Perfil Perfil Gerardo Varela: “Nadie me ha dicho que se aburre con mis colummnas” Agudo y polémico columnista, socio de un reconocido estudio jurídico y empedernido FOTO: ARCHIVO EL MERCURIO - ILUSTRACIÓN: CLAUDIO PÉREZ P. lector, esas son algunas de las facetas de este abogado con demasiadas cosas que decir. 38 Desde su visión del mercado legal chileno, pasando por las actuales reformas del Gobierno hasta sus inicios profesionales. ¿Qué más hay detrás de su deslenguada figura? Alejandra Zúñiga Cárdenas A bogado corporativo, director de empresas, egresado de la Universidad de Chile, fanático del fútbol e historiador amateur, pero sobre todo, y a ojos de la opinión pública, punzante, incorrecto e irónico columnista. Gerardo Varela Alfonso (52) está en la cresta de la ola como uno de los más conocidos opinólogos liberales de derecha, uno que aprovecha su tribuna en “El Mercurio” para desmenuzar el acontecer social, político y económico del país. No sin críticas o controversias, y siempre acompañado tanto de sus fieles seguidores como de sus acérrimos detractores. Sus inicios en la trinchera mediática partieron con un inusual duelo epistolar con el rector de la U. Diego Portales, Carlos Peña. ¿El motivo? Una discusión sobre el lucro en la educación. El primer golpe lo dio Peña con su tradicional columna de opinión donde se mostraba contrario a ella, el segundo, en tanto, fue de Varela, quien con una carta de respuesta mostraba su visión opuesta. Luego vinieron sucesivas réplicas, donde ambos autores mantuvieron por un tiempo el debate. “Más que partidario, me parece sensato que haya libertad de organización empresarial, con o sin lucro. Al final esto no tiene nada que ver con lo que uno debe exigirle a la universidad, que es pluralidad, calidad, academia, docencia e investigación y, si además, son capaces de ganar plata, fantástico, lo importante es que sea transparente”, explica al recordar aquella controversia. — ¿Le ha afectado este rol de columnista tan expuesto? — Si hay gente que no me llama porque no coincide con mi opinión, eso nunca lo voy a saber, pero mi posición es política, no jurídica, aunque ambas se cruzan en variados te- 39 Perfil MANUEL HERRERA Perfil mas. Muchas veces me comentan, algunos a favor, otros en contra, pero nadie me ha dicho nunca que se aburre con mis columnas. — ¿Y cree que sus opiniones son más populares o impopulares? — Parte de la popularidad o impopularidad está en el desconocimiento. En Chile, por ejemplo, todos creen que no pagan impuestos, tú preguntas en una clase de Derecho quién lo hace y nadie levanta la mano, nadie se da cuenta de que paga el IVA, por eso hay que educar. Soy partidario de que se pague el bruto, no el neto, y que todos hagan sus declaraciones a fines de abril, así habría más conciencia tributaria. Creo que es sano para una democracia que las personas sean y se sientan contribuyentes, porque van a exigir. Seguro y desentendido; hiperkinético y de fácil palabra. Así es Gerardo Varela, para quien su rol de abogado es una suerte de capa protectora ante la polémica. “En esta profesión tenemos un nivel de tolerancia al disenso bastante más grande que el común de los mortales”, dice y agrega: “A los abogados nos gusta y nos entretiene una buena ironía, un sarcasmo, es parte de nuestro desenvolvimiento profesional. En los litigios tú ves eso y no es algo personal, sino que se trata de una batalla de ideas”. Ideas que no solo han quedado plasmadas en el papel de un diario, sino que con las cuales también ha colaborado para los discursos de varios personajes políticos, como Laurence Golborne cuando fue candidato presidencial y del ex Presidente Sebastián Piñera. “Me gustan los discursos”, confiesa casi con resignación. — ¿Y el ex Presidente Piñera los seguía? — La verdad es que él tomaba cosas de varios lados, pero un discurso completo, nunca. De hecho al final yo simplemente mandaba frases, conceptos, más que un discurso, porque ya me dio lata trabajar de más. Las luces de las cámaras Entre las múltiples causas de alta connotación que se han sucedido en el último tiempo, Gerardo Varela también 40 aportó con su presencia en una de ellas: Cascada. En ella estuvo a cargo de la defensa de LarrainVial, corredora que el año pasado fue multada con $4.905 millones tras los cargos que le cursó la Superintendencia de Valores y Seguros. ¿Afecta tomar casos de tanta relevancia mediática? Para él éstos son desafíos profesionales interesantes y entretenidos, sin embargo, reconoce un problema: hoy no solo se está litigando en tribunales, sino que también se está expuesto a “una opinión pública en general muy desinformada y en que la credibilidad de la autoridad es muy alta”. ¿El símil Varela?: “Esto es como si yo grito fuego, nadie me mira, pero si un bombero lo hace, todo el mundo arranca”. Y agrega que esta es una realidad que, además de haber llegado para quedarse, juzga en asuntos legales, aunque asegura que, ante todo, lo más importante es que les exija a los tribunales independencia e imparcialidad, porque “el fiscal es una parte y que acuse no implica que tenga razón”. — ¿Cómo evalúa el rol de las fiscalías? — Ha sido demasiado mediático, a mí me gusta la sobriedad y la austeridad en el ejercicio de la función pública, y eché un poco de menos eso en estos casos. — ¿Y el de los jueces? — Está por verse todavía, hasta ahora han opinado en cosas preliminares, aunque creo que efectivamente la prisión preventiva para (Carlos Alberto) Délano y (Carlos Eugenio) Lavín fue desproporcionada, una medida mediática para aplacar la ira del público. Esto último fue precisamente el material de una de sus columnas más polémicas, donde hizo una defensa de los ex controladores de Penta asegurando que no existe el tipo penal de boleta “ideológicamente falsa” por el cual se los acusa. A su juicio, lo que aquí hay es un agravante de otro delito, que es una declaración maliciosamente falsa de impuestos y eso no se ha discutido: “Si esto hubiera partido al revés, primero con Soquimich, habría terminado en un cuestionamiento tributario, gasto rechazado, pase por caja, que ha sido la inveterada tradición de impuestos internos, porque Más que partidario del lucro, me parece sensato que haya libertad de organización empresarial, con o sin él. Al final, esto no tiene nada que ver con lo que uno debe exigirle a la universidad. La vida del gigante Hace unos días estuvo de aniversario, porque el pasado 1 de octubre cumplió 25 años en el estudio Cariola Díez Pérez-Cotapos, uno de los más prestigiosos del país y del cual es socio desde 1996. Sin embargo, sus inicios se encuentran en otros lados: primero como procurador en Urenda Rencoret Orrego y Dörr y trabajando luego, al terminar la carrera, con Ignacio Walker —padre de los senadores democratacristianos Ignacio y Patricio, y del diputado del mismo partido, Matías— en la oficina Walker y Valdivia. En paralelo, además, fue abogado en la fiscalía de la Cámara Chilena de la Construcción y para un gremio pesquero. ¿La diferencia entre un estudio grande y uno pequeño? El primero es más entretenido, porque el tamaño de los problemas es más desafiante y la variedad y sofisticación de los temas es mayor, explica y agrega: “Hay una cosa que nos distingue y es que trabajamos en grupo, ya que así podemos compartir experiencias y conocimientos. Eso es muy enriquecedor en una oficina como esta, donde hay una gran variedad generacional, con abogados de 70 u 80 años hasta recién egresados y procuradores que están estudiando”. Además comenta que estas grandes firmas tienen una doble combinación: siguen siendo sociedades de personas, pero también tienen mucho de empresa, por su envergadura, para lo que necesitan una administración profesional. “Debemos delegar parte de esas funciones en no abogados, como el socio administrador, porque o si no habría 18 socios opinando de cómo hacer las cosas”, dice y remata: “Dos cocineros hacen una mala cazuela”. Y aunque asegura —en su calidad de ministro de tribunal de ética del Colegio de Abogados— que la competencia entre los estudios chilenos “es dura, pero leal, con un alto estándar ético”, reconoce que una de sus preocupaciones es la falta de jóvenes en el gremio: “Eso deja al margen del control a mucha gente, y es una misión de nosotros educar a los clientes para que prefieran el trabajo de los colegiados”. En su rol de abogado practicante, ¿cuál cree que serán las áreas del derecho más potenciadas en los próximos años? “El litigio”, dispara seguro y continúa: “Vamos por la senda incorrecta y por eso creo que va a demandar más trabajo en todo orden de cosas: laboral, tributario, medioambiente, protección al consumidor. Se están creando demasiadas normas vagas, de interpretación amplia, que permiten un grado de discrecionalidad importante a la autoridad y hoy, con una economía próspera, hay un buen botín, por eso se hace atractivo demandar”. ¿Y qué es lo que más lo entretiene de la profesión? Esta respuesta tampoco se hace esperar: “Dar soluciones prácticas y simples a problemas complejos, ese es el desafío y requiere mucho tiempo”, luego agrega, apelando nuevamente a una especie de adagio: “Como dicen los abogados, la suerte llega a las 4:30 de la mañana en la biblioteca”. Porque si hay algo que lo identifica es su gusto por las expresiones que parecen sacadas de un refranario o por dar ejemplos que apelan a una amplia y revisitada biblioteca, aunque de eso pareciera no darse cuenta. “¿La forma como yo hablo?”, se sorprende ante la pregunta y contesta sin saber bien la respuesta: “Creo que tiene que ver con que vivo enseñándoles a los niños chicos acá, a los abogados más jóvenes, y lo cotidiano sirve para eso. Hay que explicar las cosas en fácil, porque el derecho no es algo que naturalmente le surja a la gente y no puede ser un área del conocimiento inalcanzable; hago un esfuerzo en eso”. 41 Perfil Perfil MANUEL HERRERA El fanático del Código Civil aquí hay un riesgo, que es la intromisión del Estado en la forma como tú haces negocios”, asegura. Varela, el político Se reconoce como partidario de la menor regulación posible y mira con sospecha a un Estado administrador. Y es justamente bajo este prisma mediante el cual elabora sus columnas, el que, siguiendo los nuevos tiempos y en pocos caracteres sería algo como: mayor libertad, menor regulación y buenos jueces. “Los temas deben resolverse más por sentencias judiciales, pero funcionamos al revés, nos llenamos de regulaciones, funcionarios empoderados, sin nada que perder, con tentación mediática, carreras políticas, y eso es un riego dramático para el crecimiento de la economía”, asegura convencido. Por eso no es de sorprender que no mire con buenos ojos las actuales reformas del Gobierno, de las cuales cree que la más compleja es la tributaria, incluyendo las repercusiones que tiene para el ejercicio de los abogados. “Muchas de las energías empresariales de este país están dedicadas a saber cómo van a tener que pagar impuestos y todos los días están consultando sobre eso. Los tributaristas están sobrevendidos” dice y continúa: “Lo que pasó es que 42 torpemente cambiaron el sistema, en vez de subir impuestos, que creo es lo que resolvió las elecciones. Cuando tú haces eso, lo primero que se necesita es entenderlo, después educar a la gente y luego empezar a ajustarlo para ver cómo afecta en tu negocio, y eso es un trabajo largo… He visto cosas mal hechas y la reforma tributaria”. Aunque menos drástico en el diagnóstico, también dispara sus dardos contra la reforma laboral, la cual —dice— tiene un problema parecido al del Colegio de Abogados: no ser capaz de encantar a las nuevas generaciones. La élite sindical, agrega, no se está dando cuenta de que la modernidad va por otro lado y que a la juventud de hoy no le interesa asociarse como hace 30 años. “Sillicon Valley está matando a los sindicatos y éstos están postergando un desenlace inevitable capturando al legislador”, afirma. Varela esboza así un panorama con jóvenes, no solo los abogados, más interesados en el trabajo remoto o el trabajo flexible, donde el sindicato se ubica más abajo en sus prioridades. “Lo que está haciendo la ley chilena con todo este tipo de cosas es generando demasiados garrotes y pocas zanahorias”. ¿Una solución? “Cuando uno legisla tiene que generar incentivos, por ejemplo, en el tema sindical, hay muchas Pudo haber sido ingeniero y no abogado. Su padre, ingeniero civil, intentó que optara por las ciencias y casi lo consiguió, hasta que desistió porque no era lo suficientemente bueno para las matemáticas. Lo suyo, en cambio, eran las humanidades: “Siempre he sido un apasionado lector y me encantaba la historia. De hecho, mi biografía del colegio dice que era un fanático del Código Civil, lo que por supuesto era mentira, no tenía idea de lo que era, pero sonaba bien”, cuenta entre risas. Sin embargo, había otras razones en las aspiraciones paternas además del simple gusto por los números: “Él venía un poco golpeado por la época de la Unidad Popular y me decía ‘cómo vas a estudiar una carrera con la cual no te vas a poder ir nunca de Chile’, pensando que eventualmente habría que arrancar. Se consideraba mucho más cosmopolita con su ingeniería civil, y yo le dije: ‘Espero nunca tener que pasar por ese trance”. Y así sucedió. Es más, apenas salió de la escuela se dedicó a trabajar, no viajando nunca para estudiar magísteres ni doctorados: “Soy mucho mejor abogado que estudiante”, afirma, aunque cuenta que hace unos años estuvo en la U. de Duke haciendo un curso de tres meses sobre Historia Militar. No lo terminó: tenía clases los mismos días que jugaba a la pelota uno de sus hijos. Sin embargo, una cosa que tiene clara son los profesores que lo marcaron en su educación: Antonio Bascuñán Valdés en Introducción al Derecho, porque “nos hacía pensar como abogados, era entretenido”; Pablo Rodríguez en Civil, porque “era exigente y responsable, nunca en cuatro años faltó y eso que hacía clases los sábados a las 8:30 de la mañana; no te dejaba entrar si no llegabas a la hora, además, quien no sabe de Civil no sabe de derecho”; Luz Bulnes en Constitucional, porque “nos hizo pensar en términos de garantías constitucionales, de garantías personales”; Juan Colombo en Procesal, porque “todo esto después termina en tribunales y un ramo que naturalmente podría ser muy aburrido, él lo hacía entretenido y desafiante”, y Eduardo Soto Kloss en Administrativo, porque “tiene una visión desde el punto de vista del Estado de derecho y de la responsabilidad civil del Estado que me pareció atractivo e interesante”. Junto a ellos se encuentra Enrique Barros a quien recuerda, además de por sus clases de Introducción al Derecho, por haber dictado un taller voluntario de lectura. “Ahí leí a Darwin, Konrad Lorenz, Kant, Popper, Hayek, éramos unos 20 o 25 y él se daba la lata de ir todas las semanas”, cuenta antes de asegurar convencido de que fue con la revista argentina de deportes “El Gráfico” con la que aprendió a escribir: “Cualquiera que la haya leído sabe lo que es un buen reportero”. Muchas de las energías empresariales de este país están dedicadas a saber cómo van a tener que pagar impuestos y todos los días están consultando sobre eso. Los tributaristas están sobrevendidos. empresas a las que les interesaría, si es efectivo que el sindicalismo suprime la asimetría de partes, dejarles negociar muchas más cosas que se ajusten a la empresa, como horario, flexibilidad, indemnización por años de servicio, pero aquí lo que ocurre es que te obligan a formar sindicatos, pero te restan la libertad de negociación. Lo que quiere el sindicalismo es partir de los mínimos legales para entrar a un máximo, eso es política, y no es funcional a una adecuada organización económica de la empresa”, plantea. En este sentido recuerda sus críticas, como presidente de Soprole, a la propuesta de impedir contratar trabajadores de reemplazo en caso de huelga: “Nosotros recibimos alrededor de un millón de litros diarios de leche, ¿alguna vez se le ha echado a perder la leche?, imagínese el olor, el problema medioambiental de tener que botarla sin procesar, y si le pido a un competidor que me la reciba capaz que me metan preso por colusión”. — ¿Las reformas no estarían acorde a los tiempos? — Son diagnósticos equivocados. Si suponemos que en Chile el factor trabajo está mal remunerado, uno dice “alguien está ganando más”, y debería ser el factor capital, con empresas con una rentabilidad muy alta, pero las cifras del Banco Central indican lo contrario. Entonces uno podría pensar luego “a lo mejor el Estado se está llevando mucho en impuestos”, bueno, eso es verdad, ya que se lleva una parte importante de la torta, los trabajadores se llevan una parte razonable y el capital está quedando súper castigado. 43