América Latina, una década del siglo XXI

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El Clarí-n de Chile
América Latina, una década del siglo XXI
autor Marcos Roitman Rosenmann
2009-02-08 21:07:41
Muchos fueron los que en los años 60 y comienzos de los 70 del siglo XX se formaron en la teorÃ-a del desarrollo del
subdesarrollo. Por primera vez sus postulados tenÃ-an eco en la nueva izquierda anticapitalista. Era un punto de apoyo
para definir los proyectos anticapitalistas frente a las visiones anquilosadas de los partidos comunistas defensores del
feudalismo latinoamericano y las sociedades duales. El MIR chileno, los Tupamaros uruguayos, el ERP en Argentina o
el ELN en Bolivia fueron algunos de sus seguidores. Pero también los hubo en otros lares de la izquierda.
A los efectos, pocas veces una formulación teórica ha logrado tanta influencia en partidos y movimientos polÃ-ticos.
Unos y otros se disputaban la nueva fórmula para interpretar la evolución de las estructuras sociales y de poder en
América latina.
Si bien hubo trabajos pioneros, los de Sergio Bagú: La estructura social de la colonia (1949); de González Casanova,
La democracia en México, o Las siete tesis equivocadas, de Stavenhagen, la sÃ-ntesis de Gunder Frank fue feliz.
Englobaba un emergente debate frente a las teorÃ-as eurocéntricas del desarrollo. Desde las ciencias sociales se
aportaba una explicación convincente y razonada del carácter capitalista de la conquista, la colonia y de las estructuras
de poder imperantes en la región. AsÃ-, su éxito radicó en la manera de presentar el problema. La historia de América
Latina se vio en una forma bipolar, la relación metrópoli-satélite.
André Gunder Frank tuvo la virtud y la desgracia de presentar América Latina como lo que es: una parte del proceso de
acumulación de capital y del capitalismo colonial del siglo XVI, factores inseparables del propio desarrollo del
capitalismo. La crÃ-tica se hizo fuerte: los paÃ-ses industriales nunca fueron subdesarrollados, no hay pasado por etapas
similares ni se les puede adjudicar fases. La arremetida contra las teorÃ-as eurocéntricas de Rostow y sus etapas del
crecimiento económico le valió su reconocimiento en todos los cÃ-rculos académicos y en la izquierda latinoamericana.
Es cierto que tuvo detractores y los sigue teniendo. Muchos de sus argumentos no logran el nivel de precisión exigido a
quien se decÃ-a gran lector de Marx, lo cual le resta solidez a los planteamientos. Sea como fuese su aporte es un
acervo del pensamiento crÃ-tico e incluso hay quienes lo consideran un adelantado a la teorÃ-a de la dependencia.
Si hoy las afirmaciones de Gunder Frank pueden resultar simplistas, en 1967 eran de grueso calibre. Afirmar que los
paÃ-ses desarrollados nunca tuvieron subdesarrollo, aunque pueden haber estado poco desarrollados, era enfrentarse a
las doctrinas hegemónicas, tanto como contravenir en la actualidad los dogmas del mercado, el neoliberalismo y su
mano invisible. No fue una batalla fácil. Pero lo que quiero destacar es el sentido que orienta y articula su pensamiento.
Tras de la visión del desarrollo capitalista como una relación que genera el subdesarrollo, Frank subrayó una primera
variable. Cuando los lazos con la metrópoli son fuertes hay un menor desarrollo relativo del satélite y cuando los lazos
son débiles existe mayor posibilidad de desarrollo del satélite. Para corroborar dichas tesis no hubo de ir muy lejos. Le
bastó recurrir a la historia colonial y constatar la existencia de zonas hoy atrasadas, antaño de alto desarrollo, en
función de las necesidades del capitalismo mundial, PotosÃ- en la colonia.
Si hubiese dudas expresó la misma relación en la etapa imperialista inglesa y estadunidense. Manaos con el caucho o
Iquique con el nitrato. Relatos inapelables. Lentamente dejó de ser un problema aceptar que el subdesarrollo era parte
del desarrollo capitalista. Asumir que América Latina era capitalista y que nunca podrÃ-a ser desarrollada como las
metrópolis tenÃ-a consecuencias. Romper el subdesarrollo supondrÃ-a luchar contra el capitalismo y constatar su
inviabilidad.
Celso Furtado escribirÃ-a un texto clave: El desarrollo económico: un mito. Su tesis era sencilla y contundente: “el estilo
de vida promovido por el capitalismo industrial ha de ser preservado para una minorÃ-a, pues toda tentativa de
generalizarlo para el conjunto de la humanidad provocará necesariamente un colapso global del sistema. Esta
conclusión es importantÃ-sima para los paÃ-ses del tercer mundo, pues pone en evidencia que el desarrollo económico
que viene siendo preconizado y practicado en esos paÃ-ses es un simple mito. Sabemos que las naciones del tercer
mundo jamás podrán desarrollarse, si por desarrollo debe entenderse ascender a las formas de vida de los que ya
están desarrollados―.
Hoy, las tesis de Frank y Celso Furtado vuelven a estar de actualidad. Si los lazos con las metrópolis en tiempos de
crisis han favorecido mayor desarrollo relativo y mejores condiciones para su expansión, ¿significa que saldremos
mejor parados de la crisis? Lo veremos en estos años. ¿Pero ello no significará romper con el subdesarrollo? Si la
afirmación se complementa con lo dicho por Celso Furtado, el horizonte no atisba mejoras. En esta primera década del
siglo XXI hemos visto aumentar la desigualdad, el hambre y la miseria. En otras palabras, el capitalismo ha sido incapaz
de generar con o sin recesión un proyecto inclusivo para las grandes mayorÃ-as. Ése no es su objetivo. Por el contrario,
se articula como un orden excluyente y concentrador cuyo fundamento es el cálculo racional de la explotación. AsÃ-,
desde su perspectiva, una salida razonable será un mayor aumento de la pobreza y la explotación, generando un
orden propio de la neo oligarquización totalitaria del poder polÃ-tico.
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El Clarí-n de Chile
En esta lógica, la crisis ha dejado al pairo las teorÃ-as del neoliberalismo, del capitalismo popular o del liberalismo
social. Ninguna de las vertientes, sea vÃ-a militar o por vÃ-a electoral representativa, han dado una solución inclusiva.
Más bien podemos constatar su fracaso. Ahora no es una tozudez mental: es una afirmación fundada en los hechos.
Para que América Latina pueda realmente ser un continente con posibilidades debe construir un proyecto liberador,
fundado en la justicia social, la libertad y la democracia, y debe apoyarse en una alternativa anticapitalista, por tanto
socialista.
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