Nombre: Jessy María Flores López Fecha de Nacimiento: 11 de marzo de 1996 Edad: 16 años Escuela: Centro Escolar Antares Ciudad: Tegucigalpa, MDC. Nacionalidad: Hondureña Nº Identidad: 0801-1996-05152 Número Telefónico: 2255-4981 El Fin no Justifica los Medios Una historia de Ratones Muy cerca de nosotros, oculto a la mirada de los humanos se encuentra la ciudad de Ratotopia. Una hermosa ciudad con enormes edificios, hermosas casas parques verdes con juegos, cielo siempre azul, y que tiene el mar y el campo cerca. Los ciudadanos de Ratotopia son amigables y hospitalarios, siempre regalando sonrisas y alegría a sus vecinos ratones o a los visitantes, y son siempre conocidos por sus muchos valores. En fin, si eres un ratoncito definitivamente Ratotopia es el mejor lugar donde puedes vivir. En las afueras de Ratotopia, en la parte más pobre de toda la ciudad, y donde ningún otro ratón que no viviera ahí iba, nació el ratoncito Francisco Pérez, o como le decían siempre sus amigos, “Chico”. El ratoncito Chico vivió siempre con su madre, Francisca, o Doña ratoncita Chica, como le decían, y con sus ocho hermanos mayores, su padre murió poco después de haber nacido Chico. Todos sus hermanos trabajaban arduamente en la recolección de basura, como lo hizo su padre cuando vivía. No era el mejor trabajo, pero con el esfuerzo de todos juntos, al menos lograban comer una vez al día. Chico nunca quiso trabajar en la recolección de basura, él sabía que era un trabajo honorable y que toda su familia esperaba que se les uniera, pero él deseaba mas, quería superarse y lograr más de lo que logró su padre. Con la ayuda y el esfuerzo de sus hermanos, Chico logró llegar a sexto grado. Pero el día de su graduación fue muy triste para él, ya que el sabia que sus hermanos le pedirían que se les uniera al trabajo familiar y no podría seguir estudiando. El ratoncito dejo sus estudios y colaboro con la familia por dos años, ya que le sucedió algo que cambió su vida. Cierto día el estaba recolectando basura como siempre, desde las 6 de la mañana, hasta las 9 de la noche, y a la hora del almuerzo decidió que por su arduo trabajo se premiaría con un delicioso emparedado que vendía la señora de la esquina y que él nunca había podido degustar porque siempre ahorraba el dinero que no usaba, aunque solo fueron unos cuantos centavitos. Ese día, para su buena fortuna, la señora de la esquina había traído a su sobrina, la ratoncita Wendy a que le ayudara a vender. La familia de Wendy era muy pobre al igual que la de Chico, pero eran ratoncitos honrados, buenos y luchadores. Wendy era muy hermosa, era blanca, pequeña y con ojos grandes, negros y cautivantes. También era muy amable, siempre saludaba con una sonrisa a todo el que se le acercara, era dulce, simpática, humilde, cariñosa y mucho mas. En el momento que se vieron, ambos se enamoraron locamente del otro. Y al poco tiempo ya hablaban de casarse. Pero, ¿Cómo se casarían si ninguno de los dos tenía algo? No podrían vivir. No podrían cuidar bien a los ratoncitos que ambos esperaban algún día tener. Es por esto que Chico decide irse a la ciudad de Ratotopia, donde podría estudiar y trabajar duro para pedir la mano de Wendy y así poder formar una familia. Chico se fue a la ciudad con mucho entusiasmo y alegría. Solo dejó una nota a su familia explicando el motivo de su partida y prometiendo visitarlos una vez cada dos o tres semanas y siempre enviarles dinero. Claro que sentía un poco de nervios y miedo ya que nunca había ido a la gran ciudad, y eso que vivían muy cerca, pero el siempre escuchaba las maravillosas historias y rezaba confiando que Dios lo cuidaría y lo ayudaría a lograr lo que quería. La ciudad era tan hermosa como se la imaginó siempre. Y todos parecían amigables porque lo saludaban amablemente mientras caminaba en medio de los gigantescos edificios, de bancos, o restaurantes. Pero Chico no sabía qué hacer, ni cómo conseguir trabajo, y ciertamente sus primeros días en la ciudad fueron terribles ya que no tenia donde quedarse o alguien con quien estar y que lo ayudase a conseguir un trabajo. Por suerte conoció a otro ratoncito llamado Pedro y juntando sus ahorros lograron pagar una pequeña habitación. Pedro también lo llevó a la bodega donde él trabajaba y Chico consiguió un empleo. No pagaban mucho pero era suficiente, y tenía tiempo para poder ir a la escuelita nocturna donde con muchísimo esfuerzo, logró sacar su ciclo común y luego graduarse de Perito Mercantil y Contador Público. Cuando se graduó de Perito Mercantil decidió que ya podía casarse con Wendy. Había ahorrado mucho dinero durante los 10 años que estuvo en la ciudad y ya podría mantener a Wendy y la familia que tendrían. Ella lo espero durante todos esos años, rechazando a muchos otros pretendientes y estaba feliz de escuchar que al fin se casarían, tal como lo hicieron a los pocos meses. Tuvieron una boda muy sencilla y solo con la familia cercana, pero ambos estaban felices de estar juntos. La familia de Chico estaba muy feliz y se sentían orgullosos de que el menor de los hermanos haya logrado tanto, porque nunca nadie en la familia Pérez había pasado del sexto grado. A los pocos días después de la boda, Chico regresó a la ciudad, junto con Wendy. Ya Chico había conseguido un cuarto un poco más grande donde podrían vivir los dos ratoncitos. Al ir llegando a su nuevo hogar, Chico vio un anuncio que informaba que se buscaba un contador en la Secretaria de Salud. Chico decidió que con su trabajo de ayudante de bodega no podría mantener a su nueva familia y que era hora de buscar un nuevo trabajo. Al día siguiente, Wendy se quedó limpiando y arreglando su nuevo hogar mientras Chico se puso su mejor traje, una corbata que le prestó un amigo ratón de la bodega y se arregló muy bien el cabello para la entrevista de su posible nuevo trabajo. No quería causar una buena impresión, quería causar una grandiosa impresión, así que se esforzó lo más que pudo, y no se miraba nada mal. Al llegar se asustó un poco al ver el gran edificio y toda la gente pero no tenía miedo y siguió adelante. Preguntó a la recepcionista sobre la oportunidad de empleo y ella le dijo que esperara. Chico esperó, y esperó y esperó hasta que por fin, un ratón llamado Mateo apareció. Le hizo unas cuantas preguntas, como ¿Dónde vivía?, ¿Qué experiencia tenía?, ¿Cuánto quería ganar?, etc. y lo último que le preguntó, fue su nombre antes de decirle “Muy bien ratón Francisco, está usted contratado”. Chico volvió a casa con una enorme sonrisa de oreja a oreja. No lo podía creer, era una gran oportunidad, ganaría el doble de lo que ganaba como asistente de bodega y tendría mucha oportunidad para crecer en la empresa. Wendy estaba muy feliz también y ese día ambos durmieron muy bien, sin preocupaciones y sabiendo que todo estaría bien. Con el paso de los años, Chico y Wendy tuvieron tres pequeños ratoncitos, el mayor, Diego, tenía siete años, luego estaba Dennis que tenía cinco años, y por ultimo estaba la pequeña Diana, que tenía tres años. Desde el momento que lo contrataron, Chico llevaba trabajando como contador ya casi unos ocho años y había logrado darle a su familia lo necesario para vivir. Todos en su trabajo lo querían mucho, porque todos sabían que él era muy colaborador y siempre les ayudaría y que era muy humilde y honrado. Desde el momento que lo contrataron, Chico sintió una gran admiración hacia Don Mateo, que era el jefe de su piso. Don Mateo era un ratón muy estudiado y que sabia muchísimo sobre muchas cosas. Siempre sabía que hacer y cómo hacerlo de la mejor manera. También Don Mateo era muy virtuoso, siempre amable, muy comprensivo, ordenado y mucho mas, pero siempre lo que más destacaba de su personalidad era que muy pero muy honrado. No solo Chico, pero todos sus empleados lo admiraban y aspiraban algún día ser como él. Don Mateo en especial, motivaba mucho a Chico a ir a la Universidad y así poder ser como él. Pero el ratón Don Mateo, no era como todos pensaban. Don Mateo venía de una familia de clase media. Su padre había trabajado arreglando líneas telefónicas, mientras su madre era ama de casa. Cuando su padre murió, él como el mayor de sus hermanos se encargo de todo. Fue a la universidad y luego comenzó a trabajar en el Ministerio de Salud con ayuda de unos buenos amigos. Tenía una esposa llamada Sushi, y dos ratoncitos llamados José y Sony. A su familia nunca le faltó absolutamente nada, es más, siempre tenían más de lo que querían. Cierto día a José el mayor de los ratoncitos de Don Mateo se le ocurrió que quería que hicieran un viaje a “MundoRisas”, que era el parque de diversiones más enorme y divertido del mundo ratón. Lastimosamente, para Don Mateo, también era el más caro de todos. Como Don Mateo siempre le daba a sus ratoncitos lo que pedían, sentía que debía llevarlos a este parque. Y así fue como comenzó, Don Mateo, falsificó unas cuantas cuentas del Ministerio y robó el dinero para llevar a su familia al parque con todos los lujos y donde se divirtieron mucho y la pasaron de lo mejor. “Nadie se dará cuenta”, “El Estado tiene mucho dinero y no necesita este”, “No es como que mate a alguien”… Estas eran las cosas que Don Mateo se decía para convencerse de que no había hecho nada malo. Y esa no fue la única vez que lo hizo, solo fue el principió y poco a poco se fue sintiendo menos mal. Nadie nunca se daba cuenta de lo que hacía Don Mateo. Y sus empleados siempre lo admiraban mucho y disfrutaban estar con, según ellos, tan buena persona. Cierto día, la hijita menor de Chico, Diana, enfermó mucho. Le dolía mucho el estómago y tenía mucha fiebre. Inmediatamente Wendy la llevó donde un vecino que era doctor. El doctor le recetó unas medicinas muy caras para la familia, pero la familia sabia que sin esas medicinas, la pequeña no sobreviviría. Al día siguiente, Chico se sentía muy angustiado y triste. No quería perder a su pequeño ángel, pero sabía que no le era posible pagar las medicinas, que no eran muy caras, pero para su pobre familia costaban una fortuna, y el dinero con suerte le ajustaba. Ver a su ratoncita, triste y adolorida, lo hacía sentir peor, y el no poder ayudarla por falta de dinero, lo destrozaba. Todo ese día lo estuvo pensando, buscando formas de resolverlo, e imaginándose que pasaría si no lograba conseguir las medicinas… Fue entonces, mientras pensaba esto, que llegó un camión con unos de los pedidos del ministerio. El como contador, se encargaba siempre de recibir los encargos, los pedidos y los paquetes de bodega y de guardarlos. El camión, traía diez cajas grandes con medicamentos. Cuando las guardaba en la bodega del edificio, notó que una de las cajas contenía exactamente la medicina que necesitaba la pequeña Diana. Chico no se lo creía. Pero no estaba seguro de que hacer. Sabía que necesitaba urgentemente esa medicina para salvar a su ratoncita, pero también sabía que tomarla y llevársela estaba mal, deshonesto y en contra de todo lo que había aprendido. Comenzó a pensar que haría su ídolo, el ratón Don Mateo, en su situación, y llegó a la conclusión de que al gran Don Mateo ni se le cruzaría una idea así por la mente, por lo que decidió no tomar el medicamento e irse a casa con su familia. Cuando llegó a su casa, encontró a Diana mucho peor de cómo la había visto antes de irse al trabajo por la mañana. El estomago le dolía tanto que no podía ni levantarse de la cama y ardía en fiebre. Chico se sintió mal y tomo la decisión de traerle la medicina, aunque estuviera mal, según él era por algo bueno. El día siguiente fue un día normal, pero al final del día, cuando ya todos se habían ido a sus casas, Mateo bajó a la bodega, abrió la caja y sacó un botecito de medicina para su hija. Cuando llegó a casa se la dio, y al día siguiente estaba muchísimo mejor. Pero Chico no se sentía bien, sentía que había hecho algo terriblemente malo, y aunque trataba de convencerse de que lo que hizo no estuvo mal, no lograba hacerlo. Los siguientes 3 días, para Chico, fueron una gran tortura. Sentía como que en cualquier momento alguien se iba dar cuenta y lo iba acusar. Perdería su empleo y no podría seguir viviendo en la ciudad por lo que tendría que regresar a su pueblo donde sus ratoncitos no tendrían oportunidad, además pensaba en la vergüenza que Wendy y sus ratoncitos sentirían de saber la acción incorrecta que él había cometido. Chico no sabía qué hacer, pero estaba seguro que tendría que resolverlo, así que decidió hablarlo con su jefe e ídolo, Don Mateo, para pedirle consejo y confiando que el comprendería su situación y con su inteligencia le ayudaría a resolver el problema. Chico fue muy apenado a la oficina de Don Mateo. El ratón, como siempre lo recibió amablemente. Chico le contó todo lo que pasó, que su hija estaba enferma, que las medicinas eran caras, que no podía pagarlas y que se llevó las del Ministerio para evitar que su ratoncita sufriera y muriera. Contrario a lo que Chico esperaba de su gran jefe, Don Mateo comenzó a decirle que era un ladrón, y que lo que había hecho estaba muy mal y era completamente contrario a la idea que el tenia formada de su honrado empleado. Que ya no sabía si era posible volver a confiar en él. Chico le expreso lo mal que se sentía y que sabía que lo que había hecho estaba mal pero que no sabía cómo resolverlo, pero que estaba decidido a ir a disculparse con el jefe del edificio. Don Mateo le dijo que no lo hiciera ya que si lo hacía, lo despedirían, y ambos acordaron no decírselo nunca a nadie. Ese día por la noche, antes de dormir, cuando comienzas a pensar mucho, Don Mateo comenzó a pensar mucho. Su conciencia lo estaba matando. Se sentía mal por haber hecho sentir mal a Chico y el verse como que no hacía nada malo, mientras había robado mil veces más que lo que había robado Chico y sin una razón tan noble. Chico con su familia pobre y humilde se sentía muy mal por haber por primera y única vez, habiendo robado solo unas cuantas medicinas, y fue a confesárselo porque lo admiraba mucho y le prometió pagársela de su próximo salario, mientras a él que no le faltaba nada, lo hacia constantemente sin remordimiento. Así Don Mateo se prometió que le regalaría las medicinas que se robó, que lo promovería y que le ayudaría a completar sus estudios. Pero al día siguiente Don Mateo no encontró a Chico…Sucedió que el gran jefe de todos los pisos, el gran ratón Rally, cuando hizo el inventario de las nuevas medicinas se dio cuenta que faltaba una. Chico no aguanto la culpa y le confesó su terrible obra. Don Rally se enojó mucho, y confesó que hace mucho que varias cosas y dinero desaparecían y que el sospechaba de Chico. El pobre Chico fue injustamente culpado por otras cosas que no cometió y fue despedido. Esto hizo que Don Mateo se sintiera peor. Chico no había cometido todos esos actos corruptos, él los había hecho, y no era justo que otro sufriera las consecuencias de sus actos, eso no era de buenos ratones. Así que inmediatamente y sin pensarlo después que se dio cuenta de lo que había pasado con Chico, fue a hablar con Don Rally, le explico todo lo que había pasado y le pidió que no despidiera a Chico y lo despidiera a él. Don Rally se quedó sorprendido, nunca se lo hubiera imaginado. Aunque sentía lástima porque Don Mateo era de los ratones más confiables y honestos, también sentía un poco de orgullo porque él pudo confesárselo y perdería su trabajo por otro. Don Rally premió la honestidad de ambos ratones al dejarlos conservar sus empleos, comprometiéndose a pagar los bienes y el dinero hurtado y Don Mateo cumplió su promesa de ayudar a Chico a terminar sus estudios. Los dos ratones se hicieron muy amigos, y no volvieron a realizar cosas malas como las que habían hecho. Moraleja: Lo que mal comienza, tarde o temprano mal acaba, a pesar de que en un principio se piense que las malas acciones no serán descubiertas, nuestra conciencia nunca dejará de reclamarlas, porque nuestra conciencia es la voz de Dios.