Las amarguras de un jovellanista

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1ª EDICIÓN: NOVIEMBRE 2001
DEPÓSITO LEGAL: AS-3561-2001
I.S.B.N.: 84-607-2737-8
EDICIÓN: FUNDACIÓN FORO JOVELLANOS DEL PRINCIPADO DE ASTURIAS
© DE LOS TEXTO: AGUSTÍN GUZMÁN SANCHO
© DE LA PRESENTE EDICIÓN: FUNDACIÓN FORO JOVELLANOS DEL PRINCIPADO DE ASTURIAS
MAQUETACIÓN: EME DIGITAL
La edición de este libro consta de 2.100 ejemplares, de ellos los 100 primeros con encuadernación
especial y sellados con el escudo en lacre de Don Balthasar Melchor Gaspar María de Jovellanos,
corriendo la misma a cargo de la Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias, con la
colaboración especial de la Fundación Hidroeléctrica del Cantábrico y de la Consejería de Educación
y Cultura del Principado de Asturias.
A la memoria de Francisco
Carantoña Dubert, Presidente que fue
del Foro Jovellanos.
JULIO SOMOZA.
Foto: Joaquín García Cuesta, 1930. Museo de Bellas Artes de Asturias.
La conservación de la memoria de
los hombres de mérito debe ser tanto
más apreciable entre nosotros, cuanto
son muy pocos los que han trabajado en
favor de ella. ¡Qué de hombres dignos
de buena y larga fama no habrá sepultado en el olvido el torpe descuido de que
en este punto adolecemos! Trabajemos,
pues, en desterrarle de entre nosotros o,
por lo menos, descarguémonos de la
parte que nos cabe en la nota de ingratitud que ha contraído nuestro siglo respecto de los que han pasado.
JOVELLANOS (Carta décima a Ponz).
CAPÍTULO 1
Nacimiento, nombre, linaje y
magisterio
1.— Una familia vinculada a Jovellanos
Julio Somoza García nació en la Plaza Mayor de Gijón (esquina a la
calle Trinidad), en una casa cuyos balcones habrían de servir durante muchos
años de púlpito para los sermones de Cuaresma, Semana Santa y Misiones1.
Nació a las siete de la mañana de la víspera de Nochebuena del año 1848,
siendo bautizado en la iglesia parroquial de San Pedro con los nombres de
Julio, Raimundo y Víctor. Su familia paterna era oriunda de Galicia; y la
materna, asturiana. Su padre, don José Somoza, era capitán de Artillería; su
madre, doña María del Pilar García, descendía de una de las más notorias
familias de Gijón2.
La carrera militar del padre sería, sin duda, la que determinó el nacimiento de sus hijos en Gijón. Don José Somoza-Montsoriú y Castro, había
nacido hacía veintisiete años, que a la sazón tenía cuando contrajo matrimonio, en San Cosme de Mayanca (Coruña), y era hijo del hacendado don
Manuel Somoza Montsoriú y Aldao, de igual naturaleza, y de doña Juana del
Castro y Romero, natural de Barbeito (Santiago). Destinado el joven capitán
a la entonces plaza fuerte de Gijón, que contaba con cuartel de artillería,
situado en el nº 35 de la calle Comercio (hoy Marqués de San Esteban) y con
el fuerte y batería de Santa Catalina, habría de conocer a su futura esposa en
el círculo castrense de la villa, pues era doña María del Pilar García-Sala y
Blanco hija y nieta de militares. Había nacido, hacía veintiséis años, en Gijón,
1 Así nos lo ha dicho el propio Somoza en Cosiquines de la mió Quintana; pág. 45. Destacaba
el sermón del Encuentro, que si el viento no soplaba fuerte se predicaba desde el Palacio de
San Esteban.
2 Libro de nacimientos del Ayuntamiento de Gijón, Archivo Municipal de Gijón (A.M.G.),
año 1848, folio 78 vuelto, partida nº 4.
16
Agustín Guzmán Sancho
siendo sus padres: Don Victoriano García-Sala Valdés-Llanos, natural de
Gijón, y doña Manuela Blanco y Cirieño de Inguanzo, natural de Llanes.
El propio Julio Somoza nos hablará de la circunstancia de estar su
ascendencia asturiana muy vinculada a la vida de Jovellanos. Así cuando
logra leer por primera vez los Diarios de Jovino dirá: Por allí andan mis tíos, y
abuelos y parientes... ¡con qué placer no he visto sus nombres en aquel relato!3 Se
referiría sin duda a tíos abuelos4.
En efecto, Jovellanos estuvo muy vinculado a los ascendientes de
Somoza. Así el abuelo materno, don Victoriano García-Sala y Valdés Llanos,
aparece citado numerosas veces en los Diarios de don Gaspar: unas, acompañándole en sus paseos, solos o con más personas; otras, de viaje, a Carrió o a
Candás; otras, comiendo en su casa y sesteando; cuando no jugando o de tertulia al terminar el día, o atento a algunas de las veladas literarias del ilustrado; y siempre participando de los buenos momentos a fuer de buen amigo,
como cuando asiste con los alumnos del Instituto a la merienda que les dio
don Gaspar en Contrueces.
Era Victoriano hijo de una hermana de Pedro Valdés Llanos, el amigo
a quien Jovellanos habría de cuidar en su lecho de muerte, contagiándose así
de su pulmonía de la que habría de morir —también él— pocos días después
en Puerto de Vega. La amistad del amigo se amplió al sobrino. La hermana
de Pedro (Don Petris para su amigo), doña Joaquina, había enviudado en 1789
de don Marcos García-Sala Argüelles y Valcázar, nieto de otro Marcos GarcíaSala Argüelles, que fue cofundador de la capilla del Rosario5. Preocupada por
el futuro de su hijo, doña Joaquina consulta a Jovellanos. Éste anota en su
diario: “Me consultó sobre Victoriano, que repugna volver a casa del Obispo,
y tiene razón. ¿Qué sacará de allí? ¿Educación? No se da. ¿Renta? Es para los
parientes. ¿Algún triste curato? No quiere ser clérigo. ¿Estudios? ¿Pero qué
hará de ellos? ¿Recibirse de abogado? Veremos. Trátese con don Pedro, y
Paula”6. Jovellanos se preocupaba, pues, por el futuro de Victoriano, quien al
final seguiría la carrera de las armas, primero como oficial de la Marina y
después en el arma de Infantería.
3 MENÉNDEZ PELAYO, Marcelino. Epistolario. Madrid, Fundación Universitaria, 19821991. Tomo XI; carta 393; fecha 21 noviembre de 1891; pág. 368.
4 No creemos que fuera pariente suyo Javier García Sala cuyo ascenso a alférez de fragata
anota Jovellanos en el diario. (JOVELLANOS, Gaspar Melchor de. Diarios. Tomo II. Edición
preparada por Julio Somoza. Oviedo, I.D.E.A., 1954, pág. 272).
5 De hecho, la familia tenía la casa vinculada al mayorazgo junto a la capilla y se extendía
hasta la calle Corrida.
6 Ídem; pág. 173. Victoriano, el abuelo de Somoza, tenía dos tíos canónigos, uno en San
Marcos de León, y otro en la Catedral de Oviedo. De éste le vendría la influencia para colocarse cerca del obispo.
Biografía de Julio Somoza
17
Sabido es que Gijón fue pionera en Asturias en el levantamiento contra los franceses en la Guerra de la Independencia. El caso fue que el cónsul
francés en Gijón se atrevió a arrojar desde el balcón de la casa que habitaba,
en la calle de la Cruz (popularmente conocida como Corrida), impresos comprensivos de una carta que se suponía escrita en Toledo por uno que se titulaba capitán retirado. Pintábase en ella con vivos colores la situación lamentable de España, la incapacidad de sus habitantes para contrarrestar el poder
del Emperador de los franceses, lo felices que serían los españoles mudando
de dinastía, la corrupción del Palacio real, y la ineptitud de Carlos IV, no
menos que la del Príncipe que acababa de subir al Trono7.
En las inmediaciones de la casa del cónsul se encontraban don José
María Cienfuegos, director del Instituto, don Antonio Merconchini, proveedor de las fábricas de Oviedo y fundición de Trubia, don Luis Menéndez, oficial de Artillería, y don Victoriano García Sala, abuelo de Somoza. La indignación de estos señores fue grande. y por lo que respecta a la actitud de
García Sala, he aquí cómo la describe su nieto:
El 5 de mayo de 1808, era cónsul francés en Gijón, Mr. Miguel
Lagoancre (no Lagonnier, ni Dagonnier, como erróneamente escriben otros),
quien, no comprendiendo el estado de ánimo del pueblo español por aquellos
días, arrojó desde su casa, una proclama anónima, al pueblo, favorable a la
causa napoleónica. Uno de los que presenciaron el hecho, don Victoriano
García-Sala, cogió la proclama, la rasgó, la pisoteó, y la escupió, retando
enseguida al cónsul y a los suyos. Esto fue el origen del motín, que terminó
huyendo el cónsul, de Gijón, con su familia, para La Coruña, y pereciendo
después en la travesía a Francia8.
En efecto, al extenderse la noticia el pueblo se amotinó y una turba de
mareantes “llenando de piedras sus gorros” apedrearon los balcones y rompieron los cristales. Salió entonces uno de los compañeros del cónsul por la
puerta trasera del edificio a refugiarse en un buque anclado en la dársena, con
pabellón de su nación, y encuentra en el tránsito a don Victoriano García Sala,
y lleno de orgullo y altanería, a pesar de lo crítico de los momentos, le exige
satisfacción por el descaro, como decía, de haber roto uno de los impresos y
arrojado con desprecio sus fragmentos. Don Victoriano, por su parte, le contesta con dignidad y entereza “haberse hecho gran ofensa a sus Reyes y a la
nación, ofensa que como buen español no puede ni debe tolerar”. Oído el
debate por gentes inmediatas, las enardece e irrita, y reforzadas con los tripu7 ÁLVAREZ VALDÉS, Ramón. Memorias del Levantamiento de Asturias en 1808. Oviedo, 1889.
Otros autores como Rendueles Llanos fijan la fecha de estos sucesos el 29 de abril, con lo
que no sólo sería Gijón pionera en Asturias sino en España.
8 SOMOZA GARCÍA-SALA, Julio. Cartas de Jovellanos y Lord Vassall Holland, sobre la guerra
de la Independencia (1808-1811). Madrid, 1911; págs. 151 y s. Nota 76.
18
Agustín Guzmán Sancho
lantes de doce cañoneros de marina que en dársena se hallaban, se encaminan
a la casa del cónsul y se disponen a romper las puertas para apoderarse de su
persona. El Juez don Toribio Junquera desde el edificio que habitaba, continuo al del francés, logró apaciguar los ánimos al grito de ¡Viva Fernando VII!9.
Durante la guerra de la Independencia, Victoriano García Sala alcanzará el grado de Sargento Mayor o Teniente Coronel del Regimiento de
Granaderos de Gijón, a las órdenes del coronel don Pedro Castañedo10. Sería
comisionado por la Junta de Asturias en varias ocasiones. Una de ellas para
que se avistase con La Romana (Marqués de las Romerías, para quienes criticaban su asombrosa movilidad) y le entregase un pliego, expresivo del estado
angustioso de la provincia. La respuesta que recibió de éste fue que tenía dispuesto pasar al Principado.
Pero en otra ocasión le comisionó para que pasando a Sevilla, y
poniéndose de acuerdo con Jovellanos y Campo-Sagrado, manifestase a la
Junta Central el estado de penuria en que se hallaba el Principado de
Asturias. Con muchísimo gusto habría de llevarla a cabo, pues además de
servir a su tierra natal le ofrecía la oportunidad de ver a su antiguo amigo y
paisano, Jovellanos. Tan buena acogida tuvieron estas gestiones que el 13 de
abril de 1809 recibe la Junta Asturiana la agradable noticia de haber decretado la Central 50.000 fanegas de trigo, 850 quintales de arroz; y por si fuera
poco, el 23 de abril llegaron a Gijón dos millones de reales11.
Estando Victoriano García Sala en Sevilla, recibe Jovellanos el anuncio del arribo de varias personas emigradas de su tierra natal, entre ellas su
pupila, que tenía dieciséis años y medio, y llegaba acompañada de su aya,
doña Ana Álvarez12. Esta jovencita estuvo nueve meses en Sevilla. Pudo ser
entonces cuando Victoriano conociese a la pupila de Jovellanos, Manuela
Inguanzo de Cirieño, con quien habría de contraer matrimonio. Aunque el
propio Somoza no descarta tampoco que se conocieran de antes en su propia
tierra. A este respecto hay que recordar una carta, cuyo contenido se desco9 ÁLVAREZ VALDÉS, Ramón. Memorias del Levantamiento de Asturias en 1808. Oviedo, 1889;
págs. 11 y 12.
10 En cláusula de fecha 25 de febrero de 1831, añadida a su testamento, dirá que fue
Teniente Coronel en propiedad por la Junta de Oviedo y que aun después se le dio el
Grado de Coronel por el General Arce, Comandante General de la provincia por su acción
de armas, pero que no le fueron probadas tales distinciones. (Archivo Histórico Provincial
de Asturias. Protocolo del escribano de Gijón Benito Rodríguez Llamas. Caja 2.095. Año
1845; folio 26).
11 Cartas de Jovellanos y Lord Vassall Holland; pág. 152. Nota 76. Incluye aquí Somoza una
carta de Jovellanos al propio Victoriano, que había encontrado recientemente en el archivo
de Romero Ortíz, y que lleva el número 1.838 del Tomo V, de la edición de Obras
Completas de Jovellanos del profesor Caso González.
12 Carta de Jovellanos a Lord Holland, de fecha 6 junio de 1809; la nº 1.886 de la edición de
las Obras Completas de Jovellanos del Profesor Caso. Tomo V; pág. 593.
Biografía de Julio Somoza
19
noce, que Jovellanos envía al entonces Doctoral de la Catedral de Oviedo y
más tarde Cardenal Primado de Toledo, don Pedro Inguanzo y Ribero, interesándose por Victoriano. Era el doctoral tío segundo de Manuela Inguanzo,
de modo que pudo estar aquí el origen o la causa por la que vendrían los
futuros esposos a conocerse13.
Así pues, la abuela de Somoza fue la famosa pupila de Jovellanos.
Gracias al propio don Gaspar sabemos cómo vino a tal situación. A punto de
morir la madre, doña Benita Cirieño de Inguanzo, Jovellanos anota en sus
Diarios: “Noticia de que está a la muerte la Indiana de Cirieño, que nos nombra albaceas a mi hermano y a mí”14. Y no sólo nombraba a los dos hermanos
albaceas sino también tutores de su hija. Esta decisión de su bisabuela la
explicará Julio Somoza por la amistad entre ella y una hermana de
Jovellanos, según carta a su amigo don Sebastián Soto y Cortés, bisnieto de
dicha hermana:
Una idea, por si no le hablé de ella. —Nunca pude atinar por qué
don Gaspar y don Frco. de Paula Jovellanos fueron tutores de mi abuela doña
Manuela Blanco e Inguanzo de Cirieño (sic). Pero recordando que su bisabuela de Vd. doña Juana Jacinta Jovellanos que residió continuamente en
Cangas de Onís, tendría relaciones o amistad con mi bisabuela doña Benita
Inguanzo de Cirieño; se originaría de esta amistad el nombramiento de tutores a favor de los dos hermanos de doña Juana Jacinta, don Francisco y don
Gaspar. —Mi abuela fue bautizada en “Sebarga”, barrio de dicha parroquia,
a la margen derecha del Ponga. Aún deben subsistir por allí, descendientes
del apellido Blanco, dueños quizá del solar15.
También nos aclara el propio Somoza que accedieron los dos hermanos a ser tutores de su abuela exigiéndole sólo que nombrase otros dos cotutores
de autoridad, que participaran de tal cuidado, designando al primo de la testadora, el Canónigo doctoral de Oviedo (don Pedro Inguanzo Ribero) y al
Párroco de Gijón que por tiempo fuera (don Nicolás de Sama hasta 1805).
Falleció la Indiana en Gijón el 3 de agosto de 1796, dejando a la huerfanita,
nacida el 31 de diciembre de 1792, de escasos cuatro años y a la sazón enfermita, a merced de los tutores16.
La carta no figura citada en la edición del Profesor Caso González de las Obras
Completas de Jovellanos. Aparece referenciada en el diario del día 20 de enero de 1796:
“Carta al Doctoral, sobre cosas de Victoriano”. Op. cit., pág. 211.
14 Ídem, pág. 264.
15 Carta fechada el día de Santo Tomás de 1893. Se conserva entre los Fondos pertenecientes
a Pedro Hurlé del Archivo Histórico de la FUNDACIÓN ALVARGONZÁLEZ, 50/1.
16 Prólogo a HUICI MIRANDA, Vicente. Miscelánea de trabajos inéditos, varios y dispersos de
D. G. M. de Jovellanos. Barcelona, 1931. La abuela de Somoza sería bautizada el 1 de enero
de 1793.
13
20
Agustín Guzmán Sancho
El pupilaje daría a Jovellanos grandes quebraderos de cabeza.
Muerto su hermano Francisco de Paula, que fue quien desde el primer
momento se encargó particularmente del cuidado de la niña17, don Gaspar
llevó a cabo una buena inversión del dinero de su pupila en fincas, con el
consentimiento del párroco. No obstante el Doctoral dio contraorden a su
apoderado, Sr. Braña, para que no firmase las cuentas que se le presentaban
y que había hallado conformes. Pero don Gaspar, esclavo de la formalidad,
obligó a firmar a Braña como se hizo, acordó y extendió. Desde entonces
Inguanzo, a quien calificaba Somoza de “genio, agrio, áspero y despechado
por no haber tenido consigo el arca de las tres llaves; rígido, duro y frenético,
como todo asturiano montañés finítimo del cántabro”, escribía contra el
Informe de la Ley Agraria y se convirtió en uno de los perseguidores de don
Gaspar18.
Por el contrario, la pupila habría de reconocer siempre su eterno
agradecimiento a los Jovellanos. Es más, en su vejez aún los recordaría con
cariño. Tenemos de ello el testimonio de su propio nieto: Quien estas líneas
escribe ha oído de labios de la misma pupila de Jovellanos, frases de admiración y
respeto consagradas a la memoria de aquel varón insigne, y a la de sus hermanos y
parientes, principalmente don Francisco de Paula, y su esposa doña Gertrudis, don
Baltasar González de Cienfuegos, doña Antonia Argüelles y otros entre quienes
vivió, recibiendo de todos ellos, palabras constantes de su entrañable amor y afecto19.
Las relaciones de la joven con los Jovellanos debieron ser, en efecto,
muy cariñosas si tenemos en cuenta que Francisco de Paula y Gertrudis del
Busto deseaban ardientemente tener descendencia; en una de las cartas de
Francisco de Paula a su hermano le dice que su esposa había cogido la flor
del agua. Esta tradición consistía en beber, tras la noche de San Juan, el agua
de una fuente antes que ninguna otra persona. De esta manera la mujer
lograba quedar en cinta. La niña habría de llenar, pues, aquel vacío de hijos.
Por otra parte, sabemos por Jovellanos que aquella niña, a la que llamaba con
17 Según carta de Jovellanos a José Antonio Caballero, fechada en el Castillo de Bellver el
17 de abril de 1805. (Carta 1.450. T. IV de las Obras completas. Edición del profesor Caso
González; pág. 186).
18 A pesar de la conducta irreprochable de Jovellanos, que incluso llega a invitar al Doctoral
a su casa para que resida el tiempo que hiciera falta mientras se arreglaban las cuentas de
la pupila, a lo que se negaría el orgulloso prebendado, figurará Inguanzo como ofendido
en la delación anónima por la que se denunció a Jovellanos a la Inquisición. En el prólogo
a la obra antes citada de Huici Miranda, sigue diciendo Somoza hablando de Inguanzo:
“escribió un libro, ruidoso en su tiempo, intitulado El dominio sagrado de la Iglesia en sus bienes temporales (Cádiz 1813, y Salamanca 1820-1823; dos tomos en 4). En él refuta el Informe
de Jovellanos sobre la Ley Agraria, y el Tratado de Amortización de Campomanes.
Asturianos los tres, se nota enseguida de qué lado cae la intransigencia, inspirada siempre
por el imperativo categórico, que no quiere doblegarse jamás ante ningún razonamiento”.
19 Las Amarguras de Jovellanos. Gijón, 1889, pág. 66.
Biografía de Julio Somoza
21
el cariñoso nombre de Nolina20, gracias al cuidado y vigilancia de Francisco
de Paula logró no sólo recuperarse de sus males, sino criarse poco a poco
robusta y al mismo tiempo recibir aquella educación que a su buen nacimiento y decente fortuna convenía21.
Ello hace que nos planteemos si fue la afición jovellanista de Somoza
una vocación promovida y cultivada por su abuela; si la obra de Somoza no
fue sino el producto de la admiración sembrada por esta mujer en aquella fértil tierra del alma sensible y tierna de su nieto. Y la contestación no puede ser
sino afirmativa, porque murió doña Manuela, conocida también por el apodo
de La Millona, el 30 de abril de 1861, cuando Somoza tenía doce años, edad
suficiente para quedar impresa para siempre en su alma la imagen que le
ofrecía aquel libro viviente del inmortal Jovellanos; porque fue esta anciana,
sí, el primer libro donde aprendió a conocer a Jovellanos, y su primera maestra jovellanista.
Cuando Manuela llega a Sevilla en 1809, se encontrará allí con sus
dos tutores, don Gaspar y don Pedro Inguanzo, que era el Secretario de la
Junta Central, Y sería entonces cuando la amistad se estrecharía entre los
futuros esposos que aún tardarían tiempo en contraer matrimonio. Se casarían
en Gijón el 26 de diciembre de 1812. Para entonces el amigo tutor: Jovellanos,
que había sido sin duda la causa de que se conocieran, ya había muerto. Fue
una boda con una gran diferencia de edad: Victoriano, nacido en Gijón en
1776, contaba 36 años, mientras que Manuela tenía 20 años22. Tuvieron cuatro hijos: dos varones y dos hembras; los varones se llamaban Santiago y
Eustoquio; y las hembras, Cándida y Pilar. Somoza no llegó a conocer a su
abuelo que murió en 1844 23.
20 En carta a su cuñada Gertrudis, viuda de Francisco de Paula, en cuya casa la debió de
dejar al partir al Ministerio, escribe en una posdata: P.S. Memorias a Nolina Blanco Inguanzo.
Lleva fecha de 26 de septiembre de 1798. La publicó Somoza en Jovellanos: manuscritos inéditos, raros o dispersos... Nueva serie. Es la número 1.166 de la edición de Obras Completas del
profesor Caso González, T. III; pág. 392.
21 Carta 1.450. T. IV de las Obras completas. Edición del profesor Caso González; pág. 186.
22 Por ser menor de edad, precisó la joven novia el consentimiento de su tutor que lo era
entonces, ya muerto Jovellanos, el párroco de Gijón y posteriormente Abad de Coira en
Galicia, don Antonio Cónsul Jove, según reza en la escritura de capitulaciones matrimoniales de 20 de diciembre de 1812, otorgada a la fe del escribano don José Suárez Llanos.
(Archivo Histórico Provincial de Asturias. Protocolo de Gijón, Caja 1998).
23 Su testamento, otorgado en su cuarto de despacho de su casa de Gijón, el 11 de mayo de
1830, puede verse en la caja 2.090 de la Sección de protocolos de Gijón, del Archivo
Histórico Provincial de Asturias. Sería posteriormente ampliado mediante cláusulas hológrafas (Nota 9).
24
Agustín Guzmán Sancho
2.— Niño sordo
Por lo que respecta al matrimonio de los padres de Somoza, se celebró en la iglesia parroquial de San Pedro de Gijón el 3 de enero de 184724 y
fijaron su domicilio en la calle Trinidad número 4, en donde a las seis de la
mañana del día 25 de noviembre de ese mismo año, les nació su primer hijo,
a quien pusieron los nombres de Manuel, Cándido y Eustoquio25. Así pues,
poco más de un año era la diferencia de edad que va a separar a Julio Somoza
de su hermano primogénito. Habrá entre los dos hermanos semejanza de
gustos, compartiendo las mismas inquietudes de publicista, historiador y
escritor, e incluso en alguna ocasión se serviría Julio de su hermano para
encargarle algunas importantes comisiones en la tarea investigadora, como
tendremos ocasión de ver.
Pero en lo que no quiso el destino que coincidiesen fue en la carrera
militar. Ambos intentaron seguir la suerte de su padre en el arma de
Artillería. Manuel ingresaría en la academia de Segovia y logró alcanzar el
grado de comandante, con el que moriría a la temprana edad de 46 años, el
20 de marzo de 1894, en Castellón de la Plana, dejando tras de sí un brillantísimo expediente. Casado con doña Emilia Alemany y Franco no tuvo descendencia. Había sido condecorado con las Cruces de Carlos III, Isabel la
Católica, San Hermenegildo, Mérito Militar y otras, algunas por méritos de
campaña en la segunda guerra carlista, habiendo sido herido en su primer
hecho de guerra en Zaragoza. Prestó servicios en la Fábrica Nacional de
Armas de la Vega de Oviedo26. En 1887 ambos hermanos colaborarían en un
trabajo titulado El General Cienfuegos, que habría de aparecer en la revista
Memorial de Artillería, muerto Manuel27.
Julio Somoza, por su parte, emprenderá estudios en Madrid y
Segovia con la misma finalidad, pero no logró acabar la carrera. Él daría de
este fracaso la siguiente explicación: Fracasé por tres motivos: por mi estatura
(1,60 m); por mi sordera (nativa e incorregible), y por mi desaplicación, que me arrastraba a los estudios histórico-literarios.
Fue su sordera, a nuestro entender, el primer condicionamiento de su
carácter. Al referirse a ella lo hacía con aparente humor: Todo me ha salido mal
—dice— hasta el nacimiento, pues que vi la luz con una sordera total del oído
izquierdo, y no oigo el violín, ni el canto de los pájaros, ni puedo percibir la voz ange-
Libro de matrimonios del Ayuntamiento de Gijón, A.M.G., año 1847, folio 1, partida 1.
Libro de nacimientos del Ayuntamiento de Gijón, A. M. G., año 1847, folio 70 vuelto, partida nº 7.
26 CONSTANTINO SUÁREZ, Escritores y Artistas Asturianos. Tomo VII. Edición de don José
María Cachero, Oviedo, págs. 147 y s.
27 Ídem. y Palau, T. ; pág. 504.
24
25
Biografía de Julio Somoza
25
lical de la divina Patti, ni la maravillosa voz del egregio Emilio Castelar28. Sin
embargo, hay en esta frase un dejo de amargura. Y es que, en efecto, a lo largo
de esta biografía confiamos ir descubriendo qué motivos tuvo para afirmar
de sí mismo que todo le había salido mal.
Resulta fácil imaginarse a Julio niño sordo, algo más que distraído,
introvertido, aislado, falto de relación social, con un sentimiento de ser diferente, siendo seguramente muchas veces objeto de burlas de los demás niños.
Claro que también este aislamiento ayudaba poderosamente a desarrollar el
ambiente necesario para una total entrega a la labor investigadora. La vida
entraba en Somoza más desde el libro que desde la calle, más desde el ojo que
lee que desde el oído que oye. Somoza fue un alma vuelta en sí, solitaria y
aislada, y esto la causa de su genio y de su ingenio.
Quienes conocieron sus desgracias personales sabían disculparle. Y
aun cuando no, todos los que se lamentaban de su carácter reconocían su
mucha valía, e incluso algunos abogarán para que no se sacaran a relucir los
desabrimientos de su temperamento. Porque —hay que decirlo, sí—, era don
Julio impetuoso, dado al genio y a la crítica sañuda; presumía de lo que él
calificaba de ruda franqueza de un asturiano. Y esto, que en la forma podía
molestar y mucho, en el fondo no era sino la explosión de un alma sincera,
apasionada, alejada de toda falsedad, doblez y ruindad. Era lo que se llama
un hombre que tenía su pronto, pero a quien no faltaba nunca la capacidad de
pedir perdón ni la generosidad, como veremos a lo largo de esta biografía. De
no haber habido en él una acusadísima sensibilidad hacia el sacrificio y la
entrega generosa a los demás, la bondad desnuda, la nobleza de espíritu y la
ingenuidad de carácter, no se hubiera fijado en Jovellanos, en quien supo descubrir y apreciar todas estas cualidades. No cabe duda que su pasión jovellanista nacía de su capacidad de admirar la nobleza de espíritu. Por eso supo
ver e interpretar mejor que nadie la virtud del genio.
De la infancia se nos escapa cuanto hizo. Gijonés de nacimiento, la
providencia no le negaría a él, el más jovellanista de sus hijos, la honra de
educarse en el Real Instituto que fundara Jovellanos. Es verdad que no consta su nombre en la lista de quienes terminaron Náutica o Cálculo, pero sí
sabemos que estudió las enseñanzas de Industriales, precisamente las más
acordes con el pensamiento de Jovellanos, pues en 1906 la prensa recogerá la
creación de la Asociación de Antiguos Alumnos del Instituto, apareciendo
nombrado como representante de las enseñanzas industriales29. No sabemos
a qué edad la poco estable profesión del padre llevó al parecer a la familia a
28
29
Citado por Constantino Suárez, op. cit., pág. 142.
El Comercio, 25 de mayo de 1906.
26
Agustín Guzmán Sancho
Galicia y de ahí que algunos pensasen que había nacido en El Ferrol30. De
todas las maneras, no creemos que fuera muy larga esta ausencia, pues al
menos en 1860 parece que estaba en Gijón31. Allí tendría ocasión de conocer
a su familia paterna, de un antiguo linaje nacido del matrimonio que en 1650
contrajeron el hidalgo gallego don Antonio Somoza Valcárcel, y doña
Gerónima de Montsoriú Centelles y Acuña, de vieja familia levantina.
3.— Los Montsoriú
Aficionado como fue don Julio Somoza a la genealogía y heráldica,
no es extraño que nos dejara el árbol genealógico de su propia familia.
Gracias al cuadro que dejó realizado hemos podido conocer su ascendencia
materna; corresponde hablar ahora de la paterna para poder entender el uso
que hizo de sus apellidos32. Lo primero que llama la atención de su árbol
genealógico es que estamos ante una familia poco prolífera. Sus abuelos
paternos habían tenido cinco hijos: Amalia, Josefa, Juana, Andrés y José, el
padre de Julio. Sólo tuvieron familia los varones; el primero, una hija llamada Dolores Somoza Montsoriú y Santillana, que no dejó descendencia; y el
segundo, a Manuel y Julio, del que sólo el segundo tendrá descendencia,
según dijimos. Pero es que, además, esta línea fue la única que perduró de las
cuatro ramas pertenecientes al tronco de Somoza Montsoriú Centelles. Ya
veremos cómo el propio Julio Somoza tuvo una hija que le premurió. Con lo
que con él se terminará la rama de los Somoza Montsoriú.
Entre los ascendientes de Somoza destaca don Francisco Somoza
Montsoriú y Pardo de Andrade, muerto en 1809, que había sido Abogado de
la Real Audiencia de La Coruña, representante de la misma ciudad en la
Junta del Reino y miembro de la R. S. Económica de Santiago. Fue uno de los
más genuinos representantes de la generación de Campomanes, cristalizada
en torno a los años sesenta del siglo XVIII y compuesta por hombres influenSi tenemos en cuenta que tuvo trato y conoció a su abuela que murió en 1861, cuando él
tenía trece años, edad por otra parte a la que más o menos venían a comenzarse los estudios del Instituto, hace posible fijar en ésta la fecha máxima de su salida de Gijón.
31 En su artículo El libro del Sr. Labra, recogido en Cosiquines de la mió Quintana, pág. 96, leemos: Si hubiera conocido el Sr. Labra el Gijón de 1860, ¡gran Dios la que nos esperaba! Luego en
esa fecha parece que todavía vivía en su ciudad natal. Por otra parte, no parece que volviera a ausentarse, pues en Gijón en la historia general de Asturias señala que en 1865 presenció el derribo de la casa de Rato, la apertura de zanjas para los cimientos del actual
Consistorio, y el arreglo del pavimento de la Plaza Mayor. (Op. cit., pág. 425).
32 Tanto el cuadro genealógico materno como paterno figura en el Archivo Histórico de la
FUNDACIÓN ALVARGONZÁLEZ, procedente de Pedro Hurlé. De estos originales hay
fotocopias en la Biblioteca Asturiana del P. Patac.
30
Biografía de Julio Somoza
27
ciados, principalmente, por lo ideales del reformismo de Campomanes. Fue
entusiasta de las reformas desde arriba: llamamiento a nobles y monasterios
para que inviertan sus rentas en fábricas bien ordenadas. Fue un excelente
observador de la realidad gallega de su tiempo33.
Su hermano Joaquín, bisabuelo de Julio Somoza, tuvo un importante papel en la guerra de la Independencia. Se da así la coincidencia de que un
abuelo y un bisabuelo de Somoza desempeñaron importantes comisiones en
defensa del trono de Fernando VII; a uno y a otro se les comisionaría para la
obtención de alimentos y recursos, con la diferencia de que a Victoriano
García Sala, por tierra, y a Joaquín Somoza Montsoriú, por mar. Ya que
hemos hablado del primero, toca hacerlo del segundo.
Es el propio Somoza quien con el cuidado y amor a la investigación
que profesaba nos ha dejado copia de una serie de documentos relativos a su
bisabuelo, hasta la fecha inéditos y que recopiló bajo el título: DOCUMENTOS / Oficiales y privados, relativos / a la expedición que llevó a cabo / el Brigadier
de la Real Armada / don Joaquín Somoza de Montsoriú / y Pardo de Andrade / (1761
†1811) / en la fragata PRUEBA, de su mando, / al Brasil, y posesiones de La Plata,
/ en los años 1808, 1809 y 1810. / Copiados fielmente de los originales/ por su biznieto / don Julio Somoza de Montsoriú / y García Sala. / En Gijón: año 187834.
Estallada la guerra de la Independencia, don Joaquín Somoza, que se
había distinguido como marino entre otros en el famoso combate de
Trafalgar, pide a la Junta Suprema del Reino de Galicia su incorporación
voluntaria a los cuatro Batallones de Marina, destinados al Ejercito de
Campaña. Uno de sus hermanos, Fernando, expiró a manos de los franceses;
él está dispuesto a imitarle. Así lo manifiesta en su instancia en la que añade:
“Mi honor me convida a la defensa de la Patria, a la gloria e interés de mi
esposa e hijos”35.
Teniendo en cuenta sus méritos, servicios y valor acreditado es nombrado Segundo Comandante de los cuatro batallones de Marina el 23 de
junio de 1808, y más tarde destinado al mando de la fragata PRUEBA, a la
misión de procurar recursos para los ejércitos de Fernando VII. Llega primero a Inglaterra, al puerto de Plymouth, y luego al Brasil, al de Río de Janeiro.
Allí es forzado a una entrevista con la Infanta de España doña Carlota
Somoza de Montsoriú, Francisco. “Gran Enciclopedia Gallega”; pág. 228.
La fecha está corregida, podría ser 1898. Forman un total de 118 documentos de todo
tipo: órdenes, informes reservados, cartas privadas, partes oficiales, etc. Ocupan un total
de 206 páginas tipo cuadernillo, cuadriculadas, con una caligrafía impecable, y encuadernadas en un volumen junto con otra importante copia: Historia de la familia de Jovellanos.
Posee esta documentación, tan importante para la Historia de España, don Francisco de
Borja Bordíu Cienfuegos-Jovellanos, que amablemente nos la ha franqueado.
35 Doc. I.
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Agustín Guzmán Sancho
Joaquina, hermana de Fernando VII, que pretendía servirse de la fragata para
pasar a Montevideo, en sus maquinaciones para hacerse con el trono de
España, a cuya Corona se sentía con derecho, ante la falta de su hermano
Fernando VII. Lejos de abrazar esta causa y desobedeciendo las pretendidas
órdenes de la Infanta, por “considerarlo contrario al Real Servicio y a la
Patria, y por corresponder sólo esta Fragata al Señor don Fernando Séptimo,
nuestro amado soberano”, dio órdenes de dar vela al primer viento favorable36.
A pesar de estar bien acreditado el apellido Somoza Montsoriú,
como perteneciente a su línea paterna, y haberlo usado su padre, sin embargo, se ha dicho que no le correspondía el Montsoriú, que se apellidaba
Somoza de Montsoriú sin serlo. Lo cierto es que su primer trabajo jovellanista
lo firmará con los apellidos Somoza de Montsoriú. Sus ascendientes los utilizaron como apellido compuesto y es de imaginar que por eso tanto su hermano como él querrían conservarlos, pues los utilizarían en sus tarjetas,
sellos y demás signos de identificación. Ahora bien, si nos atendemos estrictamente a la anotación de nacimiento, como a la de matrimonio de los
padres, no aparecen sino el Somoza y el García sin más añadidos. Pero esta
circunstancia no impide que dejase de pertenecerle el Montsoriú y el Sala.
Quizá no se pusieron por falta de espacio.
Con el apellido Somoza de Montsoriú ordenará imprimir una especie
de timbre de cartas, que representa una estela romana en la que se lee, distribuida en siete líneas, la siguiente leyenda: IVL. SOMOZA — MONTSORIU
— C. ACAD. HIST. — CRON. GEGION — III VIR A. A. A. F. F. — AET. S. LX
— MCMVIII. Como muy bien dice Pedro Hurlé, no necesita traducción, pero
no obstante la daremos: “Julio Somoza de Montsoriú correspondiente de la
Academia de la Historia, Cronista de Gijón, a la edad de sesenta años. 1908”.
Las siglas III VIR A.A.A.F.F. corresponden a los antiguos “monetarios” romanos y están relacionadas con las aficiones numismáticas de don Julio37. Parece
ser que empleaba con frecuencia la expresión latina aetatis suae para decir su
edad, pues al reverso de una fotografía suya, adquirida por el Foro
Jovellanos, figura de este modo su edad y no la fecha, que por otra parte nos
parece hubiese sido más natural.
Doc. XIV.
HURLÉ MANSO, Pedro. En torno a don Julio Somoza. Una explicación casi necesaria. El
Comercio, 8 de agosto de 1954.
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30
Agustín Guzmán Sancho
En la parte superior figura la esvástica, pero no desde luego con el
significado que habría de tener muchos años más tarde. No tiene más significado que el meramente arqueológico, ya que es un símbolo que aparece,
entre otros, en la cerámica numantina y en las lápidas de los cántabros. Hace
por tanto referencia a su naturaleza asturiana (cántabra en tiempos de
Roma). Hizo varios modelos, en algunos añade su tercer nombre de pila:
VICT., y en todos aparece la esvástica.
Lo curioso es que a pesar de emplear papel con este membrete, firmará sus cartas como Somoza García-Sala38. ¿Mandó imprimir la estela latina porque pensaba enterrar a Montsoriú? ¿O fue que alguien le advirtió qué
sé yo sobre su apellido?39 No se sabe. No descartamos una posible obsesión
por la vejez y la muerte, pues en carta a Menéndez Pelayo, con quien usó de
este membrete, le hace fijarse en él de esta manera: Ya estoy viejo (vid. la estela
funeraria del introito).
El humor y la burla de sí mismo, a veces incluso humor negro, fue
una constante de su carácter. De ahí que firmase algunas de sus cartas con
expresiones tan peregrinas como estas: Giulio (después de un suyo “caro
amico” o sin más, a su amigo Calixto Alvargonzález); o Julio César, Imperator
Pontífice, Padre de la Patria, y otras zarandajas. Es muy seguro que alguno de
sus primeros artículos los firmó con seudónimo, como por ejemplo con el de
Don Diego de Noche en aquel artículo titulado Desde Piloña, que recoge en
Cosiquines de la mió Quintana40, pero lo que más abunda son las siglas J. S. Don
Agapito González Ordóñez cuenta que al confeccionar el padrón municipal
de 1940, don Julio Somoza se permitió “la pequeña coquetería de hacer constar su segundo apellido como Garcíasala”41.
38 Una carta con estela-membrete dirigida a su amigo A. Ricardo Rodríguez, así como
varios dibujos coloreados que representan restos arqueológicos con la inscripción latina, se
encuentran entre los Fondos pertenecientes a Pedro Hurlé del Archivo Histórico de la
FUNDACIÓN ALVARGONZÁLEZ, 50/1. Pedro Hurlé en su artículo anteriormente citado
omite el detalle de la esvástica, sin duda para evitar malentendidos. Por nuestra parte está
claro que en 1908, cuando Somoza lo incorpora a su membrete, no tiene nada que ver con
el fascismo alemán.
39 Esta parece ser la opinión de Emilio Marcos Vallaure, quien afirma que tuvo problemas
con el apellido porque hubo quien se lo puso en duda.
40 No todos los artículos recogidos en esta obra son de Julio Somoza; no lo es por ejemplo
el titulado: Dibujos Originales. Instituto de Jovellanos, firmado por ARVERIS, seudónimo de
don Eduardo Guilmaín (págs. 185 y ss.).
41 Y añade don Agapito: “Y que no es un error del pendolista, al confeccionar el padrón,
vistas las hojas de declaración firmadas por los interesados, puedo garantizárselo. Porque
el pendolista era yo”. (Somoza, en Cartas al Director, El Comercio, 19 de marzo de 1998).
Biografía de Julio Somoza
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4.— Las primeras publicaciones en prensa
Ya adulto regresaría a su villa natal. Sería a raíz del destronamiento
de Isabel II por La Gloriosa42, siendo muy posible que viviese en Gijón los
acontecimientos que siguieron a la revolución. Así nos lo da a entender en su
artículo: El libro del Sr. Labra, cuando hace en primera persona una descripción muy viva de aquellos acontecimientos en Gijón. El pasaje está lleno de
desencanto, pues Julio Somoza era un convencido, aunque no militante,
republicano:
“Y mientras tanto, pueblo, ten un poco de paciencia, ten calma;
pronto los acontecimientos traerán a tus manos ¡ese fusil! como garantía de
tus derechos. Las Cortes Constituyentes te lo darán; y si no lo dan, otros se
encargarán de hacerlo”. ¡Bonito modo de propagar la Democracia! ¿Verdad?
¿Y sabe Vd. lo que sucedió después? Que llegó el “suspirado” día y los
demócratas de Gijón capitaneados por A, B, y C, tuvieron “¡su fusil!” y su
cartuchera, su uniforme y su bandera morada, emblema de la federación
republicana, en el centro de la cual aparecía don Pelayo.— “¡Don Pelayo! el
fundador de la monarquía visigoda conduciendo al combate las huestes
republicanas que habían echado por el suelo el trono de cien reyes”. La cosa
no paró aquí, sino que el día del peligro, el día de la prueba para la institución revolucionaria, los héroes de la víspera, se agruparon en torno de la
morada enseña, y juraron..., una porción de tonterías. Al día siguiente, el
Jefe militar de la plaza les pasó una orden diciendo que en el improrrogable
término de veinticuatro horas fuesen a entregar el chirimbolo mortífero bajo
los arcos del Ayuntamiento, pues de lo contrario no daban un cuarto por su
pellejo. Y como la mayor parte eran padres de familia, hombres honrados y
buenos trabajadores, y muchos de ellos de noble y esforzado corazón, pero no
de armas tomar, y como por otra parte inspirábales violenta antipatía la
señora de la guadaña y del reloj de arena, acudieron a la cita con puntualidad amatoria, y entregaron la espingarda, ¡eso sí! unos lloraban, otros se
abrazaban a la adorada prenda, y muchos, en arrebato heroico digno de los
tiempos helénicos, cogían el fusil y lo estrellaban contra las pilastras, diciéndole por vía de responso una porción de inocentadas. Así terminó uno de los
episodios de aquella época en que se interpretaba la democracia por el prisma de la fuerza y en que el pueblo se comprometía desviado de la senda pacífica por donde debía ir. Es decir, resumiendo: que si se hubiese tratado de las
poderosas palancas del entusiasmo que se llaman “patria e independencia”,
estos honrados ciudadanos hubieran sabido ser héroes o mártires como lo
fueron sus abuelos; pero las miserias políticas no tienen, ni es lógico que ten-
Así se deduce del Padrón Municipal de 1900, en el que en la casilla que señala el tiempo
de residencia aparece la de 30 años. A. M. G.
42
32
Agustín Guzmán Sancho
gan en pueblos sensatos y tranquilos, la misma fuerza que los grandes ideales de la Humanidad 43.
Con Julio vendría toda la familia, pues consta que su hermano vivía
también en Gijón por estas fechas, pues por su afición al dibujo y al pasado,
nos ha dejado una reproducción de la antigua capilla de Begoña, en la que
aparecen los restos de las fortificaciones; dibujo que está fechado en 1872 44.
El 14 de febrero de 1873 se constituía en Gijón el primer
Ayuntamiento republicano que va a acordar la aparición de un periódico oficial donde se recogerán, entre otras noticias, sus propios acuerdos. Su aprobación fue muy movida, porque evidentemente quedaba en entredicho el
derecho de libertad de expresión si el periódico se convertía en el periódico
del Ayuntamiento. Se eligió un periódico que venía publicándose los jueves
y sábados de cada semana: El Municipio Federal. Lo dirigía don Genaro
Junquera y Pla, quien deja poco después el cargo, que pasa a ocupar don
Eladio Carreño. Pues bien, Julio Somoza será el Administrador de esta publicación oficial45.
En julio de 1873 publica en uno de los periódicos de la localidad un
artículo en el que indicaba la conveniencia de sustituir los nombres del santoral callejero con otros más característicos y en armonía con las ideas de la
época46. En este artículo nos señala cuál era la calle en donde vivía: Empezaré
por mi calle (que tanto es mía como del vecino) llamada “de los Moros”47. También
en sus primeras colaboraciones cultivó el verso, como en el poema titulado
Begoña o el más divertido de La Casa del Duende donde cuenta una leyenda,
más bien cuento, ambientada en tiempos de Felipe IV, año 1654, ocurrida en
el número 26 de la calle del Rastro (hoy Linares Rivas), a la que llamaban Casa
del Diablo, sin duda por su tétrico aspecto48.
Sus intervenciones en la prensa pronto habrían de poner de manifiesto el pronto que tanta fama le habría de dar de hombre controvertido y polémico. El 13 de diciembre de 1876, año del nacimiento de su hija, publicaría
Somoza en El Productor Asturiano un artículo titulado: Un conflicto probable o un
peligro posible, que como su título auguraba, daría lugar a un conflicto que llegaría a los tribunales. El autor lo publicaría años más tarde en Cosiquines de la
mió Quintana, y reseñaría en nota detallada sus principales trámites, tanto en
Cosiquines de la mió Quintana; págs. 90 y 91.
Se conserva este importante documento entre los fondos de Pedro Hurlé del Archivo
Histórico de la FUNDACIÓN ALVARGONZÁLEZ, 51/3.
45 ALONSO BONET, Joaquín. Pequeñas Historias de Gijón. (Del archivo de un periodista).
Gijón, 1969; pág. 234.
46 Cosiquines de la mió Quintana; pág. 18. Se ignora cuál fuera el periódico.
47 Ídem. pág. 17.
48 Ídem. págs. 137 y s; y 275 y ss., respectivamente.
43
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Biografía de Julio Somoza
33
vía judicial como administrativa, desde la proposición al Ayuntamiento para
que denunciara el artículo por injuria y calumnia, proposición que fue aprobada al día siguiente, hasta el 16 de mayo de 1877 en que la Audiencia resolvió el
recurso aceptando el auto de sobreseimiento del Juez de primera instancia.
Denunciaba Somoza el estado de las calles, la carencia de aguas, de
las condiciones del matadero con crítica hacia el hecho de haber derrumbado
el que se estaba construyendo en el muro, por las ruindades de nuestras pasiones políticas, etcétera. Resulta curioso saber en nuestros días que arremetiera
contra la construcción de edificios con pisos elevados; que propusiera que no
se consintiera construcción alguna que no sea con sujeción al plano general,
ni se permitieran arquitecturas churriguerescas, ni menos tolerar avances o
desviaciones de las rectas de nivel. En definitiva, un magnífico artículo en el
que se proponían también mejoras públicas, como la necesidad del reloj del
Instituto cuya suscripción había quedado paralizada, el establecimiento de
un nuevo cementerio, el embellecimiento de Begoña y Campos Elíseos, etcétera. Sí, no solo los tribunales, cualquier lector daría la razón al autor, que
actuaba movido por el mejor celo hacia el progreso y mejora de su villa natal.
Es muy probable que una de las primeras obras, por no decir la primera, que movieron su espíritu curioso a la investigación gijonesa fuera la
Historia de la villa de Gijón de Estanislao Rendueles Llanos, que había visto la
luz pública hacía cinco años. A ella se refiere y la cita con cariño en sus primeros artículos, cuando aún no se había convertido en un archivo viviente.
Luego, más tarde, enriquecido por una extraordinaria dedicación y estudio,
podrá permitirse el lujo de criticar sus si no abundantes errores al menos sus
afirmaciones un tanto gratuitas49. Pero de momento, creemos que Somoza
debe mucho a esta obra, pues a través de ella se iniciaría en el conocimiento
de Gijón y de Jovellanos.
Llevaba don Julio unos años escribiendo sobre Gijón, cuando en
noviembre de 1878, recién aparecido El Comercio50, publicó su primer artículo jovellanista del que tenemos noticia: Diarios del señor don Gaspar de
Jovellanos (1790-1801). A la publicación de esta serie de cuatro artículos, siguió
una carta al Director donde encontramos las primeras inquietudes, o mejor
dicho sus primeros pasos en torno a Jovino. Curiosamente su obra póstuma
y el legado más preciado que deje a la Historia será su edición de tan maraHemos oído decir que Rendueles Llanos se casó con una joven de la que Somoza estaba
enamorado y ésta sería la causa de su cambio de opinión. Sin embargo, los argumentos con
que por ejemplo se opone a la afirmación de Rendueles Llanos de que San Torcuato era
asturiano y tal vez gijonés, no nos parecen nada despreciables. (Por otra parte, puede verse
sobre este asunto, el trabajo de don Marino de Busto: Cábalas sobre si el gijonés Torcuato evangelizó a Carreño).
50 El Comercio apareció el 2 de septiembre de 1878.
49
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Agustín Guzmán Sancho
villosa obra, porque hoy, desaparecidos (o perdidos, como quieren algunos)
los manuscritos de los Diarios, sólo nos queda lo que él copió51. El interés por
encontrar y leer el Diario de Jovellanos, le llevará a consultar las ediciones de
Mellado, Rivadeneyra y Linares. Será su primer contacto con las obras de
don Gaspar.
5.— El magisterio de Juan Junquera Huergo
Y como había en Gijón quienes se preocupaban por velar por el pasado de la villa, manteniendo la antorcha del jovellanismo, a ellos acudirá sin
duda. Les encontrará en el Instituto, ¿dónde si no? De este centro, de su archivo, habían salido muchísimas copias de los manuscritos de Jovellanos para la
edición que Cándido Nocedal había publicado en 1858. Se debían a la paciente labor de su Bibliotecario y Catedrático de Historia: don Juan Junquera
Huergo, quien llegó a conocer perfectamente la letra de Jovellanos. En esta
tarea le ayudó el Catedrático de Mecánica y Director del Observatorio
Meteorológico, Alonso Fernández Vallín. Las copias de los manuscritos de
Jovellanos que estos dos profesores, antiguos alumnos del Instituto, contemporáneos de don Gaspar, realizaban, eran enviadas a Madrid por conducto
del hijo de don Alonso, el insigne gijonés Acisclo Fernández Vallín, Consejero
de Instrucción Pública, quien se encargaba de hacérselas llegar a Cándido
Nocedal. A veces incluso en alguna ocasión ayudó también en la tarea de
copiar manuscritos una hija de don Alonso, Nieves Fernández Vallín52.
La carta apareció el 7 de diciembre de 1878, en primera página, precedida de una presentación del director de El Comercio, su amigo Calixto Alvargonzález. A todo ello nos referiremos en el capítulo de los Diarios. Como adelanto de su contenido damos el siguiente
extracto:
“Hace años leía con todo el detenimiento posible la Historia de Gijón del malogrado Rendueles, y en la página 448 encontré la noticia, nueva para mí, de haber escrito el
ilustrado gijonés, la friolera de nueve diarios que constaban de más de dos mil páginas, y
correspondían con periodo bastante largo, no de sus mocedades, sino de edad madura, o
sea, desde los 46 a los 57 años, época en que, la madurez de su juicio, la experiencia de su
vida, y la extensión de sus conocimientos, prometían al investigador gran copia de noticias
de inmensa valía, ya para trazar su vida íntima, como para la mejor inteligencia de nuestra cultura y prosperidad en aquellos días.
Como Rendueles en su obra extracta con frecuencia cartas de Jovellanos, y la
colección más extensa que conozco está en la edición de don Ramón Cañedo, supuse que
encontré la fuente de semejante noticia; pero ni en éste, ni en las de Mellado, Rivadeneyra
y Linares pude tropezar con los Diarios, lo cual me hacía sospechar si se habían perdido”.
52 Cándido Nocedal dejó testimonio de su agradecimiento a Junquera Huergo y Alonso
Fernández Vallín mediante notas al pie de página. Véanse especialmente las págs.: 311, 321,
326, 376, 379, 512, 525, 526 y 528 del volumen II de las Obras publicadas e inéditas de don
Gaspar Melchor de Jovellanos. B.A.E. T. L, volumen II. Madrid, 1952.
51
36
Agustín Guzmán Sancho
Si es cierto lo que Somoza dice (y no hay por qué no creerlo), que leyó
con todo el detenimiento posible la Historia de la villa de Gijón de Rendueles, pudo
tener noticia a través de ella de estos dos jovellanistas, a quienes el historiador gijonés en sus Dos palabras al lector les dedica estos párrafos: “También
debemos pagar en este sitio recuerdo de gratitud a nuestros ilustrados amigos los señores don Juan Junquera Huergo y don Alonso Fernández Vallín,
que facilitándonos curiosas notas y documentos, contribuyeron a la mayor
amenidad e interés de esta historia”53.
Así pues, no hay duda que consultaría con tan importantes eruditos
sus inquietudes investigadoras. E incluso mantendrá con Juan Junquera
Huergo una entrañable amistad, nacida sin duda de la admiración y de la
semejanza de vocación. Se puede decir que Juan Junquera Huergo es el primer jovellanista de la historia. Nacido en 1804, en La Reboría, parroquia de
San Andrés de los Tacones (Gijón), pudo tener algún recuerdo infantil de
Jovellanos, por ejemplo de su apoteósica llegada del destierro, o de la noticia
de su muerte, o del traslado de sus restos.
Consagró su saber, que era mucho, a la historia de Asturias, de Gijón
y de Jovellanos. A los dieciocho años era Profesor auxiliar del Instituto54.
Estudió la carrera de leyes en Oviedo. En 1845 es nombrado profesor interino de Geografía e Historia, cuya cátedra adquiriría en 1856 y que ocupó hasta
su jubilación. Fue tres meses bibliotecario, y también un tiempo para que las
enseñanzas de aplicación al Comercio no quedaran desamparadas impartió
Economía Política y Derecho Mercantil55. En el tiempo en que llega Somoza
a Gijón acababa de dejar la Dirección interina del Instituto y ocupaba el cargo
de Vicedirector.
De Juan Junquera Huergo recibió Somoza el espaldarazo jovellanista, porque fue su maestro. Algunas ideas de Somoza ya habían sido planteadas por Junquera Huergo. Por ejemplo, en el nº 4 de El eco de Gijón de fecha
7 de abril de 1861 había publicado un artículo en el que proponía la creación
de una Biblioteca Asturiana que contuviese aquellas obras sobre historia civil,
eclesiástica, natural, administración provincial y municipal, etc., al objeto de
conocer con exactitud y extensión debidas la historia, gobierno, costumbres,
poderío y riqueza de Asturias. Se trataría de “inmortalizar —leemos—, antes
que el tiempo o el polvo o algún acontecimiento los consumiesen, los escri-
RENDUELES LLANOS, Estanislao. Historia de la villa de Gijón, desde los tiempos más remotos hasta nuestros días. Gijón, 1867; pág. VII.
54 Como profesor del Instituto figura inscrito en las milicias nacionales. A.M.G.
Expedientes 1/1836; 4/1837; y 1/1840.
55 MENÉNDEZ ACEBAL, Jesús. Memoria acerca del estado del Instituto de Jovellanos de Gijón,
en el curso académico de 1878 a 1879. Gijón, 1879; pág. 7.
53
Biografía de Julio Somoza
37
tos de ilustres asturianos como Tirso de Avilés, Carballo, Trelles, Sota,
Marañón de Espinosa, González Posada y otros”.
La idea fue recogida por el Porvenir de Asturias, y más tarde por el
Faro Asturiano, que anunció la aparición de una Gran Biblioteca histórica asturiana. De tal modo que en 1864 se hallaban publicadas Antigüedades de
Asturias por Carballo, y en 1866 la Historia de la Administración de justicia y del
antiguo gobierno del principado de Asturias por el señor Sangrador y Vítores, el
Viaje de Ambrosio Morales por Asturias y el Teatro eclesiástico de la Santa Iglesia
de Oviedo por el maestro Gil González Dávila.
No contento con tan pocos logros, publicó Junquera Huergo en el
Norte de Asturias, diario de Gijón, en primera página, dos nuevos artículos56 en
los que insistía en que se publicasen más obras, y además se interesaba por que
se publicasen las obras poéticas en bable (afición que compartía con su cuñado
Teodoro Cuesta). En esta materia pedía una revisión: “De las obras poéticas en
bable, o sea, en dialecto asturiano, hasta ahora publicadas, se nos permitirá
decir que carecen muchas de ellas de purezas del lenguaje, pues se hallan plagadas de voces castellanas que deberían sustituirse con sus equivalencias asturianas, así como de una porción de modismos, terminaciones e inflexiones que
no son los usados en Asturias y por lo que convendría corregirlas en este sentido antes de darlas a la prensa”. Y añadía: “Nosotros conocemos inéditas dos
obras, un Ensayo sobre la gramática del dialecto asturiano y otra Diccionario asturiano-castellano que podrían acompañar a las poesías y servir de guía y estímulo a los aficionados a nuestro bable”. Estas dos obras inéditas eran suyas y una
de ellas, la gramática, ha visto la luz pública en nuestros días57.
Una muestra clara del cariño y admiración de Somoza hacia su maestro, son los rasgos biográficos con que le describe en carta al Sr. Presidente de
la Comisión Organizadora de la Exposición de 1899 58, adjuntándole la reseña
histórica o crónica de Gijón que el querido profesor escribiera en 1849: Era el
Sr. Junquera Huergo, a la vez que persona afable y modestísima, muy apasionado por
los estudios históricos y de erudición. En el Archivo municipal de esta Villa se conservan muchos volúmenes y libros de Acuerdos, acotados por él59, como igualmente en
la sección de manuscritos del Instituto, que había hojeado con gran diligencia y aprovechamiento. Movíale en esta empresa el deseo de llevar a efecto una publicación de
carácter documental que sirviera de firme base para una buena Historia de Gijón. Y
Aparecieron los días 31 de marzo y 1 de abril de 1868.
La ha publicado la Academia de la Llingua.
58 Gijón y la exposición de 1899. Gijón, 1899; págs. 31 y ss.
59 Quien consulte las actas anteriores a 1880 verá los márgenes iluminados con notas de
diferente caligrafía y tinta, son de su puño y letra y facilitan enormemente la labor del
investigador.
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Agustín Guzmán Sancho
sigue diciendo cómo el estudioso Catedrático se vio en la necesidad de suspender su Archivo General de Gijón o Colección de documentos para la historia estadística y topográfica de la Villa y concejo de Gijón, que había comenzado a publicar en 1851, por la indiferencia del público y la falta de apoyo. Sería esta otra
idea que habría de brindar a su discípulo.
Cuando Somoza llega a Gijón, Junquera Huergo acababa de llevar a
cabo una importante tarea en el Instituto como Director en funciones: la de
conservación de los bocetos del Instituto (aquellas magníficas obras que
habían pertenecido a Jovellanos) o, mejor dicho, la creación del Museo del
Instituto. En 1871, mejorando la idea que cuatro años antes tuvo el Director
don José Cienfuegos Jovellanos, mandó construir con fondos que había existentes de unas rentas pertenecientes a una casa que en aquella fecha poseía el
Instituto, unos armarios, que cubrían las paredes totalmente y los colocó resguardados por cristales, en una sala que medía 40 pies de largo por 17 de
ancho, una de las mejores aulas que tenía el establecimiento. Allí se podían
ver aquellas obras instaladas en bastidores encintados, y sobre una mesa
también podían verse algunos de ellos. Y así debió de verlos y conocerlos por
vez primera nuestro aprendiz de jovellanista.
Parece que en sus últimos años, y especialmente a raíz de su jubilación, Junquera Huergo se había convertido en un alma solitaria, a raíz del fracaso de su Archivo General, retirado —según nos dice Somoza— en Lloreda el
tiempo que sus obligaciones en el Instituto le dejaban libres, empeñado en
salvar del olvido muchos de los papeles jovellanistas que aún hoy —en 1899— andan
dispersos a los cuatro vientos. El 6 de mayo de 1880, moría en Oviedo víctima
de una fiebre tifoidea. En reconocimiento de su labor, La Ilustración Gallega y
Asturiana publicó su retrato en primera página60. Dejó muchos papeles jovellanistas: en cifra desconocida, que sus herederos no supieron distinguir ni conservar, y que en 1899 —sigue diciendo Somoza— yacen, o yacían hasta hace poco
en un voluminoso saco, arrinconados en un molino de una aldea vecina, de donde no
pudimos rescatarlos61.
En efecto, entre los documentos jovellanistas pertenecientes a la
Biblioteca Pública Jovellanos de Gijón, en su mayoría copias llevadas a cabo
por Somoza, al frente del que titula: “Fragmento de un borrador de un diálogo sobre Economía Política” leemos:
Este autógrafo fue encontrado a las 3 de la tarde del 2 de febrero del
año 1898 en la calleja que baja de casa de Ablanedo (“La lechería”, en
Ceares) a la “Pradería de Viñao”, yendo en compañía de mi infeliz amigo,
60 Fecha: 18 de noviembre de 1880. Aquel año acababa de publicar Julio Somoza su primer
artículo en esta revista; pudo deberse a él la iniciativa de enviar el grabado del maestro.
61 Gijón y la exposición de 1899. Gijón, 1899; pág. 32.
Biografía de Julio Somoza
39
Nemesio Martínez. El proceso de rastro e investigación fue largo, difícil y
penoso. Perteneció a los Mss. que conservaba don Juan Junquera Huergo pa,
en unión de un amigo, don Victoriano Sánchez (ambos Directores que fueron del Rl. Instto. Asturiano) hacer una “edición de las obras de Jovellanos”
anterior a la de Cañedo, de 1830. Los qe. poseía don Vno. Sánchez, los conservó su viuda, por más de 60 años. Y de ella pasaron a su sobrino,
Alejandro Alvargonzález. Los de don Juan Junquera, quedaron en un cajón
(o baúl), legados a su cuñado, el literato ovetense Teodoro Cuesta. Antes de
que llegaran a sus manos, los recogió el legatario So. Ablanedo. Éste, hombre iliterato e inculto, mandó el cajón al molino de Ceares, donde, abandonado, entre unos y otros, le dispersaron y malbarataron. El adjunto ms.
envolvía restos de jabón, de las “jabonadoras” de la acequia del molino. Sic
transit gloria mundi62.
Sin duda se refieren a Juan Junquera Huergo y a sus muchos documentos que guardaba estas palabras de Somoza en prólogo a su obra
Documentos para escribir la biografía de Jovellanos: Un gijonés de “antigua cepa”, a
quien la versátil fortuna deparó valioso e interesantísimo caudal de manuscritos jovellanistas (muy superior en cifra al que poseyó el difunto Fuertes Acevedo) nos mostraba en voluminosos legajos, no sólo los escritos del gran Mecenas gijonés, Promotor
del primer Instituto Español, sino también otro formidable ejército de documentos
complementarios, que eran como la génesis, evolución, y síntesis, que aquilataban y
esclarecían los del maestro benemérito63.
De entre tantos, algunos logró salvar Somoza, entre ellos la continuación de los Diarios, el que se escribió en el Castillo de Bellver. Lo cuenta
así: En mayo de 1898 encontramos tirados en el fondo de una tienda los originales
del “Diario” de Jovellanos en el castillo de Bellver (fragmento que empieza en 20 de
febrero de 1806 y se interrumpe en 24 de enero de 1807). La letra es del amanuense
Manuel Martínez Marina, con interlineaciones y notas de Jovellanos. Después de
copiado con toda fidelidad lo devolvimos. Pertenecieron estos papeles a don Juan
Junquera Huergo, fervoroso jovellanista64.
Fue grande la admiración de Somoza por su amigo Junquera
Huergo. Lo admiraba incluso por sus obras no jovellanistas. Todavía en 1931
recordaba a su maestro citándolo en el prólogo a la obra de Vicente Huici
Miranda: Miscelánea de trabajos inéditos varios y dispersos de D. G. M. de
Documentos de Jovellanos: Caja 2, VI.
Pág. 11.
64 Inventario de un jovellanista, pág. 130. En la pág. 291, sin embargo, dice. “El original perteneció a don Juan Junquera Huergo, y a la amabilidad de sus herederos debemos una
copia”.
62
63
40
Agustín Guzmán Sancho
Jovellanos65. Puede decirse, sin lugar a dudas, que la amistad entre Juan
Junquera Huergo y Julio Somoza había sido un relevo. Los últimos años de
la vida del primero coinciden con el nacimiento literario del segundo.
Quitando los primeros ensayos y fogueos que comentaremos en el siguiente
capítulo, la aparición de Somoza en revistas, sus primeras inquietudes serias,
como la formación de La Quintana, surgen a partir de 1880, año de la muerte del que podemos llamar con toda propiedad su maestro, Juan Junquera
Huergo: un hombre tan modesto que hoy, recuperado como bablista, sigue
siendo olvidado como historiador, como cronista de Gijón y como el primer
jovellanista de la historia.
Hay unas páginas muy sentidas de Julio Somoza, en las que nos describe lo que bien pudo haber sido el relevo del maestro y su bautismo jovellanista. Cuenta en ellas cómo su amigo y maestro le hizo entrega de documentos y manuscritos de Jovellanos, y cómo él se los acercó a los labios. Dice así:
Pero de sus escritos, unos olvidados, arrinconados otros, y algunos
(¡desagráviale, oh patria!) vendidos para envolver especias, yacían desconocidos en gran número, en polvoriento, oscuro y azotado desván.
Excusar no podemos, al llegar aquí, el justo aplauso al gijonés que
los rescató, los robó al olvido, y los dio albergue; los preservó de nuevos
daños y de futuras injurias, los vistió, y a fuerza de años y cuidados, los
copió como mejor pudo, sin descanso, ni estímulo, ni esperanza de logro; y
un día, sin decirnos por qué ni para qué, nos condujo a su casa, y los puso
todos, así restaurados, ante nuestra atónita mirada y a nuestro libre arbitrio.
(...) Y ¿lo diremos? Lo diremos, sí, aunque esta emoción de nuestro espíritu, que a nadie interesa, acuse una debilidad momentánea: sobre
aquellos papeles amarillentos y húmedos, sucios algunos, rotos muchos de
ellos, y abandonados a las injurias del tiempo, por el olvido y la ingratitud
humanas, o sus tristes destinos, posamos nuestros labios, como si aquel
melancólico solitario fuera de nuestra sangre, y las injusticias con él cometidas, como propias nos dolieran, y sus angustias, desfallecimientos y amarguras, repercutieran con intensa fuerza vibratoria en nuestro acongojado
espíritu66.
Así, con aquel beso, en aquel instante, había nacido el más grande de
los jovellanistas.
65 HUICI MIRANDA, Vicente. Miscelánea de trabajos inéditos, varios y dispersos de D. G. M. de
Jovellanos. Barcelona, 1931.
66 Preliminar de Jovellanos: manuscritos inéditos, raros o dispersos... Nueva serie: con prólogo y
un apéndice, refutando los falsos juicios y erróneas y gratuitas afirmaciones del Sr.
Menéndez de Luarca. Madrid, 1913.
CAPÍTULO 2
Los primeros afanes de un
jovellanista
1.— El “santo grial” jovellanista
El día 2 de septiembre de 1878 aparecía en Gijón un nuevo diario, El
Comercio, del que era socio fundador y Director don Claudio Alvargonzález
Landau. Quiso el entonces modesto periódico recordar el aniversario de la
muerte de Jovellanos, y para ello el 29 de noviembre de 1878 apareció en su
primera página un artículo de Julio Somoza titulado: Diarios del señor don
Gaspar de Jovellanos (1790-1801), que llevaba la siguiente presentación:
“Hoy hace 67 años67, exhaló el último suspiro en el puerto de
Vega, el Ilustre Jovellanos, honra de España y orgullo de Gijón que
tuvo la suerte de merecer su cuna.
Al conmemorar tan triste suceso, no podemos menos de
lamentar amargamente la pérdida del modesto sabio que tantos días
de gloria dio a su nación.
Poco conocido el trabajo que insertamos a continuación, y
cuya copia debemos a la amabilidad de nuestro querido amigo, el
erudito bibliófilo Sr. D. Julio Somoza; creemos que lo verán con gusto
nuestros lectores, puesto que ningún otro puede traer a la memoria la vida
íntima del eminente gijonés”.
Es de destacar que fuera ya considerado como el único que pudiera
traer a la memoria la vida íntima del eminente gijonés. Lo que prueba que desde
el primer momento se había entregado a la que será su principal vocación: la
vida y la obra de Jovellanos.
67 Para Julio Somoza la fecha de la muerte de Jovellanos fue el día 29 de noviembre y no el
27 como señala Ceán Bermúdez. Más tarde cambiaría de opinión.
44
Agustín Guzmán Sancho
Se trataba del primer trabajo jovellanista de carácter divulgador, la
primera publicación que ponía al descubierto su vocación jovellanista. Son
cuatro artículos intensos, apretados, en los que Somoza dio a conocer al público íntegramente el extracto de los Diarios de Jovellanos, que había llevado a
cabo Ceán Bermúdez en 1813, y que aparecieron en su biografía Memorias para
la vida del Excmo. Sr. D. Gaspar Melchor de Jovellanos, publicada en 1814 68.
Es verdad que se trataba de publicar algo que ya estaba publicado,
pero nótese la fecha: ¡hacía más de sesenta años! Lo importante era, como
hemos dicho, el afán divulgador. Pero veamos lo que significó para don Julio
este hallazgo. Terminada la publicación, el 7 de diciembre, aparecía en El
Comercio, en primera página también, la siguiente carta de Julio Somoza a su
amigo don Calixto Alvargonzález:
Mi estimado y buen amigo: Cuando en época reciente le entregué una
copia del extracto de los Diarios de don Gaspar Jovellanos, por si tenía a bien
reproducirla en su periódico, me pidió Vd. algunos datos referentes al paradero de los originales. Referí a Vd. a la ligera, lo que hay sobre el particular.
Hace años, leía con todo el detenimiento posible la Historia de
Gijón del malogrado Rendueles, y en la página 448 encontré la noticia,
nueva para mí, de haber escrito al ilustre gijonés, la friolera de nueve diarios
que constaban de más de dos mil páginas, y comprendían un periodo bastante largo, no de sus mocedades, sino de su edad madura, o sea, desde los
46 a los 57 años, época en que la madurez de su juicio, la experiencia de su
vida, y la extensión de sus conocimientos prometían al investigador gran
copia de noticias de inmensa valía, ya para trazar su vida íntima, como para
la mejor inteligencia de nuestra cultura y prosperidad en aquellos días.
Como Rendueles en su obra extracta con frecuencia cartas de
Jovellanos, y la colección más extensa que conozco está en la edición de don
Ramón Cañedo, supuse que encontré la fuente de semejante noticia; pero ni
en éste, ni en las de Mellado, Rivadeneyra y Linares pude tropezar con los
Diarios, lo cual me hacía sospechar si se habían perdido.
Más tarde pude encontrar el extracto de ellos, y esto avivó mi
curiosidad hasta el extremo que Vd. verá. Encontrábase aquel en la obra de
Ceán Bermúdez Memorias para la vida de Jovellanos, publicada en
1814. Era indudable por lo tanto, que aquellos documentos, habían ido a
parar a manos de Ceán, el cual falleció en 1819 (ocho años después que su
amigo y protector) ignoro dónde, pues no lo hace constar Rendueles en el
apunte biográfico que da en la página 437 de su citada obra.
68 Aparecieron los días 29 de noviembre, 2, 3 y 4 de diciembre, en primera página. De las
Memorias se hizo otra publicación en 1820, pero es la de 1914 la que reprodujo Somoza.
Agustín Guzmán Sancho
46
Al llegar aquí empezaron mis dudas. ¿A quién legaría Ceán tan
precioso depósito? ¿a sus familiares? ¿a algún amigo íntimo? ¿o a alguna
exposición literaria o artística? Al parecer dicho Señor no había dejado familia, y si el manuscrito paraba en manos de algún particular o Academia,
nada habían hecho estos por su parte, para que llegase a conocimiento del
público. Una esperanza me asaltó. Jovellanos y otros escritores habían legado sus obras, papeles, memorias, etc., a la biblioteca del Instituto. ¿Qué cosa
más natural que un gijonés hiciera lo propio? Allí acudí por lo tanto y reparé y copié todo el catálogo de la Sección de manuscritos (aprovecho esta
coyuntura para consignar que el Catálogo no tenía ni pies ni cabeza), pero
en balde todo, porque las “Memorias” no aparecían ¡Cosa más extraña! ¡Y
más extraño aún, que me dijera entonces el bibliotecario que no existía en el
Instituto ningún autógrafo de Jovellanos. No dirá hoy lo mismo.
Viendo que por este lado eran inútiles las pesquisas emprendo otra
senda. Don Cándido Nocedal, que había dirigido la edición en dos tomos de
las obras de Jovellanos, en la colección de Rivadeneyra, y pensaba publicar
el tercero ¿sabría algo acerca del paradero de los susodichos “Diarios”?
Posible era, y para ello di encargo de averiguarlo a persona competente, y
cuya eficacia en este asunto debía ser decisiva.
No habían transcurrido muchos días (de esto hace dos años por lo
menos) cuando supe que la persona a quien recomendé el asunto, había tenido una entrevista con dicho señor, el cual “le aseguró” que los “Diarios” de
don Gaspar estaban en su poder y se publicarían “pronto” en el tomo tercero que faltaba.
He aquí compendiado cuanto sé sobre este asunto. Mis gestiones no
alcanzaron a más, puedan las de Vd., querido amigo, ser coronadas de mejor
éxito, y así tendremos que agradecerle los amantes de la literatura, en general, todos los gijoneses y, con extremado afecto, el más insignificante de ellos,
su obligado amigo.
Julio Somoza
Hay en este escrito detalles valiosísimos para su biografía: que su
interés por Jovellanos nace ligado a la búsqueda de los Diarios, lo que le lleva
a consultar las distintas ediciones de sus obras; que esto ocurre en 1876, por
lo menos; que uno de sus primeros trabajos jovellanistas va a ser copiar el
Catálogo del Instituto y su arreglo y confección, descubriendo o diferenciando los que eran autógrafos de Jovellanos (no era bibliotecario por esta fecha
Junquera Huergo y, por tanto, no tenía responsabilidad en esto); que Somoza
desconoce aún muchas cosas, como el hecho de que Ceán dejase familia; que
el interés por los Diarios no es sólo suyo sino también de su amigo Calixto a
Biografía de Julio Somoza
47
quien le desea mejor éxito; y que al fin logra descubrir dónde estaban los
Diarios, gracias a las gestiones de un tercero69.
Los Diarios serán para Somoza algo así como el “santo grial” de su
búsqueda jovellanista. Dieciocho años tardará en llegar a poder tenerlos
entre sus manos y disfrutarlos con el alma entera. Deberá este placer inmenso al insigne Menéndez Pelayo, quien se los remitirá para su lectura tras ruegos, cartas, enfado y avenencia: toda una historia que vamos a reconstruir
fácilmente a través del epistolario del insigne santanderino y que nos permitirá conocer muchos aspectos de la personalidad de Somoza.
2.— Interesando a los sabios
En julio de 1880, Julio Somoza comienza a colaborar en la Ilustración
Gallega y Asturiana con un primer artículo titulado precisamente Los diarios de
Jovellanos, en el que tras hacer un resumen breve de su contenido da la noticia de que estaban los Diarios en poder de Nocedal y se lamentaba que siguieran inéditos. Sugería que Nocedal no llegó a publicarlos por contener ideas
liberales y salía al paso de las supuestas ideas liberales de Jovellanos diciendo que era obra de madurez y que si en vida no vieron la luz pública, lo que
apuntaría a la posibilidad de contener ideas liberales, esto lo serían para su
época y con el paso del tiempo se podrían juzgar mejor.
El artículo fue leído por Gumersindo Laverde, quien interesó por los
Diarios de Jovellanos70 a su entrañable amigo don Marcelino Menéndez
Pelayo. A vuelta de correo el polígrafo santanderino le contestó diciendo lo
que ya Somoza sabía, que según sus noticias el Diario llegó a imprimirse en
casa de Rivadeneyra, para servir de tercer tomo a las obras de Jovellanos,
69 No sabemos quien fuera este tercero. Podría ser su hermano, aunque no es probable porque no le hubiera costado ningún trabajo decirlo. Pudo ser Acisclo Fernández Vallín, ya
que lo lógico es pensar que nadie mejor para informarle de las actividades de Nocedal que
quienes le habían estado remitiendo el material para la edición de la obra: Junquera
Huergo y Alonso Fernández Vallín, y era el hijo de éste último quien les servía de enlace
en Madrid.
70 “En la Ilustración Gallega y Asturiana he visto un artículo sobre el Diario de Jovellanos,
lamentando que aún siga inédito, al parecer por escrúpulos de Nocedal, que hoy posee el
manuscrito. Supongo que con esto querrá darse a entender que en él vertió Jovellanos
ideas más o menos liberales. A mi entender, aunque Jovellanos nunca fue impío, pero se
hizo más religioso desde su destierro a Bellver, como lo prueban las obras que allí escribió
(Tratado teórico-práctico de Enseñanzas, Epístolas A Bermudo y A Posidonio, cartas a González
Posada). Hasta aquella época había participado más del espíritu del siglo. De todas suertes, creo que la lectura de su Diario podrá serte muy útil para estudiar las corrientes heterodoxas del tiempo de Carlos IV”. (Epistolario. Madrid, Fundación Universitaria, 19821991. Tomo IV, Carta nº 216; fecha de 9 de agosto de 1880; pág. 309).
48
Agustín Guzmán Sancho
aunque no se publicó; que calculaba que Nocedal habría de tener las pruebas
o que si no estarían en la imprenta; y añadía: Trataré de verlas cuando vaya a
Madrid71.
Pero ¿quién había facilitado los Diarios a Nocedal? Según el profesor
Caso González, los Diarios habían sido facilitados a Nocedal para su publicación por el dueño de los manuscritos, el asturiano don Vicente Abello Valdés,
personaje honradísimo, residente en Madrid, donde ejercía de Abogado
Fiscal, quien los había adquirido en una librería de lance madrileña, después
que la viuda de Ceán Bermúdez, doña Manuela Camos, se viera en la triste
necesidad de venderlos72. Esta publicación, que habría de correr a cargo
exclusivamente de don Vicente Abello, no se llevo a cabo, según rumores,
porque Nocedal se percató que contenían ideas contrarias a su pensamiento
tradicional conservador. E incluso se dijo que Nocedal había mutilado o falseado los originales.
No necesitó desplazarse don Marcelino para lograr las capillas de los
Diarios, sino que le fueron regaladas por su amigo Nocedal. Antes del 28 de
marzo de 1881, en que le da la noticia a su amigo Laverde, recibe las capillas
realizadas en 1861. De éstas, nunca de los manuscritos, copió lo que aparece
en el tomo III de sus Heterodoxos Españoles. Estaba precisamente redactando
esta obra cuando Laverde, interesado por la supuesta heterodoxia de
Jovellanos, le habló de los Diarios. Lo primero que piensa don Marcelino es en
escribir un artículo. El amigo le aconseja que sea no sobre el Diario sino sobre
Jovellanos mismo y le pregunta su opinión sobre las ideas de Jovellanos:
“Nada me dices de si en el Diario de Jovellanos hay algo que
contradiga al concepto que de este tenemos por sus obras impresas,
o le comprometa en sentido enciclopedista, como algunos suponen.
Ídem. Carta 242, fecha 28 de agosto de 1880, pág. 333.
Por ser esta la biografía del más grande de los jovellanistas, a quien se debe todo cuanto hoy se conserva de los Diarios, daremos algunos detalles más. Los manuscritos habían
sido confiscados el 13 de marzo de 1801, día en que fue arrestado Jovellanos para ser conducido a Mallorca. Al ser liberado y con fecha 21 de junio de 1808, Jovellanos oficia a
Sebastián Piñuela para que todos sus papeles con los dos baúles en que fueron colocados
sean entregados a Ceán Bermúdez, quien desde ese año o el siguiente los poseería, negándose a devolverlos al sobrino y heredero de Jovellanos, Baltasar Cienfuegos Jovellanos,
que le podría pleito por la no devolución de los papeles, según la tesis de Caso González.
Sin embargo, Julio Somoza creía que los manuscritos de los Diarios no irían a parar a sus
perseguidores, porque entonces de haberlo leído le hubieran impuesto más duro castigo,
sino que sus parientes y allegados los hubieran ocultado, y de ellos los tomaría Ceán
Bermúdez. En 1811, el hijo de Juan Agustín Ceán Bermúdez transcribió una parte. En 1813,
dos años de la muerte de Jovellanos, Juan Agustín Ceán Bermúdez hizo un extractó, que
luego copió su hijo Joaquín Ceán Bermúdez y Camos. Esta copia la publicará Somoza en
1885 en Nuevos Datos. Para mayor detalle puede verse el Prólogo de José Manuel Caso
González al Tomo VI de su edición de las Obras Completas de Jovellanos. Oviedo, 1994.
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Biografía de Julio Somoza
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Creo que ese capo. de que me hablas no debe ceñirse al Diario, sino
abarcar todo Jovellanos. En mis Ensayos reuní mucho suyo, todo conservador y católico; verdad es que la mayor parte pertenece a los últimos años de su vida y es posterior a su deportación, en que pudo
cambiar de ideas”73.
Don Marcelino contesta: “En el Diario de Jovellanos no veo resabio
alguno de enciclopedismo, pero sí noticias muy curiosas para la historia intelectual de la España del siglo XVIII”74. Y Gumersindo le propone la publicación de los Diarios de esta manera: “¿Por qué no se publica el Diario de
Jovellanos? Podía hacerlo Navarro, y no saldría perdidoso. Procúralo, que
importa mucho. No veo razón para que obra de tanto interés continúe inédita”75. Menéndez Pelayo se anima: “Nocedal me ha dado las capillas del Diario
de Jovellanos que pienso utilizar. Debía publicarse íntegro, y no tiene nada
qué reparar”76. Insiste Gumersindo: “Procura que se publique el Diario de
Jovellanos. No perderá el Editor”77.
Don Marcelino se lleva a Santander el Diario para leerlo con calma
aquel verano de 1881. El 21 de agosto ya lo ha terminado y comunica su opinión a su amigo: “Ya me he leído todo el Diario de Jovino que me dio Nocedal
en pliegos impresos desde 1861 por Rivadeneyra. Es lectura amenísima, sobre
todo por las infinitas noticias topográficas, descriptivas, históricas, arqueológicas y de costumbres que Jovellanos da sobre las comarcas de España que
visitó en sus viajes. Además, da idea cumplida de su tenor de vida, de sus lecturas y ocupaciones y hasta de sus íntimos pensamientos, viniendo a corroborar en todo la idea que tenías formada de su ortodoxia. Así es que yo me he
valido ampliamente del Diario para cumplir la vindicación que tú hiciste”78.
Laverde insiste; puede decirse que es él quien anima una y otra vez a
publicar los Diarios, ampliando la publicación con otros documentos inéditos
de Jovellanos que había leído que se conservaban en Mallorca, y se lamenta de
la falta de una edición monumental y bien ordenada de las obras de Jovino79.
Diez días más tarde insiste en la misma idea a raíz de la publicación en la
Ilustración Gallega y Asturiana de un artículo de G. Pereña, titulado: Jovellanos en
las Baleares, e incluso como acaba de formarse la comisión que habría de levantar en Gijón la estatua a Jovellanos, le recomienda que hable con el principal
miembro de ella, Acisclo Fernández Vallín: “Habla con Vallín, que como homEpistolario. Tomo IV. Carta 409; fecha 31 de marzo de 1881; págs. 529-530.
Ídem. Tomo V. Carta 2; fecha 2, mayo 1881; pág. 2.
75 Ídem. Tomo V. Carta 7; fecha 10, mayo 1881; pág. 11.
76 Ídem. Tomo V. Carta 30; fecha 29, mayo 1881; pág. 37.
77 Ídem. Tomo V. Carta 44; fecha 2, junio 1881; pág. 58.
78 Ídem. Tomo V. Carta 153; fecha 21, agosto 1881; págs. 195 y s.
79 Ídem. Tomo V. Carta 163; fecha 15, septiembre 1881; pág. 208.
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Agustín Guzmán Sancho
bre de iniciativa y empuje y, además, gijonés amantísimo de los timbres de su
pueblo natal, podrá contribuir mucho a la realización de tal empresa”80.
En octubre de 1881, Laverde da muestras de haberse carteado con
Somoza, pues manifiesta a su amigo santanderino que a las obras de
Jovellanos habría que agregar “una copiosa colección epistolar y otros papeles que posee en Gijón don Julio Somoza, que, de fijo, los cederá gustosamente para una edición completa y esmerada”. Le sugiere que la haga
Catalina, y le recuerda su vinculación con Gijón: “Tu a título de ‘nieto’ de
Gijón, deberías dirigirla e ilustrarla, dedicando el último tomo (que tendrías
tiempo de ir componiendo mientras se imprimían los restantes) al estudio de
Jovellanos y su tiempo”. Quiere que la lleve a cabo él y no otro para que
Jovellanos no salga desfigurado: “Yo deseo que tú corras con esa edición y no
quede para otros, que tal vez nos presenten un Jovellanos contrahecho y filosofesco”. Y termina la carta pidiéndole un favor personal, conminándole con
el recuerdo de Jovellanos: “Mira que es negocio para mí de mucha cuenta. Si
no te desenvuelves, te daré la calificación que Jovellanos aplicó a
Campomanes, llamándole inútil sabio”81.
Dos meses más tarde, le hace de nuevo recomendación de Julio
Somoza: “No sé si te he dicho que don Julio Somoza, de Gijón, posee muchas
cartas y papeles inéditos de Jovellanos. Nueva razón para desear que de las
obras de éste se haga una edición completa y esmerada”82. De la misma
manera le da noticias de que Fermín Canella había adquirido un diluvio de
cartas y otros escritos inéditos de Jovellanos y de sus corresponsales, Posada,
Ceán, Cabarrús etc., asombrado de que estas cartas se cuenten por centenas83,
y le mete prisa temiendo que si no se hiciese pronto la edición completa de
Jovellanos era de temer “que se extraviaran muchos papeles que yacen hoy
en manos de particulares, en Asturias y en Mallorca”84.
3.— Somoza y Menéndez Pelayo
¡Qué admirable el esfuerzo de Gumersindo Laverde y su apasionamiento por la figura de Jovellanos! ¡Qué ciertos sus temores, que el paso del
tiempo han hecho realidad! Hoy están en paradero desconocido, por no decir
perdidos, los manuscritos de los Diarios. Fue el entusiasmo del amigo (que
llegará incluso a sugerirle entre otros la figura de Jovellanos como tema de su
Ídem. Tomo V. Carta 171; fecha 25, septiembre 1881; pág. 223.
Ídem. Tomo V. Carta 446 (por error); fecha 29, octubre 1881; págs. 579 y s.
82 Ídem. Tomo V. Carta 210; fecha 21, noviembre 1881; pág. 268.
83 Ídem. Tomo V. Carta 253; fecha 14, febrero 1882; págs. 314 y s.
84 Ídem. Tomo V. Carta 266; fecha 4, marzo 1882; pág. 331.
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discurso de entrada en la Academia de la Historia), lo que determinó que
Menéndez Pelayo se decida al fin a publicarlos. Somoza se entera por
Laverde de tal decisión. Es la ocasión que aprovecha el erudito gijonés para
dirigirse por primera vez al eminente polígrafo. La carta merece por su interés ser reproducida y comentada:
Gijón, 10 julio 1882
Muy Sr. mío y de toda mi consideración: El sumario de un número de la Revista Hispano-Ultramarina me hace saber que está Vd. publicando un trabajo sobre Blanco-White, y como afortunadamente soy poseedor de
gran número de cartas (inéditas) de Lord Vassall Holland a Jovellanos, y en
una de ellas (fha. 6, nov. 1809) Holland analiza el mérito de Blanco, he caído
en la cuenta de que la tal carta pudiera convenirle a Vd.
Pero (perdone Vd. la ruda franqueza de un asturiano) estoy ya tan
escarmentado de regalar autógrafos a trueque sólo de bellas promesas y ofertas desinteresadas, que he decidido cambiar de táctica y adoptar otro aspecto más positivo.
En carta que tengo del Sr. Laverde Ruiz me comunica, con referencia a otra del Sr. Nocedal, que pronto verá la luz pública el Diario o Memorias
de don Gaspar de Jovellanos, ya extractado por Ceán y del cual da Vd. nuevas noticias en la Vindicación publicada en el Siglo Futuro. ¿Es cierto? ¿sí o
no? Usted mejor que nadie debe saberlo pues a publicarse saldría como 3er.
tomo de la Bibl. Rivadeneira o como uno nuevo de la Bibl. Clásica. Soy apasionado jovellanista, y ya Vd. puede calcular lo que me interesa la noticia.
Estoy dispuesto a remitirle a Vd. el autógrafo de Holland, pero Vd. a
su vez verá si lo encuentra aceptable por el tanto que a continuación expreso:
1.º Un ejemplar de los Diarios cuando se publiquen.
2.º Otro ejemplar de sus artículos sobre Blanco White.
3.º Nota bibliográfica de todo lo que Vd. sepa acerca de Jovellanos.
4.º Los Ensayos críticos del Sr. Laverde.
5.º Una colección extensa de sellos de correos nacionales y extranjeros antiguos y modernos (cosa fácil para Vd. dadas sus numerosas relaciones).
Perdóneme Vd. el atrevimiento con que le hablo (harto excesivo
para ser la primera vez que a Vd. me dirijo) y cuente en cambio con el aprecio, y consideración y estima en que le tiene su afmo. s. s. q. b. s. m.
Julio Somoza Montsoriú85.
85
Ídem. Tomo V. Carta 320; fecha 10, julio 1881; págs. 406 y s.
52
Agustín Guzmán Sancho
Está claro que Somoza hablaba con franqueza y parecía atrevido.
Pero para entender esta carta hay que saber que Somoza no estaba pidiendo
para sí, sino para la sociedad La Quintana que se acababa de fundar, como ya
veremos. Los sellos, por ejemplo, no eran para él, sino para Fortunato de
Selgas, y don Julio era consciente de que en ello se había pasado, según manifestará a su amigo y socio Braulio Vigón cuando le dé cuenta de este atrevimiento86. Ya veremos cómo al final terminó entregando el autógrafo de
Holland.
De esta carta Julio Somoza no recibió contestación. Pasó medio año, y
recurre a Alejandro Pidal como intermediario para proponerle a don
Marcelino que si no se decide a publicar la obra, le diga si tiene inconveniente en que él la publicase en La Biblioteca Asturiana87, que por entonces pretendía crear con sus amigos de La Quintana. No se conserva testimonio de la contestación de Menéndez Pelayo a Pidal, pero éste se la hizo llegar a Somoza,
quien a su vista escribió su segunda carta a don Marcelino, al tenor siguiente:
Gijón, 7 diciembre 1882
Muy Sr. mío y de toda mi consideración: Por la carta de Vd. dirigida a mi ilustre paisano Alejandro Pidal, y que hace momentos acabo de
leer, me entero de lo que Vd. ha tenido a bien comunicarle respecto al asunto de los Diarios de don Gaspar, cuya lectura persigo con incansable empeño. En vista de lo Vd. dice, y de lo que yo añadiré, casi me voy tranquilizando, pues mi pasado desasosiego harto lo comprenderá Vd. que tanto ha
huroneado tras papeles y libracos. En el alma siento que se haya extraviado
la carta que Vd. me dirigió, pues la esperé con ansia bastante tiempo, calculando a la postre que se extraviara la mía por no llevar la dirección en debida forma. Ello es, que ahora estoy en comunicación con Vd. y me huelgo de
ello, pues ha de redundar en beneficio de la literatura patria y de las glorias
asturianas.
A pesar de lo que escribí a Pidal, la idea de Vd. de que los Diarios
debían imprimirse en Gijón, no me cayó en saco roto, y como al salir a la
calle diera de bruces con el Director88 de El Comercio le comuniqué su pensamiento, y tan bien le pareció y con tal empeño acogió la idea, que me autorizó para que le escribiera a Vd. en la forma y bajo las cláusulas siguientes:
86 Carta de septiembre de 1892 publicada por Ana María Vigón en Apéndice a VIGÓN,
Braulio. Asturias: Folklore del mar. Juegos infantiles. Poesía popular. Estudios históricos. Oviedo,
1980; pág. XLI.
87 Epistolario. Tomo V. Carta 390; sin fecha; págs. 499 y s.
88 Calixto Alvargonzález, quien, como vimos, compartía con Somoza desde la aparición del
periódico el interés por los Diarios.
Agustín Guzmán Sancho
54
La redacción de El Comercio se compromete a publicar los
Diarios de don Gaspar que Vd. posee, en un tomo de lujo con papel especial
y fundición nueva de caracteres elzevirianos. El coste de la obra, se sufragará por los redactores del periódico, y varios jovellanistas ansiosos de que
la obra salga a luz a todo trance, cueste lo que costare, y en Gijón. Como cálculo prudencial deberá Vd. decirnos (ya que posee ese ejemplar) qué número de pliegos llevará el tomo; en qué tamaño será el más adecuado, y si sería
más acertado publicarlo en la forma y manera que fuese más de su gusto, y
que alcanzará del Sr. Aribau lo que falta para complemento de su ejemplar.
Caso de enviarnos éste, la Redacción le dará a Vd. recibo en forma, comprometiéndose a devolvérsele caso de no emprender su publicación en determinado plazo. Igualmente se acordó que una comisión pasara a Luarca a
cotejar la copia con el original que posee don Alejandrino Menéndez, pues
debiendo publicar en breve el editor A. Chao, parte de estos Diarios extractados por Ceán Bermúdez, sería sensible que entre uno y otro hubiera diferencias notables.
Mis queridísimos amigos Fermín Canella y Félix Aramburu me
indican la haga a Vd. presente que entrando La Revista Asturias en el 6º año
de su publicación, y no estando muy abastecida que digamos de original, confían en que Vd. se servirá honrarla con algún escrito propio de la índole del
periódico. A su indicación, uno yo mi ruego bien seguro de que le atenderá.
Adjunto a esta carta, le remito el Testamento de don Gaspar cuya
lectura le placerá en grado sumo, pues es la confirmación de lo que Vd. dice
en la Vindicación, y el testimonio más claro de tan egregio varón. También
le remitiré (estoy muy atareado) un ejemplar de mi Catálogo de los ms. del
Instituto que se imprimirá luego, y si no se me olvida, le enviaré igualmente copia de dos cartas, una de Lord Holland a Jovellanos sobre el juicio que
le merece Blanco White, y otra del propio Blanco W. a Jovellanos.
La Sociedad La Quintana presentará a la nueva diputación las
bases para la publicación de una Biblioteca general asturiana, y si la apadrina, también le enviaremos el prospecto para que nos diga algo nuevo de
lo mucho que sabe y se calla respecto a las dos Asturias.
¿Vd. sabe de una descripción geográfico-militar del Bastón de
Laredo, del fuero de Santander, y de las obras de varios heterodoxos españoles existentes en el Museo Británico en la colección Harley? Sí que sabrá
Vd... no me dará Vd. el gusto de decir que no.
Perdóneme Vd. El atrevimiento y la lisura con que le escribo.
Mándeme en todo cuanto guste, pues en ello quedará muy complacido su
affmo. y s.s.q.b.s.m.
Julio Somoza
Biografía de Julio Somoza
55
Somoza no cabe en sí de gozo. ¡Los Diarios publicados en Gijón, por
El Comercio! Tal es el entusiasmo que se olvida de lo que le tiene pedido y
encima le promete no sólo la carta de Lord Holland sino también otra de
Blanco W. a Jovellanos, más un ejemplar del Catálogo de Manuscritos del
Instituto y el testamento de Jovellanos. Si lo había hecho siempre, si siempre
ofreció los autógrafos a cambio de promesas, ¿cómo no lo iba a hacer ahora
que se le prometía tanto? Y ¡cómo presume de emular a la primera autoridad
investigadora del país! Y es que en aquel cuerpo de 1,60 m de estatura, había
un alma llana y lisa, un tanto infantil.
Tal es el deseo, que querría tener contestación cuanto antes y la
impaciencia le hace volver a escribir a Menéndez Pelayo tan sólo 18 días después. En esta tercera carta le hace ver lo siguiente: Esperaba que la recomendación de don Alejandro Pidal, mi entusiasmo por las glorias de Asturias, mi fervor por
todo lo que a don Gaspar se refiere, el generoso impulso que nos animaba a trabajar
por la publicidad de esos Diarios; el deseo por Vd. manifestado de que éstos se publicaran en Gijón,... todo nos inducía a creer que la cosa se llevaría a cabo en breve término, pues tal era el entusiasmo que había comunicado a mis amigos, y tal el buen
deseo de éstos en acometer la empresa con actividad y decisión89.
Se puede decir que todo estaba preparado en Gijón. Los amigos,
encabezados por Calixto Alvargonzález, dispuestos y contagiados de su
entusiasmo, sólo esperaban la voz ejecutiva de Menéndez Pelayo. Y como lo
importante es la publicación, le plantea incluso la cuestión de que se haga en
la Biblioteca Clásica, aunque ello suponga un aplazamiento del momento de
gozar de los Diarios. Le sugiere incluso que si no está dispuesto a llevar él la
dirección literaria, la encomiende a Alejandro Pidal.
Y por fin le llega carta de Menéndez Pelayo. Se excusa de la tardanza, debida a su ausencia de Madrid. Le dice que le parece muy bien la idea
de imprimir en Gijón el Diario de don Gaspar y aun todo lo inédito suyo que
ellos encuentren, pero le hace esta observación:
“El tomo de Rivadeneyra no llegó a imprimirse entero, y
debe faltar como una cuarta o quinta parte del Diario. Para completarle tendrán Vds. (Somoza y sus amigos de Gijón), que acudir a
Nocedal, que quizá conserve la copia que sirvió para la imprenta o a
Alejandrino Menéndez de Luarca, que heredó los papeles de Abello.
Con Nocedal las tuve, pero después reñimos, como es bien notorio.
Vean Vds. de recabar lo que falta, porque sólo así podrá
hacerse el cálculo del volumen de la obra, número de pp., y empezar
a imprimirse con entera seguridad de completar el original. Pienso
89
Epistolario. Tomo V; Carta 437; fecha 25, diciembre 1882; págs. 568 y s.
56
Agustín Guzmán Sancho
añadir unas pocas notas a las muchas y doctísimas que puso mi
amigo Abello (q.e.p.d.).
Recibí y agradecí el Testamento. Mande Vd. cuánto quiera a
su afmo. y s.s.q.s.m.b.
M. Menéndez y Pelayo”90.
La reacción a esta carta por parte de Julio Somoza fue la de enviar
una misiva a Nocedal en la que le pide que en el caso de que no lleve a cabo
la publicación del tercer tomo de los Diarios, otorgue la gracia de poner a nuestra disposición dichos Diarios a fin de que, con el concurso de todos, viesen en este
pueblo la luz pública, siendo ésta la primera obra que se imprimiera en Gijón.
La carta fue firmada por cuanto amigos se habían comprometido a
publicarlos.
Sin embargo aquellos amigos terminarían abandonando el proyecto
y al amigo. Sería uno de sus primeros desengaños como jovellanista:
¿Y quienes eran los firmantes? argüirá Vd.; pues los firmantes
“debían ser” los redactores de cierta publicación , que me precipitaron a dar
este paso y luego me dejaron, como vulgarmente se dice, “en las astas del
toro” en justo castigo de mi credulidad91.
Abandonada por sus amigos la idea, todavía hubo quien propuso
que la publicase el Centro de Asturianos. Somoza contesta con todo un plan
de publicación: Adquirir primero el original de los Señores Nocedal y
Menéndez Pelayo; formar el cálculo del coste de impresión; designar dos o
más individuos (pero activos) para la revisión de pruebas; organizar la suscripción de manera hábil; incluir al final de la obra la lista de los que contribuyeron a ella; y distribución equitativa de ella. Pero Somoza sabe que sueña:
Será esto un castillo de naipes? ¡Cuánto diera yo por que la “proverbial galantería” española, se transformase en la “proverbial actividad” o
en la “habitual perseverancia”!92.
90 Ídem. Tomo VI. Carta 7; fecha 11, enero 1883; pág. 7. La ha publicado J. M. Martínez
Cachero en Menéndez Pelayo y Asturias, págs. 225-226.
91 Bajo el título Apéndice al capítulo anterior, el que reproducía el dedicado a los Diarios en la
“Ilustración Gallega y Asturiana” publicará en Cosiquines de la mió Quintana una carta dirigida “Mi estimado amigo F...” en el que inserta la carta a Nocedal y hace este comentario.
92 La persona a la que dirige la carta, fechada en Xixón, 35 Xineru 1883, es como dijimos en
la nota anterior “Mi estimado amigo F...” y puede verse en Cosiquines de la mió Quintana,
bajo el título Apéndice al capítulo anterior, págs. 198 a 202.
Biografía de Julio Somoza
57
Pasa el tiempo y no se sabe nada de los Diarios y entonces publica
Somoza Nuevos Datos para la biografía de Jovellanos, cometiendo lo que el profesor Caso González califica con toda razón de impertinencia93. En su
Preliminar arremete contra un trabajo de Menéndez Pelayo, que con el título
Vindicación de Jovellanos había visto la luz pública en noviembre de 1881, en la
revista El Siglo Futuro.
Menéndez Pelayo atribuyó esta reacción de Somoza a suspicacia,
entendiendo que quería excusarse de publicar la obra, unida a su tardanza en
contestarle94. Pero hay que tener en cuenta que esta suspicacia estaba en el
ambiente. Basta pensar, por ejemplo, que en septiembre de 1881 apareció
Examen Teológico-Crítico de la obra del Excmo. Sr. D. Cándido Nocedal titulada
Vida de Jovellanos, publicada por el presbítero don Miguel Sánchez. En esta
obra se ataca a Nocedal por haber tenido interés en presentarnos un
Jovellanos tan monárquico y católico como el partido cuyos intereses representaba y en ella se acusa de jansenista y otras heterodoxias a Jovellanos. Ni
que decir tiene que el dicho presbítero llevó también lo suyo en el famoso
Preliminar de Julio Somoza.
Es muy probable, por tanto, que Somoza, precipitadamente y en
vista del ambiente, del que sin duda bebían cuantos le rodeaban en los círculos literarios, con el pronto que le caracterizaba, juzgase a Menéndez Pelayo
capaz de poner en duda al menos la conveniencia de la publicación de los
Diarios, por cuestión meramente ideológica. El caso es que no sólo Somoza,
sino otros acusaron a Menéndez Pelayo de haber alterado o mutilado los
Diarios de Jovellanos. E incluso Fermín Canella quiso insinuar algo en un
artículo, lo que provocó la reacción de Menéndez Pelayo95. Por todo esto, el
93 Prólogo al Tomo VI de su edición de las obras de Jovellanos. Obras Completas. Diario.
Oviedo, 1994; pág. 28.
94 “El Sr. Somoza entendió sin duda que yo quería excusarme y esta suspicacia suya unida
(lo confieso) a mi tardanza en contestarle, originada de mis infinitas ocupaciones y de graves disgustos que por entonces tuve, dieron ocasión a la furibunda diatriba con que me
obsequió en su último libro”. Epistolario. Tomo VII; Carta nº 537, dirigida a Fermín Canella;
fecha 5, junio 1886; pág. 555. La ha publicado J. M. Martínez Cachero en Menéndez Pelayo y
Asturias, págs. 215-218.
95 La defensa de Menéndez Pelayo y el dolor que esta acusación le causó pueden leerse en
la carta a Fermín Canella, citada en la nota anterior. Allí se puede leer: “Permítame Vd. que
le diga que todo esto me ha llegado al alma. ¿Qué ofensa más grave puede haber para un
hombre honrado que suponerle capaz de falsificar la palabra escrita de otro hombre? ¿Y
cree Vd. que las ideas religiosas que yo profeso, y que en mi concepto profesaba Jovellanos,
necesitan de esos medios raquíticos, tenebrosos y miserables, para valer lo que siempre
han valido? Después de todo ¿qué importa al catolicismo que Jovellanos ni veinte
Jovellanos fueran o dejaran de ser católicos? ¿Cree Vd. que esto vale la pena de echar una
mancha sobre una vida honrada, metiéndose a raspar, cortar o inutilizar manuscritos?
¡Qué poco me conocen los que tal piensan!”.
58
Agustín Guzmán Sancho
ilustre académico (que por demás jamás había visto los Diarios pues lo que él
tenía eran las capillas de Nocedal) desistió de su publicación y Somoza tendrá que esperar un tiempo para poder llegar a leer sus anhelados Diarios.
En realidad las dificultades para la publicación de los Diarios no las
ponía, ni mucho menos, Menéndez Pelayo, aunque era su insistencia de
publicarlos enteros lo que retrasaba el asunto. Lo que ocurría era que los
manuscritos de los Diarios habían pasado del Sr. Abello a su sobrino don
Alejandrino Menéndez de Luarca, pasante de Nocedal, y era éste, persona
por demás algo excéntrica, quien se negaba a entregarlos para la publicación.
Además, concurría en Menéndez de Luarca los prejuicios “conservadores”
que Fermín Canella y Julio Somoza suponían en el insigne santanderino.
Ambos acertaban en el problema, pero se equivocaban en el hombre.
Somoza conocerá su yerro y llegará a saber dónde se encontraban los
originales de los Diarios según demuestra esta carta a su amigo don Sebastián
de Soto y Cortés fechada en Domingo de Ramos, donde no figura el año, pero
que es anterior a 1891:
Si quiere Vd. ver los tesoros, no tiene más remedio que tomar el
coche de Oviedo a Grado, de Grado a Salas, y de Salas a Luarca. Una vez en
Luarca, pregunta Vd. dónde vive (en una quinta de los alrededores) la viuda
de don Vicente Abello, y dándose aires de gran amigo del difunto, penetra
allí, recuerda los tiempos pasados, hace historia entre romántica y pintoresca (género agradable a las viudas) y luego (como dicen las acotaciones de las
obras teatrales) “toma aquella actitud que le sugiera su talento dramático”.
—Don Vicente Abello, era persona de sobra conocida en la sociedad ovetense. Don Inocencio de la Vallina, o Ciriaco Vigil, o Pepe Sierra, le
pueden suministrar a Vd. pormenores.— Viejo ya, se enamoró de una hermosísima muchacha que tenía en casa, y se casó con ella. ¡Naturalmente!
{...} “En cuanto a Nocedal, diré a Vd. también que le creo incapaz de acción tan
fea. A pocos ofendió tanto y tan sin razón como a mí, pero nuestra enemistad no ha de ser
parte para que yo deje de decir que entre los muchos y gravísimos defectos de aquel hombre no estaba la bajeza de instintos que sería necesario suponer para una falsificación. Era
demasiado soberbio para eso”.
{...} “Dice el Sr. Sánchez Calvo que Nocedal y yo hemos querido a viva fuerza
hacer a Jovellanos uno de lo nuestros, y esto merece aclaración. Si se quiere dar a entender
que Jovellanos era nuestro por ser católico la tesis me parece irrefutable, y Vd. mismo y el
Sr. Somoza asiente a ella. Si se quiere aludir a otro orden de ideas, Vd. sabe que nunca las
mías coincidieron con las de Nocedal, ni él me tuvo por correligionario político suyo en
tiempo alguno. —Y en cuanto a las ideas de Jovellanos, yo he dicho y repito cien veces que
tuvo las de su tiempo, que fue regalista y economista y sensualista con el valor que estos términos tenían entonces. Pero también he dicho y sostenido, que estas tendencias suyas
nunca bastaron a apartarle (como apartaron a otros amigos suyos, v. gr. Cabarrús,
Quintana) ni de la fe católica ni del amor y respeto a ciertas instituciones tradicionales de
su país”.
Biografía de Julio Somoza
59
como decía un acuarelista inglés, volandero amigo mío, “la Naturaleza, es
muy natural”. El bueno de don Vicente creyó que iba a remocicar, y la sandunguera luarquina se lo fumó en un santiamén. Ya en las postrimerías
testó mi hombre, dejándole un buen hueso que roer, incluso lo que había en
la casa y “su biblioteca”. Este último donativo tenía una cláusula especial,
a saber, que pasara a poder de su sobrino Alejandro Menéndez de Luarca
desde el momento que éste entregara a la viuda “dos o tres mil duros”, valor,
a lo que yo presumo, de la mencionada biblioteca. Claro está, que eran
muchos “duros”... de pelar, p.a el bueno de Alejandrino, antiguo pasante de
Nocedal, “íntegro” como él, y que a pesar de todo, “le dio la lata H”, criticándole, bajo el supuesto nombre de W. Franquet (hacia 1859) su “Vida de
Jovellanos”96.
Por otra parte, era cierto que Menéndez Pelayo, enemistado pública
y notoriamente con Nocedal y con Menéndez de Luarca, no podía pedirles
los Diarios97. De manera que don Julio va a tener que buscarse otro intermediario si quiere tratar con Alejandrino Menéndez de Luarca. Será éste el
padre agustino don Manuel Fraile Miguélez. Pero de la mediación de éste en
el asunto y su intervención para conseguir de Menéndez Pelayo que Somoza
lea los Diarios hablaremos en otro capítulo, pues para ello pasarán unos cuantos años.
96
97
FUNDACIÓN ALVARGONZÁLEZ. H 50/1.
Epistolario. Tomo VII; carta 537, A Fermín Canella; fecha 5, junio 1886; pág. 555.
CAPÍTULO 3
La Quintana
1.— El espíritu romántico
El nacimiento de La Quintana hay que situarlo en el seno de un
ambiente romántico, producto de la época, que lleva al exaltamiento del folklore nacional. En 1881 tendrá lugar en Sevilla la publicación de las bases de
una sociedad de recopilación en toda España de los temas de folklore. Se trataba de una afán nacional, pero cuya labor para ser más útil debía llevarse a
cabo por regiones. Fruto de la iniciativa sevillana, se creará en el Centro
Asturiano de Madrid la “Academia Demológica”, que se inauguró con una
velada literaria, que inició Balbín Unquera. El objeto parece ser que era involucrar al público en general, personas particulares interesadas en el pasado
regional, en la búsqueda y recopilación de las tradiciones locales. Para ello se
publicarán en la prensa interrogatorios, o cuestionarios, para lograr la recopilación de todo cuánto fuese interesante.
Sin embargo, la idea no cuajará. Al decir de Constantino Cabal, el
esfuerzo colectivo se vino abajo, hubo obreros admirables, que trabajaron
empeñadamente, pero cada uno por sí. Pero uno de aquellos obreros, que
puso fe y empeño en esta labor fue Fermín Canella. “Ya en el año 81 —dice
el mismo Constantino Cabal— se adelantará Canella con un Interrogatorio,
tras el que se agrupaban hábilmente las manifestaciones más exactas de la
vida popular. Se lo envió a los maestros, y los párrocos y no halló tierra ninguna en que se le acogiera con amor...”98.
Ahora bien, si su iniciativa no encontró respuesta en los maestros ni
en los párrocos, la encontró por el contrario en un reducísimo número de personas eruditas, aunque de muy variada formación académica, y surgió así lo
que habría de ser La Quintana. En efecto, no hay duda de que fue el motivo
señalado lo que dio origen a La Quintana y que la iniciativa se debió al ilus-
98 CABAL, Constantino. Contribución al Diccionario Folklórico de Asturias. Oviedo, I.D.E.A.,
1951.
62
Agustín Guzmán Sancho
tre Abogado. A este respecto señala Ana María Vigón: “Cuando en 1881 nació
La Quintana, don Fermín había reunido en su entorno a todos los escritores
que se ocupaban de temas de la región. Se inició desde entonces, entre ellos,
una correspondencia más o menos continua aunque, al principio, no todos se
conocieron entre sí”99.
2.— Lazos de amistad
¿Quiénes fueron todos estos escritores de la región que iniciaron una
correspondencia dirigida a comunicar sus saberes en los distintos campos de
la vida asturiana? Los primeros parece ser que fueron Fermín Canella, Julio
Somoza y Máximo Fuertes Acevedo. Este último ni siquiera residía en
Asturias, sino que era catedrático de Física y Química del Instituto de
Badajoz, del que con fecha 20 de marzo de aquel año de 1881 es nombrado
Director. Pasaba sus vacaciones en Gijón, y habiendo sido alumno del
Instituto de Jovellanos, cabe imaginar entre él y Julio Somoza una antigua
amistad. Entre Canella y Somoza pudo existir conocimiento o contacto previo, pues ambos compartían la afición jovellanista.
Inmediatamente, a este pequeño grupo inicial se unirá Braulio
Vigón, Ciriaco Miguel Vigil y Rogelio Jove y Hevia. Pero a partir de aquí
resulta difícil seguir el orden de incorporación de los miembros de la nueva
sociedad. En principio no todos se conocían entre sí, e incluso algunos
habrán de tardar un tiempo en hacerlo. Somoza habrá de conocer muy pronto a Braulio Vigón. Sobre este encuentro dice Ana María Vigón: “Llegó
Somoza por primera vez a Colunga en los últimos días de septiembre de 1881
con el único objeto de conocer personalmente al contertulio de la recién nacida Quintana que vivía allí y con el que, indudablemente, había ya tenido
algún contacto anterior; el 4 de octubre le escribe, agradecido a la cariñosa
hospitalidad con que él y Rosario le habían acogido y recuerda con simpatía
a los niños que había podido conocer. Sin duda han hablado largamente pues
en la carta sigue el hilo de una charla que, además de temas literarios, debió
incluir no pocos de carácter político y social. Le anuncia también el envío de
libros y documentos de gran valor para incrementar la biblioteca que, poco a
poco, don Braulio va consiguiendo formar”100.
Hay que decir antes que nada que de este grupo de fundadores
quien “puso mayor entusiasmo en su creación y creyó con más sinceridad en
99 Prólogo a VIGÓN, Braulio. Asturias: Folklore del mar. Juegos infantiles. Poesía popular.
Estudios históricos. Oviedo, 1980; pág. XXVII.
100 Ídem; pág. XXVIII.
Biografía de Julio Somoza
63
la hermandad que decían profesar entre sí sus miembros fue don Julio
Somoza de Montsoriú”101. Es también el primero que se da cuenta que La
Quintana supera la idea de la Academia Demológica del Centro Asturiano de
Madrid. Así lo pone de manifiesto en una carta a su ya íntimo amigo Braulio
Vigón, por demás socio fundador de la Academia Demológica, de cuyos
párrafos se deduce que el primer objetivo de la recién creada Quintana no era
otro que emularla:
La Quintana dará golpe; por lo menos, hará algo más que la sociedad “demológica” o “demagógica” del Centro que empieza por no saber pluralizar los masculinos acabados en “u” y escriben “nuverus”, y confunde el
conde de “Noreña” con el de “Noroña”, y baraja la etnografía con la biografía; y tan pronto dice que la “giraldilla” es morisca como escandinava, y
su órgano en la prensa nos endilga los tipos vascongados del mercado de San
Sebastián, de Bécquer por tipos asturianos; encarga al burdo lápiz de Cuevas
que nos ponga en ridículo con sus “birgayonas” de los alrededores de
Oviedo, en vez de copiar las airosas y esbeltas paisanas de las mariñas de
Somió y Llanes; y dice por boca de los Sres. Pidal y Balbín, herejías como las
de Caunedo y Rada Delgado afirmando que el tipo de la mujer asturiana es
alta, blanca y rubia, cuando precisamente es todo lo contrario, pequeñuca,
prietina y pelinegra. Estos son otros Nocedales que escriben sobre Asturias
desde Madrid sin haber visto un chigre en día de espicha y sin saber lo que
es un hórreo. Pues el coleccionador de las obras de Jovellanos, en el tomo 2º
pág. 313, ignorando que Santurio es apellido asturiano y hasta nombre de
localidad, hace una llamada diciendo “quizá Saturio”, como si pudiera ser
posible que mi don Gaspar, tan garrafal disparate cometiera... Pero, basta de
murmuración y crónica escandalosa demológica, que en Dios y en mi ánima
juro que estas quisicosas o cosadielles me dan calambres, y como soy paraxismeru, danme más fuerte102.
En esta misma carta don Julio le comunica que Fermín Canella está
en Madrid. donde ha llevado entre otros algunos regalitos para el grabador
Maura, a ver si nos hacía un retrato de don Gaspar, en acero, como él solo sabe hacerlos; para el P. Fidel Fita o Romero Ortiz, según viera, para que nos franqueen
ciertas instancias; y por último para el pintor Madrazo a ver si nos graban una
“quintana” por una fotografía que le mandé.
No cabe duda que Somoza es el alma del grupo; a él contagia su
amor por Jovellanos. y se preocupa de que la sociedad tenga lo que hoy llamaríamos un logotipo, mediante la representación de una quintana, que él
Ibídem.
Carta fechada de esta manera: Xixón, xueves d’Antroxu, año 1882. Publicada por Ana
María Vigón en Apéndice a VIGÓN, Braulio. Asturias: Folklore del mar. Juegos infantiles.
Poesía popular. Estudios históricos. Oviedo, 1980; pág. XXXV.
101
102
Agustín Guzmán Sancho
64
mismo retrató, cuando la fotografía no se había desarrollado tanto como en
nuestros días. Pero, sin duda, lo que más resalta de esta preciosa carta es el
clima no ya de camaradería sino de entrañable amistad. Parece que fue esta
una condición para la buena marcha de sus objetivos, porque en noviembre
de 1881 Somoza le anuncia a Vigón en la posdata de una carta en la que le
trata de tú, que los socios de La Quintana han suprimido el tratamiento de
usted103.
Este espíritu de amistad y cordialidad queda bien patente también
en la primera carta, años después, de Fuertes Acevedo a Braulio Vigón, que
aun estando publicada merece ser reproducida aquí por los datos que contiene, además de ser divertidísima:
Badajoz 8 de febrero, 1885.
Sr. D. Braulio Vigón.
—¿Se puede pasar?
—Adelante... qué se le ofrece a Vd.
—Tengo el gusto de saludar al Sr. D. Braulio Vigón, presentarle mis respetos y esta tarjeta de mis buenos amigos.
Xulín de Xixón, Xuanco les Mariñes, Fortun de
Cudillero y Xico Xuan de Sucu, presentan al Sr. D.
Braulio Vigón, a su amigo el Varón de Vidayán.
—Bienvenido... el Sr. Varón dirá lo que se le ocurre.
—Que deseando completar las noticias bibliográficas que
tengo relativas a Vd., le agradecería infinito tuviera la bondad de
enviarme nota detallada, no sólo de lo que ha publicado (ya que no
pueda ser ello) sino de lo que tiene ms. e inédito.
—Ahora, al mismo tiempo que las gracias, tengo que decir a
Vd. me dispense ese exceso de confianza que me he permitido al
comenzar esta carta, que casi estoy movido a rasgar, pero es usted
bastante bondadoso para dispensar una broma, que si no es todo lo
discreta que debiera ser, en quien por primera vez se dirige a Vd., es
hija de la confianza que me inspiran mis amigos, y en particular mi
Prólogo a VIGÓN, Braulio. Asturias: Folklore del mar. Juegos infantiles. Poesía popular.
Estudios históricos. Oviedo, 1980; págs. XXVIII-XXIX.
103
Biografía de Julio Somoza
65
querido Julio Somoza, que en mis correspondencias continuas con él,
me firma con el título nobiliario que indica mi presentación.
—Tengo el gusto de ofrecerme a Vd. con la consideración
más distinguida, como su muy afmo. y atento s.s. amigo y paisano
q. b. s. m.
MÁXIMO FUERTES.
Así pues, todavía en 1885 no se conocían todos, aunque todos estaban implicados. De esta carta, en la que llama la atención el uso de seudónimos, se desprende que en 1885 eran miembros de La Quintana: Julio Somoza,
que empleó el apodo de Xulín de Xixón en su correspondencia con Braulio
hasta 1886; el profesor del Instituto de Villaviciosa, Joaquín García Caveda
que es el Xuaco les Mariñes de la carta; el banquero Fortunato de Selgas y
Albuerne que será Fortun de Cudillero; y Félix Aramburu más difícil de identificar bajo el seudónimo de Xico Xuan de Sucu. Ignoramos el porqué de que
Fuertes Acevedo se intitulaba Varón de Vidayán104; y en cuanto a Braulio
Vigón, pasará a ser Braulio del Sueve.
Es posible que la idea de que cada uno tuviera un alias partiera de
Somoza y tuviera su inspiración en la correspondencia entre Jovellanos y sus
amigos, quien para burlar la vigilancia impuesta sobre su persona en el Castillo
de Bellver firmaba con nombres tales como Martín de Deva, Antón de Caldones,
Antón del Real, Juan de Piles, Juan del Canto de la Riba, Xuanón, etcétera.
En la carta no se menciona a Fermín Canella, que se le conocerá por
Firme d’Uviéu. Tampoco se menciona a Rogelio de Jove y Bravo, a quien suponemos su vinculación temprana al grupo porque así aparece en la correspondencia de Somoza con Vigón, pero su actividad no parece que fue muy
intensa respecto a la sociedad, sino que más bien parece estar vinculada a la
persona de su amigo Julio Somoza que al grupo. En cuanto a Ciriaco Miguel
Vigil, tampoco mencionado en esta carta y del que no conocemos seudónimo,
hay que decir que al tiempo de formarse La Quintana venía trabajando en la
Heráldica asturiana; para él Somoza prevé otros regalitos para que Madrazo
iluminase algunos de sus escudos, porque pensaba que fuera una de las primeras obras que publicara La Quintana. Esta obra, sin embargo, tardaría aún
algunos años en publicarse.
Deducimos que fue temprana la incorporación de Félix Aramburu,
dada su amistad con Fermín Canella, colaboradores ambos de la Revista
Asturias, que por entonces (1882) dejaría de publicarse. También fue temprana la incorporación de Joaquín García Caveda (Xuacu les Mariñes), cuyo paso
Tal vez porque siendo de familia acomodada y linajuda, esta tuviera casa en Vidayán,
en San Esteban de las Cruces.
104
66
Agustín Guzmán Sancho
por La Quintana fue breve, ya que fallecería en Santa Cruz de Tenerife en
1885. A su muerte publicó Fermín Canella, en Oviedo, su obra literaria dispersa bajo el título: Artículos, discursos, viajes, recuerdos. Julio Somoza lo estimaba en mucho, según se desprende de la siguiente carta remitida a Vigón
desde Somió fechada en los Figos de San Miguel (septiembre de 1882), en la
que brinda por la incorporación de un nuevo socio: Fortunato de Selgas y
Huelve (Fortún de Cudillero):
Pues dígote yo qu’antroxé del tóo des que la leí y ababayé co’l retratu que fexiste de esi Fortún de Cudillero que en mi ánica non ye menos
guapu, nin menos gayasperu que Xuacu les Mariñes ¡Viva la Quintana!
recórica... ya semos milenta... ixuxú... ¡ye la fortuna esta sidruca nueva que
non val una corbata y sabe toa a magaya... ¡De balsaina y repinaldo quisiérala yo pa tomar una moña!
Y más abajo, dejando el bable añade:
... Y regocijado y alborozado quedé con la pintura que me haces de
Selgas (aunque no fuera sinó por lo que difiere del difunto Pepe Selgas, que
tenía atascado en medio del gargüelu). Algo sabía de él por Fermín (que ya
me escribió y ya le contesté) pero tu retrato supera en mucho a lo que de él
me prometía, porque Firme me dijo que era banquero y, por regla general, no
es propio de este gremio una ilustración vasta, de aquí el que esta excepción,
honrosísima pa. la Quintana me haya sabido a campo aromado de orieganú
y cenoyu.
Hasta aquí los socios, pero junto a estos van a girar otros personajes
que por su vinculación al grupo y por la temática de sus trabajos nos atrevemos a denominar colaboradores, personas que apoyaban con su esfuerzo a
los objetivos de La Quintana. Porque hay que tener en cuenta que el grupo se
carteaba con todas aquellas personas que pudieran aportar algo al saber de
la región, de modo que resulta difícil a veces distinguir el grado de dependencia y su participación en la sociedad. Incluso entre los mismos componentes, no todos vivieron el movimiento con la misma intensidad. Así, por
ejemplo, no parece que fuera muy importante la aportación al grupo de Arias
de Miranda, que Constantino Cabal menciona como socio de pleno derecho.
Entre los llamados colaboradores hay una figura excepcional, la de
Gumersindo Laverde. Otra persona que colaboraría, al menos durante el
tiempo que residió en Oviedo, será el hermano de Somoza, que aportó al conjunto no solo su colaboración personal en cuantos encargos se le hicieron sino
también su trabajo sobre el Marqués de Santa Cruz.
Biografía de Julio Somoza
67
3.— La quintana o el rinconín
La característica de estos individuos la ha resumido Constantino
Cabal: “Todos con competencia y con impulso, y todos con fe en Asturias y
con adoración al rinconín...”105, el rinconín que Fermín Canella llamaba:
“Nuestro rinconín de Dios...”. Este rinconín, lo más íntimo y entrañable, la
esencia de lo astur, hacia el que van a dirigir sus miras y sus esfuerzos, que
va a ser el lazo de unión y de intercambio de ideas y sentimientos y la fuente de inspiración de sus obras lo simbolizarán con el nombre de La Quintana.
El que fuera catedrático de Historia del Derecho de la Universidad
de Oviedo, profesor Prieto Bances, recogió en un documentadísimo trabajo,
titulado La mió Quintana, el origen y la significación del término “quintana”106. Señala en esta magnífica obra que siendo la palabra de origen latino,
apenas se encuentre en Italia ni en el resto del imperio romano más que en
una pequeña aldea del Danubio, mientras que en Asturias hay sesenta y
cinco lugares que se llaman Quintana. Y es curioso —añade— que la denominación florezca precisamente en la región donde los romanos tropezaron
con mayor resistencia107. Refiriéndose al significado actual señala: “En
Asturias sigue siendo la ‘quintana’ el ‘corral’ de la villa rústica, el sitio de la
casa cerrado y descubierto, al que abren sus puertas la vivienda del labrador
o de los labradores, los establos y los graneros; por eso no hay quintana sin
hórreo, ni hórreo sin quintana”.
Este es sin duda el primitivo sentido que tiene para los componentes
de La Quintana. Es más, el propio Julio Somoza gozaba en Somió de una de
estas quintanas. Una de aquellas fincas, en cuya adquisición Jovellanos
empleó el caudal de su pupila, la abuela de Somoza, llegó por herencia a don
Julio. Allí, junto a la casa, con cuadra y tenada, la capilla, levantada bajo la
advocación de San Antonio; y al lado un hórreo y una panera, muy junto
todo; allí pasaría, ya muy anciano, pocos años antes de su muerte, los dolorosos días de la guerra civil. Hoy se conserva de la capilla una pila de agua
bendita; y de la vieja casa, la ventana de lo que fue cuadra y más tarde habi-
Los planes de la Quintana, en Contribución al Diccionario Folklórico de Asturias. Oviedo,
I.D.E.A., 1951; pág. 101.
106 Fue publicado en Estudios dedicados a Menéndez Pidal, por el Consejo de Investigaciones
Científicas del Patronato Marcelino Menéndez y Pelayo, en 1953. Más tarde apareció en el
Tomo II de Obra Escrita de Ramón Prieto Bances, publicada por Universidad de Oviedo, en
1976.
107 Con el término quintana designaban los romanos la puerta y vía que conducían al pretorio en el campamento romano. De ahí vino a significar plaza pequeña en el campo y mercado.
105
68
Agustín Guzmán Sancho
tación de aquellos tristes días, y junto a ella el hórreo y la panera. Era “la súa
quintana”. ¿Sería esta la quintana que deseaba que Madrazo les grabase?108.
Pero la quintana es también el símbolo de lo patrio. El propio Julio
Somoza nos da la definición de esta palabra en su obra Gijón en la Historia
General de Asturias: “Voz bable preeminente, comprensiva del caserío, y de su territorio limítrofe o colindante. La morada, el solar, los penates, la aldea, el barrio o término con sus aledaños, emblema de la patria y del hogar”109.
La quintana es, por tanto, no sólo espacio físico sino también espacio
vital. Como dice Constantino Cabal: la quintana vive, la quintana bulle y la
quintana absorbe todas las realidades de la aldea. Fue este carácter vital el
que llevó a elegir para esta sociedad el nombre de La Quintana. Dejemos que
sean sus propios miembros quienes nos digan lo que significaba para ellos:
“¿Y qué es LA QUINTANA?
En las aldeas es el lugar donde se cultiva constantemente el
saber popular.
Es la quintana algo parecido al viejo campus del conceyu: en
ella se corteja, se juega, se forma la danza, se cantan romances, y
corren de boca en boca cuentos, leyendas y hermosas tradiciones del
país. Cada quintana es un folklore viviente, y como la palabra es
característica de este principado, con ella expresamos dos ideas: la
del saber popular (folklore) y la de que el pueblo a que este saber se
refiere es el asturiano”.
Conviene, no obstante, hacer algunas observaciones. Esta cita que
hemos transcrito pertenece al número 1 de la Estafeta de La Quintana, aparecida con El Carbayón de 15 de marzo de 1892, es decir, más de diez años después de la fundación de La Quintana. Pertenece a una segunda etapa, que se
caracterizará por poner mayor énfasis en los aspectos populares y folklóricos
de Asturias. En un primer momento, la sociedad se interesó igualmente por
los aspectos populares como por los eruditos, es decir, tanto por la historia
como por el folklore, es más, creemos que si se interesaba por los segundos era
para interpretar los primeros; para los hombres de La Quintana todo era historia, todo servía para interpretarla y todo saber debía ser conservado.
Téngase en cuenta que Somoza llevado por la historia se aficionará, como
veremos, a la numismática y a la heráldica y por la misma razón al bable.
Cuando preparábamos este trabajo, acompañado de Orlando Moratinos y Vicente
Cuetos, miembros del Foro, visitamos la finca. Debemos agradecer a sus actuales propietarios las atenciones que tuvieron con nosotros.
109 Volumen I, pág. 336.
108
70
Agustín Guzmán Sancho
Prueba cuanto decimos el que en 1885 Julio Somoza la llame
Sociedad Literaria de Asturias110. Sin embargo, no es la Literatura exclusivamente el objeto de sus estudios. Si le da este nombre es en el sentido de histórico-literarios, pues sus trabajos eran publicaciones, y porque está pensando en la obra de su amigo Fuertes Acevedo, aparecida aquel año: Bosquejo
acerca del estado que alcanzó en todas épocas la Literatura en Asturias, seguido de
una extensa bibliografía de los escritores asturianos. En realidad el carácter de la
sociedad era integrador, como lo demuestra la variedad de especialistas que
la componían. En este sentido era una sociedad ambiciosa, que pretendía
abarcar todos los saberes de la cultura asturiana.
Pero lo curioso es que no fue una sociedad formal. Decía a este respecto Fermín Canella: “No se constituyó dicha sociedad solemnemente y por
escritura pública, ni siquiera con pomposos estatutos y reglamento, grandes
anuncios y un poco de bombo; nació y vive modestísimamente en el seno de
fraternal amistad, por medio de activa correspondencia”111. De manera que
no tuvo La Quintana entidad verdadera como asociación. Hemos dicho que
Somoza la llama Sociedad Literaria, pero no siempre, porque en una nota de
Cosiquines de la mió Quintana habla de círculo astur o círculo asturiano112. Era,
como muy bien ha visto Ana María Vigón: “una especie de ente quimérico,
imaginado para mantener la unión entre sus miembros”113.
Precisamente es este carácter informal lo que hace difícil conocer en
cada momento el número exacto y la vinculación de sus socios. No hay un
registro de socios. Se puede decir que lo mejor y lo esencial estaba en su espíritu: era una pura comunión de personas y de saberes al objeto común de servir y engrandecer la cultura asturiana.
Su objeto era la puesta en común, la participación de saberes que permitiera descubrir y transmitir, en interés de las generaciones futuras, el preciado legado de todas las manifestaciones culturales del pueblo asturiano.
En este sentido se puede decir que La Quintana es el movimiento cultural más importante del siglo XIX en Asturias. Nada puede compararse a él,
ni siquiera, a nuestro juicio, la Extensión Universitaria que no habría de contribuir a engrosar ni aumentar en nada nuestros conocimientos del pasado
asturiano, como hacía La Quintana; su finalidad era práctica y a corto plazo,
SOMOZA, J. y CANELLA, Fermín. Noticias biográficas y bibliográficas de Máximo Fuertes
Acevedo. Oviedo, 1885; pág. 5.
111 La biblioteca Asturiana. El Carbayón, 17 de mayo de 1887; puede verse también en Revista
de Asturias.
112 Nota 1 de la pág. 205, y pág. 214.
113 Prólogo a VIGÓN, Braulio. Asturias: Folklore del mar. Juegos infantiles. Poesía popular.
Estudios históricos. Oviedo, 1980; pág. XXIX.
110
72
Agustín Guzmán Sancho
con un objetivo concreto, muy loable eso sí: llevar el saber a las clases trabajadoras; pero los hombres de La Quintana ponían sus miras en conservar y
perdurar.
Cada una de las obras más representativas de sus componentes son
hoy un monumento imperecedero a la cultura de Asturias, una fuente obligada en el camino de la investigación.
Hay hombres rudos cuya labor consiste en cavar tenazmente en las
entrañas del pasado y dar a luz las fuentes de la historia. Su labor es germinadora, hacen crecer y fructificar la cultura. Luego, otros hombres, profesionales de la labranza, cosecheros de oficio, recogen el grano, lo almacenan en
elegantes capachos y con mano más o menos generosa la siembran. De aquellos fue Somoza y los hombres de La Quintana.
Por eso La Quintana fue un movimiento generador, de abajo arriba,
como crece la espiga; y la Extensión Universitaria, por ejemplo un movimiento regenerador, de arriba abajo, como cae el grano en la siembra.
4.— La primera época
Vamos a ver sus logros reiterando que en su desarrollo aparecen dos
momentos o etapas: la primera desde su fundación hasta una crisis que
puede situarse en 1886, tras un período álgido en torno a 1885, y una segunda etapa, menos brillante, oscura, latente, que parece activarse tras la muerte de Fuertes Acevedo y que tiene su momento cumbre a lo largo de 1892.
Todo parece indicar que el aporte más importante de la sociedad era
el de Fuertes Acevedo. Juntaba este doctísimo asturiano la librería asturiana
más numerosa y completa en libros, folletos, discursos, hojas sueltas, manuscritos, códices, diplomas, cronologías, relaciones, listas, legajos de cartas,
autógrafos, datos, cuadros estadísticos, mapas, dibujos, retratos, vistas, etc.
todo referente a Asturias; colección indispensable para el conocimiento de la
región. Fermín Canella ha resaltado la intervención de Fuertes Acevedo en la
sociedad diciendo que se “creó por iniciativa de mis cordialísimos amigos
Julio Somoza, de Gijón, y Braulio Vigón, de Colunga, el autor de estas líneas
y pocos más, contando todos continuamente con la dirección y consejos del
Sr. Fuertes Acevedo”114. Así pues, si Julio Somoza fue el miembro más activo
e ilusionado, la dirección y el consejo eran de Fuertes Acevedo, quien ni que
decir tiene que de cuánto poseía relacionado con Jovellanos hizo partícipe a
114 La biblioteca Asturiana. El Carbayón, 17 de mayo de 1887; puede verse también en Revista
de Asturias.
Biografía de Julio Somoza
73
Somoza, y lo mismo hay que suponer haría con los otros amigos de La
Quintana en otras materias.
Don Julio, por su parte, está encandilado, desea ponerse a trabajar
cuanto antes. Ha leído El sabor de la tierruca de José María Pereda, el vecino de
allende el Deva, y se lamenta de que Laverde, Teodoro, Selgas... no echen los
cimientos de la novela asturiana. Está deseando que haya alguna cosiquina
para comunicarla con sus amigos. Envía libros y documentos “de gran valor”
—según Ana María Vigón— para incrementar la biblioteca que, poco a poco,
don Braulio va consiguiendo formar Es el mismo afán que mantuvo
Jovellanos con Ceán Bermudez, González de Posada o Antonio Ponz, a quienes enviaba cuanto pudiera interesarles para llevar a cabo sus trabajos. Un
buen ejemplo es la primera carta que envía a Menéndez Pelayo. Como vimos,
en ella le pide a cambio de un autógrafo de Holland, un ejemplar de los
Diarios cuando se publiquen; otro ejemplar de sus artículos sobre Blanco
White; nota bibliográfica de todo lo que sepa acerca de Jovellanos; los
Ensayos críticos del Sr. Laverde; y una colección extensa de sellos de correos
nacionales y extranjeros. Es decir, se muestra excesivamente pedigüeño porque no pide para él. De esto dará cuenta a Braulio Vigón en estos términos:
A Menéndez Pelayo nada le cambié. Le hice, sí, una propuesta de
cambalache en la forma sigte.: toda vez que él escribía sobre Blanco White,
nosotros le enviaríamos una carta inédita de B. W. a Jovellanos y otra también inédita de Lord Holland a Jovellanos, sobre el concepto que aquel escritor (B. W.) le merecía (a Ld. H.). Él (el portento) nos daría en trueque varios
libros y otras cosucas de Asturias y una colección de sellos. No sé si por esto
último creería que me chungueaba de él. El caso fue que dio la callada por
respuesta115.
(1) Hombre; Selgas tendrá sellos (eh).
Resulta difícil seguir con detenimiento y minuciosidad los proyectos,
planes, avances y logros de la nueva sociedad. Pero sabemos que el primer
proyecto que conciben es el de una Biblioteca Asturiana. Se trata de tomar de
nuevo la vieja idea que en 1862 había dado a la imprenta, gracias al que fuera
Teniente fiscal de la Audiencia, don Matías Sangrador y Vitores, los tomos de
Antigüedades de Asturias de Carballo, el Viaje Santo de Ambrosio de Morales,
el Teatro Eclesiástico ovetense de Dávila y la Historia de la administración de justicia y del antiguo Gobierno del Principado de Asturias y Colección de sus fueros,
cartas pueblas y antiguas Ordenanzas del propio Sangrador. Los hombres de La
Quintana recuerdan entonces al que califican todos ellos de maestro, Juan
Carta de septiembre de 1892 publicada por Ana María Vigón en Apéndice a VIGÓN,
Braulio. Asturias: Folklore del mar. Juegos infantiles. Poesía popular. Estudios históricos. Oviedo,
1980; pág. XLI.
115
74
Agustín Guzmán Sancho
Junquera Huergo, “a quien —dice Fermín Canella— no deben olvidar cuantos amen las letras asturianas”. La biblioteca Asturiana es una vieja ilusión de
algunos de sus miembros: Fermín Canella y Rogelio Jove y Bravo, que intentaron en 1877 proseguir en la comisión provincial de monumentos históricos
y artísticos la idea de Sangrador.
Somoza es quien de nuevo anima e ilusiona: ¡Como cuaje el programa
de Biblioteca en la futura Diputación, te digo que se van a quedar sordos hasta los
ñureros de la Pola de Somiedo!... Yo estoy esperando a que venga de firme la invernada pa. ponerme a trabajar116. Pero este proyecto no llegará a realizarse. “En
nuestras cartas —dirá Canella en 1887— hay todo un plan para la Biblioteca,
con las abundantes noticias que ha menester quien la lleve a cabo. Mas todos
los esfuerzos hasta aquí indicados dieron hasta hoy resultado exiguo”. Y al
final no se llevará a cabo.
Pero el espíritu de La Quintana arrastrará a la realización de verdaderas obras de envergadura, ayudando a sostener y agitar el interés y la afición al conocimiento de la historia de Asturias. La primera de estas obras que
se publica bajo el aliento de la sociedad es Catálogo de manuscritos e impresos
notables del Instituto de Jovellanos en Gijón, seguidos de un índice de otros documentos inéditos de su ilustre fundador, y la segunda Cosiquines de la mió
Quintana, ambas de Julio Somoza. De ellas trataremos en otro lugar.
En 1883, en los juegos florales y certamen científico literario iniciados
por la Sociedad Económica de Amigos del País, de Oviedo, el premio de la
Universidad Literaria correspondió a la obra Estudio biográfico-crítico de los
jurisconsultos más ilustres de Asturias, de la que era autor Máximo Fuertes
Acevedo. Ésta es una obra realizada con anterioridad a la formación de la
sociedad y, además, presentada a un galardón, por lo que no se puede decir
que fuera el producto del compromiso quintanal. Si la citamos es por su interés y porque, como la inmensa mayoría de los trabajos de su autor, permanece inédita117.
En 1884 alcanzó dos nuevos premios. La Real Academia de Ciencias
y Artes de Cádiz le otorgó premio extraordinario, título de socio honorario e
impresión de su memoria sobre La Atmósfera. La Comisión central del segundo centenario del nacimiento del sabio escritor y bravo general Navia Osorio,
Ídem.
MARTÍNEZ CACHERO, José María. Notas sobre bibliografía literaria asturiana. Oviedo,
B.I.D.E.A. XXXII, 1957; pág. 397.
116
117
Biografía de Julio Somoza
75
le concedió mención honorífica por su excelente Vida y escritos del marqués de
Santa Cruz de Marcenado118. Y en efecto, parece ser que este centenario fue
seguido con vivo interés por los socios de La Quintana ya que sobre este tema
apareció en El Carbayón de Oviedo, un trabajo de Manuel Somoza, que entonces estaba destinado como capitán de artillería en Oviedo, fechado el 8 de
diciembre de 1883, y titulado El Tercer marqués de Santa Cruz de Marcenado,
acompañado de un cuadro genealógico119. Además, la sociedad poseía entonces la manuscrita e inédita obra titulada Historia de la casa de Navia del Valle de
Anleo, cuaderno (72 páginas en 4º) que se proponía por entonces publicar,
pero que como tantos y tantos proyectos no llegó a ver realizado120.
La que sí fue publicada por iniciativa de la sociedad La Quintana es
Bosquejo acerca del estado que alcanzó en todas épocas la Literatura en Asturias. En
un artículo aparecido en El Carbayón de Oviedo121, a primeros de 1885, bajo
el título Bosquejo bibliográfico de los escritores asturianos contemporáneos y los
anónimos del siglo actual, Máximo Fuertes Acevedo daba a la luz pública la
introducción de un trabajo, que pretendía fuera una ampliación o complemento de su Ensayo de una Biblioteca de Escritores Asturianos, con la que en
1867 había ganado el primer premio, dotado con 8.000 reales, de la Biblioteca
Nacional. En él alaba la iniciativa de Julio Somoza de guardar sus artículos
dispersos y expuestos a desaparecer para publicarlos como libro, bajo el título Cosiquines de la mió Quintana, y anunciaba que la misma idea sería puesta
en práctica por Fermín Canella, con otra obra. Pues bien, parece ser que esta
bibliografía tenía una extensión enorme y por su costo no se publicó. En su
lugar lo que publicó La Quintana fue un bosquejo, más reducido, que apareció aquel año en Badajoz, pero que se había insertado entre 1880 y 1882 en la
ovetense Revista de Asturias, de la que eran colaboradores los miembros de La
Quintana. La prensa asturiana y madrileña no escaseó elogios a esta obra titulada Bosquejo acerca del estado que alcanzó en todas épocas la literatura en Asturias,
seguido de una extensa bibliografía de los escritores asturianos122. Fuertes Acevedo
El concurso se anunció en la prensa en mayo de 1884 y en el mes de junio publicó
Fuertes Acevedo en La Crónica de Badajoz, los días 16, 21 y 28 una biografía del marqués.
El 7 de julio se publicó la convocatoria del certamen. El plazo para la terminación de las
memorias era hasta el 15 de noviembre de 1884. Se declararon desiertos los primeros premios, pero el Jurado teniendo en cuenta el poco tiempo que habían tenido los autores, convocó un nuevo concurso. En este segundo certamen obtuvo el primer premio Juan de
Madariaga con su obra Comentarios a la vida y los escritos del General Marqués de Santa Cruz
de Marcenado. Fuertes Acevedo, finalizado el concurso propuso a la Junta directiva del centenario la erección de una estatua del marqués, como colofón del mismo.
119 El Carbayón, 19 de diciembre de 1884.
120 El Carbayón, 20 de diciembre de 1884.
121 El Carbayón, 19, 21 y 22 de enero de 1885.
122 En 1985, al cumplirse el centenario de su publicación llevó a cabo una edición facsímil
la “Biblioteca Antigua Asturiana”, con prólogo de Arturo Muñiz.
118
76
Agustín Guzmán Sancho
seguiría recopilando datos y autores hasta su muerte, dejando inédita en
poder de sus herederos en siete valiosísimos tomos este Estudio de los escritores contemporáneos de Asturias, que no ha llegado a ver la luz pública.
Del Bosquejo de Fuertes Acevedo ha dicho Martínez Cachero que se
trata “de algo así como un manual de historia de la literatura asturiana —(el
primero y, hasta hoy, el único; el que da trabada arquitectura a un vasto conjunto nunca más estructurado)—, muy útil en sus referencias y con la ineludible y consiguiente limitación temporal, dado que la generación posromántica asturiana —aquella que pudiera presidir Leopoldo Alas y Armando
Palacio Valdés, al que el mismo Fuertes pertenecía; la que se reúne en torno
a la Universidad y a la aludida Revista de Asturias— estaba aún en plena vitalidad creadora”123.
Mientras Fuertes Acevedo trabaja en estos temas bibliográficos
Fermín Canella publica en 1884 en El Carbayón, convertido sin lugar a dudas
en verdadero abanderado del movimiento y boletín de la sociedad, el artículo Saber Popular. Folklore Asturiano124. Se trata de un viejo trabajo, según leemos: “Es adjunto un Proyecto de Interrogatorio o Programa de cuanto pueden
comprender las Ciencias y Letras de La Quintana de esta provincia, cuyo
estudio emprendí con la mayor voluntad antes de 1882 en la Revista de
Asturias: tarea paralizada cuando del estadio de la prensa desapareció aquella publicación, muy digna de mejor suerte”. El trabajo se dirigía con fecha 1
de enero de 1884 a don Antonio Machado y Álvarez, fundador del Folklore
español, y su fin era el de proceder a crear en Asturias la correspondiente asociación regional del Folklore, a imitación de las constituidas en otros puntos
de España. En él se pasa revista a los distintos temas objetos de estudio:
Asturias y sus habitantes; dialecto y literatura popular; costumbres de
Asturias; fiestas y calendario popular de Asturias; creencias y supersticiones
de Asturias; el trabajo y artes populares de Asturias; y conocimientos populares en La Quintana. Ciencia del vulgo en Asturias. Se imprimió en folleto y,
finalmente, según hemos visto que anunciaba Fuertes Acevedo, se publicó en
1886, junto a otros artículos ya aparecidos en la prensa en un libro titulado
Estudios asturianos: Cartafueyos d’Asturies, siguiendo el ejemplo de Somoza en
Cosiquines de la mió Quintana.
Por lo que respecta a Ciriaco Miguel Vigil, ya antes de formar parte
de La Quintana venía dedicándose hacía casi cuarenta años (desde 1845 que
la comenzó) con tesón infatigable a la epigrafía, recorriendo palacios, monasterios, castillos, santuarios, torres y ermitas de Asturias, incluso mucho antes
123 MARTÍNEZ CACHERO, José María. Notas sobre bibliografía literaria asturiana. Oviedo,
Boletín del I.D.E.A. nº 32, 1957; pág. 399.
124 El Carbayón, 10 a 15 de marzo de 1884.
Biografía de Julio Somoza
77
de ser nombrado Archivero de la Diputación. Hombre consagrado al estudio
y a la investigación, había organizado en Oviedo la Academia provincial de
Bellas Artes y la Comisión de Monumentos. A impulso de La Quintana ve
finalizado su monumental obra sobre epigrafía asturiana y en 1884 la
Diputación Provincial de Oviedo acordó publicarla. Sin embargo, aún tardaría en ver la luz pública, apareciendo en 1887 bajo el título: Asturias monumental, epigráfica y diplomática: datos para la historia de la provincia. Constaba de
dos tomos, uno de texto y otro de láminas e inscripciones, insertando al final
una lista de fuentes bibliográficas. Esta obra de por sí justificaría lo que
hemos dicho sobre la importancia del legado cultural de los miembros de La
Quintana. La Academia de la Historia acordó la adquisición del mayor número de ejemplares posible y su distribución entre todos los institutos de enseñanza pública. Y la fama de su autor llegó hasta Alemania, en donde gran
número de las publicaciones del afamado investigador Hübner se debían a la
información del estudioso asturiano125.
Pero ya entonces, cuando se publica esta obra, su autor, miembro
correspondiente de las Reales Academias de San Fernando y de la Historia,
tenía inédita otra importantísima obra que aparecería en 1889, titulada
Colección histórico diplomática del Ayuntamiento de Oviedo, que verá la luz pública en 1890, gracias al acuerdo de la Comisión de Instrucción Pública del
Ayuntamiento de Oviedo126. Eran trabajos que el autor comunicaba con sus
amigos de La Quintana. Así lo confiesa Fermín Canella en el comentario al
trabajo Asturias Monumental: “Unidos nosotros al señor Vigil por tan antigua
como cariñosa amistad; habiendo recibido en ocasiones muy repetidas su
valioso concurso para nuestros trabajos, según lo manifestamos siempre para
separarnos de tantos y tantos que se aprovecharon de sus estudios sin confesarlo con gratitud; y sintiendo afición decidida, ya que no coronada por éxito
feliz, a la historia provincial, nosotros muy particularmente vemos con ínti125 El Carbayón publicaba con fecha 20 y 21 de agosto de 1889, la traducción de un trabajo
aparecido en el Semanario Philológico de Berlín, núm 25, correspondiente al 22 de junio de
1889, del profesor Herr Rudolf Beer, de Viena, alabando la obra de Vigil en términos tales
como estos: “La actividad y movimientos promovidos por Vigil para ulteriores estudios y
problemas, fastilogía episcopológica, génesis del latín romanceado, noticias bibliográficas
etcétera, ofrecen la seguridad de que el precioso material acumulado en la obra que nos
ocupa, servirá para otras nuevas investigaciones, que a su vez devolverá con usura lo que
Vigil ha inaugurado de una manera tan extensa como digna de todo encomio”. Y en otro
lugar: “La Asturias monumental de Vigil constituye por sí misma un monumento de la
más solicitada actividad literaria de España renaciente —exemplo et virtute— Por nuestra
parte y de todo corazón desearíamos que el ejemplo permaneciese cubierto y ganase prosélitos. Imitárenle las demás provincias y la España se nos volvería a presentar con todo el
esplendor de su historia, en poder e ingénitas aptitudes científicas”.
126 Al parecer según Fermín Canella hubo varios acuerdos para su publicación, en 1871,
1882 y por fin el de 1888. Formaban la Comisión de Instrucción Pública este año los señores: González Río, Alas, Escotet, Uría, Berjano y Posada. El Carbayón, 7 de enero de 1890.
Agustín Guzmán Sancho
78
mo regocijo la aparición del suspirado libro”127. Y el propio Somoza también
viene a confirmarlo en una carta a Calixto Alvargonzález en la que queda
patente tanto la generosidad de Vigil como de Vigón:
Amigo Calixto.
Voy a devolverle a Vigón lo q.e nos envió, si Vd. no necesita el calco
de la lápida de Vigil, (a pesar de su incondicional oferta) creo conveniente q.e por lo mismo q.e nos facilita todo lo suyo con liberalidad, juzgo, a
la vez, q.e debe tener mucho afecto a lo de Colunga, y que “en conciencia”
debemos devolvérselo.
Vd. resolverá lo q.e estime justo128.
Junto a estas publicaciones importantes de libros, en El Carbayón aparecen incesantemente artículos de los componentes de La Quintana. Quien
más llegó a publicar es, sin duda, Fermín Canella, a quien favorecía su residencia en Oviedo, sede del periódico. Pero también aparecen algunos artículos de Somoza, aunque resulta difícil identificarlos por no llevar firma, como
por ejemplo el dedicado a don Máximo Fuertes Acevedo dentro de la serie Los
Asturianos de Hoy, que luego ampliaría con Fermín Canella, dando lugar al
folleto titulado: Noticias biográficas y bibliográficas de Máximo Fuertes Acevedo.
Braulio Vigón publica en 1885 dos importantes artículos en el mismo periódico: el primero, Apuntes para la defensa de Ribadesella y su concejo en 1574 129 y
Alzamiento de Asturias en 1808: Don José Carrandí, en el que se publican dos
documentos o manuscritos propiedad de La Quintana130. Al año siguiente
publicará otro artículo titulado: Caravia con apoyo también de un manuscrito de La Quintana131. Más tarde publicará en 1891 su trabajo Folklore del mar132.
En esta obra también se vale de algún manuscrito propiedad de La Quintana,
lo que denota que fue una obra compartida, en el sentido de comunicada
entre sus amigos. Está reducida al folklore de Colunga pero bellísima e importantísima, llena de emoción y cariño a La Quintana.
Resulta difícil inventariar todo lo que La Quintana recogió y recopiló.
Dice Constantino Cabal que “formó biblioteca ‘La Quintana’ de muchísimo
valor. Juntó documentos útiles, reunió manuscritos importantes, consiguió
libros difíciles... copiosa correspondencia de personalidades prestigiosas,
El Carbayón, 8 de junio de 1887.
Archivo FUNDACIÓN ALVARGONZÁLEZ. Fondos procedentes de Pedro Hurlé:
16/26.
129 El Carbayón, 1 de mayo de 1885. Cita un manuscrito de La Quintana, relativo a las medidas adoptadas en Ribadesella ante la amenaza de los corsarios ingleses.
130 El Carbayón, 11 de mayo de 1885. Los temas de la guerra de la Independencia fueron tratados también en varias ocasiones por Fermín Canella.
131 El Carbayón, 7 de octubre de 1886.
132 El Carbayón, 16 de enero de 1891.
127
128
Biografía de Julio Somoza
79
dirigida a Jovellanos; curiosa correspondencia de Martínez Marina, —(don
Francisco) a su hermano don Miguel; relación de la visita de don José Canga
Argüelles en el 1837, al Real Instituto de Gijón... Todo lo que encontraban en
sus buscas y compraban en sus viajes que pudiera aportar un solo grano a la
cosecha de Asturias, lo llevaban estos hombres a la troj de La Quintana sin
remedio”133.
Un ejemplo de esta labor recopiladora se encuentra en los documentos jovellanistas publicados por Somoza en 1891, bajo el título Escritos Inéditos
de Jovellanos. Fue una obra publicada con ocasión de levantarse la estatua a
Jovellanos en Gijón. La dedicó Somoza a su hermano, en estos cariñosísimos
términos: A D. MANUEL SOMOZA DE MONTSORIÚ, comandante de
Artillería, en estimación de la perpetua amistad y del probado amor, con que siempre
le quiere su hermano. En el capítulo Preliminar ya se anuncia al lector la procedencia de los documentos conservados con religioso amor por uno de los más beneméritos socios de La Quintana, y a cuya diligencia se debe también de hallazgo y
ordenación, tocándonos a nosotros la grata tarea de ponerlos en limpio, con solícito
cuidado, para que en su día pudieran ver la luz pública. Tal vez se esté refiriendo
a Fuertes Acevedo, que en el momento de la publicación del libro había fallecido.
Todo parece indicar que los manuscritos permanecían en la posesión
de su primitivo dueño o quien los adquiriera, pero se consideraban propiedad común de todos sus miembros, es decir, de La Quintana, que no tenía un
archivo propio, bajo la custodia de un archivero, secretario o alguien así. Al
fallecimiento de uno de los miembros los legajos pasaban a la posesión de sus
herederos, como fue el caso de Fuertes Acevedo. Así nos lo ha dicho Somoza
al referirse a las fuentes de su obra Documentos para escribir la biografía de
Jovellanos, y que pertenecieron al archivo de La Quintana: Otro, muy abundante, comprende valiosos instrumentos del archivo de La Quintana (su actual poseedor, el señor Fuertes Arias), gran parte de los cuales dimos a la estampa en anteriores obras: encontrándose unos pocos, en extraños y raros libros o folletos: ascienden
a 112 134.
Muerto Máximo Fuertes Acevedo el 1 de julio de 1890, y manteniendo Somoza algunas diferencias con Fermín Canella, todo parece indicar que
La Quintana se vino abajo. Así lo ha entendido Ana María Vigón: “La
Quintana —que empieza a tambalearse en 1886— muere, por fin, en 1890,
cuando entre alguno de sus principales miembros empiezan a abrirse grietas
insalvables de incompatibilidad y desconfianza”. Sin embargo, no será éste
133 Los planes de La Quintana, en “Contribución al Diccionario Folklórico de Asturias”.
Oviedo, I.D.E.A., 1951; pág. 102.
134 Prólogo; pág. 20.
Agustín Guzmán Sancho
80
el año de su desaparición, ya que por una parte la obra de sus componentes
sigue adelante: Somoza publica Escritos Inéditos de Jovellanos (1891); Braulio
Vigón en Folklore del mar (en 1891 en El Carbayón); Ciriaco Miguel Vigil
Heráldica Asturiana, y Catálogo Armorial de España, seguido de leyes y preceptos,
bibliografía del blasón, órdenes de Caballería y genealogía (1892), una obra que
estaba preparando desde los inicios de La Quintana, mucho antes que otros
autores modernos. Además, sabemos por ejemplo que Acevedo y Huelve,
que ya aportó a Las Amarguras de Jovellanos el contrato de préstamo personal
contraído en la Isla de León por don Gaspar Melchor de Jovellanos en favor
de don Domingo García de la Fuente, ahora en 1891 sigue aportando documentos para La Quintana, en esta ocasión y por el mismo conducto, es decir:
gracias a la generosidad de Domingo García de la Fuente, vecino de Coaña,
el documento de donación de la finca de Jovellanos Las figares a Domingo
García de la Fuente135. Por otra parte, La Quintana volverá a anunciarse con
nuevos bríos en El Carbayón.
5.— Segunda época
El martes 15 de marzo de 1892 aparecía la que se titulaba Estafeta de
La Quintana, una página de El Carbayón dedicada a tratar del folklore asturiano. Si hasta ahora La Quintana había funcionando sin ninguna manifestación
externa, sin bombo como decía Fermín Canella, ahora va a sentir la necesidad
de organizarse a través de un folletín y de un nuevo logotipo.
Indudablemente se trata de una nueva etapa. Aparece también una Comisión
Organizadora que tras explicar el significado del nombre de Quintana, tal
como ya hemos visto, daba razón del porqué del nuevo emblema o símbolo
de la sociedad, el búho:
“Lo supersticioso, lo legendario, lo tradicional tiene por símbolo y emblema el búho: he aquí la razón de que una imagen de esta
ave nocturna ilustre el escudo de nuestra sociedad”.
También daba cuenta de sus reuniones y de los días que habría de
aparecer dicha estafeta:
“Los viernes, a la hora del crepúsculo, y los sábados a la del
aquelarre, celebrarán sus reuniones los socios de La Quintana: los
martes se publicarán sus acuerdos. Son horas y días que la tradición
considera nefastos, y así estará en carácter”.
135
El Carbayón, 6 de agosto de 1891.
Biografía de Julio Somoza
81
El lugar de reunión no lo dice la Comisión Organizadora, pero se
sabe. Era en una pensión de la tradicional calle de Cimadevilla, la calle por
excelencia de Oviedo, donde está el mentidero de la ciudad, según ha dicho
Fermín Canella y ha añadido: “Es, como vulgarmente se dice, un coche parado, porque allí como en un calidoscopio aparecen lo ordinario y lo extraordinario de Oviedo. Es el corazón de la ciudad y el lugar de las grandes exhibiciones”136.
Se tratará de una Quintana renovada. Los objetivos dejan de ser los
histórico-literarios, para centrarse principalmente en lo folklórico:
“Pero en orden a las tradiciones populares, a los usos, costumbres, supersticiones, leyendas, proverbios, romances, cuentos,
cantares, etcétera, cada pueblo tiene los suyos, y como esta riqueza es
común, hay necesidad de inventariarla porque es inapreciable fuente, verdadero faro para penetrar en las sombras del pasado, registrar
todo el proceso de nuestra cultura y reconstruir la historia del pueblo
asturiano.
Esto va a hacer La Quintana, que será más tarde archivo
riquísimo de nuestras tradiciones y tesoro de la asturiana literatura”.
Por otra parte cualquier persona podía pertenecer a la nueva
Quintana, especialmente las mujeres:
“Además de los cultivadores ya conocidos, formarán parte de
esta sociedad todos los asturianos que quieran ayudarnos, y antes las
asturianas que se sirvan favorecernos.
La mujer asturiana conserva vivo el fuego del hogar, como
las antiguas vestales, y guarda el tesoro de nuestras tradiciones y
leyendas más cuidadosamente que el hombre.
Admitimos, pues, adhesiones para realizar el pensamiento,
y formaremos listas de colaboradores de La Quintana”.
Hemos de suponer que entre “los cultivadores ya conocidos” figurase Somoza, pero a decir verdad no aparece su nombre en ninguno de los trabajos. Se decía, según la Comisión Organizadora, que los artículos de la estafeta debían de estar firmados, porque si no, no se publicarían.
Para publicarlos con seudónimo tenía que conocerse al autor, si no La
Quintana no los publicaba.
CANELLA Y SECADES, Fermín. El libro de Oviedo. Guía de la ciudad y su concejo. Oviedo,
1887; págs. 107 y 109.
136
82
Agustín Guzmán Sancho
Pues bien, a lo largo de un año escaso que esta sección apareció en El
Carbayón no figura ninguno firmado por Somoza. Claro que sí aparecen algunos sin firma, y otros con seudónimo. De todas las maneras cabe pensar que
don Julio, al menos indirectamente, ayudaría a esta nueva idea que en realidad no era sino continuación y producto de aquella de la que en su día había
sido uno de los más entusiastas fundadores.
Se ha producido un relevo en la dirección y desarrollo del pensamiento. Dos antiguos colaboradores (uno de ellos de los primeros miembros
fundadores), Braulio Vigón y Bernardo Acevedo y Huelves, ambos amigos
de Somoza, van a ocuparse de seguir adelante con el antiguo pensamiento.
Este último llevará la dirección de la Estafeta de La Quintana, que salía
los martes (salvo excepción debida a las necesidades del periódico) pero no
semanalmente sino quincenalmente.
Al comienzo abundaban los colaboradores, pero a partir del verano
de 1892 casi todo el peso del folletín recae en estos dos entusiastas del bable
y del saber popular, que recorriendo Asturias ponen en letra impresa un
cuento que recita una niña de seis años en Oviedo; o una poesía una anciana
de ochenta años en Colunga.
El martes 22 de febrero de 1893, veía la luz pública el nº 26 de la
Estafeta de La Quintana: aquel día fue el último de La Quintana. Fracasó en sus
importantísimos objetivos de hacer una Biblioteca Asturiana y una Academia
Asturiana, según el pensamiento de Jovellanos. Pero logró dar a la cultura
asturiana un impulso enorme.
En su seno se gestaron obras perdurables, algunas de las cuales todavía no se han perdido y están esperando quien las saque a la luz, como los
importantes trabajos bibliográficos de Fuertes Acevedo; otras son todavía
hoy principales fuentes para el conocimiento del pasado asturiano, como las
monumentales obras de Ciriaco Miguel Vigil; hoy que existe una Academia
de la Llingua en nuestro Principado, resultan de actualidad los bellos y riquísimos trabajos de Bernardo Acevedo y Huelves y Braulio Vigón; nadie puede
conocer en nuestros días la Asturias del XIX sin recurrir a la obra de Fermín
Canella; y en cuanto a Somoza, toda su obra jovellanista desde su Catálogo de
manuscritos e impresos notables del Instituto de Jovellanos hasta el Inventario de un
jovellanista, se produce con la ayuda de La Quintana. Unas veces le publica las
obras, otras le aporta los materiales para su estudio.
Pero si estos fueron los logros reales y directos en el seno de la propia sociedad, todavía hay que hablar de su proyección al exterior. Gracias al
espíritu de La Quintana, a su ejemplo y a su impulso, se llevará a cabo en
Agustín Guzmán Sancho
84
Asturias un incremento notable de publicaciones asturianas. Así lo reconocía
la prensa en 1889:
“Satisfechos pueden estar los activos e ilustrados socios de
La Quintana por los brillantes resultados obtenidos en su patriótica
propaganda y en su continuado impulso para la publicación de libros
asturianos”137.
“(...) Por otra parte, también coincidió con aquel llamamiento de conocidos escritores, el trabajo meritorio de otros autores distinguidos, asistiendo unos y otros por distintos caminos al renacimiento de la historia provincial”.
Y cita una enorme lista de publicaciones, entre las que destacaremos:
El libro de la Pelagra de Faustino Roel; Páginas Asturianas, de Manuel
Fernández Ladreda; Los Foros de Asturias y Galicia, de Jove y Bravo; la História
crítico-filosófica de la monarquía asturiana, por Mariano M. Valdés; la
Mineralogía Asturiana de Fuertes Acevedo; la Poesía popular de Asturias de Juan
Menéndez Pidal; las Biografías de Cónsul y Caveda; la Iconoteca asturiano-universitaria, el Libro de Oviedo, por Fermín Canella; Jovellanos Artista y la
Memoria sobre la Capilla del Rey Casto por Fortunato Selgas; la Guía industrial y
comercial de Asturias por Ángel R. Cartavio; Covadonga de A. Cáceres; De
Palencia a Oviedo y Gijón por Ricardo Becerro de Bengos; etcétera.
6.— El interés por el bable
En lo que a Somoza se refiere creemos que esta segunda etapa de La
Quintana habría de incrementar su interés por el bable. Así lo prueba una obra
en la que trabajará por entonces. Se trata de un ensayo de un vocabulario de
dialecto asturiano o dialecto de los naturales de Asturias, que ha visto la luz pública en nuestros días gracias a la labor investigadora de Álvaro Arias Cabal. El
manuscrito se conservaba en el Real Instituto de Estudios Asturianos. Esta
obra cuya autoría creemos que ha quedado bien determinada, sobre todo por
el cotejo de la letra, que a todas luces parece de Somoza138, es posible a nuestro entender que tuviera su origen en este resurgir de La Quintana.
El Carbayón, 19 de enero de 1889.
SOMOZA, Julio. Primer ensayo de un vocabulario bable. Edición, estudiu y notes d’Álvaro
Arias Cabal. Academia de la Llingua Asturiana. Ovieu, 1996. Creemos que por lo demás
no hay muchas dudas sobre la autoría de la este vocabulario. La expresión: Un pitu de la
Quintana (cayando de los demás), con que aparece firmado el manuscrito es muy del humor
y vena de Somoza. Las fuentes que se citan son también muy somozianas, y hasta la falta
de citación de Canella en el vocabulario, a pesar de haberlo citado en las fuentes, podría
explicarse por la enemistad de uno hacia el otro.
137
138
Biografía de Julio Somoza
85
En 1891 publicará Apolinar de Rato su diccionario bable, sobre el que
vertirá Somoza su dura crítica. Y al año siguiente aparecerá la Estafeta de La
Quintana, uno de cuyos objetivos va a ser llevar a cabo la formación de un
diccionario bable. En los primeros números se trata de palabras aisladas,
mientras que a medida que la publicación avanza se organiza un diccionario
que quedó interrumpido en la letra “F”. Todo parece indicar que el responsable tanto de la estafeta como de la formación del nuevo diccionario bable
era Bernardo Huelves Acevedo. En el número 10, de fecha 5 de julio de 1892
la Estafeta daba una cita de Unamuno. El Rector de Salamanca se interesa por
La Quintana y le escribe a su amigo Pedro de Mugica: “El Carbayón, diario de
Oviedo, publica a guisa de Hoja Literaria una hoja que titulo ‘Estafeta de la
Quintana’, dedicada casi exclusivamente a recoger documentos sobre el
bable. Está publicando un vocabulario bable y poesías bables. En uno de esos
números me aludía según me han dicho sin acertar a decirme por qué, sólo
que era cosa de lingüística. El que publica tales cosas se llama B. Acevedo.
Voy a escribirle pidiéndole el número ese, todos los números del vocabulario
por duplicado (uno para Vd.) y una nota de las mejores colecciones de poesías bables. De este modo podré remitir a usted, si lo desea y aún no lo tiene,
cuanto material haya. Le enviaré la nota bibliográfica que reciba de El
Carbayón. ¿Ha estudiado usted algo el bable?”139.
En efecto, Unamuno escribe a Acevedo y éste le responde con una
carta cariñosísima prometiéndole enviarle los números de El Carbayón que le
pedía y recomendándole los romances de Caveda140. Parece ser que aun desaparecida la Estafeta de la Quintana, Acevedo seguía con su intención de sacar
adelante su vocabulario bable, pues todavía en febrero de 1894, leemos en
una carta de Unamuno a Mugica que Acevedo está haciendo un vocabulario
bable141. La correspondencia de Unamuno con Bernardo Huelves Acevedo se
interrumpió al parecer bruscamente. En 1897 escribe Unamuno a su amigo
chileno: “¿Sigue usted teniendo relaciones con Bernardo Acevedo, el de
Oviedo? He aquí una persona de la que no he vuelto a saber nada, después
de habernos escrito. Lo mismo me ha sucedido con algún otro”142.
139 Cartas inéditas de Miguel de Unamuno. Recopilación y prólogo de Sergio Fernández
Larrain. Madrid, Ediciones Rodas, 2ª Edición, 1972; pág. 162. La carta no lleva fecha.
140 Carta de Unamuno a Múgica de fecha de 5 de agosto de 1892. Op. cit., pág. 163.
141 Concretamente leemos: “Tiene gracia eso que me dice usted de que la conclusión de mis
cosas del Eco le prueba que no soy tan práctico como Acevedo que está haciendo el vocabulario. En primer lugar Acevedo vive en Oviedo y hace un vocabulario bable y yo vivo
en Salamanca, y por más que pregunto nadie me da razón de que ni los charros, ni los
armuñeses, ni los serranos hablen vascuence”. (Carta de 1 de febrero de 1894; Ibídem; pág.
198.)
142 Op. cit., pág. 235. La carta es de fecha 12 de octubre de 1897.
Agustín Guzmán Sancho
86
Creemos que en esta cita de Unamuno puede estar la clave de los
apuntes del vocabulario bable que llevó a cabo Somoza. No creemos que
Somoza tuviese intención de publicar un vocabulario bable. Se trataría más
bien de algunos apuntes que va entresacando con el rigor que siempre caracterizó sus obras, anotando sus fuentes y procedencia y seleccionando los
autores, para tal vez ofrecérselos a su amigo Acevedo.
Arias Cabal en su magnífico estudio preliminar ha fijado la fecha de
inicio del vocabulario bable de Somoza en 1896, después de desaparecido el
intento de la Estafeta de la Quintana. Sin embargo, reconoce que esta fecha
puede estar sometida a cambio143. Es más, se citan obras que eran conocidas
de Somoza con anterioridad, como por ejemplo los Diarios de Jovellanos. De
todas las maneras, parece que el intento de Acevedo de hacer un vocabulario
bable perduraría después de desaparecida la Estafeta de El Carbayón.
Ahora bien, la circunstancia de que entre los manuscritos de El carácter Asturiano que se conservan en la Biblioteca Asturiana del P. Patac, figuren
algunos papeles referentes al bable como son entre otros los que Arias Cabal
denomina Fuentes, y una página, la número 57, tachada y reutilizada, correspondiente a una primera redacción del Vocabulario, permite apuntar una
segunda hipótesis, la de que se trata de un ensayo sobre habla asturiana dentro de la obra que habría de dedicar al carácter astur.
Tanto en un caso, como apuntes para su amigo Acevedo, como en el
otro, para incorporarlo al Carácter, nos parece que Somoza no tuvo intención
de hacer un diccionario bable. De hecho, sus opiniones sobre el bable son
duras y desabridas, como se ve en estos dos comentarios que figuran en esta
misma obra:
Bable: dialecto (forma decadente) por transición, relajación (por
influencias extrañas) o degeneración. Su estructura es siempre tosca; y s/
(sic) manifestaciones, acusan la torpeza, ora conceptiva, pronunciativa,
auditiva, explicativa144.
Y por otra parte:
El bable no es siquiera un dialecto. Es un conjunto de ellos donde
predominan las formas dialectales de la provincia (según su situación) limítrofe con el gallego, el bierzano, el montañés (...). Existe en el Principado
variedad de subdialectos o jergas; y por descontado ninguno de generación
literaria, sino de corrupción. Pasa con esto, lo que con el carácter. Propende
SOMOZA. Primer ensayo de un vocabulario bable. Edición, estudiu y notes d’Álvaro Arias
Cabal. Ovieu, 1996; pág. 59, nota 86.
144 Cuaderno XI. Lo recoge Arias Cabal en la pág. 20 de su estudio preliminar.
143
Biografía de Julio Somoza
87
los que no lo tienen a remedar los modales altos, finos, distinguidos, elevados de quienes los poseen, y sólo alcanzan a su difícil y tosco remedo...145.
Así pues, todo parece indicar que Somoza no era un gran entusiasta
del bable. De hecho la aparición del trabajo de Arias Cabal “sorprendió a propios y extraños” al decir de la prensa; nadie esperaba que Somoza hubiera
escrito algo sobre el bable146. En nuestra modesta opinión, Somoza no se acerca al bable con el corazón o el sentimiento. Ni parece que tuviera la menor
intención de rescatarlo del olvido. Su afán era puro afán erudito. Hizo de él
objeto de estudio en cuanto le servía para entender el pasado de su tierra y
el carácter de su pueblo. Cuando lo emplea, que lo emplea con alguna frecuencia, es para citar un dicho o sátira ancestral, o para dar a su discurso
vivacidad, donaire y gracejo o, en fin, para apoyar sus investigaciones históricas. Utilizó el bable, principalmente, como fuente de conocimiento y estudio más que como lenguaje. En esto no se pareció a su amigo Junquera
Huergo que le dedicó nada menos que un diccionario y una gramática. Pero
de todas las maneras sus conocimientos fueron grandes como para no dejar
de opinar en esta materia como en todas las demás en las que se adentró.
145
146
Cuaderno I.
El Comercio, 11 de julio de 1996; pág. 22.
CAPÍTULO 4
Archivero, bibliotecario y
periodista
1.— Investigando y polemizando sobre el Instituto
La creación de La Quintana habría de ser decisiva para llevar a cabo
el primer proyecto jovellanista de Julio Somoza. Según confesaba él mismo,
todos los socios de La Quintana pusieron sus papeles a su disposición para
este trabajo que pretendía dar conocer los manuscritos y diplomas que encerraba como un tesoro oculto la biblioteca del Instituto de Jovellanos147.
Recuérdese en este sentido el magnífico archivo de Fuertes Acevedo. Ahora
bien, se deberá al insigne Catedrático de la Universidad de Oviedo, Fermín
Canella, quien ya se había ocupado de esta biblioteca en varios artículos y
especialmente en su obra: Historia de la Universidad de Oviedo y noticias de los
establecimientos de enseñanza de su distrito, publicada en 1873, el que Somoza
lleve a cabo el inventario de los ciento veinte volúmenes que constituían la
colección de manuscritos y diplomas del Instituto. Gracias al aliento del
amigo, Somoza se pondrá a trabajar.
El primer paso será publicarlos en un periódico, la Revista de Asturias,
que dirigía otro catedrático de la Universidad, don Félix Aramburu. En 1882
aparece al público este trabajo. En carta al Director de la revista, Somoza
explica su pretensión:
Instado de continuo por nuestro común amigo Fermín Canella
Secades, para que pusiera mano al Catálogo de Manuscritos del Instituto de
Gijón, me decidí a aventurarme en la empresa, más por deseo de complacer
y de hacer saber al público lo mucho bueno que allí yace, poco menos que
olvidado148.
147
148
Catálogo de manuscritos e impresos del Instituto de Jovellanos de Gijón; pág. XXI, nota 1.
Ídem, pág. XV.
90
Agustín Guzmán Sancho
Los manuscritos se guardaban junto a los Bocetos. En 1871, don Juan
Junquera Huergo, como director en funciones, había ordenado la colocación
de los bocetos en una de las mayores salas del Instituto, resguardados por
cristales, creando así un primer Museo de Gijón. En 1873 apareció en el Eco
de Asturias un artículo de Eduardo Guilmain (Arveris) abogando por el establecimiento en el Instituto de una academia de dibujo y pintura. Una visita
en 1877 de Alejandro Pidal y Mon acompañado del pintor Carlos Haes, terminó de dar a conocer al público la existencia de los Bocetos, y en 1878 se dieron a conocer al mundo por medio de 17 fotografías enviadas a la Exposición
Universal de París, donde obtendría el Instituto medalla de bronce149.
Pero en cuanto a los manuscritos, siguieron ocultos. Nadie se había
preocupado de ellos. El mal lo excusaba Somoza porque no tuvo el Instituto
asignación para un Bibliotecario no obstante tener carácter público su biblioteca por Real Decreto de 17 de julio de 1858. Los manuscritos se encontraban
en este lamentable aspecto:
En lo más encumbrado de los viejos y destartalados armarios de
pino pintarrajeados de azul, tras una mezquina alambrera, se esconden vergonzosamente, cubiertos de polvo, roídos por la polilla, dañados por la
humedad, en una habitación donde nunca entra el sol150.
Además, se encontraban unidos o cosidos sin orden ni concierto ni
clasificación ninguna:
Dificultad no del todo insuperable, pero tarea ingrata y enojosa
fuera la de hacer una clasificación de todos estos papeles que, cosidos unos a
otros por inexperta mano, dan un compuesto heterogéneo, una aglomeración
informe en la que no hay que pedir ni orden de materias, ni cronológico, ni
de procedencia.
Este desbarajuste hace la investigación difícil y, por tanto, el inventario no pudo ser extenso y razonado, sino que se va a limitar a dar cuenta,
sacar a la luz pública cuanto hay, según figuran agrupados por montones o
volúmenes.
Al mismo tiempo Somoza, que ha investigado, sabe que hay multitud de documentos y papeles dispersos en poder de particulares y propone
que los hagan llegar a la Revista de Asturias para que no se pierdan. Afán loable: sacar del olvido; saber que existen o que fueron, si llegan a perderse.
Mucho más aún lo será si su contenido puede conservarse o publicarse. En
definitiva, se propone hacer en el instituto el primer Museo de Jovellanos. He
149 GUZMÁN SANCHO, Agustín y SANCHO FLÓREZ, José Gonzalo. El Instituto de
Jovellanos. Gijón, 1994; págs. 243-249.
150 Catálogo de manuscritos e impresos del Instituto de Jovellanos de Gijón; págs. XXI-XXII.
Biografía de Julio Somoza
91
aquí sus palabras, cuyo espíritu recogería muchos años después, otro cronista de Gijón: Joaquín Alonso Bonet, cuando Gijón se decida a crear el Museo
Casa Natal de Jovellanos:
Merecía aquel insigne varón, como testimonio honroso a su memoria, un estante de honor, donde todas sus obras, todos sus papeles, todas las
ediciones de diversa época, todos los comentadores de sus escritos, ya numerosos, todas sus biografías y, en una palabra, todo lo que de cerca o lejos
tuviera conexión con él, hallase allí digna acogida y tuviese meritoria y
lisonjera representación.
El director del Instituto, que lo era don José María Suárez Ordax, animado por la labor de Somoza, a quien había franqueado todos los libros y
documentos que necesitó consultar, pidió recursos económicos para iniciar
este Museo o al menos mejorar en la medida de lo posible aquel preciosísimo
legado de Jovino a su Instituto y a su villa natal. Mientras llegan los recursos,
la figura de Jovellanos vuelve por este tiempo, en que Somoza trabaja en su
catálogo, a ser objeto de recuerdo, como demuestra el hecho de que en aquel
curso 1881-1882 Juan Martínez Abades pintó y regaló para el Instituto un
retrato de Jovellanos151. Y por si fuera poco, el Instituto llamó la atención del
propio Ministro de Fomento, don José Luis Albareda, que lo visitó en el curso
siguiente152.
Mientras Somoza trabaja en su catálogo, no deja de polemizar. En un
artículo aparecido en La Ilustración Gallega y Asturiana153 en que anuncia al
público el contenido del Archivo del Instituto, introduce una primera parte
dedicada a polemizar sobre la situación del Instituto. Le impulsa el afán de
mejorar el más glorioso monumento de mi villa natal, como le llamaría; pero también —creemos— la pasión. Fue el caso que ya en 1877 unos artículos aparecidos en El Productor Asturiano, firmados por Bernardo Escudero Reguera,
denunciaban que el Instituto no realizaba el propósito de Jovellanos al fundarlo, ya que las enseñanzas de Bachiller en Arte no tenían el carácter técnico o industrial y, por tanto, debía dejarse subsistente la primitiva Escuela de
Náutica y añadirse una Escuela de Artes y Oficios. A estos artículos contestó
Apolinar Menéndez Acebal, desde El Eco de Asturias, defendiendo los actuales estudios generales, aunque sin oponerse a los industriales.
Así figura en la pág. 12 de la memoria leída en la apertura del curso 1881-1882 por don
Jesús Menéndez Acebal, secretario del centro.
152 MENÉNDEZ ACEBAL, Jesús. Memoria del Instituto de Jovellanos de Gijón correspondiente
al año académico de 1881 a 82, leída en el solemne acto de apertura del curso de 1882 a 83. Gijón
1883; pág. 14.
153 Tomo III. Fecha: 8 de febrero de 1881; págs. 40 y 41. El artículo será después publicado
en Cosiquines de la mió Quintana.
151
92
Agustín Guzmán Sancho
Años más tarde, el 27 de noviembre de 1880, con motivo del 69 aniversario de la muerte de Jovellanos, la polémica volvía a resucitar. El periódico de la localidad (El Comercio) publicó unas quejas hacia el director don
Luciano García Rendueles y Cofer, por la triste decadencia en que se hallaba
el Instituto.
Ahora al hablar de los documentos y libros del Instituto en La
Ilustración Gallega y Asturiana, Somoza siente la necesidad de decir unas palabras previas y recordar la crisis que estaba padeciendo el Instituto; crisis que
se manifestaba en la excesiva tolerancia en los exámenes, que eran —según
Somoza— consecuencia de la poca idoneidad de los profesores, casi todos
auxiliares; incluso y “por cierta correlación de hechos entre un colegio establecido en esta villa y el Instituto” por lo que se había recibido la visita de un
inspector de Madrid154.
Don Julio es partidario de que el mal estado del Instituto, manifestado en que la biblioteca está desierta; en que el salón de bocetos yacía en pintoresco desorden, que el gabinete de física y química carece de medios; todo
esto eran cosas que podrían remediarse. Pero la verdadera crisis estaba,
según don Julio, en la condición de sus profesores. Dice así en su artículo:
Nada mejor puede reflejar la decadencia del establecimiento, ni
nada puede escribirse más vergonzoso. ¡Qué actas, Sr. Director! ¡Qué seriedad será la suya cuando creen oportuno consignar, en documentos relativos
a la enseñanza, actos particulares de la vida privada de los profesores! ¡Qué
fiscalización será aquella, que se entromete en averiguar si el profesor Tal
juega o deja de jugar al ajedrez en una botica, y si el profesor Cual tiene o
deja de tener simpatías por esta o aquella idea política! y a todo esto, el
“claustro” (un claustro ilegal, de profesores auxiliares con voz y voto) “se
declara en sesión completamente secreta” para censurar a un profesor en
propiedad, acto rechazado y anulado por el consejo universitario de Oviedo.
(Acta del día 28).
Y acabará señalando que el Instituto de Gijón no tiene enemigos, sino
que es querido por todos como la realización más acabada del pensamiento
de Jovellanos, por lo que no puede confundirse, ahora ni nunca ni con la enseñanza que en él se dé, ni con las personas a cuyo cargo corra dicha enseñanza. A continuación deja la polémica y pasa a referir un resumen de los documentos y
libros que contenía el Instituto.
Don Adolfo Camús visitó el centro a las nueve y media de la mañana del 12 de enero de
1881, según informaba ese día El Comercio.
154
Biografía de Julio Somoza
93
El artículo será contestado en la misma revista por Apolinar
Menéndez Acebal155, quien recuerda los hechos y aclara que su postura no
era la de prescindir de enseñanzas técnicas. Y acaba diciendo que Somoza, a
quien califica de “neojovellanista” es juez y parte, porque demandó en su día
al Sr. Director del Instituto junto con otros amigos por “no sé que ofensas que
dijeron haberles éste inferido”; demanda que fue sobreseída, y ahora intentaba juzgar los hechos.
Lo que se desprende de esta polémica, que tuvo una gran resonancia
en la prensa, principalmente en El Comercio, que se encargaba de airearla, sirviendo así a los intereses del Instituto, es que había enfrentados dos criterios:
quienes defendían que las enseñanzas se ajustasen a la idea de su fundador,
y quienes sostenían que continuaran las enseñanzas de Bachiller en Artes o
Estudios Generales.
Entre los primeros, calificados de “neojovellanistas”, se encontraba
Somoza. Estos seguían el lema más industriales y menos doctores que había
impuesto Modesto Fernández González al titular así un artículo suyo.
Somoza recordaba que no se trataba sólo de los estudios que su fundador deseaba, sino también “los que las necesidades del pueblo en la época
reclaman”, según decía la Ley de 4 de julio de 1865.
En este sentido escribía:
Siendo Gijón un pueblo esencialmente industrial y mercantil, su
principal Centro de enseñanza ha de ser el plantel en donde “los más” (que
en la ocasión presente es la clase obrera) hallen estudios apropiados a sus
necesidades, y no donde “los menos” (que son los de la clase acomodada)
puedan con sobrada facilidad tomar un título que de poco les servirá156.
Contra Apolinar Menéndez Acebal escribiría Somoza unos versos,
que no hemos visto publicados y que al parecer pensaba añadir, pero no lo
hizo, como apéndice a la página 93 de sus Cosiquines de la mió Quintana, según
una nota que los encabeza.
Dicen así:
155 Sobre el Instituto de Gijón. “La Ilustración Gallega y Asturiana”, de 18 de febrero de 1881.
Tomo III; págs. 56 y 57.
156 El Instituto saldrá de esta crisis. El director, que ya con anterioridad fue depuesto por el
Ayuntamiento, cuyo acuerdo fue revocado por la Universidad, será por fin depuesto y en
su lugar se nombrará a don José María Suárez Ordax, quien presentará un nuevo proyecto de enseñanza y la creación de una Escuela nocturna de Artes y Oficios, costeada por el
Ayuntamiento. Esta escuela nocturna funcionó hasta que en 1888 se inauguró la Escuela de
Artes y Oficios de Gijón. Pero ya en 1883, el antiguo director, don Luciano García
Rendueles, había sido repuesto y el Ayuntamiento le encargaba, además, la dirección de la
Escuela nocturna de Artes y Oficios. Las aguas volvían a su cauce.
94
Agustín Guzmán Sancho
El Apólo...go
Tú eres el hombre de las cuestiones,
Del Instituto bravo adalid,
Tú siempre tienes aspiraciones,
Nunca vacilas, das en el quid.
Tú te has batido como un atleta,
Filosofaste como Proudhon,
Hoy te disfrazas con la careta
Y estamos yertos de admiración.
— ¡Dime el secreto!
— Si es muy sencillo;
— Es... la influencia
del manzanillo.
Tú te has aliado con cierta gente
Solo en defensa del bachiller,
Tú agigantaste, radió tu frente...
¡Ya no hay problemas que resolver!
en el pasmo de los lectores,
De los sofistas eres terror,
Bordas la frase con mil primores,
Buscas en vano competidor.
— ¡Dime el secreto!
— Si es muy sencillo;
— Es... la influencia
del manzanillo.
Tú, la piqueta demoledora,
La paradoja y el porvenir,
La clase rica conservadora,
La nigromancia y el combatir,157
Todo en maraña muy peregrina,
Vas embrollando sobre el papel
Y en tus períodos, que el genio anima
Ya se vislumbra nueva Babel.
— ¡Dime el secreto!
— Si es muy sencillo;
— Es... la influencia
del manzanillo.
Tú al adversario le contradices
Siempre tranquilo con majestad,
157 Parece ser que Apolinar Menéndez Acebal usaba en su artículo de estas expresiones
subrayadas por Somoza.
Biografía de Julio Somoza
Hay en el fondo de cuanto dices,
Puro criterio de la verdad,
Tú le preguntas, y él no responde,
Tú le sentencias sin remisión;
¡Mísero errante... no sabe dónde
Para sus culpas habrá perdón!
— ¡Dime el secreto!
— Si es muy sencillo;
— Es... la influencia
del manzanillo.
Tú le has truncado todos los textos,
¿Si serás hábil? y el infeliz
Ni siquiera, ni halla pretextos
Que justifiquen aquel desliz.
Tú has suprimido, tú has agregado
con reticencias de gran valor,
¡Eso se llama ser un soldado
Diestro, aguerrido, batallador!
— ¡Dime el secreto!
— Si es muy sencillo;
— Es... la influencia
del manzanillo.
Y aquellas citas ¡qué habilidosas!
No se le ocurren a Falleygrand.
“Los protestantes (entre otras cosas)
“Se pagan mucho del qué dirán...
“Y hablas de males de la enseñanza...
¿Lo ve usté, amigo, bien claro aquí?”
¡Así me gusta! ¡A punta de lanza!
ahora ¿quién diablos te tose a ti?
— ¡Dime el secreto!
— Si es muy sencillo;
— Es... la influencia
del manzanillo.
Tú eres un bravo, ¡cuál les defiendes
A los judíos del Sanedrín!
Ellos se entienden con muy buen fin.
¡Qué de aptitudes! como tú dices,
¡Qué idoneidades y qué saber!
Tienen, hablando, rasgos felices,
Dignos del genio de Robespierre.
— ¡Dime el secreto!
— Si es muy sencillo;
95
96
Agustín Guzmán Sancho
— Es... la influencia
del manzanillo.
Toda la escala del sentimiento,
Todos los giros del orador,
Todas las notas, suave rumor,
Tú lo dominas con tu virtud,
Eres oráculo cuando callas,
Si hablas te adora la multitud.
— ¡Dime el secreto!
— Si es muy sencillo;
— Es... la influencia
del manzanillo.
..........................................
Hay al oriente de estas riveras
Una aldehuela que yo me sé,
Beben las aguas de sus praderas
Las avecillas con mucha fe:
Otras acuden de mal agüero
Con la esperanza de sobornar,
Suena su arrullo tan placentero
Que es muy frecuente prevaricar.
— ¡Dime el secreto!
— Si es muy sencillo;
— Es... la influencia
del manzanilla158.
2.— Los manuscritos del Instituto
Al poco tiempo después de estos artículos aparecidos en La
Ilustración Gallega y Asturiana, iniciaba Somoza la redacción de su Catálogo
de Manuscritos, siguiendo el consejo de Fermín Canella, y el 1 de enero de
1882 se empezaba a insertar en la Revista de Asturias la colección de los 120
volúmenes159. Este trabajo llevaba al frente una carta al director Félix
Aramburu en la que Somoza explica su propósito diciendo que no se trataba
de un trabajo complejo y razonado sino de un simple bosquejo.
Figura entre los manuscritos de Fuertes Acevedo que tiene el Real Instituto de Estudios
Asturianos. Sin duda se arrepintió de publicarla y se la envió a su amigo Fuertes, quien
anota: “Autógrafo de Julio Somoza, autor de esta semblanza”. La última palabra del último estribillo aparece escrita en femenino, al contrario que en los anteriores.
159 CANELLA Y SECADES, Fermín. Historia de la Universidad de Oviedo y Noticias de los
Establecimientos de su Distrito. Universidad de Oviedo, 1985; págs. 563 y ss.
158
Biografía de Julio Somoza
97
Pero para don Julio no era bastante esta publicación, el carácter fragmentario y reducido al ámbito regional no llenaba los anhelos de su autor,
que soñaba con verlo publicado en forma de libro, de forma continua y con
proyección mayor. Para poder publicarlo en un libro recurrió al Rector de la
Universidad de Oviedo, que lo era don León Salmeán, como la autoridad
superior en materia de enseñanza, de la que dependía el Instituto. Y lo
mismo hizo el Catedrático don Félix Aramburu. El Rector hubiera llevado a
cabo la publicación “si —como él diría— el limitado presupuesto de esta
Universidad y su prescrita y legal inversión hubiera consentido el gasto de
mil pesetas aproximadamente que se juzgan necesarias para el objeto de
dedicar un merecido recuerdo al esclarecido autor del ‘Informe de la Ley
Agraria’”. Así lo comunicaba, en carta de fecha 5 de mayo de 1885, a José de
Posada Herrera, en quien se fijó para que honrase al Rectorado, como ya lo
había hecho en otras ocasiones, concediendo dicha cantidad. Posada Herrera
contestó con esta carta, que bien merece ser reproducida:
EXCMO. SR.
Enterado por la atenta comunicación de V. E., fecha 5 del
corriente, del laudable propósito que anima a ese Rectorado de
imprimir el Catálogo de todos los Manuscritos e Impresos curiosos existentes en el Instituto de Jovellanos, y de la dificultad que impide su
pronta realización; tengo la más singular complacencia en coadyuvar
a tan útil empresa, remitiendo a V. E. la adjunta letra de mil pesetas
con destino a dicho objeto, y como débil prueba del respecto y admiración que me inspira la memoria del esclarecido autor del Informe
de la Ley Agraria.— Dios guarde a V. E. muchos años.— Madrid, 8
de mayo de 1883.
JOSÉ DE POSADA HERRERA160.
Lo que siguió nos lo dice Somoza en su prólogo: Apenas recibida tan
satisfactoria respuesta, el Rectorado creyó procedente designar una comisión encargada de dirigir y cuidar la edición del libro e hizo recaer el nombramiento en el autor
del Catálogo don Julio Somoza y Montsoriú, el Vicerrector de la Universidad literaria don Fermín Canella Secades, y el Inspector de Instrucción pública del Distrito
don Félix de Aramburu y Zuloaga. De modo que por esto decimos que se trata
de una obra publicada por La Quintana, porque la comisión la formaban tres
miembros de la reciente creada sociedad, aunque la editara la Universidad y
la sufragara Posada Herrera. Además, la obra llevaba al final un Índice de los
documentos varios relativos a don Gaspar Melchor de Jovellanos que poseía
el que se nombraba “Círculo Asturiano La Quintana”.
160
Catálogo de manuscritos e impresos notables del Instituto Jovellanos; pág. XI.
98
Agustín Guzmán Sancho
Pero el Rector, Sr. Salmeán, aún manifestó más interés por la obra de
Jovellanos. Gracias a las gestiones del Conde de Revillagigedo se había logrado del ministro de fomento Sr. Pidal las órdenes de 26 de marzo y 9 de mayo
de 1885, que favorecían la biblioteca con una subvención de 9.000 pesetas,
cuyo objetivo sería hacer una nueva estantería para la mejora de los libros y
manuscritos, y para imprimir el Catálogo de los Bocetos, además de disponer el
estudio y proyectos de las obras complementarias para el incremento del
Instituto161. En aplicación de la subvención de la biblioteca, el Sr. Salmeán
nombró una comisión, compuesta de los profesores Sres. Cid, González
Calzada, González López y don Julio Somoza, que verificase una revisión,
recuento y colocación de los libros. Entonces este último presentó en extenso
y notable oficio de 28 de marzo de 1887 con triste relación del estado, deterioros y abandono de la biblioteca, cuya decadencia y no pocos abusos él
mismo había hecho públicos diez años antes162.
Tenemos, pues, a don Julio metido a bibliotecario, ordenando libros.
De su trabajo en este sentido sabemos que él que se quejaba de la soledad de
la biblioteca, prefería verla así que llena de chavalería, que todo lo descomponía. Cuando Moreno Villa se haga cargo años más tarde de la biblioteca del
Instituto, tras el fugaz paso por ella del Sr. Menéndez Pidal, su primera idea
será llenarla de chavales, lo que Somoza verá con horror.
—”Inicié con gran celo mi carrera de bibliotecario”, escribe Moreno
Villa. “Abrí la biblioteca del Instituto Jovellanos, dejé entrar a los estudiantes
y les servía libros. El viejo erudito jovellanista don Julio Somoza vino en
seguida a conocerme y se mostró contrario a mis medidas”.
—Lo que usted debe hacer es cerrar la biblioteca, porque lo que hay en ella
no es para chicos. Son los libros y papeles de Jovellanos, y alguna basura moderna
comprada por su antecesor de usted y yo. Ni a los profesores se les debe dar beligerancia. Hace años, uno de ellos se llevó a su casa un montón de papeles del fundador,
se murió sin devolverlos, y todavía siguen en manos de la familia que pretende venderlos a un inglés.
“No le hice caso al bueno pero fanático jovellanista en lo de impedir
la lectura a los estudiantes”, escribe Moreno Villa, que por otra parte y como
era lógico procuró y consiguió recuperar los documentos sustraídos, aparte
El Carbayón, 26 de marzo de 1885.
CANELLA Y SECADES, Fermín. Historia de la Universidad de Oviedo y Noticias de los
Establecimientos de su Distrito. Universidad de Oviedo, 1985; pág. 561.
161
162
Biografía de Julio Somoza
99
de dedicarle una atención especialísima a la colección de dibujos de
Jovellanos163.
De todos estos avatares sobre el Instituto y los manuscritos y los
bocetos, recogió Somoza los viejos artículos que conservaba y los publicó en
una segunda obra que también se debió al aliento de sus amigos, cuyo título
será Cosiquines de la mió Quintana, que vería la luz pública en 1884.
Está dedicada a sus íntimos amigos de La Quintana Fermín Canella
(Firme d’Uvieu) y Braulio Vigón (Braulio de Sueve), a quienes llama
“Patrocinadores de La Quintana”. La dedicatoria muy sentida termina con
estos versos alusivos a su juramento de amistad eterna, con que sellaron su
lazo societario:
También vosotros en su amado suelo
visteis la luz, y por su amor unidos,
todos juramos amistad eterna
desde el oculto y venerable asilo…
Símbolo del afecto que os profeso
son las humildes páginas que escribo:
¡Cúbralas con su égida protectora
la patria y la amistad por quien suspiro!
3.— Actividad periodística
Si bien una buena parte de Cosiquines de la mió Quintana la llena los
artículos ya comentados sobre el Instituto y sobre los bocetos, además de
otros jovellanistas, como las cartas de Theresina del Rosal (Pedro Valdés
Llanos) a Jovellanos, otra parte la forman artículos de toda clase. Hay que
tener en cuenta que esta década de los ochenta es para Somoza la más prolífera en artículos, y muchos de ellos son polémicos. Por eso antes de continuar
con las publicaciones jovellanistas hemos de ver esta faceta del periodismo
de don Julio, y veremos cuáles eran sus ideas sobre el mismo.
Ni que decir tiene que sus escritos fueron siempre polémicos y tuvieron dos vertientes: Jovellanos y Asturias-Gijón. Joaquín Alonso Bonet es
quien ha dado algunas indicaciones sobre la actividad periodística de don
Julio. Todo parece indicar que se inicia en Gijón a raíz de su establecimiento
en la villa, a partir de la Revolución de 1968 y de la República de 1873. El 14
de febrero se reúne el primer Ayuntamiento republicano. Meses más tarde,
La anécdota de Moreno Villa la ha recogido Francisco Carantoña en su prólogo a la edición facsímil de Cosiquines de la mió Quintana que editó la Editorial Auseva en 1988; volumen 4 de la colección Biblioteca de Autores Asturianos; pág. VIII.
163
100
Agustín Guzmán Sancho
en sesión del 3 de mayo, se da cuenta de un escrito de jóvenes de esta villa
exponiendo su deseo de establecer en la localidad un periódico que defienda
los intereses morales y materiales, titulándose órgano del Ayuntamiento y
ofreciendo las columnas preferentes para la publicación de los acuerdos y
anuncios oficiales, siempre que la Corporación acuerde subvencionarle con
alguna cantidad que se fijará en los presupuestos municipales.
Se pasa a la comisión de Hacienda quien informa en sesión de 10 de
mayo y se acuerda conceder a la mencionada publicación la cantidad de mil
quinientas pesetas anuales, con la condición de que ponga a disposición del
Ayuntamiento la primera plana del periódico para insertar los acuerdos y
anuncios oficiales y tire gratuitamente todas las impresiones que ordinariamente necesite la corporación a excepción del papel. Se acordó también que
el Ayuntamiento se suscriba por 50 ejemplares del periódico para distribuir a
los Alcaldes de barrio, y Merinos del concejo.
El periódico parecía seguir la misma línea de otro aparecido el 1 de
enero de 1869, llamado La República española, y en el que colaboraban entre
otros Braulio Vigón. Para no dejar duda sobre su carácter de órgano oficial
del Ayuntamiento llevará el nombre de El Municipio Federal, y se publicará los
jueves y sábados de cada semana. Lo dirigirá don Jenaro Junquera y Pla, pero
poco después el cargo pasará al médico don Eladio Carreño, miembro del
nuevo Ayuntamiento y antiguo director de La República Española. Y como
Administrador figurará Julio Somoza164.
La vida del nuevo periódico será muy breve, como la había sido la
de su antecesor. De manera que hasta 1875 Gijón se quedará sin prensa. Este
año aparecerán El Productor Asturiano y La Opinión. En el primero de estos
comenzará a colaborar Somoza con artículos que luego recogerá en
Cosiquines de la mió Quintana. Así verán la luz pública en septiembre y octubre su magnífico artículo titulado Las calles, que luego ampliará en la forma
que aparece en dicho libro, gracias a la ayuda de sus convecinos que se brindan a facilitarle noticias, libros, documentos y toda clase de datos165. De esta
obra se publicará en 1884 un folleto titulado: La Villa.— Las calles166. Otro será
el publicado con fecha 13 de diciembre de 1876 bajo el título Conflicto probable, que trata sobre la salubridad y condiciones de habitabilidad de Gijón, y
que, como dijimos, dio pie a la intervención de los tribunales. Es un verdaBONET, Joaquín A. Pequeñas Historias de Gijón. (Del archivo de un periodista). Gijón, 1969,
pág. 234, y Proyección nacional de la villa de Jovellanos. Gijón, 1959, págs. 241 y 242.
165 Fueron estos: Doña Virginia San Pedro, doña Purificación Alvargonzález, Miguel
Menéndez Zarracina, don Zoilo García Sala y don José Cienfuegos. (Cosiquines de la mió
Quintana, pág. 36).
166 PACHÍN DE MELÁS. Del Viejo Gijón. Dónde piedras hablan. La Prensa, 24 de febrero de
1933.
164
102
Agustín Guzmán Sancho
dero programa de reformas para Gijón, nada se deja por tratar: cementerios,
anchura calles, empedrado, elevación de los edificios, fábricas fuera de la
población, ampliación del Instituto, que consideraba más urgente que la elevación de la estatua de su fundador, etcétera.
Comentando este artículo dice Bonet: “Quería el buen gijonés nuevas ordenanzas municipales, a base de planes que existían desde hacía
mucho tiempo; una vigilancia, con un reglamento que el público debiera
conocer, y un servicio de urgencia para casos de incendio, quimera, desgracia, robo, etc. Era indispensable, también, una nueva división municipal, en
ocho distritos, a saber: Cimadevilla, Plaza Mayor, Begoña, Humedal, Cuatro
Cantones, Instituto, Arenal y Natahoyo. Un fielato, pero ‘con supresión del
bárbaro pincho’; prohibición de fábricas dentro de la población; reformas de
enseñanza; transformación del Instituto en Escuela de Náutica y
Mineralogía, con arreglo al pensamiento de su fundador; saneamiento de los
suburbios; nueva traída de aguas; otro templo parroquial en Begoña; cementerios, cárcel, matadero, etcétera. Muchas de estas proposiciones se vieron
cumplidas en distintas épocas”167.
Otro artículo que aparece en Cosiquines de la mió Quintana es el que
lleva por título Juicios de una descripción inédita, en el que se preocupa por la
necesidad del estudio de la Geografía Asturiana, invitando a la publicación
de un diccionario Geográfico de Asturias o bien una Geografía Asturiana.
Hay que decir que Somoza tenía interés por esta rama del saber como por
tantas otras. En este sentido confeccionó un pequeño Diccionario Geográfico,
cuyo manuscrito se conserva en la Biblioteca Asturiana del padre Patac.
Sin duda uno de los mejores artículos de sus Cosiquines es El libro del
Sr. Labra, un comentario a la obra Una villa del Cantábrico de este erudito asturiano. Era el que más gustó a su amigo Fuertes Acevedo, en él hay alusiones
al carácter asturiano y al gijonismo, aspectos que estudió con interés, reuniendo abundante material, con el que preparaba una obra que sería publicada en 1979 en nuestros días por José Luis Pérez de Castro bajo el título El
Carácter Asturiano y de la que ya hablaremos.
En La Opinión publicará Somoza un extenso artículo sobre el puerto,
titulado: Por la boca muere el pez o la leyenda de la Dársena, para la que examinó los archivos del Gremio de Mareantes y que reprodujo también en
Cosiquines de la mió Quintana.
Desaparecidos El Productor Asturiano y La Opinión, llevaba Gijón un
año sin prensa, cuando los Señores don Oscar de Olavarría, don Anselmo
Cifuentes, don Florencio Valdés, don Ángel García Rendueles y don Calixto
167
Pequeñas historias de Gijón, (Del Archivo de un periodista); págs. 210-211.
Biografía de Julio Somoza
103
Alvargonzález adquirieron la imprenta denominada La Comercial en el
número 23 de la calle Corrida, donde se imprimía El Productor Asturiano y
deciden crear un diario tomando como base sus elementos. El nuevo periódico se llamará El Comercio y será su primer director don Calixto
Alvargonzález, íntimo amigo de Somoza. Aquí publicará don Julio su primer
artículo jovellanista como ya dijimos, el referente a los Diarios de Jovellanos.
Y luego seguirá con abundante colaboración, que casi nunca firmaba.
Desde el 12 de julio al 16 de septiembre de 1883 apareció en Gijón un
periódico semanal, de carácter veraniego según decía su nombre: El verano.
Dice Alonso Bonet que de varios artículos firmados con las iniciales J. S. por
coincidir con las del nombre de Julio Somoza, no sería aventurado atribuir a
este escritor gijonés y jovellanista, la paternidad de estos trabajos, ya que,
además, uno de ellos se dedica por entero a pedir que, de una vez, se cumpla el acuerdo de levantar en Gijón una estatua a Jovellanos en estos términos: “¡Jovellanos! Gijón no te olvida: que hoy más que nunca toca los beneficios que le has legado y, reconocido, cumplirá religiosamente el deber de
transmitir tu nombre a las futuras generaciones”168. Es muy posible que estas
siglas correspondieran a Julio Somoza, pues hay testimonio de que las usaba,
e incluso dieron lugar a un incidente, que el propio interesado se apresuró a
aclarar. Había aparecido un artículo en El Porvenir, titulado Recuerdo de Gijón,
que firmaba las iniciales J. S. El 24 de junio de 1888 envió Somoza al director
de El Comercio la siguiente carta:
Sr. director de El Comercio.
Muy señor mío: Habiendo aparecido últimamente en el periódico
de esta villa, El Porvenir, un artículo titulado “Recuerdo de Gijón”, suscrito con las iniciales J. S., que contiene varias inexactitudes históricas,
amén de otras intempestivas alusiones personales cuyo objeto ignoro; ruégole se sirva manifestar en su diario, que dichas iniciales, no corresponden
en manera alguna a mi nombre y apellido; pues harto saben de antiguo los
que me conocen, que jamás necesité de procedimiento semejante, para sostener en buena y honrosa lid, cuantas afirmaciones salieran de mi pluma.
Con cuyo motivo, tiene el honor de ofrecerle el testimonio de su distinguida consideración, s.s.s. q.b.s.m.
JULIO SOMOZA169.
En 1888 nace El Musel. El 8 de agosto de 1891 inserta, bajo la firma de
Somoza, una interesante relación de objetos depositados de las diversas
168
169
Proyección nacional de la villa de Jovellanos. Gijón, 1959, pág. 257.
El Comercio, 26 de junio de 1888.
104
Agustín Guzmán Sancho
estancias en la casa natal de Jovellanos, los que pertenecieron al sabio. Es un
auténtico documento, como se titula, en el que se describen papeles, libros,
retratos efigies, mesas, lápidas, objetos en general y el lugar donde se encontraban.
Hasta aquí los periódicos de Gijón, pero ya hemos hablado en varias
ocasiones de “La Ilustración Gallega y Asturiana”, donde tuvo la idea de
crear una sección bajo el título Preguntas e Investigaciones con el objeto de
hacer del periódico un vehículo de comunicación, al servicio de los investigadores; se trataba de hacer preguntas, que podían ser contestadas por cualquier erudito que las supiera. Es una idea muy en línea con el espíritu de La
Quintana. La sección la inauguraría él dando respuesta de los distintos domicilios que tuvo Jovellanos en Madrid. Serán recogidas estas preguntas e investigaciones en Cosiquines de la mió Quintana. En la Revista de Asturias y El
Carbayón también publicó abundantemente, sobre todo en éste último. Aquí
publicará de sus artículos muy interesantes que llevan el título genérico de
Diálogos Gijoneses, en total cinco artículos: tres dedicados a la vieja cuestión
de la policía urbana, de la que tiempo atrás le había costado verse envuelto
en litigio, y otros dos sobre el Instituto. No deja de ser curioso que escriba
sobre Gijón en el periódico de Oviedo.
Los días 19, 20 y 26 de junio de 1888 verán la luz pública tres diálogos continuos sobre Servicios de policía, seguridad y vigilancia, entre un forastero y un vecino de Gijón. Aquí vuelve sobre su tema de siempre, la necesidad
de una modernización de las ordenanzas municipales de Gijón, ya que las
últimas eran de 1844; da interesantes datos sobre población; echa de menos
la rotulación de las calles; se interesa por los servicios de limpieza; la prevención de los vientos; etcétera. Somoza recorría con interés todas las calles
de Gijón, buscaba ver para conocer. Esta afición la mantendría incluso hasta
su muerte. Como ejemplo del celo que ponía en la vigilancia de todo cuanto
se refería a su pueblo natal, cuenta Joaquín Alonso Bonet la siguiente anécdota: “En una ocasión —creo que fue en 1928— se detuvo en la calle para
decirme, con su charla viva, en que arrastraba, un poco, las erres:
— He leído que el censo de Gijón se eleva, actualmente, a sesenta
mil habitantes. Eso tiene que estar equivocado, o falseado. El cálculo puede
hacerse enseguida. Nuestra villa tiene hoy unas dieciocho mil habitaciones o
viviendas, según datos ciertos. Suponiendo un mínimo de cinco vecinos, por
cada una, la población verdadera es, indefectiblemente, de noventa mil habitantes. En cuanto tengas ocasión, di esto en tu periódico”170.
170
Pequeñas historias de Gijón, (Del Archivo de un periodista); pág. 211.
Biografía de Julio Somoza
105
En 1887, una nueva polémica surgirá en torno al Instituto. Decretada
la ampliación del edificio, tal y como profetizó su fundador: “se ejecutará la
primera parte y quedará la segunda para la posteridad”, Somoza vuelve a
salir a la prensa, atento siempre a cuanto importe al Instituto. Bajo el título
Reforma del Instituto aparecerá los días 5 y 6 de julio de 1888 en El Carbayón de
Oviedo un interesante diálogo. Sus interlocutores son un comerciante, un
vecino, un catedrático, un abogado y un periodista. A través del diálogo surgen todas las inquietudes en torno a la obra: eso de derribar el Instituto obra de
Jovellanos, para hacer otro es delicado, dice el comerciante. Los interlocutores
hablan sobre los planos, si van a ser los de Villanueva o no; si pintaba algo o
no en el nuevo edificio una donde se pensaba trasladar los restos de
Jovellanos; la distribución, el presupuesto, plazos, etcétera.
En El Carbayón también expuso ampliamente sus ideas sobre la prensa. La razón es probable que fuera un artículo aparecido el día 10 de octubre
de 1890 en el periódico de Oviedo, en el que se transcribía otro publicado en
Gijón, en el que se avivaba la eterna rencilla entre ambas poblaciones, y en el
que entre otras cosas se podían leer estas referentes al proyecto del puerto del
Apagador: “¿No creen, por lo tanto, los buenos gijoneses, que la mejor prueba de que a Gijón convienen las reformas y ampliación del puerto actual, es la
oposición de Oviedo?”. Somoza, que presumía de gijonismo, se aparta de estas
viejas rencillas en aras del sentido común, y remite para su publicación en El
Carbayón un artículo titulado La prensa en Gijón, que apareció los días 11, 12 y
13 de noviembre siguientes.
En este escrito pasa revista a la historia del periodismo gijonés, desde
sus comienzos en 1851, en que Juan Junquero Huergo llevaba a cabo la publicación quincenal titulada: Archivo General de Gijón, seguida en 1853 de El
Gijonés, hasta el presente. Para él esta primera época hasta 1868, en que desapareció El Norte de Asturias, sólo presenta dos aspectos, el literato y el urbano,
caracterizado siempre por una templanza y moderación en el lenguaje, cual lo pedía
la gravedad de los redactores que en ella figuraban. Pero a partir de esta época
entra —dice— un nuevo factor a revolucionar la prensa: la política. Esta nueva
prensa hasta 1873 simbolizaba para Somoza la tumultuosa efervescencia de un
periodo caótico y, por tanto, podía justificar que los intereses urbanos sufrieran
un gran eclipse ante las luchas electorales y la constitución y disolución de clubes,
comités, asambleas y demás componentes del repertorio de la política demoledora. Lo
peor vino después, cuando en 1876 estalló en Gijón los bandos de apagadoristas y muselistas, en defensa de la ampliación del puerto local y de la creación
de otro nuevo en El Musel respectivamente. Aparece entonces una prensa
anónima, cuyos artículos no se firman, que recurría al personalismo y la difamación. Y esta era para Somoza la raíz de todos los males periodísticos del
momento.
106
Agustín Guzmán Sancho
Sobre el anonimato en la prensa vierte Don Julio con todo el genio de
su temperamento estas frases:
No; el que es severo y digno, no puede sin menoscabo de su buen
nombre, descender a semejante terreno. Por más que el despecho, la ira, el
antagonismo o la venganza, arrastren a algunos, a injuriar, calumniar o
vilipendiar a sus semejantes, no estaría “jamás, ni en ningún caso, justificada la detractación” por tan reprobado sistema. La entereza, el desdén, el
desprecio y el silencio, son las únicas armas que las gentes sensatas pueden
y deben emplear. Si la acusación fuere de tal género que no pudiere el ofendido sin desdoro o menoscabo ampararse del silencio, entonces cabe la justificación honrosa, en términos mesurados y corteses, que pongan en parangón con fuerte relieve, la nobleza del que se sincera, con la villanía del que
violenta e inmotivadamente ataca. En rigor, el publicista hábil, no debe dar
motivo para que las cosas lleguen a semejante extremo: quienquiera que
tenga bien sentada su reputación, ha de tener siempre en más el concepto
público, que no juzga a las personas por incidente o percances del momento,
que el efecto pasajero de la mortalidad anónima.
Como solución a este problema propone obligar a poner en el periódico el nombre de su Director, para que sirviera de garantía al público de que
siendo una persona respetable no estamparía en su periódico cuanto fuera
contra la honra o el decoro de los ciudadanos, y al mismo tiempo de garantía de las ideas que el periódico defendiese. Por su parte, el Director tendría
interés de esta manera en que los artículos se firmasen y nadie rehusara la
responsabilidad que a cada uno le incumbiera.
En contra de lo que oía decir, para Somoza un periódico no es algo
que pueda improvisarse:
Desde luego llama poderosamente la atención, que en un pueblo
comercial, donde todo se tasa, se justiprecia y se aquilata lo inverosímil, se
tenga por artículo de fe, que un periódico es cosa de improvisación o punto
menos, y hasta se añada que “vive solo” y que “da dinero”. Pues bien; un
periódico “malo” (hablo de su estructura) “cuesta dinero”, y cuanto más
digno y decoroso sea, tanto más dinero costará. El periódico (descartada su
misión progresiva y de enseñanza) puede equipararse con una mercancía: a
mayor bondad, mayor coste; cuanto más crédito tengan las firmas de sus
redactores y el nombre de su director, más vivirá en el mercado; cuanto más
alto se pague la firma de sus colaboradores, tanto más valdrá en la plaza.
Somoza no es sólo cronista de libros, sino también de periódicos; no
lee sólo el pasado de Gijón, sino también el presente, el Gijón vivo, el de las
polémicas, aquel de la prensa diaria. Por eso presume conocer el carácter de
sus paisanos. Está al cabo de la calle. ¡Cuánto le importaba todo lo gijonés! El
Biografía de Julio Somoza
107
24 de abril de 1890, bajo el título Evolución de un pueblo (Plano de ensanche y
reforma de Gijón), tiene ocasión de escribir en El Carbayón (una vez más) un
enjundioso estudio sobre el ensanche de la población, un ensanche que se
pensaba llevar a cabo según el proyecto del ingeniero don Javier Sanz, terminado en 1883, pero que todavía, siete años más tarde, ni siquiera estaba
aprobado. ¡Qué erudición la de Somoza! ¡Cuánto sabe de terrenos, de rasantes, de vecindario, de edificios ruinosos, de plazas, de terrenos bajos, de terrenos húmedos, de fuentes, etcétera!
Ya muy anciano, recorría en grandes paseos todos las calles y rincones de Gijón, buscando con sus ojos vivos, cuanto pudiese ser digno de anotar en su prodigiosa memoria, siempre al acecho de una noticia con que llenar la historia de su villa.
CAPÍTULO 5
La pasión jovellanista
1.— Rescatando del olvido
La infatigable labor de Somoza en torno a la vida y la obra de
Jovellanos fue tan encomiable como amarga; su pasión incondicional por don
Gaspar, fuente de amarguras. Desde sus comienzos, el panorama que descubre a su alrededor es desolador; se puede decir que apenas nadie se interesa
por Jovellanos. Él se encargará de hacer despertar a los eruditos del país del
letargo u olvido hacia la persona de su admirado Jovino. No hay quien lo niegue, ni quien lo dude: Somoza ha rescatado para la historia la figura del prisionero de Bellver.
Menéndez Peláez ha señalado que “a finales del siglo XIX, cuando
Somoza empieza a publicar sus primeras investigaciones sobre la vida y la
obra de Jovellanos, la figura del ilustrado gijonés permanecía si no relegada,
sí, al menos, desconocida en los aspectos más existenciales y humanos, al no
haber publicado todavía alguna de sus obras más reveladoras para conocer
el talante de su persona”171.
Dejando a parte las obras de carácter general que se ocupan de
Jovellanos en algún capítulo o con ocasión de alguna referencia, y aquellas
otras que constituyen artículos o comentarios a la vida de Jovino, que por
otra parte no se puede decir que abunden, son escasísimas las obras que se
interesaban decididamente por don Gaspar antes de que Somoza se ocupara
de él.
Podemos fijar el comienzo de la década de los ochenta como la fecha
a partir de la cual se va a notar un incremento del interés por Jovellanos,
tanto en la prensa asturiana como en la nacional, debido a la influencia y el
interés de Somoza. A él se debe sin duda que el nuevo periódico de Gijón, El
Comercio, del que era uno de sus promotores su amigo Calixto Alvargonzález,
se interese por la figura de Jovino, dedicándole anualmente en fecha 27 de
171 MENÉNDEZ PELÁEZ, Jesús. Prólogo a la edición facsímil de Las Amarguras de
Jovellanos. Gijón, Editorial Auseva, S. A., 1989; pág. VIII.
110
Agustín Guzmán Sancho
noviembre, aniversario de su muerte, su homenaje. A Somoza se debe también el interés de Gumersindo Laverde por el personaje y que éste contagiase ese sentimiento a Menéndez Pelayo, quien con su artículo publicado en El
siglo futuro llevará la inquietud a toda España.
A partir de aquí aumentan los trabajos en revistas y periódicos. Pero
ninguno tendrá comparación con el esfuerzo de Somoza. Todo se reducirá
como él mismo diría a: Superabundancia de poesías; discursos y oraciones encomiásticas; plagios de Ceán a diestro y siniestro, tal cual juicio parcial y agresivo con
marcada tendencia en su autor a singularizarse; alguna que otra disertación pletórica de citas, denunciadora de la vacuidad del ingenio; esfuerzos plausibles, pero insuficientes, para abarcar en toda su plenitud la empresa que se intentaba acometer,
datos y referencias apreciables para utilizados con ventaja172.
Hasta este momento las biografías de Jovellanos eran insuficientes:
La Relación de Sampil es pobrísima y meramente incidental, la biografía de Posada,
a juzgar por su corto volumen y escasa crítica del autor, no debe ofrecer materia digna
de provecho, y únicamente Ceán presenta un bosquejo sumario, explotado, ya de un
modo hasta abusivo173.
En cuanto a las obras de Jovellanos el único intento serio habían sido
los dos tomos de las Obras publicados por Nocedal, en cuya realización,
como ya vimos, habían tenido tanta participación el catedrático del Instituto
Junquera Huergo, ayudado por Alonso Fernández Vallín. En el prólogo figuraban unas referencias de Jovellanos, que fueron luego publicadas por
Nocedal como biografía. En definitiva, nada hay a lo largo del siglo XIX,
(como tampoco lo habrá en el XX) que pueda compararse a la labor desarrollada por el que es, sin duda, el mayor de los jovellanistas. Quedaba, pues,
una enorme cantidad de manuscritos sin publicar. Había muchísimo que
recopilar.
2.— Cosiquines de la mió Quintana
De su primer esfuerzo por Jovellanos, del Catálogo de manuscritos,
ya hemos hablado, toca ahora referirnos a las demás obras jovellanistas. En
Cosiquines de la mió Quintana, además de lo relativo al Instituto: Salón de
Bocetos, Biblioteca, Manuscritos, etc., reproduce su artículo sobre los Diarios,
aparecido en la Ilustración Gallega y Asturiana acompañado de un apéndice en
el que recoge el estado de la cuestión de su impresión. Reproduce la carta
172
173
Inventario de un jovellanista. Cap. IV; pág. 135
Ibídem.
Biografía de Julio Somoza
111
enviada a Nocedal en la que le pedían sus amigos y él que les permitiera
hacerse con los Diarios para su publicación, en el caso de que él no la llevase
a cabo. Ya vimos cómo surgió aquí su primer desengaño y disgusto como
jovellanista, al abandonarle aquellos amigos que le respaldaron y le hicieron
embarcarse en aquel dulce sueño.
De sus Cosiquines no se sentirá con el tiempo muy satisfecho e incluso llegó a retirarlo de la circulación según la respuesta que da a Menéndez
Pelayo cuando ya reconciliado con él le pide un ejemplar: En cuanto alcance
un ejemplar de las Cosiquines, se lo remitiré; en el bien entendido, de que nada vale
lo que contiene, (por lo cual lo retiré de la circulación) salvo un diálogo sobre los
Bocetos de este Instituto, que tengo por lo menos malo. Mírele con benevolencia y,
luego, arrincónele.
No obstante su opinión, había a nuestro entender algo también valioso: la Noticia de varios retratos de Jovellanos y la Correspondencia reservada de
Theresina del Rosal con D. M. G. DE JOVELLANOS, trabajos netamente jovellanistas. Las cartas pertenecían al archivo de La Quintana pero en ellas lleva
a cabo Somoza una importantísima labor de identificación de personajes y
lugares, y de transcripción de palabras, tarea difícil teniendo en cuenta que
la correspondencia entre Pedro Valdés Llanos (Theresina del Rosal) y
Jovellanos se hacía en bable y bajo seudónimos para burlar la prohibición que
recaía sobre Jovellanos en Bellver.
3.— Nuevos Datos
En 1885 publica Somoza con el respaldo de La Quintana (queremos
decir con el material que le proporciona) el libro Jovellanos —Nuevos Datos
para su biografía recopilados por don Julio Somoza y adornados con la genealogía de
Jovellanos, su retrato hecho por Goya, el facsímil de su firma, su escudo, escribanía y
sillón, y su sepulcro. La obra llevará esta dedicatoria: Al Excelentísimo Señor don
Leopoldo Carvajal, Benemérito Presidente de la Sociedad de Naturales de Asturias en
la Habana, dedica la presente obra, en testimonio de la admiración que siente por los
hijos ilustres del Principado.
Para ilustrar los Nuevos Datos escribe el autor a su hermano, entonces destinado en Oviedo, para que adquiera una fotografía o grabado relativo al monumento dedicado en esta ciudad a Jovellanos. No hay ninguno, y
entonces es el propio Manuel Somoza quien hace un ligero apunte del
112
Agustín Guzmán Sancho
mismo, tanto de la vista general del monumento como de los detalles de los
escudos174.
El estudio Preliminar es una muestra de su espíritu hipercrítico. Por
una parte, critica a Nocedal por su biografía de Jovellanos. Sospecha que no
publica el tercer tomos de las Obras Completas de Jovellanos por culpa de
sus prejuicios partidistas. Por otra parte, critica el Exámen teológico-crítico del
sacerdote Miguel Sánchez, con toda razón. Y por último, arremete también
contra Menéndez Pelayo por su artículo Vindicación de Jovellanos publicado en
El Siglo Futuro. Aunque nos parece que acierta en casi todo, no por eso hay
que olvidar que este largo Preliminar está escrito en un momento en que
Somoza había perdido la esperanza de ver publicados los Diarios. Está motivado por la decepción de sus amigos y por el sentimiento de frustración de
sus esperanzas.
4.— Las amarguras
Por otra parte, hay que tener en cuenta que aquel año sufre Somoza
el duro trance de la muerte de su padre. A las seis de la tarde del 2 de octubre de 1885 dejó de existir el viejo Coronel de Artillería. Su hijo Julio, soltero,
vivía en el domicilio paterno, calle Santa Lucía, núm. 25, de modo que siguió
muy cerca el proceso de la enfermedad de su padre. En las gacetillas de El
Comercio aparecieron al día siguiente estas frases de recuerdo: “Buen padre,
amantísimo esposo, ciudadano intachable y militar distinguido por sus dotes
de ilustración y valor probado, su muerte es muy sentida en este pueblo,
donde contaba con las simpatías generales del vecindario”. Y terminaba con
la vieja fórmula romana: “Séale la tierra leve”, lo que prueba que el gacetillePudieron haber servido estos apuntes para el que aparece en la obra, pero no es seguro.
He aquí la carta en que Manuel Somoza envía a don Enrique Rubiños los apuntes, recogida del Archivo Histórico de la FUNDACIÓN ALVARGONZÁLEZ, 53/1:
Oviedo, 8 de julio de 1884.
Sr. Dn. Enrique Rubiños.
Muy señor mío: acabo de recibir carta de mi hermano Julio, de Gijón con motivo
de la obra sobre Jovellanos de que se ocupan VS. Me dice que procure adquirir fotografía
o grabado relativo al monumento que hay en esta, dedicado a la memoria del ilustre asturiano. No hay ninguno; y en vista de ello, acabo de hacer el ligero apunte que le remito, así
como detalles de los escudos laterales, que son el de la izquierda (del observador), el de
Asturias, o sea, la cruz de la Victoria; y el de la dcha. el de Jovellanos. Los adornos y coronas son iguales y solo difieren los timbres colocados dentro de los respectivos óvalos.
Aprovecha la ocasión para ofrecerse suyo affmo.
s. s. q.b.s.m.
MANUEL SOMOZA DE MONTSORIÚ.
Capitán de Artillería en la Fábrica de Armas.
174
Biografía de Julio Somoza
113
ro habría de conocer muy de cerca los gustos epigráficos de don Julio. Los
días 6, 7 y 8 siguientes tuvieron lugar las exequias en la iglesia parroquial de
San Pedro, según avisaba la esquela, aparecida en dicho diario, en la que por
cierto se nombraba al finado como José Somoza de Montsoriú y Castro.
Dos años más tarde, el 2 de julio de 1887, moría la madre de Somoza,
doña María del Pilar García Sala y Blanco, la hija de la pupila de Jovellanos.
La enfermedad había durado varios meses. Y también su hijo, que seguía soltero sin abandonar el domicilio paterno, debió sufrir día a día el largo y doloroso trance. Y el diario local se hizo eco igualmente del triste suceso de la
muerte de la virtuosa señora, cuyos funerales se celebraron los días 4, 5 y 6
siguientes en la Iglesia Parroquial de San Pedro175.
A los seis meses de la muerte de su madre, Somoza, soltero y solo, a
los treinta y nueve años decirse casarse con la madre de su hija. El 8 de enero
de 1888, contrajo matrimonio canónico en la iglesia de San Pedro de Gijón
con doña Josefa Menéndez Sánchez, de cuarenta y tantos, soltera y madre,
además, de otra hija llamada María Ángeles Melendreras Menéndez. Es muy
probable que los padres de Somoza no aprobasen esta boda y por eso esperó
a su fallecimiento para legitimar con el matrimonio la filiación de su hija.
Don Julio no negó nunca su paternidad, es más la reconoció incoando el
oportuno expediente, en virtud del cual, la niña, que había nacido el 27 de
marzo de 1876, figura inscrita en el libro Registro de Nacimientos de aquel
año, en fecha 17 de mayo, con los nombres de María del Amparo Somoza
Menéndez. El matrimonio no tendrá más hijos.
De modo que de la noche a la mañana Somoza se ve con una nueva
familia. En medio del dolor de la pérdida de sus padres y en medio de la ilusión del nuevo hogar continuará su labor jovellanista. Creemos que estas circunstancias pudieron haber sido suficientes para desarrollar en él una especial sensibilidad. Sensibilidad que produjo una de las biografías más sentidas
de la literatura asturiana: Las Amarguras de Jovellanos, una obra verdaderamente deliciosa. Somoza se vuelca aquí hacia su personaje, lo cotidiano del
personaje se vuelve clave de la historia. Lo pequeño e insignificante de cada
día, se hace trascendente. Y eso que aún no ha leído sus ansiados Diarios.
Pero le basta el resumen de Ceán Bermúdez, que publicó en sus Nuevos Datos;
le basta tanto y tanto como ya tiene leído e investigado.
La idea en principio era que la obra fuera subvencionada por el
Ayuntamiento. Con este fin envía una larga instancia que por su interés y por
las razones jovellanistas que en ella se vierten reproducimos íntegramente:
175
El Comercio, 4 de julio de 1887.
Agustín Guzmán Sancho
114
Sr. Presidente del Ilustrísimo Ayuntamiento de Gijón.
Ilmo. Sr.
Don Julio Somoza y García Sala, hijo de esta villa y avecindado en
ella, tiene el honor de elevar a su respetuosa consideración la siguiente solicitud, por si tuviera en su imparcial juicio, méritos suficientes para ser presentada a la Ilustre Corporación que dignamente preside.
Dolido profundamente el que este expone de que la venerable figura del inmortal patricio don Gaspar de Jovellanos, no hubiera recibido hasta
el presente en su pueblo natal un testimonio que acreditase así el amor que
su nombre nos inspira, como la gratitud que todos le debemos, concibió el
proyecto de redactar un nuevo estudio biográfico, que, a la par, pusiese de
relieve las dotes de carácter que adornaban a tan benemérito escritor, así
como los diversos juicios que en estos últimos años hubiese merecido a la crítica europea, acompañando todo de nuevos y curiosos documentos que confirmaran los singulares méritos de tan eminente personalidad.
Otras consideraciones moviéronle también al proponente a activar
su trabajo, poniendo en él todo el esfuerzo intelectual posible, así como el
mayor empeño, para que fuera digno del esclarecido varón cuyas vicisitudes
relatamos.
Era una de aquellas, que mientras su recuerdo había merecido en
otras localidades, y aún fuera de España, ediciones completas de sus obras,
traducciones a diversos idiomas, lápidas, monumentos conmemorativos y
aun estatuas, aquí en su patria, a cuya prosperidad consagró todos sus
esfuerzos, nada se había realizado que recordase su ínclito nombre y esclarecidos hechos. Pasó el centenario de su nacimiento en 1844, y pasó, por desgracia, desapercibido. Cierto, que a las veces, los periódicos locales dedicáronle tal cual humilde tributo en algunos de sus aniversarios; y cierto también que, con monumentos o sin ellos, su recuerdo vive florido y perenne en
el corazón de todos los gijoneses.
Pero ni en su casa natal, ni en el Instituto, ni en su Biblioteca, ni
en el pueblo mismo, se ve alguno de esos testimonios que recuerden su grandeza. El triste monumento funerario en la iglesia de San Pedro, si inspiró
amargas estrofas, también sugirió acerbas críticas a los escritores ingleses; y
a otros extranjeros que vieron sus obras impresas en Rusia antes que en su
propia patria.
Afortunadamente, un movimiento de próspera reacción se ha efectuado en nuestro pueblo; y la terminación del Instituto, obra inspirada de
Jovellanos, y que legó a la prosperidad; la erección de una estatua ya en víspera de realización; el suntuoso enterramiento que en el propio Instituto se
Biografía de Julio Somoza
115
le prepara, y la construcción del grandioso puerto de El Musel, cuya noble
iniciativa le pertenece, obras son de nuestros contemporáneos, y del plausible esfuerzo de esa Ilustre Corporación, cuyos honrosos timbres por nadie
serán puestos en duda, ante el severo fallo de los venideros.
Por lo tanto, si entendiera la benemérita Representación popular
que el humilde trabajo, que le presenta, con el título de Las Amarguras de
Jovellanos, mereciera de su parte, los honores de la publicidad, veríanse
satisfechas las aspiraciones del que suscribe, que no son otras que las de rendir un modesto tributo literario, a la memoria de aquel que tan grandiosas
obras produjo, y cuyo nombre resuena con aplauso universal, donde quiera
que se veneren la virtud y el saber.
Dios guarde la vida de V. S. prósperos y dilatados años.
JULIO SOMOZA Y GARCÍA SALA176.
En sesión ordinaria del 6 de abril de 1889, presidida por el Alcalde
don Alejandro Alvargonzález, amigo de don Julio, se acordó que informasen
las Comisiones de Instrucción Pública y de Hacienda. En la sesión del 27 de
abril, presidida por el Teniente de Alcalde don Antonio Rodríguez San Pedro
se dio cuenta de dichos informes mostrándose su conformidad con ellos.
La comisión de Instrucción Pública formada por don José Menéndez,
don Jesús M. Acebal y don Antonio Rodríguez San Pedro, vio bien la idea,
manifestándolo así en un informe de fecha 24 de abril de 1889 en estos términos: “La Comisión de Instrucción Pública que suscribe, ha examinado detenidamente la obra, cuya impresión se interesa, en la presente instancia, y reconociendo la suma de datos y de estudios que el autor ha logrado y sabido
reunir en ella, teniendo presente, además, que el Municipio de Gijón es quien,
en primer término, debe consagrar a la memoria del insigne gijonés y eminente patricio don Gaspar Melchor de Jovellanos un tributo de admiración y
de respeto, que a más de la estatua que pronto se ha de inaugurar, sea también, legado meritorio para las generaciones venideras el libro de que se trata.
Cree la Comisión que el Ayuntamiento debe acceder a lo que se solicita, siempre que la de Hacienda y la Corporación lo crean posible y conveniente”.
La Comisión de Hacienda, que formaban los señores: don Antonio
Rodríguez San Pedro, don Alejandro Blanco, don Jesús M. Acebal, don
Andrés García Castañón, y don Casimiro Domínguez-Gil y Labarrieta, con
fecha 25 de abril de 1889 presentó el siguiente informe con las siguientes puntualizaciones: “La Comisión de Hacienda en vista del dictamen favorable de
176 A. M. G. Expediente 38/1889. También aparece recogido este escrito en el correspondiente libro de Actas. Sesión del 6 de abril de 1889, págs. 278-279. Y se publicó en la prensa, de donde lo recogió Somoza para incorporarlo a su proyectada obra La Esquirpia.
116
Agustín Guzmán Sancho
la de Instrucción Pública y de la situación del empréstito municipal, hoy agravada con los intereses y amortización de la obligación moral que la representación del pueblo tiene contraída de favorecer en todo lo que redunde a extender la fama de tan esclarecido hijo, como lo es el Excmo. Sr. D. Gaspar Melchor
de Jovellanos, honra de Gijón por sus talentos y virtudes, deben de buscarse
los medios menos gravosos para la publicación de su obra objeto de este dictamen y, por lo tanto, proponemos a la Ilustre Corporación lo siguiente.
1º El Ayuntamiento podrá autorizar la publicación de una
edición única bajo las bases de un contrato especial con una casa editorial la que entregaría al autor de la obra y al Ilustre Ayuntamiento
el número de ejemplares gratuitos que se conviniese, quedando el
resto para que a la casa editorial le quedase el beneficio de su venta.
2º En el caso de que las condiciones establecidas por la casa
impresora no conviniesen a la Corporación podrá ésta hacer un contrato e impresión por un número de ejemplares determinado, de los cuales entregaría al autor de la obra un número dado, quedando el resto a
disposición de la Corporación que disfrutaría de su plena propiedad.
3º Celebrado que sea el contrato, con arreglo a uno de los
dos proyectos anteriores, deberán de comunicárselo al autor dándole las debidas gracias por la dedicatoria, que de la obra hace a
esta Ilustre Corporación y suplicándole su cooperación para la
corrección de pruebas y demás detalles de impresión.
4º Como sea ésta la primera obra, que en honor de Jovellanos vea
la luz pública en Gijón con el concurso de su municipio, cree la Comisión
que en el caso de que el Ilustre Ayuntamiento acuerde la impresión de ella,
se consigne en el acta como especial recuerdo a la memoria del Ilustre
Gijonés, y también que se imprima el acuerdo al frente de la edición,
en honor de la memoria de tan esclarecido patricio.
5º Que para dar mayor solemnidad a este acuerdo no se
publique la obra hasta la época de la inauguración de la estatua de
Jovellanos, en cuyo acto se entregarán ejemplares a los convidados
al acto. Sin embargo, de lo expuesto, la Ilustre Corporación resolverá como siempre, lo que estime más conveniente”.
Acordado según este informe y comunicado el acuerdo a Somoza,
éste no ve bien el que tenga que esperar hasta la inauguración de la estatua
de Jovellanos, que se había acordado levantar en 1880 y, por tanto, en su opinión sabe Dios cuándo se llevaría a cabo.
En efecto, aún faltarán dos años para la colocación de la estatua en la
actual Plaza del 6 de Agosto. Además, acaba de encontrar un impresor que le
Biografía de Julio Somoza
117
ofrece un buen precio y quiere aprovechar su oportunidad. Así se lo dice a su
amigo y primer Teniente de Alcalde don Antonio Rodríguez San Pedro en
carta a la que acompaña un oficio:
Sr. D. Antonio Rodríguez San Pedro.
Muy señor mío y estimado amigo:
Tengo la fortuna de encontrar un impresor que se compromete a
imprimir mi obra por un precio muy económico y aprovechando esta coyuntura que no siempre se presenta, me decido a darla a la estampa y a mis expensas.
Como las condiciones fijadas por los Señores de la Comisión de
Hacienda distan mucho de las que ordinariamente se estipulan en los contratos editoriales y, además, aplazan de un modo indefinido la época de la
impresión de mi obra, pues de aquí a entonces podemos perecer todos, ruégole se sirva dar lectura, si lo tiene a bien, en la sesión próxima, del adjunto oficio, para que la corporación resuelva lo que tenga por conveniente, en
la inteligencia de que no puedo ya demorar ni revocar mi propósito.
B.L.M. de esas Srías. y se ofrece a sus órdenes en todo, su afmo.
amigo y s. s. q. b. s. m.177.
En el oficio que acompañaba a la carta y que fue leído en la Sesión
del día 8 de julio de 1889, que presidió el propio Rodríguez San Pedro, proponía al Ayuntamiento que le ayudase con la cantidad de mil pesetas:
Habiéndome enterado detenidamente de las condiciones propuestas
para la impresión de mi obra Las Amarguras de Jovellanos, siento mucho
manifestar que no me es posible aceptarlas porque las considero perjudiciales para mis intereses, en cuanto prorrogan por un tiempo indeterminado la
publicación de dicho modesto trabajo.
Pero deseoso al propio tiempo de conservar a esa digna Corporación
la representación y participación debidas en dicha obra, espero se sirva conceder para su impresión una ayuda de mil pesetas, a trueque de doscientos
ejemplares que entregaré en cuanto aquella se termine.
Si esa IIIª. corporación que dignamente preside aceptase esta propuesta ruego a Vd. disponga se me comunique de oficio con la brevedad posible, para el más rápido cumplimiento de esta oferta.
Gijón, 8 de junio de 1899
JULIO SOMOZA Y GARCÍA SALA
Sr. Alcalde Presidente del Ilustrísimo Ayuntamiento de la Villa y
concejo de Gijón.
177
A. M. G. Expediente 38/1899.
118
Agustín Guzmán Sancho
En dicha sesión el Ayuntamiento acordó acceder desde luego a lo
propuesto por Somoza, pero suspendiendo el abono de la subvención o
ayuda hasta el próximo ejercicio económico, es decir, el mes entrante, con
cargo al capítulo de Imprevistos, por no contar en el presupuesto actual con
fondos de qué disponer178. Y así se imprimió en la imprenta de don Anastasio
Blanco, situada en el nº 5 de la calle Los Moros de Gijón, la obra cuyo título
completo rezaba: Las Amarguras de Jovellanos, bosquejo biográfico (con notas y
setenta y dos documentos inéditos) por Julio Somoza de Montsoriú, natural del
Principado de Asturias. La tirada fue de 500 ejemplares numerados y rubricados, de los que doscientos fueron para el Ayuntamiento, a quien, además, iba
dedicado el trabajo con estas expresiones: Al Ilustrísimo Ayuntamiento
Constitucional de la Villa y Concejo de Gijón, en testimonio de respeto, y como justo
homenaje que consagra a la virtuosa memoria del más esclarecido de sus hijos, gloria
de este pueblo, honor de Asturias, y timbre imperecedero en los anales de la Patria.
En prueba del mimo, entusiasmo y ardor jovellanista con el que se
llevó a cabo esta obra basta con leer el colofón: Este libro, el primero que se
publica en Gijón en loor de Jovellanos, fue costeado por los representantes del pueblo,
y comenzó su impresión el día 6 de agosto de 1889, LXXVIIIº aniversario de la llegada de aquel insigne repúblico a su villa natal; después de diez años de ausencia y
siete de injusta y rigurosa prisión en la isla de Mallorca.— Hízose la estampación,
con especial esmero, en el taller tipográfico de Anastasio Blanco, hijo de esta villa, y
bajo su dirección y cuidado.
La obra será comentada en El Carbayón de Oviedo con frases laudatorias para el autor: “Ninguno de los biógrafos, y de cuantos con trabajo
vario se ocuparon en la existencia y en los escritos del esclarecido autor del
Informe sobre la Ley Agraria, aventaja al Señor Somoza que, poseedor de elementos, no aprovechados o no vistos por Posada, Ceán, Cañedo, Nocedal,
Menéndez Pelayo y otros, ha sabido trazar como ninguno aquella vida sin
mancha, donde resplandece, con virtud probada, aquel hombre verdaderamente bueno”179.
5.— La estatua de Jovellanos
Creemos no equivocarnos si decimos que esta obra marca sin duda
alguna la consagración de Somoza como el mejor jovellanista del momento y
de la historia. A partir de aquí su figura se agiganta. Se reconoce su obra
como un monumento a Jovellanos: “En plazo breve levantará Gijón monu178
179
A. M. G. Acta de la Sesión 8 de junio de 1899; pág. 424.
El Carbayón, 6 marzo de 1890.
Biografía de Julio Somoza
119
mento de mármoles y bronces a la memoria de varón tan insigne, timbre
imperecedero en los anales españoles, y será esta obra la primera de Asturias,
símbolo de admiración para el eximio ministro; pero no se olvide entre júbilo y entusiasmo de ese día deseado, que un escritor gijonés, el Sr. Somoza,
con labor perseverante y penosa ha levantado también otro monumento: el
representado por su mencionados libros jovellanistas, no terminados todavía, puesto que anuncia en preparación la BIBLIOGRAFÍA JOVELLANISTA
y la impresión de ESCRITOS INÉDITOS DE JOVELLANOS”180.
En efecto, el año 1891 se levantará la Estatua a Jovellanos y con ella
una fecha imperecedera en los anales de la villa de Gijón y de Asturias, todo
ello de la mano del que fuera el mayor émulo de Jovellanos: Fernández
Vallín. En aquellos actos y acontecimientos se va a oír una voz discordante,
la del mayor jovellanista de la historia. Sin embargo, aquel año publicará
Somoza como su tributo personal a Jovellanos sus Escritos Inéditos. Forzoso
es escuchar primero su voz en aquellas importantes efemérides jovellanistas
antes de hablar de este libro.
En 1880, el ilustre Ayuntamiento de Gijón, acordó nombrar una
comisión, formada por el Sr. Alcalde, que entonces lo era don Anselmo
Palacio y García Pumariño, y los gijoneses: Acisclo Fernández Vallín,
Consejero de Instrucción Pública, e Hilario Nava Caveda, Diputado del
Distrito, como personas influyentes en la Corte, para llevar a cabo la erección
de la estatua a Jovellanos, que la ley de 4 de julio de 1865 exigía. La idea fue
bien recibida por los futuros componentes de La Quintana, a juzgar por el
beneplácito con que la idea era acogida por La Revista de Asturias181.
La idea también fue del gusto de Somoza, quien veía en ello uno de
los motivos de verdadera honra para Gijón, e incluso parece que habría de
contribuir a que se llevara a cabo, si tenemos en cuenta que pudiera ser suyo
un artículo aparecido en 1886 en el Boletín del Centro de Asturianos de
Madrid, bajo la firma de Un Taurófilo gijonés182, en el que su autor dice haber
contribuido a la realización del pensamiento de la estatua de Jovellanos.
La tarea de llevar a cabo la estatua fue laboriosa. En un primer
momento la suscripción, encabezada por S.S. M.M. los Reyes y la Princesa de
El Carbayón, 7 marzo de 1890.
La Estatua de Jovellanos en la pág. 126 del T. III, correspondiente al año 1880.
182 Boletín del Centro de Asturianos del mes de septiembre de 1885. El artículo presenta el
estilo sarcástico de Somoza; es una oposición abierta a la creación de una Plaza de Toros,
fiesta a la que se mostraba contrario; se hacen alusiones al Instituto. También se alude a la
lucha entre apagadoristas y muselistas, que Somoza criticó siempre como ejemplo de
retroceso en el progreso de Gijón. Termina con expresiones latinas, a las que Somoza era
muy aficionado: ¡Gaudete, cive! Iterum dico. ¡Gaudete! Por todo ello parece estar clara la
paternidad del escrito.
180
181
120
Agustín Guzmán Sancho
Asturias, auguraba una pronta realización. En 1883, Fernández Vallín consideraba suficientes las cantidades suscritas. Sin embargo, la realidad fue otra.
La fundición del bronce era una parte importante, la más difícil y costosa y,
además, se necesitaban recursos para el resto del monumento. Además, los
ánimos se enfriaron. Hubo entonces que acudir a los españoles de Ultramar,
tal y como hiciera Jovellanos para su Instituto. Y aún no llegaba lo recaudado y puso Fernández Vallín generosamente el resto183.
En enero de 1887 Somoza se impacienta; coincide, además, con la crisis del Instituto; y para falta de colmo se había aprobado en el Teatro
Jovellanos el acuerdo de construir una Plaza de Toros, y Somoza al igual que
Jovellanos no diremos que no gustaba, sino que odiaba la llamada fiesta
nacional. Escribe entonces una carta al director del boletín del Centro de
Asturianos de Madrid, publicada bajo el título: Desde Gijón y firmada por X
(si no es él no puede ser otro), en la que además de denunciar que cuando se
intentan unir apagadoristas y muselistas la política rompe bien pronto aquel lazo
de unión y vierte sobre el foso que nos divide hiel y veneno, denuncia la falta de
calles limpias, alcantarillado, plazas, fuentes, un gran teatro, además de los
Campos Elíseos, etc., para advertir a la vista de tantas carencias, prioritarias
a su sentir a la creación de una plaza de toros, que la estatua de este inmortal
patricio no se conmovió sobre el pedestal, porque todavía no tiene Jovellanos estatua
en el pueblo184. Este retraso era la justificación que daba Somoza para no querer esperar a publicar sus Amarguras con motivo de la erección de la estatua.
Eso si no había en él algo de celos jovellanistas.
Porque poco a poco se deja traslucir cierta antipatía no hacia la erección de la estatua pero sí hacia la comisión encargada de llevarla a cabo. En
el mismo Boletín del Centro de Asturianos en el mes de noviembre aparecía
otro artículo en forma de carta al director del boletín, con el mismo título:
Desde Gijón, firmado por Un gijonés, que sin duda es de la misma pluma que
los anteriores, pues insiste en los mismos temas. En esta ocasión al hablar del
proyecto de la estatua dice: que es la vergüenza de Gijón y se lamenta de que
los concejales no puedan dar un paso en ese hasta que la comisión recaudadora
le comunique el resultado de las suscripciones abiertas. Y añade: Si a ellos llegara mi
súplica, yo excitaría a los respetables Sres. Vallín y Nava para que facilitaran al
183 Acerca de los esfuerzos de la Comisión, de la generosidad de Fernández Vallín y demás
detalles de la erección de la estatua, véanse los Capítulos XIV, XV y XVI de nuestra obra.
Acisclo Fernández Vallín (Consejero de Instrucción Pública). Gijón, 1994.
184 Que el artículo es de Somoza lo prueba el comienzo muy de su estilo con la cita de un
refrán: “Mi querido amigo: ‘No tenemos para pan y compramos estampas’; la enumeración
de las carestías de la villa son exhaustivas y referidas a la higiene, ornato, trazado de calles,
etc.”, que tanto conocía Somoza; la denuncia de la división entre apagadoristas y muselistas fue una constante de Somoza; y por último, su antitaurismo.
Biografía de Julio Somoza
121
Ayuntamiento los datos que posean, y a las personas que ofrecieron sumas para estatua rogaría asimismo que se apresuraran a depositarlas en las arcas municipales.
Somoza se impacienta claramente. Pero también había otra cuestión
con la que no estaba de acuerdo: que la Comisión de la estatua no encargase
la obra a un artista gijonés, como era Mauricio Tamargo. En este sentido
seguimos leyendo en la citada carta del boletín de Centros Asturianos:
En cuanto a la obra, es indudable que será confiada al notable
escultor, hijo de Gijón, don Mauricio Tamargo, porque sobre ser un artista
de indiscutible mérito, está, como natural de la villa, interesado vivamente
en que el inmortal Jovellanos tenga pronto en Gijón el monumento que nos
recuerde su gloria y sus preclaras virtudes.
Por otra parte, nadie como Tamargo sometería, caso necesario, su
proyecto al dictamen de cuantos jurados quisieran fallar acerca de su mérito artístico; porque Tamargo es el primero que desea para Jovellanos un
monumento digno de tal nombre.
Pues bien, el año antes de proponer al Ayuntamiento que subvencionara la edición de Las Amarguras, la Comisión para la erección de la estatua
había presentado con fecha 1 de marzo de 1888 las bases de un concurso para
el monumento a Jovellanos, que aparecieron posteriormente en la Gaceta de
Madrid185. La opción de un concurso público, que Vallín justificaba a
Menéndez Pelayo por ser un compromiso contraído con la Academia de San
Fernando, no se veía con muy buenos ojos tampoco por un sector de la opinión pública, a tenor de lo que el diario El Comercio publicaba por entonces.
Por su parte, Mauricio Tamargo, que había estudiado en Madrid con Grajera,
había donado algunos trabajos para el Instituto, entre ellos un busto de
Jovellanos, lo que le convertía en el artista favorito en su tierra para la realización de la obra, sin necesidad de concurso.
Conocidas y leídas las bases del concurso, don Julio publicará en El
Carbayón un artículo titulado: Estatua a Jovellanos, bajo la forma de una carta
dirigida al Señor Barón de Vidayán, personaje tal vez desconocido de la inmensa masa de lectores, pero que como ya sabemos se trataba de su amigo Fuertes
Acevedo, quien seguirá el juego publicando otro artículo de contestación.
Uno y otro expondrán sus ideas estéticas para el monumento a Jovellanos.
Somoza no ve prácticamente nada bueno en las bases. Se muestra,
como es costumbre en él, hipercrítico. Para él no debía representarse a
Jovellanos con el traje de magistrado, según exigía la base primera del concurso, porque en Gijón todos conocen a Jovellanos vestido con el traje de la época.
185 Con fecha 13 de marzo de 1888 las publicaba El Carbayón de Oviedo; La Gaceta de Madrid,
el 11 de mayo de 1888.
122
Agustín Guzmán Sancho
Además, la toga da a la escultura un aire triste y deslucido; además, exige un aire,
un gesto, una expresión parsimoniosa o circunspecta. Y la severidad, no era nota
principal en el rostro de Jovellanos, sino secundaria. Lo que propone Somoza es el
traje popular del siglo XVIII, ceñido y airoso. Para él hubiera sido mil veces mejor
que la toga, el majestuoso manto de los caballeros de Alcántara, a cuya orden perteneció nuestro egregio paisano. Lo curioso, sin embargo, es que el cuadro que,
según sus propias palabras, con mayor vehemencia le cautivaba, era uno de
medio cuerpo que se conservaba en Gijón, en la casa natal de Jovellanos, y
que lo representaba precisamente con la toga de magistrado186.
Critica también el plazo de tres meses y medio concedido a los artistas para presentar sus trabajos: ¿Cree usted —pregunta a su amigo Barón de
Vidayán— sinceramente, que en tres meses y medio puede un artista hacer un boceto que represente la eminencia más sobresaliente que produjera España desde el
Renacimiento acá? ¿No ha de leer sus obras, ni su biografía? ¿No ha de hacer un
estudio comparativo, aunque sea ligero, de los diversos retratos, grabados y bustos
que existen? ¿No hará, por breve que sea, una excursión a la patria del autor, para
empaparse del espíritu de su obra, y ver de interpretarla con mayor acierto? ¿No
pedía demasiado Somoza a un artista?... ¿No sería todo eso más fácil si el
artista fuera de la tierra?...
Pasa luego a criticar que la Academia se reservase la facultad de
introducir las modificaciones que estime conveniente para su mayor perfección y belleza. Y por último, entra en los aspectos económicos. El premio de
cuatro mil duros le parece poco teniendo en cuenta que la mitad no se entregaría sino al final de la obra, mientras que entretanto el escultor tendría
muchísimos gastos. Critica que exigiéndose que los artistas fueran españoles
y los jaspes y mármoles de Asturias, no se exija que se funde en al menos en
la Península.
En la contestación de su amigo Fuertes Acevedo, bajo la firma El
Barón de Vidayán, leemos que era de la misma opinión que Somoza en cuanto a desechar la toga de magistrado ya que “si majestuosa y severa, y respetable hoy como en los tiempos más antiguos, sólo puede y debe figurar en el
recinto donde tranquilamente se discuten y promulgan las leyes que han de
regir y administrar la nación, o allí donde se distribuye la justicia y se ampara el derecho de los ciudadanos o en la cátedra donde se difunde la ciencia y
el saber”. Pero, sin embargo, disiente de su amigo y se inclina por el manto
de Alcántara sin que ocultara por completo el traje de la época gracias al
talento del escultor que con su genio e inspiración debía lograr colocarle
Es de autor desconocido y se refiere a él en el apartado A, c) del Capítulo VIII de su obra
Inventario de un Jovellanista; pág. 205.
186
Biografía de Julio Somoza
123
sobre los hombros del ilustre asturiano con el “arte exquisito” que Somoza
deseaba187.
Somoza al hacer las críticas de las bases termina diciendo que todo
eso lo dice con el respeto y acatamiento que me merecen, don Alejandro AlvarGonzález, muy digno Presidente del Ilustrísimo Ayuntamiento de Gijón; y don
Hilario de Nava y Caveda. Excluyendo así a Fernández Vallín, miembro de la
Comisión que no nombra. Lo que prueba que por esa fecha estaba enfadado
con él.
No se saben con exactitud, es decir, al detalle, las causas del enfado,
ni hemos visto ningún documento al respecto, pero desde luego no debieron
ser otras que no guardaran relación con cuanto hemos dicho. La impaciencia
de Somoza y probablemente un tanto de celos jovellanistas provocarían las
diferencias. Hay que tener en cuenta que nos encontramos frente a frente al
mayor émulo de Jovellanos y al mayor jovellanista. A Somoza le consumía el
celo por su tierra, porque Gijón tuviera cuanto antes una estatua a Jovellanos;
además, sentía el celo de la verdad histórica: por ejemplo, la toga no es ropa
adecuada para la estatua porque no la llevó en Gijón.
Lo que sí suponemos es que el enfado debió ser a raíz de la aparición
de los artículos del boletín del Centro de Asturianos comentados, porque
antes, en 1885, cuando publica Somoza sus Nuevos Datos, reproduce en ellos
el trabajo Noticia de varios Retratos de Jovellanos que había publicado ya en
Cosiquines. En este artículo nombra a Acisclo Fernández Vallín como autor de
una copia de la miniatura de Cónsul que reproduce el Goya que representa a
don Gaspar en el Arenal, si bien indicando respecto a su calidad artística que
se trata de un cuadro realizado sin duda en época de aprendizaje, si hemos de juzgar por la dureza de los contornos y el poco esmero del color. Pero más adelante
cuando publique su Inventario la referencia a este cuadro aparecerá en estos
términos: de esta miniatura existe también en Gijón una reproducción pésima, hecha
en 1848 por don A. F. V. Somoza cuando se enfadaba con alguien le condenaba a las siglas, cuando no a la exclusión de su nombre; y por supuesto, no hay
consideración para el artista, cuya obra es ahora “pésima” sin más.
Muchos de los temores de Somoza no se cumplieron, la obra fue fundida en Barcelona; el autor percibió 6.000 duros188, y aunque no se presentaron muchos artistas, el concurso no quedó desierto como él pensaba; y no fue
un artista de la tierra quien lo ganó sino el barcelonés Manuel Fuxá y Leal.
EL BARÓN DE VIDAYÁN. Estatua a Jovellanos. El Carbayón, 9 de julio de 1888. El artículo está firmado así: “En la frontera hispano-lusitana a los 25 días del mes de junio de
1888”.
188 PACHÍN DE MELÁS. Reportajes del Momento: Del homenaje de hoy en Ribadeo. Vida de arte.
Seis mil reales y seis mil duros. El Acto. La Prensa, 7 de junio de 1936.
187
124
Agustín Guzmán Sancho
En lo que sí acertaba Somoza era en el retraso, ya que las bases preveían que
la estatua estuviera colocada el 6 de agosto de 1889 (precisamente la fecha en
que se había empezado a imprimir Las Amarguras), y aún pasaron dos años
hasta que se llevó a cabo.
En realidad fueron dos las estatuas que se inauguraron en aquella
ocasión. El día antes, 5 de agosto, se levantó la estatua de Pelayo. No consta
que Somoza se opusiera a ella o encontrase algún inconveniente.
Recordemos que fue Somoza uno de los más fervoroso defensores y gran
impulsor de la idea de levantar en Gijón una estatua a Pelayo.
Las fiestas con que Gijón celebró el 6 de agosto de 1891 constituyen
uno de los acontecimientos más imborrables e imperecederos de los anales
de la villa de Gijón, y a su realce contribuyó en su mayor parte la generosidad de Fernández Vallín, que tras la muerte de Hilario Nava y Caveda quedó
como único miembro de la Comisión de la Estatua. Ni que decir tiene que
corrió con la mayor parte de los gastos y aun puso lo que faltaba para el total
pago del monumento.
A través de un par de cartas de Fermín Canella a Fernández Vallín,
que nos han llegado indirecta y parcialmente en un artículo que en 1954
escribió Alejandro Alvargonzález, conocemos la enemistad de Somoza
hacia el Consejero de Instrucción Pública: “Yo lamento mucho —decía
Fermín Canella— la división entre ustedes, y más el genio apasionado y
especialísimo de Julio, que le trajo desgracias y le hará vivir entre disgustos.
De todos modos, no se olvide de mandarle invitación especial, llamándole
escritor jovellanista. Y es verdad: ha hecho más, mucho más que Ceán,
Nocedal, Cañedo y todos los otros biógrafos”189. Al final la invitación le fue
enviada. Así lo testimonia Pedro Hurlé, en contestación al artículo de
Alejandro Alvargonzález: “Que le fue enviada la famosa invitación para los
actos culturales celebrados en Gijón con motivo de la inauguración de la
estatua de Jovellanos, lo prueba el hecho de las cartulinas que obran en
nuestro poder. También guardamos los borradores de varias cartas que el
señor Somoza tuvo ocasión de escribir a varias personalidades, relacionadas con el asunto”190.
La enemistad debió continuar. Sin embargo, Somoza, siempre más
comedido en sus escritos, que en sus palabras, reconocerá que La Comisión
tuvo méritos aunque también merece censura. La mayor de todas era la de la
ALVARGONZÁLEZ, Alejandro. Julio Somoza, historiador y jovellanista. El Comercio, 25 de
julio de 1954. La carta que se cita está fechada en Vistalegre (Colunga), a 28 de julio de 1891.
190 HURLÉ MANSO, Pedro. In memoriam. Don Julio Somoza y García-Sala. El Comercio, 28 de
julio de 1954. Las cartulinas se refiere a las invitaciones o entradas. Se conservan en el
Archivo de la FUNDACIÓN ALVARGONZÁLEZ.
189
Biografía de Julio Somoza
125
falta de capacidad artística de sus individuos: Y ¿cuál era la capacidad o la competencia “artística” de los individuos de la Comisión que dictaron las bases del concurso? Ni entonces, ni ahora, contestamos a semejante pregunta por dos razones que
estimamos poderosas: la una, porque insensiblemente nos conduciría al terreno de las
personalidades, cosa que aborrecemos y detestamos con toda el alma; la otra, porque
sus individuos habían trabajado con fe y constancia en la ingrata faena de llevar
avante una suscripción nacional, y fuera mezquino regatearles el aplauso después de
llegar al término de obra tan meritoria191.
No hubiera sido justo en absoluto dejar de reconocer ese esfuerzo
enorme de la Comisión y especialmente de Fernández Vallín. Pero lo que
Somoza no sabía al criticar la competencia artística de los miembros de la
Comisión era que Vallín había acudido una y otra vez a Menéndez Pelayo
para que corrigiera, enmendara o sugiriera cuanto considerase oportuno
acerca de las bases del concurso que habría de aprobar la Academia de San
Fernando, y que éste por fin se dignó enviar unas notas para el concurso192.
He aquí el juicio que emitió Somoza una vez vio la estatua; juicio a
nuestro entender no exento de ironía:
Algunos defectillos notamos en la estatua: la cabeza es breve para
tanto cuerpo; los pies y manos (singularmente la izquierda) no son tal y
como los define Ceán. Las mangas resultan poco airosas y demasiado ceñidas al traje. Lo restante merece aplauso193.
Se habían convocado diversos premios por distintas corporaciones. El
Instituto de Jovellanos convocó el suyo bajo el título: “Influencia que ejerció
Jovellanos en la Instrucción Pública de España y reformas que convendría introducir en las enseñanzas de los actuales Institutos, inspirándose en el sentido
práctico que supo imprimir al Real Instituto Asturiano su insigne fundador”. Y
Inventario de un jovellanista; pág. 221.
La primera carta de Vallín a Menéndez Pelayo a este respecto lleva fecha de 30 de
diciembre de 1882. Luego vuelve a insistir con fecha 18 de enero de 1887 y 30 de febrero de
1887. Por fin, el 4 de febrero de 1888 el Consejero de Instrucción Pública puede decirle al
insigne polígrafo: “Un millón de gracias por su carta que agradezco muchísimo, por su
molestia en la corrección de pruebas que agradezco aun más, y por las notas referentes al
concurso para el Monumento a Jovellanos”. (MENÉNDEZ PELAYO, Marcelino. Epistolario.
Madrid, Fundación Universitaria, 1982-1991.
193 Ibídem. En nuestra opinión si la cabeza puede parecer breve respecto al cuerpo no es por
defecto del artista sino por el realismo de la composición, ya que la toga necesariamente
aumenta la proporción del cuerpo en quien la lleva. Más que un defecto sería un acierto.
En cuanto a la delicadeza de manos y pies, la objeción resulta acertada ateniéndonos a la
realidad del personaje, pero no se puede pedir en una figura semicolosal, para ser vista en
su conjunto, tanta delicadeza de detalles. Lo de las mangas es también obligado por la toga
misma. Si se obliga a Jovellanos a abrir los brazos parecería que echa a volar.
191
192
Agustín Guzmán Sancho
126
el premio consistía en un objeto de arte de la industria Gijonesa, las Memorias
del Instituto, más el Catálogo de sus manuscritos y bocetos, de Julio Somoza.
La Academia de Bellas Artes de San Fernando: “Estudio relativo al
estado de las Bellas Artes en tiempo de Jovellanos, y el juicio crítico de las opiniones de este insigne polígrafo concerniente a dicho asunto”. El premio sería
un ejemplar lujosamente encuadernado de los “cuadros selectos de la
Academia” y la “Memoria para la historia de la Academia de San Fernando”
de José Caveda. La Real Academia Española: “Estudio crítico de Jovellanos,
como poeta”. El premio sería un ejemplar de las Cantigas del Rey don
Alfonso el Sabio. La sociedad Económica Matritense: “Jovellanos en la
Sociedad Económica Matritense”; y su premio el título de socio de mérito y
un ejemplar lujosamente encuadernado de las Memorias de la Sociedad. La
Universidad de Oviedo: “Breve memoria acerca de las ideas y del criterio de
Jovellanos en la organización de los estudios universitarios; particularmente
en sus facultades de leyes y cánones, exposición crítica”, al que correspondería como premio una colección de obras de Asturias lujosamente encuadernadas. La Academia de la Historia: “Jovellanos como cultivador de la
Historia”; premio: algunas de las obras por ella publicadas. La Real Academia
de Jurisprudencia y Legislación: “Jovellanos como Magistrado”, y el premio
una colección de obras de derecho, algunas lujosamente encuadernadas.
6.— Escritos inéditos
Somoza no se presentaría a ninguno de estos premios, ni participaría
en ninguno de los actos jovellanistas de aquel 6 de agosto. Sin embargo, aquel
año aparece publicada su obra Escritos Inéditos de Jovellanos, dispuestos para la
impresión, por Julio Somoza, que fue editada para ser repartida gratuitamente por
la tipografía Arte y Letras de Barcelona. El carácter conmemorativo de la edición
se hace patente en la dedicatoria que hicieron los editores y que dice así:
LOS EDITORES
A LA MEMORIA DEL INMORTAL
JOVELLANOS.
RECUERDO DE SU ÚLTIMA ESTANCIA EN
BARCELONA
(Posada de las Cuatro Naciones)
EL DÍA XX DE MAYO DE MDCCCVIII.
LXXXº ANIVERSARIO DE SU FALLECIMIENTO
Y
1º DE LA ERECCIÓN DE SU ESTATUA
EN LA VILLA DE GIJÓN.
128
Agustín Guzmán Sancho
De manera que se trataba de una contribución al acontecimiento del
momento en toda España, la erección de la estatua a Jovellanos. De esta
forma Somoza contribuyó a la señalada fecha, aunque él iba por libre.
El libro, por otra parte, estaba dedicado por Somoza a su hermano,
con estas sentidas palabras: A D. MANUEL SOMOZA DE MONTSORIÚ,
comandante de Artillería, en testimonio de la perpetua amistad y del probado amor,
con que siempre le quiere su cariñoso hermano JULIO. Es muy probable que
Manuel estuviera ya enfermo. En julio del año siguiente vendrá a Gijón, lo
que aprovechará el hermano para entregarle el ejemplar prometido de
Cosiquines para Menéndez Pelayo. La impresión del encuentro tras años de
ausencia nos la ha dejado escrita en carta a don Marcelino:
Mi pobre y único hermano, está bastante enfermo, y su vista, después de algunos años de ausencia, me ha impresionado muy dolorosamente.
¡Dios quiera que se alivie!194.
Le quedaban menos de dos años de vida. El 20 de marzo de 1894
moría Manuel en Madrid sin dejar descendencia.
Julio Somoza advierte en el comienzo del Preliminar de esta nueva
obra a quién se debe el hallazgo de los escritos y cuál ha sido su aportación:
No creemos fácil empresa el hilvanar un prólogo para los apreciables
escritos del ilustre Jovellanos, conservados con religioso amor por uno de los
más beneméritos socios de La Quintana, a cuya diligencia se debe también su
hallazgo y ordenación, tocándonos a nosotros la grata tarea de ponerlos en
limpio, con solícito cuidado, para que en su día pudieran ver la luz pública.
En efecto, son manuscritos procedentes de La Quintana, es decir, del
archivo de Fuertes Acevedo, que ya había fallecido. Algunos tenían una gran dificultad, como ocurrió con la descripción de la Catedral de Palma, respecto al cual
cuenta Somoza que su amigo Fuertes Acevedo le envió los tres borradores de la
misma, más un voluminoso legajo de notas en el que figuraban también algunos
cuadernos y apuntes. Somoza logra hacer con los tres borradores una copia adecuada para la impresión, pero las notas, tantas y eruditas, hicieron que desmayara en el esfuerzo de clasificarlas, ordenarlas e interpretarlas. Lo que le valió una
agria catilinaria de su amigo. Pero al final Acevedo vino a reconocer que la cosa
era bien ardua y que requería estudios preliminares sobre la historia de Mallorca
y demás. Y como lo importante era, según palabras de Somoza, que la Descripción
se salvara del olvido, imprimiéndose, así se hizo aunque sin notas195.
MENÉNDEZ PELAYO, Marcelino. Epistolario. T. XII. Carta 11; fecha 10 de julio 1892; pág. 9.
Siendo esta obra una rareza bibliográfica agradecemos a nuestro amigo Arturo Muñiz
nos permitiera examinarla. Su contenido es el siguiente: Camino del Destierro. Fragmento de
un Diario de Valldemuza. De vuelta del Destierro. Diario del viaje de Cádiz a Muros. Descripción
de la Catedral de Palma. Sobre la arquitectura inglesa. Camino del destierro—Itinerario.
194
195
Biografía de Julio Somoza
129
7.— La exposición regional
Pero si Somoza, víctima de su carácter, no tuvo protagonismo, a
pesar de su erudición en materia jovellanista, en los actos de 1891, sí en cambio habría de tenerlo más adelante en los de la Exposición Regional de 1899,
con la que Gijón y Asturias despedían el siglo. En él se fijaron sus paisanos
para que contribuyera con alguno de sus trabajos a la redacción de la Guía de
dicha exposición. No presentó ningún trabajo sino la reseña histórica realizada por su amigo y maestro Juan Junquera Huergo en 1849, excusándose en
carta al Presidente de la Comisión Organizadora, que lo era don Luis
Belaunde, por carencia de salud y severa dieta intelectual. Dicha carta es una
minibiografía de su inolvidable maestro jovellanista.
Sin embargo, tomó parte de una Comisión de las varias que se formaron para la Exposición. El día 23 de marzo se acordó sacar a concurso el
diseño de las medallas y diplomas que habrían de repartirse en la exposición.
El Jurado calificador estaba formado por don Alfredo Santos, como presidente, y don Luis Bellido, don Miguel Laguardia, don Julio Somoza, don Mariano
Medarde, don Nemesio Lavilla, don Julio G. Mencía, don Mariano Marín y el
señor director de la Escuela de Bellas Artes de Oviedo, como vocales196.
Llama la atención que formase parte de un Jurado artístico, donde la
mayor parte eran pintores y arquitectos, profesionales de las bellas artes. La
razón no puede ser otra que los conocimientos de don Julio en numismática,
ya que se trataba de valorar bocetos de medallas. Se recibieron 5 trabajos para
medalla y otros cinco para diploma. El 7 de mayo se reunió el Jurado o comisión para fallar el premio que era de quinientas pesetas para cada uno de los
bocetos premiados, que recayeron en el señor Álvarez Sala el diploma, y en
el señor Lucena la medalla.
8.— La Esquirpia
Si Somoza se excusó de aportar un trabajo para la Exposición
Regional por estar bajo severa dieta intelectual, es porque acababa de trabajar en
una nueva obra, a la par de preparar las notas para la publicación de los
Diarios. En efecto, ya vimos que al publicarse Las Amarguras se anunciaba en
preparación una bibliografía jovellanista. Y en sus Escritos Inéditos se anunciaban
también en preparación como obras del autor una bajo el título LA ESQUIRPIA (Silva de varia lección), y otra bajo el título SOLACES BIBLIOGRÁFICOS
PACHÍN DE MELÁS. Minucia Trascendental. El recuerdo de los grandes gijoneses. La Prensa,
15 de agosto de 1928.
196
130
Agustín Guzmán Sancho
(Inventario de un Jovellanista), con variada y copiosa noticia de impresos y manuscritos, publicaciones periódicas, traducciones, dedicatorias, epigrafía, grabado, etc., etc.
La Esquirpia, no llegará a publicarse sin que sepamos las causas. Se
conserva el manuscrito que preparó Somoza para la imprenta. Lleva la
siguiente dedicatoria:
A Don G. U. M. (F. M. J. H.) gijonés entusiasta de todos los recuerdos del “llugarín”; fervoroso admirador de Jovellanos, y apasionado por el
engrandecimiento moral y material de su patria, dedícale este librillo, en testimonio de vivísimo afecto y comunidad de sentimientos y aspiraciones,
su amigo y conterráneo
JULIO SOMOZA197.
El título completo de la obra sería: La Esquirpia: Ocios de un gijonés
empadronado en el Censo con el número 30.527. Y para entender el título, abriría
la obra la definición de Esquirpia, tomada del entonces inédito Diccionario de
Bable de su amigo Junquera Huergo, iba a encabezar el volumen: “Banda de
varas de avellano entretejidas que se ciñe alrededor del tablero del carro,
sujetándola con los estadorios (o estadoños), y sirve para conducir y resguardar los frutos, como maíz, manzanas, patatas, etcétera”. A la que seguiría la
cita de Jovellanos: “La esquirpia, se forma de varas delgadas, que en latín se
llaman stirpes o arbolitos tiernos, y aun creo que haya en Castilla la palabra
chirpia con la misma significación. Puede también venir de stirpes”.
En cuanto a su contenido se trataría de una obra de recopilación de
sus artículos de prensa y alguna otra cosa, como lo habían sido sus Cosiquines
de la mió Quintana, según se desprende del sumario al tenor siguiente:
Junio de 1885.— Bibliografía: “Bosquejo” de Fuertes Acevedo.
Julio de 1886.— “Cartefueyos”, de Fermín Canella.
Marzo de 1887.— Informe sobre el estado de la “Biblioteca”.
Marzo de 1888.— Estatua a Jovellanos (concurso).
Mayo de 1888.— Estatua a Jovellanos (críticas de las bases del concurso).
Junio de 1888.— Íd.
íd. (contestación de M. Fuertes).
Junio de 1888.— La estatua a Don Pelayo.
Junio de 1888.— Diálogos gijoneses.— 1º Policía: seguridad: vigilancia.
Junio de 1888.— Íd.
íd. 2º Policía: higiene, salubdd. vías públa.
Junio de 1888.— Íd.
íd. 3º Reforma del Instituto.
Diciembre de 1888.— Por Asturias.
Marzo de 1889.— Exposición al Ayuntamiento.
Mayo de 1889.— Un cuarto a espadas (El Musel).
197 Según el dueño del documento, don Francisco de Borja Bordíu Cienfuegos-Jovellanos,
las siglas de la dedicatoria se referirían a don Gerardo Uría.
Biografía de Julio Somoza
131
Abril de 1890.— Plano de ensanche y reforma de Gijón.
Novbre. de 1890.— La prensa en Gijón.
Diciemb. de 1890.— Numismática asturiana.
Agosto de 1891.— Recuerdos vivos de don Gaspar de Jovellanos.
1894.— Prólogo del “Álbum” de Gijón.
Además, el sumario contiene, aunque no aparecen recogidos en el
volumen preparado por Somoza para la imprenta, bajo el título Prólogos jovellanistas, todos los prólogos que encabezan las publicaciones referentes a
Jovellanos, incluido el que preparaba para los Diarios, que se encontraba inédito. Y por último, parece que en un principio pensó en añadir al conjunto el
trabajo titulado: Ensayo de apellidos asturianos, también obra inédita, pero se
arrepintió porque aparece tachado en el sumario.
9.— El Inventario
En cuanto a la segunda obra cuyo proyecto anunció al publicarse las
Amarguras, y que aparecía anunciada después en Escritos Inéditos, bajo el titulo de Solaces bibliográficos (Inventario de un Jovellanista), con variada y copiosa
noticia de impresos y manuscritos, publicaciones periódicas, traducciones, dedicatorias, epigrafía, grabado, etc., etc., la terminaría al año siguiente de la erección de
la estatua. Algo había contribuido a ello Menéndez Pelayo con sus apuntes y
notas que don Julio agradece a la vez que le informa de su contenido.
De mi nueva obra (que aun comprendiendo XIII secciones, sólo es
de crítica, erudición y bibliografía) no pienso tirar más que cien ejemplares,
y aun esos, serán en su totalidad, más para obsequio que para venta. Pero
me amedrenta la impresión; aquí, difícil, y fuera de la localidad, enojosa y
tardía por la cuestión de pruebas. Si esa Sociedad de Bibliófilos Españoles me
hiciera el honor de apadrinarla, ¡muy bien que me vendría!198.
Esperaba unas notas que Gabriel Llabrés le había prometido desde
Mallorca para darla por finalizada. Y en efecto, en noviembre la obra estaba
concluida y parece que decidido el título definitivo: Inventario de un
Jovellanista, pero el autor ahora ya no está convencido de publicarla. Así se lo
comunica a su amigo Menéndez Pelayo:
He concluido mi obra Inventario de un jovellanista (más larga
de hechuras que vistosa de traje). Y después de varios tanteos editoriales con
impresores de diversa calaña, me convencí de que la obra me salía cara, y que
era muy cuerdo y muy prudente, renunciar a su impresión.
MENÉNDEZ PELAYO, Marcelino. Epistolario. T. XII. Carta 11; fecha 10 de julio 1892;
pág. 9. La ha reproducido Martínez Cachero en Notas sobre bibliografía literaria asturiana.
Oviedo, Boletín del I.D.E.A. nº 32, 1957; pág. 415.
198
132
Agustín Guzmán Sancho
Se me ocurrió también, presentarla al concurso anual que por esta
época celebra la Biblioteca Nacional: mas me retraen por ello varias causas
que voy a referirle:
Primera: que no poseyendo copia de la obra, caso que no se devolviesen los originales, la perdía del todo.
Segunda: que lleva nombre de autor y, además, se citan sus obras
en diversos parajes, lo cual no sé si será impedimento para su admisión.
Tercera: que me temo que si manos extrañas y poco escrupulosas llegan a andar en ella, le suceda algún fracaso como los que
mi hermano le indicará con la debida reserva. De todos modos, he de
merecer a su atención, que “eche un vistazo” a la obra; y caso que la encuentre aceptable, diga a mi hermano los pasos que tiene que dar para su presentación, y los demás requisitos propios del caso199.
Los manuscritos del Inventario fueron en efecto remitidos a
Menéndez Pelayo para que diera su opinión. Y como resultaba cara la edición
pretendió Somoza que su amigo Fr. Manuel Fraile Miguélez se lo publicase
en la revista La ciudad de Dios. Y el fraile agustino se inquieta, por lo que escribe a Menéndez Pelayo pidiendo consejo: “Ya sé —le dice— que Vd. leyó la
obra ms. de Somoza. Inventario de un jovellanista. ¿Qué le parece? Él desea se
publique en nuestra Revista; pero toda, es imposible, aun quitando los juicios
muy duros sobre ciertos autores”200.
El juicio de Menéndez Pelayo debió de ser muy favorable, porque la
obra se publicó en la revista, lo que agradó al eminente polígrafo según le
comunica a Somoza de esta manera: “Veo con gusto que la excelente
Bibliografía Jovellanista va saliendo en La ciudad de Dios. Por lo que recuerdo
del manuscrito, creo que podré enviar a Vd. algunas notas referentes a autores extranjeros que incidentalmente tratan de Jovellanos y que no constan en
la bibliografía”201. Tenemos pues interesado en esta magna bibliografía jovellanista al más grande de nuestros bibliófilos.
Pero a Somoza no le gustaba cómo estaba saliendo la impresión y así
se lo dice a Menéndez Pelayo en carta remitida desde Puerto de Sueve:
Mi “bibliografía” jovellanista, ya impresa a la “diabla”, no como
yo quisiera, pues el testarudo del Regente de la Imprenta se me plantó, y no
199 Ídem. Carta 105; fecha 4 de noviembre de 1892; págs. 53 y 54. La ha reproducido
Martínez Cachero en Notas sobre bibliografía literaria asturiana. Oviedo, Boletín del I.D.E.A.
nº 32, 1957; pág. 416. Desconocemos a qué incidente o fracaso se refiere, y a qué manos
extrañas y poco escrupulosas. He aquí un incidente que justificaría la desconfianza o reserva del carácter de don Julio.
200 Ídem. Carta 213; fecha: 6 de febrero de 1893; pág. 157.
201 Ídem. Carta 368; fecha 7 de julio de 1893; pág. 268.
Biografía de Julio Somoza
133
fue posible hacerle entrar en vereda. Fuera de lo cual, la perentoriedad en la
corrección de pruebas, y la distancia a que me encuentro de Madrid, me
inhabilitan para introducir las reformas a tiempo y a mi gusto.— Le estimaré cualquier dato que pueda incorporar a la sección extranjera; pues si
ahora no, se incluirá debidamente con otros apuntes que tengo en cartera,
para cuando haga tirada aparte202.
Somoza no descansa, el acopio de manuscritos, noticias y datos es tal
y tan constante que nunca da sus obras por acabadas, siempre tiene apuntes
en cartera. Ya está pensando en hacer una nueva edición aumentada y mejorada. Y la ocasión le vendría.
Es muy probable que la muerte de su hermano Manuel, su enlace en
Madrid, impidiera que el Inventario se publicase como Somoza quería. Por
eso cambia de plan y decide presentarse al concurso de la Academia de la
Historia, con intervención de Menéndez Pelayo. Cuando recibe el oficio de la
Dirección General de Instrucción Pública participándole haber ganado el
segundo premio de la Biblioteca Nacional, le escribe comunicándoselo y dándole las gracias:
Después de saludarle afectuosamente paso a decirle que el día 17
del corriente mes, he recibido oficio de la Dirección General de Instrucción
Pública, en el que se me participa haberme sido adjudicado el segundo premio de la Biblioteca Nacional en el concurso de 1898, por mi obra, de Vd. ya
conocida, Inventario de un jovellanista.
Quedo profundamente agradecido al Jurado, por haber estimado en
algo mis escasos merecimientos, pero doblemente reconocido a Vd. por su
intervención en el asunto, pues su voto, de autoridad y peso para mí, y de
respetable consideración para todos, no dudo haya influido en el ánimo de
los Sres. del Jurado, para mirar con benevolencia mi modesta obrilla203.
El Inventario es sin duda una obra grande, no una modesta obrilla
como la calificaba su autor. Hoy en día, como ya señalaba en 1921 José
Loredo Aparicio el Inventario de un jovellanista, sigue siendo “el único guía
seguro para la busca y captura de tan precioso tesoro” como son los manuscritos que se hayan perdidos en Archivos y bibliotecas privadas204.
El premio significará el reconocimiento de su autor ante la Academia
de la Historia. Sin embargo, aún tardará unos años (hasta septiembre de
1908), en nombrarle Académico Correspondiente. Constantino Suárez ha
Ídem. Carta 387; fecha 17 de agosto de 1893; pág. 289.
La carta es de fecha 28-VI-1899. La ha publicado Martínez Cachero en Notas sobre bibliografía literaria asturiana. Oviedo, Boletín del I.D.E.A. nº 32, 1957; pág. 416.
204 LOREDO APARICIO, José. Cómo debe honrarse a Jovellanos. La Prensa, 8 de junio de 1921.
202
203
134
Agustín Guzmán Sancho
destacado el hecho de que este nombramiento como los otros de Cronista de
Gijón y de Asturias le fueron otorgados sin él pedirlo. Sabemos que firmaron
la propuesta de nombramiento Menéndez Pelayo, Hinojosa y el Marqués de
Cerralbo205. Imaginamos que la iniciativa partiera del primero, que por
entonces tanto ayudaba al ilustre jovellanista, no solo enviándole cuanto
lograba reunir que pudiera interesarle para sus obras, como lo había hecho
con el Inventario sino en otras muchas gestiones en la Academia. De esta
manera unirá su nombre a sus viejos amigos de La Quintana. Pues Fuertes
Acevedo había sido académico, y lo fueron también Ciriaco Miguel Vigil
desde el 20 de marzo de 1868; José Arias de Miranda, el 19 de junio siguiente; Fermín Canella, el 28 de abril de 1871; Sebastián de Soto y Cortés, el 18 de
mayo de 1877; Braulio Vigón, el 30 de junio de 1882; y Fortunato de Selgas, el
13 de febrero de 1885.
El premio de la Academia de la Historia traía consigo la publicación
de la obra. Pero ésta, en la primavera de 1901, le traerá algún quebradero de
cabeza. No quería Somoza que su obra tuviera las proporciones tan desmesuradas que la obra tiene y acude en auxilio a don Marcelino para que haga
valer ante la imprenta de Ribadeneyra su derecho en la reducción del tamaño206. Pero no se trataba de un capricho de la imprenta, sino de un acuerdo
de la Academia, que en 1859, cuando se crearon los premios, se acordó que
todas las memorias premiadas tuvieran el mismo tamaño. Como además el
presupuesto ya estaba hecho de acuerdo con el número de páginas de ese formato, Menéndez Pelayo le sugiere que para dar más cuerpo al tomo (con placer y utilidad de sus lectores) añada algún nuevo trabajo sobre Jovellanos, o
escritos inéditos suyos, o cartas y documentos relativos a su persona207.
La obra no fue modificada. Ni tan siquiera en un pequeño detalle,
que a nuestro juicio se le pasó por alto al ilustre jovellanista. En febrero de
1896, dos años antes de que la obra fuera presentada al concurso de la
Academia, la prensa asturiana recibía de la Ciudad Condal un comunicado
que decía así:
“Hace pocos días fue colocada en una de las bonitas columnas que decoran la fachada del suntuoso Palacio de Justicia de esta
ciudad, la estatua del ilustre patricio asturiano el gran Jovellanos,
que, en sitio preferente, ocupa un lugar en este edificio, entre los más
205 En carta fechada en septiembre de 1908 agradece Somoza a su amigo Marcelino
Menéndez Pelayo la propuesta de Académico.
206 Carta de 18-II-1901. La ha reproducido Martínez Cachero en Notas sobre bibliografía literaria asturiana. Oviedo, Boletín del I.D.E.A. nº 32, 1957; pág. 416.
207 Epistolario. T. XVI. Carta 30; fecha 23 de marzo de 1901; págs. 27 y 28. La ha reproducido Martínez Cachero en Notas sobre bibliografía literaria asturiana. Oviedo, Boletín del
I.D.E.A. nº 32, 1957; págs. 416 y 417.
Biografía de Julio Somoza
135
notables magistrados españoles, que, por el orden de épocas en que
brillaron, se encuentran allí dignamente representados en artísticas y
expresivas estatuas de tamaño natural, obras estas, que, en verdad,
honran mucho a nuestros modernos escritores.
La estatua del insigne hijo de Gijón resulta admirablemente
acabada por el fecundo escultor Sr. D. Manuel Fuxá, que es el autor
de la erigida hace algunos años en la floreciente villa asturiana y que
tan admirablemente fue entonces fundida en los famosos talleres de
nuestro amigo don Federico Mariera de Barcelona.
La efigie, de que ahora me ocupo es de piedra, de buena
clase, como todas las demás que el público barcelonés admira en su
bello Palacio de Justicia, que todavía tardará algunos años en terminarse. Jovellanos está en actitud severa con la toga de magistrado de
su época y apoyado en el brazo izquierdo un libro, que representa su
famoso informe sobre la Ley Agraria, brillante estudio que fue elogiado por los más celebrados hombres de Estado de su época, y por
todos los jurisconsultos más sobresalientes de Europa.— La mano
derecha la tiene puesta sobre el canto del libro y se diferencia de la
que está en Gijón por este solo detalle y porque no lleva en la mano
derecha el rollo de papel que bien pudiera ser el reglamento porque
se había de regir el Instituto asturiano de enseñanza, de su generosa
fundación.
Al acto de erección de la estatua asistieron muchos astures,
de los aquí residentes”208.
Entre los retratos de Jovellanos, que figuran en su magnífico
Inventario, el hipercrítico jovellanista Somoza no hace mención de éste.
208
El Comercio, 12 de febrero de 1896.
CAPÍTULO 6
Al fin los Diarios
1.— El amigo Fr. Miguélez
Habían pasado ya cinco años desde que se interrumpiera la correspondencia entre Menéndez Pelayo y Julio Somoza, cuando en noviembre de
1890, el fraile agustino don Manuel Fraile Miguélez, al parecer a instancia de
éste, suplicaba en carta a Menéndez Pelayo le envíase la copia de los Diarios
de Jovellanos con el fin de que Somoza pudiera leerlos. Con ello pretendía
pagar un favor, según leemos en la carta: “El buen señor está chiflado por su
favorito autor, Jovellanos, y yo quisiera sorprenderle, para pagarle algún
favor literario, con la copia de los Diarios de Jovellanos”209.
El padre Miguélez, natural de La Bañeza (León), fue gran aficionado
a la numismática, publicando interesantes artículos numismáticos en la
Revista La Ciudad de Dios. Entre estos destacan: El Padre Flórez y la
Numismática Española (octubre y noviembre de 1897), y El monetario del
Escorial (octubre 1888), dejando sin publicar otros manuscritos que llegarían
a poder de Somoza: Catálogo del Monetario de la biblioteca Escurialense y Las ruinas de Clunia. Disquisiciones históricas sobre sus antigüedades y monedas. En pago
de los favores que en esta materia le había concedido Somoza, que por entonces se interesaba también por la numismática, se prestó a ser intermediario
para lograr que Menéndez Pelayo enviara a su amigo gijonés los Diarios de
Jovellanos. Por su parte, Somoza, logrará, interesarle por la figura del insigne magistrado, sobre el cual el fraile escribirá en La Ciudad de Dios interesantes artículos, como los titulados: Fisonomía moral de Jovellanos (noviembre
1911) y Documentos inéditos jovellanistas sobre la guerra de la Independencia
(marzo 1912), con motivo del centenario jovellanista.
Menéndez Pelayo se niega a enviar a Somoza los Diarios por las razones ya conocidas del desaire que recibió el “Preliminar” de Nuevos datos para
la biografía de Jovellanos. El padre Miguélez disculpa a Somoza contestando
209
Epistolario. Tomo X. Carta 627; fecha 8 de noviembre de 1890; págs. 515-516.
138
Agustín Guzmán Sancho
que aquellos ataques eran más bien escarceos literarios y no deliberación de
ofenderle. Y se ofrece como intermediario para lograr por medios indirectos
la parte que le faltaba a Menéndez Pelayo210. Sin embargo, verá que el asunto era más peliagudo de lo que él pensaba.
Entretanto don Julio, que está deseando congraciarse con don
Marcelino, pero no encuentra ocasión oportuna, le remite por conducto del
padre Miguélez los Escritos Inéditos de Jovellanos, encargándole otra vez más
que le envíe los Diarios para disfrutar el placer de leerlos antes de morirse. Esta
frase parece que hizo reír a Menéndez Pelayo, quien se afirma en su negativa. Al conocerla Somoza escribe esta carta que aunque larga merece ser
reproducida aquí:
Gijón, 29 de septiembre 1891
Muy señor mío y de toda mi estimación: Tiempo ha que tenía el
propósito de escribir a Vd., y si demoré el hacerlo, fue esperando sólo ocasión
oportuna para ello. Al Remitirle por nuestro común amigo, el excelente Hº.
Miguélez, los “Escritos Inéditos” de Jovellanos, le encargué muy especialmente recabara de Vd. en calidad de préstamo, los fragmentos de los
“Diarios” de mi ilustre paisano, siquiera, para disfrutar el placer de leerlos
“antes de morirme”. El hermano Miguélez, me escribe hoy, diciéndome que
no está la Magdalena para tafetanes, y que se rió Vd. grandemente cuando
le refirió mi frase. Y ¿por qué? Bien sé yo que nadie se muere hasta que Dios
quiere; pero tampoco me negará Vd., que esta deuda “es tan segura, como
incierta la hora de satisfacerla” según frase que Vd. recordará. No soy joven;
viejo, tampoco; friso en los 43 años, y todo el mundo me echa 50, lo cual
quiere decir, que las enfermedades, quebrantos y disgustos, me van acabando más presto de lo que yo quisiera.— ¿No quiere Vd. ser dadivoso conmigo?— Bueno: no lo sea Vd.; pero a bien seguro, que si yo poseyera el más
insignificante dato que pudiera servirle a Vd. para sus interesantes obras,
hasta creería deber de conciencia, en bien de la Literatura, facilitárselo a Vd.,
sin retribución y sin demora.
¿Qué culpa tengo yo de no poseer el resto de los “Diarios”, para
que Vd. funde en esa privación su negativa? Habrá muchos jovellanistas en
España: más apasionados que yo, ninguno, y que me ganen a propagar su
gloria, tampoco. En buen hora lo diga, y sin pizca de vanidad, también.
Creo que alguna frase de mis anteriores escritos alusiva a su personalidad de Vd. le enojó más de lo debido. Déla Vd. por borrada, que yo no
quiero enojar a ninguno, ni malquistarme con nadie, y es preferible vivir en
210
Ídem. Carta 634; fecha 12 de noviembre de 1890; págs. 522-523.
Biografía de Julio Somoza
139
paz con todos, antes que en discordia. Otros se dicen amigos de Vd. y le han
motejado con mayor saña.
Añadirá Vd., que esta declaración sería pertinente años atrás; pero
que ahora, es tardía e inoportuna, y casi... interesada (está tronando).
Bueno: pero también es sincera. Dígalo fray Miguélez, que también añade,
que algo bueno habrá en su librería de Vd. para mi bibliografía jovellanista
(va en la 2ª limadura)... ¡ah, carafe: tú que has dicho!... pues me convierto
en pordiosero literario, y allá me voy, a ver como las gasta don Marcelino...
“Ello ye”... que lo que a mí se me haya escapado, ha de estar bien recóndito:
con que así, disimulando mi llaneza, dígame a media frase lo que tiene, que
como yo lo posea o lo conozca, enseguida descifraré el resto.
También agregó el hijo de Columbres, que se había Vd. extrañado
de que yo no poseyera su “Historia de los Heterodoxos”, cuando citaba
párrafos suyos, y hasta le colgaba a Jovellanos frases que sólo a Vd. pertenecían. Todo tiene explicación. Su “Histor. de los Heterod.” no la poseo, porque mis mermados recursos no alcanzan para comprar libros a medida de mi
deseo, pero tengo los núm. 2.004 y 2.005 del “Siglo Futuro” (año 1881)
donde se publicó por 1ª vez su trabajo jovellanista. —En cuanto a las frases
de Vd. que yo atribuyo a Jovellanos (supongo se referirá a la pág. 178 de mi
libro “Amarg. de J. Ll.s “, 2º párrafo), fue un yerro mío de redacción. Pero
están tan bien dichas sus frases de Vd., e interpretan con tal verdad y acierto el pensamiento del autor de los “Diarios”, que a conocerlas, no las modificaría ni en un ápice.
Y no le hablo a Vd. más de libros, papeles ni monedas aunque buenas ganas se me pasan de ello), por dos razones. La una, porque sería pecar
por exceso de confianza y la otra, porque necesita Vd. el tiempo para obras
y empresas excelentes, que así le dan gloria, como se la dan a la patria.
Aunque arrinconado y olvidado, sabe Vd. puede disponer con entera franqueza y cordialidad, de su afmo. s. s. q. s. m. b.
Julio Somoza de Montsoriú211.
Menéndez Pelayo se da cuenta de la descarnada sinceridad de Julio
Somoza. Y es que es fácil darse cuenta que Julio Somoza no obraba con maldad. Más deprisa que de costumbre contesta en estos términos: “Recibí su
grata del 29 de septiembre, y en contestación a ella debo decirle que si bien
me molestó en otro tiempo el duro ataque que Vd. me dirigió, sin provocación alguna de parte mía, en el prólogo de una de sus publicaciones acerca
211
Ídem. Carta 324; fecha 29 de septiembre de 1891; págs. 236-238.
140
Agustín Guzmán Sancho
de Jovellanos, este enojo pasó ya, porque en mí encarnan poco ofensas de este
género. Y en prueba de que todo está olvidado, quiero darle a Vd. la mayor
prueba de confianza y de fraternidad jovellanista, poniendo en sus manos por
un plazo que Vd. mismo ha de fijar pero que yo quisiera que no excediese de
dos meses, la parte impresa de los Diarios de don Gaspar”212.
Pero no solamente le deja los ansiados Diarios sino que también le
autoriza para que saque todas las notas y extractos que tuviera por oportuno
y los aproveche cuando y como quiera. Le pone el plazo por “el amor que los
bibliófilos tenemos a nuestras joyas —según continúa diciendo—, y la
inquietud en que vivimos cuando se ausentan de casa, aunque sea por corto
plazo”. Y en cuanto a noticias para la Bibliografía Jovellanista le comunica que
tiene aquella famosa traducción de El Contrato Social, en que hay una larga
nota elogiando a Jovellanos, y que tanto revuelo armó en su tiempo en perjuicio del sabio don Gaspar.
El mismo día que recibe la carta contesta Somoza loco de contento:
Muy estimado Sr. mío y de mi mayor consideración: Recibí, con el
entusiasmo que Vd. puede suponer, su amabilísima carta; y si estimo en ella
las afectuosas frases dictadas por su noble corazón, no encuentro términos
con que expresarle mi gratitud por el generoso ofrecimiento que en ella me
hace. ¡Por fin!, después de veinte años de anhelos, tentativas fracasadas,
ardides y estratagemas más o menos pueriles, lograré echarles la vista encima. Tócale buena parte en este regocijo, a nuestro cariñoso hermano fr.
Manuel Miguélez, y en cuanto termine la presente carta, seguirá inmediatamente la suya213.
Dio la coincidencia que Menéndez de Luarca, en un periódico de
Oviedo de su propiedad, La Victoria de la Cruz, había anunciado que los
Diarios que poseía quedaban a disposición del primero que deseara publicarlos. Esto hace pensar a Somoza que ha llegado el momento de su publicación. Propone entonces en esta misma carta actuar de concierto los tres:
Menéndez Pelayo, Fr. Miguélez y él, pero quedando para el primero la gloria
de la publicación de los Diarios.
Fray Miguélez le había escrito a Somoza que sabía una historia secreta de W. Franquet, seudónimo con el que había publicado Alejandrino
Menéndez de Luarca en 1859 una crítica a la vida de Jovellanos de Nocedal.
También le dijo que vivía en Madrid un personaje (Ramón María de Labra),
al cual aquél estaba incondicionalmente subordinado por estas no sé qué
212
213
Ídem. Carta 388; fecha 19 de noviembre de 1891; págs. 308-309.
Ídem. Carta 393; fecha 21 de noviembre de 1891; págs. 314-316.
Biografía de Julio Somoza
141
cosas de no sé que tiempos y que de esta manera obtendría los Diarios214.
Pensando en que esto se lograse, Somoza le hace a Menéndez Pelayo una
proposición al parecer no ética, porque iría contra la verdad:
Si esto se logra, me parece que el hombre está cogido en sus propias
declaraciones; pues si los “Diarios los deja él a la merced del primero que
quiera imprimirlos”, no sé como se las va a componer luego que los vea
impresos. Además, la declaración de la propiedad literaria hecha hábilmente, le inutilizará en absoluto. ¿No encontró su tío los mss. de los “Diarios”?
Pues Julio Somoza, v. gr., encontró en el archivo de la casa Cienfuegos
Jovellanos una copia de los “Diarios” ¡y que venga él a probarme lo contrario! — Ya sé que la cuestión de escrúpulos salta enseguida al tapete; pero
¿hay realmente perjuicio de tercero? Creo que no: porque a mi entender, se
trata de un legado que es patrimonio de todos los españoles, pues que lo es
de la gloria de su familia, de su pueblo y de su nación. Y en cuanto al beneficio material de la obra, juzgo que tiene más de ilusorio que de real215.
Probablemente estaba aquí la cuestión, en que Menéndez de Luarca
parecía poner pegas reclamando un precio muy alto por la publicación.
Somoza quiere cogerle la palabra antes de que se arrepienta y cerrarle la posibilidad de reclamar derechos, basándose en el ofrecimiento hecho al público.
No se olvide que Menéndez de Luarca era persona muy fluctuante. Somoza
se mueve por la pasión jovellanista y el corazón, no buscaba un interés material, sino un interés general, cultural y, además, quedaba a salvo el perjuicio
de terceros. Pero por otra parte, hay que tener en cuenta que Menéndez de
Luarca no tenía derechos de edición, pues habían transcurrido 70 años y su
publicación era de dominio público, como muy bien creía Menéndez
Pelayo216. El problema estaba en que Menéndez de Luarca soltase los Diarios.
Las presiones del hermano Miguélez van a hacer que Menéndez de
Luarca salga publicando unos artículos en los que trataba muy mal a
Jovellanos. Entretanto a Somoza, porque va a tener en sus manos los ansiados Diarios, “no le cabe el gozo en el cuerpo” como le diría a Menéndez
Pelayo el P. Miguélez. Y añadiría: “Le ha quitado Vd. diez años de encima: es
muy grande la pasión que tiene a Jovellanos”217.
Ídem. Carta 492; fecha 28 de enero de 1892; pág. 412.
Ibídem.
216 Ídem. Carta 433; fecha 20 de diciembre de 1891; págs. 351-352.
217 Ídem. Carta 398; fecha 24 de noviembre de 1891; pág. 320.
214
215
Agustín Guzmán Sancho
142
2.— La feliz Navidad de 1891
Somoza envía al piloto del vapor Asturias, que partía para Santander,
a recoger los Diarios, con una carta breve, dada su convalecencia de un terrible trancazo218. Y por fin aquellas Navidades de 1891 entraban en el nº 55 de
la calle Perseguida (hoy Covadonga), donde vivía por entonces el mayor de
los jovellanistas, las dos terceras partes de los Diarios de Jovellanos. No
hubiera habido mejores dulces para tan señaladas fechas. Inmediatamente de
recibirlas envía un telegrama acusando el recibo del paquete.
La voracidad de Somoza es tal, que el 31 de diciembre ya ha llevado
a cabo la primera lectura de los Diarios, lo que le comunica a Menéndez
Pelayo con una larguísima carta, a pesar de que su salud seguía muy resentida. Lo hace de dos veces, pues según dice en su posdata, sin terminar la
carta se volvió a la cama, y se levantó dos días después para darle remate. Lo
primero que sale de su pluma es una alabanza a Jovellanos: ¡Qué cabeza tan
bien organizada para el estudio, y qué retentiva, la de mi sabio Mentor!219.
Nota que como la generación actual no quiere estudiar, exige como condición precisa para la lectura, mucha amenidad, y grabados. Para lo primero sugiere
comentarios y anotaciones; para lo segundo, mapas o planitos de los itinerarios; grabados de personajes y monumentos. Para esto teme que Abello
hubiera extraviado los borrones (si andaban sueltos) incluidos por Jovellanos
en sus Diarios. E incluso concibe sacar a concurso la ilustración de la obra: ¡No
se gasta el Gobierno —escribe— 6.000 pesetas para premiar la mejor medalla conmemorativa del descubrimiento de América? ¿Y lo merece menos la ilustración de
esta obra magistral? Advierte también que la obra precisa de un índice alfabético de las personas que se citan en el texto. Y tiene por error de Abello la
supresión de algunos nombres propios en varios pasajes de la obra.
Entre los nombres Somoza descubre a sus antepasados por una
parte y por otra se encuentra con todos aquellos personajes tan conocidos ya
por él:
Solo algún vestigio de anticuario como yo, v. gr., que sabe al pormenor los nombres, sucesos y vicisitudes de las familias locales, pudiera
decir algo sobre la materia; pero me guardaré muy bien de ello. Por allí
andan mis tíos, y abuelos, y parientes... ¡con qué placer no he visto sus nombres en aquel relato! Conozco a los alumnos y a los profesores del Instituto;
a los contertulios de Jovellanos, a los regidores y jueces del Ayuntamiento, a
sus parientes, allegados y sirvientes... gran arsenal de datos para escribir
218
219
Ídem. Carta 432; sin fecha (mes de diciembre de 1891); págs. 350-351.
Ídem. Carta 449; 31 de diciembre de 1891; págs. 365-371.
Agustín Guzmán Sancho
144
novelas locales a estilo del inimitable Mtr. Pereda. Pero... es muy ruin y
villana la condición de esta gente, para que yo me arriesgue (¡quién supiera!) a semejante empresa220.
La impresión que le ha producido la resume así:
En resumen: aun sin contar con lo que falta, (que debe ser sustancioso) tengo la obra por fuente de grandes noticias, muy útiles para los estudiosos, y gráficas para conocer a Jovellanos “por dentro”. Todo lo dice, todo
lo anota, así lo que le es favorable como lo que le es adverso. Su ingenuidad
nativa, se refleja a cada paso en este libro, ¿quién tendrá valor para motejarle cuando abre a todos los ojos su pecho? Siguiendo la frase de Ceán ¿no
es esta obra “una confesión” en público de sus más íntimos pensamientos?221.
Pero se queja de no poder compartir su entusiasmo y emoción con
nadie, y dejándose llevar por la pasión del momento arremete, en uno de
esos arranques tan suyos, contra sus propios paisanos:
Nada le digo a Vd. de mi entusiasmo ni de mis emociones: solo sí
le afirmaré que aquí, en mi propia patria no tengo una sola persona con
quien compartirlas. Este es un pueblo de comerciantes encanallados, incapaces de ninguna idea elevada. Jovellanos no pertenece a Gijón, Jovellanos
es español, y nada más, ¿qué tienen de común sus ideas, sus sentimientos,
su educación, la nobleza de sus aspiraciones generosas, con las de esta gente
falsa, pérfida, doble, ruin y villana de condición, mezquina de ideas, imponderablemente vanidosa, y refractaria a toda idea de grandeza? Nada ¡ni sombra!222.
He aquí una particularidad digna de notarse. Somoza, al contrario
que sucede en otros, no ve a Jovellanos desde el paisanaje. Para Somoza,
Jovellanos no es prototipo de asturiano, sino prototipo universal. No siente
al personaje como “suyo”, apegado a su tierra. No se acerca a él atraído por
su condición de asturiano, sino que ha visto en él algo más. Su visión jovellanista es amplia, dilatada hasta el punto de tener la sensación con todo
acierto de estar ante un gigante. En esto se aparta de aquella de quienes guiados por el amor y el celo del paisanaje, por un sentimiento de orgullo patrio,
resaltan lo asturiano del personaje, sin darse cuenta que con ello le empequeñecen y reducen, mientras de la otra manera al universalizarlo le agrandan con el consiguiente incremento de su orgullo de paisanos. Es muy posi-
Ídem, pág. 368.
Ídem, pág. 369
222 Ibídem.
220
221
Biografía de Julio Somoza
145
ble que de haber tenido una visión meramente localista o regionalista de
Jovellanos su labor no hubiera tenido la trascendencia que tuvo.
Manifiesta también en la carta su indisposición hacia Menéndez de
Luarca que impide que pueda obtener él lo que faltaba de los Diarios. El
párrafo nos sirve para poner de manifiesto un rasgo de hombría de bien de
su personalidad. Por una parte confiesa que no es su genio para avistarse con
él, sino lo haría. Pero añade: A mayor abundamiento tengo que zurrarle —dice—
la badana (si es que mi humor alcanza a tanto), y sería indecoroso obtener de él ningún favor, y luego pagárselo en tan mala moneda223. Julio Somoza no actuaba
nunca con reserva; si tenía mala opinión de una persona no le hablaba y en
paz. La hipocresía no era terreno que él cultivase.
Veinte días después comunica, a su ya —para siempre— reconciliado amigo, la impresión entre atontado y maravillado que le ha producido la
segunda lectura de los Diarios:
Mi estimado y digno amigo: Termino en este instante la segunda
lectura de todo lo concerniente a Asturias, (deteniéndome más en lo relativo a Gijón) dejándome una impresión, así como entre atontado y maravillado, al ver, como en un pueblo tan insignificante y de tan sedentaria vida,
encontraba aquel varón eminente, elementos bastantes para la imponderable
actividad de su espíritu, la práctica de las buenas obras, el fomento (con
patriótico celo) de todos los intereses locales y provinciales, y el cumplimiento de todos los deberes religiosos, sociales, familiares, y de buena e
hidalga amistad. ¡Vamos! que al considerar la hidalguía del aquel caballero,
y la menguada ralea de la estúpida sociedad moderna, me dan ganas de llorar. ¿Con quién compararé yo a don Gaspar? En la pureza de sus sentimientos religiosos, en la nobleza de su corazón, en su amor a la patria, en la
grandeza de su saber, en la naturalidad, modestia y afabilidad de su trato, en
la admiración y veneración que supo inspirar a los extranjeros,... ¿quién le
igualará? sino fuere un español tan modesto, tan sabio, tan virtuoso y tan
patriota como el insigne don Cosme Damián de Churruca?... Bueno. Basta
de exordio224.
No hay duda, pues, que los Diarios van a contribuir a reafirmar el
incondicional jovellanismo de Somoza. Mucho siente tener que desprenderse de ellos pero promete enviarlos:
Ídem, pág. 370.
Ídem. Carta 481; fecha 20 enero de 1892; págs. 398-401. La carta, publicada por Martínez
Cachero, contiene las observaciones técnicas de Somoza: Anota defectos en la nomenclatura asturiana; propone servirse de las obras de sus amigos: la Bibliografía de F. Acevedo, de
la Epigrafía de Ciriaco Miguel Vigil, etc.; y echa de menos la existencia de documentos que
debían ir incorporados a los Diarios.
223
224
146
Agustín Guzmán Sancho
Para fin de mes, o principios del entrante, remitiré a su papá, a
Santander bajo doble cubierta, encartonado, atado y lacrado con J. S.
el libro que generosamente me prestó. En el alma siento separarme de él; porque si está muy requetebién en su librería de Vd., ¿sería puesto menos digno
para él, el de una biblioteca jovellanista? Si llego a publicar mi bibliograph.
jovell.ta anotaré marginalmente para Vd. lo que en ella poseo. Y un millón
de gracias, y otro millón por la buena voluntad.
Para terminar quiere manifestar su agradecimiento prometiéndole
enviarle de sus libros los que pida, que aunque no los poseyera los buscaría,
y haciendo alarde una vez más de su particular sentido del humor, le pide
perdón por haberle distraído con su alucinación (vulgo, chifladura), con que
califica a su pasión jovellanista.
Menéndez Pelayo, con los pies más en la tierra que Somoza, le contesta que el proyecto de la edición con grabados le parece Demasiado bonito y
habría que contentarse con una edición modesta y limpia, dado lo que se
podía esperar de los editores en las actuales circunstancias. Y en contestación
al ofrecimiento de sus obras le pide Cosiquines de la mió Quintana. Le ruega
también que corrija todas las erratas que advierta225.
La corrección no se lleva a cabo porque la carta de Menéndez Pelayo
llega cuando Somoza ya tiene empaquetados los Diarios. Le promete enviarle las Cosiquines en cuanto alcance un ejemplar. A propósito de esta obra le
comentará: en el bien entendido, de que nada vale lo que contiene, (por lo cual lo
retiré de la circulación), salvo un diálogo sobre los Bocetos de este Instituto, que tengo
por lo menos malo. Mírele con benevolencia, y luego, arrincónele226. Menéndez
Pelayo tenía interés en esta obra por contener algunos documentos jovellanistas e insiste de nuevo. Somoza tras tenerla un par de meses empaquetada
y lista, aprovecha la venida de su hermano a Gijón, para que a la vuelta a
Madrid se la entregue en mano a don Marcelino, quien comenta que ha
encontrado capítulos muy interesantes, sobre todo el relativo a los bocetos
del Instituto227.
3.— Intento fallido de publicación de los Diarios
La amistad y la confianza entre Menéndez Pelayo y Julio Somoza es
cada vez más estrecha. El primero va conociendo al segundo; sabe que le
admira y venera. El reconocimiento es recíproco. Se intercambian noticias y
Ídem. Carta 497; fecha 1 febrero 1892; págs. 414-415.
Ídem. Carta 506; fecha 10 febrero 1892; págs. 420-421.
227 Ídem. Tomo XII. Cartas 11 y 68; fechas 10 julio y 22 septiembre 1892; págs. 9 y 66.
225
226
Biografía de Julio Somoza
147
libros, no todo jovellanista. Al calor de esta amistad y a propósito de sus
Cosiquines Somoza muestra su alma al amigo y le hace confesión de sus arrepentimientos, de su manera de afrontar los errores pasados:
Temo y debo hacerle a Vd. una prevención respecto al susodicho
libro: y es, que escrito en una época en que yo no tenía suficiente juicio, ni
moderación, estampé en él algunas expresiones de que ahora me pesa gravemente. Hubiera desgarrado algunas páginas o tachado varios renglones, si
tal procedimiento fuera un recurso legal. Pero, como dije a Fr. Miguélez,
entiendo que es más noble y decoroso, confesar y declarar la propia falta, y
avergonzarse de haberla cometido; pues que el hombre siempre y en todo
tiempo debe tener el valor cristiano de confesar su ignorancia, y hacer esta
declaración a cara descubierta228.
Mientras tanto Fr. Miguélez va trabajando para lograr de Menéndez
de Luarca los originales de los Diarios. Aconsejado que era conveniente escribiera él al Sr. de Luarca, lo hace y recibe en contestación una mañosa carta que
no era una negativa, pero que haciéndose el chiquito, según expresión de
Somoza, atravesaba lindas promesas sin comprometerse en nada. De la contestación da cuenta también a Menéndez Pelayo en una carta en la que refiriéndose a Somoza dice: “No nace otro jovellanista como él”229. ¡Qué bien
conocía a su amigo! Menéndez Pelayo duda de conseguir algo de Menéndez
de Luarca; nada entiende de sus tretas y entradas y salidas; lo único que dice
en el asunto es que está dispuesto a trabajar gratuita y desinteresadamente
en la corrección y anotación de los Diarios. La actitud oscura y sibilina de
Luarca descompone a Somoza, hasta el punto de que el agustino advierte a
Menéndez Pelayo que si le escribe le aconseje calma y prudencia. No obstante Miguélez a la par que califica la actitud de Somoza de berrinche, señala:
“pero como yo le conozco bien, supongo se le pasará pronto”230.
Cuando parecía que la entrega de los originales iba a tener lugar y
Miguélez había designado en Oviedo dos personas de su confianza para que
recibieran su entrega, Luarca manifiesta haber estado enfermo y que no
puede hacer la entrega hasta la semana en curso. Pero pasó el plazo y salió
con que iba a hacer la publicación por su cuenta. ¿No era para coger berrinches?
Conociendo el carácter voluble del poseedor de los Diarios no cabría
preguntarse qué causas determinaron que faltara a la palabra dada, si no
fuera porque Miguélez, escribe a Menéndez Pelayo: “Me han dicho (y no sé
con qué fundamento) que el P. Vigil, el Sr. Pidal y el Conde de Revillagigedo
Ídem. Carta 11; fecha 10 julio 1892; pág. 9.
Ídem. Tomo XI. Carta 507; fecha 12 febrero 1892, pág. 422.
230 Ídem. Carta 574; fecha 10 abril 1892; págs. 474-475.
228
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Agustín Guzmán Sancho
se oponían a la publicación de los Diarios. He puesto en cuarentena la noticia”231. La opinión de don Marcelino era que a Luarca “nada le importaban
en el fondo ni Jovellanos, ni los Diarios, sino la satisfacción de su vanidad personal y de la saña que rebosa en su alma contra una porción de cosas y de
personas”. Le consolaba el que en todo caso la edición fuera intervenida por
el P. Miguélez, “para que no se quite ni mude una tilde de los originales”,
decía. Y aconsejaba a Somoza que no tomase “parte alguna en semejante
publicación, que seguramente irá encabezada con un libelo contra la buena
memoria de Jovellanos, que esto y no otra cosa será el prólogo, que Luarca
anuncia”. En el fondo manifestaba: “La noticia me regocija más que me
molesta. Hágase el milagro y hágalo el diablo”232.
No le cayó en saco roto a Somoza la opinión de Menéndez, a quien
llama mi cariñosísimo amigo, y está de acuerdo en todo con ella. Así se lo manifiesta en una carta llena de su peculiar sorna. En ella le habla de una tertulia
que se formó en la casa de Jovellanos:
— Se habló de todo, y de mucho más; y preferentemente de
Menéndez de Luarca, a quien los gijoneses de algún viso tienen entre dientes, esperando confiados en que yo me queme, para que haya liza, y verla
ellos muy descansados desde la barrera. ¡Están guapos y frescos!
— Fray Miguélez, como es joven, es muy confiado, y cree que el
luarquín se va a correr y le va a remitir los originales de los Diarios. ¡Ya
escampa, y llovían capuchinos de bronce! De todos modos, hay que agradecerle mucho lo que ha hecho; y como se llegue a imprimir el 1er pliego, diga
Vd. que ha puesto una pica en Flandes, y una lanza en Navia. Yo le he escrito anteayer al Escorial, una carta agridulce, para que no se enfote uno y
otro, para que persevere y no se desanime. Porque a la verdad, cada carta que
le envía Alejandrino, es una maravilla... de ingenio, y un tejido de patrañas,
que el diañu las desenguedeye.
Tras agradecerle sus apuntes y notas, prosigue:
— Volviendo a Mez de Luarca, pensamos de común acuerdo; y ha
puesto Vd. el dedo en la llaga al definir el carácter de aquel individuo, tan
sobrado de presunción como falto de rectitud moral.— Es el pecado capital
de mis paisanos; la vanidad, una vanidad presuntuosa, engendro mixto de
ignorancia, fatuidad y presunción de raza; rasgo patrimonial del villano y
del campesino, que, a poder y saber, pondrían blasón heráldico hasta en las
tachuelas de las madreñas.
231
232
Ídem. Carta 633; fecha 30 mayo 1892; pág. 540.
Ídem. Carta 6; fecha 7 julio 1892; pág. 3.
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Agustín Guzmán Sancho
Sin embargo, la vanidad de Luarca cedió y vino a un acuerdo con
Miguélez, conforme al cual no habría prólogo, sino una introducción en la
que figurarían las cartas dirigidas entre ellos. En la portada se leería: “Diarios
de Jovellanos con una introducción por Menéndez de Luarca y notas y
comentarios de Avello, Menéndez Pelayo y fr. Miguélez”. ¿Lo cual significaba que Somoza quedaría fuera de la obra? Sí y no. Somoza no figuraría, pero
ayudaría en lo que pudiera y supiera233. ¡Admirable generosidad y vocación
jovellanista! Más admirable cuánto que él era el que mejor preparado se
encontraba para el trabajo de anotación y comentarios. El 4 de noviembre de
1892 anuncia a Marcelino que ya está acumulando materiales para las notas
y eso que no tiene el original a la vista, sino el extracto de Ceán. Somoza es
un impaciente y va adelantando trabajo234.
Sin embargo, cuando todo está elegido, el papel, el formato, los tipos
de imprenta, enferma el regente de la imprenta y se paraliza la obra un par
de meses; y por si fuera poco, cuando éste iba mejorando quien enfermó es
el Director de la Victoria de la Cruz, que tenía como misión cotejar las pruebas
con las capillas. “A todo esto, yo impaciente —dirá Miguélez a Menéndez
Pelayo—; Somoza... no digamos; pone el grito en el cielo”; pero sigue escribiendo notas y más notas hasta que le sorprendan las pruebas que de seguro
llenará de anotaciones quizá con exceso235.
Pero la muerte de Menéndez de Luarca dará al traste con aquel
sueño. La edición se interrumpirá cuando se llegaba por la página 192.
Pasarán años, hasta que vuelva a intentarse y se publiquen los Diarios. Pero
no será Somoza quien lleve a cabo la edición.
Ídem. Tomo XII. Carta 45; fecha 18 agosto 1892; pág. 42.
Ídem. Carta 105; pág. 53.
235 Ídem. Carta 213; fecha 6 febrero 1893; pág. 156.
233
234
CAPÍTULO 7
La numismática
1.— Las ideas numismáticas de don Julio
Julio Somoza estaba convencido de que la numismática no era en
nuestra patria, que la había inaugurado en Europa, mirada con aprecio y estima. Por eso con su gracejo personal se contesta a la pregunta qué es en
España un numismático diciendo que es un iluso, un chiflado, un hombre que
tiene muy poco que hacer, y que pierde lastimosamente el tiempo ocupándose de fruslerías que a nadie le importan. Y añade con el mismo tono entre
burlas y veras que el vulgo (tanto entre los de la boina como entre los del auto)
lleva en parte razón, porque entre los numismáticos no todos tienen la misma
categoría.
Distingue entre acaparadores de monedas (variedad del género urraca); coleccionistas de escaparate; clasificadores, sin análisis; y los inteligentes o
profesionales de la clase. En esta última habría que clasificarle a él. Pero
incluso aquí también encuentra distingos. A Somoza hay que distinguirlo
entre los mejores calificados. Es más, nos atreveríamos a decir que gracias a
él la Numismática adquiere en Asturias una importancia como nunca la
había tenido. Basta leer su obra póstuma De la Numismática en Asturias, preparada por su alumno en esta ciencia, don Pedro Hurlé236, para darse cuenta
que carecía nuestra región de una tradición importante.
Él logrará reunir la más importante colección asturiana, no sólo por
el número sino por la calidad de las piezas. A sus manos llegarán completas
algunas de las colecciones privadas asturianas de alguna importancia, como
las de los Señores Morán Labandera y Fuertes Acevedo, más importantes
Fue publicada en Gijón, en 1984 en la colección Monumenta Histórica Asturiana. La primera parte, que trata de la historia de los coleccionistas asturianos, fue publicada por el
propio Somoza en El Carbayón de Oviedo, los días 5, 6, 9, 12, 13 y 15 de diciembre de 1890,
y lleva la dedicatoria: A mi excelente amigo Rogelio Jove y Bravo. Parte del material manuscrito se conserva en el Archivo de la FUNDACIÓN ALVARGONZÁLEZ. Hemos preferido
trabajar sobre el texto de la edición de Hurlé, para facilitar la referencia al lector.
236
152
Agustín Guzmán Sancho
fracciones como las de los Señores don Francisco Palacio, de Oviedo, y don
Eugenio Nava Caveda.
Don Julio distinguía entre el concepto comercial y la estimación histórica. Esta última era lo que él valoraba. No fue la suya una actividad de
simple coleccionismo, actividad que calificaba de ameno y grato pasatiempo,
ni una afición esporádica o al margen de su inquietud histórica, sino su complemento permanente. Y se dedicó a ella con todo el amor y conciencia de su
gran valor. Para él la NUMISMÁTICA (escrita con mayúsculas) es una ciencia
auxiliar y, a la vez, de conjunto: auxiliar porque forma parte de los elementos auxiliares de la Historia, en general; de conjunto porque para su comprensión total ha de
menester de multitud de elementos y conocimientos de varia procedencia, hasta de los
más extraños y heterogéneos. Y calificaba a las monedas de pequeños monumentos metálicos que perpetúan, a través de los siglos, la vida de pueblos y naciones ya
desaparecidos237.
Para entender cómo vivía Somoza la pasión por el coleccionismo de
monedas y medallas hay que decir que difícilmente se resistía a hablar del
tema. Cualquier pretexto le bastaba para ello. Cuando en carta de 29 de septiembre de 1891 pretende y logra reanudar la correspondencia con Menéndez
Pelayo y afirmar su amistad entre ambos, se despide con estas palabras: Y no
le hablo a Vd. más de libros, papeles ni “monedas” (“aunque buena gana se me pasan
de ello”), por dos razones. La una, porque sería pecar por exceso de confianza y la
otra, porque necesita Vd. el tiempo para obras y empresas excelentes, que así le dan
gloria, como se la dan a la patria238. Estamos seguros de que de buena gana
hubiera sacado el tema.
Del grado de adicción de esta pasión o chifladura era consciente,
hasta el punto de hacer, como siempre, inteligente burla de sí mismo. Así le
cuenta a Menéndez Pelayo la visita de don José Ramón de Luanco: Díjome,
que le dejaba a Vd. en Madrid, sudando el quilo y en el traje de Adán, sobre la cama.
Acto continuo, me dio una repasata, acerca de la alquimia en España que me temblaban las carnes; claro que no nos entendimos, porque él parlaba en químico y yo
le contradecía en numismático. Y para conciliarnos, le conduje a casa de Jovellanos,
en cuyo estrado, pasamos, con otros compinches, la mayor parte de la tarde239.
El coleccionismo sería sin duda lo que le llevó a entablar una buena
amistad con don Sebastián de Soto Cortés, con quien con toda seguridad
237 SOMOZA, Julio. De la Numismática en Asturias. Monumenta Histórica Asturiensia XV.
Gijón, Edición preparada por Pedro Hurlé Manso, 1984; págs. 4 y 27.
238 MENÉNDEZ PELAYO, Marcelino. Epistolario. Tomo XI. Carta 324; pág. 238.
239 Ídem. Tomo XII. Carta 11; fecha 10 julio 1892; pág. 8.
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Agustín Guzmán Sancho
podía entenderse muy bien, pues ambos parlaban en numismático. Es más, en
una de las cartas que le envía, fechada en Gigia, in ora maris, dia de Stº Tomás
de 1893 le llama muy caro amigo y colega en chifladuras. Las chifladuras de don
Sebastián eran fundamentalmente los libros, la arqueología, y el coleccionismo de objetos prehistóricos, procedentes en parte de sus propias exploraciones, así como de monedas y objetos raros. A ellas dedicaba el tiempo libre,
que era todas las horas del día, pues hombre acaudalado no necesitó dedicarse a ninguna profesión, aunque hubiera podido, por ejemplo, ejercer la
Abogacía, pues terminó los estudios de Derecho en Valladolid, además de los
de Filosofía y Letras en Oviedo.
2.— La amistad con Soto Posada
Los apellidos con los que se le nombraba familiarmente eran Soto
Posada, aunque Somoza en una de sus cartas haciendo burla de esta circunstancia, encabeza la anterior carta referenciada nombrándole: Sr. D. Sebastián
de Soto y Cortés, Soto Posada, Soto Rivero, Soto Posada (bis), Posada-Jovellanos. En
cuanto a su domicilio, alternaba su residencia entre Labra y Posada (Llanes),
donde tenía sendos palacios. Del primero de ellos dice Somoza: No es fácil
empresa atinar con la morada señorial de Labra, situada frente a Corao, monte arriba y a la izquierda del agudísimo Pico de Iguedo; y menos aún penetrar en ella. Y así
lo consignamos, porque más de uno, con las licencias necesarias, tuvo que dar la
vuelta por donde había ido con muy lindo compás de pies, desde la mismísima antojana del palacio o contentarse con verle en reproducción panorámica. Porque si bien
es cierto que con el plano de Schultz en el bolsillo y tomando lengua se llega hoy a los
más extraños y recónditos parajes y a la vera de los más encantados castillos, no es
cosa tan llana como parece el hincarles el diente o colocarse de rondón por la escalera arriba para recrearse en maravillas con las que muchos sueñan y pocos y muy contados a conseguir alcanzan240.
En estos palacios o encantados castillos, como le parecían a nuestro
quijote Somoza, guardaba valiosos objetos de mérito, rareza y antigüedad en
arqueología, epigrafía, indumentaria, prehistoria, bibliografía, arte pictórico, numismática, arte venatorio, equitación, libros de jineta, cartografía, culinaria, juegos y...
cuanto Dios crió, según expresión de su amigo.
Del grado de conocimientos que Soto Posada llegó a adquirir en las
disciplinas cultivadas dio repetidas muestras en informes enviados a la
Academia de la Historia, la cual premió esta labor nombrándole Académico
240 SOMOZA, Julio. De la Numismática en Asturias. Monumenta Histórica Asturiensia XV.
Gijón, Edición preparada por Pedro Hurlé Manso, 1984; pág. 25.
Biografía de Julio Somoza
155
Correspondiente el 18 de junio de 1897. Colaboró también en las tareas de la
Comisión Provincial de Monumentos, de la que fue corresponsal en Llanes.
Aparte de esto, su pasión fueron los caballos y las criadas guapas, a decir de
Juan Antonio Cabezas241.
Tenían en común ambos chiflados la amistad de sus ascendientes,
pues descendía don Sebastián de Juana Jacinta, hermana de Jovellanos,
amiga que fue de la Indiana de Cirieño, bisabuela de Somoza; amistad que
determinaría que Jovellanos se convirtiera en tutor de la abuela de Somoza.
Tanto por esto como por la semejanza de gustos, la amistad fue grande entre
ambos a juzgar por el cariñoso trato que se deja traslucir de la correspondencia entre ambos, y en la que entre otros temas surge el numismático. Por
su interés reproducimos algunos pasajes de estas cartas242.
En la fechada el día de San Blas de 1890, Somoza se interesa por una
medalla conmemorativa del establecimiento de la Masonería y le invita a que
haga un inventario de las que tenga.
¿Cuándo va Vd. a Labra y a Posada? Dígolo, porque tengo dentera por saber cómo es esa medalla conmemorativa del establecimiento de la
Masoner (sic) en Gijón. Anímese Vd. a hacer un Inventario de las que
tenga; y si algún día le inspirasen a Vd. tedio o cansancio, ya sabe donde
serán recibidas con los brazos abiertos243.
Otra de las monedas que tenía su amigo era una de Carissio. A propósito de ella Somoza le da consejos para que tenga cuidados con las falsificaciones:
Creo me enseñó Vd. entre las monedas de su última adquisición
monetaria, una de “Carissio”; pero, entendámonos; este Carissio ¿es Publio
Carissio que a las órdenes de Augusto venció a Lancia y los Astures en la 2ª
guerra cantábrica el año 20 a. de J. C.? ¿o era de Marco Agrippa, yerno de
Augusto, que los sujetó, terminando la guerra el año 19 a. de C.? Porque
amigo Soto, desde que Fermín “se atreve” a escribir la Historia de Asturias,
se miente mucho244. Y ya sea Publio Carissio o Marco Agrippa, supongo que
tendrá por el Rx el busto de Augusto, pues de no tenerlo ¿quién me dice a
mí que esa moneda no es de algún individuo o cónsul de la familia
241 SUAREZ, Constantino. Escritores y Artistas Asturianos. Índice bio-bibliográfico. Tomo VII
Edición, Adiciones y Epílogo de José María Martínez Cachero. Oviedo, Instituto de
Estudios Asturianos, 1959.
242 Se conservan en el Archivo Histórico de la FUNDACIÓN ALVARGONZÁLEZ, en la carpeta G 50/1. Son todas de Julio Somoza, no se conservan las de Soto Cortés.
243 En su catálogo de monedas que figura al final de su obra De la Numismática en Asturias
ya citada, pág. 137, figura esta medalla de 1850, de la Logia Amigos de la Naturaleza y
Humanidad de Gijón. Es de suponer que al final terminaría regalándosela.
244 No es la única vez en que Somoza critica a Fermín Canella.
156
Agustín Guzmán Sancho
“Carissia”? Ya sabe Vd. que hay viles falsificadores, y que en esto de monedas y medallas hay que andarse con mucho tino. —Fermín me citó dos: una
de “Astúrica”, que bien creo yo sea de “Astúrica Augusta” (Astorga) citada por Vaillant; y otra de las Aras Sextianas. Pase por la primera; la segunda debe originarse de una mala lectura, y así se lo refuté en una de mis últimas cartas245.
En otra carta posterior fechada así: Xixón, ut supra, haciendo referencia a una copla popular que aparece en la parte superior referida al Domingo
de Ramos, vuelve a insistir sobre Carissio y agradece la donación de un objeto que no podemos deducir cuál es; pero debía ser moneda o medalla.
Somoza no lo incluye en su monetario porque no es documento histórico. ¿Se
trataría de una medalla acuñada por su rico y excéntrico amigo dedicada al
propio Somoza? Es muy posible que así fuera, pues no encontramos otra
explicación para la existencia en su catálogo de una medalla de 37 mm. que
aparece con el número 2.747a y que se describe así: 1848. Nace en Gijón Julio
Somoza246.
— No creo que le falte razón al P. Flórez en la interpretación de la
medalla de P. CARISSIVS. En efecto, Delgado, en su magnífica obra de
“medallas autónomas”, trae dicha medalla entre las de Mérida. Las ocho primeras, mencionan a aquel general del siguiente modo:
P. CARISSIVS, LEG. PRO PR, esto es “Publio Carisio, Legado
pro Pretor”.(Todas éstas son de pequeño módulo).
Las cinco siguientes, de gran módulo, y sobre todo la 9ª, 10ª, y 11ª
que corresponden al tipo de la que Vd. tiene, dicen P. CARISSIVS, LEG.
AVGVSTI, o sea “Publio Carissio, Legado de Augusto”; y sin tener a la
vista ni la obra de Flórez, ni la de Delgado, conjeturo yo, que las ocho primeras monedas, corresponderán a la época de la estancia de Carissio en
Mérida y las cinco siguientes, en que se apellida “Legado de Augusto”,
deben referirse a la época en que venció a Lancia y los Astures; y acaso en su
“clave Historial” resuelva satisfactoriamente este punto el P. Flórez.
Y a propósito: recibí el recuerdo de Vd. y se lo agradezco; mas no le
coloco en mi monetario, porque no siendo documento histórico, pegaría mal
entre ellas. Algo tendría Vd. en Labra de más provecho para mi colección, y
creo que cultivando Vd. preferentemente la sección “autónoma”, no le harán
bulto los ejemplares desperdigados de las demás secciones. La rareza de las
autónomas se juzga por este hecho: un coleccionista de Orense me ofrece por
245 La carta lleva fecha de 22 de febrero, pero no dice el año. Por su contenido, ya que trata
en ella asuntos que aparecen en la anteriormente reseñada, el año es el mismo de 1890.
246 SOMOZA, Julio. De la Numismática en Asturias, Monumenta Histórica Asturiensia XV.
Gijón, Edición preparada por Pedro Hurlé Manso, 1984; pág. 136.
Biografía de Julio Somoza
157
mi ejemplar púnico de Gadir dieciséis monedas de plata de pequeño módulo, hispano-cristianas, entre Alfonso VIII y los Reyes Católicos.
De cuantos tesoros coleccionaba Soto Posada el mejor guardado era
su monetario. Un día llevó a Gijón un lote de unas 900 monedas para que
Somoza las clasificara. Pero éste nunca llego a saber el número exacto de las
que tenía, aunque presumía de superar el cuarto millar, cosa que Somoza
ponía en entredicho, conociendo la habilidad del personaje para los despistes. Al final, muerto el amigo, Somoza pudo comprobar a cuanto ascendía, al
poner sus herederos en sus manos la tasación del mismo: en total 2.606 monedas y medallas247.
3.— Amigos y maestros
Además de Soto Cortés hubo otros muchos amigos con quienes compartió la afición numismática, como por ejemplo: Braulio Vigón, Ciriaco
Martínez Vigil y el fraile agustino P. Miguélez, de quien ya hemos hablado al
tratar de los Diarios de Jovellanos. En general fueron muchos quienes le ayudaron a la adquisición y mantenimiento de su magnífica colección. Como tributo agradecido a su memoria y testimonio de cordial afecto recordaba
Somoza, además, a los siguientes señores: Don Marcelo Macías, docto catedrático; General Wenceslao Cifuentes; don Fernando González Valdés, médico
ovetense; Sr. Marqués de Toca; don Gabriel Llabrés, catedrático; don Faustino
Díaz, de Pravia; don Vicente Ramírez de Ocariz; don Juan Pantiga; don
Florencio Huertas, comandante de Infantería; don Ignacio Ferrín, ayudante de
Obras Públicas; don Javier Sanz, ingeniero de C.P.C.; don Nemesio Martínez
Sierra; don Dámaso Cifuentes de la Rubiera; don Leonardo Camino; etc., etc.
Pero entre todos ellos sobresalen quienes fueron sus primeros maestros: don Eugenio de Nava y Caveda y don Máximo Fuertes Acevedo. Era
don Enrique Nava y Caveda nieto de don Francisco de Paula Caveda y
Solares, el distinguido académico y cariñoso amigo de Jovellanos, y hermano
Archivo Histórico de la FUNDACIÓN ALVARGONZÁLEZ, G 50/2. Figura en esta carpeta un documento a máquina con anotaciones y cifras de Somoza. De él se deduce que el
inventario era de: 27 monedas de oro de varios países; 947 de plata, entre extranjeras españolas y romanas imperiales; y 1.595 de cobre, extranjeras, españolas y romanas imperiales,
más 37 duros españoles repetidos. El documento está fechado en Labra (Oviedo-Cangas de
Onís), el 26 de septiembre de 1928. Don Sebastián Soto y Cortés había fallecido el 17 de mayo
de 1915 y su muerte fue muy sentida por los eruditos de la provincia y especialmente por los
miembros de la Comisión Provincial de Monumentos, en cuyas actas figura el sentimiento
por la pérdida de aquel a quien califican de “asturiano ilustradísimo, bibliógrafo y anticuario, y dueño de rica biblioteca y colección de objetos de arte e historia provincial”. (Archivo
del Museo Arqueológico de Oviedo. Libro de Actas. Sesión del 10 de junio de 1915).
247
158
Agustín Guzmán Sancho
del famoso Ingeniero Naval de la Armada y Diputado por Gijón, don Hilario
Nava y Caveda. Fue experto hacendista que desempeñó cargos en la Isla de
Cuba. De su carácter y personalidad dirá Somoza: Fue un modestísimo gijonés,
en quien la noble franqueza, unida a un trato afabilísimo, dio origen a recíproca y,
por nuestra parte, respetuosa amistad, a la vez que engendró en nuestro espíritu la
afición por la noble ciencia de que tratamos248. Parece ser que fue la modestia una
virtud familiar, pues de ella también gozaría fama su hermano. Ello habría de
ser la clave de la entrañable amistad con el aprendiz de numismático, pues
para Somoza era la vanidad el mayor defecto de los asturianos, como tendremos ocasión de analizar al tratar de su obra sobre el carácter asturiano.
Fue él quien despertó su afición a la Numismática, quien le amaestró
ayudándole en la interpretación de las numerosas obras que poseía sobre
Numismática Española y Extranjera y que le dejaba a su disposición. Debió
ser esto en tiempos de La Quintana, según se desprende del hecho de que aparezca entre sus colaboradores numismáticos Braulio Vigón y que dé a su
amigo Fuertes Acevedo el nombre de maestro al referirse a él en una tasación
monetaria249.
Es lógico que fuera a través de sus eruditos y queridos amigos cómo
se aficionase a esta actividad. Asturias no conservaba en sus museos nada
que pudiera tener un mediano valor. La Universidad de Oviedo había conocido mejores tiempos, cuando al parecer guardaba más de seis mil medallas;
monetario que procedía de la incautación a los Jesuitas de dicha ciudad, pero
fue saqueado en 1809 250. Del Museo Arqueológico Provincial dice Somoza:
Sabemos por uno de sus individuos, que está sin clasificar. Cuando lo revisamos, hace
ya algunos años, nada vimos en él que fijara nuestra atención. De entonces acá puede
haber prosperado: mas si hemos de juzgar de su adelanto por los donativos y legados
hechos, no creemos hayan soplado para él vientos prósperos251. Y en cuanto al
Instituto de Jovellanos, guardaba un heterogéneo grupo, un conjunto abigarrado de unas trescientas y tantas piezas, que procedían de un donativo de
don Enrique Nava Caveda, que contenía ejemplares en su mayor parte malos
y borrosos, y que eran guardados en tan revuelta confusión que daban a
Op. cit., pág. 20.
Carta a don Braulio García, que se conserva en el Archivo Histórico de la FUNDACIÓN
ALVARGONZÁLEZ, 50/2, y que ha sido publicada por Pedro Hurlé en el Anexo II de la
obra antes citada. En cuanto a la maestría de Máximo Fuertes Acevedo hay que recordar
que éste publicará en El Almanaque Asturiano del Carbayón 1890 un artículo bajo el título: La
Numismática en Asturias. (Oviedo, Edición facsímil de Mases Ediciones, 1987; págs. 45 y ss.)
250 Así lo afirma Fermín Canella en su Historia de la Universidad de Oviedo; pág. 185. Parece
ser que con posterioridad al saqueo se formó una nuevo legado por don Luis de Borbón
Vallabriga, el Infante Cardenal, pero Somoza lo pone en entredicho porque Canella no dice
nada de ello. (SOMOZA, Julio. De la Numismática en Asturias. Monumenta Histórica
Asturiensia XV. Gijón, Edición preparada por Pedro Hurlé Manso, 1984; págs. 30 y 31).
251 Op. cit., pág. 31.
248
249
Biografía de Julio Somoza
159
entender —según Somoza— la absoluta ignorancia de sus guardianes en
semejante rama histórica. No obstante alguien, como su amigo Fuertes
Acevedo, pensaba que este conjunto fue formado por su ilustre Fundador.
Sin embargo, nadie hasta 1872 vio tales monedas en el Instituto252.
4.— El contenido de la colección de Somoza
La base inicial del monetario de don Julio Somoza fue un primer
grupo de ochocientas monedas que pertenecieron a don Francisco Palacio.
Había heredado este señor dicho lote de don Ricardo Palacio, de Oviedo,
quien a su vez lo había heredado de don José Antonio Palacio, canónigo de
Oviedo, Oidor Honorario de la Cancillería de Valladolid, que poseía un magnífico monetario, según declara Posada, en 1805, y que las sucesivas sucesiones había disgregado con la consiguiente pérdida de valor que ello supone
siempre. A este primer núcleo básico se añadieron, hasta un total de 1.600
piezas, algunas más que según expresión de Somoza agenciamos de varios particulares, entre los que no olvidaremos nunca al bondadoso historiador don Ciriaco
Miguel Vigil y a nuestro coterráneo don Eugenio Nava, que nos ayudaron y alentaron en la empresa253.
Púnicas.................................................
Ibéricas.................................................
Bilingües..............................................
Latinas (colonias y municipios).......
Consulares (anónimas)......................
Consulares (familiares).....................
Imperiales............................................
Tiranos y Bajo Imperio......................
División del Imperio (Or. y Occ.)....
Hispano-árabes...................................
Hispano-cristianas.............................
Portuguesas........................................
Juras y Proclamaciones.....................
Conmemorativas................................
Extranjeras...........................................
AV
—
—
—
—
—
—
—
1
—
2
11
—
1
—
1
16
AR
—
6
—
1
1
7
14
1
—
11
209
19
11
13
77
370
AE
6
22
3
75
8
4
102
153
4
5
337
93
8
73
321
1.214
TOTAL
6
28
3
76
9
1
116
155
4
18
557
112
20
86
399
1.600
252 Esta frase de Somoza nos hace sospechar que tal vez fuera él quien descubrió la existencia de las monedas. En cuanto a su procedencia nadie mejor que Somoza tratándose de
Jovellanos: Don Gaspar reservaba las monedas que pudiera encontrar para la Academia, la
Universidad y sus amigos.
253 Op. cit., pág. 32
Agustín Guzmán Sancho
160
He aquí la distribución en conjunto de esta colección inicial:
En este primer intento como lo calificaba su propietario, podían
verse: un GALBA de plata con el reverso de Hispania; una dobla de oro, de
Cuenca, de Enrique III; y el notable guitón del Príncipe don Carlos (hijo de
Felipe II). Entre las que podían calificarse como muy notables: un menut
de Oliana de Luis XIII de Francia y un medallón artístico a flor de cuño del
Marqués de San Juan de Reyes, proclamando a Carlos IV en Guanajuato
de México. Por apreciable podía consignarse un quinario emeritense de
Augusto. Y en cuanto a rareza, destacaba un medallón de Caracalla, realizado por Giovanni Cavino, el Paduano, uno de los más diestros artífices
del Renacimiento.
Todo ello nos ha sido contado por el propio Somoza, con la pasión de
coleccionista que gusta mostrar con orgullo sus posesiones. No se olvidaba
tampoco de las doblas hispano-árabes: un dinar de los almorávides y otro de los
almohades; ni de su serie hispano-cristiana, en la que sobresalían dos blancas
ricas del Infante don Alfonso (hermano de Enrique IV), coronado en Ávila,
una de Burgos y otra de Toledo; ni de las piezas de 8, 4 y 2 maravedís de Felipe
III; ni de las de 8 maravedís de Felipe IV, más otra de cuño madrileño y fecha
de 1691, que tenía por inédita. Y, por último, entre la serie colonial aparecía un
duro provisional acuñado por la Suprema Junta de Zacatetas, en 1811, durante
el cautiverio de Fernando VII; y entre la serie portuguesa por raros: varios torneses de Fernando I, un medio tornés y un espadín de Alfonso V 254.
A esta primera adquisición habría de seguir otra: la del Brigadier don
Carlos Morán Labandera, natural de Gijón, que había reunido durante su
estancia en Navarra, y posteriormente en sus últimos años, una modesta
colección algo informe. Algunas piezas procedían de su tío el canónigo don
José Antonio de Labandera y Reyero, que había sido en opinión de Somoza
no coleccionista sino acaparador de monedas. La viuda del Brigadier, doña Julia
Lorente, quiso conservar como recuerdo de su esposo su colección de monedas y se resistió a don Julio Somoza, que insistía en comprarlas. Por fin los
herederos de esta señora, Sres. Bocinos y Laverdure, atendieron con benevolencia sus indicaciones y tras breve fórmula de convenio la hicieron pasar a
dominio de don Julio.
Era un total de 1.008 piezas, en su mayoría bien conservadas, entre
las que abundaban las series de monarcas privativos de Aragón, Mallorca,
Cataluña, Valencia y Navarra. Pero también había algunos hallazgos asturianos como un Valentiniano I (Imp. 364-375) con el reverso de Victoria Augg
(ustorum). Llegó a manos de Somoza esta monedita de oro envuelta en un
254
Op. cit., págs. 33 y 34.
Biografía de Julio Somoza
161
papel amarillento y de borrosa lectura en el que se decía que había pertenecido al canónigo Labandera Reyero quien a su vez la obtuvo de su amigo don
Gregorio Menéndez, el cual la encontró en el lugar de Contrueces, de la
parroquia de Ceares, el año 1700. Era una de las dos monedas que Rendueles
Llanos cita en la nota 2 de la página 19 de su Historia de Gijón. También encontró Somoza envuelto con idéntico papel y anotaciones un denario de Marco
Aurelio con el reverso de Palas, año VIII de la potestad tribunicia.
Del conjunto que había pertenecido a don Carlos Morán Labandera,
sólo pasaron a incrementar su primer monetario de 1.600 piezas, 252 ejemplares más, pues el resto de la donación constituían piezas repetidas. Pero,
sin embargo, pudo llegar a refundir un monetario de 2.000 piezas en total
gracias a las dádivas de algunos generosos amigos, entre otros de don
Joaquín Vigil Escalera, de Siero; don Eugenio de Nava Caveda, que le regaló
700 piezas que tenía duplicadas; don Fernando González Valdés, que le ofreció muy hermosos ejemplares en las series de los últimos Borbones; y doña
Beatriz de Armiño. Esta señora le regaló 100 ejemplares entre los que se
veían: un medallón de la Sociedad Económica de Amigos del País de Asturias que
había obtenido en su juventud por su pericia en el Dibujo; dos grandes bronces de Adriano, que le había obsequiado don Álvaro Armada y Valdés,
Marqués de San Esteban, propietario del monte Coriscao en Deva, donde se
encontraron; y cuatro visigodas entre las que sobresalía el triente de Égica.
Entre las nuevas adquisiciones se figuraban algunas raras monedas
de las llamadas provisionales, acuñadas en América, durante el cautiverio de
Fernando VII, que no figuraban en la obra de Heiss, a saber: dos de muy
oscura interpretación, correspondientes al pueblo de Morelos (México); una
de dos reales de cobre, con un reverso típico; y dos caraqueñas de los años 1817
y 1818, de valor de un cuarto que ostentan la cifra del monarca en el anverso
y las armas de la ciudad venezolana en el reverso. Otras son destacadas (mostradas diríamos más bien) por su orgulloso propietario a causa de su extrañeza, como la que dibujaba un escudo heráldico en una cara y en la otra una
bomba de incendios y alegorías al fuego, con el número 5 en cifra arábiga,
indicativa del barrio o cuartel donde ocurrió el fuego, o una supuesta medalla hebrea-latina, conmemorativa de un descubrimiento geométrico o astronómico.
Plenamente, y con la perseverancia que esta afición exige a sus adeptos
—nos cuenta Somoza—, pudimos superar la cifra de 2.500 ejemplares, llegando a
la de 2.676 (segunda refundición)255. Se debió esto en su mayor parte a la adquisición del monetario de Fuertes Acevedo, que como indeleble recuerdo de
255
Op. cit., pág. 38.
162
Agustín Guzmán Sancho
amistad y memoria póstuma, recibió de sus herederos. Estaba formada por
1.627 ejemplares, reunidos en el transcurso de varios años, durante la residencia de su propietario en Asturias, Santander y Badajoz. De esta colección
Somoza rechazó, regalándolas entre varios aficionados, 84 reproducciones en
plomo, pertenecientes al Consulado y al Imperio francés, entre otras razones
porque no guardaban relación con nuestra historia nacional.
Corrigió Somoza algunos errores de clasificación y de cómputo de su
amigo, y también aclaró algunos errores como el que se venían arrastrando
por tan importantes especialistas como don H. Pérez Varela y Campomanes
hasta llegar a Ciriaco Miguel Vigil. Se trataba de un error de mala lectura que
hacía a Tineo protagonista de haber acuñado una moneda en honor de
Fernando VI, cuando la verdadera lectura se refería no al colegio mayor de
Tineo sino al colegio mayor de Santo Tomás, de Sevilla.
El mayor interés de esta colección estaba en las series ibérica y latina
de colonias y Municipios de España, por las que sentía particular predilección
Fuertes Acevedo. La serie hispano-cristiana tenía en expresión de su nuevo
poseedor muy bellos especímenes. Pero lo que más le llamó la atención y resultó para él según sus palabras, motivo de júbilo fue una medallita de plata de
26 mm conmemorativa de la proclamación de la Constitución de 1812, en la
villa de Gijón, hecha a expensas de un gijonés que se ocultaba en ella bajo
las iniciales A. J. M. y que suponía correspondían a don Antonio Jove
Menéndez.
A esta moneda dedicó Pedro Hurlé un artículo titulado Una medalla
gijonesa256. En él cuenta que fue Gijón una de las cuatro localidades de la
península que conmemoraron tan fausto acontecimiento de la aprobación de
la Constitución de 1812. De ellos el articulista solamente conoció tres. Tan
interesante pieza no aparecía citada por Vives. En cuanto a las circunstancias
de acuñación dice: “No hemos podido averiguar en qué casa de moneda se
acuñó esta rarísima medalla; el dibujo, por su tosquedad, acusa la mano de
algún artista local, poco práctico, en este género de trabajos”. Y por lo que se
refiere a la filiación del generoso donante añade: “Después de largas investigaciones hemos podido comprobar que se trata del comerciante gijonés don
Antonio Jove Menéndez, cuya desahogada posición le permitía ese lujo
numismático”. De manera que vino el discípulo, Pedro Hurlé, a corroborar
las sospechas del maestro, Julio Somoza, acerca de la identidad del donante.
Resulta curioso el que Rendueles Llanos no la mencione en la Historia de
Gijón, a pesar de mencionar las fiestas que en honor de la Constitución se llevaron a cabo en la villa.
256
El Comercio, 21 de enero de 1951.
Biografía de Julio Somoza
163
En cuanto a las características y descripción de la misma, tenía un
diámetro de 25 mm y peso de 15 gramos. En el anverso se veía como un libro
que podría representar la Constitución aprobada —en realidad recuerdan las
Tablas de la Ley—. Debajo parten numerosos rayos, que aluden al sinnúmero de luces que con tal motivo iban a ser repartidas por España. Y más abajo
en tres líneas GIXON / A LA CONSTIT / ESPAÑOLA. En el reverso figuran
una balanza, que tanto puede representar al comercio como a la Justicia;
debajo, una especie de garita sobre un muelle con un proceloso mar que
surca un flamante bergantín —nos sugiere el puerto de Gijón, desde Santa
Catalina—; la leyenda EL COMº FIEL A LA XUSTª 7 DE SETe 1812; y en el
campo, A Exs DE AJM257.
Hizo Somoza, por último, una tercera refundición con la ayuda de
nuevos amigos, los herederos del Marqués de Vista Alegre y el Sr. Soto
Posada (Soto Cortés), por la que la colección pasó de un total de 2.676 a 3.400.
De esta última refundición hay que destacar además de un áureo de Nerón
que fue encontrado en la fuente de la Almunia, de abundantes resellados, y de
alguna proveniente de la ceca de Medina del Campo, la peculiaridad de una
moneda que ostentaba la letra griega tau, insignia peculiar de los templarios,
y que algunos tratadistas la explican como el TAU de Santa Tecla, patrona de
Tarragona, o el TAO de los comendadores de la Orden de San Antonio Abad
y los familiares de San Juan de Jerusalén, aludiendo al blasón de Santa Tecla.
No compartía este sentir Somoza, porque también en las monedas de Urgel
se registra el TAO.
El total de 3.400 piezas era el que constituía la colección, pero en realidad el número de monedas que llegó a reunir fue de 7.000. Él mismo hace
el resumen y procedencia de sus monedas y medallas:
Colección íntegra del Brigadier Morán...........................................................1.008
Colección íntegra del catedrático Fuertes Acevedo......................................1.627
Lote numismático del Sr. Palacio........................................................................800
Fracción de duplicados del Sr. Nava..................................................................700
Donativo gracioso de la Sra. Armiño.................................................................100
Adquisición herederos Marqués de Vista Alegre..............................................50
Del Sr. Soto Posada.................................................................................................20
Adquisiciones varias por compra, cambio o donativo.................................2.695
TOTAL.................................................................................................................7.000
257 HURLÉ, Pedro. Medallas conmemorativas Gijonesas. Tomo II, págs. 122 y ss., de los artículos de Pedro Hurlé reunidos en la Biblioteca Asturiana del P. Patac.
Agustín Guzmán Sancho
164
En cuanto a la colección, el RESUMEN sería el siguiente:
SERIES
I— HISPANO-HELÉNICAS
II— GRIEGAS Y FENICIAS
III— IBÉRICAS
IV— BILINGÜES
V— HISPANO-LATINAS
VI— CONSULARES ANÓNIMAS
VII— CONSULARES FAMILIARES
VIII— IMPERIALES
IX— TIRANOS Y BAJO IMPERIO
X— BIZANTINAS (Oriente)
XI— SUEVO-LUSITANAS
XII— VISIGODAS
XIII— HISPANO-ÁRABES
XIV— HISPANO-CRISTIANAS
XV— PORTUGUESAS
XVI— PROCLAMACIONES
XVII— GRANDES MAESTRES DE MALTA
XVIII— CONMEMORATIVAS ESPAÑOLAS
XIX— CONMEMORATIVAS EXTRANJERAS
XX— INGLESAS
XXI— EXTRANJERAS
AV
AR
8
1
18
AE
Totales
1
1
109
156
1
1
24
54
12
186
9
2
338
280
5
36
493
45
40
1
38
1
50
237
9
671
133
16
1
137
33
111
407
8
25
72
12
187
10
111
497
284
8
4
4
52
1.195
178
58
2
175
34
161
648
60 1.237 2.428
3.725
3
3
2
4
4
7
31
2
4
Autor de
clasificación
Delgado
“
“
“
“
Cohen
“
“
“
Sabatier
Heiss-Campaner
“
Codera-Vives
Heiss-V. Quadras
Teixeira
Herrera
Blanchet
Vidal Quadras
Boutkowski
Humphreys.Pinkert
Blanchet
5.— Monedas halladas en Asturias
De todas estas monedas, las que sin duda tenían un especial interés
eran las que habían sido halladas en Asturias. Así lo pone de manifiesto el
hecho de que hayamos encontrado una relación de su puño y letra de las
monedas de su pertenencia que habían sido encontradas en su tierra.
Probablemente la relación sería anterior a la última refundición, que hemos
reseñado, por lo que las referencias que en orden aparecen en esta nota no
coinciden con las del catálogo definitivo publicado por Pedro Hurlé. Por eso
nos limitaremos a señalar el balance respecto de cada uno de los lugares donde
habían sido encontradas. Del monte Coriscao, en Deva, poseía un par de ellas;
de Pino de Aller tenía un total de cinco monedas; de Pumarin, junto a la
Capillona, una; de Aroles, otra; otra más de la Abadía de Cenero; y otra de
Llanera. Resultan curiosas las que se encontraron con motivo de derribos y
Biografía de Julio Somoza
165
obras, por ejemplo dos halladas con ocasión de las obras de la primera traída
de aguas a Gijón, o la que se encontró en una casa de la calle San Antonio258.
A veces los hallazgos en Asturias ponían al descubierto piezas foráneas. Así por ejemplo, contaba don Julio con un famoso florín de Bolonia, que
apareció en tierras de la Abadía de Cenero, sin duda perteneciente a algún
viajero que llegó a nuestras tierras por pura casualidad259. Entre las monedas
que persiguió tenemos noticia de un cruzado de oro portugués, época de
Manuel I, el Afortunado, en el que aparecía la leyenda EMANUEL : R : P : ET
: A : D : GVINE (Manuel I, Rey de Portugal y Algarbe, Señor de Guinea), por
cuya razón se conocían estas piezas por el nombre de GUINE. Somoza había
fichado uno que poseía en 1871 Antonio G. Estrada, relojero que vivía en la
calle Corrida, y que en 1922, según pesquisas de Somoza, debía poseer su
hermano Bernardo G. Estrada, vecino de la Guía, quien lo ocultaba. Esta
moneda había sido encontrada en El Musel y don Julio sospechaba que sería
de los expedicionarios de la Escuadra Invencible, a su regreso de Inglaterra,
refugiada en El Musel. Por demás era moneda común, de la que Somoza
llegó a juntar cuatro ejemplares, ignorándose si uno sería este que tanto anhelaba por suponerlo testimonio de aquel importante suceso260.
Estos hallazgos ocasionaban gran revuelo entre los habitantes de
Gijón y estimulaban la codicia de las gentes. Somoza hace befa de estos contratiempos, por otra parte tan humanos, así como de la ignorancia de sus descubridores. Cuenta un sucedido al respecto que bien puede ser calificado de
disparatado. Un día llegaron a Gijón a consultarle un individuo que califica
de clásico burgués, acompañado del cura del lugar, trayendo a su presencia
unos bronces encontrados en la región piloñesa. Entre los de mediana conservación mostrábase uno con busto femenino en el anverso —dice Somoza—,
mostrando en el opuesto lado una figura de matrona con amplia veste de artísticos
pliegues, y actitud majestuosa, teniendo en la diestra mano una antorcha flamígera,
símbolo parlante del astro luminoso. Añade Somoza que nada de esto llamó la atención al poseedor del disco, sino solamente una palabra (resto sin duda de la leyenda
circular) que en visibles y bien cincelados caracteres, como todos los del alto imperio,
decía sin el menor equívoco ¡LUCIFER...!
Aquella diabólica palabra era la causante de la visita. El dueño del
bronce y el cura del lugar habían calificado el hallazgo como de la moneda del
diablo, y así, por lo singular el caso, como por lo sorprendente de la lectura, entre
escamados y maravillados decidieron consultar sus dudas no con el abogado del
diablo (que pudiera birlarles la moneda) sino con quien, a su juicio, le ofreciera las
Archivo de la FUNDACIÓN ALVARGONZÁLEZ, G 50/2.
HURLÉ, Pedro. Los hallazgos de monedas antiguas en Gijón y su concejo. El Comercio, 4 de
septiembre de 1959.
260 Archivo de la FUNDACIÓN ALVARGONZÁLEZ, G 50/2.
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Agustín Guzmán Sancho
más sólidas garantías. Consultado Somoza, se sonrió y según dice le costó
Dios y ayuda el darle a entender al dueño por medio de imágenes acomodadas a
su rústico cerebro, y despojadas de todo aparato retórico, que allí no había diablo
ni diablesa, sino una Emperatriz (Faustina la joven, mujer de Marco Aurelio)
o Julia Domna, que consagraba o dedicaba aquella moneda a DIANA
LUCÍFERA, y añade: como si dijéramos, a DIANA con la advocación del lucero de
la mañana, ¡nada! como si cantara, ni a trompa y talega le entraba el argumento.
El fin de la historia fue este: Mohíno se quedó el hombre, como quien, despojado de la venda y sin poder explicárselo, ve y toca la impura realidad de los hechos.
Por fin, apeló al último argumento (que para él constituía el de mayor fuerza) y con
voz algo velada preguntó: y esto ¿qué podría valer?...¡cómo, esto! (dije aparentando
asombro y volcándoles de golpe sobre la cabeza el caldero de agua hirviendo)... ¡Nada!
diez o quince céntimos; si esto abunda en Asturias más que “los artos y el felechu”,
¡a buena parte va! Y añade su protagonista:
... y luego, incontinenti
guardó los discos, se caló el chapeo
y tomando el portante
ni se acordó de dar gracias261.
Muchas veces era consultado Julio Somoza interviniendo en muchos
trueques y tasaciones. Cuando se trataba de valorar un conjunto pretendido
por él solía utilizar los argumentos que cualquier comprador suele emplear
con el objeto de obtener, por la menor cantidad de dinero posible, aquello que
de veras le interesa, pero los precios que correspondían a las piezas de oro y
plata eran los que en aquella época corrían. Era en este aspecto un hombre
serio en cuanto comprador262.
Sus conocimientos fueron amplísimos. Estuvo en relación con los
principales coleccionistas nacionales e incluso algún que otro extranjero. Se
conserva una lista, de puño y letra de Somoza en la que figuran los principales de ellos: Armengol, de Barcelona; Pablo Bosch, en Madrid y Barcelona;
Ignacio Calvo, Madrid; M. F. de Campos; Conde de Cedillo; Rafael Cervera,
de Madrid; M. J. H. Coronel; Cayo Escudero, de Navarra; Camilo G. de
Castro; José García de la Torre, Madrid; A. González del Valle, de la Habana;
Adolfo Herrera, de Madrid; N. Mazarredo, de Madrid; José Toribio Medina,
de Chile; Císcar Montoliu; Mullé de la Cerda, de Madrid; General Noguer;
Pedro Alonso O’Crouley; Aurelio Prado y Rojas; Manuel Ramos del Pilar;
Antonio Ramis, de Mahón; Casto María del Rivero, de Madrid; Alejandro
261 SOMOZA, Julio. De la Numismática en Asturias. Monumenta Histórica Asturiensia XV.
Gijón, Edición preparada por Pedro Hurlé Manso, 1984; págs. 4 y 5.
262 Op. cit., pág. 76.
Biografía de Julio Somoza
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Rosa; Juan Manuel Sánchez; M. Vidal Quadras; Vidal de Valenciano; y
Antonio Vives, de Madrid263.
263 Archivo Histórico de la FUNDACIÓN ALVARGONZÁLEZ, G 50/2. Figura también en
esta carpeta, entre las cartas de Somoza, una en inglés, remitida desde Londres el 14 de
noviembre de 1932, por J. W. Pearce, quien contesta a unas posible dudas derivadas de la
lectura de unos de los artículos que había publicado en una revista especializada. No figura el destinatario, y como los fondos provienen de Pedro Hurlé, bien pudiera ser éste el
destinatario. Nos crea la duda el hecho de que en un artículo titulado Notas sobre
Numismática. Principales coleccionistas asturianos. (El Comercio, 23 de diciembre de 1959)
señala que hacía muchos años estuvo en relación con un coleccionista inglés, quien tan sólo
reunía piezas del gran Constantino I el Grande. La carta habla de Valentiniano I, pero pudo
ser un lapsus de Hurlé. Por si acaso el destinatario fuera Somoza he aquí su traducción:
Estimado Señor:
Es muy cierto que mis artículos en SPINK están condensados hasta el punto de
la tortura, pero SPINK nunca los hubiera publicado en forma extensa. Estaré muy contento de explicar cualquier punto en particular que le cause dificultad.
En mi primer artículo (enero 1931,...) expliqué que cuando la separación del nombre en el anverso es la normal, v. g. DN VALENTÍN - ANUS PF AUG (para Valentiniano I),
nunca la cito — Cuando no esta especificado se debe entender tal y como aquí arriba.
También, cuando el busto del anverso lleva diadema con perlas, ropaje y coraza,
como casi siempre ocurre, no lo cito. Pero cuando lleva diadema con rosetas, ropaje
y coraza, simplemente pongo r. d. Cuando lleva casco, etc., o está mirando a la izquierda,
siempre lo cito.
Por poner un ejemplo del ejemplar de noviembre:
Cyziccus
1. Procop. v r.d. SMKA, significa que solamente se encuentra con la letra A, y que
su busto lleva diad. d. y cor. r. pero solamente tiene la diadema de rosetas.
2. Restitudor (?) etc. SMKA Val. Y (A); r. d. (A B R): significa que con el busto
corriente (diad(ema). dr(apeado). cor(aza) con diadema de rosetas, tiene SMKA,
SMKB, SMKR.
Valen-S (R) significa DN VALEN-S PF AUG. Este sólo lo he visto con la diadema
de perlas usual: r. cor. r. y sólo con la ceca SMKR.
Cuando el nombre de un emperador a menudo varía como en el caso de
Valentiniano II, siempre doy las abreviaturas, de la siguiente forma:
‘Val. II ...IVN = DN VALENTINIANVS IVN PF AUG’
‘Val. II ... — = DN VALENTINIANVS PF AUG’
‘Val. II I—A = DN VALENTINI — ANUS PF AUG’
Espero haberle aclarado este punto. Por favor, hágame saber si puedo ayudarle
en cualquier otro punto.
Si tuviera algunas añadidos a unir a mis listas y probablemente todo coleccionista tiene monedas con cecas que no he visto en ningún museo, le estaría muy agradecido
que me informara. Estoy especialmente interesado en la “URBS ROMA” TRPS* y serie
TRPS, y también en las monedas ‘vota’ con TRPS* y TRPS. Si tiene alguna de estas monedas ‘vota’ de Graciano, Valerio, Valentiniano y Teodosio de Tréveri o cualquier URBS
ROMA (tipo silla) con TRPS le estaría muy agradecido por el calco.
¿Podría decirme si Madrid o cualquier otra ciudad española tiene muchas monedas del período de Valentiniano y Teodosio, ya que me podía merecer la pena volver a
España otra vez, en donde no he estado desde hace 45 años.
168
Agustín Guzmán Sancho
Lo mismo que habían hecho con él sus amigos, guiando sus primeros pasos por el gozoso pasatiempo de esta chifladura del coleccionismo,
hará él con un joven, que de su mano comenzará la andadura de clasificar,
reconocer, valorar y admirar esos pequeños testigos del pasado que son las
monedas y las medallas. En 1922 inició así su monetario Pedro Hurlé Manso.
Sus primeras piezas fueron un lote de repetidas de su maestro. La amistad
fue entrañable entre ambos; juntos recorrerían Gijón y sus alrededores en
busca de hallazgos del pasado y juntos admirarían y anotarían la historia, la
geografía, el arte, el folklore, etc.; en una palabra, todo el ser y la esencia de
Asturias. Cuando volvían de sus paseos, Amparo, la hija de don Julio, solía
decir: “Ya llegan el abuelo y el nieto”. Tal fue su amistad. Y en 1939, el año
antes de su muerte, Somoza cedió a su nieto todos sus libros, papeles (incluido el manuscrito de su obra De la Numismática en Asturias), fotografías, carpetas de estudios sobre Genealogía y Heráldica de las principales familias
asturianas para que continuase la labor por él emprendida en los campos de la
Numismática y de la Historia de Gijón264.
6.— El final de la colección
Pero de la colección de monedas ¿qué se hizo? Dejemos que sea el
propio Pedro Hurlé quien nos lo cuente. “Tanto el monetario del Sr. Somoza
—dice—, como el nuestro, fueron incautados en el luctuoso período de 1936
y enviados con destino desconocido. Años más tarde, en el de 1941 pudimos
saber que ambos monetarios habían sido recuperados, junto con otros tesoros nacionales, en la catedral vieja de Lérida, y llevados a Madrid para ser
depositados en el Centro de Recuperación del Patrimonio Artístico Nacional
(calle del Duque de Medinacelli) a donde nos encaminamos, provistos de un
poder notarial de doña María Melendreras, hija política (sic) y heredera universal de don Julio Somoza, para recoger ambos monetarios”265. Sin embargo, los monetarios no estaban enteros, sino que faltaban piezas, principalmente todas las de oro y plata. Lo que quedaba fue vendido a un particular
de Madrid por su heredera266.
264 SOMOZA, Julio. De la Numismática en Asturias, Monumenta Histórica Asturiensia XV.
Gijón, Edición preparada por Pedro Hurlé Manso, 1984; pág. XIV.
265 Op. cit., pág. XIII.
266 HURLÉ, Pedro. Notas sobre Numismática. Principales Coleccionistas Asturianos. El Comercio,
23 de diciembre de 1959.
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Agustín Guzmán Sancho
Pedro Hurlé cedió su colección al Museo Arqueológico Provincial de Oviedo,
de modo que una parte de las monedas que habían sido un tiempo de Julio
Somoza (las repetidas), se conservan en Asturias. Algunas de las que formaron su monetario mismo, como por ejemplo la acuñada con motivo de la proclamación de la Constitución de 1812, las tiene hoy don Vicente Sánchez de
Arza, el mayor representante —a decir de Pedro Hurlé— de los numismáticos asturianos.
Amargo destino el de Somoza: ver al final de los días cómo desaparecía de sus manos aquel tesoro que testimoniaba tanta historia y al que había
entregado tanta vida.
CAPÍTULO 8
El carácter
1.— La burla de sí mismo
Decía Fermín Canella acerca de su consocio de La Quintana: “Claro
que repasando sus obras se admira su trabajo y se admira también a quien
las compuso, encontrando que lo otro, su carácter, su temperamento impetuoso, dado al genio y a la crítica sañuda y punzante, debe dejarse de lado y
analizarlo cuando convenga y cuando se estudie al hombre y no a la obra. A
nosotros sólo debe interesarnos su fecunda labor que es lo que nos ha dejado, y ésta merece la pena de ser conocida”267.
Pretendiendo estudiar no sólo la vida y la obra de Somoza sino también al hombre que fue, conviene aquí y ahora que hablemos de lo otro, de su
carácter. Y lo hacemos dedicándole un capítulo entero porque pocos personajes han tenido una personalidad tan marcada, un carácter tan impetuoso
como Somoza, hasta tal punto que resulta familiar su mal genio hasta para
quienes no le conocieron.
Al hablar de su infancia resaltábamos su sordera de nacimiento, que
sin duda debió de ser un factor determinante de una conducta aislada, posible germen de ese carácter agrio. También sabemos que tuvo cierto complejo
de bajo a causa de su 1,60 m de estatura, a lo que atribuía su fracaso en el
ingreso en la Academia de Artillería. Se cuenta un fracaso amoroso, son esos
rumores no documentados que uno oye, otro interpreta y al final uno sin
saber dónde lo oyó lo cuenta, que se enamoró de una chica y terminó casándose con el amigo. Tuvo además una vida larga, en una época donde la gente
envejecía antes que ahora, y eso ha podido pesar y mucho en el recuerdo que
nos han dejado de él quienes le conocieron en la vejez, cuando el humor
declina, agobiado por los sinsabores de la vida. Asiste al adiós de todos los
suyos: sus padres, su único hermano, su esposa, y hasta su única hija, y ve
267 Carta de Fermín Canella a Acisclo Fernández Vallín, de fecha 7 de mayo de 1892, citada
por Alejandro Alvargonzález en su artículo de El Comercio, de 25 de julio de 1954, titulado:
Julio Somoza, historiador y jovellanista.
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Agustín Guzmán Sancho
que su parentela se extinguirá con él. Y verá también, cómo todo lo suyo, su
obra, será vista con indiferencia por sus paisanos, aquellos precisamente que
más debieron amarla. Y al final verá, ya lo veremos, desaparecer el fruto del
estudio de toda su vida. No fue fácil la vida de Somoza, sino que está llena
de sinsabores y hay que relacionar estos sinsabores con ese mal genio268.
Es probable que sufriera más de algún desengaño que le llevase a la
desconfianza, algo así como lo que vimos le ocurrió con sus supuestos amigos, que le abandonaron en la empresa de publicar los Diarios de Jovellanos.
Y ello porque han llegado a nosotros manuscritos estos versos que él apostilla como recuerdos de su infancia:
El consejo del abuelo
Mira, Pedro, nunca creas
al que te prometa mucho,
que si en mentir está ducho
consigue lo que sea.
Más tú luego que le veas,
averigua su intención,
no causes tu perdición
por obrar con gran presteza,
que el que obra con ligereza
pagará su indiscreción.
Recuerdo de la infancia de
JULIO SOMOZA269
A pesar de todo hay una constante de humor en su vida. En su correspondencia siempre hay una frase de sorna, de guasa, que a veces es burla de
sí mismo. Es ese tipo de burla que Unamuno calificaba de auténticamente
española, la burla que desprende El Quijote, la burla que nos hace reír y nos
hace pensar al mismo tiempo. No fue un amargado de sí mismo. Fue, pues,
sensible al humor. Tal vez su actitud se defina del modo cómo describió su
conducta en aquel artículo, alegre y lozano, graciosísimo, que publicó en agosto de 1880 bajo el título Una gira en El Musel y que luego reprodujo en
Cosiquines de la mió Quintana. En aquella excursión a El Musel, se juntaron alrededor de una Caldereta entre unos y otros veinticuatro amigos. Entre ellos
Ramos Carrión y Vital Aza, quienes a los brindis improvisaron algunos versos
en honor del anfitrión, que lo era Rafael Tuñón. Después brindaron otros y
Restituto Buylla invitó a Somoza a brindar. La escena la describe don Julio así:
268 Así lo hace, por ejemplo, Emilio Marcos Vallaure en Tres personajes en busca de editor.
Oviedo, ASTURA, Nuevos cartafueyos d’Asturies, 4/85, 1985.
269 FUNDACIÓN ALVARGONZÁLEZ. Expediente H-50/1. Son consejos dirigidos a Pedro
Hurlé, a quien denominaba con el cariñoso nombre de nieto.
Biografía de Julio Somoza
173
Brindan luego en frase cortés Valle y Noriega;
y Restituto Buylla
dice con burlesco enojo
en que la risa retoza,
“que brinde el señor S...
por lo que más le de antojo”.
Pero el aludido que conoce bien el adagio de que “no hay peor sordo
que el que no quiere oír”, continúa en la divertida tarea de enfundar cierto
objeto casi indispensable en el género de pintura llamado bodegones.
El artículo termina con estas palabras:
No pediré que la fiesta se repita, porque sería sobrada desvergüenza por mi parte, y aún la sátira popular me designaría con un nombre harto
significativo. Pero sí pediré indulgencia a todos y a cada uno, por mi culpa,
¡Señor! por mi grandísima culpa!
Son a nuestro entender estas líneas un ejemplo claro de la personalidad de Somoza. Hombre que gusta del trato social, que aprecia y gusta del
humor y de la amistad, pero con todo, en un momento determinado, es capaz
de desairar a sus amigos. Reconoce luego su culpa y la publica, pide perdón,
pero el tono se vuelve entre burlas y veras.
Es lo mismo que ocurre con Menéndez Pelayo cuando le escribe después del desaire cometido contra él en el “Preliminar” de Nuevos Datos.
Primero le pide perdón:
Creo que alguna frase de mis anteriores escritos alusiva a su personalidad de Vd. le enojó más de lo debido. Dela Vd. por borrada, que yo no
quiero enojar a ninguno, ni malquistarme con nadie, y es preferible vivir en
paz con todos, antes que en discordia.
Luego el tono se vuelve burlón:
Añadirá Vd., que esta declaración sería pertinente años atrás; pero
que ahora, es tardía e inoportuna, y casi,... interesada (está tronando).
Bueno: pero también es sincera. Dígalo Fray Miguélez, que también añade,
que algo bueno habrá en su librería de Vd. para mi bibliografía jovellanista
(va en la 2ª limadura)... ¡ah, carafe, tú que has dicho!... pues me convierto
en pordiosero literario, y allá me voy, a ver como las gasta don Marcelino...
Ello ye... que lo que a mí se me haya escapado, ha de estar bien recóndito: con
que así disimulando mi llaneza, dígame a media frase lo que tiene, que como
yo lo posea o lo conozca, enseguida descifraré el resto270.
270
Epistolario. Tomo XI; carta 324; fecha, 29 de septiembre de 1891; pág. 237.
Agustín Guzmán Sancho
174
2.— La sinceridad ante todo
La sinceridad ante todo. Una sinceridad que por serlo se aparta de la
vanidad: Habrá muchos jovellanistas en España —le ha dicho antes en la misma
carta a don Marcelino—: más apasionados que yo, ninguno, y que me ganen a propagar su gloria, tampoco. En buena hora lo diga, y sin pizca de vanidad también.
Para Somoza la franqueza era un atributo de los asturianos y hacía alarde de
ella. Recordemos que la primera vez que se dirige a Menéndez Pelayo le dice
que perdone la ruda franqueza de un asturiano.
Patricio Adúriz ha visto en la sinceridad la causa por la que se ganaba la ojeriza de las gentes. Dice así: “Aprovecha ocasiones que se le presentan para decir verdades como puños y caiga y quien caiga. Estos casi desplantes contribuyeron a granjearse la ojeriza de los afectados —que todos
conocemos sin necesidad de citar nombres— que le reputaban de airado,
irascible y poco contemporizador, vidrioso en extremo y hasta imprudente
por no reprimir su sinceridad que levantaba ronchas”271.
Fue esta sinceridad, a nuestro entender, la fuente de tantas enemistades y berrinches. Cuando en 1876 publica en El Productor Asturiano su artículo: Un conflicto probable, advierte en él que sólo pretende decir a sus vecinos,
valiéndose de una frase vulgar, las verdades del barquero. Y continúa diciendo
que el autor por amargas o agridulces que las encuentre el lector, protesta de antemano de cualquier interpretación torcida o maliciosa que quiera dárselas, amén del
dictado de antipatrióticas con que calificárselas pudiera, si tal concepto merecieran a
ciertos descontentadizos para quienes la sinceridad no existe. No le valió esta protesta ya que como vimos el artículo le costó cuatro denuncias por parte del
Ayuntamiento, de las que salió absuelto. Y a decir verdad, era el celo por la
mejora de su villa natal lo que le movía a denunciar el mal estado de sus
calles, de la sanidad, y de todas la otras cosas.
Presumía de gijonés y al mismo tiempo arremetía contra los gijoneses,
llevado por el afán regenerador de su tierra. También a Jovellanos se le escapa en alguna ocasión la frase o el comentario hacia los asturianos, pero en
Somoza se convierte en obsesión. Que pretendía un afán regenerador se deduce de esta frase dónde sale al paso de las pugnas entre Gijón y la capital:
Ser gijonés y decir estas cosas, parecerá a muchos poco patriótico,
porque las propias faltas, bastante castigo tienen con que las señalen los
extraños, sin que los de casa nos metamos a censurarlas. Pero el gijonesismo todavía impera con tal pertinacia, que si no le cortan los vuelos, capaz
es de aspirar a un Renacimiento; y para prevenirlo nos permitimos recordar
a sus mantenedores, que la nueva generación que les desbanca ni piensa vol271
Centenario de Jovellanos. IX.— Somoza o la insigne erudición. El Comercio, 7 de abril de 1974.
Biografía de Julio Somoza
175
ver a las andadas ni reñir batallas campales con Oviedo y Luanco sobre cuestiones de ningún género, ni de capitalidad ni de prioridad marítima.
Esta crítica hacia sus paisanos, que fue una constante en su vida, va
a ponerle en una situación difícil e interferir en la relación con ellos, especialmente con las clases populares y campesinas. Y las relaciones debían ser
muy difíciles con ellos cuando al recibir de Menéndez Pelayo los Diarios,
dejándose llevar por el sentimiento, en uno de sus típicos arranques escribe
estas durísimas palabras acerca de sus paisanos:
Este es un pueblo de comerciantes encanallados, incapaces de ninguna idea elevada. Jovellanos no pertenece a Gijón, Jovellanos es español y
nada más, ¿qué tienen de común sus ideas, sus sentimientos, su educación,
la nobleza de su espíritu, la ingenuidad de su carácter, la grandeza de sus
aspiraciones generosas, con las de esta gente falsa, pérfida, doble, ruin y
villana de condición, mezquina de ideas, imponderablemente vanidosa, y
refractaria a toda idea de grandeza? Nada ¡ni sombra!272.
Por demás está claro que Somoza pronuncia estas palabras en un
arranque de jovellanismo. Ha idealizado tanto a su personaje que no sólo en
Gijón, sino en cualquier parte del mundo, cualquier hombre o mujer le parecería mezquino y ruin comparado con Jovellanos, que ya no es en su idealización de ningún mundo.
3.— El carácter asturiano
Entre tanto curioso de cuanto interesa a Asturias ha ido reuniendo
datos y apuntes para un libro cuyo título debía ser: Carácter Asturiano: bosquejo de la fisiología y psicología de un pueblo. La idea era ambiciosa y, además,
totalmente nueva. El manuscrito, como ha dicho Pérez de Castro, se compone de “apuntes inconexos, cédulas sueltas, fragmentos de textos, observaciones generales e incoherentes y confrontaciones eruditas sobre temas históricos y literarios relacionados con Asturias y los asturianos”273.
La obra por otra parte está inacabada. La edición llevada a cabo en
1979 por Pérez de Castro recoge los textos que tienen ilación. Pero el manuscrito contiene múltiples datos y notas recogidas en papeles reutilizados,
escritos en márgenes, e incluso algún que otro apunte tomado en algún cartón o pasta de cuaderno. Con todo esto este material tan variado es práctica-
272
273
Epistolario. Tomo XI; carta 449; fecha, 31 de diciembre de 1891; pág. 367.
Prólogo a El Carácter Asturiano. Monumenta Histórica Asturiensia. Gijón, 1979; pág. XIII.
Agustín Guzmán Sancho
176
mente imposible tener idea de cuál habría de ser el resultado final de este
bosquejo, ni tan siquiera si Somoza tuvo alguna vez intención seria de publicarlo.
Es muy seguro que fue el afán investigador y la curiosidad histórica
la que llevó a indagar cuanto se ha dicho sobre los asturianos. Se deduce así
del plan de la obra, pues en él se prevén tanto los vicios como las virtudes:
A) Aspecto etnológico:
a) Topografía
b) Clima.
c) Raza.
d) Temperamento.
B) Aspecto histórico literario:
a) en la raza
b) en el individuo
c) en libros y escritos
C) Aspecto social:
a) en el campo
b) en la ciudad
D) Virtudes y méritos:
a) amor al trabajo
b) amor a la familia
c) amor al terruño
d) aversión a la vagancia
e) sentido práctico de la realidad
E) Vicios y defectos:
a) el ultraindividualismo
b) el egoísmo
c) la desconfianza
d) la avaricia y mezquindad
e) la mala fe
f) la vanidad274.
274
Manuscrito existente en la Biblioteca Asturiana del P. Patac. Carpeta I. Portada.
178
Agustín Guzmán Sancho
Lo que sí sabemos es que estaba dispuesto a decir lo que resultase de
sus investigaciones, tanto lo bueno como lo malo. Pues, para la portada
Somoza elige estas tres frases, no sabemos si para elegir una o dos o dejar las
tres, que informan de esta intencionalidad del autor:
Este gallo que no canta,
¡algo tiene en la garganta!
(Pasquín habanero)
Este gallo cantará,
y a alguno le pesará.
(réplica al anterior pasquín)
No he de callar, por más que con el dedo,
ya tocando la boca o ya la frente
silencio avises o amenaces miedo.
¿No ha de haber un espíritu valiente?
¿Siempre se ha de sentir lo que se dice?
¿Nunca se ha de decir lo que se siente?
(Quevedo)
Esto prueba que Somoza era consciente de que la obra no habría de
ser vista con buenos ojos por sus paisanos. Según Pérez de Castro lo conservado o reunido en los manuscritos sólo representa una décima parte de lo
que habría de ser la obra acabada. En ella abundan los aspectos negativos
hacia sus paisanos. Ahora bien, hay que señalar que algunas actitudes están
motivadas por el amor a la cultura. Cuando Somoza señala que “en casa
están los que consintieron el saqueo de los códices y pergaminos de la Catedral de
Oviedo para hacer con ellos vistosos roqueros con que sujetar el lino en la cebolla de
la rueca” es evidente que está inspirado por el dolor de ver perdido un patrimonio cultural. Razón lleva en su enfado, aunque bien es verdad que ello no
es prueba de una peculiaridad del carácter asturiano; barbaridades ha hecho
siempre la gente en todas partes y en todas épocas. ¡Si hubiera sabido cuando anotaba esto que habría de ver incendiada la Universidad primero y destruida la Catedral después!
Somoza parece complacerse en recordar a sus paisanos aquellos pasajes de la literatura en que peor han salido retratados. Pero es muy probable que
lo hiciera con espíritu regenerador. Su genio recuerda el afán de finales de
siglo, que produjo temperamentos como los de Unamuno, almas dispuestas a
despertar la conciencia nacional a cualquier precio, con tal que se les tirara un
poco de la lengua; cuyo lema parecía ser: contra y esto y aquello. En Oviedo, sin
ir más lejos, el propio Clarín muestra la ciudad como en un espejo, y en ella no
abundan las virtudes, sino los defectos y miserias de aquellos espíritus pequeños y vetustenses. Algo de esto parece que hay en el hipercriticismo de Somoza.
Biografía de Julio Somoza
179
Hay, sin embargo, un punto en donde don Julio carga las tintas. Aquí
no hay cita o lugar al que acudir, es pura y simplemente la opinión de don
Julio. Al hablar del ingenio campesino dice que entrevera sus ramos con ortigas,
cardos y flor de espino. Convivió durante largos años con los hombres de la
aldea. Pero sus relaciones fueron especiales. Somoza tenía una importante
herencia de sus padres, así como un legado de su abuela, la pupila de
Jovellanos, y de sus tías. Algunos de estos bienes sin duda habían sido adquiridos por el propio Jovellanos, que se encargó de invertir el dinero de su
pupila en fincas. En total poseía dos caserías en Somió. En Tremañes, tres prados en el barrio de Pumarín. En la parroquia de Serín en el barrio de la
Cruxiada, tres caserías. Y en Carreño, en el barrio de Bandín, otras dos. Cada
casería se componía de otras tantas fincas275. Todas ellas estaban arrendadas.
Su condición de terrateniente hace que su juicio no fuera imparcial.
Lo curioso es que él achaca su acritud a este contacto con el campesinado y con las clases populares. Así se lo dice a Menéndez Pelayo en 1911,
cuando le envía los dos tomos de la correspondencia de Jovellanos y Lord
Holland. El ilustre santanderino le había hecho el siguiente reproche: “... las
notas son de gran utilidad, pero Vd. me permitirá que no apruebe el tono
agrio y pesimista con que en ellas se habla casi siempre de las cosas españolas, y de los duros calificativos y dicterios con que se flagela no sólo a ciertos
individuos sino a pueblos y provincias enteras. Para ser leído de todos e
influir provechosamente en la cultura, nunca está de más cierta templanza de
forma, que se aviene muy bien con la expresión sincera y leal de lo que se
piensa. Perdone Vd. esta advertencia, si acaso la cree inoportuna”276.
Don Marcelino conoce ya bien a Somoza. Toca los aspectos de su personalidad. Por una parte, nota su acritud hacia provincias y cosas españolas;
Según la escritura de participación y adjudicación de la herencia de su madre, de fecha
23 de octubre de 1887, ante el Notario don Antonio García y Mon, la relación de fincas era
la siguiente. En Somió dos caserías: una se componía de casa de labranza, hórreo, pomarada, prado robles, y fincas que se llamaban: La Llosica, Rotella, Coaña, el Serín, el Reitán, El
Granjín (prado), El Rincón (trozo de monte), la Peñuca, El Lavadero, Carbayera, y El Jardín. La
otra estaba en el barrio de El Fueyo, con casa de labor, panera, capilla destinada a granero,
y fincas: La Llosa de Abajo, La Llosa de Arriba, La Faza del Pumarín, la Espinera, el Morrón, Cima
del Monte. En la parroquia de Tremañes poseía tres prados en el barrio de Pumarín: Rasa
primera, Rasa segunda, Fondón. En Cenero, un prado cerrado llamado de Las Paseras o de la
Guerra. En la parroquia de Serín en el barrio de la Cruxiada: una casería, compuesta de casa
de labranza, hórreo y tres fincas, La Llosa, el Lloso de la Tejera y La Vega de los Llorales; otra
casería con casa y hórreo y una tierra a labor: La Llosa, la Llosina y La Huelga; y otra más:
casa de labranza, La Llosa, La Huelgona, el Centenal. Concejo de Carreño, en el barrio de
Bandín: casería con casa y hórreo y las fincas: La Llosa, El Suquero de Bandín, la Junquera y el
prado de Bandín, la Corrá, la Granda, el Campo del Sangredal; una segunda casería con hórreo,
La Llosona y el Carbayedín, La Junquera del Bandín, El Sangredal, El Reconco.
276 Epistolario. Tomo XXI; pág. 456. Carta 745; fecha 28 de agosto de 1911.
275
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pero se da cuenta que aunque su amigo pueda estar equivocado es sincero, y
le anima a seguir con esta actitud de sinceridad, pero le invita a hacerlo de
otra forma, si quiere “influir provechosamente en la cultura”. Parece pues
que también se ha dado cuenta del afán regeneracionista que persigue.
Somoza acepta la advertencia y reconoce su defecto otra vez más, pero tiene
ya sesenta años y he aquí lo que responde:
En lo que atañe a la acritud del tono empleado en el Prólogo, sí
es cierto: pero agregaré en descargo mío, que me la inspira siempre nuestra eterna imprevisión de conducta, nuestra fanfarronería nacional, y
nuestra plétora imaginativa, nunca contrapesadas por la reflexión y la
experiencia de tantos descalabros como nos han sobrevenido. Bien sé que
tal es nuestra idiosincrasia, y que los caracteres de la raza no se modifican
jamás, y que mueren con la raza misma. Pero... ¿acaso la cultura y la educación de un pueblo, no consisten precisamente en contrapesar estos
mismo defectos con otros mayores merecimientos? Si así no lo hacemos,
incurriremos por nuestra indocilidad, en eterna censura.— Pero Vd. quiere (y es muy justo) que yo revista mi estilo de mayor templanza, para
mayor eficacia del correctivo: ¡Ay amigo mío! no siempre está la
Magdalena para tafetanes: ni el ejemplo vivo del pasado, ni de cuánto me
rodea, puede llevarme al terreno del optimismo.
El medio ambiente, y el temperamento, al cual difícilmente podemos substraernos, me arrastra, a pesar mío, a tan severo estilo. Yo he convivido durante largos años con las clases populares y campesinas, tocando, con
mis manos, toda la repulsiva impureza de la realidad; y creo haber experimentado sobradamente (y con harto desengaño) que nada valen con ellas, ni
la dulzura, ni la templaza, ni la moderación, ni la bondad, antes por el contrario, en el sentido opuesto lo interpretan.
Ya sé que Vd. me argüirá con las personas doctas, y con el estilo
grave, sesudo y majestuoso de la Historia. Me es igual. Tan pasionales son
unas clases, como otras: y creo firmemente, que no es la dulzura la que os
hace reaccionar, sino la vibrante nota de la represión, y del sarcasmo, de la
amenaza, y el ridículo. Hablen por mí (y Vd. lo sabe mejor que ninguno) los
elocuentes númenes de la patria literatura, llámense Cervantes, o Quevedo,
Arcipr. de Hita, Larra, o Isla277.
Ídem, pág. 466. Carta 745; fecha 16 de septiembre de 1911. La ha citado Martínez Cachero
en Notas sobre bibliografía literaria asturiana. Oviedo, Boletín del I.D.E.A. nº 32, 1957.
277
Biografía de Julio Somoza
181
4.— Hombre familiar y cariñoso
En efecto, el sarcasmo y el ridículo parece que fueron, especialmente
en los primeros años de su vida la forma que adoptó para denunciar los errores de sus semejantes. Hay en esta carta un profundo pesimismo. ¿De dónde
nacía? No creemos que sólo porque se llevara mal con sus arrendatarios y llevadores, por unas cuentas de aquí o de allá, le condujeran a esta especie de
desesperación respecto a la bondad de los hombres. Su amigo Fermín
Canella, que le conocía bien decía de él a Fernández Vallín, uno de tantos con
quién se enemistó: “Puedo asegurarle que no estoy en los detalles o motivos
de su justo resentimiento con ese pobre diablo, víctima de su mal carácter y
de sus desgracias que apartan de todos aún valiendo mucho; como usted se
quejan otros, y yo también puedo quejarme, pues he sufrido en repetidas ocasiones sus desvíos y sus ingratitudes, y su intemperancias y sus veleidades,
que apenas ha de creer usted cuando se las cuente”278.
¿Por qué Fermín Canella a pesar de todo intercede por su amigo?
¿Por qué trata a Somoza con esa compasión? ¿Por qué Somoza era un pobre
diablo? ¿Qué desgracias eran aquellas que le convertían en víctima de su mal
carácter? Hemos visto a Somoza dejado de lado por sus amigos cuando pretendía la publicación de los Diarios de Jovellanos; sabemos de su sordera de
nacimiento; sabemos de sus enfermedades, de momentos delicados de salud,
especialmente en su vejez. Pero ¿habrá algo más en su vida?
Hubo un matrimonio en circunstancias un tanto especiales y la pérdida de su esposa y de su descendencia. En 1876 279 cuando Julio Somoza
tiene 28 años y está soltero nace su única hija, una niña llamada Amparo. La
madre, doña Josefa Menéndez Sánchez, también soltera, tenía ya otra hija llamada María Ángeles Melendreras Menéndez. No parece que los padres de
Somoza vieran con buenos ojos el matrimonio, pues don Julio no se casó con
la madre de su hija hasta pasados unos meses de la muerte del último de sus
progenitores (su madre). Con este matrimonio vino a legitimar la filiación de
su hija, a quien había reconocido al nacer, hacía 12 años. ¿Qué duda cabe que
esta circunstancia tan poco frecuente hace que nos preguntamos si tal vez la
vida matrimonial de Somoza carecería del gozo y la plenitud que nace de un
verdadero amor? ¿Se casaría Somoza sin amor, con el único objeto de ofrecer
a su hija un hogar completo? Nada de eso, sino que todo indica que se casó
por amor hacia su esposa. Lo demostrará cuando ella muera; su muerte,
como él mismo confesará en carta a su amigo Eduardo Llanos le agriará el
278 Carta fechada en Oviedo el 7 de mayo de 1892, reproducida parcialmente por ALVARGONZÁLEZ, Alejandro. El Comercio, 25 julio de 1954.
279 Así se deduce del Padrón Municipal del año 1900, donde figura como tiempo de residencia de Amparo Somoza Menéndez el de 24 años. Y también de la partida de defunción.
182
Agustín Guzmán Sancho
carácter: Lo cierto es, mi querido amigo, —le dice— que desde la muerte de mi
amada esposa, mi carácter se ha agriado, y no encuentro remedio a este vacío irremplazable. ¡Qué me importan ya ni libros, ni papeles, ni colecciones, ni proyectos más
o menos útiles280.
Cuando se habla del mal carácter de Somoza hay que tener en cuenta todas estas circunstancias personales que gravitaron sobre él de forma más
acusada que en la mayor parte de la gente, porque tuvo Somoza un delicado
sentido de la familia y verá perder a sus seres más queridos. Muerta su esposa, se vuelca en ternura hacia su hija, a quien también verá morir. Será su
hijastra la heredera de sus bienes, en justa compensación de sus cuidados de
hija que recibió. Las relaciones con su hermano fueron —no hay duda— de
lo más tiernas, y en sus amigos reconoce como timbre de honor la virtud del
cariño familiar. Así se desprende de la semblanza que hace de su amigo
Máximo Fuertes Acevedo: un bello carácter, un caballero cumplido e irreprochable: padre amantísimo, por su familia adorado281. Lo mismo ocurre con Braulio
Vigón, a quien calificará de ejemplo de esposo, padre, hijo y hermano. Y
cuando denuncia la situación de verdadera lucha intestina entre los gijoneses, divididos entre muselistas y apagadoristas, lamenta que hubiera originado
división entre las propias familias (¡y aún tendrían que ver sus cansados ojos
los horrores de la Guerra Civil!): Apena el alma lo que está pasando en nuestra
villa. Disturbios en el seno de las familias, riñas en el sagrado hogar. Y más adelante: El que eso quiere, el que envuelto en la sombra siembra entre todos la cizañera discordia y la feroz envidia... dejará a sus hijos el legado más odioso y aborrecible
que imaginarse puede: el desprecio perpetuo de su nombre282.
Tuvo Somoza, por culpa de su pronto, enemigos; pero también, por
su rectitud de carácter y cariñoso trato, muchos amigos. En la intimidad era
generoso y obsequioso. Y en cuanto a los extraños tuvo siempre delicadeza
para no herir con groseras palabras. En persona, de tú a tú, podía mostrarse
vehemente; pero en sus escritos guarda cierta delicadeza. En la intimidad de
sus cartas, al calor de la confianza de la amistad, habla con franqueza, sobre
todo de amigos comunes, pero en sus escritos públicos procura guardar el
respeto. Dan una idea de lo que pensaba respecto al comportamiento de
quien escribe para el público, estas líneas de su artículo titulado Por Asturias,
que finaliza de esta manera:
280 MENESES FERNÁNDEZ BALDOR, Carmen. Afanes Jovellanistas a principios del siglo XX:
Julio Somoza y Eduardo Llanos. Actas del II congreso de Bibliografía Asturiana, celebrado en
Oviedo del 21 al 24 de abril de 1999. 1 Vol. Oviedo. Servicio de Publicaciones Principado
de Asturias. Consejería de Educación y cultura, 1999.
281 Capítulo titulado: Bibliografía, La Esquirpia, obra inédita, pág. 9; Archivo particular de
don Francisco de Borja Bordíu Cienfuegos-Jovellanos.
282 Un cuarto a espadas. (El puerto de El Musel), artículo que habría de formar parte de la obra
proyectada e inédita: La Esquirpia.
Biografía de Julio Somoza
183
Esto tenía que consignar y decir, (en honor a la verdad, y a la
memoria de aquel varón egregio) con el respeto debido a todas las opiniones,
que cuando honradamente se manifiestan, y decorosamente se sustentan,
acreedoras son al general aprecio. Nunca, para sostener una idea, ha sido
noble deprimir al adversario, ni menos injuriarle, porque la bondad de aquellas, ha de sostenerse con ejemplos, y no de otra manera.
Así, en el transcurso del tiempo y de la historia, pasada la efervescencia del momento, vienen los hechos a dar la razón a quien con más justicia la mereciese.
La misma actitud de indulgencia que adopta Fermín Canella, adoptarán otros muchos que fueron sus amigos. A Somoza le perdonaron siempre
sus amigos llevados por la admiración hacia su obra. Hemos visto cómo gozó
de la amistad, el aprecio y delicadeza de trato de don Marcelino Menéndez
Pelayo. También vimos cómo encontró en Fr. Manuel F. Miguélez quién intercediera para lograr del ilustre santanderino los Diarios. El fraile agustino
sabía bien que los berrinches de Somoza se le pasaban pronto. Con Eduardo
Llanos mantuvo una intensa correspondencia durante veinticuatro años. Son
muchos los amigos que hacen alusión en sus cartas a la índole cariñosa de
don Julio.
Entre los socios de La Quintana con quien tuvo más trato, amistad
tierna y duradera, fue con Braulio Vigón. En su Registro Asturiano se deja llevar por la emoción de la pérdida del amigo y hace un sentido retrato calificándolo de dechado de amistad, emblema fiel de hombre probo, honrado,
laborioso y activo: ejemplo de esposo, padre, hijo y hermano —como ya dijimos—. Al poco de conocerse, en carta fechada en 1882, parece adivinar ya el
carácter inquebrantable y duradero que habría de tener esta amistad:
Bien haya, amén, el amigo cariñoso y leal para quien la amistad es
un culto y que a pesar de las afecciones de la familia, y los mil y mil quehaceres que de continuo le solicitan, ni duda de ella, ni jamás la olvida; ni la
tiene por vana o pasajera, aunque solo funde su cimiento en el entusiasmo
ingenuo de la juventud. Pero a bien que la nuestra, atada con el triple lazo
de la simpatía, de la comunidad de ideas, y del amor sin límites hacia el nativo suelo, ni es fácil empresa el quebrantarla, ni aunque la sacudan recios
vendavales pudieran contra ella romper el nudo que más se aferra, cuanto
más violentísima es su furia283.
283 Carta fechada en Xixón, xueves d’Antroxu, correspondiente a febrero de 1882, publicado
en Apéndice a VIGÓN, Braulio. Asturias: Folklore del mar. Juegos infantiles. Poesía popular.
Estudios históricos. Prólogo de Ana María Vigón. Nota editorial de Emilio Marcos Vallaure.
Oviedo, Biblioteca Popular Asturiana, 1980; pág. XXXV.
Agustín Guzmán Sancho
184
Somoza se vuelca en cariño hacia su amigo llamándole hermano,
según podemos leer en la dedicatoria que aparece manuscrita en un ejemplar
de sus Nuevos Datos que le dedicó. Dice así: A Braulio de “Sueve” que ha de llorar leyendo el testamento y se ha de entusiasmar con la carta a Ponce y se ha de impacientar al leer los “Diarios”. Tu queridísimo hermano JULIO284.
5.— Política y Religión
Formaban parte de la comunión de ideas que le unía a Braulio Vigón
las de carácter político. Ambos eran republicanos. A propósito de este tema,
en la misma carta citada anteriormente hace este comentario.
Efectivamente que vamos a ir juntos a las urnas. Despropósito
circunscripcional más grande, jamás se ha visto. Sin duda la zona electoral
es pequeña p.a la ambición de los grandes o viceversa. A Ricardo Cobián le
he visto en candidatura, lo propio que a Cabanilles, pero como el partido
republicano opte por la lucha, y no por el retraimiento, se me figura que va
a salir lo inesperado. Mi voto será para el candidato republicano si lo hay...
y si no le hay, para el primerito que me dé algún objeto, papel, folleto, libro
o cachivache asturiano. ¡Figúrate tú a los agentes electorales corriendo de
la ceca a la Meca y revolviendo a Roma con Cartago p.a entregarnos el cronicón de Sta. María de Covadefonga yacente en el polvo del archivo de San
Tirso de los Carápanos, o la navaja de cortarse los callos don Segismundo
Álvarez de las Asturias. ¡Qué andecha, eh!
Hay que tener en cuenta que don Julio no abandonó sus ideas republicanas, pero desconfiaba un tanto de las personas. La primera república
parece que dejó en él cierto desencanto; parece que no perdonaba a los correligionarios de 1873 que aquel Batallón de Voluntarios de la República fuera
desarmado y disuelto a culatazos, por cuatro soldados y un cabo. Por otra parte no
se avenía bien con la prensa política, a quien acusaba de impedir la unión
entre los bandos de muselistas y apagadoristas que dividieron a Gijón en el
pasado siglo. En este punto, don Julio era conciliador.
Hubo un momento en que Somoza se tomó muy en serio las elecciones. Fue el año en que se presentó a diputado a Cortes por Gijón su amigo
don Vicente Innerárity Bausa, hombre cuyo carácter bondadoso le había valido el cariño de los gijoneses. Formaba junto con Felipe Valdés y Tomás
Zarracina, amigos también de Somoza, el baluarte del republicanismo gijoEl libro es hoy propiedad de nuestro amigo y gran jovellanista Orlando Moratinos, a
quien debemos este curioso dato.
284
Biografía de Julio Somoza
185
nés. Con esta ocasión don Julio se dirige a sus renteros recomendándoles
voten al amigo.
Por su interés reproducimos la carta que dirige a don Elías del Ribero,
rentero de una de las caserías que tenía en el barrio de La Pipa en Somió:
Don Elías del Ribero en Somió (La Pipa)
Amigo Elías:
Aunque no pensaba volver a meterme más en cuestión de elecciones, como ahora se presenta don Vicente Innerárity, particular amigo mío, y
persona de todo respeto, tendría sumo gusto en que le votasen en las próximas elecciones, cuya indicación la hago en tono amistoso a Vd. y a los demás
caseros por si tienen a bien atendérmela seguro de que lo agradeceré ahora y
en todo tiempo.
Suyo afmo.
JULIO SOMOZA
Mi particular amigo don Felipe Valdés, me representa para todos
usos en el presente caso.
Don Elías del Ribero
Don Dimas Rendueles
Don Cipriano del Castro
Don José Mieres
Don Luis Medio
Don Feliciano Caycoya
Don Manuel Blanco
Don Rafael Rendueles
Don José de la Vega
Don Marcelino Rodríguez
Don Fernando García
Don José García (y su yerno)
Don Manuel García (su yerno)
Don Ángel García (Anxelín)
Don Bernardo Rionda
Don Valentín Álvarez
Somió (La Pipa)
“
“
La Corolla
“
La Pipa
S. Lorenzo
Candenal
Carrió
“
Serín
Íd.
Íd.
Tremañes (sin pierna)
“
Cenero285
Del texto se deduce que no era la primera vez que el amo acudía con
semejante petición a sus caseros. Pues parece ser que en el casco de la población ganó Innerárity a su tocayo Regueral, pero no en los alrededores. Pero
no creemos que fuera la política la causa de que don Julio tuviera tan mala
opinión de la gente del campo. Lo que ocurrió lo explica otro republicano,
jovellanista y amigo de Somoza, Pachín de Melás: “¡Poco valieron los esfuerDebemos este importantísimo documento a la gentileza de nuestro amigo don Arturo
Muñiz, de cuyo magnífico archivo lo hemos tomado.
285
186
Agustín Guzmán Sancho
zos de los correligionarios para sacarle triunfante! Salió, sí, por el voto de los
gijoneses, por el casco de la población... pero vino Llanera, el escollo de siempre y dio al traste con los buenos deseos de la democracia gijonesa. La apisonadora electoral daba los votos necesarios para derrotar a quien se proponía”286.
El propio Somoza nos ha dejado aclarado cuál era este escollo, esta
apisonadora electoral, de la que nos habla Pachín de Melás. El año 1893 escribió don Julio uno de esos trabajos encantadores, por lo descarnado, por lo
que tienen de cotidiano y de íntimo, por lo que encierran para la comprensión de la vida de un pueblo. Lleva este curioso título de pura vena somozana: Apuntes de un gijonés aburrido empadronado en el Censo con el número 30.512
(O Instrucciones secretas para ir a la Casa del Pueblo). Repasa en él la vida local
gijonesa, que tan bien conocía, y propone reformas en diversos campos entre
los que figuran el electoral:
Somos ajenos a la política, o a lo que por tal se entiende en España.
Pero ya que es imprescindible tocar esta cuerda, diremos con lealtad lo que
se nos ofrece sobre el punto capitalísimo de la representación del
Ayuntamiento de Gijón, en las Cortes nacionales y en la Diputación
del Principado.
Ante todo, hay que atenerse a la Ley electoral vigente. Prescribe
esta Ley que cada cuarenta mil habitantes (40.000) designen un diputado en
Cortes.
¿Qué vecindario tiene la villa de Gijón? ¿y el concejo? Pues la villa
de Gijón y su Concejo (según la estadística oficial) no llegan a la cifra que
la Ley designa para tener un diputado propio. Recurso habilidoso: incorpórensele los concejos de Carreño y Llanera, y saldrá el diputado que al
Gobierno plazca.
Ahora bien; tal diputado ¿llevará la representación verdadera de
Gijón y sus intereses? Nunca287.
La solución que propone para que Gijón tenga su diputado propio,
es que se publiquen las cifras verdaderas del vecindario de Gijón, que al principio no se decían por el temor del aumento a la cuota tributaria. Somoza propone que se diga en voz alta, porque un Real Decreto había equiparado los
pueblos de Gijón, Vigo y Cartagena, a capitales de provincia. Según lo cual:
¿A qué entonces ocultar su vecindario? Dígase de una vez por todas —dice—, y
dígase alto, para que resuene en todos los confines del Principado.
PACHÍN DE MELÁS. Minucias trascendentales. Don Vicente Innerárity Bausa. La Prensa, 17
de mayo de 1931.
287 Archivo particular de don Francisco de Borja Bordíu Cienfuegos-Jovellanos.
286
Biografía de Julio Somoza
187
Tal vez quien mejor parece conocer a Somoza es su antiguo “compañero de estudios en vetustas ciudad castellana”, Suero González de
Caravedo, Abad de Cenero, que nos ha dejado este —a nuestro juicio— completo retrato de su amigo:
“Nuestro contemporáneo, Somoza, es hijo, hermano, nieto y
bisnieto de militares y marinos. Su abierta y por veces, ruda franqueza (que le resta amigos), más bien choca, que atrae. Su independencia, le aísla. Es tipo singular, tan pronto jovial como atrabiliario:
un defecto físico, peculiar del país, produce en su carácter ásperas
desigualdades, y en la intensidad de su mirada, ora parece leerse el
desprecio hacia las vulgaridades y convencionalismos, ora la piedad
por los humildes, o el rencor inextinguible de los pueblos pequeños.
Tradicionales son sus largos paseos por el campo, sólo y ensimismado; adorador idolátrico de la naturaleza, panteísta puro. A su fervor
por la campiña asturiana, agregaré, su entusiasta veneración por
Jovellanos, consagrada por él en varios libros, de no pocos leídos.
Sería una simpleza decir que hombre tal, tiene ideas políticas: este
molesto bagaje no es propio de los que frecuentan asiduamente la
biblioteca del Real Instituto Asturiano. Sentados a la sombra de los
álamos en la pradería de Viñao, una calurosa tarde de estío, oí de sus
labios la confesión del escepticismo más negro que puede albergar el
espíritu humano. No me es permitido decir más en este punto”288.
¿Este escepticismo se refiere también a sus ideas religiosas? Fama de
hombre irreligioso, asociada a la de mal genio, ha llegado hasta nosotros. Sin
embargo, no creemos que cierta idea de religión estuviera ausente en su pensamiento y en su vida. Cierto sí parece el que su espíritu hipercrítico se aplicase también a materia religiosa, y que su afán regenerador combatiese conductas religiosas que más rozan con la superstición, tal y como hizo
Jovellanos. A este respecto Somoza tiene clara la distinción entre supersticiones y religiones, según leemos en su Registro Asturiano: Empero, las supersticiones, hechicerías y artes mágicas, restos, en parte, de viejas creencias, no tuvieron
origen “religioso”, sino más bien “maravilloso” e “imaginativo”: y la propensión del
vulgo a ellas, a pesar de cuanto se ha predicado en contrario, perdurará, mientras
aliente la ignorancia (fuente y raíz de todas ellas), y la tendencia natural e ingénita
del hombre, hacia lo desconocido y maravilloso289.
Su ateísmo merecería en estos tiempos una revisión a fondo, tarea
que no podemos abordar porque nos apartaría mucho de nuestro objeto. Los
Un libro gijonés (apunte de un provinciano). (Archivo particular de don Francisco de Borja
Cienfuegos-Jovellanos).
289 Op. cit., pág. 362.
288
188
Agustín Guzmán Sancho
tiempos que le tocaron vivir eran más inquisitoriales que los modernos. La
anécdota de su enemistad con Pedro Hurlé, porque éste se había desprendido de una edición del Informe de la Ley Agraria, por estar incluido en el índice de libros prohibidos de la Iglesia, nos hace admirar la conducta de su nieto,
coherente con la conciencia religiosa de su tiempo; pero, hoy, desaparecida la
prohibición eclesiástica, algo de razón parece tener Somoza.
Probablemente la cuestión de la Batalla de Covadonga, contribuiría
mucho, creemos, a incrementar su fama de ateo. Sin embargo, en todo
momento se muestra en sus escritos respetuoso con las creencias y el sentimiento que Covadonga despierta. Es más, como decimos en el capítulo
correspondiente, hubo un tiempo al menos en que participó de ese sentimiento. Su muerte ocurrida un año después de terminar la guerra civil, en
pleno nacional catolicismo triunfante es una circunstancia de mucho peso en
la opinión que sobre la generación de posguerra pudo tenerse de él.
Ciertas afirmaciones no bastan para calificar a una persona de atea,
como tampoco el anticlericalismo le convierte en no creyente. Por el contrario, hay en los escritos de Somoza frases, y de ellas se desprenden actitudes,
que denotan cuanto menos una sensibilidad nada ajena a la religión. Así por
ejemplo, en carta a Menéndez Pelayo hablando de sí mismo dice: El hombre
siempre y en todo tiempo debe tener el valor cristiano de confesar su ignorancia, y
hacer esta declaración a cara descubierta290. Téngase en cuenta que Somoza en
cuanto encuentra confianza abre con mucha facilidad su alma; y a Menéndez
Pelayo lo adoraba. La frase no es, por tanto, mera literatura. De llevar esta
afirmación a sus últimas consecuencias hay que concluir que su descarnada
sinceridad, causante de sus propias desgracias y desavenencias, esa verdad
ante todo, era una exigencia de su conciencia, una actitud religiosa en definitiva.
Una carta de don Julio dirigida a don Sebastián Soto Cortés, íntima
por su contenido, alejado de las chifladuras que tanto gustaban, nos descubre
a un Somoza preocupado por la miseria humana. No sabemos los antecedentes de la carta; al parecer don Sebastián pretendía hacer una obra de caridad y busca persona de confianza para que la lleve a cabo. Somoza le da su
opinión sobre determinadas personas y en general sobre todas, y se ofrece
para llevar a cabo el encargo:
Sólo para esta caritativa empresa, le ofrezco a Vd. mi cooperación
si por acaso la necesitare. Hay aquí muchas miserias, dolencias y necesidades que socorrer, y no son seguramente las mayores, las de los pobres que
piden de puerta en puerta o en medio de la calle.
290
Epistolario. Tomo XII. Carta 11; fecha 10 julio 1892; pág. 9.
Biografía de Julio Somoza
189
Y también, en esa carta se nos revela que en otra ocasión la familia
Somoza había colaborado para que don Sebastián llevara a cabo otro acto de
generosidad en la persona de un enfermo de cáncer que vivía en Cimadevilla:
Mi hermano Manuel, me escribió, para que de parte de Vd. entregara cinco pesetas al pobre “del cáncer” (así le llaman) que vive en la plazuela de la Corrada en Cimadevilla. Se las entregó mi mujer, y preguntó con
mucho agradecimiento si “sería de parte de una Sra. que solía darle una
medicina p.a curarse”. Como mi mujer ignoraba lo del “bálsamo” de su Sra.
Madre, le dijo que era “por encargo de don Sebastián”, quedando el infeliz
muy agradecido.
Es verdad que aquí quien hacía la caridad no era Somoza, pero se nos
descubre un alma sensible a la miseria humana y respetuosa (si no partícipe)
con quienes parecen tener determinadas convicciones religiosas, pues la
carta termina dándole don Julio la noticia de la colocación de la primera piedra de la iglesia de San Lorenzo de Gijón:
Ayer fue día de gran jolgorio con la inauguración de la nueva iglesia291.
6.— Amigo admirado
En Emilio Robles Muñiz (Pachín de Melás) despertó don Julio Somoza
verdadera y auténtica veneración. Resulta admirable el cariño con que siempre
le trata. Se ha dicho que cuando Pachín de Melás se arroja en 1936 en un arranque de vocación jovellanista a rescatar de la barbarie los restos de Jovellanos
que yacían en la iglesia de San Pedro, lo hace acordándose de Somoza, de cuanto había investigado, de cuanto había luchado por Jovellanos292.
En sus Minucias de La Prensa ha ido sembrando Pachín de Melás hermosísimas semblanzas de los últimos años de la vida de don Julio, a quien
llama cariñosamente el viejecito. Con él daba largos, larguísimos paseos, y
escuchaba de él todo cuanto su prodigiosa memoria recordaba; unas veces de
las calles, su nombre, su historia293; otras de los monumentos desaparecidos:
el Arco del Infante (¡Fue una lástima, una verdadera lástima, el derribo del Arco!
—le oía decir—); de los paseos que alegraron su juventud, como el Paseo de
las Damas (¡Cómo lo conocí yo tan arregladito! —exclamaba) 294; a veces de suceCarta de 21 de abril de 1890. Archivo de la FUNDACIÓN ALVARGONZÁLEZ, H-50/1.
ADÚRIZ, Patricio. Pachín de Melás. Gijón, 1978; pág. 119.
293 PACHÍN DE MELÁS. Minucias del tiempo pasado. Cosas viejas del pueblo viejo. La Prensa, 1
de febrero de 1928.
294 PACHÍN DE MELÁS. Minucia del tiempo viejo. Sobre las huellas del pasado. La Prensa, 25 de
enero de 1928.
291
292
190
Agustín Guzmán Sancho
sos de antaño, como aquella famosa temporada en que se puso de moda el
timo de los casquilleros (hoy más conocidos por trileros295); y muchas otras viejas historias de Gijón.
He aquí cómo nos lo ha descrito:
“Tarde templada de tibio sol. Malandando resguardado del
viento, tomo carretera de Oviedo adelante que para mí constituye
uno de los más plácidos paseos de la villa.
Unos metros fuera de la urbe, encuentro al viejo amigo que
desde hace años me guarda un gran afecto. Todos los días desde su
lejana juventud, camina cotidianamente varios kilómetros. Es un
amenísimo conversador y un memorión formidable. No se aparta de
la sombrilla durante el verano, ni del paraguas en invierno. Llueva
que no, es lo mismo para transportar según la época dichos adminículos en sus huesudas manos. Fue un día protagonista de una magistral pincelada de Evaristo Valle, en una de sus magníficas caricaturas
retratos.
Un saludo afectuosísimo, como siempre y caminamos lento,
lento. El tema es el mismo de toda su vida. Asturias-GijónJovellanos. En el hablar encanta por los prolijos detalles, por las aseveraciones históricas, concretas”296.
De su afición a caminar también nos ha contado algo Joaquín Alonso
Bonet, con quien alguna vez también se paraba a conversar. Y nos ha dejado
la información de que don Julio tenía una charla viva, en que arrastraba un
poco las erres. Alguna vez le recibió en su biblioteca “donde no a todo el
mundo recibía”297. Y es que Somoza no era amigo de prodigar inútil y vanamente sus conocimientos, sino de comunicarlos con aquellos que tenían un
vivo interés.
No gustaba de complacer a los meros curiosos. Alonso Bonet y
Pachín de Melás, no eran ni mucho menos simples curiosos. Es muy probable
que esta desconfianza hacia los que sin un propósito serio pretendían saber
un dato, una anécdota o una fecha, fuera una lección aprendida a fuerza de
prodigarse en sus primeros comienzos en hacer partícipe a los demás de sus
descubrimientos. Basta recordar la primera carta que escribe a Menéndez
PACHÍN DE MELÁS. Minucia del Hampa. Tangas, quiles y casquilleros. La Prensa, 16 de
marzo de 1928.
296 PACHÍN DE MELÁS. Minucia del tiempo viejo. Sobre las huellas del pasado. La Prensa, 25 de
enero de 1928.
297 BONET, Joaquín A. Pequeñas Historias de Gijón. (Del archivo de un periodista). Gijón, 1969;
pág. 211.
295
Biografía de Julio Somoza
191
Pelayo, en la que le declara que estaba escarmentado de regalar autógrafos a
trueque sólo de bellas promesas y ofertas desinteresadas298.
He aquí lo que podía suceder cuando alguien, sin un interés concreto, se acercaba a preguntarle una dato, según nos cuenta su amigo Pachín de
Melás:
“Presencié una escena de esas en la que yo en su lugar haría
lo mismo. Un señor le hace una pregunta que contestada o sin contestar, es decir, sin saber su objeto, al aludido le daría igual. Le responde don Julio:
¿Para qué necesita usted saber eso? ¿qué falta le hace? ¿qué
utilidad le reporta? Ninguna. ¿Cree usted que voy a dedicar muchos
años a un estudio determinado para que llegue, revuelva en el baúl
de los recuerdos y elija el más agradable sin un fin que precise usar
de la ficha?”299.
Y es que don Julio tenía muy claro que quienes de verdad se interesaban por esos asuntos eran (y serán siempre) cuatro raros. En una carta a su
amigo Sebastián de Soto le anuncia que ha desistido de llevar a cabo su proyecto sobre las luchas cántabras (De bello Cantábrico, como él la titulaba), a
pesar de tener muchos materiales recogidos, por razones de salud, falta de
reposo y por la tremenda impresión que le había causado el grado de analfabetización que recogían las estadísticas del Ministerio de Fomento, y le escribe que está dispuesto a guardar silencio para no indigestar a quienes se alimentan de fabes y boroña:
Además, cuando leí la estadística que ya le cité del Ministerio de
Fomento, sobre población e instrucción pública española, y hallé que de una
población total de
18.000.000 de habitantes, había
¡¡12.000.000!! que no sabían leer
ni escribir, se me cayó el alma a los pies, y desmayé del todo. ¿A qué afanarse
ni hacer investigaciones eruditas si nadie las ha de leer más que cuatro raros
como Vd., Vigil, Vigón y yo?
Nada, nada, cepos quedos. Estudiar, leer, e investigar siempre...
pero nada de darle al público semejantes raciones indigestas. Estómago habituado a fabes y boroña son indignos de paladear las sublimes salsas del arte
culinario300.
Epistolario. Tomo V. Carta 320; fecha 10 de julio de 1882; pág. 407.
PACHÍN DE MELÁS. Bibliografía de Asturias. La biblioteca del Señor Somoza... ¡Quemada!
La Prensa, 24 de octubre de 1934.
300 Carta de fecha XV Kal. Jannuarius MDCCCXIIII. Archivo de la FUNDACIÓN ALVARGONZÁLEZ, H-50/1.
298
299
192
Agustín Guzmán Sancho
Otras veces le venían a don Julio con una frase o cita para que él les
dijera dónde se encontraba, o dónde se podía ver. Si algo molestaba a don
Julio sobremanera era la costumbre española de no señalar de dónde se
toman las citas, lo que atribuía a la pereza de la raza. Pero sobre todo le encolerizaba cuando suponía que la frase en cuestión era falsa. A este respecto
tenemos un valioso testimonio en una carta a su amigo Ricardo Rodríguez a
quien un amigo le encargó que consultase al insigne jovellanista una pretendida frase de Jovellanos:
Cuando se publicó la edición XII (creo fue la XII ó XIV) del
Diccionario de la Academia de la Lengua, venía atiborrado de citas de
Jovellanos, tales y tantas, y en tal número, y tan raras, que me cansé de recibir cartas de gentes amigas o incógnitas, pidiéndome la referencia y precisión de las citas. ¡Oh, la cólera de don Julio, por aquellas fechas! Rayó en lo
inverosímil.¡Y era natural! En España, hay la perversa costumbre (símbolo
de la pereza de la raza) de citar textos de autores, sin puntualizar los pasajes de donde se toman: ¿Lo vé Vd. claro, hombrín de Dios? ¿Sí, eh,? pues a
otro perro con ese hueso, que en mi casa, es cama de galgos, y no los hay.
Y al despedirse insiste haciendo como siempre burla de sí mismo:
Nada más: que pase Vd. buen verano; nuevo abrazo a Marcelo; y al
amigo del encargo jovellanista, que no sea chinche, que estoy en la frontera
de los 77 y, además, que tengo un genio de 50.000 de a caballo, y con harpón de avispa, “pra os labercos”301.
Es indudable que si él mismo reconocía su fama de mal carácter, ésta
fuera en aumento. Pero para Pachín de Melás el verdadero carácter de su
amigo es otro muy distinto:
“Es don Julio Somoza, a quien tanto admiro, mejor dicho,
venero, el prototipo de la modestia sin ostentación alguna que oculta su natural sentir. Huye siempre de toda publicidad, de todo honor,
reconcentrado en su excelsa labor erudita”302.
Y añade respecto de su fama de mal genio:
“Hay quien dice que tiene el carácter desabrido, hosco. Yo le
encontré en todo momento dulce, cariñoso. Para los inoportunos sí.
Para esos que preguntan tontamente por el solo placer de preguntar
lo que ni les va ni les viene, ni les importa maldita la cosa, con esos
se pone frenético”.
301 Carta fechada el último día de julio de 1924, dirigida a don A. Ricardo Rodríguez.
Archivo de la FUNDACIÓN ALVARGONZÁLEZ, H-50/1.
302 La ausencia de vanidad es una característica de la personalidad de Somoza que han destacado también entre otros Patricio Adúriz y Francisco Carantoña.
Biografía de Julio Somoza
193
Como él tenía interés y mucho, se sentía legitimado a reclamar y casi
exigir de cuantos tenían algún documento importante para la historia se lo
facilitasen, no con el ánimo de apropiarse de él sino de darlo a la luz pública.
Basta recordar, como ejemplo de su honesta conducta en este punto, que envió
a don Marcelino puntual y escrupulosamente en el plazo convenido aquellos
ansiados Diarios que tanto amaba y tanto placer le proporcionaron. Crítico con
muchas cosas, lo es también con aquellos que acaparan documentos y legajos
valiosos sin darles jamás la utilidad a la que sin duda están destinados.
Porque el buen deseo se estrella en nuestra patria, en lo que a investigaciones literarias toca, no en su completo o escaso éxito, sino en la inercia,
pasividad o interés egoísta de los poseedores de tales presas, quienes, las más
de las veces, ni las saben leer, ni las entienden, ni en su duro cerebro penetrará jamás a mazo y cuña, el concepto de utilidad de semejantes papeles.
Poseedor existe, que antes se despojará de cualquier órgano vital, que renunciar a uno de sus carcomidos papeluchos, negándolos con rudo y desabrido
gesto, y con hostil y áspera fiereza: y el pobre diablo que de tal modo se conduce, ignora que es un ente ordinario, vulgar representante del atavismo de
la raza, al imaginar que en su custodia, va librada la seguridad y el porvenir
de su familia. ¡A tan triste estado y decadencia, hemos venido en la tierra de
los aspavientos, donde tiene su feroz guarida, el pavoroso y espantable
endriago, don Pelayo Infanzón de la Vega, Quijote de las Asturias!303...
Otro que también lo veneró no solo con el cariño con que se venera
al maestro sino con cariño de nieto, fue Pedro Hurlé. De sus relaciones ya
hemos dicho algo al hablar de la Numismática. Basta recordar ahora que
cuando en 1954, Alejandro Alvargonzález, otro gran admirador de Somoza,
publicó la carta de Fermín Canella a Fernández Vallín, que hemos citado más
arriba, en la que llamaba a Somoza pobre diablo, Pedro Hurlé arremetió con
una artículo en defensa de su recordado y querido maestro. Reconoce el discípulo los defectos del maestro pero, aún así, dice: “Ingratos seríamos a su
memoria, si no rompiésemos una lanza en su favor, cuando cualquier especie, falsa o cierta, viniese a empañarla, disculpándole en sus errores y defendiendo sus aciertos”304.
Hasta que alguna circunstancia viniera a perturbar la opinión que de
sus amigos tenía, todo parece indicar que sabía volcarse en ellos. A los
comienzos de La Quintana habla de Aramburu y de Canella como sus queridísimos amigos. Sentida fue la muerte de su amigo don Luis Truan, según el
artículo que le dedica en El Eco de Asturias. Sabía ser obsequioso y despren303 Prólogo a Documentos para escribir la biografía de Jovellanos recopilados por Julio Somoza
García-Sala, C. de la Real Academia de la Historia. Volumen I; pág. 19.
304 HURLÉ MANSO, Pedro. Don Julio Somoza y García-Sala. El Comercio, 28 de julio de 1954.
194
Agustín Guzmán Sancho
dido, incluso con los que ni siquiera eran amigos, sino simples aficionados a
sus materias de estudio, regalándoles libros de su biblioteca305. Donó a su discípulo Pedro Hurlé monedas de su colección. Del enfado que tuvo Somoza
con él a causa de deshacerse del ejemplar del Informe de la Ley Agraria por el
escrúpulo que como creyente le produjo al ser una obra incluida en el Índice
de Libros prohibidos de La Iglesia, es fácil suponer que sus prontos no nacían
sino de cuanto era objeto de estudio y dedicación apasionada para él.
Las diferencias, por ejemplo con Fermín Canella, no tuvieron otro
origen que la pasión investigadora. Somoza echa en cara a su amigo de La
Quintana dos acusaciones muy graves: afán de protagonismo y falta de verdad histórica. Así se lo dice a Sebastián de Soto Cortés: ¿Fermín dije?
Muchísimo cuidado: reserva y silencio, sobre todo esto. Ese, en cuanto “pesca” una
idea, por el insensato afán de ser el primero en darle publicidad, la tuerce, la cambia,
la disloca, la tergiversa, y saca... un ciempiés. Y más adelante: Porque amigo Soto,
desde qe Fermín “se atreve” a escribir la Historia de Asturias, se miente mucho306.
Causa admiración que Canella respondiera a estas acusaciones con la constancia de su afecto hacia él.
Lo mismo se puede suponer de las diferencias con Fernández Vallín.
Es fácil imaginar que tendrían su origen en celos “jovellanistas”, con toda
seguridad. Podemos calificar sus enfados de enfados culturales nunca personales. La advertencia a un amigo de que no colocase tal escudo de armas en
la fachada de su casa porque no le correspondía, no iba dirigido en términos
dubitativos o de consejo sino en forma tajante que llevaba cuando menos a
enfriar un tanto aquella relación. A Somoza le perdían las formas, pero quienes le conocían aguantaban el chaparrón, y pasada la tormenta, don Julio volvía a ser hombre cariñoso y obsequioso.
7.— Afán de perfeccionismo
En todo caso nadie podía dejar de admirar su obra, tanto amigos
como enemigos, e incluso aquellos que combatieron sus ideas, no pueden
dejar de admirarlo. Ya veremos al tratar de la Batalla de Covadonga, cómo el
gran hispanista Sánchez Albornoz no pudo dejar de hacerse sensible a la tremenda personalidad de aquel viejo tozudo que negaba tan importante batalla. Y es que el esfuerzo de su obra es gigantesco.
305
306
Preliminar. Bibliografía Regional Asturiana; pág. XIX.
Carta de fecha 22 de febrero, sin año. FUNDACIÓN ALVARGONZÁLEZ, H-50/1.
Biografía de Julio Somoza
195
Se ha calificado su tesón de paciencia benedictina, frase muy en boga
en la época. Una gran laboriosidad preside todos sus trabajos. Paradójicamente, sentía cierto complejo de fracaso como consecuencia de su falta de
formación académica, pues en cartas a Braulio Vigón lamenta lo que él llama
su holgazanería y las lagunas que, por esta causa, tiene en su formación
humanística, además de cerrarle el camino para obtener los puestos a que, en
otros aspectos, podía optar307. Sin embargo, no puede llamarse holgazanería
a su ingente labor.
Y es que era un amante del perfeccionismo y lo que ello conlleva que
es el orden. Por eso odiaba los errores, fustigándolos con el sarcasmo y la
burla. Confiesa a Menéndez Pelayo ser esclavo del orden y la disciplina en una
carta donde le acaba de decir que ver citados en los Diarios de forma equivocada nombres de ciudades, montes, ríos, términos, etc., de Asturias, por parte
de los amanuenses de Jovellanos, que metían cada zapatón que temblaba el orbe
le producía una crispadura de nervios de todos los diablos308. Ya veremos cómo al
ser publicados por el Instituto de Jovellanos llevará a cabo una importantísima labor de corrección.
Todas las obras de Somoza llevan el sello de su personalidad. Quien
mejor lo ha visto y mejor lo ha expresado ha sido Alejandro Alvargonzález
quien decía admirarle “en sus obras de erudición crítica y crítica histórica,
cargadas todas ellas de bilis, de resentimientos, de veracidad, de infatigable
lucha y tesón, todas ellas hermosas y dignas de un fuerte carácter, donde se
representa tal y como era, sin paliativos y ambages y no un fantasma que
algunos asustadizos nos quieren pintar, y los cuales temen que por decir que
un gran hombre fue humano y tuvo sus defectos, preferencias, odios, amores
y toda gama de sentimientos que anidan en el alma mortal corriente, dejó por
eso de ser un gran hombre”309.
Sin duda alguna fue su tremenda personalidad, su genio enérgico e
intelectualmente tenaz, exigente y apasionado lo que ha producido su obra.
Para llevar a cabo tamaña empresa había que ser duro y exigente, nervioso,
activo, concentrado, perseverante, inconformista, sincero y estar guiado por
la conciencia de servir al bien de los demás. Somoza ha sabido transformar,
como él diría, la proverbial galantería española en proverbial actividad y
habitual perseverancia.
307 VIGÓN, Ana María. Prólogo a VIGÓN, Braulio. Asturias: Folklore del mar. Juegos infantiles. Poesía popular. Estudios históricos. Prólogo de Ana María Vigón. Nota editorial de Emilio
Marcos Vallaure. Oviedo, Biblioteca Popular Asturiana, 1980; pág. XXVII.
308 Epistolario. Tomo XI. Carta 449; fecha 31 de diciembre de 1891; pág. 367.
309 Don Julio Somoza de Montsoriú (Segunda parte de una que debió ser primera). El Comercio, 1
de agosto de 1954.
196
Agustín Guzmán Sancho
Nada de formas, nada de disimulos, nada de nada, simplemente
manos a la obra con la verdad desnuda, caiga quien caiga.
Como ha dicho nuestro recordado Francisco Carantoña, tenía razón
Somoza en dejarse llevar por la santa cólera310.
310 Prólogo a la edición facsímil de Cosiquines de la mió Quintana. Gijón, Editorial Auseva,
1988.
CAPÍTULO 9
Las termas romanas
1.— Somoza en escena de la mano de Jovellanos
Al comenzar el siglo XX Julio Somoza se había convertido en el más
grande jovellanista de la historia. Su nombre será asociado de forma imperecedera al de don Gaspar Melchor de Jovellanos. Sus propios paisanos así lo
reconocían. Cuando en el verano de 1902 se habla de reanudar el proyecto de
construcción del Muro de San Lorenzo, publicó El Comercio un poema subtitulado “mito...lógico” en el que aparecen Júpiter, Minerva, Apolo, Baco y
otros dioses, en torno a la discusión de la necesidad de la construcción del
muro en la playa.
En medio de la narración surge Jovellanos del agua en estatua de
bronce acompañado de Julio Somoza:
Por fin, cuando pisan la playa arenosa,
gritando el dios Jove silencio mandó,
y el pueblo dijo con voz poderosa:
—Postraos ante el genio que al puerto llegó.
Él es Jovellanos, el sabio... la gloria,
el digno de fama y eterno laurel,
y el otro sujeto que trae de la mano,
es Julio Somoza que viene con él.
La estatua de bronce, pegando dos saltos,
dejando a don Julio, por fin rompe a hablar,
y en un verso libre, de estilo anticuado,
las grandes ideas comienza a explicar...
Y cuando termina la estatua de hacer su panegírico de la tierra y los
habitantes de Asturias, sin pronunciarse ni a favor ni en contra del objeto del
198
Agustín Guzmán Sancho
debate: la construcción del muro, “un viva que dio Somoza / fue el epílogo
final / con aplauso general / de toda la gente moza”311.
Al año siguiente de estos versos aparecerá en el mismo periódico
otros dirigidos todos ellos a Somoza. Esta vez en tono nada laudatorio. Será
con ocasión de los importantísimos hallazgos arqueológicos del Campo
Valdés, que son sin duda una de las páginas más interesantes de la historiografía asturiana. En esta ocasión, don Julio tropezará con la incomprensión
de una buena parte de sus paisanos, que no valorarán el descubrimiento
hasta que el tiempo venga a demostrar lo acertado de sus conjeturas y análisis. Merece, pues, por una y otra causa un detenido estudio de todos los detalles y circunstancias que rodearon el suceso.
2.— El hallazgo de un laborioso artista
Fue al abrir una zanja para la construcción de una alcantarilla por lo
empleados municipales cuando un modestísimo vecino y laborioso artista, según
expresión de Somoza, descubrió estas ruinas y paró en ellas su atención. La primera noticia del descubrimiento nos la da El Comercio con fecha 10 de marzo,
y ella es la que el propio Somoza toma como del inicio de las excavaciones312.
Sin embargo, el hallazgo tuvo lugar algunos días antes, según se desprende
de la gacetilla de dicho periódico, que contaba así el suceso:
Excavaciones en el Campo Valdés.
En la zanja abierta en el Campo Valdés para la construcción
de una alcantarilla, se han descubierto estos días algunos restos
humanos, así como ladrillos canalizados en perfecto estado de conservación y que se creen de origen romano.
Ayer, durante todo el día, acudieron a aquel lugar muchos
curiosos, atisbando el momento sensacional del descubrimiento de
algún vestigio misterioso.
El poema compuesto en tres Cantos y publicado en los días 23, 24 y 25 de julio lleva la
firma de Xuan de la Coyar, que sin duda debía ser persona muy allegada al círculo de
Somoza, ya que en el poema se hace una referencia a la jaca airada / que monta Sebastián Soto
Posada, amigo de Somoza.
312 Gijón en la Historia General de Asturias, Vol. I. Nota 1; pág. XXIII. Por otra parte, nuestro
amigo Luis Argüelles en la columna “Viejo Gijón” de El Comercio, 22 de noviembre de 1996,
fija la fecha del 3 de marzo.
311
200
Agustín Guzmán Sancho
A última hora de la tarde, las palas y picachos de los obreros
tropezaron con un pavimento de ladrillo, el cual no se sabe si constituirá el techo de tumbas antiguas subterráneas o antiguos hornos.
Hoy continuarán los trabajos de investigación, que verdaderamente son curiosos y despiertan interés313.
Lo que no comenta la prensa es a quién se debía el descubrimiento.
Será el propio Somoza quien nos lo diga:
A principios de marzo de 1903 nos avisó nuestro amigo y convecino don N. M.z S. que al abrir una zanja en el paseo de Valdés para la construcción de una alcantarilla, había aparecido un piso o pavimento de color
rojizo, que le había llamado la atención por algunas particularidades extrañas314.
A pesar de que Somoza le nombre con las siglas, se trataba de un
amigo. Es muy probable que conociendo el carácter tímido y modesto del
artesano, no se atreviera sin su permiso a nombrarle. Sin embargo, más adelanta en la misma obra Gijón en la Historia General de Asturias, en la nota 171,
correspondiente al capítulo dedicado a las termas le menciona como N.
Martínez.
Era don Nemesio Martínez Sierra, que tal era el nombre completo del
descubridor, un famoso y laborioso grabador, de espíritu selecto y corazón
bondadoso, alma noble, que había trabajado al lado de Alfredo Truan, pues
dominaba tanto la madera como el cristal. Ovetense de nacimiento (1894), de
cuya Escuela de Bellas Artes fue alumno, llegó a Gijón tras una breve estancia en Madrid, empleándose como dibujante en la litografía de la calle
Libertad, que regentaban los señores Arranz de la Torre, Crespo y Cruz. Hizo
los primeros planos de los puertos de El Musel y del Apagador. En 1884 había
publicado una curiosa Guía de Gijón, con la vista de las principales calles de
la villa dibujadas a pluma, documento hoy muy estimado. Fundó en 1890
una revista quincenal artística titulada El Trazo. Era profesor de Dibujo del
Ateneo. Compartía con su íntimo amigo Julio Somoza la vocación jovellanista y la afición por el coleccionismo de grabados antiguos, de los que formaron una gran colección315. Existe un testimonio tanto de esta amistad como de
la afición de Somoza al grabado en unas notas de puño y letra del ilustre
jovellanista en las que describe una estampa que poseía el entrañable amigo.
313 Al día siguiente, 11 de marzo, aparecería recogida la misma noticia en El Carbayón de
Oviedo.
314 Gijón en la Historia General de Asturias. Vol. I; pág. 1.
315 Toda esta información nos la da Pachín de Melás en su reportaje gijonés titulado: Don
Nemesio, el Grabador, aparecido en La Prensa el 3 de diciembre de 1933.
202
Agustín Guzmán Sancho
Estaba grabada en cobre y medía 0,72 m de largo por 0,53 m de
ancho. Estaba dibujada por Luis Parret y grabada por José Ximeno. Se titulaba “La desgracia imprevista y la felicidad inesperada”. Representaba la
extracción de la artillería y caudales del navío San Pedro Alcántara que fue a
pique en Peniche (Portugal) en el año 1786 316. No sería la única vez en que el
insigne grabador apareciera unido a Somoza en el descubrimiento de un
valioso hallazgo; ya en 1898 sería testigo de aquel sorprendente y lamentable
estado en que fueron encontrados muchos manuscritos de Jovellanos, envolviendo restos de jabón, de las jabonadoras de la acequia del molino de
Ceares317. Don Nemesio dejó al morir, el 20 de marzo de 1916, tras una vida
austera, un cariñoso recuerdo y un gran respeto a su memoria. Somoza le
dedicó este epitafio:
Cansado ya de batallar sin tregua
contra la ciega fuerza del Destino,
piadosa al fin, te deparó la Muerte
la paz serena del eterno olvido.
Del olvido le hemos rescatado por su importante papel en este
hallazgo. Don Nemesio, nada más percatarse del interés arqueológico de lo
aparecido en el Campo Valdés, lo primero que hizo fue avisar a su amigo
Julio, quien a la primera ojeada se percata de que son restos romanos. Así nos
lo cuenta Somoza: Fuimos a verlo incontinenti, y a la primera ojeada, y sin vacilar,
nos persuadimos de que aquellos restos, por sus materiales, forma, aire y antigüedad,
debían pertenecer al periodo romano318.
3.— Cuatro faramallas y buscarruidos
Es probable que fuera el propio Somoza quien contribuyese con su
comentario a despertar el interés de los vecinos y del público, que curioso se
acercaba a ver si se veía algún objeto de interés. La aparición de los restos
humanos mantendría in crescendo esta curiosidad popular. El caso es que
desde el primer momento las excavaciones excitaron la curiosidad de la gente.
Contó entonces don Julio con la importantísima ayuda y colaboración de su viejo amigo don Calixto Alvargonzález Landau, hombre que unía
a su condición de industrial una amplísima preparación intelectual. Llevó a
cabo la obra de levantar el segundo cuerpo del Instituto de Jovellanos y
La nota aparece al final del Pequeño diccionario geográfico de Julio Somoza. (Biblioteca
Asturiana del P. Patac, doc. FC 164).
317 Víd. Cap. I.
318 Gijón en la Historia General de Asturias. Vol. I; pág. I.
316
Biografía de Julio Somoza
203
ahora llevaría a cabo con exquisito primor y cuidado estas excavaciones,
aportando sus conocimientos arqueológicos adquiridos en un viaje a
Pompeya.
El día 12 de marzo apareció en El Comercio una gacetilla en la que se
ridiculizaba a quienes “han creído tener enfrente alguna portentosa ‘obra de
romanos’ de gran interés histórico para Gijón”, y señalaba que en el Archivo
Municipal había una escritura de 1650, según la cual don Fernando Valdés,
ascendiente de la familia Revillagigedo, había hecho construir en el sitio
donde se estaba excavando, un muro de contención de la almena para defensa de sus propiedades, pero el Ayuntamiento no le dejó, dadas las quejas de
los vecinos, y mandó demoler las obras para dejar paso a la iglesia. Y eran
esos los vestigios descubiertos.
El día 15 volvía a insistir en que la cosa no tenía la importancia que
se le había pretendido dar. También señalaba que “no han faltado graciosos
comentarios y jocosas ocurrencias a propósito de los supuestos ‘interesantes’
descubrimientos, y terminaba diciendo”:
“Como nunca faltan gentes desocupadas que andan a caza de
baratos entretenimientos, vienen estos días constituidos en guardia
cerca de la zanja famosa, no pocos arqueólogos de ‘lance’ que sueñan
con ver resurgir, a lo mejor, bajo el golpe de la piqueta, encantadas
mansiones por el estilo de las que tantas veces se creaba don Quijote
en los inexhaustos veneros de su imaginación ardiente y dislocada.
En fin, cada loco con su tema y cada anticuario con su moneda cuadrada o con su ladrillo acanalado”.
Pero la cosa subió de tono dos días más tarde, en que aparecieron
unos versos con la firma de ZAPICO, en los que se hacía clara alusión a
Somoza, quien ya entonces, como él diría, estaba cierto del tipo de restos
encontrados, a juzgar por el título del poema, que decía así:
Los restos de Cartago, antiguas
catacumbas o baños sulfurosos.
—————————
Leyenda en cantos (rodados)
CANTO PRIMERO
Hoy, Fabio, que las diosas
de la mansión de Apolo y Helicona
me invitan a cantar, entre otras cosas,
la vida harto feliz de tu persona.
204
Agustín Guzmán Sancho
En versos mal medidos,
sin música y sin arte,
voy una historia póstuma a contarte
y si con mil cumplidos
mis pobres versos sin piedad rehusas,
imploraré a las musas
hagan llegar su canto a tus oídos.
y sin ser yo un Quintana, un Garcilaso,
un Zorrilla, un Barlart, un Aguilera,
Tirso, Espronceda, Campoamor o el Tasso,
Quevedo, Moratín, Flores García,
te diré en poesía
lo que tal vez en prosa no pudiera.
Y entonces con palabras melodiosas
y versos armoniosos
te contaré unas cosas
que pasarán sin duda de curiosas
y serán el asombro de curiosos.
CANTO SEGUNDO
Allá en los tiempos el doctor Pandolfo,
aquél sabio eminente
que dieron en llamarlo ingenuamente
más que sabio precoz, valiente golfo,
vinieron a Gijón dos maragatos
con un fardo de platos
de porcelana fina
y otros varios enseres de cocina.
Mas como entonces, al igual que hoy día,
eran las lluvias por demás frecuentes,
y el mercado se hacía
a la orilla del mar y a cuatro vientos,
los pobres maragatos levantaron
una especie de tienda
con piedras y ladrillos que sobraron
de varios monumentos
que a la iglesia contigua
construía un Marqués de casa antigua.
Los otros comerciantes
de botas de Noreña, protestaron
en tonos alarmantes,
y el Alcalde intervino en el asunto.
Biografía de Julio Somoza
Dio cuenta en la sesión del sucedido
y ordenaron al punto
se fueran los intrusos maragatos
a otro pueblo mejor para sus platos.
El pueblo de Gijón, agradecido
y victorioso al fin de la contienda,
dio vivas al Alcalde y en memoria
de aquel día tan grande, aquella tienda
se convirtió en escoria.
Así me dice ¡oh Labio! en el archivo
de nuestro Ayuntamiento,
un usado papel sobre el que escribo
para que sepan todos que no miento.
CANTO TERCERO
¡Oh dulces diosas del hermoso Apolo!
prestad de vuestra lira los acentos,
no me dejéis tan solo
en estos solemnísimos momentos.
Llorad conmigo la traidora suerte
de estos restos del templo soberano
que la infame piqueta
sorda a tales canciones del poeta,
deshace ahora con traidora mano.
Aquí un templo romano
se eleva majestuoso
y más allá una bóveda se asienta.
Un baño sulfuroso
aquí a mis plantas veo,
una lapida allí se me presenta
y en letras burdas esquiroles leo.
Términos sin duda
que el tiempo ingrato carcomiendo muda.
¡Un clavo! ¡una moneda! dos ladrillos
tamaño colosal,
un pedazo de copa de cristal,
cuatro metros de tubo,
un poco de argamasa con pintura..
Todo me indica que hubo
un notable y artístico edificio,
tal vez fuera romana sepultura,
una cueva tal vez del santo oficio.
...................................................
205
206
Agustín Guzmán Sancho
Cava, cava, tu frente
cúbrela de sudor que ya la historia
pagará tu trabajo eternamente
cubriéndote de gloria...
¿Más qué hallaste ¡oh sabio!
que apenas a mover se atreve el labio?
¿Una inscripción tal vez? ¿algún escudo
que denote una época remota?
—¡Solloza de alegría, es una bota
pegada en este plato con engrudo!
ZAPICO
Se continuarán las excavaciones
Las alusiones a Somoza eran pues clarísimas y directas en ese Solloza
del penúltimo verso, que aparecía igualmente en cursiva en el original.
Pero no era sólo El Comercio el que no creía en la importancia de los
hallazgos. También su colega El Noroeste se hacía eco de la explicación de atribuir las obras a Fernando Valdés en 1650; e incluso se decía: “Tal vez, como
creen algunos, hayan tenido allí los romanos alguna fábrica de oricios”.
De todos estos ataques se vengaría don Julio año más tarde cuando
dio a la imprenta su obra Gijón en la Historia General de Asturias, donde se permite este largo desahogo:
Permítasenos “por una sola vez”, contestar someramente desde este
sitio a la huera declamación de algunos papeles locales en aquellos días, cuyos
inspiradores, acreditando una ignorancia supina en materia de investigación
histórica, y con una descortesía propia sólo de quienes desconocen en absoluto los rudimentos del trato social, vertieron especies tan ajenas de toda persona medianamente culta, como inspiradas en las más vulgares pasiones.
Al segundo o tercer día de las excavaciones, sin ver, sin saber oír,
ni entender, y siendo blanco de las burlas de un “desocupado” (muy amigo
de zarandear al prójimo por puro pasatiempo), se lanzaron a decir, que aquellas ruinas, eran de edificios de 1654, según constaba de papeles del
Ayuntamiento. ¡Buena plancha! pero ¡buena! Como no les diera resultado la
tentativa, de puro disparatada que era, tomáronlo por el lado de chusca
payasada, y allí salieron a relucir las casas de las “Teñidoras y
Reblaguinas”, cuya edificación difícilmente subiría del siglo XVIII, y por
último, sumándose a las multitudes, bajo su forma más soez, reprodujeron
todos los ecos del folklore, bajo la forma de minas, tesoros, gigantes
encantados, xanas, ayalgas, nigromantes, y... fábricas de oricios.
Costábales bien poco a estos representantes del Cuarto poder (ya
puesto en solfa por Armando Palacio Valdés, vapuleado sin piedad por el
Biografía de Julio Somoza
207
célebre Rector de la Salmanticense, y escarnecido en la picota por la candente estrofa de Núñez de Arce), informarse por sí propios, arrimando el
hombro, y asistiendo con asiduidad algunos días a las exploraciones, compulsando después en las bibliotecas locales sus datos, o asesorándose de personas que sobre la materia pudieran ilustrarles: pero encontraron más cómodo y barato acudir al repertorio grueso del plato fuerte, suministrándoselo
al ilustrado público en la forma que tan acreditada tienen.
Y todo ¿por qué?... Porque desde el primer día, no se encontraron,
como pudiera suceder en Pompeya, Herculano, Tarragona, o Mérida, estatuas, lápidas, armas, ánforas, ídolos, alhajas, y otros objetos materiales,
y bien conservados que satisficieran su curiosidad femenil, y su admiración de niño. Querían, como vulgarmente se dice, llegar y besar el Santo.
Y... ¿por qué más?... Porque en la impura realidad de la vida, había
tras cortina, tres o cuatro grotescos faramallas o buscarruidos, que no
tuvieron ni la iniciativa ni la dirección de la empresa: y, desconocedores por
completo de lo que son las investigaciones históricas, y en absoluto desposeídos de todo lo que significa veneración y respeto por la antigüedad, creyeron (¡vaya si lo creyeron!) que era aquella, ocasión propicia de darse pisto,
en una materia que por su índole extraña, había de excitar, naturalmente, la
curiosidad pública.
Somoza ataca a algún desocupado y a tres o cuatro faramallas y buscarruidos. Da la sensación de que sabe quiénes son, sin embargo no los nombra.
Y es que don Julio, así como en las cartas privadas a algún amigo se permite el
franco desahogo en la intimidad de la amistad, en sus escritos públicos suele ser
más comedido lógicamente. Y a fuer de jovellanista, termina con este párrafo:
De perlas viene, a los inspiradores y colaboradores de semejantes
esperpentos, que se permiten el lujo de llamarse representantes de la opinión pública, la sentencia, que dictada con soberana frase, estampó nuestro preclaro Maestro: donde falta la instrucción, NO HAY OPINIÓN
PÚBLICA, porque la ignorancia no tiene opinión decidida, y los
pocos que saben, bien o mal, imponen la suya a los que no la tienen.
(Jovellanos: Reflexiones sobre la opinión pública, ms. inédito).
4.— Se confirma la importancia de las termas romanas
El Comercio dejó de interesarse pronto por el tema, después de la poesía alusiva a Somoza. Pero El Noroeste le dedicaba diariamente algún comentario o reseña de lo que iba apareciendo. Por su interés creemos conveniente
ir siguiendo los avances de las obras. La primera noticia que dio al respecto,
208
Agustín Guzmán Sancho
un día después de que lo hiciera El Comercio, ya informaba con algún mayor
detalle que su colega acerca de lo descubierto hasta entonces que eran: algunos restos humanos, una moneda antigua de cobre y pedazos de ladrillos de
fabricación romana “al decir de los inteligentes”. Le llamaba la atención el
pavimento de hormigón descubierto, como unos tres metros cuadrados, porque encima y alrededor del mismo aparecían tierras ennegrecidas que tal vez
estuvieran carbonizadas. El día 12 daba cuenta de la aparición el día antes de
algo más de cemento y una pared de mampostería paralela al paseo y como
a la profundidad de un metro. Y en medio de la pared un hueco de 70 cm de
ancho y adosados dos pasos de escalera de piedra. Al día siguiente: una
pared hecha de ladrillos y cemento, algunos pedazos de barro cocido que
debieron pertenecer a una vasija y por último un estrecho pozo que aún no
había sido explorado. El día 14 podía leerse que se habían encontrado pedazos de vidrio antiguo, una alcantarilla estrecha y un arco de ladrillo “que se
cree que sirvió de adorno a una fuente hoy desaparecida”. Veinticuatro horas
más tarde se descubrieron los complementos: dos tubos, uno de plomo y otro
de barro, que comunicaban con la alcantarilla, y al lado del arco de ladrillo
descubierto una delgada pared de ladrillos huecos que comunicaban entre sí
por medio de agujeros. Según Francisco Carantoña, el día 16 de marzo tendría lugar el hallazgo de las Termas Romanas319.
La Comisión Provincial de Monumentos debió de enterarse de la
noticia a través de don Octavio Bellmunt, correspondiente de la Academia de
Bellas Artes, quien informó de palabra al vicepresidente de la Comisión, que
lo era don Rafael Altamira. Enterada del asunto, en sesión de fecha 17 de
marzo, presidida por su presidente don Fermín Canella, acordó remitir un
oficio al alcalde de Gijón, don Eduardo Martínez Marina, interesando su
intervención en las excavaciones y rogándole al propio tiempo que procurase librar de la destrucción los objetos encontrados, según determinaba el
Reglamento de las Comisiones Provinciales, en tanto fueran examinados por
un individuo de la Comisión que habría de trasladarse a examinarlos. De este
comunicado se hizo eco la prensa local320.
Pero el Ayuntamiento ya se había interesado desde el primer
momento en el asunto gracias a la presencia en su seno de una persona a
quien la prensa señalaba bajo la expresión “algún celoso concejal”. Se trataba
del antiguo alcalde de Gijón y entonces concejal, don Alejandro
Alvargonzález, primo de Calixto Alvargonzález. En el acta de la sesión ordinaria del día 18 de marzo de 1903 podemos leer cómo pidió la palabra y “una
vez concedida dijo que con motivo de las excavaciones hechas para la consCARANTOÑA, Francisco. Pintores Asturianos. Evaristo Valle. Oviedo, Banco Herrero,
1972.
320 El Noroeste de 19 de marzo de 1903.
319
Biografía de Julio Somoza
209
trucción de una alcantarilla en el Campo Valdés se observan vestigios de una
edificación muy antigua, que con el auxilio de dos operarios se fue descubriendo, e induce a creer que continuando los trabajos podrá obtenerse algo
útil para la Historia de Gijón; y que en este concepto proponía al
Ayuntamiento se autorizase la continuación de dichas excavaciones que
habían de originar un gasto de muy poca importancia”. Y el Ayuntamiento
acordó conceder dicha autorización321.
Por su parte la Comisión Provincial de Monumentos en sesión de 21
de marzo acordó que el domingo inmediato visitasen las termas los miembros de la Comisión, señores don Inocencio Redondo y don Rafael Altamira.
Tras el examen de los sabios, se confirmó sin lugar a duda la importancia del
hallazgo. Eran restos romanos, y concretamente se sabe que hay una terma o
caldarium romano. Se sacaron varias fotografías y dibujos y el coste de la obra
resultaba pequeño.
Casi un mes más tarde, el día 15 de abril, Alejandro Alvargonzález,
reconocido como director o gerente oficial de las excavaciones322 dio cuenta
del resultado de su gestión. He aquí literalmente la interesante exposición del
Sr. Alvargonzález según el acta de la sesión:
“El Sr. Alvargonzález expuso: Que con fecha 18 de marzo
acordó el Ayuntamiento autorizarle para hacer las excavaciones convenientes en el Campo de Valdés, a fin de descubrir los restos de la
edificación antigua que había aparecido al construirse una alcantarilla y que creería pecar de desagradecido y al propio tiempo de
incumplimiento de su deber si no diese cuenta de los resultados; que
hasta ahora se llevaron descubiertos unos muros de una edificación
que por todos los conceptos parece ser una terma o caldarium romano, que sacó varias fotografías y dibujos, los cuales tenía a disposición de sus concejales, sin perjuicio de en su día entregarlos al
Ayuntamiento con los objetos a que se refieren y una memoria explicativa del descubrimiento, limitándose por ahora a significar que no
han sido estériles los gastos hechos hasta la fecha y que no exceden
de 180 pesetas, siendo de esperar que en adelante produzcan aún
mejor resultado”323.
Libro de Actas de Sesiones de 1903; folio 106 vuelto. Archivo Municipal de Gijón.
Así se deduce, sin lugar a dudas, por el Acta de la Comisión Provincial de monumentos
de fecha 16 de mayo de 1903 en el que se le piden noticias como tal Director de las excavaciones. (Libro de Actas de la Comisión Provincial de Monumentos. Archivo del Museo
Arqueológico Provincial de Oviedo).
323 Libro de Actas de Sesiones de 1903; folio 135 v. y 136. Archivo Municipal de Gijón.
321
322
210
Agustín Guzmán Sancho
Julio Somoza años más tarde agradecerá el interés del Ayuntamiento con
estas palabras:
Corrida la noticia llegó muy luego a la del Ilustre Ayuntamiento,
donde varios concejales promovieron la idea de continuar las excavaciones,
que con laudable celo, alentó y protegió aquel distinguido Cuerpo. A él, por
tanto, se deben los descubrimientos hechos, mereciendo por sus méritos y
útil concurso, el aplauso unánime de todos los hombres estudiosos324.
No aparece expresamente mencionado su amigo Alejandro
Alvargonzález, pero ello no obedece a desagradecimiento sino a que él no fue
el único concejal que se interesó por las excavaciones. En el acta de la sesión
del día 15 de abril, ya mencionada, se nos informa que levantaron la mano a
un mismo tiempo los señores Menéndez Ruiz y Rato y Hevia solicitando el
uso de la palabra, y concedida al primero manifestó su satisfacción de los
resultados obtenidos por el Sr. Alvargonzález y, tras darle las gracias por su
trabajo, proponía se le autorizase a continuar “por ser sin duda el descubrimiento de gran importancia histórica” y que “se haga y publique la memoria
a que se refirió”. El Sr. Rato y Hevia dijo después que había pedido la palabra para proponer lo mismo. El Ayuntamiento acordó por unanimidad conforme con lo propuesto por dichos señores. Sin embargo, la memoria como
ya veremos no será publicada.
Las excavaciones se llevaron a cabo con todo el rigor científico de
acuerdo con los conocimientos de la época, según ha venido a reconocer en
nuestros días la arqueóloga Carmen Fernández Ochoa en su reciente libro: La
muralla romana de Gijón (Asturias). Para esta autora las excavaciones arqueológicas de las Termas romanas del Campo Valdés supusieron un hito en la
arqueología asturiana. “Por primera vez —dice— se plantea una excavación
con bastante rigor científico y se elabora una monografía que presenta unas
características muy avanzadas para su época”325.
Es admirable pues cómo personas ajenas al ámbito universitario y
académico, es decir “sin método científico” (como diría cualquier ilustre académico o catedrático) han llevado a cabo una labor rigurosa en la difícil
materia de la Arqueología. Sobre todo si se tiene en cuenta que a decir de don
Julio la mayor dificultad estaba en la ausencia en nuestra patria de una obra
manual y práctica sobre semejante materia.
Gijón en la Historia General de Asturias. Vol. I. Nota 171; pág. 261.
FERNÁNDEZ OCHOA, Carmen. La muralla romana de Gijón (Asturias). Gijón. Electa,
1997; págs. 33 y 35.
324
325
212
Agustín Guzmán Sancho
Además, y de ello eran conscientes sus descubridores, se precisaban
conocimientos arqueológicos y arquitectónicos, y otros auxiliares, propios de
ingenieros, constructores y arquitectos. Sin embargo, contaron con el mejor
auxiliar, su voluntad y su amor al pasado:
Mas como nadie está obligado a dar más de lo que tiene, claro es,
que nuestra voluntad y buen deseo habían de suplir por lo que nos faltaba,
empeñándonos en esta empresa, más por amor y pasión hacia el pasado, que
no por la gloria o provecho que pudiéramos recabar, nula siempre (cuando
no ilusoria) en nuestra triste y desdichada patria326.
Los dibujos y el plano tan exacto fue llevado a cabo por Calixto
Alvargonzález, quien llevaba también la realización material de la obra. Así
nos lo ha dejado escrito Somoza, quien al hablar de la participación de su
amigo en el descubrimiento escribe:
Encargóse el Sr. Calixto Alvargonzález, a nosotros unido por antigua amistad, del levantamiento de planos, dibujos, y toda la parte accesoria
de la obra, siendo su actividad y entusiasmo tales, que fuera omisión imperdonable no consignar aquí el aplauso y galardón a sus meritorios esfuerzos
debido. Datos interesantes aportados por él de su excursión a Pompeya y a
los museos extranjeros, vinieron a confirmar muchas de nuestras conjeturas; aclarando otros conceptos enigmáticos y ambiguos sobre la aplicación y
uso de los objetos encontrados.
Por otra parte, dado que el Ayuntamiento tenía interés en ello, se
encargó de la dirección técnica o supervisión el Arquitecto Municipal don
Luis Bellido. Pero este Señor —dirá Somoza— por sus quehaceres y múltiples trabajos, sólo asistió dos o tres veces a la inspección, delegando ésta en don Ramón Álvarez Sala, que atendió cuantas indicaciones se le hicieron, y accedió a cuanto se le propuso, por lo que también se hizo acreedor a la gratitud de los aficionados327.
Sin ánimo de entrar en los detalles de los descubrimientos, hay que
decir que se encontraron objetos de vidrio, cerámica, bronce, plomo, hierro,
restos animales y trozos de distintos minerales. Concretamente destacaban:
un alfiler y una fíbula de bronce, varios colmillos de jabalí, astas de ciervo y
un cuerno, además de fragmentos de cántaros, tinajas, etcétera. Los dibujos
de las piezas más interesantes fueron enviadas al insigne historiador y académico padre Fidel Fita por Julio Somoza, quien no gustando de adornarse
con plumas ajenas, aclara en su libro que la remisión fue de él pero el dibujo
de don Calixto Alvargonzález. Eran tres ladrillos con sus inscripciones.
Destacaba el de mayor tamaño (445 x 300 mm) con una leyenda griega en
326
327
Gijón en la Historia General de Asturias. Vol. I; pág. 250.
Gijón en la Historia General de Asturias. Vol. I. Nota 3; pág. XXIV.
Biografía de Julio Somoza
213
letra cursiva, que el P. Fita interpretó como Le(gio) IV M(acedonia). Los caracteres griegos se debían al origen de la Legión y su presencia, por haberse
establecido en el antiguo castro de Cimadevilla un vexilium o destacamento
de la misma en tiempos de Augusto. Quedaba al descubierto el posible origen de Gijón328.
Para dar una idea del nivel investigador, el rigor y la minuciosidad
con que se llevó a cabo la investigación, diremos que hasta las pajas y glumas
de un cereal fueron examinadas, según el testimonio que años más tarde nos
dejó Calixto Alvargonzález en su curiosísima obra: La Escanda, su origen, su
cultivo. Al hablar del origen de la escanda lo supone romano y se lamenta de
haber perdido un rastro que hubiese dado alguna luz al tema: “En las excavaciones de las Termas del Campo Valdés (Gijón) —dice— encontramos un
trozo de enlucido compuesto de cal y guijo, mezclado con pajas y glumas de
un cereal, ejemplar que guardaron cuidadosamente para estudiar con detenimiento”. Y sigue diciendo: “Nuestros amigos don Julio Somoza y don
Alejandro Alvargonzález vieron el ejemplar cuando se sacó de aquellas termas; pero con motivo del traslado de los hallazgos al Instituto de Jovellanos
y vernos obligados a mudar de local, aquel pedazo de enlucido se extravió,
perdiéndose el único testigo que nos hubiese podido dar alguna luz sobre
aquellas pajas y glumas de un cereal”329. Imaginémonos qué hubiera sido si
hubieran contado con los sofisticados métodos de análisis modernos.
En cuanto a edificios fueron dos principales los que se descubrieron.
Uno estaba distribuido en ocho habitaciones, destinadas a los usos peculiares de las termas: vestibulum, apodyterium sala de descanso y guardarropa),
tepidarium (sala de aire templado), frigidarium (baño de agua fría), caldarium
(baño caliente); hornos, almacén de leña, dependencias, etcétera. El otro era
más suntuoso aunque tenía sólo cinco dependencias. Somoza supuso que ahí
debía residir el centurión o el praefectus castrorum. Aquí había también un
hipocausto construido por tres arcadas.
Los edificios no pudieron ser descubiertos del todo porque se extendían hacia el pórtico de la iglesia de San Pedro. Años más tarde, cuando en
1936 la iglesia fuera destruida, Pachín de Melás propondrá que se aprovechase tal circunstancia para continuar las excavaciones, pero no se hizo. No obstante, no hubiera sido muy acertado en la opinión de don Julio, ya que según
el insigne historiador era de imaginar que se hallarían en deplorable estado,
teniendo en cuenta primero la obra de construcción del templo que los daña-
328 Boletín de la Academia de la Historia. Tomo XLVI, enero 1905, citado por Somoza en las
págs. 259 y s. del volumen I de Gijón en la Historia General de Asturias.
329 ALVARGONZÁLEZ, Calixto. La Escanda, su origen, su cultivo. Gijón 1908; pág. 21.
Agustín Guzmán Sancho
214
ría notablemente y en segundo lugar los enterramientos llevados a cabo en el
interior del templo.
Lo más notable de los edificios era la decoración interior. Ya el día 29
de marzo de 1903 había dado El Noroeste la noticia de haberse encontrado
varios arcos de piedra cuya misión parecía ser sujetar el pavimento de una
vivienda, y un trozo de pared pintada de rojo, azul y amarillo. Es la primera
noticia que aparecía sobre la existencia de pinturas. Según señala Somoza, se
combinaban los dibujos geométricos, con otros de ornamentación botánica y florida,
entre los que descollaban grandes hojas de bordes dentados, alternadas con tulipanes:
y otras de yedra, entrelazadas con flores de bulbo. Maravillaban a cuantos los contemplaban sus vivísimos colores y llamó singularmente la atención un “tiesto colgante”, con asas y cintas, que se asemejaba a una vasija de forma semicircular
u oblonga330.
En el mes de mayo Octavio Bellmunt envía a la Comisión Provincial
de Monumentos este interesante documento en el que informa del estado de
las obras con el objeto de que se reúnan fondos para proseguir:
Como oportunamente manifesté de palabra hace tiempo al
Sr. Vicepresidente de esa Comisión, se está verificando en esta villa
importante investigación en el Campo llamado de Valdés, que da
acceso a la iglesia parroquial de San Pedro, donde se hallaron varios
restos de objetos de procedencia y época romanas, con ocasión de
obras municipales para abertura de zanjas.
Lo que en un principio pareció ser dudoso o discutible, es
hoy una realidad de importancia histórica, no sólo para el estudio de
esta localidad sino para el general de la dominación romana en
Asturias, a que se refieren escritores antiguos y singularmente los
provinciales.
Las excavaciones verificadas con celo y competencia por
amantes gijoneses, con apoyo del ilustre Ayuntamiento, ya permiten
anunciar que se trata de antiguas construcciones o establecimiento
romano en Gijia donde en diferentes ocasiones se hallaron elementos
análogos, otros epigráficos y numismáticos, que demuestran la permanencia del pueblo-rey en este lugar tan próximo a las famosas
Aras Sextianas.
En los trabajos actuales, a que me refiero, se han hallado restos de vieja construcción, fuertes muros de sólido hormigón, un arco,
un depósito que asemeja a una cisterna, varios recintos, algunos con
bellas pinturas que llaman la atención de los inteligentes, columnas
330
Op. cit., págs. 257 y s.
Biografía de Julio Somoza
215
y algunos objetos sueltos, indicando todo que puede tratarse de unas
termas romanas, que indican la importancia del pueblo a que estaban
destinadas.
Los doctos investigadores que son don Calixto Alvargonzález, el ex alcalde don Alejandro Alvargonzález, los eruditos escritores don Julio Somoza y don Gerardo Uría y Menéndez Valdés,
ayudados por otras personas doctas, se ocupan en estudios de los
hallazgos para deducir las oportunas consecuencias referentes a
nuestra historia que han de publicarse, al mismo tiempo que reúnen
algunos de los objetos hallados para su exhibición en depósito local,
como este Instituto o Ayuntamiento o para una remisión al Museo
Provincial.
De todas suertes me creo en el deber de participar a V. todo
lo ocurrido por si, con fondos provinciales o nacionales se pudieran
aumentar los medios para proseguir hasta donde se pudiera con las
comenzadas excavaciones en cuya dirección prestan tan patriótico
servicio los tres indicados.
Dios guarde a V. MS. Años.
Gijón, 18 de mayo 1903.
Don Octavio Bellmunt.
Una copia de este escrito fue remitido al Presidente de la Academia
de Bellas Artes, informando del asunto y poniéndole en antecedentes de lo
actuado. Sin embargo de los fondos pretendidos no tenemos noticia que se
lograra nada331.
De tan importantísimo hallazgo se hicieron no sólo fotos, sino también una acuarela, por un joven pintor, que el año antes había dibujado el cartel de las Fiestas veraniegas, y que recién llegado de París, donde había estu331 Se conserva en el Archivo del Museo Arqueológico Provincial de Oviedo, entre la correspondencia de Gijón, el borrador del oficio enviado. Dice así:
“Noticiosa esta Comisión de Monumentos de que en la vecina villa de
Gijón se habían descubierto restos arqueológicos, al parecer de origen romano,
ofició en 17 del mes de marzo último al Sr. Alcalde de aquella localidad pidiéndole que cuidase de recoger los objetos encontrados hasta tanto que la Comisión
los examine y diera acerca de su valor histórico el dictamen oportuno. Al efecto,
a los pocos días después fueron a Gijón el vocal don Inocencio Redondo y el
Secretario don Rafael Altamira quienes examinaron atentamente las excavaciones
y sacaron la impresión de que se trataba de unas termas de origen romano. Así lo
comunicaron a la Comisión en la junta celebrada el 16 de mayo.
Con posterioridad a esta fecha el Dr. Octavio Bellmunt, de Gijón,
correspondiente de aquella villa de esa Real Academia, dirigió a esta Comisión el
escrito que paso a copiar porque comprenda las noticias referentes al estado del
descubrimiento”.
216
Agustín Guzmán Sancho
diado con Vierge, había abierto un estudio en el tercer piso del nº 8 de la calle
Uría, en donde se dedicaba a la enseñanza del Dibujo. Se trataba de Evaristo
Valle. La obra sería expuesta en uno de los comercios gijoneses según era costumbre. No será la única vez que retrate a Somoza. Andando los años, más
de veinte, le hará una famosísima caricatura, en la que don Julio se verá retratado con su inseparable paraguas.
Además, la Comisión de Festejos del Ayuntamiento, con fecha 2 de
junio de 1903 presentó el programa de festejos para la temporada de verano,
cuyo nº 4 decía así: “Celebrar tres verbenas en los días que se determinen,
concurriendo a las mismas, gaitas, tambores y organillos, asistiendo además
una banda de Música y serán 1º en San José, 2º en San Lorenzo, y 3º en San
Pedro. En este día se expondrá al público la cámara Subterránea Romana
existente en el Campo Valdés y se premiará a la casa que presente mejor iluminados sus balcones”332. Y por si fuera poco, muchos años después, en 1938,
un Somoza muy viejecito vería llegar a Gijón a un joven y flamante profesor
universitario, García Bellido, que investigará las excavaciones. Lo que no
vería sería cómo el 17 de marzo de 1959 el Ayuntamiento de Gijón, a propuesta y previo informe del entonces Cronista Oficial de la villa, don Joaquín
Alonso Bonet, tomó el acuerdo de dirigirse al ministerio de Educación
Nacional en solicitud de que las termas del Campo Valdés sean incluidas en
el Catálogo de Monumentos Nacionales, acompañando a la petición el consiguiente estudio y los oportunos asesoramientos. El informe contenía también la propuesta de colocar una placa en la puerta de las termas o donde
mejor se estimase con los nombres de don Julio Somoza, don Alejandro
Alvargonzález y don Calixto Alvargonzález Landau, lo cual también se acordó, pero nunca se llevó a cabo333.
A. M. G. Actas de Sesiones de 1903; folio 193. Aunque el programa no fue aprobado en
esta sesión, sino que se continuó su discusión, ésta giraba en torno al presupuesto que se
fijó en 30.000 pesetas, y nada hace pensar que se desistiera de la idea de abrir las excavaciones al público. En la prensa no hemos encontrado referencia a la apertura al público.
333 El acta de la sesión de la Comisión Permanente de fecha 17 de marzo de 1959 dice así:
“Seguidamente se dio lectura a una escrito del Cronista Oficial de la Villa, don Joaquín
Alonso Bonet adjuntando dos informes, que por encargo de la Alcaldía, ha redactado en
relación con la posible declaración de un monumento nacional y varios monumentos de
interés histórico artístico local, formulando algunas indicaciones con respecto al Campo de
Valdés, lugar en que se encuentran los principales testimonios de nuestro tesoro artístico,
sugiriendo también la idea de que en ese lugar se dedique un recuerdo a uno de los más
ilustres gijoneses, don Juan Agustín Ceán Bermúdez, discípulo y colaborador de
Jovellanos y primer historiador de las Bellas Artes en España, proponiendo también que
en la puerta de entrada a las termas romanas o donde mejor se estime, se coloque una
pequeña placa con los nombres de los tres ilustres gijoneses que tanto han trabajado por la
identificación y conservación de ese monumento de origen romano, don Julio Somoza, don
Alejandro Alvargonzález y don Calixto Alvargonzález Landau (sic). La Comisión
Municipal Permanente aprobó la propuesta”. A. M. G.
332
Biografía de Julio Somoza
217
5.— Testimonio para la posteridad
Por otra parte, pensando en dejar testimonio de los descubrimientos
a los venideros, tanto Julio Somoza como Calixto Alvargonzález se propusieron llevar a cabo a este efecto sendos estudios. De acuerdo con una oportuna
división del trabajo, correspondería a don Julio la realización de una
Memoria, que tendría por objeto según sus palabras: la redacción fiel de las
investigaciones practicadas, así como también la conexión y enlace que este descubrimiento guardaba con los primeros tiempos de nuestra historia regional y local. Por
su parte, Calixto Alvargonzález habría de realizar una Monografía de sus trabajos y observaciones, dando cuenta de los objetos encontrados; abastecimiento, distribución y salida de aguas; clase y estructura de los pavimentos,
etcétera334.
La Memoria no llegaría a realizarse y la Monografía, realizada en
1906, vería la luz pública casi sesenta años después, sufragada por el
Ayuntamiento. En efecto, el día 8 de septiembre de 1965, festividad de la
Virgen de Covadonga, se terminaba de imprimir en la máquina offset
“Aurelia 49”, de la imprenta La Industria, el libro titulado Termas Romanas del
Campo Valdés-Gijón, figurando como colaboradores de su autor don Julio
Somoza y Alejandro Alvargonzález.
Inédito el manuscrito desde aquella época, aunque accesible a la consulta de los investigadores, sería un hijo del autor, José Luis Alvargonzález
Caso, el que encargaría la preparación y revisión del original a Joaquín A.
Bonet, entonces director del diario local Voluntad. Se imprimieron 500 ejemplares, más otros 25 en papel especial335.
De esta Monografía Carmen Fernández Ochoa ha escrito: “En ella
encontramos una planimetría bastante rigurosa, unos dibujos arqueológicos
correctos, un estudio en profundidad de los materiales recuperados, así como
un análisis de los distintos elementos arquitectónicos encontrados, que aunque hoy están superados, muestra un rigor y una exactitud muy superiores
a lo que sería de esperar en su época”336.
Gijón en la Historia General de Asturias. Vol. I, págs. V, 251 y 256.
LARUELO ROA, Marcelino. Las Termas Romanas del Campo Valdés. El Comercio, 27 de
junio de 1993. El autor del reportaje se lamenta que la obra no fuera de nuevo reimpresa.
336 La muralla romana de Gijón (Asturias). Gijón, Electa, 1997; págs. 33 y 35.
334
335
218
Agustín Guzmán Sancho
6.— Historiador de Gijón
Por su parte, Somoza, si bien no llevó a cabo la Memoria, daría a la
imprenta en 1908, en tirada reducida de doscientos ejemplares, su obra en
dos volúmenes titulada Gijón en la Historia General de Asturias, que le consagrará como el mejor historiador de Gijón. En el primer tomo recogerá toda la
época romana de su ciudad natal. Allí explicará las razones que tuvo para no
publicar la memoria. Aunque habían logrado un éxito feliz en el hallazgo
(con más recursos y mejores elementos —dirá satisfecho de lo realizado— fracasaron otros), sin embargo, quedaban otras incógnitas: el perfil de la muralla;
el nombre romano del pueblo a falta de inscripciones; una fecha; los objetos
aparecieron casi todos rotos; no aparecieron monedas romanas, eran en su
mayoría de los Reyes Católicos; etc. Con tales escasos elementos —dirá—, juzgamos que la “Memoria” así redactada, no resolvería cuestión alguna, y por lo
mismo, preferimos ampliar el tema, abarcando un periodo más extenso que suministrara mayor número de datos para el debido esclarecimiento.
De modo que éste parece ser el origen de la nueva publicación cuya
próxima aparición anuncia en carta a su amigo Menéndez Pelayo en septiembre de 1908: para el mes entrante —le dice—, si el impresor no me falta a la
palabra, tendré el gusto de remitirle mi última obra en dos volúmenes, Gijón en la
historia general de Asturias.
La nueva historia gijonesa será publicada gracias a don Eduardo de
Llanos Cifuentes y Álvarez de las Asturias, entusiasta jovellanista, benemérito
propagador de la Instrucción Pública en su patria, según rezaba la dedicatoria. Tal
fue el mecenas que para esta ocasión se buscó don Julio. La tirada fue de doscientos ejemplares, no creemos que por tacañería del patrocinador sino más
bien porque Somoza estaba convencido de que personas a quienes realmente les interesaran los temas históricos y el conocimiento de su tierra no eran
muchas.
Es muy probable que fuera a raíz de los descubrimientos del Campo
Valdés, quizá como consecuencia del incidente del descubrimiento de la
gluma de cereal, comenzase Calixto Alvargonzález a interesarse por la escanda, de modo que el mismo año que Somoza publica su Gijón en la Historia
General de Asturias, Calixto publicó su libro La Escanda, su origen, su cultivo.
Ambos amigos se prestarían recíprocamente su colaboración para
estas obras. Así por ejemplo, de su visita por los museos extranjeros trajo
Calixto a su amigo Julio una fotografía del astur Albano de cuya inscripción tenía dudas, que don Julio publicó en el volumen primero de su
Biografía de Julio Somoza
219
obra337. Por su parte, Somoza le envía cuanto encuentra sobre la escanda,
tomándolo de las fuentes antiguas, históricas y literarias338 o incluso de la
propia naturaleza, como hizo enviándole un horru que su amigo se apresuró a dibujar en tamaño natural y reproducir en su libro. Teniendo
Somoza caserías y tierras de labor, conocía bien este nido de barro que ciertos insectos formaban en las aristas de las espigas del trigo y de la escanda, y que era muy difícil de encontrar339.
Cuando Calixto publica su obra, el amigo corre a felicitarle. No le
encuentra en casa y le deja una nota en la que le dice:
Mi amigo Calixto.
Son las 5 y no alcancé a verle. De todos modos, mi objeto es darle la
enhorabuena por su interesante trabajo sobre la gramínea predilecta de nuestra tierra, que será leída con verdadero entusiasmo por todos los amantes del
país asturiano. Hay superabundancia de citas, que hubieran estado mejor en
el cuerpo de las “Notas”, que no en el texto, donde embarazan algo, aunque
no le dañan. Da Vd. una gallarda muestra de actividad estudiosa a los del
pueblo, demostrándoles, que sin desatender los negocios, se puede también
cultivar el espíritu y adornar la inteligencia. Le felicita muy de veras
Su caro amigo.
JULIO
Gijón en la Historia General de Asturias. Vol. I, pág. 156.
En el Archivo Histórico de la FUNDACIÓN ALVARGONZÁLEZ se conservan algunas
notas que Somoza enviaba a su amigo sobre la escanda; así por ejemplo en una tarjeta de
visita de Julio Somoza (con domicilio entonces en el paseo de Begoña, 33) aparece anotado
de su puño y letra: “Escanda” (Mitología india): Hijo de Siva; es la personificación de la “guerra”. Lo curioso es que cuando se coge el pan, la gente se divide en dos bandos, y se “retan” al grito
de “Ixuxú”, a quien concluye primero. En ninguna labor del campo se oye dicho grito, más que en
esta. (Expediente: ALV. 15/1).
También de puño y letra de Somoza se conserva esta cita del Cronicón
Albeldense (883) con su correspondiente traducción en la que entre las cosas célebres de
España figura la escanda de Asturias: ITEM RES HISPANIAE CELEBRES. Pobla de Narbona.
Vinum de Vilasz. Ficus de Biatia. Triticum de Campis Gothis. Mulus de Hispali. Caballus de
Mauris. Ostrea de Mancario. Lamprea de Tatiber. Scanda de Asturias. Mel de Gallicia. Disciplina
atque scientia de Toledo. Haec erant proecipua tempore Gothorum (Expediente: ALV 15/8).
Y por último una cita del P. Feijoo y de Jovellanos (Expedientes: ALV 15/8 y H
50/1 respectivamente).
339 En los sembrados de trigo y escanda y en el momento de cosecharlos, se suele encontrar
con las aristas o barbas de alguna espiga un nido redondo de barro, de menos de un centímetro de diámetro. Está construido por una pequeña avispa, donde deposita un huevo
que se transforma en crisálida; en el mes de julio, con los fuertes calores, se rompe el nido,
saliendo una pequeña avispa negra con anillos amarillos en el vientre. Según el profesor
Cerezo Martínez, del Instituto Jovellanos en aquellos tiempos, se trataría de un himenóptero de la familia de los fosarios, subfamilia de los crabroninos. (Op. cit., pág. 47).
337
338
Agustín Guzmán Sancho
220
Un interesante testimonio de la consideración y afecto de Calixto
hacia su amigo es el hecho de que aprovechara su correspondencia con
Unamuno para interesarle sobre cuestiones que importaban a Somoza, según
esta carta de 18 de noviembre de 1904, en la que le agradece a don Miguel sus
aportaciones lingüísticas en torno a la escanda y en torno al origen de la palabra Gijón. dice así:
Sr. D. Miguel Unamuno
Salamanca
Muy señor mío:
La grata carta del 12 me ha causado gran placer, sus pesquisas han sido un verdadero éxito y le felicito por ellas dándole mis
expresivas gracias, así es que acepto y anoto como origen de la palabra escanda la scandala de la baja latinidad, y desecho los derivados
que cita Roque Barcia y Díez por poco convincentes.
¿Tendría alguna relación la palabra scandala con la de Escandinavia,
país donde también se cultivaba la escanda y donde he visto nuestros
horros?
He tomado nota de la etimología de Gijón y se la he comunicado al amigo Sr. Somoza. Le ha gustado su explicación y le agradece su atención. Por si Vd. no tiene noticia, un amigo de éste, el Sr.
Uría, publicó hace unos años en la obra Asturias algo sobre la etimología del nombre de Gijón.
Lo trae de hito = límite, frontera. Que Gigia no era una población sino el extremo occidental de la primitiva Cantabria, y debió
denominarse así el área que comprendía por hallarse enclavados en
ella los hitos.
Si tiene curiosidad de conocerlo lo mandaré copiar.
Repito las gracias y ordene340.
340
Archivo Histórico de la FUNDACIÓN ALVARGONZÁLEZ. Expediente: ALV 15/1.
222
Agustín Guzmán Sancho
Somoza en efecto recogerá en su Gijón en la Historia General de
Asturias la opinión de Unamuno. El proceso seguido por el Rector de
Salamanca le parece el más acertado. Sin embargo, dirá que aún faltan nuevos descubrimientos, y nuevos estudios comparativos, para establecer, sobre
sólida base, el origen del nombre de Gijón341. No era Somoza persona a quien
pudiera convencer fácilmente la opinión de un hombre por muy prestigioso
que fuera, necesitaba estar seguro. Como historiador huye de las expresiones
dubitativas, para no confundir con meras suposiciones. Precisamente una de
las críticas que hace a la obra de Rendueles Llanos es el acudir a conjeturas y
afirmaciones gratuitas vertidas bajo expresiones del tipo: “parece ser”, “dícese”, etcétera.
7.— Cronista de Gijón
Es precisamente la independencia una de las cosas que en la obra de
Somoza sobre Gijón llamaron la atención de don Marcelino Menéndez
Pelayo. No hay duda de que al insigne santanderino le impresionó la nueva
obra Gijón en la historia general de Asturias, provocándole estos elogios: “Me
voy enterando con gran interés de la obra histórica sobre Gijón, que acaba
Vd. de publicar y que ha tenido la bondad de remitirme. No pararé hasta
haberla leído íntegra, porque no sólo despierta mi curiosidad el caudal de
noticias históricas asturianas que en ella se consignan y depuran, sino la crítica original e independiente de su autor, y hasta la forma picante y desenfadada de su estilo”342.
¡Por fin don Marcelino ha acabado por acostumbrarse al estilo peculiar de Somoza! Sabe que es independiente en sus juicios y, por tanto, objetivo, y que su estilo zumbón, irónico y pícaro no lleva el veneno de quien oculta la traición o se complace ensañándose en su enemigo.
Op. cit., pág. 226 y 227. La opinión de Unamuno recogida por Somoza era esta:
Gijón o Xixón, es un jijo (xixo) o jejo grande. El latín es saxu (saxus, peñasco, roca)
de donde, con cambio de s inicial en x (ch francesa), y luego j (como en jibia, jeringa, jabón,
jilguero, jugo, etc. de sepia, syringa, sapon(nem), sibilarius, sucul, etc.) y conversión de ax en
ej (como en eje de axem (ac) dio jejo. Así se le llama aquí (Salamanca) al rollo de piedra con
que se juega a la calva, y de ahí, Jejuelo y Jejo, como nombres de pueblo. Por mi parte, saxetum, peñascal, dio jijedo (Revilla-Gigedo).
El proceso es, pues este:
sacsu — saisu — xeixo — xexo — xixo — jijo.
como
factu — faitu — feito — fecho — hecho.
lacte — laite — leit — leche.
matacsa — mataisa — madeixa — madeja.
342 MENÉNDEZ PELAYO, Marcelino. Epistolario. Tomo XXI; Carta 201; fecha 5 de abril de
1909; pág. 173.
341
Biografía de Julio Somoza
223
Antes de que vea la luz pública esta obra, Somoza ya había sido nombrado académico correspondiente de la Historia, gracias a Menéndez Pelayo
que encabezó la propuesta. Más tarde, a raíz de su publicación, vino el reconocimiento de sus paisanos.
Fue en la sesión del 24 de diciembre de 1908 cuando el municipio
acordó nombrarle su primer cronista. Por su interés y por figurar en ella los
motivos que hubo para tal nombramiento, reproducimos el acuerdo:
“Manifestó después el Sr. Presidente que habiéndose presentado hoy una proposición suscrita por varios Concejales iba a dar
cuenta de ella, por más que no figuraba en el orden del día, toda vez
que se trataba de un asunto en el cual seguramente habrá unanimidad de pareceres. La proposición de referencia decía así: ‘Al Ilustre
Ayuntamiento. Un distinguido gijonés, don Julio Somoza y García
Sala, acaba de dar a la publicidad una nueva obra, fruto de un trabajo asiduo y tenaz como pocos y prueba evidente de la justicia con que
la opinión pública le viene concediendo desde largo tiempo el dictado de insigne erudito e inteligente y culto escritor. Méritos son estos
más que sobrados para que el sabio jovellanista se haya hecho acreedor a la estimación general y más especialmente a la del pueblo en
que vio la luz primera, y por eso, haciendo caso omiso de otras consideraciones, que lo relevante y notorio de los merecimientos del Sr.
Somoza nos excusan de consignar aquí, los Concejales que suscriben
tienen el honor de someter a la ilustre Corporación la proposición
siguiente:
1º el Ilustre Ayuntamiento, queriendo prestar señalado testimonio y público homenaje de admiración al eminente hijo de esta
villa, don Julio Somoza y García Sala, con motivo de la publicación
de su nueva obra Gijón en la Historia general de Asturias, acuerda nombrarle Cronista de la Villa de Gijón y su Concejo, de cuyo título se
extenderá el correspondiente diploma, que en su día habrá de serle
entregado por una comisión de señores concejales.
2º Acuerda asimismo adquirir doce ejemplares de la citada
obra con destino al Archivo y Biblioteca Municipales, a la Biblioteca
del Instituto de Jovellanos, y a los Centros obreros y Escuelas de la
Villa que el Sr. Alcalde Presidente designe, previa propuesta de la
Comisión de Instrucción Pública.
3º Los gastos que ocasionen el cumplimiento de los precedentes acuerdos se pagarán con cargo al Capítulo de Imprevistos del
Presupuesto vigente, consistoriales de Gijón, a 23 de diciembre de
1908. J. Menéndez Acebal, R. Prendes, Atanasio Fernández, Isidro
Agustín Guzmán Sancho
224
Delor, Eduardo González, Eleuterio Alonso, Ignacio Soto, José Elías,
Claudio Alonso’.
Terminada su lectura el Sr. Presidente encomió el arduo y
penoso trabajo que representa la obra acabada de publicar por el Sr.
Somoza, sobradamente conocido ya como jovellanista notable, y agregó que por ese libro, que representa el esfuerzo de varios años, así
como por otros anteriores, merecía el Sr. Somoza el agradecimiento,
significado aunque modestamente, en la proposición acabada de leer,
y propuso que se acordase la urgencia de ésta y se aprobara, puesto
que llevaba la firma de todos los sres. concejales asistentes.
La Corporación acordó dicha urgencia y aprobó por unanimidad los diferentes extremos de dicha proposición”343.
Para entender cómo recibió don Julio esta distinción, leamos esta
admirable contestación que envía a una carta de su amigo Manuel Carreño, en
que felicitaba “al cariñoso señor Somoza” por su nombramiento de Cronista:
Mi cariñoso amigo Carreño:
Le agradezco en el alma la sincera y leal manifestación de verdadero afecto que me transmite en su carta de ayer, y que considero más bien
como prueba de su bondadoso carácter, antes que porque me imagine acreedor a ninguna alabanza.
Vd. sabe muy bien, que estas distinciones municipales, ni dan ni
quitan méritos literarios, ni de ningún género; otro tribunal más alto y más
severo es el que ha de pronunciar el fallo de mis merecimientos, si por acaso
tuve alguno.
Todos los que aman y con intensidad a su patria, y se dedican a
investigar su historia, le deben un libro; yo le consagré el mío con el mejor
afecto y perseverante estudio; mas si con acierto o no, díganlo otros, y mejor
que nadie la posteridad.
Renovándole a Vd. la expresión de mi viva simpatía, y deseándole
salud completa y prosperidad sin cuento al lado de su esposa e hijos, sabe es
suyo verdadero e invariable amigo, que mucho le estima.
J. S.344
Pero cuando todo auguraba el reconocimiento de su esfuerzo y amor
al estudio, estalló la batalla.
A. M. G., Libro de Actas de Sesiones del año 1908, folio 183.
Borrador que figura, con letra de Somoza, en la carta de Manuel Carreño, de fecha 9
enero 1909. (Archivo particular de don Francisco de Borja Bordíu Cienfuegos-Jovellanos).
343
344
Biografía de Julio Somoza
225
El volumen segundo de Gijón en la Historia General de Asturias lo
dedicaba a la época medieval, y en él nuestro original historiador se atrevía
a afirmar que los árabes, no hollaron en ningún tiempo el suelo de la Asturias transmontana, es más: a la Leyenda, y no a la Historia, corresponden todos los recuerdos
que de un modo o de otro, se relacionan con la tradición peláyica. Y es que para
Somoza las cosas ocurrieron o no ocurrieron, con él no va eso de “al parecer”,
“se dice”, etc.: a algunos espíritus nimios, les bastará —dice— seguramente con
aquella concesión graciosa de que “pudieron entrar”: a nosotros, no. En definitiva,
Somoza negará la veracidad de la Batalla de Covadonga a la luz de los datos
que en su tiempo constituían las fuentes históricas a su alcance.
Conociendo el sentir de Menéndez Pelayo, Somoza duda si su amigo
al terminar su lectura el libro resultaría de su total agrado. Lo deja traslucir
en esta frase: Agradezco sobremanera sus atentas frases respecto a mi último libro:
incierto aún, si al terminar su lectura, habrá sido de su total agrado. Por lo menos,
he intentado acumular en él todos los datos posibles para la depuración de la verdad
de los hechos. Si el intento fue frustrado o no, díganlo otros.
Pero antes de entrarnos en esta cuestión, que dejamos para otro capítulo, digamos algo para finalizar la que es objeto principal de este: que
Somoza vaticinó que las termas del Campo Valdés volverían a ser excavadas:
opinamos —escribió— (y no somos solos), que andando el tiempo, volverán a reanudarse los trabajos de explotación. Y así ha sido recientemente, constituyendo
uno de los objetos arqueológicos más relevantes de la importantísima
Exposición Astures; y que también el Arte ha perdurado la memoria de aquel
descubrimiento, mediante aquella acuarela que realizó un Evaristo Valle
recién llegado de París.
CAPÍTULO 10
Tonel agotado
1.— Las Cartas a Lord Holland
Cuando Julio Somoza anunciaba a su amigo Menéndez Pelayo la
aparición de su Gijón en la historia general de Asturias, le añadía: Y para el año
venidero, si allá llego, y no hay tropiezo, la Correspondencia entre Jovellanos y
Lord Holland (que por fin encontré en Londres), y comprende lo más culminante de
1809, y parte de 1810 y 1811345.
La cosa entusiasmó a Menéndez Pelayo que consideraba esta correspondencia una “fuente histórica de primer orden”. Se trataba de un trabajo
cuya idea y esfuerzo había comenzado hacía treinta años. En el prólogo de la
obra, el propio Somoza nos ha dejado resumida la historia de su búsqueda.
El primer dato de donde partió la investigación fue la única carta a Lord
Holland que publicó Nocedal en 1895. En esta edición se señalaba la procedencia del original. Era su propietaria doña Purificación Alvargonzález,
viuda del que había sido Director del Instituto, don Victoriano Sánchez
Cifuentes. A ella, pues, acudió don Julio en busca del resto de la correspondencia.
La acogida que le dispensó esta señora fue tal que la agradeció con
estos encendidos elogios: Jamás olvidaremos la buena acogida que nos dispensó
tan culta gijonesa (porque lo era, sin afectación alguna), tipo acabado de una sociedad, en la cual, la dignidad del rango, la llaneza del trato, y la severidad de costumbres, se forjaban en proporciones suficientes para caracterizar una época. Mucho
debía de ser en verdad el agradecimiento de nuestro jovellanista. ¡Cuán diferente este comportamiento de aquel otro al que estaba acostumbrado: el del
recelo! ¡Cuánto se agradece una acogida así cuando se investiga!
345
Epistolario. Tomo XIX; Carta 798; fecha septiembre de 1908; pág. 494.
228
Agustín Guzmán Sancho
Gracias a doña Purificación y a su hijo Eugenio346, en medio de un
rico caudal de datos y documentos que le servirían a Somoza para muchos
de sus trabajos, encontró nada menos que las cartas originales de Lord
Holland. Estas cartas fueron copiadas “con diligencia suma” por Manuel
Somoza, que una vez más prestó a su hermano una inestimable colaboración.
Después los originales fueron devueltos a su legítima poseedora.
Pero faltaba el necesario complemento: Las cartas de Jovellanos a su
amigo. Para lograrlas recurrió Somoza a un antiguo maestro suyo, don José
María Fernández Quirós Amieva, cónsul en Cardiff, gijonés y entusiasta jovellanista como antiguo alumno del Instituto que había sido. Le contestó que
ya otro le había precedido en la demanda sin éxito y que eso de llegar a la mansión de los Lores ingleses, avistarse con ellos, y solicitar la enajenación, aunque fuera
a título de préstamo, de papeles de carácter histórico, era cosa llana de hablar y proyectar en Gijón, ardua, si ya no quimérica, de realizar en Londres. Y sirviéndose de
un símil pintoresco y corriente del bable regional agregaba en tono sentencioso: Ahí está el enfilar de los pimientos. Quirós —según dice Somoza— complaciente siempre, pero lleno de ojeriza contra la aristocracia inglesa, que
miraba con seco desabrimiento nuestra pretensión, falleció sin lograr su
intento.
Sigue entonces la intervención de don Eduardo de Llanos, persona a
quien deberá Somoza, como ya dijimos, la publicación de su Gijón en la historia general de Asturias. La amistad entre este mecenas de la cultura asturiana
y nuestro infatigable jovellanista ha sido estudiada por Carmen Meneses
Fernández Baldor, partiendo de la correspondencia entre ambos, constituida
por 102 cartas dirigidas a Somoza y 119 escritas por éste347. El 3 de enero de
1900 Eduardo Llanos se ofrece desde Londres a buscarle a Somoza los libros
o documentos que necesite, y éste cinco días más tarde le contesta proponiéndole esta tarea. La cosa no resultó fácil. Primero intentaría el señor
Llanos un acercamiento por medio de intermediarios como Agustín Serrano
y Martín M. Hume, hasta que el 29 de octubre de 1901 escribe al heredero de
Lord Holland, Lord Ilchester, proponiéndole un proyecto de cambio o cesión,
de los originales de Holland por los originales de Jovellanos, que no aceptó,
según Somoza porque estimaba todo lo suyo en grado superior.
Parece ser que los originales de las cartas los tenía Alejandro Alvargonzález y no
Eugenio Alvargonzález. Parece que Somoza no menciona a Alejandro porque por entonces
estaba contrapunteado con él. Víd. MENESES FERNÁNDEZ BALDOR, Carmen. Afanes
Jovellanistas a principios de siglo XX: Julio Somoza y Eduardo Llanos. Oviedo, Actas del II
Congreso de Bibliografía Asturiana, celebrado en Oviedo del 21 al 24 de abril de 1999. 1
Vol. Servicio de Publicaciones Principado de Asturias. Consejería de Educación y Cultura,
1999.
347 Op. cit.
346
230
Agustín Guzmán Sancho
Tras el fallecimiento de Lord Ilchester en 1905, nueva propuesta del
Sr. Llanos al hijo de aquel, Lord Stavordale, en el sentido de intercambiar las
copias, conservando cada uno la propiedad y el derecho de lo que le pertenecía. El nuevo heredero de momento puso nuevas pegas.
Por fin, tras cinco años de gestiones, en los que medió también el
embajador español en Londres, duque de Mandas, se logró el permiso para
copiar en la casa de lo Holland, los originales. El 2 de febrero de 1906,
Eduardo le da la noticia a Somoza diciéndole que se había ofrecido para dirigir la copia. Por cierto, se halló la sorpresa de que junto a los originales se
encontró una copia de autor desconocido; según Somoza, debidas al cuidado
de Mr. Allen o de Blanco White. Esta copia antigua es la que llega a manos de
Eduardo Llanos. Somoza entonces le insiste para que la coteje con los originales. El 8 de octubre de 1906, Eduardo Llanos comunica que ya aparecieron
los originales y que las ha cotejado, dando por zanjado el asunto. Así describe Somoza su emoción por el éxito de la empresa:
Día de emoción grande fue para nosotros, aquel en que el Sr. Llanos
Cifuentes nos comunicó la feliz noticia de haberse terminado la copia y cotejo de ambas colecciones epistolares, su permuta, la autorización de Lord
Ilchester para la impresión y, finalmente, la remisión de ellas a nuestras
manos, por el intermedio de su sobrino, don Ildefonso Noriega, estudioso
joven, y afabilísimo amigo nuestro348.
La inquietud de Somoza produjo también otra reacción. A finales de 1910
se publicaría el diario de Lady Holland. La lástima es que se hiciera en inglés. Esta
obra, que tenía el título: The spanish journal of Elizabeth Lady Holland llegó a Somoza
cuando este ya había finalizado su trabajo sobre la correspondencia349.
En abril de 1911 se terminaron de imprimir los dos magníficos tomos
de Cartas de Jovellanos y Lord Vassall Holland sobre la guerra de la Independencia
(1808-1811) con prólogo y notas de Julio Somoza García-Sala. En esta ocasión la
obra aparecerá dedicada al antiguo amigo de La Quintana: Fortunato de
Selgas, de quien echó mano para costear la edición. Dice así: A Fortunato de
Selgas: entusiasta propagador de la doctrina jovellanista, fiel y erudito intérprete de las
antigüedades asturianas, dedícale este libro su adicto y singular amigo. Julio Somoza.
Es sin duda ésta una obra mimada por su autor, según demuestra la
abundancia de notas, llenas de información y erudición jovellanista. Además,
Puede verse también ADÚRIZ, Patricio. Centenario Jovellanista. X.— Somoza o la tenaz perseverancia. El Comercio, 14 de abril de 1974.
349 Hubo en 1978 un intento de publicar en español la parte referente a España tanto de las
memorias de Lord Holland como del diario de su esposa, por parte de la investigadora
jovellanista Rick. (En la Biblioteca del P. Patac se conserva el prólogo que se iba a presentar). Ignoramos por qué no se llevó a cabo el proyecto.
348
Biografía de Julio Somoza
231
en ella Somoza no siente tanto el respeto o la vergüenza de hablar de sí
mismo. Si en Las Amarguras de Jovellanos habla de su abuela Manuela Blanco,
la pupila de Jovelllanos, sin confesar su parentesco, aquí no tiene empacho
en confesarse su nieto ni en hablar de su abuelo. Es como si pretendiese llevar al lector todas y cada una de las fuentes. Somoza gustaba de las notas,
sabía cuánto importaban al investigador.
Los tomos les fueron remitidos por Somoza a Menéndez Pelayo y
éste admiró el esmero de la publicación y las notas que resultaban de tan
gran utilidad. Se permitió apuntar algunos ligerísimos descuidos que Somoza
agradece y comenta, dando siempre por cierto lo que afirmaba el insigne
polígrafo, a pesar de su sorpresa en algún caso. Todo ello denota el interés de
Somoza por la verdad histórica y su capacidad para reconocer sus propios
errores. La verdad es que sus descuidos no eran de gran bulto.
2.— El Centenario de Jovellanos
Pero para poder continuar debemos retroceder un poco, cuando aún
sin terminar su trabajo Somoza anuncia a su amigo su próxima publicación.
Este anuncio había animado a Menéndez Pelayo a sugerir nuevos proyectos.
Se iba a cumplir —el año de 1911— el centenario de la muerte de Jovellanos.
“¡Qué gran ocasión —le dice— para sacar por fin de la oscuridad los
Diarios!”. Pero añade que ha perdido toda esperanza en ese punto. En su
lugar le propone publicar al menos en la Nueva Biblioteca de AA. Españoles dos
o más tomos de escritos inéditos o no coleccionados de Jovellanos que fuesen
como ampliación y necesario suplemento “de la destartalada colección de
Nocedal”. Y termina reconociendo que es la única persona en España que
podría hacerlo: “Si quiere Vd. encargarse de dichos tomos, que nadie sino
Vd. debe hacer en España, propondré la idea al Sr. Bailly-Bailliere, editor de
dicha publicación, y no dudo que la aceptará gustoso”350.
Pero el esfuerzo de las dos últimas publicaciones; los achaques y
enfermedades; y la edad; y la falta de humor, pesarán en el ánimo de Somoza
que se siente cansado; es más cree que ya lo ha dado de sí todo cuanto se
podía esperar y se define a sí mismo como un tonel agotado. He aquí lo que
contesta a la proposición de Menéndez Pelayo:
En la correspondencia de Jovellanos y Holland (prólogo, y extensas
notas) trabajo sin tregua ni descanso; pero —¡caro amigo mío! he pasado un
verano malísimo: los achaques aumentan, y la vida mengua, y el humor se
350
Epistolario. Tomo XXI; Carta 202; fecha: 5 de abril de 1909; pág. 174.
Agustín Guzmán Sancho
232
acaba ¿quién en caso semejante fuerza la máquina? antes por el contrario,
la naturaleza avisa, y el médico amenaza: hay que ponerse en guardia.
De “Diarios,” no hay nada, por ahora. Cierto es que su detentador,
los ofrece por segunda, y aún tercera mano; pero es la “copia”, pretenciosamente alterada por Vicente Abello, y Cándido Nocedal, lo que brinda, no el
“original”, que es lo que se le pide. Siempre alerta.
En cuanto a publicar algunos tomos en la “Nuev. Bibliot. de Aut.
Esp.” no tengo ánimos, ni salud, ni tiempo para semejante empresa. Soy un
tonel agotado. Pero en el campo de la Literatura asturiana existe quien tal
haga, si con empeño y “fegadín” lo toma. Valgan, por otros, Juan Menéndez
Pidal, Cotarelo, y los hermanos González Blanco (de Luanco), jóvenes los
últimos, de grandes esperanzas, si no me engaña mi pupila.
Ya no me atrevo a hacerle a Vd. indicación alguna para el
“Centenario”, porque no me llame “Capitán Araña”: pero si Vd. no mueve
las Academias, ¿a qué soplo o poderoso aliento se van a mover?
Sin embargo, aquel tonel agotado aún rezumaría nuevo y sabroso
jugo. Y en cuanto al Centenario llegaría a tomar en él parte muy activa, de tal
modo que, como dice Patricio Adúriz, no concedió cuartel a la fatiga para llevar a cabo su obra con la que conmemorar el Centenario351. Porque si para
Menéndez Pelayo era el mejor jovellanista, la única persona que podría escribir de Jovellanos en España, aunque él modestamente señalase a otros, también el antiguo amigo de La Quintana: Fermín Canella, era de la misma opinión, como todos cuantos conocían su obra jovellanista.
Siendo Canella Rector de la Universidad de Oviedo y Cronista de
Asturias, con antelación al parecer suficiente, hizo pública una representación dirigida al Sr. Ministro de Instrucción Popular, fechada en Vistalegre de
Lastres el 27 de agosto de 1909, en la que proponía celebrar el I Centenario de
la muerte de Jovellanos realizando nada menos que una edición de las Obras
Completas de Jovino.
Se trataba de un viejo pensamiento, que, como veremos, sin duda
compartía con Somoza. Ya en 1882 había llevado a cabo a este mismo objeto
unas gestiones en el Ministerio de Fomento, que presidía el Sr. Alvareda,
quien se mostró animoso para ello, pero que no lo pudo llevar a cabo por su
salida de aquel departamento. En 1891 en un artículo que con ocasión de la
colocación de la Estatua de Jovellanos, publicó en la “Ilustración Española y
Americana”, volvía a insistir en que la publicación de sus obras completas
habría de ser el mejor y más imperecedero monumento a la memoria del ilus351 ADÚRIZ,
Patricio. Centenario Jovellanista. X.— Somoza o la tenaz perseverancia. El Comercio,
14 de abril de 1974.
Biografía de Julio Somoza
233
tre gijonés. En 1907, con fecha 10 de julio, envió al ministerio una nueva propuesta de Edición novísima de los escritos de Jovellanos. Y de nuevo el 14 de
julio de 1909 insistió en el mismo tema. Ahora por tercera vez ante el mismo
ministro vuelve con su propuesta y, además, la da a la imprenta.
La obra de Jovellanos era, a pesar de las publicaciones llevadas a
cabo, desconocida; calculaba el insigne catedrático que lo publicado cubriría
una tercera parte del total de lo que había disperso y oculto. En su opinión
en las notas y explicaciones, comentarios y noticias de las colecciones hasta
la fecha publicadas había equivocaciones y quedaba aún mucho por decir. La
idea era reunir todo cuanto había desparramado en trabajos de anónimos y
conocidos, biógrafos, panegiristas, comentadores, traductores, escritos varios
en prensa periódica, etc., ilustraciones artísticas de pintura, grabado, escultura, etc. En una palabra, todo cuanto había reseñado Somoza en su
Inventario de un Jovellanista.
Por eso proponía a su antiguo amigo para llevar a cabo la que habría
de ser la edición definitiva de las obras de Jovellanos; una edición novísima
y completa, ilustrada, documentada y anotada. El siempre cortés Fermín
Canella, olvidando los desaires de su amigo hace de él al proponerlo para
tamaña empresa este encumbrado elogio: “El diligente Somoza, tantas veces
nombrado, es quien hasta hoy ha sabido ser biógrafo no superado de su paisano insigne, porque es autor del libro conmovedor intitulado ‘Las
Amarguras de Jovellanos’, y por esta publicación, otras bio-bibliográficas y,
en fin, por un conocimiento acabado de aquella existencia y de sus manifestaciones y escritos, a cuyo estudio se ha dedicado siempre con amoroso entusiasmo —es la personalidad con quien es preciso contar en una y otra forma
al realizar la empresa de una novísima y completa edición pues él ha juntado a
costa de grandes sacrificios, todavía sin recompensa debida (que, haciendo
mucho menos, alcanzan tantos), los más importantes materiales, siendo, además, sabedor del paradero de muchos”.
Para tal empresa contaba en primer lugar con el concurso de Somoza
del que dice que “tendrá a su lado a otros jovellanistas”. Sin duda alguna está
pensando en sí mismo, y Eduardo Llanos Álvarez, que por entonces se afanaba mediante gestiones, desembolsos y ofrecimientos en imprimir los
Diarios y conseguir la correspondencia de Lord Holland. Y aún quedaban
otros auténticos mecenas jovellanistas como Fortunato de Selgas.
Pero aparte de esta ayuda privada, esperaba poder contar con el
apoyo de las instituciones públicas. En primer lugar el Ayuntamiento de
Gijón y la Diputación Provincial de Oviedo. Luego de aquellos institutos o
centros vinculados a la vida de Jovellanos, como las Universidades de
Oviedo, Ávila, Madrid, el Instituto de Gijón, y las Reales Academias a las que
234
Agustín Guzmán Sancho
había pertenecido. Y por último la Corona y el Gobierno e instituciones del
Estado: Senado y Congreso.
Terminaba el Sr. Canella diciendo que había querido solamente “resucitar y exteriorizar una idea que está en la mente de muchos jovellanistas y que,
como aspiración suprema en la materia, la deseó siempre el Sr. Somoza”352.
Se logró del Ministerio una subvención de 15.000 pesetas, con destino al Centenario de Jovellanos, cantidad a todas luces insuficiente para una
empresa de tal envergadura. Así que por dos veces se ve en la necesidad de
acudir al Ayuntamiento de Gijón. La última, el 12 de junio de 1911, es decir,
ya en el mismo año del Centenario, acompañando la representación publicada en 1909, en los siguientes términos:
Tengo el honor de dirigirme nuevamente a V. S. con remisión
de la comunicación adjunta, por si, considerando cuanto en ella se
aduce, hay medio de acometer la publicación de una “Edición novísima completa, ilustrada, documentada y anotada de las obras del
Excmo. Sr. D. Gaspar Melchor de Jovellanos” cuyo solo nombre evoca
la admiración más entrañable a su ciencia, patriotismo y virtudes.
Si V. S. encontrase acertada y factible dicha empresa, destinando a ella parte con que en buena hora el Estado ha contribuido y
se dispone a contribuir, más aún para solemnizar debidamente el
Centenario del gran Jovellanos, cree que el firmante que tanto, sería
el monumento más adecuado y el tributo más duradero y de especial
aprovechamiento al difundir por Asturias y España, América y
Europa los variadísimos escritos con tantas enseñanzas, del ubérrimo polígrafo, gloria indecible de Gijón.
Seguramente que la nación entera aplaudirá la indicada
empresa, teniendo por guía los escritos e investigaciones del docto
Cronista gijonés, constante y laureado jovellanista Sr. Somoza.
En tal sentido me dirijo también a los diferentes altos organismos que puedan coadyuvar a la impresión dicha, en acuerdo con
la Representación popular de Gijón que V. S. dignamente dirige y a
la que atentamente saludo.
Dios guarde a V. S. ms as.
Oviedo, 12 de junio de 1911 353.
352 CANELLA, Fermín. Representación dirigida al Excmo. Sr. Ministro de Instrucción Pública y
Bellas Artes proponiendo la publicación de una Edición novísima y completa, ilustrada, documentada y anotada de las Obras del Excmo. Sr. D. Gaspar Melchor de Jovellanos. Puede verse incorporado al expediente 168/1911 del A. M. G.
353 A. M. G. Expediente 168/1911.
Biografía de Julio Somoza
235
En sesión del 17 de julio la corporación acordó prestar el apoyo interesado y que la Comisión de Hacienda informase. Ésta informó el 7 de julio
diciendo que nada podía decir en concreto; que había rumores de que las
15.000 ptas. del presupuesto de Instrucción Pública irían a la publicación de
la obra. En una palabra, que el Ayuntamiento no tenía dinero y no sabía como
podría contribuir.
Y llegó el año 1911. Fermín Canella insiste en la prensa al exponer sus
ideas sobre lo que ha de hacerse en el Centenario. Tras recordar a los jovellanistas que se distinguieron en las distintas solemnidades, entre ellos
Fernández Vallín, de quien dice que “hacía falta otro gijonés de sus arranques
y de su actividad, pocas veces vista, así como repetir algunos actos de” 1891,
se refiere a Somoza en estos términos: “bien cerca tienen los gijoneses a Julio
Somoza, el doctísimo jovellanista, que del estudio y culto a don Gaspar, hizo
centro y aspiración suprema de su vida”. Y terminará diciendo: “El
Centenario debe ser lo que debe ser. Ciertamente que mucho se hizo ya con
la impresión de las ‘Cartas de Jovellanos a Lord Varsall Holland’, con prólogo y notas de Somoza, impresas en abril próximo pasado, como cuando conmemorando el 78 aniversario de la entrada triunfal de 6 de agosto, publicó
en 1889 el precioso libro de ‘Las Amarguras de Jovellanos’. Que sea este año
de 1911 el de la impresión de los DIARIOS y de algo más”354.
3.— La aportación al Centenario
Sin embargo, la gran idea de las Obras completas no se llevará a
cabo, pero el tonel agotado contribuirá al Centenario publicando no una sino
dos obras, contribuyendo de esta manera a que fuera aquel año jovellanista
riquísimo en publicaciones referentes a Jovellanos. Por una parte verá la luz,
como ya hemos visto, la correspondencia con Lord Holland, y por otra otros
dos volúmenes titulados: Documentos para escribir la biografía de Jovellanos recopilados por Julio Somoza García-Sala, C. de la Real Academia de la Historia.
Que se trataba de una obra publicada con ocasión del centenario, lo
decía a las claras la portada del libro: 1811 CENTENARIO DE JOVELLANOS
1911. Llevaba, además, una sentida y especial dedicatoria: HUMILDE
OFRENDA a los fieles amigos y servidores de Jovellanos, ARIAS DE SAAVEDRA,
GARCÍA DE LA FUENTE y CEÁN BERMÚDEZ que en la prosperidad y el infor-
De las fiestas del Centenario. Lo que dice el Rector de la Universidad Sr. Canella. El Comercio,
9 de julio de 1911.
354
236
Agustín Guzmán Sancho
tunio de aquel varón insigne, velaron por su vida, cuidaron de su nombre, y guardaron, piadosos, su memoria.
Llevaba esta obra, además, una advertencia. Y es que tiene ya en
mente y proyectada otra publicación más: la de los escritos o manuscritos inéditos de Jovellanos, que piensa financiar con el producto de sus Documentos
para escribir la biografía de Jovellanos. Por eso advierte que no puede distribuir
esta obra gratuitamente entre sus amigos y paisanos como fuera su deseo.
En el prólogo afirma que cualquier linaje de escritos jovellanistas que
se dé a la estampa, debe ser preparado convenientemente, y sin premura de
ningún género, pero que si la presente Colección no se ceñía a esta pauta obedecía a dos razones especiales: la primera salvar por medio de la prensa, utilizando la esplendidez de un editor, muchos escritos inéditos de gran valía: la segunda,
aprovechar la coyuntura de los que acuden a visitar el sepulcro y casa natal del egregio gijonés, en su Centenario, para testimoniarles nuestro reconocimiento con este
modesto tributo.
Concebía esta publicación, pues, como un sucedáneo a aquel pensamiento de Fermín Canella de publicar las obras completas de Jovellanos, que
en su opinión exigía tiempo y personas, más de una, así como fuerte subvención. A su amigo y a su proyecto dedicará estas líneas del prólogo:
Aún no cumplidos dos años, que un fervoroso astur (a quien
muchos deben las letras y el ambiente de cultura en nuestro amado suelo)
solicitaba en entusiasta alegato, de otro astur, que seguramente “no le comprendía”, su apoyo para dar forma a un reverente homenaje, publicando una
edición “novísima y completa, ilustrada, documentada y anotada” de las
obras del sabio Jovellanos. ¡Engañosa quimera!; el trabajo de una Academia,
de un grupo universitario, o de una comunidad literaria, artística y científica, en un periodo que no bajaría de quince años, era lo que ingenuamente
demandaba el hijo de la vetusta urbe, al encumbrado prócer. Mas no infunde Minerva su poderoso hálito, en el pecho, ni en el cerebro de aquellos a
quienes prodiga sus dones la Fortuna.
Pero aun admitido el recurso, ¿quiénes iban a acometer tamaña
empresa? ¿dónde la voluntad, el plan, la inteligencia, los recursos; la agrupación, clasificación, y coordinación de escritos, los elementos de prueba y
de compulsa; las claves auxiliares; las fuentes de investigación para llevarla
a cabo?
Cómodo y llano es el forjar empresas atrevidas; más arduo el trazar
su plan; sobremanera delicado el designar aquellos que han de realizarlo,
aún compensados con el debido auxilio; difícil por extremo, la manera y formas; penoso y tardío, el allegar los materiales; y arriesgado siempre, arbitrar
los medios y recursos con que darles cima.
238
Agustín Guzmán Sancho
Hipercrítico siempre, Somoza en esta obra se queja de que el deseo
de honrar la memoria de nuestros antepasados se traduzca frecuentemente
en proyectos de mero adorno, en lo que llama obras de albañilería. Él soñaba
con un homenaje vivo y fecundo; que el Centenario sirviera para que a
Jovellanos se le comprendiera y se le sintiera. Según él no comprendían ni
sentían a Jovellanos los que con gárrula palabra, usan y abusan de su nombre en
hueros discursos, y estériles y vanas conferencias; e imaginan, que con estatuas y
medallas, procesiones, banderas, juegos florales, y... “consignaciones en el presupuesto”, han contribuido a la dilatación de su gloria.
Por eso su contribución fundamental al Centenario no fue obra de
albañilería, sino el resultado de su esfuerzo, el fruto maduro de su trabajo
sólido y duradero. De esta aportación de Somoza al Centenario de Jovellanos
ha escrito Patricio Adúriz: “Lo otro pasó. Pompas y vanidades se diluyeron
con el transcurrir del tiempo.
Queda, imperecedera —rarísima al día— esta obra de Somoza que es
auténtico faro espiritual después de transcurridos más de sesenta años desde
aquellas efemérides. Aportación gloriosa a un Centenario que, sin el concurso de hombres como el que nos ocupa, hubiese sido algo así como querer y
no poder, o lo que es peor, demostración la más palpable de incapacidad
colectiva”355.
Pero también su colaboración y aportación a la efeméride tuvo otras
manifestaciones personales. Así cuando Menéndez Pelayo le corrige las pecatas minutas halladas en sus Cartas de Jovellanos y Lord Holland, le contesta:
Pero... mi queridísimo Marcelo, ¿cómo no habían de adolecer de
tachas grandes y chicas, los escritos de un pobre diablo como yo, recluido en
un pueblo comercial e industrial, sin ayuda, ni valedores, sin libros ni auxiliares, ni elementos de consulta, y entregado a su propio esfuerzo y cavilosas meditaciones, en medio de la indiferencia general, sitiado además por la
abierta hostilidad de sus convecinos. ¿No oyó Vd. hablar de los “festejos del
Centenario”? Pues el último “quidam” en este clamoroso concurso, y alborotado cotarro, es el que en los actuales momentos le está molestando con su
pesadísima prosa. ¿Y quiere Vd. que aquilate, depure y lime, con sosiego y
tino, todo cuanto escriba?356.
Lo del “último quidam” tendrá algo de verdad, pero no porque participase menos ilusionadamente que los demás, sino porque el plato fuerte
del Centenario, la publicación de los Diarios, no la va a llevar a cabo él, aun-
355 ADÚRIZ, Patricio. Centenario Jovellanista. IX.— Somoza o la insigne erudición. El Comercio,
7 de abril de 1974.
356 Epistolario. Tomo XXI; Carta 760; fecha: 16 de septiembre de 1911; págs. 466 y ss.
Biografía de Julio Somoza
239
que sí tuvo algo que ver en el asunto, como ya veremos. Somoza participará
directamente en todo lo relacionado con aquel “alborotado cotarro”. Lo primero, prestando su colaboración para que otros eruditos publicasen trabajos
en honor de Jovellanos, como el P. Fidel Fita, a quien le da sugerencias para
un Boletín extraordinario de la Academia de la Historia, en loor de Jovellanos.
4.— La excursión a Puerto de Vega
La colaboración de Somoza no sólo se quedó en Gijón, también intervino en actos que habrían de celebrarse fuera de la localidad, como fue la
magnífica y entrañable excursión a Puerto de Vega, pórtico de los festejos que
habrían de llevarse a cabo en Gijón. La jornada de Puerto de Vega tuvo un
carácter tan entrañablemente jovellanista y a la vez tan poco conocido que
bien merece nos detengamos en ella.
El día 7 de julio de 1911 se reunieron en el local que ocupaba el
Colegio de Nuestra Señora del Rosario, un grupo de entusiastas jovellanistas,
para organizar una excursión a Puerto de Vega. En aquella reunión fue nombrada una comisión encargada de ultimar los detalles de la expedición, que
recayó en los siguientes señores: Presidente, don Emilio Alvargonzález;
secretario, don Emilio Robles (Pachín de Melás); vocales: don Nemesio
Martínez, don Ulpiano Álvarez, don Pascual Calleja, don Antonio García
García, y don José Secades. Su primer objetivo fue lograr fondos, llevando a
cabo una suscripción popular, y sus primeros objetivos acordados fueron:
colocar una corona en la lápida que existía en la casa mortuoria de Jovellanos,
que había puesto allí Fernández Vallín cuando la elevación de la estatua; una
misa de campaña y limosnas para los pobres.
Pero al día siguiente en el mismo local tuvo lugar una nueva reunión
a la que asistió don Julio. El entusiasmo iba en aumento, y “en la reunión
—a decir de El Comercio— se acogió favorablemente la idea expuesta por los
señores Somoza (don Julio) y Martínez (don Nemesio), para hacer un rótulo
y un boceto conmemorativos del acto”. Nace así de la mano de los grandes
amigos que tanto protagonismo habían tenido en el descubrimiento de las
termas del Campo Valdés, la idea de colocar una lápida en la casa donde
murió el inmortal patricio. También en esta reunión se fijó el precio de la
cuota en 5 pesetas, con viaje de ida y vuelta en barco incluido. Las reservas
podría hacerse en el lugar de reunión (calle Instituto 7) y en el propio taller
de fotograbado de don Nemesio, en la calle San Bernardo, nº 72, entre otros
sitios.
240
Agustín Guzmán Sancho
Las listas de suscripciones se llenaron con entusiasmo y le fue ofrecida la presidencia del acto al alcalde de Gijón, Sr. Velasco. También se invitaron a formar parte al Presidente de la Delegación del Centro Asturiano de
La Habana, don Donato Argüelles, y al director del Instituto, don Miguel
Adellac. De modo que el día 13 de julio la prensa anunciaba la fecha de la
excursión para el día 30 próximo.
La actividad y celo de la comisión organizadora fue tal, especialmente el de su secretario, que se logró la adhesión de la Universidad. El
Ayuntamiento autorizó a su alcalde para que nombrase una comisión de
concejales encargados de asistir al acto, y fue nombrado en representación
del alcalde, don Francisco Prendes Pando. También participaron antiguos
alumnos del Instituto. Y se ofreció la Presidencia de honor a don Vicente
Trelles, bisnieto de Antonio Trelles, el amigo que acogió en su casa a
Jovellanos. Pero hubo que aumentar la ya nutrida comisión de presidentes
honorarios a los miembros de la Sociedad de Amigos de Puerto de Vega. Para
atender a la suscripción para cooperar a los gastos se nombró tesorero al presidente de la Sociedad Unión de los Gremios, don Sabino Acebal.
El viernes día 14 se encargó la lápida de mármol al artista gijonés
don Ángel Arias. Y el día 21 por la tarde fue expuesta en uno de los escaparates del comercio de los Sres. Masaveu. Se trataba de un diseño muy del
gusto de Somoza, de puro estilo romano, llevando tres coronas en relieve,
símbolo de la muerte durante el imperio romano. La inscripción que redactó
y confeccionó el propio cronista de Gijón decía brevemente: El pueblo de Gijón
/ a su más preclaro hijo / D. Gaspar Melchor de Jovellanos / en el I centenario de su
muerte.— 1811 Puerto de Vega de Navia 1911.
Por cierto, aquella lápida fue rectificada, suprimiéndose “Puerto de
Vega de Navia” por “Puerto de Vega” sin más. El día 21 salió en barco para
Puerto de Vega, para preparar la excursión, el secretario de la Comisión organizadora Pachín de Melás. De aquella primera visita a Puerto de Vega recordará años después:
“Visité por primera vez el hermoso pueblecito de Puerto de
Vega el año 1911. Actuaba de secretario de la Comisión que fue a
aquel puerto a gestionar que se colocara una lápida de mármol en la
casa donde falleció el eximio gijonés don Gaspar Melchor de
Jovellanos, con motivo del primer centenario de su muerte, acto que
se celebró con gran brillantez.
Recuerdo que obtuve una interesante interviú periodística con
un señor Villamil, alumno más anciano del Instituto de Jovellanos.
Lo que sí observé, ya hace veinticuatro años ha sido la pugna
existente entre Puerto de Vega y Navia. En una reunión celebrada en
Biografía de Julio Somoza
241
Vega con las fuerzas vivas, nos hicieron construir otra lápida de mármol, porque la que teníamos hecha no servía por la inscripción que
redactó don Julio Somoza, que decía: ‘Puerto de Vega de Navia’”357.
Ni que decir tiene que la prensa no recogió entonces este detalle. Lo
que Somoza pensó de aquel cambio de rótulo, nos lo podemos imaginar.
Siempre detestó el futuro cronista de Asturias, a fuer de alumno de
Jovellanos, la pugna entre localidades asturianas, como si no fuera uno
mismo su destino.
Por fin, a las cuatro de la madrugada salió para Puerto de Vega el
vapor Donostiya, engalanado con flores. La Rondalla Gijonesa había recorrido las calles tocando pasodobles antes de embarcarse. De las 180 personas a
bordo, pocas fueron las que no se marearon. La prensa daba cuenta de las
principales personalidades y representaciones, entre ellas el pintor Nicanor
Piñole. No se nombra a Somoza, por lo que no podemos decir si estuvo allí o
no, aunque conociendo su carácter bien pudo ser que se enfadara por el incidente de la lápida.
La llegada del vapor Donostiya tuvo lugar a las once de la mañana.
Sirenas, voladores, pañuelos, vítores y un gentío inmenso aguardaban a los
excursionistas. Son recibidos por la Comisión de Puerto de Vega, formada
por don José Ochoa, don Vicente Trelles, don Laureano Pérez Villamil, y
don Leopoldo Castrillón (el de los Diarios), don Augusto Pérez Martínez,
don Víctor Ochoa, don José González, don Antonio Menéndez así como por
el Ayuntamiento de Navia en pleno. Se organiza una procesión cívica, que
pasa bajo un arco levantado en el Muelle, en el que se leía: “LA SOCIEDAD
DE AMIGOS A GIJÓN” hasta llegar al campo de la Atalaya, en donde se
dijo una misa de campaña. Por último se descubrió la lápida y se pronunciaron discursos. Hubo un banquete para más de cincuenta personas, con
brindis, telegramas y demás, mientras el resto disfrutó de una agradable
romería en el campo de la Atalaya.
5.— Otros actos jovellanistas
Al día siguiente El Comercio titulaba su primera página: “Comienzan
las fiestas del centenario de Jovellanos”. Reproducía algunas páginas de las
Amarguras de Jovellanos, alusivas al destierro de Jovino y su marcha a Puerto
de Vega. Esto mismo hará El Carbayón de Oviedo días después, próximo a
PACHÍN DE MELÁS. Visita a Puerto de Vega. Trabajo, voluntad, abnegación. La Prensa, 23
de junio de 1935.
357
242
Agustín Guzmán Sancho
llevarse a cabo los actos oficiales centrales del Centenario, que habrían de
presidir en Gijón los Infantes don Carlos y doña María Luisa de Orleans.
El día 6 de agosto hubo procesión cívica con ofrenda floral ante la
estatua de Jovellanos. Aparecieron en la primera página del diario decano de
la prensa asturiana artículos de destacadas personalidades y un trozo de las
Amarguras de Jovellanos Y al día siguiente tuvo lugar en el Instituto el descubrimiento de una lápida en recuerdo de los asturianos residentes en América,
y a continuación la inauguración de la Exposición Jovellanista.
Sobre este particular había aparecido en la prensa un artículo firmado por “Un Gijonés” en el que proponía se reunieran cuantos objetos personales de Jovellanos —le constaba al gijonés firmante— existían en posesión
de algunos particulares. De esta manera servirían de base para la creación de
un Museo Jovellanista. Y terminaba diciendo: “El susodicho Museo Jovellanista,
podría pasar a ser propiedad del Ayuntamiento o del Instituto, y se instalaría, desde luego, como lugar el más indicado, en el edificio fundado por don
Gaspar Melchor de Jovellanos”. Además, decía: “sería uno de los mejores
modos de mantener viva la memoria del excelso hijo de Gijón”. Si tenemos
en cuenta el dato de conocer la existencia de estos objetos, y la coincidencia
de la firma con la aparecida por entonces en otros artículos que juzgamos de
Somoza, y que en la propuesta se hablaba no sólo de ceder sino de vender en
precio justo dichos objetos para formar un museo, creemos que hay algún
fundamento para suponer que la idea fuera del propio don Julio358. Es más,
a Somoza es claro que con objeto del Centenario añora la existencia de un
museo en el que se conserve lo más autentico de la historia de su tierra; censuraba a sus compatriotas que aún no lo tuvieran. Por su parte, el director del
Instituto contestó al escrito diciendo que ya estaba en su ánimo e invitaba al
público a que aportasen los objetos que pudieran ser de interés. Y así surgió
la idea de la exposición, de forma semejante a como se hizo en la de 1891.
Sin embargo, no parece que tuviera mucha acogida la idea. Entre los
objetos que formaron parte de la exposición o museo, figuraba la cama en la
que había fallecido Jovellanos y que había sido admirada en Puerto de Vega
El artículo apareció en El Comercio del 1 de julio de 1911. Otro artículo apareció como ya
hemos comentado en la revista Asturias del Centro Asturiano de la Habana, a propósito de
la Estatua de Jovellanos. El día 27 de junio, con motivo de la llegada de La Navarre, un
vapor que con motivo del Centenario trajo a Gijón numerosos excursionistas de Cuba y
México, apareció en El Comercio un artículo de fecha 22, firmado también por Un gijonés de
Gijón, bajo el título Recuerdos gijoneses, en el que se dan muy interesantes detalles del vapor
Jovellanos y se habla de otro que llevaba este “glorioso y venerado nombre”. Además, se
dice de don Óscar Olavarría que “aunque no era gijonés, hizo por Gijón mucho más que
otros que en él han nacido” expresión muy en línea con el sentir de Somoza respecto a los
forasteros que hacen por Asturias. Por tanto, creemos que son de Somoza ambos seudónimos: Un gijonés y Un gijonés de Gijón.
358
Biografía de Julio Somoza
243
por los excursionistas días antes, y que el día 2 de agosto fue entregada al
Instituto por la comisión organizadora de la excursión a Puerto de Vega. Fue
un acto solemne amenizado por la banda del Regimiento del Príncipe.
Firmaron el acto de entrega el director del Instituto, Sr. Adellac, y el secretario don José de la Torre, por una parte; y por otra, don Antonio García y don
Emilio Robles (Pachín de Melás), como miembros de dicha comisión organizadora. La cama quedó expuesta en la sala de profesores y fue cubierta con
dos ricos tapices y por la bandera española.
En una sala se veían los bocetos, y en otra espaciosa donde hacía
poco había estado la biblioteca, además de los cuadros, copias de Goya, de
Carlos IV y Antonio Valdés y Bazán, más el de Fernando VII, encargados
todos por Jovellanos, el retrato de Josefa Jovellanos y del propio don Gaspar.
Y con ellos restos de las excavaciones de las termas del Campo Valdés, que
tanto llamó la atención del infante don Carlos, que prometió enviar dinero
para las excavaciones.
Terminados aquellos actos surgió ampliar las solemnidades llevando
a cabo un ciclo de conferencias en el Ateneo Casino Obrero. También en ellas
prestó su colaboración Julio Somoza. El ciclo fue clausurado el día 27 de
noviembre, fecha de la muerte de Jovellanos. En aquel acto se leyó un magnífico artículo suyo, que por desgracia no nos ha llegado. Si se leyó y no lo
leyó él, es probable que no estuviera presente.
En efecto, por la mañana habían tenido lugar las solemnes honras
fúnebres en honor de Jovellanos, con una misa de pontifical celebrada en la
iglesia de San Pedro, oficiada por el señor obispo de la diócesis, pronunciando la oración fúnebre el antiguo catedrático del Instituto y obispo de
Plasencia Ilmo. Sr. Jarrín. Y a las nueve de la noche en el Ateneo Casino
Obrero tuvo lugar la velada necrológica, presidida por dicho monseñor
Jarrín; el Rector de la Universidad, Fermín Canella; y el director del Instituto,
don Miguel Adellac. Se habían adherido al acto entre otras personalidades:
don Cristóbal de Castro, don Bernardo Acevedo, doña Rosario Acuña, don
Melquíades Álvarez, don Faustino R. San Pedro, don Rafael M. de Labra, don
Miguel de Unamuno, don Baldomero Argente, don Miguel Santos Oliver, y
don Alejandro Pidal.
El presidente del Ateneo, don Ramón Fernández, leyó a decir de la
prensa “un excelente trabajo del gran jovellanista don Julio Somoza, que a
cada momento arrancaba frases de aprobación, lo mismo de los Sres. Canella
y Adellac, que del Sr. Jarrín”. Y añadía el gacetillero de El Noroeste: “Es un
artículo notabilísimo, saturado de nobles y elevados conceptos, que sentimos
no poder publicar por impedírnoslo su mucha extensión”. Y por su parte, el
colega de El Comercio escribía: “Se trata de un documentadísimo artículo del
244
Agustín Guzmán Sancho
ilustre cronista de Gijón, el más autorizado jovellanista. Es un escrito titulado comentarios a una carta en la que el Sr. Somoza hace gala de su excelente
estilo castellano y da a conocer muy interesantes cosas relacionadas con la
figura de Jovellanos. Al terminar el Sr. Fernández su lectura, el público que
llenaba la sala prorrumpió en aplausos”.
Tras las intervenciones de Miguel Adellac, que recordó la visita de
los infantes don Carlos y doña María Luisa de Orleans al Instituto de
Jovellanos, y del obispo, cerró el acto las palabras de Fermín de Canella. Hizo
el Rector recuento de las conferencias que pasaron por el Ateneo a lo largo
del año jovellanista y entrando a hablar de Jovellanos comenzó diciendo:
“¿Qué voy yo a deciros de Jovellanos, después de haber escuchado la lectura del notable trabajo de don Julio Somoza?”. Calificó a Somoza de Ceán
Bermúdez redivivo. Y al final de su discurso anunció la próxima publicación
de los Diarios. Sus palabras exactas fueron:
“Del Centenario celebrado con tanto fausto, y a pesar de
todo y por encima de todo, no ha de pasar lo que aconteció muchas
veces. Apagado el eco de los discursos como las luces de las verbenas, ha de quedar una obra meritísima, la del Instituto que lleva su
nombre, dirigido por Adellac, que ha conseguido después de medio
siglo de gestiones, muy notorias y nunca bastante agradecidas, de
Somoza, Llanos, y más, tener los manuscritos de los ansiados diarios,
que el Instituto va a publicar. Si fuera posible, que no lo es, se agigantaría la figura de Jovellanos, de aquel hombre creyente y bueno
como el que más, sabio como muy pocos, patriota como el primero,
y por ninguno superado en alma purísima y corazón sano. Obra efectiva será ésta como la del inolvidable Vallín, factor principal de la
estatua erigida en la Puerta de la Villa”.
6.— La publicación de los Diarios de Jovellanos
El Centenario de Jovellanos, en efecto, traerá consigo la publicación
de los ansiados Diarios. Aunque era a don Miguel Adellac, en representación
del Instituto, como su director que era, a quien se hizo la cesión de los
manuscritos, sin embargo, detrás de todo estaba también don Julio.
Se pensaba que fuera él quien llevase a cabo la edición de la obra. Así
se deduce de una extensísima carta que Somoza escribe a Menéndez Pelayo,
dándole cuenta de todos los detalles hasta el momento. Al hacerlo no puede
recordar el favor que el sabio santanderino le hizo antaño cuando le dejó la
copia impresa:
Biografía de Julio Somoza
245
De los “Diarios” hablaremos para finalizar el cuento.
Ya están en mi poder, original y copia impresa. Sólo falta el original del diario IV, y los documentos complementarios del texto, en el que se
advierte, van unidos a él, y no lo están: y son muchos, y muy interesantes.
Jamás se me olvidará el favor que Vd. me hizo, facilitándome su
copia impresa en ya lejanos días.
Según mi anotación, la de Vd. sólo alcanza hasta el 11 de septiembre de 1796 (p. 256, fin del XVI pliego); pero, con gran asombro mío, el
“Diario” está totalmente impreso hasta su conclusión, por Rivadeneyra (día
20 de enero de 1801 — pág. 335: 21 pliegos).
Continúa luego dando cuenta detallada de las condiciones de la
cesión, lo que demuestra que estaba enterado de todo:
La escritura notarial de entrega de mss. y copia, extendida para
hacer una 1er. edición de “mil ejemplares”, fue otorgada en el pasado agosto,
entre el Director de este Instituto (Miguel Adellac, sujeto de escasa cultura,
y ninguna literaria), y el representante de la propietaria del ms. (doña
Joaquina Castrillón, viuda de Alejandrino Menéndez de Luarca), que es un
sobrino de ella, llamado Leopoldo Castrillón Ochoa, salazonero en Vega de
Navia, y agente “secreto” (a lo que barrunto) de don Ángel Rodríguez
Alonso, (a) “Angelón”: Canónigo de Oviedo, y Rector del Hospicio de dicha
ciudad, que es el que está (“como siempre”) entre telones.
Se pactó, por exigencia de la Señora, (léase “Angelón”) que se
imprimiría por cabeza de los “Diarios”, el prólogo de don Alejandrino, que
no es tal “prólogo”, sino, los insidiosos artículos que publicó en la “Victoria
de la Cruz” hace veinte años, en agosto, septiembre y noviembre de 1891, y
que tan duramente flagelé en el “Inventario de un jovellanista”, pág. 185.
Como no se puso limitación de tiempo, ni se entregó “todo” el original ms., esto nos vale para demorar la empresa hasta que se ponga en su
verdadero punto de caramelo... o de solimán.
En realidad la escritura de cesión se firmó antes, el 20 de julio de
1911, ante el notario de Gijón don Francisco López Rubio, y en ella figuraban
además de don Leopoldo Castrillón, en representación de la viuda de
Menéndez de Luarca, y Miguel Adellac, como representante del Instituto, los
testigos: don Gaspar y don Carlos Cienfuegos Jovellanos, familiares de
Jovellanos; el propio Somoza, y Faustino Prendes, representante de la colonia
246
Agustín Guzmán Sancho
gijonesa en La Habana, a quien se debía la creación de los premios
“Jovellanos-Habana” y “Fernández Vallín-Habana”359.
No hay dudas pues de que el tonel agotado está dispuesto a llevar a
cabo la que ha sido durante años y años su mayor ilusión como jovellanista. En
ningún momento desistió de su empresa. Ya dos años antes, cuando don
Marcelino le sugiere volver a los Diarios para celebrar el centenario, se muestra
alerta. Muerto Alejandrino Menéndez de Luarca, tuvo varias ofertas, pero no
le basta con que le ofrezcan la copia, pretenciosamente alterada, según él, por
Vicente Abello; quiere los originales360. Ahí los tiene ahora a su disposición.
Los demás confían en él, piensan sólo en él, pero sólo él sabe cuánto
hay que hacer y piensa en una persona que le ayude. Porque además, el dinero del ministerio, las 15.000 pesetas, no son suficientes. No obstante, el dinero no es el mayor inconveniente. Por otra parte se siente viejo. He aquí sus
inquietudes que vierte a su amigo Menéndez Pelayo:
Aterrado estoy ante la magnitud de lo que hay que hacer: copias,
cotejo, adiciones de lo suprimido, notas, aclaraciones, prólogo-exposición, itinerarios, índices (lo menos cuatro) de materias, personas,
bibliográfico y geográfico; grabados, retratos, vistas, dibujos, planos
de rutas o itinerarios, lápidas, etc., etc., etc.
Aquí (¡dejarían de ser comerciantes!) imaginan que con “quince
mil” pesetas que dejó el Ministro para esta empresa, hay de sobra, y yo agrego, que ni para empezar. Pero de sobra alcanza Vd. que el dinero, es lo de
menos (salvo como elemento auxiliar o secundario), y lo principal y lo más
arduo, es buscar quien arrime el hombro al trabajo. Yo contaba para este
359 Sobre esta escritura investigó el profesor Caso González, siendo informado por el Sr. D.
José Antonio Bermanedi Erice, notario encargado de los protocolos gijoneses de menos de
100 años, que no aparecía tal documento. Cosa extraña le pareció esto al ilustre investigador, ya que Adellac en su prólogo a los Diarios y Somoza en el suyo inédito coinciden en la
fecha y en el notario. (JOVELLANOS, Gaspar Melchor de. Obras completas. Oviedo, edición
crítica, introducción y notas de José Miguel Caso González, 1984. Tomo VI; pág. 36 y nota
41). Ahora bien, Caso, siguiendo a Somoza, señala como fecha de la firma el día 28, mientras que El Comercio daba la noticia el día 21 de julio, señalando que se había realizado el
día anterior. Por otra parte, uno de los firmantes, Leopoldo Castrillón, no se encontraba en
la fecha del 28 de julio en Gijón, sino en Puerto de Vega, preparando el recibimiento a los
excursionistas gijoneses que irían a Puerto de Vega. “Hoy se despidió de la comisión organizadora don Leopoldo Castrillón —decía El Comercio el día 22—, miembro de la Junta
receptora en Puerto de Vega, que saldrá para dicho puerto en el tren de las 7,20 de la mañana”. Con estos antecedentes nos pusimos al habla con nuestro amigo, el propio notario, Sr.
Beramendi Erice, quien nos dio la satisfacción de obtener una copia simple de la escritura
pública, que en efecto lleva fecha de 20 de julio de 1911 y en la que figura como testigo Julio
Somoza.
360 Epistolario. Tomo XXI; Carta 453; fecha: 11 de octubre de 1909; pág. 333.
Biografía de Julio Somoza
247
auxilio, con un paisano mío, doctor en ciencias históricas, muchacho aplicado de veras, y se lo propuse a Amalio Jimeno, cuando aquí estuvo, para que
le nombrase bibliotecario auxiliar o en comisión. El hombre, me dio grandes
esperanzas, que se llevó el viento361.
Ya estoy viejo (“vid.” la estela funeraria del “introito”) y muy fatigado. Si no me ayudan, nada, o poco, podré hacer.
Y a continuación Somoza se pone a soñar cómo habría de llevar a
cabo la tarea; qué medios necesita para hacer una edición perfecta. Su afán de
perfeccionismo es tal que nadie le cree. Verdaderamente lo que Somoza proponía era un ideal de investigación:
Habría que montar (emplazar) un taller con grandes mesas, varios
escribientes, dibujantes y fotógrafos, con una biblioteca auxiliar de ochocientos a mil volúmenes. El enunciarlo sólo, me ha valido en mi pueblo
(¡¡40.000 almas!!) grandes rechiflas, y tal cual pulla, que me costó, con la
réplica, tremenda sofoquina y colosal berrinche (ya estoy viéndole a Vd. reírse a borbotones de lo a pecho que lo tomo)362.
Ante la gran envergadura que suponía una obra bien hecha, le propone a Menéndez Pelayo hacer una “edición preparatoria”, mientras llega la
definitiva.
P. S.: Con el fragmento que Vd. posee de los “Diarios” (algo más
de los 2/3), agregándole lo que le falta (que yo podía hacer copiar aquí, por
medio de máquina) podíamos lograr un ejemplar completo, y publicarle
luego como “edición preparatoria”. Pero ¿no estará registrada la propiedad
de este “Diario” a nombre de Rivadeneyra? Inverosímil parece que así no
sea. Y si lo está, ¿no podría cedernos tal derecho, sufragando nosotros los
gastos de la primera edición? “Bis dat qui cito dat”.
Pero Somoza no se encuentra a gusto en medio de personas a las que
califica de “jovellanistas de hojalata”. Una de estas era Alejandro Pidal y
Mon, quien, como muy bien ha recordado el profesor Caso González, se oponía en su momento a la publicación de los diarios, sin duda por inclinarse a
las ideas de Menéndez de Luarca363. He aquí la escena en que Pidal aparece
al lado de Adellac, según sigue contando Somoza a su amigo:
El ministro Amalio Jiménez vino, con ocasión del Centenario, acompañando a los
Infantes don Carlos de Borbón y doña María Luisa de Orleans en su visita del Instituto el
6 de agosto.
362 Epistolario. Tomo XXI; Carta 760; fecha: 16 de septiembre de 1911; págs. 466 y ss.
363 Epistolario. Tomo X; carta del P. Miguélez a Menéndez Pelayo, de fecha 30 de mayo de
1892; pág. 540.
361
248
Agustín Guzmán Sancho
¡Cada jovellanista de hojalata nos ha salido esta temporada, que de
oírlos sólo, me echo a temblar! El coro de la comedia “indiana”, no sabe más
que decir: “Don Jovino” por acá, y “Don Jovino” por allá
y a mí me está ocurriendo,
que de tanto desatino
como al día estoy oyendo,
ya van todos consiguiendo
“despotricar” en pollino.
En la biblioteca del Instituto, tuvieron conversación sobre el precedente tema (anteayer, 14 de septiembre) Alejandro Pidal y Miguel Adellac,
y tales cosas dijeron, que parecían nacidos la víspera, entre tres y cuatro de
la tarde, si es que ya no iban de tuno a tuno para despistarse mejor. Estaba
yo en la galería alta, “haciendo” que hojeaba libros, y no metí la cuchara, ni
me di por aludido, porque lo estimé prudente.
Además, Somoza tiene unas ideas para la edición de los Diarios
demasiado primorosas. No cuenta con quien le auxilie; es objeto de rechiflas.
Y por si fuera poco aquellas exigencias de la escritura pública de cesión,
como era la de figurar el prólogo de don Alejandrino. Todo esto auguraba lo
que vino a ser: que Somoza no llevaría a cabo la edición.
El propio don Julio dará como razón de su desistimiento: lo “impositivo”, “enojoso” e “interesado” de muchas de sus impertinentes cláusulas364. Y añadía: De sobra es de todos conocidos, que la resolución y realización de los asuntos
literarios, cuando intervienen en ellos, manos mercenarias y de logreros, por fuerza
tienen que fracasar o torcer el rumbo. Recuérdese que don Julio conocía desde el
primer momento las cláusulas de la escritura pública y, por tanto, si se queja
de ellas es porque él confiaba que a pesar de todo podría llevar a cabo la obra
a su manera, convenciendo a sus oponentes. Pero al final la cosa no se puso
a punto de caramelo o de solimán como le decía a Menéndez Pelayo.
El profesor Caso González, por su parte, al afirmar que Somoza fue
eliminado de la empresa, apunta que en ello tuvo intervención Pidal. “Se trataba —dice— de evitar que un hombre de ideas liberales, como don Julio,
pudiera aprovechar la ocasión para poner tibio a Menéndez de Luarca por
sus ‘Apuntes’”365, como lo hizo poco después en el prólogo de su Jovellanos:
manuscritos inéditos, raros o dispersos... Nueva serie: con prólogo y un apéndice,
refutando los falsos juicios y erróneas, y gratuitas afirmaciones del Sr.
Menéndez de Luarca. Madrid, 1913.
Prólogo inédito a los Diarios, reproducido en facsímil por el profesor Caso González en
el Tomo VI de las Obras Completas de Jovellanos, pág. 65.
365 JOVELLANOS, Gaspar Melchor de. Obras completas. Oviedo, edición crítica, introducción y notas de José Miguel Caso González, 1984. Tomo VI; pág. 37.
364
Biografía de Julio Somoza
249
Si Somoza no aceptó las impertinentes cláusulas, el caso fue —dirá—
que hubo quien las aceptó todas: el propio Adellac. De modo que la obra necesariamente habría de dejar mucho que desear, como hecha por persona que
llena de muy buenos deseos y entusiástico esfuerzo no gozaba de la preparación jovellanista de don Julio. Aunque meritoria y muy significativa, pues
al fin se veían publicados los ansiados Diarios, es lo cierto que estará llena de
erratas y de malas interpretaciones, según reconocerá la crítica posterior.
Sobre esta obra aparecida en 1915, escribirá Somoza:
Fue costeada esta edición (tosca reproducción de un ejemplar de la
madrileña, de 1861) por el benemérito escritor asturiano, don Fortunato de
Selgas y Albuerne, quien no tuvo parte alguna, en la desastrosa dirección
editorial y literaria de la reimpresión de la obra (3.061) “erratas”, hallada en
doble compulsa).
Y al observar, que la publicación del “diario”, se dice realizada por
el profesorado del Instituto, se nos ocurre preguntar:
Si el “Diario” es de Jovellanos;
Sélgas, quien le apadrinó,
y Abello, quien le anotó,
aliñándolo otras manos,(a)
¿en cuál obra de romanos
tanto ingenio se empleó?
claro que nos referimos a Rivadeneyra366.
7.— Lo último sobre Jovellanos
Por su parte, Somoza, en tanto se publican los Diarios sacará a la luz
pública una obra más. Aún quedaba en aquel tonel jovellanista materia inédita que ofrecer. Parece como si le hubiese entrado prisa por dar de una vez
todo cuanto tenía, lo último que le quedaba. No hay duda que Somoza se
siente ya viejo (tenía 65 años) y quiere darlo todo. En menos de tres años aparecerán un total de cinco volúmenes de sus obras.
El mismo título sugiere ya que se trata de los restos de su bagaje jovellanista: Jovellanos: manuscritos inéditos, raros o dispersos; como si dijese: aquí
está lo que no se ha publicado antes, lo que no se ha visto, lo que estaba perdido, lo que faltaba, lo último. Y en efecto, será su última obra jovellanista,
aunque el tonel aún no habría de agotarse. La llamará “compilación” en la
dedicatoria que, como es costumbre en él va a dirigida a quien en ésta oca366
SOMOZA, Julio. Registro Asturiano; págs. 211 y 212.
250
Agustín Guzmán Sancho
sión le favorecía con la edición. Decía así: A don GERARDO URÍA Y
MENÉNDEZ dedica esta compilación jovellanista, su firme y leal amigo. JULIO
SOMOZA.
¿Cuál fue su intento? Será lo primero que él nos diga en lo que él llamaba preliminar y no prólogo:
Aprovechando los momentos actuales en que parece revivir con
algún fuego la memoria del gran Jovellanos, con motivo de conmemorarse el
I Centenario de su muerte, y el de su nacimiento a la inmortalidad (acaso
con más agitación y bullicio de lo debido a la grave austeridad de tan insigne bienhechor de la Patria), creemos oportuno publicar varios de sus escritos inéditos, guiados siempre por el noble anhelo, que, más ha de cuarenta
años, impulsa nuestra voluntad y mueve nuestra pluma, de salvar de la
incuria y del olvido sus venerables escritos, de tantos como aún se conservan, esperando la próvida mano que ha de redimirlos de la injusta postergación en que yacen arrinconados, por nuestra proverbial desidia y abandono.
En efecto, el Centenario había servido para remover la memoria
hacia Jovellanos, pero hay que tener en cuenta que a él se había llegado gracias al esfuerzo de su obra. Una obra que él no veía terminada, pues habla de
aprovechar para otras publicaciones nuevas ofertas de amigos, como
Fortunato de Selgas o Alejandro Alvargonzález, por citar algunos, a quienes
pertenecían algunos de estos manuscritos.
Pero Somoza va más allá; tiene una clara intención didáctica.
Pretendía: atestiguar su veneración a la memoria de su autor, por el legítimo
deseo de que su nombre reviva entre la juventud moderna, sirviéndole de faro luminoso en el arte de bien decir, y de ejemplo perdurable que imitar, en las nobles aspiraciones de la vida.
Quizá fuera su intervención en el Centenario de Jovellanos lo que llevó
a que se le propusiera, no una sino hasta tres veces, a intervenir o colaborar en
el Centenario de Cervantes o por mejor decir en el Centenario de la publicación
de El Quijote. Somoza dará en una carta estas razones para negarse:
Muy distinguido y respetable Alcalde:
Me ha sorprendido sobremanera su inesperado B. L. M. del 22 del
corriente, toda vez que, primero oficialmente, y particularmente después, le
manifesté la imposibilidad absoluta en que me hallaba, de formar parte de
ninguna junta del Centenario de Cervantes. Las razones fundadas que para
ello, tuve y tengo, a continuación se las recuerdo:
Biografía de Julio Somoza
251
Primera: “la falta de salud”, con prescripción facultativa de privación de toda clase de trabajo mental.
Segunda: “la edad”, que créame ya a los setenta años, me invalida
para todo esfuerzo; creyendo (como no dudo un momento) que esta consideración, que ha bastado a otros para no asistir en la prosecución de su intento merecerá de V. S. igual deferencia hacia mi cansada persona.
Tercera: “mis estudios”, que han sido, por lo general, de carácter
histórico, de investigación, y arqueológicos; singularizándome en los “jovellanistas”, más no en los “cervantistas”.
Cuarta: “mi carácter”, que ha hecho, que mis empresas literarias,
y mi trabajo, fueran siempre unipersonales, jamás colectivos, porque, ni
nunca me hice solidario de lo que otros afirmaran o negaran, ni jamás acepté el concurso ajeno para empresa alguna, bien convencido de lo deleznable
y detestable que son las colectividades en nuestra tierra.
Quinta: La persuasión de que, en nuestro país, sobran “cervantistas” y literatos, y escasean los “jovellanistas” o difundidores de la enseñanza, y propulsores del verdadero progreso patrio, en sus múltiples fases.
Por todo lo cual y por otras muchas causas y razones, que a su
penetración y sagacidad no escapamos sírvase, por la presente comunicación, dar por “no” aceptado el cargo con que se me brinda, y que declino,
muy reconocido a su constante benevolencia, pero a la vez, muy firme e irrevocable en la determinación que he tomado.
Con cuyo motivo, se repite de V. S. por “tercera vez”, su muy fino,
deferente y respetuoso convecino.
q.s.m.b.
J. S. G. S.
23 de noviembre 1915 367.
La copia de esta carta (al menos por copia la tenemos), lleva este
encabezamiento: Contestación a la impertinente insistencia de un alcalde de monterilla de tiempos de Felipe IV, que se puso “pelma”, hasta el 3er oficio.
El centenario de Cervantes no tendría en Gijón apenas relevancia. La
primera persona que se interesó en esta villa por él fue el Director del
Instituto, Justo del Castillo, pero su voz no tuvo eco. Tan solo la Escuela
Superior de Artes y Oficios y el Ateneo Casino Obrero hicieron alguna velada en honor de Cervantes; y el Ayuntamiento terminará simplemente por
367
Biblioteca Asturiana del Padre Patac; FC 175.
252
Agustín Guzmán Sancho
izar el pabellón nacional en las Casas Consistoriales. La poca acogida de este
centenario debió de ser lo que determinó la triple insistencia del Alcalde,
quien a falta de cervantistas se veía obligado a echar mano de jovellanistas.
Aunque Somoza exageraba (no tenía setenta años, sino sesenta y
seis), la edad y la salud no le permitían llevar a cabo una gran actividad laboral, sin embargo, cuando se trata de Jovellanos y de Asturias parecerá rejuvenecer y revivir, porque aún tendrá fuerza para revisar los Diarios y publicar su famoso Registro Asturiano.
CAPÍTULO 11
La batalla de Covadonga
1.— El viejecito testarudo
“No lejos de Gijón, pasea junto a las aguas del mar verde un viejecito
menudo, bajo y de muy pocas carnes. De cabellos y de bigotes blancos, de
rostro moreno, algo verdoso, y de ojos pequeños, pero vivos, la vejez ha pronunciado bajo ellos unos flácidos pliegues, que le sirven de bolsas donde
guarda oculto el amarillo de que se tiñen sus conjuntivas a las veces. Se adivina en él un sistema nervioso siempre tenso y un exceso de bilis. Viste un
abriguito oscuro que oculta una chaqueta larga de igual tono; protege su garganta con una bufanda mal ceñida; se cubre con un sombrero negro de alas
blandas, y aunque brilla en la altura el tenue sol de Asturias, se apoya, como
siempre, en un viejo paraguas”.
“El viejecito lee y escribe mucho, le enamora su noble tierra astur, y
no concibe que jamás la hollaran las torpes plantas de los árabes. Está solo,
se ha detenido junto al mar y le ha vuelto la espalda, para otear con sus ojillos vivos la lejana silueta terrestre de los montes. Somoza tuerce el gesto y
piensa una vez más lo que ya ha escrito en un viejo volumen:
Imposible. Los sarracenos no pisaron Asturias. ¿Vencidos al
pie de Covadonga? Gran dislate. Pero nada tan peregrino y sandio
como hacerles atravesar los Picos de Covadonga hasta Cosgaya. Pura
patraña la crónica del rey Alfonso, el Magno, o de Sebastián de
Salamanca”.
Así vio y así imaginó a Somoza un inteligente y jovencísimo historiador, discípulo de Hinojosa, allá por los años veinte en que vino a conocer Asturias para escribir y descubrir en ella y a través de ella la historia de
los orígenes de España. Años más tarde, al rebatir la tesis de aquel anciano,
no podrá resistirse a la tentación de incluir este magnífico, vivo y real retra-
254
Agustín Guzmán Sancho
to368. ¿Qué significa esto? Hay ternura en la descripción y, sin embargo,
Somoza representaba la línea más opuesta al pensamiento de don Claudio
Sánchez Albornoz, que es quien le describe. La imagen del anciano no se le
borraría de la memoria. Aquel anciano era el más tozudo y el más peregrino
de cuantos historiadores trataron sobre el tema de Covadonga; ¿cómo podía
resultar tan entrañable como para sentir la necesidad —son palabras del propio Sánchez Albornoz— de incluir su retrato? ¿Cuándo se vio que un autor
lleve a cabo en una obra la descripción de su más enfrentado oponente, si no
es para ridiculizarlo en lo físico, combatiéndolo en el físico como en las ideas?
Es verdad que más adelante hace también la descripción de un grave
profesor de La Sorbona, el insigne hispanista Barrau-Dihigo, que también
negaba la batalla de Covadonga. Pero aunque le colma de mayor número de
elogios, la descripción de este personaje no tiene la viveza y el color que la
que hace de Somoza. Cierto que admira más a aquel, pero no hay duda que
la personalidad, el hombre en sí que era Somoza, le resultaba más atrayente.
En aquel admiraba la obra, en éste la persona.
Refiriéndose a las ideas de Somoza, a quien llama erudito gijonés, ilustre asturiano e ilustre jovellanista, las calificará de extravagancias. He aquí el
juicio que le merecían:
“Sería empresa demasiado sangrienta y, además, demasiado
fácil y sin mérito, poner de relieve las extravagancias de Somoza. A
creerle, los cronicones cristianos mienten a porfía, las historias árabes
carecen por completo de valor, todos los documentos son falsos, falsarios los historiadores que han admitido la entrada de los árabes en
Asturias en cualquier tiempo y seres mitológicos, que jamás existieron, los primeros reyes asturianos. Sólo él conoce el país. Sólo él
acierta; sólo él dice la verdad frente a todos. Lástima grande que el
ilustre jovellanista se haya dejado seducir, al estudiar estos primeros
tiempos del reino astur, por un criterio tan radicalmente negativo. Le
sobraban condiciones para haber trazado una seria historia de los orígenes
de la Reconquista, pero ignoraba el método crítico moderno. Tenía sólo
vagas ideas, generalmente equivocadas sobre el valor y las fechas de
las fuentes latinas. No había leído las historias arábigas. O no conocía o despreciaba los estudios que les habían consagrado Gayangos,
SÁNCHEZ ALBORNOZ, Claudio. Orígenes de la Nación Española. Estudios Críticos sobre
la historia del Reino de Asturias. Oviedo, I.D.E.A., 1972. Tomo II; págs. 159 y 160. Sánchez
Albornoz comenzó sus trabajos sobre Asturias con ocasión del centenario del Covadonga,
y para preparar su trabajo visitó y pateó Asturias entera. Sería por entonces cuando se
entrevistaría con Somoza y éste le expondría su teoría sobre Pelayo, Covadonga y la retirada de los árabes.
368
Biografía de Julio Somoza
255
Dozy, Lafuente Alcántara, Codera y Pons Boygues. Desfiguró los
datos geográficos como le vino en gana y los empleó en forma efectista, y a su antojo concedió y quitó méritos a quienes les precedieron
en el estudio de la historia asturiana. En resumen, sus errores son tan
crasos y sus afirmaciones de tal índole, que no podemos atribuirlas
sino a un falso patriotismo regional, a su intención deliberada de probar a toda costa la tesis que he llamado de la virginidad de Asturias.
No he de entrar, por tanto, a discutir una a una sus fantasías y sus
extravagancias”369.
Para no entrar a discutir sus fantasías y extravagancias, empresa
según él demasiado fácil, nos parece un párrafo demasiado largo éste, y tampoco se entiende muy bien que se tome la molestia de citarlo tantas veces
como lo hace, y mucho menos de llegar a ponerlo en la misma línea que el
sabio, conocedor si duda del método crítico moderno, Barrau-Dihigo, e incluso dedicarle ese magnífico tributo de hacer su retrato de un modo que ningún otro ha sabido plasmar. Así pues, a pesar de despreciar sus ideas,
Sánchez Albornoz admiraba la tremenda personalidad de Somoza.
Pero analicemos el párrafo un poco más detenidamente. Es muy probable que la descripción del retrato y este comentario no se hicieran en la
misma época. La obra que publicó el I.D.E.A. es una especie de recopilación
de diversos trabajos, refundidos en 1969 por su autor. Estos duros comentarios corresponden a una época en que Somoza ya no vivía, mientras que la
descripción por su frescura parece más bien redactada en la juventud, en el
momento de conocer a Somoza. Quitando la fraseología del comienzo, lo verdaderamente destacable está en la afirmación que hemos subrayado, “le
sobraban condiciones para haber trazado una seria historia de los orígenes
de la Reconquista (no hacía falta que nos lo dijera), pero ignoraba el método
crítico”. He aquí la clave que se repite siempre cuando se trata de impugnar
o contradecir o recortar la obra de Somoza: la ausencia de un método, que
unas veces es crítico moderno y otras veces crítico científico. Somoza es un erudito a la violeta para quienes hacen de la investigación una profesión, tengan
o no tengan vocación, para los profesores de Universidad; una rara avis en
campo ajeno; uno que va por libre. Y siempre que hay que ponerle un pero
sale a relucir su falta de formación académica, como si sólo a los intelectuales
de oficio les estuviera reservada la gloria de descubrir el pasado, y como si el
camino de la investigación fuera único.
He aquí lo que pensaba don Alejandro Alvargonzález a propósito de
la vocación investigadora de Somoza: “Fue investigador y erudito, pero
investigador por afición y no por oficio, y cuando las cosas se hacen por afi369
Op. cit., Tomo I, pág. 460.
256
Agustín Guzmán Sancho
ción suelen obtener mejores resultados que cuando son impuestas por una
profesión. Aquellos que quieren hacer un campo acotado de toda ciencia, lo
tildan de curioso, olvidando que gran parte de los descubrimientos históricos
se deben a estos curiosos que guiados de una verdadera vocación y de un
superior sentido crítico, trabajan incansablemente sin un definido afán de
recompensa”370.
Pero como es cierta en Somoza la carencia de formación académica
(entiéndase universitaria), el éxito de la argumentación contra él está garantizado, y aquí punto en boca. Pero hay que tener en cuenta que, cuando se
trata de valorar al hombre, y no de determinar el grado de acierto de sus
ideas, esta carencia se convierte en la principal virtud, porque si su capacidad
es grande a pesar de su falta, se cumple en él el viejo aforismo latino:
“Suficiente es haberlo intentado”. Quienes intentamos poner de relieve la
personalidad de Somoza, no intentamos otra cosa que mostrarlo tal cual fue.
Sería ridículo convertirlo en doctor honoris causa de la más prestigiosa universidad del mundo cuando no lo fue. Somoza fue lo que fue. Nadie quiere
que sea más sabio que los sabios. Pero si el más importante medievalista del
momento se tomó la molestia de rebatir sus ideas es porque al menos sus
ideas valían tanto como para que éste se interesara en ellas. Veamos cuánto
representaban.
2.— La cuestión de Covadonga a final de siglo
Para ello hay que ver la dificultad que el tema de Covadonga tenía
en la historiografía de la época. Acudamos a un prestigioso profesor universitario, que conozca el método crítico moderno, al propio Sánchez Albornoz,
por ejemplo. Según él: “La figura de Pelayo, así como la historia de los orígenes de la Reconquista, aparecen envueltas en tinieblas tan espesas que es
muy difícil, casi imposible sacar a la luz la parte de verdad que puede haber
en el fondo de las confusas fábulas y leyendas de los cronistas musulmanes y
cristianos”371.
Fuera por esto en parte o no, el caso es que el prestigioso historiador
confiesa abiertamente haber tenido él serias dudas sobre la misma realidad
de Covadonga: “Las tuve —dice— hace más de dos décadas, en 1920 (12 años
ALVARGONZÁLEZ, Alejandro. Julio Somoza, Historiador y Jovellanista. El Comercio, 25 de
julio de 1954.
371 Op. cit., Tomo II, pág. 41. Añade también: “La tarea resulta, además, ingrata, penosa,
dura, porque multitud de historiadores han utilizado esa doble cadena de fuentes y han
llegado a conclusiones de interés positivo {...} Los que han negado incluso la entrada de los
árabes en Asturias han prestado señalado favor a la historia de aquellos sucesos”.
370
Biografía de Julio Somoza
257
después de la obra de Somoza), cuando estudié los orígenes de la
Reconquista y hube de redactar sobre tal tema largas páginas para aspirar al
Premio Nacional Covadonga que me concedieron”372. Aquel trabajo resultó
una obra en cinco volúmenes, que en 1969 todavía permanecía inédito.
Pero sigamos leyendo lo que sobre sus dificultades nos dice: “Cabía
ante tantas dudas y contradicciones la postura hipercrítica de Barrau-Dihigo.
Nadie hubiera podido reprocharme un elegante escepticismo y una sonrisa
burlona. Y quizás en mi lugar todos hubieran tirado por el camino de en
medio y habrían declarado legendaria la batalla y absurdos los testimonios
encontrados en las fuentes. Pero no me detienen sino me entusiasman las
dificultades...”373. Fue por esto por lo que se puso a estudiar científicamente
las fuentes históricas. Comenzó a estudiar la geografía asturiana y recorrió
los viejos caminos, sus viejas ciudades y sus campos de batalla para explicarse el curso de la historia política. Y sería entonces cuando conoció al viejecito de Gijón. Y dedicó veinte años al estudio de esas cuestiones374.
¡Dos décadas! ¡Veinte años, para saber si existió o no Pelayo, si
Munuza estuvo o no en Asturias, si hubo o no una batalla en Covadonga! ¿Tan
confusas estaban las fuentes históricas? En efecto, así era. Pero Sánchez
Albornoz añade una dificultad más: “Con sus comentarios irrespetuosos y excesivamente liberales de las fuentes, o con su demoledor hipercriticismo, sañudo y
cruel, la erudición de fines del siglo XIX y de principios del XX se ha complacido en enredar la madeja de los testimonios históricos que aluden al suceso inicial de nuestra Reconquista. Y lo han logrado con tal éxito que hoy es su
empresa más que difícil sacar el hilo del ovillo”375. Ni que decir tiene que de
esa corriente de erudición formaría parte Somoza. No está mal saber que hubo
una corriente, porque de ese modo Somoza no fue el único. Pero entonces, volvemos a lo de siempre: ¿por que él sólo mereció el honor de ser combatido?
Bueno será recorrer esta corriente, exponer una especie de estado de la
cuestión en el momento en que el jovencísimo Somoza regresa a Gijón. En
1867 se publicó una importante historia de esta villa, la de Estanislao
Rendueles Llanos; obra que, como dijimos determinó las aficiones del futuro
jovellanista. El malogrado historiador de Gijón al comenzar la narración del
periodo de la Reconquista ya nos advierte de que no es unánime la opinión
respecto a la realidad de Covadonga. Comienza así el capítulo V de su historia de Gijón, el que trata sobre don Pelayo y cuyo primer epígrafe denomina
Aclaraciones: “Vamos a entrar en la narración de importantes sucesos, cuya
autenticidad ha querido ser puesta en duda por algunos críticos modernos,
Ídem, Tomo II, pág. 100.
Ídem, Tomo II, pág. 101.
374 Ibídem.
375 Ídem, Tomo II, pág. 137.
372
373
258
Agustín Guzmán Sancho
aunque la opinión de los mejores historiadores, entre ellos los Sres. Romey y
Lafuente, que les prestan asentimiento, desvanecen por completo la aserción
de aquellos”376. Ni que decir tiene que Rendueles Llanos se mostraba partidario de la verdad de Covadonga.
Diez años mas tarde la polémica, por así decirlo, seguía en pie. De
manera que otro gijonés, José Nava Caveda, intenta buscar una postura conciliadora, saliendo al paso de ambos extremos: “A nuestro juicio, tan apartados andan de la verdad los que por sobra de escepticismo sólo ven en la jornada de Covadonga la escaramuza y el triunfo de un guerrillero, como los
que obcecados por el entusiasmo y amor a la patria agrandan fuera de toda
medida las proporciones de este hecho de armas”377.
En 1895, un hombre próximo al círculo de Somoza antiguo gallo de
La Quintana, profesor universitario, don Félix Aramburu, escribía un interesante artículo sobre Covadonga, para la obra Asturias publicada por sus amigos Fermín Canella y Octavio Bellmunt. Comienza señalando la existencia de
dos corrientes o puntos de vista sobre Covadonga: a la una la llama realista,
y a la otra efectista. En realidad son las dos actitudes que todo el que diserta
sobre algo puede adoptar. Advierte por otra parte que va a tirar por la segunda. Es decir, elude el problema de la veracidad de los hechos. ¿Por qué?
Porque sabe que el primero no es nada claro. Lo dice así: “De Covadonga se
sabe poco, muy poco, cuando este saber se busca por el camino de la investigación ceñida, exacta, realista, que el amante de la verdad histórica, del relato circunstanciado indubitable apetece”. Prefiere en cambio el segundo camino porque: “De Covadonga, en cambio, se sabe mucho, se sabe lo suficiente
por lo menos, cuando este saber se pide al espíritu de las grandes síntesis históricas;... y, sobre todo, al corazón sacudido por las corrientes del amor a la
patria y enardecido por el fuego de la fe”378. He aquí pues explicado lo que
es Covadonga: Historia y fe.
Pero, además, el ilustre catedrático no desconoce las dos corrientes
realistas, que desde el siglo XVIII venían enfrentadas. Distingue en un bando
a Trelles, Villademoros, Carballo y Michelli; y en el otro a Masdeu, Pellicer y
Noguera, y por supuesto cita a Jovellanos. Llama vicioso pirronismo a la
corriente que pone en tela de juicio tradiciones constantes y creencias arrai-
RENDUELES LLANOS, Estanislao. Historia de la villa de Gijón. Gijón, 1867; pág. 41.
CAVEDA Y NAVA, José. Examen crítico de la restauración de la monarquía visigoda en el siglo
VIII. Memorias de la Real Academia de la Historia. T. IX. 1879. Párrafo citado por Carlos
Martínez, en Historia de Asturias. Gijón, 1969; pág. 43.
378 ARAMBURU, Félix. Covadonga. “Asturias”. Gijón, edición de Octavio Bellmunt y
Fermín Canella, 1895. Tomo I; pág. 23.
376
377
Biografía de Julio Somoza
259
gadísimas. Y habla de un triunfo de la vieja y añeja tradición, gracias al estudio de las crónicas árabes379.
3.— La estatua de don Pelayo
Parece ser pues que hacia finales del siglo XIX se abría camino entre
los eruditos asturianos la tendencia a considerar a Pelayo y Covadonga como
verdad histórica indiscutible, en medio de otra corriente más crítica. De
hecho, unos años antes de la aparición del artículo de Aramburu, Gijón había
levantado con aclamación y sentimiento popular la primera estatua a don
Pelayo, acontecimiento que tuvo lugar el 5 de agosto de 1891, justo el día
antes de que se levantara la estatua a Jovellanos.
Las fiestas en honor de ambos personajes fueron costeadas y programadas en su mayor parte por Acisclo Fernández Vallín. Si tenemos en cuenta que aquella apoteosis jovellanista no fue del agrado de Somoza, cabría
pensar si fue este el punto de partida de su odio a don Pelayo.
Si aquí estuvo la clave de su perjuicio hacia Pelayo; si su anticovadonguismo no fue sino un berrinche de celos por acontecimientos populares en los
que a él no le dieron ningún protagonismo.
¿Sería Somoza de tan ruin condición, para actuar movido por el afán
de notoriedad, por el mero afán de contradicción?
No lo creemos en absoluto; no era Somoza ni mucho menos tan ruin.
Además, a Somoza se deberá en buena parte que Gijón cuente con una estatua a Pelayo, la primera que se le alce al insigne héroe de Covadonga.
De él partió la idea, y ello porque se trataba de una propuesta formulada por Jovellanos y puesta en olvido por los gijoneses.
Será el propio Somoza quien proponga se lleve a cabo este monumento, no sólo en Gijón sino también en el propio lugar de los hechos, en
Covadonga, porque el monumento que había levantado Montpensier no le
parecía digno.
En efecto, mucho antes de que el Ayuntamiento de Gijón acordase en
sesión de 2 de junio de 1890 levantar la estatua a don Pelayo, publicó Julio
Somoza un artículo en El Carbayón de Oviedo, el 9 de junio de 1888, titulado
La Estatua de Pelayo.
379
Ídem, págs. 24 y 25.
260
Agustín Guzmán Sancho
Aquí aboga don Julio para que se levante en Gijón una estatua al
héroe de Asturias, uno de los más heroicos varones —dice— que produjo España.
Señala que el pensamiento de elevarle una estatua sólo es el reconocimiento de
una deuda sagrada, que late en el corazón de todo asturiano amante de las glorias
patrias, y con predilección marcada, en el de los gijoneses.
Recuerda que sería larga la lista de los autores y de las obras consagradas
a cantar la grandeza y heroísmo del monarca godo, que inauguraba en Covadonga “el
poema inmortal” de la patria restauración (sic).
En este artículo Somoza va más lejos que ningún otro.
Llega incluso a lanzar, por primera vez a nuestro entender, entre los
historiadores, una idea novedosa: que figure en el escudo nacional una
referencia a Asturias:
Una omisión bien sensible, fue, a nuestro entender, la que se cometió no bordando en la bandera para el acorazado Pelayo380, la figura del
héroe; y si acaso las Ordenanzas navales no lo permitieren, tal vez por favor
especial, y mediando la intercesión de la Serenísima Princesa de Asturias, se
hubiera logrado: porque si los colores nacionales y el Escudo Real pregonaban nuestra Patria por lo mares, tampoco holgaba la representación del
caudillo a cuyo esclarecido valor y acendrada fe, debe aquella su
nacimiento, y el más excelso de sus timbres. Y es por demás extraño,
que en el escudo que simboliza la nacionalidad española, estén representadas
Castilla y León, Navarra, Aragón, Granada, etc., y no lo esté aquel reino a
quienes todos deben su nacimiento.
Hay pues en este artículo argumentos más que suficientes para
demostrar que Somoza sintió, como hijo de su tierra, el fuego del patriotismo
que despierta el nombre de Pelayo, y que lo sintió de manera singular.
Es más, para terminar su artículo transcribe la inscripción latina que
Jovellanos hizo para esta estatua, la que hasta hoy figura en el monumento,
pero, además, una segunda debida a uno de nuestros paisanos.
Precisamente al día siguiente de la publicación de este artículo, tenía lugar en
Covadonga la bendición de la bandera del acorazado Pelayo. La ceremonia tuvo gran
esplendor; estuvo presidida por el Sr. Obispo y la condesa de Revillagigedo en representación de S. A. R. la Princesa de Asturias. Bordaron la insignia nacional (salvo la cruz que
remataba el mundo de la corona, que fue bordada por la propia princesa de Asturias) las
siguientes señoras y señoritas gijonesas: Dª Virginia Sampedro, Dolores Horcasitas,
Marciana Valle, Joaquina y Adela Iglesias, Lola Gil, Lola Menchaca, María Vivero, Emilia,
Mercedes y Manolita Alvargonzález, Filomena Zulaibar, Maria Díaz de la Sala, Salomé
Rodiles, Eustoquia Pelayo, Eugenia Menéndez, Encarnación Vallina, Margarita Menéndez,
Joaquina Villaverde, Ignacia Cabo, Manolita Marinas, Sara Rionda, Josefina Laviada y Paz
Nava. (El Carbayón, 13 de junio de 1888).
380
Biografía de Julio Somoza
261
Ignoramos quien sea este paisano, pero no podemos asegurar que se
trate del propio Somoza, porque solía tener la costumbre de no nombrar a
aquellas personas con quienes se enfadaba.
El autor, pues, una de dos, o es un enemigo o es él mismo.
Si fuera él mismo no habría duda que en 1888 Somoza sentía
Covadonga como el que más; si fuera un enemigo, el hecho de transcribirla
denota al menos simpatía hacia la inscripción que dice así:
A
DON PELAYO,
CAUDILLO DE LOS GODOS
RESTAURADOR DE LA MONARQUÍA ESPAÑOLA,
HÉROE EN COVADONGA
QUE CON AYUDA DE LA DIVINA GRACIA
LIBERTÓ A SU PATRIA
DEL YUGO SARRACENO,
EL PUEBLO Y SENADO DE GIJÓN
AQUÍ CONGREGADOS
ERIGIÉRONLE PARA PERPETUA GLORIA
DE SU FAMA LEGENDARIA
Y HONOR DE ASTURIAS,
ESTE HUMILDE MONUMENTO
AÑO MDCCCLXXXVIII
Sin embargo, una cosa es levantar un monumento en Gijón a Pelayo,
reconocer el arraigo de su nombre en la conciencia de la colectividad de un
pueblo, conciencia de la que sin duda participaba, y otra cosa preguntarse
sobre la realidad histórica del personaje. Hay que tener en cuenta que la idea
había sido planteada por Jovellanos en su Plan General de mejoras propuesto al
Ayuntamiento de Gijón, en 1782, cuyas palabras encabezaban el artículo de
Somoza. Hay que tener en cuenta que en 1649 —recuerda Somoza—, se estableció el blasón de la Villa, que ostentaba en su centro la imagen de Pelayo en igual
actitud que estaba en la piedra del Arco del Infante, y en el estandarte municipal,
aunque ostentando una armadura romana de los tiempos medios, y que
cuando se hizo el escudo de armas para el Instituto, en 1794, se colocó en uno de sus
cuarteles, esta misma figura. Con todos estos antecedentes no es de extrañar
que Somoza cargase las tintas sobre la figura de Pelayo, y tocase con maestría la cuerda del sentimiento patrio. Pero en el artículo no se plantea para
nada la cuestión de la veracidad histórica del personaje.
La expresión legendario para referirse al recinto de Covadonga no
parece equivaler a histórico, además al referirse al monumento que él desea
Agustín Guzmán Sancho
262
colocar en Covadonga toma el ejemplo de un héroe legendario: Arminius, a
quien se representaba en Alemania con casco alado:
Cuando los hijos de esta tierra {lle}ven aquel emblema a Covadonga
{pa}ra que se orée con las embalsam{adas} brisas de las montañas, y se
vivif{ique} bajo la protectora égida de la Vi{rgen} de las batallas, sus ojos
contempla{rán} a la margen derecha del Deva, ya pr{ó}ximo al Santuario, un
modesto monumento. Es el que, a sus expensas erigió Montpensier a la
memoria del héroe de la reconquista. ¡Cuán mezquino y pequeño aparece en
medio de la imponente grandeza que le rodea! ¡Qué mal interpreta la emoción grandísima que se siente en aquel recinto legendario!
En las altas cimas de Grotemburg{o} en Alemania, álzase un
monumento gigantesco, colosal. Es el que aquella nación poderosa levantó
para perpetuar la memoria de Arminius, fundador de la nacionalidad germánica, en lo más abrupto y salvaje de aquellos montes, vése desde lejanos
puntos un templete; sobre él se yergue en actitud victoriosa, el gigante con
el casco alado, alzando al cielo la triunfadora espada. Un tributo semejante quisiéramos para nuestro compatriota. Hace once siglos que su nombre
despierta en pechos españoles todo el fuego del patriotismo. Hace más de uno
que el ilustre Jovellanos recordaba esta deuda a los hijos de Asturias, esta
deuda inaplazable de gratitud.
Sin embargo, y con todo, hay que reconocer que este artículo por sí
solo es a nuestro entender más que suficiente para compensar los agravios
que pudo cometer nuestro historiador a las conciencias de la mayoría, por no
decir la totalidad, de sus paisanos. Somoza creía en Covadonga. Podemos
decir de él lo que Unamuno afirmaba de la fe: que es querer creer; Somoza al
menos, quería creer, pero las fuentes no le aportaban ninguna luz.
4.— Razón y sentimiento
Sánchez Albornoz, como veíamos, llamaba a la actitud de Somoza
extravagancia: ¿lo fue realmente? Hay motivos para creer que no. En nuestra
opinión Somoza fue un gran historiador, limitado en cuanto a medios si se
quiere, pero escrupuloso, celoso, concienzudo, incapaz de anteponer su
gusto personal a la verdad histórica. Lo que ocurre es que no veía nada claro
en los hechos de Covadonga y separa razón y sentimiento. Sánchez
Albornoz, por ejemplo, tras describir “el escenario en que se mueven los
actores del drama” (son palabras suyas), afirma que Pelayo se fugó a
Córdoba; que luego huyó a tierras asturianas, que durante su ausencia el valí
de la región, Munuza, había logrado sus deseos de casarse con la hermana de
Biografía de Julio Somoza
263
Pelayo, pero éste se negó a aprobar el matrimonio de su hermana y empezó
a conspirar. Y sigue diciendo: “El emir de España envió sicarios a Munuza
con órdenes de prender al fugitivo y de llevarle preso a Córdoba. Los agentes del sur intentaron cumplir su cometido. Pelayo estaba en Brece (¿Santa
Cruz de Brez?) y allí con engaños, trataron de prenderle. Pero Pelayo supo
por confidencia de un amigo el peligro que le amenazaba y como el número de los perseguidores hacía imposible toda resistencia, procuró escapar
disimuladamente de los hombres del valí. Seguido por ellos llegó a Piloña,
lo cruzó como pudo, y mientras los esbirros se detenían ante el curso del río,
el futuro caudillo de los astures se acogió a los montes”. Para terminar
diciendo: “El relato no puede ser más humano y realista; nada hay en él de
inverosímil”381. Para Julio Somoza, sin embargo, todo esto le parecía el argumento de un drama, como el que escribió su adorado Jovellanos, pero una
historia difícil de creer. Para él, Pelayo era un personaje legendario, alguien
de quien “leemos” (según el sentido etimológico de la palabra leyenda) pero
de quien no sabemos. A esta hipótesis de leyenda épica apuntará también
Menéndez Pidal al considerar que la primera parte de la crónica real (la
principal fuente latina) está inspirada en un antiguo cantar redactado para
celebrar a Pelayo y su victoria382.
Respecto a la batalla de Covadonga, de haber tenido lugar en aquel
recinto el sentido común decía que no pudo contener el número de combatientes que se dicen en las fuentes. Y esto también lo tenía claro todo un profesor de La Sorbona, Barrau-Dihigo. Además, había total ausencia de rasgos
arqueológicos, epigráficos, numismáticos, ciencias a las que Somoza concedía un papel importantísimo como auxiliares de la Historia. Ni el estoque de
don Pelayo, que resultó ser del siglo XVI, ni la Cruz de la Victoria, obra del
siglo IX, estuvieron ni en las manos de Pelayo ni en Covadonga383. También
la filología puede servir de auxiliar a la historia y a este respecto refiriéndose al origen de la palabra Covadonga, Somoza hace una llamada de atención, señala que merece los honores de una seria investigación. Y es que frente a
la corriente que la identifica con el latín cova dominica (cueva de la Señora),
según la crónica de Alfonso III, cabría para Somoza la posibilidad de un origen bable, ya que la terminación es corriente en Asturias, como Ponga,
Romadonga, Belonga, Plomadonga, Pronga, Fontedonga, etc., abundando más la
terminación masculina: Irrongo, Isongo, Triongo, Busdongo, Camplongo,
Vallongo, Molongo, Tebongo, etc., e incluso no hay que olvidar, señala Somoza,
que este terminal (onga) se aplica también en bable, en sentido aumentativo
SÁNCHEZ ALBORNOZ, Claudio. Orígenes de la Nación Española. Estudios Críticos sobre
la historia del Reino de Asturias. Oviedo, I.D.E.A., 1972. Tomo II.
382 Orígenes de la nación española. pág. 52. Lo cual ha sido rebatido por Sánchez Albornoz.
383 Gijón en la Historia General de Asturias. Gijón, 1908. Volumen II; págs. 482 y 483.
381
264
Agustín Guzmán Sancho
y despectivo, como en las voces, pindonga, pilonga, perllonga, candonga, etcétera384.
Indudablemente, Somoza argumentaba, no sólo en este tema sino en
cualquiera de la historia de Asturias, con todos los amplios conocimientos
que poseía de su geografía, arqueología, lengua y folklore; con todos los saberes que cultivó y almacenó en una labor ingente de años. Sánchez Albornoz,
en nuestra opinión, subestimaba a su oponente, cuando le creía falto de cultura, tal vez porque sus lecturas no eran las de él, he aquí a lo que conduce
el prejuicio universitario y académico, como si hubiera un solo camino para
conocer la historia. Pero incluso aquellas materias llamadas tradicionalmente culturales fueron objeto de su interés. Basta recordar que proyectó una
obra titulada Glorias Nacionales. Apuntes biográficos, en la que llegó a reunir
material para llevar a cabo las biografías de más de 370 personajes de nuestra historia nacional385.
El conocimiento del terreno le hacía poner en duda que fuera posible
sobrevivir a una expedición por los Picos de Europa, como la relatada en la
crónica de Alfonso III. Fue Somoza gran conocedor de su tierra; a lo largo de
su obra queda claro siempre este patear, andar y ver Asturias. Al menos en
Covadonga debió de haber estado, ya que si no, no se permitiría opinar sobre
el monumento de Montpensier a Pelayo con tanta viveza. Y en cuanto a los
lagos manifestó su deseo de visitarlos, según carta a su amigo de La Quintana
Braulio Vigón, a quien le escribe: Yo también iré a tu casa más adelante, cuando
pasen las aguas primaverales, y antes o después iremos a Borines si nos conviene, o
bien a Covadonga porque yo no quisiera morirme sin subir al lago de Enol, y ver flotar sobre las aguas la fantástica visión teñida en irisados matices por el primer albor
de la mañana... (¡qué bonita, eh!... estará la ascensión, echando ´l fégadu pe la
boca!)386. Ignoramos si cumplió su deseo. Lo que ya no creemos que hiciera es
recorrer los Picos de Europa desde Covadonga a Cosgaya, atravesando la
garganta del Cares; una ruta considerada impracticable, pero cuyo recorrido
Ídem, pág. 489.
El manuscrito, de admirable caligrafía, e incompleto, se conserva en el Archivo
Histórico de la FUNDACIÓN ALVARGONZÁLEZ.
386 Correspondencia de don Braulio Vigón en el apéndice de Asturias: Folklore del mar. Juegos
Infantiles. Poesía popular. Estudios Históricos. Braulio Vigón. Prólogo de Ana María Vigón y
nota editorial de Emilio Marcos Vallaure. Oviedo, Editorial: Biblioteca Popular Asturiana,
1980.
384
385
Biografía de Julio Somoza
265
en 1929 387 por Sánchez Albornoz, con un grupo de estudiantes, chicos y chicas sin experiencia en montañismo, sirvió para probar que la huida de los
moros pudo haber sido así.
La conclusión, porque es una conclusión, equivocada si se quiere,
con premisas equivocadas si se quiere, pero conclusión al fin de cuentas, de
Somoza, es que a la leyenda, y no a la Historia, corresponden todos los recuerdos
que de un modo o de otro, se relacionan con la tradición peláyica. Para él los más de
los historiadores, les prestaron su asentamiento sin entrar en análisis ni discusión
alguna; o por no singularizase deshojando la tradición poética, o convencidos de que
lo lejano de los tiempos, y la carencia de datos fijos y documentos ciertos, no les permitían esclarecer debidamente este punto388.
Somoza, por el contrario, se atreve a poner en tela de juicio la verdad
de Covadonga. Frente a los historiadores que no discuten la autenticidad de
los hechos él se atreve a dudar ¿Y no es este el punto de partida de toda
investigación que quiera tener un mínimo de objetividad? ¿No es buen método científico éste de la duda metódica? Somoza es en su punto de partida de
una honradez histórica irreprochable. Y lo es también al final, cuando llegando a lo que él cree la verdad histórica, tiene el valor y la honradez de proclamarla en voz alta, frente a todos, a pesar de todos. No hay duda que como
historiador tiene una acusadísima personalidad, una originalidad intachable.
En sus obras pueden rastrearse sus ideas sobre la investigación histórica. Así por ejemplo en el prólogo a Gijón en la historia general de Asturias
define a la imparcialidad como la inseparable norma de todo historiador, y
acusa al apasionamiento, al fanatismo religioso (así, subrayado), a la credulidad, al amor propio regional, al ultraindividualismo de la raza (entiéndase
asturiana) y a la falta de cultura, como causas de errores históricos389.
Precisamente a finales de aquel año, el 20 y 21 de diciembre, pronunció Sánchez
Albornoz dos conferencias en el Ateneo de Gijón. La primera, con el título Después de
Covadonga. Los Picos de Europa y los Orígenes de la Reconquista, estuvo apoyada con fotografías de la excursión que había realizado con sus alumnos. La segunda se tituló: Los árabes
en Asturias en el reinado de Alfonso el Casto, teniendo a la vista el mapa de la región y muchas
vistas, con cuyo auxilio fue trazando el ilustre catedrático la ruta de los árabes y la de las
tropas que acaudillaba Alfonso el Casto, “llevando a la convicción de los oyentes —decía
la prensa—, la creencia de la verdad de sus palabras en pugna con la opinión de los que
niegan la invasión musulmana”. Fue presentado por José María Gutiérrez Barreal. Hizo la
afirmación rotunda de que ha existido la batalla de Covadonga. Y la prensa reiteró y recalcó su clara oposición a quienes afirmaban la no existencia de Covadonga: “Con acertados
argumentos —señalaba— en medio de descripciones exactísimas y bellas, refutó las razones que exponen algunos historiadores para negar la existencia de la batalla y de la retirada de los muslimes, pues cree incluso que antes de afirmarlo no han recorrido los desfiladeros y gargantas que se citan”. (La Prensa, 20 y 21 de diciembre de 1929).
388 Op. cit., pág. 479.
389 Ídem, pág. XII.
387
Agustín Guzmán Sancho
266
Señalado es el juicio que le merece el Obispo don Pelayo, a quien
siguiendo la común opinión de los historiadores, acusa de alterar, mistificar,
adicionar y trastornar los textos de autores antiguos. Al hablar de este personaje
comenta: ¡A tanto arrastra la exaltación del amor regional, que no repara en las contradicciones a que se ve impelido390. Pero, además, crítica a su propio amigo
Fuertes Acevedo, porque en su Bibliografía hacía un juicio más apasionado
que certero acerca de este prelado, y a pesar de conocer el juicio negativo que
Amador de los Ríos había expuesto sobre dicho Obispo, no impugnó la opinión de este último para restituir al personaje ovetense el crédito que había
perdido. Para Somoza no caben medias tintas, hay que mantener siempre y
hasta el final las propias convicciones.
5.— El ataque
A Somoza no le importa perder la amistad de sus amigos en defensa
de sus ideas. En realidad ninguno de ellos las compartía, al menos públicamente. En esta batalla de Covadonga, más que en ninguna otra, Somoza va a
combatir sólo. ¡Pobre diablo! Su genio le va a conducir a aquel estado de aislamiento. Sordo de nacimiento, no hace caso a las voces de los que le rodean.
¿Fue esto lo que despertó la ternura de Sánchez Albornoz? ¿Fue por esto por
lo que el ilustre catedrático no quiso rebatir sus argumentos: para no resultar
demasiado sangrante?
Ello bien pudo ser la causa de que no rebatiera sus argumentos, pero
no la de que se interesara por Somoza. Porque don Julio era sordo, pero no
mudo. Y sus opiniones van a llegar peligrosamente a ciertos sectores intelectuales de la sociedad asturiana. El prestigio de Somoza era tal en 1908, cuando aparece su obra Gijón en la Historia General de Asturias que se temía que sus
ideas llegasen a generalizarse al menos entre la clase medianamente culta.
Hay de esto dos importantes testimonios.
Uno es el de Constantino Cabal, cuya reacción ante la nueva publicación fue agudísima. Escribió catorce cartas en La Opinión de Oviedo, rebatiendo las teorías de Somoza. Pero leyendo en ellas podemos sacar algunas
observaciones interesantes, como por ejemplo el comienzo mismo de la carta
primera:
“Sr. D. Julio Somoza:
Oí ponderar su libro, y caí en el deseo de leerlo: decíanme que
era usted un prodigio de saber y erudición; decíanme que hurgando
390
Ídem, pág. 515.
Biografía de Julio Somoza
267
en nuestra historia, había avizorado en ella horizontes de todos ignorados; decíanme que su crítica se había hundido en misterios tenebrosos y sacado palpitante la verdad... Y le creí un sabio más, gloria
del solar astur, que ha dado muchos, y erigíle un altar de admiración
dentro de lo más hondo de mi alma.
Pero he leído su libro y he derrumbado el altar; la decepción
fue tan grande, que hoy me avergüenzo de haber alzado en él un
hombre vulgarísimo y oscuro. Y, o mucho decayó la erudición en mi
tierra, desde que yo la dejé, o mucho ha menguado en ella el amor
que sus hijos la tenían; porque su libro la infama y nadie la defiende;
y porque su libro es hato de falsedades y, sin embargo, lo loan”391.
Así pues, aunque el primer párrafo podría suponerse un recurso literario, por el carácter alzado de su estilo; en el segundo, el testimonio de que el
libro es loado ofrece menos dudas. Es más, hasta ese momento, no hay duda
que Somoza era admirado por el propio Constantino Cabal. El prestigio del
autor del libro era indudable. Gijón en la Historia General de Asturias es la primera obra de carácter histórico que publicó Somoza, sin embargo, la personalidad
como conocedor del pasado asturiano, aparte de sus hallazgos en aquel campo
de Jovino, arrastraba ya un peso enorme en los ambientes culturales asturianos.
Pero para Constantino Cabal, Somoza es un anarquista y quienes le
aplauden saben tan poco como él:
“Visto su libro así, imparcialmente, es obra de un anarquista
que no sabe lo que es el anarquismo; es obra de un destructor, que
destruye por locura o por monomanía; y es obra de un ignorante,
que no tiene derecho a serlo ya, con los años que usted cuenta; y éste,
el único juicio justiciero que ha merecido su historia, será el único
probado; porque esos que a usted le aplauden, son hombres que
razonan como usted y que saben aún menos que usted”392.
Pero nótese que no todo el libro va a ser criticado, sino solo los capítulos referidos a Pelayo y Covadonga, una parte tan solo de sus dos volúmenes. Las cartas a Somoza no contienen una sola referencia a otros episodios de
la historia asturiana, como si lo que se dijese a este otro respecto fuera todo
cierto o no interesase, cuando de lo que se trata es de poner en entredicho su
capacidad como historiador.
391 CABAL, Constantino. Cartas a Somoza I. Gijón en la antigüedad y en la Edad Media. La
Opinión de Oviedo, 25 de octubre de 1910. En el Archivo de la FUNDACIÓN ALVARGONZÁLEZ, G 49/19 se conservan los recortes de la prensa, que sin duda habían pertenecido a Pedro Hurlé, lo que hace suponer que pertenecerían a los papeles cedidos por
Julio Somoza.
392 Ibídem.
268
Agustín Guzmán Sancho
Constantino Cabal, termina pidiendo que Somoza, fuera destituido
como cronista de Gijón y bajado de su pedestal:
“...Y nada más, porque sería delito. Dedicar a su obra esta
tarea, fue considerarla algo, y no lo es; pero lo es la ignorancia general que lo juzga a usted un sabio; lo es el Ayuntamiento de Gijón, que
le hizo su cronista, y había que pesar méritos y que deshacer errores;
había que bajarle a usted del alto pedestal en que se hallaba, para
ponerle a nivel del vulgo incauto”393.
No hay duda que hay mucha pasión en Constantino Cabal, así como
en la mayoría, por no decir la totalidad de los que atacaban a Somoza. La
noble implicación que en la conciencia asturiana y en la española tiene el
nombre de Covadonga, alimentaba la disputa. No faltaría quien le acusase de
mal patriota, como Cabal de hacer anarquismo histórico.
Sin embargo, ya vimos que Somoza no era insensible a esta fuerza
evocadora, a esa atracción tan irresistible que ejerce Covadonga en el alma de
los asturianos y de los españoles. Pero si aún quedase duda, por si acaso
alguien pensase que pudo en algún momento desaparecer de su alma este
noble sentimiento de su tierra, hagamos una cita. Somoza aprovechaba el
papel, en una época donde no era tan abundante. Se servía a veces de hojas
ya escritas para reutilizarlas por la otra cara en nuevos trabajos. Por eso
hemos encontrado entre los manuscritos de su obra El Carácter Asturiano
unas hojas en las que por una carta aparece una cita de Jovellanos acerca del
labrador asturiano y por la otra, atravesada con una gran X con lápiz azul,
unas viejas y desechadas líneas. Es el borrador de un pasaje que se encuentra en la pág. 447 del segundo tomo de su Gijón en la historia general de
Asturias. No hemos podido resistir la tentación de releer. Dice así:
Fenómeno de la ilusión patriótica.— Es muy singular, por tanto, el
espejismo que sufren todos nuestros literatos, historiadores, poetas, dramaturgos, y cronistas... de viaje, al tratar de Covadonga. La violenta fuerza del
contraste, el mágico encanto del lugar, la visión profética del pasado, la exaltación del sentimiento religioso, el atavismo de la raza, con todos sus ensueños, sus tradiciones y sus cuentos, arrastran con fuerza impulsiva a la retórica, y a extrañas y sublimes paradojas. Brota la emoción y las lágrimas, la
grandiosidad del aparato escénico, no da lugar a la duda ni al análisis. Todo
es bueno, hermoso y grande, porque descansa en dos sentimientos inmutables de la humanidad, el religioso y el patriótico, el amor innato a la tierra,
y el irresistible impulso a lo maravilloso.
CABAL, Constantino. Cartas a Somoza XIV. Punto final.— Los últimos rebojos. La Opinión
de Oviedo, 11 de noviembre de 1910.
393
Biografía de Julio Somoza
269
Pero... no existe nada, absolutamente nada más que la leyenda
épica de Covadonga, forjada por el iluso Obispo Salmanticense394.
No podía ser de otra manera. También Somoza reconoce el encanto
de Covadonga, su fuerza irresistible, porque no otra cosa sino su sentimiento de patriotismo pudo inspirar estas líneas. Pero al final la razón debe imponerse. Somoza es un tipo unamuniano, agónico, que se debate entre la razón
y la fe. Sus compatriotas contemporáneos no vieron esta agonía, no supieron
que querer creer ya es creer.
6.— Cronista de Asturias
El prestigio de Somoza se va a mantener por años, incluso hasta la
época en que el joven Sánchez Albornoz comience sus importantes trabajos.
El 22 de marzo de 1924 moría Fermín Canella. Desde 1903, en que fue nombrado para sustituir a Ciriaco M. Vigil, otro gallo de La Quintana, era el cronista de Asturias. Tras la muerte de Canella, la Diputación Provincial, reunida a las cuatro de la tarde del 22 de mayo de aquel 1924, celebró sesión bajo
la presidencia de don Rogelio Jove y Bravo y nombrará cronista de Asturias
a don Julio Somoza. Se trataba más bien de un premio, un honor a la ingente labor del ilustre jovellanista, y no un estímulo para ver cumplidas esta o
aquella esperanza en pro de la investigación asturiana. Somoza ya había
hecho bastante, por su edad no se podía esperar mucho más. Fue un reconocimiento a su labor. Así lo expresó bien claro su amigo Rogelio Jove, mediante escrito que por su importancia debemos reproducir aquí:
A LA EXCMA. DIPUTACIÓN
Considerando que aun cuando el título de Cronista de
Asturias se ha considerado principalmente creado para premiar la
labor extraordinaria realizada por el sabio y erudito paleógrafo don
Ciriaco Miguel Vigil para investigar a través de los archivos la reunión de los elementos de todas clases que pudieran contribuir al
conocimiento del pasado de nuestra región y de los factores que han
contribuido a la formación de nuestro carácter.
Considerando que, el transmitir este título, al fallecimiento
del inolvidable Miguel Vigil, a don Fermín Canella y Secades,
recientemente arrebatado al cariño de los suyos y al afecto y consideración de todos los asturianos, constituyó un testimonio de gratitud
rendido por la Diputación en representación de la provincia, a quien
394
Carácter Asturiano. Manuscrito. Biblioteca Asturiana del P. Patac.; cap. VIII.- Jovellanos.
270
Agustín Guzmán Sancho
venía dedicando su vida entera a la misma labor de su antecesor y a
la publicación de muchas y muy eruditas obras sobre cuanto afecta
a Asturias, desde su aparición en la Historia hasta nuestros días.
Considerando que después de los nombres citados queda
aún entre nosotros alguno de esos trabajadores infatigables que,
removiendo los escombros amontonados por el tiempo, saben sacar
de entre las ruinas notas que hagan vibrar las almas asturianas y restos de nuestras pasadas grandezas y que entre ellos figura en lugar
eminente el historiador, jovellanista, bibliófilo don Julio Somoza y G.
Sala.
Considerando que aunque la edad avanzada y el estado de
salud del Sr. Somoza le impedirían hoy desempeñar funciones de
cronista, los trabajos realizados por él merecen sobradamente que la
provincia le rinda testimonio de su reconocimiento y de la alta estimación en que le tiene.
El que suscribe propone se acuerde conceder el título de
Cronista de Asturias a don Julio Somoza y G. Sala.
V. E., no obstante, etc., etc.
Palacio de la Diputación a 22 de mayo de 1924.
ROGELIO JOVE395.
La propuesta no sólo fue aprobada por unanimidad sino que, además, don Carlos Rodríguez San Pedro, como Presidente del Centro de
Estudios Asturianos, tributó en nombre de esta institución “un aplauso al
acierto de la Presidencia en proponer el nombramiento del Cronista a favor
de Somoza y a la Diputación por haber aceptado la propuesta que coincide
—leemos en el acta de aquella sesión— con la indicación que había hecho
dicho Centro, y pidió que constase en el acta el agradecimiento de la citada
asociación por la acogida dispensada a sus indicaciones”.
De manera que fue del Centro de Estudios Asturianos de donde partió la idea de llevar a cabo el nombramiento. Lo confirma la misma acta cuando más adelante se lee: “El Sr. Presidente manifestó que desde que había quedado vacante la plaza de cronista había estado en sus propósitos el interesar
el nombramiento del Sr. Somoza y sólo había vacilado por el temor de que la
edad y achaques de este señor le impidiesen cumplir los deberes del cargo,
pero posteriormente se convenció de que no era necesario que ejecutase los
Archivo General de la Administración del Principado de Asturias: Expediente 14.748 de
la Diputación Provincial de Oviedo.
395
Biografía de Julio Somoza
271
trabajos para los cuales estuviese impedido y que tuvo mucho gusto en recibir y acoger la propuesta del Centro de Estudios Asturianos”396.
En la misma sesión, en el capítulo 12 de presupuestos, bajo el epígrafe: Otros Gastos, se aprobó una partida de 6.000 pesetas “para la impresión —leemos— de la obra del ilustre escritor asturiano don Julio Somoza y
G. Sala, titulada Bibliografía Regional Asturiana y de cuya tirada se entregarán al autor las tres cuartas partes del número de ejemplares que se editen,
reservándose la Diputación la cuarta parte restante”397.
Sin embargo, no estaba todo el mundo de acuerdo con el nombramiento sino que se van a alzar voces en contra del acuerdo de la
Diputación398. Una de estas será la de su paisano y amigo don Enrique García
Rendueles.
Se conserva de su puño y letra, sin fecha, por ser un borrador, un
documento en el que este sacerdote y catedrático del Instituto Jovellanos,
amante jovellanista, manifiesta su oposición y pide la restitución del nombramiento.
Por su interés lo reproducimos íntegramente:
Nuevo cronista del Principado.
Por fallecimiento del llorado don Fermín Canella, se ha
designado para sucederle como cronista del Principado, al entusiasta Jovellanista don Julio Somoza; pero el lamentable pirronismo en
que este nuestro paisano y amigo ha caído al formular sus actuales
juicios sobre hechos históricos gloriosísimos de la región, no parece
concordable en modo alguno con el expresado cargo.
Decimos esto porque desde la época en que aparecieron los dos
formidables tomos de la obra titulada Gijón en la historia general, negando la existencia de Pelayo y otras cosas semejantes, como la de atribuir
a espíritu de merodeo y a feroz pillaje el origen de las guerras Cantábricas
contra el novísimo imperio instaurado en Roma, antigua aliada de
aquellas tribus, no hay modo de cohonestar uno y otro suceso.
Gracián, en su famoso Criticón escribió que “los más en el
mundo gustan de lo que ven gustar a otros... alaban lo que oyeron
396 Archivo General de la Administración del Principado de Asturias: Libro de Actas de la
Diputación Provincial. Año 1924, fols. 97v. y 98.
397 Ídem, folio 104.
398 E incluso hay quien ha dicho que fue destituido de su cargo. Nosotros por nuestra parte
no hemos encontrado entre los libros de la Diputación Provincial, ni de la Comisión
Gestora, que se conservan en el Archivo General de la Administración del Principado de
Asturias, nada que pudiera confirmar esta afirmación.
272
Agustín Guzmán Sancho
alabar... de modo que viven por otros y se guían por entendimiento
ajeno...”; cosa que recordamos aquí porque desde la época en que
dicha obra apareció, no han cesado de observarse sus deplorables
efectos en multitud de ocasiones, desde el enlodamiento (¡) de la
rotulación de calles, como la de Pelayo, hasta las conferencias en
Ateneo y demás sitios, en que se ha disertado acerca de La leyenda
Pelágica; y ahora la ejecutoria dicha, viene a coronar aquellos asertos
verdaderamente temerarios.
En Gijón mismo, acabamos de ver, con motivo de inaugurarse un nuevo templo, que el elocuente orador sagrado encargado
de conmemorar el suceso, llegó a omitir también el nombre del glorioso restaurador, limitándose en su discurso a mencionar que un
puñado de hombres hizo revivir en estos riscos asturianos el cuerpo
inanimado de una monarquía.
Con mucha razón, pues, dijo en cierta solemnidad académica, don Antonio Blázquez, que semejantes trabajos producen la desconfianza al principio prudente en la inteligencia de los sabios, y se
difunden con rapidez, adquiriendo cada vez mayor fuerza y energía,
convirtiéndose en desconfianza ciega y brutal que concluye por
informar durante centenares de años toda nuestra historia, y no sólo
pone en tela de juicio y rechaza lo verdaderamente falaz sino que
construyendo un arca santa, encierra en ella sus opiniones y creencias, y declara apócrifo todo lo que con ella no concuerde.
En la propia obra de Gracián, arriba mencionada, escribió
también el mismo: Veréis muchas maneras de historiadores, unos
gramaticales, que no atienden sino al vocablo y a la colocación de las
palabras, olvidándose del alma de la historia. Otros cuestionarios:
todo se les va en disputar y averiguar puntos y tiempos... etcétera.
Tal puede decirse que ha sucedido con la que aquí comentamos: labor benedictina, como todas las de su autor, pero enormemente equivocada en lo que a la parte histórica se refiere.
De otra que nosotros conocemos, relacionada con asuntos de
Asturias y Cantabria, que su autor publicará algún día, si Dios quiere, y si no, no, reproduciremos en nuestro periódico con autorización
suya (aunque por delicadeza anónimo), lo que se contiene con
referencia a Pelayo, y algunas otras circunstancias, en este curioso
trabajo emprendido con motivo del XII Centenario de Covadonga y
titulado: Conclusiones acerca de algunos temas de historia Asturiana399.
399
Archivo de la FUNDACIÓN ALVARGONZÁLEZ, G 41/4.
Biografía de Julio Somoza
273
Este documento, que por otra parte está bien localizado, por la circunstancia de la muerte de Fermín Canella, la designación de Somoza como
cronista del Principado y la referencia a la inauguración de un templo en
Gijón, que no puede ser otro que la iglesia del Sagrado Corazón, consagrada
el 30 de mayo de 1924, es interesantísimo en cuanto pone de manifiesto cuál
era la influencia que desplegaban por entonces las opiniones del cronista de
Gijón, hasta el punto de que algún desalmado enlodara el rótulo de la calle
Pelayo, o que el P. Alfonso Torres, orador sagrado que pronunció el sermón
al que hace referencia don Enrique, no se atreviera a mencionar el nombre de
Pelayo, y que se hablase hasta en el Ateneo de leyenda pelágica400.
7.— La virginidad de Asturias
En conclusión, creemos que estas pueden ser las razones por las que
Sánchez Albornoz, citó tanto y combatió tanto a Somoza, porque aunque sus
argumentos, en su opinión, no resistían el más mínimo ataque por su parte
(prueba de ello es que no se digna rebatirlos), sin embargo, la tremenda personalidad y el influjo que pudiera representar en la opinión pública le convertían por su peso moral en un oponente nada despreciable.
Y en cuanto al supuesto antipatriotismo de sus ideas, nadie se dio
cuenta al parecer, salvo Sánchez Albornoz, que la teoría de Somoza, que él
llama de la virginidad de Asturias, encierra el germen de una pasión patriótica.
Una pasión patriótica con una mayor carga de nacionalismo, pues de esta
manera Asturias es diferente; en lugar de ser cuna de España, Asturias sería
la nunca sometida. Es muy probable que Somoza tuviera presente al concebir esta virginidad de Asturias, las viejas luchas cántabras: Asturias, el último reducto. Si Roma tardó en llegar hasta nuestro litoral y alzar en él las Aras
Sextianas, no pudo tan pronto conocer la presencia de los árabes, y como todo
ocurrió tan deprisa, comparado con la invasión romana, Gigia no estuvo
nunca sometida al poder sarraceno. Creemos que a esto se refiere el trabajo
al que don Enrique García Rendueles alude al final de su borrador. Somoza
trabajó durante mucho tiempo, siempre (como diría su amigo) con devoción
benedictina, al estudio de las guerras cántabras; trabajo que empezó y dejó
El discurso del P. Torres terminaba prácticamente así: “Ya he querido ver en este acto un
timbre de patriotismo noble, de elevada tradición, porque justo era que en estos asturianos
riscos donde el vigoroso esfuerzo de un puñado de hombres, hizo revivir el cuerpo inanimado de una monarquía en estos peñascos, donde se alzó la cruz y se tremoló la santa bandera española que se llevó hasta feroces vegas granadinas, se rindiese también un tributo
al Corazón de Jesús”. (El Comercio, 31 de mayo de 1924).
400
274
Agustín Guzmán Sancho
en varias ocasiones y que al final no ha llegado hasta nosotros, sino a través
de lo que aparece en Gijón en la historia general de Asturias.
La teoría de la virginidad de Asturias, si es que en realidad Somoza
tuvo conciencia de tal teoría, pudo haber tenido su inspiración en Jovellanos.
En sus Notas para aclarar algunos pasajes de su tragedia Pelayo, Jovino comenta
en la decimotercera nota el pasaje: “nuestros cuellos nunca sujetos a un extraño yugo”, diciendo que “sin reparo se puede admitir esta aserción, entendida respecto de los asturianos”, y da tres motivos: vencidos por Augusto, se
sacudieron enseguida el yugo; los godos, se duda si los vencieron; y, finalmente, “estos pueblos conservaron siempre su gobierno, sus leyes, sus usos
y costumbres”401. El pasaje será alegado por Somoza.
Nótese que todos cuantos le atacan no pueden dejar de reconocer sus
cualidades, su capacidad, su laboriosidad. He aquí su principal virtud. Y
junto a ella su valentía para confesar lo que otros tal vez no se hubieran atrevido: su afán de llegar a la verdad que fue, no a la que pudo ser, ni a la que
quisiéramos que hubiera sido. Así lo expresa Alejandro Alvargonzález: “A
Somoza se debe —dice— la verdadera historia de Gijón, la que desechó errores y leyendas, la que con base científica no permitía simples divagaciones o
dudosas conjeturas, sino veraces puntos de apoyo, que aunque no siempre
son acogidas con aplauso, porque la historia que entusiasma no es la que ha
sucedido, sino la que hubiéramos querido que sucediera, no por ello dejaba
de exponerlos con bizarría, aun cuando fuera justo motivo para los intransigentes, que quisieran ver en estas sinceridades ataques más altos contra cosas
más serias”402.
Pero dejemos la última palabra a quien estamos enjuiciando; que sea
el propio Somoza quien haga la defensa de sí mismo. En el magnífico prólogo a Gijón en la historia general de Asturias habla de sus opiniones sobre la
Reconquista en estos términos, sinceros, rectos y ajenos de toda vanidad o
afán de notoriedad:
En el arduo tema de la Reconquista y de la monarquía asturiana, no hemos dejado ningún punto dudoso sin el debido análisis. Las opiniones que hemos consignado de los principales escritores que han abordado
esta materia, están expuestas con toda la sinceridad debida al fuero histórico; y con igual libertad y sinceridad, hemos manifestado la nuestra. No
se nos oculta que a los idólatras de las glorias provinciales, ha de parecer
áspero, duro, desabrido y hasta irreverente, nuestro juicio. Ni tememos, ni
401 JOVELLANOS, Gaspar Melchor de. Obras completas. Oviedo, Edición crítica, introducción y notas de José Miguel Caso González. Tomo I, 1984: pág. 368.
402 ALVARGONZÁLEZ, Alejandro. Julio Somoza, Historiador y Jovellanista. El Comercio, 25 de
julio de 1954.
Biografía de Julio Somoza
275
debemos. Si de infundados o temerarios adolecen sus conceptos, rebátanse.
No en son de reto lo decimos, pues repugna a nuestra habitual franqueza, el
extemporáneo y jactancioso alarde de la vanidad. No es posible reducir a
unidad, ni a común denominador, los pensamientos ni los juicios de los
hombres; tan infinita variedad hay en ellos. Pero en la materia a que nos contraemos, antes se ha juzgado con la pasión y el entusiasmo, con la imaginación y la fantasía, que con el análisis razonado y frío. Mas la destrucción
de una leyenda, no quita ni da valor a la historia de un pueblo: miope
será quien de otra manera lo considere403.
Así pues, fue Somoza un hombre concienzudo en la búsqueda de los
datos históricos, honesto en sus planteamientos, valiente y firme en su exposición. Si hubo algún historiador fiel a sus propios hallazgos y convicciones,
seguro de sus planteamientos y dispuesto a sacrificar su prestigio y su vida
en aras de lo que creía como verdad histórica, ese fue Somoza. Podía estar
equivocado pero no mintió: jamás tuvo intención de engañar a nadie.
Combatamos a Somoza, batallemos contra sus postulados, por no estar de
acuerdo, pero hagámoslo con cortesía, con la misma cortesía que él esperaba
de sus impugnadores404; hagámoslo como Sánchez Albornoz, con respeto
hacia un historiador hecho a sí mismo, y con admiración y ternura hacía un
hombre que fue fiel a sí mismo más allá del sentimiento, más allá del corazón, y frente a todos. Con respeto hacia un hombre que escribió acerca de la
cultura asturiana:
Siempre y cuando se trate de buscar la verdad histórica, sin prejuicio alguno, menester es despojarse de cuantas prevenciones, recelos o añejas preocupaciones puedan asaltarnos; porque la verdad es una, sola e indivisible, y todo lo que nosotros ocultemos por no chocar con el vulgo o malquistarnos con él, lo descubrirán los extraños con sagacidad y celo, y más
implacable hostilidad. Y así, no se estimará como flaqueza, o desdoro, confesándola nosotros antes, porque de ese modo, más obligados quedaremos a la
recta imparcialidad en el juicio ajeno. A otros tiempos, otras ideas. Y lo que
antaño pudo ser miedo, temor, rutina, prevención o recelo, hoy ya no puede
ni debe serlo, y hay que desecharlo sin temor. Vale más tener una historia
humilde, igual o ignorada, antes que fingida o aparatosa405.
Op. cit., pág. VIII.
“No mueve nuestra pluma ni la parcialidad ni el juicio preconcebido. Si lo contrario se
desprendiere del texto, responderemos a las objeciones que se nos hagan, con igual cortesía que la que esperamos de los impugnadores”. (Gijón en la historia general de Asturias.
Prólogo in fine).
405 Cultura literaria en Asturias. Son 12 páginas manuscritas que aparecen en la carpeta IV.Aspecto Histórico, entre los manuscritos de El Carácter Asturiano.
403
404
276
Agustín Guzmán Sancho
Un íntimo de don Julio Somoza, su nieto Pedro Hurlé, ha hecho esta
aclaración al referirse a la obra Gijón en la Historia General de Asturias: “Su
aparición dio origen a gran polvareda, porque el señor Somoza pone en
duda, por no decir, niega, el hecho de la batalla de Covadonga. Ahora bien,
no ha sido el señor Somoza el único que lanzó tal idea, y los que le hemos tratado a diario durante muchos años, sabemos que no negaba el hecho militar
en sí, sino la hojarasca y bambolla con que la leyenda lo fue adornando”406.
Esta afirmación apunta a una revisión o evolución de su pensamiento, perfectamente explicable como producto de esa lucha interior entre la razón y el
sentimiento, de ese sí pero no, que es en definitiva lo que nos parece que define su postura ante la Batalla de Covadonga.
Por nuestra parte hemos de concluir diciendo que Somoza concibe la
historia como realidad y no como hipótesis; para él lo que no puede ser probado de modo evidente, no existió; y si no existió no es historia. De manera
que la simple posibilidad de que Covadonga hubiera existido no le es suficiente, mientras no sepamos concretamente que existió y fue. Como historiador huye de expresiones vagas, como “se dice”; odia las expresiones tales
como “es común opinión de los autores” y “todos los autores están de acuerdo en afirmar”, mientras no se digan quiénes sean esos autores. Para que un
hecho sea histórico tiene que estar perfectamente documentado y acreditado,
la conjetura no le vale. La conjetura es leyenda, por eso para él Covadonga es
leyenda. Lo cual no quita para que valore y aprecie la fuerza del sentimiento
que despierta lo legendario en el espíritu de un pueblo. De ese sentimiento
también él se dejó llevar a veces, como cuando en 1881, en su artículo titulado: Una fecha celebre, de La Ilustración Gallega y Asturiana, dejó escrito este sentido grito: ¡Covadonga, santuario del amor patrio, valle inmortal que sepultaste en
tu seno las agarenas turbas! 407.
406
407
Los Historiadores Gijoneses. El Comercio, 7 de noviembre de 1950.
Año 1881, págs. 111 y s. Fue recogido en Cosiquines de la mió Quintana. págs. 279 y ss.
CAPÍTULO 12
Las amarguras de un jovellanista
1.— El bálsamo del trabajo
Los últimos años de don Julio Somoza son sin duda los más amargos
de su vida. En 1905, había fallecido su esposa, Josefa Menéndez Sánchez408.
Desde entonces vivía con su hija y su hijastra, ambas solteras, que le atendían con verdadera solicitud. A juzgar por las cartas su salud no debía ser muy
boyante. La prohibición de trabajo intelectual por prescripción facultativa
que él alegaba no debía ser una simple excusa, pues es lógico pensar que al
menos acusase el estrés de un ritmo de trabajo superior a las fuerzas de la
vejez.
A pesar de todo, no dejará la tarea investigadora y publicista. Sigue
soñando con una edición definitiva de los Diarios de Jovellanos. La edición
que hiciera el Director del Instituto, Miguel Adellac, contenía múltiples erratas. Para subsanarlas, apareció en el Boletín de la Biblioteca Menéndez
Pelayo, en 1923-1924, una obra titulada: Fe de Erratas cometidas en la transcripción e impresión del Diario de Jovellanos, por el P. de A. Contenía nada menos que
3.061 erratas. Se ha dicho que con las siglas P. de A. se aludía al director del
Instituto, queriendo decir el P(ollino) de A(dellac). Recuérdese aquella conversación que Somoza oyó entre él y Pidal en la biblioteca del Instituto, de la que
daba cuenta a Menéndez Pelayo, concluyendo que todo era despotricar en
pollino409. Parece pues que Somoza calificaba así al director del Instituto.
Marcos Vallaure ha destacado el hecho de que no obstante ser notoria la malicia de la expresión, nadie se ha atrevido a decirlo en voz alta410. Y es verdad
que la expresión juega con el equívoco, dando a entender que se trata de las
Según partida de defunción falleció a las diecinueve horas del día 13 de enero de 1905,
a los sesenta y dos años de edad, en su domicilio, paseo de Alfonso XII, nº 33, de una hemorragia cerebral.
409 Epistolario. Tomo XXI; Carta 760; fecha: 16 de septiembre de 1911; págs. 466 y ss.
410 MARCOS VALLAURE, Emilio. Tres personajes en busca de editor. Oviedo, ASTURA,
Nuevos cartafueyos d’Asturies, 4/85, 1985.
408
278
Agustín Guzmán Sancho
siglas del autor de la Fe de Erratas y no del autor de la impresión del diario,
porque la obra no lleva firma de autor.
Se ha dicho que es obra de Somoza. Sin embargo, cuatro años más
tarde, en su Registro Asturiano, éste la atribuye a un profesor del Instituto
Jovellanos, futuro catedrático de Instituto y Doctor en ciencias históricas,
Vicente Serrano Puente. Si se tiene en cuenta que en 1923 contaba Somoza
con 75 años, y el hecho de que, como ya vimos, para la edición de los Diarios
hablase de contar con la ayuda de un paisano suyo, doctor en ciencias históricas, muchacho aplicado de veras, se puede concluir fácilmente, con el profesor
Caso González, que en la publicación de las Erratas tomó parte este profesor
gijonés.
Somoza en la carta a Ricardo Rodríguez, citada más arriba, escribe:
Lo de la Fe de Erratas, publicada en el Boletín de la Bibliot. de
Menéndez Pelayo, es cosa de Vicente Serrano, que vive en León (calle de
Serranos, núm. 10 pral.).
El pasaje nos sugiere estas reflexiones: que Somoza debió tener alguna parte o conocimiento de la obra, cuando es interrogado sobre ella por su
amigo; y que Somoza quiere dejar bien identificado a Vicente Serrano y le da
al amigo la dirección. Pero lo que se escapa es a qué se refiere ese lo. ¿Se referiría a las siglas P. de A.? Una conclusión posible que se podría sacar es que si
bien es presumible una ayuda por parte de Somoza, la obra en su mayor
parte debió de ser de Vicente Serrano y en consecuencia pudo ser de él la ocurrencia de poner las siglas. Además, antiguo profesor del Instituto de
Jovellanos, no tendría ningún interés en aparecer como autor enmendando la
plana a su antiguo Director.
En este tiempo, pues, la vida de Somoza está llena de trabajo y amargura, seguramente lo primero para paliar lo segundo. Así se lo confiesa en
una carta a la escritora Eugenia Astur, de fecha 11 de junio de 1924, carta que
podemos transcribir gracias a la generosidad de don Arturo Muñiz que nos
la ha dejado:
Quisiera escribirle a Vd. largo y tendido, como a todos los amantes
de las Letras; me es naturalmente imposible, porque a pesar de mis años (76)
y quebrantos, estoy atosigado de trabajo, viejo, con mi única hija enferma y
asediado por mil quehaceres en esta infernal vida de trabajo gijonés (donde
todos parece que están picados de la tarántula), me pregunto millones de
veces cuándo llegará la hora de morir, para descansar de veras.
Dos años más tarde de manifestar este deseo de morir, la providencia destinaba al anciano don Julio la mayor amargura de su vida. A las seis
de la mañana del 29 de agosto de 1926, moría de una hemorragia cerebral, a
Biografía de Julio Somoza
279
los cincuenta años de edad, en el número 25 de la calle Casimiro Velasco,
aquella única hija enferma, María del Amparo. Sabemos por la prensa que era
una mujer virtuosa y buena, que había llevado con gran resignación cristiana su cruel dolencia; pero, además, leemos: “Pertenecía doña María del
Amparo Somoza y Menéndez a una familia de gran abolengo localista,
habiéndose distinguido por su amor a Gijón, siendo muy entusiasta de cuantas mejoras locales constituyen el progreso de la ciudad”411. El funeral tuvo
lugar a las diez de la mañana del lunes 30 de agosto en la parroquia de San
Lorenzo, y la conducción del cadáver al cementerio de Ceares por la tarde. Es
fácil imaginar lo que esta pérdida significó para aquel amantísimo padre,
cuya vida declinaba tan lenta como dolorosamente.
2.— El Registro Asturiano
De nuevo parece que es el trabajo el redentor del sufrimiento. Cerca
ya de alcanzar los ochenta años, en 1927, nuestro viejecito dará a la luz pública su importantísimo Registro Asturiano de obras, libros, folletos, hojas, mapas y
ediciones varias, exclusivamente referentes al Principado, que no se hallan en bibliografías anteriores, verdadero canto del cisne.
La importancia de este trabajo sobrepasa la materia literaria y bibliográfica, pues según expresión de Emilio Marcos Vallaure es “obra imprescindible para adentrarse en el estudio de cualquier tema relacionado con nuestro país”.
La obra está dedicada su amigo Rogelio Jove y Bravo, persona de
muchos merecimientos, legítimo y digno representante del solar astur de quien se
muestra su fiel y adicto amigo. Contiene un copioso conjunto de 1.701 fichas,
en las que el autor no sólo se conforma con dar la referencia literaria del contenido propiamente literario, como ha dicho Martínez Cachero, sino también
acostumbra a dar algo más que la mera referencia bibliográfica y brinda así
noticia de lo que el trabajo en cuestión es y contiene412. Y en sus valoraciones
muestra su genio y su carácter.
Porque Somoza no puede callarse y tiene que asomar su dedo inquisitivo contra esto y aquello, tiene que arremeter contra molinos de viento que
cree gigantes de la ignorancia y la incultura.
El Comercio, 31 de agosto de 1926.
MARTÍNEZ CACHERO, José María. Notas sobre bibliografía literaria asturiana. Oviedo,
Boletín del I.D.E.A. nº 32, 1957; pág. 404.
411
412
280
Agustín Guzmán Sancho
Emplea frecuentemente expresiones destempladas, como las que
dirige a Constantino Suárez, Españolito413.
Somoza ejerce la crítica aunque no tenga lector ni auditorio. Quien
posea una de las obras que hayan pasado por sus manos, sabe muy bien lo
que decimos, al poder gozar de sus anotaciones manuscritas, que deja en los
márgenes, cabeceras, pies de página o interlíneas, en cualquier espacio que
encuentra. Somoza escribe para el lector anónimo, desconocido, futuro.
Somoza quiere dejar constancia de su opinión. Y al hacerlo así se descubre a
sí mismo. Estas anotaciones, estos comentarios, estas críticas y valoraciones,
muchas veces destempladas e injustas, nos acercan a él. En sus escritos está
él mismo entero; si no lo descubrimos es porque sabe dirigir nuestra mirada
hacia la ingente figura de Jovellanos. Pero si por un momento, al leer sus
obras, pudiéramos olvidarnos de Jovellanos o de Asturias, le veríamos a él en
ellas. Basta con leer las notas y los comentarios: ahí está Somoza. Y toda sus
obras están llenas de estas valoraciones y subjetividades. Pocas veces se nos
ofrece en la historia ni en la literatura un caso de crítica tan sentida, tan identificada con su objeto, tan llena de una subjetividad que no es arbitrariedad.
Con el Registro Asturiano Somoza roza el sueño de los viejos jovellanistas, de su admirado González de Posada; de su maestro Junquera Huergo;
de su amigo, Fuertes Acevedo; el sueño de Jovellanos de formar una
Biblioteca Asturiana. Aquí está el registro de obras, folletos, hojas, mapas, y
ediciones varias, de cuanto se ha escrito referente exclusivamente al
Principado. La obra, publicada a expensas esta vez de la Diputación
Provincial, y editada por el Centro de Estudios Asturianos, remedo de la
Academia Asturiana, recoge también cuanto no se ha publicado en bibliografías anteriores. De esta manera, según señala el profesor Martínez
Cachero, completa Julio Somoza el Ensayo y la parte estrictamente bibliográfica del Bosquejo de Fuertes Acevedo. Incluye, por tanto, los escritores surgi-
Concretamente acerca de la novela Isabelina de Constantino Suárez dirá: Es sencillamente un ensayo de escritor novel, de escuela “localista” (avilesino) y de asunto trivial y manoseado, ”La aldea perdida” de don Armando, va a perder a muchos. Españolito por su parte, entendió que
le acusaba de plagio “o poco menos”; pero aun así y tras de la queja dirá noblemente: “Pero
fuera de esa debilidad, Somoza es acreedor a todos los respetos y consideraciones de un
trabajador eminente”.
Otro ejemplo del hipercriticismo de Somoza es el comentario que dirige a los
Diarios de Adellac, cuando habla de Serrano Puente y sus Erratas: Constituye una revisión
extensa, y extremadamente fiscalizadora, por añadidura, de las faltas, yerros, omisiones, erratas, lapsus, tropiezos, y dislates, cometidos por un señor Catedrático, al pretender dirigir, (mejor diría descarriar) la impresión del Diario de Jovellanos (en 1915), con el original a la vista, (que si no es tanto
como enmendar la plana al Maestro, equivaldría a ponerle como padrino de sus torpezas). Op. cit.,
págs. 390 y 391.
413
Biografía de Julio Somoza
281
dos con posterioridad a 1885 (año del Bosquejo), así como trabajos de personas extranjeras o nacionales no asturianas sobre tema asturiano.
A este respecto hay que agradecer a Somoza que rompa una lanza
contra el prejuicio de los foráneos. He aquí su defensa de estos escritores,
llena de sentido común:
De continuo, observamos que se publican apreciables estudios y
notables disquisiciones por escritores extraños al país, esto es, no nacidos en
este suelo. Y la sistemática preocupación, no interrumpida, de excluirles en
todo tiempo, por incompetente autoridad, nos ha parecido, no sólo dañosa y
descortés, sino hasta contraproducente. Porque, sobre ser absurdo el prescindir de cualquier elemento informativo o de investigación, por modesto
que fuere, para el conocimiento exacto de la propia patria, las indagaciones
particulares que los doctos realizan en sus especialidades, aportan, con frecuencia, elementos comparativos de otras regiones, muy dignos de tomarse
en cuenta. Tal sucede, verbigracia, con la minería, la arqueología, costumbres folklóricas, los orígenes del romance castellano, la filología, las primeras manifestaciones del arte cristiano, etc., etc.
Y entre estos escritores de “fuera de casa”, no escaso número, han
sido impugnados y hasta rechazados con un desdén, que tenía más de afectado y presuntuoso que no de verdaderamente fundamental. Señalaremos
entre otros, a los señores Fernández Guerra, doctor Casal, Sangrador y
Vítores, Amador de los Ríos, y Tubino414.
Con esta obra Somoza entra de nuevo con todos los honores en el
campo de la Historia de la Literatura: “El nombre de Somoza —dice Martínez
Cachero— es citado siempre que de Jovellanos se habla y su Registro ha de
ser tenido en cuenta por los historiadores de nuestras letras”415. Y lo hace
desde la iniciativa privada, desde el trabajo amoroso. Es muy probable que
por ello también fuera criticado. Parece como si algunos, igual que antes le
tildaban de no tener método científico, ahora le criticasen por meterse a una
tarea que no le incumbe, una tarea que debía ser —en su opinión— propia de
organismos oficiales, tales como la Universidad. Sí, alguna de estas críticas
debieron de llegar a oídos del amante del estudio, porque su prólogo o preliminar, como él gustaba de llamarlo, termina con estas palabras:
Creerán muchos, que esta faena de rebusca, organización y depósito, incumbe principalmente a nuestros centros docentes, tales como la
Universidad Ovetense, Instituto de Jovellanos, Sociedad Económica del
País, etc., etc. Precisamente somos del sentir opuesto: la iniciativa indivi414
415
Preliminar al Registro Asturiano.
Op. cit., pág. 404.
Agustín Guzmán Sancho
282
dual y colectiva, libre de toda traba, rutina, y embeleco oficial, y sostenida
por el entusiasmo de sus adeptos, y tal cuál pródigo Mecenas (que bien lo ha
menester), si por acaso tuviese esa fortuna, es lo que creemos que vigorizaría y enfervorizaría la empresa, y la haría fecunda y provechosa; que fue
siempre santa, la virtud del trabajo, y con la piadosa y alentadora máxima
de “enseñar al que no sabe”, una de las más meritorias y excelsas.
Para ella sería nuestro entusiasta aplauso.
Y para ella, nuestro modesto tributo.
3.— La Biblioteca Asturiana
En muchas de las fichas del Registro aparece la expresión: “Biblioteca
del Autor”. Y es que, en efecto, ”la mayor parte de las 1.701 obras (libros, folletos, manuscritos, etc.), que están contenidas en el REGISTRO ASTURIANO,
formaban la Biblioteca Asturiana de don Julio Somoza, la primera en su género en Asturias”416. Cuando publica su importante bibliografía asturiana, ya
hacía tiempo que había donado su biblioteca particular a la Universidad de
Oviedo. Cuál fuera el motivo por la que llevó a cabo esta importante decisión, no lo sabemos, como tampoco lo llegó a saber nunca su amigo Pedro
Hurlé, quien comenta en la prensa gijonesa este hecho con estas palabras:
“No nos explicamos cómo este escritor (gijonés de abolengo), y que ya en este
linaje de estudios acreditó su pasión por la bibliografía —dígalo sino su
CATÁLOGO DE MANUSCRITOS, del Instituto de Jovellanos, su INVENTARIO DE UN JOVELLANISTA—, haya tenido motivo suficiente para desposeer a su pueblo natal del legado de su librería asturiana, cuando seguros
estamos que estaría debidamente custodiada en la Biblioteca del Real
Instituto Jovellanos, en la del Ateneo de Gijón o en la de los padres de la
Compañía de Jesús, no menos celosas que las de la capital en la conservación
de las glorias de sus hijos; pero aunque lo deploremos, no podemos menos
de respetar la tan extraña determinación de don Julio Somoza y García-Sala”.
Quizá convenga aquí insistir en lo que llevamos dicho acerca de que
don Julio no era persona que se dejase llevar por el paisanaje hasta el punto
de privar en él las miras localistas por encima del bien general de la región.
A este respecto, veamos, puesto que estamos hablando de una bibliografía
regionalista, cuáles eran sus ideas regionalistas, que nos ha dejado en la
misma carta a Ricardo Rodríguez ya tan citada:
16 HURLÉ, Pedro. Un libro de Somoza EL REGISTRO ASTURIANO. El Comercio, 7 de septiembre de 1927.
Biografía de Julio Somoza
283
Porque sobre el “verdadero” y el “falso” o “aparente regionalismo”, habría algo que discernir. Cierto que muchos lo consideran “idolátricamente”, como lo mejor de lo mejor, suponiendo, que fuera “de lo de su
casa”, todo lo restante del mundo es inferior, o sea, los cuatro pies de la
“bullanga”, “mojiganga”, “morondanga” y “maturranga”. Quédese tal
concepto para los de menguado cerebro; y acotemos con la frase del Kaisar,
de que “aquel país será más libre, que subvenga sin ajeno auxilio a todas sus
necesidades”; que es lo contrario del apotegma de Sir Roberto Ped: “Toda
nación que necesita del carbón de Inglaterra, será siempre “tributaria”
(supla esclava) suya”.
En conclusión, a Somoza no le cegaba el localismo, y odiaba las rivalidades localistas, por eso no pensaba con la mentalidad de Pedro Hurlé. Su
biblioteca fue donada, quizá por muchas circunstancias. Por su propio contenido, por ejemplo, porque se trataba de una biblioteca asturiana y la biblioteca provincial, (asturiana, por tanto, y no sólo gijonesa), estaba en Oviedo.
Únase a ello la circunstancia de ser Cronista Oficial de Asturias, y no sólo de
Gijón. Por otra parte, existían ya antecedentes por parte de sus antiguos amigos de La Quintana. Así por ejemplo, donaron libros al alma máter ovetense
Fermín Canella, Aramburu, Ciriaco Martín Vigil, Fortunato Selgas417, etcétera. Revoloteaba en el ambiente, pues, la vieja sombra de La Quintana. Y por
último, téngase en cuenta aquel desahogo en carta a Menéndez Pelayo
lamentándose de que en su villa natal no tenía con quien compartir sus
inquietudes. Podría ser, por último, que desconfiase de la dirección del
Instituto o no se encontrase muy a bien con ella después de la publicación de
las erratas a la edición de los Diarios.
El donativo de Julio Somoza fue el último de una larga serie, cuya
descripción nos apartaría de nuestro objeto, y a decir de su actual
Bibliotecario, don Ramón Rodríguez, el más importante que se hizo a la
Universidad en todos los tiempos. Con él se incrementó enormemente la
Sección Asturiana que venía funcionando en la que era biblioteca universitaria y provincial, pues tenía esta doble condición. Sería aceptado por Real
Orden de 30 de abril de 1925, con mención expresa de que se publicara en la
Gaceta de Madrid, y así se hizo el 8 de mayo de 1925, en la página 739, al
tenor siguiente:
“Ilmo. Sr.: En vista de un dictamen de la Junta facultativa de
Archivos, Bibliotecas y Museos, que dice:
Leída una comunicación del Jefe de la Biblioteca universitaria y
provincial de Oviedo, dando conocimiento de que por el notable publicista y
RODRÍGUEZ ÁLVAREZ, Ramón. La Biblioteca de la Universidad de Oviedo, 1765-1934.
Universidad de Oviedo, 1993; págs. 220 y 221.
417
Agustín Guzmán Sancho
284
cronista de Asturias, don Julio Somoza, vecino de Gijón, han sido donados
a aquellas Biblioteca 1.016 libros y folletos.
Esta Junta acordó informar que procede aceptar este interesante
donativo y dar las gracias a don Julio Somoza, por tal acto de generosidad.
S. M. el Rey (q. D. G.) se ha servido resolver como en dicho
dictamen se propone y que se publique la presente Real Orden en la
GACETA DE MADRID, para que se tenga noticia del altruista proceder del señor Somoza en pro de la cultura patria.
De Real Orden lo digo a V. I. para su conocimiento y demás
efectos.
Dios guarde a V. I. muchos años.
Madrid, 30 de abril de 1925.
El Subsecretario encargado del Ministerio,
LEANIZ.
Señor Jefe encargado de la Dirección General de Bellas Artes”.
Para dar una idea de la importancia de la donación reproducimos lo
dicho por Ramón Rodríguez: “Pero hubo un donativo, al que ya hemos aludido más atrás, que dio un impulso y una consistencia definitivos a la sección
asturiana. Me refiero al magnífico regalo hecho a la Biblioteca Provincial por
el gran asturianista Julio Somoza y García-Sala, quien en 1925 dona a la
Universidad 1.016 libros y folletos. Estos documentos se agrupaban en tres
bloques diferentes: 870 procedían de la biblioteca regional asturiana, 46 de la
colección de un jovellanista y 100 del catálogo de Fuertes. Este hermosos
gesto es notificado por el responsable de la Biblioteca, Elías Lucio, al director
general de Bellas Artes citando los ‘ejemplares con que el benemérito asturiano enriqueció la Sección Asturiana de esta Biblioteca’. La colección de
Somoza es, sin duda alguna, el conjunto de obras más completo relativo a
Asturias, y su incorporación a la Biblioteca supuso el afianzamiento de esta
como el establecimiento bibliográfico de consulta indispensable para cualquier estudio sobre Asturias y su cultura”418.
Pero poco habría de durar aquella noble empresa cultural. El viernes
5 de octubre de 1934 estalla la llamada Revolución de Asturias. El día 6 se oyen
en Oviedo los primeros tiroteos, intensísimos todo el día. A las dos de la tarde
un grupo de revolucionarios con fusiles, tercerolas, pistolas y bombas de
dinamita hacen su aparición por la calle del Peso y logran vencer la resistencia que se les ofrecía penetrando en la Universidad. Desde su torre, donde
RODRÍGUEZ ÁLVAREZ, Ramón. La Biblioteca de la Universidad de Oviedo, 1765-1934.
Universidad de Oviedo, 1993; pág. 220.
418
Biografía de Julio Somoza
285
estaba el Observatorio Meteorológico, controlan los lugares próximos desde
donde se les hace frente.
La Universidad fue ocupada hasta el siguiente sábado, día 13. En las
primeras horas de la tarde de este día, cuando los revolucionarios se dieron
cuenta de que las tropas del ejército iban a entrar de un momento a otro por
la calle San Francisco, decidieron abandonar el edificio, pero antes de salir
colocaron en distintas dependencias cajas de dinamita y prendieron fuego al
inmueble por la parte de la calle de Ramón y Cajal, de manera que al llegar
el fuego a las dependencias donde habían sido colocadas las cajas de dinamita, las explosiones iban culminando la obra destructiva.
Del edificio solo quedaron en pie los muros exteriores y su torre. Las
llamas destruyeron por completo el interior del recinto universitario: oficinas, aulas, Museo de Historia Natural, gabinetes de física y química y sobre
todo las bibliotecas, la general o provincial y la de la Facultad de Derecho. La
prensa de aquellos días calculaba que se habían perdido unos doscientos mil
volúmenes419. Si hoy podemos hacernos una idea de los volúmenes cedidos
por el entonces cronista de Asturias es porque como dice Ramón Rodríguez:
“El donativo de Somoza se conoce en detalle, ya que, básicamente, coincidía
con las obras reseñadas en su famoso Registro asturiano”.
Todo el mundo calificó la pérdida de la biblioteca de la Universidad
de Oviedo como una gran desgracia, y en primer lugar quien había sido su
bibliotecario durante 44 años, don Elías Lucio Suerpérez, alma hermanada en
el dolor de aquellos momentos a la del cronista de Asturias. A propósito de
esta tragedia dirá Pachín de Melás: “La destrucción de la biblioteca de
Alejandría retrasó al mundo algunos siglos; la muerte de la biblioteca de la
Universidad, hundió a Asturias en el polvo, en el silencio, en la nada del
tiempo”420.
Pero ¿cuál fue la actitud de don Julio ante la tragedia personal que
suponían estos violentos acontecimientos? Parece que la tristeza le inundó
hasta tal punto que cuando se le preguntaba nada respondía. “Unas frases
evasivas y ya está satisfecha vuestra curiosidad”, dirá su amigo, el propio
Pachín de Melás, en un delicioso artículo del que no nos resistimos a copiar
estas sentidas semblanzas de aquel dolor:
“Como una hormiguita, con paciencia benedictina, fue formando su biblioteca particular, toda de valor, donde se guardaban
reliquias de nuestro pasado y algunos incunables. ¿Eran quinientos
419
420
El Carbayón, 18 de octubre de 1934.
La Asturias que llora. Et in terra pax hominibus. La Prensa, 19 de octubre de 1934.
286
Agustín Guzmán Sancho
libros? ¿Eran mil? No lo sé, ni don Julio lo dice. Que era gran número no es necesario dudarlo.
Pues bien, lector amante de Asturias, querido gijonés. Toda
esa labor de Titán, toda esa minuciosidad de compulsar, inquirir la
verdad histórica asturiana, todo cuan humanamente pudo hacer en
sesenta años de vida una suma paciencia, un enamorado por la erudición, QUEDÓ CONVERTIDO EN CENIZAS.
Quiso nuestro admirado cronista don Julio Somoza que el
fiel guardador de tanto anhelo fuera la gloriosa Universidad de
Oviedo y allí lo depositó. ¡Ya sabéis cómo dejaron los revolucionarios
el gran centro docente!
Yo me atreví, sí, a interrogar al ilustre cronista. No entristecido, pero resignado, me responde:
¡Qué vamos a hacer! De todos modos eso era patrimonio de
unos pocos. Lo que dimos en llamar masa, ¿qué sabe de esas cosas?
Dejando el valor material, queda el más santo, el valor moral.
El chal de la abuelita, el guardapolvo de la amantísima madre, el retrato de la amada novia, la huella de un beso del inolvidable hijo. Toda
la pena íntima de un mundo doloroso: tal representan esos libros.
¡No preguntéis nada a don Julio! Sé que estas líneas desatarán sus iras contra mí. ¡Iras de un querido, respetado, admirado,
venerado anciano! ¡Benditas sean ellas! No puedo, no, guardar silencio. Se revela mi asturianismo, se revela mi amor por Asturias, por
Gijón, por mi cultura, por sus glorias.
En la Biblioteca de la Universidad de Oviedo quedó convertida en pavesas, en cenizas, una de las más valiosas bibliotecas asturianas: la del ilustre gijonés don Julio Somoza y García-Sala.
No preguntéis nada a don Julio. No ser importunos. ¿Qué os
importa a vosotros si un dolor moral desgarró nuestros corazones?”421.
4.— El reconocimiento del Ayuntamiento: la calle
En medio de estas desgracias contará nuestro insigne cronista con
cierto reconocimiento a su labor. Y es que no solamente Pachín de Melás sen421 Bibliografía de Asturias. La biblioteca del Sr. Somoza... ¡¡quemada!! La Prensa, 24 de octubre
de 1934.
Biografía de Julio Somoza
287
tía admiración por Somoza, también otras personas apreciaban su labor.
Entre ellas destaca la escritora Eugenia Astur, seudónimo que empleó
Enriqueta G. Infanzón. De sus relaciones con Somoza sabemos que estando
la escritora buscando Mecenas para que le publicasen una biografía del
General Riego, Somoza le escribe animándola con estas palabras:
Deploro en el alma que no encuentre Vd. Mecenas que patrocine su
obra, pues lo merece por el intento, que es la justificación y vindicación del
infeliz Riego, sobre quien descargó sus iras el Fanatismo, mientras los
“vivos” que le empujaron a la arriesgada y temeraria empresa, se guardaban
precisamente sus personillas de la imponente borrasca que se avecinaba.
También yo reuní en mi futura obra cuantos datos histórico-biográficos pude
acaparar sobre esta desaparecida víctima del infortunio.
Con todo no se duela Vd. por la demora de la publicación, porque
algo hay que conceder al Acaso, para venideros días. Yo mismo soy una
prueba viviente de ello: tenía arrinconada (?) mi obra desde antes de la guerra y aun después por las exigencias exorbitantes de los señores cajistas.
Una ola bienhechora la trajo a las playas tranquilas de la realidad (estilo
Castelar). Tal le acontecerá a Vd. Deo volente422.
Eugenia Astur publicaría su obra El general Riego, que será calificada
por la crítica como decisiva para estudiar, sin pasión sectaria, la vida del ilustre militar. Somoza, por su parte no llegaría a ver publicada la que llama futura obra, y que no es otra que la que habría de titularse Glorias Nacionales.
Apuntes biográficos.
Años más tarde, movida por la admiración hacia la obra de Somoza,
la insigne novelista se dirige al Ayuntamiento de Gijón para solicitar que
apoye la petición de que le sea concedida al cronista de la villa la Cruz de
Alfonso XII . No tenemos noticia de que tal petición fuera cursada. Sabemos
eso sí que el Ayuntamiento apoyó la idea, pero la cosa no debió de pasar de
ahí, de un gesto de cortesía, y de unas cuantas letras con que el Libro de Actas
de la Comisión Permanente da testimonio de tan buena intención al tenor
siguiente:
“Doña Enriqueta G. Infanzón, Eugenia Astur, solicita el
apoyo de la Corporación Municipal, en la petición de la Cruz de
Alfonso XII para el ilustre gijonés y cronista de Asturias don Julio
Somoza, como recompensa a su labor de eruditas investigaciones,
especialmente de estudios jovellanistas. También interesa noticias
del homenaje al Sr. Palacio Valdés. La Comisión Municipal
Carta de fecha 11 de junio de 1924. Archivo particular de Arturo Muñiz. Somoza se refiere a su Registro Asturiano, y la guerra es la Primera Guerra Mundial.
422
288
Agustín Guzmán Sancho
Permanente acordó prestar su conformidad al apoyo solicitado en
favor del Sr. Somoza; y en cuanto al homenaje al Sr. Palacio Valdés,
que se conteste que por ahora no hay nada en concreto”423.
Sin embargo, un reconocimiento que sí habrá de llegar será el de
dedicarle una calle. Aunque eso sí, con cierta demora. La primera vez que el
Ayuntamiento decide dedicar una calle a Julio Somoza fue en sesión de la
Comisión Municipal Permanente del 15 de enero de 1930, a instancia del
entonces alcalde de Gijón, don Emilio Tuya, que con igual fecha se dirige al
Ayuntamiento proponiendo se dé el nombre de varias calles a los siguientes
señores: don Donato Argüelles, don Jacobo Olañeta; don Ataulfo Friera
(Tarfe), don Silveiro Suárez Infiesta, don Luis Adaro, don Tomás Guisasola,
don Eduardo M. Marina, don Julio Somoza y don Enrique Martínez. En la
misma sesión el propio alcalde incrementa la lista de viva voz añadiendo el
nombre de don Alfredo Santos que acababa de fallecer. Esta lista aprobada,
sufrirá nuevo incremento en sesión del 29 de enero, añadiéndose los nombres
de Justo del Castillo, don Juan Díaz Laviada, Sr. Álvarez Sala, Sr. Vázquez de
Mella y Sr. Conde de Revillagigedo, que también resulta aprobada. Pasa el
asunto al Ayuntamiento en Pleno y de nuevo se añade otro nombre más,
el del historiador de Gijón, Estanislao Rendueles Llanos, y de esta forma se
aprueba definitivamente.
Pasa el tiempo y a finales de año todavía no aparecen rotuladas las
nuevas calles. Se siente la necesidad de proceder a la rotulación de las calles
en los barrios de La Calzada, Llano de Arriba, Pumarín y Jove. Por otra parte,
se empezó a edificar en el Coto de San Nicolás, y “se acordó —dirá Pachín de
Melás años más tarde— dar una calle en aquel lugar a don Julio, a don
Enrique Martínez y a don Silveiro Suárez Infiesta y hasta se hicieron las placas, que estarán escondidas en algún recoveco del Ayuntamiento”. De modo
que hechas y todo las placas, al menos de tres de ellos, no se cumplió el
acuerdo. Parece que, además de la lentitud del expediente, una circunstancia
vino a impedirlo: la proclamación de la República y el cambio de
Ayuntamiento. De hecho alguno de aquellos nombres no han ocupado el
callejero gijonés hasta nuestros días, como Justo del Castillo, y para otros
el acuerdo sigue sin cumplirse424.
423 Sesión de la Comisión Permanente de fecha 29 de julio de 1930. A. M. G., Libros de
Sesiones.
424 En el expediente del Ayuntamiento, en la relación o instancia de 15 de enero de 1930,
presentada por don Emilio Tuya, figura tachado el nombre de Julio Somoza. Ignoramos a
qué obedece. Desde luego no significa que fuera excluido, pues las actas de las Sesiones de
la Comisión Permanente de fechas 15 y 29 de enero de 1930 confirman su nombre, y también y principalmente la del Pleno de 6 de febrero de 1930.
Biografía de Julio Somoza
289
Pasaron los años y en 1936, un par de meses antes de la Guerra Civil,
un directivo del Ateneo, el joven Maximino de la Riera, se presenta en el
taller de la Escuela de Trabajo, donde impartía sus clases Emilio Robles
(Pachín de Melás). Tiene intención el Ateneo de instar al Ayuntamiento para
que se le ponga una calle al ilustre anciano y por eso viene a preguntarle a
qué calle de Gijón daría el nombre de Julio Somoza. En la opinión del amigo,
a don Julio Somoza debe dársele una de las más céntricas, clásicas y típicas
de Gijón, como por ejemplo la de Buen Suceso o Santa Rosa.
La sugerencia de Pachín de Melás no cayó en saco roto, y el Ateneo así
lo propone al Ayuntamiento. Sin embargo, la discusión derivó a la calle de la
Trinidad, según se desprende del Acta de la sesión de la Comisión Gestora de
fecha 21 de mayo de 1936, que por su interés reproducimos:
“El Ateneo Obrero de Gijón acude con una instancia proponiendo el nombre de don Julio Somoza a una de nuestras calles que
bien pudiera ser la de Santa Rosa, Caridad u otra céntrica, en homenaje al ilustre polígrafo jovellanista y buen ciudadano gijonés.
El señor Estefán defiende que las calles que se mencionan
están un poco apartadas, estimando debe dársele una calle de más
brillo, y como hay una que no significa nada, y que es la de la
Trinidad, cree debe concedérsele ésta.
El señor Del Río dice que esta calle significa algo en la tradición de Gijón y que precisamente el Sr. Somoza hizo en sus libros alusión a esta calle. Por ello muestra su disconformidad y pide sea la de
Santa Rosa.
El Sr. Conde apoya la petición del Sr. Estefán por entender
que es calle importante y digna de aquel señor. El Sr. Sirgo, por el
contrario, se adhiere a la petición del Sr. Del Río. La Comisión
Gestora acordó dar el nombre de don Julio Somoza a la calle de la
Trinidad, con el voto en contra de los señores Del Río, Seguen y Sirgo
que lo hicieron a favor de que se diera el nombre de dicho señor a la
calle de Santa Rosa”.
A Pachín de Melás le pareció bien aquella decisión del Ayuntamiento
y diez días después del acuerdo escribe en su sección Reportajes del momento
de La Prensa un artículo titulado Calle Julio Somoza, Historiador — Ilustre jovellanista — Cronista de Gijón y de Asturias, en el que leemos: “Muy bien; es lo
que se merece el ilustre jovellanista. La calle de la Trinidad data del siglo
XVII. Debe su nombre a la Capilla allí construida, que pertenecía a la familia
Jove Huergo y luego a la García-Sala”. Pero por lo que respecta al homenajeado la cosa no le hizo ninguna gracia, de tal manera que si un poco acalorado parece que fue el debate sobre la calle que habría de llevar el nombre de
290
Agustín Guzmán Sancho
don Julio Somoza, ello no fue nada comparado con el berrinche que cogió el
propio interesado cuando le fue comunicado oficialmente tan importante
decisión.
El episodio ha sido muy divulgado por cuantos han escrito de
Somoza, como ejemplo de su pronto o mal genio. Sin embargo, creemos
entender perfectamente los sentimientos de Somoza en aquella ocasión y le
disculpamos plenamente. Por una parte, por la propia condición de hombre
modesto y alejado de toda vanidad. Así lo ha visto, mejor que nadie don Luis
Adaro425. Por otra parte, por tratarse nada más y nada menos que de una
calle que, al contrario de lo que pensaba el concejal que propuso el cambio,
significaba muchísimo en la historia de Gijón.
En efecto, para Somoza los rótulos de las calles eran “pequeños muestrarios donde se refleja la cultura de un pueblo”426. Hacer desaparecer aquel rótulo de la Trinidad, que para más inri era el único de todo Gijón que se conservaba tallado en las mismas piedras del edificio, era un atentado contra la historia de Gijón. No hay duda, pues, que se había tocado la vena más sensible,
la causante de sus berrinches, de sus prontos, de sus yerros, de su pasión
existencial: la vena de la historia local. Su reacción fue enviar a su amigo
Pedro Hurlé a entrevistarse con el alcalde, declinando el homenaje y protestando que se quisiese quitar ese título a la calle. Y así lo hizo el fiel amigo,
transmitiendo el deseo de que no quería que le dedicasen calle alguna, pero
muchísimo menos la tan gijonesísima calle de la Trinidad427.
La Guerra Civil impidió que la que había sido entonces calle de la
Trinidad mostrara el rótulo dedicado a Julio Somoza. No vio Pachín de Melás
su sueño convertido en realidad. Proponía lo siguiente: “Yo digo que su calle
sea la primera que en una placa de artísticos azulejos de Talavera, sobre un
fondo con una vista de lugar típico gijonés y en una ángulo se destaque el
busto del querido viejecito y se lea en letras grandes y claras: ‘Calle Julio
Somoza, Historiador asturiano — Ilustre jovellanista — Cronista de Gijón y
de Asturias’. Placa de azulejos, colocada en la fachada de la que fue casa de
García-Sala en la esquina izquierda subiendo por el típico escalerón de la
calle de la Trinidad. Allí frente al sol, cara al mar”428.
A punto de terminar la Guerra Civil, que como veremos reservaba a
nuestro erudito gijonés nuevas amarguras, cuando se cumplían tres años y
dos días del acuerdo de cambiar la calle de la Trinidad por la de Julio
Julio Somoza de Montsoriú y García Sala, en op. cit., pág. LVII.
Cosiquines de la mió Quintana, pág. 29.
427 Menciona Pedro Hurlé el encargo en dos trabajos: In memoriam. Don Julio Somoza y
García-Sala y en La casa de los Jove-Huergo y su capilla de la Santísima Trinidad.
428 Reportajes del momento. Calle Julio Somoza, Historiador - Ilustre jovellanista - Cronista de
Gijón y de Asturias. La Prensa, 31 de mayo de 1936.
425
426
Biografía de Julio Somoza
291
Somoza, se presentó ante la Comisión Gestora del Ayuntamiento, un escrito
firmado por Paulino Vigón, Rufino Menéndez y Florentino Cueto, como
componentes de la llamada Comisión de Nomenclátor, que habría de proponer una nueva rotulación de calles. Esta comisión había presentado en 7 de
julio de 1938 una propuesta que se vio al parecer suspendida por una Orden
de 13 de abril de 1939. Ahora con fecha 23 de mayo de 1939, se hacía nueva
propuesta de calles.
Entre las sustituciones que se sometían a la aprobación del
Ministerio del Interior estaba la de la calle Julio Somoza que habría de recuperar su antiguo nombre de calle de la Trinidad, pero bien entendido que se
mantuviera el nombre de Julio Somoza para otra calle. Y así se hizo en sesión
de la Comisión Gestora de 9 de junio de 1939, en la que a instancia de la presidencia, que ostentaba don Paulino Vigón, se aprobó que se denominara
calle de Julio Somoza a la entonces Travesía de la Playa. El nuevo cambio fue
aprobado por el Director General de Administración Local con fecha 3 de
noviembre de 1939, que fue comunicado a la Corporación Municipal
Permanente en sesión de 30 de noviembre siguiente, en cuya sesión se aclaró
que la referente a Julio Somoza era calle y no travesía.
Hay que señalar que en esta reunión en que la corporación se daba
por enterada del nuevo nomenclátor de las calles, don Avelino González propuso que las placas debían hacerse con ladrillo de Talavera “que resulta muy
bonito y no es caro”. La Permanente autorizó al Sr. Alcalde para que adquiriera los rótulos del material que creyera más adecuado. Y así vino en parte a
verse realizado el sueño de Pachín de Melás. Una placa de cerámica talaverana,
junto al mar y frente al sol ha llevado por más de cincuenta años el nombre de
Julio Somoza, y aún resiste el paso del tiempo, compartiendo el honor con los
nuevos rótulos con que se han cambiado recientemente el callejero gijonés. La
pena es que no es una calle muy grande, ni tampoco principal; Somoza se
merecía algo más. Pero el lugar, eso sí, pertenece al Gijón de siempre.
5.— La última tragedia
Es probable que Somoza llegara a ver el rótulo puesto: le quedaba
aún cerca de un año de vida y los rótulos se empezaron a colocar al poco del
acuerdo429. Entretanto su corazón ha ido pasando lentamente por dolorosos
trances. Al de ver su parentela extinguirse; sus libros que tanto amó, quemados; se va a unir cuando su corazón da los últimos latidos el horror de la gue429 Según información que nos pasa el joven investigador don Francisco Javier Granda
Álvarez.
292
Agustín Guzmán Sancho
rra, y con ella el ver desaparecer aquellos monumentos de la virtud y del
saber que tanto admiraba y amaba: los manuscritos de Jovellanos, que el
había catalogado como primicia de su vocación jovellanista.
Identificado con Jovellanos en cuerpo y alma; entregado con fe ciega
a rescatar del posible olvido y dejar a la posteridad la más fiel y viva imagen
de Jovellanos ¿cómo no habría de sufrir cuando viera el viejo Instituto, la
niña de los ojos de su amadísimo Jovino, convertido en cuartel de guardias de
asalto? Algo de aquel dolor nos ha dejado entrever Pachín de Melás cuando
escribe:
“Un viejecito deambulaba alelado por las calles de Gijón sin
tino, sin rumbo. Llega a la puerta de su Instituto y al verla cerrada,
sigue entristecido o como ratón a quien tapiaron el único agujero
donde se guarecía... Este viejecito, consagró su vida a Jovellanos. Es
el primero y único jovellanista español. ¡Cuánto sufriría!
No peligra el Instituto. Eso ni soñarlo. Gijón, repetiría una y
mil veces, lo que Jovellanos dice en sus diarios. Septiembre, 4, 1795...
Yo sostendré mi causa y si es posible moriré en la brecha”430.
Y es que el Ayuntamiento, en sesión de 18 de febrero de 1932, a instancias de una representación de los padres de alumnos del Instituto y de la
Asociación Profesional de Estudiantes, más el Ateneo Obrero, acordó, aunque no por unanimidad, dedicar el antiguo Colegio de Jesuitas a InstitutoEscuela. Al mes siguiente los estudiantes de Bachillerato fueron trasladados
al nuevo edificio. El Instituto de Jovellanos quedaba triste y solo. El concejal
don Isidoro del Río propuso incluso poner en él la Casa Consistorial. Sin
embargo, para acallar aquel silencio y soledad el Gobierno tuvo la idea de
instalar en él el Cuartel de Guardias de Asalto431. Es fácil imaginar lo que
pensaría de todo esto el vetusto jovellanista y antiguo bibliotecario del
Instituto.
Con todo, los bocetos que habían pertenecido a Jovellanos y los
manuscritos y documentos fueron llevados al nuevo Instituto, antiguo colegio de los Jesuitas, en donde también habían sido trasladados la cárcel y el
cuartel de Simancas. Seguramente cuando en 1934 quemaron la Universidad,
se arrepentiría Somoza de haber elegido este centro como depositario de sus
libros; tal vez pensaría que de haberlos legado al viejo Instituto de Jovellanos
se hubieran conservado acompañados de los manuscritos de Jovino, aunque
ahora no estuvieran en el mismo recinto que levantó Jovellanos.
En el camino. En la ruta de Jovellanos. La Prensa, 1 de mayo de 1932.
GUZMÁN SANCHO, Agustín; y SANCHO FLÓREZ, José Gonzalo. El Instituto de
Jovellanos. Gijón, 1994.
430
431
Biografía de Julio Somoza
293
Pero la providencia tampoco permitió que se conservara el precioso
legado de Jovino a su tierra natal. Al mes de estallar la Guerra Civil, el 21 de
agosto de 1936, una granada lanzada en el ataque y asalto al cuartel de
Simancas, provocó un atroz incendio en el que desapareció la colección
de bocetos, la biblioteca y los manuscritos de Jovellanos. De modo que aunque Somoza hubiese donado al Instituto Jovellanos su biblioteca asturiana,
ésta hubiera desaparecido igual. Así pues, de nada hubiera valido que
Somoza hubiera donado su biblioteca asturiana al Instituto de Jovellanos en
lugar de la Universidad: hubiera perecido también.
De nuevo Pachín de Melás se acuerda de Somoza: “¡Cuánto sufrirá el
respetable anciano en estos momentos —escribirá a los pocos días del suceso—; el gran jovellanista, recluido en su residencia de Somió!”432. Y es que
don Julio al estallar la Guerra Civil se había instalado en su finca de Somió.
Allí, aún se conserva, formando fachada de un bonito y moderno chalet, la
ventana de hermosa piedra del que fue su cuarto, una antigua cuadra de la
casería, donde se le adecentó una cama y, seguramente, algunos libros. Allí,
junto al viejo hórreo y la aun más vetusta panera, muy cerca de los restos que
fueron capilla de su solar, en la súa quintana, ocultó sus amarguras.
Desde el retiro inspirará a su amigo uno de los gestos más dignos de
reconocimiento por parte de los venideros: el rescate de las cenizas de
Jovellanos. Fue el caso que enterado Pachín de Melás que estaba ardiendo la
vieja iglesia de San Pedro Apóstol, se acuerda al punto de que allí yacen los
restos de Jovino y recuerda al anciano cronista de Asturias, su buen amigo
Julio Somoza y corre a salvarlos. Se entrevista con su amigo Avelino
González Mallada y logra, con el auxilio de otros jovellanistas, que los restos
de Jovellanos sean salvados antes de que la iglesia sea dinamitada. Los restos son colocados en la antigua Escuela de Comercio, en donde Luis Cuesta
de la Villa los colocó en la escalera, con la lápida y tiró una placa. Detrás de
esta fotografía escribió Pachín de Melás: “El primero de septiembre de 1936 se
retiraron de la iglesia de San Pedro los restos de Jovellanos, trasladándolos a
la Escuela de Comercio”433.
6.— Muerte y legado
Finalizada la Guerra se puede decir que Somoza vuelve a su trabajo.
Resulta admirable en verdad la terquedad y el tesón de aquel hombre, que
432 Reportaje jovellanista. El Instituto de Jovellanos.— Su biblioteca. Mi protesta a tiempo.— Todo
en fuego.— ¿Y esos restos de Jovellanos? La Prensa, 30 de agosto de 1936.
433 ADÚRIZ, Patricio. Pachín de Melás. Gijón, 1978.
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Agustín Guzmán Sancho
no se deja vencer por el destino. Ante las desgracias, ante el doloroso golpe
de ver alzarse por los aires convertido en pavesas el fruto de toda una paciente labor de recopilación y búsqueda llevada a cabo a lo largo de una vida, aún
tiene ánimo para seguir trabajando, con la misma vocación y afán con que la
hormiga rehace una y mil veces su madriguera. Ya antes de que los manuscritos de Jovellanos fueran trasladados al Colegio de la Inmaculada, de los
Jesuitas, había colaborado con el Bibliotecario del Instituto, don Vicente
Huici Miranda, en una obra que vería la luz pública en Barcelona, en 1931,
titulada: Miscelánea de trabajos inéditos, varios y dispersos de D. G. M. DE JOVELLANOS, dispuestos para la impresión por VICENTE HUICI MIRANDA (del
Cuerpo de Archiveros).
Se trata de un homenaje que el Rotary Club de Gijón dedicaba como
ofrenda al sabio Jovellanos en el CXX aniversario de su entrada en la inmortalidad, según aparecía en la primera plana del libro. El prólogo, obra de
Somoza, está formado por retazos minibiográficos de Jovellanos, escrito con
su inconfundible estilo cáustico y zumbón de siempre. Y por ser lo último
que escribirá a sus lectores resaltamos el final:
Quien más noticias deseare saber búsquelas en anteriores obras, o
siquiera indague y rastree en nuevos documentos, y tal vez consiga trazar
una nueva “Biografía de Jovellanos”, que buena falta hace, y si tal propósito cumpliese debidamente, se lo agradecerán los contemporáneos en extremo,
y en sumo grado, el más insignificante y fervoroso de ellos.
Parece como si no estuviera conforme de cuanto había hecho, de
cuanto, gracias a él, se había escrito sobre Jovellanos; todo le parece poco.
Para él la biografía de Jovellanos aún estaba para hacer y, sin embargo, sin él
nadie podrá hacer en lo sucesivo una biografía medianamente seria.
Terminada la Guerra Civil, Somoza no se encuentra bien de salud.
Conoce que su partida está próxima. Antes de marchar quiere dejar el último
esfuerzo y su último anhelo: que vea la luz pública una edición definitiva de
los Diarios de Jovellanos. Entre los documentos que se perdieron en la destrucción del cuartel de Simancas figuraban los originales de los Diarios que la
viuda de Menéndez de Luarca había entregado al Instituto; aquellos que sirvieron a Adellac para su publicación y que habrían de ser rectificados en la
famosa Fe de Erratas. Pero para entonces Somoza ya había preparado una primera prueba para la imprenta, pues jamás desistió de ver hecha realidad una
edición definitiva de esta obra fundamental para conocer a Jovellanos de
carne y hueso, que era lo que sin duda más ansiaba Somoza: que se conociera por dentro a su adorado Jovino.
Pegó en 828 folios una a una las columnas de la edición del Instituto,
y a los márgenes las correcciones y anotaciones reproduciendo el original lo
Biografía de Julio Somoza
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más literalmente posible. En el primer folio aparece el título: Diario de
Jovellanos. Edición esmerada y minuciosamente compulsada con el ms. autógrafo,
existente en la Biblioteca del Real Instituto Asturiano (1790-1801) 434. Es probable,
en nuestra opinión, que éste trabajo fuera en su origen el que sirvió de base
a la Fe de Erratas, ya que pasó al heredero de Serrano Puente, de quien lo
adquirirá el Instituto Universitario Feijoo de estudios del siglo XVIII.
Con posterioridad, Somoza llevó a cabo un segundo borrador para la
imprenta, más preciso y con el mismo título. Los yerros, erratas, etc., de la
primera edición (la de Adellac) han ascendido a 3.334. Le acompaña un prólogo, que él llama apuntes para un prólogo. No sabemos cuándo preparó este
segundo original, pero en dicho prólogo hace mención a la publicación de
Huici Miranda, y por tanto debió de acabarlo en torno a 1931, cuando aún no
habían desaparecido los originales.
Consciente de la imposibilidad de verla publicada en vida, hace
donación de ella a la posteridad. En la portada, encima del título escribe: Lego
este ejemplar a la posteridad p a. que lo imprima a conciencia.
Murió don Julio Somoza a las cinco de la tarde del viernes 25 de octubre de 1940, en su domicilio, el segundo piso del número 25 de la calle
Casimiro Velasco, como consecuencia de una parálisis cardiaca. Al día
siguiente lugar tuvo lugar a las diez de la mañana el funeral por su eterno
descanso en la iglesia de San Lorenzo, y conducido después su cadáver en
coche de caballos al cementerio de Ceares. Ese mismo día El Comercio publicaba bajo el titular: “Ha muerto el ilustre gijonés don Julio Somoza”, un
extenso artículo en el que consideraba la fecha de su muerte como de luto
local. Decía así:
La muerte del insigne jovellanista y cronista de Gijón, don
Julio Somoza causó ayer, al extenderse la noticia por la ciudad, el
sentimiento sincero que produce la desaparición de una verdadera
institución local. El nombre de este anciano que a su saber unía el
amor entrañable al pueblo, de tal modo iba unido al de este Gijón
cuya historia el investigó incansablemente a lo largo de años y años,
que con razón esta fecha de su muerte puede considerarse como de
luto local.
No vamos a hacer aquí ni siquiera un resumen de la obra
insigne del ilustre Somoza. Ni los apremios de espacio, en un número como el de los de nuestro diario nos lo permiten, ni corresponde
eso a nuestro propósito al trazar las sencillas líneas de esta necroloCASO GONZÁLEZ, José Miguel. Prólogo al T. VI de su edición de Obras completas de
Jovellanos. Colaboración de Javier González Santos. Oviedo, 1994.
434
296
Agustín Guzmán Sancho
gía. El autor de Las Amarguras de Jovellanos, había puesto su mejor fervor en la empresa del estudio de la vida y de la labor insigne del gran
patricio gijonés, honra de nuestro pueblo. El trabajo realizado por
don Julio Somoza en la recopilación de los Diarios de Jovellanos y su
conocimiento profundo sobre toda ponderación de la obra del gran
Jovino, le daban autoridad indiscutible en todo lo que se refiere a
esas cosas. Por lo que concierne a la vida de Gijón y a otros estudios
de carácter históricos, se hizo notar con realce y prestigio propio el
ilustre finado. Su mérito y estudios fueron recogidos por la Real
Academia de la Historia de la que era correspondiente e igualmente
muchas instituciones nacionales y extranjeras le honraron con consideraciones análogas435. En cuestiones de numismática y en toda clase
de estudios arqueológicos el nombre de Julio Somoza era tenido en
el alta estima que corresponde a sus amplísimos conocimientos.
Escritor ameno, de limpio estilo que escribía a veces con un
ropaje de elegancia, la vehemencia de algunos de sus juicios y de un
innato espíritu de acometividad sobre todo al tratar determinadas
cuestiones, que le apasionaban, en los escritos de don Julio Somoza
late esa personalidad suya tan vigorosa y definida y vibran con su
amor jovellanista y su entusiasmo por las cosas de Gijón esa condición de hombre “muy de su siglo” que al repasar algunos de esos
escritos no se debe dejar de tener presente.
Trabajador infatigable y poseedor de dotes de lucidez y
capacidad que se sobreponían a los achaques de la edad, aún mucho
después de cumplidos los ochenta años vivía entregado a un deber
de compulsa de datos e investigación y búsqueda de documentos,
que no resistirán muchas personas jóvenes. Una gran parte de su
obra queda en pie, tanto en lo que a lo largo de su vida publicó como
en lo que se prepara a dar a conocer nuestro Ayuntamiento, pero por
desgracia en el curso de las pruebas terribles porque nuestra provincia ha pasado a partir del año 34 se perdieron documentos y escritos
que formaban parte del archivo de este sabio gijonés. Acaso la pérdida mayor fue la correspondiente al incendio de la Universidad de
Oviedo cuando las hordas rojas hicieron su entrada en la capital en
octubre de aquel año.
Descanse en paz el alma de don Julio Somoza y García Sala
y vaya la expresión de nuestro dolor que es el de Gijón entero, a su
435 No hemos encontrado ninguna de estas consideraciones análogas. La petición de la Cruz
de Alfonso XII no sabemos si prosperó; ante el silencio concluimos que no le debió de ser
otorgada. Todo ello apunta a la índole modesta y alejada de toda vanidad de nuestro personaje.
Biografía de Julio Somoza
297
hija adoptiva doña María de los Ángeles Melendreras Menéndez,
sobrinos, primos y demás familia.
Por su parte La Voluntad resaltaba el hecho de que hasta pocas horas
antes de su muerte se mantuvo con la lucidez necesaria para dedicarse a la
lectura (don Julio no murió sino del corazón). Decía así:
Ha muerto ayer don Julio Somoza. Su figura breve que paseaba las aceras con un suave rumor de alas, que era como la razón
alada de su espíritu hecho materialidad se había ausentado hace
tiempo del cotidiano convivir ciudadano. El peso de los años que
nevaron su egregia cabeza, quitó arrestos al venerable viejecito para
abandonar el hogar; y últimamente el lecho del dolor al que le sujetaron sus años y el organismo enfermo. Nada más, porque su alma
seguía, iluminada y firme y hasta la hora de su muerte o pocas horas
antes, supo mantenerla encendida con lecturas amables que es el
mejor alimento espiritual del hombre.
En el cuerpo menudo tenía cobijo un corazón gigante y un
cerebro privilegiado. Era toda una vida de estudio y austeridad la
que le hizo llegar a los 92 años, cansado de recoger sucesos de trascendencia histórica.
Don Julio Somoza llenó en Gijón el paréntesis de muchas
generaciones. Dedicó su vida por entero y con fervor al estudio de la
vida y obras de Jovellanos, habiendo publicado una serie de obras
profundas y recogido manuscritos inéditos de gran valor que dio a la
prensa con el título de Manuscritos inéditos, raros o dispersos. También
merece cita su Inventario de un jovellanista, estudio bibliográfico completo de extraordinario valor.
Fue cronista de Gijón y correspondiente de la Academia de
la Historia. A una calle de la ciudad por él tan querida le da prestigio
su nombre, que es a manera de un homenaje en vida436 a quien supo
amarla con profundo entusiasmo.
Y de su talento prócer quedará para hacerlo inmortal, la
espléndida colección de sus obras, que han sabido encender con sentido humanista al ilustre autor de La Ley Agraria.
A la memoria del gran jovellanista y más grande gijonés
levantemos todos con el corazón un altar para enfervorizarnos con
su recuerdo.
Parece, pues, que la placa de la calle fue puesta en vida de don Julio y que éste llegó a
verla.
436
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Agustín Guzmán Sancho
Gijón sabrá en muerte como en vida de don Julio Somoza
honrar a su ilustre hijo.
¡Descanse en paz y reciban sus deudos el testimonio cordial
de nuestra condolencia!
Se pensó tras de su muerte publicar sus obras, según vimos que
anunciaba El Comercio. Sobre todo teniendo en cuenta que la biblioteca pública había recibido de sus manos, dispuesta para la imprenta, la que debía de
ser la edición definitiva de los Diarios de Jovellanos. Sin embargo, esta obra
verá la luz pública mucho tiempo después, cuando ocupe la presidencia del
I.D.E.A. el antiguo alcalde de Gijón, don Paulino Vigón.
En realidad, el homenaje a Somoza por parte de Gijón, tardaría en
llegar. Fue con ocasión de la creación del parque de Isabel la Católica. Sin
embargo, fue un homenaje silencioso: Nadie sabe, ni aparece documentación,
sobre la colocación en dicho parque del monumento que hoy recuerda la
memoria del cronista del Principado de Asturias437. Se trata de un monumento original en el que dos columnas sostienen una enorme piedra en la
que aparece la inscripción:
GIJÓN RINDE TRIBUTO A LA MEMORIA
DE D. JULIO SOMOZA CONSERVANDO
ESTAS COLUMNAS DE LA QUE FUE SU
CAPILLA PARTICULAR.
En efecto, son restos de la vieja capilla de la que fue su quintana438.
De esta manera las piedras que honran la memoria del viejo gallu son en verdad Cosiquines de la súa Quintana.
437 Lo poco que hemos podido averiguar es que la idea fue de Pedro Hurlé y se colocaron
en 1956, según un artículo que aparecía en La Voluntad el 26 de enero de este año bajo el
título El Parque de Isabel la Católica se embellece más. Dos columnas salomónicas de la vieja capilla de San Antonio de Somió. En él se decía que hacía dos semanas el alcalde había dado la
noticia de que las dos columnas que existían en la capilla de San Antonio de Padua de
Somió en el barrio de Fuejo, habían sido cedidas al Ayuntamiento para adornar el parque
de Isabel la Católica. Por su parte, Pedro Hurlé contestaba a las preguntas del periodista
sobre el valor de las columnas diciendo que eran de unas sola pieza, labradas en piedra y
de fines del siglo XVII. La hija política y heredera de Somoza, había cedido sus bienes al
Asilo de Ancianos Desamparados y el Ayuntamiento trató con el Asilo la cesión.
438 No creemos que Somoza llegase a conocer esta capilla abierta al culto, porque en la partición de la herencia de su abuelo y más concretamente de la hijuela correspondiente a la
madre de Somoza se describe así: “Una capilla ya derruida destinada a granero sita en la
corrada de la casa, que linda al norte con camino vecinal que va al convento”.
APÉNDICES
I
Bahía de Río de Janeiro, 29 noviembre
de 1808. (4 de la mañana)
Relación de los sucesos ocurridos en Río de Janeiro los días 28 y 29, con
ocasión de las infructuosas tentativas realizadas por la Señora Infanta
doña Carlota Joaquina.
A las cuatro de la mañana del día 29 de noviembre de 1808, en el puerto de Río de Janeiro, el Señor Brigadier de la Real Armada, don Joaquín de
Somoza Montsoriú, Comandante de la fragata PRUEBA de S. M. C. el Señor
don Fernando VIIº hizo llamar Juntas extraordinaria y reservada a los Señores
Brigadieres don Francisco de Orduña, Subinspector de Artillería del Río de la
Plata; don Pedro de Arce Subinspector General de las tropas de Buenos Aires;
don Nicolás de la Quintana Coronel de Caballería de Buenos Aires; al Coronel
don Francisco Javier de Viana, Sargento Mayor de la plaza de Montevideo; al
Teniente Coronel don Martín de la Sala, Capitán del Real Cuerpo de
Ingenieros; a los Tenientes de Navío de la Real Armada don Francisco de
Toubes, y don Juan del Busto; al Teniente de Fragata don Miguel de Merlo; a
los Tenientes graduados de Capitán don Juan Antonio Carbajo, de Infantería;
don Marcos Balcarce, de Caballería; don José Ramón de Elorza, de Infantería,
y don José María Caravaca, de Artillería; al Teniente de ídem don Diego
Castrillón; a los Alféreces de Fragata don Eugenio de Loño, don Cayetano
Inzuela, don Miguel Quesada, y don Mateo Mozo; a los Alféreces graduados
de Tenientes, don Juan Barragán y don Manuel Penayo; y al Oficial quinto del
Ministerio de Marina, don Narciso de Mella, como Contador de esta
Fragata.— Y reunidos en su cámara, hizo la exposición siguiente:
“Señores: Son Vms. convocados para hacerles saber, que en la tarde
del día 26 del corriente, he tenido aviso del Excmo. Sr. Teniente General don
Pasqual Ruiz Huidobro embarcado de transeúnte en la fragata de mi mando,
con pliegos de la Suprema Junta del Reino de Galicia, a nombre de nuestro
Soberano Señor don Fernando VIIº, primeramente, para la Corte de Londres,
y después para el Señor Príncipe Regente de Portugal, pa. que a las ocho de
la noche del mismo día me viese con la Señora Infanta de España doña
Carlota Joaquina, la que quería le llevase las instrucciones que yo tenía y
deseaba ver. Bien he previsto que no debía en este punto obedecerla, pero
ciertas observaciones e indicios que he notado desde mi salida de La Coruña,
y aun antes, me persuadieron debía entregarlas, en caso de que me fuese
necesario usar de este ardid para explorar el ánimo de una visita y recado
intempestivo, justamente en el tiempo mismo en que yo pensaba se debía dar
304
Agustín Guzmán Sancho
la vela, y por que me constaba el contenido de los pliegos a Brasil y Corte de
Londres, en que se expresaba el objeto de esta mi Comisión. En efecto, oculté los pliegos e instrucciones reservadas, y tomando una orden simple que
nada dice de importancia, pasé a Palacio a la hora señalada. Visité la Señora
Infanta, que hallé sola en uno de los salones de recibo, me admitió agradable,
y se explayó hasta decirme la visitase con más frecuencia; a cuyo tiempo le
entregué la orden indicada, con ánimo de obligarla a continuarse tratándome
con más franqueza. Torció la conversación a otros asuntos indiferentes, y me
detuvo hasta las once de la noche. Formé mi cálculo, y hallé de necesidad
proceder a dar la vela con la brevedad posible; cuya determinación comuniqué al enunciado General la mañana inmediata siguiente. Se disparó pieza de
leva la mañana del 28. Pasé enseguida a ver a SS. AA. para despedirme. La
Señora Infanta me avisó no podía (despedirme) recibirme y que lo haría a las
nueve de la noche de aquel día. A las cuatro de la tarde, vino a bordo el Señor
General Ruiz, a quien dije debía verme a la hora enunciada con la Señora
Infanta, y este Señor Excelentísimo me expresó, con todo sigilo, que las ideas
de esta Señora se dirigían a detener la fragata y aún creía que era su ánimo
pasar en ella a Montevideo, y que así, viviese advertido para no verme sorprendido. El expresado General se fue a comer con el Almirante inglés, el
Señor Smith, y yo me quedé a bordo hasta la hora prefijada para la visita, que
no quiso excusar de ningún modo.
Entré en Palacio; avisaron a la Señora Infanta, y uno de sus camareros me condujo, no como creía, al Salón de la noche anterior, y sí, por el contrario, me introdujo por una puerta excusada, pasé varios tránsitos, subí y
bajé algunas escaleras ocultas, y al fin, me entró en un cuarto retirado en que
hallé a S. A. con solo su Secretario. Después de los cumplimientos que exige
la política, mandó a éste me dijese el objeto para qué era llamado, cuyo señor
me habló en los términos siguientes: ‘Esta Señora Infanta tiene tantos derechos a la Corona de España, que a falta del Señor don Fernando VIIº y
Señores Infantes de España, detenidos en Francia, de necesidad debe recaer
aquella en Su Alteza. El Señor Floridablanca en un Manifiesto que hizo, y
para en nuestro poder, lo publica así. Los alborotos de Buenos Aires y
Montevideo causados por Elio, exigen un pronto remedio, y al efecto tenemos correspondencia con Liniers. La fragata debe permanecer aquí, pintarse,
hacer víveres y aguada. Los transportes se desembarcarán, y lo mismo el
General, por no convenir pase a Montevideo un sujeto de quien con bastante fundamento se desconfía; y por lo mismo trata S. A. de enviarlo a España
sin perder instante, en una fragata inglesa que para el efecto está pronta.
Espera esta Señora que así V. S. como sus Oficiales y demás individuos de su
buque, servirán con el mismo celo que hasta aquí bajo sus inmediatas órdenes, no obedeciendo para lo sucesivo, otras que las suyas, aún en el caso que
el Señor Príncipe Regente mande lo contrario; y que V. S. y todos los españo-
Biografía de Julio Somoza
305
les deben contar con su agradecimiento y remuneración: añadiéndome que
pidiese, para mí y para todos, cuanto se nos ofreciese con la seguridad de que
todo estaba concedido, y por último que de no allanarme a las proposiciones
que se me habían hecho, tenía S. A. medios seguros para hacerse obedecer’.
Como iba tan prevenido de lo que debía sucederme, no dudé un instante la respuesta, y así convine aparentemente en cuanto se me había propuesto pero con la firme resolución de tomar la determinación más noble.
Quise traerme algún papel o documento que me acreditase ser cierto cuanto
se me expresó y llevo dicho, valiéndome del pretexto de convencer con él a
mis oficiales, a que contestaran que a las 4 de la tarde del día siguiente 29 me
pasarían las órdenes convenientes para llevar a debido efecto lo tratado, exigiéndome, a más, palabra de honor de reservar el asunto hasta que se me
comunicase de oficio, devolviéndome a continuación la orden que había
entregado yo a S. A. el día antes.
El dicho Secretario, concluida la conferencia me tomó de la mano, y
sin saber de dónde ni por dónde, me condujo a la salida de Palacio. En efecto, me hallé en la calle, y empecé a dudar si era soñado lo que me había sucedido, o si mi juicio se había trastornado. Llegué a bordo como acerca de
media noche y ocultando el asunto hasta al mismo General, con el mayor
silencio mandé que la tropa de la guarnición cargase sus armas con bala, y
que se metiesen adentro de la fragata las embarcaciones menores, preparándolo todo para dar la vela en el primer instante de viento favorable.
Concluido todo el antecedente relato, exigió el Sr. Comandante el
dictamen de los Señores Jefes y Oficiales que componen esta Junta, y todos
acordes, después de una larga conferencia, convinieron unánimes: en que no
se obedeciese lo resuelto por la Señora Infanta doña Carlota, por considerarlo contrario al Real Servicio y a la Patria, y por corresponder sólo esta fragata al Señor don Fernando Séptimo, nuestro amado Soberano. Que se reconociese por la Junta todo papel que fuese o viniese a bordo (a bordos) de la
fragata al Excmo. Sr. General Ruiz Huidobro, y que si viniesen a visitarlo
algunos Oficiales de las naciones Inglesa o Portuguesa y otros individuos
particulares, fuesen acompañados a su Cámara por Oficiales de la Junta que
poseyesen el idioma francés o inglés, a fin de precaver así los recelos que se
tenían, con concepto a lo dicho por la Señora Infanta acerca del expresado
Señor General. Que se cortase desde luego toda comunicación con el pueblo
y bahía. Que la fragata se pusiese en disposición de dar la vela al primer viento favorable, sin embargo de tener a su costado un navío de guerra portugués, y ser preciso en aquel caso pasar por la medianía de los Castillos que
están a la salida de la boca del Puerto; y que por consiguiente, estuviese de
un todo lista la fragata, para acreditar con las armas, que sólo la violencia
podía obligarla a acceder a la solicitud de la Señora Infanta, en cuyo caso
306
Agustín Guzmán Sancho
sería preciso demostrar con hechos públicos, el honor, patriotismo y fidelidad a nuestro amado Soberano el Señor don Fernando Séptimo. Y siendo esta
opinión conforme a los sentimientos del Sr. Comandante de este referido
buque, firmo el presente formal documento con los demás Señores Jefes y
Oficiales de esta Junta en su Cámara a las seis de la mañana del enunciado
día veintinueve de noviembre de mil ochocientos y ocho, habiendo antes
nombrado la Junta para extender y autorizar con la conveniente actividad los
documentos que en ella se formen, por sus Secretarios, a los Tenientes graduados de Capitanes don Marcos Valcarce, y don José María Caravaca, como
individuos de la misma”.
Joaquín de Somoza
Montsoriú
Fraco. de Orduña
Nicolás de la Quintana.
Martín La Sala.
Juan del Busto.
Juan Anto. Carbajo.
José Ramón de Elorza.
Diego Castrillón.
Cayetano de Inzuela.
Mateo Mozo.
Pedro de Arze.
Franco. Xavr. de Viana.
Franco. Toubes
Miguel de Merlos.
Marcos González Balcarce.
José María Caravaca.
Eugenio de Loño.
Miguel de Quesada.
Juan Barragán.
Narciso de Mella.
II
LISTADO DE PERSONAJES QUE HABRÍAN DE FORMAR EL CONJUNTO DE LA OBRA GLORIAS NACIONALES. APUNTES
BIOGRÁFICOS.
Abarbanel
Abarca (c. de Aranda)
Abate Andrés
Abel el Melek Arsolami
Aben - Beithar
Aben - Hezra
Aben - Rosch (Averroes)
Aben - Zoar
Abril (P. Simon)
Abu Bakerus
Afán de Rivera (d. de Alcalá)
Africano (El) Juan León
Agustín (Antonio)
Alarcón (J. Ruíz de)
Alcalá (duque de)
Alcázar (Baltasar del)
Alcázar (Luis Paret de)
Alemán
Alenza
Alfonso X
Ali - Bey - el - Abbassi
Álvarez Cienfuegos
Álvarez Cubero
Alvazas Alfasi
Améscua (a. Mira de)
Andrés (abate)
Antonio (Nicolás)
Ar -Razi (moro Rasis)
Aragón (E) m. de Villena
Aranda (c. de)
Arcipreste de Hita
Ardemans
Arfe Villafañe
Argensola (Bart.)
Argensola (Lup)
Argote de Molina
Argüelles (Agustín)
Arias Montano
Artemidoro
Averroes
Avicebron
Ayala (Ignacio L. de)
Ayala (Pero L. de)
Azara (Félix)
Azara (Nicolás)
Badía
Bails
Balboa (V. Núñez de)
Bálmes
Bánces Candamo
Barbadillo (A. G. Salas)
Bayer (F. Pérez)
Bayeu (Francisco)
Becerra
Berceo
Bermúdez (Juan)
Berruguete
Besalú (R. Vidal de)
Bordazar de Artazu
Borgoña (Felipe) Borja y Aragón
Boscán
Bretón de los Herreros
Brozense (El)
Burgos (F. Javier)
Burriel
Caballero de la Rosa
Cabánes
Cadalso
Calatrava (J. Mª.)
Calderón de la Barca
Cámara (Sixto)
Campomanes
308
Canal (El Pe La)
Candamo (F. Bances)
Cano (Alonso)
Capmany
Capuz (Raymº)
Caramuel Lobkowitz
Carducci (Vicº.)
Carmona (Luis Salv)
Carmona (Man. Saqlv)
Carreño Miranda
Casas (Bartolomé
Castelar
Castello
Castillejo (Crist.)
Castillo (José)
Castillo (Juan del)
Castillo Solórzano
Castro (Felipe)
Cavanilles
Caxes
Ceán Bermúdez
Cervantes
Céspedes (A. García)
Céspedes (Pablo de)
Cetina
Cibda - real (El bachill.)
Cienfuegos (N. Alvz)
Cisneros (Cardenal)
Clavijo
Clemencín
Coello (A. Sánchez)
Coello (Claudio)
Colón (Cristóbal)
Columela
Comendador griego
Conchillos Falcó
Conde (J. A.)
Corniole Saavedra
Cosa (Juan de la)
Cota (Rodrigo)
Covarrubias (Alonso)
Covarrubias (Juan)
Covarrubias (Vallés)
Covarrubias Sebast.)
Cruz (Inés de la)
Cruz (Ramón de la)
Agustín Guzmán Sancho
Cruz (San Juan de la)
Cueva (Juan de la)
Chacón
Churruca
D’Avila (G. Gonz.z)
Décima Musa (La)
Díaz de Solís
Elcano
Ensenada (marq.)
Enzina
Ercilla
Españoleto (El)
Espinel
Espronceda
Esquilache (princ. de)
Estrada (A. Flórez)
Eximeno (antº.
Farinelli
Fern.z Moratín (L.)
Fern.z Moratín (N.)
Fern.z Navarrete (J.)
Fern.z Navarrete (M.)
Fern.z Oviedo
Fern.z Quirós
Fernández (Juan)
Feyjoo
Fidel (fray)
Fígaro
Figueroa (Crist. S.z)
Figueroa(Fr.co)
Flórez (Enrique)
Flórez Estrada
Floridablanca
Floro
Fortuny
Gallarado (Bart. J.)
Gamboa (P. Sarmiento)
Garay (Blasco)
García (M.P.V.)
García Céspedes
García Huerta
Biografía de Julio Somoza
García Nodal
García Suelto
GarciLasso
Garigay
Geber
Gil Polo (Gaspar)
Gimbernar
Giménez Cisneros
Giménez de Rada
Gómez (Sebast.)
Gómez de Cibda - real
Gómez Hermosilla
Gomis
Góngora
González (Diego)
González Dávila
González de Salas
Goya
Granada (Luis de)
Greco (El)
Grijalva
Guevara (Antonio de)
Guevara (J. Niño de)
Guevara (L. Vélez)
Guzmán (F. Pérez)
Herdia (narc)
Herdia (P. M. de)
Heredia (J. M.ª)
Hermosilla (J. Gómez)
Hernández (Greg.)
Herrera (Juan de)
Herrera Hinestrosa
Herrera Tordesillas
Hervas y Panduro
Huerta (V. García)
Hurtado Mendoza (d.)
Ibarra
Ibn - al - Abbar
Ibn - al - Cuthyah
Ibn - al - Farahidí
Ibn - al - Khatib
Ibn - Thopail
Iglesias
Inarco Celenio
Inés de la Cruz
Infante (El) J. Manuel
Iñigo Lanuza
Iriarte
Isidoro de Sevilla
Isla
Itálico (C. Silio)
Jauregui (Juan de)
Jordán (Esteban)
Jorge Juan
Jovellanos
Juan Manuel
Juanes
Kaissi Abinassar
La Canal (El P.e)
La Sala
La Serna (C. A de)
Laguna (Andrés)
Larra (Fígaro)
Larramendi
Las Casas
Lasso de la Vega (G. L.)
Lastanosa
Latorre
Lebrija
Legazpi (el Adelantado)
León (Juan)
Leonardo (José)
Liaño
Libertino (Clemente)
Lican Eddyn
Lista (Alb.)
Lobón de Salazar
Lope de Rueda
Lope de Vega
López (J. María)
López Ayala (Ign.)
López Ayala (Pero)
López de Villalobos (F.)
López Legazpi
López Mendoza
López Sedano
López Villalobos (Ruy)
309
310
López Zárate
Lucano
Luis de Granada
Luis de León
Lulio (Raym.º)
Luna (Álvaro de)
Luzán.
Llansol Romani
Llorente
Macanaz (Melchor)
Macías
Madrigal (Alfon. del)
Maimónides
Maiquez
Malek
Manrique (Jorge)
Marcial (M. Valerio)
March (Ausias)
March (Esteban)
Marchena (el abate)
Mariana (P.e)
Marín y Mendoza
Marina (F. Martínez)
Mármol (Luis)
Martínez (José del Mazo)
Martínez (Sebast)
Martínez Marina
Martínez Montañés
Masdeu.
Mateo (El maestro)
Mayans y Siscar
Mazo (J. Bta del)
Mela (Pomponio)
Meléndez Valdés
Melo
Mena
Mendaña de Neyra
Mendizabal
Mendoza (Don Hurtdo)
Mendoza (J. López)
Menéndez (F.A.)
Mengs
Mexía (Pero)
Miñano
Mira de Améscua
Agustín Guzmán Sancho
Mnárdes
Moham al - Khatib
Moham ben - Hamed
Moham ben - Rubil
Moncada (Fr.co)
Monegro (J. B.ta)
Monja de México (La)
Montalbán (J. Pérez)
Montano (B. Arias)
Montañés (J. Mart.z)
Montemayor
Moñino (J. Mª)
Mora (J. de)
Mora (J. J. de)
Morales (Amb.)
Morales (Crist.)
Morales (Luis)
Moratín (Leandro)
Moratín (Nicolás)
Moreto
Moure
Mudo (El)
Mulato de Murillo
Muñoz (sebast.)
Murillo (B.E.)
Naharro (B. Torres)
Navarra (Carlos de)
Navarrete (Juan F.z)
Navarrete (Martín F.z)
Nibbiano (marq. de)
Nicolás antonio
Nieremberg
Niño (P. Alonso)
Niño de Guevara
Nodal (B. García)
Núñez de Balboa
Núñez de Guzmán
Ocampo
Ofalia (duq. de)
Ojeda
Olavide
Oliva (H. Pérez)
Orfila
Orrente
Biografía de Julio Somoza
Oviedo (G. Fern.z)
Pacheco
Palafox
Palomares (F.J.Sgo)
Palomino (A.A.)
Pantoja (J. de la Cruz)
Pareja (B. Ramos)
Paret Alcázar
Pereda
Pérez (Antonio)
Pérez (J. Baut.)
Pérez Bayer
Pérez de Guzmán
Pérez Montalban
Pérez Oliva
Pérez Villamil
Pinzón (V. Yañez)
Polo (Gasp. Gil)
Pomponio Mela
Ponce de León (Juan)
Ponce de León (Luis)
Ponce de León (Pedro)
Ponz
Preciado de la Vega
Prudencio (a. P.)
Pujol
Pulgar (Fern. del)
Queipo de Llano
Quevedo
Quintana
Quintiliano
Quirós (P. Fern.z)
Rafael Peregrino
Ramírez
Ramos Pareja
Rásis (moro)
Rebolledo
Rector de Villahermosa
Requemo Vives
Rey de Articola
Ribelles Dalmau
Ribalta (F.co)
Ribera (Españoleto)
Rincón
Rioja
Rivas (duq. de)
Rizzi (F.co)
Rodríguez (Vent.ª)
Rodríguez Campomanes
Roélas (J. P.)
Roig
Rojas (Fern.do)
Rojas Clemente
Rojas Villadrnado
Rojas Zorrilla
Romea
Rueda (López de)
Ruíz (Arc. Hita)
Ruíz Alarcón
S. Juan de la Cruz
Saavedra
Saavedra (Ángel)
Saavedra Fajardo
Sala (Juan)
Salamanca (Crist.)
Sálas (J. Gonz.z)
Salas Barbadillo
Salazar (Juan de)
Salinas
Salvador Carm. (L)
Salvador Carm. (M)
Samaniego
San Miguel (Eva.)
Sánchez Brozense
Sánchez Coello
Santander (L. Serna)
Santiago Palomares
Santillana (marq. de)
Sanz del Río
Sarmiento (Martín)
Sarmiento Gamboa
Sedano (J. L.z)
Sempere
Séneca ( el filósofo)
Séneca (el retórico)
Servet
Silio Itálico
Siloé
311
312
Silva Campillo
Silva Figueroa
Solís (J. Díaz)
Solís Rivadeneyra
Somodevilla
Suárez Figueroa
Suelto (T. García)
Tamimi
Tássis (Villamed.º)
Téllez (Gabriel)
Teresa de Jesús
Theottocópuli
Timoneda
Tirso de Molina
Tolcolo (el capitán)
Toledo (J. Baut.)
Toreno (cond. de)
Torres Naharro
Tostado (El)
Tristán
Ulloa (Ant.º de)
Vaca de Alfaro
Valbuena (Ber.)
Valdés (Juan de)
Valles, el divino
Várgas (Luís)
Vázquez (Alonso)
Vega (G Laso)
Vega (G. Lobo)
Agustín Guzmán Sancho
Vega (Lope de)
Vega (Preciado)
Velázquez (Dgo.)
Vélez de Guevara
Vergara (José)
Vergara, el joven
Viana (princ. de)
Victoria (T. Luis)
Victoria (Vicente)
Vidal de Besalú
Viera Clavijo
Vigarny
Viladomat
Villalobos (Fr.co)
Villalobos (Ruy)
Villamediana
Villamil (G. Pérez)
Villegas
Villena
Virues (el capitán)
Vives
Wyserman (Cardenal)
Yáñez Fajardo
Yáñez Pinzón
Zárate (F. López)
Zarcillo
Zurbarán (Fr.co)
Zurita.
III
ESCRITURA OTORGADA PARA LA PUBLICACIÓN DE LOS DIARIOS
DE JOVELLANOS
En la villa de Gijón, a veinte de julio de mil novecientos once: Ante
mí, don Manuel López Rubio, Abogado, Notario con vecindad y residencia
en la misma, del Ilustre colegio de Oviedo, presentes los testigos que al final
se expresarán
comparecen:
De una parte don Miguel Adellac y González de Agüero, mayor de
edad, casado, Catedrático, de esta vecindad, con cédula personal de 5ª clase,
número 1.562 expedida en esta villa el tres de octubre último.
Y de otra parte don Leopoldo Castrillón y Ochoa; mayor de edad,
casado, propietario y vecino de Puerto de Vega, Municipio de Navia; con
cédula personal de 10ª clase, número 1.758 expedida en Navia el quince de
julio del año próximo pasado.
Concurren a este acto, el don Miguel Adellac, como director del
Instituto de Jovellanos de Gijón, y el don Leopoldo Castrillón, como mandatario de doña Joaquina Castrillón y Cienfuegos, según escritura que la misma
otorgó el veinticuatro de septiembre de mil novecientos tres ante el Notario
de Navia don Rafael Fernández Calzada, a favor de don Ramón CampoOsorio y Lastra y otros, facultándoles, entre otras cosas, para que solidariamente, en su nombre y representación de sus derechos administren los bienes que le corresponden por todos conceptos, sobre los que pueden otorgar
las correspondientes escrituras. Facultados también para sustituir dicho
poder, don Ramón Campo-Osorio los sustituyó a favor del don Leopoldo
Castrillón por escritura otorgada el quince de los corrientes ante el notario de
Navia don Emilio Iglesias Magadán.
Aseguran tener y tienen a mi juicio, según intervienen capacidad
legal para obligarse y dicen:
Primero: Que ambos comparecientes convienen en imprimir y publicar los Diarios de Jovellanos, propiedad de la mencionada señora doña
Joaquina Castrillón y Cienfuegos, viuda de don Alejandrino Menéndez de
Luarca.
Agustín Guzmán Sancho
314
Segundo: Que dichos Diarios manuscritos, constan de tres legajos, de
los cuales contiene el primero ciento cincuenta y nueve folios, el segundo
trescientos cuatro y el tercero cuatrocientos ochenta y dos, que hacen un total
de novecientos cuarenta y cinco folios.
Tercero: Que la impresión y publicación de los Diarios se hará bajo las
condiciones siguientes:
1ª Dicha obra será propiedad y se registrará a nombre de
doña Joaquina Castrillón y Cienfuegos.
2ª No se podrá reimprimir sin especial autorización de su
dueña.
3ª En cualquier tiempo podrá doña Joaquina Castrillón hacer
una nueva edición de los Diarios.
4ª La obra se publicará copiada de su original y con el prólogo que para ella dejó escrito don Alejandrino Menéndez de Luarca,
por haberlo exigido así doña Joaquina Castrillón y Cienfuegos.
5ª La edición será de mil ejemplares, de los cuales se darán
quinientos para doña Joaquina Castrillón, quien podrá vender cada
una a un precio que no exceda de doce y media pesetas ejemplar de
la obra completa. Los otros quinientos ejemplares serán de propiedad del Instituto de Jovellanos, quien no podrá venderlos, sino en su
caso, hacer entrega de ellos al Estado.
6ª Todos los gastos de impresión y encuadernación hasta
dejar la obra terminada en rústica, serán de cuenta del Instituto de
Jovellanos, quien entregará en Gijón, a doña Joaquina Castrillón o a
su representante los quinientos ejemplares de que habla la condición
anterior.
7ª El Instituto de Jovellanos, por sí o designando persona o
personas capacitadas para ello, anotará, comentará y esclarecerá de
los Diarios de Jovellanos todos aquellos extremos o pasajes que estime
necesarios para la mejor comprensión de cuanto su Ilustre autor
escribió en ellos.
8ª Los gastos de redacción de esta escritura, así como todos
los demás efectuados por don Leopoldo Castrillón para trasladarse a
esta villa, serán satisfechos por el Instituto de Jovellanos.
9ª Una vez terminada la impresión y confección de la obra
Diarios de Jovellanos, los manuscritos originales serán entregados a su
poseedora doña Joaquina Castrillón y Cienfuegos.
Biografía de Julio Somoza
315
Cuarto: Que los comparecientes en la representación que ostentan, se
obligan a cumplir las condiciones anteriormente consignadas en la cláusula
tercera y aceptan ambos esta escritura.
Quedan hechas las advertencias legales pertinentes.
Así lo dicen, otorgan y firman con los testigos instrumentales que lo
son sin incapacidad para ello según manifiestan, don Carlos y don Gaspar
Jovellanos y Bernaldo de Quirós, don Julio Somoza García Sala y don Faustino
Prendes y Alonso, vecinos de esta villa, a presencia de los cuales doy lectura
íntegra de esta escritura de convenio a los que lo otorgan, enterados todos de
su derecho a leerla por sí de que ninguno hace uso y se ratifican los comparecientes.
De todo lo que y del conocimiento, profesión y vecindad de los otorgantes, y de hallarse extendida esta matriz en dos pliegos de 11ª clase, números 938366 y 938356, doy fe, signo y firmo.
IV
CARTAS
A.- ARCHIVO FUNDACIÓN ALVARGONZÁLEZ
Sr. D. Sebastián de Soto
Gijón, 27 febrero
Mi estimado amigo:
Tengo por contestar todavía su atenta carta del día 5 del corr.te, pero
no le extrañe esta demora, porqe. ocupaciones perentorias por un lado, mal
humor por otro, y el asunto del libro qe. tengo pend.te en Madrid y que me
consume gran caudal de cartas y paciencia, me dejan sin humor pa. contestar
a los amigos con quienes tengo respuesta pendiente. Al grano.
Según me dijo Marquerie, tenía Vd. ya en su poder las placas instantáneas. Este es, por lo tanto, asunto concluido. El tablero de ajedrez, lo tengo
en mi casa, harto convencido de que el gaznápiro del ebanista, no haría cosa
de provecho. Sólo espero una oportunidad p.a tener por quien remitírselo.
No se olvide Vd. de anunciarme su marcha a Labra o Posada; porque
a la verdad, si cuando esté Vd. en el primer punto, no me remite los datos que
le pida, (contando desde luego con su buena voluntad) será cosa de regalarle a Vd. un cordón de seda azul, como dir que fai el Sultán, cuando algún gran
visir se le atraganta en el gargüelu.
Vamos al caso, ahora. Coja Vd. por 2.ª vez la obra Nuevos Datos... etc
y en vez de la pág. 91 que me cita, ábrala por la pág. 43, y leerá: Extracto de...
hecho por don J. S. Ceán Bermúdez. De manera que no fui yo, sino Ceán,
quien hizo el Extracto, y al citar la obra del leonés a que Vd. se refiere, habla
de sí propio en tercera persona, y de aquí se habrá originado seguramente el
quid pro quo.
Respecto al paradero del ms., nada sé. Pero, coja Vd. ahora las Obras
de Jovellanos, edición Rivadeneyra (Fermín las tiene) y en el tomo 2º pág.
361, 1ª carta a Ceán Bermúdez, verá Vd. que el susodicho ms. paraba en
Cangas de Onís en poder de Ruenes (no Luenas, como dice erróneam.te el
texto). Lea Vd. dicha carta de cabo rabo porque no tiene desperdicio.
318
Agustín Guzmán Sancho
Del otro libro ms. de L. D. del Valle (que es una obra en dos tomos)
para la Primera parte (o 1er volumen) en el Instituto de Gijón (v.e mi catálogo
de mass. pág. 72) y la segunda parte en el Colegio Mayor de San Bartolomé
de Salamanca, según referencia que de la Biblioteca de dicho Colegio hace el
Sr. Marqués de Alventos (?). De modo que si se copió el ms. de Ruenes p.a
enviárselo a Ceán, el original, claro que se le devolvió al susodicho Ruenes,
y debe estar en Cangas de Onís. ¡Sus, muchacho! Embrida el caballo y corre
por él, antes que se lo merienden los ratones ¡!
— Vamos ahora a la lápida.
Coja Vd. la Asturias Monumental de Vigil, pág. 299 (Núm. J 1º, lám.
J1) léala Vd. y sabrá tanto como Vigil y como yo. La lápida estaba entonces
(en 1795) en la pared de una quinta prop.ad de don José Antonio Ruénes junto
al camino de Corao en la parroquia de Abamia, y como en ese mismo camino está
la parroquial de S.ta María de Villaverde, esta S.ta María es la S.ta Marina de
que habla Ceán, pues sabido y corriente es que nuestros paisanos corrompen
el vocablo diciendo Marina por María y la proximidad del sitio y las referencias dichas, todas convienen en un mismo punto. Las citas de Risco, Ceán,
Quadrao, etc. van al pie, y puede Vd. comprobarlas. Pero la mejor cita y confrontación de todas, es el mismo Diario de Jovellanos. Vaya Vd. a la quinta que
tiene en Luarca, Alejandrino Menéndez de Luarca, y que hoy habita su tía
(criada que fue de don Vicente Abello) poseedora de los Diarios, mujer ignorante e inculta. Catequízela (sic) Vd., arránquele de buen grado o por maña
los nueve diarios inéditos de Jovellanos: publíquelos después, y se inmortaliza Vd. y deja bizcos a todos los pitos y gallos de La Quintana. Si yo tuviera la
facilidad que Vd. tiene de movilizarse, ya estaba allá y habría arramblado
cuanto guarda de libros, mss. y objetos antiguos, aquella grandísima tarasca.
Pero Gijón está lejos de Luarca, y así como Ceán se lamentaba que se moriría
sin ver impresa la mejor de todas las obras de Jovellanos, así yo, transcurridos ya setenta años de la muerte de Ceán (murió en 1819) creo que moriré
también sin ver impresa la magna obra del más ilustre de todos los hijos del
principado. Si Vd. lograra rescatar aquella joya de manos de aquella arpía,
dejaba Vd. patitiesos y patidifusos a Fermín... ¿Fermín dije? Muchísimo cuidado: reserva y silencio, sobre todo esto. Ese, en cuanto pesca una idea, por el
insensato afán de ser el primero en darle publicidad, la tuerce, la cambia, la
disloca, la tergiversa, y saca... un ciempiés.
Sigamos con la lápida. Además de las citas q.e evacúa Vigil, también
dice no sé qué, una obra titulada Las Glorias nacionales de M. Ortiz de la Vega
(tomo V, pág. 476) que son dos notas puestas sobre las inscripciones de la
población de Vadinia. Este nombre, me recuerda, que hay una moneda con
caracteres ibéricos en el monetario de Vidal Quadras, de Barcelona, cuya
leyenda tradujeron así Medainum (límite de los Cántabros y Astures). Pues si
Biografía de Julio Somoza
319
la interpretaran mejor, verían claramente que Vadinia y Medainum son una
misma localidad; que seguram.te no habría muchas de importancia en los
linderos de unas y otras tribus. Con lo dicho, basta y sobra p.a que haga Vd.
un apunte por orden cronológico de autores, de todo lo que se haya escrito
sobre dichas lápidas, con las opiniones de cada uno, y los errores cometidos,
que deben ser gordos; pero entiendo que para mayor esclarecimiento, hay
que ir a Luarca a consultar lo q.e dice Jovellanos. Note Vd. la frase de Ceán
en los Nuevos datos, pág. 91, línea 11... y discurre sobre ella. Este discurso debe
tener miga, porq.e recientemente, he sacado copia de una carta inédita de
Jovellanos a Posada, sobre dos inscripciones asturianas, que prueban la profundidad de su saber en esta materia. La inscripción es de Lancia. Jovellanos
en carta a Posada (Obras. tom 20. pág. 204 dice: “hay en su colección alguna
inscripción que cita el convento lucense de Asturias o de los astures lucenses”. Y no canso más.
Creo me enseñó Vd. entre las monedas de su última adquisición
monetaria una de Carisio; pero, entendámonos: este Carissio, ¿es Publio
Carissio, que a las órdenes de Augusto venció a Lancia y los Astures en la 2ª
guerra cantábrica el año 20 a. de J.C.? ¿o era de Marco Agrippa, yerno de
Augusto, que los sujetó, terminando la guerra el año 19 a. de. C.? Porque
amigo Soto, desde qe Fermín se atreve a escribir la Historia de Asturias, se
miente mucho. Y ya sea Publio Carissio o Marco Agrippa, supongo que tendrá por el Rx el busto de Augusto, pues de no tenerlo ¿quién me dice a mí
que esa moneda no es de algún individuo o cónsul de la familia Carissia?
Ya sabe Vd. que hay viles falsificadores, y que en esto de monedas y
medallas hay que andarse con mucho tino. — Fermín me citó dos: una de
Asturica, que bien creo yo sea de Asturica Augusta (Astorga) citada por
Vaillant; y otra de las Aras Sextianas. Pase por la primera: la segunda debe originarse de una mala lectura, y así se lo refuté en una de mis últimas cartas.
Mi hermano Manuel, que vive encima del Casino, me transmitirá
todas las noticias que Vd. le dé.
Celebro su mejoría y completo restablecimiento. Apolinar Rato, que
ya guareció del todo, viene a establecerse a Asturias, y firmísimam.te decidido
a publicar su vocabulario bable. ¡Dios nos la depare buena! Aquello va a ser
el parque o cazadero de los gazapos; porque ¡cuidado si los habrá gordos! Y
eso, que la ciencia de definir, qe es la más difícil de todas, la salva él de un
brinco, como si nada fuera.
Yo, nada pienso volver a escribir. Entre impresores, libreros y
Ayuntam.to, me han revuelto más las bilis que cien ataques de ictericia. ¡Son
unos tíos! Gentuza sin educación, sin ley, sin decoro, ni nada decente. Como
ya todos somos iguales, viene a pelo el cantar de la sardinera:
Agustín Guzmán Sancho
320
Desque les señores
metiéronse a putes
non ganamos nada
porque somos muches.
Y el que quiera honra, que la gane.
Conque así, ¡adiós! y con expresivos recuerdos a su Sra. madre
(c.p.b.) sabe es muy afmo y buen amigo q. b. s. m.
JULIO SOMOZA.
El papel es malo, pero se escribe en él con rapidez, y por eso lo uso439.
439
Expediente H 50/1.
Biografía de Julio Somoza
321
Domingo de Ramos
panizos comíamos
con lleche o sin lleche,
allá los tengamos.
(Copla popul. asturiana)
Xixón, fecha ut supra
Sr. D. Sebastián de Soto y Cortés
Mi buen amigo:
Con muchos enguedeyos en’a calavía y malditísimas ganas de escribir, se fueron pasando las horas, los días y semanas, sin pizcas de deseo, ni
asomos de tentativas de empuñar la acerada y voladura pluma..., que diría
un escritor gongorino de la XVIIª centuria. Pero... el tiempo vuela y llégale el
turno de respuesta a su carta y no hay más remedio que apechugarla. Y sin
más, al grano.
— Si quiere Vd. ver los tesoros, no tiene más remedio que tomar el
coche de Oviedo a Grado, de Grado a Salas, y de Salas a Luarca. Una vez en
Luarca, pregunta Vd. dónde vive (en una quinta de los alrededores) la viuda
de don Vicente Abello, y dándose aires de gran amigo del difunto, penetra
allí, recuerda los tiempos pasados, hace historia entre romántica y pintoresca
(género agradable a las viudas) y luego (como dicen las acotaciones de las
obras teatrales) toma aquella actitud que le sugiera su talento dramático.
— Don Vicente Abello, era persona de sobra conocida en la sociedad
ovetense. Don Inocencio de la Vallina, o Ciriaco Vigil, o Pepe Sierra, le pueden suministrar a Vd. pormenores.— Viejo ya, se enamoró de una hermosísima muchacha que tenía en casa, y se casó con ella. ¡Naturalmente! como
decía un acuarelista inglés, volandero amigo mío, la Naturaleza, es muy natural. El bueno de don Vicente creyó que iba a remocicar, y la sandunguera luarquina se lo fumó en un santiamén. Ya en las postrimerías testó mi hombre,
dejándole un buen hueso que roer, incluso lo que había en la casa y su biblioteca. Este último donativo, tenía una cláusula especial, a saber, que pasara a
poder de su sobrino Alejandro Menéndez de Luarca desde el momento que
éste entregara a la viuda dos o tres mil duros, valor, a lo que yo presumo de la
mencionada biblioteca. Claro está, que eran muchos duros... de pelar, p.a el
bueno de Alejandrino, antiguo pasante de Nocedal, íntegro como él, y que a
pesar de todo, le dio la lata H, criticándole, bajo el supuesto nombre de W.
Franquet (hacia 1859) su Vida de Jovellanos.
— Ahora bien, entre varios mss. de esa biblioteca, estaban los Diarios
de Jovellanos, y los apuntamientos del dialecto bable (también de don Gaspar).
322
Agustín Guzmán Sancho
Para más detalles, puede Vd. leer mi artículo en Cosiquines de la mió Quintana,
págs. 193 y ss., que le pondrá en muchos pormenores.
¿Cómo pasaron aquellos mss. a poder de Alejandrino? Lo ignoro. La
especie apuntada por Máximo Fuertes, de que los encontró en el Rastro de
Madrid, debe ser una solemnísima papa. Lo probable es que Alejandrino los
sacara de la biblioteca de don V. Abello con o sin el consentimiento de su propietario, para que Nocedal los publicara en el 3er tomo de las obras de
Jovellanos que editaba Rivadeneyra. Este proyecto, fracasó, ignoro si por
ruptura entre Nocedal y Alejandrino, (pues ya estaban impresas las _ partes
de la obra), o por ridículos escrúpulos carlistas, o por razones económicas.
Como verá Vd. en mi citado artículo, Marcelino Menéndez Pelayo tiene las
pruebas impresas; de modo que en último caso se recurre a él. Yo huí de entablar relaciones literarias con este prodigio de mesticería, porque me apesta la
petulante presunción con que trata a los más respetables escritores de nuestra patria.
— Así que, resumiendo, y contestando de paso a sus preguntas, diré:
1º.— Que la propiedad de los Diarios y apuntam.tos bables de
Jovellanos, debe ser de la Viuda de Abello: aunque debieron salir para la
impresión, de la biblioteca donde se guardaban... Es por lo tanto, muy verosímil que los originales manuscritos, los posea la Viuda, y que se haya sacado copia de ellos p.a la impresión.
2º.— Lo de los Diarios hallado en el Rastro (que son los mismos de
que tratamos) debe ser una grilla que le contaron a Fuertes. Pero en absoluto,
no es imposible, por razones muy largas de contar, y que no vienen a cuento.
3º.— Alejandrino, cuando estaba a partir un piñón con Nocedal,
intentó publicar dichos diarios y se sacaron pruebas impresas de casi todos
(que hoy conserva Menéndez Pelayo). Se suspendió la publicación o por
escrúpulos de escuela, o por falta de recursos, o por diferencias personales.
4º.— Si la viuda posee los manuscritos, no se los cederá a
Alejandrino, sin que éste le abone los miles de duros estipulados en la cláusula especial del testamento de Abello.
5º.— Si los manuscritos paran en poder de Alejandrino, importa
poco saber cómo los ha adquirido.
Y con esto, y leer mi artículo, creo que sabe Vd. tanto como yo en esta
materia.
La biblioteca de Abello es riquísima no sólo en caudal, sino en calidad de obras.
—————
Biografía de Julio Somoza
323
Quedo enterado de cuanto me dice respecto al Sr. Ruenes y al hallazgo de su lápida. Lo del manuscrito del cura de Ponga, es en efecto, muy chistoso. Si ese buen señor fuese asturiano, le agradecería que al retorno a Labra,
me remitiera nota bibliográfica de ese libro, aunque no sería imposible fuese
yo por allá este verano, y la sacara yo.
— No creo que le falte razón al P.e Flórez en la interpretación de la
medalla de P. CARISIVS. En efecto, Delgado en su magnifica obra de Medallas
autónomas, trae dicha medalla entre las de Mérida. Las ocho primeras mencionan a aquel general del siguiente modo:
P. CARISIVS - LEG - PRO PR, esto es Publio Carisio, Legado pro Pretor
(todas éstas son de pequeño módulo).
Las cinco siguientes, de gran módulo, y sobre todo la 9ª, 10ª y 11ª que
corresponden al tipo de la que Vd. tiene, dicen P. CARISIVS LEG. AVGVSTI,
o sea Publio Carisio, Legado de Augusto; y sin tener a la vista ni la obra de
Flórez, ni la de Delgado, conjeturo yo, que las ocho primeras monedas,
corresponderán a la época de la estancia de Carisio en Mérida y las cinco
siguientes, en que se apellida Legato de augusto deben referirse a la época en
que venció a Lancia y los Asturies, y acaso en su Clave historial resuelva satisfactoriamente este punto el P. Flórez.
Y a propósito: recibí el recuerdo de Vd. y se lo agradezco, mas no lo
coloco en mi monetario, porqe no siendo documento histórico, pegaría mal
entre ellos. Algo tendrá Vd. en Labra de más provecho para mi colección, y
creo que cultivando Vd. preferentemente la sección autónoma, no le harán
bulto los ejemplares desperdigados de las demás secciones. La rareza de las
autónomas se juzga por este hecho: un coleccionista de Orense, me ofrece por
mi ejemplar púnico de Gadir dieciséis monedas de plata de pequeño módulo, hispano-cristianas, entre Alfonso VIII y los Reyes Católicos.
— Ya le expresé a Vd. en mi anterior epístola que don Lázaro Díaz
del Valle, no era asturiano y sí leonés. Su obra, está descrita en mi Catálogo
de manuscritos págs. 72, 73 y 74. Es una in folio voluminoso de 460 páginas
(sin ilustraciones), de letra muy diminuta y piojosa. Para copiarla, se necesitaba todo el batallón de escribientes del Ministerio de la Guerra, un salón
como la rotonda de máquinas de la Exposición de París, diez mil kilos de
tinta, un cargamento de plumas y la paciencia de todos los súbditos del celeste Imperio y todos los santos de la Corte celestial. Conque... bien ve Vd. que
la molestia que yo me tome es lo de menos, y lo de más, es buscar esa congregación de copiantes que por aquí no hay. Dejo aparte, luchar con la crasa
ignorancia de los titulados profesores del Establecimiento, con su imbécil
Director, y con la suscripción grosera de los que imaginan que vamos a
Agustín Guzmán Sancho
324
ponernos las botas con aquella empresa o a coger a Dios por una pata, como
vulgarmente se dice.
— Escribí a Santofirme preguntándole por su proyectada Historia de
Asturias y suponiendo q.e la tal obra, sería un manual ad usum delphinus y me
contesta diciendo que tiene “plan y materiales para tres o cuatro tomos como
el Libro de Oviedo, y que el primer volumen aparecerá en 1891”. No es mala
ensalada de berenjena la que nos prepara. Materiales, no digo que no tenga,
pero ¿plan? Dios le dé. Cuando la pesadumbre de tal empresa sucumbieron
Martínez Marina, Canga Argüelles y Campomanes ¿se atreve a abordarla él?
— Estos días me he llevado un chasco con cierto personaje, a propósito de la adquisición de una obra, que después de estar conforme en que me
la llevara por lo que yo quisiera, se volvió atrás, habiéndole ofrecido 31 pesetas
por tres tomos. Cada vez me convenzo más de que a todos estos caballeros hay
que tratarles como a rufianes, y utilizando su consejo (que me pesa en el alma
no haber seguido) tomar con una mano y dar con la otra.
Mil afectuosos recuerdos a Su Sra. Madre y Vd. recíbalos de su afectuoso y buen amigo.
JULIO SOMOZA440.
440
Expediente H 50/1.
Biografía de Julio Somoza
325
Gijón, San Blas de 1890
Sr. D. Sebastián de Soto
Mi estimado amigo: Recibí oportunamente su carta de fines de enero,
celebrando, a la par que su salud, el ver letra suya. Con fortuna, pero no sin
daño, escapamos del terrible huésped que nos visitó el mes pasado: vaya con
Dios. y no vuelva en lo q.e nos resta de vida. Aquí hizo algunas víctimas, y si
continúa, deja, no sólo memoria amarga de sí, sino terribles huellas.
Me avisté con el más joven de los Marquerie y le hice presente su
encargo. Contestó que desde luego pediría las placas al extranjero, que vendrían la semana entrante, y que él en persona se las llevaría a Vd. Si esto no
es ser un fotógrafo activo y diligente, que baje Cristo y lo vea.
No así el ebanista, que puso los siguientes reparos. 1º que el encasillado blanco del tablero, no es de hueso, como Vd. le había dicho, sino de marfil, como en efecto comprobé. Que las chapas de hueso que él tenía o había
buscado, no servían p.a el caso, por no ser susceptibles de buen pulimento. Y
que de marfil no se encontraban aquí a ningún precio. Que si a Vd. le convenía, lo que podría hacer, era, sustituir el encasillado blanco, con chapa de boj,
que haría buen juego; Díjele que sería más vistoso con madera de limonero o
naranjo, que tiene un pulimento muy brillante; y contestó que esas maderas
finas tampoco se encontraban en el comercio. Con esto, queda probado que
hay disculpas para todas las dilaciones, y que los ebanistas gijoneses, si no son
lo peor de lo peor, son lo peor de lo más malo. Conque... Vd. dirá.
Celebro que siga Vd. pescando con fortuna. No la tengo yo ni pequeña ni grande, y eso, que estoy en puerto de mar, donde la pesca abunda; salvo
que los peces de aquí están ya muy escamados de cañas y aparejos. Sí pesqué
en el Ayunt.to lo que me debían, y ¡contento yo! de que no hubieran aplazado la cosa ad kalendas graecas.
La Guía de que Vd. me habla, la conozco casualm.te, por tenerla mi
amigo y vecino Ignacio Ferrín, fontanero mayor de Gijón y Oviedo. Ibídem el
párrafo en que menciona el mezquino monumento funerario de la Iglesia de
San Pedro.
Ya supe que había ido Vd. a la Riera de Colunga en busca de una
Cruz, y que la cosa quedó en proyecto. De seguro le pidieron a Vd. un macón
de doblones o alguna pequeñez por el estilo; porq.e nuestros paisanos, puestos
a pedir, son más pedigüeños que los flamencos de Carlos quinto.
Supongo no ignorará Vd. que el improvisado filólogo bable,
Apolinar Rato, estuvo más allá que acá, y que la pulmonía se le complicó de
tal manera, que será fácil degenere en tisis. Este es el que nos ensordecía con
su vida metódica y arreglada. Por la boca muere el pez...
Agustín Guzmán Sancho
326
¿Cuándo va Vd. a Labra y a Posada? Dígolo porque tengo dentera
por saber cómo es esa medalla conmemorativa del establecimiento de la
masonería: en Gijón.
Anímese Vd. a hacer un Inventario de las que tenga; y si algún día le
inspirasen a Vd. tedio o cansancio, ya sabe donde serán recibidas con los brazos abiertos.
Mucho celebro el buen estado de salud de su Sra. Madre, a la que
presentará Vd. mis respetos y dará mis recuerdos, recibiéndolos también de
esta fma. y muy especialm.te de su afectuoso amigo.
JULIO SOMOZA441.
441
Expediente H 50/1.
Biografía de Julio Somoza
327
Gijón, 21 de abril de 1890
Sr. D. Sebastián de Soto
Mi estimado amigo: Recibí su carta y luego de leída, puse toda la diligencia posible en averiguar los antecedentes de la persona que me cita (a
quien de vista conozco) y que bien o mal hilvanados, pueden resumirse en lo
siguiente:
Ese Srº. Afr.442 fue primero ayuda de cámara en casa de Pidal y de
Gastañaga, luego, portero o Conserje de esa Universidad; después, ambulante de correos durante algunos años, más tarde, inspector de policía, cesante
luego; empleado 2ª vez con igual cargo y hasta hace poco Suplente del jefe de
municipales en esta villa. En la actualidad está cesante.
De su carácter y conducta, dan todos buenos informes, suponiéndole servicial y atento en el cumplimiento de su cargo. Está casado y no tiene
familia.
Es tal supuesto, le creo apto para el desempeño de cualquier comisión o encargo que Vd. quiera confiarle, pero tocante a cuestiones de dinero,
nada digo ni afirmo, porque en semejante materia de nadie respondo, y ninguna reflexión sobre tan delicado fruto pudo hacerle a Vd., que Vd no se
haya hecho a sí propio.
No hay que pedir gran virtud e integridad a la gente que carece de
recursos y tiene muchas necesidades, porque claramente se ve que ellos han
de considerarse siempre los más necesitados.
— Si son servicios, los que Vd. pretende de ellos, lo harán con la retribución debida, si encargos, ídem. Si limosnas, no les creo suficiente conocedores de las necesidades del pueblo, para socorrerlas debidamente, considero más apropiado para este caso a Roque Tuya, a quien Vds. conocen, y de
cuya integridad y buen crédito tengo las mejores noticias. Sólo para esta caritativa empresa, le ofrezco a Vd. mi cooperación si por acaso la necesitare.
Hay aquí muchas miserias, dolencias y necesidades que socorrer, y no son
seguramente las mayores, las de los pobres que piden de puerta en puerta o
en medio de la calle.
Mi hermano Manuel, me escribió, para que de parte de Vd. entregara cinco pesetas al pobre de cáncer (así le llaman) que vive en la plazuela de
la Corrada en Cimadevilla. Se las entregó mi mujer, y preguntó con mucho
agradecimiento si “sería de parte de una señora que solía darle una medicina p.a curarse”. Como mi mujer ignoraba lo del bálsamo de su Sra. Madre, le
dijo que era por encargo de don Sebastián, quedando el infeliz muy agradecido.
442
Estas parecen ser las siglas, pero la caligrafía es algo dudosa.
Agustín Guzmán Sancho
328
Ayer fue día de gran jolgorio con la inauguración de la nueva iglesia.
Mil respetuosos recuerdos a su Sra. Madre, y Vd. mande como guste a su
muy af.mo amigo.
JULIO SOMOZA443.
443
Expediente H 50/1.
Biografía de Julio Somoza
329
Gigia, in ora maris
día de Sto Tomás de 1893
Sr. D.n Sebastián de Soto y Cortés, Soto Posada, Soto Rivero, Soto Posada
(bis), Posada-Jovellanos, etc., etc., etc.
Mi muy caro amigo y colega en chifladura:
Pero ¡hombre de Dios! ¿ahora despierta Vd. del inacabable sueño, y
me toca a rebato con el hallazgo de nuestro amado dueño el Señor don
Fernando Séptimo? (que allá nos espere por muy luengos años).— Pues
amigo del alma, me ha pillado Vd. con un humor más negro, del que, a las
presentes fechas, tendrá Martínez Campos, y su legión de 25.000 hombres,
acampados a orillas del Oro, y sin saber a que carta quedarse, teniendo q.e
contentarse con ver la endemoniada geta de Muley-Araaf, y de todos los
zarramplines que le acompañan.— ¡Y Vd., en tanto, rodeado del precioso
coro de ágatas, cornerinas, ónix, sardónicas, ópalos, amatistas, y más camafeos y piedras preciosas grabadas, habidas y por haber. ¡Largárame Vd. con
mano pródiga aquella saca de ochavos viejos que antaño me enseñó, y vería
Vd. cuán rápida y milagrosamente se me desvanecía el mal humor, y se trovaba en risa y en jovial contento mi negra hipocondría!
Ahora al grano.
Tengo a mi pobre hermano muy enfermo en Castellón, p.a donde ha
pedido el reemplazo, fijando a la vez allí su residencia, por si con el cambio
de vida y clima puede encontrar alivio a su dolencia; pero ya está el mal muy
avanzado, y dudo q.e lo pueda atajar.
Yo he pasado dos meses crueles con la enfermedad de mi hija, pues
el médico de cabecera se equivocó en el diagnóstico de la enfermedad,
tomando por fiebre gástrica, lo q.e era clara y visiblemente fiebre tifoidea,
según declararon unánimes los facultativos a quienes después llamé. Gracias
que la naturaleza a esa edad, sabe más q.e todos ellos, y salió avante del peligro, encontrándose hoy completamente repuesta.
Motivo tal, fue causa de que abandonara papeles, monedas y libracos, suspendiendo mi trabajo numismático-histórico-epigráfico sobre la guerra cantábrica y sus derivaciones. Pensé escribirle a Vd., por si quería dar
algún paso p.a ver si atinaba con el paradero del Ms. de su pariente don
Antonio Cortés Llanos titulado: Investigaciones sobre VADINIA, población romana (sería mansión... ¡y gracias!) en el Concejo de Cangas de Onís, pero me retrajo de semejante propósito el ignorar su paradero. No puede Vd. imaginar los
dislates y especies disparatadas que se han dicho y estampado a propósito de
la guerra cantábrica, sugeridas más por el amor propio nacional o la vanidad
provincial, y derivadas otras de la falta de crítica y estudios serios y funda-
330
Agustín Guzmán Sancho
mentales, tales como el conocimiento exacto, y estrategias militar romana.—
Yo no sé qué hacer, si continuarlo o dejarlo, porque aunque tengo reunidos
muchos datos de procedencia diversa, me llevaría mucho tiempo el depurarlos y analizarlos con la debida parsimonia.
Pensando en esto, se me presentaron en casa dos alojados, reservistas
de esta zona, uno de Llanes, y otro de Posada— ¡calla! dije yo —¿Usted es de
Posada?
R. — Sí señor, de allá soy.
— ¿Y qué hacía Vd. allá?
R. — Trabajaba en la carretera de la Rebollada a Posada.
— ¿Está corriente ya?
R. — Sí señor: ya se puede ir en coche o a caballo hasta Onís.
— Menos mal ¿conocerá Vd. a don Sebastián Soto?
R — Vaya si le conozco. Allá está, en Posada, en el palacio, poniéndole una verja de hierro nueva, muy guapa.
¡Acabáramos de una vez! dije yo. Porque ha de saberse Vd. que ya
fui por tres a la calle de Ezcurdia, núm 8 piso 1º de la izquierda; y a la primera, me encontré con Justa y su criada, q.e me dijeron estaban todos Vds.
ausentes, y a la 2ª y 3ª vez, me encontré con la casa cerrada a piedra y lodo,
sin tener bicho viviente a quien preguntar. La Fortuna me deparó a doña
Baldomera G. Barrosa inquilina del 2º y ésta me dijo que vivían Vds. en
Oviedo, hacia la Pte nueva alta, por donde conjeturé que sería en la misma
calle y casa de S. Roque a donde dirijo la presente carta.
Tengo guardada p.a Vd., conforme le prometí, la nota hidrográfica de
todos los ríos de Asturias, según los planos de Schulz y de López. También
recorté y guardé los cuatro artículos que publicó el Carbayón sobre las antiguas minas de cobre y cobalto del Aramo descubiertas recientte. por el ingeniero Van-Straalen, notabilísimo geólogo y anticuario, que ha recogido muy
bellos ejemplares de los primitivos pobladores de Asturias, según relato de
Felipe Valdés, mi convecino que los ha visto.
Una idea, por si no le hablé de ella. —Nunca pude atinar porqué don
Gaspar y don Fr.co de Paula Jovellanos fueron tutores de mi abuela doña
Manuela Blanco e Inguanzo de Cirieño. Pero recordando que su bisabuela de
Vd. doña Juana Jacinta Jovellanos que residió continuamente en Cangas
de Onís, tendría relaciones o amistad con mi bisabuela doña Benita Inguanzo
de Cirieño; se originaría de esta amistad el nombramiento de tutores a favor
de los dos hermanos de doña Juana Jacinta, don Francisco y don Gaspar. —
Biografía de Julio Somoza
331
Mi abuela fue bautizada en Sebarga, barrio de dicha parroquia, a la margen
derecha del Ponga. Aún deben subsistir por allí, descendientes del apellido
Blanco, dueños quizá del solar.
Su compañero ecuestre, Fontanellas, se casa mañana con la hija del
doctor Bellmunt. Y Vd. en tanto, ¿sigue siendo gala de la soltería?
El fraile del Escorial444 hace mucho tiempo que está mudo, y me temo
que enfermo. Escribe mucho, y esto le perjudica.
Santas y felices Pascuas: consérvese Vd. bueno y saludando a su respetable Mamá, déjese ver pronto por estos barrios, y entonces le echará una
morrocotuda repasata, su afectuoso amigo, y enraizado compinche.
Julio César, Imperator
Pontífice, Padre de la Patria, y otras zarandajas.
S/C
Covadonga. 55. Recuerdos a nuestro buen amigo Ciriaco 445.
444
445
Fray Miguélez.
Expediente H 50/1.
Agustín Guzmán Sancho
332
Gigia, in ora maris
XV Kal. Jannuarius MDCCCXCIIII
Sr. D. Sebastián de Soto
Mi querido amigo:
No hay más remedio que armarse de paciencia y tolerancia, y capear el temporal como buenamente se pueda. Conque ¡al avío!
Paso por alto el modo que Vd. tiene de contestar cartas, prometiendo p.a cuando tenga humor p.a ello. Bueno. Por lo que no paso, es por que Vd.
me endilgue textos cántabros-astúricos, con el gracioso empeño de que se los
vierta al romance. Eso sí que no don Sebastián. Pase por la primera vez pero
p.a otra, me planto, ni más ni menos q.e caballo querencioso.
Yo no sé latín; y si lo deletreo es por su conexión con nuestra lengua y
con las otras neo-latinas. Pero de aquí, a traducir, aunque sea mal, media
mucho camino. Y así, deseoso de complacerle, tuve que apelar a los buenos
oficios de un amigo de... Madrid, que me envió la traducción de que le incluyo copia al pie de sus propios textos. Para todo esto, necesité buscar a un
amigo y endosarle el mochuelo, lo cual, como Vd. harto comprende, puede
pasar una vez, pero dos sería ya demasiada lata (como dicen en el pintoresco
vocabulario de la hampa moderna), y ya no estoy dispuesto a dársela a nadie
aunque me aspen (o me pongan en sotuer que diría un heráldico traduciendo
ramplonamente del francés).
Otrosí: el traductor, me advierte, que los textos latinos están o mal
escritos o mal copiados, puesto que no hacen sentido literal, y q.e hizo la traducción adivinando algunas cosas. De donde deduzco yo, por la ortografía
empleada en los textos (y por j, y u por v) que Vd. tomó el texto de alguna
edición antigua del siglo XVI ó XVII, y que su escasa vista por un lado, y los
errores tipográficos por otro (y que abundan muchos en los clásicos) motivaron la incorrección de que el traductor se queja.
Aun con muchos materiales acumulados, he desistido ya del trabajo
De bello Cantábrico. Se necesitan muchos elementos de que yo carezco, más
salud, y más quietud de espíritu de la que yo poseo. Además, cuando leí la
estadística que ya le cité del Ministerio de Fomento, sobre población e instrucción pública española, y hallé que de una población total de
18.000.000 de habitantes, había
¡¡12.000.000!! que no sabían leer
ni escribir, se me cayó el alma a los pies, y desmayé del todo. ¿A qué afanarse ni hacer investigaciones eruditas si nadie las ha de leer más que cuatro
raros como Vd., Vigil, Vigón y yo?
Biografía de Julio Somoza
333
Nada, nada, cepos quedos. Estudiar, leer, e investigar siempre... pero
nada de darle al público semejantes raciones indigestas. Estómago habituado a fabes y boroña, son indignos de paladear las sublimes salsas del arte culinario.
Creo que me debe Vd. dos cartas (con la respuesta a la presente), y
así, prepárese a contestarlas, o me convierto en estatua de jaspe, y ya le doy
yo trabajo al que me haga hablar.
Y saludando a su Sra. mamá, sabe es suyo buen amigo.
JULIO SOMOZA446.
446
Expediente H 50/1.
334
Agustín Guzmán Sancho
Sr. D. Ricardo Bartolomé y Mas
Muy señor mío y de mi consideración.
Una casualidad hizo que me fijara en la esquela de defunción de su
Sr. Padre político, fallecido en 5 del presente mes y aunque comprendo que
los actuales tristes momentos no sean para Vd. los más oportunos para tratar
la materia de que voy a ocuparme, no obstante, lo hago, amparándome de su
benevolencia y confiado en que el interés histórico que mueve mi pluma disculpara el atrevimiento de esta intromisión. El Centenario del fallecimiento
de don Gaspar Melchor de Jovellanos hijo insigne de este pueblo, ornamento de Asturias y gloria inmarcesible de la Patria, que se celebra este año, ha
puesto en movimiento a varios de sus admiradores y singularmente a los
rebuscadores de sus escritos, recuerdos y memorias.
La larga, profunda y paternal amistad que unió al 1er Conde de
Cabarrús con Jovellanos, hasta el triste momento de su ruptura en julio de
1808, consignada está en multitud de escritos, libros y sucesos, y singularmente, en la Memoria en defensa de la Junta Central de aquel benemérito asturiano; más todavía, a mi juicio, no ha sido debidamente estudiada la vida de
uno y otro escritor, con toda la extensión debida. Parece ser que Mr. Paul
Labrouche, literato francés (de Bayona), abrigaba tal intento, pero hasta la
fecha, aún no la llevó a cabo, y creo debe tenerle en proyectado estudio.
Uno de mis amigos de esta localidad (don Alejandro Alvargonzález)
posee importantes mss. inéditos (autógrafos algunos, referentes a don
Francisco Cabarrús y Aguirre (I Conde), y también existen en gran número,
en un rico archivo local. Ahora bien, en el archivo de la Cabarrús, o entre los
papeles que conserve su familia, debe existir la numerosa correspondencia
que Jovellanos mantuvo con él en diversas épocas de su vida, y singularmente, en la anterior y posterior a la prisión de su amigo (1790-1795), muy
interesante, por cierto.
Si Vd. supiera de ella, nos haría extremado favor en comunicárnoslo, y si fuera fácil su adquisición, ya en original o en copia, por permuta o
cambio, también nos complacería en sumo grado, con el noble y legítimo
deseo de publicarla luego.
Esto es lo que por el momento se nos ocurre, a los admiradores de
nuestro insigne coterráneo; y yo, en nombre de algunos de ellos me dirijo a
Vd., rogándole nos ilustre sobre el particular, a la vez que con tan patriótico
Biografía de Julio Somoza
335
anhelo, me ofrezco particularmente a sus órdenes para todo aquello en que
me conceptúe útil, y con cuyo grato motivo, me reitero de Vd. muy atento y
fino servidor.
q.b.s.m.
J.S.
Gijón. 25, enero, 1911 447.
447
Expediente H 50/1.
Agustín Guzmán Sancho
336
Sr. D. A. Ricardo Rodríguez
Gijón, último día de julio de 1924
Mi bondadoso y estimado amigo:
Recibo su amable y provocativa carta, y... pego un salto; no porque Vd.
sea provocativo ni muchísimo menos, sino porque ese buen amigo que tiene tan
raros modos de hacer citas, le pone a Vd. delante para que lleve los palos. Y si
no, oído a la caja... del redoblante.
Supongamos por un momento que yo tengo a mano la edición de las
Obras de Jovellanos, de R. M. Cañedo, que son siete tomos de 4º. Supongamos
más aún: que tengo a la vista, la voluminosa, en dos tomos, y aumentada de
la edic. Rivadeneyra, de 1858, que, reducidos a la letra y tamaño de la anterior, constituirían catorce tomos de lectura. Ainda máis, que unido a ella, estuvieran todo los mss. que yo imprimí, que harían (con lo anterior, un conjunto de veinticinco tomos en 4º) dejando a un lado lo inédito. ¿Encontraría Vd.
natural que yo retuviera en mi pobre magín tan inconmensurable caudal de
citas?
Pues espere un poco: si yo tuviera 37 años menos de los q.e tengo, o
sea, 40, todavía podría, haciendo un esfuercillo, tal vez atinar con la q.e Vd.
me pide, revolviendo, hurgando y consultando en mis apuntes. Pero Vd., que
está predicando a todas horas, la rapidez de la vida, y la decadencia y acabamiento de los seres humanos, ¿me viene Vd. ahora con esas guasitas?
¡Cállate, hombre! que no asamos y ya pringamos. Cuando se publicó la edición XII (creo fue la XII ó XIV) del Diccionario de la Academia de la Lengua,
venía atiborrado de citas de Jovellanos, tales y tantas, y en tal número, y tan
raras, que me cansé de recibir cartas de gentes amigas o incógnitas, pidiéndome la referencia y precisión de las citas. ¡Oh, la cólera de don Julio, por
aquellas fechas! rayó en lo inverosímil. ¡Y era natural! En España, hay la perversa costumbre (símbolo de la pereza de la raza) de citar textos de autores,
sin puntualizar los pasajes de donde se toman: ¿lo vé Vd. claro, hombrín de
Dios? ¿Si, eh,? pues a otro perro con ese hueso, que en mi casa, es cama de
galgos, y no los hay.
Creí, de pronto, al leer la cita que estaría en las Cartas a Ponz, o en el
portentoso y asombroso Discurso sobre los medios de promover la felicidad de
Asturias (escrito en 1781, a los 37 años, de edad), o en la Instrucción p.a la formación de un Diccionario geográfico de Asturias (escrito en 1804: edic.
Rivadeneyra; tomo I, pág. 343; con el título equivocado). Mas no obstante
tener la edición que manejo habitualmente, plagada de llamadas, acotaciones,
referencias, y notas marginales, no dí con la que Vd. me transcribe. No le negaré, que me da un poco de tufillo, así por lo de chupar menos jugos, como por
lo de la pasión regionalista, tópico actual muy en boga.
Biografía de Julio Somoza
337
Porque sobre el verdadero y el falso o aparente regionalismo, habría algo
que discernir. Cierto que muchos lo consideran idolátricamente, como lo mejor
de lo mejor, suponiendo, que fuera de lo de su casa, todo lo restante del mundo
es inferior, o sea, los cuatro pies de la bullanga, mojiganga, morondanga y maturranga. Quédese tal concepto para los de menguado cerebro; y acotemos con
la frase del Kaisar, de que “aquel país será más libre, que subvenga sin ajeno
auxilio a todas sus necesidades”; que es lo contrario del apotegma de Sir
Roberto Ped: “toda nación que necesita del carbón de Inglaterra, será siempre tributaria (supla esclava) suya”.
Y adiós te queda, que anda el pueblo como loco, esperando a Primo de
Rivera.
A Marcelo, mil apretados abrazos, y que voy a sufrir el horrible tormento de corregir la prueba de mi último libro de Bibliografía regionalista, que
me apadrina la Diputación Provincial (porque de otro modo, imposible de
toda imposibilidad).
Lo de la Fe de Erratas, publicada en el Boletín de la Bibliot. de
Menéndez Pelayo, es cosa de Vicente Serrano, que vive en León (calle de
Serranos, núm. 10 pral.).
Nada más: que pase Vd. buen verano; nuevo abrazo a Marcelo; y al
amigo del encargo jovellanista, que no sea chinche, que estoy en la frontera
de los 77 y, además, que tengo un genio de 50.000 de a caballo, y con harpón
de avispa, pra os labercos.
Suyo, siempre afectísimo, y buen amigo,
JULIO SOMOZA.
P.D.
— Mis hijas, agradecen sus buenas memorias.
— Llarena en Suiza (Interlaka), encantado de la vida... Hidalgo,
Cendoya, Arranz, Muñiz, así todos ausentes448.
448
Expediente H 51/1.
Agustín Guzmán Sancho
338
Amigo Calixto.
Voy a devolverle a Vigón lo q.e nos envió. si Vd. no necesita el calco
de la lápida de Vigil, (a pesar de su incondicional oferta) creo conveniente q.e
por lo mismo q.e nos facilita todo lo suyo con liberalidad, juzgo, a la vez,
q.e debe tener mucho afecto a lo de Colunga, y que en conciencia debemos
devolvérselo.
Vd. resolverá lo q.e estime justo.
Fermín aún no contestó ni fa ni fu, bien que como ahora está en la apoteosis, creo que tardará en contestarnos. A pesar de todo, le repetí el encargo
por escrito, por medio de su hermano Alfonso.
Adellac, me manifestó que mañana (mercoledi) irá con otro catedrático a pedir oficialmente la cesión condicional de algunos de los manuscritos
jovellanistas que posee, para solicitar después de Mister Hartington su cooperación para la impresión (Entiéndase que trato de Alejandro, y de los escritos de o sobre Instrucción Pública).
A mí, después de lo q.e me dijo, nada me envió. Él se lo pierde.
También me avisó Adellac de q.e iba a convocar a una reunión magna
de antiguos alumnos del Instituto, p.a acordar algo práctico para el
Centenario. Peñerina nueva, bin peñera.
No ocurre más sino q.e he pescado una fañeca, o sea, el primer catarro (poisson) de abril.
Cuidado con la pierna, y aplíquese un fumazu de flor de Saú.
Sépase q.e el cimiento de fachada del nuevo Casino de Begoña tiene
una profundidad de tres metros (2’90), y como ocurriera un ligero argayu motivado por las lluvias, dispusieron los arquitectos reforzarlo en la parte central
con dos estribos. Baldomero que lo oyó, creyó conveniente que los estribos
fueran laterales. Tableau.
No se sabe lo q.e pensarían los arquitectos, pero es probable que
pidan informe a la Academia de... Medicina, sobre el estado interior del cráneo del preopinante, que debe de estar lleno de visco corylino, o tener alguna
lesión de esas q.e los modernos galenos llaman embolia o embolismo.
Vale.
The last of the Asturias.
GIULIO449.
449
Expediente ALV. 16/27.
Biografía de Julio Somoza
339
Amigo Calixto:
Eladio G. Jove en la monografía de Langreo (Asturias: tomo 3º. pág.
112, 2ª col. línea 11) estampa lo siguiente:
“... autores, como Plinio, dicen que los griegos dieron nombre a
Asturias trescientos años antes de la Era cristiana...”
¿Dice Plinio semejante cosa? Haga el favor de evacuar la cita, porq.e
es muy esencial.
Yo creo que es un infundio; sobre todo, tratándose de un periodista
ovetense.
Pero convendría preguntárselo.
Témome que se trate de la tan cacareada referencia de Silio Itálico
(floreció el año 60) que narra en verso las guerras púnicas, y dice una porción
de tonterías.
No me pierda este apunte.
Suyo caro amico
GIULIO.
Sírvase dar ese volante a Juanín, p.a q.e tenga la atención de trasladarlo al Presidente450.
450
Expediente ALV. 16/27.
Agustín Guzmán Sancho
340
Mi amigo Calixto:
Son las 5 y no alcancé a verle. De todos modos, mi objeto es darle la
enhorabuena por su interesante trabajo sobre la gramínea predilecta de nuestra tierra, que será leída con verdadero entusiasmo por todos los amantes del
País asturiano. Hay superabundancia de citas, que hubieran estado mejor en
el cuerpo de las Notas, que no en el texto, donde embarazan algo, aunque no
le dañan. Da Vd. una gallarda muestra de actividad estudiosa a los del pueblo, demostrándoles, que sin desatender los negocios, se puede también cultivar el espíritu y adornar la inteligencia. Le felicita muy de veras
su caro amigo.
JULIO451.
451
Expediente ALV. 16/28.
Biografía de Julio Somoza
341
Amigo Pedrín:
Con relación a lo que Vd. me habló de la restauración, y declaración
de monumento nacional (¡gracias que fuera regional!) de la iglesita de San
Miguel de las Dueñas, siento manifestarle que, ni encuentro posibilidad de lo
primero, ni fundamento bastante para lo segundo.
Lo uno, porque dicha iglesita, es un tipo sobrado vulgar del periodo
bizantino, sin ningún aparato o aspecto exterior, ni en su ornamentación
interna. ¡Si a lo menos llegara a los bellos ejemplares de Amandi, Bedón, o
Villamayor de Infiesto! pase; pero ¡ni aun eso! Es pobre, desmantelada, sin portada, ni arcadas, bóvedas, columnatas, canecillos, ni ábside notable. Aun
queda inferior a la de Santa Cruz de Ceares, a la que se parece algo.
Pero la destrucción de su antiguo pórtico y portada, y la sustitución
por la que actualmente tiene, la despojaron de todo mérito y carácter, si alguno tuvo. Según le hice observar a Vd. en cierto domingo que por allí pasamos, debió su primitiva portada, poseer imposta o faja ajedrezada (véase el
Ferreiro o Martigny) como la que aún conserva la de Ceares en su interior y
exterior, y de la cual, supongo sea un fragmento, la que está adosada oblicuamente, al exterior de la cornisa de la Sacristía de la actual parroquia de
Bernueces.
Bien recordará Vd. que la primitiva y más antigua iglesia de dichos
lugares, era la de San Tirso, situada en la hería de este nombre, y al naciente
de la de Stº Tomás de Beone de arriba, sobre la vieja presa del antiguo río de
Granda, y cuyo emplazamiento, buscamos en vano, hace más de cuarenta
años, mi infeliz amigo (ya †) Nemesio Martínez, y yo.
De esta iglesia (S. Tirso), asegura Ceán Bermúdez (en su Sumario de
Antigüedades Romanas) que, entre sus escombros, halló la lápida romana, aún
existente, empotrada en un muro de la Capilla de Huergo.
Mi deudo, Eutiquio García Sala (ya †) {que tenía en las Dueñas asiento y estrado} díjome, que entre sus papeles existían datos relativos a su erección y jurisdicción. Ni los buscó ni me los facilitó. Puede que si aún se conservan, radiquen entre los que posee el Párroco don Ramón Piquero, que fue
su testamentario y ejecutor de sus últimas disposiciones. La situación de la
Iglesia, es muy poética, y debió serlo mucho más, en pasadas centurias.
Pero insisto, en que, por lo relativo a mérito artístico y arqueológico,
nequaquam. Ambiente, sí, tiene mucho, sobre todo para quien sienta poéticamente el deleitable recuerdo del pasado.
En cuanto a nuestros restauradores, son casi todos unos pelmas, cuando no unos cursis pretenciosos. No he visto la restauración de Santullano hecha
por Selgas, bajo la inspección de Lampérez; mas en lo tocante a la de Stª
Agustín Guzmán Sancho
342
Cristina de Lena, hecha por Lázaro (J. B.) en 1894, sólo consiguió hacer más
oscuro su interior, según me aseguró Genaro López, que estuvo allí de
Párroco. Bien que Genaro (según Mar.no Canal), hizo su correspondiente
estropicio en S. Salvador de Deva.
Lo mejor, será dejar los cepos quedos.
Hasta otra hora. Suyo
JULIO SOMOZA GARCÍA SALA452.
452
Expediente, H-51/1.
Biografía de Julio Somoza
343
B.- ARCHIVO PARTICULAR DE D. CELSO DIEGO SOMOANO
Qüestion
Los Arrondicios y los Coliacinos, ¿serán los naturales de los pueblos de Arriondas
y Collia, próximos a Cangas de Onís?
1er texto.— Ciriaco M. Vigil, en su obra Asturias monumental... etc. pág. 321
dice:
“Don Ramón Barros Sivelo en sus Antigüedades de Galicia (Coruña:
1875) expresa al fol. 203, que el Lucus Asturum, pueblo perteneciente a los
astures trasmontanos de que da cuenta Ptolomeo (es Ptolemeo), correspondía
a Santa María de Lugo cerca de Oviedo; y que otros querían llevarle a Cangas
de Tineo donde fue hallada la lápida votiva que continúa”.
Como poseo la obra de Barros Sivelo, copiaré de ella sus frases y la
inscripción.
“Quieren otros llevarla (la correspondencia) a Cangas de Tineo, en
donde fue hallada la lápida votiva de los arronidicios:
IOVI OPTIMO
ET MAXIMO
SACRVM
ARRONIDAECI ET COL
IACINI PRO SALVTE
SIVI ET SVIS
POSVERUNT”
(Vigil dice POVERUNT)
El autor, no dice dónde está la lápida ni quién le facilitó la copia de ella.
A continuación, la interpreta de este modo:
Los Arronidicios y los Coliacinios, cumplieron el voto que hicieran a
Júpiter Óptimo Máximo y Sagrado por su salud y la de los suyos.
Apuntaré una conjetura, el Sr. Barros, tendrá dicha inscripción en
copia, y en ella se indicaría su procedencia como de Cangas (sin decir de Tineo,
ni de Onís). Como más próxima a Galicia, supondrá que se trataba de Cangas
de Tineo. La obra no da más luz de sí.
Vamos ahora a encontrar la propia lápida (aunque mal redactada) en
el concejo de Aller (Vigil: obra dicha, pág. 265, y lám B1 - Núm B1) sin que al
Sr. Vigil le hubiera llamado la atención su semejanza con la anterior.
344
Agustín Guzmán Sancho
Dicha lápida estuvo colocada hasta que se descubrió en 1831, en
medio de la mesa del altar mayor de la Iglesia parroquial de San Vicente de
Serrapio en el Concejo de Aller. Se sacó de allí, y la copió en 22 de dbre. de
1831 don Benito Casielles.
En 1878 existía colocada en el Cementerio.
La cosa es clara como el Sol. Dos lápidas iguales en distintos y separados concejos de la misma provincia me parece más que improbable, casi
imposible.
Se trata, por consiguiente, de una sola lápida (mientras no se prueba
lo contrario con el hallazgo de la otra) habiendo confusión únicamente respecto al punto de su situación, paraje donde se encontró o procedencia de la
copia, que es lo más seguro y lo que más induce a error.
Segundo extremo. Dando por supuesto que los Coliacinos son los naturales de Collia, trátase de demostrar que los Arronidicios son los de Arriondas,
paraje inmediato a Collía.
Las voces Rionda, Arrionda, y los apellidos asturianos de la Rionda, de
la Arrionda, significan rodeo, y proceden de los concejos de Parres y Cangas de
Onís, sin duda por el que en dichos territorios hace el río Sella.
La acción de rodear se especifica en la voz reonda (a la redonda) con
igual extensión que la palabra gallega roeiro (por rodeo). Este vocablo, en su
sentido recto, se aplica al círculo o contorno que forma un territorio dado; y
en el figurado a la reunión de varios vecinos de un término o quintana.
Lo propio, con igual significado, sucede con la palabra francesa
arrondissement, en sus dos acepciones de redondez, y distrito comunal, o territorio de una ciudad, villa, partido, etc.
De igual origen, proceden los apellidos asturianos, Rendueles,
Rondaliego, Ronderos, Rondiella y Ruenes.
Tenemos Arriondas en Parres, y Arriondo en Cabranes. Rondaliego,
lugar del Concejo de Carreño, que inspiró el práctico romance de don Nunno
de Rondaliego, voz bable equivalente a rondero o rondador, y también, al originario de Rondiella (en Llanes).
Rondero, Ronderos, en los concejos de Loangreo y Quirós. Las voces
ronda y rondalla tienen igual procedencia.
Ruenes en el concejo de Peñamellera, tiene igual significado que los
apellidos anteriores, y extrema semejanza con la voz bable rueñu, significativa del rodete de tela rehenchida para poner en la cabeza con objeto de suavizar y equilibrar mejor el peso de la carga.
Biografía de Julio Somoza
345
Ahora bien, la voz Arriondas con significación de rodeos, ¿tiene raíz o
etimología latina, o deriva directamente del nombre ibérico de la tribu
Arronidaeci?
De Arriondas a la voz castellana arrodeo no hay más que una leve
transcripción, y ambas pueden provenir del verbo rodar, lat. rotare, o del adjvo
redondo, lat. rotundus con el cambio natural y corriente de la t en d. Pero
¿cómo enlazar las voces rotarre y rotundus con el vocablo Arondaeci?
En tal supuesto me inclino a creer q.e la denominación Arriondas proviene directamente de la voz ibérica Arronidaeci, pues trasponiendo en aquella la y nos encontramos con la palabra Arronidas q.e tan gran semejanza
guarda con el vocablo de que tratamos.
Otra de las causas que nos llevan a no creer en el origen latino de
estos nombres es su misma estructura, y el correspondiente a gentes o tribus
habitadoras del territorio astur en época muy próxima a la invasión romana.
Un estudio detallado y analítico de las lápidas romanas en la notable obra del
Sr. Vigil, daría mucha luz a esta materia. Singularmente, en las encontradas
en los concejos de Parres, Piloña y Cangas de Onís, encontramos citadas a las
gentes o tribus de los Piniorum, Pembelorum, Ratrivarum Viromenicorum y
Albaidacorum. La gente Piniorum, se menciona en la lápida 1ª de Parres (obra
dicha, pág. 460), y siendo Pionia el nombre antiguo de Piloña, ¿no se deberá
a aquella gente el nombre del río, y el del territorio que este atraviesa? La
gente Pembelorum, citada en una losa funeraria encontrada en Collía (obra
dicha, pág. 301) mejor que a los habitantes de Pembes, en Santander, a donde
quiere llevarla el Sr. Fernández Guerra, creemos convenga a los de Pendás o
a Pen, situado entre las cuencas de Ponga y del Sella. La gente Ratrivarum, se
menciona en la lápida 2ª de Parres (pág. 460, loc. cit.). La gente Viromenicorum
en la lápida de Villamayor (Piloña) con la extraña particularidad de encontrarse en ella el nombre de Sigisamo (hoy Sasamón, provincia de Burgos, en
los Turmogos). Segisamo (escanear aquí) batió moneda ibérica, con iguales
tipos que Lancia y Medainum, y fue cuartel general de las legiones romanas
y punto de partida para la guerra cantábrica. Esta lápida, es muy interesante, por la circunstancia de no haberse podido interpretar debidamente sus
primeros renglones. Por último, la gente Albaidacorum se menciona en la lápida de Borines.
Aún queda un punto interesante por resolver. En el supuesto de que
Arronidicios y Coliacinos, fueron originarios de Arriondas y Collia, ¿cómo se
encontraban en el territorio de Aller? El voto de gracias a Júpiter por su salud
y la de los suyos ¿implicaba ausencia o separación? La ausencia de los lares,
podía ser temporal o indefinida. En el primer caso, los emigrantes podían ser
como nuestros modernos reyeros, tejeros y cesteros, industriales ambulantes o
Agustín Guzmán Sancho
346
temporeros. En el segundo (y es lo más probable) serían gentes sujetas a servidumbre o penosos trabajos en las minas y cuya libertad o retorno al hogar
sería punto menos que imposible. Más la invocación a la deidad Suprema de
los romanos parece desvanecer por entero aquella suposición y admitir que
no se trata de aborígenes ni de tribus subyugadas, sino de pueblos que profesaban la religión romana, y que se encontraban muy distantes de su tierra
natal.
Opine cada cual como estime oportuno: mas compruébese, a ser
posible, la procedencia de la lápida que cita Barros Sivelo.
Gijón, octubre de 1898.
JULIO SOMOZA453.
453
Suponemos que el destinatario de esta carta es Sebastián Soto Cortés.
Biografía de Julio Somoza
347
Sr. Dn Sebastián de Soto y Cortés
Mi estimado amigo:
Los tres botánicos Ruiz y Pavon, autores de la magnífica obra
“Flora Peruana y Chilena”
dedicaron a Jovellanos un género de plantas
JOVELLANA
de la familia de las Calcolarias, que es la q.e es la que viene diseñada
en el tomo 1º, página 12, iconografía 18.
Digo, me parece que es eso.
— Para lata al cabo de un año, es un poco larga, pero si me envía un
macón o puñadín de monedas antiguas, se la perdona su af.mo amigo
q.b.s.m.
JULIO SOMOZA.
Saludo respetuosamente
a su Sra. Madre, cuyo total
restablecimiento deseo.
Agustín Guzmán Sancho
348
Contestación a la impertinente insistencia de un Alcalde de monterilla de
tiempos de Felipe IV, que se puso pelma, hasta el 3er oficio.
Muy distinguido y respetable Alcalde:
Me ha sorprendido sobremanera su inesperado B. L. M. del 22 del
corriente, toda vez que, primero oficialmente, y particularmente, después, le
manifesté la imposibilidad absoluta en que me hallaba, de formar parte de
ninguna junta del Centenario de Cervantes. Las razones fundadas que para
ello, tuve y tengo, a continuación se las recuerdo:
Primera: la falta de salud, con prescripción facultativa de privación de
toda clase de trabajo mental.
Segunda: la edad, que créame ya a los setenta años, me invalida para
todo esfuerzo; creyendo (como no dudo un momento) que esta consideración, que ha bastado a otros para no asistir en la prosecución de su intento
merecerá de V. S. igual deferencia hacia mi cansada persona.
Tercera: mis estudios, que han sido, por lo general, de carácter histórico, de investigación, y arqueológicos; singularizándome en los jovellanistas,
más no en los “cervantistas”.
Cuarta: mi carácter, que ha hecho, que mis empresas literarias, y mi
trabajo, fuera siempre unipersonales, jamás colectivos, porque, ni nunca me
hice solidario de lo que otros afirmaran o negaran, ni jamás acepté el concurso ajeno para empresa alguna, bien convencido de lo deleznable y detestable que son las colectividades en nuestra tierra.
Quinta: La persuasión de que, en nuestro país, sobran cervantistas y
literatos, y escasean los jovellanistas o difundidores de la enseñanza, y propulsores del verdadero progreso patrio, en sus múltiples fases.
Por todo lo cual y por otras muchas causas y razones, que a su penetración y sagacidad no escapamos sírvase, por la presente comunicación, dar
por no aceptado el cargo con que se me brinda, y que declino, muy reconocido a su constante benevolencia, pero a la vez, muy firme e irrevocable en la
determinación que he tomado.
Con cuyo motivo, se repite de V. S. por tercera vez, su muy fino, deferente y respetuoso convecino.
q.s.m.b.
J. S. G. S.
23 de noviembre 1915454.
454
Biblioteca Asturiana del Padre Patac; FC 175.
Biografía de Julio Somoza
349
C.- ARCHIVO PARTICULAR DE D. FRANCISCO DE BORJA BORDIU
CIENFUEGOS-JOVELLANOS
Nbre. 27/908
Mi queridísimo Julio:
Lo primero que veo al abrir tu libro Gijón en la Antigüedad y en la Edad
Media es una expresiva manifestación muy de tu cariño, sobre las infinitas
con que has estrechado los lazos de nuestra vieja amistad.
¡Cuánto te la agradezco!
Y eso que en el estado de ánimo que me ha dejado la muerte de mi
infortunado hijo Braulio, todos los afectos me llegan a lo más hondo del alma
conmoviéndome de continuo vivamente.
Con lágrimas en los ojos leí la dedicatoria del libro, y con amor y
entusiasmo he hojeado después toda la obra. ¡Qué labor tan admirable! Aun
habiéndote visto, como quien dice, con las manos en la masa, no tenía idea,
ni de su extensión ni de su capital importancia.
Es el primer libro de Historia que se ha publicado sobre Asturias; y
serán contados los relativos a otras regiones que lo igualen.
Con cuánto placer he de ver que este juicio escueto mío lo confirmen,
tras detenida lectura, las Academias, y la gente docta y seria a cuyas manos
llegue. Y lo confirmarán sin duda alguna.
Yo he de leerlo aprovechando los momentos que me deja libres el trabajo abrumador que pesa sobre mí, y algo te diré sobre lo que en él aprenda.
Por de pronto puedo decirte ya, que, al hojearlo anoche, me detuve en lo que
dices relativo a los Castros colungueses, y me he alegrado del reparo que has
puesto a mis categóricas afirmaciones. Ni los Castros de Colunga, ni los de
Boal, ni el de Coaña, ni tantos otros como hay en la Montaña, en Asturias y
en Galicia son romanos, son todos prehistóricos, aunque alguno haya sido
utilizado por los romanos. Mi hijo Juan, que tiene comenzado un estudio de
castramentación, me ha convencido de ello con datos irrecusables. Lástima
que no se me haya ocurrido comunicártelos, para que hubieras podido desvanecer del todo el error de los que como yo los hemos considerado romanos. Aunque más imperdonable que el nuestro es el error de FernándezGuerra que los considera obra de los normandos.
Y termino por hoy.
350
Agustín Guzmán Sancho
Recibe felicitaciones del alma por tu obra, gracias muy sentidas por
el recuerdo tan cariñoso que en ella me dedicas, y la expresión de los afectos
con que abraza y quiere tu entrañable amigo.
BRAULIO (VIGÓN).
Saludos cariñosos a las chicas.
(Al margen de la primera plana se lee: “¿Dónde y quién vende tu
libro? Aquí hay pocos que lean y cerca de ellos se gestionaría que lo comprasen)” 455.
455
El papel es de luto con orla negra y lleva el membrete: Braulio Vigón. Colunga.
Biografía de Julio Somoza
351
Felipe Menéndez
Gijón
Villa Margot
28—11—08
Sr. D. Julio Somoza
Mi queridísimo amigo: Recibí ayer la obra que has tenido la bondad
y deferencia de dedicarme.
No sé cómo expresar mi satisfacción y mi entusiasmo, pues cuanto
dijera sería poco para manifestar los sentimientos que en mí produjo tu libro.
Ni pretendo hacer la crítica del mismo ni tú podrías conformarte con ella.
Para hacerla se precisarían conocimientos de que carezco y un profundo estudio de comprobación de la enormidad de datos en él acumulados. La labor
hecha, demuestra, a parte de las indispensables condiciones de talento y
dominio absoluto del asunto, una dosis de perseverancia, de fuerza de
voluntad y hasta de paciencia, que dudo pueda hallarse en otra persona que
no seas tú.
Sentiría en el alma que creyeras me guiaba al escribirte un móvil
interesado y que él me obligaba a tu adulación. Nada de eso. Si la amistad
que siempre te he profesado pudiera inclinar mi ánimo a admirar tus obras,
el temor de ofenderte con lisonjas me retraería de hacerlo.
Pero el sentimiento de amistad no ha de impedir el de la justicia y
éste me obliga a decir lo que pienso aún a trueque de ofender tu ya legendaria modestia —y ves cómo haces escuela ya, puesto que empleo palabras que
antes de leerte no me hubiera atrevido emplear— rayana en timidez.
Mis ocupaciones no me han permitido dedicar a Gijón todo el tiempo que se merece y he de dedicarle Dios mediante. Sólo he podido leer el prólogo y los dos primeros capítulos preliminares. Pero si fue poco lo que leí, fue
mucho lo que gocé y bien vale que te dedique algunos minutos la inmensa
satisfacción y el lícito regodeo que me ha producido la lectura.
No insisto por no caer yo mismo en el defecto que tan acertadamente señalas de enorgullecernos —los asturianos— con las glorias falsas o verídicas de nuestros paisanos. Que si en el presente momento son por lo de verídicas, justificados tales entusiasmos, tal vez olvide en otro el sabio consejo
que nos das y caiga en el pecado por falta de reflexión.
En cuanto al individualismo de nuestra raza, es tan exacto, que soy el
primero en reconocerlo y a pesar de ello en sufrir sus consecuencias, y creo
que está en el medio ambiente en que vivimos, porque personalmente, me
Agustín Guzmán Sancho
352
sucede perderlo en gran parte en cuanto salgo de Asturias. De todos modos
los defectos, señalados, serán siempre de más fácil corrección.
Y quien la merece por exceder los límites del abuso de paciencia para
contigo es tu más ferviente admirador pero sincero y leal amigo.
F. MENÉNDEZ.
Biografía de Julio Somoza
353
Gijón 8 de diciembre de 1908
Sr. D. Julio Somoza
Gijón
Muy estimado Sr. Somoza: Recibí y comencé a leer la obra monumental que perpetuará en las sagradas montañas asturianas el nombre de su
autor.
El colosal trabajo que supone (esto es lo de menos) y lo documentado de su argumentación (esto es lo de más) aún arrancándonos creencias históricas, caras ilusiones, agradables fantasías, merece un premio. ¿Qué premio
daremos al astur audaz que con el valor que da la ciencia arranca nuestros
transmontanos lauros para transportarlos a los astures augustanos? ¿Qué
premio?... La inmortalidad.
Gran trabajador y gran talento dirán nuestros futuros historiadores,
y gran hombre fue don Julio Somoza ¡lástima de un cierto deje joco-burlescodespectivo, diluido ente los renglones de su magna obra, que produce en las
paredes internas de los cascos cerebrales el efecto de un papel de lija!
Gracias mil, Sr. Somoza, y por el recuerdo de mi padre.
Su buen amigo y admirador q.s.m.b.
Ilegible. M. arb.no.
Agustín Guzmán Sancho
354
8 de dic. (10 noche)
Mi qdo. Julio: esta mañana, a las 11, me trajo Santiago tu preciosa
obra. Quedé encantado y me encerré mañana y tarde para saborear a solas
tan peregrina producción.
No hay quien te meta mano en hacer buenos libros.
Recibe mi cordialísima enhorabuena sincera y muy sincera porque
Gijón en la Antigüedad y en la Edad Media es un portento de erudición bien
aquilatada, clara, nada farragosa, y escrita con limpio, puro y elegante estilo
tuyo. Libros de tal suerte trazados y (ilegible), se ven raras veces; en España,
muy contadas.
Claro es que hay que volver a leer y releer los dos tomos, que han de
ser para siempre piedra de toque en los periodos que abarcan en relación a
nuestra historia.
En algunos capítulos, me has dejado confuso en los alcances de tu
crítica y conclusión...
Me ha hecho mucha gracia y me reí como un tonto —te lo aseguro, y
te lo perdono— entre los palos que repartes con otros, tu donoso comentario
a la inscripción de Fuentes (¿).
La edición es primorosa, pero me tocó un ejemplar mal doblado en
la pág. 21 (I) e interpoladas las págs. y debes repasar si hicieron lo mismo en
otros. Veremos como lo arreglan estos chapuceros libreros, que deben también ponerme tejuelas ad hoc.
Te repito mi felicitación de corazón y de alma.
Hace tiempo que no nos vemos. Andamos cada uno por su lado; tú
en vida más reposada y yo en febril movimiento; pero te aseguro la firmeza
de mi afecto; mi constancia de quererte, aunque tienes mal genio; y mi admiración de siempre proclamándote el primero entre los primeros de La
Quintana.
Te abraza.
FERMÍN.
Biografía de Julio Somoza
355
8 de dbre. (?) 1908
Sr. D. Julio Somoza
Mi queridísimo amigo Julio: Recibí la obra de Vd. que le agradezco
infinito, por ser para mí un recuerdo de inestimable valor.
Lo primero que hice fue ver la impresión de los dos tomos, que me
gustó mucho, Repito, lo que me sospechaba: es obra que no parece editada
en provincias por el esmero, limpieza, y buen gusto de la parte tipográfica,
que juntamente con el papel, edición de lujo.
Después, leí por dos veces con toda calma la obra, y está cómo yo
sospechaba también, planeada de modo admirable y original en extremo,
pues se separa por completo de lo vulgar. En cuanto al texto encontré muchas
novedades, y me ha gustado mucho, incluso el gran caudal de citas que aporta para mayor erudición, expuesto con suma claridad. Supongo que le habrá
quedado dolorida la mano de dar azotes, a unos con guante blanco, y a otros
con la mano directamente. ¡Pobres escritores, cómo los ha dejado Vd.!…
Hay Benjamín que no va a saber hacia que lado cae la estafeta de
Veriña, con tenerla delante de las narices. Esos probinos, en vez de molestarse, si tuvieren sentido común debieran agradecer a Vd. las finas lecciones que
para su ingénita ignorancia representan los azotes que Vd. les propina. Pero
¡qué han de entenderlo ni los gacetilleros, o mejor dicho, el gacetillero del
Fontán!... Seguirán escribiendo en percebe, para aumentar la incultura de las
gentes que los toma como dioses mayores del saber.
Está muy bien tratada la cuestión de Covadonga que seguramente
perturbará la digestión a más de cuatro canónigos de aquel cabildo, si meditan a cerca del gluten que tiene la demostración en todos sentidos y bajo
todos los aspectos de la negativa de la batalla y de Pelayo, que pulverizado
y maltrecho lo reduce Vd. a mito histórico. En este punto, ocúrreseme una
duda. Eliminada la figura de Pelayo, ¿cómo se prueba el arranco de la monarquía asturiana? ¿A qué caudillo, símbolo, persona, etc., hay que considerar
como primer Rey asturiano?
Admitido y conforme con que no hubo batalla de Covadonga, mas,
¿esto implica que no surgiera un hombre que aclamado caudillo se pusiera al
frente de un grupo de gentes para defender el terruño al saber que los árabes
invadían otras regiones de España? Esta actitud preventiva aparece siempre
en todas las convulsiones sociales, en lo antiguo como lo moderno, y con un
grado de actividad proporcional a los medios de comunicación para circular
las noticias, según los proyectos de los tiempos.
Fuera de esta duda, el resto de su magnífica obra, sólo merece alabanza, por la cual le felicito y doy mi enhorabuena que aunque sea pobre por
Agustín Guzmán Sancho
356
mi falta de autoridad académica, para apreciar debidamente todo su mérito,
no será seguramente la menos sincera de cuantas Vd. reciba.
Pasemos a otros detalles de la misma. El mimo día que recibí el cajón
con los ejemplares para La Lectura, sin más, que poner una etiqueta con dirección a Madrid, la envié al Sr. Marfil a su domicilio en gran velocidad, juntamente con las cuartillas de la crítica de la obra, recomendándole hiciese lo
que pudiera en favor de que las publique íntegras dicha Revista. De ellos, di
a Vd, noticia el mismo día por medio de postal.
A la hora que escribo a Vd. todavía no tuve acuse de recibo del Sr.
Marfil. Pero estoy seguro que la caja, y la carta están ya en su poder.
De Guernica, cero.
De Colunga, menos cero; es decir, que en el trabajo del Sr. Ruidíaz,
no existe litografía de Quintanilla ¡Me escamo de que sea pretexto negativo!
Pues señor, ¡el de Guernica, debe ser un braquicéfalo digno de estudio!, se ofrece espontáneamente a dar esos datos del gran don Alonso, y después se echa el cuerpo atrás, hasta dejarlo caer en la mayor descortesía, de
negarse a contestar a las cartas apremiantes que le dirigen.
Con todo esto, lo único que ha sacado en limpio, es demorar dos
meses la impresión del libro que sin falta empezaré a imprimirlo el 1º de
enero próximo.
La Opinión de Asturias, publicó una biografía en 3 columnas del conde
de Laviana.
El Heraldo de Madrid, una biografía política de R. San Pedro; y tercer
y última, y agárrese para no caer, la revista Asturias, del Centro de asturianos
de Madrid, publica en su último número un artículo de Balbín Unquera,
demostrando que hay en Asturias ¡200.000 hidalgos!!!...
Y conste que en los guarismos no existe errata alguna, porque repetidas veces, reproduce esa cifra.
Esto, como Vd. comprenderá, querido Julio, es el desmigue, como
diría el famoso Pepe Mesejo, refiriéndose a las consecuencias de la cuarta de
Apolo, para el público que después de la función padece de insomnio en
cafés, casas de..., etc.
Crea Vd. que es imposible la regeneración en este país, admirablemente pintado por Vd. en la sentida dedicatoria con que me honra en el ejemplar que envió de su obra. ¡El Conde de Laviana, con biografía, R. San Pedro,
200.000 hidalgos asturianos! ¡Horroroso, horroroso...!
Biografía de Julio Somoza
357
Hablando ahora de la familia, le diré que la Almendra no va peor.
Está sometida a duchas, a beber un vino ferruginoso francés, y toma unas píldoras, con todo lo cual, va mejorando por ahora. Veremos lo que esto dura.
El tiempo aquí, de sorbete. Debía nevar por los puertos altos.
No le canso más, que harto ocupado estará Vd. con sus estudios.
Reciba un abrazo de su afmo. amigo.
RAFAEL (FUERTES ARIAS).
Agustín Guzmán Sancho
358
Felipe Menéndez
Gijón
Villa Margot
9—12—08
Sr. D. Julio Somoza
Mi querido amigo:
Anoche he terminado la lectura del primer volumen de Gijón, porque mis ocupaciones son tantas que sólo puedo dedicarle las horas que éstas
me dejan libres.
Si las primeras impresiones de su lectura fueron agradabilísimas, las
siguientes llegaron a entusiasmarme hasta el punto de no poder dejar el libro
de la mano y esto es el más completo elogio que puede merecer de un profano en estudios históricos. Perdona que aún sabiendo herir tu modestia, te lo
repita.
Y por cierto que su lectura me impulsa a hacer algunas observaciones por si te parece tienen algún valor. Helas aquí:
En la nota 197, pág. 197, citas la obra próxima a publicarse del Sr.
Rodríguez Navas acerca de la lengua ibérica y sus analogías con los idiomas
germánicos, lo cual me trajo a la memoria un recuerdo con este tema relacionado y es el siguiente. En una noche del mes de septiembre de 1899 veníamos mi mujer y yo en un vapor de hacer una excursión por el lago de los cuatro cantones en Suiza y cerca de Lucerna ya se cruzó con el nuestro otro vapor
atestado de gentes que venían cantando alegremente y que, por ser domingo, supuse eran obreros. En el momento de cruzarnos lanzaron un ixuxú tan
fuerte, tan prolongado y tan semejante a nuestro grito asturiano, que mi
mujer y yo quedamos alelados, así, al oír en una país tan alejado del nuestro,
algo que nos recordaba la tierruca con tal intensidad. De otros vapores que
luego cruzamos y que llevaban igualmente mucho pasaje, salió también el
mismo grito, cuando pasaban cerca de nosotros. En el nuestro, el pasaje era
casi todo formado por turistas extranjeros que regresaban a Lucerna. Los
otros debían estar ocupados por sociedades corales que volvían de un concurso allí celebrado. Por eso, supongo, no se contestó del nuestro con igual
grito. Como esta parte de la Suiza es alemana, relaciono ahora el hecho acaecido, con lo que en tu libro indicas respecto a las analogías entre países.
En la pág. 339, Truvia, dices que la inscripción relativa al triunfo de
los Alpes se halla en la Turbia —La Turbie, estación invernal de gran lujo
hoy— citando la nota 18, y en esta... se dice que la inscripción se halla en el
Biografía de Julio Somoza
359
arco levantado en Aosta para conmemorar aquel triunfo. ¿He leído mal? ¿Es
error mío de comprensión? Quisiera fuere así.
En la pág. 344 citas la carta de Plinio a Mustio original traducido por
Jovellanos y que conserva Calisto en su poder. Me asombra de modo extraordinario que pueda ser original dicho documento, extrañándome más aún
que la familia en cuyo poder estaba se haya desprendido de él. Pero puesto
que tú no dudas en lo más mínimo de la autenticidad del escrito, menos ha
de dudar quien, como yo, desconoce en absoluto la diplomática.
Para terminar, he de señalar una omisión, que si bien es de muy escaso valor, puede herir susceptibilidades de personas que sé positivamente son
muy quisquillosas. Me refiero al índice bibliográfico apéndice en el cual no
se citan —como se hace en el texto (aunque atribuyendo a uno lo que es de
otro, en un caso solamente) varias veces— los folletos de Saint SaudLabrouche.
Perdona querido amigo que te haga perder lastimosamente el tiempo leyendo mis insulseces; y cree, que si lo hago, aún sabiendo que abuso de
tu bondad bien conocida, es sólo para demostrarte cuánto me interesa tu obra
colosal que cada vez admiro más.
Tuyo siempre de corazón.
FELIPE.
Agustín Guzmán Sancho
360
Madrid 24 dbre. 1908
Sr. D.n Julio Somoza
Mi querido amigo: dispense que no le haya escrito antes porque me
tiene muy preocupado el mal estado de salud de mis hermanos estando dedicado exclusivamente a su cuidado.
He recibido su libro Gijón en la antigüedad y en la Edad Media que ha
tenido Vd. la bondad de regalarme por lo que le doy las más expresivas gracias y la más cordial enhorabuena por el brillante éxito que tan erudito e interesante trabajo ha de tener entre los que amamos el pasado de nuestra región
Astur. Cuando me decía Vd. en su última epístola que llevaba escritas mil y
pico de cuartillas de su historia gijonesa me extrañaba que la desconocida
urbe de la época romana y la desierta villa de la Edad Media pudieran ser
motivo de un trabajo tan extenso; y es que Vd. se ha salido de los estrechos
límites de su recinto y extendido su estudio a todo el país comprendido entre
el Eo y el Deva, y entre el mar y los montes Erbarios, ilustrando de modo
admirable aquellos oscuros periodos de la dominación romana y de la
monarquía restaurada.
Como en sus publicaciones jovellanistas vierte Vd. una erudición
inmensa que no sé cómo ha podido Vd. adquirir viviendo en una localidad
donde abundan los talleres pero no las bibliotecas y los archivos, teniendo
que ir a buscar lejos los innumerables datos históricos que avaloran su hermoso libro.
No hay obra por perfecta que sea que no tenga alguna falta, lo que
no atenúa su mérito, y amparándome en su indulgencia me atrevo a decirle
que alguna de sus afirmaciones arqueológicas carecen de fundamento. Para
que Vd. se convenza de que la iglesia de Santianes como las erigidas por
Alfonso el Casto: Sn. Tirso, Sta. María del Rey Casto y Santullano eran o son
de planta basilical, por consiguiente, de tres naves; tengo el gusto de enviarle y ofrecerle el tomo I de la hermosa obra de mi amigo Lampérez, con cuyas
ideas estoy identificado. En ella verá Vd, el plano y alzado de la basílica de
Santianes que conserva casi intactas las tres naves con las pilastras y arcos
que las separaban.— El tomo 2º de esa magnífica historia del Arte religioso
en España está en publicación y cuando salga a la luz se lo remitiré a Vd.
Reitérole, mi sabio amigo, la enhorabuena por su magnífico libro, y
sabe que de veras le estima su siempre afmo. amigo y s.s.q.s.m.b.
FORTUNATO SELGAS.
Jorge Juan 6. 2º.
Biografía de Julio Somoza
361
24 dbre. 1908
Sr. D. Julio Somoza
Queridísimo e inolvidable amigo del alma: Hace tres días que el
librero Suárez me remitió su verdadera obra monumental acerca de Gijón.
¡Qué doble empresa tan grata!
Y digo doble, por ser de Vd., a quien olvidar sería para mí imposible,
y por ser la obra que es: de verdadero benedictino. No vaya Vd. a imaginar
que pienso hacer el análisis crítico de ella. Eso será para más despacio, y en
ocasión de hacer mejor letra; porque escribo esta casi a oscuras, por mor de la
luz eléctrica que no acaba de venir, y el correo tiene que marchar.
Pues... como decíamos ayer: no le olvido, le sigo queriendo, y aquí me
tiene Vd. después de once años de vida madrileña, con algunas canas más, y
algunas mayores y más blancas por dentro.
Diga Vd.: ¿pero es verdad que la obra esta se ha impreso en Gijón?
Diga Vd. a esos cajistas, que son unos héroes; aunque más héroe es el autor a
quien Dios conserve los años que yo diga para gloria a las letras eruditas, y
para alegría de sus buenos amigos, entre los cuales (pido la palabra) pienso
contarme el primero.
¿Dirá Vd. que estoy de Pascuas? Que Dios se las conceda más alegres
que las mías.
Y... hasta que vea de nuevo su letra, que entonces hablaremos.
Suyo, suyo y suyo.
P.e MIGUÉLEZ.
P. D.: Ahora mismo llega la luz eléctrica. ¡Buenas noches!... Un saludo tan respetuoso como afectuoso a toda su familia.
Agustín Guzmán Sancho
362
21 — León — 21
Sr. D. Julio Somoza García Sala
Madrid, 25 dic. 1908
Muy Sr. mío y de toda mi consideración y estima:
Hace algunos días llegó a ésta s/c su muy preciada obra en dos volúmenes Gijón en la historia general de Asturias apreciándola en mucho yo y agradeciendo la dedicatoria del ejemplar que he leído con sumo interés y no escaso provecho. El pensamiento fundamental de revisión de la historia antigua
y medieval de esa ciudad será fecundísimo en resultados, que el tiempo irá
despejando y ampliando, conforme grandes inteligencias y despreocupadas
como las de Vd. en ello se emplearen sin otra mira que la de asentar la verdad a la luz de los monumentos y documentos auténticos.
En el boletín de la Academia si ella me lo confía, verá Vd. el dictamen que el examen de tamaño trabajo me ha sugerido. Espero que su continuación, abarcando la historia moderna de la ciudad, acreditará una vez más
el acendrado patriotismo del que hace Vd. profesión y ha menester la historia de esa ciudad nobilísima.
Deseándole felices Pascuas de Navidad y entrada de año nuevo, me
reitero de Vd. agradecido y afmo. S. A. y C.
q.b.s.m.
FIDEL FITA.
[En la última plana de esta carta Somoza anotó el siguiente borrador
de carta]:
Por ahora, no me será posible continuar la historia de la ciudad hasta
nuestros días; pues he contraído el compromiso de terminar la primera obra
q.e anuncio en la ult.ª pág. del libro y tengo preparados algunos materiales p.a
la obra acerca del Carácter asturiano.
Todo se andará, Dios mediante, si la salud ayuda, y el esfuerzo no
decae.
Mi amigo el Dor Serrano, lleva un ejemplar p.a la Academia, no siéndome posible cumplir con todos sus miembros (como deseara) por lo limitado de la edición.
Agradezco a Vd. su felicitación de Pascuas. Acepte cordialm.te la mía,
con mil prosperidades p.a el año entrante, y la seguridad del afecto con q.e me
repito de Vd. devotísimo servidor y amigo
q.s.m.b.
Biografía de Julio Somoza
363
Madrid, 29 de diciemb. 1908
Querido Julio. He recibido tu monumental obra titulada Gijón en la
antigüedad y en la Edad Media, que me ha producido gran impresión. Es un trabajo verdaderamente titánico y digno de un asturiano de cepa.
Como historiador parece que participas del parecer de los que niegan la epopeya de Covadonga. ¡Lo siento! Debemos sostener la tradición
para mayor gloria de la patria. San Juan, el único Evangelista que presenció
los detalles de la pasión y muerte de Jesús, no habla una palabra de la institución de la Eucaristía en el momento sublime de la cena. San Mateo que
también estuvo en la cena, es el primero que nos ha revelado este misterio.
¿Quién tiene razón, el que lo cuenta porque sucedió, o el que calla porque no
ocurrió semejante cosa? Los otros Evangelistas, siguen la tradición que les
enseñó San Mateo, y si este mintió, como si hubiera dicho la verdad: Jesús
instituyó la Eucaristía. Lo mismo ocurre con Covadonga: la cueva existe, los
riscos son inaccesibles, los astures eran feroces, los moros estaban quebrantados ¿a qué extrañarnos que ocurriera aquel desastre a los muslimes y alcanzaran aquel triunfo los cristianos? Si quitamos la Eucaristía quitamos a la religión de Jesús su espiritualismo, y si quitamos a nuestra historia la epopeya
de Covadonga destruimos la grandeza de la reconquista. ¡Julio, no quites ilusiones, que las ilusiones son el encanto del alma!
Todo el resto de la obra me ha gustado muchos, admirando tu
paciencia investigadora que me ha ilustrado en muchas cosas que ignoraba.
Recibe las gracias, la felicitación y un estrecho abrazo de tu viejo
amigo que nunca te olvida por lo mucho que vales.
EDUARDO.
Agustín Guzmán Sancho
364
Orense, 29 de dbre. 1908
Sr. D.n Julio Somoza
Mi queridísimo amigo:
Don Ricardo Rodríguez me ha entregado el ejemplar que Vd. tan
cariñosamente me dedica, de su magna obra Gijón en la Historia general de
Asturias, y no he querido acusar a Vd. recibo y darle las gracias hasta no
haberla leído por entero.
No necesito decir a Vd., porque conoce bien mis aficiones literarias,
el creciente interés y el subidísimo deleite con que habré recorrido sus páginas, tan repletas de onda y selecta erudición, y tan sugestivas por lo certero
y donoso de la crítica y la novedad, valentía y atrevimiento de los juicios.
Bajo el primer respecto, tengo para mí que no se ha publicado en
estos últimos tiempo obra alguna de historia crítica que con la de Vd. pueda
compararse. Asombra el número y la calidad de los autores que Vd. ha puesto a contribución, para fundamentar sus afirmaciones y derramar hoz y más
hoz sobre los puntos dudosos y obscuros y sobre los hechos controvertibles.
Es su obra de Vd. un arsenal inmenso de riquísimos materiales al cual acudiremos a cada paso los amantes y cultivadores de esta clase de estudios,
bendiciendo la mano que con tan abundancia y largueza los ha acumulado y
puesto a nuestro alcance.
Pero, al propio tiempo que aplausos y parabienes, no faltarán a Vd.,
amigo mío, agrias censuras y airadas impugnaciones en lo que se refiere a
Pelayo, Covadonga, la Cruz, etc., etc.; y es seguro que no le perdonarán a Vd.
—sobre todo sus paisanos— el que en vez de limitarse a podar, con su cuenta y razón, el frondoso árbol de la narración legendaria, lo haya arrancado
Vd. de cuajo, descargando tajos y mandobles sobre el relato de Sebastiano,
como el Ingenioso Hidalgo (dirán los impugnadores) los descargó sobre el
retablo de Maese Pedro, no dejando en él títere con cabeza.
¡Y qué linda y donosamente fustiga Vd. a sesudos escritores, a quienes habíamos convenido en tener por intangibles! La verdad es que toca en
lo risible la seriedad con que presentan a Pelayo como admirable estratega,
etc., etc. pintando la batalla como si la estuvieran viendo. Y es, amigo Julio,
que hoy, como en tiempo de Quevedo, la piadosa o heroica leyenda, el viejo
y anónimo romance y las bellas ficciones de la dulce poesía tienen tal encanto y atractivo, de tal modo se han convenido en ver en ellas un rico fondo de
verdad, que bien puede volverse a preguntar con el gran satírico:
“¿No ha de haber un espíritu valiente? ¿Siempre se ha de sentir lo
que se dice? ¿Nunca se ha de decir lo que se siente?”.
Biografía de Julio Somoza
365
Apercíbase Vd. a la polémica. Su obra de Vd. será discutida, pero
quedará, sí, estoy seguro de que quedará, y que en ella encontrarán no poco
que aprender los mismos que la combaten.
Reciba Vd. mi más cordial enhorabuena, y con ella las gracias por las
frases que, al citarme, me dedica, y el apéndice en que me honra, reproduciendo mi reseña y comentarios de la tésera e hospitalidad de los Zoelas; que
honra, y muy grande es para mí figurar de tal modo en libro llamado a vivir
más que los pobres míos.
Nuestro Boletín de la Comisión anda mal, no por falta de original,
sino de impresor. Sólo uno de los que aquí hay puede imprimirlo como es
debido, y por una serie de contratiempos no podemos contar con él para la
publicación en tiempo oportuno, por lo cual tendremos que tomar una determinación para el año próximo.
Venga pronto el catálogo numismático que Vd. anuncia. De él y del
libro me ocuparé en el Boletín, si acordamos ensanchar el círculo en que
ahora se mueve, como yo he propuesto. Concretándose a la arqueología de la
provincia, es muy difícil su sostenimiento, pues con el tiempo se van agotando los asuntos.
Y basta de epístola, que ya va siendo demasiado larga. Que tenga
Vd., mi querido amigo, muy felices Pascuas y buena entrada de año, y allá le
va un apretado y cariñoso abrazo de su amiguísimo.
MARCELO MACÍAS.
Agustín Guzmán Sancho
366
5 enero 9
Sr. D. Julio Somoza
Muy distinguido amigo: con un placer, que puedo decir de emoción,
recibí hace pocos días su obra.
No quise escribir a Vd. antes de haber entrado páginas adentro en su
lectura, y ahora que así lo hago, y haciéndolo de tal modo juntamente aprendo y me deleito, le debo y le expreso cordial testimonio de mi admiración y
mi gratitud.
Siento por mi tierra asturiana amores que más se ahondan en el alma
con el correr de los años y el pasar de mi vida. El libro de Vd. parece que
viene a remozarlos con la vitalidad de tan amplia sabiduría.
Haré que La Lectura rinda a su hermosa obra los honores que se le
deben. Yo también quisiera hablar de ella en América.
Le doy gracias como amigo y como gijonés. Y le saludo con toda consideración.
b.l.m.
FRANCISCO ACEBAL.
Biografía de Julio Somoza
367
Avilés, 9 enero 1909
Sr. D. Julio Somoza
Gijón
Muy distinguido señor mío:
Tengo un especial gusto en felicitarle por el reciente nombramiento
con que le honra y se honra al mismo tiempo el culto pueblo de Gijón que
haciéndole a Vd. justicia le hacen Cronista de dicho pueblo y su concejo.
Yo que le cogí cariño por su tan distinguido trato social, soy de los
que creo que la digna corporación de ese Ilustrado Ayuntamiento ha tenido
un acierto digno de toda ponderación porque supo interpretar fielmente los
unánimes deseos de todas cuantas personas tuvimos la suerte de tratar al
cariñoso señor Somoza.
Le desea dichas sin cuento e inacabables felicidades el que es de Vd.
afsmo. s.s. q.s.m.b.
MANUEL CARREÑO.
R/C Marqués P. Del Río nº 16
(A ésta contestó Somoza con esta otra)
Mi cariñoso amigo Carreño:
Le agradezco en el alma la sincera y leal manifestación de verdadero
afecto que me trasmite en su carta de ayer, y que considero más bien como
prueba de su bondadoso carácter, antes que porque me imagine acreedor a
ninguna alabanza.
Vd. sabe muy bien, que estas distinciones municipales, ni dan ni quitan
méritos literarios, ni de ningún género; otro tribunal más alto y más severo
es el que ha de pronunciar el fallo de mis merecimientos, si por acaso tuve
alguno.
Todos los que aman y con intensidad a su patria, y se dedican a
investigar su historia, le deben un libro; yo le consagré el mío con el mejor
afecto y perseverante estudio; mas si con acierto o no, díganlo otros, y mejor
que nadie la posteridad.
Renovándole a Vd. la expresión de mi viva simpatía, y deseándole
salud completa y prosperidad sin cuento al lado de su esposa e hijos, sabe es
suyo verdadero e invariable amigo, que mucho le estima.
Agustín Guzmán Sancho
368
Enero 24/1909
Sr. D. Julio Somoza
Querido Julio: Por mi cuñado que te entregará esta, recibí tu libro
Gijón en la Historia General de Asturias que has tenido la atención de dedicarme. El interés y aprecio grandes que para mí tienen todas las obras, se
aumenta en esta por su asunto que poderosamente me atrae. Enterado por ti,
el pasado verano, del plan del libro y de su espíritu, estoy seguro que me ha
de deleitar su lectura; de lo que de ella saque hablaremos a su tiempo; y sólo
deploro que, dedicado hace tantos años a la vil prosa del protocolo, no he de
poder apreciar todo el mérito de las laboriosas investigaciones.
No por esperado, estimo menos el regalo: siempre te acuerdas de mí;
y esto lo traduzco como una manifestación de nuestra antigua amistad que
tanto aprecio.
Me enteré del acuerdo del Ayuntamiento de Gijón respecto a la obra,
escaso premio para lo que debiera ser; pero sabiendo cómo las gastan en ese
pueblín de comerciantes, hay que estimarlo en mucho, y por ello te doy también por el éxito que seguramente tendrá el libro, entre los que saben leer y
pueden juzgar lo que leen.
Repitiéndote las gracias por tu obsequio, para mí estimadísimo, allá
mi cariñoso aplauso por tu obra, si más cordial, menos autorizado que el que
merezca al mundo literario, y mi enhorabuena por las satisfacciones que su
confección te habrá proporcionado.
Tuyo amigo devotísimo que te abraza.
VÍCTOR G. DE LA CRUZ.
Biografía de Julio Somoza
369
Senado
Particular
Madrid 4 de febrero 1909
Sr. D. Julio Somoza
Mi muy estimado amigo y compañero: ante todo, doy a Vd. las gracias más cordiales por el valiosísimo regalo de su importantísima y verdaderamente monumental obra de Gijón en la historia general de Asturias, que recibí por conducto de nuestro buen amigo don Vicente Serrano. Es un trabajo de
primer orden, por el cual felicito a Vd. con toda el alma.
Mi mala salud fue causa de que tardase, bien a pesar mío, en escribir
a Vd. Llevo una larga temporada enfermo de algún cuidado, viéndome, a
veces, en la necesidad de renunciar durante muchos días a las tareas habituales.
Mi mujer le recuerda a Vd. perfectamente, como uno de los mejores
amigos de sus hermanos Manolo, Paco y Serafin (?). De estos el único que
aún vive es el último, recluido hace un año en el manicomio de Reus como
consecuencia de una afección incurable de la médula. De los tres hermanos
menores sólo vive Miguel (casado, con 8 hijos), Oficial de la Delegación de
Hacienda de Lérida; Juan y Emilio murieron jóvenes. Rosa, viuda hace 12
años, habita en compañía de Miguel; hace poco pasó una temporada con
nosotros.
Tanto ella, como Esperanza, me encargan salude a Vd. en su nombre,
y yo tengo sumo gusto en expresar a Vd. mi estimación y afecto, quedando
muy suyo buen amigo.
EDUARDO DE HINOJOSA.
Agustín Guzmán Sancho
370
Sr. D. Julio Somoza
Mi distinguido amigo y paisano: me traen ahora sus dos nutridos
volúmenes sobre Gijón, y los hojeo con sumo interés, viendo en ellos suscitados y tratados tantos problemas de la mayor importancia para las antigüedades de Asturias en general.
Estudio con especial atractivo los párrafos que Vd. dedica a la etnografía antigua, deseando hallar en los rasgos modernos dialectales y folklóricos coincidencia hace tiempo buscada por mí.
Mucho le agradezco el envío de su publicación, fruto de su mucho
saber y consagración a las cosas de Asturias, y me repito como siempre de
Vd. afectísimo amigo y coterráneo.
R. MENÉNDEZ PIDAL.
Ventura Rodríguez 21.
Biografía de Julio Somoza
371
Sr. D. Julio Somoza
Muy señor mío y de toda mi consideración más distinguida: Me
tomo el atrevimiento de enviarle mi más humilde pero sincerísima felicitación, con motivo de la publicación de su gran obra, la que leo con sumo
deleite.
Aprovecho gustoso la ocasión para reiterarle el testimonio de su respeto, su aftmo. s.s.
q.l.b.s.m.
FRANCISCO LÓPEZ VALDÉS.
(A LA QUE CONTESTA SOMOZA CON OTRA CUYO BORRADOR DICE:)
Sr. D. F.L.V.
Muy distinguido señor mío:
Le agradezco vivamente la sincera felicitación que me envía por la
publicación de mi última obra, estimándola, no por lo que a mí pueda alcanzarme en la interpretación de los hechos históricos, sino más bien por el motivo que la inspira, que es el amor a la tierra y a los recuerdos del pasado y del
hogar, que vive en nuestros pechos como fuente de inspiración eterna, y
como prolongación del entrañable afecto con que la amaron nuestros padres
y antepasados.
Agradeciendo muy de veras su espontáneo y franco testimonio, con
tanto mayor motivo, cuanto que no tengo el gusto de conocerle personalmente, quedo de Vd. muy
afmo. s.s. q.b.s.m.
V
PORTADILLA
Cuando a la terminación de la funesta guerra antillana y del
Archipiélago filipino (a las que fuimos insidiosamente arrastrados por la brutal codicia del pueblo yankee) regresaron a la madre Patria nuestros sufridos
soldados, dando un ejemplo de abnegación y disciplina que no lograron
alcanzar los de otras naciones europeas muy envanecidas y pagadas de su
superioridad intelectual, prodújose en los ánimos una doble reacción, no por
encontrada menos natural, de aplanamiento y depresión en unos, de enérgica concentración y actividad en otros. Conceptuaban los primeros por imposible, nuestra resurrección; y avizorando el peligro aprestábanse de nuevo a
la defensa aquellos otros espíritus varoniles cuyo vigor no desmaya jamás,
aun en las mayores contrariedades de la vida.
Acumulóse en España, con aquel infausto suceso, una masa considerable de Oficialidad excedente, producto de los dos ejércitos de América y
Filipinas, designados, no muy gráficamente con la denominación de repatriados. Las variadas condiciones en que volvieron, hicieron por multitud de circunstancias, que tomaran muy diversos y extraños rumbos. Enfermos unos
de cuerpo y espíritu, fueron a buscar remedio a sus quebrantos en la soledad
y el aislamiento, vegetando tristemente en recónditos parajes. Abandonaron
otros la carrera militar, persuadidos de que ningún porvenir les esperaba
ante la influencia avasalladora del número, buscando en particulares ocupaciones el medio de atender a la subsistencia de su familia. Quedáronse
muchos a la expectativa. Y temerosos otros de que una forzada inacción les
arrastrase a la ociosidad, buscaron en el estudio un alivio contra la primera,
y un preservativo de la segunda.
Préstase la vida militar por la responsabilidad de sus cargos, por sus
obligaciones y deberes, por la movilidad de su destino, y por el continuo
trato con diversidad de tipos, caracteres, pueblos y localidades, a gran caudal de observaciones. Y si en lo antiguo, lo opuesto y aun violento del contraste, daba a los escritos de estos observadores, mayor originalidad y extensión en el conocimiento, la uniformidad de la vida moderna, ha hecho que
aquellas observaciones, ganaran en profundidad y análisis, lo que en extensión y originalidad perdieron.
Pero, a parte de esto, en los escritos de los militares, cuando no se
contraen a lo propio de su instituto, vive y palpita en ellos una nota siempre
374
Agustín Guzmán Sancho
simpática a todo corazón generoso y grande: el sentimiento elevado del amor
a la Patria. Por más que ridículos y utópicos escritores, soñadores filósofos y
obtusos demócratas, presuman que se borrarán las fronteras, y el amor universal lo invadirá todo, perseverará siempre a despecho de ellos, el amor al
hogar y al término donde aquel está enclavado, las tradiciones de raza y la
forma étnica del lenguaje, cuya nativa e inmanente fuerza no se alterará ni
por ningún real decreto, ni por cuanto esfuerzo intelectual condensen filósofos y teorizantes en el transcurso de los siglos.
Entre los que vistiendo el honroso uniforme de la Milicia, regresaron
a España de América con meritoria hoja de servicios, cuéntase el autor de este
modesto libro, asturiano por su patria, hijo de la nobilísima Oviedo, de abolengo literario por su familia, y cuyo apellido se registra entre los de más
esclarecido linaje en los anales de Asturias y León. Hijo del preclaro escritor
ovetense, Máximo Fuertes Acevedo, cuyos méritos y autoridad en materia
científica y literaria, no soy yo llamado a discernir, y señalado entre sus contemporáneos por doctísimo, en cuanto se refería a Asturias.
Destinado a Aranjuez a su regreso a España, para formar parte de las
Comisiones liquidadoras de cuentas de los Ejércitos de Ultramar, abandonó
pronto la ingrata y mecánica tarea oficinesca de la contabilidad, para buscar
expansión a su espíritu en más elevadas regiones.
Trasladado a Asturias, llamóle poderosamente la atención la transformación que sufría su país natal y se dedicó a estudiarle. Ningún punto
mejor para ello que aquel en que fijó su estancia, el primer puerto marítimo
del Principado, la villa del Cantábrico por excelencia, la ciudad desierta del
siglo décimo, el símbolo parlante de la moderna industria asturiana, Gijón en
fin, que en diversas fases históricas había pasado de pueblo pescador y agrícola a centro comercial; de aquí a digno representante de la industria fabril,
y por último aspiraba a levantarse con el cetro y la supremacía del Poder
Hullero, cautivaron su entusiasmo, animándose a dedicarle un libro. Pero
indagando y examinando las causas que produjeron este cambio tan radical
en su país nativo, tuvo que reconocer, que también otras localidades y otros
centros habían aportado considerables fuerzas a esta evolución poderosa. Si
las primeras fábricas se establecieron en Gijón, si aquí nació el primer ferrocarril carbonero y la primera carretera provincial; si se diputó su puerto por
el primero de refugio del litoral astur, y ninguno le aventajaba para la exportación de carbones... Oviedo, Avilés, Mieres, Langreo y cien localidades más,
no se quedaban a la zaga en la colosal empresa. En Gijón convergían todas
las fuerzas: cuantas aquí no se originaran, había que estudiarlas en sus orígenes y centros productores.
Biografía de Julio Somoza
375
Motivo fue éste bastante, para que el Señor Fuertes Arias ampliara su
trabajo. Los pasos dados para conseguirlo, el acaparamiento de datos, los
viajes, circulares, consultas y conversaciones sostenidas, la información en
libros, folletos, memorias, etc., etc. no son para contados, ni al lector le importan gran cosa; sobre que parecería que el prologuista adelantaba este mérito,
para captarse la benevolencia pública. Nada de eso. Quienquiera que se haya
metido en semejante berenjenal, harto sabe ya a qué atenerse sobre la materia, y el que no, que lo ensaye, y adquirirá una dosis de paciencia y de saber
práctico equivalente a un Curso completo de Ciencia experimental.
Si a cada región de España se aplicara la lente para observar minuciosamente su desarrollo, y las observaciones practicadas se recogieran por
quien pudiera y supiera hacerlo, exponiéndolas después clara y modestamente al público en lectura sazonada y económica, algo más se adelantaría
que con cuantos Informes se piden a Gobernadores, Fiscales, Jueces,
Subdelegados y Comisiones. Del calibre de este librillo quisiera yo uno para
cada provincia de España. No es que niegue al elemento literario, civil y político, condiciones y medios de información suficientes, porque afirmación
semejante, equivaldría a negarme a mí propio. Es que (salvo mejor opinión),
hallamos en el Informe civil, jurídico y gubernativo, mucho de rutina curialesca y de prosaísmo huero. Entre la información pedida a un médico, a un
ingeniero, o un militar experimentado, y la pedida a un hombre de oficina,
bufete o cátedra, hay una distancia muy perceptible. Los tres primeros, viajan; y el médico que ha estado en campaña, en navegación, en hospitales, en
epidemias, etc. informa de muy distinta manera que el que hace vida sedentaria, y hasta rutinaria. El ingeniero viaja mucho, su lectura es enciclopédica,
y observa y compara como pocos. El militar, por su cultura y estudios, por el
hábito de la obediencia, y por el prestigio de su nombre, así como por el contraste que de continuo presenta a su vista la disciplina de su instituto, con la
desobediencia en los demás órdenes civiles, tiene un modo de apreciar las
cuestiones mucho más conciso y severo, a parte de que nunca le impulsa la
idea del lucro, la pedantería del leguleyo, y la mala fe del curial.
Con lo dicho, se imaginará por alguno que trato de hacer en la precedente digresión, el panegírico de mi amigo, autor del libro, deprimiendo a
las clases y ensalzando a otras, pero... yerro y absurdo semejantes no caben
en ningún cerebro medianamente organizado. Conozco los fueros de la opinión pública, como el primero; y la mía particular, con las salvedades dichas,
no tendrá más valor, que el que los espíritus imparciales quieran concederle.
Para desgracia nuestra, el desnivel intelectual de España es enorme
y puede afirmarse sin hipérbole que en España no se lee. Quiero significar en
esta afirmación que lo que se lee no se digiere, o por la precipitación conque
se lee, o por lo indigesto de la lectura. Que lectura indigesta y malsana, es,
376
Agustín Guzmán Sancho
por lo general, la de casi todos nuestros periódicos ya avezados al plato fuerte sensacional o a la información volandera y ridícula. Las Revistas quedan
reducidas a muy restringido círculo: y por lo que atañe a los libros, baste
decir que los baratos son malos (exceptuando, naturalmente, los de los escritores de primera línea); y los útiles caros, lo que proviene de dos causas: una,
la carestía de la impresión, por desconocimiento natural en los escritores
españoles de la estructura económica en la confección natural de libro, y otra,
de la codicia absurda de los libreros, que aún cobrando una comisión enorme en la venta de los libros, ignoran en absoluto su valor en el mercado como
producto intelectual456.
Pero es inútil que prosigamos en este camino. Ya lo advirtió concienzudamente Jovellanos, señalando el remedio a tan hondo mal. El medio de
promover la prosperidad nacional, es el de aumentar nuestra cultura, de la
cual es base indispensable la difusión de la instrucción pública. Por nuestra
parte, agregaremos, que amén de otros daños, el sistema parlamentario
vigente en nuestra patria, es uno de los más funestos obstáculos para el desarrollo de la Instrucción: porque, preocupados los Ministros preferente y constantemente de la vida parlamentaria, es imposible de todo punto que puedan
dedicar su atención, tan intensamente como el asunto lo requiere, al desarrollo de la cultura intelectual de la Patria.
El reconocimiento de esta verdad, está patente en el enorme fárrago
de lo legislado sobre Instrucción Pública, y en los proyectos tantas veces promulgados como fracasados de reformas en la Ley de enseñanza. Al llegar a
este punto, viene sin querer, a nuestra memoria lo sucedido al General
Córdova durante la primera guerra civil. Exasperadas las pasiones, desconcertados los Ministros, disparatados los políticos, y más desorientados que
nadie los periodistas, al ver el incremento que iba alcanzando la insurrección,
tomaron estos un acuerdo unánime: excitar el amor propio del General en
Jefe para que de una vez diera una gran batalla en toda regla a los carlistas, y
acabara de una vez también, con aquella vergüenza nacional. Y aquellos hueros periodistas, tan hueros como los del día, sin saber una jota de estrategia,
ni arte militar, ni aprovisionamiento de tropas, ni estado de fuerzas, ni de
parques, ni de municiones; sin conocer ni geográfica ni topográficamente el
país donde se operaba, ni la fuerza moral con que contaban los insurrectos,
ni su pericia en el conocimiento del terreno y de la guerra de montaña; sin
saber si había recursos económicos ni de donde habían de salir para avitua456 Citaré como ejemplo, el de un librero de la Corte (y de los de nombradía) que tuvo la
brillantez de pedir el cuarenta por ciento de comisión en cierta obra. Siendo el precio de ésta,
de cinco pesetas, cobraba modestamente dos, por tenerla en su tienda. Tan descabelladas
pretensiones, explican la determinación del insigne Galdós, constituyéndose en editor de
sus propias obras. (Nota de Somoza).
Biografía de Julio Somoza
377
llar el ejército y municionarle; sin considerar que una gran masa de tropa
acumulada tras penosas marchas en la estación lluviosa, y en país completamente hostil, no sólo era de muy difícil movilización, sino que ésta traía aparejada consigo el grave peligro de desguarnecer otras comarcas donde el carlismo tomaba incremento, como el Maestrazgo y Cataluña; sin saber... una
palabra de nada (como nuestros actuales gacetilleros, cronistas, corresponsales
telegráficos, relatores —no siempre han de ser reporteros— y demás gentecilla457
del llamado por ironía cuarto poder)458, pretendieron en sus insustanciales
escritos, nada menos que dar lecciones al ilustre general Córdova.
Lo propio acontece hoy con la Instrucción Pública. Ni cien corporaciones, ni Parlamento, ni Senado, ni Gobierno, ni Prensa, valen, ni llegan, ni
sirven para una empresa tan colosal, que necesita del concurso de la inteligencia y del dinero de todos. Fuerzas y grupos aislados, sin cohesión, sin
plan, sin estudios, pretenden resolver problema tan magno, en un país como
el nuestro, por medios empíricos o rutinarios. Imagina el Gobierno que con
dictar programas, y promulgar leyes y variar el sistema de pago a los maestros, ha resuelto el problema; creen los Ayuntamientos y Corporaciones, que
con nombrar comisiones, tribunales de examen, juntas inspectoras; y crear
medallitas, diplomas y premios, han dado un gran paso. Sueñan muchos particulares, que con hacer edificios suntuosos, y dotarles de material científico
con arreglo a los últimos adelantos, que han terminado su misión individual.
Pedagogos y maestros de ciertas ínfulas, hacen estribar en sus mal hilvanados librillos, el adelanto de sus alumnos, pero, como advierte con singular
tino el Señor Fuertes Arias, nadie se ocupa en crear, formar e instruir al
Maestro, que es la clave y resorte principal de toda esta máquina. No hace
muchos años que escribía en idéntica forma de argumentación, la ilustre y
respetable Señora de Arenal a propósito de la famosa Cárcel llamada modelo:
el edificio conforme a los últimos adelantos (muletilla en voga), las condiciones
higiénicas, de emplazamiento material, etc. inmejorables, el menaje adecuado al objeto, pero... ¿dónde estaba el personal instruido, idóneo, y capaz para
conseguir en el nuevo régimen penitenciario los resultados que sus flamantes innovadores se prometían?
Escuelas completas e incompletas: maestros de 125 pesetas anuales,
ninguno de los cuales sabe escribir una carta, ni redactar un memorial, ni (lo
que es más grave) informar sobre la aptitud, inclinaciones, defectos y estado
de salud, higiene, y aseo de cada uno de sus alumnos. Verdad es que, siguienDebajo aparece tachada con una raya la palabra chusma.
Desde que Armando Palacio Valdés puso en solfa bajo este título El Cuarto Poder a los
periodistas de provincia, de igual modo que antes había Galdós puesto en ridículo a los
francmasones en su renombrado episodio El Gran Oriente no hay medio de que persona
alguna les tome en serio. (Nota de Somoza).
457
458
378
Agustín Guzmán Sancho
do en la viciosa y errada creencia de que tanto mejor es un Maestro, cuantos
más alumnos concurren a su escuela, maldito si se llegara nunca a mediano
estado de perfección. Y es que, en nuestro temperamento meridional e indolente se trata siempre de encubrir lo principal con lo accesorio, lo trabajoso y
duro con lo artificioso y aparente, lo esencial y meritorio, con lo exterior y
superfluo. En el reducido círculo en que nos movemos, ya sabe cada uno a
qué atenerse sobre el particular.
Pues si la cuestión de la enseñanza es tan capital en nuestra patria, y tan
ardua en su solución, no le va a la zaga la cuestión obrera impropiamente llamada así, puesto que en el fondo, como se ha dicho repetidas veces, el problema es solamente económico, no filosófico, ni político. No lo plantea mal el Señor
Fuertes Arias; y al dilucidar sus causas y sus riesgos, tampoco se separa de lo
generalmente admitido entre las personas imparciales y sensatas. Pero, a nuestro particularísimo modo de ver, no se ha señalado aún entre las causas que lo
originan, una, que en nuestro sentir, ha sido hasta le presente poco analizada.
La despoblación de los campos, y la acumulación de las gentes en las
poblaciones, han originado esas grandes ciudades desconocidas en la Historia
de todos los pueblos, y cuya acumulación tiene que producir perturbaciones
hondas y continuas y, a la larga, han de originar, o la dispersión de sus pobladores o su reintegración a los campos, o su total descomposición y muerte.
Nada de retóricas ni de teorías. Al hecho.
En un transcurso de cincuenta años hemos visto crecer el vecindario
de Gijón de 8.000 a 40.000 almas, lo cual no tendría nada particular si este crecimiento se hubiese efectuado de una manera gradual a razón de 640 almas
por año, o 6.400 por decenio. Mas no ha sucedido así, sino que como invasión
tumultuosa, en los últimos quince años (1887-1902), la progresión ha sido tan
irregular como excesiva. ¿Qué la originó? El desarrollo de su vida industrial.
¿Cuáles elementos constituyeron el núcleo de esta inmigración? Nos cuesta
trabajo consignarlo, pero es fuerza decirlo: los peores de cada clase. Al rumor
del salario, acudieron como moscas, todos los labradores sin hacienda de las
parroquias del concejo; todos los brazos ociosos de los restantes concejos de
Asturias; sinnúmero de braceros y vagos de todas las provincias de España;
y hasta elementos dispersos de varias naciones de Europa, gentes dispuestas
al trabajo honroso, unos; y otros (los más), gentes aventureras y maleantes,
atraídas por el rumor del dinero.
Fuerza es establecer aquí una afirmación concluyente. Todo individuo que en su país natal tiene crédito y ocupación honrosa, dificilísimamente emigra de él. Retiénele en su cuna el amor al país donde nació, los afectos
de familia, la connaturalización con el medio ambiente en que se desarrolla
y vive. Lo malo, lo inquieto, lo rebelde, lo que tiene vida accidentada y pre-
Biografía de Julio Somoza
379
caria, lo ambicioso, lo díscolo... ese es el elemento emigrante. Ese es el que ha
venido aquí; aquí, donde no puede argüirse que el clima es sano, ni la vida
económica, y la estancia barata. ¿Cuál ha sido la resultante de esta invasión?
Pues a la vista está, y ciego ha de ser quien no lo declare: la perturbación, la
relajación moral, la carestía de la vida, el desarrollo de las enfermizas ideas
socialistas, el horrible aumento de la criminalidad, la inseguridad personal,
las absurdas pretensiones de los vendedores, etc., etc., etc.
Pero... dirán muchos: éste es un estado anormal, febril, que por ley
natural de las cosas, se regularizará, y buscará su natural asiento para su
mejor desenvolvimiento, y hasta por propio egoísmo. Quisiera verlo para
creerlo, pero lo dudo mucho.
Canóniga bona, cabilda mala dice el proverbio antiguo. Todo individuo
propende al bien subjetivamente; en colectividad siempre es malo, porque en
la lucha de la vida, prepondera el mal sobre el bien. Para atenuarlo, han nacido las Religiones; los sistemas filosóficos; los deberes sociales; la legislación.
Además, a mayor población, mayores vicios, y más perversas inclinaciones y
costumbres. Si esa población es obrera, mayor inseguridad, mayores vaivenes, más precaria la existencia, más enfermiza la vida. ¿Habrá población en
España más inquieta que la de Barcelona? A cada oscilación del mercado, a
cada crisis económica, a cada mudanza de Gobierno, a cada sacudimiento
socialista... el vecindario tiembla y se conmueve, se agita, huye o se esconde,
y clama por la fuerza armada y la ley marcial, para contener la efervescencia
y calmar el desasosiego general.
Pues si las aspiraciones de muchos gijoneses se cumplen, que son las
de ver la cifra de su población superando a la de Madrid y Barcelona, creyendo ver en esta fórmula convertida su patria en emporio universal de
riqueza, ya veremos si para entonces han resuelto también los problemas de
su cultura, su perfección moral y su bienestar.
Aunque nadie es profeta en su patria, creo firmemente que ese crecimiento monstruoso a que han llegado muchas poblaciones en el Extranjero y
en América, ha de traer aparejado a la larga su disgregación; o para constituirse bajo nueva forma o, como antes dije, para reintegrarse a los campos,
donde radican perennemente las fuerzas vivas de la Naturaleza. De esa
manera se cumplirá aquella sabia sentencia cuyo profundo sentido no hay
necesidad de analizar:
Dios hizo el campo y los hombres las ciudades.
JULIO SOMOZA.
Gijón: 1902.
Nota/ No se publicó, por desavenencia con el Sr. Fuertes.
VI
APUNTES
DE UN GIJONÉS ABURRIDO
EMPADRONADO EN EL CENSO
CON EL NÚMERO
30.512
(O INSTRUCCIONES SECRETAS
PARA IR A LA CASA DEL PUEBLO)
AÑO DE 1893
Biografía de Julio Somoza
383
Cuestiones previas
I. Criterios en cuestión de Hacienda
La cuestión de Hacienda Municipal, es desastrosa, pavorosa y espinosa. Casi puede encerrarse en esta disyuntiva: o pagar las deudas (para acometer luego las grandes reformas de que está necesitado el pueblo, a fin de
que pase de la categoría de villorrio a la de Ciudad) o seguir el socorrido sistema de trampa adelante, peculiar de todas las casas y familias donde sólo
impera el desorden. El primer sistema, puede engendrar grandes animosidades y enemigos; pero es eficaz, y a la postre, beneficioso. Al segundo, pueden
aplicarse cuantas censuras y diatribas se han escrito contra nuestra
Hacienda... Nacional.
Y vamos al grano.
Lo primero que se debe llevar a cabo es la formación de un Estado
justificativo de todos los débitos contraídos por el Ayuntamiento. Para su
mayor exactitud debe anunciarse al público en un plazo dado, que todos los
que por cualquier concepto tengan créditos contra el Ayuntamiento deben
presentar sin demora sus justificantes.
Enseguida, y sin levantar manos se debe proceder a la supresión de
todo el personal y servicios que por superfluos u onerosos, graviten innecesariamente sobre el Municipio.
Luego, examinar todos los títulos, contratos y escrituras que con particulares o colectividades haya pactado el Ayuntamiento para ver de mejorarlos de la manera más favorable a los intereses del Municipio.
Practicadas las tres diligencias anteriores (que no son flojas si se han de
cumplir a conciencia) debe efectuarse un balance demostrativo de las deudas
que pesan sobre el Ayuntamiento, y de los recursos de que dispone para
amortizarlas. Imprimirlo y repartirlo al público.
El presupuesto de gastos debe tener una sección exclusiva destinada
a amortizar las deudas, en vez de andar todas desparramadas como al presente acontece.
Ventilado lo anterior, debe estudiarse el medio de que los recursos
del Municipio aumenten, cortando por lo sano, y resolviendo el problema
económico de la siguiente o parecida manera:
a) Suprimir (sin duelo) el presupuesto de festejos p.a Begoña.
b) Íd.
(íd. íd.) la mitad del personal del Ayuntamto.
c) Íd.
(íd. íd.) la música municipal.
Agustín Guzmán Sancho
384
d) Íd.
(íd. íd.) el recaudador del impuesto municipal.
e) Sacar a subasta los consumos.
f) Abaratar las instalaciones de agua p.a q.e produzcan más.
g) Aumentar la zona de urbanización poniendo en vigor el plano de
Ensanche para que aumenten a la vez los rendimientos del derecho de puertas y ventanas y los demás establecidos.
h) Acometer la red del alcantarillado para que los derechos de acometida, sufraguen gastos.
i) Vender la Casa Rectoral (vid. el núm. 25)
j) Íd. el edificio de las cuadras municipales y los contiguos.
k) Íd. los solares de la fortificación que aún resten y solicitar permiso
para vender los comprendidos entre la salida de Castilla y calle de Langreo.
l) Reformar la plantilla del Instituto y solicitar en Madrid las láminas
del Papel del Estado (con sus intereses desde 1866), equivalentes al Capital
de la casa de la Biblioteca. (vid. núm 29).
m) Realizar los créditos pendientes.
n) Justificar el derecho que el Ayuntamiento tiene a la propiedad del
suelo del malecón de Langreo (concedido sub conditione en 1848 a la
Biblioteca del Instituto, y a la colección de Bocetos, tasada por peritos en
800.000 pesetas)
ñ) Suprimir el Laboratorio Químico Municipal459.
o) Examinar el desastroso contrato del Ayuntamiento con Manso
(desatinos de Carr...) a ver hasta dónde es posible subir los ¡once reales diarios!
que produce. Si se resistiere el contratista, constrúyanse dos mercados más, y
ahóguesele. (Uno, donde está el Lavadero de Capua, que puede trasladarse
a la calle de Ezcurdia o a la del Marqués de Casa Valdés. (Vid. el núm. 40)460.
p) Estudiar eso del cucho: pues parece increíble que siete mil (?) carros
de abono no produzcan más que mil pesetas anuales. Y el de las cuadras
municipales ¿qué rumbo lleva? En último caso, remátese.
q) Ver el modo de que el Profeta Elías no represente a diario la
mojiganga de los Jornales mágicos, etc.
r) Puntualizar a cuánto asciende el 25% de recaudación de las cédulas.
459
460
Al margen y a lápiz: ojo.
Al margen y a lápiz: ojo.
Biografía de Julio Somoza
385
Por último, estúdiese un plan económico en forma (porque el Ayuntto
nunca lo tuvo) para amortizar las deudas, siguiendo el orden natural de
menor a mayor, sin interés y con él, o combinándole con el turno por antigüedad, pues se dan casos como el préstamo del Sr. Roces, de 30.000 pesetas, que
en 18 años ha cobrado 32.400 pesetas de réditos, y según este criterio, tendría
el Municipio que pagar por duplicado todos sus empréstitos461.
Más adelante, puede solicitar permiso para emitir un empréstito (en
papel u obligaciones) para acometer las obras núm. 4, 5 y 9 y las que requieran las necesidades del día.
Con tanto compromiso atrasado, es muy dudoso que el
Ayuntamiento pueda acometer las grandes empresas que Gijón pide. Pasar
por el Consistorio sin dejar ningún rastro glorioso, es triste; y limitar su
misión a pagar las deudas de los derrochadores, malquistándose con
muchos, es, sobre enojoso, aburrido. Pero dígase todos los días y a todas horas,
que las economías introducidas, son el contrapeso natural y forzoso de los
despilfarros pasados. Y al que chille, se le ahorca. ¡Y tan amigos!
II. Criterio en cuestión de empleados
Para que el organismo municipal funcione en debida forma, es necesario que el Alcalde tenga plena y absoluta confianza en cuatro empleados
principales, a saber: Secretario, Arquitecto, Letrado Consultor, e Ingeniero (este
último no lo hay, pero debiera haberlo, porque no todas las funciones de
urbanización competen al Arquitecto). Identificados con el Alcalde, el desarrollo e incremento de la población serían asombrosos, y la vigilancia se ejercería con más vigor y provecho.
Un ingeniero casi es necesario, si se ha de poner en pie de realización
el plano de Ensanche y Reforma y si se han de plantear las mejoras capitales
que Gijón necesita. No llegan, ni con mucho, para esta empresa, el Arquitecto
(excelente persona), el Ayudante de éste (¡hum...!) y el Capataz o Maestro de
Obras (¡uff...!) a dónde alcanzan la ciencia y experta dirección de un
Ingeniero, y más, hoy, que está la villa en vías de transformación.
Secretario. Murió Ezcurdia, Secretario modelo; pero sobran en
Madrid abogados de mérito que están hambrientos de colocación, y se darían con un canto en los pechos por esta prebenda.
No se preste oído a las exigencias de la localidad si se quiere tener y
usar de independencia en cuanto a personal. Un forastero, sabe que pisa tierra
extraña, y que sus principales deberes son: cumplir con su obligación o com461
Al margen y a lápiz: ojo.
386
Agustín Guzmán Sancho
promiso, y obedecer al Alcalde sin ambages ni atenuaciones. Huérfano de
recomendaciones e influencias, y vigilado y espiado por los envidiosos que
pretenden desbancarle, se limita, por ley de vida y espíritu de conservación
a no salirse de su órbita, y a atenerse a lo que el deber le exige.
Con los del pueblo pasa lo contrario. Creen que se les debe todo de
justicia y obligación, y por lo general, fiados en la influencia o recomendaciones, y prevalecidos del mal ejemplo son díscolos y no trabajan; y los que es
peor, conocedores del terreno que pisan y del flaco de sus patronos, se redondean como buenamente pueden. Testigo de mayor excepción L..., desbancando a todos los Arquitectos, y promoviéndoles eterna guerra y zancadillas,
no apoyado, como imaginan muchos, por Z..., y RG..., sino por otros bichos
de aspecto parcelario y nebulosa catadura462.
Harto sabido es que una golondrina no hace verano, pero sí el
Alcalde no ha de ser juguete de sus empleados, o debe saber tanto como ellos
en toda clase de ciencias y marrullerías, o debe avasallarles o cada paso. No
le vaya a suceder lo que a J. C... con Cosío, que pedía explicaciones al Alcalde
del empleo de unas varas de raso, importantes trece pesetas, y pagadas a A.
Rollán al cabo de ocho meses de estar autorizado el pago. ¡Vaya una administración de aguaducho!
No menos se ponga en el trance ridículo de que por fiarse de gente
ignorante o presuntuosa (como los cacharrólogos de la J. de I. P.) se viera la
autoridad y el prestigio de un Alcalde a los pies de la Campona (y sin ganas
de besarlos)463.
Sobre todo, quien tenga la Vara, que se tiente la ropa, y vea en qué
manos deposita su confianza.
Nota bene.— Adviértase (aunque esto parezca paradójico) que siendo
el interés individual opuesto al interés colectivo, y siendo el carácter asturiano ultraindividualista, los vecinos propietarios del pueblo, son enemigos
jurados del Ayuntamiento, y el Ayuntamiento lo es del Alcalde, las más de las
veces. Y si no, que lo diga el plano del Ensanche y Reforma hecho en beneficio de todo el pueblo, y arrinconado por los intereses personales de los
Cienfuegos, los Joves, los Laviadas, los Alvargonzález y los Zarracinas (sobre
esta materia, véase el núm. 3)464.
462 Al margen y a lápiz: ojo. En este caso y en otros, como regla general, hemos renunciado
a investigar quiénes eran las personas que responden a estas siglas, por entender que sería
vana curiosidad por nuestra parte.
463 Parece referirse a algún suceso relacionado con la Junta de Instrucción Pública.
464 Al margen y a lápiz: ojo.
Biografía de Julio Somoza
387
III. Criterio en cuestión de Enseñanza.
Ya se ha dicho en muchos tonos. Gijón, necesita escuelas mejor dotadas y montadas que las actuales. Parece un contrasentido que en la aldea
existan veintitantas escuelas, y en la Capital una (pues la de Santa Doradía es
de Patronato, y tiene recursos propios). O en otros términos: para 18.000 habitantes de la aldea, 24 escuelas, y para 25.000 de la población, ¡una!. Cierto es
que como contrapunto, existen varias escuelas particulares para niños y
niñas, algunas bautizadas con el pomposo nombre de Colegios. Pero, en primer lugar no son gratuitas y, por lo tanto, no pueden concurrir a ellas los hijos
de los obreros y de las clases más menesterosas del pueblo; en segundo lugar,
como estos Maestros libran su existencia sobre el mayor número posible de
alumnos, resultan grandes aglomeraciones de muchachos, que no pueden
recibir la instrucción debida; ni bajo los diversos aspectos del orden, aseo e
higiene, satisfacen las prescripciones establecidas. Y, en último lugar, que ni su
número ni distribución es adecuado al caserío ni al vecindario; ni pueden
tales establecimientos ser debidamente fiscalizados por las comisiones del
Municipio, bajo los múltiples aspectos de la enseñanza, local, higiene, salubridad, conducta, etc., etc., etc. No parece sino que nuestros Municipios no
tienen tiempo ni dinero más que para ocuparse de los festejos de Begoña y de
la expropiación de casas, como si sus funciones todas se redujeran a fomentar ideas de lucro y diversión.
En cualquier pueblo podría pasar esto, menos en la patria de
Jovellanos.
¿No sería un rasgo meritísimo y siempre aplaudido, aplicar el presupuesto de festejos y música a la creación y dotación de nuevas escuelas? Si
lo hace el Ayuntamiento será grande, si no... diminuto.
Además, fundado en esta urgente necesidad, puede solicitar y obtener
del Gobierno (para dedicarlos a estos edificios), parte de los restantes terrenos de la fortificación, que en el pacto con el Ministro, se reservaban para
recreo del público y desahogo de la villa465. Mas no se toque por esto, a los
Jardines de Begoña, sin hacer antes el Parque proyectado por don Javier
Sanz.
En cuanto al Instituto, debiera cerrarse para reformarle. Pero ésta, es
cuestión ardua para tratarla someramente. Con todo, creemos que la idea
Al margen anota Somoza: “Los regaló el Ayuntamiento para una iglesia”. Y en efecto, la
iglesia de San Lorenzo fue construida en terrenos pertenecientes a las antiguas fortificaciones, forzando un tanto la letra de la Ley, pues ésta contemplaba que se destinase a zona
de esparcimiento público y ornato de las poblaciones. La orden ministerial que autorizaba
la cesión expresaba que “la construcción de un templo pertenece a la clase de obras permitidas por la Ley puesto que regularizan el embellecimiento de la población”.
465
388
Agustín Guzmán Sancho
encontraría apoyo en el actual Director de Instrucción Pública (Vicenti (?))
que es muy amigo de innovaciones.
Sobre todo, que no se convierta la reforma en ese ridículo cambalache
de Auxiliares que hace tantos años venimos presenciando; y que no se diga
que el Instituto se sostiene sólo para tener a su frente a calabazas como la de
G..., y para dar de comer a mentecatos como el hombre del toro lechero, y el
molinero temerón; o tipejos trasnochados como Jú... Jú... y Maru-jú.
IV. Criterio en cuestión de Festejos
La rutina de que los individuos del Ayuntamiento formen la
Comisión de Festejos, y el Programa de ellos en Begoña, debe desaparecer
por entero.
En buenos principios económicos, el Ayuntamiento no debiera contribuir con cantidad alguna para semejantes festejos. Su misión se reduce
(dado que el Municipio es un organismo puramente administrativo) a conservar el orden, aumentar la policía y vigilancia, y ofrecer al forastero las
mejores garantías de seguridad y protección, amen de todos aquellos auxilios
necesarios que se relacionan con la higiene, salubridad y policía. Y nada más.
Porque es vergonzoso e indigno de la honorífica investidura de
Representante del Pueblo, el que estos se conviertan en histriones, buscando
los medios de que se ría, divierta y entretenga la gente forastera. Quien tuviera interés en hacerlo, para explotarla, que lo haga. Al Municipio no le incumbe tan indecoroso papel. Quédese en buen hora semejante recurso para pueblos como Biarritz, Spá, o Mónaco, que no teniendo elementos suficientes de
vida por sus desórdenes y falta de amor al trabajo, buscan por indignos y
reprobados medios, el medio de entretener y engañar al forastero.
Gijón no puede desempeñar tan vil papel, ni lo necesita. Sobre todo,
en el angustioso estado en que se encuentran sus arcas municipales, debe
prescindir de toda consideración, y tener un rasgo de energía, para atender
únicamente a un presupuesto, en el cual el importe de los réditos y amortización de las deudas contraídas le consume una porción considerable de sus
ingresos.
Solamente en el caso extraordinario de que la situación económica
del Municipio fuese tan desahogada que le permitiese algunos desembolsos,
entonces pudiera contribuir, (solamente contribuir) con alguna cantidad, para
ayuda de la Comisión de particulares que se encargara de festejos y obsequiar al forastero, designando un Concejal para que inspeccionara y justificara debidamente la inversión de la cantidad asignada.
Biografía de Julio Somoza
389
Mas repetimos, que todo Concejal que se estime en algo, debe rechazar en absoluto semejante intervención y concesiones. Quédese eso para
posaderos y fondistas, maleteros, cocheteros, carruajeros, y empresas de
alumbrado y música.
La inversión de fabulosas cantidades en pasados festejos, y las acres
y despiadadas censuras con que se ha fustigado a sus iniciadores en épocas
recientes en que el pueblo no tenía ni escuelas, ni alcantarillado, ni empedrado, ni nada, bastarían para alejar desemejante puesto a toda persona de sentimientos delicados.
V. Criterio en cuestión de Archivo
O el Archivo sirve para algo o no. En él deben radicar todos los títulos de propiedad del Ayuntamiento, origen de sus fincas, derechos adquiridos, convenios estipulados, hipotecas, etc., etc., en una palabra, la prueba y
el fundamento de su derecho.
Consérvense en él también, todos los documentos relativos a su historia, nobleza y vicisitudes. Pero bajo este segundo aspecto, no le consideramos ahora.
Sí conviene, establecer y fijar, que preferentemente y por lo que se
refiere al presente siglo, deben organizarse, clasificarse y catalogarse (y si posible fuere, imprimirse) todos los documentos relativos a su propiedad y derecho. Su fincabilidad, sobre todo, acompañada de planos, debe constar en un
libro especial, y ser minuciosamente inscripta en el Registro de la Propiedad.
De este modo se evitarán trastornos, pleitos y cuestiones, como los que a cada
momento surgen, y tales, como los relativos a la propiedad del Cerro de
Santa Catalina466, Paseo del Bombé, Casa Rectoral, Malecón de Langreo,
terrenos de las fortificaciones, jardines de Begoña, solares de Iglesias, parcelas, etc., etc., y mil más, que por no estar debidamente registrados, anotados,
y dibujados, hacen que el Ayuntamiento gaste mucho dinero, pierda mucho
tiempo, y lo que es más vergonzoso todavía, dude de la legitimidad y fuente de su derecho.
Preferible sería que el Ayuntamiento pagara contribución en forma
por toda su fincabilidad, antes que llegar a semejantes deplorables extremos.
La impresión por un lado, y la inscripción en el Registro de la
Propiedad, por otro, evitarían principalmente, el extravío de documentos,
cosa de mucha entidad, y que merma grandemente el crédito y formalidad
de los Ayuntamientos anteriores. Haremos una excepción en este punto, a la
466
Encima de Monte tachado.
390
Agustín Guzmán Sancho
respetable memoria del Señor Ezcurdia, cuya capacidad e inteligencia en los
cargos de Secretario-Archivero, no ha sido igualada por ninguno de sus sucesores.
Pero lo inexplicable es, que no se tenga minuciosamente detallado, y
siempre al alcance de la mano lo relativo al presente siglo (el ayer, como si dijéramos) que por más cercano y adornado de más requisitos legales, debiera
prevenir las lamentables consecuencias que se están tocando.
De este abandono, todos son culpables, y no decimos que fuera
intencionado, porque lastimaríamos muy honradas reputaciones. Pero la
miserable y ridícula cantidad de quinientas pesetas, asignadas al encargado
del Archivo, ya dice claramente que el Municipio no tenía criterio alguno en
esta cuestión, mas ni siquiera conciencia de lo que este abandono e indiferencia significaba. En su rutinarismo467, mirábalo exclusivamente como una
plaza de favor, para colocar a algún paniaguado; y con olímpico desdén, proclamaban los hábiles (en la corriente doctrina del compadrazgo moderno)
que una simple esquela del cacique, destruía, con su virtualidad, todo aquel
ingente promontorio de papeles viejos: ¿para qué, entonces, antecedentes, ni
dictámenes, ni comisiones, ni seculares derechos? Hágase lo que manda el
monterilla de tanda, y arda todo el Archivo.
Urge, por tanto, tomar una determinación en forma.
VI. Criterio en cuestión electoral
Somos ajenos a la política, o a lo que por tal se entiende en España.
Pero ya que es imprescindible tocar esta cuerda, diremos con lealtad lo que
se nos ofrece sobre el punto capitalísimo de la representación del Ayuntamiento de Gijón, en las Cortes nacionales y en la Diputación del
Principado.
Ante todo, hay que atenerse a la Ley electoral vigente. Prescribe esta
Ley, que cada cuarenta mil habitantes (40.000) designen un diputado en
Cortes.
¿Qué vecindario tiene la villa de Gijón? ¿y el concejo? Pues la villa de
Gijón y su Concejo (según la estadística oficial) no llegan a la cifra que la Ley
designa para tener un diputado propio. Recurso habilidoso: incorpórensele los
concejos de Carreño y Llanera, y saldrá el diputado que al Gobierno plazca.
Ahora bien; tal diputado ¿llevará la representación verdadera de
Gijón y sus intereses? Nunca.
467
Encima de indiferentismo tachado.
Biografía de Julio Somoza
391
Precisa, por tanto, que la lleve. Modo de obtenerlo. La villa de Gijón
tiene 30.000 almas (centena más o menos) y el resto del concejo 20.000; y eso,
pecando por carta de menos. El censo municipal lo acusa. Pero tal censo, no
presta a Gijón y a sus vecinos el servicio que debiera, ni le reporta los beneficios que con su publicidad alcanzaría. Urge por lo tanto imprimirlo. El
sacrificio no es grande; mil pesetas de gasto en cualquier imprenta de Gijón;
sobrarán quinientos gijoneses que se apresten a dar su prorrateo.
Una vez impreso oficialmente, queda consignada para siempre la verdadera cifra de su vecindario, y en sazón oportuna pediría la aplicación de la
Ley electoral, para que se deslindara su nueva circunscripción, teniendo así
el diputado que los gijoneses quisieran. Si esta arrogante frase, puede desvirtuarse por el encasillado oficial, no lo será de tan grosera y burda manera
como en la actualidad acontece.
Porque si hasta ahora no se llevó a efecto, fue por el temor del
aumento a la cuota tributaria. Gijón, pagaba antes su cupo al Tesoro por la
base 6ª de población, o sea, como si su vecindario no llegase a las 20.000
almas; mas en la actualidad tributa por la base quinta, como comprendida
entre 20 y 50.000 almas, y por no sabemos qué R. Dº. Que equiparó los pueblos de Gijón, Vigo y Cartagena, a capitales de provincia (¡mal augurio para
Oviedo, Pontevedra y Murcia!). ¿A qué entonces ocultar su vecindario?
Dígase de una vez por todas, y dígase alto, para que resuene en todos los confines del Principado.
Gijón, sin diputado propio (y de brengas) no será nunca nada.
Llegará un día en que sólo el pueblo, sin recurrir a la aldea, tenga el verdadero intérprete de sus necesidades. Pretender que un ovetense, un hijo del
pueblo hostil a nuestra villa por tradición legendaria, represente los intereses
de nuestro comercio, industria y navegación es pretender lo absurdo. Gijón,
no reconoce, ni reconocerá jamás a ningún ovetense por eco de sus opiniones,
ni por paladín de su causa. Le desdeña, más aún: le repugna. Es así el pueblo, y así hay que tomarle. No en vano han transcurrido dos siglos sufriendo
agravios y aguantando traiciones y perfidias. Dígalo la historia entera de su
Muelle en el pasado siglo; dígalo la erección del Instituto; la pretensión ridícula y el colosal fracaso de querer llevar los carbones de Langreo por el Nalón
hasta la ría de Pravia, antes que traerlos a Gijón; dígalo el despojo de cuantas prerrogativas le correspondieron; el afán de arrebatarle su fábrica
nacional de Cigarros; las intrigas promovidas so pretexto de la zona militar,
para que no se instalara aquí la fábrica de Duro; la tendencia a despojarnos
de cualquier centro que aquí correspondiera implantarse, fuera militar, civil
o de enseñanza, como Carabineros, Telégrafos, y Escuela de Ingenieros
industriales. Dígalo el gravoso e insoportable impuesto provincial sobre la
bebida alcohólica, único en España, y que en su totalidad, casi, paga Gijón. Y
392
Agustín Guzmán Sancho
dígalo por último la fruición y el gozo con que los pordioseros del Fontán y
la Encimada acogen todo cuanto beneficia a los demás pueblos de la provincia... siempre que sea en daño nuestro.
Pero,... la Historia es inflexible: mueren naciones, imperios, reyes,
costumbres, religiones, instituciones,... y pueblos. Otros, nacen para cumplir
sus altos destinos a despecho de envidiosos, intrigantes y soberbios. Y lo
cumplirán... aunque toda Vetusta se empeñe en lo contrario, y aunque todos
los gatos del fornu468 se defiendan con uñas y dientes y rabo.
Gatos era el antiguo apodo de los ovetenses, al que vino a sustituir el de carbayones.
Cuando Jovellanos crea su Instituto, Oviedo y su Universidad se opusieron. Por esta razón
los enemigos del Instituto se llamaron gatos. Por otra parte, se dijo que Jovellanos quería
hacer de su Instituto la Atenas del orbe asturiano, y por ello quienes defendían al Instituto
se denominaron atenienses. El propio Jovellanos dice lamentándose acerca de los males de
su Instituto si tal vez no hubiera “algún otro gato encerrado”. En cuanto al fornu ignoramos
a qué pueda referirse, pero teniendo en cuenta que el Instituto de Jovellanos tuvo su primera sede en una casa propiedad de Francisco de Paula Jovellanos, conocida por la Casa
del Fornu, por un horno que en ella hubo, creemos que Somoza está evocando aquí la
oposición de Oviedo contra el Instituto de Jovellanos, como prototipo de la eterna rivalidad de ambas poblaciones.
468
Biografía de Julio Somoza
393
GIJÓN
Programa de reformas municipales
Perentorias
1 — Reforma de la Instrucción Primaria (ampliación).
2 — Ordenanzas municipales.
3 — Plano de ensanche y reforma.
4 — Alcantarillado.
5 — Empedrado.
6 — Reformas del Puerto.
7 — Reforma económica y del personal del Ayuntº.
8 — Arriendo de consumos.
Secundarias
9 — Nuestras escuelas públicas.
10 — Organización formas de las Alcaldías de barrio.
11 — Modificación del Instituto.
12 — Nuevos distritos de Gijón.
13 — Cárcel.
14 — Cuartel.
15 — Muro de San Lorenzo.
16 — Establecimientos de urinarios en debida forma.
17 — Muro de Langreo.
18 — El Bombé.
19 — Obra suspendida del Ayuntamiento (en Covadonga).
20 — Charcas insalubres en los alrededores de la población.
21 — Matadero del Natahoyo.
De tercer orden
22 — Arbolado y paseo por Santa Catalina.
23 — Acceso al nuevo balneario (La Cantabria).
24 — Arco de la Villa.
25 — Casa Rectoral.
26 — Casas de los Cuatro Cantones.
27 — Ensanche y prolongación de calles.
28 — Derribo del Contracay.
29 — Láminas de la Casa de la Biblioteca.
30 —Terminación de la Calle de Ezcurdia (2º tramo hasta La Guía).
31 — Corte a los jardines de la Plazuela de San Miguel.
32 — Supresión de barracas y tiendas del aire.
33 — Habilitación del Segundo Patio del nuevo Cementerio.
34 — Arreglo del piso del paseo de Begoña y del Velódromo.
35 — Asilo de Pola.
36 — Hospital marino en Jove
37 — Camino nuevo al Cementerio.
38 — Terminación del relleno de los fosos.
39 — Retretes del Campo Valdés (indecorosos)
40 — Nuevo Mercado al Poniente.
394
Agustín Guzmán Sancho
[…] (9) 469
Es una vergüenza incomprensible que el Ayuntamiento de Gijón se
haya estado entreteniendo y gastando los cuartos en Velódromos, kioscos, pilones
con surtidos, estatuas de reyes. Concursos de músicas, submarinos... lateros, y otras
zarandajas por el estilo, contando solamente ¡dos escuelas de primeras letras!
En una población de 30.000 almas (la Normal, y Santa Doradía).
Y todavía tenía valor este Ayuntamiento para ¡subvencionar corridas
de toros! y presuponer ¡52.000 pesetas para fiestas y mojigangas! ¡Esto si que
da grima! Esto no tiene disculpa, ni absolución, ni nada!
¡Maestros de 625 pesetas anuales! ¡Escuelas de 178 alumnos!; ¡llorad!,
¡gemid!, ¡aún hay ayuntamientos gaiteros que se les da una higa de vuestra
orfandad y desdicha! Gana un peón del muelle tres, cuatro y hasta cinco
pesetas diarias, y vosotros, ¿con qué recursos contáis para educar y criar a
vuestra familia, amén de domar la rebelde e indisciplinada hueste de vuestros alumnos? Con... una peseta y setenta y un céntimos... ¡bonito percal, y
lucido sueldo!
Si el nuevo Ayuntamiento tiene valor, energía y voluntad (que no las
tendrá) para prescindir de pequeñeces, y fundar dos o tres escuelas en Gijón,
subiendo hasta donde el decoro lo exige (lo menos, dos mil pesetas anuales)
el sueldo a los maestros, habrá puesto más alto su nombre, que el de todos
los Municipios que le precedieron.
Estas cosas no hay que analizarlas, ni discutirlas, ni proyectarlas casi:
sentirlas y realizarlas, ¡nada más!
(10)
Forma parte esta mejora de las Ordenanzas municipales, donde debe
detallarse convenientemente.
La Alcaldía de barrio, debe ser un organismo con todas las funciones
y exterioridad posibles; no una tablilla puesta en el portal de una casa.
El Alcalde de barrio, debe tener autoridad y atribuciones, y no debe ser
un vecino como otro cualquiera, sino un funcionario público. Debe tener el
plano exacto de su barrio; lista expuesta al público, de todas las calles y plazas; teléfono para avisar; un vigilante de turno a sus órdenes y bastón de
469 No se conservan las llamadas reformas perentorias que según el índice que antecede
corresponderían a los números 1 al 8. Podemos hacernos una idea ya que algunas de estas
reformas fueron tratadas más arriba en las cuestiones previas.
Biografía de Julio Somoza
395
autoridad. Debe también escribir una Memoria o Resumen anual de lo más
culminante que ocurra en su distrito, y tener un padrón bien detallado y
exacto de cuantos vecinos y electores haya en su jurisdicción.
En dos manzanas de las casas convendría poner marmolillos o rótulos indicativos del número, orden y nombre del Distrito, v. gr.:
MANZANA — 120 —
QUINTO DISTRITO
(11)
Este proyecto se puede y debe unir al de la reforma general de la
Instrucción Pública. El error, el garrafalísimo error cometido en 1866, fue el
de asimilar este Instituto a los de Segunda Enseñanza. Y con torpeza más
inaudita e incomprensible haber pedido para él recientemente la incorporación al Estado con dicho carácter.
Tales sospechas prueban, que ni los Ayuntamientos, ni los particulares, ni los Diputados por Gijón comprendieron el espíritu y carácter que
Jovellanos quiso imprimir a este Instituto, pues deseó que fuera (como sabiamente dijeron el Ilmo Sr. Caveda, y don Victoriano Sánchez) una Institución
o Escuela de Comercio, Industria y Navegación, de donde salieran, no inútiles
retóricos o pedantes bachilleres, sino buenos mineros, diestros pilotos y hábiles industriales; y también con la educación literaria suficiente para que
supieran redactar en debida forma, los Expedientes, Informes, Memorias y
más trabajos propios de su facultad o carrera.
Pero el Ayuntamiento, tratando esta materia sin criterio alguno, y
con móviles puramente económicos e interesados (pues sólo se preocupó de
colocar a cuatro pelagatos auxiliares con la mayor baratura posible) desconoció en absoluto la importancia y significación de este establecimiento.
¿A qué viene ese inmenso edificio que no satisface ninguna de las
aspiraciones de Jovellanos? ¡Tanto hablar de Jovellanos a roso y velloso, y
luego, no conocer siquiera el espíritu de su obra predilecta!
Pero anda el pandero en manos de danzantes y vallines470 que sólo
tratan de que Justinos y Marujos y Piñuelas y otros farándulos por el estilo,
Alusión a Acisclo Fernández Vallín, Consejero de Instrucción pública, que hacía dos
años antes había levantado la estatua a Jovellanos y había pagado las fiestas del 6 de agosto. Sobre esto véase en la biografía lo referente a la Estatua de Jovellanos.
470
396
Agustín Guzmán Sancho
den ciencia barata y volandera, y atiborren de latín, psicología y ética a la
juventud dorada de la salobre villa.
Harto sabemos que el mal tiene hondas raíces y que el profesorado
de Segunda Enseñanza en España (según confesión de ellos mismos) no vale
un pito, y que de donde no lo hay no puede salir; pero a lo menos, ya que el
Municipio paga de su bolsillo esta prebenda, que dé siquiera la enseñanza que el
Promotor quería, y la que únicamente conviene a los intereses del pueblo. Y si no,
que lo cierre, y aplique sus fondos a la enseñanza primaria que buena falta
hace.
(12)
La actual división municipal de la Villa, no obedece a nada, o por
mejor decir, no existía ninguna de carácter urbano cuando se hizo la primera, de carácter político y puramente electoral, que es la que con ligeras
variantes, aún rige.
Dicho se está, que con tan viciado origen, y no respondiendo a ninguno de los fines principales que deben caracterizar a toda agrupación, procede hacer una nueva cuyo objetivo principal debe ser la densidad del vecindario, pues allí donde esté más aglomerado, mayores necesidades tendrá, y
precisará igualmente mayor servicio y vigilancia pública.
Este trabajo, para llevarse a efecto con algún provecho, necesita
basarse en dos factores esenciales: el plano de población, y los datos que arroje el último censo. Por lo tanto, no es ni puede ser arbitraria semejante división; ni, una vez discutida y adoptada, debe alterarse con ligereza, si no muy
de tarde en tarde, y cuando el aumento de población y las necesidades del
vecindario sean tales que lo precisen. Por lo general, más procedente y provechosa es la ampliación que la reforma, pues que el aumento de vecindario,
presupone también aumento de caserío.
Si el Municipio quisiera seguir el parecer de los facultativos, debiera
empezar por demarcar una zona industrial, cosa necesaria así al carácter de la
población como a la higiene y salubridad públicas, de que está tan necesitada.
Una comisión mixta, presidida por el Arquitecto, deslindaría con
más copia de razones los límites propios y naturales de cada Distrito.
Hora es ya de que esta urgente reforma que nada cuesta, se realice en
bien de todos, y no se dé el caso anómalo y ridículo, de que los mismos concejales no sepan cuáles son los límites urbanos de la población, ni donde terminan su radio y extrarradio.
Biografía de Julio Somoza
397
(13)
La concesión de los terrenos de la fortificación por el Estado al
Ayuntamiento, implicaba la condición de construir cuatro edificios públicos:
Cárcel, Cuartel, Matadero, y Mercado o Escuelas.
En tiempo en que era Alcalde Antonino San Pedro, un particular que
adquirió del Estado terrenos que antes pertenecieran a los Propios, del
Común, y al Gremio de Mareantes (actual Marqués de Casa Tremañes) ofreció al Sr. San Pedro parte de ellos, por un precio módico para emplazamiento de la Cárcel judicial.
Pero los Concejales arguyeron (con buen sentido esta vez) que siendo
Santa Catalina sitio predilecto para recreo de forasteros, sería un dolor que se
transformase en Atalaya de penados: de aquí que se desistiera del propósito.
Con lo que costó la estatua de Pelayo (puro objeto de lujo y vanidad,
promovida, no por amor patrio, sino por un mezquino y envidioso sentimiento de cierto fachilla a quien la ajena gloria hace daño) y con lo que importaron dos famosas fuentes, habría ya para la mitad de la obra.
Los planos, si no existen, deben solicitarse de la Dirección general de
Penales, donde hay excelentes modelos que pueden adoptarse. El emplazamiento para la nueva cárcel, puede buscarse, entre la zona industrial (Oeste
de la carretera de Castilla) y el monte Pericón, con objeto de abastecerla de
agua y situarla a la proximidad del Cuartel.
Es una mejora, casi de carácter urgente, y se debe aplicar a ella sin
demora, todo el producto de lo que aún reste de las fortificaciones.
(14)
Siendo el proyecto de Cuartel, uno de los de más fácil ejecución, es el
que está más indebidamente postergado. Existe un plano modelo que no costó
nada, y que facilita el Ministerio de la Guerra. El Estado contribuye con el
valor total del edificio abonando la obra ejecutada (mediante inspección) por
terceras partes.
El Municipio posee, a la subida de Ceares, una parte de los terrenos,
y la restante, la ceden a un precio módico los propietarios colindantes (que
son dos Señoras de la familia Cienfuegos). Sólo falta, por tanto, que el
Ayuntamiento abone el valor de estas parcelas, y ya no necesita mayor
desembolso, porque sobrarán a granel, una vez anunciada, postores que
quieran concurrir a la subasta de las obras. De modo que con el escaso valor
398
Agustín Guzmán Sancho
de las parcelas, ya tiene lograda el pueblo tan importante obra. Y, sin embargo, se demora. Pues con decir a Gayol y a sus satélites que vayan a soplar al
Molino de Viento, ya tiene el Municipio la obra en vías de ejecución.
No se deje este asunto de la mano, pues cuanto más se tarde, tanto
más encarecerá el valor de los terrenos. Con lo que costaron los kioscos de
Begoña y el Velódromo, ya estaba la cosa hecha: ¿Para qué sirven esos kioscos? Para resguardarse la música cuando llueva? Pero, si llueve... no hay
paseo, y sobra el kiosco y la música. ¿Para estar en sitio dominante? Pues con
el tablado de quita-y-pon que se hizo nuevo, basta y sobra. Pero los kioscos,
se plagiaron de Oviedo, y fueron rematados por un amigo... y ahí está la
madre del cordero.
(15)
Esto del muro de San Lorenzo ya va picando en historia471. Hay que
tener en cuenta que todo el afán por construir este paredón (postergando
indebidamente otras reformas urgentes y útiles) estriba en tres factores secretos. El primero, es el de dar gusto al Gran Cacique, para que pueda venir rápidamente desde su quinta a Gijón, sin necesidad de dar el molesto rodeo de
la Guía. El segundo, es amparar y beneficiar todos los terrenos comprendidos
entre la calle de Piles y las junqueras de Pidal, que pertenecen en totalidad a
la familia de Alvargonzález. Y el tercero, es satisfacer la manía de tres potentados que no nombramos, que viven en la engañosa ilusión de que las Erías
de Piles y La Faza se han de convertir por arte mágico, en un periquete, en
colonia veraniega de alto coturno.
Indudablemente, que un paseo de cincuenta (?)472 metros de anchura, a orillas del mar, y debidamente cuidado y vigilado, sería un recreo muy
agradable para la estación del Estío; sobre todo, si se evitan las anomalías y
torpezas cometidas desde Pando hasta Coroña, que también debía ser una
vía libre a orillas del mar, y hoy no lo es por torpezas de los unos e intrigas
de los otros.
Así que, ahora que no hay nada hecho, es cuando se deben prevenir
en tiempo los futuros errores. Y no dormirse.
471 Al margen anota Somoza: “En julio de 1895 se empezó a trabajar en el muro. Habiendo
muerto el contratista se suspendió la obra”.
472 La interrogación es de Somoza.
Biografía de Julio Somoza
399
(16)
Quítese aquel asqueroso padrastro del boulevard puesto por el fachilla con el único y deliberado propósito de hacer daño473; y colóquense dos
retretes debidamente montados y vigilados (aunque sea con pago) en
Begoña, donde hacen mucha falta en la época de los paseos.
Estúdiese un buen modelo, para colocarle donde precisa mucho, en
la fachada posterior (o en la del Oeste) del Teatro; etc., etc., etc. Y sobre todo,
quítense los asquerosos urinarios del Campo Valdés, que son una ofensa al
olfato y al decoro público. Esta cuestión, por lo mismo que es incómoda,
exige gran estudio y acierto, y no debe dejarse de la mano: ¿para qué diantres sirve el agua, si no?
(17)
El Ayuntamiento debe justificar el derecho que tiene al suelo sobre el
que está emplazado el Malecón de Langreo, por lo menos, en el trayecto que
recorre en la calle del Comercio; aunque los muelles de la dársena vieja, fueron hechos también con recursos del Ayuntamiento y de la Diputación.
El Municipio puede y debe exigir desde luego a la Empresa de Langreo
(¡aquí de los concejales de hígados!) la presentación de los documentos o títulos en virtud de los cuales ejerce el derecho de ocupación de la vía pública.
El Ayuntamiento, es menor de edad (para los efectos de la ley) y no
prevalece nada contra él por ignorancia o injustificación. Este derecho, es de
mucha monta. Al parecer, en 1848, cuando se le permitió a Langreo construir
el paredón, fue con dos condiciones. La 1ª, que lo usase en un periodo de
veinte a veinticuatro años. La 2ª, que a la terminación de este plazo tuviera
hecho por su cuenta y riesgo otro muelle, donde pudiera efectuar las operaciones de carga.
Ahora, quiere la Empresa, en el proyecto de reformas del Puerto, que
le expropien el muelle (¡como si fuera suyo!). Pues que justifique primero la
propiedad del suelo, porque la posesión y la tolerancia del uso, no implican
derecho alguno tratándose de un menor.
473 Una nota marginal de Somoza dice: “Se quitó como es justo, en cuanto dejó de mangonear el fachilla”.
400
Agustín Guzmán Sancho
Para el Ayuntamiento, el derribo de este muro constituye una mejora urgente de urbanización. A la vez, podía averiguar cómo se construyó el
Cuartel de Carabineros, y a quién pertenece su solar, enclavado en el muro de
Langreo.
Podrá el Municipio exigir a la Empresa, un canon por el tiempo que
indebidamente estuvo usando de dicho murallón.
Pídase informes al Letrado Consultor del Municipio.
(18)
¡El Bombé! Tres pleitos sostuvo el Ayuntamiento sobre la posesión de
este importante solar... por lo que todos sabemos; o sea, por no tener su
Archivo y documentos en regla, y sus fincas, inscriptas debidamente en el
Registro de la Propiedad.
El Ayuntamiento republicano de 1872, lo vendió indebidamente, y
de aquí se originaron todos los daños. Los V... lo compraron por segunda
mano por una bicoca, y como ahora vale mucho, pretendían que fuera válida la venta para chuparse el momio. Pero... se llevaron chasco. Sentencia:
Donde los V... ponen la mano, nace la desgracia (y si no, que lo diga el Santa Rosa,
B Rionda, Olano, El Escultor, etc., etc., etc.).
Buena ocasión, ya que ahora se quedó el Estado con dicho terreno,
para que construyera allí el edificio de la Aduana, y el Cuartel de Carabineros,
con lo que aquel paraje ganaría mucho, y se quitaba el horroroso padrastro
de la primera casa de la calle del Comercio.
Las Aduanas, según una disposición reciente, están autorizadas para
destinar ciertos fondos o derechos a la construcción de sus edificios.
Convendría interesar al Administrador en esta mejora, haciéndose solicitar
del Estado la concesión del solar necesario.
(19)
Calle de Covadonga... número tantos.
Se empezó. Se suspendió. Vuelta a empezar. Vuelta a interrumpir... y
así sucesivamente, hasta la consumación de los siglos.
El desorden, la falta de ideas fijas, de plan y de programa, refleja perfectamente en este paraje al anterior Ayuntamiento.
Biografía de Julio Somoza
401
Aquí mojó Lopín y todos los arquitectos; estuvo depositada la estatua
de Jovellanos; se emplazaron las cuadras municipales; se ideó un cuartel para
la Guardia Civil; fue matadero de cerdos, cuartel general de Brizán, parque
de bomberos, depósito de material viejo, y de inmundicias, almacén de
carros, vivero de árboles, cárcel de perros, academia de música..., ¡el
Demonio! Por último acabará vendiéndose, según todas las probabilidades.
Que se lleven todo aquello para cualquier lado y que a lo menos, en
desagravio, instalen allí una Escuela y una Alcaldía de barrio, en forma474.
(20)
Lo bueno, o mejor dicho, lo malo, que tienen las famosas charcas de
podredumbre y cieno, es que todas están situadas en las entradas de la población, como pregonando nuestro abandono de la higiene y de la salubridad
públicas.
Primera: una a lo largo de la calle Salud (suple Epidemia) donde, no
sólo se lavan ropas, sino (y esto es horrible) tripas de cerdo, cuyo embutido,
comerán algunos muy alegremente, ignorando su procedencia. Pero ¿a
dónde verterán las aguas de aquella calle con el bajo nivel que tienen? ¡Oh
suspirado plano de ensanche!
Segunda: Otra, en la plazuela del Humedal (ahora de San José) donde
se lava aún, a pesar de las prohibiciones. Su color verdoso, denuncia su
corrupción475.
Tercera: Otra, empantanada a la derecha de la salida de la carretera de
Oviedo. Aumenta su caudal con las aguas de lluvia y con las que vienen de la
calleja de la Salud, pasando bajo el Mirador de Lindaraja (!!).
Cuarta: Otra, en el Bibio, calle de Ezcurdia, tras las cocheras del
Tranvía476.
Quinta: Otra, todo a lo largo de la Calle de Piles (que cruza la de
Ezcurdia) y cuyo segundo tramo, es de mucho tránsito para los carros que
llevan arena de San Lorenzo.
474 En nota marginal añadirá Somoza: “El Ayuntamiento con rumbo inusitado, regaló el
solar a Angelín para que edificara su parroquia de San Lorenzo”.
475 Aparece nota de Somoza al margen que dice: “Se rellenó”.
476 Al margen escribió Somoza: “Se rellenó en parte”.
402
Agustín Guzmán Sancho
Sexta: Otra, con honores de lavadero frente a la Capilla de San
Esteban477.
Séptima: Otra, inmensa, tras de Llano (sic), junto a la huerta de los
Evaristos.
Octava: Otra, junto a la fuente del Tejedor. etc., etc., etc.
Todo lo cual prueba la necesidad del plano de ensanche y reforma
del alcantarillado general.
(21)
Si el Macelo ha de continuar donde está, entonces conviene dotarle
de todos los servicios necesarios, pues que forma, con sus ingresos, uno de
los principales recursos del Municipio.
Además, urge cerrarle convenientemente y ponerle una fachada
decorosa. Pero como parece ser que de la liquidación de sus obras, practicada por el Arquitecto, ha cogido dicho Señor, al contratista (suple L... ) distraídamente (¡claro!), con los dedos contra la puerta, conviene proceder con tino
y mesura, para exigir la responsabilidad a quien la tuviere. Al propio tiempo,
y por deber de justicia, debe sostener y apoyar el Municipio a aquellos de sus
empleados que velando celosamente por los intereses del pro-común, han
sabido esmerarse en el cumplimiento de su deber.
Convendría igualmente enlosar el piso del Macelo (formado con
sucios escombros, y escorias de la fábrica de Aceros) ya para su mayor aseo
y limpieza, como por la facilidad de lavarlo diariamente.
Vigílense los mataderos clandestinos que existen en Pumarín y Jove.
(22)
Como los terrenos del cueto de Santa Catalina (antiguamente del
Común y del Gremio de Mareantes) son hoy de particulares, ideó el
Ayuntamiento (o algún forastero quizás) hacer un paseo semicircular a
media ladera, bordeando la colina sobre el precipicio.
477
Al margen, de Somoza: “Se rellenó parte”.
Biografía de Julio Somoza
403
Existen dos proyectos: uno, con rampa, que subiendo suavemente
desde el Campo Valdés por frente al nuevo balneario, tuerza a la derecha, y
pase frente a la batería llamada de San Pedro, yendo a desembocar junto a la
nueva batería de Santa Catalina. Y otro, en el cual siguiendo el actual camino
se llega a la Fontica, y desde aquí, se bordea bajo el Faro hasta dar en la llamada Casa de las Piezas.
Ambos proyectos, son bonitos y hasta... de sensación; pero ¿y los
cuartos? A esto, contestaba Andresillo de Paropillo o de Pasamonte, que con
los peones del Ayuntamiento y los escombros de las casas, había bastante: ¡no
está él mal escombro!
Sobre el modo de arbolar esta colina, escribió Ricardo Acebal un
razonado artículo, demostrando qué clase de árboles convenían a su suelo.
(23)
El proyecto, consta de cuatro partes, que implican una mejora de
importancia, y de las que está necesitada Cima-de-Villa. La principal es la
rasante, que arrancando de la esquina izquierda de la fachada de San Pedro,
llegue al comienzo del Proyectado Paseo de Santa Catalina de que hemos
hablado. La segunda, el derribo de la tapia de la Huerta de Valdés, y expropiación de terreno suficiente para el fácil acceso de la nueva vía. La tercera el
derribo del Cementerio Viejo y demarcación de la línea N. del nuevo paseo.
Por último el derribo de la última casa de la calle del Ave María, si el paseo
ha de ir por la Fontica de la Atalaya; o bien la ocupación de los terrenos necesarios aquende la batería de San Pedro, si se ha de seguir este otro trazado.
(24)
¡Pobre Arco de la Villa! Desmontado con intención de volver a armarlo en el sitio de Los Evaristos, sus piedras se pierden y deshacen de día en día,
sin que un alma bondadosa se acuerde de ellas. Con lo derrochado inútilmente por el fachilla en el bacín de Begoña, se hubiera conservado esta reliquia de pasados días tan identificada con los recuerdos gijoneses. Pero a
grandes males grandes remedios. O se calcula lo que puede costar su nueva
erección, el relabrado de la piedra y la sustitución de lo inservible, o de lo
contrario se quita aquello de allí, y se vende o se convierte en arena (como ya
lo hacen las criadas de servicio) para hacer un nuevo piso al paseo de Valdés
o de Begoña. ¡Que no esté siempre a la vista aquel testimonio de nuestra
404
Agustín Guzmán Sancho
incuria y nuestra ingratitud! Aquel hacinamiento de piedras, es feo y embaraza el tránsito. Fórmese pronto un acuerdo definitivo.
(25)
¿De quién es la Casa Rectoral? ¿Del Ayuntamiento o de la Parroquia?
Decimos esto, porque como se anda en pleito... Pero, Señor, ¿para qué servirán los documentos del Archivo?
Según el Concordato de 18.. se reservó a los párrocos, de los mansos
parroquiales, la casa y el huerto rectoral. De consiguiente, la de Gijón, debió
haberse reservado a su Párroco. Sentado esto, ¿a título de qué exigió y obtuvo
de anteriores Ayuntamientos el difunto párroco Sr. Frades, nueva habitación?
Más aún, ¿por qué pretendió que se habilitara la Casa Rectoral para residencia suya, cuando el Municipio tuvo arrendada dicha vivienda a varios vecinos de Gijón, y aún instaló en ella el Cuartel de la Milicia Nacional?
Una parroquia tan productiva como la nuestra ¿no disponía de
recursos suficientes para que el Párroco compusiera a sus expensas su propia
casa? Y en el supuesto de que indebidamente (no decimos injustamente porque
no nos consta la certeza) obtuviera del Municipio nueva habitación por
hallarse en estado ruinoso o inservible la casa Rectoral ¿hasta qué punto
puede la actual Corporación Municipal admitir como carga en sus presupuestos aquella concesión graciosa?
Repárese que los Ayuntamientos son menores de edad, y nada prevalece contra ellos. (Esto es una repetición del caso de Langreo).
Obsérvese que el Párroco no quiere vender la Casa Rectoral, sino que
se la venda el Ayuntamiento y le entregue su producto: lo cual parece implicar la idea de que duda sobre la firmeza de su derecho.
Téngase en cuenta que por el solar de la Casa Rectoral ofrece el propietario colindante (Sr. Pumarino o Faes) seis mil duros. Y no se olvide que
desde hace ochenta años o cosa así, viene percibiendo el párroco en concepto de habitación, tres mil reales anuales. Y que si no se le debía, era de justicia
el reintegrarlos, o cobrárselos el Ayuntamiento del importe de la venta del
solar, quedando convertido el pleito en una simple operación aritmética, bajo
esta fórmula: Solar: ptas. 30.000; percibido de más: 750 ptas x 80 años =
60.000; debe: ptas. 30.000. (¡Ya escampa! dirá él).
Biografía de Julio Somoza
405
Si la casa pertenece al Ayuntamiento, en el Archivo estarán los justificantes. Y si no están... que lo quemen. ¿Para qué diantres sirve ese Archivo,
donde no existen antecedentes aún de este siglo relativos a edificios, u obras
públicas o terrenos comunales como Santa Catalina, El Bombé, Malecón de
Langreo, Casa Rectoral, etc., etc., etc. Este asunto, debe ventilarse con mucha
diplomacia, asesorándose antes del letrado consultor del Ayuntamiento, para
no dar un paso en vago.
(26)
Hay dos casas en los Cuatro Cantones que están pidiendo a gritos su
derribo. La de Riego y la de doña Petra Calderón.
Hubo en cierta época, una candidatura conservadora para el
Municipio que ostentaba al frente de su programa de reformas, el siguiente
lema:
¡ABAJO LA CASA DE RIEGO!
(y estaba en carácter, porque el dueño de la finca, era sobrino del caudillo de
Las Cabezas... aunque del bando moderado).
Suponemos que el Ayuntamiento mus habrá pagado la expropiación
del solar de la casa del Sr. Espinosa478. Hecho esto, debe el Alcalde confabularse con el Arquitecto para que declare ruinosa la casa contigua, y pasar un
oficio expresivo a la Sra. De Calderón (suple Castillón479) conminándola con
graves responsabilidades.
El tipo de expropiación del solar de doña M. Jove de Riego, debe ser
menor que el abonado a don Salustiano Espinosa. Y sacado después a pública subasta, podía el Municipio beneficiarse algo en ella.
También convendría tomar alguna medida con la casa de los tres picos
y con la de Busto, para quitar aquellos dos edificios; aunque mejor fuera
tomar una disposición de carácter general para las reedificaciones, en la cual,
la altura y ornamentación de las fachadas, correspondiera a la anchura y categoría de las calles.
Nota marginal de Somoza: “¡Qué había de pagar! La está debiendo, con más los intereses que devenga”.
479 Doña Petra Calderón era suegra de don Justo del Castillo, de ahí con toda seguridad lo
de Castillón.
478
Agustín Guzmán Sancho
406
(27)
Materia larga y enojosa, y propensa a grandes modificaciones y
demoras, pero que convendría sujetar a un plan metódico en el de reformas
de la Villa.
Indicaremos algunas llamadas a realizarse:
A) Calle de Covadonga, de la Plazuela de San Miguel al Velódromo480.
Sólo queda la expropiación de una casita en la calle de Pelayo, perteneciente
a los herederos de Ezcurdia. Corre con ella Evaristín Prendes, y ya hizo indicaciones favorables al Municipio para llegar a una avenencia. Lo demás de la
calle, está a línea.
B) Calle o Travesía del Teatro.— Expropiación de una casita que da a
dicha travesía y a la calle de los Moros.
C) Del Rosario.— Es la angosta callejuela cuya ampliación se pide
para el acceso a la fábrica de Cigarros. Pero el Municipio, no gana nada en
ello, porque el beneficio principal es para la Fábrica, y ella es la que debiera
pagarlo. Recuérdese que existen muchas atenciones preferentes, y no se
ponga en ésta mucho empeño, porque resultaría tonto. ¿No suben las acciones de la Tabacalera? Pues que desembolse.
D) Del Instituto.— Ya se sabe que esto implica el derribo del Mercado
de Hortalizas. Pero su necesario complemento es el acceso a la calle de la
Trinidad, lo que la constituiría en una avenida de gran tránsito. Es cuestión
de hacer bien el cálculo. La casa de Eugenio Sánchez, la de Costales, y la de
Menéndez Morán, avanzan sobre la línea. Mucho ojo en la reedificación.
E) De San Agustín.— Otra miseria del Ayuntamiento con el propietario de las nuevas casas. Por una bicoca, y una pretensión injusta, tiene aquello obstruido en vez de ser vía libre. Allánese y exíjase la expropiación de la
casa de doña Helena Valdés Hevia de Díaz.
F) La Gran Vía.— Alameda de Langreo; Huerta de Langreo, Casas del
Parrocho y Estación del Norte. Lo está pidiendo el pueblo con mucha necesidad. Pero existe otro proyecto ideal de gran vía a El Musel, de cien metros de
ancho (¡una futesa!) que ni los mismos que la idearon saben por dónde ha de
ir, ni lo que va a costar, ni para qué ha de servir, ni quién la va a pagar.
480
Actual plaza de Europa.
Biografía de Julio Somoza
407
(28)
El derribo de este nido... de basura, no se ha llevado a efecto un
millón de veces, por no perder el Ayuntamiento el mezquino importe de su
arriendo. Pero habiendo creado en sustitución de aquel el impuesto sobre las
sillas en los paseos, el de carros, coches, consumo de carbón, bajadas de
aguas, limpieza de chimeneas, cédulas, puestos ambulantes, etc., etc., etc.,
bien podía reemplazar el viejo con parte de los nuevos.
El beneficio de la apertura de la nueva vía (prolongación de la calle
del Instituto) produciría gran desahogo al comercio, cuyos géneros serían
transportados más directa y desembarazadamente por esta ruta, que no por
el molesto itinerario de la Plaza, evitándose el rodeo de la calle de Recoletas,
o los más penosos de la calle del Mesón Viejo, Travesía de los Jovellanos, o
calle de San Antonio481.
(29)
Cuando el Estado se incautó de los bienes de Propios, se apropió la
casa llamada de la Biblioteca (Plazla de los Jovellanos, núm. 2) que don Gaspar
y don Francisco Jovellanos, habían legado al Instituto para sostenimiento de la
Biblioteca.
El Estado, en cambio, se obligó a entregar al Instituto láminas del
Papel del Estado equivalentes al Capital de dicha casa. Como esto sucedió
hacia 1854 (?)482, el Estado aún sigue debiendo al Instituto el Capital y réditos
de dicha casa, que montan un pico.
Y como el Ayuntamiento es copropietario de la Biblioteca del
Instituto por cláusula especial del testamento del fundador, debe interesarse
en obtener estos ingresos.
Lo extraño aquí es, que habiendo en Madrid tantos fantasmones
patrióticos que venden fachenda, y se despepitan por el pueblo, ninguno se
haya tomado la molestia de inquirir el paradero de estos fondos. ¿Habrá gato
encerrado?483.
Y para eso... ¿pagaba el Ayuntamiento un momio en Madrid, a su
representante don Jesús Pando y Valle? Cosas tenedes, el Cid...
481 Al margen señala Somoza: “Se derribó y quedó bien, aunque resultó un poco caro. Falta
sólo el ardid para obligar a edificar a los propietarios de la nueva vía”.
482 La interrogación es del propio Somoza.
483 Ver sobre la palabra gato lo dicho en la nota 461.
408
Agustín Guzmán Sancho
(30)
La calle de Ezcurdia, que es una vía digna de mayor atención que la
que se le concede, sólo debía tener dos alineaciones hasta el puente de la
Guía, con lo cual su tránsito ganaría mucho, y también su independencia de
la Carretera de la Costa. Aún se puede remediar, ya que su última mitad, está
por construir. Cuando los peones del Ayuntamiento llevaron el afirmado
hasta la Plaza de Toros, en el año de su inauguración, suspendieron allí la
obra, lo cual fue una torpeza, pues continuada aquella, hubiera sido un paseo
recreativo y sosegado para los que no quisieran ir por la polvorienta y abrasada carretera del Bibio.
Si mal no recordamos, los propietarios colindantes del último tramo
de la calle de Ezcurdia, acaudillados por Leandro Suárez Infiesta, contribuyeron para la expropiación del terreno necesario hasta el empalme junto a la
casa de Nso. Rz. Estrada, y para echar la bóveda a la acequia del molino de la
Hormiga, en el paraje en que la corta.
Hay que estudiar la manera de habilitar materiales para el terraplén
que se debe construir entre la indicada acequia y el puente de La Guía.
(31)
Colocándose en el eje de cualquiera de las calles de Covadonga,
Capua, Rendueles y Santa Doradía, se ve la barbaridad que cometió
Alejandro, interrumpiendo bruscamente el paso con una especie de barreras o
cuñas que forman los jardincillos de la Plazuela de San Miguel. De modo que
los coches, carros, carruajes y caballerías que quieran embocar directamente
a la calle central tienen que girar súbitamente y con violencia (y por lo
mismo, con riesgo evidente para ellos, y para los transeúntes), o dar un incómodo y largo rodeo. Esto es tanto más peligroso, cuanto que el paso obligado del tranvía, limita más el tránsito. Aplíquese la receta del chaflán (inventado por L... para jeringar a los vecinos) a los susodichos jardines.
(32)
¡A escape, a escape!, que aquello huele a mercado de la Pola. Las de
Fomento, primero; las de San Lorenzo, después. Aquí se palpa la necesidad de
unas Ordenanzas que prevengan con energía semejantes tolerancias y abusos;
porque lo que pasa en Fomento, es asqueroso y repugnante; y lo de San
Biografía de Julio Somoza
409
Lorenzo, es clásicamente... pacotillero. Y todo, por recaudar unas miserables
pesetejas y complacer a personalidades hueras y tontas. En fin, más vale
callar... y límpiense pronto las vías públicas de aquellas madrigueras malolientes, engendradoras de chinches y piojos, y pulgas y microbios, que saltan
y danzan y pinchan y muerden entre el tufo pestilente de la nauseabunda fritanga... ¡y, más que rabie Cañaminín de Dios, y bufen las dinastías de las Ritas!
(33)
El segundo patio del nuevo Cementerio, está sin habilitar; y aun con
grave escándalo, pasta allí ganado, tolerancia vergonzosa, por lo mismo que
está a la vista de todos.
Como el terreno es muy malo, conviene ir modificando lentamente
su composición, obligando a las familias que entierren allí sus individuos a
echar en cada enterramiento una capa de cal, y vinagre en proporción, procedimiento acostumbrado en el resto de España, y cuyo uso conviene generalizar. El depósito de cal para los cadáveres debe existir en el Cementerio (en
sus inmediaciones hay un calero); y en el acto de sepultar, el Capellán debe
vigilar y exigir el cumplimiento de esta cláusula, porque los enterradores y
sus seides son gentes informales, que sólo cuidan de su provecho.
(34)
No debe el Ayuntamiento desechar nunca ninguna reforma, por
pequeña e insignificante que parezca a primera vista, pues todo lo que
redunde en interés del público, es siempre apreciado y elogiado
Aludimos en este particular al piso del paseo de Begoña, único que
existe en la localidad para recreo de veraneantes y esparcimiento de vecinos.
El piso de dicho paseo, carece de afirmado, bien que mucha parte de
él esté sobre roca. Para igualarlo, mandó traer don Juan Alvargonzález
durante su alcaldía, nada menos que barro... de San Martín de Huerces. Y
sucede, que cuando llueve, la arcilla se esponja y aquello se convierte en un
fangal. Y durante la estación del calor, el piso, se reseca, y lo que es peor que
todo para un paseo, deja sueltas en la superficie una infinidad de piedrecitas
y chinas que lastiman y mortifican cruelmente el pie, lo que hace la estancia
en el paseo, ingrata y enojosa.
410
Agustín Guzmán Sancho
Algo se remedia, aunque momentáneamente, con el riego. Pero el
riego de un terreno arcilloso a las horas de mayor calor, produce una evaporación inconveniente y malsana, germen de dañosas enfermedades.
Un procedimiento útil, y que se debe imitar, es el empleado en el
paseo de El Bombé de Oviedo, cuyo piso, de un excelente afirmado, tiene encima una capa de tres o cuatro pulgadas de arena de piedra de grano, que se
puede obtener en Gijón de varias maneras, y que haría el suelo limpio, compacto y flexible. La arena, que está por cuajar, se puede traer de los terrenos
inmediatos a la fuente de Jove, que la suministrarían en abundancia, o de
Lloreda, y también se podría aprovechar la que se desperdicia en grandes
cantidades del labrado de aquella clase de piedra.
Por último, si el Arco de la Villa, no se ha de volver a erigir, ya tienen
los peones del Municipio material que destrozar.
(35)
El difunto don Mariano Pola, (q. e. p. d.) dejó en su Testamento una
cláusula para la fundación de un Asilo en Gijón, que llevara su nombre.
Parece ser que su hermano y heredero don Antonio, ofició al Ayuntamiento
pidiéndole terreno para emplazar el edificio, y que la Corporación dio largas
al asunto, o por hostilidad o por otros ruines sentimientos que no queremos
analizar, dejando, con tan torpe proceder, de añadir un lauro más a su gestión administrativa, y embellecer a Gijón con un nuevo edificio.
Urge resucitar esta cuestión, y al propio tiempo saber con qué recursos se ha de sostener. En dicho Asilo, si el albacea se prestara a ello, convendría instalar una Sala de Socorro, única que tendría el pueblo y que le reportaría un gran beneficio.
(36)
Éste es otro asunto como el Asilo del Sr. Pola, pero aquí la dificultad
es algo mayor, y tendrá que verla principalmente el Diputado Provincial por
Gijón.
El difunto escritor y ministro asturiano, Álvarez Lorenzana, dejó un
legado para el establecimiento de un Hospital marino en Asturias, donde
pudieran encontrar alivio los niños escrofalosos y raquíticos, y los pobres
desheredados del Hospicio.
Biografía de Julio Somoza
411
Puesto este asunto a discusión en la Diputación Provincial, se acordó
que el Hospital marinero se instalara en Jove, aldea que reunía para ello inmejorables condiciones. Ahora falta saber si los fondos los ha de facilitar la
Diputación, o los legatarios del Sr. Lorenzana. Conviene remover este asunto, pues a pesar de la resolución adoptada favorable a Gijón, Avilés trabaja
mucho para llevarse el Hospital a Salinas; y Luanco no descansa hasta llevárselo a su Puerto. Y mientras una y otra villa velan y trabajan sin descanso...
nosotros, andamos muy preocupados con el tiro de pichón, y otras ridículas
bagatelas por el estilo. ¿Qué campañas han hecho nuestros diputados provinciales cuando nos arrebataron la Comandancia de Carabineros; el hilo telegráfico directo a Madrid; la guarnición militar; la escuela de ingenieros industriales, y
cien más? ¿Qué protesta levantaron contra ese abuso irritante de las estancias
en el Hospital Manicomio de Oviedo que ya ascienden a 26 mil y pico de
pesetas; y contra el gravamen del impuesto provincial sobre las bebidas alcohólicas?
Nota (por si cuaja).— Conviene que el emplazamiento de este edificio no caiga dentro del trazado de vías que han de dar acceso al Puerto de
Refugio.
(37)
Con las nuevas edificaciones en la Carretera de Ceares, Prado del
Fumeru, etc., y las que se proyectan, convendría resucitar esta idea en tiempo, iniciada por anteriores Municipios. Redúcese, en suma, al trazado de un
camino que faldeando el Monte de los Franceses (o Pericón) venga a empalmar
en el Velódromo. Su objeto principal, es evitar el paso de las comitivas fúnebres por el único sitio de esparcimiento que tiene la Villa.
Los terrenos que atraviesa, son de mala calidad (rebajadas las pretensiones de A. C. T.484) y por lo tanto, baratos, pudiendo adquirirse hoy sin
gran dispendio los necesarios para el trazado.
(38)
Los fosos de la fortificación, aún están por rellenar en la parte frontera a las casas de don Manuel Prendes, y en la que da a la fachada principal
y talleres de la Estación de Langreo. Existe un desnivel grande entre la rasan484
Podría ser tal vez una F.
412
Agustín Guzmán Sancho
te de la nueva iglesia de San José, y la línea de los talleres de Langreo (bien
que el edificio principal se eleve sobre ella). Pero si se llega a trazar la calle de
que nos ocupamos en el número 27, y que va a ser de mucha necesidad (toda
vez que la única salida que tiene el pueblo por la parte de Poniente, es la
carretera de la Costa), entonces podrían realizarse dos mejoras a un tiempo.
Nótese aquí que entre el enorme emplazamiento que ocupa la Estación de
Langreo con sus dependencias, y el de la Estación del Noroeste, ahogan la
población por aquel lado con círculo de hierro, hasta tal extremo, que las
calles del Comercio, Rueda, Carmen y Langreo, quedan interceptadas por
aquella infranqueable barrera. Pero, rómpase de una vez por el Municipio,
que derecho, razón y ley tiene para ello. En último caso, exprópiese por ley
de utilidad pública la huerta que corre tras las casas del Parrocho, y ¡adelante!
(39)
Ya va dicho en el número 16, lo relativo a la materia, pero no quita
esto, para que desde luego se proceda a hacer desaparecer este indecoroso
lugar.
(40)
Álvarez Tejera, presentó al Municipio un proyecto de nuevo
Mercado en el Carmen (hecho por Stoldtz) y fracasó. Justo del Castillo, presentó otro, tomando el modelo del de Bilbao o Vitoria: fracasó también. Un
Mercado hacia la parte de Poniente proporcionaría buenos ingresos al
Municipio, y concurrirían a él preferentemente los labradores de las parroquias del Oeste, más ricas y en mayor número que las de Oriente (sin contar
las de Carreño). Con piedra, hierro, cristal y zinc, sale el tinglado barato y
reproductivo en sumo grado.
Biografía de Julio Somoza
413
REPASO AL PRESUPUESTO DE GASTOS DE 1892 — 1893
Capit. I. Artícul.
C I — A.1
C I — A.2
C I — A.5
C 2 — A.2
C 2 — A.5
C 2 — A.6
C 3 — A.4
C 3 — A.7
C 3 — A.9
C 4 — A.6
Queda su arreglo a discreción.
Momio de L... Sáquese a subasta.
Fúndase con el artículo 8º, y economícese algo.
Nos parece muy cara esa guardia (en conjunto) y mucho más
ese material de oficina que nos da un tufo insoportable.
Está recargado este capítulo, porque después de la partida de
3.000 pesetas, sobra el profesor de gimnasia y el alumbrado
del Parque.
Esto de las veredas, debe ser una papa, tan grande, por lo
menos, como el artículo 1º del capítulo 10.
¡Tres mil pesetas para atender al aumento del arbolado!... ¡no
lo quiera Dios! ¿Dónde está semejante aumento? Si fuera desmoche de los pocos árboles que quedan, pase.
Sobra un Inspector; y las dos últimas partidas, fúndanse en
una.
Este servicio, se hace en otras poblaciones con el Arquitecto
(que es empleado facultativo), un Oficial de Secretaría, y uno
o dos capataces. Terminantemente se debe prohibir que estos
empleados cobren los servicios o instalaciones, como ahora
hacen. Los ingresos por aguas, en cualquier concepto que sean,
deben ir directamente a Caja y Contaduría. Faltó poner en
este artículo, lo que cuesta el lavadero: calculémoslo en mil
pesetas, y tendremos:
Personal y material de aguas … … … 14.919’27
Cuerpo de bomberos … … … … … … 10.955
Lavadero … … … … … … … … … … 1.000
Total … … … … … … … … … … … 26.884’27
Pues bien, para que se vea lo disparatado de este presupuesto, se calcula (pág. 9) en ¡60.000 pesetas! El producto anual del
agua, y no da ¡ni para el sostenimiento del personal! ¡A cualquier cosa se llama presupuesto! ¿Doce mil duros anuales?
¿Mil duros al mes? ¿Dónde están los pedidos de agua? Léanse
las sesiones del Ayuntamiento y se verá la magnitud de semejante error.
El Instituto, cuesta de siete a ocho mil duros, porque la
Diputación no abona nada, por no estar servidas las cátedras
en propiedad. Con que, refórmese o suprímase, y en todo caso,
fórmese un conjunto racional con la Escuela de Artes y Oficios.
414
C 5 — A.3
C 5 — A.6
C 5 — A.8
C 5 — A.9
C 6 — A.1
C 6 — A.2
C 6 — A.7
C 6 — A.11
C 6 — A.12
C 7 — A.3
Agustín Guzmán Sancho
Suprímase, porque a grandes males, remedios heroicos.
Esa cantidad que se paga desde 1852, ¿es como amortización,
o como renta? Si lo primero, capitalícese. Si lo segundo,
englóbese en el concepto principal.
Suprímase.
Aclárense esos médicos; y los creados por favor, suprímanse.
El edificio de las Consistoriales, se entretiene al parecer
muchas veces:
Primero: en el capít. 1º — artíc. 5º
Después: en el capít. 1º — artíc. 8º
Ahora: en el capít. 6º — artíc. 1º
y más tarde: en el capít. 10º — artíc. 4º
nos parecen, en verdad, muchos entretenimientos y distracciones, porque todos esos conceptos, aunque con distintos nombres, suman la cantidad de 34.500 pesetas; con que, o aquí hay
sapos y culebras, o los conceptos son falsos, o están perversamente clasificados. Creemos esto último, porque cuando el
Secretario pone como carga los sueldos de los músicos, o no
sabe lo que carga, o lo confunde con cargo, o ignora lo que se
toca.
El cargo de Inspector, se creó para un amigo, y no es lo malo
eso, sino la partida de seis mil pesetas que figura más abajo,
con la cual se podía hacer un buen camino vecinal hacia Jove,
y las Aras y el Puerto de Refugio. A lo menos, parece que lo
pedía a gritos el entusiasmo de la causa... y, sin embargo, no resultó. El personal de este artículo debía suprimirse aquí, y trasladarse al artículo octavo, para que se viera más claro.
Aquí le duele a Elías.
El segundo patio del Cementerio, está como cuando concluyeron de tapiarle ¿en qué se invirtieron entonces esas seis mil
pesetas?
Se deduce de la lectura de esta partida que cada mozo de cuadra, cobra al año 638pt,75, y cada caballo consume al año por
valor de 547pt,50; de donde resulta que los cuadreros y las caballerías, están mejor dotados que los maestros de escuela, que
disfrutan el haber anual de 625 ptas. unos; y de 400, otros.
Más claro aún; que mientras a cada caballo se le señala para
alimentación diaria seis reales, el maestro tiene que contentarse con cuatro reales y perrona. No puede darse idea más miserable, y concepto más vil y bajo de un Municipio.
Ese Clavero, que vive fuera de la Cárcel, es imposible que
cumpla con los deberes de su oficio. Y esas veinte pesetas dia-
Biografía de Julio Somoza
415
rias para alimento de todos los presos, son una miseria y una
injuria. Véase la nota 2ª del libro de D. J. Somoza, Cosiquines
de la mió Quintana, pág 82, y medítese. Creemos que si se
hiciera una derrama forzosa entre los vecinos (incluso los de
Carreño) para un nuevo edificio, todos contribuirían. Y los
terrenos de la fortificación...
¿qué se hicieron?
¿qué fue de tantos ochavos
como dieron?
C9
C 10
A grandes males... etc, Vid. Economías.
Es una papa todo, para encubrir trampas, y aderezar a gusto
el famoso comodín del presupuesto adicional, que es otra
gazapera.
416
Agustín Guzmán Sancho
AÑO 1892
DEBE:
LEGADO DE LOS GRANDES ECONOMISTAS DEL
SIGLO
Pesetas
Censo del Duque del Parque (capitalizado al 3 %)
Censo de Llanes Queipo (íd., íd.)
Censo del Marqués de San Esteban (íd., íd.)
Empréstito sanitario (véase el cálculo:
amortiz. 600 acc.; 341 con ints.
quedan 4000 acc.; 89 sin int.
1er. Empréstito de aguas (1.309 acc. a 500 ptas.)
2º
íd.
íd. (261 acc. A 500 ptas.)
3º
íd.
íd. (594 acc. A 500 ptas.)
Préstamos de Roces Moral
Expropiación de La Gloria (Ramón Cuesta)
Otras, acordadas, que no se especifican
Pleitos (al parecer, en curso) y agentes
Expropiación a los herederos de Junquera
Ídem. de Vigil Tonticiella
Ídem. de Sn Espinosa (casa quemada)
Por amortización de créditos contra Hacienda que traen
25 años de atraso (hay qe aclararlo porqe debe ascender
a una cifra enorme)
Por liquidación de obras de la Escuela de Ceares (¿y las
restantes?)
Por liquidación de obras del Matadero (¿nada más?)
Total (que sepamos)
Por devolución del importe de terrenos vendidos ilegalmente por Carreño
Por íd. íd. de ídem del Bombé
Por fundir la estatua de Pelayo
Por pleito con el Párroco sobre propiedad de la Casa
Rectoral
Por importe de fuentes de Begoña y material de aguas
sin pagar
64.144 - 66
5.500
6.600
20.000
654.500
130.500
297.000
30.000
15.000
20.000
4.125
3.996
17.875
80.912,25
16.000
22.000
10.000
1.398.152,91
4.000
Biografía de Julio Somoza
417
AÑO 1892
La gran cantárida
HABER:
Pesetas
Struggle for life
Morituri te salutan
Por refundición de estas dos partidas
Apriete, Señor, apriete (invocación
sagastina)
¡Fuera veredas!
Disminución de la breva del arbolado
Degollina
Supresión de un momio
Garrote a dos caballeros particulares
Economía de un alquiler
Ídem de otro
Ídem de otro
Remedios heroicos
¡Ya cayó otra breva!
Caída del Ministerio Marujista
Íd. del Ministerio Zeferista (con propina)
Despeñamiento de un lobo
¡Otra prebenda menos!
La visión profética de Elías
Beati qui in Domino moriuntur
Batalla de Bailén
Combate de Trafalgar
Terremoto de la Martinica
C1 — A.1, núm. 8,9, 10 1.165 - 65
1.500
C1 — A.2
500
C1 — A.5. 8
1.550
C2 — A.5
Total
Pesetas
200
C2 — A.6
1.500
C3 — A.4
500
C3 — A.7
500
C3 — A.7, núm. 8
3.776 - 77
C3 — A.9
250
C4 — A.4, núm. 1
4.000
C4 — A.6, núm. 29
4.000
C4 — A.7
275
C5 — A.3
2.806 - 66
C5 — A.8
1.666 - 66
C5 — A.9, núm. 1
1.249
C5 — A.9, núm. 5
1.666 - 66
C6 — A.2, núm. 1
2.000
C6 — A.2, núm. 5
2.000
C6 — A.7
3.000
C6 — A.11
C9 — A.3, núm. 2 a 18 8.266 - 50
15.000
C9 — A.3, núm. 19
59.000
C10 — íntegro.
116.372 - 90
Quien tal hizo, que tal pague.
La amortización de deudas, a juicio del discreto lector, debiendo no
obstante darse la preferencia a las cuentas vencidas; y después, amortizar las
cantidades de mayor rédito, que aliviarán como es consiguiente, el presupuesto de gasto.
BIBLIOGRAFÍA
Biografía de Julio Somoza
423
ADARO RUIZ-FALCÓ, Luis.— Julio Somoza de Montsoriú y García Sala. En la
edición facsímil de Catálogo de Manuscritos impresos y notables del Instituto de
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1995.
ADÚRIZ, Patricio.— Centenario de Jovellanos. IX.— Somoza o la insigne erudición. El Comercio, 7 de abril de 1974.
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Comercio, 14 de abril de 1974.
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Calixto Alvargonzález con la colaboración de don Julio Somoza y don
Alejandro Alvargonzález. Edición y Nota Preliminar por Joaquín A.
Bonet, Cronista Oficial de Gijón. Gijón, 1965.
ALVARGONZÁLEZ, Ramón María.— Somoza de Montsoriú y García-Sala,
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Pelayo, por Miguel Artigas, Conferencia pronunciada en el Paraninfo de la
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BONET, Joaquín A.— Biografía de la villa y puerto de Gijón. 2 Tomos. Gijón
1970.
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— Cartas al Sr. Somoza VI. El escenario de la Reconquista. La ruta de los
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ÍNDICE
Capítulo 1. Nacimiento, nombre, linaje y magisterio
1.— Una familia vinculada a Jovellanos .............................................. 15
2.— Niño sordo .................................................................................... 24
3.— Los Montsoriú ................................................................................26
4.— Las primeras publicaciones en prensa .......................................... 31
5.— El magisterio de Juan Junquera Huergo ...................................... 34
Capítulo 2. Los primeros afanes de un jovellanista
1.— El “santo grial” jovellanista ......................................................... 43
2.— Interesando a los sabios ................................................................ 47
3.— Somoza y Menéndez Pelayo ......................................................... 50
Capítulo 3. La Quintana
1.— El espíritu romántico .................................................................... 61
2.— Lazos de amistad ........................................................................... 62
3.— La quintana o el rinconín ............................................................. 67
4.— La primera época ........................................................................... 72
5.— Segunda época .............................................................................. 80
6.— El interés por el bable ................................................................... 84
Capítulo 4. Archivero, bibliotecario y periodista
1.— Investigando y polemizando sobre el Instituto ............................. 89
2.— Los manuscritos del Instituto ........................................................96
3.— Actividad periodística ................................................................... 99
Capítulo 5. La pasión jovellanista
1.— Rescatando del olvido ................................................................. 109
2.— Cosiquines de la mió Quintana .................................................. 110
3.— Nuevos Datos .............................................................................. 111
4.— Las amarguras ............................................................................. 112
5.— La estatua de Jovellanos .............................................................. 118
6.— Escritos inéditos ......................................................................... 126
7.— La exposición regional ................................................................ 129
8.— La Esquirpia ............................................................................... 129
9.— El Inventario ............................................................................... 131
Capítulo 6. Al fin los Diarios
1.— El amigo Fr. Miguélez ................................................................ 137
2.— La feliz Navidad de 1891 ............................................................ 142
3.— Intento fallido de publicación de los Diarios .............................. 146
430
Agustín Guzmán Sancho
Capítulo 7. La numismática
1.— Las ideas numismáticas de don julio .......................................... 151
2.— La amistad con Soto Posada ....................................................... 154
3.— Amigos y maestros ..................................................................... 157
4.— El contenido de la colección de Somoza ...................................... 159
5.— Monedas halladas en Asturias ................................................... 164
6.— El final de la colección ................................................................ 168
Capítulo 8. El carácter
1.— La burla de sí mismo .................................................................. 171
2.— La sinceridad ante todo ............................................................... 174
3.— El carácter asturiano .................................................................. 175
4.— Hombre familiar y cariñoso ........................................................ 181
5.— Política y Religión ...................................................................... 184
6.— Amigo admirado ......................................................................... 189
7.— Afán de perfeccionismo ............................................................... 194
Capítulo 9. Las termas romanas
1.— Somoza en escena de la mano de Jovellanos ............................... 197
2.— El hallazgo de un laborioso artista ............................................. 198
3.— Cuatro faramallas y buscarruidos .............................................. 202
4.— Se confirma la importancia de las termas romanas .................... 207
5.— Testimonio para la posteridad ..................................................... 217
6.— Historiador de Gijón ................................................................... 218
7.— Cronista de Gijón ....................................................................... 222
Capítulo 10. Tonel agotado
1.— Las Cartas a Lord Holland ......................................................... 227
2.— El Centenario de Jovellanos ........................................................ 231
3.— La aportación al Centenario ....................................................... 235
4.— La excursión a Puerto de Vega ................................................... 239
5.— Otros actos jovellanistas ............................................................. 241
6.— La publicación de los Diarios de Jovellanos ............................... 244
7.— Lo último sobre Jovellanos .......................................................... 249
Capítulo 11. La batalla de Covadonga
1.— El viejecito testarudo .................................................................. 253
2.— La cuestión de Covadonga a final de siglo ................................. 256
3.— La estatua de don Pelayo ............................................................ 259
4.— Razón y sentimiento ................................................................... 262
5.— El ataque ..................................................................................... 266
6.— Cronista de Asturias ................................................................... 269
7.— La virginidad de Asturias ........................................................... 273
Biografía de Julio Somoza
Capítulo 12. Las amarguras de un jovellanista
1.— El bálsamo del trabajo ................................................................. 277
2.— El Registro Asturiano ................................................................. 279
3.— La Biblioteca Asturiana .............................................................. 282
4.— El reconocimiento del Ayuntamiento: la calle ............................ 286
5.— La última tragedia ...................................................................... 291
6.— Muerte y legado .......................................................................... 293
Apéndices.
I. Relación de los sucesos ocurridos en Río de Janeiro los días
28 y 29, con ocasión de las infructuosas tentativas realizadas
por la Señora Infanta doña Carlota Joaquina .............................. 303
II. Listado de personajes que habrían de formar el conjunto
de la obra Glorias Nacionales. Apuntes biográficos ......................... 307
III. Escritura otorgada para la publicación de los Diarios de
Jovellanos ........................................................................................... 313
IV. Cartas ........................................................................................ 317
V. Portadilla .................................................................................... 373
VI. Apuntes de un gijonés aburrido empadronado en el censo
con el número 30.512 (o instrucciones secretas para ir a la casa
del pueblo) ........................................................................................ 381
Bibliografía .................................................................................................... 421
431
432
Agustín Guzmán Sancho
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