[ie 805] (24 septiembre 1928) - Gobierno

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Año XXXIV
Pamplona 24 de septiembre de 1928
- ÓRGANO —
DE LA "BIBLIOTECA CATÓLICO-PROPAGANDISTA"
. ?•
• • . -
Núm. 804
ADMINISTRACIÓN, ESLAVA, 3
DIRECCIÓN, NAVAS DE TOLOSA, 23, 2.»
'POR TIERRAS DE PORTUG-AI,
delata el punto brillante de la lumbre de un cigarrillo. El
general Carmona medita frente al mar y frente a las luminarias lejanas de la capital que brillan al otro lado de
la bahía.
¿Cuál es la situación de Portugal en estos momentos?
•^
Una. espontaneidad de Cnamnno
No es posible emitir juicios por impresión. Pero de la
lectura de los periódicos se deduce que Portugal confía
Me encuentro en Portugal. Buscando descanso moral
en el hombre que rige sus destinos para rehacerse, desy físico— bien necesario—salí de Madrid, pasé por Lispués de haber vivido años
boa y me refugié en este
%::*.-.*•-•- •
NAVARRA
de constante agitación polítiprecioso rinconcito de Cas- .
ca y de periódicas revueltas
caes, que, salvo el lujo detoen las que no interviene el
nante de los multimillonarios
pueblo. Porque aquí el puecosmopolitas que lo pueblan,
blo no interviene para nada,
nada tiene que envidiar a la
y más bien diríase que no
Costa Azul, en cuanto a gahay pueblo. Y a formarle
las de la naturaleza.
van encaminados los esfuerCascaes es lindo, como dizos del general Carmona.
cen los portugueses, "e muito distinctoB. Más al norte
Estamos leyendo en estos
están tas playas bulliciosas
días un libro de D. Migue
de Figueira y de Espinho,
de Unamuno sobre Portuque no son propicias para
gal. Tiene este libro veinte
descansar. En cambio, Casaños de fecha. Lo escribió en
caes es silencioso, blando,
vísperas del advenimiento de
suave, lo mismo que su mar,
¡a República. Y de él nos ha
que carece de oleaje agitado
llamado la atención una ady que llega amorosamente,
vertencia que el Sr. Unapara lamer sin estruendo y
muno procura destacar con
sin espumas las finas arenas
ahínco.
de la playa.
-<;;--.-- :.
En aquellos días — hace
Tenemos el honor de ser
veinte años—el Sr. Unamuconvecinos del general Carno observó que en Portugal
mona, el dictador de Portula cuestión religiosa no exis"Vista, p a r c i a l de B-u.rg-u.ete
gal. Todas las noches pre:
tía. No había cuestión reliM; •
Foto. Victoriano Urdíroz '•-' '«ZJ:
senciamos el paso del autogiosa. Lo que afecta a las
móvil en que el jefe del Estado portugués regresa de Liscreencias y al culto no era motivo de discusión; sencillaboa. Y en la paz nocturna, alguna que otra vez le vemos
mente, porque se prescindía desdeñosamente de ello: los
pasear por la muralla de la ciudadela que le sirve de reprincipios religiosos en nada influían en la vida pública
sidencia. Entre las sombras se advierte su silueta, y la
de Portugal. Y Portugal decaía en su vida colectiva, has-1
LA CUESTIÓN RELIGIOSA
• ' < • - •
LA AVALAN CHA
ta llegar a la máxima descomposición, y por ende, a la
ruina económica.
—Es un pueblo sin ideales—dice Unamuno,—y un
pueblo sin ideal es un pueblo perdido. *;'.' --.
TEOLOGÍA
POPULAR
Cuestiones acerca de Jesucristo
Y añade:
•
•
•
.
\
—jDios quiera que en España exista siempre ia cuestión religiosa!
Porque, en efecto, pueblo que tenga arraigados y defienda los principios religiosos como fundamento de su
unión colectiva, es pueblo que posee el más alto idea!, y
por tanto es apto para ias más elevadas empresas.
Intenta el general Carmona la restauración de Portugal, y toca las fibras sensibles del pueblo procurando
despertar en él los dos grandes sentimientos que son la
fuente de su grandeza pretérita: la Religión y la Patria.
Estos dos grandes sentimientos están latentes en el pueblo portugués. Y así se ve que lo mismo en_ sus maravillas arquitectónicas que en los monumentos elevados
para conmemorar y glorificar las ingentes figuras de su
historia estos sentimientos vibran en las piedras.
Y en las fachadas de las casas particulares, con profusión que evidencia el arraigo que ambos tienen en el alma portuguesa, sorprende al extranjero ver ¡a ostentación que de ellos se hace en los retablos de ¿«zulejería,
que representan imágenes de vírgenes y de santos, al
propio tiempo que episodios de las grandes hazañas de
descubridores y navegantes.
¿Quién fue el culpable de que ese fervor religioso y
patriótico—ya que la fe católica es consubstancial a la
grandeza de Portugal—se amenguara, al punto de producir la decadencia portuguesa de 1910?
El mismo Sr. Unamuno lo dice: El liberalismo de las
clases sociales, que aparece con el siglo XIX y que va
minando la vida social de Portugal hasta llegar al estallido revolucionario, de que fueron los primeros culpables
aquellos que fueron sus víctimas y dejaron que lo fuera
un pueblo indefenso que vio con indiferencia cómo se
realizaba la obra funesta de las sectas.
No hay todavía cuestión religiosa en Portugal, por insensibilidad; pero a medida que el pueblo portugués, empobrecido hoy, vaya despertando, se planteará en día no
lejano. Y al plantearse vendrá la lucha por la restauración del espíritu tradicional portugués, inspirado en aquel
ideal colectivo que Portugal compartió con España y que
hizo, de ambos pueblos hermanos, paladines del progreso
y de la civilización en las tierras nuevas del otro lado del
océano, a las que llevaron la luz del Evangelio.
Al propio tiempo que la raza ibérica llegaba a la cima
de la gloria, como alegóricamente proclama el monumentó a Camoens, alrededor de cuyo pedestal se agrupan frailes, legistas y capitanes, que fueron los que a la
sombra de la Cruz formaron la patria portuguesa...
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MlRABAL.
Cascaes, ll-IX-928.
El Obispo de Patencia y los rotarlos-—El Prelado
de Palencia, en una nota que ha publicado últimamente
en su "Boletín Eclesiástico», previene a los fieles de su
diócesis que los buenos católicos no pueden figurar en
los clubs rotarios.
Fundamenta esta doctrina en las bases del Rotarismo,
que en su obra moralizadora prescinde de toda idea religiosa, y advierte que es condenable el intento de moralizar a los individuos y a las sociedades con una doctrina
naturalista, racionalista y aun atea.
Por orden del Prelado esta nota ha sido leída en todas las parroquias.
Objeción-—Los antiguos fariseos y los actuales incrédulos.
Ríense ios incrédulos de los testimonios que acabamos
de traer, como si no fueran de ningún peso, y dicen que
si muchos hombres que conocieron a Jesucristo confesaron su divinidad, hubo también muchos otros que la
negaron.
Pero digan esos discípulos de Pero Grullo, digan, si
les place: ¿quiénes fueron los que negaron obstinadamente a Jesucristo? ¿Quiénes fueron los que le miraron siempre de reojo, y no pararon hasta verle atravesado en una
cruz?
¿Por ventura fueron los samaritanos, que le llamaron
Salvador del mundo; o los cafarnaítas, que ponderaron
su divino magisterio; o los gerasenos, que se espantaron
de su soberano poder; o los gtlileos, que le recibieron
como gran Profeta; o los moradores de Judea, de Tiro,
de Sidón y de la otra parte del Jordán, que tantas veces
le aclamaron por Hijo de David, por Mesías y por Rey
de Israel? Tampoco fueron, por cierto, los ciegos que
alumbFÓ, los leprosos que limpió, los enfermos que sanó,
los muertos que resucitó o los pobres que evangelizó.
Y para decir toda la verdad, ni siquiera fue el veleidoso
pueblo de Jerusalén, ni las turbas que de todas partes habían venido a aquella metrópoli de Judea con motivo de
la celebración de la Pascua; porque, cuando Cristo era
llevado entre dos ladrones al suplicio de la cruz, todavía
se veían esparcidas por las calles y plazas de Jerusalén
las hojas y olivos con que aquellas gentes habían recibido al Señor pocos días antes, glorificándole con honores
de verdadero triunfo y vitoreándole con los clamores del
Hosanna.
Los verdaderos enemigos de Cristo, los que le negaron porfiadamente, los principales autores de su muerte
fueron los hipócritas y abominables fariseos, cuyas enormes maldades y perversas doctrinas reprendía el Señor
con soberana libertad. Y juzgando ellos que la autoridad
de que gozaban delante del pueblo, y sus empleos honoríficos y su honra y las pingües rentas que sacaban del
tesoro del templo, dependían, ya de la vida o de la muerte de Cristo, repetidas veces conspiraron contra El y desearon matarle; pero se lo estorbaba el temor del pueblo.
Finalmente, poco después del gran prodigio de la resurrección de Lázaro, se juntaron en consejo y dijeron:
"¿Qué hacemos? Porque este Hombre obra muchos prodigios, y sí le dejamos, todos creerán en Él.,, (Evangelio,
Jo., XI.) Y acordaron que a todo trance y sin demora se
le había de entregar a la muerte, prendiéndole con algún
artificio, y no ajusticiándole en el día solemne de la Pascua para evitar una revolución.
Tal fue la causa verdadera de la muerte de Cristo: la
envidia de los fariseos.
Y ellos fueron los que, sembrando embustes y falsos
rumores acerca de Cristo, lograron (cosa más fácil de lo
que parece) seducir a las turbas y conmover toda la chusma de la capital, para que clamase desaforadamente que
Jesús era un seductor y un sacrilego, y alcanzase, a poder de gritos, la libertad de Barrabás y Id muerte de
Cristo. Ellos fueron los que se entendieron con el infame
Judas en el tráfico de la prisión del Señor, y le pagaron
la sacrilega traición, tasada en treinta monedas de plata.
Ellos, los que hicieron fuerza a Pilato y lograron, a puras amenazas, que firmase contra su conciencia la sentencia injustísima de la muerte del Justo.
Finalmente, no excusamos al pueblo judaico, que, seducido por los fariseos, pidió la sangre de su Mesías. Entiéndase bien; fue no poco responsable del horrendo deicidio, porque cuando Pilato se lavó las manos, diciendo:
"Inocente soy de la sangre de este Justo: allá os lo veréis
vosotros», respondió la muchedumbre a grandes voces:
"Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos.»
275
LA AVALAN CH A
Lo que decimos es que los sistemáticos enemigos de Jesús, los que iniciaron y tramaron la conspiración contra
El, los autores más culpables de su muerte fueron no más
que los hipócritas fariseos.
Y decimos esto porque es asi la verdad, y para que los
actuales incrédulos, que no están bien con Jesucristo y
niegan obstinadamente su divinidad, sepan, si no lo saben,
que al negar a Cristo y hacerleguerra.se ponen en eí
pequeño bando de aquellos pérfidos enemigos y defienden la causa miserable de los hipócritas fariseos, del traidor judas y del cobarde Pilato.
(Continuará.)
FRANCISCO DE P . MORELL, S.J,
RASGOS DE LA PATRIA
R u e r t o Rico;'.'.vi',; /•; ^/].. ¿-":
ON mucha frecuencia realiza la
Isla de Puerto Rico actos patrióticos demostrativos de su amor a
España.
Unas veces es la Cámara portorriqueña la que prueba sus
simpatías a la madre patria, otras
es el pueblo quien se asocia con
entusiasmo al homenaje rendido
a los soldados de España, como
ha sucedido al conmemorar el
heroísmo de uno de los jefes españoles que lucharon contra los
yanquis en 1898, y no pocas, las
sociedades culturales de la Isla,
apoyadas por la opinión general, resisten con pujanza las
acometidas que el Gobierno de Washington da al idioma
castellano para levantar sobre sus ruinas el inglés.
Nunca se ha pronunciado en Puerto Rico con mayor
cariño el nombre de España, y jamás se habló mejor en
la isla la hermosa lengua de Cervantes que en la actualidad, aunque por exigencias de los Estados Unidos sea
más conocido que antes el idioma inglés.
Recientemente, en la Universidad de Puerto Rico se
ha tributado un gran homenaje at poeta español Martínez
Sierra y a la notable actriz Catalina Barcena, en prueba
de admiración a los méritos de estos españoles, y por
ellos, a la madre España, resultando el acto muy solemne, brillante y conmovedor, según los relatos de la prensa boriqueña.
Generalmente, fue Puerto Rico leal a España; y aunque no faltaron en él insulares que simpatizaron con el
ideal separatista, la inmensa mayoría del país aceptaba
de buen grado la soberanía de la metrópoli hispana, aspirando, como es natural, a tener gobiernos honrados y
buena administración, ideal siempre plausible.
Sabido es que España perdió la isla de Puerto Rico,
no por causa de guerras separatistas, sino por exigencias
del vergonzoso Tratado de París, impuesto en 1898 por
los Estados Unidos de Norte América, habiendo demostrado su españolismo los portorriqueños en muchas ocasiones: como en 1597, cuando los ingleses atacaron a San
Juan, siendo rechazados por las milicias peninsulares y
del país; y como cuando los holandeses saquearon la capital en 1625, teniendo que reembarcar por la resistencia
que encontraron en la guarnición veterana y en los naturales.
Así es que casi siempre se deslizaba tranquilo el mando de los capitanes generales de la isla, entre los cuales
hubo algunos de grato recuerdo, como el general La Torre, en cuyo tiempo alcanzó la isla notables progresos;
figurando entre los gobernadores varios navarros, y entre ellos, el general Daban.
Puerto Rico ha sido muy trabajado por las sectas, pero ha conservado muy bien la fe católica llevada a la isla
por los misioneros españoles de la época del descubri-
miento y la colonización. La isla forma una sola diócesis,,
erigida por el Papa Julio II el 8 de agosto del año 1511,
que durante algún tiempo extendió su jurisdicción hasta
la Guayana y las costas de Venezuela, y que últimamente, aun limitida sólo a Puerto Rico, tenía ochenta parroquias.
El primer obispo de Puerto Rico fue el P*. Alonso Manso, canónigo de la catedral de Salamanca e Inquisidor
general de las Indias. En el catálogo de obispos hay muchos que sobresalen por su virtud y talento, figurando
entre ellos uno navarro muy poco conocido en su patria, que es el limo. Sr. D. Pedro Martínez Oneca, de
quién he leido, en un libro acreditado, que fue natural de
GalÜpienzo, y que en su silla episcopal honró a la Iglesia y a España; siendo también digno de mención el último obispo español de Puerto Rico, que fue el ílustrísimo
señor Fr. Toribio Minguella, agustino, cuya gran cultura
se formó en Navarra y cuyos restos mortales esperan el
día de la resurrección en la iglesia del convento de Monteagudo de Navarra.
Puerto Rico, o sea el antiguo Boriquen descubierto
por Colón en su segundo viaje, el 17 de noviembre de
1493, principió a ser colonizado principalmente por iniciativa de Ponce de León, y aunque estacionada su riqueza en los siglos XVI y XVI!, sin embargo, ciertas medidas de buen gobierno la hicieron avanzar en el XVIII,
y a principios del XIX se desarrolló de un modo portentoso, llegando hasta nuestros días como un país de gran
prosperidad y una de las regiones más pobladas de
América.
No es extraño que los portorriqueños conserven buen
recuerdo de la antigua metrópoli que les llevó la civilización y la riqueza, y que manifiesten su hispanofilia
guardando con amor la rica lengua castellana, honrando
a los héroes españoles y aclamando a la madre patria.
.
JUAN P. ESTEBAN Y CHAVARRIA.
CRÓNICAS SOCIALES
UN DECHADO DE CATOLICISMO PATRONAL
El marqués de Comillas no solo tenía en gran aprecio
la dignidad profesional del obrero, sino que procuraba
cuanto le era posible elevar su condición por medio de
la cultura literaria y religiosa; tan lejos estaba de aquella
brufal acritud del patrono anticristiano, que, mirando al
obrero como una máquina, no tiene más ideal que el de
sacarle el mayor rendimiento posible, en beneficio de sus
arcas.
Las minas de Aller pueden poner sus grupos escolares
al lado de los mejores. Aun dando de barato el valor de
los planos, acarreo de materiales y demás ayudas que el
personal y maquinaria de las minas facilitó, han costado
1.392.279 pesetas. Son seis grupos dobles, distribuidos
en los centros de población: Bustiello, Ujo y Caborana,
donde además hay escuela dominical. La enseñanza de
niños está a cargo de los Hermanos de la Doctrina Cristiana, y la de niñas, al de las Dominicas Terciarias. En el
año 1924 el sostenimiento de las escuelas costó 156.340
pesetas, incluidas las gratificaciones a maestros partículares o del Estado que admiten niños de los mineros donde no hay suficiente población para los grupos. El analfabetismo no existe en el coto.
Además de la educación primaria para los niños hay
clases de dibujo y música, y para las niñas, escuela del
hogar magníficamente montada en todos los grupos.
Para formarlos en la piedad hállase constituida la Congregación de Santa Imelda para las niñas, y la Academia
Mariana para los niños, en las que se recogen los frutos
más escogidos.
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LA A V A L A N C H A
La empresa sostiene a seis capellanes para atender espiritualmente a los obreros, y ha construido de planta
tres iglesias magníficas y ayudado a reparar otras parroquiales enclavadas en el coto.
Se explica perfectamente el contento de los obreros;
allí hay paz, hay caridad, hay gracia de Dios. Sin pretender que aquello sea un paraíso, o una reducción del Paraguay, puede asegurarse que pocos centros industríales
se le pueden parangonar. Respeto público a Dios, asistencia a misa, frecuencia de sacramentos, alegría sana,
verdadero bienestar.
Las fiestas de Santa Bárbara se celebran con esplendor, pagadas por la empresa, y no solía faltar en ellas el
telegrama de D. Claudio, asociándose al regocijo de sus
mineros. En lo más alto del coto, una preciosa imagen de
la Inmaculada bendice y ampara a los obreros y patronos.
Pero los socialistas no veían, ni podían ver, con buenos ojos tanta paz y prosperidad en aquella población
obrera, y se lanzaron a su habitual tarea de perturbar las
inteligencias y envenenar las almas y revolver el río, como suele decirse, para que los pescadores a sueldo del
partido salieran, como de costumbre, gananciosos.
Y lograron al fin ver realizado su feroz y tristísimo
ideal, de alejar !a paz y desencadenar la guerra con todas sus terribles consecuencias. Era el año 1919, el año
de la huelga general de Asturias; en el antes placidísimo
coto de Aller se oyó el estruendo de las armas, mezclado
con gritos de amenazas y de odio, y estallaron lo^ petardos y las bombas de dinamita; los trenes que acarreaban
víveres para los economatos, o sea para los mismos obreros, avanzaban peligrosamente entre balas.
Al fin, el Gobierno no tuvo más remedio que acudir a
la fuerza, y la guerra terminó. Veamos ahora la disposición del marqués respecto de aquellos pobres obreros
que se habían dejado seducir, para su mal, por los socialistas, y que tan mal habían correspondido a las bondades y larguezas de tan magnánimo patrono. El general
Marvá, por encargo del Gobierno, entabló relaciones con
las partes beligerantes, y creyó conveniente pedir al marqués que autorizase el pago de los días que había durado
la lucha: don Claudio no reparó en nada y contestó al
instante: "Concedido.,,
En otra ocasión, y con motivo también de una huelga
declarada por motivos que la Dirección estimaba abiertamente fútiles, dio pruebas el marqués de una caridad
cristiana verdaderamente admirable y heroica, y de un
sentido de justicia y de generosidad a la vez. que sorprende: don Claudio, al saber que por los efectos de la huelga
la escasez asomaba en los hogares, expidió el siguiente
telegrama: "Enterado de que se han agotado los créditos
de algunos obreros, y siéndome muy doloroso, a pesar de
los sucesos ocurridos, que puedan verse privados de sustentarse los que no hayan ido voluntariamente a la huelga, o los que estén arrepentidos de haberla secundado,
dispondrá usted que se surtan géneros en nuestros economatos a todos los obreros de las minas, aunque no
tengan crédito, y aun a riesgo de favorecer así a los que
no lo merezcan y de que esta orden no sea debidamente
agradecida ni interpretada.,.
Posible es que algunos de aquellos obreros la interpretaran como señal de impotencia para seguir luchando, y
consiguientemente, no la agradecieran; pero la mayor parte vio en ella la grandeza de ánimo del presidente de
la Compañía.
En otra ocasión de paro involuntario, mientras las nieves cerraban caminos y boca minas, ordenó repartir seis
mil pesetas diarias entre los suyos, hasta que pudo reanudarse la faena.
La ejemplar conducta del marqués de Comillas le ganó
el respeto y el amor de los obreros. Aun en los momentos más agrios de los conflictos sociales se pronunció
siempre su nombre con verdadera veneración por la inmensa mayoría de los trabajadores.
Poco después de su muerte, los obreros de la Sociedad Hullera Española levantaron a sus expensas un
monumento para perpetuar la memoria del marqués de
Comillas junto a la iglesia románica de Bustiello. Un minero interrumpe su ruda tarea, y sin soltar el pico y la
lámpara, ofrece un ramo de flores al Marqués. Esas flores simbolizan las lágrimas y las oraciones que la muerte
del ejemplar patrono, dechado de catolicismo patronal,
hizo brotar en el coto minero de Aller.
.
, . S. DE P.
DE NUESTRA TIERRA NAVARRA
LA VIRGEN DE LAS MERCEDES
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por primera vez se dirija
de Pamplona al Baztán, y al llegar a Jas proximidades de Veíate
tienda su vista a la izquierda, se
verá gratamente sorprendido por
la contemplación de una anchurosa llanura cruzada de nuevas
carreteras y sembrada de pequeños y pintorescos pueblos que
componen el valle de Ulzama.
Seguramente que le llamará la
atención un gran edificio blanco
.situado entre los pueblos de
Arraiz y de Alcoz, con su extensa y bien cultivada huerta, rodeado todo de fuerte muralla de piedra y cercano a un
bosque poblado de seculares robles.
Es el Asilo de Alcoz, donde se recogen los ancianos
del valle para pasar tranquilos los últimos años de su
vida bajo el cuidado y solicitud, más que maternales, de
las Hermanas Mercedarias de la Caridad.
El espacioso horizonte que ilumina y alegra la comarca es completamente apropiado a tan interesante cuadro.
Los ulzameses son getite laboriosa, sencilla y de costumbres morigeradas; hablan en su casi totalidad el euskera, aunque, por desgracia, va perdiendo mucho terreno
en la actualidad esta milenaria y venerable lengua.
UIEN
II
Cuando llegábamos por la parte de Arraiz a la hermosa verja de hierro que da acceso al Asilo cesaba el alegre y bullicioso volteo de campanas que hacía rato esparcían sus agudas notas por el espacio.
—Ave María purísima—nos dijeron, mientras se quitaban la boina, dos asilados que se encontraban allí pasando el tiempo.
—Sin pecado concebida—les respondimos con mucho
gusto, añadiendo mi amigo:
—Digan ustedes, ¿por qué han tocado hoy las campanas tan aprisa y tan largo rato? ¿Qué pasa?
El más cercano de ellos, de formas hercúleas, nada
contestó; pero era porque ignoraba en absoluto el lenguaje castellano. En cambio el otro, un hombrecillo pequeño
de cuerpo y de una sencillez infantil, pero que había recorrido algo el mundo, respondió:
—¿Sabe usted por qué tocan las campanas fuerte? Porque mañana es la Virgen de las monjas, la Virgen de las
Mercedes.
Y sin preámbulos de ningún género, con un candor indescriptible, continuó:
—Yo hay estau en la guerra de los carlistas.
—¡Hombre! ¿Y tomó usted parte en muchas batallas?
—No; me solía esconder entre los matorrales.
Celebramos con trancas risotadas una confesión tan
espontánea de cobardía propia, y aproveché esta coyuntura para hacer sonar un campanillazo, a fin de que nos
abrieran la puerta.
— Como si le hubieran dado ánimo nuestra hilaridad y
alegres semblantes, repuso el ingenuo ancianito:
—Yo estuve también un día con Carlos VIL Fui adonde estaba él, y le dije:—¿Tú eres el Rey? Y me dijo:—-Si%
LA A V A L A N C H A
277
Cuenta en ella con once Vicariatos Apostólicos y una
yo soy.—¿Ya me dejarás ir a casa, a ver la familia?—
Prefectura Apostólica, y asciende el número de fieles a
Bien, bien; puedes ir para unos pocos días, pero vuelve
la hermosa cifra de setecientos setenta y ocho mil quipronto.
nientos diecinueve, o sea, casi la mitad de todos los caEn esto se oyó el crujir de la cerraja, y apareció la
tólicos de China.
blanca silueta de la monja portera. Dimos unas monedas
a los dos asilados de la puerta, y después de saludar a la
La primera casa de España data de 1704. El Concorreligiosa, caminamos los dos en dirección al Asilo, por
dato entre la Santa Sede y España, en 1851, artículos 29,
una vía ancha sombreada por árboles frutales de diversa
30 y 35, aprueba y recomienda el establecimiento en
especie.
nuestra patria de casas de dicha Congregación.
Como yo conocía bien todos ios departamentos y rinHoy las casas de los Hijos de San Vicente españoles
cones de la casa, blancos y limpios como la plata, le enson noventa y cuatro en la Península, Islas Baleares,
señé a mi amigo con toda minuciosidad, y al llegar al dorCanarias, Filipinas, Cuba y Puerto Rico, Méjico, Hondumitorio de los hombres, observamos que había un enferras, Perú, Estados Unidos e India inglesa.
; ^
mo, y no como quiera, sino muy grave. No obstante lo
Llámanlos en Francia Lazaristas, por la célebre Abaavanzado de la enfermedad y la dificultad con que resdía de San Lázaro de París, cedida a San Vicente de Paúl
piraba, conservábase tranquilo y ecuá- , ^-;-.; ¿,-••?•-• •?..
nime, gracias a la honda devoción
'^' -•»-—-que profesaba a la Virgen de las Mercedes.
La monja que le servía con insuperable diligencia, porque lo hacía puramente por amor de Dios, nos ponderó en voz baja la conformidad inalterable del enfermo, e inclinándose un poco, le dijo al oído con voz
fuerte:
—Escuche; acuérdese de mí cuando vaya al cielo: ¿lo oye?
Y el enfermo, como si se tratara
de algún recado vulgar y corriente,
le respondió con todo aplomo:
—¡Bueno, bueno; ya me acordaré!
Le dirigimos unas palabras de aliento, y manifestándole también nuestros deseos por su mejoría, abandonamos el amplio salón para volver a
la calle.
Cuando dejamos atrás la verja de
hierro y nos encontramos solos en el
camino, observó mi amigo:
—¿Te has fijado en las palabras y
PAMPLONA.—Comunidad de Padres Paúles con los niños de la Escuela Apostólica
en el modo como ha contestado el
Foto. Roldan
moribundo al encargo de la monja?
^ _.._ . . ..
n
— ¡Vaya si me he fijado! y he que'
'*—
dado confuso y aleccionado con su respuesta.
para Casa-Madre. En España les llamamos Paúles, y así,
—No es para menos,—repuso mi amigo:—la ciencia
deben nombrarlos
los traductores del francés Lazarisles,
más difícil es la de aprender a bien morir, y este hombre
a fin di1 evitar errores y confusiones, pues son muchísirústico y oscuro, que tal vez no sepa leer ni escribir, mimos,
aun entre personas eclesiásticas entendidas, los que
ra a la muerte cara a cara, sin zozobras ni temores, al esignoran que Lazaristas y Paúles son la misma Congretilo de una Teresa de Jesús o de un Juan de la Cruz.
gación.
iBienaventurados los pobres de espíritu y los humildes
En Pamplona se instalaron en 1922, ocupando tempode corazón!
ralmente la casa número 2 de la Plazuela de San José.
EL
PRIOR DE RONCESVALLES.
Deseosos de corresponder a las numerosas peticiones
de los hijos de Navarra que desean alistarse en las filas
de San Vicente de Paúl, comenzaron el año pasado, 1927,.
por admitir doce niños, base de la Escuela Apostólica de
mañana, pues las circunstancias actuales no les permiten
tener más de dos cursos de doce alumnos cada uno. En
el actual mes de septiembre han venido otros doce, completándose así los dos cursos.
UNDADA por el inmortal apóstol
Las fotografías que publica LA AVALANCHA muestiarr
de la caridad en 1625, y declarala casa provisional de los Padres Paúles en Pamplona, y
da por el Sumo Pontífice Urbala Comunidad actual con los niños aspirantes que han
no VIII aceptísima a Dios, útiformado el primer curso.
lísima a los hombres y absoluCuando se publiquen en LA AVALANCHA los planos y
tamente necesaria, siendo muproyecto del nuevo Colegio Apostólico de la Milagrosa y
cho de desear su propagación,
San Vicente de Paúl, de Pamplona, habrá ocasión de
ha venido, con el favor de la Diampliar detalles.
vina Providencia y animada del
Navarra, que se ufana de tener hoy día cerca de dos
peculiar espíritu de sencillez y
mil hijas suyas en la Congregación de las Hijas de la Cade humildad que el Santo Funridad de San Vicente de Paúl, y que ha dado no pocas
dador le legara, dilatando su ravocaciones a los Padres Paúles, directores natos, por
dio de acción fecunda y extenfundación y ley canónica, de dicha Congregación, se alediendo sus espirituales conquisgra y felicita de que en su suelo, exuberante para todo
tas, así en países cristianos como1
lo bueno, arraige con vigor y vegete con lozanía este
en tierras de infieles. Para no entrar en pormenores, basplantel misionero.
te recordar que su obra misional en China es de las que
•z-V'iF. CHIVITE.
para siempre enaltecen a un Instituto.
Congregación de la Misión de San Vítente de Paúl
.*< - -
278
LA
TIEMPOS
AVALANCHA
FUERON
¡Oh, cuan sencillos tiempos! ¡Cuan grata es su memoria!
¡Cuan dulce y cuan sabroso oír, en nuestra edad,
las mágicas leyendas de su olvidada historia,
sus crónicas sacando de añeja obscuridad!
Edad por dos pasiones regida y dominada,
guiada por dos astros: la gloria y el amor;
la España, por aquélla, de moros rescatada,
por éste, la hermosura corona del valor.
La edad de los prodigios, la edad de las hazañas
sin duda fue; nosotros, de corazón sin fe,
sus crónicas leemos llamándolas patrañas,
y en ellas es do el dedo del Criador se ve.
,
JOSÉ ZORRILLA.
Los enemigos que tiene mi parra
E tenido que constituirme en
guardián de la hermosa parra de
mi jardín. En llegando al pueblecito, una de mis primeras visitas
obligadas es al jardín, a los melocotoneros, a los tiernos perales
que ya comienzan a dar las sabrosas primicias de sus peras de
agua, y, sobre todo, a esta antañona y ubérrima parra, la cual
se extiende perezosamente, tapizando con su verdor las cuatro
tapias.
Por lo general, aun cuando las
huertas del pueblecito tengan una
cosecha mediocre, en esta tierra
de mi jardín, caliente y "secativa,,—según me la pondera el señor Pelochas—, las parras suelen ofrecerme con
regularidad su fruto abundante. Ya por este tiempo se las
ve crecer y melificarse de día en día. Primero son espesos y menudos racimos de un verde opaco. Pero con el
fuerte sol y el agua, que ávidamente sorben los troncos
por fa mañanita, los granos se van hinchando, dorando,
clarificando hasta convenirse en esas gruesas cuentas de
un ámbar moreno y translúcido que son codicia de los
ojos de los gorriones! de las doradas avispas, de las gallinas del corral contiguo y de mi pequeño sobrino Juan.
Acabo de nombrar a todos los enemigos de mi parra.
Mientras su verdor es un simple ornato del jardín, nada hay que temer por ella. Los pajaríllos cantan al borde
del tejado vecino, o sobre sus mismas ramas. Pían, se
arrullan, contemplan plácidamente el paisaje. A través
de las hojas, descubren a veces una lombriz entre la
húmeda tierra, y rápidos se abaten sobre ella, la prenden
en su pico y se la llevan al nido bajo el alero. Eso es todo.
No hay todavía vuelo de avispas en el aire húmedo, y mi
sobrino está en el colegio, lejos, pensando en los exámenes próximos.
Mas llegando los fuertes soles de agosto, et calor trastorna los plácidos instintos de las criaturas. Yo no sé de
donde salen estos enjambres de avispas que zumban tenaces en torno a los racimos. Pósanse en ellos blandamente, y mientras se hunde su aguijón en la pulpa, baten
sus antenas y su cuerpecillo de oro verde anillado de negro. Vuelan; vuelven una y otra vez sobre la herida rezumante, y al cabo el hermoso grano de ámbar es un despojo que el aire gangrena.
Con las gallinas hay que tener una diligente atención
para que no se evadan de su gallinero. Apenas alguien
deja abierta la pequeña puerta de alambres, picoteando
acá y acullá con la mayor inocencia, acaban certeras en
el emparrado.
Estas no dejan huella como las avispas. Se tragan, golosas, la pulpa y orujo; pero su propia timidez les impide hacer estragos considerables. El menor ruido las asusta y les hace huir veloces al corral, con la redonda pupila atrás y la cresta erizada.
Esta mañana leía yo sentado al pie de la parra, resguardada del sol la cabeza, bajo un macizo de hojas que
proyectaban sobre el libro su verde sombra, casi traslúcida. Junto al regato de agua, que se sumía en la oscuridad entre reflejos brillantes, he advertido la presencia de
una lagartija. Resbalaba ágil, huidiza, serpenteando su
blanda cola esmeraldina. Ha reptado por el muro; del
muro, al tronco; de pronto su camino se ha interrumpido
ante un racimo enorme. Su cabecil chata, en la que brillaban como dos puntitos los ojos negros, se ha vuelto
para este lado y para el otro, como oteando el terreno.
Luego, el dardo de su lengua, rápido y sutil, ha atravesado la dorada epidermis de un grano; se ha hundido,
con delicia, una y muchas veces. He pensado para mí:
"He aquí otro enemigo de mi parra.„
Los más temibles de todos son, no obstante, los gorriones y mi sobrino Juan. Los primeros llegaron a constituir una plaga verdadera. Venían a cientos y se escondían
en el espeso follaje, donde encontraban sin más fatiga so.nbra y sustento. Contra ellos coloqué, en diversos puntos
del jardín, una red de espantapájaros que, por medio de
una cuerda sujeta a mi balcón, podía agitar a un tiempo
sus brazos deformes, de los que pendían broncas esquilas. Los primeros días el éxito fue grande. Los gorriones
eran sorprendidos en medio del festín. Aquellos fintasmas que se movían de súbito ante ellos y el estruendo de
los cencerros les hacían huir despavoridos, y durante largas horas las parras se veían a salvo. Pero, pasado este
pánico, se dedicaron a observar el jardín desde las tapias
contiguas. Alguno, más audaz que los otros, revoloteó inquieto y acabó por posarse en el brazo de palo de uno
de los muñecos. Pronto el descubrimiento debió de ser
del dominio de todos. No habían pasado dos semanas
cuando puede decirse que el sombrerote que guarnecía
su cabeza era el punto preferido para sus citas. Acabaron
por acostumbrarse al estrépito de las esquilas. Y sucedió
desde entonces muchas veces que yo ajirabj, con verdadera ira, mi cuerda desde el balcón, y los gorriones, posados en los mismos brazos de los peleles, dejábanse mecer
con verdadera complacencia. Pensé, después de largas
cavilaciones: "Si mi querido sobrino Juan bajara a jugar
al jardín, Jos gorriones, sin más, huirían.. Mandé, pues,
al jardín a mi sobrino Juan.
—Cuida de las parras; que no se acerquen los gorriones.
El diligente niño obedeció con toda fidelidad. Otros
amiguitos venían a jugar co i él, y se dedicib^n con la
mayor algazara a poner cepos en los que, con frecuencia, caía algún pájaro demasiado atrevido. Alguno de ellos
observó que, puesto que los gorriones acudían a la parra
con tanta insistencia, algo grato debía de haber en aquellos gordos racimos que asomaban por encima de sus cabezas. Comunicó esla impresión a sus compañeros, los
cuales la encontraron razonable, y decidieron, nada más
que por vía de prueba y por una sola vez, cortar un racimo en el rincón más apartado. FA experimento fue delicioso. Volvieron a repetirlo. Entusiasmáronse. Se les
nubló la ciara noción de su deber y de toda medida.
Mientras unos vigilaban Uis cercanús, otros iban escamoteando racimos de aquí y allá, con una actividad en la
que había algo de embriaguez. En dos o tres días causaron un estrago mucho mayor que el de los pájaros.
Tuve que despedir, de una manera poco diplomática,
a los amigos de mi querido sobrino Juan. Pero ya la na- turaleza de éste se había viciado. Un instinto verdadero,
demasiado precoz, le había hecho adivinar las maravillosas virtudes terapéuticas encerradas en la pulpa de las
uvas, y se entregó a ellas sin medida. A todas horas, Juan
merodeaba por la huerta, aparentemente enfrascado en
diversos pasatiempos, con un disimulo que indudablemente había aprendido de los gorriones. Los perseguía
con enardecimiento. Este era su pretexto favorito para
meterse con estrépito bajo las parras. Luego sucedían
y-
LA
AVALANCHA
largas calmas inexplicables, al cabo de las cuales salía
mirando de soslayo para el balcón.
Engordó mi querido sobrino Juan.
:-' >
•
Ya comprenderéis cómo este año no he tenido más remedio que constituirme en guardián de mis propias parras. Hasta ahora me prometen una cosecha exquisita.
Póngolas bajo la protección de Nuestra Señora de Rocamador, cuya vecina torre proyecta todas las tardes sobre
el jardín su sombra puntiaguda.
JENARO XAVIER VALLEJO.
LETRAS FBMENIHAS
279
la mujer, a quien se pretende derrocar del pedestal de su
estimación, se quede también sin la aureola de aquella
dignidad y prestancia que con fulgores de glorificación le
deparó el Cristianismo y nimbó su frente a través de
los siglos.
.
,
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.
.
.
.
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.
FIESTA
(Del
.
-
.
•
AUREOLA
ARA la mujer, ios tiempos que
corren son decisivos. En las horas actuales, o sabe mantenerse,
frente al desatado laicismo, dentro del círculo de su dignidad,
ccn los prestigios que le dan las
prerrogativas de naturaleza, sexo, condición, respeto tradicional, destinos providenciales, etc.,
o se perderá sin remedio.
Esa mujer "suprarrealista,, de
ahora, de pelo y falda cortos y
gastos largos, de talle estrecho y
"manga ancha», que juega, fuma,
bebe y no se escandaliza de nada, es la prueba viviente y triste
de los estragos que en la sociedad humana van haciendo
estas corrientes modernas del feminismo desbocado, aturdido y fatal, que han trasvasado a Europa vientos laicistas ultramarinos.
La pretensión del laicismo, hoy día, es que la mujer se
asemeje al hombre... ¡en los vicios, que no en las virtudes!
- Los médicos ya se inquietan de los estragos que está
haciendo la bebida en ciertas clases. La próxima generación de esas gentes espanta lo que será, con todos los
vicios físicos y morales que llevan en su sangre.
Con el afán de no engordar, las señoras se sostienen
con oporto y "cok-tailsn. Más de una señora se jacta de
que desayuna con un "cok-tail,.
Antes, la madre, la esposa, la hermana, eran un freno
en la familia para los hombres; hoy día, no sólo no tienen la autoridad debida, sino que son ellas las que desmoronan toJo lo que es respetabilidad y decoro...
¿No es esto lamentable? ¿No es esto bochornoso para
una época de progreso? ¿O es que el progreso consiste
sólo en el refinamiento, en la procura del placer, en la
precisión de un ajuste en cualquier artefacto, o en la posibilidad, ya demostrada, de ir más aprisa que ningún ser
viviente de aire, mar y tierra, y no en aquella otra conceptuación que hace del progreso una disposición al perfeccionamiento psíquico, al hábito del bien obrar, ai acercamiento a Dios; en la perfección, en fin, de una vida
digna, sostenida sin desdoro y vivida sin vilipendio?
Concluyamos de una vez, y a las osadías de los tiempos nuevos, opongámonos sin miramientos ni contemplaciones.
Y si con el laicismo (que en España se nos presenta
con el nombre de "clubs», "liceumsn, ligas de bondad,
amigos del avestruz o semana del cocodrilo) se pretende arrastrar a la mujer hacia un masculinismo tan brutal como el que revelan las referencias anotadas, apartándola de Dios y desviando su espiritualidad y la exquisitez de su sentimentalismo hacia aquellos derroteros que
hacen de la vida humana y de sus valimientos una estimación del todo momentánea, materialista y trivial, procuremos con todo ahínco desterrar ese laicismo destructor de nuestra vida íntima y social, si no queremos que
R ROS SAFAllS
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ONOMÁSTICA
nat
pudo caberme en la cabe- ;;
za cuando, chiquillo de Humaninades, oía en el Seminario a.
los alumnos de Teología Moral '
tomarse la lección o prepararse, .
repasando, para los exámenes, .,
el por qué la mentira había de
definirse dictum velfactum con.'ira mentem, cum intentione fa~
llendi: (dicho u hecho contra la
mente, con intención de engañar),
siendo así que para mí no existían más mentiras posibies que
las muchísimas que yo enjaretaba cada y cuando tenía necesidad de disculparme de alguna barrabasada o diablura, :
cosa que tenía lugar lo menos quince veces cada cuarto de hora, con lo que se sobreentiende que era a cada
minuto; sin que se me ocurriese, ni siquiera en sueños, .
la posibilidad de la mentira en acción o de obra, la men- \
tira ejecutada, la mentira vivida, como hoy se dice.
Rodando el tiempo, y comerciando yo con hombres,
fue alcanzándoseme poco a poco la razón por qué el
factum o hecho ha de entrar en la definición del concepto moral que nos ocupa, al ver que por cada embuste
dicho hay setecientos ejecutados; y si no, allá va como
prueba lo que llamar pudiéramos fiesta onomástica.
Llamábase doña Carmen: Carmela, como ¡a denominaban sus íntimos, aunque sesenteaba; y celebraba sus
días, como se cae de su peso, el 16 de julio.
Como había de tener otro defecto (perfecto no hay nadie), tenía el de la vanidad de las relaciones, llevando
a punta de lanza el que le rindiesen parias a domicilio,
en el día de su santo, cuantos tuviesen con ella trato, siquiera el más efímero
¡Que si parecía mentira que las de Valdelatosa no le
hubiesen felicitado el año anterior!... ¡Que si qué orgullosísimas las de Tejada: ser las tres de la tarde y no haber parecido todavía por allí! ¡A ver si sucedía como ^
ahora tres años, que no vinieron, y luego se excusaron
con que fue olvido!... ¡Que si redescastadísimas las Tales,
si groseras las Cuales!... ¡Que era, en fin, necesario de
todo punto ir a felicitarla, quieras que no, so pena de
caer bajo la acción corrosiva de aquella lengua, en comparación de la cual era "bálsamo tranquilo,, el mismo
vitriolo!
Pues señor, acontecía que iba usted a las diez de la
mañana, pongamos por caso, y se hallaba usted, ai entrar
por la cancela, una mesa con un pliego de firmas y una
bandeja de tarjetas a tentebonete. Pasaba usted a la sala,
después de cinco minutos de quejas inaguantables porque el año pasado no había ido usted, y apenas apenitas se había usted sentado en el sofá, cata aquí la única
criada de la casa, disfrazada de doncella (traje de alpaca .
negro, desechado de la señora, con cuello y puños almidonados, amplia chalina negra y severo delantal de peto-''',,
blanco), entrando con una bandejita de aluminio, y en ._
ella tres o cuatro tarjetas y un telegrama.
^
—Con permiso de usted—decía doña Carmen.—Y
abría el telegrama y lo leía.
Seguía usted hablando con la señora, dado caso que le ;
dejara meter baza, pues abierto el registro de los resentimientos y de las quejas, eche usted son, que me pierdo, .
UNCA
SIN
-
LA
AVALANCHA
—Y hecho un gato en sobrado, en aquel encierro de
la calle Abades.
—¡Qué quiere usted!
'•''<-.-"
— ¿ S e puede?
—¡Jesús, hija, q u é fastidio!... ¿Otra cesta d e flores?..
Y ¿por qué no la has llevado al comedor? ¿ D e parte d e
quién viene?
— D e parte de la señora condesa de Valdelamusa. - .
— P o n í a ahí, en cualquier parte, y gratifica.
Sigue un rato de lamentaciones de la señora, por las
informalidades del confitero, que a la hora que es no ha
servido todavía el pedido de dulces hesho la tarde anterior; ¡mire usted qué bochorno! y una sarta de denuestos y reconvenciones a la doncella, por haber extraviado
el tirabuzón y no poder brindar a usted ni siquiera una
copa; ¡mire usted qué vergüenza!... Hasta que se abronca usted más de lo que ya estaba; se despide sin garbo,
—¡Adelante!—la señora.
- •:•.--v*- ••' •• y se larga con viento fresco, maldiciendo, con todas las
—Estos cinco telegramas, dos de ellos urgentes.
energías d e su alma, a! que implantó en el
,.• . ;•., ?• mundo la perniciosa costumbre de celebrar
'• \
" , ' l , •-'''"•'•' ; > ~
NAVARRA
• _ . - • .
las fiestas onomásticas de la gente, con r a tos de tormento recogidos a domicilio.
Tal fue mi primer visita de felicitación
a doña Carmen; por cierto que aquella n o che, como hubiese tenido que ir a casa d e
otra Carmen a hacer lo propio, salió la
conversación d e las felicitaciones, y a p r o pósito de ello, el recuento de las hechas
por mí en todo aquel día, y claro está que
al contarlas no m e iba a dejar en el tintero una de tanta monta como la que nos
ocupa.
—¡Conque ha estado usted allí!
—Sí, señora; allí he estado. Me recordó
su marido q u e celebraba sus días...
—¿Y habían llegado los dulces? — m e
preguntó mi interlocutora, sin pizca d e intención.
—Todavía no—respondí con la mayor
inocencia: créanme ustedes.
—¡Confitero más informal que el p r o veedor de esa real casa...!
- ".".-"
— ¿ P o r qué lo dice usted?
— P o r q u e todos los años pasa lo mismo:
se cansan de encargárselos, ;y no los m a n da. ¡Y ellos, sin escarmentar de un año para otro!
—¡El demonio! ¡Demonio son ustedes!
— ¿ N o ve usted que nosotras hemos tenklo visita con ella, en tiempos d e mi m a dre, y conocemos el paño?
—Entonces, lo de los dulces ¿es c o media?
—¡O saínete, mejor! ¿Vaya, que el tirabuzón para abrir las botellas tampoco parecía p o r el m u n d o ?
—Exacto; así fue.
— C o m o que ni el mismo San Antonio
de Padua ha podido conseguir que parezca
ni un año. ¡Mire usted que es desgracia!...
¿Y qué? ¿Había mucha gente?
—Mientras yo estuve, no. Sí muchísimas tarjetas y no pocos telegramas.
— L o s d e todos los años, los de todos
los años.
—Amigos q u e le felicitan anualmente
por telegrama, ¿ n o es así?
—¡Quia!, ,no, señor! Son unos cuantos
telegramas recibidos por ella el a ñ o d e la
S A N G Ü E S A . = Detalle de la portada de la iglesia de Santa María la Real
nana, los más de ellos, guardados en la cómoda, como oro en paño, para cuando es~ - - • • v •Foto. "Arxiv Mas,
té de visita un incauto como usted; entrada
de
la
doncella
en el gabinete, y telegrama que te crió.
—Con permiso de usted.
— ¿ P e r o , es posible?
—¿Posible? Y tan posible. T a n posible, por lo menos,
P u e s sí, señor—sigue diciendo doña Carmen, entre
como las cestas de flores.
zarándeos del abanico—; un señor tan simpático como
—¿Entonces, lo de las cestas de flores también es
usted...
camama?
—Muchas gracias.
.-,
'
.
• . - .
y torna a catar, al par de minutos, otra vez en escena la
doncella consabida, portadora esta vez de una cesta de
flores de parte de Zutano o Perengano.
—Déjala sobre et velador, y gratifica... Pues sí, señor;
es usted muy descastado, señor don Juan, y muy hurafío con los amigos. Eso debe ser de familia. Dígolo
porque...
—Sí, señora, es de familia; eso es de un tío que nos
lo dejó, como podía habernos dejado unas cuantas acciones de la Tabacalera...
—No lo eche usted a broma, no lo eche usted a broma. ¡Familia más cena a oscuras y más poco aficionada
al trato de gentes...!
—¡Y crea usted que no sabemos lo que perdemos con
ser a sí!
—¿Se puede?—la doncella.
.
^ .."
LA
AVALANCHA
—También camama; y si no, a ver cómo eran las cestas, si usted se acuerda.
—Pues... dos cestas de flores como otras cualesquiera.
—Vaya usted recordando, a ver si son como las que
yo le pinto. ¿A que era una de ellas de pleitas de fantasía, verdes tirando a seco, con el asa muy alta, muy alta, en forma de corazón?
— Del coior de la pleita, no me acuerdo. Asa, así, en
forma de corazón, sí la tenía.
—¡La misma que viste y calza! ¡La que tiene, durante
todo el ano, encima de la consola de la salita de confianza I ¡A bien que no tiene fecha, en gracia de Dios! La
otra, en cambio, sería de rejilla de bambú, dorada toda
con purpurina, con dos argollas en lugar de asas... ¿No
era así?
—Justo y cabal; así era.
—¡La que le regalamos nosotras, también con flores,
hace la friolera de quince años! El año que se casó mi
hermana Paca; conque ya ve usted.
—¡Pero, si las flores eran naturales, frescas y olientes
como acabadas de cortar de la maceta!...
—Y eso ¿qué importa? Esas flores se han cortado esta mañana en la azotea, ¿está usted? se han preparado
las cestas lo mejor posible, porque gusto hay que concederle que lo tiene, y preparadas las cestas, ya sabe la
doncella lo que tiene que hacer. Cada vez que entre un
novato, exhibición de cestas. ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja! ¡ja!...
—Pero, es usted el enemigo en carne mortal, Car»
men...
—Pues, no crea usted, don Juan, que he sacado ni
tanto así de mi cibeza. Y si no, usted lo ha visto como
le he ido acertando, punto por punto, todo lo que ha pasado. Lo que decía usted la otra noche, sentado ahí mismo, hablando con Rafael: que lo que da el natural vivito
y coleando no hay fantasía humana a que pueda ocurrírseie. ¿No es do usted también la frase de que hay cosas
PAMPLONA.
281
—Pues a ella, don Juan, que de ningún cobarde se ha v
escrito nada. Duro y a la cabeza con los cursis. ¡Embus- ..'
torísima!
. .. , .
• *'
—Pues, quede usted con Dios.
'-•>'..'-'• -;.^,\"^^r^'-•'•.• >-..
—¡Qué con Dios ni qué niño muerto, sin que haya ve-1 ':
nido Rafael! Aquí no hay cestas de fiares; pero no se ha V.
extraviado tirabuzón ninguno, ni nos ha dejado con tres •
cuartas de narices el confitero. ¡Manuel! ¡Sirve al señor -";.
un heladol
Ande usted con él, que está riquísimo.
•-_.•-
¡Mira! tráete la caja de los puros, de encima de la me- •
sa del señorito.
í"'
v -, ; : - ^
- .,-
JUAN F. MUÑOZ PABÚN.
NUESTROS GRABADOS
Vista parcial de Burguefe.—Se encuentra esta
villa a los 57 kilómetros de Pamplona, en la carretera que
de esta ciudad conduce a Francia por Valcarlos: confina
con Roncesvalles, Espinal y Garralda, y la forman 68
casas con 473 habitantes.
Consta de una sola callé, que la constituye la carretera de Francia. Sus casas están perfectamente alineadas a
ambos lados de la carretera, corriendo por sus aceras
arroyuelos de agua cristalina.
Por la frescura de su clima y la belleza del paisaje es
Burguete una población veraniega, - Ó ^ Í ;
•;-:•-•'..
Detalle de la portada de la iglesia de Santa
María la Real, de Sangüesa.—La portada de esta
Casa residencia de los Padrea Paúles en la plazuela de San José.
Foto. Roigan.
y tipos que no se pueden utilizar para el arte, porque el
que no los conozca los creerá inverosímiles?
—Sí, señora, que lo digo: y su ex amiga de usted es
uno de ellos. Tiene la mar de sandunga su fiesta onomástica. Si casi estaba temado por escribirla.
iglesia es obra de mediados del siglo XII y principios
del XIII.
Ocupándose de ella el insigne arqueólogo D. Pedro de
Madrazo, en su obra Navarra, sus monumentos y artes,
dice, entre otras cosas, lo siguiente:
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282
LA AVALANCHA
"Otra curiosidad ofrece esta portada, y es, que mientras en otros templos de Navarra vemos la escultura guardando relación en su estilo con la época que marca su arquitectura, aquí la estatuaria y el bajo relieve son de un
estilo bárbaro que acusa no solamente una antigüedad
mucho mayor que la de la fecha del arco apuntado, sino
también una escuela muy atrasada relativamente a otras
del mismo siglo XII en su comedio. Las figuras adosadas
a las columnas de que arrancan las tres archivoltas de la
puerta, que al parecer remedan cariátides o telamones,
son de escaso relieve y tan monstruosa forma que no
ofrecen semejanza alguna con los que se ven en otras
iglesias románicas de fuera del país. Un diligente rebuscador de accidentes significativos en esta portada ha leído, en el libro que tiene-entre las manos una de esas figuras, el nombre de OLEGARIUS grabado en caracteres
románicos; nombre godo, sin la menor duda, pero que no
sabemos de positivo si se refiere al autor de la obra o al
personaje representado.,,
••• :• _ .
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Comunidad y Casa-Residencia de /os Padres
Paúles en Pamplona.—Trasladamos a nuestros lectores al artículo "Congregación de la Misión de San Vicente de Paúl», que publicamos en otro lugar de este
número.
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ASÍ ES EL MUNDO
NOVELA
por MICAELA PEÑARANDA LIMA
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Como el náufrago a quien la tempestad tremenda
arroja a alguna desierta y desconocida playa, después de
luchar horas y horas con el embravecido mar, sufriendo
el terrible embate de las olas, sin más defensa ni apoyo
que una frágil tabla; y que al verse allí, a salvo por el
momento, ni puede darse cuenta exacta del tiempo transcurrido ni de sus mismas ideas y pensamientos durante
aquel período de angustia y zozobra infinitas, ni puede
tampoco mirar al porvenir para determinar la suerte que
le espera, pues todo lo teme, todo le acobarda y no ve a
su alrededor, ni norte que le guíe ni horizonte que se le
descubra, así también Concha e Irene, transcurridos los
primeros días después de su desgracia, hallábanse como
aleladas, perdida la noción del tiempo y sin saber ni
adonde dirigir su rumbo, ni tener siquiera alientos para
indagar cuál sería ahora ese porvenir at que, no obstante
y forzosamente, habían ya de pensar en encaminarse.
Fundadamente pudo temerse por la salud de ambas,
resentida por aquella larga prueba, quebrantada ahora
por tan rudas emociones; no estaban, ni una ni otra, ni
tan siquiera para hacerse cargo de lo que a su alrededor pasaba; mas el Señor les deparó, en medio de su
de'sgracía, almas amigas que se interesaran por ellas, corazones generosos que se prestaran a servirles de apoyo
en tan luctuosos días. Mercedes, la hija de D. Julián Salcedo, aquella que, según el dicho de su mayordomo, no
quiso casarse por cuidar a su padre, se constituyó en cariñosa acompañante y solícita enfermera de madre e hija;
sus cuidados les evitaron una verdadera enfermedad, y
sus palabras oportunas y animosas las despertaron de la
postración y aniquilamiento que de ellas se iba apoderando. Concha pensó en su hija; Irene, en su madre, y ambas se dijeron que tenían una misión que cumplir, un
deber sagrado que llenar, y que no podían dejarse así
llevar de la apatía y el desconsuelo, cuando estaban obligadas a vivir la una para la otra. Esta saludable reacción
no les hizo olvidar su desgracia ni arrancó el dolor de
sus corazones; pero lo encauzó y elevó, y al sobreponerse cada una de ellas a su pena, por amor a ia otra, hallaron en el cumpli niento de este deber, si no un bálsamo,
un paliativo que, dejando vivo el dolor, lo hizo más llevadero.
Concha pensó entonces en ei porvenir de su hija, y
trató de coordinar sus asuntos y saber de cierto con lo
que podían conur para vivir. Guzmán había dejado sus
bienes todos a su mujer y a su hija, y a ésta bajo la tutela de aquélla. Estos bienes, nada considerables, consistían en la casa y las tierras heredadas de sus padres, y
algunos valores públicos que, en tiempos normales, les
aseguraban una renta modesta, la que se aumentaba con
las pingües ganancias que a Guzmán habían producido
su bufete de abogado y los brillantes escritos que sobre
la enseñanza y la política había publicado la prensa
adicta a su partido. Pero los gastos últimamente hechos
habían agotado tan por completo los ahorros del matrimonio, que ya vimos cómo se vio Concha obligada a
enajenar su propio patrimonio: lo poquito que de sus
padres heredó. Y ahora, los últimos viajes y costosos
remedios, y los gastos a que siempre obliga la muerte
del jefe de la casa, gastos inevitables y abrumadores
siempre, constituían un terrible déficit, un problema insoluble para aquella madre, que se preguntaba con angustia:—¿Qué hacer? ¿Cómo solventar las deudas y vivir en lo sucesivo? ¿A quién pedir consejo?
No tenía otro pariente cercano que D. Pedro de León,
el tío de su marido, con quien, desde luego, no contaba,
pues por amarga experiencia conocía lo que de su abnegación podía prometerse. Mas he aquí que el dicho don
Pedro se vio precisado a ir por aquella época a su pueblo, y por, lo tanto, obligado, so pena de significarse deun modo nada favorable para él, a visitar a la viuda y la
hija de su difunto sobrino. Presentóse, pues, allí cuando
ciertamente no lo esperaban ni la una ni la otra, y ante
las dos estuvo lamentando su desgracia y la pena que le
causaba el verlas solas y abatidas.
—¿Y qué pensáis hacer ahora?—añadió, abordando
una idea que desde el principio de la visita ¡e preocupaba.—¿No habéii tratado de hacer gestión alguna sobre
la concesión de pensión?
—¿Qué pensión?—preguntó Concha con extrañeza.
—¡Toma! La que en perfecto derecho te corresponde,
como viuda de un ministro de la corona.
—¡Ay, tíol Yo no tengo derecho a eso; bien lo sabe
usted.
—¿Yo?... Yo lo que sé es que Juan fue tan majadero
(que me perdone su memoria), o tan inocente, que no
quiso nunca reclamar su cesantía; pero esto no es obs-.
táculo para que vosotras hagáis valer vuestros derechos.
—No los tenemos, tío; jamás solicitaría yo lo que mi ;
marido renunció; me parecería faltar a su memoria si
pensará siquiera en reclamar unos derechos que éi juzgó
no le pertenecían.
—Muy bien; ya tenemos la nota romántica y la inconcebible deücadeza ian Fuera de lugar como d¿ fjndamento. Y si por sostenerla te mueres y hundes para siempre
el porvenir de iu hija, creerás haber cump ido, ni ante
Dios ni ante loÍ hombres, tus deberes de madre y de
tutora?
—Si, tío mío; los habrá cumplido del modo mejor,
puesto que su hija, no solo se conforma gustosa con esa
decisión, sino que es la primera en rogarle que la mantenga—exclamó Irene con viveza.
—¡Vaya! ¿Tú también sabes echar tu cuarto a espadas
y dártelas de desprendida? ¡Haces bien, hija; haces bien
en tener humos! Lo maío es que no sé con qué pensaréis mantenerlos y manteneros.
—Ya lo veremos, tío; Dios no falta a nadie—contestó
gravemente Concha.
—Por mi parte, lo tengo bien pensado—dijo a su vez
Irene.—¿No tengo mi título de maestra elemental y superior? Pues haré las oposiciones, y espero ganarlas y
vivir de mi trabajo.
.
. .
LA A V A L A N C H A
—¿De tu trabajo?... ¿Estás en ti?—exclamó don Pedro exaltadísimo.—¿Con tantos humos de Guzmán y
metida a maestra de escuela? ¡Era todo lo que me quedaba por ver, hombre!!!
—Pero, tío, ¿en qué se opone el que yo me ufane de
ser Guzmán, a que emplee honradamente el trabajo de
mi inteligencia y con ello me sustente?—preguntó la joven, mirándole con decisión, aunque sin arrogancia.
—¿Que en qué se opone?... ¡Vamos! ¡si en esta familia
no ha habido nunca dos adarmes de buen sentido! Pues
qué, criatura, ¿nunca has oído decir que nobleza obliga?
—Sí, señor; no sólo se lo he oído a mi buen padre
muchas veces, sino que yo misma lo tengo como principio y fundamento de muchas decisiones; pero por lo mismo que soy noble me creo obligada a vivir con honor,
esto es, sin deudas, sin bajezas, sin solicitar o mendigar
derechos que no creyó tener quien era noble y cuya memoria me es sagrada; "y lejos de creer faltar a esa nobleza trabajando, creo elevarla más y más, pues nada dignifica tanto al hombre como el trabajo honrado y el contribuir al bien de los demás, y este es el noble fin del magisterio bien entendido.
—Música, música; música celestial y nada más—replicó don Pedro, mientras Concha abrazaba estrechamente a su hija.—Haces muy mal en aprobárselo, Concha—añadió más excitado;—y si yo fuera su tutor, se lo
prohibiría terminantemente; pero, en fin, el tratar de convenceros a vosotras es harto inútil, mujeres y... Guzmanes: antes saldría el sol de su paso, que vosotras cambiar de rumbo. Allá veréis, pues, lo que hacéis; pero, por
mi parte, no quiero cargos de conciencia ni responsabilidades: no me mezcléis jamás en esas cosas.
—¡Oh! no, señor; descuide usted, tío, dijeron las dos
a un mismo tiempo; con lo cual don Pedro, descontentísimo de sí propio, pero empeñado en quererse convencer
de que lo estaba de ellas, salió de la casa refunfuñando, y
no dejó de decir a cuantos se las nombraron que sus sobrinas estaban locas de remate y que concluirían por cometer cualquier día un solemne desatino.
(Continuará)
E Zarauz a Guetaria, por una
carretera que corta acantilados
y vertientes para nivelar la magnífica balconada sobre el mar.
Si Zorrilla no hubiera cantado
el gran espectáculo de esta parte de la costa guipuzcoana, se
cantaría él solo a sí propio. Le
besa, que es más que cantarle,
el Cantábrico en incesante pleitesía.
Los veraneantes de piaya son
pocos en Guetaria, purque la
playa es corta y medrosa. Su
arena, recia y tersa, proclama
las excelencias de esta terapéutica moderna que prescribe el baño de sol como tónico poderoso. El reducido
arenal guetariano reposa en ininterrumpido baño de sol.
Los veraneantes optan por el atracón de saludables
brisas marítimas: por la vista soberbia del monstruo, que
cuando más enfurecido está, depone sus iras ante un ratón. ¡Parece fantástica leyenda, y no lo es!
Avanza por mar adentro un montículo rocoso cuya
silueta parece la de un ratón en sosiego. Ese valladar
que la Naturaleza opuso a las acometidas de las olas,
cuando retumba demoledor el mar, es lo que hace inmejorable puerto de refugio del de Guetaria. Tal es la legendaria hazaña de un ratoncillo inmóvil ante los zarpazos de la gigantesca fiera.
Los veraneantes viven una vida de apacibilidad virgi-
283
liana, montañera más que anfibia; de baños de oxígeno
mejor que de iodo.
Éste es el Guttaria, dos veces destruido por el incendio en tiempos ya históricos; el de! magno templo del
Salvador, que debe a sus méritos artísticos la jerarquía
de monumento nacional; el pueblo de los insignes patriarcas de los Fueros vascongados, los Aldama y Barroeta; la cuna, en fin, del glorioso nauta Sebastián Elcano.
Reciente es el tributo de conmemoración de sus hazañas, que se le ha rendido ante el alegórico monumento
que Antonio Macho trazó, y cuya construcción dio no
poco que hablar y escribir.
Pero Elcano tiene también en su pueblo nativo una
estatua.
La obra escultórica es del afio 1865, y en verdad que
no fue un acierto completo del artífice, sobre todo la indumentaria de la figura, que hace pensar, cuando se la
contempla, en un artista lírico, más que en el navegante
primero que dio la vuelta al mundo.
Tanto es así, que el humorismo zumbón, que es muy
vascongado, llama a la estatua "la del Trovador„.
Sin embargo, no se concibe a Sebastián Elcano cantando: ¡Madre infelice, corro a salvarti!, y estar quieto
desde hace sesenta y tres años sin correr a salvar a
nadie...
Pero, sí se comprende, sí; ello puede ocurrirle a todo
el que contemple el estupendo cuadro que ofrece el un
día guerrero, y hoy apacible, adorable y pintoresco Guetaria, guardado por un ratoncillo de las frenéticas iracundias del Cantábrico.
A\ESA REVUELTA
La fiebre de estos tiempos.—Una nueva sociedad
denominada ft Antiautomóvil,, se ha constituido en Inglaterra para defenderse de esta tiranía de nuestros tiempos.
No hace mucho tiempo publicó un periódico la estadística (sólo de un breve período) de muertos, heridos y
lesionados por accidentes automovilistas.
Parecía natural que estos elocuentes datos hicieran impresión. Mas, por lo visto, no ha sido así.
La sociedad actual se ha habituado a esta "epidemia de
la velocidad,, y deja que campe por sus respetos.
Se trata de una "guerra sorda, solapada, desigual que
no deja defensa posible.
El error parte de que se entiende que esto del automovilismo es una cosa inevitable. ¡Es un progreso... y,
por tanto, no hay más remedio que someterse a su tiranía!
Pero, ¿es realmente un progreso?
¿Se han pesado, en la balanza de los justos valores, los
daños con las ventajas? ¿Puede compensar sus escasos
beneficios al reguero de odios, de violencias, humillación
que cada auto va sembrando a su paso?
Cuando vemos pasar en su auto a uno de estos endiosados y ociosos personajes, que va vertiginosamente por
las calles para llegar con unos minutos de ventaja al casino, o al paseo, o al teatro, donde nada urgente tiene que
hacer, y consideramos que para ahorrar esos minutos ha
sembrado a su paso el terror, ha humillado a los viandantes, ha obligado a las pobres gentes a correr despavoridas, ha salpicado de lodo a la modesta artesana que va
a su trabajo, o en un recodo mal tomado ha aplastado a
un infeliz, acaso el sostén de una familia... Cuando vemos
este constante e irritante espectáculo que ofrecen las grandes ciudades, nos preguntamos: ¿A título de qué clase de
progreso se les puede tolerar a esos señorones humillar
de tal modo a los pobres?
Se nos habla de la suavidad de las costumbres, de
cierta igualdad conquistada por la civilización, de no sé
qué fraternidad lograda por eso que llaman democracia
moderna, y pensamos que nunca, nunca ha habido abis-
LA
284
AVALANCHA
mo mayor que éste que ha venido a abrir entre los hombres el vértigo de la vida moderna, poniendo una nueva
muralla de rencores entre unos y otros.
La codicia.—La prensa mundial comenta ahora algunos puntos del importantísimo discurso pronunciado por
Pío XI con motivo de la declaración de las virtudes heroicas de los siervos de Dios Conrado Parzhan y Paula
Frassinetii.
Habla el Papa en su discurso de la "concupiscencia del
dinero que domina a los hombres,, de nuestros tiempos,
y que conduce irremisiblemente a la concupiscencia de
la carne, no menos que a la concupiscencia de la vida, es
decir, a la soberbia, fautor de todos los vicios y todos los
crímenes.
"Hoy, por desgracia—dice el Sumo Pontífice,—es una
seducción casi irresistible para los hombres el brillo de
la riqueza, gracias a ia cual se puede gozar, se puede dominar y se llega hasta oprimir. Seducción terrible, que
tiene a muchos hombres verdaderamente esclavizados.
Cierto que en otras épocas de la historia hemos visto algo parecido, pero si se mira bien lo que pasa hoy día alrededor, nuestro, si se examina atentamente lo que en esta materia se presenta como espontáneamente a nuestros
ojos y se palpa como con las manos, será forzoso concluir que la sed desmesurada de riquezas es en nuestros
tiempos como una epidemia gravísima y universal que
enciende los odios entre los hombres, entre las clases
sociales y entre las naciones.» -: * '•'•'- •_ -~
La institución del Jurado.—"Jurídicamente, nuestro
Jurado era un Tribunal de herejías. Socialmente, nuestro
Jurado era un borrón en la vida española. El Jurado era,
en muchos casos, el amparador del mal vivir español, el
alcahuete de todos los caciquismos, el mal repartidor de
la justicia, el cínico negador sistemático de los principios
más culminantes de la equidad. El Tribunal del Jurado
servía para absolver a los incorregibles apadrinados, contribuyendo con ello a llenar la calle de delincuentes profesionales e incluso, en muchas ocasiones bien conocidas,
de tipos antropológicamente inconfundibles e incorregibles. A su égida se acogían, como a derecho de refugio,
cuantos pillos y criminales contaban con valedores políticos en los medios de la oligarquía, a la que servían después de libertados cual perfectos e incondicionales electores. „
ni—ir—H
El lector creerá que estas palabras son, tal vez, del general Primo de Rivera, que al llegar al poder lo primero
que hizo fue suprimir la instilución del Jurado...
Pues, no señor. Esas palabras son de "El Socialista,,
gran defensor de la institución, y se han publicado en el
número del día 5 del corriente.
Conste así.
"Mater parvulorum»—Los católicos de Costa Rica
han promovido una gran corriente de opinión popular
para conseguir que la Santa Sede incluya entre las advocaciones de María Santísima la de "Mater parvulorum»,
con el oficio litúrgico y la fiesta correspondiente.
Esta noble empresa ha sido puesta bajo la protección
de Santa Teresita del Niño Jesús, y desde luego ha merecido la más cordial acogida por parte de las personas
religiosas.
A nadie puede ocultarse la procedencia de dar a la
Virgen María el bello dictado de Madre de los niños.
Los niños fueron especialmente amados por el Divino
Maestro, que gustaba acompañarse de ellos y constantemente los atraía a Sí, reprendiendo benévolamente a
quienes estorbaban que los niños se acercasen a El. Los
niños siempre han sido predilectos en la Iglesia de Dios
y han de serlo más ahora que se ven rodeados de tantos
peligros, en estos tiempos de materialización de la vida y
general corrupción de costumbres.
De estos niños de ahora han de salir los hombres en
el día de mañana, y lo que hagamos por el bien de estos
pequeñuelos ha de refluir provechosamente en la futura
sociedad.
Todo, pues, cuanto contribuya a mejorar, purificar y
enaltecer a la infancia ha de ser muy grato a los espíritus
cristianos, y por eso el especial patrocinio de María sobre
la niñez será acogido con júbilo en todo el mundo.
Es de desear, por tanto, que las gestiones de los católicos costarricenses, ya Rpoyadas por muchos eminentes
prelados, tengan el éxito apetecido.
Religión y Ciencia.— Comunican de Nueva York,
que en la Escuela de Medicina establecida este verano
en la Universidad de Georgetown se han matriculado
treinta y cinco religiosos pertenecientes a diversas órdenes, con objeto de perfeccionar sus conocimientos médicos. En noviembre saldrán todos para distintas misiones de Filipinas, islas del Pacífico y Asia.
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