Año de 1861. Seguttcía^época. ÉdidOTí de Madrid. PUNTOS DE SÜSCRICION. PRECIOS DE SUSCRIGION. M A D R I D , En la redacción, calle del Priaclpe» mimero 14. l»MO V I H í C I A S , En casa de nuestros cemisiíH M A D n i D , I S reales. • 1 i P R O V I I V C I A S , Un mes 1 6 reales, tres 4 S , seis S » , un año l'SG, suscribiéndose cu osla redíiccioii ó remitieiKÍü á ella iihiiuizas en laTesoreria Ceñirá!, giro miiluo, etc., ó sollos de correos. ÜuraesI S , tres 555, seis l O A , un afio «O-*, siisciibiéadosc en casa de los comisionaiios ó cuf ponsales. ÍjB..TlIAIlf A R , 3 0 reales al mes adelantado. K S X i l A M e K I l O , Un mes « A reales. liados. • PERIÓDICO DEL PARTIDO LIBERAL MADRID 28 DE JUNIO DE riTM3}AS»0 EJV 1 1 8 4 4 . ^ á b a d u SSS» d e J u n i o . nriiafiiMo^sos. sector POUTISi 1862. CHOMCA FARLillEiTrAHÍA. CONGRESO. El dia de ayer, aunque lluvioso, estaba apacible; pues el sol escondido entre espesas nubes no dejaba ver sus rayos abra?adorc?, sino por entre los girones del rnanlo que aquellas formabaa. ¿Quién al llegar al palacio del Congreso, donde ni hay luz ni aire, no se scnlia inclinado á dar una vuellecita, por entre ¡as calles dé árboles inmediatas? El madrugador Posada Herrera, obedeciendo sin duda á esa inclinación, y ansioso tal vez de dar tregua (i los negocios, encaminóse hacia cl pa'^po que corre á lo largo del palacio de Metí racell, donde estableció, digámoslo así, su campK. P'TO hs momentos del placer son escases en la vida. Cuando mas á sus anclias se encontraba nuestro hombre, vio llegar hacia sí el rostro y poco después el cuerpo del ministro de Estado. Vellis nollis fui preciso escuchar todo un discurso sobre el derecho de gentes; discurso que hacia encorvar las hojas de los árboles. El sutil Posada creyó ofiorlnno huir de aquel tormento, marchando acelerado en dirección de! Congreso. Macho nos alegramos de ello; porque llegamos á temer que se descuajasen los árboles, con perjuicio notable paia los buenos vecinos de Madrid. No debió agradarle al gran Calderón, el recibimiento que le hicieron en la Asamlnea. El señor Herrera, se empeñó en saber en qué estado se encontraba el convenio relativo á lajiavegacion del Duero, ajustado con el Gobierno portugués, siendo representante del Gobierno español en Lisboa, el señor Corradi. El ministro no .-upo qué contestar; y á juzgar por sus evasivas, debemos creer que ignoraba la existencia del tratado. Pero ya lo arreglará á satisfacción de todo el mundo; porque para esto se pinta solo su señoría. Gravísima íuó la pregunta que en seguida d sparó á quema-ropa el señor González Brabo. Parece ser que un buque de guerra norle-americano, ha apresado fuera del radio marítimo á una barca mercante española, á la vista, ciencia y paciencia, de nuestra fragata de guerra/'e/ro?»/«. El diputado deseaba saber qué comunicaciones hubiera sobre esto El ministro de- Estado confirmó el hecho, añadiendo que el Gobierno de los Estados-Unidos dará las satisfacciones convenientes. Pero el de marina se atufó: dijo que laPeIromta debió obrar bien; pero que no tenia dei'c. lio á protejer á la barca española, no constando de antemano que era injusto ei apresamiento. Llamó vaporcillo al buque federal; añadiendo que solo por un periódico se ha tenido noticia del hecho, y se sentó entre sus compañeros, que dieron muestras ostensibles de disgusto. jPues señor 1 Si nuestras magníficas fragalas tienen que presenciar impasibles la captura de buques españoles, estamos lucidos. Para esto valiera mas que no se hubiesen construido. Defienda cuanto quiera el señor Zabala á la marina; pero la verdad es, que en poco tiempo, á la visia de nuestros buques de guerra, nos han llevado los federales dos barcos mercantes. Según la teoría del ministro, cuando á un hombre le den de pjilo?, no debe intentar defenderse sin conocer antes si la paliza es ó no merecida. Esta Vnian nos hará comulgar coa ruedas .de molino. Señor de Sieira-Rulloncs, para hollar y abatir cl pendón de Castilla, no hay nunca razón: téngalo entendido su señoría. El último palurdo de Paredes de Nava, de que también es V. S. conde, puede sobre esta materia darle lecciones. Tras estas preguntas vino una interpelación. ¿Interpelación digimos? Fué uno com.o panegírico que el director de Uilr^ar hizo del ministro de Marina, á propósito del esped ente de los cá- 52 l A FAMILIA DE MAR5AL. ¿ vos ui á mí nos espora al salir do aquí la carreta faial. En vez de esto estaraos condenados á irnos prosaicamente cada «no por nuestro lado , vos á casa de vuestro tio, yo á la ile mis queridos padres, que estarán ansiosos de volverme á ver. —lín efecto,—repuso Máximo suspirando;—es preciso que me separe de vos, y ¿quién sabe? quizás no nos volvamos á ver jamás? --¿Por qué? ¿lo creéis asi? —preguntó Emelina pensativa á su vez.—Vuestro lio habita en estas inmediaciones, tal vez mí padre lo conozca... ¿cómo se llama? —Lleva el mismo nombre que yo. Se llam? SainlPoüs, solo que él es general de caballería, y yo un simple teniente de navio. —¡El general Sainl-Pons!... En efecto; muchas ve<*8 he oido pronunciar su nombre, y cono/xo el casólo donde habita. Pero jamás hemos visto á vuestro tio, ni ha venido de visita á casa de mi padre. — ¡Oh! mi lio vive muy retirado, aunque no se halla en tdad (le eso loda\ia. Antiífuas heridas, y la uecesiiiad de reposo, le han movido á pedir su retiro antes de tiempo. Sin embargo, no puedo disculparlo por haber descuidado la ocasión que le ofrecía una veeimlad tan agradable... como la de vuestra familia, señorita. —Pues bien : vos se lo diréis, caballero,—csclamó con la mayor sencillez Emelina,—y quizás eso le determine á hacernos una visita. —Sí, indudablemente, os lo prometo y me lo prometo á mí mismo. Estoy seguro de que mi tio me lo agrad. i'orá. ¡lis tan Imeno cuniujgo! -Mu ha servido de padie, puede decirse, pues perdí e| mió. sieüdo aun muy uino ^ Habana, señores don Benito G. Táiiagü, calle de la Obra l'ia, núui. H, y úag Amonio Cliarlain, libreros. I^ISÍSOA. Señores Jlollaind y Semiond, libreros I^ilJl'DRlíS, Señor don Eugenio de La Bastida 43, Han Street, New Oxford Street. Anuncios y comunicados á precios convencionales. No se devuelve ningún articulo remitido á la redacción para publicarle. IJ'B^1'RA]%IAH, ñamos. La comedia estaba á prevención ensayada, y repartidos los papeles. Decíannos antes de rnlrar en el Congreso, y mientras contemplábamos al fac loliim de la situación bajo los frondosos árboles, que so iba á librar cierta batalla éntrelos resellados y los monistas, por haberse atrevido estos últimos á reclamar el espediente de 1O.J cáñamos; que con este objeto anunciarla una inlerpciacion al señor Ulloa, y que .se obligarla al joven Goicoerrotea (el amigo de los periodistas) á espliear el motivo que para tal reclamación habia tenido. La interpelación tuvo lugar. Ulloa y Zabala, íntimos y queridísimos amigos, como ellos mismos decían, se despacharon á su gusto; pero el reto no fué aceplado, porque ni siquiera se presentó en cl Congreso el joven objeto de las iras reselladas. Escusailo es decir que de ¡as csplioaciones del dipuUidoy del mini4ro, no resulta otra cosa sino que el espediente de los carbones está mas limpio que una patena. La última parte de la sesión se consagró al diclámen sobre la rebaja de derechos al papel estranjero. El voto particular del señor Madoz, que en la sesión anterior quedó pendiente, se desechó por 71 votos contra 22. Pero el diputado catalán no es hombre que se desauiaia. Firme en sus ideas, inalterable en su profiósito, y coneciendo perfectamente la significación y la tendencia, del dictamen de la mayoría, presentó una enmienda, reducidaá que se declare que el 10 por 100 impuesto al papel estranjero, se considera derecho protector y no fiscal. La sostuvo haciendo un último esfuerzo, y después de un tiroteo de rectincaciones y alusiones, se procedió á la votación, que tampoco pudo tener lugar por falta de diputados. Hoy se discutirá el asunto de los carbones. SENADO. Continuaron ayer en la Cámara vitalicia los debates sobre el proyecto de ley, en que se conceden prologas á varias empresas constructoras de ferro-oarriles, para que den por terminadas sus respectivas vias. Aunque en la tardo anterior se habia puesto á discusión el artículo 1.»,,referente á la compañía concesionaria del camino entre Madrid y Zaragoza, ninguno de los oradores que hicieron uso entonces de la palabra hablan tocado, ni aun por incidencia, la cuestión, estepdiéndose todos ello.i, con una; condesoendenota mal tenida dol presidente, á combatir ó defender la totalidad del proyecto, cuya discusión se habia -dado ya por terminada. El director de Estado Mayor que habia-<|ue(íado, al levantarse la sesión, en el uso de la palabra, reanudó ayer su interrumpido discurso, encerrando los debales en su cauce natural, del que, sea dicho en obsequio de la verdad, habia sido el primero á separarlos el joven é irascible ministro de Fomento. DcracUró el general moderado, echando mano de datos irrecusables y de razones que no tienen, como se dice vulgarmente, vuelta de hoja, cuan poco acreedora se ha hecho la citada era presa á la gracia que se le quiere dispensar. Y tenia razón su señoría. La compañía constructora del ferro-carril de Madrid á Zaragoza obtuvo, mediante subasta pública, la concesión de esta línea en Marzo de 1856, y debía darla co.mpletamente tenníuada en igual mes de 1861, hace mas de quince mese^. Que no ha cumplido sus compromisos, todo el mundo lo sabe, y lo peor es que probablemente no los cumplirá, ni aun cuando e=:pire la prologa, no pequeña por cierto,'rjue en el proyecto de ley se le concede. Que los trabajos se ejecutaron con una lentitud indisculpable, á ciencia y paciencia del Gobierno, lo demuestran bien claramente los resuítados, y lo saben además cuantos recaei'dan la acalorada discusión que con este motivo tuvo lugar en el Congreso hace algún tiempo. Que si ha solicitado próroga en ocasión oportuna, de lo cual no estarnos muy seguros, no ha probado que la demora reconoce por causa ob.stáculos de fuerza mayor insuperable, lo arroja de si la discusión en ipie se ocupa el Se- nado. Que á consecuencia de aquellos debates dirigió una esposicion al Gobierno ofreciendo que las locomotoras recorrerian la casi totalidad de la linea á mediados de 1801, promesa que ni cumplió, ni se cuidó de cumplir, nos lo dijo ayer el general Calonge; con una copia de la esposicion en la mano. La empresa está, por lo mismo, períectamenle fuera de la ley, y ol Gobierno, si hubiese llenado sus deberes, debió declarar hace tiempo la caducidad de la concesión, con arreglo á las concesiones vigentes. Pero en vez de hacerlo así, no solo se lo perdona la falta cometida, sino que so le concede una nueva próroga, sobre Ja que ella fe ha tomado sin contar con nadie, y se cambia la caducidad en una multa, que se le exigirá, no al terminar el nuevo plazo, sino seis ;ne.ses después, ó lo que es lo mismo, tras una tercera prórogal ¿Es posible, sentado este precedente, que pueda aplicarse, sin faltar á la equidad, á las empresas que no hayan llenado, ó dejen de llenar en lo sucesivo sus compromisos, las penas señaladas para estos casos en la ley general de ferro-carriles^ Los defensores de la compañía en cuestión alegan, para disculparla, la falta de brazos, la mala correspondencia de algunas empresas nacionales y estranjeias, con quienes habia contratado la construcción de una parte de la via y el envío da material y obreros para perforar los túneles, y la necesidad, en fin, de estudiar convenientemente las dos variaciones esenciales introducidas en el trazado, con una de las cuales se acortó el trayecto en veinticuatro kilómetros pn'ixi mámente. ^ Estas tres razones tienen, á nuestro entender, muy poca fuerza. En España solo faltan brazos para las obras públicas cuando se quiere especular con la miseria del infehz obrero, sujetándolo á trabajos violentos por un jornal mezquino, que apenas le basta para cubrir sus mas apremiantes ^lecesidades : ofrézcanse retribuciones decentes, y saldrá un trabajador tras de cada palmo de terreno. Cuando S3 contrata con una empresa ó casa particular, se mira do antemano la seguridad que por sus antecedentes inspira, y se le obliga á responder debidamente de los daños y perjuicios á que su falta de cumplimiento puede dar lugar. ¿Lo hizo asi la compañía concesionaria del ferro-carril de Madrid á Zaragoza? Debemos suponer que no, al ver que sus amigos lo callan, en cuyo caso suya y de nadie mas es la falla; aunque, en realidad, la disculpa seria inadmisible también en el caso oontrario, por cuanto su responsabilidad es absolutamente indeclinable. Verdad es que en una de las variaciones introducidas en el trazado, se economizaron los kilómetros que se dice y la subvención, por lo mismo, que el Estado hubiera tenido que abonar en otro caso; pero al hacerlo, ¿tuvo tan solo presento la empresa la conveniencia pública? ¿No ha pesado también en la balanza su interés particular? Si no careciésemos de tiempo y espacio, le demostraríamos que, á pesar de la subvención que dejó de recibir, ha ganado, y no poco, en la economía de distancia que tanto se encarece. Era demasiado dura, escabrosa, accidentada y espuesta á contratiempos atmnaféricos la sierra por donde debía pasar el primitivo trazado. Pero en cambio de aquella menor distancia, se le permitió alargar en cuatro kilómetros, y algo mas, la última sección, para que tocase la finca en las Casetas, cuya variación pudo muy bien ser inspirada por la esperanza de esploiar en su dia las tres últimas leguas del ferro-carril de .M.sásua á Zarag. za por Pamplona y Tudela. No se crea que nosotros, á pesar de lo que acabamos de decir, queremos que se tenga la concesión por caducada: no por cierto, aunque seria muy conveniente para el porvenir de nuestras vias férreas que se hiciese un escarmiento, y que este recayese en una empresa poderosa; pero se han gastado en el camino centenares de millones y no es la compañía constructora la única responsable de sus faltas: les toca también una parte y no pequeña, á los que pudiendo y no de- F O l L E r m DEL CLAMOB PÚBLICO. 53 —Os compadezco, caballero. ¿Y vuestro lío, es viudo? —Jamás se ha casado. Es soltero, parte por reflexión, parle por ¿uslo. —Es un gusto bien raro, ¿no es verdad, caballero? una existencia solitaria, sin objeto... ¿Peusais vos también permanecer soltero? —¿Yo? os confieso que jamás he pensado en eso... hasta hoy. —Quizás vuestro lio lo haya pensado por vos. Es un privilegio, un Cuidado propio de los líos casar á sus sobrinos. —Es un privilegio de que mi tio se cuida bien poco. Naturaimcule no es aficionado al matrimonio, ya OS lo he dicho. Además , tampoco es muy buena boda para una mujer, la de un oficial de marina obligado por los deberes de su carrera á separarse de su casa, durante anos enteros. —Tenéis razón, caballero. Diciendo esto, Emelina inclinó la cabeza, y permaneció pensativa. Pocos iuslautes después, prosiguió, —Sin duda no es la primera vez que venís á este país. -Si, es la primera, - replicó el joven.—Desde mí infancia estoy embarcado. Por otra parte, mi lio ha hecho su carrera en África, á donde iba á verle siempre que la casualidad me arrojaba lucia aquellas costas, tlesuita, pues, que no he podido hacer conocimiento con el castillo de Saint-Pons, y me hago una fiesta de ello en el dia de hoy por mas de uu motivo. —¿A pesar del cólera? —.\ causa del cólera. —¡Ob! Es una manera eslraña de considerar las co.-as biendo hacerla, no la obligaron en tiempo oportuno, y cuaddo los malos hubieran sido infinitamente menores, á que llenase religiosamente todos sus compromisos. Mas entre la caducidad y la gracia inmerecida que por el proyecto de ley se le otorga, cabian términos medios, que llevasen en si un correctivo saludable. Ni elG )bierno, ni los Cuerpos colegisladores han querido buscarlos, y á nosotros solo nos loca decir que, después de una muy débil dcfenfa hecha por el señor Santa Cruz, quedó aprobado el articulo. Leyó,se después el 2. ° y una enmienda suscrita por el señor Bruil y que, apoyadacoamuy buenas y atendibles razones por su autor, no tuvo la suerte de que la comisión la admitiese. Gomo la sesión se levantó antes de terminarse las horas de reglamento, á causa de no haber en el salón suficiente número de senadores, quedando pendientes los debates, nos haremos cargo mañana de esta parle de la aiscusion. 1 ^ Dicese que habiendo pedido el Gobierno francés al español (jue se le permita desembarcar sus tropas en un punto de la isla de Cuba, para enviarlas desde allí á Méjico, nuestros mandarines han accedido á esta petición. ¿Pues no habian de acceder, si quiqg pedia era el Emperador de los franceses? ¡Ahí que es grano de anís para los héroes del Campo de Guardias, negarse á lo que desea Luis Napoleón 1 Pregunta uno de nuestros colegas, qué pasa en ol ministerio de Marina, y si es cierto que se quiere conceder á un general la antigüe lad que solicita, sobre otros que tienen mas años do servicio. Pregunta, üem mas, si es cierto que esto ha causado gran conmoción en los marinos, y si lo es que, de concederse esa antigüedad, vendrá el agraciado á sobreponerse al general Rubalcaba. Todo esto desea saber nuestro colega, para que se conozca quiénes son los agraciados, y quiénes los postergados. No es pequeña, que digamos, la curiosidad. A bien que los ministeriales, á quieues en este caso se acude para que den esplicacioues, se encerrarán, por superior mandato, pn la augusta magestad del silencio. Según los despachos telegráficos últimamente recibidos, ya no se trata en Méjico de Monarquías ni de Tronos para príncipes tudescos, ni do presidencias para Almonte, ni de hundimiento dellepúbUca, ni de Argelia? francesas, sino pura y simplemente de protección de los subditos del vecino Imperio y de reclamaciones por ciertos agravios. Esto [gi-acias á Dios! ya es otra cosa. Si asi se hubiera, comenzado y lealmenle seguido, muchoá disgustos , muchos descalabros diplomáticos y .T.ilitares se hubieran ahorrado España y Fi'ancia, y la cuestión mejicana presentaría en estos momentos un carácter harto menos alarmante para Méjico y para Europa. La victoria del general Zaragoza ha sido, según parece, muy oportuna, p'jra hacer entrar en razón á los que tan lejos de ella andaban. Bien dice nuestro antiguo refrán: El loco por la pena es cuerdo. En toda la faHuosa plenitud de su astro neocatólico, dice La España á los gobernantes, que, por lo visto, pecan á sus ojos de liberales, que si «pronto, muy pronto no acuden con eficaz remedio al desbordamiento de la pluma ^ y de la palabra, deben tener por cierto que el resultado ha de ser desastroso.» Y como si esta profecía no fuera bastante terribe. La España, e3tiraado colega á quien el espíritu foleto de la reacción acongojaba ayer de un modo cruel, añade, «que en el dia de la catástrofe no han de librarse de perecer en ella los que transigieron con los fautores del mal, los que quisieron estar bien con la verdad y con el error, servir á la misma vez á Jesús y á Barrabás.» LA FAMILIA DS MARSAL. 56 ¡No os creemos! Entrad de nuevo en la casa de Magdalena, ú os varaos á apedrear. Y acompañando con la acción la amenaza; la repugnante harpía se bajó, cogió un euorme guijarro y S'; lo lanzó al oficial con lodas sus fuerzas. Si Máximo no hubiese instintivamente bajado la cabeza, hubiese de seguro recibido en ella el proyectil, que fué á romper con estré|)¡lo los vidrios de la ventana. Emelina no habia perdido una sola palabra del diálogo de lytá.vimo y de los aldeanos. Mas muerta que viva le gritó: —Entrad, caballero, entrad, os lo suplico. Pero CB aquel mismo instante el galope de un caballo resonó á poca distancia, y vióse apareeor al almirante Marsal montado sobre un corcel, cuyo bocado estaba blanco de espuma. líl almirante venia muy pálido, y sus ojos centelleando bajo sus espcsíis cejas negras daban á su fisonomía, ualuralmenle rígida, una espresion terrible. —Vengo á buscar á mi hija,-esclamó con breve acento bajando de su montura con una agilidad sorprendente:—¿dónde está mi hija' —La señorita de Marsal está en casa de Magdalena,—replicaron tímidamente dos ó tres voces. —Sí,—añadió uno de los alborotadores,—hé alli la casa, y la señorita permanecerá en ella en tanto que el cólera esté en esle país ¿No es cierto?—añadió dirigiéndose á los otros rústicos. —¿Quien ha dicho eso?—repuso el almirante agarrando de una de las fundas de su silla una pistola de rzon. —¡Yo!—rc|)licó un aldeano, separándose del grupo eolocáudüso delante del general en ademan de de-» safio. A nosotros senos figura, puesto quede Barrabás se trata, que la mayor barrabasada en que pudo incurrir la enferma España, es la da .pensar que todavía no son bastante eficaz remedio contra la prensa, ó sea e\ desbordamiento de la pluma, Í3ihy de Nocedal, aplicada como lo ha hecho y continúa haciéndolo el vicalvarismo, la novísima ley posadf'-^ea, las condenas casi siempre que h;<.y ilenuncias, las multas exorbitantes y frecuentes, y ¡¡or último, las famosas causas de real orden. Por lo que respecta al desbordamiento de la palabra, no conocemos otro e^caz remedh que el cortar á raíz del gaznate la lengua, puesto que al fin la mordaza no ha de estar elefnamenle puesta. ¿Es este el eficaz remedio que desea La España? El 7 de Junio comió el general Prim con todo su acompañamiento en la legación española en Washington. Después de esta visita hecha al señor Tassara, salió al dia siguiente para el teatro de la guerra en los Estados-Unidos. Con este motivo dicen los situacíoaeros, que so creia difícil que el mencionado general pudiese hallarse en Inglaterra antes de lo? primeros dias de Julio. Si bien se está San Pedro en Roma, bien se estarla Prim eternamente en Washington, dirán el general O'Donnell y sus ordenanzas los ministeriales. Aunque ignora el fundamento que puftda te-' ner, La Correspondencia copia la siguiente noticia de una carta de Paris: «El episcopado francés ha eníreí^ado á monseSor . Morlol una declaración, en la cual se decía que sí el Papa se vcia obligado á salir de Ilüma, usarían de sus derechos, y prohibirían en las iglesias de Francia ciertas oraciones en que se pide la salvación del Emperador.» Algo diriamos acerca del particular, pero tememos que se desborde nuestra pluma, como diría La España, y ijue se desborde el lápiz del fiscal, según pueden decir los que tan frecuentes inundaciones .sufren á consecuencia áe sus desbordamientos. Asegura un órgano de la tertulia, que no es cierto que el ministro de Marina haya pensado en retirarse, y que por poca que sea su afición al poder, nunca monos que ahora desearla abandonarlo, pues su delicadeza está interesada en dejar trasparente como el cristal, toda la intervención del Gobierno en el espodíeale de ios carbones. Páselo de trasparencia del cristal, en gra«* cia de'lo trasparente que es la mísera adulación que á tales símiles recurre; pero díganos por su vida, la bocina ministerial: ¿En qué ha conocido que cl señor don Juan Zabala tiene poca afición al poder? ¿Kn qué actos, en qué palabras, en qué rasgos de abnegación y franca independencia ha adivinado que dicho ministro mire coa indiferencia su poltrona? Lo que de la antigua y reciente conducta de don Juan el marino, se desprende como por sí mismo, es el convencimiento de que está profundamente apasionado á su cartera. Verdad es que si los ministeriales no dijeran cosas semejantes, serian tan indignos como el señor N... de entrar en casa del general. El papel que están representando los resellados ex-progresistas, no tiene ejemplo en nuestra historia poliUca. Es un papel que solo ellos han tenido la gloria de concebir, que solo ellos pudieran tener el valor de desempeñar coa tan asombrosa constancia. Sus antiguos aliados, que han buscado y encontrado alianzas mas de su gusto y mas adecuadas á sU actual conveniencia, les dicen, les gritan, les repiten en todos tonos que ya no son necesarios, que están de sobra, que molestan, que no ganan el pan que se les da, que disgustan hasta sus alardes de sumisión y hasta sus protestas unionistas. ¡Tiempo perdido! Los resellados ex-progra- FOLLETÍN »EL aAMOR FDÍLICO. 49 bame pues perdido, y si hubiese tenido aliento para gritar, hubiera pedido á nuestra gente, que me librarán del horrible suplicio que me aguardaba, matándome de una vez sin vacilar. De pronto, detrás de la fragosidad de una roca, salieron la cabeza de nuestro valieuto comandante y su glorioso uniforme. Después, retumbó una detonación, y rodé por el suelo envuílto en las olas de sangre que salían al mismo tiempo de mi herida ,'y do la que recibió en el pecho el deforme kanack. Me hallaba pues salvado, salvado por el comandante Marsal, que rápido como el rayo, y acompañado solamente de dos ó tres marineros, persiguió á mi ogro, y lo llegó á alcanzar á la vuelta de uu recodo. ¡Ah! ¡Cien años de vida no me harán olvidar aquel dia! Ahora comprendereis ¿nd es verdad? que aunque haga lo haga, jamás llegaré á pagar mi deuda á vuestro padre. —Comprendo, si, caballero,—respondió Emelina visiblemente conmovida,—que mi padre haya hecho por vos lo mismo que vos hubieseis hecho en su lugar, y que Dios ha permitido hoy esto encuentro para aligerar el peso de vuestro reconocimiento, pero, ¿á qué liablar de reconocimiento entre marinos, entra individuos de una misma familia? Dicho esto, la jóveu tendió una de sus manos á Máximo con una gracia y uua íiencillez adorables. Este la oslrecho con ternura entre las suyas, é invohiulariamente la acercó a sus labios. Emelina se sonrojó, y para disimular su turbación se volvió coa pronlilud hacia el lecho de su nodriza. --¡Pobre .Magdalena! -escamó.—¡Sí la disperláscnuis! Creo que hablamos uu poco alto, y esle sueño le sienta lan bien. —Tranquilizaos, seiiorita,—repuíio el oficial.—Mijad qué apacible es su descanso, qué igual sii respis