06 la reestructuracion de europa mayo

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Lectura Recomendada: “La Reestructuración de Europa”
FUERZA AÉREA ECUATORIANA
ACADEMIA DE GUERRA AÉREA
LECTURA RECOMENDADA
MAYO-JUNIO 1990
Academia de Guerra Aérea
Página No. 1
Lectura Recomendada: “La Reestructuración de Europa”
TEMA:
TÍTULO DE LA LECTURA:
ESTRATEGIA
“LA REESTRUCTURACIÓN
EUROPA”
AUTOR:
Michael Howard
PUBLICACIÓN:
JUNIO 1990
Academia de Guerra Aérea
Página No. 2
DE
Lectura Recomendada: “La Reestructuración de Europa”
“LA REESTRUCTURACIÓN DE EUROPA”
Por: Michael Howard
revista Survival de Marzo-Abril 1990,
publicada por el Instituto Internacional de
Estudios Estratégicos (Londres).
Entregar esta traducción tiene un
propósito exclusivamente didáctico y
representa, por supuesto, sólo la opinión del
autor del artículo.
E
Prólogo
¿Qué está ocurriendo realmente en
Europa? Cambios. Cambios tan profundos
(¿o no tanto como parece?) y vertiginosos,
que nos vemos obligados a ver las noticias
día a día para no quedar desfasados ante
acontecimientos tan importantes. Los cambios
que se produzcan, los que se están
produciendo y los que ya son cosa del
pasado, tendrán inevitables consecuencias
estratégicas y evidentemente, políticas y por
lo tanto, las habrá económicas y de todo
orden, alcanzando sus efectos prácticamente
a todo el mundo.
Una opinión sobre este candente tema
es lo que presentamos en este número de
Lecturas Selectas. Su interés es indudable
para cualquier oficial de nuestra institución.
El tema "La reestructuración de
Europa" es una traducción de un artículo
aparecido en volumen XXXII N° 2 de la
Academia de Guerra Aérea
l Instituto Internacional para Estudios
Estratégicos (IISS) fue fundado en
1958. Pocos meses antes, el
lanzamiento del Sputnik había mostrado que
la Unión Soviética había logrado, o era capaz
de lograr, la paridad estratégica con los
Estados Unidos. Los pueblos de Occidente
confrontaban una nueva sombría perspectiva.
Parecía
que
ahora
nuestra
propia
supervivencia se encontraba amenazada y que
continuaría estándolo indefinidamente, por un
lado, debido a la existencia de armas
termonucleares y, por el otro, por una
confrontación global con un adversario
declarado y formidable.
|
En lo esencial, esta situación
permaneció inalterable durante 30 años y la
tarea del IISS fue investigar formas para vivir
de modo confortable y seguro en ella.
Ciertamente
llegamos
a
estar
tan
acostumbrados a la prisión que la historia
había construido para nosotros que, como
reincidente
o
pacientes
de
larga
hospitalización, pasamos a ser casi incapaces
de visualizar ningún otro tipo de existencia.
Parecía que no podía existir ningún otro
mundo. Teníamos que hacer que este fuera lo
mejor posible.
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Lectura Recomendada: “La reestructuración de Europa”
Ahora, repentinamente las paredes de
nuestra prisión se han derrumbado y
emergemos, perplejos, en un mundo nuevo y
extraño. ¿Cómo nos podemos adaptar a él?
¿Qué cambios debemos efectuar en las
costumbres arraigadas en nosotros? ¿Cuáles
con las opciones que se presentan ante
nosotros y cuáles con las necesidades?
¿Cuánto de nuestras antiguas vidas debemos
dejar atrás y qué nuevas habilidades debemos
aprender?
Primero, pasaré a enfocar nuestra
relación con la Unión Soviética; luego
analizaré el Este, o como es mi
deno¬minac10n preferida, Europa Central;
luego me ocuparé de Alemania y Europa
Occidental y, finalmente, consideraré la
relación entre los Estados Unidos y la
incipiente agrupac10n europea: la nueva
estructura, en efecto, de Occidente.
La Unión Soviética es, por supuesto,
la clave de todo el proceso. Si los cambios de
los cuales hemos sido testigos durante los
últimos años no son irreversibles, si todo
depende de la voluntad o de la supervivencia
de un único hombre, entonces nada ha
cambiado y nuestras esperanzas son ilusiones.
La cautela con la cual nuestros gobernantes
han reaccionado hasta ahora frente a los
acontecimientos de Rusia es comprensible: es
demasiado lo que pende de la exactitud de sus
apreciaciones. Pero la mayoría de las
preguntas que se formulan en Occidente y
muchas de las respuestas dadas no
comprenden el verdadero sentido. Han
tendido a enfocar la persona de Mikhail
Gorbachev: sus intenciones, sus perspectivas
de supervivencia, si debemos ayudarlo y si es
así, cómo.
Se ha argumentado que debemos de
abstenernos de aprobar sus políticas porque su
objetivo es aún la preservación del marxismo
leninismo, si bien en una forma más atenuada.
Se ha insistido que su fracaso es inevitable
puesto que el DIRIGISMO comunista es
incompatible con una economía de mercado.
Academia de Guerra Aérea
Argumentos como esos son interesantes, pero
muy simplistas. Estos cambios están
ocurriendo y así ha sido por largo tiempo, en
la sociedad soviética en los cuales Gorbachev
es tanto el síntoma como el catalizador. Se ha
alcanzado
un
punto
en
que
la
incompatibilidad
entre
las
demandas
resultantes de estos cambios y la estructura
del poder estatal se ha vuelto notoriamente
obvia para los propios líderes soviéticos.
Gorbachev fue puesto en el poder por sus
colegas con un mandato que determinaba un
cambio radical y continúa, a pesar de todas las
dificultades, disponiendo de ese apoyo.
Ya sea que sobreviva o no en el poder,
Gorbachev ya ha logrado su histórica tarea de
poner en pie una transformación en la
estructura del estado soviético que es tan
abierta como irreversible. La Glasnost le ha
revelado al pueblo soviético como son y no le
gusta lo que ve de ellos mismos. Es posible
que la Perestroika aún no haya creado nuevas
estructuras viables, pero fatalmente ha
debilitado la antigua. Naturalmente, la
democracia multipartidista no se ha
desarrollado todavía en la unión Soviética:
dada la naturaleza de la cultura política rusa,
eso es apenas factible de esperar. Pero a
través de toda la Unión Soviética, está
emergiendo una sociedad civil articulada
presionando y transformando los instrumentos
del Estado - la burocracia, el partido, el
ejército y el KGB; una opinión pública que
opera no sólo sobre esos organismos, sino que
dentro de ellos. Sus miembros estarán
operando en el futuro de acuerdo con
estándares muy diferentes y empleando
métodos muy diferentes de aquellos aplicados
en el pasado.
La consecuencia más importante de las
políticas de Gorbachev ha sido, por lo tanto,
destruir la antigua docilidad que hizo posible
el totalitarismo. Los pueblos soviéticos se han
mostrado a sí mismos que son inteligentes y
críticos, con un vigoroso sentido de sus
propios intereses. Ya no son más una masa
inerte para ser manipulada por un pequeño
grupo de ideólogos. Ellos pueden, en realidad,
probar que son ingobernables; pero la
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Lectura Recomendada: “La reestructuración de Europa”
sugerencia hecha por algunos alarmistas
occidentales de que un futuro gobierno podría
distraerlos de sus problemas internos
mediante aventuras militaristas foráneas, es
altamente improbable. Ante todo, muchos
ataúdes regresaron de Afganistán.
Los historiadores y economistas
debatirán por largo tiempo las causas de estos
cambios, pero es probable que concuerden
sobre un factor: la suprema importancia de la
revolución de las comunicaciones. La libertad
de información es tan necesaria para el
desarrollo político, como lo es el aire para
sostener la vida. Ha sido la disponibilidad
universal de la información instantánea a
través de las telecomunicaciones, los medios
de comunicaciones y los computadores
integrados, lo que ha disuelto la masa
congelada
de
la
ignorancia
del
conservantismo que hizo posible el
mantenimiento del control totalitario y que ha
permitido que los pueblos soviéticos se
comuniquen libremente, no solo con el mundo
exterior sino que entre ellos mismos.
Si nosotros en Occidente queremos
contar con la seguridad de que estos cambios
permanezcan irreversibles, el modo más
seguro de hacerlo es asegurarnos de que el
flujo de información y de tecnología de
información no disminuyan. Negarle a la
Unión
Soviética
esta
tecnología
fundamentándose en que tiene, o podría tener,
utilidad militar, es algo tan carente de
perspicacia como contraproducente. Esta es la
forma más segura de preservar el atraso social
que hizo que la Unión Soviética fuera tan
peligrosa por tanto tiempo. La modernización
por si misma no garantiza una sociedad
pacífica: la Alemania nazi perdura caro un
horrendo ejemplo de lo contrario.
Pero
cualquiera
que
sea
la
sofisticación de las armas que posea, el
pueblo soviético con el cual podamos
comunicarnos libremente, que entienda qué
está sucediendo en el mundo exterior y que
pueda aplicar sus lecciones a su propia
sociedad, será lejos un compañero más
Academia de Guerra Aérea
confiable en la conservación del orden
mundial, tanto dentro como fuera de Europa,
que otro que crea y conozca únicamente lo
que su gobierno autoriza.
Aún más, es sólo con tal sociedad que
los acuerdos de control de armas a largo plazo
serán posibles. Como todos sabemos, el
control de armas estratégicas es impulsado
por una lógica que le es propia y que guarda
poca relación con las circunstancias políticas.
Es un mundo cerrado habitado por expertos
cuya tarea es, al igual que aquella de los
corredores de la bolsa y abogados,
resguardarse de cualquier riesgo concebible,
por más remotas que puedan ser las
posibilidades de riesgo. Les corresponde a los
líderes políticos, a la luz de las circunstancias
políticas, decidir qué riesgos están dispuestos
a asumir. A medida que el clima político
cambia, los cálculos de los analistas
estratégicos, por lógicos que sean, se alejan
cada vez más de las probabilidades reales.
Finalmente, se llega a un punto donde el
cálculo de las capacidades militares se logra
por medio de las intenciones percibidas;
intenciones estructuradas no sólo por los
intereses del estado sino que por la cultura
política. Si ya no se considera más al estado
soviético como hostil y agresivo, si la
sociedad soviética es conocida como una con
la cual se pueda interactuar tan libremente
como lo hacemos entre las nuestras, entonces
el vino fuerte de los cálculos nucleares (para
parafrasear a Lord Salisbury) necesitará ser
adulterado con el agua fría del sentido común,
y el agua aún más fría de la necesidad
económica.
No obstante, en Europa, correcta o
equivocadamente,
estamos
menos
preocupados por las capacidades nucleares
soviéticas que por sus fuerzas convencionales
que son vistas como indicadores mucho más
preciosos de las intenciones políticas. Había,
hasta recientemente, alrededor de medio
millón de efectivos estacionados más allá de
las fronteras occidentales de la Unión
Soviética y la rapidez con la que son retirados
proporcionará la más confiable evidencia de
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Lectura Recomendada: “La reestructuración de Europa”
las intenciones soviéticas de liberar sus ex
satélites europeos. Ahora, ciertamente, hay
muy pocas dudas sobre esas intenciones. El
año pasado, uno tras otro, los miembros del
pacto
de
Varsovia
declararon
su
independencia política e (lo que es más
importante) ideológica de la Unión Soviética.
El gobierno soviético no sólo condescendió
con esto, sino que los pueblos soviéticos
permanecieron aparentemente indiferentes.
Bajo el nuevo régimen de la Glasnost, el
presidente Gorbachev ha sido criticado en
muchos aspectos, pero su atrevida decisión de
hacer lo mejor de un mal trabajo en Europa
Central y librarse de una inmensa
responsabilidad política no ha sido desafiada,
hasta donde es de mi conocimiento, por
ninguno de sus enemigos internos. Sus
asesores militares, cualesquiera que sean sus
reservas profesionales, deben saber que el
hacer retornar los ejércitos soviéticos a esos
países no encontraría ni un sólo amigo que los
ayudara, ya sea para reconquistar estos países
o gobernarlos después. Los soviéticos parecen
haberse despojado de su imperio en Occidente
en forma tan radical como lo hicieron los
británicos, hace 40 años, de su imperio en el
Este. Ahora, las mitades divididas de la
familia europea pueden reunirse una vez más
y permanecer juntas. La reestructuración de
Europa, al fin es posible y esa es la tarea a la
cual todas nuestras mentes se deben abocar.
Deseo establecer aquí una distinción
(la cual sé que se realiza en estos mismos
países) entre Europa Central y Europa
Oriental. "Europa Central" está compuesta
por aquellos territorios que una vez formaron
parte de la Cristiandad Occidental; las
antiguas tierras del Imperio Habsburgo,
Austria, Hungría y Checoslovaquia, junto con
Polonia y los linderos orientales de Alemania.
El término "Europa Oriental" debe ser
reservado para aquellas regiones que se
desarrollaron bajo la égida de la Iglesia
Ortodoxa: las comunidades del mar Negro de
Bulgaria y Rumania que solo emergieron de
la dominación otomana en el siglo XIX y las
partes "europeas" de la Unión Soviética.
(Yugoslavia es una inquietante amalgama
Academia de Guerra Aérea
comprendiendo ambas, sus ex provincias de
los Habsburgo de Croacia y Eslovenia cada
vez más en desacuerdo con sus vecinos
meridionales y queda por ver por cuanto
tiempo puede sobrevivir esta amalgama).
Creo que deben ser estas antiguas naciones de
Europa central a las que primero debemos dar
la bienvenida y del modo más cálido en la
asociación europea, y en último término, al
ingresar a la Comunidad Europea. Es en esto
en lo que nos encontramos en mejor posición
tanto en términos geográficos como de la
cultura común, para prestar ayuda.
No se trata de una mera nostalgia
histórica que me motiva a presionar a que los
países de Europa Central sean admitidos tan
pronto como sea factible en la Comunidad
Europea. Existen otras dos razones
inmediatas. Una es que su propia historia ha
estado caracterizada tanto por el antagonismo
como por la cooperación; antagonismo entre
alemanes, checos y polacos, entre húngaros y
eslovacos, rumanos y croatas. Fue su
creciente e incompatible autoarrogancia que
destrozó la unidad del Imperio Habsburgo,
algo que muchos de ellos han lamentado
desde entonces. El sufrimiento común ha
incidido mucho para reunificarlos, tal como
ocurrió con los pueblos guerreros de Europa
Occidental hace 40 años. Pero ellos aún se
comunican más fácilmente con Occidente que
unos con otros, y la cooperación entre ellos
probablemente se desarrollará mucho más
fácilmente dentro del marco de la Comunidad
que únicamente sobre una base regional.
La segunda razón es que ellos
realmente comparten, me temo, una actitud
altamente ambivalente hacia Alemania,
especialmente frente a la perspectiva de una
Alemania reunificada; por muy sinceras que
sean las declaraciones de reconciliación
hechas por sus líderes políticos. La
generación cuya comprensible aversión por
los alemanes, los hizo acoger con
complacencia a los rusos como liberadores, ya
casi ha llegado a su fin, pero sus sucesores
continúan cautelosos; en ninguna parte más
que en Polonia. No obstante su necesidad por
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Lectura Recomendada: “La reestructuración de Europa”
contar con capital, tecnología y destreza
general alemana es tal, que el desarrollo de
una política económica alemana en Europa
Central debe ser conducida en estrecha
conexión con sus asociados occidentales,
dentro del marco de una Comunidad Europea
que ya ha mitigado tan exitosamente los
antagonismos
históricos
en
Europa
Occidental. De otro modo, los pueblos de
aquellos países pueden llegar a sentir que han
intercambiado una clase de hegemonía por
otra; una hegemonía más benéfica y
benevolente, ciertamente, pero que aún así los
haría resentirse.
Por lo tanto, nuestra primera tarea
debe ser reabsorber los pueblos de Europa
Central dentro de nuestra comunidad
económica y cultural a la que ellos pertenece
realmente: retomar los lazos entre Londres,
Paris, Roma, Munich y Leipzig, Varsovia,
Praga y Budapest. Pero, si ellos son
reabsorbidos, ¿se unirán también a nuestra
comunidad de seguridad?
Finalmente, tenemos esperanzas de
que si. Un solo sistema de seguridad que
abarque a toda Europa, que involucre la
disolución o el amalgamiento de los pactos
existentes, ciertamente es una meta razonable
a largo plazo. Este es el objetivo hacia el cual
debemos apuntar en las negociaciones CSCE
en Helsinki. Pero las circunstancias políticas
ordenan que debemos tomarnos nuestro
tiempo para llegar allí. Si tal sistema hubiera
de incluir a Europa Oriental (es decir, la
Unión Soviética) en la actualidad sería
inaceptable para muchos del resto de sus
miembros. Si no lo hiciera, sería visto por la
Unión Soviética, por lo menos, como
potencialmente hostil, especialmente si aún
está unido a los Estados Unidos. Los
soviéticos se encuentran en condiciones de
bloquear la creación de cualquier sistema de
seguridad que se extienda simplemente de
"Brest a Brest". Aun si no estuvieran en esa
posición, a estas alturas deberíamos haber
aprendido la profunda falta de buen criterio de
imponer un destino no deseado a naciones que
no están en condiciones de resistirlo, pero que
Academia de Guerra Aérea
desafiarán tan pronto como hayan recuperado
su fuerza.
De manera que un estado militar
especial para las naciones de Europa Central
parece, por el momento, inevitable. Esto bien
podría ser un estado Comparable al de
Finlandia: políticamente independiente y libre
de toda fuerza militar externa, pero aceptando
que la Unión Soviética tenga un cierto Droit
de Regard, el que podría o no ser ejercido a
través del mecanismo del Pacto de Varsovia.
Su independencia sin duda podría ser
garantizada formalmente por ambos lados.
Finalmente, este estado podría beneficiar
también a las repúblicas bálticas si como
parece ser muy posible ellos recuperan su
libertad. Tal Cordon Sanitaire, que se
extendería desde Finlandia, pasando por los
Estados Bálticos, Polonia, Checoslovaquia y
Hungría hasta Austria y Yugoslavia, debe
satisfacer los intereses de seguridad tanto de
la Unión Soviética como de Occidente. Más
importante, casi con seguridad cumpliría los
deseos de los propios pueblos - en tanto que
ellos disfrutan en todos los demás aspectos de
su tranquila condición de miembro en la
comunidad de naciones de Europa.
En cuanto al estado militar de una
Alemania reunificada, los deseos del propio
pueblo alemán serán muy importantes, ya sea
que nos guste o no. Esperaremos con interés
los resultados del debate interno que tendrá
lugar ahora dentro de las dos Alemanias, tanto
antes como después de la reunificación. Pero
sus aliados y sus vecinos y sus ex adversarios
sienten un profundo y legítimo interés por el
resultado de aquellos debates y un justo
derecho de expresar sus opiniones. Es muy
probable que ellos hagan, conjunta o
separadamente,
dos
importantes
estipulaciones. La primera, sobre la cual en
particular es probable que insista la Unión
Soviética, es que debe haber, al menos Ad
Interim, un estado militar especial para los
territorios que, en la actualidad, constituyen la
República Democrática Alemana. Ya sea que
deban permanecer guarniciones soviéticas en
estos territorios, aun cuando su presencia es
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Lectura Recomendada: “La reestructuración de Europa”
en gran medida simbólica; o que no deban
contener fuerzas externas en absoluto. La
segunda estipulación, que ha sido manifestada
firmemente por el presidente de los Estados
Unidos, es que Alemania debe seguir siendo
miembro de la Alianza Occidental. Una
Alemania neutra sería peligrosamente
desestabilizante; no sólo para Europa, sino
también para el mundo.
En este último punto los aliados occidentales,
los polacos y, en la actualidad, la mayoría de
los habitantes de la República Federal se
encuentran de acuerdo: Una Alemania
reunificada debe seguir siendo miembro de la
Alianza OTAN. La Unión Soviética hasta
aquí mantiene la opinión oficial de que una
Alemania reunificada no debe pertenecer a
ninguna alianza, pero al menos debe estar tan
consiente como cualquier otro, de los
problemas que una poderosa Alemania no
alineada presentaría para la estabilidad de
Europa. Pero los alemanes orientales, en el
presente, ven las cosas en forma diferente.
Las encuestas de opiniones allí indican una
clara preferencia por la neutralidad y en una
Alemania reunificada ellos podrían encontrar
más aliados de los que esperamos en la
actualidad. Es muy probable que esto suceda
si una parte de Alemania tiene que soportar la
carga de albergar considerables fuerzas
armadas extranjeras, mientras la otra parte no
lo hace.
En esta etapa, sería bueno recordar en
que consisten las obligaciones del Tratado del
Atlántico Norte. Ellas son "mantener y
desarrollar... capacidad individual y colectiva
para resistir un ataque armado" (artículo 3);
"consultarse conjuntamente toda vez que... la
integridad territorial, independencia política o
seguridad de cualquiera de las partes
amenazadas" (artículo 4) y considerar "un
ataque armado contra uno... ataque contra
todos ellos, y tomar "inmediatamente, en
forma individual y en conjunto con las demás
partes, las medidas que se juzguen necesarias,
incluyendo el uso de la fuerza armada, para
recuperar y mantener la seguridad del área del
Atlántico Norte" (artículo 5). Esto es lo que
Academia de Guerra Aérea
los norteamericanos llamarían "la médula".
Todo lo demás es súper estructural: la
organización militar integrada, el sistema de
mando, la ubicación de tropas, la estrategia
general todo esto fue negociado en forma
separada y es necesario que no se le considere
en una forma sacrosanta.
Bien puedo comprender la depresión
con la cual los civiles y oficiales militares de
la Alianza deben contemplar la perspectiva de
una Perestroika dentro de la OTAN de
demoler y reconstruir una estructura que ellos
han creado frente a dificultades casi
insuperables como resultado de innumerables
compromisos y que hasta ahora nos sirvió en
tan buena forma. Pero se debe enfrentar el
hecho de que una estructura creada para
satisfacer las necesidades de los años
cincuenta corre el peligro de transformarse,
después de 40 años, en un anacronismo
arcaico. Una Unión Soviética que ha retirado
sus legiones dentro de sus propias fronteras y
que se encuentra en una situación de crisis
interna con probabilidades de persistir durante
muchos años; una Europa Central que se ha
unido nuevamente en todos los aspectos
(excepto el militar, tal vez) a nuestra sociedad
occidental; sobre todo, una Alemania
reunificada con una población de 80 millones
y un ejército que contabiliza tal vez unos
600.000 efectivos: esta es la situación para la
cual debemos hacer planes ahora. ¿Continuará
habiendo necesidad de fuerzas aliadas sobre
el territorio de Alemania Occidental? Si así
fuera, ¿a qué propósito deberían servir?
¿Cómo deben desplegarse? ¿Qué estrategia
deberían adoptar? Todavía existe la necesidad
de un modo de pensar tan osado e innovador
como el que se requirió hace 40 años, si no se
ha de ver a la OTAN, tanto dentro de
Alemania como más allá de sus fronteras.
como un anticuado dinosauro, un obstáculo
para la reestructuración de Europa más bien
que un instrumento.
La Alianza misma, como lo sugerí,
debe
ser
sacrosanta,
no
obstante
definitivamente podemos revisar la forma en
la cual opera; y especialmente sacrosanta
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Lectura Recomendada: “La reestructuración de Europa”
debe ser la participación de los Estados
Unidos. Existen tres buenas razones para esto.
Primero, la Unión Soviética, cualquiera sea el
curso que pueda tomar su evolución interna,
seguirá siendo una potencia militar muy
fuerte con un formidable arsenal de armas
nucleares. Y me temo que continuará siendo,
al menos en el presente, una potencia
contraria. No obstante el sincero deseo de
Gorbachev de ser admitido en la casa común
europea, el camino marcado por Lenin y
Stalin ha alejado tanto a los soviéticos de las
estructuras y valores de la sociedad
occidental, que es probable que haga falta una
generación de sostenidos esfuerzos recíprocos
antes de que podamos realmente tratar los en
la misma forma que a los demás. Es un
esfuerzo al que debemos entregar lo mejor de
nosotros para incentivarlo y apoyarlo. Sin
duda. Podría hacerse más fácil si la Unión
Soviética se desprendiera de sus dependencias
asiáticas y como lo hicieron los británicos
cuando abandonaron nuestro Imperio volviera a sus raíces europeas. Pero en el
intertanto, el poder soviético - especialmente
el poder nuclear soviético - aún necesita ser
contrarrestado en Europa por el de los Estados
Unidos.
La segunda razón generalmente es
admitida pero rara vez mencionada en la
sociedad política. Existe un problema alemán.
Puede ser sólo un problema de percepción,
pero no obstante existe. Una alianza sin los
Estados Unidos sería una alianza dominada
por Alemania. Los pueblos tanto de Europa
Central como de la Unión Soviética, acertada
o erróneamente, verían esto como una
amenaza. Incluso los aliados de Europa
Occidental se sentirían inquietos; no tanto
debido al recuerdo de Wilhelmine y la
Alemania nazi, sino debido a los instintos más
profundamente arraigados respecto a la
necesidad de un equilibrio de Poder en
Europa. Mientras estos sentimientos sean
sostenidos con fuerza, habrá una necesidad
igualmente fuerte de que los Estados Unidos
permanezcan involucrados en la Alianza, para
equilibrar tanto el poder soviético como el
Academia de Guerra Aérea
alemán. Es posible que lamentemos estos
sentimientos, pero innegablemente existen.
La tercera razón para la continuación
de la participación norteamericana no es
menos importante. Si el precio de la
reconstrucción de Europa ha de ser la
desintegración de la Comunidad del
Atlántico, entonces habremos hecho un muy
mal negocio, la Alianza del Atlántico se creó
no como un recurso temporal, sino como una
comunidad supranacional duradera, que no
sólo protegiera a sus miembros sino que
también los enriqueciera, ensanchando sus
horizontes con un sentido de destino y
responsabilidad comunes. Debemos dar la
bienvenida a nuestros vecinos de Europa
Central dentro de esa comunidad, no volver
atrás hacia la introvertida Europa de 1939.
Ellos mismos, sin duda, lo ven de esa manera.
Muchos de ellos se sienten, al menos, tan a
gusto en Chicago, Toronto o Nueva York,
como en Londres, Amsterdam o París y
sospecho que los polacos podrían demostrar
ser los "atlanticistas" más entusiastas de todos
nosotros.
Pero el equilibrio dentro de la Alianza
ahora debe cambiar. Bajo las nuevas
circunstancias, los miembros europeos de la
comunidad del Atlántico pueden y deben
hacer proporcionalmente una contribución
mucho más grande a su propia seguridad. El
rol de los Estados Unidos en el futuro debe
ser más bien de apoyo que dominante. En el
futuro, la OTAN no debe ser vista, como lo ha
sido con demasiada frecuencia en el pasado,
como una mera extensión del poder
norteamericano. Un cambio en el equilibrio
de responsabilidades de mando podría hacer
mucho para difundir la incipiente neutralidad
en una Alemania reunificada, así como
también reconciliar a los franceses con
estructuras y planificación comunes. Un
despliegue más flexible, menos entrometido y
menos costoso de fuerzas norteamericanas en
Europa podría proporcionar suficiente
"enlace" mientras se satisfacen las críticas de
la Alianza en ambos lados del Atlántico. Pero
esto solo se puede lograr si nosotros, los
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Lectura Recomendada: “La reestructuración de Europa”
europeos, dejamos de mirar a Washington
como medio de protección y liderazgo y nos
mostramos capaces de crear nuestra propia
comunidad de seguridad, adecuada a las
nuevas condiciones que enfrentamos.
El estudio de la mejor formé que se
puede hacer esto mantendrá ocupado al 188
por lo menos durante otros treinta años. Hasta
ahora nuestra preocupación ha sido la forma
de preservar al mundo. Ahora, debe ser como
cambiarlo.
Fin.
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SANTIAGO - CHILE
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Arbr.
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