BOLIVIA: LA AUTOCRACIA “ORIGINARIA”

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BOLIVIA: LA AUTOCRACIA “ORIGINARIA”
(ANÁLISIS CRÍTICO)
Por: Manfredo Kempff Suárez
ÍNDICE
1.- Una Historia mal entendida…………………………………………1
2.- El MAS en el poder……………………………………………………..10
3.- Constitución caótica…………………………………………………..13
4.- Discriminación constitucional………………………………………16
5.- El desencanto del gas…………………………………………………..23
6.- Iglesia, educación, alfabetización…………………………………..26
7.- “Leyes malditas”………………………………………………………….29
8.- Acoso a un separatismo inexistente……………………………….34
9.- Coca, narcotráfico, corrupción………………………………………38
10.- El papel de los militares……………………………………………...41
11.- Diplomacia inédita……………………………………………………..45
12.- Política marítima……………………………………………………….50
13.- Un mandatario ausente………………………………………………53
14.- Bolivia dispersa y sin inversiones…………………………………56
15.- Democracia fallida……………………………………………………..60
16.- Hacia el totalitarismo…………………………………………………63
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1.- UNA HISTORIA MAL ENTENDIDA
Los extensos imperios del Perú y México, luego del Descubrimiento de América,
fueron conquistados por los soldados españoles, como Brasil por los portugueses,
como los mismos pueblos originarios iberos se vieron antes dominados por
fenicios, griegos, cartagineses, romanos, visigodos y árabes. Sucesivas invasiones
que llegaron desde las estepas de oriente asolaron Europa, al saco, y luego
permanecieron en ella durante siglos o conformaron mestizajes que perduran hoy.
Desde los tiempos antiguos las distintas civilizaciones se han encontrado con otras
culturas más o menos importantes y se fusionaron compartiendo religión,
tradiciones y aceptando el cruce racial, o se vieron sometidas a la fuerza. Caldeos,
egipcios, persas, griegos, y la propia Roma fueron incapaces de detener el avance de
otros pueblos en expansión; como en África, Asia Menor y Europa se impuso sobre
millones de habitantes, durante siglos, el Imperio Otomano. Y en el extremo
oriente las cosas no fueron distintas, aunque más alejadas y menos conocidas por
nosotros.
¿Por qué entonces las constantes jeremiadas de la llamada Nueva Bolivia o Estado
Plurinacional Comunitario, con la conquista española? Claro que la conquista fue
dura y abusiva, como todo emprendimiento de posesión. Pero no fue una conquista
de exterminio. De dominio sí. Ingleses y franceses fueron infinitamente más duros
en sus conquistas, sin contemplaciones.
Sin embargo, el imperio español dejó, donde se asentó, su sangre, su idioma, su
religión y su cultura. Trató de congregar, no de dispersar. Dueños del Perú, como lo
fueron de México – dos culturas extraordinarias – no intentaron expulsar a los
nativos, ni se puede afirmar que hicieran algo similar a un genocidio, un
holocausto, como vimos en la Europa del siglo pasado. De ahí que desconcierta que
hoy se busque, a como dé lugar, una suerte de desquite; que se aliente la venganza,
no contra los colonizadores naturalmente, sino contra todo extranjero o quien
tenga sangre europea, o euro bolivianos como dicen ahora.
Más bien se debería tomar en cuenta que, pasado el tiempo, las grandes
migraciones a América no se han producido precisamente por la fuerza, en son de
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conquista, de saqueo, sino pacíficamente, sin violencia, como fueron, justamente,
las migraciones de pobladores europeos a Norteamérica y América del Sur. Estas
migraciones se debieron a la pobreza que asoló Europa, a fracasos en su
agricultura, al abandono de sus gobiernos, y a la hambruna consecuente, además
de las guerras y persecuciones. Esas migraciones masivas se produjeron a lo largo
del siglo XIX y parte del siglo XX. Así que no todo a quien no se considere
“originario” (término de real complejidad interpretativa) se lo puede identificar con
los conquistadores. Es una injusticia y un absurdo. Esos que llegaron en situaciones
tan deplorables, sin recursos y sólo con esperanzas, promovieron progreso y
riqueza en nuestras naciones.
Ahora, lamentablemente, en lo que atañe a Latinoamérica, el movimiento
migratorio se ha invertido. Hoy la miseria y falta de trabajo está en el hemisferio
sur que, empobrecido y en crisis, ha puesto sus anhelos de sobrevivencia en una
Europa rica pero que, ciertamente, se ha blindado con una coraza para controlar a
los inmigrantes que les llegan de América latina y África.
Los europeos – y los norteamericanos por cierto – aducen problemas de desempleo
y crisis para no recibir inmigrantes. Las naciones desarrolladas y prósperas no
quieren compartir su bonanza con los pobres del sur. Entienden que no hay motivo
para hacerlo. Los latinoamericanos continuamos siendo poco deseables, mal que
nos pese; significamos un lastre muy poco tolerable para quienes hoy disfrutan de
una vida cómoda, próspera, alejada de los peligros de un enfrentamiento nuclear,
que sólo desean vivir en paz sin complicarse con necesidades ajenas.
Esto de las conquistas violentas del pasado y de las migraciones permanentes
producto de la pobreza que se da en los últimos años, tienen que ver con la visión
que se trata de imponer en algunas naciones sudamericanas – sobre todo en Bolivia
– que están en una franca cruzada, tardía y absurda, de exigir cuentas históricas y
reparaciones a los conquistadores y colonizadores españoles de hace más de 500
años. Tratar de cobrar lo que los conquistadores se hubieran llevado es una teoría
absurda. Es un pretexto político para soliviantar ánimos de los depauperados. No
tiene el menor sentido lógico, ni lo necesitan quienes alientan esto.
¿Exigir cuentas ahora a España cuando la mayoría de los bolivianos somos
producto de un mestizaje entre españoles y los aborígenes de entonces? ¿No
estamos conscientes de que más del 60% de nuestra población es mestiza más que
indígena? ¿O son los pueblos “originarios” que, por encima de la nacionalidad
híbrida, mal aconsejados, quieren una satisfacción de la católica España por haber
llegado hasta nosotros con la cruz y la espada explotando nuestras riquezas?
Todo cuanto sucede hoy no es una tramoya montada por indígenas bolivianos, ni
por Evo Morales siquiera, sino, cosa curiosa, por españoles, por otros europeos, y
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por bolivianos criollos también, miembros de Organizaciones No Gubernamentales
(ONG), que son las que han elaborado, en gran parte, la nueva Constitución
Política del Estado; que son quienes le han quitado el carácter de República a
Bolivia, sustituyéndola por Estado Plurinacional; y que, sin mayor trascendencia en
sus países de origen, los componentes de estas ONG vienen a las naciones pobres e
ignorantes, con abundante dinero captado de gobiernos o fundaciones que pudo
destinarse a mejores causas. Todo eso solo para experimentar lo que jamás les
permitirían hacer dentro de sus propias fronteras.
Las ONG en Bolivia, malinterpretan la historia con fines inconfesables, quieren
ensayar la conformación de otro tipo de sociedad, distinta, comunitaria, socialista,
plurinacional, multiétnica, comunista tal vez, ¡vaya uno a saber! Todo con la
liviandad, con la irresponsabilidad, de como si eso fuera una tesis universitaria,
nada más, que se aprueba o se reprueba. La acción de algunas ONG – existen
muchas con una labor útil – trastocan la historia, incentivan la desobediencia civil,
desordenan la institucionalidad.
Bolivia siempre ha sido – y sabemos los bolivianos – un centro de experimentos
políticos, un conejillo de indias, donde se han probado las fórmulas más
descabelladas de política y economía, de reivindicaciones sociales, con los
resultados que están a la vista luego de tantos años de vida republicana. Somos
campo fértil para montar reiteradas iniciativas irresponsables. Los bolivianos
nacionalizamos la Standard Oil, un año antes que Lázaro Cárdenas lo hiciera con
los petróleos mexicanos; estatizamos las minas privadas desafiando al capital
mundial aunque pagando su precio; repartimos las tierras de los llamados
latifundistas liquidando el agro productivo y sumiéndonos en una carestía de
alimentos; tomamos el gas producido con capitales extranjeros antes que muchos
vecinos. Esa es una muestra de esta Bolivia pobre pero cerril, cimarrona, que no
deja de existir, y que busca la menor oportunidad para encerrarse dentro de su
concha, como una almeja amenazada, alejada del mundo.
Los bolivianos nos proclamábamos trotskistas, marxistas, fascistas, nazis, cuando
España respiraba pólvora todavía por su guerra civil y cuando la II Guerra Mundial
estaba en su auge. Demócratas y fascistas, por entonces, lidiaban en las calles
paceñas o se enfrentaban en el Congreso. Mucho después aparecieron los
trostkystas sobrevivientes, maoístas y guevaristas que, en el primer caso, dejaron
honda huella entre el estudiantado universitario y el magisterio, lo que perdura
hasta hoy; los pro chinos que influyeron en algunos líderes con poder en el
campesinado y la Central Obrera Boliviana (COB); y en el otro – el “guevarismo” –
en la aceptación de algunos radicales de la teoría de la violencia guerrillera que no
esconden sus propósitos para cuando se dé una oportunidad.
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Poco después de derrotado y ejecutado Ernesto “Che” Guevara por órdenes del
presidente René Barrientos –con el aval determinante de los generales Alfredo
Ovando y Juan José Torres – y una vez muerto el general aviador, la izquierda
llegó hasta a conformar un Presidium al estilo soviético, constituido a dedo entre
los más conspicuos activistas de entonces, bajo el nombre de Asamblea del Pueblo,
que fue desbaratada, como no podía ser de otro modo entonces, por un cruento
golpe militar de corte nacionalista, recibido con alivio por un gran sector de la
población. Otro sector, naturalmente, fue reprimido y perseguido hasta ser
desarticulado prácticamente del todo.
De pronto, una década después, aparecimos, siendo motivo de admiración, de
inusitada cordura, liderando el neo liberalismo que se reflejó en la Nueva Política
Económica que aplicó Paz Estenssoro y su partido, el Movimiento Nacionalista
Revolucionario (MNR), respaldado en el Parlamento – no en el Gabinete de
Ministros – por Hugo Banzer y su agrupación partidaria basada en tecnócratas de
corte conservador. Se acabaron las experiencias esotéricas y se dio campo a una
política razonable, absolutamente necesaria y salvadora, que terminó con una
hiperinflación jamás conocida en nuestra región y que ordenó la economía
drásticamente, afectando a algunos sectores populares que protestaron
masivamente sin lograr doblegar al Presidente como había sucedido con su
antecesor, Hernán Siles Suazo.
Hoy, sin embargo, pese a todo lo ocurrido, Bolivia transita por el populismo más
complejo. Para los actuales gobernantes y para sus partidarios el neo-liberalismo es
una mala palabra, casi maldita. Paz Estenssoro y Banzer, mal representados por el
“gonismo” de Sánchez de Lozada, son el justificativo para echar por tierra todo lo
recuperable de la última etapa democrática boliviana instaurada en 1982. ¿No es
una historia curiosa e indescifrable la de Bolivia? ¿No obedece a un pensamiento
intrincado de nosotros los bolivianos? ¿A cabezas difíciles de comprender por su
complejo discernimiento?
En la Bolivia actual, además, se rechaza lo extranjero a rajatabla sin mayor
razonamiento que no sea el denunciar el afán explotador de los capitales nacionales
y foráneos; culpamos a los no “originarios” de todos nuestros males por la misma
razón; la xenofobia hace que empecemos a odiarnos entre los propios
compatriotas, porque, desde el Gobierno, se ha creado un auténtico propósito de
rencor y resentimiento interno, alegando, falsamente, que el país es de los indios y
que el resto son unos rateros y saqueadores. Eso que está escrito marrulleramente
en la nueva Constitución, redactado por un grupo bien estructurado y con recursos
importantes de “expertos” que perciben sueldos de sus gobiernos y de nativos que
también ganan lo suyo, preña de iracundia contra la inversión extranjera, nos lleva
ahora a una intolerante autocracia “originaria”. Sin afán de exagerar creemos que el
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Estado Plurinacional de Bolivia deplora la mentalidad occidental y se inscribe en
posiciones similares a los fundamentalismos en boga. Vamos directamente a un
Estado autocrático y fundamentalista. Es lo peor que puede sucedernos a los
bolivianos.
Estamos interpretando muy mal nuestra Historia. Estamos reinventándola, mejor
dicho, en base a premisas falsas. Y la Historia no se la puede construir con
falsedades y embustes. No es saludable para ninguna nación someterla a mentiras
agraviantes que hacen carne en la ignorancia popular. En ese sentido, el presidente
Evo Morales ha sido negativo, porque, al ignorar nuestra Historia él mismo, ha
prestado oídos a una suerte de oráculos interesados en destruir nuestro pasado
reemplazándolo por algo nuevo pero falso. El libre acceso y el dominio sobre masas
incultas ha sido el caldo de cultivo que el Movimiento al Socialismo (MAS)
necesitaba para tratar, por todos los medios, de cerrar, de enterrar, una época que
no se quiere recordar. Una era que se la desea presentar como la suma de todos los
fracasos, a la que no se le reconoce ninguna virtud, ninguna bondad. Esa suma de
todos los fracasos es, para el MAS, lo conquistado y colonizado por los españoles
desde el Descubrimiento y la Bolivia republicana que transcurre entre 1825 y 2006,
que tuvo un rostro y una piel que no era, según los filósofos del MAS, la de sus
verdaderos dueños, los aimaras y quechuas esencialmente.
Resulta, entonces, que la Historia de Bolivia, bajo una presión permanente del
Movimiento al Socialismo y de sus líderes, pareciera que ignora a los criollos o euro
bolivianos y que comienza el 2006, con el advenimiento al poder de Evo Morales.
Ya no existe la República sino el Estado Plurinacional; se han creado nuevos
símbolos patrios que separan a los bolivianos en vez de unirlos; se ha obligado a las
Fuerzas Armadas a rendir honores a esos símbolos andinos y llevarlos impresos en
sus uniformes; y hasta se ha declarado feriado nacional el 22 de enero como
homenaje a la proclamación de la nueva Constitución Política del Estado o a la
asunción al Gobierno de Evo Morales (que fue en esa fecha el 2006); se proclama
que el Día Nacional, ya no debería ser el 6 de Agosto porque es una fecha
intrascendente, desdichada, en que se constituyó el estado republicano, ya
enterrado, dizque, por la voluntad popular.
¿Dónde iremos a parar con estos actos que son ridículos pero que se imponen ante
una ciudadanía ignorante o indiferente? ¿Seguiremos, mansamente, aceptando
tanta falta de criterio y tanta farsa nacionalista y folklórica? En el fondo, ¿vamos a
seguir, los bolivianos, inclinando la cabeza ante ofensas que hacen contra el país,
contra la República, algunos adoradores de los poderes cósmicos andinos en pleno
siglo XXI?
Aquí algo anda muy mal y no se vislumbra nada que apunte a que los actuales
gobernantes estén pensando en ponerle término. Por el contrario, la gente
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razonable está asustada, porque toda iniciativa descabellada seguro que será
aprobada por el Gobierno. Si en la Asamblea Legislativa Plurinacional (ex Congreso
Nacional) los parlamentarios oficialistas entonan el himno patrio tras horas de
peroratas expresadas en un castellano incomprensible o en una lengua “originaria”
– más incomprensible aún para los parlamentarios blancoides o cholos citadinos
ungidos al carro del poder – es que algo muy peligroso se ha aprobado. Cuantas
veces se ha cantado a viva voz el himno, es que ha sucedido algo grave; anuncia que
alguna ley tramposa se ha incorporado a nuestra normativa de sorprendentes
cambios.
Las elucubraciones ininterrumpidas de las ONG y lo que se decide en el gabinete de
trabajo del Vicepresidente Álvaro García Linera, es lo que se entrega oleado y
sacramentado al presidente Morales. Él está satisfecho en su papel de Primer
Mandatario del Estado Plurinacional y no quiere otra cosa que hacer anuncios
espectaculares y moverse de un lugar a otro en el territorio nacional, donde haya
gente que lo reciba con guirnaldas de flores y hojas de coca, banda atronadora,
chicha y fútbol. El Presidente afirma que trabaja desde las cuatro de la mañana y de
que se reúne con sus ministros a partir de las cinco. Es posible que así sea, lo que
significa que el Presidente casi no duerme nada, pésima señal para quien tiene que
tomar decisiones.
Lo peor es que Evo Morales podrá estar en pie a las cuatro de la mañana, pero,
indefectiblemente, está a bordo de un helicóptero venezolano o de cualquier nave a
partir de las nueve. Es decir que el Presidente se ocupa de viajar y el sillón del
Palacio permanece vacío. El Palacio – representación del Poder en Bolivia – se
utiliza casi esencialmente para actos políticos y firmas de decretos, la mayoría
inconstitucionales. En ese ambiente festivo, falso, amañado, se mueve el Presidente
y es allí, en ese medio inculto, donde oye ya no la Historia de Bolivia, ni los sucesos
importantes que se produjeron en la República, sino historias. Muchas historias.
Esas historias, mal recibidas y peor digeridas por el presidente Morales, son las que
transmite en sus frecuentes viajes al exterior. Morales se ha convertido, según
todos los datos, en el mandatario más viajero de Sudamérica. Antes, la timidez, la
falta de confianza en sí mismo, lo hacía renuente a viajar. Hasta que se vio
aplaudido por su carácter de indígena pobre y pensó que se debía a su sabiduría. El
hecho es que por donde va cuenta anécdotas que él mismo adereza y que, además,
parece que las cree, aunque no es ingenuo como muchos suponen.
En el exterior – Europa principalmente – sus lamentos sobre una suerte de
“apartheid” en Bolivia, conmocionaban hondamente. Contaba sobre su pobre
infancia, sobre los maltratos y desprecios a su familia y a él, y sobre las salvajadas
que cometían los gamonales contra los indios. Es muy antiguo el cuento aquel –
que pudo suceder en cualquier país fundamentalista menos en Bolivia – donde se
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afirma que a los indios que aprendían a leer y escribir, a los que se alfabetizaban de
algún modo, sus patrones les quemaban los ojos con fierros candentes y les
amputaban las manos para que no pudieran transmitir sus conocimientos a otros
indios y así sumirlos en el mayor oscurantismo. Pues este fue su cuento hasta hace
muy poco. Hasta que dejaron de oírle y sobre todo de creerle.
Historias truculentas de ese estilo – no verdadera Historia repetimos – ha utilizado
el Presidente para hacerse digno de lástima y lograr respaldo y dádivas económicas.
Ahora en el exterior, cuando habla Morales, sus colegas están prevenidos y ya se
saben de memoria el libreto, que hasta lo podrían recitar. Las palabras
“imperialismo yanqui”, “colonialismo español”, “separatismo camba”, “explotación
extranjera”, “oligarquía cruceña”, “terrorismo”, son parte indispensable de ese
“fumé” con que adereza todos sus discursos, poniendo a veces un término primero
o enviándolo al último acápite, sin importarle. Los términos no varían y por
supuesto que, de ese modo, el contenido tampoco. El Presidente es como un
buhonero que se pasa el tiempo ofreciendo vejestorios, cosas inútiles, que ya son
prescindibles. Es lo usado, lo manido, lo que el presidente Morales quiere imponer
y por eso su discurso ha perdido seriedad y atención.
El enorme mal que se está causando en Bolivia, es culpa del estreñimiento
intelectual de quienes preparan sus aportes discursivos al Presidente, que está
dañando a toda la sociedad boliviana, muy poco ilustrada y frágilmente permeable
a los alardes jeremiacos. Aquí sí valen los cachivaches ideológicos y las fábulas
históricas. El pueblo boliviano es sensible por excelencia, emotivo, y estas historias
tristes lo estremecen, hasta el lamento o el llanto. Ahora bien, cuando la plebe
explota, cuando se siente burlada, se torna incontenible, tanto que con inusitada
frecuencia se vuelve en contra del principal actor, el que ayer fue amado y
vitoreado.
Evo Morales no está hoy amenazado con una sublevación popular de tal magnitud
que pueda desplazarlo del poder; goza aún de mucho crédito; todavía se lo ve como
a un hombre con buenas intenciones. Pero la gente ya no se traga enteramente lo
de los ritos andinos, la “hoja sagrada”, la honestidad masista, eso de “socios y no
patrones”, ni las bondades absolutas de la Nueva Bolivia. La opinión pública está
tomando eso como un martilleo irrelevante, excesivo, próximo al cotilleo, y ya
quiere oír otras cosas que realmente le importen. Y los “movimientos sociales” – un
aporte de las ONG para el MAS – empiezan a inquietarse y a exigirle cumplimiento
de sus promesas al Presidente. Surge además otro término que eriza los pelos: el
“control social”. ¿Qué pretende el “control social”? ¿Serán las masas las que
sustituirán a las autoridades legales para defender al Gobierno?
Abruma y molesta la mala interpretación que existe en esta historia mal digerida,
sobre el caso de la llamada “justicia comunitaria”. Para colmo, la tal justicia
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comunitaria ha quedado establecida plenamente en la nueva Constitución del
Estado Plurinacional. Sugiere, que, como en épocas precolombinas y posteriores, la
justicia se aplique en los ayllus o comunidades, a través de la sabiduría y
tradiciones aimaras o quechuas. Esto es algo inconcebible si se parte del punto de
vista que a través de tribunales esotéricos se decide la absolución, el castigo
corporal o la muerte de una persona.
Lo de la “justicia comunitaria”, por histórica que sea, está tan mal interpretada, que
de ser un rito que posiblemente se aplicaba en épocas del incanato, ahora ha
saltado etapas y ha llegado de manera pura y simple al linchamiento. A individuo
que comete alguna falta en la comunidad, se lo lincha. ¿Esto sucedió en los Andes,
ahora parte de Bolivia, en épocas pretéritas? ¿Se puede tomar como forma de la
cultura aimara y quechua? Nos tememos que no. El linchamiento es la forma más
primitiva de ajusticiar. Y en Bolivia los casos de linchamiento en los últimos años,
impactan. Porque se lee y se escucha que en los ayllus – a veces hasta por
venganzas personales o políticas – a una persona se la acusa y sin derecho a
ninguna defensa, sin más trámite, se la ejecuta. ¿Cómo? ¡A palos! ¡A pedradas! ¡Por
ahorcamiento! Pero, ¿quiénes ejecutan esos actos perversos? Pues nada menos que
la gente común y corriente. Hombres, mujeres, jóvenes, se lanzan contra la víctima
y la despedazan. Esto es como la justicia salvaje de los talibán afganos que hoy
mismo, en estas épocas, azotan y apedrean a una viuda hasta la muerte,
acusándola, sin sentido, de ser adúltera. O a otras muchas mujeres que lapidan por
razones semejantes, en plena vía pública, los ayatolás del Irán. ¿Cómo explicar
eso?
Un ejemplo entre muchos es de reciente data y sucedió con cuatro policías que
fueron capturados en el departamento de Potosí y linchados con alevosía,
presuntamente porque investigaban un caso de contrabando de vehículos en la
zona o pretendían extorsionar a contrabandistas, aunque nada está aclarado aún.
Lo asombroso es que un cabildo indígena reivindicó los asesinatos, sin mayor
pudor ni miedo, y el Gobierno tuvo que negociar, durante días, enviando ministros
al lugar, en una posición de extrema debilidad. Todo para que los linchadores
accedieran a devolver los cadáveres de las víctimas. Ahora, ni uno solo de los que
cometieron las fechorías puede ser llamado a declarar, porque simplemente han
buscado refugio en sus comunidades, en la profundidad de sus ayllus. Ahí son
intocables.
¿Cómo puede estar esto permitido o cuando menos disimuladamente aceptado en
la Constitución Política del Estado? ¿Cómo pueden coexistir una justicia ordinaria
legal, y otra comunitaria anacrónica, igualmente legal? ¿Cómo el país puede
someterse a dos tipos de leyes que están escritas y aprobadas por una mayoría
abrumadora? Se lo hace porque dicen que así manda la Historia y las tradiciones
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atávicas. ¿Pero acaso no hemos progresado algo en los casi 200 años de vida
republicana? ¿Todo, realmente todo, hasta los códigos romano o napoleónico o los
últimos aprobados hace cuatro décadas están mal hechos? ¿Esta mala comprensión
de la Historia, este empacho de reivindicaciones absurdas, no nos está llevando por
los caminos de la barbarie más absoluta? ¿Nadie le ha preguntado al Presidente, en
el exterior, qué opina sobre los linchamientos comunitarios? ¿Qué respondería? Tal
vez se sentiría orgulloso y compararía a la cultura andina con las civilizaciones
autocráticas del Medio Oriente, donde lapidar a las mujeres infieles y practicar
ablación genital a las niñas es una forma de su cultura.
2.- EL “MAS” EN EL PODER
El Movimiento al Socialismo se conformó, tomando la sigla prestada de un partido
intrascendente que, a su vez, la había pirateado de otro partido venezolano, con el
objetivo de obtener su personería ante la Corte Nacional Electoral. Y poder, de esa
manera, terciar en los procesos electorales, con vistas, más que nada, a adquirir
alguna presencia parlamentaria, por mínima que fuera. Los diputados que pudiera
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lograr el MAS serían importantes para defender a las federaciones cocaleras del
Chapare, en momentos en que arreciaba la lucha contra el narcotráfico y se
imponía, a viva fuerza, la erradicación forzosa de cocales durante el gobierno del
presidente Hugo Banzer, principalmente.
Quienes conformaron el MAS eran, casi en su totalidad, productores de hoja de
coca, ya que en las ciudades no tenía el menor arrastre entre la población. Desde el
inicio el líder del nuevo partido fue Evo Morales Ayma. Morales había emigrado al
Chapare, desde Oruro, por los años ´80, cuando cayó estrepitosamente el precio
del estaño en los mercados internacionales y se cerraron las minas de la
Corporación Minera de Bolivia (COMIBOL) dejando sin trabajo a miles de mineros.
Morales, que se dedicó inicialmente al manejo de una secretaría de deportes,
empezó a ascender en las federaciones cocaleras por su arrojo y su discurso
antiimperialista, aptitudes en que llevaba ventaja a sus compañeros de lucha.
Se distinguió por poner en práctica los bloqueos, oponiéndose a la Ley 1008 que
impulsaban Estados Unidos y el Gobierno boliviano, y que estaba destinada a
admitir la producción de 12.000 hectáreas de coca, para el consumo tradicional, y
la eliminación del resto que iba, sin duda, al narcotráfico, como está siendo
destinado hoy. Esos bloqueos fueron sensiblemente perjudiciales para la economía
boliviana, porque, siendo la región del Chapare el único tránsito carretero estable
entre Santa Cruz y Cochabamba, lo que también significa La Paz, Oruro y los
puertos del Pacífico, se producía un colapso en el comercio si un bloqueo perduraba
durante mucho tiempo. Ciertamente, las mercancías perecederas se perdían en la
carretera y la exportación de granos y madera, principalmente, no podía ser
embarcada en los puertos y, además, se perdían contratos y con eso, mercados. Ahí
comenzó la cultura del “bloqueo” que ahora impera en Bolivia.
Evo Morales sabía que él tenía que estar con el conflicto, ser un producto del
conflicto. Era la forma de mantener su liderazgo en un gremio poderoso y
aguerrido. El cerco a la producción de Santa Cruz era fundamental para obligar al
Estado a intervenir en los bloqueos y crear caos. Al mismo tiempo, los cocaleros
acosaban a los soldados que trabajaban en la erradicación forzosa de las
plantaciones de coca en el interior de la selva. Se ponían trampas “caza-bobos” y se
les disparaba desde la espesura del monte, lo que produjo bajas con heridos y
muertos. Pero lo que alarmó fue el secuestro de soldados y oficiales y su asesinato,
a sangre fría, de algunos de los eliminadores de cocales. Al oficial Andrade, con su
esposa embarazada, luego de matarlos a palos tras larga tortura, trataron de
hacerlos desaparecer enterrando sus cadáveres en un lugar inaccesible que fue
descubierto por el Ejército.
Está claro que Evo Morales – ya convertido en diputado – no podía ignorar ni
sobre los asesinatos ni sobre la actividad de los “narcos” en el Chapare. Margarita
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Terán, una campesina narcotraficante unida sentimentalmente a Morales según
todos los indicios, fue detenida por las fuerzas de lucha contra el narcotráfico y
encarcelada por estar vinculada a la droga. Muchos años después, en estos días que
transcurren hoy, dos de sus hermanas, también de apellido Terán, serían
sorprendidas con más de un centenar de kilos de cocaína escondidos nada menos
que en su propio hogar.
Los políticos izquierdistas sin mayor chance en el país, fracasados pero no
resignados, que habían sido derrotados sucesivamente a lo largo de todo el proceso
democrático, vieron en Evo Morales y su movimiento una opción para cobrar
vigencia. Es así como el MAS empieza a tomar fuerza en los centros urbanos y
luego a reclutar descontentos en las grandes ciudades como La Paz, por ejemplo. Ya
se ha mencionado que fue clave el apoyo indisimulado de muchas Organizaciones
No Gubernamentales que le dieron recursos económicos al MAS y apoyo humano
que tenía una clara tendencia populista, y, por tanto, repudio a la democracia
formal vigente desde 1982.
Los desaciertos de la mayoría de los gobiernos llamados neoliberales fueron
sumando adeptos al discurso desordenado, mal hilvanado, pero persistente de Evo
Morales. El mensaje de Morales era simple aparentemente: crear un nuevo Estado
socialista; reivindicar a los indígenas; luchar contra la corrupción; recuperar las
riquezas renovables y no renovables en el país; y enfrentar al imperialismo. Para
alcanzar esa meta resultaba necesario conformar una Asamblea Constituyente que
redactara una nueva Constitución. Eso le sumó adeptos, en un país que se debatía
en la pobreza y en el desencanto con el sistema democrático vigente.
Para este programa, presuntamente sencillo, con un discurso elaborado para las
masas y que entusiasmaba hasta el delirio, sólo se requería de coraje y osadía, que
le sobraban a la nueva figura política que aparecía desde lo más profundo de los
montes del Chapare. Contaba a su favor, además, con adversarios acobardados por
las acusaciones de liberalismo y represión, con complejo de culpa. Evo Morales ya
había jugado sus cartas y sabía que o tomaba el poder entonces a como diera lugar
o quedaría postergado para siempre. Sabía que su opción podía ser esa única, la
última, y que había que tomarla al vuelo, sin más trámite.
En esa situación de riesgo los partidos tradicionales eran incapaces de mostrar
realizaciones. Aunque las hubiera habido. El caso es que el país ya no quería ni ver
ni escuchar a los políticos llamados tradicionales, dispersos por ambiciones
desmedidas. Escasos de imaginación, mezquinos con los recursos económicos que
se requerían, derrotados de antemano como se ha dicho, no se les pasó por la
mente unirse en una gran campaña publicitaria que desmintiera las imposturas del
MAS. Cuando llegó la hora de la verdad se daba por descontado que la derrota de
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las tendencias tradicionales ante la agrupación emergente era inevitable y
dramática.
No se dieron cuenta a tiempo de que Evo Morales era un verdadero caudillo que
aglutinaba a la población mestiza, indígena, y la clase media empobrecida. Porque
en Bolivia hay jefes de partidos y de agrupaciones políticas, pero desaparecieron los
caudillos. Y Bolivia es nación de caudillos. Entones ignoraron que el “indiecito”,
como se lo llamaba, tenía coraje e inteligencia, pese a su absoluta falta de
educación. Sin formación de ninguna naturaleza por cierto, no existe otro
“originario” ni cholo en el MAS que le llegue cerca. Quienes han pretendido o
pretenden sustituirle algún día – fuera de García Linera que no es indio sino criollo
blancoide – tales como Ramírez, Patzi, Surco, Loayza, “El Mallku”, Willka, están a
años luz de Morales. ¡Esa es la actual elite política dentro del movimiento
etnocentrista en boga! Es así de grave la situación de Bolivia.
Y así surgió el MAS.
3.- CONSTITUCIÓN CAÓTICA
La amplia victoria electoral le permitió a Evo Morales impulsar, desde el primer
instante la conformación de una Asamblea Constituyente, donde se daba por
seguro contar con una amplia mayoría y, de ese modo, plasmar todos los propósitos
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dispersos, con el nuevo sentimiento populista, que imperaba en un ambiente de
“revolución en democracia”.
Un tema central en el proceso político de entonces, fue el creciente empeño en
acabar con la constitución de 1967 vigente a la caída del gobierno del presidente
Gonzalo Sánchez de Lozada en octubre de 2003. El texto constitucional de 1967,
fue reformado parcialmente en 1994, de acuerdo con un procedimiento establecido.
Sin embargo, ya en las elecciones de 2002, hubo propuestas para la convocatoria –
fuera del procedimiento legalmente establecido– de una Asamblea Constituyente
que redactaría una nueva ley fundamental. Esta iniciativa no prosperó. El texto
constitucional había sido actualizado adecuadamente en 1994 con la creación de
tres instituciones que se encargarían de cuidar la vigencia del Estado de Derecho: el
Tribunal Constitucional, el Defensor del Pueblo y el Consejo de la Judicatura.
La iniciativa para convocar a una Asamblea Constitucional no tuvo relevancia en el
tiempo de los disturbios que precedieron al derrocamiento de Sánchez de Lozada.
La bandera que hizo nacer la rebelión popular fue la oposición generalizada a la
intención del gobierno de concertar un acuerdo con Chile para contar, en el puerto
chileno de Patillos, con facilidades para la exportación del gas boliviano –que ya se
sabía que era un recurso importante de la nación – hacia mercados del Pacífico
(California y, eventualmente, México).
Luego vino la radicalización de las demandas opositoras a Sánchez de Lozada:
primero, no exportar el gas a través de territorio chileno y, consecuentemente, no
vender a ese país este producto –se exacerbaba el sentimiento de varios sectores
adversos a Chile por la cuestión marítima de Bolivia– y, segundo, la oposición a
toda exportación de gas que, sin saber cómo, había que industrializarlo en el país.
No hubo respaldo alguno para esas propuestas, sólo declaraciones y exigencias
demagógicas que servían a un propósito político: el derrocamiento del presidente y
la caída de su régimen.
Terminada la revuelta en La Paz, con la caída de Sánchez de Lozada, se exhibió una
llamada Agenda de Octubre que incluía la convocatoria a una Asamblea
Constituyente para preparar una nueva Constitución. La tolerancia, producto de la
debilidad, del sucesor del presidente Gonzalo Sánchez de Lozada, su vicepresidente
Carlos D. Mesa, fue determinante para que se consolide la propuesta de la
Constituyente que, como se ha afirmado, era la que plasmaría el proyecto político
de MAS, ostensiblemente alentado por el gobierno “bolivariano” de Venezuela del
presidente Hugo Chávez Frías.
Al final, la agenda tuvo dos postulados básicos: la nacionalización de los
hidrocarburos y de otros recursos naturales, y la convocatoria a la Asamblea
14
Constituyente para formular un nuevo texto de Ley Fundamental del Estado; se
hablaba de una constitución “fundacional”, no de un mero cambio de la ley básica.
Al MAS, ya en el poder, se le presentó la oportunidad de concretar sus designios. La
extraña mezcla de indigenismo anacrónico con el socialismo del siglo XXI, que
fuera adoptado por el régimen del venezolano Hugo Chávez Frías, plasmada en un
texto constitucional, permitiría establecer el “Estado Plurinacional”, cambiando las
instituciones, creando otras de difícil justificación y que, a la postre, haría posible
que el régimen cope todos los espacios de poder.
El presidente Evo Morales convocó a elecciones para conformar la Asamblea
Constituyente. Muchos de los candidatos elegidos eran campesinos cocaleros y
mineros sindicalistas sin ningún conocimiento de los asuntos concernientes al
Estado. Sin embargo, los asambleístas del MAS no alcanzaron la mayoría de los
dos y tercios de los miembros, requerida para la aprobación de los distintos
artículos del nuevo texto constitucional.
Desde el inicio, la Asamblea Constituyente inaugurada en 2008, en Sucre, fue
caótica. No se avanzaba; los debates se centraban más bien en los procedimientos
para la presentación de propuestas. Ahora se advierte que el propósito del MAS fue
ganar tiempo para gestar un proyecto, concebido con la participación de un grupo
de ONG y de ideólogos experimentales extranjeros, contratados por el gobierno.
Luego se procuraría forzar su aprobación. Así se haría nacer un peculiar sistema
pretendidamente socialista: el del referido Estado Plurinacional de Bolivia.
La maniobra oficial resultó burda: la aprobación final del proyecto presentado por
el MAS –su texto ni siquiera fue distribuido a todos los miembros de la Asamblea –
trató de redactarse, fuera del recinto donde funcionaba la Asamblea Constituyente,
en un recinto militar, en las cercanías de la ciudad de Sucre, donde estallaron serios
disturbios con tres muertos y decenas de heridos.
Estas violentas manifestaciones populares de Sucre se produjeron por la negativa
del oficialismo a aceptar que en la nueva Constitución se ratifique a esta histórica
ciudad como la capital de la República, no simbólicamente como es hasta hoy sino
en el sentido cabal de la palabra. En estas circunstancias, ante el descontento de los
chuquisaqueños, la Asamblea fue trasladada arbitrariamente, es decir contrariando
la ley, a la ciudad de Oruro, donde nuevamente se forzó –esta vez logrando el
propósito del Ejecutivo – la aprobación del proyecto del MAS, impidiendo la
presencia y participación de los asambleístas opositores, donde abiertamente metió
las manos el Poder Ejecutivo.
Después, el 26 de enero de 2009, el nuevo texto, redactado de manera tan
irresponsable y bajo la vigilancia de la más alta jerarquía oficialista, fue aprobado
15
en un referendo que, según observadores internacionales –entre ellos la misión
observadora de la Unión Europea–, se desarrolló con notorias irregularidades,
llegándose a comprobar el montaje de un fraude electoral con la deformación del
padrón de los electores.
Se había producido lo que más temía la población consciente: quedó aprobada una
Carta Magna plagada de errores de conocimiento, concepto, interpretación, y lo
más visible y peligroso por sus consecuencias, hasta de de redacción y gramática.
Era obvio que la Constitución se había hecho con apuro, y, además, donde muchos
sectores habían metido la mano junto al Gobierno, tratando de velar por sus
intereses, sin la coordinación requerida.
4.- DISCRIMINACIÓN CONSTITUCIONAL
Lo primero que se observa en la nueva Constitución sancionada, es su excesiva
extensión. Esto, que pudiera parecer una simple ampulosidad discursiva y
16
declarativa, ciertamente tendrá consecuencias adversas para la vida democrática,
por la descomunal regulación de todas las actividades de los ciudadanos,
estableciendo un sinfín de reglas con las que el régimen procurará –ya lo hace –
establecer un creciente control del Estado para imponer un régimen autocrático y
excluyente.
Por otra parte, una constitución que abarca tantos temas, regularmente se
transforma en un chaleco de fuerza que impone la necesidad de su pronta reforma.
Sin embargo, el gobierno de Evo Morales se encamina a aprovechar la segura
necesidad de reforma para establecer paulatinamente nuevas disposiciones
restrictivas de la libertad, al contar ahora con el absoluto control del Poder
Legislativo.
El texto constitucional, está encabezado por un preámbulo extravagante, de poco
valor práctico. Al parecer, simplemente se orienta a ensalzar los valores de los
pueblos originarios, especialmente el aimara. Es bueno conocer el agudo criterio de
un observador extranjero: “El preámbulo comienza bien para un geólogo como
soy yo: se habla de montañas y de ríos. De inmediato entra a calificar períodos
pasados de la historia del país y “a tomar partido”: menciona los “funestos”
tiempos de la colonia; la sublevación indígena “anti-colonial”; los guerreros del
agua; los mártires de la gesta constituyente y el racismo existente en la sociedad.
Se declara el abandono del estado colonial, republicano y liberal, para convertir
a Bolivia en un “estado unitario social de derecho plurinacional comunitario”
(Gustavo Coronel. “La nueva constitución boliviana”).
Este es el inicio de un cuerpo de leyes que pretendidamente establece, entre otros
logros, un nuevo Estado para eliminar la discriminación racial y la exclusión. En
realidad, crea una nueva discriminación: menciona sólo a los pueblos originarios:
quechuas, aimaras y a una treintena de otras etnias –algunas con pocos centenares
o decenas de miembros – incluyendo, asimismo, a los afro bolivianos, pero ignora
totalmente a los mestizos y a los que pudieran llamarse euro bolivianos, y aun a la
colectividad de origen japonés que habita en el Oriente de Bolivia.
Así comienza a perfilarse, de manera sinuosa, oscura, un régimen que oculta una
nueva forma de discriminación que, esta vez, parte del propio Estado, excluyendo a
vastos sectores de la sociedad boliviana.
En el preámbulo se pasa por alto, de manera inconcebible, toda la gesta de la
Independencia, ignorando intencionalmente a los próceres criollos que crearon la
República. Y se menosprecia también, a la cultura nacida del mestizaje, que es viva
representación de nuestra nación.
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De lo que, en verdad, se trata para el MAS, es refundar el país. Aunque la expresión
“refundación” no figura en el texto, el presidente Evo Morales, a tiempo de
promulgar la constitución aprobada en el referendo de enero de 2009, afirmó, con
tono dramático: "Algunos grupos permanentemente intentaron sacarme del
Palacio. Ustedes saben, algunos grupos permanentemente intentaron matarme.
Ahora quiero decirles: pueden sacarme del Palacio, pueden matarme, misión
cumplida con la refundación de una nueva Bolivia unida". El presidente Aniceto
Arce, el siglo antepasado, había dicho casualmente algo parecido: “Ahora pueden
matarme”, cuando inauguró el ferrocarril del Pacífico hasta Oruro. E insistió Evo
Morales: []"Es impresionante lo que estamos haciendo: de la rebelión de nuestros
antepasados a la revolución democrática y cultural, a la refundación de Bolivia y
a la reconciliación entre originarios milenarios y originarios contemporáneos”.
Una novedad en el texto constitucional es la adición del poder electoral, a los tres
poderes clásicos: ejecutivo, legislativo y judicial, a los que designa como Órgano
Legislativo y Asamblea Legislativa Plurinacional, Órgano Ejecutivo, Órgano
Judicial y Tribunal Constitucional Plurinacional y Órgano Electoral Plurinacional.
Si bien en la letra se mantiene la independencia de estos órganos, en los hechos ya
se trata la tendencia a coparlos partidariamente.
La virtual dependencia política ha cobrado recientemente mayor notoriedad en la
configuración del Tribunal Supremo Electoral, integrante del Órgano Electoral
Plurinacional. Este Tribunal, como en el caso del Órgano Judicial, tiene señalados
cupos de integrantes reservados a las etnias: “El Tribunal Supremo Electoral está
compuesto por siete miembros, quienes durarán en sus funciones seis años sin
posibilidad de reelección, y al menos dos de los cuales serán de origen indígena
originario campesino”. Se establece, en este mismo artículo, que “La elección de
los miembros del Órgano Electoral Plurinacional requerirá de convocatoria
pública previa, y calificación de capacidad y méritos a través de concurso
público” lo que, al parecer, no fue cumplido adecuadamente. Es más, se ha
denunciado que los vocales recientemente electos por la Asamblea Legislativa
Plurinacional, son militantes del partido oficial, poniéndose en duda su futura
imparcialidad.
El artículo primero del texto constitucional pretende caracterizar al país que surgía
como Estado Plurinacional. De su letra, complicada y ampulosa, fluye la intención
de establecer el nuevo orden. Contiene un rosario de adjetivos para calificar al
nuevo Estado: “unitario, social, de derecho, plurinacional, comunitario, libre,
independiente, soberano, democrático, intercultural, descentralizado y con
autonomías. Bolivia se funda en la pluralidad y el pluralismo político, económico,
jurídico, cultural y lingüístico, dentro del proceso integrador del país”. Lo
abigarrado de esta disposición –por lo demás sólo declarativa – embrolla el intento
18
de un análisis serio, aunque revela su trasfondo: establecer un peculiar sistema de
gobierno y consagrar nuevas formas de discriminación y de exclusiones de varios
sectores de la ciudadanía.
Resulta también curioso que simultáneamente se utilicen dos términos que tienen
parecida connotación pero que, al fin, solo son grados de la libertad regional de
gestión pública: descentralización y autonomías. Esto se debe a que el gobierno ya
tenía en mente establecer un régimen pretendidamente autonómico, desvirtuando
los modelos que fueron aprobados en los referendos populares, y por amplísima
mayoría, de los departamentos de Santa Cruz, Tarija, Beni y Pando, pese a la
oposición del Movimiento al Socialismo.
El artículo segundo es digno de examen: “Dada la existencia precolonial de las
naciones y pueblos indígena originario campesinos y su dominio ancestral sobre
sus territorios, se garantiza su libre determinación en el marco de la unidad del
Estado, que consiste en su derecho a la autonomía, al autogobierno, a su cultura,
al reconocimiento de sus instituciones y a la consolidación de sus entidades
territoriales, conforme a esta Constitución y la ley”. Se justifica una suerte de
autonomías para los “indígena originario campesinos” en el hecho de su existencia
pre colonial y a un supuesto “dominio ancestral sobre sus territorios”, y se ignora
deliberadamente que entre los pueblos precolombinos, hubo unos que dominaron a
otros. Los quechuas que conformaron el Imperio de los Incas – esta etnia es el
grupo mayoritario en Bolivia – sometieron a los aimaras hasta la llegada de los
conquistadores. Pero no se trata de retrotraer situaciones injustas, sino de que no
se incurra en nuevas discriminaciones y exclusiones basadas en la raza.
El siguiente artículo, el tercero, mantiene la misma línea: “La nación boliviana
está conformada por la totalidad de las bolivianas y los bolivianos, las naciones
y pueblos indígena originario campesinos, y las comunidades interculturales y
afro bolivianas que en conjunto constituyen el pueblo boliviano.” Y los demás, ¿no
existen o se los está incluyendo, sin nombrarlos, entre esa totalidad de “bolivianas y
bolivianos”? Curiosidades de los plurinacionales que hicieron de la actual Carta
Magna algo de muy difícil comprensión para cualquiera.
Pero hay otros asuntos de igual y mayor gravedad. Resalta el reconocimiento
constitucional a la llamada “justicia comunitaria”. El artículo 179 la denomina
“jurisdicción indígena originaria campesina” que “se ejerce por sus propias autoridades”,
es decir un conjunto de justicias separadas, según el grupo étnico (se reconocen más de
treinta), sin códigos y sin estructuras institucionales, como resabios de organizaciones
sociales primitivas, ahora yuxtapuestas a la justicia ordinaria, la que se basa en códigos,
leyes y procedimientos uniformes, y que la administraba un poder del Estado: el Judicial
encabezado por la Corte Suprema de Justicia.
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Resulta difícil imaginar cómo van a coexistir las justicias comunitarias – si las hay
– de más de treinta pueblos originarios con la justicia ordinaria, la que consagra el
derecho al debido proceso, es decir a ser juzgado por jueces profesionales, a contar
con defensores formados en la judicatura y con sujeción a procedimientos estables.
Es más: algunas sanciones en la justicia peculiar de ciertos pueblos originarios,
incluyen penas corporales, como la tortura, lo que tiende a derivar en la muerte por
linchamiento, a manos de pobladas, todo en contraposición a principios jurídicos
universalmente aceptados. Los resultados, inclusive con la sola mención del
reconocimiento constitucional de este peculiar sistema judicial, son alarmantes.
Desde la promulgación de la nueva constitución han aumentado los casos de
linchamientos a manos de tumultos en comarcas campesinas como se ha advertido
en páginas anteriores.
En este campo –aunque sobre la administración de justicia establecida en la
constitución del MAS hay mucho más que comentar – el artículo 182 dispone que
los magistrados del Tribunal Supremo de Justicia “serán electos por votación
popular”. Es que no debe haber mejor forma de poner la justicia al servicio de los
intereses de los grupos políticos que someter el nombramiento de jueces a
elecciones populares necesariamente influidas por organizaciones partidarias. Es
difícil encontrar precedentes de esta disposición en otros países, pero queda claro
que el Movimiento al Socialismo, con su aparato de control y fraude electoral, va en
procura de tener el manejo total de otro de los poderes del Estado. En la realidad,
ya tiene copado y a su merced al Poder Judicial, lo que le ha facilitado grandemente
la “judilización” de la política, es decir que bajo la amenaza de cárcel y de
expropiación de bienes la extorsión a los adversarios es total.
Por supuesto que hay un sinnúmero de disposiciones superfluas y hasta impertinentes.
Pero esto no es lo que más preocupa. Resalta la demagogia con que han sido incorporados
ciertos temas. Por ejemplo, en el artículo 5º se establece que “Son idiomas oficiales del
Estado el castellano y todos los idiomas de las naciones y pueblos indígena originario
campesinos, que son el aymara, araona, baure, bésiro, canichana, cavineño, cayubaba,
chácobo, chimán, ese ejja, guaraní, guarasu'we, guarayu, itonama, leco, machajuyaikallawaya, machineri, maropa, mojeño-trinitario, mojeño-ignaciano, moré, mosetén,
movima, pacawara, puquina, quechua, sirionó, tacana, tapiete, toromona, uru-chipaya,
weenhayek, yaminawa, yuki, yuracaré y zamuco”. Y se exige saber, además del
castellano, una de las 36 otras lenguas, bajo penas tan duras como quedarse sin trabajo. Es
poco probable que muchos de los pueblos, que tienen escasa población, vayan a emplear,
en la administración de sus asuntos públicos, su idioma nativo.
Es algo en exceso demagógico y que no se aplicará jamás porque tendrían que renunciar a
sus cargos públicos desde el Presidente pasando por el Vicepresidente, en la absurda
disposición constitucional que sentencia que solo pueden ser parte de la administración del
Estado los ciudadanos que hablen dos idiomas oficiales. Se manifiesta la obligación de
hablar el español más otra lengua que señala la Carta Magna. En Bolivia existe una gran
20
cantidad de bilingües que hablan corrientemente el aimara o el quechua más el castellano.
Pero son inmensamente mayores quienes tienen conocimiento sólo del castellano. Todos
esos monolingües, si desean incorporarse a la administración pública, deberían, desde
ahora, empezar a aprender alguna legua autóctona o de lo contrario pasarán a ser unos
verdaderos parias. ¿No es mejor que, además de castellano, los súbditos de la Nueva
Bolivia sean bilingües aprendiendo mandarín o ruso ya que tanto se abomina el inglés
imperialista?
Curiosamente, esa divagación del Estado plurilingüe y multicultural, apareció durante los
gobiernos de Paz Zamora y Sánchez de Lozada. Ellos, aparentemente, se olvidaron de
tamaña tontería, porque era una jugada política del momento, pero dejaron sentada una
base de la que no se olvidarían las ONG y el naciente movimiento indígena. Los masistas
incluyeron el tema en la Carta Magna, pero esta vez para que se cumpla o para que
incomode. En la hora actual ese bilingüismo absurdo puede servir para que, en poco
tiempo, se pueda destituir a algunas personas no deseables en la Administración Pública o
prohibir constitucionalmente su incorporación.
Hay una infinidad de disposiciones redactadas con igual intención demagógica que no
tienen antecedentes en la técnica legislativa. Entre esto, el artículo 16, establece que “El
Estado tiene la obligación de garantizar la seguridad alimentaria , a través de una
alimentación sana, adecuada y suficiente para toda la población”. No hay administración
estatal –ni de otra índole – con la capacidad de garantizar la seguridad alimentaria u otra
necesidad básica de toda la población. Legislar, prometiendo lo incumplible u obligando
imposibles, es notoriamente irresponsable. El postulado, sólo como objetivo de deber
solidario, sería bueno, aunque intrascendente como disposición constitucional. Porque de
ahí, del enunciado, a “garantizar” realmente, hay un largo trecho. La misma intención
demagógica se observa en el artículo 18. II. “El Estado garantiza la inclusión y el acceso a
la salud de todas las personas, sin exclusión ni discriminación alguna”. Y la lista de ese
tipo de garantías sigue sin mengua, hasta en asuntos que tienen que ver con la política
internacional, como aquello de la “solución efectiva” del retorno de Bolivia al mar. ¿La
Carta Magna va a hacer que Bolivia encuentre una “solución efectiva” para solucionar su
reclamo a un puerto en el Pacífico? Parece algo bastante alejado de la realidad, que
sorprende a quienes piensan que en Bolivia se ha tomado en serio esa suerte de revolución
cultural indígena.
Lo que sí es trascendente, y por ello potencialmente perjudicial, es que se reconoce a los
pueblos indígenas originarios, en su gestión territorial autónoma del “uso y
aprovechamiento exclusivo de los recursos naturales renovables existentes en su territorio
sin perjuicio de los derechos legítimamente adquiridos por terceros.” Esto podría, ante la
prédica política y demagógica, revertirse en contra de los presuntos beneficiarios, si se
niegan a permitir emprendimientos razonables en su territorio.
Es mucho más peligroso aún, el artículo 124 que trata sobre el delito de traición a
la Patria. En el primer párrafo de esta disposición se repite la tipificación de este
delito establecido en la constitución de 1967: “Comete delito de traición a la patria
la boliviana o el boliviano que… tome armas contra su país, se ponga al servicio
21
de estados extranjeros participantes, o entre en complicidad con el enemigo, en
caso de guerra internacional contra Bolivia”. Lo que preocupa es lo que sigue,
porque también cometería traición a la Patria el que “viole el régimen
constitucional de recursos naturales” y el que “atente contra la unidad del país”.
Esto es de muy compleja comprensión. No se puede entender que exista traición a
la patria por violar un régimen constitucional de recursos naturales. Miles de
compatriotas podrían poblar las celdas carcelarias, con el sambenito de “traidor a
la patria” por explotar recursos naturales que no son de dos etnias sino de todos los
bolivianos. Falta una explicación precisa en este aspecto.
Claro que la experiencia reciente de la persecución judicial contra los bolivianos
opositores, hace temer que se establezca arbitrariamente lo que tendría que
entenderse como “atentados contra la unidad del país”, o la violación del “régimen
constitucional de recursos naturales”, con graves consecuencias para los acusados.
Además de que se sabe que frecuentemente el régimen del MAS presentó cargos
contra ciudadanos, sin fundamentos ni pruebas, ahora va a impulsar que se
impongan penas de treinta años de cárcel –la que corresponde al delito de traición
a la patria – presuntamente por propiciar la desunión nacional. Esto de los
atentados contra la unidad nacional está siendo aplicado de manera rigurosa e
interesada por el gobierno del MAS, acusando, sin el menor rubor, de separatista o
secesionista, a la persona que le incomoda.
En cuanto al artículo 359, que establece que los hidrocarburos serán “propiedad del
Estado” nuevamente es pertinente recurrir al criterio del observador antes citado:
“Esta (disposición) es una tergiversación casi criminal. La dueña legítima de los
hidrocarburos es la Nación boliviana, no el Estado. Al adueñarse de los ingresos
derivados de los hidrocarburos, como también sucede en Venezuela, el Estado
boliviano usurpa lo que es de la Nación, entidad de mayor rango que abarca, ella
sí, a todos los bolivianos. Esta usurpación es la raíz de muchos de los males que
aquejan a nuestros pueblos, la presencia del Estado rapaz, ineficiente y corrupto,
usualmente con nombre y apellido (Perón, Fujimori, Velasco Alvarado, Chávez,
Castro) que abusa de los recursos y las riquezas de la Nación”.
Otro artículo, el 384, muestra las preferencias del presidente Morales por el sector de los
“cocaleros” que fue su sostén político en sus tiempos de oposición y de los que Evo Morales
continúa siendo su líder sindical, y dice: “El Estado protege a la coca originaria y
ancestral como patrimonio cultural, recurso natural renovable de la biodiversidad de
Bolivia, y como factor de cohesión social; en su estado natural no es estupefaciente. La
revalorización, producción, comercialización e industrialización se regirá mediante la
ley”. Un artículo que ciertamente revela a dónde apunta, pero que tiene un disparate
ostensible: la coca sería un “factor de cohesión social”. La cohesión puede estar entre los
que explotan la coca pero no como “cohesión social” del pueblo boliviano. Eso retrata una
lindeza que asombra.
22
En este recuento somero de una Constitución claramente disgregadora, no se puede dejar
de mencionar su carácter sectario. Se acrecienta la inquietud cuando se revisa la parte
“Educación, interculturalidad y derechos culturales”. En el párrafo III del artículo 78 se
afirma que: “El sistema educativo se fundamenta en una educación abierta, humanista,
científica, técnica y tecnológica, productiva, territorial, teórica y práctica, liberadora y
revolucionaria, crítica y solidaria”. Por supuesto que en el enredo, esto de que será
“liberadora” y “revolucionaria” muestra que la ideologización en la enseñanza y el
adoctrinamiento político y sectario en las escuelas es un designio del Movimiento al
Socialismo. Algo excesivamente peligroso por cierto y que el MAS pretende aplicar a toda
costa.
Es posible afirmar que en este texto, producto de designios totalitarios y de
influencias sectarias, hay una verdadera cantidad de imprecisiones, errores, faltas
de rigor jurídico, sectarismo que alienta nuevas formas de discriminación y
exclusión; resquicios para violar impunemente los derechos ciudadanos, vías
abiertas para terminar con la democracia representativa y para establecer una
dictadura basada en una extraña mezcla de indigenismo con socialismo, el del siglo
XXI. Esto, por eso mismo, requiere de un examen más extenso, profundo y
especializado.
5.- EL DESENCANTO DEL GAS
A la llegada de Evo Morales al Gobierno, Bolivia podía ufanarse de poseer una de
las reservas gasíferas más importantes de Sudamérica. Concretamente, la segunda
en reservas certificadas y probables después de Venezuela si era cierto que
estábamos con reservas superiores a los 50 TCF lo que no parece real. Los
descubrimientos de yacimientos de gas natural se debieron a las garantías que
tuvieron las empresas petroleras extranjeras luego de la llamada “privatización” de
los hidrocarburos durante la administración de Sánchez de Lozada. Durante el
gobierno de Hugo Banzer los descubrimientos de nuevos yacimientos gasíferos se
fueron sumando y aquello siguió su curso hasta hacer de Bolivia lo que se
asemejaba a un verdadero emporio con inmensas posibilidades de hacer grandes
negocios y de mejorar su presencia geopolítica tan venida a menos.
El problema que se presentaba para el país era cómo conseguir mercados para una
producción de gas natural que parecía sobrepasar los más optimistas vaticinios. El
gasoducto a Brasil estaba en pleno funcionamiento y la falta de energía en la nación
vecina hacía pensar hasta en la construcción de un gasoducto paralelo. La venta a
Argentina era escasa pero se trabajaba en la posibilidad de ampliar el ducto o
construir otro que luego se transformó en el proyecto del Gasoducto del Noreste
Argentino, que todavía no se ha descartado, por fortuna.
23
Se había negociado, sin éxito, por las convulsiones internas encabezadas por el
MAS y por grupos radicales, la venta de Gas Natural Licuado (GNL) que,
embarcado en algún puerto del Pacífico, llevaría el energético, en grandes buques
especiales, hasta las costas de México y de Estados Unidos. Se estableció una
negociación con Chile para que el hidrocarburo fuera procesado en el puerto de
Patillos u otro, donde Chile le concedería a Bolivia una Zona Franca, sin soberanía,
pero con amplias libertades para llevar adelante el rentable negocio. La Cancillería
boliviana dudó, se acobardó, retrocedió, y, presionada por las circunstancias
internas, como siempre, expresó que habría que negociar también con Perú. Lo de
un gasoducto hacia Perú, mucho menos factible por la distancia, fue una forma de
escape, que mucho alentó diplomáticamente el propio Perú velando por sus
intereses, y que logró su objetivo: postergó el proyecto hasta desalentar a Chile.
Pero la realidad es que el año 2006 Bolivia era la mimada en la parte sur del
continente por la riqueza gasífera que ostentaba, cuando empezaba a hablarse que
estaba destinada a ser el centro de distribución energético para Brasil, Argentina,
Paraguay, Uruguay y posiblemente Chile. Además de las no descartadas ventas a
México y Estados Unidos. En la mente exultante del nuevo gobierno del MAS se
sumaban miles de millones de dólares anuales para gastar, aparte de un poder
político que haría de Bolivia una nación económicamente sólida para ser tomada en
cuenta y respetada. A esto había que agregar la bonanza por la que transitaba – y
transita hoy mismo – la macroeconomía nacional con sumas espectaculares por
concepto de exportaciones, que no se habían visto nunca antes y que favorecieron a
casi toda América latina.
Pues bien, tras la nacionalización de los hidrocarburos, el mismo 2006, dictada por
el Gobierno del MAS y la aprobación de la nueva Ley sobre la materia, se
detuvieron las inversiones extranjeras y algunas compañías se marcharon del país.
Para colmo, la ocupación militar de empresas tan poderosas como Petrobras se
hizo con un desmedido e incomprensible alarde de autoridad. Intervenir con tropas
de las Fuerzas Armadas la compañía brasileña fue el primer y ruinoso aporte del
MAS al futuro centro distribuidor de energía en Sudamérica. Resintió a los
brasileños, nuestro único mercado importante consolidado.
Ya antes, durante el gobierno de Carlos Mesa, Bolivia había sobreestimado su
potencial al tratar de imponer, con Chile, la política de “gas por mar”. Como si el
gas existiera solamente en Bolivia. Fue una visión poco afortunada, que alertó a los
probables compradores en general de lo que podría ocurrir en el futuro con una
Bolivia que no medía sus debilidades. Además, se exigió a Argentina que ni una
sola “molécula” de gas boliviano pudiera revenderse a Chile, lo que Argentina
aceptó ofendida, de mal grado, por los antiguos compromisos de provisión de gas
vigentes que tenía con Chile.
24
Inesperadamente, Evo Morales asumió una actitud intimidante con Brasil, por
encima de la presunta amistad personal que sostenía con el presidente Lula da
Silva. Bolivia amenazó, subrepticiamente, con disminuir o cortar el envío de gas a
través del costoso gasoducto binacional, en una suerte de disimulada extorsión que
los brasileños entendieron muy bien. El presidente brasileño no protestó pero lo
tomó como una ingratitud y un agravio de parte del presidente Morales. Lula e
Itamaraty comprendieron exactamente la posición boliviana y concluyeron en que
sería irresponsable de su parte confiar en que Bolivia cumpliría con los
compromisos pactados. Y que siempre habría una amenaza de chantaje.
Ante esa situación, Petrobras continuó volcando todos sus recursos y esfuerzos en
la búsqueda intensa de nuevos yacimientos de gas natural en su territorio y decidió
por la importación de Gas Natural Licuado (GNL) desde ultramar a precios altos
pero con la provisión garantizada. Petrobras descubrió importantes fuentes de
energía gasífera, sobre todo en su mar territorial, al extremo de que en una
oportunidad el presidente Lula dijo en tono de broma, pero que habría que
interpretar bien: “le diré a Evo Morales: Evo ya no necesito de tu gas”. Brasil,
ciertamente, continuará adquiriendo el gas natural boliviano, porque lo tiene
cercano y barato, pero jamás volverá a depender de él en la medida en que lo hizo.
Similar actitud asumieron Argentina y Chile en cuanto al Gas Natural Licuado y
ambos países han optado por importar ese energético desde Asia o tal vez, en algún
momento, desde la más próxima Trinidad y Tobago, dejando de lado los riesgos
que representa confiar en Bolivia y, peor, en su poco serio gobierno. Argentina está
en plena construcción de un puerto en Bahía Blanca y Chile ya está utilizando su
planta transformadora de GNL en Quintero y terminando otra en su extensa costa.
A todo esto, ante la falta de inversión extranjera para explorar nuevas áreas en el
territorio nacional, las reservas bolivianas han ido bajando como es natural y la
única exportación importante es la que se sigue haciendo a Brasil. Los brasileños,
por supuesto, han afirmado que pese al gas que obtengan con su nueva política
energética, continuarán comprando el carburante boliviano, de acuerdo a sus
necesidades. En cualquier caso, Bolivia ya no es indispensable para Brasil, aunque,
de otra parte, por fortuna, el interés de Argentina se mantiene porque está
visiblemente escasa en materia gasífera cuando su matriz energética central se
basa, justamente, en el gas natural. Este es un aspecto que Bolivia no debería dejar
de lado y cuando menos negociar con seriedad para asegurarse ese mercado que
puede ser muy interesante y de mayor vida que el brasileño.
Pero, en suma, hay algo que no debemos olvidar, y es que el gas abunda en el
mundo y que es cuestión de buscar los medios de transportarlo, medios que antes
no existían y que ahora sí existen. Insólitamente, Chile podría abastecer de gas a
parte de Argentina; y Perú, a través de Camisea, estaría en condiciones de proveer a
25
Chile si éste lo requiriera, y a la costa oeste norteamericana y mexicana, que era
uno de los “nichos” importantes que se le habían presentado a Bolivia, y que Perú,
con toda habilidad, sin estruendo ni soberbia, está capturando paso a paso.
Perdimos una enorme oportunidad de asegurarnos mercados y desarrollar
correctamente nuestra industria energética, por asumir posiciones netamente
demagógicas. Hasta que no se haga una cuantificación de reservas confiables, al
parecer Bolivia ya está por debajo de los 15 TCF, lo que era de esperar. El centro de
distribución energético del subcontinente dejó de mencionarse y ahora naciones
como Perú, que presuntamente no tenían ni la mitad que Bolivia, están en pleno
auge de exploración y de explotación con capitales extranjeros, aumentando sus
ventas, sin haber hecho otra cosa que negocios en vez de política.
Bolivia quedó con la idea peregrina de que era multimillonaria en gas cuando todo
lo tenía bajo tierra. Ahora la situación es peor, porque además de que el gas no está
en la superficie, los mercados se han ido evaporando. Ese es un reto inmediato para
recomponer la complicada situación que tiene el actual Gobierno.
6.- IGLESIA, EDUCACIÓN Y ALFABETIZACIÓN.
Una situación como la que alienta el gobierno de Bolivia, donde se ha reivindicado
forzadamente el culto a deidades andinas, presuntamente precolombinas, muy
difícilmente podía coincidir con el espíritu cristiano de los bolivianos, y, en especial
con la Iglesia Católica, de la que la inmensa mayoría son fieles. No cabe comparar
la fe en Cristo, producto de siglos de historia y tradición, con la exaltación que
ahora se está haciendo no sólo de la Pachamama – que siempre fue venerada como
la “Madre Tierra” – sino por nuevos íconos religiosos aimaras, desconocidos hasta
hace poco, y por ritos extraños, esotéricos, que se están renovando e imponiendo
últimamente. Ritos que hemos visto hasta en las dos posesiones en el mando del
presidente Morales y que parecen un calco de las antiguas ceremonias mayas, tal
como las describen los cronistas españoles de la época.
Los valores cristianos, los valores del catolicismo en particular, no coinciden con el
discurso político del MAS; por el contrario importunan, molestan. Los teóricos del
MAS (indigenistas, marxistas, ateos) comprenden que no es posible que coexista
una creencia cósmica, que hace culto al sol y a la luna, con la adoración a un Dios,
que – ¡hasta ahí llega la xenofobia actual! – no es “originario”. Basta con observar
la idealización del Cristo renacentista europeo que vemos en las pinturas sacras
para convencernos de esa aseveración. Evidentemente, para los “cósmicos” es el
anti-Cristo.
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Este Dios cristiano llegó con la Conquista, se mantuvo adorado durante toda la
Colonia y la República, y por tanto es parte de ellas, parte del presunto
sojuzgamiento de los pueblos nativos, piensan y afirman los seguidores más
allegados al Presidente. Aunque éste, el Primer Mandatario, manifieste, cuando le
conviene, que es católico militante y creyente. Esto no condice con su ausencia,
siempre disfrazada, en las grandes fiestas sacras, donde concurre ocasionalmente.
Sin embargo, está muy claro que un eclecticismo cosmogónico-cristiano requeriría
de mucho esfuerzo para coincidir si se trata de conjugar políticas tan divergentes
como las actuales. Pese a que lo ecléctico ha estado presente en las creencias
religiosas desde los comienzos y de manera extraordinariamente positiva entre lo
español, criollo e indígena, hoy no es aceptable aquello ante una ideología que está
confundida por falsos profetas, sofistas, y ante exaltaciones de carácter cultural y
racial que en estas épocas resultan grotescas.
La separación de la Iglesia Católica y el Estado, establecida en la nueva
Constitución, ha sido el primer paso que se ha dado para tomar distancias en lo que
se suponía una situación privilegiada de la Iglesia Católica en Bolivia. La libertad de
cultos y creencias es algo común en la mayoría de las naciones, así que en Bolivia
no se puede provocar más debate que lo poco que existió, si la propia Iglesia
Católica ha aceptado la nueva situación como algo que veía venir.
Lo cuestionable en esta Constitución tan mal elaborada, mal redactada, enredada, y
por tanto de tan difícil comprensión, es eso de que el Estado respeta y garantiza las
libertades religiosas “de acuerdo con sus cosmovisiones”. ¿La “cosmovisión” de
quién o de quiénes? ¿La “cosmovisión” del MAS? ¡Dios nos salve en este trance!
¿Será entonces que habría de coincidir con la manera de interpretar el mundo que
tienen los “originarios”, los aimaras, los “achachilas” y los “yatiris”? ¿Los amautas?
No. Eso de las cosmovisiones no puede extenderse, de manera forzada por la
Constitución, a todo el ámbito nacional.
El primer ministro de Educación de Evo Morales, Felix Patzi, ahora caído en
desgracia, planteó que se suprimieran las lecciones de religión en los colegios y
escuelas de la República. No tuvo el eco que esperaba porque, repetimos, en un
pueblo católico, surgieron inmediatamente las protestas. Pero, además, su
propósito era terminar con la educación privada, sin salvar a los colegios de
convenio, algo que no se cumplió y que ahora no parece posible si es que no se
modifica la letra de la Constitución que reconoce la educación en sus niveles fiscal,
privado y de convenio.
Muchos inconvenientes se van a producir en todo caso en la educación boliviana,
desde el momento en que las confusiones y los incomprensibles anhelos de
“cambio” del gobierno no cejan en ningún sector, menos en el educativo. Pero, en
27
fin, ya se las arreglarán los maestros y los padres de familia para que los alumnos
reciban una educación “unitaria, pública, universal, democrática, participativa,
comunitaria, descolonizadora y de calidad”, como hemos visto que reza la Carta
Magna. Eso de “calidad” parece natural y atractivo. Pero, además, la educación
debe ser, según la Constitución, “intracultural, intercultural, y plurilingüe…”.
Además, como no podía ser de otro modo, “liberadora y revolucionaria, crítica y
solidaria”. Es el clásico discurso de las ONG que hacen la prueba con lo insólito, y,
claro, se mofan de los bolivianos y de los masistas que les creen todo a pie juntillas.
Por si esta teorización fuera escasa, resulta que el Gobierno de Evo Morales al
parecer no tendría que preocuparse excesivamente de la educación de los niños
bolivianos (ni de los mayores), ya que de eso se ocuparon los cubanos, quienes, se
dice, terminaron con el analfabetismo en Bolivia hace cuestión de uno o dos años.
Por lo menos así se celebró en un gran acto con una parafernalia enorme y el
anuncio emocionado del Presidente: “En Bolivia ya no existen analfabetos”.
Además, se informó a la nación que Bolivia entraba al círculo privilegiado de ser el
tercer país en vencer el analfabetismo en América latina, luego de Cuba y
Venezuela. Lo que significaba que Bolivia está hoy más avanzada en educación que
Argentina, Uruguay, Chile, Costa Rica, por citar a algunas naciones que desde hace
una centuria o más tratan de superar esa barrera.
Todos sabemos en Bolivia que el anuncio presidencial no era cierto y que el
analfabetismo sigue en niveles preocupantes, en un mundo donde la educación y la
tecnología valen más que todas las materias primas juntas. Fue un anuncio festivo y
nada más, producto del entusiasmo que se desea contagiar al pueblo. Habrá que
agradecerle a las brigadas de alfabetizadores cubanos que durante 18 meses se
preocuparon tanto por enseñarnos a leer y escribir a los bolivianos del campo y las
ciudades, pero, desgraciadamente, una cosa es saber firmar o leer su nombre, y
otra, naturalmente, entender lo que se lee. Dejando de lado la propaganda
oficialista que abruma, muchos cientos de miles de bolivianos mayores continúan
siendo iletrados absolutos.
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7.- “LEYES MALDITAS”
La Constitución Política del Estado, aprobada por el referéndum de enero de 2009,
fue concebida para establecer un nuevo esquema político y económico. Sus
disposiciones, sin embargo, requerían de una serie de leyes reglamentarias para
adecuar las nuevas instituciones y las ya existentes al esquema establecido en la Ley
Fundamental. Si la Constitución ya contenía, como hemos comentado, reglas
sectarias y discriminatorias orientadas a la consolidación de una dictadura, las
leyes reglamentarias hasta ahora aprobadas por la Asamblea Legislativa
Plurinacional, confirman este designio, pues se van convirtiendo en instrumentos
del Movimiento al Socialismo para copar esas instituciones, e intervenir, cada vez
más, en la vida ciudadana.
Una de las leyes que ahora preocupa es la Ley Transitoria de Designación de
Autoridades Judiciales, conocida como “Ley Corta”, por su peligrosa simpleza, que
otorgó poder absoluto al presidente Evo Morales para nombrar interinamente a las
autoridades judiciales. La constitución establece que esas autoridades judiciales
deben ser elegidas en comicios ciudadanos, pero, hasta que se convoquen y realicen
dichas elecciones, el Poder Judicial ya habrá sido copado a través de las
designaciones directas del presidente. Esto fue posible, por cierto, debido al pleno
dominio que el régimen tiene sobre el Poder Legislativo (Órgano Legislativo según
la nueva Constitución), que lo usa en estos casos para aprobar arrolladoramente
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sus proyectos, sin considerar los criterios de la minoría, ni las advertencias
reiteradas de que, con estas leyes, se ingresa en un terreno netamente dictatorial.
Por esta “ley corta” vigente hasta diciembre de 2010, cuando se proyecta convocar a
comicios para elegir a las autoridades judiciales –la nueva Constitución ha incluido
esta singular modalidad para integrar el ahora llamado Órgano Judicial –, el
presidente Evo Morales ha adquirido la facultad de nombrar a los magistrados del
Tribunal Constitucional, a los ministros de la Corte Suprema de Justicia, a los
jueces del Tribunal Agrario Nacional y a los miembros del Consejo de la Judicatura,
cargos que anteriormente eran designados por el Congreso Nacional, luego de un
procedimiento de selección, lo que supone que en adelante el régimen habrá de
usar esta nueva ventaja política para enfrentar y reprimir, con el acoso judicial, a la
oposición y a los que discrepen con el modelo que se pretende consolidar.
La oposición en el Senado en clara minoría, ante el atropello de la mayoría sólo
atinó a anunciar una demanda de inconstitucionalidad, a sabiendas de que ésta,
precisamente con la designación de las nuevas autoridades judiciales de la
confianza del presidente, no prosperaría. Quedó, entonces, solamente como señal
de protesta como ya suele suceder a menudo con muchas acciones opositoras.
Uno de los argumentos del MAS para apresurar una “ley corta” fue que ésta era
necesaria para evitar el colapso del poder judicial por la falta de autoridades;
aunque está claro que se llegó a esa situación de crisis, precisamente por sus
presiones y acciones judiciales contra miembros de la Corte Suprema de Justicia,
del Tribunal Constitucional y de otras ramas del sistema judicial, los que tuvieron
que alejarse de sus funciones. Para justificar la ilegalidad de esta ley, se usó un
argumento basado en su propia culpa, es decir en los inconvenientes que se crearon
intencionalmente para provocar ese colapso del Poder Judicial, para luego
capturarlo, con una ley claramente opuesta a una norma de la Carta Magna que el
oficialismo propició, como ya fue demostrado.
Naturalmente que los argumentos de los parlamentarios opositores no fueron
tomados en cuenta, pese a que, en esencia se orientaron a mantener la legalidad y
la necesaria coherencia jurídica. Queda claro que cualquier delegación de
atribuciones es contraria a la Constitución que, en su artículo 140, establece que
“Ni la Asamblea Legislativa Plurinacional, ni ningún otro órgano o institución, ni
asociación o reunión popular de ninguna clase, podrán conceder a órgano o
persona alguna facultades extraordinarias diferentes a las establecidas en esta
Constitución”. También se argumentó, sin ningún resultado, que la Asamblea
Legislativa Plurinacional es el órgano que cuenta con mayor legitimidad para la
designación de autoridades de esta naturaleza y no el Poder Ejecutivo. Con esta
30
delegación de una facultad que se reservó al pueblo en elecciones, es bueno reiterar
que el MAS ha violado su propia Ley de Leyes.
Sin embargo, las objeciones legales a esta ley que transfiere al Presidente una
atribución que la nueva Constitución otorga a los ciudadanos, no son las únicas.
Hay otras razones que llevan a la preocupación generalizada. En el empeño de
prevalecer a toda costa, el régimen desde ya hace tiempo ha desatado una
persecución judicial; es decir, contando ya con fiscales comprometidos y algunos
jueces adictos, pretende, a través de juicios de la más diversa índole, encarcelar a
los ciudadanos que considera opositores. Es fácil imaginar que el régimen, con
jueces y fiscales a los que favoreció con las designaciones, seguirá sin freno con el
acoso judicial a la ciudadanía, especialmente a los adversarios.
Esta “ley corta” de designación de autoridades judiciales por el Presidente, no es la
única que preocupa. Ratificando, por esta vía la pretensión del oficialismo de
alcanzar el poder total, la Asamblea Legislativa aprobó otra “ley corta”,
oficialmente llamada Ley Transitoria para el Funcionamiento de las Entidades
Territoriales Autónomas.
En esta ley se trata de las autonomías, que es un asunto muy sensible en los
departamentos de Santa Cruz, Tarija, Beni y Pando, que aprobaron, en dos
referendos, adoptar un régimen autonómico y, luego, los estatutos que regularían
su funcionamiento. En esos referendos el Movimiento al Socialismo, hizo campaña
opuesta a la autonomía y a los estatutos autonómicos. Posteriormente, cambió de
estrategia e incluyó en el texto constitucional disposiciones sobre las autonomías
regionales e indígenas, deformando el concepto original. En verdad, se dejó mucho
para la ley que las regule, tomando en consideración la necesidad de compatibilizar
los estatutos autonómicos departamentales con las disposiciones constitucionales.
El gobierno presentó un proyecto y las regiones autónomas otros, que no se
pudieron consensuar por diferencias conceptuales. Finalmente, el oficialismo se
decidió por imponer, con su mayoría parlamentaria, la mencionada ley transitoria.
Es cierto que la antes mencionada Ley es transitoria, lo que abriría las puertas para
seguir en un trabajo de concertación definitiva con los departamentos
autonómicos. No obstante, nuevamente se presentan persistentes e importantes
agravios al sistema jurídico. En la ley transitoria no solamente está clara la
intención de dominación absoluta y arbitraria del gobierno en todos los ámbitos,
sino que ya está siendo puesto en práctica un designio antidemocrático y represor.
En esta ley se establece que “La Gobernadora o Gobernador será suspendida o
suspendido temporalmente del ejercicio de sus funciones cuando pese sobre ella o
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él, acusación formal en materia penal” (art. octavo), lo que implica que, ante
cualquier denuncia, por disparatada que sea, se intentará alejar del cargo al
adversario político electo en comicios ciudadanos. Es más, en un nuevo
procedimiento especial para estos casos, se establece que “La acusación formal
presentada ante el tribunal o juez competente, será comunicada por la o el fiscal a
la Asamblea Departamental, a efectos de que tome conocimiento de aquella y
designe sin mayor trámite a la máxima autoridad ejecutiva interina, de entre las
o los Asambleístas departamentales” (art. noveno). Se observará la redacción
absolutamente respetuosa de la Constitución en cuanto a sexo se refiere.
Ya se han separado de sus cargos a Alcaldes electos y en funciones, sobre la base de
acusaciones no probadas, presentadas con claros fines de predominio en las
instituciones cuyas autoridades electas no pertenecen al partido gobernante. Ahora
están a la espera de juicios con peligrosos indicios de ser destituidos por lo menos
tres gobernadores. Son los de Santa Cruz, Tarija y Beni. A estos se los acusa de
malversación de fondos de la Gobernación al haber convocado a sendos referendos
donde el pueblo de esas tres regiones votó masivamente por las autonomías,
cuando el partido de gobierno era enemigo declarado de las mismas. En esas
condiciones la democracia está siendo destruida sin el menor miramiento, con un
abuso que a estas alturas resulta inconcebible y que muy poco se conoce fuera de
las fronteras de Bolivia. Quiere decir que los adversarios del MAS que han ganado
en comicios, hoy están a merced de una simple acusación de un fiscal, para ser
reemplazados casi sumariamente. Esto es algo de real peligro para el sistema de
derecho, al arrebatar al adversario las modestas posiciones que ha obtenido por el
voto popular. En consecuencia, lo que el MAS pierde en las urnas lo recupera
mediante chicanas jurídicas inconstitucionales.
De un plumazo, se ha abandonado el principio jurídico universal de la presunción
de inocencia que fue una conquista de la Ilustración y que estuvo incluido en la
Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789.
Contemporáneamente, esta presunción también está consagrada en el artículo once
de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 y en el Pacto
Internacional sobre Derechos Civiles y Políticos, en vigor el 23 de marzo de 1976.
Este Pacto hace referencia a derechos tales como la libertad de circulación, la
igualdad ante la ley, el derecho a un juicio imparcial y la presunción de inocencia.
Ninguno de esos derechos están ahora garantizados en la Bolivia gobernada por el
Movimiento al Socialismo.
Como hubo premura en el MAS por aprobar las leyes que reglamentan la
Constitución, también se promulgaron otras normas legales que apuntan al mismo
propósito de dominio, ignorando derechos ciudadanos y forzando la lógica jurídica.
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Su análisis aún está en curso por políticos, analistas y juristas, pero aquello importa
muy poco ante el atropello que el oficialismo provoca con su mayoría congresal. En
Bolivia el vencedor lo tiene todo, el perdedor, nada.
Para colmo, la última norma constitucional aprobada por el oficialismo en sendas
sesiones en la Asamblea Plrinacional, sin ninguna posibilidad de enmiendas por
parte de una oposición silenciada, es la Ley Contra la Discriminación y el Racismo,
donde se ha matado dos pájaros de un tiro: de un lado se sanciona con cárcel el
calificativo que signifique ofensa en contra de cualquier persona por su “raza,
religión, nacionalidad, ideología, opinión política o gremial, condición social o
caracteres físicos”, para lo que es suficiente la denuncia del presunto agraviado. Es
decir, en Bolivia no se puede hablar de nada públicamente. Y, además, se sanciona
con la suspensión de licencia de funcionamiento a todo medio informativo que
publique esos presuntos intentos discriminadores o racistas, con lo que se
establece, de hecho, una verdadera “ley mordaza”.
Un acto difícil de comprobar, como una censurable expresión ofensiva contra la
raza de una persona, su origen, su credo religioso o ideología, se transforma, desde
ahora, en la punta de lanza que necesitaba el Gobierno para coartar la libertad de
expresión y dar fin con la aún vigente Ley de Imprenta. Evidentemente, es una ley
anticuada, requiere de una actualización, pero que no de reformas dictadas desde el
Poder Ejecutivo, sordo a los reclamos de los ciudadanos. Ahora, en el fondo, la
ofensa de la palabra o del gesto contra un semejante no será lo que más importe,
sino que los medios informativos no mencionen nada sobre el particular, bajo
amenaza de ser multados o clausurados.
Esto no es democracia en modo alguno desde el momento en que aplasta a la
oposición de manera muy grave al aprobar la ley sin mayor consenso, y mucho
peor, como resultado, acalla a los opositores a expresar sus ideas, buenas o malas, y
relega a los medios al silencio.
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8.- ACOSO A UN SEPARATISMO INEXISTENTE
El asunto del “separatismo” cruceño no es una teoría nueva en Bolivia. Sucesivos
gobiernos acusaron a los cruceños de separatistas, además de racistas con un
inocultable anhelo de separarse de Bolivia y a quienes había que sentarles la mano.
Esta desconfianza del poder central hacia Santa Cruz, había cedido en las últimas
décadas, ante una región emprendedora, pujante, productiva, la mayor
contribuyente en impuestos, y la mayor receptora de desocupados pobres del
occidente, donde lo único que se aspiraba – y se aspira intensamente ahora – era a
que el Gobierno estuviera los más lejos posible, desaparecido si se podía, dejando a
los ciudadanos producir en paz.
El modelo productivo cruceño está creando riqueza y desarrollando, sobre todo, la
economía agropecuaria, más importante por su carácter renovable que la industria
extractiva, minera principalmente, que norma las actividades en el occidente del
país. Aunque la minería – agregada a los hidrocarburos – se mantiene como el
mayor recurso captador de divisas por exportaciones. En suma, la explotación de la
tierra siempre ha tenido un tinte tradicionalista, propietario, conservador, y esto no
encaja con la posición “comunitarista” de Evo Morales y el MAS.
Es de este modo que el gobierno masista, sin conocer ni tratar de comprender, ni
menos estudiar las consecuencias negativas de la Reforma Agraria producida por la
Revolución Nacional de 1952, vieron, a través de la óptica de las ONG, que el poder
de la derecha estaba en Santa Cruz y que ese poder debía ser destruido para
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desarrollar su proyecto indígena expropiador de territorios en el oriente. Pensaron
que el latifundio ocioso – o el oligárquico todopoderoso y mandón – de hace 60
años, cuando se produjo la Reforma Agraria principalmente en las zonas de
occidente, se campeaba también en Santa Cruz, o hicieron como si lo creyeran, para
poder sublevar los ánimos del país contra los presuntos gamonales.
Esta es una pésima política agraria que lleva al desastre, ya que si se reparten en
minifundios las grandes propiedades, se termina con los cultivos intensivos de
soya, trigo, caña, maíz, arroz, que requieren de grandes extensiones para
desarrollarse. Aquí está clara la mentalidad andina, que desconocedora de la
agricultura en gran escala, se alarma con las inmensas zonas de sembradíos. No es
lo mismo sembrar papas que soya; tampoco criar ovejas que vacas. Ahí está la
diferencia que los actuales gobernantes no comprenden.
El hecho de que Evo Morales perdiera una y otra vez las elecciones en Santa Cruz,
Beni y Pando (además de Tarija en el sur) hizo que se quisiera descabezar a esas
regiones donde siempre salían victoriosos los opositores al régimen. Evo Morales
ya había tratado, como dirigente cocalero, de asfixiar la economía cruceña sin
lograrlo, montando bloqueos y cercos que mantenían a Santa Cruz sin
posibilidades de transportar sus productos hacia el resto de la nación o hacia los
puertos del Pacífico. Ahora sí, había llegado el momento de ajustar cuentas con los
“oligarcas” y “terratenientes”.
Desde entonces, desde el año 2006, no pasa día ni semana donde no se produzcan
ocupaciones de tierras productivas en la región oriental como demanda de
supuestos campesinos del movimiento “Sin Tierra”, entre los que abundan simples
“loteadores”, que toman predios ajenos no para repartirlos entre los campesinos
pobres, sino para revenderlos en su provecho. Hasta el propio Gobierno ha visto,
inquieto, que ese asalto de tierras para beneficio personal es peligroso. ¿Cuál es el
resultado? Que los estafados “sin tierra” quedan sin ningún título de propiedad y
con el temor de que los predios tengan que volver a sus dueños tarde o temprano.
Pero, mientras tanto, mientras los propietarios agricultores o ganaderos son
avasallados, se ha paralizado el trabajo y se han perdido los contratos de suministro
con las empresas compradoras.
Bolivia, con más de un millón de kilómetros cuadrados de extensión geográfica,
tiene inmensos territorios fiscales para otorgar a los pequeños agricultores y a los
colonos que llegan de a miles a asentarse en esos lugares. Existe una institución, el
Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA) que tiene la encomienda y las
atribuciones para hacer un saneamiento de la tierra. Pero lo que acontece es que
quienes exigen la distribución, siempre allegados al Gobierno, no desean tierras
para producir sino para revenderlas como se ha dicho, y por tanto no les interesan
los predios donde se deba trabajar en el desmonte, la limpieza, la preparación de
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campos, sino los que estén ya desmontados, en producción, y próximos a las
carreteras. Eso resulta fatal. Es un negocio mafioso; un asalto descarado a la
propiedad privada.
¿Cómo puede el Gobierno presentar estas acciones ilegales ante la comunidad
internacional? ¿Cómo hacerlo ante el propio país y su gente? Pues desenterrando el
trillado sambenito del separatismo cruceño. ¿Y cómo convencer a Bolivia y a las
naciones vecinas y de esta parte del continente de que en Santa Cruz existen afanes
separatistas? ¿Dónde están los secesionistas? ¿Cómo actúan? ¿Con qué medios?
¿Cómo convencer de que el separatismo es una amenaza real?
Pues nada menos que armando una intriga – o varias – donde se comprometiera a
la dirigencia cruceña, tanto política como empresarial y especialmente cívica. Los
comités cívicos son lo que más detesta el MAS y a los que quiere destruir a toda
costa. Entonces había que “descubrir” a los separatistas – como se ha hecho –
aunque eso significara el ajusticiamiento de algunos extranjeros, supuestamente
mercenarios pagados por la oligarquía terrateniente e industrial de Santa Cruz, que
serían la punta de lanza de la conspiración secesionista. Para el Gobierno, había
llegado la hora de ajustar cuentas con el Comité Pro Santa Cruz, con su Presidente,
y con algunos empresarios. Y contra ellos arremetieron.
Desde las muertes misteriosas y no aclaradas en el hotel Las Américas en Santa
Cruz, producidas el año pasado, que bien las pudieron ejecutar los organismos de
seguridad del Estado, donde cayeron abatidos a balazos Eduardo Rózsa Flores,
Michael Dwyler y Arpad Magyarosi – el primero de ellos boliviano-húngaro – el
miedo cundió. El Gobierno acusó a los tres victimados de ser miembros de una
célula terrorista que había llegado a Bolivia contratada por los oligarcas de Santa
Cruz. Si alguien los contrató para cometer algún atentado, nada se ha probado
todavía. Si hubo algún o algunos ciudadanos que se enredaron en este asunto con
presunciones conspirativas, habrá que tener las pruebas suficientes para aplicar la
ley pero no se puede tener a toda una población bajo sospecha e incertidumbre,
cuando no tratando de provocarle temor.
Desde entonces hasta hoy – sin que se haya reconocido plenamente quienes
mataron a estos tres individuos y apresaron a otros – no ha cesado la persecución
contra los cruceños. Se los cita a declarar en La Paz, lugar donde no es la
jurisdicción correcta porque no se produjeron allí los hechos de sangre, o se los
secuestra para llevarlos a la sede de Gobierno en condiciones deplorables, no
exentas de torturas. De ahí el terror oficialista al que nos referimos.
Hasta la fecha ya se ha convocado a declarar sobre el publicitado “caso Rózsa” a
una cincuentena de personas, todas de la clase político-cívica-empresarial, y
muchas personas guardan detención. Otros están en la clandestinidad o en el exilio.
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Existe un fiscal encargado del caso, cuya labor principal es darle largas a la
investigación, pero, durante todo ese tiempo, sembrar el pánico, en nombre de la
ley, aunque todos saben en Bolivia que lo hace en nombre del régimen.
La ecuación del Gobierno no ha estado mal del todo aunque nadie la crea: los
cruceños contrataron a los mercenarios para atentar contra el Presidente o tratar
de derrocarlo y establecer una Bolivia que sea independiente de occidente. Quienes
los contrataron, afirma el Gobierno, pretendían cortar el proceso de “cambio” y
establecer una nueva nación independiente del indigenismo. Y el terrorismo, si
tenía éxito, llevaba directamente a la secesión cruceña. Lo que no se dice es que
entre tres terroristas, así fueran mercenarios pagados por cruceños, era muy difícil
montar semejante escenario.
En suma, hoy mismo continúan las citaciones y detenciones en Santa Cruz sin que
se exhiban avances sustantivos en la investigación del anunciado separatismo.
Todos los cruceños son sospechosos y tienen que estar a merced de los caprichos y
las decisiones de un fiscal que es, por decir lo menos, afín al Gobierno.
Santa Cruz no es separatista en modo alguno y si existieron tendencias de esa
naturaleza hace mucho, se debió a que era una región que estaba ya separada, de
hecho, del resto de la República. Los cruceños vivieron siempre al margen de las
grandes decisiones nacionales. A partir de la guerra con el Paraguay, hace casi 80
años, los hombres del occidente y del oriente de Bolivia se enrolaron en el ejército
para combatir y ahí, en las trincheras, se conocieron ampliamente.
Lo que siempre ha sido Santa Cruz es algo muy distinto: ha sido individualista. No
el individualismo extremo expresado en anarquismo, ni el individualismo de tipo
filosófico. Sino que sus penosas experiencias a propósito de su aislamiento hizo que
los cruceños realizaran las cosas a su modo, sin consultar con el poder central. De
ahí las permanentes demandas de autonomía, cuando una Santa Cruz desarrollada,
rica en términos generales que se pueden aplicar dentro de la suma pobreza
boliviana, resulta que debe sobrellevar las cargas impositivas más altas y dar
empleo a decenas de miles de personas que anualmente llegan hasta sus puertas.
Las migraciones de trabajadores del altiplano y los valles beneficiaron a Santa Cruz
con su mano de obra y también con capitales, sin la menor duda, pero el aluvión
actual la ha sumido en un profundo caos. Ese no es motivo para que los cruceños
piensen en separarse de Bolivia ni anexionarse a nadie. Afirmar eso es una felonía.
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9.- COCA, NARCOTRÁFICO Y CORRUPCIÓN
Para nadie es un secreto que la producción de coca ha crecido desmesuradamente
en Bolivia a partir del gobierno de Evo Morales y que su sucedáneo, la cocaína,
también. Mientras que durante la administración del presidente Banzer, hace una
década, solo quedaban 600 hectáreas de coca excedente en el Chapare (fuera de la
coca legal para el consumo humano), ahora es incalculable la cantidad de nuevos
cultivos existentes. Desde luego, los informes señalan que habría más de 20 mil
hectáreas ilegales. En esas condiciones, es incalculable la cantidad de
estupefaciente que se produce, aunque semanalmente se descubran nuevas fábricas
de cocaína que ahora se elabora hasta en domicilios particulares. El Gobierno
anuncia exultante el descubrimiento de alguna fábrica de estupefaciente, pero por
cada una que se descubre, diez continúan con su infatigable labor mafiosa.
El actual gobierno ha tratado por todos los medios de defender la hoja de coca en
foros internacionales, empezando por Naciones Unidas. Ha afirmado que existen
posibilidades alimenticias y curativas para utilizar la coca. No obstante la
comunidad internacional se ha mantenido firme en sentido de que el principal fin
de la coca es la cocaína y no así proyectos nutritivos ni de salud. Pese a que la nueva
Constitución Política del Estado afirma que la coca “en su estado natural no es
estupefaciente”, esas acciones gubernamentales no han convencido en el exterior.
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Finalmente, la Constitución puede decir lo que le parezca – como se ve en la actual
Constitución nacional – pero otra cosa es que los expertos extranjeros lo acepten.
El Gobierno del MAS ha echado del Chapare a la DEA, USAID, a todo organismo
que pudiera obstruir la siembra de coca y la producción de droga. Ha acosado a los
norteamericanos para que se retiren de las zonas productoras, que ahora son
muchas. Ha enturbiado la relación con la nación del norte pretextando otros
conflictos banales cuando el verdadero tema de antagonismo es el del narcotráfico.
Entonces ha optado por continuar y desarrollar, más todavía, los cultivos de la
“hoja sagrada”. Se anuncia la erradicación anual de miles de hectáreas, lo que es
efectivo, pero se esconde la siembra de otras muchas miles. Y el negocio continúa
sin vacilación y con las garantías de los poderosos “capos” de las Seis Federaciones
de Cocaleros del Chapare, donde, para nuestra vergüenza, su presidente continúa
siendo el Primer Mandatario del Estado Plurinacional de Bolivia: Evo Morales.
Se ha llegado a extremos que es necesario mencionar. Por ejemplo, el amauta
Valentín Mejillones, quien le entregó el bastón de mando a Evo Morales en sus dos
asunciones al Gobierno, fue apresado en agosto pasado, y se encontró en su
vivienda en El Alto 240 kilos de cocaína líquida, pero además, con una compañía
muy poco recomendable cuando se trata de estos asuntos escabrosos: dos
ciudadanos colombianos. Ahora, en septiembre, un “mallku”, Justo Zanga, ex
alcalde y miembro del MAS, ha sido sorprendido con más de 170 kilos de cocaína
pura, en compañía de de otro colombiano en la frontera con Perú. Si el negocio de
la coca se hace tan atractivo para los amautas aimaras (sabios y líderes espirituales
de la comunidad) y “mallkus” (jefes aimaras), muy poco se puede esperar de lo que
suceda en otros estamentos indígenas, sindicalistas o urbanos.
Son muchos los cocaleros – ligados o no al Gobierno – a quienes se los sorprende
en menesteres mafiosos, produciendo cocaína, mientras claman a la comunidad
internacional que se reconozca la coca como “hoja sagrada”, pero, además, como
una planta útil a la humanidad si no es tratada para convertirla en droga, cuyas
propiedades se están desperdiciando. Lo malo es que toda coca que no va al
consumo, no se transforma en píldoras, refrescos, mates, pan o tortas, sino en
cocaína. Eso es lo que hace rentable a la coca. El resto son pretextos que no
convencen a nadie.
El tránsito de extranjeros, en el Chapare sobre todo, hace temer que algunas
ramificaciones de los cárteles de México, Brasil y Colombia, acosados en sus
naciones de origen, estén encontrando un campo fértil en Bolivia, donde, como
vemos, el control es casi nulo, además de que se están dando los pasos respectivos
para incrementar los cultivos de coca. El propio viceministro Cáceres ha reconocido
que se ha detectado en el Chapare la presencia de “emisarios” del grupo mafioso
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Zeta de México y del Comando Vermelho de Brasil. La Ley 1008 es una “ley
maldita” para los cocaleros, justamente porque norma, bajo duras penalizaciones,
la actividad que se relaciona con la producción y el tráfico de drogas. Hoy es una ley
que se ignora en Bolivia y que ha terminado por ser inútil, inservible, bajo la
mirada tolerante y permisiva del Gobierno.
Esa imprudente política ha hecho que Bolivia se perjudique en la cooperación que
Estados Unidos presta a las naciones que combaten el narcotráfico (Perú,
Colombia) y Bolivia haya perdido las posibilidades de obtener un lugar preferente
en la Cuenta del Milenio y en la ATPDEA, que, como se sabe, ha dejado a nuestro
país al margen de los mercados de EEUU en sus actividades de manufacturas y
textiles, pese aunque todavía, pese a los antecedentes, nos beneficiamos de el
sistema de aranceles generales de los Estados Unidos.
Hace algunos días el gobierno norteamericano ha “descertificado” a Bolivia por
tercer año consecutivo. Es decir que carece de un certificado de confiabilidad para
la primera potencia mundial. Es más, el primer mandatario de Estados Unidos ha
dicho, personalmente, que Bolivia “ha fallado de manera demostrable” en la lucha
contra el narcotráfico. Fallar de manera “demostrable” significa que los
norteamericanos tienen los datos que pueden demostrar cómo han crecido los
cultivos de la hoja de coca en Bolivia y, lo peor, cómo se ha incrementado el
narcotráfico.
Pero, además, la corrupción enquistada en el Estado continúa exactamente igual o
peor que durante los gobiernos neoliberales. El discurso sobre los gobiernos
corruptos de antaño y sobre la nueva ética que se impondría con el MAS ha
quedado como papel mojado. Todo ha sido un discurso para acaparar votos de
incautos y nada más. A estas alturas de la segunda gestión de Evo Morales
podemos afirmar algo sin temor a equivocarnos: el Estado Plurinacional es
corrupto. Está corrompido hasta extremos preocupantes.
La fetidez de la corrupción no ha alcanzado a envolver la imagen presidencial; no
existen acusaciones de que el Presidente haya estado involucrado en este tipo de
actividades, aunque resulta incomprensible para los bolivianos el caso del avión
Falcon para la Presidencia, lujoso, carísimo, y comprado sin licitación alguna.
Además, es indiscutible que en su entorno cercano, muy próximo, se producen
hechos vergonzosos. Uno fue el de su íntimo amigo y compañero de lucha, Santos
Ramírez, que hoy está en la cárcel porque su negociado en Yacimientos Petrolíferos
Fiscales Bolivianos (YPFB) no tenía otro destino que ése. Por lo menos no hubo una
defensa contundente de su parte. Y así se van agregando personajes vinculados al
Jefe de Estado, relacionados con el contrabando, el narcotráfico, la mala
administración del Estado, que suman y siguen. Evo Morales quería el poder para
imponer su Nueva Bolivia del “cambio” y defender a los cocaleros, pero la mayoría
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de sus correligionarios deseaban el poder como trampolín hacia la fortuna. No se
vislumbra el menor cambio en relación con los anteriores gobiernos vilipendiados
por el MAS como si se tratara de “gangsters”.
Hoy se puede afirmar que la corrupción ha llegado a tal extremo, que los odios y las
diferencias dentro del MAS se deben a acusaciones de corrupción entre la alta
jerarquía. Sería imposible hacer una relación de los hechos corruptos acaecidos en
los últimos años, pero está a la vista que entre los nuevos gobernantes – que
llegaron pobrísimos al poder – hay una desesperación por sacar el máximo
provecho para asegurarse el futuro. En esta lucha por sacar tajada se está
resquebrajando la unidad del MAS. ¡Quién lo iba a creer!
10.- EL PAPEL DE LOS MILITARES
Desde 1982, año de la restitución democrática, las Fuerzas Armadas no habían
provocado ningún sobresalto a la constitucionalidad del país, salvo aquel
pintoresco secuestro del presidente Hernán Siles Suazo, que acabó con que el
propio secuestrado llevara a sus captores hasta la puerta de una embajada para que
se asilaran. ¡Cosas de los bolivianos! De ahí en más, los militares han tenido un
comportamiento acorde con los mandatos de la Carta Magna, hasta el
advenimiento de Evo Morales al poder, que los ha utilizado y manipulado aunque
algunos jefes no lo quieran admitir.
Luego del largo proceso dictatorial, iniciado con el general Ovando en 1969 –
después del derrocamiento del presidente constitucional Luis Adolfo Siles Salinas –
y terminado, pasando por breves interinatos democráticos, con el general Vildoso
en 1982, las Fuerzas Armadas decidieron no inmiscuirse en cuestiones políticas de
ninguna naturaleza. Así fue, en efecto, sin dejar de cumplir con las órdenes del
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Presidente de la República (Capitán General de las FF.AA.) que disponía su
presencia para la lucha contra las drogas, por ejemplo, o contra el contrabando, o
lógicamente para imponer la ley cuando la Policía era insuficiente para detener los
desórdenes callejeros.
La prueba de fuego más penosa para los militares, donde cundió un caos muy
grande, en especial para el Ejército, se dio en septiembre y octubre del 2003,
cuando se produjo la sublevación que derrocó a Gonzalo Sánchez de Lozada. Por
entonces se iniciaron las marchas y los bloqueos de turbas enardecidas en las calles
de La Paz y El Alto, el secuestro de turistas en Sorata, la retención de combustible
en Senkata con el propósito de paralizar La Paz, y otro tipo de maniobras tendentes
a derribar al Gobierno. Entonces las Fuerzas Amadas se vieron en la necesidad de
salir de sus cuarteles precipitadamente para defender al régimen legalmente
constituido.
Se produjeron violentas refriegas con los “movimientos sociales” y con grupos de
personas que se sumaban al alzamiento popular y comenzaron los primeros
muertos por acción de las armas de guerra. Al cabo de unas semanas, cuando el
gobierno de Sánchez de Lozada se tambaleaba, los fallecidos por disparos del
Ejército, habían superado los 60 y no había visos de que la situación política se
aquietara ni menos que se restableciera el orden.
Fue cuando la insurrección se encauzó hacia derrocamiento del Presidente luego de
que las masas ocuparan las calles paceñas, durante días, pero aún sin un liderazgo
claro, sin saber qué hacer. Y fue entonces cuando el Ejército decidió no acatar más
las órdenes de continuar disparando, en un escenario muy complicado que se
estaba convirtiendo en una matanza y que llegaría a extremos irreparables. Cesaron
los disparos, los insurrectos quedaron de dueños de las calles, aparecieron
personajes reclamando la victoria popular, y el Presidente tuvo que fugar. Sin la
acción del Ejército el Gobierno no podía sobrevivir.
Derrocado Sánchez de Lozada, nuevamente la milicia se replegó a sus cuarteles y
durante los gobiernos de Carlos Mesa y Eduardo Rodríguez Veltzé los militares no
actuaron en temas de represión, aunque cuando gobernó Mesa hubo más de un
motivo para que el Presidente hubiera dispuesto que los militares salieran en
defensa del orden. Carlos Mesa había prometido que no habría ni un solo muerto
durante su gobierno. Dijo que antes prefería irse a su casa, y así sucedió en efecto:
se fue a su casa. Aunque, antes de ello, fue victimado un minero en Sucre en
circunstancias no esclarecidas, que no agrega nada a la política sin represión que
había ofrecido Mesa y que continuó con su sucesor, Rodríguez Veltzé.
Pero Carlos Mesa aportó con algo negativo para nuestra democracia, al ignorar
intencionalmente, la sucesión constitucional y dejar en el camino hacia la
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Presidencia de la República al Presidente del Senado y al Presidente de Diputados a
quienes, sucesivamente, les correspondía el Gobierno. Finalmente, el poder quedó
en manos de un magistrado probo, sensato, e injustamente tratado por los
masistas, el Presidente de la Corte Suprema de Justicia, Eduardo Rodríguez Veltzé.
El apabullante triunfo electoral de Evo Morales el año 2005 y su multitudinaria y
aparatosa toma del mando en enero del 2006 ha debido impresionar mucho en las
filas de las Fuerzas Armadas. Tanto que el nuevo presidente lo supo administrar en
su favor. Ante jefes desmoralizados y temerosos de ser juzgados por los
acontecimientos luctuosos del 2003, lo primero que hizo Evo Morales cuando
ocupó el Palacio Quemado, fue pasar a la reserva activa a las dos promociones a
quienes correspondía ascender al Alto Mando y al comando de las principales
guarniciones del país. Sin mayores consideraciones de naturaleza jerárquica
conformó el nuevo Alto Mando como le pareció mejor y se dedicó a hacer de las
Fuerzas Armadas (del Ejército especialmente) una institución obediente al partido
de Gobierno, pero, sobre todo, a él.
Ningún jefe de estado durante toda la última etapa democrática ha tenido mayor
peso y ha sido tan respetado y temido como el presidente Morales. El Mandatario
ha llegado al extremo de utilizar cuando ha querido a las Fuerzas Armadas y de
hacerlas obedientes a sus propósitos. Que se sepa, ningún comandante ha
protestado públicamente ni menos ha objetado las disposiciones de Morales, pese a
que obligó a los militares a actuar casi a nivel de milicias del MAS.
¿Por qué esta afirmación? Porque no sólo ha hecho desfilar a los militares junto con
los “movimientos sociales” en tumultos populares ofensivos para el Ejército, que
continúan hoy, sino que los ha hecho actuar en cuestiones netamente políticas
cuando ha necesitado de su respaldo. Sucedió en las ocupaciones de empresas
nacionalizadas como Petrobras, pero, mucho peor, en la ocupación territorial del
norte del país, como si fuera tierra conquistada al enemigo. Así fue en el caso de
Pando donde la destitución e intolerable prisión de su Gobernador, Leopoldo
Fernández, que data de dos años sin sentencia alguna, se hizo con el ostensible
respaldo militar. Asumió el cargo usurpado un Almirante.
El Presidente ha hecho que las Fuerzas Armadas tengan que rendir homenaje a la
wiphala (bandera indígena de dudoso origen) y que estén obligados a portarla al
lado de la enseña nacional. Pero, además, mucho peor, ha permitido que el
Regimiento Escolta Colorados de Bolivia, de heroica actuación en la Guerra del
Pacífico, rinda honores a la bandera chilena, en Santiago, para el Bicentenario del
país vecino. Y ha impuesto, sin el reclamo de nadie que no sean militares en retiro,
que en los uniformes de las Fuerzas Armadas se incorporen los símbolos
“originarios”. Impuso en las filas militares hasta el grito de guerra del “Che”
Guevara: “¡Patria o Muerte! ¡Venceremos!”, que ahora se escucha por norma en los
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cuarteles y en los grandes actos castrenses. Hasta se denuncia desde la alcaldía
paceña que servicios de inteligencia de las FF.AA. hacen una presunta labor de
pesquisa en su contra por órdenes gubernamentales.
En las últimas semanas la población ha podido enterarse de que agrupaciones
civiles afines al MAS están siendo instruidas en el norte de Santa Cruz por oficiales
del Ejército Nacional para manejar armas automáticas. El ministro de Defensa ha
sido llamado a petición de informe oral en el Senado y ha minimizado la situación.
Sin embargo, la preocupación subsiste, debido a que el oficialismo está trabajando
con ahínco en el norte cruceño para sentar poder. Esto es algo que debería alarmar,
cuando menos, a la cúpula castrense.
Todo lo anterior ha ofendido profundamente a muchos militares dignos, sin la
menor duda, pero a otros los ha satisfecho. El palo y la zanahoria están vigentes en
la Institución. Nadie ha podido pasar por alto que Evo Morales ha beneficiado con
cargos diplomáticos, situaciones políticas, empleos importantes en las aduanas, y
hasta con acceso a la Asamblea Nacional, a muchos jefes que fueron sus
colaboradores incondicionales. Otros militares activos guardan silencio, cumplen, y
obedecen las órdenes superiores disciplinadamente, aunque protesten en su fuero
interno.
Es indudable que doblegar al Ejército Nacional sería muy difícil de hacer con sólo
amenazar a sus comandantes, extorsionarlos con los ascensos, y amedrentarlos con
posibles juicios. Solo con amenazas, el Presidente no hubiera conseguido tanto.
Para tener a las Fuerzas Amadas sumisas, ha invertido mucho dinero en
infraestructura y anuncia gastos importantes en armamento. Las Fuerzas Armadas
requieren de equipamiento y nadie lo duda, pero si la nación atraviesa por
momentos de agobio y de pobreza extrema que no decrece, tal vez los anunciados
gastos dispendiosos no deberían hacerse hoy.
Hasta algunos vecinos ya han señalado que Bolivia está en una franca carrera
armamentista porque el propio Presidente ha mencionado montos que están en
torno a los cien millones de dólares o más para adquirir armamento. Y de 300
millones de dólares para poner en órbita un satélite de comunicaciones, proyecto
que, finalmente, parece no prosperará. ¿Qué anterior jefe de estado ha podido
complacer así a los militares? ¿No sería suficiente acaso con mejorar la
alimentación, el vestuario, las instalaciones sanitarias, y sobre todo la formación y
especialización de los soldados?
El presidente de Venezuela Hugo Chávez, militar de profesión, además de golpista
consumado y frustrado, ha influido mucho en el manejo que se hace de las Fuerzas
Armadas de Bolivia. No es ningún secreto que oficiales venezolanos están a lo largo
y ancho del territorio nacional y que forman parte de la seguridad presidencial,
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fuera, por supuesto, del manifiesto apoyo que Hugo Chávez le brinda a su colega
boliviano en lo que hace a la utilización de helicópteros militares para su transporte
dentro del país. Hugo Chávez gasta abundante dinero en muchas actividades en
Bolivia, que no se contabiliza en el Presupuesto obviamente; todo en su empeño de
que Evo Morales mantenga a un Ejército disciplinado, obediente y presto a acudir a
su lado a cualquier llamado, sin discutir ni insubordinarse.
11.- DIPLOMACIA INÉDITA
La diplomacia boliviana no se ha destacado a lo largo del tiempo, justamente, por
mantener líneas maestras firmes, por conservar una política de estado vigilante de
los intereses de la nación, ni por la formación y brillantez de sus ejecutores. Las
traumáticas vicisitudes políticas internas fueron decisivas para que cundiera la
desorientación y el descuido en materia diplomática. Bolivia ha tenido una
diplomacia improvisada, casi siempre dependiente del vaivén de los cambiantes
acontecimientos políticos. Por lo general, cada nueva administración trajo, hasta
no hace muchos años, su propia visión de lo que se debía hacer, y modificaba
sensiblemente lo que habían hecho sus antecesores.
Este mal – un mal irreparable y costoso muchas veces – disminuyó claramente
durante el último proceso democrático, porque Bolivia empezó a tener conciencia
de que existían algunos asuntos internacionales que no se debían tocar
reconstruyendo todo de nuevo. O simplemente porque había que respetar los
acuerdos existentes entre países y entre grupos de naciones que habían pactado
políticas de integración comunes.
Con aciertos y errores – con épocas de diplomacia visionaria y con épocas oscuras
– esa era la situación internacional boliviana hasta el arribo al poder de Evo
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Morales y el MAS. A partir de ese momento se optó por la decisión del “borrón y
cuenta nueva”. La tesis simplona fue que ante un nuevo país no correspondía una
vieja diplomacia, que, además, estaba supuestamente influida y digitada por castas
políticas y familiares y por los Estados Unidos.
Ya hemos visto en el capítulo anterior cómo, desde el primer día, se produjo un
impacto negativo con la designación del nuevo Canciller de la República, el señor
David Choquehuanca. Una persona absolutamente ajena, distante, de las
cuestiones internacionales y más bien alguien apegado a la cosmogonía andina, a
los ritos, a las tradiciones indígenas, que fueron clave en su relación con el
presidente Morales, pero que no eran los requisitos necesarios para dirigir los
negocios externos del país.
Las primeras declaraciones públicas de Choquehuanca están, sin duda, entre las
más ingenuas, sabrosas, y lamentables, que Canciller alguno ha lanzado. Como es
fácil entender el flamante Canciller del gobierno masista que se posesionaba, jamás
se había interesado ni tenía el menor oficio relacionado con la diplomacia, pero, al
parecer, el Primer Mandatario apreciaba otras condiciones en él.
Desde luego, Choquehuanca, indio aparentemente puro si cabe el término –
afirman que mucho más indio que Morales – era una suerte de consejero espiritual
del Mandatario. Su influencia tenía que ser enorme, pero, además, fue y es un
hombre innegablemente disciplinado y obediente a los dictados del Presidente,
hasta el sacrificio de su propia personalidad. El Canciller es un incondicional a su
jefe hasta el extremo de ostentar su cargo casi simbólicamente, porque
Choquehuanca es consciente que la política internacional boliviana no se traza en el
Ministerio de Relaciones Exteriores, sino en el Palacio de Gobierno o en la
Vicepresidencia o al clamor inducido de los “movimientos sociales”, con la
influencia, siempre activa, de las Organizaciones No Gubernamentales. Esto es tan
cierto que David Choquehuanca acompaña en muy contadas oportunidades al
Presidente en sus viajes al exterior, y, sin embargo, viajan acompañando al
Mandatario otros ministros, que, seguramente, no opinan nada, lo que agrada más
a Evo Morales que la presencia de un “mallku” o “amauta” al que en el fondo
respeta.
El hecho es que si se instaló un gobierno de cambio, había que cambiarlo todo.
Empezando, naturalmente, por la política exterior. Para eso no era necesario un
Ministro experto, que conociera los acuerdos pactados por Bolivia, ni la historia
diplomática, ni la diplomacia de otras naciones. Bastaba con obedecer. Como no
podía ser de otro modo sucedió lo mismo con el Ministerio de Relaciones
Exteriores, donde se eliminó de un plumazo el servicio profesional y se lo
reemplazó por acólitos del MAS, casi en su totalidad. Si antes, con un cambio de
gobierno, había temblores graves en la Cancillería, y se producían ascensos o
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prescindencias inexplicables, esta vez sucedió un cataclismo. Y no podía ser de otra
manera.
No podía ser de otro modo porque Evo Morales llegó al Palacio Quemado con algo
que no era sorpresa para nadie que fuera más o menos avisado en estos temas.
Como antiguo cocalero combativo y arisco, tenía un profundo rencor a los Estados
Unidos – que lo demuestra cada vez que puede – y un gran compromiso con Hugo
Chávez y con las ideas de la Cuba castrista y de cuanta nación que fuera enemiga de
los norteamericanos. Hugo Chávez y Fidel Castro fueron sus guías desde las
primeras horas de su llegada al mando. De inmediato, entonces, se vislumbró una
administración que se acercaba abiertamente a Venezuela, Cuba, Nicaragua, Irán,
Libia, y, por supuesto, a los países latinoamericanos influidos por el populismo o
gobernados por la izquierda vinculada al Foro de San Pablo. Eso quedó claramente
establecido.
En esas circunstancias, ¿era necesaria una Cancillería profesional si ya se había
decidido dar una patada al tablero internacional? Un diplomático de oficio no
hubiera llevado sino problemas a la mesa del gabinete de ministros ante un cambio
tan radical. Un diplomático profesional hubiera tratado de salvar algo de la
experiencia lograda con los años y respetar los asuntos vitales en las relaciones con
otros países. Esto no solamente en lo que hace a las relaciones bilaterales, sino a
algo tan importante como lo que atañe a las políticas de integración, a todo aquello
que son los acuerdos de libre comercio con naciones vecinas o distantes y ricas.
Empero, se había optado por aproximarse a los grupos de países que habían
decidido darle batalla al “imperialismo yanqui”.
De entrada, Bolivia le dio la espalda, como afirmamos líneas arriba, a un Tratado
de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos, ignorando los avances de sus socios
de la Comunidad Andina de Naciones (CAN) en esa materia. Ignorando, asimismo,
los avances en materia de libre comercio con EEUU, la Unión Europea, India,
China, y otras naciones emergentes que había alcanzado el gobierno socialista
chileno, que pudo ser un ejemplo constructivo a seguir.
Llegó a tal extremo la posición boliviana, que, finalmente, le dio un golpe muy
sensible a la CAN, debilitándola en su unidad hasta el día de hoy, provocando un
verdadero encontrón con Perú. Lo peor, es que Bolivia se quedó solitaria en una
lucha quijotesca contra molinos de viento.
Evo Morales llevó las relaciones con Perú hasta el borde de la ruptura, por su
abierta antipatía hacia Alan García, que le había ganado las elecciones a Ollanta
Humala, desbaratando parte del anhelo presidencial de ver a un Perú cósmico
también y no a un triunfante García que representaba en la mentalidad masista a la
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vieja política neoliberal. Evo Morales fue un verdadero provocador de Alan García,
con el respaldo festivo y solapado que venía desde Caracas.
Igual muestra de obsecuencia fue la ostensible concertación de Chávez con Evo
Morales para romper relaciones diplomáticas con Israel, país que tanto cooperó a
Bolivia en asistencia técnica. Claro está que el estado judío tiene enconados
enemigos, entre ellos el Irán aliado de Chávez y de Morales, y que tantas veces ha
amenazado con hacer desaparecer al estado de Israel de la faz de la tierra.
Similar concertación, que confirma la sumisión de la diplomacia boliviana a los
dictados de Chávez, fue la expulsión virtualmente simultánea de los embajadores
de los Estados Unidos acreditados en La Paz y en Caracas. Las justificaciones
fueron pobres y las acusaciones de injerencia en los asuntos internos de Bolivia y
de Venezuela por parte de los diplomáticos norteamericanos nunca fueron
probadas.
Las relaciones con Colombia no podían ser mucho mejores. El presidente Uribe
representaba todo lo que detesta el actual gobierno de Bolivia. Empezando por sus
excelentes relaciones diplomáticas con Estados Unidos. Morales secundó a Chávez
en todo cuanto pudo para incomodar a Uribe. Llegó a tal extremo la antipatía con
Colombia, que Morales para mostrar su obsecuencia a Chávez no asistió – tampoco
acreditó a ningún representante – a la toma de posesión del nuevo presidente
colombiano Juan Manuel Santos. Pero resultó algo más grave y vergonzoso: Chávez
envió a su canciller a los actos de trasmisión del mando presidencial y luego, dos
días después, él mismo se reunió con el presidente Santos en Bogotá, y ambos se
reconciliaron y reanudaron las relaciones entre sus países. Evo Morales quedó en la
estacada y, ante ello, apeló a un burdo embuste: dijo que no había sido invitado a
los actos de trasmisión, lo que fue desmentido categóricamente por el nuevo
gobierno colombiano. Sin duda que esta vez Evo Morales habrá quedado resentido
y molesto con Chávez. Aunque guardando silencio.
Algo similar ha sucedido con el largo problema de Honduras. Chávez hizo
chasquear sus dedos y Morales se lanzó en persecución de Micheletti, como el
campeón en contra del golpe. Naturalmente que rompió relaciones diplomáticas
con Honduras; y no sabemos qué sucederá ahora que la mayoría de las naciones
latinoamericanas comienzan a reconocer al gobierno constitucional del presidente
Lobo.
Tampoco, la nueva diplomacia, mostró el menor interés en los beneficios que le
aportaría mantener una relación normal con la Unión, para no perder los
beneficios de la APTDEA y para tener participación en la Cuenta del Milenio. Para
eso se había establecido una condición “sine quanon” y Bolivia había anunciado
que no aceptaba condiciones de nadie: era necesario combatir convincentemente el
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narcotráfico y, por tanto, reducir los cultivos de hoja de coca. El gobierno del MAS
prefirió, ante esta disyuntiva, quedar fuera de la Cuenta del Milenio, perder los
mercados norteamericanos para textiles y manufacturas que ofrecía la ATPDEA,
dejando en el desempleo a cientos o miles de artesanos y obligando al cierre de sus
empresas a decenas de pequeños y grandes exportadores, pero no ceder en la
reducción de los cocales que establece la mil veces burlada Ley 1008.
Si la llamada “nueva Bolivia” o “Bolivia del cambio” – ahora constitucionalmente
Estado Plurinacional de Bolivia – se cerraba como una almeja en su concha para
eludir a los grandes bloques económicos y desentenderse de sus compromisos
internacionales vecinales y hemisféricos, ¿qué iba a hacer para no asfixiarse en un
aislamiento absoluto? Optó por incluirse en un club de pobretones liderada sólo
por un rico, la Alternativa Bolivariana para las Américas o Alianza Bolivariana para
las Américas (ALBA). El ALBA es un invento de Hugo Chávez, que, con recursos
venezolanos, ha querido ser la contraparte del ALCA.
A Evo Morales le caía como anillo al dedo una organización como el ALBA, donde
nadie hablaría de tratados de libre comercio y donde sí se tomaba en cuenta,
paralelamente a las reuniones entre presidentes, a los “movimientos sociales”. Un
escudo para el Presidente. La base de su discurso, ahora ya venido a menos entre
sus oyentes. Ahí estaba el “nicho” digno de una nación hambrienta guiada por una
diplomacia ciega y mendicante. Con socios como Cuba, Nicaragua, Antigua y
Barbuda, San Vicente y las Granadinas, ¿cómo Bolivia no iba a estar satisfecha?
¿Cómo no se iba a sentir a su aire si ése era su ambiente anhelado?
No importó que el intercambio con Cuba fuera de 5 mil dólares anuales o menos,
una cifra ridícula hasta la risa (compramos habanos y vendemos piezas de alpaca,
inútiles en la Isla). Tampoco que el comercio con las naciones antillanas fuera
mucho menor. ¿Nada? Lo importante era que se establecía un escenario para Evo
Morales donde Chávez era el único que podía brillar más que él, porque Fidel
Castro no tenía otro interés visible e inteligente que seguir succionando el petróleo
venezolano aun cuando tuviera que ser parte de la más lamentable comparsa
tercermundista. Además, Raúl Castro, daba la impresión de que se sentía poco feliz
de pertenecer a un verdadero club de mandatarios díscolos, ideológicamente
pasados de moda, donde ni Ecuador, con todo su discurso izquierdista, quiso
formar parte.
La Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) fue otro “nicho” de la nueva
diplomacia boliviana. Ha sustituido, seriamente, a la Organización de Estados
Americanos (OEA), que ha venido perdiendo todo crédito por su apertura a los
gobiernos populistas y de izquierda. Pero, además, ha enredado la diplomacia del
llamado Grupo de Rio, que tiene una trayectoria reconocida e incuestionable y
aceptada en la comunidad interamericana de naciones.
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UNASUR, sin embargo, es una organización montada para que los gobiernos de la
izquierda se manifiesten en sus visiones y exigencias sin interferencias de ninguna
naturaleza que no sea la majadera “voluntad popular”, que es la voluntad de unos
cuántos populistas con tentaciones autocráticas. Curiosamente, UNASUR hasta el
momento sólo ha sido ratificada por sólo por seis países, Bolivia, Ecuador, Guyana,
Perú, Venezuela y Argentina. Y se requieren diez ratificaciones. Esto muestra que
se trata de un organismo sin existencia legal al que Bolivia recurre como si esta
fuera el vademécum de las decisiones del hemisferio sur.
Pero, lo más incomprensible, de la diplomacia boliviana en esta su etapa de
“cambio”, en esta inédita “diplomacia de los pueblos”, ha sido la actitud que ha
asumido el presidente Morales en la vieja cuestión con Chile. Este es un tema
singular, que no se había dado jamás, y que inexplicablemente ha sido recibido con
tolerancia y hasta con alabanzas en algunos sectores que políticamente no
comulgan con Evo Morales.
12.- POLÍTICA MARÍTIMA
Para los bolivianos la cuestión marítima ha sido siempre la materia central de su
política internacional. El buen o mal criterio con que se han manejado las
relaciones con Chile ha marcado, muchas veces, que un Gobierno haya sido
considerado bueno o malo. Y como en el caso de Gonzalo Sánchez de Lozada, Chile
fue un pretexto más – tal vez el más importante – para deponerlo. Ya el gobierno
de facto del presidente Banzer, que negoció largamente y con importantes logros el
asunto marítimo con los chilenos, sufrió los embates de una oposición furibunda
que le provocó innumerables problemas políticos, al extremo de que cuando las
gestiones diplomáticas se entrabaron, luego de la consulta chilena a Perú, el
entonces presidente Banzer tuvo que suspender las relaciones con ese país, porque
si no lo hacía él por propia iniciativa, lo hubieran obligado a hacerlo por métodos
no precisamente pacíficos.
Pues bien, para el presidente Morales la reintegración marítima no ha sido y no es
lo más importante. Hasta se podría decir que ha sido tema secundario. Lo más
importante – ya lo hemos afirmado – resultó su relación con Chávez, los Castro, el
ALBA y otros escenarios más lejanos aún. El asunto marítimo ha estado incluido
como uno más entre los puntos de una agenda “sin exclusiones” que se maneja con
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Chile desde hace años. No se sabe a qué conclusiones se está llegando sobre la
posibilidad de acceder a un puerto. No se ha hecho público nada que señale si se
está avanzando en algo. Lo único que se repite es que para arribar a cualquier
acuerdo es necesario que entre bolivianos y chilenos se logre un clima de confianza.
Como si bolivianos y chilenos no nos conociéramos desde siempre. Y por tanto,
durante toda la gestión pasada de Morales y en lo que va de la presente, hay un
festivo intercambio de políticos, intelectuales, militares, artistas y todo cuanto
pueda uno imaginarse que se reúnen periódicamente. Eso no estaría mal si Bolivia
tuviera algún atisbo, alguna señal, por mínima que fuera, de que en algo se ha
avanzado con el tema portuario. Pero diplomáticamente no se ha avanzado en nada
y – ¡cosa curiosa! – la opinión pública chilena está más reacia que hace dos años a
darle mayores facilidades portuarias a Bolivia y mucho menos a siquiera hablar de
una costa soberana.
Las relaciones personales entre el presidente Morales y la presidenta de Chile,
Michelle Bachelet, fueron cordialísimas. Pero no se supo que jamás el mandatario
boliviano le hubiera planteado seriamente el asunto marítimo; que le hubiera
instado a emprender algo concreto, al margen de las consabidas reuniones anuales
entre viceministros de Relaciones Exteriores para hablar de los 13 temas de la
trillada agenda donde está incluido el mar. La mandataria obró con mucha
habilidad en sus aproximaciones a Morales. En Chile le montó en una oportunidad
un escenario magnífico, un acto de masas en un estadio, donde lo vitorearon y se
oyeron voces que demandaban mar para Bolivia. Eso fascinó al presidente
boliviano, lo creyó, y lo divulgó como un éxito diplomático casi sin precedentes.
Luego, los militares chilenos rindieron honores donde cayó herido de muerte don
Eduardo Abaroa, máximo héroe boliviano en la Guerra del Pacífico, y fue otro
motivo de emoción en Morales y su Gobierno, pero que no significó ningún paso
hacia una concesión de alguna importancia de parte de Santiago. Como todos
sabemos se fue del Gobierno la señora Bachelet y el tema de la confianza recíproca
sigue igual con su sucesor Sebastián Piñera. Con la formidable ventaja de que ahora
Evo Morales puede jugar fútbol con su colega. Y todos sabemos que jugar al fútbol
es la pasión más grande que tiene el primer mandatario boliviano.
La diplomacia con Chile ha sido, hasta ahora, realmente floja. Pero, además, como
nunca antes, esa “diplomacia de los pueblos”, tan nefasta, nos ha llevado por muy
malos caminos con nuestro vecino Perú. Si no recordamos mal, éste debe ser el
único gobierno boliviano que se ha inclinado más hacia Chile que a Perú. Una
excepción. Y no es que no debamos ser amigos de los chilenos. De ninguna manera,
porque nuestro tema marítimo lo tenemos que arreglar por las buenas con ellos.
Pero, por políticas erróneas de gobiernos improvisados y siempre efímeros, no se
puede resentir a una nación tan próxima y tan amiga como Perú, el antiguo aliado.
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No se debe exponer a la nación a la vergüenza pública. Eso va a pesar mucho
cuando llegue el momento de rendir cuentas y de definir quiénes han sido los
traidores en este país.
El ex Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas de Chile, general Cheyre, ha
puesto sobre la mesa la posibilidad de aproximarse a lo que fueron las
negociaciones de Charaña iniciadas en 1975 (Banzer - Pinochet). Se trata, en el
fondo, de que Bolivia tenga un acceso soberano al mar, por el norte de Arica, con
continuidad territorial, a través de un corredor. La zona que Chile le ceda a Bolivia
sería compensada territorialmente por otra de idénticas dimensiones. Ni Chile ni
Bolivia perderían una sola pulgada de su patrimonio territorial, pero Bolivia
lograría su anhelo de tener una pequeña costa y construir allí un puerto, alguna
vez, que es lo que busca. El anhelo de retornar a mar de manera soberana no tiene
otro camino visible.
Hasta ahora, nada se ha oficializado, aunque algunas opiniones chilenas han
aceptado la posición del ex jefe militar. En efecto, los ministros de Defensa y de
Relaciones Exteriores de Chile, recientemente han declarado que consideran que
ha llegado el mejor momento para arribar a una solución al problema de la
mediterraneidad de Bolivia. Pero, como ya es usual desde hace tiempo, aclarando
que no supondría hablar de soberanía, como lo había anunciado en su campaña
electoral el Presidente Piñera. Naturalmente que la Cancillería boliviana no ha
dicho nada, aunque el Gobierno debió dar alguna señal ante un eventual
planteamiento oficial que pueda venir de parte de La Moneda. Eso, si somos
excesivamente optimistas, porque es de suponer que quien debe hacer el pedido es
la parte interesada, en este caso Bolivia, que hoy no tiene una sola persona en la
Cancillería que conozca sobre la cuestión marítima, como ha reconocido el propio
David Choquehuanca. Esta sería, tal vez, la última oportunidad para que Bolivia
arregle su situación respecto al Pacífico en base a una solución soberana, y, tal vez,
para que los tres actores de la Guerra del Pacífico (Bolivia, Perú y Chile) se
reconcilien definitivamente. Para que suceda, urge que las relaciones con Perú
mejoren, retomen su buena senda, y que el presidente Morales deje de provocar a
su colega peruano.
Pero, repetimos, el grave inconveniente es que Bolivia se ha quedado sin una
Cancillería profesional; ha renegado de ella, acusando a sus funcionarios de
pertenecer a familias oligarcas, poco confiables. El Canciller, en persona, ha
desmontado el Servicio Exterior, lo ha cambiado por un servicio político, lego en
temas internacionales, y ahora, muy tarde, empieza a quejarse de que en el
Ministerio de Relaciones Exteriores y Cultos, faltan diplomáticos profesionales.
Demasiado tarde para recuperar más de cuatro años perdidos de la manera más
penosa.
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13.- UN MANDATARIO AUSENTE
Si bien el presidente Evo Morales ha hecho alarde de ser un trabajador poco menos
que compulsivo, de lo que solícitamente se muestran como testigos admirados sus
colaboradores más estrechos, lo cierto es que el Presidente puede que esté en
actividad desde las primeras horas del amanecer – eso nadie lo discute –
reuniendo a esa hora a sus ministros u otorgando audiencias desconsideradas a
embajadores y visitantes, pero no se da el tiempo suficiente para atender las
necesidades del Estado.
El asunto es simple y el propio Mandatario lo ha reconocido y lo divulga de la
forma más ingenua. Como campesino está listo para el trabajo a partir de las cuatro
de la mañana. Se supone que en la residencia presidencial y no en el Palacio de
Gobierno. ¿Pero qué se puede hacer de efectivo a esa hora tan inapropiada? ¿Acaso
la administración pública no funciona a partir de las ocho o nueve? Cuando la
actividad del aparato estatal se pone en marcha, el Presidente ya ha estado
despierto desde cuatro horas antes. Despierto, pero no precisamente haciendo algo
efectivo.
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A media mañana, por lo general, viaja fuera de la sede de Gobierno, a presidir actos
políticos en las provincias y a entregar obras con ese mismo objetivo. Parece que el
Presidente continuara en una eterna campaña electoral. No hace otra cosa que
fustigar a adversarios a los que ya ha derrotado electoralmente y hacerse aclamar
por las masas de las que recibe guirnaldas de flores y de coca. Eso es lo que Evo
Morales entiende por ser un Jefe de Estado. Da la impresión de que no concibe
asumir un cargo público – el más importante de todos – que lo requiere sentado a
la mesa de su gabinete de trabajo.
¿Cuáles son las consecuencias de tanto viaje y tanta proclamación? Simplemente,
que como alguien debe gobernar, delega responsabilidades en sus más importantes
ministros – a quienes no lleva en sus diarios desplazamientos – pero, sobre todo,
deja el mando en manos del Vicepresidente Álvaro García Linera, el poder detrás
del trono. No existe ley ni decreto que Evo Morales ignore antes de firmarlo; eso es
cierto. Pero el hecho es que al impartir solo directrices y no participar en su
elaboración, cede espacios, desconoce el detalle se asuntos muy importantes. Y
aquello le provoca inconvenientes a la hora de explicar seriamente – no en sus
tumultuosos cabildos pueblerinos – el contenido de sus decisiones y el rumbo de su
Gobierno.
¿Qué es lo que se demanda del Presidente? ¿Cuál es la crítica más frecuente que
escucha? Algo que es contundente: la falta de gestión. No existe una gestión
ordenada, ciertamente. Se trabaja de manera dispersa, absolutamente anárquica,
adoptando una decisión y cambiándola por otra, sin concluir nada. No existe una
gestión cabal en materia económica – que no sea la macroeconomía que se ha
mantenido estable por las circunstancias – ni en el complicado asunto de los
hidrocarburos, ni en la minería, ni en la agroindustria, ni en el aspecto diplomático.
Esto último, la diplomacia, es lo que al parecer más le ha entusiasmado al
presidente Morales, pero es para lo que tiene las menores condiciones por su
absoluto desconocimiento en materia internacional. Y porque es ligero de lengua
para ofender a naciones y mandatarios y luego arrepentirse. Ya se ha explicado,
que, además, el Canciller no es un hombre enterado en estos asuntos tan
importantes, como para que le pueda aconsejar. Y que el Servicio Exterior ha sido
totalmente descabezado a la llegada del MAS al poder y en estos momentos, ahora,
según afirma a la prensa el propio canciller Choquehuanca, están comenzando a
formar personal especializado. ¡Y ya ha transcurrido una gestión de gobierno! El
Canciller ha admitido que no existe en el Ministerio de Relaciones Exteriores, ni un
solo experto en la cuestión marítima, la materia que más interesa a Bolivia. O por lo
menos la que siempre fue el tema número uno de su política exterior y que,
seguramente, ya no lo es.
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La diplomacia viajera se ha convertido en la actividad preferida del Presidente, y no
hay reunión bilateral, multilateral, de organismos internacionales o regionales,
donde no esté presente. Por lo general aprecia las citas con sus colegas
latinoamericanos. No deja de acudir a los encuentros con Chávez, Castro, Ortega,
en aquella Alianza Bolivariana para las Américas (ALBA), que tanto tiempo le hace
perder y de la que tan poco provecho obtiene. Y se muestra suelto, ambientado, y
hasta bromista, cuando se encuentra con los presidentes Lula, Kirchner, Lugo,
Correa, no así con Alan García ni Álvaro Uribe, con quienes sus relaciones, por
influencias nocivas de otros colegas, fueron entre indiferentes y hasta muy malas.
El Gobierno, en esas circunstancias, no está demostrando las realizaciones que
había ofrecido y si existe trabajo – que lo hay seguramente – éste no rinde los
frutos esperados. Es visible la falta de gestión y es lo que la ciudadanía reclama con
mayor insistencia. El Poder no se lo obtiene para ostentarlo o abusar de él; el Poder
es un “maravilloso instrumento” como lo definía un ex Presidente de Bolivia, pero
“maravilloso” para utilizarlo lo mejor que se pueda, cumpliendo con lo que se ha
ofrecido al pueblo en las campañas electorales y no para aprovecharse de él.
Los programas del gobierno masista, que, sabemos, se han elaborado con mucha
injerencia de agencias extranjeras (ONG), no están dando, ni remotamente, los
resultados esperados. La acción política es lo único que el Presidente sigue sin
perder tilde. La Constituyente, la Carta Magna, la autonomía, el separatismo, las
“leyes malditas”, han tenido un seguimiento absoluto del Primer Mandatario. Pero
esto no es gestión administrativa; no en el sentido que se reconoce objetivamente.
Dígase lo que se diga está claro que Evo Morales le ha dado un vuelco a la política
nacional y esperemos que no a su Historia. Porque, para pasmo, ha sublevado a
todo un pueblo. Ha otorgado constitucionalmente muchos más derechos de los que
jamás pensaron tener los indígenas y las masas citadinas. Tantos derechos y tan
pocas obligaciones que la anarquía está cundiendo por doquiera que se vea.
Bolivia, convertida ahora en Estado Plurinacional, comandado por quienes dicen
ser indígenas, difícilmente volverá a ser lo que fue hasta hace un lustro con la
República. Esto porque el partido oficialista se ha dado modos para tener hasta el
Órgano Electoral en sus manos. Y tanto peor si no surge alguna personalidad recia
y hábil que dé confianza a media nación que hoy parece estar resignada a lo que
venga. Ese acobardamiento de las clases medias y empresariales, lo ha liderado, sin
titubeos, Evo Morales, con gran colaboración nativa y foránea. Ha producido un
“cambio” desde luego. ¡Quién lo puede dudar! Pero “cambio” que, como se manejan
los asuntos del Estado actualmente, no llevará a Bolivia al bienestar. Este tiempo
por el que transitamos es el del “cambio” que muchos deseaban fervientemente en
el país, en especial Evo Morales. Ya es hora de hacer un balance sobre las ventajas o
desventajas que ha traído. El oficialismo desearía que esperemos 20 años más para
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calificar los resultados de su gestión, argumentando que los cambios hacia el
socialismo del siglo XXI son complejos y requieren de mucho tiempo.
14.- BOLIVIA DISPERSA Y SIN INVERSIONES
En el afán de reconstruir una nueva Bolivia unida en torno al indigenismo aimara y
quechua, Evo Morales, el MAS y las ONG, no han hecho otra cosa que dispersar el
país, que enfrentarlo, creando un Estado Plurinacional con 36 razas y etnias y otros
tantos idiomas, que, para colmo, son idiomas oficiales según la nueva Ley
Fundamental. Las diferencias que siempre existieron entre la zona andina y los
llanos tropicales estaban prácticamente dormidas. Hasta el gobierno de Carlos
Mesa – que hurgó el avispero – no existía más regionalismo que la diferencia en las
costumbres, en la forma de interpretar la vida. Ni la diferencia de color de la piel,
ni el idioma, ni las creencias religiosas, ni los sistemas de producción, eran algo que
enfrentara a los bolivianos.
Indudablemente, que, como en toda sociedad, en cualquier lugar del mundo,
existía y existen diferencias entre las distintas clases sociales. Siempre habrá unos
grupos más ricos que otros, salvo que se imponga un régimen igualitario,
comunista, que es una utopía peligrosa, fracasada, y nada más. Las diferencias
sociales entre ricos y pobres son indudablemente complejas y poco probables de
equilibrar. Sin embargo, lo que resulta más complejo, más preocupante, son las
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diferencias raciales, que es lo que explota el actual Gobierno, y en lo que basa gran
parte de su política demagógica.
Ahora, en Bolivia, además del “cuánto tienes” está lo otro: “cómo eres”; “¿eres
blanco, aimara, quechua, guaraní o algo distinto?”. En esa línea se ha redactado
una Constitución que establece ciudadanos de primera y de segunda. Eso porque la
nueva Constitución favorece a los llamados pueblos “originarios” en detrimento de
“los otros”, de los no originarios, de los criollos, mestizos, que no saben a ciencia
cierta dónde ubicarse. Y Bolivia es mestiza por excelencia, no tan indígena como
sugiere el presidente Morales, que tampoco es un verdadero indígena en el real
sentido del término.
Se menciona frecuentemente la existencia de una Bolivia “unida en la diversidad”.
No deja de ser un bello mensaje, pero, como vemos, esa situación no es cierta. Los
bolivianos estamos cada vez más dispersos; encontramos, por instigación de
algunos gobernantes, cada vez mayores diferencias que, además, se fomentan en la
población. Cada vez existe una nueva exhortación racista, que no contribuye a la
unión.
Por tanto, Bolivia no está unida hoy; esa es una mentira. No existe una unidad en la
diversidad. Lo que se está produciendo es una dispersión totalmente perjudicial y
contraproducente porque se está imponiendo el carácter racial de unos sobre otros,
de forma escrita en la propia Constitución. Para no mencionar lo dramático que
resultan las decenas y decenas de exiliados políticos bolivianos que existen en
Brasil, Estados Unidos, Perú, y no sabemos si en otras naciones también. Bolivia,
por primera vez desde las dictaduras militares, ha visto a familias desunidas y
dispersas por la persecución implacable del Estado.
¿Cómo se puede comparar a la Bolivia actual con la Sudáfrica reconciliada? ¿Cómo
a Evo Morales con Mandela? Eso es algo ideal, pero, por lo pronto, mentiroso desde
el punto de vista que se lo mire. Bolivia no corre hacia la reconciliación y la unidad,
sino, lamentablemente, hacia la conformación de un Estado disperso, confundido
con naciones, símbolos, aspiraciones y derechos. No lo dicen los adversarios del
MAS, lo dice la Carta Magna: vamos camino de un Estado conformado por 36
naciones, que tampoco son tales. Algunas, lo sabe el gobierno y lo dicen los
estudios y estadísticas, no pasan de unas pocas decenas de personas. Esos grupos
étnicos ya se han reducido a familias, no son naciones. ¿Hay que aceptar a fardo
cerrado todo este falso mensaje constitucional?
Si es así, entonces que el Estado se las entienda cuando esas supuestas naciones
exijan su propio territorio, el estricto respeto a sus usos y costumbres, y que sepa
negociar – como si lo hiciera con un territorio extranjero – cuando el Estado tenga
que pedirles permiso y garantías para transitar y explotar esas regiones patrias con
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inversiones nacionales o extranjeras. Pero eso es lo que afirma el gobierno del MAS
y lo que impulsa abiertamente, como una conquista social.
Toda esta situación anómala y planificada para imponerse en el territorio nacional,
ha llevado a que, como una defensa natural, se espanten las inversiones, tanto
nacionales como extranjeras. El acoso a las regiones productoras como Santa Cruz,
gasíferas como Tarija, mineras como Potosí, y en general a todos los lugares donde
se pueden generar negocios, es evidente. Las nacionalizaciones y “recuperaciones”
han sido la base para que el capital fugue de Bolivia. Y así nos hemos quedado los
bolivianos sin recursos para la explotación de los hidrocarburos como tampoco
para movilizar otras actividades que podrían estar generando importantes ingresos.
El Gobierno asegura que garantiza la seguridad jurídica a las empresas privadas
extranjeras, pero, en cuanto puede, cambia y las acosa con amenazas, acechanzas, y
extorsiones hasta hacerlas desistir de permanecer en el país. Parece que fuera una
actitud intencional para debilitar a sectores que el MAS considera peligrosos para
su estabilidad política o simplemente imperialistas, es decir dependientes de
poderes externos. Esto ha manifestado abiertamente el Gobierno y hasta lo ha
establecido, de manera intolerable, en la nueva Constitución. La frase acuñada y
repetida hasta el cansancio por el presidente Morales, en cada manifestación
popular, de que Bolivia quiere “socios y no patrones”, no tendría ningún reparo, si
no fuera que el Gobierno no quiere socios que inviertan en serio y sí se está
embarcando en riesgosas aventuras con patrones que son justamente los que
menos conviene.
Lamentablemente ocurre lo mismo con el escaso capital nacional. Los inversores en
Bolivia no tienen la menor seguridad para poder sobrevivir. Expropian sus
empresas sin ningún principio de racionalidad, sino, ya lo hemos afirmado,
buscando pasajeros réditos políticos. No obstante, en Santa Cruz – y en otros
departamentos también –, los empresarios continúan arriesgando sus recursos,
que no son precisamente abundantes, sino porque resulta imposible no hacerlo. Un
empresario está para producir y se produce invirtiendo. Confían los empresarios
nacionales, ingenuamente, en las reiteradas promesas del Gobierno, falsas
seguridades de que serán respetados. Eso no se cumple. Los empresarios cruceños
– para no mencionar el total de la nación – están caminando sumisos al matadero.
Además de que se deja entrever un ambiente de desunión entre quienes le creen al
gobierno y quienes no, rifando la unidad que siempre fue el poder que ostentaron
los cruceños. En el Presidente, sus colaboradores, y su partido, no existe una
mentalidad favorable a la libre empresa, a una apertura plena a la captación de
capitales, de creación de riqueza, que sería lo más inteligente, lo único que daría
réditos a la hora de ganarle la guerra al desempleo. El Estado prefiere destinar sus
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recursos a pleitear con empresas nacionales o extranjeras y despilfarrar en
arbitrajes e indemnizaciones lo que tanto se necesita para producir.
No habrá seguridad jurídica en el país, porque, aunque el Gobierno cambie de
actitud con el tiempo – lo que no parece muy probable –, está dejando crecer sin
medida, a grandes núcleos empobrecidos y mal aleccionados que deploran la libre
empresa; que la asimilan al mil veces maldecido neoliberalismo. El Gobierno sabe
muy bien – y el Presidente mucho mejor – que un golpe duro a la empresa privada,
sea de donde sea, le da popularidad. Y el gobierno del MAS respira a través de la
popularidad, le da vida el halago de las multitudes ignaras, y cuando eso decae se
asfixia y recurre a cualquier medida fatal para la economía pero buena para que las
masas le repongan su confianza y su respiración se normalice.
Los actuales gobernantes tienen un denominador común: jamás han cumplido con
su palabra. Si se trata de concesiones al pueblo, claro, dicen cumplir, porque
adoptan medidas que lo satisfagan, porque les mienten que es parte del “cambio”.
Con eso es suficiente. Pero, nos preguntamos, ¿qué es el “pueblo”? ¿Quién es el
“pueblo”? ¿El “pueblo” son los grupos pro masistas – “movimientos sociales”,
“control social”, “control político” –, la masa amorfa que vitorea?
Esto nos convence de lo dicho líneas arriba, y es que el Gobierno seguirá
engañando una y otra vez al sector privado. Continuará reuniéndose con la cúpula
empresarial o con importantes productores y les garantizará seguridad jurídica,
pero al día siguiente, sin mediar ningún conflicto entre las partes, lanzará leyes
que los reviente. Los gobernantes lo hacen sin que medie una necesidad imperiosa.
Y los empresarios vuelven a empezar. Reclaman, protestan, pero al final tienen que
negociar. Y comienza otra vez el círculo vicioso con nuevas seguridades
gubernamentales por un lado y con el acoso legal, laboral o sindical, que provoca el
propio Gobierno por el otro. Y así sigue el empresariado desde hace más de cuatro
años, tratando de levantarse, luchando, negociando, ganando, cediendo, pero
siempre a la espera del guadañazo gubernamental que es inevitable.
Santa Cruz de la Sierra, región donde el cooperativismo tuvo un éxito sin
precedentes en Bolivia, y donde tanto la energía eléctrica (CRE), el servicio de agua
(Saguapac), los teléfonos (COTAS), funcionan eficientemente y con tarifas que
alcanzan a ser accesibles para todos, son empresas que, se sabe, están desde hace
mucho, en la mira del Gobierno. El afán estatizante del MAS puede que tenga sus
propios planes para el cooperativismo cruceño, con lo que, seguro, la ciudad y las
provincias que se benefician de estas empresas de servicios, quedarían en una
situación caótica, y todo el esfuerzo de los cruceños podrían correr la misma suerte
que el resto de las compañías estatizadas, es decir, en el peor descalabro. Se habría
perdido así la creatividad y el empeño de un pueblo que, abandonado en los planes
estatales, ha construido por sí misma su propia estructura de servicios básicos.
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15.- UNA DEMOCRACIA FALLIDA
Si se hace un balance de lo que han sido los 28 años del último proceso boliviano, a
partir de octubre de 1982, llegaríamos a la conclusión de que hemos vivido con más
sombras que luces y que el bienestar que esperaba la población boliviana, con
amplias libertades que, pensaban, lo arreglaría todo, no ha satisfecho, ni
medianamente, las expectativas. La libertad sin trabajo ni pan no había sido tan
buena como se creía. Se ha hecho conciencia, empero, de que los gobiernos de facto
deben desterrarse para siempre del país; de eso no cabe duda. Se tiene
convencimiento de que la sociedad debe vivir civilizadamente, en paz y armonía,
eligiendo a sus mandatarios, y haciendo oír su voz. Existe una innegable
disposición democrática en la ciudadanía. Lo que sucede es que los actores
democráticos (oficialismo y oposición) no han estado al nivel que se requiere para
vivir en un estado de derecho. Peor aún, desde el gobierno y desde la oposición se
ha alentado a atropellar las leyes, a incumplir con el trabajo, a no respetar al
prójimo, obligándolo a hacer lo que no desea. Se ha hecho creer que democracia es
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pedir lo imposible, y, por último, que el ciudadano haga lo que le venga en gana si
se trata de pedir una reivindicación.
La popularidad de los mandatarios bolivianos, en líneas generales, ha sido muy
baja. El pueblo, reiteramos, no ha visto una mejoría, y mucho menos haber
cumplido con sus mínimos anhelos. La incapacidad, debilidad y la corrupción de la
mayoría de las administraciones ha frustrado a quienes esperaban mejores días que
no llegaron nunca. La corrupción, desde luego, es una lacra que no detiene su
marcha. De nada sirve que cada gobierno se endose una etiqueta de honrado si la
población está observando cómo se derrochan los recursos y como se enriquecen
los gobernantes.
En Bolivia se celebra, cada 10 de octubre, desde 1982, un año más de democracia.
Ya van 28 años de esa ingenua rememoración. ¿Por qué ingenua? Porque Bolivia
ha sufrido, en esas casi tres décadas de democracia, tres golpes constitucionales.
Algunos sin tiros en las calles, sin tanques, sin militares, cierto. Pero se ha
quebrado el proceso constitucional en tres ocasiones. Se ponga el nombre que se le
ponga. Por ejemplo, Hernán Siles Suazo, debió recortar en un año su mandato,
porque la crisis social y financiera llegó a ser insoportable. La hiperinflación se
comía día a día el sueldo de los trabajadores y empleados y la emisión de moneda,
fuera de control, hizo que el dinero se convirtiera en ceniza, y acabó con la escasa
popularidad del Presidente. Con minoría en el Congreso y con los trabajadores que
estrenaban democracia convencidos que todo era cuestión de exigir para que se
convirtiera en realidad, hicieron que las elecciones generales se adelantaran y que
el Dr. Siles no concluyera con su plazo legalmente establecido en la Constitución.
Ya vendría, después, el Dr. Víctor Paz Estenssoro, para poner en cintura a los
disconformes y para dictar leyes draconianas que frenaron en seco la hiperinflación
y las protestas atrevidas. Los pros y los contras de esa medida están en la mesa de
quienes harán la historia.
Lo que sucedió mucho después, en el 2003, con Gonzalo Sánchez de Lozada, fue un
perfecto golpe de estado. Pasó que Sánchez de Lozada no se dio cuenta que lo
estaban derrocando hasta cuando ya su situación era irreversible, cuando estaba a
punto de embarcarse hacia el exilio. La suerte de Sánchez de Lozada se la jugaron
entre varios de los que él ni sospechaba o no les daba importancia. Otro tema para
los estudiosos de la Historia. Las maniobras en su contra se movían en el
Parlamento, pasando por su propio partido, sindicatos obreros, representación de
derechos humanos, Defensoría del Pueblo, y finalmente, hasta la Iglesia observó
que la caída era inevitable y los militares decidieron no disparar más contra las
masas.
Sánchez de Lozada no creía, en el fondo, que una poblada iba a ser dirigida tan
hábilmente en su contra. Tan sutilmente que lo sorprendieran. Y eso que en el
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derrocamiento hubo, a la antigua usanza, soldados en las calles, metralla y muertos
a granel. Sánchez de Lozada estuvo en su segunda gestión poco más de un año,
pese a sus denodados esfuerzos, maniobras y dinero que le costó para encumbrase
por encima de adversarios más populares que él, tuvo que marcharse echado con el
beneplácito de los que se llamaban demócratas. Evo Morales era uno de ellos,
embozado, sin dar la cara abiertamente, como otros campesinos y cocaleros que
participaban en los “movimientos sociales”.
Sánchez de Lozada tuvo que observar desde el exilio cómo, finalmente, tampoco su
Vicepresidente y sucesor por mandato constitucional, Carlos Mesa, tuvo otra
opción que renunciar al poder sin concluir con su mandato. Siendo un jefe de
estado legalmente constituido, no pudo enfrentar el malestar social existente.
Aunque le dio gusto a la plebe y se declaró parte de ella, se abrazó y revolcó con las
multitudes, y trató por todos los medios de identificarse con el movimiento
indígena, el estigma de los gobiernos neo-liberales lo sentenció. Tuvo que ceder el
mando, contra su deseo, además inconstitucionalmente, porque obligó a que tanto
el presidente de la Cámara de Senadores, el ya fallecido Hormando Vaca-Díez,
como el presidente de Diputados, Mario Cossio, desistieran a sus derechos
sucesorios a favor del Presidente de la Corte Suprema de Justicia, Eduardo
Rodríguez Veltzé. Explicaciones aparte, fue un golpe más, el de Carlos Mesa, a la
democracia boliviana.
Hoy grandes zonas de Bolivia están convertidas en un campamento de ciudadanos
dispersos y agresivos. Parte de la nación vive bajo carpas y durmiendo en el suelo,
en apronte, en vigilia, por cualquier motivo, como en una campaña militar. Las
huelgas se han reproducido, convirtiéndose en algo cotidiano, normal. Y el
Gobierno las acepta como tales, como algo previsible e inevitable con lo que se debe
convivir. Y la ciudadanía tiene que aceptarlo también, aunque en su fuero interno
anhele un cambio, que no es el “cambio” que ofrece el MAS, sino un cambio de
personas. Después de 28 años de democracia fallida se ha llegado al sumun de la
anarquía y del desorden. Este sistema de gobierno puede ser cualquier cosa, pero
convengamos en que está lejos de ser una democracia como se debiera entender.
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16.- HACIA EL TOTALITARISMO
La marcha hacia un totalitarismo en Bolivia no se detiene; más todavía, cuando
defenestrada la anterior Corte Nacional Electoral, en la que confiaba la ciudadanía
porque el margen de fraude por parte del oficialismo era escaso, surgen temores
justificados. Está vigente ahora, por mandato constitucional, el Órgano Electoral
Plurinacional y la democracia boliviana parece debilitarse peligrosamente.
Una prueba de esta gravísima situación es que el nuevo Tribunal Supremo Electoral
emerge con cuatro vocales elegidos por la Asamblea Legislativa Plurinacional – el
ex Congreso Nacional – de entre manifiestos simpatizantes del MAS, cuando no, en
el caso de uno de ellos, que ha reconocido su abierta filiación masista. Él, al
momento de jurar delante del Presidente, lo hizo con el puño izquierdo alzado,
obedeciendo la norma que impuso Evo Morales entre la mayoría de sus
correligionarios. Resta elegir todavía a tres vocales, que, ahora sin temor a
equivocarse, serán indefectiblemente afines al Gobierno o miembros del MAS.
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Consumada la toma del organismo electoral por el Gobierno y reuniendo así, en sus
manos la suma de todos los poderes en Bolivia – Ejecutivo, Legislativo, Judicial y
Electoral – es ocioso pretender que alguna candidatura de oposición al MAS pueda
vencerlo en una puja electoral. La limpieza en el sufragio ha desaparecido del todo
y se da paso al fraude absoluto. De ahora en adelante, la democracia será un juego
político entre las distintas tendencias que puedan surgir dentro del partido
oficialista (como sucedió con el Movimiento Nacionalista Revolucionario en la
década de los años ´50 y ´60) pero donde la oposición, como se la entiende
tradicionalmente, estará definitiva excluida.
La oposición servirá sólo para que el Gobierno proclame que existe democracia en
Bolivia. Los opositores que acudan a votar serán la certificación de que los
bolivianos vivimos en un estado de derecho con todas las garantías
constitucionales. Es decir que ir a las urnas no será otra cosa que hacerle el juego al
partido oficial, dar legalidad a un atentado contra la nación de una naturaleza
inconcebible.
Además, no se debe olvidar que el abuso del oficialismo en Bolivia ha llegado tan
lejos, ha desfigurado tanto la democracia, que los candidatos opositores que vencen
al partido de gobierno, están sujetos a ser destituidos de los cargos ganados por el
voto, sin previo proceso judicial. Basta la acusación formal de unos fiscales
abiertamente designados por el Gobierno sobre corrupción, fraude, o lo que fuere,
para que un gobernador, alcalde, parlamentario, sea destituido sin más trámite.
Cinco alcaldes han sido destituidos hasta la fecha en lo que va del año. Y existen
gobernadores amenazados de igual manera. Mientras tanto, el Gobierno los
reemplaza con personajes afines al MAS que pueden perennizarse en el puesto.
Esto es un robo que nunca ha tenido antecedentes similares en Bolivia.
Por si lo anterior fuera poco, tres ex presidentes de la República, Jorge Tuto
Quiroga, Carlos Mesa y Eduardo Rodríguez Veltsé, están enjuiciados por el
gobierno masista. Como no los pueden juzgar por genocidio ni latrocinio, se han
buscado las formas más burdas para tratar de llevarlos a la cárcel o cuando menos
para inhabilitarlos como futuros candidatos que pudieran lograr algún éxito. Esta
es una verdadera desvergüenza que está avalada presuntamente el propio Jefe de
Estado porque, de lo contrario, sería incomprensible que suceda. Sólo cuando se
tiene al Poder Judicial – Órgano Judicial – en la mano, a su entera merced, un
Gobierno puede hacer lo que los ciudadanos miran con azoramiento. Además de los
ex Presidentes, cualquier personaje que no comulgue o no sea genuflexo con Evo
Morales, está a merced de ser citado por la Justicia bajo el más insólito cargo. La
Contraloría General del Estado Plurinacional, para colmo, ha formado parte de la
represión política, y han designado a un Contralor interino, ex parlamentario del
MAS, con la encomienda de ajustarles las clavijas a cuanto opositor sea posible.
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¿Qué se puede hacer en estas circunstancias? Creemos que muy poco ante una
apariencia de legalidad. Y pensamos que muy poco se puede hacer porque ya se ha
impuesto el unipartidismo en Bolivia copando todos los poderes. El partido único
es un hecho que no sorprende a nadie, si se recuerda que ya había anunciado Evo
Morales que tenía el Gobierno pero que no se tenía todavía el Poder. Ahora,
repetimos, el poder total está en manos del Presidente y de su movimiento y están
abusando de él absolutamente.
En este empeño ha tenido mucho que ver el vicepresidente García Linera quien ha
montado una gran estrategia de captura de poder total que le permitió la masiva
votación a favor del MAS, sobre todo de campesinos, cocaleros, trabajadores y
empleados, obreros, clase media baja y clase media arruinada, sin empleo.
Igualmente el voto de todos ellos vale lo mismo que el de cualquiera. Esa es la
democracia y de esa forma, haciendo campañas millonarias en publicidad, y
últimamente, con entrega de obras hasta inconclusas y ajenas, esos votos, que los
sabemos pasajeros, le han dado todo el poder al partido oficialista. Son los riesgos
que se corren en una democracia mal entendida y que busca eternizarse en base al
unipartidismo.
La creación de entidades supranacionales, que pretenden actuar como un
verdadero “control político”, son un real peligro. En la búsqueda de un Estado
Socialista Comunitario, se está volviendo a conformar la Coordinadora Nacional
por el Cambio (CONALCAM), por donde pasarán hasta la les leyes que se vayan a
presentar en la Asamblea Plurinacional; además que, desde la Coordinadora, se
darán a conocer más demandas sociales y se adoptarán medidas de defensa del
gobierno de Morales mediante la vigilancia a dirigentes y militantes masistas que
pretendan traicionar o desviarse de la política de “cambio”. El socialismo
comunitario, por cierto, antiimperialista, antineolibral y anticolonialista, tendrá un
baluarte en esta organización, que, como se puede advertir, estará por encima del
partido y de los propios asambleístas.
Este es un paso más para tratar de eternizar en el poder a Evo Morales y el arma –
ya utilizada hace algún tiempo atrás – para causar miedo en la oposición
parlamentaria o cívica, que soportó cercos al Congreso y atropellos que son de
conocimiento público. El CONALCAM está restituyéndose para desbaratar a la
menguada oposición que existe en el país.
Mala estrategia es en todo caso acorralar al adversario hasta asfixiarlo y no dejarle
una salida a través del voto. Las experiencias históricas lo han dicho mil veces que
al adversario se le debe dejar siquiera un resquicio para que respire, una
posibilidad de lidiar con cierta esperanza; salvo al enemigo en la guerra, donde,
seguramente, hay que aplastarlo sin miramientos. En Bolivia los adversarios
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políticos han pasado a convertirse en enemigos, sin ningún derecho, y eso no traerá
nada bueno.
Evo Morales llegó al Gobierno por la enorme votación que obtuvo. Esa votación la
ganó limpiamente. Triunfó con una Constitución neoliberal vigente entonces. La
debilidad y mala imagen de los partidos tradicionales fue una ventaja para que
Morales asumiera el mando sin la menor traba. Pero jamás, nadie, quiso poner
obstáculos a su acceso constitucional a la presidencia. Ahora el propio Morales,
aquél que clamaba por un juego limpio, juega sucio. Quiere hacerse reelegir las
veces que sea posible burlando compromisos públicos con el país. En nombre del
“pueblo boliviano”, término del que abusa, procura eternizarse en el mando. Antes
de gobernar en el período que le corresponde constitucionalmente, ya avizora la
forma de prolongar su mandato inconstitucionalmente por cinco años más.
Aprovecha las circunstancias para asestarle un golpe a una democracia que nunca
le gustó. Al Presidente le fascina el poder, no la democracia; le gusta mandar, no
gobernar. Y ahora trata de asegurarse que eso perdure, que no cambie jamás.
Santa Cruz, septiembre de 2010
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