El burlador de Sevilla y convidado de piedra, Acto III

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El burlador de Sevilla y convidado de piedra,
Acto III
TIRSO DE MOLINA
difunto—muerto.
embustero—mentiroso.
enlutado—vestido de luto, de duelo.
enviudado—quedado viuda; sin marido.
fiambre (m.)—carne curada, que se come fría.
galardón (m.)—premio; remuneración; pago.
galera—barco mercante equipado con velas y remos.
grieta—rendija; hendidura.
hiel (f.)—bilis; secreción digestiva del hígado, de color
Antes de leer
Se suspende la acción del acto segundo en un
momento crítico. Batricio, en el banquete de bodas en
Dos Hermanas, está cada vez más celoso y
desconfiado. El lector lo vuelve a ver al inicio del
acto tercero, en un soliloquio sombrío. Ha dado la
espalda a su desposada, y el hombre está en su punto,
listo para el engaño que le tiene preparado Don Juan.
El acto tercero empieza en Dos Hermanas, pero,
consumada la cuarta burla, Don Juan
inesperadamente vuelve a Sevilla, acción temeraria en
vista de la orden de destierro.
De las tres mujeres burladas hasta el comienzo del
acto tercero, dos han tenido pretendiente o amado que
de una forma u otra se vuelve partícipe en la burla: el
mudable Octavio y el vil e ingenuo Mota. Sus
mujeres, nobles las dos, sufren burlas idénticas:
aprovechando la oscuridad de la noche, Don Juan se
disfraza y finge ser el amante invitado a entrar. Tisbea
y Aminta, en cambio, son villanas. Las burlas a estas
dos mujeres se logran exclusivamente a base de
promesas de matrimonio.
En el acto tercero, sin embargo, Aminta exige un
juramento que, al hacerlo Don Juan, le abre el camino
a la muerte.
amarillo y sabor agrio.
injuria—agravio; insulto.
manjar (m.)—plato de comida.
martes—mal día para una boda, según el refán que reza:
«en martes, ni te cases ni te embarques».
otorgar—conceder; conferir; dar como premio.
pavor—gran miedo.
porfiar—insistir.
posada—hospedaje; alojamiento.
postigo—puerta pequeña que forma parte de una puerta
grande.
postrado—tendido; en el suelo.
prenda—cualidad o virtud; las dos que más valen son el
honor y la vida.
presagio—agüero; indicio de lo que se aproxima.
rendirse—entregarse; doblegarse; darse por vencido.
requiebro—piropo.
romance (m.)—poema; versos.
sacristán—ayudante en una iglesia, quien se ocupa del
cuidado de los artículos religiosos y de la limpieza de
la iglesia misma.
sortija—anillo.
sucinta—breve.
tenebroso—oscuro.
víbora—serpiente venenosa.
Vocabulario
abono—pago; crédito.
aciago—funesto; desafortunado.
afrenta—ofensa.
alacrán (m.)—escorpión.
Al leer
alcázar—castillo construido por los musulmanes.
alevosía—deslealtad; traición.
alumbrar—dar luz.
antojo—capricho.
cólera—ira; enojo
daga—puñal.
delito—infracción penal; acto ilegal.
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Después de leer
a manos de un muerto pagues;
y si pagas desta suerte,
ésta es justicia de Dios:
«Quien tal hace, que tal pague».
Conviene saber que en los últimos versos de El
burlador de Sevilla y convidado de piedra el
personaje Batricio alude al título de un romance
anónimo del siglo XV, muy conocido por el público
en tiempos de Tirso: El convidado de piedra. De este
romance se deriva la segunda parte del título
bimembre de la obra de Tirso. Interesa, por lo tanto,
examinarlo, y con él, su papel en la obra.
El crítico Ramón Menéndez Pidal destaca la deuda
de la obra de Tirso de Molina con la literatura popular
anterior.11 El tema del doble convite ya aparecía en
España en cuentecillos en el Medioevo. Como es el
caso de todo romance antiguo, existen de él distintas
versiones, principalmente en Castilla-León y en
Santander. En una versión, no se trata de una estatua
de piedra, sino de una calavera.
Ahora bien, a diferencia del romance antiguo, en
El burlador de Sevilla y convidado de piedra, la
invitación burlona a cenar va dirigida no a un muerto
desconocido, sino que se origina con el mismo
asesino del difunto, y va dirigida a quien murió
defendiendo el «muerto honor» de su hija, Doña Ana.
Según los estudiosos Piñero y Atero, éste es «el
último gesto de desfachatez y atrevimiento con los
poderes misteriosos de ultratumba del mítico Don
Juan».2 El letrero del sepulcro de Don Gonzalo reza:
«Aquí aguarda del Señor/el más leal caballero /la
venganza de un traidor».
Recuérdese que Don Juan, en el engaño a
Aminta— «la burla más escogida de todas»—, jura a
Dios que le maldiga si no cumple su palabra; de ser
traidor, que le dé muerte no un vivo, sino un muerto.
El juramento de Don Juan se cumple, pues la justicia
divina llega por medio del difunto Don Gonzalo de
Ulloa, enviado por Dios a cobrarle la vida, diciéndole:
En el romance antiguo no se ve la otra cara de la
moneda de Don Juan—su aspecto de burlador de
mujeres—, aunque se nota que el caballero atrevido
no asiste a Misa para rendirle culto a Dios sino para
ver a una dama, o, en otra versión, a damas. El
romance trata exclusivamente el atrevimiento del
galán al aceptar el convite del muerto. En el romance
antiguo, el caballero arrogante se salva de la muerte
llevando un relicario, y, a diferencia de El burlador
de Sevilla, se lo ha contado todo a su confesor antes
de acudir al convite del muerto. Al pedir el gran
Burlador, a última hora, un confesor, la estatua le
responde «No hay lugar; ya acuerdas tarde».
Interesa cotejar el romance El convidado de piedra
con lo relatado por Catalinón después de la muerte de
Don Juan, sobre lo sucedido en el sepulcro.
En fin, según el estudioso Francisco Márquez
Villanueva, «Tirso construía con materiales
aprovechados. No eran éstos de orden nada recóndito
para el común de sus tiempos y el poeta, lejos de
ocultarlo, hacía por poner de relieve aquella
dependencia».3
Conviene saber que otro de dichos «materiales
aprovechados» es la respuesta socarrona de Don Juan,
«¡Tan largo me lo fiáis!», cada vez que se le advierte
del castigo divino en la muerte. Antes que en Tirso,
este decir se vio en Buen aviso y portacuentos (1564),
obra de teatro del escritor valenciano Juan de
Timoneda (1520–1583). Un salteador de caminos, al
que su víctima, un estudiante pobre, le recuerda la
justicia divina y castigo que le aguarda, por su delito,
en el juicio final, le responde: «Viendo, hermano, que
burláis/de los dos y de tal modo/con el lienzo
amenazáis/menester lo habemos todo,/pues tan largo
lo fiáis».
Gonzalo Correas, en su Vocabulario de refranes y
frases proverbiales (1627), incluye dos refranes: «Si
Las maravillas de Dios
son, don Juan, investigables,
y así quiere que tus culpas
1
R. Menéndez Pidal, «Sobre los orígenes de El convidado de
piedra» en Estudios literarios, Madrid-Buenos Aires, Austral,
1938, págs. 81–108.
2
Pedro M. Piñero y Virtudes Atero, Romancero de la tradición
moderna, Fundación Machado, Sevilla, 1987, pág. 229.
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3
Francisco Márquez Villanueva, Orígenes y elaboración de «El
burlador de Sevilla», Ediciones Universidad de Salamanca, 1996,
pág. 56.
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tan largo me lo fiáis, dad acá lo que os queda» y «Si
tan largo me lo fiáis, echá para capa y sayo». Los dos
parecen ser la gracia o moraleja final de sendos
cuentos chistosos que no se conocen en la actualidad.
Conviene saber que se explica de dos maneras el
nombre del lacayo de Don Juan, Catalinón. Primero,
puede interpretarse como «catalejo grande», derivado
de «catar» y «lejos», es decir, ver desde lejos;
«catalejo» es el instrumento de ayuda óptica encajado
en un tubo extensible. El lacayo de Don Juan observa
distanciado las burlas de su amo; las presencia y
conoce de modo más íntimo que ningún otro
personaje de la obra. En el acto tercero, Catalinón se
dice «mirón» del juego de su amo, amonestándole:
Pero Tirso extrema lo escatológico, subrayando la
cobardía de Catalinón, al llegar la estatua a la cena:
Don Juan. Es desconcierto. ¿Qué temor tienes a
un muerto? ¿Qué hicieras estando vivo? ¡Necio y
villano temor!
Catalinón. Cena con tu convidado; que yo, señor,
ya he cenado.
Don Juan. ¿He de enojarme?
Catalinón. Señor, ¡vive Dios que güelo mal!
Don Juan. Llega, que aguardando estoy.
Catalinón. Yo pienso que muerto soy, y está
muerto mi arrabal.
Y sin embargo, Catalinón, el gracioso, es valiente en
el rescate, llevando a tierra firme a su amo ahogado
cuando naufragan en Tarragona. De hecho, aquí
conocemos por primera vez al lacayo, cuando
exclama lo que pudiera verse como presagio de su
vida al lado del Burlador de Sevilla: «¡Válgame la
cananea!»—o sea, «¡Que Dios me dé aguante!»
Alude a la mujer cananea en Mateo 15:21-28, que
perseveró en presentar su petición a Jesús, a la vez
que a la llegada a tierra firme, la «tierra prometida,
Canaán», después del naufragio.
Finalmente, en la figura de Catalinón, Tirso nos da
quien más se compadece de la situación lastimosa en
que caen las mujeres burladas. Catalinón, aunque
socarrón, por lo menos es sensible a la burla,
pareciendo compadecer a las víctimas. Hablando con
Don Juan, le dice:
De los que privan
suele Dios tomar venganza,
si delitos no castigan;
y se suelen en el juego
perder también los que miran.
Yo he sido mirón del tuyo,
y por mirón no querría
que me cogiese algún rayo
y me trocase en ceniza.
Segundo, el nombre Catalinón es la forma
aumentativa de catalina, eufemismo por excremento
humano. La connotación escatológica en relación con
la cobardía de Catalinón está presente muchas veces
en el texto de la obra.
Al sentir golpes a la llegada del muerto al aposento
de Don Juan, Catalinón responde:
Catalinón. Los que fingís y engañáis las mujeres
desa suerte lo pagaréis con la muerte.
Don Juan. ¡Qué largo me lo fiáis! Catalinón con
razón te llaman.
Catalinón. Tus pareceres sigue, que en burlar
mujeres quiero ser Catalinón. Ya viene la desdichada.
Don Juan. Vete, y las yeguas prevén.
Catalinón. ¡Pobre mujer! Harto bien te pagamos la
posada.
Catalinón. ...Tanto golpe no me agrada.
Don Juan. Acaba.
Catalinón. Señor, si sabes que soy un Catalinón...
Como buen bufón, Catalinón continuamente ronda lo
escatológico, como cuando rescata a su amo del mar:
Tisbea. No, que aun respira.
Catalinón. ¿Por dónde? ¿Por aquí?
Tisbea. Sí; pues ¿por dónde?
Catalinón. Bien podía respirar por otra parte.
Tisbea. Necio estás.
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Al conocer la intención de su amo de burlar a Doña
Ana, Catalinón le dice «langosta de las mujeres»,
agregando que «...fuera bien se
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Bibliografía
pregonara:/«Guárdense todos de un hombre/que a las
mujeres engaña,/y es el burlador de España». Tanto le
agrada esto a Don Juan que responde: «Tú me has
dado gentil nombre».
Y al fin es Catalinón quien comunica la noticia de
que Doña Ana descubrió el engaño antes de que se
cumpliera, facilitando la resolución final, en la cual el
Rey Alfonso casa a las cuatro parejas: Isabela con su
Octavio, Mota con su prima Ana, Aminta con
Batricio y Tisbea con Anfriso. Nótese que, aunque
Tirso no ha hecho mención de la presencia de Anfriso
en esta escena, al decir Batricio «Y nosotros/con las
nuestras», el «nosotros» se refiere a él mismo y a
Anfriso.
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Francisco Márquez Villanueva. Orígenes y
elaboración de «El burlador de Sevilla». (1996)
R. Menéndez Pidal. «Sobre los orígenes de El
convidado de piedra» en Estudios literarios.
(1938)
Pedro M. Piñero y Virtudes Atero. Romancero de la
tradición moderna. (1987)
Luis Vázquez. Tirso de Molina: El burlador de
Sevilla y convidado de piedra. (1989)
Karl Vossler. Lecciones sobre Tirso de Molina.
(1965)
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