Los Apotegmas de las Madres y los Padres del Desierto

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LOS APOTEGMAS DE LAS MADRES Y LOS PADRES DEL DESIERTO La Colección alfabética Introducción Derwas James Chitty1: Los libros de los ancianos2 Los miles de hombres que se internaron en los desiertos cuando el Imperio romano se convirtió al cristianismo, no buscaban el elogio o la admiración de los hombres. Hubo cristianos en esa primera generación que no se avergonzaron de mirar al movimiento con disgusto -­‐sin mencionar el horror con que lo vieron autores paganos como Eunapio-­‐. Pero para quienes aceptaban el ideal, aunque personalmente no lo siguieran, era inevitable sentirse atraídos por él. Fue también inevitable que los guías del movimiento pusieran por escrito los consejos que daban a sus discípulos, y escribieran incluso tratados sobre la vida monástica. Las siete cartas atribuidas a san Antonio (+ 356) pueden ser razonablemente aceptadas como auténticas, e igualmente las de su sucesor Amonas, a quien se atribuyen también otros breves escritos. Pero es la Vida de Antonio por san Atanasio la que debe ser considerada como la Mente original donde se inicia la literatura monástica, el manifiesto que se difundió en pocos años por todo el mundo romano y que san Gregorio de Nazianzo describiera con razón como “legislación para la vida monástica en forma de relato”. Mientras tanto, en el Egipto superior la Regla pacomiana encontraba su forma literaria en copto (es una de las obras coptas más antiguas), juntamente con escritos homiléticos y cartas. Hacia fines del mismo siglo IV fue escrita en griego la primera Vida de Pacomio y Teodoro, con otra colección de historias sobre Pacomio y una vívida carta del obispo egipcio Amón, que describe, desde el punto de vista de uno que se hallaba desde hacía mucho tiempo instalado en el medio más sofisticado de los alrededores de Alejandría y del Delta, los tres años que pasó en su juventud con la comunidad, bajo Teodoro, en la década del 350. Sobre Escete, ya no se puede considerar el cuerpo principal de los escritos “macarianos” como la obra de uno de los dos Macarios, o de origen egipcio. Pero esto no excluye la posibilidad de que algunas de las producciones literarias que se conservan en griego, siríaco o copto puedan ser rectamente atribuidas a alguno de ellos, o a Moisés, que vivió después. La atribución fue hecha por lo menos a finales del siglo V. Pero el impulso literario más importante llegaría a Egipto desde el exterior. Los Padres capadocios habían recibido el virus, y estaban iniciando la vida ascética, con su literatura propia, en las mesetas de Anatolia. Fue su discípulo Evagrio Póntico quien, primero en Palestina y luego en Egipto, en el silencio de las Celdas de Nitria (recientemente excavadas en parte, muy oportunamente por Guillaumont [+ 2000] y otros), construiría el gran “corpus” de doctrina ascética de los desiertos egipcios, mezclado con especulaciones cósmicas, según el legado de Orígenes, y que después de su muerte traería descrédito a su memoria, oscureciendo sus auténticas realizaciones. 1
Pastor anglicano inglés que nació en 1901 y falleció en 1971. Fue un gran conocedor del monacato oriental
primitivo. Su obra cumbre: El desierto. ¡Una ciudad! (Bilbao, Desclée de Brouwer, 1991 [Biblioteca Catecumenal];
trad. del original: The Desert a City, Oxford 21977) sigue siendo fundamental para el estudio y conocimiento de la
historia y espiritualidad monástica de la primera hora.
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Se reproduce parcialmente el artículo publicado en Cuadernos Monásticos, n. 17 (1971), pp. 19-35; indicamos las
secciones en que se ha suprimido un trozo con la indicación: (…). Se puede ver otra excelente introducción a los
Apotegmas, escrita por Mons. Martín DE ELIZALDE, osb, en: Los dichos de los padres del desierto. Colección
alfabética de los apotegmas, Buenos Aires, Eds. Paulinas, 1986, pp. 5-10 (Col. Orígenes cristianos, 4), en adelante:
Los dichos.
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Desde el mundo latino, Jerónimo y Rufino se instalaron en Palestina y, después de visitar los desiertos egipcios, antes de finalizar el siglo IV, dieron cada cual su contribución a la literatura monástica: Jerónimo, con cartas y las Vidas de Hilarión, Pablo el ermitaño y otros -­‐que fueron al menos buenas obras literarias-­‐, sin contar la traducción gracias a la cual se conservó el único texto sobreviviente de la Regla pacomiana y los escritos anexos (¡tan sólo desearíamos saber cuánta fe puede darse a su vigorosa construcción!). Uno de los discípulos de Rufino en el Monte de los Olivos escribió un relato de su peregrinación en 394 a los monjes de Egipto, principalmente en el Valle del Nilo y el Delta (la Historia monachorum in Aegypto [Historia de los monjes de Egipto]); Rufino la tradujo al latín unos diez años más tarde, tal vez, con correcciones y adiciones que procedían de su conocimiento anterior de esas regiones. Evagrio ya usaba ampliamente las anécdotas para ilustrar su doctrina. Fuera de él, la Historia Monachorum es la primera colección de relatos de los Padres del Desierto. Pero serán los discípulos de Evagrio los principales testigos literarios de la edad de oro de Nitria y Escete. Paladio, en su violento Diálogo sobre la vida de Crisóstomo, escrito mientras estaba desterrado en la Tebaida, da muchos detalles sobre los monjes y sus sufrimientos en manos del patriarca Teófilo. Pero es su madura obra posterior, la Historia Lausíaca, escrita hacia 420, cuando un velo ya habla sido echado sobre la tragedia, la que nos da un cuadro detallado y claro por primera vez de Nitria y las Celdas, principalmente, pero extendiéndose hasta el desierto más alejado de Escete (el Wadi Natrun), por el Nilo hasta Licópolis e incluso Syena, y también Palestina. Escete, principalmente (pero también algunos de los centros monásticos del Delta del Nilo), constituye el marco de las Conferencias de Casiano, quien, escribiendo poco tiempo después de Paladio y tras una ausencia de Egipto de más de veinte años, quiere reproducir la enseñanza de los Padres del desierto y la de su maestro Evagrio, aligerada de sus especulaciones (el nombre de Evagrio no es mencionado siquiera), para las nacientes comunidades de Galia. Las Instituciones, algo anteriores, nos dan valiosa información sobre la vida monástica en otras partes de Egipto y en Palestina. Al mismo tiempo crecía un gran cuerpo de tradición oral, con relatos de los dichos y hechos de la primera generación de monjes -­‐algunos nombres son famosos, otros solamente recordados aquí-­‐, y estas tradiciones debían ser puestas por escrito tarde o temprano, y los recuerdos de las generaciones siguientes se acumularían en torno a ellas. No se limitarían tampoco a Escete y Nitria. Un movimiento fuera de estos centros había comenzado ya en 357, cuando Sisoés encontró que Escete (¿o se trata de Nitria?) se había poblado demasiado, y se mudó a la Montaña interior de Antonio, abandonada desde la muerte del santo y el asesinato de sus dos discípulos. Mas tarde y en el mismo siglo, Silvano y sus discípulos se trasladaron primero al Sinaí y después a su Palestina natal. Esta escuela bien merecería que se le dedicara una monografía. Al finalizar el siglo se produjo la crisis acerca del “origenismo” descrita por Paladio y los demás historiadores. Ta1 vez sea un relato unilateral, el suyo, pero parece que Nitria nunca se recuperó después de esos incidentes. En 407-­‐8 ocurrió la primera gran devastación de Escete (que había sido preponderantemente antiorigenista), en la cual sufrieron el martirio Moisés el etíope y otros, y hubo un éxodo general, aparentemente repetido hacia 434 (y seguido de otro, posiblemente, en el mismo siglo y también hacia 570). Este sería el tiempo naturalmente indicado para la aparición del núcleo en torno al cual debía crecer el cuerpo llamado comúnmente Apophtegmata Patrum término bastante conveniente si no fuera porque la colección está formada en escasamente menor medida por los hechos de los Padres, y no solamente por sus palabras. El término griego con que se la designa es Gerontikon o Paterikon, y es el primero de éstos que me propongo usar. Es una colección en la que no se puede abrir una página sin encontrar algo penetrante 3
para nuestras propias vidas ¡qué humanos eran esos monjes! Sin embargo, a pesar del trabajo hecho en el pasado por Rosweyde y otros, haciéndola accesible en cierta medida a los estudiosos, la colección ha comenzado apenas a ser conocida por el público más vasto que hoy la necesita. Debemos agradecer al P. Guy, a Dom Regnault y a los monjes de Solesmes por habernos dado finalmente (mientras se espera la edición completa de los textos griegos) traducciones francesas que cubren casi todo lo que ha sido conservado3. Estos estudiosos, juntamente con el Profesor Draguet [+ 1980] y otros, y Bousset [+ 1920], en una generación anterior, comenzaron a poner orden en el caos de nuestra comprensión de la naturaleza del Corpus, y pudieron sacar algunas conclusiones sobre el proceso de su formación. El “Corpus” de Apotegmas llega a nosotros en dos formas principales. Parte de una de ellas es la “colección alfabética”, que contiene relatos de los Padres distribuidos de acuerdo a la letra inicial de su nombre. Fue publicada por Cotelier (en el siglo XVII) y reeditada por Migne, Patrologia Graeca 65. (…) Pero el prefacio de esta colección alfabética habla de una colección de historias anónimas que debería encontrarse a continuación. Así se la encuentra en varios manuscritos, uno de los cuales contiene más de 700 piezas. Nau inició la publicación de un manuscrito con esta serie (Coislin. 1261, con 669 piezas), pero fue interrumpido por la guerra de 1914-­‐18, y nunca se completó la publicación. Los monjes de Solesmes nos ofrecen ahora el texto íntegro en traducción francesa, exceptuando algunas piezas, de las cuales se da la referencia a las traducciones existentes. Tal como la conocemos, la colección se extiende al menos hasta el siglo VII, con algunas historias de Anastasio del Sinaí y el relato de la toma de Jerusalén por los persas. (…) Esto nos lleva a la segunda forma de la colección: la sistemática, la cual, aunque no ha sido publicada todavía en griego4, fue editada por Rosweyde (Vitae Patrum V-­‐VI) y de nuevo por Migne, PL 73, cols. 855-­‐1022, en la traducción latina hecha a mediados del siglo VI (la fecha es segura) por Pelagio y Juan. (…) Cada capítulo (de esta colección) se abre con anécdotas de los padres nombrados según el orden alfabético. (…) ¿Dónde podremos encontrar el carácter de la obra? Una colección nostálgica, reunida en base a la tradición oral o por los más ancianos sobrevivientes como Sisoes, de los dichos de la primera generación: Antonio, Macario, Pambo, Pior, Or, etc. No son muchos los nombres que nos sean conocidos por la Historia Monachorum o la Historia Lausíaca. Este número, sin embargo, aumenta a medida que nos acercamos a la devastación de Escete, el Wadi Natrum, y no Nitria, Pernûj, es la fuente original del Gerontikon. Son más numerosas todavía las historias de aquellos que estuvieron en Escete pero se trasladaron luego, cuando la devastación o antes: así tenemos a Juan el corto (Colobos), Arsenio, Agatón, Daniel, Pastor y sus hermanos, y otros más: ninguno de ellos es mencionado por Paladio. Tenemos además a los monjes de Enatón, el monasterio situado en la novena milla de Alejandría y que fue un centro de oposición a Calcedonia (451), a Longino, líder 3
Les Apophthegmes des Pères du Désert. Serie alphabético-anonyme. Introduction et traduction française par JeanClaude GUY [+ 1986], sj, Abbaye de Bellefontaine, 1966 (Coll. Spiritualité Orientale, n° 1). Les Sentences des Pères
du Désert. Recension de Pelage et Jean. Introduction de Dom L. REGNAULT. Traduction de Dom J. DION et Dom
G. OURY, Abbaye Saint-Pierre de Solesmes, 1966. Les Sentences des Peres du Désert. Nouveau recueil.
Apophthegmes inédits ou peu connus, rassembles et présentés por Dom L. REGNAULT [+ 2003] et traduits par les
moines de Solesmes, Abbaye Saint-Pierre de Solesmes, 1970 (contiene el resto del ms. Coislin. 126, editado
parcialmente por Nau, y otras colecciones).
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Chitty no pudo ver la reciente edición crítica del texto griego de esa colección, publicada en Sources chrétiennes,
ns. 387, 474 y 498, Paris, Les Éditions du Cerf, 1993, 2003 y 2005 (en adelante citamos: SCh 387, 474, 498 y la
página correspondiente).
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de esa oposición y a su maestro Lucio, ambos están presentes en la tradición más antigua. (…) ¿Qué obras se citan en el Gerontikon? Las cartas de san Antonio (Antonio 8, 9 y 22), pero no su Vida, que era tal vez demasiado conocida para ser citada. Tampoco las cartas u otros escritos de Amonas ni los de Macario (según creo). Probablemente se citan escritos atribuidos a Moisés; de Evagrio, con frecuencia; de Paladio, una vez al menos: Pambo 8. (…) La Historia Monachorum es citada, pero me parece que no se la encuentra en pasajes comunes a ambas colecciones. Casiano, cuyas obras fueron traducidas al griego muy pronto, es citado muchas veces en pasajes comunes a ambas colecciones. (…) TEXTO5 Prólogo6 1. Se encuentran transcritas en este libro la ascesis virtuosa y la vida admirable, así como las palabras de los santos y bienaventurados padres, para la emulación, la formación y la imitación de aquellos que desean llevar una vida celestial y marchar por el camino que conduce al reino de los cielos. 2. Pues hay que saber que los santos padres, que fueron animadores y maestros de esta vida bienaventurada de los monjes, abrasados por el amor divino y celestial y teniendo por nada todo aquello que, para los hombres, es bello y honroso, se aplicaron a no hacer nada por ostentación. Recorrieron el camino de Dios7 permaneciendo escondidos y ocultando, por un exceso de humildad, sus buenas obras. 3. Por eso es que nadie ha podido describirnos exactamente su vida virtuosa. Los que han dedicado su esfuerzo a este tema se limitaron a poner por escrito algunas de sus hermosas palabras y obras, no para agradar a ellos mismos, por cierto, sino con el propósito de estimular el celo de los que vendrían después. Muchos fueron los que, en diversas épocas, han puesto en forma de relatos, con un estilo simple y sin artificios, las palabras y obras de los santos ancianos, no teniendo más que un solo objetivo: el provecho de muchos. 4. Pero como la narración hecha por muchos resulta confusa y desordenada y crea una dificultad para el lector, que no puede guardar en su memoria lo que está disperso en el libro, hemos llegado a la presentación por orden alfabético. Esta facilita a quienes desean sacar provecho del libro una comprensión más clara y a su alcance. Así pues, lo que se refiere a Antonio, Arsenio, Agatón y a todos aquellos cuyo nombre comienza con alfa, se 5
Traducción de: Mons. Martín DE ELIZALDE, osb, publicada en: Cuadernos Monásticos ns. 33-34 (1975), pp. 235249; n. 40 (1977), pp. 83-119; n. 41 (1977), pp. 217-246. Versión castellana de los apotegmas que se encuentran en la
colección alfabética realizada a partir del texto griego de Cotelier, editado en PG (Patrologia Graeca) 65, siguiendo
su orden, y agregando, cuando corresponde, a continuación de cada Padre, los apotegmas que le son atribuidos en los
manuscritos pero no figuran en esa edición. El texto de estas piezas suplementarias lo publicó J. C. Guy en su obra:
Recherches sur la tradition grecque des Apophthegmata Patrum, Bruxelles, Société des Bollandistes, 1962 (Subsidia
hagiographica, 36). Se ha completado la traducción de Mons. de Elizalde agregando las citas bíblicas, semblanzas de
cada uno de los abba.
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Este prólogo corresponde a un estadio avanzado de “la organización de las grandes colecciones” de apotegmas (SCh
387, p. 27). El título que se encuentra en PG 65,71 A, es: “De la ascesis de los bienaventurados Padres”. Para una
información más amplia sobre el prólogo, cf. SCh 387, pp. 27-31 y PG 65,71-72, notas 1 y 2. Toda la primera parte
del prólogo es idéntica en ambas colecciones (cf. PG 65,72-73). La traducción que reproducimos es la publicada en:
Los dichos, p. 13.
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En la Colección Sistemática griega el texto dice: “según Cristo” (SCh 387, p. 92).
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encuentra en el capítulo Alfa; luego, lo que se trata de Basilio el Grande, Besarión, Benjamín, en el capítulo Beta y continúa así hasta la letra Omega. 5. Habiendo buscado y examinado muchos libros, colocamos al final de los capítulos todo lo que encontramos, para que, recibiendo de todo ello provecho para el alma y regalándonos con las palabras de los padres, más dulces que la miel, vivamos conforme a la vocación que hemos recibido del Señor y así alcancemos su reino. Amén. Letra Alfa ABBA ANTONIO8 1. El santo abba Antonio, mientras vivía en el desierto, cayó en la acedia y se oscurecieron sus pensamientos. Dijo a Dios: “Señor, quiero salvar mi alma, pero los pensamientos no me dejan. ¿Qué he de hacer en mi aflicción? ¿Cómo me salvaré?”. Poco después, cuando se levantaba para irse, vio Antonio a un hombre como él, trabajando sentado, que se levantaba de su trabajo para orar, y se sentaba de nuevo para trenzar una cuerda, y se alzaba para orar, y era un ángel del Señor, enviado para corregir y consolar a Antonio. Y oyó al ángel que le decía: “Haz esto y serás salvo”. Al oír estas palabras sintió mucha alegría y fuerza, y obrando de esa manera se salvó. 2. El mismo abba Antonio, investigando la profundidad de los juicios de Dios, rogó diciendo: “Señor, ¿por qué mueren algunos tras una vida corta y otros llegan a extrema vejez? ¿Por qué algunos son pobres y otros ricos? ¿Por qué los injustos se enriquecen y los justos pasan necesidad?”. Entonces vino hasta él una voz que le respondió: “Antonio, ocúpate de ti mismo, pues eso es el juicio de Dios, y nada te aprovecha el saberlo”. 3. Uno interrogó a abba Antonio, diciendo: “¿Qué debo observar para agradar a Dios?”. El anciano le respondió diciendo: “Guarda esto que te mando: adondequiera que vayas, lleva a Dios ante tus ojos; y cualquier cosa que hagas, toma un testimonio de las Sagradas Escrituras; y cualquiera sea el lugar que habitas no lo abandones prontamente. Observa estas tres cosas y te salvarás”. 4. Dijo abba Antonio a abba Pastor: “Este es el gran esfuerzo del hombre: poner su culpa ante Dios, y estar preparado para la tentación hasta el último suspiro”. S. Dijo el mismo: “El que no ha sido tentado no puede entrar en el Reino de los cielos. En efecto, suprime las tentaciones -­‐dijo-­‐ y nadie se salvará”. 6. Preguntó abba Pambo a abba Antonio: “¿Qué debo hacer?”. Le respondió el anciano: “No confíes en tu justicia, ni te preocupes por las cosas del pasado, y guarda tu lengua y tu vientre”. 8
“El lugar de san Antonio en la colección es una consecuencia de su nombre, pero ciertamente corresponde al rol
excepcional que tuvo como cabeza de todos los monjes cristianos. Su vida (251-356) y su fisonomía non son
conocidas sobre todo por la célebre obra que le consagró san Atanasio. Los apotegmas aportan algunos rasgos
interesantes que para nada contradicen el relato del obispo de Alejandría, sino que colocan felizmente al Padre de los
monjes en medio de otros ancianos de su tiempo, sus émulos en la imitación y la búsqueda de Cristo en el desierto.
Se advertirá que el apotegma nº 10 es un extracto de la Vida de Antonio (85,3; SCh 400, p. 354) y que los números 8
(Carta 4,11), 9 (Carta 4,9) y 22 (Carta 1,3) provienen de las cartas de Antonio” (Les Sentences des Pères du désert.
Collection alphabétique. Traduite et présentée par Dom Lucien Regnault, moine de Solesmes, Solesmes, Abbaye
Saint-Pierre de Solesmes, 1981, p. 13 [en adelante: Sentences]).
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7. Dijo abba Antonio: “Vi todas las trampas del enemigo extendidas sobre la tierra y dije gimiendo: ¿quién podrá pasar por ellas? Y oí una voz que me respondía: la humildad”. 8. Dijo también: “Algunos hay que afligieron sus cuerpos con la ascesis, y porque les faltó discernimiento, se alejaron de Dios”. 9. Dijo también: “La vida y la muerte dependen del prójimo. Porque si ganamos al hermano, ganamos a Dios, y si escandalizamos al hermano, pecamos contra Cristo”. 10. Dijo también: “Como los peces mueren si permanecen mucho tiempo fuera del agua, de la misma manera los monjes que se demoran fuera de la celda o se entretienen con seculares, se relaja la intensidad de su tranquilidad interior (hesyquía). Es necesario que, como los peces del mar, nos apresuremos nosotros a ir a nuestra celda, para evitar que, por demorarnos en el exterior, olvidemos la custodia interior”. 11. Dijo también: “El que permanece en la hesyquía en el desierto, se ve libre de tres combates: del oído, de la palabra y de la vista. Tiene sólo uno: el de la fornicación”. 12. Unos hermanos fueron adonde estaba abba Antonio, para comunicarle las visiones que tenían, y para aprender de él si eran verdaderas o procedían de los demonios. Tenían un asno, que había muerto en el camino. Cuando llegaron a la presencia del anciano, anticipándose, éste les dijo: “¿Por qué murió el pequeño asno en el camino?”. Le dijeron: “¿Cómo lo sabes abba?”. Les respondió: “Me lo mostraron los demonios”. Le dijeron: “Por eso veníamos nosotros a preguntar, porque vemos visiones y muchas de ellas son veraces, y no queremos equivocarnos”. Los convenció el anciano con el ejemplo del asno, que esas visiones procedían de los demonios. 13. Un hombre que estaba cazando animales salvajes en el desierto, vio a abba Antonio que se recreaba con los hermanos y se escandalizó. Deseando mostrarle el anciano que es necesario a veces condescender con los hermanos, le dijo: “Pon una flecha en tu arco y estíralo”. Y así lo hizo. Le dijo: “Estíralo más”. Y lo estiró. Le dijo nuevamente: “Estíralo”. Le respondió el cazador: “Si estiro más de la medida, se romperá el arco”. Le dijo el anciano: “Pues así es también en la obra de Dios: si exigimos de los hermanos más de la medida, se romperán pronto. Es preciso pues de vez en cuando condescender con las necesidades de los hermanos”. Vio estas cosas el cazador y se llenó de compunción. Se retiró muy edificado por el anciano. Los hermanos regresaron también, fortalecidos, a sus lugares. 14. Oyó hablar abba Antonio de un joven monje, que había hecho un milagro estando en camino. Porque vio a unos ancianos que viajaban y estaban fatigados, y ordenó a unos onagros que se acercaran y los llevaran hasta la celda de Antonio. Los ancianos se lo contaron a abba Antonio, el cual les dijo: “Me parece que este monje es como un navío cargado de bienes, pero no sé si llegará a puerto”. Y después de un tiempo, comenzó de repente abba Antonio a llorar, a arrancarse los cabellos y a lamentarse. Le dijeron sus discípulos: “Por qué lloras, padre?”. Les respondió el anciano: “Acaba de caer una gran columna de la Iglesia (se refería al joven monje). Pero vayan -­‐les dijo-­‐, adonde está él, y averigüen qué sucedió”. Fueron los discípulos y vieron al monje sentado sobre una estera, llorando el pecado que había cometido. Al ver a los discípulos del anciano les dijo: “Digan al anciano que le pida a Dios me conceda diez días solamente, y espero dar satisfacción”. Pero en el plazo de cinco días murió. 15. Un monje fue alabado por los hermanos en presencia de abba Antonio. Cuando éste 7
lo recibió, lo probó para saber si soportaba la injuria, y viendo que no la soportaba, le dijo: “Pareces una aldea muy adornada en su frente, pero que los ladrones saquean por detrás”. 16. Dijo un hermano a abba Antonio: “Ruega por mí”. Le dijo el anciano: “No tendré misericordia de ti, ni la tendrá Dios, si tú mismo no te esfuerzas y pides a Dios”. 17. Fueron unos ancianos adonde estaba abba Antonio, e iba con ellos abba José. Los quiso probar el anciano y les propuso un pasaje de la Escritura preguntándoles su sentido, comenzando por los menores y uno a uno respondían según su capacidad. A cada uno de ellos decía el anciano: “No lo has encontrado todavía”. Por último, le preguntó a abba José: “¿Qué dices tú acerca de esta palabra?”. Respondió: “No sé”. Dijo abba Antonio: «Abba José encontró el camino, pues dijo: “No sé”». 18. Unos hermanos fueron desde Escete para ver a abba Antonio, y al subir a una nave para dirigirse hasta él, hallaron un anciano que también quería ir. Los hermanos no lo conocían. Sentados entonces en la nave hablaban de las palabras de los Padres y de las Escrituras, y después, acerca de su trabajo manual. El anciano callaba. Cuando llegaron al puerto supieron que el anciano iba también a visitar a abba Antonio. Cuando llegaron adonde estaba él, les dijo (abba Antonio): “Tuvieron buena compañía, este anciano”. Dijo después al anciano: “Encontraste buenos hermanos, padre”. El anciano respondió: “Buenos son, en efecto, pero su casa no tiene puerta, y el que lo desee puede entrar en el establo y desatar el asno”. Decía esto porque hablaban lo que les venía a la boca. 19. Fueron unos hermanos adonde estaba abba Antonio y le dijeron: “Dinos una palabra: ¿qué debemos hacer para salvarnos?”. El anciano les dijo: “¿Oyeron la Escritura? Pues eso es bueno para ustedes”. Le dijeron ellos: “Pero queremos escucharlo de ti, padre”. Les dijo el anciano: “El Evangelio dice: Si alguien te golpea en la mejilla derecha, ofrécele también la otra (Mt 5,39)”. Le respondieron: “No podemos hacer esto”. Les dijo el anciano: “Si no pueden ofrecer la otra mejilla, al menos soporten que los golpeen en una”. Le dijeron: “Tampoco podemos esto”. Dijo el anciano: “Si no pueden esto, no devuelvan el mal que recibieron”. Respondieron: “Tampoco podemos hacer esto”. Dijo entonces el anciano a su discípulo: “Prepárales una papilla, porque están enfermos. Si no pueden hacer esto, ni quieren hacer lo otro, ¿qué puedo hacer yo por ustedes? Necesitan oraciones”. 20. Un hermano que había renunciado al mundo y dado sus bienes a los pobres, había, sin embargo, conservado algo para sí. Fue a ver a abba Antonio. Enterado de todo ello, le dijo el anciano: “Si quieres llegar a ser monje, ve a esa aldea, compra carne y ponla sobre tu cuerpo desnudo y vuelve aquí”. Así lo hizo el hermano, y los perros y las aves lo lastimaban. Fue adonde estaba el anciano, quien le preguntó si había hecho lo que le había aconsejado. Cuando le hubo mostrado su cuerpo herido, le dijo el santo abba Antonio: “Los que renunciaron al mundo y quieren poseer riquezas, son despedazados así por los ataques de los demonios”. 21. Fue tentado un hermano en el cenobio de abba Elías. Expulsado de allí fue al monte donde estaba abba Antonio. Permaneció el hermano con él durante algún tiempo, y le envió después al cenobio del que había salido. Cuando lo vieron los hermanos, lo expulsaron de nuevo. Volvió el hermano a abba Antonio, diciendo: “No quisieron recibirme, padre”. Lo envió de nuevo el anciano diciendo: “La nave naufragó en el mar, perdió la carga y apenas si pudo salvarse llegando a tierra; pero ustedes quieren hundir aquello que logró salvarse en tierra”. Ellos, al oír que lo enviaba abba Antonio, lo 8
recibieron en seguida. 22. Dijo abba Antonio: «Pienso que el cuerpo tiene un movimiento natural, adaptado a él, pero que no actúa si no lo quiere el alma; indica solamente en el cuerpo un movimiento sin pasión. Pero hay otro movimiento, que proviene de la alimentación y del abrigo del cuerpo por la comida y la bebida; es así que el calor de la sangre excita el cuerpo para la acción. Por ello dice el Apóstol: “No se embriaguen con vino, en el que está la impureza (Ef 5,18)”. Y también el Señor en el Evangelio amonesta a los discípulos diciendo: “Miren que no se entorpezcan sus corazones con la crápula y la ebriedad (Lc 21,34)”. Hay todavía otro movimiento para los que combaten, que procede de las trampas y la envidia de los demonios. Hay que saber, por tanto, que hay tres movimientos del cuerpo: uno es natural, el segundo viene de la abundancia de alimentos, el tercero viene de los demonios». 23. Dijo también: “Dios no permite que esta generación sea atacada como la de los antiguos, pues sabe que es débil y no puede resistir”. 24. Le fue revelado a abba Antonio en el desierto: “En la ciudad hay un hombre semejante a ti, de profesión médico, que da lo superfluo a los necesitados y todos los días canta el trisagio con los ángeles”. 25. Dijo abba Antonio: «Viene el tiempo en que se enloquecerán los hombres, y cuando vean a uno que no está loco, se volverán contra él, diciendo: “Estás loco”, porque no es semejante a ellos». 26. Fueron algunos hermanos a abba Antonio, y le dijeron una palabra del Levítico. Salió el anciano al desierto, y lo siguió ocultamente abba Amonas, que conocía sus costumbres. Y alejándose, el anciano, puesto de pie para la oración, exclamó con voz fuerte: “Oh, Dios, envía a Moisés para que me explique esta palabra”. Y llegó una voz que conversó con él. Dijo abba Amonas que él oyó la voz que conversaba con el anciano, pero no comprendió el alcance de esas palabras. 27. Tres padres tenían la costumbre de ir cada año a ver a abba Antonio y mientras dos lo interrogaban acerca de los pensamientos y la salvación del alma, el tercero callaba absolutamente y nada preguntaba. Después de mucho tiempo, le dijo abba Antonio: “Vienes desde hace tiempo y no me preguntas nada”. Le respondió diciendo: “Abba, me basta con verte”. 28. Decían que uno de los ancianos rogó a Dios le concediese ver a los Padres, y los vio, excepto a abba Antonio. Le dijo al que se lo mostraba: “¿Dónde está abba Antonio?”. Le respondió: “En el mismo lugar en que está Dios, allí está”. 29. Un hermano en el cenobio fue acusado calumniosamente de fornicación, y levantándose fue adonde estaba abba Antonio. Los hermanos del cenobio fueron también para curarlo y llevarlo consigo, y trataron de convencerlo que había hecho aquello. Él, por el contrario, afirmaba: “No lo hice”. Estaba allí abba Pafnucio Céfalas, quien les dijo esta parábola: “Vi en el borde del río a un hombre, hundido en el fango hasta las rodillas, y fueron unos para darle la mano, y lo hundieron hasta el cuello”. Y les dijo abba Antonio acerca de abba Pafnucio: “Este es un hombre veraz, capaz de curar a las almas y salvarlas”. Movidos a arrepentimiento por las palabras de los ancianos, hicieron la metanía al hermano. Y amonestados por los Padres, recibieron al hermano en el cenobio. 9
30. Decíase de abba Antonio que llegó a ser pneumatóforo (portador del Espíritu Santo), pero que no quería hablar a causa de los hombres. En efecto, reveló lo que acontecía en el mundo y lo que había de venir. 31. Recibió abba Antonio una carta del emperador Constancio, invitándolo a ir a Constantinopla, y reflexionaba acerca de lo que debía hacer. Le preguntó a abba Pablo, su discípulo: “¿Debo ir?”. Y le respondió: “Si vas, te llamarás Antonio; si no vas, te llamarás abba Antonio”. 32. Dijo abba Antonio: “Ya no temo a Dios, sino que lo amo. En efecto, el amor expulsa el temor (1 J 4,18)”. 33. Dijo el mismo: “Deben tener siempre ante los ojos el temor de Dios. Acuérdense de quien da la muerte y la vida (cf. 1 S 2,6). Tengan odio al mundo y a todo lo que está en él. Renuncien a esta vida, para vivir para Dios. Recuerden lo que prometieron a Dios; eso es lo que se les pedirá en el día del juicio. Sufran el hambre, la sed, la desnudez, las vigilias; entristézcanse y lloren, giman en sus corazones; prueben si son dignos de Dios; desprecien la carne, para salvar sus almas”. 34. Visitó abba Antonio a abba Amún en la montaña de Nitria, y cuando se hubieron encontrado, le dijo abba Amún: “Ya que el número de los hermanos se ha multiplicado gracias a tus oraciones, y algunos de ellos desean construirse celdas retiradas para vivir en el recogimiento (hesiquía), ¿a qué distancia de las actuales dispones que se edifiquen esas celdas?”. Le dijo: “Comeremos a la novena hora, y saldremos a recorrer el desierto para reconocer el lugar”. Cuando hubieron marchado por el desierto hasta la puesta del sol, abba Antonio dijo: “Oremos, y plantemos una cruz, para que construyan aquí los que lo que desean. Así los hermanos que vengan de allá para ver a los que están aquí, lo harán después de tomar una ligera refección a la hora novena, y los encontrarán en este momento. Lo mismo los que vayan de aquí para allá, se conserven de este modo sin distracción en las visitas mutuas”. La distancia es de doce millas. 35. Dijo abba Antonio: “El que trabaja un bloque de hierro, observa primero en su pensamiento lo que desea hacer: una hoz, una espada o un hacha. De la misma manera, nosotros debemos pensar qué virtud buscamos, para no esforzarnos en vano”. 36. También dijo: “La obediencia y la continencia someten las fieras a los hombres”. 37. Dijo también: «Conozco monjes que cayeron después de haber soportado mucho, y que llegaron al orgullo del alma porque esperaron en sus obras y desconocieron el mandato que dice: “Interroga a tu padre y él te enseñará (Dt 32,7)”». 38. Dijo también: “El monje debería manifestar confiadamente a los ancianos, si fuera posible, cuántos pasos hace o cuántas gotas de agua bebe en su celda, para no tropezar en ello”. ABBA ARSENIO9 9
“Procedente de una familia noble, Arsenio nació en Roma en la época de la muerte de san Antonio. Ejerció
importantes funciones en la corte imperial de Constantinopla y, tal vez, fue preceptor de los futuros emperadores
Arcadio y Honorio. En 394, huyó del mundo y sus honores, llegó secretamente a Egipto y se hizo monje en Escete,
junto a Juan Colobos. Después de vivir por algún tiempo en Petra y en Canope de Alejandría, dejó definitivamente
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1. Cuando abba Arsenio estaba todavía en el palacio, oró al Señor diciendo: “Señor, dirígeme por el camino de la salvación”. Y llegó hasta él una voz que le dijo: “Arsenio, huye de los hombres y serás salvo”. 2. Habiéndose retirado el mismo a la vida solitaria, oró de nuevo diciendo idénticas palabras (cf. Mt 26,44). Y oyó una voz que le decía: “Arsenio, huye, calla, recógete (hesicaze), porque estas son las raíces de la impecabilidad”. 3. Los demonios rodearon a abba Arsenio, que estaba en su celda, y lo hostigaban. Llegaron los que asistían al anciano y, permaneciendo fuera de la celda, lo oyeron clamar a Dios con estas palabras: “Oh, Dios, no me abandones; nada bueno he hecho en tu presencia, pero concédeme según tu bondad que lo pueda comenzar”. 4. Decían del mismo, que así como ninguno en la corte se vestía mejor que él, ninguno llevaba ropas más vulgares en la iglesia. 5. Alguien dijo al bienaventurado Arsenio: “¿Cómo, es que nosotros no tenemos nada, con toda nuestra educación y sabiduría, mientras que estos campesinos y egipcios adquieren tantas virtudes?”. Le respondió abba Arsenio: “Nosotros no sacamos nada de nuestra educación secular, pero estos campesinos y egipcios adquieren las virtudes por sus trabajos”. 6. Interrogaba una vez abba Arsenio sobre sus propios pensamientos a un anciano egipcio. Uno que lo vio, le dijo: “Abba Arsenio, ¿cómo tú, que has recibido semejante educación romana y griega, interrogas a este rústico acerca de tus pensamientos?”. Le respondió: “Aprendí las ciencias romanas y griegas, pero todavía no aprendí el alfabeto de este rústico”. 7. Fue una vez el bienaventurado arzobispo Teófilo con un notable a visitar a abba Arsenio, e interrogaba al anciano para oír de él una palabra. Después de callar por un corto tiempo, respondió: “¿Observarán lo que les diga?”. Ellos prometieron que lo guardarían. Les dijo entonces el anciano: “Adonde oigan que está Arsenio no se acerquen”. 8. Deseando otra vez encontrarse el arzobispo con él, envió a preguntarle si le abriría el anciano. Le dio esta respuesta: “Si vienes, te abriré. Pero si abro para ti, abriré a todos, y entonces no permaneceré ya aquí”. Al oír esto dijo el arzobispo: “Si voy allí para expulsarlo, no iré más a verlo”. 9. Pidió un hermano a abba Arsenio que le hiciera oír una palabra. El anciano le dijo: “En cuanto de ti dependa, esfuérzate para que tu trabajo interior sea de acuerdo a Dios, y vencerás las pasiones exteriores”. 10. Dijo también: “Si buscamos a Dios, Él se manifestará a nosotros; y si lo retenemos, permanecerá con nosotros”. 11. Alguien dijo a abba Arsenio: “Mis pensamientos me afligen, diciéndome: No puedes ayunar ni trabajar; visita al menos a los enfermos: también esto es caridad”. El anciano, Escete en el momento de la devastación del 434 y pasó los últimos años de su vida en Troe, actualmente Toura, a
unos quince kilómetros al sudeste del Cairo” (Sentences, p. 23).
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conociendo que era semilla sembrada por los demonios, le dijo: “Ve, come, bebe, duerme y no trabajes; pero no salgas de la celda”. Porque sabía que la paciencia de la celda lleva al monje a observar su orden. 12. Decía abba Arsenio, que el monje peregrino en una región extranjera no debe inmiscuirse en nada, y así tendrá el descanso. 13. Dijo abba Marcos a abba Arsenio: “¿Por qué huyes de nosotros?”. Le respondió el anciano: “Dios sabe que los amo, pero no puedo estar con Dios y con los hombres. Los millares y miríadas celestiales tienen una sola voluntad, pero los hombres muchas. No puedo entonces abandonar a Dios para estar con los hombres”. 14. Abba Daniel decía acerca de abba Arsenio, que pasaba la noche entera sin dormir, y cuando, al amanecer, la naturaleza lo obligaba a acostarse, decía al sueño: “Ven, servidor malo”. Sentado, tomaba entonces, un corto sueño, y se levantaba en seguida. 15. Decía abba Arsenio que es suficiente para el monje dormir una hora, si es luchador. 16. Contaban los ancianos que un día distribuyeron en Escete unos higos secos. Como eran de poco valor, no le mandaron a abba Arsenio, para que no se ofendiese. El anciano, al saber lo sucedido, no acudió a la sinaxis, diciendo: “Me han excomulgado al no mandarme la eulogia que Dios envió a los hermanos, y que yo no fui digno de recibir”. Lo supieron todos y aprovecharon (sus almas) por la humildad del anciano. El presbítero le llevó entonces los higos secos, y lo trajo con alegría a la sinaxis. 17. Decía abba Daniel: “Permaneció con nosotros durante muchos años, y cada año le dábamos un canasto de trigo, y cuando lo íbamos a visitar comíamos de él”. 18. Decía también acerca del mismo abba Arsenio, que no cambiaba el agua de las palmas más que una vez al año, y para el resto solamente agregaba. Trenzaba una cuerda y tejía hasta la hora sexta. Los ancianos le suplicaron: “¿Por qué no cambias el agua de las palmas, que huele mal?”. Él les dijo: “Es necesario que en lugar de los perfumes y aromas que utilizaba en el mundo, soporte este mal olor”. 19. Decía también (abba Daniel) que cuando (abba Arsenio) oía que todas las clases de frutas estaban ya maduras, decía: “Tráiganmelas”, y tomaba una sola vez y un poquito de cada una, dando gracias a Dios. 20. Cayó una vez enfermo en Escete abba Arsenio. Le faltaba hasta un pedazo de tela de lino, y como no tenía con qué comprarlo, lo recibió de otro por caridad, y dijo: “Gracias te doy, Señor, porque me hiciste digno de recibir la caridad en tu Nombre”. 21. Decían que la distancia hasta su celda era de veintidós millas. No salía prontamente de ella, pues otros lo servían. Cuando fue devastada Escete, salió llorando y dijo: “El mundo ha perdido a Roma y los monjes a Escete”. 22. Preguntó abba Marcos a abba Arsenio: “¿Es bueno no tener consolación en la celda? Porque vi un hermano que tenía unas legumbres y las estaba arrancando”. Le respondió abba Arsenio: “Es bueno, pero según las fuerzas del hombre. Porque si no tiene fuerza para semejante práctica, pronto plantará otras”. 23. Abba Daniel, discípulo de abba Arsenio, relataba lo siguiente: “Estaba junto a abba 12
Alejandro, el cual, vencido por el dolor, se acostó mirando hacia arriba, a causa del dolor. El bienaventurado Arsenio llegó para hablar con él, y lo vio acostado. Mientras conversaban, le dijo: “¿Quién era el secular que he visto aquí?”. Le dijo abba Alejandro: “¿Dónde le viste?”. Respondió: “Cuando bajaba de la montaña, miré hacia la gruta y vi a alguien acostado y mirando hacia arriba”. Entonces, postrándose, le dijo: “Perdóname, era yo, porque el dolor se había apoderado de mí”. Le dijo el anciano: “¿Eras tú, entonces? Está bien. Yo supuse que era un secular, por eso preguntaba”. 24. Dijo otra vez abba Arsenio a abba Alejandro: “Cuando hayas terminado de cortar tus ramas de palmera, ven a comer conmigo, pero si llegaran huéspedes, come con ellos”. Abba Alejandro trabajaba lentamente y con cuidado. Cuando llegó la hora, tenía todavía palmas, y queriendo cumplir la orden del anciano, esperó hasta concluir el trabajo. Abba Arsenio, al ver que se demoraba, comió, pensando que habían llegado visitantes (a su celda). Abba Alejandro, cuando hubo terminado su trabajo, hacia el atardecer, se puso en camino. Le dijo el anciano: “¿Tuviste visitas?”. Respondió: “No”; le dijo: “¿Por qué no viniste, entonces?”. Contestó: “Porque tú me dijiste: Cuando termines de cortar tus palmas, ven. Por guardar tu palabra no he venido hasta ahora, que terminé”. Se admiró el anciano de su exactitud, y le dijo: “Rompe el ayuno, pronto, para recitar el Oficio, y bebe tu ración de agua; de lo contrario pronto estará enfermo tu cuerpo”. 25. Llegó una vez abba Arsenio a un lugar en el que había cañas, que el viento agitaba. Dijo entonces el anciano a los hermanos. “¿Qué es este movimiento?”. Le respondieron: “Son cañas”. Les dijo el anciano: “Si uno permanece en la hesiquía y oye el canto de un pajarillo, ya no tiene el corazón la misma tranquilidad. Cuanto más ustedes, que tienen el movimiento de estas cañas”. 26. Contaba abba Daniel que unos hermanos que se dirigían a la Tebaida en busca de lino, dijeron: “Aprovechemos la ocasión para visitar a abba Arsenio”. Abba Alejandro dijo entonces al anciano: “Hermanos que vienen de Alejandría desean verte”. Le dijo el anciano: “Pregúntales por qué razón han venido”. Supo que iban a la Tebaida a buscar lino y se lo dijo al anciano. Dijo éste: “En verdad, no verán el rostro de Arsenio, pues no han venido por mí, sino por su trabajo. Hazlos descansar y despídelos en paz, diciéndoles que el anciano no los puede recibir”. 27. Fue un hermano a la celda de abba Arsenio en Escete, y mientras esperaba a la puerta, vio al anciano todo como de fuego -­‐era el hermano digno de ver esto-­‐. Cuando llamó, salió el anciano, y vio al hermano que estaba sorprendido. Le dijo: “¿Hace mucho que estás llamando? ¿Has visto acaso algo?”. Le respondió: “No”. Y después de hablar con él, lo despidió. 28. Mientras abba Arsenio vivía en Canopo, vino desde Roma para verlo una virgen de familia senatorial, muy rica y temerosa de Dios. Fue recibida por Teófilo, el arzobispo, al cual rogó que convenciera al anciano para que la recibiera. Acudió adonde él estaba y lo invitó, diciendo: “Una mujer, de rango senatorial, ha venido desde Roma y desea verte”. Pero el anciano no accedió a ir a su encuentro. Cuando se lo dijeron a ella, mandó ensillar los asnos, diciendo: “Confío en Dios que lo he de ver. No he venido a ver un hombre, porque hay muchos hombres en nuestra ciudad; he venido a ver a un profeta”. Al llegar cerca de la celda del anciano, se encontró con él, que estaba fuera de la celda por divina disposición. Cuando lo vio, ella se prosternó a sus pies. Pero él la levantó airado y, mirándola, le dijo: “Si quieres ver mi rostro, míralo aquí”. Ella, en cambio, no miraba su cara por vergüenza. Le dijo el anciano: “¿No habías oído acerca de mi ocupación? Debías haberlo tenido en cuenta. ¿Cómo osaste emprender semejante 13
travesía? ¿No sabes acaso que eres mujer, y que no conviene que vayas a cualquier sitio? ¿O es que, cuando vuelvas a Roma, dirás a las demás mujeres: He visto a Arsenio, y se convertirá el mar en camino para las mujeres que vendrán hasta mí?”. Dijo ella: “Si el Señor lo quiere, no permitiré que venga nadie. Pero ruega por mí y recuérdame siempre”. Él le respondió: “Pido a Dios que borre tu recuerdo de mi corazón”. Al oír esto, ella se retiró conmovida. Llegó a la ciudad y por la tarde cayó con fiebre. Mandó decir al bienaventurado Teófilo, el arzobispo, que estaba enferma. Acudió él donde se encontraba la mujer, y le pedía que le dijese la causa de su enfermedad. Le respondió: “Ojalá no hubiese venido nunca. Porque le pedí al anciano: Acuérdate de mí, y me respondió: Pido a Dios que borre tu recuerdo de mi corazón. Entonces yo muero de tristeza”. Le dijo el arzobispo: “¿No sabes que eres mujer, y que por medio de las mujeres ataca el enemigo a los santos? Por eso el anciano habló de esa manera. Por tu alma, empero, rezará siempre”. De este modo curó su pensamiento, y ella volvió a su casa con alegría. 29. Contaba abba Daniel acerca de abba Arsenio que una vez fue donde él un magistrado, para llevarle el testamento de un senador de su familia, que le había dejado una cuantiosa herencia. Lo tomó y quiso desgarrarlo. El magistrado se echó a sus pies, diciendo: “Te ruego que no lo desgarres, porque me cortarán la cabeza”. Le dijo abba Arsenio: “Éste ha muerto ahora, yo he muerto antes que él”. Le devolvió el testamento y no quiso recibir nada. 30. Decían de él que, la tarde del sábado, al comenzar el domingo, dejaba el sol a su espalda y extendía sus manos hacia el cielo, en oración, hasta que nuevamente el sol iluminaba su rostro. Entonces, se sentaba. 31. Decían de abba Arsenio y de abba Teodoro de Ferme, que odiaban la gloria de los hombres más que los demás. Pues mientras abba Arsenio no veía fácilmente a nadie, abba Teodoro los veía, pero era como una espada. 32. Cuando abba Arsenio habitaba en las regiones inferiores, fue tentado y pensó abandonar la celda. Sin tomar nada de lo suyo, se dirigió adonde estaban sus discípulos Alejandro y Zoilo, de Farán. Dijo a Alejandro: “Levántate y sube a la nave”. Así lo hizo. Dijo a Zoilo: “Acompáñame hasta el río y busca una nave que me lleve hasta Alejandría; después embárcate tú también y ve hasta donde esté tu hermano”. Zoilo, preocupado por estas palabras, guardó silencio. Se separaron. Cuando el anciano llegó a la región de Alejandría enfermó gravemente. Sus discípulos se decían: “Acaso uno de nosotros ha entristecido al anciano, y por esto se ha alejado de nosotros” Pero no encontraban nada en ellos, ni una desobediencia. Cuando el anciano curó, dijo: “Iré a ver a mis padres”. Navegó hasta Petra, donde estaban sus discípulos. Estaba cerca del río cuando una esclava etíope tocó su melota. El anciano la reprendió, pero ella le dijo: “Si eres monje, vete a la montaña”. En esto, llegaron adonde él estaba Alejandro y Zoilo. Cuando ellos se echaron a sus pies, también se prosternó el anciano ante ellos, y lloraban todos. Les dijo el anciano: “¿No supieron que estuve erfermo?”. Respondieron: “Sí”. Les dijo el anciano: “¿Y por qué no vinieron a verme?”. Abba Alejandro le respondió: “Tu alejamiento de nosotros no fue provechoso, y no benefició a muchos, que decían: Si no hubieran desobedecido al anciano, no se habría alejado de ellos”. Les dijo: «De nuevo dirán los hombres: “No encontró la paloma reposo para sus pies, y volvió a Noé, al Arca” (Gn 8,9). De este modo se reconciliaron, y él permaneció con ellos hasta la muerte. 33. Dijo abba Daniel: «Abba Arsenio nos contó, como tratándose de otro, pero en realidad se trataba de él, que estando un anciano en su celda, le llegó una voz que le dijo: 14
“Ven, y te mostraré los trabajos de los hombres”. Se levantó y fue con él. Lo llevó a cierto lugar donde vio un negro cortando leña para formar un haz grande. Quería llevarlo, pero no podía, y en lugar de quitar algunos leños, seguía cortando y lo agregaba al haz. Hizo esto muchas veces. Avanzando otro poco le mostró un hombre que estaba junto a un lago, del que sacaba agua y la echaba en un recipiente agujereado, y el agua volvía al lago. Después le dijo: “Ven, te mostraré otra cosa”. Y vio un templo y dos hombres montados a caballo y llevando un tirante de madera atravesado, el uno frente al otro, que intentaban pasar por la puerta, pero no podían, porque estaba atravesada la madera. Ninguno de ellos quiso ponerse atrás del otro, para llevar derecho el madero, y por eso quedaron fuera de la puerta. “Estos son, le dijo, los que llevan con soberbia el yugo de la justicia, y no se humillaron para corregirse y marchar por el camino humilde de Cristo; por eso, permanecen fuera del Reino de Dios. El que cortaba leña es un hombre lleno de pecados, que, en lugar de arrepentirse, agrega más iniquidades sobre sus pecados. Y el que sacaba agua, es un hombre que hace obras buenas, pero mezcladas con las malas, y por eso pierde también sus buenas obras. Es necesario que todo hombre vigile sobre su trabajo, para no esforzarse en vano”». 34. Contaba el mismo que cierto día vinieron algunos padres desde Alejandría para ver a abba Arsenio. Uno de ellos era tío de Timoteo el anciano, arzobispo de Alejandría, llamado el pobre, y traía consigo a uno de sus sobrinos. Estaba enfermo el anciano y no quiso recibirlos, para que no vinieran también otros y lo molestasen. Se encontraba entonces en Petra de Troe. Ellos se volvieron afligidos. Mas hubo una invasión de los bárbaros y él fue a habitar en la región inferior (del Nilo). Cuando supieron, volvieron a visitarle y el anciano los recibió con alegría. Un hermano que estaba con ellos le dijo: “¿Sabes, abba, que fuimos hasta Troe para estar contigo y no nos recibiste?”. Respondió el anciano. “Ustedes han comido pan y bebido agua; pero yo, hijo, en verdad que no he probado pan ni agua, ni me he sentado, para castigarme, hasta que pensé que habían llegado de regreso a su casa, porque se habían fatigado por mí. Perdónenme, hermanos”. Y se fueron consolados. 35. Decía el mismo: «Me llamó un día abba Arsenio y me dijo: “Conforta a tu padre, para que cuando vayas al Señor, él a su vez te conforte a ti, y tú te encuentres bien”». 36. Contaban de abba Arsenio que cuando estaba enfermo en Escete, el presbítero lo llevó a la iglesia y lo hizo acostar sobre un colchón con una pequeña almohada bajo la cabeza. Uno de los ancianos que fue a visitarlo, lo vio sobre un colchón y con la almohada bajo la cabeza, y escandalizado dijo: “¿Es éste abba Arsenio? ¿De este modo se acuesta?”. Lo llevó aparte el presbítero y le dijo: “¿Cuál era tu trabajo en la aldea?”. Respondió: “Era pastor”. Le preguntó: “¿Cómo vivías?”. Respondió: “Vivía con mucho sacrificio”. Le dijo: “¿Cómo vives ahora en la celda?”. Respondió: “Con mayor descanso”. Le dijo entonces el presbítero: ¿”Ves a abba Arsenio? Cuando estaba en el mundo era como el padre de los emperadores, y lo atendían miles de servidores con cinturones de oro, y llevando todos collares de oro y vestiduras de seda. Bajo sus pies había tapices preciosos. Tú eras pastor y no tenías en el mundo el descanso que tienes ahora; pero éste tenía en el mundo el lujo, y no lo tiene aquí. Mientras tú estás en la consolación, él sufre”. Al oír esto, se arrepintió y pidió perdón, diciendo: “Perdóname, padre, porque he pecado. En verdad, éste es el verdadero camino, que ha llevado a este hombre a la humildad; a mí, empero, me ha traído al descanso”. Y se alejó el anciano, después de recibir mucho provecho. 37. Uno de los padres fue a ver a abba Arsenio. Cuando llamó a la puerta abrió el anciano, creyendo que era uno de los que lo servían. Al ver a otro, se echó con el rostro en tierra. 15
Le dijo: “Levántate, abba, para que te salude”. Le respondió el anciano: “No me levantaré hasta que te hayas marchado”. Y aunque se lo rogó con insistencia, no se levantó hasta que se hubo ido. 38. Decían que un hermano fue a ver a abba Arsenio, en Escete, y al llegar, pedía a los clérigos para verlo. Ellos le dijeron: “Descansa un poco, hermano, y lo verás”. Él respondió: “No tomaré nada antes de verlo”. Enviaron con él un hermano para que lo acompañase, porque su celda estaba distante. Llamaron a la puerta y entraron, y después de saludar al anciano se sentaron en silencio. Dijo el hermano de la iglesia (que lo había acompañado): “Me retiro, rueguen por mí”. El hermano extranjero, que no tenía confianza con el anciano, dijo al hermano: “Me voy contigo”. Y ambos salieron. Le pidió entonces: “Llévame también adonde está abba Moisés, el que fue ladrón”. Cuando llegaron a su celda, él los recibió con alegría y los despidió después de haberlos atendido. Le dijo el hermano que lo había acompañado: “Te he llevado a ver al extranjero y al egipcio. ¿Cuál de los dos te gustó más?”. Respondió: “Me gustó el egipcio”. Uno de los padres oyó esto, y oró a Dios diciendo: “Señor, muéstrame la solución: puesto que uno huye por tu Nombre y el otro, por tu Nombre, recibe con los brazos abiertos”. Y le fueron mostradas dos grandes naves sobre el río, y vio a abba Arsenio y al Espíritu de Dios navegando en paz en una de ellas, y a abba Moisés con los ángeles de Dios navegando en la otra, alimentándolo con miel. 39. Decía abba Daniel: «Cuando estaba abba Arsenio a punto de morir, nos mandó decir: “No se preocupen en hacer ágapes por mí, porque si he hecho caridad (ágape) por mí, la volveré a encontrar”». 40. Cuando estaba por morir abba Arsenio, se turbaron sus discípulos. Él les dijo: “Todavía no ha llegado la hora. Cuando llegue la hora, se los lo diré. Seré juzgado con ustedes ante el terrible tribunal si dan mi cuerpo a alguien”. Le respondieron: “¿Qué haremos, porque no sabemos sepultar?”. Les dijo el anciano: “¿No saben atar una soga a mi pie y llevarme hasta la montaña?”. Esta era la palabra que repetía el anciano: “Arsenio, ¿por qué saliste.deI mundo? Mucha veces me he arrepentido de haber hablado, nunca de callar”. Cercana ya la muerte, lo vieron llorar los hermanos y le dijeron: “Es verdad que tú también tienes miedo, abba”. Él les dijo: “En verdad, el temor que tengo ahora, ha estado conmigo desde que me hice monje”. Y así murió. 41. Se decía de él que durante toda su vida, mientras estaba sentado para el trabajo manual, tenía un paño sobre el pecho (otros leen: una arruga en el pecho), por las lágrimas que caían de sus ojos. Cuando supo abba Pastor que había muerto, dijo llorando: “Bienaventurado eres, abba Arsenio, porque lloraste por ti en este mundo, porque el que no llora aquí, llorará eternamente más allá. Sea que lo hagamos aquí espontáneamente o allá por los tormentos, es imposible no llorar”. 42. Acerca del mismo relataba abba Daniel: “Nunca quiso hablar sobre cuestión alguna de la Escritura, aunque podía hacerlo si hubiera querido. Tampoco escribía cartas con facilidad. Cuando, de tanto en tanto, venía a la iglesia, se sentaba detrás de una columna, para que no viesen su rostro ni ver él a los demás. Tenía un aspecto angelical, como Jacob. Totalmente canoso, era de cuerpo elegante, delgado. Llevaba una larga barba hasta la cintura. Las pestañas se le habían caído de tanto llorar. Era alto, pero encorvado en la vejez. Alcanzó los noventa y cinco años. Estuvo en el palacio de Teodosio el grande, de divina memoria, cuarenta años, haciendo de padre a los divinos Arcadio y Honorio; en Escete estuvo otros cuarenta años, diez en Troe sobre Babilonia, hacia Menfis, y tres en Canopo de Alejandría. Los dos últimos años regresó a Troe, donde murió, acabando 16
su carrera en la paz y el temor de Dios, porque era un varón bueno, lleno del Espíritu Santo y de fe (Hch 11,24). Me dejó su túnica de piel, su camisa de cilicio blanca y sus sandalias de hoja de palmera. Aunque soy indigno, los llevo para que me bendiga”. 43. Contó también abba Daniel sobre abba Arsenio: «Llamó un día a mis padres, abba Alejandro y abba Zoilo, y postrándose ante ellos les dijo: “Los demonios me atacan, y no sé si me dominan durante el sueño, así que esforzaos esta noche conmigo y observen si me duermo durante la vigilia”. Desde el atardecer se sentaron uno a su derecha y otro a su izquierda, en silencio. Y decían mis padres: “Nosotros dormimos y nos despertamos, y no advertimos que él durmiese”. Al amanecer -­‐Dios sabe si lo simuló, para que nosotros creyésemos que había dormido, o si verdaderamente llegó el sueño-­‐, suspiró tres veces y se levantó enseguida, diciendo: “He dormido, ¿no es verdad?”. Y nosotros respondimos: “No sabemos”». 44. Fueron unos ancianos a ver a abba Arsenio, y le rogaron insistentemente que lo recibiese. Él les abrió la puerta, y ellos le pidieron que les hablase acerca de los que viven en la hesiquía y no se juntan con nadie. Le dijo el anciano: “Mientras la joven está en casa de su padre, muchos quieren casarse con ella. Pero cuando toma marido, ya no agrada a todos. Unos la desprecian, otros la alaban, y no es estimada como antes, cuando vivía oculta. Lo mismo vale para las cosas del alma; una vez que se divulgan, ya no pueden contentar a todos”. ABBA AGATÓN10 1. Dijo abba Pedro, discípulo de abba Lot: «Estaba yo en una ocasión en la celda de abba Agatón, Y vino a él un hermano diciendo: “Quiero habitar con los hermanos; dime cómo he de vivir con ellos”. El anciano le dijo: “Guarda durante todos los días de tu vida la condición de extranjero, como en el primer día que ingresaste, para no entrar en confianza con ellos”. Le preguntó abba Macario: “¿Qué produce la confianza?”. Respondió el anciano: “La confianza es semejante a un gran calor, del que todos huyen cuando lo encuentran, y que corrompe los frutos de los árboles”. Abba Macario le dijo: “¿Tan dañina es la confianza?”. Dijo abba Agatón: “No hay pasión más perjudicial que la confianza, porque ella engendra las demás pasiones. Conviene, por tanto, al hombre esforzado no tener confianza, aunque esté solo en su celda. Yo conocí a un hermano que vivió largo tiempo en una celda, con un pequeño lecho, y que decía: ‘Habría abandonado la celda, sin llegar a usar este lecho, si no me hubieran hablado de ella’. Este es el hombre laborioso y luchador”». 2. Decía abba Agatón: “El monje no debe permitir que la conciencia lo acuse de cosa alguna”. 3. Decía también: “Sin la observancia de los mandamientos de Dios, el hombre no progresa ni siquiera en una sola virtud”. 4. Decía también: “Nunca me he dormido teniendo algo contra alguien, y en cuanto dependió de mí, no he dejado que nadie se durmiese teniendo algo contra mí”. 10
“Agatón se encontraba en Escete en tiempos de Poimén [primera mitad del siglo V]. Era más joven que éste, pero
su precoz madurez le valió el título de abba y numerosos discípulos, entre otros Alejandro y Zoilo que vivieron con
Arsenio” (Sentences, pp. 36-37).
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5. Decíase de abba Agatón que fueron a verlo algunos que habían oído acerca de su gran discreción. Para probar si se airaba, le dijeron: “¿Eres tú Agatón? Hemos oído que eras fornicador y soberbio”. Respondió: “Sí, así es”. Le dijeron: “¿Eres tú Agatón el charlatán?”. Respondió: “Yo soy”. Todavía le dijeron: “¿Eres tú Agatón el hereje?”. Respondió: “No soy hereje”. Le rogaban entonces, diciendo: “¿Dinos por qué, habiéndote llamado tantas cosas, lo toleraste, pero no aceptaste esto último?”. Les respondió: “Aquello me lo atribuyo, porque aprovecha a mi alma, pero la herejía es separación de Dios, y yo no quiero alejarme de Dios”. Al oír estas palabras admiraron su discreción y se alejaron edificados. 6. Contaban acerca de abba Agatón que durante largo tiempo estuvo edificando una celda con sus discípulos. Cuando la hubieron concluido, fueron a habitar en ella. Pero en la primera semana, vio allí algo que no era provechoso para él, y dijo a sus discípulos: “Levántense, vámonos de aquí”. Se turbaron los discípulos y dijeron: “Si tenías el pensamiento en mudarnos de aquí, ¿para qué nos tomamos el trabajo de edificar la celda? Además, los hombres se escandalizarán, diciendo: Ya se mudan otra vez, estos vagos”. Al ver su pusilanimidad, les dijo (abba Agatón): “Si algunos se escandalizarán, otros, en cambio, se edificarán, diciendo: Bienaventurados estos que emigran por Dios, y dejan de lado todas las demás cosas. El que quiera venir, que venga, porque yo me retiro”. Entonces ellos se postraron en tierra, suplicándole, hasta que les permitió marcharse con él. 7. Decían también acerca del mismo, que cambiaba a menudo de habitación, llevando solamente el cuchillo para hacer canastos. 8. Preguntaron a abba Agatón qué es más importante: el trabajo corporal o la custodia interior. Dijo el anciano: “El hombre se parece a un árbol; el trabajo corporal son las hojas, la custodia interior el fruto. Según la Escritura todo árbol que no produce fruto será cortado y echado al fuego, por lo que es claro que todo nuestro esfuerzo se refiere al fruto, es decir a la custodia del alma. También tenemos necesidad de la protección y el adorno de las hojas, que son el trabajo corporal”. 9. Le preguntaron también los hermanos: “¿Entre todas las virtudes cuál exige mayor esfuerzo?”. Les dijo: “Perdónenme, creo que no hay trabajo igual al de orar a Dios. Cada vez que el hombre quiere orar, los enemigos se esfuerzan por impedírselo, porque saben que sólo los detiene la oración a Dios. En toda obra buena que emprenda el hombre, llegará al descanso si persevera en ella, pero en la oración se necesita combatir hasta el último suspiro”. 10. Era abba Agatón sabio en el espíritu y dispuesto en el cuerpo, se bastaba para todo: para el trabajo manual, para el alimento y el vestido. 11. Caminaba él con sus discípulos, y uno de ellos encontró una arveja verde. Le preguntó al anciano: “Padre, ¿no me dices que la tome?”. Lo miró asombrado el anciano y le dijo: “¿Tú la pusiste allí?”. Respondió el hermano: “No”. El anciano le dijo: “¿Cómo deseas tomar lo que tú no pusiste?”. 12. Un hermano se presentó a abba Agatón diciendo: “Permíteme habitar contigo”. Mientras iba de camino encontró un pequeño pedazo de nitrio, y lo recogió. Le dijo el anciano: “¿Dónde encontraste el nitrio?”. Respondió el hermano: “Lo encontré en el camino, al venir, y lo levanté”. El anciano te dijo: “Si venías a habitar conmigo, ¿cómo tomaste lo que no habías puesto?”. Y lo envió a devolver el nitrio al lugar en que lo había 18
encontrado. 13. Interrogó un hermano al anciano: “Recibí una orden, pero hay una tentación en lo mandado. Quiero cumplirla, pero temo la tentación”. Le dijo el anciano: “Si se tratase de Agatón, cumpliría el mandato y vencería la tentación”. 14. Hubo en Escete una reunión para tratar acerca de un asunto. Cuando ya habían tomado una decisión, llegó Agatón y les dijo: “No han decidido correctamente”. Ellos replicaron: “¿Quién eres tú para hablar así?”. Les respondió: “Si en verdad hablan de justicia, juzguen rectamente, hijos de hombres (Sal 57 [58],2)”. 15. Se decía de abba Agatón que durante tres años llevó una piedra en la boca, hasta guardar el silencio. 16. Decían de él y de abba Amún que cuando vendían un objeto decían el precio una sola vez, y aceptaban con silencio y calma lo que querían darles. Cuando eran ellos los que compraban, daban en silencio lo que les pedían y, sin decir nada, tomaban el objeto. 17. Decía el mismo abba Agatón: “Jamás he ofrecido un ágape; sino que dar y recibir era para mí como un ágape. Pensaba, en efecto, que el provecho de mi hermano es una obra fructífera”. 18. El mismo, cuando veía alguna cosa y su espíritu quería emitir un juicio, le decía: “Agatón, no hagas eso”. Y de esta manera su espíritu estaba en paz. 19. Decía el mismo: “Aunque el iracundo resucitase a un muerto, no es agradable a Dios”. 20. Tenía abba Agatón dos discípulos que vivían como solitarios. Un día preguntó a uno de ellos: “¿Cómo vives en tu celda?”. Le respondió: “Ayuno hasta el atardecer, y luego como dos panecillos”. Le dijo: “Tu manera de vida es buena, y no impide el trabajo”. Le preguntó al otro: “¿Cómo vives tú?”. Les contestó: “Ayuno durante dos días y después como dos panecillos”. Le dijo el anciano: “Mucho te esfuerzas, luchando dos combates. Porque uno come todos los días, no se sacia y se esfuerza; otro desea ayunar dos días para llenarse después; pero tú ayunas dos días y no te sacias”. 21. Un hermano interrogó a abba Agatón acerca de la fornicación. Le dijo: “Ve, pon delante de Dios tu debilidad y tendrás descanso”. 22. Abba Agatón y otro anciano enfermaron. Mientras yacían acostados en la misma celda un hermano les leía el libro del Génesis. Llegó al lugar donde Jacob dice: “Ya no está José, ni Simeón, y ahora me llevan a Benjamín. De esta manera enviarán mi vejez en la tristeza al infierno (Gn 42,36-­‐38)”, y exclamó el anciano: “¿No te bastan los otros diez, Padre Jacob?”. Abba Agatón le dijo: “Tranquilízate, anciano. Si Dios es el Dios de los justos, ¿quién lo juzgará? (cf. Rm 8,33-­‐34)”. 23. Dijo abba Agatón: “Si supiese de alguien que me es muy querido pero me lleva al pecado, lo alejaría de mí”. 24. Dijo también: “Conviene al hombre estar atento a toda hora al juicio de Dios”. 25. Dijo abba José a los hermanos que hablaban acerca de la caridad: “¿Sabemos nosotros qué es la caridad?”. Y les contó sobre abba Agatón, el cual tenía un cuchillo, y que al 19
recibir una vez a un hermano, después de saludarlo, no lo dejó marchar sin que llevase consigo ese cuchillo. 26. Dijo abba Agatón: “Si fuera posible hallar a un leproso a quien darle mi cuerpo y recibir en cambio el suyo, lo haría con gusto. Esta es la verdadera caridad”. 27. Se decía también de él que una vez fue a la ciudad a vender sus productos, y encontró a un hombre extranjero que yacía enfermo en la calle y no tenía quien lo cuidase. Permaneció el anciano con él, alquiló una habitación que pagó con el precio de su trabajo, dedicando el resto de su dinero a las necesidades del enfermo. Así estuvo cuatro meses, hasta que el enfermo curó y el anciano volvió entonces en paz a su celda. 28. Relataba abba Daniel: «Antes que abba Arsenio viniese donde mis padres (abba Alejandro y abba Zoilo), habitaban éstos con abba Agatón. Abba Agatón amaba a abba Alejandro porque era asceta y discreto. Fueron en una ocasión todos los discípulos a lavar los juncos en el río, pero abba Alejandro lavaba con mesura. Los demás hermanos dijeron al anciano: “El hermano Alejandro no hace nada”. Deseando curarlos, le dijo (abba Agatón): “Hermano Alejandro, lávalos bien, porque son de lino”. Al oírlo, se entristeció. Pero el anciano lo consoló después, diciendo: ¿Acaso no sabía yo que estabas haciendo bien? Pero dije eso delante de los demás para curar su mal pensamiento con tu obediencia, hermano”». 29. Decían de abba Agatón que se esforzaba por cumplir todo lo mandado. Si viajaba en una nave, era el primero en remar; si lo recibían los hermanos, después de la oración era su mano la que preparaba la mesa. Estaba lleno del amor de Dios. Cuando se acercaba el momento de su muerte, permaneció tres días con los ojos abiertos, sin moverlos. Lo animaron los hermanos, diciendo: “Abba Agatón, ¿dónde estás?”. Les respondió: “Estoy delante del juicio de Dios”. Le dijeron: “¿Tú también temes, abba?”. Les dijo: “He hecho cuanto he podido por cumplir los mandamientos de Dios. Pero soy hombre ¿cómo sabré si mi esfuerzo ha agradado a Dios?”. Los hermanos le dijeron: “¿No confías en el trabajo que hiciste para Dios?”. El anciano respondió: “No confío, hasta que no vea a Dios. Porque es diferente el juicio de Dios del de los hombres”. Quisieron preguntarle más, pero les dijo: “Háganme la caridad, no me hablen más porque estoy ocupado”. Y partió con alegría. Lo vieron irse como quien saluda a sus amigos y seres queridos. En todo guardaba la vigilancia, y decía: “Sin gran custodia no alcanza el hombre una sola virtud”. 30. Entró una vez abba Agatón en la ciudad para vender algunos objetos, y encontró en el camino a un leproso. El leproso le dijo: “¿Adónde vas?”. Le respondió abba Agatón: “A la ciudad a vender los objetos”. Le dijo: “Hazme la caridad y llévame hasta allí”. Lo alzó y lo llevó a la ciudad. Entonces le dijo: “Déjame donde sueles vender tus artículos”. Así lo hizo. Cuando vendió uno, le dijo el leproso: “¿Cuánto has vendido?”. Respondió: “Tanto”. Le dijo entonces: “Cómprame un dulce”. Y se lo compró. Cuando hubo vendido todo lo que había llevado y quería ya irse, el leproso le preguntó: “¿Te vas?”. Respondió: “Sí”. Le dijo entonces: “Haz nuevamente una caridad y llévame al lugar donde me encontraste”. Lo levantó y lo dejó en ese lugar. Entonces le dijo (el leproso): “Bendito seas, Agatón, por el Señor en los cielos y en la tierra”. Levantó los ojos y no vio a nadie. Era un ángel del Señor que había sido enviado para probarlo. 20
ABBA AMMONAS11 1. Interrogó un hermano a abba Ammonas, diciendo: “Dime una palabra”. El anciano le dijo: «Ve, haz tu pensamiento como el de los reos en la cárcel. Ellos, en efecto, preguntan siempre a los hombres dónde está el jefe y cuándo vendrá, y suspiran por su venida. Del mismo modo, el monje debe siempre esperar y acusar a su alma diciendo: “¡Ay de mí! ¿Cómo podré presentarme al tribunal de Cristo? ¿Cómo ejerceré mi defensa?”. Si meditas esto continuamente, podrás salvarte». 2. Decían de abba Ammonas que había matado un basilisco. Al internarse en el desierto para buscar agua del lago vio al basilisco, y se postró diciendo: “Señor, muera yo o muera él”. Y en el acto estalló el basilisco, por el poder de Cristo. 3. Dijo abba Ammonas: “Estuve en Escete durante catorce años, rogando a Dios noche y día que me otorgara la gracia de vencer la ira”. 4. Contaba uno de los padres que había un anciano en Kellia que era esforzado y llevaba una estera. Fue a ver a abba Ammonas. Vio éste al anciano llevando la estera y le dijo: “Esto no te sirve de nada”. Le preguntó el anciano: “Tres pensamientos me molestan: vagar por los desiertos, irme al extranjero donde nadie me conozca, o encerrarme en una celda sin recibir a nadie y comiendo cada dos días”. Le respondió abba Ammonas: “No te conviene realizar ninguna de estas tres cosas, más bien permanece en tu celda, come un poco cada día y lleva siempre la palabra del publicano en tu corazón. De este modo te salvarás”. 5. Unos hermanos sufrieron una tribulación en el lugar en que habitaban, y deseando abandonarlo acudieron adonde estaba abba Ammonas. El anciano estaba sobre, una barca, y al verlos caminando por la costa del río dijo a los marineros: “Déjenme en tierra”. Llamando a los hermanos les habló así: “Yo soy Ammonas, a quien querían ver”. Consolando sus corazones, los hizo regresar al lugar de donde habían partido. La dificultad no procedía del alma, sino que era una aflicción humana. 6. Quería en una ocasión abba Ammonas atravesar el río, y al ver preparado el trasbordador, subió y se sentó en él. Había otra barca que cruzaba por el mismo sitio, y llevaba pasajeros. Le dijeron: “Ven tú también, abba; atraviesa con nosotros”. Él les dijo: “No subiré sino en un trasbordador público”. Tenía un ramo de hojas de palma, y estaba sentado tejiendo y deshaciendo y tejiendo nuevamente, durante el tiempo que permaneció en el trasbordador. Así atravesó el río. Los hermanos le preguntaron, haciendo una metanía: “¿Por qué has hecho esto?”. El anciano les dijo: “Para marchar sin ninguna preocupación del espíritu. Pero esto es un ejemplo, para que hagamos en paz el camino hacia Dios”. 7. Fue una vez abba Ammonas a visitar a abba Antonio y perdió el camino. Se sentó y durmió un rato, y levantándose del sueño oró a Dios diciendo: “Te pido, Señor y Dios mío, no pierdas a tu criatura”. Se le apareció una como mano de hombre suspendida en el cielo, mostrándole el camino, hasta que llegó a la cueva de abba Antonio y se detuvo frente a ella. 11
“Numerosos son los monjes egipcios que, en el cuarto o quinto siglo se llamaban Amon, Amoun, Ammonios o
Ammonas -todas variantes del mismo vocablo-, por lo que resulta difícil saber exactamente a qué personaje se debe
atribuir uno u otro de los apotegmas. Las once sentencias que siguen se atribuyen a un Ammonas que pasó catorce
años en Escete y que estuvo en contacto con san Antonio antes de llegar a ser obispo...” (Sentences, pp. 44-45).
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8. Al mismo abba Ammonas predijo abba Antonio que progresaría en el temor de Dios. Lo llevó fuera de la celda y, mostrándole una piedra, le dijo: “Injuria a esa piedra y golpéala”. Así lo hizo. Le preguntó abba Antonio: “¿Habló la piedra? “. Respondió: “No”. Abba Antonio le dijo: “También tú llegarás a esta medida”. Y así sucedió. De tal manera adelantó abba Ammonas que, por su gran bondad, no conocía la malicia. Cuando fue hecho obispo le presentaron una joven encinta diciendo: “Ella ha hecho esto, castígala”. Pero él hizo la señal de la cruz sobre el vientre de la joven y mandó que le diesen seis pares de sábanas, diciendo: “No suceda que, llegado el parto, muera ella o el niño, y no encuentren para la sepultura”. Los que acusaban a la mujer le dijeron: “¿Por qué has hecho esto? ¡Castígala!”. Les respondió: “Miren, hermanos, que está cerca la muerte, ¿qué debo hacer yo?”. Los despidió, y no se atrevió ningún anciano a condenar a nadie. 9. Contaban de él que fueron algunos que debían ser juzgados por él. El anciano se hacía el loco. Una mujer que estaba allí cerca dijo: “Este viejo está loco”. Al oírla el anciano llamó a la mujer y le dijo: “¡Cuánto he debido esforzarme en los desiertos para adquirir esta locura, y hoy tengo que perderla por tu culpa!”. 10. Fue una vez abba Ammonas a comer a un lugar donde habitaba un hombre de mala reputación. Sucedió que llegó una mujer y entró en la celda del hermano de mala fama. Sus vecinos, al saberlo, se turbaron, y se reunieron para expulsarlo de la celda. Supieron entonces que se encontraba allí el obispo Ammonas, y fueron a pedirle que se uniera a ellos. Cuando el hermano lo supo, tomó a la mujer y la escondió en un tonel. Al llegar con la muchedumbre, abba Ammonas sabía lo sucedido, pero lo disimuló por Dios. Entró y sentándose sobre el tonel, mandó revisar la celda. Después de que hubieron buscado por todas partes sin encontrar a la mujer, dijo abba Ammonas: “¿Qué es esto? Dios los perdone”. Después de orar los hizo marcharse, y tomando la mano del hermano, le dijo: “Hermano, cuídate”. Y dichas estas palabras se retiró. 11. Preguntaron a abba Ammonas sobre el camino angosto y duro (Mt 7,14), y respondió: “El camino angosto y duro es este: obligar a sus pensamientos y cortar las voluntades propias por Dios. Esto es también aquello de: Hemos dejado todo y te hemos seguido (Mt 19,27)”. ABBA AQUILES12 1. Fueron tres ancianos a visitar a abba Aquiles, y uno de ellos tenía mala reputación. Uno de los ancianos le dijo: “Abba, hazme una red”. Le respondió: “No lo haré”. Otro le dijo: “Hazlo, por caridad, para que tengamos un recuerdo tuyo en el monasterio”. Respondió. “No tengo tiempo”. El tercero, el que tenía mala reputación, dijo: “Hazme una red, para tener algo salido de tus manos, abba”. Le respondió en seguida, diciendo: “La haré para ti”. Los otros dos ancianos le dijeron aparte: «¿Por qué cuando te lo pedimos nosotros no quisiste hacerlo, y a éste le dices: “La haré para ti?”». El anciano respondió: «Les dije: “No lo haré, y no se entristezcan, pensando que yo no tendría tiempo”; pero si yo no lo hiciera para este otro, diría: “Es porque el anciano ha oído hablar de mi falta que no quiere hacerlo”. En seguida cortamos la cuerda. Desperté su alma, para que no la consumiese la tristeza (cf. 2 Co 2,7)». 12
«Según un apotegma conservado sólo en armenio, “el abad Teodoro de Fermo decía de abba Aquiles que era como
un león en Escete, considerado temible en su tiempo”. Esto era antes del final del siglo cuarto, en la época de los
grandes ascetas escetiotas que rivalizaban en austeridad y humildad...» (Sentences, p. 48).
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2. Dijo abba Bitimio: «Bajaba yo una vez hacia Escete, y me dieron unas pocas frutas para que las regalase a los ancianos. Llamé a la celda de abba Aquiles para, ofrecérselas, pero él me dijo: “En verdad, hermano, no quiero que llames aunque fuese maná (lo que traes), ni vayas tampoco a otra celda”. Me retiré a mi celda y llevé las frutas a la iglesia». 3. Fue una vez abba Aquiles a la celda de abba Isaías en Escete, y lo encontró comiendo. Había puesto en un plato sal y agua. El anciano, al ver que lo ocultaba detrás de las esteras, te dijo: “Dime, ¿qué estás comiendo?”. Le respondió: “Perdóname, abba, estaba cortando palmas y subí a causa del calor, y me eché a la boca un mordisco con sal, pero por el calor ardió mi garganta y no baja el bocado. Por eso, me vi obligado a echar un poco de agua en la sal, para poder comer. Perdóname, entonces”. Dijo el anciano: “Vengan y vean a Isaías comiendo una salsa en Escete. Si quieres comer una salsa, sube a Egipto”. 4. Fue un anciano a visitar a abba Aquiles. Vio que salía sangre de su boca y te preguntó: “¿Qué es esto, abba?”. El anciano respondió: “La palabra de un hermano me entristeció, y luché para no decírselo. Rogué a Dios que la quitase de mí, y mí pensamiento se convirtió en sangre en mi boca. Lo escupí, y ahora estoy tranquilo y he olvidado la pena”. 5. Dijo abba Amoes: «Fuimos abba Bitimio y yo adonde estaba abba Aquiles, y le oímos meditar esta frase: Jacob, no temas bajar a Egipto (Gn 46,3). Estuvo mucho tiempo meditando esta frase. Cuando llamamos nos abrió y nos preguntó: “¿De dónde son?”. Tuvimos miedo de decirle que veníamos de Kellia, y dijimos: “De la montaña de Nitria”. Dijo: “¿Qué puedo hacer por ustedes, que son de tan lejos?”. Y nos hizo entrar. Lo encontramos trabajando por la noche y haciendo muchas esteras. Le rogamos que nos dijera una palabra. Él dijo: “Desde el atardecer hasta este momento he tejido veinte medidas (de seis pies), y no tengo necesidad de ello. Pero es para que no se indigne Dios y me acuse, diciendo: ‘¿Cómo es que, pudiendo trabajar, no trabajas?’. Por eso me esfuerzo y hago todo lo que puedo”. Y nos retiramos edificados». 6. Otra vez, un gran anciano vino desde la Tebaida hasta donde estaba abba Aquiles, y le dijo: “Abba, estoy tentado por tu causa”. Le contestó: “Vamos, ¡también tú, anciano! ¿Así que estás tentado por mi causa?”. El anciano le dijo, por humildad: “Sí, abba”. Estaba sentado junto a la puerta un viejo ciego y cojo. El anciano dijo: “Desearía permanecer aquí durante algunos días, pero no puedo hacerlo por este anciano”. Al oírlo abba Aquiles se admiró de su humildad y dijo: “Esto no es fornicación, sino envidia de los malos espíritus”. ABBA AMOES13 1. Decían acerca de abba Amoes que cuando iba a la iglesia no permitía a su discípulo caminar junto a él, sino alejado. Si se acercaba para preguntar sobre los pensamientos, apenas le había respondido lo apartaba diciendo: “No sea que mientras nosotros hablamos de cosas útiles, se introduzca una conversación extraña; por eso no te permito que estés junto a mí”. 2. Dijo abba Amoes a abba Isaías, al principio: “¿Cómo me ves ahora?”. Le respondió: 13
“Este Amoes, que visitó a abba Aquiles en compañía de Bitimio, era de Las Celdas, se trataba a sí mismo con rigor
y no trataba con demasiados miramientos a los demás, en particular a su discípulo Juan o a sus visitantes que en vano
le solicitaban una palabra...” (Sentences, p. 51).
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“Como un ángel, abba”. Más tarde le preguntó: “¿Cómo me ves ahora?”. Le dijo: “Como Satanás. Aunque me digas una palabra buena es para mí como una espada”. 3. Decían de abba Amoes que estuvo enfermo y permaneció acostado durante varios años, y nunca permitió a su pensamiento ocuparse de la parte posterior de su celda para ver lo que tenía allí. A causa de su enfermedad le llevaban muchas cosas, y cuando su discípulo Juan entraba y salía, cerraba los ojos para no ver lo que hacía. Sabía, en efecto, que era un monje fiel. 4. Contaba abba Pastor que un hermano fue a pedir una palabra a abba Amoes. Aunque permaneció siete días con él, el anciano no le respondió. Al fin, al despedirlo le dijo: “Ve, y está atento a ti mismo. Mis pecados se han vuelto para mí como un muro oscuro entre Dios y yo”. 5. Decían de abba Amoes que había hecho cincuenta medidas de trigo para sí, y las había puesto al sol. Antes de que estuvieran bien secas, vio en ese lugar algo que no era útil para él, y dijo a sus discípulos: “Vayámonos de aquí”. Ellos se entristecieron mucho. Al verlos tristes les dijo: “¿Se entristecen a causa de los panes? En verdad, yo he visto huir a algunos, dejando sus celdas blanqueadas y sus libros de pergamino, y no cerraban las puertas sino que partieron y quedaron abiertas”. ABBA AMÚN DE NITRIA14 1. Abba Amún de Nitria visitó a abba Antonio y le dijo: “Yo he trabajado más que tú, ¿cómo es que tu nombre es más grande que el mío entre los hombres? Le respondió abba Antonio: “Porque yo amo a Dios más que tú”. 2. Decían de abba Amún que una medida de trigo le bastaba para dos meses. Fue en una ocasión a ver a abba Pastor y le dijo: “Si voy a la celda de mi vecino o viene él a la mía por alguna necesidad, tenemos miedo de conversar porque no sobrevenga una conversación extraña”. El anciano le dijo: “Haces bien, porque la juventud necesita vigilancia”. Le dijo abba Amún: “¿Qué hacían los ancianos?”. Respondió: “Los ancianos adelantados en la virtud no tenían en ellos nada exterior ni de extraño en su boca, para hablar de ello”. Dijo Amún: “Si se presenta la necesidad de hablar con el vecino, ¿prefieres que hable de las Escrituras o de las palabras de los ancianos?”. Le respondió el anciano: “Si no puedes callar, es mejor hablar de las palabras de los ancianos que de las Escrituras. Puesto que el peligro no es pequeño”. 3. Un hermano fue desde Escete hasta donde estaba Amún, y le dijo: “Mi abba me manda para un servicio, pero temo la fornicación”. Le dijo el anciano: «Cuando llegue la tentación a ti, di: “¡Oh! Dios de los ejércitos, líbrame por las oraciones de mi abba”». Un día, una virgen se encerró con él, y el monje clamó con voz fuerte: “Dios de mi abba, líbrame”, y se encontró en seguida en el camino que conduce a Escete. 14
“Fue el primer monje que se estableció en el desierto de Nitria hacia 320. Huérfano a muy temprana edad, fue
obligado por un tío a casarse, pero vivió con su esposa en total continencia durante dieciocho años. Cuando se hizo
monje mantuvo contacto con san Antonio, quien le aconsejó en la implantación de un nuevo centro monástico en el
desierto de Las Celdas (Antonio 34). Amún murió poco antes que Antonio, que a la distancia vio su alma llevada al
cielo (Vida de Antonio 60). Las colecciones de apotegmas provenientes de los medios escetiotas tienen pocas piezas
concernientes a Amún de Nitria. De las tres que siguen, la segunda es de otro Amún, más joven que Poimén”
(Sentences, p. 52).
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ABBA ANUB15 1. Abba Juan contaba que abba Anub y abba Pastor, con los restantes hermanos, nacidos del mismo vientre y que se habían hecho monjes en Escete, partieron cuando vinieron los maniqueos y lo devastaron la primera vez, y se retiraron a un lugar llamado Terenutis hasta decidir dónde les convenía habitar. Y permanecieron allí algunos días en un antiguo templo. Dijo abba Anub a abba Pastor: “Hazme la caridad, tú y cada uno de los hermanos habiten solos y separadamente, sin encontrarnos en toda la semana”. Respondió abba Pastor: “Haremos como tú quieres”. Y lo hicieron así. Había en el templo un ídolo de piedra. Todas las mañanas el anciano abba Anub se levantaba al amanecer y tiraba piedras al rostro del ídolo, y por la tarde le decía: “Perdóname”. Pasó la semana haciendo esto. Al fin, el sábado se reunieron y abba Pastor preguntó a abba Anub: “Te he visto apedrear durante toda la semana el rostro de la estatua, abba, y pedirle después perdón, si eres hombre de fe ¿cómo haces eso?”. Le respondió el anciano: “Esto lo hice por ustedes. Me vieron echar piedras al rostro de la imagen ¿acaso habló o se enojó?”. Abba Pastor dijo: “No”. «Y después, cuando me postré en una metanía, ¿acaso se turbó y dijo: “No te perdono?”». Abba Pastor dijo: “No”. El anciano le dijo entonces: “Nosotros somos siete hermanos. Si quieren que habitemos juntos hemos de ser como esta estatua, que no se turba así se la insulte o se la alabe. Pero si no quieren vivir de este modo, hay cuatro puertas en el templo. Vaya cada uno adonde le plazca”. Todos se echaron por tierra diciendo a abba Anub: “Haremos como tú dices, abba, y obedeceremos lo que nos mandes”. Dijo abba Pastor: «Permanecimos juntos todo el tiempo, haciendo la palabra que nos decía el anciano. Puso él a uno de nosotros como ecónomo, y lo que nos daba, eso comíamos, y ninguno podía decir: “Tráenos otra cosa”, o: “No podemos comer de esto”. Pasamos de este modo todo nuestro tiempo en la quietud y la paz». 2. Dijo abba Anub: “Desde que el nombre de Cristo fue pronunciado sobre mí no ha salido una mentira de mi boca”. ABBA ABRAHAM16 1. Contaban acerca de un anciano que pasó cincuenta años sin comer pan ni beber vino fácilmente, y que decía: “He matado a la fornicación, a la avaricia y a la vanagloria”. Al oír que hablaba de este modo, fue abba Abraham a verlo y le dijo: “¿Dijiste tú tales cosas?”. Respondió: “Sí”. Abba Abraham le dijo: “Mira, si entras en tu celda y encuentras una mujer sobre tu lecho, ¿puedes acaso pensar que no es una mujer?”. Respondió: “No, pero lucharé contra mi pensamiento, para no tocarla”. Le dijo abba Abraham: “No la has muerto, entonces, sino que todavía vive en ti la pasión, pero está atada. Imagina también que pasando ves oro entre piedras y ladrillos, ¿puede tu pensamiento considerarlo como si fueran del mismo valor?”. Respondió: “No, pero lucharé contra el pensamiento, para no recogerlo”. El anciano le dijo: “Vive (la pasión), pero está atada.” Le dijo abba 15
Hermano mayor de Poimén, que contribuyó a la formación de éste. “Con sus cinco hermanos habían dejado a su
madre y a su hermana para hacerse monjes en Escete. La primera invasión de los beduinos en 407 los forzó a irse de
allí y se establecieron en Terenouthis (sobre un brazo del Nilo a 60 kms. al noroeste del Cairo). El más joven de los
hermanos, llamado Paesios, era inocente y cándido pero un poco turbulento y preocupaba a Poimén, quien pensó en
separarse. Por su parte, Paesios estuvo asimismo tentado de dejar a Poimén llevando a Anub consigo. Poimén se
convirtió en el líder de la fraternidad, pero conservando siempre un gran respeto hacia su hermano mayor, negándose
a hablar en su presencia. El segundo apotegma atribuido a Anub es en realidad una sentencia del abad Anouph
tomada de la Historia monachorum (11,5)” (Sentences, p. 54).
16
Este Abraham posiblemente se debe distinguir del discípulo de Sisoes, de Agatón y del compañero del abad Isaac,
sacerdote de Las Celdas. Estuvo en relación con el abad Ares, del que nada sabemos (Sentences, p. 55).
25
Abraham: “Si oyes de dos hermanos, que el uno te ama y el otro te odia y habla mal de ti, y sucede que vienen ambos a verte, ¿recibirás a los dos del mismo modo?”. Dijo: “No, pero lucharé contra el pensamiento para obrar bien tanto con el que me odia como con el que me ama”. Le dijo abba Abraham: “Viven entonces las pasiones, y son solamente sojuzgadas por los santos”. 2. Interrogó un hermano a abba Abraham, diciendo: “Si tuviera que comer muchas veces, ¿qué sería esto?”. Respondiendo, dijo el anciano: “¿De qué hablas, hermano? ¿Tanto comes? ¿O te crees que has venido a trillar?”. 3. Relató abba Abraham de un monje de Escete que era escriba y no comía pan. Un hermano fue a verlo, y le rogaba que le copiase un libro. El anciano, que tenía su espíritu en la contemplación, lo escribió omitiendo frases y sin puntuación. El hermano, al tomar el libro, vio que le faltaban frases y dijo al anciano: “Abba, faltan frases”. El anciano le respondió: “Vete, y pon primero en práctica las que están escritas, y después ven y te escribiré las que faltan”. ABBA ARES 1. Fue abba Abraham donde abba Ares, y cuando se hubieron sentado llegó un hermano para ver al anciano, y le dijo: “Dime qué debo hacer para salvarme”. Él le respondió: “Ve y haz esto durante un año: come al atardecer pan con sal, y ven otra vez entonces y hablaré contigo”. Así lo hizo. Al cumplirse el año, fue nuevamente el hermano adonde estaba abba Ares. Se encontraba allí abba Abraham. Nuevamente le dijo el anciano al hermano: “Ve, y durante este año ayuna día por medio”. Cuando el hermano se hubo retirado, dijo abba Abraham a abba Ares: “¿Por qué impones a todos los hermanos un yugo liviano, pero a éste infliges un fuerte peso?”. Le respondió el anciano: “Los hermanos según lo que buscan oír, se van, pero éste viene a escuchar la palabra de Dios. Es un buen obrero: hace con diligencia lo que le digo. Por eso, le digo la palabra de Dios”. ABBA ALONIO17 1. Dijo abba Alonio: «Si el hombre no dice en su corazón: “Yo solo y Dios estamos en el mundo”, no tendrá descanso». 2. Dijo también: “Si no destruyo todo, no podré reedificarme a mí mismo”. 3. Dijo el mismo: “Si lo quisiera el hombre desde la mañana hasta la tarde llegará a la medida divina”. 4. Preguntó abba Agatón a abba Alonio, diciendo: “¿Cómo podré dominar mi lengua para no decir mentira?”. Le respondió abba Alonio: “Si no mientes, cometerás muchos pecados”. Le preguntó: “¿Cómo?”. Le dijo el anciano: «Dos hombres cometieron un homicidio en tu presencia, y uno de ellos huyó a tu celda. Lo busca el magistrado y te pregunta: “¿No se cometió un homicidio en tu presencia?”. Si no mientes, entregas al hombre a la muerte. Conviene más que lo abandones sin ligaduras delante de Dios, porque Él lo sabe todo». 17
“Alonio era bien conocido por Poimén con quien vivió en Escete. Tuvo un discípulo llamado José, pero, conforme
a una sentencia que se conserva en siríaco, no gustaba enseñar a otros...” (Sentences, p. 57).
26
ABBA APPHY18 1. Contaban, acerca de un obispo de Oxyrrinco, llamado abba Apphy, que cuando era monje llevaba una vida austerísima. Fue hecho obispo y quiso llevar la misma austeridad en el mundo, y no pudo. Se postró ante Dios, diciendo: “¿Acaso la gracia se ha retirado de mí a causa del episcopado?”. Y tuvo esta revelación: “No, pero mientras estabas en el desierto y no se encontraba allí ni un hombre, Dios ayudaba, pero estás ahora en el mundo y los hombres te ayudan”. ABBA APOLO19 1. Había en Kellia un anciano llamado Apolo, que si venía alguno a pedirle que lo ayudase en cualquier trabajo, iba con gusto, diciendo: “Hoy tengo que trabajar con Cristo para bien de mi alma”. Este es el premio del alma. 2. Decían de cierto abba Apolo, de Escete, que era pastor y muy rústico. Vio una mujer grávida en el campo, y movido por el diablo dijo: “Quiero ver cómo está el niño en su seno”. Lo abrió y vio al niño. Mas enseguida se turbó su corazón y, arrepentido, fue a Escete y anunció a los Padres lo que había hecho. Los oyó salmodiar: “Los días de nuestros años son setenta años, ochenta en los fuertes, y más que esto sufrimiento y dolor”. Les dijo entonces: “Tengo cuarenta años y nunca he orado, pero si desde ahora vivo otros cuarenta, no cesaré de orar a Dios para que perdone mi pecado”. No hacía ningún trabajo manual, sino que oraba continuamente, diciendo: “Como hombre pequé; tú, como Dios, perdóname”. Ésta su oración la meditaba noche y día, Un hermano vivía con él y le oía estas palabras: “He faltado contra ti, Señor, déjame descansar un poco”. Tuvo al fin la revelación de que Dios había perdonado todos sus pecados, también el de (la muerte de) la mujer. Pero nada sabía acerca del crimen del niño. Pero uno de los ancianos te dijo: “Dios te ha perdonado también el crimen del niño, pero te deja en la aflicción porque así conviene a tu alma”. 3. Dijo el mismo acerca de la acogida que se da a los hermanos: “Debemos venerar a los hermanos que vienen, porque no veneramos a ellos sino a Dios. Si has visto a tu hermano -­‐dijo-­‐ has visto al Señor tu Dios. Y esto, -­‐dijo también-­‐ lo hemos recibido de Abrahán. Cuando reciban a los hermanos, invítenlos a reposarse. Esto lo aprendimos de Lot, que rogó a los ángeles”. ABBA ANDRÉS20 1. Dijo abba Andrés: “Estas tres cosas convienen al monje: la peregrinación, la pobreza y la paciencia en el silencio”. 18
Tal como lo dice su primer apotegma fue monje y luego obispo de Oxyrrinco, a 200 kms. del Cairo, no lejos del
Nilo, al oeste.
19
“Bajo el nombre de Apolo se han agrupado tres apotegmas que conviene atribuir a diferentes ancianos: el primero
vivía en el desierto de Las Celdas, el segundo en Escete y el tercero en la región de Hermópolis en el Alto Egipto...
Además de los Apolos mencionados por Casiano (Conferencias 2,13; 24,9), también conocemos a otros, de los que es
imposible decir si se identifican con alguno de estos; por ejemplo, un Apolo discípulo de Sisoes y otro que tuvo como
discípulo a Isaac el tebano” (Sentences, p. 59).
20
En los manuscritos este apotegma se presenta a menudo bajo el velo del anonimato, y en efecto es tan impersonal
que podría atribuirse a cualquier anciano (cf. Sentences, p.60).
27
ABBA AIO21 1. Se relataba acerca de un anciano de la Tebaida, abba Antiano, que en su juventud había hecho muchas obras, pero, viejo ya, enfermó y quedó ciego, y los hermanos tenían muchas atenciones para con él por su enfermedad, y le daban de comer en la boca. Preguntaron entonces a abba Aio: “¿Qué pasará con tantas atenciones?”, y les respondió: “Les digo, Dios lo sacaría de este sufrimiento, si su corazón deseara estas atenciones y las recibiera con gusto, aunque comiese de este modo solamente un bocado, pero si no las quiere, sino que las acepta a la fuerza, Dios conservará salvo su trabajo, porque toma esto sin quererlo, mientras que los hermanos, por su parte, recibirán un premio”. ABBA AMONATHAS22 1. Llegó una vez a Pelusio un magistrado, y quiso exigir el impuesto a los monjes, como lo hacía con los seculares. Se reunieron todos los hermanos en la celda de abba Amonathas para tratar este asunto, y decidieron que fueran algunos Padres a ver al emperador. Les dijo abba Amonathas: “No hay necesidad de afligirse tanto; más bien permanezcan tranquilos en sus celdas y ayunen durante dos semanas, y por la gracia de Cristo yo solo trataré el asunto”. Volvieron los hermanos a sus celdas, y el anciano permaneció en la suya. Cuando se cumplieron los catorce días, se enojaron los hermanos contra el anciano porque no lo habían visto ponerse en movimiento, y dijeron: “El anciano ha descuidado nuestro asunto”. En el decimoquinto día se reunieron los hermanos, como habían establecido, y el anciano se llegó hasta ellos trayendo la carta marcada con el sello del emperador. Al verlo, se maravillaron los hermanos, y dijeron: “¿Cuándo la has traído, abba?”. Dijo el anciano: “Créanme, hermanos, que esta noche fui a ver al emperador y él escribió este decreto; fui después a Alejandría para hacerlo firmar por los magistrados, y así vengo hasta ustedes”. Al oírlo, tuvieron miedo, y se postraron en una metanía. Se arregló su asunto y ya no los molestó más el magistrado. Letra Beta BASILIO EL GRANDE23 21
Posiblemente vivió en la Tebaida al igual que el abad Antiano. Puede que sea diferente de aquel que, según ciertos
manuscritos de la colección Alfabética habría interrogado al abad Macario (cf. Sentences, p. 61).
22
“Este monje de la región de Pelusio debía gozar de gran prestigio entre sus hermanos, ya que lo eligieron para ir a
solicitar al emperador la exoneración del impuesto. Pero esto es todo lo que se sabe de él y lo maravilloso del
episodio envuelve al personaje de una halo de leyenda que es excepcional en los apotegmas” (Sentences, p. 61).
23
Nació Basilio hacia el 329/330, en Cesarea de Capadocia. Hizo sus estudios primero en Neocesarea, después en la
ciudad de Cesarea (¿desde el año 343?), más tarde, en Constantinopla (¿entre 346-350?) y luego en Atenas (desde el
351), donde frecuentó la Academia. En esta última ciudad volvió a encontrarse con Gregorio, hijo del obispo de
Nacianzo, a quien conocía desde Cesarea, y con él trabó una amistad que duraría por el resto de sus días. En 355, dejó
repentinamente la ciudad de Atenas, interrumpiendo sus estudios para volver a su patria. En el 357/358 recibió el
bautismo y se retiró a un lugar apartado del Ponto próximo al río Iris (Anesoi). En el año 362, fue ordenado sacerdote.
En 370 el pueblo fiel lo proclamó obispo de Cesarea de Capadocia, a pesar de la oposición de algunos obispos de la
región y de una buena parte del clero. Desplegó entonces una intensa actividad caritativa, recurriendo incluso a sus
bienes personales y familiares. La reflexión teológica de Basilio abrió el camino para la feliz culminación del concilio
de Constantinopla (año 381). Pero él ya no pudo participar de ese acontecimiento eclesial. Murió el 1º de enero del
379 (esta es la fecha tradicional; pero más probablemente falleció en agosto del 377, o en septiembre del 378). “Se
ignora cuándo y por qué camino el gran obispo capadocio fue admitido a formar parte de los Apotegmas. Al menos,
la anécdota parece antigua, ya que Doroteo de Gaza (Instrucciones, I,24) la cita textualmente en siglo VI, y para nada
desentona en la colección. Por el discernimiento que muestra san Basilio en el suceso se nos presenta como el digno
28
1. Dijo uno de los ancianos que mientras visitaba san Basilio un monasterio, después de hacer la debida exhortación (a los hermanos), preguntó al higúmeno: “¿Tienes aquí un hermano obediente?”. Le respondió: “Todos son servidores tuyos, señor, y desean salvarse”. Le dijo nuevamente: “¿Tienes alguno que sea en verdad obediente?”. Le trajo entonces a uno de los hermanos, y san Basilio lo utilizó en el servicio de la mesa. Después de comer trajo (agua) para que se lavase, y san Basilio le dijo: “Ven, también yo te daré (agua) para que te laves”. Aceptó que le echara el agua. Y dijo (Basilio): “Cuando entre en el santuario, acércate para que te ordene de diácono”. Después de hacerlo, lo ordenó también de presbítero, y lo tomó consigo en la casa episcopal, a causa de su obediencia. ABBA BESARION24 1. Dijo abba Dulas, discípulo de abba Besarión: «Yendo una vez hacia la costa del mar, tuve sed, y dije a abba Besarión: Abba, tengo mucha sed. El anciano hizo oración y me dijo: “Bebe del agua del mar”. El agua se endulzó y bebí. Recogí algo más en un recipiente, por si tenía nuevamente sed. Lo vio el anciano y me dijo: “¿Por qué la recogiste?”. Le respondió: “Perdóname, pero era por si tenía sed otra vez”. Dijo entonces el anciano: “Dios está aquí y en todas partes”». 2. Otra vez, al presentarse la necesidad, hizo oración y cruzó a pie el río Crisoroas, y prosiguió su camino. Admirado, le pedí perdón y le pregunté: “¿Cómo sentías tus pies al caminar sobre el agua?”. Y me respondió el anciano: “Sentía el agua hasta el talón, pero el resto estaba seco”. 3. Otra vez, mientras íbamos a visitar a un anciano, se puso el sol. Y orando dijo el anciano: “Te ruego Señor, que el sol se detenga hasta que tu servidor llegue”. Y así se hizo. 4. En otra oportunidad fui a su celda y lo encontré, de pie, en oración, con las manos extendidas hacia el cielo. Permaneció haciendo esto durante catorce días. Después me llamó y me dijo. “Sígueme”. Salimos y nos internamos en el desierto. Tuve sed y dije: “Abba, tengo sed”. Tomando el anciano mi melota, se apartó la distancia de un tiro de piedra, y después de orar, me la devolvió llena de agua. Proseguimos nuestra marcha y llegamos a una cueva. Al entrar en ella encontramos un hermano sentado, haciendo una cuerda, y no nos miraba ni saludaba, ni quiso en manera alguna cambiar palabra con nosotros. Me dijo el anciano: “Vayámonos de aquí; tal vez no le fue revelado al anciano que hablase con nosotros”. Marchamos hasta Lyco, y llegamos a lo de abba Juan. Lo saludamos e hicimos la oración. Después, sentándose, conversaron acerca de las visiones que habían tenido. Dijo abba Besarión: “Ha salido un edicto para que destruyan los émulo de los ancianos egipcios, y éstos ciertamente no habrían encontrado exagerada la importancia que le concede a
la obediencia. En el dossier de Casiano (n. 7) la colección alfabética contiene otro Apotegma de san Basilio, que ha
llegado allí con el pasaje de las Instituciones (7,19) en el que es citado” (Sentences, p. 63). Cf. también: la col.
Sistemática, recensión de Pelagio y Juan, VI,10; trad. de J. F. de Retana en Las Sentencias de los Padres del desierto.
Los Apotegmas de los Padres [recensión de Pelagio y Juan], Monasterio de Las Huelgas (Burgos) 1981, pp. 68-69
(Col. “Espiritualidad monástica”, 9).
24
“De los doce apotegmas atribuidos a Besarión, los cuatro primeros se presentan como recuerdos personales de su
discípulo Dulas, y un apotegma de abba Elías (n. 2), permite pensar que el milagro del sol (Besarión 3)..., al igual que
la liberación del poseso (Besarión 5), tuvieron lugar en Escete. Dulas nos muestra a su maestro como un poderoso
taumaturgo, pero los otros apotegmas revelan asimismo a un asceta a toda prueba, igualmente humilde y valiente...”
(Sentences, p. 64).
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templos. Así fue, y han sido destruidos”. Cuando íbamos de vuelta, llegamos otra vez a la cueva en la que habíamos visto al hermano. Me dijo el anciano: “Entremos adonde él está, por si Dios le ha inspirado que nos hable”. Entramos, y lo encontramos muerto. Me dijo entonces el anciano: “Ven, hermano, dispongamos su cuerpo. Para esto nos ha mandado hasta aquí el Señor”. Mientras lo preparábamos para la sepultura, vimos que era una mujer. Y se asombró el anciano, y dijo: “Mira como hasta las mujeres triunfan sobre Satanás, mientras nosotros vivimos indignamente en las ciudades”. Glorificando a Dios, protector de los que lo aman, nos retiramos de allí. 5. Vino una vez a Escete un endemoniado, y se hizo por él oración en la iglesia, pero el demonio no salía; era, en efecto, duro. Dijeron los clérigos: «¿Qué le haremos a este demonio? Nadie puede expulsarlo, sino sólo abba Besarión, pero si se lo pedimos ni siquiera vendrá a la iglesia. Hagamos entonces así: él viene temprano a la iglesia, antes que todos; hagamos sentar al poseso en este lugar, y cuando él llegue, alcémonos para la oración y digámosle: “Despierta al hermano, abba”». Así lo hicieron, y cuando el anciano hubo llegado, temprano (según acostumbraba), se levantaron para la oración y le dijeron: “Despierta al hermano”. El anciano le dijo: “Levántate, sal fuera”. Y enseguida salió el demonio de él, y quedó curado desde ese momento. 6. Dijo abba Besarión: “Durante cuarenta días con sus noches permanecí de pie entre espinas, sin dormir”. 7. Un hermano, que había pecado, era expulsado de la iglesia por el presbítero. Abba Besarión, levantándose, salió con él diciendo: “También yo soy pecador”. 8. El mismo abba Besarión dijo: “Durante cuarenta años no me he acostado, sino que dormí siempre sentado o de pie”. 9. Dijo el mismo: “Si estás en paz y no tienes que luchar, entonces humíllate más, no sea que nos elevemos por una alegría que viene de afuera, y caigamos en la lucha. Porque a menudo Dios no permite que seamos entregados a los combates, a causa de nuestra debilidad, para que no perezcamos”. 10. Un hermano que vivía con otros hermanos preguntó a abba Besarión: “¿Qué he de hacer?”. Le respondió el anciano: “Calla, y no te midas a ti mismo”. 11. Decía al morir abba Besarión: “El monje debe ser como los querubines y serafines: todo ojo”. 12. Contaban los discípulos de abba Besarión que su vida fue como la de un pájaro del aire, o de un pez o animal terrestre, puesto que pasó todo el tiempo de su vida sin molestia ni inquietud. No tenía preocupación por la casa ni el deseo de un lugar pareció poseer su espíritu, así como tampoco la abundancia de alimentos, la posesión de viviendas ni la frecuentación de libros, sino que parecía totalmente libre de las pasiones del cuerpo, alimentándose con la esperanza de las cosas futuras, fortalecido con la firmeza de la fe, paciente como un prisionero que es llevado de aquí para allá, permaneciendo en el frío, la desnudez, y quemado por el ardor del sol, siempre al aire libre. Se desgarraba en los precipicios de los desiertos como un vagabundo, y a veces le pareció bien dejarse llevar como sobre el mar a regiones distantes y desoladas. Si le acontecía llegar a regiones más templadas, donde monjes viven en comunidad una vida semejante, lloraba sentado fuera de las puertas, y se lamentaba como un náufrago arrojado a tierra. Después, si salía uno de los hermanos y lo encontraba sentado corno un 30
mendigo de los que hay en el mundo, y se le acercaba y le decía compasivo: “¿Por qué lloras, hombre? Si tienes necesidad de algo, lo recibirás en la medida de lo posible; solamente entra, comparte nuestra mesa y consuélate”, él respondía: “No puedo detenerme bajo un techo hasta que no encuentre los bienes de mi casa”. Decía, en efecto, que había perdido grandes riquezas de varios modos. “También caí en manos de piratas, y naufragué, y caí de mi nobleza original, de glorioso que era me he vuelto indigno”. El hermano, conmovido por sus palabras, entró a buscar un pedazo de pan y se lo dio, diciendo: “Toma esto, padre; Dios te dará lo demás que tú dices: patria, nobleza y riquezas”. Pero él lamentándose aun más, con un gran suspiro agregaba: “No puedo decirte si podré encontrar esos bienes nuevamente, pero yo estoy todavía más afligido, soportando diariamente los peligros de la muerte, sin descanso por mis grandes calamidades. Porque tengo que viajar sin fin, hasta consumar mi carrera”. ABBA BENJAMÍN25 1. Dijo abba Benjamín: “Cuando bajamos hacia Escete después de la cosecha, nos trajeron la paga desde Alejandría, un recipiente de aceite para cada uno. Cuando se presentaba nuevamente el tiempo de la cosecha, los hermanos llevaban lo que les había sobrado a la iglesia. Pero yo no abrí mi recipiente, sino que lo perforé con una aguja y saqué poco, y en mi corazón pensaba que había hecho una gran obra. Pero cuando los hermanos trajeron sus recipientes tal como los habían recibido, mientras que el mío estaba perforado, tuve tanta vergüenza como si hubiese fornicado”. 2. Dijo abba Benjamín, presbítero de Las Celdas: «Fuimos a Escete para ver a un anciano, y quisimos llevarle un poco de aceite. Él nos dijo: “Miren donde puse el pequeño recipiente que me trajeron hace tres años; como lo trajeron, así quedó”. Al oír esto, nos admiramos de la vida del anciano». 3. Dijo el mismo: «Fuimos a ver a otro anciano, que nos retuvo a comer. Nos ofreció aceite de rabanitos. Le dijimos: “Padre, danos un poco de aceite del bueno”. Al oírlo, se hizo la señal de la cruz y dijo: “Yo no sé si hay otro aceite fuera de éste”». 4. Abba Benjamín dijo a sus hijos al morir: “Hagan esto y se salvarán: alégrense siempre; oren incesantemente; en todo den gracias”. 5. Dijo el mismo: “Vayan por la vía regia; recorran los mojones y no sean mezquinos”. ABBA BIARE26 1. Interrogó uno a abba Biare: “¿Qué debo hacer para salvarme?”. Le dijo: “Ve, haz pequeño tu vientre, pequeño tu trabajo manual y no te inquietes en tu celda. Así te salvarás”. 25
“Éste abba Benjamín, sacerdote de Las Celdas, muy posiblemente es diferente del anciano que murió de hidropesía
en Nitria después de ochenta años de vida monástica (Historia Lausíaca, 12). En sus sentencias se habla sobre todo
de la restricción del aceite que voluntariamente se imponían en Escete, pero los dos últimos diseñan en pocas
palabras un auténtico programa de espiritualidad” (Sentences, p. 68).
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Es difícil decir algo sobre este personaje. Pero el apotegma “muestra bien el lugar que tenía el trabajo manual en el
ideal de los padres del desierto. Los ancianos egipcios reprobaban el trabajo demasiado acaparador que turba la paz y
el recogimiento del monje en la celda, o físicamente muy exigente que obligaba a aumentar la ración alimenticia. Era
mejor, pensaban ellos, trabajar poco y comer poco que trabajar mucho y comer mucho” (Sentences, p. 69).
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Letra Gamma ABBA GREGORIO EL TEÓLOGO (NACIANCENO)27 1. Dijo abba Gregorio: “Dios pide estas tres cosas de todo hombre que ha recibido el bautismo: en su alma, una fe recta, verdad en la lengua y templanza en el cuerpo”. 2. Dijo también: “Para los que son poseídos por el deseo, un día es como toda la vida de un hombre”. ABBA GELASIO28 1. Decían acerca de abba Gelasio que tenía un libro en cuero, valuado en dieciocho monedas, en el que estaba escrito todo el Antiguo y el Nuevo Testamento, y quedaba en la iglesia para que lo leyese aquél de los hermanos que quisiera hacerlo. Vino un hermano extranjero para visitar al anciano, y al ver el códice, deseó tenerlo y, robándolo, se marchó. El anciano no fue en su seguimiento, aunque entendió la cosa. Entretanto, fue el otro a la ciudad y buscaba venderlo, y encontró a uno que lo quería comprar, y le pidió dieciséis monedas. Pero el comprador le dijo: “Dámelo antes, para hacerlo ver, y después te pagaré”. Se lo dio, y él lo tomó y lo llevó a abba Gelasio para que lo viera y se pronunciase sobre el precio que pedía el vendedor. El anciano le dijo: “Cómpralo, porque es bueno y vale el precio que dijiste”. Fue el hombre y al vendedor le dijo otra cosa, no lo que hablara el anciano: “Le mostré el libro a abba Gelasio, y me dijo que es demasiado, 27
Gregorio nació hacia 329/330, en Nacianzo o en Arianzo (una aldea próxima al lugar donde su familia tenía
propiedades). Su madre era cristiana, en tanto que su padre -Gregorio el anciano- se convirtió y fue elegido obispo de
Nacianzo poco antes de nacer Gregorio. Gregorio frecuentó las escuelas de Cesárea de Capadocia, Cesárea de
Palestina, Alejandría y Atenas, donde se relacionó con Basilio. Regresó a Capadocia hacia 358, recibió el bautismo
probablemente ese mismo año y decidió consagrarse a la “filosofía monástica”, pero sin decidirse a dejar su familia
para unirse a Basilio, con excepción de breves períodos. Su padre lo mandó llamar en 361 y lo ordenó sacerdote, a
pesar de no ser ese su deseo; aunque intentó escapar de su nueva responsabilidad, huyendo junto a Basilio, regresó
para Pascua del 362. En el 372, san Basilio, como parte de su plan de política religiosa, lo obligó a aceptar la sede
episcopal de Sásima, una estación postal a la que Gregorio, profundamente dolido por la maniobra de su amigo, se
negó a trasladarse. En 374, tras la muerte del padre (su madre, Nonna, falleció poco después), administró por poco
tiempo la diócesis de Nacianzo, en espera de la designación del nuevo obispo, pero se retiró en seguida a Seleucia de
Isauria. Con la muerte del emperador Valente (378), los nicenos cobran nuevas esperanzas de prevalecer. La sede de
Constantinopla estaba en manos de los arrianos desde el 351; para reagrupar la pequeña comunidad ortodoxa según la
línea trazada por Basilio (que ya había fallecido) se recurrió a Gregorio, que puso su sede en un pequeño santuario: la
Anástasis. En 381, el emperador Teodosio convocó un concilio en Constantinopla (el concilio que luego será
catalogado como segundo ecuménico), en el que no estuvo representado el papa Dámaso. El obispo Melecio de
Antioquia, que lo presidía, procedió a regularizar la situación canónica de Gregorio en la sede constantinopolitana.
Pero poco después murió repentinamente, y entonces Gregorio, elegido como presidente del concilio, mostró su
desacuerdo con la fórmula de fe que se proponía. Propugnaba una declaración inequívoca de la divinidad y de la
consustancialidad del Espíritu santo. Un problema espinoso era la sucesión del fallecido obispo de Antioquía.
Gregorio propuso el reconocimiento de Paulino para la sede, pero no hubo consenso. Y la llegada de los obispos de
Egipto y Macedonia no hizo sino encender las disputas. Se llegó a poner en duda la situación del mismo Gregorio en
Constatinopla. Éste, que buscaba una ocasión para renunciar, no tardó en comunicar su dimisión al emperador. Al
cabo de dos años pasados en Nacianzo, donde continuó administrando esa Iglesia, hizo elegir como obispo a su primo
Eulalio (383), y se retiró definitivamente a su propiedad de Arianzo. Murió posiblemente en el año 390. “Al igual que
su amigo san Basilio, Gregorio fue admitido a figurar al inicio de un capítulo de la serie alfabética de los apotegmas.
Y recibió también el título de abba. Las dos sentencias atribuidas a él se aplican a los cristianos ejemplares sedientos
de Dios, tal como lo eran los ancianos egipcios” (Sentences, p. 70).
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“Gelasio abrazó la vida anacorética en su juventud, y fundó luego un monasterio cenobítico en los alrededores de
Nicópolis, en Palestina, hacia mediados del siglo V. Su santidad y sus milagros lo hicieron célebre, pero él se
distinguió también por su firme adhesión a la fe ortodoxa. Con san Eutimio fue, en efecto, uno de los pocos abades
palestinenses en aceptar el Concilio de Calcedonia y rehusarse a reconocer el obispo intruso de Jerusalén: Teodosio”
(Sentences, p. 70).
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porque no vale el precio que dijiste”. Al oírlo le preguntó: “¿El anciano no dijo nada más?”. Respondió: “No”. Le dijo entonces: “Ya no quiero venderlo”. Arrepentido, fue a pedir perdón al anciano, y le rogó que aceptase el códice. El anciano no lo quería recibir. Le dijo entonces el hermano: “Si no lo tomas, yo no tendré paz”. Le respondió el anciano: “Si no vas a tener paz, entonces lo acepto”. Y el hermano permaneció en ese lugar hasta su muerte, edificado por la obra del anciano. 2. Al mismo abba Gelasio le fue legada una celda con un campo vecino por un anciano, monje también él, que moraba cerca de Nicópolis. Un campesino de un tal Vacatos, que habitaba antes en Nicópolis de Palestina, como era pariente del anciano fallecido, acudió al nombrado Vacatos y le rogaba que tomase esa propiedad que le correspondía por la ley. Entonces él, porque era violento, intentaba arrebatar por la fuerza la tierra a abba Gelasio, Pero abba Gelasio no cedía, no queriendo entregar a un secular una celda monástica. Al ver Vacatos que los animales (de carga) de abba Gelasio se llevaban las aceitunas del campo que le legaran, los tomó por la fuerza, llevando las aceitunas a su casa y apenas si devolvió los animales con sus conductores. El bienaventurado anciano no reclamaba los frutos, pero no abandonaba el dominio del campo por la razón antedicha. Indignado contra él, Vacatos que tenía además otros asuntos que tratar -­‐
puesto que era pleiteador-­‐, marchó hacia Constantinopla, viajando a pie. Al llegar cerca de Antioquía, donde brillaba por entonces como una gran luminaria san Simeón, oyendo hablar de él -­‐porque superaba las condiciones humanas-­‐, quiso, como cristiano que era, ver al santo. Al divisarlo san Simeón desde la columna, apenas entró en el monasterio, le preguntó: “¿De dónde eres y adónde vas?”. Le respondió: “Soy de Palestina y voy a Constantinopla”. Le dijo: “¿Y por qué causa?”. Respondió Vacatos: “Por muchas razones, y espero, por las oraciones de tu santidad, regresar y venerar tus sagradas huellas”. Le dijo entonces san Simeón: “No quieres decir, hombre desgraciado, que vas para actuar contra el varón de Dios. Pero no te será propicio el camino ni volverás a ver tu casa. Si aceptas mi consejo, vuélvete de aquí mismo a tu lugar y arrepiéntete, si llegas vivo hasta allí”. En seguida lo tomó la fiebre, y sus acompañantes lo pusieron en una litera y se apresuraron a llevarlo a su región, de acuerdo a lo dicho por san Simeón, para pedir perdón a abba Gelasio. Pero alcanzó Berito y murió, y no llegó a ver su casa como le profetizara el santo. Esto y la muerte de su padre relató su hijo, llamado Vacatos también él, a hombres dignos de crédito. 3. Muchos de sus discípulos relataron también lo siguiente: “Les habían dado una vez un pescado, y el cocinero lo llevó al encargado después de haberlo freído. Por un asunto tuvo que salir el encargado, y dejó el pescado en un recipiente, en el suelo, y pidió al joven discípulo de abba Gelasio que lo cuidase por un momento, hasta su regreso. El niño, tentado por la gula, se precipitó con avidez para comer el pescado, Entró el encargado y lo halló comiendo, y sin considerar lo que, hacía, movido por la ira, le dio un puntapié al niño que estaba sentado en el suelo. Éste, por obra de un espíritu, murió. El ecónomo, atemorizado, lo recostó en su propio lecho, lo cubrió y fue a echarse a los pies de abba Gelasio, anunciándole lo que había sucedido. Éste, después de recomendarle que no lo dijera a nadie, mandó que cuando todos se hubieran retirado a descansar, por la tarde, lo llevara al diaconicón, lo pusiera frente al altar y se retirase. Y fue el anciano al diaconicón, y permaneció de pie en oración. A la hora de la salmodia nocturna, estando reunidos los hermanos, salió el anciano acompañado por el joven. Nadie supo lo que había sucedido, sino él y el ecónomo, hasta su muerte”. 4. Decían acerca de abba Gelasio, no sólo sus discípulos, sino muchos de los que frecuentemente acudían a él, que en tiempos del sínodo ecuménico congregado en Calcedonia, Teodosio, el que animara en Palestina el cisma de Dióscoro, adelantándose a 33
los obispos que regresaban a sus iglesias -­‐porque él también estaba en Constantinopla, expulsado de su patria porque era feliz suscitando tumultos-­‐, se presentó a abba Gelasio en su monasterio, hablando contra el sínodo, como si la doctrina de Nestorio hubiera salido triunfante; de este modo juzgaba él que podría seducir al santo y atraerlo a la compañía de su error y al cisma. Pero él, por la actitud del hombre y por la prudencia recibida de Dios, comprendió su mala intención y no se unió a su apostasía, como hicieron casi todos entonces, sino que lo expulsó indignamente como correspondía. En efecto, hizo venir en medio al discípulo que había resucitado de entre los muertos y habló (al visitante) con mucho respeto de esta manera: “Si quieres discutir acerca de la fe, tienes a éste que te escuchará y dialogará contigo; yo no tengo tiempo para escucharte”. Con estas palabras, lleno de confusión, irrumpió en la ciudad santa, atrajo a su partido a todos los monjes, con apariencia de celo divino. Atrajo también a la Augusta, que se encontraba entonces allí, y de ese modo, con su ayuda, se apoderó por la violencia del trono de Jerusalén, valiéndose de crímenes, y perpetró otras cosas contra las leyes y los cánones, como hasta hoy recuerdan muchos. Después, como quien ha recibido la potestad, y habiendo conseguido su fin, impuso las manos a muchos obispos, invadiendo las sedes de los obispos que aun no habían regresado. Llamó también a abba Gelasio y lo invitó al santuario, buscando seducirlo a la vez que lo temía. Cuando hubo entrado en el santuario, le dijo Teodosio: “Anatematiza a Juvenal”. Impávido le respondió: “No conozco más obispo de Jerusalén que Juvenal”. Temiendo Teodosio que otros imitasen su celo piadoso, mandó que lo echasen de la iglesia. Los cismáticos pusieron a su alrededor maderas, amenazando quemarlo. Pero viendo que ello no le hacía ceder ni les tenía miedo, y temiendo una revuelta del pueblo, porque era hombre famoso -­‐todo venía de lo alto, de la Providencia-­‐, despacharon sano al mártir, que por sí mismo se había ofrecido a Dios. 5. Acerca del mismo se decía que en su juventud profesó vida pobre y solitaria. Había entonces muchos otros hombres en ese lugar, que habían abrazado con él la misma vida. Entre ellos se encontraba un anciano, de suma simplicidad y pobre, que habitaba en una celda apartada hasta su muerte, aunque tuvo un discípulo en la vejez. La ascesis de este hombre era no poseer dos túnicas, ni preocuparse con sus compañeros por el mañana, aun hasta la muerte. Cuando abba Gelasio comenzó, con la ayuda divina, a constituir su cenobio, le donaban muchos terrenos, y adquirió las bestias de carga y los bueyes necesarios para el monasterio. El mismo que reveló, en el comienzo, al divino Pacomio que organizaría un cenobio, también aquí le prestó su ayuda para toda la organización del monasterio. El anciano, viéndolo en estas cosas, y deseando salvar la caridad fraterna que por él sentía, le dijo: “Temo, abba Gelasio, que tu espíritu se ate a los campos y a las demás posesiones del cenobio”. Y le respondió: “Más atado está tu espíritu a la aguja con que trabajas que el espíritu de Gelasio a sus bienes”. 6. Decían acerca de abba Gelasio que muchas veces fue molestado por el pensamiento de retirarse al desierto. Un día dijo a su discípulo: “Hazme la caridad, hermano, de soportar cualquier cosa que hiciere, y no me hables durante esta semana”. Tomando un bastón de palma comenzó a caminar por su recinto, y cuando se cansaba se sentaba un poco, y de nuevo se levantaba para caminar. Llegó la noche y dijo a su pensamiento: “El que camina por el desierto no come pan, sino hierbas. Tú, por tu debilidad, come algunas legumbres”. Después de esto dijo a su pensamiento: “El que vive en el desierto no duerme bajo techo sino bajo el cielo; haz tú lo mismo”. Y recostándose, durmió en el patio. Pasó tres días caminando por el monasterio, comiendo por las noches unas pocas hojas de achicoria y durmiendo por las noches a la intemperie, hasta que se fatigó, e increpando al pensamiento que lo molestaba, argumentó contra sí mismo diciendo: “Si no puedes hacer el trabajo del desierto, siéntate en tu celda con paciencia, llorando tus 34
pecados, y no vagues. Porque el ojo de Dios ve en todo lugar las obras de los hombres y nada se le oculta, sino que conoce a los que hacen el bien”. ABBA GERONCIO29 1. Dijo abba Geroncio, el de Petra, que muchos, tentados por los placeres corporales, pecan, no con sus cuerpos sino con el pensamiento, y conservando la virginidad en el cuerpo, fornican con el alma. “Es bueno, por tanto, queridos, cumplir lo que está escrito, y cada uno conserve su corazón con toda vigilancia”. Letra Delta ABBA DANIEL30 1. Decían acerca de abba Daniel que cuando llegaron a Escete los bárbaros, huyeron los Padres, y dijo el anciano: “Si Dios no me protege, ¿para quién vivo entonces?”. Y pasó en medio de los bárbaros, que no lo vieron. Se dijo entonces: “Dios me ha protegido y no he muerto. Haz tú también lo de los hombres y huye como los Padres”. 2. Interrogó un hermano a abba Daniel diciendo: “Dame un solo mandato y lo guardaré”. Le respondió: “Nunca pongas tu mano en el plato con una mujer ni comas con ella, y con esto te alejarás un poco del demonio de la fornicación”. 3. Dijo abba Daniel: «Había en Babilonia una hija de un notable que estaba poseída por un demonio. El padre tenía gran afecto por un monje, el cual le dijo: “Nadie puede curar a tu hija sino los solitarios que yo conozco, pero si les pides a ellos no aceptarán hacerlo, por humildad. Hagamos más bien esto: cuando vengan a la plaza, haz como los que desean comprar sus canastos, y cuando se presenten para recibir su precio les diremos que hagan oración, y confío que sanará”. Saliendo pues a la plaza encontraron a uno de los discípulos de los ancianos que estaba sentado vendiendo sus canastos, y lo llevaron con sus canastos como para recibir su precio. Cuando el monje llegó a la casa, salió la endemoniada y le dio una bofetada. Él le ofreció la otra mejilla, según el mandamiento del Señor, y el demonio, dolorido, gritó: “¡Oh violencia! ¡El mandato del Señor me expulsa!”. Quedó en seguida limpia la mujer. Cuando llegaron los ancianos les anunciaron lo sucedido. Ellos glorificaron a Dios y decían: “Es normal que la soberbia del diablo caiga por la humildad del mandamiento de Cristo”». 4. Dijo otra vez abba Daniel: “Cuanto el cuerpo se fortalece, se debilita el alma, y cuanto disminuye el cuerpo, se fortalece el alma”. 5. Caminaban una vez abba Daniel y abba Amoes. Y abba Amoes dijo. “¿Cuándo estaremos nosotros también sentados en la celda, padre?”. Le dijo abba Daniel: “¿Quién nos quita a Dios ahora? Dios está en la celda, y también afuera está Dios”. 29
Se trata de un monje de Petra de quien no conocemos sino esta sentencia, y no de abba Geroncio quien fuera, en la
primera mitad del siglo V, capellán de santa Melania en el Monte de los Olivos y más tarde su biógrafo (cf.
Sentences, p. 75).
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Fue “discípulo de Alejandro y de Zoilo, sus compatriotas de Farán, y junto con ellos discípulo de abba Arsenio, a
quien sirvió devotamente hasta su muerte. Y también tuvo que dejar Escete cuando fue devastada (año 434) por los
bárbaros. Aunque habla poco de sí mismo, tuvo el mérito de transmitir sus recuerdos sobre Arsenio y otros ancianos”
(Sentences, p. 76). Murió probablemente en 439.
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6. Contaba abba Daniel: «Cuando estaba abba Arsenio en Escete había allí un monje que robaba los objetos que poseían los ancianos. Abba Arsenio lo tomó en su celda, deseando ganárselo y dar tranquilidad a los ancianos, y le dijo: “Te daré lo que quieras, pero no robes”. Le dio oro, dinero, vestidos, y todo lo que necesitaba. Pero él salía y seguía robando. Los ancianos entonces, viendo que no se aquietaba, lo expulsaron, diciendo: “Si un hermano tiene la enfermedad del pecado, es necesario soportarlo, pero si roba expúlsenlo, porque perjudica a su alma y molesta a todos los que están en ese lugar”». 7. Abba Daniel de Farán contaba: «Dijo nuestro padre abba Arsenio acerca de un escetiota, que era grande en las obras pero simple en la fe. A causa de su simplicidad se engañaba, diciendo: “No es realmente el cuerpo de Cristo lo que recibimos, sino una figura”. Supieron los ancianos que decía esto, y conociendo que era grande en la vida pensaron que hablaba de esa manera sin malicia, sino por simplicidad, y fueron adónde estaba él y le dijeron: “Abba, hemos oído acerca de una palabra contraria a la fe de uno que dice que el pan que recibimos no es verdaderamente el cuerpo de Cristo sino una figura”. Dijo el anciano: “Yo soy el que ha dicho eso”. Ellos lo amonestaron diciendo: “No sostengas eso, abba, sino lo que enseña la Iglesia Católica. Nosotros creemos que este mismo pan es el cuerpo de Cristo y que esta bebida es la sangre de Cristo, verdaderamente, y no una figura. Como en el principio tomó polvo de la tierra y plasmó al hombre a su imagen (cf. Gn 1,27), y nadie puede decir que no es la imagen de Dios, aunque sea incomprensible, así este pan del que dijo: ‘Es mi cuerpo’ (cf. Mt 26,26; Mc 14,22; Lc 22,19), creemos que es verdaderamente el cuerpo de Cristo”. Dijo el anciano: “Si no me convence la cosa misma, no creeré”. Le dijeron: “Roguemos a Dios durante esta semana acerca de este misterio, y confiamos que Dios nos lo revelará”. El anciano recibió con alegría la palabra, y oraba a Dios diciendo: “Señor, tú sabes que no es por maldad que no creo; pero si es por ignorancia que me engaño, revélamelo, Señor Jesucristo”. Se retiraron los ancianos a sus celdas, y rogaban también ellos a Dios, diciendo: “Señor Jesucristo, revela al anciano este misterio para que crea y no pierda su esfuerzo”. Y los oyó Dios. Se cumplió la semana y fueron a la iglesia el domingo, y se pusieron los tres juntos sobre una misma alfombra, el anciano en el medio. Se les abrieron los ojos, y cuando se puso el pan sobre la sagrada mesa, se les apareció a los tres, y sólo a ellos, un niño. Cuando el presbítero extendió la mano para partir el pan, bajó del cielo un ángel del Señor con una espada y tocó al niño, y vació su sangre en el cáliz. Cuando el presbítero partía el pan en pequeñas partículas, también el ángel cortaba al niño en pequeños pedazos. Y cuando fueron a recibir los sagrados misterios, solamente al anciano se le dio carne ensangrentada, y al verlo temió, y exclamó diciendo: “Creo, Señor, que el pan es tu cuerpo y la bebida es tu sangre”. Y en seguida, la carne que tenía en la mano se volvió pan, conforme al sacramento, y lo consumió dando gracias a Dios. Le dijeron los ancianos: “Dios conoce la naturaleza humana, y sabe que no puede comer carne cruda, por eso transformó su cuerpo en pan y su sangre en vino para los que lo reciben con fe”. Y agradecieron a Dios por el anciano, porque no permitió que pereciesen sus trabajos. Y se volvieron los tres con alegría a sus celdas». 8. Narraba el mismo abba Daniel acerca de otro gran anciano, que vivía en el bajo Egipto, y afirmaba en su simplicidad que Melquisedec era hijo de Dios. Se lo anunciaron al bienaventurado Cirilo, arzobispo de Alejandría, quien mandó por él. Sabía que el anciano obraba milagros, y que se le revelaba cuanto pedía a Dios, y que lo que decía procedía de su simplicidad. Usó con él de habilidad, diciéndole: “Abba, te ruego, algunas veces me dice el pensamiento que Melquisedec es hijo de Dios, y otro pensamiento me dice que no, que es hombre y sacerdote de Dios. Como estoy en la duda acerca de esto, he mandado por ti, para que ruegues a Dios que te lo revele”. El anciano, confiando en su 36
poder, dijo con seguridad: “Dame tres días y pediré a Dios acerca de esto, y te diré lo que haya”. Retirándose, rogó a Dios por esta palabra, y vino después de tres días y dijo al bienaventurado Cirilo que Melquisedec era hombre. Le dijo el arzobispo: “¿Cómo lo sabes, abba?”. Le dijo: “Dios me mostró a todos los patriarcas, de modo que todos y cada uno pasaron delante mío, desde Adán hasta Melquisedec; puedes estar seguro de que así es”. De regreso, el mismo anciano decía que Melquisedec era hombre, y el bienaventurado Cirilo se alegró mucho. ABBA DIÓSCORO31 1. Dijeron acerca de abba Dióscoro, el de Najiaste, que su pan era de cebada y lentejas. Al principio de cada año se proponía una práctica, diciendo: “No veré a nadie este año, o no hablaré, o no comeré nada cocido, o no comeré frutas ni legumbres”. Y en todas sus obras hacía así; y cuando terminaba una, comenzaba otra, y cada año hacía de esta manera. 2. Preguntó un hermano a abba Pastor: “Me entristecen los pensamientos, haciéndome dejar de lado los pecados para fijarme en los defectos de mi hermano”. Y el anciano le contó que abba Dióscoro estaba una vez en la celda llorando por sí mismo. Su discípulo residía en otra celda. Cuando acudió al anciano lo encontró llorando, y le dijo: “Padre, ¿por qué lloras?”. El anciano le dijo: “Lloro mis pecados”. Le dijo su discípulo: “No tienes pecados, padre”. Le respondió el anciano: “En verdad, hijo, si me permitieran ver mis pecados no bastarían otros tres o cuatro para llorarlos”. 3. Dijo abba Dióscoro: «Si llevamos nuestra vestidura celestial, no nos encontraremos desnudos. Pero, si no nos encuentran llevando ese vestido, ¿qué haremos, hermanos? Oiremos también nosotros esa voz que dice: “Échalo en la tiniebla exterior, allí será el llanto y el rechinar de dientes” (Mt 22,13). Ahora, entonces, hermanos, grande es nuestra infamia, si después de llevar durante tanto tiempo el hábito (schéma), somos hallados en la hora de la necesidad sin el traje de la boda (cf. Mt 22,12). ¡Oh!, ¡cuánta penitencia se apoderará de nosotros! ¡Cuánta oscuridad caerá sobre nosotros, en presencia de nuestros Padres y hermanos, que mirarán mientras nos torturan los ángeles del castigo!». ABBA DULAS32 1. Dijo abba Dulas: “Si el enemigo nos obliga a abandonar la hesiquía, no le prestamos oído, porque no hay nada igual a ella ni a la abstinencia de alimentos. Ambas se unen para ayudar contra él. Dan, en efecto, agudeza a la mirada interior”. 2. Dijo también: “Recorta la abundancia de afectos, no sea que la lucha contra tu espíritu sea grande y agite el régimen de tu hesiquía”. 31
“Se conocen varios Dióscoro que vivieron en Egipto en la época de oro del monacato, en particular el de Nitria
(Historia Lausíaca, 10-11), el de la Tebaida (Historia monachorum, 20) y un anciano escriba. ¿A quién, entonces,
atribuir los tres apotegmas que siguen? El primero es de Dióscoro de Najiaste, pero de este anciano sólo conocemos
su particular ascesis. Los otras dos sentencias reflejan una espiritualidad de la compunción y de las lágrimas, pero el
que es narrado por Pastor (Poimén) debe ser restituido a un cierto abad Isidoro, según el testimonio concordante del
latín y del siríaco” (Sentences, p. 80).
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Puede que sea el discípulo del abad Besarión, ya antes mencionado (cf. Besarión 1); pero el segundo apotegma no
es de él, sino de Evagrio (n. 2), y el primero es también del género evagriano (cf. Sentences, p. 81).
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Letra Epsilón SAN EPIFANIO, OBISPO DE CHIPRE33 1. Decía el obispo san Epifanio que, en presencia del bienaventurado Atanasio el grande, los cuervos34 que volaban junto al templo de Serapis graznaban continuamente: Cras, cras. Los griegos se pusieron delante del bienaventurado Atanasio y le gritaban: “Mal anciano, dinos ¿qué graznan los cuervos?”. Respondiendo les dijo: “Los cuervos graznan: Cras, cras. Y cras significa mañana en la lengua de los ausonios (occidentales)”. Y agregó: “Mañana verán la gloria de Dios”35. Después se anunció la muerte del emperador Juliano. Cuando hubo sucedido esto clamaban los presentes contra Serapis, diciendo: “Si a ti no te gustaba, ¿por qué recibías sus ofrendas?”. 2. El mismo contaba que había un auriga en Alejandría, hijo de una mujer llamada María. Cayó éste en un combate ecuestre, se levantó después, pudo al que lo había derribado y venció. La plebe gritó: “El hijo de María cayó, se levantó y venció”. Estaban todavía diciendo esto, cuando llegó hasta la plebe un rumor sobre el santuario de Serapis: el gran Teófilo, subió (al templo), derribó al ídolo de Serapis y se apoderó del templo. 3. Dijo al bienaventurado Epifanio, obispo de Chipre, el abad del monasterio que había sido suyo en Palestina: “Por tus plegarias no hemos descuidado nuestro orden, sino que con diligencia celebramos tercia, sexta y nona”. Él, reprendiéndolos, respondió: “Es claro que descuidan las demás horas del día, cesando la oración. El verdadero monje debe tener sin cesar la oración y la salmodia en su corazón”. 4. Una vez, san Epifanio mandó llamar a abba Hilarión, diciendo: “Ven, veámonos antes de que salgamos del cuerpo”. Cuando se hubieron encontrado, se alegraron el uno con el otro. Comieron juntos, y les trajeron un ave. El obispo la tomó y se la dio a abba Hilarión. El anciano le dijo: “Perdóname, pero desde que he recibido el hábito no he comido carne sacrificada”. El obispo dijo: “Yo, en cambio, desde que recibí el hábito no dejé que nadie se durmiera teniendo algo contra mí, ni yo me he dormido con algo contra otro”. El 33
Epifanio, obispo de Constancia, la antigua Salamina, nació cerca de Eleuterópolis, no lejos de Gaza, en Palestina,
hacia el 315. Partidario entusiasta del movimiento monástico, después de una visita que hizo a los más famosos
monjes de Egipto, hacia el año 335, fundó un monasterio cerca de su pueblo natal, a cuyo frente estuvo él mismo
durante unos treinta años. La fama de su saber y santidad movió a los obispos de Chipre a elegirle en el 365 como
metropolitano suyo. Su vida y sus escritos reflejan un celo ardiente por la pureza de la doctrina eclesiástica, al mismo
tiempo que falta de discernimiento, de moderación y de tacto. Ardiente defensor de la fe de los Padres, se oponía a
toda especulación metafísica. Esto explica su absoluta incapacidad para entender a Orígenes, que se fue convirtiendo
en un odio auténtico contra el gran Alejandrino, a quien le consideraba responsable del arrianismo y cuya
interpretación alegórica era para él raíz de todas las herejías. El año 392 fue a Jerusalén, y en presencia de Juan,
obispo de la ciudad, y ante una gran multitud congregada en la iglesia del Santo Sepulcro, pronunció un discurso
vehemente contra Orígenes. Ante la negativa de Juan a secundar la condena del Alejandrino, Epifanio rompió la
comunión eclesiástica con él. Y no titubeó en aunar sus fuerzas con el violento y astuto patriarca Teófilo de
Alejandría para expulsar de sus monasterios del desierto de Nitria a los famosos “Hermanos Largos” y a otros
adeptos egipcios de Orígenes. En el año 400, a instigación de Teófilo, fue a Constantinopla, no obstante su avanzada
edad, a emprender la guerra personalmente contra el obispo san Juan Crisóstomo y contra todos los origenistas de
aquella ciudad. Cuando, al final, se dio cuenta de que Teófilo se había valido de él como de un instrumento, no
aguardó a la deposición de Crisóstomo, sino que embarcó para Chipre, y murió en alta mar el 12 de mayo del 403 (cf.
http://www.holytrinitymission.org/books/spanish/patrologia_j_quasten_2.htm#_Toc45462589). “Tal como ha llegado
hasta nosotros la colección alfabética de los apotegmas contiene más de una huella antiorigenista. Esto puede
explicar, en parte, la importancia concedida a Epifanio en medio de los ancianos egipcios. Su dossier se compone de
no menos de 17 piezas, de las cuales la mayoría se distinguen por sus numerosas refrencias bíblicas. Como su amigo
san Jerónimo, el obispo de Chipre sobresalía por su conocimiento de las Escrituras; y cuatro de sus apotegmas las
recomiendan expresamente” (Sentences, p. 82).
34
Lit.: las cornejas (korónai).
35
Cf. Ex 16,6-7.
38
anciano le dijo: “Perdóname, porque tu práctica (politeía) es superior a la mía”. 5. Dijo el mismo: “Melquisedec, imagen de Cristo, bendijo a Abraham (Gn 14,19), raíz de los judíos; cuánto más la Verdad misma, Cristo, bendecirá y santificará a los que creen en Él”. 6. Dijo el mismo: “La cananea llama, y es oída (Mt 15,22), la hemorroisa calla, y es bendecida (Mt 9,22); el fariseo grita, y es condenado, el publicano no abre la boca, y es escuchado (Lc 18,10-­‐14)”. 7. Dijo el mismo: «El profeta David oraba tarde en la noche, a medianoche se despertaba, rogaba antes del alba, se levantaba al amanecer, suplicaba en la mañana, por la tarde y al mediodía pedía, por eso dijo: “Siete veces al día te alabé” (Sal 118 [119],64)». 8. Dijo también: “Es necesario poseer aquellos libros cristianos que se pueden adquirir. Puesto que la sola vista de esos libros nos hace remisos para el pecado y nos dispone a crecer más en la justicia”. 9. Dijo también “Gran precaución para no pecar es la lectura de las Escrituras”. 10. Dijo también: “Gran precipicio y abismo profundo es la ignorancia de las Escrituras”. 11. Dijo también: “Es gran traición para la salvación no conocer en absoluto la ley divina”. 12. El mismo dijo: «Los pecados de los justos están en sus labios, los de los impíos brotan de todo el cuerpo. Por eso canta David: “Pon, Señor, una guardia en mi boca y una puerta alrededor de mis labios (Sal 140 [141],3). Vigilaré mis caminos, para no pecar con mi lengua” (Sal 38 [39],2)». 13. Fue interrogado el mismo: “¿Por qué son diez los preceptos de la Ley y nueve las bienaventuranzas?”. Y respondió: “El decálogo iguala en número a las plagas de Egipto; el número de las bienaventuranzas es el triplo de la figura de la Trinidad”. 14. Al mismo preguntaron: “¿Puede un solo justo aplacar a Dios?”. Respondió: «Sí, porque ha dicho: “Busquen un hombre que viva en la justicia, y perdonaré a todo el pueblo” (Jr 5,1)». 15. Dijo el mismo: «Dios perdona a los pecadores arrepentidos, como la prostituta y el publicano. A los justos les pide hasta los intereses. Esto dice a los apóstoles: “Si no es más abundante la justicia de ustedes que la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos” (Mt 5,20)». 16. Esto dijo también: “Dios vende la justicia a los que la quieren comprar por un pequeño pedazo de pan, un traje humilde, un vaso de agua fresca, una moneda36”. 17. Agregaba también esto: “Un hombre que recibe algo de otro a causa de su pobreza o por necesidad, está agradecido, pero lo devuelve en secreto porque se avergüenza. El Señor Dios es diferente: recibe en secreto, pero retribuye en presencia de los ángeles y arcángeles y de los justos”. 36
Cf. Mt 25,34-36; Mc 12,41-44; Lc 21,1-4.
39
SAN EFRÉN37 1. Era todavía niño abba Efrén, y tuvo una visión: Había nacido una viña en su lengua, creció y llenó todo lo que estaba bajo el cielo, y dio abundante fruto. Acudieron todos los pájaros del cielo y comieron del fruto de la viña, y a pesar de ello, aumentó su fruto. 2. Otra vez vio uno de los santos en una visión que una formación de ángeles descendía del cielo, por mandato de Dios, y llevaban en sus manos un volumen escrito por dentro y por fuera, y se decían unos a otros: “¿A quién tenemos que entregar esto?”. Respondían diciendo: “Hay santos y justos que lo son en verdad, pero nadie puede recibirlo sino sólo Efrén”. Y vio el anciano que entregaron el volumen a Efrén. Por la mañana, al levantarse, oyó a Efrén, como que una fuente manase de su boca, y comprendió que lo que salía de los labios de Efrén procedía del Espíritu Santo. 3. Otra vez, pasando Efrén, vino una meretriz a persuadirlo con sus halagos a un torpe comercio, o al menos a provocarlo a ira, porque nadie le había visto airado. Él le dijo: “Sígueme”. Y cuando hubieron llegado a un lugar frecuentado le dijo: “Ven, en este lugar será lo que deseas”. Ella, al ver a la multitud, dijo: “¿Cómo podremos hacerlo sin vergüenza en presencia de esta multitud?”. Él respondió: “Si tenemos vergüenza de los hombres, cuánto más debemos avergonzarnos de Dios, que conoce lo oculto de las tinieblas”. Ella, confundida, se retiró sin hacer nada. EUCARISTO, SEGLAR38 Dos padres rogaron a Dios que les revelara qué medida habían alcanzado. Y llegó hasta ellos una voz que decía: “En un lugar de Egipto hay un secular llamado Eucaristo, y su mujer se llama María. Todavía no han llegado ustedes a su medida”. Se levantaron los dos ancianos y llegaron a la aldea, y preguntando encontraron su habitación, y en ella a su mujer. Le dijeron: “¿Dónde está tu marido?”. Respondió ella: “Es pastor, y está apacentando las ovejas”. Los hizo entrar en su celda. Al atardecer llegó Eucaristo con las ovejas, y al ver a los ancianos preparó la mesa para ellos, y trajo agua para que se lavaran los pies. Los ancianos le dijeron: “No gustaremos de esto si no nos dices cuál es tu obra”. Respondió Eucaristo con humildad: “Soy pastor, y esta es mi mujer”. Los ancianos insistían rogándole, pero él no quería hablar. Le dijeron: “Dios nos ha mandado a ti”. Al 37
San Efrén nació hacia el año 306 en Nísibe. Ordenado diácono colaboró activamente con los obispos Babu,
Vologeo y Abraham, entre los años 338-362. En los diez últimos años de su vida (363-373), después de que Nísibe
fue entregada a los persas, trabajó junto al obispo de Edesa. La crónica de esta ciudad coloca su deceso en el año
373. Su obra es, sobre todo, de carácter poético, cuyo marco era la liturgia, en un momento en el que la Eucaristía
tenía la forma de una vigilia nocturna, en la que se leían textos largos y había espacio para meditar esos textos. Parte
de sus composiciones poéticas para la liturgia se llaman madrâshê, y son cantos que comentan de una manera
meditativa pasajes de la Escritura. Y algunos de esos himnos se tradujeron muy pronto al griego y al armenio. Uno de
sus pensamientos más frecuentes es que, ante el misterio de la Encarnación del Verbo, las dos únicas posturas
racionales e inteligentes son, o el silencio que adora, o la alabanza que canta (cf.
http://www.arzobispodegranada.es/index.php?mod=articulos&sec=7&cat=23&id=66)1. “Las tres anécdotas (de los
apotegmas) se encuentran en las vidas del santo que conocemos, pero contrariamente a lo que se pensaba antes, los
especialistas como Dom Outtier, que en nuestros días han estudiado a fondo la cuestión, consideran que los
apotegmas son anteriores a las vidas. ¿Pero cómo llegaron a la colección? En todo caso, antes del siglo VI, ya que
Pelagio las encontró y las tradujo al latín. Es imposible ponderar su valor histórico, pero al menos testimonian que el
renombre de san Efrén se había difundido muy rápido en la trdaición monástica egipcia” (Sentences, p. 86).
38
“Se encuentran en los Apotegmas más de una anécdota mostrando que los monjes no tienen el monopolio de la
perfección y que los seglares los pueden sobrepasar en virtud, pero a condición de que vivan un poco como monjes.
La historia de Eucaristo y su mujer es particularmente significativa en tal sentido: juntos observan la continencia total
y llevan una vida austera y pobre” (Sentences, p. 87).
40
oír esta palabra, temió y les dijo: “Estas ovejas las hemos recibido de nuestros padres, y si, por la misericordia del Señor, aumentan, hacemos tres partes: una para los pobres, otra para la hospitalidad y la tercera para nuestras necesidades. Desde que tomé mujer no hemos tenido relación; ella es virgen. Cada uno duerme por separado. De noche llevamos cilicios y de día nuestros vestidos. Hasta ahora nadie ha sabido esto”. Al oírlo se admiraron, y se retiraron glorificando a Dios. EULOGIO, PRESBÍTERO39 Cierto Eulogio, discípulo del bienaventurado obispo Juan, presbítero y gran asceta, ayunaba dos días seguidos y a menudo extendía el ayuno por toda la semana, comiendo sólo pan con sal; era celebrado por los hombres. Fue adonde estaba abba José en Panefo, esperando ver en él mayor austeridad. El anciano lo recibió con alegría y le dio cuanto tenía para confortarlo. Los discípulos de Eulogio dijeron: “El anciano no come sino pan con sal”. Abba José empero comía callando. Pasaron allí tres días, y no los oían salmodiar u orar, porque obraban en secreto. Partieron al fin (los visitantes) sin aprovechar nada. Providencialmente se hizo oscuro, y después de haber estado vagando regresaron a la celda del anciano. Antes de llamar, los oyeron salmodiar, y aguardaron durante un largo tiempo antes de llamar nuevamente. Cesando en su salmodia los recibieron con alegría. A causa del calor, los discípulos de Eulogio tomaron una vasija de agua que había allí, y se la dieron. Era una mezcla de agua de mar con agua del río, y no la pudo beber. Comprendiendo al fin, se echó a los pies del anciano, puesto que deseaba aprender su forma de vida, diciendo: “Abba, ¿qué es esto? Antes no salmodiabas, pero lo haces ahora después de nuestra partida; al tomar la vasija, encuentro agua salada”. El anciano respondió: “El hermano es un tonto, y por error mezcló con agua de mar”. Eulogio empero rogaba al anciano, porque deseaba conocer la verdad. El anciano entonces le dijo: “Aquel pequeño vaso de vino era por caridad, esta agua es la que beben siempre los hermanos”. Y le enseñó el discernimiento de los pensamientos, y cortó de él todo lo humano. Se volvió en consecuencia discreto, y comía todo lo que le servían, y aprendió también a trabajar secretamente. Dijo entonces al anciano: “Realmente, tu trabajo es veraz”. ABBA EUPREPIO40 1. Dijo abba Euprepio: “Seguro de que Dios es fiel y poderoso, cree en Él y tendrás parte en sus bienes. Pero si te desanimas, no crees. Todos creemos que Él es poderoso y que todo es posible para Él. Pero confíale tus propios asuntos, porque también en ti hará signos”. 2. El mismo, una vez que estaban robando (en su celda), ayudaba a los ladrones a que le robaran. Cuando se hubieron llevado todo lo que había adentro, olvidaron su bastón. Lo 39
“Este Eulogio, que fue discípulo de san Juan Crisóstomo, no nos es conocido sino sólo por este apotegma que
habla de él. El paralelo siríaco precisa que vivía en Constantinopla. Los monjes de la ciudad imperial iban, en efecto,
gustosamente a visitar a los ascetas egipcios. La lección que recibe Eulogio en Panefo del abad José pone de relieve
admirablemente cómo los ascetas del desierto cuidaban ocultar sus prácticas. Sobre este punto, como sobre otros
muchos, mostraban que habían comprendido el Evangelio y lo vivían a fondo en espíritu y en verdad” (Sentences, p.
88).
40
“… Todos los apotegmas de Euprepio hablan sobre la pobreza, la privación y el desprendimiento de los bienes
materiales… Tal actitud se inspira no solamente en el desprecio de las cosas materiales y terrenas, que ya practicaban
algunos filósofos célebres de la antigüedad, sino sobre todo en la fe cristiana y en el total abandono a Dios”
(Sentences, pp. 89-90). La última sentencia pertenece a Evagrio.
41
vio abba Euprepio y se entristeció, y tomándolo, corrió en pos de ellos para entregárselo. Ellos no lo quisieron tomar, temiendo que les sucediera algo. Él rogó entonces a uno que viajaba por el mismo camino, que les llevara el bastón. 3. Dijo abba Euprepio: “Las cosas corporales son materiales. El que ama al mundo, ama los obstáculos. Si llegamos a perder algo, debemos recibir este suceso con alegría y alabanza, como que hemos sido liberados de preocupaciones”. 4. Un hermano interrogó a abba Euprepio acerca de la vida. El anciano le respondió: “Come hierba, lleva hierba, duerme en la hierba; es decir, desprecia todo y tendrás un corazón de hierro”. 5. Un hermano interrogó al mismo anciano, diciendo: “¿De qué modo llega al alma el temor de Dios?”. El anciano respondió: “Si el hombre tiene humildad y pobreza, y se abstiene de juzgar, posee el temor de Dios”. 6. Dijo también: “El temor y la humildad, la escasez de alimentos y el llanto permanezcan contigo”. 7. En sus comienzos, fue abba Euprepio donde un anciano y le dijo: “Abba, dime una palabra para que me salve”. Le respondió: “Si quieres salvarte, cuando encuentres a alguien no te adelantes a hablarle antes que él te pregunte”. Él, lleno de compunción por esta palabra, hizo una metanía y dijo: “¡Aunque he leído muchos libros, no conocía todavía esta enseñanza!”. ABBA ELADIO41 1. Decían acerca de abba Eladio que pasó veinte años en Las Celdas, y nunca levantó los ojos a lo alto para mirar el techo de la iglesia. 2. Decían acerca del mismo abba Eladio que comía pan y sal. Cuando llegaba la Pascua decía: “Los hermanos comen pan con sal; pero yo tengo que hacer un pequeño esfuerzo a causa de la Pascua. Puesto que los demás días como sentado, ahora, por ser Pascua, haré el esfuerzo y comeré de pie”. 3. Un sábado se reunieron los hermanos con alegría para comer en la iglesia de Las Celdas. Cuando pusieron la fuente, comenzó a llorar abba Eladio de Alejandría. Abba Santiago le dijo: “¿Por qué lloras, abba?”. Le respondió: “Porque pasó la alegría del alma, que es el ayuno, y llegó la consolación del cuerpo”. ABBA EVAGRIO42 41
Este Eladio, monje en Las Celdas, era originario de Alejandría y contemporáneo del abad Santiago: «Un sábado se
reunieron los hermanos con alegría para comer en la iglesia de las Celdas. Cuando pusieron la fuente, comenzó a
llorar abba Eladio de Alejandría. Abba Santiago le dijo: “¿Por qué lloras, abba?”. Le respondió: “Porque pasó la
alegría del alma, que es el ayuno, y llegó la consolación del cuerpo”» (Apotegma del Suplemento de la serie
alfabética; trad. en: Cuadernos Monásticos n. 17 [1961], pp. 153-154).
42
La fuente principal, y casi única, para conocer a Evagrio, es la noticia que nos ofrece su discípulo Paladio de
Helenópolis (+ hacia 420-430) en la Historia Lausíaca, compuesta en los años 419-420. Evagrio nació en un
pueblecito del Ponto, hacia el año 345. Sabemos que fue san Basilio quien le confirió el lectorado, y san Gregorio
quien lo ordenó de diácono. Siguiendo al Nacianceno, se trasladó a Constantinopla, pero apenas alcanzó a servirlo allí
un año como diácono, cuando la renuncia de san Gregorio a la sede patriarcal lo separó de él. Nectario, el obispo que
42
1. Dijo abba Evagrio: “Cuando estás en la celda, recoge tu espíritu: recuerda el día de la muerte, mira la mortificación del cuerpo; piensa en la calamidad, asume el esfuerzo, condena la vaciedad del mundo, para poder permanecer siempre en el propósito de la hesiquía y no te debilites. Recuerda también cómo es el infierno, piensa cómo se encuentran allí las almas, en qué profundo silencio, en qué amargos gemidos, en qué temor, en qué lucha, en qué espera, con dolor inacabable y lágrimas incesantes del alma. Recuerda el día de la resurrección y de la presentación ante Dios. Imagina el juicio aquel, horrible y tremendo. Ten a la vista lo que está reservado para los pecadores: la vergüenza en la presencia de Dios y de los ángeles y arcángeles, y de todos los hombres, los suplicios, el fuego eterno, el gusano que no duerme nunca, el tártaro y las tinieblas, el rechinar de dientes, los terrores y los tormentos. Piensa también en los bienes que están reservados para los justos, la confianza con Dios Padre y con su Cristo, con los ángeles, arcángeles y todo el pueblo de los santos, el reino de los cielos y sus riquezas, su alegría y su felicidad. Ten el recuerdo de todas estas cosas y del juicio de los pecadores. Llora, aflígete, teme, no sea que tú también te encuentres entre ellos; alégrate y goza en lo que está destinado para los justos. Y si tratas de gozar de estas cosas, apártate de aquellas. Haz que nunca, dentro o fuera de la celda, se te borre esto, de modo que, gracias a este recuerdo, huyas de los pensamientos impuros y molestos”43. 2. Dijo también: “Aparta de ti el afecto de muchos, para que tu alma no se distraiga, y se turbe el modo de tu hesiquía”44. 3. Dijo también: “Es una gran cosa orar sin distracción, pero es aún más grande salmodiar sin distracción”45. 4. Dijo también: “Recuerda siempre tu salida (de esta vida) y no olvides el juicio eterno, y no habrá delito en tu vida”46. 5. Dijo también: “Suprime las tentaciones y nadie se salvará”. 6. Dijo también: «Un padre dijo: “El alimento sobrio y regular, unido a la caridad, lleva pronto al monje al umbral de la impasibilidad”» 47. 7. Hubo una reunión en Las celdas para tratar acerca de un asunto, y habló abba Evagrio. El presbítero le dijo: “Sabemos, abba, que si estuvieras en tu tierra seguramente serías obispo y estarías a la cabeza de muchos, pero aquí vives ahora como extranjero”. Él, arrepentido, no se turbó, sino que inclinó la cabeza y dijo: “Es verdad, abba: hablé una sucedió a san Gregorio, lo retuvo a su lado. Fue entonces cuando Evagrio se enamoró de la mujer de un alto
funcionario, pero antes de que algo grave ocurriera, huyó de Constantinopla. Pasó a Jerusalén, y allí vivió en el
monasterio fundado por Melania la Grande; donde también conoció a Rufino. Decidió entonces abrazar la vida
monástica. Lo ayudaron a tomar esta decisión una enfermedad y los sabios consejos de santa Melania. Estuvo
primero en el desierto de Nitria, y dos años más tarde, en el de las Celdas, donde trabó relación con los grandes
maestros de la vida monástica del desierto egipcio, como los dos Macarios, el egipcio y el alejandrino. Teófilo, el
obispo de Alejandría, quiso consagrarlo obispo, pero Evagrio consideró que no tenía derecho a aceptar, y permaneció
en el desierto. Murió poco después de la Epifanía del año 399. Tenía entonces cincuenta y cuatro años. Como lo
señalara «el P. I. Hausherr “si tenemos esta inapreciable colección de los Apotegmas de los Padres, es ciertamente en
una buena medida a su ejemplo y doctrina que se la debemos”. Evagrio, en efecto, insertó en varias de sus obras
pequeñas colecciones de dichos de los monjes egipcios, que son los más antiguos que conocemos…» (Sentences, p.
92).
43
Cf. Evagrio Póntico, Bases de la vida monástica, 9.
44
Bases de la vida monástica, 8.
45
Cf. Evagrio Póntico, Tratado Práctico, 69.
46
Cf. Evagrio Póntico, Sentencias para los monjes, 54.
47
Tratado Práctico, 91.
43
vez, pero no agregaré otra cosa” (Jb 40,5). ABBA EUDÉMON48 1. Dijo abba Eudémon acerca de abba Pafnucio, el Padre de Escete: «Fui allí cuando era joven, y no me permitió quedar diciendo: “No quiero que haya en Escete un rostro de mujer, por el combate del enemigo”». Letra Dzeta ABBA ZENÓN49 1. Dijo abba Zenón, discípulo del bienaventurado Silvano: “No habites en un lugar renombrado, no permanezcas con un hombre de gran reputación ni eches cimientos para edificarte una celda”. 2. Decían acerca de abba Zenón que, al comienzo, no quería recibir nada de nadie. Los que le llevaban cosas se alejaban tristes, porque no las recibía, y los que iban a verlo, esperando recibir algo de él, como de un gran anciano, también se retiraban tristes, porque no tenía qué darles. Dijo el anciano: “¿Qué haré? Pues se entristecen los que traen, y también los que desean recibir. Conviene pues hacer esto: si alguien trae algo, lo recibiré, y al que pide, le daré”. Obrando de esta manera tuvo paz y satisfizo a todos. 3. Vino un hermano egipcio a Siria para visitar a abba Zenón, y se acusaba de sus propios pensamientos ante el anciano. Éste, admirado, dijo: “Los egipcios ocultan las virtudes que adquieren y se acusan continuamente de los defectos que no tienen. Los sirios y los griegos, en cambio, afirman tener las virtudes que no poseen y ocultan los defectos que tienen”. 4. Acudieron a él unos hermanos y lo interrogaron, diciendo: “¿Qué quiere decir lo que está escrito en el libro de Job: El cielo no es puro en su presencia (Jb 15,15)?”. Respondió el anciano: “Los hermanos han descuidado sus pecados y preguntan acerca del cielo. Esta es la explicación de la palabra: sólo Él es puro, por eso dice: El cielo no es puro”. 5. Decían acerca de abba Zenón que cuando residía en Escete, salió una noche de su celda como para ir al lago. Y estuvo marchando sin rumbo durante tres días y tres noches. Al fin se cansó y, debilitado, cayó como un moribundo. Y he aquí que se detuvo junto a él un niño, que tenía un pan y un jarro con agua, y le dijo: “Levántate, come” (cf. 1 R 19,7). Él, levantándose, oró, porque creía que se trataba de una visión. El niño le dijo. “Hiciste bien”. Y oró nuevamente, por segunda, y tercera vez. Le dijo: “Hiciste bien”. El anciano se levantó, comió y bebió. Después de esto le dijo: “Tanto te has alejado de la celda cuanto has caminado, pero levántate y sígueme”. Y en seguida encontró su celda. El anciano le dijo: “Entra y ora conmigo”. Pero cuando entró el anciano, el otro se volvió 48
“Pafnucio sucedió a san Macario al frente de los monjes de Escete, después de la muerte de aquel en 390. Es, por
tanto, a fines del siglo IV que el joven Eudémon se presentó ante él para ser monje” (Sentences, p. 94).
49
“Zenón deriva de Zeus (Dios), y era un nombre frecuente en la antigüedad. Es probable que haya al menos dos
personajes con este nombre en los Apotegmas, sin que sea siempre posible identificarlos. El discípulo de Silvano que
aquí se menciona fue monje en Escete y siguió a su maestro a Palestina y Siria. Al final de su vida se hizo recluso
cerca de Gaza, y murió el año 451” (Sentences, p. 95). Las sentencias 3 y 6, probablemente hay que atribuirlas a un
Zenón palestinense mencionado por Sozomeno (Historia Eclesiástica, II,28) y Calinico (Vida de Hypatio, 49 y 54);
cf. SCh 387, p. 62, nota 4.
44
invisible. 6. En otra ocasión caminaba el mismo abba Zenón en Palestina, y, cansado, se sentó para comer cerca de una plantación de pepinos. Su pensamiento le dijo: “Toma un pepino y cómelo. En efecto, ¿qué es?”. El dijo en respuesta a su pensamiento: “Los ladrones van al tormento. Pruébate ahora, si puedes soportar el tormento”. Y levantándose, estuvo al sol durante cinco días. Cuando estuvo todo quemado dijo: “No puedes soportar el suplicio”. Y dijo a su pensamiento: “Si no lo puedes, no robes ni comas”. 7. Dijo abba Zenón: “El que quiere que Dios escuche velozmente su oración, cuando se levante y extienda sus manos hacia Dios, ante todo y antes de hacerlo por su propia alma, ore de corazón por sus enemigos. Por esta acción, todo lo que pidiere a Dios será escuchado”. 8. Decían que en cierta aldea había un hombre que ayunaba mucho, de modo que lo llamaban el ayunador. Habiendo oído hablar de él, abba Zenón lo hizo ir adonde él estaba. Fue él con alegría y, hecha la oración, se sentaron. Comenzó el anciano a trabajar en silencio. El ayunador, que no encontraba la manera de conversar con él, comenzó a ser molestado por la acedia. Dijo al anciano: “Ruega por mí, abba, porque quiero retirarme”. Le dijo el anciano: “¿Por qué?”. Respondió: “Porque mi corazón está como ardiendo y no sé qué tiene. Mientras estaba en la aldea ayunaba hasta la tarde y nunca me sucedió esto”. Le dijo el anciano: “En la aldea te alimentabas por las orejas, pero vete, y desde ahora come a la hora novena, y todo lo que hagas, hazlo en lo oculto”. Cuando empezó a hacerlo, esperaba con aflicción hasta la hora novena. Los que lo conocían decían: “El ayunador está endemoniado”. Fue a contarlo todo al anciano, y éste le dijo: “Este es el camino según Dios”. ABBA ZACARÍAS50 1. Dijo abba Macario a abba Zacarías: “¿Dime, cuál es la obra del monje?”. Respondió: “¿A mí me preguntas, Padre?”. Le dijo abba Macario: “Me han asegurado acerca de ti, hijo mío, Zacarías. Es Dios quien me inspira para que te interrogue”. Le dijo Zacarías: “Por mi parte, Padre, el que se hace violencia en todo, ese es monje”. 2. Fue una, vez abba Moisés a buscar agua, y encontró a abba Zacarías orando junto al pozo, y el Espíritu de Dios estaba sobre él. 3. Dijo una vez abba Moisés al hermano Zacarías: “Dime qué tengo que hacer”. Al oír esto, se echó por tierra a sus pies, diciendo: “¿Tú me preguntas, Padre?”. Le dijo el anciano: “Créeme, hijo mío, Zacarías, vi al Espíritu Santo que descendía sobre ti, y por eso estoy forzado a interrogarte”. Tomó entonces Zacarías la cogulla de su cabeza, la puso bajo sus pies y, pisándola, dijo: “Si el hombre no es pisoteado así, no puede ser monje”. 4. Estaba abba Zacarías en Escete y vino a él una visión. Fue a comunicárselo a su abba, Carión. Pero el anciano, que era un asceta, no actuó con prudencia en este asunto, y 50
“Zacarías era muy joven cuando llegó a Escete con su padre Carión. El apotegma Carión 2, narra con detalle el
acontecimiento y las murmuraciones que provocó entre los monjes. Por su docilidad y heroica paciencia, con las que
recibió las rudas lecciones de su padre, Zacarías no tardó en sobrepasar a aquel en virtud y fue favorecido con
visiones, de las que el abad Pastor reconoció el origen divino. Sus últimas palabras muestran estupendamente su alma
humilde y delicada” (Sentences, p. 98).
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levantándose, lo castigó, diciéndole que procedía de los demonios. Le quedaba sin embargo el pensamiento, y levantándose, fue de noche hasta donde estaba abba Pastor, y le contó lo sucedido, y cómo se consumía interiormente. Viendo el anciano que procedía de Dios, le dijo: “Ve adonde está el anciano tal, y será lo que él te diga”. Fue adonde estaba el anciano, y antes de que él preguntase nada, adelantándose, le dijo todo, y que la visión venía de Dios. “Pero ve, y somételo a tu Padre”. 5. Abba Pastor dijo que abba Moisés preguntó a abba Zacarías, que estaba ya cerca de la muerte: “¿Qué ves?”. Y respondió: “¿No es mejor callar, Padre?”. Le dijo: “Sí, hijo, calla”. En la hora de su muerte, abba Isidoro, que estaba sentado, miró al cielo y dijo: “Alégrate, Zacarías, hijo mío, porque se te han abierto las puertas del reino de los cielos”. Letra Eta ABBA ISAÍAS51 1. Dijo abba Isaías: “Nada es tan útil para el principiante como la injuria. Como el árbol que es regado cada día, así es el principiante que es injuriado, y lo soporta”. 2. Dijo también a los que comienzan bien y están sometidos a los santos Padres: “Como sucede con la púrpura, la primera tintura no se pierde”. Y: “Como los ramos tiernos fácilmente se enrollan y se doblan, así son los principiantes que están en la sumisión”. 3. Dijo también: “El principiante que pasa de monasterio en monasterio, es como un animal que salta de un lado para otro por miedo del bozal”. 4. Dijo también que el presbítero de Pelusio, celebrándose una vez el ágape, y mientras estaban los hermanos en la iglesia, comiendo y conversando entre sí, les reprochó diciendo: “Callen, hermanos. He visto yo a un hermano que come con ustedes, y que bebe tantos vasos como ustedes, y su oración sube como fuego en la presencia de Dios”. 5. Decían de abba Isaías que tomó una vez una rama y fue a la era, y dijo al propietario: “Dame trigo”. Le respondió: “Entonces ¿tú cosechaste, abba?”. Dijo: “No”. Le dijo el propietario: “¿Cómo quieres recibir el trigo que no cosechaste? “. El anciano preguntó: “Entonces, ¿si uno no cosecha no recibe paga?”. Dijo el propietario: “No”. Con esto se alejó el anciano. Los hermanos, al ver lo que había hecho, le hicieron una metanía rogándole se lo explicase. Respondió el anciano: “Esto lo hice para ejemplo, que quien no trabaja, no recibe la paga de parte de Dios”. 6. El mismo abba Isaías llamó a un hermano y le lavó los pies. Después, echó un puñado de lentejas en la olla, y cuando hubo hervido, se lo llevó. El hermano le dijo: “No está bien cocido, abba”. Le respondió: “¿No te basta con que haya visto el fuego? Esto es ya una gran consolación”. 51
“Hay que distinguir varios Isaías, en particular aquel que es llamado de Escete o Gaza y que, en la segunda mitad
del siglo V, coleccionó apotegmas y es el autor de Discursos ascéticos. También se conocen otros dos, citados en la
Historia Lausíaca (cap. 14) y la Historia monachorum (cap. 11 del griego, o cap. 10 del texto latino)”. Es poco
probable que las sentencias aquí contenidas sean todas de una misma persona (al menos las tres últimas pertenecerían
al Isaías del siglo V). “La existencia de un Isaías, en el año 363, está atestiguada por Epístola de Ammón, que lo
menciona entre “los santos anacoretas de Escete”; y a quien se le ve asimismo solicitar una palabra a Macario el
Grande (Apotegma Macario 27)” [SCh 387, pp. 51-52].
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7. Dijo también: “Si Dios quiere tener misericordia del alma, y ésta se resiste y no lo acepta, sino que hace su propia voluntad, le permite padecer lo que no quiere, para que ella después lo busque”. 8. Dijo también: “Cuando uno quiere devolver mal por mal, puede, con un solo gesto de la cabeza, lastimar la conciencia del hermano”. 9. Interrogado el mismo abba Isaías sobre la avaricia, respondió: “No creer en Dios, que cuida de ti; desesperar de las promesas de Dios y amar la jactancia”. 10. Preguntado también sobre la difamación, respondió: “No conocer la gloria de Dios, y odiar al prójimo”. 11. Interrogado también sobre la ira, respondió: “Disputa, mentira e ignorancia”. ABBA ELÍAS52 1. Dijo abba Elías: “Tres cosas temo: cuando mi alma salga del cuerpo; cuando me presente ante Dios, y cuando se pronuncie la sentencia contra mí”. 2. Decían los ancianos a abba Elías, en Egipto, acerca de abba Agatón: “Es buen abba”. Les dijo el anciano: “Es bueno para su generación”. Le dijeron: “¿Cómo sería para los antiguos?”. Les respondió: “Les dije que es bueno para su generación; pero de los antiguos vi en Escete a uno, que podía detener el sol en el cielo, como Josué, hijo de Nun (Jos 10,12-­‐13)”. Al oír esto, se admiraron y glorificaron a Dios. 3. Dijo abba Elías, el de la diaconía: “¿Qué puede el pecado donde hay penitencia, y qué puede el amor donde hay soberbia?”. 4. Dijo abba Elías: «Vi a uno que llevaba un odre de vino bajo el brazo; y para avergonzar a los demonios, porque era una visión, dije al hermano: “Hazme la caridad, saca esto”. Y al sacarse el manto, no encontré nada. Les digo esto para que no acepten lo que vean con sus ojos u oigan. Observen más bien sus pensamientos, lo que tienen en el corazón y en el alma, sabiendo que son enviados por los demonios para ensuciar el alma y hacerla pensar en lo que no conviene, y distraer al espíritu de (la consideración de) sus pecados y de Dios». 5. Dijo también: “Los hombres tienen la inteligencia que atiende al pecado o a Jesús o a los hombres”. 6. Dijo también: “Si la inteligencia no salmodia con el cuerpo, es vano el esfuerzo. El que ama la aflicción estará después en la alegría y el descanso”. 7. Dijo también: «Un anciano vivía en un templo, y fueron a decirle los demonios: “Vete de este lugar, que es nuestro”. Dijo el anciano: “Ustedes no tienen lugar propio”. Y comenzaron a desparramar sus palmas. El anciano perseveró, y las juntaba. Al fin, el demonio lo tomó de la mano y lo llevó hacia afuera. Cuando llegó el anciano a la puerta, 52
“Varios monjes con este nombre vivieron en Egipto en el siglo IV. Entre ellos…, hay que distinguir a aquel de la
diaconía y al que vivió en Escete en tiempos de los grandes Abbas y conoció a Besarión… La última pieza de la serie
es un agregado tardío tomado de un capítulo del Prado espiritual (cap. 52) de Juan Mosco [+ 619]” (Sentences, p.
102). Cf. SCh 387, 65-66.
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se tomó de ella con la otra mano, mientras gritaba: “¡Jesús, socórreme!”. En seguida huyó el demonio. El anciano se puso a llorar, y el Señor le dijo: “¿Por qué lloras?”. Respondió el anciano: “¿Cómo se atreven a apoderarse del hombre, y obrar así?”. Le respondió: “Tú fuiste negligente. Porque cuando me buscaste, viste cómo te hallé”. Digo esto porque hay necesidad de trabajar mucho, y sin trabajo no es posible poseer a su Dios. Puesto que Él fue crucificado por nosotros». 8. Un hermano encontró a abba Elías el hesicasta en el cenobio de la gruta de abba Sabas, y le dijo: “Abba, dime una palabra”. El anciano respondió al hermano: “En los días de nuestros padres reinaban estas tres virtudes: la pobreza, la mansedumbre y la abstinencia. Ahora a los monjes los domina la avaricia, la gula y la confianza. Elige lo que quieras”. ABBA HERACLIO53 1. Un hermano que estaba tentado lo dijo a abba Heraclio, y éste, para confortarlo, le dijo: «Un anciano tenía un discípulo muy obediente durante muchos años. Una vez fue tentado y, haciendo una metanía al anciano, le dijo: “Hazme monje”. Le dijo el anciano: “Elige un lugar y te haremos una celda”. Alejándose hasta la distancia de una milla encontraron un lugar. Le hicieron la celda, y dijo al hermano: “Harás lo que te digo. Cuando estés en la tribulación, come, bebe, duerme; tan sólo evita salir de la celda hasta el sábado, entonces ven a mí”. El hermano pasó dos días como le había mandado. Al tercer día sintió acedia y dijo: “¿Por qué ha hecho esto conmigo el anciano?”. Y levantándose, recitó varios salmos y comió después de la caída del sol, y se fue a dormir sobre su estera. Y vio a un etíope acostado, que rechinaba los dientes contra él. Con mucho miedo fue adonde estaba el anciano, y golpeando la puerta dijo: “Abba, apiádate de mí, ábreme”. El anciano, que sabía que no había guardado su palabra, no le abrió hasta el amanecer. Al aclarar el día abrió, y lo encontró suplicando afuera, y apiadándose de él, lo hizo entrar. Le dijo entonces: “Te ruego, abba: he visto a un etíope negro sobre mi estera, cuando me iba a dormir”. Le respondió: “Esto te pasó porque no guardaste mi palabra”. Después, lo amaestró según sus fuerzas para seguir la vida monástica, y en poco tiempo se convirtió en un buen monje». Letra Zeta ABBA TEODORO DE FERMO54 53
“El abad Heraclio vivió algún tiempo en Escete con el abad Agatón. El único apotegma presentado aquí es típico
de la manera en que, en la tradición apotegmática, una anécdota antigua es utilizada de nuevo por un anciano para dar
una lección a un hermano” (Sentences, p. 104).
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“Fuera del ámbito pacomiano, se conocen al menos seis Teodoro: el de Nitria -compañero y discípulo de Amún (cf.
Vida de Antonio 60 e Historia Lausíaca 8)-; el intérprete de Juan de Licópolis (cf. Historia Lausíaca 35); el de Las
Celdas (cf. Casiano, Instituciones 5,33 y Conferencias 6,1,2-3); el de Eleuterópolis; el de Ennatón (cf. Apotegma
alfabético Teodoro de Ennatón 1-2); el de Escete o Fermo… Éste es un buen representante de la última generación de
monjes formados en Escete, pero que la invasión bárbara obligó a emigrar. Se ignora la fecha de su nacimiento. Entró
en Escete ciertamente antes de 390, fecha de la muerte de Macario, a quien fue a consultar sobre tres hermosos libros
que había adquirido (Apotegma Teodoro de Fermo 1). Por tanto, fue todavía en el interior de Escete que recibió toda
su formación. Sabemos además que, aunque se negó por humildad a cumplir con el ministerio, fue todavía en Escete
que recibió la ordenación diaconal (Apotegma Teodoro de Fermo 25), una función que no se confería a los jóvenes
debutantes. La devastación de Escete le obligó a instalarse en Fermo (lugar difícil de situar, que debería estar muy
próximo de Escete), en el año 407. El apotegma que nos lo informa deja entender que no partió solo y que en su
ancianidad se enfermó (Apotegma Teodoro de Fermo 26). Es posible que, entre sus compañeros de exilio, estuviese
un cierto Juan, eunuco de nacimiento; en todo caso, con este Juan habló cierto día con nostalgia de la vida más
virtuosa que llevaba antes, cuando vivía en Escete (Apotegma Teodoro de Fermo 10). Nada más se sabe sobre su
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1. Abba Teodoro de Fermo tenía tres libros hermosos, y fue adonde estaba abba Macario y le dijo: “Tengo tres hermosos libros, y saco provecho de ellos, y también los hermanos los usan y aprovechan. Dime qué debo hacer: conservarlos para utilidad mía y de los hermanos, o venderlos y dar (el precio) a los pobres”. Respondió el anciano, diciendo: “Las obras son buenas, pero la mayor de todas es la pobreza”. Habiendo oído esto, fue y los vendió y dio (su precio) a los pobres. 2. Un hermano que residía en Escete fue turbado en su soledad. Fue a decírselo a abba Teodoro de Fermo, y el anciano le dijo: “Ve, humilla tu pensamiento y sométete, y vive con otros”. Volvió después al anciano y le dijo: “Tampoco con los hombres estoy tranquilo”. El anciano le dijo: “Si no tienes paz solo ni con otros, ¿por qué saliste para hacerte monje? ¿No fue acaso para soportar las tribulaciones? Dime ¿cuántos años hace que llevas el hábito?”. Respondió: “Ocho”. Le dijo el anciano: “En verdad, yo llevo en el hábito setenta años y ni un solo día encontré tranquilidad, y tú quieres tener paz después de ocho años”. Al oír esto, se marchó fortalecido. 3. Un hermano fue a ver a abba Teodoro, y permaneció durante tres días rogándole le hiciera escuchar una palabra. Pero él no contestó, y el hermano se alejó entristecido. Su discípulo le preguntó: “Abba, ¿por qué no le dijiste una palabra? Se fue triste”. El anciano le dijo: “En verdad no le he hablado porque es un negociante: quiere gloriarse con las palabras ajenas”. 4. Dijo también: “Si tienes amistad con alguien, y éste cae en la tentación de la impureza, si puedes darle una mano, levántalo. Pero si cae en la herejía, y no puedes convencerlo de que se convierta (cf. Tt 3,10), apártalo en seguida de ti, no sea que, por la demora, seas atraído con él hacia el abismo”. 5. Decían acerca de abba Teodoro de Fermo que apreciaba sobre todo estas tres cosas: la pobreza, la austeridad y la huida de los hombres. 6. Un día se recreaba abba Teodoro con los hermanos, y mientras comían tomaban las copas con respeto, pero no decían: “Con perdón”. Dijo abba Teodoro: «Han perdido los monjes su nobleza, que es decir: “Con perdón”». 7. Un hermano lo interrogó diciendo: “¿Quieres, abba, que no coma pan durante unos días?”. Respondió el anciano: “Haces bien, yo también lo hice”. El hermano agregó: “Deseo llevar mis garbanzos a la panadería, para hacer harina”. Le dijo el anciano: “Si vas a la panadería, haz tu pan ¿qué necesidad tienes de hacer esta salida?”. 8. Vino uno de los ancianos para ver a abba Teodoro, y le dijo: “El hermano tal volvió al mundo”. Le respondió el anciano: “¿Te admiras por ello? No te asombres sino de que uno pueda huir de la boca del enemigo”. 9. Vino un hermano adonde estaba abba Teodoro, y comenzó a hablar y discutir acerca de cosas que todavía no había puesto en práctica. Le dijo el anciano: “Todavía no has encontrado la nave ni cargado en ella tu carga, ¿y antes de navegar llegaste a la ciudad? Cuando hayas practicado lo que dices, ven a hablarme de lo que estás hablando ahora”. ancianidad. Después de su muerte quedó el recuerdo de un hombre al que se podía abordar, pero que era cortante
como una espada, a la inversa de su casi contemporáneo, Arseno” (SCh 387, pp. 72-73).
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10. El mismo fue una vez donde abba Juan, el eunuco de nacimiento, y hablando con él dijo: “Cuando estaba en Escete el trabajo del alma era nuestra ocupación, y al trabajo manual lo teníamos como algo accesorio; ahora es el trabajo del alma el que se ha vuelto accesorio, y el que era accesorio antes, es ahora nuestra ocupación principal”. 11. Un hermano le preguntó: “¿Cuál es el trabajo del alma que es ahora accesorio para nosotros, y cuál es el accesorio, que se ha convertido en nuestra ocupación principal?”. Le dijo el anciano: “Todo lo que se hace por el mandato de Dios es el trabajo del alma, pero trabajar para sí y reunirse, debemos considerarlo como trabajo accesorio”. Dijo el hermano: “Explícame lo que has dicho”. Dijo el anciano: «Si oyes decir que estoy enfermo, y tú tienes que visitarme, pero dices en tu interior: “¿Tengo que dejar mi trabajo e ir ahora? Más bien, lo concluyo primero y después voy”. Y te llega alguna otra ocupación y al fin no vas. Otro hermano te dice: “Dame una mano, hermano”. Y tú dices: “¿Tendré que dejar mi trabajo e ir a trabajar con éste?”. Si no vas, desechas el mandamiento de Dios, que es el trabajo del alma, y haces el trabajo accesorio, que es el trabajo manual». 12. Dijo abba Teodoro de Fermo: “Un hombre que está de pie para hacer penitencia no está obligado por la ley”. 13. Dijo el mismo: “No hay virtud igual a la de no despreciar”. 14. Dijo también: “El hombre que ha conocido la dulzura de la celda, huye de su prójimo pero sin despreciarlo”. 15. Dijo también: “Si no me separo de estas compasiones, ellas no me dejan ser monje”. 16. Dijo también: “Muchos en este tiempo han tomado la quietud antes de que Dios se la otorgase”. 17. Dijo también: “No duermas en el lugar en que hay una mujer”. 18. Un hermano interrogó a abba Teodoro diciendo: “Quiero cumplir los mandamientos”. El anciano le contó acerca de abba Teonas quien dijo también una vez: “Quiero cumplir mi pensamiento para con Dios”, y tomando harina de la panadería, hizo pan. Se lo pidieron unos pobres, y les dio los panes. Otros le pidieron, y les dio los canastos y el manto que llevaba, y entró en la celda ceñido con su maforio (capuchón con esclavina). Después de esto se lamentaba, diciendo: “No he cumplido el mandamiento de Dios”. 19. Enfermó en una oportunidad abba José, y mandó decir a abba Teodoro: “Ven, que te vea antes de salir del cuerpo”. Era a mediados de semana. Y no fue, pero mandó uno que le dijese: “Si duras hasta el sábado, iré; pero si te vas antes, nos veremos en el otro mundo”. 20. Dijo un hermano a abba Teodoro: “Dime una palabra, que perezco”. Con esfuerzo le contestó: “Yo mismo estoy en peligro, ¿qué debería decirte?”. 21. Un hermano vino donde abba Teodoro para que le enseñara a trenzar, y trajo consigo una cuerda. El anciano le dijo: “Vete, y vuelve aquí mañana”. Levantándose entonces el anciano, mojó su cuerda y preparó lo necesario, diciendo: “Haz así y así”, y lo dejó. Fue a su celda el anciano, y permaneció allí, Cuando llegó la hora le dio de comer y lo despidió. Volvió a la mañana siguiente y el anciano le dijo: “Saca de aquí tu cuerda y aléjate; viniste 50
para ponerme en tentación y preocuparme”. Y no le permitió entrar más. 22. Contaba un discípulo de abba Teodoro: «Vino un hombre que vendía cebollas y me llenó (con ellas) una vasija. Dijo el anciano: “Llena una de trigo y dásela”. Había dos montones de trigo, uno limpio y otro sin limpiar, y la llené del sucio. El anciano me miró con cólera y tristeza; a causa del temor, caí y rompí la vasija. Hice entonces una metanía, y el anciano me dijo: “Levántate, no tienes la culpa; yo fui el que pequé, porque te hablé”. Y entrando el anciano, llenó su pecho con trigo limpio y se lo dio juntamente con las cebollas». 23. Abba Teodoro iba con un hermano a buscar agua; adelantándose el hermano vio en el pozo un dragón. El anciano le dijo: “Ve y písale la cabeza”. Pero él, temeroso, no fue. Fue entonces el anciano, y cuando el reptil lo vio, huyó avergonzado al desierto. 24. Preguntó uno a abba Teodoro: “Si sobreviniera súbitamente una catástrofe, ¿temerías tú también, abba?”. Le dijo el anciano: “Aunque se mezclaran el cielo y la tierra Teodoro no tiene miedo”. En efecto, había rogado a Dios para que alejase de él el miedo. Por eso lo interrogaba. 25. Decían de él que cuando fue ordenado diácono en Escete no quiso asumir el ministerio, y escapaba a muchos lugares. Y los ancianos lo traían de nuevo, diciéndole: “No abandones tu ministerio”. Les dijo abba Teodoro: “Permítanme que ore a Dios para que me revele que debo permanecer en el lugar de mi servicio”. Oró a Dios, diciendo: “Si es tu voluntad que permanezca en mi lugar, revélamelo”. Y le fue mostrada una columna de fuego desde la tierra hasta el cielo, y una voz que decía: “Si puedes hacerte como esta columna, ve y ejerce el diaconado”. Al oírlo decidió que nunca lo aceptaría. Cuando fue a la iglesia, le hicieron los hermanos una metanía diciendo: “Si no quieres oficiar, al menos sostén el cáliz”. Pero no quiso, diciendo: “Si no me dejan me alejaré de este lugar”. Y así le dejaron. 26. Contaban de él que, cuando fue devastada Escete, fue a vivir a Fermo. Siendo anciano enfermó; le llevaban alimentos, pero lo que le traía el primero se lo daba al segundo y así por orden, lo que recibía del anterior se lo daba al siguiente. Cuando llegaba la hora de comer, comía lo que le traía el que venía entonces. 27. Decían de abba Teodoro que mientras vivía en Escete vino un demonio adonde él estaba, deseando entrar; y lo ató fuera de la celda. Vino otro demonio, que también deseaba entrar, y lo ató igualmente. Vino un tercer demonio, y encontrando atados a los otros dos les dijo: “¿Por qué están afuera?”. Le respondieron: “El que está adentro no nos permite entrar”. Quiso entrar por la fuerza, pero el anciano también lo ató. Temiendo las oraciones del anciano le rogaban, diciendo: “Suéltanos”. Les dijo el anciano: “Márchense”. Al fin, avergonzados, se alejaron. 28. Contó uno de los Padres acerca de abba Teodoro de Fermo: “Vine una vez al atardecer adonde él estaba, y lo encontré vestido con una túnica desgarrada, llevaba el pecho desnudo y el capuchón por delante. Vino a visitarlo un conde. Llamó, y salió a abrirle el anciano, quien, yendo a su encuentro, se sentó a la puerta para conversar con él. Yo tomé parte de su maforio y le cubrí los hombros. El anciano extendió la mano y lo arrancó. Cuando se hubo marchado el conde le dije: “Abba, ¿por qué lo hiciste? Este hombre vino para sacar provecho, ¿acaso se habrá escandalizado?”. Me dijo el anciano: “¿Qué me dices, abba? ¿Acaso todavía servimos a los hombres? Hice lo que era preciso, el resto está de más. El que quiere aprovechar, aprovecha; el que quiere escandalizarse, se 51
escandaliza. Yo me mostraré de la manera en que me encuentre”. Y avisó a su discípulo diciendo: «Si alguien viene para verme, no le digas nada de humano, pero si estoy comiendo, di: “Come”; si estoy durmiendo, di: “Duerme”». 29. Fueron una vez a su celda tres ladrones, y dos lo tenían y el otro sacaba sus pertenencias. Después de sacar los libros, quiso también llevarse su túnica, y le dijo: “Deja eso”. Pero no quisieron. Moviendo las manos derribó a los dos (que lo tenían). Y al verlo tuvieron miedo. Les dijo el anciano: “No teman; hagan cuatro partes de todo, tomen tres y dejen una”. Así lo hicieron, para que pudiera él tomar su parte: la túnica para la sinaxis. ABBA TEODORO DE ENNATÓN55 1. Dijo abba Teodoro de Ennatón: “Cuando era joven vivía en el desierto. Fui una vez a la panadería para hacer dos panes de harina, y encontré allí un hermano que quería hacer panes y no había quien lo ayudase. Yo, dejando lo mío, le di una mano. Cuando quedé libre vino otro hermano, y también le di una mano e hice dos panes. Vino un tercero, e hice lo mismo. De igual manera hice con cuantos vinieron, e hice seis hornadas. Al fin hice mis dos panes, cuando ya no vino nadie más”. 2. Decían acerca de abba Teodoro y de abba Lucio, de Ennatón, qué pasaron cincuenta años burlándose de sus pensamientos y diciendo: “Después de este invierno, nos iremos de aquí”. Cuando llegaba el verano decían: “Después del verano nos iremos de aquí”. Y así hicieron durante todo el tiempo estos Padres inolvidables. 3. Dijo abba Teodoro de Ennatón: “Si Dios nos reprochase las negligencias en la oración y las infidelidades en las salmodias, no podríamos salvarnos”. ABBA TEODORO DE ESCETE56 1. Dijo abba Teodoro de Escete: “Viene un pensamiento, y me aflige y ocupa, Pero no puede llevarme a la acción, sino que solamente molesta a la virtud. El hombre vigilante lo sacude y se levanta para orar”. ABBA TEODORO DE ELEUTERÓPOLIS57 1. Preguntó abba Abraham el Íbero a abba Teodoro de Eleuterópolis, diciendo: “¿Qué es lo bueno, padre, buscar la gloria o la ignominia?”. El anciano dijo: “Yo prefiero buscar la gloria y no la ignominia. Porque si hago una obra buena y me glorío, puedo condenar mi pensamiento porque no soy digno de esa gloria. Pero la ignominia viene de las obras malas. ¿Cómo podré consolar mi corazón si los hombres se escandalizan por culpa mía? 55
“Ennatón se convirtió en un centro monástico importante sobre todo en el siglo V. Su nombre procede de la
situación geográfica, a nueve [énnatos: noveno] millas [= 14,484 kms.] al oeste de Alejandría. Además de Teodoro,
los principales monjes de ese lugar que se encuentran en los Apotegmas son Lucio y Longino” (Sentences, p. 113).
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“Este Teodoro podría identificarse con el de Fermo, que vivió en Escete antes de retirarse a ese lugar. Pero como el
nombre Teodoro es muy frecuente, es preferible distinguirlos. Las diferentes versiones de este apotegma ofrecen, por
comparación con el griego, algunas variantes, pero todas concuerdan en indicar que se trata del pensamiento de
lujuria” (Sentences, p. 114).
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“Eleuterópolis, ciudad natal de san Epifanio, se ubica a mitad de camino entre Jerusalén y Gaza. Fue un centro
monástico importante, pero nada sabemos de este abba Teodoro ni de Abraham el Íbero…” (Sentences, p. 115).
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Conviene hacer el bien y gloriarse”. Abba Abraham dijo: “Dices bien, Padre”. ABBA TEODOTO58 1. Dijo abba Teodoto: “La carencia de pan mortifica el cuerpo del monje”. Pero otro anciano decía: “La vigilia lo mortifica aún más”. 2. Dijo también: «No juzgues al fornicador si tú eres continente. Si lo haces, quebrantas igualmente la Ley, porque el que dijo: “No fornicarás”, dijo también: “No juzgarás” (St 2,11)». ABBA TEONÁS59 1. Dijo abba Teonás: “Cuando la mente está ocupada fuera de la contemplación de Dios, nos volvemos esclavos de las pasiones camales”. El anciano nos contó que abba Teonás había dicho también: “Quiero llenar mi espíritu de Dios”. TEÓFILO, EL ARZOBISPO60 1. El bienaventurado arzobispo Teófilo fue una vez a la montaña de Nitria, y salió a su encuentro el abba del monte. Le dijo el arzobispo: “¿Qué es lo más grande que encontraste en el camino que sigues, Padre?”. Le dijo el anciano: “Acusarse y reprocharse siempre”. Dijo abba Teófilo: “No hay otro camino fuera de él”. 2. El mismo abba Teófilo, el arzobispo, vino una vez a Escete. Reunidos los hermanos 58
“Estas dos sentencias recuerdan algunas máximas evagrianas…” (Sentences, p. 115).
“Este Teonás es probablemente aquel del que Casiano ofrece tres Conferencias (21-23), porque si la fórmula del
apotegma no se encuentra literalmente en el texto de Casiano, la idea al menos corresponde a la doctrina de la
Conferencia 23.
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“Teófilo, patriarca de Alejandría, fue el tercer sucesor de san Atanasio y el predecesor de san Cirilo, que era
sobrino suyo. Gobernó la Iglesia de Egipto durante veintiocho años (385-412), plenamente consciente del importante
papel que su sede había jugado en la historia de la Iglesia y del Imperio… Hizo sentir su tremenda influencia en todas
las cuestiones políticas que afectaron a la Iglesia o al Estado durante su pontificado. Son tres los acontecimientos
importantes que están especialmente ligados a su nombre: la decadencia del paganismo en Egipto, la controversia
sobre Orígenes y la destitución y destierro de san Juan Crisóstomo. En un ataque concentrado contra los últimos
restos de los cultos paganos en Egipto y con el consentimiento del emperador Teodosio, destruyó cierto número de
santuarios... Aprovechó la ocasión que se le presentó de esta manera para enriquecer la ciudad patriarcal con gran
número de iglesias nuevas… Ardiente admirador de Orígenes hasta el año 399 y amigo de sus partidarios, como Juan
de Jerusalén, más tarde le condenó. Parece que, en una de sus cartas pascuales, Teófilo se expresó en favor de la
incorporeidad de Dios. Después de eso, algunos monjes concibieron graves dudas respecto de su ortodoxia y enviaron
una comisión con ánimo de someterle a examen. Para prevenir un motín a cargo de estos antropomorfitas y, al mismo
tiempo, deseoso de encontrar razones políticas para entenderse con ellos, condenó el origenismo en un sínodo de
Alejandría, el año 401 (Sócrates, Historia eclesiástica, 6,75; Sozomeno, Historia eclesiástica, 8,11). Además, se
valió de esta decisión para iniciar, en el desierto de Nitria, una atrevida persecución contra los defensores del gran
alejandrino; entre éstos destacaban los "Cuatro Hermanos Largos," Dióscoro, Ammón, Eusebio y Eutimio. Con todo,
Teófilo se hizo aún más famoso por la desgraciada intervención que tuvo en el destierro de san Juan Crisóstomo;
formó una coalición de distintos partidos, tanto episcopales como imperiales, contrarios al valiente predicador;
convocó el año 403, en las cercanías de Calcedonia, el sínodo de la Encina, que depuso a san Juan y le envió al
destierro. Sin embargo, para ser justos, debemos recordar que la mayor parte de nuestra información sobre Teófilo
nos viene de enemigos suyos, especialmente de Paladio… Los Apophthegmata Patrum son una prueba de la fama que
gozó en ambientes monásticos… La Iglesia copta celebra su fiesta el 15 de octubre; la siríaca, el 17 del mismo mes”
(http://www.conoze.com/doc.php?doc=5514). “… Su antiorigenismo, como en el caso de san Epifanio, le valieron
ser citado con honor y de recibir incluso el título de abba en los Apotegmas. Pero sus relaciones con los monjes lejos
estuvieron de ser siempre cordiales y pacíficas. Teófilo parece haber tenido gran admiración por Arseno y Pambo,
pero no éstos por él” (Sentences, p. 117).
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dijeron a abba Pambo: “Dile una palabra al Papa, para que aproveche”. El anciano respondió: “Si no aprovecha con mi silencio, tampoco sacará provecho con mi palabra”. 3. Fueron una vez los Padres a Alejandría, llamados por el arzobispo Teófilo para que orasen y derribasen los templos. Estaban ellos comiendo con él y sirvieron carne de ternero y la comieron, porque no se dieron cuenta. Tomando el obispo un trozo de carne lo dio al anciano que estaba cerca de él, diciendo: “Este es un buen pedazo, come, abba”. Ellos respondieron: “Nosotros hasta ahora hemos comido solamente legumbres. Si es carne, no comemos”. Y ninguno de ellos comió la carne que les servían. 4. Dijo el mismo abba Teófilo: «Qué temor, temblor y estrechez tendremos que ver, cuando el alma se separe del cuerpo. Vendrán a nosotros los ejércitos y potestades de las fuerzas adversas, los príncipes de las tinieblas, los que mandan el mal, los principados y potestades, los espíritus del mal. A modo de juicio detendrán al alma, poniéndole delante todo lo que pecó con conocimiento o sin él, desde su juventud hasta la edad en que fue tomada. Estarán de pie, acusándola de todo cuanto hizo. Por lo demás, ¿cuánto temblor crees que tendrá el alma en aquella hora, hasta que sea dada la sentencia y reciba la libertad? Esta es la hora de la necesidad, hasta que sepa lo que sucederá. Por otra parte, también las Potestades divinas estarán allí, y aportarán las cosas buenas del alma. Piensa en qué temor y temblor estará el alma, puesta en medio, hasta que su juicio reciba la sentencia del justo Juez. Si fuera digna, los demonios recibirán el castigo, y ella será llevada por los ángeles, y serás después sin preocupación, y estarás según lo que está escrito: “La morada de los que se alegran está en ti” (Sal 86 [87],7). Se cumplirá entonces aquello de la Escritura: “Huye el dolor, la tristeza y el gemido” (Is 35,10). Entonces marchará liberada hacia aquella inefable alegría y aquella gloria en que será constituida. Pero si el alma ha sido encontrada viviendo en la negligencia, oirá esa voz terrible: “Quítese el impío, para que no vea la gloria de Dios” (Is 26,10). Recibirá entonces el día de la ira, el día de la tribulación, el día de la oscuridad y tinieblas. Entregado a las tinieblas exteriores y condenado al fuego perpetuo, será castigado por los siglos infinitos. ¿Dónde estará entonces la gloria del mundo? ¿Dónde la vanagloria, las delicias y voluptuosidades? ¿Dónde la imaginación, el descanso, la jactancia, las riquezas, la nobleza, el padre, la madre, el hermano? ¿Quién podrá sacar de los males presentes al alma ardiendo en el fuego, en poder de los acerbos tormentos? Si éstos están así ¿cómo no tendremos que ser nosotros en las santas acciones y en las obras buenas? ¿Qué caridad debemos alcanzar? ¿Qué conducta, qué vida, qué carrera, qué diligencia, qué oración, qué prudencia? Dice la Escritura: “En esta espera, hagamos todos los esfuerzos para ser encontrados sin mancha e irreprochables en la paz” (2 P 3,14). De tal manera seremos dignos de escuchar: “Vengan, benditos de mi Padre, reciban en herencia el reino que les ha sido preparado desde el principio del mundo” (Mt 25,14), por todos los siglos de los siglos. Amén». 5. El mismo abba Teófilo, el arzobispo, estando por morir, dijo: “Bienaventurado eres, abba Arsenio, porque siempre recordaste esta hora”. Letra Iota ABBA JUAN COLOBOS (o el Enano)61 61
«El caso de Juan Colobos (Kolobòs) es extraordinario. Entre los numerosos Juan mencionados en nuestras fuentes,
ocupa un lugar privilegiado, porque le son atribuidos 47 apotegmas; y se subraya el lugar eminente que ocupaba en
Escete: “¿Quién es Juan, exclamaba uno de los padres (que podría ser abba Elías), que por su humildad tiene a todo
Escete suspendido de su dedo pequeño?” (Juan Colobos 36; cf. Elías 2). Y con todo en este abundante lote se
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1. Se refería de abba Juan Colobos que, habiéndose retirado junto a un anciano tebeo en Escete, permaneció en el desierto. Tomó su abba un leño seco, lo plantó y le dijo: “Échale diariamente una botella de agua, hasta que dé fruto”. El agua se encontraba a mucha distancia, de modo que debía ir por la tarde y regresar por la mañana. Después de tres años, revivió y dio fruto, y tomando el anciano el fruto, lo llevó a la iglesia y dijo a los hermanos: “Tomen, coman el fruto de la obediencia”. 2. Contaban de abba Juan Colobos que una vez dijo a su hermano mayor: “Quiero vivir sin preocupación alguna, como los ángeles que no tienen preocupación y no trabajan, sino que dan culto a Dios ininterrumpidamente”. Quitándose el manto, partió al desierto. Después de una semana regresó adonde estaba su hermano. Cuando llamó a la puerta, su hermano lo reconoció antes de abrirle, y le dijo: “¿Quién eres tú?”. Respondió: “Soy Juan, tu hermano”. Pero él dijo: “Juan se ha convertido en ángel, y no está ya entre los hombres”. “Pero él rogaba, diciendo: “Soy yo”. Pero no le abrió, sino que lo dejó padeciendo hasta la mañana. Al fin le abrió y le dijo: “Eres hombre, y tienes necesidad de trabajar para alimentarte”. Hizo una metanía, diciendo: “Perdóname”. 3. Dijo abba Juan Colobos: “Si el emperador quisiera apoderarse de una ciudad enemiga, se apoderaría primeramente del agua y del alimento, y de este modo, los enemigos, pereciendo por el hambre, se someterían a él. Lo mismo ocurre con las pasiones de la carne: si el hombre vive en el ayuno y el hambre, se debilitarán los enemigos de su alma”. 4. Dijo también: “El que está saciado y habla con un niño, ya pecó con él en pensamiento”. 5. Dijo también: “Iba una vez por el camino de Escete trenzando una cuerda, y encontré un camellero que hablaba y me movía a la ira; entonces, dejando mis utensilios, huí”. buscarían en vano indicaciones que nos permitieran trazar una biografía, aunque más no fuere aproximativa. La
primera pieza de su dossier relata que se fue a vivir junto a un anciano tebano que le enseñó la obediencia
obligándolo a regar cada día una madera seca, que al cabo de tres años echó raíces y dio frutos. Es la única
información que los apotegmas nos transmiten sobre su juventud monástica. Lamentablemente, sabemos que no
solamente el tronco no dio frutos, sino que también el héroe de la historia no era Juan Colobos sino Juan de
Licópolis, como lo testimonia más fidedignamente Casiano (Instituciones IV,24,2-4; cf. SCh 109, pp. 156-157). Pero
poseemos una Vida de Juan Colobos, en copto, del final del siglo VIII, escrita por Zacarías el Escolástico (cf. E.
Amelineau, Histoire des monastères de la Basse-Égypte, Paris, Ernest Leroux, 1894, pp. 316-410 [Annales du Musée
Guimet, XXV]). Aunque diciendo que se inspira mucho en los apotegmas (“Sabemos con exactitud lo que buscamos
con rectitud por el Libro de los santos Ancianos… ese libro al cual se le llama Paraíso” [p. 322]. En efecto, hemos
identificado más de la mitad de las piezas del dossier de Juan Colobos; además, Zacarías le atribuye otros
pertenecientes a diferentes monjes, por ejemplo, de la serie alfabética: Amoes 1 y 3; Juan el Tebano 1; Moisés 4;
Zacarías 3; Anónimo N 27), ofrece datos precisos que no se encuentran en otras fuentes. Incluso si el carácter
histórico de este panegírico debe ser tratado con precaución, podemos buscar en él elementos biográficos. Este
panegírico fue pronunciado el día aniversario de la muerte de Juan, hecho indicado dos veces (Amelineau, op. cit.,
pp. 316 y 401): el vigésimo día de Paophi, es decir el 17 de octubre, un domingo. Esta indicación puede considerarse
segura. ¿Pero de qué año? En el período posible, el 17 de octubre cayó domingo en dos ocasiones: 398 y 409. ¿Con
cuál quedarse? Poimén (o Pastor), que ha conservado varias anécdotas que le conciernen (cf. Poimén 46, 74 y 101;
Juan Colobos 13), parece que pudo frecuentarlo en Escete. Ahora bien, Poimén dejó Escete antes de la primera
invasión bárbara en 407, siendo todavía joven (cf. apotegma Anoub 1. La Vida señala asimismo que Juan abandonó
Escete para ir a Clysma [en el golfo de Suez] por causa de los bárbaros [pp. 390-391]). Por lo que es difícil que
Poimén haya conocido a Juan antes de 398. Pensamos, por tanto, que puede situarse la muerte, con suficiente certeza,
de Juan Colobos el 17 de octubre de 409. Los demás datos de la Vida los proponemos bajo reserva, ya que no se
pueden verificar con otras fuentes. Murió entonces en 409, a la edad de setenta años, habiendo nacido en 339-340. A
los 18 años, en 57-358, fue a Escete donde Amoes le dio el hábito. Poco tiempo después Amoes se enfermó, y Juan lo
cuidó durante doce años (cf. Amoes 3). Después de la muerte de su anciano (¿hacia 375?), vivió como anacoreta.
Pero muy pronto se le unieron algunos discípulos. La Vida indica que fue ordenado sacerdote (p. 368; el contexto
deja entender que esto sucedió muy tarde); los apotegmas no hablan de ello, aunque varias anécdotas permiten
suponerlo (cf. Juan Colobos 8 y 46). Pero lo que los apotegmas muestran claramente es la fuerte personalidad de Juan
y su actividad como padre espiritual de su entorno» (SCh 387, pp. 66-68).
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6. «Otra vez, en el verano, oí que un hermano hablaba con ira a su hermano, diciendo: “Así que también tú”. Y, abandonando la cosecha, huí». 7. Unos ancianos se recreaban en Escete, comiendo juntos, y se encontraba con ellos abba Juan. Se levantó un presbítero venerable para dar de beber, pero ninguno quiso recibirlo de él, más que Juan Colobos. Se asombraron y le dijeron: “¿Cómo tú, que eres el más pequeño de todos, aceptas ser servido por el presbítero?”. Y les respondió: “Cuando yo me levanto para servir la bebida me alegra que todos tomen, para poder recibir yo el premio. Por eso lo acepté, para que él reciba el premio, y no se entristezca porque nadie recibió de él”. Y se admiraron de lo que había dicho y sacaron provecho de su discreción. 8. Estaba un día sentado frente a la iglesia, y los hermanos lo rodeaban e interrogaban acerca de sus pensamientos. Lo vio un anciano, atacado por la envidia, y le dijo: “Tu jarro, Juan, está lleno de veneno”. Respondió abba Juan: “Así es, abba, y esto dices mirando solamente el exterior. Si vieras lo que hay adentro, ¿qué dirías?”. 9. Decían los padres que estaban una vez los hermanos comiendo en un ágape, y rió uno de los hermanos que estaban en la mesa. Lo miró abba Juan y lloró, diciendo: “¿Qué lleva este hermano en el corazón para reír, si debería llorar más bien, porque come el ágape?”. 10. Vinieron una vez unos hermanos para tentarlo. El no dejaba vagar su pensamiento ni hablaba de cosa alguna de este mundo. Le dijeron: “Gracias a Dios que ha llovido mucho este año, y se regaron las palmeras y echan hojas, y los hermanos encuentran trabajo para sus manos”. Abba Juan les dijo: “Así es el Espíritu Santo: cuando desciende en los corazones de los hombres, se renuevan éstos y echan brotes en el temor de Dios”. 11. Decían de él que tejió una cuerda para fabricar dos esteras, pero que la empleó toda en una sola y no se dio cuenta hasta que llegó a la pared. Estaba su pensamiento entregado a la contemplación. 12. Dijo abba Juan: “Soy como un hombre sentado bajo un gran árbol, y que ve venir contra él muchas rieras y serpientes, y como no les puede resistir, sube al árbol y se salva. Del mismo modo, sentado en mi celda, veo los fieros pensamientos que vienen contra mí, y que no he de poder con ellos; huyo por la oración adonde está Dios, y me libro del enemigo”. 13. Dijo abba Pastor acerca de abba Juan Colobos, que había clamado a Dios, y Dios retiró de él las pasiones y se volvió impasible. Fue entonces y dijo a un anciano: “Me veo tranquilo y sin lucha”. Le dijo el anciano: “Ve, y ruega a Dios que llegue a ti la lucha, y tengas el combate que tenías antes y también la humillación. Porque el alma aprovecha en los combates”. Rogó y vino la lucha, y no volvió a pedir que se la quitara, sino que decía: “Dame, Señor, paciencia en los combates”. 14. Dijo abba Juan: «Un anciano tuvo esta visión: Estaban tres monjes a orillas del mar, y una voz los llamó desde la otra orilla que decía: “Tomen alas de fuego y vengan a mí”. Dos de ellos las tomaron y volaron hasta la otra orilla, pero el tercero se quedó, y lloraba mucho y se lamentaba. Al fin, también a él se le dieron alas, pero no eran de fuego, sino débiles e impotentes, de modo que, cayendo y emergiendo del agua, con gran trabajo y aflicción, llegó a la orilla. Así es la generación presente, que, si recibe alas, no son de fuego, sino que consigue apenas unas débiles e impotentes». 56
15. Un hermano preguntó a abba Juan: “¿Cómo es que mi alma herida no se avergüenza de hablar contra el prójimo?”. Le dijo el anciano una parábola acerca de la maledicencia: «Había un hombre pobre que estaba casado, Vio otra mujer muy hermosa, y la tomó también a ella. Ambas estaban desnudas. Se celebraba en cierto lugar una fiesta y le pidieron: “Llévanos contigo”. Tomó a las dos y las puso en un tonel, subieron a una nave y llegaron hasta el lugar. Llegó la hora del calor y, mientras los hombres descansaban, una de las mujeres miró y, al no ver a nadie, fue adonde había un montón de basura, tomó unos trapos viejos y se hizo una falda, y de esta manera andaba confiada. La otra, que estaba sentada desnuda dentro (del tonel), dijo: “Mira a esa prostituta, que no se avergüenza de caminar desnuda”. Se afligió el marido y le dijo: “¡Es admirable! al menos ella cubrió sus partes deshonestas, pero tu estás enteramente desnuda. ¿No te avergüenzas de hablar así?”. Así es la detracción». 16. El anciano dijo también al hermano, acerca del alma que quiere hacer penitencia: «Había en cierta ciudad una hermosa meretriz que tenía muchos amantes. Fue uno de los hombres principales y le dijo: “Prométeme que vivirás castamente, y te tomaré por mujer”. Ella se lo prometió. Él se casó con ella y la llevó a su casa. Sus amantes la buscaban, diciendo: “Ese hombre principal la tomó en su casa. Si nosotros vamos a su casa y se llega a enterar, nos condenará. Pero vayamos cerca de su casa, y silbemos, y ella, al conocer el silbido, bajará adonde estamos nosotros y seremos inocentes”. Pero al oír el silbido, se tapó ella los oídos y fue a una habitación interior, y cerró las puertas». Dijo el anciano que la meretriz es el alma, sus amantes son las pasiones y los hombres; el hombre principal es Cristo; la habitación interior es la morada eterna; los que silban son los malos demonios, pero el alma huye siempre adonde está el Señor. 17. Subía una vez abba Juan desde Escete con otros hermanos, y se perdió su guía. Dijeron los hermanos a abba Juan: “El hermano ha errado el camino, ¿qué haremos, abba, para no perdernos y morir?”. Dijo el anciano: «Si se lo decimos, se entristecerá y avergonzará. Haré como que estoy enfermo, y diré: “No puedo marchar, me quedaré aquí hasta que amanezca”». Así lo hizo, y los demás dijeron: “Tampoco nosotros iremos, sino que nos quedaremos contigo”. Y permanecieron allí sentados hasta el alba y no escandalizaron al hermano. 18. Había un anciano en Escete, esforzado en los trabajos corporales, pero que no era discreto en las cosas del espíritu. Fue adonde estaba abba Juan, y le preguntó acerca del olvido. Después de oír su palabra, regresó a su celda, y olvidó lo que abba Juan le había dicho. Fue de nuevo a preguntárselo. Oyó de él una palabra semejante, Y se retiró. Pero cuando llegó a su celda, la había olvidado de nuevo, y de esta manera iba frecuentemente, pero cuando regresaba lo dominaba el olvido. Después de esto, encontró al anciano y le dijo: “Sabes, abba, he olvidado cuanto me dijiste, pero por no molestarte, no he ido más”. Le dijo abba Juan: “Ve, enciende una lámpara”. Cuando la hubo encendido le dijo: “Trae otras lámparas y enciéndelas con esta”. Hizo también esto. Y dijo abba Juan al anciano: “¿Acaso faltó algo a la lámpara porque de ella encendiste a las demás?”. Respondió: ‘No’. Dijo el anciano: “De la misma manera, tampoco Juan (disminuye). Aunque todo Escete viniera a mí, no me alejaría de la gracia de Cristo. Cuando quieras venir, ven y no caviles”. Por la paciencia de ambos quitó Dios el olvido del anciano. Esta era la obra de los escetiotas: dar coraje a los que eran atacados, y hacerse violencia para adquirir una buena ganancia los unos para los otros. 19. Un hermano interrogó a abba Juan, diciendo: “¿Qué haré? A menudo viene un hermano para llevarme a trabajar, pero yo soy enfermo y débil, y me fatigo con el esfuerzo. ¿Qué debo hacer con la orden?”. Le respondió el anciano: «Dijo Caleb a Josué, 57
hijo de Nun: “Tenía cuarenta años cuando Moisés, el servidor de Dios, me mandó desde el desierto a esta tierra contigo. Tengo ahora ochenta y cinco años; como entonces, puedo ahora entrar y salir en guerra” (Jos 14,7-­‐11). También tú, si puedes salir al combate y puedes entrar, ve, pero si no puedes obrar de esa manera, sentado en tu celda llora tus pecados, v cuando te encuentren llorando, no te obligarán a salir». 20. Dijo abba Juan: “¿Quién vendió a José?”. Un hermano respondió: “Sus hermanos” (Gn 37,36). Le dijo el anciano: «No, fue su humildad la que lo vendió. Podía haber dicho: “Soy hermano de ellos, y contradecir”. Pero calló, y por eso lo vendió la humildad. Fue la humildad también la que lo constituyó gobernador en Egipto (Gn 41,41)». 21. Dijo abba Juan: “Dejando el peso liviano (Mt 11,30), es decir, acusarnos a nosotros mismos, hemos tomado el pesado, que es justificarnos”. 22. Dijo el mismo: “La humildad y el temor de Dios están por encima de las demás virtudes”. 23. Estaba el mismo sentado una vez en la iglesia, y suspiró, sin saber que había alguien cerca suyo. Cuando lo advirtió, hizo una metanía, diciendo: “Perdóname, abba, no he recibido todavía la enseñanza”. 24. Dijo el mismo a su discípulo: “Si honramos a uno, todos nos honrarán, pero si despreciamos a uno, es decir a Dios, todos nos despreciarán, e iremos a la perdición”. 25. Decían acerca de abba Juan que fue una vez a la iglesia de Escete, y al oír las disputas de los hermanos volvió a su celda. Antes de entrar, la rodeó tres veces. Los hermanos que lo vieron, no sabían por qué había hecho esto, y fueron a preguntárselo. Él les dijo: “Mis oídos estaban llenos de la disputa. Hice esas vueltas para purificarlos, y de esta manera entrar en mi celda con tranquilidad de mi espíritu”. 26. Un hermano fue una vez a la celda de abba Juan. Era tarde y estaba apurado por retirarse. Hablaban sobre las virtudes, y amaneció sin que lo advirtieran. Salió para despedirlo, y permanecieron conversando hasta la hora sexta. Lo hizo entrar, y después de comer se fue. 27. Dijo abba Juan: «Custodia es sentarse en la celda y acordarse siempre de Dios. Esto es aquello: “Estaba preso (bajo custodia) y vinieron a mí” (Mt 25,36)». 28. Dijo también: “¿Quién es tan fuerte como el león? Y sin embargo, a causa del vientre cae en la trampa y es humillada su fuerza”. 29. Decía también: «Los Padres de Escete comían pan y sal, diciendo: “No nos impongamos comer pan y sal, y por eso eran fuertes para la obra de Dios”». 30. Vino un hermano para llevarse los canastos de abba Juan. Salió éste y le dijo: “¿Qué quieres, hermano?”. Él respondió: “Los canastos, abba”. Entró para sacarlos, pero lo olvidó, y sentado, se puso a trenzar. Llamó de nuevo, v cuando salió, dijo: “Trae los canastos, abba”. Pero entró y se sentó nuevamente para trenzar. Llamó otra vez el hermano, y salió otra vez y le preguntó: “¿Qué quieres, hermano?”. Él dijo: “Los canastos, abba”. Y tomándolo de la mano, lo introdujo, diciendo: “Si quieres los canastos tómalos y vete. Yo no tengo tiempo”. 58
31. Vino una vez un camellero, para cargar sus cosas y llevarlas a otro lugar. Entró (abba Juan) para buscar una estera, pero se olvidó, porque tenía el alma puesta en Dios. El camellero lo molestó de nuevo, llamando a la puerta, y otra vez, al volver a entrar, lo olvidó abba Juan. Llamó el camellero por tercera vez, y entró diciendo: “Estera, camello; estera, camello”. Decía esto para no olvidarlo. 32. Era el mismo de espíritu ferviente (Rm 12,11). Recibió una vez a uno que alabó su trabajo. Estaba trenzando una cuerda, y callaba. De nuevo aquél le habló, y permaneció en silencio. La tercera vez dijo al visitante: “Desde que has entrado aquí, has expulsado a Dios de mí”. 33. Vino un anciano a la celda de abba Juan, y lo encontró dormido. Un ángel estaba junto a él, y lo abanicaba. Al verlo, se retiró (el anciano). Cuando se despertó pregunto a su discípulo: “¿Vino alguien mientras yo dormía?”. Le respondió: “Sí, vino tal anciano”. Y supo abba Juan que ese anciano era semejante a él y que había visto al ángel. 34. Dijo abba Juan: “Yo quiero que el hombre tome un poco de cada virtud. Así cada día, al levantarte por la mañana, toma el principio de todas las virtudes y mandamientos de Dios, en la mayor paciencia, con temor y longanimidad, en el amor de Dios, con todo el celo del alma y el cuerpo, y con mucha humildad, soportando la aflicción del corazón y la vigilancia, en la oración respetuosa y abundante, con gemidos, en la pureza de la lengua y la vigilancia de los ojos. Deshonrado, y sin enojarte; pacífico, sin devolver el mal por el mal; sin mirar los pecados ajenos; sin compararte, poniéndote más bien por debajo de toda criatura; renunciando a la materia y a todo lo carnal, en la cruz, en el combate, en la pobreza de espíritu, en la voluntad y la ascesis espiritual, en el ayuno, en la penitencia y el llanto, en la lucha, en el discernimiento, en la pureza del alma; tomando lo que es bueno; practicando el trabajo manual en la hesiquía; en las vigilias nocturnas, en el hambre y la sed, en el frío y la desnudez, en los trabajos. Cierra tu sepulcro, como si estuvieses muerto, para considerar a toda hora que tu muerte está cerca”. 35. Decían de abba Juan, que cuando regresaba de la cosecha o de visitar ancianos, se dedicaba a la oración, a la meditación y a la salmodia, hasta que su espíritu volvía al orden que tenía al principio. 36. Dijo un Padre acerca de él: “¿Quién es Juan, que por su humildad tiene a todo Escete suspendido de su dedo pequeño?”. 37. Preguntó un Padre a abba Juan Colobos: “¿Qué es un monje?”. Respondió: “El esfuerzo. Porque el monje se esfuerza en todo trabajo. Esto es ser monje”. 38. Dijo abba Juan Colobos: «Un anciano espiritual se recluyó; era él muy estimado en la ciudad y lo alababan mucho. Le dijeron: “Uno de los santos está muriendo, ve a saludarlo antes de que muera”. Pensó en su interior: “Si salgo de día acudirán los hombres y seré glorificado, y yo no tendré reposo con todo eso, Saldré tarde, en la oscuridad, y a escondidas de todos”. Cuando salió de la celda, tarde ya, como quien desea ocultarse, dos ángeles, enviados por Dios, lo alumbraban con lámparas. Toda la ciudad acudió entonces para ver su gloria, y así fue que, cuando él pensaba huir de la estima, recibió la gloria. En esto se cumple lo que está escrito: “Todo el que se humilla será exaltado” (Lc 14,11)». 39. Dijo abba Juan Colobos: “No puede construirse una casa de arriba hacia abajo, sino desde los cimientos hasta la cumbrera”. Le dijeron: “¿Qué quiere decir esta palabra?”. Les respondió: “El fundamento es el prójimo, al que deben ganar, y por allí hay que 59
comenzar. De ello penden todos los mandamientos de Cristo”. 40. Decían acerca de abba Juan: «Una joven perdió a sus padres y quedó huérfana; su nombre era Paesia. De su casa hizo un hospicio para recibir a los Padres de Escete. Perseveró de esta manera durante mucho tiempo, hospedando y atendiendo a los Padres. Después de un tiempo, cuando hubo gastado sus bienes, comenzó a pasar necesidad. La buscaron hombres perversos y la alejaron del buen propósito, y después comenzó a obrar mal, hasta prostituirse. Los padres lo oyeron y se entristecieron mucho, y acudieron a abba Juan Colobos, diciendo: “Hemos oído acerca de aquella hermana, que vive mal, y mientras pudo ejercitó la caridad con nosotros. Mostrémosle ahora nosotros caridad a ella, ayudándola. Ve a verla, y dispón las cosas según la sabiduría que Dios te ha dado”. Fue abba Juan adonde estaba ella y dijo a la vieja portera: “Anúnciame a tu señora”. Le respondió diciendo: “Primero consumieron lo que era suyo, ahora es pobre”. Le dijo abba Juan: “Dile que le traigo algo muy útil”. Sus servidores le dijeron, burlándose: “¿Qué le darás, que quieres estar con ella?”. Él les respondió, diciendo: “¿Cómo pueden saber lo que quiero darle?”. Subió la vieja y anunció su venida. Dijo la joven: “Estos monjes van siempre hasta el Mar Rojo, y allí encuentran perlas”. Adornándose, dijo: “Tráelo”. Mientras subía, se adelantó ella y se echó sobre la cama. Entró abba Juan y se sentó cerca suyo. Mirándola en el rostro le dijo: “¿Qué tienes que reprochar a Jesús para llegar a esto?”. Al oírlo, ella se conmovió, y abba Juan, con la cabeza inclinada, comenzó a llorar abundantemente. Ella dijo: “Abba, ¿por qué lloras?”. Levantó él la cabeza, y la volvió a inclinar, llorando, y dijo: “Veo a Satanás jugando en tu rostro, ¿no he de llorar?”. Al oírlo, dijo ella: “¿Hay penitencia, abba?”. Le respondió: “Sí”. Dijo ella: “Llévame adonde quieras”. Él le dijo: “Vamos”. Ella, levantándose, lo siguió. Abba Juan vio que no dispuso ni ordenó nada acerca de su casa, y se admiró. Cuando estaban llegando al desierto atardecía. Hizo una pequeña almohada en la arena, y haciendo la señal de la cruz, le dijo: “Duerme aquí”. Hizo lo mismo para sí, a poca distancia, y cuando concluyó sus oraciones, se acostó. Hacia la medianoche despertó, y vio un camino luminoso que bajaba desde el cielo hasta donde estaba ella, y vio a los ángeles de Dios que llevaban su alma. Levantándose, fue y la tocó con el pie. Cuando advirtió que estaba muerta, se echó rostro en tierra rogando a Dios. Y oyó que una hora de su penitencia había valido más que la penitencia de muchos que habían pasado en ella largo tiempo, pero que no habían mostrado el ardor de la suya». 41. Dijo también el anciano: «Tres filósofos eran amigos, y uno de ellos confió su hijo a otro de los tres. Llegado a la juventud, el muchacho se acercó a la mujer de su tutor, el cual, al saberlo, lo expulsó de su casa. Aunque estaba muy arrepentido el joven, no quiso el filósofo recibirlo nuevamente, y le dijo: “Vete, y durante tres años trabaja como trasbordador en el río, y después te recibiré”. Volvió pasados los tres años, pero el filósofo le dijo: “Aún no has hecho penitencia. Trabaja tres años más, repartiendo tu salario, y soporta las injurias”. Así lo hizo. Después de esto le dijo: “Ahora vete a Atenas para aprender la filosofía”. Había un anciano junto a la puerta de los filósofos que insultaba a los que entraban. Al ser insultado, el joven rió. El anciano le dijo: “¿Cómo? ¿Yo te insulto y tú ríes?”. Le respondió: “¿Cómo no quieres que ría? Durante tres años entregué mi salario para ser injuriado, y hoy me insultan gratis. Por eso río”. Abba Juan dijo: “Esta es la puerta de Dios. Nuestros padres, a través de muchas injurias, entraron alegres en la ciudad de Dios”». 42. El mismo dijo a su hermano: “Aunque seamos cosa despreciable a los ojos de los hombres, alegrémonos, porque somos honrados ante Dios”. 43. Dijo abba Pastor que abba Juan había dicho que los santos se parecen a un bosque de 60
árboles que dan diferentes frutos, pero son regados por la misma agua. En efecto, una es la práctica de este santo, otra la de aquél, pero uno solo es el Espíritu que obra en todos ellos. 44. Dijo el mismo: “Si el hombre tiene en su alma el instrumento de Dios, puede permanecer en la celda, aunque no tenga el instrumento de este mundo. Y también, si posee el hombre los instrumentos de este mundo y no tiene los instrumentos de Dios, puede permanecer en la celda a causa de los instrumentos del mundo. Pero el que no tiene los instrumentos de Dios ni los del mundo, no puede absolutamente estar en la celda”. 45. Dijo también el anciano: “Ves cómo el diablo dio a Job el primer golpe en sus posesiones, y vio que no se entristeció ni se apartó de Dios. El segundo golpe tocó su cuerpo, y tampoco pecó este valiente atleta con la palabra de su boca (Jb 1,6-­‐-­‐2,10), porque tenía en su interior lo que pertenece a Dios y se alimentaba de ello”. 46. Estaba el mismo anciano sentado una vez en Escete, y los hermanos en torno suyo lo interrogaban sobre los pensamientos de ellos. Y uno de los ancianos le dijo: “Juan, eres como una ramera que busca tener más amantes”. Y abba Juan lo abrazó diciendo: “Dices la verdad, padre”. Después de esto, uno de sus discípulos le preguntó: “¿No estabas agitado interiormente, abba?”. Respondió: “No. Estaba por dentro igual que por fuera”. 47. Se decía de él que el precio del trabajo que hacía en la cosecha, lo tomaba y lo llevaba a Escete, diciendo: “Mis viudas y huérfanos están en Escete”. ABBA JUAN EL CENOBITA62 1. Un hermano vivía en el cenobio y era muy esforzado en la ascesis. Los hermanos de Escete, cuando oyeron de él, fueron a verlo. Y entraron en el lugar donde él estaba trabajando. Los saludó y comenzó a trabajar, y mientras tanto, conversaba. Los hermanos, al ver lo que hacía, le dijeron: «Juan, ¿quién te dio el hábito? ¿Quién te hizo monje, y no te enseñó a recibir la melota de los hermanos y a decirles “oren” o “siéntense”?». Les respondió: “Juan, el pecador, no puede ocuparse de eso”. ABBA ISIDORO63 62
No es seguro que este abba haya vivido en un monasterio de cenobitas. Y las preguntas de los hermanos se
entienden mejor si estaban dirigidas a un anacoreta (cf. Sentences, p. 135).
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«Fue uno de los personajes importantes de Escete durante la segunda mitad del IV. Hay que distinguirlo de Isidoro
el Tebano, cenobita (cf. Historia monachorum in Aegypto, 17 y Sozomeno, Historia Eclesiástica, VI,28), de Isidoro
el Hospedero, de Nitria, (cf. Paladio, Historia Lausíaca, 1; tal vez éste sea Isidoro “presbítero de los anacoretas”,
citado por la Carta de Ammonas. No se puede saber si los siete apotegmas colocados bajo el nombre de Isidoro el
Presbítero le pertenecen o no), y de Isidoro de Pelusio (que murió hacia 435). Nuestro Isidoro ejerció el ministerio
sacerdotal en Escete (cf. Isidoro 1; Carion 2; Pastor 44) antes que Pafnucio ocupara su puesto (cf. Casiano,
Conferencias, 17,15,3) y después que Macario se retiró al “desierto interior” (cf. Macario 3). Casiano que vivió en
Escete en el grupo de Pafnucio, sucesor de Isidoro, subraya la gratia singularis que le permitía expulsar los demonios
y ejercer su función de abbas et presbyter (cf. Casiano, Conferencias, 18,15,7 y 16,3). Tal era, en efecto, su señal
distintiva, de la cual la tradición ha conservado varios ejemplos. Paladio relata cómo supo curar a Moisés el Etíope
agobiado, al comienzo de su renuncia, por las tentaciones de fornicación (cf. Historia Lausíaca, 19 y Moisés 1). Los
apotegmas resaltan con insistencia sus cualidades de padre espiritual (cf. p. ej.: Isidoro 1 y 10; Pastor 44, etc.). Es
difícil precisar las fechas de su vida. Según Rufino, se contaba entre los monjes célebres de Egipto hacia 370-375
(Historia Eclesiástica II,4 y 8; PL 21 511B y 517B). Tal vez, estuviera entre aquellos que fueron expulsados a
Palestina por el arriano Lucio. Un apotegma nos lo muestra llamándose a la humildad al compararse con Antonio y
Pambo de Nitria, ya muertos en esa época (por tanto no antes de 375; aunque la muerte de Pambo es incierta: podría
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1. Decían acerca de abba Isidoro, el presbítero de Escete, que si alguien tenía un hermano enfermo, negligente o colérico, y quería expulsarlo, le decía: “Tráemelo”, y lo tomaba consigo, y lo llevaba, por su paciencia, a la salvación. 2. Un hermano le preguntó, diciendo: “¿Por qué te tienen tanto miedo los demonios?”. Le respondió el anciano: “Desde que soy monje me esfuerzo para no dejar que la ira llegue a mi garganta”. 3. Decía también que desde hacía cuarenta años sentía la tentación de pecar con el pensamiento, pero que nunca había cedido a la concupiscencia o a la cólera. 4. Dijo también: “Cuando era joven, permanecía en mi celda y no tenía medida para la oración: la noche y el día eran, para mí, tiempo de oración”. 5. Dijo abba Pastor acerca de abba Isidoro: «Cada noche trenzaba un manojo de palmas, y los hermanos le rogaban, diciendo: “Concédete un poco de descanso, que ya eres viejo”. El les respondió: “Aunque quemen a Isidoro, y dispersen al viento sus cenizas, no habrá gracia para mí, porque el Hijo de Dios ha venido aquí por nosotros”». 6. Decía el mismo acerca de abba Isidoro que los pensamientos le dijeron: “Eres un gran hombre”. El respondió: “¿Soy acaso como abba Antonio? ¡Ojalá fuese como abba Pambo o como los demás Padres que agradaron a Dios!”. Cuando decía esto quedaba en paz. Pero cuando un pensamiento adverso le sugería la pusilanimidad, como si después de todo esto hubiera de ir todavía al suplicio, respondía: “Aunque me manden al tormento, los encontraré abajo mío”. 7. Dijo abba Isidoro: “Fui una vez a la plaza a vender los recipientes, y al ver que se acercaba a mí la ira, dejando los objetos, huí”. 8. Fue una vez abba Isidoro a visitar a abba Teófilo, el arzobispo de Alejandría, y cuando estuvo de regreso en Escete le preguntaron los hermanos: “¿Cómo está la ciudad?”. Les respondió: “En verdad, hermanos, no he visto rostro de hombre alguno, más que el del arzobispo”. Al oírlo, se turbaron, y le dijeron: “¿Acaso ha sucedido una catástrofe, abba?”. Replicó él: “No, pero el pensamiento no me venció para que los mirase”. Los que oían, se admiraron, y fueron confirmados para custodiar sus ojos de toda vagancia. 9. Dijo el mismo abba Isidoro: «La prudencia de los santos es esta: conocer la voluntad de Dios. Porque el hombre triunfa sobre todo “por la obediencia a la verdad” (1 P 1,22), porque es imagen y semejanza de Dios (cf. Gn 1,27). De todos los pensamientos, el peor es seguir su propio corazón, es decir, su propio pensamiento en lugar de la ley de Dios, y por ello, se llega al dolor, porque no se conoció el misterio ni se encontró el camino de los santos, para esforzarse en él. Este es el tiempo de obrar para el Señor, porque la salvación está en el tiempo de la aflicción, como está escrito: “Por su paciencia poseerán sus almas” (Lc 21,19)». 10. Contaba el mismo (abba Pastor) acerca de abba Isidoro que, cuando hablaba a los hermanos en la iglesia, decía solamente esta palabra: «Hermanos, escrito está: “Perdona ser el año 474). Hizo también el viaje de Escete a Alejandría para consultar a Teófilo, por lo que vivía todavía en 386.
Ciertamente murió antes de 399, cuando estalló la querella antropomorfita, puesto que fue su sucesor, Pafnucio, quien
hizo aceptar la Carta festal de Teófilo (cf. Casiano, Conferencias, 10,2)» (SCh 387, pp. 57-59).
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a tu prójimo, para recibir el perdón también tú” (Mt 6,14)». ABBA ISIDORO DE PELUSIO64 1. Dijo abba Isidoro de Pelusio: “Vivir sin hablar es más útil que hablar sin vivir. El primero, aunque calle, trae provecho; el otro, hablando, turba. Pero si la palabra y la vida coinciden, entonces consuman el modelo de toda la filosofía”. 2. Dijo el mismo: “Honra las virtudes y no cultives las fortunas pasajeras. Porque aquellas son riquezas inmortales, pero éstas se extinguen rápidamente”. 3. Dijo también: “Muchos hombres aspiran a las virtudes, pero temen entrar por el camino que conduce hasta ellas, mientras que otros ni siquiera creen que existe la virtud. Es necesario persuadir a los primeros para que depongan su pereza, y a los segundos enseñarles que la virtud es verdaderamente virtud”. 4. Dijo también: “El vicio separa a los hombres de Dios y entre sí. Es necesario huir rápidamente de él y seguir la virtud, que lleva a Dios y une a los hombres entre sí. La definición de la virtud y de la filosofía es: la simplicidad con la prudencia”. 5. Dijo también: “Puesto que son grandes la altura de la humildad y el abismo de la arrogancia, les aconsejo que abracen aquella y no caigan en esta”. 6. Dijo también: “El amor apasionado de las riquezas es oneroso y lleno de audacia, no se sacia y lleva al alma que ha ocupado hasta el más extremo de los males. Expulsémoslo enérgicamente al principio, porque una vez que ha dominado es inexpugnable”. ABBA ISAAC, PRESBÍTERO DE LAS CELDAS65 1. Vinieron una vez para ordenar de presbítero a abba Isaac. Cuando lo supo, huyó a Egipto, y se retiró al campo, donde se escondió entre la hierba. Fueron los Padres en su seguimiento, y cuando llegaron al mismo campo, se quedaron allí para descansar. Era ya de noche, y soltaron al asno para que pastara. Fue el asno, y se detuvo junto al anciano. Al buscarlo por la mañana, encontraron a abba Isaac y se admiraron. Quisieron atarlo, pero no lo permitió él, diciendo: “Ya no huiré. Puesto que es voluntad de Dios, y dondequiera que huyese llegaría a lo mismo”. 2. Dijo abba Isaac: «Cuando era joven, vivía con abba Cronio, y nunca me ordenó que hiciese un trabajo, aunque era ya viejo y tembloroso, sino que se levantaba él mismo y daba de beber a mí y a los demás. También estuve con abba Teodoro de Fermo, y 64
“Originario de Alejandría, san Isidoro (+ hacia 435) es llamado de Pelusio porque fue monje y sacerdote en esa
ciudad, al este del delta del Nilo. No parece que haya estado en relación con los ancianos de los Apotegmas, siendo
introducido tardíamente entre ellos en la colección alfabética. Las sentencias citadas han sido tomadas de su
voluminosa correspondencia. Hallamos algunas otras en el dossier de Isidoro el presbítero” (Sentences, p. 138).
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“Fue en su juventud discípulo de abba Cronios, probablemente en Nitria, y más tarde de abba Teodoro de Fermo.
No se sabe cuando llegó a ser sacerdote de Las Celdas. Paladio (Diálogo sobre la vida de san Juan Crisóstomo, 17)
habla de un Isaac, discípulo de Cronios, que habría sido del grupo de los monjes origenistas exiliados por Teófilo en
el año 400. Isaac vivía todavía después de la primera devastación de Escete en 407. Muchos de sus apotegmas, sin
duda posteriores a esa fecha, traslucen un cierto desencantamiento por la vida relajada que se había introducido entre
los monjes. Las últimas palabras de Isaac, antes de su muerte, son a la vez alentadoras y amenazantes” (Sentences, p.
139).
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tampoco él me dijo que hiciese algo, sino que él mismo ponía la mesa y decía: “Hermano, ven a comer si quieres”. Yo le respondía: “Abba, vine a ti para sacar provecho, ¿por qué no me mandas hacer algo?”. Pero el anciano callaba. Fui, y lo dije a los ancianos. Estos fueron adonde él estaba, y le dijeron: “Abba, el hermano vino a tu santidad para sacar provecho, ¿por qué no le dices que haga algo?”. El anciano les respondió: “No soy cenobiarca, ¿qué le puedo ordenar? Yo no le digo nada, pero si quiere, puede hacer lo que me vea hacer”. Después de eso yo me adelantaba y hacía lo que estaba por hacer el anciano. Todo lo que éste hacía lo hacía en silencio, y así me enseñó a trabajar en silencio». 3. Abba Isaac y abba Abraham vivían juntos. Al entrar abba Abraham encontró llorando a abba Isaac, y le dijo: “¿Por qué lloras?”. Respondió el anciano: “¿Por qué no lloraremos? ¿Adónde iremos? Nuestros padres han muerto. El trabajo manual no nos alcanza ya para pagar el precio del billete de la nave que tomábamos para visitar a los ancianos. Ahora somos huérfanos. Por esto lloro”. 4. Dijo abba Isaac: «Conocí un hermano que estaba cosechando en el campo, y quiso comer una espiga de trigo. Dijo al dueño del campo: “¿Permites que coma una espiga de trigo?”. Al oírlo, se admiró, y le dijo: “El campo es tuyo, padre, ¿Y me pides permiso?”. Hasta ese punto era exacto el hermano». 5. Dijo también a los hermanos: “No traigan niños aquí. Porque las cuatro iglesias de Escete se volvieron desiertas a causa de los niños”. 6. Decían acerca de abba Isaac que comía con su pan la ceniza del turíbulo de la ofrenda. 7. Dijo abba Isaac a los hermanos: “Nuestros padres, y abba Pambo, usaban ropas viejas, hechas de palmas y remendadas, pero ahora llevan vestidos preciosos. ¡Márchense de aquí! ¡Abandonen este lugar!”. Cuando estaba por salir para la cosecha, les dijo: “No volveré a darles órdenes, porque no las observan”. 8. Contaba uno de los padres que un hermano se presentó en la iglesia de Kellia, que estaba a cargo de abba Isaac, llevando una pequeña cogulla. El anciano lo expulsó, diciendo: “Este es un lugar para monjes; tú eres secular y no puedes permanecer aquí”. 9. Dijo abba Isaac: “Jamás he introducido en mi celda un pensamiento contra un hermano que me afligió. Y también me esforcé para que no estuviese el hermano en su propia celda con un pensamiento contra mí”. 10. Enfermó gravemente abba Isaac, y estuvo así durante largo tiempo. Un hermano le hizo un poco de cocido, y le puso también frutos de sebestén66, pero el anciano no quiso probarlo. El hermano te rogaba, diciendo: “Toma un poco, abba, que estás enfermo”. El anciano le respondió: “Verdaderamente, hermano, quisiera pasar treinta años en esta enfermedad”. 11. Decían acerca de abba Isaac que, cuando estaba cercano a la muerte, se reunieron en torno suyo los ancianos, y le dijeron: “¿Qué haremos, abba, cuando te hayas marchado?”. El respondió: “Miren cómo he obrado cuando estaba con ustedes; si ustedes también quieren seguirme y guardar los mandamientos de Dios, enviará Él su gracia y conservará este lugar. Pero si no los guardan, no permanecerán en este lugar. Porque también 66
Pequeño árbol de Asia menor, de flores blancas y fruto amarillento, semejante a la ciruela.
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nosotros, cuando estaban por morir nuestros Padres, nos encontrábamos tristes, pero observando los mandamientos de Dios y las exhortaciones de ellos, permanecimos, como si hubieran estado con nosotros. Hagan ustedes así, y serán salvados”. 12. Dijo abba Isaac: “Dijo abba Pambo que la túnica del monje debe ser tal que, si permaneciere tirada fuera de la celda durante tres días, nadie la recoja”. ABBA JOSÉ DE PANEFO67 1. Fueron algunos Padres adonde estaba abba José de Panefo para interrogarlo acerca de la recepción de los hermanos que alojaban con ellos, si era necesario juntarse con ellos y hablarles con confianza. Antes de ser interrogado dijo el anciano a su discípulo: “Atiende a lo que haré hoy y sopórtalo”. Puso el anciano dos esteras, una a su derecha y otra a su izquierda, y dijo: “Siéntense”. Entró en su celda y se puso ropas de mendigo. Salió, pasó por en medio de ellos y volvió a entrar; se puso sus ropas, salió otra vez y se sentó con ellos. Estaban asombrados por lo que había hecho el anciano. Él les dijo: “¿Observaron lo que hice?”. Respondieron: “Sí”. “¿Acaso yo cambié a causa de la ropa más vil?”. Respondieron: “No”. Él les dijo: «Si soy el mismo con ambas vestimentas, la primera no me cambió ni la segunda me perjudicó, así debemos conducirnos al recibir a los hermanos peregrinos, como dice el Evangelio: “Den al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios” (Mt 22,21). Cuando lleguen los hermanos, recibámoslos con confianza. Es cuando estamos solos que necesitamos la compunción, para que permanezca con nosotros». Los que lo oyeron quedaron admirados, porque les dijo lo que ellos tenían en sus corazones antes de interrogarlo. Y glorificaron a Dios. 2. Dijo abba Pastor a abba José: “¿Dime cómo me haré monje?”. Le respondió: «Si quieres encontrar el descanso ahora y después, en toda ocasión di: “¿Quién soy yo?”. Y no juzgues a nadie». 3. Preguntó el mismo a abba José, diciendo: “¿Qué debo hacer cuando se acercan las pasiones? ¿Les resisto o las dejo entrar?”. Respondió el anciano: “Déjalas entrar, y pelea contra ellas”. Regresó a Escete y permanecía en su celda. Llegó a Escete un tebeo y dijo a los hermanos: «Pregunté a abba José: “¿Si se acercan las pasiones, debo resistir o permitirles entrar?”. Y me respondió: “No dejes entrar a las pasiones, sino córtalas enseguida”». Oyó abba Pastor que abba José había hablado de esta manera al tebeo, y levantándose fue hasta donde él estaba, en Panefo, y le dijo: “Abba, yo te he confiado mis pensamientos, y has respondido diversamente al tebeo y a mí”. Le dijo el anciano: “¿No sabes que te amo?”. Y respondió: “Sí”. El anciano le dijo: “Si entran las pasiones y luchas contra ellas, dando y recibiendo, te harán más probado. Yo te hablé como si hablase a mí mismo. Pero hay otros a los que no conviene se acerquen las pasiones, sino que es necesario que las alejen rápidamente”. 4. Preguntó un hermano a abba José, diciendo: “¿Qué debo hacer, porque no puedo soportar los males ni trabajar para hacer caridad?”. El anciano respondió: “Si no puedes hacer esto ni aquello, al menos guarda tu conciencia de todo mal para con tu prójimo, y serás salvado”. 67
“La ciudad de Panefo o Panephysis está situada en la parte oriental del delta del Nilo. Casiano describe esa región
que él visitó y donde encontró a un cierto abad José que puede identificarse con el de los apotegmas (Conferencias,
11,3). Originario de Thmuis y proveniente de una ilustre familia (Conferencias, 16,1), este José habría transmitido a
Casiano las enseñanzas presentadas en las Conferencias 16 y 17…” (Sentences, p. 142).
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5. Dijo un hermano: «Fui una vez hasta la Heraclea inferior, donde estaba abba José, que tenía en su monasterio una morera excelente. Por la mañana me dijo: “Ve, come”. Como era viernes, no fui, a causa del ayuno. Le rogué: “Por Dios, explícame este pensamiento: tú me dices: ‘Ve, come’, pero yo no fui porque era ayuno; pero tu mandamiento me avergüenza, pensando: ¿Por qué razón el anciano me habló así? ¿Qué debía hacer, porque me ordenaste: Come?”». Le dijo: “Los Padres no dicen al principio a los hermanos lo recto, sino lo ambiguo. Si los ven hacer el mal, no les hablan ya de lo ambiguo, sino que les dicen la verdad, puesto que saben que serán obedientes en todo”. 6. Dijo abba José a abba Lot: “No se puede ser monje, si no se es como un fuego ardiente”. 7. Fue abba Lot a ver a abba José, y le dijo: “Abba, según mis fuerzas hago mi pequeño oficio, y mi pequeño ayuno, y la oración, y la meditación, y la hesiquía, y según mis fuerzas purifico mis pensamientos. ¿Qué más debo hacer?”. El anciano, levantándose, extendió las manos hacia el cielo, y sus dedos se pusieron como diez lámparas de fuego. Y le dijo: “Si quieres, hazte totalmente como el fuego”. 8. Un hermano habló así a abba José: “Deseo irme del cenobio para vivir solo”. El anciano le dijo: “Donde veas que tu alma está en calma y no sufre perjuicio, quédate”. El hermano le dijo: “Estoy en calma tanto en el cenobio como cuando estoy solo ¿qué me aconsejas?”. El anciano respondió: “Si estás en calma en el cenobio y también cuando estás solo, pon los dos pensamientos como en una balanza, y lo que veas que aprovecha más y adelanta a tu alma, hazlo”. 9. Fue un anciano adonde estaba uno de sus compañeros, para dirigirse juntos a visitar a abba José, y le dijo: “Manda a tu discípulo que ensille el asno”. Respondió: “Llámalo, para que haga lo que tú quieres”. Le preguntó: “¿Cómo se llama?”. Y respondió: “No sé”. Y le dijo: “¿Cuánto tiempo lleva contigo que no sabes todavía su nombre?”. Le respondió: “Dos años”. Le dijo entonces el anciano: “Si tú no conoces el nombre de tu discípulo después de dos años, ¿qué necesidad tengo yo de aprenderlo por un día?”. 10. Los hermanos se reunieron una vez con abba José, y mientras estaban sentados y lo interrogaban, él se alegraba. Y les dijo, lleno de consuelo: “Hoy soy rey, porque he reinado sobre las pasiones”. 11. Decían de abba José de Panefo, que cuando estaba a punto de morir, y se hallaban los ancianos sentados a su alrededor, miró hacia la puerta y vio al diablo sentado a la puerta. Y llamando a su discípulo le dijo: “Trae el bastón. ¿Acaso éste se cree que porque he envejecido, ya no tengo poder sobre él?”. Y apenas tomó el bastón, vieron los ancianos cómo salía el diablo por la puerta, como un perro, y desaparecía. ABBA JACOBO [Santiago]68 1. Dijo abba Jacobo: “Es cosa mayor ser huésped que recibir un huésped” 2. Dijo también: “El que es alabado, debe pensar en su pecado, y saber que no es digno de 68
Los apotegmas atribuidos a este abba no nos ofrecen ningún dato para identificarlo. “La colección alfabética
menciona además un Santiago “de la diaconía” (Juan el Persa 2) y uno (o dos) Santiago de Las Celdas (cf. Matoes 5;
Focas 1 y 2; Eladio 3)” (Sentences, p. 146).
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la alabanza”. 3. Dijo también: “Así como la lámpara ilumina un cuarto oscuro, del mismo modo el temor de Dios, cuando viene al corazón del hombre, lo ilumina y le enseña todas las virtudes y mandamientos de Dios”. 4. Dijo también: “No sólo hay necesidad de la palabra. Porque en esta época hay muchas palabras entre los hombres. Hay más bien necesidad de obras: esto es lo que se busca, no palabras, que no dan fruto”. 5. Dijo también que uno de los ancianos había dicho: “Cuando vivía en el desierto tenía como vecino a un niño que habitaba en la soledad. Visitándolo, lo vi orar y pedir a Dios que le concediera tener paz con las fieras. Después de la oración, se puso bajo una hiena que estaba cerca de allí, amamantando a sus pequeños, y comenzó a mamar con ellos”. 6. Otra vez lo vi orar y pedir al Señor: “Dame la gracia de ser amigo del fuego”. E hizo una hoguera y dobló sus rodillas en medio de ella, orando al Señor. ABBA HIERAX69 1. Un hermano rogó a abba Hierax, diciendo: “Dime una palabra, ¿qué he de hacer para salvarme?”. El anciano le respondió: “Permanece en tu celda. Si tienes hambre, come; si tienes sed, bebe; no hables mal de nadie, y serás salvo”. 2. Dijo también: “Nunca he dicho ni he querido escuchar una sola palabra mundana”. 3. Interrogó un hermano a abba Hierax: “Dime lo que tengo que hacer para salvarme”. Le respondió el anciano: “Permanece en tu celda y no hables mal de nadie, y serás salvo”. ABBA JUAN EL EUNUCO70 1. Abba Juan el eunuco, cuando era joven todavía, interrogó a un anciano: “¿Cómo pudieron ustedes hacer la obra de Dios en el reposo, y nosotros no podemos ni siquiera con esfuerzo?”. Respondió el anciano: «Nosotros pudimos hacerlo porque le dimos el lugar principal al trabajo de Dios, y el menor a la necesidad del cuerpo. Pero ustedes tienen como principal la necesidad del cuerpo, y consideran la obra de Dios como menos necesaria. Es por eso que sufren. Por lo mismo dijo el Salvador a los discípulos: “Hombres de poca fe, busquen primero el reino de Dios, y todo esto se les agregará”». 2. Abba Juan dijo: «Nuestro padre abba Antonio dijo: “Nunca antepuse mi comodidad a la utilidad de mi hermano”». 3. Abba Juan, el de Cilicia, que era hegúmeno en Raithu, decía a los hermanos: “Hijos, así como huimos del mundo, huyamos también de los deseos de la carne”. 69
“¿Este abba Hierax es el de Nitria (Historia Lausíaca, 22), el de la Tebaida o el de Escete? Su primer apotegma
existe de varias formas, atribuido a diferentes ancianos: Arsenio, Heraclio Pafnucio y un anónimo. Probablemente su
forma primitiva es la que nos transmite el apotegma número tres” (Sentences, p. 147).
70
“Este abad Juan, eunuco de nacimiento, fue consultado por Teodoro de Fermo [o Ferme], y el primer apotegma
aquí presentado probablemente es sólo una variante de Teodoro 10. Los cuatro últimos apotegmas provienen del
Prado espiritual (115) de Juan Mosco . Y deberían atribuirse al abad Juan de Cilicia (Sentences, p. 148).
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4. Dijo también: “Imitemos a nuestros Padres: ¡con cuánta austeridad y cuánto, reposo vivieron en este lugar!”. 5. Dijo también: “Hijos, no manchemos este lugar, que nuestros Padres limpiaron de demonios”. 6. Dijo también: “Este lugar es de ascetas, no de negociantes”. ABBA JUAN DE LAS CELDAS71 1. Relató abba Juan de Las Celdas: «Había una ramera en Egipto, que era hermosísima y muy rica, y acudían a ella hombres principales. Se encontraba un día cerca de la iglesia y quiso entrar. Pero el subdiácono, que estaba en la puerta, no se lo permitió, diciendo: “No eres digna de entrar en la casa de Dios, pues eres impura”. Mientras discutían, oyó el obispo el ruido, y salió. La meretriz le dijo: “Este no me permite entrar en la iglesia”. El obispo le dijo: “No puedes entrar, porque eres impura”. Ella, tocada de compunción, dijo: “No volveré a fornicar”. Le replicó el obispo: “Si traes aquí tus riquezas sabré que no fornicarás más”. Las trajo, y el obispo las quemó en el fuego. Y ella entró en la iglesia, llorando y diciendo: “Si esto me ha sucedido aquí, ¿qué habré de padecer allá?”. E hizo penitencia y se convirtió en “un vaso de elección” (Hch 9,15)». 2. Abba Juan de la Tebaida dijo: «El monje ante todo debe obtener la humildad; porque éste es el primer mandamiento del Salvador, que dice: “Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos” (Mt 5,3)». ABBA ISIDORO EL PRESBÍTERO72 1. Decían de abba Isidoro el presbítero, que fue a verlo cierto hermano para invitarlo a comer, pero el anciano no quiso ir, diciendo: “Adán, engañado por el alimento, tuvo que vivir fuera del paraíso”. El hermano le preguntó: “¿Tanto temes salir de tu celda?”. Le respondió: “Hijo, temo porque el diablo como león rugiente busca a quien devorar” (1 P 5,8). Muchas veces habló de esta manera, diciendo: “Si uno se entrega a la bebida, no podrá librarse del ataque de los pensamientos. Porque Lot, obligado por sus hijas, se emborrachó de vino, y por la ebriedad, el diablo lo condujo fácilmente a una fornicación ilícita” (Gn 19,30-­‐38). 2. Dijo abba Isidoro: “Si deseas el reino de los cielos, desprecia las riquezas y responde a los favores divinos”. 3. Dijo también: “No es posible vivir según Dios, si amas los placeres y el dinero “. 4. “Dijo también: “Si se esfuerzan regularmente en el ayuno, no se ensoberbezcan, es preferible comer carne a gloriarse en esto. Conviene más al hombre comer carne, que ensoberbecerse y gloriarse”. 71
“La serie alfabética griega atribuye un solo apotegma a Juan de Las Celdas, el segundo es una sentencia de Juan de
Lycópolis, en la Tebaida, extraída de la Historia Monachorum 1,59…” (Sentences, p. 149).
72
«Isidoro significa “don de Isis”, y era un nombre muy utilizado en Egipto. Por lo que no es imposible que estemos
en presencia de otro sacerdote llamado Isidoro. Sin embargo, el primero y el último de sus apotegmas pueden muy
bien atribuirse al presbítero de Escete. En tanto que los restantes son de Isidoro de Pelusio…» (Sentences, p. 150).
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5. Dijo también: “Es necesario que los discípulos amen a sus maestros como a padres, y los teman como a jefes, y no pierdan el temor a causa del amor, ni obscurezcan el amor a causa del temor”. 6. Dijo también: “Si deseas la salvación, haz todo lo que te conduce a ella”. 7. Decían acerca de abba Isidoro que cuando un hermano iba a verlo, huía al interior de la celda. Los hermanos le dijeron: “Abba ¿qué haces?”. Y respondió: “Las fieras que huyen a sus guaridas se salvan”. Esto lo decía para utilidad de los hermanos. ABBA JUAN EL PERSA73 1. Vino una vez un niño para ser curado del demonio. Vinieron también hermanos de un cenobio de Egipto. Salió el anciano y vio que un hermano estaba pecando con el niño, pero no lo acusó, diciendo: “Si Dios que los formó, los ha visto y no los abrasa, ¿quién soy yo para acusarlos a ellos?”. 2. Uno de los Padres dijo de abba Juan el persa que, por la abundancia de su amor, había llegado a una profunda inocencia. Vivía en Arabia de Egipto. Una vez pidió en préstamo a un hermano una moneda de oro, y compró lino para trabajar. Vino un hermano a rogarle, diciendo: “Dame, abba, un poco de lino para hacerme un levitón”. Y se lo dio con alegría. Vino también otro a rogarle: “Dame un poco de lino, para tejer una tela para mí”. Le dio también a éste. Y a los demás que le pedían, les daba simplemente y con alegría. Al fin, vino el dueño de la moneda para buscarla. El anciano le dijo: “Salgo y te la traigo”. Pero no teniendo cómo devolverla, se levantó y fue adonde estaba abba Jacobo, el de la diaconía, a rogarle que le diese una moneda, para devolvérsela al hermano. En el camino encontró por tierra una moneda, pero no la tocó. Después de hacer oración, volvió a su celda. Vino otra vez el hermano por la moneda, y el anciano le dijo: “Me estoy preocupando”. Salió nuevamente, encontró la moneda por tierra, donde la había visto antes, y haciendo nuevamente oración, volvió a su celda. Vino otra vez a importunarlo el hermano. El anciano le dijo: “Esta vez la traeré ciertamente”. Se levantó y fue a aquel lugar, y encontró la moneda. Hizo oración, la tomó, y fue donde abba Jacobo y le dijo: “Abba, al venir para aquí encontré esta moneda en el camino. Haz la caridad de anunciarlo en la región por si alguien la hubiese perdido, y si aparece el dueño, entrégasela”. El anciano fue y lo anunció durante tres días, y no se halló que alguien hubiese perdido la moneda. El anciano dijo a abba Jacobo: “Si nadie la ha perdido, dásela al hermano tal, porque se la debo. La encontré cuando venía a pedirte me la dieras por caridad para saldar la deuda”. Se admiró el anciano de que, estando endeudado y habiendo encontrado la moneda, no la tomara y pagara con ella. También era admirable en él, que si iba alguien a pedirle una cosa prestada, no se la entregaba, sino que decía al hermano: “Ve, toma lo que necesitas”. Cuando se lo devolvían, decía: “Ponlo otra vez en su lugar”. Y si no devolvían lo que se habían llevado, no decía nada. 3. Decían acerca de abba Juan el persa que a unos malhechores que llegaron a su celda, trajo un lavabo y quiso lavarles los pies, pero ellos, avergonzados, comenzaron a pedir perdón. 73
“Juan Mosco (El Prado espiritual, 151) habla de un abad Juan el Persa que vivía en tiempos de san Gregorio el
Grande. Pero no puede tratarse del mismo personaje, puesto que el segundo apotegma aparece ya en la colección
sistemática traducida al latín por Pelagio en el siglo V. El primer apotegma no nombra a Juan, y la versión siríaca lo
atribuye a Macario” (Sentences, p. 152).
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4. Dijo uno a abba Juan el persa: “Hemos soportado tan gran trabajo por el Reino de los cielos ¿lo recibiremos en herencia?”. Y respondió el anciano: “Creo que recibiré en herencia la Jerusalén de arriba, que está escrita en los cielos. Es fiel el que lo ha prometido (Hb 10,23), ¿por qué habría de desconfiar? He sido hospitalario como Abraham, manso como Moisés, santo como Aarón, paciente como Job, humilde como David, solitario como Juan, lleno de compunción como Jeremías, maestro como Pablo, fiel como Pedro, sabio como Salomón. Como el ladrón, tengo confianza que, así como su innata bondad nos otorgó todo esto, también nos concederá el Reino”. ABBA JUAN EL TEBANO74 1. Decían acerca del joven Juan el tebeo, discípulo de abba Amoes, que pasó doce años sirviendo al anciano, que estaba enfermo. Permanecía sentado sobre la estera con él. El anciano no lo tomaba en cuenta, y aunque trabajaba mucho por él, nunca le dijo: “Sé salvo”. Llegado el momento de la muerte, mientras le rodeaban los ancianos, tomó la mano (del discípulo) y le dijo: “Sé salvo, sé salvo, sé salvo”. Y lo confió a los ancianos, diciendo: “Este es un ángel, no un hombre”. ABBA JUAN, DISCIPULO DE ABBA PABLO75 1. Decían de abba Juan, el discípulo de abba Pablo, que era de gran obediencia. Vivían entre sepulcros, y allí habitaba también una hiena. El anciano vio que había estiércol en el lugar, y mandó a Juan que fuera a buscarla y la trajese. Le dijo él: “¿Qué he de hacer, abba, con la hiena?”. Bromeando, le respondió el anciano: “Si se te aparece, átala y tráela para aquí”. El hermano fue por la tarde hasta el lugar, y de repente se apareció la hiena, frente a él. Entonces, según la palabra del anciano, se lanzó sobre ella para dominarla, pero la hiena huyó. Salió en su persecución, diciendo: “Mi abba me dijo que te atara”. Y la agarró y la ató. El anciano estaba inquieto, y se sentó a esperarlo. Volvió (el discípulo) con la hiena atada, y el anciano se asombró al verlo. Pero, queriendo humillarlo, lo golpeó diciendo: “Necio, me has traído un perro estúpido”. Y el anciano la desató enseguida y la dejó partir. ABBA ISAAC EL TEBANO76 1. Fue una vez abba Isaac el tebano a un cenobio. Vio a un hermano que estaba pecando, y lo condenó. Cuando regresaba al desierto vio un ángel del Señor, de pie frente a la puerta de su celda, diciendo: “No te permito entrar”. Él le rogaba: “¿De qué se trata?”. Respondiendo, le dijo el ángel: «Dios me envió, diciéndome: “Dile, ¿dónde debo mandar al hermano pecador que condenaste?”». Arrepentido, dijo: “He pecado, perdóname”. Le respondió el ángel: “Levántate, Dios te perdona. Pero, en adelante, cuídate de juzgar a nadie antes de que sea juzgado por Dios”. 74
“Hemos conocido ya a este Juan, a quien su maestro Amoes consideraba un monje fiel (Amoes 3). El único
apotegma de él conservado [en esta colección] basta para probar su virtud…” (Sentences, p. 154).
75
Nada sabemos de este abba. Pero la anécdota de la hiena, al igual que la del palo seco que se ordena regar, es una
de las más frecuentes.
76
«No es seguro que los dos apotegmas sean del mismo Isaac. Solamente en el primero es apodado “el Tebano”. Pero
Apolo, del que se habla en el segundo, podría ser el de la Tebaida, a quien se le dedica el capítulo 8 de la Historia
monachorum in Aegypto» (Sentences, p. 155).
70
2. Se contaba que abba Apolo tenía un discípulo, llamado Isaac, educado perfectamente en toda obra buena y que había recibido el don del recogimiento en la santa oblación. Cuando iba a la iglesia, no permitía que se le acercara nadie. Su palabra era: “Toda cosa buena a su tiempo, porque hay un tiempo para cada cosa”. Cuando concluía la sinaxis huía como del fuego, para dirigirse a su celda. Daban a veces a los hermanos, después de la sinaxis, unos panecillos con un vaso de vino, pero él no lo tomaba; no porque rechazase la bendición (eulogia) de los hermanos, sino para conservar la quietud de la sinaxis. Cayó una vez enfermo. Lo oyeron los hermanos y fueron a visitarlo. Cuando los hermanos estuvieron sentados, le preguntaron: “Abba Isaac, ¿por qué huyes de los hermanos después de la sinaxis?”. Les respondió: “No huyo de los hermanos, sino de las malas artes del demonio. Si uno tiene una lámpara encendida y se demora al aire libre, el viento la apaga. Así también nosotros: cuando hemos sido iluminados por la sagrada oblación, si nos demoramos fuera de la celda, se oscurece el espíritu”. Esta fue la manera de vivir (politeía) del santo abba Isaac. ABBA JOSÉ EL TEBANO77 1. Y dijo abba José el tebano: “Hay tres obras que son valiosas en presencia del Señor: que cuando el hombre está enfermo (lit.: débil) y es probado, lo reciba con acción de gracias; la segunda es si hace todas sus obras puras en presencia de Dios, y nada tiene de humano; la tercera es si vive en la sujeción al padre espiritual y renuncia a todas sus voluntades. Tendrá este hombre una corona excelente. Pero yo, por mi parte, he elegido la debilidad (o: enfermedad)”. ABBA HILARIÓN78 1. Abba Hilarión fue desde Palestina hasta la montaña donde vivía abba Antonio. Y abba Antonio le dijo: “Bienvenido, lucero del alba”. Abba Hilarión le contestó: “La paz sea contigo, columna de luz que iluminas a toda la tierra”. ABBA ISQUIRIÓN79 1. Los santos Padres profetizaron acerca de la última generación. Decían: “¿Qué hemos hecho nosotros?”. Y uno de ellos, el gran Isquirión, respondió: “Nosotros hicimos los mandatos de Dios”. Le preguntaron: “¿Qué harán los que vendrán después de nosotros?”. Y dijo: “Llegarán a hacer la mitad de nuestro trabajo”. Preguntaron nuevamente: “¿Y qué 77
Nada sabemos de este abba. “Varios apotegmas hacen el elogio de las diversas prácticas… Pero la superioridad
reconocida a la sumisión se encuentra por doquier” (Sentences, p. 156).
78
Nació en torno al año 291, en el sur de Palestina. Comenzó sus estudios en Alejandría, y durante su estadía en esa
ciudad Hilarión oyó hablar del gran Antonio. La admiración lo llevó directamente a visitarlo en su retiro, y allí nació
la vocación del joven palestino. Cambió sus vestidos y abrazó la vida monástica. Pero para imitar más plenamente el
ejemplo de Antonio decidió retirarse a su tierra natal de Gaza. Hacia el año 329 comenzaron a unírsele algunos
discípulos. En el 360 inicia una peregrinación, en búsqueda de una vida de mayor de la soledad, por Egipto, Libia,
Sicilia, Dalmacia. Muere en 371 en Chipre. Nuestra única fuente para conocer su biografía es la Vida de Hilarión,
escrita por san Jerónimo antes de 396. El apotegma narra el encuentro de los dos santos, en el cual intercambiaron
cumplidos. El relato probablemente proviene del círculo de los discípulos de Hilarión, que deseaban realzar el
prestigio de su maestro (cf. Sentences, p. 157).
79
“Poco se sabe de él. Rufino atestigua su existencia “in Apeliote” (localidad desconocida), hacia 375 (Historia
Eclesiástica, II,8; PL 21,517 B). El apotegma nos muestra que profetizó, en Escete, sobre las generaciones venideras,
pero sin dar otras indicaciones que permitan conocer mejor su personalidad” (SCh 387, p. 57).
71
será de los que vengan después de ellos?”. Les respondió: “Esas generaciones no harán ningún esfuerzo, y se alzará en ellos la tentación, y los justos que se encuentren en ese tiempo serán hallados más grandes que nosotros y nuestros Padres”. Letra Kappa80 ABBA CASIANO81 1. Contaba abba Casiano: «Llegamos, yo y el santo Germán, a Egipto, donde estaba un anciano. Cuando nos hubo recibido para hospedamos, le preguntamos: “¿Por qué, cuando recibes a los hermanos extranjeros, no guardas nuestro modo de ayunar, el que nos fue trasmitido en Palestina?”. Y respondió diciendo: “El ayuno está siempre conmigo, pero a ustedes no puedo retenerlos para siempre conmigo. El ayuno es útil y necesario, pero depende de nuestra voluntad, pero el cumplimiento de la caridad es impuesto por la ley de Dios. Al recibir en ustedes a Cristo, debo servirlos con toda diligencia. Cuando los haya despedido, podré recuperar la medida del ayuno. Los amigos del esposo no pueden ayunar mientras el esposo está con ellos, pero cuando les sea quitado el esposo, entonces ayunarán libremente” (Mc 2,19-­‐20)»82. 80
O: Cappa.
Casiano habría nacido entre 360 y 368 en la provincia romana de Scythia minor, actual Rumania, región de
conjunción de las culturas griega y latina. Algunos estudiosos modernos, por el contrario, sitúan el lugar de su
nacimiento en la Provenza. Según parece sus padres eran cristianos y, sin duda, recibió una buena formación
humanística. Su conocimiento del griego era bastante bueno y durante su estadía en Oriente llegó a perfeccionarlo.
Joven todavía, hacia 378 o 380, Casiano abandonó su patria y junto con su amigo Germán se dirigió a Palestina.
Cuando llegó a Jerusalén, se detuvo poco tiempo en la ciudad, y con Germán se dirigió a un monasterio de Belén
“situado no lejos de la cueva donde nuestro Señor Jesucristo se dignó nacer de la Virgen” (Instituciones 4,31); allí se
hicieron monjes y recibieron los rudimentos de la vida cenobítica. En Belén pasó dos años. Por estas fechas, el abad
Pinufio, habiendo dejado Egipto, se dirigió a Palestina con el deseo de “permanecer oculto si se trasladaba a aquellos
países donde la fama de su nombre no había llegado todavía” (Instituciones 4,31), y habitó en el monasterio
betlemita, por poco tiempo, con los hermanos. Probablemente influido por esta visita, Casiano solicitó permiso para
emprender un viaje por los desiertos egipcios. En Egipto recorrió primero el desierto de Panéphysis, trasladándose
después a Diolcos. Después de visitar Diolcos, Casiano y Germán regresaron a Panéphysis, pero finalmente optaron
por dirigirse al desierto de Escete donde se instalaron por largo tiempo junto a algunos ancianos célebres. Sin
embargo, esto no les impidió visitar los desiertos de Nitria y Las Celdas. Después de siete años de permanencia en
Escete, Casiano volvió a Palestina por un breve lapso para visitar a sus antiguos hermanos del monasterio de Belén, y
retornó a Egipto en 386 ó 387. En el año 399, se produjeron las controversias origenistas, una verdadera polémica
entre Teófilo, arzobispo de Alejandría, y los monjes, suscitada por una carta de aquél contra los antropomorfitas.
Dicha controversia, que agitó sobremanera los ambientes monásticos, terminó con la expulsión de los origenistas
(partidarios y seguidores de las doctrinas de Orígenes de Alejandría). Casiano entonces abandonó Escete junto a
varios de los discípulos de Evagrio Póntico, de quien mucho había aprendido y que, a pesar de que nunca lo
menciona en sus obras, sin duda ejerció en él una influencia considerable. Atraído por la fama de Juan Crisóstomo,
Casiano se instaló en Constantinopla, donde aquel había recibido a los “origenistas” que habían tenido que abandonar
Escete. En 404, fue ordenado diácono por el Crisóstomo: “Fui admitido al sagrado ministerio por el Obispo Juan, de
feliz memoria, y consagrado a Dios...” (cf. Sobre la Encarnación del Señor, Prefacio, 1). Las noticias que poseemos
sobre Casiano hasta 415 son escasas. En Constantinopla se dedicó al servicio de la Iglesia de la ciudad (Sobre la
Encarnación del Señor VII,31,4-5), y es posible que en 404 haya partido hacia Roma, llevando una carta del clero de
Constantinopla dirigida al Papa Inocencio I, alertándolo sobre las intrigas que se tejían contra Crisóstomo. Durante
este período recibió la ordenación sacerdotal y se relacionó íntimamente con el futuro papa León Magno, quien era a
la sazón archidiácono de la Iglesia de Roma. Todo esto nos indica que Casiano pasó entre diez y quince años inmerso
en las cuestiones eclesiales de su tiempo. La última etapa de la vida de Casiano se desarrolla en la Galia. En 415 o
416, llegó a la Provenza, y lo encontramos en Marsella donde se establece y funda dos monasterios: uno masculino y
otro femenino. Se los suele identificar como los de San Víctor y San Salvador, respectivamente. Toda su producción
literaria es obra de madurez. Animado por el obispo Cástor compuso entre los años 418-420 las Instituciones
Cenobíticas; entre 420 y 430 las Conferencias Espirituales (o Colaciones). Estas son sus obras más importantes. En
el 430, a pedido de su amigo León, futuro obispo de Roma (León el Grande), redactó su tratado De la Encarnación
del Señor contra Nestorio. Juan Casiano falleció en Marsella hacia 434 o 435. “Todos los apotegmas de Casiano se
han tomado de las Instituciones (5,24-31; 7,19), excepto el segundo, de proveniencia desconocida... y el octavo...”
(Sentences, p. 159).
82
Cf. Casiano, Instituciones (= Inst.) 5,24.
81
72
2. Dijo el mismo: «Había un anciano al que servía una virgen consagrada. Los hombres decían: “No son puros”. El anciano lo oyó. Y estando ya cercano a la muerte, dijo a los Padres: “Cuando muera, planten mi bastón sobre la sepultura, y si germina y da fruto, sepan que soy puro con ella, pero si no germina, sepan que he caído con ella”. Y plantaron el bastón, y al tercer día germinó y dio fruto. Todos, entonces, glorificaron a Dios». 3. Dijo también: «Fuimos a ver a otro anciano, que nos dio de comer. Estábamos satisfechos, pero nos exhortaba a comer más. Al decirle que ya no podíamos respondió: “Esta es la decimosexta vez que preparo la mesa para hermanos que llegan, e invitándolos, he comido con ellos; y todavía tengo hambre. Tú, en cambio, comiendo una sola vez, te has llenado de modo que ya no puedes comer más”»83. 4. Contaba también el mismo: «Fue abba Juan, hegúmeno de un gran cenobio, a visitar a abba Paisio, que había vivido durante cuarenta años en extrema soledad, y como le tenía mucho afecto, y por ello confianza, le preguntó: “¿Qué has hecho, viviendo apartado durante todo este tiempo en que no fuiste molestado fácilmente por nadie?”. Le respondió: “Desde que vivo solo nunca el sol me ha visto comiendo”. Le dijo abba Juan: “Ni a mí (me ha visto) airado”»84. 5. Al mismo abba Juan, que estaba próximo a su fin, y se iba a Dios diligente y alegremente, rodearon los hermanos, rogándole que les dijese una palabra breve y saludable, a modo de legado, para poder llegar a la perfección en Cristo. Y él, gimiendo, les dijo: “Nunca he hecho mi voluntad propia, ni he enseñado nada que yo no hubiese hecho primero”85. 6. Narró también acerca de otro anciano, el cual vivía en el desierto, y había rogado a Dios que le diese la gracia de no dormirse nunca en una conversación espiritual; pero si alguien pronunciaba palabras de crítica u ociosas, inmediatamente se dormía, de manera que sus oídos no recibían este veneno86. Decía el mismo que el diablo es diligente cuando se trata de palabras ociosas, y enemigo de toda enseñanza espiritual, usando para ello de este ejemplo: «Hablando a algunos hermanos sobre un punto útil, cayeron ellos en un sueño tan profundo que no podían mover los párpados. Queriendo mostrarles la acción del demonio, introduje una historia frívola, y se despertaron de inmediato, con alegría. Gimiendo, les dije: “Cuando hablábamos de cosas celestiales, los ojos de todos ustedes estaban oprimidos por el sueño; apenas dije una palabra vana, todos se despertaron, con diligencia. Por eso, hermanos, los exhorto: reconozcan la acción del demonio maligno, y miren sobre ustedes mismos, guardándose del sueño cuando hacen o escuchan algo espiritual”»87. 7. Dijo también que cierto senador, que había renunciado al mundo y repartido sus bienes a los pobres, retuvo algunos para su uso, no queriendo asumir la humildad que viene de la renuncia perfecta ni la sumisión sincera a la disciplina cenobítica. A él dijo san Basilio esta palabra: “Perdiste al senador y no te hiciste monje”88. 83
Cf. Casiano, Inst. 5,25.
Cf. Casiano, Inst. 5,27.
85
Cf. Casiano: Inst. 5,28.
86
Cf. Casiano: Inst. 5,29.
87
Cf. Casiano: Inst. 5,31.
88
Cf. Casiano: Inst. 7,19.
84
73
8. Dijo también: «Había un monje que vivía en una cueva del desierto. Sus allegados según la carne le dijeron: “Tu padre está gravemente enfermo y puede morir, ven para recibir la herencia”. Y él les respondió: Yo he muerto al mundo antes qué él; no puede un muerto heredar a los vivientes”». ABBA CRONIOS89 1. Un hermano dijo a abba Cronios: “Dime una palabra”. Le respondió: “Cuando Eliseo fue hacia la sunamita y la encontró, ella no tenía relación con nadie. Concibió y dio a luz por la venida de Eliseo” (cf. 2 R 4,8-­‐17). El hermano le preguntó: “¿Qué quiere decir esto?”. Le dijo el anciano: “Si el alma vela y se cuida de la distracción, y abandona sus voluntades, llega hasta ella el Espíritu de Dios, y puede engendrar, pero si no lo hace, es estéril”. 2. Interrogó un hermano a abba Cronios: “¿Qué hacer con el olvido que se apodera de mi mente, y no me permite sentir hasta que me conduce al pecado?”. El anciano le respondió: “Los extranjeros se apoderaron del arca por la maldad de los hijos de Israel, y la llevaron hasta ponerla en la casa de Dagón, su dios, y éste cayó sobre su rostro” (1 S 5,1-­‐
5). El hermano preguntó: “¿Qué significa esto?”. El anciano le dijo: «Cuando empiezan cautivando la mente del hombre por sus propios impulsos, de tal modo lo arrebatan, que lo llevan hasta una pasión invisible. Si el alma, en ese lugar, se convierte y busca a Dios, recordando el juicio eterno, cesa inmediatamente la pasión y desaparece. Porque está escrito: “Si te conviertes gimiendo, entonces serás salvado, y sabrás donde te encuentras” (Is 30,15)». 3. Preguntó un hermano a abba Cronios: “¿De qué modo llega el hombre a la humildad?”. Respondió el anciano: “Por el temor de Dios”. El hermano le dijo: “¿Por medio de qué obra llega al temor de Dios?”. El anciano dijo: “Para mí, cuando se contiene en todo, y se entrega al esfuerzo corporal, y en cuanto puede recuerda la salida del cuerpo y el juicio de Dios”. 4. Dijo abba Cronios: “Si Moisés no hubiera llevado las ovejas en el Sinaí, no hubiera visto el fuego en la zarza” (Ex 3,1.17). Un hermano interrogó al anciano: “¿Qué significa la zarza?”. Le respondió: «La zarza representa el esfuerzo corporal. Está escrito: “Se parece el reino de los cielos a un tesoro escondido en el campo (Mt 13,44)”». Preguntó el hermano al anciano: “¿Sin esfuerzo corporal no llega el hombre a premio alguno?”. Respondió el anciano: «Está escrito: “Mirando al principio y consumador de la fe, Jesús, que, en vez de la alegría propuesta, sufrió la cruz” (Hb 12,2). Y también dice David: “Si diese sueño a mis ojos y descanso a mis párpados” (Sal 131 [132],4), etc.». 5. Dijo abba Cronios: «Nos contó abba José de Pelusio: “Cuando vivía en el Sinaí había allí un hermano bueno y asceta, y además de aspecto agradable. Cuando venía a la iglesia para la sinaxis, llevaba un pequeño maforio, viejo y remendado. Viéndolo venir una vez a la sinaxis de esta manera, le digo: ‘Hermano, ¿no ves a los hermanos, que están como ángeles en la sinaxis en la iglesia? ¿Por qué vienes tú de este modo?’. Él dijo: ‘Perdóname, 89
“¿Quién es este abba Cronios? Puede ser que se trate del célebre sacerdote de Nitria mencionado en la Historia
Lausíaca (cap. 21), que había conocido a san Antonio y que vivió muchos años (Historia Monachorum in Aegypto
20,13). Pero Paladio también habla de otro Cronios, sacerdote también (Historia Lausíaca, cap. 47), y la colección
etíope contiene varios apotegmas de un abad Cronios del monte Panaphon que habría vivido en Escete. Los
apotegmas 1, 2 y 4 de la serie alfabética son especialmente significativos por el modo ingenioso de interpretar la
Sagrada Escritura, en función de la vida espiritual del monje” (Sentences, pp. 161-162).
74
abba, pero no tengo otra cosa’. De mi celda tomé un levitonario, con lo demás que precisaba. Y estaba desde entonces como los demás hermanos, y su aspecto era el de un ángel. Sucedió entonces que se hizo necesario que los Padres enviaran dos hermanos al emperador por cierto asunto, y decidieron que fuera él también. Al oírlo, se postró delante de los Padres, diciendo: ‘Perdónenme, por el Señor, porque soy servidor de un grande de allí, y si me conoce me quitará el hábito y me llevará para que lo sirva’. Los Padres se convencieron y lo dejaron libre, pero después supieron por uno que lo conocía bien que, cuando estaba en el mundo, era prefecto del pretorio, y que había dicho aquello para no ser conocido por los hombres y sufrir por ello. Tal era la solicitud de los Padres para huir de la gloria y el descanso de este mundo”». ABBA CARIÓN90 1. Dijo abba Carión: “Más esfuerzos he realizado que mi hijo Zacarías, y no he llegado a su medida, por su humildad y su silencio” 2. Había en Escete un monje llamado Carión. Tuvo dos hijos, y los dejó a su mujer cuando se apartó (para hacerse monje). Con el tiempo, hubo hambre en Egipto, y su mujer, que carecía de todo, vino a Escete llevando consigo a los dos niños: uno era varón y se llamaba Zacarías, la otra era mujer. Permaneció lejos del anciano, en el pantano. Hay en efecto un pantano junto a Escete, donde se encuentran edificadas las iglesias y están las fuentes de agua. Existía en Escete la costumbre que si venía una mujer para hablar con su hermano o para conversar con otro, hablaban sentados el uno lejos de la otra. La mujer dijo a abba Carión: “Te hiciste monje y ahora hay hambre. ¿Quién alimentará a tus hijos?”. Le respondió abba Carión: “Mándalos aquí” Dijo la mujer a los hijos: “Vayan con su padre”. Se dirigieron hacia donde él estaba; la niña se volvió con su madre, pero el varón llegó hasta su padre. Él dijo: “Así está bien: toma tú la niña, y vete; yo me encargo del niño”. Lo alimentaba en Escete, y sabían todos que era su hijo. Cuando creció, hubo en la fraternidad murmuraciones acerca de él. Lo supo abba Carión y dijo a su hijo: “Zacarías, levántate y vámonos de aquí, porque los Padres están murmurando”. El pequeño le dijo: “Abba, aquí todos saben que soy tu hijo, pero si vamos a otra parte no tendrás que decir que soy tu hijo”. El anciano le dijo: “Levántate, vámonos de aquí”. Y fueron a la Tebaida. Tomaron allí una celda y permanecieron pocos días, y se hizo idéntica murmuración acerca del niño. Le dijo entonces su padre: “Zacarías, levántate vamos a Escete”. Y vinieron a Escete, y pasados pocos días, hubo nuevamente murmuración sobre él. Entonces, el niño Zacarías fue al estanque de nitrio, se desvistió y entró en él hasta la nariz. Permaneció las horas que pudo, y su cuerpo se transformó y quedó como el de un leproso. Volvió, se puso sus vestidos, y vino adonde estaba su padre, quien apenas le conoció. Cuando fue, según la costumbre, a recibir la santa comunión, le fue revelado al bienaventurado Isidoro, el presbítero de Escete, lo que había hecho, y lo vio y se admiró, y dijo: “El niño Zacarías vino el domingo pasado, y comulgó como hombre; pero ahora lo ha hecho como ángel”. 3. Dijo abba Carión: “El hombre que vive con un niño, si no es firme, cae; pero si es firme y no cae, tampoco progresa”. 90
“Ya conocimos al abad Carión por su hijo Zacarías (cf. Zacarías 4). La serie alfabética menciona a un caso
semejante, el de un abad Santiago, cuyo padre carnal era también su padre espiritual (cf. Phocas 1). Pero esto debía
ser excepcional, ya que era muy fuerte entre los anacoretas egipcios la desconfianza ante un anciano que convivía con
un niño (cf. Carion 3)...” (Sentences, p. 164).
75
ABBA COPRES91 1. Dijo abba Pastor acerca de abba Copres que había llegado a tal medida que, cuando estaba enfermo, acostado, daba gracias y reprimía su voluntad propia. 2. Dijo abba Copres: “Bienaventurado el que soporta el trabajo con acción de gracias”. 3. Se congregaron en cierta ocasión los que vivían en Escete, para discutir acerca de Melquisedec, y olvidaron llamar a abba Copres. Después lo llamaron, y lo interrogaron sobre ese punto. Pero él, golpeándose la boca tres veces, dijo: “ ¡Pobre de ti, Copres! Porque has abandonado lo que Dios te mandó que hicieras, e indagas lo que no te ha pedido”. Al oír esto, los hermanos huyeron a sus celdas. ABBA CIRO92 1. Interrogado abba Ciro el alejandrino acerca del pensamiento de impureza respondió de esta manera: “Si no tienes el pensamiento, no tienes esperanza; si no tienes pensamientos, tienes actos. Esto es: el que no lucha en su espíritu contra el pecado ni le resiste, lo comete corporalmente; porque quien hace las obras no es molestado por los pensamientos”. Interrogó el anciano al hermano, diciendo: “¿Acostumbras conversar con mujeres?”. Respondió el hermano: “No. Mis pensamientos son imágenes nuevas y antiguas; son los recuerdos los que me molestan, y las figuras de mujeres”. El anciano le dijo: “No temas a los muertos; huye más bien de los vivos, y dedícate a la oración”. Letra Lambda ABBA LUCIO93 1. Unos monjes, de los llamados euquitas, fueron una vez donde abba Lucio, en el Enatón, y el anciano les preguntó: “¿Qué trabajo manual hacen?”. Ellos respondieron: “Nosotros no hacemos trabajo manual, sino que, como dice el Apóstol, oramos incesantemente”. El anciano les dijo: “¿Acaso no comen?”. Y respondieron: “Sí”. Les preguntó: “Cuando comen, ¿quien ora por ustedes?”. Y después les dijo: “¿Acaso no duermen?”. Y respondieron: “Sí”. Y les dijo el anciano: “Y mientras duermen, ¿quién ora por ustedes?”. Y no encontraban qué responder a lo que les decía. Él les dijo: «Perdónenme, pero ustedes no hacen lo que dicen. Yo les enseñaré cómo rezo, mientras trabajo incesantemente con las manos. Estoy sentado con Dios, tejiendo mis pequeños ramos y haciendo esteras con ellos, y mientras tanto digo: “Perdóname, oh Dios, por tu gran misericordia, y por tu gran piedad borra mi pecado”». Les dijo: “¿No es oración esto?”. Le respondieron: “Sí”. Él les dijo: “Cuando he pasado todo el día trabajando manualmente y orando, reúno más o menos dieciséis monedas. Doy dos de ellas en la 91
“Este Copres, que vivía en Escete, debe ser diferente del de la Tebaida, del cual se habla en la Historia
Monachorum in Aegypto 10. A través de las pocas palabras que nos quedan de él, se vislumbra una gran simplicidad
y una profunda humildad” (Sentences, p. 165).
92
“Fuera de este apotegma no hay ninguna mención de un abad Ciro en la literatura monástica de los siglos IV y
V...” (Sentences, p. 166).
93
“... Era compañero de Teodoro del monasterio de Enatón. Su diálogo con los mesalianos o euquitas muestra cuánto
valoraban los antiguos monjes, fueran o no mesalianos, realizar el precepto de la oración continua” (Sentences, p.
168). Los mesalianos (hombres de oración, palabra siríaca) o euquitas (su equivalente griego) eran enemigos de
trabajo y de la disciplina regular. Su representante más conocido fue Macario/Siméon, cuya obra Asceticón fue
condenada en el concilio de Éfeso (año 431).
76
portería, y con las restantes, como; y el que toma las dos monedas, ora por mí mientras yo como o duermo. De este modo, por la gracia de Dios, se realiza en mí aquello de orar incesantemente”. ABBA LOT94 1. Un anciano vino adonde estaba abba Lot, cerca del pequeño pantano de Arsinoe, y le rogó que le diese una celda. Él se la dio. El anciano estaba enfermo, y abba Lot lo atendió, y si llegaban otros para visitar a abba Lot, hacía que visitaran también al anciano enfermo. Pero éste comenzó a proferir palabras de Orígenes. Abba Lot se afligía, diciendo: “No vayan a creer los Padres que nosotros somos así”. Pero temía expulsarlo del lugar, a causa del mandamiento. Se levantó abba Lot y fue a ver a abba Arsenio, y le contó lo del anciano. Abba Arsenio dijo: «No lo expulses, sino dile: “Come y bebe cuanto quieras de los bienes de Dios, pero no digas esas cosas”. Si quiere, se corregirá, pero si no quiere enmendarse, debes rogarle que se aleje espontáneamente del lugar. De este modo no serás tú la causa de su partida». Regresó abba Lot e hizo como le dijera. Pero el anciano, al oír esto, no quiso corregirse, sino que empezó a rogar, diciendo: “Por el Señor, sáquenme de aquí, porque no soporto ya el desierto”. Y con esto se levantó y partió, despedido con caridad. 2. Relataron acerca de un hermano que había pecado, y que fue, conturbado, a ver a abba Lot. Pero entraba y salía, y no podía estarse quieto. Le dijo abba Lot: “Hermano, ¿qué tienes?”. El respondió: “He cometido un gran pecado, y no puedo decirlo a los Padres”. El anciano le dijo: “Confiésamelo, y yo lo llevaré”. Entonces dijo: “Caí en fornicación y sacrifiqué (a los ídolos) para poder hacerlo”. Le dijo el anciano: “Confía que hay penitencia; ve, permanece en la cueva, come día por medio, y yo llevaré contigo la mitad del pecado”. Después de tres semanas, le fue revelado al anciano que Dios había recibido la penitencia del hermano. Y permaneció sometido al anciano hasta la muerte. ABBA LONGINO95 1. Interrogó abba Longino a abba Lucio acerca de tres pensamientos, diciendo: “Quiero peregrinar”. El anciano le dijo: “Si no dominas tu lengua no serás peregrino, dondequiera que vayas. Domina aquí tu lengua, y serás peregrino”. Le dijo también: “Quiero ayunar”. Respondió el anciano: «Dijo el profeta Isaías: “Aunque dobles tu cuello como un lazo y un junco, no es el ayuno que yo acepto (Is 58,5)”. Domina más bien tus malos pensamientos». En tercer lugar le dijo: “Quiero apartarme de los hombres”. El anciano respondió: “Si no vives primero rectamente con los hombres, no podrás vivir rectamente en la soledad”. 2. Dijo abba Longino: «Cuando estés enfermo, di: “Enferma y muere, pero si pides alimento fuera del tiempo establecido, ni siquiera te daré el alimento cotidiano”». 3. Una mujer, que tenía en un pecho la enfermedad que llaman cáncer, habiendo oído 94
“El abad Lot, a quien vemos aquí yendo a consultar a abba Arsenio, estuvo también en contacto con José de
Panefo. Tuvo por discípulo a Pedro Pionita. Se muestra como un hombre bueno y compasivo, incluso respecto de los
monjes origenistas” (Sentences, p. 169).
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“Según el Synaxario [o Sinasario: especie de martirologio que se lee en la liturgia] árabe, Longino era originario de
Cilicia. Después de pasar un tiempo en Siria, fue a Enatón donde se distinguió por su oposición al concilio de
Calcedonia [año 451]...” (Sentences, p. 170).
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hablar de abba Longino, quería encontrarlo. El anciano vivía en el noveno miliario de Alejandría. La mujer, buscándolo, lo encontró cuando el bienaventurado estaba recogiendo leña junto al mar Al verlo, le dijo: “Abba, ¿dónde vive abba Longino, el siervo de Dios?”, porque ignoraba que fuese él. Él respondió: “¿Qué quieres de ese impostor? No vayas a él, porque es un impostor. ¿Qué tienes?”. La mujer le mostró el lugar enfermo. Él, después de hacer la señal (de la cruz) sobre él, la despidió, diciendo: “Vete, y que Dios te cure. Longino nada puede darte”. La mujer se fue, creyendo en la palabra, y quedó curada en seguida. Después, cuando contaba a otros lo que le había sucedido, y al dar las señas del anciano, supo que se trataba del mismo abba Longino. En otra ocasión le llevaron un endemoniado. Él les dijo: “No puedo hacer nada por ustedes. Vayan más bien a ver a abba Zenón”. Comenzó abba Zenón a rogar al demonio para que saliese, pero el demonio se puso a vociferar: “Ahora crees, abba Zenón, que me voy por tu causa; pero abba Longino está allí, orando, pidiendo contra mí. Salgo aterrorizado por sus oraciones, porque de otro modo, ni siquiera te respondería”. 4. Dijo abba Longino a abba Acacio: “La mujer sabe que ha concebido cuando cesa el flujo de su sangre. También el alma sabe que ha concebido al Espíritu Santo, cuando dejan de salir de ella las pasiones inferiores. Pero mientras está demorado por ellas, ¿cómo podría vanagloriarse de que es impasible? Da la sangre y recibe el Espíritu”. Letra Mi96 ABBA MACARIO EL EGIPCIO97 1. Abba Macario contaba de sí mismo: «Cuando era joven y vivía en la celda en Egipto, 96
O: My
«Es conocida la complejidad del problema macariano. Las fuentes hablan abundantemente de dos Macarios
contemporáneos, el Alejandrino y el Egipcio, sin que sea siempre posible distinguir lo que le concierne a uno o el
otro (cf. Antoine GUILLAUMONT, Le problème des deux Macaire dans les “Apophthegmata Patrum” en Irénikon
48 [1975], pp. 41-59). Aquí nos interesa sólo el segundo, de quien Casiano nos dice que fue el fundador de Escete
(Conferencias, 15,3,1). Su biografía puede establecerse de la siguiente manera (cf. Historia Monachorum in Aegypto,
caps. 21 y 23 [del griego], o caps. 28-29 [latín: PL 21,449C-455C]; Historia Lausíaca, cap. 17; Juan Casiano, op. cit.
Las informaciones de los historiógrafos no son siempre confiables (cf. Rufino, Historia Eclesiástica, II,4; Sócrates,
Historia Eclesiástica, IV,23-24; Sozomeno, Historia Eclesiástica, III,14 y VI,20). Nació hacia el año 300, siendo de
origen modesto: camellero ocupado en el transporte de nitro (Macario 31). Hacia 330, se retiró a una celda en las
afueras de un pueblo del Delta. Rechazó la clericatura y se fue a otra población, donde soportó la calumnia, partiendo
después para instalarse en Escete (lugar que sus viajes transportando nitro [o salitre] le habían dado la oportunidad de
conocer; cf. Macario 1). Entre 330 y 340 fue a visitar al menos una vez, sino dos, a Antonio (Macario 4 y 27). Hacia
340, tal vez por consejo de Antonio, aceptó ser ordenado sacerdote (Historia Lausíaca, cap. 17), afirmándose como el
padre espiritual de los hermanos que se habían reunido en torno suyo. Después de 356 (muerte de Antonio), Sisoes ,
uno de los más célebres de sus discípulos, deja Escete ya muy poblado (Sisoes 28): es el fin de la que proponemos
llamar “primera generación”. Otros discípulos, siempre más numerosos, tomaron la posta. En 373-375, Macario
sufrió el exilio, al igual que su homónimo, por obra del arriano Lucio, a una isla del Delta, donde convirtió a los
habitantes (Sócrates, Historia Eclesiástica, IV,23). De regreso a Escete su reputación siguió creciendo; los discípulos
seguían afluyendo: le llevaron un paralítico para que lo curara (Macario 15). Poimén de Pispir, antiguo discípulo de
Antonio, le imploró una palabra (Macario 25; este Poimén es aquel que menciona Rufino, Historia Eclesiástica, II,8,
y que interviene en el apotegma Antonio 4 y en el apotegma Amún de Nitria 2, y nada tiene que ver con su
homónimo del siglo V). Dos jóvenes extranjeros que habían oído hablar de él le manifiestan su deseo de vivir en su
proximidad (Macario 33)... Y es recibido con mucha deferencia en el centro monástico de Nitria (Macario 2 y 34).
Murió en Escete hacia 390, a la edad de casi 90 años. Tal fue el fundador de Escete, de quien los testimonios
subrayan unánimemente la aptitud excepcional para ayudar a los demás. Había recibido, según la Historia
Monachorum in Aegypto, el don permanente de la cardiognosis, es decir el conocimiento de las ilusiones que el
demonio podía formar en el corazón de los hermanos (PL 21,455A). Casiano recuerda también su discretio en tres de
los cinco episodios que narra sobre él (Instituciones, 5,41; Conferencias, 6,12,3; 24,13,1-4). Y Paladio añade: desde
su juventud monástica había recibido el don de discernimiento; pero como ese don es normalmente una prerrogativa
de los ancianos, por eso lo llamaban el paidariogéron, el niño-anciano (Historia Lausíaca, cap. 17)...» (SCh 387, pp.
47-49).
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me tomaron y me hicieron clérigo en la aldea. No quise aceptarlo, y huí a otro lugar. Vino a mí un seglar piadoso, que recibía mi trabajo manual y me asistía. Sucedió entonces que cierta virgen de la aldea fue tentada y pecó. Quedó embarazada, y la interrogaban con quién había sido. Ella dijo: “El solitario”. Salieron a buscarme, me llevaron a la aldea y ataron a mi cuello cacerolas ennegrecidas por el humo y asas de cántaros. Me llevaron así por la aldea, golpeándome y diciendo: “Este monje ha corrompido a nuestra virgen, ¡agárrenlo, agárrenlo!”. Y me golpearon hasta dejarme medio muerto. Un anciano, acercándose, dijo: “¿Hasta cuándo golpearán a este monje extranjero?”. El hombre que me asistía, me seguía avergonzado. Muchos lo humillaban, diciéndole: “Mira al ermitaño de quien testimoniabas, ¿qué ha hecho?”. También los padres de la joven decían: “No lo soltaremos hasta que dé garantías de que la alimentará”. Se lo dije a mi servidor, y éste se hizo mi garante. Fui a mi celda, y le entregué todas las cestas que tenía, diciendo: “Véndelas, y dale a mi mujer para que coma”. Y dije a mi pensamiento: “Macario, ya has encontrado mujer para ti; es necesario que trabajes un poco más para alimentarla”. Trabajaba día y noche, y le enviaba (el dinero). Cuando le llegó a la pobre el tiempo de dar a luz, pasó varios días con los dolores, y no daba a luz. Le preguntaron: “¿Qué sucede?”. Ella dijo: “Yo lo sé; es porque calumnié al ermitaño y lo acusé falsamente. Él no es culpable, sino el joven tal”. Vino alegremente mi servidor, y me dijo: “No pudo dar a luz la joven hasta que no confesó, diciendo: ‘No tiene culpa el ermitaño; lo he difamado. Y toda la aldea quiere venir solemnemente para aquí, a pedirte perdón’. Al oír esto, me levanté y huí a Escete, para que los hombres no me molestaran. Este es el principio y la causa de mi venida hasta aquí». 2. Fue una vez Macario el egipcio desde Escete a la montaña de Nitria, a la oblación98 de abba Pambo. Los ancianos le dijeron: “Di una palabra a los hermanos, abba”. Él dijo: «Yo no soy monje todavía, pero he visto monjes. Estaba una vez en la celda, en Escete, y me molestaban los pensamientos, diciéndome: “Ve al desierto y observa lo que veas”. Estuve combatiendo contra el pensamiento durante cinco años, diciendo: “No sea que proceda del demonio”. Pero como el pensamiento persistía, fui al desierto y encontré allí un río, con una isla en medio, y las bestias del desierto venían a beber en él. Vi en medio dos hombres desnudos, y mi cuerpo tembló, porque pensé que eran espíritus. Ellos, al verme temblando, me dijeron: “No temas, nosotros también somos hombres”. Les pregunté: “¿De dónde son, y cómo han llegado hasta este desierto?”. Y ellos respondieron: “Pertenecemos a un cenobio, y hemos salido de común acuerdo y nos hemos venido para aquí, hace ya cuarenta años”. Uno era egipcio y el otro libio. Ellos también me interrogaron, diciendo: “¿Cómo va el mundo? ¿Viene el agua a su tiempo? ¿Tiene abundancia el mundo?”. Les respondí: “Sí”. Yo les pregunté todavía: “¿Cómo puedo hacer para llegar a ser monje?”. Y ellos me respondieron: “Si uno no renuncia a todas las cosas del mundo, no puede ser monje”. Les dije: “Yo soy débil, y no puedo lo que pueden ustedes”. Ellos me dijeron: “Si no puedes hacer como nosotros, permanece sentado en tu celda y llora tus pecados”. Les pregunté: “Cuando llega el invierno, ¿no se hielan? y cuando hace calor, ¿no se abrasan sus cuerpos?”. Respondieron: “Es Dios quien nos concede el vivir de esta manera; ni nos helamos en invierno ni nos afecta el verano”. Por eso les he dicho que no soy monje todavía, pero que he visto monjes. Perdónenme, hermanos». 3. Cuando abba Macario habitaba en el Gran Desierto, era el único que vivía en esa soledad; más abajo había otro desierto, en el que habitaban numerosos hermanos. Estaba una vez el anciano mirando hacia el camino, y vio a Satanás que venía, con aspecto 98
Prosphoràn: la Misa.
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humano, y pasaba por donde él estaba. Parecía que llevaba una túnica de lino perforada, y de cada agujero pendía una ampolla. Le preguntó el gran anciano: “¿Adónde vas?”. Le respondió: “Voy a despertar la memoria de los hermanos”. El anciano le dijo: “¿Para qué llevas esas ampollas?”. Replicó: “Llevo alimentos a los hermanos”. Le dijo el anciano: “¿Y llevas tantas?”. Respondió: “Sí, porque si alguno no gusta de una, le presento otra, y si tampoco gusta de ésta, le doy otra. De todos modos, alguna le habrá de gustar”. Después de decir esto se alejó. Permaneció el anciano observando el camino, hasta que regresó. El anciano, al verlo, le dijo: “¡Salve!”. Él respondió: “¿Cómo habré de salvarme?”. Le preguntó el anciano: “¿Por qué?”. Respondió él: “Todos fueron duros conmigo, y ninguno me recibió”. El anciano le preguntó: “¿No tienes allí ningún amigo?”. Respondió él: “Sí, tengo allí un monje amigo, que al menos me hace caso, y cuando me ve, se da vuelta como el viento”. El anciano le preguntó: “¿Cómo se llama el hermano?”. Dijo: “Theopempto”. Y dicho esto, se alejó. Abba Macario se levantó y fue al desierto inferior. Los hermanos, al oírlo, salieron a su encuentro con ramos. Y después, cada uno se preparaba, pensando que el anciano vendría a quedarse con él. Pero él preguntaba quién, en la montaña, se llamaba Theopempto. Cuando lo hubo encontrado, entró en su celda. Theopempto lo recibió con alegría. Cuando estuvo a solas con él, le preguntó el anciano: “¿Cómo están tus asuntos, hermano?”. Respondió: “Bien, gracias a tus oraciones”. El anciano le dijo: “No te atacan los pensamientos?”. Él dijo: “Por ahora todo va bien”. Le daba vergüenza hablar. El anciano te dijo: “Llevo muchos años viviendo en la ascesis y soy honrado por todos, y a mí, un anciano, me ataca el espíritu de fornicación”. Theopempto le respondió, diciendo: “También a mí, abba, créelo”. El anciano prosiguió, confiándole que otros pensamientos también lo atribulaban, hasta hacerlo confesar a él. También le preguntó: “¿Cómo ayunas? “ Él respondió: “Hasta la hora nona”. El anciano le dijo: “Ayuna hasta el atardecer, esfuérzate, medita el Evangelio y las demás Escrituras, y si sube hasta ti un pensamiento, no mires hacia abajo, sino siempre hacia arriba, y enseguida vendrá el Señor a auxiliarte”. Y cuando el anciano hubo enseñado al hermano, regresó a su desierto. Estaba otra vez mirando, cuando vio al mismo demonio, y le dijo: “¿Adónde vas otra vez?”. Respondió: “A recordar a los hermanos”. Y se alejó. Cuando pasó nuevamente, le dijo el santo: “¿Cómo están los hermanos?”. Él respondió: “Mal”. El anciano le preguntó: “¿Por qué?”. Él dijo: “Todos están contra mí, y el amigo que yo tenía y que me obedecía es ahora el peor de ellos; este, no sé cómo, se ha cambiado, y ya no puedo convencerlo, sino que se ha convertido en el más duro de todos. Por eso, he jurado no pisar más ese lugar hasta que haya pasado un tiempo”. Y diciendo esto, se alejó, dejando solo al anciano. El santo, entonces, entró en su celda. 4. Vino abba Macario el grande al monte en que habitaba abba Antonio. Cuando golpeó a la puerta, salió hacia él y le dijo: “¿Quién eres tú?”. Él respondió: “Yo soy Macario”. Pero, cerrando la puerta, entró y lo dejó allí (fuera). Después, al ver su paciencia, le abrió y lo recibió con alegría, diciendo: “Desde hace mucho, tiempo deseaba verte, porque he oído hablar de ti”. Lo hospedó con caridad y lo hizo descansar, porque estaba muy cansado. Cuando atardecía, abba Antonio mojó palmas para sí. Abba Macario le dijo: “Dispón que yo también moje para mí”. Él dijo: “Moja”. Y haciendo un ramo grande, lo mojó. Estuvieron sentados desde la tarde, hablando de la salvación de las almas, mientras trenzaban, y la soga (que hacían) bajaba por la ventana hasta la gruta. Al salir el bienaventurado Antonio por la mañana, vio el largo de la soga de abba Macario, y dijo: “Mucha fuerza sale de estas manos”. 5. Dijo abba Macario a los hermanos acerca de la desolación de Escete: “Cuando vean una celda edificada cerca del pantano, sepan que está cercana su destrucción; cuando vean árboles, está ya a las puertas; cuando vean niños, tomen las melotas y aléjense” 80
6. Dijo también, queriendo reconfortar a los hermanos: «Vino una vez aquí un niño endemoniado, con su madre, y le decía: “Levántate, mujer, vámonos de aquí”. Ella respondía: “No puedo marchar más”. El niño le dijo: “Yo te llevaré”. Y me admiré de la maldad del demonio, como quiso hacerlos huir de aquí». 7. Contaba abba Sisoes: «Cuando vivía en Escete con Macario, subimos siete hombres con él para cosechar. Había una viuda cosechando cerca de nosotros, y no cesaba de llorar. Llamó entonces el anciano al dueño del predio, y le preguntó: “¿Qué tiene esta mujer, que llora siempre?”. Le respondió: “Su marido había recibido un depósito, pero murió repentinamente, y no dejó dicho donde lo puso. Y el dueño del depósito quiere tomarlos, a ella y a sus hijos, como esclavos”. El anciano le dijo: “Dile que venga adonde estamos nosotros, cuando descansemos por el calor”. Fue la mujer, y el anciano le preguntó: “¿Por qué lloras de esta manera?”. Ella respondió: “Mi marido murió, pero había aceptado un depósito, y no dijo antes de morir donde lo, había puesto”. El anciano le dijo: “Ven, muéstrame donde lo has sepultado”. Y tomando consigo a los hermanos, salió con ella. Cuando llegaron al lugar, le dijo el anciano: “Vete a tu casa”. Y después de orar con ellos (los hermanos), llamó el anciano al muerto: “Hombre, ¿dónde pusiste el depósito ajeno?”. Y dijo, en respuesta: “Está escondido en mi casa, bajo la pata de la cama”. El anciano le dijo: “Duérmete de nuevo hasta el día de la resurrección”. Los hermanos, al ver esto, cayeron a sus pies, a causa del temor. Y el anciano les dijo: “No ha sucedido esto por mí, puesto que no soy nada, sino que lo hizo Dios por la mujer y los huérfanos. Esto es lo grande: Dios quiere que el alma esté sin pecado, y lo que pida, recibirá”. Saliendo de allí, dijo a la viuda dónde se encontraba el depósito. Ella lo tomó y lo devolvió al dueño, quien liberó a sus hijos. Y todos lo que supieron de esto glorificaban a Dios». 8. Contaba abba Pedro acerca de san Macario que, llegando una vez adonde estaba un anacoreta, lo encontró enfermo, y le preguntó qué deseaba comer. No tenía nada en su celda. Él dijo: “Un dulce”. Y este hombre fuerte no dudó en ir hasta la ciudad de Alejandría para buscarlo y dárselo al enfermo. Y cosa tan admirable no fue conocida por nadie. 9. Dijo también: «Dijeron algunos, ante la simplicidad de abba Macario, cuando recibía a todos los hermanos: “¿Por qué te haces así?”. Él respondió: “Durante doce años he servido a mi Señor, para que me acordara esta gracia, ¿y ustedes todos me aconsejan que la abandone?”». 10. Decían también acerca de abba Macario que, cuando frecuentaba a los hermanos, se había impuesto esta regla: “Si hay vino, bebe por los hermanos, y por cada vaso de vino, no bebas agua un día” Los hermanos, para confortarlo, le daban (vino). El anciano lo tomaba con alegría, para tener ocasión de mortificarse. Pero el discípulo, viendo la cosa, dijo a los hermanos: “Por el Señor, no le den, sino después se matará en la celda”. Los hermanos lo advirtieron, y ya no le dieron más. 11. Iba una vez abba Macario desde el pantano a su celda, llevando unas ramas de palmera, y por el camino se encontró con el diablo, que llevaba una hoz. Quiso herirlo, pero no pudo, y le dijo: “ ¡Qué fuerza sale de ti, Macario, que no puedo contigo! Y sin embargo, lo que tú haces, yo también lo hago: tú ayunas, también yo; tú velas, yo no duermo nunca. Sólo en una cosa me vences”. Abba Macario le preguntó: “¿Qué es?”. Le respondió: “Tu humildad; por eso nada puedo contra ti”. 12. Algunos Padres interrogaron a abba Macario el egipcio, diciendo: “Cómo es que, sea 81
que comas o que ayunes, tu cuerpo está seco”. Respondió el anciano: “El leño que sirve para revolver los sarmientos en el fuego es enteramente consumido por el fuego. Del mismo modo, si el hombre purifica su alma en el temor de Dios, el temor de Dios consume su cuerpo”. 13. Subió una vez abba Macario desde Escete hasta Terenutis, y entró en el templo para dormir. Había allí viejos féretros de paganos, y tomando uno de ellos, lo puso bajo su cabeza, como almohada Los demonios, al ver su audacia, tuvieron envidia de él, y para atemorizarlo, llamaban, como dirigiéndose a una mujer: “Ven con nosotros al baño”. Otro demonio, que estaba debajo suyo, respondió, como si fuese un muerto: “Tengo sobre mí a un extranjero, y no puedo salir”. El anciano no tuvo miedo, sino que golpeó confiadamente al féretro, diciendo: “Levántate, ve a la oscuridad, si puedes”. Al oírlo, dieron los demonios una gran voz: “ ¡Nos has vencido!”. Y huyeron avergonzados. 14. Decían de abba Macario el egipcio que una vez que subía desde Escete con unos canastos, se sentó, fatigado, y oró diciendo: “Oh Dios, tú sabes que no puedo más”. Y en seguida se encontró junto al río. 15. Había en Egipto un hombre que tenía un hijo paralítico. Lo llevó a la celda de abba Macario y lo dejó llorando en la puerta, y se alejó. El anciano, inclinándose, vio al niño y le preguntó: “¿Quién te trajo hasta aquí?”. Respondió: “Mi padre me tiró aquí y se fue”. El anciano le dijo: “Levántate y síguelo”. Y en seguida sanó; se levantó y alcanzó a su padre, y se volvieron entonces a su casa. 16. Abba Macario el grande decía a los hermanos en Escete, cuando despedía a la asamblea: “Huyan, hermanos”. Uno de los ancianos le preguntó: “¿Adónde hemos de huir más allá de este desierto?”. Pero él ponía su dedo sobre la boca, diciendo: “Huyan de esto”. Y entraba en su celda, cerraba la puerta y se sentaba. 17. Dijo el mismo abba Macario: “Si al corregir a alguien te sientes movido a ira, satisfaces tu pasión. No te pierdas a ti mismo para salvar a otro”. 18. El mismo abba Macario, cuando estaba en Egipto, encontró un hombre con un asno que estaba robando sus pertenencias. Él, entonces, como si fuera un extraño, ayudó al ladrón a cargar la bestia y lo acompañó con gran tranquilidad de espíritu diciendo: “Nada hemos traído al mundo, nada podemos sacar de él (1 Tm 6,7). El Señor ha dado, se hizo como Él quiso. Sea Dios bendito en todo (Jb 1,21)”. 19. Preguntaron a abba Macario, diciendo: “¿Cómo debemos orar?”. El anciano respondió: «No es necesario hablar mucho. Extiende las manos y di: “Señor, como tú quieres y sabes, ten piedad”. Si llega una tentación: “¡Señor, ayuda!”. Porque Él sabe lo que es útil, y hace misericordia con nosotros». 20. Dijo abba Macario: “Si el desprecio es para ti igual a la alabanza, la pobreza igual a la riqueza, la indigencia igual a la abundancia, no morirás. Puesto que es imposible que el que cree lo que debe y obra con piedad, caiga en la impureza de las pasiones y en el engaño de los demonios” 21. Decían que dos hermanos pecaron en Escete, y que abba Macario el alejandrino los había excomulgado. Vinieron y se lo contaron algunos a abba Macario el grande, el egipcio. Éste. dijo: “No están excomulgados los hermanos sino que el excomulgado es Macario” (aunque lo amaba). Oyó Macario que había sido excomulgado por el anciano y 82
huyó al pantano. Salió abba Macario el grande y lo encontró acribillado por los mosquitos, y le dijo: «Tú excomulgaste a los hermanos, y tuvieron que partir para la aldea. Yo te excomulgué a ti, y tú, como una virgen hermosa, huiste hasta aquí, a lo más íntimo de la habitación. Convoqué a los hermanos, los interrogué y dije: “No hay nada”. Mira tú, hermano, si no te burlaron los demonios porque nada viste. Haz penitencia por tu falta» Dijo él: “Dame, si quieres, una penitencia”. Viendo el anciano su humildad, le dijo: “Ve, ayuna durante tres semanas, comiendo sólo una vez cada semana”. Esta era, en efecto, su práctica siempre: ayunar toda la semana. 22. Dijo abba Moisés a abba Macario en Escete: “Quiero vivir en la hesiquía, y no me lo permiten los hermanos”. Abba Macario le dijo: “Veo que eres de naturaleza delicada, y no puedes rechazar al hermano. Pero si quieres vivir en la hesiquía, ve al desierto, hacia adentro, en Petra, y allí tendrás la hesiquía”. Así lo hizo, y encontró la calma. 23. Fue un hermano adonde estaba abba Macario el egipcio, y le dijo: “Abba, dime una palabra para salvarme”. El anciano le dijo: “Ve al sepulcro e injuria a los muertos”. El hermano fue, los injurió y les tiró piedras, y volvió a decírselo al anciano. Este le preguntó: “¿Te dijeron algo?”. Respondió: “Nada”. El anciano le dijo: “Ve mañana otra vez, y alábalos”. El hermano fue, y los alabó, llamándolos apóstoles, santos y justos. Y regresó adonde estaba el anciano y le dijo: “Los he alabado” Le preguntó: “¿No respondieron nada?”. El hermano contestó: “No”. Le dijo el anciano: “Tú sabes de qué manera los has insultado, y no te respondieron, y cómo los alabaste, y no te dirigieron la palabra. Tú también, si quieres salvarte, sé como un muerto. Como los muertos, no pienses en la injusticia de los hombres ni en su alabanza, y podrás salvarte”. 24. Iba una vez abba Macario a Egipto con los hermanos, cuando oyó que un niño decía a su madre: “Madre, un rico me ama, y yo lo odio, y un pobre me odia, pero yo lo amo”. Lo oyó abba Macario, y se asombró. Los hermanos le preguntaron: “¿Qué significa esa palabra, padre, que te causa asombro?”. El anciano les dijo: “En verdad, nuestro Señor es rico y nos ama, pero no queremos escucharle; nuestro enemigo el diablo es pobre y nos odia, y amamos su impureza”. 25. Le rogó abba Pastor con muchas lágrimas, diciendo: “Dime una palabra para salvarme”. El anciano le respondió: “Lo que tú buscas se ha alejado de los monjes”. 26. Fue una vez abba Macario adonde se encontraba abba Antonio, y después de conversar con él, regresó a Escete. Salieron los Padres a recibirlo. Mientras hablaban, les dijo el anciano: “Dije a abba Antonio que en nuestro lugar no tenemos oblación”. Y comenzaron los Padres a hablar de otras cosas, y no lo interrogaron para saber cuál había sido la respuesta del anciano, ni el anciano les dijo nada. Esto decía uno de los Padres, que cuando los Padres veían que los hermanos olvidaban preguntar algo útil para ellos, tomaban la iniciativa de comenzar la conversación, pero si los hermanos no la continuaban, no la seguían ellos, para no ser encontrados hablando sin haber sido interrogados, y se hallase inútil su palabra. 27. Interrogó abba Isaías a abba Macario: “Dime una palabra”. Le dijo el anciano: “Huye de los hombres”. Abba Isaías le preguntó: “¿Qué significa huir de los hombres? “ El anciano le dijo: “Sentarte en tu celda y llorar tus pecados”. 28. Dijo abba Pafnucio, discípulo de abba Macario: «Supliqué a mi padre: “Dime una palabra”. Él me dijo: “No hagas mal a nadie, a nadie condenes. Guarda esto y serás 83
salvado”»99. 29. Dijo abba Macario: “No duermas en la celda de un hermano que tiene mala fama”. 30. Fueron cierta vez unos hermanos de Escete adonde estaba abba Macario. Y en su celda no encontraron sino agua podrida. Le dijeron: “Abba, ven a la aldea y te haremos descansar”. El anciano les dijo: “¿Conocen, hermanos, la panadería de Fulano, en la aldea?”. Le respondieron: “Sí”. El anciano les dijo: “Yo también la conozco. ¿Conocen el campo de Zutano, por donde pasa el río?”. Le respondieron: “Sí”. El anciano les dijo: “Yo también lo conozco. Así que, cuando lo quiera, no necesito de ustedes, sino que puedo ir yo solo”. 31. Decían acerca de abba Macario que si un hermano se acercaba a él como a un santo y grande anciano, con temor, no le hablaba. Pero si un hermano le decía, como para humillarlo: “Abba, cuando eras camellero, y robabas nitro y lo vendías, ¿no te golpeaban los guardias?”, al que le hablaba de esta manera respondía con alegría, si lo interrogaba. 32. Decían acerca de abba Macario el grande que llegó a ser, según está escrito, como un dios terrestre. Porque como Dios cubre el mundo, así abba Macario cubría los pecados, y los veía como quien no los ve, y los oía como quien no los oye. 33. Contaba abba Bitimio que abba Macario dijo: «Mientras estaba en Escete bajaron una vez dos jóvenes extranjeros. Uno de ellos tenía la barba, al otro le estaba naciendo. Vinieron a mí y me dijeron: “¿Dónde está la celda de abba Macario?”. Yo les dije: “¿Qué quieren de él?”. Y respondieron: “Hemos oído hablar de él y de Escete, y hemos venido a verlo”. Les dije: “Soy yo”. Hicieron una metanía, diciendo: “Queremos quedarnos aquí”. Pero yo, al verlos tan delicados, criados entre riquezas, les dije: “No pueden permanecer aquí”. El mayor dijo: “Si no podemos permanecer aquí, iremos a otra parte”. Digo entonces a mi pensamiento: “¿Por qué los expulso? Se escandalizarían. El trabajo los hará marcharse espontáneamente”. Les digo: “Vengan, construyan, si pueden, una celda para ustedes”. Y dijeron: “Muéstranos un lugar, y la haremos”. Les dio el anciano un hacha, una cesta llena de panes, y sal. Les mostró el anciano una dura piedra, diciendo: “Saquen las piedras de aquí, lleven para ustedes madera del pantano y, después de techar, permanezcan en ella”. “Yo pensaba -­‐continuó-­‐ que se volverían a causa del trabajo. Me preguntaron qué trabajo tenían que hacer aquí. Les digo: “Cuerdas”. Y tomando juncos del pantano les enseñé a principiar la cuerda, y a coser, y les dije: “Hagan canastos y denlos a los guardianes, y ellos les traerán todo lo que necesiten”. Después me retiré. Ellos hacían con paciencia todo cuanto les había dicho yo, y no vinieron a mí durante tres años. Yo permanecí luchando con los pensamientos y diciendo: “¿Cuál es su trabajo, que no vienen a consultar sobre su pensamiento? Los que viven lejos vienen hasta mí, y éstos que están cerca no vienen a mí ni van a otros. Solamente acuden a la iglesia, en silencio, para recibir la oblación”. Oré entonces a Dios, ayunando toda la semana, para que me mostrara su obra. Me levanté, pasada ya la semana, y fui hasta donde ellos estaban, para ver cómo vivían. Cuando llamé, me abrieron, y me saludaron en silencio; después de orar me senté. El mayor hizo una señal al más joven para que saliese, y se sentó para tejer la cuerda, sin hablar. A la hora novena hizo una señal, y entró el más joven. Hizo un cocido Y, a un signo del mayor, preparó la mesa. Puso tres panes sobre ella, y quedó en silencio. Yo dije entonces: “Levántense, comamos”. Se levantaron y comieron; trajo el odre y bebimos. Cuando atardecía, me preguntaron: “¿Te vas?”. Yo dije: “No, dormiré aquí”. Pusieron una estera para mí, en una parte, y en la parte opuesta 99
Esta sentencia hay que atribuirla a abba Macario el Alejandrino.
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otra para ellos. Se quitaron el cíngulo y la capucha, y se acostaron en la estera que estaba frente a mí. Cuando se hubieron acostado, yo rogué a Dios que me revelara su obra. Y se abrió el techo, y se hizo luz como si fuera de día, pero ellos no veían la luz. Cuando me creyeron dormido, el mayor golpeó al menor en el costado, y se levantaron y ciñeron, y extendieron sus manos hacia el cielo. Yo los veía, pero ellos no me veían a mí. Vi a los demonios que se acercaban como moscas al menor. Y venían algunos a posarse en su boca y otros en sus ojos, Vi entonces al ángel del Señor sosteniendo una espada de fuego, que daba vueltas en torno suyo y expulsaba a los demonios. Al mayor, empero, no podían acercarse. Poco antes de amanecer, volvieron a acostarse, y yo hice como que despertaba, y ellos también. El mayor me dijo solamente estas palabras: “¿Quieres que recitemos los doce salmos?”. Digo yo: “Sí”. Y el menor cantó cinco salmos de a seis versículos, con un aleluya, Y a cada versículo salía de su boca una lámpara de fuego que subía al cielo. Del mismo modo, cuando abría la boca el mayor para salmodiar, salía una como cuerda de fuego, que llegaba hasta el cielo. También yo recité algo, de memoria. Cuando salía, les digo: “Oren por mí”. Ellos hicieron una metanía, en silencio. Supe entonces que el mayor era perfecto, y que al más joven lo atacaba todavía el enemigo. Después de pocos días moría el hermano mayor, y al tercer día, el menor». Cuando los Padres iban a ver a abba Macario, éste los llevaba a su celda, diciendo: “Vengan a ver el martyrium de los jóvenes extranjeros”. 34. Los ancianos de la montaña enviaron a decir a abba Macario, rogándole: “Para que no se fatigue todo el pueblo por ti, dígnate venir hasta nosotros, para que podamos contemplarte antes de que emigres al Señor”. Cuando estuvo en la montaña, se reunió junto a él todo el pueblo. Los ancianos te rogaron que dijese una palabra a los hermanos. Al oírlo, dijo: “Lloremos, hermanos, y derramen lágrimas nuestros ojos, antes de nuestra partida hacia donde nuestras lágrimas quemarán nuestros cuerpos”. Y todos lloraron, y cayeron sobre sus rostros, y dijeron: “Padre, ruega por nosotros”. 35. En otra ocasión, se levantó contra abba Macario un demonio, que con una espada quería amputarle el pie, y como no lo lograse, por su humildad, le dijo: “Todo lo que tienen ustedes, nosotros también lo tenemos; sólo se diferencian de nosotros en la humildad, y vencen”. 36. Dijo abba Macario: “Si recordamos los males que nos infligen los hombres, borramos el poder del recuerdo de Dios. Si recordamos los males de los demonios, seremos invulnerables”. 37. Contó abba Pafnucio, el discípulo de abba Macario, que el anciano había dicho: “Cuando era niño, comía brevas con otros niños, y ellos fueron a robar higos. Mientras corrían, cayó uno, y lo tomé y lo comí. Cada vez que lo recuerdo, me siento y lloro”100. 38. Dijo abba Macario: «Marchando en cierta ocasión por el desierto, encontré el cráneo de un muerto, que yacía en el suelo. Cuando lo toqué con el bastón de palma, el cráneo me habló. Le digo: “¿Quién eres tú?”. Me respondió el cráneo: “Yo era un sacerdote de los ídolos y de los paganos que vivían en este lugar; tú eres Macario, el pneumatóforo. Cuando te apiadas de los que están en el tormento, y oras por ellos, sienten un poco de alivio”. El anciano le preguntó: “¿Cuál es el alivio y cuál es el tormento?”. Le respondió: “Cuanto dista el cielo de la tierra, tanto hay de fuego bajo nuestros pies; estamos en medio del fuego, de la cabeza a los pies. No se puede ver a nadie cara a cara, sino que el rostro de cada uno está pegado a la nuca del otro. Cuando oras por nosotros, cada uno 100
Este apotegma también hay que atribuirlo a abba Macario el Alejandrino.
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puede ver un poco del rostro del otro. Este es el alivio”. Llorando, dijo el anciano: “¡Ay del día en que nació el hombre!”. El anciano le preguntó: “¿Hay un castigo peor aún?”. El cráneo le respondió: “La pena mayor está debajo nuestro”. El anciano le preguntó: “¿Quiénes están allí?”. Dijo el cráneo: “Nosotros, puesto que desconocíamos a Díos, recibimos alguna misericordia, pero los que conocían a Dios y lo negaron, están debajo nuestro!”. El anciano tomó la calavera y la enterró». 39. Decían acerca de abba Macario el egipcio, que una vez subía desde Escete a la montaña de Nitria, y cuando se acercaba al lugar, dijo a su discípulo: “Adelántate un poco”. Cuando se adelantó, se encontró con un sacerdote de los paganos. El hermano, a gritos, lo llamaba: “Ah, ah, demonio, ¿para dónde corres?”. Y se volvió, y lo golpeó, dejándolo medio muerto. Después, tomando el bastón escapó. Había marchado un poco cuando en su camino apareció abba Macario, que lo saludó: “Salve, salve, hombre fatigado”. Admirado, fue hasta él, y le dijo: “¿Qué has visto de bueno en mí para saludarme?”. Respondió el anciano: “Es que te veo trabajar, y no sabes que te esfuerzas en vano”. Le dijo: “Pero yo me he conmovido con tu saludo, y supe que era de parte de Dios. Otro monje, pero malo, me encontró y me insultó. Entonces, yo lo golpeé hasta la muerte”. El anciano supo que había sido su discípulo. Pero el sacerdote, abrazando sus pies, dijo: “No te soltaré hasta que me hagas monje”. Y subieron hasta donde había quedado el monje, lo alzaron y lo llevaron a la iglesia de la montaña. Al ver al sacerdote con él, se asombraron. Lo hicieron monje, y muchos de los paganos se hicieron cristianos. Decía abba Macario que la palabra mala hace malos a los buenos, y la palabra buena hace buenos a los mismos malos. 40. Se contaba de abba Macario que, estando una vez ausente, entró en su celda un ladrón. Cuando regresó a la celda, encontró al ladrón que estaba cargando el camello con sus cosas. El entraba en la celda, tomaba los objetos y cargaba (junto con el ladrón) el camello. Cuando estuvo cargado, el ladrón empezó a castigar al animal para que se levantara, pero no se alzaba. Al ver abba Macario que no se levantaba, entró en la celda y encontró un pequeño recipiente, lo sacó, y lo puso sobre el camello, diciendo: “Hermano, el camello busca esto”. Y el anciano, golpeándolo con el pie, le dijo: “Levántate”. Enseguida se levantó y se alejó un poco, a causa de su palabra, pero después se sentó nuevamente, y no se levantó hasta que no lo descargaron de todos los objetos. Después, se fue. 41. Abba Aio interrogó a abba Macario, diciendo: “Dime una palabra”. Abba Macario le respondió: “Huye de los hombres, siéntate en tu celda y llora tus pecados. No ames la palabra de los hombres, y te salvarás”. 42. Dijo abba Macario: «Cuando era joven, sentí una vez acedia en la celda, y fui al desierto para decir mi pensamiento al que se mostrara, pidiéndole la gracia de una respuesta. Y encontré a un niño que comía como un animal. Le pregunté: “¿Qué haré, niño, que tengo hambre?”. Me dijo: “Come”. Le dije nuevamente: “He comido, y sigo con hambre”. Me dijo: “Come otra vez”. Volví a decirle: “Ya comí, y aún tengo hambre”. Entonces me dijo: “Eres un asno, abba, que quiere devorarlo todo”. Y saludando, se alejó». 86
ABBA MOISÉS101 1. Fue una vez abba Moisés tentado por la fornicación, y no pudiendo ya permanecer en la celda, fue y se lo dijo a Abba Isidoro. El anciano lo exhortó a que regresara a su celda, pero él no quiso diciendo: “Abba, no puedo”. Tomándolo entonces consigo, lo llevó a la azotea y le dijo: “Mira hacia el poniente”. Miró y vio una innumerable cantidad de demonios, que excitados, hacían gran tumulto antes del combate. Le dijo después Abba Isidoro: “Mira también hacia el Oriente”, Miró y vio una cantidad innumerable de santos ángeles gloriosos. Le dijo Abba Isidoro: “Estos son enviados por el Señor para que protejan a los santos. Los que estaban hacia occidente son los que atacan. Pero son más lo que están de nuestra parte”. Y abba Moisés dio gracias a Dios, tomó confianza y regresó a su celda. 2. En Escete cometió cierto hermano una falta, Se reunió el consejo y llamaron a abba Moisés. Este no quiso ir. Mandó el presbítero por él, diciendo: “Ven, porque te están esperando todos”. Él se levantó y fue. Y tomando un recipiente perforado y llenándolo de agua, lo llevó. Salieron los demás a su encuentro y le dijeron: “¿Qué es esto Padre?”. El anciano respondió: “Mis pecados van cayendo a mis espaldas, y no los veo. Y hoy he venido para juzgar los pecados ajenos”. Al oírlo, no dijeron nada al hermano, sino que lo perdonaron. 3. Otra vez, en una reunión en Escete, queriendo probarlo los Padres, lo despreciaron diciendo: “¿Por qué viene este etíope con nosotros?”. Él lo oyó y calló. Después que se fueron todos, le preguntaron: “Padre, ¿no te turbaste nada?”. Les dijo: “Me turbé, pero no hablé”. 4. “Decían acerca de abba Moisés que fue ordenado clérigo, y le impusieron el humeral. 101
«Es necesario distinguirlo de Moisés el solitario que hacia 375 se convirtió en el primer obispo de los sarracenos
(Sócrates, Historia Eclesiástica, IV,36; Sozomeno, Historia Eclesiástica, VI,38), así como también de Moisés el
Libio, monje de Nitria (Paladio, Historia Lausíaca, cap. 39; Sozomeno, Historia Eclesiástica, VI,29; Rufino,
Historia Eclesiástica, II,8)... Es probable que Moisés de Calama (Casiano, Conferencias, III,5,2 y 7,26,2. 27) y
Moisés el Etíope, antiguo ladrón (Paladio, Historia Lausíaca, cap. 19; Moisés 1-18), sean todos un personaje: Moisés
de Escete, el interlocutor de las dos primeras Conferencias de Casiano. Algunos aspectos de la vida de Moisés
pueden establecerse con suficiente certeza. Ante todo su muerte: habiendo rehusado huir ante la llegada de los
bárbaros, fue asesinado por éstos cuando devastaron Escete (Moisés 10). ¿Pero en qué fecha sucedió esa
devastación?... Las fuentes invitan a ubicarla en 407 y no en 395 o 396. Esta probabilidad parece sostenerse en: a)
Casiano, que dejó Escete hacia 399/400, y no hace la menor alusión a la muerte de Moisés (como tampoco de una
invasión a Escete); b) Paladio, que salió de Egipto por la misma época, menciona ciertamente la muerte de Moisés,
pero en una especie de addendum después de la noticia concerniente a Moisés (Historia Lausíaca, cap. 19). Este
agregado tiene en cuenta una información recibida después de su salida de Egipto; c) la fecha de 395 chocaría aquí
con una imposibilidad. Un apotegma relata, en efecto, que un hermano fue a visitar sucesivamente a dos celebridades
de Escete: Arsenio y Moisés (Arsenio 38). Pero Arsenio no pudo comenzar con su “renuncia” antes de 394-395. Se
puede entonces considerar seguro que Moisés murió en 407. Tenía entonces 75 años, y por tanto habría nacido hacia
332. La primera parte de su vida fue muy desgraciada. De origen “etíope”, es decir de piel negra, fue expulsado por el
señor a cuyo servicio estaba por causa de sus muchos robos. Incluso mató a un hombre y se hizo jefe de bandidos.
Tocado de compunción, se convirtió a la vida monástica en una fecha que no se puede precisar (el color de su piel y
su origen marcarán su existencia y lo forzarán a una humildad heroica; cf. Moisés 3, 4 y 8). Allí vivió una profunda
evolución espiritual, a juzgar por dos hechos: joven monje, fresca aún su experiencia anterior, encadenó a cuatro
ladrones y los condujo a la iglesia para que los padres le dijeran qué hacer (Paladio, Historia Lausíaca, cap. 19); y, el
último día de su vida, a quienes le aconsejaban huir de los bárbaros, les respondió: “¡Después de tantos años que
esperaba por este día!” (Moisés 10). Dos acontecimientos más importantes parecen haber marcado su vida escetiota:
su ordenación sacerdotal (Moisés 4) y su retiro del centro de Escete hacia la soledad de Petra (desierto más interior
que Escete, considerado como excepcionalmente árido...; cf. Geroncio 1; Sisoes 23 y 26), aconsejado por Macario, a
fin de poder gozar de un mayor recogimiento (Moisés 13 y Macario 22). Sus dos maestros fueron Macario el Grande
primero, y después Isidoro el Presbítero. Los apotegmas nos lo muestran también relacionado con Silvano y con el
joven Zacarías (cf. Silvano 11; Zacarías 2, 3 y 5), hijo de Carión. Por otra parte, muchas palabras de Moisés nos han
sido conservadas por Pastor (= Poimén), que sin duda tuvo la ocasión de conocerle durante los años que precedieron
a la devastación de Escete (Moisés 12, Zacarías 5, Pastor 166)...» (SCh 387, pp. 68-70).
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El arzobispo, entonces, le dijo: “Te has vuelto blanco, abba Moisés”. El anciano respondió: “Exteriormente sí, Señor Papa; ojalá fuera así en lo interior”. Quiso el arzobispo probarlo y dijo a los clérigos: “Cuando entre abba Moisés al santuario, expúlsenlo y síganlo para oír lo que dice”. Entró el anciano y lo increparon y expulsaron diciendo: “Retírate, etíope”. Al retirarse se decía a sí mismo: “Te han hecho bien a ti, hombre de piel cenicienta, negro. Tú que no eres hombre, ¿qué has venido a hacer entre los hombres?”. 5. Se dio una vez en Escete esta orden: “Ayunen durante esta semana”. Sucedió que en aquel tiempo vinieron unos hermanos desde Egipto para visitar a abba Moisés. Éste les hizo cocer algo. Pero al ver sus vecinos el humo, dijeron a los clérigos: “Moisés está desobedeciendo la orden, cociendo algo en su celda”. Ellos dijeron: “Cuando venga, nosotros le hablaremos”. El sábado, conociendo los presbíteros la admirable vida de abba Moisés, le dijeron en presencia del pueblo: “Abba Moisés, no observaste el mandamiento de los hombres, pero cumpliste el de Dios”. 6. Vino un hermano a Escete para visitar a abba Moisés, pidiéndole una palabra. Le dijo el anciano: “Ve, siéntate en tu celda y tu celda te enseñará todo”. 7, Dijo abba Moisés: “El hombre que huye se parece a la uva madura, pero el que está entre los hombres es como la uva verde”. 8. Oyó hablar el gobernador acerca de abba Moisés, y fue a Escete para verlo, Le avisaron al anciano, y levantándose huyó al pantano. Se encontraron con él y le preguntaron: “Dinos, anciano, ¿dónde está la celda de abba Moisés?”. Les dijo: “¿Qué quieren de él? Es un hombre estúpido”. Fue el gobernador a la iglesia y dijo a los clérigos: «Habiendo oído hablar de abba Moisés vine a verlo, y nos encontramos con un anciano que iba a Egipto, y le preguntamos: “¿Dónde está la celda de abba Moisés?”. Y nos respondió: “¿Qué quieren de él? Es estúpido”. Al oírlo los clérigos se enfurecieron y dijeron: “¿Cómo era el anciano que habló del santo de esa manera?”. Le dijeron: “Anciano, con la ropa usada, alto y negro”. Ellos respondieron: “Ese es abba Moisés, que habló así para no recibirlos a ustedes”». Y el gobernador se alejó con gran edificación. 9. Decía abba Moisés en Escete: “Si guardamos los mandamientos de nuestros Padres, yo les aseguro en presencia de Dios, que los bárbaros nunca vendrán hasta aquí, Pero si no los guardamos, será devastado este lugar”. 10. Estando una vez sentados los hermanos junto a él, les dijo: “Hoy vendrán los bárbaros a Escete: levántense y huyan”. Le dijeron: “¿Tú no huyes, abba?”. Él les dijo: «Yo espero este día desde hace tantos años, para que se cumpla la palabra del Señor Jesús, que dice: “Todos los que toman la espada, morirán por la espada” (Mt 26,52)». Le dijeron: “Nosotros tampoco huiremos, sino que moriremos contigo”. Él les dijo: “Esto no es cosa mía, cada cual vea cómo vive”. Eran siete hermanos. Les dijo: “Los bárbaros están ya a la puerta”. Estos entraron y los mataron. Uno de ellos, sin embargo, se escapó tras las esteras y vio que bajaban siete coronas y los coronaban. 11. Preguntó un hermano a abba Moisés diciendo: “Veo una cosa delante mío y no puedo tomarla”. Le dijo el anciano: “Si no te vuelves como un muerto, como los que están en los sepulcros, no podrás tomarla”. 12. Dijo abba Pastor, que un hermano preguntó a abba Moisés, de qué modo el hombre puede hacerse como un muerto respecto de su prójimo. Le respondió el anciano 88
diciendo: “Si no dice el hombre en su corazón que ya lleva tres días en el sepulcro, no alcanzará a cumplir esta palabra”. 13 Decían de Abba Moisés en Escete, que disponiéndose a marchar hacia Petra, se cansó en el camino. Y se dijo a sí mismo: “¿Cómo podré conseguir aquí el agua que necesito?”. Y descendió una voz que le dijo: “Entra y no te preocupes”. Y prosiguió. Se juntaron a él algunos Padres, y no tenía sino un pequeño odre de agua, que se gastó al cocer unas lentejas. El anciano se angustiaba. Entrando y saliendo oraba a Dios, y he aquí que una nube de lluvia vino sobre Petra y llenó todos los recipientes que tenía. Le preguntaron después al anciano: “Dinos ¿por qué entrabas y salías?”. Y el anciano respondió: Hacía un juicio con Dios, diciéndole: «“Me trajiste hasta aquí, y no tengo agua para que beban tus servidores”. Por eso entraba y salía, rogando a Dios hasta que la envió». Siete capítulos que mandó abba Moisés a abba Pastor. El que los guarde, escapará de todo castigo, y vivirá en la paz donde quiera que se halle, en el desierto o con los hermanos. 1. El hombre debe morir respecto de su prójimo, para no juzgarlo en nada. 2. El hombre debe morir a toda obra mala, antes de salir del cuerpo, para no hacer mal a nadie. 3. Si el hombre no tiene en su corazón que es pecador, Dios no lo escuchará. Le preguntó el hermano: “¿Qué significa tener en su corazón que es pecador?”. Le dijo el anciano: “Si uno lleva sus pecados, no mira los del prójimo”. 4. Si la obra no concuerda con la oración, se trabaja en vano. Le dijo el hermano: “¿Qué significa concordar la obra con la oración?”. Le respondió el anciano: “Que no hagamos aquello por lo que rogamos. Porque cuando el hombre abandona su voluntad, Dios se reconcilia con él y recibe su oración”. Preguntó el hermano: “¿En todo trabajo del hombre qué es lo que lo ayuda?”. Dijo el anciano: «Dios es el que ayuda. Puesto que está escrito: “Dios es nuestro refugio y fortaleza en las tribulaciones que nos afligen grandemente” (Sal 46 [46],2)». 5. Preguntó el hermano: “¿Para qué sirven los ayunos y vigilias que hace el hombre?”. Le respondió el anciano: «Estos hacen que el alma se humille. Porque está escrito: “Mira mi humildad y mi trabajo, y borra todos mis pecados” (Sal 24 [25],18). Si el alma da estos frutos, Dios se apiadará de ella». 6 Preguntó el hermano al anciano: “¿Qué hará el hombre en toda tentación que viene sobre él o en todo pensamiento malo?”. Le respondió el anciano: «Debe llorar en presencia de la bondad de Dios, para que lo ayude, y descansará en seguida si suplica con ciencia, porque está escrito: “El Señor es mi auxilio y no temeré lo que me haga el hombre” (Sal 117 [118],6)». 7. Dijo el hermano: “Un hombre golpea a su siervo por una falta que cometió, ¿qué dirá el siervo?”. Respondió el anciano: «Si el siervo es bueno dirá: “Perdóname, porque he pecado”». Preguntó el hermano: “¿Nada más dice?”. Dijo el anciano: «No. Desde el momento que toma el reproche sobre sí y dice: “He pecado”, en seguida se apiada de él el amo. El fin de todas las cosas es no juzgar al prójimo. Porque cuando la mano del Señor mató a todos los primogénitos de la tierra de Egipto, no había casa en la cual no hubiera un muerto (Ex 12,29-­‐30)». Preguntó el hermano: “¿Qué significa esta palabra?”. Le 89
respondió el anciano: «Si nos permitieran ver nuestros pecados, no veríamos los del prójimo. Porque sería necedad, si el hombre, teniendo un muerto de los suyos, dejase a éste y se fuese a llorar al de su prójimo. Morir a tu prójimo es llevar tus pecados y despreocuparte de todo hombre, que sea bueno o malo. No hagas mal a ningún hombre, ni pienses el mal contra nadie en el corazón, ni desprecies al que te hace mal. No te confíes con el que habla mal de su prójimo ni te alegres con el que le hace mal. No seas detractor de nadie, sino di: “Dios conoce a cada uno”. No te confíes con el detractor ni te solaces en sus detracciones, ni odies al que habla mal de su prójimo. Esto es no juzgar102. No tengas enemistad con ningún hombre, y no prendas enemistad en tu corazón. No odies al que es enemigo del prójimo. Esta es la paz. Consuélate en estas cosas. Durante un tiempo breve hay esfuerzo y descanso para la eternidad, por la gracia de Dios, el Verbo. Amén». ABBA MATOES103 1. Decía abba Matoes: “Prefiero un trabajo suave y permanente, que uno pesado en el comienzo, pero interrumpido en seguida”. 2. Dijo también: “Cuanto se acerca el hombre a Dios, tanto más se reconoce pecador. Isaías, el profeta, al ver a Dios, se decía a sí mismo miserable e impuro” (Is 6,5). 3. Dijo también: «Cuando era joven, decía en mi interior: “Tal vez haga algo bueno”, pero ahora que he envejecido, veo que no tengo ni siquiera una sola obra buena en mí». 4. Dijo también: “Satanás no sabe por qué vicio ha de sucumbir el alma. Siembra, pero no sabe si recogerá. Siembra pensamientos de fornicación, de detracción, y así las demás pasiones. Y a la pasión a la que ve inclinarse el alma, a esa alimenta”. 5. Fue un hermano adonde estaba abba Matoes y le dijo: “¿Cómo hacían los escetiotas más de lo que manda la Escritura, amando a sus enemigos más que a si mismos?”. Le contestó abba Matoes: “Yo todavía no amo al que me ama, como a mí mismo”. 6. Un hermano preguntó a abba Matoes: “¿Qué haré si viene un hermano a mí y es día de ayuno o hacia el atardecer?”. Le respondió el anciano: “Si no te afliges y comes con el hermano, haces bien. Pero si no esperas a nadie, y sin embargo comes, es tu voluntad propia”. 7. Dijo abba Jacobo: “Fui adonde estaba abba Matoes, y cuando estaba por regresar le dije: “Quiero llegarme hasta Las Celdas”. Y me dijo: “Saluda de mi parte a abba Juan”. Cuando hube llegado adonde estaba abba Juan, le digo: “Te saluda abba Matoes”. Y me respondió el anciano: “Ves, abba Matoes es un verdadero israelita, en quien no hay engaño” (Jn 1,47). Cumplido el año, fui nuevamente a ver a abba Matoes y le dije el saludo de abba Juan. Y dijo el anciano: “No soy digno de la palabra del anciano, pero debes saber, cuando oigas a un anciano exaltar al prójimo sobre sí mismo, que ha llegado a una gran medida. Porque esta es la perfección, exaltar sobre sí al prójimo”. 102
Otros manuscritos traen: “No juzguen y no serán juzgados” (Lc 6,37).
«Matoes [o: Matóes] habitó por algún tiempo en Raithu, la actual El Tor, en el Sinaí. Un viaje a la región de
Magdolos le valió ser ordenado sacerdote, pero, por humildad, nunca quiso celebrar la Misa. Porque “cuando más
uno se acerca a Dios, más pecador se reconoce”. Doroteo de Gaza citó y comentó dos veces esta sentencia del abad
Matoes» (Sentences, pp. 194-195).
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8. Dijo abba Matoes: “Vino a mí un hermano y dijo que la detracción es peor que la fornicación”. Le dije: “Explícame esta palabra”. Me dijo: “¿Cómo entiendes esto?”. Yo dije: «La detracción es mala pero tiene curación, puesto que se arrepiente el detractor diciendo muchas veces: “He hablado mal”. Pero la fornicación es la muerte física». 9. Fue una vez abba Matoes desde Raithu a la región de Magdolos. Estaba con él su hermano. El obispo se apoderó del anciano y lo ordenó presbítero. Cuando estaban comiendo juntos dijo el obispo: “Perdóname, abba, sabía que no deseabas esto, pero me animé a hacerlo para recibir tu bendición”. El anciano con humildad, le dijo: “Es verdad, mi alma no quería, pero lo que más siento es que debo separarme de mi hermano. No puedo llevar solo esto de hacer todas las oraciones”. El obispo le dijo: “Si sabes que es digno, yo lo ordeno”. Le contestó abba Matoes: “No sé si es digno; pero esto sólo sé; que es mejor que yo”. Lo ordenó a él también. Y murieron ambos, sin acercarse al santuario para hacer la oblación. Decía el anciano: “Confío en Dios, que no tendré un juicio grave por la ordenación, puesto que no hago la oblación. Porque la ordenación es para los que no tienen culpa”. 10. Dijo abba Matoes que tres ancianos acudieron a abba Pafnucio, llamado Céfalas, para pedirle una palabra. Les dijo el anciano: “¿Qué quieren que les diga, algo espiritual o algo corporal?”. Le contestaron: “Espiritual”. Les dijo el anciano: “Vayan, amen la aplicación más que el descanso, más el deshonor que la gloria y dar más que recibir”. 11. Un anciano interrogó a abba Matoes diciendo: “Dime una palabra”. Él le dijo: «Ve, ruega a Dios que te dé llanto en tu corazón y ten humildad. Mira siempre tus pecados. No juzgues a otros, sino ponte por debajo de todos. No tengas amistad con un niño, ni confianza con mujer, ni amigo hereje. Cercena de ti la confianza (parresía), domina tu lengua y tu estómago y bebe poco vino. Sí alguien habla de cualquier asunto, no discutas con él, pero si lo que dice está bien dile: “Sí, sí”. Si está mal dile: “Tú sabes lo que dices”. No disputes con él acerca de lo que habla. Esta es la humildad». 12. Interrogó un hermano a abba Matoes: “Dime una palabra”. Y le respondió: “Recorta de ti la discusión acerca de cualquier asunto, y llora y arrepiéntete (St 4,9), porque se acerca el tiempo”. 13. Un hermano preguntó a abba Matoes: “¿Qué haré? porque mi lengua me atormenta, y cuando voy en medio de los hombres no puedo contenerla, sino que los condeno en las obras buenas y los acuso. ¿Qué haré entonces?”. Respondiendo le dijo el anciano: “Si no puedes contenerte, huye a vivir solo, porque es enfermedad. El que vive con los hermanos, no debe ser cuadrangular sino redondo, para volverse hacia todos”. Y dijo el anciano: “No vivo en la soledad por voluntad, sino por enfermedad. Son los fuertes los que van en medio de los hombres”. ABBA MARCOS, DISCÍPULO DE ABBA SILVANO104 104
“Marcos (que se debe distinguir de Marcos el Egipcio o el Asceta, recluido treinta años en una celda y junto a
quien el sacerdote iba a presentar la ofrenda [cf. Marcos el Egipcio 1; Paladio, Historia Lausíaca, cap. 18; Sozomeno,
Historia Eclesiástica, VI,29]; se puede pensar que este Egipcio no es otro que Marcos el Ermitaño de quien se han
conservado varios opúsculos; un tercer Marcos, en el siglo V, fue discípulo del gran Arsenio [Arsenio 13 y 22]) se
hizo célebre por un eximio hecho de obediencia: llamado por su maestro, no terminó de escribir la letra omega que
había comenzado a trazar. Los apotegmas que le conciernen exaltan su práctica de la obediencia. Y sabemos que
estaba fuertemente unido a Escete y a Silvano. Así, cuando Silvano decidió a dejar Escete, la doble fidelidad de
Marcos quedó a salvo merced a una muerte casi milagrosa (Marcos, discípulo de Silvano 1)” (SCh 387, p. 62).
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1. Decían de abba Silvano, que tenía en Escete un discípulo llamado Marcos de gran obediencia y calígrafo. El anciano lo amaba por su obediencia. Pero tenía once discípulos más que se afligían porque amaba a éste más que a los demás. Lo oyeron los ancianos y se entristecieron. Los ancianos fueron un día donde él y lo acusaron. Tomándolos consigo, salió y llamó en cada celda diciendo: “Hermano, ven que te necesito”. Y ninguno de ellos salió enseguida. Cuando llegó a la celda de Marcos, llamó diciendo: “Marcos”. Apenas oyó la voz del anciano salió en seguida, y lo mandó a hacer un servicio. Y dijo a los ancianos: “Padres, ¿los demás hermanos, dónde están?”. Y entrando en su celda, tomó su cuaderno y encontró que había empezado a escribir la letra omega, pero al oír al anciano no dejó que la pluma la concluyese. Le dijeron los ancianos: “Al que tú amas, abba, nosotros también le amamos y Dios lo ama también”. 2. Decían acerca de abba Silvano que una vez, caminando con los ancianos en Escete, queriendo mostrarles la obediencia de su discípulo Marcos, y que por eso lo amaba, viendo un pequeño jabalí le dijo: “¿Ves este pequeño búfalo, hijo?”. Dijo, “Sí, abba”. “¿Y sus cuernos qué elegantes son?”. Dijo: “Sí, abba”. Y se asombraron los ancianos de su respuesta, y se edificaron por su obediencia. 3. Fue una vez, con gran comitiva, la madre de abba Marcos para verlo. Salió a recibirlos el anciano, y ella le dijo: “Abba, manda que salga mi hijo para verlo”. Entró el anciano y le dijo: “Ve, para que te vea tu madre”. Llevaba un vestido remendado y tenía la suciedad de la cocina. Salió por obediencia, bajó los ojos y les dijo: “Salve, salve, salve”, y no miró a nadie. Su madre no lo reconoció. Mandó otra vez decir al anciano: “Abba, manda mi hijo, para verlo”. Dijo a Marcos: “¿No te dije: Sal, para que te vea tu madre?”. Marcos le respondió: “Salí como lo mandaste, abba. Pero te ruego que no me digas que salga de nuevo, para no desobedecerte”. Salió el anciano y le dijo (a la madre): “Es el que te saludó diciendo: Salve”. Y consolándolos, los despidió. 4. Sucedió otra vez que estaba por salir de Escete, para ir al monte Sinaí y permanecer allí. Y la madre de Marcos mandó a decir, rogando con lágrimas, que saliese su hijo para verlo. El anciano lo hizo salir. Cuando se puso su melota para salir y vino para saludar al anciano, se puso a llorar, y no salió. 5. Decían acerca de abba Silvano, que quería ir a Sinaí y su discípulo Marcos le dijo: “Padre, no quiero salir de aquí, ni quiero que te vayas, abba. Permanece todavía tres días”. Y al tercer día murió. ABBA MILESIO105 1. Pasaba abba Milesio por cierto lugar, cuando vio a un monje, a quien tenían detenido como si fuera un homicida. El anciano, aproximándose, interrogó al hermano, y cuando supo que era una acusación falsa, dijo a los que lo tenían agarrado: “¿Dónde está el muerto?”. Y se lo mostraron. Acercándose al muerto, dijo a todos que orasen. Cuando extendió las manos hacia Dios, se levantó el muerto. Y le dijo en presencia de todos: “Dime quién te mató”. Respondió éste: “Entré en la iglesia y di dinero al presbítero. Este, levantándose, me mató y llevándome, me echó en el monasterio del abba. Pero se los pido, recuperen el dinero para dárselo a mis hijos”. Le dijo entonces el anciano: “Ve y duerme, hasta que venga el Señor y te despierte”. 105
Sólo sabemos que fue masacrado, junto con sus dos discípulos, por los hijos del rey de Persia. Es probable que
previamente haya sido monje en Egipto. En todo caso, aún vivía antes del siglo VI (cf. Sentences, p. 200).
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2. Otra vez, cuando habitaba con dos discípulos en los límites de Persia, salieron dos hijos del rey, hermanos según la carne, para cazar según la costumbre. Extendieron las redes en un amplio espacio, unas cuarenta millas, para cazar y matar con las flechas lo que se hallase dentro de las redes. Pero encontraron al anciano con sus dos discípulos. Y se asombraron al verlo hirsuto y como salvaje, y le dijeron: “Dinos si eres hombre o espíritu”. Él les respondió: “Soy un hombre pecador, que me aparté para llorar mis pecados, y adoro a Jesucristo, el Hijo de Dios vivo”. Ellos le dijeron: “No hay otro dios fuera del sol, el fuego y el agua (que adoraban ellos). Adelántate y ofréceles un sacrificio”. Él les respondió: “Estas son criaturas, están engañados. Les ruego, conviértanse y conozcan al Dios verdadero, creador de todas las cosas”. Ellos le dijeron: “¿Dices que es Dios verdadero el que fue condenado y crucificado?”. Dijo el anciano: “Yo llamo Dios verdadero al que crucificó al pecado y mató a la muerte”. Pero ellos, atormentándolo, así como a los hermanos, querían obligarlo a sacrificar. Y después de muchos tormentos, decapitaron a los dos hermanos, pero al anciano lo atormentaron durante muchos días. Al fin, con su habilidad (de cazadores), lo pusieron en medio y dispararon flechas contra él, uno al frente y otro a sus espaldas. Él les dijo: “Puesto que concuerdan para derramar sangre inocente, mañana, en un momento, a esta hora, su madre los perderá a ustedes, sus hijos, y será privada del afecto de ustedes, y con sus flechas derramarán recíprocamente su sangre”. Sin importarles su palabra, fueron a cazar al día siguiente y salió un ciervo junto a ellos. Montando los caballos, corrieron para alcanzarlo y echando las flechas se hirieron mutuamente los corazones, según la palabra que había dicho el anciano condenándolos. Y murieron juntos. ABBA MOTIOS106 1. Interrogó un hermano a abba Motios diciendo: “¿Si voy a habitar en un lugar, cómo quieres que viva?”. Le dijo el anciano: “Si habitas en un lugar, no quieras hacerte un renombre, no yendo a la sinaxis, por ejemplo, o absteniéndote de comer en el ágape. Estas cosas dan un renombre falso: y al fin serás turbado, puesto que los hombres van adonde encuentran estas cosas”. Le dijo el hermano: “¿Qué haré entonces?”. El anciano respondió: “Dondequiera que habites, sigue la misma vida de los demás, haciendo lo que veas hacer a los hombres piadosos en quienes confías; entonces tendrás el descanso. Esto es humildad, ser como ellos. Y los hombres, al ver que no te extralimitas, te tendrán por igual que a los demás, y nadie te molestará”. 2. Acerca de abba Motios, su discípulo, abba Isaac (y ambos fueron obispos) refería lo siguiente: “Primero el anciano edificó un. monasterio en Heraclea, y cuando se alejó de allí y fue a otro lugar, también edificó. Pero por el poder del diablo se encontró un hermano que le era contrario y lo molestaba. Y levantándose el anciano, se retiró a su aldea construyéndose un monasterio y se recluyó en él. Después de un tiempo, los ancianos del lugar del que se había marchado, trayendo al hermano que lo había entristecido, fueron para rogarle que lo recibiese en su monasterio. Cuando se acercaron al lugar donde vivía abba Sores, dejaron sus melotas con él, así como al hermano que lo había entristecido. Cuando llamaron, puso el anciano una pequeña escalera y miró, y los reconoció. Les dijo: “¿Dónde están sus melotas?”. Ellos respondieron: “En tal lugar, con el hermano Fulano”. Cuando hubo oído el nombre del hermano que lo había entristecido, 106
Al parecer este abba Motios no sería otro que Matoes. Éste habría vivido en los parajes de Heraclea, y Matoes
estuvo en la región de Magdolos, cerca de Heraclea. “Otra coincidencia curiosa: Matoes y su discípulo fueron
ordenados sacerdotes; Motios y su discípulo fueron ordenados obispos. ¿No habrá una confusión entre las dos
órdenes?” (Sentences, pp. 201-202).
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el anciano por la alegría, tomó un hacha, destruyó la puerta y salió corriendo hacia donde estaba el hermano. Y él primero hizo la metanía, y lo abrazó, Lo llevó a su celda y durante tres días los agasajó, y él (compartió) con ellos, lo que no acostumbraba a hacer. Se levantó después y partió con ellos. Después de esto, lo hicieron obispo y obraba signos maravillosos. Y también a su discípulo Isaac lo hizo obispo el bienaventurado Cirilo. ABBA MEGETHIOS107 1. Decían de abba Megethios, que si salía de la celda y le venía un pensamiento de alejarse del lugar, no regresaba a su celda. Nada poseía de las cosas de este mundo, fuera de una aguja para coser las palmas. Cada día hacía tres canastos, para alimentarse. 2. Decían del segundo abba Megethios que era muy humilde, educado por los egipcios en contacto con muchos ancianos, y con abba Sisoes y con abba Pastor. Residía junto al río en el Sinaí y lo contaba él mismo: Uno de los santos lo visitó y le dijo: “¿Cómo vives hermano en este desierto?”. Él respondió: “Ayuno día por medio y como un solo pan”. Él me dijo: “Si quieres, escúchame: come medio pan cada día”. Y así lo hizo y encontró el descanso. 3. Algunos Padres interrogaron a abba Megethios diciendo: “Si sobran alimentos cocidos del día anterior, ¿quieres que los hermanos los coman?”. Les respondió el anciano: “Si se ha echado a perder, no es bueno que se obligue a los hermanos a comerlo, puesto que se enferman por ello, sino que se deben tirar. Pero si está bueno, y se tira por derroche, para poder hacerlo nuevo, está mal”. 4. Dijo también: “Al principio, cuando nos reuníamos y hablábamos de cosas útiles, exhortándonos mutuamente, éramos como coros de ángeles y subíamos al cielo. Pero ahora, nos reunimos y caemos en la maledicencia, y descendemos al infierno”. ABBA MÍOS108 1. Dijo abba Míos, el de Belos: “La obediencia responde a la obediencia. Si se obedece a Dios, Dios le obedece”. 2. Dijo también acerca de un anciano que vivía en Escete, que había sido esclavo y llegó a ser muy discreto (diacrítico). Cada año iba a Alejandría, para llevar su salario a sus señores. Ellos acudían a saludarlo con respeto, pero el anciano echaba agua en un aguamanil y lo traía para lavar a sus señores. Pero ellos le decían: “No, Padre, no nos aflijas”. Él les decía: “Proclamo que son mis señores y doy gracias porque me liberararon para servir a Dios, por eso les lavo y les entrego este mi salario”. Ellos pugnaban por no recibirlo, pero el decía: “Si no quieren recibirlo, me quedaré aquí sirviéndoles”. Y como le veneraban, le dejaban hacer cuanto quería y lo despedían con gran honor y muchos dones para hacer limosna por ellos. Por esto fue conocido en Escete y muy querido. 107
Se conocen dos personajes con este nombre. A uno de ellos pertenece el primer apotegma, y es llamado el Grande
o el Anciano; el otro es llamado “el segundo” en la sentencia número 2, y habría vivido en el Sinaí, “después de haber
estado en contacto con Sisoes y Pastor (Poimén). Ningún otro detalle se nos da que permita situar de modo más
preciso a los dos Megethios” (Sentences, p. 203).
108
Posiblemente estuvo activo a inicios del siglo V. En el segundo apotegma, el anciano del que habla es el abad
Olimpio de Escete (cf. Sentences, p. 204).
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3. Un soldado preguntó a abba Míos, si Dios acepta la penitencia. Él después de adoctrinarlo con muchas palabras, le dijo: “Dime querido, si se rasga tu manto, ¿lo tiras?”. “No, respondió, sino que lo coso y lo uso”. Le dijo el anciano: “Si tú perdonas al manto, ¿Dios no perdonará a su criatura?”. ABBA MARCOS, EL EGIPCIO109 1. Decían acerca de abba Marcos, el egipcio, que durante treinta años permaneció sin salir de su celda. Acostumbraba a venir el presbítero para hacer por él la sagrada Ofrenda. Pero el diablo, viendo la notable paciencia del varón, astutamente pensó en tentarlo para que juzgase al presbítero. Hizo que fuese un poseso adonde estaba el anciano, con pretexto de la oración. El poseso, antes de nada, gritaba al anciano: “Tu presbítero tiene olor de pecado, no le permitas llegar hasta aquí”. Mas el varón, inspirado por Dios, le respondió: «Hijo, todos expulsan de sí la impureza, pero tú me la traes. Pero está escrito: “No juzguen, para no ser juzgados” (Mt 7,1). Aunque sea pecador, el Señor lo salvará. Porque está escrito: “Oren los unos por los otros para ser curados” (St 5,16)». Y después de esta palabra, hizo oración y el demonio se escapó del hombre dejándolo sano. Cuando, según la costumbre, vino el presbítero, el anciano lo recibió con alegría. El buen Dios, al ver la ausencia de malicia del anciano le mostró una señal. Puesto que, cuando el domingo, se disponía a estar frente a la santa mesa, dijo el anciano: «Vi al ángel del Señor bajando desde el cielo, que puso su mano sobre la cabeza del clérigo y el clérigo se puso como una columna de fuego. Yo estaba asombrado por la visión y oí una voz que me decía: “Hombre ¿por qué te asombras por esto? Si un rey terrenal no permite que sus grandes estén sucios en su presencia, sino con mucha gloria, cuánto más la virtud divina no habrá de purificar a los que celebren los Santos Misterios, y están en presencia de la gloria celestial?”». El noble atleta de Cristo, Marcos el egipcio, fue grande y fue considerado digno de esta gracia, porque no juzgó al clérigo. ABBA MACARIO, EL CIUDADANO110 1. Fue una vez abba Macario, el de la ciudad, a cortar ramas, y los hermanos iban con él. El primer día ellos le dijeron: “Ven, come con nosotros, Padre”. Él fue y comió. El segundo día le pidieron otra vez que comiese. Pero él no quiso, sino que les dijo: “Ustedes, hijos, tienen necesidad de comer, todavía son carne, pero yo no quiero comer ahora”. 2. Fue abba Macario donde estaba abba Pacomio, de los tabenesiotas. Pacomio lo interrogó diciendo: “Cuando los hermanos no cumplen la regla, ¿es bueno corregirlos?”. Le respondió abba Macario: «Corrígelos y juzga justamente lo que está ante ti, pero nada juzgues fuera de ello. Porque está escrito: “¿Acaso no juzgan lo que es visible? Pero lo interno lo juzga Dios” (1 Co 5,12-­‐13)». 109
“El capítulo 18 de la Historia Lausíaca habla de un joven asceta llamado Marcos que participaba en la Eucaristía
de Macario de Alejandría. Es posible que sea este mismo abad Marcos el Egipcio, a quien vemos aquí viviendo como
recluso en su celda y a quien un sacerdote iba a celebrarle la Misa” (Sentences, p. 205).
110
“Nacido al final del siglo III, como su homónimo el Egipcio, fue llamado más tarde el Ciudadano porque era
originario de la ciudad de Alejandría, y puede que también porque tenía costumbres amables y buenos modales.
Comerciante de dulces en su juventud, parece haber conservado toda su vida los modos que todavía hoy se ven en los
jóvenes vendedores que pueblas las calles del Cairo: gentileza, alegría, cierta despreocupación, pero también aplomo
y elegancia. Macario se convirtió y fue bautizado hacia el 330, después se hizo monje en Nitria. Más tarde tuvo
también una celda en Escete, pero residía sobre todo en el desierto de Las Celdas donde recibió el sacerdocio. Murió
casi centenario en 393 o 394” (Sentences, pp. 206-207).
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3. Pasó una vez abba Macario cuatro meses visitando diariamente a un hermano y ni una sola vez lo encontró fuera de la oración, y admirado dijo: “He aquí un ángel terrestre”. Letra Ni111 ABBA NILO112 1. Dijo abba Nilo: “Lo que hicieres para vengarte de un hermano que te ha perjudicado, todo ello brotará en tu corazón en el tiempo de la oración”. 2. Dijo también: “La oración es el germen de la mansedumbre y la ausencia de la ira”. 3. Dijo también: “La oración es el remedio de la tristeza y la angustia”. 4. Dijo también: “Ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres y tomando la cruz, renuncia a ti mismo para que puedas orar sin distracción”. 5. Dijo también: “Según demuestres ser filósofo por la paciencia, encontrarás el fruto en el tiempo de la oración”. 6. Dijo también: “Sí quieres orar como es debido, no entristezcas el alma, porque de lo contrario correrías en vano (cf. Ga 2,2)”. 7. Dijo también: “No quieras administrar tus cosas como te parece a ti sino como place a Dios, y estarás libre de preocupaciones y agradecido en tu oración”. 8. Dijo también: “Bienaventurado el monje que se cree el más indigno de todos (cf. 1 Co 4,13)”. 9. Dijo también: “Es invulnerable a las flechas del enemigo, el monje que ama la calma, pero el que se junta con las multitudes, recibe continuamente heridas”. 10. Dijo también: “El servidor que descuida la obra de su señor, está preparado para recibir el castigo (cf. Lc 12,47)”. ABBA NESTEROS113 1. Abba Nesteros el grande, iba por el desierto con un hermano y al ver un dragón, huyeron. Le dijo el hermano: “¿También tú tienes miedo, Padre?”. Y le respondió el anciano: “No temo, hijo, pero es conveniente que huya, porque si no, no podría huir del espíritu de la vanagloria”. 111
O: Ny.
“Bajo el nombre de Nilo se conservan aquí algunas sentencias de Evagrio, de las cuales ocho han sido extractadas
del tratado Sobre la oración (13,14, 16, 17, 19, 20, 89 y 121)... Nilo fue discípulo de san Juan Crisóstomo y superior
de un monasterio en Ancira (Galacia), a comienzos del siglo V” (Sentences, p. 208).
113
“Entre los diferentes personajes de este nombre aquí se trata de Nesteros (Nisterõs) el Grande, amigo de san
Antonio. Se lo menciona explícitamente en los dos primeros apotegmas. Para los otros, la atribución es menos segura,
en tanto que el anteúltimo de la serie no puede ser de él, porque se habla en pasado de la vida del abad Arsenio”
(Sentences, p. 209).
112
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2. Un hermano interrogó a un anciano diciendo: “¿Qué obra buena hay, para hacerla y vivir en ella?”. Le dijo el anciano: «Dios sabe lo que es bueno. Pero oí que uno de los Padres interrogó a abba Nesteros el grande, amigo de abba Antonio, y le dijo: “¿Qué obra buena puedo hacer?”. Y le respondió: “¿No son acaso iguales todas las obras? La Escritura dice: Abraham era hospitalario y Dios estaba con él (cf. Gn 18,1 ss.). Eliseo amaba la quietud, y Dios estaba con él (cf. 1 R 17,2 ss.). David era humilde, y Dios estaba con él (cf. 1 S 18,23). Aquello hacia lo que ves que aspira tu alma, según Dios, eso pon por obra, y guarda tu corazón (cf. Pr 4,23)”». 3. Dijo abba José a Abba Nesteros: “¿Qué le haré a mi lengua, que no puedo dominarla?”. Le dijo el anciano: “¿Cuando hablas tienes descanso?”. Le respondió: “No”. El anciano le dijo: “Si no tienes descanso ¿para qué hablas? Más bien cállate y si te encuentras en medio de una conversación escucha en vez de hablar.” 4. Vio un hermano a abba Nesteros que llevaba dos túnicas, y lo interrogó diciendo: “Si viene un pobre y te pide un vestido, ¿cuál le darías?”. Le respondió el anciano diciendo: “El mejor”. Le dijo el hermano: “Si viene otro y te pide ¿qué le darás?”. Le respondió el anciano: “La mitad del otro”. El hermano dijo: “Si viene otro más a pedirte ¿qué le darás?”. Él respondió: “Cortaré lo que resta y le daré la mitad y me cubriré con lo demás”. De nuevo le dijo: “Si también esto te piden ¿qué harás?”. Dijo el anciano: “Le daré lo que me queda, e iré a sentarme a un lugar hasta que Dios se apiade y me cubra; y no pediré nada a nadie”. 5. Dijo abba Nesteros: «El monje debe decir, por la tarde y por la mañana, esta Palabra: “¿Qué hemos hecho de lo que Dios quiere, y qué hemos hecho de lo que El no quiere?”. Y de esta manera examinar toda su vida. Esfuérzate cada día para estar sin pecado en la presencia de Dios. Ruega a Dios de esta manera, como uno que está en su presencia, porque en verdad está presente. No legisles para ti, no juzgues a nadie. Es cosa ajena al monje jurar, perjurar, mentir, airarse, ofender, reír. El que es estimado o exaltado por encima de su mérito, sufre un gran daño». 6. Se decía que abba Nesteros, el que vivió en Raithu, se tomaba cada año tres semanas para hacer canastos, y hacía seis cada semana. ABBA NESTEROS, EL CENOBITA114 1. Decía abba Pastor de abba Nesteros, que el anciano era como la serpiente de bronce que hizo Moisés para curar al pueblo (cf. Nm 21,8-­‐9), porque poseía la virtud toda, y en silencio, sanaba a todos. 2. Cuando abba Pastor, que vivía en el cenobio, oyó acerca de abba Nesteros, deseó verlo, y se lo dijo a su abba para que lo enviase. Pero éste no queriendo enviarlo solo, no lo mandó. Después de unos días, el ecónomo del cenobio, que sufría una tentación, rogó a su abba que le permitiese ir a ver a abba Pastor para manifestarte su pensamiento. Él se lo permitió diciéndole: “Toma contigo al hermano, porque el anciano me habló de él y temiendo enviarlo solo, no lo mandé”. Cuando llegó el ecónomo adonde estaba el anciano, le habló de sus pensamientos y lo curó. Después preguntó el anciano diciendo: 114
“Ignoramos dónde se encontraba el monasterio de cenobitas en el que vivía este Nesteros, conocido de Pastor
(Poimén). El segundo apotegma existe en griego en dos formas, antiguas ambas... Traducimos aquí la forma larga”
(Sentences, p. 211).
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“Abba Nesteros, ¿cómo has adquirido esta virtud, que cuando hay un motivo de turbación en el cenobio, no hablas ni intervienes?”. Y el hermano, después de mucha insistencia del anciano dijo: «Perdóname, abba; cuando al principio ingresé en el cenobio, dije a mi pensamiento: “Tú y el asno son una misma cosa. Como el asno es golpeado y no habla; es injuriado y no responde, haz tú lo mismo. Como dice el salmista: ‘Soy como un asno junto a ti, y por ello estaré siempre contigo’ (Sal 72 [73],22-­‐23)”». ABBA NICÓN115 1. Un hermano interrogó a un Padre diciendo: “¿Cómo trae el diablo las tentaciones sobre los santos?”. Y el anciano le respondió: «Había uno de los Padres, llamado Nicón, que vivía en el monte Sinaí. Y sucedió que uno, que iba a la tienda de cierto faranita, encontró sola a su hija y pecó con ella. Y le dijo: “Di: el anacoreta, abba Nicón, me hizo esto”. Cuando volvió su padre y lo supo, tomó la espada y fue adonde estaba el anciano. A su llamado, salió el anciano. Cuando extendió su mano para matarlo, se secó su mano. Se alejó el faranita y lo dijo a los presbíteros, que lo mandaron llamar. Descendió el anciano, y lo golpearon, y querían expulsarlo. Y él les rogó diciendo: “Por Dios se los pido, déjenme aquí para que haga penitencia”. Y lo apartaron por tres años y dieron orden de que nadie lo visitase. Hizo así durante los tres años y venía cada domingo a hacer penitencia y a suplicar a todos diciendo: “Oren por mí”. Más tarde, el que cometió el pecado, e hiciera caer la prueba sobre el anacoreta, fue poseído por el demonio y confesó en la iglesia diciendo: “Yo cometí el pecado, e hice denunciar calumniosamente al siervo de Dios”. Vino entonces todo el pueblo a inclinarse delante del anciano diciendo: “Perdónanos, abba”. Y les respondió: “Por lo que respecta al perdón, los perdono. Pero en cuanto a permanecer aquí, no permaneceré con ustedes en este lugar, porque no hallé ni uno solo que tuviera discreción y se compadeciera de mí”. Y de este modo se alejó de allí. Y dijo el anciano: “Ves cómo el diablo trae las tentaciones sobre los santos”». ABBA NETRAS116 1. Contaban acerca de abba Netras, discípulo de abba Silvano, que cuando vivía en su celda del monte Sinaí, obraba moderadamente en lo que se refería a la necesidad del cuerpo. Cuando lo hicieron obispo de Farán, se obligó a sí mismo a una gran dureza. Y su discípulo le dijo: “Abba, cuando estábamos en el desierto, no vivías tan ascéticamente”. Y el anciano le respondió: “Es que era el desierto, y había tranquilidad y pobreza, y quería atender al cuerpo de manera que no enfermase y no buscase lo que no tenía. Pero ahora es el mundo, y hay ocasiones; y si aquí enfermase, hay quien me asista sin perder al monje”. 115
“La historia que le sucedió a Nicón (Nícon) tiene cierta semejanza con aquella de Macario el Egipcio (apotegma
1), pero con un milagro más que salvó de la muerte al anciano calumniado. Como Macario, también Nicón se deja
acusar y hace penitencia humildemente”, pero antes de dejar el lugar no deja de dirigirles un fuerte reproche a los
habitantes (Sentences, p. 212).
116
“Netras (Netrã) es sin duda, como Marcos, uno de los doce discípulos de Silvano (cf. apotegma Marcos 1).
Cuando llegó a ser obispo de Farán en la península sinaítica se trataba más duramente que cuando era monje.
Sabemos que el abad Apphy, que fue obispo de Oxyrrynco, quiso conservar también la austeridad de su vida
monástica, pero no lo logró (apotegma Apphy 1)” (Sentences, p. 213).
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ABBA NICETAS117 Decía abba Nicetas acerca de dos hermanos, que se juntaron para vivir juntos. Uno de ellos pensó en su interior diciendo: “Lo que quiera mi hermano, eso haré”. Lo mismo pensó el otro diciendo: “Haré la voluntad de mi hermano”. Vivieron muchos años con gran caridad. Al verlo el enemigo, descendió, queriendo separarlos, y se paró en el atrio. Y a uno se le apareció como una paloma y al otro como un cuervo. Uno dijo: “¿Ves la paloma?”. El otro dijo: “Es un cuervo”. Empezaron a discutir y contradecirse hasta que se levantaron, y lucharon hasta sacarse sangre, con gran alegría del enemigo. Al fin se separaron. Después de tres días volvieron en sí y pidiéndose mutuamente perdón, dijo cada uno lo que había visto, y reconociendo la guerra del enemigo, permanecieron hasta el fin sin separarse. Letra Xi ABBA XOIOS118 1. Interrogó un hermano a abba Xoios diciendo: “Si me encuentro en un lugar y como tres panes, ¿eso es mucho?”. Le respondió el anciano: “¿Vas acaso a la era, hermano?”. Le dijo otra vez: “Si bebo tres vasos de vino ¿es eso mucho?”. Le respondió: “Si no hay demonio, no es mucho; pero si lo hay, es mucho. Puesto que el vino es ajeno a los monjes que viven según Dios”. 2. Uno de los Padres, recordaba que abba Xoios, el tebano, se internó una vez en el monte Sinaí. Cuando salió, lo encontró un hermano que le dijo gimiendo: “Estamos afligidos, abba, por la falta de lluvias”. Le dijo el anciano: “¿Por qué no rezan y suplican a Dios?”. El hermano le respondió: “Oramos y suplicamos, pero no llueve”. Le dijo el anciano: “Por cierto que no oran intensamente. ¿Quieren saber cómo es esto?”. Extendió las manos hacia el cielo, en oración y en el acto comenzó a llover. Al verlo, el hermano tuvo miedo y cayó sobre el rostro para venerarlo. El anciano, entonces, huyó. El hermano anunció a todos lo sucedido y los que lo oyeron, glorificaron a Dios. ABBA XANTHIAS119 1. Dijo abba Xanthias: “El ladrón estaba en la cruz, y por una palabra sola fue justificado (cf. Lc 23,42). Judas se contaba con los apóstoles y en una noche perdió todo el esfuerzo, y bajó del cielo al infierno (cf. Mt 26,24). Por ello, no se gloríe el que obra bien; todos los que confiaron en sí mismos cayeron”. 2. Subió una vez abba Xanthias desde Escete a Terenutis, y donde quedó para descansar, le ofrecieron, por el trabajo de la ascesis, un poco de vino. Supieron que él estaba, y le trajeron un endemoniado. Y el demonio comenzó a injuriar al anciano: “¿A este bebedor 117
“El nombre de Nicetas no aparece en ninguna otra parte en los antiguos documentos monásticos egipcios. La
historia que narra, anónima y desprovista de todo elemento de localización, podría haber sido inventada para mostrar
cómo los hermanos, aún estando unidos, pueden enfrentarse si cada uno defiende obstinadamente su opinión personal
y lo que cree ser la verdad más evidente” (Sentences, p. 214).
118
“Es probable que el Xoios del primer apotegma no sea otro que el abad Sisoes. No le quedaría entonces más que el
segundo, pero la colección alfabética es la única que menciona su nombre. En todas las otras versiones la sentencia es
anónima” (Sentences, p. 215).
119
“Fue monje en Escete y los tres apotegmas que se le atribuyen son interesantes, pero como en el caso de Xoios (:
Xoio) aparecen como anónimos en las otras tradiciones que conocemos” (Sentences, p. 216).
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me han traído?”. El anciano empero, no quiso expulsarlo, sino que dijo a causa de la injuria: “Confío en Cristo, en que antes de que concluya este vaso, saldrás”. Y cuando comenzó el anciano a beber, gritó el demonio diciendo: “Tú me quemas, tú me quemas”. Y antes de que lo terminase, salió por la gracia de Cristo. 3. Dijo el anciano: “El perro es mejor que yo, porque tiene amor y no va al juicio (cf. Jn 5,24)”. Letra Omicrón ABBA OLIMPIO120 1. Dijo abba Olimpio: «Bajaba un día un sacerdote pagano hacia Escete y vino a mi celda y durmió allí. Al ver la conducta de los monjes me dijo: “Conduciéndose de este modo ¿nada ven de su Dios?”. Le digo: “Nada”. Me dijo el sacerdote: “Por cierto que a nosotros, que ofrecemos sacrificios a nuestro dios, no nos oculta nada, sino que nos revela sus misterios. Pero ustedes, haciendo estos esfuerzos, vigilias, soledades y ascesis, dicen: ‘Nada vemos’. En verdad, si no ven nada, es que tienen en sus corazones pensamientos malos, que los alejan de su Dios, y por eso no les revela sus misterios”. Fui y dije a los ancianos las palabras del sacerdote. Y se admiraron, y dijeron que así es. Los pensamientos impuros separan a Dios de los hombres». 2. Abba Olimpio de Las Celdas fue atacado por la fornicación. El pensamiento le dijo: “Ve, toma mujer”. Se levantó y, haciendo barro, se fabricó una mujer y se dijo: “Aquí tienes a tu mujer. Es necesario que trabajes mucho para que puedas alimentarla”. Y trabajaba esforzándose mucho. Al día siguiente, hizo nuevamente barro y se fabricó una hija y dijo a su pensamiento: “Tu mujer dio a luz. Es necesario que trabajes aún más, para poder alimentar y vestir a tu criatura”. Y lo hacía hasta extenuarse. Dijo entonces al pensamiento: “No puedo ya soportar el trabajo”. Y agregó: “Si no puedes soportar el trabajo, tampoco busques mujer”. Y viendo Dios su sufrimiento, le quitó la lucha y descansó. ABBA ORSISIO121 1. Dijo abba Orsisio: “Un ladrillo crudo puesto como fundamento junto a un río, no resiste ni un día, pero el cocido resiste como piedra. Asimismo el hombre que tiene un sentir carnal y no arde como José en el temor de Dios, se disuelve cuando llega a un puesto principal. Son muchas las tentaciones de estos, que están en medio de los hombres. Es bueno que el que conoce su propia medida, rehúya el peso del mando. Los que están firmes en la fe, son inconmovibles. Si alguien quisiera hablar del santísimo José, debe decir que no era terrenal. ¡Cuántas tentaciones tuvo, y en qué región, donde no había señal de piedad hacia Dios! Pero el Dios de sus padres estaba con él y lo libró de todas las tribulaciones y ahora está con sus padres en el reino de los cielos. Nosotros también, conociendo nuestra medida, luchemos; apenas si podremos escapar del juicio de Dios. 120
“... El abad Olimpio de Escete era un antiguo esclavo muy humilde y dotado de gran discernimiento. Olimpio de
Las Celdas, nombrado en el segundo apotegma, es sin duda un personaje diferente” (Sentences, p. 217).
121
“Fue el segundo sucesor de san Pacomio al frente de sus comunidades. Gracias a los dos extractos de sus
catequesis introducidas aquí, la tradición pacomiana está representada en los apotegmas...” (Sentences, p. 218).
100
2. Dijo también: “Considero que si el hombre no guarda bien su corazón, olvidará y descuidará todo lo que oye y de este modo, el enemigo, encontrando lugar en él, lo hará caer. Es como la lámpara preparada y ardiente, si se descuida de ponerle aceite, poco después se apagará y después podrán más las tinieblas que ella. Y no sólo esto, sino que si una rata se acerca a la lámpara, buscando roer la mecha, no puede hacerlo antes de que se apague la lámpara y enfríe el aceite. Pero cuando ve que la lámpara, no sólo está sin luz, sino también sin calor, al tirar de la mecha, hace caer también la lámpara. Si ésta es de barro, se rompe, si es de bronce, el dueño de casa la llenará de nuevo. De manera semejante, en el alma negligente, el Espíritu Santo se va alejando poco a poco, hasta que al fin, pierde su calor y viene entonces el enemigo y come el fervor del alma y la maldad apaga también el cuerpo. Pero si el hombre es bueno en su unión con Dios, y en su simplicidad ha sido, arrastrado a la negligencia, Dios, en su misericordia, le envía su temor y el recuerdo de los castigos futuros, y lo dispone para que sea vigilante y se guarde, en el futuro, con mucha prudencia hasta su venida”. Letra Pi ABBA PASTOR122 1. Abba Pastor, cuando era joven, fue una vez a visitar a un anciano para interrogarlo acerca de tres pensamientos. Cuando llegó adonde estaba el anciano, olvidó uno de los tres y regresó a su celda, pero cuando estiró la mano para abrir el cerrojo, recordó la palabra que había olvidado. Dejando la llave, regresó adonde estaba el anciano. Este le dijo: “Te apresuraste a venir, hermano”. Él le contó: “Cuando estiré la mano para tomar la llave, recordé la palabra que buscaba y no abrí; por eso he regresado”. Era muy grande la distancia de camino. Le dijo el anciano: “Pastor de rebaños, tu nombre será pronunciado en todo Egipto”. 2. Paesio, hermano de abba Pastor, tenía familiaridad con un tal fuera de su celda. Abba Pastor no lo quería, y levantándose huyó adonde estaba abba Amonas y le dijo: “Paesio, mi hermano, tiene familiaridad con uno, y yo no tengo tranquilidad”. Le respondió abba Amonas: “Pastor ¿todavía vives? ve, siéntate en tu celda y pon en tu corazón que llevas un año en el sepulcro”. 3. Vinieron una vez los presbíteros de la región a los monasterios donde estaba abba Pastor. Entró abba Anub y le dijo: “Invitemos hoy a los presbíteros”. Aunque estuvo 122
Las colecciones de apotegmas le consagran a abba Pastor (= Poimén) un espacio de una amplitud excepcional: la
serie alfabética editada por Cotelier contiene 187 (sentencias), a las que hay que añadir una veintena de piezas
complementarias que contiene el alphabeticon normal y las dieciséis diversas de la colección sistemática. Si se
añaden las 21 piezas que se encuentran en las diversas colecciones griegas posteriores (colecciones derivadas) se
llega a casi los doscientos cincuenta apotegmas, es decir, un cuarto de la serie alfabética normal. Todavía hay que
agregar que Pastor es citado en veinticinco apotegmas pertenecientes a otros autores. estamos entonces ante un
conjunto muy considerable. Y, sin embargo, a pesar de esta documentación tan generosa, sabemos muy pocas cosas
de su vida... Pastor vivió en Escete junto con sus seis hermanos, de los que el mayor se llamaba Anub y otro Paesios.
Fue probablemente después de largo tiempo cuando, al producirse la devastación de Escete, se vieron obligados a
huir (cf. Anub 1). Esto sucedió en el año 407. Los siete hermanos fueron juntos a Terenuthis (Anub 1). Este lugar
será, según parece, su residencia habitual. Sin embargo, al menos una vez, Pastor fue en compañía de Anub a la
región de Diolcos. Se sabe asimismo que murió después que Arsenio (+ 449), puesto que lloró al enterarse de su
muerte (Arsenio 41). No se puede precisar más el cuadro geográfico y cronológico de su existencia. Pastor aparece
como el sabio gestor de un tesoro del cual es heredero. Comprendiendo, tal vez, que con la devastación de Escete se
daba vuelta una página de la historia, se esforzó por recoger todos los frutos del gran siglo escetiota, reagrupando los
fragmentos para que no se perdiera nada (cf. SCh 387, pp. 77-79). “Con abba Pastor la escuela de la espiritualidad
del desierto alcanza verdaderamente su cima y es también con él que el género apotegmático llega a su apogeo”
(Sentences, p. 220).
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mucho tiempo de pie, no le dio respuesta. Y salió triste. Le dijeron los que estaban cerca suyo: “Abba, ¿por qué no respondiste?”. Les dijo abba Pastor: “No tengo nada que ver con esto: estoy muerto, y el muerto, no habla”. 4. Antes de que llegasen los que estaban con abba Pastor, había en Egipto un anciano muy conocido y estimado. Cuando subieron desde Escete los que estaban con abba Pastor, los hombres abandonaron al anciano y acudían a abba Pastor. Este se afligió y dijo a sus hermanos: “¿Qué haremos a este gran anciano, porque los hombres nos han puesto en apuros, abandonando al anciano y acudiendo a nosotros, que no somos nada? ¿Cómo podremos aliviar al anciano?”. Y les dijo: “Hagan un poco de comida y tomen un odre de vino, y vamos adonde él está y comeremos juntos; de este modo, tal vez, podamos aliviarlo”. Tomaron el alimento y partieron. Cuando golpearon a la puerta, preguntó su discípulo: “¿Quiénes son?”. Ellos respondieron: “Di al abba que está Pastor, que quiere ser bendecido por ti”. Cuando se lo anunció el discípulo, contestó: “Vete, no puedo”. Ellos, sin embargo, permanecieron bajo el sol diciendo: “No nos alejaremos si no logramos ver al anciano”. El anciano, al ver su humildad y su paciencia, se condolió y les abrió, y entrando, comieron con él. Mientras comían dijo: “En verdad, no sólo es verdad lo que oí de ustedes, sino que en su obra lo he visto cien veces más”. Y fue su amigo desde aquel día. 5. El jefe de la región quiso en cierta ocasión ver a abba Pastor, y el anciano no lo permitía. Pretextando que se trataba de un malhechor, tomó al hijo de su hermana y lo mandó a la cárcel diciendo: “Si viene el anciano y me pide por él, yo lo libraré”. Y llegó su hermana, llorando, ante la puerta, pero él no le dio respuesta. Ella le respondió diciendo: “Entrañas de piedra, ten piedad de mí, pues es mi unigénito”. Él mandó decirle: “Pastor no tuvo hijos”. Y ella se retiró. Al oír esto el jefe mandó decirle: “Al menos manda con una palabra y lo libraré”. El anciano respondió diciendo: “Procede de acuerdo a las leyes: si es digno de muerte, que muera; si no es, haz lo que te parezca”. 6. Pecó una vez un hermano en un cenobio. Vivía en esos lugares un anacoreta, que hacía mucho tiempo que no salía. Vino el abad del cenobio adonde estaba el anciano, y le comunicó lo del hermano que había pecado. El respondió: “Expúlsenlo”. Salió el hermano del cenobio, entró en una cueva, y estaba llorando allí. Sucedió que unos hermanos que iban a ver a abba Pastor, lo oyeron llorar y lo encontraron en grande aflicción. Le rogaron que acudiese al anciano, pero él no quiso diciendo: “Aquí he de morir”. Fueron entonces adonde estaba abba Pastor y le contaron lo sucedido. El los exhortó y los despidió diciéndoles: «Díganle: “Abba Pastor te llama”». El hermano vino y cuando el anciano lo vio tan afligido, se levantó para saludarlo y agasajándolo lo invitó a comer. Mandó después abba Pastor un hermano para decirle al anacoreta: “Desde hace muchos años deseaba verte, porque he oído de ti, pero por la pereza de ambos no nos hemos encontrado. Ahora, si Dios quiere y aprovechando la ocasión, haz el esfuerzo de venir para que nos veamos”. Él no salía de su celda. Al oírlo, dijo: “Si Dios no hubiera inspirado al anciano, no me hubiera mandado a llamar”. Y levantándose fue hacia él. Después de saludarse con alegría, se sentaron. Abba Pastor le dijo: “Dos hombres vivían en cierto lugar y ambos tenían un muerto consigo; uno de ellos dejó a su muerto y se fue a llorar el muerto del otro”. Al oírlo el anciano se entristeció por lo dicho, y recordó lo que había hecho y dijo: “Pastor está muy alto en el cielo, y yo muy abajo en la tierra”. 7. Varios hermanos fueron una vez adonde estaba abba Pastor. Un pariente de abba Pastor tenía un niño, cuyo rostro un mal espíritu había vuelto hacia atrás. Viendo su padre la multitud de Padres, tomó al niño, y fuera del monasterio, se sentó llorando. Uno de los ancianos salió y al verlo le dijo: “¿Por qué lloras, oh hombre?”. El respondió: “Soy 102
pariente de abba Pastor y ha caído sobre el niño esta tentación. Quisimos mostrárselo al anciano, pero hemos tenido miedo. Porque no quiere vernos, Y si ahora supiese que estoy aquí, me haría expulsar. Pero yo, al ver que venían me animé a venir. Si lo quieres, abba, apiádate de mí y lleva al niño al interior, y oren por él”. El anciano, tomando al niño entró y fue prudente, no se lo mostró enseguida a abba Pastor, sino que, comenzando por los hermanos menores decía: “Signen al niño”. Cuando hubo hecho que todos lo signaran por su orden, finalmente lo llevó a abba Pastor. Pero éste no quería signarlo. Ellos le rogaban: “Como lo hicieron todos, debes hacer tú también, padre”. Y gimiendo, se levantó para orar diciendo: “ ¡Oh, Dios, sana a esta criatura tuya, para que no lo domine el enemigo!”. Y signándolo, se curó en seguida, y se lo devolvió curado a su padre (cf. Lc 9,42). 8. Un hermano de los que estaban cerca de abba Pastor, fue al extranjero y encontró cierto anacoreta, que era caritativo y muchos acudían a él. El hermano le habló de abba Pastor. Y al oír su virtud, quiso ir a verlo. Cuando el hermano hubo regresado a Egipto, después de un tiempo se levantó el anacoreta, y fue a lo del hermano de Egipto que él había recibido, puesto que le había indicado dónde vivía. Al verlo se asombró y se alegró mucho. El anacoreta dijo: “Hazme la caridad, llévame adonde se encuentra abba Pastor”. Lo llevó hasta donde estaba el anciano y se lo presentó en estos términos: “Es un gran hombre, que tiene mucha caridad y es muy honrado en su región. Le hablé de ti y ha venido con el deseo de verte”. Lo recibió con alegría y después de saludarse se sentaron. Comenzó el extranjero a hablar de la Escritura, acerca de cosas espirituales y celestiales. Abba Pastor volvió su rostro y no le respondió. Viendo que no hablaba con él, se retiró entristecido y dijo al hermano que lo había llevado: “Inútilmente he hecho este viaje, fui donde el anciano y no ha querido hablar conmigo”. Entró el hermano en lo de abba Pastor y le dijo: “Abba, por ti ha venido este gran hombre, que tiene tanta gloria en su región ¿por qué no le has hablado?”. Y le respondió el anciano: “Él es de las alturas y habla de cosas celestiales. Yo soy de aquí abajo y hablo de cosas terrenales, si me habla de cosas espirituales, yo nada sé de ellas; pero si me habla de las pasiones del alma, le responderé”. Saliendo de allí el hermano le dijo: “El anciano no habla fácilmente de la Escritura, pero si alguien le habla de las pasiones del alma, le responde”. Él, arrepentido, fue adonde estaba el anciano y le dijo: “¿Qué haré, abba, porque me domina la pasión del alma?”. Y el anciano le respondió con alegría, diciéndole: “Ahora vienes bien, abre tu boca para estas cosas y la llenaré de bienes”. Él, muy edificado, dijo: “Este es el verdadero camino”. Y dando gracias a Dios por haber merecido encontrar un santo semejante, se volvió a su región. 9. El gobernador de la provincia apresó a un hombre de la aldea de abba Pastor. Y vinieron todos a rogar al anciano que fuese y lo librase. El respondió: “Denme tres días, e iré”. Oró abba Pastor a Dios diciendo: “Señor, no me concedas esta gracia, ya que de otro modo, no me dejarán vivir en este lugar”. Vino el anciano para rogar al gobernador y éste le dijo: “¿Pides por un ladrón, abba?”. Se alegró el anciano, porque no recibió la gracia. 10. Contaron que estaban trabajando abba Pastor y sus hermanos, haciendo cuerdas, pero no progresaban porque no tenían para comprar el hilo. Uno de sus amigos contó la cosa a un comerciante fiel. Abba Pastor no quería recibir nada de nadie, por la molestia. El mercader, queriendo hacer algo por el anciano, simuló tener necesidad de las cuerdas, y tomando un camello, las llevó. Vino un hermano adonde estaba abba Pastor, y como supo lo que había hecho el mercader, queriendo alabarlo, dijo: “En verdad, abba, las llevó sin tener necesidad, para hacer algo por nosotros”. Al oír abba Pastor que las había llevado sin necesidad, dijo al hermano: “Levántate, alquila un camello y tráelas. Si no las traes, Pastor no vivirá más con ustedes. No quiero hacer injuria a nadie. ni que padezca 103
un daño adquiriendo lo que no precisa, para provecho mío”. Se fue su hermano, y las trajo con mucho esfuerzo. Si no lo hubiese hecho, se hubiera marchado el anciano. Cuando lo vio, se alegró, como si hubiese hallado un gran tesoro. 11. Un presbítero de Pelusio oyó decir que algunos hermanos iban a la ciudad con frecuencia, frecuentaban los baños y no ejercían la guardia sobre sí mismos. Por lo que les quitó el hábito cuando fue a la synaxis. Pero después, sintiéndose afligido en el corazón por esa causa, se arrepintió y fue a ver a abba Pastor, como embriagado por sus pensamientos. Llevó consigo los levitones de los hermanos e informó al anciano sobre lo sucedido. El anciano le dijo: “¿Por ventura, no queda en ti nada del hombre viejo? ¿Lo has apartado de ti?”. El presbítero le respondió: “Aún participo del hombre viejo”. Entonces le dijo el anciano: “Ves, tú también eres como los hermanos. Porque si todavía participas algo de lo antiguo, te hallas de modo semejante sujeto al pecado”. Fue entonces el presbítero y llamó a los hermanos y, pidiéndoles perdón, los vistió con el hábito monástico y los dejó marchar. 12. Interrogó un hermano a abba Pastor, diciendo: “He cometido un gran pecado y quiero hacer penitencia durante tres años”. El anciano le respondió: “Es demasiado”. El hermano le dijo: “¿Y durante un año?”. El anciano volvió a decirle: “Es demasiado”. Los que se hallaban presentes dijeron: “¿Y durante cuarenta días? “Volvió a decirles: “Es demasiado”. Y agregó: “Por mi parte digo que si un hombre se arrepiente de todo corazón y no vuelve a pecar, Dios lo recibe en tres días”. 13. Dijo también: “La señal del monje se manifiesta en las tentaciones”. 14. Dijo también: “Así como la guardia del emperador lo asiste siempre dispuesta, así le conviene al alma estar preparada contra el demonio de la fornicación”. 15. Abba Anub interrogó a abba Pastor acerca de los pensamientos impuros que engendra el corazón del hombre y acerca de los vanos deseos. Abba Pastor le dijo: «“¿Se gloriará acaso el hacha sin aquél que corta con ella? (Is 10,15)”. También tú: no les extiendas la mano y estarán ociosos». 16. Dijo también abba Pastor: “Si Nebuzardán, el jefe de la cocina, no hubiera venido, el templo del Señor no hubiera sido incendiado (cf. 2 R 25,8). Esto significa que si la dejadez de la gula no viniese al alma, el espíritu no caería en el combate con el enemigo”. 17. Decían acerca de abba Pastor que si era invitado a comer iba, aunque llorando y contra su voluntad, por no negarse a obedecer a su hermano y causarle pena. 18. Dijo también abba Pastor: “No vivas en un lugar donde veas que alguien tiene envidia de ti, porque si no lo haces así, no progresarás”. 19. Ciertos hermanos contaron a abba Pastor acerca de cierto monje que no bebía vino. Y él dijo: “El vino no es en absoluto propio de monjes”. 20. Abba Isaías interrogó a abba Pastor acerca de los pensamientos impuros. Abba Pastor le dijo: “Así como se corrompen con el tiempo los vestidos que se dejan olvidados en un arca, también los pensamientos, si no los ponemos corporalmente en práctica, se corrompen, es decir, desaparecen”. 21. Abba José preguntó acerca del mismo pensamiento y abba Pastor le, respondió: “Si 104
alguien arroja una serpiente y un escorpión dentro de una vasija y la cierra, con el tiempo ellos desaparecerán por completo. Lo mismo sucede con los malos pensamientos: sugeridos por los demonios, desaparecen por la paciencia”. 22. Un hermano vino a ver a abba Pastor y le dijo: “Siembro mi campo y hago caridad con ello”. El anciano le dijo: “Haces bien”, y aquél partió con fervor e intensificó la caridad. Abba Anub, al escuchar esto, le dijo: “¿No temes a Dios, que le has hablado así al hermano?”. El anciano guardó silencio. Dos días más tarde, abba Pastor vio llegar al hermano y le dijo, en presencia de abba Anub: “¿Qué me dijiste el otro día? Puesto que tenía la mente en otra parte”. El hermano respondió: “Te dije que siembro mi campo y hago caridad con ello”. Abba Pastor le dijo: “Pensé que te referías a tu hermano que vive en el mundo. Pero si eres tú quien obra así, ello no es propio de un monje”. Al escuchar esto, aquél se entristeció y dijo:”No sé hacer ningún otro trabajo fuera de este, y no puedo dejar de sembrar mi campo”. Cuando se hubo marchado, abba Anub hizo una metanía y dijo: “Perdóname”. Abba Pastor le dijo: “Yo sabía también, desde el comienzo, que ese no era trabajo propio de un monje, pero le hablé conforme a sus ideas y le di aliento para que aumentara su caridad. Pero ahora se ha marchado triste y obrará nuevamente como antes”. 23. Abba Pastor dijo: «Si un hombre ha pecado y lo niega, diciendo: “No pequé”, no lo reprendas, porque tal vez de ese modo lo desanimas. Pero si le dices: “No te desanimes, hermano, pero cuídate de ahora en adelante”, excitas su alma a la penitencia». 24. Dijo también: “La experiencia es una cosa buena, porque ella enseña123 al hombre paciente”. 25. Dijo también: “Un hombre que enseña y no pone en práctica las cosas que enseña, es semejante a una fuente que abreva y lava a todo el mundo, pero que no puede purificarse a sí misma”. 26. Cierta vez, pasando abba Pastor por Egipto, vio una mujer sentada junto a un sepulcro, llorando amargamente. Y dijo: “Aunque vinieran todos los deleites de este mundo, no podrían apartar su alma de la compunción. De modo semejante, el monje debe tener siempre en sí mismo la compunción”. 27. Dijo también: “Hay un hombre que parece callar, pero que condena a otros en su corazón; ese tal habla constantemente. En cambio, hay otro que habla de la mañana a la noche, y sin embargo guarda silencio; es decir, no dice nada que no sea de provecho”. 28. Un hermano se llegó adonde abba Pastor y le dijo: “Abba, tengo innumerables pensamientos y ellos me ponen en peligro”. El anciano lo llevó fuera y le dijo: “Llena tu pecho y retiene el aire”. Pero aquél le dijo: “No puedo”. El anciano le dijo: “Si no puedes hacer esto, tampoco puedes impedir que lleguen a ti los pensamientos, pero el resistirlos depende de ti”. 29. Dijo abba Pastor: “Si se encuentran tres hermanos, de los cuales uno guarda la paz interior con perfección, el otro da gracias a Dios en las enfermedades y el tercero sirve a otros con un corazón puro, los tres están obrando lo mismo”. 30. Dijo también: «Está escrito: “Como el ciervo desea las fuentes de las aguas, así mi 123
Otra lectura: hace al hombre paciente.
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alma te desea a ti, Dios mío (Sal 41 [42],2)”. En efecto, los ciervos en el desierto engullen muchos reptiles, y como el veneno los quema, desean ir a beber a las fuentes para refrescar el ardor del veneno de las serpientes. Del mismo modo, los monjes que permanecen en el desierto son abrasados por los demonios malvados, y suspiran por el sábado y el domingo, para ir a las fuentes de las aguas, es decir, el Cuerpo y la Sangre del Señor, para ser purificados de la amargura del maligno». 31. Abba José preguntó a abba Pastor: “¿Cómo conviene ayunar?”. Abba Pastor le respondió: “Por mi parte, prefiero a aquel que come un poco cada día para no saciarse”. Abba José le dijo: “Cuando eras más joven, ¿acaso no ayunabas durante dos días seguidos, abba?”. Respondió el anciano: “Sí, y aun durante tres, cuatro y toda una semana. Los Padres, hombres resistentes, probaron todas estas cosas y hallaron preferible comer todos los días una cantidad pequeña; y nos legaron un camino real, que es confortable”. 32. Decían acerca de abba Pastor que cuando se disponía para ir a la synaxis, se sentaba en la soledad y examinaba sus pensamientos durante una hora, y después salía. 33. Un hermano interrogó a abba Pastor diciendo: “Me han dejado una herencia, ¿qué he de hacer con ella?”. El anciano le dijo: “Vete, y vuelve dentro de tres días, que te lo diré”. Cuando volvió conforme a lo que se le había mandado, el anciano le habló así: “¿Qué puedo decirte, hermano? Si te digo: Dalo a la Iglesia, harán banquetes con ella; si te digo: Dalo a tus parientes, no te será de provecho alguno; si te digo: Dalo a los pobres (Mt 19,21), no lo harás. Haz, pues, lo que quieras, que no es asunto mío”. 34. Otro hermano lo interrogó, diciendo: “¿Qué significa: No devolverás mal por mal (1 Ts 5,15)?”. El anciano le dijo: “Esta pasión tiene cuatro etapas: la primera es la del corazón, la segunda la del ojo, la tercera la de la lengua y la cuarta es no devolver el mal por el mal. Si purificas tu corazón, la pasión no viene a los ojos; mas si viene a los ojos, cuida de no hablar; pero si hablas, deja inmediatamente de hacerlo, para no devolver mal por mal”. 35. Abba Pastor dijo: “Estas tres virtudes: la vigilancia, el conocimiento de sí mismo y el discernimiento, son las guías del alma”. 36. Dijo también: “Los instrumentos del alma son: postrarse en presencia de Dios, no medirse a sí mismo y abandonar la voluntad propia”. 37. Dijo también: “La victoria sobre toda dificultad que te sobreviniere es guardar silencio”. 38. Dijo también: “Todo descanso corporal es una abominación para el Señor”. 39. Dijo también: “La compunción tiene dos lados: trabaja y protege (Gn 2,15)”. 40. Dijo también: “Si te viniere un pensamiento acerca de las cosas que son necesarias al cuerpo, ponlo en orden por primera vez; si viene nuevamente, ponlo en orden por segunda vez; pero si viene por tercera vez, ya no le prestes atención porque ello es inútil”. 41. Dijo también: «Un hermano interrogó a abba Alonios diciendo: “¿Qué significa llegar a ser como la nada?”. El anciano le respondió: “Es permanecer debajo de los seres irracionales y saber que están libres de condena”». 106
42. Dijo también: «Si el hombre recordara aquella sentencia que dice: “Por tus palabras serás justificado y por tus palabras serás condenado” (Mt 12,37), optaría más bien por callar». 43. Dijo también: “La distracción es el principio de los males”. 44. Dijo también que abba Isidoro, presbítero de Escete, habló cierta vez al pueblo diciendo: “Hermanos, ¿acaso no hemos venido a este lugar para trabajar? Pero ahora ya no hay trabajo, así que, preparada mi melota, me marcho adonde haya trabajo, y allí encontraré reposo”. 45. Un hermano le dijo a abba Pastor: “Si veo alguna cosa, ¿quieres que te lo diga?”. El anciano le respondió: «Está escrito: “Aquel que responde antes de escuchar, acarrea necedad y deshonra sobre sí (Pr 18,13)”. Si has sido interrogado, habla; pero si no, guarda silencio». 46. Un hermano interrogó a abba Pastor diciendo: “¿Puede el hombre confiar en una sola acción?”. El anciano le respondió: «Abba Juan Colobos dijo: “Por mi parte, desearía tener un poco de todas las virtudes”»124. 47. El anciano dijo también: «Un hermano preguntó a abba Pambo: “¿Es bueno alabar al prójimo?”. El anciano le respondió: “Mejor es callar”». 48. Abba Pastor dijo también: “Si un hombre hiciera un cielo nuevo y una tierra nueva (Is 66,22), no por eso estaría libre de cuidado”. 49. Dijo también: “El hombre necesita de la humildad y del temor de Dios como del aliento que sale de sus narices”. 50. Un hermano interrogó a abba Pastor diciendo: “¿Qué haré?”. El anciano le dijo: “Cuando Abrahán entró en la tierra prometida compró un sepulcro para él, y por la tumba recibió en herencia la tierra” (cf. Gn 23,1-­‐20). El hermano le dijo: “¿Qué es la tumba?”. El anciano le dijo: “El lugar del llanto y de la compunción”. 51. Un hermano le dijo a abba Pastor: “Si doy a mi hermano un poco de pan o de cualquier otra cosa, los demonios lo ensucian como si lo hiciera para agradar a los hombres”. El anciano le dijo: “Aunque se haga para agradar a los hombres, demos igualmente lo necesario al hermano”. Y le refirió la siguiente parábola: “Dos agricultores vivían en la misma ciudad, uno de ellos sembraba y recogía pocos y malos frutos. El otro, que no se tomaba el trabajo de sembrar, no recogía nada. Si llegara un hambre, ¿cuál de los dos hallaría de qué vivir?”. El hermano respondió: “El que recogía pocos y malos frutos”. El anciano le dijo: “Obremos también nosotros así: sembremos un poco, aunque sea malo, para no morir de hambre”. 52. Dijo también abba Pastor que abba Amonas había dicho: “Un hombre puede pasar todo el tiempo de su vida llevando el hacha, y no encontrar el modo de voltear el árbol. En cambio, un talador experimentado derriba el árbol con pocos golpes”. Él decía que el hacha era la discreción. 124
Cf. Juan Colobos 34.
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53. Un hermano interrogó a abba Pastor diciendo: “¿Cómo debe conducirse el hombre?”. El anciano le dijo: “Fijémonos en Daniel, contra quien no pudieron hallar acusación alguna, a no ser el culto sagrado al Señor su Dios (cf. Dn 6,5-­‐6)”. 54. Abba Pastor dijo: «La voluntad del hombre es un muro de bronce (Jr 1,18) entre él y Dios, una piedra interpuesta. Por eso, el abandonarla, el hombre se dice para sí: “En mi Dios atravieso el muro (Sal 17[18],30)”. Si la justicia concuerda con la voluntad, el hombre se esfuerza». 55. Dijo también: «Estando los ancianos sentados cierta vez para comer, abba Alonios se levantó para servir, y ellos, al verlo, lo alabaron. Pero él no respondió absolutamente nada. Entonces alguien le dijo en privado: “¿Por qué no respondiste a los ancianos que te alabaron?”. Abba Alonios le dijo: “Si les hubiera respondido, estaría aceptando sus alabanzas”». 56. Dijo también: “Los hombres hablan a la perfección, pero son muy poco consecuentes al obrar”. 57. Abba Pastor dijo: “Así como el humo expulsa a las abejas y quita la dulzura de sus trabajos, del mismo modo el descanso corporal arroja del alma el temor de Dios y diluye todas sus prácticas125”. 58. Un hermano fue a ver a abba Pastor en la segunda semana de Cuaresma y le expuso sus pensamientos. Cuando hubo encontrado la paz, le dijo: “Hoy estuve a punto de no venir”. El anciano le preguntó: “¿Por qué?”. Le respondió el hermano: «Me dije: “Quizá no me abra a causa de la Cuaresma”». Abba Pastor le dijo: “Nosotros no hemos aprendido a cerrar la puerta de madera, sino la puerta de la lengua”. 59. Abba Pastor dijo también: “Conviene huir de las cosas carnales. Puesto que cuando el hombre se encuentra junto al combate carnal, se asemeja a un hombre que permanece inmóvil cerca de un lago profundo y a quien el enemigo lo precipita con facilidad hacia abajo, a la hora que juzgare conveniente. Pero si se encuentra lejos de las cosas carnales, se asemeja al varón que permanece lejos del lago, de modo que si lo tomara el enemigo para arrojarlo hacia abajo, Dios le envía su auxilio en el mismo instante en que es tomado y violentado”. 60. Dijo también: «La pobreza, la aflicción, la austeridad, y el ayuno son los instrumentos de la vida solitaria. Porque está escrito: “Si estos tres hombres, Noé, Job y Daniel, estuvieran juntos, vivo yo, dice el Señor (Ez 14,14)”. En efecto, Noé es figura de la pobreza, Job del sufrimiento y Daniel de la discreción. Si estas tres prácticas estuvieran en el hombre, el Señor habitará en él». 61. Abba José decía: “Estando sentados con abba Pastor, llamó éste a Agatón con el nombre de abba. Nosotros le dijimos: ¿Por qué lo llamas abba, siendo todavía tan joven? Abba Pastor respondió: Porque su boca lo hizo digno de ser llamado abba”. 62. Un hermano acudió cierta vez adonde estaba abba Pastor y le dijo: «¿Qué haré, abba, pues me oprime la fornicación, y he ido a ver a abba Ibistión, que me dijo: “No le permitas permanecer en ti?”. Abba Pastor le dijo: “Abba Ibistión tiene sus obras con los ángeles en el cielo y no sabe que tú y yo permanecemos aún en la fornicación. Si el 125
Otra variante: “todas sus buenas prácticas”.
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monje contiene el vientre y la lengua, no muere”». 63. Dijo abba Pastor: “Enseña a tu boca a hablar las cosas que hay en tu corazón”. 64. Un hermano interrogó a abba Pastor diciendo: “Si veo que mi hermano comete una falta, ¿hago bien en ocultarla?”. El anciano le dijo: “En el mismo momento que ocultamos la falta de nuestro hermano, Dios oculta la nuestra; y en el momento que la manifestamos, Dios hace manifiesta la nuestra”. 65. Abba Pastor dijo también que alguien interrogó una vez a abba Paesio diciendo: “¿Qué haré de mi alma, porque está dormida y no teme a Dios?”. Le respondió: “Ve, únete con un hombre que tema a Dios y permanece junto a él, y te enseñará a temer a Dios”. 66. Dijo también: “Si el monje vence en dos cosas podrá librarse del mundo”. Le preguntó el hermano: “¿Cuáles son?”. Él le dijo: “El deseo carnal y la vanagloria”. 67. Abraham, el discípulo de abba Agatón, interrogó a Abba Pastor diciendo: “¿Por qué me combaten los demonios?”. Le dijo abba Pastor: “¿Te combaten los demonios? No combaten contra nosotros mientras hacemos nuestra propia voluntad. Nuestras voluntades propias son las que se convierten en demonios, y son ellas quienes nos afligen para que las cumplamos. Pero si quieres ver contra quienes luchan los demonios, es contra Moisés y los que son como él”. 68. Abba Pastor dijo: “Dios ha dado esta forma de vida a Israel: abstenerse de todas aquellas cosas que son contra la naturaleza, es decir, de la ira, la cólera, la envidia, el odio y la murmuración contra el hermano; y de las restantes cosas de la antigua ley126”. 69. Un hermano suplicó a abba Pastor diciendo: “Dime una palabra”. El anciano le dijo: “Los ancianos pusieron la compunción como principio de toda acción”. El hermano le dijo: “Dime otra palabra”. El anciano le respondió: «Trabaja cuanto puedas con tus manos, para hacer misericordia con ello, porque está escrito: “La limosna y la fe purifican los pecados (Pr 15,27 LXX)”». El hermano le preguntó: “¿Qué es la fe?”. El anciano respondió: “Vivir en la humildad y hacer misericordia”. 70. Un hermano interrogó a abba Pastor diciendo: “Si veo a un hermano de quien he oído decir que pecó, no quiero introducirlo en mi celda, pero si veo a uno que es bueno, me alegro con su presencia”. El anciano le dijo: «Si haces un pequeño bien al hermano justo, haz con el otro el doble, porque está enfermo. En efecto, había en un cenobio un anacoreta llamado Timoteo; el higúmeno supo que un hermano estaba tentado y preguntó a Timoteo sobre ello. Este le aconsejó echar fuera al hermano. Así, pues, cuando aquél fue expulsado, la tentación del hermano cayó sobre Timoteo, hasta el punto de pecar. Entonces, Timoteo lloró en presencia de Dios diciendo: “He pecado, perdóname”. Y vino una voz que le dijo: “Timoteo, no pienses que te ha venido esto por otra razón que la de haber despreciado a tu hermano en el tiempo de la tentación”». 71. Abba Pastor dijo: «Esta es la razón por la que yacemos en semejantes tentaciones: que no guardamos nuestro nombre y nuestra condición. Como dice la Escritura: “¿No vemos acaso que el Señor le dio el descanso a la mujer cananea que admitió su nombre?” (cf. Mt 15,27). Y también, porque Abigail dijo a David: “El pecado está en mí” (1 S 25,24), la 126
Lit.: de la antigüedad.
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escuchó y la amó. Abigail es figura del alma, David de la divinidad. Si el alma se acusa en presencia del Señor, Él la ama». 72. Abba Pastor iba cierta vez con Abba Anub hacia la región de Diolcos. Al llegar cerca de los sepulcros vieron una mujer muy afligida y que lloraba amargamente, y se detuvieron para contemplarla. Avanzaron un poco más y se encontraron con alguien a quien abba Pastor interrogó diciendo: “¿Qué le sucede a esta mujer que llora amargamente?”. Le contestó: “Han muerto su marido, su hijo y su hermano”. Entonces abba Pastor le dijo a abba Anub: “Te aseguro que si el hombre no mata todas las voluntades de la carne (cf. Col 3,5; Ef 2,3) y no posee una compunción como esta, no puede llegar a ser monje. Pues toda la vida y toda el alma de esta mujer están puestas en la compunción”. 73. Dijo abba Pastor: “No te midas a ti mismo, sino únete al que se conduce rectamente” 74. Dijo también: «Cuando un hermano iba a ver a abba Juan Colobos, él le ofrecía la caridad de la que habla el Apóstol: “La caridad es paciente, es benévola (1 Co 13,4)”». 75. También dijo de abba Pambo, que abba Antonio había dicho de él: “Por el temor de Dios hizo que habitase en él el Espíritu de Dios” (cf. 1 Co 3,16). 76. Uno de los Padres contó acerca de abba Pastor y sus hermanos, que vivían en Egipto y su madre quería verlos, y no podía. Observó ella el momento en que iban a la iglesia, y les salió al encuentro. Ellos, al verla, se volvieron y le cerraron la puerta en la cara. Pero ella clamaba a la puerta, llorando mucho y diciendo: “Que pueda verlos, amados hijos míos”. Al oírla abba Anub se dirigió a abba Pastor diciendo: “¿Qué le haremos a la anciana que está llorando delante de la puerta?”. Y desde el interior, donde se encontraba de pie, la oyó llorar con muchos gemidos. Le dijo: “¿Por qué lloras así, mujer?”. Mas ella, al oír su voz, lloraba mucho más, clamando y diciendo: “¡Quiero verlos, hijos míos! ¿Qué hay si los miro? ¿No soy acaso su madre? ¿Por ventura no los amamanté? Ya estoy llena de canas. Al oír tu voz me turbé”. Le dijo el anciano: “¿Quieres vernos aquí o en el otro mundo?”. Le respondió: “Si no los veo aquí, ¿los veré en el otro mundo?”. Le dijo: “Si te haces violencia aquí para no vernos, nos verás allá”. Y se marchó alegremente, diciendo: “Finalmente, si los he de ver allí no quiero verlos aquí”. 77. Un hermano interrogó a abba Pastor diciendo: “¿Cuáles son las cosas superiores?”127 (cf. Rm 11,20; 12,16). Respondió el anciano: “La pretensión de justicia128”. 78. Una vez algunos herejes vinieron a visitar a abba Pastor y comenzaron a murmurar del obispo de Alejandría, como si hubiera recibido la ordenación de manos de los presbíteros. El anciano, guardando silencio, llamó a su discípulo y le dijo: “Dispón la mesa, encárgate de que coman y despídelos en paz”. 79. Abba Pastor dijo que un hermano que vivía con otros hermanos preguntó a abba Besarión: “¿Qué haré?”. El anciano le dijo: “Guarda silencio y no te midas a ti mismo”. 80. Dijo también: “No entregues tu corazón a lo que no lo llena”. 81. Dijo también: “Si te desprecias a ti mismo, hallarás descanso en cualquier lugar en 127
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O: elevadas, arrogantes (ypselá).
Dikaíoma ( acto de justicia, reclamación, pretensión justa).
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que te encuentres”. 82. Dijo también que abba Sisoes decía: “Hay una vergüenza que peca por ausencia de temor”. 83. Dijo también: “La voluntad y el descanso, y la costumbre de estas cosas trastornan al hombre”. 84. Dijo también: “Si tú eres silencioso, hallarás descanso dondequiera te encuentres”. 85. Dijo también acerca de abba Pior que cada día comenzaba de nuevo. 86. Un hermano interrogó a abba Pastor, diciendo: “Si un hombre está envuelto en algún pecado, y se convierte, ¿es perdonado por Dios?”. El anciano le dijo: «¿Acaso Dios, que manda obrar así a los hombres, no lo hará aún más? Él ordenó a Pedro diciendo: “Hasta setenta veces siete (Mt 18,22)”». 87. Un hermano interrogó a abba Pastor, diciendo: “¿Es cosa buena orar?”. El anciano le respondió: «Dijo abba Antonio: “Esta palabra procede de la boca del Señor que dice: ‘Consuelen, consuelen a mi pueblo, dice el Señor’ (Is 40,1)”». 88. Un hermano interrogó a abba Pastor, diciendo: “¿Puede el hombre contener todos sus pensamientos y no abandonar ninguno al enemigo?”. El anciano le dijo: “Hay quien recibe diez y da uno”. 89. El mismo hermano interrogó sobre la misma cuestión a abba Sisoes. Le respondió: “Existe ciertamente quien no le da nada al enemigo”. 90. En el monte Atlibeo vivía un gran hesycasta. Llegaron los ladrones donde él, y el anciano comenzó a gritar. Al oírlo, los vecinos apresaron a los ladrones y los, entregaron al oficial, que los arrojó en la cárcel. Los hermanos se entristecieron y decían: “Por causa nuestra fueron entregados”. Se levantaron, fueron a ver a abba Pastor y le contaron lo sucedido. Éste le escribió al anciano, diciéndole: “Piensa en la primera entrega y de donde viene, y luego examina la segunda. Si no te hubieras entregado interiormente antes, no habrías hecho la segunda entrega”. Al escuchar la carta de abba Pastor (que era célebre en toda la región, puesto que no salía de su celda), se levantó, fue a la ciudad, sacó a los ladrones de la cárcel y públicamente les dio la libertad. 91. Abba Pastor dijo: “El monje no se queja, el monje no se desquita, el monje no es colérico”. 92. Algunos ancianos fueron a ver a abba Pastor, y le dijeron: “Si vemos a los hermanos dormitando durante la synaxis, ¿quieres que los reprendamos, para que estén despiertos en la vigilia?”. Pero él les respondió: “Cuando veo un hermano que duerme, pongo su cabeza sobre mis rodillas y lo dejo descansar”. 93. Contaban acerca de un hermano, que sufría la tentación de la blasfemia, y le daba vergüenza decirlo. Donde oía que había grandes ancianos, iba a verlos, para exponerla a ellos, pero cuando llegaba, tenía vergüenza de confesarlo. Muchas veces fue a ver a abba Pastor. Y el anciano veía que tenía tentaciones, y se afligía porque el hermano no lo manifestaba. Un día le dijo: “Desde hace tanto tiempo vienes hasta aquí para decirme tus pensamientos, y cuando llegas no los quieres decir, sino que te vuelves afligido, como 111
has venido. Dime, hijo, lo que tienes”. Él respondió: “El demonio me empuja a la blasfemia contra Dios, y me avergüenza decirlo”. Cuando lo hubo dicho, sintió un alivio. Y el anciano le dijo: «No te aflijas, hijo; cada vez que llega a ti la tentación, di: “No tengo culpa en esto; tu blasfemia sea sobre ti, Satanás. Mi alma no lo quiere”. Lo que el alma no quiere, dura poco». Y el hermano se marchó curado. 94. Un hermano interrogó a abba Pastor, diciendo: “Observo que dondequiera yo vaya, encuentro ayuda”. El anciano le dijo: “Los que tienen una espada en sus manos, tienen a Dios que los ayuda en el tiempo presente. Si somos valientes, su misericordia obrará con nosotros”. 95. Abba Pastor dijo: “Si un hombre se reprende a sí mismo, está protegido por todas partes”. 96. Dijo también que abba Amonas decía: “Un hombre puede estar cien años en la celda sin aprender cómo vivir en la celda”. 97. Abba Pastor dijo: «Si el hombre logra lo que dice el Apóstol: “Para los puros, todas las cosas son puras (Tt 1,15)”, se verá a sí mismo inferior a todas las criaturas». El hermano le dijo: “¿Cómo podré considerarme inferior a un criminal?”. El anciano le dijo: «Cuando un hombre obtiene lo que hemos dicho, si ve a un hombre cometiendo un crimen, dice: “Éste cometió este único pecado, pero yo mato todos los días”». 98. Un hermano hizo la misma pregunta a abba Anub, refiriéndole lo que había dicho abba Pastor. Abba Anub le contestó: “Si un hombre pone en práctica esa palabra al ver las culpas de su hermano, hace que su justicia se imponga sobre sus faltas”. El hermano le dijo: “¿Qué es su justicia?”. El anciano le respondió: “Que se reprenda siempre”. 99. Un hermano dijo a abba Pastor: “Si caigo en un pecado miserable, mi conciencia me devora y me acusa, diciendo: ¿Por qué has caído?”. El anciano le dijo: «Cuando el hombre cede al error, si dice: “Pequé”, al punto cesa el pecado». 100. Un hermano interrogó a abba Pastor, diciendo: “¿Por qué los demonios persuaden a mi alma para que permanezca con el que me es superior, y me hacen despreciar el que me es inferior?”. El anciano le respondió: «Por eso dice el Apóstol: “En una casa grande no hay solamente vasos de oro y de plata, sino también de madera y de arcilla. Si alguien se purifica de todo eso, será un vaso útil para el honor del Señor, que se halla preparado para toda obra buena (2 Tm 2,20-­‐21)”». 101. Un hermano interrogó a abba Pastor; diciendo: “¿Por qué no puedo ser libre con los ancianos en mis pensamientos?”. El anciano le refirió lo que había dicho abba Juan Colobos: “Nada regocija tanto al enemigo, como esos que no manifiestan sus pensamientos”. 102. Dijo un hermano a abba Pastor: “Mi corazón languidece cuando me sobreviene una pequeña aflicción”. El anciano le dijo: “¿No admiramos a José, joven de diecisiete años, que sostuvo la tentación hasta el fin? (cf. Gn 37—40). Y Dios lo glorificó. ¿No vemos también a Job, cómo resistió hasta el fin, guardando la paciencia? (cf. Jb 2,10). No pudieron las tentaciones arrancarlo de la esperanza en Dios”. 103. Dijo abba Pastor: “El cenobio exige tres prácticas: la humildad es una, otra la obediencia, y la tercera que es ponerse en movimiento, teniendo como aguijón el trabajo 112
del cenobio”. 104. Un hermano interrogó a abba Pastor, diciendo: “En el tiempo de mi aflicción pedí a uno de los santos que me diera algo que me era útil, y me lo dio como una caridad. Ahora bien, ¿si Dios me favorece, lo he de dar como caridad a otros o al que me lo dio a mí?”. Le respondió el anciano: “Lo justo según Dios es que se lo des a él, pues es suyo”. El hermano le dijo: “Si se lo llevo y no lo quiere aceptar, sino que me dice: Ve, dalo al que quieras, como caridad ¿qué haré?”. Le dijo el anciano: “Es suya la cosa. Si alguien te da algo por su iniciativa, sin que se lo pidas tú, es tuyo. Pero si tú lo pides a un monje o a un seglar, y no lo quiere recibir de vuelta, lo razonable es que, sabiéndolo él, lo des a otro en su nombre, como caridad”. 105. Decían de abba Pastor que nunca quería dar su palabra después de otro anciano, sino que, más bien, lo alababa en todo. 106. Abba Pastor dijo: “Muchos de nuestros Padres fueron fuertes en la ascesis, pero en la delicadeza, uno u otro”. 107. Estando sentado cierta vez abba Isaac junto a abba Pastor, se oyó el canto de un gallo. Dijo aquél: “¿Es posible oír estas cosas aquí, abba?”. Respondió diciendo: “Isaac, ¿por qué me obligas a hablar? Tú y los que son semejantes a ti oyen estas cosas, pero el que vigila no hace caso de ellas”. 108. Contaban que si venían a ver a abba Pastor, éste los enviaba primero a abba Anub, puesto que era mayor que él. Pero abba Anub les decía: “Vayan donde mi hermano Pastor, porque él tiene el carisma de la palabra”. Y si abba Anub se sentaba junto a abba Pastor, no hablaba abba Pastor en su presencia. 109. Había un seglar que llevaba vida muy piadosa. Fue a visitar a abba Pastor, y fueron otros hermanos, que pedían que les dijese una palabra. El anciano dijo al fiel seglar: “Diles una palabra a los hermanos”. Pero él suplicaba, diciendo: “Perdóname, abba, yo vine para aprender”. Pero obligado por el anciano, dijo: «Soy un secular que vendo verduras y, en mi negocio, desato los haces y los hago más pequeños, compro barato y vendo caro. Por lo demás no sé hablar de la Escritura; pero diré una parábola: Cierto hombre dijo a un amigo suyo: “Tengo deseos de ver al emperador, ven conmigo”. El amigo le respondió: “Iré contigo hasta la mitad del camino”. Luego dijo a otro amigo: “Ven y acompáñame hasta el emperador”. Mas éste le dijo: “Te llevaré hasta el palacio del emperador”. Dijo a un tercero: “Ven conmigo hasta el emperador”. Y le contestó: “Iré y te conduciré hasta el palacio, y me quedaré, y hablaré y te introduciré hasta el emperador”». Le preguntaron cuál era el sentido de la parábola. Él les respondió: “El primer amigo es la ascesis, que lleva hasta el camino; el segundo es la castidad, que lleva al cielo; el tercero es la limosna, que introduce con confianza hasta Dios nuestro emperador”. Los hermanos se retiraron edificados. 110. Un hermano que vivía fuera de su aldea, y hacía muchos años que no volvía a entrar en ella, decía a los hermanos: “Vean cuántos años llevo sin ir a mi aldea en cambio ustedes van con frecuencia”. Interrogado abba Pastor sobre esto, dijo el anciano: “Durante la noche subo a la aldea y camino alrededor de ella, para que mi alma no se gloríe por no haber estado en ella”. 111. Interrogó un hermano a abba Pastor, diciendo: “Dime una palabra”. El anciano le dijo: “Cuando la olla está caliente, ni la mosca ni el reptil pueden tocarla. Pero cuando está 113
fría, se instalan en ella. Así le ocurre al monje: mientras permanece en las prácticas espirituales, el enemigo no encuentra el modo de abatirlo”. 112. Abba José decía que abba Pastor había dicho: «Lo que está escrito en el Evangelio: “El que tiene una túnica, que la venda, y compre una espada (Lc 22,36)”, quiere decir que el que goza de reposo, lo abandone, y tome el camino estrecho (Mt 7,14)”. 113. Algunos Padres preguntaron a abba Pastor: “Si vemos pecar a un hermano, quieres que lo reprendamos?”. El anciano les dijo: “Por lo que a mí respecta, si tengo que pasar por allí y veo a alguien que está pecando, sigo mi camino y no lo reprendo”. 114. Abba Pastor dijo: «Está escrito: “Da testimonio de lo que han visto tus ojos (Sal 23[24],8)”. Pero yo les digo: “Aunque lo toquen con sus manos, no den testimonio. Porque cierto hermano fue engañado de este modo: vio a un hermano suyo que pecaba con una mujer; fuertemente combatido por la tentación, se acercó y les tocó los pies, creyendo que se encontraban allí, y les dijo: ‘¡Terminen de una vez! ¿Hasta cuándo?’. Y advirtió entonces que eran unos haces de trigo. Por esta razón les dije: “Aunque lo toquen con sus manos, no reprendan”». 115. Un hermano interrogó a abba Pastor, diciendo: “¿Qué haré, puesto que soy combatido por la fornicación y por la ira?”. El anciano le dijo: «A raíz de esto dijo David: “Golpeaba al león y mataba al oso” (1 S 17,35); es decir: amputaba la ira y oprimía la fornicación con las fatigas”. 116. Dijo también: “No hay caridad más grande que la de dar la vida por el prójimo (Jn 15,13). Porque si uno oye una palabra mala, es decir, que causa tristeza, y pudiendo decirla él también, lucha para no decirla, o si es engañado, y lo soporta y no retribuye al que así obró con él, este hombre da su vida por su prójimo”. 117. Un hermano interrogó a abba Pastor, diciendo: “¿Qué es un hipócrita?”. El anciano le respondió: «Hipócrita es aquel que enseña a su prójimo aquellas cosas que él no hace. Está escrito: “¿Por qué miras la paja en el ojo de tu hermano, y hay una viga en tu ojo?” (Mt 7,3-­‐4)». 118. Un hermano interrogó a abba Pastor, diciendo: “¿Qué es airarse vanamente contra un hermano?” (Mt 5,22). Le respondió: “Si te aíras contra tu hermano por cualquier ofensa con que te injuria, te enojas sin causa. Aunque te arranque el ojo derecho y te corte la mano derecha, si te enojas, te enojas vanamente. Pero si se aparta de Dios, entonces sí, aírate”. 119. Un hermano interrogó a abba Pastor, diciendo: “¿Qué he de hacer con mis pecados?”. El anciano le dijo: «El que desea limpiarse de sus pecados, los lava con el llanto, y el que desea adquirir las virtudes las adquiere con el llanto. En efecto, llorar es el camino que nos dieron la Escritura y nuestros Padres, diciendo: “Lloren” (St 4,9). Ciertamente, no hay otro camino fuera de éste». 120. Un hermano preguntó a abba Pastor: “¿Qué es el arrepentimiento del pecado?”. El anciano le respondió: “No cometerlo ya en adelante. Por esta razón, los justos fueron llamados irreprochables (cf. Col 1,22), porque abandonaron el pecado y se volvieron justos”. 121. Dijo también: “La malicia de los hombres está escondida dentro de ellos”. 114
122. Un hermano preguntó a abba Pastor: “¿Qué haré con estas preocupaciones que me afligen?”. El anciano le dijo: “Lloremos en la presencia de Dios en todas nuestras aflicciones, hasta que haga misericordia con nosotros”. 123. El mismo hermano lo interrogó nuevamente: “¿Qué haré con las amistades vanas que tengo?”. Él le dijo: “Hay hombres que se esfuerzan hasta la muerte, atendiendo a las amistades de este mundo. No te acerques a ellas, no las toques, y se transformarán ellas mismas”. 124. Un hermano interrogó a abba Pastor, diciendo: “¿Puede estar muerto un hombre?”. Le respondió: “Si se inclina hacia el pecado, se vuelve moribundo; pero si se inclina al bien, vive y actúa”. 125. Dijo abba Pastor que el bienaventurado Antonio había dicho que el gran poder del hombre consiste en que arroje sus faltas sobre sí, en la presencia de Dios, y espere la tentación hasta el último suspiro. 126. Preguntaron a abba Pastor a quién se refería la palabra de la Escritura: “No inquieten por el mañana” (Mt 6,34). El anciano respondió: «Se dijo para el hombre tentado y débil, para que no se aflija, diciendo: “¿Cuánto tiempo permaneceré en esta tentación?”; sino que, más bien, piense y diga cada día: “Hoy” (Hb 3,13)». 127. Dijo también: “Enseñar al prójimo corresponde al hombre sano y sin pasiones, porque ¿de qué sirve edificar la casa de otro y destruir la propia?”. 128. Dijo también: “¿De qué sirve darse a un oficio y no aprenderlo?”. 129. Dijo también: “Todas las cosas desmesuradas provienen de los demonios”. 130. Dijo también: “Cuando un hombre se apresta a construir una casa, recoge las cosas necesarias para edificarla y reúne las distintas clases de materiales. Así también adquiramos un poco de todas las virtudes”. 131. Algunos de los Padres interrogaron a abba Pastor diciendo: “¿Cómo puede abba Nesteros soportar tanto a su discípulo?”. Abba Pastor les dijo: “En su lugar, yo hubiera puesto también una almohada debajo de su cabeza”. Abba Anub le dijo: “¿Y qué le dirías a Dios?”. Abba Pastor le respondió: «Le diría así: “Tú dices: ‘Quita la viga de tu ojo, y entonces verás de quitar la paja del ojo de tu hermano’ (Mt 7,5)”». 132. Dijo abba Pastor: “El hambre y el sueño no nos dejan ver estas cosas simples”. 133. Dijo también: “Muchos llegaron a ser poderosos, pero muy pocos fueron eminentes”. 134. Dijo también, gimiendo: “Todas las virtudes, salvo una, vinieron a esta casa, y el hombre sin ella se sostiene con esfuerzo”. Le preguntaron cuál era, y él respondió: “Que el hombre se reproche a sí mismo”. 135. Abba Pastor decía con frecuencia: “No tenemos necesidad de otra cosa, fuera de una inteligencia vigilante”. 136. Uno de los padres interrogó a abba Pastor diciendo: «¿Quién es el que dice: “Tengo 115
parte con todos los que te temen? (Sal 118[119],63)”». El anciano respondió: “Es el Espíritu Santo el que lo dice”. 137. Abba Pastor dijo que un hermano interrogó a abba Simón, diciendo: “Si al salir de mi celda encuentro a mi hermano distraído, me distraigo con él; y si lo encuentro riendo, me río con él. Por eso cuando vuelvo a mi celda, ya no puedo tener descanso”. El anciano le dijo: “¿Pretendes tú al volver a tu celda encontrarte como estabas al salir de ella, si cuando encuentres a los que ríen, ríes con ellos, y cuando encuentras a los que hablan, hablas con ellos?”. El hermano le dijo: “¿Entonces qué?”. El anciano le dijo: “Guarda la vigilancia en el interior y guarda la vigilancia en el exterior”. 138. Abba Daniel decía: «Vinimos un día adonde estaba abba Pastor y comimos juntos. Después de haber comido nos dijo: “Vayan, hermanos, descansen un poco”. Los hermanos se retiraron a descansar. Pero yo me quedé para hablar con él a solas. Me levanté y fui a su celda. Al verme ir hacia él, hizo como si durmiera. Esa era siempre la actividad del anciano, hacer todas las cosas en secreto». 139. Abba Pastor dijo: “Si tienes visiones y oyes rumores, no se los cuentes a tu prójimo, pues ello es un artificio de guerra”. 140. También dijo: “La primera vez, huye; la segunda, huye, y la tercera vez, conviértete en espada”. 141. Abba Pastor dijo a abba Isaac: “Alivia una parte de tu justicia y tendrás descanso en tus cortos días”. 142. Un hermano vino una vez a abba Pastor y, mientras estaba sentado con otros, alabó a un hermano que aborrecía el mal. Abba Pastor le dijo al que había hablado: “¿Qué es aborrecer el mal?”. El hermano se sorprendió y no supo responder. Levantándose, hizo la metanía ante el anciano diciendo: “Dime tú, ¿qué es aborrecer el mal?”. El anciano le dijo “Aborrecer el mal es esto: odiar uno mismo sus pecados y justificar a su prójimo”. 143. Un hermano fue a ver a abba Pastor y le dijo: “¿Qué haré?”. El anciano le dijo: “Ve, vive con el que diga: ¿Qué es lo que quiero?, y hallarás descanso”. 144. Abba José refirió que abba Isaac dijo: «Estaba sentado cierta vez con abba Pastor y lo vi transportado en éxtasis. Vuelto ya, como tenía con él una gran confianza, me postré haciendo la metanía, y le dije: “Dime, ¿dónde estabas?”. Coaccionado, me respondió: “Mi mente estaba allí donde estaba María, la Madre de Dios, que lloraba junto a la cruz del Salvador (Jn 19,25). Yo quisiera llorar así por siempre”». 145. Un hermano interrogó a abba Pastor diciendo: “¿Qué haré con el peso que me oprime?”. El anciano le dijo: “Los barcos pequeños y grandes tienen cables como cinturones para que, si el viento no les es favorable, los aten a los pechos de los marineros para guiar con lentitud la nave, hasta que Dios envíe el viento. Pero si notan que está cayendo la oscuridad, entonces echan las anclas para que la nave no vaya a la deriva”. 146. Un hermano interrogó a abba Pastor acerca de las afrentas de los pensamientos. El anciano le dijo: “Esto se asemeja al hombre que tiene fuego a su izquierda y una taza de agua a su derecha. Si el fuego crece, toma agua de la taza y lo extingue. El fuego es la semilla del enemigo, y el agua significa postrarse en la presencia de Dios”. 116
147. Un hermano interrogó a abba Pastor diciéndole: “¿Qué es mejor, hablar o callar?”. El anciano le dijo: “El que habla a causa de Dios, obra bien; y el que calla a causa de Dios, también”. 148. Un hermano interrogó a abba Pastor diciendo: “¿Cómo puede el hombre evitar hablar mal del prójimo?”. El anciano le dijo: “Nosotros y nuestros hermanos somos como dos imágenes; cuando un hombre se observa y se vitupera a sí mismo, halla a su hermano honorable ante sus ojos; mas cuando aparece bueno ante sí, encuentra al hermano malo en su presencia”. 149. Un hermano interrogó a abba Pastor acerca de la acedia. El anciano le dijo: “La acedia se encuentra al principio de todas las cosas, y no hay pasión peor que ella; pero si el hombre la conoce por lo que ella es, encuentra el reposo”. 150. Abba Pastor dijo: “Nosotros vemos tres actividades corporales en abba Pambo: la carencia de alimento hasta el atardecer, cada día; el silencio y mucho trabajo manual”. 151. Dijo también que abba Teonas decía: “Aunque uno adquiera la virtud, Dios no le concede la gracia para él solo. Él sabía que no era fiel en su propio trabajo, pero que si iba hacia su compañero, Dios estaría con él”. 152. Un hermano interrogó a abba Pastor diciendo: “Quiero ingresar en el cenobio y vivir en él”, El anciano le dijo: “Si quieres ingresar en el cenobio, pero no dejas de hablar y de preocuparte por las cosas, no podrás hacer el trabajo del monasterio; porque no tendrás poder ni siquiera sobre una vasija”. 153. Un hermano interrogó a abba Pastor diciendo: “¿Qué haré?”. Él le dijo: «Está escrito: “Proclamaré mi iniquidad y me afligiré por mi pecado” (Sal 37[38],19)». 154. Abba Pastor dijo: “Al hombre no le conviene nunca hablar de la fornicación y de la maledicencia, ni concebir estos pensamientos en el corazón; pues no le aprovecha para nada el querer discernirlos en su corazón. Pero si se aíra contra ellos, tendrá descanso”. 155. Los hermanos de abba Pastor le decían: “Vayámonos de este lugar, puesto que los monasterios que hay aquí nos perturban y perdemos nuestras almas, y los niños que lloran no nos dejan vivir en la paz”. Abba Pastor les dijo: “A causa de las voces de los ángeles quieren apartarse de aquí”. 156. Abba Bitimio interrogó a abba Pastor diciendo: “Si alguien está resentido conmigo y al pedirle perdón no logro persuadirle ¿qué haré?”. El anciano le dijo: “Lleva contigo dos hermanos y pídele perdón. Si no se persuadiere, toma otros cinco. Pero si aún no se persuade, toma contigo al presbítero. Y si aún entonces no se convence, ora a Dios con serenidad, para que Él mismo lo satisfaga y no te preocupes más”. 157. Abba Pastor dijo: “Enseñar al prójimo es lo mismo que reprenderlo”. 158. Dijo también: “No harás tu voluntad; pero es necesario que te humilles ante tu hermano”. 159. Un hermano interrogó a abba Pastor diciendo: “Encontré un lugar donde el reposo no es turbado por los hermanos. ¿Quieres que viva allí?”. El anciano le dijo: “Permanece 117
allí donde no molestes a tu hermano”. 160. Abba Pastor dijo: “Estas tres cosas son útiles: temer al Señor, orar y hacer el bien al prójimo”. 161. Un hermano dijo a abba Pastor: “A mi cuerpo le están faltando las fuerzas y mis pasiones no se debilitan”. Le dijo el anciano: “Las pasiones son como espinas de un arbusto (lit.: akanthódeis roysídes)”. 162. Un hermano interrogó a abba Pastor diciendo: “¿Qué haré?”. El anciano le dijo: “¿De qué tendremos que preocuparnos cuando Dios nos visite?”. El hermano respondió: “De nuestros pecados”. El anciano le dijo: “Entremos a nuestra celda y sentados hagamos memoria de nuestros pecados, y el Señor vendrá en nuestra ayuda en todas las cosas”. 163. Un hermano que iba al mercado le preguntó a abba Pastor: “¿Qué quieres que haga?”. El anciano le dijo: “Hazte amigo del que te hiciere violencia, y vende tus cosas en paz”. 164. Abba Pastor dijo: “Enseña a tu boca a hablar las cosas que encierra tu corazón”. 165. Interrogaron a abba Pastor sobre la impureza, y él respondió: “Si somos activos y velamos con solicitud, no hallaremos impureza en nosotros”. 166. Abba Pastor dijo: “Desde la tercera generación de Escete y a partir de abba Moisés, los hermanos no han hecho progresos”. 167. Dijo también: “Si un hombre guarda su orden, no será turbado”. 168. Un hermano interrogó a abba Pastor diciendo: “¿De qué modo me conviene permanecer en la celda?”. Le dijo: “Aparentemente, permanecer en la celda consiste en el trabajo manual, comer una sola vez al día, el silencio y la meditación; mas progresar realmente en la celda es experimentar el desprecio de sí en cualquier lugar que vayas, no descuidar las horas de la synaxis y de la oración secreta. Y si llegas a tener un espacio de tiempo libre de trabajo manual, ve a la synaxis y celébrala serenamente. Pero la perfección de todas estas cosas, es tener buenas compañías y abstenerse de las malas”. 169. Un hermano interrogó a abba Pastor: “Si un hermano tiene un poco de dinero que me pertenece ¿quieres que se lo pida?”. El anciano le dijo: “Pídeselo una vez”. El hermano le dijo: “¿Y luego qué haré? porque no puedo controlar mi pensamiento”. El anciano le dijo: “Deja tu pensamiento en paz y no perturbes a tu hermano”. 170. Sucedió cierta vez que algunos de los Padres entre los que se hallaba abba Pastor, fueron a la casa de un hombre piadoso. Durante la comida se sirvió carne y todos comieron, excepto abba Pastor. Los ancianos, que conocían su discreción, se admiraron de que él no comiera. Cuando se levantaron le dijeron: “Tú eres Pastor ¿y has obrado de ese modo?”. El anciano les respondió: «Perdónenme, Padres; ustedes comieron y nadie se escandalizó; pero si yo hubiera comido, como son muchos los hermanos que vienen a mí, se hubieran sentido heridos, y habrían dicho: “Pastor come carne ¿y nosotros no comemos?”». Y ellos admiraron su discreción. 171. Abba Pastor dijo: “Yo digo: Seré arrojado en el lugar adonde ha sido lanzado Satanás”. 118
172. El mismo dijo a abba Anub: “Aparta tus ojos para que no vean la vanidad (Sal 118[119],37). Porque la libertad hace perecer a las almas”. 173. Cierta vez, en presencia de abba Pastor, Paesio se peleó con su hermano, hasta el punto que la sangre corría de sus cabezas. El anciano no les dijo absolutamente nada. Cuando abba Anub entró y los vio así, le dijo a abba Pastor: “¿Por qué permites que los hermanos se peleen y no les dices nada?”. Abba Pastor le dijo: “Son hermanos y harán nuevamente las paces”. Abba Anub le dijo: “¿Qué es lo que quieres decir?, los ves obrar de ese modo y dices: Harán nuevamente las paces”. Abba Pastor le dijo: “Tú piensa en tu corazón que yo no estoy aquí”. 174. Un hermano interrogó a abba Pastor diciendo: “Unos hermanos viven conmigo, ¿deseas que los presida?”. El anciano le dijo: “No. Trabaja tú en primer lugar, y si ellos desean vivir así, lo verán por sí mismos”. El hermano le dijo: “Pero si ellos mismos quieren que los presida”. El anciano le dijo: “No; sé para ellos un modelo, no un legislador”. 175. Abba Pastor dijo: “Si un hermano te viene a visitar y tú ves que su visita no te aprovecha, busca en tu espíritu qué pensamiento tenías antes de su llegada, y sabrás entonces cuál es la causa de esta inutilidad. Si haces esto con humildad y atención serás irreprochable con tu prójimo, soportando tus propios defectos. Porque dondequiera el hombre ponga su asiento, si lo hace con reverencia, no falta, puesto que Dios está en su presencia. Veo que por esto el hombre adquiere el temor de Dios”. 176. Dijo también: “El hombre que tiene un niño que vive con él, y que es inducido por éste a una pasión cualquiera del hombre viejo, y a pesar de eso lo retiene con él, es semejante a un hombre que tiene un campo comido por los gusanos”. 177. Dijo también: “La malicia de ningún modo extingue la malicia; pero si alguien te hace daño, hazle el bien. Porque por el bien hecho destruyes la malicia”. 178. Dijo también: “Cuando David combatía con el león lo asió por la garganta y lo mató al instante (1 S 17,35). Si nosotros tomamos también nuestra garganta y nuestro vientre venceremos, con la ayuda de Dios, al león invisible”. 179. Un hermano interrogó a abba Pastor diciendo: “¿Qué puedo hacer porque la pasión viene hacia mí y me turba?”. El anciano le dijo: “La violencia hace que los pequeños y los grandes sean turbados”. 180. Decían acerca de abba Pastor que vivía en Escete con sus dos hermanos, y que el más joven los mortificaba. Así que le dijo al otro hermano: “Este joven nos paraliza, levantémonos y vayámonos de aquí”. Partieron, abandonándolo. Al ver que tardaban, comprendió que se habían marchado lejos y comenzó a correr tras ellos gritando. Abba Pastor dijo: “Esperemos al hermano, que está fatigado”. Cuando hubo llegado a ellos, hizo la metanía diciendo: “¿Adónde iban, dejándome solo?”. El anciano le dijo: “Porque nos afliges, por eso nos marchamos”. Él les dijo: “Sí, sí, vayamos juntos adonde quieran ustedes”. Viendo el anciano su sencillez, le dijo a su hermano: “Volvamos, hermano, puesto que no obra así voluntariamente, sino que el diablo es el que lo impulsa”. Y regresaron a su lugar. 181. El higúmeno de un cenobio interrogó a abba Pastor diciendo: “¿De qué modo puedo alcanzar el temor de Dios?”. Abba Pastor le dijo: “¿Cómo podemos alcanzar el temor de 119
Dios cuando tenemos los vientres llenos de queso y de conservas?”. 182. Un hermano interrogó a abba Pastor diciendo: “Abba, había dos hombres, uno era monje y el otro seglar. Una tarde, el monje decidió que dejaría el hábito al llegar la mañana, y el seglar que se haría monje. Ambos murieron esa misma noche. ¿Cómo serán considerados ellos?”. El anciano le respondió: “El monje murió monje, el seglar murió seglar. Partieron en el estado en que se encontraban”. 183. Abba Juan dijo: “Fuimos un día desde Siria a ver a abba Pastor para interrogarlo sobre la dureza del corazón. El anciano no sabía griego y no se encontró intérprete. Así, pues, viéndonos afligidos, comenzó a hablar en lengua griega, diciendo: La naturaleza del agua es suave, mas la de la piedra es dura. Pero si se suspende un recipiente que deja caer agua sobre la piedra, poco a poco la perfora. Del mismo modo, la palabra de Dios es suave y nuestro corazón, duro; sin embargo, cuando el hombre oye con frecuencia la palabra de Dios, se abre su corazón al temor de Dios”. 184. Abba Isaac vino a ver a abba Pastor y lo encontró lavándose los pies. Como le hablaba con libertad, le dijo: “¿Cómo es que otros practican la austeridad y tratan duramente a su cuerpo?”. Abba Pastor le dijo: “Nosotros no hemos aprendido a matar nuestro cuerpo, sino las pasiones”. 185. Dijo también: “Hay tres cosas de las que no puedo privarme: comida, vestido y sueño; pero puedo restringirlas en parte”. 186. Un hermano interrogó a abba Pastor con estas palabras: “Como muchas legumbres”. El anciano le dijo: “Eso no te aprovecha; come tu pan con unas pocas legumbres; y no vayas a tu casa paterna a causa de la necesidad”. 187. Se decía de abba Pastor que si algunos ancianos estaban sentados junto a él hablando de los ancianos, y se nombraba a abba Sisoes, él decía: “Guarda silencio sobre abba Sisoes, pues todo lo suyo va más allá de lo que puede ser dicho”. 188. Dijo también: “enseña a tu corazón a guardar lo que tu lengua enseña”. 189. Preguntó un hermano a abba Pastor, diciendo: “Pierdo mi alma junto a mi abba, ¿permaneceré todavía con él?”. Vio el anciano que sufría daño, y se asombró de que le preguntase si debía permanecer. Le respondió el anciano: “Si quieres puedes quedarte”. Se fue de allí y quedó con su abba. Otra vez vino, diciendo: “Pierdo mi alma”. Y el anciano dijo: “Vete”. Por tercera vez vino, diciendo: “Ya no me quedo más con él”. Abba Pastor le dijo: “Pues ahora sí que te salvarás. No vivas más con él”. Dijo el anciano: “Cuando uno ve que pierde el alma ¿qué necesidad tiene de preguntar? Se pregunta acerca de los pensamientos ocultos, y los ancianos tienen que probarlos, pero sobre los pecados manifiestos no hay necesidad de preguntar, sino que se los debe cortar enseguida”. 190. Dijo abba Pastor que abba Pafnucio era grande, y se refugiaba en las pequeñas liturgias. 191. Preguntó un hermano a abba Pastor: “¿Cómo debo comportarme en el lugar en que habito?”. Le respondió el anciano: “En el lugar en que habitas piensa que eres extranjero, de esa manera no pretenderás hacer gala de tu palabra y tendrás la paz”. 120
192. Dijo también: «Esta voz grita al hombre hasta su último aliento: “¡Conviértanse hoy!”». 193. Dijo él mismo: «David escribió a Joab: “Continúa la lucha. Te apoderarás de la ciudad y la saquearás” (2 S 11,25). La ciudad es el enemigo». 194. Dijo también: «Joab habló así al pueblo: “Sean valientes e hijos de la fuerza y combatiremos por el pueblo de nuestro Dios” (2 S 13,28 y 2 R 10,3). Estos hombres somos nosotros». 195. Dijo también: “Si Moisés no hubiera llevado sus ovejas a Mandra, no hubiera visto al que estaba sobre el arbusto (Ex 3,1-­‐2)”. 196. Preguntó un hermano a abba Pastor, diciendo: “¿Cómo estás ahora en este lugar?”. Le respondió: “Quise que si yo me perfeccionaba en Escete, también mis hermanos lo hicieran, y aquí estamos”. 197. Dijo también: “Lo que el hombre ve y no practica, ¿cómo podrá enseñarlo a su prójimo?”. 198. Dijo también: “El hombre que vive con un compañero, debe ser como una columna de piedra. No se enoja si es insultado y no se exalta si es alabado”. 199. Dijo también: “No puede el hombre conocer las potencias exteriores, pero si entran en él, las combate y expulsa”. 200. Dijo también: “No prever lo que sucede, nos impide progresar hacia lo que es mejor”. 201. Dijo también: “No abras tu conciencia al hombre en quien no confía tu corazón”. 202. Dijo abba Pastor: “Digo que en el lugar en que hay batalla, hay que militar”. 203. Oyó hablar abba Pastor acerca de uno que ayunaba la semana entera, pero se encolerizaba. Dijo el anciano: “Aprendió a no comer durante la semana y no aprendió a expulsar la ira”. 204. Dijo abba Pastor: “Esta es la razón por la que estamos en grandes dificultades: que no nos preocupamos de nuestro hermano, como la Escritura nos enseña a hacerlo. Y también, porque no tenemos presente a la mujer cananea, que seguía al Salvador gritando y suplicándole que sanase a su hija, y el Salvador aceptó y la tranquilizó (Mt 15,27)”. 205. Dijo abba Pastor: “Si el alma se aleja de quien ama discutir sobre palabras, y del desorden y confusión humanas, llegará a ella el Espíritu de Dios y entonces podrá engendrar, aunque sea estéril”. 206. Preguntó un hermano a abba Pastor, diciendo: “¿Cómo tienen que vivir los cenobitas?”, y el anciano le respondió: “El que permanece en el cenobio debe ver a todos los hermanos como si fueran uno solo, y custodiar su boca y sus ojos; y descansará sin preocupaciones”. 121
207. Dijo abba Pastor acerca de los hijos de Semeí (1 R 2,39-­‐40): “La materia es la justificación de sí mismo; esto destruye al que la adquiere”. 208. Preguntó un hermano a abba Pastor, diciendo: “¿Qué haré con mis pecados?”. Le dijo el anciano: “Llora en tu interior, pues la liberación de los pecados y el nacimiento de las virtudes se hacen, ambos, por la compunción”. 209. Dijo también: “Llorar es el camino que nos ha trasmitido la Escritura y nuestros padres”. 210. Un hermano fue adonde estaba abba Pastor y le dijo: “¿Qué haré?”. Le dijo el anciano: “Ve y acércate a aquel que dice: ‘¿Qué es lo que busco?’, y tendrás el descanso”. ABBA PAMBO129 1. Había un anciano llamado Pambo, de quien se decía que pasó tres años pidiendo a Dios y diciendo: “No me glorifiques sobre la Tierra”. Y tanto lo glorificó Dios, que nadie podía mirarlo cara a cara, a causa de la gloria que tenía su rostro. 2. Unos hermanos vinieron un día adonde abba Pambo, y uno de ellos lo interrogó diciendo: “Abba, yo ayuno dos días, y después como dos panes, ¿estoy salvando mi alma, o me engaño?”. El otro dijo: “Abba, yo obtengo por el trabajo de mis manos dos monedas (lit.: keratía) cada día, me guardo un poco para el alimento y el resto lo doy para limosma. ¿Me salvaré o me perderé?”. Estuvieron rogándole durante mucho tiempo, y no tuvieron respuesta. Después de cuatro días, cuando ya estaban por retirarse, los clérigos los exhortaban diciendo: “No se entristezcan, hermanos, Dios les da el salario, esta es la costumbre del anciano: no hablar rápidamente, si Dios no lo inspira”. Entraron entonces adonde estaba el anciano y le dijeron: “Abba, ruega por nosotros”. Les dijo: “¿Quieren marcharse?”. Le contestaron: “Sí”. Y atribuyéndose a sí mismo sus obras y escribiendo sobre la tierra, dijo: “Pambo ayuna dos días, y después come dos panes, ¿se hace monje por esto? No. También Pambo trabaja por dos monedas y da limosna, ¿acaso se hace monje por esto? Tampoco”. Les dijo: “Son buenas las obras, pero si guardas la conciencia para con tu prójimo, entonces te salvarás”. Y ellos, satisfechos, partieron con alegría. 3. Cuatro escetiotas, vestidos con pieles, vinieron a ver al gran Pambo, y cada uno le dijo la virtud de su vecino, uno ayunaba mucho, el segundo era pobre, el tercero había adquirido mucha caridad. Del cuarto decían que vivía desde hacía veintidós años en la obediencia de un anciano. Abba Pambo les respondió: “Les digo, la virtud de éste es la mayor. Porque cada uno de ustedes, en la virtud que deseaba adquirir, lo ha hecho según su voluntad, pero éste, renunciando a su voluntad, hace la voluntad de otro. Estos hombres son mártires si perseveran hasta el fin”. 4. El arzobispo Atanasio de Alejandría, de santa memoria, rogó a abba Pambo que bajase desde el desierto a Alejandría. Cuando descendió, vio una actriz, y lloró. Como los que estaban allí le preguntaron por qué lloraba, dijo: “Dos cosas me han movido a ello; una, la perdición de esta mujer; otra, que no tengo tanta solicitud para agradar a Dios, como 129
“En la Historia Lausíaca (cap. 10), Paladio habla sobre todo de la muerte de Pambo, acaecida en el año 373, en
presencia de Melania la Anciana. El abba tenía entonces 70 años. Había nacido, por tanto, en el 303 y fue uno de los
primeros compañeros de Amún en el desierto de Nitria. Era sacerdote y estuvo en contacto con Antonio y Macario.
Abba Pastor también lo conoció y habla de él en tres ocasiones (sentencias 47, 75 y 150). Varios de los siguientes
apotegmas provienen de la Historia Lausíaca” (Sentences, p. 262).
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ésta a los hombres malos”. 5. Dijo abba Pambo: “Por gracia de Dios, desde que renuncié al mundo, no me he arrepentido por ninguna palabra que haya dicho”. 6. Dijo también: “El monje debe llevar tales vestidos, que si los tirase fuera de su celda durante tres días, nadie los tomara”. 7. Sucedió que abba Pambo viajaba con algunos hermanos por la región de Egipto y, viendo a unos seglares sentados, les dijo: “Levántense, saluden a los monjes, para que los bendigan, porque ellos hablan constantemente con Dios, y sus bocas son santas”. 8. Contaban acerca de abba Pambo que estaba moribundo y, en la misma hora de su muerte, dijo a los santos hombres que estaban de pie junto a él: “Desde que vine a este lugar en el desierto, y me edifiqué la celda y habité en ella, no recuerdo haber comido pan sino con el trabajo de mis manos, ni me arrepiento de alguna palabra dicha hasta ahora. Y sin embargo voy a Dios como quien no ha comenzado todavía a servir a Dios”. 9. Tenía sobre muchos que si era interrogado sobre una palabra de la Escritura o una palabra espiritual, no respondía en seguida sino que decía desconocer esa palabra. Y si le preguntaban todavía más, no respondía. 10. Dijo abba Pambo: “Si tienes corazón, puedes salvarte”. 11. El presbítero de Nitria le preguntó cómo deben vivir los hermanos. El respondió: “En una gran ascesis, y guardando su conciencia sobre su prójimo”. 12. Decían acerca de abba Pambo: “Así como Moisés tomó la imagen de la gloria de Adán cuando su rostro fue glorificado, del mismo modo el rostro de abba Pambo brilló como un astro, y era como un rey sentado en su trono”. Así fue también para abba Silvano y abba Sisoes”. 13. Decían de abba Pambo que su rostro nunca sonreía. Cierto día, queriendo los demonios hacerlo reír, pegaron a un madero plumas de un ala, y se lo llevaban, haciendo ruido y diciendo: “Vamos, vamos”. Los vio abba Pambo y río. Los demonios comenzaron a bailar diciendo: “Oh, oh, se río abba Pambo”. Pero él les respondió diciendo: “No reí, sino que me burlé de su impotencia, puesto que son tantos para llevar un ala”. 14. Abba Teodoro de Fermo rogó a abba Pambo: “Dime una palabra”. Y con mucha dificultad, le dijo: “Teodoro, ve, ten misericordia con todos, porque la misericordia encuentra confianza en la presencia de Dios”. ABBA PISTÓS130 1. Contó abba Pistós: «Fuimos siete anacoretas a ver a abba Sisoes, que vivía en Clysma, y le rogamos que dijese una palabra. Y dijo: “Perdónenme, porque soy un hombre inculto. Pero una vez fui a ver a abba Or y abba Atre; estuvo enfermo abba Or durante dieciocho 130
“Este apotegma se encuentra en las obras del abad Isaías (Logos 30,6A), donde vemos que la palabra pistós era
primitivamente no un nombre propio sino un adjetivo para calificar la veracidad del hermano que narra la visita al
abad Sisoes. La sentencia estaría, por tanto, mejor ubicada en la serie de dichos de Sisoes que encontraremos más
adelante” (Sentences, p. 265).
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años. Yo hice la metanía y les rogué que me dijeran una palabra. Y dijo abba Or: ‘¿Qué tengo para decirte? Ve, y haz lo que veas. Dios es de aquel que se acusa y se hace violencia en todo (cf. Mt 11,12)’. Abba Or y abba Atre no eran de la misma región, pero entre ellos reinaba gran paz, hasta su muerte. Era grande la obediencia de abba Atre, y mucha la humildad de abba Or. Pasé unos pocos días con ellos, observándolos. Y vi un gran milagro que hizo abba Atre. Les llevó alguien un pequeño pescado, y quiso abba Atre prepararlo para el anciano. Tenía el cuchillo y estaba cortando el pescado, cuando lo llamó abba Or, y dejó el cuchillo en medio del pescado y no cortó el resto. Admirado por su gran obediencia -­‐porque no dijo: ‘Espera hasta que corte el pescado’-­‐, pregunté a abba Atre: ‘¿Dónde encontraste tanta obediencia?’. Y me dijo: ‘No es mía, sino del anciano’, y me llevó consigo diciendo: ‘Ven, mira su obediencia’. Y tomando el pescado voluntariamente lo preparó mal, y lo presentó al anciano. Este lo comió, sin decir nada. Y le dijo: ‘¿Está bien, anciano?’. Y le respondió: ‘Está muy bueno’. Después le llevó un poco de alimento bien preparado, y le dijo: ‘Se echó a perder, anciano’. Y respondió diciendo: ‘Sí, lo has arruinado un poco’. Y me dijo abba Atre: ‘¿Ves que la obediencia es del anciano?’. Y me alejé de ellos, y traté de practicar de acuerdo a mi posibilidad lo que había visto”. Esto dijo a los hermanos abba Sisoes. Uno de nosotros le rogó diciendo: “Haznos la caridad, dinos también tú una palabra”. Y dijo: “El que obtiene mucha sabiduría cumple toda la Escritura”. Otro de los nuestros le preguntó entonces: “¿Qué es la peregrinación, padre?”, y respondió: “Callar, y decir en todo lugar al que llegues, nada tengo aquí. Esta es la peregrinación”». ABBA PIOR131 1. Mientras el bienaventurado Pior trabajaba para alguien en la cosecha, se le avisó que tomara su salario, pero él, demorándolo, regresó al monasterio. Al volver el tiempo, fue a cosechar donde el mismo (hombre), y trabajaba con ardor; como no le dio nada, retornó a su monasterio. Se cumplió el tercer año, y concluyó el anciano el trabajo acostumbrado, y se retiró sin recibir nada. Y el Señor hacía prosperar la casa del hombre, por lo que, tomando el salario, fue por los monasterios buscando al bienaventurado. Apenas lo encontró, se echó a sus pies y le dio el salario, diciendo: “A mí el Señor me lo ha dado”. Pero él mandó que se lo entregaran al presbítero de la Iglesia. 2. Abba Pior comía mientras caminaba. Uno le interrogó diciendo: “¿Por qué comes de esta manera?”. Respondió: “No quiero comer como si se tratara de un trabajo, sino como si fuera algo accesorio”. A otro, que le preguntaba acerca de lo mismo, respondió: “Para que no sienta mi alma, mientras como, el placer corporal”. 3. Se hizo una vez en Escete una reunión acerca de un hermano que había pecado. Y los padres hablaban, pero abba Pior callaba. Después, saliendo, llenó de arena un saco, lo cargó sobre sus espaldas y poniendo un poco de arena en una bolsa pequeña, la llevaba delante suyo. Le preguntaron los padres qué significaba ésto, y respondió: “Este saco que tiene mucha arena son mis pecados, que son muchos y lo he echado a mis espaldas para no afligirme ni llorar por ellos. Y este pequeño es el de mi hermano, que tengo delante y me detengo a juzgarlo. No hay que hacer así, sino llevar delante mío los míos, y ocuparme de ellos, y rogar a Dios para que me los perdone”. Los padres se levantaron y dijeron: “Verdaderamente, éste es el camino de la salvación”. 131
Pior se habría hecho monje muy joven junto a san Antonio; luego, siguiendo el consejo de éste, se retiró a la
soledad entre Escete y Nitria. Vivió muchos años una vida muy austera y comenzando cada día como si fuera el
primero (Sentences, p. 266).
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ABBA PITIRION132 1. Dijo abba Pitirion, discípulo de abba Antonio: “El que quiere expulsar a los demonios, primero debe someter las pasiones. Porque el que quiere dominar un vicio, expulsa al demonio de éste. Junto a la ira, dijo, está el demonio: si expulsas la ira, es expulsado su demonio. Del mismo modo ocurre en cada una de las pasiones”. ABBA PISTAMÓN133 1. Interrogó un hermano a abba Pistamón diciendo: “¿Qué he de hacer, puesto que me aflijo a causa de la venta de mis trabajos?”. Le respondió el anciano: “También abba Sisoes y los demás vendían el trabajo de sus manos; esto no es peligroso. Pero cuando vendas, di una sola vez el precio de cada objeto, si quieres rebajar algo el precio es cosa tuya. De esta manera encontrarás el descanso”. Le dijo después el hermano: “Si de otro modo obtengo lo necesario para mí, ¿quieres que me preocupe todavía por el trabajo manual?”. Y el anciano le respondió: “Aunque tengas lo suficiente no abandones el trabajo manual. Trabaja cuanto puedas, pero que sea sin turbación”. ABBA PEDRO PIONITA134 1. Decían acerca de abba Pedro Pionita, de las Celdas, que jamás bebía vino. Cuando era anciano, los hermanos le prepararon un poco de vino mezclado con agua, y le rogaban que lo bebiese. Él les dijo: “Créanme, esto es para mí como un vino aromatizado”. Y se juzgaba a sí mismo por la bebida. 2. Dijo un hermano a abba Pedro, el discípulo de abba Lot: “Cuando estoy en mi celda, mi alma está en paz; pero si llega un hermano y me habla de las cosas exteriores, mi alma se turba”. Le dijo abba Pedro que abba Lot decía: “Tu llave abre mi puerta”. Preguntó el hermano al anciano: “¿Qué significa esa palabra?”. El anciano respondió: “¿Cuando alguien viene a ti le dices: ‘¿Cómo estás? ¿de dónde vienes? ¿cómo están los hermanos? ¿te han recibido o no?’, y después le abres la puerta al hermano, y oyes lo que no quieres?”. El hermano respondió: “Así es. ¿Qué debe hacer el hombre si viene a verlo un hermano?”. El anciano le respondió: “La compunción es la enseñanza absoluta. Donde no hay compunción no puede uno guardarse”. Dijo el hermano: “Mientras estoy en la celda, está conmigo la compunción; pero si alguien viene a mí o si salgo de la celda, ya no la encuentro”. Le dijo el anciano: «Es porque no se te dio en propiedad, sino en uso. Está escrito en la Ley: “Cuando compres un esclavo hebreo te servirá durante seis años, pero al séptimo lo dejarás libre. Si le das mujer para que se case, y tuviere hijos en tu casa, y no quiere alejarse por causa de su mujer e hijos, llévalo a la puerta de la casa, y le perforarás una oreja, y será esclavo para siempre” (Ex 21,2. 4-­‐6)». El hermano preguntó: “¿Qué significa esa palabra?”. Le respondió el anciano: “Si el hombre se esfuerza en algo, según sus posibilidades, cada vez que lo necesite lo hallará”. Dijo el hermano “Hazme la caridad de explicarme esta palabra”. El anciano le contestó: “Ni el hijo desnaturalizado 132
“Este apotegma de Pitirion (Pityrion) ha sido tomado de la Historia monachorum in Aegypto (cap. 15), donde se
dice que el anciano fue el sucesor de Ammonas al frente de los monjes de Pispir” (Sentences, p. 268).
133
Nada sabemos de este anciano, cuyo nombre no aparece en ninguna otra parte (cf. Sentences, p. 268).
134
“Vivió en Las Celdas. Pero pudo haber sido discípulo de abba Lot en Escete. Sin embargo, es poco probable que
se identifique con el compañero de Epímaco en Raitu” (Sentences, p. 269).
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permanece en el servicio, ni el hijo legítimo abandona a su padre”. 3. Decían acerca de abba Pedro y abba Epímaco, que eran compañeros en Raitu, que una vez, mientras comían en la iglesia, los quisieron llevar a la mesa de los ancianos. Con mucha dificultad fue abba Pedro, solo. Cuando se levantaron, abba Epímaco le dijo: “¿Cómo has osado ir a la mesa de los ancianos?”. Él respondió: “Si me hubiese sentado con ustedes, los hermanos me hubieran rogado que bendijese primero, como más anciano, y estaría como el mayor de entre ustedes. Pero al ir con los Padres era el menor de todos, y el más humilde en el pensamiento”. 4. Dijo abba Pedro: “No hay que enorgullecerse si el Señor hace algo por nuestro medio, sino más bien dar gracias por haber sido encontrados dignos de su llamado”. Decía que conviene pensar de este modo en toda virtud. ABBA PAFNUCIO135 1. Dijo abba Pafnucio: «Iba yo una vez de camino, y me perdí a causa de la niebla, y fui a dar cerca de una aldea. Vi allí a unos que vivían de modo inconveniente, y entonces me detuve y oré por mis pecados. Se presentó un ángel, armado con una espada, y me dijo: “Pafnucio, todos los que juzgan a sus hermanos mueren con esta espada. Tú, empero, no has juzgado, sino que te humillaste delante de Dios, como si hubieras pecado; por eso tu nombre está escrito en el libro de la vida” (Sal 68 [69],29)». 2. Decían acerca de abba Pafnucio que no bebía vino fácilmente. Yendo una vez de 135
«Pafnucio, que significa “Puerta - Dios”, era un nombre muy común en Egipto. Lo encontramos a menudo en la
antigua literatura monástica, a veces con un sobrenombre: Pafnucio Céfalas (Antonio 29; Matoes 10; Historia
Lausíaca, cap. 47); Pafnucio Búbalo (o: Búfalo, por su amor a la soledad), monje y sacerdote de Escete, varias veces
mencionado por Casiano (Conferencias, III,1; IV,1; XVIII,15; XIX,9); Pafnucio el Sindonita (Dióscoro 3, según la
colección etíope de los Apotegmas). Paladio menciona también a un Pafnucio discípulo de Macario de Alejandría
(Historia Lausíaca, 18) y un Pafnucio “Escetiota “ a quien Melania encontró en el desierto de Nitria (Historia
Lausíaca, cap. 46). Además conocemos a un Pafnucio anacoreta de Heraclea, en la Tebaida, mencionado en la
Historia monachorum in Aegypto (cap. 14, del texto griego, y cap. 16 de la versión latina). Por lo que resulta
imposible saber exactamente a quién atribuir cada uno de los apotegmas reunidos aquí» (Sentences, pp. 270-271).
Sin embargo, el P. Jean-Claude GUY, sj, ha presentado la siguiente semblanza biográfica: «Pafnucio comenzó su
vida por un período cenobítico (Casiano, Conferencias [Conf.], XVIII,16,7); no se sabe dónde. Pero no pudo resistir
mucho tiempo su deseo de soledad y se entregó con tal ardor a ella que, entre los anacoretas, se lo llamó Búbalo, es
decir, “el búfalo salvaje” (Conf. III,1,1). En Escete, aunque en ocasiones lleva el título de discípulo de Macario
(Macario 28 y 37), de hecho perteneció a la escuela del sacerdote Isidoro de quien, una vez ordenado sacerdote,
devino el sucesor ( (Conf. XVIII,15,2-8). Parece haber gozado de una especial autoridad: nombró a Juan ecónomo de
Escete (Casiano, Instituciones, 5,40,1), hizo ordenar sacerdote a Daniel para que pudiera sucederlo ( (Conf. IV,1,1-2),
no concedió sino con gran dificultad la sepultura religiosa a Herón que se había suicidado (Conf. II,5,4). Fue él sobre
todo quien hizo admitir en su entorno la Carta festal de Teófilo que, según Casiano, rechazaron los otros tres grupos
escetiotas (Conf. X,2,3; 3,2 y 4). Por su parte, los apotegmas subrayan especialmente su actividad como padre
espiritual. Uno de sus discípulos, vencido por la fornicación, deja Escete: Pafnucio va a Egipto a buscarlo, lo
encuentra y lo lleva de regreso (Pafnucio 4). Eudemón dirá más tarde que, todavía joven adolescente, quiso instalarse
en Escete, pero Pafnucio, el “padre de Escete”, no se lo permitió, diciendo: “No quiero que haya en Escete un rostro
de mujer, por el combate del enemigo” (Eudemón 1. Sin duda intervenciones de este género le valieron la queja de
amma Sara, según se lee en Pafnucio 6). Se comprende entonces la gran reputación de la que gozaba en los ambientes
monásticos, incluso fuera de Escete. Una vez vino un hermano de la Tebaida a consultarlo (Pafnucio 5); en otra
ocasión tres ancianos le fueron a pedir una palabra (Matoes 10). Para la Historia Lausíaca (cap. 47), eran Paladio,
Albino y el gran Evagrio que fueron a interrogarlo sobre el destino de los monjes. Casiano incluso llega a atribuir a
Antonio, al menos indirectamente, la vocación de Pafnucio (Conf. III,4,3). En síntesis, como lo dirá más tarde Pastor:
“Abba Pafnucio era grande” (Pastor 190; cf. Conf. III,1,1). Sin embargo, es muy difícil ofrecer datos cronológicos
seguros. El hecho de que haya sido discípulo de Isidoro permitiría situar su período de madurez hacia 360-400. Murió
muy anciano. Paladio escribe, en efecto, que durante 79 años no tuvo dos túnicas (Historia Lausíaca, cap. 47), y
Casiano afirma que hasta muy avanzada su ancianidad, estuvo en la misma celda, a unos ocho kilómetros de la
iglesia; y que con noventa años, todavía rehusaba que los jóvenes le proveyesen el agua (Conf. III,1,1)» (SCh 387,
pp. 59-61).
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camino se encontró con una banda de ladrones, y éstos estaban bebiendo vino. El jefe de los ladrones lo conocía, y sabía que no bebía vino. Al verlo muy fatigado, tomó una copa de vino y, espada en mano, dijo al anciano: “Si no bebes, te mato”. Conoció el anciano que era voluntad de Dios que lo hiciese, y queriendo ganarse al hombre, tomó la copa y bebió. El jefe de los ladrones se inclinó ante él diciendo: “Perdóname, abba, porque te he apenado”. Y el anciano le respondió: “Confío en Dios que por esta bebida te harán misericordia en esta vida y en la futura”. El jefe de los ladrones dijo: “Confío en Dios que, a partir de este momento, no volveré a obrar mal”. Y el anciano se ganó a toda la banda, renunciando por Dios a su voluntad propia. 3. Dijo abba Pastor que abba Pafnucio había dicho: «Mientras vivieron los ancianos fui a verlos dos veces por mes, aunque yo residía a una distancia de doce millas136, y les decía todos los pensamientos, y ellos no me respondían más que esto: “A cualquier lugar que vayas, no te midas, y tendrás el descanso”». 4. Con abba Pafnucio vivía en Escete un hermano, el cual era tentado de fornicación, y decía: “Aunque tomase diez mujeres, no saciaría mi deseo”. El anciano lo exhortaba con estas palabras: “No, hijo, es un ataque de los demonios”. Pero no quiso escucharlo, y se marchó a Egipto y se casó. Después de un tiempo, el anciano tuvo que subir a Egipto y se cruzó con él, que llevaba cestos de caracoles. El anciano no lo reconoció, pero el otro le dijo: “Yo soy aquel discípulo tuyo” Cuando el anciano lo vio en ese estado de indignidad, lloró y dijo: “¿Cómo abandonaste aquel honor y viniste al deshonor presente? ¿Has tomado verdaderamente diez mujeres?”. Él respondió gimiendo: “He tomado solo una, y padezco mucho para darle su pan”. El anciano le dijo: “Vuelve con nosotros”. Él contestó: “¿Hay penitencia, abba?”. El anciano dijo: “Sí”. Y dejando todo lo siguió y volvió a Escete, y por esta tentación se convirtió en un monje probado. 5. A un hermano que vivía en el desierto de la Tebaida le vino un pensamiento que le decía: “¿Por qué estás sentado sin dar fruto? Levántate, ve al cenobio y allí darás fruto”. Se levantó y fue adonde estaba abba Pafnucio, y le relató el pensamiento. El anciano le dijo: “Ve, siéntate en tu celda, y haz una oración por la mañana, otra por la tarde y otra por la noche. Cuando tengas hambre, come; cuando tengas sed, bebe; cuando tengas sueño, duerme; y permanece en el desierto y no obedezcas a este pensamiento”. Fue después a ver a abba Juan, y le contó las palabras que le había dicho abba Pafnucio. Respondió abba Juan: “No hagas ninguna oración con tal que permanezcas en tu celda”. Levantándose, se dirigió el hermano adonde estaba abba Arsenio, a quien refirió todo. El anciano le dijo: “Haz lo que te dijeron los Padres. Yo nada tengo que decirte fuera de ello”. Y se marchó satisfecho. 6. Amma Sara mandó decir a abba Pafnucio: “¿Acaso haces la obra de Dios permitiendo que tu hermano sea despreciado?”. Y le respondió abba Pafnucio: “Pafnucio está aquí para hacer la obra de Dios, y nada tiene que ver con persona alguna”. ABBA PABLO137 1. Un Padre contó acerca de cierto abba Pablo, que era del Bajo Egipto pero vivía en la 136
Un poco más de 19 kilómetros.
Numerosos son los “Pablos” mencionados en los apotegmas, el P. Guy había elaborado una lista, que podríamos
llamar básica, con al menos 13 monjes con dicho nombre (cf. SCh 387, pp. 53-54). Éste fue “monje en la Tebaida,
originario del Bajo Egipto, y no debe confundirse con el célebre Pablo de Tebas de quien san Jerónimo escribió la
vida” (Sentences, p. 273).
137
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Tebaida, que tomaba en sus manos los escorpiones y las serpientes, y los partía por el medio. Los hermanos, postrándose ante él, le rogaron: “Dinos con qué haces esto, para obtener nosotros igual gracia”. Él respondió: “Perdónenme, Padres, pero si uno alcanza la pureza, todo le será sometido como lo fue a Adán cuando estaba en el paraíso, antes que transgrediera la ley”. ABBA PABLO EL COSMETA138 1. Abba Pablo el cosmeta y Timoteo su hermano vivían en Escete, y muchas veces nacían disputas entre ellos. Dijo abba Pablo: “¿Hasta cuando hemos de seguir así?”. Le respondió abba Timoteo: “Ten caridad, sopórtame cuando te molesto, cuando tu me molestes, yo te soportaré”. Y obrando de este modo tuvieron tranquilidad por el resto de sus días. 2. El mismo abba Pablo y Timoteo eran cosmetas en Escete, y los hermanos los molestaban. Dijo Timoteo a su hermano: “¿Por qué seguimos en este oficio? No nos dejan en paz en todo el día”. Y respondió abba Pablo diciéndole: “Nos basta la calma (hesiquía) de la noche, si nuestra mente está vigilante”. ABBA PABLO EL GRANDE139 1. Dijo abba Pablo el grande, de Galacia: “El monje que tiene en su celda los pequeños objetos que necesita, y sale para (sus) ocupaciones, es burlado por los demonios; yo mismo, en efecto, lo he sufrido”. 2. Dijo abba Pablo: «Estoy hundido en el fango hasta el cuello, y lloro en la presencia de Dios diciendo: “Ten piedad de mí”». 3. Decían acerca de abba Pablo que pasó la Cuaresma con una porción de lentejas y una vasija de agua, y con una sola estera que tejía y destejía, y así estuvo recluido hasta la fiesta (de Pascua). 4. Dijo abba Pablo: “Sigue a Jesús”. ABBA PABLO EL SIMPLE140 1. El bienaventurado abba Pablo el simple, discípulo de san Antonio, contaba a los Padres este suceso: «Fui una vez a un monasterio para visitar y edificar a los hermanos, y después del acostumbrado coloquio, entraron en la santa iglesia de Dios para la sinaxis habitual. El bienaventurado Pablo observaba a los que entraban a la iglesia, para ver con qué espíritu se acercaban a la sinaxis, porque había recibido del Señor la gracia de ver cómo estaba cada cual en su alma, así como nosotros nos vemos los rostros. Entraron 138
“Pablo y su hermano Timoteo eran cosmetas en Escete. ¿Cuál era su trabajo que les provocaba tales dificultades?
Probablemente se desempeñaban como peluqueros, ya que los monjes egipcios usaban generalmente el cabello corto
(cf. Historia monachorum in Aegypto, cap. 8,59), y cada uno no tenía modo de cortárselo” (Sentences, p. 273).
139
«Originario de Galacia, este Pablo llamado “el Grande” es sin embargo desconocido fuera de estos apotegmas»
(Sentences, p. 274).
140
“La vocación de Pablo el Simple es contada detalladamente en la Historia Lausíaca, cap. 22, y en la Historia
monachorum in Aegypto, cap. 24. Pero ignoramos el origen de este apotegma que narra cómo el santo anciano tenía
el don de ver el estado de las almas y los demonios” (Sentences, p. 275).
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todos con los ojos luminosos y el rostro brillante, y el ángel de cada uno estaba alegre por él. Y dijo: “Pero vi a un negro, con el cuerpo totalmente oscurecido y con demonios a su lado, que lo agarraban y lo atraían hacia ellos y le ponían una argolla en la nariz; su santo ángel lo seguía de lejos, triste y abatido”. Entonces Pablo se puso a llorar, golpeándose el pecho con la mano, y se sentó delante de la iglesia, llorando amargamente por el que había visto de esa manera. Los hermanos, advirtiendo el extraño comportamiento del anciano, el súbito cambio a las lágrimas y la compunción, le pidieron insistentemente que les dijera por qué lloraba, puesto que pensaban que lo hacía por una falta común. Le pedían también que entrara con ellos a la sinaxis. Pero rechazándolos, Pablo permaneció sentado fuera, lamentándose por el que había visto en ese estado. Poco tiempo después, concluida la sinaxis, mientras salían todos, miraba otra vez Pablo a cada uno para saber cómo salían. Y vio al hermano aquel, el mismo que tenía antes el cuerpo totalmente ennegrecido y tenebroso, que salía de la iglesia con el rostro luminoso, el cuerpo resplandeciente, y seguido de lejos por los demonios, mientras su santo ángel estaba cerca suyo y se alegraba mucho por él. Pablo entonces exultó de gozo, y se puso a gritar bendiciendo a Dios: “¡Inefable filantropía y bondad de Dios!”. Corrió, y subiéndose a un lugar elevado dijo con voz fuerte: “¡Vengan y vean las obras de Dios, cuan temibles y admirables! (Sal 45 [46],9). ¡Vengan y vean a Aquel que quiere salvar a todos los hombres y que lleguen al conocimiento de la verdad! (1 Tm 2,4). ¡Vengan, adoremos y postrémonos ante Él! (Sal 94 [95],6), y digamos: ‘Sólo Tú puedes quitar los pecados’”. Acudieron todos rápidamente para oír lo que decía, y cuando estuvieron reunidos, relató Pablo lo que había visto antes de que entraran a la iglesia y lo que vio después, y pidió al hermano aquel que dijera la razón del cambio tan grande que Dios había obrado súbitamente en él. El hombre señalado por Pablo dijo, en presencia de todos, acerca de sí: “Yo soy un hombre pecador, que hasta ahora y desde hace mucho tiempo me he revolcado en la fornicación. Pero hoy, al entrar en la santa iglesia de Dios, escuché la lectura del santo profeta Isaías, o mejor de Dios que habla por él: ‘Lávense, purifíquense, alejen las maldades de su corazón de delante de mis ojos, aprendan a obrar bien; y aunque sus pecados sean como la grana, los blanquearé como la nieve, y si quieren y me escuchan, comerán lo bueno de la tierra’ (Is 1,16-­‐19). Y yo -­‐continuó el fornicador-­‐ conmovido en mi alma por las palabras del profeta, gimiendo en mí interior dije a Dios: ‘Tú eres Dios, y has venido al mundo para salvar a los pecadores (1 Tm 1,15); cumple en mí, pecador indigno, esto que has prometido por medio de tu profeta. Desde ahora te prometo, yo me obligo y de corazón te lo juro, que no volveré a cometer ninguna de esas malas acciones, sino que renuncio a toda maldad y desde ahora te he de servir con una conciencia pura (1 Tm 3,9). Hoy, oh Señor, y desde esta hora, recíbeme arrepentido y postrado ante Ti, y en lo sucesivo me abstendré de pecar’. Habiendo hecho estas promesas –dijo-­‐ salí de la iglesia, pensando en mi interior nunca más obrar mal ante Dios”. Al oírlo, los demás clamaron a Dios con una sola voz: “¡Qué grandes son tus obras, Señor! ¡Todo lo hiciste con sabiduría!” (Sal 103 [104],24). Oh cristianos, conozcamos entonces por las divinas Escrituras y las santas revelaciones cuánta es la bondad de Dios para con los que acuden a Él sinceramente y corrigen en la penitencia sus faltas pasadas. Conozcamos como da otra vez los bienes prometidos, sin exigir satisfacción por los pecados anteriores, y no desesperemos de nuestra salvación. Como lo ha prometido por el profeta Isaías, lava a los que están envueltos en el lodo del pecado, los blanquea como lana y nieve, y los hace dignos de los bienes de la Jerusalén celestial; también, por el santo profeta Ezequiel nos aseguró con juramento que no nos perderá: “Vivo yo, dice el Señor, no quiero la muerte del pecador, sino que se convierta y viva” (Ez 18,32; 33,11)». 129
ABBA PEDRO DE DIOS141 1. Cuando Pedro, presbítero de Dios, oraba junto a otros, si lo obligaban a ponerse al frente a causa del sacerdocio, se retiraba por humildad hacia atrás, diciendo: “Como está escrito en la Vida de abba Antonio”. Y haciéndolo así, no entristecía a nadie. ABBA PALADIO142 1. Dijo abba Paladio: “El alma que se esfuerza según Dios, debe aprender fielmente lo que no sabe o enseñar con seguridad lo que sabe. Pero si pudiendo, no quiere hacerlo, está loca. Porque el principio de la apostasía es el desgano por la doctrina y el disgusto por la palabra, de la cual siempre tiene hambre el alma amante de Dios”. Letra Ro143 UN ABBA DE ROMA144 1. Un monje llegado de Roma se instaló en Escete junto a la iglesia. Tenía con él un servidor que lo atendía. Al ver el presbítero su debilidad, y conociendo cual había sido su vida, le enviaba lo que precisaba de aquello que venía para la iglesia. Vivió veinticinco años en Escete, y fue vidente y muy conocido. Uno de los grandes monjes de Egipto, que había oído hablar de él, fue a verlo pensando que encontraría una vida extraordinaria en apariencia corpórea. Entró y lo saludó, y después de orar, se sentaron. Vio el egipcio que el anciano llevaba vestidos delicados, y tenía una cama con una piel y una pequeña almohada. Sus pies estaban limpios, y calzaba sandalias. Al ver esto se escandalizó, ya que en ese lugar no es costumbre vivir de esa manera, sino que más bien se practica la aspereza. Supo el anciano, porque era vidente, que se había escandalizado, y le dijo a su servidor: “Prepáranos hoy una fiesta, por este abba”. Tenía allí unas pocas legumbres y las coció, y cuando fue la hora se levantaron y comieron. Tenía también un poco de vino a causa de la debilidad del anciano, y bebieron. Cuando atardeció rezaron doce salmos, y se acostaron, y durante la noche hicieron lo mismo. Por la mañana se levantó el egipcio y le dijo: “Ruega por mí”, y se marchó sin haber sacado provecho alguno. Poco tiempo después de su partida, queriendo el anciano serle útil lo mandó llamar, y cuando llegó lo recibió nuevamente con alegría y lo interrogó, diciéndole: “¿De qué región eres?”. Él respondió: “Soy egipcio”. “¿De qué ciudad?”. Y dijo: “Verdaderamente, no soy de la ciudad”. Le preguntó: “¿Cuál era tu trabajo en la aldea?”. Contestó: “Era guardián”. Le preguntó: “¿Cómo dormías?”. Él dijo: “En el campo”. “¿Tenías –interrogó-­‐ un lecho para tu cuerpo?”. Contestó: “No, ¿acaso voy a poner una cama en el campo?”. “¿Cómo dormías, entonces?”. Él dijo: “En tierra”. Otra vez le preguntó: “¿De qué te alimentabas en el campo y qué bebías?”. Respondió: “¿Hay acaso alimento y bebida en el campo?”. “¿Cómo vivías entonces?”. Contestó: “Comía pan duro y la poca sal que encontraba, y bebía agua”. Respondiendo, el anciano le dijo: “Es gran 141
“Este apotegma de Pedro de Dios es uno de los pocos que sólo se encuentran en la Colección Alfabética. Dios es
Dióspolis, ya sea Dióspolis Magna, es decir Tebas, ya sea Dióspolis Parva, es decir Hu (o Hut), a menudo
mencionada en los documentos pacomianos” (Sentences, p. 277).
142
Este apotegma, atribuido a Paladio (+ hacia 430?), autor de la Historia Lausíaca, no se encuentra en la edición de
Cotelier.
143
O: Rho.
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Este monje no es otro que el abad Arsenio (cf. Arsenio 36). Y el paciente discípulo se llamaba Pedro (Sentences,
p. 278).
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trabajo. ¿Había en la aldea baño para lavarse?”. Contestó: “No, cuando quería hacerlo tenía para eso el río”. Cuando el anciano supo todo esto y conoció la aflicción de su vida anterior, queriendo serle útil, le relató su propio modo de vida en el mundo, diciendo: “Yo, el pobre que aquí ves, soy originario de la gran urbe de Roma, y fui grande en el palacio del Emperador”. Al oír el egipcio el comienzo de sus palabras, cayó en la compunción y escuchó atentamente lo que contaba el anciano. Éste siguió diciendo: “Dejé la ciudad, y vine a este desierto. Yo, a quien ves aquí, tuve grandes mansiones y muchas riquezas, y despreciando todo aquello me vine a esta pequeña celda. Tuve, yo, a quien ves, lechos de oro con valiosas mantas, y en lugar de ellos me dio Dios esta cama y la piel; mis vestidos eran muy ricos, y en su lugar uso estas pobres ropas. También en mis comidas había un gasto enorme, y en lugar de él me dio Dios este plato de legumbres y este pequeño vaso de vino. Tenía muchos servidores que me atendían, y en su lugar Dios inspiró a este anciano para que me asistiera. En vez de baño, echo un poco de agua sobre mis pies, y uso sandalias a causa de mi enfermedad. Igualmente en lugar de las músicas y cítaras, digo los doce salmos. Por las noches, por los pecados que cometía, hago con calma mi pequeña liturgia. Te ruego, entonces, abba, que no te escandalices por mi debilidad”. El egipcio, al oír todo esto, volviendo en sí dijo: “¡Pobre de mí, que he venido de las grandes aflicciones del mundo al descanso, donde lo que no tenía entonces, lo tengo ahora! Pero tu has venido del descanso a la aflicción, y de la gloria y la riqueza a la humildad y pobreza”. Se retiró con mucho provecho y se hizo amigo suyo, y muchas veces lo visitaba para edificarse. Era, en efecto, un varón discretísimo y lleno del buen olor del Espíritu Santo. 2. Dijo el mismo que un anciano tenía un buen discípulo. En un acceso de malhumor lo expulsó con su melota, pero el hermano permaneció sentado afuera de la celda. Cuando el anciano abrió, lo encontró sentado, y haciéndole una letanía le dijo: “Padre, la humildad de tu paciencia ha vencido mi estrechez de espíritu. Entra, y desde este momento tu serás el anciano y padre, y yo el joven y discípulo”. ABBA RUFO145 1. Interrogó un hermano a abba Rufo: “¿Qué es la hesiquía, y para qué sirve?”. El anciano le respondió: “Es hesiquía permanecer en la celda con temor y conocimiento de Dios, absteniéndose del recuerdo de las ofensas y de la elevación del alma. La hesiquía es la madre de todas las virtudes, guarda al monje de las flechas ardientes del enemigo y no permite que sea herido por ellas. Así, por tanto, hermano, poséela, recordando tu muerte, puesto que no sabes a qué hora vendrá el ladrón (Lc 12,39). En fin, vive atento sobre tu alma”. 2. Dijo abba Rufo: «El que permanece en la obediencia al padre espiritual tiene mayor premio que el que se retira al desierto por propia voluntad”. Refirió también lo que había contado uno de los Padres: “Vi cuatro órdenes en el cielo: el primer orden, el hombre enfermo que da gracias a Dios; el segundo el que practica la hospitalidad y en ella permanece sirviendo; el tercer orden: el que vive en el desierto y no ve hombre alguno; el cuarto orden: el que permanece en la obediencia al padre y se somete a él por el Señor. Y el obediente llevaba un collar de oro y un escudo, y tenía más gloria que los demás. Dije al que me guiaba -­‐contaba él–: “¿Por qué este, que es el menor, tiene más gloria que los demás?”. Él me respondió diciendo: “Porque el que practica la hospitalidad, hace su 145
“Los dos apotegmas que se le atribuyen no ofrecen ninguna noticia sobre este anciano desconocido, pero son muy
interesantes en cuanto asocian el elogio de la vida solitaria y la obediencia” (Sentences, p. 280).
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voluntad, y el que se va al desierto, lo hace por su voluntad, mientras que este tiene la obediencia. Habiendo abandonado todas sus voluntades, depende de Dios y de su padre. Recibe por eso mayor gloria que los demás. Es por eso, hijo, que es buena la obediencia que se asume por el Señor. Ustedes han recibido, hijos, los primeros elementos de esa virtud. ¡Oh obediencia, que salvas a todos los fieles! ¡Oh obediencia, que engendras todas las virtudes! ¡Oh obediencia, que descubres el reino! ¡Oh obediencia, que abres los cielos y elevas a los hombres sobre la tierra! ¡Oh obediencia, alimento de los santos todos, amamantados por ella y por ella misma hechos perfectos! ¡Oh obediencia, compañera de los ángeles!”». ABBA ROMÁN146 1. Estaba abba Román147 próximo a la muerte y se reunieron en torno suyo los discípulos, que le preguntaron: “¿Cómo tenemos que dirigirnos?”. El anciano respondió: “No recuerdo haber ordenado jamás a uno de ustedes que hiciera algo, sin establecer primero en mi interior que no me enojaría si no hacía lo mandado. De este modo vivimos en paz durante el tiempo que estuvimos juntos”. Letra Sigma ABBA SISOES148 1. Un hermano, que había sido ofendido por otro hermano, fue a ver a abba Sisoes y le dijo: “He sido ofendido por un hermano, y quiero vengarme”. El anciano lo exhortaba diciendo: “No, hijo, deja más bien la venganza a Dios”. Él insistía: “No descansaré hasta que no me haya vengado”. Le dijo el anciano: “Oremos, hermano”. Y levantándose el anciano dijo: “Oh Dios, ya no necesitamos que te ocupes de nosotros, porque nosotros mismos hacemos justicia”. Al oír esto, el hermano se echó a los pies del anciano diciendo: “Ya no buscaré vengarme de mi hermano; perdóname, abba”. 2. Interrogó un hermano a abba Sisoes diciendo: “¿Qué debo hacer? Voy a la iglesia, donde celebran a menudo el ágape, y me retienen”. El anciano le contestó: “Es cosa difícil”. Entonces, su discípulo Abraham le preguntó: “Si la reunión se celebra un sábado 146
“Bajo un aspecto que puede parecernos banal y más bien negativo, la última recomendación de abba Román es
reveladora del modo en que los anacoretas concebían y ejercían la autoridad sobre sus discípulos” (Sentences, p.
281).
147
O: Romano.
148
«Aunque (abba Sisoes [o: Sisóes]) no aparezca en ninguna de las otras fuentes…, las colecciones de apotegmas
reúnen un número importante de piezas suyas (a las que hay que agregar aquellas que se encuentran bajo el nombre
de Titoes [o: Titóes]). Hay que distinguir sin duda tres Sisoes: además del nuestro, hay otro que vivió en la Tebaida
en el siglo siguiente (Sioses 32-33, 35, 37, 51-52; cf. Megethios 2; Pastor 82, 89, 187), y un tercero llamado “de
Petra” (Sisoes 23 y 36). Sisoes habitó primero en Escete, en compañía de Macario, de Atre y de Or, dejando este
desierto después del 356, en el momento en que comenzaba a poblarse (cf. Sisoes 28; Macario 7 y Or 7). Se instaló
entonces en el mons Antonii donde pudo encontrar, en cierta medida, la soledad que tuvo Escete en sus inicios. Vivía
con Abraham, su discípulo. Los apotegmas correspondientes a este período son: Sisoes 2-3, 7-9, 12, 14-16, 18, 27-28,
31, 46, a los cuales tal vez deba agregarse Pistamón 1. Después, siempre en compañía de Abraham, fue a instalarse en
Clysma. Era ya anciano, y sin duda fue allí que murió. Los apotegmas de este período son: Sisoes 14, 17, 21, 50 y
Pistós 1. Su reputación fue muy grande. Cuando estaba en la montaña de Antonio, Adelfio, el obispo de Nilópolis,
fue a consultarlo. Dos veces, en Clysma, recibió la visita de Ammón de Raitu. Conoció a Pambo, el gran maestro de
Nitria, y la tradición concerniente a este último los presenta a ambos habiendo llegando a un mismo grado de
santidad. También su paso de Escete al mons Antonii tuvo valor de símbolo: aunque nunca vio a Antonio en vida, sin
embargo trató de vivir conforme a su ejemplo. A punto de morir, vio en una visión a Antonio que venía a buscarlo, a
él, el vaso de elección del desierto (cf. Sisoes 14)» (SCh 387, pp. 49-50).
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o domingo, y el hermano bebe tres copas, ¿no es mucho?”. Le respondió el anciano: “No sería mucho si Satanás no existiera”. 3. El discípulo de abba Sisoes le dijo: “Padre, ya estás viejo, vámonos cerca de tierras pobladas”. Le respondió el anciano: “Vayamos adonde no haya mujeres”. Le dijo su discípulo: “¿En qué lugar no hay mujeres, fuera del desierto?”. Contestó el anciano: “Entonces, llévame al desierto”. 4. Muchas veces decía el discípulo de abba Sisoes: “Abba, levántate y come”. Él le respondía: “¿No hemos comido, hijo?”. Él contestaba; “No, padre”. Decía entonces el anciano: “Si no hemos comido, trae entonces, y comamos”. 5. Abba Sisoes habló una vez con libertad, y dijo: «Ten confianza; desde hace treinta años ya no pido a Dios por el pecado, sino que ruego así: “Señor Jesús, protégeme de mi lengua”. Y hasta ahora caigo cada día por ella, y peco». 6. Un hermano preguntó a abba Sisoes: “¿Por qué las pasiones no se retiran de mí?”. Le contestó el anciano: “Tienen su capital depositado en tu interior; devuélveles sus arras (o: garantías), y se retirarán”. 7. Cuando abba Sisoes vivía en la montaña de abba Antonio, se demoró en ir hasta él su servidor, y no vio hombre alguno durante diez meses. Caminando por la montaña encontró un hombre de Farán que estaba cazando animales salvajes, y el anciano le dijo: “¿De dónde vienes? ¿Cuánto tiempo llevas aquí?”. Él respondió: “En realidad, abba, ya llevo once meses en este monte, y no he visto hombre alguno fuera de ti”. Lo oyó el anciano, y mientras entraba en su celda se golpeaba el pecho diciendo: “¡Ah Sisoes! Creías haber hecho algo, y no has llegado todavía a lo que llegó este seglar”. 8. Se celebraba la ofrenda en la montaña de abba Antonio, y había allí un pequeño odre con vino. Tomando uno de los ancianos un jarro y una copa, se lo ofreció a abba Sisoes, quien lo bebió. Lo mismo hizo por segunda vez, y lo aceptó. Se lo ofreció por tercera vez, mas no lo tomó, diciendo: “Detente, hermano, ¿no sabes acaso que es Satanás?”. 9. Un hermano visitó a abba Sisoes en la montaña de abba Antonio, y conversando con él le dijo: “¿No has llegado aún, padre, a la medida de abba Antonio?”. Le respondió el anciano: “Si tuviese uno solo de los pensamientos de abba Antonio, me volvería todo como de fuego; pero conozco un hombre que, con esfuerzo, puede sobrellevar su pensamiento”. 10. Se presentó cierta vez un tebano a abba Sisoes, porque quería hacerse monje. El anciano le preguntó si tenía en el mundo algo propio. Él respondió: “Tengo un hijo”. El anciano le dijo: “Ve, tíralo al río, y entonces serás monje”. Cuando iba ya para tirarlo, el anciano mandó un hermano para impedírselo. El hermano te dijo: “Detente, ¿qué haces?”. Él contestó: “El abba me dijo que lo tirase”. Le replicó el hermano: “Pero ahora dice que no lo tires”. Y abandonándolo, fue adonde estaba el anciano, y llegó a ser un monje probado por su obediencia. 11. Un hermano preguntó a abba Sisoes diciendo: “¿De este modo persiguió Satanás a los ancianos?”. Le contestó el anciano: “Ahora es peor, porque se acerca su tiempo y está turbado”. 12. Una vez fue tentado por el demonio el discípulo de abba Sisoes, Abraham; supo el 133
anciano que había caído, y levantándose alzó las manos hacia el cielo, diciendo: “Oh Dios, lo quieras o no, no te dejaré hasta que lo cures”. Y en seguida fue curado. 13. Interrogó un hermano a abba Sisoes diciendo: “Veo que la memoria de Dios permanece en mí”. Le respondió el anciano: “No es gran cosa que tu pensamiento permanezca con Dios. Pero es cosa grande que te veas a ti mismo por debajo de toda creatura. Esto, unido al trabajo corporal, conduce a la humildad”. 14. Se contaba acerca de abba Sisoes que cuando estaba cercano su fin se encontraban los Padres junto a él, y se puso su rostro resplandeciente como el sol. Él les dijo: “Aquí viene abba Antonio”. Y poco después dijo: “Aquí viene el coro de los profetas”. Brilló todavía más su rostro, y dijo: “Ahora viene el coro de los apóstoles”. Se duplicó el resplandor de su rostro, y se le vio como hablando con alguien. Los ancianos le rogaron diciendo: “¿Con quién hablas, Padre?”. Él dijo: “Los ángeles vienen a buscarme, y les pido que me dejen hacer un poco de penitencia”. Los ancianos le respondieron: “No necesitas hacer penitencia, Padre”. El anciano les dijo: “En verdad, no sé si he empezado a hacerla”. Y todos supieron que era perfecto. Su rostro se puso repentinamente brillante como el sol, y temieron todos. Y él les dijo: «Vean, ya viene el Señor, y dice: “Tráiganme el vaso de elección (Hch 9,15) del desierto”». En seguida entregó su espíritu, y hubo como un relámpago y la habitación se llenó de buen olor. 15. Fue abba Adelfio, obispo de Nilópolis, a visitar a abba Sisoes en la montaña de abba Antonio. Cuando estaban por salir, antes de ponerse en camino, les hizo comer al amanecer. Era día de ayuno. Mientras preparaban la mesa, llaman unos hermanos. Dice él a su discípulo: “Dales algo de comer, porque están cansados”. Abba Adelfio le dijo: “Déjalo, para que no digan que abba Sisoes come desde el amanecer”. El anciano lo miró, y dijo al hermano: “Ve, dales”. Cuando los hermanos vieron el alimento dijeron: “¿Tienen huéspedes? ¿Acaso el anciano come con ustedes?”. El hermano replicó: “Sí”. Comenzaron ellos a afligirse, y decían: “Que Dios los perdone, porque han dejado comer ahora al anciano. ¿No sabían acaso que durante muchos días se va a mortificar por esto?”. Lo oyó el obispo, y haciendo una metanía al anciano, dijo: “Perdóname, abba, porque pensé humanamente. Tú hiciste lo que es de Dios”. Abba Sisoes le dijo: “Si Dios no glorifica al hombre, es nada la gloria del hombre”. 16. Fueron unos hermanos a visitar a abba Sisoes para escuchar una palabra suya, y el anciano no les habló. Todo el tiempo decía: “Perdón”. Al ver los canastos, le preguntaron a su discípulo Abraham: “¿Qué hacen con estos canastos?”. Él contestó: “Los vendemos por aquí y por allá”. Lo oyó el anciano, y dijo: “También Sisoes come por aquí y por allá”. Lo oyeron y sacaron mucho provecho, y se marcharon con alegría, edificados por su humildad. 17. Abba Ammón de Raitu preguntó a abba Sisoes: “Cuando leo la Escritura, mi pensamiento quiere atender a la palabra para tener respuesta cuando me interrogan”. Le contestó el anciano: “No es necesario; procúrate más bien, por la pureza de espíritu, estar sin preocupación, y (entonces) habla”. 18. Un seglar iba con su hijo a ver a abba Sisoes en la montaña de abba Antonio. En el camino murió su hijo, y no se turbó, sino que lo llevó hasta donde estaba el anciano. Con fe, se postró con su hijo como quien hace una metanía, para recibir la bendición del anciano. Al levantarse, el padre dejó al niño a los pies del anciano y se retiró. El anciano, pensando que estaba haciendo la metanía ante él, le dijo: “Levántate, sal fuera”, porque no sabía que había muerto. Y él se levantó en seguida, y salió. Su padre se maravilló al 134
verlo y, entrando, se prosternó ante el anciano y le anunció lo sucedido. El anciano, al oírlo, se entristeció, puesto que no quería que esto ocurriese. Su discípulo previno al padre del niño que no lo dijera a nadie hasta la muerte del anciano. 19. Tres ancianos fueron adonde estaba abba Sisoes, porque habían oído hablar de él. El primero le dijo: “Padre, ¿cómo podré salvarme del río de fuego?” (Dn 7,10). Pero no le respondió. Le dijo el segundo: “Padre, ¿cómo podré salvarme del rechinar de dientes ( Mt 8,12) y del gusano que no perece (Mc 9,48)?”. El tercero le dijo: “Padre, ¿qué haré, porque el recuerdo de las tinieblas exteriores (Mt 8,12) me mata?”. El anciano le contestó diciendo: “Yo no me acuerdo de nada de eso. Dios es misericordioso y espero que tenga misericordia de mí”. Al oír esta palabra, los ancianos se retiraron tristes. Pero el anciano no quiso dejarlos partir afligidos, y llamándolos de vuelta les dijo:” ¡Bienaventurados son, hermanos! Les tengo envidia. El primero de ustedes habló del río de fuego, el segundo habló del tártaro y el tercero de las tinieblas. Si su espíritu tiene este recuerdo en su poder, es imposible que pequen. ¿Qué haré yo, duro de corazón, a quien no se le concedió siquiera saber si hay un castigo para los hombres, y por eso peco a toda hora?”. Ellos, haciendo la metanía, dijeron: “Como lo habíamos oído, (es) también lo que hemos visto” (Sal 47[48],9). 20. Preguntaron a abba Sisoes: “Si un hermano peca ¿necesita hacer penitencia durante un año?”. Él respondió: “Es dura esta palabra”. Le preguntaron: “¿Por seis meses?”. Respondió él: “Es mucho”. Ellos dijeron: “¿Hasta cuarenta días?”. Contestó otra vez: “Es mucho”. Ellos preguntaron: “Entonces, si un hermano peca y en seguida se celebra un ágape, ¿también él debe asistir al ágape?”. Dijo entonces el anciano: “¡No! Es preciso hacer penitencia por unos pocos días. Porque confío en Dios que si uno hace penitencia con toda el alma, a los tres días ya lo recibe Dios”. 21. Cuando abba Sisoes estaba en Clysma acudieron unos seglares para verlo. Ellos le hablaban, pero él no les respondía ni una palabra. Al fin, uno de ellos dijo: “¿Para qué molestan al anciano? No come, por eso no puede hablar”. El anciano replicó: “Yo como cuando tengo necesidad”. 22. Abba José interrogó a abba Sisoes: “¿En cuánto tiempo debe el hombre cortar con las pasiones?”. Le contestó el anciano: “¿Quieres saber cuánto tiempo?”. Abba José dijo: “Sí”. El anciano replicó: “Cada vez que llega la pasión debes cortarla en seguida”. 23. Un hermano preguntó a abba Sisoes, el de Petra, acerca de la vida monástica. Le respondió el anciano: «Dijo Daniel: “No he comido el pan de los deseos” (Dn 10,3)». 24. Se contaba de abba Sisoes que cuando permanecía en su celda, cerraba siempre la puerta. 25. Unos arrianos fueron a ver a abba Sisoes en la montaña de abba Antonio, y comenzaron a hablar contra los ortodoxos. El anciano no les respondió, pero llamando a su discípulo le dijo: “Abraham, trae el libro del bienaventurado Atanasio, y léelo”. Y ellos se callaron, y fue conocida su herejía. Él los despidió en paz. 26. Abba Amún de Raitu fue a Clysma a visitar a abba Sisoes. Al verlo afligido porque había abandonado el desierto, le dijo: “¿Por qué te afliges, abba? ¿Qué podías ya hacer en el desierto?”. Mirándolo fijamente, el anciano le contestó: “¿Qué me estás diciendo, Amún? ¿No me bastaba acaso en el desierto con la libertad del espíritu?”. 135
27. Estaba sentado abba Sisoes en su celda, y su discípulo llamó. El anciano gritó, diciendo: “¡Huye, Abraham, no entres! Ya no tengo tiempo para las cosas de aquí”. 28. Un hermano interrogó a abba Sisoes: “¿Por qué dejaste Escete, donde vivías junto a abba Or, y viniste a habitar aquí?”. El anciano le contestó: “Cuando Escete comenzó a poblarse, oí yo que había muerto abba Antonio, me levanté y vine a la montaña, y encontré que el lugar era calmo, entonces he permanecido en él por un poco de tiempo”. El hermano le preguntó: “¿Cuánto tiempo llevas aquí?”. El anciano le contestó: “Setenta y dos años”. 29. Dijo abba Sisoes: “Si hay un hombre que te cuida, no le des órdenes”. 30. Preguntó un hermano a abba Sisoes: “Si vamos de viaje, y nuestro guía se pierde, ¿debemos decírselo?”. El anciano le contestó: “No”. El hermano dijo: “Pero, ¿tenemos que permitirle que nos haga extraviar?”. El anciano le contestó: «¿Qué harías, entonces? ¿Tomarás un bastón para golpearlo? Sé de unos hermanos que estaban de viaje, y su guía se perdió durante la noche. Eran doce, y todos se daban cuenta que estaba perdido, y combatió cada cual consigo mismo para no decirlo. Cuando se hizo de día supo el guía que se había perdido, y les dijo: “Perdónenme, porque me he perdido”. Y todos le respondieron: “También nosotros lo sabíamos, pero callamos”. Al oírlo, se admiró y dijo: “Hasta la muerte se abstienen de hablar los hermanos”. Y dio gloria a Dios. La distancia que se habían apartado del camino era de doce millas149». 31. Vinieron un día los sarracenos y despojaron al anciano y a su hermano. Fueron ellos al desierto buscando algo para comer, y el anciano encontró estiércol de camello, y abriéndolo halló granos de cebada. Comió un grano y puso el otro en su mano. Llegó su hermano, y lo encontró comiendo, y le dijo: “¿Es esta caridad, que encuentras alimento y comes solo, y no me llamas?”. Le respondió abba Sisoes: “Te hago injusticia, hermano: mira tu parte que guardaba en mi mano”. 32. Se cuenta de abba Sisoes el tebano que cuando vivía en Calamón de Arsinoe, un anciano se encontraba enfermo en otra laura. Cuando él lo supo, se entristeció. Ayunaba día por medio, y ese era el día que no comía. Lo consideró, y dijo a su pensamiento: “¿Qué haré? Si voy, ¿no me obligarán los hermanos a comer? Y si espero hasta mañana, ¿no morirá? Haré de este modo: iré, pero no comeré”. Y así fue, en ayunas, y cumplió el mandato de Dios sin faltar a su propósito de vida según Dios. 33. Contaba uno de los Padres acerca de abba Sisoes de Calamón, que para vencer el sueño se suspendió en el precipicio de Petra. Y un ángel vino y lo desató, y le amonestó que no lo hiciera, para no dejar a otros una enseñanza semejante. 34. Un padre interrogó a abba Sisoes, diciendo: “Si mientras estoy en el desierto viene un bárbaro, queriendo matarme, y consigo dominarlo, ¿debo matarlo?”. Le respondió el anciano: «No. Más bien entrégalo a Dios. En cualquier prueba que llega al hombre, di: “Esto sucede por mis pecados”. Si se trata de algo bueno, di: “Es por la providencia de Dios”». 35. Un hermano pidió a abba Sisoes el tebano: “Dime una palabra”. Le respondió: “¿Qué diré? Leo el Nuevo Testamento, y me vuelvo al Antiguo”. 149
Un poco más de 19 kms.
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36. El mismo hermano preguntó a abba Sisoes de Petra acerca de la palabra que había dicho Sisoes el tebano. Y el anciano respondió: “Yo me duermo en el pecado, y me despierto en el pecado”. 37. Contaban de abba Sisoes el tebano que, cuando despedían a la asamblea, huía a su celda. Y decían: “Tiene un demonio”. Pero él hacía la obra de Dios (Jn 10,20). 38. Preguntó un hermano a abba Sisoes, diciendo: “¿Qué haré, abba, porque he caído?”. Le contestó el anciano: “Levántate de nuevo”. Dijo el hermano: “Me levanté pero caí otra vez”. Le replicó el anciano: “Levántate una y otra vez”. Le dijo entonces el hermano: “¿Hasta cuándo?”. El anciano contestó: “Hasta que seas tomado, ya sea en el bien, ya sea en el crimen; puesto que el hombre se presentará al juicio en aquello en que sea encontrado”. 39. Un hermano interrogó a un anciano, diciendo: “¿Qué haré? Me entristezco a causa del trabajo manual: me gusta trenzar, pero no puedo trabajar en ello”. Le respondió el anciano: “Abba Sisoes dijo que no hay que hacer un trabajo que nos agrade”. 40. Dijo abba Sisoes: “Busca a Dios, pero no busques donde habita”. 41. Dijo también: “La vergüenza y la falta de reverencia traen muchas veces el pecado”. 42. Preguntó un hermano a abba Sisoes, diciendo: “¿Qué debo hacer?”. Le contestó: «La obra que buscas es un gran silencio y la humildad. Porque está escrito: “Bienaventurados los que permanecen en él” (Is 30,18). Y así podrás permanecer en ello». 43. Dijo abba Sisoes: “Sé despreciado, echa atrás tuyo la voluntad propia, y alcanzarás la despreocupación y tendrás el descanso”. 44. Un hermano preguntó a abba Sisoes: “¿Qué debo hacer a causa de las pasiones?”. Le contestó el anciano: “Cada uno es tentado por su concupiscencia” (St 1,16). 45. Pidió un hermano a abba Sisoes: “Dime una palabra”. Él respondió: ¿Por qué me haces hablar inútilmente? Haz lo que veas”. 46. Abba Abraham, el discípulo de abba Sisoes, se fue para realizar un servicio, y durante muchos días no quiso el anciano ser atendido por otro, diciendo: “¿Permitiré acaso que otro hombre adquiera familiaridad conmigo, fuera de mi hermano?”. Y no lo consintió, sino que soportó el trabajo hasta que regresó su discípulo. 47. Cuentan de abba Sisoes que estaba sentado, y gritó con voz fuerte: “¡Oh, desgracia!”. Le preguntó su discípulo: “¿Qué tienes, padre?” El anciano respondió: “Busco un hombre con quien hablar, y no lo encuentro”. 48. Fue una vez abba Sisoes desde la montaña de abba Antonio a la montaña exterior de la Tebaida, y vivía allí. Había melecianos en ese lugar, que habitaban en Calamón de Arsinoe. Oyeron algunos hermanos que había ido a la montaña exterior, y deseaban verlo, pero decían: “¿Qué haremos? porque hay melecianos en la montaña. Sabemos que el anciano no sufre daño alguno por ello, pero nosotros tememos que, por visitar al anciano, caigamos en la tentación de la herejía”. Y para no acercarse a los herejes, no fueron a ver al anciano. 137
49. Contaban que abba Sisoes cayó enfermo. Los ancianos estaban sentados junto a él, y él estaba como hablando con alguien. Le preguntaron: “¿Qué ves, abba?”. Él les respondió: “Veo a unos que vienen por mí, y les pido que me dejen hacer un poco de penitencia”. Uno de los ancianos le dijo: “Si te dejara, ¿puedes todavía hacer penitencia útilmente?”. El anciano le contestó: “Aunque no pueda, gimo un poco sobre mi alma, y eso me basta”. 50. Cuentan acerca de abba Sisoes que cuando fue a Clysma, se enfermó y permanecía con él su discípulo en la celda. Se oyó entonces un golpe en la puerta. El anciano comprendió, y dijo a su discípulo Abraham: «Di al que llama. “Yo, Sisoes, en la montaña; yo, Sisoes, en la estera”». Y el otro, al oírlo, desapareció. 51. Abba Sisoes el tebano dijo a su discípulo: “Dime lo que ves en mí, y yo te diré lo que veo en ti”. El discípulo le dijo: “Tú eres bueno en tu espíritu, pero un poco duro”. Le replicó el anciano: “Tú eres bueno, pero algo flojo de espíritu”. 52. Decían que abba Sisoes el tebano no comía pan, y en la fiesta de Pascua los hermanos le hicieron una metanía, rogándole que comiera con ellos. Les respondió diciendo: “Haré una de estas dos cosas: o como pan o las cosas que han preparado”. Ellos le rogaron: “Come solamente pan”. Y así lo hizo. 53. Si alguien interrogaba a abba Sisoes acerca de abba Pambo, decía: “Pambo era muy grande en sus obras”. 54. Dijo abba Sisoes a un hermano: “¿Cómo estás?”. Le respondió: “Pierdo el día, padre”. Y el anciano le dijo: “Cuando yo pierdo el día, doy gracias”. ABBA SILVANO150 1. Fueron una vez abba Silvano y su discípulo Zacarías a un monasterio, y en él les hicieron comer algo antes de marcharse. Cuando ya habían salido, el discípulo encontró agua en el camino, y quiso beber. El anciano le dijo: “Zacarías, hoy es día de ayuno”. Él respondió: “¿No hemos comido acaso, Padre?”. Le replicó el anciano: “Aquella comida fue por caridad, mas nosotros, hijo, guardemos nuestro ayuno”. 2. Estando el mismo una vez con los hermanos, entró en éxtasis y cayó sobre su rostro, y sólo después de mucho tiempo se levantó, llorando. Le rogaban los hermanos, diciendo: “¿Padre, qué tienes?”. Pero él, llorando, no respondía. Cuando pudieron hacerle hablar, dijo: “Fui arrebatado al juicio, y vi a muchos de los nuestros que iban al castigo, y muchos seglares que iban al reino”. Lloraba el anciano, y no quería salir de su celda. Si lo obligaban a salir, cubría su rostro con el capuchón diciendo: “¿Para qué quiero ver esta luz temporal, que no sirve para nada?”. 150
“El monje Silvano (hay otro Silvano, el de Panefo, que vivió, según parece, en la segunda mitad del siglo V) tuvo
un destino semejante al de Sisoes. Y de hecho fue comparado a éste último (cf. Pambo 12). Luego de una estadía en
Escete cuya duración es imposible de determinar, pero que debió ser muy larga ya que tuvo tiempo para reunir al
menos doce discípulos (cf. Marcos, discípulo del abad Silvano 1-2), partió hacia el Sinaí (Marcos, discípulo del abad
Silvano 1-2; la mayor parte de los apotegmas de Silvano son de su período Sinaítico; cf. Netras 1, donde aparece otro
discípulo de Silvano en el Sinaí). Allí fundó un monasterio, y luego otro en Palestina, en Gerara (a una decena de
kilómetros de Gaza). Sozomeno (Historia Eclesiástica, VI,32) le consagra una breve noticia en la que señala que,
hacia 380, era monje en Egipto; y precisa que Zacarías le sucedió a la cabeza del cenobio de Gerara (o: Guerar)…”
(SCh 387, pp. 61-62).
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3. Otra vez entró su discípulo Zacarías y lo encontró en éxtasis, con sus manos extendidas hacia el cielo. Entonces salió y cerró la puerta. Volvió a la hora sexta y a la hora novena, y lo encontró de la misma manera. Alrededor de la décima hora llamó y, entrando, lo encontró en la hesiquía, y le dijo: “¿Qué tienes hoy, Padre?”. Él respondió: “Hoy estuve enfermo, hijo”. Pero él, tomando sus pies, le dijo: “No te dejaré hasta que no me digas lo que has visto”. El anciano le dijo: “Hoy fui arrebatado hasta el cielo, y vi la gloria de Dios, y allí estuve hasta este momento, y ahora he sido despedido”. 4. Cuando abba Silvano vivía en el monte Sinaí, su discípulo Zacarías tuvo que salir para un servicio, y dijo al anciano: “Suelta el agua y riega el huerto”. El anciano salió y se cubrió los ojos con el capuchón, y solamente veía sus pies. Llegó en ese momento un hermano, y mirándolo de lejos consideraba lo que hacía. Entró el hermano adonde él estaba y le dijo: “Dime, abba, ¿por qué te tapabas la cara con el capuchón cuando regabas el jardín?”. Le contestó el anciano: “Hijo, para que mis ojos no vieran los árboles, y se apartara mi mente de su trabajo a causa de ellos”. 5. Un hermano fue a visitar a abba Silvano en el monte Sinaí. Vio a los hermanos que trabajaban, y dijo al anciano: “No trabajen por el alimento que perece (Jn 6,27); María eligió la mejor parte” (Lc 10,42). El anciano ordenó a su discípulo: “Zacarías, dale un libro a este hermano, y acompáñalo a una celda donde no haya nada”. Cuando llegó la hora novena, miraba por la puerta por si lo llamaban para comer. Como nadie lo llamó, se levantó y fue hasta el anciano y le dijo: “¿No comen hoy los hermanos, abba?”. El anciano le contestó: “Sí”. Él dijo: “¿Por qué no me llamaron?”. Le respondió el anciano: “Porque eres hombre espiritual y no necesitas este alimento. Nosotros, que somos carnales, queremos comer, y para eso trabajamos. Tú, en cambio, has elegido la mejor parte, leyendo todo el día, y no quieres comer el alimento carnal”. Al oír esto hizo una metanía, diciendo: “Perdóname, abba”. Le contestó el anciano: “Realmente, María necesita a Marta, puesto que fue por Marta que se elogió a María”. 6. Preguntaron a abba Silvano: “¿En qué práctica te has ejercitado, Padre, para adquirir semejante prudencia?”. Y respondió: “Nunca permití que viniera a mi corazón un pensamiento que irritara a Dios”. 7. Se cuenta de abba Silvano que permanecía sentado en su celda, en lo oculto, y tenía unas habas pequeñas y con ellas trabajaba, e hizo cien cribas. Y llegó un hombre desde Egipto, con un asno cargado de panes, y llamando a su celda, se los dejó. Entonces, el anciano tomó las cribas, cargó el asno y lo despidió. 8. De abba Silvano se cuenta que, una vez, su discípulo Zacarías salió sin él, y tomando a los hermanos derribó el cerco del huerto y lo agrandó. Cuando el anciano lo supo, tomó su melota y salió, y dijo a los hermanos: “Rueguen por mí”. Ellos, al verlo, se echaron a sus pies diciendo: “Dinos qué tienes, Padre”. Les respondió: “No entraré ni me quitaré la melota si no vuelven el cerco al lugar en que estaba”. Ellos destruyeron en seguida el cerco, y lo rehicieron donde estaba antes. Y así el anciano regresó a su celda. 9. Dijo abba Silvano: «Yo soy un esclavo, y mi señor me dice: “Haz mi trabajo y yo te alimentaré, y no busques saber de dónde: si tengo, si robo, si pido prestado; tú no te preocupes, trabaja tan solo, y yo te alimentaré”. Yo, por tanto, si trabajo, como de mi salario; pero si no trabajo, como de la caridad». 10. Dijo también: “¡Ay del hombre cuyo renombre es mayor que su esfuerzo!”. 139
11. Preguntó abba Moisés a abba Silvano. “¿Puede el hombre comenzar cada día?”. Le respondió el anciano: “Si es laborioso, puede comenzar a cada hora”. 12. Dijo un Padre que encontró alguien a abba Silvano, y vio su rostro y su cuerpo brillantes como los de un ángel, y cayó con la frente en tierra. Dijo también que otros obtuvieron igual gracia. 13. Decían de él que se marchó a Palestina y construyó una celda junto a un río, y allí permaneció el resto de su vida, como en Escete. ABBA SIMÓN151 1. Un funcionario fue a visitar a abba Simón. Lo oyó éste, y cubriéndose con un paño sostenido en la cintura, se subió a una palmera para limpiarla. Los que llegaban, le gritaron: “Anciano, ¿dónde está el anacoreta?”. Él contestó: “Aquí no hay ningún anacoreta”. Y al oírlo, se volvieron. 2. En otra oportunidad, fue otro arconte (funcionario) para verlo. Se adelantaron los clérigos y le dijeron: “Abba prepárate, pues el arconte ha oído hablar de ti y viene para que lo bendigas”. Él dijo: “Está bien, me prepararé”. Vistió un hábito grosero, y tomando pan y queso en sus manos, se levantó, se sentó a la entrada y se puso a comer. Llegó el arconte con sus oficiales y, al verlo, lo despreciaron diciendo: “¿Es éste el anacoreta de quien habíamos oído hablar?”. Y en seguida regresaron. ABBA SOPATRO152 1. Pidió uno a abba Sopatro: “Dame un mandato, abba, y lo guardaré”. Él le dijo: “No entre mujer en tu celda y no leas a los apócrifos; no especules acerca de la imagen153. Esto no es herejía, sino ignorancia y gusto por la disputa en ambos partidos, porque es imposible que la criatura lo comprenda”. ABBA SARMATAS154 1. Dijo abba Sarmatas: “Prefiero el hombre pecador, que sabe que ha pecado y hace penitencia, al hombre que no pecó, y se tiene a sí mismo por justo”. 2. Decían acerca de abba Sarmatas que, siguiendo el consejo de abba Pastor, se retiraba muchas veces durante cuarenta días a la soledad, y cumplía esos días como si nada fuese. Abba Pastor lo visitó y le preguntó: “Dime, ¿qué cosas ves para sostener semejante esfuerzo?”. Él le contestó: “Nada de especial”. Le dijo entonces abba Pastor: “No te dejaré hasta que me lo digas”. Él respondió: “Una sola cosa he encontrado: si le digo al sueño, 151
“Este Simón pudo interrogar a san Antonio en su juventud y tenemos un apotegma de él conservado por Pastor
(137). A juzgar por el recibimiento que ofrece a grandes personajes, era de la misma escuela que el abad Arsenio”
(Sentences, p. 299).
152
“No tenemos ningún dato sobre este personaje, pero su apotegma hace alusión a la controversia antropomorfita
que turbó a los monjes del Bajo Egipto a fines del siglo IV” (Sentences, p. 300).
153
Humana de Dios (?).
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“Un discípulo de san Antonio tenía este nombre, según san Jerónimo (en su traducción del libro II de las Crónicas
de Eusebio; PL 27,502), y habría sido masacrado por los Sarracenos en 357. Pero es imposible asegurar que sea el
mismo Sarmatas de estos apotegmas” (Sentences, p. 300).
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vete, se va; si le digo: ven, viene”. 3. Un hermano interrogó a abba Sarmatas, diciendo: “Los pensamientos me sugieren: no trabajes, sino come, bebe, duerme”. El anciano le contestó: “Cuando tengas hambre, come; cuando tengas sed, bebe; cuando sientas sueño, duerme”. Pero otro anciano llegó oportunamente al lugar donde estaba el hermano, y éste le relató lo que había dicho abba Sarmatas. El anciano le dijo: «Esto es lo que te dijo abba Sarmatas: “Cuando tengas mucha hambre y tanta sed que ya no soportes más, come, entonces, y bebe; y cuando hayas velado mucho y tengas sueño, duerme”. Esto es lo que te dijo el anciano». 4. Dijo el mismo hermano a abba Sarmatas: «Los pensamientos me dicen: “Vete fuera, y visita a los hermanos”». Le dijo el anciano: «No los escuches, sino diles: “Ya les presté oídos antes, pero en esto no puedo escucharlos”». 5. Dijo también: “Si el hombre no huye cuanto puede y no vigila, hace inevitable el pecado”. ABBA SERAPIÓN155 1. Pasaba una vez abba Serapión por una aldea de Egipto, y vio una prostituta de pie junto a su habitación. El anciano le dijo: “Espérame esta tarde, porque quiero venir y pasar la noche junto a ti”. Ella le respondió: “Esta bien, abba”. Y se preparó y dispuso el lecho. Cuando atardeció, vino el anciano donde ella y, entrando en la habitación, le preguntó: “¿Preparaste el lecho?”. Le respondió: “Sí, abba”. Cerró entonces la puerta y le dijo: “Espera un poco, puesto que tenemos una ley y debo cumplirla”. El anciano comenzó su oficio; tomó el salterio, y después de cada salmo hacía una oración, rogando a Dios por ella, para que se arrepintiese y salvara. Y Dios le escuchó. La mujer estaba temblorosa y suplicante junto al anciano. Cuando el anciano hubo concluido todo el salterio, la mujer cayó en tierra. El anciano comenzó el (libro del) Apóstol, y leyó mucho de él, y de esta manera terminó la synaxis. La mujer estaba compungida, y comprendiendo que él no había venido para pecar con ella, sino para salvar su alma, se postró ante él diciendo: “Ten caridad, abba, y llévame a un sitio donde pueda agradar a Dios”. El anciano la condujo a un monasterio de vírgenes, y la entregó a la Madre, diciendo: “Recibe a esta hermana, y no le impongas el yugo o la norma como a las demás; dale lo que quiera, y permítele actuar como ella desea”. Después de unos pocos días dijo: “Yo soy una pecadora, quiero comer día por medio”. Pocos días más tarde dijo: “Yo tengo muchos pecados, quiero comer cada cuatro días”. Y después de pocos días más, suplicó a la Madre diciendo: “Ya que he entristecido tanto a Dios con mis pecados, hazme un favor: ponme en una celda, ciérrala, y por un agujero dame un poco de pan y el trabajo manual”. La Madre lo hizo, y ella agradó a Dios por el resto de su vida. 2. Un hermano rogó a abba Serapión, diciendo: “Dime una palabra”. Le respondió el anciano: “¿Qué tengo para decirte? Tomaste lo que era de viudas y huérfanos, y lo pusiste en esta abertura”. Porque la veía llena de libros. 155
“La existencia de un Serapión en Escete está asegurada solamente por Casiano, quien lo describe como aceptando
con mucha dificultad la condena del antropomorfismo; era entonces muy anciano (Conferencias, X,3,1). En otro
lugar menciona otro (¿o el mismo?) considerado padre espiritual lleno de discernimiento (Conferencias, II,10,3;
XVIII,11)” (SCh 387, p. 71). Paladio nos da a conocer otros dos monjes con este nombre: “el sindonita” (Historia
Lausíaca, cap. 37) y “el nitriota”, o Serapión el Grande (Historia Lausíaca, caps. 7 y 46); y la Historia monachorum
in Aegypto (cap. 18) a un tercero, higúmeno cerca de Arsinoé. Serapión o Sarapión era un nombre común en Egipto.
“De los cuatro apotegmas que se ofrecen aquí, sólo el último puede atribuirse con seguridad al Serapión de la
decimoctava Conferencia (XVIII,11) de Casiano, de la cual es un extracto” (Sentences, p. 301),
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3. Dijo abba Serapión: “Así como los soldados del emperador, cuando están en atención, no pueden mirar a la derecha ni a la izquierda, del mismo modo, el hombre que está firme en la presencia de Dios y permanece en el temor delante de él a toda hora, no temerá nada del enemigo”. 4. Fue un hermano a visitar a abba Serapión, y el anciano lo invitó, según la costumbre, a hacer la oración, pero él no aceptaba, diciéndose pecador e indigno del hábito monástico. Quiso lavarle los pies y él, diciendo las mismas palabras, no accedió a ello. Le preparó para que comiese, y el anciano empezó a comer con él, mientras lo amonestaba diciendo: “Hijo, si quieres aprovechar, permanece en tu celda y atiende a ti mismo y a tu trabajo manual. No te aporta tanto provecho el salir cuanto el permanecer (en la celda)”. Al oír esto, se irritó y el modo se le alteró, y no lo pudo ocultar al anciano. Le dijo entonces abba Serapión: «Hasta ahora decías: “Soy pecador”, y te acusabas como si fueras indigno de vivir. ¿Y porque te amonesto con caridad, te alteras tanto? Si quieres ser humilde, aprende a soportar con fortaleza lo que te hacen los demás, y no profieras palabras ociosas». Oyó esto el hermano y se postró ante el anciano, y partió habiendo recibido mucho provecho. ABBA SERENO156 1. Decían acerca de abba Sereno que trabajaba mucho, y siempre comía dos panes. Fue a verlo abba Job, su compañero, gran asceta también él, y le dijo: “Cuando estoy en la celda, guardo mi costumbre, pero si salgo, hago como los hermanos”. Le respondió abba Sereno: “No es esto gran virtud, guardar tu orden cuando estás en la celda, sino más bien cuando sales de ella”. 2. Dijo abba Sereno: “He pasado mi tiempo cosechando, cosiendo, trenzando, y con todo ello, si no me hubiese alimentado la mano de Dios, no hubiera podido sostenerme”. ABBA ESPIRIDÓN157 1. Acerca de Espiridón, que había sido pastor de ovejas, se contaba que vivía con tal santidad, que fue encontrado digno de ser pastor de hombres. Fue llamado al episcopado en una de las ciudades de Chipre, de nombre Trimitunthes. Ya obispo seguía pastoreando las ovejas por humildad. Una noche vinieron unos ladrones al corral e intentaron robar las ovejas. Pero Dios, que protegía al pastor, salvó también al rebaño: los ladrones fueron ligados al corral, por una fuerza invisible. Cuando amanecía llegó el pastor al lugar. Al verlos con las manos atadas a la espalda comprendió lo que había sucedido y, orando, soltó a los ladrones. Los amonestó y exhortó largamente a que se esforzaran con trabajos honestos y no viviesen en la injusticia, y los despidió regalándoles un carnero. Y agregó graciosamente: “Para que no crean que han velado en vano”. 2. Se decía también que tenía una hija virgen, que participaba de la piedad de su padre. Se llamaba Irene. Un conocido le confió a ella una alhaja de gran valor. Para que 156
Sereno o Seríno puede que sea el abad Serenus del que habla Casiano en dos Conferencias (VII-VIII).
“Los dos apotegmas de Espiridón (Spyridon) son extractos de la Historia Eclesiástica (PG 67,104-105) de
Sócrates. Este obispo - pastor vivió en la isla de Chipre durante la primera mitad del siglo IV” (Sentences, p. 304).
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estuviera más segura la escondió bajo tierra, pero poco después ella dejó este mundo. El que se la había entregado vino más adelante, y al no encontrar a la joven se dirigió a su padre, abba Espiridón, con amenazas y ruegos. Como el anciano se afligía del mal sufrido por el que había hecho el depósito, fue al sepulcro de su hija rogando a Dios que, antes del tiempo señalado, le mostrase la resurrección prometida. Y su esperanza no fue defraudada: revivió la joven y se apareció al padre, indicándole el lugar donde estaba la alhaja, y en seguida se alejó. Y el anciano la tomó y la devolvió. ABBA SAIO158 1. Se contaba que abba Saio y abba Mué vivían juntos. Abba Saio era muy obediente pero muy rudo. El anciano le dijo, para tentarlo: “Ve a robar”. Él salía y robaba a los hermanos por obediencia, dando gracias a Dios en todo. El anciano, por su parte, tomaba lo robado y lo devolvía ocultamente. Una vez, mientras iba caminando se desmayó, y el anciano lo dejó allí, exhausto. Y fue a decir a los hermanos: “Vayan a traer a Saio, que yace quebrado”. Ellos fueron y lo trajeron. AMMA SARA159 1. Se cuenta acerca de amma Sara que vivió durante trece años fuertemente atacada por el demonio de la fornicación, y que nunca pidió que cesara el combate, sino que decía: “¡Oh Dios, dame la fuerza!”. 2. Una vez el mismo espíritu de fornicación se llegó hasta ella con más fuerza, sugiriéndole las vanidades del mundo. Pero ella acudió al temor de Dios y a la ascesis. Subió a la terraza para orar y se le apareció entonces el espíritu de fornicación, el cual le dijo: “Me has vencido, Sara”. Ella le respondió: “No te he vencido yo, sino Cristo, mi Señor”. 3. Decían de ella que vivió sesenta años junto al río, y nunca volvió los ojos para mirarlo. 4. Otra vez fueron a verla desde Pelusio dos ancianos, grandes anacoretas. Mientras viajaban, se decían el uno al otro: “Humillemos a esta vieja”. A ella le dijeron: “Cuidado, no se exalte tu espíritu, y digas: “Los solitarios vienen a verme a mí, que soy mujer”. Amma Sara les contestó: “Por naturaleza soy mujer, pero no por el pensamiento”. 5. Dijo amma Sara: “Si tuviese que rogar a Dios para que todos los hombres sean colmados por mí, tendría que estar postrada ante la puerta de cada uno; prefiero pedir que mi corazón sea puro con todos”. 6. Dijo también: “Levanto mi pie para subir por la escalera y pongo la muerte ante mi vista, antes de subir”. 7. Dijo también: “Es cosa buena hacer limosna a causa de los hombres. Porque aunque se haga por agradar a los hombres, llega después a agradar a Dios”. 158
“En esta historia de Saio y Mué, ni el uno ni el otro de los dos ancianos provoca nuestra admiración. Es uno de los
raros casos de un mandamiento verdaderamente aberrante en los Apotegmas” (Sentences, p. 305). Por ello casi
ninguna de las colecciones de sentencias lo ha conservado.
159
Sara (o Sarra) “vivió en la época del abad Pafnucio y permaneció 60 años junto a un río, es decir a orillas del Nilo,
sin que sea posible dar más precisiones” (Sentences, p. 306).
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8. Fueron una vez unos escetiotas a visitar a amma Sara. Ella les sirvió un canastillo (de frutas). Ellos, entonces, tomaron lo que estaba malo y dejaron lo bueno, y ella les dijo: “Verdaderamente, son escetiotas”. 9. Dijo también a los hermanos: “Yo soy un hombre, ustedes son mujeres”. AMMA SINCLÉTICA160 1. Dijo amma Sinclética: «Al principio hay grandes luchas y penas para los que se acercan a Dios, pero después encuentran una alegría inefable. Como los que quieren encender el fuego primero absorben el humo y lagrimean, pero después obtienen lo que buscan se ha dicho, en efecto: “Nuestro Dios es un fuego ardiente” (Hb 12,29), igualmente debemos encender en nosotros el fuego divino, con lágrimas y esfuerzo»161. 2. Dijo también: “Los que hemos abrazado esta profesión debemos tener una templanza perfecta. Porque en los seglares se ve la templanza, pero con ella habita la intemperancia, porque pecan con todos los demás sentidos. En efecto, miran sin decencia y ríen sin medida”162. 3. Dijo también: “Como las medicinas más amargas expulsan a las bestias venenosas, así la oración con el ayuno expulsa al mal pensamiento”163. 4. Dijo también: «No te seduzcan las delicias de las riquezas del mundo, como si tuvieran algo de provecho a causa del placer vano. Ellos aprecian el arte culinario, mientras que tú, por el ayuno y por los alimentos de bajo precio, superas la abundancia de su comida. Está escrito: “El alma que vive en los placeres, se burla del panal de miel” (Pr 27,7). No te llenes de pan y no desearás el vino»164. 5. Preguntaron a la bienaventurada Sinclética si la pobreza es un bien perfecto. Ella respondió: “Es perfecto, en verdad, para los que lo pueden. Los que soportan la pobreza, padecen en la carne (1 Co 7,28), pero tienen paz en el alma. Como los vestidos que lo resisten se lavan golpeándolos con los pies y retorciéndolos, así el alma fuerte se vuelve aún más fuerte por la pobreza voluntaria”165. 6. Dijo también: “Si vives en el cenobio no cambies de lugar, porque eso te perjudicaría mucho. El pájaro que se aparta de los huevos los hace infecundos, así también el monje o la virgen se enfrían y mueren en la fe cuando vagan de un sitio a otro”166. 7. Dijo también: «Las trampas del diablo son muchas. ¿No puede conmover al alma con 160
“Todos los apotegmas de amma Sinclética son extractos de la Vida de la santa (= VS), compuesta a mediados del
siglo V. Nacida en el seno de una familia noble y cristiana, que había dejado Macedonia para establecerse en
Alejandría, Sinclética se consagró al Señor en algún lugar de Egipto. Su santidad y sabiduría le valieron ser visitada y
consultada por las vírgenes de los alrededores. Son precisamente los consejos y exhortaciones que dirigía a su
hermanas o hijas espirituales los que constituyen la mayor parte de su biografía, y que recuerdan muchos de los
aspectos de la enseñanza de los Padres del desierto” (Sentences, pp. 307-308).
161
VS 60.
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VS 24.
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VS 80.
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VS 95.
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VS 94.
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la pobreza? Le propone la riqueza como cebo. ¿No consigue dominarla por las humillaciones y oprobios? Le sugiere alabanzas y gloria. Si es vencido por la salud, enferma al cuerpo. Si no pudo engañar con placeres, trata de voltearlo con las penas involuntarias. Envía enfermedades intolerables para desanimar a los pusilánimes en el amor de Dios. Ataca también al cuerpo con fortísimas fiebres y le hace padecer una sed intolerable. Si eres pecador y sufres esto, acuérdate del castigo futuro y del fuego eterno y de las justas penas, y no te desanimes por las presentes. Alégrate porque te visita Dios, y ten sobre tu lengua este piadoso dicho: “El Señor me castigó, pero no me entregó a la muerte” (Sal 117[118],18)”. Eras hierro, pero el fuego te purificó de la herrumbre. Si eres justo y te enfermas, has pasado de lo que es grande a lo que es aún mayor. ¿Eres oro? Por el fuego serás más probado. ¿Tu carne fue entregada al ángel? (2 Co 12,7). Alégrate, mira a quien has sido hecho semejante: has sido digno de la porción de Pablo. ¿Te prueba la fiebre? ¿Te educa el rigor? Dice la Escritura: “Pasamos por fuego y por agua, y nos has llevado al descanso” (Sal 65[66],12). ¿Tuviste lo primero? Espera lo segundo. Obrando la virtud grita las palabras del Santo: “Soy pobre y sufriente” (Sal 68[69],30). Por estas dos tribulaciones llegarás a ser perfecto, porque está escrito: “Me has dilatado en la tribulación” (Sal 4,2). Nuestras almas se instruyen en estos ejercicios, y así tenemos al Adversario ante nuestros ojos»167. 8. Dijo también: “Cuando nos oprime la enfermedad no nos pongamos tristes si por la enfermedad y el abatimiento del cuerpo no podemos salmodiar con nuestra voz. Todas estas cosas eran para nuestra utilidad, para purificar las pasiones. Porque el ayuno y acostarse por tierra están mandados a causa de nuestros placeres. Pero si ellos son retenidos por la enfermedad, son superfluos. Puesto que ésta es la gran ascesis: dominarse en las enfermedades y elevar a Dios himnos de acción de gracias”168. 9. Dijo también: “Si tienes que ayunar no pongas el pretexto de la enfermedad, porque los que no ayunan sufren muchas veces las mismas enfermedades. ¿Has empezado a obrar bien? No te retraigas, obligado por el enemigo, pues él será dominado por tu paciencia”. 9 a. “Los que inician la navegación son al principio llevados por el viento. Una vez que han extendido las velas, enfrentan al viento contrario, pero los marineros no aligeran la nave por su causa, sino que aguardan la calma y dejan pasar la tempestad, para retomar la navegación. También nosotros, cuando ha cedido el viento contrario, extendiendo la cruz como una vela, prosigamos seguros nuestro curso”169. 10. Dijo también: “Los que han reunido riquezas después de los trabajos y peligros del mar, aunque han ganado mucho desean ganar todavía más y estiman en nada lo que tienen, y tienden hacia lo que no poseen. Pero nosotros, que no tenemos lo que deseamos, no lo queremos adquirir por el temor de Dios”170. 11. Dijo también: “Imita al publicano para no ser condenado con el fariseo (Lc 18,10-­‐14). Elige la mansedumbre de Moisés para que conviertas tu corazón, que es una roca, en un manantial de agua (Sal 113[114],8)”. 12. Dijo también: “Es peligroso que enseñe aquél que no ha sido educado en la vida activa. Porque si uno habita en una casa ruinosa y recibe huéspedes en ella, los 167
VS 98.
VS 99.
169
VS 102.
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VS 37.
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perjudicará por el deterioro del edificio; del mismo modo el que no fue instruido primero, perderá a los que llegan hasta él. Con palabras los llaman a la salvación, pero con el comportamiento hacen mal a los atletas”171. 13. Dijo también: «Es bueno no llegar a airarse, pero si sucede (el Apóstol) no te da siquiera el tiempo de un día para esta pasión, diciendo: “No se oculte el sol” (Ef 4,26). ¿Esperarás tú hasta que el tiempo se acabe? ¿Por qué odias al hombre que te ha contristado? No es él quien ha obrado mal, sino el diablo. Odia la enfermedad, no el enfermo»172. 14. Dijo también: “Cuanto más aprovechan los atletas, enfrentan a adversarios más fuertes”173. 15. Dijo también: “Hay una ascesis que es impuesta por el enemigo, y sus discípulos la practican. ¿Cómo distinguiremos la ascesis divina y regia de la tiránica y demoníaca? Ciertamente, por su medida regular. Durante todo el tiempo ten una sola norma para el ayuno. No ayunes durante cuatro o cinco días, y lo rompas después con abundancia de alimentos. La inmoderación es siempre corruptora. Cuando eres joven y sano, ayuna, porque llega después la ancianidad con la debilidad. Mientras puedas hacerlo, atesora privándote de la alimentación, para que, cuando no lo puedas hacer encuentres el descanso”174. 16. Dijo también: “Mientras estemos en el cenobio, prefiramos la obediencia a la ascesis, porque ésta, en efecto, enseña el orgullo y aquella la humildad”175. 17. Dijo también: “Tenemos que gobernar nuestra alma con discreción. Mientras vivamos en el cenobio no busquemos lo que es nuestro (1 Co 13,5) ni sirvamos a nuestra voluntad propia, sino obedezcamos a nuestro padre en la fe”176. 18. Dijo también: «Está escrito: “Sean prudentes como serpientes y simples como palomas” (Mt 10,16). Aquello de hacerse como las serpientes se dijo para que no ignoremos los ataques y trampas del diablo. Pues el semejante conoce rápidamente a su semejante. La simplicidad de la paloma muestra la pureza de la acción»177. 19. Dijo amma Sinclética: “Muchos viven en la montaña, actúan como los de la ciudad, y se pierden. Es posible estar solo con el pensamiento aunque se viva con mucha gente, y estando solo vivir con muchos, también con el pensamiento”178. 20. Dijo también: “En el mundo, si faltamos sin querer, nos ponen en prisión; pongámonos nosotros mismos en prisión a causa de nuestros pecados, para que este recuerdo voluntario aleje de nosotros el castigo inminente”179. 21. Dijo también: “Así como el tesoro que es expuesto pierde valor, desaparece la virtud que es conocida por todos. Como se derrite la cera puesta junto al fuego, así se disuelve 171
VS 79.
VS 64.
173
VS 26.
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VS 100.
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VS 101.
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el alma con las alabanzas y pierde su esfuerzo”180. 22. Dijo también: “Del mismo modo que es imposible ser a la vez planta y semilla, es imposible producir frutos celestiales mientras estamos rodeados de la gloria mundana”181. 23. Dijo también: “Hijos, todos queremos salvarnos, pero nos alejamos de la salvación por nuestra negligencia habitual”182. 24. Dijo también: “Estemos atentos, porque los ladrones penetran por nuestros sentidos, aunque no lo queramos. ¿Cómo podría no ennegrecerse una casa con el fuego que le dirigen desde el exterior, si están abiertas las ventanas?”183. 25. Dijo también: “Tenemos que armarnos de todos los modos contra los demonios. Puesto que vienen del exterior y nos mueven desde el interior, y el alma, como una nave, o se sumerge bajo las olas o se hunde por el exceso de carga. Nosotros somos así: a veces nos perdemos a causa de las acciones malas que cometemos, otras somos aniquilados desde adentro, a causa de los pensamientos. Se debe, por tanto, atender a los ataques exteriores de los hombres y ahogar los levantamientos interiores de los pensamientos”184. 26. Dijo también: «No estamos exentos de preocupaciones aquí abajo. Dice la Escritura: “El que cree estar de pie, cuídese de no caer” (1 Co 10,12). Navegamos en la oscuridad, porque el salmista llama a nuestra vida mar (Sal 106[107],23), y el mar tiene escollos y a veces está furioso, a veces tranquilo. Nosotros creemos navegar por la parte tranquila del mar, y que los seculares lo hacen entre el oleaje. Nosotros navegamos conducidos por el sol de la justicia y, sin embargo, el secular salva a menudo su embarcación por la vigilancia en la tempestad y la tiniebla, mientras nosotros nos hundimos aunque estemos en un mar calmo, porque abandonamos por negligencia el timón de la justicia»185. 27. Dijo también: “Es imposible construir un navío si no se tienen clavos; del mismo modo, es imposible salvarse sin humildad”186. 28. Dijo también: “Hay una tristeza útil y una tristeza destructiva. Lo propio de la primera es lamentar las propias faltas y afligirse de la debilidad de sus prójimos, para no decaer de su propósito y adherirse a la perfección de la bondad. Pero también está la tristeza que viene del enemigo, totalmente irracional, que algunos llaman acedia. Hay que expulsar este espíritu, sobre todo con la oración y la salmodia”187. Letra Tau ABBA TITOES188 180
VS 38.
VS 78.
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VS 22.
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VS 25.
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VS 45.
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VS 46-47.
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VS 56.
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VS 40.
188
“Las diferentes versiones de estos apotegmas muestran que Titoes (o Titóes) es una deformación de Sisoes…
Aparte del n. 5, que designa explícitamente a Sisoes de Clysma, los otros apotegmas pueden atribuirse a uno u otro de
los Sisoes - Titoes” (Sentences, p. 313).
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1. Decían acerca de abba Titoes que cuando estaba de pie para la oración, si no bajaba rápidamente las manos su espíritu se elevaba hacia lo alto. Si esto sucedía cuando los hermanos oraban con él, se preocupaba por bajar inmediatamente las manos para que su mente no se extasiara y se demorase en la oración. 2. Dijo abba Titoes: “Es peregrinación189 si el hombre domina su boca”. 3. Interrogó un hermano a abba Titoes: “¿Cómo he de guardar mi corazón?”. El anciano le respondió: “¿Cómo guardaremos nuestro corazón, si tenemos abiertos la boca y el vientre?”. 4. Abba Matoes dijo acerca de abba Titoes: “No puede encontrarse un hombre que abra su boca para acusarlo en cualquier cosa que sea. Porque abba Titoes es como oro puro en la balanza”. 5. Cuando se encontraba abba Titoes en Clysma, pensando y reflexionando dijo a su discípulo: “Echa agua a las palmeras, hijo”. Respondió él: “Estamos en Clysma, abba”. El anciano le dijo: “¿Qué estoy haciendo en Clysma? Llévame de nuevo a la montaña”. 6. Un día que abba Titoes estaba sentado, se encontraba junto a él un hermano. No lo vio y suspiró, y no advirtió que un hermano se hallaba a su lado, porque estaba en éxtasis. Haciendo una metanía le dijo después: “Perdóname, hermano, porque todavía no soy monje, puesto que he suspirado en tu presencia”. 7. Preguntó un hermano a abba Titoes diciendo: “¿Cuál es el camino que lleva a la humildad?”. Le respondió el anciano: “La vía de la humildad es esta: la abstinencia, la oración, y ponerse a sí mismo por debajo de toda creatura”. ABBA TIMOTEO190 1. Abba Timoteo el presbítero interrogó a abba Pastor: “Hay en Egipto una mujer que comete el pecado de la fornicación, y con el dinero que obtiene hace limosnas”. Dijo abba Pastor: “No permanecerá en la fornicación; el fruto de la fe se manifiesta en ella”. Sucedió que la madre del presbítero Timoteo fue a visitar a éste, y él le preguntó: “¿Aquélla mujer persiste en la fornicación?”. Ella le respondió: “Sí, y ha aumentado el número de sus amantes, pero todo lo da en limosnas”. Lo anunció abba Timoteo a abba Pastor, y este dijo: “No permanecerá en la fornicación”. Otra vez fue a visitarlo la madre de abba Timoteo, y le dijo: “¿Sabes que esa pecadora quería venir conmigo para pedirte que ruegues por ella?”. Al oírlo se lo dijo a abba Pastor, quien respondió: “Ve tú, más bien, a encontrarla a ella”. Cuando lo vio, después de oír de él la Palabra de Dios, se arrepintió y lloró, y le dijo: “A partir de este día me adhiero a Dios, y no volveré a fornicar”. Y se retiró en seguida a un monasterio, y agradó a Dios. Letra Ypsilón ABBA HIPEREQUIO191 189
Xeneteía: condición o estado de extranjero.
“Este Timoteo sacerdote sin duda es diferente del hermano de Pablo que era peluquero (cosmeta) en Escete (Pablo
el cosmeta 1 y 2), y del anacoreta del mismo nombre que vivía en un monasterio de cenobitas (Pastor 70)”
(Sentences, p. 314).
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1. Dijo abba Hiperequio: “Así como el león es temible para los onagros (Si 13,19), así es el monje probado para los pensamientos del deseo”192. 2. Dijo también: “El ayuno es para el monje un freno contra el pecado. El que lo deja, es como un caballo en celo (Jr 5,8)”193. 3. Dijo también: “El que no domine su lengua en el momento de la ira, tampoco podrá dominar las pasiones”194. 4. Dijo también: “Es mejor comer carne y beber vino, que comer la carne del hermano por la calumnia”195. 5. Dijo también: “La serpiente expulsó a Eva del paraíso con sus susurros (Gn 3,1). El que habla mal del prójimo es como ella, porque pierde el alma del oyente y no conserva la propia”196. 6. Dijo también: “El tesoro del monje es la pobreza voluntaria. Reunan el tesoro en el cielo, hermanos, puesto que los siglos de ese descanso son eternos”197. 7. Dijo también: “Que tu pensamiento esté siempre en el reino de los cielos, y a la brevedad lo recibirás en herencia”198. 8. Dijo también: “La obediencia es el adorno del monje. Quien lo posea será escuchado por Dios, y se encontrará confiado junto al Crucificado. Porque el Señor fue crucificado, hecho obediente hasta la muerte (Flp 2,8)”199. Letra Fi ABBA FOCAS200 1. Abba Focas, el del cenobio de abba Teognio el jerosolimitano, dijo: «Cuando yo vivía en Escete, cierto abba Santiago, hombre joven que vivía en las Celdas, tenía a su padre carnal como padre espiritual. En las Celdas había dos iglesias, una de ortodoxos, en la cual comulgaban ellos, y otra de cismáticos (monofisitas). Como abba Santiago tenía el don de la humildad era amado por todos, tanto ortodoxos como cismáticos. Le decían los ortodoxos: “Mira, abba Santiago, no te vayan a engañar los cismáticos y te atraigan a su comunión”. Igualmente los cismáticos le decían: “Debes saber, abba Santiago, que si comulgas con los difisitas perderás tu alma. Ellos son nestorianos y disfrazan la verdad”. 191
“El abad Hiperequio (Yperéchios) es un ilustre desconocido del siglo V que compuso una célebre recopilación de
sentencias, de la cual son tomados los apotegmas siguientes… Para cada apotegma se indica, en nota, el número de la
sentencia en la recopilación” (Sentences, p. 316).
192
66.
193
80a.
194
97.
195
144.
196
153.
197
40-41.
198
23b.
199
59, 139.
200
“Vivió en la segunda mitad del siglo V, primero en Escete, después en el monasterio de Teognio (Theogníos) en
Jerusalén. Su primer apotegma evoca las divisiones que se produjeron entre los monjes después del Concilio de
Calcedonia, en 451” (Sentences, p. 318).
149
Abba Santiago, que era un hombre simple, dudando entre lo que de ambas partes le decían, angustiado suplicó al Señor. Por eso se escondió en una celda apartada fuera de la laura, vestido con el hábito de su sepultura como quien está por morir. Porque es costumbre entre los Padres de Egipto que la túnica con que recibieron el santo hábito y el capuchón los conserven hasta la muerte, con ellos son sepultados, y solamente los usan los domingos para la santa comunión, quitándoselos después. Cuando se encontró en la mencionada celda rogaba a Dios, insistiendo en el ayuno y postrado por tierra. Decía después que tuvo que sufrir mucho durante esos días, a causa de los demonios, especialmente en su pensamiento. Pasados cuarenta días vio a un niño que entraba donde él estaba con aspecto alegre, y le dijo: “Abba Santiago, ¿qué haces aquí?”. Iluminado de repente y sacando fuerzas de lo que veía, dijo: “Señor, tu conoces lo que me sucede. Unos me dicen: ‘No abandones la Iglesia’; otros me dicen: ‘Te engañan los difisitas’, y yo, en la duda y sin saber que hacer, he llegado a este punto. El Señor le respondió: “Donde estás, estás bien”. Y apenas hubo oído esta palabra se encontró ante las puertas de la santa iglesia de los ortodoxos partidarios del Concilio (de Calcedonia)». 2. Dijo también abba Focas: «Iba una vez abba Santiago a Escete cuando fue atacado fuertemente por el demonio de la fornicación. Se encontraba próximo a caer, pero vino a mí, me contó lo que le pasaba y me dijo: “Mañana iré a cierta caverna; te ruego por el Señor que no lo digas a nadie, ni siquiera a mi padre, sino cuenta cuarenta días y, cuando se hayan cumplido, haz la caridad de venir hasta mí trayendo la santa comunión. Si me encuentras muerto, entiérrame; si estoy todavía vivo, dame la santa comunión”. Oí todo esto, y cuando se hubieron cumplido los cuarenta días tomé la santa comunión, llevé también pan común puro con un poco de vino, y fui hacia donde él estaba. Cuando me acercaba a la caverna, percibí un fuerte olor que salía de su boca. Dije para mí: “Murió este bienaventurado”. Pero al entrar lo encontré semivivo. Él, apenas me vio, moviendo la mano derecha un poco, cuanto podía, me indicó por el movimiento de la mano la santa comunión. “La tengo”, le dije. Quiso abrir la boca, pero estaba cerrada; pensando qué debía hacer salí al desierto, y encontré una rama de árbol. Con ella, tras mucho esfuerzo, pude abrir apenas su boca un poco. Eché del cuerpo y sangre preciosos lo que podía recibir. Recobró él las fuerzas con la recepción de la santa comunión. Poco después, empapando algunas migas de pan ordinario se las ofrecí, y después de un rato hice otra vez lo mismo, tanto cuanto podía él tomar. De esta manera, por la gracia de Dios, después de un día regresó conmigo y fue a su celda, liberado con la ayuda de Dios de la pasión dañina de la fornicación». ABBA FÉLIX201 1. Unos hermanos, acompañados por algunos seglares, visitaron a abba Félix y le rogaron que les dijera una palabra. El anciano, empero, callaba. Después que le suplicaran mucho, les dijo: “¿Quieren oír una palabra?”. Le respondieron: “Sí, abba”. Entonces el anciano les dijo: “Ya no hay palabra. Cuando los hermanos interrogaban a los ancianos y ponían en práctica lo que les decían, Dios concedía cómo hablar. Pero ahora que preguntan y no hacen lo que oyen, retiró Dios la gracia a los ancianos y ya no encuentran nada que decir, puesto que no hay quien la ponga por obra”. Al oír esto, los hermanos gimieron diciendo: “Ruega por nosotros, abba”. 201
“Nada sabemos de este abba Félix, pero explicando por qué no quería pronunciar una sentencia, este anciano nos
ha dejado algunas de las palabras más memorables de los Padres del desierto” (Sentences, p. 320).
150
ABBA FILAGRIO202 1. Uno de los santos, de nombre Filagrio, habitaba en el desierto de Jerusalén y trabajaba duramente para ganar su pan. Estaba una vez en la plaza para vender su mercadería, cuando alguien dejó caer un bolso con mil monedas. El anciano lo encontró y permaneció en el lugar diciendo: “El que lo perdió, debe volver”. Y este llegó, llorando. El anciano lo llamó aparte y le devolvió la bolsa. El otro lo detuvo y quiso darle una parte, pero el anciano no aceptó. Comenzó el otro a gritar: “¡Vengan a ver lo que hizo el hombre de Dios!”. Pero el anciano huyó secretamente de la ciudad, para no ser ensalzado. ABBA FORTAS203 1. Dijo abba Fortas: “Si Dios quiere que yo viva, Él sabe cómo proveerme de lo necesario, pero si Él no lo quiere, ¿de qué me sirve vivir?”. Estaba en el lecho, pero de nadie aceptaba cosa alguna, y decía: “Si alguien me trae una cosa, y no lo hace por Dios, yo no tengo nada para darle y tampoco recibirá el premio de Dios, puesto que no lo trajo por Él, y así él sufrirá una injusticia. Es preciso, en efecto, que los consagrados a Dios miren solamente hacia Él, y estén de tal manera dispuestos que no consideren que se les hace una injuria, aunque tengan que sufrir mil perjuicios”. Letra Ji204 ABBA CHOMAÍ205 1. Contaban acerca de abba Chomaí que, estando próximo a la muerte, dijo a sus hijos: “No vivan con herejes, no frecuenten gente principal, no estén sus manos extendidas para recoger sino más bien para dar”. ABBA CHEREMÓN206 1. Decían acerca de abba Queremón de Escete que su caverna distaba cuarenta millas207 de la iglesia y diez millas208 del pantano y del agua. Y llevaba su trabajo manual a la caverna y además dos recipientes, uno frente al otro, y permanecía allí en la hesiquía. Letra Psi 202
“Este monje que vivía en la soledad no lejos de Jerusalén en el siglo V, sólo nos es conocido por la anécdota que
sigue. Esta pieza, como algunos otros relatos concernientes a los monjes palestinos, pudo haber sido introducida en
una de las colecciones de apotegmas procedentes de Egipto, que circularon muy pronto en los medios monásticos del
sur de Palestina” (Sentences, p. 320).
203
“El inicio del apotegma recuerda una palabra bastante semejante del abad Daniel (n. 1), y expresa bien el
abandono total en Dios que era la disposición fundamental de los Padres del desierto, disposición totalmente
evangélica de fe y confianza filial” (Sentences, p. 321).
204
Que se transcribe en castellano: ch.
205
Chomái (Jomaí) o Chamé (Jamé), fue, tal vez, discípulo de abba Anter (cf. Sentences, p. 322).
206
“Casiano conoció a un abad Cherémon (o: Jeremón, Queremón), del cual conserva tres conferencias
(Conferencias XI-XIII); pero este anciano habitaba en el desierto de Panephysis. Sin embargo, como era más que
centenario, podría haber vivido en Escete siendo más joven” (Sentences, p. 322).
207
Más de 64 kms.
208
Algo más de 10 kms.
151
ABBA PSENTAISIO209 1. Abba Psentaisio, abba Suros (o: Souros: Soyros) y abba Psoios decían: «Cuando oíamos las palabras de nuestro Padre, abba Pacomio, teníamos una gran ayuda, estimulando el celo por las buenas obras. Viendo que, aun cuando permanecía en silencio, hacía de sus actos un discurso, nos admirábamos y nos decíamos los unos a los otros: “Pensábamos que todos los santos fueron hechos por Dios perfectos e inmutables desde el seno de su madre y no por su propio poder, y que los pecadores no pueden vivir piadosamente porque fueron hechos de esa manera. Pero ahora hemos visto la bondad de Dios manifestada en nuestro Padre, el cual, de origen pagano, se volvió tan piadoso y se ha revestido de todos los mandamientos de Dios. De este modo, también nosotros todos podemos seguirlo, igual que los santos a quienes él mismo siguió. En verdad está escrito: ‘Vengan a mí, todos los que están fatigados y cargados, y yo les daré el descanso’ (Mt 11,28). Muramos, por tanto, y vivamos con este hombre, porque él nos lleva rectamente hacia Dios”». Letra Omega ABBA OR210 1. Decían acerca de abba Or y de abba Teodoro que estaban construyendo con barro una celda, y se dijeron el uno al otro: “Si Dios nos visitase ahora qué haríamos?”. Y llorando, dejaron el barro y se retiraron cada uno a su celda. 2. Decían acerca de abba Or que nunca mintió ni juró ni injurió a hombre alguno, ni habló sin tener necesidad. 3. Abba Or dijo a su discípulo Pablo: “Mira, no permitas que se introduzca en esta celda una palabra extraña”. 4. Fue una vez Pablo, el discípulo de abba Or, a comprar unos mimbres, y vio que otros se habían adelantado y habían dejado una seña. Abba Or, en efecto, jamás daba seña para lo que fuese, sino que en el momento establecido enviaba el precio y compraba. Su discípulo fue entonces a otro sitio para buscar ramas de palmera y el jardinero le dijo: “No sé quien me ha dejado una seña y no ha venido; toma tú las ramas”. Las tomó y fue adonde estaba el anciano, y le relató lo sucedido. Cuando el anciano lo oyó, golpeó las manos y dijo: “Or no trabaja este año”. Y no permitió que quedaran adentro las palmas hasta que se las llevaron de vuelta a su lugar de origen. 5. Dijo abba Or: “Si ves que tengo un pensamiento contra alguien, sabe que también él tiene el mismo pensamiento contra mí. 6. Donde vivía abba Or había un aldeano llamado Longino, el cual hacía muchas 209
“… Esta pieza pacomiana está tomada de la Primera Vida griega (§ 25) del fundador del cenobitismo egipcio…”
(Sentences, p. 323).
210
“Este era un nombre bastante común. Hay un abba Or en Nitria, al que Melania pudo ver en 374 (Historia
Lausíaca, cap. 9); otro en la Tebaida, hacia 395, que de ermitaño pasó a superior cenobita (Historia monachorum in
Aegypto, cap. 2; Sozomeno, Historia Eclesiástica, VI,2); y otro, eunuco, en el monasterio de Pbau, a mediados del
siglo IV (Epístola de Ammonas, 26). La existencia de un abad Or en Escete, en vida de Sisoes, está bien atestiguada
(Sisoes 28), sin que se pueda saber si los quince apotegmas que se le atribuyen, o cuántos de ellos, le pertenecen
realmente” (SCh 387, p. 52).
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limosnas. Llegó cierta vez un Padre, y el hombre le pidió que lo llevase a ver a abba Or. El monje llegó adonde estaba el anciano y elogió al aldeano diciendo que era bueno y hacía muchas limosnas. El anciano reflexionó y dijo: “Sí, es bueno”. Comenzó entonces el monje a suplicarle: “Permítele que venga, abba, y te vea”. Y el anciano respondió: “Ciertamente no cruzará esta hondonada para verme”. 7. Abba Sisoes preguntó a abba Or diciendo: “Dime una palabra”. Y le respondió: “¿Tienes confianza en mí?”. Él respondió: “Sí”. Le dijo: “Ve, y haz lo que me has visto hacer”. Le preguntó: “¿Qué veo en ti, padre?”. El anciano le contestó: “Mi pensamiento está por debajo de todos los hombres”. 8. Decían acerca de abba Or y de abba Teodoro que pusieron buenos cimientos y siempre daban gracias a Dios. 9. Dijo abba Or: “La corona del monje es la humildad”. 10. Dijo también: “El que es honrado y alabado por encima de su mérito es muy perjudicado; pero el que no es honrado por los hombres recibirá la gloria de lo alto”. 11. Dijo también: “Cuando llega a ti el pensamiento de orgullo y de soberbia, escruta tu conciencia para ver si guardas todos los mandamientos, si amas a tus enemigos (Mt 5,44) y te entristeces por su infortunio; considérate a ti mismo como un servidor inútil (Lc 17,10) y el más pecador de todos. Y después de esto no vayas a enaltecerte como si hubieras obrado bien: sabe que por este pensamiento se destruye todo”. 12. Dijo también: “En cualquier tentación no te quejes de hombre alguno, sino solamente de ti, diciendo: Esto me ha sucedido a causa de mis pecados”. 13. Dijo también: «No digas en tu corazón contra tu hermano: “Soy más austero y ascético”; más bien sométete a la gracia de Cristo en espíritu de pobreza y de amor sincero para no caer en el espíritu de vanagloria y pierdas tus trabajos. Está escrito en efecto: “Quien cree estar de pie, vea que no caiga” (1 Co 10,12). Sé como si el Señor te hubiese preparado con sal (Col 4,6)». 14. Dijo también: “Huye de los hombres o engaña al mundo y a los hombres haciéndote necio en muchas cosas”. 15. Dijo también: «Si has hablado mal de tu hermano y tu conciencia te molesta, ve, haz una metanía y di: “Hablé mal de ti”, y asegúrale que no lo volverás a hacer. La difamación es muerte para el alma». Fin de la colección alfabética 
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