Año XIX Pamplona 24 de Enero de 1913 Núm. 428 (S)Cou censura eclesiástica DIRECCIÓN V ADMINISTRACIÓN Biblioteca Católico-Propagandista TEJERÍA, 40, PAMPLONA NOVEDADES Y MESCOLANZAS L año que empieza tiene trazas de ser Fecundo en novedades políticas, si los medios y los postres corresponden á los principios. Refiriéndonos solamente á esta bendita tierra española, nuestra patria amadísima, el día 1." de Enero presentó la renuncia de su acta de diputado, y la dimisión de la jefatura del partido liberal conservador, el Sr. D. Antonio Maura, que dentro de ese turno ó juego de los partidos (que en frase de D. Cándido Nocedal, debía incluirse entre los juegos prohibidos) representaba lo más grave, lo más decentemente vestido del liberalismo dinástico español. Tal renuncia y dimisión no se fundaron en motivos particulares, de salud ó de familia, sino en razones públicas que causaron saludable impresión en las gentes. Porque el jefe dimisionario del liberalismo conservador español acompañó á su dimisión una nota substanciosa donde fustigaba la política seguida desde antes del actual reinado en provecho de aquellos mismos sobre quienes importaría más el efectivo imperio de las leyes, es decir, de los revolucionarios fieros que quieren las cosas por la tremenda. Con los cuales están á partir un piñón los liberales del otro partido: contemporizaciones y connivencias (continúa diciendo el Sr. Maura en su nota) que además de dar alientos postizos á la exigua minoría, difunden por el cuerpo social una impresión enervadora de orfandad. Y es cierto que así es, aunque no son sólo las connivencias y contemporizaciones entre monárquicos y republicanos lo que enerva el cuerpo social; otras contemporizaciones más graves y más hondas le dejan huérfano de santos ejemplos y de heroicas resoluciones, causando mayores males que los que deplora el señor Maura. El cual ahondó el bisturí y dejó al descubierto las promiscuidades corruptoras entre monárquicos y republicanos, gobernantes y facciosos, que enervan la sanción penal, desprestigian y entumecen á la autoridad, y ocasionan enormes sacrificios del bien público para captar colaboraciones de tribuna y de prensa, sin las cuales la intriga se frustraría. Y como consecuencia de todo ello, anunciaba el señor Maura que se iba ú su casa por no colaborar en una política que reputa funesta. Ocho días después se reunieron en el Senado las minorías de diputados y senadores liberales conservadores para ver qué camino tomar en vista de la determinación y nota del Sr. Maura, y cuando las gentes que discurren por cuenta propia imaginaron que no podrían hacer más que una de estas dos cosas, ó contradecir y triturar la nota del Sr. Maura, haciendo ver que el jefe saliente se había equivocado, ó seguirle en el camino de la peregrinación por el desierto y renuncia de sus armas políticas, he aquí que á propuesta del Sr. Pidad (D. Alejandro) acordaron suscribir una carta pidiendo al S r Maura que dejara sin efecto su dimisión y retirada, que volviese otra veza dirigir las huestes liberales conservadoras, y peor es meneállo, borrón y cuenta nueva, aqui no ha pasado nada, y vayamos todos, y usted el primero, por el camino de siempre. • ]•>"": •' \ • " , Y efectivamente, así ha ocurrido: á los dos días contestó el Sr. Maura diciendo que volvía á la jefatura, fundando su revotación en estas razones: "negándose el partido entero á aceptar mi renuncia, al frente de él permanezco, y todavía me reconforta y alienta más su declaración de solidaridad unánime y afectuosa; pero adviertan ustedes que el asunto substancial queda tal como lo expuse en mi nota del 31 de Diciembre». Es decir, que las acusaciones, protestas y agravios quedaban en pie. De modo que no habiendo cambiado nada ni al lado ni por encima del Sr. Maura, quiere decir que el único que cambiaba era él. De modo que las gentes se preguntaban: ¿qué habrá ocurrido? qué pasará de telón adentro en el escenario de la política española, que haya inclinado el ánimo del señor Maura á una cosa tan impropia de su seriedad y tan ajena á su altivez? Y hasta periódicos encanecidos en la lucha contra el liberalismo en todas sus formas, y especialmente contra el liberalismo conservador, se mantuvieron en actitud expectante hasta ver lo que daba de suyo eso que el difunto Alonso Martínez apellidó con tanta propiedad la res v pública. ; ., Y efectivamente, pronto vino la respuesta á la nota y actitud del Sr. Maura contra las connivencias, contemporizaciones y promiscuidades corruptoras entre monárquicos y republicanos, que tantos y tan fieros males han desencadenado sobre nuestra patria. La respuesta (hay 14 LA AVALANCHA que decirlo en honor de los prestigios epistolares) es todavía más subida que la carta, y de ella dio noticia el diario anticatólico, revolucionario, condenado repetidas veces por los prelados, que se publica en Madrid con el titulo de El País, al cual ha correspondido esta vez dar las notas de Palacio, anunciando con honores se mi oficia les la conferencia que D. AlFonso XIII tuvo con D. Gumersindo de Azcáratc, presidente ó director de la conjunción republicano-socialista é impío proFesional, viejo ya y relativamente sosegado. De la tal nota oficiosa copiamos los siguientes elocuentísimos datos, que no requieren más comentario que el de la saladísima cuartilla de Baltasar de Alcázar: Esto Inés ello se alaba, no es menester alaballo; ", / . -'^¿v- ' , sólo una falta le hallo, .%....- : ... que con la priesa se acaba. "Pasóse después á hablar de la mediación del Poder moderador. Azcárate dijo que creía que la intervención del poder del jefe del Estado, fuese el Rey ó el presidente de la República El Rey le atajó diciendo: "Es igual.,, Tal intervención, continuó Azcárate, puede ejercerse, no en lo que divide profundamente á los españoles, sino en los asuntos que afectan á Intereses generales del país. Se hahlñ de la cuestión religiosa, y el Rey se mostró parlidario de ampliar la tolerancia, pareciéndole bien las reformas en tal sentido. Hablarun de las relaciones de intimidad hispano-americana, manifestando que está muy conforme con lo que hacen los republicanos en este sentido. Considera de gran transcendencia esta alianza intelectual entre España y América, llegando á decir que haría con gusto un viaje á América. Dijo Azcárate que el Rey gusta de relacionarse con todos los españoles, y por eso había tenido el gusto de hablar con él, como anteriormente con otros; pero que cada cual mantuviera sus ideas. Azcárate le dijo que siempre sería republicano, contestándole el Rey: "Eso me agrada,,, y añadiendo: "Quiero conocer la opinión de personas solamente, y esto lo deseo porque amo á España y procuro su bienestar.,, Le consultó el Rey si, en caso de crisis, se debía llamar á b s jefes antidinásticos. Azcárate quedó perplejo, meditando la contestación, y diciendo al fin que sí. El Rey, conforme la opinión de Azcáratc, lo hará asi en lo Futuro. Se ocuparon extensamente de los problemas de cultura y enseñanza. El Rey está bien orientado en sentido liberal.,, A propósito de estas y otras cuestiones y novedades • políticas ha vuelto á correr por ahí una nueva edición del cuento de las derechas españolas. Sobre lo cual hemos visto en un diario católico de Madrid, benemérito de la patria, un cuadríto sinóptico que vale por muchos argumentos. He aquí la explicación: Los españoles se dividen en católicos y liberales. Los liberales, á su vez, se subdividen en derechas é izquierdas. De modo que sin dejar de interesarnos todo lo que ocurra en el mundo, el primer interés de todo católico es serlo, y por tanto, que no se le confunda y sume con ningún liberal: que ese sí que es el horror de los horrores, la promiscuidad de las promiscuidades y el camino por donde á la vuelta de unos años seamos todos unos, y no precisamente unos santos ni unos héroes. ESTANISLAO. EL PEOR DE NUESTROS HALES ¿Cuál Berá, amigo lector, entre loa muchos que tiempo há nos afligen? ¿Aca3O esta oposición sistemática coa que los poderes del mundo se esfuerzan en contrarrestar á la Iglesia de Dios, poniéndose ea todo de parte de su? enemigos? ¿O por ventura la corrupción de costumbres, que amenaza couvertimos en sucio pueblo de bestias, haciendo que ya «penas se halle niñez inocente, ui juventud sensata, ni anciauidad juiciosa? ¿O quizá esa universal vergüenza de practicar el bien, ese necio qué dirán, que hace á los buenos aliados de los ma'vados, eólo por el temor de desconceptuarse eu BU opinión? ¿Tal vez el desenfreno de la prensa? ¿Tal vez el desbarujuBle escéptico de la enseñanza? ¿Tal vez el honible poder de Uq sectas secretas? ¡Abl Todavía hay un mal sobre estos Diales, una calamidad peor que efetas calamidades, un enemigo más funesto que todos eatns enemigos. Bajito, muy bajito lo diré tf mis amigos pata que no lo oigan nuestros enemigos; lo diré con gran vergüenza eu el rostro y con gran pena en el corazón. Es nuestra ignorancia, nuestra grosera y supina ignorancia en cosas de g Que un militar no sepa de cosas de gueira, ó un módico de casos de medicina, ó un a1 ogado de legislación ó pleitos, no me asombra tanto como que un católico casi nada sepa del catolicismo. Y, ¿para qué ocultarlo? Ei> España muchos de los católicos nos hallamos en esta eituacón. Y cuenta que no me refiero á aquellos infelices" que conservan de nuestra santa religión únicamente el carácter indeleble del Bautismo, vivieuJo en lo deiuáa como perfectos librepensadores, ó á lo menos como absolutamente indiferentes. Hablo sólo de los que uo han renegado todavía de su fe; de los que conservan aun amor á las prácticas cristianas; de los que no permitirían por uiugúu precio otra educación pura SUB hijos que la rigurosamente católica; para los que van á misa todoa los días de guardar y cumplen puntualmente los demás preceptos de U Iglesia. Hablo, tu unu palabra, de la porción encogida, pusiltus grex, á quien puede y debe darse con todfl justicia y exactitud el honorífico dictado de pue- blo fiel. Puea bien. Sí, señor; aun de estos afirmo que no tienen por lo común la instrucción religiosa indispensable en nuestros tiempos, ni siquiera muchas veces la que fuó necesaria en todos á todo cristiano. Me ha movido á tratar este punto, al que dedicaré al-' gunos artículos, una cartita de uno de nuestros suscritores, persona á quien supongo de excelentes intenciones, mas para mí absolutamente desconocida, en la que quejándose de esta general iguoraucia me cita dos casos recientemente ocurridos, que darían mucho que reír si no diesen tanto qu« llorar. No ciUró pormeuores, pero se reducen en sustancia á unu9 buenos católicos de dase ilustrada que pretendían de eu párroco nada menos que la repetición del sacramento del Bautismo, á fiu de que pudiese servir de madrina una eeñora que nudaba quejosa de que no se hubiese peusido en ella ó su hora. Y otro de uaa familia también de clase acomodada que le pedia á un buen sacerdote celebrase misa en su oratorio particular, no pareciéudole inconveniente para el caso el que el tal sacerdote se hubiese ya desayuna lo. De estos dos caaos BC nos citan nombres, fecha y localidad. Abora bien; si ea lo más llano y vulgar hay tan crasa ignorancia, ¿qué será en lo más elevado y menos conocido? Ya en otra ocasión decíamos acerca do esto: Preguntad á muchos hombres de carrera literaria y aun de título académico sobre el misterio de la Inmaculada Concepción de Marta, que ea el más popular en nuestra España, y de cada cien de ellos más de los noventa os responderán confundiéndolo cou el de la perpetua virginidad de la Madre de Dios. Hablo por experiencia. Pues, ¿qué será si preguntamos sobre misterios máa intrincados? Aun las respuestas materiales del catecismo se olvidan á poco de haber dejado la escuela, y no Be vuelven á recordar en toda la juventud; y cuaudo ya eu edad madura se oyen recitar á los niflos y á loa nietos, parócenles á ínuchoB cosa absolutamente desconocida de puro olvidada. Hombres de inundo, ¿os pasa ó no os pasa así? Y no obstante, ee cierto que hay una parte de la reli- i -*• LA AVALANCHA. 15 ::.,• queó en cLas santas misiones de El Imparcial*. Las degión tan esencia!, que sin el conocimiento de ella es immasíes de la vanidad gala son el blanco a! que tira «del posible obtener la Balvación eterna; y que hay otra parte por qué los franceses» etc. Composiciones que se endeque, aunque no indispensable para la salvación, debe BU rezan á poner de bulto una idea moral son «La feliciberse porque está mandado que se sepa. Y no lo es medad» y «El ruiseñor de Errota-zuri», tendencia que tamnos que la mayor parte de las cuestiones que boy se tobién manifiestan los otros cuatro cuentos, pero con macan en público y se tratan eu periódicos y eu parlamenyor intensidad filosófica. «El telescopio» es una ingeniotos, y en clubs, y en tertulias, soa cuestiones religiosas; y sa sátira del materialismo contemporáneo, pero le falta que es laBtimoso y vergonzoso que un católico deba escuel final; y el cuerpo de ella no es otra cosa sino un bocechar mudo los ataques que sufre su fe, por la triste rato que aun no fue puesto por su autor en estado de puzón de que á penar de ser la suya el infeliz no sabe deblicarse. fenderla. Decidme, lectores imparcialee, ¿tío os habéis «La ingratitud.» NAVARRA hallado más de una vez en tLa Nochebuena.» (Incomesta bochornosa situación? pleto.) «El corazón y la inteligenVoy á hacer, pues, en es cia.» (Id.) tos sencillos artículos un lla«La Muerte.» (Id.) mamiento á vuestro bueo «La selva.» Recuerdos de Bentido para que deis á la Ira ti. (Id.) Iturralde conoció instrucción religiosa de vosel incomparable bosque anotros y de vuestras familias tes de que la odiosa industria la importancia que realmen—1_ IEWÍÍÉI se metiera, árboles adentro, á te en sí tiene eetn urgente nehacer de las suyas. Pronto cesidad de nuestra época. Ya el artículo de Iturralde adlo veis, uo he vacilado en quirirá carácter de histórico. apellidarla el peor de núes e) Leyendas y tradiciotros males. Quien ahora tennes religiosas, patrióticas y ga por exagerada la exprefantásticas del país euskasión, tal vez la encuentre aun riano, singular mente de Na floja al acabar de leer los baire: presentes artículos. Porque me propongo hacer ver la «El puente He Miluze.» gravedad de este mal, el pro(El País vasco-navarro, 23 vecho que saca de él el Inde Febrero de 1870.) fierno, las mi! calamidades «Salkindaria.» (Revista 1 públicas y privadas á que da EusJcara, 1.1.°, año 1878, páorigen y ocasión, y sobre toginas 106-109, 121-125.) do la suma facilidad con que «Los perros de Martin pudiera remediarse, H los caAbade.» Dedicada á los setólicos quisiésemos. Nadie igñorea Oquendo y Medinabeinora el cuidado que ponemos tia. (Revista Euskara, t. 5.", en que nuestros escritos sean afio 1882, págs. 15-22.) siempre muy prácticos y muy «La leprosa.» Balada de: oportunos. dicada á D. Antonio de ArPITILLAS.-—Inauguración de la iglesia parroquial zac. (Revista Eushara, t. 6.°, El asunto que hoy emprendespués de tas obras de reforma. afio 1883, págs. 337-341.) deu'.^e i tidru aun más que 1 * (Fotografía de D. Saturnino Eguaras) tLa batalla de los muertos.» otros estas cualidades. |QuieDedicada á Arturo Campión. ra Dios añadir á nuestras po«El organista loco de Iranzu.» bres rtílexiones la eficacia y fecundidad de BU divino im«Las voceB de! viento en los Piiineos navarros.» pulso! «Las brisas de IOB montes euBkaros.» . F.S. y S. «La selva.» «La campana deNájera.» «El viejo espíritu de Navarra.» (Publicado por mi en el contesto del presente Estudio: LA AVALANCHA, 24 de Mayo de 1910) .. . . . «El castillo de Tiebas.» _ «El desolado de Rada.» • «La leyenda de San Virila de Leyre.» Dedicada á don (Continuación.) • "' • * Claudio oe Otaegui. (Euskal-Erria, t 13, aüo 1885, páginas 257-263.) d) Cuentos morales y satíricos: «El Sautuario de San Juan del Ramo.» (Euskal-Erria, cEl ruiseñor de Errota zuri.» Dedicarlo á D. Antonio t. 15, año 1886, págs. 225-230.) de Trueba. (Publicado en el Calendario vasco-navarro pa«Joan Fermín deLeguía.» Episodio histórico dedicara 188U. Bilbao.) do á D. Antonio Bernal de O'Reilly. (Euskal Erria, to«Del por qué los franceses cuando se ocupan de las mo 19, *flo 1888, págs. 129-141.) cosas de tispeña carecen de sentido común.» (Le publi«Un rosario entre muertos.» (Incompleto.) \ ; . .• qué yo á guisa de ilustración de este Estudio, en LA 1 «Uua visión en las iuinos de Leyre.» (Id.) „ . AVALANCHA, de Pamplona, 23 de Marzo de 1910.) «Episodios de las Cruzadas navarras.» / * «La ínsula de los Penelópidas.» • \ «Uu episodio de la historia de Pamplona.» (EusháltEl triunfador de la Muerte.» Erria, t. 21, aOo 1889, págs. 289-29y.) «La paciencia y la limosna.» «El castillo de Araayur.» «Las lágrimas de la tribulación.» -;. . «Una noche en Roncesvalles.» «La felicidad.» . «Junto al hogar.» «El Padre Saturnino.» ' • •• De la leyenda «El rastillo de Atoayur» sólo poseemos «El telescopio.» fragmentos. DH grou lástima, porque ellos, y el culto que De estos nueve cuentos, dos de ellos, «El Padre Saá los últimos defensores de la indepeudencia del Reino turnino» y «La Ínsula de los Penelópidas», pertenecen á pirenaico rindió siempre Iturralde, nos prometían, eiu la especie de lo sátira política que tan sonoramente chas- RUT ^^ i > 1\ &* 'ff: 3 D. JUAN ITURRALDE Y SUIT L < . , • . • r_ * * » •» £ - , - X LA AVALANCHA quiebra posible de promesa, una joya litetaria. Bellísimo boceto del impresionante cuadro <La batalla de toa muertos» es la leyenda titulada cUna noche en Roncesvallesi: el mismo espíritu patriótico y fautáetico trepida en las páginas de ambas composiciones. También Iturralde uos ha descrito «loa murmullos de la selva»; por más de una composición suya se extiende la inmensa y undívaga poesía del bosque, pero tres le nacen asunto particular de ellas. «Juan Fermín de Leguia» y «Un episodio de la historia de Pamplona» podrían incluirse entre los trabajos históricos; mas por Ja forma del relato he creído que no disonarían entre las leyendas y tradiciones. De estas, proveyendo rigorosamente, debería segregarse «Junto al hogar», que es á modo de meditación llena de tristeza cuya tonalidad literaria, empero, es la de la leyenda. cEl organista loco delranzu» futí condenado á mazmorra perpetua, y conn'ésome por quebrantador de grillos al incluirle en el catálogo de sus obras y al resolver que le publique la imprenta. Después de haber escrito esa leyenda, Iturralde adquirió las obras de Gustavo A. Béequer, de quien conocía algunas composiciones Bueltas. La colección de leyendas del poeta sevillano continué una denominada «El Miserere.» Entre esta {cuyo héroe, asimismo, es un organista de cenobio uabarro, del de Fitero) y la suya, Iturralde observó cierta seme jauza y paridad de casos. Su eximia delicadeza se alarmó sobre manera, y temió que le acusaran de plagiario: la presunción de originalidad verosímilmente antes favorecería al poeta de las Mimas que no al escritor de menos extendido renombre. Haeta tal extremo Be alarmó, según digo, que «El organista loco de Iranzu» no fue puesto en limpio ni acabado del todo siquiera, ni enumerado entrñ los traba JOB que un día ú otro habrían de publicarse. Yo salto por encima de tan excesivos esciúpulos en virtud de estas doB razones: 1.a, porque para mí es hecho cierto que cuando escribió Irurralde «Él organista loco <le Iranzu» no conocía «El Miserere» de Bócquer; 2.a, porque el asunto de «El organista» forma parte del ciclo de ideas y sentimientos más vivos y pereunes de Iturralde, enamorado cual pocos de las grandes ruinas monásticas de Nabarra, á las que consagró muchos desvelos. Suprimir esa leyenda equivaldría á robarle una cosa que le pertenece con la íntima adherencia de una entraña til cuerpo. A la crítica le toca contar los grados de semejanza de las dos leyenda^ con esa operación entiendo yo que disminuirá el número imaginado por la honrosa suspicacia de Iturralde. La similitud que los críticos más severos declaren, será en todo caso nuevo y curiosísimo ejemplo de esas coincidencias observables en autores que unos á otros no se conocen, y que aun mereciendo el epíteto de extrañes no enelen ser tan inexplicables como á primera vista patecen. De ellas da la razón principal la psicología de loa autores, puesta en movimiento por algunas circunstancias fortuitas. f) Necrologías: «José Maiía de Iparragnirre.» (Eevista Euskara, tomo 4.°, aüo 18.81, págs. 122 y eigs.) cEl Conde de Guenduláin.» (Lau-Buru, 26 y 28 de Enero de 1882.) «El Conde de Ezpeleta.» (Eushal-Erria, t. 13, año 1885. páge. 56 y BigB.) «El Doctor Landa.» (El Eco de Navarra. 21 de Abril de 1891.) ARTURO OAMHÓN. (Continuará.) LA VUELTA DEL NÁUFRAGO Lentamente, lentamente, tras los mares dilatados va á ocultarse el aBtro hermoso de vivísimo esplendor; ya tas nubes 86 engalanan can sus touoa violados y los astros rutilantes culumbrean esmaltados de su luz haciendo alarde: son las horas de la tarde predi.ectas de) amor. Todo QB calina; sólo llega de la vega BOU tari a enigmática y sonora la canción del esquilón, resonando sus arpegios como queja funeraria; es del ángel de la tarde, dulce y mística plegarla, y el honrado caminante ge descubre, y suplicante mauda al cielo una oración. Por el monta pizarroso los pastores van bajando, conduclondo presurosos sus ganados al redil; y al balar de las ovojaB, BUS amores van cantando, el secreto casto y puro que hace tiempo están guardando, el velar de sus desvelos, el origen de sus celos por la causa más íutíl. * i • * - En el mar adormecido vagamente se divisa el bracear de un marinero que la orilla va a tocar; y en sus labios ya toatadua de los mares por la brisa, al mirar la ansiada playa se dibuja la sonrisa; que a lo IPJOS reverbera la casuca dó le espera las delicias do su hogar. ' Acostándose en las olas dejó el barco muy lejano, con las hélices doshechae, destruido ya el timón; quedó herido por el beso de un gigante Boberano que allí oculto en las entrañas de los marea, inhumano, le estrechó con rudo abrazo, y ftl marino su regazo le sirvió de panteón. Pisa el naufrago la arooa de la playa codiciada, dirigiéndose cou pasos de giganta al punto aquel dó divisa amante esposa tras peñón encaramada, la que al verlo llegar solo, corro loca, alborozada, y on sus brazos lloriquea mientras ella bejuquea: jijue felices ella y él! —¿Qué fue, dime, de tu barco? ¿Dónde eBtan tus marineros? Vienes trisio y «.batido, demudado tu color. —Nuestro barco ea ha perdido, y on el mar mis compañeros Be han hundido para siempre; j o luchando con los fieros aquilones me he salvado. Solo elempreya a tu lado, (ayl gozando de tu amor. Y abrazados se dirigen por abrupta senderltlo, medio oculto bajo el palio que la adolfa entrelazó, á la casa solitaria donde duerme el peqmñilto, el que hechiza á los esporos con su üablar grato y sencillo, cuando dicep ipay mama, alentando aquella llama que en sus pechos encendió. v «Salve—dice el marinero, — tú mi reina primorosa —estrechándola eu sus brazos con un loco freueBl— yo te traigo los encantos de una vida deliciosa, desde hoy, luz de mi vida, serás siempre muy dichosa, no habrá barco ni barquilla que me aleje dosta orilla, que me aparto ya de ti. > «Por tu amor, mi buena esposa, recorrí extraños lugares y en heroicos combates de la muerte me salvé; yo he buscado el pan bendito para ti en lejanos mares, y al recuerdo de tus penas se aumentaron mis peaareB, Se acabó ya la amargura : ' sólo días de ventura á tu lado aguardaré. > «Para ti siempre afanoso trabajado hé noche y día, y he gozado Bolamente cuando pude recoger el sudor de mi trabajo, que en tus mauos, vida mía, multiplicas y acreclentaB y hace9 doble su cuantía. Ya desde hoy no habrá pesares, ya no surcaré esos marea pomo hacerte padecer.» «Ven, acércate a mis brazo», tú mi reina primorosa» y no pienses ya cou pena en mi barco volador. Yo te guardo los encantos de una vida deliciosa, para ti traigo en mis labios la miel ática y sabrosa. Ya no hay barco ni barquilla que me aleje desta orilla que me aparte de tu amor.» CIRO Boro. - LA AVALANCHA PÁGINAS DE LA VIDA ¡Bienaventurados los pobres de espíritu! L señor, con ojos tristones y aburridos, contempla desde su magnífica galería de cristales el jardín. Hay en ól plantas raras y árboles de todos los países, rosales siempre en ñor y surtidores que manan incesantes. El jardín es un prodigio, como un prodigio son tos salones inmensos de la casa. Mas el señor se aburre en ellos, y ahora, con ojos tristones, contempla el jardín. Los alza luego, y mira indiferente la hilera de ventanas, humildes y pequeñas, que sobre el tejado se abren allá arriba. Y una de ellas, una ventanita blanca y llena de verdor, atrae cou insistencia sus miradas. Es un diminuto jardín colgante, no tan maravilloso— |claro estál—como aquellos famosos de Babilonia, pero tal vez más alegre, más amado, más intimo. ¿Cómo podrán caber tantas macetas en tan poca ventana? Y por la costumbre de mirar hacia aquel sitio un día y otro día, el aefíor pudo hacer el enorme esfuerzo de preguntarse quién podría vivir allí. Bebía saberlo; eranínquilinns suyos. De aquellas alturas bajaba también un tenue y cnei despreciable hilillo de renta, pero renta al fin. —¿Quién vivirá? Juan el cochero no será; SUB ventanas son esas del rincón ¿Aquella mujer coja que se empeñó en esperarme en el patio para hablarme? No; me acuerdo que me dijo que su ventana no daba á este lado El administrador sabrá Pero no se lo preguntó, no quiBo preguntárselo á nadie, sino que—joh inexplicables caprichos del tediol—ól mismo, él mismo se fue á la escalera de loa desconocidos y echó á subir por ella, venga á subir, venga á subir • * # Todo el tráfago de la pequeña habitación se condensaba en aquella hora del día. Mientras su hombre, en el fondo de la alcoba, se lavaba y se limpiaba un poco antes de Bentarse á comer; mientras la gente menuda volvía de la ' , escuela, ella, diligente, afanosa, " • iba del hogar á la mesa, de la mesa al hogar De pronto sintió llamar á la puerta. No, BUS pequeños no eran, ellos no tenían aquel llamar tan quedo. Limpiándose las manos con el delantal, salió á abrir ¡Cielo santol ¡Él amo por aquellas altura B! —¡Manuell ¡Manuell— gritó— sal prouto. Salió Manuel, joven, vigoroso, con su azul trajee i I lo de obrero. —Subía á ver vuestro jardín —dijo el señor. —¡Nuestro jardín!—exclamaron losdossincomprender. —Sí, las macetas. Y aquel rico, que allá abajo poseía un grande y bien cuidado parque, que tenía uua infinidad de plantas raras bajo los cristales de sus invernaderos, que disponía de los mil caprichos de la moda y el lujo, se acercaba ahora anBiuso ó. uua ventana para mirar de cerca unas pobres macetas, unas ñores que tan sólo se abren cuando los humildes las cuidan y las cuidan. —Dile, Carmen, lo que son—dijo el obrero. —No valen uada, señorito ¡Por Dios, que vergüenza me da que be fijen sus ojos en eso que no lo merecel —exclamó Carmen.—Esto es geranio; eato una clavelina que da claveles de tres colores; esto es zarza de 8. Francisco, da flores sin espinas, y ¿ve usted? ya casi ha rodeado en arco toda la ventana; en esta maceta tengo madreselva, y en esta albahaca, y en esa que está colgada hay violetas y una enredadera El señor contemplaba extasiado, contemplaba las flores que allí parecían más brillantes, la luz que lo inundaba todo más cegadora, el cielo que se abría más profundo y azul; y si volvía sus ojos hacia adentro, veía la habitación como él se la había imaginado, limpia, ordenada, riente, inundada de sol —Vivís muy altos —se le ocurrió decir. —¿Qué quiere usted?—contestó Carmen.—Los pobres somos como las hierbas que trepan. Necesitamos subir para poder vivir Sólo arriba encontramos el sol y el aire que nos hacen felices —¿Sois felices, pues?—preguntó timidaineute el amo. Y se calló. No teuía que preguntarlo. Lo veía en aquellos rostros jóvenes y animosos, lo palpaba en aquel ambiente de honradez y de paz. • • * Y si ellos se hubiesen atrevido, le hubieran respondido así: —¿Que si somos felices? ¿No ve usted el adorno de nuestra casa? ¿no ve el'lujo de que gozamos, el lujo permitido á los más humildes? Teueinoa el trabajo por herencia: trabaja la mujer cuidando de la casa, trabajan los niños en la escuela, trabaja el hombre en el taller Tenemos el silencio, que ni las voces de los niños interrumpen, pues el charrar de ellos es silencio también De él nace la calma íntima de la familia Nada de fiestas derrochadoras que avienten en un día lo conseguido en uu mes ó una semana La dicha no está fuera, está aquí dentro, y para gustarla tenemos que estar unidos todos Tenemos aleyría, vedla simbolizada en esas ñores, vedla convertida en luz para nuestros ojos y en esfuerzo para nuestros brazos Tenemos religión ¿No la veis en el crucifijo que preside nuestro lecho, en el ramo bendito que lo cobija, en la pililla de agua que cuelga de nuestra cabecera, en los mil recuerdos de Dios y de la familia que penden de las blancas paredes? No, no lo dijeron así; pero en au ademán, en su mirar, en todo cuanto allí poseían, pudo leer eso y mucho más el fastuoso señor, pudo conocer el manantial de donde las aguas de la felicidad brotaban para aquella familia de obrero tan puras y abundantes. ** • Se oyeron risas por la escalera y luego junto á la puer,-r LA 18 AVALANCHA ta. Ahora eí que eran ellos, ahora sí que venían los .pequeños. Eran una ñifla y dos ni&OB, tres pimpollos, el gozo cumplido. —Saludad al aefiqr—dijo la madre. Y ellos, recelosos, le saludaron. —¿Ya veuís á comer?-—lea preguntó el amo. —Sí, BeQor—contestaron, elevando hacia él aua ojos ingenuos. —Que no oa falte nunca el pan—murmuró el rico. —Mientras haya salud y trabajo —dijo el obrero. —Mieutras haya Dios—rectificó la madre—Él no de- almas que parecía aumentar por momentos. La CRtimado n úe quo gozaba el Instituto, dirigido tan sabiamente, atraía á el muchas jóvenes con dotes de. virtudes bastantes para ayudar eficazmente á la fundadora en su penosa labor, y era gran consuelo el que experimentaba al enriquecer el jardín de su Esposo con las místicas íiores de HIIUMS tuu diguas de Él. Complacíanla también las peticiones que de todas partea lecibía para que fundara nuevos colegios de sirvientas; pero ee retraía prudente, no dejándose llevar do brillantes promesas, por no tener que arrepentirse después. Aumentaba en tanto el número de colegialas de tal NAVARRA PAMPLONA.—Palacio de la Diputación foral y provincial de Navarra y casa de D. Joaquín Baleztena ja á los suyos Y nuestras almas y nuestros cuerpos, nuestra vida entera, están en sus manos —Sí, sois felices—habló con voz velada el TICO. Y luego se acercó de nuevo á la ventana, y desde las alturas de aquel diminuto jardín de paz, cantemp'ó el suyo grande, soberbio, allá ab-*jo, y colgando sobre él las encristaladas y anchas galerías, su eaortue jiula de oro... Y h acometió de nuevo la tristeza al pensar que tenía que bajar hasta allí. * ** Y mientras iba descendiendo por aquella escalera interminable, á medida que iba dejando atrás Ja luz se le iban ofreciendo á la memoria unas misteriosas palabras que aprendió de niño en el colegio, palabras que jamás entendió y que ahora—jcosa más raral—se le ocurrían sin saber cómo ni por qué. Y eran éstas: «Bienaventurados los pobres Bienaventurados los mansos Bienaventurados los limpios de corazón, los pacíficos > J. LE BRUM. BREVES APUNTES BIOGRÁFICOS de la insigne navarra Rda. M. Vicenta Haría López g Vicuña XVIII Restablecida lo suficiente para encargarse de nuevo del Noviciado y de la dirección de la casa de Madrid, entregóse á sus tareas con un celo de la salvación de las modo, que con ser la casa de la callo de la Bola harto amplia, vióse casi llena, y lo mejor de ello era que observaban las chicas con tan grande esmero el Reglamento, que hacían como un remedo del Noviciado, aunque en orden distimo. Esto satisfacía mucho á la Rda. Madre; pero como no puede haber en la turra alegría cumplida, precisamente en época que podía considerarse todo favorable, experimentó la gravísima pena de serle preciso despedir de la Congregación (con aprobación de los directores) dos Religiosas de las primeras que con ella tomaron el santo hábito. Seria imposihle explicar lo doloroso qne ie fuó este paso, ni la profunda herida que sintió en el corazón, ol que parecía que le arrancaban cuando Be veía obligada á tomar semejantes determinaciones. l'eio como el Sefior queiía probarla en todos sentidos, aun no estaba repuesta del quebranto que le produjeron aquellas indispensables despedidas, ocurrió la muerte de su amadísima madre, con tal desgracia para la fundadora, que por mucho que aceleró la marcha al recibir el aviso de haberse agravado en sus achaques, cuando llegó á Cascanto bacía algunas horas que habla expirado en la paz del Sefior. Abatidísimo D. José por la pérdida de eu virtuosa compañera, fuó necesaria toda la influencia que sobre ól tenía la autorizada voz de la Madre Vicenta para que el cristiano caballero dominara su angustia, rehiciera sus varoniles fuerzas, y con entera sumisión se resignara á la dura prueba que le ofrecía Dios Nuestro Señor. Solo, enfermo, sin la vigilante y previsora ternura que veló por ól tanta parte de su vida, ¿qué iba á hacer en adelante D. José en su pueblo natal? Las entrañas de la piadosa hija se enternecieron al pensar en el abandono tísico y moral que amenazaba al que sólo tenía á ella en el mundo, y reflexionando profundamente en asunto de I LA AVALANCHA tan vital interés, ocurriósele una idea que, consultada y aprobada por el Prelado y el celoso director del Instituto, dieron por resultado que se habilitaran algunas habitaciones independientes del resto de la casa donde se hallaba establecida la Congregación, y allí se trasladó el padre de la Madre Vicenta con dos antiguas sirvientas encargadas de su asistencia y cuidado. Cuál fue desde entonces la vida del buen caballero, enteramente consagrada al servicio de Dios, puede considerarse por los frutos de perfecta piedad y grandes virtudes que la enaltecieron de continuo: pagábale su hija las enseñanzas que de niña le diera, mostrándole con sus ejemplos el recto camino que lleva á la gloria; y dócil el padre como tierno infante, recibía y aprovechaba las lecciones de la que le aventajaba en celo por la gloria de Dios, en inteligencia (con ser mucha la euya) y en cuantaB dotes pueden sublimar á una criatura. Cuidado con exquisita delicadeza, pues la Madre Vicenta acudía á cuanto necesitaba, y sus hijas, solícitas como ella y por amor á ella, se extremaban en halagar al anciano, la única pena de éste era recordar el tiempo «u que se opuso á la vocación religiosa de su hija, lo que le hacía repetir muchas vecea con acentos de sincera contrición: —jQuó mal hice, Dios y Señor mío, y qué ignorante me hallaba del bien que de su resolución había de reportarme! ¡Creía perder mi hija única, y el Seflor ha querido darme tantas hijas como religioi-BB tiene el bendito Institutol Como pronto hemos de volver a ocuparnos en asuntos de grave interés, á fin de no interrumpir el relato de ellos, vamos á terminar lo que Be refiere á D. José López, apuntando breves detalles de su muerte, que bien pudo calificarse de transito dichoso. Después de cinco ó seis años, serenos como días de primavera, llegó la hora en que el SeQor dispuso llamarlo á eí, á fin de premiar sus méritos y virtudes, y le envió una enfermedad que, ligera al principio, hasta el pun- 19 Majeetad soberana. Dispúsose, como es de suponer lo ha* ría un alma tan llena de fe y religiosos sentimientos, y fortalecido con todos los consuelos, perdones é indulgencias de su amorosa Madre la Iglesia, «sí como por el tierno amor y celosos cuidados de su piadosa hija, esperó tranquilo la hora de cumplir la voluntad de Dios. Era una mañana, cerca del mediodía; á cada ledo del lecho del moribundo atendían á él, llorosas é inmóviles, las criadas navarras que tan perfectamente habían cumplido su misión de asistirle á loe pies; vigilaba también una Religiosa (la más anciana de la Congregación), y en la pieza próxima, cuya puerta se hallaba completamente abierta, oíase !a dulce voz de la Madre Vicenta responder á las preguntas que le dirigían un Padre de la Compañía y otro sacerdote amigo del enfermo. Aunque transida de dolor, dábale el cielo fortaleza para mostrarse en apariencia tranquila,bagta el punto de admirar á los queconversában con ella y á las Religiosas y Hermanas que allí había. Hacía pocos imtantea que el sacerdote á que antes aladimos había pulsado al moribundo y dicho á la Religiosa que se hallaba á su lado: —Creo que durará la agonía hasta la puesta del sol. Inclinóse la anciana en teflal de respetuoso asentimiento (aunque su modo de pensar no tetaba conforme con lo que oía), y continuó rezando mentalmente por el nlma que tan próxima se hallaba á comparecer ante Dios, mientras el sacerdote salía á la pieza inmediata para comunicar su opinión al Padre que allí estaba y á la Madre Vicenta. La campana del colegin vibió en aquel instante para dar el primer toque del Ángelus, y la voz de la anciana Religiosa se elevó al toiemo tiempo —El ángel del S^fior anunció á María Los ojos del.moribundo se entreabrieron, y un relámpago de vida iluminó su cadavérica faz; hubiérase dicho que aunque no poseía ya el uso de la palabra, uníase de corazón ¿ la plegaria que elevaban á au lado. —He. aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra.... . - . - . . . NAVARRA PAMPLONA.—Capilla románica del Hospital de Barañáin, próxima á inaugurarse, propiedad del Ayuntamiento 1 • (Fotografía de D. Aquilino Qarcía Deln) to de no inspirar cuidado, revistió de pronto carácter de suma gravedad. No se alarmó, ciertamente, el cristiano caballero al comprender su estado; sabí» que era peregrino en este valle de lágrimas, y confiaba lo bástame en la misericordia del Sefior para ver «cercarle «in temor ni turbación alguna el momento de presentarse ante su . n . . . . ' ' Segundo movimiento de adhesión, acaso más acentúa* do que el primero Indudablemente el seflor de López conservfiba suficiente inteligencia para seguir fraEe ¿frase la salutación á la Virgen. — ¡Yol Verbo de Dios se hizo hombre y habitó entre nosotros! r 20 LA AVALANCHA Al levantarse de la genuflexión que acompaña esta última parte de la hermosísima plegaria, la anciana vio un tercer movimiento acompañado de un profundo suspiro... Era el último Los ángeles que según cristianas tradiciones vuelan en torno de los campanarios para llevar al cielo las avemarias de los fíeles, llevaron al par su piadosa alma á la presencia de Dios, pues á pesar de IOB pronósticos de la ciencia y de las conjeturas que hiciera la amistad acerca de su agonía, ésta había terminado al perderse ea el aire la última vibración de la campana. (Pobre Madre Vicental Por grande que fuera su resignación, aquella pérdida, cual la de su buena madre, le hizo sufrir extraordinariamente, mas sin abatir ni por un momento á la que era atleta de la Religión y la fe. Uníanse las penas como armas traidoras á los padecimientos físicos, y asombrábanse todos, especialmente sus hijas, que naturaleza tan delicada pudiera resistir las batallas del espíritu, los trabajos del cuerpo y las contrariedades que llovían de todas partes. Pero, ¿qué extraño que se sostuviera si tenía por apoyo la fortaleza de Dios? ISABEL CREÍ I . (Continuará.j PASIONARIA Me cuentan cañuto lloraste Tu tribulación, Rosarlo. ¿Con que viuda te quedaste?... ¡Viada y pobre! ¡Sin Balarlo! Con tu boda (qué contráete!... Mas... te vi al pie del sagrarlo. ¿No es cierto que allí gozaste Un consuelo extraordinario?... No hay eu la tierra consuelo Para el intonso dolor: Favor que viene del suelo... [Corto, menguado favor! 61 el alma alzar quiere el vuelo, Por emular al cóndor, La fuerza hallará en el cielo: Porque Dios es m Señor. i ' ANASTASIO MUTUBBHRÍA. HOJAS LA LECCIÓN DEL V1EJEC1LL0 á aquel Jesús de Caballos, que cou su triste vida y dolorosas andanzas llena las páginas de iCasta de Hidalgos» de Ricardo de León, Juime La peña era un joven á quien las malsanas lecturas y las no muy recomendables compañías bebían trastornado un poco el juicio, haciéndole vacilar en sus creencias religiosas, fruto de la cristiana educación que de sus padres y excelentes maestros recibiera en sus primeros afioa. Uu poco soñador y un mucho desequilibrado y extravagante, vélasele muchas veces vagar por los caminos solitarios, con un libro bajo el brazo, monologando en alta voz ó pasándose las horas muertas en seguir con la mirada el curso de las nubes, el vuelo de los pájaros ó la marcha bulliciosa de las aguas de un riachuelo. Así iba caminando al azar una tarde de otofio por las lindes de un espeso bosque, cuando sus ojos vinieron á EMBJANTE fijarse en un pobre viejecillo que con lento paso y recio haz de leña sobre la espalda marchaba penosamente en dirección opuesta á la suya. Cruzáronse en el estrecho sendero, y mirándose cara á cara un momento, se saludaron afectuosamente. —Mucho pesa la carga, abuelo—dijo el joven con compasiva solicitud. —Más pesan los años, señorito—respondió el anciano con amable y dulce sonrisa. —Pues de ese peso sí que no puedo aliviarle—añadió Jaime. —De tal alivio se encargará la muerte que, por la cuenta, no puede estar ya lejos—contestó tranquilamente el viejo. —¿Le asusta morir, abuelo? —Ni miaja, señorito. ¿Por qué había de asustarme? Temo á Dios, como buen cristiano, pero confío en su misericordia, y sin pena veo acercarse para mí la hora del eterno descanso que ha de ser el comienzo de una vida mejor. —¿Y si todo se acabase con la muerte?.,.—se atrevió á deslizar el joven. —Imposible, señorito. Nuestro cuerpo, como soldado vencido en la batalla, cae en la hoya; pero el alma no muere el alma vuela á las alturas como esas alondras que al nacer el día suben cantando hacia la luz, y aun este mismo cuerpo, jirón que la muerte destroza y convierte en polvo, revivirá otra vez y volverá á unirse para siempre con su propia alma. £i joven soñador dejó asomar á BUB labios una son risilla excéptica y burlona. —¿Lo duda usted, señorito?—añadió el viejo amablemente. —Me parece un poco fantástico que lo que muerevuelva á cobrar vida y tornar á su mismo ser y eBtado de antes—objetó el joven. —Pues mire usted, á mí me parece la cosa más natural del mundo. Hablemos claro, señorito. ¿No ha reparado usted cómo el BOI, que alumbra y alegra el mundo, muere todas las tardeB y renace y vuelve a brillar todas las mañanas? ¿No ha visto cómo esos hermosos árboles todos los años parecen morir, despojándose de aus hojas, sus flores y sus frutos, y todos los años en la primavera recobran su vida, juventud y lozanía? ¿No le llama la atención lo que con el grano enterrado en el surco sucede? Sepúltase la simiente en la tierra, y allí duerme, muerta al parecer, durante algún tiempo; pero un día, al beso del sol y déla lluvia, aquel oscuro grano surge de la tierra en verdes tallos y rientes hojas que luego suu espigas y nos dan el rico pao que comemos. —Bien, pero eses son fenómenos naturales que nada tienen que ver con lo otro de que hablábamos—objetó el mozo. —¿No han de tener que ver? Si Dios puede hacer, y todos los días lo hace, que el sol renazca, que el tronco árido y seco se vista de espléndido ropaje, que la simiente depositada en la tierra se transforme, resucitada y viva, en espléndida miee, ¿por qué no ha de poder hacer lo miBino con el cuerpo arrojado en la fosa ó hundido en cualquier punto de la tierra ó del mar? El joven poeta miraba al viejecillo, maravillándose de su locuacidad ó ingenio y queriendo descubrir bajo sus pobres y humildes apariencias todo un noble filósofo. Porque, ¿qué erau BÍUO pura y hermosa filosofía aquellos bien hilvanados pensamientos y aquellas graves palabras con que expresaba su íntima y firme convicción? El viejecico había descargado de su espalda el grueso haz do lefia recogido en el bosque, y sentándose sobre él como sobre un trono, continuaba diciendo; De que el alma ha de vivir vida inmortal para su justa recompensa ó su justo castigo, según que hayan sido buenas ó malas sus obras en este muudo, supongo que ninguna duda tendrá usted, señorito. |Qué ha de dudar usted, ni nadie, de esol Si aquí abajo reina la injusticia ordinariamente; si casi siempre vemos al pillo glorificado, al vicio triunfante, á la virtud escarnecida y humillada, ¿cómo no ha de haber otro mundo y otra vida eu que> LA AVALANCHA la verdad sea una juaticia para todos y en que ee restablezca el desequilibrio y el deBorden que aquí lamentamos de continuo? Puea bien; si la voz de la justicia está pidiendo á gritos la vi'i a inmortal del alma, ¿no le parece que también el cuerpo debe ser llamado á una vida imperecedera después de haber pasado por el sepulcro? ¿No es el cuerpo el instrumento de que el alma se sirve para realizar sus acciones? ¿No sufre él las penalidades y sacrificios, loa ayunos y penitencias con que el alma abnegada y buena trata de ganar la eterna felicidad? ¿No es él quien gozn de los regalos y deleites cuando el alma, olvidada de sí misma y de sus deberes, convierte la existencia en un festín, en una orgía de placeres y escándalos? Pues si juntos gozaron en la vida del pecado, juntos deben padecer el castigo de la culpa; y ei juntos sufrieron y penaron, juntos también deben gozar de la recompensa de !a eterna dicha. ¿No le parece? — Es una buena lección la que acabáis de darme—exclamó el joven.—Para demostraros mi reconocimiento, dejad que os lleve la carga. ¡Bastante pesan sobre usted loe a Sos I Y diciendo y haciendo, echó sobre BUS hombroa el haz de lefia, y lentameDte se perdieron el viejo y el mozo allá lejos, en la bruma de la tarde. TEODOMIRO. NUESTROS GRABADOS Inauguración déla iglesia de Pitillas.—Por hallarse en muías coudiciones y eer insuficiente para el concurso de fióles á los actos religiosos fue grandemente reformada la iglesia de Pitillas, de nuestra provincia de Navarra, á la sazón que era párroco de aquella feligresía D. Emilio Arbeloa. Una de las principales reformas fue la ampliación del templo y la construcción de la sacristía, amén del entarimado y pintido, obras que dieron comienzo el 25 de Agosto de 1906, hnbiéndose inaugurado la iglesia el 14 de Abril de 1907, á cuyo acto asistieron el Sr. Obispo de Pamplona, Fr. José López de Mendoza, y el Sr. Obispo de Vitoria é hijo ilustre de Pitillas, D. José Cadena y Éltla. Palacio de la Diputación foral de Navarra y casa del Sr, Baleztena.—Reproduce nuestra fotografía el ángulo que forma el palacio de la Diputación foral y provincial de Navarra cou la casa del rico propietario pamplonés D. Joaquín Baleztena y Mufiagorri, apareciendo al fondo la entrada á la plaza de la Constitución, que antes Be llamaba del Castillo. El palacio provincial se construyó en 1847 por el arquitecto D. José de Nagusía, y su coete ascendió á pesetas 825.000. Capilla del hospital de Barañáin, propiedad del Ayuntamiento de Pamplona.— Eu nuestro úl timo número dimus noticia de que el hospital de Barafiáin, levantado en las cercanías de Pamplona y dentro de su término jurisdicción»!, á expensas de la distinguida señora D,& Slaría de la Concepción Ruiz de Beiztegui, había pasado á ter propiedad del Ayuntamiento de otta ciudad por donación de aquella virtuosa dama. Nuestro grabado reproduce la capilla de ese grandioso hospital y el ediñcio que se destinaba para la comunidad de religiosas. La iglesia, como se ve en la fotografía, es una severa construcción en piedra, de estilo románico, cuyo coste ee cálcala en 200.000 pesetas. El interior se halla completamente terminado. En el altar mayor aparece una grandiosa y bella imagen del Sagrado Corazón de Jesús, y á ambos lados, la Purísima Concepción de María y San José. En Isa naves laterales se encuentran las imágenes de San Camilo de Lelis y San Antonio de Padua. La inauguración de esta hermosa capilla tendrá lugar 21 el día 31 del presente mes de Enero, en cuyo acto oficiará el Sr. Obispo de la diócesis, y asistirán el Ayuntamiento de Pamplona y una representación de la señora de Beiztegui. CUENTOS DE COLOR DE ROSA ¡SANGRE Y EXTERMINIO! I se llamaba, y con esto ya queda hecha la presentación de la criatura; bautizado civilmente por los desocupados del pueblo de nuestro cuento, que en materia de apodar á las gentes se pintaban solos. Así á dos hermanas chiquirrititas y gorditas, que para disimular la estatura gastaban botas imposibles y tacones inverosímiles, les apellidaban los repollitos. A un clérigo desmemoriado que haoía sido sucesivamente integrista, capellán ele un requeté, católico-social, y ahora era romanonista, le apellidaban la parodia del arco iris. Y á Pedro Fernández, bebedor de oficio, mal hablado de profesión, pendenciero porque se lo pedía el cuerpo, y enemigo de curas y Frailes, le llamaban sencillamente Barrabás. Para el cual todo era motivo de indignación y causa y ocasión de que viniese pronto la gorda, á quien él provocaba con su exclamación favorita: ¡Sangre y exterminio! Que las señoras del Ropero habían dado á su mujer un mantón por fiestas de Navidad. —¡Sangre y exterminio! ¿Y has tenido tú vergüenza de tomar esa porquería de manos de esas beatas? — Pero Pedro, por Dios-decía la pobre mujer, que pagaba bien caro el haberse dejado seducir del garbo y salero de un buen mozo,—si ellas no tienen ninguna obligación con nosotros. Pues lo que me dan me encuentro, ya que carecemos de tantas cosas. —¿Con que no tienen ninguna obligación? ¡Sangre y exterminio! ¿pues por qué D." Cotufa, la presidenta, va en coche y en automóvil? —Porque no puede ir á pie, y tiene dinero para esas comodidades. —¿Y por qué tiene dinero? —Porque su marido, ó sus padres lo ganarían, y en vez de gastarlo en taberna y juego, como algunos, lo ahorrarían. —¡No señor, vieja chata, que te voy á romper las pocas narices que te quedan! Ya estás haciéndote un lío con ese mantón, y se lo devuelves á esas tías y al trapalón del cura que os engaña como á unos chinos, á ti y á tu hijo. —Tú si que eres chino y zulú y cafre, iba murmurando por lo bajóla pobre mujer, yendo á esconderé! mantón encasa de una vecina, hasta que á Barrabás se le pasase la ventolera. Que otro día volvía el chico, más contento que con zapatos nuevos, de la catequesis, enseñando un premio, pues ya estaba su padre preguntándole: —¿De dónde has sacado ese chisme? —De la catequesis, y me lo han dado por cincuenta vales: ¡mire usted qué bonito! Yo quería un aro con cascabeles; pero madre me dijo que más falta me hacía un tapabocas, y por eso lo traje. —¡Sangre y exterminiol--rugía Barrabás.—¿Pues no te tengo dicho que no me pongas un pie en la condenada iglesia? ¡El día que menos te lo figures te vas á encontrar con un disgusto gordo! ARRARÁS II Y el disgusto gordo vino cuando menos se imaginaba. Fue un día de gloria para la gente menuda. K - * 22 • • . * í r * V-faf rT* ,<- J•*•• . ' ^ .. ,'.*.,' r. LA AVALANCHA Los encargados de la catequesis habían dispuesto dos magníficas fiestas: una para los niños, otra para el sexo piadoso. En la mañana de un domingo, radiante de luz, se trasladaron doscientos niños á un santuario próximo, donde después de la misa de comunión hubo desayuno al aire libre, y después fiesta mayor con sermón alusivo al acto, bendición de estandartes, inauguración de un montepío escolar, gritos, cohetes y alegría general. La doña Cotufa del automóvil pagaba una comida de campo para todo aquel ejército, que ya estaba dando fin de las últimas provisiones y fue á presenciar la fiesta. Terminada la comida, un hijo de la caritativa señora, criatura delicada, especie de planta de estufa, quiso tomar parte en los juegos de los niños, y no hubo fuerzas humanas que le disuadiesen. A poco rato, todo era animación y contento entre la grey infantil, y todo era maravillarse la gente grave de la gloria y ventura de aquel día, cuando se vio confusión entre un grupo de niños y se oyeron gritos y lamentos, y empezaron á correr todos en aquella dirección. Lo ocurrido fue sencillamente que Luis, el hijo de la señora, se cayó en uno de aquellos juegos al fondo de un ribazo, y que al intentar sacarle Perico, el hijo de BarrabáSj se cayó también, causándose una herida en la frente y la rotura de un brazo. Los más atrevidos de ios niños fueron flanqueando el ribazo y pudieron llegar hasta donde estaban los otros dos, el uno magullado y el otro herido; y á los pocos momentos subían ya, restañando con pañuelos la sangre que brotaba de la frente de Perico, y haciéndole más agudos los dolores del brazo con sus mo- vimientos y probaturas. Todo en unos momentos fueron lamentos y confusiones; pero como los automóviles no sólo sirven para proclamar el lujo de sus dueños y para atropellar á la gente de pie, sino que á veces sirven para ganar tiempo, el herido fue llevado como en volandas al pueblo, y en una sección de la Cruz Roja le curaron de primera intención, trasladándole después á su casa. Entre tanto y como las malas noticias corren como un rayo, no faltó quien fue á la taberna á decirle á Barrabás: —A tu chico le han roto la cabeza y un brazo. —¡Sangre y exterminiol ¿Quién? —El hijo de D.« Cotufa, en una fiesta que tenían hoy. —¡Me beberé su sangre!—saltó el padre, dejando el vaso de vino y la baraja mugrienta para correr á su casa, donde efectivamente llegó respirando venganza. —¿Dónde está el chico?—gritó á su mujer. —Aquí está, hombre—gritó la mujer;—pero no grites, que está acompañado. —¿Y quién le acompaña? —Pues Luisito y su mamá, que te lo han traído curado. —¡Luisito y su mamá! ¿Dónde están? —Aquí estamos, amigo mío,—respondió la buena señora;—aquí estamos aguardando á usted para pedirle permiso, á fin de llevarnos á Perico á casa hasta que se restablezca, porque Luis no quiere separarse de él. —¿Que no quiere separarse de él?—gritó Barrabás. —No señor,—terció el niño delicadito;—porque Pedro se cayó por salvarme á mí, y yo le he dicho á mamá que no le deje hasta que esté bien del todo, y después, si usted quiere, tampoco. —¿Por qué? —Porque vivirá con nosotros, y será como mi hermano; yo no tengo hermanos. Y rompió á llorar Luis, y comenzó á llorar su madre, y empezó á enternecerse la mujer de Barrabás, y el mis. mo Barrabás en persona sentía que le subía una cosa del pecho á la garganta. —El caso es—dijo—que nosotros tampoco tenemos otro hijo; y esta (dirigiéndose á su mujer) no querrá separarse de él. —Pues to*5o se arreglará—dijo la señora,—si hay buena voluntad; yo les cedo á ustedes las habitaciones del jardín, y todos viviremos en la misma casa. —Sí, padre—gritó el enfermo desde la cama. —Pues esto es cosa convenida; sólo pongo una condi- ción—dijo la señora:—que usted no vuelva á la taberna, y que cuando Perico esté bueno, vaya á confesar y comulgar en acción de gracias á Dios Nuestro Señor. III Barrabás ya no se llama Barrabás, ni su frase favorita es ¡Sangre y exterminio! Ahora dice que hay ricos que merecen serlo, y sangre como la de su Perico, que da la dicha en esta vida y prepara para la dicha de la otra. Esto se lo ha enseñado 0. a Cotufa. PEDRO CRESPO. MESA REVUELTA B u e n a lección.—Han embarcado en Bilbao, eu el vapor «Ortega», doce religiosas paeionigtas. Van á la República del Perú. De allí los llama el Gobierno republicano. Abona todoe loe gaBtos de viaje y satisfará los de su estancia en dicho Estado. Quieren esos republicanos que los sabios religiosos se consagren eu aquellas tierras á la realización de obras de enseñanza y caridad, eu las que son maestros. ¡Qué lección para los republicanos españolee! Fara qué sirve la Confesión.—Dicen de Tuy: cPor vía de restitución, le ha sido entregada por medio del confesor, con el correspondiente sigilo, á nnestro distinguido amigo el magistrado jubilado D. José Rodríguez Viéitez, en calidad de universal heredero de su tinado tío D. Vicente, una cantidad de dinero cuya suma ignoramos. > C o s a s de liberales.—Con motivo de haber el Supremo confirmado la sentenoia dictada contra el soldado del Ferrol que se negó á arrodillarse durante la misa, sentencia que no le fue impuesta por ser protestante, Bino por desobediencia, la prensa liberal llama «digno» al susodicho soldado. Si se tratara de un católico que se negara á ejecutar un acto contrario á sus creencias, le llamarían «fanático» estos libéralo tes. Pero como se trata de uu protestante Ignorancia clerical.—El Boletín de la Real Sociedad Española de Historia Natural publica un interesante trabajo del docto Padre Manuel María S. Navarro Neuman, de la Compañía de JesÚB. Lleva por título «Enumeración de los terremotos sentidos en España en el año 1911», y es un completo estudio de los maeroaismos españoles. El número de sacudidas comprobadas es de 179 en 78 días sísmicos, siendo la Huerta de Murcia la más castigada por los movimientos terrestres. El trabajo de que nos ocupamos es una nueva prueba de la «ignorancia clerical», que brindamos á los enemigos de la Iglesia. No h a y q u e dormirse.—El Siglo Futuro da la voz de alerta sobre un asunto de gravedad excepcional. Se trata del congreso de educación popular que se celebrará en Marzo en Madrid. Y á eete propósito dice nuestro colega: «Varios católicos belgas mandaron BUS memorias ó comunicaciones; pero, ao pretexto de que hablan llegado unos dlasmás tarde, y no sabemos quemas esenciales detalles, esos trabajos han sido desechados; pero, en realidad, !a verdadera causa, el motivo que en el fondo hay para no admitir esos trabajos de los congresistas belgas, es que son católicos, y como és* LA AVALANCHA toa vendrían A aumentar el número de los j a inscritos como católicos, y que va siendo también, como en la nonnata asamblea, el coco de las victorias propagandistas de la institución libre, y temen que, como aquélla, ae les agüe.* Parece que en todo esto anda la mano del ministro librepensador Sr. Alba, quien está fuera.de si al ver que el congreso, que se figuraba sería una manifestación en pro de la enseñanza neutra (léase laica), tendrá probablemente mayoría de católicos. Ya por este motivo dejó de celebrarse la Asamblea general de Enseñanza, y ahora se apela al sistema sectario de eliminar tanto como se pueda á IOB católicos. Esperamos que loa maestros católicos españoles no se dejarán dar gato por liebre. E l b l a s f e m o d e l o s mares.—Los lectores recordarán la conmovedora relación de la catástrofe del «Titanic» que publicó la prensa e! afio último pasado. Todos veneramos en aquella horrible deegracia los ÍDtxcrutab'ea juicios de la Providencia divina. VéaBe ahora en las siguientes líneas de una carta que interta un estimado colega de Barcelona, la triste historia del famoso buque: «En el colosal astillero de Bolford (Irlanda) estábase construyendo el glgaiite rey de los océanos, un titán marítimo para el cual los bramidos del huracán serian suaves arrullos, é inocentes juegos de ii i ños loa ináu furiosos embates de las olas. Entre loa centenares de obreros empleados en su construcción habla, por desgracia, un crecido número de protestantes, impíos y blasfemos. Entro soeces chistes y necias risotadas se entreteuiaii ¿ veces en escribir sobre las planchas que iban cubriendo el enorme costillaje del buque, blasfemias horribles contra lo más sauto y sagrado. Y aun en uua de ellas tuvieron la diabólica insolencia de retar el poder de Jesncr'sto, nuestro Dios y Señor, con esas palabras: «Ni el miamo Criato podría hacerlo naufragar.» Blasfemias como est»a, tan desvergonzadas y provocativas, leíanse escritas en gran número a lo iargo de aquellos caat doscientos metros de quilla! «Muchas de estsu satauicas procacidades, dice la carta, parece quo so hablan escrito con cal, de modo que aunque después quedaron por algún tiempo ocultas bajo la pintura, corroída esta por la cal, reaparecieron mas tarde. Ver¿ si puedo procurarte UD ejemplar de las fotografías que se sacaron del buque antea de ser botado, y eu que pueden todavia leerse aquellas letras do infierno. Un oficial católico del «Títanic», que lan habla visto cou sus propios OJOB, escribía ¿ sus padres con motivo de su viaje: «Yo estoy convencido de que este vapur no llegará a América por causa do las horribles blasfemias que lleva estampadas en toda su quilla.» Los padres de ese cfic'al, que viven en Dublin, couisorvan esta carta como un último menerdo de au hijo.» Todos sabemos cuau tremenda realidad tuvo el tríete presentimiento de aquel buen católico. Creyeron aquellos infelices y descreídos obreros quo sus blaBfemi is recorrerlau triunfantes años 6Ín cuento los marea, haciendo burla de Dios; pero cuando esperabnu recibir ln triuutantG noticia de que el coloso vapor habla llegado á su puerto de destino, se hallarou cou la inesperada y iatal noticia... de BU naufragio. Aquel titán de los mares que durante tanto tiempo habla estado concluyéndose con la fatiga de tautoB hombres y con diBpendio de tautos millones, habla desaparecido en pocos instantes bajo las agua» •del océano, sin que para ello le fuera necesario al poder de Dios levantar las olas y hacer rugir el huracán. Sólo un pedazo de hleio habla bastado para destrozar las entrañas del coloso marítimo y borrar para siempre más sus satánicas inscripciones- Kl blasfemo de los mares quedaba para siempre sepultado en el océano. Y ¿dónde serán sepultados los que las escribieron, si no se arrepienten? ¡Cuándo.SB iierauadirán los hlaafernos que, tarde ó temprano, en una ú otra forma, en esta vida Ó dospué» de ella, « la blasfemia le sigue siempre un terrible castigo!» E j e m p l o Á imitar.—El Juez de instrucción de Castrojeriz, D. José de Solano y Polanco, ha dirigido á loe jueces municipales de aquel partido la siguiente carta-orden circular, excitándoles a castigar el vicio de la blasfemia: tli* frecuencia con que se escuchan en la mayor parte de los términos municipales de eBte partido judicial blaefemias y palabras ofenpivas contra Dios y Búa santos, vicio abominable que conculca el derecho divino y la cultura y el buen guBto, y que tiene su sanción explícita en el artículo 586 del Código penal' vigente, según declaraciones repetidas de la jurisprudencia, y teniendo en cuenta por otra parte la impunidad que alrededor de esta infracción de nuestra ley penal reina, por ignorancia ó inercia de lae personas llamadas & perseguirla, aconsejan á eate Juzgado de instrucción librar eHta cartaorden circular á los jueces municipales que de él dependeD, ordenándoles que procedan con la actividad y el celo á que por eos funciones están obligados en la represión y castigo de tales hechos, procediendo de oficio si no mediara denuncia gubernativa ó fiscal, y en consonancia con el artículo 962 de la Ley de enjuiciamiento criminal, á la cual deben «justarse. Y al propio tiempo que libro la presente carta-orden, de la que se servirá usted acusar inmediato recibo, espero que se dirigirá usted á los alcaldes, guardia civil y jurados, celadores y Berenos para que, como individuos de la policía judicial á sus órdenes, denuncien en BU Juzgado, según están obligados, loe referidos actoa de que queda hecha mención.» Es nn ejemplo á imitar, qne merece todas nuestras alabanzas. L a R e l i g i ó n y loa obreros.—¿A quiénes escogió Nuestro Señor Jesucristo para continuar su divina misión y transformar el mundo? Ni á políticos, ni á filósofos, ni á oradures, ni á jui inconsultos LÍ á rico alguno. «Todo el edificio del Cristianismo, dice el franciscano Fray Agustín de Mmtefeltro, descansa sobre dos obreros, San Pedro, que era pescador de Galilea, y San Pablo, que era tejedor de Tarso.» Este último trabaja para no ser gravoso á nadie, hasta durante el ejercicio de su esplendente apostolado, según testimonio del mismo en su Carta á los tesalonicenses (III 8). Loa rnonges primitivos tedos fueron obreros. San Pablo, primer ermitaño; San Antonio, Sao Hilarión, San Pacomio con sus discípulos, emplean su tiempo tn la oración y el trabajo, y las Ordenes religiosas en Europa, África, Asia, América y Australia, levantan monasterios y hospederías, roturan tierras, abren caminoB, construyen puentes y enseñan todas las artea útiles á las raz*B convertidas á Criato. Y no eólo enseñaron con la religión las artes útiles á sus neófitos, sino que contribuyemn ó poblar muchas regiones desiertas, como lo demuestran los nombres de millares de pueblos y ciudadeH erigidos alrededor de templos yconventoe. L o s m a l o s periódicos.—He aquí una reseda de actualidad elegida entre mil hechos de un mismo género, que demuestra el mal que puede hacer a la familia la prensa impla. Hace algunos meeea uua madre cristiana ee apercibió del cambio que se habla verificado en su hijo; tanto más, cuanto que el año auterior el ilustrado párroco de la feligresía lu proponía á loa demás como modelo en la época de la primera comunión. Un día la madre sorprendió al hijo ocultando baju el tapete de la meea un periódico que BU padre dejaba diariamente Bobre aquélla al volver del tiller. La madre quiso quitárselo; el hijo ee mostró avergonzado á BU vez; y al fiu el hijo, toroaudolo á broma, ilijo: cCaando los papáa quieren que loa hijos como yo sean obedientes y SULDÍBOS, no compran periódicos como éste, que ee burlau de los curaB y de la Religión. Este periódico me ha enseñado que todas esas cosas son tonterías. TJn r a s g o d e l d u q u e de Norfolk.—El primer lord de Inglaterra, el piadoso duque de Norfolk, ha dedicado al fomento de las eacuelea católicas de eu pala loa siete millones de pesetas que ha obtenido con ln venta de su célebre colección de cuadros de Holbein. El duque de Norfolk ha cambiado la pequeña satisfacción de poseer y contemplar algunas obras de arte por la inmenfla alegría y el mérito valiosísimo de grabar en el alma de muchos niñoB, por medio de la educación católica, la imagen de Cristo. Hermoso rasgo digno de tan católico duque. PAMPLONA—Imprenta, Librería y Centro de suaeripciones de Jesús García, calle de la Estafeta, número 31. • I - • I, LA AVALANCHA CAÍA DE AHORROS DE "LA VASCONIA" HUCHAS METÁLICAS LA VASCONIA, Sociedad anónima do Banca y Crédito, ha implantado en su Caja de Ahorros las huctms metálicas que tanto 6x1 to han alcanzado en el extranjero y en varias provincias de España, con cuyo sistema se fomenta la virtud del ahorro qne tantos beneficios proporciona al que la practica. Es la primera Sociedad que establece este servicio en Navarra. El dinero ingresado en estas huchas y depositado en fu Caja de Ahorros de LA VASCONIA, produce al imponente un Interés do tros por ciento anual que Be computa por decenas, y es dinero disponible a la vista todoB los días laborables, mañana y tarde. LA VASCONIA facilita gratis á sus clientes estas huchas en las condiciones que se darán á conocer al que lo desee. 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