El shalom escatológico. La Paz es el futuro

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María Dolores Ruiz Pérez – La Paz es el futuro – Isidorianum 38 (2010)
EL SHALÔM ESCATOLÓGICO: LA PAZ ES EL FUTURO.
FELICES LOS AGENTES DE PAZ.
María Dolores Ruiz Pérez
C.E.T. - Sevilla
«Señor haz de mi un instrumento de tu Paz»
(San Francisco de Asís1)
1. Introducción
Desde las primeras páginas de la Biblia aparece la paz como un valor
constitutivo de la creación. El Espíritu actuando sobre el caos informe,
permite pasar −a la creación− del caos al cosmos, realizando así algo bello,
ordenado, bueno. En el Paraíso hay paz y armonía.
Inscrita en la creación primera, hombre y mujer, familias y pueblos, son
llamados por propia configuración interna a vivir con ella. Sin ella la vida se
hace muy difícil. La paz es fruto de una vida según el Espíritu2, lo que
significa que está íntimamente unida con la Gracia. «Gracia significa luz,
vida, abertura de la vida espiritual y personal del hombre hacia los dominios
infinitos de Dios. La gracia significa libertad, fuerza, arras de la vida eterna,
el actuar del espíritu personal de Dios en lo profundo del hombre, la filiación
adoptiva y la herencia de la eternidad»3.
El pecado introduce el desorden y la “guerra”. La Redención restaura la
condición humana y nos devuelve al proyecto original del Padre. «La paz en
la tierra, suprema aspiración de toda la humanidad a través de la historia, es
indudable que no puede establecerse ni consolidarse si no se respeta
fielmente el orden establecido por Dios»4. Sus hijos e hijas no pueden menos
que construirla en su interior y a su alrededor, es una señal de la verdadera
actuación de los hijos e hijas de Dios: «Dichosos los que realizan la paz
porque ellos serán llamados hijos de Dios» (Mateo 5,9).
Aún siendo cierto que nuestra sociedad de hoy es presentista, la
preocupación por el futuro también está, aunque, a veces, se exprese más bien
1
Francisco de Asís es el mejor profeta de la paz, admirado y querido no sólo por
cristianos, sino también por mucha otra gente que reconoce en él un magnífico modelo
de vida de reconciliación y paz. En mi homenaje póstumo a Jesús Colombo, excelente
persona como buenísimo fraile franciscano, quiero ofrecer esta reflexión sobre la paz
como horizonte de futuro y tarea en el día a día.
2
Cf. Gálatas 5,22.
3
K. RAHNER, María, la Madre del Señor, Barcelona 1967, 60.
4
JUAN XXIII, Pacem in terris, 1.
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como incertidumbre sobre si este mundo acabará bien o habrá un desastre
final. En este sentido y en positivo, nos encontramos con el aumento de la
conciencia ecológica5, con el compromiso concreto por el cuidado del medio
ambiente como preocupación por el futuro y legado a las próximas
generaciones.
La ciencia teológica cuenta entre sus áreas con la escatología6, cuya tarea
consiste en elaborar y articular sistemáticamente los contenidos de la
esperanza cristiana. No es una futurología, pero sí ha de expresar sus
contenidos de forma inteligible para sus contemporáneos e incidir en una
praxis histórica que de testimonio de la esperanza que la anima. Cuando se
habla del futuro del ser humano, de la humanidad y del mundo, la teología
cristiana tiene mucho que decir, porque con la certeza de la meta hacia la que
nos dirigimos, podemos enderezar nuestros pasos siempre en esa dirección.
Los cielos nuevos y la tierra nueva anunciados en la Sagrada Escritura se
sitúan entre el ya y el todavía no, de ahí que ya podemos verificar en acciones
su presencia real como garantía de la viabilidad de un futuro posible.
La paz está en muchísimas ocasiones en boca de todos, es un deseo profundo
del ser humano: vivir en paz. En el alba de este tercer milenio, las Naciones
Unidas proclamaron el año 2000, Año Internacional de la Cultura de Paz,
queriendo indicar el rumbo del nuevo siglo y el nuevo milenio. Además, en
pocos conceptos como en éste, es tan manifiesto la íntima conexión de lo
personal y colectivo. Todas las personas de buena voluntad queremos vivir en
paz, en una sociedad en paz, en un mundo en paz; pues bien, ese es el futuro
y hacia esa meta caminamos. ¿Quién nos lo garantiza? Dios mismo porque
sus planes son de paz: «Porque yo solo sé los planes que tengo para vosotros,
oráculo del Señor, planes de paz y no de desgracia, pues os daré un porvenir
lleno de esperanza» (Jeremías 29,11). Y en Cristo ha realizado la
5
JUAN PABLO II puso de relieve en la encíclica Solicitudo rei socialis (1987) la
dimensión moral del auténtico desarrollo y el respeto a todos los seres de la naturaleza,
especialmente a aquellos recursos naturales no renovables, refiriéndose, además, al
problema de la vivienda y alabando las expresiones por la preocupación ecológica. En
la encíclica Centesimus annus (1993) alude a los hábitos de consumo y al estilo de vida
materialista, relacionando ambos con la cuestión ecológica e indicando que en la
destrucción del ambiente natural hay un error antropológico. En la Evangelium vitae
(1995) indica que corresponde al hombre cuidar el ambiente que Dios puso al servicio
de su dignidad personal y de su vida. BENEDICTO XVI para la Jornada mundial de la
Paz de 2010 ha escogido el lema: «Si quieres promover la paz, cuida la creación».
6
Algunos tratados de escatología: M. KEHL, Escatología, Salamanca 1992; F.J.
NOCKE, Escatología, Barcelona 1980; C. POZO, Teología del más allá, Madrid
1968; J. RATZINGER, Escatología, Barcelona 19923; J.L. RUIZ DE LA PEÑA, La
otra dimensión. Escatología cristiana, Santander 19863; La Pascua de la creación.
Escatología,
Madrid 1996; J.J.TAMAYO-ACOSTA,
Para comprender la
escatología cristiana, Estella 1993.
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reconciliación universal que debe extenderse a toda la realidad: « por Él
quiso reconciliar consigo todos los seres: los del cielo y los de la tierra,
haciendo la paz por la sangre de su cruz» (Colosenses 1,20)7.
Las páginas que siguen quieren ser una aportación a una clarificación de lo
que sí podemos decir de la relación entre este mundo y el futuro a la luz de la
Sagrada Escritura, «alma de la teología»8, para afianzar nuestros pasos en la
dirección por la que se va a la meta, porque como ya decía J.L. Ruiz de la
Peña:
«El discurso cristiano ha privilegiado la trascendencia (el más allá) a costa del
descrédito de la inmanencia (el más acá), sin percatarse de que el único vehículo
para cobrar la trascendencia es la desacreditada inmanencia; ha hablado mucho
del cielo (o, lo que es peor, del infierno) y poco de la tierra. [..] Ahora la
escatología habla mucho de la nueva creación. Pero todavía no está clara, en la
mente de muchos cristianos, la relación entre este mundo y el mundo futuro,
entre compromiso temporal y esperanza teologal... lo que hay que intentar es la
iluminación de la recíproca interdependencia y complementariedad de ambos
futuros, el intrahistórico y el metahistórico, y la elaboración de pautas teóricoprácticas de mediación entre ellos»9.
2. PAZ, SHALÔM
El término shalôm hebreo deriva de la raíz sumeria shim y del acádico
shalamu, que indica el estar sano, íntegro. Si se refiere a objetos, indica que
no están rotos ni divididos, que no han sufrido daño. Referido a seres
orgánicos implica que se hallan sanos y buenos; y si es dicho de la sociedad,
quiere decir que ésta está ordenada y vive en prosperidad. Para Israel, shalôm
significa la total armonía dentro de la comunidad, que, por razón del orden,
está penetrada de la bendición de Dios y hace así posible un crecimiento,
libre y sin obstáculos, de la persona en todos sus aspectos10. Así en Gn 37,14,
7
El himno de Colosenses (Col, 1,19-20) celebra la «plenitud» (pleroma) que Cristo
tiene en sí como don de amor del Padre. Es la plenitud de la divinidad, que se irradia
tanto sobre el universo como sobre la humanidad, trasformándose en fuente de paz, de
unidad y de armonía perfecta. Esta «reconciliación» y «pacificación» se realiza por «la
sangre de la cruz», que nos ha justificado y santificado. Al derramar su sangre y
entregarse a sí mismo, Cristo trajo la paz que, en el lenguaje bíblico, es síntesis de los
bienes mesiánicos y plenitud salvífica extendida a toda la realidad creada. Por eso, el
himno concluye con un luminoso horizonte de reconciliación, unidad, armonía y paz,
sobre el que se yergue solemne la figura de su artífice, Cristo, «Hijo amado» del Padre.
8
Concilio Vaticano II, Constitución Dogmática Dei Verbum, 24.
9
J.L. RUIZ DE LA PEÑA, La Pascua de la Creación, Madrid 1996, 26.
10
Cf. J.B.BAUER (ed.) Diccionario de teología bíblica, «Paz», Barcelona 1967, 775778.
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cuando Jacob envía a José a ver cómo están sus hermanos, literalmente dice:
«ve a ver la paz de tus hermanos».
En el shalôm, en la paz, desde el punto de vista bíblico, confluyen las
esperanzas para la vida diaria y el futuro trascendente. La verdadera paz es
una prueba de la bendición de Dios y sólo puede prosperar dentro de la
justicia, así aparece en algunos pasajes de la Escritura íntimamente unidas:
«La justicia y la paz se besan» (Salmo 85,11).
«Que los montes traigan paz y los collados justicia» (Salmo 72,3).
El futuro es una alianza de paz, con el pueblo convertido y purificado. De ella
fluirán entonces copiosamente la gracia y la misericordia sobre el pueblo
unido a Dios:
«Concluiré con ellos una alianza de paz, que será para ellos una alianza eterna.
Los estableceré, los multiplicaré y pondré mi santuario en medio de ellos para
siempre» (Ezequiel 37,26).
El mismo Dios está comprometido en guiarnos e introducirnos en ella, por
eso a pesar de nuestros fracasos, algunos muy trágicos y dolorosos, hay una
tensión dinámica que no nos deja perdidos en el desastre, sino que nos hace
levantarnos y caminar hacia ella. El Espíritu Santo conduce la historia hacia
una meta: la recapitulación de todo en Cristo: «El es nuestra Paz» (Efesios
2,14).
Como características particulares de ese fondo general y universal de esa paz
escatológica pueden señalarse las siguientes:
- Una fecundidad paradisíaca desconocida
- Paz de los animales con sus semejantes y con los seres humanos.
- Paz en los seres humanos
- Paz de los pueblos.
Estos rasgos de la paz escatológica no han de entenderse sólo simbólicamente
o espiritualmente, sino que son el mundo real transformado, esta misma
realidad regenerada. Pero esta paz y felicidad, que conlleva, no aparecen de
manera automática, sino que dependen de cómo contribuya el ser humano a
su realización en el presente, en su caminar terreno por medio del derecho y
la justicia, por la fidelidad a la revelación y a la ley de Dios, así lo indican,
sobre todo, los profetas como Isaías11: «¡Si hubieras atendido a mis
11
«Isaías, el será la voz que clama la «paz» y reclama «justicia». Para el profeta la
liberación y gloria de Jerusalén pasa por la justicia, y esa justicia traerá, consecuentemente,
la paz. Tras Isaías otros profetas manejarán otros conceptos éticos de paz, como son la
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mandamientos! Tu paz habría sido como un río, tu justicia como las olas del
mar». (Is 48,18).
Será posible porque los corazones de piedra serán transformados y de este
modo guardará la fidelidad a Dios libre y espontáneamente. El futuro es una
armonía desconocida de todo el cosmos, una vivencia de la amistad con Dios
y de felicidad plena: «Haré con ellos una alianza de paz, alianza eterna
pactaré con ellos. Los estableceré, los acrecentaré y pondré entre ellos mi
santuario para siempre» (Ezequiel 37,26).
Esta es la paz que da Jesús, el Mesías, de parte de Dios (Juan 14,27). Porque
Dios es el “Dios de la paz” (Rom 15,33) y ha fundado la paz por medio de su
Hijo (Col 1,20). Por tanto, la paz es un dato esencial en el reino de Dios
(Rom 14,17), es un regalo de Dios y los cristianos y cristianas tienen el deber
constante de buscar la paz (1 Pedro 3,11).
3. La paz comienza en uno mismo
Que la paz comienza por uno mismo y en uno mismo, conviene
recordárnoslo siempre. El primer trabajo por la paz lo tiene uno consigo
mismo. Ningún ser humano vive libre de conflictos interiores. ¿Qué batalla se
libra en nuestro interior?
Un anciano indio describió una vez sus conflictos interiores:
- Dentro de mi existen dos cachorros. Uno de ellos es cruel y malo, y el otro es
bueno y dócil. Los dos están siempre luchando...
Entonces le preguntaron cual de ellos era el que acabaría ganando.
El sabio indio guardó silencio un instante, y después de haber pensado unos
segundos respondió:
- Aquel a quien yo alimente.
Juan XXIII, recordado como el Papa de la paz, dice en la encíclica Pacem in
terris (11 abril de 1963):
verdad, el bien o el cumplimiento de los mandamientos, pero siempre alejados de sentido
estricto de paz como sinónimo de ausencia de guerra o conflictos, tan frecuente en los
libros históricos». Cf. Mª J. CANO, «Paz en el Antiguo Testamento»
http://www.ugr.es/~eirene/eirene/eirene10cap2.pdf (consultada el 27.02.2010), p.60.
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«Porque la paz no puede darse en la sociedad humana si primero no se da en el
interior de cada hombre, es decir, si primero no guarda cada uno en sí mismo el
orden que Dios ha establecido. A este respecto pregunta San Agustín: ¿Quiere tu
alma ser capaz de vencer las pasiones? Que se someta al que está arriba y
vencerá al que está abajo; y se hará la paz en ti; una paz verdadera, cierta,
ordenada. ¿Cuál es el orden de esta paz? Dios manda sobre el alma; el alma,
sobre la carne; no hay orden mejor»12.
Cada persona ha de encontrar la paz, si bien «habrá tantas paces internas
como personas, paces que se podrían tipificar por tradiciones culturales, por
religiones, por sistemas éticos, por sistemas educativos [..] en la medida en
que uno va superando las tensiones internas entre su ser y su querer ser, va
siendo más libre sobre sí mismo»13.
La persona creyente encuentra su paz en Dios. Él la regala a los que hacen su
voluntad. En muchos Salmos la paz es presentada como recompensa de la
persona honrada, que hace el bien:
«Apártate del mal, obra el bien, busca la paz y corre tras ella» (Salmo 34,15).
«Observa al honrado, fíjate en el bueno: su porvenir es la paz» (Salmo 37,37).
«Desaparecido el malvado... en cambio los sufridos poseen la tierra y disfrutan
de paz abundante» (Salmo 37,11).
«Mucha paz tienen los que aman tus leyes, y nada los hace tropezar»
(Salmo 119,165).
Hoy se hace necesaria una educación para la paz14 y nuestra sociedad es
consciente de ello. En todas las facultades de educación15 se trata este tema y
12
Pacem in terris, 165.
J.A. GONZÁLEZ GARCÍA, «La utopía de la Paz entre las Paces» Revistas de
Ciencias de las religiones 5 (2000) 125-144, p.131. El autor analiza los distintos
significados de la palabra «paz». Distingue tres niveles: paz personal interna, paz social
y paz cósmica. Define la paz como mito utópico y centra su estudio principalmente en
su dimensión escatológica: la paz eterna como utopía. Plantea el gran problema de si es
o no posible una paz universal. Concluye excluyendo la posibilidad de una paz
universal excluyente y defiende una paz universal incluyente como única vía posible
para un diálogo mundial entre religiones y culturas.
14
La UNESCO en su programa transdiciplinar, hacia la cultura de la paz, (Resolución
5.3 de 1995) propone diversas estrategias a plazo medio. Cf. V. FISAS, Cultura de Paz
y gestión de conflictos, Barcelona 20065ª, 396.
15
Cf. H. BOUCHÉ PERIS, «La paz comienza por uno mismo», Educación XXI 6
(2003) 25-44. Todo el número de esta revista de la Facultad de Educación de la UNED
está dedicado a «Educación para la paz». En el artículo, BOUCHÉ plantea la necesidad
de que el problema de la paz comienza en el interior de la persona. Para ello, clarifica el
concepto de «paz», por considerarlo un término controvertido y examina las distintas
13
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en los centros de enseñanza se intenta educar en este valor a las nuevas
generaciones.
La Iglesia comienza cada año dedicando su primer día a una Jornada mundial
por la paz, con un mensaje del Papa16 para todo el orbe. En la celebración de
la eucaristía los cristianos nos deseamos recíprocamente la paz, es decir, nos
deseamos bienestar, salud, buenas relaciones con Dios, con uno mismo y con
los demás. En resumen, tener el corazón lleno de la «paz de Cristo que
sobrepasa todo entendimiento».
Jesús es su discurso de despedida según san Juan, dice: «la paz os dejo, mi
paz os doy» (Jn 14, 27)17. Este pasaje es parte del testamento de Jesús a sus
influencias que se ejercen sobre el ser humano y que pueden condicionar el recto
ejercicio de la educación para la paz, como son las actitudes, su formación y cambio y
los diversos obstáculos que se presentan en este camino. Propone diversas herramientas
que precisa una buena educación para la paz y aboga por la necesidad de implantarla,
pese a su carácter utópico, pero con el concurso de la esperanza. Artículo disponible en
http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=1957878 (consultada el 27.02.2010).
16
Si quieres promover la paz, protege la creación. «La búsqueda de la paz por parte de
todos los hombres de buena voluntad se verá facilitada sin duda por el reconocimiento
común de la relación inseparable que existe entre Dios, los seres humanos y toda la
creación. Los cristianos ofrecen su propia aportación, iluminados por la divina
Revelación y siguiendo la Tradición de la Iglesia. Consideran el cosmos y sus
maravillas a la luz de la obra creadora del Padre y de la redención de Cristo, que, con su
muerte y resurrección, ha reconciliado con Dios “todos los seres: los del cielo y los de
la tierra” (Col 1,20). Cristo, crucificado y resucitado, ha entregado a la humanidad su
Espíritu santificador, que guía el camino de la historia, en espera del día en que, con la
vuelta gloriosa del Señor, serán inaugurados “un cielo nuevo y una tierra nueva” (2 P
3,13), en los que habitarán por siempre la justicia y la paz. Por tanto, proteger el entorno
natural para construir un mundo de paz es un deber de cada persona. [..] la salvaguardia
de la creación y la consecución de la paz son realidades íntimamente relacionadas entre
sí.» Mensaje de BENEDICTO XVI para la celebración de la XLIII Jornada Mundial
por la paz 2010, núm. 14.
17
«Mi paz os doy» fue el lema de la Semana por la unidad de los cristianos de 2004.
Las propuestas para cada uno de los días de entonces, exponen una reflexión acerca de
las implicaciones de la comprensión cristiana de la paz.
1º. La paz, en la Iglesia y en el mundo, se funda en el amor de Dios por nosotros.
2º. En nosotros se manifiesta el amor del Padre, ya que Jesús promete a sus discípulos la
paz y la serenidad en medio de las pruebas.
3º. Los que escuchan las palabras de Cristo y las hacen carne en sus corazones llegan a
ser portadores de su paz.
4º. Esta es la obra del Espíritu Santo que trae la paz y el perdón y que nos impulsa a
poner nuestro espíritu y nuestro corazón al servicio de un mundo que aspira a la paz. 5º.
Mientras el mundo busca la paz y la seguridad por la fuerza y el ejercicio del poder, la
paz de Cristo desciende en nosotros gracias a la humildad y a través del servicio a los
demás, cada vez que buscamos combatir el mal haciendo el bien
María Dolores Ruiz Pérez – La Paz es el futuro – Isidorianum 38 (2010)
discípulos antes de vivir su pasión y muerte. En este contexto pascual, Jesús
les asegura que si guardan su palabra, él y el Padre morarán en ellos. La paz
es ofrecida como don y promesa: «Os dejo la paz, mi paz os doy». Ante la
pregunta de sus discípulos, Jesús les dice cómo deben ser portadores de esta
paz en el mundo, guiados por el Espíritu Santo. La obra del Espíritu Santo
trae la paz y el perdón, nos impulsa a poner nuestros pensamientos y energía,
nuestro corazón y esfuerzos al servicio de un mundo que aspira a la paz.
El saludo de Pablo a sus iglesias es siempre «gracia y paz a vosotros». Se
trata de una paz entendida desde el trasfondo judío (shalôm) que hemos visto
antes: plenitud de vida, armonía con Dios y con los hermanos y hermanas,
supresión de tensiones y carencias. Pablo entiende esa paz como
consecuencia de la gracia, del hecho de que Dios se ha inclinado
benévolamente hacia los creyentes.
4. Trabajar por la Paz y la Justicia
Una humanidad nueva conduce a forjar un mundo según el plan de Dios.
Prácticamente no quedará parcela de las relaciones sociales sin ser afectada
por las exigencias del Dios de la justicia y de la paz.
«¿Qué aspecto tendría, pues, el mundo si el hombre, en su relación con Dios,
hubiera vivido sin recortes la vocación original a la santidad y a la justicia? [..]
Tal vez pueda sonar a fantasioso, pero, de suyo, no hace falta mucha fantasía
para imaginar que un mundo y una sociedad sin pecado se habría desarrollado de
modo bastante más eficiente. Muchas formas de sufrimiento jamás habrían
entrado en escena. Se conocería mejor las fuerzas de la naturaleza y habrían sido
utilizadas para favorecer la potencialidad de la vida»18.
En el orden nuevo de la Redención realizada por Jesucristo, hombres y
mujeres estamos llamados a colaborar juntos para que la paz y la justicia sean
una realidad en nuestro mundo. Como ya señaló Juan XXIII, en la Pacem in
terris, el ingreso de la mujer en la vida pública es un signo de los tiempos. El
concilio Vaticano II, en el mensaje final del 8 de diciembre de 1965, afirma:
6º. Seguir el camino de los discípulos de Cristo quiere decir liberarse cada vez más del
miedo y de la inquietud, y ser más conscientes de que el amor de Dios es más grande
que todo lo que se nos opone.
7º. Por la confianza en la resurrección de Cristo y en la espera de su retorno glorioso, el
cristiano debe vivir con la mirada puesta en un horizonte de esperanza y mostrarse
solidario con los que viven en la duda, el miedo y la pena.
8º. La paz auténtica, la paz que Dios quiere darnos, nos trae el gozo pero obliga también
a dedicarse a otros fines para que todos alcancen esa paz
18
M. SCHULZ, «La naturaleza caída», Revista Católica Internacional Communio, año
23, julio-septiembre 2001, 304-5.
María Dolores Ruiz Pérez – La Paz es el futuro – Isidorianum 38 (2010)
«Llega la hora, ha llegado la hora en que la vocación de la mujer se cumple en
plenitud, la hora en que la mujer adquiere en el mundo una influencia, un peso,
un poder jamás alcanzados hasta ahora. Por eso, en este momento en que la
humanidad conoce una mutación tan profunda, las mujeres llenas del espíritu del
Evangelio pueden ayudar tanto a que la humanidad no decaiga».
Pablo VI expresó también el reconocimiento de este «signo de los tiempos»,
atribuyendo el título de Doctoras de la Iglesia a Santa Teresa de Jesús y a
Santa Catalina de Siena en 1970. Juan Pablo II añadió a este minoritario
grupo a santa Teresa de Lisieux en 1997.
Teniendo en consideración lo anterior, más que hacer un discurso sobre cómo
trabajar por la paz y la justicia, me limito a exponer brevemente, el
compromiso y las tareas emprendidas por las mujeres galardonadas hasta
ahora con el Nobel de la Paz19. Ellas son una muestra de muchas y muchos
más que en el anonimato o con reconocimientos públicos están trabajando
por la paz y la justicia. «La creciente presencia de la mujer en la vida social,
económica y política a nivel mundial, nacional e internacional, es signo de un
importante proceso social que no se debe parar y que debe buscar siempre
nuevas fórmulas de apoyo, a fin de que su contribución sea cada vez más
eficaz en la defensa de los derechos humanos y del valor de la vida»20.
1. Jane Addams (Estados Unidos) En 1889 fue cofundadora con Ellen Gates
Starr de la Hull House, en Chicago, que fue una de las primeras casas de
acogida para inmigrantes en los Estados Unidos, con guardería infantil y
diversos programas de educación. Sus ideas e iniciativas fueron decisivas
para la aparición del Trabajo Social como disciplina aplicada de las ciencias
sociales. Trabajó activamente en favor del voto femenino y del pacifismo,
presionando al gobierno en favor de los derechos de la mujer, de los niños y
de la juventud. Entre otras obras, escribió Democracia y ética social (1902) y
Paz y pan en tiempos de guerra (1922). En 1931 fue galardonada con el
premio Nobel de la Paz.
2. Emily Greene Balch (Estados Unidos). Nacida en el barrio jamaicano de
Boston, dentro de una familia acomodada. Estudió sociología y económicas
en Europa y en los Estados Unidos. En 1896 ingresó en la facultad de
Wellesley College, y en 1913 se convirtió en profesora de económicas y
sociología. Durante la Primera Guerra Mundial ayudó a fundar la Liga e hizo
campaña contra la entrada de Estados Unidos en el conflicto. Escritora y
19
Cf. http://www.webmujeractual.com/biografias/premios_nobel.htm (consultada
20.02.2010).
20
S. TASSOTTI, «La donna: educatrice alla pace», en Claretianum 49 (2009) 149-161,
159.
María Dolores Ruiz Pérez – La Paz es el futuro – Isidorianum 38 (2010)
pacifista, recibió el Premio Nobel de la Paz en 1946, por su trabajo en la
Women's International League for Peace and Freedom (Liga Internacional
de Mujeres para la Paz y la Libertad.
3. 4. Betty Williams (Reino Unido). Pacifista británica, nacida en Belfast.
Fue cofundadora con Mairéad Corrigan de la organización pacifista
norirlandesa Gente de la Comunidad por la Paz, A propuesta de varios
parlamentarios alemanes, ambas compartieron el premio Nobel de la Paz de
1976 por su intenso trabajo tratando de reconciliar a las dos comunidades
religiosas más importantes de Irlanda.
5. Madre Teresa de Calcuta. Nacida como Agnes Gonxha Bojaxhiu en la
actual República de Macedonia, en 1910. Vivió toda su vida religiosa en
Calcuta (India). Fundó en 1950 las Misioneras de la Caridad para atender a
los más pobres de entre los pobres. También su rama masculina, los
Hermanos de la Caridad. Fue galardonada con el Nobel de la Paz en 1979.
Cuando falleció en 1997 su congregación contaba con 4.500 Misioneras de
la Caridad, repartidas en 610 fundaciones en 133 países del mundo. Fue
beatificada por Juan Pablo II en 2003.
6. Alva Myrdal (Suecia). Nació el 31 de enero de 1902. Estudió en las
universidades de Estocolmo y Uppsala. Tras ser directora general de la
Oficina de Asuntos Sociales de la ONU (1949-1950) y directora del
departamento de Ciencias Sociales (1951-1955) de la Organización de las
Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO).
Desempeñó diversos cargos diplomáticos y oficiales para el gobierno sueco,
incluyendo el de ministra de Desarme (1966-1973). Entre sus libros destacan:
El juego del desarme (1976) y Guerras, armas y violencia diaria (1977). Por
su trabajo en favor del desarme colectivo compartió en 1982 el Premio Nobel
de la Paz con el político y diplomático mexicano Alfonso García Robles.
Falleció en Estocolmo en 1986.
7. Aung San Suu Kyi (Birmania). Reconocida como prisionera de
conciencia por Amnistía Internacional, su propósito de que el drama birmano
no cayera en el olvido fue recompensado el 14 de octubre de 1991 con el
premio Nobel de la Paz, en atención a su "lucha no violenta en pro de la
democracia y los Derechos Humanos", y por constituir "uno de los ejemplos
más extraordinarios de coraje civil en el continente asiático en las últimas
décadas". En su nombre recogió el galardón el mayor de sus hijos,
Alexander, de trece años. Ya antes había sido honrada con los premios Rafto
de los Derechos Humanos (octubre de 1990) y Sajarov de la Libertad de
Conciencia (julio de 1991) concedido por el Parlamento Europeo. A partir del
Nobel, la líder de la resistencia civil birmana sería repetidamente laureada,
María Dolores Ruiz Pérez – La Paz es el futuro – Isidorianum 38 (2010)
otorgándosele la medalla Presidencial de la Libertad de Estados Unidos
(2000).
8. Rigoberta Menchú Tum (Guatemala). Indígena maya quiché. Nació en
Chimel, una aldea de las montañas del Quiché guatemalteco, en 1959. A los
19 años comenzó a militar en el Comité de Unidad Campesina (CUC),
mientras el ejército nacional llevaba a cabo su campaña de "tierra arrasada"
contra la población sospechosa de pertenecer a la oposición armada. Su
hermano menor fue secuestrado y asesinado por el ejército, su padre
quemado vivo junto con otros veintinueve ocupantes de la embajada de
España y, pocos meses después, su madre también moría torturada. Rigoberta
salió del país y se refugió en México a los 21 años, donde fue acogida en
Chiapas por el obispo Samuel Ruiz García. Al año siguiente volvió a
Guatemala pero muy pronto tuvo que refugiarse en Nicaragua y luego otra
vez en México. Desde allí inició una serie de viajes cuyo epicentro fue
Ginebra, donde participaba en el grupo de trabajo de la ONU sobre
poblaciones indígenas. En 1992 fue galardonada con el Premio Nobel de la
Paz.
9. Jody Williams (Estados Unidos). En 1997 recibió el Nobel de la Paz por
su trabajo orientado a la eliminación y limpieza de las minas antipersonales.
El tratado "la Convención sobre la Prohibición del Empleo, Almacenamiento,
Producción y Transferencia de Minas Antipersonal y sobre su Destrucción"
entró en vigencia el 1 de marzo del 2001. Williams vive comprometida como
embajadora itinerante de la Campaña Internacional para la Prohibición de las
Minas, coalición que coordinaba y con la que compartió el Premio Nobel de
la Paz en 1997.
10. Shirin Ebadi (Irán). Nacida en 1947, se convirtió, con 27 años, en la
primera mujer juez de Irán, pero la revolución islámica de Jomeini, cuatro
años más tarde (1979), la dejó sin trabajo porque las mujeres son "demasiado
emocionales e irracionales" para desempeñar ese cargo. Este revés humillante
no la paralizó y Ebadi siguió trabajando para lograr que su país fuera más
justo. Como muchos abogados iranís, ha sido encarcelada varias veces.
Ebadi, además, cofundó la primera organización por la lucha de los derechos
humanos después de la revolución. Ha sido la primera mujer musulmana en
obtener el Nobel. Critica con dureza a los gobiernos de todo signo político y
cultural. Recibió amenazas por acudir al acto de recepción del Nobel de la
Paz en 2003 sin el velo.
11. Wangari Maathai (Kenya), nacida en 1940, es la primera mujer de
África occidental que logró un doctorado universitario –en Biología–, la
primera profesora en Anatomía veterinaria y primera decana de su facultad,
María Dolores Ruiz Pérez – La Paz es el futuro – Isidorianum 38 (2010)
en la Universidad de Nairobi. Fundadora del movimiento Cinturón Verde, fue
galardonada con el Premio Nobel de la Paz en 2004, por su contribución al
desarrollo sostenible, la democracia y la paz. El Comité Noruego Nobel
señaló que ella se lo había ganado por su contribución al desarrollo
sostenible, la democracia y la paz, convirtiéndola en la primera mujer
africana en recibir este galardón. «La paz en la tierra depende de nuestra
capacidad para asegurar el medioambiente. Maathai se sitúa al frente de la
lucha en la promoción del desarrollo económico, cultural y ecológicamente
viable en Kenya y en África», argumentó el Comité Nobel. La galardonada,
prosiguió el Comité, «tiene una visión global del desarrollo sostenible que
abraza la democracia, los derechos humanos y en particular los derechos de la
mujer. Piensa de forma global y actúa a nivel local».
Con el ejemplo de estas once mujeres constructoras de paz y justicia, de
tantas otras personas21, comprendemos aún más que los seres humanos,
bendecidos por Dios en Jesucristo, debemos ser una bendición para el
prójimo, y una bendición para todas las naciones. La comunidad eclesial, de
forma particular, está llamada a ser signo, instrumento y testigo de la paz, paz
con Dios y entre los hombres22.
5. Este es el futuro: la ciudad de la Paz
«Yo haré derivar hacia ella –Jerusalén ciudad de la pa–- como un río, la paz,
como un torrente en crecida, las riquezas de las naciones» (Isaías 66,12).
Cuando un árabe dice dirigirse a Al-Quds, un judío a Yerusaláim o un
cristiano a la Ciudad Santa, están refiriéndose todos ellos a Jerusalén. Isaías
21
Merece una mención en este sentido la Comunidad de Sant'Egidio nacida en Roma en
1968, por iniciativa de Andrea Riccardi. Comenzó reuniendo a un grupo de estudiantes de
bachillerato para escuchar y poner en práctica el Evangelio. La primera comunidad
cristiana de los Hechos de los Apóstoles y Francisco de Asís fueron los primeros puntos de
referencia. Hoy son más de 50.000. Su carisma se centra en la fuerza de la oración y el
compromiso por construir la paz. «Es necesario fundar una civilización de la convivencia
entre muchos sujetos de nuestro mundo: estados, religiones, realidades económicas,
culturales, civiles… Hay que fundarla si queremos un futuro de paz. Dicha civilización ya
existe en muchas regiones; está escrita en los cromosomas de las religiones, en las
orientaciones de las culturas. ¡Gracias a Dios no se trata sólo de un esfuerzo voluntario! La
civilización de la convivencia ya existe parcialmente, pero hay que ampliarla y
estabilizarla, hay que aumentar su aceptación entre la gente. Para lograrlo, queda un
inmenso trabajo cultural por hacer. La cultura vuelve a ser importante. Hay que discutir y
negociar con todos los sujetos. Para llevar a cabo una obra de ampliación es necesaria una
visión articulada del mundo, iluminada por la conciencia de que es necesario vivir juntos.»
A. RICCARDI, Convivir. Realismo y esperanza ante un mundo plural: hacia una
civilización de la convivencia, Barcelona 2007, p.84.
22
Cf. Lumen gentium, 1 y 13.
María Dolores Ruiz Pérez – La Paz es el futuro – Isidorianum 38 (2010)
la llamó Ariel, que puede ser «hogar de Dios», «ara de Dios», «fuego del
altar de Dios». Es, pues, una ciudad con una referencia especial a Dios,
objetivo de los hombres y mujeres de fe.
El camino de la vida, de cada persona, de los pueblos y de la misma historia,
puede ser descrito como una peregrinación desde Babilonia, lugar del
destierro, hasta Jerusalén, la ciudad santa donde mora Dios.
Los profetas utilizan esta imagen donde Dios mismo guía al pueblo en un
nuevo éxodo solemne y procesional desde Babilonia hasta Sión. Recordemos
lo que el profeta Isaías anuncia:
«¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del heraldo que anuncia la paz,
que trae la buena nueva, pregona la victoria! Que dice a Sión: "Tu Dios es rey".
Escucha: tus vigías gritan, cantan a coro, porque ven cara a cara al Señor que
vuelve a Sión. Romped a cantar a coro, ruinas de Jerusalén, que el Señor
consuela a su pueblo, rescata a Jerusalén; el Señor desnuda su santo brazo a la
vista de todas las naciones y verán los confines de la tierra la victoria de nuestro
Dios» (Isaías 52,7-10).
En el sentir del profeta, la gloria de Sión superará todas las experiencias
anteriores y asumirá rasgos que permiten comparar a la ciudad con el paraíso
perdido:
«El Señor consolará a Sion; Él consolará todas sus ruinas. Convertirá su
desierto en Edén y su estepa en jardín del Señor. Alegría y gozo habrá en ella,
himnos y cantares». (Isaías 51,3)
Las visiones sobre la ciudad de Jerusalén era uno de los argumentos
preferidos por el pensamiento apocalíptico de los siglos inmediatamente
anteriores y posteriores a la época de Jesús. Junto a la idea de que la ciudad
terrenal de Jerusalén sería escenario de la victoria definitiva de Yahvé, fue
creciendo en la literatura apocalíptica la fe en una Jerusalén celeste
preexistente desde los comienzos, que había de descender sobre la tierra al
final de los tiempos. Según otra manera de pensar, Jerusalén permanece en el
cielo como lugar en el que algún día habitarán los justos. La nueva
Sión/Jerusalén será de una belleza inimaginable, estará habitada por una
multitud innumerable que Dios mismo regirá, el punto central de esa ciudad
gigantesca lo ocupará el templo, al que se traerán ofrendas de todas las partes
del mundo. Éste es también el contexto del que se nutren Jesús y la Iglesia
primitiva, que elaboran su propia visión teológica de Jerusalén.
En el Nuevo Testamento, se dice que ya nos hemos acercado a ella por
Jesucristo. Hay una transposición cristiana de Jerusalén, bien fundada en la
doctrina de los profetas: ella es símbolo de la ciudad celestial, del futuro
definitivo y último que nos ha conquistado Cristo y que ya prefigura la
Iglesia terrena. Para Pablo lo importante es la Jerusalén de arriba, la ciudad
María Dolores Ruiz Pérez – La Paz es el futuro – Isidorianum 38 (2010)
libre de la Ley; esa es nuestra madre, la que nos ha otorgado la existencia de
creyentes (Gálatas 4,26). Y se nos asegura que esa Jerusalén celestial es la
ciudad a la que ya nos hemos acercado por Jesucristo:
«Vosotros os habéis acercado al monte Sión, a la ciudad del Dios vivo, la
Jerusalén celestial, y a miríadas de ángeles, reunión solemne y asamblea de los
primogénitos inscritos en los cielos» (Hebreos 12,22-23).
Retomando muchos elementos del profeta Ezequiel, el Apocalipsis23 describe
la nueva Jerusalén como una realidad celeste, que al final de los tiempos
bajará de los cielos y acogerá como ciudadanos y ciudadanas suyos a los
discípulos y discípulas de Cristo, señalados como vencedores y vencedoras
en el combate contra el mal durante la peregrinación por la vida terrena. Una
ciudad que ya no tiene templo, pues "su templo es el Señor Dios
todopoderoso y el Cordero" (Apoc 21,22).
6. Un horizonte al que dirigir la mirada
Un horizonte al que dirigir la mirada nos lo marcan los capítulos 21 y 22 del
Apocalipsis, de los que puede decirse con razón que son de las páginas más
bellas de la Biblia. Exceptuando algunos versículos (cinco en total) con unas
advertencias proféticas de aspecto un tanto severo, estos dos capítulos nos
presentan una especie de inmensa vidriera de una catedral, cuyos motivos y
colores abren al infinito, y que está iluminada incesantemente por un sol
deslumbrador. Juan alcanza cumbres sin igual, y nos brinda una visión
sumamente poderosa y rica de la llegada de un mundo nuevo. La Palabra de
Dios nos asegura que el mundo de la Bestia está abocado al fracaso y a la
ruina. Estos capítulos finales de la Biblia no describen lo que solemos llamar
el fin del mundo, sino que dirigen nuestra mirada al más allá del fin, al
mundo radicalmente nuevo que Dios modela para la humanidad cuyo
acontecimiento central es la resurrección de Cristo.
Cielo nuevo, tierra nueva, Jerusalén nueva, universo nuevo. No se trata de un
arreglo superficial, ni de un retorno cíclico de las cosas, sino de una novedad
profunda y radical. En griego existen dos adjetivos para hablar de lo que es
nuevo: neos y kainós. El primero hace referencia a la novedad cronológica: lo
más reciente, lo que acaba de aparecer en el tiempo. No es éste el término que
23
Algunas referencias bibliográficas sobre el Apocalipsis: AA.VV., En torno al
Apocalipsis, ed.BAC, Madrid 2001; Equipo "Cahiers Evangile", El Apocalipsis,
Cuadernos bíblicos 9, Estella 1992; J.M. GONZÁLEZ RUIZ, Apocalipsis de Juan. El
libro del testimonio cristiano, Madrid 1987; X. PIKAZA, Apocalipsis, Estella 1999; JP.PREVOST, Para leer el Apocalipsis, Estella 1994; E. SCHÜSSLER FIORENZA,
Apocalipsis. Visión de un mundo justo, Estella 1997; U. VANNI, Apocalipsis, Estella
1994.
María Dolores Ruiz Pérez – La Paz es el futuro – Isidorianum 38 (2010)
Juan ha escogido: utiliza exclusivamente kainós para poner de relieve la
dimensión cualitativa de la novedad: lo que es de un orden diferente, lo que
es radicalmente nuevo. Juan nos remite, más allá de la historia presente, a un
mundo radicalmente distinto del que conocemos, ya que se verá liberado de
toda forma de sufrimiento, de muerte y de maldición para quedar solo lleno
de gozo, vida y bendición para siempre, el shalôm escatológico.
La contraposición entre Babilonia, la ciudad arrogante y opresiva, cuyas
actividades se describen en el capítulo 13 y más detalladamente en los
capítulos 17 y 18, y la nueva Jerusalén contribuyen a destacar las
características de la nueva ciudad donde Dios habita, la ciudad santa
(21,2.10), esa ciudad en donde se levantará el trono de Dios y del Cordero
(22,3). Algunas contraposiciones que Juan señala son:
Babilonia está llena de abominaciones y del sucio fruto de la prostitución
(17,4). La nueva Jerusalén es una novia (virgen) ataviada para su esposo
(21,2), resplandeciente como una piedra de jaspe cristalino (21,11).
Babilonia se ha convertido en mansión de demonios, en guarida de espíritus
inmundos y de toda clase de aves inmundas y detestables (18,2). En la nueva
Jerusalén habita el mismo Dios que ha montado su tienda con la humanidad
(21,3) y nada manchado entrará en ella, nadie que practique la maldad y la
mentira (21,27).
La prostituta será traicionada, la despojarán y la dejarán desnuda, será
arrasada no quedará nada de ella (17,15-16). Por el contrario, a la nueva
Jerusalén afluirán el poderío y la riqueza de las naciones y los reyes de la
tierra vendrán a rendirle vasallaje (21, 24.26).
Babilonia está destinada a la destrucción (18,8), mientras que en la nueva
ciudad, los siervos de Dios “reinarán por los siglos de los siglos” (22,5).
7. La medida y el material de la ciudad de la Paz
«El que hablaba conmigo tenía una caña de medir, de oro, para medir la
ciudad, sus puertas y su muro. La ciudad se halla establecida en cuadro, y su
longitud es igual a su anchura; y él midió la ciudad con la caña, doce mil
estadios, la longitud, la altura y la anchura de ella son iguales. Y midió su muro,
ciento cuarenta y cuatro codos, de medida de hombre, la cual es de ángel»
(Apocalipsis 21,15-17).
La descripción cargada de detalles, podría inducir a alguno a buscar una
significación precisa de cada elemento, pero hay que analizar el carácter
simbólico del texto en conjunto. Su extensión es inmensa, para poder acoger
a los ciudadanos llegados de todas partes. Tiene una estructura perfecta. Sus
dimensiones bien proporcionadas y sus medidas inmutables son imagen del
pueblo de Dios reunido. La ciudad se halla establecida en cuadro, y su
María Dolores Ruiz Pérez – La Paz es el futuro – Isidorianum 38 (2010)
longitud es igual a su anchura. Está diciendo que la nueva Jerusalén es la
ciudad de la IGUALDAD, sin injusticias y desigualdades.
Desde el versiculo 18 hasta el 21 habla del material con la cual será edificada
la Nueva Jerusalén:
«El material de su muro era de jaspe; pero la ciudad era de oro puro, semejante
al vidrio limpio; y los cimientos del muro de la ciudad estaban adornados con
toda piedra preciosa. El primer cimiento era jaspe, el segundo, zafiro; el
tercero, ágata; el cuarto esmeralda; el quinto, ónice; el sexto carnalina; el
séptimo, cristólito; el octavo, berilo; el noveno, topacio; el décimo, crisopraso;
el undécimo, jacinto; el duodécimo, amatista. Las doce puertas eran doce
perlas; cada una de las puertas eran una perla. Y la calle de la ciudad era de
oro puro, transparente como vidrio» (Apocalipsis 21,18-21).
Sorprende la luminosidad de la ciudad, la perenne claridad que se vislumbra,
signo de la presencia de Dios que aleja toda oscuridad. Es evidente de que el
oro, el vidrio limpio y las piedras preciosas es lo más valioso que Juan pudo
elegir para dar a entender la nobleza, dignidad, esplendor y magnificiencia
de la Nueva Jerusalén. Además, nombra y coloca doce piedras preciosas de
manera que guardan ARMONÍA.
Orígenes señalaba, hablando de ella, que cada una de las piedras preciosas
que adornan la ciudad celeste son las virtudes con las cuales, sobre el
fundamento de Cristo, se edifica la comunidad de los creyentes hecha de
material valioso, y no de madera, heno o paja24.
Como en el Antiguo Testamento la ciudad santa era llamada con una imagen
femenina, «la hija de Sión», así en el Apocalipsis de Juan la Jerusalén celeste
es representada «como esposa adornada para su esposo»25. El símbolo
femenino delinea el rostro de la Iglesia en sus diferentes rasgos de novia,
esposa, madre, subrayando así una dimensión de AMOR y de
FECUNDIDAD.
Los habitantes de esta ciudad son la comunidad de los salvados, hermanos y
hermanas llenos del Espíritu, unidos por el amor. En ella son acogidos todos
los pueblos y naciones, tal como habían anunciado las profecías antiguas
refiriéndose a la extensión universal del reino mesiánico. Los reyes de la
tierra, los que ya poseen el Reino de Dios en la tierra, que desde la óptica de
Dios son los pobres26, caminan hacia la Jerusalén celestial y le hacen ofrenda
24
Cf. 1Corintios 3, 10-12.
Apocalipsis 21,2.
26
La Escritura dice: Bienaventurados los pobres porque vuestro es el Reino de Dios
(Lc 6,20). Un rasgo destacable de Jesús en el establecimiento del nuevo orden de cosas
25
María Dolores Ruiz Pérez – La Paz es el futuro – Isidorianum 38 (2010)
de sus riquezas (recordar en este punto, el óbolo de la viuda) y de su
esplendor (el pobre Lázaro cubierto de llagas).
En esta ciudad Dios mismo estará con ellos. Más aún, Dios eliminará
definitivamente todo lo que hacía a la humanidad vulnerable y tan expuesta al
sufrimiento:
«Enjugará las lágrimas de sus ojos, y no habrá ya muerte, ni luto, ni llanto, ni
dolor, porque todo lo viejo se ha desvanecido» (Apocalipsis 21,4).
Es un mundo de íntima COMUNIÓN FAMILIAR27 y de FELICIDAD
INFINITA para la humanidad. Se habla también de personas y de relaciones:
«yo seré su Dios, y él será mi hijo» (Apocalipsis 21,7).
Sea cual fuere el nombre que se le dé: cielo, paraíso, reino... el misterio
esencial del más allá es que es una relación armoniosa y una comunión
profunda entre Dios y la humanidad.
Para recordarnos en qué consiste la comunión, la común-unión de vida
(koinonia), según el Nuevo Testamento, basta acercarnos a la descripción de
los elementos fundamentales de la vida de la comunidad en la Jerusalén
terrena que nos hace Lucas en Hechos de los Apóstoles:
- La raíz de la comunión está en la fe, experiencia de una visión de Dios,
de la Vida que se comparte. Lucas subraya en los sumarios que se trata
de «los creyentes» (Hechos 2,44; 4,32).
- La comunión implica una unidad espiritual: «la multitud de los
creyentes no tenía sino un solo corazón y una sola alma» (Hechos
4,32). Se subraya la unanimidad de la primitiva comunidad.
- La comunión tiene una repercusión material; se comparten los bienes y
se pone todo en común. La fraternidad y la comunión no son algo
meramente intencional e inverificable, sino que deben tener
traducciones históricas y eficaces.
El cuadro que presenta Lucas en los Hechos responde al ideal griego de la
amistad, según la conocida máxima aristotélica de que "entre amigos todo es
común". Pero también quiere decirnos que en la primitiva comunidad se
realiza la promesa del Deuteronomio: en el pueblo elegido no habrá pobres
es la integración generalizada de los excluidos. El niño, ser despreciable en aquella
sociedad, se convierte en signo de quien sabe recibir el Reino de Dios (Mc 10,15). La
mujer, privada de derechos y expuesta a las veleidades del varón, es declarada digna de
respeto y no repudiable a capricho (Mc 10,3-11; Mt 5,32). Los pecadores públicos son
rescatados (“publicanos y pecadores”: Mt 9,10; “publicanos y prostitutas”: Mt 21,31) y
los enfermos excomulgados son reincorporados al culto (Mc 1,44).
27
Cf. Mª D. RUIZ PÉREZ, «De la cercanía a la intimidad. Del Dios de Abraham, Isaac,
Jacob, al Dios-Abbâ de Jesús» en Ephemerides mariologicae 59 (2009) 231-250
María Dolores Ruiz Pérez – La Paz es el futuro – Isidorianum 38 (2010)
porque se establecerá la fraternidad perfecta (Deut 15,4). Presentándose como
la realización de estas promesas, la comunidad primitiva se está declarando el
Israel escatológico, el pueblo de Dios de los últimos tiempos.
El sueño del futuro que alimenta el Apocalipsis: visión de Dios, unidad
espiritual y bienes compartidos, no es ilusión, pues se está gestando ya en lo
escondido de la historia y Juan lo adivina a partir de lo que ya Dios mismo
está realizando en las comunidades. Imagina el futuro a partir de la semilla y
de la muestra. Saca una diapositiva de los momentos más hermosos, vividos
con Jesús y la comunidad primitiva y proyecta todo en la pantalla del futuro.
Conclusión
El Cielo bajó a la Tierra, transformada para siempre en morada de Dios, por
eso la mejor imagen de la que ya podemos disfrutar de la nueva Jerusalén es
María de Nazaret, la mujer que dio a luz al Príncipe de la Paz, la Theotókos.
En ella Dios hizo la gran obra que ahora aguardamos se realice en cada ser
humano y en toda la humanidad. Donde la Palabra es acogida28 y dada a luz,
como hizo ella, tiene lugar una epifanía del Altísimo. Así, por aquel niño
nacido de ella en una gruta, se proclama la paz y el beneplácito divino (Lucas
2,14). Simeón, recibiendo en sus brazos al niño de los brazos de la madre,
expresa que puede partir de esta vida en paz (Lucas 2,29).
Dios es la fuente de la vida29, el principio y el fin de todo (Apoc 21,6). Dios
Padre, con corazón de Madre, abrazará y se fundirá con cada uno de modo
que ya no se necesitará la luz de fuera para ver. En el futuro que Dios ofrece
ya no habrá necesidad de sol, ni de luna, ni de lámpara30. Como la luz del sol
que ilumina todo, así será la presencia amiga de Dios, pero desde dentro de
cada uno y a la vez en todos. Su gloria iluminará a su pueblo y brillará sobre
él. Y todos, para siempre, contemplaremos su rostro (Apoc 22,4). Todo será
paz y luz.
Ante el futuro que el amor de Dios ha preparado, merece la pena repetir la
promesa: «Dichoso el que preste atención a las palabras proféticas de este
libro» (Apoc 22,7). Participará en la fiesta final y estará sentado en el
banquete de las bodas del Cordero. Para que este futuro no se retrase y venga
inmediatamente, «el Espíritu y la Esposa dicen: ¡Ven!»(Apoc 22,17) y Él
responde: «Estoy a punto de llegar» (Apoc 22,20).
28
La lamentación de Jesus sobre Jerusalén (Lucas 19,42) hace ver claramente que la
ciudad no ha reconocido el momento de la visitación de Dios.
29
Apocalipsis 21,6; 22,1.
30
Apocalipsis 21,23; 22,5.
María Dolores Ruiz Pérez – La Paz es el futuro – Isidorianum 38 (2010)
Mirar y contemplar el futuro, nuestra próxima y definitiva ciudadanía en la
ciudad de la Paz (Jerusalén celestial), hace crecer la esperanza e intensifica el
amor y el compromiso de vivir el privilegio de la doble nacionalidad que ya
tenemos, la terrena y la celestial, con naturalidad y sencillez, cuidando el
transmitir a las nuevas generaciones la dirección en la que avanzar: la Paz de
Dios (Filipenses 4,7) y el Dios de la Paz (Romanos 15,32), pues la Paz no
indica, sólo lo que Dios da31, sino también lo que Dios es.
Resumen
Este artículo aporta una clarificación sobre lo que sí podemos decir de la
relación entre este mundo y el futuro anunciado por la esperanza cristiana
(escatología). La iluminación según la sagrada Escritura de la recíproca
interdependencia y complementariedad entre el futuro intrahistórico y el
metahistórico, permite encontrar pautas teórico-prácticas de actuación. Una
humanidad nueva conduce a forjar un mundo según el plan de Dios, un
mundo donde ha de reinar la paz y la justicia. El futuro es la ciudad de la Paz;
construirla es tarea de todos. En esta hora de la historia, la mujer está dando
una aportación digna de consideración. El sueño de futuro que alimenta el
Apocalipsis no es una ilusión, pues se está gestando ya en lo escondido de la
historia.
31
«Si la paz es don de Dios y tiene su manantial en él, sólo es posible buscarla y
construirla con una relación íntima y profunda con él. Por tanto, edificar la paz en el
orden, la justicia y la libertad requiere el compromiso prioritario de la oración, que es
apertura, escucha, diálogo y, en definitiva, unión con Dios, fuente originaria de la
verdadera paz.» (JUAN PABLO II, Discurso en Asís el 24 de enero de 2002).
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