RODOLFO OROZ JUAN LUIS VIVES Y LOS HUMANISTAS DE SU TIEMPO ANTE EL PROBLEMA DE LA ENSEÑANZA DEL LATÍN SANTIAGO DE CHILE IMP. UNIVERSITARIA 1935 Juan Luis Vives y los humanistas de su tiempo ante el problema de la enseñanza del latín POR RODOLFO OROZ La principal actividad de Juan Luis Vives (1492-1540) se desarrolla en los años en que los grandes espíritus de Europa se hallan dominados por los dos movimientos que acostumbramos llamar humanismo y reforma. Entre los representantes de estas dos corrientes tendremos que buscar, pues, a los contemporáneos de Vives. Pero entre ellos nos interesarán aquí solamente los didácticos, en cuyas obras encontramos observaciones acerca de la enseñanza de los idiomas clásicos. Nos hemos ocupado únicamente de los siguientes: Jacobo Wimpheling (1450-1528): «Isidoneus Germanicus» 1497; «Adolescentia» 1500. Desiderio Erasmo (1467-1536): «De pueris statim ac liberaliter instituendis libellus aureus et elegans» 1529. «Ratio studii ac legendi interpretandique auctores» 1511. Juan Murmellius (1480-1517): «Opusculum de discipulorum officiis quod Enchiridion scholasticorum inscribitur» 1505. «Pappa puerorum» 1513; «Scoparius in barbariei propugnatores et osores humanitatis» 1517. • Martín Lutero (1483-1546): «An den christlichen Adel deutscher Nation».., 1520; «An die Ratsherren aller Städte deutsches Lands» 1524. Felipe Melanchthon (1497-1560): «Unterricht der Visitatoren an die Pfarrherrn im Kurfürstentum Sachsen» 1528 Juan Sturm (1507-1589): «De litterarum ludis recte aperiendis» 1538. No citaré al célebre prelado italiano Jacobo Sadoleto (1477-1547), autor de «De liberis recte instituendis» 1533, ni al famoso sabio francés Budaeus (Guillaume Budé, 1467-1540) en su obra «De estudio litterarum recte et commode instituendo» 1533; ni Petrus Ramus (Pierre de la Ramée, 1515-1572), etc. porque estos neohumanistas, en el fondo, no aportan nada nuevo en materia didáctica. En cuanto a la enseñanza de los idiomas en general L. Vives (1) (1) Su obra fundamental de orden pedagógico es la que se titula «De tradendis disciplinis» (abr.: trad. disc.) y se publicó en Valencia en 1531. La citaremos en el original. se diferencia notablemente de la mayor parte de los pedagogos de su tiempo, admitiendo desde luego, en los planes de estudio al lado del latín también el griego y el hebreo, pues, a su juicio, estos tres idiomas son la puerta («ostium») para todas las ciencias. En el estudio de los idiomas en general, Vives establece cierta selección y orden: . . . habeatur in studio delectus, ut prima cura sit circa verborum significatus, et loquendi formulas, próxima circa intelligentiam auctorum, non tam in rebus, quam in sententia dicti: ut assuescat puer illorum sensa eruere, quae obscure dicuntur ac perplexe: in quo exacuitur judicium. (trad. disc. I I I , 1). Sólo cuando el alumno haya adquirido un vocabulario más amplio y cuando conozca bien el significado de las palabras, deberá comenzar con ejercicios orales y escritos de un grado superior. Quibus incipiat aperiri philologia, id est cognitio aliqua rerum: nempe temporum, locorum, historiae, fabulae, proverbiorum, sententiarum, apophthegmatum, rei domesticae, rei rusticae: gustus etiam quidam civilis ac publicae, quae omnia maxtmam illorum igneniis lucem inferent (trad. disc. I I I , 1). De todo lo cual se desprende que Vives creía indispensable que se dominara, en primer lugar, la parte lingüística, el idioma en su aspecto formal, antes de proceder al estudio y conocimiento de las cosas. En este punto Vives es evidentemente discípulo de Erasmo para quien la «cognitio verborum» es igualmente previa para la «cognitio rerum». Lutero, en cambio, defiende la tesis contraria, mientras que Melanchton opina que el conocimiento gramatical sólo en unión del de las cosas puede llevar a los estudiantes a la verdadera elocuencia. Veamos ahora lo que Vives opina sobre la enseñanza del latín frente a sus coetáneos. Según la opinión de Vives, la enseñanza del latín ha de realizarse en dos etapas. En la primera el fin primordial es una preparación general, no muy profundizada, en que se deben proporcionar los elementos de la fonética, morfología y sintaxis sin el uso de textos con reglas. Estos conocimientos básicos han de adquirirse con la lectura de un autor fácil. Vives es casi el únie/ de los humanistas de su tiempo que quiere ver implantado este método. Un concepto parecido se halla sólo en Lutero quien recomienda el aprendizaje por medio de ejercicios ora- les en forma de diálogos sobre asuntos de la vida diaria, resumiendo su opinión relativa al estudio de los idiomas en general en estas palabras: . . . wo ist jemals eine Sprache gewesen, die man aus der Grammatik recht habe reden lernen; ist es nicht wahr, dass auch die Sprachen, so die aller gewissesten Regeln haben als die lateinische und griechische Sprache, vielmehr aus Übung und Gewohnheit, denn aus den Regeln gelernt werden? (cf. F. Gedike: Gesammelte Schulschriften II, 203). 1.. .dónde ha existido una lengua que se haya aprendido a hablar bien por medio de la gramática? ¿acaso no es cierto que también aquellas lenguas que poseen las reglas más precisas como el latín y el griego, se aprenden mucho mejor por medio de ejercicios y hábito que por reglas?]. En cambio, Wimpheling comienza inmediatamente el estudio sistemático de la gramática según los tradicionales textos medievales de Donato (mediados del siglo IV) y Alejandro de Villa Dei (siglo X I I I ) . Naturalmente persigue, como todos los humanistas) el fin de llegar, tan pronto como sea posible, a la lectura de autores, pero estima que es indispensable estudiar previamente los elementos de la lengua latina en una gramática. Un poco más avanzado se muestra Juan Murmellius quien condena el uso del «Doctrínale puerorum» de Alejandro de Villa Dei; pero sí recomienda como primera iniciación las gramáticas de autores conocidos como Perotti (1430-1480) o Sulpicio Verulano y otros. El mismo publicó «Tabularum opuscula tria» que tratan las declinaciones y conjugaciones. También Erasmo quiere que se emplee desde el comienzo una gramática para que se aprendan las reglas más importantes, sirviéndose para este fin de los textos de Diómedes (siglo IV) y de Nicolás Perotti. Felipe Melanchthon, a su vez, se atiene a Donato y Catón. Sólo después de estos «progymnasmata», a juicio de Vives, ha de empezarse la enseñanza sistemática de la lengua con ayuda de textos gramaticales como el de Donato, entre los antiguos, o de Nicolás Perotti, Sulpicio Verulano, Antonio de Nebrija, Aldo Manucio, Felipe Melanchthon, de los modernos, «de todos los cuales (el profesor) puede elegir a su gusto, siendo de igual mérito su enseñanza» (trad. disc. I I I 6). Pero este procedimiento se recomienda sólo para el comienzo, pues luego un atento estudio y comparación de los autores ofrece el material necesario para derivar las reglas y determinar los puntos «in quibus congruant, in quibus dissideant» (trad. disc. I I I , 3). Sin duda, Vives habrá pensado en el método inductivo, ya que él dice de las ciencias en general : in praeceptione artium multa experimenta colligemus, multorum usum observabimus, ut ex iilis universales fiant regulae (trad. disc. II, 4). En esto el sabio español no sólo se distingue de todos sus contemporáneos, quienes no pedían otra cosa que el aprendizaje mecánico de las reglas, sino que revela con toda evidencia un profundo criterio pedagógico. También, por lo que respecta al empleo de la lengua materna, en los primeros comienzos del estudio del latín, Vives se aparta de las normas seguidas por los demás pedagogos de su tiempo. La mayoría de los humanistas no sólo desprecian el uso de la lengua materna sino hasta lo prohiben, aunque sea difícil imaginarse una iniciación en la gramática latina, prescindiendo enteramente del idioma patrio. Así leemos en los preceptos que consignó Felipe Melanchthon en la Ordenanza para las escuelas de Sajonia (de Í528), la cual representa el primer plan de estudios de carácter humanístico para escuelas protestantes en Alemania: Erstlich, sollen die Schulmeister Fleiss ankehren, das sie die Kinder allein lateinisch lehren, nicht deutsch oder grekisch oder ebreisch, wie etliche bisher getan. [«En primer lugar deben esforzarse los profesores por enseñar a los niños únicamente latín y no alemán o griego o hebreo, como algunos lo han hecho hasta ahora».] Y si algunos admiten el uso de la lengua materna, como Juan Sturm, es sólo como medio para fines retóricos. Vives, en cambio, recomienda versiones—de trozos pequeños—al latín y viceversa para ejercitarse en la aplicación de las reglas. Luego tenemos que destacar otro punto en que Vives se diferencia de todos sus contemporáneos con respecto al método recomendado para la enseñanza del latín. Cuando los alumnos dominen los elementos de esta lengua, Vives quiere que el profesor pase inmediatamente a la lectura de autores fáciles que estén al alcance de ellos. Naturalmente persiguen este fin casi todos los humanistas, pero el español cuida de que se les proporcione a los niños una lectura útil y que lo sea no sólo desde el punto de vista formal, sino que les dé conocimientos sólidos, que contenga enseñanzas de todas las cosas. Por eso propone a Catón, las cartas de Plinio, los libros de Erasmo «De copia rerum et verborum», y sobre todo una exposición de la historia universal por períodos, en orden cronológico hasta el presente, indicando: quae bella insignia sint gesta, quae memorabiles sint urbes constructae, qui homines clari vixerunt; en seguida agregando nociones de geografía, sobre la base del conocido manual de Pomponio Mela, tales como: brevem descriptionem Orbis primum universi et maximarum partium, tum provinciarum, et quid in quaque commendatur famae (trad. disc. I I I , 6). Sólo después de esta preparación que da al alumno las nociones indispensables sobre las cosas, Vives pasa a la verdadera lectura de los clásicos y de los escritores dignos de imitación. Vemos que el insigne pedagogo español no juzga suficiente el mero conocimiento de las palabras, sino que cree, con razón, que para comprender bien a los clásicos, es absolutamente necesario poseer esas nociones reales. Tales exigencias no se encuentran expresadas por ningún otro humanista. Solamente Lutero va más lejos todavía al declarar que el conocer las cosas es previo para el estudio gramatical de la lengua: Die Kunst Grammatika lehret und zeiget an, was die Wörter heissen und bedeuten; aber man muss erstlich lernen und wissen, was ein Ding oder Sache sei. [«El arte de la gramática enseña e indica cómo se llaman y lo que significan las palabras; pero primero es necesario aprender y saber lo que es un objeto o cosa».] (V. Gedike, Ges. Schulschriften II, pág. 202.) Muy interesante es la opinión de Luis Vives acerca de la finalidad de la lectura misma de los clásicos, en lo cual se halla en evidente oposición con sus contemporáneos. La mayoría de los humanistas estaban convencidos de que debían leerse y estudiarse los escritores únicamente por razones estilísticas, por la forma, ya que, con raras excepciones, perseguían el fin de convertir a sus alumnos en oradores «ciceronianos». Y a este respecto merece ser señalado expresamente el que Vives mencione en último lugar aquellas obras con que se creía alcanzar el ideal retórico (Cicerón) y las cuales figuran en primer plano en los preceptos de Wimpheling, Murmellius y, en parte también, de Erasmo, pero sobre todo de Sturm. Además Vives no reconocía, y esto con razones bien fundadas, el estilo de Cicerón como el único modelo digno de ser imitado. Al seleccionar las obras para la lectura, Vives procede de acuerdo con el principio de no tratar nunca materias que no estén al alcance de los niños. Comienza con lectura fácil, recomienda primero las obras de César «muy útil por su excelente lenguaje corriente», luego algunas cartas sencillas de Cicerón (ad familiares y sobre todo ad Atticum, pues «simpliciores sunt. . . et usui magis congruentes»), en seguida los libros de T. Livio y Valerio Máximo y sójo en último término, algunas oraciones de Cicerón (trad. disc. III, 6). Melanchthon, ciceroniano moderado, defiende un punto de vis- ta parecido respecto a los oradores clásicos. No desea una imitación mecánica y puramente formal, pues su fin es, como el de Vives, procurar una amplia cultura general, y estando, además, convencido, de que una «perfecta eloquentia» es inalcanzable, coloca a los retóricos sólo en el tercer lugar de los autores escolares. En cambio para J. Sturm, la elocuencia es el principal objeto de la enseñanza hacia el cual hay que orientar en todo momento el estudio de los autores antiguos, la utilidad del contenido le es completamente indiferente. Está manifiesto, pues, que Vives no es partidario—como la mayoría de sus contemporáneos—del principio formalista y retórico, sin que da mayor importancia al contenido de la lectura. Prueba de ello es no solamente el que recomiende inmediatamente después de César, la lectura de los libros de Livio y de Valerio Máximo, sino sobre todo que al lado de estas substanciosas obras históricas aparezcan, a continuación de alguna oda de Horacio, poetas cristianos como Prudencio y Bautista Mantuano, y luego «ad cognitionem fabularum», i. e. para profundizar los conocimientos mitológicos, las metamorfosis y los seis libros de los Fastos de Ovidio. En relación con el problema de la lectura agregaremos aquí el interesante juicio de Vives sobre los poetas, en general, y sobre Terencio y Plauto, en particular. Algunos autores sostienen que Vives no ha apreciado en absoluto o, al menos, muy poco el valor estético de las poesías. Si hubiera sido así, habría reflejado perfectamente el modo de pensar de su tiempo; pues ni Wimpheling ni Erasmo ni Sturm revelaban interés por cuestiones estéticas. Pero en verdad no lo era; Vives es precisamente uno de los pocos sabios de aquella época que eran capaces de ver y sentir «lo grande, lo bello y admirable» de la poesía. Sin embargo opina que hay que proceder con mucha precaución en la lectura, pues his tantis, et tam suspiciendis virtutibus admista sunt vitia non parum exitialia; partim picta atque expressa, partim etiam commendata quae sunt hujus generis, vehementer possunt nocere, siquis habeat fidem dicenti et nescio quo pacto impetran t fidem suavitate versus in pectora audientium blande illapsi (trad. disc. I I I , 5). Con respecto a la lectura de las obras de Plauto y de Terencio, en la escuela, Vives admite a ambos escritores, lo cual, en vista de sus principios morales tan estrictos, puede extrañar al principio, pero no hay que olvidar que después de una crítica objetiva que él hace a estos comediógrafos agrega inmediatamente: ex utroque cuperem resecta quae pueriles ánimos iis vitiis possent polluere, ad quae naturae quasi nutu quodam vergimus. Wimpheling, en cambio, recomienda a los dos autores sin escrúpulos álgunos—aunque en general desea ver eliminado de la lectura todo lo que tiene carácter frivolo—diciendo: «Von den Lustspiel Dichtern dürfen Plautus und Terenz behandelt werden». [De los poetas cómicos pueden tratarse Plauto y Terencio; Isidon. cap. 21]. Y de éstos prefiere a Plauto, pues es «más agradable, más ingenioso y más gracioso que Terencio»; Vives, por el contrario, da la preferencia a Terencio por la elegancia y pureza del habla. Y Erasmo estima que entre los autores latinos no hay otro que sea más útil para ampliar los conocimientos lingüísticos que Terencio. Plauto, en cambio, no parece ofrecerle suficiente garantía respecto de su utilidad, pero no tiene inconveniente en que se lean algunas comedias escogidas siempre que se supriman las groserías. No será fácil armonizar este juicio con lo que contienen los «Colloquia familiaria», de que es autor el mismo Erasmo, y que están destinados para niños de ocho años. Todos sabemos que estos «coloquios» contienen cosas inconvenientes para niños, de modo que Lutero prohibió a sus hijos leerlos, «denn Erasmus lehret und redet in denselben viel gottlos Zeug» [pues Erasmo enseña y dice en ellos muchas cosas sacrilegas]. Murmellius hasta recomienda que se enseñe la gramática sobre la base de una comedia de Plauto o de Terencio a quien considera como modelo de la latinidad. En la lectura de los poetas en general, el profesor debe tener cuidado, según Murmellius, de no tratar trozos que puedan ofender los sentimientos nobles de los niños, Pero no está bien claro lo que Murmellius entiende por sentimientos delicados, cuando se hojean los diálogos contenidos en su libro de ejercicios «Pappa puerorum» que ofrecen una selecta colección de los insultos más groseros. Puede extrañar el que Lutero permita a los niños la lectura de estos dos comediógrafos, pero él mira en este caso, en primer lugar, por la utilidad práctica que se puede derivar de la lectura de Plauto y Terencio. Felipe Melanchton admite sin restricción a Terencio, cuyas obras, a su juicio, deben aprenderse de memoria. Pero de Plauto recomienda, como Erasmo, sólo algunas obras que se presten para el uso de los niños, como la «Aulularia», el «Trinummus», y «Pseudolus». Vemos que aun los hombres más religiosos como Lutero no piensan en forma tan radical como Vives que desea que se supriman todos los pasajes escabrosos, aun cuando se altere un tanto la pieza y sufra algún perjuicio la obra de arte. Más aceptable parece el procedimiento de Erasmo y de Melanchton que recomiendan simplemente una selección apropiada de entre las numerosas comedias. Pero no se puede dudar del alto valor lingüístico que el mismo Vives atribuía a estas obras, pues de otro modo seguramente habría renunciado a la lectura de estos poetas peligrosos para la moralidad de la juventud. Resumiendo podemos decir que Vives se distingue ventajosa y fundamentalmente de la mayoría de los humanistas de su tiempo en los siguientes puntos de carácter metodológico: I. Que se enseñen los elementos del latín sin el empleo de una gramática. II. Que los niños adquieran primero cierto dominio sobre la lengua antes de proceder al estudio de las cosas. I I I . Que la lectura de los clásicos vaya precedida de una sólida preparación objetiva. IV. Que se presenten los poetas en ediciones «in usum Delphini». V. Que se subordine en la lectura el punto de vista formal al utilitario. Así el estudio de las obras de Juan Luis Vives, «vir in omni literatura singularis», como lo llamó Erasmo, ofrece aún hoy día gran interés para los pedagogos, sobre todo en cuestiones didácticas. RODOLFO OROZ, Director del Instituto Pedagógico. TIRADA DON APARTE DOMINGO DEL HOMENAJE A AMUNÁTEGUI SOLAR, AUSPICIADO POR LA UNIVERSIDAD DE CHILE.