Acuerdo N° 62 - Sala 2° 19/02/2007 "PRIMER CENTRO DISTRIBUCIÓN DE COMESTIBLES S.R.L. -QUIEBRA- c/CASSINERIO Daniel y ot. s/ACCIÓN REVOCATORIA CONCURSAL" PAGO. MEDIOS DE PRUEBA. TESTIMONIAL. INEFICACIA CONCURSAL. A C U E R D O N° 62 En la ciudad de Rosario, a los 19 días del mes de febrero de dos mil siete, se reunieron en Acuerdo los vocales de la Sala Segunda de la Cámara de Apelación en lo Civil y Comercial de Rosario doctores José Humberto Donati, Alicia García y José María Serralunga, con el fin de dictar sentencia en los autos caratulados “PRIMER CENTRO DISTRIBUCIÓN DE COMESTIBLES SRL -QUIEBRAc/CASSINERIO Daniel y ot. s/ACCIÓN REVOCATORIA CONCURSAL” - Expte. N° 631/2005 (Distrito 1° Nom.), venidos en apelación del fallo de fs. 520/525. Efectuado el estudio de la causa, se resolvió plantear las siguientes cuestiones: 1ª. ¿ES NULA LA SENTENCIA IMPUGNADA? 2ª. ¿ES JUSTA LA SENTENCIA IMPUGNADA? 3ª. ¿QUÉ PRONUNCIAMIENTO CORRESPONDE DICTAR EN DEFINITIVA? A la primera cuestión el vocal doctor Serralunga dijo: los recursos de nulidad interpuestos por quienes fueran codestinatarios de la acción revocatoria concursal no han sido mantenidos en esta instancia, y no advirtiéndose vicios u omisiones que hagan necesaria su declaración oficiosa, corresponde desestimarlos. Voto por la negativa. A la misma cuestión el vocal doctor Donati dijo: por la misma razón que invoca el colega preopinante, adhiero a su conclusión y voto en idéntico sentido a la primera cuestión. A la misma cuestión la vocal doctora García dijo: advirtiendo la existencia de dos votos totalmente concordantes que hacen sentencia válida, me abstengo de emitir opinión (art. 26, ley 10160). A la segunda cuestión el vocal doctor Serralunga dijo: I) La Sindicatura en la quiebra del “Primer Centro Distribución Comestibles SRL”, promovió acción revocatoria concursal en relación a la venta efectuada por la fallida a favor de Daniel Enrique Cassinerio, y posterior de éste a la subadquirente María Gabriela Peludero, del inmueble de Av. Pellegrini 808, 4° piso (parcela 04-02, U 94, inscripto en el Registro General como matrícula 16301/94), pretendiendo en definitiva la declaración de inoponibilidad al concurso de dichos actos jurídicos, con el consiguiente desapoderamiento del inmueble, y en su caso, de no poderse recuperarlo, el resarcimiento de los daños y perjuicios, como consecuencia del acto atacado. La sentencia (fs. 520/524) declaró ineficaces, y por ende inoponibles a la masa concursal, los actos registrales mencionados, efectuados por los demandados respecto del inmueble citado, debiéndoselo restituir a la masa a los fines y efectos a que fuera promovida la acción, con costas a los vencidos. Daniel Enrique Cassinerio y María Gabriela Peludero apelaron el fallo, y llegados los autos a esta alzada por la concesión de los recursos, expresaron agravios, respectivamente, a fs. 581/585 y 569/575, los que fueron contestados por la Sindicatura, en ese orden, a fs. 605/616 y 588/599. II) El pronunciamiento objeto de los recursos se sustentó en el art. 119 LCQ, por el que los actos otorgados por el deudor en el período de sospecha pueden ser declarados ineficaces respecto de los acreedores, en tanto fueren perjudiciales para los mismos, si quien los celebró con el fallido tuvo conocimiento de su estado de cesación de pagos, correspondiendo al tercero probar la inexistencia del perjuicio. Tras señalar ser poco probable la existencia de pruebas directas del conocimiento del estado de cesación de pagos por el tercero, por lo que cabía recurrir a la prueba presuncional, y que de mediar indicios graves, precisos y concordantes, harían plena prueba al respecto, sostuvo que en los casos de pago y enajenación a título oneroso, se presumiría el fraude en el tercero, no sólo por ese conocimiento, sino cuando el mismo resultase del contexto de realización del acto, habiendo creado la ley concursal una presunción “jure et de jure” de fraude y perjuicio para la masa respecto de todos los actos anormales. Respecto a la prescripción de la acción, que en el caso fuera alegada por los accionados, estableció que la revocatoria concursal fue deducida en tiempo y forma, en los términos del art. 124 LCQ, teniendo en cuenta la fecha en que se lo hizo y la de declaración de quiebra, lo que determinaba la improcedencia de tal defensa. Que se configuraban los presupuestos para la viabilidad de la acción deducida, previstos en el art. 119 LCQ, porque la autorización para ello invocada por la Sindicatura no estaba cuestionada, habiéndose logrado el porcentaje de ley necesario; y que por decisión firme y consentida se fijó como inicio de la cesación de pagos el 04.05.95, y la compraventa a favor de Cassinerio se hizo el 24.07.96, y la posterior de éste a Peludero, el 16.03.98. Advirtió no existir constancia en la primer escritura de venta, ni pericial contable al efecto, de que el precio de $ 55.000 hubiese sido pagado e ingresase contablemente a la fallida, consignándose en aquella oportunidad que el precio habría sido percibido con anterioridad, lo que hacía presumir la simulación del acto, para sustraer el bien de la masa concursal. Estas consideraciones cabían hacerse extensivas a Peludero, al no existir pruebas que la favoreciesen, demostrando su ajenidad a los perjuicios causados a la masa, y dado el conocimiento que tendría de la situación de la fallida, por su parentesco con la esposa del primer comprador, y la participación de éste en la vida societaria del grupo de empresas fallidas. Prueba de ello sería el testimonio de Carlos Alberto Cassinerio, -que refiriera al parentesco de padre a hijo entre el socio gerente fundador de la fallida (Raymundo Cassinerio) y Daniel Enrique Cassinerio, y lo informado por el Banco del Suquía SA sobre el poder otorgado por la fallida a este demandado. Destacó que la situación de falencia de las empresas fallidas, al margen del proceso y publicaciones habidas, habría sido de amplia y pública notoriedad en la ciudad, no pudiendo así ser desconocida por los terceros contratantes; y asignó importancia en la cuestión en debate, a la confesional ficta del representante de la fallida, ante su incomparencia a la audiencia a la que se le citara. Concluyó en que de la prueba referida era dable inferir la inoponibilidad al concurso de la venta hecha a Cassinerio, e igual efecto atribuir a la venta de éste a su cuñada Peludero, -hecha como aquélla en el período de sospecha- ya que por su parentesco no podía ignorar la situación de las fallidas, y aún la patrimonial personal de sus socios y participantes en ellas, como el codemandado Cassinerio. Que las constancias acompañadas por la codemandada sobre su situación familiar, no alcanzaban a probar ni tan siquiera a presumir, haber estado en condiciones de pagar el precio, que por lo demás se dijera habérselo hecho antes de la escrituración. En la cuestión tuvo en cuenta la situación patrimonial de la demandada ante la AFIP, según lo informado por este organismo. Destacó que la accionada no probó que tras la adquisición hubiese ocupado el inmueble o hiciese uso del mismo con el fin de habitarlo, presunción en su contra avalada por su confesión de no haber vivido allí. En otro aspecto, mencionó que el precio consignado en la escritura fue de $ 55.000, cuando de la tasación efectuada resultaría que su valor a marzo/98 sería de $ 83.000, y a julio/96, de $ 73.200, por lo que aquél estaría notablemente por debajo del real, circunstancia que evidenciaría la no veracidad de las transferencias realizadas. Terminó haciendo constar que la fallida, si bien compareció en estos actuados, no contestó la demanda, ni opuso defensa alguna y no aportó prueba en contrario. III) Dice Daniel Enrique Cassinerio agraviarle el fallo, al que atribuye ser arbitrario, por falta de merituación de la prueba producida. Así, y respecto al pago del precio de su parte dice haber probanzas que contradicen la afirmación del pronunciamiento de no estar acreditado, como la testimonial de la Contadora María del Carmen Beltrán, quien dijera haber sido asesora profesional de la fallida, y afirmara haber supervisado la registración de la venta en los libros de PCDC SRL, hecha por los empleados administrativos; y como todas las operaciones inmobiliarias que se abonaban en efectivo. Surge de la declaración, también, que la venta cuestionada fue parte de un programa de venta de inmuebles para financiar la apertura de un nuevo local; que el producido de la venta se afectó al giro de la empresa; y que la operatoria normal de los supermercados implica un “apalancamiento” necesario, que no debe confundirse con insolvencia. Que al momento de la venta no había obligación fiscal de bancarización de los pagos, por lo que las pruebas serían suficientes para acreditarlo. Sobre la pericial contable ofrecida por su parte en los libros de PCDC SRL, dice que la perito se excusó de evacuar los puntos propuestos -que apuntaran al registro del pagopor no haber podido acceder a las registraciones, circunstancia que surgiera de una información de la Sindicatura de que no tomó posesión de los libros correspondientes a los períodos de realización de la venta, puesta de manifiesto en el principal. De lo expuesto deduce: que la Sindicatura habría incumplido su obligación de informar a la perito, lo que le habría perjudicado, sin que en estos actuados hubiese prueba que confirmase lo informado; que la perito tomó como cierto lo que dijera la actora, asumiendo ésta un papel parcial en la cuestión debatida; y que de los principales surgiría según acta del 21.10.97, la existencia de los libros contables: diario de operaciones y subdiario de compras; de inventario y balance, por lo que no podía luego negar su existencia. Concluye refiriendo haber pedido la aplicación del art. 196 CPCC, por la falta de cooperación del Síndico para la realización de la prueba pericial, cuestión omitida por el aquo en su pronunciamiento, lo que tornaría en arbitrario. Por su parte María Gabriela Peludero dice en sus agravios que la sentencia sería arbitraria por la errónea aplicación de presunciones como prueba, como por hacer mérito de prueba rendida por su parte. De los requisitos para la procedencia de la revocatoria concursal, sólo se daría aquí el que el acto fuera celebrado en el período de sospecha, pero no el del conocimiento por el tercer adquirente de la cesación de pagos al celebrar el acto jurídico, y que dicho acto hubiese producido un perjuicio para la masa de acreedores. Se pretendería atribuirle al conocimiento del estado de cesación de pagos por una presunción que resultaría del parentesco con Daniel Cassinerio, -segundo grado de afinidad, que no ha negado-, hijo de Raymundo Cassinerio, socio gerente de la fallida, cuando según cierto pronunciamiento judicial que cita, respecto del subadquirente a título oneroso el conocimiento debe demostrarse por el Síndico en forma rigurosa, positiva y convincente. Que las presunciones hacen prueba cuando por su gravedad, número y conexión con el hecho de que se trata, pueden convencer al juez acorde a las reglas de la sana crítica (art. 226 CPCC), lo que no ocurriría en el caso por no estar suficientemente conectada la emergente del parentesco con el hecho impugnado, siendo insuficientes sólo indicios aislados. Ante ello afirma la existencia de causa de la operación, que sería la de inversión; no haber clandestinidad; no ser el precio vil; no configurarse lesión subjetiva, ni desproporción en las prestaciones; y su capacidad patrimonial para adquirir el inmueble. Sobre el perjuicio para la masa de acreedores, le agravia que el aquo le hiciera extensivas las consideraciones respecto de Cassinerio. Que no puede dar fe sobre si éste pagó el precio de la venta, pero está probado el pago que ella realizó, a través de la escritura traslativa de dominio, no mediando prueba que lo contradiga. Su capacidad económica surgiría de que los fondos provendrían de la liquidación de la sociedad conyugal. En cuanto a la insuficiencia que se dice del precio pagado, no puede llevar a considerar simulada la operación, no resultando perjuicio a la masa de acreedores, ya que quien le vendió fue Daniel Cassinerio. Por último invoca que por el art. 1051 C. Civil no pueden extenderse los efectos de la anulación de un acto jurídico a terceros adquirentes de buena fe y a título oneroso, situación que sería la suya, compradora de quien al momento de la venta, era titular registral y se comportaba como dueño, como surgiría de los recibos de alquileres de fs. 76/107. IV) Los agravios de Daniel Cassinerio se circunscriben al pago realizado por él, que dice haberse probado, contrariamente a lo establecido en el fallo, y ello a través de la testimonial de una contadora, que dijera haberlo verificado en los registros contables, lo que no se habría podido comprobar por la pericial contable por culpa de la Sindicatura, al negar la existencia de los libros que oportunamente le habrían sido entregados. De tal manera, y sin perjuicio de las consideraciones que respecto a dicho pago realizaré más adelante, han quedado incontrovertidos los fundamentos del fallo que hacen procedente la declaración de ineficacia de la venta realizada a favor de este adquirente en los términos del art. 119 LCQ, en cuanto a que la venta instrumentada en la escritura del 24.07.96 fue realizada en el período de sospecha, dada la fecha fijada como de inicio de la cesación de pagos, (el 04.05.95), así como que él, como comprador, tenía conocimiento del estado de falencia al momento de contratar, determinado ésto a través de las probanzas rendidas, lo que en manera alguna aquí se cuestiona. En cuanto al pago del precio, el adquirente no ha probado haberlo realizado, como estaba a su cargo y posibilidad hacerlo. En la cuestión no es atendible el agravio que alude a la imposibilidad de realización de la pericia, dado las constancias acompañadas por la Sindicatura en el responde, de las que resultaría la inexistencia de los libros contables objeto de tal prueba; tampoco el que alude a la prueba testimonial, por cuanto si bien en la prueba del pago no es aplicable la restricción del art. 1193 C. Civil -que impide la prueba por testigos, superando determinada cuantía-, al no presentarse recibo, que es la prueba por excelencia del pago, la testimonial debe ser apreciada con criterio riguroso en resguardo de la seguridad jurídica, pues una cosa es la amplitud con que debe admitirse todo género de pruebas y otro el criterio con que debe ser valorada, porque quien puede exigir recibo y no lo ha hecho, debe cargar con las consecuencias de su negligencia (CCCLVdo Tuerto, Z. 91, R. 581; CCCR 1ª, Z. 84, J/293). Y en este aspecto no puede soslayarse el que en la escritura de venta se dijera haberse percibido el precio con anterioridad al acto, circunstancia ésta que conforme doctrina y jurisprudencia permite presumir su inexistencia y referirse a un acto simulado, ya que razonablemente nadie paga todo el precio por una venta que puede o no concretarse posteriormente, y ello unido a otras apuntadas, como el parentesco del comprador con integrantes de la fallida y su propia participación en la misma. Pero, aun en la hipótesis de que pudiera tenerse por acreditado el pago del precio, éste en sí mismo no es obstáculo para la procedencia de la declaración de ineficacia, en tanto ésta sólo tiende a establecer la inoponibilidad del acto a los acreedores, y no su nulidad, por lo que aun siendo el mismo cierto y real, será la venta ineficaz respecto de los acreedores, si se realizó en el período de sospecha, conociendo el otro contratante el listado de cesación de pagos del deudor y causando un perjuicio a aquéllos, perjuicio que la ley presume existente, al imponer al tercero el probar lo contrario. Esto último no se ha producido, y contrariamente el perjuicio resultaría de tratarse de un acto simulado por el cual se sustraería un bien inmueble del activo de la fallida, y eventualmente, de tener por cierto el precio, de representar el mismo tan sólo el 75% del valor resultante de la tasación efectuada. Por todo, la apelación de este codemandado no puede prosperar. Igual suerte ha de correr la de la otra accionada, María Gabriela Peludero. A las consideraciones anteriores, en relación a esta adquirente, se suma el conocimiento que cabe presumir válidamente tuvo de la operatoria de venta anterior, por su parentesco con quien le vendía; el que, al igual que en la anterior venta, se dijera en la escritura haberse pagado antes todo el precio, lo que hace aplicables las consideraciones anteriores sobre los actos simulados; la no demostración de su capacidad económica y por el contrario, la prueba de su inexistencia; la falta de prueba de la razón de la compra; todo lo cual pone de manifiesto su connivencia en lo que constituyera una maniobra fraudulenta para despojar a los acreedores de un bien del activo de la fallida sobre el cual poder hacer efectiva sus acreencias. Los perjuicios para los acreedores, resultarían así del acto mismo irreal, y aún eventualmente -de tener por mera hipótesis por cierta la venta-, del precio que representaría aproximadamente el 67% del valor según tasación. Finalmente hace descartable la aplicación del art. 1051 C. Civil invocada, la inexistencia de la buena fe alegada para ello, emergente de las razones expuestas. A la misma cuestión el vocal doctor Donati dijo: por las mismas razones que invoca el colega preopinante, adhiero a sus conclusiones y voto en idéntico sentido a la segunda cuestión. A la misma cuestión la vocal doctora García dijo: me remito a lo expresado al tratar la primera cuestión. A la tercera cuestión el vocal doctor Serralunga dijo: acorde al resultado de las votaciones precedentes, corresponde rechazar los recursos interpuestos, con costas a los recurrentes (art. 251 CPCC). Los honorarios profesionales en la alzada deben regularse en el 50% de los que correspondieren a primera instancia (art. 19, ley 6767). A la misma cuestión el vocal doctor Donati dijo: el pronunciamiento que corresponde dictar es el que propone el doctor Serralunga, y así voto. A la misma cuestión la vocal doctora García dijo: me remito a lo expresado al tratar la primera cuestión. Por lo que esta Sala Segunda de la Cámara de Apelación en lo Civil y Comercial de Rosario, RESUELVE: rechazar los recursos deducidos, con costas a los recurrentes. Regular los honorarios profesionales en esta instancia en el 50% de los correspondientes a la inferior. Insértese, agréguese copia a los autos y hágase saber. (Autos “PRIMER CENTRO DISTRIBUCIÓN DE COMESTIBLES SRL -QUIEBRA- c/CASSINERIO Daniel y ot. s/ACCIÓN REVOCATORIA CONCURSAL” - Expte. N° 631/2005) JOSÉ MARÍA SERRALUNGA JOSÉ HUMBERTO DONATI Patricia B. Niedfeld S-PRIMER 631 ALICIA GARCÍA (art. 26, ley 10160)