Nueva información sobre Barbadillo del Mercado y su patrimonio.

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El Patrimonio Histórico-Artístico y Cultural en la Sierra de la Demanda.
Barbadillo del Mercado
Barbadillo del Mercado: foto aérea.
(Fuente (SITCYL)
Félix Palomero, Magdalena Ilardia, Francisco Reyes, Julio Escalona y María Luisa Menéndez
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El Patrimonio Histórico-Artístico y Cultural en la Sierra de la Demanda.
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Índice de Barbadillo del Mercado
Página
Índice general
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1.- Situación
3
2.- Breves datos históricos
3
3.- Casco urbano, arquitectura popular y edificios auxiliares
5
4.- La arquitectura y arte mueble de función religiosa
11
5.- La cultura inmaterial: las tradiciones, celebraciones y trabajos
16
6.- Material gráfico y planimetría aportados
25
7.- Bibliografía
26
Imágenes
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Félix Palomero, Magdalena Ilardia, Francisco Reyes, Julio Escalona y María Luisa Menéndez
El Patrimonio Histórico-Artístico y Cultural en la Sierra de la Demanda.
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1.- Situación.
Tanto vengamos desde Burgos en dirección Soria como lo hagamos en sentido
contrario desde Salas de los Infantes, a unos seis kilómetros y medio de la segunda,
nuestra población se sitúa a la vera de la N-234 en una pequeña elevación del terreno
del curso medio del Arlanza. Esta notable villa, siempre ligada a su estratégica
ubicación geográfica, se asienta en un bucólico paraje definido por la imponente mole
montañosa del sinclinal del monte "Gayugar", y los cauces y valles formados por los
ríos Arlanza y Pedroso que confluyen en la zona. El centro urbano se ubica en una zona
ligeramente elevada en relación a los dos cauces antedichos por lo que desde la misma
se tiene una excelente panorámica del amplio y espacioso valle del Arlanza que
presiden las altas y lejanas cumbres de la Demanda y la más inmediata de la mítica
sierra de Carazo, con el estratégico sinclinal del monte San Carlos.
2.- Breves datos históricos.
El área de la Demanda, a ambas vertientes de la Sierra de la Demanda, los
Montes Distércicos de las fuentes medievales, avena sus aguas a la cuenca del Duero y
a la del Ebro. En la zona meridional nos movemos a caballo de los ríos Arlanza,
Pedroso y otros de menor entidad mientras que en la norte la red hidrográfica la integran
el Arlanzón y afluentes que avenan sus aguas hacia el Duero y el Oca y el Tirón que lo
hacen hacia el Ebro. Las cumbres de la Demanda, con el San Millán, Mencilla, Trigaza
o San Lorenzo marcan geográficamente la zona central divisoria de vertientes, mientras
que las sierras de Neila y la Campiña, junto con la Demanda, individualizan el
encajonado curso alto del Pedroso. Por el contrario montañas de menor porte como los
Montes de Oca o las sierras de las Mamblas, Montes de Carazo o la Cervera significan
el resto del territorio en el piedemonte de la gran sierra sin olvidar la atractiva sierra de
Atapuerca.
La paleontología nos informa de la importante huella dejada por los dinosaurios
y otras especies en zonas sedimentarias como los montes de Carazo, Cervera, Picón de
Lara y la Sierra de Mamblas. En el término municipal de Barbadillo del Mercado se
localizan varios yacimientos con restos óseos de vertebrados (Tenadas Bajeras I y II) y
con restos fósiles marinos (Puertas de Mahoma), a los que hay que añadir los
yacimientos ubicados en terreno comunal de Pinilla de los Moros, La Revilla y Ahedo y
Barbadillo del Mercado, que son nada menos que 17, todos con restos óseos de
vertebrados y alguno de ellos (Tenadas de los Llanos VII) además con restos de
escamas de peces y un molde de icnita. En todo caso el hito más importante de esta
tierra, de compleja y quebrada orografía, es la evolución que científicamente hacemos
arrancar en la sierra de Atapuerca, con el “homo antecesor”, y el largo proceso de la
evolución humana hasta llegar al “homo sapiens sapiens” en el paleolítico superior. Los
restos prehistóricos no sólo de la sierra de Atapuerca sino repartidos por todo el
territorio nos informan de que los asentamientos humanos tienen una larga secuencia
desde el paleolítico medio hasta nuestros días. Nos deberemos perder de vista, según
nos indica la arqueología que hay restos musterienses en la cueva de la ermita en San
Pedro de Arlanza. Ya en el paleolítico superior encontramos algunos restos, de la etapa
auriñaciense, en el abrigo de La Aceña de Lara, en el entorno de Atapuerca y en otras
zonas. El período de mayor trascendencia por las transformaciones a que dio lugar fue
el Neolítico del que conservamos diferentes manifestaciones que evidencian la
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tendencia a la sedentarización, al cultivo de algunos cereales y tal vez a la construcción
y fabricación de cerámica.
De esta larga etapa prehistórica disponemos de algunas informaciones de la
presencia humana en terreno hoy perteneciente al término municipal que nos ocupa.
Según los datos que hemos podido recoger en el Inventario Arqueologico de la
provincia de Burgos, el yacimiento más interesante sería el de Los Morcales puesto que
en él se localizaron restos de un túmulo funerario –conocido y excavado hace ya varios
años- al que los especialistas dan la atribución cultural de Neolítico y Campaniforme ; el
material arqueológico que se encontró en él fueron puntas de flecha, hachas
pulimentadas, cuencos y vasos con decoración campaniforme. Sin la misma seguridad
que en el caso anterior –los especialistas dicen “atribución cultural posible”- , de época
neolítica y calcolítica serían los restos de otra estructura tumular en el yacimiento
denominado Tenadas Encimeras. Al Calcolítico podrían pertenecer también los
materiales del yacimiento de Costanacruces: un núcleo de sílex, varias lascas y láminas
de silex, restos de cerámica a mano de cocción reductora…etc. Lo mismo podemos
decir de los escasos restos de cerámica hallados en el yacimiento de San Miguel, que
tiene posteriormente ocupación durante la alta y plena Edad Media.
La llegada y asentamiento de los romanos tuvo una gran trascendencia para toda
la Península y para la tierra que ahora nos ocupa en particular. Aquí se localiza un
puente sobre el río Arlanza por donde pasaba la calzada que unía la ciudad de Clunia
Sulpicia con la población de Tritium Autrigonum. Los restos materiales hablan del paso
de una importante calzada que desde Clunia se encaminaba hacia Lara para luego seguir
el curso del Ausín. Una vez cruzado el Arlanza por el puente antes citado, la calzada
cruzaba el Pedroso más o menos a la altura del actual puente de la N-234 y se dirigía
hacia Villaespasa para seguir por debajo de Lara al encuentro de Vega y Paules. Restos
de la etapa tardorromana y visigótica los documentamos tanto en el entorno de la ermita
del Amparo como en la más cercana de San Juan. No deberemos perder de vista que en
el entorno de la actual ermita de Villavieja se documenta una villa romana, lo que habla
de la importancia y significación de esta zona ya desde la antigüedad.
Para algunos nuestra tierra fue durante algún tiempo -tal vez hasta que se integra
en el alfoz de la ciudad de Burgos en 1255- la cabecera de un alfoz del mismo nombre
acabando finalmente por integrarse en el de Lara. Sin embargo los orígenes del actual
poblamiento se encuentran ligados al proceso de ocupación y reorganización del
territorio llevada a cabo por los condes castellanos y la nobleza local a partir de la
segunda mitad del siglo IX. Parece que se debe atribuir la configuración del alfoz de
Lara al conde Gonzalo Fernández, tarea que continuarán con denuedo y eficacia sus
sucesores entre los que destaca su hijo Fernán González.
La primera mención documental, del año 923, nos dice que la condesa
Momadona entrega un molino “in Barbatello” al monasterio de Santa María de Lara.
Cuando el año 1038 doña Urraca confirma la posesión de Santa María de Lara a San
Pedro de Arlanza conocemos de las posesiones de este cenobio en nuestra villa. El
monarca Sancho II, al restablecer la sede de Oca el año 1068, confirma al obispo Simón
las posesiones añadiendo otras nuevas entre las que existen algunas en “Barbatello
antiguo de Lara”. El año 1206 Arlanza recibe rentas de un ballestero y en 1452 el
monasterio de santo Domingo de Silos sabemos que recibe las rentas de las posesiones
que tenía en Barbadillo del Mercado de Arlanza. Parece que en tiempos antiguos la villa
de “Barbatello antiguo de Lara” fue la cabecera del alfoz de Barbadillo que más tarde
acabó por integrarse en el de Lara y desde 1255 quedará integrado en la ciudad de
Burgos y su alfoz. No tenemos noticia alguna de la villa en Becerro de las Behetrías por
lo que nos parece que la misma fue siempre de realengo.
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Relativamente cerca del puente romano que cruzaba el río Arlanza se ubica la
ermita de San Juan, de la que luego hablaremos, lugar de culto con indudables rasgos
altomedievales o prerrománicos, cuya existencia algunos autores consideran posible ya
desde tiempos visigodos. Junto a ella se localizó además una necrópolis, con las tumbas
muy arrasadas por la extracción de áridos, pero en la que todavía era posible distinguir
restos de algunos sarcófagos monolíticos en unas zonas y en otras cistas de lajas.
Nuestra población aparece citada en un documento del año 929 como
“Barbatello” y ya en 1250 figura como “Barvadiel de Mercado”. La villa, uno de los
centros más notables, si no el más importante, del alfoz que recibe el mismo nombre, se
vincula con la mítica leyenda de los Infantes de Lara y sobre todo con Doña Lambra,
señora del lugar. Es por tanto la época medieval el momento de consolidación de esta
villa con vínculos señoriales, intervenciones regias, tal vez alguna integración en el
territorio de Lara y más tarde (1255) anexionada a la ciudad de Burgos pero con una
clara separación y diferenciación de Lara, tal vez como reminiscencia de haber sido
antes un alfoz.
Todo apunta que esta tierra tendrá un notable desarrollo poblacional durante la
Baja Edad Media y sobre todo en la Edad Moderna, como ponen de manifiesto los
censos de 1587 y 1591 y, más tarde se expresa en el siglo XVIII, en los datos que nos
aporta el Catastro de Ensenada. Esa prosperidad y crecimiento, muy vinculados al
mundo y comercio de las lanas, hay que relacionarlos con la arquitectura nobiliar que
vemos en esta población entre la que destaca la mansión de una de las familias más
notables del comercio de lanas burgalés como fueran los Astudillo. No deberemos
perder de vista, para comprender la importancia mercantil y económica de esta
población durante la modernidad, el crecimiento y desarrollo del entramado urbano, el
asentamiento en la villa, ya en el siglo XVI, de un convento de dominicos y sobre todo,
como veremos más adelante, en las notables mansiones aquí levantadas sin olvidar la
calidad y reformas habidas en el monumental templo parroquial desde comienzos del
siglo XVI hasta finales del XVIII.
La consolidación de nuestra villa como un centro señalado social, económica y
culturalmente a lo largo de la modernidad, se continúa en la contemporaneidad. Esa
realidad se deja sentir en la profunda modificación que sufre el casco urbano, en la
mejora de las viviendas desde mediados del siglo XIX. Otro punto de enorme valor será
la implantación del ferrocarril con doble vertiente: la realización de la obra en sí misma
y la posibilidad de comunicación que abrirá.
3.- Casco urbano: arquitectura popular y edificios auxiliares.
El primer elemento que llama nuestra atención en la visita a este lugar es el
puente romano levantado sobre el río Arlanza. La fábrica responde a las formas y
técnicas romanas pero lo que vemos en el momento actual es fruto de numerosas
reformas habidas a lo largo del tiempo histórico y sobre todo en los siglos XVII y
XVIII.
El casco urbano presenta una planimetría (foto aérea 1, 2 / entorno 1, 2) que no
responde a una tipología concreta sino que más bien parece que ha ido evolucionando
partiendo de un pequeño núcleo nacido en torno a la iglesia parroquial y la antigua
fortificación, transformada en residencia señorial por una familia de mercaderes de lana
burgaleses a finales del siglo XV: los Astudillo. Es un poblamiento más concentrado
que otra cosa, en el que distinguimos la posición central de la iglesia parroquial con
espacios libres en su entorno; a partir de ahí las calles siguen un rumbo errático no
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apreciándose ninguna jerarquía entre ellas por mayor o menor longitud o anchura.
Cuando hay manzanas de casas adosadas en hilera, son de escasa envergadura y ello no
se traduce en calles de una cierta longitud (calle 1). Aunque sin grandes diferencias de
altitud, podemos hablar de la zona del pueblo situada al lado de la carretera nacional
Burgos-Soria y de otra zona, algo más baja, que mira hacia el curso del Arlanza y hacia
la antigua vía del ferrocarril. En esta segunda es donde perviven el mayor número de
casas de una sola planta.
Estamos en una zona con claro dominio de la piedra, caliza o arenisca, en la
construcción tanto de viviendas como de edificaciones auxiliares. Suponemos que hubo
también muros de emplenta pero no tenemos la fortuna de conservar ninguno exterior
aunque sí es posible que se conserve alguno en los muros medianeros de las casas
adosadas.
La casa más tradicional era la de una sola planta que en la mayoría de los
pueblos desapareció a favor de la de planta y piso y, en ocasiones, doblado. En
Barbadillo tenemos la suerte de conservar –porque se han seguido utilizando- algunas
de estas casas de una sola planta que pueden incorporar una segunda sólo en la zona
central aprovechando la altura generada por la cubierta a dos aguas (arpop 1, 2, 5, 10,
13, 16, 22, 23…).
De todas ellas nos parecen especialmente interesantes las dos que
se ven en las fotografías 10 y 13 - 16 respectivamente: aunque tienen alterados algunos
de sus elementos (las ventanas, por ejemplo) ambas conservan bastante bien su volumen
original, en un caso con cubierta a dos aguas de vertientes muy desiguales porque en un
lado acoge también una construcción auxiliar adosada a la vivienda, y en otro con uno
de esos tejados a cuatro aguas de formas un tanto irregulares muy propias de la
arquitectura popular. Varias de estas casas de una planta han sufrido transformaciones
importantes; de todas ellas tal vez destacaríamos por desafortunada la que ha dividido
en dos una de ellas que tenía la peculiaridad de su amplio vano de acceso configurado
por un arco de medio punto, como el que es más habitual ver en las casonas. Una de las
dos mitades ha sido arreglada con los consiguientes agrandamientos de ventanas y otras
cosas similares y con la división –bárbara diríamos- del amplio vano original de la
portada (arpop 2, 3)
Al lado de ellas están las casas de planta y piso y en algún caso doblado, que
generalmente se nos presentan adosadas en hilera o en manzanas compactas; entre las
que no han experimentado transformaciones serias y mantienen en lo esencial su
fisonomía original podemos distinguir las que creemos más antiguas, por el tipo de
muros y de vanos fundamentalmente (arpop 6, 15, 21) , y aquellas otras que parecen ya
más modernas, de los años veinte o treinta del siglo XX (arpop 7, 14).
La mayoría de los muros de piedra son de mampostería y muchos de ellos
conservan aún el calicanto tradicional, excelente protector del muro contra la humedad.
En general la mampostería es de piedras no demasiado pequeñas y de tamaño bastante
regular; en esos casos el calicanto no suele cubrir del todo la piedra sino sólo rejuntarla.
Es bastante habitual que dicho calicanto se nos presente encalado (arpop 5, 8, 9, 10, 13,
18, 22). Debemos lamentar algo muy habitual cuando las casas se arreglan como es la
“limpieza” de este tipo de muros para que luzca la piedra (arpop 12). Vemos también
alguna fachada de sillarejo e incluso de sillería ( arpop 14 y 20). Los ángulos se
refuerzan con gruesos sillares de excelente corte (arpop 21). En las construcciones
auxiliares los muros pueden estar aparejados de la misma manera pero también es muy
habitual que las piedras del muro de mampostería no aparezcan recogidas con ningún
ligante o como mucho que lo estuvieran en el pasado con barro que ya no se conserva
(auxiliar 4).
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Las ventanas más antiguas –algunas auténticos ventanucos- son de tamaño
pequeño y se configuran con cuatro gruesos sillares con la cara que da hacia el hueco
muy bien tallada y sinuosa la que va a quedar haciendo cuerpo con el muro de
mampostería (auxiliar 1, 2 / arpop 17). En la mayoría de las casas han sido
transformadas agrandándolas. Es posible que alguna de las originales también estuviera
encalada como algunas de las que, más nuevas, vemos ahora (arpop 5), pues era un
recurso muy habitual para acrecentar la luminosidad que penetraba en el interior a
través de ellas. Queremos significar especialmente las ventanas que vemos en la
fotografía 17 por la potencia y la gama cromática de sus sillares, un ejemplo de los
tantos que hay de las vistosas piedras areniscas de esta tierra. Conservamos también
algunos balcones, la mayoría volados, con barandillas de forja en el antepecho (arpop 7,
9, 14 / balcón 2), una de ellas (arpop 9) con fecha de 1860, de diseños bastante sencillos
con predominio de las líneas verticales. La excepción la constituye la del balcón de la
fotografía 14, con predominio de los círculos y las espirales, muy acorde con la estética
modernista que avala la fecha que vemos: 1920.
Por lo que se refiere a las portadas en las viviendas parece que predominó la
adintelada con dintel y jambas de piedra. Los dinteles son poderosos bloques de
arenisca, roca de fácil talla cuando sale de la cantera por su alto grado de humedad y
que al secarse pierde peso. Suelen estar cuidadosamente tallados tanto por arriba (la
parte en contacto con el muro) como por debajo (la parte que da hacia el vano). Las
jambas se configuran con grandes sillares que, al igual que los de las ventanas, suelen
tener irregular la cara que debe hacer cuerpo con el muro. Pocas portadas de este tipo
conservamos en Barbadillo donde, al igual que las ventanas, han experimentado
alteraciones muy profundas (arpop 5, 13, 21). Finalmente las portadas de mayor
anchura de las edificaciones auxiliares suelen llevar por lo general un dintel de madera
apeado en los poderosos sillares de las jambas o ser éstas también de madera (auxiliar
1, 2).
Se conservan pocas puertas originales en las casas de una sola hoja y de madera,
con una estructura o bastidor sobre la que se clavan en sentido vertical tablones de perfil
biselado o incluso moldurado, que en la zona del cuarterón pueden seguir la misma
disposición vertical o colocarse en horizontal (arpop 4 / puerta). Respecto a muestras
del trabajo de los herreros, éstas consisten en las barandillas de los antepechos de los
balcones en las que predominan las líneas verticales complementadas por la parte
superior e inferior por una especie de greca con diseños curvos en espiral y a veces
también un motivo central con figuras sinuosas (arpop 2, 3, 4)
El tejado puede ser a dos o a cuatro aguas. De ambos tenemos ejemplos en esta
localidad: los de cuatro aguas son muy frecuentes en manzanas compactas de casas
algunas de las cuales se nos presentan como volúmenes cúbicos exentos (arpop 15, 17,
18 ). El tejado a dos aguas está presente en las casas adosadas en hilera, con vertientes
de poca inclinación cuando se trata de casas de planta y piso y a veces doblado (arpop
11). Mayor inclinación y en muchos casos superficie alcanza en las viviendas de una
sola planta (arpop 5, 13). En las construcciones auxiliares lo habitual es el tejado a dos
aguas (auxiliar 1, 2).
En Barbadillo del Mercado predomina claramente el alero de tipo tejaroz, es
decir el formado por varias hileras de tejas superpuestas ligadas inicialmente con barro
como aún se puede ver todavía en algunas localidades (arpop 5, 8, 11, 12, 13…). En las
construcciones auxiliares puede estar presente también este alero o el de madera en su
versión más tosca, es decir, el simple vuelo de la cubierta sobre los cabios salientes de
su estructura (auxiliar 4). Ya no vemos sobresalir de estos tejados las tradicionales
chimeneas de campana que a buen seguro hubo en el pasado.
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La estructura interna de la casa suele estar formada por una serie de pies
derechos de madera, en esta localidad preferentemente de roble, sobre los que descansan
las vigas; ellas son luego las que soportan, trasversalmente las viguetas sobre las que se
levanta el piso superior y en su caso el doblado. Este esqueleto de madera se aprecia
exteriormente en aquellas casas que han perdido el revoco de su mampostería o que
posiblemente nunca lo tuvieron como ocurre a veces en las construcciones auxiliares. Se
aprecia también interiormente puesto que los muros medianeros entre las casas adosadas
y los tabiques de compartimentación interna de las viviendas solían ser de entramado de
madera con relleno de adobe; incluso es las más antiguas (algo ya muy difícil de
encontrar aunque alguna localidad nos depare una sorpresa) era algo tan simple como
un encestado de ramas revocado con barro. Las ventajas del adobe son muchas: la
facilidad de su fabricación (sin coste energético, a diferencia del ladrillo), la flexibilidad
de su colocación y sus excelentes cualidades de aislante término y acústico.
Reproducimos por su interés un fragmento de “Arte de Albañilería”, del arquitecto del
siglo XVIII Juan de Villanueva, sobre su elaboración: “Para hacer estos adobes se debe
buscar una tierra muy pegajosa y grosera y se debe amasar muy bien, mezclándola con
un poco de estiércol o paja para que tenga más unión. Después de bien amasada, se
echa en unos marcos o gradillas de la medida que se quiere dar a los adobes y
extendiéndolo dentro de ellos sobre un plano espolvoreado hasta llenarlos, se enrasan y
quita lo que sobre con un rasero. Hecho lo cual, se levanta la gradilla (…) para que se
despeguen con facilidad espolvorean con polvo o ceniza la gredilla antes de echar el
barro”.
El piso inferior normalmente tenía un pequeño zaguán desde el que se accedía a
las estancias delanteras que muchas veces no solían ser vivideras sino tener funciones
de pequeño taller de trabajo, almacén de productos agrícolas o para guardar aperos,
leña…etc. A veces esta función en las viviendas serranas la cumplía una pequeña
edificación que suele recibir el nombre de casito o casillo, adjunta a la vivienda como
un volumen diferenciado de ella mucho más pequeño que algunas casas de Barbadillo
del Mercado parecen conservar más o menos transformado. Al fondo de la planta baja
solían estar las cuadras del ganado vacuno o caballar que se empleaba en las tareas de
labranza. Una de las casas de una planta de las que hemos hablado (arpop 5) parece
haber tenido una distribución así puesto que en la fachada se abre la puerta de acceso a
la vivienda y al fondo en un lateral un portón característico de las cuadras. Cuando la
vivienda tenía un segundo piso en el centro se situaba la escalera con los primeros
escalones de piedra, resguardada y defendida mediante una puerta. En la planta superior
la estancia principal era la cocina que, como en todas las arquitecturas de montaña,
jugaba aquí un papel trascendente. Es esta una estancia amplia de planta cuadrada o
cuadrangular en la que se inscribe un octógono que sirve de apeo a la chimenea de
campana de base circular. El hogar puede estar en el centro o adosado a uno de los
muros, con un elemento de madera giratorio sobre el que coloca el “allar¨o “llar” del
que cuelgan algunos recipientes. En los muros suele haber adosados bancos con alto
respaldo y una mesa plegable. La chimenea tradicional es de encestado con palos
verticales y un cuidado entramado de mimbres recubierto de arcilla. Por el exterior está
recubierta de tejas imbricadas. Reproducimos por su interés las descripciones de Torres
Balbás: “La cocina es siempre lo más esencial (….) a dos metros y medio del suelo
colocánse unos cargaderos que convierten la planta cuadrada en octogonal,
levantándose sobre ellos la campana, cónica, que cubre totalmente la cocina, no tiene
más luz que la que entra por la parte superior de la chimenea a través de su copete de
tablas. El ingreso a estas cocinas queda siempre cortado por un tabique que hace de
biombo y sirve al mismo tiempo que para evitar la entrada directa del aire, de apoyo al
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hogar. En ellas suele estar el horno; la perezosa, mesa plegable a la pared; el burro o
soporte giratorio para tener la caldera; los escaños…etc. Para construir la chimenea
se toman unas colondas (palos verticales) y se entrelazan con cestería de ramas
flexibles (bardas y bardones) de enebro o de sabina; se recubre exteriormente de un
escamado de trozos de teja, rematando con un copete calado de madera”.
El resto del espacio podía estar organizado en salas con las correspondientes
alcobas o con otro tipo de compartimentaciones dando lugar a espacios de uso versátil.
Sí era muy frecuente que en el fondo de la casa, sobre las cuadras, se reservara un
espacio para almacenar hierba o paja, que se vertía directamente sobre la cuadra
eliminando en una parte el suelo-techo que las separaba; desde el exterior solía
introducirse a través de una puerta en altura que recibe el nombre de bocarón o butrón .
Cuando había desván solía ser diáfano, sin ninguna compartimentación.
En el caso de Barbadillo del Mercado deseamos significar algunos casonas, de
nobles y ricos mercaderes, en su mayoría en las cercanías de la iglesia de San Pedro,
que responden a las características de la historia de los estilos constructivos. Todas ellas
tienden a ser exentas o como mucho se les han adosados pequeños edificios auxiliares.
Algunas presentan la fachada principal, la que da a la calle, plaza o espacio singular, de
piedra sillería de aparejo regular. La portada es a menudo de arco de medio punto, a
veces con cuidada y efectista moldura en la rosca del arco que es el punto o eje de
simetría, colocando a ambos lados sendas ventanas con marcos de orejas o similares. En
el piso principal, encima de la portada, es frecuente que se abra un balcón con cuidada
rejería de época que se ve flanqueado por sendas ventanas que a menudo tienen también
reja (casona A/ casona B / casona C). De algunas tenemos más información por las
inscripciones que incorporan. La primera de ellas ha sido la sede de la botica hasta
tiempos relativamente recientes y la inscripción que incorpora en el extradós del arco de
la portada reza así “FABRICARON ESTA CASA SOLARES VEGA Y SARRIA
PARA DIVAI DE LAS HERAS SV MUGER Y FAMILIA AÑO DE 1690” . Parece
que el balcón de hierro forjado que se coloca encima de la puerta, es posterior, porque el
anclaje se hace en medio de la epigrafía ocultando una letra (Botica). En otra casa sita
en la zona norte del templo parroquial leemos: “ESTA OBRA HIZO ANTONIO
SERANO MOÇO AÑO 1676”. En la parte superior del dintel de esta ventana,
enmarcado por una pequeña moldura leemos “IHS, MARIA JOSEPH” .
Dentro de las casonas vamos a significar de forma especial el palacio de los
Astudillo porque nos parece que estamos ante la que probablemente sea la edificación
más antigua de las existentes en la actualidad en esta población, incluida la propia
iglesia parroquial de San Pedro, hacia cuya cabecera mira la fachada principal. Esta
casa solariega es completamente exenta, presenta planta rectangular, con cuatro
fachadas de muy diferente tratamiento. Sólo la fachada principal (oeste), la que mira
hacia la plaza del pueblo y la iglesia, presenta aparejo de piedra sillería de formas
bastante regulares; tiene portada de arco de medio punto con escudo colocado en la
clave y con moldura muy cuidada y una serie de vanos: algunos de ellos son ventanas
cuadradas muy pequeñas, otros –en la planta superior- son ventanas algo más grandes y
un balcón cuyos dinteles adoptan la forma de arco conopial. Ninguno de ellos está
centrado en relación con la portada ni tampoco en el conjunto de la fachada. El tejado se
apea en una cuidada moldura cercana al cuarto de caña.
Las otras tres fachadas presentan aparejo de mampostería y apean el alero sobre
molduras de media caña y bocel. En la fachada meridional se abren sendas portadas de
estructura adintelada, flanqueadas por unos pequeños ventanucos. Los vanos de la
planta principal presentan mayor porte. La fachada este tiene varias ventanas y una
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única portada que se centra respecto al portón, de arco de medio punto, que se abre en la
alta cerca, que oculta el cuidado jardín. En la fachada norte no se abre ninguna portada
(cas. Astudillo).
Es una construcción que presenta una historia constructiva larga en el tiempo y
de compleja conformación hasta llegar a lo que vemos en la actualidad. La clave para
comprender todo el proceso nos la da lo que vemos en el interior. El primer palacio o
mansión se construyó a finales del siglo XV adosándolo a una torre fortaleza, de planta
cuadrada, convertida en un pequeño patio interior. Con posterioridad se añadió una
pequeña capilla al muro sur conformando el conjunto de la fábrica pero descentrándolo
del plano primero. Esta capilla va recorrida en su parte alta, por una inscripción pintada
sobre yeso cuyas trazas nos llevan a pensar que es una obra de finales del siglo XV o de
comienzos del XVI. A esa misma época puede pertenecer el almacén que sigue a la
capilla. Creemos que la imponente cerca que oculta el jardín abierto en la zona este debe
ser obra de la misma época. El tiempo impuso reformas como la apertura de nuevas
ventanas que hablan ya lenguaje barroco.
De las construcciones auxiliares hemos tratado ya dentro del casco urbano,
bien adosadas a las casas vivideras o como edificaciones exentas.
El núcleo de población que nos ocupa conserva una monumental fuente de tipo
romano en la zona este de la población, mirando hacia la estación del mudo ferrocarril
y al Arlanza, en una pequeña hondonada, posiblemente ubicada en la zona por donde
pasaba la calzada romana que venía desde Salas al encuentro con la que desde Clunia
iba hacia la zona de los Ausines y Tritium Autrigonum (fuente rom). Dentro del núcleo
urbano es interesante también la típica fuente de caños, en este caso sin pilón pero con
indicación de su fecha de construcción : 1944.
Muy importantes en este núcleo de población fueron los molinos. Ninguno de
los cuatro que hemos documentado se utiliza como tal sino que han sido transformados
en vivienda pero, pese a ello, todos conservan el cauce, la estructura del edificio y la
cuidada ubicación. El primero de ellos se encuentra en el cauce del Pedroso, en la
actualidad en medio de un bosque de chopos, bastante alejado del núcleo urbano. Es una
finca particular que conserva dos edificios de lo que fuera el molino y parte de las
conducciones de agua. El segundo, situado muy cerca de la carretera que lleva hacia
Vizcaínos, es de menor porte que el precedente pero está en mejor estado de
conservación.
Los otros dos se nutren del agua del río Arlanza, se ubican al sur de la población
entre el río y el ferrocarril. Se llega a ellos a través de un pequeño camino blanco que
atraviesa una amplia zona de huertos. El más próximo al cauce del río Arlanza, es el
mayor de todos los existentes. Ha sido profundamente alterado y de lo que fuera su
antiguo destino sólo vemos la fábrica y el cauce. El más cercano a la población, de
mucho menor entidad, conserva parte de la maquinaria, la salida de agua y una parte
considerable del cauce (varias fotografías de los molinos).
Interesante porque nos aporta información sobre uno de los entretenimientos
tradicionales de los habitantes de muchos de estos pueblos es la bolera cubierta que
adopta la forma de un soportal sobre pilares pétreos (bolos). Se conserva asimismo un
crucero de sencilla factura, sin ningún tipo de epigrafía que nos aporte datos concretos
sobre él (crucero).
Félix Palomero, Magdalena Ilardia, Francisco Reyes, Julio Escalona y María Luisa Menéndez
El Patrimonio Histórico-Artístico y Cultural en la Sierra de la Demanda.
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4.- La arquitectura y arte mueble función religiosa.
4.1.- Ermita de San Juan.
En las cercanías del puente romano se levanta, al pie mismo del monte Gayugar,
la ermita de San Juan que conserva parte de su fábrica prerrománica de la que son buena
muestra las dos portadas de arco de herradura de formas condales. El ábside ya
responde a una reforma posterior y los canecillos presenta formas románicas. Es una
obra cuya parte más antigua podemos fechar a caballo de los siglos IX y X. Es una
iglesia de una sola nave, de planta basilical, con muros de piedra sillería de estereotomía
muy cuidada y con los sillares colocados a hueso en muchos casos. Hay una parte
notable de este edificio cuyas formas y tipo de sillares presenta una filiación
hispanovisigada o condal como algunos denominan. Se cubre con armazón de madera,
parhilera. El tejado descarga sobre un pequeño alero con los correspondientes
canecillos. El ábside es recto, con cubierta de bóveda de medio cañón ligeramente
apuntada. Nos parece una fábrica muy alterada y removida a lo largo del tiempo.
En los muros norte y sur se puede comprobar que han sido tapiadas sendas
portadas que presentan arco de herradura, de despiece radial y con características
formales de ascendencia hispanovisigoda pero seguramente realizadas en época condal,
tal vez ya finales del siglo IX o en la centuria siguiente. La arqueología muraria nos
informa que el tipo de muro y sillares utilizados en el muro norte, sur y parte de la nave
muy bien pudieran proceder de una edificación de tradición tardoantigua.
Los únicos restos esculpidos los componen un total de veintiocho canecillos de
tipo caveto, completamente lisos y repartidos por igual entre los muros norte y sur.
Tienen moldura de casi media caña, en la actualidad no sustentan el tejado, puesto que
en alguna restauración y recomposición del antiguo lugar de culto se ha elevado la
altura de la cubierta y han quedado como meros testigos de la altura que tuvieron con
anterioridad el muro y la propia cubierta.
Esta ermita, con una parte de su fábrica de indudables formas tardoantiguas de
época condal, ha sido alterada en época tardorrománica y con posterioridad añadiendo
el ábside actual. Este hecho confirma una vez más esa tendencia vista en otros
monumentos de la zona. La tipología de nave que vemos en esta ermita se ajusta a la
que vemos en muchos templos románicos lo que nos hace suponer que la gran
innovación románica se circunscribe al ábside, portada y articulación de las fachadas.
4.2.- Ermita de Nª Sra. de Villavieja.
Esta ermita se levanta sobre un espacio que ocupara una villa romana. Es un
templo de una sola nave, planta basilical, con una parte de los muros de piedra sillería
de aparejo regular y otra de mampostería . La cubierta de madera es parhilera. El ábside
es recto, de planta rectangular, se cubre con bóveda de medio cañón apuntado y presenta
sillería de aparejo bastante regular. El tejado se apea sobre la correspondiente cornisa
con los habituales canecillos de tipo caveto sin relieve alguno. Es una construcción
profundamente remozada en época moderna. Se documentan varias restauraciones
contemporáneas que han modificado y desfigurado la primitiva construcción románica.
La parte más antigua, la cabecera, parece obra de finales del siglo XII o tal vez ya de la
siguiente centuria.
Félix Palomero, Magdalena Ilardia, Francisco Reyes, Julio Escalona y María Luisa Menéndez
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4.3.- Iglesia parroquial de San Pedro.
La iglesia parroquial de San Pedro se encuentra en un entorno muy cuidado y
urbanizado "ad hoc" en el momento que se completa toda la obra, ya a finales del siglo
XVII. La fábrica actual presenta una construcción de planta de salón articulada en tres
naves comunicadas por medio de los correspondientes arcos formeros apuntados y de
medio punto apeados sobre pilares de diferente factura y estilo. Consta de cuatro tramos
y se remata en cabecera recta, de planta cuadrangular. Al exterior vemos contrafuertes
prismáticos, tanto en la cabecera como en las naves. Hay dos portadas, una abierta en el
muro occidental, la más antigua, y otra al mediodía, en el segundo tramo, que presenta
la forma de un arco triunfal; es una notable fábrica que por sus formas, remate en
frontón partido, tipo de columnas que la enmarca y el cuidado juego de planos habla un
lenguaje a caballo entre el clasicismo y los primeros pasos del barroco. Sobre el tramo
central de los pies se levanta una monumental torre de planta cuadrada, tres cuerpos, los
dos superiores con troneras. Las trazas y formas que presentan hablan ya un lenguaje
barroco. Los muros son de piedra sillería y sillarejo, la cubierta es de bóvedas de
crucería de terceletes, excepto la zona correspondiente al tramo sobre el que se levanta
la torre y la de la cabecera que es estrellada. Al muro sur del presbiterio se adosa la
sacristía de muros piedra sillería, con bóveda de terceletes pero de formas y trazas
barrocas.
El conjunto de la fábrica del templo tiene todas características de una obra
tardogótica, seguramente fechable a caballo de los siglos XV y XVI. A esa construcción
se añadirán con posterioridad la torre, la portada, parte de la fachada sur y la sacristía,
obras claramente barrocas pero de aires clasicistas. El presbiterio sufrirá una importante
reforma en la segunda mitad del siglo XVII, en el momento en que se manda hacer
también el retablo mayor.
La torre se adosa a los pies del templo, consta de tres cuerpos separados por las
correspondientes cenefas, tiene vanos de medio punto en los superiores y su tipología y
formas son propias de los trabajos de finales del siglo XVI o principios del XVII con
claros elementos manieristas si no ya barrocos. La bóveda y las trazas del coro actual se
deben incluir en el haber de Ximón de la Gándara quien los realiza entre 1602 y 1606.
El antepecho, de madera labrada, tiene formas claramente renacentistas. Al mismo
maestro debemos la sacristía adosada al ábside, levantada entre los años 1609 y 1613.
La portada consta de doble cuerpo, tiene un podium muy desarrollado sobre el que se
apean cuatro columnas estriadas que sirven de marco al arco de medio punto enmarcado
por pilastras cajeadas que flanquea el acceso al interior. Se completa con un segundo
cuerpo con hornacina central rematada en frontón que sirve de marco a la escultura de
San Pedro en la cátedra. Es una obra que presenta aún formas claramente renacentistas
con algunos elementos herrerianos, realizada por los maestros Juan de Pobes y Juan de
los Helgueros a quienes se paga el trabajo el año 1662. A estos autores se debe también
parte de la reforma del ábside realizada en las últimas décadas del siglo XVII. Es un
trabajo de líneas puristas pero con una cubierta de formas góticas con nervios combados
de cuidada traza en la misma línea que los de otras muchas bóvedas del tardogótico que
se siguen utilizando a todo lo largo del siglo XVI.
El arte mueble de la iglesia parroquial.
La iglesia parroquial de Barbadillo del Mercado, conserva un elevado número
de retablos que hablan de una larga y rica tradición. Todos ellos e hicieron a lo largo de
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los siglos XVII y XVIII, por lo que entran dentro de la evolución de las formas barrocas
habidas a lo largo de esos dos siglos.
El primero de ellos es un sencillo retablo de madera dorada y policromada que
consta de banco, dividido en tres netos, dos cuerpos, tres calles y se remata en frontón
triangular. Es una estructura de aires clasicistas de finales del siglo XVI o comienzos
del XVII. Las pinturas de lienzo sobre tabla, las seis que ocupan los dos cuerpos y tres
calles, con escenas de las ánimas, advocación del retablo, parecen haber sido realizadas
ya en el siglo XVIII. Por el contrario las pintura sobre tabla, con calavera y tibias y
santos en las hornacinas, son de finales del siglo XVI, con aires tenebristas.
Adosado al pilar tercero de la nave del evangelio, vemos un pequeño retablito de
madera dorada que consta de banco, un calle, dos cuerpos y remate en forma de gran
tarja dedicado a San Antón, con una talla del santo abad y ermitaño. Es una obra de
formas barrocas, con ornamentación vegetal y formas churriguerescas que podemos
datar en las primeras décadas del siglo XVIII. En el segundo cuerpo, el del remate,
vemos una pintura sobre lienzo de San Isidro labrador.
El retablo número tres se adosa al muro norte del cuarto tramo de la nave del
evangelio. Es una estructura de madera dorada que consta de banco, dividido en tres
netos, un cuerpo, tres calles y remate en forma semicircular con aletones ornamentados
con roleos. El entablamento se ornamenta con motivos vegetales muy carnosos y
columnas salomónicas con pámpanos dividen las calles. Las formas nos indican que
estamos ante un retablo barroco, prechurrigueresco, de las décadas finales del siglo
XVII. Es un obra dedicada a Cristo crucificado cuya imagen, de madera policromada
rasgos renacentistas, vemos en la hornacina central; está flanqueada por sendos lienzos
de San Juan y la Virgen.
El número cuatro se adosa al muro este de la nave del evangelio. Es una
estructura de madera dorada que consta de banco, un cuerpo muy amplio, tres calles,
dos entrecuerpos y ático. En el cuerpo principal se ubican las tallas de San Miguel, San
Pedro y San Bartolomé, junto con relieves alusivos a la vida de San Pedro (entrega de
las llaves y Pedro salvado de las aguas). En los entrecuerpos vemos relieves con la
Asunción y Visitación. Es una obra que por las formas que presenta la ubicamos dentro
del mundo barroco prechurrigueresco en las décadas finales del siglo XVII o tal vez de
las primeras de la siguiente centuria.
El retablo mayor (número 5) se adosa al muro este del ábside. Es una gran
estructura de madera policromada que consta de banco muy desarrollada con netos,
grandes tarjas y sagrario expositor en el centro, un cuerpo y tres calles enmarcadas por
haces de columnas salomónicas con pámpanos. Sobre todo ello el entablamento y sobre
él un segundo cuerpo flanqueado por sendos aletones con profusa ornamentación
vegetal. En el banco hay sendos relieves con la crucifixión de San Pedro y la negación.
Inmediatamente encima de las hornacinas laterales se ve una escena de Pedro salvado
de las aguas y la petición a Cristo. Y en el entrecuerpo del remate la Anunciación y la
Visitación. Todo ellos son bajorrelieve policromados.
Es un retablo cuyas trazas bien pudieran ser de Policarpo de la Nestosa quien
participó como visitador en la iglesia y tal vez influyera en el resultado final de la
subasta, pero la obra se paga a Juan Galerón entre 1668 y 1671. La escultura parece
obra de imaginero cántabro Martín Gutiérrez quien recibió el importe de su trabajo el
año 1671. El dorado se estaba haciendo el año 1684 por Toribio García Gutiérrez.
El siguiente (número 6) se adosa al muro este de la nave de la epístola. Es una
cuidada estructura de madera policromada que consta de banco, con tres netos y podio
de las columnas, un cuerpo, tres calles, entablamento y remate en un segundo cuerpo.
Las seis columnas tiene fuste liso y son de orden corintio. En el banco vemos tres
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relieves con escenas de la Oración del huerto, Prendimiento y Última cena. Las calles
laterales las ocupan cuatro lienzos sobre tabla también con escenas de la vida de Cristo,
en este caso de las infancia: Huida a Egipto, Adoración de los pastores y dos
representaciones del Nacimiento. En la hornacina central vemos una talla de madera
policromada, de la Virgen con el Niño de formas y trazas romanistas. En el ático se
situa un relieve con la Asunción de Maria. Es el retablo que titulan de la Virgen del
Rosario. La obra parece de finales del siglo XVI pero la policromía es de principios del
XIX.
El número siete, bajo la advocación de San Juan Bautista, es una pequeña
estructura de madera adosada al tercer pilar de la nave de la epístola. Se articula en
banco, un cuerpo, una calle un segundo cuerpo en el remate con gran tarja de particular
carnosidad; en la hornacina vemos un talla de madera policromada de San Juan
Bautista y en el remate un lienzo de San Bruno. La obra se puede muy bien vincular al
mundo y a las formas de Policarpo de la Nestosa. En el ático se lee: “IÇO, DORO
ESTE REABLO VN DEVOTO DE LIMOSNA AÑO 1716”. Parece que el dorado –
como es muy habitual- es algo posterior a la fecha de realización de la obra que bien
pudiera hacerse al mismo tiempo que el retablo mayor.
El número ocho se adosa al muro sur del segundo tramo de la nave de la
epístola. Es una sencilla estructura de madera dorada que consta de banco, dos cuerpos
y dos entablamentos. Cuatro columnas en cada cuerpo, de fuste estriado, de orden
jónico en el primero y corintio en el segundo, sirven de marco a las pinturas sobre tabla
con la vida de San Nicolás de Bari, en el inferior y de San Martín de Tours en el
superior. La talla centra es de San Nicolás y el relieve de San Martín partiendo la capa.
Es una obra de formas renacentistas de la segunda mitad del siglo XVI.
En la sacristía podremos contemplar una importante colección de tallas de
madera policromada de la Virgen con el Niño, tipo Andra Mari, entre las que
significamos la de Nuestra Señora del Rosario (procedente del convento dominico) obra
gótica de mediados del s. XIV; la Virgen del Amparo (de la ermita del mismo nombre)
obra de formas y estilo gótico de finales del s. XIII; y Nª Sra. de las Candelas, talla de
estilo románico-gótico seguramente de la primera mitad del siglo XIII. Este conjunto de
obras románicas y góticas hablan de una etapa importante que va desde el siglo XII al
XIV.
Junto a estas notables piezas hallamos otras como un Cristo resucitado (talla
barroca del s. XVIII), una escultura de Santo Domingo de Guzmán (obra barroca del s.
XVII procedente del convento), una talla de madera policromada de San Pedro en la
Cátedra, asimismo barroca y de buenas escuela, y un Cristo procesional de la primera
mitad del siglo XVII. Estas imágenes y otras más de calidad que posee el templo ponen
de manifiesto su pujanza en los siglos XVI, XVII y XVIII.
Sin que sea muy reseñable el número de pinturas destacamos varias realizadas
sobre tabla de formas renacentistas, de clara influencia italiana, como una Virgen con el
Niño, Crucifixión con San Juan y la Virgen y otra de Dios Padre.
Igualmente significados son dos ternos completos bordados en oro y seda sobre
terciopelo rojo con decoraciones y efigies de San Pedro y motivos de la Virgen. Los dos
corresponden estilísticamente a finales del siglo XVI o principios del XVII.
Uno de los objetos litúrgicos más señalados es la pila bautismal de forma y
trazas románicas. La copa es troncocónica, gallonada y descansa sobre plataforma
circular. Sus dimensiones son de 98 cm. de altura por 109 de diámetro.
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4.4.- Convento dominico de Nuestra Señora del Rosario.
Una de las construcciones religiosas más notables de esta población es la iglesia
de Nuestra Señora del Rosario que perteneció al convento dominico existente en el
lugar. Se trata de una construcción de una sola nave, articulada en dos tramos mediante
los correspondientes arcos fajones, rematada en cabecera recta y sendas naves de
capillas laterales (dos a cada lado). Los muros son de piedra sillería, se cubre con
bóvedas de crucería (terceletes) y la portada se abre a los pies del templo con remate en
una sencilla pero cuidada espadaña que lleva la fecha del año 1592. El templo tiene una
orientación anómala pues la cabecera mira hacia el norte y por lo tanto la portada se
abre al sur. Es importante que tengamos esto en cuenta a la hora de situar los retablos.
Es una obra que responde en toda la extensión del término al tipo de templo dominico.
El conjunto de la obra nos parece realizada a lo largo del siglo XVI; a pesar de las
bóvedas de formas góticas, la utilización de los arcos de medio punto y las trazas de
gran parte de la portada ponen de manifiesto que la data de la fachada meridional debe
corresponder al conjunto de la obra, sin que ello quiera decir que no encontremos
algunos elementos posteriores.
El arte mueble.
El primero de los retablos se ubica en la primera de las capillas del muro oeste
(lado del Evangelio). Es una sencilla estructura de madera dorada que consta de banco,
un cuerpo, una calle y pequeño remate. La hornacina central, con talla de Santo
Domingo, se enmarca mediante do columnas de fuste estriado en forma helicoidal. Es
un obra de trazas y formas barrocas de comienzos del siglo XVIII.
El número dos se sitúa en la segunda capilla de este mismo lado. Es una
estructura de madera dorada que consta de banco, un cuerpo, un calle con cuatro
columnas, entablamento y remate en un segundo cuerpo con ménsulas laterales. En el
centro vemos una imagen de un santo dominico que bien pudiera ser santo Domingo. Es
una obra de similares características que la precedente.
El tercero es el retablo mayor adosado en el testero del templo. Es una cuidada
estructura de madera dorada que consta de pequeño banco, tres cuerpos, tres calles, dos
entablamentos y remata en un cuarto cuerpo que prolonga la calle central con frontón
triangular como colofón. El cuerpo inferior o banco vemos en las calles laterales sendos
relieves de Santo Tomás y Santo Domingo de Guzmán; en el segundo relieves de San
Pedro y San Pablo y en la hornacina central la Virgen del Rosario, guardada en la
parroquia; en el tercero relieve de Cristo y de Santo Domingo a quien se le aparece la
Virgen y en el centro escena de la coronación de María. En el cuerpo del remate vemos
el habitual calvario al que flanquean en los mensulones sendos escudos de la orden de
predicadores. Las trazas del retablo hablan un lenguaje propio del mundo postridentino
por lo que nos parece que la obra bien pudiera hacerse en la décadas finales del siglo
XVI. La pintura, obra de Juan Gandía, se hizo el año 1606.
El cuarto y el quinto ocupan, como el primero y el segundo, las capillas del lado
de la epístola. El cuarto es una sencilla estructura, una gran hornacina o marco, de
madera dorada que consta de pequeño banco, un cuerpo, una calle enmarcada mediante
sendas columnas con fuste estriado y frontón triangular. Sirvió de marco para una talla
de la Virgen del Rosario. Es una obra de formas clasicistas de finales el siglo XVI o t al
de las primeras décadas del XVII. Finalmente el quinto es una estructura de madera
dorada que consta de banco, un cuerpo, una calle y remate en un segundo cuerpo.
Cuatro columnas, dos salomónicas y las otras dos divididas en tres tercios, sirve de
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marco a la hornacina. Vemos una talla de una santa dominica, Santa Rosa de Lima. En
el banco se ve la data del dorado, año 1716. La obra es muy similar en todo al retablo
primero
En la ventana este del ábside hay un excelente vidriera, obra de formas
renacentistas de notable confección y calidad formal, obra de la mejor escuela de
vidrieros renacentistas.
Vamos a aportar senda inscripciones que transcribimos cuando se realizó en
inventario (1-III-1982). En la capilla mayor hay una lauda sepulcral en la que se leía:
“ AQUI
I(lustre) V(ar)O(n)
MARIANO
GVMIEL RI
MER PATRON
DESTA CAPI
LLA I ISABEL
DE SALINAS
SU MUGER”.
También en la capilla mayor, en lado del evangelio, leimos:
“ EL BACHILLER BARTOLOME
GOMEZ CVRA I VICARIO EN ESTA
VILLA DIO SV CASA PARA QUE SE HICIESE
ESTA IGLESIA Y MONASTERIO EN SERVI
CIO DE LA SANTISIMA TRINIDAD ES SVYA
ESTA CAPILLA MAIOR Y ESTA ENTERRADO EN
MEDIO. DOTOLA DE TRES MIL DVCADOS.
FALLESCIO AÑO DE MIL 597 AÑOS DIGO QUESTE
PRIMER PATRON DESTA
CAPILLA J. Vo DE MANZANO
GOMEZ”
5.- La cultura inmaterial: las tradiciones, celebraciones y trabajos.
En esta población, como en la mayoría de las de esta tierra, se han perdido la
mayor parte de las tradiciones y fiestas conservándose únicamente la de acción de
gracias en la primera semana de septiembre. La celebración en la actualidad consta de
dos partes: la fiesta religiosa y la civil. La primera tiene lugar en dos ámbitos diferentes.
En primer lugar hay una romería en la ermita de la Virgen del Amparo que celebran
conjuntamente con las poblaciones de La Revilla y Ahedo. La fiesta religiosa da
comienzo con la llegada y reunión de las cruces y los pendones de los tres pueblos.
Sigue el ritual de saludo entre los tres pueblos haciéndose un amplio corro. A
continuación hay un baile para luego, precedidos de los pendones, de las cruces y de los
alcaldes con el bastón de mando, caminar hacia la ermita donde les espera la imagen y
el sacerdote para llevar a cabo la procesión por el entorno de la ermita. Durante este rito
la gente baila delante de la imagen mientras, entre el público, se oyen los gritos de:
“¡Viva la Virgen de la Amparo!¡Viva el señor cura!¡Viva el señor alcalde!¡Vivan los
acompañantes!”.
Al día siguiente la fiesta se continúa con otra romería en el entorno de la ermita
de Nuestra Señora de Villavieja, siendo en esta ocasión un festejo en exclusiva de las
gentes y autoridades de Barbadillo del Mercado. También celebran en octubre, de una
forma especial, Nuestra Señora del Rosario, pues la acompañan de bailes locales muy
Félix Palomero, Magdalena Ilardia, Francisco Reyes, Julio Escalona y María Luisa Menéndez
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señalados. Las procesiones van acompañadas de un grupo de música, bien de
dulzaineros o de un grupo compuesto por saxofón, trompeta de varas, caja y a veces
clarinete.
A estas fiestas y celebraciones locales y muy sentidas deseamos añadir otras que
son comunes con el resto de las poblaciones de la zona. Como hemos hecho al
comienzo de una forma generalizada, las dividiremos en dos apartados para mejor
ubicarlas.
a) Algunos de los ritos del ciclo vital.
Uno de los elementos existentes en toda el área estudiada son las celebraciones y
festejos que tienen relación con el ciclo vital, con frecuencia envueltas en tradiciones
religiosas más o menos recientes que buscan darles un valor cristiano o católico.
El primero de los hechos que tiene un tratamiento especial es el nacimiento y
bautismo. Al muchacho recién nacido, y en tiempos modernos, se le inscribía en el
registro de la iglesia y cristianaba al día siguiente de haber nacido. El niño, vestido con
una indumentaria propia de la ceremonia, era llevado a la iglesia por los padrinos. A la
puerta salía a recibirlo el sacerdote, quien hacía los rezos y gestos adecuados, según el
ritual católico-romano, para exorcizar al pequeño. Con posterioridad, con unos cirios
encendidos portados por los padrinos, era introducido en la iglesia y en pequeña
procesión se dirigían hasta el baptisterio. Una vez allí hacía el pertinente interrogatorio a
los padrinos sobre sus intenciones y las obligaciones que contraían, para concluir
preguntándoles sobre su deseo de bautizar al pequeño, con el “¿Vis baptizare…?”, a lo
que los padrinos debían responder “Volo”. Hacía -lo sigue haciendo- el signo de la cruz
con los óleos en el pecho, espalda y cabeza del infante, para luego derramar agua sobre
su cabeza haciendo la señal de la cruz imponiéndole al mismo tiempo el nombre;
finalmente tocaba la cabeza del recién bautizado con un gorro o paño blanco. Viene
luego la recogida de los datos por escrito en el correspondiente libro en presencia de los
padrinos.
La fiesta popular viene a continuación pues a la salida de la iglesia era frecuente
que los padrinos lanzaran a los asistentes regalos, dulces era lo habitual, como expresión
de alegría y celebración comunitaria. Dado que con frecuencia los bautismos solían ser
los domingos o en algunas fiestas, la asistencia de los habitantes del pueblo era lo
normal y por tanto esta fiestas popular, más bien de la gente menuda, tenía mucho
arraigo.
La madre no asistía al bautizo pues lo normal era que la mujer, cuando daba a
luz, guardara lo que se denomina “cuarentena”. Durante cuarenta días la mujer tenderá a
desaparecer de la vida pública, bien para recuperarse o a la espera de ser nuevamente
recibida por la comunidad en una ceremonia religiosa. El día señalado, la mujer con su
retoño en brazos, acudirá a la iglesia con una vela y un pan o similar. A la puerta saldrá
a recibirla el sacerdote que encenderá la vela, bendecirá a la madre y al niño y les
introducirá en el templo. En el momento del ofertorio, la madre acudirá con su hijo, la
ofrenda y la vela encendida, siendo recibidos en ese momento por la comunidad
mediante unos rezos y ceremonia apropiada.
Por su parte la mujer, después del parto, permanecerá en cama unos ocho días,
siendo alimentada con caldos de pollo y chocolate. Su incorporación al trabajo de la
casa e incluso del campo no tardará mucho en producirse.
El noviazgo y la boda son otros momentos importantes en las comunidades
rurales de la Sierra de la Demanda. Hasta tiempos relativamente recientes los
matrimonios se concertaban entre los familiares, padres u otros ascendientes. A partir de
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ese momento se veían los novios en determinadas circunstancias y festejos públicos.
Había en todo caso una petición de mano y de recepción oficial del novio en la nueva
familia, la de la novia.
Una vez que había transcurrido un tiempo prudencial, que se aproximaba al año
o a veces más, se procedía a los acuerdos y transacciones entre las familias. La boda iba
precedida de las amonestaciones, tres en total, que leía el sacerdote en la iglesia en la
misa principal. Además de leer los nombres de los futuros esposos preguntaba a los
presentes si había algún impedimento para que el matrimonio se pudiera celebrar. La
última de las amonestaciones tenía lugar una semana antes del enlace matrimonial.
La boda propiamente dicha tenía dos partes diferentes: la ceremonia religiosa y
los festejos del convite. El segundo lo preparaban ambas familias con todo cuidado.
Había una comida que a veces se prolongaba durante tres o más días y casi siempre se
acompañaba de música: tamboril, gaita, a veces rabel, acordeón o instrumentos de
viento. La música acompañaba a los novios desde su casa a la iglesia, ante todo a la
novia, y luego amenizaba la comida y el baile posterior. La ceremonia religiosa,
habitualmente con misa, se ajustaba al ritual católico romano. Los invitados eran
habitualmente los allegados de los novios, algunos familiares lejanos, a veces el cura, el
secretario y el sacristán.
El otro componente del ciclo vital, que cerraba el ciclo de la vida, era la muerte
y lo que le acompañaba. La muerte de un vecino se anunciaba mediante repiques de
campana diferentes según se tratara de un hombre, una mujer o de un infante. Había un
velatorio durante el que los familiares invitaban a comida, una concreta para la ocasión,
a los que acudían a expresar sus condolenciass.
El sepelio era más bien una demostración de camaradería de cara a los vivos por
lo que participaba toda la comunidad. De un lado los cofrades, compañeros de cofradía
del finado, que tenían obligación de asistir y portar cirios, bajo pena de multa caso de
ausentarse. De otro estaba la población en general que por solidaridad acompañaba a los
familiares en ese terrible trance. En las poblaciones de menor entidad el cura,
acompañado de los monaguillos y sacristán, acudía a la casa del velatorio a recoger el
cadáver para conducirlo, entre rezos y cánticos a la iglesia. Una vez recibido en ella se
oficiaba la misa de difuntos, con mayor o menor solemnidad según la riqueza o
importancia social del finado. Una vez concluida, en procesión precedida por la cruz y
los ciriales, se llevaban al muerto al cementerio. Antes de depositar el cadáver en la
tierra se rezaba o cantaba un responso.
Hasta mediados del siglo pasado la costumbre era llevar el difundo con un
simple sudario, colocado sobre unas parihuelas y así depositarlo directamente en la
tumba.
En algunas localidades era frecuente una comida en casa del difunto a la que
asistían ante todo los familiares que habían venido de lejos o de pueblos cercanos. Pero
con frecuencia también participaban en ella otras personas de la localidad. Era un ágape
de gran significación, de acogida y de recuerdo al finado.
Era frecuente que los familiares, además de las misas de entrada y salida,
tuvieran una sepultura en el templo. Allí se colocaba un pequeño mantel blanco, con
velas o velones y en ocasiones con ofrendas denominadas en algunos lugares “bodigos”.
Al concluir la misa el sacerdote iba a rezar un responso, recibiendo a cambio una
ofrenda, en tiempos más recientes en dinero pero con anterioridad en especie. Los
familiares guardaban luto, muy riguroso, al menos un año. Era costumbre en algunas
localidades que durante la misa dominical se colocaran en primera fila al lado de los
velones.
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b) Fiestas, tradiciones, costumbres…
La cultura inmaterial, para algunos el mundo del folklor, forma parte de la
memoria colectiva. Las tradiciones, festejos, decires, usos, canciones y un largo etc.
forman parte de un mundo ancestral que no resulta fácil recuperar. Todo ello tiene que
ver con la vida misma, las creencias, la cultura y la manera de sentir y expresarse.
Por convicción, uso, costumbre o tradición, las gentes del lugar participaban en
los distintos momentos del año litúrgico lo que siempre se ha interpretado como
expresión de religiosidad. Sea cierto o no, la verdad es que muchas fiestas tienen un
añadido o sobrepuesto religioso a tradiciones mucho más antiguas que acabaron por ser
anuladas en parte por las supuesta creencias o celebraciones religiosas. Se puede afirmar
que todas las fiestas y celebraciones presentaban casi siempre un contenido, al menos en
lo formal, religioso. Incluso en esta tierra se celebraban las Navidades y Reyes. En
muchas localidades tiene especial relieve los Inocentes y las inocentadas. A veces, como
en Barbadillo Herreros, se hacía una representación del nacimiento ante el portal con
personajes como el ganadero , los pastores, zagales, el mayoral, el rabadán y un coro.
Para la ocasión existen los correspondientes textos.
Hasta fechas muy recientes -en algunas poblaciones aún subsiste- la vida de las
gentes se regía y ordenaba por los toques de la campanas o campanas: los toques de
oración – al comienzo y final del día-, el toque de mediodía, el redoble de los muertos u
otros acontecimientos. Las gentes de cada población conocían el significado de los
distintos toques por la forma de ejecutarlos. Es muy frecuente en casi todas las
poblaciones el “Tente nublo, tente tú, que Dios puede más que tú” que se ejecutaba para
ahuyentar la tormentas.
De las fiestas populares de esta tierra destacamos las marzas, cantadas con
variantes en la puesta en escena, la noche última de febrero que es el paso a marzo, con
todo el valor simbólico que hay detrás. También se celebra en muchos lugares Santa
Águeda, con cánticos, toque de campanas, petición de recompensa y con posterioridad
celebrando una merienda entre los mozos. Otra señalada es el pingar el mayo, hecho
que tenía lugar el domingo primero del mes bien con el esbelto tronco de un árbol que
concedía el ayuntamiento. Los sanjuanes tenían relación con la fiesta del solsticio.
En la mayor parte de los pueblos se celebraba de forma especial el ciclo de la
Pascua Mayor. Daba comienzo la Semana Santa con la procesión de Ramos. Los ramos
llevados a la procesión, bendecidos, se colocaban luego en los balcones, ventanas u
otros lugares para protegerlos de cualquier mal. Tradicionalmente se celebraban la
procesión del mandato (Jueves Santo), los oficios de tinieblas (Viernes Santo); este
último día eran muy tradicionales las carracas u otros instrumentos de madera para
anunciar los festejos. La celebración de las tinieblas, ya al atardecer, además de los
rezos y las canciones populares, se hacía con fuertes golpes y produciendo un ruido
notable con diferentes objetos, entre los que destacaban las susodichas carracas. El
Domingo de Resurrección completaba la Semana Santa con la procesión del encuentro,
común a muchas poblaciones.
En la mayor parte de las poblaciones de la zona de la Demanda se celebraban
otras festividades de cierto sabor popular como las Candelas, el día de la Purificación
en que se bendecía a las mujeres que habían dado a luz hasta esa fecha. Por Santa
Isabel en muchos lugares se engalanaba la portada de la parroquia y las casas de las
novias, las enramadas. También han tenido gran arraigo popular las celebraciones del
Corpus, la Ascensión y la Virgen del Carmen. En todo caso las más populares y
anheladas fueron y siguen siendo las fiestas mayores que se celebran en diferentes
fechas predominando las de la Virgen y San Roque. También tiene mucho predicamento
Félix Palomero, Magdalena Ilardia, Francisco Reyes, Julio Escalona y María Luisa Menéndez
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la fiesta de acción de gracias, con la advocación de alguna Virgen o santa: Santa Lucía
en Hacinas, Virgen del Sol en Carazo, Costana en Barbadillo de Herreros… En la
actualidad las fiestas mayores que no se celebraban en el verano se han cambiado para
hacerlas coincidir con la presencia de mayor número de gente, los veraneantes, en su
mayor parte originarios del pueblo. Tendremos ocasión de ir viendo en cada lugar lo
que ha sucedido y cuáles fueron las fiestas patronales y las de mayor arraigo.
En las tradiciones populares también se celebraba de forma especial la memoria
de los difuntos, sobre todo con una especial significación la noche de Todos los Santos,
con el toque de campanas o de difuntos. Los mozos rezaban el rosario y luego se
reunían a cenar. El día de difuntos se repartía el galacho a los asistentes o mozos
animeros que eran unas ofrendas en la iglesia. En Navidades se pedía el aguinaldo.
Se celebraba San Blas, cuyo báculo se pasaba por las gargantas para sanar los
problemas o evitarlos. Las romerías son muy frecuentes destacando entre todas la de
Valpeñoso (Villaespasa y Jaramillo Quemado), Santa Lucía (Hacinas), Santa Julita, San
Juan de Ortega, Las Navas, Nuestra Señora de Mamblas y las advocaciones locales de
cada población. Por San Marcos, 25 de abril, se bendecían los campos y ya casi en
junio tenían lugar las letanías.
Los niños celebraban sus fiestas de carnaval, las “carnestolendas”, el jueves de
todos, que los niños y niñas pedían por las casas con unas canciones adecuadas a la
situación, con pequeñas variantes según la población. En la mayor parte de los pueblos
se celebraban estas fiestas, disfrazándose y con alguna frecuencia con la presencia de la
vaca romera y la tarasca. Hay otras tradiciones como la de los gallos con variantes
según la localidad pero con un tronco común.
En los carnavales se acostumbraba, por parte de los más acomodados de las
poblaciones, a vestir traje antiguo, con usos y formas particulares en cada lugar. Ese
traje consistía en calzón y chaqueta cortos adornados con botones o monedas de plata,
medias de lana, abarcas y sombrero de fieltro. De esa guisa contemplan la aventura de
matar el gallo suspendido de una cuerda con los ojos vendados. En muchas
poblaciones de nuestra zona la costumbre de matar el gallo, colgado de las patas de una
cuerda se solía celebrar también el día de San Juan. En este caso los mozos a caballo
trataban de descabezarlos con la mano premiando a quien lograra tres cabezas.
Una costumbre popular bastante arraigada eran las rondas de los mozos. Estos
iban acompañados de algún personaje de mayor o menor significación. En Barbadillo de
Herreros a este personaje de aspecto grotesco le llamaban “cachidiablo”. Vestía traje de
colores a manera de payaso: verde, rojo y naranja. La cabeza la cubría y embellecía y en
las piernas y brazos llevaba cascabeles que hacía sonar a ritmo a compasado o todo lo
contrario. Su misión era dirigir la danza y formar el corro y sacudía con el bastón que
llevaba a quienes se acercaban. Es igualmente importante la danza guerrera, conocida
como de los palos. Los danzantes chocaban los palos al ritmo de la música.
Se celebraban de forma especial los acontecimientos más trascendentes de la
vida (el nacimiento -bautismo-, la boda y la muerte) como ya hemos visto
anteriormente. De la misma manera se hacían presentes, bajo signo religioso, los hechos
más importantes del año en cada comunidad con variantes según se dedicara a la
agricultura, ganadería…etc. El Catastro de la Ensenada del siglo XVIII -año 1752- se
hace eco con frecuencia de todo ello. El ciclo vegetativo es el que significan muchas de
las celebraciones religiosas que se distribuyen de un forma ordenada siguiendo el
calendario litúrgico. Es algo muy similar a lo que veremos sucede en la mayor parte de
las poblaciones de la zona, a ambas vertientes de la Demanda, bien que con algunas
variantes no significativas.
Félix Palomero, Magdalena Ilardia, Francisco Reyes, Julio Escalona y María Luisa Menéndez
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No hemos pretendido otra cosa que ofrecer una breve información de algunas
fiestas, tradiciones y costumbres, la mayor parte de ellas en pasado, pues en la
actualidad la escasez de población y otros cambios han ido haciéndolas desaparecer
quedando únicamente el recuerdo.
A la épica tradicional, parece que versificada en el entorno del monasterio de
San Pedro de Arlanza al mismo tiempo que el poema de Fernán González, la leyenda
de los Infantes de Lara o de Salas. En la ciudad de Burgos se identifica a uno de los
cubos de la muralla como de doña Lambra, el último de poniente. Se denomina así
porque quiere la tradición popular que, la mala y perversa del poema, se arrojara por él
antes de morir apedreada y quemada por la terrible traición que cometió la burebana con
los legendarios Gonzalo Gustios y sus siete hijos.
Esta leyenda, confundida a veces con la realidad histórica incluso por Ramón
Menéndez Pidal se completa con dos hechos más: el lugar donde están las cabezas y los
cuerpos. Las primeras, según la tradición popular y algo más, deben estar depositadas en
la iglesia parroquial de Santa María en Salas de los Infantes, en el lado del evangelio.
Esa urna ha sido abierta en diferentes momentos, el 12 de diciembre de 1579, el 9 de
octubre de 1846 y la última el 9 de julio de 1924 con la presencia del cardenal
Benlloch. En todos esos momentos se ha acreditado la presencia de ocho cabezas, las de
los infantes y la de su ayo Nuño Salido. Los cuerpos de los ocho están depositados en el
atrio del monasterio de San Millán de la Cogolla, en la iglesia de Suso. Es esta una de
las leyendas más arraigadas en las tierras de la Demanda, sostenida con fuerza tanto por
las gentes de Salas como por la de Lara, en cuyo salón de plenos han estado colocados
unas pinturas al óleo con los bustos de los ocho. El tiempo ha demostrado que todo ello
forma parte de la leyenda pese a los esfuerzos por convertir en histórico y señor de Salas
a Gonzalo Gustios, quien engendrara a Mudarra González de una mora relacionada
familiarmente con Almanzor, vengador de la afrenta según otra de las leyendas de la
zona. Esta pone incluso lugar y fecha a la venganza.
La épica y la leyenda quieren que en la ciudad, título que le llega a través de un
documento falso parece que gestado en el entorno del monasterio de San Pedro de
Arlanza, el fabuloso Gonzalo Gustios construyera un palacio con una sala para cada uno
de los hijos en donde oía caer todos los días las fatídicas piedras que le recordaban la
sangrienta muerte de sus hijos. Incluso se da medidas de la susodicha construcción;
siete metros de altura en la fachada meridional que formaba un paralelogramo de 64
metros de largo por 60 de ancho, de norte a sur. El acceso al palacio se hacía a través de
una portada en la fachada oriental. Según nos indica Domingo Jergueta “La entrada
principal la tenía hacia oriente, en un lienzo que ha desaparecido, pues se ha de advertir
que un señor, administrador del Duque de Frías, dueño del edificio, llamado Molinero,
se apropió de la plazuela que había en esta parte y tiró, en línea recta, una pared nueva
desde la torre del homenaje, de unos 16 metros de altura, que se conservó hasta cerca
del año 1890…Cerca de este torreón del sur, y en la parte de adentro, se nota un
arranque de un arco, y tocando con él, una ventana, con la circunstancia que su vano
solo penetra hasta la mitad de este muro sur que, como los demás, es de 1,30 metros de
grueso…De esta edificio ruinoso sólo se conserva típico, para apreciar la antigüedad,
una serie de aberturas, saeteras o buitreras en la parte inferior de los muros, que acaso
antes, cuando los rodeaba un foso, aparecían más altas, y dos entradas o puertas que se
distinguen una en el ángulo sur con el poniente y otro en el poniente con el norte, que
afectan en el interior un arco de transición del románico al gótico, que nos van más allá
del siglo XII y ambas tapiadas.”
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Otra leyenda, en la misma población de Salas, a un kilómetro hacia el este,
quiere recordar a Doña Lambra o Alambra. El recuerdo son unas marcas que su caballo
hizo en el lugar en el momento en que era perseguida por sus enemigos. Para librarse de
ellos dio un bote tan imponente que desde aquí fue a parar a las aguas de la laguna
Negra donde ambos yacen sepultados. Domingo Hergueta nos dice que nos dice que
estaban bien trazadas en el suelo de piedra.
En Barbadillo del Mercado, señorío de Ruy Velásquez, marido de doña Lambra,
mirando hacia poniente, hacia la zona donde desagua el Pedroso en el Arlanza, se sitúa
el palacio residencia del matrimonio, en el término que denominan Magurrero. Desde
este lugar quiere la tradición que la perversa mujer viera bañarse en el río a Gonzalo.
Además los huertos cercanos se denominas Huertos de doña Lambra.
En el camino desde Cascajares hacia Jaramillo Quemado, cerca de la vega, se
ubica el roble donde estuvo Mudarra a la espera de Ruy Velásquez y de Doña Lambra
para tomar venganza cumplida de la afrenta sufrida por sus hermanastros y su padre.
c) Canciones.
El cancionero popular burgalés es amplio y ha tenido una feliz resurrección a
través de la monumental obra de Miguel Manzano, que de alguna manera recupera las
tradiciones, las inmortaliza en el pentagrama y se hace eco de los trabajos precedentes,
sobre todo de Federico Olmeda, Agapito Marazuela, Manuel García Matos, Domingo
Jergueta y tanto otros. La obra susodicha nos ha servido para recoger algunas de las
canciones, vinculadas a diferentes tradiciones, usos y costumbre de esta tierra.
Canciones de Ronda (del reinado).
Estamos ante unas canciones en las que el texto y la música, nosotros no la
transcribimos aparecen muy compenetrados. En este caso hace referencia a una
tradición muy extendida que eran las rondas del reinado, que se hacían desde San
Andrés hasta Enero, en Villanueva de Carazo, Carazo, Hacinas, Contreras y muchas
otras poblaciones de la Demanda. Es un tipo de letra y melodía muy repetitiva. Con
frecuencia detrás de ellas hay un gran lirismo. La ronda puede expresar el sentir del
rondador hacia una determinada moza, lo hace cuando tiene la seguridad de ser
correspondido por miedo al ridículo o a los decires. Pero también puede ser una canción
mucho más genérica en la que no haya nada personal hacia la moza a la que se ronda.
La ronda puede ser la de policía, que se hace dando un paseo por las calles y no sólo
frente a una casa concreta, como la anterior.
Unas veces las rondas son individuales, de un grupo de mozos, que con ocasión
de fiestas o tradiciones, se dedican a rondar. En suele estar con alguna frecuencia la del
cortejo, pero puede haber también chanzas o bromas. Unas las cantan todos a coro por
la calle y otras son solos de la persona que ronda a su moza.. Cuando las rondas son
colectiva, los textos están codificados y son siempre los mismos que todos conocen. UN
ejemplo característico de esta ronda colectiva, es la del reinado a que aludimos con
anterioridad. En este caso había una junta, con varios cargos, siendo el mayordomo el
principal, que se encargaban de organizar las rondas y de velar porque todos cumplieran
las normas y se recitasen las canciones establecidas.
Hacia la Inmaculada se no9mbraba el rey y la reina, con frecuencia una pareja
casada que no tuviera hijos. Al mismo tiempo se elegía al alcalde de mozos o
mayordomo, dos contadores, dos “cachivarros” que iban pidiendo por las casas, un
cocinero y un alguacil. A las puertas de las casas cantaban siendo la canción adecuada a
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la condición de la casa bien hubiera mozas, viudos, viejo, casados jóvenes etc. Los
normal es que cada año se compusieran nuevas canciones y los vecinos solían dar vino,
morcillas u otros alimentos para que luego lo festejaran los mozos o no tan mozos.
También se elegía guardador del rey y de la reina. El de la reina la debía seguir a todas
partes para que no le arrebataran el pañuelo y el del rey también para que guardar la
bandera acreditativa de su reinado.. Cuando alguien conseguir arrebatar el pañuelo o la
bandera, el guardador debía pagar media cántara d vino para el resto de los mozos. Se
cantaba fundamentalmente en tres ocasiones: Noche Buena, Noche Vieja y la noche de
Reyes. Todos los mozos debían cantar una canción independientemente de la voz que
tuviera. Era una buena ocasión para gastar bromas. Una vea concluido el reinado, el día
23 de Enero, San Ildefonso, se rifaba la bandera. Cada año los mozos debían costear
una nueva. Esta celebración solían coincidir con las fiestas de los quintos que
acostumbraban a tener fiesta y baile todos los domingos y fiestas desde el 8 de
diciembre. En Santo Domingo de Silos a las fiestas tradicionales se unía la de Santo
Domingo, el 20 de diciembre. También se podía cantar, en día sin especial significación
si así lo decidía la junta de mozos. Como dijimos con anterioridad es esta una trdición
con sus cánticos, letras y rondas que se extendía por la mayor parte de los pueblos de la
Demanda. Es una forma de celebrar las fiestas navideñas que en ocasiones, como en
Carazo y otros se acompañaban de fiestas patronales, la de Santa Eugenia el día 29 de
diciembre.
Las rondas iban acompañadas de instrumentos musicales, que con frecuencia se
reducía a instrumentos de percusión que permitían el mantenimiento de un ritmo. Uno
de ellos era el conocido como “tambor de mozos” que era de uso exclusivo de los
hombres. Utilizan también almireces, botellas, cajas o redobles, a veces dulzaineros,
triángulos, tarrañuelas de madera, carraccas o cualquier instrumento que sirviera para
hacer ruido y mantener el ritmo vivo de las canciones. Las rondas son las del reinado, en
el tiempo navideño, de las marzas, del mayo, San Juan y San Pedro como tónica
dominante. A veces como en Castrillo de la Reina, en Carazo y otros pueblos se
ajustaba la música desde la Inmaculada hasta después de Navidad. En Contreras el
reinado duraba desde Navidad hasta Reyes. Este festejo, con unas grandes similitudes
era común a la mayoría de los pueblos de la Demanda. Con alguna frecuencia los niños
también celebraban el reinado, con unos rituales, preparativos y formas muy similares a
los de los mozos, pero estos lo celebraban en los carnavales como sucedía en Cabezón
de la Sierra.
d) Algunos de los trabajos y actividades.
Dado que en la mayor parte de las poblaciones la ocupación principal fue
durante mucho tiempo la agricultura, un instrumento tradicional es el arado. Hasta la
década de los cincuenta del siglo pasado, con algunas variantes, se utilizó masivamente
el conocido como arado romano. El trabajo de la tierra con el arado se hacía con bueyes,
vacas serranas y en ocasiones con burros, machos o mulas y a veces con caballos. Otro
de los instrumentos de trabajo y acarreo era el carro. Este vehículo, tirado por bueyes o
mulas, presentaba pocas diferencias entre unas zonas y otras. La mayor diferenciación
estaba en las carretas madereras, de ruedas más pequeñas, mucho más estrechas que los
carros de uso local, tiro más largo y casi sin cartolas. El sistema de tiro y la manera
uncir a los animales era muy similar. De una forma se uncía a los bueyes y vacas y de
otra diferente a las caballerías.
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La siega de cereales se hacía masivamente a mano con la hoz. Por el contrario
para la siega de hierba se utilizaba el dalle o guadaña.
Lo segado se recogía en gavillas, atadas con vencejos de centeno o con cuerdas.
Se apilaban luego en los tresnales, que tenían forma piramidal. Así preparados se
procedía al transporte desde la tierra a la era para la trilla. La siega tenía lugar desde
finales de julio hasta finales de agosto e incluso primeros días de septiembre.
La trilla era otra de las actividades principales del año. Para ello se utilizaba el
trillo. Era una estructura de madera con piedras cortantes en la su parte inferior. Tirado
por bueyes, vacas, mulos o burros, dando vueltas y guiado por una persona se acababa
por separar y triturar la paja del grano. Con posterioridad había que beldar. Esta tarea se
hacía bien a mano con horcas y palas o mediante beldadoras movidas a mano. Así se
separaba el grano de la paja.
Un trabajo habitual en algunas localidades era la realización del carbón vegetal.
Habitualmente se utilizaba la encina, donde no la había también a veces se utilizó el
roble. Tenemos noticia de que se hacía en Hortigüela, Jaramillo de la Fuente, Tinieblas,
Iglesiapinta, Ura, Retuerta, Quintanalara… Esta actividad era un trabajo colectivo,
habitualmente de familia, en el que las mujeres tenían unas tareas y otras los hombres.
Unas veces se hacía a las afueras de las poblaciones y en otras en pleno bosque.
La primera tarea era la corta de la leña y la limpieza de las ramas pequeñas hasta
dejar los palos que debían servir para hacer el carbón. Esta tarea se llevaba a cabo en el
otoño e invierno. Una vez que está la leña, viene la preparación del túmulo para hacer la
“cocción”. Desde una base que lo levanta del suelo se prepara una estructura que se
cubre de piedras y barro dejando respiraderos laterales y el más importante y
trascendente en la parte superior, denominado ojo o cocota, por donde se irán
introduciendo los palos, leña de encina habitualmente, para ir rellenando el interior. Una
vez encendido se irá consumiendo a fuego lento. Para impedir que se queme se controla,
incluso se echa agua si no funciona correctamente y además el proceso de la “hurga”,
introduciendo más palos hasta rellenar lo más posible se ralentiza y controla la
“cocción”. La labor suele durante entre quince y treinta días. La tarea final es la de tirar
el horno, recoger el carbón vegetal y con posterioridad llevarlo a los puntos de venta o
consumo.
En muchas de las localidades de la zona de la Demanda tenemos noticias tanto
por la información de las gentes del lugar como por los topónimos del cultivo de
cáñamo y del lino. Ello dio lugar al trabajo de los tejedores, en los correspondientes
telares. Rara era la localidad que no tenía uno o varios telares cuya producción se
destinaba al consumo local. De esa actividad quedan algunos telares, de trabajo
completamente manual. En algunos lugares hay asimismo noticia de la existencia de
batanes para dar apresto a estos tejidos: en Vizcaínos, San Clemente del Valle,
Garganchón, Covarrubias, Salas de los Infantes y Pradoluengo.
Otra actividad era el trabajo de la lana. Esta actividad era propia de las mujeres y
se hacía casi exclusivamente para el consumo familiar. Una vez lavada y cardada la lana
se procedía al hilado que se hacía bien con la rueca y el huso o a veces se utilizada el
carro movido con el pie. Era frecuente que este trabajo, esencialmente femenino, se
hiciera en compañía de otras mujeres, en los denominados hilorios, o en las amplias
cocinas de campana al amor de la lumbre. Los instrumentos (huso, rueca, carda y el
carro), los encontramos en todas la localidades.
En la zona de Pradoluengo, la transformación de la lana y de otros productos,
dieron lugar a una actividad industrial desde la Edad Media. Ello acabó en la
conformación de una industria textil que ha llegado hasta nuestros días. De todas las
maneras no es lo habitual.
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Los talleres de carpintería u otras actividades, eran frecuentes en muchas
localidades. Trabajaban muebles, tablas, arados, carros, bolos del juego, escobas, cestos.
Otro trabajo era el de los canteros y albañiles. Los primeros se dedicaban a la
construcción y al trabajo de la piedra. Lo normal es que el cantero, al menos algunos,
fueran algo más que picapedreros y en su actividad tuviera que ver con la carpintería.
Por ello no es infrecuente que junto al trabajo de la piedra hiciera labores de carpintero,
no necesariamente de ebanista. Era normal que el cantero llevara a cabo todos los
trabajos de la construcción y por tanto hiciera al mismo tiempo de albañil, montando
toda la estructura interna de las viviendas: maderamen, tabiques, suelos, enlucidos y el
acabado de las cocinas y otras estancias de la casa.
El herrero con su fragua era quien recomponía las rejas de los arados o las hacía
de nuevo cuño. También fabricaba clavos y los herrajes que necesitaban los carros o
carretas, el aro de hierro para las ruedas de éstas, las cerraduras, las llaves, los cuchillos,
las herraduras de los animales, las hoces, las guadañas o dalles y todo un sin fin de
utensilios de uso frecuente entre las comunidades agrícolas o ganaderas de estas tierras.
Sólo en algunos lugares, como Barbadillo de Herreros, esta actividad adquirió un mayor
porte y acabó por convertir a algunas ferrerías o ferrones en industrias que abastecían de
hierro a mercados muy lejanos. En esto caso la actividad del trabajo del hierro y la
existencia de las herrerías y fraguas está ya documentado desde la época medieval en
toda la zona
No es infrecuente que encontremos en muchas localidades el topónimo “tejera”.
Es con frecuencia el indicio y la evidencia de donde estuvo ubicada esta actividad. No
está en todas las localidades pero este trabajo se suele dar donde hay arcilla apropiada
para modelar y cocer las tejas curvas y algunos ladrillos. Lo más habitual es que esta
actividad se dedicara al consumo local pero en algunos lugares llega a tratarse de una
actividad mucho más amplia e industrial para abastecer a un área más amplia. Asociado
a la tejera estaba el cacharrero, que solían vender su producto no sólo en la localidad
que los realizaba sino en un área bastante amplia.
También hay campaneros, actividad que requería un horno y un taller
especializado, relojeros, que atendían, a partir del siglo XVIII, los relojes de los iglesias
o ayuntamientos que existían en la mayor parte de las localidades.
6.- Material gráfico y planimetría aportados.
Fotografías:
Generales del municipio.
Casas más representativas.
Templo.
Croquis:
Croquis del conjunto y foto aérea.
Croquis del templo parroquial y de otros edificios religiosos.
Total: 115 imágenes.
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Imágenes de
Barbadillo
del Mercado.
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El Patrimonio Histórico-Artístico y Cultural en la Sierra de la Demanda.
Barbadillo del Mercado: foto aérea.
(Fuente: SITCYL)
Félix Palomero, Magdalena Ilardia, Francisco Reyes, Julio Escalona y María Luisa Menéndez
30
El Patrimonio Histórico-Artístico y Cultural en la Sierra de la Demanda.
Barbadillo del Mercado: planta de la iglesia parroquial.
(Autores: F. Palomero y M. Ilardia).
Félix Palomero, Magdalena Ilardia, Francisco Reyes, Julio Escalona y María Luisa Menéndez
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El Patrimonio Histórico-Artístico y Cultural en la Sierra de la Demanda.
Barbadillo del Mercado: iglesia de San Pedro.
Barbadillo del Mercado: templo de San Pedro.
Félix Palomero, Magdalena Ilardia, Francisco Reyes, Julio Escalona y María Luisa Menéndez
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El Patrimonio Histórico-Artístico y Cultural en la Sierra de la Demanda.
Barbadillo del Mercado: foto de la población desde San Carazo.
Barbadillo del Mercado: casa noble.
Félix Palomero, Magdalena Ilardia, Francisco Reyes, Julio Escalona y María Luisa Menéndez
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El Patrimonio Histórico-Artístico y Cultural en la Sierra de la Demanda.
Barbadillo del Mercado: casa noble.
Barbadillo del Mercado: arquitectura popular.
Félix Palomero, Magdalena Ilardia, Francisco Reyes, Julio Escalona y María Luisa Menéndez
34
El Patrimonio Histórico-Artístico y Cultural en la Sierra de la Demanda.
Barbadillo del Mercado: arquitectura popular.
Barbadillo del Mercado: arquitectura popular siglo XX.
Félix Palomero, Magdalena Ilardia, Francisco Reyes, Julio Escalona y María Luisa Menéndez
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El Patrimonio Histórico-Artístico y Cultural en la Sierra de la Demanda.
Barbadillo del Mercado: conjunto de arquitectura popular.
Barbadillo del Mercado: arquitectura popular.
Félix Palomero, Magdalena Ilardia, Francisco Reyes, Julio Escalona y María Luisa Menéndez
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El Patrimonio Histórico-Artístico y Cultural en la Sierra de la Demanda.
Barbadillo del Mercado: molino, salida del agua.
Barbadillo del Mercado: caz de molino.
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El Patrimonio Histórico-Artístico y Cultural en la Sierra de la Demanda.
Barbadillo del Mercado: fuente.
Félix Palomero, Magdalena Ilardia, Francisco Reyes, Julio Escalona y María Luisa Menéndez
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