Vientos de Destrucción.

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VIENTOS DE DESTRUCCIÓN
El viento soplaba en la superficie del planeta como si el Ojo del Terror mismo se hubiese
abierto sobre los anaranjados cielos del atardecer, iluminado por el sistema estelar binario. El
Capellán Sixtus, de la Quinta Compañía de Ultramarines, intentaba soportar el dolor gracias a
las drogas que la servoarmadura le proporcionaba por vía intravenosa: un disparo del enemigo le
había reventado su mano izquierda, dejándole desprovisto de su amado crozius, que se hallaba
partido en dos, en el suelo, junto a un enorme charco de sangre. Ahora sólo podía manejar su
enorme espada sierra a una mano, la diestra. Sintiéndose algo débil, ya que había perdido mucha
sangre, se puso en pie, alzándose entre la destrucción y el caos, y miró, entre el humo y las
llamas, a su alrededor: la emboscada que les habían tendido habría sido completamente exitosa
de no haber tenido el apoyo del Señor del Capítulo en persona, Marneus Calgar, quien había
enviado un par de Cañoneras Thunderhawk para la cobertura aérea, alertado por la falta de
noticias de su Compañía. Éstas estaban tomando tierra apenas a media milla de distancia. De
ellas surgieron varios apotecarios, seguidos de una escuadra de Devastadores, y algunos
exploradores tras ellos.
Sixtus contempló los cadáveres de quienes hasta ahora habían sido sus hermanos de batalla,
cubiertos de sangre y metralla. Rezando una letanía de responso entre murmullos en honor a los
caídos, no advirtió la presencia del Sargento Telion, veterano y venerado explorador del
Capítulo, de quien incluso fue alumno el propio Calgar, que avanzaba a su encuentro mientras
daba órdenes a sus pupilos exploradores.
- “¿Hermano Sixtus, te encuentras bien? Hermano…”
- “Mis respetos, Telion” – dijo, finalmente, Sixtus, al ver delante suyo al veterano explorador,
quien portaba unas lentes térmicas.- “Gracias por vuestro apoyo, de no ser por vuestra aparición,
hoy los enemigos del Imperio estarían celebrando una nueva victoria”.
- “Espero que me informes en cuanto hayas recibido la atención del Apotecario, ya que a
nuestro Señor Calgar le alegrará saber que os encontré tras vuestra ausencia de noticias. Pero me
gustaría saber primero dónde está el Capitán de la Compañía, Caito Galenus”.
- “Él… no lo consiguió. Fue el primero en caer, alcanzado por las minas enemigas. Su cuerpo, o
lo que queda de él, yace tras aquellas rocas.”- dijo, señalando con su espada sierra a un punto al
Oeste de donde se hallaban, justo al otro lado de las Cañoneras.
- “Lo lamento, hermano. Es hora de que te llevemos a la Vae Victus y descanses, y luego nos
informes. Hermano Gnaeus, estableced un perímetro y ayudad a los caídos y heridos, nos
reuniremos en la nave”- le dijo Telion a otro explorador. Tras estas palabras, acompañó a
Sixtus, ayudándole a subir a la Thunderhawk que tenían más cercana.
Varias horas después, tras la atención de servidores y tecnosacerdotes en una de las estancias de
recuperación de la Vae Victus, Sixtus parecía haber vuelto a la vida: le habían implantado un
nuevo miembro, que sustituía al ausente, y notaba cómo éste recuperaba la movilidad con
asombrosa rapidez. Además, las transfusiones de sangre le daban nuevos bríos. Ahora se
encontraba en sus aposentos, una estancia que Telion había ordenado que le fuera preparada y
asignada en cuanto se recuperase de las heridas. De pronto, la puerta se abrió y Sixtus reconoció
enseguida a aquel Ultramarine: era Aecius, uno de los más prometedores reclutas que el
capellán había conocido nunca en el cuerpo de Ultramarines, al cual llevaba perteneciendo más
de tres siglos.
- “Señor, se le requiere en el puente”- le dijo.
- “Bien, llévame allí. Vamos”.- ambos salieron de la estancia y atravesaron varias salas y
pasillos, en uno de ellos, Sixtus se detuvo, y miró por la claraboya que tenía a su derecha. Allí,
bajo la nave, se alzaba la superficie desértica de Shaprias: de ella ascendían negras columnas de
humo, allí en donde los Ultramarines habían permanecido a la espera de refuerzos, combatiendo
al enemigo.
- “¿Hermano Sixtus, va todo bien?”
- “Cuéntame, ¿cuál ha sido el recuento de bajas?”
- “Han caído diez de los nuestros, señor. Hay varios heridos de diversa consideración, pero
sobrevivirán para poder combatir de nuevo”.
- “Diez… vaya” – pensó en voz alta el Capellán- “Está bien, vamos, joven Aecius. Debo
informar a Macragge. Ahora que no tenemos Capitán, debe ser nombrado uno”.
En el puente de mando, dominado por una enorme plataforma elevada, había varios servidores,
afanados en pilotar la nave y permanecer atentos a las pantallas y comlogs que parpadeaban
incesantemente.
- “Hermano Sixtus, adelante, únete a nosotros”- la potente voz de Cato Sicarius, Capitán de la
Segunda Compañía, reverberó en toda la sala. Junto a él, Telion y un par de marines más
permanecían en la plataforma elevada desde la que se gobernaba el rumbo de aquella barcaza de
combate.
- “Establecida comunicación con Macragge, Señor”- informó un servidor, a la vez que pulsaba
una pantalla holográfica. Delante de la plataforma apareció una inmensa imagen frente a ellos,
poderosa: El Trono de Ultramar, en Macragge. Allí estaba, sentado, Marneus Augustus Calgar,
Señor de los Ultramarines. Todos los allí presentes se inclinaron ante su Señor.
- “Hermano Sixtus. Tú eres el Capellán de la Quinta Compañía de nuestro Capítulo, y como tal,
eres el superviviente de más alto rango. Infórmame de lo sucedido”.
- “Sí, señor”.
“Permanecíamos en éste sector rastreando señales de Tiránidos, pues nos constaban informes de
que un pequeño grupo se había alejado de su Flota Principal, cuando recibimos una señal del
puesto avanzado de la Guardia Imperial en éste planeta, pidiéndonos ayuda.
Sin dudarlo, el Capitán Galenus dirigió el Crucero de Combate de la Compañía hacia éste
sistema, y eligiendo a treinta de nosotros, descendimos en tres cápsulas de desembarco,
activando sus balizas: no queríamos llamar mucho la atención ante la urgencia que nos requería
el mensaje de la Guardia. Tras acordar con ellos un punto de encuentro, una cantina a las
afueras de Shaprias Secundae, el Capitán, cubierto con unas telas, y dos miembros de su
Guardia de Honor emprendieron la marcha a través del desierto, pues nos separaban varias
millas del lugar y para no llamar la atención se decidió hacer la marcha a pie. Habían dejado
abierto el canal interno de comunicaciones, pues el Capitán quiso que todo lo que fuera a
acontecer permaneciese grabado en caso de sucedernos algo.
Cuando llegaron al lugar señalado, una cantina llamada “El Trueno del Desierto”, el Capitán vio
que algo no andaba bien, nos lo dijo por comunicación interna: las calles estaban desiertas, no
se oía ningún ruido más que el de las numerosas factorías y manufactorums que allí habían
construido para servir de abastecimiento al Imperio. Además, numerosas pintadas cubrían la
fachada de varios edificios, y en una de ellas había signos del Caos. Esto nos puso a todos en
alerta, a la espera de tener que socorrer al capitán y sus dos escoltas en cualquier momento. Sin
embargo, los miembros de la Guardia Imperial aparecieron ante ellos. Uno de ellos había
perdido un brazo, y llevaba el muñón vendado; el otro llevaba media cara cubierta por vendajes
levemente ensangrentados.
- “Señor, se presentan ante usted el Sargento Varnon y el soldado Stinger”.- dijeron, mientras
hacían la señal de saludo que la Guardia siempre hace al encontrarse con algún marine espacial,
en señal de respeto.
- “Descansen, señores. Entremos dentro”- dijo el Capitán.
Dentro de la cantina el olor era rancio, y no había clientes, sólo el tabernero, con rictus de asco
frente a aquellas personas que entraban. Éste les sirvió unos vasos y los dos Guardias Imperiales
los bebieron con avidez: ni nuestro Capitán ni sus acompañantes tomaron trago alguno.
- “Bien, señores, es hora de hablar. ¿Qué está sucediendo aquí?”
- “Verá, se-se-señor”- dijo el soldado Stinger, el del vendaje en el rostro – “hace dos lustros ya
de la victoria sobre los Secesionistas. Recordará que un destacamento del Capítulo de los
Minotauros y los Salamandras, encabezados por el propio Vulkan, les derrotaron a las afueras
de Shaprias Prima”.
- “Lo recuerdo, sin duda. Fue una gran victoria de nuestros hermanos de batalla”
- “Pues bien, aunque fueron derrotados… los Secesionistas no desaparecieron del todo, no todos
fueron exterminados. Y los que sobrevivieron formaron La Mafia… es una organización que
ahora sirve cultos menores al Caos. Teníamos nuestras sospechas de que la corrupción se había
apoderado de varias partes de ésta ciudad y de Shaprias Prima, pero no teníamos pruebas. Y así
fue como decidimos infiltrar a varios de nuestra Guardia entre ellos. Y fue como descubrimos
todo: había un Demonio enterrado en el subsuelo de Shaprias Secundae, el cual había sido
liberado por la Mafia, y dicha entidad estaba reuniendo adeptos de entre los ciudadanos,
buscando que éstos se alzasen contra nosotros y así dominar la ciudad a sus anchas”.
- “Entiendo, tenemos que acabar con ese Demonio entonces. ¿Tiene su ubicación actual?”
- “S-s-s-sí, por supuesto, ahora mismo está…” – y no dijeron más, pues un certero disparo
atravesó sus cabezas: el tabernero había sacado un bolter. No había duda, era de La Mafia.
Tras acabar con la vida del tabernero, y gracias a las capacidades que les confería su
servoarmadura, el Capitán y sus hombres huyeron de las calles de la ciudad, en donde ahora
había comenzado el movimiento: numerosos ciudadanos, poseídos por el Caos, portaban armas
y les perseguían.
- “Hermanos, preparaos para combatir, nos encontraremos en el punto que os envío ahora”- nos
gritó el Capitán por su comlog. El punto apenas estaba un par de millas alejado de nuestra
posición actual.
Apenas habíamos avanzado menos de media milla cuando a nuestra espalda unas explosiones
nos sacudieron a todos: también nosotros estábamos amenazados, y aislados, pues habían
destruido nuestras cápsulas. Así fue como nos encontró el Capitán Galenus, y así fue como
murió, defendiéndonos frente a la explosión de algunas minas que seguían el camino por el que
nos pretendían llevar los enemigos. Nos habían acorralado, y teníamos que defender nuestras
vidas como fuera. Fue entonces cuando os pedimos refuerzos, Señor Calgar, dimos aviso al
Capítulo y vosotros nos salvasteis la vida.
Marneus Calgar observó al Capellán Sixtus a través de la pantalla.
- “Ciertamente, aguantasteis en pie con orgullo y coraje, pues servimos al Emperador y nunca
conoceremos el miedo”- dijo Calgar- “ahora tenemos que terminar la misión, hay que liberar
Shaprias Secundae. Tenéis mis bendiciones y las del Capítulo”- la pantalla se desvaneció
mientras las últimas palabras de Calgar, Señor del Capítulo y Lord Macragge, resonaban con
fuerza- “Mientras sigamos en pie, lucharemos. Mientras luchemos, prevaleceremos. Nadie
podrá resistir nuestra furia.”
FIN
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