UN PLANETA DIFERENTE Había una vez, en un planeta muy muy

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UN PLANETA DIFERENTE
Había una vez, en un planeta muy muy alejado de nuestro Sistema Solar,
unos seres que intentaban convivir en armonía pero que para ellos era
imposible. Este planeta tan extraño del que hablamos, es el Planeta Tricón
y desde hace muchos años está dividido en tres partes por todos sus
habitantes. En la zona norte del planeta se encuentran los azulices, unos
seres delicados y amantes de la naturaleza pero temerosos al fuego y al
agua. En la parte sur de Tricón, viven los verderones, fuertes y de gran
belleza. Y finalmente, en la parte central del planeta, los plastics, valientes
y aventureros.
Durante muchos años, plastics, azulones y verderones habían vivido muy
unidos, pero precisamente esas diferencias físicas y de carácter hicieron
que la distancia entre ellos fuera mayor y cada vez tuvieran menos cosas en
común. Así que decidieron separar el planeta en tres zonas distintas
prohibiendo la entrada a aquellos que no fueran iguales que ellos.
Aunque todo parecía ir bien durante unos años, la verdad es que era
bastante aburrido vivir separados y unos y otros siempre estaban
inventando cosas para molestar y así tener una excusa para hablar con ellos.
Los azulices solían acercarse a escondidas y lanzarles a los plastics bolas de
papel con una pajita. Algo que los enfurecía mucho y acababa en una gran
discusión. Un día, los plastics se dedicaron a regar con mangueras a todos
los azulices que pasaban cerca de su territorio. Pero, aunque parecía que
los verderones eran más tranquilos y se ocupaban de sus quehaceres,
también les gustaba gastar bromas a sus vecinos, utilizando cristal para
reflejar la luz del sol y deslumbrar a los pobres plastics que estaban
trabajando.
Todas estas batallas eran diarias, se pasaban el día pensando nuevas
estrategias para fastidiar a los demás, pero sobre todo para pasar el tiempo
con ellos de alguna manera, aunque ésta no fuera la mejor.
Los días fueron pasando y tan ocupados estaban metiéndose unos con otros
que comenzaron a descuidar su propio planeta. Restos de papel, cristales
rotos, plantas marchitadas por un exceso de agua, miles de botellas de
plástico abandonadas después de jugar con ellas… ¡El planeta Tricón estaba
en peligro!
Los plastics y los verderones ya no podían ir a bañarse al río, pues éste
estaba lleno de latas, de botellas, de cajas… Sus aguas ya no eran cristalinas
y los azulones no podían regar sus plantas con ellas. El aire era cada vez más
sucio y los habitantes de Tricón estaban cada vez más tristes y
malhumorados.
Era el momento de buscar una solución, sin embargo, todos los intentos por
salvar el planeta fueron inútiles. Los azulices decidieron reutilizar el papel
usado para envolver regalos, para hacer libretas con papel escrito solo por
una cara… pero ¿qué ocurría con el resto de los residuos? Por otro lado, a
los plastics se les ocurrió la idea de utilizar los cartones de leche o de yogur
para fabricar juguetes o cajas decorativas, pero tampoco fue suficiente.
Finalmente, los verderones usaron las botellas de vidrio vacías para fabricar
portavelas, lámparas decorativas… Pero aun así, el resto de la basura se
seguía acumulando y Tricón estaba cada vez más afectado.
Un día, unos pequeños azulices, plastics y verderones decidieron ayudar en
el rescate del planeta y se fueron a recoger basura del río. Cada uno de ellos
recogía aquello que necesitaba para llevar acabo las soluciones de cada
pueblo. Es decir, los azulices recogían el papel y el cartón en una bolsa azul,
los plastics los envases en una bolsa amarilla y los verderones el vidrio en
una bolsa verde. De repente, se dieron cuenta que el río había quedado
libre de basura gracias al trabajo de todos y comprendieron que si querían
salvar el planeta, debían trabajar juntos y compartir sus ideas. Los pequeños
fueron corriendo a contar lo que había sucedido y desde entonces plastics,
verderones y azulices conviven juntos en un planeta sano gracias al
reciclaje.
Autor: SILVIA MARTÍN PARRA
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