periódico del partido liberal

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Año de 1861.
Seguttcía^época.
ÉdidOTí de Madrid.
PUNTOS DE SÜSCRICION.
PRECIOS DE SUSCRIGION.
M A D R I D , En la redacción, calle del Priaclpe»
mimero 14.
l»MO V I H í C I A S , En casa de nuestros cemisiíH
M A D n i D , I S reales.
•
1
i
P R O V I I V C I A S , Un mes 1 6 reales, tres 4 S ,
seis S » , un año l'SG, suscribiéndose cu osla redíiccioii ó remitieiKÍü á ella iihiiuizas en laTesoreria
Ceñirá!, giro miiluo, etc., ó sollos de correos.
ÜuraesI S , tres 555, seis l O A , un afio «O-*,
siisciibiéadosc en casa de los comisionaiios ó cuf
ponsales.
ÍjB..TlIAIlf A R , 3 0 reales al mes adelantado.
K S X i l A M e K I l O , Un mes « A reales.
liados. •
PERIÓDICO DEL PARTIDO LIBERAL
MADRID 28 DE JUNIO DE
riTM3}AS»0 EJV 1 1 8 4 4 .
^ á b a d u SSS» d e J u n i o .
nriiafiiMo^sos.
sector POUTISi
1862.
CHOMCA FARLillEiTrAHÍA.
CONGRESO.
El dia de ayer, aunque lluvioso, estaba apacible; pues el sol escondido entre espesas nubes
no dejaba ver sus rayos abra?adorc?, sino por
entre los girones del rnanlo que aquellas formabaa. ¿Quién al llegar al palacio del Congreso,
donde ni hay luz ni aire, no se scnlia inclinado á dar una vuellecita, por entre ¡as calles dé
árboles inmediatas?
El madrugador Posada Herrera, obedeciendo sin duda á esa inclinación, y ansioso tal vez
de dar tregua (i los negocios, encaminóse hacia
cl pa'^po que corre á lo largo del palacio de Metí racell, donde estableció, digámoslo así, su
campK.
P'TO hs momentos del placer son escases en
la vida. Cuando mas á sus anclias se encontraba nuestro hombre, vio llegar hacia sí el rostro
y poco después el cuerpo del ministro de Estado. Vellis nollis fui preciso escuchar todo un
discurso sobre el derecho de gentes; discurso
que hacia encorvar las hojas de los árboles.
El sutil Posada creyó ofiorlnno huir de aquel
tormento, marchando acelerado en dirección
de! Congreso. Macho nos alegramos de ello; porque llegamos á temer que se descuajasen los árboles, con perjuicio notable paia los buenos vecinos de Madrid.
No debió agradarle al gran Calderón, el recibimiento que le hicieron en la Asamlnea. El
señor Herrera, se empeñó en saber en qué estado se encontraba el convenio relativo á lajiavegacion del Duero, ajustado con el Gobierno
portugués, siendo representante del Gobierno
español en Lisboa, el señor Corradi. El ministro
no .-upo qué contestar; y á juzgar por sus evasivas, debemos creer que ignoraba la existencia
del tratado. Pero ya lo arreglará á satisfacción
de todo el mundo; porque para esto se pinta
solo su señoría.
Gravísima íuó la pregunta que en seguida
d sparó á quema-ropa el señor González Brabo.
Parece ser que un buque de guerra norle-americano, ha apresado fuera del radio marítimo á
una barca mercante española, á la vista, ciencia y
paciencia, de nuestra fragata de guerra/'e/ro?»/«. El diputado deseaba saber qué comunicaciones hubiera sobre esto
El ministro de- Estado confirmó el hecho,
añadiendo que el Gobierno de los Estados-Unidos dará las satisfacciones convenientes.
Pero el de marina se atufó: dijo que laPeIromta debió obrar bien; pero que no tenia dei'c. lio á protejer á la barca española, no constando de antemano que era injusto ei apresamiento. Llamó vaporcillo al buque federal; añadiendo que solo por un periódico se ha tenido noticia del hecho, y se sentó entre sus compañeros,
que dieron muestras ostensibles de disgusto.
jPues señor 1 Si nuestras magníficas fragalas tienen que presenciar impasibles la captura
de buques españoles, estamos lucidos. Para esto
valiera mas que no se hubiesen construido.
Defienda cuanto quiera el señor Zabala á la marina; pero la verdad es, que en poco tiempo, á
la visia de nuestros buques de guerra, nos han
llevado los federales dos barcos mercantes. Según la teoría del ministro, cuando á un hombre
le den de pjilo?, no debe intentar defenderse sin
conocer antes si la paliza es ó no merecida.
Esta Vnian nos hará comulgar coa ruedas
.de molino. Señor de Sieira-Rulloncs, para hollar
y abatir cl pendón de Castilla, no hay nunca razón: téngalo entendido su señoría. El último palurdo de Paredes de Nava, de que también es
V. S. conde, puede sobre esta materia darle
lecciones.
Tras estas preguntas vino una interpelación.
¿Interpelación digimos? Fué uno com.o panegírico que el director de Uilr^ar hizo del ministro
de Marina, á propósito del esped ente de los cá-
52
l A FAMILIA DE MAR5AL.
¿ vos ui á mí nos espora al salir do aquí la carreta
faial.
En vez de esto estaraos condenados á irnos prosaicamente cada «no por nuestro lado , vos á casa de
vuestro tio, yo á la ile mis queridos padres, que estarán ansiosos de volverme á ver.
—lín efecto,—repuso Máximo suspirando;—es preciso que me separe de vos, y ¿quién sabe? quizás no
nos volvamos á ver jamás?
--¿Por qué? ¿lo creéis asi? —preguntó Emelina
pensativa á su vez.—Vuestro lio habita en estas inmediaciones, tal vez mí padre lo conozca... ¿cómo se
llama?
—Lleva el mismo nombre que yo. Se llam? SainlPoüs, solo que él es general de caballería, y yo un
simple teniente de navio.
—¡El general Sainl-Pons!... En efecto; muchas ve<*8 he oido pronunciar su nombre, y cono/xo el casólo donde habita. Pero jamás hemos visto á vuestro tio, ni ha venido de visita á casa de mi padre.
— ¡Oh! mi lio vive muy retirado, aunque no se halla en tdad (le eso loda\ia. Antiífuas heridas, y la
uecesiiiad de reposo, le han movido á pedir su retiro
antes de tiempo. Sin embargo, no puedo disculparlo
por haber descuidado la ocasión que le ofrecía una
veeimlad tan agradable... como la de vuestra familia,
señorita.
—Pues bien : vos se lo diréis, caballero,—csclamó
con la mayor sencillez Emelina,—y quizás eso le determine á hacernos una visita.
—Sí, indudablemente, os lo prometo y me lo prometo á mí mismo. Estoy seguro de que mi tio me lo
agrad. i'orá. ¡lis tan Imeno cuniujgo!
-Mu ha servido de padie, puede decirse, pues perdí e| mió. sieüdo aun muy uino
^
Habana, señores don Benito
G. Táiiagü, calle de la Obra l'ia, núui. H, y úag
Amonio Cliarlain, libreros.
I^ISÍSOA. Señores Jlollaind y Semiond, libreros
I^ilJl'DRlíS, Señor don Eugenio de La Bastida
43, Han Street, New Oxford Street.
Anuncios y comunicados á precios convencionales.
No se devuelve ningún articulo remitido á la redacción para publicarle.
IJ'B^1'RA]%IAH,
ñamos. La comedia estaba á prevención ensayada, y repartidos los papeles.
Decíannos antes de rnlrar en el Congreso, y
mientras contemplábamos al fac loliim de la situación bajo los frondosos árboles, que so iba á
librar cierta batalla éntrelos resellados y los monistas, por haberse atrevido estos últimos á reclamar el espediente de 1O.J cáñamos; que con
este objeto anunciarla una inlerpciacion al señor
Ulloa, y que .se obligarla al joven Goicoerrotea
(el amigo de los periodistas) á espliear el motivo
que para tal reclamación habia tenido.
La interpelación tuvo lugar. Ulloa y Zabala,
íntimos y queridísimos amigos, como ellos mismos decían, se despacharon á su gusto; pero el
reto no fué aceplado, porque ni siquiera se presentó en cl Congreso el joven objeto de las iras
reselladas. Escusailo es decir que de ¡as csplioaciones del dipuUidoy del mini4ro, no resulta otra
cosa sino que el espediente de los carbones está
mas limpio que una patena.
La última parte de la sesión se consagró al
diclámen sobre la rebaja de derechos al papel
estranjero. El voto particular del señor Madoz,
que en la sesión anterior quedó pendiente, se
desechó por 71 votos contra 22.
Pero el diputado catalán no es hombre que
se desauiaia. Firme en sus ideas, inalterable en
su profiósito, y coneciendo perfectamente la significación y la tendencia, del dictamen de la mayoría, presentó una enmienda, reducidaá que se
declare que el 10 por 100 impuesto al papel
estranjero, se considera derecho protector y no
fiscal. La sostuvo haciendo un último esfuerzo,
y después de un tiroteo de rectincaciones y alusiones, se procedió á la votación, que tampoco
pudo tener lugar por falta de diputados.
Hoy se discutirá el asunto de los carbones.
SENADO.
Continuaron ayer en la Cámara vitalicia los
debates sobre el proyecto de ley, en que se conceden prologas á varias empresas constructoras
de ferro-oarriles, para que den por terminadas
sus respectivas vias.
Aunque en la tardo anterior se habia puesto
á discusión el artículo 1.»,,referente á la compañía concesionaria del camino entre Madrid y Zaragoza, ninguno de los oradores que hicieron
uso entonces de la palabra hablan tocado, ni aun
por incidencia, la cuestión, estepdiéndose todos
ello.i, con una; condesoendenota mal tenida dol
presidente, á combatir ó defender la totalidad
del proyecto, cuya discusión se habia -dado ya
por terminada.
El director de Estado Mayor que habia-<|ue(íado, al levantarse la sesión, en el uso de la palabra, reanudó ayer su interrumpido discurso,
encerrando los debales en su cauce natural, del
que, sea dicho en obsequio de la verdad, habia
sido el primero á separarlos el joven é irascible
ministro de Fomento.
DcracUró el general moderado, echando
mano de datos irrecusables y de razones que no
tienen, como se dice vulgarmente, vuelta de hoja,
cuan poco acreedora se ha hecho la citada era presa á la gracia que se le quiere dispensar. Y
tenia razón su señoría.
La compañía constructora del ferro-carril de
Madrid á Zaragoza obtuvo, mediante subasta pública, la concesión de esta línea en Marzo de
1856, y debía darla co.mpletamente tenníuada
en igual mes de 1861, hace mas de quince
mese^.
Que no ha cumplido sus compromisos, todo
el mundo lo sabe, y lo peor es que probablemente no los cumplirá, ni aun cuando e=:pire la prologa, no pequeña por cierto,'rjue en el proyecto
de ley se le concede. Que los trabajos se ejecutaron con una lentitud indisculpable, á ciencia y
paciencia del Gobierno, lo demuestran bien claramente los resuítados, y lo saben además cuantos recaei'dan la acalorada discusión que con este motivo tuvo lugar en el Congreso hace algún
tiempo. Que si ha solicitado próroga en ocasión oportuna, de lo cual no estarnos muy seguros, no ha probado que la demora reconoce por
causa ob.stáculos de fuerza mayor insuperable, lo
arroja de si la discusión en ipie se ocupa el Se-
nado. Que á consecuencia de aquellos debates dirigió una esposicion al Gobierno ofreciendo que
las locomotoras recorrerian la casi totalidad de
la linea á mediados de 1801, promesa que ni
cumplió, ni se cuidó de cumplir, nos lo dijo ayer
el general Calonge; con una copia de la esposicion en la mano.
La empresa está, por lo mismo, períectamenle fuera de la ley, y ol Gobierno, si hubiese
llenado sus deberes, debió declarar hace tiempo
la caducidad de la concesión, con arreglo á las
concesiones vigentes.
Pero en vez de hacerlo así, no solo se lo perdona la falta cometida, sino que so le concede
una nueva próroga, sobre Ja que ella fe ha tomado sin contar con nadie, y se cambia la caducidad en una multa, que se le exigirá, no al
terminar el nuevo plazo, sino seis ;ne.ses después,
ó lo que es lo mismo, tras una tercera prórogal
¿Es posible, sentado este precedente, que
pueda aplicarse, sin faltar á la equidad, á las
empresas que no hayan llenado, ó dejen de llenar en lo sucesivo sus compromisos, las penas
señaladas para estos casos en la ley general de
ferro-carriles^
Los defensores de la compañía en cuestión
alegan, para disculparla, la falta de brazos, la
mala correspondencia de algunas empresas nacionales y estranjeias, con quienes habia contratado la construcción de una parte de la via y el
envío da material y obreros para perforar los
túneles, y la necesidad, en fin, de estudiar convenientemente las dos variaciones esenciales introducidas en el trazado, con una de las cuales
se acortó el trayecto en veinticuatro kilómetros
pn'ixi mámente.
^
Estas tres razones tienen, á nuestro entender, muy poca fuerza.
En España solo faltan brazos para las obras
públicas cuando se quiere especular con la miseria del infehz obrero, sujetándolo á trabajos
violentos por un jornal mezquino, que apenas le
basta para cubrir sus mas apremiantes ^lecesidades : ofrézcanse retribuciones decentes, y saldrá
un trabajador tras de cada palmo de terreno.
Cuando S3 contrata con una empresa ó casa
particular, se mira do antemano la seguridad que
por sus antecedentes inspira, y se le obliga á
responder debidamente de los daños y perjuicios
á que su falta de cumplimiento puede dar lugar.
¿Lo hizo asi la compañía concesionaria del ferro-carril de Madrid á Zaragoza? Debemos suponer que no, al ver que sus amigos lo callan, en
cuyo caso suya y de nadie mas es la falla; aunque, en realidad, la disculpa seria inadmisible
también en el caso oontrario, por cuanto su responsabilidad es absolutamente indeclinable.
Verdad es que en una de las variaciones introducidas en el trazado, se economizaron los
kilómetros que se dice y la subvención, por lo
mismo, que el Estado hubiera tenido que abonar
en otro caso; pero al hacerlo, ¿tuvo tan solo
presento la empresa la conveniencia pública? ¿No
ha pesado también en la balanza su interés particular? Si no careciésemos de tiempo y espacio,
le demostraríamos que, á pesar de la subvención que dejó de recibir, ha ganado, y no poco, en
la economía de distancia que tanto se encarece.
Era demasiado dura, escabrosa, accidentada y
espuesta á contratiempos atmnaféricos la sierra
por donde debía pasar el primitivo trazado.
Pero en cambio de aquella menor distancia,
se le permitió alargar en cuatro kilómetros, y algo mas, la última sección, para que tocase la finca en las Casetas, cuya variación pudo muy
bien ser inspirada por la esperanza de esploiar
en su dia las tres últimas leguas del ferro-carril
de .M.sásua á Zarag. za por Pamplona y Tudela.
No se crea que nosotros, á pesar de lo que
acabamos de decir, queremos que se tenga la
concesión por caducada: no por cierto, aunque
seria muy conveniente para el porvenir de nuestras vias férreas que se hiciese un escarmiento,
y que este recayese en una empresa poderosa; pero se han gastado en el camino centenares de millones y no es la compañía constructora la única
responsable de sus faltas: les toca también una
parte y no pequeña, á los que pudiendo y no de-
F O l L E r m DEL CLAMOB PÚBLICO.
53
—Os compadezco, caballero. ¿Y vuestro lío, es
viudo?
—Jamás se ha casado. Es soltero, parte por reflexión, parle por ¿uslo.
—Es un gusto bien raro, ¿no es verdad, caballero?
una existencia solitaria, sin objeto... ¿Peusais vos
también permanecer soltero?
—¿Yo? os confieso que jamás he pensado en eso...
hasta hoy.
—Quizás vuestro lio lo haya pensado por vos. Es
un privilegio, un Cuidado propio de los líos casar á
sus sobrinos.
—Es un privilegio de que mi tio se cuida bien poco. Naturaimcule no es aficionado al matrimonio, ya
OS lo he dicho. Además , tampoco es muy buena boda para una mujer, la de un oficial de marina obligado por los deberes de su carrera á separarse de
su casa, durante anos enteros.
—Tenéis razón, caballero.
Diciendo esto, Emelina inclinó la cabeza, y permaneció pensativa.
Pocos iuslautes después, prosiguió,
—Sin duda no es la primera vez que venís á este
país.
-Si, es la primera, - replicó el joven.—Desde mí
infancia estoy embarcado. Por otra parte, mi lio ha
hecho su carrera en África, á donde iba á verle siempre que la casualidad me arrojaba lucia aquellas
costas, tlesuita, pues, que no he podido hacer conocimiento con el castillo de Saint-Pons, y me hago una
fiesta de ello en el dia de hoy por mas de uu motivo.
—¿A pesar del cólera?
—.\ causa del cólera.
—¡Ob! Es una manera eslraña de considerar las
co.-as
biendo hacerla, no la obligaron en tiempo oportuno, y cuaddo los malos hubieran sido infinitamente menores, á que llenase religiosamente todos sus compromisos.
Mas entre la caducidad y la gracia inmerecida que por el proyecto de ley se le otorga,
cabian términos medios, que llevasen en si un
correctivo saludable. Ni elG )bierno, ni los Cuerpos colegisladores han querido buscarlos, y á
nosotros solo nos loca decir que, después de una
muy débil dcfenfa hecha por el señor Santa
Cruz, quedó aprobado el articulo.
Leyó,se después el 2. ° y una enmienda suscrita por el señor Bruil y que, apoyadacoamuy
buenas y atendibles razones por su autor, no tuvo la suerte de que la comisión la admitiese.
Gomo la sesión se levantó antes de terminarse las horas de reglamento, á causa de no haber en el salón suficiente número de senadores,
quedando pendientes los debates, nos haremos
cargo mañana de esta parle de la aiscusion.
1
^
Dicese que habiendo pedido el Gobierno francés al español (jue se le permita desembarcar sus
tropas en un punto de la isla de Cuba, para enviarlas desde allí á Méjico, nuestros mandarines han accedido á esta petición.
¿Pues no habian de acceder, si quiqg pedia
era el Emperador de los franceses? ¡Ahí que es
grano de anís para los héroes del Campo de
Guardias, negarse á lo que desea Luis Napoleón 1
Pregunta uno de nuestros colegas, qué pasa
en ol ministerio de Marina, y si es cierto que se
quiere conceder á un general la antigüe lad que
solicita, sobre otros que tienen mas años do servicio. Pregunta, üem mas, si es cierto que esto
ha causado gran conmoción en los marinos, y si
lo es que, de concederse esa antigüedad, vendrá
el agraciado á sobreponerse al general Rubalcaba.
Todo esto desea saber nuestro colega, para
que se conozca quiénes son los agraciados, y
quiénes los postergados.
No es pequeña, que digamos, la curiosidad.
A bien que los ministeriales, á quieues en este
caso se acude para que den esplicacioues, se
encerrarán, por superior mandato, pn la augusta
magestad del silencio.
Según los despachos telegráficos últimamente recibidos, ya no se trata en Méjico de
Monarquías ni de Tronos para príncipes tudescos, ni do presidencias para Almonte, ni de hundimiento dellepúbUca, ni de Argelia? francesas,
sino pura y simplemente de protección de los
subditos del vecino Imperio y de reclamaciones
por ciertos agravios.
Esto [gi-acias á Dios! ya es otra cosa. Si
asi se hubiera, comenzado y lealmenle seguido,
muchoá disgustos , muchos descalabros diplomáticos y .T.ilitares se hubieran ahorrado España
y Fi'ancia, y la cuestión mejicana presentaría
en estos momentos un carácter harto menos alarmante para Méjico y para Europa.
La victoria del general Zaragoza ha sido,
según parece, muy oportuna, p'jra hacer entrar
en razón á los que tan lejos de ella andaban.
Bien dice nuestro antiguo refrán: El loco
por la pena es cuerdo.
En toda la faHuosa plenitud de su astro neocatólico, dice La España á los gobernantes, que,
por lo visto, pecan á sus ojos de liberales, que si
«pronto, muy pronto no acuden con eficaz remedio al desbordamiento de la pluma ^ y de la
palabra, deben tener por cierto que el resultado
ha de ser desastroso.»
Y como si esta profecía no fuera bastante terribe. La España, e3tiraado colega á quien el espíritu foleto de la reacción acongojaba ayer de
un modo cruel, añade, «que en el dia de la catástrofe no han de librarse de perecer en ella los
que transigieron con los fautores del mal, los
que quisieron estar bien con la verdad y con el
error, servir á la misma vez á Jesús y á Barrabás.»
LA FAMILIA DS MARSAL.
56
¡No os creemos! Entrad de nuevo en la casa de Magdalena, ú os varaos á apedrear.
Y acompañando con la acción la amenaza; la repugnante harpía se bajó, cogió un euorme guijarro y
S'; lo lanzó al oficial con lodas sus fuerzas. Si Máximo no hubiese instintivamente bajado la cabeza, hubiese de seguro recibido en ella el proyectil, que fué
á romper con estré|)¡lo los vidrios de la ventana.
Emelina no habia perdido una sola palabra del
diálogo de lytá.vimo y de los aldeanos. Mas muerta que
viva le gritó:
—Entrad, caballero, entrad, os lo suplico.
Pero CB aquel mismo instante el galope de un caballo resonó á poca distancia, y vióse apareeor al almirante Marsal montado sobre un corcel, cuyo bocado estaba blanco de espuma.
líl almirante venia muy pálido, y sus ojos centelleando bajo sus espcsíis cejas negras daban á su fisonomía, ualuralmenle rígida, una espresion terrible.
—Vengo á buscar á mi hija,-esclamó con breve
acento bajando de su montura con una agilidad sorprendente:—¿dónde está mi hija'
—La señorita de Marsal está en casa de Magdalena,—replicaron tímidamente dos ó tres voces.
—Sí,—añadió uno de los alborotadores,—hé alli la
casa, y la señorita permanecerá en ella en tanto que
el cólera esté en esle país ¿No es cierto?—añadió dirigiéndose á los otros rústicos.
—¿Quien ha dicho eso?—repuso el almirante agarrando de una de las fundas de su silla una pistola de
rzon.
—¡Yo!—rc|)licó un aldeano, separándose del grupo
eolocáudüso delante del general en ademan de de-»
safio.
A nosotros senos figura, puesto quede Barrabás se trata, que la mayor barrabasada en
que pudo incurrir la enferma España, es la da
.pensar que todavía no son bastante eficaz remedio contra la prensa, ó sea e\ desbordamiento de
la pluma, Í3ihy de Nocedal, aplicada como lo
ha hecho y continúa haciéndolo el vicalvarismo,
la novísima ley posadf'-^ea, las condenas casi
siempre que h;<.y ilenuncias, las multas exorbitantes y frecuentes, y ¡¡or último, las famosas
causas de real orden.
Por lo que respecta al desbordamiento de la
palabra, no conocemos otro e^caz remedh que
el cortar á raíz del gaznate la lengua, puesto que
al fin la mordaza no ha de estar elefnamenle
puesta.
¿Es este el eficaz remedio que desea La España?
El 7 de Junio comió el general Prim con todo su acompañamiento en la legación española
en Washington. Después de esta visita hecha al
señor Tassara, salió al dia siguiente para el teatro de la guerra en los Estados-Unidos.
Con este motivo dicen los situacíoaeros, que
so creia difícil que el mencionado general pudiese hallarse en Inglaterra antes de lo? primeros
dias de Julio.
Si bien se está San Pedro en Roma, bien se
estarla Prim eternamente en Washington, dirán
el general O'Donnell y sus ordenanzas los ministeriales.
Aunque ignora el fundamento que puftda te-'
ner, La Correspondencia copia la siguiente noticia de una carta de Paris:
«El episcopado francés ha eníreí^ado á monseSor .
Morlol una declaración, en la cual se decía que sí el
Papa se vcia obligado á salir de Ilüma, usarían de sus
derechos, y prohibirían en las iglesias de Francia
ciertas oraciones en que se pide la salvación del Emperador.»
Algo diriamos acerca del particular, pero tememos que se desborde nuestra pluma, como diría La España, y ijue se desborde el lápiz del fiscal, según pueden decir los que tan frecuentes
inundaciones .sufren á consecuencia áe sus desbordamientos.
Asegura un órgano de la tertulia, que no es
cierto que el ministro de Marina haya pensado
en retirarse, y que por poca que sea su afición
al poder, nunca monos que ahora desearla abandonarlo, pues su delicadeza está interesada en
dejar trasparente como el cristal, toda la intervención del Gobierno en el espodíeale de ios carbones.
Páselo de trasparencia del cristal, en gra«*
cia de'lo trasparente que es la mísera adulación
que á tales símiles recurre; pero díganos por su
vida, la bocina ministerial: ¿En qué ha conocido
que cl señor don Juan Zabala tiene poca afición
al poder? ¿Kn qué actos, en qué palabras, en
qué rasgos de abnegación y franca independencia ha adivinado que dicho ministro mire coa
indiferencia su poltrona?
Lo que de la antigua y reciente conducta de
don Juan el marino, se desprende como por
sí mismo, es el convencimiento de que está profundamente apasionado á su cartera.
Verdad es que si los ministeriales no dijeran
cosas semejantes, serian tan indignos como el señor N... de entrar en casa del general.
El papel que están representando los resellados ex-progresistas, no tiene ejemplo en
nuestra historia poliUca. Es un papel que solo
ellos han tenido la gloria de concebir, que solo
ellos pudieran tener el valor de desempeñar coa
tan asombrosa constancia. Sus antiguos aliados,
que han buscado y encontrado alianzas mas de
su gusto y mas adecuadas á sU actual conveniencia, les dicen, les gritan, les repiten en todos tonos que ya no son necesarios, que están de sobra, que molestan, que no ganan el pan que se
les da, que disgustan hasta sus alardes de sumisión y hasta sus protestas unionistas.
¡Tiempo perdido! Los resellados ex-progra-
FOLLETÍN »EL aAMOR FDÍLICO.
49
bame pues perdido, y si hubiese tenido aliento para
gritar, hubiera pedido á nuestra gente, que me librarán del horrible suplicio que me aguardaba, matándome de una vez sin vacilar.
De pronto, detrás de la fragosidad de una roca,
salieron la cabeza de nuestro valieuto comandante y
su glorioso uniforme. Después, retumbó una detonación, y rodé por el suelo envuílto en las olas de sangre que salían al mismo tiempo de mi herida ,'y do la
que recibió en el pecho el deforme kanack. Me hallaba pues salvado, salvado por el comandante Marsal,
que rápido como el rayo, y acompañado solamente de
dos ó tres marineros, persiguió á mi ogro, y lo llegó
á alcanzar á la vuelta de uu recodo. ¡Ah! ¡Cien años
de vida no me harán olvidar aquel dia! Ahora comprendereis ¿nd es verdad? que aunque haga lo haga,
jamás llegaré á pagar mi deuda á vuestro padre.
—Comprendo, si, caballero,—respondió Emelina
visiblemente conmovida,—que mi padre haya hecho
por vos lo mismo que vos hubieseis hecho en su lugar, y que Dios ha permitido hoy esto encuentro para
aligerar el peso de vuestro reconocimiento, pero, ¿á
qué liablar de reconocimiento entre marinos, entra
individuos de una misma familia?
Dicho esto, la jóveu tendió una de sus manos á
Máximo con una gracia y uua íiencillez adorables.
Este la oslrecho con ternura entre las suyas, é invohiulariamente la acercó a sus labios. Emelina se sonrojó, y para disimular su turbación se volvió coa
pronlilud hacia el lecho de su nodriza.
--¡Pobre .Magdalena! -escamó.—¡Sí la disperláscnuis! Creo que hablamos uu poco alto, y esle sueño
le sienta lan bien.
—Tranquilizaos, seiiorita,—repuíio el oficial.—Mijad qué apacible es su descanso, qué igual sii respis
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