha gustado muchos, admirando tu paciencia investigadora que me ha ilustrado en muchas cosas que ignoraba. Recibe las gracias, la felicitación y un estrecho abrazo de tu viejo amigo que nunca te olvida por lo mucho que vales. EDUARDO. Agustín Guzmán Sancho 364 Orense, 29 de dbre. 1908 Sr. D.n Julio Somoza Mi queridísimo amigo: Don Ricardo Rodríguez me ha entregado el ejemplar que Vd. tan cariñosamente me dedica, de su magna obra Gijón en la Historia general de Asturias, y no he querido acusar a Vd. recibo y darle las gracias hasta no haberla leído por entero. No necesito decir a Vd., porque conoce bien mis aficiones literarias, el creciente interés y el subidísimo deleite con que habré recorrido sus páginas, tan repletas de onda y selecta erudición, y tan sugestivas por lo certero y donoso de la crítica y la novedad, valentía y atrevimiento de los juicios. Bajo el primer respecto, tengo para mí que no se ha publicado en estos últimos tiempo obra alguna de historia crítica que con la de Vd. pueda compararse. Asombra el número y la calidad de los autores que Vd. ha puesto a contribución, para fundamentar sus afirmaciones y derramar hoz y más hoz sobre los puntos dudosos y obscuros y sobre los hechos controvertibles. Es su obra de Vd. un arsenal inmenso de riquísimos materiales al cual acudiremos a cada paso los amantes y cultivadores de esta clase de estudios, bendiciendo la mano que con tan abundancia y largueza los ha acumulado y puesto a nuestro alcance. Pero, al propio tiempo que aplausos y parabienes, no faltarán a Vd., amigo mío, agrias censuras y airadas impugnaciones en lo que se refiere a Pelayo, Covadonga, la Cruz, etc., etc.; y es seguro que no le perdonarán a Vd. —sobre todo sus paisanos— el que en vez de limitarse a podar, con su cuenta y razón, el frondoso árbol de la narración legendaria, lo haya arrancado Vd. de cuajo, descargando tajos y mandobles sobre el relato de Sebastiano, como el Ingenioso Hidalgo (dirán los impugnadores) los descargó sobre el retablo de Maese Pedro, no dejando en él títere con cabeza. ¡Y qué linda y donosamente fustiga Vd. a sesudos escritores, a quienes habíamos convenido en tener por intangibles! La verdad es que toca en lo risible la seriedad con que presentan a Pelayo como admirable estratega, etc., etc. pintando la batalla como si la estuvieran viendo. Y es, amigo Julio, que hoy, como en tiempo de Quevedo, la piadosa o heroica leyenda, el viejo y anónimo romance y las bellas ficciones de la dulce poesía tienen tal encanto y atractivo, de tal modo se han convenido en ver en ellas un rico fondo de verdad, que bien puede volverse a preguntar con el gran satírico: “¿No ha de haber un espíritu valiente? ¿Siempre se ha de sentir lo que se dice? ¿Nunca se ha de decir lo que se siente?”. Biografía de Julio Somoza 365 Apercíbase Vd. a la polémica. Su obra de Vd. será discutida, pero quedará, sí, estoy seguro de que quedará, y que en ella encontrarán no poco que aprender los mismos que la combaten. Reciba Vd. mi más cordial enhorabuena, y con ella las gracias por las frases que, al citarme, me dedica, y el apéndice en que me honra, reproduciendo mi reseña y comentarios de la tésera e hospitalidad de los Zoelas; que honra, y muy grande es para mí figurar de tal modo en libro llamado a vivir más que los pobres míos. Nuestro Boletín de la Comisión anda mal, no por falta de original, sino de impresor. Sólo uno de los que aquí hay puede imprimirlo como es debido, y por una serie de contratiempos no podemos contar con él para la publicación en tiempo oportuno, por lo cual tendremos que tomar una determinación para el año próximo. Venga pronto el catálogo numismático que Vd. anuncia. De él y del libro me ocuparé en el Boletín, si acordamos ensanchar el círculo en que ahora se mueve, como yo he propuesto. Concretándose a la arqueología de la provincia, es muy difícil su sostenimiento, pues con el tiempo se van agotando los asuntos. Y basta de epístola, que ya va siendo demasiado larga. Que tenga Vd., mi querido amigo, muy felices Pascuas y buena entrada de año, y allá le va un apretado y cariñoso abrazo de su amiguísimo. MARCELO MACÍAS. Agustín Guzmán Sancho 366 5 enero 9 Sr. D. Julio Somoza Muy distinguido amigo: con un placer, que puedo decir de emoción, recibí hace pocos días su obra. No quise escribir a Vd. antes de haber entrado páginas adentro en su lectura, y ahora que así lo hago, y haciéndolo de tal modo juntamente aprendo y me deleito, le debo y le expreso cordial testimonio de mi admiración y mi gratitud. Siento por mi tierra asturiana amores que más se ahondan en el alma con el correr de los años y el pasar de mi vida. El libro de Vd. parece que viene a remozarlos con la vitalidad de tan amplia sabiduría. Haré que La Lectura rinda a su hermosa obra los honores que se le deben. Yo también quisiera hablar de ella en América. Le doy gracias como amigo y como gijonés. Y le saludo con toda consideración. b.l.m. FRANCISCO ACEBAL. Biografía de Julio Somoza 367 Avilés, 9 enero 1909 Sr. D. Julio Somoza Gijón Muy distinguido señor mío: Tengo un especial gusto en felicitarle por el reciente nombramiento con que le honra y se honra al mismo tiempo el culto pueblo de Gijón que haciéndole a Vd. justicia le hacen Cronista de dicho pueblo y su concejo. Yo que le cogí cariño por su tan distinguido trato social, soy de los que creo que la digna corporación de ese Ilustrado Ayuntamiento ha tenido un acierto digno de toda ponderación porque supo interpretar fielmente los unánimes deseos de todas cuantas personas tuvimos la suerte de tratar al cariñoso señor Somoza. Le desea dichas sin cuento e inacabables felicidades el que es de Vd. afsmo. s.s. q.s.m.b. MANUEL CARREÑO. R/C Marqués P. Del Río nº 16 (A ésta contestó Somoza con esta otra) Mi cariñoso amigo Carreño: Le agradezco en el alma la sincera y leal manifestación de verdadero afecto que me trasmite en su carta de ayer, y que considero más bien como prueba de su bondadoso carácter, antes que porque me imagine acreedor a ninguna alabanza. Vd. sabe muy bien, que estas distinciones municipales, ni dan ni quitan méritos literarios, ni de ningún género; otro tribunal más alto y más severo es el que ha de pronunciar el fallo de mis merecimientos, si por acaso tuve alguno. Todos los que aman y con intensidad a su patria, y se dedican a investigar su historia, le deben un libro; yo le consagré el mío con el mejor afecto y perseverante estudio; mas si con acierto o no, díganlo otros, y mejor que nadie la posteridad. Renovándole a Vd. la expresión de mi viva simpatía, y deseándole salud completa y prosperidad sin cuento al lado de su esposa e hijos, sabe es suyo verdadero e invariable amigo, que mucho le estima. Agustín Guzmán Sancho 368 Enero 24/1909 Sr. D. Julio Somoza Querido Julio: Por mi cuñado que te entregará esta, recibí tu libro Gijón en la Historia General de Asturias que has tenido la atención de dedicarme. El interés y aprecio grandes que para mí tienen todas las obras, se aumenta en esta por su asunto que poderosamente me atrae. Enterado por ti, el pasado verano, del plan del libro y de su espíritu, estoy seguro que me ha de deleitar su lectura; de lo que de ella saque hablaremos a su tiempo; y sólo deploro que, dedicado hace tantos años a la vil prosa del protocolo, no he de poder apreciar todo el mérito de las laboriosas investigaciones. No por esperado, estimo menos el regalo: siempre te acuerdas de mí; y esto lo traduzco como una manifestación de nuestra antigua amistad que tanto aprecio. Me enteré del acuerdo del Ayuntamiento de Gijón respecto a la obra, escaso premio para lo que debiera ser; pero sabiendo cómo las gastan en ese pueblín de comerciantes, hay que estimarlo en mucho, y por ello te doy también por el éxito que seguramente tendrá el libro, entre los que saben leer y pueden juzgar lo que leen. Repitiéndote las gracias por tu obsequio, para mí estimadísimo, allá mi cariñoso aplauso por tu obra, si más cordial, menos autorizado que el que merezca al mundo literario, y mi enhorabuena por las satisfacciones que su confección te habrá proporcionado. Tuyo amigo devotísimo que te abraza. VÍCTOR G. DE LA CRUZ. Biografía de Julio Somoza 369 Senado Particular Madrid 4 de febrero 1909 Sr. D. Julio Somoza Mi muy estimado amigo y compañero: ante todo, doy a Vd. las gracias más cordiales por el valiosísimo regalo de su importantísima y verdaderamente monumental obra de Gijón en la historia general de Asturias, que recibí por conducto de nuestro buen amigo don Vicente Serrano. Es un trabajo de primer orden, por el cual felicito a Vd. con toda el alma. Mi mala salud fue causa de que tardase, bien a pesar mío, en escribir a Vd. Llevo una larga temporada enfermo de algún cuidado, viéndome, a veces, en la necesidad de renunciar durante muchos días a las tareas habituales. Mi mujer le recuerda a Vd. perfectamente, como uno de los mejores amigos de sus hermanos Manolo, Paco y Serafin (?). De estos el único que aún vive es el último, recluido hace un año en el manicomio de Reus como consecuencia de una afección incurable de la médula. De los tres hermanos menores sólo vive Miguel (casado, con 8 hijos), Oficial de la Delegación de Hacienda de Lérida; Juan y Emilio murieron jóvenes. Rosa, viuda hace 12 años, habita en compañía de Miguel; hace poco pasó una temporada con nosotros. Tanto ella, como Esperanza, me encargan salude a Vd. en su nombre, y yo tengo sumo gusto en expresar a Vd. mi estimación y afecto, quedando muy suyo buen amigo. EDUARDO DE HINOJOSA. Agustín Guzmán Sancho 370 Sr. D. Julio Somoza Mi distinguido amigo y paisano: me traen ahora sus dos nutridos volúmenes sobre Gijón, y los hojeo con sumo interés, viendo en ellos suscitados y tratados tantos problemas de la mayor importancia para las antigüedades de Asturias en general. Estudio con especial atractivo los párrafos que Vd. dedica a la etnografía antigua, deseando hallar en los rasgos modernos dialectales y folklóricos coincidencia hace tiempo buscada por mí. Mucho le agradezco el envío de su publicación, fruto de su mucho saber y consagración a las cosas de Asturias, y me repito como siempre de Vd. afectísimo amigo y coterráneo. R. MENÉNDEZ PIDAL. Ventura Rodríguez 21. Biografía de Julio Somoza 371 Sr. D. Julio Somoza Muy señor mío y de toda mi consideración más distinguida: Me tomo el atrevimiento de enviarle mi más humilde pero sincerísima felicitación, con motivo de la publicación de su gran obra, la que leo con sumo deleite. Aprovecho gustoso la ocasión para reiterarle el testimonio de su respeto, su aftmo. s.s. q.l.b.s.m. FRANCISCO LÓPEZ VALDÉS. (A LA QUE CONTESTA SOMOZA CON OTRA CUYO BORRADOR DICE:) Sr. D. F.L.V. Muy distinguido señor mío: Le agradezco vivamente la sincera felicitación que me envía por la publicación de mi última obra, estimándola, no por lo que a mí pueda alcanzarme en la interpretación de los hechos históricos, sino más bien por el motivo que la inspira, que es el amor a la tierra y a los recuerdos del pasado y del hogar, que vive en nuestros pechos como fuente de inspiración eterna, y como prolongación del entrañable afecto con que la amaron nuestros padres y antepasados. Agradeciendo muy de veras su espontáneo y franco testimonio, con tanto mayor motivo, cuanto que no tengo el gusto de conocerle personalmente, quedo de Vd. muy afmo. s.s. q.b.s.m. V PORTADILLA Cuando a la terminación de la funesta guerra antillana y del Archipiélago filipino (a las que fuimos insidiosamente arrastrados por la brutal codicia del pueblo yankee) regresaron a la madre Patria nuestros sufridos soldados, dando un ejemplo de abnegación y disciplina que no lograron alcanzar los de otras naciones europeas muy envanecidas y pagadas de su superioridad intelectual, prodújose en los ánimos una doble reacción, no por encontrada menos natural, de aplanamiento y depresión en unos, de enérgica concentración y actividad en otros. Conceptuaban los primeros por imposible, nuestra resurrección; y avizorando el peligro aprestábanse de nuevo a la defensa aquellos otros espíritus varoniles cuyo vigor no desmaya jamás, aun en las mayores contrariedades de la vida. Acumulóse en España, con aquel infausto suceso, una masa considerable de Oficialidad excedente, producto de los dos ejércitos de América y Filipinas, designados, no muy gráficamente con la denominación de repatriados. Las variadas condiciones en que volvieron, hicieron por multitud de circunstancias, que tomaran muy diversos y extraños rumbos. Enfermos unos de cuerpo y espíritu, fueron a buscar remedio a sus quebrantos en la soledad y el aislamiento, vegetando tristemente en recónditos parajes. Abandonaron otros la carrera militar, persuadidos de que ningún porvenir les esperaba ante la influencia avasalladora del número, buscando en particulares ocupaciones el medio de atender a la subsistencia de su familia. Quedáronse muchos a la expectativa. Y temerosos otros de que una forzada inacción les arrastrase a la ociosidad, buscaron en el estudio un alivio contra la primera, y un preservativo de la segunda. Préstase la vida militar por la responsabilidad de sus cargos, por sus obligaciones y deberes, por la movilidad de su destino, y por el continuo trato con diversidad de tipos, caracteres, pueblos y localidades, a gran caudal de observaciones. Y si en lo antiguo, lo opuesto y aun violento del contraste, daba a los escritos de estos observadores, mayor originalidad y extensión en el conocimiento, la uniformidad de la vida moderna, ha hecho que aquellas observaciones, ganaran en profundidad y análisis, lo que en extensión y originalidad perdieron. Pero, a parte de esto, en los escritos de los militares, cuando no se contraen a lo propio de su instituto, vive y palpita en ellos una nota siempre 374 Agustín Guzmán Sancho simpática a todo corazón generoso y grande: el sentimiento elevado del amor a la Patria. Por más que ridículos y utópicos escritores, soñadores filósofos y obtusos demócratas, presuman que se borrarán las fronteras, y el amor universal lo invadirá todo, perseverará siempre a despecho de ellos, el amor al hogar y al término donde aquel está enclavado, las tradiciones de raza y la forma étnica del lenguaje, cuya nativa e inmanente fuerza no se alterará ni por ningún real decreto, ni por cuanto esfuerzo intelectual condensen filósofos y teorizantes en el transcurso de los siglos. Entre los que vistiendo el honroso uniforme de la Milicia, regresaron a España de América con meritoria hoja de servicios, cuéntase el autor de este modesto libro, asturiano por su patria, hijo de la nobilísima Oviedo, de abolengo literario por su familia, y cuyo apellido se registra entre los de más esclarecido linaje en los anales de Asturias y León. Hijo del preclaro escritor ovetense, Máximo Fuertes Acevedo, cuyos méritos y autoridad en materia científica y literaria, no soy yo llamado a discernir, y señalado entre sus contemporáneos por doctísimo, en cuanto se refería a Asturias. Destinado a Aranjuez a su regreso a España, para formar parte de las Comisiones liquidadoras de cuentas de los Ejércitos de Ultramar, abandonó pronto la ingrata y mecánica tarea oficinesca de la contabilidad, para buscar expansión a su espíritu en más elevadas regiones. Trasladado a Asturias, llamóle poderosamente la atención la transformación que sufría su país natal y se dedicó a estudiarle. Ningún punto mejor para ello que aquel en que fijó su estancia, el primer puerto marítimo del Principado, la villa del Cantábrico por excelencia, la ciudad desierta del siglo décimo, el símbolo parlante de la moderna industria asturiana, Gijón en fin, que en diversas fases históricas había pasado de pueblo pescador y agrícola a centro comercial; de aquí a digno representante de la industria fabril, y por último aspiraba a levantarse con el cetro y la supremacía del Poder Hullero, cautivaron su entusiasmo, animándose a dedicarle un libro. Pero indagando y examinando las causas que produjeron este cambio tan radical en su país nativo, tuvo que reconocer, que también otras localidades y otros centros habían aportado considerables fuerzas a esta evolución poderosa. Si las primeras fábricas se establecieron en Gijón, si aquí nació el primer ferrocarril carbonero y la primera carretera provincial; si se diputó su puerto por el primero de refugio del litoral astur, y ninguno le aventajaba para la exportación de carbones... Oviedo, Avilés, Mieres, Langreo y cien localidades más, no se quedaban a la zaga en la colosal empresa. En Gijón convergían todas las fuerzas: cuantas aquí no se originaran, había que estudiarlas en sus orígenes y centros productores. Biografía de Julio Somoza 375 Motivo fue éste bastante, para que el Señor Fuertes Arias ampliara su trabajo. Los pasos dados para conseguirlo, el acaparamiento de datos, los viajes, circulares, consultas y conversaciones sostenidas, la información en libros, folletos, memorias, etc., etc. no son para contados, ni al lector le importan gran cosa; sobre que parecería que el prologuista adelantaba este mérito, para captarse la benevolencia pública. Nada de eso. Quienquiera que se haya metido en semejante berenjenal, harto sabe ya a qué atenerse sobre la materia, y el que no, que lo ensaye, y adquirirá una dosis de paciencia y de saber práctico equivalente a un Curso completo de Ciencia experimental. Si a cada región de España se aplicara la lente para observar minuciosamente su desarrollo, y las observaciones practicadas se recogieran por quien pudiera y supiera hacerlo, exponiéndolas después clara y modestamente al público en lectura sazonada y económica, algo más se adelantaría que con cuantos Informes se piden a Gobernadores, Fiscales, Jueces, Subdelegados y Comisiones. Del calibre de este librillo quisiera yo uno para cada provincia de España. No es que niegue al elemento literario, civil y político, condiciones y medios de información suficientes, porque afirmación semejante, equivaldría a negarme a mí propio. Es que (salvo mejor opinión), hallamos en el Informe civil, jurídico y gubernativo, mucho de rutina curialesca y de prosaísmo huero. Entre la información pedida a un médico, a un ingeniero, o un militar experimentado, y la pedida a un hombre de oficina, bufete o cátedra, hay una distancia muy perceptible. Los tres primeros, viajan; y el médico que ha estado en campaña, en navegación, en hospitales, en epidemias, etc. informa de muy distinta manera que el que hace vida sedentaria, y hasta rutinaria. El ingeniero viaja mucho, su lectura es enciclopédica, y observa y compara como pocos. El militar, por su cultura y estudios, por el hábito de la obediencia, y por el prestigio de su nombre, así como por el contraste que de continuo presenta a su vista la disciplina de su instituto, con la desobediencia en los demás órdenes civiles, tiene un modo de apreciar las cuestiones mucho más conciso y severo, a parte de que nunca le impulsa la idea del lucro, la pedantería del leguleyo, y la mala fe del curial. Con lo dicho, se imaginará por alguno que trato de hacer en la precedente digresión, el panegírico de mi amigo, autor del libro, deprimiendo a las clases y ensalzando a otras, pero... yerro y absurdo semejantes no caben en ningún cerebro medianamente organizado. Conozco los fueros de la opinión pública, como el primero; y la mía particular, con las salvedades dichas, no tendrá más valor, que el que los espíritus imparciales quieran concederle. Para desgracia nuestra, el desnivel intelectual de España es enorme y puede afirmarse sin hipérbole que en España no se lee. Quiero significar en esta afirmación que lo que se lee no se digiere, o por la precipitación conque se lee, o por lo indigesto de la lectura. Que lectura indigesta y malsana, es, 376 Agustín Guzmán Sancho por lo general, la de casi todos nuestros periódicos ya avezados al plato fuerte sensacional o a la información volandera y ridícula. Las Revistas quedan reducidas a muy restringido círculo: y por lo que atañe a los libros, baste decir que los baratos son malos (exceptuando, naturalmente, los de los escritores de primera línea); y los útiles caros, lo que proviene de dos causas: una, la carestía de la impresión, por desconocimiento natural en los escritores españoles de la estructura económica en la confección natural de libro, y otra, de la codicia absurda de los libreros, que aún cobrando una comisión enorme en la venta de los libros, ignoran en absoluto su valor en el mercado como producto intelectual456. Pero es inútil que prosigamos en este camino. Ya lo advirtió concienzudamente Jovellanos, señalando el remedio a tan hondo mal. El medio de promover la prosperidad nacional, es el de aumentar nuestra cultura, de la cual es base indispensable la difusión de la instrucción pública. Por nuestra parte, agregaremos, que amén de otros daños, el sistema parlamentario vigente en nuestra patria, es uno de los más funestos obstáculos para el desarrollo de la Instrucción: porque, preocupados los Ministros preferente y constantemente de la vida parlamentaria, es imposible de todo punto que puedan dedicar su atención, tan intensamente como el asunto lo requiere, al desarrollo de la cultura intelectual de la Patria. El reconocimiento de esta verdad, está patente en el enorme fárrago de lo legislado sobre Instrucción Pública, y en los proyectos tantas veces promulgados como fracasados de reformas en la Ley de enseñanza. Al llegar a este punto, viene sin querer, a nuestra memoria lo sucedido al General Córdova durante la primera guerra civil. Exasperadas las pasiones, desconcertados los Ministros, disparatados los políticos, y más desorientados que nadie los periodistas, al ver el incremento que iba alcanzando la insurrección, tomaron estos un acuerdo unánime: excitar el amor propio del General en Jefe para que de una vez diera una gran batalla en toda regla a los carlistas, y acabara de una vez también, con aquella vergüenza nacional. Y aquellos hueros periodistas, tan hueros como los del día, sin saber una jota de estrategia, ni arte militar, ni aprovisionamiento de tropas, ni estado de fuerzas, ni de parques, ni de municiones; sin conocer ni geográfica ni topográficamente el país donde se operaba, ni la fuerza moral con que contaban los insurrectos, ni su pericia en el conocimiento del terreno y de la guerra de montaña; sin saber si había recursos económicos ni de donde habían de salir para avitua456 Citaré como ejemplo, el de un librero de la Corte (y de los de nombradía) que tuvo la brillantez de pedir el cuarenta por ciento de comisión en cierta obra. Siendo el precio de ésta, de cinco pesetas, cobraba modestamente dos, por tenerla en su tienda. Tan descabelladas pretensiones, explican la determinación del insigne Galdós, constituyéndose en editor de sus propias obras. (Nota de Somoza). Biografía de Julio Somoza 377 llar el ejército y municionarle; sin considerar que una gran masa de tropa acumulada tras penosas marchas en la estación lluviosa, y en país completamente hostil, no sólo era de muy difícil movilización, sino que ésta traía aparejada consigo el grave peligro de desguarnecer otras comarcas donde el carlismo tomaba incremento, como el Maestrazgo y Cataluña; sin saber... una palabra de nada (como nuestros actuales gacetilleros, cronistas, corresponsales telegráficos, relatores —no siempre han de ser reporteros— y demás gentecilla457 del llamado por ironía cuarto poder)458, pretendieron en sus insustanciales escritos, nada menos que dar lecciones al ilustre general Córdova. Lo propio acontece hoy con la Instrucción Pública. Ni cien corporaciones, ni Parlamento, ni Senado, ni Gobierno, ni Prensa, valen, ni llegan, ni sirven para una empresa tan colosal, que necesita del concurso de la inteligencia y del dinero de todos. Fuerzas y grupos aislados, sin cohesión, sin plan, sin estudios, pretenden resolver problema tan magno, en un país como el nuestro, por medios empíricos o rutinarios. Imagina el Gobierno que con dictar programas, y promulgar leyes y variar el sistema de pago a los maestros, ha resuelto el problema; creen los Ayuntamientos y Corporaciones, que con nombrar comisiones, tribunales de examen, juntas inspectoras; y crear medallitas, diplomas y premios, han dado un gran paso. Sueñan muchos particulares, que con hacer edificios suntuosos, y dotarles de material científico con arreglo a los últimos adelantos, que han terminado su misión individual. Pedagogos y maestros de ciertas ínfulas, hacen estribar en sus mal hilvanados librillos, el adelanto de sus alumnos, pero, como advierte con singular tino el Señor Fuertes Arias, nadie se ocupa en crear, formar e instruir al Maestro, que es la clave y resorte principal de toda esta máquina. No hace muchos años que escribía en idéntica forma de argumentación, la ilustre y respetable Señora de Arenal a propósito de la famosa Cárcel llamada modelo: el edificio conforme a los últimos adelantos (muletilla en voga), las condiciones higiénicas, de emplazamiento material, etc. inmejorables, el menaje adecuado al objeto, pero... ¿dónde estaba el personal instruido, idóneo, y capaz para conseguir en el nuevo régimen penitenciario los resultados que sus flamantes innovadores se prometían? Escuelas completas e incompletas: maestros de 125 pesetas anuales, ninguno de los cuales sabe escribir una carta, ni redactar un memorial, ni (lo que es más grave) informar sobre la aptitud, inclinaciones, defectos y estado de salud, higiene, y aseo de cada uno de sus alumnos. Verdad es que, siguienDebajo aparece tachada con una raya la palabra chusma. Desde que Armando Palacio Valdés puso en solfa bajo este título El Cuarto Poder a los periodistas de provincia, de igual modo que antes había Galdós puesto en ridículo a los francmasones en su renombrado episodio El Gran Oriente no hay medio de que persona alguna les tome en serio. (Nota de Somoza). 457 458 378 Agustín Guzmán Sancho do en la viciosa y errada creencia de que tanto mejor es un Maestro, cuantos más alumnos concurren a su escuela, maldito si se llegara nunca a mediano estado de perfección. Y es que, en nuestro temperamento meridional e indolente se trata siempre de encubrir lo principal con lo accesorio, lo trabajoso y duro con lo artificioso y aparente, lo esencial y meritorio, con lo exterior y superfluo. En el reducido círculo en que nos movemos, ya sabe cada uno a qué atenerse sobre el particular. Pues si la cuestión de la enseñanza es tan capital en nuestra patria, y tan ardua en su solución, no le va a la zaga la cuestión obrera impropiamente llamada así, puesto que en el fondo, como se ha dicho repetidas veces, el problema es solamente económico, no filosófico, ni político. No lo plantea mal el Señor Fuertes Arias; y al dilucidar sus causas y sus riesgos, tampoco se separa de lo generalmente admitido entre las personas imparciales y sensatas. Pero, a nuestro particularísimo modo de ver, no se ha señalado aún entre las causas que lo originan, una, que en nuestro sentir, ha sido hasta le presente poco analizada. La despoblación de los campos, y la acumulación de las gentes en las poblaciones, han originado esas grandes ciudades desconocidas en la Historia de todos los pueblos, y cuya acumulación tiene que producir perturbaciones hondas y continuas y, a la larga, han de originar, o la dispersión de sus pobladores o su reintegración a los campos, o su total descomposición y muerte. Nada de retóricas ni de teorías. Al hecho. En un transcurso de cincuenta años hemos visto crecer el vecindario de Gijón de 8.000 a 40.000 almas, lo cual no tendría nada particular si este crecimiento se hubiese efectuado de una manera gradual a razón de 640 almas por año, o 6.400 por decenio. Mas no ha sucedido así, sino que como invasión tumultuosa, en los últimos quince años (1887-1902), la progresión ha sido tan irregular como excesiva. ¿Qué la originó? El desarrollo de su vida industrial. ¿Cuáles elementos constituyeron el núcleo de esta inmigración? Nos cuesta trabajo consignarlo, pero es fuerza decirlo: los peores de cada clase. Al rumor del salario, acudieron como moscas, todos los labradores sin hacienda de las parroquias del concejo; todos los brazos ociosos de los restantes concejos de Asturias; sinnúmero de braceros y vagos de todas las provincias de España; y hasta elementos dispersos de varias naciones de Europa, gentes dispuestas al trabajo honroso, unos; y otros (los más), gentes aventureras y maleantes, atraídas por el rumor del dinero. Fuerza es establecer aquí una afirmación concluyente. Todo individuo que en su país natal tiene crédito y ocupación honrosa, dificilísimamente emigra de él. Retiénele en su cuna el amor al país donde nació, los afectos de familia, la connaturalización con el medio ambiente en que se desarrolla y vive. Lo malo, lo inquieto, lo rebelde, lo que tiene vida accidentada y pre- Biografía de Julio Somoza 379 caria, lo ambicioso, lo díscolo... ese es el elemento emigrante. Ese es el que ha venido aquí; aquí, donde no puede argüirse que el clima es sano, ni la vida económica, y la estancia barata. ¿Cuál ha sido la resultante de esta invasión? Pues a la vista está, y ciego ha de ser quien no lo declare: la perturbación, la relajación moral, la carestía de la vida, el desarrollo de las enfermizas ideas socialistas, el horrible aumento de la criminalidad, la inseguridad personal, las absurdas pretensiones de los vendedores, etc., etc., etc. Pero... dirán muchos: éste es un estado anormal, febril, que por ley natural de las cosas, se regularizará, y buscará su natural asiento para su mejor desenvolvimiento, y hasta por propio egoísmo. Quisiera verlo para creerlo, pero lo dudo mucho. Canóniga bona, cabilda mala dice el proverbio antiguo. Todo individuo propende al bien subjetivamente; en colectividad siempre es malo, porque en la lucha de la vida, prepondera el mal sobre el bien. Para atenuarlo, han nacido las Religiones; los sistemas filosóficos; los deberes sociales; la legislación. Además, a mayor población, mayores vicios, y más perversas inclinaciones y costumbres. Si esa población es obrera, mayor inseguridad, mayores vaivenes, más precaria la existencia, más enfermiza la vida. ¿Habrá población en España más inquieta que la de Barcelona? A cada oscilación del mercado, a cada crisis económica, a cada mudanza de Gobierno, a cada sacudimiento socialista... el vecindario tiembla y se conmueve, se agita, huye o se esconde, y clama por la fuerza armada y la ley marcial, para contener la efervescencia y calmar el desasosiego general. Pues si las aspiraciones de muchos gijoneses se cumplen, que son las de ver la cifra de su población superando a la de Madrid y Barcelona, creyendo ver en esta fórmula convertida su patria en emporio universal de riqueza, ya veremos si para entonces han resuelto también los problemas de su cultura, su perfección moral y su bienestar. Aunque nadie es profeta en su patria, creo firmemente que ese crecimiento monstruoso a que han llegado muchas poblaciones en el Extranjero y en América, ha de traer aparejado a la larga su disgregación; o para constituirse bajo nueva forma o, como antes dije, para reintegrarse a los campos, donde radican perennemente las fuerzas vivas de la Naturaleza. De esa manera se cumplirá aquella sabia sentencia cuyo profundo sentido no hay necesidad de analizar: Dios hizo el campo y los hombres las ciudades. JULIO SOMOZA. Gijón: 1902. Nota/ No se publicó, por desavenencia con el Sr. Fuertes. VI APUNTES DE UN GIJONÉS ABURRIDO EMPADRONADO EN EL CENSO CON EL NÚMERO 30.512 (O INSTRUCCIONES SECRETAS PARA IR A LA CASA DEL PUEBLO) AÑO DE 1893 Biografía de Julio Somoza 383 Cuestiones previas I. Criterios en cuestión de Hacienda La cuestión de Hacienda Municipal, es desastrosa, pavorosa y espinosa. Casi puede encerrarse en esta disyuntiva: o pagar las deudas (para acometer luego las grandes reformas de que está necesitado el pueblo, a fin de que pase de la categoría de villorrio a la de Ciudad) o seguir el socorrido sistema de trampa adelante, peculiar de todas las casas y familias donde sólo impera el desorden. El primer sistema, puede engendrar grandes animosidades y enemigos; pero es eficaz, y a la postre, beneficioso. Al segundo, pueden aplicarse cuantas censuras y diatribas se han escrito contra nuestra Hacienda... Nacional. Y vamos al grano. Lo primero que se debe llevar a cabo es la formación de un Estado justificativo de todos los débitos contraídos por el Ayuntamiento. Para su mayor exactitud debe anunciarse al público en un plazo dado, que todos los que por cualquier concepto tengan créditos contra el Ayuntamiento deben presentar sin demora sus justificantes. Enseguida, y sin levantar manos se debe proceder a la supresión de todo el personal y servicios que por superfluos u onerosos, graviten innecesariamente sobre el Municipio. Luego, examinar todos los títulos, contratos y escrituras que con particulares o colectividades haya pactado el Ayuntamiento para ver de mejorarlos de la manera más favorable a los intereses del Municipio. Practicadas las tres diligencias anteriores (que no son flojas si se han de cumplir a conciencia) debe efectuarse un balance demostrativo de las deudas que pesan sobre el Ayuntamiento, y de los recursos de que dispone para amortizarlas. Imprimirlo y repartirlo al público. El presupuesto de gastos debe tener una sección exclusiva destinada a amortizar las deudas, en vez de andar todas desparramadas como al presente acontece. Ventilado lo anterior, debe estudiarse el medio de que los recursos del Municipio aumenten, cortando por lo sano, y resolviendo el problema económico de la siguiente o parecida manera: a) Suprimir (sin duelo) el presupuesto de festejos p.a Begoña. b) Íd. (íd. íd.) la mitad del personal del Ayuntamto. c) Íd. (íd. íd.) la música municipal. Agustín Guzmán Sancho 384 d) Íd. (íd. íd.) el recaudador del impuesto municipal. e) Sacar a subasta los consumos. f) Abaratar las instalaciones de agua p.a q.e produzcan más. g) Aumentar la zona de urbanización poniendo en vigor el plano de Ensanche para que aumenten a la vez los rendimientos del derecho de puertas y ventanas y los demás establecidos. h) Acometer la red del alcantarillado para que los derechos de acometida, sufraguen gastos. i) Vender la Casa Rectoral (vid. el núm. 25) j) Íd. el edificio de las cuadras municipales y los contiguos. k) Íd. los solares de la fortificación que aún resten y solicitar permiso para vender los comprendidos entre la salida de Castilla y calle de Langreo. l) Reformar la plantilla del Instituto y solicitar en Madrid las láminas del Papel del Estado (con sus intereses desde 1866), equivalentes al Capital de la casa de la Biblioteca. (vid. núm 29). m) Realizar los créditos pendientes. n) Justificar el derecho que el Ayuntamiento tiene a la propiedad del suelo del malecón de Langreo (concedido sub conditione en 1848 a la Biblioteca del Instituto, y a la colección de Bocetos, tasada por peritos en 800.000 pesetas) ñ) Suprimir el Laboratorio Químico Municipal459. o) Examinar el desastroso contrato del Ayuntamiento con Manso (desatinos de Carr...) a ver hasta dónde es posible subir los ¡once reales diarios! que produce. Si se resistiere el contratista, constrúyanse dos mercados más, y ahóguesele. (Uno, donde está el Lavadero de Capua, que puede trasladarse a la calle de Ezcurdia o a la del Marqués de Casa Valdés. (Vid. el núm. 40)460. p) Estudiar eso del cucho: pues parece increíble que siete mil (?) carros de abono no produzcan más que mil pesetas anuales. Y el de las cuadras municipales ¿qué rumbo lleva? En último caso, remátese. q) Ver el modo de que el Profeta Elías no represente a diario la mojiganga de los Jornales mágicos, etc. r) Puntualizar a cuánto asciende el 25% de recaudación de las cédulas. 459 460 Al margen y a lápiz: ojo. Al margen y a lápiz: ojo. Biografía de Julio Somoza 385 Por último, estúdiese un plan económico en forma (porque el Ayuntto nunca lo tuvo) para amortizar las deudas, siguiendo el orden natural de menor a mayor, sin interés y con él, o combinándole con el turno por antigüedad, pues se dan casos como el préstamo del Sr. Roces, de 30.000 pesetas, que en 18 años ha cobrado 32.400 pesetas de réditos, y según este criterio, tendría el Municipio que pagar por duplicado todos sus empréstitos461. Más adelante, puede solicitar permiso para emitir un empréstito (en papel u obligaciones) para acometer las obras núm. 4, 5 y 9 y las que requieran las necesidades del día. Con tanto compromiso atrasado, es muy dudoso que el Ayuntamiento pueda acometer las grandes empresas que Gijón pide. Pasar por el Consistorio sin dejar ningún rastro glorioso, es triste; y limitar su misión a pagar las deudas de los derrochadores, malquistándose con muchos, es, sobre enojoso, aburrido. Pero dígase todos los días y a todas horas, que las economías introducidas, son el contrapeso natural y forzoso de los despilfarros pasados. Y al que chille, se le ahorca. ¡Y tan amigos! II. Criterio en cuestión de empleados Para que el organismo municipal funcione en debida forma, es necesario que el Alcalde tenga plena y absoluta confianza en cuatro empleados principales, a saber: Secretario, Arquitecto, Letrado Consultor, e Ingeniero (este último no lo hay, pero debiera haberlo, porque no todas las funciones de urbanización competen al Arquitecto). Identificados con el Alcalde, el desarrollo e incremento de la población serían asombrosos, y la vigilancia se ejercería con más vigor y provecho. Un ingeniero casi es necesario, si se ha de poner en pie de realización el plano de Ensanche y Reforma y si se han de plantear las mejoras capitales que Gijón necesita. No llegan, ni con mucho, para esta empresa, el Arquitecto (excelente persona), el Ayudante de éste (¡hum...!) y el Capataz o Maestro de Obras (¡uff...!) a dónde alcanzan la ciencia y experta dirección de un Ingeniero, y más, hoy, que está la villa en vías de transformación. Secretario. Murió Ezcurdia, Secretario modelo; pero sobran en Madrid abogados de mérito que están hambrientos de colocación, y se darían con un canto en los pechos por esta prebenda. No se preste oído a las exigencias de la localidad si se quiere tener y usar de independencia en cuanto a personal. Un forastero, sabe que pisa tierra extraña, y que sus principales deberes son: cumplir con su obligación o com461 Al margen y a lápiz: ojo. 386 Agustín Guzmán Sancho promiso, y obedecer al Alcalde sin ambages ni atenuaciones. Huérfano de recomendaciones e influencias, y vigilado y espiado por los envidiosos que pretenden desbancarle, se limita, por ley de vida y espíritu de conservación a no salirse de su órbita, y a atenerse a lo que el deber le exige. Con los del pueblo pasa lo contrario. Creen que se les debe todo de justicia y obligación, y por lo general, fiados en la influencia o recomendaciones, y prevalecidos del mal ejemplo son díscolos y no trabajan; y los que es peor, conocedores del terreno que pisan y del flaco de sus patronos, se redondean como buenamente pueden. Testigo de mayor excepción L..., desbancando a todos los Arquitectos, y promoviéndoles eterna guerra y zancadillas, no apoyado, como imaginan muchos, por Z..., y RG..., sino por otros bichos de aspecto parcelario y nebulosa catadura462. Harto sabido es que una golondrina no hace verano, pero sí el Alcalde no ha de ser juguete de sus empleados, o debe saber tanto como ellos en toda clase de ciencias y marrullerías, o debe avasallarles o cada paso. No le vaya a suceder lo que a J. C... con Cosío, que pedía explicaciones al Alcalde del empleo de unas varas de raso, importantes trece pesetas, y pagadas a A. Rollán al cabo de ocho meses de estar autorizado el pago. ¡Vaya una administración de aguaducho! No menos se ponga en el trance ridículo de que por fiarse de gente ignorante o presuntuosa (como los cacharrólogos de la J. de I. P.) se viera la autoridad y el prestigio de un Alcalde a los pies de la Campona (y sin ganas de besarlos)463. Sobre todo, quien tenga la Vara, que se tiente la ropa, y vea en qué manos deposita su confianza. Nota bene.— Adviértase (aunque esto parezca paradójico) que siendo el interés individual opuesto al interés colectivo, y siendo el carácter asturiano ultraindividualista, los vecinos propietarios del pueblo, son enemigos jurados del Ayuntamiento, y el Ayuntamiento lo es del Alcalde, las más de las veces. Y si no, que lo diga el plano del Ensanche y Reforma hecho en beneficio de todo el pueblo, y arrinconado por los intereses personales de los Cienfuegos, los Joves, los Laviadas, los Alvargonzález y los Zarracinas (sobre esta materia, véase el núm. 3)464. 462 Al margen y a lápiz: ojo. En este caso y en otros, como regla general, hemos renunciado a investigar quiénes eran las personas que responden a estas siglas, por entender que sería vana curiosidad por nuestra parte. 463 Parece referirse a algún suceso relacionado con la Junta de Instrucción Pública. 464 Al margen y a lápiz: ojo. Biografía de Julio Somoza 387 III. Criterio en cuestión de Enseñanza. Ya se ha dicho en muchos tonos. Gijón, necesita escuelas mejor dotadas y montadas que las actuales. Parece un contrasentido que en la aldea existan veintitantas escuelas, y en la Capital una (pues la de Santa Doradía es de Patronato, y tiene recursos propios). O en otros términos: para 18.000 habitantes de la aldea, 24 escuelas, y para 25.000 de la población, ¡una!. Cierto es que como contrapunto, existen varias escuelas particulares para niños y niñas, algunas bautizadas con el pomposo nombre de Colegios. Pero, en primer lugar no son gratuitas y, por lo tanto, no pueden concurrir a ellas los hijos de los obreros y de las clases más menesterosas del pueblo; en segundo lugar, como estos Maestros libran su existencia sobre el mayor número posible de alumnos, resultan grandes aglomeraciones de muchachos, que no pueden recibir la instrucción debida; ni bajo los diversos aspectos del orden, aseo e higiene, satisfacen las prescripciones establecidas. Y, en último lugar, que ni su número ni distribución es adecuado al caserío ni al vecindario; ni pueden tales establecimientos ser debidamente fiscalizados por las comisiones del Municipio, bajo los múltiples aspectos de la enseñanza, local, higiene, salubridad, conducta, etc., etc., etc. No parece sino que nuestros Municipios no tienen tiempo ni dinero más que para ocuparse de los festejos de Begoña y de la expropiación de casas, como si sus funciones todas se redujeran a fomentar ideas de lucro y diversión. En cualquier pueblo podría pasar esto, menos en la patria de Jovellanos. ¿No sería un rasgo meritísimo y siempre aplaudido, aplicar el presupuesto de festejos y música a la creación y dotación de nuevas escuelas? Si lo hace el Ayuntamiento será grande, si no... diminuto. Además, fundado en esta urgente necesidad, puede solicitar y obtener del Gobierno (para dedicarlos a estos edificios), parte de los restantes terrenos de la fortificación, que en el pacto con el Ministro, se reservaban para recreo del público y desahogo de la villa465. Mas no se toque por esto, a los Jardines de Begoña, sin hacer antes el Parque proyectado por don Javier Sanz. En cuanto al Instituto, debiera cerrarse para reformarle. Pero ésta, es cuestión ardua para tratarla someramente. Con todo, creemos que la idea Al margen anota Somoza: “Los regaló el Ayuntamiento para una iglesia”. Y en efecto, la iglesia de San Lorenzo fue construida en terrenos pertenecientes a las antiguas fortificaciones, forzando un tanto la letra de la Ley, pues ésta contemplaba que se destinase a zona de esparcimiento público y ornato de las poblaciones. La orden ministerial que autorizaba la cesión expresaba que “la construcción de un templo pertenece a la clase de obras permitidas por la Ley puesto que regularizan el embellecimiento de la población”. 465 388 Agustín Guzmán Sancho encontraría apoyo en el actual Director de Instrucción Pública (Vicenti (?)) que es muy amigo de innovaciones. Sobre todo, que no se convierta la reforma en ese ridículo cambalache de Auxiliares que hace tantos años venimos presenciando; y que no se diga que el Instituto se sostiene sólo para tener a su frente a calabazas como la de G..., y para dar de comer a mentecatos como el hombre del toro lechero, y el molinero temerón; o tipejos trasnochados como Jú... Jú... y Maru-jú. IV. Criterio en cuestión de Festejos La rutina de que los individuos del Ayuntamiento formen la Comisión de Festejos, y el Programa de ellos en Begoña, debe desaparecer por entero. En buenos principios económicos, el Ayuntamiento no debiera contribuir con cantidad alguna para semejantes festejos. Su misión se reduce (dado que el Municipio es un organismo puramente administrativo) a conservar el orden, aumentar la policía y vigilancia, y ofrecer al forastero las mejores garantías de seguridad y protección, amen de todos aquellos auxilios necesarios que se relacionan con la higiene, salubridad y policía. Y nada más. Porque es vergonzoso e indigno de la honorífica investidura de Representante del Pueblo, el que estos se conviertan en histriones, buscando los medios de que se ría, divierta y entretenga la gente forastera. Quien tuviera interés en hacerlo, para explotarla, que lo haga. Al Municipio no le incumbe tan indecoroso papel. Quédese en buen hora semejante recurso para pueblos como Biarritz, Spá, o Mónaco, que no teniendo elementos suficientes de vida por sus desórdenes y falta de amor al trabajo, buscan por indignos y reprobados medios, el medio de entretener y engañar al forastero. Gijón no puede desempeñar tan vil papel, ni lo necesita. Sobre todo, en el angustioso estado en que se encuentran sus arcas municipales, debe prescindir de toda consideración, y tener un rasgo de energía, para atender únicamente a un presupuesto, en el cual el importe de los réditos y amortización de las deudas contraídas le consume una porción considerable de sus ingresos. Solamente en el caso extraordinario de que la situación económica del Municipio fuese tan desahogada que le permitiese algunos desembolsos, entonces pudiera contribuir, (solamente contribuir) con alguna cantidad, para ayuda de la Comisión de particulares que se encargara de festejos y obsequiar al forastero, designando un Concejal para que inspeccionara y justificara debidamente la inversión de la cantidad asignada. Biografía de Julio Somoza 389 Mas repetimos, que todo Concejal que se estime en algo, debe rechazar en absoluto semejante intervención y concesiones. Quédese eso para posaderos y fondistas, maleteros, cocheteros, carruajeros, y empresas de alumbrado y música. La inversión de fabulosas cantidades en pasados festejos, y las acres y despiadadas censuras con que se ha fustigado a sus iniciadores en épocas recientes en que el pueblo no tenía ni escuelas, ni alcantarillado, ni empedrado, ni nada, bastarían para alejar desemejante puesto a toda persona de sentimientos delicados. V. Criterio en cuestión de Archivo O el Archivo sirve para algo o no. En él deben radicar todos los títulos de propiedad del Ayuntamiento, origen de sus fincas, derechos adquiridos, convenios estipulados, hipotecas, etc., etc., en una palabra, la prueba y el fundamento de su derecho. Consérvense en él también, todos los documentos relativos a su historia, nobleza y vicisitudes. Pero bajo este segundo aspecto, no le consideramos ahora. Sí conviene, establecer y fijar, que preferentemente y por lo que se refiere al presente siglo, deben organizarse, clasificarse y catalogarse (y si posible fuere, imprimirse) todos los documentos relativos a su propiedad y derecho. Su fincabilidad, sobre todo, acompañada de planos, debe constar en un libro especial, y ser minuciosamente inscripta en el Registro de la Propiedad. De este modo se evitarán trastornos, pleitos y cuestiones, como los que a cada momento surgen, y tales, como los relativos a la propiedad del Cerro de Santa Catalina466, Paseo del Bombé, Casa Rectoral, Malecón de Langreo, terrenos de las fortificaciones, jardines de Begoña, solares de Iglesias, parcelas, etc., etc., y mil más, que por no estar debidamente registrados, anotados, y dibujados, hacen que el Ayuntamiento gaste mucho dinero, pierda mucho tiempo, y lo que es más vergonzoso todavía, dude de la legitimidad y fuente de su derecho. Preferible sería que el Ayuntamiento pagara contribución en forma por toda su fincabilidad, antes que llegar a semejantes deplorables extremos. La impresión por un lado, y la inscripción en el Registro de la Propiedad, por otro, evitarían principalmente, el extravío de documentos, cosa de mucha entidad, y que merma grandemente el crédito y formalidad de los Ayuntamientos anteriores. Haremos una excepción en este punto, a la 466 Encima de Monte tachado. 390 Agustín Guzmán Sancho respetable memoria del Señor Ezcurdia, cuya capacidad e inteligencia en los cargos de Secretario-Archivero, no ha sido igualada por ninguno de sus sucesores. Pero lo inexplicable es, que no se tenga minuciosamente detallado, y siempre al alcance de la mano lo relativo al presente siglo (el ayer, como si dijéramos) que por más cercano y adornado de más requisitos legales, debiera prevenir las lamentables consecuencias que se están tocando. De este abandono, todos son culpables, y no decimos que fuera intencionado, porque lastimaríamos muy honradas reputaciones. Pero la miserable y ridícula cantidad de quinientas pesetas, asignadas al encargado del Archivo, ya dice claramente que el Municipio no tenía criterio alguno en esta cuestión, mas ni siquiera conciencia de lo que este abandono e indiferencia significaba. En su rutinarismo467, mirábalo exclusivamente como una plaza de favor, para colocar a algún paniaguado; y con olímpico desdén, proclamaban los hábiles (en la corriente doctrina del compadrazgo moderno) que una simple esquela del cacique, destruía, con su virtualidad, todo aquel ingente promontorio de papeles viejos: ¿para qué, entonces, antecedentes, ni dictámenes, ni comisiones, ni seculares derechos? Hágase lo que manda el monterilla de tanda, y arda todo el Archivo. Urge, por tanto, tomar una determinación en forma. VI. Criterio en cuestión electoral Somos ajenos a la política, o a lo que por tal se entiende en España. Pero ya que es imprescindible tocar esta cuerda, diremos con lealtad lo que se nos ofrece sobre el punto capitalísimo de la representación del Ayuntamiento de Gijón, en las Cortes nacionales y en la Diputación del Principado. Ante todo, hay que atenerse a la Ley electoral vigente. Prescribe esta Ley, que cada cuarenta mil habitantes (40.000) designen un diputado en Cortes. ¿Qué vecindario tiene la villa de Gijón? ¿y el concejo? Pues la villa de Gijón y su Concejo (según la estadística oficial) no llegan a la cifra que la Ley designa para tener un diputado propio. Recurso habilidoso: incorpórensele los concejos de Carreño y Llanera, y saldrá el diputado que al Gobierno plazca. Ahora bien; tal diputado ¿llevará la representación verdadera de Gijón y sus intereses? Nunca. 467 Encima de indiferentismo tachado. Biografía de Julio Somoza 391 Precisa, por tanto, que la lleve. Modo de obtenerlo. La villa de Gijón tiene 30.000 almas (centena más o menos) y el resto del concejo 20.000; y eso, pecando por carta de menos. El censo municipal lo acusa. Pero tal censo, no presta a Gijón y a sus vecinos el servicio que debiera, ni le reporta los beneficios que con su publicidad alcanzaría. Urge por lo tanto imprimirlo. El sacrificio no es grande; mil pesetas de gasto en cualquier imprenta de Gijón; sobrarán quinientos gijoneses que se apresten a dar su prorrateo. Una vez impreso oficialmente, queda consignada para siempre la verdadera cifra de su vecindario, y en sazón oportuna pediría la aplicación de la Ley electoral, para que se deslindara su nueva circunscripción, teniendo así el diputado que los gijoneses quisieran. Si esta arrogante frase, puede desvirtuarse por el encasillado oficial, no lo será de tan grosera y burda manera como en la actualidad acontece. Porque si hasta ahora no se llevó a efecto, fue por el temor del aumento a la cuota tributaria. Gijón, pagaba antes su cupo al Tesoro por la base 6ª de población, o sea, como si su vecindario no llegase a las 20.000 almas; mas en la actualidad tributa por la base quinta, como comprendida entre 20 y 50.000 almas, y por no sabemos qué R. Dº. Que equiparó los pueblos de Gijón, Vigo y Cartagena, a capitales de provincia (¡mal augurio para Oviedo, Pontevedra y Murcia!). ¿A qué entonces ocultar su vecindario? Dígase de una vez por todas, y dígase alto, para que resuene en todos los confines del Principado. Gijón, sin diputado propio (y de brengas) no será nunca nada. Llegará un día en que sólo el pueblo, sin recurrir a la aldea, tenga el verdadero intérprete de sus necesidades. Pretender que un ovetense, un hijo del pueblo hostil a nuestra villa por tradición legendaria, represente los intereses de nuestro comercio, industria y navegación es pretender lo absurdo. Gijón, no reconoce, ni reconocerá jamás a ningún ovetense por eco de sus opiniones, ni por paladín de su causa. Le desdeña, más aún: le repugna. Es así el pueblo, y así hay que tomarle. No en vano han transcurrido dos siglos sufriendo agravios y aguantando traiciones y perfidias. Dígalo la historia entera de su Muelle en el pasado siglo; dígalo la erección del Instituto; la pretensión ridícula y el colosal fracaso de querer llevar los carbones de Langreo por el Nalón hasta la ría de Pravia, antes que traerlos a Gijón; dígalo el despojo de cuantas prerrogativas le correspondieron; el afán de arrebatarle su fábrica nacional de Cigarros; las intrigas promovidas so pretexto de la zona militar, para que no se instalara aquí la fábrica de Duro; la tendencia a despojarnos de cualquier centro que aquí correspondiera implantarse, fuera militar, civil o de enseñanza, como Carabineros, Telégrafos, y Escuela de Ingenieros industriales. Dígalo el gravoso e insoportable impuesto provincial sobre la bebida alcohólica, único en España, y que en su totalidad, casi, paga Gijón. Y 392 Agustín Guzmán Sancho dígalo por último la fruición y el gozo con que los pordioseros del Fontán y la Encimada acogen todo cuanto beneficia a los demás pueblos de la provincia... siempre que sea en daño nuestro. Pero,... la Historia es inflexible: mueren naciones, imperios, reyes, costumbres, religiones, instituciones,... y pueblos. Otros, nacen para cumplir sus altos destinos a despecho de envidiosos, intrigantes y soberbios. Y lo cumplirán... aunque toda Vetusta se empeñe en lo contrario, y aunque todos los gatos del fornu468 se defiendan con uñas y dientes y rabo. Gatos era el antiguo apodo de los ovetenses, al que vino a sustituir el de carbayones. Cuando Jovellanos crea su Instituto, Oviedo y su Universidad se opusieron. Por esta razón los enemigos del Instituto se llamaron gatos. Por otra parte, se dijo que Jovellanos quería hacer de su Instituto la Atenas del orbe asturiano, y por ello quienes defendían al Instituto se denominaron atenienses. El propio Jovellanos dice lamentándose acerca de los males de su Instituto si tal vez no hubiera “algún otro gato encerrado”. En cuanto al fornu ignoramos a qué pueda referirse, pero teniendo en cuenta que el Instituto de Jovellanos tuvo su primera sede en una casa propiedad de Francisco de Paula Jovellanos, conocida por la Casa del Fornu, por un horno que en ella hubo, creemos que Somoza está evocando aquí la oposición de Oviedo contra el Instituto de Jovellanos, como prototipo de la eterna rivalidad de ambas poblaciones. 468 Biografía de Julio Somoza 393 GIJÓN Programa de reformas municipales Perentorias 1 — Reforma de la Instrucción Primaria (ampliación). 2 — Ordenanzas municipales. 3 — Plano de ensanche y reforma. 4 — Alcantarillado. 5 — Empedrado. 6 — Reformas del Puerto. 7 — Reforma económica y del personal del Ayuntº. 8 — Arriendo de consumos. Secundarias 9 — Nuestras escuelas públicas. 10 — Organización formas de las Alcaldías de barrio. 11 — Modificación del Instituto. 12 — Nuevos distritos de Gijón. 13 — Cárcel. 14 — Cuartel. 15 — Muro de San Lorenzo. 16 — Establecimientos de urinarios en debida forma. 17 — Muro de Langreo. 18 — El Bombé. 19 — Obra suspendida del Ayuntamiento (en Covadonga). 20 — Charcas insalubres en los alrededores de la población. 21 — Matadero del Natahoyo. De tercer orden 22 — Arbolado y paseo por Santa Catalina. 23 — Acceso al nuevo balneario (La Cantabria). 24 — Arco de la Villa. 25 — Casa Rectoral. 26 — Casas de los Cuatro Cantones. 27 — Ensanche y prolongación de calles. 28 — Derribo del Contracay. 29 — Láminas de la Casa de la Biblioteca. 30 —Terminación de la Calle de Ezcurdia (2º tramo hasta La Guía). 31 — Corte a los jardines de la Plazuela de San Miguel. 32 — Supresión de barracas y tiendas del aire. 33 — Habilitación del Segundo Patio del nuevo Cementerio. 34 — Arreglo del piso del paseo de Begoña y del Velódromo. 35 — Asilo de Pola. 36 — Hospital marino en Jove 37 — Camino nuevo al Cementerio. 38 — Terminación del relleno de los fosos. 39 — Retretes del Campo Valdés (indecorosos) 40 — Nuevo Mercado al Poniente. 394 Agustín Guzmán Sancho […] (9) 469 Es una vergüenza incomprensible que el Ayuntamiento de Gijón se haya estado entreteniendo y gastando los cuartos en Velódromos, kioscos, pilones con surtidos, estatuas de reyes. Concursos de músicas, submarinos... lateros, y otras zarandajas por el estilo, contando solamente ¡dos escuelas de primeras letras! En una población de 30.000 almas (la Normal, y Santa Doradía). Y todavía tenía valor este Ayuntamiento para ¡subvencionar corridas de toros! y presuponer ¡52.000 pesetas para fiestas y mojigangas! ¡Esto si que da grima! Esto no tiene disculpa, ni absolución, ni nada! ¡Maestros de 625 pesetas anuales! ¡Escuelas de 178 alumnos!; ¡llorad!, ¡gemid!, ¡aún hay ayuntamientos gaiteros que se les da una higa de vuestra orfandad y desdicha! Gana un peón del muelle tres, cuatro y hasta cinco pesetas diarias, y vosotros, ¿con qué recursos contáis para educar y criar a vuestra familia, amén de domar la rebelde e indisciplinada hueste de vuestros alumnos? Con... una peseta y setenta y un céntimos... ¡bonito percal, y lucido sueldo! Si el nuevo Ayuntamiento tiene valor, energía y voluntad (que no las tendrá) para prescindir de pequeñeces, y fundar dos o tres escuelas en Gijón, subiendo hasta donde el decoro lo exige (lo menos, dos mil pesetas anuales) el sueldo a los maestros, habrá puesto más alto su nombre, que el de todos los Municipios que le precedieron. Estas cosas no hay que analizarlas, ni discutirlas, ni proyectarlas casi: sentirlas y realizarlas, ¡nada más! (10) Forma parte esta mejora de las Ordenanzas municipales, donde debe detallarse convenientemente. La Alcaldía de barrio, debe ser un organismo con todas las funciones y exterioridad posibles; no una tablilla puesta en el portal de una casa. El Alcalde de barrio, debe tener autoridad y atribuciones, y no debe ser un vecino como otro cualquiera, sino un funcionario público. Debe tener el plano exacto de su barrio; lista expuesta al público, de todas las calles y plazas; teléfono para avisar; un vigilante de turno a sus órdenes y bastón de 469 No se conservan las llamadas reformas perentorias que según el índice que antecede corresponderían a los números 1 al 8. Podemos hacernos una idea ya que algunas de estas reformas fueron tratadas más arriba en las cuestiones previas. Biografía de Julio Somoza 395 autoridad. Debe también escribir una Memoria o Resumen anual de lo más culminante que ocurra en su distrito, y tener un padrón bien detallado y exacto de cuantos vecinos y electores haya en su jurisdicción. En dos manzanas de las casas convendría poner marmolillos o rótulos indicativos del número, orden y nombre del Distrito, v. gr.: MANZANA — 120 — QUINTO DISTRITO (11) Este proyecto se puede y debe unir al de la reforma general de la Instrucción Pública. El error, el garrafalísimo error cometido en 1866, fue el de asimilar este Instituto a los de Segunda Enseñanza. Y con torpeza más inaudita e incomprensible haber pedido para él recientemente la incorporación al Estado con dicho carácter. Tales sospechas prueban, que ni los Ayuntamientos, ni los particulares, ni los Diputados por Gijón comprendieron el espíritu y carácter que Jovellanos quiso imprimir a este Instituto, pues deseó que fuera (como sabiamente dijeron el Ilmo Sr. Caveda, y don Victoriano Sánchez) una Institución o Escuela de Comercio, Industria y Navegación, de donde salieran, no inútiles retóricos o pedantes bachilleres, sino buenos mineros, diestros pilotos y hábiles industriales; y también con la educación literaria suficiente para que supieran redactar en debida forma, los Expedientes, Informes, Memorias y más trabajos propios de su facultad o carrera. Pero el Ayuntamiento, tratando esta materia sin criterio alguno, y con móviles puramente económicos e interesados (pues sólo se preocupó de colocar a cuatro pelagatos auxiliares con la mayor baratura posible) desconoció en absoluto la importancia y significación de este establecimiento. ¿A qué viene ese inmenso edificio que no satisface ninguna de las aspiraciones de Jovellanos? ¡Tanto hablar de Jovellanos a roso y velloso, y luego, no conocer siquiera el espíritu de su obra predilecta! Pero anda el pandero en manos de danzantes y vallines470 que sólo tratan de que Justinos y Marujos y Piñuelas y otros farándulos por el estilo, Alusión a Acisclo Fernández Vallín, Consejero de Instrucción pública, que hacía dos años antes había levantado la estatua a Jovellanos y había pagado las fiestas del 6 de agosto. Sobre esto véase en la biografía lo referente a la Estatua de Jovellanos. 470 396 Agustín Guzmán Sancho den ciencia barata y volandera, y atiborren de latín, psicología y ética a la juventud dorada de la salobre villa. Harto sabemos que el mal tiene hondas raíces y que el profesorado de Segunda Enseñanza en España (según confesión de ellos mismos) no vale un pito, y que de donde no lo hay no puede salir; pero a lo menos, ya que el Municipio paga de su bolsillo esta prebenda, que dé siquiera la enseñanza que el Promotor quería, y la que únicamente conviene a los intereses del pueblo. Y si no, que lo cierre, y aplique sus fondos a la enseñanza primaria que buena falta hace. (12) La actual división municipal de la Villa, no obedece a nada, o por mejor decir, no existía ninguna de carácter urbano cuando se hizo la primera, de carácter político y puramente electoral, que es la que con ligeras variantes, aún rige. Dicho se está, que con tan viciado origen, y no respondiendo a ninguno de los fines principales que deben caracterizar a toda agrupación, procede hacer una nueva cuyo objetivo principal debe ser la densidad del vecindario, pues allí donde esté más aglomerado, mayores necesidades tendrá, y precisará igualmente mayor servicio y vigilancia pública. Este trabajo, para llevarse a efecto con algún provecho, necesita basarse en dos factores esenciales: el plano de población, y los datos que arroje el último censo. Por lo tanto, no es ni puede ser arbitraria semejante división; ni, una vez discutida y adoptada, debe alterarse con ligereza, si no muy de tarde en tarde, y cuando el aumento de población y las necesidades del vecindario sean tales que lo precisen. Por lo general, más procedente y provechosa es la ampliación que la reforma, pues que el aumento de vecindario, presupone también aumento de caserío. Si el Municipio quisiera seguir el parecer de los facultativos, debiera empezar por demarcar una zona industrial, cosa necesaria así al carácter de la población como a la higiene y salubridad públicas, de que está tan necesitada. Una comisión mixta, presidida por el Arquitecto, deslindaría con más copia de razones los límites propios y naturales de cada Distrito. Hora es ya de que esta urgente reforma que nada cuesta, se realice en bien de todos, y no se dé el caso anómalo y ridículo, de que los mismos concejales no sepan cuáles son los límites urbanos de la población, ni donde terminan su radio y extrarradio. Biografía de Julio Somoza 397 (13) La concesión de los terrenos de la fortificación por el Estado al Ayuntamiento, implicaba la condición de construir cuatro edificios públicos: Cárcel, Cuartel, Matadero, y Mercado o Escuelas. En tiempo en que era Alcalde Antonino San Pedro, un particular que adquirió del Estado terrenos que antes pertenecieran a los Propios, del Común, y al Gremio de Mareantes (actual Marqués de Casa Tremañes) ofreció al Sr. San Pedro parte de ellos, por un precio módico para emplazamiento de la Cárcel judicial. Pero los Concejales arguyeron (con buen sentido esta vez) que siendo Santa Catalina sitio predilecto para recreo de forasteros, sería un dolor que se transformase en Atalaya de penados: de aquí que se desistiera del propósito. Con lo que costó la estatua de Pelayo (puro objeto de lujo y vanidad, promovida, no por amor patrio, sino por un mezquino y envidioso sentimiento de cierto fachilla a quien la ajena gloria hace daño) y con lo que importaron dos famosas fuentes, habría ya para la mitad de la obra. Los planos, si no existen, deben solicitarse de la Dirección general de Penales, donde hay excelentes modelos que pueden adoptarse. El emplazamiento para la nueva cárcel, puede buscarse, entre la zona industrial (Oeste de la carretera de Castilla) y el monte Pericón, con objeto de abastecerla de agua y situarla a la proximidad del Cuartel. Es una mejora, casi de carácter urgente, y se debe aplicar a ella sin demora, todo el producto de lo que aún reste de las fortificaciones. (14) Siendo el proyecto de Cuartel, uno de los de más fácil ejecución, es el que está más indebidamente postergado. Existe un plano modelo que no costó nada, y que facilita el Ministerio de la Guerra. El Estado contribuye con el valor total del edificio abonando la obra ejecutada (mediante inspección) por terceras partes. El Municipio posee, a la subida de Ceares, una parte de los terrenos, y la restante, la ceden a un precio módico los propietarios colindantes (que son dos Señoras de la familia Cienfuegos). Sólo falta, por tanto, que el Ayuntamiento abone el valor de estas parcelas, y ya no necesita mayor desembolso, porque sobrarán a granel, una vez anunciada, postores que quieran concurrir a la subasta de las obras. De modo que con el escaso valor 398 Agustín Guzmán Sancho de las parcelas, ya tiene lograda el pueblo tan importante obra. Y, sin embargo, se demora. Pues con decir a Gayol y a sus satélites que vayan a soplar al Molino de Viento, ya tiene el Municipio la obra en vías de ejecución. No se deje este asunto de la mano, pues cuanto más se tarde, tanto más encarecerá el valor de los terrenos. Con lo que costaron los kioscos de Begoña y el Velódromo, ya estaba la cosa hecha: ¿Para qué sirven esos kioscos? Para resguardarse la música cuando llueva? Pero, si llueve... no hay paseo, y sobra el kiosco y la música. ¿Para estar en sitio dominante? Pues con el tablado de quita-y-pon que se hizo nuevo, basta y sobra. Pero los kioscos, se plagiaron de Oviedo, y fueron rematados por un amigo... y ahí está la madre del cordero. (15) Esto del muro de San Lorenzo ya va picando en historia471. Hay que tener en cuenta que todo el afán por construir este paredón (postergando indebidamente otras reformas urgentes y útiles) estriba en tres factores secretos. El primero, es el de dar gusto al Gran Cacique, para que pueda venir rápidamente desde su quinta a Gijón, sin necesidad de dar el molesto rodeo de la Guía. El segundo, es amparar y beneficiar todos los terrenos comprendidos entre la calle de Piles y las junqueras de Pidal, que pertenecen en totalidad a la familia de Alvargonzález. Y el tercero, es satisfacer la manía de tres potentados que no nombramos, que viven en la engañosa ilusión de que las Erías de Piles y La Faza se han de convertir por arte mágico, en un periquete, en colonia veraniega de alto coturno. Indudablemente, que un paseo de cincuenta (?)472 metros de anchura, a orillas del mar, y debidamente cuidado y vigilado, sería un recreo muy agradable para la estación del Estío; sobre todo, si se evitan las anomalías y torpezas cometidas desde Pando hasta Coroña, que también debía ser una vía libre a orillas del mar, y hoy no lo es por torpezas de los unos e intrigas de los otros. Así que, ahora que no hay nada hecho, es cuando se deben prevenir en tiempo los futuros errores. Y no dormirse. 471 Al margen anota Somoza: “En julio de 1895 se empezó a trabajar en el muro. Habiendo muerto el contratista se suspendió la obra”. 472 La interrogación es de Somoza. Biografía de Julio Somoza 399 (16) Quítese aquel asqueroso padrastro del boulevard puesto por el fachilla con el único y deliberado propósito de hacer daño473; y colóquense dos retretes debidamente montados y vigilados (aunque sea con pago) en Begoña, donde hacen mucha falta en la época de los paseos. Estúdiese un buen modelo, para colocarle donde precisa mucho, en la fachada posterior (o en la del Oeste) del Teatro; etc., etc., etc. Y sobre todo, quítense los asquerosos urinarios del Campo Valdés, que son una ofensa al olfato y al decoro público. Esta cuestión, por lo mismo que es incómoda, exige gran estudio y acierto, y no debe dejarse de la mano: ¿para qué diantres sirve el agua, si no? (17) El Ayuntamiento debe justificar el derecho que tiene al suelo sobre el que está emplazado el Malecón de Langreo, por lo menos, en el trayecto que recorre en la calle del Comercio; aunque los muelles de la dársena vieja, fueron hechos también con recursos del Ayuntamiento y de la Diputación. El Municipio puede y debe exigir desde luego a la Empresa de Langreo (¡aquí de los concejales de hígados!) la presentación de los documentos o títulos en virtud de los cuales ejerce el derecho de ocupación de la vía pública. El Ayuntamiento, es menor de edad (para los efectos de la ley) y no prevalece nada contra él por ignorancia o injustificación. Este derecho, es de mucha monta. Al parecer, en 1848, cuando se le permitió a Langreo construir el paredón, fue con dos condiciones. La 1ª, que lo usase en un periodo de veinte a veinticuatro años. La 2ª, que a la terminación de este plazo tuviera hecho por su cuenta y riesgo otro muelle, donde pudiera efectuar las operaciones de carga. Ahora, quiere la Empresa, en el proyecto de reformas del Puerto, que le expropien el muelle (¡como si fuera suyo!). Pues que justifique primero la propiedad del suelo, porque la posesión y la tolerancia del uso, no implican derecho alguno tratándose de un menor. 473 Una nota marginal de Somoza dice: “Se quitó como es justo, en cuanto dejó de mangonear el fachilla”. 400 Agustín Guzmán Sancho Para el Ayuntamiento, el derribo de este muro constituye una mejora urgente de urbanización. A la vez, podía averiguar cómo se construyó el Cuartel de Carabineros, y a quién pertenece su solar, enclavado en el muro de Langreo. Podrá el Municipio exigir a la Empresa, un canon por el tiempo que indebidamente estuvo usando de dicho murallón. Pídase informes al Letrado Consultor del Municipio. (18) ¡El Bombé! Tres pleitos sostuvo el Ayuntamiento sobre la posesión de este importante solar... por lo que todos sabemos; o sea, por no tener su Archivo y documentos en regla, y sus fincas, inscriptas debidamente en el Registro de la Propiedad. El Ayuntamiento republicano de 1872, lo vendió indebidamente, y de aquí se originaron todos los daños. Los V... lo compraron por segunda mano por una bicoca, y como ahora vale mucho, pretendían que fuera válida la venta para chuparse el momio. Pero... se llevaron chasco. Sentencia: Donde los V... ponen la mano, nace la desgracia (y si no, que lo diga el Santa Rosa, B Rionda, Olano, El Escultor, etc., etc., etc.). Buena ocasión, ya que ahora se quedó el Estado con dicho terreno, para que construyera allí el edificio de la Aduana, y el Cuartel de Carabineros, con lo que aquel paraje ganaría mucho, y se quitaba el horroroso padrastro de la primera casa de la calle del Comercio. Las Aduanas, según una disposición reciente, están autorizadas para destinar ciertos fondos o derechos a la construcción de sus edificios. Convendría interesar al Administrador en esta mejora, haciéndose solicitar del Estado la concesión del solar necesario. (19) Calle de Covadonga... número tantos. Se empezó. Se suspendió. Vuelta a empezar. Vuelta a interrumpir... y así sucesivamente, hasta la consumación de los siglos. El desorden, la falta de ideas fijas, de plan y de programa, refleja perfectamente en este paraje al anterior Ayuntamiento. Biografía de Julio Somoza 401 Aquí mojó Lopín y todos los arquitectos; estuvo depositada la estatua de Jovellanos; se emplazaron las cuadras municipales; se ideó un cuartel para la Guardia Civil; fue matadero de cerdos, cuartel general de Brizán, parque de bomberos, depósito de material viejo, y de inmundicias, almacén de carros, vivero de árboles, cárcel de perros, academia de música..., ¡el Demonio! Por último acabará vendiéndose, según todas las probabilidades. Que se lleven todo aquello para cualquier lado y que a lo menos, en desagravio, instalen allí una Escuela y una Alcaldía de barrio, en forma474. (20) Lo bueno, o mejor dicho, lo malo, que tienen las famosas charcas de podredumbre y cieno, es que todas están situadas en las entradas de la población, como pregonando nuestro abandono de la higiene y de la salubridad públicas. Primera: una a lo largo de la calle Salud (suple Epidemia) donde, no sólo se lavan ropas, sino (y esto es horrible) tripas de cerdo, cuyo embutido, comerán algunos muy alegremente, ignorando su procedencia. Pero ¿a dónde verterán las aguas de aquella calle con el bajo nivel que tienen? ¡Oh suspirado plano de ensanche! Segunda: Otra, en la plazuela del Humedal (ahora de San José) donde se lava aún, a pesar de las prohibiciones. Su color verdoso, denuncia su corrupción475. Tercera: Otra, empantanada a la derecha de la salida de la carretera de Oviedo. Aumenta su caudal con las aguas de lluvia y con las que vienen de la calleja de la Salud, pasando bajo el Mirador de Lindaraja (!!). Cuarta: Otra, en el Bibio, calle de Ezcurdia, tras las cocheras del Tranvía476. Quinta: Otra, todo a lo largo de la Calle de Piles (que cruza la de Ezcurdia) y cuyo segundo tramo, es de mucho tránsito para los carros que llevan arena de San Lorenzo. 474 En nota marginal añadirá Somoza: “El Ayuntamiento con rumbo inusitado, regaló el solar a Angelín para que edificara su parroquia de San Lorenzo”. 475 Aparece nota de Somoza al margen que dice: “Se rellenó”. 476 Al margen escribió Somoza: “Se rellenó en parte”. 402 Agustín Guzmán Sancho Sexta: Otra, con honores de lavadero frente a la Capilla de San Esteban477. Séptima: Otra, inmensa, tras de Llano (sic), junto a la huerta de los Evaristos. Octava: Otra, junto a la fuente del Tejedor. etc., etc., etc. Todo lo cual prueba la necesidad del plano de ensanche y reforma del alcantarillado general. (21) Si el Macelo ha de continuar donde está, entonces conviene dotarle de todos los servicios necesarios, pues que forma, con sus ingresos, uno de los principales recursos del Municipio. Además, urge cerrarle convenientemente y ponerle una fachada decorosa. Pero como parece ser que de la liquidación de sus obras, practicada por el Arquitecto, ha cogido dicho Señor, al contratista (suple L... ) distraídamente (¡claro!), con los dedos contra la puerta, conviene proceder con tino y mesura, para exigir la responsabilidad a quien la tuviere. Al propio tiempo, y por deber de justicia, debe sostener y apoyar el Municipio a aquellos de sus empleados que velando celosamente por los intereses del pro-común, han sabido esmerarse en el cumplimiento de su deber. Convendría igualmente enlosar el piso del Macelo (formado con sucios escombros, y escorias de la fábrica de Aceros) ya para su mayor aseo y limpieza, como por la facilidad de lavarlo diariamente. Vigílense los mataderos clandestinos que existen en Pumarín y Jove. (22) Como los terrenos del cueto de Santa Catalina (antiguamente del Común y del Gremio de Mareantes) son hoy de particulares, ideó el Ayuntamiento (o algún forastero quizás) hacer un paseo semicircular a media ladera, bordeando la colina sobre el precipicio. 477 Al margen, de Somoza: “Se rellenó parte”. Biografía de Julio Somoza 403 Existen dos proyectos: uno, con rampa, que subiendo suavemente desde el Campo Valdés por frente al nuevo balneario, tuerza a la derecha, y pase frente a la batería llamada de San Pedro, yendo a desembocar junto a la nueva batería de Santa Catalina. Y otro, en el cual siguiendo el actual camino se llega a la Fontica, y desde aquí, se bordea bajo el Faro hasta dar en la llamada Casa de las Piezas. Ambos proyectos, son bonitos y hasta... de sensación; pero ¿y los cuartos? A esto, contestaba Andresillo de Paropillo o de Pasamonte, que con los peones del Ayuntamiento y los escombros de las casas, había bastante: ¡no está él mal escombro! Sobre el modo de arbolar esta colina, escribió Ricardo Acebal un razonado artículo, demostrando qué clase de árboles convenían a su suelo. (23) El proyecto, consta de cuatro partes, que implican una mejora de importancia, y de las que está necesitada Cima-de-Villa. La principal es la rasante, que arrancando de la esquina izquierda de la fachada de San Pedro, llegue al comienzo del Proyectado Paseo de Santa Catalina de que hemos hablado. La segunda, el derribo de la tapia de la Huerta de Valdés, y expropiación de terreno suficiente para el fácil acceso de la nueva vía. La tercera el derribo del Cementerio Viejo y demarcación de la línea N. del nuevo paseo. Por último el derribo de la última casa de la calle del Ave María, si el paseo ha de ir por la Fontica de la Atalaya; o bien la ocupación de los terrenos necesarios aquende la batería de San Pedro, si se ha de seguir este otro trazado. (24) ¡Pobre Arco de la Villa! Desmontado con intención de volver a armarlo en el sitio de Los Evaristos, sus piedras se pierden y deshacen de día en día, sin que un alma bondadosa se acuerde de ellas. Con lo derrochado inútilmente por el fachilla en el bacín de Begoña, se hubiera conservado esta reliquia de pasados días tan identificada con los recuerdos gijoneses. Pero a grandes males grandes remedios. O se calcula lo que puede costar su nueva erección, el relabrado de la piedra y la sustitución de lo inservible, o de lo contrario se quita aquello de allí, y se vende o se convierte en arena (como ya lo hacen las criadas de servicio) para hacer un nuevo piso al paseo de Valdés o de Begoña. ¡Que no esté siempre a la vista aquel testimonio de nuestra 404 Agustín Guzmán Sancho incuria y nuestra ingratitud! Aquel hacinamiento de piedras, es feo y embaraza el tránsito. Fórmese pronto un acuerdo definitivo. (25) ¿De quién es la Casa Rectoral? ¿Del Ayuntamiento o de la Parroquia? Decimos esto, porque como se anda en pleito... Pero, Señor, ¿para qué servirán los documentos del Archivo? Según el Concordato de 18.. se reservó a los párrocos, de los mansos parroquiales, la casa y el huerto rectoral. De consiguiente, la de Gijón, debió haberse reservado a su Párroco. Sentado esto, ¿a título de qué exigió y obtuvo de anteriores Ayuntamientos el difunto párroco Sr. Frades, nueva habitación? Más aún, ¿por qué pretendió que se habilitara la Casa Rectoral para residencia suya, cuando el Municipio tuvo arrendada dicha vivienda a varios vecinos de Gijón, y aún instaló en ella el Cuartel de la Milicia Nacional? Una parroquia tan productiva como la nuestra ¿no disponía de recursos suficientes para que el Párroco compusiera a sus expensas su propia casa? Y en el supuesto de que indebidamente (no decimos injustamente porque no nos consta la certeza) obtuviera del Municipio nueva habitación por hallarse en estado ruinoso o inservible la casa Rectoral ¿hasta qué punto puede la actual Corporación Municipal admitir como carga en sus presupuestos aquella concesión graciosa? Repárese que los Ayuntamientos son menores de edad, y nada prevalece contra ellos. (Esto es una repetición del caso de Langreo). Obsérvese que el Párroco no quiere vender la Casa Rectoral, sino que se la venda el Ayuntamiento y le entregue su producto: lo cual parece implicar la idea de que duda sobre la firmeza de su derecho. Téngase en cuenta que por el solar de la Casa Rectoral ofrece el propietario colindante (Sr. Pumarino o Faes) seis mil duros. Y no se olvide que desde hace ochenta años o cosa así, viene percibiendo el párroco en concepto de habitación, tres mil reales anuales. Y que si no se le debía, era de justicia el reintegrarlos, o cobrárselos el Ayuntamiento del importe de la venta del solar, quedando convertido el pleito en una simple operación aritmética, bajo esta fórmula: Solar: ptas. 30.000; percibido de más: 750 ptas x 80 años = 60.000; debe: ptas. 30.000. (¡Ya escampa! dirá él). Biografía de Julio Somoza 405 Si la casa pertenece al Ayuntamiento, en el Archivo estarán los justificantes. Y si no están... que lo quemen. ¿Para qué diantres sirve ese Archivo, donde no existen antecedentes aún de este siglo relativos a edificios, u obras públicas o terrenos comunales como Santa Catalina, El Bombé, Malecón de Langreo, Casa Rectoral, etc., etc., etc. Este asunto, debe ventilarse con mucha diplomacia, asesorándose antes del letrado consultor del Ayuntamiento, para no dar un paso en vago. (26) Hay dos casas en los Cuatro Cantones que están pidiendo a gritos su derribo. La de Riego y la de doña Petra Calderón. Hubo en cierta época, una candidatura conservadora para el Municipio que ostentaba al frente de su programa de reformas, el siguiente lema: ¡ABAJO LA CASA DE RIEGO! (y estaba en carácter, porque el dueño de la finca, era sobrino del caudillo de Las Cabezas... aunque del bando moderado). Suponemos que el Ayuntamiento mus habrá pagado la expropiación del solar de la casa del Sr. Espinosa478. Hecho esto, debe el Alcalde confabularse con el Arquitecto para que declare ruinosa la casa contigua, y pasar un oficio expresivo a la Sra. De Calderón (suple Castillón479) conminándola con graves responsabilidades. El tipo de expropiación del solar de doña M. Jove de Riego, debe ser menor que el abonado a don Salustiano Espinosa. Y sacado después a pública subasta, podía el Municipio beneficiarse algo en ella. También convendría tomar alguna medida con la casa de los tres picos y con la de Busto, para quitar aquellos dos edificios; aunque mejor fuera tomar una disposición de carácter general para las reedificaciones, en la cual, la altura y ornamentación de las fachadas, correspondiera a la anchura y categoría de las calles. Nota marginal de Somoza: “¡Qué había de pagar! La está debiendo, con más los intereses que devenga”. 479 Doña Petra Calderón era suegra de don Justo del Castillo, de ahí con toda seguridad lo de Castillón. 478 Agustín Guzmán Sancho 406 (27) Materia larga y enojosa, y propensa a grandes modificaciones y demoras, pero que convendría sujetar a un plan metódico en el de reformas de la Villa. Indicaremos algunas llamadas a realizarse: A) Calle de Covadonga, de la Plazuela de San Miguel al Velódromo480. Sólo queda la expropiación de una casita en la calle de Pelayo, perteneciente a los herederos de Ezcurdia. Corre con ella Evaristín Prendes, y ya hizo indicaciones favorables al Municipio para llegar a una avenencia. Lo demás de la calle, está a línea. B) Calle o Travesía del Teatro.— Expropiación de una casita que da a dicha travesía y a la calle de los Moros. C) Del Rosario.— Es la angosta callejuela cuya ampliación se pide para el acceso a la fábrica de Cigarros. Pero el Municipio, no gana nada en ello, porque el beneficio principal es para la Fábrica, y ella es la que debiera pagarlo. Recuérdese que existen muchas atenciones preferentes, y no se ponga en ésta mucho empeño, porque resultaría tonto. ¿No suben las acciones de la Tabacalera? Pues que desembolse. D) Del Instituto.— Ya se sabe que esto implica el derribo del Mercado de Hortalizas. Pero su necesario complemento es el acceso a la calle de la Trinidad, lo que la constituiría en una avenida de gran tránsito. Es cuestión de hacer bien el cálculo. La casa de Eugenio Sánchez, la de Costales, y la de Menéndez Morán, avanzan sobre la línea. Mucho ojo en la reedificación. E) De San Agustín.— Otra miseria del Ayuntamiento con el propietario de las nuevas casas. Por una bicoca, y una pretensión injusta, tiene aquello obstruido en vez de ser vía libre. Allánese y exíjase la expropiación de la casa de doña Helena Valdés Hevia de Díaz. F) La Gran Vía.— Alameda de Langreo; Huerta de Langreo, Casas del Parrocho y Estación del Norte. Lo está pidiendo el pueblo con mucha necesidad. Pero existe otro proyecto ideal de gran vía a El Musel, de cien metros de ancho (¡una futesa!) que ni los mismos que la idearon saben por dónde ha de ir, ni lo que va a costar, ni para qué ha de servir, ni quién la va a pagar. 480 Actual plaza de Europa. Biografía de Julio Somoza 407 (28) El derribo de este nido... de basura, no se ha llevado a efecto un millón de veces, por no perder el Ayuntamiento el mezquino importe de su arriendo. Pero habiendo creado en sustitución de aquel el impuesto sobre las sillas en los paseos, el de carros, coches, consumo de carbón, bajadas de aguas, limpieza de chimeneas, cédulas, puestos ambulantes, etc., etc., etc., bien podía reemplazar el viejo con parte de los nuevos. El beneficio de la apertura de la nueva vía (prolongación de la calle del Instituto) produciría gran desahogo al comercio, cuyos géneros serían transportados más directa y desembarazadamente por esta ruta, que no por el molesto itinerario de la Plaza, evitándose el rodeo de la calle de Recoletas, o los más penosos de la calle del Mesón Viejo, Travesía de los Jovellanos, o calle de San Antonio481. (29) Cuando el Estado se incautó de los bienes de Propios, se apropió la casa llamada de la Biblioteca (Plazla de los Jovellanos, núm. 2) que don Gaspar y don Francisco Jovellanos, habían legado al Instituto para sostenimiento de la Biblioteca. El Estado, en cambio, se obligó a entregar al Instituto láminas del Papel del Estado equivalentes al Capital de dicha casa. Como esto sucedió hacia 1854 (?)482, el Estado aún sigue debiendo al Instituto el Capital y réditos de dicha casa, que montan un pico. Y como el Ayuntamiento es copropietario de la Biblioteca del Instituto por cláusula especial del testamento del fundador, debe interesarse en obtener estos ingresos. Lo extraño aquí es, que habiendo en Madrid tantos fantasmones patrióticos que venden fachenda, y se despepitan por el pueblo, ninguno se haya tomado la molestia de inquirir el paradero de estos fondos. ¿Habrá gato encerrado?483. Y para eso... ¿pagaba el Ayuntamiento un momio en Madrid, a su representante don Jesús Pando y Valle? Cosas tenedes, el Cid... 481 Al margen señala Somoza: “Se derribó y quedó bien, aunque resultó un poco caro. Falta sólo el ardid para obligar a edificar a los propietarios de la nueva vía”. 482 La interrogación es del propio Somoza. 483 Ver sobre la palabra gato lo dicho en la nota 461. 408 Agustín Guzmán Sancho (30) La calle de Ezcurdia, que es una vía digna de mayor atención que la que se le concede, sólo debía tener dos alineaciones hasta el puente de la Guía, con lo cual su tránsito ganaría mucho, y también su independencia de la Carretera de la Costa. Aún se puede remediar, ya que su última mitad, está por construir. Cuando los peones del Ayuntamiento llevaron el afirmado hasta la Plaza de Toros, en el año de su inauguración, suspendieron allí la obra, lo cual fue una torpeza, pues continuada aquella, hubiera sido un paseo recreativo y sosegado para los que no quisieran ir por la polvorienta y abrasada carretera del Bibio. Si mal no recordamos, los propietarios colindantes del último tramo de la calle de Ezcurdia, acaudillados por Leandro Suárez Infiesta, contribuyeron para la expropiación del terreno necesario hasta el empalme junto a la casa de Nso. Rz. Estrada, y para echar la bóveda a la acequia del molino de la Hormiga, en el paraje en que la corta. Hay que estudiar la manera de habilitar materiales para el terraplén que se debe construir entre la indicada acequia y el puente de La Guía. (31) Colocándose en el eje de cualquiera de las calles de Covadonga, Capua, Rendueles y Santa Doradía, se ve la barbaridad que cometió Alejandro, interrumpiendo bruscamente el paso con una especie de barreras o cuñas que forman los jardincillos de la Plazuela de San Miguel. De modo que los coches, carros, carruajes y caballerías que quieran embocar directamente a la calle central tienen que girar súbitamente y con violencia (y por lo mismo, con riesgo evidente para ellos, y para los transeúntes), o dar un incómodo y largo rodeo. Esto es tanto más peligroso, cuanto que el paso obligado del tranvía, limita más el tránsito. Aplíquese la receta del chaflán (inventado por L... para jeringar a los vecinos) a los susodichos jardines. (32) ¡A escape, a escape!, que aquello huele a mercado de la Pola. Las de Fomento, primero; las de San Lorenzo, después. Aquí se palpa la necesidad de unas Ordenanzas que prevengan con energía semejantes tolerancias y abusos; porque lo que pasa en Fomento, es asqueroso y repugnante; y lo de San Biografía de Julio Somoza 409 Lorenzo, es clásicamente... pacotillero. Y todo, por recaudar unas miserables pesetejas y complacer a personalidades hueras y tontas. En fin, más vale callar... y límpiense pronto las vías públicas de aquellas madrigueras malolientes, engendradoras de chinches y piojos, y pulgas y microbios, que saltan y danzan y pinchan y muerden entre el tufo pestilente de la nauseabunda fritanga... ¡y, más que rabie Cañaminín de Dios, y bufen las dinastías de las Ritas! (33) El segundo patio del nuevo Cementerio, está sin habilitar; y aun con grave escándalo, pasta allí ganado, tolerancia vergonzosa, por lo mismo que está a la vista de todos. Como el terreno es muy malo, conviene ir modificando lentamente su composición, obligando a las familias que entierren allí sus individuos a echar en cada enterramiento una capa de cal, y vinagre en proporción, procedimiento acostumbrado en el resto de España, y cuyo uso conviene generalizar. El depósito de cal para los cadáveres debe existir en el Cementerio (en sus inmediaciones hay un calero); y en el acto de sepultar, el Capellán debe vigilar y exigir el cumplimiento de esta cláusula, porque los enterradores y sus seides son gentes informales, que sólo cuidan de su provecho. (34) No debe el Ayuntamiento desechar nunca ninguna reforma, por pequeña e insignificante que parezca a primera vista, pues todo lo que redunde en interés del público, es siempre apreciado y elogiado Aludimos en este particular al piso del paseo de Begoña, único que existe en la localidad para recreo de veraneantes y esparcimiento de vecinos. El piso de dicho paseo, carece de afirmado, bien que mucha parte de él esté sobre roca. Para igualarlo, mandó traer don Juan Alvargonzález durante su alcaldía, nada menos que barro... de San Martín de Huerces. Y sucede, que cuando llueve, la arcilla se esponja y aquello se convierte en un fangal. Y durante la estación del calor, el piso, se reseca, y lo que es peor que todo para un paseo, deja sueltas en la superficie una infinidad de piedrecitas y chinas que lastiman y mortifican cruelmente el pie, lo que hace la estancia en el paseo, ingrata y enojosa. 410 Agustín Guzmán Sancho Algo se remedia, aunque momentáneamente, con el riego. Pero el riego de un terreno arcilloso a las horas de mayor calor, produce una evaporación inconveniente y malsana, germen de dañosas enfermedades. Un procedimiento útil, y que se debe imitar, es el empleado en el paseo de El Bombé de Oviedo, cuyo piso, de un excelente afirmado, tiene encima una capa de tres o cuatro pulgadas de arena de piedra de grano, que se puede obtener en Gijón de varias maneras, y que haría el suelo limpio, compacto y flexible. La arena, que está por cuajar, se puede traer de los terrenos inmediatos a la fuente de Jove, que la suministrarían en abundancia, o de Lloreda, y también se podría aprovechar la que se desperdicia en grandes cantidades del labrado de aquella clase de piedra. Por último, si el Arco de la Villa, no se ha de volver a erigir, ya tienen los peones del Municipio material que destrozar. (35) El difunto don Mariano Pola, (q. e. p. d.) dejó en su Testamento una cláusula para la fundación de un Asilo en Gijón, que llevara su nombre. Parece ser que su hermano y heredero don Antonio, ofició al Ayuntamiento pidiéndole terreno para emplazar el edificio, y que la Corporación dio largas al asunto, o por hostilidad o por otros ruines sentimientos que no queremos analizar, dejando, con tan torpe proceder, de añadir un lauro más a su gestión administrativa, y embellecer a Gijón con un nuevo edificio. Urge resucitar esta cuestión, y al propio tiempo saber con qué recursos se ha de sostener. En dicho Asilo, si el albacea se prestara a ello, convendría instalar una Sala de Socorro, única que tendría el pueblo y que le reportaría un gran beneficio. (36) Éste es otro asunto como el Asilo del Sr. Pola, pero aquí la dificultad es algo mayor, y tendrá que verla principalmente el Diputado Provincial por Gijón. El difunto escritor y ministro asturiano, Álvarez Lorenzana, dejó un legado para el establecimiento de un Hospital marino en Asturias, donde pudieran encontrar alivio los niños escrofalosos y raquíticos, y los pobres desheredados del Hospicio. Biografía de Julio Somoza 411 Puesto este asunto a discusión en la Diputación Provincial, se acordó que el Hospital marinero se instalara en Jove, aldea que reunía para ello inmejorables condiciones. Ahora falta saber si los fondos los ha de facilitar la Diputación, o los legatarios del Sr. Lorenzana. Conviene remover este asunto, pues a pesar de la resolución adoptada favorable a Gijón, Avilés trabaja mucho para llevarse el Hospital a Salinas; y Luanco no descansa hasta llevárselo a su Puerto. Y mientras una y otra villa velan y trabajan sin descanso... nosotros, andamos muy preocupados con el tiro de pichón, y otras ridículas bagatelas por el estilo. ¿Qué campañas han hecho nuestros diputados provinciales cuando nos arrebataron la Comandancia de Carabineros; el hilo telegráfico directo a Madrid; la guarnición militar; la escuela de ingenieros industriales, y cien más? ¿Qué protesta levantaron contra ese abuso irritante de las estancias en el Hospital Manicomio de Oviedo que ya ascienden a 26 mil y pico de pesetas; y contra el gravamen del impuesto provincial sobre las bebidas alcohólicas? Nota (por si cuaja).— Conviene que el emplazamiento de este edificio no caiga dentro del trazado de vías que han de dar acceso al Puerto de Refugio. (37) Con las nuevas edificaciones en la Carretera de Ceares, Prado del Fumeru, etc., y las que se proyectan, convendría resucitar esta idea en tiempo, iniciada por anteriores Municipios. Redúcese, en suma, al trazado de un camino que faldeando el Monte de los Franceses (o Pericón) venga a empalmar en el Velódromo. Su objeto principal, es evitar el paso de las comitivas fúnebres por el único sitio de esparcimiento que tiene la Villa. Los terrenos que atraviesa, son de mala calidad (rebajadas las pretensiones de A. C. T.484) y por lo tanto, baratos, pudiendo adquirirse hoy sin gran dispendio los necesarios para el trazado. (38) Los fosos de la fortificación, aún están por rellenar en la parte frontera a las casas de don Manuel Prendes, y en la que da a la fachada principal y talleres de la Estación de Langreo. Existe un desnivel grande entre la rasan484 Podría ser tal vez una F. 412 Agustín Guzmán Sancho te de la nueva iglesia de San José, y la línea de los talleres de Langreo (bien que el edificio principal se eleve sobre ella). Pero si se llega a trazar la calle de que nos ocupamos en el número 27, y que va a ser de mucha necesidad (toda vez que la única salida que tiene el pueblo por la parte de Poniente, es la carretera de la Costa), entonces podrían realizarse dos mejoras a un tiempo. Nótese aquí que entre el enorme emplazamiento que ocupa la Estación de Langreo con sus dependencias, y el de la Estación del Noroeste, ahogan la población por aquel lado con círculo de hierro, hasta tal extremo, que las calles del Comercio, Rueda, Carmen y Langreo, quedan interceptadas por aquella infranqueable barrera. Pero, rómpase de una vez por el Municipio, que derecho, razón y ley tiene para ello. En último caso, exprópiese por ley de utilidad pública la huerta que corre tras las casas del Parrocho, y ¡adelante! (39) Ya va dicho en el número 16, lo relativo a la materia, pero no quita esto, para que desde luego se proceda a hacer desaparecer este indecoroso lugar. (40) Álvarez Tejera, presentó al Municipio un proyecto de nuevo Mercado en el Carmen (hecho por Stoldtz) y fracasó. Justo del Castillo, presentó otro, tomando el modelo del de Bilbao o Vitoria: fracasó también. Un Mercado hacia la parte de Poniente proporcionaría buenos ingresos al Municipio, y concurrirían a él preferentemente los labradores de las parroquias del Oeste, más ricas y en mayor número que las de Oriente (sin contar las de Carreño). Con piedra, hierro, cristal y zinc, sale el tinglado barato y reproductivo en sumo grado. Biografía de Julio Somoza 413 REPASO AL PRESUPUESTO DE GASTOS DE 1892 — 1893 Capit. I. Artícul. C I — A.1 C I — A.2 C I — A.5 C 2 — A.2 C 2 — A.5 C 2 — A.6 C 3 — A.4 C 3 — A.7 C 3 — A.9 C 4 — A.6 Queda su arreglo a discreción. Momio de L... Sáquese a subasta. Fúndase con el artículo 8º, y economícese algo. Nos parece muy cara esa guardia (en conjunto) y mucho más ese material de oficina que nos da un tufo insoportable. Está recargado este capítulo, porque después de la partida de 3.000 pesetas, sobra el profesor de gimnasia y el alumbrado del Parque. Esto de las veredas, debe ser una papa, tan grande, por lo menos, como el artículo 1º del capítulo 10. ¡Tres mil pesetas para atender al aumento del arbolado!... ¡no lo quiera Dios! ¿Dónde está semejante aumento? Si fuera desmoche de los pocos árboles que quedan, pase. Sobra un Inspector; y las dos últimas partidas, fúndanse en una. Este servicio, se hace en otras poblaciones con el Arquitecto (que es empleado facultativo), un Oficial de Secretaría, y uno o dos capataces. Terminantemente se debe prohibir que estos empleados cobren los servicios o instalaciones, como ahora hacen. Los ingresos por aguas, en cualquier concepto que sean, deben ir directamente a Caja y Contaduría. Faltó poner en este artículo, lo que cuesta el lavadero: calculémoslo en mil pesetas, y tendremos: Personal y material de aguas … … … 14.919’27 Cuerpo de bomberos … … … … … … 10.955 Lavadero … … … … … … … … … … 1.000 Total … … … … … … … … … … … 26.884’27 Pues bien, para que se vea lo disparatado de este presupuesto, se calcula (pág. 9) en ¡60.000 pesetas! El producto anual del agua, y no da ¡ni para el sostenimiento del personal! ¡A cualquier cosa se llama presupuesto! ¿Doce mil duros anuales? ¿Mil duros al mes? ¿Dónde están los pedidos de agua? Léanse las sesiones del Ayuntamiento y se verá la magnitud de semejante error. El Instituto, cuesta de siete a ocho mil duros, porque la Diputación no abona nada, por no estar servidas las cátedras en propiedad. Con que, refórmese o suprímase, y en todo caso, fórmese un conjunto racional con la Escuela de Artes y Oficios. 414 C 5 — A.3 C 5 — A.6 C 5 — A.8 C 5 — A.9 C 6 — A.1 C 6 — A.2 C 6 — A.7 C 6 — A.11 C 6 — A.12 C 7 — A.3 Agustín Guzmán Sancho Suprímase, porque a grandes males, remedios heroicos. Esa cantidad que se paga desde 1852, ¿es como amortización, o como renta? Si lo primero, capitalícese. Si lo segundo, englóbese en el concepto principal. Suprímase. Aclárense esos médicos; y los creados por favor, suprímanse. El edificio de las Consistoriales, se entretiene al parecer muchas veces: Primero: en el capít. 1º — artíc. 5º Después: en el capít. 1º — artíc. 8º Ahora: en el capít. 6º — artíc. 1º y más tarde: en el capít. 10º — artíc. 4º nos parecen, en verdad, muchos entretenimientos y distracciones, porque todos esos conceptos, aunque con distintos nombres, suman la cantidad de 34.500 pesetas; con que, o aquí hay sapos y culebras, o los conceptos son falsos, o están perversamente clasificados. Creemos esto último, porque cuando el Secretario pone como carga los sueldos de los músicos, o no sabe lo que carga, o lo confunde con cargo, o ignora lo que se toca. El cargo de Inspector, se creó para un amigo, y no es lo malo eso, sino la partida de seis mil pesetas que figura más abajo, con la cual se podía hacer un buen camino vecinal hacia Jove, y las Aras y el Puerto de Refugio. A lo menos, parece que lo pedía a gritos el entusiasmo de la causa... y, sin embargo, no resultó. El personal de este artículo debía suprimirse aquí, y trasladarse al artículo octavo, para que se viera más claro. Aquí le duele a Elías. El segundo patio del Cementerio, está como cuando concluyeron de tapiarle ¿en qué se invirtieron entonces esas seis mil pesetas? Se deduce de la lectura de esta partida que cada mozo de cuadra, cobra al año 638pt,75, y cada caballo consume al año por valor de 547pt,50; de donde resulta que los cuadreros y las caballerías, están mejor dotados que los maestros de escuela, que disfrutan el haber anual de 625 ptas. unos; y de 400, otros. Más claro aún; que mientras a cada caballo se le señala para alimentación diaria seis reales, el maestro tiene que contentarse con cuatro reales y perrona. No puede darse idea más miserable, y concepto más vil y bajo de un Municipio. Ese Clavero, que vive fuera de la Cárcel, es imposible que cumpla con los deberes de su oficio. Y esas veinte pesetas dia- Biografía de Julio Somoza 415 rias para alimento de todos los presos, son una miseria y una injuria. Véase la nota 2ª del libro de D. J. Somoza, Cosiquines de la mió Quintana, pág 82, y medítese. Creemos que si se hiciera una derrama forzosa entre los vecinos (incluso los de Carreño) para un nuevo edificio, todos contribuirían. Y los terrenos de la fortificación... ¿qué se hicieron? ¿qué fue de tantos ochavos como dieron? C9 C 10 A grandes males... etc, Vid. Economías. Es una papa todo, para encubrir trampas, y aderezar a gusto el famoso comodín del presupuesto adicional, que es otra gazapera. 416 Agustín Guzmán Sancho AÑO 1892 DEBE: LEGADO DE LOS GRANDES ECONOMISTAS DEL SIGLO Pesetas Censo del Duque del Parque (capitalizado al 3 %) Censo de Llanes Queipo (íd., íd.) Censo del Marqués de San Esteban (íd., íd.) Empréstito sanitario (véase el cálculo: amortiz. 600 acc.; 341 con ints. quedan 4000 acc.; 89 sin int. 1er. Empréstito de aguas (1.309 acc. a 500 ptas.) 2º íd. íd. (261 acc. A 500 ptas.) 3º íd. íd. (594 acc. A 500 ptas.) Préstamos de Roces Moral Expropiación de La Gloria (Ramón Cuesta) Otras, acordadas, que no se especifican Pleitos (al parecer, en curso) y agentes Expropiación a los herederos de Junquera Ídem. de Vigil Tonticiella Ídem. de Sn Espinosa (casa quemada) Por amortización de créditos contra Hacienda que traen 25 años de atraso (hay qe aclararlo porqe debe ascender a una cifra enorme) Por liquidación de obras de la Escuela de Ceares (¿y las restantes?) Por liquidación de obras del Matadero (¿nada más?) Total (que sepamos) Por devolución del importe de terrenos vendidos ilegalmente por Carreño Por íd. íd. de ídem del Bombé Por fundir la estatua de Pelayo Por pleito con el Párroco sobre propiedad de la Casa Rectoral Por importe de fuentes de Begoña y material de aguas sin pagar 64.144 - 66 5.500 6.600 20.000 654.500 130.500 297.000 30.000 15.000 20.000 4.125 3.996 17.875 80.912,25 16.000 22.000 10.000 1.398.152,91 4.000 Biografía de Julio Somoza 417 AÑO 1892 La gran cantárida HABER: Pesetas Struggle for life Morituri te salutan Por refundición de estas dos partidas Apriete, Señor, apriete (invocación sagastina) ¡Fuera veredas! Disminución de la breva del arbolado Degollina Supresión de un momio Garrote a dos caballeros particulares Economía de un alquiler Ídem de otro Ídem de otro Remedios heroicos ¡Ya cayó otra breva! Caída del Ministerio Marujista Íd. del Ministerio Zeferista (con propina) Despeñamiento de un lobo ¡Otra prebenda menos! La visión profética de Elías Beati qui in Domino moriuntur Batalla de Bailén Combate de Trafalgar Terremoto de la Martinica C1 — A.1, núm. 8,9, 10 1.165 - 65 1.500 C1 — A.2 500 C1 — A.5. 8 1.550 C2 — A.5 Total Pesetas 200 C2 — A.6 1.500 C3 — A.4 500 C3 — A.7 500 C3 — A.7, núm. 8 3.776 - 77 C3 — A.9 250 C4 — A.4, núm. 1 4.000 C4 — A.6, núm. 29 4.000 C4 — A.7 275 C5 — A.3 2.806 - 66 C5 — A.8 1.666 - 66 C5 — A.9, núm. 1 1.249 C5 — A.9, núm. 5 1.666 - 66 C6 — A.2, núm. 1 2.000 C6 — A.2, núm. 5 2.000 C6 — A.7 3.000 C6 — A.11 C9 — A.3, núm. 2 a 18 8.266 - 50 15.000 C9 — A.3, núm. 19 59.000 C10 — íntegro. 116.372 - 90 Quien tal hizo, que tal pague. La amortización de deudas, a juicio del discreto lector, debiendo no obstante darse la preferencia a las cuentas vencidas; y después, amortizar las cantidades de mayor rédito, que aliviarán como es consiguiente, el presupuesto de gasto. BIBLIOGRAFÍA Biografía de Julio Somoza 423 ADARO RUIZ-FALCÓ, Luis.— Julio Somoza de Montsoriú y García Sala. 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Nacimiento, nombre, linaje y magisterio 1.— Una familia vinculada a Jovellanos .............................................. 15 2.— Niño sordo .................................................................................... 24 3.— Los Montsoriú ................................................................................26 4.— Las primeras publicaciones en prensa .......................................... 31 5.— El magisterio de Juan Junquera Huergo ...................................... 34 Capítulo 2. Los primeros afanes de un jovellanista 1.— El “santo grial” jovellanista ......................................................... 43 2.— Interesando a los sabios ................................................................ 47 3.— Somoza y Menéndez Pelayo ......................................................... 50 Capítulo 3. La Quintana 1.— El espíritu romántico .................................................................... 61 2.— Lazos de amistad ........................................................................... 62 3.— La quintana o el rinconín ............................................................. 67 4.— La primera época ........................................................................... 72 5.— Segunda época .............................................................................. 80 6.— El interés por el bable ................................................................... 84 Capítulo 4. Archivero, bibliotecario y periodista 1.— Investigando y polemizando sobre el Instituto ............................. 89 2.— Los manuscritos del Instituto ........................................................96 3.— Actividad periodística ................................................................... 99 Capítulo 5. La pasión jovellanista 1.— Rescatando del olvido ................................................................. 109 2.— Cosiquines de la mió Quintana .................................................. 110 3.— Nuevos Datos .............................................................................. 111 4.— Las amarguras ............................................................................. 112 5.— La estatua de Jovellanos .............................................................. 118 6.— Escritos inéditos ......................................................................... 126 7.— La exposición regional ................................................................ 129 8.— La Esquirpia ............................................................................... 129 9.— El Inventario ............................................................................... 131 Capítulo 6. Al fin los Diarios 1.— El amigo Fr. Miguélez ................................................................ 137 2.— La feliz Navidad de 1891 ............................................................ 142 3.— Intento fallido de publicación de los Diarios .............................. 146 430 Agustín Guzmán Sancho Capítulo 7. La numismática 1.— Las ideas numismáticas de don julio .......................................... 151 2.— La amistad con Soto Posada ....................................................... 154 3.— Amigos y maestros ..................................................................... 157 4.— El contenido de la colección de Somoza ...................................... 159 5.— Monedas halladas en Asturias ................................................... 164 6.— El final de la colección ................................................................ 168 Capítulo 8. El carácter 1.— La burla de sí mismo .................................................................. 171 2.— La sinceridad ante todo ............................................................... 174 3.— El carácter asturiano .................................................................. 175 4.— Hombre familiar y cariñoso ........................................................ 181 5.— Política y Religión ...................................................................... 184 6.— Amigo admirado ......................................................................... 189 7.— Afán de perfeccionismo ............................................................... 194 Capítulo 9. Las termas romanas 1.— Somoza en escena de la mano de Jovellanos ............................... 197 2.— El hallazgo de un laborioso artista ............................................. 198 3.— Cuatro faramallas y buscarruidos .............................................. 202 4.— Se confirma la importancia de las termas romanas .................... 207 5.— Testimonio para la posteridad ..................................................... 217 6.— Historiador de Gijón ................................................................... 218 7.— Cronista de Gijón ....................................................................... 222 Capítulo 10. Tonel agotado 1.— Las Cartas a Lord Holland ......................................................... 227 2.— El Centenario de Jovellanos ........................................................ 231 3.— La aportación al Centenario ....................................................... 235 4.— La excursión a Puerto de Vega ................................................... 239 5.— Otros actos jovellanistas ............................................................. 241 6.— La publicación de los Diarios de Jovellanos ............................... 244 7.— Lo último sobre Jovellanos .......................................................... 249 Capítulo 11. La batalla de Covadonga 1.— El viejecito testarudo .................................................................. 253 2.— La cuestión de Covadonga a final de siglo ................................. 256 3.— La estatua de don Pelayo ............................................................ 259 4.— Razón y sentimiento ................................................................... 262 5.— El ataque ..................................................................................... 266 6.— Cronista de Asturias ................................................................... 269 7.— La virginidad de Asturias ........................................................... 273 Biografía de Julio Somoza Capítulo 12. Las amarguras de un jovellanista 1.— El bálsamo del trabajo ................................................................. 277 2.— El Registro Asturiano ................................................................. 279 3.— La Biblioteca Asturiana .............................................................. 282 4.— El reconocimiento del Ayuntamiento: la calle ............................ 286 5.— La última tragedia ...................................................................... 291 6.— Muerte y legado .......................................................................... 293 Apéndices. I. Relación de los sucesos ocurridos en Río de Janeiro los días 28 y 29, con ocasión de las infructuosas tentativas realizadas por la Señora Infanta doña Carlota Joaquina .............................. 303 II. Listado de personajes que habrían de formar el conjunto de la obra Glorias Nacionales. Apuntes biográficos ......................... 307 III. Escritura otorgada para la publicación de los Diarios de Jovellanos ........................................................................................... 313 IV. Cartas ........................................................................................ 317 V. Portadilla .................................................................................... 373 VI. Apuntes de un gijonés aburrido empadronado en el censo con el número 30.512 (o instrucciones secretas para ir a la casa del pueblo) ........................................................................................ 381 Bibliografía .................................................................................................... 421 431 432 Agustín Guzmán Sancho